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3. Hitchcock Alfred - Los Tres Investigadores El Misterio de La Momia

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  • Alfred Hitchcock

    Los Tres Investigadores en

    Misterio de la Momia

    Texto de Robert Arthur

    Ilustraciones de Ed Vebell Ttulo original

    THE MYSTERY OF THE WHISPERING MUMMY Copyright, 1964, by Random House, Inc.

    Traduccin de

    M. L. POL DE RAMREZ Otro escaneo de Conner McLeod En el da del seor del uno de Febrero de dosmilnueve.

    Cubierta de BADA - CAMPS EDITORIAL MOLINO, 1968 Apartado de Correos 25 Calabria, 166 - Barcelona (15) Depsito Legal, B. 32.023-1968 Nmero de Registro, 3.486-68 Impreso en Espaa - Printed in Spain A. G. PONSA, Gonzalo Pons, 23 Hospitalet (Barcelona)

    EDITORIAL MOLINOMOLINOMOLINOMOLINO

  • Introduccin

    Cuanto sigue, est slo y exclusivamente escrito para quienes no han ledo las precedentes aventuras. Si ya conoces a los Tres Investigadores, te aconsejo que prescindas de esta breve parrafada, y concentres tu atencin en gozar el texto de la obra. Por fortuna para ti, lo que ahora tienes en las manos es slo un libro, y te basta con girar una pgina para seguir el consejo. De ser un programa de televisin, no tendras otra opcin que permanecer sentado y soportar esta introduccin. Si eres novato, te interesar saber que los Tres Investigadores constituyen una empresa de detectives formada por un tro de intrpidos jvenes: Jpiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews. Jpiter es el cerebro de la sociedad; Bob, algo as como el historiador de cuanto investigan, y Pete, fuerte y gil, el insustituible ayudante de Jpiter en las misiones de accin. Los tres viven en Rocky Beach, una pequea ciudad en la costa del ocano Pacfico a pocos kilmetros de Hollywood. En California del Sur, las distancias son tan grandes que un automvil es una necesidad vital. Ninguno de estos muchachos es lo suficientemente mayor para conducir, pero el problema qued resuelto cuando Jpiter se gan el uso de un automvil con chfer en una competicin. El coche, un magnfico Rolls-Royce, le pertenece durante treinta das. Eso hace que lo aprovechen al mximo. Los Tres Investigadores tienen su puesto de mando en un remolque inservible que hay en el Patio Salvaje de los Jones, tos de Jpiter: Titus y Mathilda. En su interior han instalado un laboratorio para el revelado de fotografas y diverso equipo, reconstruido de chatarras. El acceso al puesto de mando se verifica por entradas secretas que slo conocen los tres amigos. Eso es todo cuanto necesitas saber para leer lo que sigue. Debo advertirte que no soy partidario de esa tendencia moderna a consentir la libre voluntad de los jvenes. De ah la necesidad que tienes de leerte el libro, si deseas conocer el resto. ALFRED HITCHCOCK

  • CAPTULO 1

    Una carta excitante

    Salvadme! Salvadme! chill una voz extraamente aterrorizada. Por favor, salvadme! Los Tres Investigadores: Jpiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews, oyeron el grito, pero no hicieron caso. El S.O.S. era lanzado por la mascota del tro, un pjaro mina adiestrado, que adquirieran en el caso anterior. Barbanegra, as se llamaba, aprenda con sorprendente facilidad palabras y frases, que repeta gozoso. Jpiter! grit ta Mathilda, con los ojos clavados en -Barbanegra, cuya jaula colgaba de un listn de madera en el Patio Salvaje de los Jones. Dejas que el pjaro vea demasiada tele. Habla como esa gente que sale en los programas de misterio. S, ta Mathilda jade Jpiter, que transportaba una vieja puerta. Dnde la pongo? Con las otras. Chicos, dejad de holgazanear! Tenemos mucho trabajo y el tiempo pasa de prisa. Quiz ta Mathilda tuviese razn, si bien los Tres Investigadores opinaban que el tiempo se eternizaba. Aquel da se hallaban entregados a comprobar el trabajo que podan hacer tres muchachos en un da caluroso. La cosa no hubiera tenido mayor importancia, de no ser ta Mathilda la encargada de controlar el rendimiento. Era ella quien rega el negocio. Titus su marido, se encargaba de las compras, y la mayora del tiempo se lo pasaba en viajes de adquisicin de mercancas. Mathilda Jones era un temperamento impulsivo, y el da que se levantaba imbuida de ideas de limpieza o de inventario, tanto Jpiter como sus amigos que se hallaran a mano, quedaban reducidos a sudorosos peones. Los Tres Investigadores trasladaban materiales de construccin y ordenaban los ms heterogneos cacharros, suspirando por reunirse en el puesto de mando a fin de planear cmo resolver un nuevo misterio. Los recientes xitos haban aumentado la confianza que tenan en su propia habilidad como investigadores. El alivio les lleg con el cartero. ste atraves la entrada principal montado en su pequeo triciclo, y dej caer un paquete de cartas en el antiguo buzn de hierro instalado a la puerta de la oficina. Luego sigui su camino. Cielos! exclam ta Mathilda. Me olvid totalmente de la carta certificada que Titus quera echase al correo.

    La buena mujer busc en sus repletos bolsillos hasta que hall un sobre arrugado, que alis y entreg a Jpiter. Ve ahora mismo a la oficina de correos y certifcala, Jpiter. Ah tienes dinero. Procura que salga en el correo de la maana. Saldr, ta Mathilda prometi el robusto muchacho. Pete y Bob me sustituirn mientras tanto. Hace das que suspiran por una buena jornada de trabajo. Bob y Pete murmuraron indignados sus protestas. Jpiter salt a su bicicleta y pedale hacia la puerta. La seora Jones se ri. Bien, muchachos. Os dejo libre el resto de la maana. Podis celebrar una reunin o reconstruir cualquier cachivache que se os ocurra. Seal las pilas de material que ocultaban el puesto de mando, si bien ignoraba su existencia. Luego se encamin hacia el buzn. Ser mejor que abra la correspondencia ahoradijo. Quizs haya alguna carta para Jpiter. Estos ltimos das parece interesado en cosas raras. Contentos de haber dado fin al pesado trabajo, Pete y Bob siguieron a la seora Jones, que busc entre las cartas.

  • Una tarjeta del centro de subasta coment. Una factura. Un taln para el pago de una vieja caldera de vapor. Hum! se guard una carta debajo del brazo. Otra factura. Una postal de mi hermana Susan. Una oferta de vivienda en Florida eso la hizo sonrerse. Pero la siguiente carta arrug su entrecejo: Hum! exclam, ponindosela tambin bajo el brazo. Un par de cartas ms, tal vez para Titus Jones, tal vez en demanda de artculos difciles de adquirir. Eso no sera de extraar, pues el Patio Salvaje gozaba de popularidad, debido a que all se poda adquirir cualquier mercanca agotada en el comercio. Titus era dueo de un viejo rgano. A veces, por la noche, sala al patio a interpretar Durmete en la profundidad, Hans y Konrad, los corpulentos hermanos bvaros encargados de realizar el trabajo ms pesado en la chatarrera, y tambin de conducir los dos camiones, se unan a su jefe y cantaban muy melanclicos. La seora Jones acab de revisar la correspondencia, deneg con la cabeza y dijo: No, no hay nada para Jpiter. Hizo intencin de entrar en la oficina, pero de repente se volvi cara a los muchachos. El significativo parpadeo de sus ojos, les advirti que se burlaba de ellos. Hay dos cartas dirigidas a los Tres Investigadores. No es ese el nombre de vuestro club? Tiempo atrs, cuando se interesaban en resolver acertijos y ganar competiciones, se haban agrupado en un club de charadas. Eso les impuls a que Jpiter participase en un concurso patrocinado por la agencia de alquiler de automviles local, que ofreca el disfrute de un viejo, pero elegante Rolls-Royce, con chfer, durante treinta das. Jpiter gan el concurso, y los muchachos constituyeron la sociedad Los Tres Investigadores para resolver los misterios de la vida real que les encomendasen. Ta Mathilda, algo distrada en asuntos no -relacionados con su negocio, segua en la creencia de que an funcionaba el antiguo club. Los muchachos trataron de hacerle comprender que ahora todo era distinto, pero fracasaron. Pete reprimi su anhelo al coger las cartas que ella le daba. Tan pronto desapareci en la oficina, ambos amigos corrieron hacia el puesto de mando. Nada de abrirlas fuera del puesto de mando! grit Pete. Imagino que estn relacionadas con nuestro negocio. Conforme acept Bob. Ahora podr organizar nuestro archivo de correspondencia. Aunque lo tenemos todo preparado, son las primeras cartas que recibimos. Luego de rodear algunos montones de chatarra, llegaron al taller de Jpiter. All, una vieja seccin de tubo ondulado de la clase usada para las alcantarillas, pareca bloquear el paso detrs del taller. No obstante, los muchachos movieron un trozo de rejilla de hierro oculta detrs de la imprentilla que Jpiter guardaba en su taller, y la boca del tubo apareci despejada. Los chicos entraron a rastras y volvieron a colocar la rejilla. Sobre sus rodillas, avanzaron unos doce metros. Un tramo del tubo se hallaba oculto bajo tierra, y el resto entre unas vigas. El extremo final comunicaba directamente con el remolque disimulado donde haban instalado el puesto de mando. Por fortuna, Titus Jones, convencido de que nunca lo vendera, autoriz a Jpiter y sus amigos a usarlo. Una trampilla en el suelo del remolque facilitaba la entrada. Pete y Bob la empujaron y penetraron a travs de ella en el puesto de mando. All haba una pequea oficina dotada de un escritorio que sufriera desperfectos en un incendio, varias sillas, una mquina de escribir, un archivo y un telfono. Sobre el escritorio tenan un aparato de radio antiguo, a cuyo altavoz Jpiter haba conectado un micrfono, que permita a sus amigos or las conversaciones telefnicas. El remolque encerraba tambin un pequesimo laboratorio fotogrfico y un lavabo. Pete encendi la luz que colgaba sobre el escritorio. Luego, sentados, miraron absortos las cartas. Sopla! dijo entusiasmado Pete. Una es de Alfred Hitchcock. Abrmosla! La emocin sobrecogi un poco a Bob. Era posible que Alfred Hitchcock escribiera a ellos? Quiz les plantease un caso. El seor Hitchcock haba prometido recurrir a Los Tres Investigadores si tena conocimiento de algo importante. Dejmosla para lo ltimo! propuso. Estoy seguro de que es la ms interesante. Adems, no crees que debemos de esperar a Jupe para abrirla?

  • Ya te has olvidado de cmo intent mantenemos ocupados? pregunt Pete, indignado. Sugiri a su ta que aumentase nuestro trabajo! Por otro lado, t eres el encargado del registro y eso incluye el correo, no? El argumento fue convincente. Bob se dispuso a rasgar el sobre de la carta menos importante. Pero se le ocurri una idea. Antes de leerla dijo, intentemos deducir su contenido. Jupe nos aconseja que practiquemos nuestras dotes deductivas siempre que tengamos oportunidad de ello. Y qu conclusiones sacars de una carta sin antes leerla? replic escptico Pete. Bob estudiaba ya el sobre, por su anverso y reverso. Era de color lila claro. Al olerlo, capt el perfume de las lilas. Luego sac la doblada hoja de papel; tambin de color lila y del mismo olor. En el membrete haba grabado un escudo con gatitos juguetones. Hum! rezong Bob, que se puso los dedos en la frente, en actitud pensativa. Ya lo s! exclam. Escribe esta carta una seora de... unos cincuenta aos. Es baja, regordeta, se tie el pelo, y, probablemente, habla mucho. Tambin le enloquecen los gatos. Tiene buen corazn, pero es algo despistada. Generalmente es alegre, si bien cuando escribi la carta se hallaba muy abatida. Los ojos de Pete se agrandaron. Recanastos! Puedes deducir todo eso con slo ver el sobre y el papel, sin siquiera leer la carta? Seguro dijo Bob, indiferente. Sin duda es una mujer muy rica, que debe de tomar parte activa en trabajos de caridad. Pete cogi el sobre y la cuartilla y, asimismo, los examin. Una mirada de comprensin cruz su rostro. Los gatitos en el escudo del membrete revelan su aficin a ellos -coment. El hecho de que el sello de correos aparezca torcido y algo roto induce a creer que es descuidada. Las lneas de su escrito tienden a desviarse hacia arriba, indicio claro de temperamento alegre. Pero los renglones finales se inclinan hacia abajo, lo que demuestra preocupacin por algo. As es dijo Bob. La deduccin es sencilla si uno hace trabajar ,la mente. Y cuando se tiene a un Jupe que d unas cuantas lecciones aadi Pete. Pero me gustara saber cmo logras establecer su edad, altura, condicin parlanchina, posicin econmica, actividades benficas y que se tie el pelo. Slo un Sherlock Holmes podra hablar de todo eso. Bueno volvi a decir Bob, sonriente. El remite nos lleva a Santa Mnica, donde las casas son caras. Las mujeres que viven all suelen ser ricas y amigas de sociedades benficas, pues, segn dice mi madre, una mujer con dinero apenas trabaja en casa, y necesita de otra ocupacin para distraerse. Correcto admiti Pete. Ahora dime cmo sabes su edad y altura, que hable mucho y se tina el pelo. Vers... usa papel de color y perfume lilas, y la tinta es verde. Y precisamente son las mujeres de cierta edad las que tienen esos gustos. Ahora bien, ser sincero contigo. Mi ta Hilda utiliza este papel, tiene cincuenta aos, es baja, habladora y se tie el pelo. De ah que yo imagine a la mir la firma seora Banfry semejante a mi ta. Pete se ri. Pese a la coletilla, hiciste un buen trabajo deductivo. Ahora veremos qu dice cogi la carta. Distinguidos Investigadores empez a leer Pete. Mi muy querida amiga, la seora Waggoner, de Hollywood, me habl de que vosotros le habais encontrado su lorita "Bo-Peep"... Bob tir del papel que sujetaba Pete. Evidentemente, la seora Banfry conoca el resultado del sensacional caso El misterio del loro tartamudo. Soy yo quien lleva el registrorecord a su amigo. Debido a que llevaba un aparato ortopdico en una de sus piernas, recuerdo de una cada en las montaas circundantes, Bob tena ciertas dificultades para segn qu trabajos del equipo. Eso determin que se encargara del registro, acopiar informacin y notas complementarias de todos los casos. Las cartas aadi Bob, pertenecen a mi departamento, al menos cuando Jupe no est aqu. As que leer yo. Pete refunfu disconforme; si bien cedi tal privilegio a su camarada. ste ley la carta manuscrita. Los hechos eran muy simples. La seora Banfry tena un gato abisinio, llamado Esfinge, que ella consideraba un tesoro. Haca una semana que Esfinge faltaba del hogar. La polica no encontraba el gato, y la buena mujer haba anunciado su prdida en los peridicos sin conseguir resultado positivo. Pero si los Tres Investigadores haban

  • realizado un trabajo tan magnfico al recuperar la lorita de su amiga, la seorita Waggoner, quiz lograsen hallar su amado gato. En tal caso les quedara eternamente agradecida. Y firmaba: Mildred Banfry. Un gato perdido coment Pete, pensativo. Bueno, tambin es un caso. Incluso aadir que un caso simptico y no daino para los nervios. La llamar por telfono y le dir que aceptamos. Espera! Bob lo contuvo. Sepamos antes qu nos dice el seor Alfred Hitchcock. Bueno convino Pete. Bob rasg el sobre. Sac una hoja de papel caro, con membrete de Alfred Hitchcock, y empez a leer en voz alta. Pero despus de la primera frase, sus labios enmudecieron, a la vez que sus ojos se movan veloces, devorando el contenido de la misiva. Cuando hubo terminado, mir a Pete. Repmpanos! dijo. Lela! Nunca lo creers si yo te lo cuento. Diras que me lo invento. Curioso, Pete cogi la carta y empez a leer. Al terminar, mir fijamente a su amigo con pupilas dilatadas. Caracoles! Luego formul una pregunta que, cualquiera que no hubiera ledo la carta, la considerara muy extravagante. Cmo puede susurrar una momia de tres mil aos?

  • CAPITULO 2

    La momia susurra

    Tras los hechos contenidos en la carta de Alfred Hitchcock, se adivinaban circunstancias ms peculiares y extraas que las habidas en otros casos resueltos anteriormente por los Tres Investigadores. Distante unos veinte kilmetros de Rocky Beach y del patio Salvaje de los Jones, un pequeo can seccionaba las colinas de Hollywood. En sus enhiestas laderas, se alzaban unas grandes y lujosas mansiones rodeadas de rboles y vegetacin. Entre ellas haba una vieja mansin de estilo espaol, propiedad del profesor Robert Yarborough. ste, notable egiptlogo, haba destinado un ala del edificio a museo. El gran saln tena cristaleras que daban a una terraza. El hecho de que siempre estuvieran cerradas, se traduca en una permanente y sofocante atmsfera opresiva en el postrer sol de la tarde. Junto a 'las puertas cristaleras se alzaban unas estatuas tradas de antiqusimas tumbas egipcias. Una de ellas, de madera, representaba al dios Anubis. Tena cuerpo humano y cabeza de chacal. La sombra de la cabeza proyectada en el suelo, formaba una extraa e impresionante figura. Haba otras reliquias oriundas del antiguo Egipto en la habitacin. Mscaras de metal que parecan sonrer como si guardaran terribles secretos, poblaban las paredes. Tablillas y figuras de arcilla, joyas de oro y colepteros mitolgicos escarabajos sagrados, hechos en jade por artesanos faranicos abundaban en urnas de cristal. Entre dos ventanas, yaca un sarcfago de madera, en cuya tapa se vean labrados los rasgos de la momia que contena. Era muy sencillo, sin adornos de oro ni pinturas que lo hiciesen lujoso. Pero all haba una momia, orgullo del profesor, hombre bajo y algo rollizo, con una perilla que le daba aspecto digno, y gafas ribeteadas en oro.

    De joven, el profesor Yarborough haba encabezado muchas expediciones a Egipto. En tales viajes descubri tumbas ignoradas en rocosas laderas, con momias de faraones. stos haban sido enterrados con sus esposas y criados, joyas y otros objetos. El profesor guardaba aquellas reliquias en su museo, y escriba un libro sobre sus descubrimientos. El sarcfago con la momia haca slo una semana que estaba all. El profesor Yarborough o haba descubierto veinticinco aos atrs, pero lo tena cedido en depsito a un museo de El Cairo. Jubilado ya de sus actividades cientficas, pidi a! Gobierno egipcio que le mandase la momia para estudiarla, ahora que dispona de tiempo. Se propona desvelar el misterio que la rodeaba. En aquella particular tarde, dos das antes de que los muchachos recibieran la carta de Alfred Hitchcock, el profesor Yarborough, nervioso, golpeaba con un lpiz el sarcfago. Junto a l se hallaba Wilkins, un mayordomo alto y delgado que haca muchos aos entrara a su servicio. Est seguro de que desea repetirlo, seor, despus del sobresalto de ayer? pregunt Wilkins. Quiero comprobar si vuelve a suceder, Wilkins respondi el profesor Yarborough. Por favor, abre las cristaleras. Odio una habitacin cerrada. S, seor Wilkins abri de golpe la ventana ms prxima. Muchos aos atrs, el profesor Yarborough se vio atrapado en una tumba durante dos das, y desde entonces senta una extraa aversin a permanecer en habitaciones cerradas.

  • Abierta de par en par las puertas vidriera, Wilkins alz la tapa del sarcfago. Ambos hombres se inclinaron para observar la momia. Puede que a muchos no les guste contemplar una momia, aun cuando sea inofensiva. stas aparecen empapadas de betn y otras sustancias que las conserva. As, y envueltos en largusimas vendas, los cuerpos de soberanos y nobles del antiguo Egipto se conservan casi intactos a travs de los siglos. Ello se debe a una creencia religiosa en la era faranica, que prescriba semejante rito para entrar en el otro mundo. De ah, que los personajes fueran enterrados con abundancia de trajes, herramientas y joyas que en vida les pertenecieron, pues haban de necesitarlos en el mundo venidero. Aquella momia era quien en vida se llamara Ra-Orkon. Las vendas dejaban al descubierto el rostro de un hombre ya anciano. Pareca reflejar una gran sensibilidad y estar labrado en madera dura. Mantena los labios entreabiertos, como en actitud de hablar. Los ojos aparecan cerrados. Ra-Orkon tiene un aspecto muy pacfico, seor coment Wilkins. No creo que hable hoy. Espero que no el profesor Yarborough observ los labios. No es natural, Wilkins, que una momia de tres mil aos hable, o susurre. No; no es natural. Abundo en su opinin, seor admiti a su vez el mayordomo. No obstante, me susurr algo ayer dijo el profesor. Estaba solo aqu, cuando me susurr en una lengua desconocida. Su tono apremiante, pareca urgirme a que yo hiciese algo. Se inclin sobre la momia. Ra-Orkon, si deseas hablarme, te escucho. Intentar comprenderte. Pas un minuto... dos, y slo oyeron el zumbido de una mosca. Quiz fue mi imaginacin admiti el profesor. S, no hay duda que debi de ser eso. Treme la sierra pequea del taller, Wilkins. Voy a cortar un trozo del sarcfago. Mi amigo Jennings, de la Universidad de California, nos dir la fecha en que Ra-Orkon fue enterrado. Es posible establecerlo mediante ensayo con carbono radiactivo. S, seor el mayordomo se alej. El profesor Yarborough estudi la caja en busca de una porcin idnea de la madera que necesitaba. En un punto crey advertir sonido hueco, y en otro un reblandecimiento, como si la madera estuviese carcomida. De repente, capt un dbil murmullo que proceda del sarcfago. Se qued rgido y alarmado, pero no tard en reaccionar. El profesor acerc su odo a la boca de la momia. Ra-Orkon susurraba! Las palabras salan de sus entreabiertos labios! Un egipcio muerto tres mil aos atrs, hablaba! El profesor no lo entenda. Las extraas slabas rudas y siseantes, eran tan dbiles, que apenas se oan. Sin embargo, haba un crescendo apremiante en su tono, que poda interpretarse como un ansioso deseo de que el profesor comprendiese. Una tremenda agitacin atenaz a ste. Del idioma, tal vez rabe antiguo, crey percibir palabras con gran semejanza fontica a otros actuales. Sigue, Ra-Orkon! invit. Me esfuerzo en comprenderte! Qu dice, seor? Sorprendido, el profesor se gir de golpe. Ra-Orkon enmudeci. El mayordomo estaba all, en pie, con una pequea sierra en la mano. Wilkins! grit Yarborough. La momia ha vuelto a murmurar! Empez cuando te marchaste y ha cesado ahora que t has vuelto. Wilkins, grave el semblante, frunci el ceo. Eso prueba que slo quiere hablar cuando usted no est acompaado. Consigui entender qu deca? No gimi el profesor. Algunas de sus palabras parecan tener sentido. Pero no soy experto en idiomas. Quiz sea rabe antiguo o alguna lengua como la hitita o la caldea.

  • Wilkins mir por la ventana. Sus ojos se posaron en una casa nueva, estucada, construida en la otra ladera del can. Su amigo, el profesor Freeman, seor el mayordomo seal la casa, es una autoridad en lenguas. Podra estar aqu en cinco minutos, y si Ra-Orkon hablase en su presencia es seguro que lo entendera. Por supuesto que s! exclam el profesor. Cmo no se me haba ocurrido llamarlo antes? Su padre estaba conmigo cuando hall a Ra-Orkon. Desgraciadamente, lo asesinaron una semana despus en un bazar. Telefonea a Freeman, Wilkins! Rugale que venga en seguida. S, seor. Apenas sali de la estancia el mayordomo, la momia empez de nuevo a susurrar palabras indescifrables. Una vez ms, el profesor Yarborough se esforz intilmente en comprender a Ra-Orkon. Irritado e impotente, renunci a seguir en su empeo. Mir a travs de la abierta ventana hacia la casa de su amigo el profesor Freeman, situada en la enhiesta ladera, mucho ms abajo del nivel de la carretera. Yarborough vio su joven amigo que abandonaba la casa por la puerta lateral, ascenda un tramo de escalones hasta el garaje, y momentos despus conduca su coche por la estrecha carretera que bordeaba el can. Mientras las pupilas del profesor Yarborough seguan fijas en el automvil, sus odos se esforzaban en captar un murmullo a sus espaldas. Pero Ra-Orkon haba enmudecido. Su silencio angusti al anciano egiptlogo. Se callara precisamente cuando Freeman acuda en su ayuda para interpretar los extraos sonidos? Sigue, Ra-Orkon! apremi el profesor Yarborough. No te calles, por favor. Intento comprenderte. El susurro volvi a orse poco despus. En aquel instante, un automvil se detuvo en el exterior. No tard en abrirse la puerta del aposento, para dar paso a un hombre. Es usted, Freeman? S, profesor. Qu ocurre? Freeman tena una voz baja y agradable. Procure no hacer ruido. Quiero que escuche algo. El recin llegado avanz en silencio hasta situarse a su lado. Ra-Orkon! grit Yarborough. No te calles ahora! Pero Ra-Orkon se qued tan silencioso como haba estado durante treinta siglos, antes de ser trado al museo del profesor Yarborough. Freeman, hombre grcil y de mediana altura, rostro optimista y pelo que empezaba a ser gris, dijo: No comprendo. Acaso me est sugiriendo que la momia habla? As es grit Yarborough, nervioso. Me susurra en un idioma extrao, y confiaba en que usted pudiera interpretarlo. Pero se ha callado cuando ha entrado. Yo... El profesor Yarborough enmudeci al advertir la mirada incrdula de su amigo. No lo cree, verdad? pregunt. No cree que Ra-Orkon me haya hablado? Freeman se frot |a barbilla. Resulta difcil admitirlo respondi. Naturalmente, si yo... Probmoslo le interrumpi Yarborough. Ra-Orkon, habla otra vez! Intentaremos comprenderte. Los dos nombres aguardaron expectantes. La momia permaneci silenciosa. Es intil! suspir el profesor. Susurraba, se lo aseguro! Ahora me doy cuenta de que no hablar a menos que yo est solo. Freeman intent mostrarse comprensivo, por respeto al anciano y amigo profesor Yarborough. Sin embargo, la historia resultaba increble. Me gustara ayudarle, profesor Yarborough y al captar que ste sostena en una mano la pequea sierra, pregunt: Para qu es? No pretender partir por la mitad a la momia? Oh, no! exclam el otro. Solamente quera aserrar un trozo de la caja para determinar su antigedad por medio del carbono, y saber as cundo enterraron a Ra-Orkon. Estropear esa reliquia! protest Freeman. No lo creo necesario.

  • Dudo que Ra-Orkon y su sarcfago sean valiosos refut el anciano. En todo caso, misterioso. Claro que tampoco urge el ensayo. Lo aplazar hasta que resuelva el enigma de su curioso murmullo. Francamente, Freeman, estoy asombrado. Todos sabemos que una momia no puede murmurar. En cambio, sta lo hace. Pero slo a m! Hum! el profesor Freeman frunci el ceo, intentando ocultar una mirada de lstima. Qu le parece si me llevo a Ra-Orkon unos das, para tenerlo en observacin? Quizs al estar solo conmigo hable. En tal caso, le explicara luego cuanto diga. El profesor Yarborough mir algo enfadado a su joven amigo. Gracias, Freeman. Se lo toma a broma. Piensa que el viejo profesor Yarborough sufre alucinaciones. Bueno, quiz no est desacertado. Pero me quedar a Ra-Orkon hasta asegurarme de que no son imaginaciones mas. Freeman asinti. Si consigue que Ra-Orkon hable de nuevo, llmeme en seguida. Ahora tengo que apresurarme. He de dar una conferencia en la universidad. Luego de despedirse, se march. Solo, el profesor esper a que Ra-Orkon hablase. Pero, no tard en entrar el mayordomo. Le sirvo la comida, seor? S, Wilkins. Y recurdalo bien, no comentars con nadie lo que acontece aqu. No, seor; no lo har. La reaccin de Freeman me ha puesto en guardia en cuanto a la opinin de mis colegas si les dijera que una momia me susurra. Pensaran que me vuelvo viejo y senil. Y si la historia apareciese en los peridicos, mi reputacin de cientfico se ira al agua. Ciertamente que s, seor convino Wilkins. No obstante, necesito hablar de esto con alguien y apret los labios. Alguien que no siendo cientfico, sepa que hay muchos misterios en el mundo. Ya lo tengo! Esta noche llamar a mi viejo amigo Alfred Hitchcock y se lo contar. Por lo menos, no se mofar de m. Alfred Hitchcock no solamente no se mof, sino que escribi una carta a los Tres Investigadores.

  • CAPTULO 3

    Jpiter adivina el pensamiento

    Cmo puede ser que susurre una momia? repiti Pete. Bob slo supo sacudir la cabeza. Ambos chicos haban ledo la carta. Hubieran pensado que se trataba de una broma de no ser que proceda de Alfred Hitchcock, quien aseguraba que su amigo, el profesor Yarborough, estaba muy abatido por el misterio de la momia susurrante. El seor Hitchcock preguntaba si los Tres Investigadores podan ayudarle. En realidad dijo Pete, asombrado, cmo dar crdito a que una momia habla? se pas los dedos por su pelo castao oscuro. Una momia, es una momia! No es un ser vivo. Bueno, quiero decir que ya no lo es. De acuerdo intervino Bob. En verdad, lo que no te gusta es que todas las momias estn muertas, y aparezca una que habla. Tienes razn; no me agrada admiti Pete con nfasis. Luego cogi la carta y la volvi a leer. El profesor Robert Yarborough, eminente egipto... egipto... Egiptlogo aclar Bob. Egiptlogo repiti Pete, Vive en el Can del Cazador, cerca de Hollywood. Posee un museo (privado. Tiene una momia que susurra, pero l no la entiende. Parece ser que los nervios empiezan a fallarle debido a la tensin en que vive. Bueno, eso es comprensible. Yo, con slo hablar de ella, sufro escalofros. La verdad es que no quiero tratos con momias que susurran. Opino que ya hemos tenido demasiados misterios brujos. Facilitemos una temporada de reposo a nuestros nervios. Propongo ir a Santa Mnica y ayudar a esa seora del gato abisinio. Bob Andrews cogi la carta de la seora Banfry. Imaginas cul de los dos casos querr Jupe? pregunt. Lo s dijo Pete. En cuanto lea la carta del seor Hitchcock, telefonear a la agencia de alquiler de automviles y pedir que le mande a Worthington con e| coche para visitar al profesor Yarborough. Pero podemos dejarlo sin voto. Somos dos contra uno. Votaremos a favor del gato! Es difcil contrarrestar el voto de Jupe objet el tercer investigador. Lo intentamos una vez, luego investigamos el Castillo del Terror y ya sabes lo que sucedi. Lo s acept Pete. Dnde estar ahora? Ya debiera de haber regresado! Demos una mirada alrededor sugiri Pete. Arriba el periscopio! Se fue a un ngulo de la diminuta habitacin. Un tubo de estufa de pequeo dimetro suba hasta el tejado del remolque. Acababa en codo, y tena adheridos otros dos tubos pequeos a modo de manillar. De cerca pareca un periscopio submarino, cosa no sorprendente, pues en realidad era un periscopio rudimentario. Jpiter lo haba construido la semana anterior. El puesto de mando era un secreto para el mundo exterior, de tan oculto como estaba. Pero tambin resultaba que desde l tampoco poda ver las inmediaciones. Jpiter puso remedio construyendo un periscopio, al que bautiz con el nombre: Todolov. Constaba de varios tubos de estufa y espejos instalados en sus codos. Sala por el techo junto a la claraboya. Cualquiera que lo viese, creera que era el tubo ordinario de una estufa.

  • Pete Crenshaw, alto y musculoso, manej e| Todolov hasta que su parte superior emergi por encima del alto montn de chatarra apilada en el exterior. Luego lo hizo girar, e inspeccion los alrededores. La seora Jones vende tubo de plomo a un lampista inform. Hans clasifica maderos. Y ahora veo a Jupe! Pete inmoviliz el periscopio. Viene con la bicicleta, de regreso de la ciudad. Ha tenido un percance. Oea!, el neumtico delantero est chato.

  • Quizs haya pisado un clavo sugiri Bob. Y eso lo habr entretenido tanto. Tiene aspecto alicado? No, escucha un transistor y sonre. Hum! No veo clara la cosa. Bueno, quiero decir que Jupe no encaja bien los fallos; aunque sea un neumtico. Lo considera falta de eficiencia personal. Le gusta planear por adelantado que todo vaya tan suave como la seda. Jupe es terrorfico cuando planea algo acus Bob. Pero lo que ms me endemonia son esas palabras tan rebuscadas cuando habla. A veces me cuesta comprenderlo. Y a quin no? replic Pete, que gir un poco el Todolov, para seguir la escena exterior. Ahora, Jupe entra por la puerta principal. Da algo a !a seora Jones. Ella seala hacia aqu y asiente con la cabeza. Adivino le dice que nos encontramos en el taller. Ahora entra en la oficina. Qu lo entretendr? pregunt inquieto. Ya viene! Nos divertimos un rato a costa de Jupe? propuso Bob. Guardar la carta de Alfred Hitchcock en mi bolsillo y le ensearemos la que habla del gato de la seora Banfry. As har ejercicio mental para resolver cmo hallarlo. Despus le daremos la carta que plantea el caso del profesor Yarborough y su momia. Y le advertiremos que no pensamos trabajar en otro caso hasta que hayamos localizado el gato Pete se ri. Tengo otra idea. Sgueme el juego. Ahora me toca a m hacer algunas deducciones. Poco despus oyeron que Jupe mova la rejilla de hierro que ocultaba la boca del tnel dos, un tubo galvanizado que era la entrada principal al puesto de mando. Pete Crenshaw baj el periscopio y se sent al escritorio. Seguidamente captaron el amortiguado ruido de alguien que se acercaba a rastras por el tnel dos, el raspeo especial de la trampilla, y sta que se alzaba para dar paso a Jpiter. Jpiter Jones era corpulento, de fornida construccin, pelo negro y penetrantes ojos oscuros. Sus facciones redondas aparecan rosadas e infantiles. Cuando se ergua y apretaba las mandbulas, daba la sensacin de ms edad. Uf! Hace calor ah fuera! exclam. Mala maana para que se reviente un neumtico dijo bromeando Pete. Jupe lo mir. Cmo sabes que se me ha roto un neumtico? Simple deduccin. Nos hemos entretenido en sacar conclusiones como nos recomendaste, verdad, Bob? ste asinti. Desde luego confirm. Has tenido que llevar de la mano la bici durante un buen trecho de camino. El primer investigador mir molesto a sus ayudantes. Est bien; lo hice. Ahora explicarme el proceso de vuestras deducciones, a fin de que yo pueda comprobar vuestros reflejos cerebrales. Nuestros qu? Nuestra habilidad mental, hombre intervino Bob. Ah, claro! respondi Pete. Bien, extiende tus manos.

    Jpiter obedeci. Las tena sucias, y en una de ellas haba la marca de un neumtico de bicicleta. Bien, sigue anim a Pete. Tu rodilla derecha aparece polvorienta. Eso demuestra que te arrodillaste en e| polvo para examinar algo. Tus manos estn sucias y una tiene la marca de un neumtico. Deducciones: Si te arrodillaste para examinar un neumtico, se infiere que hubo pinchazo. Si tus zapatos estn sucios, significa que has caminado un largo trecho. Elemental!, mi querido Jupe. Realmente hubiera sido un excelente trabajo deductivo de un ser que ya saban lo del pinchazo por haberlo visto a travs del periscopio. Jpiter se mostr impresionado. Muy bien dijo. Semejante habilidad no debe malgastarse buscando un gato perdido. Qu? exclamaron Pete y Bob.

  • Dije que tan extraordinaria habilidad en el arte del razonamiento y eficacia deductiva, no debera de malograrse en la bsqueda de un gato abisinio que ha desaparecido de su habitual morada repiti Jupe, usando deliberadamente una oratoria rebuscada, que tanto fastidiaba a Pete. En realidad, investigadores de vuestra capacidad necesitan piezas mayores, como el misterio de la momia de tres mil aos, que musita mensajes crpticos en un lenguaje desconocido para su propietario. Cmo sabes lo de la momia que susurra? casi grit Pete. Mientras vosotros habis malgastado el tiempo en deducciones dijo Jpiter, yo lo he dedicado a leer en la mente. En tu bolsillo, Bob, tienes una carta con la direccin del profesor Yarborough. Ya he telefoneado para que me enven el Rolls. Estar aqu dentro de diez minutos. Vamos a visitar al profesor y ofrecerle nuestra ayuda en este problema de la momia que insiste en susurrar a l solo. Sin palabras, Pete y Bob lo miraron, atnitos.

  • CAPTULO 4

    La maldicin de la momia

    Cmo te enteraste de la carta del seor Hitchcock en que nos habla de la momia? pregunt Pete media hora ms tarde, por quinta vez. Jpiter Jones suspir. Si no aceptas que soy lector de mentes, procura averiguarlo t mismo. Pon en marcha tus poderes deductivos. Cuando entr en el puesto de mando, realizasteis notables deducciones sobre mi neumtico reventado. Sencillamente, continuad el trabajo. Le respuesta redujo a Pete a un frustrado silencio. Bob Andrews se ri de labios para adentro. Bob sentase feliz al gozar los preliminares de lo que muy bien podra convertirse en el misterio ms apasionante y terrorfico.

    * * *

    Los tres muchachos ocupaban el asiento posterior del antiguo Rolls-Royce, su medio de locomocin en aquellas grandes distancias de California del Sur. El coche avanzaba suavemente por el sector norte de Hollywood. Jupe coment Bob. Me aturde imaginar cmo nos las arreglaremos cuando finalice el perodo de treinta das a que tenemos derecho sobre el coche. Ya lo hemos empleado catorce das. Quince, lamento recordarle, master Andrews intervino Worthington, el alto y arrogante chfer ingls, que senta una clida amistad hacia los chicos. Contando hoy, naturalmente. Echar de menos nuestras pequeas aventuras cuando ya no tenga el placer de conducirles. Slo quince das! suspir Pete. Dos y dos no siempre suman cuatro habl Jupe. Y quince y quince no siempre suman treinta. Por favor, detngase aqu, Worthington. El coche se detuvo a escasa distancia de la cima de uno de los muchos barrancos en las colinas alrededor de Hollywood. Un camino parta de la carretera, sealado con grandes pilares de piedra a cada lado. Una placa de metal ostentaba el nombre de Yarborough. El camino descenda por la ladera del can hasta una amplia propiedad cubierta de muchos rboles. Entre stos y el denso matorral, surga el rojo tejado de una mansin construida segn el viejo estilo espaol. Ms all, el declive se haca mucho ms pronunciado, hasta alcanzar e| fondo del can. En la ladera contraria se alzaban otras casas a distintos niveles. Esta es la casa del profesor anunci Jpiter. Le telefone y nos aguarda. Adelante, Worthington!, estoy ansioso de conocer esa momia. Quiz nos hable! Oh, que no lo haga! protest Pete. No me quedar solo en una habitacin donde hable una momia. Comprendo muy bien que el profesor est abatido.

    * * *

  • El profesor Yarborough, sentado en una mecedora en la terraza, sorba un consom caliente que su mayordomo le haba servido. Dime, Wilkins, te quedaste a escuchar anoche como te dije? S, seor. Me qued en la habitacin con Ra-Orkon hasta que fue totalmente de noche. Una vez me pareci orle... Sigue! Sigue! Saqu la conclusin de que era pura imaginacin ma, seor. El mayordomo retir la taza vaca y entreg al profesor una servilleta. ste secse los labios. No s qu me sucede, Wilkins. Me despierto en la noche, con el corazn golpendome el pecho. Tengo los nervios desquiciados! Yo tambin encuentro todo eso muy... muy aturdidor dijo el mayordomo. Piensa usted...? Pienso qu? Habla Wilkins! Iba a decir, seor, que si no ha pensado en devolver a Ra-Orkon al Gobierno egipcio. Tal vez as, el seor se vea libre de este sufrimiento. No! los labios del profesor Yarborough trazaron una lnea de firmeza. Todo esto me resulta incomprensible. Rehso ceder antes de saber su significado. Muy pronto tendr ayuda. Un detective, seor? Tena entendido que no deseaba la intervencin de la polica. No, la polica no. Se trata de unos investigadores que mi amigo Alfred Hitchcock me ha recomendado. En aquel instante son un melodioso campanilleo en el interior de la casa. El profesor, nervioso, dijo: Probablemente sern ellos. Apresrate, Wilkins, y tremelos en seguida. S, seor. El mayordomo regres a la terraza en compaa de tres muchachos. Uno era recio y de negro pelo, otro alto y musculoso, y, el tercero, ms delgado, usaba gafas y llevaba un aparato ortopdico en una pierna que lo obligaba a cojear un poco. El profesor frunci el ceo. Jpiter Jones observ su gesto y supo lo que significaba. El profesor Yarborough esperaba a unos investigadores de ms edad. Jupe se irgui, apret las mandbulas, y, automticamente, dio la sensacin de ser mayor. De un bolsillo se sac una tarjeta de negocios. El profesor ley:

    LOS TRES INVESTIGADORES

    Investigamos todo

    ? ? ?

    Primer Investigador Segundo Investigador .

    Tercer Investigador

    Jpiter Jones Pete Crenshaw Bob Andrews

  • El profesor formul la pregunta que pareca de rigor: Qu significan estos interrogantes? pregunt. Suponen acaso que dudis de vuestra habilidad? Bob y Pete se sonrieron. Los Interrogantes constituan una de las brillantes Ideas de Jpiter. Ellos los empleaban como contrasea secreta. Si cualquiera de los tres muchachos necesitaba dejar constancia de haber estado en cierto lugar, trazaba con yeso un interrogante. Jpiter empleaba el blanco, Bob el verde y Pete el azul; as siempre saban quin haba dejado la marca. E| interrogante explic Jpiter, es smbolo universal de pregunta no contestada, un acertijo no resuelto o un misterio inexplicado. Por lo tanto, lo hemos adoptado como distintivo de los Tres Investigadores. Significa que nos comprometemos a resolver cualquier misterio. Y si bien no podemos prometer el xito, s que lo intentaremos con todos nuestros medios e inteligencia. Hum! el profesor gir la tarjeta entre sus dedos, pensativo. Si no me hubieras hecho semejante aclaracin, Wilkins os hubiera acompaado a la calle. Nadie alcanza xito sin algn esfuerzo, como muy bien s. El xito es fruto de la tenacidad. El profesor Yarborough los estudi en silencio. Luego asinti. Alfred Hitchcock os recomienda. Y yo tengo fe en su juicio. No puedo llamar a la polica por razones obvias. No puedo pedir un detective privado que me ayude, pues creera que tengo pajaritos en la cabeza, como dice el refrn. Un colega profesional se compadecera de m en secreto y extendera la noticia de que me vuelvo viejo y senil. Pero tres chicos con imaginacin, sin ideas preconcebidas... S, creo que si alguien puede ayudarme a llevar al fondo del asunto, sois vosotros. Se puso en pie y camin hacia el ala izquierda de la casa. Vamos dijo. Os presentar a Ra-Orkon. Jupe lo sigui. Pete y Bob estuvieron a punto de hacerlo, pero el mayordomo tendi una mano temblorosa para detenerlos. Su rostro mostraba esfuerzo y angustia. Muchachos, antes de que os mezclis en el asunto de Ra-Orkon, hay algo que debis saber. Qu es? pregunt Pete, frunciendo el ceo. Su momia est protegida por una maldicin dijo el mayordomo en voz baja. Esa maldicin se cumple en quienes profanaron su tumba o molestaron a Ra-Orkon. Durante los ltimos aos se ha llevado violenta, inesperadamente, las vidas de casi todos los miembros de la expedicin que realiz el hallazgo de su tumba. EI profesor no quiere admitirlo. Se niega a creer en todo lo que no tenga una explicacin cientfica. Hasta ahora, el maleficio lo ha respetado. Pero, con la momia en su propia casa... temo por l, y por m. Y tambin por vosotros, si os mezclis en esto. Con los ojos muy abiertos contemplaron el rostro emocionado del mayordomo. La sinceridad era evidente. Jpiter volvi en busca de sus dos amigos. Vamos! Qu esperis? Lo siguieron para entrar en el gran museo a travs de una de las grandes cristaleras. El profesor camin recto al sarcfago, quit la tapa y seal la momia. Aqu est Ra-Orkon dijo. Espero... espero que me ayudis a comprender lo que intenta decirme. La momia color caoba pareca descansar pacficamente en su sarcfago. En sus ojos, cerrados para siempre, haba tanta expresin como si estuvieran abiertos. Jpiter examin la momia con inters profesional. Bob y Pete sintironse tan oprimidos por la emocin, que, incluso, notaron dificultad al respirar. En s, la visin de la momia no resultaba desagradable. Lo terrorfico era saber que susurraba, y que sobre ella pesaba una maldicin. Bob mir a Pete, que ofreca un aspecto deplorable. Crcholis! murmur Pete. Esta vez Jupe nos ha puesto en un verdadero embrollo.

  • CAPTULO 5

    Peligro repentino

    Mientras Jpiter estudiaba la momia, el profesor Yarborough se pas un pauelo por la frente. Wilkins, abre las ventanas! grit nervioso. Ya sabes que no puedo soportar una habitacin cerrada. S, seor. El mayordomo abri de par en par las cristaleras, y las mscaras brillaron a la luz. Jupe escuch los ruidos exteriores. No sera eso lo que usted oy, profesor? pregunt. No sera el roce de la brisa? No, no, muchacho! S diferenciar los sonidos casuales del lenguaje humano. La momia susurraba. Entonces descartaremos la posibilidad de que usted fuera vctima de un error. Supondremos que, realmente, usted oy palabras dichas en algn dialecto arbigo. Me necesita el seor? pregunt Wilkins. O puedo reanudar mis deberes? Su voz atrajo la atencin de todos, que se volvieron a mirarlo. Sbita alarma relampague en las pupilas del mayordomo, que avanz hacia el profesor Yarborough con un brazo extendido. Mire, seor! grit. Mire! El mayordomo empuj al profesor, y ambos rodaron por el suelo. Al instante, la estatua de madera de Anubis, el dios de cabeza de chacal, se precipit hacia el lugar donde el profesor haba estado en pie. Casi [o roz al caer al suelo. La cabeza del chacal pareci burlarse de! anciano. Temblorosos, seor y mayordomo se pusieron en pie, y miraron la estatua cada. Vi cmo se tambaleaba, seor! Si llega a tocar a usted, hubiera podido causarle dao el mayordomo respiraba con dificultad. Es la maldicin de Ra-Orkon, seor, que lo ha seguido hasta aqu. Bobadas! exclam el profesor, sacudindose el polvo. La maldicin es slo una historia de periodistas. La inscripcin de su tumba no fue interpretada as por lord Crter. La cada de la estatua de Anubis es un hecho fortuito. Esa estatua lleva muchsimos aos en pie sin caerse objet el mayordomo. Por qu haba de caerse ahora? Pudo herirle gravemente, incluso matarlo como sucedi a lord Crter cuando... Lord Crter muri en un accidente de automvil! grit el profesor. Puedes marcharte, Wilkins! S, seor. Jpiter, que, inclinado, observaba la estatua, detuvo al mayordomo. Wilkins, usted ha dicho que vio cmo la estatua empezaba a perder el equilibrio. Tenga la bondad de contarnos exactamente cmo sucedi. Vi cmo se inclinaba hacia delante, master Jones, hasta alcanzar un ngulo peligroso. Me pareci como... como si tratase de caer sobre el profesor Yarborough. Wilkins! exclam severo el profesor.

  • Es cierto, seor! Anubis se inclin hacia delante... y cay. Actu tan aprisa como pude. Bueno, yo me congratulo de haber intervenido a tiempo. Y yo te estoy muy agradecido reconoci el profesor. Pero nunca ms hables de maldiciones. -

  • Al conjuro de la palabra maldiciones todos saltaron. Una de las mscaras, cay al suelo con horrsono ruido. Ve... ve... usted... seor? chill Wilkins, ms plido que nunca. Fue la brisa objet el profesor, aunque menos seguro. Primero derrib a Anubis, y ahora la mscara. Jpiter, agachado sobre la estatua de madera, pasaba una mano por su base cuadrada. Es muy pesada, seor dijo. Y la base no est combada ni nada parecido. Ese necesitara algo ms que brisa para derribarla. Jovencito, soy cientfico, y no creo en maldiciones ni en malos espritus. Si quieres ayudarme, recuerda eso. Jpiter se enderez, pensativo el rostro. Yo tampoco doy crdito a semejantes creencias, seor. Sin embargo, tenemos dos curiosos incidentes cuya causa ignoramos, ocurridos en menos de cinco minutos. Mera casualidad rebati el profesor. Bien, jovencito, aceptaste creer que la momia habla. Espero que tengas una teora capaz de explicar cmo una momia tan antiqusima puede hablar, aunque sea en susurros. Jpiter se presion el labio inferior. Bob y Pete saban que el gesto significaba duro trabajo de engranaje mental. Tengo una teora, seor. Una teora cientfica? pregunt el profesor Yarborough, moviendo su blanca perilla como si mordiese jas palabras. No ser un juego de pasatiempo? Seor, mi teora es cientfica Jupe se volvi a sus amigos. Id en busca de Worthington, y pedirle el bolso de piel que se halla en el portaequipajes. En l guardo equipo que deseo probar. No faltara ms, Jupe! salt Pete, contento de poder ausentarse. En marcha, Bob! Les acompaar se ofreci Wilkins. Jpiter y el profesor se quedaron solos en el museo. El Rolls-Royce, como siempre, era objeto de escrupulosa limpieza exterior por parte de Worthington, que nunca se cansaba de sacarle brillo. Jovencitos dijo el mayordomo mientras los acompaaba hasta la puerta, el profesor es terco. No admitir nunca la maldicin. Y, sin embargo, ya visteis lo sucedido. La prxima vez morir l, o uno de nosotros. Por favor, persuadirlo de que mande a Ra-Orkon a Egipto. AI retirase, los muchachos quedaron impresionados. Quiz sea verdad que Jupe no cree en maldiciones coment Pete. De m no dir otro tanto. Un sexto sentido me dice que si supiramos qu es lo que ms nos conviene, saldramos de aqu a todo gas. Bob Andrews no contest. l tampoco crea en maldiciones. Pero haban sucedido cosas inexplicables. Worthington alz la vista al verlos acercarse. Acabaron? pregunt. Empezamos respondi lgubremente el segundo investigador. Esta vez nos enfrentamos a una antigua maldicin egipcia, sin la ms leve idea de las consecuencias. Venimos en busca del maletn de piel que Jupe dej en el portaequipajes. Ayudar a master Jones contra cualquier maldicin egipcia! afirm Worthington, que se traslad a la parte posterior del coche, donde abri el portaequipajes y sac un maletn de piel. Aqu est lo que desea master Jones. Me orden guardarlo y que no lo dijera a nadie. Pete cogi el maletn y regres en seguida al museo, seguido de Bob. Qu habr? pregunt sopesando el maletn. Pesa bastante. Apuesto que Jupe planea sorprendernos. Me parece que nos tom el pelo cuando lo embromamos con el asunto del neumtico reventado respondi Bob. Entraron en la sala. Jupe y el profesor Yarborough alzaban la estatua de Anubis y la colocaban en su sitio. Jupe la empuj con la mano. Luego sacudi la cabeza. Se precisara de un huracn para derribarla, seor. Definitivamente, la brisa no pudo hacerlo. El profesor junt sus pobladas cejas. Quieres decir que hay de por medio una fuerza sobrenatural? Ignoro qu hizo caer la estatua respondi corts Jpiter. Pero s cmo hacer que susurre una momia. Cogi el maletn que Pete le entregaba y lo abri, dejando al descubierto lo que parecan tres aparatos de radio.

  • Jupe no gustaba de dar explicaciones cuando poda demostrar los hechos. Entreg uno de los aparatos a Pete. Luego ajust una tira de cuero provista de un alambre de cobre a la mueca del segundo investigador. El alambre lo conect al receptor transmisor. Despus orden: Ahora cruza la terraza y vete al jardn, Pete. Arrima la radio a tu odo, y escucha, presionando este botn lo seal. Luego suelta el botn y habla. Qu es esto? pregunt Pete. Un receptor transmisor explic Jpiter. La muequera hace de antena. Su alcance, aproximadamente, es de un kilmetro. La idea me la dio la Transmisin de Fantasma a Fantasma. Entonces comprend que un da necesitaramos mantenernos en contacto a distancia. Por eso constru este equipo la semana pasada. Muy bien, tengo que hablar desde el jardn. Pero, qu digo? Cualquier cosa. Ahora, vete. Conforme dijo Pete, que lanz una mirada de reproche al primer investigador. As es como leste nuestro pensamiento! Hablaremos de eso ms tarde se sonri Pete. Ahora hemos de hacer una demostracin al profesor. Empieza a hablar tan pronto llegues... veamos... abri la cristalera y mir al exterior. Bueno, all, junto al muro, donde est la gran bola de piedra sobre la columna de la verja. Entendido Pete sali por la terraza, con la radio pegada a su oreja derecha.

  • Bien, profesor, si no le importa que toque la momia... empez Jpiter. En absoluto, muchacho. Eso s, hazlo con mucho cuidado. Jpiter se inclin sobre el sarcfago. Cuando se incorpor slo tena un transmisor receptor. El tercero haba desaparecido. Atencin habl a travs del aparato. Empieza, Pete se volvi al profesor y a Bob. Escuchen. El silencio fue roto por un murmullo no entendible. Inclnense sobre la momia pidi Jpiter. Fruncido el ceo, el profesor se inclin sobre Ra-Orkon, Bob hizo otro tanto. Ambos oyeron un susurro. Pero reconocieron en el acto la voz de Pete. He rebasado el muro deca. Camino hacia el bosque. Sigue alejndote, Pete orden Jpiter, que luego dijo al profesor: Como ve, es muy sencillo hacer que susurre una momia. Seguidamente alz una tira de la venda que ocultaba el rostro de Ra-Orkon, y apareci el tercer transmisor receptor. A travs de ste les llegaba la voz de Pete. El efecto result muy convincente. Cualquiera hubiese credo que la momia susurraba, de no saber la verdad. Una demostracin cientfica, seor dijo Jpiter al profesor. Es suficiente con un pequeo radiorreceptor oculto en la momia, y alguien que hable desde el exterior de la casa. En aquel momento, se oy la voz alarmada de Pete. Hay alguien oculto entre los arbustos! Es un muchacho. Pero no sabe que lo he visto. Procurar detenerlo. Un momento! grit imperativo Jpiter. Te ayudaremos. Si lo hacis, huir respondi Pete. Fingir que paseo por aqu, y saltar sobre l. En cuanto me oigis chillar, acudid. Conforme, Pete acept Jpiter. Tan pronto lo tengas, iremos en tu ayuda se volvi a! profesor. Un intruso que merodea por los alrededores puede resolver el misterio... si lo capturamos. Quisiera saber qu sucede Bob se retorca de impaciencia. Pete no transmite ahora. Me gustara verlo desde aqu. ste avanzaba por la boscosa ladera, llevando pegado a la oreja el transmisor receptor. Finga no advertir la casi invisible forma oculta entre la maleza. De repente, cuando ya fue demasiado tarde para que reaccionase el oculto muchacho, se precipit encima de l. ste, delgado, aproximadamente de su edad, con la piel color aceituna y ojos muy negros, quiso huir. Pete lo alcanz y se convirtieron en un enredo de brazos y piernas. Ya lo tengo! grit a travs del aparato, antes de saltar. El sorprendido jovenzuelo solt una retahla de palabras en lengua extrao. El pequeo transmisor cay de la mano de Pete, mientras los dos luchadores rodaban por el declive. El desconocido forcejeaba enfurecido. Aunque delgado, era flexible y resbaladizo como una anguila. Logr escaparse de Pete, que reaccion con gran celeridad y pudo agarrarlo de nuevo. Ambos rodaban pendiente abajo, en lnea recta hacia un muro de piedra. El chico repiti una serie de raros vocablos. Pete no gastaba el aliento en palabras. Se limit a esperar que Jupe y Bob llegasen pronto. stos acudieron acompaados del profesor Yarborough, atrados por el grito de Pete, a travs del transmisor. Bob, pese a su cojera, se puso en cabeza del grupo. Desde la terraza vieron la furiosa pelea y cmo alguien ms apareca en escena: un trabajador con mono azul que corra hacia los contendientes. Es uno de los siete hermanos Magasay, que cuidan de mi jardn explic el profesor. Son filipinos y nunca s reconocerlos por separados. Aunque bajos de estatura, son nervudos y expertos en judo. Su ayuda ser ms eficaz que la nuestra. El jardinero descendi la pendiente y se inclin sobre los dos luchadores. Su brazo derecho sujet por la garganta al desconocido muchacho y lo alz, de modo que ste solt a Pete. Ya tengo a! intruso! grit. No podr escaparse. Pete se alz lentamente. El otro forcejeaba y pateaba, haciendo tambalear a su aprehensor.

  • Cuidado! Es un gato salvaje! dijo Pete. El chico gru algo en lengua extraa. Magasay grit: Quieto! No me obligues a lastimarte. El jardinero pronunci algunas apresuradas palabras en idioma extranjero. De repente, dio un chillido, y el muchacho se solt de golpe. Raudo salv el muro, y se perdi ladera abajo, antes de que Pete pudiera moverse. En aquel momento llegaron Jpiter, el profesor Yarborough y Bob. Un momento! grit imperativo Jpiter. Te ayudaremos. Si lo hacis, huir respondi Pete. Fingir que paseo por aqu, y saltar sobre l. En cuanto me oigis chillar, acudid. Conforme, Pete acept Jpiter. Tan pronto lo tengas, iremos en tu ayuda se volvi al profesor. Un intruso que merodea por los alrededores puede resolver el misterio... si lo capturamos. Quisiera saber qu sucede Bob se retorca de impaciencia. Pete no transmite ahora. Me gustara verlo desde aqu. ste avanzaba por la boscosa ladera, llevando pegado a la oreja el transmisor receptor. Finga no advertir la casi invisible forma oculta entre la maleza. De repente, cuando ya fue demasiado tarde para que reaccionase el oculto muchacho, se precipit encima de l. ste, delgado, aproximadamente de su edad, con la pie! color aceituna y ojos muy negros, quiso huir. Pete lo alcanz y se convirtieron en un enredo de brazos y piernas. Ya lo tengo! grit a travs del aparato, antes de saltar. El sorprendido jovenzuelo solt una retahila de palabras en lengua extrao. El pequeo transmisor cay de la mano de Pete, mientras los dos luchadores rodaban por el declive. El desconocido forcejeaba enfurecido. Aunque delgado, era flexible y resbaladizo como una anguila. Logr escaparse de Pete, que reaccion con gran celeridad y pudo agarrarlo de nuevo. Ambos rodaban pendiente abajo, en lnea recta hacia un muro de piedra. El chico repiti una serie de raros vocablos. Pete no gastaba el aliento en palabras. Se limit a esperar que Jupe y Bob llegasen pronto. stos acudieron acompaados del profesor Yarborough, atrados por el grito de Pete, a travs del transmisor. Bob, pese a su cojera, se puso en cabeza del grupo. Desde la terraza vieron la furiosa pelea y cmo alguien ms apareca en escena: un trabajador con mono azul que corra hacia los contendientes. Es uno de los siete hermanos Magasay, que cuidan de mi jardn explic el profesor. Son filipinos y nunca s reconocerlos por separados. Aunque bajos de estatura, son nervudos y expertos en judo. Su ayuda ser ms eficaz que la nuestra. El jardinero descendi la pendiente y se inclin sobre los dos luchadores. Su brazo derecho sujet por la garganta al desconocido muchacho y lo alz, de modo que ste solt a Pete. Ya tengo al intruso! grit. No podr escaparse. Pete se alz lentamente. E| otro forcejeaba y pateaba, haciendo tambalear a su aprehensor. Cuidado! Es un gato salvaje! dijo Pete. El chico gru algo en lengua extraa. Magasay grit: Quieto! No me obligues a lastimarte. El jardinero pronunci algunas apresuradas palabras en idioma extranjero. De repente, dio un chillido, y el muchacho se solt de golpe. Raudo salv el muro, y se perdi ladera abajo, antes de que Pete pudiera moverse. En aquel momento llegaron Jpiter, el profesor Yarborough y Bob. Qu ha sucedido? pregunt el profesor. Cmo logr huir? El jardinero se excus: Morder no forma parte del judo. Mostr su mano derecha con marcas de dientes y sangre. El muchacho le haba mordido con autntica furia para liberarse. Hiciste lo que buenamente fue posible respondi el profesor Yarborough. Visita al mdico y que te vende la mano. No te arriesgues a una infeccin. He sido un estpido! se lament el filipino.

  • El hombre volvi a la casa, donde tena aparcado su camin. Como tantos otros jardineros en California del Sur, l y sus hermanos eran trabajadores independientes que cuidaban diversas propiedades. Pete trataba de recuperar el aliento. Cspita! exclam desalentado. Cre que lo tenamos! Quin es? pregunt Bota. Qu haca aqu? Espiaba la casa desde la arboleda. Lo vi cmo se desplazaba de un tronco a otro. No dudo que nos hubiera podido facilitar mucha informacin intervino Jpiter, presionndose el labio entre el dedo pulgar y el ndice. Muchachos habl el profesor Yarborough. Realmente no s qu deducir de esto. Ellos se volvieron a mirarlo. Cuando Pete lo atac sigui el profesor, omos que el chico gritaba algo que claramente nos lleg por la radio. Hablaba en un idioma extrao! aclar Pete. rabe moderno puntualiz el profesor Yarborough. Y lo que grit fue: Ruego al noble espritu de Ra-Orkon que venga en mi ayuda! Jpiter qued mudo antes de hablar, debido al grito de Pete. Mirad! Todos se giraron prestamente y vieron con repentina alarma cmo una de las enormes bolas de granito, de peso no inferior a una tonelada, situadas en los pilares junto a la puerta, rodaba ladera abajo hacia ellos.

  • CAPTULO 6

    Un visitante excepcional

    Cuando advirtieron que la enorme bola vena hacia ellos, Bob y Pete se dispusieron a correr. Pero un grito del profesor los contuvo. Quietos! La admiracin de Jpiter hacia el profesor Yarborough aument. ste comprendi, incluso antes que l, que la pendiente desviara la gran bola hacia un lado. Y as sucedi. La bola cambi de curso y pas a unos cuatro metros de ellos. Segundos despus rebotaba en unos eucaliptos. Repmpanos! Bob se enjug la frente. Tuve intencin de huir en esa direccin. Yo no explic Pete. Yo slo pens en escapar de aqu. Esa bola debe de pesar una tonelada. Algo ms rectific el profesor. Una bola de granito de ese tamao.-. Profesor! La llamada del mayordomo que corra hacia ellos desde la casa, los distrajo. Vi desde la ventana de la cocina lo sucedido jade. Est bien? S, s; estamos bien! respondi el anciano. Ya s lo que piensas y te prohbo que lo exteriorices. Tengo que decirlo, seor -insisti el mayordomo. Es la maldicin de Ra-Orkon. A eso se debe el accidente. Ra-Orkon lo matar, seor. Nos matar a todos! La maldicin de Ra-Orkon? pregunt Jpiter, cuyas pupilas chispearon de inters. Es cierto que est maldita la momia, profesor? No, no; en modo alguno! protest el cientfico. T no puedes acordarte; eres demasiado joven. Cuando descubr la tumba en el Valle de los Reyes, la prensa public ridculas historias acerca de una inscripcin... El mayordomo lo interrumpi. Deca: Desgracias para quien altere el sueo de Ra-Orkon, el Justo, que aqu descansa. Y uno tras otro, casi todos los miembros de la expedicin han muerto o han sufrido graves quebrantos, porque... Wilkins! tron el egiptlogo. Te olvidas de ti mismo! S, seor reconoci el mayordomo, evidentemente agitado. Lo siento, seor. El profesor Yarborough rectific la versin de Wilkins. La inscripcin deca: Ra-Orkon, el Justo, descansa aqu. Desgracias si su sueo es alterado. Pero las desgracias caeran sobre Ra-Orkon. Lord Crter y yo disentimos sobre el exacto sentido de la inscripcin, pero s que yo estoy en lo cierto. Luego de un rato de silencio, aadi: Admito que un misterio envuelve a Ra-Orkon. Lord Crter y yo descubrimos su tumba por casualidad. Estaba oculta en el hueco de una escalera hecha en la piedra. En su interior no haba ninguna de las reliquias habituales en las tumbas de la realeza. Slo hallamos un sencillo sarcfago con Ra-Orkon en su interior, y su gato favorito,

  • momificado. Ninguna inscripcin relataba su vida o hechos, a diferencia de otros casos. Daba la sensacin de haber sido enterrado de modo que no atrajese la curiosidad de nadie. Tambin poda ser que sus parientes aguardasen a tenerle dispuesta una mejor morada. Si uno de esos ladrones de tumbas lo hubiera descubierto, no habra hallado nada de valor junto a l. No obstante, su meticuloso embalsamiento demuestra que no fue un hombre ordinario. Se ignora la fecha de su muerte. Su nombre es confuso, pese a que Ra est asociado con reyes de dinastas anteriores, y Orkon sugiere influencia libia; los libios entraron en Egipto hace ms de tres mil aos, y no tardaron en gobernar el pas. Ahora me propongo establecer la fecha exacta de su muerte. Luego intentar averiguar por que lo enterraron con tanta sencillez y secreto. En cuanto a los daos sufridos por algunos miembros de nuestra expedicin, no permitis que Wilkins os confunda. Lord Crter falleci a consecuencia de un accidente automovilstico. Aleph Freeman, un hombre brillante que se form a s mismo, mi secretario en aquel entonces, y padre de mi amigo el profesor Freeman seal la otra ladera, muri asesinado en un bazar de El Cairo. El fotgrafo y el secretario de lord Crter resultaron heridos en el mismo accidente en que muri el lord, pero luego vivieron muchos aos. El inspector egipcio que nos acompaaba muri de una mordedura de serpiente. Es natural que en un cuarto de siglo hayan ocurrido algunos accidente a los miembros de cualquier expedicin. Pero, creedme!, no hay maldicin. Pete y Bob se miraron sorprendidos, pues les era difcil aceptar su aserto. An queda otra cosa sigui el profesor; si bien nada tiene que ver con el misterioso susurro. La semana pasada, el mismo da en que lleg Ra-Orkon, un comerciante libio llamado Achmed, intent persuadirme de que le diera la momia. Dijo que representaba a la Casa de Hamid, en Libia, y que Ra-Orkon era antepasado de su amo. Esto les haba sido revelado por un mago. Bobadas! Lo mand a frer esprragos. Al irse, me advirti que el espritu de Ra-Orkon me traera quebraderos de cabeza, a menos que lo entregase para ser enterrado junto a su familia. Pete y Bob cambiaron otra mirada, La cosa pareca ir de mal en peor. Jupe no disimul su alegra al escuchar el terrorfico misterio. Bien dijo el profesor, olvidemos esa tonta supersticin y comprobemos por qu la bola de granito se cay de la entrada. Ascendieron la ladera hasta la puerta donde se hallaba la pilastra que sustentaba la bola de granito. Comprobaron que la base de hormign en forma de cuello haba sido erosionada por las inclemencias del tiempo, pues un lado apareca desgastado. Adems, el suelo estaba algo hundido, causa de que el pilar se hubiera inclinado algo hacia delante. Es fcil advertir lo sucedido coment el profesor Yarborough. El tiempo desgast la base de cemento, y la ligera inclinacin de la pilastra bast para que rodase la bola. Puede, incluso, que un imperceptible terremoto haya provocado la cada ahora. Sufrimos docenas de esos temblores en esta zona todos los aos, debido a que nos hallamos sobre una lnea de fallas. Incrdulo, el mayordomo deneg con la cabeza, antes de alejarse. Los otros volvieron a la terraza y entraron en el museo, donde se reunieron alrededor del sarcfago de Ra-Orkon. Fuiste muy ingenioso dijo el profesor a Jpiter, al conseguir que la momia susurrase. Sin embargo, tu solucin no es correcta, ya que no hay un receptor oculto en el sarcfago de Ra-Orkon. Est seguro, seor? pregunt Jpiter. El profesor parpade. Bueno, no. En realidad, no lo he comprobado. Quit el transmisor que Jpiter haba colocado entre los pliegues de la venda que envolva la momia, y luego palp en busca de algo oculto. Al no hallar nada, alz cuidadosamente a Ra-Orkon. Todos pudieron apreciar que no haba nada debajo.

  • Jpiter, contrariado, inspeccion el sarcfago. Empez por la tapa, despus la caja, que incluso zarande un poco para estar seguro. Nada! admiti. No hay receptor alguno. Lo siento, profesor, mi primera teora no es correcta. Pocas veces resulta acertada la primera teora respondi el profesor. Confo en que tengas una segunda que explique el susurro de la momia. Siento defraudarle, seor, de momento. Segn recuerdo, usted afirma que la momia susurra nicamente cuando est solo con ella. Hasta ahora as ha sucedido siempre, con la particularidad de que slo ha ocurrido a ltima hora de la tarde. Jpiter se presion el labio. Quin ms habita la casa con usted? pregunt. Wilkins hace diez aos que est a mi servicio. Antes fue actor. Una mujer de limpieza viene tres veces a la semana. Wilkins es cocinero, chfer y mayordomo. Y el jardinero? Lleva poco tiempo con usted? Oh, no! el profesor sacudi la cabeza. Los hermanos Magasay hace ocho aos que trabajan para m. No siempre viene el mismo, y, desde luego, nunca, entraron en la casa. Hum! Jpiter mostr recelo en sus redondas facciones. Al fin dijo: Es preciso que yo oiga susurrar a Ra-Orkon. Yo dira que se niega a hacerlo delante de extraos apunt el profesor. No lo hace cuando estn Wilkins o el profesor Freeman. S dijo Bob. Por qu ha de hacer una excepcin contigo, Jupe? Eres un desconocido. Un momento, un momento intervino Pete. A juzgar por lo dicho, parece como si la momia... supiese qu sucede a su alrededor. No es cientfico admiti el profesor. No obstante, es una realidad aceptable. Jupe afirm. Estoy convencido de que Ra-Orkon dir algo delante de m. Bien, espero reunir ms informacin que facilite el trabajo. Volveremos esta noche, profesor. Quiero hacer una prueba.

    Rbanos picantes! Dnde est Jupe? pregunt Pete, que miraba el reloj elctrico del puesto de mando. Pasa un cuarto de las seis, y prometi reunirse con nosotros a las seis en punto. No dijo a su ta dnde iba? inquiri Bob, alzando la vista de las notas que escriba sobre el episodio de la maana. Haba trabajado mucho y duramente en la biblioteca aquella tarde, sin que pudiera dedicar ni un segundo a los asuntos profesionales que eran de su competencia. No, no se lo dijo contest Pete. Pero se march en el coche con Worthington. Veamos si el Rolls est a la vista. Subi el Todolov. Ah llega! exclam Pete. Viene de la ciudad, y se asoma por Ja ventanilla. Quiz intenta ornos con el transmisor. Se precipitaron al escritorio, donde un pequeo altavoz empalmado al telfono permita escuchar toda conferencia. Jpiter, sin decir nada a ellos, Jo haba reconstruido la semana anterior, transformndolo tambin en unidad transmisora de cuanto se deca en la oficina, a menos que lo cerrasen. Jupe adivino del pensamiento! gru Pete. Esta maana escuch todo lo que dijimos acerca de las cartas del seor Hitchcock y la seora Banfry. Se inclin sobre el altavoz y abri un interruptor. Aqu puesto de mando! habl. Llamo al primer investigador. Me oyes, primer investigador? Cambio.

  • Abri el receptor y un fuerte zumbido son en el altavoz, antes de que les llegara la voz de Jpiter. Aqu, primer investigador. Me reunir con vosotros en cuanto pueda. Observo que habis empleado el Todolov. Bajadlo cuando no est en uso. Corto y fuera. Recibido el mensaje. Pete desconect el altavoz. Bob se fue al periscopio. Jupe no se apresura mucho dijo. Viene hacia la verja. Trae una pequea bolsa. Llegar dentro de un minuto. Worthington aguarda en el coche. Baj el Todolov y volvi a su asiento. No s dnde habr ido. Durante unos minutos esperaron en silencio, y al no producirse ninguna seal que delatara la proximidad del primer investigador, Bob pregunt: Qu lo entretendr ahora? No se habr encallado en el tnel dos? Momentos despus oyeron un roce, indicio inequvoco de que uno del grupo se acercaba. La trampilla se abri, y aparecieron una cabeza y hombros. Pete y Bob se miraron. Quien acababa de aparecer era un hombre de edad avanzada, de espeso pelo blanco, gafas ribeteadas de oro y una perilla. Profesor Yarborough! grit Pete. Cmo lleg usted hasta aqu? Qu ha sucedido a Jupe? La maldicin de Ra-Orkon ha cado sobre l! Trep al puesto de mando con sorprendente agilidad. Ra-Orkon ha trocado nuestras personalidades! Ahora l soy yo, y yo soy l! El anciano profesor se quit la peluca, las gafas y la perilla, y fue Jupe quien les sonri. Si he logrado engaaros, tambin podr hacer lo mismo con una momia. Sobre todo una momia que tiene cerrados los ojos. Jupe! exclam Bob. Recanastos, Jupe! grit Pete aturdido. Nos engaaste! Por qu ese disfraz de profesor Yarborough? Simple comprobacin, amigos. Acab de entrar en el puesto de mando, y deposit la peluca, gafas y perilla en la bolsa que traa. Sus amigos, visto ms prximo a la luz, advirtieron que se haba trazado varias arrugas en la frente y alrededor de los ojos. El maquillaje haca que su rostro juvenil pareciera mucho mayor. Visit al seor Grant dijo. Le expliqu cmo es el profesor y l me transform. Al seor Grant, especialista en maquillaje, lo conocieron en una aventura anterior. Era un brujo a la hora de cambiar la apariencia de cualquier persona. Pero, por qu? quiso saber Bob. Para engaar a la momia. Engaar a la momia? grit Pete. Qu significa eso? Si Ra-Orkon me confunde con el profesor Yarborough, quiz susurre ante m. Es lo nico que puede hacerse, ya que, aparentemente, nadie ms la ha escuchado. Un momento! grit Pete. Oyndote, uno piensa que Ra-Orkon puede ver, or y hablar. Y que yo sepa, slo es una momia de tres mil aos! Bueno, si es preciso disfrazarse para engaar a una momia, me retiro del caso. Voto que demos al olvido la momia y nos dediquemos a buscar el gato perdido. Bob quiso hablar, pero trag saliva y sigui mudo. Jupe se presionaba el labio, con su habitual gesto pensativo. Renuncias a venir con nosotros para ver si consigo que la momia susurre? pregunt. Pete vacil. Lamentaba su estallido de genio. Pero haba dicho que se retiraba y era tozudo por naturaleza. Eso dije gru. La prxima vez quiz se nos caiga encima el tejado. La maldicin se empe en alcanzarnos esta maana.

  • Correcto acept Jpiter. Puesto que somos tres, nada impide que prestemos atencin a un caso ms. Ve y entrevista a la seora Banfry, mientras Bob y yo nos cuidamos de la momia, como tena proyectado. De acuerdo, Bob? ste saba que Pete no haba esperado que Jupe se lo tomase al pie de la letra. Pero Jupe era el jefe, y como bien dijera, los Tres Investigadores podan atender un par de casos a la vez. Por eso acept. Bien dijo Jupe a Pete. Tienes el tiempo justo para realizar la entrevista antes de que oscurezca. Nosotros necesitamos el Rolls, as que pide a Hans que te lleve a Santa Mnica en el camin pequeo. Pete vacil, antes de gruir: Lo har, Jupe. Luego alz la trampa, baj y empez a deslizarse por el tnel dos hacia la entrada oculta detrs de la imprentilla. Una vez en el exterior, camin en zigzag entre los montones de chatarra hacia la oficina. Hans cerraba ya, pero acept llevarlo a Santa Mnica. Bien pens Pete, demostrar a Jupe que soy capaz de hallar el gato mientras el primer y el tercer investigador resultan aplastados por alguna desagradable maldicin de Ra-Orkon. Si es eso lo que pretenden, adelante!

  • CAPTULO 7

    Aparece el Dios Chacal

    Una hora ms tarde, Pete se hallaba en Santa Mnica hablando con la excitable seora Banfry, acerca de su gato perdido. Casi a! mismo tiempo, en la casa de! profesor Yarborough, Jpiter Jones entraba solo en el museo, y encenda las luces altas. An haba claridad, pero el sol estaba ya oculto tras el can, y la penumbra envolva la gran mansin. Jpiter entr con lentos movimientos de anciano. Fue directamente a las ventanas y las abri. Luego se encamin al sarcfago de Ra-Orkon. Alz la tapa, e inclinado, contempl los rasgos inmviles de la momia. Ra-Orkon invit en voz alta. Habla. Te escucho. Intentar comprenderte. Su voz imitaba con rara perfeccin la del profesor Yarborough. Tena puesta la peluca, lentes y perilla que le facilitara el seor Grant. Tambin llevaba una de las americanas de hilo y una corbata del profesor. La estatura y volumen de ambos era muy parecida, cosa que facilitaba a Jpiter hacerse pasar por el famoso egiptlogo. En una habitacin contigua, Bob y el profesor esperaban ansiosos los resultados del experimento. Wilkins, atareado en la cocina, ignoraba el cambio de personalidad. Jpiter se mantuvo inclinado sobre el sarcfago, y repiti: Gran Ra-Orkon, hblame! Era aquello un murmullo? El muchacho lade la cabeza para or mejor, y... S eran palabras! Raras, incomprensibles palabras en una lengua que jams oyera, le llegaron en un sibilante susurro. Alarmado, alz la cabeza y mir a su alrededor. Estaba solo. La puerta de la habitacin en donde se hallaban Bob y el profesor permaneca cerrada. Acerc el odo a la boca de la momia y el susurro se hizo ms intenso. Era premioso, mandn. Pero, qu mandaba? De una cosa estaba ahora cierto: el profesor no haba sido vctima de su propia imaginacin. La momia, realmente, susurraba. Trabado en el cinturn, debajo de la americana, Jupe llevaba un registrador porttil. La investigacin moderna exige equipo cientfico, haba dicho a sus amigos cuando fundaron la sociedad Los Tres Investigadores. Y Jpiter, gradualmente, haba reunido el equipo, unas veces producto de su inventiva y destreza, y, otras, simple reconstruccin de aparatos hallados en la chatarrera. En el diminuto laboratorio del puesto de mando tenan un microscopio y otros instrumentos para ampliar huellas dactilares y realizar ensayos. En una habitacin oscura revelaban los negativos de fotografas que tomaban con la cmara de flash trada por Bob. El Todolov y los transistores eran adquisiciones nuevas que haban engrosado el equipo aquella semana, gracias a Jpiter. Por fortuna, el magnetfono constitua la aportacin de Pete, producto de un trueque en que dio su coleccin de sellos. Ahora, el pequeo y sensible micrfono del magnetfono se hallaba a slo un centmetro de los labios de la momia. No te entiendo, Ra-Orkon apremi Jpiter. Hblame otra vez! El susurro, que haba cesado, se reanud, con una larga retahla de palabras. Jpiter confi en que el sensible micrfono captara los dbiles sonidos.

  • Ra-Orkon habl durante ms de un minuto. Jpiter quiso escuchar mejor, y al acercarse ms se trab la falsa perilla en una astilla del borde del sarcfago. En e| movimiento pendular que sigui acab por arrancarse la perilla, y el dolor le oblig a gritar en su voz natural. -Uy! Su rpido gesto para recuperar la barba, le hizo perder el equilibrio y cay pesadamente. Entonces se le desprendieron las gafas, y la peluca cay sobre sus ojos. Cegado, se puso en pie luchando por volver el disfraz a su sitio. Una puerta se abri de golpe y el profesor Yarborough y Bob entraron presurosos en el museo. Qu pasa Jupe? pregunt Bob. Te omos gritar! dijo el profesor. Ha sucedido algo? Fue mera negligencia ma inform Jpiter, sonrindose apenado. Temo haber estropeado el trabajo. La momia lleg a susurrarme, Entonces lograste engaarla! grit Bob. Eso creo afirm enojado Jpiter. Djame que lo intente otra vez. Cogi el micrfono que se haba soltado y cado al suelo, y se inclin de nuevo sobre el sarcfago. Habla, Ra-Orkon! apremi. Habla otra vez! Esperaron sumidos en un silencio total, slo roto por sus respiraciones. La espera fue intil. Jpiter se incorpor. No lograremos nada dijo. Ya no hablar. Veamos si la cinta registr algo. Se encaminaron a la habitacin contigua. All se quit el disfraz y se sac la americana del profesor. Coloc el magnetfono porttil sobre un escritorio, volvi a enrollar la cinta y lo puso en marcha. Al principio slo se oy el ruido siseante de la cinta. Luego, escuchando con atencin, pudieron or sonidos, aparentemente palabras. Pero las perciban ahogadas por el siseo que provocaba el magnetfono al haber sido puesto a su mxima potencia. Logra entenderlo, profesor? pregunt Jpiter esperanzado, cuando la cinta dej de emitir con su propio Ay!. El profesor Yarborough, muy aturdido, sacudi la cabeza. A veces crea entender una palabra. Si es un idioma antiguo o moderno del Oriente Medio, slo un hombre en California podra decrnoslo: mi viejo amigo, el profesor Freeman, a quien ya os mencion seal hacia la ventana por donde era visible la casa del profesor Freeman. No vive muy lejos continu, si bien hay que bordear el can para llegar hasta l. Tardaramos cinco o diez minutos si nos lleva nuestro chfer. Propongo ir ahora mismo, y que Freeman oiga esto. Ya le he hablado de la momia y se ofreci a ayudar si poda, aunque entonces no me crey. Jpiter opin que era buena idea, y el profesor llam a su mayordomo. Wilkins! Me voy con los chicos a visitar al profesor Freeman. Te quedas solo en la casa. Si sucede algo desacostumbrado, me telefoneas en seguida. S, seor respondi el mayordomo. Bob, Jpiter y el profesor se marcharon en el Rolls-Royce. Ya era de noche. Wilkins se fue a la cocina, donde brua piezas orientales de bronce. Reanud su tarea. Poco despus, crey or un ligero ruido. Pero ste no se repiti. Wilkins cogi una espada antigua de la coleccin del profesor, y se encamin a la sala museo. Todo estaba en orden. La tapa del sarcfago apareca en su lugar y las ventanas cerradas, como las haba dejado cuando los otros se marcharon. Abri una cristalera y sali a la terraza. En cuanto lo hizo, una voz reson en sus odos. Era una extraa y bronca voz que pareca ordenarle algo. Wilkins, con los nervios ya de punta, mir locamente a su alrededor. Capt algo sobre los rboles, y alz la espada para protegerse. En la oscuridad, una figura avanz hacia l. Era la figura de un hombre... con cabeza de chacal! Sus ojos refulgan al mirar a Wilkins. El mayordomo se torn mortalmente plido. Anubis! grit ahogadamente. El dios chacal!

  • Anubis, el temible dios chacal del antiguo Egipto, dio un paso ms, alz una mano y lo seal con aire severo. La espada cay de las manos de Wilkins, y, luego, vencido por el terror, se derrumb vctima de un sncope.

  • CAPTULO 8

    Atrapados!

    Worthington detuvo e! Rolls-Royce frente al garaje del profesor Freeman, unido por un pequeo puente a la carretera. La casa se hallaba construida a nivel inferior. Muchachos, la carretera es demasiado estrecha para quedarse aqu anunci. Si aparece otro vehculo por aquella curva, demasiado aprisa, puede rascar la pintura del Rolls. Worthington se hallaba tan orgulloso del viejo coche como si fuese de su propiedad, y lo cuidaba con ms esmero que a un beb. Ms all hay sitio donde aparcar sigui. Es un lugar donde la carretera se ensancha para facilitar que la gente admire la panormica. Aguardar all. Yarborough y los muchachos descendieron del coche y se encaminaron a las escaleras de cemento que conducan al garaje junto a la casa del profesor Freeman. Cuando tocaron el timbre, ste apareci en la puerta. Agradable sorpresa, profesor Yarborough! dijo. Pasen, pasen. Qu les trae por aqu? El profesor Yarborough explic que traa registrado en magnetfono los susurros de Ra-Orkon. Freeman se mostr entusiasmado. Increble! dijo. Oigmoslo ahora mismo! Tal vez logremos entender lo que dice. Los condujo a una biblioteca atestada de libros, magnetofones y cintas registradoras. Veloz, quit la cinta del magnetfono de los muchachos y la puso en otro suyo mucho ms sensible. Todos escucharon absortos el susurro de Ra-Orkon, muy amplificado. El entusiasmo y esperanza del profesor Freeman se cambi en perplejidad y desaliento. No pude entender ni una sola palabra dijo. Sisea mucho esta cinta. Pondr un eliminador de ruidos que acabo de recibir, y probar la cinta en otro aparato. Quizs nos ayude. Sali de la estancia para regresar con un pequeo accesorio, que acopl junto con la cinta en otro magnetfono. De nuevo, todos se dispusieron a escuchar.

    * * *

    Sobre la misma hora, en el otro lado do! can, uno de los camiones del Patio Salvaje se detuvo frente a la casa del profesor Yarborough. Era totalmente de noche, y slo una luz brillaba en la morada. Parece que no hay nadie en casa, Pete dijo Hans, el corpulento bvaro. Pete descendi. Wilkins tendra que estar aqu asegur. Cuando llam al telfono mvil del Rolls, Worthington me explic que haba llevado al profesor, Jupe y Bob a! otro lado del can a visitar a alguien, pero que regresaran pronto. Por eso Je ped que me trajera aqu; deseo reunirme con ellos. Esperar en compaa de Wilkins mientras regresan. Conforme dijo Hans. Me voy ahora; Konrad y yo queremos ir al cine. Hans se fue en el camin. Pete camin hacia la puerta principal y llam. Mientras aguardaba, pens en lo averiguado a travs de su entrevista con la seora Banfry. La mujer habl mucho y muy de prisa, si bien no dijo nada de particular. Su adorado gato abisinio, una raza muy rara en el pas, faltaba desde una semana atrs. Los gatos abisinios, segn ella, son salvajes y poco sociales. Pero su maravilloso Esfinge era tan dcil como un corderillo y se iba con todo el mundo. Quizs alguien lo haba robado, o tal vez el pobre se extravi y luego no supo hallar el camino de regreso.

  • La seora Banfry confiaba en los Tres Investigadores, que haban realizado un trabajo estupendo al recuperar la lorita de su amiga la seorita Waggoner. Tambin hallaran a su precioso gato. Pete hubo de realizar terrible esfuerzo para conseguir que la conversacin discurriese por cauces informativos. Y tuvo su recompensa al obtener una descripcin del gato. ste era de color tostado, con zarpas blancas. No poda confundrsele con otro, pues haba algo que lo caracterizaba: sus ojos. La mayora de gatos abisinios tienen ojos color amarillo o naranja, y los de Esfinge eran uno amarillo y otro naranja. Pupilas de distintos colores en los gatos, si bien no es muy comn, tampoco es desconocido afirm la seora Banfry. Tambin admiti que Esfinge nunca ganara premios como gato de exhibicin, pero tena la mirada ms extraa, sabia e inteligente... como si entendiera todo lo que se deca y pudiera hablar, de proponrselo. Fotografas de Esfinge haban aparecido en los peridicos y revistas locales a causa de sus ojos. La seora Banfry mostr a Pete una de ellas a todo color recortada de una revista, seis meses atrs. Mostraba un gato muy hermoso, con pelambrera leonada, zarpas delanteras blancas y ojos desemparejados que lie daban un aspecto terrorfico. Pete, obtenida toda la informacin posible, se march. Ahora que haba visitado a la seora Banfry, poda reunirse con los dems. Su conciencia le dict finalmente que su deber era estar con ellos a la hora de enfrentarse a la maldicin de la momia. Cansado de esperar, abri la puerta, entr y grit: Hola! Wilkins! Dnde est? No hay nadie aqu? No obtuvo respuesta. Pete mir a su alrededor. Nada pareca anormal. Volvi a llamar, y luego se encamin al museo. La puerta estaba abierta y encendida la lmpara superior. Lo hall todo en orden. El sarcfago apareca cerrado. Cerca de una cristalera, la estatua de Anubis se hallaba silenciosa. No obstante, Pete sintise inquieto, como si un sexto sentido le advirtiera de un peligro oculto. Imposible decir qu era, si bien la sensacin de cosquilla en su espina dorsal lo pona nervioso. Entr lentamente en el museo. Experiment la tentacin de abrir el sarcfago y dar un vistazo a Ra-Orkon. La prudencia gan a la curiosidad. Y si a la momia se le ocurra susurrarle? Ah, no! En vez de ello, traspuso la cristalera y se asom al exterior. Sobre el oscuro jardn an quedaba un ligero resplandor diurno. La calma chicha, sin la ms ligera brisa, hizo que el muchacho percibiese aumentado el inquietante cosquilleo en su espina dorsal. Diablos! Por qu Jupe y los otros no regresaban? Se decidi por entrar de nuevo en la casa y llamar a Worthington por el telfono mvil del Rolls-Royce. Pero entonces vio algo en la terraza. El objeto que brillaba en el suelo era una espada. Perplejo, la recogi. La espada, muy antigua, y de bronce, deba de ser una pieza de la coleccin del profesor. Mientras la sujetaba, un sonido detrs de l, lo hizo girar en redondo. Un movimiento en los arbustos provoc un respingo en su corazn. Slo fue un animalito que se le acerc, para frotarse en una de sus piernas. Luego emiti un audible ronroneo de satisfaccin. Un gato! exclam Pete, que se ri de su sobresalto. Slo es un gato! Dej la espada y cogi el gato. Era leonado grande, y pareca muy amistoso. El felino persista en su ronroneo, mientras Pete lo acariciaba. De repente, el segundo investigador casi lo dej caer. Tena un ojo amarillo y otro naranja! Caracoles! grit Pete. Esfinge! El gato de la seora Banfry! Y 'lo encontr aqu mismo. Me podr carcajear de Jupe cuando llegue y descubra que he resuelto solo el caso del gato desaparecido. Impresionado con la idea de la sorpresa de Jpiter, no se le ocurri pensar en la extraa coincidencia de que Esfinge hubiera aparecido precisamente all. Pete se gir para volver a la casa. En ese preciso instante, algo parecido a un pequeo tigre salt a sus piernas, y lo derrib sobre el piso de la terraza. El gato sali disparado de sus brazos y se perdi en la maleza. E| joven investigador luch denodadamente por su vida y para quitarse de encima aquel ser pequeo, pero combativo, que lo acosaba. Precis de varios minutos para descubrir que su atacante era un muchacho. Cuando pudo retorcerse y verlo, reconoci al chico que l a su vez, haba atacado en el jardn aquella maana. La sorpresa casi le hizo soltarlo. El otro quiso huir, pero el segundo investigador le torci un brazo sobre el embaldosado. Luego se arrodill encima del desconocido, inmovilizndolo. Quin eres? exigi. Por qu rondas la casa? Por qu me atacaste? El chico de tez de oliva y ojos muy negros, se esforzaba en contener inminentes (lgrimas. Robaste al abuelo Ra-Orkon! grit. Y ahora quisiste robar mi gato! Pero yo, Hamid, de la Casa de Hamid, lo impedir.

  • Pete parpade aturdido. Qu significa eso de que yo rob al abuelo Ra-Orkon? pregunt. En cuanto al gato, no es tuyo, sino de la seora Banfry. Adems, tampoco intent robarlo. Vino de la maleta y quiso hacerse amigo mo. El prisionero acus perplejidad. No sabes nada del abuelo Ra-Orkon? pregunt. No te lo llevaste? No s de qu me hablas. Si te refieres a la momia, por qu la llamas abuelo? Tiene tres mil aos! Y sea como fuere, se encuentra dentro del sarcfago. El otro sacudi la cabeza. Se ha ido dijo. Dos hombres lo han robado esta noche, cuando no haba nadie aqu. Robaron a Ra-Orkon! exclam Pete. No lo creo! aadi. Es cierto! Hamid, de la Casa de Hamid, no miente. Pete gir la cabeza para mirar hacia el museo. El sarcfago pareca en estado normal. No obstante, si el chico, que se llamaba a s mismo Hamid, deca la verdad, la momia haba desaparecido. El caso adquira as un enfoque distinto. Todo lo que s es que la momia susurraba al profesor Yarborough, y que nosotros tratamos de resolver el misterio. Quiz t puedas explicamos por qu susurraba. Hamid se mostr aturdido. Que el abuelo Ra-Orkon susurraba? pregunt sorprendido. No lio entiendo. Qu misterio es se? Eso intentamos averiguar. Creo que t sabes mucho acerca de la momia. Ahora bien, quiz yo sepa algo que t ignores. Si me dices por qu merodeabas por aqu esta maana y lo que pretendes, puede que entre los dos resolvamos el misterio. Mientras hablaba, Pete pensaba en que si consegua de Hamid alguna pista sobre la momia susurrante, tal vez resolvera el caso, como el de la seora Banfry, antes de que Jupe y Bob regresaran. Su deseo de superar a Jupe por lo menos una vez, era un sentimiento muy humano. El muchacho se mostr indeciso, pero al fin dijo: De acuerdo, Hamid, y la Casa de Hamid, ponen en ti su confianza. Djame levantar y hablaremos. Pete se alz y se sacudi el polvo. Hamid hizo lo mismo. Luego se volvi y dijo una serie de palabras extraas a la oscuridad. Llamo a mi gato explic. En l vive el espritu de Ra-Orkon, y nos ayudar a encontrar la momia. Esfinge no sali de la oscuridad. Te repito insisti Pete, que ese gato es de la seora Banfry. Tiene ojos distintos, piel leonada y zarpas delanteras blancas. Encaja exactamente con la descripcin. No rectific Hamid. Las zarpas delanteras son negras, no blancas. Negras, como las del gato favorito de Ra-Orkon, cuya momia fue colocada junto a la suya en la tumba secreta hace muchos siglos. Pete se rasc la frente. En realidad, no haba comprobado semejante particularidad. Quizs Hamid estuviera en lo cierto. Claro que resultaba muy coincidente hallar otro gato con ojos distintos, y precisamente la misma noche en que empezaba a buscar un gato de esas caractersticas. Lo aclararemos luego propuso Pete. Ahora comprobar si falta