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Asignatura Nコ 2: Desarrollo de capacidades condicionales. Este documento fue desarrollado para MATHIAS ALEJANDRO GノNOVA. Curso de Posgrado en Entrenamiento en Niños y Adolescentes Tercera Edición - 2013 Asignatura Nコ 2: Desarrollo de capacidades condicionales MATERIAL PRINCIPAL: material que se evalúa en alguna instancia evaluativa a los alumnos regulares. Autor: Sebastián Del Rosso. Alumno: MATHIAS ALEJANDRO GノNOVA. ([email protected])

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Curso de Posgrado en Entrenamiento en Niños y AdolescentesTercera Edición - 2013

Asignatura Nº 2: Desarrollo decapacidades condicionales

MATERIAL PRINCIPAL: material que se evalúa en alguna instancia evaluativa a los alumnos regulares.

Autor: Sebastián Del Rosso.Alumno: MATHIAS ALEJANDRO GÉNOVA. ([email protected])

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Índice

Carta del Autor Objetivos de la Asignatura Programa de la Asignatura Palabras claves Bibliografía Unidad 1 Contenidos de la Unidad 1 Actividades propuestas Participación en foros Unidad 2 Contenidos de la Unidad 2 Actividades propuestas Participación en foros Unidad 3 Contenidos de la Unidad 3 Actividades propuestas Participación en foros Glosario

pág. 3 pág. 4 pág. 5 pág. 6 pág. 7

pág. 33 pág. 33 pág. 52 pág. 52 pág. 53 pág. 53 pág. 67 pág. 67 pág. 68 pág. 68 pág. 82 pág. 82 pág. 82

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Estimado alumno,

Mi nombre es Sebastián Del Rosso, soy Licenciado en Educación Física por la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Catamarca y soy el docente responsable de la selección y organización de los contenidos de esta asignatura, así como también de tutorizar este proceso.

Mi área de especialización es la Fisiología del Ejercicio y el Entrenamiento,

particularmente las adaptaciones estructurales y funcionales al entrenamiento con sobrecarga en niños, adolescentes y adultos así como también en el último año he desarrollado proyectos relacionados con la cinética del consumo de oxígeno y la variabilidad de la frecuencia cardíaca para deportes de prestación intermitente.

Tengo el agrado de darle la bienvenida a la asignatura “Entrenamiento de las

Capacidades Condicionales en Niños y Adolescentes”, que hoy iniciamos. Compartiremos tiempos y espacios de formación, intercambio y crecimiento en el área del entrenamiento de capacidades condicionales. Luego de haber estudiado la fisiología del crecimiento y la maduración, abordaremos el área del entrenamiento teniendo en cuenta los efectos del crecimiento y la maduración sobre el rendimiento en diferentes capacidades condicionales tales como la fuerza, la resistencia y la velocidad.

En esta asignatura nos proponemos profundizar en aquellas cuestiones relacionadas con

los principios básicos del entrenamiento y las adaptaciones fisiológicas, para que, a partir de esta base, usted pueda elaborar programas de entrenamiento para niños y adolescentes en la búsqueda, no solo de mejorar el rendimiento físico, sino de establecer hábitos de actividad física saludable.

Le deseo en mi nombre y en el de la universidad CAECE y G-SE, que nuestro trabajo y

todos los recursos puestos a su disposición sean de su agrado y posibiliten el logro de sus expectativas al elegir este proceso.

Lic. Sebastián del Rosso

Autor del Material Principal G-SE. Asignatura Nº 2: Desarrollo de capacidades condicionales en niños y adolescentes.

Carta del Autor

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Objetivos de la Asignatura

• Comprender los principios relacionados con la entrenabilidad de las diferentes

capacidades condicionales en niños y adolescentes.

• Establecer las adaptaciones fisiológicas que se producen con el entrenamiento de la

resistencia, la fuerza y la velocidad en niños y adolescentes.

• Identificar los cambios en los procesos de producción de energía vinculados con el

crecimiento y la maduración.

• Reconocer los efectos del ritmo y la secuencia de los cambios producidos tanto a nivel

somático como a nivel fisiológico durante la pubertad y su relación con las adaptaciones

fisiológicas generadas ante diferentes tipos de entrenamientos.

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Programa de la Asignatura

Asignatura 1: Desarrollo de capacidades condicionales en niños y adolescentes

Docente Titular Sebastián del Rosso

Unidad 1: La resistencia en niños y adolescentes. 1.1 Entrenabilidad de la resistencia en niños. 1.2 Adaptaciones asociadas con el crecimiento en el rendimiento aeróbico. 1.3 Respuestas del sistema cardiovascular al ejercicio de resistencia en relación con la maduración y el crecimiento. 1.4 Respuestas metabólicas al ejercicio de resistencia en niños. 1.5 El desarrollo del consumo máximo de oxígeno (VO2máx). 1.6 Respuesta ventilatoria y control de la ventilación durante el ejercicio de resistencia en niños. 1.7 Entrenabilidad de la resistencia en niños. Unidad 2: Rendimiento anaeróbico y de velocidad en niños y adolescentes. 2.1 Producción de energía aeróbica versus anaeróbica en niños. 2.2 Determinantes del rendimiento de alta intensidad. 2.3 Determinantes del rendimiento anaeróbico en relación con el crecimiento. 2.4 Consideraciones generales y pautas metodológicas para el entrenamiento. 2.5 La velocidad ¿capacidad condicional o motora? 2.6 La velocidad desde el punto de vista coordinativo: velocidad de movimiento, velocidad de desplazamiento. 2.7 La velocidad desde el punto de vista metabólico: desarrollo de la capacidad anaeróbica en niños. 2.8 La velocidad desde el punto de vista perceptual: velocidad de reacción, velocidad de anticipación y velocidad de toma de decisión. 2.9 Pautas metodológicas para el entrenamiento de la velocidad en niños. Unidad 3: Entrenamiento de la fuerza en niños y adolescentes. 3.1 Entrenamiento con sobrecarga en niños: ¿es seguro? 3.2 Entrenamiento con sobrecarga en relación con el crecimiento y la maduración. 3.3 Adaptaciones al entrenamiento con sobrecarga en niños y

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adolescentes. 3.4 Adaptación funcional de la estructura esquelética al estrés del ejercicio. 3.5 ¿Entrenamiento pliométrico en niños? 3.6 Pautas metodológicas para el entrenamiento con sobrecarga en niños.

Palabras claves

Crecimiento, maduración, desarrollo, somático, pico de crecimiento en altura (P.H.V.), estados madurativos, variables antropométricas, variables fisiológicas, edad cronológica y biológica.

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Bibliografía

Recordatorio Este curso de posgrado cuenta con bibliografía obligatoria y bibliografía complementaria en cada asignatura, publicada en el Campus Virtual de GSE, en la sección denominada “Material de Estudio”. En esta página encontrará, en la columna derecha, la siguiente estructura:

• Bibliografía Obligatoria

o Material Principal Es el material de estudio más importante de cada asignatura. Presenta el desarrollo total de los contenidos y las actividades.

o Material Básico Textos, documentos, artículos, publicaciones de trabajos de investigación que explican conceptos, procedimientos, etc. abordados en el Material Principal.

• Bibliografía Complementaria

o Material de Especialización Diversas publicaciones que facilitan profundizar o ampliar temáticas abordadas en el Material Principal.

o Material Compartido por Equipo Docente Son materiales que se comparten durante la marcha del curso y generalmente bajo demanda de los alumnos.

Bibliografía de lectura obligatoria Material Principal Del Rosso, S. (2011). Desarrollo de capacidades condicionales en niños y adolescentes.

Córdoba: Material principal G-SE. Curso de posgrado de Entrenamiento infanto-juvenil.

Material Básico Naclerio, F. (2007). Entrenamiento de la fuerza y potencia en niños y jóvenes. G-SE Premium.

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Bibliografía de lectura complementaria

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Sitios de internet

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UNIDAD 1: LA RESISTENCIA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

Contenidos de la Unidad 1.1 Entrenabilidad de la resistencia en niños y adolescentes. 1.2 Adaptaciones asociadas con el crecimiento en el rendimiento aeróbico. 1.3 Respuestas del sistema cardiovascular al ejercicio de resistencia en relación con la maduración y el crecimiento. 1.4 Respuestas metabólicas al ejercicio de resistencia en niños. 1.5 El desarrollo del consumo máximo de oxígeno (VO2máx). 1.6 Respuesta ventilatoria y control de la ventilación durante el ejercicio de resistencia en niños.

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En el estudio de esta unidad y a los efectos de facilitar el logro de los objetivos de aprendizajes propuestos, complemente los contenidos desarrollados en este Material Principal con la lectura del Material Básico recomendado como Bibliografía de lectura obligatoria. Asimismo resuelva las actividades propuestas al final de la unidad, revise regularmente el Glosario e incorpore la terminología específica de los diferentes temas. Participe en el Foro, en la Conferencia Virtual (CV) y en las Sesiones de Consulta en Vivo (SCV), ya que todas constituyen instancias diseñadas para enriquecer y promover su aprendizaje mediante la interacción con sus pares y con su tutor, así como facilitar los distintos momentos de evaluación. INTRODUCCIÓN El entrenamiento con niños es y ha sido, uno de los aspectos más descuidados de las Ciencias del Ejercicio Físico y el Deporte, existiendo un gran vacío no solo en el estudio de la adaptación, sino también en las etapas pre y post adolescentes (Prat en Hahn, 1988). Esto, unido a las deficiencias en la formación de quienes mayoritariamente dirigen la formación físico-deportiva hacen que, tal y como refleja el Profesor J.A. Prat (en Hahn, 1988) -…muchos creen valido transplantar simplemente los métodos, las cargas, los volúmenes y las intensidades que se aplican en el adulto al niño, disminuyendo en algo su contenido. Pero no debe ser así. Hay que aplicar cargas (ejercicios) que consigan una sobrecompensación progresiva que no afecte negativamente al proceso de maduración del niño ¿En qué circunstancias psico-biológicas se encuentra el joven? El entrenamiento en niños y jóvenes es posible y recomendable, siempre que se ajuste a las posibilidades y limitaciones de cada edad y sexo. El respeto al principio de adaptación a la edad y la individualidad son absolutamente necesario para ello. Ello implica tener en cuenta las posibilidades biológicas, talento, motivación y disposición por parte del niño para lograr resultados óptimos (Cerani, 1993 en Navarro, 1998). Cualquier programa de entrenamiento bien organizado y planificado debe atender al estado biológico

individual y a su integración en el proceso de entrenamiento (con distintos fines: rendimiento –talentos deportivos, recreación-salud, etc) a largo plazo. Con ello nos referimos a que el niño, no es un adulto en “miniatura” (no se le pueden por tanto plantear estímulos de la profundidad y magnitud que al adulto) y además, debemos atender a que el niño podrá ser o no un “futuro deportista de alto nivel”, pero será (con total seguridad) un individuo que deberá abordar labores profesionales, sociales, familiares, etc., con mayor o menor implicación psico-física. 1.1 ENTRENABILIDAD DE LA RESISTENCIA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES La aptitud aeróbica o capacidad de resistencia puede definirse como la capacidad para transportar oxígeno hacia los músculos activos y utilizarlo para generar energía durante el ejercicio. Por lo tanto, la aptitud aeróbica depende de los componentes pulmonares, cardiovasculares y hematológicos del transporte de oxígeno y de los mecanismos oxidativos de la musculatura activa (Armstrong et al., 2008). El consumo máximo de oxígeno (VO2máx), la mayor tasa a la cual un individuo puede consumir oxígeno durante el ejercicio, limita la capacidad para realizar ejercicios aeróbicos y está bien establecido que es uno de los mejores indicadores de la aptitud aeróbica en adultos (ACSM, 1995, Astrand and Rodahl, 1986). El criterio convencional utilizado para determinar el alcance del VO2máx durante un test progresivo de ejercicio es la nivelación o la meseta en el VO2 a pesar del incremento de la intensidad de ejercicio (Howley et al., 1995, Shephard, 1984). Sin embargo, tanto las bases teóricas (Noakes, 1988, Noakes, 1997) como las bases metodológicas (Myers et al., 1990, Myers et al., 1989) de la meseta en el consumo de oxígeno han sido desafiadas por lo que la validez de este modelo tradicional es actualmente tema de un vivo debate (Bassett and Howley, 1997, Noakes, 1998). Astrand (1952) fue el primero en documentar que solo una minoría de los niños y adolescentes terminaban un test progresivo de ejercicio hasta el agotamiento con una nivelación del VO2 (Astrand, 1952a), y subsiguientes estudios han confirmado que la meseta en el VO2 no es un pre-requisito para realizar una

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válida determinación de la aptitud aeróbica en niños y adolescentes (Armstrong et al., 1996, Rowland, 1993). Por esta razón, se ha reconocido ampliamente que el término apropiado para utilizar en niños y adolescentes es el consumo de oxígeno pico (VO2pico), es decir el mayor valor de VO2 medido durante un test de ejercicio hasta el agotamiento y no utilizar el término VO2máx ya que implica la existencia de una meseta en el VO2 (Armstrong and Davies, 1981, Armstrong and Welsman, 1994) El VO2pico limita la capacidad de los niños para realizar ejercicios aeróbicos pero no describe completamente todos los aspectos de la aptitud aeróbica (Armstrong et al., 2008) ya que la intensidad y duración de ejercicio requerida para inducir el VO2pico raramente es experimentada por los niños (Armstrong and Welsman, 2006, Riddoch and Boreham, 1995). Es importante señalar que la mayor parte de la actividad física habitual de los niños es submáxima y de corta duración. En estas circunstancias, es la cinética transitoria del VO2 lo que mejor valor la respuesta integrada del sistema de transporte de oxígeno y los requerimientos metabólicos de los músculos activos (Armstrong et al., 1990). La constante de tiempo de la respuesta cinética del VO2 de los niños no se relaciona con el VO2máx (Armstrong et al., 2008) y además, el VO2máx no es ni la mejor medida de la capacidad para realizar ejercicios submáximos en estado estable ni la forma más sensible de monitorear las mejoras en la aptitud aeróbica con el entrenamiento. La acumulación de lactato en sangre es un importante indicador de la capacidad de ejercicio aeróbico submáximo y una forma de detectar mejoras en la capacidad oxidativa muscular con el entrenamiento en ausencias de cambios en el VO2máx. Sin embargo, el VO2máx es la medida más ampliamente documentada de la aptitud aeróbica en niños y adolescentes y por lo tanto las discusiones en este manuscrito se centrarán en esta variable. 1.2 ADAPTACIONES ASOCIADAS CON EL CRECIMIENTO EN EL RENDIMIENTO AERÓBICO Para examinar las adaptaciones al entrenamiento aeróbico en niños pueden tomarse dos aproximaciones dependiendo de la respuesta que se busque. En los estudios de tipo transversal, se valoran fisiológicamente a un grupo de niños entrenados y se

los compara con grupos de niños desentrenados (grupo control), aunque también se puede realizar un perfil del grupo de niños que se está investigando. Por otra parte, en los estudios longitudinales, los sujetos son examinados antes y después de su participación en un programa de entrenamiento. Existe un gran cuerpo de estudios de investigación que han utilizado un diseño transversal para examinar el VO2máx en niños entrenados. La mayoría, aunque no todos los estudios han examinado niños que entrenaban para eventos de resistencia. Los estudios llevados a cabo por Rowland et al (1994) y Mayers y Gutin (1979) indicaron que el VO2máx por unidad de masa corporal en un grupo d corredores (8-13 años) era en promedio un 20% y 23%, respectivamente, mayor en comparación con sujetos de control de edad y tamaño similar (Mayers and Gutin, 1979, Rowland et al., 1994). Van Huss et al (1986, 1988) examinaron a un grupo de corredores varones y mujeres de elite (8-15 años) y compararon el VO2máx de estos con los de sujetos de control apareados por edad y sexo (Van Huss et al., 1988, Van Huss et al., 1986). En uno de los estudios, el VO2máx promedió un valor de 63.3 y 60.2 mL·kg-1·min-1 para los varones y mujeres corredores respectivamente; mientras que los respectivos valores para los sujetos de control fue de 54.5 y 49.4 mL·kg-1·min-1 para los varones y mujeres, siendo la diferencia entre los grupos estadísticamente significativa (Van Huss et al., 1986). En su otro estudio, Van Huss et al (1988) también observaron valores de VO2máx significativamente mayores para los corredores varones (65.9 mL·kg-

1·min-1) y mujeres (59.9 mL·kg-1·min-1) versus los varones (56.7 mL·kg-1·min-1) y mujeres (45.2 mL·kg-1·min-1) de control. En un estudio llevado a cabo por Sundberg y Elovainio (1982) en donde evaluaron a corredores de 12 años de edad observaron que estos tenían una aptitud aeróbica superior en comparación con los sujetos de control (59.3 vs 51.1 mL·kg-1·min-1) (Sundberg and Elovainio, 1982) aunque el VO2máx expresado en términos absolutos (L·min-1) no fue diferente entre los grupos. Existe un gran número de estudios que han medido el VO2máx en niños y adolescentes corredores sin utiliza un grupo de control para la comparación. A pesar de esta limitación, estos estudios claramente demuestran que los valores promedios de VO2máx son mucho mayores de lo que se esperaría para una edad y sexo determinados (Armstrong and Welsman, 1994). Por ejemplo, estudios que evaluaron corredores de entre 9-

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14 años de edad han reportado valores de VO2máx de 60-64 mL·kg-1·min-1 (Eisenmann et al., 2001a, Sundberg and Elovainio, 1982, Unnithan et al., 1995). En un grupo de 16 corredores de medio fondo con una edad promedio de 13.8 años el VO2máx fue de 61.8 mL·kg-1·min-1. Los participantes de este estudio entrenaban una hora por día, seis días a la semana por al menos un año. Los estudios que evaluaron mujeres corredoras de entre 9-14 años observaron valores del VO2máx en el rando de los 51-58 mL·kg-1·min-1 (Eisenmann et al., 2001a, Eisenmann et al., 2001b, Wells et al., 1973, Wolfe et al., 1986). En niños y niñas de 15-18 años diversos estudios que han incluido corredores varones reportaron valores de VO2máx de aproximadamente 65 mL·kg-1·min-1 (Ali Almarwaey et al., 2003, Cole et al., 2006, Cunningham, 1990a, Eisenmann et al., 2001a, Eisenmann and Wickel, 2007, Eisenmann et al., 2001b, Fernhall et al., 1996, Kumagai et al., 1982, Saltin et al., 1995, Sundberg and Elovainio, 1982). Para las mujeres de este rango de edad, el valor promedio de VO2máx obtenido en diversos estudios se encuentra en el rango de 51-66 mL·kg-1·min-1 (Ali Almarwaey et al., 2003, Burke and Brush, 1979, Butts, 1982, Cunningham, 1990a, Cunningham, 1990b, Eisenmann et al., 2001a, Eisenmann and Wickel, 2007, Eisenmann et al., 2001b, Fernhall et al., 1996). Los participantes involucrados en estos estudios entrenaban a diferentes niveles, pero todos competían en eventos de distancia. Los mecanismos subyacentes a las adaptaciones inducidas por el entrenamiento aeróbico en el VO2máx están bien establecidas en adultos; sin embargo, mucho menos se sabe acerca de los mecanismos que contribuyen al incremento en el VO2máx en niños y adolescentes entrenados aeróbicamente (Tolfrey, 2008). En uno de los primeros estudios, Raven et al (1973) establecieron que los corredores tenían mayores valores de volumen latido (SV) y de gasto cardíaco (Q) durante ejercicios máximos (Raven et al., 1972). Más recientemente, se ha reportado que el SV durante la realización de ejercicios máximos era mayor en niños entrenados que en niños desentrenados (Rowland et al., 2002, Unnithan et al., 1997). Cuando el SV y el Q son ajustados por el área de superficie corporal parece haber acuerdo en que los niños entrenados tienen mayores medidas en comparación con los niños de control (Nottin et al., 2002a, Rowland et al., 1998, Rowland et al., 2002, Rowland et al., 2000b, Unnithan et al., 1997). Como resultado, probablemente haya una mejora en el flujo sanguíneo y el transporte de oxígeno

hacia los músculos de los niños entrenados, y esto podría explicar los mayores valores de VO2máx, dado que la diferencia aerterio-venosa de oxígeno (a-vO2) durante el ejercicio máximo es similar (Nottin et al., 2002a, Rowland et al., 2000b) o menor (Raven et al., 1972) en los niños entrenados comparados con los niños desentrenados. Por lo tanto, los mayores valores de VO2máx en niños entrenados parecen estar relacionado con la mejora de la función cardíaca. Si el incremento en las dimensiones cardíacas da cuenta de las adaptaciones en la función cardíaca es menos claro (Tolfrey, 2008). Varios estudios no han hallado diferencias en las mediciones del tamaño del ventrículo izquierdo y de la maza ventricular izquierda (Rowland et al., 2000b, Rowland et al., 1994, Telford et al., 1988). Gutin et al (1988) también observaron similitudes en las dimensiones cardíacas y en el grosor de las paredes cardíacas en tres grupos de niños (atletas de elite, niños entrenados y niños desentrenados) (Gutin et al., 1988). Sin embargo, cuando los valores fueron ajustados por la masa corporal y la edad, los corredores de elite tenían mayores dimensiones ventriculares. Al parecer, las mediciones del grosor de la pared ventricular no parecen verse afectadas por el entrenamiento durante la niñez, asimismo, la fracción de acortamiento y la fracción de eyección en reposo son similares entre niños entrenados y desentrenados (Gutin et al., 1988, Obert et al., 1998, Rowland et al., 2000b, Rowland et al., 1994, Telford et al., 1988). La inconsistencia entre los estudios probablemente se deba a la variedad de factores que pueden influenciar las mediciones tales como la frecuencia, intensidad y duración del entrenamiento, los años de entrenamiento, el estatus de maduración, la sensibilidad de las técnicas de medición y el factor de corrección por el tamaño corporal. Las adaptaciones inducidas por el entrenamiento aeróbico a nivel submáximo de ejercicio también han sido estudiadas, pero no al mismo nivel que las respuestas al ejercicio máximo. Varios estudios han mostrado que la frecuencia cardíaca (FC) a un determinado nivel submáximo de ejercicio es menor en niños entrenados aeróbicamente vs niños desentrenados (Mayers and Gutin, 1979, Rowland et al., 1998, Van Huss et al., 1988, Van Huss et al., 1986). Recíprocamente, la reducción en la FC es un incremento en el volumen latido y en el gasto cardíaco. Se ha observado que el umbral ventilatorio se produjo a un mayor VO2máx (mL·kg-1·min-1) y a un mayor

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porcentaje del VO2máx en corredores de elite con una edad promedio de 11.1 años en comparación con corredores menos entrenados y con sujetos de control (Gutin et al., 1988). En adición a estas adaptaciones, se ha observado una mayor economía de carrera y que la concentración de lactato a un determinado nivel de ejercicio submáximo es menor en niños entrenados que en niños desentrenados (Van Huss et al., 1988, Van Huss et al., 1986). Esta última adaptación es consistente con el incremento inducido por el entrenamiento en la capacidad oxidativa (Hawley, 2002, Holloszy and Coyle, 1984). En base a esta información, parece que el VO2máx en niños y adolescentes entrenados en la resistencia es superior al VO2máx de niños y adolescentes desentrenados de edad similar y del mismo sexo, cuando se realizan comparaciones directas. Además, los estudios que no han utilizado un grupo de control indican que el VO2máx de niños desentrenados excede el valor que se esperaría para la edad y el sexo, y el VO2máx parece ser mayor en los niños y adolescentes entrenados que en las mujeres entrenadas de edad similar. La información además sugiere que el entrenamiento aeróbico incrementa el volumen latido máximo y el gasto cardíaco máximo; quizás como resultado de la expansión del ventrículo izquierdo. Con respecto al ejercicio submáximo, parece ser que el entrenamiento aeróbico reduce la frecuencia cardíaca e incrementa el volumen latido. También se ha observado que la economía de carrera es mayor en los niños entrenados, que el umbral ventilatorio es mayor y que la concentración de lactato es menor, lo cual podría deberse a un incremento en la capacidad oxidativa. En relación con los estudios longitudinales, la limitada evidencia hasta la fecha sugiere que la mayor parte, sino todo, el incremento en el VO2máx puede atribuirse a los incrementos en el gasto cardíaco máximo (Qmáx) y en el volumen latido máximo (SVmáx). Estas adaptaciones puede deberse a cambios morfológicos y funcionales en el miocardio (Tolfrey, 2008). De hecho, los datos del estudio de Eriksson y Koch (1973) demuestran un incremento en el SV a pesar de que una mayor presión sanguínea sugeriría un incremento en la contractilidad cardíaca (Eriksson and Koch, 1973). Sin embargo, otras mediciones de la contractilidad cardíaca, tal como la fracción de acortamiento o la fracción de eyección en reposo, han mostrado no verse afectadas por el entrenamiento aeróbico (Geenen et al., 1982, George et al., 2005, Obert et al., 2001, Obert et al., 2003). El incremento en la función cardíaca

también puede producirse por cambios morfológicos del miocardio. En un estudio llevado a cabo por Ekblom (1969) se observó un mayor incremento en el volumen cardíaco luego de 26 meses de entrenamiento en el grupo de sujetos que entrenaron aeróbicamente en comparación con el grupo control (Ekblom, 1969). Los estudios que han utilizado técnicas ecocardiográficas han reportado resultados mixtos. Por ejemplo, algunos estudios han reportado un incremento en el diámetro diastólico final del ventrículo izquierdo (Obert et al., 2001, Obert et al., 2003), mientras que otros estudios no han observado este cambio (Geenen et al., 1982, George et al., 2005, Ricci et al., 1982). Similarmente, hay inconsistencias respecto del grosor de la pared y de la masa del ventrículo izquierdo (Geenen et al., 1982, George et al., 2005, Obert et al., 2001, Obert et al., 2003, Ricci et al., 1982). Dadas las variaciones entre los estudios con respecto a la naturaleza del entrenamiento y la efectividad para incrementar el VO2máx, el nivel de maduración de los sujetos, la aplicación de un factor de corrección, la utilización de grupos de control y la sensibilidad de las técnicas utilizadas para valorar los cambios en el tamaño cardíaco, las conclusiones acerca del efecto del entrenamiento aeróbico y las adaptaciones cardíacas en niños y adolescentes deben ser tomadas con el debido cuidado. Los investigadores también han examinado los efectos de una variedad de respuestas fisiológicas medidas durante ejercicio submáximo. Específicamente, a nivel submáximo de ejercicio se han observado adaptaciones con respeto a la FC, el SV y el Q; y las respuestas cardiorrespiratorias al umbral ventilatorio, y respuestas metabólicas. En niños y adolescentes, existe substancial evidencia de que la FC a un nivel de ejercicio submáximo se reduce con el entrenamiento aeróbico (Gatch and Byrd, 1979, Mandigout et al., 2001, Massicotte and Macnab, 1974, Obert et al., 2003, Rowland and Boyajian, 1995, Shasby and Hagerman, 1975, Stewart and Gutin, 1976). Además, se ha observado que la reducción de la FC durante ejercicios submáximos se produce concomitantemente con el incremento del SV, manteniendo valores similares de Q y de la diferencia arterio-venosa de O2. La reducción en la FC submáxima a un determinado nivel de ejercicio parece ser independiente de los cambios en el VO2máx. En este sentido, existen estudios que no han podido observar reducciones en la FC submáxima a pesar de observar incrementos significativos en el VO2máx (Baquet et al., 2002, Rowland et al., 1991).

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Esto no es sorprendente debido a que el incremento en el VO2máx implica numerosas variables fisiológicas que son parte de la secuencia del transporte de oxígeno. Por otra parte, la FC se encuentra principalmente bajo el control del sistema nervioso autónomo. Por lo tanto, los cambios en la FC probablemente puedan ser atribuidos a la alteración inducida por el entrenamiento en el equilibrio entre la estimulación de los sistemas simpático y parasimpático (Tolfrey, 2008). Los estudios que han valorado los cambios en el umbral ventilatorio que se producen con el entrenamiento aeróbico han reportado incrementos en el VO2 al umbral ventilatorio y en el porcentaje del VO2máx al umbral ventilatorio. Mahon y Vaccaro (1982) y McManus et al (2005) reportaron incrementos significativos en estas mediciones en los niños entrenados pero no en los niños de control (Mahon and Vaccaro, 1989). Interesantemente, en el estudio de McManus et al, se observó un incremento significativo en el umbral ventilatorio solo en el grupo que realizó entrenamientos intervalados, pero no en el grupo de niños que entrenó en forma continua (McManus et al., 2005). Otros estudios también reportaron incrementos apreciables en el VO2 al umbral ventilatorio (6-8 mL·kg-1·min-1) (Becker and Vaccaro, 1983, Haffor and Kirk, 1988). Es interesante destacar, que en todos estos estudios, el porcentaje de incremento en el VO2 al umbral ventilatorio fue marcadamente mayor que el porcentaje de cambio en el VO2máx; sugiriendo que el umbral ventilatorio puede ser más sensible al entrenamiento aeróbico que el VO2máx en niños y adolescentes (Tolfrey, 2008). Las adaptaciones metabólicas al entrenamiento aeróbico han sido examinadas en niños y adolescentes pero solo en muy pocos estudios (en comparación con las adaptaciones descritas previamente). Diversos estudios han examinado los cambios en la concentración de lactato sanguíneo a un nivel submáximo de ejercicio (Ekblom, 1969, Eriksson et al., 1973, Eriksson and Koch, 1973, Massicotte and Macnab, 1974, Plank et al., 2005) o examinado los cambios fisiológicos en respuesta a una concentración fija de lactato (Danis et al., 2003, Rotstein et al., 1986). Massocptte y Manab (1974) observaron una reducción en la concentración de lactato en sangre durante la realización de ciclismo a 450 kpm·min-1 (74 W) pero solo en el grupo que realizó entrenamiento aeróbico. Eriksson et al (1973) también reportaron una reducción en la concentración de lactato en sangre a una carga

submáxima de trabajo en niños de 11 años luego de 6 semanas de entrenamiento. Plank et al (2005) reportaron que hubo una tendencia (p>0.05) hacia una menor concentración de lactato en sangre con diferentes intensidades de carrera luego del entrenamiento. Las adaptaciones en la respuesta del lactato en sangre resultantes del entrenamiento aeróbico se creen que son el resultado del incremento en la capacidad oxidativa muscular. Hay que señalar que debido a las cuestiones éticas respecto de las evaluaciones en niños y adolescentes, es muy poca la información que puede obtenerse en esta población. En resumen, los estudios longitudinales acerca de las respuestas al entrenamiento aeróbico en niños y adolescentes presentan diversos desafíos metodológicos para los investigadores. Existen muy pocos estudios en niños menores de 8 años y mayores de 13, ya que la mayor parte de los estudios han incluido niños de entre 8-13 años. La mayoría de estos estudios, aunque no todos, indican que el VO2máx puede incrementarse a través del entrenamiento de la resistencia. El incremento en el VO2máx parece atribuirse a incrementos en el Qmáx y en el SVmáx; sin embargo podrían existir factores cardíacos y extra-cardíacos que podrán explicar este incremento y que no son del todo claros. Las adaptaciones al ejercicio submáximo incluyen la reducción de la frecuencia cardíaca y el incremento del SV, el incremento en el umbral ventilatorio, la mejora en la economía de carrera y la reducción de la concentración de lactato sanguíneo; pero debe tenerse en cuenta que estos resultados se basan solo en algunos estudios, y los resultados deben tomarse con cierta precaución. 1.3 RESPUESTAS DEL SISTEMA CARDIOVASCULAR AL EJERCICIO DE RESISTENCIA EN RELACIÓN CON LA MADURACIÓN Y EL CRECIMIENTO Durante ejercicios progresivos hasta el agotamiento, el aumento de la frecuencia cardíaca es relativamente linear hasta que se alcanzan altas intensidades de ejercicio (75% del VO2pico) donde los valores muestran una pequeña declinación. Como en los adultos, este aplanamiento de la curva frecuencia cardíaca-carga se observa en casi todos los niños. La explicación de esta declinación de la frecuencia cardíaca con altas cargas de ejercicio no es clara (Rowland, 2008). La frecuencia cardíaca pico durante

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ejercicios progresivos en niños depende de la modalidad de evaluación (cicloergómetro, cinta ergométrica) y del tipo de ejercicio (carrera, caminata). Durante tests de carrera en cinta ergométrica, la frecuencia cardíaca pico se espera que sea, en promedio, de aproximadamente 200 latidos·min-1; pero 5 latidos·min-1 menor con la caminata (Cumming et al., 1978, Cumming and Langford, 1985, Riopel et al., 1979, Sheehan et al., 1987). Los tests en cicloergómetro inducen menores valores de la frecuencia cardíaca pico que los tests de carrera en cicloergómetro, con valores picos de 190-195 latidos·min-1 (Washington et al., 1988). Aparentemente, en los niños, no existen diferencias en la frecuencia cardíaca pico en jóvenes que estén relacionadas con el sexo o el nivel de aptitud aeróbica. La mayoría de los estudios transversales y longitudinales indican que la FCpico durante un test progresivo se mantiene estable a lo largo de los años pediátricos, al menos hasta finales de la adolescencia (Cumming et al., 1978, Washington et al., 1988). Esto significa que las ecuaciones utilizadas para estimar la FC máxima en adultos (tal como 220-edad) no son aplicables a los niños. En relación con el volumen latido, las consideraciones sobre este deben realizarse en base al ajuste del mismo por el tamaño corporal, ya que el volumen de sangre expulsado por latido está estrechamente relacionado con el tamaño ventricular y, por extensión con el crecimiento somático. Los limitados datos en este sentido sugieren que expresar el volumen latido y el gasto cardíaco en relación con el área de superficie corporal es una forma adecuada para “normalizar” los valores y realizar comparaciones interindividuales (Rowland, 2008). Se ha reportado que el incremento en el Q y en el SV es directamente proporcional a los cambios en el área de sección cruzada de niños y niñas (durante la realización de ejercicios submáximos) (Armstrong and Welsman, 2002).

Figura 1. Índice del volumen latido en reposo, durante ejercicio

submáximo y al momento del agotamiento, durante una prueba de ejercicio progresivo en niños y adultos.

Durante ejercicios en posición erguida, el SV se incrementa inicialmente un 30-40% por encima de los valores pre ejercicio, pero luego de alcanzar cierta intensidad (> 50% del VO2pico), el SV se estabiliza y se mantiene esencialmente estable hasta el punto del agotamiento (Figura 1). Este patrón ha sido consistentemente observado en niños con métodos de ecocardiografía Doppler (Nottin et al., 2002b, Rowland et al., 2000a, Rowland et al., 1997, Rowland et al., 1999, Rowland and Whatley Blum, 2000), bioimpedancia torácica (Pianosi, 2004), re-inspiración de dióxido de carbono (Bar-Or et al., 1971), dilución de tinta (Eriksson and Koch, 1973) y respiración de acetileno (Cyran et al., 1988); y no se han observado diferencias respecto de los adultos (Nottin et al., 2002b, Rowland et al., 1997). El índice de volumen latido (recuerde que es el volumen latido normalizado por el área de superficie corporal) en niños durante ejercicio de ciclismo es de aproximadamente 50-60 mL·m-2, y los valores son mayores en los niños que en las niñas (lo cual podría ser parcialmente explicado por variaciones en la composición corporal). No se han hallado diferencias en los valores picos del índice de volumen latido entre niños pre-púberes y adultos jóvenes (20-30 años) hombres y mujeres. Los limitados datos sugieren que los valores del índice de volumen latido en individuos saludables no entrenados se mantiene estable desde los 10 años hasta al menos lo primeros años de la adultez (Rowland, 2008). En niños y adultos, el incremento en el gasto cardíaco (Q) está vinculado con las demandas metabólicas

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(VO2) de los músculos activos. En adultos, la pendiente de la relación entre Q y VO2, o el factor de ejercicio, es de aproximadamente 6.0 (se observa un incremento en Q de 6 L·min-1 por cada incremento de 1 L·min-1 en el VO2) (Epstein et al., 1967). En niños se han reportado hallazgos similares. En cinco estudios en los que se utilizaron una variedad de técnicas de medición, el factor de ejercicio en sujetos saludables estuvo en el rango de 5.7 a 7.1 (Bar-Or et al., 1971, Edmunds et al., 1982, Godfrey et al., 1971, Marx et al., 1987, Vinet et al., 2003). Si se grafican los datos del gasto cardíaco absoluto versus el consumo de oxígeno (datos obtenidos durante un test progresivo), los valores de Q/VO2 para los niños se agrupan en el extremo inferior del rango normal para los adultos (Bar-Or, 1983, Rowland et al., 1997). Si bien esto ha sido considerado como evidencia de una respuesta cardíaca “hipocinética” en los niños, no existe evidencia de que las variables circulatorias, una vez ajustadas al tamaño corporal, sean diferentes (tanto cuantitativa como cualitativamente) a la de los adultos. El índice del gasto cardíaco pico (el gasto cardíaco ajustado por el área de superficie corporal) en niños es de aproximadamente 10-10 L·min-1·m-2. El índice del gasto cardíaco pico es aproximadamente un 10% en las niñas que en los niños, y se ha sugerido que estas diferencias están relacionadas con diferencias sexuales en la composición corporal. En resumen, las características cualitativas y cuantitativas de las respuestas cardiovasculares a un test de ejercicio progresivo son similares entre los niños y los adultos. Cuando se realiza el ajuste apropiado por el tamaño corporal, los cambios en los volúmenes cardíacos no son diferentes entre los niños y los adultos, y los patrones del SV y de los índices de la función ventricular sistólica y diastólica no tienen relación con la maduración. Los pocos datos con los que se cuenta hasta el momento sugieren que tanto el metabolismo como la eficiencia del miocardio no están influenciados por la maduración biológica. Los datos de ejercicio obtenidos en niños son similares a los observados en adultos, lo que sugiere que factores periféricos (dilatación arteriolar, bombeo provocado por los músculos esqueléticos) actuarían como potenciadores de las respuestas circulatorias al ejercicio dinámico.

1.4 RESPUESTAS METABÓLICAS AL EJERCICIO DE RESISTENCIA EN NIÑOS En relación con el metabolismo muscular, Eriksson y Saltin (1974) recolectaron biopsias de la parte lateral del cuádriceps femoral den niños de 11.6 años (n = 8), 12.6 años (n = 9), 13.5 años (n = 8) y 15.5 años (n = 8), y analizaron las muestras para determinar las concentraciones de trifosfato de adenosina (ATP), PCr, glucógeno y lactato en reposo e inmediatamente luego de ejercicio submáximos y ejercicios al VO2pico en un cicloergómetro. Estos autores reportaron que en reposo, las concentraciones de ATP eran de aproximadamente 5 mmol·kg-1 peso húmedo de músculo, lo cual ni cambió con la edad y fueron similares a los valores reportados para los adultos. La concentración de ATP se mantuvo esencialmente inalterada luego de 6 min de ejercicio submáximo, pero se observó una leve reducción luego del ejercicio máximo (Eriksson and Saltin, 1974). La concentración de PCr en los niños de 11 fue de 15 mmol·kg-1 peso húmedo, pero a los 15 años fue un 63% mayor, valor comparable al reportado en adultos en otros estudios. La concentración de PCr se redujo gradualmente luego de las sesiones de ejercicio de intensidad crecimiento alcanzando valores de 5 mmol·kg-1 luego del ejercicio máximo. En un estudio previo, Eriksson et al (1973) entrenaron a niños de 11.5 años por 4 meses y observaron que luego del entrenamiento las reservas de ATP y PCr se habían incrementado significativamente (Eriksson et al., 1973). En los niños de 11 años, la concentración de glucógeno en reposo fue de 54 mmol·kg-1 y se incrementó con la edad hasta alcanzar 87 mmol·kg-1 en los niños de 15 años. Con el ejercicio se observó una gradual reducción en las reservas de glucógeno en todos los grupos, pero la reducción fue tres veces mayor en los niños mayores comparados con los niños de menor edad, lo que sugiere un incremento en la actividad glucolítica con la edad. En relación con esto, Eriksson et al (1971) observaron que, en niños de 13 años, durante ejercicios de baja intensidad, la concentración de lactato se mantenía baja, pero a intensidades por encima del 60% del VO2pico se producía un incremento más rápido en la concentración de lactato (Eriksson et al., 1971). En su posterior estudio llevado a cabo con niños de 11 a 15 años, se observó que la concentración muscular de lactato se incrementó con el incremento de la intensidad relativa de ejercicio, y que la concentración de lactato

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inmediatamente después del ejercicio submáximo era mayor en los niños de mayor edad (Eriksson and Saltin, 1974). En relación con la actividad enzimática, el trabajo de Eriksson et al (1974) describió los niveles de actividad de la succinato dehidrogenasa (SDH) y de la fosfofructoquinasa (PFK) en el vasto lateral de cinco niños de 11.2 años antes y después de un programa de entrenamiento de 6 meses. Estos investigadores mostraron un incremento del 29% en la actividad de la SDH y un incremento del 83% en la actividad de la PFK luego del entrenamiento. No obstante, los niveles pre entrenamiento de la SDH y la PFK eran un 20 y un 50% más altos que los valores reportados para adultos. En una serie de estudios llevados a cabo Harlambie (Haralambie, 1979, Haralambie, 1982) se observó que las niñas de 11-14 años tenían una mayor actividad de dos enzimas (fumarasa e isocitrato dehidrogenasa) del ciclo de los ácidos tricarboxílicos (Ciclo de Krebs) en comparación con mujeres de 36 años de edad. Este autor concluyó que esto podría significar una tendencia hacia una mejora de la oxidación de sustratos en las participantes más jóvenes. En su otro estudio, Harlambie (1982) determinó la actividad de 22 enzimas involucradas en el metabolismo energético en siete niños y siete niñas de 13-15 años y en siete hombres y siete mujeres de 22-42 años. La actividad de las enzimas glucolíticas no fue significativamente diferente entre los adultos y los niños. En este estudio tampoco se observaron diferencias en la actividad de la LDH. De las enzimas estudiadas por Haralambie (1982) solo la citrato sintasa (CS) no mostró diferencias significativas entre los adultos y adolescentes, mientras que todas las demás enzimas oxidativas exhibieron una mayor actividad en los adolescentes. No se hallaron diferencias entre los adultos y los adolescentes respecto de la actividad de tres enzimas del metabolismo de los ácidos grasos pero las enzimas involucradas en el metabolismo de los aminoácidos tendieron a tener una mayor actividad en los adolescentes. En otros estudio llevados a cabo por Berg et al (Berg and Keul, 1988, Berg et al., 1986) se determinó la actividad de la creatina quinasa (CK), la hexosa fosfato isomerasa, la aldolasa, la piruvato quinasa (PK), la LDH, la CS y la fumarasa en 33 participantes categorizados en tres grupos por edad: niños (6.4 ± 2.1 años), juveniles (13.5 ±1.3 años) y adultos jóvenes (17.1 ± 0.8 años). La actividad de las enzimas glucolíticas estuvo positivamente correlacionada con la edad y la actividad de las

enzimas del ciclo de Krebs estuvo negativamente correlacionada con la edad (aunque las correlaciones no fueron significativas). Se observaron incrementos del 32%, 85%, 48%, 143% y 25% en la actividad de las enzimas CK, aldolasa, PK, LDH y hexosa fosfato isomerasa, respectivamente, entre los 6 y los 13 años de edad. Con excepción de la LDH que mostró una reducción en su actividad entre los 13 y los 17 años, pero que se mantuvo más alta que los 6 años, no se observaron cambios en la actividad de las enzimas evaluadas entre los 13 y los 17 años. La actividad de las enzimas del ciclo de Krebs, CS y fumarasa se redujeron un 28 y un 40%, respectivamente, entre los 6 y los 17 años. Los estudios de Haralambie y Berg et al (Haralambie, 1979, Haralambie, 1982, Berg and Keul, 1988, Berg et al., 1986) con todas sus limitaciones permiten conocer algo más acerca del metabolismo muscular mediante el cálculo de la relación entre enzimas específicas glucolíticas y oxidativas. Por ejemplo, mediante los datos de Berg et al (1986, 1988) se puede calcular la relación entre la PK/fumarasa, siendo esta de 3.585, 3,201 y 2.257 para adultos, adolescentes y niños respectivamente. En otras palabras, la relación de la actividad entre las enzimas glucolíticas/oxidativas fue un 59% mayor en los adultos jóvenes que en los niños. Estos estudios, a pesar de las limitaciones metodológicas indicarían que los niños tienen una menor actividad de las enzimas glucolíticas que los adolescentes, pero, aunque los datos son menos claros, la actividad de las enzimas glucolíticas de los adolescentes no parece ser significativamente menor que la de los adultos. Por otra parte, la actividad de las enzimas oxidativas indica que los niños son capaces de oxidar piruvato y ácidos grasos libres a una mayor tasa que los adolescentes, y que los adolescentes tienen una mayor capacidad oxidativa que los adultos. Un hallazgo consistente es que la relación entre la actividad de las enzimas glucolíticas/oxidativas es mayor en los adultos que en los adolescentes y niños. En relación con la contribución a la producción energética derivada de los carbohidratos y lípidos durante ejercicio submáximo en estado estable diversos estudios han reportado consistentemente menores valores del índice de intercambio respiratorio (RER) en los niños que en los adultos tanto a la misma intensidad relativa de ejercicio (Foricher et al., 2003, Mahon et al., 1997) como a la misma intensidad absoluta (Montoye, 1982, Rowland et al., 1987). Esto indicaría una mayor contribución de los lípidos a la producción

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energética. Stephens et al () investigaron los efectos de la madduración sobre la utilización de sustratos observando las respuestas del RER en varones de 9 y 27 años, en cuatro estadíos de maduración. Estos investigadores reportaron una mayor utilización de lípidos y una menor utilización de carbohidratos en los niños púberes (12 años, estadío de vello púbico = 2-3) en comparación con los que se encontraban en la pubertad avanzada (15 años, estadío de vello púbico = 4-5) y los adultos jóvenes; pero no hallaron diferencias entre los niños pre púberes y los niños púberes en todas las intensidades de ejercicio evaluadas(Stephens et al., 2006). Timmons et al, utilizaron el RER e isótopos estables de 13C para investigar la utilización de sustratos durante el ejercicio (Timmons et al., 2007b, Timmons et al., 2007a, Timmons et al., 2003). En su estudio inicial examinaron las respuestas de diez hombres de 22 años y de doce niños de 9 años durante 60 minutos de ciclismo al 70% del VO2pico. En este estudio se observó que los niños utilizaron aproximadamente un 70% más lípidos y un 23% menos carbohidratos que los hombres durante los 30 minutos finales del ejercicio. En los subsiguientes estudios, Timmons et al (2007a, 2007b) compararon las respuestas de niñas de 12 años con niñas de 14 años y de niños de 12 años con niños de 14 años que pedalearon durante 60 minutos al 70% del VO2pico con y sin suplementación con carbohidratos. En estos estudios se observó una mayor utilización de lípidos y una menor tasa de oxidación de carbohidratos durante el ejercicio en los niños de menor edad. Sin embargo, en contraste con los niños, se halló que la dependencia de las niñas en los carbohidratos exógenos no era dependiente de la edad. En resumen, si bien se requieren mayores investigaciones, los resultados de los diversos estudios parecen indicar que la actividad glucolítica se incrementa con la edad, al menos hasta la adolescencia y posiblemente en la adultez joven. Parece existir una relación independiente (es decir, además de la edad) entre el estatus de maduración y el metabolismo del ejercicio. Varios estudios han sugerido la presencia de diferencias sexuales en el metabolismo del ejercicio, aunque se requieren más estudios para determinar si estas diferencias en realidad existen y cuáles son los mecanismos subyacentes. Las conclusiones más relevantes son:

• Los estudios en los que se ha utilizado la técnica de biopsia muscular en niños son escasos y sus datos requieren ser tratados con precaución.

• Las reservas de ATP parecen no variar con la edad, pero las reservas de PCr y de glucógeno se incrementan desde la niñez hasta la adolescencia y la adultez

• Los niños jóvenes tienden a tener una mayor actividad de las enzimas oxidativas y una menor actividad de las enzimas glucolíticas que los adolescentes y los adultos. Los adolescentes tienen una mayor capacidad oxidativa que los adultos, pero la evidencia que indica diferencias en la actividad glucolítica de los adultos y adolescentes es equívoca. Un hallazgo consistente es que la relación entre la actividad de las enzimas glucolíticas/oxidativas es mayor en los adultos que en los niños o adolescentes.

• Los estudios que han evaluado la utilización de sustratos utilizando la técnica de RER y de 13C y las investigaciones que han evaluado las concentraciones plasmáticas de glucosa y ácidos grasos libres consistentemente indican que durante el ejercicio submáximo en estado estable existe un efecto de la edad y la maduración por el cual los niños dependen más que los adultos en la utilización de lípidos como fuente energética.

1.5 EL DESARROLLO DEL CONSUMO MÁXIMO DE OXÍGENO (VO 2MÁX) La potencia aeróbica máxima (VO2máx) es la mayor tasa a la cual el cuerpo consume oxígeno en un período dado de tiempo durante la realización de ejercicios que involucran una porción significativa de la masa muscular (Krahenbuhl et al., 1985). El VO2máx ha sido extensamente estudiado debido a su rol como factor limitante de la capacidad para realizar tareas aeróbicas y debido a que es considerado el mejor índice de la aptitud física para la salud. El efecto que tiene el entrenamiento sobre el desarrollo de la potencia aeróbica máxima (VO2máx) durante la niñez y la adolescencia es sujeto de un gran interés por parte de fisiólogos y científicos del deporte (Cunningham and Eynon, 1973, Daniels and Oldridge, 1971, Kobayashi et al., 1978, Kramer and Lurie, 1964a). La mayoría de los estudios han sido de diseño transversal y, debido a esto los efectos del crecimiento, el desarrollo y la maduración pueden haber enmascarado o haber sido mayores que aquellos provocados por el entrenamiento

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(Mirwald et al., 1981). Los datos obtenidos en forma longitudinal son esenciales para identificar claramente las contribuciones relativas del crecimiento, la maduración y el entrenamiento sobre el desarrollo de la potencia aeróbica. Casi no existen datos acerca del VO2máx para el período de la niñez temprana (2-6 años). El VO2máx en niños y adolescentes ha sido estudiado longitudinalmente (Andersen et al., 1978, Andersen et al., 1980, Andersen et al., 1976, Bailey et al., 1978, Hermansen and Oseid, 1971, Kobayashi et al., 1978, Rutenfranz et al., 1981, Sprynarova, 1966) y transversalmente (Andersen et al., 1974b, Andersen et

al., 1980, Chan et al., 1976, Chatterjee et al., 1979, Davies et al., 1972, Eriksson and Saltin, 1974, Flandrois et al., 1982, Gaisl and Buchberger, 1977, Ikai and Kitagawa, 1972, Kemper and Verschuur, 1981, Kramer and Lurie, 1964b, Matsui et al., 1972, Nagle et al., 1977, Nakagawa and Ishiko, 1970, Robinson, 1938, Rutenfranz et al., 1981, Seliger et al., 1971, Spurr et al., 1982, Thiart and Wessels, 1974, Weber et al., 1976, Wilmore and Sigerseth, 1967, Yamaji and Miyashita, 1977, Yoshizawa, 1973). La examinación de los valores obtenidos año por año en estudios longitudinales (Tabla 1) revela que el VO2máx expresado en L·min-1 se incrementa con la edad.

Referencia País Edad N Modo* L·min-1 mL·min-1·kg-1

Niños

8.4 29 B 1.44 52.7

9.4 29 B 1.59 51.4

10.4 31 B 2.02 60.0

11.4 29 B 2.07 56.9

12.3 30 B 2.31 58.0

13.0 29 B 2.70 61.4

14.0 27 B 2.82 56.6

(Andersen et al., 1978, Andersen et al., 1980, Andersen et al., 1976,

Rutenfranz et al., 1981) Noruega

15.0 27 B 3.14 56.0

8.1 51 T 1.46 56.4

9.1 51 T 1.72 59.5

10.1 51 T 1.82 56.9

11.1 51 T 1.96 56.3

12.0 51 T 2.18 56.6

13.0 51 T 2.39 55.1

14.1 51 T 2.73 54.6

(Bailey et al., 1978) Canadá

15.0 51 T 2.94 52.6

10.5 20 T 1.96 54.3

11.5 20 T 2.17 54.7 (Hermansen and Oseid, 1971) Noruega

12.5 20 T 2.52 58.1

9.7 7 T 1.29 47.5

10.7 7 T 1.42 49.8

11.7 7 T 1.55 49.2

12.7 7 T 1.77 47.0

13.7 7 T 2.54 56.9

14.7 7 T 3.13 63.2

(Kobayashi et al., 1978) Japón (Entrenados)

15.8 5 T 3.00 55.0

13.2 43 T 1.91 45.0

14.2 43 T 2.34 48.0 (Kobayashi et al., 1978) Japón (Desentrenados)

15.2 43 T 2.61 49.1

12 28 B 2.33 57.4

13 27 B 2.50 54.1

14 26 B 2.83 52.1

(Rutenfranz et al., 1981) Alemania

15 27 B 3.05 51.8

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16 23 B 3.00 47.1

17 26 B 3.11 47.5

10.9 114 T 1.77 48.0

11.9 114 T 2.05 50.7 (Sprynarova, 1966) Checoslovaquia

12.9 114 T 2.25 50.5

Niñas

8.2 33 B 1.25 47.4

9.3 33 B 1.48 48.5

10.3 34 B 1.79 52.4

11.2 34 B 1.88 50.1

(Andersen et al., 1978, Andersen et al., 1980, Andersen et al., 1976,

Rutenfranz et al., 1981) Noruega

12.2 34 B 2.26 53.6 Tabla 1. Estudios longitudinales acerca de la potencia aeróbica máxima en niños. T = Cinta ergométrica, B = cicloergómetro

Si se revisan los datos obtenidos anualmente en estudios transversales para varones desentrenados (Tabla 2), solo se observan tres casos en los cuales se observó una reducción en el VO2máx, no obstante estos cambios fueron pequeños y fácilmente pudieron deberse a errores de muestre en los estudios transversales. Si se realiza el mismo procedimiento (Tabla 3) para mujeres desentrenadas, se puede observar que hay un mayor porcentaje de observaciones que reflejan el incremento asociado en la edad para el VO2máx (L·min-1). Sin embargo, hay más

excepciones a esta tendencia que entre los varones. Los datos longitudinales del VO2máx expresados en relación con el peso corporal (mL·kg-1·min-1) no muestran una tendencia en particular. Estos estudios abarcan un período de edad que va de los 8 a los 17 años y entre ellos hay 19 que muestran un incremento del VO2máx y 17 que muestran una reducción. La única conclusión que puede sacarse de estos datos longitudinales es que le VO2máx expresado en forma relativa al peso corporal es generalmente estable.

Referencia País Edad N Modo* L·min-1 mL·min-1·kg-1

10.3 14 B 1.61 49.3

12.4 12 B 1.89 50.4

14.2 15 B 2.26 47.2 (Andersen et al., 1974b) Noruega

16.3 13 B 3.12 49.3

4-6 10 T 1.01 49.1

7-9 12 T 1.75 56.9

10-11 13 T 2.04 56.1

12-13 19 T 2.46 56.5

(Astrand, 1952b) Suecia

14-15 10 T 3.53 59.9

(Chan et al., 1976) Malasia 13.3 8 S 1.71 45.7

7.2 8 B 1.19 48.9

9.0 9 B 1.38 49.2

10.8 9 B 1.63 46.2

12.8 12 B 2.05 49.6

(Davies et al., 1972) Gran Bretaña

15.1 9 B 3.06 52.7

11.6 8 B 1.87 42.4

12.6 9 B 2.33 48.9

13.5 8 B 2.57 51.6 (Eriksson and Saltin, 1974) Suecia

15.5 8 B 3.24 52.6

11 21 B 1.74 49.1

12 34 B 1.77 47.8

13 33 B 2.10 47.8

14 28 B 2.34 43.9

(Flandrois et al., 1982) Francia

15 18 B 2.68 48.9

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16 25 B 2.69 46.1

11.5 10 B 1.71 47.5

12.6 15 B 2.05 46.5

13.5 18 B 2.24 49.0 (Gaisl and Buchberger, 1977) Austria

14.5 16 B 2.75 50.5

10.5 20 B 1.96 54.3

11.5 20 B 2.17 54.7 (Hermansen and Oseid, 1971) Noruega

12.5 20 B 2.52 58.1

8-10 19 B 1.31 50.0

10-11 18 B 1.5 49.1

11-12 21 B 1.77 51.3

12-13 14 B 1.90 44.9

13-14 21 B 2.13 47.5

14-15 19 B 2.35 49.5

(Ikai and Kitagawa, 1972) Japón

15-16 13 B 2.47 48.1

13 110 T 2.54 59.3 (Kemper and Verschuur, 1981) Holanda

14 64 T 2.82 58.8

10.1 5 B 1.74 49.8

11.4 7 B 1.97 45.8

12.5 6 B 1.85 45.9

13.4 8 B 2.51 48.8

(Kramer and Lurie, 1964b) Estados Unidos

15.2 6 B 2.76 46.7

12 18 T 1.93 46.4

13 54 T 2.04 45.7

14 48 T 2.28 47.1

15 47 T 2.45 45.7

(Matsui et al., 1972) Japón

16 50 T 2.75 49.2

13.8 30 T 3.16 54.0

14.9 30 T 3.74 56.3

16.0 30 T 3.71 54.0 (Nagle et al., 1977) Estados Unidos

16.9 30 T 3.87 54.7

12-13 10 B 1.62 40.7

14-15 10 B 2.09 42.0 (Nakagawa and Ishiko, 1970) Japón

16-17 10 B 2.41 37.7

6-7.9 84 T 1.16 50.4

8-9.9 90 T 1.43 52.0

10-11.9 84 T 1.74 52.5

12-13.9 65 T 2.17 51.8

(Spurr et al., 1982) Colombia

14-16.0 70 T 2.70 54.1

12.1 19 B 2.13 51.1

14.6 18 B 3.11 56.0 (Sundberg and Elovainio, 1982) Finlandia

16.1 19 B 3.37 56.1

7-9 26 T 1.56 57.7

10-11 36 T 2.01 56.1 (Thiart and Wessels, 1974) Sudáfrica

12-13 38 T 2.35 59.4

10.0 8 B 1.59 55.4

13.0 8 B 2.19 44.3 (Weber et al., 1976) Canadá

16.0 8 B 2.95 48.3

(Yamaji and Miyashita, 1977) Japón 10.2 8 B 1.10 38.6

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11.2 8 B 1.34 39.7

12.3 10 B 1.43 39.8

13.4 9 B 2.05 44.5

14.3 10 B 2.38 50.5

15.1 8 B 2.17 47.1

10 5 B 1.38 45.1

11 22 B 1.47 41.8

12 27 B 1.9 46.3

13 15 B 2.50 49.5

14 15 B 2.61 50.0

15 15 B 2.70 45.9

16 15 B 2.68 44.6

(Yoshizawa, 1973) Japón (Ciudad)

17 15 B 3.01 48.5

9 8 B 1.12 42.9

10 15 B 1.30 44.2

11 21 B 1.51 46.6

12 27 B 1.76 47.1

13 15 B 2.24 53.6

14 15 B 2.60 53.2

15 15 B 2.78 53.4

16 15 B 3.08 56.2

(Yoshizawa, 1973) Japón (Rural)

17 15 B 3.13 52.3

Tabla 2. Estudios transversales acerca de la potencia aeróbica máxima en varones desentrenados. T = cinta ergométrica, B = cicloergómetro, S = test del escalón.

Por otra parte, los datos del VO2máx relativo a la masa corporal en varones y mujeres obtenidos en estudios transversales muestran una imagen ligeramente diferente. Las diferencias año a año entre los grupos de varones se incrementan en 65 instancias y se reducen en 38, mientras que las diferencias entre los grupos de mujeres se incrementan en 40 instancias y se reducen en 50 (Tablas 2 y 3). Estas tendencias sugieren que los niños incrementan ligeramente su VO2máx relativo a la

masa corporal con la edad, mientras que las mujeres muestran una reducción. Esta observación ha sido señalada en varios reportes individuales (Andersen et al., 1974b, Astrand, 1952b, Eriksson and Saltin, 1974, Flandrois et al., 1982, Ikai and Kitagawa, 1972, Matsui et al., 1972, Nakagawa and Ishiko, 1970, Rutenfranz et al., 1981, Sundberg and Elovainio, 1982, Yamaji and Miyashita, 1977, Yoshizawa, 1973).

Referencia País Edad N Modo* L·min-1 mL·min-1·kg-1

10.5 18 B 1.41 41.6

12.2 15 B 1.66 41.9

14.3 13 B 2.02 36.9 (Andersen et al., 1974b) Noruega

16.3 9 B 2.07 38.4

8.2 22 B 1.27 49.4

9.3 22 B 1.49 49.9

10.3 23 B 1.76 53.2

11.2 23 B 1.85 51.2

Noruega (Centro)

12.2 23 B 2.29 56.1

8.2 11 B 1.22 43.3

9.3 11 B 1.47 45.7

10.2 11 B 1.85 50.7

11.2 11 B 1.94 47.7

(Andersen et al., 1980)

Noruega (Periferia)

12.1 11 B 2.20 48.4

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4-6 7 T 0.88 47.9

7-9 14 T 1.50 55.1

10-11 13 T 1.70 52.4

12-13 13 T 2.31 49.8

(Astrand, 1952b) Suecia

14-15 11 T 2.58 46.0

10.5 10 T 0.86 39.8

12.0 16 T 1.14 40.7

14.0 15 T 1.13 33.7 (Chan et al., 1976) India

16.0 10 T 1.43 36.7

6.9 7 B 0.98 43.2

9.2 8 B 1.16 40.0

11.0 11 B 1.46 39.9

13.2 11 B 1.88 40.3

(Davies et al., 1972) Gran Bretaña

15.3 8 B 2.11 38.9

11 21 B 1.47 40.0

12 35 B 1.55 40.9

13 21 B 1.70 36.0

14 24 B 1.66 35.7

15 15 B 1.83 36.4

(Flandrois et al., 1982) Francia

16 11 B 1.89 35.7

8-10 20 B 1.11 43.4

10-11 18 B 1.22 40.8

11-12 20 B 1.41 41.5

13-14 19 B 1.56 35.0

14-15 22 B 1.71 34.9

15-16 14 B 1.82 37.1

(Ikai and Kitagawa, 1972) Japón

8-10 20 B 1.11 43.4

12 18 T 1.68 39.6

13 57 T 1.69 37.9

14 49 T 1.75 36.8

15 54 T 1.72 34.1

(Matsui et al., 1972) Japón

16 43 T 1.77 34.7

14.0 30 T 2.27 41.1

14.9 30 T 2.30 41.2

16.0 30 T 2.36 40.7 (Nagle et al., 1977) Estados Unidos

17.0 30 T 2.34 40.2

12-13 10 B 1.44 34.9

14-15 10 B 1.39 28.9 (Nakagawa and Ishiko, 1970) Japón

16-17 6 B 1.37 26.7

8 33 B 1.25 47.4

9 33 B 1.48 48.5

10 34 B 1.79 52.4

11 34 B 1.88 50.1

12 34 B 2.26 53.6

13 33 B 2.48 51.8

14 32 B 2.35 44.7

(Rutenfranz et al., 1981) Noruega

15 30 B 2.44 43.6

12 24 B 2.19 47.9 (Rutenfranz et al., 1981) Alemania

13 24 B 2.20 43.8

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14 22 B 2.26 41.8

15 22 B 2.18 39.1

16 17 B 1.97 33.4

17 19 B 2.06 35.0

11.8 294 B 1.48 37.5 (Seliger et al., 1971) Checoslovaquia

14.8 322 B 1.93 37.6

7-9 20 B 1.59 53.5

10-11 20 B 1.87 50.7 (Wilmore and Sigerseth, 1967) Estados Unidos

12-13 22 B 2.40 48.7

10 7 B 1.17 35.9

11 18 B 1.39 37.1

12 27 B 1.56 38.7

13 15 B 1.92 40.0

14 15 B 2.10 41.3

15 15 B 1.49 30.8

16 15 B 1.71 31.9

(Yoshizawa, 1973) Japón (Ciudad)

17 15 B 1.79 32.0

9 8 B 1.07 36.4

10 13 B 1.21 38.5

11 17 B 1.22 35.4

12 24 B 1.69 40.9

13 15 B 1.93 42.6

14 15 B 2.04 41.9

15 15 B 2.04 39.6

16 15 B 1.95 39.5

(Yoshizawa, 1973) Japón (Rural)

17 15 B 1.87 34.3

Tabla 3. Estudios transversales acerca de la potencia aeróbica máxima en mujeres desentrenadas. T = cinta ergométrica, B = cicloergómetro, S = test del escalón

El desarrollo del VO2máx también puede examinarse al graficar los valores medios reportados en todos los estudios revisados. La Figura 2 muestra la relación entre el VO2máx absoluto y la edad cronológica en niños desentrenados. Para corregir la variación inducida por el modo de ejercicio, todos los valores obtenidos con tests en cicloergómetro fueron multiplicados por un factor de 1.075, aproximadamente la diferencia observada entre estos dos modos de ejercicio (Krahenbuhl et al., 1985). Si se observan las líneas de regresión en la Figura 2, es claro que el consumo de oxígeno absoluto es similar en varones y mujeres hasta aproximadamente los 12 años. A los 14 años de edad, la diferencia en el VO2máx (L·min-1) entre varones y mujeres desentrenados es de aproximadamente un 25 por ciento. Alrededor de los 16 años, la diferencia excede el 50 por ciento. Diferencias de esta magnitud también han sido observadas en diversos estudios individuales (Andersen et al., 1974b, Astrand, 1952b, Davies et al., 1972, Flandrois et al., 1982, Ikai and Kitagawa, 1972, Matsui

et al., 1972, Nagle et al., 1977, Nakagawa and Ishiko, 1970, Yoshizawa, 1973). Las explicaciones más frecuentes para este fenómeno son: (i) el desarrollo de una mayor masa muscular en los varones y (ii) las diferencias sexuales en el tiempo que pasan los niños realizando ejercicios vigorosos (Krahenbuhl et al., 1985).

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Figura 2. Relación entre el VO2máx (L·min-1) y la edad

cronológica. Los datos son valores medios que representan a 5793 varones y 3508 mujeres. Las líneas de regresión fueron

determinadas utilizando el mejor ajuste por cuadrados mínimos. Todos los datos obtenidos mediante tests en cicloergómetro fueron

“corregidos” para equiparar los valores obtenidos en cinta ergométrica (VO2máx en cicloergómetro × 1.075)

La Figura 3 muestra la relación entre el VO2máx expresado en forma relativa a la masa corporal (mL·kg-

1·min-1) y la edad, utilizando los mismos valores medios incluidos en la Figura 2. En este caso, la regresión linear para los varones desentrenados es casi paralela al eje x (52.8 mL·kg-1·min-1 a los 6 años y 53.5 mL·kg-1·min-1 a los 16). Sin embargo, para las niñas desentrenadas se observa una tendencia marcadamente diferente, con una pendiente negativa de la curva (recta de regresión) que indica que el consumo máximo de oxígeno se reduce con la edad, comenzando con un valor de 52.0 mL·kg-1·min-1 a los 6 años y reduciéndose a 40.5 mL·kg-1·min-1 a los 16 años. Esta misma tendencia ha sido observada en estudios individuales (Cunningham and Eynon, 1973, Davies, 1980, Davies, 1981, Matsui et al., 1972, Zauner and Benson, 1981). Las explicaciones más comunes respecto de la discrepancia entre los valores medios para niños y niñas es la mayor acumulación de grasa subcutánea en las niñas. Este incremento en la masa corporal se produce por el incremento de un tejido que es metabólicamente menos activo y que además debe ser transportado.

Figura 3. Relación entre el VO2máx (mL·kg-1·min-1) y la edad

cronológica. Los datos son valores medios que representan a 5793 varones y 3508 mujeres. Las líneas de regresión fueron

determinadas utilizando el mejor ajuste por cuadrados mínimos. Todos los datos obtenidos mediante tests en cicloergómetro fueron

“corregidos” para equiparar los valores obtenidos en cinta ergométrica (VO2máx en cicloergómetro × 1.075)

En relación con los niños entrenados, diversos estudios han examinado el VO2máx en niños entrenados (Bar-or et al., 1974, Berg, 1972, Berg and Bjure, 1974, Cunningham and Eynon, 1973, Daniels and Oldridge, 1971, Daniels et al., 1978, Ekblom, 1969, Eriksson et al., 1973, Eriksson and Koch, 1973, Gaisl and Buchberger, 1977, Kobayashi et al., 1978, Mayers and Gutin, 1979, Mocellin et al., 1971, Murase et al., 1981, Sady et al., 1984, Sobolova et al., 1971, Sundberg and Elovainio, 1982, von Dobeln and Eriksson, 1972, Wells et al., 1973), en niñas entrenadas (Drinkwater and Horvath, 1971) y en niños y niñas entrenados (Cunningham and Eynon, 1973, Davies, 1980, Davies, 1981, Flandrois et al., 1982, Kramer and Lurie, 1964b, Matsui et al., 1972, Zauner and Benson, 1981). En general se ha observado que los valores para los grupos de niños entrenados son mayores en todas las edades, siendo las diferencias menos marcadas durante la niñez y mayores durante la adolescencia. La misma tendencia puede observarse cuando se compara el VO2máx de niños y niñas entrenadas. En base a los estudios previamente citados se observa que, a los 16 años de edad, la diferencia en el VO2máx entre niños y niñas desentrenados es del 24% en valores absolutos (L·min-1) y del 18% en valores relativos (mL·kg-1·min-

1), mientras que las diferencias entre niños y niñas desentrenados son del 56% en valores absolutos y del 32% en valores relativos.

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1.6 RESPUESTA VENTILATORIA Y CONTROL DE LA VENTILACIÓN DURANTE EL EJERCICIO DE RESISTENCIA EN NIÑOS Al comienzo del ejercicio progresivo la ventilación se incrementa para regular la presión parcial de dióxido de carbono a través de la alteración de la frecuencia respiratoria y del volumen corriente (Fawkner, 2008) y los cambios en la ventilación son paralelos a los cambios en la producción de dióxido de carbono (VCO2) y del consumo de oxígeno (VO2) hasta intensidades que se aproximan al umbral ventilatorio. Por encima del umbral ventilatorio el VCO2 se incrementa y la ventilación aumenta más que el VO2. Subsiguientemente, a medida que la intensidad del ejercicio se aproxima a la máxima se produce una compensación ventilatoria de la acidosis metabólica lo cual resulta en un incremento de la ventilación que es desproporcionado en comparación con el VO2 y el VCO2. Los niños exhiben una mayor ventilación por kilogramo de masa corporal y una mayor ventilación para una demanda metabólica dada (VE/VO2) en comparación con los adultos. Esta mejora asociada a la edad en la eficiencia ventilatoria a intensidades submáximas de ejercicio ha sido confirmada en estudios transversales (Andersen et al., 1974a, Astrand, 1952a, Cooper et al., 1987, Gaultier et al., 1981, Gratas-Delamarche et al., 1993, Ramonatxo et al., 1986) y longitudinales (Rowland and Cunningham, 1997). Esto indicaría que en esencia, los niños hiperventilan durante el ejercicio submáximo. El origen de esta ineficiencia ventilatoria no se comprende completamente, aunque algunos autores han sugerido pueden existir ciertas limitaciones mecánicas. Gratas-Delamarche et al (1993) consideraron que la respiración más rápida y superficial en los niños impone un incremento en el trabajo mecánico necesario para alcanzar la ventilación máxima (Gratas-Delamarche et al., 1993). Por el contrario, existe un gran cuerpo de evidencia que respalda una relación causal entre la hiperventilación y un menor “punto de ajuste” de la presión parcial de dióxido de carbono (PaCO2) en comparación con los adultos. En relación con la sensibilidad de los centros respiratorios, se ha observado que los niños tienen una mayor sensibilidad de los centros respiratorios en comparación con los adultos (Gratas-Delamarche et al., 1993). Además se ha sugerido que el drive ventilatorio

puede tener un papel independiente en la respuesta hiperventilatoria de los niños bajo la influencia de un mecanismo de retroalimentación (no conocido) que se altera con la edad. Para alcanzar una determinada ventilación en respuesta a los cambios en la demanda metabólica, los niños alteran su frecuencia respiratoria y su volumen corriente y como consecuencia se producen cambios en el drive respiratorio y en el ritmo respiratorio. Durante el ejercicio en estado estable, la relación entre la frecuencia respiratoria y la ventilación corriente se reduce con la edad debido a la reducción en la frecuencia respiratoria y el incremento en la ventilación corriente absoluta. Recientemente se ha sugerido que el ritmo respiratorio puede declinar ligeramente con la edad tanto en reposo como durante el ejercicio. El patrón de cambio en la frecuencia respiratorio y en la ventilación corriente en respuesta al incremento de la intensidad de ejercicio puede diferir entre los niños y los adultos. En adultos, al comienzo de un ejercicio progresivo, el incremento inicial en la ventilación se alcana mediante el incremento en la ventilación corriente y en menor medida en la frecuencia respiratoria. A mayores intensidades de ejercicio, el incremento en la ventilación corriente se ve atenuado y se estabiliza (alrededor del 50-60% de la capacidad vital). En contraste, se ha sugerido que los niños, durante un ejercicio de intensidad creciente, primero dependen en mayor medida del incremento en la frecuencia respiratoria, y que a altas intensidades de ejercicio, el incremento en la ventilación se produce principalmente por cambios en la ventilación corriente, mientras que la frecuencia ventilatoria tiende a estabilizarse. Las razones detrás de los cambios asociados con la edad en el control ventilatorio no son claras, pero es probable que con respecto al cambio en la relación de la frecuencia ventilatoria y la ventilación corriente, las propiedades mecánicas del sistema pulmonar desempeñen un papel significativo. En términos de eficiencia mecánica, la alta resistencia al flujo favorece una baja frecuencia respiratoria y una alta ventilación corriente; sin embargo los pequeños pulmones y la pobre complianza de estos en niños favorecerían una mayor frecuencia respiratoria y una baja ventilación corriente.

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1.7 ENTRENABILIDAD DE LA RESISTENCIA EN NIÑOS Existen diversos factores que pueden influenciar el grado de mejora en el VO2máx de niños y adolescentes como resultado del entrenamiento de la resistencia. Estos factores incluyen el volumen de entrenamiento, la edad, la maduración, el VO2máx previo al entrenamiento, el nivel de actividad física habitual y los factores genéticos. Con respecto al volumen de entrenamiento, la mayoría de los estudios parecen satisfacer las recomendaciones dadas por el Colegio Americano de Medicina del Deporte (1998) y si bien muchos de estos estudios han reportado incrementos en el VO2máx, otros estudios que parecen satisfacer las guías del ACSM no observaron efectos significativos del entrenamiento sobre el VO2máx. Además, en ciertos casos, los estudios que han utilizado programas que parecen no ajustarse a las recomendaciones del ACSM han reportado incrementos en el VO2máx. Por cierto tiempo, ha existido la noción de que hay una edad óptima o un nivel de maduración óptimo en el cual el entrenamiento aeróbico será más efectivo para producir adaptaciones que incrementen el VO2máx. Desde hace tiempo existe la noción de que hay una edad óptima o nivel de maduración óptimo en el cual el entrenamiento aeróbico será más efectivo para producir adaptaciones que incrementen el VO2máx. En efecto, Ekblom (1969), citando otros estudios, sugirió que este puede ser el caso. Katch (1983) propuso que existe una edad crítica o punto de maduración crítico cuando el estímulo de ejercicio puede ser más efectivo para provocar una adaptación (Katch, 1983). Más específicamente, Katch (1983) sugirió que antes de la pubertad, las respuestas hormonales que inicial las adaptaciones anatómicas o fisiológicas al entrenamiento podrían estar reducidas, un punto de vista respaldado por otros (Payne and Morrow, 1993, Rowland, 1985, Rowland, 1992). Además, la evidencia aportada por diversos estudios que examinaron a niños y adolescentes durante períodos de tiempo que iban de los dos a los diez años mostraron incrementos en el VO2máx en los niños entrenados y/o altamente activos que fueron mayores al momento de y luego del pico de velocidad de crecimiento en talla, lo cual respaldaría el concepto previo (Kobayashi et al., 1978, Mercier et al., 1987, Mirwald et al., 1981). Sin embargo, existe evidencia contraria a la idea de que existe una edad crítica para maximizar el grado de

mejora en el VO2máx (Daniels and Oldridge, 1971, Daniels et al., 1978). Existen tres estudios que han utilizado una combinación de diseños transversales y longitudinales para estudiar la entrenabilidad aeróbica en niños y en los cuales los niños y los adultos realizaron programas de entrenamiento aeróbico similares, y luego se compararon los cambios en el VO2máx entre los grupos. En un estudio, Eisenman y Golding (1975) observaron que el entrenamiento aeróbico indujo un incremento similar en el VO2máx en niñas (16.2%) con una edad media de 12.7 años y mujeres (17.6%) con una edad media de 19.6 años luego de un programa de entrenamiento de 14 semanas (Eisenman and Golding, 1975). Similarmente, Savage et al (1986) no observaron influencias de la edad sobre los efectos del entrenamiento respecto del VO2máx en varones de 8 y 35 años de edad luego de un programa de entrenamiento de 11 semanas (Savage et al., 1986). En contraste, Weber et al (1976) examinaron grupos de gemelos idénticos de 10, 13 y 16 años. Se observaron incrementos significativos en el VO2máx relativo (mL·kg-1·min-1) en el grupo de niños más pequeños y más grandes pero no en el grupo del medio. Además, el grupo de menor edad mostró el mayor porcentaje de incremento en el VO2máx (Weber et al., 1976). En adultos existe una relación inversa entre el VO2máx

pre entrenamiento y la cantidad que este se incrementará luego del entrenamiento aeróbico (Rowell, 1993). Si la misma relación es aparente en niños y adolescentes es menos claro. Por un lado, en una revisión de la literatura (Pate and Ward, 1990) se concluyó que el cambio en el VO2máx no está relacionado con el valor inicial del mismo, lo cual fue respaldado por otras investigaciones (Lussier and Buskirk, 1977, Rowland and Boyajian, 1995). Por otro lado, Eliakim et al (1996) reportaron una relación inversa significativa (r = - 0.68) entre el VO2máx pre entrenamiento y el porcentaje de incremento en el VO2máx en niñas adolescentes (Eliakim et al., 1996). Otros estudios también han observado una relación inversa similar entre estas dos variables (Mandigout et al., 2001, Tolfrey et al., 1998). Mahon (2008), mediante el análisis de los datos de diversos estudios confirmó esta relación inversa entre el cambio en el VO2máx y el valor inicial del mismo, indicando que al parecer el 52% de la variación en la cantidad de incremento en el VO2máx con el entrenamiento en niños y adolescentes puede ser atribuido al nivel inicial. Sin embargo, este autor señaló que este análisis involucró estudios que utilizaron una amplia variedad

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de programas de entrenamiento por lo cual el análisis tiene sus limitaciones (Mahon, 2008). Se ha propuesto que el nivel de actividad física regular puede influenciar el grado de las adaptaciones al entrenamiento aeróbico en niños (Pate and Ward, 1990, Sady, 1986, Vaccaro and Mahon, 1987). Esto se relaciona con el hecho de que el entrenamiento aeróbico debería proveer un estímulo mayor al provisto por la actividad física habitual de un individuo – una aplicación del principio de sobrecarga. En este sentido, Rowland y Boyajian (1995) reportaron una baja pero significativa correlación (r = -0.35) entre el cambio en el VO2máx y el nivel de actividad física regular de los sujetos. Por algún tiempo, los investigadores han observado que existe una gran variabilidad en el grado de adaptación resultante de un programa de entrenamiento aeróbico. Esto es aparente incluso cuando se tienen en cuenta aquellos factores de confusión tales como la edad, el sexo, la raza y el valor del VO2máx pre entrenamiento. Esto podría implicar que existe una predisposición genética subyacente con respecto a la magnitud de las adaptaciones fisiológicas que se manifestarán como resultado del entrenamiento aeróbico. Existe evidencia que respalda la influencia genética sobre la adaptabilidad del VO2máx que proviene de observaciones en gemelos monocigotos. También se ha mostrado que casi la mitad del cambio en el VO2máx con el entrenamiento aeróbico podría deberse a la herdabilidad (Bouchard and Rankinen, 2001) y se han identificado genes específicos que podrían dar cuenta de las respuestas individuales al entrenamiento aeróbico (Rankinen et al., 2006, Rivera et al., 1997, Rivera et al., 1999). En resumen, parece que el entrenamiento aeróbico de suficiente frecuencia, intensidad y duración provocará el incremento del VO2máx en niños y adolescentes, aunque la importancia de cada una de estas variables requiere de mayor investigación. No es claro si existe una edad o nivel de maduración crítico para maximizar las adaptaciones al entrenamiento aeróbico en niños y adolescentes. El nivel de VO2máx pre entrenamiento puede influenciar la magnitud de la mejora en esta variable. Además, el grado en el cual el programa de entrenamiento aeróbico excede el nivel de actividad física regular de los individuos puede ser una importante consideración en el diseño de programas óptimos de entrenamiento.

ACTIVIDADES PROPUESTAS

Actividad 1 Realice una lectura comprensiva de la unidad 1 del material: Del Rosso, S. (2011). Entrenamiento de las Capacidades Condicionales en Niños y Adolescentes. Córdoba: Material principal G-SE. Curso de posgrado de Entrenamiento en Poblaciones Infanto Juveniles. Actividad 2 Complemente con la lectura del siguiente artículo: Lemura, L.M., Carlonas, R., Andreacci, J., Von Duvillard, S.P. (2003). Puede el entrenamiento físico mejorar la potencia aeróbica máxima (VO2máx) en niños: Una revisión meta-analítica. G-SE Premium. 24/03/2003. g-se.com/a/133. Actividad 3 Revise el glosario y registre los términos desconocidos que no figuren en el mismo. Actividad 4 Responda a las siguientes preguntas: ¿Es entrenable la resistencia en los niños? ¿Puede observar alguna relación entre el crecimiento somático y los cambios en el consumo máximo de oxígeno? ¿Qué ocurre con el consumo máximo de oxígeno absoluto? ¿y con el consumo máximo de oxígeno relativo? ¿Puede atribuir alguna causa a estas tendencias?

PARTICIPACIÓN EN FOROS

Lo invitamos a participar en el Foro de Actividades, realizando su aporte en el marco de la consigna presentada por su tutor en dicho espacio.

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UNIDAD 2: RENDIMIENTO ANAERÓBICO Y DE VELOCIDAD EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

Contenidos de la Unidad 2.1 Producción de energía aeróbica versus anaeróbica en niños. 2.2 Determinantes del rendimiento de alta intensidad. 2.3 Determinantes del rendimiento anaeróbico en relación con el crecimiento. 2.4 Consideraciones generales y pautas metodológicas para el entrenamiento. 2.5 La velocidad ¿capacidad condicional o motora? 2.6 La velocidad desde el punto de vista coordinativo: velocidad de movimiento, velocidad de desplazamiento. 2.7 La velocidad desde el punto de vista metabólico: desarrollo de la capacidad anaeróbica en niños. 2.8 La velocidad desde el punto de vista perceptual: velocidad de reacción, velocidad de anticipación y velocidad de toma de decisión. 2.9 Pautas metodológicas para el entrenamiento de la velocidad en niños.

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En el estudio de esta unidad y a los efectos de facilitar el logro de los objetivos de aprendizajes propuestos, complemente los contenidos desarrollados en este Material Principal con la lectura del Material Básico recomendado como Bibliografía de lectura obligatoria. Asimismo resuelva las actividades propuestas al final de la unidad, revise regularmente el Glosario e incorpore la terminología específica de los diferentes temas. Participe en el Foro, en la Conferencia Virtual (CV) y en las Sesiones de Consulta en Vivo (SCV), ya que todas constituyen instancias diseñadas para enriquecer y promover su aprendizaje mediante la interacción con sus pares y con su tutor, así como facilitar los distintos momentos de evaluación. 2.1 PRODUCCIÓN DE ENERGÍA AERÓBICA VERSUS ANAERÓBICA EN NIÑOS En las tareas anaeróbicas o eventos deportivos como el ciclismo de velocidad, saltos o carreras, el rendimiento de los niños es marcadamente menor que el de los adultos. Esto refleja parcialmente la menor habilidad de los niños para generar energía mecánica a partir de las fuentes de energía química durante la actividad intensa de corta duración (Van Praagh and Dore, 2002). La entrenabilidad del sistema anaeróbico en niños y adolescentes ha recibido menos atención en comparación con el entrenamiento de la fuerza y/o la aptitud aeróbica (Matos and Winsley, 2007). Sin embargo, la capacidad y la potencia anaeróbica pueden afectar el rendimiento deportivo y por lo tanto la entrenabilidad de estos atributos es de interés para los entrenadores, atletas y científicos del deporte (Matos and Winsley, 2007). La entrenabilidad del sistema anaeróbico de niños y adolescentes es difícil de estudiar debido a las diversas facetas del rendimiento y la capacidad de las actividades máximas de corta duración. Una razón para la falta de datos es que el equipamiento y los protocolos para estudiar el rendimiento anaeróbico son complejos en comparación con los necesarios para estudiar el rendimiento de fuerza. Durante muchos años, han sido hechos varios intentos de cuantificar la energía anaeróbica producida en los ejercicios de intensidad máxima, pero muchas suposiciones han tenido que ser hechas con respecto a la eficiencia mecánica, la producción y remoción de lactato, el espacio de dilución del lactato, entre otros. Durante la niñez y la adolescencia, las mediciones

directas de la velocidad o capacidad de las vías anaeróbicas para la producción de energía presentan varias dificultades éticas y metodológicas (Van Praagh and Dore, 2002). Así, en vez de medir el aporte de energía, los científicos del ejercicio pediátrico se han concentrado en la medición de la potencia muscular de corta duración (STMP) por medio de evaluaciones estandarizadas. Previamente, los investigadores han usado varios protocolos como evaluaciones de potencia de corta duración en ciclismo, evaluaciones de salto vertical y carreras de velocidad (Blimkie and Bar-Or, 1996, Rotstein et al., 1986). Las evaluaciones en cicloergómetro son las más comunes. Sin embargo, no hay una evaluación ideal, y así es importante reconocer las limitaciones de cada evaluación. Además, cuando se valora la entrenabilidad de la velocidad y de otras actividades de corta duración, como los saltos en alto y los saltos con contramovimiento, se debe considerar la plasticidad de la coordinación neuromuscular y las destrezas motoras (Blimkie and Bar-Or, 1996, Rowland, 2005) La mayoría de la literatura científica pediátrica está dedicada al estudio de la producción de potencia máxima prolongada, pero comparativamente poca atención ha sido dada al ejercicio de intensidad máxima que dura solo unos pocos segundos. Esto es sorprendente considerando que en casi todas las tareas diarias, los juegos en el campo o “deportes de aceleraciones múltiples”, como en los deportes con raqueta, los eventos con saltos, rugby, jockey sobre hielo, y en otros deportes de participación popular, el niño esta principalmente más involucrado en ejercicios de alta intensidad y de corta duración que en actividades de larga duración. La actividad de los niños es altamente transitoria. Bailey et al., demostraron que la duración media de las actividades de niños de 6 a 10 años es de 6 segundos para las actividades de media-baja intensidad y 3 segundos para las actividades de alta intensidad. Por estas razones, en esta sección veremos las características del rendimiento anaeróbico en niños y adolescentes. La mayoría de la literatura científica pediátrica está dedicada al estudio de la producción de potencia máxima prolongada, pero comparativamente poca atención ha sido dada al ejercicio de intensidad máxima que dura solo unos pocos segundos. Esto es sorprendente considerando que en casi todas las tareas diarias, los juegos en el campo o “deportes de

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aceleraciones múltiples”, como en los deportes con raqueta, los eventos con saltos, rugby, jockey sobre hielo, y en otros deportes de participación popular, el niño esta principalmente más involucrado en ejercicios de alta intensidad y de corta duración que en actividades de larga duración. La actividad de los niños es altamente transitoria (Welk et al., 2000). La investigación se han enfocado principalmente en lo que se denomina potencia de corta duración y el Test Anaeróbico de Wingate, que permite la determinación del pico de potencia en ciclismo (PP), en un período de 1-5 segundos, y de la potencia media (MP) en 30 segundos, es la forma más popular de valoración. Los datos transversales son equívocos y los datos longitudinales son escasos, pero un hallazgo consistente en niños y niñas es el incremento en la PP y la MP con la edad. Las diferencias sexuales parecen ser mínimas hasta los 12 años de edad, pero este hallazgo puede estar oscurecido por el hecho de que pocos estudios han considerado simultáneamente el estatus de maduración de los participantes. La PP y la MP tienen una buena correlación con el tamaño corporal, la composición corporal y el volumen del muslo, y si bien la edad tiene un efecto positivo, aún debe demostrarse el efecto independiente de la maduración. Sin embargo, ambos sexos pueden beneficiarse del incremento en la PP y la MP durante la adolescencia, siendo el efecto más marcado en los niños. La capacidad de los niños para recuperarse más rápidamente que los adultos luego de carreras (Hebestreit et al., 1993, Ratel et al., 2004) y ciclismo de alta intensidad (Ratel et al., 2004, Ratel et al., 2006b) está bien documentado, y la investigación con mujeres, aunque menos comprehensiva, ha reportado menores reducciones en la producción de potencia en niñas de 13 años que en mujeres adultas durante series de ciclismo máximos con cortos períodos de recuperación (Chia, 2001). Algunos autores han sugerido que factores tales como una más rápida resíntesis de fosfocreatina (PCr), una mayor capacidad oxidativa, una mejor regulación del equilibrio ácido-base, un más rápido ajuste de los parámetros cardiorrespiratorios y una menor producción y/o mayor remoción de subproductos metabólicos, podrían explicar la más rápida recuperación de los niños luego de la realización de ejercicios de alta intensidad (Ratel et al., 2006a, Ratel et al., 2003) En contraste con el rendimiento anaeróbico máximo, hemos visto que la valoración y de la aptitud aeróbica

durante la niñez y la adolescencia está ampliamente documentada. Si bien las mediciones que reflejan tanto el metabolismo anaeróbico pico como aeróbico pico se incrementan con la edad, los datos indican que los cambios asociados con la edad y el sexo no son sincrónicos, y que los niños y niñas experimentan un incremento más marcado en el metabolismo anaeróbico que en el metabolismo aeróbico a medida que se mueven desde la niñez a la adolescencia y a la adultez. Los datos comparativos del rendimiento anaeróbico y aeróbico disponibles en un estudio longitudinal indican que la PP, MP y el VO2pico de los mismos participantes se produjeron a los 12, 13 y 17 años, respectivamente (Armstrong et al., 2001). 2.2 DETERMINANTES DEL RENDIMIENTO ANAERÓBICO DE ALTA INTENSIDAD Entre las variables que determinan el rendimiento de máxima intensidad se encuentran la relación fuerza-longitud, la relación fuerza-velocidad y la relación potencia-velocidad; la composición de los tipos de fibras musculares, el tamaño, la geometría muscular y las dimensiones musculares. La información relacionada con los cambios en el metabolismo anaeróbico con el entrenamiento en niños y adolescentes es escasa, en parte debido a la practicidad de las mediciones de las respuestas metabólicas en forma directa (e.g., actividad enzimática e histología de las fibras musculares), lo cual depende de técnicas invasivas como la biopsia muscular. Sin embargo existen algunos datos disponibles que permiten comenzar a comprender cuales son los cambios en la potencia anaeróbica. Está bien reconocido que los factores de edad, sexo, morfológicos y metabólicos son importantes determinantes del rendimiento anaeróbico máximo. Sin embargo, tampoco hay ninguna duda de que existe una variación humana considerable en la habilidad para realizar una actividad máxima a través de un período de tiempo corto. A pesar de los recientes progresos en el entendimiento, no está claro si los factores ambientales o genéticos contribuyen más a las diferencias observadas en el fenotipo de rendimiento anaeróbico de corta duración. Considerando el pequeño cuerpo de conocimientos disponible, se sugiere que los factores genéticos explican aproximadamente el 50 %

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de la varianza total en el fenotipo de rendimiento anaeróbico de corta duración. Si bien en los adultos son múltiples los determinantes del rendimiento de tipo anaeróbico, en niños los principales factores son: (a) la actividad de las enzimas limitantes del metabolismo anaeróbico, (b) la masa muscular y (c) la composición del tipo de fibras musculares. 2.3 DETERMINANTES DEL RENDIMIENTO ANAERÓBICO EN RELACIÓN CON EL CRECIMIENTO Algunos de los determinantes morfológicos, fisiológicos y bioquímicos del rendimiento anaeróbico cambian durante el crecimiento (Malina and Bouchard, 1991). Por ejemplo, la masa muscular, se incrementa con la edad, particularmente con el rápido crecimiento adolescente en los varones. Esto tiene una consecuencia directa sobre la producción absoluta de potencia que puede ser generada. El contenido de ATP y de PC en los músculos también se incrementa durante el crecimiento (Malina and Bouchard, 1991). Por ejemplo, las concentraciones de ATP y de PC en los tejidos musculares son de aproximadamente un 30% menores durante la vida temprana postnatal que en la madurez. Sin embargo, la concentración de ATP alcanza los niveles máximos antes de la pubertad (Malina and Bouchard, 1991). Los niños no son capaces de alcanzar altos niveles sanguíneos o musculares de lactato durante el ejercicio máximo en comparación con los adultos. Sin embargo, las concentraciones máximas de lactato se incrementan con la edad, durante el crecimiento. Las concentraciones máximas de lactato durante ejercicios submáximos también son menores en los niños que en los adultos (Malina and Bouchard, 1991). Consistente con estas observaciones es el hecho de que la actividad de la enzima fosfofructoquinasa, la enzima reguladora de la glucólisis, es menor en niños y adolescentes que en adultos. Además, los niños y adolescentes no son capaces de generar o sostener altos niveles de acidosis.

Figura 1. Comparación de capacidades aeróbicas y anaeróbicas

entre niños/as vs adultos (Bar-Or 1983). En la Tabla 1 se pueden observar mediciones de lactato realizadas en niños de diferentes edades. Los menores niveles de testosterona en la infancia comportan una alta capacidad oxidativa en comparación con la glucolítica. En este sentido, Krotkiewski (1980, en García Manso, 1998) demostró con ratas que la producción de lactato está directamente relacionada con la tasa circulante de testosterona. Otros estudios llevados a cabo por Dux (1971 y 1979) con animales, llegan a conclusiones similares. Los estudios realizados con humanos evidencian que la relación entre los niveles de testosterona y la respuesta plasmática de lactato presentan contradicciones y dificultades en la interpretación. Los trabajos de Williams y Armstrong (1990), Welsman et al (1994), Paterson y Cunningham (1985) y Paterson et al (1986) han llegado a la conclusión de que los niveles de lactato plasmático máximo y submáximo son independientes de la maduración sexual, algo que Bar-Or (1983) ya advirtió, al expresar que, hoy en día, es prematuro sugerir que la tasa de glucólisis y en consecuencia, la capacidad de producir lactato, está directamente relacionada con los niveles de testosterona circulante. Según Cerani (1993, en García Manso, 1998) los problemas que presentan los niños en su metabolismo anaeróbico pueden deberse a la limitada actividad enzimática de esa vía energética (glucógeno

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fosforilasa, PFK, LDH). Este nivel de maduración del sistema endócrino, incide sobre el nivel potencial de los niños a enfrentarse a esfuerzos del tipo anaeróbico. Las principales enzimas de esta vía energética, aparecen en menor cantidad y a la vez son menos activas. Producción aproximada de lactato en niños

4-6 años 3-6 mmol/L

6 a 9 años 4-8 mmol/L

15 años 6-14 mmol/L

Tabla 1. Producción máxima de lactato en niños (Cerani, 1993, en García Manso, 1998).

La actividad de la fosfofructoquinasa (PFK), en niños de entre 11-13 años es entre un 30-50% menor que en adultos. Fourier et al (1982) encontraron valores inferiores de PFK en niños de 12 años que en adolescentes de 16-17 años. Datos similares fueron encontrados por Berg y Keul (1988). Relativamente pocos estudios se han realizado sobre el desarrollo de la capacidad de trabajo anaeróbico en niños o adolescentes, como pueden ser los, Blimkie, Roache y Bar-Or (1986). Las investigaciones de Bar-Or apuntan que la capacidad anaeróbica absoluta de un niño de ocho años es de un 45-50% menor del valor de un niño de 14 años, mientras que la capacidad relativa

está alrededor del 65-70%. En la Figura 2 puede verse un ejemplo de esto. Blimkie, Roche y Bar-Or (1986) midieron la potencia anaeróbica de los niños a través de la utilización del test de Wingate en watts/kg, y se obtuvieron los siguientes valores: Edad Hombres Mujeres 8 6.75 5.90 9 7.40 6.90 10 8.00 7.85 11 9.00 9.25 12 9.25 8.30 13 9.60 8.30 14 9.90 9.00 14.5 10.59 8.13 15.5 11.20 9.44 16.5 11.36 10.37 17.5 10.15 10.35 18.8 12.54 9.85

Tabla 2. Resultados de un test de potencia anaeróbica (Wingate) realizado con niños de diferentes edades (Bar-Or, 1986).

Todo esto viene a corroborar que, biológicamente, el niño o el joven tienen una menor capacidad glucolítica, es decir, está menos adaptado para esfuerzos anaeróbicos que el adulto. Por lo tanto podemos concluir que: No Hay Necesidad De Que Los Niños Realicen Entrenamientos Específicos Para El Incremento De La Potencia Anaeróbica Latacida.

Figura 2. Evolución de la Potencia Anaeróbica Lactácida (en watts), en niños, adolescentes y adultos.

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2.4 CONSIDERACIONES GENERALES Y PAUTAS METODOLÓGICAS PARA EL ENTRENAMIENTO Cuando se considera un programa de entrenamiento aeróbico para niños y adolescentes, una de las primeras cosas a realizar es identificar el objetivo del programa de entrenamiento. Además se debe prestar atención a los potenciales efectos adversos del entrenamiento intenso durante la niñez. Recientemente Armstrong et al (2007) han propuesto ciertas recomendaciones que fueron aprobadas por el Comité Olímpico Internacional (COI) respecto de la cantidad de entrenamiento aeróbico para incrementar el VO2máx en niños y adolescentes (Armstrong et al., 2007, Mountjoy et al., 2008). Estos investigadores propusieron que los niños deberían entrenar al menos tres a cuatro veces por semana durante 40-60 minutos por día al 85-90% de la frecuencia cardíaca máxima durante 12 semanas. Además, Armstrong et al (2007) recomendaron que el programa de entrenamiento incluya actividades continuas como intervaladas. Otra consideración es la combinación óptima entre trabajos continuos de baja intensidad y trabajos intervalados de alta intensidad. Debido a que el VO2máx representa el 100% de la máxima capacidad aeróbica, tiene sentido que el entrenamiento intervalado realizado a un alto porcentaje de la máxima capacidad durante varios minutos, y repetido múltiples veces pueda mejorar este parámetro. Esto es consistente con el principio de especificidad del entrenamiento así como también con recientes recomendaciones de la literatura en adultos. El entrenamiento continuo de baja intensidad puede servir para incrementar la resistencia más que el VO2máx y proveer un estímulo de entrenamiento razonable para los días que separan al entrenamiento de alta intensidad. Además, el efecto conjunto de este tipo de entrenamiento debería proveer un estímulo físico que es mayor al nivel de actividad física regular de los niños y por lo tanto proveer la sobrecarga necesaria. Pre-Púberes Post-Púberes Frecuencia 3-5 días/semana 4-5 días/semana Intensidad >170 latidos/min

>85% de la FCmáx >140 latidos/min

>70% de la FCmáx Tiempo >15 min >20 min Tipo Continuo e

intervalado Continuo e intervalado

Tabla 3. Recomendaciones para el entrenamiento de la capacidad aeróbica en niños y adolescentes

2.5 LA VELOCIDAD ¿CAPACIDAD CONDICIONAL O MOTORA? Tradicionalmente se define la velocidad como la capacidad del atleta para realizar acciones motoras en un tiempo mínimo. Las capacidades de velocidad del deportista son un conjunto de propiedades funcionales que permiten ejecutar las acciones motoras en un tiempo mínimo (Platonov and Bulatova, 1998). Es preciso tener en cuenta que la rapidez en todas las formas elementales de manifestación obedece, principalmente a dos factores: (a) a la operatividad de la actividad del mecanismo neuromotor, y (b) a la capacidad de movilizar rápidamente el conjunto de acciones motoras (Platonov and Bulatova, 1998). El primer factor es sobre todo de orden genético y se perfecciona muy poco, el segundo se somete a la acción del entrenamiento y constituye la principal reserva para el desarrollo de las formas elementales de la rapidez. Por lo tanto, la mejora de la rapidez de una acción motora se logra gracias a la adaptación del aparato motor a ciertas condiciones para adquirir una coordinación muscular adecuada que permita utilizar todas las posibilidades individuales del sistema neuromuscular, típicas de cada persona (Verkhoshansky and Lazarev, 1989). En relación a la aplicación práctico – deportiva, y de acuerdo con los fundamentos biológicos, resultan manifestaciones (subcategorías) de la velocidad motriz que se muestran en la Figura 3 (véase también la Tabla 4). Dichas manifestaciones se dividen teóricamente en dos ámbitos (Grosser, 1992): 1. Las formas “puras” de la velocidad: velocidad de reacción, velocidad de movimiento y velocidad frecuencial. Estas dependen de: • El sistema nervioso central (sobre todo del elevado

desarrollo de las conexiones neuronales del sistema retículo – espinal y de una alta frecuenciación);

• Factores genéticos (e.g., porcentaje de fibras rápidas).

Estas formas, en su desarrollo máximo, solo pueden efectuarse durante poco tiempo si las resistencias externas son muy bajas, además solo en movimientos sencillos o con perfección técnico motora (e.g., los movimientos de reacción de un portero de balonmano), y desde luego en combinación con las correspondientes

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capacidades psíquicas (e.g., concentración, “fuerza de voluntad). 2. Las formas “complejas” de la velocidad: fuerza velocidad, resistencia a la fuerza explosiva y resistencia a la máxima velocidad.

Esta son una función combinada de:

• Las condiciones de la velocidad “pura” • La fuerza y/o • La resistencia (específica)

Posibilidades de movimientos veloces Ejemplos Formas de Velocidad (véase también Figura 3)

1. inicio de acciones motoras Salidas de todo tipo, guardameta, jugadores, luchadores

Velocidad de reacción de acción y de fuerza

2. movimientos aislados sin resistencia elevada (llamados movimientos acíclicos)

Golpes de tenis de mesa, golpes de boxeo, esgrima, bádminton.

Velocidad de acción

3. movimientos homogéneos continuados que abarcan un espacio readucido y sin resistencia elevada (llamados movimientos cíclicos)

Skippings, tappings Velocidad frecuencial

4. movimientos homogéneos continuados que ocupan un espacio amplio y sin resistencia elevada (movimientos cíclicos)

Sprints lanzados Velocidad frecuencial (coordinación rápida) I

5. movimientos con mayor resistencia (superior al 30% de la fuerza máxima) sobre todo movimientos de aceleración

Salidas, lanzamientos, golpes, saltos, acciones de lucha

Fuerza velocidad (fuerza explosiva)

6. movimientos continuados más prolongados del tipo cíclico

Sprints superiores a 70 m Velocidad resistencia máxima

7. movimientos acíclicos / cíclicos que se repiten varias veces

Varias salidas y sprints, sin y con cambios de dirección, slalom en el esquí, acciones de juego y lucha

Resistencia a la fuerza explosiva

Tabla 4. Posibilidades de movimientos veloces (Grosser, 1992)

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Figura 3. La velocidad motriz y sus subdivisiones (manifestaciones, subcategorías). Sinónimos: (1) velocidad de movimiento; (2) frecuencia

motriz, coordinación rápida, velocidad de base; (3) capacidad de aceleración, velocidad de salida; (4) resistencia de aceleración; (5) resistencia de sprint, resistencia de velocidad frecuencial, resistencia general anaeróbica de corta duración, resistencia de velocidad de sprint y de

velocidad. [Grosser, 1992]. 2.6 LA VELOCIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA COORDINATIVO: VELOCIDAD DE MOVIMIENTO, VELOCIDAD DE DESPLAZAMIENTO La fuerza-velocidad es la que determinará la velocidad vertical de un saltador de altura, la velocidad que impacta un golpe en un combate de boxeo, o la que determinará la velocidad de la pelota de fútbol tras un golpeo. Por ejemplo la velocidad de un lanzamiento de hándbol es dependiente de la capacidad del atleta para producir potencia. Para incrementar la potencia con una técnica estable, es necesario incrementar o la fuerza aplicada al balón o la velocidad de la contracción muscular. La fuerza máxima, de acuerdo con Schmidtbleicher (1992), es la cualidad básica que más influencia el rendimiento de potencia (Schmidtbleicher, 1992). La potencia puede ser definida como la cantidad de trabajo producida por unidad de tiempo o como el producto de la fuerza por la velocidad (Cronin and Sleivert, 2005). A partir de la revisión de la literatura se puede observar que existen dos tipos de escuela, una de origen occidental que predica la utilización de cargas livianas (<50 % de una

repetición máxima [1RM]) para la mejora de la producción de potencia y el rendimiento atlético, mientras que los entrenadores del bloque oriental han propuesto la utilización de cargas más pesadas (50-70% de 1RM) (Cronin and Sleivert, 2005). El entrenamiento de la velocidad de movimiento vendrá determinado por un lado, y fundamentalmente, por la mejora de las cualidades físicas que lo condicionan, en especial la fuerza explosiva y por el otro, por la capacidad de coordinación y el desarrollo técnico específico del deporte que realice el sujeto. La capacidad del músculo de desarrollar gradientes de fuerza muy elevados en muy poco tiempo depende sobre todo del tipo de movimiento, de las condiciones en que se encuentra el músculo antes de ejecutar el movimiento (condiciones de reposo, preestiramiento, etc., ver Fuerza Reactiva en la Parte I). La fuerza es un componente esencial para el rendimiento de cualquier ser humano y su desarrollo formal no puede ser olvidado en la preparación de los deportistas. Según Verkhoshansky (2000) la fuerza es producto de una acción muscular iniciada y orquestada por procesos

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eléctricos en el sistema nervioso. Tradicionalmente se la define como la capacidad de un músculo o grupo de músculos determinados o para generar una fuerza bajo unas condiciones determinadas. De esta forma la fuerza máxima es la capacidad de un determinado grupo muscular para producir una contracción voluntaria máxima en respuesta a la óptima motivación contra una carga externa. De acuerdo a Knuttgen & Kraemer (1987), la fuerza es el poder de contracción de los músculos como resultado de un solo esfuerzo máximo, en un movimiento dado, a una velocidad especifica. Un aspecto destacable de esta definición es su amplitud y generalidad, lo que permite recoger una idea total de la realidad de fuerza. Goldspink [1992] define a la fuerza en el ámbito deportivo como la capacidad de producir tensión que tiene el músculo al activarse, o como se entiende habitualmente, al contraerse. A nivel ultraestructural, la fuerza está en relación con el número de puentes cruzados de miosina, que pueden interactuar con los filamentos de actina. Desde el punto de vista de la física, la fuerza muscular seria la capacidad de la musculatura para producir la tensión o aceleración o deformación de un cuerpo, mantenerlo inmóvil o frenar su desplazamiento. La fuerza útil en el ámbito del deporte es aquella que somos capaces de aplicar o manifestar a la velocidad que se realiza el gesto deportivo. Para Harman [1993] en la definición más precisa de fuerza es la habilidad para generar tensión bajo determinadas condiciones definidas por la posición del cuerpo, el movimiento en que se aplica la fuerza, tipo de activación (concéntrica, excéntrica, isométrica, isotónica) y la velocidad del movimiento. Pero en el deporte no solo interesa la fuerza aplicada en relación con la velocidad del movimiento, sino que también es importante considerar la fuerza que se puede manifestar en un tiempo dado, sobre todo en tiempos muy reducidos (como es el caso de la manifestación de fuerza explosiva en un gesto técnico). Ante esta realidad, la fuerza de un deportista también se puede definir como la máxima tensión manifestada por el músculo en un tiempo determinado. Los factores básicos que la determinan son de carácter morfológico y fisiológico: constitución, sección muscular, etc., de coordinación inter e intramuscular y de motivación. Su manifestación depende

fundamentalmente de las unidades motoras solicitadas a la frecuencia de descarga de impulso sobre dichas unidades. El tipo de activación: concéntrica, excéntrica, isométrica o combinada, determina en el mismo sujeto una expresión de fuerza de diferente magnitud. La fuerza casi nunca se manifiesta en el ser humano de forma pura. Cualquier movimiento se realiza por la participación en mayor o en menor medida de distintas expresiones de fuerza. Toda fuerza dinámica viene precedida de una fase isométrica de cierta duración y magnitud en función de la resistencia a vencer, y en la mayoría de los gestos deportivos se produce una fase de estiramiento acortamiento que puede requerir la participación de distintas manifestaciones de fuerza. En algunos casos, una modificación insignificante en la posición o en el ángulo de una articulación puede dar lugar a cambios importantes en la manifestación de fuerza. La fuerza máxima está en relación directa con la masa muscular, pero esta relación se va haciendo más débil a medida que aumenta la velocidad con la que se realiza el movimiento. En la inmensa mayoría de los deportes no es necesario desarrollar la fuerza al máximo de las posibilidades del sujeto, sino que lo que se busca es la fuerza óptima que aporte el mayor beneficio en la realización de la técnica y en el resultado deportivo. La velocidad en movimientos, también conocida como velocidad frecuencial, frecuencia de movimiento, coordinación-velocidad o velocidad de base, consiste en realizar el mayor número de veces posibles un mismo movimiento en una unidad de tiempo (e.g., natación carrera, pedaleo, palada en remo, etc.). Depende de factores psíquicos (voluntad, concentración), neurales (reclutamiento de fibras, frecuencia de disparo, capacidad de excitación, velocidad de conducción de los estímulos, etc.), componentes músculo tendinosos (tipo de fibras, velocidad contráctil del músculo, viscosidad, temperatura de los músculos, elasticidad) y del nivel técnico (García Manso et al., 1998) En un esprint de 100 m pueden distinguirse dos fases: una fase de aceleración y una fase de velocidad de carrera máxima. Durante la aceleración, el desarrollo de la velocidad depende principalmente de las potentes extensiones de todas las articulaciones de la pierna. Una vez que el atleta alcanza velocidades más altas, va a ser necesario alternar las piernas hacia delante y hacia atrás en relación a la articulación de la cadera que

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limita un incremento subsiguiente en la velocidad de carrera (van Ingen Schenau et al., 1994). Estas dos fases dependen de requerimientos contradictorios; la mejora de la velocidad máxima requiere menores momentos de inercia de las piernas, mientras que una aceleración más rápida requiere la implicación de más masa muscular. Varios autores (Murase, 1976; Bruggeman, 1990) han dividido la ejecución del sprint en 3 fases, adicionando una fase de deceleración o resistencia a la velocidad luego de las fases de aceleración y máxima velocidad de carrera. La mayoría de los estudios en este contexto estuvieron basados en el análisis de intervalos de 10 m, pero estos intervalos son muy largos para identificar pequeños cambios en la curva de velocidad. Otros autores (Fuchs, 1990) enfatizaron la subdivisión de la fase de aceleración en una fase inicial que es dominada por la longitud de zancada del atleta y una fase subsiguiente determinada por la capacidad de desarrollar una alta frecuencia de zancada. Los entrenadores se han referido a esta última fase como “fase de transición” o “fase para alcanzar velocidad”. Como vemos, la velocidad de movimiento y de desplazamiento está asociada al desarrollo de la fuerza y la coordinación. En este sentido, la participación de los niños en programas de entrenamiento que aborden tanto el componente del entrenamiento de la fuerza como el desarrollo de las capacidades coordinativas podrá mejorar la velocidad de movimiento y de desplazamiento. 2.7 LA VELOCIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA METABÓLICO: DESARROLLO DE LA CAPACIDAD ANAERÓBICA EN NIÑOS La resistencia a la velocidad, desde el punto de vista energético, está íntimamente relacionada con el metabolismo anaeróbico láctico. Un parámetro indicador del potencial de este metabolismo, son los cambios en la máxima producción de lactato que es capaz de alcanzar el sujeto con la ejecución de un esfuerzo supramáximo. En este sentido, algunos estudios con niños demuestran una estrecha vinculación entre la capacidad de producir lactato y la maduración sexual de los mismos, aunque este tema resulta controvertido tal y como vemos a continuación.

Los menores niveles de testosterona infantil comportan una alta capacidad oxidativa en comparación con la glucolítica. En este sentido, Krotkiewski (1980) demostró con ratas que la producción de ácido láctico está directamente relacionada con la tasa circulante de testosterona. Otros estudios de Dux (1971 y 1979) con animales llegan a similares conclusiones. Los estudios realizados con humanos evidencian que la relación entre los niveles de testosterona y la respuesta plasmática de lactato presentan contradicciones y dificultades en la interpretación. Según algunos trabajos, en el niño, la tasa plasmática de lactato está correlacionada con el volumen testicular (Eriksson et al. 1971) y con la concentración de testosterona salivar (Fellmann et al. 1988). Otros trabajos, como los de Falgairette et al. (1989), presentan resultados contradictorios, de forma que, en el primero de ellos, no encuentra correlación entre la determinación del umbral láctico y los niveles de testosterona salival en niños de 12 años. Por el contrario, los trabajos de Williams y Amstrong (1994), Welsman et al. (1994), Paterson y Cunnigham (1985) y Patterson et al (1986) llegan a la conclusión de que los niveles de lactato plasmático máximo y submáximo son independientes de la maduración sexual, algo que Bar-Or (1983) ya advirtió, al expresar que, hoy en día, es prematuro sugerir que la tasa de glucólisis, y en consecuencia, la capacidad de producir lactato, está directamente relacionado con los niveles de testosterona circulante. Según Cerani (1993) los problemas que presentan los niños en su metabolismo anaeróbico puede deberse a la limitada actividad enzimática de esa vía energética (Glucógeno fosforilasa, PFK y LDH). Este nivel de maduración del sistema endocrino, incide sobre el nivel potencial de los niños a enfrentarse a esfuerzos de tipo anaeróbico. Las principales enzimas de esta vía energética, aparecen en menor cantidad y a la vez son menos activas. La actividad de la fosfofructokinasa (PFK), en niños de 11-13 años es entre un 30-50% menos activa que en adultos. Fournier et al. (1982) encontraron valores inferiores de PFK en niños de 12 años que en adolescentes de 16-17 años. Datos similares fueron encontrados por Berg y Keul (1988); la alta actividad enzimática para la resíntesis del ATP y el sistema glicolítico (CK, ALD, PHI, PK y LDH) no ocurre antes de los 12-14 años. No obstante, algunos autores (Gürtler et al.-1979; cfr. Weinek 1994) afirman, que mediante el entrenamiento específico y prolongado, el niño puede registrar valores de lactato plasmático similares a los del adulto, aunque reconocen lo inadecuado de este tipo de entrenamiento para estas

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edades, al tener una tasa de eliminación muy inferior a la del adulto. Pero, relativamente pocos estudios se han realizado sobre el desarrollo de la capacidad de trabajo anaeróbico en niños o adolescentes, como pueden ser los de Kurowski (1979), Blimkie, Roche y Bar-Or (1986). Las investigaciones de Bar-Or apuntan que la capacidad anaeróbica absoluta de un niño de 8 años es de un 45-50% del valor de un niño de 14 años, mientras que la capacidad relativa está alrededor al 65-70%. Blimkie, Roche y Bar-Or (1986) midieron la potencia anaeróbica de los niños a través de la utilización del test de Wingate en watios/kilo, ampliando así los datos que obtuvo Bar-Or en 1983 y, obteniendo los siguientes valores (Tabla 5):

EDAD HOMBRES MUJERES

8 6.75 5.90

9 7.40 6.90

10 8.00 7.85

11 9.00 9.25

12 9.25 8.30

13 9.60 8.30

14 9.90 9.00

14.5 10.59 8.13

15.5 11.20 9.44

16.5 11.36 10.37

17.5 10.15 10.35

18.5 12.54 9.85 Tabla 5. Resultado de un test de potencia anaeróbica (Wingate)

realizado con niños de diferentes edades. Todo esto viene a corroborar que, biológicamente, el niño o el joven tienen una menor capacidad glucolítica, es decir, está menos adaptado para esfuerzos anaeróbicos que el adulto. La tolerancia a la acidosis metabólica durante la edad parece aumentar de 0.01 a 0.02 unidades de pH/año de crecimiento (Gaisl and Buchberger, 1977; Matejkova et al., 1980). 2.8 LA VELOCIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA PERCEPTUAL: VELOCIDAD DE REACCIÓN, VELOCIDAD DE ANTICIPACIÓN Y VELOCIDAD DE TOMA DE DECISIÓN La otra gran manifestación de la velocidad, es la que hace referencia a los movimientos acíclicos. Es decir, movimientos diferentes encadenados y desarrollados con la máxima rapidez. Por ejemplo para Weinek

(1994) “el objetivo final del entrenamiento de la velocidad en el fútbol es el desarrollo de una velocidad de movimiento de desplazamiento máxima (capacidad óptima de sprint al correr con o sin pelota) y su relación con la velocidad gestual (pasar la pelota, recogerla, eludir oponentes, tiros al arco, etc.) para aumentar la capacidad de rendimiento en la competición. Un movimiento acíclico es aquel en el que las estructuras mecánicas (cinéticas) y espaciales (cinemáticas) varían en cada fase de su ejecución. Mientras que en los movimientos cíclicos el acento en el rendimiento se sitúa en el nivel de desarrollo de las capacidades condicionales; en los movimientos acíclicos se sitúa en las capacidades coordinativas y en la toma de decisión (García Manso, 1998). Dos aspectos condicionantes destacan al analizar la velocidad acíclica; la velocidad máxima potencial que posee cada deportista sobre los gestos técnicos (velocidad del jugador) y la velocidad idónea de juego en función del desarrollo táctico de la acción (velocidad de equipo). En cuanto al primer aspecto, velocidad del gesto técnico, Martín Acero (1995) distingue dos factores determinantes de la eficacia de la acción (del acto motor rápido): los energéticos (la producción y utilización de energía y la fuerza como elemento transmisor de energía en los gestos específicos) y los informacionales (sensación y percepción del movimiento, control y regulación de la acción, coordinación y técnica). En el segundo aspecto, velocidad de equipo, es fundamental en los deportes de colaboración – oposición (fútbol, handbol, básquetbol, etc.), en estos casos aspectos como la atención selectiva, el análisis de la información y la toma de decisión, adquieren una importancia mayor sobre los aspectos de condición física (Martin Acero, 1995). Los ejercicios que empleemos en los trabajos de estas características deberían cumplir requisitos similares a los que se utilizan para el entrenamiento del tiempo de movimiento, independientemente de la acción mecánica predominante en el gesto (García Manso, 1998): • Ejecutarse a alta velocidad • Ser de corta duración, o de duración similar a las de

las acciones de máxima eficacia. La duración la determinará la realidad del juego del deporte en

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cuestión, y más específicamente la duración de las acciones de competición (ataque + defensa).

• La recuperación no necesita ser completa entre cada repetición, sin embargo esto depende del objetivo de la ejercitación. Por ejemplo si el objetivo es realizar ataques al arco con velocidad y precisión, será necesario que la pausa sea completa.

• El volumen es superior al utilizado en los modelos clásicos de velocidad, adaptándose a la del desarrollo real del juego

• Utilizar acciones iguales o similares a las de competición (espacio y jugadores)

La velocidad de toma de decisión y la velocidad de anticipación son otras de las manifestaciones a considerar y que resultan claves a la hora de realizar un gesto o acción de máxima eficacia. La velocidad de toma de decisión se manifiesta, en la capacidad de ejecutar de forma eficaz las acciones que se precisan para la ejecución de un movimiento necesario en una acción deportiva que aparece de improviso. La velocidad de anticipación consiste en percibir una acción adelantándose a la misma con el fin de estar en condiciones favorables para resolverla. Estas dos manifestaciones de la velocidad dependen de la experiencia que el deportista tenga ante situaciones de juego reales o similares. Las capacidades coordinativas condicionan, de forma muy directa, la eficacia de las acciones de alta velocidad de reacción y de precisión en las que actúan sincronizadamente diferentes segmentos corporales. Sincronizar significa hacer que coincidan en el tiempo dos o más movimientos o fenómenos (García Manso, 1998). Asimismo, estas acciones no se presentan aisladas, sino que están sujetas a un contexto de continuas acciones encadenadas, las formas en las que se deben secuencializar las acciones de toma de decisión rápida y eficaz, constituyen un parámetro diferente a considerar y entrenar. El movimiento puede ser concebido como un conjunto de elementos motrices de una duración determinada y desencadenados unos después de otros según un orden temporal. Respecto de esto es importante resaltar la importancia del entrenamiento de las distintas capacidades motoras que hacen al rendimiento global, es decir las capacidades coordinativas. La bibliografía específica describe o más bien demuestra empíricamente las siguientes capacidades coordinativas generales (Hirtz, 1978, 1981, 1985; Blume, 1981, 1984; Roth, 1982; Mekota, 1984; Zimmer, 1986):

• de aprendizaje • de dirección • de adaptación • de modificación • de anticipación • de acoplamiento • de orientación • ritmo • planeamiento • reacción • equilibrio Los deportistas durante la ejecución de sus acciones se ven obligados a constantes reajustes del movimiento, aunque es lógico pensar que el tiempo y las posibilidades de modificar la acción están seriamente comprometidos. Las constantes variaciones del entorno en que se puede producir el acto deportivo, y las readaptaciones de la acción mediante la ejecución de respuestas eficaces en cada momento, están condicionadas por el análisis que el deportista haga de la situación. Un claro ejemplo de esto es un jugador que trata de avanzar controlando el balón mientras trata de esquivar a los rivales. En algunos tipos de interacciones (e.g., en los deportes de equipo y en las luchas individuales) el ser humano no está en condiciones de reaccionar tan rápidamente a las señales que surgen. Un ejemplo muy claro de esto lo dan García Manso y colaboradores con el hándbol. Un portero en este deporte tiene la obligación de interceptar un balón lanzado a altísima velocidad, para ello dispondrá de una amplia gama de respuestas. Si partimos de la idea de que un individuo tiene un TR a estímulos visuales de ~ 0.20 ms, se comprende que la eficacia del movimiento del portero se ve seriamente comprometida, especialmente cuando la parte del cuerpo a movilizar corresponde a un segmento distal tal como las piernas. La técnica, la observación de las acciones del contrario, la concentración, colocación y la anticipación, resultan factores determinantes. Por lo tanto, en estos casos el deportista reacciona no a la aparición de un estímulo, sino que “adivina” el principio de una señal para que sus acciones se anticipen al momento y al lugar de la acción del rival o del compañero de equipo. La reacción de anticipación es una de las formas de pronóstico, una importante cualidad que asegura el resultado de la actividad del ser humano en las complejas interacciones de velocidad de los deportistas. La anticipación significa que “ya con anterioridad, sobre la base de las percepciones, al

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comienzo de un determinado proceso y de las circunstancias que lo acompañan, se construye, o sea se anticipa, tanto el desarrollo de lo que sucede, como el resultado” (Meinel, 1984). Se pueden distinguir dos tipos de anticipaciones: (a) perceptiva, que consiste en el control del movimiento del objeto para interceptarlo en un lugar determinado; y (b) receptora, la cual consiste en extrapolar el momento en que aparece el objeto a partir de una valoración de los períodos temporales (Platonov, 1998). En la actividad deportiva, el deportista reacciona anticipando las características espaciales y temporales de los objetos en movimiento (balón, contrincante, compañero, etc.) y que se encuentran en su campo de percepción (vista, oído, etc.) y extrapolando las características temporales y espaciales de sus propias acciones con el ritmo de los movimientos previamente aprendidos, sin control de la visión o de otros receptores (Platonov, 1998). La eficacia de la anticipación viene condicionada por la duración del período previo a la respuesta ya que este incrementa la información y los niveles de incertidumbre [García Manso, 1998]. En los deportes acíclicos, la anticipación responde a diferentes tipos de comportamiento que hacen referencia a dos bloques de movimientos: los relativos a los movimientos extraños al deportista (rivales compañeros o móviles) y los que son propios a comportamientos del deportista. Por lo tanto vemos que el concepto de velocidad puede abordarse desde ángulos muy diferentes, pero que en definitiva están relacionados. En niños y adolescentes el desarrollo multifacético del deporte incluyendo el entrenamiento de la fuerza, la velocidad, la coordinación, la aptitud aeróbica, la táctica y la técnica, siempre respetando los estadíos madurativos y la fisiología de los niños no solo mejorará su rendimiento deportivo y los preparará para la futura competencia sino que además promoverá hábitos saludables de actividad física para toda la vida. 2.9 PAUTAS METODOLÓGICAS PARA EL ENTRENAMIENTO DE LA VELOCIDAD EN NIÑOS Hemos visto que la velocidad es una capacidad compleja ya que al referirnos a la velocidad podemos pensar en la velocidad de movimiento de una

extremidad, en la velocidad de toma de decisión, en la velocidad de reacción y en la velocidad de desplazamiento. Es decir, cuando hablamos del entrenamiento de la velocidad podríamos hablar de entrenamiento de tipo coordinativo, o del entrenamiento de la fuerza/potencia (para mejorar la velocidad de movimiento) o del entrenamiento de las posibilidades metabólicas para la mejora de la potencia anaeróbica. También hemos visto que la maduración biológica se refiere a la duración y el ritmo de progresión hacia el estado de plena madurez (García Manso, 1998). Algunos aspectos de la velocidad son mejorables a edades muy tempranas como son los casos del tiempo de reacción y la frecuencia de movimiento, al estar estos aspectos ligados a la maduración del sistema nervioso, y no a otros aspectos funcionales. El crecimiento postnatal del cerebro se caracteriza por su rapidez durante la infancia y la primera niñez, por un incremento mucho más gradual entre los 5 y 10 años y finalmente, por un incremento terminal muy pequeño durante la adolescencia (Grosser, 1992). Aproximadamente la el 90% del crecimiento del cerebro se logra a los siete años de edad cronológica aproximadamente (García Manso, 1998). La maduración (mielinización y funcionalidad) también presenta un comportamiento de rápida evolución que favorece aquellas actividades motoras directamente relacionadas con el sistema nervioso. La enorme plasticidad que tiene el sistema nervioso central en estas edades, incluso durante la edad prepuberal hace que esta etapa sea especialmente interesante para el entrenamiento de la velocidad. Los tiempos de reacción y la frecuencia de movimiento, a estas edades, alcanzan los mismos valores que en el adulto al final de la pubertad (Grosser, 1992; García Manso, 1998). Es decir, los niños de entre 10 y 12 años disponen de una elevada plasticidad del sistema nervioso central que implica, por un lado, una alta excitabilidad de los procesos nerviosos directores, y por otro, una baja inhibición diferenciadora. La alta excitabilidad, sin embargo, es la razón de reacciones rápidas, capacidad elevada de frecuenciación, y casi un perfecto aprendizaje motriz. En consecuencia contamos en los niños de 8-12 años con una fase sensible para: • Un buen desarrollo de la velocidad de reacción; • Un gran aumento de la velocidad frecuencial; • Procesos de aprendizaje motriz para desarrollar las

técnicas motoras que son importantes para

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movimientos veloces (e.g., técnicas de salida, técnica de carrera, técnicas de movimientos complejos y combinados) (Grosser, 1992).

La enorme plasticidad del sistema nervioso central (SNC) en estas edades (8-10 años), incluso durante la edad prepuberal, hace que esta etapa sea especialmente interesante para entrenamiento de la velocidad (García Manso, 1996) Berger (1982, citado por Navarro, 1997) distingue el Tiempo de Reacción (TR) y el Tiempo de Movimiento (TM) como factores importantes que limitan o facilitan el desarrollo de la velocidad. Tanto el TR como el TM se hacen más lentos con la edad. El tiempo de respuesta aumenta con edades de 10 a 20 años y después aproximadamente a los 30 años empieza a descender. La velocidad de movimientos parece mejorar generalmente hasta la edad de 12 años en ambos sexos. Después de esta edad, las chicas tienden a disminuir mientras que los muchachos continúan mejorando (AAHPERD, 1980 citado por Navarro, 1997). En deportes o especialidades (incluso sin este enfoque técnico-deportivo) donde el componente de velocidad sea importante, se acrecienta la necesidad de un temprano trabajo de velocidad, por su contribución a la futura composición y potencialidad neuromuscular. Ello no significa menoscabar el trabajo de otras capacidades, pero se considerará clave la interrelación entre entrenamiento de la fuerza y de la velocidad, así como la metodología empleada en el entrenamiento de la resistencia en jóvenes con potencial capacidad de rendimiento en deportes de velocidad y precisión. La velocidad de reacción y rapidez de la frecuencia de movimientos cíclicos deberían desarrollarse entre los 7 y los 12 años. El motivo es que las prestaciones de velocidad, los factores coordinativos son extremadamente importantes (Nadori, 1987; Navarro, 1997). Otras componentes de la velocidad, como la velocidad de desplazamiento y la capacidad de aceleración alcanzan estadios favorables entre los 9 y los 13 años en las chicas y los 14-15 años en los chicos (Navarro, 1997) Es durante la pubertad que el sistema piramidal alcanza una maduración funcional completa y el individuo se vuelve capaz de desarrollar los movimientos de coordinación fina basados en la integración de la

actividad nerviosa a partir de varios niveles del sistema nerviosos central y el impacto a partir de todos los receptores periféricos (Astrand, 1992; Van Praagh y Doré, 2004). Por otro lado las dimensiones del cuerpo y la fuerza muscular aumentan después de los 14 años y determinan el crecimiento de la longitud de zancada y, consiguientemente, conducen al aumento de la velocidad de carrera (pudiendo extrapolarse igualmente a otros deportes cíclicos) (Navarro, 1997). Se podría establecer el período de 12-14 años como fase óptima de inicio para el trabajo de velocidad, llegando al máximo entrenamiento alrededor de los 16-18 años (Navarro, 1997). La velocidad de reacción comenzaría su entrenamiento antes que la velocidad de movimiento (8-10 años). Las diferencias entre sexos se observan en el adelantamiento de un mayor nivel de entrenamiento en las mujeres en el período de 12-14 años (Navarro, 1997). El desarrollo de la velocidad en edades infantil y juvenil puede verse de forma resumida en la Tabla 6. Edad Fuerza Velocidad

7-9

Bajo nivel de testosterona

Porcentaje muscular aproximado: 23%

Inicio de la entrenabilidad para la

fuerza

Incremento de: Velocidad de

reacción Velocidad frecuencial

Apenas existen diferencias

específicas de los sexos

9/10-12

Bajo nivel de testosterona

Porcentaje muscular: Niñas: ~ 25% Niños: ~ 28% Mayor fuerza

explosiva (ante todo los niños)

Fase sensible para Velocidad de

reacción Velocidad frecuencial

Velocidad de movimiento

A partir de 11/13 – 15/17

Creciente liberación de andrógenos y

estrógenos (crecimiento muscular)

Porcentaje muscular Niñas: ~30% Niños: ~ 35% Crecimiento longitudinal

Fuerza velocidad (con resistencias intermedias) y

progresivo incremento de la

resistencia Mejoría en la resistencia máxima de velocidad

15/17 -19

Estabilización Pueden entrenarse todos los tipos de

fuerza

Velocidad de base Fuerza velocidad Resistencia a la

máxima velocidad Tabla 6. Evolución de la fuerza y la velocidad en niños y

adolescentes (Grosser, 1992).

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Es importante señalar que es virtualmente imposible cubrir todos los aspectos del entrenamiento. Como conclusión quisiera expresar que siempre debemos recordar que los niños no son adultos en miniatura, se debe respetar fundamentalmente la singularidad fisiológica y psicosocial de los niños. Recuerde que los niños realizan deporte fundamentalmente para DIVERTIRSE. El desarrollo de los atletas lleva muchos años y acortar plazos para buscar mejora de rendimiento en etapas tempranas del desarrollo no es la mejor forma de que los niños y adolescentes adquieran hábitos de actividad física saludables para toda la vida.

ACTIVIDADES PROPUESTAS

Actividad 1 Realice una lectura comprensiva de la unidad 2 del material: Del Rosso, S. (2011). Entrenamiento de las Capacidades Condicionales en Niños y Adolescentes. Córdoba: Material principal G-SE. Curso de posgrado de Entrenamiento en Poblaciones Infanto Juveniles. Actividad 2 Realice un cuadro señalando las características de la velocidad desde los diferentes puntos de vista tratados. Actividad 3 Señale cuáles serían las limitaciones de realizar un entrenamiento anaeróbico láctico en niños pre-púberes.

PARTICIPACIÓN EN FOROS

Lo invitamos a participar en el Foro de Actividades, realizando su aporte en el marco de la consigna presentada por su tutor en dicho espacio.

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UNIDAD 3: ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

Contenidos de la Unidad 3.1 Entrenamiento con sobrecarga en niños: ¿es seguro? 3.2 Entrenamiento con sobrecarga en relación con el crecimiento y la maduración. 3.3 Adaptaciones al entrenamiento con sobrecarga en niños y adolescentes. 3.4 Adaptación funcional de la estructura esquelética al estrés del ejercicio. 3.5 ¿Entrenamiento pliométrico en niños? 3.6 Pautas metodológicas para el entrenamiento con sobrecarga en niños.

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En el estudio de esta unidad y a los efectos de facilitar el logro de los objetivos de aprendizajes propuestos, complemente los contenidos desarrollados en este Material Principal con la lectura del Material Básico recomendado como Bibliografía de lectura obligatoria. Asimismo resuelva las actividades propuestas al final de la unidad, revise regularmente el Glosario e incorpore la terminología específica de los diferentes temas. Participe en el Foro, en la Conferencia Virtual (CV) y en las Sesiones de Consulta en Vivo (SCV), ya que todas constituyen instancias diseñadas para enriquecer y promover su aprendizaje mediante la interacción con sus pares y con su tutor, así como facilitar los distintos momentos de evaluación. 3.1 ENTRENAMIENTO CON SOBRECARGA EN NIÑOS ¿ES SEGURO? A pesar de las dudas expresadas por los padres, entrenadores y preparadores físicos, que naturalmente desean proteger a los niños ante cualquier potencial riesgo de lesión, es importante señalar que el entrenamiento con sobrecarga puede ser una actividad segura para niños y adolescentes. Si bien existen reportes de lesiones en niños que realizaron entrenamientos con sobrecarga (Risser et al., 1990, Risser, 1991, Mazur et al., 1993), una inspección más cercana a estos estudios revela que la mayoría de las lesiones se produjeron cuando los niños o adolescentes intentaron utilizar técnicas de levantamiento para las que tenían insuficiente destreza o fuerza (Tolfrey, 2008). Sin embargo, la principal causa de lesiones parece ser la ausencia de una supervisión apropiada durante la utilización de pesos libres. Otra de las causas relacionadas con el temor al riesgo de lesión que podría inducir este tipo de ejercicio fueron los datos generados por la Consumer Product Safety Commision del Electronic Injury Surveilance System (NEISS) de los Estados Unidos. El NEISS utiliza datos de diferentes centros de emergencias para hacer proyecciones a nivel nacional del total de lesiones asociadas con ejercicio y equipamientos. Sin embargo, los datos del NEISS se basan en lesiones que, según los pacientes, estuvieron relacionadas con ejercicios con sobrecarga o el equipamiento, y por lo tanto, es incorrecto concluir que las lesiones fueron causadas por dichas actividades o dispositivos

(Faigenbaum et al., 2009). Como se mencionó previamente, muchas de las lesiones reportadas fueron en realidad provocadas por técnicas de entrenamiento inapropiadas, carga excesiva, mal estado del equipamiento, o falta de supervisión adecuada. Además, en estudios científicos bien controlados diseñados para incrementar la fuerza muscular utilizando programas de entrenamiento no se han reportado lesiones de ningún tipo. Es importante señalar que este potencial riesgo de lesiones con el entrenamiento con sobrecarga no es una característica única de los niños sino que en los adultos se da la misma situación. En tres estudios publicados se han reportado lesiones asociadas al entrenamiento con sobrecarga en niños: Una contractura del hombro resuelta con una semana de reposo (Rians et al., 1987), una contractura en los músculos del hombro que resultó en la pérdida de una sesión de entrenamiento (Lillegard et al., 1997) y la aparición de un dolor inespecífico en la parte anterior del muslo resuelto con 5 minutos de reposo (Sadres et al., 2001). El entrenamiento con sobrecarga, al igual que la mayoría de las actividades físicas, acarrea cierto riesgo inherente de lesiones músculo-esqueléticas, aunque debe destacarse que este riesgo no es mayor que el observado en otro deportes y actividades recreacionales en las que participan niños y adolescentes (Faigenbaum et al., 2009). Por ejemplo, en un estudio prospectivo en el que se evaluó la incidencia de lesiones asociadas al deporte en jóvenes de edad escolar durante un período de un año (Zaricznyj et al., 1980), se observó que el entrenamiento con sobrecarga resultó en el 0.7% de 1576 lesiones, mientras que el fútbol americano, el básquetbol y el fútbol resultaron en aproximadamente un 19%, 15% y 2% del total de lesiones. En general, las lesiones asociadas con el entrenamiento de la fuerza en atletas de colegios secundarios parecen implicar una muy rápida progresión de las cargas de entrenamiento o una técnica inadecuada de los ejercicios (Brady et al., 1982, Brown and Kimball, 1983, Gumbs et al., 1982, Ryan and Salciccioli, 1976). Si bien los datos que comparan la seguridad relativa del entrenamiento de la fuerza, la halterofilia y otros deportes son limitados, la evaluación retrospectiva de las tasas de lesiones en adolescentes revela que el entrenamiento de la fuerza y la halterofilia son actividades marcadamente más seguras que otros deportes y actividades físicas (Hamill, 1994). En este

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estudio llevado a cabo por Hamill (1994), la tasa total de lesiones por cada 100 horas de participación deportiva fue de 0.800 para el rugby, del 0.012 para el entrenamiento con sobrecarga y 0.013 para la halterofilia. Con instrucción calificada y una progresión adecuada del programa de entrenamiento, diversos investigadores han reportado ganancias significativas en la fuerza muscular sin reportar lesiones provocadas por movimientos de la halterofilia (arranque, envión y derivados de estos ejercicios) en niños y adolescentes (Faigenbaum et al., 2007b, Gonzalez-Badillo et al., 2005, Sadres et al., 2001). En respaldo a estas observaciones, otros investigadores han evaluado la incidencia de lesiones en halterófilos jóvenes y concluyeron que la halterofilia competitiva puede ser un deporte relativamente seguro para niños y adolescentes siempre y cuando se sigan las normas de entrenamiento adecuadas para la edad y se provea de entrenadores calificados para el trabajo con niños y adolescentes (Byrd et al., 2003). Debido a que los movimientos de la halterofilia implican patrones de activación neural más complejos que otros ejercicios con sobrecarga, la niñez puede ser el momento ideal para desarrollar la coordinación y las destrezas técnicas para realizar estos movimientos en forma correcta (Dimitrov, 1993). Una preocupación tradicional relacionada con el entrenamiento de la fuerza en niños es el potencial daño inducido por el entrenamiento a los cartílagos de crecimiento, el cual se halla en tres sitios principales del cuerpo de un niño en crecimiento: en las placas de crecimiento cerca de los extremos de los huesos largos; los cartílagos que recubren las superficies articulares (cartílago articular) y los puntos en donde los tendones se unen a los huesos (apófisis) (Micheli, 2006). Debido a que el cartílago es hueso en crecimiento, es más débil que el tejido conectivo adyacente y por lo tanto puede dañarse más fácilmente por microtraumas repetidos (Micheli, 2006). En algunos casos, el daño de esta área del hueso puede resultar en la pérdida de tiempo de entrenamiento, en una incomodidad significativa y en alteraciones del crecimiento (Caine et al., 2006). Si bien algunos reportes retrospectivos de casos publicados en las décadas de 1970 y 1980 observaron lesiones de los cartílagos de crecimiento durante la pre adolescencia (Gumbs et al., 1982) y la adolescencia (Brady et al., 1982, Gumbs et al., 1982, Jenkins and Mintowt-Czyz, 1986, Rowe, 1979, Ryan and Salciccioli, 1976), la mayoría de estas lesiones se debieron a técnicas inapropiadas de levantamiento,

esfuerzos máximos o la falta de supervisión adulta calificada (Faigenbaum et al., 2009). Sin embargo, hasta la fecha no se han reportado lesiones en el cartílago de crecimiento en ningún estudio prospectivo de entrenamiento de la fuerza en niños y adolescentes. Además, no existe evidencia para sugerir que el entrenamiento con sobrecarga pueda impactar negativamente en el crecimiento y la maduración durante la niñez y la adolescencia (Falk and Eliakim, 2003, Malina, 2006). Las potenciales lesiones por uso repetido de los tejidos blandos es otra de las preocupaciones asociadas con el entrenamiento de sobrecarga en niños y adolescentes. En este sentido, si bien existen algunos reportes que indican que se ha incrementado la tasa de dolor lumbar en adolescentes (Andersen et al., 2006, Jeffries et al., 2007), se deben tener en cuenta diversos factores cuando se evalúan estos datos tales como la técnica de ejercicio y la progresión del entrenamiento, la importancia de la aptitud física general y la salud de la columna lumbar. En conclusión, cualquier ejercicio o actividad física para niños y adolescentes tiene sus riesgos y beneficios. El riesgo de lesión asociada con el entrenamiento de sobrecarga o la halterofilia puede minimizarse proveyendo supervisión calificada, un diseño apropiado del programa de entrenamiento, una progresión lógica y la cuidadosa selección del equipamiento para el entrenamiento. Además, los riesgos de lesiones pueden minimizarse limitando el número de levantamientos con cargas pesadas durante una sesión, permitiendo la adecuada recuperación entre las sesiones de entrenamiento, y escuchando las preguntas y preocupaciones de los niños. No existen razones de seguridad justificadas que eviten que los niños o adolescentes participen de un buen programa de entrenamiento con sobrecarga. Es decir, los hallazgos actuales provenientes de estudios prospectivos sobre entrenamiento con sobrecarga indican un bajo riesgo de lesión en niños y adolescentes siempre y cuando se sigan las guías de entrenamiento adecuadas para la edad. La actual posición de la NSCA (National Strength and Conditioning Association) es que:

• Un programa de entrenamiento con sobrecarga apropiadamente diseñado y supervisado es seguro para los niños y adolescentes.

• Un programa de entrenamiento con sobrecarga apropiadamente diseñado y supervisado puede mejorar la fuerza y la potencia en niños y adolescentes

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• Un programa de entrenamiento con sobrecarga apropiadamente diseñado y supervisado puede reducir los riesgos de enfermedades cardiovasculares en los jóvenes

• Un programa de entrenamiento con sobrecarga apropiadamente diseñado y supervisado puede mejorar el rendimiento motor y contribuir a la mejora del rendimiento deportivo de niños y adolescentes

• Un programa de entrenamiento con sobrecarga apropiadamente diseñado y supervisado puede reducir los riesgos de lesiones asociadas a la participación deportiva en niños y adolescentes

• Un programa de entrenamiento con sobrecarga apropiadamente diseñado y supervisado puede ayudar a mejorar el bienestar psico-social de los niños y adolescentes

• Un programa de entrenamiento con sobrecarga apropiadamente diseñado y supervisado puede promover hábitos saludables y desarrollar hábitos de ejercicio durante la niñez y la adolescencia.

3.2 ENTRENAMIENTO CON SOBRECARGA EN RELACIÓN CON EL CRECIMIENTO Y LA MADURACIÓN Es difícil juzgar si la maduración física o la edad influencian la entrenabilidad de la fuerza debido a la falta de uniformidad en las características de los entrenamientos, los métodos de evaluación, y las características demográficas de los participantes que han sido comparados en diferentes estudios (Tolfrey, 2008). El estudio llevado a cabo por Vrijens (1978) con frecuencia es citado en diferentes revisiones, comentarios y artículos de investigación ya este autor sugirió que antes del comienzo de la pubertad (al menos en niños) no era posible incrementar la fuerza muscular mediante el entrenamiento con sobrecarga (Vrijens, 1978). Vrijens (1978) sugirió que el aparente efecto de la maduración se debía a la diferencia en las hormonas androgénicas. Desde su publicación original, este estudio ha ganado cierta notoriedad debido a muchos estudios con niños pre púberes (y también con niñas) han provisto evidencia de lo contrario (Tolfrey, 2008). Hasta la fecha solo un estudio ha utilizado métodos reconocidos para estimar la maduración física en grupos experimentales que completaron un programa idéntico de entrenamiento con sobrecarga de volumen suficiente como para inducir ganancias de fuerza (Pfeiffer and Francis, 1986). Sin embargo, la

comparación entre 9 adultos jóvenes, 14 niños pre púberes y 10 niños púberes es un tanto difícil de descifrar a pesar de indicación de los autores de que solo 3 de los 16 test de fuerza resultaron en mayores ganancias para el último grupo de maduración (Pfeiffer and Francis, 1986). Los cambios fisiológicos de crecimiento muscular en los varones durante las primeras etapas de la pubertad son atribuidos principalmente al incremento de los niveles de andrógenos de los jóvenes. Estos cambios son observados usualmente después de la edad de 11 años, correlacionando con los cambios en los estadios de desarrollo, y son considerados significativos en el crecimiento funcional del tejido muscular. El máximo incremento de fuerza parece establecerse entre los 13 y 15 años, bajo la influencia de las hormonas masculinas por lo que respecta a los niños. La diferencia entre sexos aumenta en el último estadio de la adolescencia (Navarro, 1997). Una cuestión interesante en el estudio del desarrollo de la fuerza se refiere a la relación entre el pico de desarrollo de la fuerza y el pico de desarrollo del crecimiento en estatura y peso. La secuencia indicada parece confirmar la teoría de que el músculo se desarrolla primero en tamaño y unos cuantos meses después en fuerza. Puede ocurrir (Tanner, 1962), que el crecimiento en tamaño muscular y en fuerza coincidan, pero de no coincidir se formula que primero crece la masa muscular y después la fuerza. Ello sugiere, de acuerdo a Tanner (1962), que las ganancias de fuerza no dependen exclusivamente del desarrollo de la masa muscular, que es el factor que más contribuye en la ganancia de fuerza, como pueden ser resulte de la influencia de terceros factores en la maduración de fuerza, citándose como probables los efectos adrenocorticales y de hormonas sexuales en la estructura de la proteína y el sistema enzimático de las fibras musculares, además de otros factores neurales (Serrano y López, 2005), como podría ser: el proceso de mielinización; el incremento de la coordinación de los músculos sinergistas y antagonistas; el incremento de la habilidad para activar completamente los músculos, aunque solo esta última hipótesis parece haber sido adecuadamente evaluada (Kraemer et al., 1989, Van Praagh and Dore, 2002).

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Los niños tienden a ser más fuertes que las niñas, especialmente con los miembros superiores. Jones (1949) en Tanner (1978) y las diferencias son mayores con la edad. Las ganancias extra de fuerza durante la pubertad sobre los varones se deben al aumento de las hormonas masculinas que influyen en el aumento de la musculatura (Navarro, 1997). Sin embargo, los valores medios de las mujeres no aumentan después de la pubertad. Parece existir (Navarro, 1997) un acuerdo casi general de que la mejora de la fuerza en cualquier edad es por medio de un entrenamiento de fuerza sistemático y progresivo. La mayoría de las investigaciones científicas indican que los niños pueden incrementar su fuerza muscular por encima y más allá del crecimiento y la maduración, si el programa de entrenamiento de la fuerza es suficiente en duración e intensidad (Faigenbaum et al., 1996, Faigenbaum et al., 2001, Falk and Tenenbaum, 1996). Además, los programas de entrenamiento de la fuerza para jóvenes pueden influenciar favorablemente las habilidades de rendimiento motor y la evidencia preliminar sugiere que el entrenamiento de la fuerza en jóvenes puede aumentar el rendimiento en los deportes y disminuir el riesgo de lesiones (ACSM, 1993, Faigenbaum et al., 1996, Faigenbaum et al., 2001). Las ganancias de fuerza, en términos relativos (o de porcentaje) son similares en niños pre, peri y postpuberales, e incluso superiores para los niños prepuberales (Malina and Bouchard, 1991). No obstante, se sabe que los mecanismos y adaptaciones al entrenamiento contra-resistencia son distintos en las diferentes edades (Beunen, 2000; Kanehisa et al., 1995; Ramsay et al., 1990; Ozmun et al., 1994; Payne et al., 1997; Blimkie, 1992). Numerosas investigaciones experimentales con niños y niñas prepuberales (Bennell et al., 2001; O’Nam et al., 2000; Witzke and Snow, 2000; Faigenbaum y col., 1997; Hetzler et al., 1997; Faigenbaum et al., 1996; Falk and Mor, 1996; Katic, 1995; Ozmun et al., 1994; Faigenbaum et al., 1993; Ramsay et al., 1990), así como diversos estudios meta-analíticos (Payne et al., 1997; Falk and Tenenbaum., 1996), son coincidentes en similares resultados: el entrenamiento de fuerza en la edad prepuberal es efectivo, esto es, que se alcanzan mejoras significativas en el desarrollo de la fuerza, sin que existan por lo demás riesgos asociados cuando se hace una correcta supervisión y prescripción. Tal y como ya se ha expuesto, con el acontecer de la pubertad se produce un incremento natural de los niveles de hormonas sexuales que incrementan la

actividad anabólica de los músculos. Las ganancias de fuerza debidas al entrenamiento en estas edades se logran fundamentalmente por un efecto hipertrófico del área de sección muscular, mucho más acentuado en el género masculino que en el femenino. Los estudios experimentales realizados con grupo de control constatan un efecto diferencial del entrenamiento de resistencia muscular en la actividad anabólica y androgénica de niños peripuberales y postpuberales, en los cuales el entrenamiento genera una mayor actividad anabólica que en los niños prepuberales (Tsolakis et al., 2000). Asimismo se ha encontrado una fuerte correlación de las ganancias de fuerza con el área de sección muscular (Kanehisa, et al.). 3.3 ADAPTACIONES AL ENTRENAMIENTO CON SOBRECARGA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Las mejoras de la fuerza y en la hipertrofia muscular en adultos están relacionadas con una interacción entre mecanismos hormonales y neurales. Sin embargo, en los niños pre-púberes, la hipertrofia muscular no es considerada como uno de los principales factores que promuevan el incremento de la fuerza. Cuando un adulto lleva a cabo un entrenamiento con sobrecarga, las ganancias en la fuerza, en las primeras tres a cinco semanas, se producen principalmente a través de mecanismos neurales, y luego de este período a través del incremento en el tamaño de las fibras musculares (Morse et al., 2008). Las adaptaciones morfológicas luego del entrenamiento con sobrecarga incluyen el incremento en el tamaño muscular, principalmente al incremento del tamaño de las fibras musculares y a cambios en la composición del tipo de fibras musculares y en el tejido conectivo así como también debido a cambios estructurales en los músculos (Behm et al., 2008). Comúnmente los cambios morfológicos implican que la masa muscular se ha incrementado o que se ha producido hipertrofia. Esta ha sido una observación común en adultos, pero no en niños o adolescentes. Si bien hemos visto que el entrenamiento con sobrecarga es efectivo para incrementar la fuerza muscular en niños y adolescentes, los cambios reportados en la masa muscular han sido relativamente pequeños entre los estudios (Behm et al., 2008). Los programas de entrenamiento con sobrecarga no parecen influenciar el crecimiento en talla o peso de los niños pre púberes o

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de los niños que recién se encuentran en la pubertad, mientras que los cambios en la composición corporal, considerando la masa muscular y grasa, son mínimos (Falk and Eliakim, 2003, Malina, 2006, Sadres et al., 2001). Los estudios que han examinado la hipertrofia muscular en niños y adolescentes, generalmente han utilizado técnicas antropométricas y han provisto limitada evidencia de hipertrofia en adolescentes (Lillegard et al., 1997) y no han provisto evidencia de hipertrofia muscular en niños (McGovern, 1984, Ozmun et al., 1994, Ramsay et al., 1990, Sailors and Berg, 1987, Siegel et al., 1989) como consecuencia del entrenamiento con sobrecarga. Si bien, dos estudios que utilizaron métodos sensibles de medición (resonancia magnética y ultrasonido) han sugerido que es posible que se pueda producir hipertrofia en los niños (Fukunaga et al., 1992, Mersh and Stoboy, 1989) podría ser prematuro concluir que el entrenamiento con sobrecarga induce hipertrofia en los niños. Sin embargo, estos dos estudios presentan el prospecto de que la hipertrofia muscular es posible entre los niños, aunque estos pequeños cambios potenciales pueden ser difíciles de medir (Behm et al., 2008). Es interesante señalar que si se produjera hipertrofia muscular en los niños, esta se debería principalmente a la hipertrofia de las fibras musculares y esto es resultado del crecimiento (incremento en las proteínas contráctiles) y proliferación (incremento en el número) de miofibrillas así como también de la activación de las células satélite al comienzo del entrenamiento con sobrecarga (Folland and Williams, 2007), aunque estos mecanismos no han sido estudiados en niños. Diversos estudios han reportado un incremento en el número de fibras tipo IIa y la concomitante reducción de fibras tipo IIx en adultos (Campos et al., 2002, Hather et al., 1991, Staron et al., 1990), sugiriendo cambios sutiles en los tipos de fibras, pero esto no ha sido examinado en niños y adolescentes. Por último, recientes estudios han provisto fuerte evidencia del incremento en el ángulo de penación luego del entrenamiento con sobrecarga (Aagaard et al., 2001, Kanehisa et al., 2002, Kawakami et al., 1995) permitiendo un mayor empaquetamiento miofibrilar e incrementando el área de sección cruzada fisiológica; no obstante aún no se han examinado los efectos del entrenamiento con sobrecarga sobre estas características musculares en los niños. Por lo tanto, a pesar de su potencial existencia en los niños, adolescentes y adultos, las adaptaciones morfológicas descritas previamente solo explican una pequeña

porción de los incrementos observados en la fuerza muscular entre niños y adolescentes. En relación con las adaptaciones neurales, los datos sugieren que desempeñan un rol significativo (Ozmun et al., 1994, Ramsay et al., 1990). Solo en base a la falta de evidencia de hipertrofia muscular observada en algunos estudios, las ganancias de fuerza han sido atribuidas a adaptaciones neurológicas y neuromotoras (Blimkie, 1992, Blimkie et al., 1996, Sailors and Berg, 1987). Esto ha sido respaldado por las observaciones realizadas en diversos estudios. Por ejemplo, Ozmun et al (1994) observaron que, luego de un programa de entrenamiento de 8 semanas en 8 niños pre-púberes, se produjo una mejora del 27.8% y del 22.6% en la fuerza isocinética e isotónica de los brazos, respectivamente (Figuras 1a y 1b). Al mismo tiempo se observó un incremento en la amplitud del EMG del 16.8% lo que muestra la posibilidad de una mejora de la actividad neural con el entrenamiento de la fuerza en niños. Ramsay et al (1990) trató de identificar si los cambios en la fuerza muscular se debieron a la hipertrofia y/o a la actividad neurológica. Para ello 13 niños realizaron un programa de entrenamiento con sobrecarga de 20 semanas de duración. En este estudio el entrenamiento resultó en un incremento del 13.2% y del 17.4% en la actividad de las unidades motoras de los flexores del codo y de los extensores de la rodilla, respectivamente.

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Figura 1. (a) Fuerza isocinética de los flexores del codo. (b) Fuerza isotónica de los flexores del codo. Las barras blancas

representan los valores pre ejercicio y las barras negras las barras post ejercicio. Se observaron diferencias significativas entre los

valores pre y post solamente en el grupo que llevó a cabo el entrenamiento (ejercicio), p<0.05 (Ozmun et al., 1994).

Dado que no se observaron incrementos correspondientes en el tamaño muscular, los datos resultantes sugieren una mejora en la tensión específica de contracción (fuerza por área de sección cruzada muscular) (Ramsay et al., 1990). Se cree que las adaptaciones neurológicas se producen predominantemente en las primeras fases del entrenamiento. Esto es respaldado por los hallazgos de Ramsay et al (1990) quienes observaron un mayor incremento en la activación de las unidades motoras en niños en las primeras 10 semanas de entrenamiento que en las segundas 10 semanas. Folland y Williams (2007) sugirieron que la magnitud de este aprendizaje depende del nivel de actividad física previo y de la experiencia en la tarea específica. Esto podría sugerir que los niños que comienzan más temprano con el entrenamiento de la fuerza y que son menos experimentados que los adultos, exhibirán mayores adaptaciones neurológicas en respuesta al entrenamiento con sobrecarga. La

especificidad del entrenamiento no ha sido investigada en niños. En adultos, generalmente se recomienda u programa con altas cargas y bajas repeticiones para incrementar la fuerza máxima. Sin embargo, Faigenbaum et al (1999) observaron, en niños de 5-12 años, incrementos similares en la fuerza máxima con programas de entrenamiento de cargas altas y bajas repeticiones y con un entrenamiento de cargas bajas y altas repeticiones. Por lo tanto, las adaptaciones al entrenamiento de la fuerza en niños y adolescentes podrían ser explicadas, en parte por la hipertrofia muscular (teniendo en cuenta las limitaciones mencionadas), pero especialmente en niños, se explican principalmente por adaptaciones neurológicas tales como el incremento en la activación de las unidades motoras. Esta última probablemente tiene una mayor contribución relativa en acciones musculares multiarticulares que en contracciones isométricas. 3.4 ADAPTACIÓN FUNCIONAL DE LA ESTRUCTURA ESQUELÉTICA AL ESTRÉS DEL EJERCICIO CON SOBRECARGA A pesar de los temores tradicionales de que el entrenamiento con sobrecarga podría dañar la estructura ósea de los niños, las observaciones actuales sugieren que la niñez y la adolescencia pueden ser el momento oportuno para que los procesos de modelación y remodelación ósea respondan a las fuerzas de tensión y compresión asociadas con actividades en las que se debe soportar peso (Bass, 2000, Hind and Burrows, 2007, Turner and Robling, 2003). Si se siguen las guías específicas para la edad del entrenamiento con sobrecarga así como también las recomendaciones nutricionales (ejemplo, una adecuada ingesta de calcio), la participación regular en un programa de entrenamiento con sobrecarga puede maximizar la maximizar la densidad mineral ósea durante la niñez y la adolescencia (Turner and Robling, 2003, Volek et al., 2003, Vicente-Rodriguez, 2006). Además no existen efectos adversos del entrenamiento con sobrecarga sobre el crecimiento linar de niños y adolescentes. Los resultados de diversos estudios de investigación indican que la participación regular en el deporte y en programas especializados para la mejora de la aptitud física que incluyan un programa de entrenamiento con sobrecarga puede ser un potente estímulo osteogénico en los jóvenes (Bass et al., 1998, Benson et al., 2006, Conroy et al., 1993, MacKelvie et al., 2004, McKay et al., 2005, Morris et al., 1997,

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Nichols et al., 2001, Virvidakis et al., 1990, Ward et al., 2005). Se ha reportado que los levantadores de pesas adolescentes exhiben niveles de densidad mineral ósea y contenido mineral óseo mucho mayores que los niños de control de la misma edad (Conroy et al., 1993, Virvidakis et al., 1990). La exposición repetida a la carga física en deportes tales como la gimnasia también ha mostrado inducir mayores densidades minerales óseas en los atletas jóvenes en comparación con los atletas de control (Bass et al., 1998, Ward et al., 2005). Un estudio mostró que las actividades físicas realizadas en la escuela y que incluían entrenamientos pliométricos mejoraron la masa ósea del fémur proximal en niños. Si bien, la masa ósea pico está influenciada por la genética, la participación regular en deportes de alto impacto y en ejercicios especializados, tales como los realizados durante el entrenamiento con sobrecarga, pueden tener un efecto deseable sobre la salud ósea de los niños y adolescentes (Behm et al., 2008). Aparentemente la respuesta osteogénica al ejercicio en los niños puede mejorarse prescribiendo, de forma lógica, ejercicios con sobrecarga múltiarticulares de intensidad moderada a alta (e.g., press de banca, sentadillas y movimientos de la halterofilia) y ejercicios pliométricos (e.g., saltos y rebotes). 3.5 ¿ENTRENAMIENTO PLIOMÉTRICO EN NIÑOS? Antes de comenzar cualquier discusión es importante definir a que hacemos referencia con pliometría. Para aquellos familiarizados con la literatura proveniente de los países de ex bloque del este (la ex Unión Soviética), la pliometría o entrenamiento pliométrico es un tipo de actividad de altísima intensidad que requiere de alcanzar grandes niveles de fuerza antes de incorporar este tipo de entrenamiento. Sin embargo, en el presente manuscrito nos referiremos a la pliometría como cualquier actividad en la que intervenga el ciclo de estiramiento-acortamiento; y en este sentido, se incluyen actividades como saltos, rebotes, lanzamientos, etc. La pliometría es un tipo de entrenamiento explosivo, es el entrenamiento de mayor calidad dentro de los gestos explosivos. Se puede definir la pliometría como un método de entrenamiento de la fuerza explosiva que utiliza la acumulación de energía en los componentes elásticos del músculo y los reflejos durante la fase excéntrica de un movimiento,

para su posterior utilización y potenciación durante la fase excéntrica (véase ciclo estiramiento acortamiento). La pliometría en si se basa en estimular los músculos a través de un estiramiento súbito que precede a cualquier esfuerzo voluntario. Hay que emplear la energía cinética en vez de pesos grandes, porque la energía cinética se puede acumular en el cuerpo o en cargas que se dejan caer desde ciertas alturas. Los saltos horizontales y los rebotes con el balón medicinal son dos regímenes de ejercicios que se suelen emplear en la pliometría. La pliometría o método de choques significa precisamente eso, un método de estimulación mecánica con choques con el fin de forzar a los músculos a producir tanta tensión como les sea posible. Este método se caracteriza por acciones impulsivas de duración mínima entre el final de la fase de desaceleración excéntrica y la iniciación de la fase concéntrica. Es esencial tratar que entendemos por el término pliometría, puesto que hay que distinguir con claridad entre acciones pliométricas, que se producen como parte de muchos movimientos deportivos, tales como, correr, saltar o golpear objetos; y el entrenamiento pliométrico, que aplica acciones pliométricas como una modalidad de entrenamiento diferente y de acuerdo a una metodología precisa. Como se mencionó anteriormente, la pliometría se vale de la capacidad elástica y de los reflejos de los músculos para promover incrementos en la potencia muscular. Esta adaptación no siempre tiene lugar, ya que las personas no entrenadas o los deportistas de mediano rendimiento producen una inhibición frente a este tipo de entrenamiento. A diferencia de los ejercicios tradicionales para el entrenamiento de la fuerza, el entrenamiento pliométrico condiciona al cuerpo a movimientos dinámicos que implican una acción muscular excéntrica rápida seguida inmediatamente por una acción concéntrica rápida acción muscular concéntrica (Chu et al., 2006, Fleck and Kraemer, 2004). La utilización de los reflejos y del ciclo de estiramiento acortamiento (CEA) pueden también alterar la producción de fuerza (Bobbert et al., 1996, Cronin et al., 2000). Básicamente, el CEA consiste de una acción muscular pliométrica en la cual a una acción concéntrica es precedida por una contracción excéntrica. Los mecanismos involucrados en la mejora de la contracción concéntrica incluyen: la utilización de energía elástica, reflejos de estiramiento, optimización de la longitud muscular, optimización de la activación muscular y de los patrones de activación muscular

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(Bobbert, 2001, Bobbert et al., 1996, Bobbert and van Soest, 2001). Cierta evidencia indica que la mejora de la fuerza máxima puede aumentar la porción concéntrica del CEA (Cronin et al., 2000). Aprender a utilizar el ciclo de estiramiento acortamiento de manera más eficiente puede incrementar marcadamente la producción de fuerza. Está ampliamente demostrado que cualquier acción muscular es más eficaz si previamente va acompañada de una fase de estiramiento que permite desarrollar un incremento de la fuerza a través de la deformación de los componentes elásticos y a través de la activación refleja de unidades motoras (Asmussen and Bonde-Petersen, 1974, Bosco et al., 1982). Este fenómeno tendrá una transferencia directa hacia la velocidad de movimiento siempre que se cumplan aspectos como una rápida acción excéntrica (Bobbert et al., 1987b, Bobbert et al., 1987a, King, 1993), una corta fase de acoplamiento (Bobbert et al., 1987b, Bobbert et al., 1987a, Cavagna and Citterio, 1974, King, 1993, Wilson, 1990) y una intensa acción concéntrica en la acción muscular (King, 1993). El ciclo estiramiento-acortamiento refiere a la condición mecánica en la cual el almacenamiento y recobro de energía elástica ocurre en el músculo. Esto permite una mayor producción de trabajo, comparado con una contracción de acortamiento simple. Los ejercicios con ciclo estiramiento-acortamiento se caracterizan por aumentar el rendimiento cuando se los compara con el trabajo realizado en condiciones de solo acortamiento. Este incremento en el trabajo ha sido atribuido a un almacenamiento de energía elástica en el músculo durante el estiramiento y su re utilización como trabajo mecánico durante la fase concéntrica, si esta fase es realizada inmediatamente. La utilización de energía elástica ha sido observada en una serie de saltos con rebote y con desplazamiento angular de la rodilla corto y largo (Bosco et al., 1982). Ha sido demostrado que el estiramiento de un músculo activado incrementa su rendimiento durante un trabajo posterior positivo. Esto ha sido atribuido al recobro de energía elástica que produce una cierta cantidad de trabajo mecánico sin la utilización de energía química (Asmussen and Bonde-Petersen, 1974, Cavagna and Kaneko, 1977, Cavagna et al., 1965, Cavagna et al., 1976). Sin embargo si el tiempo entre al estiramiento y el acortamiento (tiempo de acoplamiento) es muy largo, la energía elástica almacenada puede perderse (Cavagna et al., 1968, Bosco et al., 1982). Así, el tiempo de acoplamiento juega un rol esencial en la

economía del trabajo muscular. Ha sido demostrado que la duración del tiempo de acoplamiento está relacionado a la duración de la fase de estiramiento y al tiempo total del ciclo estiramiento-acortamiento (Bosco et al., 1982). Todos acordamos que tanto los niños como las niñas de cualquier edad deben participar en actividades físicas en forma regular. En una excelente revisión acerca de este tema intitulada “Actividad Física para Niños en Edad Escolar en Base a las Evidencias Científicas” el Dr. Strong y sus colaboradores sugirieron que los jóvenes deben acumular al menos 60 minutos y hasta varias horas de actividad física en todos o casi todos los días de la semana (Strong et al., 2005). Esta participación en actividades físicas no necesariamente debe ser continua sino que deben participar en varios períodos de actividad física con una duración de 15 minutos o más.

Figura 2. Fotografía de una niña jugando al tradicional juego de

la rayuela Entre las diferentes actividades se pueden incluir ejercicios aeróbicos, entrenamiento con sobrecarga, ejercicios de flexibilidad, así como también juegos y actividades que son característicos de la niñez. Muchos de los juegos o actividades que desarrollan los niños parecerían ser de naturaleza pliométrica. De hecho, la pliometría es una parte natural de la mayoría de los movimientos. Por ejemplo, correr y saltar son acciones pliométricas. La niña que pueden ver en la Figura 7 está jugando a un juego denominado “rayuela” y en

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este juego los cuádriceps se contraen en forma excéntrica al hacer contacto con el suelo y de forma concéntrica cuando el niño salta. Por lo tanto, este juego; que probablemente todos hayamos jugado de niños, puede ser considerado pliométrico. La afirmación de que un programa de entrenamiento pliométrico apropiado para niños y adolescentes es inseguro o que los niños deben contar con un nivel inicial de fuerza (ejemplo, 1RM en sentadillas igual a 1.5 veces el peso corporal) para realizar entrenamientos pliométricos del tren inferior no tiene respaldo en la literatura actual (Faigenbaum et al., 2009). Es más, se ha observado que un programa de entrenamiento con sobrecarga que incluya ejercicios pliométricos mejora la biomecánica de los movimientos, la capacidad funcional y reduce el número de lesiones deportivas en atletas jóvenes (Heidt et al., 2000, Hewett et al., 1999, Lephart et al., 2005, Mandelbaum et al., 2005, Myer et al., 2005). Los estudios de investigación indican que el entrenamiento pliométrico puede ser un método seguro y que vale la pena implementar para el acondicionamiento de niños y adolescentes siempre que sea correctamente prescrito e implementado (Docherty et al., 1987, Faigenbaum et al., 2007a, Ingle et al., 2006, Kotzamanidis, 2006, Lephart et al., 2005, Marginson et al., 2005, Matavulj et al., 2001, Santos and Janeira, 2008). No obstante, es necesario aclarar que existe un riesgo potencial de lesión si la intensidad, volumen y/o frecuencia del entrenamiento pliométrico excede la capacidad de los participantes. En resumen, es importante entender que los niños no son adultos en miniatura. Los niños son como usted y yo, pero actúan de manera diferente y por diferentes razones. Por lo tanto, cuando trabajamos con niños no debemos olvidar que uno de los objetivos más importantes que tenemos es que estos se involucren de por vida en la actividad física. Si está considerando implementar ejercicios más intensos para el entrenamiento pliométrico recuerde lo siguiente: es mejor sub entrenar que sobre entrenar. Es mejor enseñarles a los niños como realizar una variedad de ejercicios con la técnica correcta que provocar el sobreentrenamiento y correr riesgos de lesión, enfermedad o agotamiento. Algunos de los mitos que deben desterrarse respecto del entrenamiento pliométrico son: El entrenamiento pliométrico es inapropiado para los jóvenes. Esto simplemente no es verdad… como

mencionamos previamente, muchas de las acciones que los niños realizan en sus juegos y actividades son de naturaleza pliométrica. La pliometría dañará la placa de crecimiento de los niños. Esto es falso, la pliometría es esencial para un normal crecimiento y desarrollo óseo; de hecho, todas aquellas actividades en donde hay que soportar el peso corporal (correr, saltar, rebotar, etc.), son actividades físicas esenciales. Obviamente, el programa de entrenamiento debe estar bien diseñado y progresar de manera lógica. Los niños deben realizar una base de fuerza antes de comenzar con el entrenamiento pliométrico. Esto puede ser un requerimiento para ejercicios de alta intensidad, pero es importante introducir a los niños en el entrenamiento pliométrico con ejercicios de baja intensidad y progresar gradualmente a través del tiempo. No se requiere una base de fuerza para participar de un programa de entrenamiento pliométrico de baja o moderada intensidad. Similarmente a lo anterior, se dice que los niños deben ser capaces de realizar una sentadilla con el doble de su peso corporal antes de realizar entrenamientos pliométricos. Esto simplemente no es verdad, muy pocos atletas, además de quizás los jugadores de fútbol americano y los atletas de pista y campo, son capaces de realizar una sentadilla con una carga igual al doble de su peso corporal. Los niños y niñas de cualquier edad y capacidad pueden realizar entrenamientos pliométricos, siempre que el programa progrese de forma lógica. Es importante que ustedes, los entrenadores y profesionales de la aptitud física comprendan que la pliometría NO es un programa de entrenamiento independiente, y con esto se quiere decir que el entrenamiento pliométrico debería incorporarse en un programa de entrenamiento que incluya otros tipos de entrenamientos, como ser entrenamiento aeróbico, entrenamiento de la fuerza tradicional, entrenamiento de la flexibilidad, y ejercicios que requieren de velocidad, equilibrio, agilidad y coordinación. El entrenamiento pliométrico es de gran valor para la salud y la aptitud física de niños y adolescentes. Pero se debería estimular a estos para que participen en muchas otras actividades. En resumen, la pliometría debería adicionarse a la lista de actividades en las que los niños y niñas participan regularmente.

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3.6 PAUTAS METODOLÓGICAS PARA EL ENTRENAMIENTO CON SOBRECARGA EN NIÑOS Si bien no existe una edad mínima requerida para que los niños comiencen con el entrenamiento de sobrecarga, todos los participantes deben estar mental y físicamente listos para cumplir con las instrucciones del entrenador y para soportar el estrés de un programa de entrenamiento. En general, si un niño está listo para participar en el deporte (comúnmente a los 7-8 años) entonces está listo para participar de un programa de entrenamiento con sobrecarga. La instrucción y supervisión debería ser dada por adultos calificados que comprendan las normas del entrenamiento con sobrecarga y reconozcan la singularidad física y psicosocial de los niños y adolescentes.

• Proveer instrucción y supervisión calificada • Asegurar un ambiente de entrenamiento seguro y

libre de peligros • Comenzar cada sesión de entrenamiento con una

entrada en calor dinámica de 5-10 minutos • Comenzar con cargas relativamente bajas y

siempre enfocarse en la correcta ejecución técnica de los ejercicios

• Realizar 1-3 series de 6-15 repeticiones en diversos ejercicios para el tren superior e inferior

• Incluir ejercicios específicos que fortalezcan la región abdominal y lumbar

• Enfocarse en el desarrollo muscular simétrico y en el equilibrio apropiado entre las articulaciones

• Realizar 1-3 series de 3-6 repeticiones en diversos ejercicios para el tren superior e inferior

• Realizar una progresión lógica del programa de entrenamiento dependiente de las necesidades, objetivos y capacidades de los niños

• Incrementar la carga en forma gradual (5-10%) a

medida que mejora la fuerza • Realizar la vuelta la calma con ejercicios de

estiramientos estáticos • Escuchar las necesidades y preocupaciones de los

niños durante la sesión de entrenamiento • Comenzar con el entrenamiento de sobrecarga 2-3

veces por semana en días no consecutivos • Utilizar diarios de entrenamiento individualizados

para monitorear el progreso en el entrenamiento • Variar continuamente el entrenamiento para que

este sea divertido y desafiante • Optimizar el rendimiento y la recuperación

mediante una nutrición saludable, una hidratación adecuada y las horas de sueño necesarias

Tabla 1. Guía práctica para el entrenamiento con sobrecarga en niños.

Si no se dispone de supervisión calificada, y de un ambiente seguro de entrenamiento, entonces los niños no deberían llevar a cabo el entrenamiento de la fuerza debido al incremento del riesgo de lesión. Las variables del programa de entrenamiento a ser consideradas cuando se diseña un programa de entrenamiento con sobrecarga para niños y adolescentes son: (a) entrada en calor y vuelta a la calma, (b) elección y orden de los ejercicio, (c) intensidad y volumen de entrenamiento, (d) intervalos de recuperación entre series y ejercicio, (e) velocidad de repetición, (f) frecuencia de entrenamiento y (g) variación del programa. La Tabla 1 resume las guías de entrenamiento para niños y adolescentes. La Tabla 2 presenta recomendaciones para la adecuada progresión del entrenamiento con sobrecarga en niños.

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PRINCIPIANTES INTERMEDIOS AVANZADOS

Acción Muscular ECC y CON ECC y CON ECC y CON

Elección de Ejercicios SJ y MJ SJ y MJ SJ y MJ

Intensidad 50-70% de 1RM 60-80% de 1RM 70-85% de 1RM

Volumen 1-2 series de 10-15 reps 2-3 series de 8-12 reps >3 series de 6-10 reps

Pausa (min) 1 1-2 2-3

Velocidad de Ejecución Moderada Moderada Moderada

Frecuencia (días/semana) 2-3 2-3 3-4 Tabla 2. Recomendaciones para la progresión durante el entrenamiento con sobrecarga en niños y adolescentes. ECC = Excéntrico; CON =

Concéntrico, SJ = Monoarticulares; MJ = Multiarticulares; 1RM = 1 Repetición Máxima; REPS = Repeticiones

PUNTOS CLAVE • El entrenamiento en niños y jóvenes es posible y

recomendable, siempre que se ajuste a las posibilidades y limitaciones de cada edad y sexo. El respeto al principio de adaptación a la edad y la individualidad son absolutamente necesario para ello, debiendo tener en cuenta las posibilidades biológicas, talento, motivación y disposición por parte del niño para lograr resultados óptimos.

• Muchas veces, los entrenadores y técnicos proponemos estímulos a los jóvenes que sobrepasan su capacidad de rendimiento en cada fase, lo que supondrá no solo un riesgo potencial sobre su salud e integridad psico-biológica, sino una limitación en su potencial capacidad de rendimiento en un futuro (son muchos los deportistas que se “pierden” por un inadecuado entrenamiento en fases iniciales).

• El crecimiento es un fenómeno biológico complejo a través del cual los seres vivos, al mismo tiempo que incrementan su masa, maduran morfológicamente y adquieren progresivamente su capacidad funcional. Se trata de un proceso en el que el ritmo madurativo y el tamaño y forma finales del organismo son el resultado de una interacción compleja y continuada entre genes y ambiente, que en el ser humano se inicia con la fecundación y termina al final de la adolescencia, cuando se sueldan los cartílagos del crecimiento.

• Después del nacimiento la velocidad de crecimiento y el avance madurativo tampoco siguen de forma uniforme. Se pueden diferenciar 3 períodos, con diferentes características:

• Primera infancia (2 primeros años de vida) • Período de crecimiento estable (desde los 3 años

hasta el comienzo del estirón puberal) • Pubertad y adolescencia (el incremento del

crecimiento en la adolescencia se inicia, en algunas

chicas, tan precozmente como a los 7 u 8 años de edad, y como más tardío a los 12 o 13 años, mientras que en algunas chicas, la edad al momento de la tasa máxima de crecimiento en la estatura (PVA) ocurre, tan temprano como a los 9 o 10 años de edad y en otras, como tardío, a los 13 a 15 años).

• El concepto de maduración relaciona la edad biológica de un individuo con su edad cronológica. El crecimiento biológico y la maduración de una persona no tienen por qué desarrollarse paralelamente a su edad cronológica, habrá una variación, en el nivel de maduración biológica alcanzado.

• En un mismo grupo de edad, algunos niños estarán biológicamente adelantados en relación con su edad cronológica y otros estarán retrasados. Habitualmente esta madurez biológica se entiende en el contexto de la maduración sexual (a través de los caracteres sexuales secundarios), esquelética (a través de la edad ósea) y somática (edad del pico de velocidad de crecimiento o PHV)

• La mayor variabilidad cronológica-biológica se observa entre los 11 años en las mujeres y los 17 años en los hombres, no siendo poco común que niños de 12 años se diferencien de su perspectiva de maduración de hasta 4 años.

• Diversos estudios parecen sugerir que la práctica regular de ejercicio no influyen en el crecimiento estatural del niño. En un niño bien nutrido la estatura estará regulada, principalmente, por su herencia genética.

• En relación a la masa muscular, algunos estudios longitudinales parecen mostrar que los niños activos tenían una mayor masa muscular y menos %graso que los niños con niveles bajos o moderados de actividad física. Estas diferencias en la masa muscular parecen reflejar, en parte, una diferencia asociada a una madurez avanzada

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(reflejado en la edad del PHV y en la madurez ósea).

• En lo referente al % graso corporal, se ha observado que los niños y adolescentes deportistas tienen un menor %graso, en relación con los no deportistas. No obstante, separar los efectos propios del entrenamiento de los asociados a la edad durante el crecimiento normal del adolescente es, cuanto menos, difícil.

• El proceso de maduración ósea de mano y muñeca no parece verse afectado por el entrenamiento deportivo adecuadamente dirigido y controlado.

• Algunos estudios parecen mostrar que practicar ejercicio físico regular, evitar el tabaco y adecuar la ingesta de calcio son factores importantes en una persona joven y sana para un conseguir un adecuado pico de masa ósea y que dicho contenido mineral del hueso se alcanzaban en los jóvenes con los niveles más altos de ejercicio físico.

• El retraso de la menarquía en las deportistas siguen siendo un tema controvertido porque realmente sigue sin conocerse si es una consecuencia directa del entrenamiento. Algunos autores desarrollaron teorías al respecto de la relación entre ejercicio físico intenso antes de la pubertad y su relación con el peso corporal (mínimo o umbral) necesario para desencadenar el comienzo de los ciclos menstruales. No obstante se deben tomar con cautela dichos aspectos.

• A nivel de maduración somática, la edad en que sucede el PHV y la magnitud de ese pico no parecen verse afectadas por la práctica de ejercicio físico regular o por el entrenamiento deportivo.

• El desarrollo de la fuerza máxima parece ocurrir después de los picos en la velocidad de crecimiento de la estatura y del peso de los chicos, sin embargo el patrón de desarrollo de dicha fuerza máxima en chicas no es tan evidente; el pico de desarrollo de la fuerza máxima ocurre más frecuentemente después del PHV, pero existe una variación considerable.

• El VO2 máx. medido en valores absolutos (l02/min), comienza a aumentar alrededor de 5-6 años antes del PHV y continúa aumentando durante el “estirón” puberal. El V02 máx. en sus valores relativos (mlO2/kg/min), es más variable, pero generalmente comienza a declinar alrededor de un año antes del PHV. En las chicas el VO2máx en valores absolutos también comienza a aumentar varios años antes del PHV y continúa

incrementándose durante varios años después del mismo. Los resultados de la medición de los valores relativos son más variables. Comienzan a descender, generalmente, de 2-3 años antes del PHV y continúa descendiendo a lo largo del “estirón” puberal.

• Las fases sensibles parecen demostradas. Quizás lo más adecuado sea mantener una postura ecléctica en el sentido de considerar las fases sensibles como unas etapas recomendables para llevar a cabo el entrenamiento de ciertas capacidades con el fin de evitar riesgos y favorecer el afianzamiento de una reserva de entrenamiento duradera.

• Aunque la fuerza es una capacidad relativamente estable durante la infancia, su predicción a largo plazo es, cuando menos, aventurada. No son muchos los estudios longitudinales disponibles y éstos parecen indicar, un consistente aumento de la fuerza en los niños a través del tiempo. Incluso se ha mostrado un aumento más rápido de la fuerza que del tamaño muscular, posiblemente debido al aumento de la destreza y coordinación, e indicaría la interrelación entre fuerza, coordinación y rendimiento motor en los niños.

• Los cambios fisiológicos de crecimiento muscular en los varones durante las primeras etapas de la pubertad son atribuidos principalmente al incremento de los niveles de andrógenos de los jóvenes. Estos cambios son observados usualmente después de la edad de 11 años, correlacionando con los cambios en los estadios de desarrollo, y son considerados significativos en el crecimiento funcional del tejido muscular.

• El máximo incremento de fuerza parece establecerse entre los 13 y 15 años, bajo la influencia de las hormonas masculinas por lo que respecta a los niños. La diferencia entre sexos aumenta en el último estadio de la adolescencia. La mayoría de las investigaciones científicas indican que los niños pueden incrementar su fuerza muscular por encima y más allá del crecimiento y la maduración, si el programa de entrenamiento de la fuerza es suficiente en duración e intensidad.

• Podríamos afirmar que si son seguidos metodologías y planteamientos del entrenamiento de la fuerza apropiados, los niños y adolescentes pueden mejorar eficazmente sus niveles de salud y aptitud física. La recomendación general es desarrollar un régimen de entrenamiento de la fuerza básico, que no exceda de 20 a 40 minutos por sesión, 2 a 3/semana, realizado en un

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adecuadamente supervisado, realizando como mínimo 1 serie de 6 a 15 repeticiones, en una variedad de ejercicios para el tren superior e inferior, incorporando ambos, ejercicios aislados y multiarticulares.

• Algunos autores establecen períodos claves para el desarrollo de la fuerza rápida y de la resistencia de fuerza entre los 8 y los 12-13 años, el entrenamiento de fuerza máxima debería comenzar a los 12-14 años, mientras que la fuerza rápida podría comenzar un par de años antes (por su incremento en la primera pubertad).

• La velocidad se encuentra influenciada por el desarrollo biológico y el crecimiento, aunque altamente influenciada por el potencial genético.

• Algunos aspectos de la velocidad son mejorables desde edades muy tempranas, como son los casos del Tiempo de Reacción (TR) y la frecuencia de movimiento, al estar relacionados con la maduración del sistema nervioso.

• Las 9/10 partes del crecimiento del cerebro se logra a los 7 años. La maduración (mielinización y funcionalidad) también presenta un comportamiento de rápida evolución, lo que favorece aquellas actividades motoras directamente relacionadas con el sistema nervioso. La enorme plasticidad del sistema nervioso central (SNC) en estas edades (8-10 años), incluso durante la edad prepuberal, hace que esta etapa sea especialmente interesante para entrenamiento de la velocidad

• La velocidad de movimientos parece mejorar generalmente hasta la edad de 12 años en ambos sexos. Después de esta edad, las chicas tienden a disminuir mientras que los muchachos continúan mejorando.

• En deportes o especialidades (incluso sin este enfoque técnico-deportivo) donde el componente de velocidad sea importante, se acrecienta la necesidad de un temprano trabajo de velocidad, por su contribución a la futura composición y potencialidad neuromuscular.

• La velocidad de reacción y rapidez de la frecuencia de movimientos cíclicos deberían desarrollarse entre los 7 y los 12 años. Otras componentes de la velocidad, como la velocidad de desplazamiento y la capacidad de aceleración alcanzan estadios favorables entre los 9 y los 13 años en las chicas y los 14-15 años en los chicos

• Se podría establecer el período de 12-14 años como fase óptima de inicio para el trabajo de velocidad,

llegando al máximo entrenamiento alrededor de los 16-18 años.

• Parece demostrado que el aumento, más pronto y rápido, del metabolismo aeróbico en altas intensidades de trabajo podrían explicar las bajas acumulaciones de lactato en jóvenes. En este sentido, diversas investigaciones bioquímicas sobre esfuerzo infantil, demuestran que el niño muestra una capacidad anaeróbica reducida y una capacidad aeróbica periférica mayor, así como una preferencia mayor en la utilización oxidativa de los lípidos

• En relación a la frecuencia cardiaca y su respuesta en el ejercicio en niños, conviene resaltar que los niños tienen un volumen sistólico menor a todos los niveles de ejercicio. Este déficit es compensado en parte con un mayor aumento de la frecuencia cardíaca, pero no obstante el resultado final es un menor gasto cardíaco para un nivel metabólico dado. Sería necesario insistir en la necesidad de no aplicar los criterios de los adultos a los niños.

• La resistencia aeróbica debería iniciar su entrenamiento en edades tempranas (8-10 años) en ambos sexos, aunque hay quien incluso considera decisivo que el desarrollo de la resistencia comience entre los 5 y los 7 años con ejercicios de carrera. Existen opiniones al respecto de que el período más indicado para el desarrollo de la resistencia aeróbica está entre los 11 y los 14 años

• En relación a la capacidad anaeróbica nos encontramos con que independientemente de la forma en que se realice la comparación tanto los niños como las niñas resultan deficientes en relación a los valores de los adultos.

• Al no acumular tanto lactato la recuperación de los niños resulta ser más rápida que en los adultos, pero tiene la contrapartida de que su intensidad de trabajo es menor. La llamada deuda de oxígeno es más pequeña y la recuperación más rápida. Al parecer el primero en demostrar que el lactato sanguíneo de los niños-submáximo o máximo- era menor que en los adultos, fue Robinson en 1938 (citado por Bar-Or, 2003).

• La capacidad glucolítica es significativamente menor en niños por una limitada actividad enzimática, debido a la baja cantidad de enzimas esenciales en la glucólisis anaeróbica, como la Glucógeno-Fosforilasa, la Fosfofructokinasa (PFK) y la Lactato-deshidrogenasa (LDH).

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• Los esfuerzos de carácter anaeróbico láctico postergarán su tratamiento específico hasta después de los 15-16 años, si bien pueden realizarse con precaución y esporádicamente, ya que la máxima capacidad lactácida no se desarrolla hasta aproximadamente esa edad. Parecen no existir efectos negativos sobre el organismo por la participación de esfuerzos anaeróbicos en jóvenes

ACTIVIDADES PROPUESTAS

Actividad 1 Realice una lectura comprensiva de la sección correspondiente a la unidad 1 del material: Del Rosso S. (2011). Entrenamiento de las Capacidades Condicionales en Niños y Adolescentes. Córdoba: Material principal G-SE. Curso de posgrado de Entrenamiento en Poblaciones Infanto Juveniles. Complemente con la lectura del siguiente artículo: Naclerio, F. (2007). Entrenamiento de la fuerza y potencia en niños y jóvenes. G-SE Premium. 18/04/07. g-se.com/a/740. Actividad 2 Revise las curvas de velocidad de crecimiento en talla y peso e intente describir cada una de las porciones de estas curvas identificando los puntos más importantes.

PARTICIPACIÓN EN FOROS

Lo invitamos a participar en el Foro de Actividades, realizando su aporte en el marco de la consigna presentada por su tutor en dicho espacio.

GLOSARIO

Activación pliométrica: (plio=mayor / métrica=medida), referida a la activación muscular

inadecuadamente denominada “excéntrica” (más referida a “no tener un centro en común o “fuera de centro”), donde la tensión que genera el músculo es menor que la resistencia externa que se le aplica, por lo que el músculo se distiende. Debido a su aceptación en la comunidad científica, se acepta la utilización del término “excéntrico”, aunque existe unanimidad en la sustitución progresiva de dichos términos. No confundir con la pliometría (como método de entrenamiento) más referida a un CEA (ciclo estiramiento-acortamiento). Actividad física: aquel movimiento que supone un incremento de la actividad metabólica basal. Amenorrea: ausencia de hemorragia menstrual de manera prolongada y que puede afectar a mujeres de cualquier edad. Capacidad de rendimiento máximo: máximo porcentaje del potencial de adaptación genético conseguido hasta la fecha. Capacidades anatómico-estructurales: aquellas capacidades condicionales con dependencia preferencial sobre las estructuras anatómicas (sistema músculo-ligamentoso y articular, fundamentalmente la flexibilidad y manifestaciones). Capacidades bioenergéticas: aquellas capacidades condicionales con dependencia preferencial sobre el sistema neurofisiológico de disponibilidad y utilización de energía (resistencia y sus manifestaciones). Capacidades neuromusculares: aquellas capacidades condicionales con dependencia preferencial sobre el sistema neuromuscular (la fuerza y velocidad con sus respectivas manifestaciones). Carácter de esfuerzo: componente de la intensidad en el entrenamiento con resistencias, que viene determinado por el número de repeticiones que hacemos o dejamos de hacer en una serie. Ciclo menstrual: es un ciclo reproductor caracterizado por un cambio radical, periódico, de la mucosa del útero y que finaliza con el sangrado menstrual. El ciclo menstrual dura unos 28 días, aunque se considera normal también entre los 21 y los 35. Empieza el primer día del sangrado (de lo que entendemos por la regla) y finaliza el día anterior a la siguiente regla.

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Crecimiento: Se refiere al aumento (mesurable-observable) del tamaño del cuerpo en general, o de alguna de sus partes. Se define, generalmente, a partir del aumento de la estatura, del peso o por la variación en la composición corporal. Déficit de adaptación: diferencia entre potencial de adaptación genético y capacidad de rendimiento máximo Diferencia Arterio-Venosa de O2: La diferencia en el contenido de oxígeno entre la sangre arterial y la sangre venosa mezclada, que refleja la cantidad de oxígeno eliminada por los tejidos. Dinámica: estudio de los factores asociados con los sistemas de movimiento Disnea: dificultad para respirar Eje de rotación: la línea imaginaria o punto alrededor del cual un cuerpo o segmento rota Eje longitudinal : línea imaginaria que corre a lo largo de la longitud de un cuerpo o segmento Ejercicio físico: aquella actividad física programa, estructurada y cuyo objetivo es adquirir, mantener o mejorar uno o más componentes de la forma física. Elástica: propiedad de un cuerpo que causa que vuelva a la forma original luego de deformarse Energía cinética: habilidad de un cuerpo de producir trabajo en virtud de su movimiento Equilibrio : el estado de un sistema cuyo movimiento no está siendo cambiado, acelerado o desacelerado Espacial: hace referencia a un conjunto de planos y ejes definidos en relación a un espacio tridimensional Estática: estudio de los factores asociados con sistemas que no están en movimiento Estrógenos: hormonas producidas por los ovarios, que estimulan al útero para que construya un fino revestimiento o forro (endometrio) para poder alojar al óvulo fecundado e iniciar así el embarazo. Los estrógenos se producen durante la fase de maduración del óvulo (cuando aún está dentro del ovario).

Externo: fuera de un sistema de fuerza definido. Que causa o tiene a causar un cambio en el movimiento o en la forma de un cuerpo. Fase crítica: período delimitado dentro de una fase sensible durante la cual deben aplicarse estímulos si aún se quieren obtener los efectos de desarrollo deseados. Fase sensible: periodos de la vida en los cuales se adquieren muy rápidamente modelos específicos de comportamiento, vinculados con el ambiente, y en los cuales se evidencia, por tanto, una elevada sensibilidad del organismo hacia determinadas experiencias. Siendo estas fases cronológicamente delimitadas y predeterminadas de modo biogenético. Fluido Extracelular: El 34-40% del agua del cuerpo se halla fuera de las células; e incluye el fluido intersticial, el plasma de la sangre, la linfa, el fluido crebroespinal y otros fluidos Fluido Intracelular : Aproximadamente el 60-65% del total de agua corporal se halla contenida en las células. Fosfocreatina: Un compuesto altamente energético que desempeña una función crítica proporcionando energía para la acción muscular manteniendo la concentración de ATP Fracción de Eyección: La fracción de sangre bombeada fuera del ventrículo izquierdo con cada contracción, determinada al dividir el volumen sistólico final y multiplicándola por 100. Frecuencia Cardíaca Máxima de Reserva: La diferencia entre la frecuencia cardíaca máxima y la frecuencia cardíaca de reposo Frecuencia Cardíaca Máxima: El valor más alto de frecuencia cardíaca que se puede observar durante un esfuerzo máximo hasta el agotamiento Fuerza de reacción: una fuerza igual y opuesta ejercida por un segundo cuerpo sobre el primero en respuesta a una fuerza aplicada por el primero sobre el segundo Fuerza normal: fuerza dirigida en forma perpendicular a la superficie

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Fuerza: habilidad de un músculo o grupo muscular para ejercer tensión contra una resistencia Gasto Cardíaco (Q): El volumen sanguíneo bombeado fuera del corazón por minuto. Q = frecuencia cardíaca x volumen sistólico. Glucogénesis: conversión de glucosa en glucógeno Glucogenólisis: conversión del glucógeno en glucosa Glucólisis: serie de pasos del metabolismo de la glucosa que producen la degradación de la misma en ácido pirúvico y ácido láctico Hematócrito: el porcentaje de glóbulos rojos en el volumen sanguíneo total. Hemoconcentración: Un incremento relativo (no absoluto) en la masa de glóbulos rojos por unidad de volumen sanguíneo, consecuencia de una reducción en el volumen plasmático. Hemodilución: Incremento en el plasma sanguíneo consecuencia de la disolución de los contenidos celulares de la sangre. Hiperventilación: Ritmo respiratorio o volumen respiratorio superior al necesario para una función normal. Impulso: producto de la magnitud de una fuerza o torque y su tiempo de aplicación Inercia: resistencia de un cuerpo a cambiar su estado de movimiento Interno : dentro de un sistema definido Ion: Partículas cargadas formadas por la transferencia de electrones de un elemento o por la combinación de elementos con otro elemento o por la combinación de elementos. Isótopo: átomos de un elemento que tienen distinta masa. Lateral : se refiere a un lado alejado de la línea media longitudinal del cuerpo o segmento corporal

Maduración: se refiere al tiempo y sincronización de los procesos que llevan a la madurez biológica. Cada individuo nace con su propio reloj biológico que regula su progresión hacia el estado de madurez. El concepto de maduración relaciona la edad biológica de un individuo con su edad cronológica. Madurez ósea: probablemente sea el mejor método para la valoración de la edad biológica o el estado de maduración del niño. El progreso de maduración del esqueleto de un niño se estudia mediante la comparación de una placa de rayos X de su mano-muñeca izquierda con modelos de los que se conoce su edad ósea, su maduración. Madurez sexual: está basada en el estudio del desarrollo de los caracteres sexuales secundarios; desarrollo del pecho y menarquía en chicas, desarrollo del pene y testículos en niños, y del vello pubiano en ambos sexos (expresados en estadios del 1 a 5 de Tanner). Madurez somática: el indicador más utilizado de madurez somática en estudios longitudinales de la pubertad es la edad en la que se produce el pico de velocidad de crecimiento (PHV), o edad de máximo crecimiento durante la etapa de “estirón” del adolescente. Masa: medición de la inercia de un cuerpo, la cantidad de materia en el cuerpo Medial: se refiere al lado cercano a la línea media longitudinal de un cuerpo o segmento Menarquia: aparición de la primera menstruación. Metabolismo Aeróbico: Proceso que tiene lugar en las mitocondrias en el que se utiliza oxígeno para producir energía (ATP). Conocido también como respiración celular Movilidad : facilidad con la cual una articulación o una serie de articulaciones, se mueven después de ser restringidas por las estructuras que las rodean. Patrón de movimiento: una serie general de movimientos anatómicos que tienen elementos comunes de configuración espacial tal como los movimientos de segmentos que ocurren en el mismo plano de movimiento.

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Peso: atracción de la fuerza gravitacional de la tierra sobre la masa de un cuerpo Placebo: Una sustancia inactiva proporcionada normalmente de un modo idéntico a una sustancia activa, generalmente para probar los resultados reales comparándolos con los imaginarios. Potencia: el producto de una fuerza aplicada y la velocidad con la cual es aplicada; la cantidad de trabajo realizado por unidad de tiempo Potencial adaptación genético: capacidad potencial que determina las posibilidades adaptativas a nivel psico-biológico. Es determinado en gran medida por el componente genético. Progesterona: tras la ovulación estas hormonas hacen que el revestimiento del útero crezca más (con el objeto de alojar al óvulo fecundado). Si el óvulo no es fertilizado, descienden los niveles de progesterona, lo que provoca la descamación o desprendimiento del endometrio (menstruación). Proximal: se refiere al final de un segmento, hueso o inserción muscular que está cercano al eje del esqueleto. Radiación: La transferencia de calor mediante ondas electromagnéticas Rango de movimiento: la cantidad total de desplazamiento angular a través del cual dos segmentos adyacentes pueden moverse. Rapidez: la magnitud del desplazamiento de un cuerpo por unidad de tiempo sin considerar la dirección Rectilíneo: hace referencia a un movimiento que se produce a lo largo de una línea recta Reserva actual de adaptación: capacidad de mejora de adaptación o posibilidad de progresión en un ciclo de entrenamiento. Reserva de rendimiento: porcentaje de rendimiento máximo que no es utilizado en una sesión de entrenamiento. Respuesta Aguda: Una respuesta fisiológica en una sesión individual de ejercicio

Ritmo Metabólico Basal: El ritmo más bajo del metabolismo corporal (utilización de fuentes energéticas) que puede sostener la vida después de dormir toda una noche en un laboratorio bajo condiciones óptimas de tranquilidad, reposo y relajación. Sagital: hace referencia al plano que divide a un cuerpo o segmento en las porciones derecha e izquierda Salud: concepto dinámico que se establece entre un contínuom de niveles altos/bajos de enfermedad y bienestar físico, mental y social. Sistema: cuerpo o grupo de cuerpos cuyo estado de movimiento está siendo examinado Técnica: un tipo particular o variación del rendimiento de la misma destreza Tensión concéntrica: contracción de un músculo durante la cual el músculo se acorta y provoca el movimiento en uno o más de los segmentos a los cuales está insertado. Tensión excéntrica: la contracción de un músculo durante la cual la longitud del músculo se incremente y resiste el movimiento del segmento. Tensión isométrica: contracción muscular durante la cual no se produce un movimiento de los segmentos Testosterona: La testosterona es un andrógeno, esteroide, probablemente producidos por las células de Leydig, pero también sintetizados en otros tejidos a partir de los andrógenos circulantes. La testosterona puede ser aromatizada en varios tejidos para formar estradiol, de tal manera que en el hombre es normal una producción diaria de 50 microgramos. El exceso absoluto o relativo de estradiol en el hombre puede provocar feminización. Torque: fuerza rotatoria o giratoria; el producto de la fuerza y la distancia perpendicular desde la línea de acción de la fuerza al eje de rotación Trabajo : la fuerza aplicada a un cuerpo multiplicado por la distancia a través de la cual la fuerza es aplicada. Trayectoria: la vía aérea seguida por un proyectil

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Umbral Anaeróbico: El punto en el que las demandas metabólicas del ejercicio ya no pueden seguir siendo satisfechas por las fuentes aeróbicas disponibles y en el que se produce un aumento en el metabolismo anaeróbico reflejado por un incremento de la concentración de lactato en sangre. Umbral de Lactato: Punto en el que el lactato sanguíneo comienza a acumularse por encima de los niveles de reposo durante un ejercicio de intensidad creciente. Umbral: La cantidad de estímulo mínimo necesario para obtener una respuesta. Velocidad: rapidez y dirección de un cuerpo VO2máx: La máxima capacidad para el consumo de oxígeno por parte del cuerpo durante la realización de

esfuerzos máximos. Se conoce también como potencia aeróbica, absorción máxima de oxígeno, consumo máximo de oxígeno y resistencia cardiorrespiratoria. Volumen Diastólico Final: el volumen sanguíneo dentro del ventrículo izquierdo al final de una diástole, justo antes de la contracción. Volumen Sistólico Final: Volumen sanguíneo que queda en el ventrículo izquierdo al final de la sístole, justo después de la contracción. Volumen Sistólico: Cantidad de sangre eyectada desde el ventrículo izquierdo durante la contracción; es la diferencia entre el volumen diastólico final y el volumen sistólico final.

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