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“LOS BRINDIS Y LAS MANOS” de Ana Lourdes Ponce Estaba cambiándome para servir la mesa, cuando escuché por la radio que a las 20 y 25, ella había muerto. Era una muñeca rubia. De eso me había dado cuenta, hace años, cuando nos vino a visitar a los chicos enfermos que estábamos en el hospital. Se rió cuando le dije que no la quería a ella, que era a los Reyes Magos a los que estaba esperando. Apagué de un soplido la vela que iluminaba su retrato y fui hacia la cocina. Allí estaban todos llorando. Bueno, todos no, menos José, el chofer que era anarquista o comunista o que se yo, pero de la contra. Desde la sala llegaban risas y voces de alegría. El hijo mayor tocaba el piano y los otros pedían algo sobre la libertad. -Andá a servir que van a brindar-me dijo José y me dio la bandeja. Cuando iba por el pasillo, me vi la cara en el espejo y me dio miedo. Me di cuenta, que iba a reventar si no gritaba o rompía algo. Yo tenía, como siempre, las manos ocupadas, pero entonces algo se me ocurrió… Apoyé la bandeja en una mesita y escupí cuidadosamente en cada una de las copas con champagne y después entré a la sala. Comencé a servir y entonces me sentí mucho mejor. *****************************************************

5 Los Brindis y Las Manos

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Page 1: 5 Los Brindis y Las Manos

“LOS BRINDIS Y LAS MANOS” de Ana Lourdes Ponce Estaba cambiándome para servir la mesa, cuando escuché por la radio que a las 20 y 25, ella había muerto.Era una muñeca rubia.De eso me había dado cuenta, hace años, cuando nos vino a visitar a los chicos enfermos que estábamos en el hospital. Se rió cuando le dije que no la  quería a ella, que era a los Reyes Magos a los que estaba esperando.Apagué de un soplido la vela que iluminaba su retrato y fui hacia la cocina. Allí estaban todos llorando. Bueno, todos no, menos José, el chofer que era anarquista o comunista o que se yo, pero de la contra.Desde la sala llegaban risas y voces de alegría. El hijo mayor tocaba el piano y los otros pedían algo sobre la libertad.-Andá a servir que van a brindar-me dijo José y me dio la bandeja.Cuando iba por el pasillo, me vi la cara en el espejo y me dio miedo. Me di cuenta, que iba a reventar si no gritaba o rompía algo.Yo tenía, como siempre, las manos ocupadas, pero  entonces algo se me ocurrió…Apoyé la bandeja en una mesita y escupí cuidadosamente en cada una de las copas con champagne y después entré a la sala.Comencé a servir y entonces me sentí mucho mejor.

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