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42 DÍAS Y UN SUEÑO ALTA RUTA PIRENAICA EN FEMENINO SINGULAR Elisa Pulla Escobar ediciones Editorial Octaedro Andalucía

42 días y un sueño · Y de paso me enamoré del Pirineo. ... Y me juré que volvería, verano tras verano, ... dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-

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42 DÍAS Y UN SUEÑO

ALTA RUTA PIRENAICA EN FEMENINO SINGULAR

Elisa Pulla Escobar

edicionesEditorial Octaedro Andalucía

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Page 2: 42 días y un sueño · Y de paso me enamoré del Pirineo. ... Y me juré que volvería, verano tras verano, ... dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-

“Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”

María Zambrano

“El poder de la marea está en cada ola”

Nick Vajuice

v

Primera edición: noviembre de 2016

© Elisa Pulla Escobar, 2016

©  De esta edición:Ediciones Octaedro Andalucía - Ediciones Mágina, S.L.Pol. Ind. Virgen de las NievesPaseo del Lino, 6 – 18110 Las Gabias – GranadaTel.: 958 553 324 – Fax: 9958 553 [email protected][email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-945342-4-9Depósito legal: GR 1243-2016-2016

Diseño, fotografías y material gráfico: Elisa Pulla Escobar

Impresión: Prodigitalk

Impreso en España – Printed in Spain

42 días y un sueño: Alta Ruta Pirenaica en femenino singular

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“Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”

María Zambrano

“El poder de la marea está en cada ola”

Nick Vajuice

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7

Día42LLANÇÁPág. 234

2.Día4ERRATZUPág. 33

3.Día8COL DE BAGARGUI (Selva de Iraty)Pág. 60

4.Día12CANDANCHÚPág. 80

5.Día16S. NICOLÁS DE BUJARUELOPág. 104

6.Día19CENTRAL DE BARROSA Pág. 120

7.Día23VIELLA (Boca sur del túnel)Pág. 138

8.Día26PORT DE LA BONAIGUAPág. 152

9.Día30PLA DE BOETPág. 174

10.Día33PORTÉ-PUYMORENSPág. 188

11.Día38COLL D’ARESPág. 214

1.Día1HENDAYAPág. 16 F R A N C I A

E S P A Ñ A

EL VIAJE

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Día 42LLANÇÁPág. 234

2. Día 4ERRATZUPág. 33

3. Día 8COL DE BAGARGUI (Selva de Iraty)Pág. 60

4. Día12CANDANCHÚPág. 80

5. Día 16S. NICOLÁS DE BUJARUELOPág. 104

6. Día 19CENTRAL DE BARROSA Pág. 120

7. Día 23VIELLA (Boca sur del túnel)Pág. 138

8. Día 26PORT DE LA BONAIGUAPág. 152

9. Día 30PLA DE BOETPág. 174

10. Día 33PORTÉ-PUYMORENSPág. 188

11. Día 38COLL D’ARESPág. 214

1. Día 1HENDAYAPág. 16 F R A N C I A

E S P A Ñ A

EL VIAJE

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INTRODUCCIÓN 10

1. DÍAS 1-3: ¿QUIÉN DIJO MIEDO? 14

Día 1: Hendaya-Col de Lizuniaga 16

Día 2: Col de Lizuniaga-Urdax 22

Día 3: Urdax-Erratzu 28

2. DÍAS 4-7: DE HAYAS Y PEREGRINOS 32

Día 4: Erratzu-Urepel 34

Día 5: Urepel-Auritz (Burguete) 40

Día 6: Auritz (Burguete)-Egurguy 46

Día 7: Egurguy-Col de Bagargui 52

3. DÍAS 8-11: A 2000 METROS 58

Día 8: Col de Bagargui-Portillo de la Pista 60

Día 9: Portillo de la Pista-Hoya del Portillo de Lara 64

Día 10: Hoya del Portillo de Lara-Guarrinza 68

Día 11: Guarrinza-Candanchú 74

4. DÍAS 12-15: ENTRE ROCAS 78

Día 12: Candanchú-Refugio de Pombie 80

Día 13: Refugio de Pombie-Refugio de Respomuso 86

Día 14: Refugio de Respomuso-Baños de Panticosa 92

Día 15: Baños de Panticosa-San Nicolás de Bujaruelo 98

5. DÍAS 16-18: BIENVENIDOS AL CIRCO 102

Día 16: San Nicolás de Bujaruelo-Gavarnie 104

Día 17: Gavarnie-Hèas 110

Día 18: Hèas-Hospital de Parzán 114

6. DÍAS 19-22: EL PASO DEL ECUADOR 118

Día 19: Central de Barrosa-Viadós 120

Día 20: Viadós-Benasque (Pte. San Jaime) 124

Día 21: Benasque (Pte. San Jaime)-Artiga de Lin 128

Día 22: Artiga de Lin-Bosque de Baricauva 132

7. DÍAS 23-25: UN PAÍS DE AGUA 136

Día 23: Viella (Boca sur túnel)-Refugio de la Restanca 138

Día 24: Refugio de la Restanca-Port de Ratera 142

Día 25: Port de Ratera-Port de la Bonaigua 146

8. DÍAS 26-29: CONMIGO MISMA 150

Día 26: Port de la Bonaigua-Alos d’Isil 152

Día 27: Alos d’Isil-Bordas de Graus 156

Día 28: Bordas de Graus-Refugio de Certascán 162

Día 29: Refugio de Certascán-Refugio de Vallferrera 166

ÍNDICE9. DÍAS 30-32: UNA VASCA EN ANDORRA 172

Día 30: Pla de Boet-Refugio de Sorteny 174

Día 31: Refugio de Sorteny-Soldeu 178

Día 32: Soldeu-Porté-Puymorens 182

10. DÍAS 33-37: ÚLTIMAS CUMBRES 186

Día 33: Porté-Puymorens-Les Bouillouses 188

Día 34: Les Bouillouses-Eyne 194

Día 35: Eyne-Santuario de Nuria 198

Día 36: Santuario de Nuria-Vallter 2000 202

Día 37: Vallter 2000-Nôtre Dame du Coral 206

11. DÍAS 38-42: SANGRE, SUDOR Y ORGULLO 212

Día 38: Coll d’Ares-Coustouges 214

Día 39: Coustouges-Mare de Déu de les Salines 222

Día 40: Mare de Déu de les Salines-La Jonquera 226

Día 41: La Jonquera-Coll de Banyuls 230

Día 42: Coll de Banyuls-Llançà 234

EPÍLOGO: ENTRE BENASQUE Y EL VALLE DE ARÁN 240

AGRADECIMIENTOS 248

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INTRODUCCIÓN 10

1. DÍAS 1-3: ¿QUIÉN DIJO MIEDO? 14

Día 1: Hendaya-Col de Lizuniaga 16

Día 2: Col de Lizuniaga-Urdax 22

Día 3: Urdax-Erratzu 28

2. DÍAS 4-7: DE HAYAS Y PEREGRINOS 32

Día 4: Erratzu-Urepel 34

Día 5: Urepel-Auritz (Burguete) 40

Día 6: Auritz (Burguete)-Egurguy 46

Día 7: Egurguy-Col de Bagargui 52

3. DÍAS 8-11: A 2000 METROS 58

Día 8: Col de Bagargui-Portillo de la Pista 60

Día 9: Portillo de la Pista-Hoya del Portillo de Lara 64

Día 10: Hoya del Portillo de Lara-Guarrinza 68

Día 11: Guarrinza-Candanchú 74

4. DÍAS 12-15: ENTRE ROCAS 78

Día 12: Candanchú-Refugio de Pombie 80

Día 13: Refugio de Pombie-Refugio de Respomuso 86

Día 14: Refugio de Respomuso-Baños de Panticosa 92

Día 15: Baños de Panticosa-San Nicolás de Bujaruelo 98

5. DÍAS 16-18: BIENVENIDOS AL CIRCO 102

Día 16: San Nicolás de Bujaruelo-Gavarnie 104

Día 17: Gavarnie-Hèas 110

Día 18: Hèas-Hospital de Parzán 114

6. DÍAS 19-22: EL PASO DEL ECUADOR 118

Día 19: Central de Barrosa-Viadós 120

Día 20: Viadós-Benasque (Pte. San Jaime) 124

Día 21: Benasque (Pte. San Jaime)-Artiga de Lin 128

Día 22: Artiga de Lin-Bosque de Baricauva 132

7. DÍAS 23-25: UN PAÍS DE AGUA 136

Día 23: Viella (Boca sur túnel)-Refugio de la Restanca 138

Día 24: Refugio de la Restanca-Port de Ratera 142

Día 25: Port de Ratera-Port de la Bonaigua 146

8. DÍAS 26-29: CONMIGO MISMA 150

Día 26: Port de la Bonaigua-Alos d’Isil 152

Día 27: Alos d’Isil-Bordas de Graus 156

Día 28: Bordas de Graus-Refugio de Certascán 162

Día 29: Refugio de Certascán-Refugio de Vallferrera 166

ÍNDICE9. DÍAS 30-32: UNA VASCA EN ANDORRA 172

Día 30: Pla de Boet-Refugio de Sorteny 174

Día 31: Refugio de Sorteny-Soldeu 178

Día 32: Soldeu-Porté-Puymorens 182

10. DÍAS 33-37: ÚLTIMAS CUMBRES 186

Día 33: Porté-Puymorens-Les Bouillouses 188

Día 34: Les Bouillouses-Eyne 194

Día 35: Eyne-Santuario de Nuria 198

Día 36: Santuario de Nuria-Vallter 2000 202

Día 37: Vallter 2000-Nôtre Dame du Coral 206

11. DÍAS 38-42: SANGRE, SUDOR Y ORGULLO 212

Día 38: Coll d’Ares-Coustouges 214

Día 39: Coustouges-Mare de Déu de les Salines 222

Día 40: Mare de Déu de les Salines-La Jonquera 226

Día 41: La Jonquera-Coll de Banyuls 230

Día 42: Coll de Banyuls-Llançà 234

EPÍLOGO: ENTRE BENASQUE Y EL VALLE DE ARÁN 240

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Page 8: 42 días y un sueño · Y de paso me enamoré del Pirineo. ... Y me juré que volvería, verano tras verano, ... dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-

Hace nueve años descubrí, casi a la fuerza, la magia del viajar sola. Y de paso me enamoré del Pirineo. ¿Fue una locura fortui-ta, una intuición, una búsqueda inconsciente? No sé qué fue, pero algo me llevó a embarcarme en una travesía de seis días a pie con una empresa, Atlas Natura, de la cual, por aquel en-tonces, no sabía absolutamente nada. Pagué por adelantado y viajé al norte para echar a andar con un pequeño grupo de va-riopintos desconocidos.

La experiencia me marcó por su belleza, su intensidad y su du-reza. Pero sobre todo, por su poder de hacerme sentir plena. Andando siempre tras los pies de un compañero y siguiendo las banderillas naranjas con las que el guía señalaba el cami-no, conocí a gente maravillosa y recorrí paisajes insospecha-dos que me parecieron de otra dimensión, de otro planeta.

El camino y solo el camino. Sin pensar en cuánto queda ni a dónde se va, solo en caminar y en avanzar. Y dormir y andar

de nuevo. Y en medio, entre subidas interminables y bajadas más interminables todavía, el increíble espectáculo de la natu-raleza y la charla con todos esos desconocidos que, desde en-tonces, se convirtieron en entrañables amigos.

Poco después aprendí que la ruta en la que me había embarca-do era parte de una de las variantes de la Alta Ruta Pirenaica (ARP), la travesía más larga y dura de los Pirineos, la que discu-rre por la linea divisoria entre las aguas que se dirigen a Fran-cia y aquellas que vierten su caudal a España. Una ruta de aproximadamente 900 kilómetros de longitud y con unos 45.000 metros de desnivel acumulado que precisa, de media, 42 días para ser recorrida. Y me juré que volvería, verano tras verano, hasta completarla. Y así empezó todo.

Pero antes de que pudiera terminarla, en mi tercera cita anual pirenaica, conocí la historia de Lola Hernando, una mujer per-fectamente «normal» y anónima que había andado de costa a

INTRODUCCIÓN

x

x

costa de un tirón y ¡sola! Y desde ese momento, una nueva idea se instaló en mi mente: yo también quería hacerlo. ¡Tenía que hacerlo! Porque si andar seis días en grupo cada verano me resultaba tan increíblemente enriquecedor ¿qué no sería hacer la travesía completa en solitario? Compré el libro de la ARP de Desnivel y empecé a soñar.

La idea fue creciendo en mí. Y el germen inicial aparentemen-te utópico fue, poco a poco, materializándose como algo no solo posible sino absolutamente imprescindible. Y eso a pesar de la estupefacción de muchos de mis amigos a quienes ha costado, y cuesta, entender mi gusto por el viajar en solitario. Sin embargo, para mí, sola es la única forma de andar con to-dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-ra de encontrar el ritmo adecuado. Pero además, y desde aque-llos primeros viajes unipersonales de los meses posteriores a mi divorcio, sé que para tomar conciencia absoluta de un viaje necesito vivirlo en soledad.

Durante el verano de 2014 empecé a repetirme, cual mantra, que el siguiente verano sería el momento. Y a fuerza de repetír-melo empecé a creérmelo. Y a fuerza de decirlo en voz alta comencé a estar segura de que, en 2015, mis dos meses de va-caciones veraniegas se dedicarían, única y exclusivamente, a afrontar el reto. Y aunque la llegada del tan esperado verano me pilló sin preparación física alguna y por tanto abocada a confiar en mi resistencia y rezando para que no me surgieran más problemas físicos que el cansancio o las agujetas, sí tuve

tiempo de hacerme con todo lo necesario (¡bendito internet!). ¿Qué llevar? Siempre, y dentro de lo posible, lo más ligero: tienda, saco, ropa de abrigo, colchoneta, frontal, GPS... Lamen-tablemente, la cámara de fotos tuvo que quedarse en casa y ser sustituida por iphone y ipad que, aunque maravillosos, no han permitido que la calidad de las imágenes de este libro sea la que hubiera deseado.

Finalmente, y ya con el equipo en mano, conté además con la ayuda inestimable de Ramon. Gracias a él y a la mucha pacien-cia y esfuerzo que, me consta, dedicó en su día a rescatar y “restaurar” los tracks procedentes de Françesc Blasco, el indó-mito, experto e inusual guía de Atlas Natura; gracias a su am-plísima colección de mapas en pdf (que he hecho mía); y gra-cias también a su generosidad a la hora de facilitármelo todo, conseguí ponerme en marcha sin (demasiado) temor a perder-me a la primera de cambio. Y eso que fui advertida de que en algunos casos la restauración de los tracks (la mayoría de ellos procedentes de antiguos, casi arqueológicos, GPSs) había im-plicado su rediseño sobre el mapa. Aún así, la confianza en mi fuente y en su conocimiento del terreno pudo más que mis miedos a todos esos caminos de montaña que siempre había recorrido siguiendo a alguien pero sin saber muy bien ni dón-de estaba ni a dónde iba.

Nunca dudé de la dificultad del reto ni tampoco de que este haría surgir todos mis miedos y fantasmas. Igualmente, asumí que habría problemas y días en los que desearía tirar la toalla.

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Hace nueve años descubrí, casi a la fuerza, la magia del viajar sola. Y de paso me enamoré del Pirineo. ¿Fue una locura fortui-ta, una intuición, una búsqueda inconsciente? No sé qué fue, pero algo me llevó a embarcarme en una travesía de seis días a pie con una empresa, Atlas Natura, de la cual, por aquel en-tonces, no sabía absolutamente nada. Pagué por adelantado y viajé al norte para echar a andar con un pequeño grupo de va-riopintos desconocidos.

La experiencia me marcó por su belleza, su intensidad y su du-reza. Pero sobre todo, por su poder de hacerme sentir plena. Andando siempre tras los pies de un compañero y siguiendo las banderillas naranjas con las que el guía señalaba el cami-no, conocí a gente maravillosa y recorrí paisajes insospecha-dos que me parecieron de otra dimensión, de otro planeta.

El camino y solo el camino. Sin pensar en cuánto queda ni a dónde se va, solo en caminar y en avanzar. Y dormir y andar

de nuevo. Y en medio, entre subidas interminables y bajadas más interminables todavía, el increíble espectáculo de la natu-raleza y la charla con todos esos desconocidos que, desde en-tonces, se convirtieron en entrañables amigos.

Poco después aprendí que la ruta en la que me había embarca-do era parte de una de las variantes de la Alta Ruta Pirenaica (ARP), la travesía más larga y dura de los Pirineos, la que discu-rre por la linea divisoria entre las aguas que se dirigen a Fran-cia y aquellas que vierten su caudal a España. Una ruta de aproximadamente 900 kilómetros de longitud y con unos 45.000 metros de desnivel acumulado que precisa, de media, 42 días para ser recorrida. Y me juré que volvería, verano tras verano, hasta completarla. Y así empezó todo.

Pero antes de que pudiera terminarla, en mi tercera cita anual pirenaica, conocí la historia de Lola Hernando, una mujer per-fectamente «normal» y anónima que había andado de costa a

INTRODUCCIÓN

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costa de un tirón y ¡sola! Y desde ese momento, una nueva idea se instaló en mi mente: yo también quería hacerlo. ¡Tenía que hacerlo! Porque si andar seis días en grupo cada verano me resultaba tan increíblemente enriquecedor ¿qué no sería hacer la travesía completa en solitario? Compré el libro de la ARP de Desnivel y empecé a soñar.

La idea fue creciendo en mí. Y el germen inicial aparentemen-te utópico fue, poco a poco, materializándose como algo no solo posible sino absolutamente imprescindible. Y eso a pesar de la estupefacción de muchos de mis amigos a quienes ha costado, y cuesta, entender mi gusto por el viajar en solitario. Sin embargo, para mí, sola es la única forma de andar con to-dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-ra de encontrar el ritmo adecuado. Pero además, y desde aque-llos primeros viajes unipersonales de los meses posteriores a mi divorcio, sé que para tomar conciencia absoluta de un viaje necesito vivirlo en soledad.

Durante el verano de 2014 empecé a repetirme, cual mantra, que el siguiente verano sería el momento. Y a fuerza de repetír-melo empecé a creérmelo. Y a fuerza de decirlo en voz alta comencé a estar segura de que, en 2015, mis dos meses de va-caciones veraniegas se dedicarían, única y exclusivamente, a afrontar el reto. Y aunque la llegada del tan esperado verano me pilló sin preparación física alguna y por tanto abocada a confiar en mi resistencia y rezando para que no me surgieran más problemas físicos que el cansancio o las agujetas, sí tuve

tiempo de hacerme con todo lo necesario (¡bendito internet!). ¿Qué llevar? Siempre, y dentro de lo posible, lo más ligero: tienda, saco, ropa de abrigo, colchoneta, frontal, GPS... Lamen-tablemente, la cámara de fotos tuvo que quedarse en casa y ser sustituida por iphone y ipad que, aunque maravillosos, no han permitido que la calidad de las imágenes de este libro sea la que hubiera deseado.

Finalmente, y ya con el equipo en mano, conté además con la ayuda inestimable de Ramon. Gracias a él y a la mucha pacien-cia y esfuerzo que, me consta, dedicó en su día a rescatar y “restaurar” los tracks procedentes de Françesc Blasco, el indó-mito, experto e inusual guía de Atlas Natura; gracias a su am-plísima colección de mapas en pdf (que he hecho mía); y gra-cias también a su generosidad a la hora de facilitármelo todo, conseguí ponerme en marcha sin (demasiado) temor a perder-me a la primera de cambio. Y eso que fui advertida de que en algunos casos la restauración de los tracks (la mayoría de ellos procedentes de antiguos, casi arqueológicos, GPSs) había im-plicado su rediseño sobre el mapa. Aún así, la confianza en mi fuente y en su conocimiento del terreno pudo más que mis miedos a todos esos caminos de montaña que siempre había recorrido siguiendo a alguien pero sin saber muy bien ni dón-de estaba ni a dónde iba.

Nunca dudé de la dificultad del reto ni tampoco de que este haría surgir todos mis miedos y fantasmas. Igualmente, asumí que habría problemas y días en los que desearía tirar la toalla.

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Page 10: 42 días y un sueño · Y de paso me enamoré del Pirineo. ... Y me juré que volvería, verano tras verano, ... dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-

Pero el miedo más importante fue sin duda, en todo momento, el de no conseguirlo, el de que mi cuerpo se rebelara y dijera ¡basta!, el de que me lesionara o me accidentara, o el de que la montaña se volviera rabiosa y arremetiera contra mí en for-ma de lluvia, frío o tormentas. Pero aun así, y aun llena de du-das, y después de años de espera, llegó el momento.

Este libro es el testimonio de un verano extraordinario en el que por fin pude materializar mi sueño. No pretende ser un libro técnico aunque son muchos los datos técnicos que, siem-pre tratados con el mayor rigor posible, se presentan en él. Las múltiples variantes respecto a la toponimia y las alturas que se encuentran en los mapas y las diferencias de estas últimas con las mediciones tomadas por mi GPS han hecho que tenga que tomar algunas decisiones al respecto: mantengo en lo posible la toponimia en los idiomas originales y, en cuanto a las altu-ras, doy preferencia, siempre que es posible, a las aportadas por mi propio GPS.

Aun así, y aunque no se trate, estrictamente hablando, de un libro técnico, este libro sí puede ser un referente para quienes

busquen una aproximación a la experiencia de la ARP, porque es, sobre todo, el diario de una travesía. De una travesía afron-tada, en este caso, con tranquilidad y libertad y en la que prác-ticamente la única obligación autoimpuesta es la de completar-la toda a pie, pero que, a pesar de ello, conlleva, como toda travesía larga y dura, un ponerse a prueba tanto física como emocionalmente.

Y como diario que es, es un libro pensado, sentido y escrito desde el interior. Un viaje paralelo al viaje mismo en el que se suceden el temor, la euforia, el desaliento, la superación, el dolor, la risa o el orgullo. Es un vagar del pensamiento a través de bienestares y malestares, de sensaciones y anécdotas, de sombras del pasado y promesas de futuro. Y es también una sucesión de gentes y de paisajes espectaculares que engrande-cen y anonadan el alma por igual reduciendo al espectador a mero súbdito de una naturaleza que se revela, a cada paso, grandiosa. Es el libro de un viaje, de mi viaje. ¿O quizás el de todos los viajes?

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Pero el miedo más importante fue sin duda, en todo momento, el de no conseguirlo, el de que mi cuerpo se rebelara y dijera ¡basta!, el de que me lesionara o me accidentara, o el de que la montaña se volviera rabiosa y arremetiera contra mí en for-ma de lluvia, frío o tormentas. Pero aun así, y aun llena de du-das, y después de años de espera, llegó el momento.

Este libro es el testimonio de un verano extraordinario en el que por fin pude materializar mi sueño. No pretende ser un libro técnico aunque son muchos los datos técnicos que, siem-pre tratados con el mayor rigor posible, se presentan en él. Las múltiples variantes respecto a la toponimia y las alturas que se encuentran en los mapas y las diferencias de estas últimas con las mediciones tomadas por mi GPS han hecho que tenga que tomar algunas decisiones al respecto: mantengo en lo posible la toponimia en los idiomas originales y, en cuanto a las altu-ras, doy preferencia, siempre que es posible, a las aportadas por mi propio GPS.

Aun así, y aunque no se trate, estrictamente hablando, de un libro técnico, este libro sí puede ser un referente para quienes

busquen una aproximación a la experiencia de la ARP, porque es, sobre todo, el diario de una travesía. De una travesía afron-tada, en este caso, con tranquilidad y libertad y en la que prác-ticamente la única obligación autoimpuesta es la de completar-la toda a pie, pero que, a pesar de ello, conlleva, como toda travesía larga y dura, un ponerse a prueba tanto física como emocionalmente.

Y como diario que es, es un libro pensado, sentido y escrito desde el interior. Un viaje paralelo al viaje mismo en el que se suceden el temor, la euforia, el desaliento, la superación, el dolor, la risa o el orgullo. Es un vagar del pensamiento a través de bienestares y malestares, de sensaciones y anécdotas, de sombras del pasado y promesas de futuro. Y es también una sucesión de gentes y de paisajes espectaculares que engrande-cen y anonadan el alma por igual reduciendo al espectador a mero súbdito de una naturaleza que se revela, a cada paso, grandiosa. Es el libro de un viaje, de mi viaje. ¿O quizás el de todos los viajes?

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Amanece en Hendaya. He dormido en una pensión infame donde me han dado un desayuno horroroso y desde ayer estoy fuera de mi cuerpo. No soy yo. Veo desde lejos y casi con burla a ese ser que actúa de forma semiautomática y que convive con la incertidumbre y con el nerviosis-mo. La inseguridad está ahí y es muy fuer-te. Demasiadas «primeras veces» juntas.

DÍAS 1-3

¿QUIÉN DIJO MIEDO?

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Amanece en Hendaya. He dormido en una pensión infame donde me han dado un desayuno horroroso y desde ayer estoy fuera de mi cuerpo. No soy yo. Veo desde lejos y casi con burla a ese ser que actúa de forma semiautomática y que convive con la incertidumbre y con el nerviosis-mo. La inseguridad está ahí y es muy fuer-te. Demasiadas «primeras veces» juntas.

DÍAS 1-3

¿QUIÉN DIJO MIEDO?

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Es la primera vez que emprendo un viaje de tantos días. Es la primera vez que hago una travesía por mon-taña con una mochila de más de do-ce kilos a cuestas. También es la pri-mera vez que mi guía es un GPS y además es la primera vez que mane-jo uno. Es la primera vez que planeo un viaje que incluye noches de acampada libre y días en que come-ré y cenaré tan solo lo que lleve en-cima. Es la primera vez que le pido un esfuerzo tan grande a mi cuerpo

23,6 km1030 m de ascensión

acumulada7,5 h

3. Xoldoko Gaina486m

4. Osingo Lepoa316m 5. Mandale

515m 6. Col de Ibardín322m2. Biriatu

149m

1. Hendaya0m

7. Col de Lizuniaga227m

BIARRITZCabo Híguer

Larrún 905m

HENDAYA

IRÚN2

1

34

5 6

VERA DE BIDASOA

Col de Lizuniaga7

DÍA 1: Hendaya - Col de Lizuniaga

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MEDITERRÁNEO

ATLÁNTICO

y encima lo hago ahora, cuando la cincuentena acecha y ya no me siento tan capaz como solía. Y además, y para horror de algunos, es la primera vez que hago todo esto en solitario.

Son las siete y media de la mañana y hace un día precioso de verano. Cojo un taxi que me lleva justo al punto de partida, el Casino de Hendaya, en la desembocadura del Bidasoa. Aquí nacen dos de las tres grandes travesías de los Pirineos: el GR10 y la Alta Ruta Pirenaica. El taxista me pregunta cuál de las dos hago y me escucho decir ¡como si realmente me lo creyera! que la segunda, la ARP. Aquí y ahora, y a pesar de todas mis ganas, el reto parece imposible.

Porque me siento una farsante con mi mochila recién estrena-da y el resto del equipo todavía por estrenar. Y tengo miedo. No de lo que me pueda pasar pero sí de no conseguirlo. Ten-go miedo de no poder, de que me duelan los pies o las rodi-llas (no sería la primera vez), de lesionarme, de que la mochi-la sea insoportable, del frío y de la lluvia. Miedo, sí, pero tam-bién muchísima ilusión y esperanza. Porque por fin estoy aquí empezando algo con lo que llevo años soñando. Y todo está por hacer. Y aunque no he tenido tiempo de preparar el viaje como se merece, tengo la certeza de que el camino se hace andando. Es increíblemente emocionante.

Y las torpezas de pardilla se acumulan una detrás de otra: re-ordenando la mochila se me cae el GPS entre las rocas de la playa (¡menos mal que lo recupero sin problemas!); no veo la

señal de inicio del camino y paso un rato dudando de si ten-go que ir a la derecha o a la izquierda; aunque estoy acostum-brada a los mapas, no lo estoy tanto a los mapas de montaña y mucho menos a la visión reducida que me muestra el GPS y que debo afrontar con una presbicia más que incipiente; no sé cómo conseguir llevar la ipad a mano sin que me incordie (planeo que me sirva de cámara de fotos y llevo en ella más de una veintena de mapas en pdf); interpreto mal las señales y pienso que el camino tuerce cuando en realidad sigue recto… En fin, un desastre.

Pero aún así empiezo a andar y a disfrutar. Voy despacio por gusto, por mirar, por palpar y saborear todo lo que me rodea, pero también porque sé que mi única posibilidad de conse-guirlo pasa por no quemarme a la primera. Y empiezo a transi-tar por Hendaya. Primero al lado del mar, y enseguida hacia el interior, cuesta arriba.

Subiendo por las calles miro a todos mis congéneres mochile-ros. No soy ni mucho menos la única y me admira la seguri-dad que el resto parece desprender. ¿Daré yo la misma impre-sión? Mucho me temo que no. Todos confluimos durante los primeros kilómetros: los que hacemos la Alta Ruta y los que hacen el GR10; quienes pretendemos no parar hasta el Medi-terráneo (¡qué locura de pretensión!) y quienes afrontan el pri-mero de unos pocos días de travesía. Los miro e intento adivi-nar quién hace qué, quién es novato como yo y quién está ya en la categoría de los expertos.

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I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 1

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Es la primera vez que emprendo un viaje de tantos días. Es la primera vez que hago una travesía por mon-taña con una mochila de más de do-ce kilos a cuestas. También es la pri-mera vez que mi guía es un GPS y además es la primera vez que mane-jo uno. Es la primera vez que planeo un viaje que incluye noches de acampada libre y días en que come-ré y cenaré tan solo lo que lleve en-cima. Es la primera vez que le pido un esfuerzo tan grande a mi cuerpo

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23,6 km1030 m de ascensión

acumulada7,5 h

3. Xoldoko Gaina486m

4. Osingo Lepoa316m 5. Mandale

515m 6. Col de Ibardín322m2. Biriatu

149m

1. Hendaya0m

7. Col de Lizuniaga227m

BIARRITZCabo Híguer

Larrún 905m

HENDAYA

IRÚN2

1

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VERA DE BIDASOA

Col de Lizuniaga7

DÍA 1: Hendaya - Col de Lizuniaga

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MEDITERRÁNEO

ATLÁNTICO

y encima lo hago ahora, cuando la cincuentena acecha y ya no me siento tan capaz como solía. Y además, y para horror de algunos, es la primera vez que hago todo esto en solitario.

Son las siete y media de la mañana y hace un día precioso de verano. Cojo un taxi que me lleva justo al punto de partida, el Casino de Hendaya, en la desembocadura del Bidasoa. Aquí nacen dos de las tres grandes travesías de los Pirineos: el GR10 y la Alta Ruta Pirenaica. El taxista me pregunta cuál de las dos hago y me escucho decir ¡como si realmente me lo creyera! que la segunda, la ARP. Aquí y ahora, y a pesar de todas mis ganas, el reto parece imposible.

Porque me siento una farsante con mi mochila recién estrena-da y el resto del equipo todavía por estrenar. Y tengo miedo. No de lo que me pueda pasar pero sí de no conseguirlo. Ten-go miedo de no poder, de que me duelan los pies o las rodi-llas (no sería la primera vez), de lesionarme, de que la mochi-la sea insoportable, del frío y de la lluvia. Miedo, sí, pero tam-bién muchísima ilusión y esperanza. Porque por fin estoy aquí empezando algo con lo que llevo años soñando. Y todo está por hacer. Y aunque no he tenido tiempo de preparar el viaje como se merece, tengo la certeza de que el camino se hace andando. Es increíblemente emocionante.

Y las torpezas de pardilla se acumulan una detrás de otra: re-ordenando la mochila se me cae el GPS entre las rocas de la playa (¡menos mal que lo recupero sin problemas!); no veo la

señal de inicio del camino y paso un rato dudando de si ten-go que ir a la derecha o a la izquierda; aunque estoy acostum-brada a los mapas, no lo estoy tanto a los mapas de montaña y mucho menos a la visión reducida que me muestra el GPS y que debo afrontar con una presbicia más que incipiente; no sé cómo conseguir llevar la ipad a mano sin que me incordie (planeo que me sirva de cámara de fotos y llevo en ella más de una veintena de mapas en pdf); interpreto mal las señales y pienso que el camino tuerce cuando en realidad sigue recto… En fin, un desastre.

Pero aún así empiezo a andar y a disfrutar. Voy despacio por gusto, por mirar, por palpar y saborear todo lo que me rodea, pero también porque sé que mi única posibilidad de conse-guirlo pasa por no quemarme a la primera. Y empiezo a transi-tar por Hendaya. Primero al lado del mar, y enseguida hacia el interior, cuesta arriba.

Subiendo por las calles miro a todos mis congéneres mochile-ros. No soy ni mucho menos la única y me admira la seguri-dad que el resto parece desprender. ¿Daré yo la misma impre-sión? Mucho me temo que no. Todos confluimos durante los primeros kilómetros: los que hacemos la Alta Ruta y los que hacen el GR10; quienes pretendemos no parar hasta el Medi-terráneo (¡qué locura de pretensión!) y quienes afrontan el pri-mero de unos pocos días de travesía. Los miro e intento adivi-nar quién hace qué, quién es novato como yo y quién está ya en la categoría de los expertos.

I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 1

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La Bahía del Bidasoa es un placer para los

sentidos

Pero escudriñar, observar y evaluar al prójimo no deja de res-ponder a un sentido competitivo absurdo puesto que nada es-tá hecho. Al sur, al otro lado del Bidasoa, quedan, junto a la vista de Hondarribia y el Cabo Higuer, quienes han escogido el GR11 para su travesía.

El taxista, un enamorado de mi ciudad, Cuenca, me ha prome-tido que me acostumbraré a la mochila, ¿a quién pretende en-gañar? Se lo he agradecido y he optado por creérmelo, pero no funciona. No es posible acostumbrarse de un día para otro a doce kilos de más y no quiero ni pensar en lo que será subir con este peso algunas de las pendientes que sé que me espe-ran. ¡Inconcebible! Eso sí, habrá, al menos, que intentarlo.

En esta primera etapa, y como «aperitivo», debería ascender al Larrun, 905m de altura que, añadidos al resto de la etapa, darían cerca de 1400m de desnivel positivo y muchas horas de marcha. Por mucho que confíe en mi resistencia, es una barbaridad. Hasta la guía de Desnivel advierte de que subir al Larrun convierte esta en una de las etapas más duras de toda la travesía, y hasta la «bestia» que es Françesc reserva el La-rrun para el segundo día. Teniendo en cuenta que soy una más que cuarentañera urbanita, que llego sin haber tenido tiempo de prepararme físicamente y que mi pretensión es utili-zar las primeras etapas, más llanas, como «calentamiento», mucho me temo que, por esta vez, me quedaré sin subir a tan emblemática cima. Una pena, pero otra vez será.

Andar, caminar, subir, sentir el cuerpo, poner un pie detrás del otro… La primera vez que paro me doy cuenta de que he hecho ¡más de ocho kilómetros! ¡No está nada mal! ¡A ver si mi taxista iba a tener razón! No pienso en que es menos de la centésima parte de lo que tendré que hacer en los próximos ¿cuarenta, cincuenta días? Ni tampoco cuento con que la eu-foria inicial llega a las once de la mañana de un día extrema-damente caluroso justo cuando la maleza de helechos da pa-so a un monte pelado cuya pendiente, en mi deplorable esta-do físico, se me antoja un mundo.

Y empiezo a pasarlo mal. El calor, acentuado por mi mala elección de vestuario (pantalones negros, largos, gruesos) se suma al peso de la mochila y al «peso» de charlar al tiempo con Anne, una chica francesa que anda también sola por el GR10 porque su madre, que la iba a acompañar, ha tenido que abandonar casi nada más salir (¡hay gente que mide me-nos que yo!). Para mi vergüenza, en un par de ocasiones me tengo que dejar caer al lado del camino, desplomada sobre la mochila, porque no puedo más. Es agotador. Sudo como no recuerdo haber sudado nunca. Y en mi cabeza resuena un nombre visto en el mapa: los Altos de Mandale. Es aquí don-de estoy y lo bueno es que sé que después, aunque no sé cal-cular en cuánto tiempo, llegaré al Col de Ibardín, donde po-dré repostar como es debido antes de seguir. Paciencia. Tran-quilidad. Calor. Un inmenso y sabrosísimo bocadillo de lomo con pimientos acompañado de cerveza aguardándome en la

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La Bahía del Bidasoaes un placer para los

sentidos

Pero escudriñar, observar y evaluar al prójimo no deja de res-ponder a un sentido competitivo absurdo puesto que nada es-tá hecho. Al sur, al otro lado del Bidasoa, quedan, junto a la vista de Hondarribia y el Cabo Higuer, quienes han escogido el GR11 para su travesía.

El taxista, un enamorado de mi ciudad, Cuenca, me ha prome-tido que me acostumbraré a la mochila, ¿a quién pretende en-gañar? Se lo he agradecido y he optado por creérmelo, pero no funciona. No es posible acostumbrarse de un día para otro a doce kilos de más y no quiero ni pensar en lo que será subir con este peso algunas de las pendientes que sé que me espe-ran. ¡Inconcebible! Eso sí, habrá, al menos, que intentarlo.

En esta primera etapa, y como «aperitivo», debería ascender al Larrun, 905m de altura que, añadidos al resto de la etapa, darían cerca de 1400m de desnivel positivo y muchas horas de marcha. Por mucho que confíe en mi resistencia, es una barbaridad. Hasta la guía de Desnivel advierte de que subir al Larrun convierte esta en una de las etapas más duras de toda la travesía, y hasta la «bestia» que es Françesc reserva el La-rrun para el segundo día. Teniendo en cuenta que soy una más que cuarentañera urbanita, que llego sin haber tenido tiempo de prepararme físicamente y que mi pretensión es utili-zar las primeras etapas, más llanas, como «calentamiento», mucho me temo que, por esta vez, me quedaré sin subir a tan emblemática cima. Una pena, pero otra vez será.

Andar, caminar, subir, sentir el cuerpo, poner un pie detrás del otro… La primera vez que paro me doy cuenta de que he hecho ¡más de ocho kilómetros! ¡No está nada mal! ¡A ver si mi taxista iba a tener razón! No pienso en que es menos de la centésima parte de lo que tendré que hacer en los próximos ¿cuarenta, cincuenta días? Ni tampoco cuento con que la eu-foria inicial llega a las once de la mañana de un día extrema-damente caluroso justo cuando la maleza de helechos da pa-so a un monte pelado cuya pendiente, en mi deplorable esta-do físico, se me antoja un mundo.

Y empiezo a pasarlo mal. El calor, acentuado por mi mala elección de vestuario (pantalones negros, largos, gruesos) se suma al peso de la mochila y al «peso» de charlar al tiempo con Anne, una chica francesa que anda también sola por el GR10 porque su madre, que la iba a acompañar, ha tenido que abandonar casi nada más salir (¡hay gente que mide me-nos que yo!). Para mi vergüenza, en un par de ocasiones me tengo que dejar caer al lado del camino, desplomada sobre la mochila, porque no puedo más. Es agotador. Sudo como no recuerdo haber sudado nunca. Y en mi cabeza resuena un nombre visto en el mapa: los Altos de Mandale. Es aquí don-de estoy y lo bueno es que sé que después, aunque no sé cal-cular en cuánto tiempo, llegaré al Col de Ibardín, donde po-dré repostar como es debido antes de seguir. Paciencia. Tran-quilidad. Calor. Un inmenso y sabrosísimo bocadillo de lomo con pimientos acompañado de cerveza aguardándome en la

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primera venta que encuentro nada más llegar al colla-do. Hace mucho que no como tanto ni con tanta ham-bre. Son las tres de la tarde. Anne se despide. Continúa ruta hacia un camping cercano donde reencontrará a su madre. Está preocupada.

Al empezar el descenso comienza el dolor. Sordo pero certero, suave pero totalmente identificable. Ese dolor de rodilla ¿de menisco? que en alguna ocasión me ha obligado a abandonar travesías y en alguna otra a atibo-rrarme de ibuprofenos para poder seguir. Es deprimente y empiezo a mortificarme: ¿Por qué no he parado antes? ¿Por qué no me he preparado más? Sé que siempre apa-rece en bajadas largas y duras pero ¿Por qué, si esta vez no ha habido ningún descenso brusco? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué tan pronto? ¡Mierda!

El final se me hace largo. Solo puedo pensar en cómo pisar y en cómo distribuir el peso del cuerpo mientras me autoconvenzo de que tantas horas de yoga me han tenido que servir para algo. «Estira la pierna»... «Echa el peso atrás»... «Apoya toda la planta del pie»... «Mantén la calma»… «Parece que funciona»…. «Al menos no va

20

Y al fondo: el Larrun

42 DÍAS Y UN SUEÑO

a peor»… «Vamos a echar agua fría a ver qué pa-sa»… ¡Al final la mochila no era lo peor!

Lo importante es que finalmente cumplo mi obje-tivo de llegar al Col de Lizuniaga, aunque ahora mismo estoy reventada y el prometido hostal con el que he estado soñando todo el día ¡está cerra-do! Me toca hacer acampada libre al lado de cuatro jovencitos franceses que me informan de que no hay ni fuente ni río cercanos donde ali-viar el terrible olor que a estas horas me acompa-ña. Así que estrenaré mi flamante tienda, mi fla-mante colchoneta y mi flamante saco, los impreg-naré de un horrible tufillo para siempre jamás y me prepararé para mi primera vez de dormir sola en una tienda en medio del monte. Por lo de-

más, el paisaje es idílico. En lo que debería ser el hostal entrenan un par de aizkolaris. Cortan, con-junta y acompasadamente, un grueso tronco. To-do está verde, la tarde es luminosa y en los alre-dedores pastan caballos y potros cuyos cencerros acompañarán mi sueño. Me siento satisfecha de mí misma y termino el día escribiendo, consul-tando la ruta de mañana y, aprovechando que hay cobertura, hablando con mi madre y con mi hermana. La una está, literalmente, horrorizada. La otra, temerosa de que por la noche me ata-quen manadas de animales salvajes. ¿Quién dijo que la familia nos tenía que entender? Yo estoy tranquila. No sé si por el paisaje, por el cansan-cio, o por la seguridad que da el saber que estoy haciendo lo que realmente quiero.

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Mi cama de hoy

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primera venta que encuentro nada más llegar al colla-do. Hace mucho que no como tanto ni con tanta ham-bre. Son las tres de la tarde. Anne se despide. Continúa ruta hacia un camping cercano donde reencontrará a su madre. Está preocupada.

Al empezar el descenso comienza el dolor. Sordo pero certero, suave pero totalmente identificable. Ese dolor de rodilla ¿de menisco? que en alguna ocasión me ha obligado a abandonar travesías y en alguna otra a atibo-rrarme de ibuprofenos para poder seguir. Es deprimente y empiezo a mortificarme: ¿Por qué no he parado antes? ¿Por qué no me he preparado más? Sé que siempre apa-rece en bajadas largas y duras pero ¿Por qué, si esta vez no ha habido ningún descenso brusco? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué tan pronto? ¡Mierda!

El final se me hace largo. Solo puedo pensar en cómo pisar y en cómo distribuir el peso del cuerpo mientras me autoconvenzo de que tantas horas de yoga me han tenido que servir para algo. «Estira la pierna»... «Echa el peso atrás»... «Apoya toda la planta del pie»... «Mantén la calma»… «Parece que funciona»…. «Al menos no va

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Y al fondo: el Larrun

42 DÍAS Y UN SUEÑO

a peor»… «Vamos a echar agua fría a ver qué pa-sa»… ¡Al final la mochila no era lo peor!

Lo importante es que finalmente cumplo mi obje-tivo de llegar al Col de Lizuniaga, aunque ahora mismo estoy reventada y el prometido hostal con el que he estado soñando todo el día ¡está cerra-do! Me toca hacer acampada libre al lado de cuatro jovencitos franceses que me informan de que no hay ni fuente ni río cercanos donde ali-viar el terrible olor que a estas horas me acompa-ña. Así que estrenaré mi flamante tienda, mi fla-mante colchoneta y mi flamante saco, los impreg-naré de un horrible tufillo para siempre jamás y me prepararé para mi primera vez de dormir sola en una tienda en medio del monte. Por lo de-

más, el paisaje es idílico. En lo que debería ser el hostal entrenan un par de aizkolaris. Cortan, con-junta y acompasadamente, un grueso tronco. To-do está verde, la tarde es luminosa y en los alre-dedores pastan caballos y potros cuyos cencerros acompañarán mi sueño. Me siento satisfecha de mí misma y termino el día escribiendo, consul-tando la ruta de mañana y, aprovechando que hay cobertura, hablando con mi madre y con mi hermana. La una está, literalmente, horrorizada. La otra, temerosa de que por la noche me ata-quen manadas de animales salvajes. ¿Quién dijo que la familia nos tenía que entender? Yo estoy tranquila. No sé si por el paisaje, por el cansan-cio, o por la seguridad que da el saber que estoy haciendo lo que realmente quiero.

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Mi cama de hoy

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Tras una noche cálida y tranquila, disfruto de un amanecer impagable. Mis jóvenes vecinos han aban-donado muy temprano el precioso prado en el que hemos dormido y lo han dejado entero para mí sola. Me siento feliz. Encantada con mi tienda y mi colcho-neta nuevas, aunque pre-guntándome si no me ha-bré pasado de previsora comprando un saco de dor-mir de plumas y, también,

1. Col de Lizuniaga227m

3. Col de Nabarlatz485m 4. Zugarramundi

220m2. Col de Lizarrieta440m

5. Txirripa201m

6. Urdax102m

MEDITERRÁNEO

ATLÁNTICO

Cuevas de Zugarramundi

Atxuria 759m

1

623

4ZUGARRAMUNDI 5

DANTXARINEA

Col de Lizuninaga

URDAX

ETXALAR

19 km603 m de ascensión acumulada

7 h

DÍA 2: Col de Lizuniaga - Urdax

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si a fuerza de días, el olor a vinagre que mi sudor ha dejado en la suave y delicada sábana-saco de seda conseguirá suavi-zarse. De momento, ni me planteo cambiarme de camiseta hasta que no me pueda lavar en condiciones. ¡Un solo día y ya me siento semisalvaje! ¡Increíble! Y en compañía de mi te-rrible olor echo a andar a paso de tortuga con la certeza de que hoy y mañana serán días menos duros que el de ayer.

Después de consultar las rutas del libro de la ARP de Desnivel y los tracks de Françesc, he decidido hacer algo diferente (¿ya empiezo con los inventos?). Cuando llegue al Collado de Na-varlatz, en vez de seguir rumbo sur por el GR11 y después gi-rar al este hacia Azpilikueta, seguiré dirección noreste, hacia Zugarramundi, y desde allí a Urdax, descartando la opción quizá más «ortodoxa» pero menos lineal que pasa por Bida-rray.

Un corredor despistado me pregunta el camino y en el primer collado reaparecen mis jóvenes y madrugadores compañeros nocturnos que se han perdido y llevan más de dos horas de retraso. Lo siento por ellos pero su error me da ánimo. ¡Parece que no soy tan pardilla! O al menos parece que los hay más pardillos que yo. Vale, no es mérito mío. Sin el GPS estaría perdida dentro de esta maraña de caminos mal señalizados. Incluso con él, y aunque parece que le voy cogiendo el truco, en alguna ocasión acabo andando por senderos tan estrechos e incómodos que me llevan a menudo a pensar que me estoy equivocando.

Todo es verde. Está nublado y la temperatura es agradable. Pe-ro los helechos, que alcanzan el metro y medio de altura, han pasado de ser bonitos a convertirse en una auténtica plaga que lo inunda todo y que, lo que es peor, da cobijo a miles de insectos hambrientos –tábanos, mosquitos gigantes, o lo que quiera que sean– que agazapados esperan, ávidos, mi paso. ¡Y yo con pantalón corto! ¡Definitivamente no acierto en la elección de vestuario! Soy presa fácil para estos monstruos de actitud desafiante que no se asustan ni aún cuando los sor-prendo en plena succión. Agitarse no vale de nada y apartar-los tampoco. Vuelven una y otra vez. ¡Dios! Al principio no hago mucho caso porque la picadura casi no se nota, pero po-co a poco descubro lo intensa y persistente que puede ser la comezón de su veneno. ¿Será que mi olor les atrae? ¿O será el olor de la pulsera antimosquitos que llevo puesta y que muestra, a la primera oportunidad, su absoluta ineficacia?

A pesar del terrible incordio del andar rascándome continua-mente, o mejor, intentando no rascarme, lo más duro de hoy no son las picaduras. Lo más duro y deprimente es mi rodilla. Me duele. Y eso me sume en un más que profundo desánimo. ¿Tendré que dejarlo? ¡No quiero rendirme tan pronto! ¡No puedo abandonar nada más empezar! Como ayer, me enco-miendo al yoga y creo escuchar a mi querida Dagmar, en su extraño acento mitad alemán, mitad sevillano, dándome ins-trucciones: «baja el coxis», «sube las rótulas», «gira los mus-los hacia dentro», «los hombros atrás», «estira las piernas», «separa las orejas de los hombros», «“elonga” el cuerpo…»

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Tras una noche cálida y tranquila, disfruto de un amanecer impagable. Mis jóvenes vecinos han aban-donado muy temprano el precioso prado en el que hemos dormido y lo han dejado entero para mí sola. Me siento feliz. Encantada con mi tienda y mi colcho-neta nuevas, aunque pre-guntándome si no me ha-bré pasado de previsoracomprando un saco de dor-mir de plumas y, también,

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1. Col de Lizuniaga227m

3. Col de Nabarlatz485m 4. Zugarramundi

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5. Txirripa201m

6. Urdax102m

MEDITERRÁNEO

ATLÁNTICO

Cuevas de Zugarramundi

Atxuria 759m

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4ZUGARRAMUNDI 5

DANTXARINEA

Col de Lizuninaga

URDAX

ETXALAR

19 km603 m de ascensión acumulada

7 h

DÍA 2: Col de Lizuniaga - Urdax

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si a fuerza de días, el olor a vinagre que mi sudor ha dejado en la suave y delicada sábana-saco de seda conseguirá suavi-zarse. De momento, ni me planteo cambiarme de camiseta hasta que no me pueda lavar en condiciones. ¡Un solo día y ya me siento semisalvaje! ¡Increíble! Y en compañía de mi te-rrible olor echo a andar a paso de tortuga con la certeza de que hoy y mañana serán días menos duros que el de ayer.

Después de consultar las rutas del libro de la ARP de Desnivel y los tracks de Françesc, he decidido hacer algo diferente (¿ya empiezo con los inventos?). Cuando llegue al Collado de Na-varlatz, en vez de seguir rumbo sur por el GR11 y después gi-rar al este hacia Azpilikueta, seguiré dirección noreste, hacia Zugarramundi, y desde allí a Urdax, descartando la opción quizá más «ortodoxa» pero menos lineal que pasa por Bida-rray.

Un corredor despistado me pregunta el camino y en el primer collado reaparecen mis jóvenes y madrugadores compañeros nocturnos que se han perdido y llevan más de dos horas de retraso. Lo siento por ellos pero su error me da ánimo. ¡Parece que no soy tan pardilla! O al menos parece que los hay más pardillos que yo. Vale, no es mérito mío. Sin el GPS estaría perdida dentro de esta maraña de caminos mal señalizados. Incluso con él, y aunque parece que le voy cogiendo el truco, en alguna ocasión acabo andando por senderos tan estrechos e incómodos que me llevan a menudo a pensar que me estoy equivocando.

Todo es verde. Está nublado y la temperatura es agradable. Pe-ro los helechos, que alcanzan el metro y medio de altura, han pasado de ser bonitos a convertirse en una auténtica plaga que lo inunda todo y que, lo que es peor, da cobijo a miles de insectos hambrientos –tábanos, mosquitos gigantes, o lo que quiera que sean– que agazapados esperan, ávidos, mi paso. ¡Y yo con pantalón corto! ¡Definitivamente no acierto en la elección de vestuario! Soy presa fácil para estos monstruos de actitud desafiante que no se asustan ni aún cuando los sor-prendo en plena succión. Agitarse no vale de nada y apartar-los tampoco. Vuelven una y otra vez. ¡Dios! Al principio no hago mucho caso porque la picadura casi no se nota, pero po-co a poco descubro lo intensa y persistente que puede ser la comezón de su veneno. ¿Será que mi olor les atrae? ¿O será el olor de la pulsera antimosquitos que llevo puesta y que muestra, a la primera oportunidad, su absoluta ineficacia?

A pesar del terrible incordio del andar rascándome continua-mente, o mejor, intentando no rascarme, lo más duro de hoy no son las picaduras. Lo más duro y deprimente es mi rodilla. Me duele. Y eso me sume en un más que profundo desánimo. ¿Tendré que dejarlo? ¡No quiero rendirme tan pronto! ¡No puedo abandonar nada más empezar! Como ayer, me enco-miendo al yoga y creo escuchar a mi querida Dagmar, en su extraño acento mitad alemán, mitad sevillano, dándome ins-trucciones: «baja el coxis», «sube las rótulas», «gira los mus-los hacia dentro», «los hombros atrás», «estira las piernas», «separa las orejas de los hombros», «“elonga” el cuerpo…»

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I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 2

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Page 22: 42 días y un sueño · Y de paso me enamoré del Pirineo. ... Y me juré que volvería, verano tras verano, ... dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-

Entre helechos, dolores y picores

¡La postura de la montaña! Para mi alivio, parece que sigue funcionando, aunque requiere un grandí-simo esfuerzo mental por mi parte, especialmente en las bajadas.

Debatiéndome entre el dolor y el picor no puedo disfrutar del paisaje como se merece. ¡Menuda pu-tada! Porque paso por collados de preciosas vistas y por un par de bosques auténticamente mágicos, de cuento de hadas. O de brujas, según se mire, que para eso hoy la ruta pasa por Zugarramundi. Cuando llego al famoso pueblo mi estado es nada más que regular. La bajada hasta aquí, muy empi-nada e incómoda, ha sido una prueba de fuego pa-ra la rodilla. Tengo hambre. Y aunque soy conscien-te de mi olor, no me resisto a la tentación de la cer-veza y la comida caliente, así que elijo un restau-

rante con terraza e intento sentarme lo más lejos posible de cualquier otro comensal. Creo que me miran raro. ¡No me extraña!

Y después, a Urdax con la barriga llena. Y lo que parecía corto y sencillo, se convierte en largo y complicado ya que me empeño en evitar la carrete-ra y buscar el camino paralelo que aparece en el mapa. Encontrarlo es una locura. Demasiado estre-cho y demasiado escondido. Pero después de va-rias tentativas y varios kilómetros de más, por fin lo consigo. Y lo sigo hasta casi el final…. Pero, ¿qué es esto?… ¿Un tractor?....¡Un tractor amarillo, viejo y abandonado cortando el camino!… ¿Quién ha-brá sido el zoquete que lo ha dejado aquí?… ¿Al-guien quiere desalentar a los excursionistas?… Si no es así, desde luego lo parece. ¿Opciones? Po-

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I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 2

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Turbera de Arxuri

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Entre helechos, dolores y picores

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¡La postura de la montaña! Para mi alivio, parece que sigue funcionando, aunque requiere un grandí-simo esfuerzo mental por mi parte, especialmente en las bajadas.

Debatiéndome entre el dolor y el picor no puedo disfrutar del paisaje como se merece. ¡Menuda pu-tada! Porque paso por collados de preciosas vistas y por un par de bosques auténticamente mágicos, de cuento de hadas. O de brujas, según se mire, que para eso hoy la ruta pasa por Zugarramundi. Cuando llego al famoso pueblo mi estado es nada más que regular. La bajada hasta aquí, muy empi-nada e incómoda, ha sido una prueba de fuego pa-ra la rodilla. Tengo hambre. Y aunque soy conscien-te de mi olor, no me resisto a la tentación de la cer-veza y la comida caliente, así que elijo un restau-

rante con terraza e intento sentarme lo más lejos posible de cualquier otro comensal. Creo que me miran raro. ¡No me extraña!

Y después, a Urdax con la barriga llena. Y lo que parecía corto y sencillo, se convierte en largo y complicado ya que me empeño en evitar la carrete-ra y buscar el camino paralelo que aparece en el mapa. Encontrarlo es una locura. Demasiado estre-cho y demasiado escondido. Pero después de va-rias tentativas y varios kilómetros de más, por fin lo consigo. Y lo sigo hasta casi el final…. Pero, ¿qué es esto?… ¿Un tractor?....¡Un tractor amarillo, viejo y abandonado cortando el camino!… ¿Quién ha-brá sido el zoquete que lo ha dejado aquí?… ¿Al-guien quiere desalentar a los excursionistas?… Si no es así, desde luego lo parece. ¿Opciones? Po-

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I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 2

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Turbera de Arxuri

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cas. No hay ningún otro paso alternativo. O retrocedo, o salto y veo qué hay detrás. Y la verdad es que es peor pensarlo que hacerlo, así que trepo y «destrepo» y me cabreo y me acuer-do de la pareja que viene detrás de mí y que, sin duda, tendrá que dar la vuelta (no les veo un físico «salta tractores», la ver-dad). Con el obstáculo salvado, el camino se abre y mis sospe-chas de que alguien lo ha puesto allí con toda la mala leche del mundo se acentúan, pero me alegro al encontrar por fin señales que me conducen a mi destino, Urdax. Allí me espera el paraíso en forma de farmacia. Compro más Fisiocream (pa-ra la rodilla, por si acaso), repelente de mosquitos y algo para aliviar las picaduras que me siguen martirizando. No exagero

si digo que son cerca de cincuenta repartidas entre brazos y piernas y que, a fuerza de rascarme, empiezan a convertirse en heridas que, no obstante, ¡siguen picando a rabiar!.

Y esta noche, nueva aventura a la hora de buscar alojamiento: hay un hostal rural pero está lleno y la zona de acampada li-bre de la que habla el libro de Desnivel ya no existe. Sin em-bargo, hay un monasterio en el centro del pueblo que es tam-bién albergue para quienes hacen el camino baztanés de San-tiago (la segunda etapa termina aquí). Se supone que solo pue-den dormir peregrinos con acreditación, pero el cansancio –y la curiosidad de ver hasta dónde puedo llegar insistiendo– ha-

¿Quién habrá sido el zoquete malintencionado que ha dejado este

cacharro en medio del camino?

42 DÍAS Y UN SUEÑO

cen que me ponga lo suficientemente pesada co-mo para conseguir que me dejen quedarme: cin-co euros por una litera en dormitorio compartido en el que solo estamos cinco personas. Una de ellas, Valentina.

Valentina es una chica venezolana que vive en Barcelona y que andará sola hasta Pamplona. Es simpática y hablamos un rato. Se asombra de sa-ber que hay algo que no es el Camino de Santia-go y yo me asombro aún más de escuchar ¡que no sabe lo que son los Pirineos! ¿Eso es posible?

¿Que no tiene ni idea de por dónde camina y que solo sabe que tiene que seguir las flechas amarillas? ¡Y luego me dicen a mí que soy valien-te!

Ducharme, lavar la ropa, enchufar y recargar to-dos mis aparatos (móvil, ipad y GPS), dar un pa-seo por este pueblo precioso, cenar una ensalada estupenda y coger unos cuantos sobres de vina-gre del restaurante como medida de emergencia para calmar los picores. Cosas sencillas que hoy son un verdadero lujo.

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Claustro del monasterio y albergue de peregrinos de Urdax

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cas. No hay ningún otro paso alternativo. O retrocedo, o salto y veo qué hay detrás. Y la verdad es que es peor pensarlo que hacerlo, así que trepo y «destrepo» y me cabreo y me acuer-do de la pareja que viene detrás de mí y que, sin duda, tendrá que dar la vuelta (no les veo un físico «salta tractores», la ver-dad). Con el obstáculo salvado, el camino se abre y mis sospe-chas de que alguien lo ha puesto allí con toda la mala leche del mundo se acentúan, pero me alegro al encontrar por fin señales que me conducen a mi destino, Urdax. Allí me espera el paraíso en forma de farmacia. Compro más Fisiocream (pa-ra la rodilla, por si acaso), repelente de mosquitos y algo para aliviar las picaduras que me siguen martirizando. No exagero

si digo que son cerca de cincuenta repartidas entre brazos y piernas y que, a fuerza de rascarme, empiezan a convertirse en heridas que, no obstante, ¡siguen picando a rabiar!.

Y esta noche, nueva aventura a la hora de buscar alojamiento: hay un hostal rural pero está lleno y la zona de acampada li-bre de la que habla el libro de Desnivel ya no existe. Sin em-bargo, hay un monasterio en el centro del pueblo que es tam-bién albergue para quienes hacen el camino baztanés de San-tiago (la segunda etapa termina aquí). Se supone que solo pue-den dormir peregrinos con acreditación, pero el cansancio –y la curiosidad de ver hasta dónde puedo llegar insistiendo– ha-

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¿Quién habrá sido el zoquete malintencionado que ha dejado este

cacharro en medio del camino?

42 DÍAS Y UN SUEÑO

cen que me ponga lo suficientemente pesada co-mo para conseguir que me dejen quedarme: cin-co euros por una litera en dormitorio compartido en el que solo estamos cinco personas. Una de ellas, Valentina.

Valentina es una chica venezolana que vive en Barcelona y que andará sola hasta Pamplona. Es simpática y hablamos un rato. Se asombra de sa-ber que hay algo que no es el Camino de Santia-go y yo me asombro aún más de escuchar ¡que no sabe lo que son los Pirineos! ¿Eso es posible?

¿Que no tiene ni idea de por dónde camina y que solo sabe que tiene que seguir las flechas amarillas? ¡Y luego me dicen a mí que soy valien-te!

Ducharme, lavar la ropa, enchufar y recargar to-dos mis aparatos (móvil, ipad y GPS), dar un pa-seo por este pueblo precioso, cenar una ensalada estupenda y coger unos cuantos sobres de vina-gre del restaurante como medida de emergencia para calmar los picores. Cosas sencillas que hoy son un verdadero lujo.

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Claustro del monasterio y albergue de peregrinos de Urdax

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Llueve. Al principio no le doy importancia. Solo es una suave llovizna que se confunde con la niebla y que da misterio al paisaje. Pero a medida que avanzo, siguien-do el Camino de Santiago rumbo al Puerto de Otsondo, y mientras me acuerdo de mis amigos Antonio, Rocío, Ángel y Julia que el año pasado hicieron otra de las ru-tas jacobeas, y mientras pienso en cómo les gustaría también esta, la lluvia se vuelve insidiosa al tiempo que el sudor del esfuerzo se condensa en la cara interna de mi impermeable hasta que quedo completamente em-papada. Conforme asciendo la temperatura desciende y comienzo a sentir frío. El plástico se pega a la piel y las manos se vuelven témpanos. La lluvia arrecia. Llueven el cielo y los árboles. Tengo que hacer algo.

1. Urdax102m

2. Puerto de Otsondo574m 4. Bozate

320m

3. Amaiur310m 5. Erratzu

294m

1

2

3

5 ERRATZU

URDAX

4

Gorramendi 1071m

MEDITERRÁNEO

ATLÁNTICO

14,89 km 636 m de ascensión acumulada

6,5 h

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DÍA 3: Urdax - Erratzu

Toca montar un parapeto con el im-permeable, quitarme la camiseta y escurrirla, localizar y sacar la toalla y secarme y ponerme otra ropa. Tardo en conseguirlo pero, ya cambiada, empiezo a entrar en calor y a sentir-me de nuevo bien. Y al rato para de llover y los pantalones y las botas y los calcetines empiezan también a secarse. Y sale el sol. Y llego a un pue-blo que parece un decorado de cuen-to donde encuentro un molino restau-rado y donde una pareja excepcional-mente agradable me pone un vino y una torta de maiz, el talo, rellena con queso y chistorra, que sabe a gloria y me da optimismo para todo el día. El pueblo, uno de los últimos en caer durante la conquista de Navarra, se llama Amaiur, y dio nombre a un par-tido político que luego se fusionaría con Bildu.

Felipe, el del molino, me advierte que tenga cuidado con la niebla, que aquí

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El camino de hoy en tres imágenes

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I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 3

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Llueve. Al principio no le doy importancia. Solo es una suave llovizna que se confunde con la niebla y que da misterio al paisaje. Pero a medida que avanzo, siguien-do el Camino de Santiago rumbo al Puerto de Otsondo, y mientras me acuerdo de mis amigos Antonio, Rocío, Ángel y Julia que el año pasado hicieron otra de las ru-tas jacobeas, y mientras pienso en cómo les gustaría también esta, la lluvia se vuelve insidiosa al tiempo que el sudor del esfuerzo se condensa en la cara interna de mi impermeable hasta que quedo completamente em-papada. Conforme asciendo la temperatura desciende y comienzo a sentir frío. El plástico se pega a la piel y las manos se vuelven témpanos. La lluvia arrecia. Llueven el cielo y los árboles. Tengo que hacer algo.

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1. Urdax102m

2. Puerto de Otsondo574m 4. Bozate

320m

3. Amaiur310m 5. Erratzu

294m

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5 ERRATZU

URDAX

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Gorramendi 1071m

MEDITERRÁNEO

ATLÁNTICO

14,89 km 636 m de ascensión acumulada

6,5 h

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DÍA 3: Urdax - Erratzu

Toca montar un parapeto con el im-permeable, quitarme la camiseta y escurrirla, localizar y sacar la toalla y secarme y ponerme otra ropa. Tardo en conseguirlo pero, ya cambiada, empiezo a entrar en calor y a sentir-me de nuevo bien. Y al rato para de llover y los pantalones y las botas y los calcetines empiezan también a secarse. Y sale el sol. Y llego a un pue-blo que parece un decorado de cuen-to donde encuentro un molino restau-rado y donde una pareja excepcional-mente agradable me pone un vino y una torta de maiz, el talo, rellena con queso y chistorra, que sabe a gloria y me da optimismo para todo el día. El pueblo, uno de los últimos en caer durante la conquista de Navarra, se llama Amaiur, y dio nombre a un par-tido político que luego se fusionaría con Bildu.

Felipe, el del molino, me advierte que tenga cuidado con la niebla, que aquí

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El camino de hoy en tres imágenes

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I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 3

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Page 28: 42 días y un sueño · Y de paso me enamoré del Pirineo. ... Y me juré que volvería, verano tras verano, ... dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-

El molino de Amaiur, donde Isabel y Felipe ejercen de perfectos anfitriones

es muy espesa y despista a cualquiera. Pero también me infor-ma de que todas las bordas (cabañas) que encuentre en el monte por esta zona están obligadas a tener una parte abierta (normalmente la leñera) en la que cualquiera puede cobijarse. Resulta tranquilizador. Mientras tanto, Isabel me explica los secretos de un buen talo: hacerlo lento, sellarlo bien, esperar a que el calor lo infle, separar ambas partes, rellenarlo y a co-mer: delicioso.

Andando sola, sobre todo cuando el esfuerzo requerido es im-portante, tengo la posibilidad de escuchar a mi cuerpo y a mi pensamiento y seguir su ritmo. Paro siempre que alguno de

los dos lo requiere y continúo también siguiendo su impulso, incluso en aquellos momentos en los que lo razonable sería descansar. Me gusta seguir mi intuición sin tener que discutir-la ni imponérsela a nadie (y sin que nadie me imponga la su-ya), asumiendo que a veces acierto y a veces me equivoco. Y me gusta comprobar que la gente parece más predispuesta a hablar conmigo cuando voy sola. ¿O seré yo la que voy más abierta y lo propicio?

A la salida de Amaiur, por el estrecho y precioso camino em-pedrado que conduce a Bozate, me sale al paso una señora con las mismas ganas de hablar que yo (muchas) y que me

42 DÍAS Y UN SUEÑO

cuenta más cosas del pueblo. Muchos veraneantes son descendientes de los guardias civiles que sirvie-ron aquí, en el antiguo cuartel situado en el Palacio de Borda, una mansión del siglo XVII reconvertida en hotel de cuatro estrellas que nunca ha llegado a funcionar como tal. También hablamos de mí y de mi viaje y de cómo hace años ayudó a una chica italiana que se había perdido. Y de mi madre. Y me da un mensaje tranquilizador para ella: que no te preocupes mamá, que aquí la gente es buena y se conocen todos, que «los otros» se cuentan con los dedos de una mano y que si me pierdo me ayudan y si pasa algo también. Un sol de señora.

Eufórica después de la maravillosa comida; tranqui-la y relajada al saber que todos los minúsculos pue-blos de la zona se movilizarán si algo me pasa (pa-labra de la señora amaiurense); abandonada a las imprecisas indicaciones de los paisanos; e incluso puede que buscando inconscientemente el prolon-gar una etapa relativamente corta; el caso es que al final me pierdo. Y hago al menos cinco kilómetros de más hasta que consigo encontrar el camino a Erratzu, otro pequeño pueblo lleno de vacas y ca-sas rurales en pleno Valle del Baztán, en cuyo cam-ping me alojaré esta noche y la próxima. Porque mañana descanso. Mi rodilla lo necesita.

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I. ¿QUIÉN DIJO MIEDO?: Día 3

Hasta la vista Amaiur

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El molino de Amaiur, donde Isabel y Felipe ejercen de perfectos anfitriones

es muy espesa y despista a cualquiera. Pero también me infor-ma de que todas las bordas (cabañas) que encuentre en el monte por esta zona están obligadas a tener una parte abierta (normalmente la leñera) en la que cualquiera puede cobijarse. Resulta tranquilizador. Mientras tanto, Isabel me explica los secretos de un buen talo: hacerlo lento, sellarlo bien, esperar a que el calor lo infle, separar ambas partes, rellenarlo y a co-mer: delicioso.

Andando sola, sobre todo cuando el esfuerzo requerido es im-portante, tengo la posibilidad de escuchar a mi cuerpo y a mi pensamiento y seguir su ritmo. Paro siempre que alguno de

los dos lo requiere y continúo también siguiendo su impulso, incluso en aquellos momentos en los que lo razonable sería descansar. Me gusta seguir mi intuición sin tener que discutir-la ni imponérsela a nadie (y sin que nadie me imponga la su-ya), asumiendo que a veces acierto y a veces me equivoco. Y me gusta comprobar que la gente parece más predispuesta a hablar conmigo cuando voy sola. ¿O seré yo la que voy más abierta y lo propicio?

A la salida de Amaiur, por el estrecho y precioso camino em-pedrado que conduce a Bozate, me sale al paso una señora con las mismas ganas de hablar que yo (muchas) y que me

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cuenta más cosas del pueblo. Muchos veraneantes son descendientes de los guardias civiles que sirvie-ron aquí, en el antiguo cuartel situado en el Palacio de Borda, una mansión del siglo XVII reconvertida en hotel de cuatro estrellas que nunca ha llegado a funcionar como tal. También hablamos de mí y de mi viaje y de cómo hace años ayudó a una chica italiana que se había perdido. Y de mi madre. Y me da un mensaje tranquilizador para ella: que no te preocupes mamá, que aquí la gente es buena y se conocen todos, que «los otros» se cuentan con los dedos de una mano y que si me pierdo me ayudan y si pasa algo también. Un sol de señora.

Eufórica después de la maravillosa comida; tranqui-la y relajada al saber que todos los minúsculos pue-blos de la zona se movilizarán si algo me pasa (pa-labra de la señora amaiurense); abandonada a las imprecisas indicaciones de los paisanos; e incluso puede que buscando inconscientemente el prolon-gar una etapa relativamente corta; el caso es que al final me pierdo. Y hago al menos cinco kilómetros de más hasta que consigo encontrar el camino a Erratzu, otro pequeño pueblo lleno de vacas y ca-sas rurales en pleno Valle del Baztán, en cuyo cam-ping me alojaré esta noche y la próxima. Porque mañana descanso. Mi rodilla lo necesita.

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Hasta la vista Amaiur

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Solo tres días y ya siento que he aprendi-do algo: andando en soledad todo se agu-diza, lo bueno y lo malo. Y lo hace con una intensidad desconocida que al princi-pio perturba y casi «duele», pero que, a fuerza de contrastes, enseña a ser pacien-te. Una aprende que tras empaparse hasta los huesos, antes o después saldrá el sol. Que el frío se pasa y la incertidumbre no dura para siempre. Y se aprende a confiar en que todo saldrá bien y a valorar ese momento mágico en el que el universo conspira a tu favor para que lo logres.

DÍAS 4-7

DE HAYAS Y PEREGRINOS

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Solo tres días y ya siento que he aprendi-do algo: andando en soledad todo se agu-diza, lo bueno y lo malo. Y lo hace con una intensidad desconocida que al princi-pio perturba y casi «duele», pero que, a fuerza de contrastes, enseña a ser pacien-te. Una aprende que tras empaparse hasta los huesos, antes o después saldrá el sol. Que el frío se pasa y la incertidumbre no dura para siempre. Y se aprende a confiar en que todo saldrá bien y a valorar ese momento mágico en el que el universo conspira a tu favor para que lo logres.

DÍAS 4-7

DE HAYAS Y PEREGRINOS

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Día caluroso y buenos propósitos imposibles de cumplir. Mi intención de echar a andar a las siete se ve trastocada por los imprevistos. Ayer me dormí tarde. A las once de la noche dos niñas jugaban a la rayuela en la puerta de mi tienda. Y esta mañana invierto más de una hora en recoger: secar la tienda (que está totalmente mojada por la condensación), plegarla, reorganizar la mochila, comer algo, revi-sarlo todo, coger agua... ¡Una eternidad para quien, como yo, está acostumbrada a ponerse en marcha en diez minutos!

Subir, abandonar el Valle del Baztán, crestear esqui-vando mugas fronterizas y descender finalmente al valle francés de Les Aldudes. Ese es el plan de hoy.

Elhorrico Kaskoa 983m

ERRATZU

2

6

5

7

8 UREPEL

4Antchola 1119m

Abraku 1003m

3

BANCA

ALDUDES

1

ST. ETIENNE DE BAIGORRY

Ichtauz 1024m

ATLÁNTICO

MEDITERRÁNEO

21,7 km 998 m de ascensión acumulada

7,5 h

DÍA 4: Erratzu - Urepel

1. Erratzu294m

5. Col de Pago Zelhay894m

6. Col de Berdaritz693m 7. Aldudes

413m

2. Xorilepo/Col de Elorrieta820m

8. Urepel417m

3. Lezeta1064m

4. Col de Istauz890m

34

Parece fácil. Después de un día de descanso, la rodilla está me-jor y yo mucho más animada. En el muy marcado sendero que sube al collado de Elorrieta (o Xorilepo) no me encuentro un alma. Solo perros que ladran guardando una borda en el cami-no y que hacen que me piense el continuar. Respiro y sigo ade-lante. Me digo a mí misma que no pasa nada. Vuelvo a respirar y llego al collado. Me siento y disfruto, desde lo alto, de la vis-ta del verde valle francés.

Y a partir de aquí, mugas, bosques y collados. Y un valle a ca-da lado y la sensación de dominar ambos. Muy bonito, sí, pe-ro soy incapaz de saber exactamente dónde estoy. La sucesión de collados y picos y la maraña de nombres en castellano y en euskera con sus diferentes formas de escritura, convierten hoy la orientación en una adivinanza. Apenas unos cuantos cami-nantes solitarios y GRs señalizados que no aparecen en mis

Primer alto en el camino: Col de Elorrieta

o Xorilepo Lepoa

2. DE HAYAS Y PEREGRINOS: Día 4

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Día caluroso y buenos propósitos imposibles de cumplir. Mi intención de echar a andar a las siete se ve trastocada por los imprevistos. Ayer me dormí tarde. A las once de la noche dos niñas jugaban a la rayuela en la puerta de mi tienda. Y esta mañana invierto más de una hora en recoger: secar la tienda (que está totalmente mojada por la condensación), plegarla, reorganizar la mochila, comer algo, revi-sarlo todo, coger agua... ¡Una eternidad para quien, como yo, está acostumbrada a ponerse en marcha en diez minutos!

Subir, abandonar el Valle del Baztán, crestear esqui-vando mugas fronterizas y descender finalmente al valle francés de Les Aldudes. Ese es el plan de hoy.

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Elhorrico Kaskoa 983m

ERRATZU

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8 UREPEL

4Antchola 1119m

Abraku 1003m

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BANCA

ALDUDES

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ST. ETIENNE DE BAIGORRY

Ichtauz 1024m

ATLÁNTICO

MEDITERRÁNEO

21,7 km 998 m de ascensión acumulada

7,5 h

DÍA 4: Erratzu - Urepel

1. Erratzu294m

5. Col de Pago Zelhay894m

6. Col de Berdaritz693m 7. Aldudes

413m

2. Xorilepo/Col de Elorrieta820m

8. Urepel417m

3. Lezeta1064m

4. Col de Istauz890m

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Parece fácil. Después de un día de descanso, la rodilla está me-jor y yo mucho más animada. En el muy marcado sendero que sube al collado de Elorrieta (o Xorilepo) no me encuentro un alma. Solo perros que ladran guardando una borda en el cami-no y que hacen que me piense el continuar. Respiro y sigo ade-lante. Me digo a mí misma que no pasa nada. Vuelvo a respirar y llego al collado. Me siento y disfruto, desde lo alto, de la vis-ta del verde valle francés.

Y a partir de aquí, mugas, bosques y collados. Y un valle a ca-da lado y la sensación de dominar ambos. Muy bonito, sí, pe-ro soy incapaz de saber exactamente dónde estoy. La sucesión de collados y picos y la maraña de nombres en castellano y en euskera con sus diferentes formas de escritura, convierten hoy la orientación en una adivinanza. Apenas unos cuantos cami-nantes solitarios y GRs señalizados que no aparecen en mis

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Primer alto en el camino: Col de Elorrieta

o Xorilepo Lepoa

2. DE HAYAS Y PEREGRINOS: Día 4

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El Valle de Les Aldudes visto desde lo alto

mapas y que no sé ni de dónde vienen ni a dónde van, lo que no hace sino contribuir a la confusión.

Pero por encima de todo, está la sensación de an-dar entre hayas. Hayedos. Bosques mágicos, miste-riosos, silenciosos... Bosques de brujas: la de Blair, la de Hansel y Gretel... Bosques aparentemente amables formados por árboles imponentes que se dejan espacio y que se muestran tan pronto acoge-

dores como amenazantes. Árboles altos, elegantes, hermosos, de blancos troncos cubiertos de verde musgo. Y bajo ellos, un suelo uniforme y mullido de cientos de miles de hojas acumuladas. Si miras arriba, ves la luz filtrándose a través del verde lumi-noso y transparente de la hojas nuevas. El espectá-culo es bellísimo, idílico, y anula cualquier capaci-dad de orientación (si es que todavía me queda al-guna). Perderse es increíblemente fácil. Porque todo

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Hasta donde alcanzala vista solo hay hayas

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Page 35: 42 días y un sueño · Y de paso me enamoré del Pirineo. ... Y me juré que volvería, verano tras verano, ... dos los sentidos puestos en el camino y también la única mane-

El Valle de Les Aldudes visto desde lo alto

mapas y que no sé ni de dónde vienen ni a dónde van, lo que no hace sino contribuir a la confusión.

Pero por encima de todo, está la sensación de an-dar entre hayas. Hayedos. Bosques mágicos, miste-riosos, silenciosos... Bosques de brujas: la de Blair, la de Hansel y Gretel... Bosques aparentemente amables formados por árboles imponentes que se dejan espacio y que se muestran tan pronto acoge-

dores como amenazantes. Árboles altos, elegantes, hermosos, de blancos troncos cubiertos de verde musgo. Y bajo ellos, un suelo uniforme y mullido de cientos de miles de hojas acumuladas. Si miras arriba, ves la luz filtrándose a través del verde lumi-noso y transparente de la hojas nuevas. El espectá-culo es bellísimo, idílico, y anula cualquier capaci-dad de orientación (si es que todavía me queda al-guna). Perderse es increíblemente fácil. Porque todo

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