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  • IV. LA TEOLOGA DEL MINISTERIO ORDENADO

    Es funcin de la teologa reflexionar crticamente sobre los elementos de la tradicin que haya

    podido reunir la investigacin exegtica e histrica y tratar de distinguir los valores profundos

    que subyacen en las distintas formas histricas en que se ha encarnado el ministerio y en las

    distintas concepciones que de l se han tenido a lo largo de los siglos. Son esas dimensiones

    fundamentales las que nos pueden ayudar a descubrir la esencia del ministerio pastoral. Pero la

    teologa deber presentarlas de una manera sistemtica y orgnica, formando un todo

    coherente.

    Es lo que vamos a intentar en esta segunda parte. Conscientes del peligro de reduccionismo

    que, segn lo atestigua la historia, acecha de manera particular a la teologa del ministerio,

    evitaremos enfrentar unos valores a otros, unas concepciones a otras. Trataremos, por el

    contrario, de asumir todas las aportaciones que estn suficientemente homologadas por la

    tradicin y sean susceptibles de integrarse con los dems componentes en una sntesis

    armoniosa. La actual crisis sacerdotal se explica en buena parte por la incapacidad de

    armonizar intuiciones aparentemente antagnicas.

    Profundizaremos en los rasgos fundamentales que son comunes a los tres ministerios

    pastorales. Nos permitirn situar los ministerios en relacin con las grandes realidades que

    constituyen el ncleo del cristianismo (historia de la salvacin, Cristo, Espritu santo, Iglesia...).

    Esto resulta particularmente importante en el estudio de una realidad tan relacional como es

    el ministerio.

    l. Misin al servicio de la historia de la salvacin en la sucesin de los apstoles

    Las oraciones consecratorias de las distintas liturgias sitan regularmente la ordenacin (de un

    obispo, de un presbtero, de un dicono) en el contexto de una visin global de la historia de la

    salvacin, como un acontecimiento importante que se inscribe en la trama de esa historia; como

    una realidad que pertenece a la historia de la salvacin. No es un acto aislado: a travs de los

    apstoles enlaza con la misin original y frontal de Cristo y, en ltima instancia, con la

    iniciativa de Dios Padre, principio y agente principal de la economa de la salvacin. Los santos

    padres adoptan tambin esta perspectiva histrico-salvfica cuando hablan de los ministerios1.

    Lo mismo hace el concilio Vaticano II (CD 2; PO 12,22).

    La ordenacin pone al ordenado al servicio de la historia de la salvacin. Esta historia, aunque

    distingamos en ella diversas etapas de realizacin -de preparacin y prefiguracin, en el AT; de

    actuacin plenaria y decisiva, en Cristo; de prolongacin, en los tiempos de la Iglesia-, es una

    historia nica: es la realizacin progresiva en un mismo proyecto divino de salvacin.

    Dios va realizando poco a poco su designio salvfico sobre el mundo por medio de un pueblo

    que l se ha escogido desde el comienzo -el pueblo de Dios, la Iglesia- que existen desde el

    principio, aunque revistiendo formas diversas segn las etapas. En el interior de ese pueblo y

    para su autorrealizacin como instrumento de salvacin, Dios ha ido suscitando librrimamente

    diversos ministerios, servidores de su proyecto de salvacin: sacerdotes, reyes y profetas, en el

    1 Cf. Chanoines Rguliers de M. aye, art. cit.

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    AT; la misin y el ministerio de Cristo, sacerdote, rey y profeta, en la fase culminante; el

    ministerio apostlico, en la etapa de la Iglesia.

    Aun cuando correspondan a distintos momentos de la historia y las diferencias entre ellos sean

    muy profundas, la verdad es que estos ministerios estn mutuamente relacionados y guardan

    una cierta analoga entre s. Los ministerios del AT son figura y profeca de Cristo, sacerdote,

    rey y profeta. La misin y el ministerio de Cristo representan el cumplimiento y la sublimacin

    de lo que anunciaban los ministerios del AT y, al mismo tiempo, se presentan como origen,

    contenido y paradigma de todo ministerio en la Iglesia. El ministerio apostlico no se explica

    ms que en referencia a la misin de Cristo y, en consecuencia, se encuentra tambin

    prefigurado en los ministerios del AT.

    Esta mutua correspondencia justifica el que, para profundizar en la naturaleza de los

    ministerios y subrayar su dimensin histrico-salvfica, la tradicin haya recurrido con mucha

    frecuencia al procedimiento tipolgico (a pesar de los peligros que indudablemente entraa,

    especialmente la tipologa veterotestamentaria). Por ejemplo, el recurso constante a los

    paradigmas veterotestamentarios de los distintos ministerios de los Padres cumple este

    importante cometido de situar los ministerios en la lnea de la historia de la salvacin.

    La misin y el ministerio de Cristo intervienen como la pieza clave del sistema. En la plenitud

    de los tiempos, Cristo, sacerdote, rey y profeta, es enviado por el Padre, como dicono de su

    voluntad (TA 4), a realizar en virtud del Espritu santo, de una manera plenaria y definitiva, su

    proyecto de salvacin en favor de los hombres. Este carcter escatolgico de la obra salvfica

    de Cristo confiere a su ministerio una novedad y superioridad absolutas respecto de los

    ministerios de todos los tiempos. En relacin con los ministerios de la Iglesia, por ejemplo, el

    de Cristo es su fuente, su razn de ser, su contenido y su norma.

    Para que, despus de su muerte y resurreccin, su misin y su obra siguieran cumplindose en

    el tiempo y en el espacio, Cristo eligi a los apstoles, les confiri su propia misin y les

    comunic el mismo Espritu que l haba recibido del Padre. El origen del ministerio apostlico

    es tambin atribuido a Dios-Padre: Los apstoles nos predicaron el evangelio de parte del

    Seor Jesucristo; Jesucristo fue enviado por Dios. En resumen, Cristo de parte de Dios y los

    apstoles de parte de Cristo: una y otra cosa, por ende, sucedieron ordenadamente por voluntad

    de Dios (1Clementis 42,1: BAC 65,216). T que enviaste al Seor Jesucristo para provecho

    de toda la tierra y, por medio de l, escogiste a los apstoles y, de generacin en generacin,

    ordenas a los santos obispos... (Eucologio de Serapin).

    El ministerio apostlico perdura todava hoy en el ministerio pastoral. Se va transmitiendo de

    generacin en generacin merced a la serie ininterrumpida de imposiciones de manos. Gracias

    a ellas, los distintos ministerios de la Iglesia se sitan en la lnea de la sucesin de los

    apstoles. En efecto, la ordenacin garantiza el entronque de los ministerios con la misin

    histrica de los apstoles por Cristo. Asegura la continuidad entre los ministerios actuales y el

    ministerio de los apstoles y, por ende, entre los ministerios y la misin y el ministerio de

    Cristo. Aqullos se sitan, pues, en la prolongacin de la lnea que va del Padre al Hijo y del

    Hijo a los apstoles. Esto justifica el que al ministerio pastoral le llamemos ministerio

    apostlico (PO 2).

    Los ministros cristianos, en la ordenacin, reciben el mismo Espritu que el Padre dio a su Hijo

    y ste comunic a los apstoles con vistas al cumplimiento de la misin (TA 3). La identidad

    del don del Espritu arguye identidad de misin. El mbito de actuacin de los ministros de la

    Iglesia coincide con el que fue asignado a Cristo y a los apstoles, tanto en lo que se refiere a

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    los tipos de actividad (palabra, culto y caridad) como al horizonte geogrfico en que habrn de

    desarrollarlos. Por naturaleza, la misin tiene una dimensin universalista. Aun cuando los

    destinatarios directos de los ministros sean los miembros del pueblo de Dios y su objetivo

    inmediato sea la unidad interna de la Iglesia, sin embargo la ordenacin pone a los ministros en

    estado de misin hacia el hombre y hacia el mundo y le asigna como tarea la misma de la

    Iglesia: la unidad del gnero humano. La caracterstica de la misin es ser-para-los-hombres,

    igual que en Cristo y en los apstoles, todos ellos enviados a los hombres (PO 10).

    A la luz de este planteamiento se comprenden mejor algunas expresiones paulinas que definen

    la naturaleza del ministerio apostlico. Segn 1Cor 4, 1, los ministros de la Iglesia son

    servidores de Cristo y dispensadores ("oikonomoi") de los misterios de Dios, es decir, estn

    al servicio de la realizacin histrica del plan salvfico o misterio de Dios. En 2Cor 3,6 se viene

    a expresar el mismo concepto cuando se les llama diconos de la nueva alianza. Son

    colaboradores ("synergoi") de Dios (1Cor 3, 9), servidores ("diakonoi") de Dios (1Tes 3,

    2) en la obra divina de la salvacin; estn para realizar la obra de Dios (1Cor 16, 10). En la

    ordenacin, los ministros reciben un don especfico del Espritu que los capacita para actualizar

    el ephapax de la accin salvfica de Dios en Cristo.

    La iniciativa de Dios en todo lo que concierne a los ministerios de la Iglesia es afirmada con

    fuerza por la tradicin litrgica y patrstica. La existencia misma de los ministerios tiene su

    origen en un acto librrimo de Dios (siguiendo a 1Cor 12, 18). Pero, adems, la eleccin y la

    ordenacin de los ministros son tambin obra de Dios. Quien elige en todas las generaciones

    para el ministerio es Dios, que conoce los secretos de los corazones y penetra los

    pensamientos y ve los sentimientos. La gracia divina... elige a fulano de tal... como afirma

    en cada una de las ordenaciones de los ritos orientales la conocida frmula. La intervencin del

    pueblo y del clero en la eleccin de los ministros, ampliamente atestiguada en las fuentes

    antiguas, la vean perfectamente compaginable con esta iniciativa de Dios. Como nico dador

    de carismas, es tambin l quien confiere el ministerio y la gracia necesaria para

    desempearlo dignamente. Cada ordenacin es un acto divino siempre nuevo.

    El simbolismo de la imposicin de las manos expresa bien la verticalidad de la accin de Dios

    en la ordenacin. Antes que delegacin de la comunidad a una tarea eclesial, el ministerio es un

    don de Dios, que viene de arriba y que capacita al elegido para colaborar en la obra comn

    de la salvacin.

    2. Representacin de Cristo

    La referencia de los ministerios de la Iglesia a la persona y a la obra de Cristo est ya

    implcitamente afirmada, como hemos visto, en la estrecha vinculacin que guardan con la

    historia de la salvacin. Precisar mejor esta referencia cristolgica equivale a profundizar en

    una dimensin teolgica primordial de los ministerios. Cul es la situacin de los ministros de

    la Iglesia en relacin con la misin y el ministerio de Cristo?

    Cualquier explicacin deber dejar a salvo la absoluta unicidad y trascendencia del ministerio

    mediador de Cristo, tan difanamente afirmada en el NT: Dios es uno, y uno solo es el

    mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jess, que se entreg en rescate por

    todos (1Tim 2,5-6; cf. Heb 8,6; 9,15; 12,24). Su vida, sobre todo el acontecimiento de su

    muerte-resurreccin -por el cual una vez para siempre (Heb 9,12.26; 10,10; 1Pe 3,18) realiz

    la reconciliacin de la humanidad con Dios, desvel el amor insondable de Dios y reuni en

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    uno a los hijos de Dios dispersos- es un acontecimiento nico e irrepetible al que nadie pude

    aadir nada, porque se basta solo para realizar plenamente la obra que le confiara el Padre. El

    sacerdocio-mediacin de Cristo no admite complementos ni suplencias ni sucesores. Cristo es

    sacerdote para siempre jams (Heb 6,20; 7,3.24; 10,14). Es el nico Sacerdote de la nueva

    alianza.

    Ello no obstante, desde los orgenes y por voluntad del mismo Jess, existen en la Iglesia

    ministerios a los que se atribuyen prerrogativas que derivan de la misin, del servicio y de la

    condicin personal del mismo Jesucristo.

    La relacin de estos ministerios con la misin y el ministerio de Cristo se interpreta a veces

    mediante la categora de participacin: Cristo hizo partcipes de su consagracin y de su

    misin, por medio de los apstoles, a los sucesores de stos, los obispos (PO 2; cf. LG 10, 28).

    No parece lo ms exacto el decir que Cristo comparte su sacerdocio con los ministros de la

    Iglesia a la manera como Moiss comparti con los setenta ancianos el gobierno de las tribus

    de Israel. La absoluta unicidad y trascendencia de la funcin mediadora de Cristo no parecen

    quedar adecuadamente salvaguardadas en este modo de hablar de los ministerios como

    participaciones de esa funcin.

    De hecho, la tradicin ha preferido, con gran diferencia, recurrir a otra terminologa: a la

    terminologa icnico-simblica. Los ministros de la Iglesia son signos, smbolos,

    imgenes de Cristo sacerdote, rey y profeta. Esta concepcin icnica era por de pronto

    muy familiar en la poca patrstica. Pero hay que decir que, en germen, est contenida en la

    idea de representacin de Cristo (Christus re-praesentation), presente ya en el NT2.

    Cmo se lleg a ella? Podemos indicar hasta tres posibles caminos:

    1) Al ver a los ministros de la Iglesia, da tras da, sobre todo en la presidencia de la

    eucarista, ocupar el puesto de Cristo, repetir sus mismas palabras y reproducir

    exactamente sus gestos, es lgico que empezaran a considerarlos como imgenes o

    iconos de Cristo.

    2) La comunidad cristiana vea en sus ministros a unos enviados de Cristo, en la lnea de

    los apstoles. Saba que, de acuerdo con el principio popular: El enviado es como el

    que enva, Jess se haba identificado con sus enviados: El que os recibe a vosotros,

    me recibe a m, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado (Mt 10,40 par). Nada

    tiene de extrao que los acogieran como a representantes de Cristo, capacitados para

    actuar in persona Christi.

    3) La mayora de los Padres eran de mentalidad neoplatnica, habituados al pensamiento

    simblico. Eso facilit sin duda la pronta gestacin de la concepcin icnica de los

    ministerios.

    En sus escritos, los santos Padres emplean un lxico variado para expresar esta concepcin.

    Smbolo, imagen, figura, imitacin, semejanza, representacin son algunas de

    las expresiones que utilizan. Baste un ejemplo tomado de Isidoro de Pelusio: El omophorion

    del obispo est tejido de lana y no de lino, porque significa la piel de la oveja errante que el

    Seor busc y carg sobre sus hombros. En efecto, el obispo es figura de Cristo: cumple las

    funciones de ste y muestra a todos por su vestido que imita al gran buen Pastor que fue

    propuesto para llevar las enfermedades de su rebao (Ep. 1,136: PG 78, 272C).

    2 Cf. G. Greshake, Priestersein. Zur Theologie und Spiritualitiit des priesterlichen Amtes, Freiburg-Basel-Wien 1983, 31-

    37; K. Kertelge, Offene Fragen zum Thema Geistliches Amt und das neutestamentliche Verstiindnis van der

    Repraesentatio Christi, en Die Kirche des Anfangs, Leipzig 1978, 583-605; J. Roloff, art. cit. (supra, n. 2), 524-525.

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    La misma concepcin icnica est en la base de expresiones como las que siguen: Tienen

    como ornamento sacerdotal, esplndido, santo, al mismo Cristo3; llevan el rostro de Cristo

    4.

    En el fondo viene a significar esto mismo la doctrina tradicional sobre la especial configuracin

    con Cristo sacerdote que obra la ordenacin: Quedan sellados con un carcter o marca

    particular y as se configuran con Cristo sacerdote (PO 2).

    La lgica de esta concepcin lleva a afirmar que los ministros, en la comunidad, ocupan el

    lugar de Cristo, personifican a Cristo Mediatoris personam gerunt: Prspero de

    Aquitania, Psalm. expositio 131, 6: PL 51,381), hacen las veces de Cristo vice Christi

    fungitu Cipriano, Ep. 59, 5; 63, 14,4: BAC 241,569 Y 610), son sus vicarios5. Segn una

    frmula muy usada en todas las pocas (aunque en algunas, reduciendo su mbito de aplicacin

    al momento central de la celebracin eucarstica), obran in persona Christi6.

    De aqu a proclamar la presencia de Cristo en la persona y actividad de sus ministros slo hay

    un paso, que la tradicin dio resueltamente. Esta afirmacin es uno de los puntos firmes de la

    teologa patrstica del ministerio, que el Vaticano II ha hecho suyo (LG 21; SC 7; PO 2). No es

    una presencia moral o jurdica (actuar en nombre de Cristo, en representacin de Cristo), como si el ministro fuera el representante de un ausente. La presencia de Cristo en sus

    ministros la tradicin la ha entendido como una presencia sacramental, por tanto real. A travs

    de las palabras y las acciones de su ministro, el que en realidad acta al nivel del misterio es

    Cristo. El ministro le presta sus labios y sus manos. Bautiza Pedro? El (Cristo) es quien bautiza (Agustn, Tract. In Io. VI, 7: PL 35,1428). Las acciones litrgico-sacramentales son realmente acciones de Cristo: tienen a Cristo como su agente principal a nivel de misterio. La

    presencia salvadora de Cristo se hace visible en la accin simblico-sacramental de sus

    ministros. Esto convierte al ministro en servidor ("diakonos", "doulos", "hyperetes") de Cristo (Rom 1,1; 1Cor 4,1; 2Cor 11,23; Flp 1,1). Su ministerio es un servicio, una diakonia a Cristo. La tradicin no tiene inconveniente en afirmar que Cristo habita en su ministro, haciendo de ste casi un sacramento de Cristo7. Desde la era patrstica, el aforismo sacerdos, alter Christus ha conocido una gran difusin en algunas pocas. De todas estas premisas la tradicin ha deducido la buena acogida que la comunidad debe a sus

    ministros como representantes que son de Cristo, apoyndose no pocas veces en el mencionado

    logion de Jess. La recuperacin de esta dimensin cristolgica en clave simblico-sacramental es uno de los

    rasgos ms relevantes de la nueva teologa catlica de los ministerios8. Algunos han credo

    haber encontrado en ella la clave para definir la identidad del ministerio apostlico. El Vaticano

    II la ha integrado abiertamente en su doctrina sobre los ministerios (LG 21,28, 37; SC 7; PO 2,

    6, 12, 13; OT 8).

    3 Cirilo de A1ejandra, In Mal.: PG 71, 853AB.

    4 Didascalia Apostolorum 11, 20, 9: Funk 1, 74.

    5 Cf. M. Maccarrone, Vicarius Christi. Roma 1952; A. von Hamack, Christus praesens vicarius Christi. Eine

    kirchengeschichtliche Skitze, en Sitzungsberichte der Preussischen Akademie. Berlin 1927, 415-446. 6 Cf. B.D. Marliangeas, Cls pour une thologie du ministere. Paris 1968; Id., In persona Christi, In persona Ecclesiae,

    en Varios, La liturgie apres Vatican II, Paris 1967, 283-288; A.G. Martimort, El valor de una frmula teolgica: in

    persona Christi: Phase 106 (1978) 303-312; G. Rambaldi, Alter Christus, in persona Christi. personam Christi

    gerere. Note sull'uso di tali e simili espressioni nel magistero da Pio XI al Vaticano II e il loro referimento al carattere, en

    Teologa del sacerdocio 5, 1973,211-264. 7 Es Jesucristo quien vive en los sacerdotes en plenitud: Juan Crisstomo, Hom. in ep. II ad Cor: PG 33, 476.

    8 Cf. P.E. Persson, Repraesentatio Christi. Der Amtsbegriff in der neueren romischkatholischen Theologie, Gottingen 1966;

    L. Scheffczyk:, Die Christus Representation als Wesensmomentdes Priesteramtes: Catholica 27 (1973) 293-311.

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    Entendido as el ministerio pastoral, por una parte quedan satisfactoriamente salvaguardados el

    carcter central, la unicidad y la absoluta trascendencia del ministerio histrico de Cristo,

    siempre vivo y presente en la Iglesia. Por otra, se subraya con fuerza la referencia y la radical

    dependencia del ministerio apostlico respecto de aqul, ya que el signo en tanto vale en cuanto

    se mantiene en constante y visible relacin con la realidad significada.

    3. Ministerio y Espritu santo

    La dimensin pneumatolgica del ministerio representa un aspecto importante de su teologa.

    La referencia cristolgica que le es consustancial no es bice para que mantenga al mismo

    tiempo relaciones muy estrechas con el Espritu santo. La disyuntiva -o cristologa o

    pneumatologa- no es un planteamiento correcto cuando se trata de optar por el punto de partida

    ms apto para estudiar lo mismo el misterio de la Iglesia que, ms en concreto, la significacin

    teolgica de los ministerios. Ambas perspectivas son esenciales y se complementan e iluminan

    mutuamente.

    La cuestin que ahora abordamos est ligada con otras tan neurlgicas como son las que

    sugieren los dilemas siguientes: ministerio o carisma, institucin o acontecimiento, poder o

    gracia, autoridad o servicio.

    La teologa clsica occidental desatendi durante siglos este aspecto. En cambio, para la teologa contempornea, gracias sobre todo a un mejor conocimiento de la tradicin de los

    primeros siglos, constituye un captulo importante de la doctrina sobre los ministerios. El

    Vaticano II le ha dedicado tambin la atencin que se merece.

    Ya de entrada, el simbolismo de los principales ritos de ordenacin endereza nuestros pasos a

    indagar la presencia y la actividad del Espritu. La imposicin de las manos nos remite siempre

    a la accin del Espritu. Lo explica as una rbrica del ritual armenio, en la ordenacin de un

    presbtero: El obispo impone la mano derecha sobre la cabeza del ordenado, lo cual significa que el dador de la potestad y de la gracia es el Espritu santo (Denzinger 11, 307). Las mismas frmulas eucolgicas establecen muchas veces una relacin explcita entre imposicin de las

    manos y venida del Espritu. En ocasiones la mano y el Espritu forman un binomio anlogo a el agua y el Espritu del bautismo: Con las ordenaciones les daba la mano y el Espritu, para que no quedaran sin sacerdocio9. Las unciones materiales entraron tardamente en el ritual de las ordenaciones como una expresin plstica de la accin que de antiguo se atribua al

    Espritu santo en la consagracin de los ministros. La imposicin del libro de los evangelios

    sobre la cabeza del candidato al episcopado se interpret tambin desde sus orgenes en

    relacin con la venida del Espritu en Pentecosts.

    Sobre la actividad del Espritu en el mbito de las ordenaciones, encontramos en la tradicin,

    sobre todo patrstica y litrgica, las siguientes afirmaciones:

    Segn 1Cor 12, 11 Y 28, existen en la Iglesia diversidad de servicios gracias al Espritu santo. El es el principio estructurante de la Iglesia, el que establece la

    jerarqua. La organizacin interna de la Iglesia es obra del Espritu santo10

    . De la

    gracia del Espritu santo brotan las rdenes sucesivas del sacerdocio verdadero (ritual

    caldeo, ordenacin de un corepscopo).

    El Espritu santo es quien elige a los candidatos para el ministerio; quien los ordena, es 9 Gregorio Nacianceno. Or. XLIII in laudem Basilii Magni 78: PG 36. 600 C.

    10 Basilio Magno, De Spir. Sancto 16: PG 32,141A.

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    decir, quien les otorga la gracia y el poder que necesitan para desempearlo; quien los

    pone al frente de la grey para que pastoreen la Iglesia de Dios (Hech 20,28). El Espritu

    santo es el agente principal de la ordenacin tal como lo est indicando el simbolismo de

    la imposicin de las manos.

    El don o carisma que se confiere en la ordenacin y que capacita al ordenado para el ejercicio del ministerio es, ni ms ni menos, el Espritu santo (1Tim 4,14; 2Tim 1,6-7):

    el mismo Espritu que el Padre dio a su Hijo y ste transmiti a los apstoles. Lo que se

    pide invariablemente para el ordenado en todas las oraciones de ordenacin es el

    Espritu santo; las oraciones consecratorias son verdaderas epclesis. Entre los primeros

    paradigmas de la ordenacin est el misterio de Pentecosts (LG 21).

    La efusin del Espritu santo en la ordenacin es la fuente de la misin y del triple oficio de ensear, santificar y regir (LG 21) y de la potestad requerida para cumplir la misin.

    La venida del Espritu santo sobre los nuevos elegidos es, al mismo tiempo, fuente de gracia y principio de una transformacin profunda. Dios no quiere a sus ministros como

    meros instrumentos para utilizarlos cuasi-mecnicamente. Gregorio de Nisa compara el

    cambio obrado por la ordenacin con el que opera en el pan, el vino, y el aceite de la

    consagracin11

    . Quedaron transformados en algo distinto de lo que eran... Cristo

    consagr a los apstoles por medio de una santificacin real... Por la comunicacin del

    Espritu santo..., fortaleciendo en cierto modo la naturaleza humana en una potencia y en

    una gloria que estn por encima del hombre12

    .

    El Espritu santo es comunicado en la ordenacin a los nuevos ministros con vistas a las funciones que les exigir el servicio que les ha sido confiado. As lo afirman multitud de

    oraciones de ordenacin. Sin la synergeia del Espritu, los jefes de la Iglesia no

    podran colaborar con eficacia en el servicio del proyecto divino de salvacin13

    . Por eso

    el que fue agente de la Historia de la salvacin y anim con su poder el sacerdocio de

    Cristo14

    acompaar tambin a los nuevos servidores de Dios y actuar a travs de ellos

    en todos los actos de su ministerio. La ordenacin los hace instrumentos del Espritu y

    los consagra a esta diakonia tou pneumatos (2Cor 3,8). El carisma que en ella reciben

    les asegurar la asistencia del Espritu y ser la base de su seguridad (parrhesia) en el

    ejercicio de sus funciones ministeriales. El pueblo con su respuesta a su saludo, y con

    tu espritu, les ir refrescando la memoria en este punto a lo largo de su vida15

    .

    A la luz de estas relaciones entre Espritu y ministerio no tiene sentido hablar de antagonismo

    entre carisma y ministerio. A nivel del NT el apostolado aparece estrechamente asociado al

    profetismo y l mismo se presenta con carcter proftico y carismtico. Los diversos

    ministerios son mencionados tambin entre los carismas y servicios que suscita el Espritu en la

    Iglesia16

    . El testimonio de la tradicin viene a corroborar esta visin de los ministerios. Se ha

    de considerar como un parntesis, afortunadamente ya cerrado, la poca en que, dentro de una

    11

    Cf. Or. in bapt. Christi: PG 46, 581-584; ver tambin Gregorio Magno, In 1 Reg. 4,189: CCL 144, 399-400. 12

    Cirilo de Alejandra. In Io. XII, 20, n. 1096: PG 74, 712. 13

    Cf. Basilio Magno, Ep. 277 al clero de Colonia: PG 32. 14

    Cf. M.Y. Congar, Le Saint-Esprit et le corps apostolique, ralisateurs de l'oeuvre du Christ, en Esquisses du mystere de

    l'Eglise, Paris 1953, 129-179. 15

    Cf. J. Lcuyer, Et avec ton esprit. Le sens de cette formule chez les Peres de l'Ecole d'Antioche, en Varios, Mens

    concordet voci pour A.G. Martimort, Paris 1983, 447-451; W.C. Van Unnik, Dominus vobiscum: The Background of a

    Liturgical Formula, en Varios, New Testament Essays. Studies in Memory ofTh. W. Manson, Manchester 1959, 270-305. 16

    Cf. E. Cothenet, Prophtisme et ministere d'apres le Nouveau Testament: LMD 107 (1971) 29-50.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    8

    concepcin de Iglesia excesivamente jurdico-administrativa, la teologa no atenda

    suficientemente el lado carismtico de los ministerios.

    4. Comunidad y ministerio

    Dios (Cristo, el Espritu) suscita los ministerios en la comunidad y para la comunidad.

    Situarlos correctamente en relacin con la comunidad es una tarea importante que tiene la

    teologa en este terreno. Esta perspectiva eclesiolgica no tiene por qu entrar en colisin con

    las perspectivas cristolgica y pneumatolgica examinadas en los apartados precedentes. Puede

    integrarse con ellas perfectamente en una visin orgnica enriquecedora y equilibradora. Al

    mismo tiempo que diconos de Cristo e instrumentos del Espritu, los ministros son tambin

    servidores de la Iglesia.

    Histricamente, los ministerios aparecen indisolublemente ligados a la comunidad. Jess

    escogi a los doce en la comunidad de sus discpulos con vistas al nuevo Israel. Los apstoles

    fueron el germen del nuevo Israel y al mismo tiempo el origen de la jerarqua sagrada (AG 5).

    Para Pablo, los carismas tienen una finalidad: servir al bien comn, edificar la comunidad

    (1Cor 12,7; 14,3-12). Los diversos ministerios estn tambin para la edificacin del cuerpo de

    Cristo (Ef 4,12), para cuidar de la Iglesia de Dios (1Tim 3,5). Brotan en el interior de la

    comunidad, como servicios a la comunidad. Son las necesidades de la comunidad las que

    determinan el nacimiento de los ministerios. La comunidad se da a s misma los servicios que

    necesita. A veces se menciona expresamente el papel activo de la comunidad en la eleccin e

    investidura de sus ministros o servidores. A nivel de NT los ministerios son inconcebibles al

    margen de la comunidad.

    La Iglesia antigua mantuvo viva la conciencia de la vinculacin de los ministerios con la

    comunidad. Por de pronto, la intervencin del pueblo en la eleccin de sus pastores,

    ampliamente atestiguada desde muy antiguo (cf. supra, n.15), perdurar en la praxis de la

    Iglesia hasta el fin de la poca patrstica. Se exiga el consentimiento del pueblo: No se

    imponga al pueblo un obispo no deseado (Cipriano, Ep. 4,5: PL 50, 434). El que debe

    presidir a todos ha de ser elegido por todos (Len Magno, Ep. ad. Anast.: PL 54,634).

    Tanto las liturgias de ordenacin como los escritos de los Padres afirman una y otra vez que el

    ministro es ordenado para el servicio de la Iglesia, para utilidad de todos, como ayuda al

    pueblo de Dios. El ministro de la Iglesia es uno que ha recibido algo, pero que no puede

    guardarlo para s: todo su ser de cristiano queda polarizado por el servicio que debe a la Iglesia.

    Los documentos litrgicos presentan al ministerio ante todo como un carisma que tiene por

    finalidad asegurar el crecimiento de la Iglesia, su continuidad, su unidad.

    La ordinatio es un acto corporativo del organismo eclesial por el cual el elegido es

    consagrado para una funcin que lo sita en un determinado ordo, puesto o cargo en el seno

    de la comunidad, en relacin con unos colegas con quienes forma una comunin al servicio del

    bien comn.

    Por eso en los esquemas de los antiguos no entraban ni los traslados de los ministros de una

    Iglesia a otra ni las ordenaciones absolutas (es decir, sin vinculacin a una comunidad

    concreta)17

    .

    17

    Cf. concilios de Arls (a. 344), c. 2 y 21; de Nicea (a. 325), c. 16; de Calcedonia (a. 451), c. 6. A tener en cuenta la

    controversia a que han dado lugar la interpretacin del c. 6 de Calcedonia por A. Vogel, art. cit. (supra. n. 19) y las

    conclusiones que de ella ha sacado E. Schillebeeckx, El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana,

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    9

    El ministro estaba perfectamente identificado con su Iglesia. San Cipriano habla incluso de

    circuminsesin: Debes saber que el obispo est en la Iglesia y que la Iglesia est en el obispo

    (Ep. 66, 8, 3: BAC 241, 629). Esta profunda relacin orgnica entre el ministro y la Iglesia, que

    nace de la ordenacin, capacita a aqul para personificar y representar a la Iglesia: Cada

    obispo representa a su Iglesia (LG 23). Ya en el NT los apstoles aparecen como

    representantes de las comunidades actuando en su nombre18

    . Ms tarde san Ignacio de

    Antioqua afirmar repetidas veces que en la persona de los ministros que le visitaron en su

    camino hacia Roma haba contemplado las Iglesias de donde procedan. Era normal que,

    cuando haba que representar a una Iglesia particular ante otras instancias, el comisionado fuera

    elegido de entre los miembros de la jerarqua local. Esta repraesentatio Ecclesiae que

    encarnan los ministros no la hemos de entender slo en sentido jurdico. Les capacita para

    actuar in persona Ecclesiae. Esta frmula y el concepto de representatividad eclesial que

    expresa dieron mucho juego en la teologa escolstica para solucionar algunas cuestiones

    relacionadas, sobre todo, con la validez de ciertas acciones litrgico-sacramentales19

    .

    Se dira que, segn esta concepcin, el ministro de la Iglesia cumple todas las condiciones de

    esa figura, familiar a la cultura antigua, que llamamos personalidad corporativa, es decir, de

    un miembro de la comunidad, que encarna y concentra en su persona todas las cualidades, la

    suerte, los anhelos y las pasiones del grupo, lo que le permite identificarse con l, servirle de

    smbolo y representarlo.

    La conciencia de esta conexin orgnica entre el ministerio y la comunidad se fue debilitando

    en la edad media como consecuencia de una progresiva personalizacin y privatizacin del

    concepto del ministerio. Fue prevaleciendo la tendencia a disociar el ministerio pastoral de su

    contexto eclesial. En vez de concebirlo como un servicio a la comunidad, el sacerdocio era

    considerado como un valor autnomo y absoluto, como una cualidad inherente a la persona,

    como un poder de orden que se confiere personalmente de una manera absoluta para realizar

    unos actos ministeriales, principalmente la celebracin de la eucarista. La anterior articulacin

    ministerio-comunidad se ha transformado en potestas-eucharistia20

    .

    Vista desde esta perspectiva, la relacin ministerio-Iglesia se traduce en un esquema lineal que

    de Cristo va a la jerarqua y de la jerarqua a la Iglesia. La intervencin de Cristo se situara

    slo al principio de la lnea histrica; ni a l ni al Espritu se le reconoce una accin actual en la

    constitucin de la Iglesia. Dios cre la jerarqua, y para la Iglesia ya est ms que provisto

    hasta el fin del mundo: as lo entenda la Ilustracin del s. XVIII segn acertada formulacin

    de J. A. Moler21

    . Siguiendo el esquema de las cuatro causas y concibiendo la jerarqua como la

    causa eficiente instrumental, se corra el riesgo de imaginarla como algo anterior y, por ende,

    como algo exterior a la misma Iglesia (al menos, en un primer momento) y que est por encima

    de ella. Con estas premisas se explica que se entendiera el ministerio como poder y autoridad

    sobre la Iglesia.

    La renovacin de la eclesiologa y, consecuentemente, de la teologa de los ministerios, ha

    obligado en nuestros das a abandonar este esquema a dos trminos, jerarqua-fieles,

    introduciendo un tercer elemento: la accin actual del Seor en el Espritu22

    . El origen de los

    Madrid 1983, 77-83. 18

    Cf. G. Greshake, o. c. (supra, n. 62), 83-84. 19

    Cf. B. D. Marliangeas, Cls (supra, n. 66). 20

    Cf. E. Schillebeeckx, o. c. (supra, n. 77), 101-111 y passim. 21

    En una recensin a una obra de Th. Katerkam, en ThQ 5 (1823) 497. 22

    Cf. Y. Congar, Ministeres et communion ecclsiale, Paris 1971, 31-49. Ministere et structuration de l'Eglise.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    10

    ministerios no est en la comunidad, como en emanacin de ella, sino en Cristo y en el

    Espritu, que siguen suscitndolos en el interior de la comunidad. Los ministerios no son antes

    que la comunidad ni estn por encima ni al lado de ella. Son como una estructuracin interior

    de la comunidad, como rganos internos del cuerpo vivo de Cristo. Como tales, son un

    elemento constitutivo de la Iglesia23

    .

    5. El ministerio como diakona

    Los temas que hemos analizado hasta el momento nos llevan a definir el ministerio como

    funcin y servicio. As lo entendieron la Iglesia apostlica y la tradicin de los primeros siglos,

    aunque luego, desde la edad media hasta nuestros das, haya prevalecido la tendencia a

    concebirlo como poder y dignidad.

    El carcter diaconal, de suyo, hay que afirmarlo de la Iglesia entera, en todos sus

    componentes. Toda ella es ministerial; es una comunidad de servicios. No obstante, desde los

    orgenes la diakonia ha sido considerada como un valor clsico de la teologa de los

    ministerios24

    .

    En la tradicin evanglica, la categora teolgica para interpretar el sentido de los puestos de

    responsabilidad y direccin en la Iglesia es la diakonia, entendida a la luz de aquel logion

    de Jess recogido en Mt 20,28: El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para

    servir y para dar su vida en rescate por muchos (cf. Mc 9,35; Mt 23,11; Lc 22,26-27).

    Consecuentemente, el NT, cuando se refiere a los responsables de las comunidades cristianas y

    a sus funciones, no emplea ninguno de los trminos en uso para designar un oficio: arche,

    time, telos; en cambio, se vale de una variada terminologa de servicio: diakonos,

    diakonia, diakonein (Rom 11,13; 1Cor 3,5; 12,5; 16,15; Ef 4,12; 2Cor 3,6; 8,4; 9,12;

    11,23; 1Tim 1,12; 2Tim 4,5; Hech 6,2.5; 1Tes 3,2), doulos (Rom 1,1; Gl l,10; Flp 1,1; Tit

    1,1), hyperetes (1Cor 4,1); oikonomos (1Cor 4,1; Tit 1,7). As son designados los

    apstoles y sus ms inmediatos colaboradores. Se dice de ellos que estn al servicio de Dios o

    de Jesucristo, al servicio de la nueva alianza o de los misterios de Dios. Los beneficiarios son

    los santos, la Iglesia (1Cor 16,15; 2Cor 8,4) Y el objetivo, la comn utilidad (1Cor 12,7),

    la perfeccin consumada de los santos, la edificacin del cuerpo de Cristo (Ef 4, 12). La Iglesia antigua sigui resaltando el carcter diaconal del ministerio pastoral. Lo hizo muchas

    veces con singular fuerza, expresndose en trminos antitticos. Este procedimiento lo

    encontramos tanto en los escritos de los Padres como en los textos litrgicos. No se le llama al

    principado, sino al servicio de toda la Iglesia (Orgenes, In Is. horno VI, 1: PG 13,29). El

    episcopado es nombre de trabajo, no de honor (Agustn, De civ. Dei 19,19: BAC 32, 136).

    Las funciones eclesisticas no son dignidades, sino tareas25

    . Considere el sacerdocio mismo

    como trabajo y no como dignidad26

    . En esta misma direccin, en la tradicin latina se

    convirti casi en un tpico el juego de palabras a base de prae-esse y prodesse: Non tam

    23

    Cf. D. Borobio, Ministerio sacerdotal y ministerios laicales, Bilbao 1982, 117- 131. 24

    Cf. H. W. Beyer, diakoneo , "diakonia, "diakonos: TWNT 2 (1935) 81-93; Y. Congar, La hirarchie comme service

    selon le Nouveau Testament et les documents de la Tradition, en Varios, L'piscopat et l'glise universelle, Paris 1962, 67-

    99; Id., Quelques expressions traditionelles du service chrtien: ibid., 101-132; P. Grelot, La vocation ministrielle au

    service du peuple de Dieu: Assembles du Seigneur 58 (1964) 35-50; A. Turrado, Servicio o autoridad de los ministros en

    la Iglesia de Cristo?: Revista Agustiniana de Espiritualidad (1975) 9-53. 25

    Teodoro de Mopsuestia, In I Tim 3,1: Swete 11, 98. 26

    The Leofric Missal, ordenacin de un obispo: F.E. Warren 217.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    11

    praeesse quam prodesse.

    Aunque el nombre de dicono es propio de un ministerio particular, se le puede considerar

    como el denominador comn de todos los ministerios, porque todos los que hemos sido

    elegidos para alguna clase de ministerio nos llamamos diconos de Cristo27

    .

    Se afirma que la ordenacin induce en el ordenado una nueva relacin respecto del pueblo

    cristiano, que es de servicio. En el sermn 353 de san Agustn, suena reiterativamente el

    propter vos que define el ministerio como servicio a los fieles. Ministerio y bien comn

    aparecen como dos valores inseparables: la utilidad de la Iglesia es la razn de ser de los

    ministerios. Las oraciones de ordenacin de las distintas liturgias se hacen eco de esta manera

    de pensar. Segn esto, aun cuando se autodefinen tambin a veces como servidores de

    Cristo, los ministros de la Iglesia se consideran a s mismos ante todo como servidores de la

    Iglesia, expresin que encontramos con mucha frecuencia en los escritos de san Agustn.

    Pero esta concepcin se vio suplantada muy pronto. La accin convergente de factores

    histricos de diversa ndole llev a acentuar en primer trmino el poder y la dignidad, que

    tambin entraa el ministerio pastoral. Sealaremos algunos de estos factores, que nos resultan

    ya familiares:

    la asociacin de la Iglesia y del Imperio y la consiguiente equiparacin de los jerarcas de la Iglesia con los dignatarios del Imperio;

    el planteamiento de las relaciones entre los distintos ministerios en funcin de los poderes que seran exclusivos de unos o de otros;

    el nacimiento del clericalismo, que enfrenta al clero, rodeado de prestigio y de honores, y al pueblo, privado de voz;

    la prdida de la conciencia de la vinculacin de los ministerios con la comunidad, favorecida por la mentalidad individualista de los pueblos germnicos;

    las nuevas concepciones de la poca feudal sobre poder, autoridad, derecho, jurisdiccin;

    la concentracin de toda la teologa del sacerdocio en el poder de celebrar la eucarista. Estos y otros factores determinaron un desplazamiento de acentos y acostumbraron a telogos a

    definir los ministerios en trminos de poder y dignidad, y les hicieron olvidar la categora de

    servicio.

    El Vaticano II signific una decidida y franca recuperacin en este terreno28

    . Utiliz la

    categora de servicio como una de las claves interpretativas fundamentales de su doctrina

    sobre los ministerios. Siguiendo su pauta, la nueva liturgia de ordenaciones pone gran nfasis

    en subrayar adecuadamente esta dimensin diaconal.

    Se puede razonablemente aplicar a todos los ministerios lo que san Policarpo de Esmirna dice

    de los diconos: que deben caminar segn la verdad del Seor, que se hizo servidor

    ("diakonos") de todos (Fil 5,2: BAC 65,665). El gran model y ejemplar de la diakonia

    apostlica segn las fuentes de todas las pocas es aqul que no vino para que le sirvieran,

    sino para servir (Mt 20,28). Diakonein en labios de Jess significa ante todo servir a la

    mesa: en la antigedad, oficio de esclavos. Por eso tom l la condicin de esclavo ("doulos")

    (Flp 2,7) Y encarn en su persona la misin y la suerte del siervo de Yahv (Is 49-53).

    Esta idea de la ejemplaridad de la diakonia de Cristo, en las fuentes litrgicas y fuera de

    27

    Teodoro de Mopsuestia. Hom. Cat. XV. 22: Torneau 499. 28

    Cf. M. Lhrer, La jerarqua al servicio del pueblo cristiano, en Varios, La Iglesia del Vaticano II, Barcelona 1966, 11,

    715-726; I. Oatibia, El sacerdote, servidor del pueblo de Dios: Surge 24 (1966) 462-475.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    12

    ellas, nos llega frecuentemente ligada a la figura del buen Pastor, hasta el punto de que desde

    los tiempos apostlicos el nombre de pastor es uno de los ms comunes del ministro

    cristiano. En la comunidad cristiana la autoridad del ministerio es la del pastor que apacienta el

    rebao de Cristo de manera que est dispuesto, como el buen Pastor, a dar su vida por las

    ovejas (Jn 10,11).

    Los ministros de la Iglesia estn al servicio de esta verdad del Seor, que se hizo dicono de

    todos. Tratan de imitarle en su comportamiento, pero, adems, en virtud de la gracia de la

    ordenacin, le representan: es decir, actualizan y hacen visible en la Iglesia una dimensin

    fundamental del misterio de Cristo, su diakonia. Su actividad ministerial es la expresin

    sacramental de la pro-existencia de Cristo, de su vida como ser-para-los-dems.

    Se comprende que la representacin sacramental de aqul que estuvo entre nosotros como uno

    que sirve (Lc 22,17), tiene que ser tambin en forma de diakonia o servicio.

    Esta actitud diaconal tiene que manifestarse en las tres reas de la misin apostlica: en el

    servicio de la palabra (diakonia tou logou: Hech 6,4), en el servicio de los ministerios y en

    el servicio de las mesas o de la caridad.

    6. Pluralidad de funciones ministeriales

    La variedad de funciones que atribuyen normalmente a los obispos, presbteros y diconos las

    oraciones de ordenacin, contrasta grandemente con la imagen reduccionista de hombres del

    culto que ha prevalecido desde la poca carolingia hasta nuestros das. Constituye sin duda

    uno de los logros ms apreciados de la teologa contempornea en este campo el haber

    superado la concepcin exclusivamente cultual-sacerdotal de los ministerios al comprobar que

    su radio de accin no se encierra en el mundo de los sacramentos, sino que invade otras esferas

    de la vida de la Iglesia.

    Si el ministerio pastoral es ministerio apostlico, es decir, el mismo ministerio de los

    apstoles que se perpeta en la Iglesia gracias al sacramento del orden, es lgico pensar que el

    campo de accin de los ministros ordenados abarcar tambin todo el vasto horizonte de la

    misin apostlica. Es ms, dado que la misin y el ministerio de los apstoles actualizan la

    misin y el ministerio de Cristo, es de suponer que los tres oficios mesinicos de ste se vean

    reflejados tambin en la actividad ministerial de los sucesores de los apstoles.

    En efecto, las fuentes patrsticas y litrgicas, cuando hablan de las tareas que incumben a los

    ministros ordenados, mencionan funciones que pertenecen a todas las reas de la vida de la

    Iglesia. Las oraciones de ordenacin, por ejemplo, enumeran sin orden aparente una serie de

    funciones heterogneas. En conjunto, ofrecen una visin equilibrada de las tareas apostlicas

    de los ministros29

    .

    Idntica impresin producen los escritores antiguos cuando designan a los ministros de la

    Iglesia con variedad de apelativos de funciones y oficios, a veces en forma acumulativa:

    Vosotros sois para vuestro pueblo sacerdotes y profetas y prncipes y jefes y reyes y

    mediadores de Dios y de sus fieles (Didascalia apost. 11,25,7: Funk 1,96).

    Pero hay un nombre, de hondas races bblicas (Hech 20,28; 1Pe 5,2), que supera a todos los

    dems por su uso en la literatura cristiana de todos los tiempos para designar a los ministros

    ordenados: el de pastor. El Vaticano II ha hecho tambin un amplio uso de l. La actividad

    29

    Cf. P.M. Gy, La thologie (supra. n. 10), 608-609.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    13

    de pastor abarca todo lo que es necesario para la conservacin externa e interna de las

    comunidades: ensear, exhortar, consolar, proteger, eliminar los peligros, dirigir, excomulgar a

    los malos, enderezar a los dbiles, alimentar y fortalecer a los sanos con los sacramentos30

    .

    Para los grandes maestros de la antigedad y para la liturgia de aquella poca, el tipo por

    antonomasia del jerarca cristiano, sobre todo del obispo, es Moiss, el ms grande de los

    profetas, de los sacerdotes y de los reyes, segn la tradicin juda y cristiana.

    Pero, sobre todo, la tradicin litrgica se vale tambin profusamente de otras figuras del AT y

    NT como procedimiento teolgico-pedaggico para ilustrar la naturaleza y las funciones de los

    ministerios cristianos. Desfilan muchos de los personajes y todos los ministerios que

    cumplieron una misin en la historia del pueblo de Dios: patriarcas, jefes, jueces, ancianos,

    reyes, sacerdotes, levitas, profetas, apstoles, discpulos, diconos... Su gran variedad habla

    fuerte en favor de la pluralidad de funciones que la antigedad atribua al ministerio cristiano.

    Estamos muy lejos de la polarizacin en lo cultual que se dar ms tarde. A partir de la alta

    edad media, coincidiendo con el proceso de sacerdotalizacin de los ministerios de la

    teologa, se afirm la tendencia a contemplar casi nicamente figuras procedentes del mbito

    sacerdotal, con el consiguiente empobrecimiento y estrechamiento de miras.

    Buscando un poco de sistematizacin y de clasificacin en esta pluralidad, se han articulado a

    veces las funciones segn esquemas a dos o tres trminos. El esquema de los tria munera o

    triplex munus -martyria, leitourgia, diakonia: ministerio de la palabra, de los sacramentos y

    de la caridad-, que tiene tambin aplicacin en cristologa, ha gozado de particular aceptacin

    en determinadas pocas y ambientes31

    . Al utilizarlo abierta y profusamente (LG 24-27; CD 12-

    16; PO 4-6, AG 39), el Vaticano II le ha otorgado carta de naturaleza en la teologa catlica de

    los ministerios32

    , aunque no han faltado crticas y reservas de parte de algunos. Como en toda

    sistematizacin, hay peligro de reduccionismo y empobrecimiento. Otro riesgo sera el de un

    uso abusivo de la analoga con el triple oficio mesinico de Cristo; para obviar este peligro,

    importa no perder de vista la naturaleza simblico-sacramental, por tanto relativa, de los

    ministerios de la Iglesia.

    San Agustn utiliza con preferencia un esquema bipartito: dispensator verbi et sacramenti.

    Esta expresin se encuentra al menos 27 veces en sus escritos33

    .

    El redescubrimiento de la pluralidad en las funciones ministeriales ha significado un logro muy

    importante: ha permitido a la teologa salir de las estrecheces de la ptica unilateral que le

    impona la concepcin cultual-sacerdotal, para poder prestar la atencin debida a la totalidad de

    las funciones del ministerio ordenado como servidor de la Palabra, de los sacramentos y de la

    caridad.

    La diversidad de funciones no arguye antagonismo entre ellas y ni siquiera competencia. Estn

    llamadas a respetarse mutuamente y a integrarse, porque son formas distintas de un ministerio

    nico, que persiguen un mismo objetivo: la edificacin del cuerpo de Cristo. La Iglesia se

    edifica, en efecto, por la Palabra, los sacramentos y la caridad. En realidad, las tres funciones

    son radicalmente una. No hay ms que una potestas sacra, que se confiere en la ordenacin.

    30

    L. Schick, en la obra citada en la nota siguiente, 69-70. 31

    Y. Congar, Sur la trilogie Prophete-Rois-Prtres: RSPhTh 67 (1983) 97-112; A. Fernndez, Munera Christi et munera

    Ecclesiae. Historia de una teora, Pamplona 1982; J. Fuchs, Origines d'une trilogie ecclsiologique l'poque rationaliste

    de la thologie: RSPhTh 53 (1969) 185-211. 32

    Cf. L. Hodl, Die Lehre von der drei Aemter Iesu Christi in den dogmatischen Konstitutionen des II Vatikanischen Konzils

    eber die Kirche, en Varios, Wahrheit una Verkndigung. Festschrift M. Schmaus II, Mnchen 1967, 1785-1806. 33

    Cf. J.F. Toribio, Dispensator verbi et sacramenti: el ministro en san Agustn: Mayutica 11 (1985) 207-229.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    14

    En la medida en que se profundiza en el sentido de cada una de ellas, se descubren mejor las

    profundas conexiones que la ligan a las otras dos.

    En la prctica se ha de buscar un equilibrio armnico en el desempeo de las tres funciones,

    que evite toda distorsin de la imagen verdadera del ministerio, aunque, en ocasiones, las

    circunstancias, por ejemplo la urgencia pastoral, pueden aconsejar acentuar una funcin ms

    que otra.

    Dentro de la igualdad radical que se da entre ellas, se reconoce la prioridad al ministerio de la

    Palabra (LG 25; CD 12; PO 4) Y la primaca a la funcin sacerdotal (en razn de la eucarista

    que es centro y cima de toda actividad en la Iglesia: LG 17, 28; SC 19; PO 2-6; AG 39).

    7. Ministerio colegial

    La liturgia de las ordenaciones ha solido poner de manifiesto, en unas pocas ms que en otras,

    la naturaleza colegial del ministerio apostlico. La intervencin de los obispos de la provincia

    eclesistica en la eleccin de un obispo y en su consagracin; la participacin de los

    presbteros, junto con el obispo, en la imposicin de manos sobre el nuevo presbtero a causa

    del espritu comn y semejante del cargo (TA 8); el sculo de paz con que los veteranos

    reciben a su nuevo colega: estn indicando que ordinare no es slo conferir un oficio, un

    carisma y un poder a un individuo, sino que es el acto de un cuerpo colegial que admite en su

    gremio a un nuevo miembro. Una rbrica del Sacramentario Gelasiano determina que los

    ordenados, presbteros o diconos, una vez recibida la bendicin, stant in ordine suo (ed.

    Wilson 22).

    Es cierto que la colegialidad es constitutiva de la Iglesia entera: sta se edifica como Ecclesia

    una sobre la comunin de todos los bautizados y de todas las iglesias particulares que la

    integran. No es menos cierto, sin embargo, que, desde los orgenes, la colegialidad representa

    tambin una dimensin caracterstica importante del ministerio. No es un atributo que se

    postula con vistas a una mayor eficacia pastoral. Es un elemento que le es esencial; que est

    inscrito en su misma naturaleza. La colegialidad es una afirmacin sobre la esencia del

    ministerio episcopal (J. Ratzinger). En materia de ministerios lo primordial y fundamental es

    el colegio y no los ministros en solitario.

    Eso s, la colegialidad de los ministerios es inconcebible al margen de la colegialidad de la

    Iglesia. Ambas estn indisolublemente coligadas y son interiores la una a la otra. La

    colegialidad de los ministerios pastorales est al servicio de la colegialidad de las iglesias

    particulares y de la Iglesia universal. Por una parte, la unin del obispo con su presbiterio y con

    el orden de los diconos es signo eficaz de la comunin interna de la Iglesia local34

    . Por otra,

    la Iglesia que universalmente es una, no est dividida ni partida, sino que est bien trabada y

    ligada gracias al vnculo de los obispos unidos entre s (san Cipriano, Ep. 66,8: BAC

    241,629).

    La colegialidad de los ministerios nace de la ordenacin sacramental. Es el sacramento lo que

    constituye a los ordenados en miembros del ordo episcoporum, del presbyterium o del ordo diaconii (LG 22; CD 4; PD 8). Por eso es sacramental la ntima fraternidad que resulta de la comn incorporacin a un mismo ordo (PO 8). Despus de permanecer arrumbada durante siglos (la teologa escolstica la ignor totalmente), 34

    Es sta una idea que expres con singular fuerza san Ignacio de Antioqua. Ef 2,2: BAC 65, 449; Trall 13,2: 473; Magn 3,

    1-2: 461; Fil 4: 483.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    15

    el Vaticano II ha devuelto la doctrina de la colegialidad ministerial al lugar prominente que le

    corresponde. Ha hecho de ella una de las claves interpretativas fundamentales de la concepcin

    del ministerio apostlico (LG 22-23, 28; CD 4-6; PO 7-8). Cuando se refiere a los ministerios,

    generalmente los contempla como rdenes35. En su vocabulario, ordo, corpus y collegium parecen intercambiables. En el nuevo ritual de ordenaciones esta dimensin aparece convenientemente subrayada.

    En los documentos de la tradicin se habla de los diconos como formando un ordo: ordo diaconii, ordo levitarum. La lgica nos lleva a afirmar tambin la naturaleza colegial del ministerio diaconal. Pero lo cierto es que, en este orden de cosas, la historia del diaconado no

    puede ofrecemos ni una doctrina elaborada ni unas estructuras estables como las que nos

    presentan el episcopado y el presbiterado. Es de esperar que una praxis renovada permita en el

    futuro a la reflexin teolgica profundizar en esta direccin.

    1) La colegialidad del episcopado se funda en la colegialidad de los Doce: El Seor Jess... eligi a los doce... a estos apstoles los instituy a modo de colegio, es decir, de grupo estable (LG 19). En su trato con ellos los consider siempre colegialmente. Ellos, a su vez, despus de

    la resurreccin, actuaron solidariamente (Hech 1,13-26; 2,42; 6,1-6; 15,22). As como por

    disposicin del Seor, san Pedro y los dems apstoles forman un solo colegio apostlico, de

    igual manera se unen entre s el romano pontfice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de

    los apstoles (LG 22). Al colegio apostlico sucede corporativamente el colegio episcopal.

    Los obispos suceden colegialmente a los apstoles como pastores de una iglesia particular y

    como miembros del cuerpo episcopal encargado de la misin universal. Todos los obispos

    como miembros del cuerpo episcopal, sucesor del colegio de los apstoles, estn consagrados,

    no slo para una dicesis, sino para la salvacin de todo el mundo (AG 37).

    Los obispos de la Iglesia antigua tenan conciencia de formar entre ellos un ordo

    episcoporum. En los escritos de san Cipriano encontramos expresiones lapidarias de esta

    conviccin. El numeroso colegio ("corpus") de los obispos est trabado con el lazo de la

    mutua concordia y con el vnculo de la unidad (Ep. 68, 3,2: BAC 241, 642).

    Esta conciencia la supieron traducir en hechos: en la liturgia de la consagracin de un obispo y

    multiplicando los contactos entre obispos y, sobre todo, convocando concilios regionales y

    ecumnicos. El concilio ecumnico no es otra cosa que el ordo episcoporum que se rene

    para ejercer de comn acuerdo la responsabilidad que tienen de gobernar la Iglesia de Dios (LG

    22 y 23)36

    .

    Los obispos, todos juntos con el papa, representan a toda la Iglesia en el vnculo de la paz, del

    amor y de la ciudad (LG 23).

    35

    Cf. C. Colombo, Il significato della collegialita episcopale nella Chiesa secondo la Lumen Gentium: Rassegna di

    Teologia 21 (1980) 177-188; G. Ghirlanda. Hierarchica communio. Significato della formula nella Lumen Gentium ,

    Roma 1980. El terreno haba sido preparado por los estudios de B. Botte. Presbyterium et ordo episcoporum: Irn 29

    (1956) 5-27; Id., Caractere collgial du prebytrat et dell'piscopat, en Varios, Die Kollegialitiitsidee am Vorabend des

    Vatikanum II: Catholica 24 (1970) 93-110. 36

    Sobre la colegialidad episcopal, cf. J. Colson, L'piscopat catholique. Collgialit et primaut dans les trois premiers

    siecles de l'Eglise, Paris 1963; Y. Congar, La collgialit de lpiscopat et la Primaut de l'vque de Rome dans l'histoire

    (brve esquisse): Angelicum 47 (1970) 403-427; G. O'Ercole, Communio, collegialita, primato e sollicitudo omnium

    Ecclesiarum dai Vangeli a Costantino. Roma 1964; J. Lcuyer, Etudes sur la collgialit piscopale, Le Puy-Lyon 1964; L.

    Mortari, o. c. (supra, n. 28).

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    16

    2) La colegialidad del presbiterado est ya posiblemente insinuada en la forma colegial en que,

    al parecer, dirigan los presbyteroi-episkopoi las primeras comunidades cristianas, segn el

    modelo de los zekenim judos37

    .

    En las cartas de san Ignacio de Antioqua, el presbyterion se presenta como una estructura

    consolidada de la iglesia particular. Es el synedrion o cuerpo consultivo del obispo (Trall.

    3,1; Fil 8,1), su corona espiritual (Magn 13,1), bien acoplado a su obispo como las cuerdas

    a la lira (Ef 4,1). Comparte con l la responsabilidad de la direccin de la comunidad. Con su

    concepcin simblico-sacramental de las estructuras de la Iglesia, Ignacio ve en el synedrion

    de los presbteros en tomo al obispo una imagen del synedrion de los apstoles rodeando a

    Jesucristo (Magn 6,1; Trall 2,2; 3,1; Esmirn. 8,1; Fil 5,1). Este simbolismo seguir encontrando

    eco en algunos escritos de los siglos III y IV. Segn esta concepcin, la actividad ministerial

    del presbiterio asegura la presencia de los apstoles en la vida de la Iglesia local38

    .

    Abundan en la Iglesia antigua testimonios de que la idea del presbiterio, como rgano

    consultivo colegial del obispo, no era teora abstracta. Los presbteros asistan realmente al

    obispo en la deliberacin de los asuntos de la comunidad. San Cipriano, por ejemplo, confiesa

    que, al principio de su pontificado, haba hecho el propsito de no tomar ninguna resolucin

    por su cuenta, sin consultar a su presbiterio y sin el consentimiento de su pueblo (Ep. 14, 4:

    BAC 241, 412).

    Otro campo donde se manifestaban a las claras el carcter colegial del presbiterado y su

    funcin de asistencia al obispo era el de las celebraciones litrgicas, en especial la

    concelebracin eucarstica, los ritos de la iniciacin cristiana y la disciplina penitencial39

    .

    Pero ya desde la poca patrstica empezaron a intervenir diversos factores que llevaran

    progresivamente a la prdida de la conciencia de la colegialidad presbiteral. Cabe mencionar,

    entre otros,

    la multiplicacin de las iglesias urbanas y rurales, atendidas por presbteros en nombre de su obispo, dando origen a la imagen del presbtero jefe de una pequea comunidad

    autnoma;

    la concepcin individualista de los poderes sacerdotales; la idea feudal de la autoridad del obispo, incompatible con la idea de

    corresponsabilidad.

    El Vaticano II ha significado un hito importante en la recuperacin de la idea de la colegialidad

    presbiteral. Adems de sus solemnes declaraciones sobre el presbiterio diocesano, las reformas

    que ha introducido en el funcionamiento de las Iglesias particulares (Consejo presbiteral) y en

    su liturgia (diversas formas de concelebracin del obispo con sus presbteros) contribuirn sin

    duda a despertar y desarrollar en stos la conciencia colegial.

    37

    Los exegetas no se ponen de acuerdo sobre el sentido de "presbyterion en 1Tim 4, 14; cf. O. Hosius, Zur

    Auslegungsgeschichte van presbyterion 1Tim 4,14: ZNTW 62 (1971) 120-130. 38

    Cf. l. Oatibia, Presbiterio, Colegio apostlico y apostolicidad del ministerio presbiteral en Teologa del sacerdocio 4,

    1972, 72-109. 39

    Algunos estudios sobre la colegialidad presbiteral: G. D'Ercole, Los colegios presbiterales en los orgenes de la Iglesia:

    Conc 17 (1966) 360-374; P. Eyt, Le fondement doctrinal du presbyterium: Revue de Droit Canonique 20 (1970) 128-145;

    C. Giaquinta. El Colegio presbiteral. Apuntes de ayer y hoy para una comprensin del sacerdocio: Teologa 3 (1965) 14-

    46; P. Inhoffen, Der Bischof und sein Hilferkreis nach dem Zweiten Vatikanischen Konzil, Hildersheirn 1971; J. Lcuyer, Le

    Presbyterium, en Varios, Les Pretres, Paris 1966, 275-288; N. Lpez Martnez, Episcopus cum presbyteris: Burg 6 (1965)

    141-135; G. Rambaldi, Fraternitas sacramentalis et presbyterium in decreto "Presbyterorum Ordinis, n.8: Periodica de Re

    Morali Canonica Liturgia 57 (1968) 331- 350; A. Vilela, La condition collgiale des pretres au IIe' siecle. Paris 1971.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    17

    8. Ministerio y laicado: lo especfico del ministerio apostlico

    Abordamos al final de todo la ardua cuestin: cul es el rasgo que define la situacin de los

    miembros de la Iglesia respecto de los laicos? qu es lo especfico del ministerio pastoral? en

    qu se basa, por ejemplo, la diferencia entre el sacerdocio comn y el sacerdocio ministerial?

    Responder a estas preguntas es dar cuenta de la razn de ser del ministerio pastoral en la

    Iglesia, legitimar su existencia, justificar su necesidad.

    De entrada hay que dejar bien sentado que la diferencia no puede estribar en algo esencial, en

    valores fundamentales de existencia cristiana que derivan del bautismo. Respecto de esos

    valores, el Vaticano II ha reafirmado la doctrina tradicional de la igualdad radical de todos los

    miembros de la Iglesia. Los ministros siguen siendo miembros del pueblo de Dios (en este

    sentido permanecen laicos). La diferencia nace en el seno de esa igualdad fundamental e

    induce una relacin dialctica entre ministerio y laicado que no tiene por qu ser

    enfrentamiento y antagonismo de dos sectores y mucho menos divisin de la Iglesia en dos

    categoras de cristianos.

    Los telogos parecen estar hoy de acuerdo en afirmar que la diferencia, ms que de naturaleza,

    es funcional: no principalmente en razn de unas funciones especficas que seran exclusivas de

    los ministros40

    , sino en razn de la funcin global que cumplen en el interior del organismo

    eclesial. Sera a este nivel donde habra que situar la afirmacin del Vaticano II de que el

    sacerdocio comn de los fieles y el sacerdocio ministerial difieren essentia et non gradu (LG

    10). La situacin de los ministros en el cuerpo de la Iglesia es esencialmente distinta de la

    que ocupan los laicos, sin que ello signifique que gocen de mayor dignidad o que estn por

    encima de ellos.

    Ahora bien, la raz ltima de esta diferencia de situacin en la Iglesia entre ministros ordenados

    y laicos parece ser la distinta manera de referirse a Cristo (siempre en relacin con la Iglesia).

    La relacin a Cristo es siempre decisiva a la hora de configurar el ser cristiano. Optamos, pues,

    por un punto de partida cristolgico, aunque combinado con el eclesiolgico.

    Lo que mejor caracteriza la manera especfica del ministro ordenado de referirse a Cristo en la

    Iglesia, a diferencia del laico, es el ser signo de Cristo cabeza y pastor. El NT muestra que

    Cristo mantiene una doble relacin respecto de la Iglesia, que es su cuerpo: una relacin de

    interioridad que va hasta la identificacin mstica -todos nosotros somos sus miembros; somos

    Cristo: cf. 1Cor 12,12; Hech 9,4-. Y una relacin de superioridad y de autoridad expresada en

    textos como 1Cor 11,3 y 741

    . Esta segunda relacin origina una alteridad: la alteridad Cristo-

    Iglesia. Sita a Cristo frente a la Iglesia. Esta alteridad es tambin constitutiva del ser de la

    Iglesia (lo mismo que la cuasi-identidad).

    Significa que Cristo lo es todo para la Iglesia. Sin Cristo es impensable la Iglesia. En todo lo

    referente a la existencia de la Iglesia, la iniciativa corresponde enteramente a Cristo. l es el

    origen y la fuente de la Iglesia, no slo histricamente, sino actualmente, permanentemente.

    Cristo am a su Iglesia y se entreg a s mismo por ella para consagrarla (Ef 5,25-26): un

    misterio siempre actual de amor y fidelidad que alumbra perennemente a la Iglesia. Eso

    queremos decir cuando afirmamos que Cristo es la cabeza de la Iglesia. Las misteriosas

    relaciones entre la Cabeza y el Cuerpo constituyen el ncleo vital, el principio de vida del

    40

    No nos parece tampoco acertado el camino que toman muchos, de privilegiar una de las tres funciones ministeriales, para

    convertirla, en exclusiva, en lo especfico del ministerio apostlico. 41

    Cf. Y. Congar. o. c. (supra. n. 82).40.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    18

    organismo eclesial. Todas estas afirmaciones configuran un aspecto esencial de la identidad de

    la Iglesia.

    Es importante que la Iglesia, corporativamente, tenga conciencia de esta dependencia suya de

    Cristo; que se sienta pre-venida por el amor de su Esposo, convocada, reunida, alimentada,

    salvada por la palabra de Dios -Cristo muerto y resucitado-; que recuerde que no es fuente de s

    misma, sino pura referencia (sacramentum) a Cristo y a su salvacin. Est en juego la propia

    identidad de la Iglesia.

    Tericamente cabra pensar que la Iglesia habra podido quizs mantener viva esa conciencia

    aun en el supuesto de que Cristo ejerciera su actividad de gracia y autoridad desde la

    invisibilidad en el Espritu. Pero, concretamente, en un rgimen de signos como es el nuestro

    actual, donde la Iglesia misma es toda ella signo, totius Ecclesiae mirabile sacramentum, es

    razonable pensar que Cristo haya querido que tambin su accin preveniente sobre su Cuerpo

    se manifestara mediante algn signo apropiado en la visibilidad de la Iglesia; que sta llevara

    en su misma estructura el signo de su propio origen. Efectivamente, la Iglesia catlica cree que

    ese signo es el ministerio apostlico.

    Segn esta conviccin, el ministerio apostlico es el signo del amor preveniente de Cristo por

    su Iglesia, de su fidelidad de esposo; es la visibilizacin sacramental del se ipsum tradidit pro

    ea; es el smbolo del misterio de la gratuidad de Dios en la salvacin y de la primaca de la

    gracia divina. La presencia de este ministerio en la comunidad significa la prioridad de la

    iniciativa y autoridad divinas en la existencia de la Iglesia (Documento de Accra, El

    ministerio ordenado, n.13). Recuerda a todos que es Cristo como cabeza quien sigue, por el

    Espritu, reuniendo y manteniendo unido y vivo a su cuerpo. Con otras palabras, en l se le

    revela a la Iglesia la auctoritas de su Seor: auctoritas en su sentido etimolgico (de

    augere, crecer), la autoridad con que Cristo forma, santifica y rige a su cuerpo (PO 2). El

    ministerio apostlico es signo y servidor de la alteridad Cristo-Iglesia.

    Por eso mismo es tambin signo y recordatorio de la dependencia de la Iglesia respecto del

    Seor Jess, de su referencia constante y obligada al Cristo vivo, sin lo cual no hay Iglesia.

    Recuerda a sta que el principio de unidad y la direccin no le vienen de ella misma, sino de

    Cristo. Le incumbe un papel esencial en la realizacin y manifestacin de las relaciones entre la

    Cabeza y el Cuerpo. Es responsable de la unidad interior y recproca de Cristo y de la Iglesia,

    de la plenitud y autenticidad de las relaciones misteriosas entre la Cabeza y el Cuerpo. Su

    puesto est en la lnea dinmica que pasa del Seor a la Iglesia.

    Segn estas premisas hay que admitir que, aunque sigue formando parte del pueblo de Dios, el

    ministro ordenado est de alguna manera frente a l (sirviendo a la alteridad Cristo-Iglesia) y

    al frente de l (en su condicin de signo de Cristo cabeza). Si le faltara este signo, la Iglesia

    no se reconocera a s misma como Iglesia de Cristo.

    Todas estas afirmaciones, que recogen expresiones de telogos representativos de nuestros

    das, se han de entender en todo su realismo. El ministro ordenado es signo eficaz del misterio

    que representa. La idea de la repraesentatio hay que tomarla en su sentido fuerte: como

    representante de Cristo cabeza, en el ejercicio de su funcin el ministro hace visible, presente y

    actual la accin salvadora de Cristo por su Iglesia.

    Todo esto ha querido significar el Vaticano II cuando ha afirmado que los ministros de la

    Iglesia son signos de Cristo cabeza y pastor (LG 28; PO 2,6,12; AA 39). Al agregar el ttulo

    de Pastor al de Cabeza (en LG 28 y PO 6), habr querido quizs suavizar el excesivo

    verticalismo que, segn algunos, podra sugerir la palabra cabeza.

  • TEOLOGA DEL MINISTERIO APOSTLICO

    19

    Toda la actividad del ministro queda como marcada y singularizada por esta condicin suya.

    Siempre que acta como ministro, no puede menos de hacerlo como signo de Cristo cabeza.

    Precisamente en esto se cifra, a nuestro entender, lo especfico del ministerio apostlico, lo

    que le diferencia del laicado. Otros rasgos diferenciales que se proponen como tales no son ms

    que notas caractersticas que derivan, en ltima instancia, de esta raz ms profunda.

    Como signo de Cristo cabeza y pastor corresponde al ministerio pastoral habilitar a los santos

    para la obra del ministerio, que consiste en la edificacin de cuerpo de Cristo (Ef 4,12).

    Lograr que la Iglesia se autorrealice como sacramentum salutis es tarea de todos los

    bautizados (santos), pero es responsabilidad especfica de los ministros el organizar el

    esfuerzo comn, integrar los carismas de todos, coordinar armnicamente todos los servicios,

    animar el funcionamiento de la correponsabilidad de todos los miembros, para que la Iglesia

    est en condiciones de cumplir su misin en el mundo. Su exacta funcin es apacentar de tal

    modo a los fieles y de tal manera reconocer sus servicios y carismas, que todos, cada cual a su

    modo, cooperen unnimemente a la obra comn (LG 30).

    Es, pues, un carisma de direccin, de coordinacin, de gobierno, de presidencia, como

    corresponde en un organismo a la cabeza. En ltima instancia, el ministerio pastoral es

    ministerio de la unidad, en un sentido propio y caracterstico en el que no lo es el de los laicos.

    Para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, el mismo Seor constituy a algunos de

    ellos ministros (PO 2). Es responsabilidad suya hacer que el servicio de todos sea un servicio

    de cuerpo, una diakonia corporativa.