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______________________________________________________________________________ Contenidos curso online guías cetáceos Tema: Cetáceos y Cultura en Canarias Autor: Carlos Elejabeitia von Spacek-Streer. 1 CETÁCEOS Y CULTURA EN CANARIAS: USOS, HISTORIA, MITOS Y LEYENDAS Carlos Elejabeitia von Spacek-Streer Consultor [email protected] INTRODUCCIÓN Como para cualquier otro recurso ofrecido por la naturaleza, la existencia de los cetáceos ofrece un amplio conjunto de valores que pueden contribuir a su aprovechamiento económico, al tiempo que se vela por el buen estado de conservación y viabilidad de sus poblaciones. Muchos de ellos requieren contacto directo y cercano con estos animales y su hábitat. Por ejemplo, el valor de los cetáceos como objeto de estudio científico y de fotografía y como atractivo de turismo. La historia, la cultura, el pensamiento y el sentir de una sociedad y su evolución a lo largo del tiempo, en sus diferentes manifestaciones y formas, son otros valores que promueven una conexión sólida y viva con estos recursos naturales, que redunda en beneficio de las personas, el medio ambiente y la economía. El presente trabajo pretende contribuir a materializar este potencial de beneficio, especialmente para el turismo de observación de cetáceos. Lo hace ofreciendo un compendio de informaciones, desde narraciones descriptivas hasta datos científicos concretos, pasando por anécdotas y curiosidades, que puedan servir para enriquecer y mejorar la labor divulgativa y educativa en la interpretación de tours y el diseño de producto turístico. Tratará diversas facetas de la historia, el arte, los usos y las tradiciones culturales, en definitiva, de aquellos aspectos históricos, culturales y societarios de los cuales los cetáceos han sido y son protagonistas, con especial referencia a las islas Canarias. 1. ANTECEDENTES DE LOS USOS DE CETÁCEOS Los cetáceos han sido para el ser humano una valiosa fuente de alimento y materia prima, para la fabricación de objetos para el disfrute o consumo propio y para el comercio. Inscripciones, grabados con escenas de caza y otras evidencias arqueológicas en diversos lugares del mundo (Asiria 1 , Japón, Báltico, Siberia) confirman que la caza de cetáceos se remonta a tiempos prehistóricos. Recientes hallazgos de huesos de delfín y balanos en un yacimiento arqueológico en las cuevas de Nerja (Málaga) apuntan al consumo de cetáceos aproximadamente 14.000 años a.C. Otros restos hallados en Blombos Cave (Sudáfrica) evidencian prácticas de consumo de cetáceos 1 Se ha citado a un nakhiru, un animal con destacadas con fosas nasales, que estudiosos de la cultura asiria han traducido como delfín o ballena, el cual fue un presentado como tributo al rey Asursnazirpal por parte de los reyes de la costa fenicia.

341ceos y cultura en Canarias.docx) · 2019. 10. 16. · Tema: Cetáceos y Cultura en Canarias Autor: Carlos Elejabeitia von Spacek-Streer . 4 Algunos productos obtenidos de los cetáceos:

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    Tema: Cetáceos y Cultura en Canarias Autor: Carlos Elejabeitia von Spacek-Streer.

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    CETÁCEOS Y CULTURA EN CANARIAS: USOS, HISTORIA, MITOS Y LEYENDAS

    Carlos Elejabeitia von Spacek-Streer

    Consultor

    [email protected]

    INTRODUCCIÓN

    Como para cualquier otro recurso ofrecido por la naturaleza, la existencia de los cetáceos ofrece un amplio conjunto de valores que pueden contribuir a su aprovechamiento económico, al tiempo que se vela por el buen estado de conservación y viabilidad de sus poblaciones. Muchos de ellos requieren contacto directo y cercano con estos animales y su hábitat. Por ejemplo, el valor de los cetáceos como objeto de estudio científico y de fotografía y como atractivo de turismo. La historia, la cultura, el pensamiento y el sentir de una sociedad y su evolución a lo largo del tiempo, en sus diferentes manifestaciones y formas, son otros valores que promueven una conexión sólida y viva con estos recursos naturales, que redunda en beneficio de las personas, el medio ambiente y la economía.

    El presente trabajo pretende contribuir a materializar este potencial de beneficio, especialmente para el turismo de observación de cetáceos. Lo hace ofreciendo un compendio de informaciones, desde narraciones descriptivas hasta datos científicos concretos, pasando por anécdotas y curiosidades, que puedan servir para enriquecer y mejorar la labor divulgativa y educativa en la interpretación de tours y el diseño de producto turístico. Tratará diversas facetas de la historia, el arte, los usos y las tradiciones culturales, en definitiva, de aquellos aspectos históricos, culturales y societarios de los cuales los cetáceos han sido y son protagonistas, con especial referencia a las islas Canarias.

    1. ANTECEDENTES DE LOS USOS DE CETÁCEOS

    Los cetáceos han sido para el ser humano una valiosa fuente de alimento y materia prima, para la fabricación de objetos para el disfrute o consumo propio y para el comercio. Inscripciones, grabados con escenas de caza y otras evidencias arqueológicas en diversos lugares del mundo (Asiria1, Japón, Báltico, Siberia) confirman que la caza de cetáceos se remonta a tiempos prehistóricos. Recientes hallazgos de huesos de delfín y balanos en un yacimiento arqueológico en las cuevas de Nerja (Málaga) apuntan al consumo de cetáceos aproximadamente 14.000 años a.C. Otros restos hallados en Blombos Cave (Sudáfrica) evidencian prácticas de consumo de cetáceos 1 Se ha citado a un nakhiru, un animal con destacadas con fosas nasales, que estudiosos de la cultura asiria han

    traducido como delfín o ballena, el cual fue un presentado como tributo al rey Asursnazirpal por parte de los reyes de la costa fenicia.

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    que se retrotraen hasta 70.000 años, si bien dejan abierta la cuestión sobre la caza de los animales. Descubrimientos arqueológicos apuntan a que en comunidades del Mediterráneo se usaban huesos de delfín y vértebras de ballena como elemento de apoyo para cortar y despedazar y se consumía carne de delfín hace ya miles de años. Para algunos investigadores, es probable que no existiera realmente un tipo de caza sistemática aún y que el aprovechamiento se limitara a aquellos animales varados en la costa, mientras que otros defienden que ya a comienzos de nuestra era existió una avanzada cultura de caza de cetáceos.

    Franks casket, féretro anglosajón del s. VII-VIII, elaborado con hueso de cetáceo.

    La carne de cetáceo entró a formar parte importante de las costumbres gastronómicas durante la Edad Media. Era especialmente apreciada la de ballena cuando se trataba de un ejemplar joven, teniendo la lengua consideración de manjar, al igual que la de marsopa. En España, ambas eran indispensables durante la época de Cuaresma. El consumo de delfín o tonina también ha sido descrito en los textos de los viajes de Colón a las Indias. A pesar de desvanecerse las evidencias del uso de la carne de cetáceo como alimento, hasta su completa desaparición de la gastronomía en el s. XVIII, estos animales continuaron siendo cazados, debido a los muchos otros usos que ofrecían. Eran apreciados como fuente de materia prima para la producción de los más diversos productos, desde margarina, cosméticos, medicamentos, jabones y detergentes, hasta glicerina para explosivos, pinturas, barnices, tintes y otros productos industriales. Los cetáceos eran auténticas “fuentes petrolíferas” flotantes: el aceite fabricado a partir de la grasa de estos animales se usaba para el alumbrado doméstico. Era más económico que otras fuentes vegetales o minerales, aunque desprendía un desagradable olor. Llegó a adquirir un importante rol, hasta su paulatina sustitución por otras fuentes de energía, como el keroseno. De los cachalotes se usaba el espermaceti2 para elaborar velas y ungüentos (emolientes y sedativos), como lubricante (por ejemplo, en instrumentos de precisión) y como fuente de iluminación, inodora pero más cara que el aceite de ballena.

    2 Sustancia que se encuentra en las cavidades del cráneo del cachalote y que le sirve para amortiguar la presión

    del agua durante las profundas inmersiones que realiza y ajustar su flotabilidad.

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    (i) Método para despiezar un cachalote. El despiece del cachalote requería todo un concienzudo método. Su piel se curtía para la producción de cueros que tenían diversas aplicaciones (calzado, correas de transmisión mecánica).; (d) La fabricación de los corsés de barbas de ballenas comenzaron a evolucionar hacia finales del s. XIX con la introducción de materiales artificiales y nuevas técnicas de confección.

    No acaba aquí la versatilidad de los cetáceos como recurso para la producción de bienes: sus barbas se usaban en la confección de sombrillas, paraguas, abanicos y prendas de vestir (armazones para sombreros, corsetería), además de otros tan variopintos como látigos, pipas de fumar y objetos ornamentales. La carne de cetáceo se destinaba a la producción de abono y en algunas regiones del planeta incluso ha subsistido como recurso alimenticio. De los cetáceos se ha aprovechado todo, hasta sus dientes, que han servido para la fabricación de utensilios (peines) y figuras ceremoniales o decorativas. Sus huesos se utilizaban para hacer harina de pienso, pegamento y también servían para la fabricación de muebles (bancas, mesas) e incluso se usaron en la construcción de casas.

    Teniendo en cuenta la variedad de productos para los que una ballena o cachalote podía servir como materia prima, se comprende el gran interés que existía por capturar estos animales. Que fueran tan altamente valorados se justificaba por el enorme esfuerzo humano y coste económico que suponía una empresa de caza ballenera y el riesgo que ésta entrañaba. Durante la época en que esta industria se convirtió en una carrera entre las naciones, entre los siglos XVIII y XIX, los cazadores adquirieron gran protagonismo. Era una profesión que antaño gozaba de gran reconocimiento, algo que contrasta con la suspicacia y rechazo que suscita la caza ballenera actualmente. Hoy en día, la grasa y los órganos internos aun siguen teniendo uso, en este caso farmacéutico, para la producción de suplementos alimentarios, como el Omega-3.

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    Algunos productos obtenidos de los cetáceos: espermaceti y velas, aceite de ballena, grasa de ballena para cuero, jabón de ballena y carne de ballena, comercializada en Japón.

    En la península Ibérica, fueron los vascos los más avezados en la caza de ballenas y también los precursores de esta actividad como industria. Se estima que esto sucedió hacia los siglos X-XI. El primer testimonio conocido es una orden del año 1050 que regula la caza en Bayona. Durante una etapa inicial, los vascos se limitaron a faenar en el Golfo de Vizcaya. Con el tiempo, desarrollarían técnicas efectivas y acumularían gran experiencia que exportarían hacia otras latitudes y continentes.

    Ya desde el siglo XV comenzó a extenderse por todo el mundo occidental la caza organizada de animales marinos (focas, ballenas, etc.). Describe el ilustre navegante canario capitán Tomé Cano que en el año 1580 partían más de 200 naves desde Vizcaya hacia Terranova, en busca de ballena y bacalao, de las 1.000 que conformaban la flota de alto cabotaje de España entonces. Los balleneros vascos tendrían su época de esplendor hacia los siglos XV-XVI. Por su parte, la “fiebre de la ballena” alcanzaría su punto álgido a nivel mundial entre los siglos XVII al XIX.

    La revolución que supuso la aparición de la máquina de vapor dio un nuevo estímulo a la industria ballenera. Hacia mediados del s. XIX, el número de embarcaciones dedicadas a la caza de ballenas en todo el mundo alcanzaba aproximadamente 900-1.000, tras haberse triplicado en pocas décadas desde comienzos del siglo. Los E.E.U.U. era la principal potencia y controlaba dos tercios de la flota mundial. En cada vez más modernas embarcaciones, la introducción de la técnica de inflado del animal cazado mediante aire a presión y el cañón lanza-arpones permitieron mejorar la rapidez y eficacia de la caza, incluir nuevas especies objetivo y realizar expediciones más largas y alcanzar latitudes oceánicas extremas en aceptables condiciones para la actividad. Como impulso definitivo a la industria, los comienzos del s. XX vieron materializada la idea de la factoría flotante, con la aparición de los primeros buques–factoría balleneros noruegos. Pasarían aún algunos años de descontrolada caza hasta que el ser humano se autoimpusiera límite y moderación en esta práctica, mediante la instauración de la Comisión Ballenera Internacional en los años 40.

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    (i) Símbolo de mercader de productos de ballena (New Bedford, Mass. EEUU); (d) Caza de subsistencia en Lamalera (Lembata, Indonesia). Aquí, solo los cachalotes son cazados, los balénidos se consideran tabú.

    La caza de cetáceos está actualmente prohibida a nivel mundial y no es oficialmente

    practicada, salvo excepciones. En contadas comunidades se practica la denominada “caza aborigen de subsistencia”3 y se mantienen algunos de los aprovechamientos mencionados. Algunos países, como Japón, Noruega e Islandia, siguen cazando cetáceos y comercializando su carne, en contra de la opinión de la comunidad internacional. En general, los usos que directa e inmediatamente merman el número de individuos o las especies de cetáceos han pasado a la historia y han sido paulatinamente sustituidos por otros no consuntivos, que se han desarrollado y extendido con fuerza en todo el mundo. Afortunadamente, aunque sin haber alcanzado aún el estadio de madurez que muestran las sociedades en otras regiones que aprovechan estos recursos naturales (Escocia, Argentina, Chile, Nueva Zelanda, Columbia Británica, costa noreste estadounidense), también la moderna Canarias ha evolucionado para entender mejor el valioso papel que pueden desempeñar para generar riqueza económica y sociocultural.

    2. ETIMOLOGÍA Y VOCES

    Aún si no se hace en profundidad, indagar sobre el lenguaje relacionado con los cetáceos puede resultar de interés como curiosidad cultural y puede ofrecer contenidos interesantes para añadir valor interpretativo a la experiencia turística con estos animales y reforzar su función educativa y divulgativa.

    El vocablo ‘cetáceo’ hace referencia al orden taxonómico de estos mamíferos marinos placentarios. Deriva de la raíz latina cētus y del griego Κητως (pronunciado ‘ketos’). Se usaban en el lenguaje de la Grecia y Roma de la Era Clásica para referirse cualquier clase de gran animal o monstruo marino, desde orcas hasta tortugas marinas y atunes. La poesía épica “Teogonía” de Hesiodo (s. VIII-VII a.C.) recoge la que posiblemente sea primera mención escrita de esta voz.

    3 La Comisión Ballenera Internacional define tres prioridades fundamentales para considerarla como tal:

    asegura que el riesgo de extinción de la comunidad de animales no se ve significativamente incrementado; posibilita el acopio de alimento a perpetuidad de acuerdo a las necesidades nutricionales y signos de identidad cultural; y contribuye a mantener las poblaciones de cetáceos al máximo nivel posible de aprovechamiento, asegurando que disminuciones en los stock serán recuperadas hasta alcanzar dicho nivel. Este tipo de caza está permitido actualmente para comunidades aborígenes en Groenlandia, Siberia, Becquia (islas S. Vicente y Granadinas) y Alaska.

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    En esta obra se concibe a Keto como una deidad marina asociada a los peligros del mar. Nacida del mar (Ponto) y la tierra (Gea), Keto es madre de seres y monstruos marinos, entre ellos, Ladón, el pez-dragón de cien cabezas, guardián de las manzanas de oro de las Hespérides. El término también se usó en la literatura como referencia a diferentes seres y monstruos mitológicos. A lo largo de la historia, Keto o Ketos se ha representado de las formas más diversas: como un dragón marino, como un ser con cabeza de perro, torso de caballo y cola de pez o de serpiente, a veces con cuernos, otras con mamas o simplemente como un pez gigante. La raíz del antiguo nombre es indoeuropea y parece haber permanecido invariable en idioma ruso actual, en el que la voz “кит” [kit] designa a la ballena.

    (i) Hidria con imagen de la batalla entre ceto de Troya y Hércules (s. VI a.C); (d) Representación de ceto, incluida en Historiae Animalium (Conrad Gessner,1551-58), una de las primeras obras gráficas sobre zoología descriptiva.

    Para encontrar el origen de los términos ‘ballena’ y ‘delfín’ también es necesario remontar en el tiempo hasta el proto-lenguaje indoeuropeo. En el primer caso, los especialistas apuntan a que la raíz fonética hace referencia a un tipo de pez grande o bien a acepciones como ‘brillante’, ‘blanco’, ‘hablar’, ‘soplar’ o ‘hinchar’. En cualquier caso, habría evolucionado hacia los términos griegos φάλαινα (phalaina, pronunciado ‘fálena’) y φάλλη (phalle, miembro viril). El nombre del cetáceo pasó a través de la literatura al latín como bālaena, haciendo alusión a su aspecto fuerte (en similitud al de un toro), cilíndrico y alargado. Estas formas fueron de uso común desde el s. IV a.C. Subsistió en castellano y portugués antiguo como ‘baleia’ y de ahí derivó en su nombre actual. Actualmente en España, persiste la denominación del cetáceo como ‘balena’ en catalán y ‘balea’ en galaico-portugués y euskera. Otra teoría, cuestionada por algunos especialistas, lo relaciona con el verbo βάλλω (bállō, por ‘lanzar’), en referencia al chorro de agua que arrojan al respirar. El término “baleen” es usado hoy día en inglés para referirse a las barbas del animal (baleen whales: misticetos).

    El nombre ‘delfín’ deriva del latín delphinus (pez) y éste del griego δελφiς (delphis, pronunciado ‘delfis’), probablemente adoptados por la forma del animal. Su raíz indoeuropea significa ‘matriz’, ‘cría’ o ‘animal joven’. En España, la voz está documentada en obras del siglo VII (“Etimologías” de S. Isidoro) y también en el “Libro de las estrellas de la ochava espera” del rey español Alfonso X el Sabio (s. XIII). San Isidoro afirmaba que se llaman así porque siguen las voces de los humanos y se congregan al sonido de la música y otorga el

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    nombre de ‘simones’ a aquellos delfines que se ven saltando sobre el mar, anunciando la proximidad de una tempestad.4

    Imágenes de ballena (i), incluida en Libri de piscibus marinis (Gulielmi Rondeletii, 1554) y de delfín (d), en la que el autor detalla el saco amniótico (oudre u orca), incluida en “Historia Natural de peces marinos raros…” (Pierre Belon, 1551), dos pioneros textos académicos sobre fauna marina.

    El nombre ‘calderón’, dado a algunas especies de delfínidos (Globicephala spp.), proviene de caldero (s. XVI), voz adaptada del italiano calderone, aumentativo de caldaia o caldara y antes del latín caldaria-um (caldero). El término hace referencia a la forma globosa y abultada de la cabeza del animal.

    Especialistas vinculan a las raíces indoeuropeas reudh- (rojizo)5 y (s)kwal-o- el término ‘rorcual’ usado en castellano. Se trata de una voz que proviene del islandés antiguo, compuesta por las raíces rauđr, reyđ (rojo) y hvalr (ballena) que posteriormente dio origen al término noruego røyrkval. Por tanto, literalmente denominaría a un ‘gran pez de color rojizo’, posiblemente en alusión a la sangre que derrama cuando es cazado. No obstante, como explicación debe también considerarse que provenga del sueco roer- (tubo), en alusión a las estrías o las barbas del animal.

    El vocablo ‘zifio’ deriva del griego xiphos. Así se denominaba a un tipo de espada corta de doble filo, cuyo nombre fue atribuido al animal, probablemente porque la imagen de su boca recordaba a la del arma metálica. La voz es de origen desconocido, aunque se ha indicado que probablemente proviene de la raíz indoeuropea ‘kiph-‘(raíz o palo fuerte). Igualmente, la denominación inglesa para referirse a la familia de los zifios, beaked whale (ballena de pico), también hace alusión a la forma de la cabeza y boca de estos animales. Durante la Edad Media, el zifio era considerado un “monstruo” con cuerpo de pez y cabeza de lechuza, denominado “lechuza marina” (water owl o sea owl) en alusión a lo que se consideraba enormes ojos y a la forma sobresaliente de la boca.

    4 Afirmaciones posiblemente tomadas de Plinio, quien considera los delfines como animales “semi-salvajes”

    que raras veces se amansan, y los más ágiles de todos, en referencia al delfín común (Delphinus delphis). El mismo autor afirma que el nombre “Simón” deriva del término griego simós (en latin, simo) y alude al hocico chato del animal. En su Historia Natural, Plinio ya describe de forma generosa episodios de colaboración entre humanos y delfines. Algunos de ellos han persistido hasta la actualidad y son relativamente conocidos, como por ejemplo en las costas de Brasil y Mauritania. 5 También “robusto” (Roberts y Pastor, 1997).

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    Representación de zifio del s. XVI e imagen del animal

    Voces canarias

    La influencia del habla marinera en la evolución de la lengua castellana es un hecho reconocido por los estudiosos del tema. En el habla canaria, esto no ha sido diferente. Aquí se han dado algunas voces que, junto con sus derivadas, se han usado para referirse a diferentes tipos de cetáceos pequeños que habitan las aguas de las islas y cuya abundancia ha propiciado frecuentes encuentros con la gente de la mar. Nos referiremos a las principales o más extendidas: “tonina”, “bote”, “golfín”, “roaz” y “bufeo”. Algunas de ellas están documentadas ya en textos del s. XVIII.6 Como señala el especialista Morera, “precisamente, la intensa influencia que ha ejercido el portugués, lengua que se caracteriza por su fuerte componente marinero, sobre el español de Canarias, ha contribuido a incrementar la nómina del vocabulario náutico en las hablas isleñas.” Hoy en día, estas voces son comúnmente usadas, también en buena parte de Latinoamérica.

    ‘Tonina’ es un término que ya fue usado en el diario de navegación de Colón: “…vieron muchas toninas, y los de la Niña mataron una.”7 La voz evolucionó del árabe tûn y, ésta, del latín thunnus o del griego thynnos.8 Según el DRAE, sus acepciones como ‘atún’ y como ‘delfín’ son consideradas válidas y originarias de Canarias, pero otras fuentes nos llevan a Italia, donde en la antigüedad ya se usaba tonnina para aludir al atún que se presentaba embarrilado. En la isla de La Gomera se usa “tonina” con una variedad de adjetivos, según la especie que se trate (“golfera”, “mulal”, “negra”, “remachada”, “pegajosas”), reservando la voz ‘tonino’ para referirse a las crías de delfín.9 Escuchar el nombre “tonina” como apodo para referirse a alguna persona no es algo del todo inusual en Canarias, especialmente en ambientes marineros:

    “Arrecife fue el puerto que más exportó mundialmente conservas de esta especie. A Pacuco “La Tonina”, lo llamaban así, porque era ignorante, “cabezudo” y fortachón como aquel animal.” (Extracto de Lancelot, semanario de información general, edición 20/05/1995, p72)

    Viera y Clavijo también se refiere a “tonina” y a “bote marino” en alusión a cetáceos de la especie Phocaena (marsopas) u otros odontocetos pequeños. Algunos afirman que la voz se refiere a la especie Delphinus delphis o delfín común o bien a Tursiops truncatus o delfín mular. Como la mayoría de las voces canarias que se refieren a cetáceos, “bote” es un portuguesismo que deriva de la voz “boto”. También se ha apuntado que la voz deriva de la actitud saltarina de los delfines que, dando botes en torno a los barcos, acompañan los navegantes. En algunos lugares de Canarias, a los delfines también se les denomina ‘golfín’, ‘golfera’ o ‘golfeta’. Se trata de portuguesismos adoptados de la voz ‘golfinho’ (delfín). Los delfines o toninas han tenido un hueco especial en la tradición oral canaria.

    6 Bufeo, tonina y bote son nombres ya mencionados en textos de Dámaso de Quesada y de Viera y Clavijo.

    7 Entrada del 17 de setiembre.

    8 Diego de Guadix (s.XVI) alude al origen árabe al-tuna, literalmente ‘la hediondez’.

    9 “…son los hijos de las toninas, los llevan ellas encima.” (en Perera López, 2005).

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    Tampoco las islas se han librado de la universal imagen amistosa que ya desde la antigua Grecia desprendían estos animales. Refranes, dichos y referencias típicas de las comunidades de pescadores en Canarias, aluden a ellos como animales en continuo movimiento, nadando o saltando constantemente, pero débiles, que lloran como el ser humano; como inofensivos, pero también como animales insaciables y ladrones oportunistas; o como anunciadores de viento y mala mar.

    Otra voz canaria, el portuguesismo ‘arroaz’ o ‘roaz’, ha sido usada para aludir a los calderones (como ruaz o ruazo). En La Gomera se menciona una amplia variedad de tipos de “ruases” o “ruasos” e incluyen los más variados adjetivos: “amarillo”, “negro”, “canelo”, “colorado”, “bobo”, “del palo negro”, “blanco”, “poludo”. La raíz del término puede atribuirse al latín “rodare” (que roba) o “rodere” (roer). Otros afirman que el origen del portugués ‘roaz’ o ‘robaz’ se refiere al delfín y deriva propiamente de la necesidad de describirlo como 'rapaz’ (que vive de rapiña), ‘destructor', ‘ladrón’ y calificativos similares. Esto encajaría con los episodios que algunas especies protagonizan cuando, siguiendo su instinto natural, “piratean” el botín a las embarcaciones de pesca rompiendo las redes e hincándole los dientes a alguna presa ya enganchada al anzuelo. La actividad turística desarrollada en torno a los calderones tropicales (Globicephala macrorhynchus), especialmente en Tenerife, ha provocado que se generalice la denominación coloquial “ballenas piloto”. Este nombre deriva de la teoría de que el grupo es guiado (“pilotado”) por un ejemplar líder.

    La voz “bufeo” se ha usado en Canarias para definir a un tipo de cetáceo grande, noble y no agresivo con las embarcaciones, probablemente un ballenato o una especie de gran tamaño (6-8 metros), en los que algunos han querido ver orcas. No obstante, lo más probable es que se trate de los propios calderones: “cuando los bufeos y los ruazos nadan despacio y a flor de agua, abarruntan calma chicha”. Por contra, ‘bufeo’ es usado en países hispanoamericanos para describir a una figura de delfín, frecuentemente asociada a leyendas de demonios que roban mujeres o animales que se convierten en humano.

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    Bufaderos

    También se usa la voz “bufeo” en Fuerteventura y Lanzarote para describir el característico resoplido de los cetáceos, en derivación del canarismo “bufear” o “bufar” (expeler aire violentamente). Los bufaderos son cavidades de origen marino, típicas de las costas de las islas volcánicas, labradas por acción del oleaje, en cuyo techo hay una oquedad a modo de claraboya: “…cuando las olas arremeten con ímpetu y entran en toda la caverna tapando toda su boca, el aire comprimido despliega poco después, su elasticidad y expele poco después, con tremendo bufido, un vistoso y elevado penacho de agua”. Basta acercarse a alguno de los bufaderos existentes en costas de Canarias para apreciar la semejanza entre el resoplido de ballenas y delfines y el ruido (bufeo) que se puede oír allí. A los 3 bufaderos destacados por el naturalista Viera y Clavijo, que localiza, entre Santa Cruz y el valle de san Andrés (ya desaparecido, integrado en la explanada portuaria de El Bufadero), en Los Silos y en Melenara (Telde, Gran Canaria), se suman Los Hervideros (Lanzarote), cerca de El Golfo y tradicionalmente aún conocidos como Los Bufaderos; y La Bufona o El Barbudo, localizado en la costa de La Dehesa (El Hierro), que allí llaman “Bufiadero”, entre otros.

    (i.) Bufadero de La Garita (Gran Canaria); (d) La construcción de la dársena pesquera de S.C. de Tenerife ha dejado vivo el recuerdo del bufadero que existió en ese lugar.

    ‘Ballena’ es el nombre usado comúnmente en Canarias para referirse a todos los cetáceos. Tampoco son raros los casos en los que la voz ha sido adoptada en la toponimia regional o dado a alguna persona como apodo marinero, en reconocimiento o para destacar rasgo determinado, especialmente en colectivos marineros. En Canarias también se han utilizado los nombres de “ballena asesina” (por traducción del nombre en inglés “killer whale”) – más extendido en el mundo pero algo anticuado ya – y hasta “ballena criminal”, para hacer referencia a la orca (Orcinus orca), en clara referencia a la fuerza de esa imagen terrorífica con que tradicionalmente se ha asociado a los cetáceos.

    Para el comúnmente denominado «cachalote» (Physeter catodon o Physeter macrocephalus), algunas comunidades pesqueras también usan la voz ‘chacalote’. Son los casos de Caleta del Sebo, Arrecife, Puerto del Rosario, Santa Cruz de la Palma y Barlovento y en otras de Valle Gran Rey, Tazacorte y suroeste de Tenerife. Se trata de un término que ha sido documentado en Gran Canaria y en La Gomera. La adopción de la voz ha dado lugar incluso a un nuevo gentilicio local, el de los moradores del barrio de San Cristóbal en Las Palmas de Gran Canaria, denominados “chacalotes”. El nombre fue dado tras haber encallado allí un animal en 1943. En gallego y portugués, la voz «cachola» se usa de forma coloquial para significar cabeza y es posible que de ahí proceda la palabra castellana. El término es, pues, un lusismo adoptado a través de la lengua común.

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    Cachalote varado Restaurante en Gran Canaria

    3. CETÁCEOS EN LA HISTORIA DE CANARIAS (PRESENCIA, TOPONIMIA, USOS, CAZA)

    La existencia de cetáceos en aguas de Canarias se remonta a épocas prehistóricas. Recientemente, investigadores del IEO han descubierto nuevos restos fósiles de Carcharodon megalodon (Agassiz, 1835). Se trata de una especie de tiburón de hasta 20m de longitud y 100T de peso, que vivió hace 23-5 millones de años. La presencia de este super-predador viene a apoyar la teoría de una muy rica cadena trófica marina en aguas del archipiélago.10 En el mismo yacimiento, a 1.000m de profundidad en el Banco de la Concepción (La Graciosa), también fueron descubiertos restos fosilizados de ballenas y otros mamíferos marinos que formaban parte de la dieta del mega-tiburón.

    Estudios antropológicos datan en 16,5-8 mil años atrás el inicio de flujos migratorios hacia las islas Canarias. Si bien es probable que ballenas o delfines no fueran desconocidos por los pobladores originales, no se ha descubierto evidencia plausible de representaciones de estos animales en grabados rupestres de las islas. Se han encontrado figuras pisciformes en diversos puntos de Tenerife (Masca, Anaga, Arico, Yeje), aunque no permiten identificar con juicio científico a especies concretas y dejan mucho margen a la especulación. Tampoco parece que en el léxico del habla antiguo de las islas se haya encontrado vocablos que hagan referencia directa a los nombres de cetáceos. Los escasos vestigios de la época prehispánica sobre la presencia de cetáceos en las islas se reducen, por ahora, al hallazgo de huesos o costillas de grandes cetáceos en yacimientos aborígenes e ídolos tallados en huesos o colgantes hechos de dientes de cachalote. En otros casos, se ha creído ver la representación de una ballena en restos petroglifos de la Cañada de los Ovejeros en El Tanque (Tenerife).11

    Las primeras referencias claras a seres marinos en el mundo atlántico se remontan a la Época Arcaica de la antigua Grecia (ss. VIII-VI a.C.), si bien enlazan de forma indirecta con las islas Afortunadas y están revestidas aún de un manto mitológico. La entonces poderosa imagen mítica de temibles seres oceánicos que rodeaban unas tierras

    10

    www.indemares.es 11

    http://lagavetadeaguere.blogspot.com.es/2014/03/canada-de-los-ovejeros-el-tanque.html

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    paradisíacas hace difícil ofrecer interpretaciones inequívocas, tanto en relación a la localización geográfica, como sobre los seres marinos mencionados. Avanzando hacia aguas más reales, la abundancia de cetáceos en las costas canarias fue reflejada por Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historiae (s. I), posiblemente la más completa obra de la Era Clásica que describe la naturaleza y geografía de Canarias. En ella se relata sobre la naturaleza y bondades de las Islas Afortunadas y se alude a la cantidad de seres marinos que allí se encuentran: “…son infectas a causa de la putrefacción de los animales que el mar arroja constantemente a sus costas” (NH VI, 32).

    También se cuenta con algunas referencias a cetáceos que dejaron plasmadas diferentes autores entre los siglos XIV a XVI. Como recuerda el naturalista francés Berthelot, Bocaccio transcribe una narración que hace el piloto Nicolosso da Recco sobre la expedición portuguesa a Canarias realizada en 1341, en la que se menciona el aceite de pescado que, en opinión del francés, solo puede provenir de las ballenas varadas en las costas. En otra, la crónica Le Canarien relata las expediciones de conquista de Canarias (Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro) para la corona de Castilla por parte de los caballeros franceses La Salle y Bethencourt en 1402. En el manuscrito se describen peces “extraordinarios” más allá de la isla del Hierro:

    “...que se mantienen erguidos cuando oyen llegar los barcos y los esperan hasta que los tienen cerca, y cuando vuelven a caer dan tal golpe que se oye desde muy lejos; su altura sobre el mar puede llegar al tamaño de una lanza; los marineros los llaman sirena y después de haberse dejado ver habitualmente se desata una tempestad de mar…”.

    A medida que se comprenden las posibilidades de explotar los cetáceos como recurso y que la caza de ballenas se generaliza, aumenta el contacto con estos animales y van apareciendo cartas marinas y manuscritos de zoología descriptiva con representaciones de fauna cetácea (Magnus, Münster, Rondeletius, Gessner, Belon, etc.), especialmente a partir del siglo XVI, que difunden el conocimiento sobre estos animales. Los primeros textos de Canarias que describen con detalle los cetáceos datan del s. XVIII. Los apuntes sobre la rica y frecuente presencia de cetáceos fueron elaborados por ilustrados cronistas e historiadores, quienes también recuperaron episodios pasados como referencia para identificar a los animales varados. Por ejemplo, Dámaso de Quesada (1770) refiere la abundancia de ballenas, su lucha contra los Espadartes (orcas) y algunos casos de varamiento de animales:

    “…como se vio en la Plaia de Ynterian en Tenerife, donde en los años 1740 llego a tierra una y faltándole el agua y murió desguesada para hacer aseite y aprovechar sus barbas eran sus costillas as largas de 5 varas de 4 palmos Castellanos y del grueso de un muslo de un hombre pingüe, y de los huesos de la junturas de su Lomo ú Espinaso hicieron varias bancas los Zapateros; y son tan grandes las toninas ô Bufeos que el año 1746 llegaron a la Plaia de la Luz en Canaria 19 que el mayor era de 19 varas; y el menor de 9…”

    Otras descripciones concretas sobre varamientos de cetáceos en esa misma época las debemos a Del Castillo (1737) y al insigne Viera y Clavijo (1773), quienes relatan varios de estos episodios, siendo algunos de ellos casos de “monstruosos” animales, incluyendo la probablemente primera descripción de un cachalote (Physeter macrocephalus) en las islas y varamientos en masa. A partir del s. XVIII, los investigadores y naturalistas extranjeros frecuentan la región a bordo de navíos de expediciones científicas. Con ello, comenzó a adquirir notoriedad la diversidad de fauna marina y de cetáceos de la región. Las referencias a la presencia de cetáceos en Canarias se multiplicaron a medida que lo hizo la actividad de los cronistas y otros profesionales y medios de investigación y comunicación.

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    Varamiento en Fuencaliente, La Palma. Principios de siglo veinte.

    Extraído del diario La Gaceta de Tenerife, edición de 12/06/1934.

    De ser animales monstruosos, los cetáceos pasaron a ser bestias que había que explotar y después “meramente” animales dañinos. Afortunadamente, ha evolucionado la percepción que la sociedad canaria tiene de los cetáceos y la concienciación sobre su necesidad de protección y conservación, también entre las comunidades pesqueras. Noticias como la que se reproduce arriba causarían hoy en día un enorme revuelo. La continuada e intensa labor que desarrollan numerosos grupos de investigación locales e internacionales en aguas canarias provee un gran conocimiento sobre los cetáceos y sobre aspectos particulares de su biología y ecología, incluyendo acústica, comportamiento, genética, etc. Los avances de investigación no dejan duda sobre la riqueza de cetáceos en aguas de Canarias, tanto en cuanto a su diversidad, con nada menos que 30 especies identificadas de las 90 descritas a nivel mundial, como por la amplia distribución y la presencia continuada de estos animales en la región.

    Cetáceos en la toponimia canaria

    A medida que con el tiempo se iban difundiendo entre la población las noticias sobre episodios de varamiento, caza o avistamiento de ballenas, toninas o ruases, muchos de los lugares comenzaron a ser conocidos por un nombre relacionado con estos animales. En la actualidad, sobre un total de algo más de 24.000 nombres de lugares de Canarias, aproximadamente una treintena están directamente relacionado con cetáceos (ballena, calderones, calderetones, ámbar, etc.). En algunos casos, hacen referencia a la presencia de cetáceos o la existencia del ámbar en tiempos pasados. En otros, son simplemente voces que han sido usadas para describir formas y elementos físicos que recuerdan a estos animales (ballena, bufadero). Y en otros, son simplemente derivaciones gramaticales, como el conocido barranco de La Ballena en Gran Canaria. No existían antaño ballenas en este barranco, pero si corría un abundante cauce de agua, de ahí su nombre (“va llena”).

    En el caso de la ballena, existen lugares en Fuerteventura (3), La Palma (3), Gomera (1) y Tenerife (4) denominados según este animal. Algunos son nombres asignados de forma metafórica o porque la formas geológicas recuerdan al cetáceo, como es el del Lomo de las Ballenas, en Los Silos (Tenerife) y la Baja de La Ballena (La Gomera). En su mayoría, se trata probablemente de lugares donde fue encontrado alguno varado. Otros lugares de Canarias incluyen la voz ‘ámbar’ en su denominación. De designar primeramente 'resina fósil producto de animales marinos', de color amarillo más o menos intenso, esta voz ha pasado a significar también el propio 'color amarillo'. Y con estas dos acepciones se registra en la toponimia de Gran Canaria.

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    Parece razonable pensar que, cuando el topónimo es de costa, como Playa del Ámbar (San Nicolás de Tolentino) o Punta del Ámbar (Telde) la referencia apunta al producto animal y, cuando el topónimo es de interior, como Montaña del Ámbar (Jelde) o Morro del Ámbar (Artenara), se refiere al color amarillo de sus suelos.

    Archipiélago de Chinijo. De La Alegranza decía el insigne Telesforo Bravo que se asemejaba a un gran cetáceo navegando hacia occidente.

    Otros lugares recuerdan al mundo de los cetáceos en las islas: lugar de los Calderetones, en La Gomera; Charco de los Gofiaderos y El Bufadero, en el Hierro; Playa de la Ballena en Las Galletas (Tenerife), Playa del Ámbar Gris (Agando) y Lomo del Galeón en Gran Canaria (éste, relacionado con la caza de ballenas en Canarias, como veremos); el Bufadero y playa del Ámbar (o Lambra, por corrupción del nombre, usado por Viera y Clavijo) en el norte de La Graciosa; bufaderos en diferentes localidades de Lanzarote (Bufado de Pasito, La Bufona y Los Hervideros); y Baja, Barranquillo, Fuente, Caleta y Punta de la Ballena, en Fuerteventura, son algunos ejemplos.

    Usos consuntivos de cetáceos en Canarias

    En Canarias, el mar ha sido tradicionalmente considerado como recurso productivo secundario a la explotación de la tierra. Siguiendo esta premisa, es comprensible que la caza de ballenas haya tenido relevancia sólo marginal como actividad económica. Ha sido limitada y esporádica, y solamente se ha llevado a cabo de forma artesanal en el pasado, destacando algún que otro intento, no del todo exitoso, por desarrollar una industria ballenera.

    Si bien investigaciones arqueológicas constatan cierto desarrollo en la cultura pesquera prehistórica, la pesca y el marisqueo ha sido solo un complemento a la agricultura y ganadería. Además, la pesca no parece haberse extendido a especies pelágicas y las actividades en el mar no se desarrollaron por igual en las siete islas. No hay datos fidedignos que apunten al consumo de cetáceos entre los pobladores prehistóricos. Aunque no es totalmente descartable, parece que la caza de cetáceos, como recurso de los pobladores originales de las islas, es un hecho poco probable y lo es menos aún el hecho de que realizaran incursiones en alta mar para cazarlos. Las excavaciones arqueológicas e investigaciones antropológicas no ofrecen aún informaciones concretas y determinantes en este sentido y han de profundizar sobre la temática, pero las pruebas del aprovechamiento de cetáceos en las islas en tiempos prehispánicos son pocas. El ser humano aprovecha lo que la naturaleza le ofrece, por lo que es razonable pensar que los primitivos asentamientos aborígenes aprovecharan los animales varados en la costa como fuente alimento o para otros usos.

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    (i) Ídolo tallado en hueso de ballena, hallada en los yacimientos de Betancuria (Fuerteventura); (c) Ídolo de Zonzamas (Lanzarote); (d) Abrecartas actuales hechos de diente de cachalote, al estilo de cuchillos canarios (Ingenio, Gran Canaria).

    Se ha apuntado a ciertos usos tradicionales de algunas partes de los cetáceos, que en algunos casos se han mantenido hasta tiempos recientes: “aún se pueden encontrar costillas de ballena usadas para los armazones de corrales o como parte de la construcción de la casa; o grandes vértebras de ballena usadas a modo de improvisada banqueta. Todavía algunas personas de edad avanzada en la isla de Fuerteventura, recuerdan que se hacían resistentes suelas –llamadas también “solapas” - para los calzados, dejando secar la gruesa piel de los cachalotes. Pero, sin duda, lo más cotizado era la grasa que convertían en aceite fundiéndola, bien dejándola al sol o mediante agua hirviendo” (Vidal Martín, 2008)

    Si son escasas las referencias sobre los cetáceos en la historia escrita de Canarias, no debe sorprender que también lo sean aquellas relativas al aprovechamiento de las riquezas del mar y, más aún, las del aprovechamiento de toninas, cachalotes y ballenas. Existen documentos antiguos que destacan el potencial que tienen las costas canarias para desarrollar el comercio de pesca, incluidos productos de cetáceos, pero también podemos encontrar en los escritos de antiguos historiadores y naturalistas alusiones a su desaprovechamiento. La posiblemente primera referencia concreta al aprovechamiento de cetáceos en Canarias es la anteriormente mencionada carta de Niccoloso de Recco. Afortunadamente, contamos con textos posteriores que describen, no solo de forma detallada la presencia de ballenas en las islas y cómo se aprovechaba la grasa, ámbar y piel de los animales varados, sino también los intentos, no del todo fructuosos, por desarrollar una industria basada en su caza:

    “...pero en el año 1778 emprendió el celo patriótico de la Real Sociedad Económica de Amigos de Canaria sus más activas diligencias, a fin de promover la pesca de ellas; y con efecto, en mayo del mismo año, se arponaron sobre la costa de Arguineguín, dos grandes ballenas, como un ballenatito, las que por haberse roto las cuerdas en las vueltas y revueltas que dieron, pudieron escaparse mal

    heridas.” (Historia General, Viera y Clavijo).

    Los intentos por desarrollar una industria ballenera en Canarias fueron promovidos en primera instancia principalmente por notables ilustrados grancanarios. Se utilizaron aparejos y medios materiales insuficientes y no del todo adecuados. Posteriormente, el Marqués de Branciforte D. Miguel de la Grúa y Talamanca, Mariscal de Campo y jefe militar entre 1784 y 1789, se apropió de la iniciativa tan pronto arribó a su destino en las islas desde la Corte Real de Madrid. Acometió el asunto pensando a lo grande y abrió la participación a accionistas de todo el archipiélago. Tras el fracaso de nuevas tentativas de caza ballenera en aguas de Arguineguín (Gran Canaria), ordenó expediciones a otras islas (Tenerife, Gomera). Sin embargo, el resultado de todas fue más bien pobre. Ni siquiera la

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    llegada de un bergantín ballenero americano, comprado en Nantucket (EEUU) y bautizado en honor al marqués, consiguió que esta industria despegara. A partir de 1789, comenzó a apagarse la fugaz aventura ballenera en Canarias. El marqués volvió a Madrid y a la postre sería nombrado virrey de Méjico; el bergantín acabó siendo utilizado para transporte de tropas y mercancías, hasta su apresamiento por los franceses en 1814; los empresarios que participaron no obtuvieron la satisfacción y el retorno económico esperado y el asunto pasó lentamente al olvido. Otro empresario local, Vicente Múgica, probaría suerte años más tarde, pero también sin éxito. Pesaron, de nuevo, la precariedad de medios y el escaso conocimiento y la pobre preparación de los hombres de mar contratados para estas lides, en su mayoría locales. Además, aunque provocó luchas de poder entre los políticos y accionistas participantes, parece que la caza de ballenas no despertó gran interés entre la población, que andaba ocupada en asuntos de guerra y buscando superar de otra forma las precarias condiciones de vida de entonces, pero sí que provocó luchas de poder. En el lugar denominado Lomo del Galeón (Gran Canaria), cuyo nombre posiblemente deriva del desarrollo de esta actividad, existen aún restos de lo que parece ser un primitivo lugar de despiece y un horno, usados en las expediciones balleneras del s. XVIII para el tratamiento de la grasa de los animales capturados.

    Yacimientos arqueológicos de El Llanillo o Llano de los Militares, a ambos lados del barranquillo Lomo Arpón/ Lomo Galeón, en la costa de Arguineguín (Gran Canaria). Aquí se establecieron instalaciones para despiece de los animales en el proyecto de caza ballenera en aquellas aguas.

    Existió otra actividad de caza artesanal de nivel local en diferentes puntos de la geografía canaria (Gran Canaria y Lanzarote), que principalmente tenía por objetivo la caza de toninas (delfines mulares o calderones). Ya Viera y Clavijo menciona cómo en 1796 se cazaron en aguas de Lanzarote más de 37 cachalotes (sic), “….de que se aprovecharon del modo que pudieron aquellos vecinos.” Estos episodios de caza en Lanzarote se alargaron hasta comienzo del s. XIX. Las denominadas “apañadas” de toninas eran eventos ocasionales, pero se capturaba un gran número de animales, en ocasiones hasta 60:

    “Dan grandes bramidos cuando están heridos, que parece bueyes, y algunas de sus hembras suelen abortar en la tropelía. No obstante, sus fuerzas son extraordinarias, pues cuando están con las angustias de la muerte ya varadas en la playa, despiden coletazos tan fuertes que al barquero que las da hachazos cada vez que no rehúye el cuerpo le echan a tierra como nada. Después de muertas se repartían con igualdad entre todos los barquillos que habían asistido a la faena, y a S. Ginés, patrono

    de la parroquia…” (Álvarez Rixo, 1972).

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    Otras crónicas narran el uso de la grasa de los animales cazados para hacer velas de cera para la virgen de la Candelaria y también existen testimonios sobre la captura ocasional de delfines para hacer harinas de pescado o para comer su carne en La Gomera, aunque se trata de casos excepcionales. En general, se tiene constancia de episodios de caza de toninas en Canarias hasta la década de 1960. Eran ocasiones que aprovechaban familias locales de pescadores y acudían a la caza, sin distinción, padres y niños. Se llevaba a cabo con equipamiento rudimentario, a base de falúas, arpones y cordeles. En 1957, el precio de la carne de delfín en el mercado local era de 6 Pts./Kg. Sirva como ejemplo: un ejemplar que fue capturado Arrecife en 1957 y que llegó a pesar 284 Kg, alcanzaría un valor de 1.704 Pts. en la época, lo que equivaldría a un valor de mercado actual de al menos 36.325 €. El primitivo uso de la caza de cetáceos contrasta enormemente, también en términos económicos, con la forma actual de aprovechamiento de estos animales. Sirva como ejemplo el valor como recurso turístico de cada individuo de una especie de ballena piloto en el Estrecho de Gibraltar, que ha sido estimado en cerca de 600.000 €.

    En el mapa, avistamientos y animales cazados (cachalote, ballena gris, jorobada, franca y boreal) realizados por embarcaciones balleneras americanas, entre 1780 and 1920, así como principales puertos de actividad (violeta).

    4. OTROS USOS DE LOS CETÁCEOS EN CANARIAS

    La existencia de la rica biodiversidad de cetáceos en aguas de Canarias ha dado paso a una lenta pero constante integración de estos animales en la vida económica y social de la región, popularizándose de forma especialmente notable durante los últimos años. Además de la ciencia y la investigación, otros sectores de actividad como el turismo, la cultura, la educación y la sanidad, así como otras formas de búsqueda de bienestar individual, progreso, mejoras de las condiciones del entorno y clima social favorable, se han beneficiado de la existencia de este recurso natural.

    Siendo Canarias una de las regiones con mayor biodiversidad de cetáceos en el mundo, y dadas las buenas condiciones climatológicas y para la navegación reinantes durante la mayor parte del año en las islas, no sorprende que hayan surgido numerosas organizaciones de investigación científica de estos animales, nacidas de la administración pública, de centros universitarios o de organizaciones privadas.

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    Asimismo debe destacarse otros grupos que, aunque centran su trabajo y objetivos en torno a otros tipos de animales (aves y tortugas marinas) o bien trabajan a favor del conocimiento y la conservación de la naturaleza con un enfoque generalista, no dejan de interesarse y colaborar en la investigación, conservación y protección de los cetáceos en Canarias. Estrechamente ligada a la misión investigadora está la necesidad de dar a conocer las características de los cetáceos y sus valores, así como los esfuerzos que los profesionales desarrollan y los resultados y avances obtenidos. Diversas organizaciones (museos, centros de recuperación de fauna silvestre o asociaciones privadas) llevan a cabo desde hace años esta labor divulgativa y educativa y han realizado un intenso trabajo por toda la geografía regional. Aquí no debe dejar de mencionarse el importante rol que desempeñan los museos que incluyen la temática de cetáceos entre sus contenidos y actividades, tales como el Museo de Cetáceos de Canarias en Lanzarote o el Museo de la Naturaleza y el Hombre en Tenerife. Lamentablemente, permanece aún sin respuesta eficaz el claro déficit de centros de interpretación dedicados al mundo de los cetáceos de Canarias, especialmente en núcleos donde se desarrolla la importante actividad turística en torno a ellos.

    Y es que, ya desde hace décadas, el archipiélago es uno de los destinos de turismo de observación de cetáceos (TOC) punteros a nivel mundial, solamente tras EEUU y Canadá. En este sentido, Canarias sería comparable a otros lugares turísticos que han afianzado su imagen como destino paradisíaco y exótico, como Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica o Hawái. Esta consideración resulta no sólo de la creciente demanda de experiencias de naturaleza con cetáceos (la actividad en Canarias cubre un 5% de la demanda mundial de WW), sino también de la gran diversidad de especies de cetáceos presentes en la zona macaronésica, especialmente en Canarias (la mayor en Europa) y el reconocimiento a nivel mundial de las islas como destino turístico. Hoy en día, el TOC es un sector consolidado, estable y maduro, que se caracteriza por la amplia distribución y diversidad de la oferta, de gran calidad en algunos casos, y por un elevado nivel de competencia empresarial. Después de un periodo en el que se introdujeron numerosas embarcaciones de más de 80 pasajeros, durante la fase de explosión que comenzó a mediados de los 90, se ha hecho evidente una tendencia de vuelta al uso de embarcaciones de menor tamaño. A fecha de octubre 2014 operan de forma autorizada un total de 47 embarcaciones. No obstante, es probable que también otras empresas y embarcaciones ofrezcan tours de cetáceos, bien de forma dedicada o como complemento a su propia oferta turística. Datos para el año 2011 estimaban para el sector un porcentaje de ocupación media del 50% de la capacidad total de pasaje en el sector, un volumen aproximado de visitantes de 625.000 personas y un volumen de ingresos brutos por venta de ticket que se estima en torno a los 20 millones de Euros. Otra modalidad de turismo con cetáceos es el desarrollado en acuarios y parques de las islas. Es cada vez más frecuente encontrar empresas de turismo con cetáceos, en cualquiera de sus variantes, que incluyen en su estrategia de negocio el desarrollo de proyectos educativos y divulgativos propios o la colaboración en proyectos externos en torno a los cetáceos.

    La terapia asistida por delfines ha sido reconocida como efectiva en el tratamiento de disfunciones de tipo neurológico, pero no se limita a éstas y se extienden a otras de tipo psicológico y fisiológico, incluso entre adolescentes y adultos. Al reconocido efecto terapéutico de la interacción con los delfines se deben añadir los efectos beneficiosos que aporta el agua, dado que el contacto con el animal se realiza en este medio.

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    El parque de ocio acuático Aqualand (Tenerife) ofrece con éxito este tipo de terapias en colaboración con asociaciones sin ánimo de lucro. Activo desde los años 90, es el único centro que se dedica a la delfín-terapia en España y uno de los pocos activos a nivel mundial. Las terapias están dirigidas a personas con trastornos generalizados del desarrollo, parálisis cerebral, y afecciones de tipo genético, como el síndrome de Down, Cromosoma X frágil y Prader-Willi. Siguiendo la estela de los pioneros centros de terapias que surgieron durante los años 70 en Florida, las sesiones se llevan a cabo con cetáceos de la especie delfín mular (Tursiops truncatus). Otra variante de terapias con delfines que se ha ofrecido en Tenerife se realiza en mar abierto. Los alemanes Roma Spring y Volker Todt desarrollan desde hace años en Los Gigantes (Tenerife) un trabajo de investigación en el área de eco-psicología que incluye estudios de campo con aplicación de terapias asistidas por delfines en su hábitat natural.

    “Aún cuando los delfines no necesitan ayuda alguna de los humanos, estos animales son amigos de

    todas las personas y han ayudado a muchas." (Plutarco, 46-120 d.C.)

    Ya sea para evocar episodios de la historia regional o como recurso de puesta en valor y promoción turística, argumento para mantener este patrimonio natural vivo en la conciencia de la sociedad canaria o mero elemento decorativo o reclamo comercial, los cetáceos también se han ido integrando en la sociedad moderna como elementos de urbanismo y paisajismo e inspiración para las artes. Algunos ejemplos los encontramos en la escultura de cola de cetáceo en Arguineguín, en cuyas costas nació el histórico intento por desarrollar una industria ballenera en Canarias, la del delfín en la playa de Las Canteras, erigida en homenaje al oceanógrafo Jacques Cousteau o la erigida en un centro comercial en Gran Canaria; la escultura de la Plaza Candelaria en Santa Cruz de Tenerife, que contenía en su base cuatro delfines (ya desaparecidos), representando las cuatro estaciones de año; los esqueletos de Los Silos (Tenerife), la Senda de las Ballenas (Fuerteventura) y la antigua sede del Museo de Cetáceos de Puerto Calero (Lanzarote). También los murales, que constituyen un elemento cada vez más recurrente en el moderno arte urbano. Los murales de cetáceos en el muelle de Los Cristianos (Tenerife) y el del Convento de San Francisco (La Palma), son dos ejemplos representativos de recursos cetáceos como inspiración artística de paisajismo urbano. Los cetáceos han pasado a embellecer el paisaje a través de otro tipo de elementos, con una carga educativa más clara y directa: son los paneles informativos de diseño inspirado en cetáceos, que han sido colocados en espacios portuarios (Puerto Colón en Tenerife, Puerto Rico en Gran Canaria, Tazacorte en La Palma, La Restinga, en el Hierro, etc.) o lugares de especial atracción turística (por ejemplo, el mirador de Los Gigantes en Tenerife).

    Mural de cachalote en el Museo Insular de La Palma Réplica de Moby Dick en Gran Canaria (1954)

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    El protagonismo de los cetáceos en el campo de medios de comunicación audiovisual y el arte en Canarias es triple. De un lado, la acción informativa sobre episodios puntuales y sucesos que afectan a estos animales. Tales fueron los casos de varamientos masivos de zifios durante las maniobras militares en 2004 o los varamientos de animales de características o proporciones poco frecuentes, que esporádicamente son objeto de noticia en los medios informativos de televisión y prensa escrita. De otro lado, empresas industriales y comerciales se decantan ocasionalmente por incluir a los cetáceos como acción o imagen estratégica o reclamo publicitario. Aquí se incluye la puesta en valor de los cetáceos como argumento de promoción turística regional, ya indisociable de la imagen del destino. Por último, y cada vez más estrechamente ligado a la anterior, profesionales del arte, organizaciones de investigación y empresas especializadas han realizado, entre otros, trabajos de escultura y fotografía en diferentes soportes, producciones cinematográficas y trabajos impresos en los que prima el contenido visual, bien como elemento promocional y/o divulgativo o como mero trabajo artístico, inspirados en los cetáceos. Las imágenes de cetáceos son especialmente bellas y atractivas y un elemento fundamental para que el valor de estos recursos naturales sea entendido por la sociedad como un valor patrimonial propio que es necesario aprovechar de forma sostenible y un legado para generaciones futuras que se debe conservar.

    (i) Expo Orca (2008) de la Fundación Loro Parque (Tenerife): (d) Escultura “Espina marina”, obra del escultor Julio Nieto, expuesta como parte del Tenerife Design Festival 2010.

    No debe dejar de mencionarse en este apartado la cinematografía, ya por sí un poderoso medio divulgativo y educativo. El rodaje del largometraje Moby Dick, película basada en la famosa novela de Herman Melville y realizado parcialmente en la bahía de Las Palmas de Gran Canaria en 1954-55, supuso la primera valoración que se hace del paisaje y patrimonio natural marino en Canarias para la industria cinematográfica. La figura de cachalote usada durante el rodaje fue construida en los astilleros del muelle local. Como menciona la periodista grancanaria Valcárcel, “…la película Moby Dick ha quedado para siempre en la historia de nuestras islas y en el panorama cinematográfico…”. No sería hasta algunas décadas más tarde que Cousteau re-descubriera para la opinión pública el mundo de los cetáceos en Canarias, cuando dedicó parte de su serie “El Mundo oculto de la Ballenas” a la población residente de calderón tropical (Globicephala macrorhynchus) en aguas del SO de Tenerife. El francés lograría por primera vez poner a los cetáceos de Canarias en el mundo, con un enfoque educativo y de forma contundente, dado el notorio reconocimiento que obtuvieron sus series documentales. Otras producciones cinematográficas extranjeras más recientes se han interesado por zonas con especial riqueza de cetáceos (SO de Tenerife, aguas de La Gomera) como mero marco paisajístico para las filmaciones. Profesionales locales, sin embargo, han creado verdaderas obras de arte que combinan belleza, entretenimiento y educación medioambiental. Es el caso concreto de los trabajos desarrollados por Rafael Herrero y Aquawork.

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    En definitiva, la variedad de usos y formas de aprovechamiento de los cetáceos que durante las últimas décadas se viene extendiendo en Canarias implica que estos animales desempeñan un papel cada vez más importante y reconocido en el desarrollo socioeconómico y cultural de la región, como:

    � Recurso para el desarrollo de actividad económica innovadora y de calidad y de responsabilidad social corporativa o empresarial

    � Recurso para el desarrollo de la actividad investigadora � Recurso de promoción turística � Recurso de inspiración artística y cultural � Recurso de embellecimiento paisajístico y urbanístico del espacio público. � Recurso para la conservación del medio ambiente y para reaccionar y maniobrar

    frente a actividades que suponen un riesgo medioambiental (contaminación marina y litoral, tráfico marítimo (colisión y contaminación por ruidos), sobrepesca y pesca ilegal, maniobras militares, prospecciones petrolíferas)

    � Recurso para la mejora de la gestión pública del modelo de aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y el territorio

    � Recurso educativo, para la sensibilización frente a retos medioambientales y la dinamización y el empoderamiento de sociedad civil.

    De lo expuesto se deduce la idoneidad de las islas como plataforma para la observación y la investigación de los cetáceos, para el desarrollo de actividades económicas y sociales en torno a estos animales y para una puesta en valor común en toda la región macaronésica. Ello es posible simplemente por la presencia de cetáceos que han encontrado en aguas canarias un hábitat adecuado, siendo además base insustituible de una experiencia “cinco estrellas”, ya inseparable de la imagen del primer motor económico de la región, la industria de turismo.

    5. CETÁCEOS DE LEYENDA: MITOS, CONSTELACIONES Y OTRAS CURIOSIDADES

    Monstruos y seres misteriosos, personajes y entidades fantásticas del mundo oceánico han entrado a formar parte de culturas de todo el planeta. En algunos casos, se les ha atribuido poderes sobrenaturales, dimensiones imposibles y formas fantásticas, que refuerzan el halo de misterio y terror que les ha acompañado.12 Inspirados en la naturaleza o no, tritones, sirenas, hipocampos, dragones y otros monstruos y seres marinos improbables han quedado plasmados en la literatura y el arte de diferentes épocas y regiones del mundo: los dioses, monstruos y personajes marinos de la mitología y literatura de la antigua Grecia y Roma; el Leviatán – una especie de dragón marino que actualmente se asocia al cachalote – recogido en libros de fe religiosa como el Talmud o la Biblia; las extrañas criaturas descritas en antiguos libros historia natural y bestiarios; o el mito de la isla ballena (Aspidochelone), son algunos ejemplos. Otros más recientes los encontramos en el poema “Fastitocalon” de J.R.R. Tolkien o en “los Mitos de Cthulhu”, la afamada obra de cosmo-ficción de H.P Lovecraft. Algunos de estos seres se pueden relacionar, con mayor o menor certeza, con especies de fauna marina conocidas, como pinnípedos, sirénidos, tortugas, grandes peces y también con cetáceos.

    12 Plinio ya menciona ballenas de hasta 100 metros de largo y diversas formas de peces-perro, peces caballo, etc.

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    (i) Representación de una impresión en barro, hallada en el palacio de Cnossos (Creta) y datado 1.600 a.C., que muestra un monstruo marino con cabeza de perro, identificado como un “proto-scylla”. La imagen de monstruos marinos atacando a los humanos en el mar es tan antigua como su capacidad de navegación; (d) Detalle de la Carta marina de Olaus Magnus (1537). Otros como Gessner, Orthelius y Munster elaboraron en años posteriores mapas en los que recreaban a monstruosos seres de mares y océanos.

    Los cetáceos, como animales plenamente reconocibles, también han tenido su lugar en el imaginario de creencias religiosas, manifestaciones de arte y mitología popular. En diversas culturas y épocas han sido confundidos con seres sobrenaturales y honrados como dioses y criaturas sagradas: durante la época pre-helénica se creía que el delfín era encarnación del dios Apolo y es un protagonista recurrente en obras literarias de la épica y la mitología griega (relatos de Arión, Dionisos y los piratas del Tirreno, Jacinto y el delfín Simo); las ballenas también son consideradas dioses para los Missili angoleños. Otros ejemplos de deidades y leyendas asociadas a ballenas, orcas y delfines los podemos encontrar en la cultura Inuit (Groenlandia) y Tlingit (Canadá) y en otras comunidades de Japón, Rusia, China, Islandia o Chile.

    Existen muchos otros ejemplos de mitos y leyendas “cetáceas”. En el imaginario han existido ballenas que se trasladan mágicamente adoptando forma de canoa, cetáceos benevolentes que salvan al hombre de morir ahogado u otros malignos que asesinan al marinero que las nombra o delfines que se transforman en hombres para seducir a las muchachas (por ejemplo, el boto brasileño) y orcas que salvan a pueblos enteros. Ello ha dado pie a numerosas y diversas tradiciones históricas y ritos ancestrales que celebran la existencia de estos animales. Algunos de éstos perviven aún en la actualidad, como el culto en cementerios de ballenas japoneses o el festival de vejigas de ballenas de los inuit. Durante esta celebración, es tradición devolver al mar partes de las ballenas y otros animales cazados, como acto de agradecimiento a la deidad y para restablecer el orden. En otras comunidades en Vietnam, Indonesia, Ghana se considera a la ballena como un símbolo de protección, un animal que trae suerte y prosperidad. Se celebran rituales funerarios para las ballenas muertas, duelo incluido, como si de un familiar se tratara. También han subsistido otros rituales, de marcado corte antropocéntrico y no tan ventajosos para los cetáceos, como la anacrónica matanza de calderones que tiene lugar en las islas Faroe o la de delfines en Taiji, Japón.

    Afortunadamente, más avanzados usos sociales y manifestaciones culturales inspirados por estos animales siguen proliferando en la moderna sociedad global. Tales son las celebraciones de bienvenida a la llegada de ballenas migratorias de ballenas que se celebran anualmente en EE.UU y Argentina y la, cada vez más, extensa producción de todo tipo de expresiones artísticas y de opinión que se desarrolla sobre la figura de los cetáceos.

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    Las más variadas tradiciones, aún cuando algunas de las cualidades atribuidas a estos animales se apoyan en evidencia científicamente comprobable, como el caso de la extraordinaria inteligencia de los delfines, se han recubierto de un manto de leyenda que ha perdurado hasta tiempos recientes. Baste recordar la serie “Flipper”, de la que era protagonista un inteligentísimo delfín que no paraba de ayudar a personas desvalidas. Hoy día, en algunas comunidades se sigue considerando a ballenas y delfines como mensajeros de mundos distantes de otras galaxias, cuya misión en la Tierra es prevenir y evitar la autodestrucción de los humanos y su planeta.

    La leyenda de Dionisos y los piratas del Tirreno

    Se encontraba el dios Dionisos, hijo de Zeus, buscando transporte en la orilla del mar cuando avisto un navío que se acercaba y al que hizo señas. Tan pronto subió a bordo, los marineros le hicieron preso. Pensaban que se trataba de un poderoso príncipe y querían obtener un buen rescate por él. Intentaron atarlo con fuertes mimbres, pero estos se soltaban y caían lejos de sus pies y manos. Asustados, los piratas decidieron reanudar la navegación y poner rumbo a puerto, pero de repente comenzaron a suceder hechos prodigiosos. Una dulce fragancia invadió el barco y un río de dulce vino inundó la cubierta. Una vid con racimos de uvas comenzó a extenderse sobre el velamen y una oscura hiedra comenzó a trepar alrededor del mástil, apareciendo flores y germinando bayas. El dios se transformó en un temible león y los piratas, aterrados, se tiraron al mar para huir, transformándose en delfines. (Himno VII a Dionisos. Homero, s. VII-IV a.C.)

    La isla ballena

    Navegando entre la ficción y la realidad, el relato del viaje de San Brendán en el siglo VI ha dado lugar a uno de los más afamados mitos en la cultura popular canaria: la isla de San Borondón. Es de sobra conocida la existencia de una isla fantástica o fantasma que aparece y desaparece en el horizonte de aguas del archipiélago. Las explicaciones que se han dado al fenómeno son múltiples y diversas. Sin embargo, el origen y evolución de la leyenda y la relación que guarda con los cetáceos se han popularizado en menor medida.

    A mediados del siglo VI, el abad irlandés Brendán del monasterio de Clonfert emprendió viaje en busca de la tierra prometida. Narra el texto latino Navigatio Sancti Brendani Abatis (s. X) que, habiendo arribado los expedicionarios a una isla, deciden pernoctar en ella. Se disponen a calentar alimento en una marmita, cuando la isla comienza a moverse. Despavoridos, huyen retomando la navegación, alejándose de la isla mientras ésta se desplaza por el océano. Brendán se aventura a afirmar que la misteriosa isla es en realidad un enorme pez, de nombre “Iasconius” o “isla ballena”.

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    Honorius Philopponus (1621). Misa de Resurrección sobre la ballena en aguas de islas Canarias. Original de Novi Orbis Indiae Occidentalis.

    Con el tiempo, el texto original sobre el periplo de S. Brendán y las interpretaciones que de él se han hecho han dado lugar a diversidad de especulaciones. Algunos han situado la “isla perdida” en lugares tan dispares como en cercanías de Terranova, Irlanda, Islandia o Madeira. Incluso se han definido coordenadas concretas de localización y se ha llegado realizar detallada descripción de la isla y a plasmarla en diversos mapas geográficos y cartas de navegación. Durante siglos se han realizado muchas expediciones para dar con la misteriosa isla fantasma, algunas ya en el s. XVIII, todas ellas infructuosas. Aún así, el mito ha calado profundamente en la sociedad canaria, que ha hecho suya la leyenda de la isla de San Borondón. Hoy día, se la conoce popularmente como “la octava isla”, que aparece y se desvanece entre las islas de la Gomera, El Hierro y La Palma. Algunos han creído verla en inmediaciones de Gran Canaria e incluso dicen haber fotografiado a la supuesta isla.

    “Plan de las Afortunadas Islas del Reyno de Canarias” (1765)

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    Interesados e investigadores han propuesto varias teorías, con las que han intentado dar explicación científica a la leyenda, afirmando que se trata de una imagen reflejada del volcán Teide de Tenerife o de la isla de la Palma. De acuerdo a ellas, la imagen sería producida por un fenómeno de espejismo debido a la refracción de la luz que provocan las condiciones meteorológicas, quedando reflejada sobre el mar. Las formaciones geológicas avistadas se corresponderían en realidad con el perfil de la isla La Palma. Sin embargo, el mito de San Borondón sigue siendo en la actualidad objeto de interés.

    Cetáceos en la bóveda celeste

    Ballenas y delfines también han formado parte de narraciones sobre sagas mitológicas y dioses que controlan el destino de los humanos. Incluso han protagonizado historias que intentan explicar el origen del mundo, como creadores o portadores del universo. Estas ideas y creencias han pasado a formar parte del folclore de diferentes pueblos y sociedades y han quedado plasmadas en la literatura y la imaginería. Algunos de estos mitos también han quedado reflejados incluso en una realidad física universal: las constelaciones y astros en el cielo nocturno. La nomenclatura de algunas de estas formas y cuerpos estelares se remonta a la Grecia clásica y su trasfondo lo encontramos en la mitología de esta refinada cultura. Es el caso de las constelaciones Cetus (la ballena), Delphinus (el delfín) o Monoceros (el narval). En la bóveda celeste también han encontrado su lugar otros héroes y seres mitológicos, como Hidra, Perseo, Andrómeda, Pegaso o el propio Hércules. Cuenta el mito que Poseidón, el dios del mar, mandó a varios mensajeros para que trajeran ante él a Anfitrite, una hermosa ninfa a la que amaba y con la que quería desposarse. De todos, solamente el delfín fue capaz de persuadir a la bella, quien había decidido reservar su amor para otro (en otra versión menos romántica, son los delfines quienes descubren a Poseidón el escondite de la ninfa, delatándola). En agradecimiento por el trabajo, el dios decidió que el delfín debía tener lugar eterno en la bóveda celeste. Cetus es el monstruo que Poseidón mandó para ejecutar el sacrificio de Andrómeda, hija de los reyes etíopes Cefeo y Casiopea, como castigo por la vanidad y arrogancia de ésta. Perseo llega a tiempo con la cabeza de Medusa para derrotar al monstruo, gracias a las sandalias aladas de Hermes (montando a Pegaso, según versión posteriormente modificada del mito), salvando así a la princesa. Después de desposarse ambos, dieron luz a seis hijos, los Perseidas. Atenea situó la constelación de Andrómeda en el cielo nocturno, después de morir ésta, junto a la de sus padres y Perseo. La constelación de Cetus se sitúa cercana a la del río Eridanus, acompañada de la de Piscis. Cetus no deja de acechar en el cielo a Andrómeda, como hizo un día en la Tierra. En otra versión del mito, Hércules salva a la ciudad de Troya de ser destruida por Ketos.

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    Constelaciones de Cetus (i.) y Delphinus (d.) (Pardies, 1693)

    Mar de fuego

    Por desconocido, la ballena ha sido un animal usado como explicación para fenómenos inexplicables y misteriosos. Uno de estos fenómenos acaeció en las costas del norte de Tenerife en 1761, cuando el mar pareció tornarse fuego. Algunos explicaban el fenómeno aludiendo a que se trataba de una ballena muerta, cuyo aceite podrido se habría extendido sobre la superficie del mar, dándole con ello un extraño aspecto fueguino.

    La explicación de este fenómeno es bien distinta: “con toda probabilidad, se trata de un fenómeno luminoso producido por dinoflagelados del género Noctiluca. La fecha coincide con la época de máxima productividad planctónica que es cuando ocurren estas altas concentraciones de dichos planctobios. Normalmente se producen destellos de noche cuando navegamos, pero el fenómeno intenso se produce cuando hay altas concentraciones”. (Alberto Brito, en ciencia.diariodeavisos.com). Estos llamados “barrancos de

    fuego” se han vuelto a dar con posterioridad, como el caso de La Gomera en 1974.

    Pesca colaborativa entre cetáceos y humanos

    Debido a las necesidades para subsistir, la caza de cetáceos por el hombre fue algo común en el pasado, pero también han existido a lo largo de la historia usos de caza colaborativa, ya descritos por Plinio en su Historia Natural (en la laguna de Mejean en la costa mediterránea francesa o en la bahía de Iassus de la actual Turquía). Es el caso de los pescadores artesanales la costa amalfitana (descrito en 1950), la tribu Imrawen de Mauritania o, más recientemente, los de Laguna (Brasil). Algunos delfines, de forma instintiva, han aprendido a ayudar a los humanos a conseguir su botín, en una labor coordinada en la que todos ganan. Como si fueran perros de pastoreo, los delfines guían a los bancos de peces hacia las redes y reciben con ello su recompensa, apresando a los peces que logran escapar de éstas.

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    Colaboracion entre delfines y pescadores

    El “canario” de los mares

    Si se ha hecho referencia a cómo se han adoptado los nombres de diferentes especies de cetáceos en Canarias, también merece mención cómo los canarios han logrado que su nombre tenga un pequeño lugar en el mundo de los cetáceos, recordando que la ballena blanca o beluga (Delphinapterus leucas) es conocida como el “canario de mar” por su intensa y especial forma de comunicación: son los odontocetos más “habladores”.

    Moby Dick

    Herman Melville pudo inspirarse en la realidad para dar vida al cachalote blanco que obsesionaba al Capitán Ahab en su célebre novela. A comienzos del s. XIX, se localizó un enorme cetáceo “blanco como la lana” en aguas de la isla chilena Mocha y bautizada como “Mocha Dick”. Sólo tras tres décadas de numerosos intentos por darle caza, se consiguió poner fin a su vida. No ha sido el único espécimen albino encontrado a lo largo de la historia. En las imágenes, un cachalote fotografiado en aguas de Azores y colosal representación de Mocha Dick de 16m de largo, realizada por Tristin Lowe, expuesta en el Museo de Arte de Virginia (EEUU).

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    Tenerife, los cetáceos y la colonización de Australia

    La denominada “primera flota” fue un grupo de 11 barcos que zarparon de Inglaterra el 13 de mayo de 1787 para fundar una colonia penal en Australia, que se convertiría en el primer asentamiento europeo Australia. La flota se componía de dos navíos de la armada real británica, tres barcos con cargamento, y seis barcos con que transportaban a los convictos. En total, unas 1000 personas integraban la expedición. El 3 de junio, la flota arribó a Tenerife de camino a Río de Janeiro. Fondeó en la bahía de Santa Cruz para hacer acopio de carne y vegetales frescos y agua.

    El correo australiano conmemoró en 1987 el 200 aniversario de esta primera flota con la emisión de tres sellos. El primero detalla el viaje de la flota y su llegada a la isla e incluye imágenes de delfines y albatros. En el segundo, los tripulantes llevan a bordo barriles con víveres y agua a los barcos, con el perfil montañoso de la isla y el Teide al fondo. En el tercero, la flota retoma la navegación y la vida normal retorna a las islas. Durante su estadía en la isla, el capitán Philip y sus oficiales fueron recibidos por el marqués de Branciforte, comandante general de las islas. Mientras, uno de los convictos intentaba escapar…

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    Bibliografía y referencias de documentación Academia Canaria de La Lengua 2010. Diccionario básico de canarismos. ACL. Afonso Pérez, L. 1997. Góngaro Origen y rasgos de la toponimia canaria. Cartográfica Canaria S.A., Tenerife. Aguilar, A. 2013. Chimán. La pesca ballenera moderna en la península Ibérica. Ed. Universidad de Barcelona. Alvar, M. 1974. Studia Hispanica in honorem R. Lapesa, II. Gredos, Madrid. Álvarez Rixo, J.A. 1972. Historia del puerto de Arrecife. Aula de Cultura Cabildo de Tenerife. Aristoteles_Obra_biologica.http://www.fyl.uva.es/~wfilosof/webMarcos/textos/Textos_2013/Aristoteles_Obra_biologica.pdf Bernal Casasola, D.; Monclova Bohórquez, A. 2012. Ballenas, orcas, delfines una pesca olvidada entre época fenicio-púnica y la antigüedad tardía. Sal, Pesca y Salazones Fenicios en Occidente. XXVI Jornadas De Arqueología Fenicio-Púnica (Ibiza, 2011). Consultado en: http://www.academia.edu/2197269/Ballenas_orcas_delfines._Una_pesca_olvidada_entre_epoca_fenicio-punica_y_la_Antiguedad_Tardia# Berthelot, S. y Barker-Webb. 1836. Historia natural de las islas Canarias. Tomo 2. 2ª parte. París: Béthune (Ed.). Descargado de: https://archive.org/details/HistoirenaturelIIWebb Berthelot, S. y Barker-Webb. 1842. Etnografía y anales de la conquista de las Islas Canarias. J.A. Malibran (trad.) y J. Doreste Abreu (rev.). Gran Canaria: Ediciones El Museo Canario (1977) Blázquez Martínez, J.M. 1977. Las Islas Canarias en la Antigüedad. Anuario de Estudios Atlánticos 23, 1977, 35-50. Cano, T. 1611. Arte para fabricar, aparejar y fortificar naos de guerra y merchante. (fol.44v) Consultado en: http://documentomovil.usal.es/visor.php?v=dicter&f=nautica_CanoThome#1 Carrillo, M. 2003. Cetáceos en Canarias I, en V Curso de Formación para Guías de Observación de Cetáceos. Viceconsejería de Medioambiente y Ordenación Territorial, Gobierno de Canarias. Corrales, C. y Corbella, D. 2009. Diccionario ejemplificado de canarismos. Tenerife, Instituto de Estudios Canarios (Ed.). Corrales, C. y Corbella, D. 2010. Tesoro léxico canario americano. Cabildo de Gran Canaria y Casa de Colón (Eds.) Cortés y Góngora, L. 1951. San Isidoro de Sevilla Etimologías. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid.

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