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    119 ISSN: 0214-400X

    Coser y desgarrar, conservar y arrojar.Visiones del enemigo y estrategias de

    supervivencia psquica en la Divisin Azul

    DavidALEGRELORENZUniversitat Autnoma de Barcelona

    [email protected]

    Recibido: 01/05/2012Aceptado: 20/07/2012

    RESUMEN

    El artculo propone una reconstruccin de los temores y marcos de referencia del combatiente fascistade la Divisin Azul, todo ello por medio del anlisis del lenguaje desde una perspectiva psicoanaltica.De algn modo, el objetivo es observar cmo se produce el proceso de identicacin del enemigo y ladesempatizacin que hicieron posible el despliegue de una extremada brutalidad en el combate. En estesentido, veremos cmo se produce una identicacin absoluta entre los rusos (civiles y combatientes),el comunismo, el judasmo y el paisaje. Tanto es as, que el combatiente fascista vive bajo una sensacinpermanente de cerco. En ltima instancia, observamos que el fascista enfrenta dicha amenaza al tiempoque huye de ella en un incontenible impulso violento entendido como acto de fe.

    Palabras clave: Fascismo, violencia fascista, alteridad, anlisis del lenguaje, Segunda Guerra Mundial.

    Sewing and Tear, Keep and Throw. Visions of the Enemy andPsychical Strategies of Survival in the Blue Division

    ABSTRACT

    This article analyzes the fears and projections of the Spanish fascist soldier in the Blue Division, allthrough the analysis of language from a psychoanalytic view. In some way, the aim is to understand how

    the enemy is seen and how is produced the process of contempt toward the enemy that made possiblethe deployment of an extreme brutality in combat. In this sense, well see an absolute correspondenceamong the Russian people (civilians and soldiers), Communism, Judaism and the landscape. So much sothat the fascist soldier lives under a permanent feeling of siege. At last, we can see how the fascist facethis threat at the same time that he avoids it running away in a violent drive understood as act of faith.

    Key words: Fascism, Fascist Violence, Otherness, Analysis of Language, Second World War.

    Sumario:Introduccin. 1. Algunas visiones del comunismo y su identicacin con Rusia. 1.1. Comu-nismo y judasmo. El antisemitismo en el fascismo espaol. 1.2. La agorafobia fascista y las oleadasde rusos que brotan de la tierra. 1.3. Otros peligros y amenazas: el abismo interno del ego fascista, laretaguardia como espacio de subversin, el traidor y el cobarde. 2. El derribo de las misteriosas puertasde lo imposible o la huida hacia delante. 3. Conclusiones. El fascismo: una utopa quijotesca.

    http://dx.doi.org/10.5209/rev_CHCO.2012.v34.40060

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    Introduccin

    Para la realizacin de este artculo partimos de un trabajo anterior,El fascismo comoexperiencia interna somatizante1, donde ya empleamos como fuente fundamentalmemorias de veteranos de la Divisin Azul y otros textos relacionados con dicha uni-dad militar. Al igual que entonces, nuestro objetivo no es otro que aproximarnos a laconciencia e identidad fascistas espaolas en un entorno privilegiado para su desplie-gue como fue el del Frente del Este durante la Segunda Guerra Mundial, en este casodentro de esta divisin espaola de voluntarios encuadrada en la Wehrmacht. Cabedecir que en lneas generales seguimos suscribiendo las tesis fundamentales defendi-das en el artculo anteriormente referido, de forma que lo que aqu nos proponemoses profundizar en algunas de ellas.

    De algn modo, creemos que las experiencias de combate y su posterior plasma-cin deformada sobre el papel en forma de memorias van a estar muy denidas

    por el binomio destruccin-creacin o, parafraseando a Dblin, por el desgarro yel hilado de la realidad como medio para la conservacin del ego maltrecho por lostraumas de la guerra y la derrota. As, como trataremos de demostrar, suscribimos laidea de que las palabras y los hechos seran inseparables dentro del fascismo siendoaqullas una proyeccin de stos y viceversa, que observamos como una forma de

    posicionarse ante la realidad, como una actitud frente a la vida nacida de unas cir-cunstancias histricas particulares. Ya a la altura de 1933, el primer y nico nmerode la revistaEl Fascioapuntaba en este sentido al armar que Para ser fascista noes necesaria ninguna credencial ni ningn carnet. Basta sentirlo, y hacrselo sentiral que se tenga cerca. Despus, cuando la organizacin surja, cada cual encontrarsu puesto.2No por nada, Klaus Theweleit apuntaba claramente en la lnea de que elfascismo no responde tanto a un problema de miseria econmica o desempleo comoa una profunda necesidad de ndole psicolgica, tal y como trataremos de explicar.Al mismo tiempo, criticaba la escasez de miras de los anlisis estrictamente materia-listas que durante mucho tiempo han marcado a amplios sectores de la historiografay la poltica3.

    Precisamente, este trabajo se fundamenta en los aportes de este llogo alemn,concretamente en su metodologa de anlisis del lenguaje desde una perspectiva psi-coanaltica, siempre con la vista puesta en la comprensin de las dinmicas internasdel fascista. A partir de los debates mantenidos con otros historiadores extraemos laidea de la existencia de una herencia cultural muy relacionada con algunas caracte-rsticas fundamentales de nuestra cultura judeo-cristiana, de la cual los fascismos-movimiento de Entreguerras extraeran no pocos de sus elementos denitorios 4. En

    buena medida, partimos de las tesis de Roger Grifn, quien precisamente entiende

    1 ALEGRE LORENZ, David: El fascismo como experiencia interna somatizante: una propuesta de an-lisis del fascismo espaol a travs del lenguaje, en Miguel ngel RUZ CARNICER (ed.): Falange. Lasculturas polticas del fascismo en la Espaa de Franco, Zaragoza, PUZ e IFC, 2012, en prensas.

    2 El Fascio. Haz Hispano, n 1, 16 de marzo de 1933, p. 15.3 THEWELEIT, Klaus: Male Fantasies. Volume 1: Women, Floods, Bodies, History, Minneapolis,

    University of Minnesota Press, 2007 (sexta edicin), p. 432.4 Precisamente nos referimos a l comofascismo cultural, que de uno u otro modo seguira teniendo un

    protagonismo muy signicativo en mltiples aspectos de nuestras vidas, tanto a nivel individual como colec-

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    que este fenmeno no naci ex nihilo, sino que fue el producto de un clima poltico-cultural y socio-econmico muy concretos algunos de ellos de muy largo alcance.Precisamente, compartimos los planteamientos del historiador ingls, quien deendeque el fascismo podra identicarse, entre otras cosas, con el deseo de construir unnuevo mundo por medio de la destruccin dada la creencia de estar ante el n de unapoca, lo cual justicara el despliegue de una violencia radical de tonos apocalp-ticos y mesinicos.5Por lo tanto, creemos que el fenmeno en cuestin tendra unadimensin psicolgica y emocional clave, como bien demuestra Jos Mara SnchezDiana, veterano de la Divisin Azul, quien armara que

    El soldado espaol es de los mejores del mundo, pero siempre que le den posibi-lidades de desplegar el tesoro de su carcter. Los entorchados no son nada si no sesaben respetar. Lo mismo en la poltica. No necesitamos la democracia, la llevamosen el corazn, pero a cambio exigimos respeto. Nada de reglamentos, leyes escritas u

    ordenanzas como esas tonteras de la poca de Carlos III que siguen aprendindose enlas academias y cuarteles. Por encima de estas pginas anacrnicas, tiene que haber elentendido perfecto que necesita una base psicolgica y voluntarista solo as harnde nosotros lo que se quiera. 6

    De algn modo, podemos ver cmo el propio fascista nos est ofreciendo la clavepara la comprensin del fenmeno propiamente dicho, desde lo que es a lo que elindividuo busca en ste, es decir, proteccin a travs de toda una serie de elementos

    para relacionarse con las diferentes dimensiones de la realidad, tanto la interna propiacomo la externa. De hecho, si lo preferimos, el fascismo no sera tanto una serie de

    normas y cdigos morales aunque hay mucho de tcito en l como una apelacinal espritu7, de forma que extraera todo de los hombres por medio de su capaci-dad para canalizar sus impulsos y proyecciones internas de forma ordenada. As, lademocracia del fascista vendra a ser esa capacidad para sentir junto a los suyosuna comunin de impulsos dirigidos por diferentes medios hacia unos determinadosobjetivos. Su xito radica en esa capacidad para apelar a algo que est ms all de lascondiciones materiales objetivas, es decir, algo permanente y trascendental y, al mis-mo tiempo, para hacer creer a multitud de individuos que es lo que ellos creen que eso debera ser o, dicho de otro modo, que responde a sus necesidades ms profundas.

    Antes de plantear la tesis que va a servir de gua a este artculo cabe plantear al-

    gunas precisiones ms. En primer lugar hay que sealar la necesidad de descender alcaso individual para comprender la naturaleza, motivaciones y modus operandidelfascista, quizs de este modo consigamos aproximarnos a algn tipo de respuesta en

    preguntas como qu es el fascismo, cmo identicarlo y qu aporta al hombre. En

    tivo: obsesin por la unidad y el orden, violencia de gnero, miedo a la disolucin, rechazo de puntos de vistadiferentes, etc.

    5 GRIFFIN, Roger:Modernismo y fascismo. La sensacin de comienzo bajo Mussolini y Hitler, Madrid,Akal, 2010, pp. 256-257.

    6 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente. Diario de un soldado de Hitler, Alicante, GarcaHispn Editor, 1990, p. 212. La cursiva es ma.

    7 Lo que el fascista entendera como tal, es decir, el lado mstico-potico o trascedente del ego, el nosy elentorno en que se enmarca su existencia.

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    segundo lugar nos parece importante destacar que concebimos el fascismo como unaconsecuencia de la modernidad, muy relacionado por lo tanto con el auge del relati-vismo y la subjetividad trados por sta y, por lo tanto, con el intento por restituir todauna serie de valores absolutos y permanentes que faciliten la relacin del individuocon la realidad externa a l. Precisamente por ello, en tercer lugar, creemos necesarioapuntar que en ltima instancia el fascista se forja en la incapacidad para resolver lacontradiccin existente entre unos valores individuales concretos es decir, aquellosdefendidos por un sujeto y los de la sociedad moderna en su conjunto, caracteri-zado por su naturaleza polidrica y polifnica. De esta disonancia traumtica parael individuo surge el sujeto fascista, es decir, de la incapacidad para relacionar deforma natural el egocon el ello. En este sentido, la tensin llega hasta tal punto queen dicha relacin se acaban imponiendo toda una serie de mecanismos represivos queTheweleit ha denido metafricamente como body armor, que limitara en la medidade lo posible toda inuencia desordenada del egosobre la realidad externa y vicever-sa, con el objetivo de conjurar cualquier amenaza de disolucin. Lo que ofreceran elfascismo movimiento y el estado fascista seran diferentes sistemas de canalizacinde los impulsos contenidos dentro de dicha armadura corporal y, al mismo tiempo,un entorno socio-cultural y poltico seguro para el desenvolvimiento del individuo.Aqu nos encontramos con la razn ltima de la lgica interna del fascismo: la huidaconstante hacia delante, que a menudo conduce a la autodestruccin del individuo ydel estado y sociedad fascistas, precisamente por el recurso continuado a la violenciacomo principal instrumento canalizador de esos impulsos reprimidos. De ah que laguerra sea una dimensin fundamental de este fenmeno y una atalaya privilegiada

    para la comprensin de su lgica y dinmicas internas, como de hecho ha apuntandoJavier Rodrigo en los ltimos tiempos8. Justamente por ello, Robert Paxton sostenaque entre otras cosas el fascismo se sostena sobre la promesa de una supuesta re-solucin a la crisis de la modernidad, que precisamente se basaba en la idea de unarevolucin permanente fundamentada en el recurso a la violencia, la cual ocuparaun lugar central9. Esa necesidad constante de dinamismo llev al fascismo a unaconstante huida hacia delante, todo ello en la ilusin y necesidad de mantener una re-lacin privilegiada con la historia que legitimara al fenmeno como tal. No por nada,muchos de los voluntarios europeos entre ellos los espaoles marcharon a Rusiamovidos por dicha conciencia.

    Con la guerra, el fascismo se jugaba el todo por el todo, tanto a nivel individualcomo a nivel colectivo. No solamente se trataba de la conuencia de mltiples pro -yectos polticos, como podra ocurrir en los casos paradigmticos de Ridruejo oSotomayor en la Divisin Azul, con una visin muy personal de lo que habra de serla Espaa fascista, sino que de algn modo estaramos ante un acto de fe personaldirigido a restituir una suerte de dosel sagrado perdido: la lucha contra el comunismo,la espaolidad, el catolicismo, lafrontgemeinschaft, la civilizacin europea, el deseode trascendencia, la simple bsqueda de respuestas, la violencia como acto esttico,

    8 RODRIGO, Javier: Violencia y fascistizacin en la Espaa sublevada en Francisco MORENTE:Espaa en la crisis europea de entreguerras, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2011, pp. 79-95.

    9 PAXTON, Robert O.:Anatoma del fascismo, Barcelona, Pennsula, 2005, p. 175.

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    etc.10Por lo tanto, la guerra ofrecera el ecosistema donde el fascismo se desenvolve-ra en toda su expresin, producindose por medio de la violencia la relacin del egocon el ello, al tiempo que ste sera recongurado a travs del impulso destructivo ycreativo de aqul. Lo que en no poca medida hara posible esa violencia sera el hechode que el fascista observe la realidad externa como algo amenazador y potencialmen-te subversivo que identica con aquello que porta en su interior y de lo cual huye: sus

    propios impulsos internos.A partir de la lectura y anlisis de las memorias de veteranos de la Divisin Azul

    creemos encontrar justicado un enfoque del mundo interno del soldado fascista queparta precisamente del anlisis del lenguaje, algo que a menudo pasa desapercibidopara la historiografa, una muestra ms de las mltiples dicultades existentes paratomar en serio el fascismo. En s mismo, el acto de escribir implica un moldeamientoy, por qu no, apropiacin de la realidad a imagen y semejanza del escritor, de formams destacada si cabe cuando se trata de textos de tipo memorstico o autobiogrco.

    En el caso del fascista, el objetivo no sera otro que restaar el egoy el nospor lospotenciales lectores maltrechos por la derrota y el trauma de la guerra. Para ello sesirven de un estilo sencillo que apela a lo heroico y se remite constantemente a todauna serie de lugares comunes que se repiten de forma sorprendente en diferentestextos y autores; de hecho, si por algo se caracteriza el fascista es por expresarse congran plasticidad, buscando producir en el lector las mismas reacciones psicosomti-cas que se dan en l al escribir o que se dieron en l al vivir las experiencias referidas.Una vez ms, la clave la encontramos en Snchez Diana, quien arma que

    Decimos Padre Nuestro que ests en los Cielos y sin darnos cuenta, soltamos estagigantesca armacin. Por qu no nos fjamos un poco ms en las palabras? Quizs

    porque hablamos demasiado. Nos damos cuenta de que las palabras son important-simas?. Madre, me voy a la guerra. As de fuerte y de suciente.11

    1. Algunas visiones del comunismo y su identifcacin con Rusia

    Uno de los lemas que domin la campaa de alistamiento a la Divisin Azul desde elverano de 1941 fue la famosa frase de tres palabras pronunciada por Serrano Suer,

    precisamente en medio de un discurso enardecedor que dirigi a los decenas de miles

    de hombres congregados bajo los balcones de la Secretara General del Movimientode Madrid para solicitar la entrada de Espaa en la guerra. Aquel caluroso 24 de

    junio, con la invasin alemana de la URSS en marcha desde haca dos das, Suer,asesorado por Dionisio Ridruejo, acu aquellas tres palabras que iban a tener unaamplia resonancia a nivel nacional y que resultan harto signicativas: Rusia es cul-

    pable!, a lo cual cabra aadir la no menos signicativa idea de que El exterminio

    10 Razones que encontraramos junto a otras no menos importantes como la promesa de una buena paga,el rancho diario, la necesidad de purgar pasados familiares dudosos, los voluntarios forzados o el deseo deaventuras.

    11 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 31. La cursiva es ma.

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    de Rusia es exigencia de la historia y del porvenir de Europa.12

    Desde nuestro puntode vista no se han llegado a medir en toda su magnitud las implicaciones inheren-tes a este discurso, que no hace sino poner de maniesto uno de los problemas oventajas, si lo miramos desde el punto de vista de las necesidades de la guerra conlos que se van a encontrar los combatientes de la Divisin Azul: la dicultad paradistinguir entre rusos y comunistas, entre Rusia y el comunismo propiamente dicho.De hecho, ambas ideas van a ser plenamente asociadas, convirtindose en un meca-nismo legitimador de polticas de ocupacin marcadas por los excesos 13y, al mismotiempo, por el despliegue de una tremenda brutalidad en el combate. No por nada, el

    propio Snchez Diana se haca eco de este curioso oxmoron, lo cual no deja de ser

    signicativo en alguien que lleg a interiorizar las dinmicas inherentes a esta lgicahasta el punto de servirse de ella como subterfugio para justicar su proceder comocombatiente durante su estancia en el Frente del Este. As pues, recordaba como uncompaero le deca que aqu [] venimos a [] destruir una idea la comunista.Esto llev al autor a plantearse la siguiente reexin:

    12 Vase REVERTE, Jorge M.:La Divisin Azul. Rusia, 1941-1944, Barcelona, RBA, 2011, p. 54.13 Ms all del mito divisionario cultivado por los veteranos a lo largo de los aos posteriores a la vuelta

    a Espaa, segn el cual sus relaciones con los rusos habran estado marcadas por la cordialidad. Una lneainterpretativa que integra multitud de voces y que, adems, viene a desmentir los tpicos anteriormente refe-ridos es la de NEZ SEIXAS, Xos Manoel: Eran los rusos culpables? Imagen del enemigo y polticasde ocupacin de la Divisin Azul en el Frente del Este, 1941-1944.Hispania. Revista Espaola de Historia,223 (2006), vol. LXVI, pp. 695-750.

    Juramento a la bandera alemana y a Hitler. Archivo Rodrguez Jimnez

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    No me qued muy aclarada la cosa cuando le planteo que hay una diferencia entreRusia misma y la idea comunista. Bien est que vengamos a luchar contra el marxismo

    pero la Historia y el paisaje de Rusia son otra cosa. [Sic]14

    De hecho, ms all de sus evidentes motivaciones polticas, la idea de los impulso-res de la Divisin Azul est clara: se trata de dar una resolucin denitiva al problemadel comunismo, que en este caso se solapa con Rusia o aparece enmarcado por sta.Se trata de atacarlo de raz, una idea muy del gusto del fascismo15. As, como ya ve-nimos apuntando, se produce una construccin del enemigo en base a la asociacinindisoluble entre Rusia y el comunismo. De hecho, esta va a ser una idea que va aencontrar un campo bien abonado debido al trabajo propagandstico desplegado porlos golpistas desde 1936, de acuerdo con el cual Rusia estara detrs de las desgraciasacontecidas en Espaa desde 193116. Santos Juli apunta que el modo de entenderel comunismo entre amplios sectores de la derecha espaola y el ejrcito se levantdesde los aos 20 sobre experiencias y reexiones autctonas, asentndose por tantoen una cultura poltica propia.17

    Como vemos, queda bastante claro que el juego de marcos de referencia quepermiti el envo de una divisin de voluntarios para participar en la guerra queAlemania sostena contra la Unin Sovitica estaba plenamente consolidado, lo cual,al mismo tiempo, nos da una explicacin bastante coherente del xito inicial en lacampaa de alistamientos y en las movilizaciones que rodearon a stos. De hecho,como apuntbamos, el propio Snchez Diana, capaz de observar la contradiccin in-herente a este juego de asociaciones cerradas entre Rusia y el comunismo, no estarexento de caer en ella a la hora de justicar algunos de los comportamientos salvajes

    de sus compaeros de armas, como ocurre cuando habla del sargento Filiberto, delcual arma que Todos los prisioneros que coge se los carga. En Espaa perdi a su

    padre asesinado cuando en el pueblo se enteraron que el hijo luchaba a las rdenesde Yage. No perdona, [].18As, podemos ver cmo el excombatiente percibe unarelacin directa entre lo ocurrido en Espaa entre 1936 y 1939 y la existencia del co-munismo sovitico en el mundo. En la mayor parte de las memorias o autobiografasde los excombatientes observamos reexiones y motivaciones similares en torno aeste hecho. De hecho, otro ejemplo signicativo es el de Juan Chicharro Lamami deClairac, quien apuntaba sin entrar en especicaciones que No quiero describir aqu

    14 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 90.15 Para el caso de la guerra civil, periodo formativo de la conciencia e identidad fascista espaolas con un

    papel decisivo de la violencia vase RODRIGO, Javier:Hasta la raz. Violencia durante la Guerra Civil y ladictadura franquista, Madrid, Alianza, 2008.

    16 Me parece interesante traer a colacin las palabras de Teodoro Palacios, capitn de la Divisin Azul,quien hace un balance de los aos republicanos en los siguientes trminos: En el verano de 1936, estandoen Potes, nos lleg la noticia de que Calvo Sotelo, el jefe de la minora monrquica, haba sido asesinado pororden del Gobierno procomunista. Se rumoreaba y se deca que el Ejrcito estaba a punto de rebelarse contrael estado de anarquaque viva Espaa. LUCA DE TENA, Torcuato:Embajador en el inferno, Barcelona,Planeta, 1991, p. 39. La cursiva es ma. Podemos ver una vez ms la mano negra de la URSS tras los sucesosdel 36 y la identicacin del estado de Espaa con la mxima forma de disolucin concebida por el fascista (ypor lo tanto la ms amenazadora): la anarqua.

    17 JULI, Santos: Las nombres de la guerra, Claves de razn prctica, 164 (2006), p. 30.18 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 112.

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    la emocin tan grande que nos embargaba a Antonio y a m: poder luchar contra elcomunismo que tanto dao haba hecho a Espaa y a mi familia. 19

    1.1. Comunismo y judasmo. El antisemitismo en el fascismo espaol

    Este punto nos parece particularmente interesante por el hecho de que tiende a acep-tarse desde amplios sectores de la historiografa la ausencia de un componente anti-semita en el fascismo espaol, algo natural partiendo del hecho de que la mayor partede los expertos ni tan siquiera ven en la dictadura franquista un rgimen de naturalezafascista20. Sea como fuere, lo cierto es que en la visin propia del fascista el comu-nismo y el judasmo van de la mano, siendo ambos la mxima expresin del peligrode disolucin contra el que combate aqul. Sin ir ms lejos, Theweleit planteaba que

    Fascism, then, waged its battle against human desires by encoding them with a par-ticular set of attributes: with effeminacy, unhealthiness, criminality, Jewishness all ofwhich existed together under the umbrella of Bolshevism.21

    De hecho, es sorprendente ver hasta qu punto se asemeja en este punto el sentirdel fascista espaol al del alemn, que es el caso analizado por Theweleit. Vemos porejemplo un artculo de laHoja de Campaaen el que Enrique Blanco B. arma que

    El verdadero enemigo [] aunque disfrace sus reales nes en un carnaval absurdoy trgico como el de las mscaras de antao, podemos decirle: te conocemos! Son tus

    apellidos Democracia, Marxismo y Plutocracia, pero tu nombre de pila es inconfundi-ble: te llamas judasmo.22

    Quizs podra aducirse que este fenmeno es un producto de la aculturacin delos voluntarios integrados en la Wehrmacht y, por lo tanto, marcados por un contactorelativamente intenso con el nacionalsocialismo y la Alemania de la poca 23, perosin lugar a dudas hay una herencia cultural propia que hace posible la asimilacin ycreacin autctona de este tipo de marcos de referencia. Precisamente, esta es la tesisque deende Nez Seixas.24

    Merece la pena dar al lenguaje la importancia que tiene en el caso del fragmento

    de laHoja de Campaareferido un poco ms arriba, de hecho no se puede despreciar

    19 CHICHARRO LAMAMI DE CLAIRAC, J.:Diario de un antitanquista en la Divisin Azul, Madrid,Fundacin Divisin Azul, 2001, p. 13.

    20 Tambin se aduce muy menudo el reducido tamao de la comunidad juda residente en Espaa, 5000segn las listas de la Conferencia de Wannsee, que a su vez se basaban en las estadsticas de las autoridadesespaolas.

    21 THEWELEIT, Klaus: Male Fantasies. Volume 2 Male Bodies: Psychoanalyzing the White Terror,Minneapolis, University of Minnesota Press, 1989, p. 13.

    22 Hoja de Campaa, n 26, 4 de mayo de 1942.23 Estos aspectos han sido tratados por NEZ SEIXAS, Xos Manoel: El Tercer Reich, la Wehrmacht

    y la Divisin Azul.Ayer, 69 (2008), pp. 47-72.24 NEZ SEIXAS, Xos Manoel: Testigos o encubridores? La Divisin Azul y el Holocausto de los

    judos europeos: entre historia y memoria,Historia y Poltica, 26 (2011), p. 260.

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    un texto as como mera retrica, porque lo cierto es que palabras as estn dirigidasa dar con una reaccin concreta entre sus destinatarios: la rigidez como mtodo de

    proteccin y la violencia como respuesta. De algn modo, existe la creencia de queesas categoras como Marxismo, Plutocracia o judasmo tienen su existenciacomo entes encarnados que suponen una verdadera amenaza para la integridad delindividuo y ello provoca un inmenso terror. Sin embargo, lo cierto es que en muchoscasos la imagen que se construye del soldado ruso a posteriories poco menos que lade un pobre desgraciado engaado o sometido por un ente poco denido como serael comunismo, que no obstante va a ser antropomorzado y dotado de vida propia ensu capacidad para alienar al individuo.

    El Ejrcito Rojo, armaba un capelln divisionario ya en 1942, no sera ms queuna coleccin informe de hambrientos y engaados hijos del pueblo ruso, sacricados

    por la locura, el orgullo y la maldad de sus dirigentes judeo-masnicos.25

    En muchos casos esto va a llegar hasta el punto de que algunos veteranos van a ex-culpar al ruso por el comunismo, llegando a reconocerle sus virtudes como soldado.Sin embargo, es importante tener en cuenta que la mayor parte de estas visiones sernconstruidas a posteriori, tanto es as que en casos como el de Snchez Diana, quienmuestra con particular crudeza y sinceridad las visiones e ideas que dominaban a losdivisionarios, podemos ver hasta qu punto muchos de los excombatientes reelabo-raron su experiencia en clave buenista, corriendo un tupido velo sobre diversascuestiones que con el tiempo acabaran siendo vistas como incmodas. Un ejem-

    plo curioso donde aora el antisemitismo cultural es trado a colacin por el propio

    Snchez Diana, quien pone en boca de un compaero de armas andaluz la siguientefrase: Oz, que fro vamos a pas en esta encabronada tierra de judos [Sic]; sin em-

    bargo, un episodio ms curioso an si cabe lo encontramos durante la convalecenciadel autor en Knigsberg, donde recuerda que

    haba dos espaoles nada mas, una chica y un mallorqun llamado Rosell que po-sea una tiendecilla de frutas llamada Spanisch Garten. [] el muy frescales, cobra-

    ba lo que quera. [] Para m, era un judo mallorquny le conocamos bajo el nombrede chueta, lo que a l le daba verdaderos sustos. Termin pidiendo a las autoridadesespaolas, que le ayudasen para volver a Espaa. Durante unos meses aquel cerdocon

    la ingenuidad alemana, y la cocina espaola,se hizo rico. Su tipo era mefstoelico, altocon barbita puntiaguda. Unperfecto judo, le faltaba la estrella de David entre pecho yespalda, no nos era simptico. [Sic]26

    Como vemos, estamos ante un pequeo cuento moralizante sobre el tipo ideal dejudo, un parsito social entregado al engao y, por medio de ste, a hacer moun-tains of money, una de las masas con las que segn Theweleit lo identicara elfascista alemn, junto con la de lascivious esh y las piles of corpses27. El pro-

    25 Citado en NEZ SEIXAS, Xos Manoel: Eran los rusos culpables?..., p. 706. La cursiva es ma.26 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, pp. 86 y 179. La cursiva es ma.27 Citado en THEWELEIT, Klaus:Male Fantasies. Volume 2, p. 9.

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    pio Ridruejo va a referirse a un grupo de judos que la Divisin se cruz a su pasopor Radoscovice, ya en Bielorrusia, de los cuales va a armar que se encontraban

    marcados, abatidos, con la mirada vaga. No s de dnde ni hacia dnde, llegando amostrar cierta repulsa por los mtodos sistemticos de marcaje y segregacin de losalemanes pero justicando, eso s, El repentino y pasional saco, a sangre y fuego;la liquidacin brutal, instantnea, explosiva; el ajuste de cuentas, que le parecanms explicables, ms aceptables.28As pues, lo que no gusta no es el asesinatotanto como el hecho de su planicacin, porque de algn modo, el verdadero hombre-soldado responde a los estmulos propios del combate o, por qu no, del entornoinmediato, ya que es ah donde se da la lucha por la conservacin y consolidacin delegofascista, tal y como trataremos de demostrar.

    1.2. La agorafobia fascista y las oleadas de rusos que brotan de la tierra

    La conservacin de la unidad y la rigidez fueron dos obsesiones recurrentes en elfascismo, un tema que ya tratamos enEl fascismo como experiencia interna somati-

    zantepor medio de la teora de la matrioskas. Dicho planteamiento vendra a com-plementar la tesis de Theweleit del body armor, segn la cual el fascista se proveerade una coraza externa que evitara el desbordamiento de ste a manos de sus propiosimpulsos emocionales y de las amenazas externas de disolucin. En este sentido, loque plantebamos es la existencia de una armadura compuesta por diversas capas que

    28 Citado en REVERTE, Jorge M.:La Divisin Azul, pp. 133-134.

    Misa de campaa. Archivo Xos M. Nez Seixas

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    protegeran al individuo y que, igualmente, le serviran como medio para escapar des mismo (de los deseos e impulsos que porta en su interior) creando espacios segurosms all de s mismo. Cada una de las matrioskas sera una proyeccin de la anterior,siendo todas iguales en forma, color y diseo, siendo la pequea la encarnacin de to-das ellas a nivel del sujeto individual. De este modo, el individuo quedara enmarcadodentro de la familia, la unidad militar, la patria, la civilizacin europea-cristiandad y,

    por ltimo, el imperio. As pues, es decisivo tener en cuenta que todo individuo o es-pacio externo que no encaje dentro del juego de matrioskas quedara automticamen-te excluido y marginado de la realidad, de modo que o bien es considerado prescindi-

    ble eliminable o bien se intenta asimilar por los ms diversos medios, teniendo laviolencia un papel fundamental en ambos casos29. De este modo, lo que el fascista vaa hacer en su constante huida hacia delante es tratar de hacer aprehensible el mundo,limpiar espacios externos para poder desenvolverse con seguridad, recomponer elcielo para evitar que este caiga sobre su cabeza. Nada ms ilustrativo en este senti-do que su cancionero, donde nos encontramos con que el Cara al solhabla de queFormar junto a mis compaeros/ que hacen guardia sobre los luceros,/ impasibleel ademn,/ y estn presentes en nuestro afn o, por otro lado, el himno de la propiaDivisin Azul, donde se arma que Cielo azul/ a la estepa desde Espaa llevar,/ sefundir la nieve/ al avanzar, mi capitn o Avanzando voy;/ para un mundo sombro/llevamos el sol;/ para un cielo vaco/ llevamos a Dios. Inmediatamente varias cosasnos llaman la atencin en estas letras, cuyo anlisis nos servir para avanzar un pasoms en nuestros anlisis. En primer lugar, observamos las constantes referencias alcielo, que responderan a una necesidad primordial del fascista dirigida a recompo-ner el dosel sagrado, hasta el punto de que el destino de los cados sera convertirseen estrellas inmortales que serviran de gua a los vivos y contribuiran a apuntalarla cubierta celeste. De algn modo, el objetivo es la consecucin de seguridad y deun sentido para la lucha. De hecho, el combatiente de la Divisin Azul lleva a Rusiaconsigo su cielo sanado por los fuegos y la sangre de los muertos en la Guerra Civil, ylo hace tanto en un sentido civilizatorio como por una mera necesidad de superviven-cia psquica: necesita hacer reconocible el lugar donde combate, situar sus propios

    puntos de referencia para evitar el peligro de disolucin que, como veremos, acechaa cada momento en Rusia. As pues, el fascista lleva el cielo azul, el sol y a Dios,

    precisamente para iluminar ese espacio tenebroso y disolvente que es la estepa, parapenetrar la oscuridad de los bosques, para fundir el manto de nieve que, como en unapesadilla, lo pone ante la evidencia de su propio abismo interno. Y, como trataremosde mostrar ms adelante, la dinmica es avanzar, constantemente, huir hacia delante,salir de s mismo, aprehender y hacer seguros nuevos espacios, expandir esa armadu-ra de la que hablbamos antes.

    Por lo tanto, como decamos, para el fascista la estepa va a aparecer como unasuerte de mar de inmensa vastedad, dominada por los bosques, la nieve, el barro y los

    pantanos que la cubren, en proceso de cambio constante, lo cual para el fascista, queansa la permanencia, se torna terrorco e insoportable. De algn modo, el paisaje

    29 Para profundizar en estos aspectos vase ALEGRE LORENZ, David: El fascismo como experienciainterna somatizante, y THEWELEIT, Klaus:Male Fantasies. Volume 1, pp. 204-228.

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    ruso causara un vrtigo tremendo en el combatiente fascista, que teme ser absorbidoy disuelto por ella. Daz de Villegas, general del Estado Mayor de la Divisin Azul,apuntaba en este sentido que

    El paisaje ruso requiere, primordialmente, prrafo aparte. Rusia es, sobre todo, lamonotona geogrfcay el agobio de la inmensidad. El hombre no se siente all el reydel medio, sino su esclavo. []. El horizonte recuerda al del mar. La estepa se extiendeinnita; pero cuando el bosque surge no parece, tampoco, tener n. []. Monotonatambin del suelo! [] No encontraris en l una sola piedra. []. Falta, tambinaqu, la tradicin hecha piedra de nuestras catedrales, o simplemente de los grandesmonumentos cvicos o militares que, desde Roma a nuestros das, es el basamento delarte arquitectnico del centro y del occidente de Europa: [] la tradicin necesita vivirdel espritu, pero se cincela en la piedra. Solovief lo dijo:La falta de piedra priva alcampesino ruso del sentido de la continuidad y del esfuerzo.30

    Fijando nuestra atencin en otros contextos no deja de ser curioso que Daz deVillegas compare la estepa con el mar, un espacio salvaje an por conquistar queamenazara con doblegar y disolver al hombre. En este caso, observamos cmo elfascista tiene la imperiosa necesidad de dominar y estructurar la vasta extensin de-soladora del espacio geogrco ruso para no diluirse en l, lo cual nos muestra hastaqu punto el fascismo es un hijo bastardo de la racionalidad elevada a los altares de lacivilizacin por la Ilustracin: todo aquello que escapa a los presupuestos racionalesdel fascista lo inaprehensible provoca insoportables sensaciones fsicas y psqui-cas, entre ellas el vrtigo del que hablbamos. Precisamente, Jonathan Littell, en su

    estudio deLa campaa de Rusiade Leon Degrelle apunta respecto al paisaje ruso queel fascista siente que

    Ese territorio hay que estructurarlo urgentemente, que cuadricularlo y rayarlo sopena de perder pie en l. [] Esa reterritorializacin (en el sentido que le da Deleuze ala palabra) incluye no slo el espacio fsico, sino tambin sus representaciones.

    A continuacin, el autor cita algunos apuntes de la obra de Degrelle:

    Tan rpido era el avance, que se necesitaban a diario mapas nuevos. [] Inclusolos menores detalles los rega un orden maravilloso. []. Si triunfaba la Alemania

    Nacional Socialista, sera duea del Este, de una prodigiosa tierra de orecimiento,pegada a su costado, unida a ella directamente por ferrocarriles, ros y canales, abiertaa su talento organizativo y productor.31

    Por lo tanto, podemos observar la existencia de toda una serie de lugares comunesen el fascismo europeo como modo de ser en y ante el mundo. De hecho, esta pugnaentre la naturaleza y el hombre moderno est muy presente en la obra de Heidegger,

    30 DAZ DE VILLEGAS, J.:La Divisin Azul en lnea, Barcelona, Editorial Acervo, 2003 (reedicin),pp. 45-46.

    31 LITTELL, Jonathan:Lo seco y lo hmedo. Una breve incursin en territorio fascista, Barcelona, RBA,2009, pp. 43-44. La cursiva es ma.

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    cuyo diagnstico de la realidad de la poca se nos antoja fundamental para com-prender este afn reterritorializador32. De algn modo, el hombre moderno, en suconstante afn por conquistar todos los aspectos de la realidad mediante la raznhabra dado lugar a un mundo descredo, sin lugar para la mstica y la trascendencia.Precisamente esta es la tragedia del fascismo: el hombre se convierte en esclavo deesa nueva deidad bondadosa y traicionera, la tcnica, en su afn por recongurar elmundo y rehacerlo a su imagen y semejanza, de modo que sea un espacio seguro,familiar. Sea como fuere, Heidegger tratar de reenfocar la crisis en un sentido posi-tivo por medio de la voluntad de poder nietzschiana como fuerza que se prueba a smisma en el dominio y control de la realidad, del objeto, del mundo en denitiva. Eseegoque se expresa por medio de la fuerza de la voluntad a travs de la tcnica es elimperio de la metafsica, que alcanza su mxima capacidad de expresin como actoesttico, siendo el nico objetivo prevalecer. En este sentido, lo que estn planteandotanto Degrelle como Daz de Villegas es la imposibilidad del ruso para trascender porlas condiciones naturales del espacio geogrco que habita, de hecho su incapacidad

    para permanecer o siquiera conservar la rigidez, una de las obsesiones fundamentalesdel fascista en su lucha contra la disolucin. Visto as, Rusia sera para el fascista laencarnacin misma de ese peligro de disolucin, de ah que los referentes claves desu imaginario colectivo sean ptreos y verticales. Tanto Theweleit para el caso delos Freikorps33como Littell para el caso de Degrelle 34han destacado la importanciade este ltimo punto, algo que curiosamente hemos observado tambin en SnchezDiana, que recordaba que Cruzamos el Rhin por un puente gigantesco y entramos enEstrasburgo, cuya torre se vea desde el tren. Qu torre!35

    Sea como fuere, lo que nos gustara que quedara claro es esa suerte de agorafo-bia que el fascista siente ante lo desconocido, en este caso la geografa rusa. Sin irms lejos, Joaqun Miralles Gill apuntaba que en una conversacin con la viudade un compaero de armas recordaba de Rusia su dureza, su fro, el terreno que setransformaba continuamente en inhspito, etc.36Precisamente como el mar, siem-

    pre igual pero en constante proceso de mutacin, en este sentido algo inabarcable ydesconcertante presto a estallar en cualquier momento en una inmensa tormenta. Untestimonio que apunta en la misma lnea es el de Chaves Nogales, quien apuntabaque El paisaje llega a ser desesperante.La inmensidad de Rusia es tal que ataca alos nervios. []. Nada. Bosques y campos de siembra sobre una planicie intermina-

    ble cuya redondez se muestra netamente en la lnea del horizonte.37Algo similar seobserva en el caso de Snchez Diana, quien recoge las palabras estremecedoras de sucamarada de armas Alfonso:

    32 Vase FERRY, L. y RENAUT, A.: Heidegger, el nazismo y la modernidad.Heidegger y los moder-nos, Buenos Ares-Barcelona-Mxico, Paids, 2001, pp. 87-106.

    33 El autor alemn apunta que The threat of the ood may be combated with erections: toweringcities, mountains, tropos, stalwart men, weapons. THEWELEIT, Klaus:Male Fantasies. Volume 1, , p.402.

    34 LITTELL, Jonathan:Lo seco y lo hmedo, p. 36.35 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 43.36 MIRALLES GILL J.: Tres das de guerra y otros relatos de la Divisin Azul, Alicante, Garca Hispn.

    Editor, 1981, p. 75.37 Citado en REVERTE, Jorge M.:La Divisin Azul, p. 138. La cursiva es ma.

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    esto es ya demasiado para una persona. Tengo a veces la impresin de quese me vaa romper el espritu. [].No sabamos al apuntarnos lo que bamos a ver. Pero ahoratenemos la vida destrozada. No podremos ser lo que fuimos, jams. [] si te contaraque a veces he tenido ganas de pegarme un tiro en la sien Esto es de una desespera-

    cin nica. []. Pero el fro y la nieve es algo que jams borrar de mis nervios.Losllevar toda la vida. Toda la vida tendr fro. [Sic]38

    De algn modo, lo que el autor est mostrando son los traumas derivados de laexperiencia de combate, pero tambin la tragedia del fascista, que acenta la crisisinterna y externa que pretenda resolver al poner de maniesto en su constante huidaviolenta hacia delante su incapacidad para sobreponerse al abismo que porta dentrode s y que amenaza con desbordarlo. En cierto sentido, esos desoladores paisajesrusos pusieron a muchos frente a s mismos. Precisamente por eso, el mismo SnchezDiana llega a reconocer que

    durante das, para nosotros, no haba otro horizonte que el bosque. Un bosque vir-gen en el que no haba penetrado el hacha ni el pie, ni el fuego. Cerrado a toda civili-zacin. A dnde vamos hoy?... al bosque. Y la orden nos hiere. []. Pero el bosquenos pona la piel de gallina. Sensibilizbamos hasta tal punto nuestros sentidos que yocreo, inventbamos algo nuevo. Pues junto al odo, el tacto, el olfato, la mirada, po-namos odio contra aquella naturaleza latente y extraa que oprima por todos lados.Adems, sentamos una enorme sensacin de inferioridad. 39

    Llegados a este punto estamos ante una cuestin esencial para la comprensin delos miedos del combatiente de la Divisin Azul y su visin del enemigo. En buenamedida, el pavor que causa en ste el paisaje ruso fundamentalmente su carcterinhspito, salvaje y cambiante tiene que ver con el hecho de que el soldado ruso,observado a menudo como un uido en s mismo, se confunde con el terreno hasta el

    punto de que parece brotar de la tierra, lo cual lo hace doblemente amenazador. Nopor nada, Theweleit apunta que para los combatientes de los Freikorps Bolshevismseems to be a kind of ocean that surges onward in waves, inundating and engulng.,as seala algunos testimonios que hablan de que The Reds inundated the land, theraging Polish torrent, The stream of insurgents pours o This was where the watergushed thogh its ribs and plates40. En este sentido, esa idea de la amenaza comunista

    siempre asociada con el ruso o Rusia, como ya sealbamos aparece constante-mente asociada a la tierra, al acecho, presta a saltar en el momento adecuado, tal ycomo seala Nez Seixas en uno de los testimonios que recoge: al otro lado delWolchow se ergua Asa, agazapada en odio y muerte tras el emblema sangrientode su estrella de cinco puntas.41Testimonio que es doblemente importante por tresmotivos: la animalizacin del enemigo, su personicacin como Asia y, por lo tanto,su exclusin de la civilizacin europea, algo que tambin haca Daz de Villegas alexcluir a Rusia por la carencia de una tradicin forjada en piedra. Lo que vemos es

    38 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, pp. 196-197. La cursiva es ma.39 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 133. La cursiva es ma.40 Citado en THEWELEIT, Klaus:Male Fantasies. Volume 1, p. 229.41 Citado en NEZ SEIXAS, Xos Manoel: Eran los rusos culpables?..., p. 725.

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    cmo constantemente se estn poniendo en marcha potentes mecanismos de inclu-sin-exclusin que contribuyen a favorecer procesos de desempatizacin y aportaninstrumentos ideolgicos para legitimar los excesos propios de una guerra total. Enesta lnea merece la pena traer a colacin el testimonio de Snchez Diana, siempre tan

    plstico en el tratamiento de sus experiencias psicosomticas de guerra: Los bosquesrodean las posiciones de los espaoles. Entre puesto y puesto, hay masas de rbolesy plantas que nos dejan aislados. Son nubes posadas a ras de la tierra, hoscas y som-

    bras respirando odio. Es sorprendente ver hasta qu punto el fascista dota de vidapropia a la naturaleza, en medio de la cual l aparece junto a sus camaradas como unaisla que trata de mantenerse a salvo del peligro de disolucin, porque

    Los encuentros con los rusos son mortales. La lucha aqu es como un combate delobos. []. Los bosques estn infestados de rusos. Las bandas luchan sostenidas por la

    poblacin civil. Las noticias hablan de traiciones, de sorpresas, y entonces de represa-

    lias. []. Y lo peor no es solo eso, el rodear dando vueltas y vueltas al mismo objetivo,sino el hundimiento en los pozos y hoyos falsos. No s donde le una vez que el bosquesugera a Dios. Qu sabra de esto ese escritor?, el bosque sugiere solo al demonio.42

    En este fragmento, Snchez Diana nos muestra el grado de exposicin constanteal que se encuentra sometido el soldado fascista (poblacin civil hostil, naturalezainaprehensible, el propio combatiente ruso), rodeado de amenazas que se extiendende forma epidmica y bajo riesgo constante de disolucin, lo cual lo mantiene en unestado de tensin y rigidez permanente; as pues, el soldado opta por la violenciacomo modo de relacionarse con el entorno y como medio para huir de su propio

    miedo. El mismo autor da una muestra de hasta qu punto el combatiente ruso seidentica con la tierra de la cual brota como por ensalmo en sucesivas oleadas alarmar tras una accin de combate cuerpo a cuerpo con el enemigo que Dos gurasse retuercen en el suelo Otets mat o algo as dicen. Se les remata y no vemosms que un montn de trapos viejos terrosos.43Este testimonio es clave para com-

    prender la psicologa y visin del enemigo por parte del fascista por dos motivos: enprimer lugar porque muestra la deshumanizacin del ruso, que pierde todo contornodenido, y, en segundo lugar, porque nos muestra su incapacidad para conservar larigidez, siendo su estado natural la disolucin y su ecosistema ese inquietante paisajeruso, con el cual se confunde. As pues, el fascista mata para la conservacin y con-

    solidacin de su ego, es decir, para sobrevivir, pero no ya slo en un sentido fsico,sino tambin trascendente, porque lo que pretende justamente es sobreponerse a esepeligro de disolucin representado por el ruso, que viene a ser paisaje, comunismo yjudasmo al mismo tiempo.

    42 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 132.43 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 108. La cursiva es ma.

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    1.3. Otros peligros y amenazas: el abismo interno del ego fascista, la retaguardiacomo espacio de disolucin, el traidor y el cobarde

    Como venimos apuntando a lo largo del trabajo, el combatiente fascista se ve some-tido a una constante sensacin de cerco, a lo cual no slo contribuyen sus enemigos

    los rusos o lo ruso propiamente dicho, sino su misma naturaleza humana y todo loque ha dejado a sus espaldas, una dimensin fundamental de su visin de la realidad.El fascista es en s mismo una amenaza para l, precisamente por ese abismo que por-

    ta en su interior, lo cual tiene que ver en no poca medida con su incapacidad para esta-blecer una relacin de normalidad entre su mbito interno (es decir, el subconscientey los impulsos generados por ste, as como sus propias sensaciones y sentimientos)y la realidad exterior. Esto es as hasta el punto de que ambas dimensiones llegana solaparse, dando lugar a una visin distorsionada donde todo cobra unos contor-nos difusos y, por lo tanto, amenazadores. Theweleit se planteaba si acaso, bajo lascondiciones extremas propias del combate, el individuo no confundira sus propias

    proyecciones internas o marcos de referencia con el mbito externo de la realidad, esdecir, si no se produce una fusin entre los mbitos psquico y fsico percibidos porel combatiente.

    De algn modo, el individuo trata de mantener el control sobre s mismo en unasituacin de gran tensin que siente lo desborda, tanto desde el exterior como desde

    Divisin Azul. Cruz. Archivo Rodrguez Jimnez

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    sus mismas entraas, teniendo la sensacin de que al mismo tiempo que la tierra seabre en medio de la lluvia de acero l mismo sufre una brecha por la que se deshaceen forma de miedos y sentimientos. Tal y como plantea en el testimonio de un para-militar de los Freikorps

    Right beneath the visible world, the immensity of the unfathomable begins: a num-bly glowing, uid ocean of ebbings and oods, of incalculable forces of pressure and

    tension.44

    Una vez ms, la solucin para salvar esa situacin crtica es esa armadura externa,ese juego de matrioskas o body armorfabricado de represin y disciplina, un dique

    personal que conjura las amenazas que tratan de convertir en polvo al individuo.Precisamente, la escritura es uno de los medios empleados por el fascista para resta-ar esa armadura que precisa de refuerzos constantes. En este sentido, como plante-

    bamos, el fascista tiene miedo de s mismo, de sus propios sentimientos y temores porel simple hecho de que amenazan con disolver la rigidez necesaria para cumplir consu deber y, al mismo tiempo, para hacer posible su propia supervivencia. Justamenteesto es lo que llev a Snchez Diana a reexionar en los siguientes trminos respectoal momento en que el tren con destino a Alemania parta de Madrid:

    Sent durante unos momentos la ausencia de la familia como un dolor fsico. Tarden reponerme. Pero desde entonces he procurado huir de las emociones. La taquicardiaemotiva nunca es buena. Es mejor rehuirlas, pasar de largo, escaparse por la tangente.Unas lneas escritas pueden hacer el mismo efecto y surtir mejor provecho. []. No

    es esconder el ala, sino sencillamente economizar sentimientos, lo que para un ca-rcter apasionado es necesario. En algunos momentos siempre encuentro la frmula:Muchacho, esto es demasiado serio para rerte y tu demasiado hombre para llorar[Sic]45

    En este punto podemos constatar las reacciones psicosomticas sufridas por elautor en el momento de la partida, reriendo sensaciones cercanas a la ansiedad queseran salvadas por medio de la rigidez y de la huida hacia delante, al tiempo queseala la escritura como medio para evacuar el barullo de impulsos internos conteni-dos. Justamente por ello el fascista entiende que No hay nada ms espantoso que verllorar a un hombre.46De hecho, es el propio Snchez Diana quien nos muestra consu testimonio hasta qu punto se ajusta a la realidad la idea de body armorlejos deser un mero concepto historiogrco para el anlisis y comprensin de la realidadcomo sostn de la existencia del fascista, al menos tal y como lo percibe y siente ste:

    Tu camarada es un hombre como tu, pero nunca te dir lo que siente por vergenza,

    esa vergenza que calla las expresiones []. Son como caracolas que guardan en suinterior la msica de lo profundo, o de nuestra tierra, []. Salamos con los hombres

    44 Citado en THEWELEIT, Klaus:Male Fantasies. Volume 1, , p. 240.45 SNCHEZ DIANA, Jos Mara, Cabeza de puente, p. 30.46 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 210.

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    de otras pocas a otros ros y a otros pases. Era un pedazo de Espaa el que llevba-mos pero tambin nosotros lo ramos en nuestra dimensin.47

    Esa vergenza de la que habla es el precario equilibrio sobre el que se sostiene la

    estructura psquica del fascista, la piedra de toque de su universo interno, porque elmismo reconocimiento del miedo y los sentimientos puede suponer su deriva y, por lotanto, su misma perdicin. En este sentido, es signicativa la metfora de la caracola,ya que ante la percepcin de una amenaza el fascista puede introducirse dentro de sucscara y resistir los embates externos e internos. De algn modo, esa cscara serala representacin del juego de matrioskas que compondra la armadura fsica con quese protege el fascista, ya que ste se ve a s mismo como una pequea encarnacinmicroscpica de la comunidad nacional, de Espaa. De igual forma, por ms que seaalgo en lo que no podemos profundizar ahora merece la pena apuntar que nos muestrael mito de la palingenesia como uno de los ejes rectores de la experiencia fascista,

    que supondra la integracin del glorioso pasado nacional en un presente modernodonde se potenciaran las virtudes del individuo como parte de la historia y, al mismotiempo, ltimo eslabn de la comunidad nacional48. Al n y al cabo, dicho contribuyedecisivamente a favorecer el ser en el tiempo del sujeto individual y, por lo tanto, asuperar el miedo a la anomia, uno de los abismos que porta dentro de s el fascista.

    Sea como fuere, otra dimensin clave de los temores y amenazas que acechan alfascista es la retaguardia, algo que se observa en gran variedad de contextos y casos

    bajo las ms diversas formas. De algn modo, aquello que est a la espalda del sol-dado congura una dimensin negativa, de forma que la retaguardia es entendidacomo un espacio de disolucin siempre relacionado con la idea de pualada por la

    espalda elaborada en Alemania al calor de los sucesos de 1918-191949. No hay dudade que est plenamente arraigada esa idea de que mientras en el frente se consumen ymueren los mejores, en la retaguardia los dbiles, traidores y cobardes cobran ventajadesenvolvindose con facilidad50. En este sentido, Miguel Ezquerra da cuenta de susentimiento de culpabilidad durante un periodo en que estuvo trabajando en la reta-guardia en actividades de contraespionaje:

    Durante el tiempo que permanec en Pars llev una existencia frvola y peligro-sa. [], visitaba el Pars nocturno. Vivamos en un ambiente de difusa moralidad, almargen de la familia y de aquellos camaradas que con tanta generosidad y gallarda

    entregan sus vidas en el campo de batalla. Nuestro proceder no poda ser ms lamen-table. Era la guerra!.

    47 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 41.48 Encontramos mltiples referencias en Snchez Diana: Son momentos stos donde el ojo histrico el

    ms sencillo soldado ve toda una poca girar y volver el pasado a existir. Un poco de sensibilidad que se tengay la gran fuerza del ayer nos atenaza el corazn.. dem, p. 87. Otro ejemplo interesante lo aporta MiguelEzquerra al referir su experiencia previa a la Segunda Guerra Mundial durante la Guerra Civil espaola: Laibrica Huesca []. Con la braveza acumulada durante siglos, en las horas de dramtica duda de julio de 1936,opt por el alzamiento militar. EZQUERRA, Miguel:Berln, a vida o muerte, Granada, Garca Hispn, 1999(cuarta edicin), p. 9.

    49 El ejrcito espaol tuvo su particular visin de esta idea debido al rechazo masivo de la sociedad a laguerra colonial de Marruecos.

    50 Para el caso alemn vase THEWELEIT, Klaus:Male Fantasies. Volume 1, pp. 395-397.

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    Sin embargo, el mismo autor expresa su visin de la realidad de un modo mu-cho ms plstico en un fragmento donde muestra el espacio de retaguardia como uninmenso prostbulo situado bajo el subsuelo, de forma que amenazara los mismoscimientos de la realidad, lo cual no hace sino poner de maniesto con gran intensidad

    uno de los principales temores del fascista: perder pie en el mundo. As, mientras seest dirimiendo en la supercie la batalla de Berln, en el stano del hotel Kaiserhof

    seguan imperando el lujo y la articiosidad, al servicio de los ltimos diplomticosy periodistas extranjeros y de algunas cocottes internacionales. Estas ltimas, muyguapas, muy bien vestidas, nos miraban con insistencia, sonrientes, pensando tal vezque buscbamos el reposo del guerrero. 51

    En este punto, el autor est poniendo de maniesto la traicin inherente al hechode vivir de espaldas a la realidad en el momento en que se est dirimiendo poco me-

    nos que el destino de la humanidad, mostrando adems una imagen subversiva de lamujer encarnacin en s misma de la retaguardia, que con sus cantos de sirena tratade distraer al hroe de su deber52.

    El propio Snchez Diana nos muestra la relacin directa entre el propio espaciode la retaguardia, el cobarde y el traidor, considerados ambos agentes subversivosy disolventes que ponen en riesgo la obra del combatiente en el campo de batalla,conseguida a costa de su sudor y su sangre. As pues, rerindose a una conversacintenida en un tren hospital con otros heridos arma que

    Nuestro pensamiento era que la juventud combatiente, al volver a Espaa, impon-

    dra sus deseos polticos, la reforma agraria y la destruccin del capitalismo. [] enga-aron y sorprendieron los listos de siempre, que se quedaron en la retaguardia y hastales quitaron la novia. [] durante unas horas fuimos felices arreglando Espaa y cre-yendo sinceramente en nuestra empresa. Si nos engaaron, peor para los engaadores.

    Nosotros resultamos ms buenos y ejemplares que ellos.53

    En cierto sentido, no puede sorprendernos este modo de pensar, ms an si tene-mos en cuenta que muchos de los voluntarios de la primera leva actuaron movidos noslo por la fe en sus planteamientos ideolgicos, sino como parte de una rme apues-ta poltica en pos de la legitimidad, que habra de ser conquistada por las armas 54.

    Esta sensacin de agravio se vio potenciada por el hecho de que muchas remesasde voluntarios fueron ninguneadas por las autoridades al regresar a Espaa, encon-trndose con que otros ocupaban de forma permanente cargos que hasta su partidahaban desempeado ellos. Sea como fuere, el lenguaje empleado para referirse a losque permanecieron en la retaguardia es agresivo y despreciativo: ratas, gusanos,

    51 EZQUERRA, Miguel:Berln, a vida o muerte, pp. 35 y 76.52 En la misma pgina se reere a una de ellas como prostituta de lujo.53 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 158.54 Desde nuestro punto de vista esta fue una motivacin clave para hombres como Ridruejo o Sotomayor a

    la hora de decidir su alistamiento en la Divisin Azul. Volver a Espaa con la vitola de hroes conquistadoresera demasiado jugoso, ms teniendo en cuenta que se esperaba una guerra rpida y fcil.

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    bandidos, camuados, esbirros, vividores y pancistas55, pusilnime, trai-dores, degenerado y porcino 56. Sin lugar a dudas, lo que se pone de maniesto son

    potentes mecanismos de inclusin-exclusin que vendran a reejar un intento porconsolidar, denir y restaar el egofascista maltrecho por la derrota no olvidemosque trabajamos con relatos escritos a posteriori, para la cual buscaran una explica-cin, siendo parte de ella la inuencia subversiva de la retaguardia.

    2. El derribo de las misteriosas puertas de lo imposible o la huida hacia delante

    Tanto a la izquierda como a la derecha hubo millones de personas que se vieron inca-paces de sustraerse a la fascinacin de participar en la fundacin de un nuevo mundoy, de algn modo, sentir la experiencia extrema de estar parindolo. Para muchos setrataba de dar un salto ms all, de empujar desde lo ms hondo de las entraas paradar inicio a una nueva temporalidad fundada por la experiencia de la violencia, quevendra a marcar una cesura radical en el modo de entender el mundo. Precisamente,todo esto dara lugar a la fundacin de un nuevo cdigo moral mediante la concienciay la conanza de estar en posesin de los valores absolutos por antonomasia, lo cuallegitimaba al despliegue de la brutalidad ms absoluta como acto de fe: la marcha ala guerra o las privaciones ms draconianas, entendidas como sacricio purgativo.Sin embargo, muchos cobraron conciencia de la imposibilidad de llevar a buen tr-mino sus propuestas utpicas para la transformacin integral de la realidad. De algnmodo, penetrar la coraza de los seres humanos hacindolos sentir y vivir las cosas deun modo concreto haba sido un fracaso, pues haba un punto insuperable, una barrerainsalvable que haca imposible ir ms all. En ese momento, muchos vieron la trage-dia que haban contribuido a poner en marcha en su intento por devolver al mundouna fe autntica, algo que no se encontrara hollado por la razn, que conservara sumisticismo original ms all del peso asxiante de la modernidad. Como decamos,seres humanos de todo tipo entregaron en mayor o menor medida sus vidas al fascis-mo, creyendo que all encontraran la solucin a una profunda crisis espiritual quese viva en clave de quiebra absoluta y paralizante. Haba entre ellos gran cantidadde intelectuales que abrazaron el fascismo sugestionados por el canto de sirena delmodernismo y la palingenesia, convencidos de que aquel era el camino y el n, inca-

    paces de ver ms all de una fachada y un espritu que en realidad no eran ms que laencarnacin de una constante huida hacia delante, un intento por escapar del vrticeque la crisis haba abierto en el seno de cada uno de ellos. No obstante, su intento porrestituir aquella fe haba producido un desgarro an mayor que aquel con el que seencontraron en un primer momento y al cual pretendan poner solucin. Roger Grifnnos cuenta cmo ya herido de muerte al volver del frente ruso, el representante delexperimentalismo racionalista Giuseppe Terragni tom conciencia del monstruo quehaba contribuido a poner en marcha con su apoyo. 57De algn modo, todos espera-

    ban el alborear de una nueva era alumbrada por aquella violencia, que se vea como

    55 EZQUERRA, Miguel:Berln, a vida o muerte , pp. 45, 64, 65, 74, 91, 109, 126.56 LUCA DE TENA, Torcuato:Embajador en el inferno, pp. 49, 50, 67.57 GRIFFIN, Roger:Modernismo y fascismo, p. 345.

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    un elemento puricador necesario, un acto esttico de fe que trascendera el mismotejido del espacio-tiempo, un hecho que por s mismo hara historia.

    Como siempre, Snchez Diana ofrece una buena muestra de cmo sentan los fas-cistas lo que ocurra a su alrededor y, al mismo tiempo, cmo entendan sus propiosactos. En su marcha hacia el frente central, donde haba sido destinada la DivisinAzul en un primer momento, el autor recuerda que un domingo en que

    el Pater al rezarnos la misa []. Improvis la pltica, dedicada a la grandeza de laguerra y como su contacto nos acercaba a Dios. Le omos conmovidos [] con los

    pies podis hacer la Historia lo mismo que los panzer y que esos caones gigantescos.Tenis sangre y nervios y la historia se hace tambin con hombres. No solo de motoresy de gasolina! Tambin el HOMBRE, con maysculas, juega su papel, el principal yencima de l, est Dios. [Sic]58

    La Iglesia catlica, un elemento fundamental en la conguracin de la concienciae identidad fascistas en Espaa, al dar una dimensin mstica a la guerra, ordenadoradel universo y marco propiciatorio donde se produce la forja del autntico hombrefascista, marcado a sangre y fuego por la violencia. En este sentido, el discurso del sa-cerdote resulta interesante, pues nos muestra al fascista como hacedor de la historia,con el pecho y la espalda como muros de contencin y los pies como las rgidas y r-mes races que lo agarran a la tierra, que reterritorializa y consolida con su violenciaconvertida en acto de fe. Pero una y otra vez se hace evidente el hecho de que cadagota de sangre derramada, cada cuerpo sin vida acrecienta la brecha que amenazacon arrastrarlo todo. Sin embargo, el fascista siente que Los campos se abren paso a

    paso. Lo que se deja a la espalda, ya no es, solo existe en papel apuntado. []. Seguirsin mirar atrs, adelante, sin recuerdos ni tiempo para ellos59, porque parar signicael n, ya que el fascismo es una apuesta del todo por el todo, un inmenso Molochque una vez se ha desatado exige un tributo cada vez mayor en vidas. Precisamente,Snchez Diana llega a decir que Nuestra psicologa de hombres de guerra, disfrutasolo con el ansia de matar. 60Ese abismo interno del que huye el fascista es sentido

    por el mismo autor de forma psicosomtica, rerindose a l en pleno combate comoVaco en el estmago. 61De hecho, el fascista no puede evitar sentir la experienciamstica inherente a sus actos, y por un momento cree observar el mundo con totalclaridad:

    Estoy asombrado de la lucidez que hay ahora en mi mente, las emociones de la vs-pera, me han dejado insensible y no extrao nada. []. Estamos posedos de una rmelocura, jurando y dando Arribas Espaa. Choco contra un cuerpo al que he metido la

    bayoneta. La sangre resbala por los dedos. He de apoyar el cuerpo en esa masa y tirarhacia arriba para sacar la hoja. No s que cara tena. Todo se hace entre gritos, [].Entramos en las casas del pueblo, que es una calle largusima. Las registramos, si hayalgn soldado enemigo dentro se le mata. Se entregan algunos pero la gente de la com-

    58 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, pp. 88-89.59 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 90.60 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 147.61 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 107.

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    paa excitada, los fusila en el acto sin orles. [], yo estoy emperrado en coger a dostipos que corren.. [] Y vuelvo a buscar a un tipo que se esconde entre los corrales.El pobre tiene un miedo atroz. Mi insistencia es ya de tonto, por n le tiro una bombade pia. Da un brinco y se queda quieto, tras una nubecilla a ras de suelo. Me lo he

    cargado, entonces, sin aliento, me siento62

    En esos instantes, en mitad del fulgor del combate, todo parece cobrar sentido,pues el abismo interno es proyectado hacia el exterior, contra el enemigo, y el egofascista se rearma en la violencia y la muerte del otro, que ha perdido por completosus contornos, de forma que slo es aprehensible por medio de la bayoneta. La pugnadel fascista pasa a ser una pugna por salir indemne en la medida de lo posible, porconservar la rigidez y la integridad de su ser, para lo cual apela a la trascendenciasuprema de sus actos. De algn modo, el combatiente se ve a s mismo como unMoiss que abre las aguas con su particular acto de fe, en este caso la accin violenta,

    la muerte, que abre el camino y aproxima el horizonte.

    Ya la paz y la tranquilidad no tienen sentido para nosotros. Los amigos muertos seolvidan. Las caras entraables las vemos un momento y luego desaparecen. Nos hundi-mosen la lucha sin reexionar.La naturaleza brbara que nos rodea, est ya vencidapor nuestra propia barbarie. La guerra nos consuela de una vida pasada hasta ahoraestpidamente y tenemos a Espaa muy cerca del corazn.63

    Una vez ms, el fascista apela a la trascendencia, a esa capa de su armadura queidentica con la patria y que se convierte en la piedra de toque de su rigidez. Llegados

    a este punto es imposible pensar en la posibilidad de una marcha atrs, porque elmismo fascista ha destruido el camino de vuelta. Ah, en esa huida hacia delante, enla muerte convertida en acto de fe es donde se produce la armacin del ego, el forta-lecimiento de la armadura externa del fascista, y en ese momento siente que se eleva

    por encima de todo lo dems y se pone en contacto ntimo con la que cree su esencia.

    Las furias del ser animal brotan con un despliegue gigantesco de vitalidades nicas.La F en uno mismo, crece con la muerte. Y el espritu se transforma en algo spero,espinoso, duro. []. La grandeza de la virilidad ante la propia muerte nos roza conun aleteo trgico y deslumbrante, descubriendo el autntico ser que llevamos dentro.[Sic]64

    Justamente, como apuntaba el autor en la cita de ms arriba, es la voluntad depoder encarnada en el acto violento elevado a acto esttico mediante el uso del len-guaje lo que hace posible la conquista de esa realidad salvaje y difusa, ese mundohostil de contornos amenazadores que aparece ante el fascista y, al mismo tiempo, le

    permite por un momento escapar de s mismo.

    62 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 110.63 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: , p. 150. La cursiva es ma.64 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, p. 129.

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    3. Conclusiones. El fascismo: una utopa quijotesca

    El hecho de que atribuyamos un espritu quijotesco al fascismo no implica ningntipo de nostalgia romntica, sino ms bien todo lo contrario: denota una inmensa tra-gedia, como lo hace la obra de Cervantes. Una diferencia bsica que hemos podidoobservar entre el viejo hidalgo y los combatientes fascistas radica, por un lado, en elhecho de que al primero nadie salvo su escudero lo tom nunca en serio, mientrasque, por el otro, los segundos son hijos de un tiempo en que las sociedades europeassintieron vivir una situacin de crisis liminoide, en palabras de Grifn. De hecho,no deja de ser signicativo que durante una parada de la marcha a pie de la DivisinAzul hacia el Frente del Este, los compaeros de Snchez Diana sacaran a colacincon deleite un texto de Unamuno que algo ms de diez aos antes habra llamado laatencin de Ramiro Ledesma Ramos. El texto de 1908 deca que

    Hay que contestar con insultos, con pedradas, con gritos de pasin, con botes delanza. No hay que razonar con ellos. Si tratas de razonar frente a sus razones, ests

    perdido. []. Que tus palabras sean estridentes y agrias a sus odos. [] Y, ante todo,crate de una afeccin terrible que, por mucho que te la sacudas, vuelve a ti con ter-quedad de mosca: crate de la afeccin de preocuparte cmo aparezcas a los dems.65

    De algn modo, el terror generado por aquella sensacin de cambio permanentellev en muchas ocasiones a optar por salidas radicales, tal y como plantea Unamunoen su texto lo cual explicara cmo en un primer momento pudo llegar a mostrarcierta connivencia con los golpistas, porque slo algo radical y revolucionario pare-

    ca ofrecer una solucin para un impassede tales caractersticas.Frente al diletantismo y las palabras el fascista abogaba por la accin. El fascis-

    ta se propone literalmente hacer historia. [] relacionada [] con la sensacincreciente de nuevo comienzo.66Muchos creyeron que la va ms radical y revolu-cionaria para la fundacin de ese nuevo tiempo era la violencia, que de algn modoconseguira dar a luz una tabula rasasobre la que recongurar la realidad en su tota-lidad. Y el hecho de que decenas de miles de fascistas de todo el continente creyeronhaber hecho historia lo demuestra la necesidad perentoria de escribir que mostrarondespus de la guerra, todo ello con el n de dejar constancia de su fe y sus ideales, desu obra revolucionaria y su noble impulso redentor. En este sentido, Teodoro Palacios

    deja clara esa idiosincrasia al apuntar, respecto a su bagaje vital en los aos 30, queDe estudiante dese la paz sin rehuir la guerra. Ms tarde, en Espaa, hice la guerra

    por conseguir la paz.67De tal forma que nos encontramos con que en su dilogo con-sigo mismo y con la realidad exterior el fascista siempre se acaba encontrando con laviolencia, que se acaba convirtiendo en medio y n al mismo tiempo. Llegados a este

    punto no podra estar ms de acuerdo con Paxton en el hecho de que la singularidad

    65 Citado en LEDESMA RAMOS, Ramiro: Grandezas de Unamuno.La Conquista del Estado, 21 demarzo de 1931, n 2, p. 1.

    66 GRIFFIN, Roger:Modernismo y fascismo, , p. 255.67 LUCA DE TENA, Torcuato:Embajador en el inferno, , p. 40.

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    del fascismo reside en esa violencia que lo lleva a huir de s mismo y, por tanto, en suconsubstancialidad a la guerra.68

    Algunos como Giuseppe Terragni se dieron cuenta de lo que haban ayudado a des-encadenar, otros como Snchez Diana, Miguel Ezquerra, Teodoro Palacios, MirallesGill o Daz de Villegas vivieron hasta el nal de sus das creyendo en la conve-niencia y necesidad de sus actos. Sin embargo, todos ellos sintieron la necesidad derevisitar su pasado y escribir como forma de canalizar la angustia y el dolor inmenso

    producido por la derrota. De algn modo, el objetivo era coser y desgarrar, conser-var y arrojar o, si se quiere, restaar el maltrecho egoen una inmensa operacin de

    salvamento, todo ello con el n de adecuar su historia a las exigencias del ocanodesbordante que llevaban dentro de s mismos y del mundo en constante estado dedisolucin que les rodeaba. No por nada, Fue una tarde mirando al mar, en la sole-dad de la playa, cuando vinieron con enorme fuerza a m los recuerdos. S, tom ladecisin de escribir estas pginas, pginas doloridas, despus de meditar ante el mar[] [Sic]69.

    68 PAXTON, Robert O.:Anatoma del fascismo, , pp. 198-201.69 SNCHEZ DIANA, Jos Mara: Cabeza de puente, , p. 15.

    Las bajas, all quedaron. Archivo Rodrguez Jimnez

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