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5. FORMACIÓN INVESTIGATIVA (Condición 5) Introducción A lo largo de los distintos documentos, se ha puesto de manifiesto que el proceso de transformación que atraviesa la Universidad Central, tendiente a alcanzar un mejoramiento sustancial de la calidad de sus diferentes procesos, tiene como uno de sus referentes fundamentales la construcción de una cultura investigativa, que se manifieste no solamente en la consolidación de prácticas investigativas institucionalizadas, sino en el fortalecimiento de una dimensión inherente y que sirva de base a los otros dos pilares de la institución universitaria, es decir, la docencia y la proyección social. En este sentido, se hace necesario transformar las condiciones, los contextos y las prácticas que se han erigido en obstáculos para alcanzar tal fin. Como se plantea de manera muy clara en el Proyecto Educativo Institucional, promulgado en agosto de 2001: “(...) , en la Universidad la función de investigación se ha desarrollado independientemente de los programas de formación (...). Desde el a´ngulo de análisis de las facultades, estas debilidades obedecen al hecho de que las políticas de investigación se

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5. FORMACIN INVESTIGATIVA (Condicin 5)

Introduccin

A lo largo de los distintos documentos, se ha puesto de manifiesto que el proceso de transformacin que atraviesa la Universidad Central, tendiente a alcanzar un mejoramiento sustancial de la calidad de sus diferentes procesos, tiene como uno de sus referentes fundamentales la construccin de una cultura investigativa, que se manifieste no solamente en la consolidacin de prcticas investigativas institucionalizadas, sino en el fortalecimiento de una dimensin inherente y que sirva de base a los otros dos pilares de la institucin universitaria, es decir, la docencia y la proyeccin social.

En este sentido, se hace necesario transformar las condiciones, los contextos y las prcticas que se han erigido en obstculos para alcanzar tal fin. Como se plantea de manera muy clara en el Proyecto Educativo Institucional, promulgado en agosto de 2001: (...) , en la Universidad la funcin de investigacin se ha desarrollado independientemente de los programas de formacin (...). Desde el angulo de anlisis de las facultades, estas debilidades obedecen al hecho de que las polticas de investigacin se han definido sin considerar los problemas pedaggicos que rodean el proceso formativo y que comprometen la posibilidad de que estudiantes y docentes lleguen a investigar, en tanto que algunas polticas acadmicas han ignorado las condiciones mnimas requeridas para estimular la investigacin o, en su defecto, para no desestimularla. (...). (PEI: 34).

Para la Carrera de Publicidad, este diagnstico supone una situacin sumamente preocupante, mxime si se tienen en cuenta una serie de factores que afectan tanto al campo, como al proceso acadmico: como resultado de la fragmentacin social que se manifiesta en el terreno de los estilos de vida y en el escenario de los medios de comunicacin y sus audiencias, en la creciente multiculturalidad, en la emergencia de nuevas minoras; y tambin como resultado de la fragmentacin econmica expresada en la explosin de la oferta visible y en la aparicin compulsiva de nuevas marcas y productos, algunas veces obedeciendo a meras estrategias de mercadeo, pero otras, y en ciertas clases de bienes, como manifestacin natural del desarrollo tecnolgico, las tradicionales categoras y prcticas de la investigacin con que la publicidad pretenda conocer al receptor de sus esfuerzos comunicativos y el mercadeo buscaba determinar al usuario y comprador de los bienes y servicios se revelaron insuficientes e intiles.

Los modelos de investigacin que utilizaba nuestra disciplina provenan, y provienen, por fuerza de las ciencias y disciplinas sociales, donde aunque todava se privilegian principios de corte positivista es vivo el debate que presagia la complementacin con otras formas de organizacin conceptual de la realidad. Sus variables demo, psico y sociogrficas expresadas en las categoras de clases sociales o estratos socioeconmicos pronto demostraron que por su carcter enormemente general tenan poca, cuando ninguna, utilidad de cara a la abigarrada diversidad de los procesos sociales sobre los cuales pretendan dar cuenta.

Otro aspecto en el que se patentizaba la insuficiencia de esas modalidades de investigacin, resida en la duracin presupuestada de la vigencia de sus resultados. La aceleracin y profusin del cambio social, tambin la movilidad social, pronto demostraron que las conclusiones obtenidas se enmarcaban en situaciones sociales que para cuando esas investigaciones eran divulgadas, haban variado de manera sustancial. As, la validez de los resultados de la investigacin se torn cada vez ms efmera.

Los cambios operados en los procesos del consumo configuraron otro factor que obligaron a replantear el sentido, los objetivos y los diseos de la investigacin en la disciplina publicitaria. La investigacin de mercados tradicional, centrada en medir proporciones de participacin, intencionalidades de compra basadas en percepciones o experiencias de costo/beneficio de los consumidores, orientada hacia dimensionar hbitos de compra bajo modelos conductistas, tambin se vio superada al enfrentarse a variables simblicas, comunicacionales y culturales que rebasaban su original y nico planteamiento cuantitativo.

El desarrollo de la investigacin de la recepcin de medios de comunicacin, tambin puso en crisis las rutinas de investigacin publicitaria. Hoy sabemos que aunque importante, es insuficiente la medicin de la cantidad de personas que leen una revista, escuchan una determinada emisora de radio o ven un programa de televisin. La investigacin de la recepcin nos hizo ver que esas cuantificaciones describan de manera muy parcial ese fenmeno y que quiz es ms importante explorar las condiciones sociales, familiares de la recepcin de ese canal o programa, mirar la interlocucin que los receptores establecen con ellos, en fin, escudriar los usos de esa recepcin.

Podemos resumir entonces que los objetivos, diseos y metodologas tradicionales de la investigacin publicitaria, enfocados hacia la generalidad en cuanto a su comprensin de los fenmenos sociales, la pretendida permanencia de la utilidad de sus resultados, su unidimensionalidad econmica en la comprensin de los procesos de consumo y su visin parcializada hacia la cuantificacin de la audiencia de los medios de comunicacin, revelaron entonces de cara a las nuevas dinmicas sociales tecnolgicas y culturales su relativa insuficiencia y limitados alcances.

Ahora bien, aunque de manera paralela anunciantes, medios y agencias han declarado la conveniencia de poseer herramientas globales de indagacin sobre sus pblicos, audiencias y consumidores para tomas decisiones ms acertadas, tambin han manifestado su necesidad de continuar realizando investigaciones particulares, puntuales, que satisfagan sus requerimientos tcticos.

Sin embargo, y aunque parezca paradjico, es preciso decir que este escenario abre un horizonte de enormes posibilidades para la academia publicitaria. Mltiples son los factores que hacen tan propicia esa coyuntura para la academia.

El primero es el de la autonoma, transparencia e imparcialidad que el planteamiento, diseo, metodologa, objetivos de la investigacin, y procesamiento y divulgacin de sus resultados puede ofrecer la academia. Desprovista de intereses comerciales, lejana de intencionalidades competitivas, independiente de la influencia de sus financiadores, la investigacin realizada y promulgada por la academia, tambin avalada por sus caractersticas de satisfacer estndares profesionales, puede convertirse en el canon profesional.

La investigacin emanada de la academia se pondra por encima de las prcticas discutibles hoy vigentes en el medio profesional como, por ejemplo, ocurre en el caso de la radio donde la empresa contratante de la investigacin gracias a la metodologa o a la interpretacin de los datos, resulta ser siempre el lder en la medicin de las preferencias de la audiencia.

El segundo factor que configura un ambiente prometedor para que la academia intervenga en el frente investigativo, es el de la alta confidencialidad y sigilo de esta actividad en el medio profesional. El Mercadeo y la Publicidad poseen lgicas de profunda competitividad donde el acceso a la informacin es un factor crtico de xito. El detentar informacin confiable y actual de la que no dispone el competidor, puede determinar situaciones definitivas de productividad y crecimiento. Pero dado que la investigacin es un proceso altamente costoso y de impacto mediato sobre el desempeo productivo, y dado tambin el mediano y pequeo tamao de buena parte de nuestras empresas, esa circunstancia conforma un estado de crculo vicioso: la imposibilidad de investigar tiene como causa los limitados recursos de las empresas, y los limitados recursos de las empresas estn determinados por la ausencia de la investigacin.

Esa situacin de crculo vicioso en los procesos de la produccin es cclica y resultado natural de nuestro sistema de libre concurrencia, y se han manifestado en otras fases de ese proceso como en lo comercial, lo financiero y lo tecnolgico. Es entonces cuando se configuran fenmenos de concentracin y prcticas monopolsticas u oligoplicas, entre otras, que mediante acuerdos de autorregulacin o a travs de reglamentacin gubernamental se tiende a limitar o a eliminar.

Como es improbable que esa intervencin reguladora se realice en la disparidad estructural que representa el difcil acceso de la informacin resultante de la investigacin, los gremios de algunos sectores econmicos subsanan ese vaco. No ocurre as en el sector de la Publicidad y el Mercadeo.

As pues, los resultados de la investigacin emprendida por la academia a travs de convenios interinstitucionales, libremente divulgados, propiciando su consulta en medios gratuitos y abiertos, sometindolos ampliamente al escrutinio y conocimiento de la sociedad, restaurara los principios de la libre competencia y constituira un aporte de la Universidad al desarrollo econmico.

El tercer factor que llama a una participacin de la academia en este aspecto, es el nimo necesario y explicable, pero limitado, de los objetivos instrumentales con que el medio profesional asume la tarea investigativa.

Anunciantes, medios y agencias quieren conocer las razones por las cuales sus compradores y receptores consumen productos, servicios y mensajes para ajustar y volver ms efectivas sus lgicas productivas, mediticas y persuasivas. Y eso es obvio y til. Pero no suficiente para la academia porque sta despliega sus intereses ms all de esas intencionalidades inmediatas, instrumentales y coyunturales, y porque sabe que an as tambin los aborda cuando ampla esos intereses en la dimensin del conocimiento disciplinar.

Como es apenas obvio, el hecho de que la universidad se consolide como el lugar priviliegiado para la investigacin publicitaria, aparece adems como una necesidad frente a dos situaciones encontradas a lo largo del proceso tendiente, entre otras cosas, a la formulacin del nuevo plan de estudios: por un lado, la posibilidad de contribuir a la consolidacin del campo publicitario, que se defini como un campo social en transicin. De otro, el de responder a las demandas del medio, que como lo muestra el documento Demandas sociales al campo, hace una exigencia fuerte en el sentido de fortalecer la formacin en el mbito de la investigacin.

A partir de lo anteriormente expuesto, la Carrera de Publicidad adopt varias estrategias que ha comenzado a poner en marcha. De una parte, y vinculndose en el aspecto pedaggico a una profunda transformacin de las concepciones y las prcticas asociadas , en relacin con el problema de la accin, y tal como se describe en el documento Aspectos Curriculares, la investigacin se constituy en la dimensin que permita articular los distintos procesos. Esta es una de las razones que explica el paso de un programa marcado por el asignaturismo, a otro construido a partir del planteamiento de espacios problmicos. La preocupacin central ya no radica tanto en los contenidos, como en la problematizacin y las maneras de constituirse de los mismos, asunto al cual slo puede responderse desde la investigacin. As mismo, al romper con una perspectiva basada en la definicin disciplinar, se posibilita la aproximacin desde lgicas transdisciplinares.

Lo anterior se refleja claramente en el fortalecimiento del mbito dedicado a la investigacin como tal, pero no por que se la considere en s misma, sino en las relaciones que de manera necesaria establece con los otros, ya sea respondiendo a sus problematizaciones o formulando otras. La investigacin atraviesa todo el proceso formativo, no como un conjunto de metodologas vacas, sino como actitud que permite construir lgicas y maneras de pensar.

La anterior no excluye el hecho de que la investigacin se exprese en once espacios acadmicos pertenecientes al mbito propio: Formatos de Informacin Publicitaria, Matemticas, Estadstica, Investigacin Social de Mercados, Investigacin de Audiencias, Investigacin de Marca, Investigacin Publicitaria, Prctica Profesional, Seminario de Lnea, Taller de Sistematizacin, Proyecto de Grado, as como en el desarrollo de dos modalidades de grado dirigidas a fortalecer la investigacin: la elaboracin de monografas de grado (Ver Anexo 5.1) y el convenio establecido con el Instituto de Estudios Sociales Contemporneos (IESCO-UC), que permite la vinculacin de los estudiantes de la Carrera a sus proyectos, en calidad de auxiliares de investigacin y as alcanzar su grado.

De otra parte, y para garantizar que este propsito no se quedara en la mera enunciacin, a partir de la reflexin adelantada se lleg a la formulacin de unas lneas de profundizacin, entendidas como el movimiento realizado por un punto, que podemos considerar tambin como el trazo de un trayecto. Este movimiento tiene tensin y direccin. Por otra parte, en el conocimiento, la idea de profundidad parece referirse a los fundamentos o al origen de un campo. As, una lnea de profundizacin implica el trabajo sobre los fundamentos del campo que con ella se busca construir, lo cual supone un trabajo sobre la emergencia de problemas y conceptos de forma tal que es el movimiento propio de tal trabajo, ms que los acumulados, lo que la caracteriza.

La tensin en la lnea de profundizacin esta dada por las redes de conceptos que hacen parte de la formulacin del problema o los problemas de los cuales se ocupa. Al elegir o construir un concepto y ponerlo en relacin con otros o con unas preguntas, lo que hemos constituido es un punto: un punto de vista, una mirada, una focalizacin, una perspectiva. Sin embargo, aqu aun no hay una lnea. La direccin esta dada por los acontecimientos que hacen parte tambin de la formulacin del o los problemas. Los acontecimientos estarn definidos por afectaciones provenientes de la vida social, a las cuales en el marco del proyecto acadmico hemos denominado como demandas sociales al campo. Recordemos adems que un problema se configura al vincular los acontecimientos con los conceptos en la enunciacin de unas preguntas. De aqu que podamos afirmar que las lneas de profundizacin son problemas o campos problemticos.

En tanto la investigacin entendida como conjunto de proyectos de investigacin y como discursividad generada en el marco de la formacin los estudiantes en la investigacin-constituye el centro de gravedad de la lnea de profundizacin, forzosamente, sta debe estar documentada; tal documentacin estar constituida por el conjunto de publicaciones, informes, proyectos y trabajos de grado que produzca. Sin embargo, la determinacin de la tensin y la direccin que requiere la construccin de la lnea es la primera tarea a emprender, lo cual exige la preparacin de unos documentos de partida que den cuenta de la tensin (las redes conceptuales, las perspectivas, los interrogantes) y una direccin (manera como se vislumbran el campo, sus fuerzas y sus movimientos). Estas dos condiciones constituyen los problemas que ponen en tensin al pensamiento, originando as bsquedas y esfuerzos de elaboracin discursiva -ya sea interpretativa, explicativa o propositiva-.

En el documento Aspectos curriculares, se explican las series y las tensiones entre ellas que permitieron la definicin inicial de tres lneas de profundizacin, atendiendo tanto a su pertinencia como a sus posibilidades de abarcar y permitir la inclusin de diferentes momentos y aspectos de los procesos formativos e investigativos.

5.1. Descripcin de las Lneas de Investigacin

Lnea de Profundizacin Sociedad de Consumo

La discusin sobre el consumo en los ltimos aos ha configurado un campo problmico de considerable espesor, ya que sus alcances se han desplazado a espacios en los que tradicionalmente no se le contemplaba, como los relacionados con la ciudadana y la construccin de identidades, lo que no se ha traducido de manera necesaria en una profundizacin en el debate ni en la conceptualizacin, por lo que el consumo en muchos casos sigue siendo, por una parte, una categora que se supone ya definida y por otra, el centro de unas afirmaciones retricas sin mucho contenido.

En gran medida esta situacin se explica por el hecho de que el tema del consumo se relaciona de manera directa con el del mercado, por lo que su problematizacin tiende a ubicarse en el campo de las disciplinas econmicas. Si bien ya desde Marx es claro que uno de los aspectos centrales del proceso, como lo es la mercanca, define su valor , tanto de uso como de intercambio, en las relaciones vinculantes que establece con las formas sociales (Marx: 1959), planteamiento que ya ubica el consumo como una prctica social, esta dimensin sin embargo se vio relegada en los planteamientos de gran parte de la llamada Escuela Clsica, en donde a pesar de las evidentes diferencias, por ejemplo entre Smith que lo considera el nico fin de la produccin y Ricardo, para quien era necesario para la produccin, el hecho de considerarlo como parte final del proceso productivo, tenda a excluir o a menospreciar las dinmicas sociales y culturales presentes en el consumo mismo (Dobb: 1980), lo que dej de lado una complejidad inherente al mismo, la heterogeneidad de sus prcticas y sus actores.

El fin de la Segunda Guerra Mundial signific la transformacin de las sociedades capitalistas en sociedades de consumo, transicin expresada en el hecho de que la produccin de los consumidores se hizo ms fuerte y, en este sentido, determina la de los productores. Por estas razones, la sociedad se estructur sobre el consumo como elemento dinamizador de la actividad econmica y social. Lo cual no quiere decir que fuera el nico. Los diversos nombres que se han acuado para el fenmeno: sociedades postindustriales, sociedades de la informacin, sociedades del conocimiento, sociedades postmodernas, sociedades del ocio, sociedades globalizadas, entre muchos otros, pretenden dar cuenta de unos contextos sociales caracterizados bsicamente por (...) un paisaje industrial trastocado, con su produccin mvil y flexible, la alteracin de la estructura ocupacional, en la que ahora predominan los llamados trabajadores de la informacin, y con un mundo que se ha hecho ms pequeo, en el que las nuevas tecnologas no slo permiten nuevos mtodos de produccin sino tambin formas diferentes de relacionarse socialmente (Lyon: 1996).

El peso de los procesos y prcticas de consumo en las sociedades contemporneas, que lo convierte en un elemento inocultable, ha tenido como consecuencia, para el campo publicitario, su aceptacin sin que parezca necesaria una apropiacin crtica del concepto. En las sociedades de consumo se consume. Verdad de Perogrullo. Pero, de qu manera se despliegan los distintos mecanismos del consumo? Cules son sus regmenes y sus maneras de ser? Es posible extrapolar de manera directa las categoras del consumo acuadas en el campo econmico a sus manifestaciones en las prcticas sociales y culturales? El consumo se da por sentado y termina convertido en una de esas categoras que explican, fundamentan y sustentan muchas otras cosas, sin que haya claridad (entendiendo sta como la existencia de un proceso de discusin permanente) sobre la categora misma. Por ejemplo, se pretende explicar el proceso mediante el cual se modifican los hbitos de consumo adentrndose en el mbito del cambio cultural y del consumo simblico, porque en la sociedad actual, al adquirir o rechazar un objeto de consumo, interviene la valoracin del mismo y por ende, los elementos culturales que dan lugar a la formacin de dicho valor. El consumo se explica por el consumo mismo.

Aqu es necesario recalcar que la inclusin del consumo en otros campos, desva la atencin del proceso en s mismo y comienza a atender slo a sus consecuencias. Desde el momento en que a mediados de siglos, se presenta la nocin de consumo cultural principalmente por parte de la Escuela de Frankfurt (Horkheimer y Adorno: 1969), el peso atribuido a la importancia del consumo en los sistemas sociales y culturales ha llegado a extremos carentes del anlisis suficiente, desconociendo de entrada la complejidad inherente a los dos conceptos presentes en una nocin como consumo cultural. El hecho de que en el mundo contemporneo aparezcan instituciones dedicadas a la produccin de bienes culturales (afirmacin en la que ya est presente una reduccin del concepto de cultura), separadas del complejo cultural como tal y encarnadas en las industrias culturales, permite postular que todo el trfico y el flujo de bienes culturales pasa necesariamente por ah? Qu ocurre con los elementos que no lo hacen? Se corre un peligro doble: de un lado, el de llegar a confundir la cultura con las industrias. El hecho de que en el mundo contemporneo aparezcan instituciones dedicadas a la produccin de bienes culturales (afirmacin en la que ya est presente una reduccin del concepto de cultura), separadas del complejo cultural como tal y encarnadas en las industrias culturales, permite postular que todo el trfico y el flujo de bienes culturales pasa necesariamente por ah? Qu ocurre con los elementos que no lo hacen? Se corre un peligro doble: de un lado, el de llegar a confundir la cultura con las industrias. Del otro, no afrontar la discusin alrededor de una contradiccin: el hecho de que algunos bienes culturales se produzcan dentro de la lgica industrial, no puede evadir el hecho de que los procesos de recepcin por parte de los distintos sujetos, se produzcan a partir de marcos referenciales que en algunos casos proceden de las industrias culturales y en otros no. Pero tampoco se trata de establecer lmites precisos y excluyentes. Los procedimientos de recepcin se construyen a partir del cruce de los dos horizontes. Como uno ms de los sntomas de poca, se trata de recepciones hbridas.

De la misma manera, la importancia que las prcticas de consumo adquieren en relacin con el ejercicio de la ciudadana y la construccin de identidades, ha llevado al punto de afirmar que la ciudadana se realiza en el consumo y, por ende, es esta relacin la que determina la aparicin y consolidacin de las identidades. Pero como bien lo advierte Renato Ortiz: Una respuesta excesivamente optimista consiste en identificar consumo y ciudadana. sta se encuentra a menudo en la literatura mercadolgica que, a cualquier precio, busca justificar ideolgicamente su existencia. Desde esta ptica, el principio de ciudadana pierde sustancia, es un mero atributo del mercado. Pero, tomando en consideracin la porosidad de las relaciones sociales, es plausible otro tipo de solucin. Afirmar: la ciudadana tambin se ejerce en el mercado. (...). (Ortiz: 1998). Lo anterior demuestra que ante los fenmenos de descentramiento, de desencanto frente a las prcticas polticas y de desconfianza ante las instituciones tradicionales, se trata de instituir a rajatabla otro centro, otra poltica y otras instituciones, representadas todas ellas en el mercado y, como es obvio, en las prcticas de consumo. En este punto, la discusin creciente en torno al proceso de globalizacin, da por sentados los elementos que supuestamente lo constituyen, uno de los cuales, es el consumo.

Aun existe otra dificultad. Si bien se considera que el concepto de consumo como tal pertenece de manera exclusiva a las llamadas sociedades postindustiales, como manifestacin del desarrollo del capitalismo, no se puede desconocer que esta afirmacin contiene un sesgo marcadamente etno y logocentrista, al suponer de manera prejuiciosa que las llamadas sociedades primitivas expresan formas de vida ligadas y definidas exclusivamente por la supervivencia. La precariedad de sus formas de produccin les impide llegar a imaginar siquiera la posibilidad de consumir, es decir, de dotar de otros sentidos aparte de la necesidad los objetos existentes. Esta posicin excluye y desconoce fenmenos como el Kula (Malinowski: 1972) o las reelaboraciones contemporneas que algunos grupos, no pertenecientes a sociedades industriales o capitalistas, han hecho de las lgicas y las leyes del mercado (Gell: 1991). Tal postura evita y pospone la consideracin del consumo en un marco mucho ms amplio: el de las prcticas de intercambio, del que no es ms que una de sus modalidades.

Por lo anteriormente planteado, esta lnea de profundizacin pretende partir del consumo, para problematizar tanto al concepto mismo, como al campo publicitario. En un primer momento, se realizar una aproximacin crtica al problema desde distintas perspectivas, buscando as evitar la mirada dicotmica entre las consideraciones puramente econmicas del consumo y las que lo ubican como motor del cambio social y como constructor de valores sociales de distinto tipo, actitud que empobrece la discusin al privilegiar alguno de los dos aspectos.

Esta lnea se tensiona a partir de uno de los componentes descritos en el documento sobre el campo publicitario y expresado en la frmula Ap-O1-R-O2-Al, segn la cual un agente productor construye intencionalmente un objeto 1 (variable), que cumple la funcin de representar un objeto 2 (constante) para un agente lector. En este caso, el objeto 1 puede entenderse globalmente como el mensaje y el objeto 2 (lo representado) como el valor de intercambio de algo (producto, servicio, suceso, personaje). Se opta por entender el intercambio en su dimensin de consumo, concepto que supone una problemtica que debe ser enfrentada, mxime si se tiene en cuenta que sus dinmicas se dan por entendidas y discutidas de antemano. La direccin de la lnea se ubica, adems, en el cruce con los acontecimientos.

En este sentido, la lnea se despliega en distintas direcciones, ya que su ncleo problmico se puede definir como el de los regmenes de los sistemas de intercambio. Por un lado, la reconsideracin de los planteamientos provenientes de las disciplinas econmicas, en especial la teora neoclsica de la demanda, labor que supone la articulacin con las preocupaciones y los avances de la Facultad de Ciencias Econmicas y Administrativas y sus distintas escuelas. Del otro, la profundizacin del consumo como prctica social compleja, que refleja la estructura de las clases sociales, configura el espacio simblico del deseo y expresa el sistema de valores dominante en cada momento histrico concreto,en donde se presentarn frecuentes cruces y encuentros con otras carreras y departamentos de la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte.

El recorrido por esta segunda concepcin atender a la exposicin de distintas problemticas: la disyuncin entre necesidad y deseo, en un momento en que la creacin y recreacin de estilos de vida se protagoniza de manera cotidiana en los diferentes rituales de consumo. La generalizacin del valor de cambio, hasta un punto en que incluso el valor de uso tiende a desaparecer. La paradoja entre un mundo globalizado con una fuerte tendencia homogeneizante y la emergencia y fortalecimiento de las manifestaciones locales y regionales, muchas de las cuales se ubican en y a partir de las prcticas de consumo. Las transformaciones en las percepciones del tiempo y el espacio en y las concepciones de lo pblico y lo privado. La consolidacin de una forma de superficialidad expresada en la preminencia y la fascinacin por lo espectacular. El papel de la publicidad en la constitucin de la sociedad de masas y la manera en que los valores, surgidos en el contexto de la produccin en serie, caracterizaron el cambio cultural y la interaccin comunicativa a partir de formas de consumo determinadas por la modernidad. La apreciacin del consumidor ya no como un agente pasivo de consumo, sino como un sujeto social que ejerce el derecho a la eleccin, reconfigurando la concepcin manipuladora de los medios y de los discursos, como el publicitario, cuya finalidad es el consumo. La presencia simultnea de innovaciones tecnolgicas y de prcticas tradicionales, constituyentes de un nuevo tipo de historicidad.

Lnea de profundizacin Narrativas, Identidades y Publicidad

Esta Lnea de Profundizacin del nuevo currculo de la Carrera de Publicidad propone construirse desde la indagacin acerca de las tensiones que confluyen en la accin y constitucin del elemento Agente Lector, identificado como uno de los componentes que intervienen en el despliegue del campo publicitario.

En tal sentido, esta Lnea guarda relacin con dos objetos de estudio y afectacin tradicionales del campo publicitario y del campo de las ciencias de la comunicacin, a saber: del primero, la acostumbrada entidad del consumidor, asumido como una creacin estereotpica definida desde la carencia, que concurre al mercado de bienes y servicios a subsanar sus necesidades y que acude a los canales de informacin para saber la mejor manera de hacerlo; y designado desde la comunicacin como el receptor, entidad depositaria de textos, discursos y mensajes, que lo informan introducen una forma- de manera necesaria para constituirlo como sujeto ciudadano, poltico, social, consumidor, comunitario.

Bajo esos criterios el nombre de agente lector no es inocente. El agenciamiento remite no slo a la actividad sino a la accin; la lectura alude a la nocin no slo del reconocimiento de un cdigo sino fundamentalmente a su construccin y transformacin, o en otros trminos, al ejercicio de interpretacin que se desencadena cuando un mensaje deviene texto.

La categora de agente lector se propone entonces como una categora que desborda las actividades del desciframiento de los mensajes, la comprensin de sus contenidos y su subsiguiente y eventual resultado en trminos conductuales todos ellos haceres del receptor y del consumidor -, para instalarse en la probabilidad de las acciones del reconocimiento de la estructura persuasiva del discurso, el desmonte de sus dispositivos retricos y la evidenciacin de las intencionalidades de su Agente Productor.

En ese contexto, esta Lnea de Profundizacin reconoce que si bien el proceso de formacin de los sujetos se nutre de manera progresiva y mayoritariamente a partir de experiencias mediticas y que las identidades se juegan y construyen en esos procesos (Thompson, 1998, De La Torre, 2002,), tal declaracin es una constatacin de principio, un lugar comn ya casi agotado por los estudios de recepcin, pasadas las sucesivas euforias de la omnipotencia del emisor y de la librrima lectura del receptor (Gilroy, 1996, Coln, 2002).

Ahora bien, la expresin formacin de los sujetos desemboca de manera inmediata en la nocin moderna de la identidad como proyecto, nocin que con el advenimiento de las fracturas y ocasos de los grandes relatos que le daban su asidero nacin, territorio, lengua, historia- (Hopenhayn, 1998) sufre profundas transformaciones: de la linealidad a la multitemporalidad, de la unicidad a la pluralidad, de la perdurabilidad a la fugacidad, de lo idntico a lo mltiple, de lo nico a lo diverso, de la organicidad a lo contingente; los atributos que definan a la identidad, al hacerse desuetos uno a uno, desnudan una carencia ontolgica y evidencian un vaco epistmico: el sujeto pierde su carcter histrico, el ser abandona su completitud, el individuo su estabilidad, su coherencia se resuelve en adaptabilidad. Bajo el trabajo de redefinir, resignificar, la categora de la identidad, subyace la sospecha de la necesidad de abandonarla como una dimensin constitutiva del ser.

No obstante tras esa tica de la inarticulacin, la dimensin relacional de la identidad la hace desembocar en sus dimensiones espacio-temporales: de una parte, saber quin se es (un reconocimiento de los referentes que la constituyen) es estar orientado en un espacio moral; de otra, ese sentido posee tambin el significado de la trayectoria, de un devenir organizado por su narracin (Taylor, 1996).

Es en ese sentido en que narrativas e identidades son categoras que mutuamente se constituyen: todo proceso de representacin del yo-nosotros-ellos se narrativiza en sus correlatos de identificacin, diferenciacin y alteridad (De la Torre, 2002). En tanto fenmeno comunicacional, la narracin posee usos y efectos como configuradora del sentido social (Contursi y Ferro, 2000) y en una perspectiva etnolgica, en la medida en que la identidad cultural se torna inteligible al ser contada, reflexionar sobre la naturaleza de la narracin es hacerlo sobre la naturaleza misma de la cultura y en consecuencia sobre la naturaleza misma de la humanidad (White, 1992).

Si bien no se trata de exponer la intercambiabilidad de los conceptos identidad y narracin, s postulamos la narracin como una de las formas privilegiadas en que se expresa la identidad y sta ltima como uno de los contenidos centrales de la narracin.

Llegados a este punto, el problema de las narrativas y las identidades roza casi con naturalidad nuestro campo: la paulatina hegemona de las lgicas del mercado en las prcticas culturales, los fenmenos concomitantes del adelgazamiento del Estado y la transnacionalizacin de la economa, la presencia de los dispositivos del consumo y de la moda en los procesos de la poltica y la ciudadana, son manifestaciones retroactivas causa y efecto a un tiempo- del discurso y la institucionalidad publicitarios.

Frente a ese esbozo, sin embargo, la perspectiva de los estudios culturales y de comunicacin latinoamericanos plantea una mirada distinta. Por supuesto que estos estudios tambin contemplan las variables de la desterritorializacin de las culturas, de la densidad de la experiencia a partir de la explosin geomtrica de los flujos comunicativos, de las reconfiguraciones de las experiencias del tiempo y del espacio como factores que han modificado las lgicas y referentes de la identidad (Martn Barbero, 2002), pero su articulacin a la historia de la regin y las condiciones polticas de su desenvolvimiento plantean diferencias ms all de los matices.

La indagacin por la identidad ha estado presente desde el mismo nacimiento de las naciones latinoamericanas; derivado de su carcter mestizo cultural, la asuncin de la identidad desde la pluralidad y la diversidad, ya haban puesto en crisis con mucha antelacin su nocin en tanto unidad y estabilidad. La cultura como espacio eminentemente poltico ya era desde mucho antes a la emergencia de los estudios culturales en Europa, un lugar donde la identidad se construa y desarrollaba.

Esos discursos de la modernidad y del desarrollo que construan un fuerte imaginario a partir de la consolidacin del estado-nacin asentado en un territorio compartido por habitantes que participaban de una cultura, una religin y una lengua comunes, ya estaban minados en nuestra regin mucho antes del arribo de la globalizacin y de la diferenciacin sociocultural producida por las nuevas tecnologas de la comunicacin.

No obstante, tras el consenso aparente respecto de la superacin de la organicidad, la permanencia y la autenticidad de sus fuentes en tanto provenientes de la experiencia directa, como atributos esenciales la misma nocin de esencialidad es hoy motivo de revisin- de la identidad, se configura un objeto problmico donde pugnan interpretaciones y posturas que la instalan en la arena de la poltica y se relativizan en los sistemas ideolgicos.

As por ejemplo, la serie argumentativa que vincula las transformaciones de la acepcin de la identidad a un estado de crisis en la cultura como producto de la exacerbacin del proyecto de la modernidad, es claramente una reflexin que debe surgir de una tradicin sociolgica acunada en pases donde la consolidacin del estado-nacin y la industrializacin fueron procesos de alguna manera cumplidos. La emancipacin del individuo respecto de su determinacin adscrita, heredada e innata es precisamente el fruto que expresa de mejor manera la condicin moderna. Y la eclosin de los estudios sobre la identidad, son un prisma a travs del cual se pueden observar la totalidad de los aspectos de la vida contempornea (Baumann, 2001).

En ese orden de ideas se pueden enunciar las diferencias de esas dos posturas frente al cambio paradigmtico de las categoras con que se aborda la problemtica de la identidad: de una parte, la instauracin de una nuevas lgicas en la constitucin de los sujetos signadas por la diversidad, la mutacin y la contingencia posteriores a un perodo relativamente largo donde la identidad perduraba y privilegiaba la unidad, y, de otra parte, la asuncin desde siempre del terreno necesariamente conflictivo que emerge cuando se encuentran los mbitos de la cultura y la identidad y donde sabindonos diversos, an es un proyecto desarrollar la interaccin de las culturas sin el correlato de la subordinacin (Hopenhayn, 2002).

Esta lnea de profundizacin discutira entonces qu tipo de narrativa es la publicidad y de qu manera se expresan en ella los procesos y referentes de la identidad. La discusin empero, no se agota con el paso de los estudios comunicacionales acerca de la influencia de los sistemas de emisin y sus contenidos, perspectiva dominante hasta los aos ochenta, hacia los anlisis de recepcin (Mattelart, 1997) sino que se abre al concepto de la mediacin: los flujos comunicativos desarrollan transformaciones cognitivas en la medida en que modifican concepciones del mundo; pero tambin ejercen y motivan cambios en las modalidades formales a partir de las que se representa ese mundo (Martn Serrano, 1986). La recepcin, por mucho que sus anlisis intenten matizar sus procesos, contina poseyendo la acepcin de ser el punto terminal del intercambio comunicativo y est asociada a la pasividad. La mediacin no slo implica la atribucin del poder persuasivo de los contenidos e institucionalidad de la accin emisiva, sino tambin, y tal vez con mayor peso, el de las modalidades, las formas, los gneros, las estructuras sgnicas de esos contenidos.

As, esta Lnea de Profundizacin no discute que el discurso consumista halle en la publicidad uno de sus principales dispositivos, y que sus efectos tengan que plantearse en el terreno tico de las reconfiguraciones sociales de la higiene y de la salud (alcoholismo, tabaquismo, anorexia); en las reestructuraciones de la cultura (fragmentacin, anomia, enajenacin objetual, individualismo, aculturacin) y en el espacio problmico de la ecologa y la produccin (basuras, contaminacin, rpida obsolescencia de los objetos, moda) (Prez Tornero, 1992). Todos ellos efectos, y an faltando buena parte del prontuario, que por supuesto, reconstituyen los imaginarios de los receptores de la publicidad, sus identidades. Pero lo que interesa aqu es la forma como son narradas y cmo sta entonces, reconstituye esa forma de estar en el mundo, es decir las identidades.

En la medida en que el discurso publicitario hace tiempo que super su dimensin del reclamo mercantil, la Lnea de Profundizacin Narrativas, Identidades y Publicidad se propone abordar los problemas de cmo la publicidad impregna las relaciones del sujeto con el mundo de los objetos y ste proclama a partir de all, ante los dems, una forma de ser; cmo la publicidad ha introducido desde las marcas de los productos una lgica en el orden errtico del deseo; de qu manera este discurso propone unos particulares plazos y pactos en el juego donde se construyen las intersubjetividades; en qu forma establece nuevas dinmicas en las prcticas culturales que reconfiguran lo esttico desde la intrascendencia, lo histrico desde lo fugaz y lo tico desde la contingencia.

En trminos fuertes, esta Lnea articulara los proyectos de investigacin que intenten profundizar la comprensin acerca de un fenmeno nodular para entender la cultura contempornea: Cules son las estructuras narrativas de las que se apropia la publicidad para dejar de ser una forma comunicativa al servicio de la distribucin de los bienes y servicios, y convertirse en una institucin, un centro de produccin de saber (Coln, 2001), una forma hegemnica de representacin, y por lo tanto en una fuente identitaria dominante?

Lnea de profundizacin Transtextualidad, Publicidad y Cultura

El arte imita a la Naturaleza

Aristteles

La naturaleza imita al Arte

Oscar Wilde

La naturaleza imita a la mala televisin

Woody Allen

1.

El trmino transtextualidad (o, en principio, intertextualidad) aparece originalmente en el campo de los estudios literarios, al final de la dcada de los sesenta, especficamente en las obras de Roland Barthes y Julia Kristeva, como una categora que intenta explicar la formacin y la funcin de referencias heterogneas en la produccin de textos literarios. Ambos autores siguen la hiptesis, formulada por Mijail Bajtn, segn la cual algunas novelas (particularmente las de Dostoievski) son el resultado de la confluencia de varias voces, que dialogan entre s y con el narrador constituyendo as una polifona, una apropiacin y recreacin de lenguajes ajenos (Bajtn: 1986). Esta teora del dialogismo literario llev a Barthes a plantear el problema del estatuto del autor, que aparece como una nueva voz y que no se identifica necesariamente con el narrador; para Barthes, las voces que se entretejen en un texto son, a partir de cierto momento, indiscernibles, y significan lneas de fuga haca otros espacios de representacin; en ese sentido, no se puede entender un texto como una estructura unitaria, lineal y cerrada (Barthes: 1988). Posteriormente, los trabajos de Barthes sobre la intertextualidad presentan los argumentos ms refinados y la mayor confianza en sus alcances y posibilidades:

Todo texto es un intertexto; otros textos estn presentes en l, en estratos variables, bajo formas ms o menos reconocibles; los textos de la cultura anterior y los de la cultura que lo rodea; todo texto es un tejido nuevo de citas anteriores. Se presentan en el texto, redistribuidos, trozos de cdigos, frmulas, modelos rtmicos, segmentos de lenguas sociales, etctera, pues siempre existe el lenguaje antes del texto y a su alrededor. La intertextualidad, condicin de todo texto, sea este cual sea, no se reduce como es evidente a un problema de fuentes o de influencias; el intertexto puede ser tambin un campo general de frmulas annimas, cuyo origen es difcilmente localizable, de citas inconscientes o automticas, ofrecidas sin comillas (Barthes, citado por Rodrguez y Mora: 2002)

Kristeva, por su parte, se preocupa por comprender la intertextualidad a partir de una definicin ms rigurosa de texto. Es clara la influencia de la teora dialgica de Bajtn en el trabajo de Kristeva cuando escribe: [un texto] nunca es un punto (un sentido fijo), sino un cruce de superficies textuales, un dilogo de varias escrituras: del escritor, del destinatario (o del personaje), del contexto cultural anterior o actual (1978: 188). Pero la teora de Kristeva llega an ms lejos, al proponer la comprensin del texto como una produccin, o productividad, significativa de un momento histrico, independientemente de su estatuto potico o esttico; es decir, an cuando no est asociado en ningn sentido al canon cultural, que se supone la nica fuente legtima de referencias:

Definimos EL TEXTO como un aparato translingstico que redistribuye el orden de la lengua, poniendo en relacin una palabra comunicativa apuntando a una informacin directa, con distintos tipos de enunciados anteriores o sincrnicos. El texto es por consiguiente una PRODUCTIVIDAD, lo que quiere decir: (1) su relacin con la lengua en la que se sita es redistributiva (destructiva-constructiva), por lo tanto es abordable a travs de categoras lgicas y matemticas ms que puramente lingsticas; (2) constituye una permutacin de textos, una inter.-textualidad: en el espacio de un texto se cruzan y se neutralizan mltiples enunciados, tomados de otros textos (1981: 15).

Para este mismo momento, Jacques Derrida propone su re-definicin de las nociones de texto y escritura. La teora estructuralista, planteada por Claude Levi-Strauss, privilegiaba, segn Derrida, una concepcin particularmente estrecha de la escritura: la escritura alfabtica (fontica) occidental. En respuesta, Derrida ampla el marco de la definicin y, al sistema de oposiciones y diferencias del estructuralismo, vincula dos nociones ms: la diferancia, que utiliza el verbo diferir como aplazar, posponer, derivar y diferenciar al mismo tiempo (Derrida: 1984), y la diseminacin, que quiere dar cuenta del inevitable movimiento de dispersin y recoleccin de elementos en la creacin e interpretacin de textos (Derrida: 1975). Para Derrida, un texto es en esencia una virtualidad, una potencia, que difiere un contenido o, ms estrictamente, una conexin, una relacin; esta diferancia es lo que proyecta un texto hacia un espacio indefinido de nuevas lecturas: la deconstruccin de un texto (es decir, en lneas gruesas, su decodificacin, su interpretacin) no es nunca una replica de su construccin; lo representado no es nunca un doble de lo presente. As como, para Barthes, el autor desaparece de su texto, fundindose en l, para Derrida, el texto mismo, en continua construccin, puede hacerse indiscernible de sus propias referencias, o de otros textos.

Por otro lado, al aceptar que la creacin (y lectura) de un texto supone siempre la actualizacin de otros, la deconstruccin y reconstruccin de referencias que guardan alguna semejanza formal o estructural con el texto en cuestin, se est desplazando el objeto de estudio precisamente haca la definicin de estos trminos (forma, estructura, similitud, diferencia), en donde la teora semitica y el estructuralismo lingstico aparecen de un modo importante. Es claro que la re-definicin de trminos centrales, como texto o lectura, es uno de los principales antecedentes y fundamentos de la discusin alrededor de la trans (inter) textualidad. Vale la pena, entonces, citar dos observaciones etimolgicas al respecto:

La misma etimologa de la palabra texto confirma la necesidad de ampliar su acepcin haca formas diferentes del manuscrito o el texto impreso. La palabra deriva, por supuesto, del latin texere, que significa trenzar o entretejer y que hace referencia no a un determinado material sino a un proceso de fabricacin y a una tcnica. (McKenzie, citado por Rodrguez y Mora: 2002: 41)

El verbo leer tena, para los antiguos, un significado que merece la pena que recordemos y resaltemos con vistas a una comprensin de la prctica literaria. Leer era tambin recoger, recolectar, reconocer las huellas, robar. Leer denota, pues, una participacin agresiva, una activa apropiacin del otro. (Kristeva: 1978: 236)

Aqu, por supuesto, la ampliacin de las acepciones del texto pasa tambin por la aceptacin de discursos no literarios, como sugiere Kristeva, (el discurso cientfico, el poltico, el filosfico y, para el caso que nos interesa, el publicitario), pero tambin de formatos no alfabticos (fonticos), en donde la imagen, fija o en movimiento, y otras posibilidades audiovisuales y (luego) multimediales son entendidas tambin como textos. Los estudios de Christian Metz sobre el lenguaje cinematogrfico (Metz: 1971), Abraham Moles y Jean Baudrillard sobre la lectura de los objetos (Moles: 1974, Baudrillard: 1969), confirman esta hiptesis en ese mismo momento.

2.

En los aos ochenta, la teora de la intertextualidad fue consecutivamente extendida a otros campos de la cultura, hasta el punto en que la confusin sobre sus lmites y posibilidades exigi una sistematizacin ms compleja que la que podan ofrecer las dicotomas estructuralistas, y menos radical que la hermenutica post-estructural. En este punto la discusin es amplia y no parece sensato tratarla extensamente en este documento. Nos concretaremos a resear dos episodios importantes de este proceso de sistematizacin de la intertextualidad: la clasificacin de Gerard Genette, en primer trmino; y, luego, la discusin sobre los lmites de la interpretacin y el estatuto del lector.

Segn Genette, hablar de inter-textualidad no resulta suficiente para explicar las complejas redes referenciales que componen un texto: un inter-texto slo puede entenderse como una cita o alusin, aunque bien puede ser directa (material), o indirecta (estructural); sin embargo, esta categora no da cuenta de las referencias construidas recprocamente con otros textos, o de los textos potencialmente incluidos en otros (como sugera la teora de la diseminacin de Derrida), o de las referencias que el texto hace a s mismo, a su propia construccin. As, Genette decide retomar la nocin de transtextualidad, utilizada antes por Kristeva, y ampliar su acepcin como el conjunto de categoras generales o trascendentes tipos de discurso, modos de enunciacin, gneros literarios, etc.- del que depende cada texto singular (Genette: 1989: 9). De este modo, la intertextualidad, como intercambio material o estructural de elementos textuales, es slo una posibilidad entre otras para la transtextualidad. Para hacer posible esta tipificacin, Genette decide utilizar la nocin de genero, que le permite diferenciar los textos o los conjuntos de textos que entran en una relacin transtextual: en el gnero literario es clara la delimitacin entre la narrativa, la poesa o el drama; pero las referencias literarias son cada vez ms extragenricas: al gnero cinematogrfico, periodstico, etctera. En el primer caso, es decir, para las referencias intragenricas, hablamos de metatextualidad; en el segundo de intertextualidad. Luego, para el caso en que un texto defina cierto gnero textual, sealando sus mrgenes, sus caractersticas, hablamos de paratextualidad. El ejercicio de diferenciacin y reconocimiento entre gneros (en dnde se acaba la publicidad y empieza la informacin) es denominado architextualidad. Y, finalmente, para el caso en que un texto remita a otro, como una conexin transitoria pero necesaria, y en donde la conexin es recproca y virtualmente ilimitada, Genette habla de hipertextualidad (Genette: 1989). En este punto hay que subrayar la importancia de la categora de hipertextualidad para la teora contempornea. Para la dimensin meditica del campo publicitario el problema del hipertexto es claramente central, no slo por sus posibilidades tcnicas o tecnolgicas, sino por las transformaciones cognitivas y performativas que supone.

Evidentemente, esta breve relacin de los tipos transtextuales no pretende ser una definicin, nicamente quiere denotar las posibilidades de transformacin y negociacin de los textos y los gneros, para subrayar, nuevamente, la legitimidad de la inclusin del discurso publicitario (como gnero) en esta perspectiva de estudio.

Por otro lado, surge la preocupacin por el problema de la interpretacin. Los deconstructivistas proponen una comprensin de la lectura como asociacin ilimitada de signos, textos y gneros; aqu, incluso una metfora vale como un intertexto que, a su vez, remite a una nueva figura (una metonimia), que se reproduce al infinito, ante la imposibilidad de hallar un referente original (originario). La otra dimensin del problema es el estatuto del lector, en tanto ente subjetivo. Para algunos autores, la nocin de subjetividad limitara demasiado (al ampliarla arbitrariamente) nuestra comprensin de la interpretacin de textos: de all que toda lectura deba concebirse en el contexto sociolgico de una comunidad de interpretes, que se relacionan inter-subjetivamente (Eco: 1965).

Desde estas dos perspectivas (una filosfica, otra psicolgica), la concepcin de la lectura como un ejercicio lineal o mecnico desaparece necesariamente. Eco propone la articulacin de dos clasificaciones: primero, habra que distinguir las intenciones relacionadas con el texto y la lectura, a saber: la intencin del autor (el problema que haba adelantado Barthes), la intencin del lector (el asunto de la subjetividad) y la intencin de la obra (el problema sobre los referentes) (Eco: 1965). Rodrguez y Mora usan estas categoras para analizar el discurso (gnero) publicitario (2002: 51-61). Por supuesto, esta divisin tiene muchos matices y variantes, pero es imposible reproducirlos aqu. Una segunda clasificacin se refiere a la distincin entre uso e interpretacin de un texto. El primero estara ms relacionado con la intencin del lector, y en muchos casos hara de este, a su vez, un autor; la segunda estara ligada a la intencin de la obra, en donde encontrara sus propios lmites. La posicin de Eco a este respecto es que si bien las interpretaciones de un texto pueden ser infinitas, no todas son buenas, y aunque no sabemos cules son las mejores, s es posible determinar las que resultan totalmente inaceptables (Eco: 1998: 15). Luego, para el caso del uso de un texto, este bien puede ser hermenutico o simplemente prctico: en esta segunda variable aparece claramente la construccin de mensajes publicitarios, en el sentido en que sus ejercicios transtextuales descontextualizan y transforman siempre las intenciones de autor, texto y lector.

3.

A partir de la anterior afirmacin podemos aventurar algunos apuntes para una teora de la transtextualidad del mensaje publicitario. En primer lugar, habra que diferenciar los gneros que entran a jugar un papel importante en la construccin de estos mensajes; este ejercicio architextual puede producir variantes sub-genricas hasta el infinito, e incluso si nos limitramos a resear los gneros utilizados sistemtica y reiteradamente (tradicionalmente) estaramos obligados a alejarnos bastante del tema de esta introduccin; sin embargo, parece importante sealar al menos el innegable ascendiente de las artes plsticas sobre el gnero publicitario, desde el cartel hasta el video, pasando por el surrealismo, el uso del psicoanlisis, ciertas gamas cromticas, ciertas tendencias formales, y un largo etctera; incluso, segn la propuesta de Baudrillard, el reality show y otros fenmenos mediticos tendran un antepasado en el ready-made de las artes plsticas, y, luego, en el performance (Baudrillard: 1996). Es posible continuar con ejercicios similares, con la literatura, la informacin poltica, la psicologa (). Pero mantener la caracterizacin architextual en las artes plsticas nos permite citar de nuevo a Rodrguez-Mora para hacer una nueva articulacin:

Precisamente el fin de la modernidad esttica coincide con el fin de la autonoma de una esfera cultural con respecto a otra prctico-vital, digamos, y por tanto con la distincin entre una intertextualidad considerada buena, la cita culturalista, sutil, recreadora, que preserva por tanto la arrogante autosuficiencia de la obra de arte moderna; y otra intertextualidad degradada, el pastiche rampln, la canalizacin kitsch que rebaja la accesibilidad cultural del producto y aumenta su rentabilidad (Rodrguez y Mora: 2002: 58)

As, en un nuevo salto triple argumentativo, volvemos al problema anunciado en la nota al pie nmero uno (1): la legitimidad del intertexto trado al campo publicitario. En Apocalpticos e integrados, Eco utiliza la caracterizacin de Dwight McDonald, masscult vs midcult, y la formula en clave escuela-crtica como la divisin entre la Alta Cultura, que conserva y legitima el buen gusto, el arte culto y, en general, la tradicin cultural, y la Cultura Popular, que se concreta a consumir desaforada y masivamente productos de nulo inters cultural (comics, publicidad, telenovelas) (Eco: 1995).

Del consumo como categora cultural en Baudrillard y Appadurai

De la nocin de cultura popular en Ewen y Ortiz

4.

La transtextualidad aparece entonces como una perspectiva terica importante en el estudio del campo publicitario. Ms all del texto publicitario (la dimensin simple del mensaje), hay que asumir el problema de lo que la publicidad significa como campo de transicin, como dinmica transdisciplinaria (no nicamente interdisciplinaria) que cuestiona la autonoma misma de sus campos convergentes. Esta caracterizacin es posible desde la nocin de transtextualidad, y en ese sentido, su comprensin es esencial en el anlisis del discurso publicitario. Es posible extrapolar estas lgicas textuales o discursivas a una descripcin general. La publicidad, como campo, est reconfigurando constantemente elementos de los campos disciplinares o sociales con los que se toca, replicando de algn modo las lgicas de construccin de los mensajes publicitarios. Es en este espacio en donde aparecen fenmenos como la transculturacin, o transculturalidad, cuya descripcin en el contexto del campo publicitario es uno de los principales objetivos de este documento.

5.

Es posible manejar la hiptesis de que el campo publicitario aparece como un espacio de transicin entre las dinmicas culturales, los procesos sociales y la estructura econmica de una sociedad. En este caso, es la creacin de redes y estructuras entre campos sociales lo que realmente interesa; no es posible reducir la comprensin del campo publicitario a una sola dimensin (econmica, poltica, cultural). Limitar esta relacin a la acusacin simplista que supone a la publicidad un instrumento de ciertos mecanismos de poder vagamente sealados no es ms que una caricatura. Al entenderse como simple instrumento o herramienta de un sistema mayor, la publicidad reducira su funcin y sus posibilidades a un epifenmeno o un efecto mecnico. Aceptar sencillamente esta afirmacin equivale a negar el valor de los procesos de recepcin, interpretacin y uso de los mensajes publicitarios, y, por lo tanto, a neutralizar las dinmicas sociales en la esfera del consumo o frente a los medios masivos. Pero es precisamente en la redefinicin de estos espacios (el consumo y la comunicacin masiva) en donde la publicidad trasciende su utilidad en los procesos de mercadeo y aparece claramente como un fenmeno social, creador de imaginarios colectivos, de referentes culturales, de lgicas de socializacin.

De hecho, desde un punto de vista ms amplio, que intenta ubicar el campo publicitario en una esfera de lgicas de produccin, valores de consumo y referencias culturales globalizadas, ste aparece en una posicin destacada; en cierto sentido, se transforma en uno de los principales espacios de definicin de legitimidad de los comportamientos y los valores. Al menos, esta es la posicin de Renato Ortiz, que ve la publicidad como determinante de la cultura de consumo, y a esta como articuladora de espacios sociales heterogneos, valores locales, etctera. (Ortiz: 2004). Por otro lado, en esta reconfiguracin del campo social y de la legitimidad institucional aparecen otros espacios problemticos, como la convergencia de las estructuras productivas, la desterritorializacin de los mercados, etctera, que cuestionan las estructuras polticas (Estado) e ideolgicas (Nacin) de la modernidad. Este proceso de traslacin y redefinicin de funciones (de la escala pblica a la privada, principalmente) exige la movilizacin de los campos sociales (Sklair: 2001). En este sentido, un campo de transicin como la publicidad parece llamado a sealar nuevos modelos operativos. Un ejemplo preciso es la hiptesis de una cultura internacional-popular (Ortiz: 1998a, 1998b, 2004); sta funcionara como un sistema de comunicacin que acta por medio de referencias culturales comunes: Afirmar la existencia de una memoria internacional-popular es reconocer que en el interior de las sociedades de consumo se forjan referencias culturales mundializadas. Los personajes, situaciones, imgenes vehiculizadas por la publicidad, las historietas, la televisin, el cine, se constituyen en sustratos de esta memoria (2004:132).

En este punto parece claro que entender la globalizacin desde una perspectiva puramente econmica equivale a forzar la definicin de sus dinmicas y sus efectos en otros campos; de all la excesiva simplificacin del anlisis en torno a la publicidad, que redunda en la gastada nocin de cierta hegemona econmica y cultural, en donde los procesos de transculturacin parecen desarrollarse en una sola va. Aqu la hiptesis del imperialismo cultural se olvida de los complejos procesos sincrticos de recepcin y, sobre todo, de la oposicin dinmica entre los campos sociales. Una cultura mundializada no implica el aniquilamiento de las otras manifestaciones culturales; por el contrario, cohabita y se alimenta de ellas, al punto en que se transforma ella misma.

La lengua es un claro ejemplo: lejos de establecerse impositivamente una lengua mundial, aparecen variables importantes de su estructura y terminan por legitimarse en los usos sociales, las referencias transculturales y la superposicin de dimensiones globales (el consumo, para lo que nos interesa) y locales (la tradicin). Es el caso del spanglish, que determina un tipo especfico de dinmicas de socializacin en la comunidad latina en Estados Unidos. En este sentido, la transformacin opera en ambos extremos. Las referencias al contexto latinoamericano influyen claramente en muchas tendencias culturales norteamericanas. La transculturacin no es un fenmeno subordinado a los canales econmicos de produccin, sino al despliegue, mucho ms sutil, de sus estructuras de apoyo (Sklair: 2001). Es precisamente en este punto en donde aparece el campo publicitario, no como un simple reflejo de dinmicas que la superan, sino como un sistema complejo de negociacin cultural, construccin de capital simblico y operador sincrtico y eclctico. Desde esta perspectiva, el campo publicitario dinamiza y fortalece la industria cultural. Y parece claro que la cultura contempornea debe ser capaz de identificar, interpretar y construir referentes en continua transformacin; se trata de potenciar el intercambio cultural, para fortalecer al tiempo las estructuras de oposicin dinmica entre los campos sociales, y no de encerrarse en un ciclo folclorista y anacrnico de proteccionismo cultural, que pretende asumir modelos propios que, bien vistos, pueden ser otra ficcin ideolgica de la modernidad.

6. Un caso.

En los muros de la Universidad Nacional, en Bogot, aparecieron, a mediados de abril de este ao, una serie de graffitis que replicaban (ironizaban?) la campaa publicitaria de Movistar, la compaa de telfonos celulares. En los letreros se lea: espraMe, con la letra M resaltada en color rojo. Movistar utiliz el mismo trmino (esprame) en su campaa de expectativa, poniendo el acento sobre la M, en color verde, que a su vez es el logotipo de la marca.

No interesa tanto qu anunciaban estos graffitis (que tambin, como en Movistar, pretendan atrapar al espectador en esa elipsis), aunque cabe suponer que se trataba de un grupo de izquierda, de un comentario social o poltico, en este caso es lo de menos. Lo interesante en este asunto es la apelacin a un mensaje publicitario, que aparece en medios masivos, para la creacin de un mensaje, en principio, no-publicitario. Esta construccin intertextual supone la exigencia que se hace al lector de (i) reconocer la cita o la alusin (a la campaa de Movistar, en este caso), (ii) de diferenciar los gneros textuales en juego (architextualidad), o, en este caso, de enmarcar el gnero poltico fuera del gnero publicitario comercial, (iii) de ubicar el texto en un contexto especfico la universidad y diferenciar los contextos los medios masivos (paratextualidad) y (iv) de comprender la intencin de quin emite el mensaje. Por otro lado, es necesario preguntar por qu usar ese intertexto y no otro?, en qu sentido la alusin a Movistar poda aportar algo a lo anunciado por el graffiti? En este caso la respuesta parece clara: la importancia del intertexto es su capacidad para facilitar el reconocimiento. De este modo, quienes planearon la estrategia de comunicacin de la M roja en la Universidad Nacional, comprenden la eficacia de la campaa de Movistar (basada especialmente en la redundancia y la tautologa) y deciden utilizar la referencia y transformar algunos elementos esenciales: el color de la M, la tipografa y sobre todo, por supuesto, el medio y el formato.

En el fondo, lo que este caso pone de manifiesto es una dinmica de inclusin (entre muchas otras) de los mensajes publicitarios en esferas culturales aparentemente alejadas del consumo y de los medios masivos. No se trata nicamente de la referencia formal; la propia estructura de los mensajes est determinada por lgicas publicitarias: la elipsis en la frase (esperar a quin, a qu?), el uso de los puntos suspensivos, denotan claramente una estrategia retrica de expectacin, que adems se repite sistemticamente, en distintos lugares, constituyendo una campaa de expectativa. De modo que uno puede preguntar, incluso, hasta qu punto determina el discurso publicitario la capacidad de produccin intertextual de la cultura en que participa? De hecho, esta sola pregunta es ya un objeto de investigacin suficientemente importante, complejo y sugerente, como para articular los esfuerzos tericos del programa de publicidad durante un buen tiempo.

La descripcin de otros casos, anlogos o paralelos al de la M roja, revela cierta sintomatologa, y deja entrever la posibilidad de estudiar la intertextualidad publicitaria en el contexto cultural de los graffitis en el campus de la Universidad Nacional, como una tendencia o un proceso cultural que de ninguna manera aparece arbitrariamente, aunque s de manera todava difusa y ambigua. Valgan dos nuevos ejemplos, extrados de graffitis hechos en el mismo periodo que hemos estado reseando (el primer semestre de 2005): en el primer caso, la famosa frase publicitaria, el eslogan, de Master Card, Hay cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo dems existe Master Card, es replicada, en un extrao bucle genrico, en la frase Hay cosas que la peluquera puede arreglar. Para todo lo dems existe la revolucin, pintada en un muro. Un intertexto estructural que hace una exigencia architextual algo compleja, al incluir alusiones genricas a la superficialidad, la farndula o el star-system (las interpretaciones verosmiles son extensas), en el trmino peluquera, y que utiliza tambin una especie de aliteracin retrica, al poner revolucin en el mismo lugar de Master Card. En el segundo caso, es la campaa publicitaria de Coca-Cola -nada menos- la que es utilizada como cita (esta vez material) de un anuncio hecho artesanalmente, pintado sobre un muro, en donde la tipografa de Coca-Cola se reproduce imitativamente y su eslogan aparece tal cual, palabra por palabra: Ahora t; la irrupcin es ms sutil en este caso: en la grfica que acompaa al texto, un hombre encapuchado lanza una botella de Coca-Cola que es usada como bomba molotov. Es muy significativo que en este caso se reproduzcan incluso los colores corporativos (rojo, blanco y negro), y varios ndices grficos (las burbujas, las ondas). El grado de complejidad alcanzado por la relacin transtextual entre la publicidad y estos graffitis nos hace pensar que el estudio simple de las referencias formales no es suficiente. Hay all un intertexto ideolgico, difcil de deconstruir, que precisamente sugiere un nuevo espacio problmico.

No hay que insistir demasiado en las posibilidades de estudio en estos casos para notar la necesidad de extrapolarlos a otros procesos de apropiacin (irnica, pardica, ingenua, imitativa) de elementos publicitarios, sin hablar ya del gigantesco campo de estudio que constituye la llamada publicidad popular, en donde las referencias locales, circunstanciales, los usos de los mensajes y, en general, los procesos de recepcin, apropiacin y transformacin en contextos especficos, se ponen de manifiesto. Por supuesto, tambin es posible hacer el anlisis inverso: el uso y la transformacin de referencias culturales en el discurso publicitario. En ambos casos, es necesario trascender las perspectivas disciplinares que tradicionalmente han definido el estudio de la publicidad, desde fuera, para constituir una disciplina que lo haga desde adentro.

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Ver el documento Definicin del campo publicitario.

Ver documento Acontecimientos del Campo.

Elemento descrito en el Documento de Campo que ampla la nocin de emisor de los mensajes y lo inscribe en la institucionalidad emisiva de los sistemas de comunicacin.

Sin embargo, Baumann deja entrever dos perodos de la identidad moderna: uno primero que arranca en el mismo nacimiento de la modernidad y va hasta antes del surgimiento de la sociedad postindustrial, donde las culturas y las naciones han obtenido un cierto grado de homogeneidad y estabilidad; y, uno segundo, donde las fuentes constituyentes de las subjetividades y las identidades han cado hechas aicos por influjo del contexto de la globalizacin.

El problema de la legitimidad intertextual, de cundo y cmo un intertexto es bueno o correcto o no, es central para el estudio del campo publicitario. Ser retomado adelante.

En este sentido, la propuesta de Derrida se aleja de las primeras nociones de intertextualidad y se acerca mucho ms a lo que se denominara luego hipertextualidad.

Para una aproximacin general al problema, ver Landow: 1997

Para una aproximacin a los autores, los textos, los mtodos y las variables de esta lnea de estudio, ver La aplicacin de la intertextualidad al manifiesto publicitario, en Rodrguez y Mora: 2002. En este mismo libro se encuentran gran cantidad de ejemplos de mensajes publicitarios analizados desde las categoras de la transtextualidad.

Habra que sealar una extensa literatura que, en un marco ideolgico, entiende la publicidad como un sistema que reproduce mecnicamente lgicas de dominacin econmica y cultural, y en este sentido aparece como una excusa ideal para plantear teoras generales, en donde la inclusin del problema publicitario no cambia un pice posiciones previamente definidas. Sin embargo, este documento no es el espacio adecuado para esa discusin.

No voy a entrar aqu (no parece pertinente) en la tpica discusin sobre las mltiples definiciones de la globalizacin. Tambin en este caso se trata muchas veces de un falso problema, al pretender reducir el fenmeno a sus caractersticas econmicas, polticas o culturales. Para una visin panormica del asunto: Beck: 2001. Para el problema de las relaciones entre cultura y consumo: Ortiz: 2004 y Sklair: 2001

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