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Ensayo sobre eutanasia y síntesis de lecturas acerca de bioética.
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UNIVERSIDAD DEL ISTMO
Facultad de Educación
MAESTRÍA EN EDUCACIÓN DE VALORES
ASESORÍA ACADÉMICA PERSONAL
ASESORA:
Licda. Mirna de González
ÁREA: Cuestiones Fundamentales
TEMA: Cuestiones morales actuales I
ALUMNA:
Ing. Ingrid Karina Zapata de
Ajpop
CARNET: 53 - 05
TRIMESTRE: II
PLAN: Sábado
Guatemala, 10 de septiembre de 2005.
INTRODUCCIÓN
Podemos decir que el término “Bioética” es relativamente reciente,
aunque el contenido que engloba se remonta a tiempos anteriores. A
mediados del siglo pasado, se abrió el campo a la manipulación del
genoma humano, la liberación sexual se vio apoyada por la píldora
anticonceptiva, apareció la diálisis renal, el desarrollo de las Unidades de
Cuidados Intensivos y, en general, se comenzaron a sentir en el
ambiente los efectos del avance tecnológico, generando un clima de
inquietud, una sensación de que algo se escapaba del control humano,
por lo que se fue creando la necesidad de estudiar, analizar y enfrentar
estos problemas desde una perspectiva ética.
La Bioética pretende establecer un puente entre el conocimiento
biológico (bio) y los valores humanos (ética), de manera que esta
disciplina nos abre un interesante campo en donde, sin negar la
importancia de los hechos de la ciencia, se busca el rescate y la
preservación de los valores morales.
En este trabajo se presenta un ensayo sobre el tema de la “Eutanasia”,
el cual ha sido especialmente controversial en la actualidad, y al
finalizar, se expone una síntesis sobre diversas lecturas sugeridas
referentes a la Bioética.
DESARROLLO
EUTANASIA: ¿Justificación para matar?
La eutanasia es un tema que ha desatado grandes polémicas en la
actualidad. Quienes están a favor de la eutanasia, argumentan que son
los únicos “dueños” de su vida y que tienen el pleno derecho a decidir
cuándo y cómo morir. ¿será que debemos aceptar la eutanasia como un
buen camino para “morir bien y con dignidad”?
Primeramente, conviene definir el término “Eutanasia”. Llamaremos
eutanasia a la actuación cuyo objeto es causar la muerte a un ser
humano para evitarle sufrimientos, bien a petición de éste, o bien por
considerar que su vida carece de la calidad mínima para que merezca el
calificativo de digna. Considerando esta definición, la eutanasia siempre
resulta ser una forma de homicidio, pues implica que un ser humano da
muerte a otro, ya sea mediante un acto positivo, o mediante la omisión
de la atención y los cuidados debidos.
La eutanasia, puede ser entonces una acción o una omisión que, por su
naturaleza e intención, causa la muerte de un ser humano con el fin de
eliminar cualquier dolor.
En este punto, cabe aclarar, que no son eutanasia en sentido verdadero
y propio, aquellas acciones u omisiones que no causan la muerte por su
propia naturaleza e intención. Por ejemplo, cuando se administran
calmantes adecuadamente o cuando se renuncia a las terapias
desproporcionadas, por medio de las cuales se retrasa de manera
forzosa la muerte. Se afirma entonces, que la muerte no ha de ser
provocada, pero tampoco retrasada de forma absurda.
En nuestra sociedad actual se experimenta un creciente individualismo,
el cual es uno de los causantes de que la eutanasia sea aceptada. La
humanidad está teniendo una mala comprensión de la libertad,
percibiéndola como la capacidad de decidir sobre cualquier cosa, con tal
de que el individuo la juzgue necesaria o conveniente.
Afirmaciones como: “Mi vida es mía”, “Nadie puede decirme lo que debo
hacer con mi vida", "Tengo derecho a vivir, pero no me pueden obligar a
vivir", son las que con frecuencia se utilizan para justificar "el derecho a
la muerte digna", o mejor dicho: el "derecho a matarse". Ese modo de
hablar expresa un egocentrismo mortal (literalmente), que pone en
peligro la convivencia justa entre los hombres. Los individuos se
instituyen como falsos "dioses", dispuestos a decidir sobre su vida y
sobre la de los demás.
Quienes conservan esa actitud hedonista, conciben el sentido de la vida
como una mera ocasión para "disfrutar", y esta forma de pensar nos
lleva a no aguantar nada en absoluto y a rebelarnos contra el menor
contratiempo. Según esta percepción, una vida "de calidad" consiste en
una vida sin sufrimiento alguno, justificando así la eutanasia al decidir
cuándo ya no vale la pena seguir viviendo.
Es verdad que la vida es mía en el sentido de que soy responsable de lo
que hago con ella, pero tampoco podemos concebir la vida como un
objeto de "uso y abuso" por parte de su "propietario". La vida no está a
disposición nuestra como si fuera una finca o una cuenta bancaria, no es
una propiedad exclusiva de nadie, pues se trata de un don de Dios.
Los cristianos nos sentimos especialmente llamados a reconocer y vivir
la vida como bien propio y bien del prójimo porque hemos
experimentado de un modo nuevo que nuestra vida y la de los demás
es, antes que nada, un don maravilloso de Dios. Esto nos previene
eficazmente de los engaños del individualismo: pues sabemos que es
falso afirmar que “mi vida es mía”, porque ante todo, es de Dios.
La vida es un bien intocable, no la podemos negociar con nadie, ni
siquiera con nosotros mismos. Se trata de un bien que se identifica
plenamente con misterio de la existencia y de la dignidad humana. Si la
libertad, el honor, la educación, etc. son bienes irrenunciables, con
mucha más razón lo es la vida. Pensemos que si nadie puede privarse de
su libertad, enajenándola por medio de un contrato de esclavitud, con
más razón podemos afirmar que nadie puede privarse de la vida, que
está menos a nuestra disposición que la libertad. La misma ley natural
nos impulsa a escoger siempre vivir, es como una voz interior que nos
grita: “¡No me mates!, ¡déjame vivir!”, y resulta preocupante cuando
algunos ya no quieren escuchar este mensaje.
Se trata de un grave mal moral, pues la eutanasia es contraria al
significado de la vida humana. Aunque las leyes de un país no la
penalicen, el hecho de quitar la vida a alguien, aunque sea a petición
suya, resulta siempre humanamente inaceptable. O acaso, ¿resulta
lógico acabar con el dolor eliminando al doliente? ¿La misión de la
medicina no era curar al enfermo?
Consideremos una persona con una visión deformada de la realidad, a
causa de un trastorno psiquiátrico, ¿será que está en condiciones de
tomar una decisión que no tenga vuelta atrás? ¿Cómo se puede
consentir como fruto de la libertad un acto que imposibilita el ejercicio
de la libertad misma? Definitivamente, hacerlo o facilitar que se haga,
resulta inmoral. Si alguien, en su plena libertad, quisiera venderse como
esclavo renunciando para siempre a poder tomar cualquier decisión, sin
duda lo tacharíamos de loco y tendríamos la obligación de no aceptar su
oferta, e incluso procuraríamos hacerle entrar en razón. El mismo caso
sucede cuando alguien intenta suicidarse, procuramos convencerlo de
no llevar a cabo su intención.
Por otro lado, la aceptación social y legal de la eutanasia generaría una
gran presión moral sobre los ancianos, los discapacitados o
incapacitados y sobre todos aquellos que pudieran sentirse como una
carga para sus familiares o para la sociedad. Indirectamente les
estaríamos obligando a pedir ser eliminadas. Estaríamos introduciendo
en las relaciones humanas un injusto desprecio por las personas más
necesitadas de cuidado. Nadie debe ser inducido a pensar, bajo ningún
pretexto, que es menos digno y valioso que los demás. La atención
esmerada hacia los más débiles es lo que, precisamente, dignifica a los
más fuertes y da muestra del verdadero progreso moral y social.
Fácilmente percibimos el retroceso que la legitimación de la eutanasia
representa para la sociedad.
Algunos afirman que sólo la eutanasia voluntaria es la que debería
aceptarse, es decir, en los casos en que es solicitada por el paciente,
pero en el fondo, la eutanasia solicitada lleva consigo la malicia del
suicidio. Por otro lado, la eutanasia traería consigo, una progresiva
depreciación de la vida humana, valorada más por su capacidad de
hacer y producir, que por su mismo ser.
Finalmente, podemos concluir que la aceptación social y legal de la
eutanasia no resulta un buen camino para que podamos morir bien y
con dignidad. La Iglesia trabaja en favor de la muerte buena y digna.
Muchas personas e instituciones católicas han trabajado y trabajan para
que los enfermos y los ancianos tengan el calor humano y la asistencia
material que necesitan hasta el último momento de su vida. La fe en
Jesucristo es la mejor ayuda para todos los que vamos al encuentro de la
muerte. La fe, la esperanza y la caridad son los verdaderos caminos
hacia la muerte buena y digna. Las ciencias humanas lo confirman
cuando hablan de que el moribundo necesita no sólo una atención
médica puramente técnica, sino también un ambiente humano, la
cercanía de sus seres queridos y, en caso necesario, los cuidados
paliativos que le permitan aliviar el dolor y vivir con serenidad el final de
esta vida.
La verdadera piedad y compasión no es la que quita la vida, sino la que
la cuida hasta su final natural. En cambio, quien cediendo a una falsa
compasión o a una equivocada idea de progreso, colabora directamente
en dar muerte a alguien se hace cómplice de un grave mal moral y
contribuye a minar los cimientos de la convivencia en la justicia.
Síntesis de lecturas sugeridas:
El avance científico en la actualidad ha impactado de tal forma la vida
humana, que ha llegado a cuestionar los principios morales, y
ciertamente resulta difícil encontrar una armonía entre ciencia y ética.
La ciencia, además de cambiar nuestras condiciones de vida, ha
cambiado la forma de pensar de mucha gente, formando una
mentalidad científico-técnica que sólo está dispuesta a admitir lo que
resulta científicamente verificable. En ese tipo de mentalidad, la técnica
pasa a ser el valor y principio moral fundamental sin importar si se trata
de algo que deshumanice, pues se ha dejado a la moral totalmente
relegada.
Tantos logros han hecho surgir nuevos problemas y también nuevos
valores, como por ejemplo problemas demográficos al reducirse la tasa
de mortalidad infantil, o defectos genéticos que son transmitidos por
personas que han logrado sobrevivir a los mismos, debido a la
prolongación de la vida humana. La ciencia médica no es capaz de
responder por sí sola a todos estos problemas, y por esto se hace
necesaria la relación con la ética.
La bioética ha llegado a convertirse en una de las ramas más
desarrolladas de la ética, impulsada en cierto modo, por los nuevos
problemas que plantean los avances de la biología. Cada día, el campo
de la bioética se hace más amplio y complejo, en la medida en que los
nuevos problemas adquieren una dimensión cultural, económica, jurídica
y política, además de la dimensión biológica y ética.
La bioética supone un marco de reflexión interdisciplinar en torno a los
desafíos morales que plantean los avances de las ciencias y técnicas
biomédicas. Los nuevos descubrimientos biológicos no pueden
prescindir de la ética, pues ésta constituye la condición necesaria para
poder avanzar.
La ética cristiana constantemente se ha preocupado por las cuestiones
morales relacionadas con la vida y la muerte, la salud y la enfermedad,
ofreciendo un importante aporte en cuanto al discernimiento, puesto
que procede desde “la razón informada por la fe”. La fe no suprime la
racionalidad, la ética cristiana se fundamenta principalmente en la
razón.
El hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, y la dignidad
humana consiste en la obediencia de esa ley. La Biblia nos ofrece una
visión del hombre, un conjunto de valores y criterios éticos que impulsan
la razón humana en el difícil quehacer de discernir.
Es necesario, sobretodo en relación a la bioética, que exista una ética
preventiva. Para ello es preciso que se mantenga la atención en el
avance de las ciencias humanas y el acompañamiento ético a los
importantes descubrimientos científicos.
En algunas partes se han creado comités de ética, los cuales tienen
como función acompañar la investigación y asesorar sobre la licitud
moral de ciertos procedimientos médicos. Por lo general, su función no
es de carácter decisorio, sino consultivo; tienden a mediar en los
conflictos éticos y a ayudar en la toma de decisiones.
El principio fundamental de la bioética es la suprema dignidad de la
persona humana sobre los demás valores. El hombre supera en valor a
todo lo material, natural o artificial. Todos los bienes terrenos son
inferiores a la persona humana, la cual es el bien de dignidad máxima.
Los grandes adelantos científicos suponen un progreso al servicio del
hombre, pero a la vez traen graves riesgos, pudiendo llegar a resultar
deshumanizantes. El sentido correcto de la ciencia y la técnica debe ser
ayudar a la persona en su crecimiento integral, para lo cual se deben
humanizar.
Para humanizar la ciencia y la técnica se deben recuperar y clarificar el
sentido de los fines. Se debe saber hacia dónde se dirigen los
conocimientos, qué metas persiguen y qué consecuencias se tendrán.
Los medios deben estar orientados a una meta humanizante y
dignificadora, de lo contrario, destruyen su valor y se convierten en un
atentado contra la persona. Igualmente, se debe tener en cuenta el
principio “el fin no justifica los medios”, es decir, que una buena
intención no legitima la realización de un acto. En la actualidad, este
principio moral cobra una vigencia especial, porque la actual mentalidad
pragmática tiende a considerar que todo es lícito con tal de que sea
eficaz.
En las cuestiones que son objeto de reflexión de la bioética también
encontramos muchas disciplinas implicadas, como lo son las sociales y
políticas. La labor científica se ve envuelta con frecuencia en una trama
de intereses económicos y políticos, que terminan imponiendo un
sistema de valores. No se trata pues, simplemente de la responsabilidad
personal, sino de la responsabilidad que hay que asumir, como grupo,
en orden a la construcción de un proyecto colectivo.
CONCLUSIÓN
La bioética no deja de ser ética, sino que es algo mucho más especifico.
Se centra, no sólo en el cuestionamiento de lo moral, sino en lo moral
aplicado a lo que los hechos biológicos se refieren. En un principio se
hablaba de la bioética como un puente a partir del cual pueda unirse lo
más científico de la medicina con lo que a humanidades médicas se
refiere. A partir de este punto comienzan a entretejerse los distintos
aspectos concernientes, no sólo a lo puramente científico, sino también
a lo netamente humano. Nos encontramos entonces frente a un enfoque
multidisciplinario, partiendo de algo científico para lograr llegar a las
cuestiones filosóficas, antropológicas y jurídicas que son tan propias de
las relaciones humanas.
Finalmente afirmamos, que el científico no puede prescindir de la
dimensión moral, y siempre debe tener presente que un paciente, antes
que nada, es una persona humana.
BIBLIOGRAFÍA
ALBUQUERQUE, Eugenio. El desafío de las ciencias, en Bioética. Una
apuesta por la vida. Editorial c.c.s. Madrid, 1997.
BLAZQUEZ, Niceto. Bioética, la nueva ciencia de la vida. Editorial
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JUAN PABLO II. Encíclica: Evangelium Vitae.
PRADO, Antonio. La clonación humana. Revista Persona y Bioética.
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TOMAS GARRIDO, Gloria María. Manual de Bioética. Editorial Ariel.
Barcelona, 2001.