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TEMA 3: LA LIBERTAD DEL HOMBRE (No. 1730)
OBJETIVO: Conocer como Cristo nos ha creado libres y con esa libertad nos ganamos el
cielo haciendo el bien.
LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD.
• La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar,
de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas.
• Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la
libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer
en perfección o de flaquear y pecar.
• En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre.
No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia.
• La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son
voluntarios.
• La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e
incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor,
los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales.
• Todo acto directamente querido es imputable a su autor: Gn 3, 13; Gn 4, 10; 2 S 12,
7-15.
• Para que el efecto malo sea imputable, es preciso que seda previsible y que el que
actúa tenga la posibilidad de evitarlo, por ejemplo, en el caso de un homicidio
cometido por un conductor en estado de embriaguez.
LA LIBERTAD HUMANA EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN.
• Libertad y pecado. El hombre al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a
sí mismo y se hizo esclavo del pecado.
• Amenazas para la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y
hacer cualquier cosa. Así también, las condiciones de orden económico y social,
político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con
demasiada frecuencia, desconocidas y violadas.
• Liberación y salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos
los hombres. Ya desde ahora nos gloriamos de la “libertad de los hijos de Dios”
(Rm 8, 21).
• Libertad y gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra
libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha
puesto en el corazón del hombre.