500 Años Despues descubrimiento o Genocidio

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  • Ni 500 ANOS f DESPUS ,

    GENOCIDIO? A/uer Zctieones

    4/W, REFLEXIONAN Y JUZGAN

    tarda Mrquez Vargas Llosa rio Benedetti avio Paz los Fuentes loa Bastos

    Tomas Borge ' Jorge Amado

    " Uslar Pietr va Ido Guayasamfn

    Jorge Edwards ' A. Bryce Echenique < Leonardo Boff < Ernesto Cardenal Pedro Casaldliga

    * Jordi Sol Tura * Pedro Lan Entralgo * Jos Luis Sam~-

    ernando Sa. . Manuel Se.. . Agustn Goyti

    M. Vzquez Mont Juan Goytisolo Manuel Alvar Joseba Azkrraga Emilio Romero Julin Maras Francisco Ayala R. Snchez Ferlosio Fernando Arrabal Nicols Snchez Albornoz

  • Carlos Aznrez - Nstor Norma

    500 AOS DESPUS DESCUBRIMIENTO

    O GENOCIDIO?

  • Coleccin: SEGUNDA LECTURA

    Director: Jos Miranda Ogando

    Diseo de cubierta: Juan Jos Vzquez

    Carlos Aznrez/Nstor Norma

    NUER EDICIONES, S. A. Telfono (91) 593 20 98

    ISBN: 84-8068-007-5 Depsito legal: M. 17.675-1992 Fotocomposicin: M.T., S. A.

    Impresin Lavel, S. A. Impreso en Espaa - Printed in Spain

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    Nuer Ediciones, S. A.

    NDICE

    INTRODUCCIN Razones de una polmica 7 Fundamentos de la Leyenda Negra 8 La historia oficial 10

    OPINAN LOS INTELECTURALES Y POLTICOS DE AMRICA LATINA

    Mario Vargas Llosa 17 Mario Benedetti 23 Ernesto Sbato 25 Gabriel Garca Mrquez 31 Augusto Roa Bastos 33 Octavio Paz 37 Carlos Fuentes 39 Alfredo Bryce Echenique 41 Arturo Uslar Pietri 43 Osvaldo Guayasamn 47 Jorge Amado 51 Ernesto Cardenal 53 Antonio Nez 55 Eduardo Galeano 59 Mario Bunge 65 Germn Arciniegas 69 Toms Borge 73 Padre Jess Lpez Gay 75 Leonardo Boff 77 Pedro Casaldliga 79 Alfonso Lpez Michelsen 81 Jos Durand 83 Miguel Len Portilla 85

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  • Jorge Edwards 87 Julio Mara Sanguinetti 91 Antonio Gmez Robledo 95 Leopoldo Zea 97 Cardenal Nicols de Jess 99

    OPINAN LOS INTELECTUALES Y POLTICOS ESPAOLES

    Jordi Sol Tura 103 Pedro Lan Entralgo 105 Jos Luis Sampedro 107 Manuel Vzquez Montalbn 109 Juan Goytisolo 113 Fernando Savater 117 Luis Yez Barnuevo 123 Jos Agustn Goytisolo 127 Juan Jos Armas Marcelo 129 Ludolfo Paramio 133 Rafael Snchez Ferlorio 135 Manuel Alvar 137 Emilio Romero 141 Joan Manuel Serrat 143 Francisco Ayala 145 Julin Maras 147 Nicols Snchez Albornoz 151 Jos Antonio Barroso 153 Fernando Arrabal 155 Jos Alsina Franch 157 Joseba Azkrraga 161 Reyes Mate 163 Luciano Perea 169 Monseor Carlos Amigo 173

    LA VOZ DE LOS PUEBLOS INDGENAS Las poblaciones nativas 177 Parlamento indgena 170 La contra conmemoracin mexicana 180 Los gritos desde el territorio ocupado 182 La odisea de los indios del Brasil 184 Todas las voces 185 Aventureros o invasores 187

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    I N T R O D U C C I N

    Razones de una polmica

    Una vez decidida la celebracin oficial en Espaa del Quin-to Centenario del Descubrimiento de Amrica, las opiniones a favor y en contra volvieron a expresarse, como haba ocurrido hace cien aos cuando se record el Cuarto Centenario, pero con unas caractersticas y contenidos diferentes.

    Si en 1892 las preocupaciones se centraron en la designacin del propio centenario, que para algunos pases con intereses distintos a Espaa deba ser Centenario de Coln, es decir, donde primara la gesta individual del Descubridor; para Espa-a el nfasis deba ponerse en la dimensin hispnica del acon-tecimiento, y por lo tanto el rtulo no poda ser otro que Centenario del Descubrimiento del Nuevo Mundo.

    Sin embargo, esta vez el debate no slo comprendi aspectos semnticos, sino filosficos. Fue la delegacin mexicana la que sirvi la polmica en la segunda reunin de las Comisiones Nacionales para el Quinto Centenario del Descubrimiento de Amrica que haba patrocinado Espaa y que se reuna en Santo Domingo en julio de 1984.

    En una agitada sesin donde se discutieron aspectos filos-ficos de lo que supuso la incorporacin de un Nuevo Mundo a la historia universal, la delegacin espaola presidida por Luis Yez acept el trmino Encuentro que, en reemplazo del concepto Descubrimiento, propona el grupo mexicano en la voz de su mentor y presidente de la Comisin, Miguel Len Portilla.

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  • En realidad, la delegacin espaola acord la nueva designa-cin como frmula alternativa, pero no excluyente. El aconte-cimiento se llamara en adelante Descubrimiento de Amrica-En-cuentro de Dos Mundos, en una especie de entendimiento con-ciliatorio que buscaba aproximar polticamente a las partes, pero no resolva el dilema semntico-filosfico que planteaba la utilizacin de ambos conceptos.

    Una de las intenciones del gobierno espaol decidir que en 1992 se recordara el Quinto Centenario del Descubrimien-to de Amrica era darle un marco apropiado que lo despojara de caractersticas pico-heroicas, innegablemente contraprodu-centes para los sentimientos de un amplio sector de la opinin pblica latinoamericana, que recuerda aquel acto como un hecho de sumisin y derrota del nativo americano, como una accin genocida.

    Fundamentos de la Leyenda Negra

    Este era uno de los principales problemas que planteaba la celebracin, no slo por los objetivos imperiales que para muchos historiadores tuvo la Conquista, sino porque su lectu-ra desde la perspectiva actual haca resurgir los viejos prejuicios y contradicciones que desde siempre divide a hispanistas e indigenistas.

    De alguna forma, el debate planteado es la continuacin de los razonamientos que en el siglo XVI enfrentaron a Barto-lom de las Casas, defendiendo a los indios, con Juan Gimnez de Seplveda, reclamando el derecho de los conquistadores ante la no humanidad de los nativos.

    Y es en base a las crnicas y a los documentos del domi-nico fray Bartolom de las Casas que se han fundamentado la mayora de los movimientos contrarios a la celebracin del Quinto Centenario, especialmente en Amrica Latina. Y como su propia obra, esta celebracin ahora llamada conmemora-cin ha despertado recelos y adhesiones; ha sufrido ataques y vivas aprobaciones.

    Un especialista en Las Casas, el historiador norteamerica-no Lewis Hanke, dice que las doctrinas que expuso el domi-nico en el siglo XVI y su cruzada en favor de los indios tienen un decisivo aire contemporneo para aqullos (en mencin al exterminio que an sufren los indgenas en diversas regiones

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    americanas). Las Casas fue un precursor de los activistas que despus de la Segunda Guerra Mundial comenzaron su agita-cin en Europa y Amrica para mejorar la existencia humana. Su notable trabajo antropolgico, Apologtica historia, pudo haber servido para explicar la historia de los pueblos pobres de Amrica Latina. En mi opinin contina Lewis Hanke Las Casas hasta anticip en alguna medida el movimiento que actualmente lidera el padre Gustavo Gutirrez, porque crey firmemente que la teologa deba ser una fuerza liberadora mucho antes de que naciera la "teologa de la liberacin". Podra concluirse que Las Casas ejemplific a travs de casi toda su vida lo que sostuvo un antiguo filsofo chino: "saber y no actuar, es no saber".

    Pero no slo fue Las Casas quien denunci el exterminio y mal trato de los indios, cimentando lo que luego se llam la Leyenda Negra. Ya el 21 de diciembre de 1511, un modesto fraile de la Orden de los dominicos, fray Antn de Montesinos, pronunci en La Espaola (hoy Repblica Dominicana) su famoso sermn de denuncia en la misa del domingo de Ad-viento.

    Pero evidentemente fue el padre de Las Casas en sus cartas, memoriales y libros quien seal con mayor vehemen-cia y continuidad las atrocidades cometidas contra los natura-les y la cada demogrfica espectacular, que nunca jams otra oda, ni acaecida, ni soada.

    Segn la afirmacin del fraile en su obra Historia de las Indias, escrita en los ltimos aos de su vida, la poblacin india perdi, desde 1492 hasta 1560, 40 millones de individuos. Cifra ciertamente demoledora y al mismo tiempo polmica, porque el propio Las Casas, en el desarrollo de su extensa obra, ha dado cmputos parciales que no coinciden con aqulla. Pero el objetivo del dominico es siempre provocador, porque l preten-da la intervencin de la Corona para frenar el exterminio. Aspira a resultados, y por eso su verbo es violento y bien recurre a admoniciones morales o religiosas, como a informa-cin histrica. Siempre hace hincapi en la accin blica, que rechaza profundamente. Y sin embargo no dio mayor impor-tancia a las muertes por epidemias, que segn las investigacio-nes modernas han sido la causa ms importante del declive demogrfico.

    Los textos de Las Casas estn plagados de relatos de matanzas a punta de espada, pero tambin como consecuencia

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  • de un trato inhumano que el fraile denuncia sin concesiones. En cierta oportunidad seala que en Nicaragua murieron entre 20 y 30 mil naturales porque no pudieron sembrar y el maz que tenan para su subsistencia les fue confiscado; en otras afirma que los conquistadores cargaban de trabajo a los indios y no les daban suficientemente de comer, lo que provocaba su desnutricin y muerte. A veces las mujeres, con sus pechos secos por la falta de comida, no podan alimentar a sus hijos.

    Relata asimismo cmo, apartados sus maridos por razo-nes de trabajo, las mujeres dejaron de procrear, con la lgica cada de las poblaciones nativas. Seala cmo se multiplicaron los suicidios y las huidas a los montes. Describe con nitidez y patetismo infinidad de escenas por las cuales los nativos, para' escapar de la opresin, se quitan voluntariamente la vida a veces individualmente y otras en forma colectiva o incluso familiar.

    Con una descripcin desgarradora, el padre Las Casas pretende conmover, y casi siempre lo consigue: Los cristianos con sus caballos, espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades. Entraban en los pueblos, ni dejaban nios, ni viejos, ni mujeres preadas, ni paridas que no desbarrugaban y hacan pedazos.

    Es en 1516 cuando Bartolom de las Casas redacta su memorial de agravios a los indios, provocando la primera ola de estupor en Europa. En ese verdadero manifiesto por los derechos humanos de los nativos, se describen los efectos de la guerra de conquista, la esclavitud a que eran sometidos los naturales, la degradacin de las comunidades autctonas y la abolicin por la fuerza de sus creencias y formas productivas, el hundimiento demogrfico y la vulnerabilidad de los indios ante las nuevas condiciones de vida impuestas por los vencedores.

    Todo esto dio pbulo a la llamada Leyenda Negra. Fue el comienzo de una polmica que an subsiste y no ha sido superada. Los argumentos de quienes, en una actitud defensis-ta, sealan que se utilizan razonamientos exagerados o mani-pulados para ocultar la trascendencia de un hecho histrico. Y los que ponen el nfasis en la accin violenta y apropiadora.

    La historia oficial

    En los libros escolares se suele decir que el Descubrimien-to de Amrica es una gesta sin precedentes que marca el inicio

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    de los tiempos modernos. Se trata de una interpretacin con una valoracin magnnima y unvoca de los acontecimientos.

    Para esta visin el Descubrimiento representa el final de la Edad Media y el comienzo de la poca moderna, instancia histrica que por lo general se identifica con la cada de Cons-tantinopla. Un anlisis que hasta ese momento era predomi-nantemente euroasitico se transforma as en una concepcin global del mundo.

    Un Nuevo Mundo se incorpora a la historia universal. La nocin de la redondez de la tierra comienza a expresarse con mayor conviccin y cobra realidad la integracin geogrfica, humana y econmica del planeta. Con la llegada de Coln a tierras americanas se produce primero un conocimiento fsico y espacial, pero luego ese impacto tiene consecuencias ms extensas y profundas: se perfecciona el saber de la naturaleza y del hombre; surge una nueva geografa universal y una nueva cosmografa; se percibe una realidad cambiante de los climas y de las especies.

    Fue un momento estelar de la historia, aseguran los hispanistas. La ruta descubierta permite que otros pases y otros navegantes surquen el ocano en busca del nuevo conti-nente. Es un nuevo rumbo en el compendio universal cuya pagina brillante la ha escrito Coln. Se reconoce, no obstan-te, que si bien el viaje del Descubridor revolucion las trayec-torias marinas, ya la expansin europea anunciaba aconteci-mientos singulares a partir de 1480, fecha del comienzo de las exploraciones portuguesas al Atlntico.

    Si hubo afn de riqueza y de poder, tan presentes en los valores de la poca, no es menos cierto que se persegua un propsito nacional y religioso. Al respecto dice el cronista Bernal Daz del Castillo que se equivocan quienes afirman que la Conquista no se hizo por la gloria de Dios, sino por el oro; se hizo por la gloria de Dios y por el oro, reconoce el soldado-es-critor en una manifestacin que asombra por su falta de hi-pocresa.

    Evangelizacin y servicio a la Corona, dos objetivos que se esgrimen contra otros intereses menos altruistas. El conquis-tador espaol acta con un espritu de Cruzada que, en lugar de convivir pacficamente con las creencias, los usos y la orga-nizacin social productiva de los indgenas, se lanza a una tarea catequizadora inmensa y redentora, segn sus exegetas. Se trata de cristianizar a los infieles. En poco ms de medio

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  • siglo una sola lengua y una sola religin se propaga por todo el continente. Un proceso unificador, o mejor, homogeinizador que no tiene parangn en la historia, por su extensin y rapi-dez. Se ha creado un profundo y original proceso de mestizaje cultural.

    La misma visin oficial no deja de sealar que si bien es real que Espaa explot las fuentes de riqueza americanas tambin las activ, aportando productos y tecnologas que all no existan. Se introdujeron tcnicas de desarrollo de enorme utilidad para las colonias, como los aperos agrcolas, mquinas, para el cultivo, animales domsticos y nuevas tcnicas artesa-nales. Las primeras crnicas sealan la importancia que tuvie-ron los caballos desconocidos en Amrica, mulos y carretas, as como la introduccin del arado tirado por bueyes, que revolucion las tcnicas de cultivo americanas.

    La explotacin comercial espaola hizo que la produc-cin americana se involucrara en el mercado internacional, de tal forma que cuando en el siglo XIX se produce la emancipa-cin de las colonias, muchas de ellas se hallaban en condiciones idneas para un desarrollo posterior.

    Cuando los espaoles llegan a Amrica se encuentran con dos culturas la inca y la azteca bastante desarrolladas pero muy distantes de la europea. La tcnica de los tallados y cer-mica era netamente inferior a la que exista en Espaa. Lo mismo puede afirmarse de las formas de cultivo y produccin.

    El choque cultural fue, por tanto, espectacular. Pero la doctrina oficial no reconoce que se haya producido un someti-miento cultural y no slo fsico de los nativos. Una cultura ms antigua y poderosa se habra mezclado segn este pensa-miento con la autctona con instrumentos tan efectivos y perdurables como la imprenta, la universidad, la moneda, la arquitectura, la literatura y la organizacin municipal.

    Pero el elemento ms formidable que utiliz Espaa para sus fines colonizadores fue la lengua. El podero del idioma espaol y la represin de las lenguas nativas posibilit una rpida difusin del castellano.

    La accin se extiende con rapidez por todo el continente. En 1551 se funda la Universidad de San Marcos, en Lima, diecisis aos despus que Francisco Pizarro erigiera la ciudad. Ese mismo ao tambin se establece la Universidad de Mxico, treinta y dos aos despus de la llegada de Hernn Corts a

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    esas tierras. Le siguen luego la Universidad de Bogot, en 1621 y posteriormente la de Sucre, en 1624.

    Los hispanistas hacen hincapi en la rpida fundacin de las universidades para demostrar el inters cultural que Espaa llev a Amrica. Muchas de ellas fueron creadas antes en tierras americanas que en suelo europeo. En Amrica, incluso, le llevaron la delantera a las universidades anglosajonas. Cuando los colonos ingleses llegaron a Nueva York ya haba tres uni-versidades hispano-americanas; y cuando se fund la primera universidad anglosajona en Harvard, en 1636, ya haba siete hispanas funcionando en el Nuevo Mundo.

    Esta apretada sntesis de las distintas posiciones sobre el Descubrimiento es revalorizada y puesta de manifiesto en su verdadera extensin en la siguiente compilacin de entrevistas y artculos de historiadores, polticos y figuras de la cultura, tanto de Amrica Latina como de Espaa. Entre algunas opi-niones que condenan tajantemente los hechos ocurridos en 1492, y otras que directamente ensalzan a sus protagonistas, se im-pone una postura intermedia, que acepta como verdad incues-tionable la existencia de una accin violenta y usurpadora, pero no niegan que tal acontecimiento produjo un hecho novedoso y trascendente de cara al futuro de la humanidad.

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  • Opinan los intelectuales y polticos de Amrica Latina

  • MARIO VARGAS LLOSA Escritor peruano

    ES REALMENTE HIPCRITA ESCANDALIZARSE POR LA CONQUISTA

    La celebracin del Quinto Centenario est siendo moti-vo de controversias absurdas. Discutir sobre si el hecho en s estuvo bien o mal es un ejercicio especulativo gratuito. Culpar de esta situacin a los conquistadores es algo disparatado, ya que se trata de una realidad que se ha ido perpetuando inde-pendientemente de quienes tengan el poder. Quizs ahora sea el momento de hacer justicia histrica y conseguir que el desarrollo no signifique el sacrificio de la lengua y la tradicin de los indgenas. El problema de estos ltimos se inicia con la conquista, pero no se resuelve con la independencia. Al contra-rio, en muchos casos se agrava. En Chile y Argentina la matan-za de nativos se produce despus de la independencia, en plena Repblica.

    No hay que olvidar que en Per la primera gran batalla que da Bolvar fue contra los indgenas del norte, que se suble-varon contra la Repblica en favor del rey de Espaa. No porque estuvieran a favor ni en contra de la independencia, sino por la sencilla razn de que los latifundistas eran repu-blicanos.

    Volviendo al tema del Quinto Centenario, parecera que slo se toleran contradicciones y objeciones. Una acida discu-sin ha precedido el aniversario en la que algunos rechazan la idea misma de la conmemoracin en tanto que otros la admi-ten, a condicin de que ella sirva para levantar un minucioso catastro de las depredaciones y devastaciones cometidas por descubridores y conquistadores. Se trata de una curiosa contro-

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  • versia en la que slo participan distintos tipos de impugnado-res y ningn defensor.

    Entre los propios espaoles han surgido algunas de las voces ms iracundas para decir que no hay nada que celebrar en aquella empresa imperialista y de rapia que fue la llegada de Coln a Amrica y todo lo que le sigui. Por otra parte, sacerdotes y telogos catlicos encabezan la crtica de aquello que, cuando yo era nio, los manuales llamaban "la propaga-cin de la fe y la extirpacin de la idolatra por los misioneros", frmulas que ni el ms distrado ultramontano se atrevera hoy a emplear.

    Es verdad que el esfuerzo material que hace Espaa con motivo del Quinto Centenario es enorme: el intelectual, en cambio, es ms tmido y a menudo da la impresin de estar lastrado por una recndita mala conciencia. Esto no debe sor-prendernos. Nuestra poca es la de formidables ocurrencias histricas, el derrumbe de los regmenes ms despticos y sanguinarios de que haya memoria, la irrupcin incontenible de los valores democrticos y la libertad en sociedades o con-tinentes donde nunca existieron o fueron apenas huidizos fue-gos fatuos. Pero es, tambin, la de la confusin intelectual, la perversin del sentido comn, de las ideas y de la facultad de razonar por efecto de la ideologa, religin laica de nuestro tiempo, cuyos dogmas, estereotipos, prejuicios, lugares comu-nes y excomuniones, contaminan todava a buena parte de la llamada "inteligentsia" en Espaa y en Hispanoamrica, aun aquella que, de boca para afuera, dice haberse sacudido las ore-jeras del marxismo y el colectivismo y ser de nuevo indepen-diente.

    Los vituperios, la incomodidad avergonzada o los silen-cios de tantos intelectuales de ambos mundos en torno al tema del Quinto Centenario demuestran que ello no es cierto y que, sobre muchos gravita todava el temor de ser acusados de reaccionarios y privados del virtuoso carnet de progresistas. En la actualidad hay que cambiar ideas y reflexionar, sin comple-jos de inferioridad ni de superioridad, y tambin sin exorcis-mos, sobre un acontecimiento que, digmoslo con todas sus letras, es el ms importante de la historia para Amrica y Europa, y por consiguiente, para el resto del mundo.

    Con la odisea de aquellos tres frgiles barquitos legenda-rios y el puado de aventureros que llevaron a bordo, por mares desconocidos, al encuentro del pas de la canela y de lo

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    incierto, comenz la modernidad. Desde entonces las muchas historias de pueblos dispersos e incomunicados del mundo se volvieron una sola historia, interconectada e inseparable, y se inici la lenta y tremenda, pero tambin grandiosa e irreversi-ble, marcha de la humanidad hacia una civilizacin universal.

    Hay dos maneras de hablar de un hecho de tan abruma-dora trascendencia. La primera, empezando desde el principio y por lo ms general. Como este mtodo es superior a mis fuerzas elijo ms bien el opuesto: retrotraerme a lo ms mni-mo y particular, es decir, a m mismo, y abordar el Descubri-miento y su aniversario desde mi historia personal. O, mejor dicho, la historia de los dos apellidos que llevo encima, y que, dicho sea de paso, estoy muy contento de llevar.

    Como yo, la mayora de latinoamericanos tiene una o dos ramas familiares en las que, ms pronto o ms tarde, asoma el vnculo europeo. Espaol sobre todo para los que llevan mucho tiempo en ese lado del Atlntico y, para los ms recientes, italiano, portugus, alemn, ingls, francs o centroeuropeo. Y en todas esas estirpes ha habido, hay y ojal haya cada vez ms, mezclas y juntas con la poblacin indgena o con la africana, que lleg a Amrica al mismo tiempo que los descubridores. El mestizaje ha sido ms rpido en pases como Paraguay o Mxi-co, y ms lento en otros, como Per o Bolivia, pero ha venido ocurriendo de manera sistemtica hasta el extremo de que cabe asegurar que no hay familia europea avecindada en Amrica latina que, luego de dos o tres generaciones, no se haya india-nizado un poco. Y, viceversa, para encontrar "indios puros" si es que esta expresin todava tiene algn sentido hay que buscarlos como aguja en un pajar, en las ms remotas anfrac-tuosidades de los Andes o de las selvas centro y sudamericanas. Existen, pero son slo una muy pequea minora.

    El mestizaje hay que entenderlo en un sentido literal, desde luego, pero sobre todo psicolgico y cultural. Hay una manera de ser espaola, afirmativa y explcita, que a cualquier peruano le resulta desconcertante y, al principio, hasta ofensi-va. Blancos, negros, cholos o mulatos, todos los peruanos a la hora de hablar es decir, de sentir y de pensar estamos impregnados del ritualismo y las escrupulosas formas indirec-tas, tan amadas de los quechuas.

    Pero los indios no lo estn menos por las costumbres, creencias y maneras que llevaron los espaoles consigo. Jos Mara Arguedas, etnlogo, antroplogo y escritor insospecha-

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  • ble de prejuicios pro-europeos, demostr en su tesis doctoral que lo que se crea la institucin prehistrica por excelencia la comunidad indgena era un tpico producto mestizo, en el que, incluso, prevalecan las formas importadas de Espaa sobre las aborgenes.

    Resucitar ahora la absurda polmica entre "indigenistas" e "hispanistas" es tender una cortina de humo con falsos plan-teamientos y seudoproblemas sobre los asuntos de Amrica latina que de veras requieren atencin urgente.

    Estos problemas no son las crueldades que sufrieron los indgenas hace cinco siglos, sino las que sufren ahora, todava. Pese a haber pasado tantos aos y pese a ser repblicas inde-pendientes desde hace siglo y medio o ms las antiguas colo-nias.

    La responsabilidad de la discriminacin y postergacin de las culturas nativas nos incumbe hoy, de manera primordial, a nosotros, no a los europeos, y no es un debate histrico sino actualsimo, que condicionar nuestro futuro.

    Este problema es econmico, poltico y cultural a la vez y debera ser encarado y resuelto en esos tres planos simult-neamente para que la solucin sea justa, adems de eficaz. La pregunta clave sera: Pueden modernizarse esas culturas ind-genas de Mxico, Guatemala, Per y Bolivia, conservando lo esencial o por lo menos factores fundamentales de su lengua, creencias y tradiciones?

    Mi propia conviccin es que para pueblos como el que-chua, de millones de personas, con una historia y una cultura que alcanzaron un elevado grado de elaboracin y que an sirve de aglutinante a sus descendientes, tal vez s. Soy mucho ms escptico en lo que respecta a las comunidades pequeas y arcaicas, como las de la Amazonia, para las cuales la moder-nizacin significa inevitablemente la occidentalizacin. Es la occidentalizacin de los pueblos indgenas un crimen o la va ms rpida para que salgan del hambre y de la explotacin de que an son vctimas?

    Mis propios sentimientos al respecto son contradictorios. Slo s que no se puede llegar a la solucin del problema a travs de afirmaciones pasionales o de estereotipos ideolgicos, que no tienen en cuenta la realidad objetiva y que, si se tradu-cen en polticas concretas, obtienen resultados opuestos a los que se pretende lograr.

    Quienes se indignan tan justamente por los crmenes y

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    crueldades de los conquistadores espaoles contra los incas, jams se han indignado por los crmenes y crueldades que cometieron los conquistadores incas contra los chancas, por ejemplo que estn bien documentados o contra los dems pueblos que sojuzgaron, ni contra las atrocidades que cometie-ron uno contra el otro, Huscar y Atahualpa, ni han derrama-do una lgrima por los miles, cientos de miles o acaso millones (pues ninguna comisin de profesores universitarios se ha pues-to a calcular cuntos fueron, a diferencia de lo que ha sucedido con las vctimas de los europeos, contabilizadas al detalle con encomiable escrpulo) indias o indios sacrificados a sus dioses en brbaras ceremonias por incas, mayas, aztecas, chibchas o tol-tecas. Y, sin embargo, estoy seguro de que, en teora, todos ellos estaran de acuerdo conmigo en reconocer que no se puede ser selectivo con la indignacin moral por lo pasado, que la crueldad histrica debe ser condenada en bloque, all donde aparezca, y que no es justo volcar la conmiseracin hacia las vctimas de una sola cultura olvidando a las que esta misma provoc.

    No estoy en contra de que se recuerde que la llegada de los europeos a Amrica fue una gesta sangrienta, en la que se cometieron inexcusables brutalidades, pero s de que no se re-cuerde, a la vez, que remontar el ro del tiempo en la historia de cualquier pueblo conduce siempre a un espectculo feroz, a acciones que, hoy, nos abruman y horrorizan. Y de que se olvide que todo hispanoamericano de nuestros das, no impor-ta qu apellido tenga ni cul sea el color de su piel, es un producto de aquella gesta, para bien y para mal.

    Yo creo que sobre todo para bien. Porque aquellos hom-bres duros y brutales, codiciosos y fanticos que fueron a Amrica y cuyos nombres andan dispersos en las genealogas de innumerables latinoamericanos, como yo llevaron consigo, adems del hambre de riquezas y la implacable cruz, una cultura que desde entonces es tambin la nuestra, y que hace de nosotros los herederos de un Cervantes, un Quevedo y un Gngora ni ms ni menos que un madrileo o sevillano de nuestros das. Una cultura que, por ejemplo, introdujo en la civilizacin humana esos cdigos de poltica y de moral que nos permiten condenar hoy a los pases fuertes que abusan de los dbiles, rechazar el imperialismo y el colonialismo, y defen-der los derechos humanos que ella fue la primera en recono-cer en toda la historia humana no slo de nuestros contem-porneos sino tambin de nuestros ms remotos antepasados.

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  • La inmensa mayora de los latinoamericanos estamos or-gullosos, por otra parte, de hablar y escribir en espaol, una de las lenguas que, en el mundo en ebullicin de nuestros das ese mundo que se recrea bajo el principio de la lenta disolu-cin de las fronteras y la internacionalizacin de la vida en uno de los principales vehculos de la creacin y la comunica-cin entre los pueblos.

    Hablar y escribir en espaol es, no importa dnde haya uno nacido, ser un hombre o una mujer de nuestro tiempo, estar en el pelotn de vanguardia de la cultura ms dinmica, y a la vez, ser tributario de una riqusima dinasta de pensado-res, poetas, inventores, rebeldes y artistas que contribuyeron decisivamente a hacer retroceder la vieja barbarie de la intole-rancia, del dogma, de las verdades nicas y a disociar la moral de la razn de Estado.

    Me enorgullece, como hispanoamericano, que esa cultura fuera la primera en criticarse a s misma hasta la mdula y en hacer de la crtica un derecho inconculcable y que ella creara al individuo soberano, el pluralismo, la tolerancia y la libertad. Todo eso lleg, tambin, a Amrica, en las alforjas de esos extremeos rudos que acompaaron a Pizarra y en el arcn del administrador militar que fue a Arequipa, desde la lmpida Santillana del Mar. Me conmueve que tuvieran que mezclarse entre s y vaya usted a saber con cuntas otras sangres y esperar tanto tiempo para que al fin naciera yo y pudiera venir cada tanto a Espaa, para rendirles homenaje.

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    MARIO BENEDETTI Escritor uruguayo

    LO NICO QUE LOS ESPAOLES DESCUBRIERON EN 1492 ES SU IGNORANCIA

    SOBRE LAS TIERRAS QUE PISABAN

    En estos benditos 500 aos, los oriundos del Tercer Mundo hemos pasado de la inocencia curable a la incurable desconfianza. Los actos. Lo nico que los espaoles descubrie-ron en 1492 es su ignorancia respecto a las tierras que pisaba, as como los arruacos (indgenas de Guanahan, isla del primer desembarco) descubrieron ese da a los espaoles.

    Fuera del lenguaje oficial, no son muchos los que utilizan hoy el trmino "descubrimiento". Sera ms adecuado, aunque menos rimbombante, hablar simplemente de la "llegada de Coln" a un territorio que, slo tres lustros ms tarde y casi por azar, adquiri el nombre de Amrica. Lo indiscutible es la "llegada". Tal como le pasara a Gorbachov casi cinco siglos despus. Por eso, ms que la conmemoracin de un descubri-miento, ms que un encuentro entre dos continentes, lo que realmente hubo es un encontronazo.

    Hace algunos meses, tras haber pronunciado una confe-rencia en una ciudad espaola, alguien del pblico me pregun-t si quienes estbamos en una actitud crtica ante la celebra-cin del 92 pretendamos que los espaoles de hoy pidieran perdn por los desmanes de los colonizadores de ayer. Pienso que a ningn latinoamericano poda ocurrrsele algo tan absur-do. En todo caso, habramos aspirado a que los espaoles de hoy no celebraran con tanta fastuosidad un acontecimiento que, si bien signific todo un vuelco en la historia y hasta una ampliacin del mundo, tuvo asimismo un ingrediente trgico,

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  • ya que, al parecer, cost la vida a 70 millones de aborgenes. No es poca cosa, y sobre todo no parece algo digno de ce-lebracin.

    Como reflejo de esa paradoja, en Amrica Latina el sen-tido del Quinto Centenario no despierta el menor inters a escala popular. Slo los gobiernos le dan cierto realce, quiz porque ha trascendido que hay mucho dinero en juego y humil-demente aspiran a que les toque alguna tajadita del pastel colombino. Los ciudadanos de a pie, en cambio, inmersos en la lucha por el pan y el techo de cada da, se sienten ms alu-didos por las exigencias del Fondo Monetario que por las carabelas de Coln.

    El ao 1992 pudo ser la ocasin propicia para un anlisis sereno, objetivo, de estos cinco siglos. Anlisis autocrtico, adems, desde ambas orillas, ya que tampoco la Amrica his-pnica es inocente. Tras las matanzas de los conquistadores siguieron las ms chapuceras, pero igualmente letales, organi-zadas por los gobiernos criollos. Y an hoy, persisten en nues-tro continente las miserables condiciones de vida y muerte de los indios. Por lo mismo no sera honesto culpar a la conquista

    de las crueldades que cometieron los legatarios de Corts y Pizarro. Si bien se estima, durante la conquista y la posterior colonizacin perdieron la vida unos 70 millones de aborgenes, hasta ahora nadie ha calculado cuntos indios han muerto de hambre, de plagas o de simple miseria desde la independencia hasta nuestros das.

    Hoy se acusa a fray Bartolom de las Casas de haber dado origen a la "leyenda negra" sobre la colonizacin slo porque aquel personaje excepcional tuvo el coraje de denunciar las atrocidades de la poca. Pero la verdadera y literal crnica negra, de la que poco o nada se habla, fue la masiva importa-cin de africanos, una responsabilidad a la que ni siquiera fue ajeno el padre Las Casas, quien lleg ingenuamente a justifi-carla como un curioso alivio a la explotacin del indio.

    En ese comercio de esclavos estuvieron involucrados no slo los espaoles, sino tambin, y primordialmente, los alema-nes, franceses, holandeses y britnicos, y en el caso de estos ltimos se lleg al compromiso de introducir nada menos que 144.000 esclavos negros. Ese ominoso trasplante de seres huma-nos fue probablemente la redituable operacin de una primera "economa de mercado", hoy tan en boga.

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    ERNESTO SBATO Escritor argentino. Premio Cervantes

    LA HISTORIA EST LLENA DE FALACIAS, SOFISMAS Y OLVIDOS

    Es ya cierto que hablar del Descubrimiento de Amrica puede ser considerado, desde el punto de vista de los impugna-dores, como una despectiva denominacin eurocntrica, como si las grandes culturas indgenas no hubieran existido hasta ese momento. Pero deja de serlo si se considera que los europeos no las conocieron hasta esa fecha o slo un exceso de amor propio puede tomar esa expresin como peyorativa.

    Lo que s es razonable es que se la siga utilizando hasta nuestros das, cuando, an en aquel tiempo, los espritus euro-peos ms elevados manifestaron su admiracin por lo que haban encontrado en el Nuevo Continente.

    Desde esta legtima perspectiva, sera mejor hablar del "encuentro entre dos mundos" y que se reconocieran y la-mentaran las atrocidades perpetradas por los sojuzgadores, reconocimiento que debera venir acompaado por el inverso de los acusadores, admitiendo las positivas consecuencias que con el tiempo produjo la conquista hispnica. Bastara tener presente que la literatura de lengua castellana ha pro-ducido en Amrica, con una inmensa cantidad de mestizos, una de las literaturas ms originales y profundas de nuestro tiempo. Si la leyenda negra fuera una verdad absoluta, los descendientes de aquellos indgenas avasallados deberan mantener atvicos resentimientos contra Espaa, y no slo no es as, sino que dos de los ms grandes poetas de la lengua castellana de todos los tiempos, mestizos, cantaron a Espaa

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  • en poemas inmortales: Rubn Daro, en Nicaragua y Csar Vallejo, en Per.

    Esa leyenda siniestra fue comenzada por las naciones que queran suplantar al ms poderoso imperio de la poca, entre ellas Inglaterra, que no slo cometi en el mundo entero atro-cidades tan graves como las espaolas, pero agravadas por su clsico racismo, que an perdura, cometido hasta hoy por el imperio norteamericano: no nicamente contra los indios, sino, luego, contra los llamados despectivamente "hispanos" y finalmente contra los italianos, en virtud de una doctrina segn la cual Reagan es superior a Julio Csar, Virgilio, Horacio, Leonardo da Vinci, Miguel ngel, Galileo y tantos otros, que hicieron por la cultura universal algo ms que ese actor de tercera categora.

    No, aqu no hubo esa inferioridad espiritual que es el racismo: desde Hernn Corts, conquistador de Mxico, cuya mujer fue indgena, hasta los que llegaron en aquella formida-ble empresa hasta el Ro de la Plata, se mezclaron con indios, y, gracias al misterio gentico, tengo una hermosa nieta que sutilmente revela rasgos incaicos.

    Para no hablar de las notables creaciones del barroco ibrico en Amrica Latina, que sutilmente difiere del de la metrpoli, de la misma manera que sucedi con nuestra lengua comn: la ilustre lengua de Cervantes y Quevedo.

    Todas las conquistas fueron crueles, sanguinarias e injus-tas, y bastara leer aquel libro de un sacerdote belga en que narra los horrores, los castigos, las mutilaciones de manos y a veces hasta de manos y pies que sus burdos y viles compa-triotas infligan a los negros que cometan un robo de algo que en el fondo les perteneca. Y lo mismo podra repetirse con siniestra simetra con los alemanes, holandeses e ingleses. Quines son ellos, qu virtudes tuvieron y hasta siguen tenien-do para haber forjado y seguir repitiendo la leyenda negra?

    Es una injustica histrica olvidar los nombres que lucha-ron por los indgenas y por la conservacin de sus valores espi-rituales, como fray Bernardino de Sahagn, la escuela de Sala-manca, con derecho de gentes, y el nobilsimo dominico Barto-lom de las Casas, que defendi encarnizadamente a los indios y que, lejos de propiciar la trata de negros, como afirma una de las tantas falsedades de la leyenda, luch por ellos en nom-bre de una religin que considera sagrada la condicin humana.

    En fin, no se tiene presente que fueron hijos de espaoles

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    y hasta espaoles que lucharon contra el absolutismo de su propia tierra los que insurgieron contra Espaa, desde Bolivia, en el norte, hasta San Martn, en el sur, nacido aqu, que combati como coronel heroicamente, contra la invasin na-polenica en la tierra de su padre, el capitn Juan de San Martn. Con razn Fernndez Retamar pone el caso de Martn, uno de los hombres ms esclarecidos y nobles de nuestra inde-pendencia, orgulloso de sus padres espaoles, que al propio tiempo que defenda la legitimidad de una cultura nueva y propia se declaraba heredero del Siglo de Oro hispnico. Para no referirnos a tanto mestizo ilustre, como Bernardino Rivada-via en mi pas, con negros en su pasado y quizs hasta con indios, y a mi amigo Nicols Guillen, el cubano que en un conmovedor poema se refiere a su abuelo espaol y a su abuelo africano, ejemplar sntesis de nuestro mestizaje.

    Todo este asunto est vinculado al problema de la famosa identidad de una nacin, problema bizantino por excelencia. Se habla mucho de "recobrar nuestra identidad americana". Pero cul y cmo? Al decir ya "nuestra", gente como yo, que se considera entraablemente argentino, quedara eliminada, por-que mis padres fueron europeos, como la mayor parte de los miembros de nuestra nacin. Cul identidad, pues? La de los indios nmadas y guerreros que recorran nuestras inmensas llanuras, casi planetarias, donde ni siquiera hubo antiguas civi-lizaciones como las de los incas, mayas o aztecas? Una tierra que se ha hecho con una verdadera mezcla espaoles, indios, italianos, vascos, franceses, eslavos, judos, sirios, libaneses, japo-neses, y ahora con chinos y coreanos? Y qu idioma reivindi-car? Es curioso que buena parte de los que se proponen esta recuperacin de nuestra identidad hablan en buen y longevo lenguaje de Castilla y no en lenguas indgenas. Paradjica for-ma de reivindicar lo autctono.

    Y an dejando de lado las inmigraciones que hemos teni-do en este siglo, quedaran, como bien escribe Arturo Uslar Pietri, tres protagonistas: los ibricos, los indios y los africanos, pero sin duda sera la cultura ibrica la dominante desde el momento en que esas tres sangres entraron en esos complejsi-mos procesos de fusin y el mestizaje, dejando de ser lo que haban sido en usos y costumbres, religin, alimentos e idioma, produciendo un nuevo hecho cultural originalsimo. No como en la Amrica anglosajona o en el coloniaje europeo de Europa y Asia, donde hubo simple y despreciativo trasplante.

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  • Habl antes de bizantinismo porque estos falsos dilemas nos traen a la memoria los clebres "sorites" en que se pregun-taba cuntos granos de trigo hacen un "montn". Falsos pro-blemas que se agravan cuando se ponen en juego a seres huma-nos y no a simples granos de trigo, porque nada que se refiera a los hombres es esencialmente puro, todo es invariablemente mezclado, complejo e impuro. Pues slo en el reino platnico de los objetos ideales existe la pureza, ya sea la de un tringulo rectngulo o la de un logaritmo. Si retrocedemos en el tiempo, en cualquier parte del planeta, no sabramos dnde detenernos en la bsqueda de esa ilusoria "identidad".

    Pensemos en los propios espaoles, que ahora son el centro de esa polmica: no sera, sin duda, en los reinos visig-ticos, ya que no se habla en la Pennsula una lengua germnica; habra que retroceder, entonces, hasta el dominio de Roma, que produjo una cultura tan entraable que se sigue hablando y escribiendo un idioma derivado del latn, no del ciceroniano, claro, sino del de la soldadesca, porque ni en esto se encuentra jams algo elevado.

    Pero por qu detenerse en lo romnico? Los puristas querran entonces descender hasta los beros, misterioso pue-blo cuya lengua ignoramos pero que, al parecer, algo tena que ver con los africanos y, quiz, hasta con el vascuence, pero que en todo caso invalidaran automticamente el derecho a la "verdadera" identidad hispnica en que surgieron y vivieron despus dominaciones tan profundas y viscerales que pudieron producir un gran escritor latino como Sneca. Y todo se com-plica an ms si reflexionamos en los reinos moros de Al Anda-bas, donde quiz se dio el ms grande y emocionante ejemplo de convivencia de rabes, judos y cristianos.

    En la catedral de Sevilla est el sepulcro de Fernando el Santo, llamado el "gran seor de la convivencia", y la inscrip-cin, a cada lado, en latn, rabe, hebreo y espaol, que le enaltece.

    Espaa estaba empapada de sangre juda a partir de la Inquisicin, que tambin la derram en la entera Europa cris-tiana. Ese tenebroso perodo, sin embargo, debe hacernos olvi-dar que en aquella tierra ibrica, en pocas ms tolerantes, el pueblo hebreo haba alcanzado tan grande respeto que su san-gre se mezcl hasta con la sangre real. Y que un fillogo de la talla de Menndez Pelayo escribi: "El primer poeta castellano conocido es probablemente el excelso poeta hebreo Yehuda

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    Halevi, de quien consta que versific no solamente en su len-gua, sino en rabe y en la lengua vulgar de los cristianos".

    Este hombre, que naci hacia 1087, fue considerado el ms grande poeta lrico del judaismo, pero, en cuanto a su modalidad, tan caractersticamente castellano como su amigo Moiss Ibn Ezra, andaluz.

    Y an hay algo ms importante: el centro cultural moro-judaico, heredero de la gran cultura de Bagdad, tanto en Cr-doba, "la novia de Andaluca", como en otras ciudades del mismo reino, desarroll el puente entre la cultura helnica, que los musulmanes haban recogido en el Asia Menor y en Alejan-dra, y la Europa brbara, tarea en la que no se debe tampoco olvidar la Escuela de traductores de Toledo, fundada en el siglo XII. Avicebrn, nacido en Mlaga en 1020, conocedor de la filosofa platnica, influy sobre san Buenaventura y la orden de los franciscanos, que polemizaron con Alberto Mag-no y Santo Toms. Y en cuanto al gran filsofo judo Maim-nides, nacido en Crdoba en 1135, influido por el neoplatonis-mo, recibi la doctrina aristotlica a travs del mayor de los pensadores rabes, Averroes. Y ambos crearon el puente entre la filosofa griega y la Europa de los brbaros, hasta culminar en Bacon, santo Toms, Descartes, Spinoza y Kant. Vaya identidad cultural!

    Y ya que todo esto comenz con el problema de la iden-tidad hispanoamericana, no ser ocioso recordar que matem-ticos, gegrafos y astrnomos provenientes de aquella poca trascendente de la cultura rabe-judaica hicieron posible el viaje de Cristbal Coln, casi seguramente judo. Como tres de los poetas ms excelsos de nuestra lengua: fray Luis de Len, san Juan de la Cruz y Santa Teresa.

    Hechos parecidos podran enunciarse de diferentes regio-nes europeas, donde el degello, la peste, la violacin y la tortura fueron inevitables, ya que la condicin del hombre es as: capaz de los mayores portentos y de las ms atroces fero-cidades, como con otras palabras lo dijo Pascal. Aceptemos, pues, la historia como es, siempre sucia y entreverada, y no corramos detrs de presuntas identidades. Ni los olmpicos dioses helnicos que aparecen como arquetipos de la identidad griega, eran impolutos: estaban contaminados de deidades egip-cias y asiticas.

    Por otra parte, la historia est hecha de falacias, sofismas y olvidos. Yo mismo, sin ir ms lejos, no recuerdo quin era el

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  • preso que en la aciaga Torre de Londres, esperando su acos-tumbrada decapitacin, dedicaba su menguante existencia a escribir la historia de Inglaterra, cuando, a travs de los criados que le traan su bazofia cotidiana, le llegaron noticias de una gran pelea que haba ocurrido al pie de su prisin, informacio-nes tan confusas y contradictorias que dej de escribir la his-toria de su pas, ya que ni siquiera, cavil, era capaz de saber a ciencia cierta qu diablos haba pasado ah abajo.

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    GABRIEL GARCA MRQUEZ Escritor y periodista colombiano.

    Premio Nobel de Literatura

    LA CUMBRE DE GUADALAJARA CAMBI EL SENTIDO DEL QUINTO CENTENARIO

    El autor de "Cien aos de soledad" y "El otoo del pa-triarca" ha ido manifestando un cambio bastante elocuente en su original visin del Quinto Centenario, por lo que en este caso se hace necesario verter las dos etapas de su pensamiento, que, aunque no contradictorias, vuelcan una diferente manera de ver el acontecimiento.

    Deca en mayo de 1990

    Para Espaa, la celebracin de este cumpleaos comn no puede ser ms que conmemorativa, tratando de tapar los defec-tos con estruendos retricos, hasta el punto de que todos nos preguntamos qu van a hacer los espaoles despus de 1992. Fastos triunfales sin ningn contenido poltico real, sin aliento histrico, y sin un propsito de integracin que Simn Bolvar habra compartido como la culminacin de sus sueos. Sin embargo, as como los espaoles de ayer no se parecan a los de hoy, hay que confiar en que stos no sean todos ni piensen lo mismo que los de maana. Hace poco, hablando de esto, le deca a un amigo: "Sintate en la puerta de tu casa, que des-de all has de ver, tarde o temprano, el regreso de los padres prdigos".

    Espaa no pudo prever hace quinientos aos que este centenario la sorprendera ms lejos que nunca de sus antiguas

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  • colonias americanas y haciendo mritos para que Europa le reconozca su consolidacin europea. Es decir: resuelta a fundar su perspectiva histrica en una simple integracin econmica, cuando la verdadera integridad no es de mercados sino de iden-tidad. Y ms que nada, en este caso especfico, de identidad cultural. Por lo visto, se les olvid que fuimos ellos y nosotros quienes cambiamos juntos, hace apenas cinco siglos, el destino del mundo.

    En la actualidad. Dos aos despus Garca Mrquez opina:

    Yo estuve durante mucho tiempo opuesto a la celebracin del Quinto Centenario. Siempre me preocup que se limitara a una celebracin de victorias militares espaolas y de conquis-tas. Pero a partir de la reunin de la Cumbre de presidentes latinoamericanos en Guadalajara, mi opinin cambi porque aquella fue el inicio de una integracin iberoamericana, de un futuro de integracin que debe continuar en Madrid.

    Con estas reuniones Espaa logra memorizar que es ms de Latinoamrica que europea. De todas maneras, nosotros siempre la hemos llamado la Madre Patria, mientras que Euro-pa no se ha cuidado de decir que frica empieza en los Piri-neos. Lo cierto es que en los Pirineos comienza el gran mundo iberoamericano.

    A partir de la reflexin de espaoles e iberoamericanos del Quinto Centenario, ha cambiado la prepotencia espaola hacia nosotros y viceversa. Todos los descendientes de espao-les somos prepotentes pero eso no es un defecto malo.

    Repito: ya tenemos un foro para convertir nuestra histo-ria y nuestro patrimonio en futuro comn para que, despus de cinco siglos de divisiones, llevemos unidas a nuestras nacio-nes al siglo XXI.

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    AUGUSTO ROA BASTOS Escritor paraguayo

    HUBO UN CHOQUE DE CIVILIZACIONES Y CULTURAS

    La conmemoracin del Descubrimiento el aconteci-miento ms importante en los fastos de este milenio, por sus consecuencias de alcance universal va unida necesariamente a la toma de conciencia crtica de los hechos que forjaron la unidad del mundo iberoamericano en su doble vertiente hisp-nica y lusitana.

    En el estado de dicha dominacin hegemnica bipolar por las dos superpotencias que se distribuyen sus zonas de influencia y satelizacin, el proyecto de integracin del disperso mundo iberoamericano sobre los denominadores comunes de identi-dad y destino se torna cada vez ms urgente. Estos denomina-dores comunes son ricos precisamente por su diversidad mul-tirracial, multicultural, material y social, en algunos casos por su antagonismo, pero siempre por su necesaria fuerza de con-vocatoria.

    Espaa sabe mucho de esto. Sufri, impuso, aprendi, a lo largo de un milenio, innumerables y decisivas experiencias. No trepid en llevarlas a sus ms extremos lmites en su lucha por mantener inclumes su independencia, su soberana, su cohesin y unidad en la diversidad de sus pueblos y regiones, de sus culturas y lenguas en torno al ncleo aglutinante de la Nacin Estado.

    Creacin poltica original, la primera en su gnero, que Espaa, las Espaas, ofrecieron a Europa en el lapso que va de Alfonso el Sabio a los Reyes Catlicos bajo cuyas coronas culmin la unidad nacional.

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  • A la luz de estos signos precursores, Cristbal Coln descubre Amrica el hecho de que no lo supiera a su arribada a la pequea isla de Guanahan no invalida en modo alguno el otro hecho infinitamente ms importante de que all comenza-ba el Descubrimiento, y esto sucede en coincidencia con la liberacin definitiva de Espaa de la dominacin del Islam en la lucha varias veces secular de la Reconquista.

    Lo que signific para ella no slo la emancipacin de un poder dominador sino algo mucho ms significativo an: su renacimiento como nacin doblemente enriquecida por este triunfo, con el aporte de la cultura rabe y, a travs de ella, con el legado del mundo helenstico en cuyo mbito el imperio islmico haba instaurado su centro.

    En otra escala, en otro sentido, y con diferentes magnitu-des en la dimensin del tiempo histrico, esto es tambin lo que iba a acontecer en el mundo recin descubierto a lo largo de un proceso cinco veces secular. De tal suerte en las sor-prendentes simetras que a veces despliegan los hechos la culminacin del acontecimiento inaugural luego de los cinco captulos centrales del duro y azaroso proceso, Descubrimien-to, Conquista, Colonia, Emancipacin, Reconciliacin, va a constituir en sus correlaciones necesarias y graduales la supe-rior dimensin de una etapa de sntesis: la Integracin. Ella se inscribe en la necesidad de vivir la historia hacia el futuro.

    Esta comprensin del pasado desde el presente y su pro-yeccin al futuro es pues la nica lectura inteligible de la his-toria. Lectura que comporta una toma de conciencia crtica, no nicamente por las minoras culturales, sino tambin y sobre todo por los millones de seres humanos de todas las capas culturales que forman esta vasta porcin de la huma-nidad.

    Toma de conciencia crtica de que el descubrimiento y el entero proceso a que dio origen, si bien fue en sus comien-zos una empresa espaola, nos conciernen hoy a todos los ibe-roamericanos, los de la Pennsula y los de ultramar, en una compartida responsabilidad.

    La incorporacin de Amrica al sistema de Occidente, la ulterior bifurcacin del continente en la Amrica anglosajona protestante y la Amrica ibrica, fueron acontecimientos que imprimieron un sesgo muy particular y diferente a cada una de ellas. En lo que concierne al naciente mundo iberoamericano, no aconteci esto sin dificultades y vicisitudes enormes.

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    Choque de civilizaciones y culturas, ms que el pretendi-do y eufemstico "encuentro de culturas" o "encuentro de dos mundos". No hubo tal idlica convivencia ni era posible que la hubiese.

    Lo que hubo fueron luchas terribles en las que las culturas autctonas acabaron devastadas y sus portadores sometidos o aniquilados, como ocurre siempre en las guerras de conquista, en los largos y desordenados imperios coloniales.

    Tambin esto hay que asumirlo en todos sus alcances y con toda honradez, sin que nadie derrame ceniza o se rasgue las vestiduras.

    No hay necesidad de ocultar que el tiempo histrico del mundo iberoamericano qued cargado de culpa. El humus que lo tapiza es un tejido de susceptibilidades a doble signo. Un terreno frtil para el persistente florecimiento de recelos y reservas mentales.

    Estos captulos sombros no han sido arrancados de la memoria colectiva. Pero hay que leerlos e interpretarlos en el contexto de la historia vivida con el rigor de la conciencia crtica y el fervor de la pasin moral. No debemos olvidar que tras el mestizaje biolgico y cultural, fue de entre los criollos, mancebos de la tierra y mestizos de donde iban a surgir los emancipadores y rebeldes, es cierto; pero tambin los ms encarnizados capitanejos y tiranuelos.

    Los "naturales", sometidos al rgimen de la Encomienda, inermes y degradados en su cultura ancestral, en su dignidad humana, quedaron as bautizados por tres fuegos simultneos y convergentes: los encomenderos peninsulares, los inquisito-riales evangelizadores y los propios mestizos. Estos, en su humillada bastarda, en su duplicidad de colonizados, se empe-aron en ser los ms serviles subalternos del poder colonial. Tal comprensin del pasado desde el presente y la prefiguracin del futuro en su realidad virtual no cumplida, nos exigen como ya queda dicho que nos hagamos cargo plenamen-te sin agravios ni resentimientos pero desde luego sin com-placencias, de lo que toca a cada parte en el tejido de grandezas y miserias, de atrocidades y sacrificios, de avances y retrocesos que jalonan el destino de Latinoamrica en los cinco siglos de su historia.

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  • OCTAVIO PAZ

    Escritor mexicano

    HABLAR DE GENOCIDIO ES DEMAGOGIA

    El descubrimiento no fue una maldicin, pero tampoco fue una absoluta bendicin. Hablar de maldicin o genocidio es una inmensa tontera o demagogia. La expansin de Occi-dente es un fenmeno que comienza justamente en esa poca y es universal. Finalmente el mundo se conoci a s mismo y la historia del gnero humano es ahora nica. Hay que decir, sin embargo, que los abrazos de la historia son mortales. Nada permanece inmutable. Si hubo descubrimiento hubo encuen-tro; si hubo encuentro hubo lucha; si hubo lucha, hubo impo-sicin y predominio. Este es un hecho que forma parte de la historia universal.

    Es evidente que la conquista estuvo llena de errores, pero tambin de gestas gloriosas que no podemos dejar de lado. Decir que se trata de un genocidio, por tanto, es histricamente falso y ahistrico por definicin. Y que se tenga en cuenta que quienes esto dicen lo hacen en espaol.

    El mundo se hizo mundo porque dos desconocidos se encontraron y tocaron, sin que los unos y los otros supiesen lo que estaba ocurriendo.

    Comprendo las razones de Portilla para hablar de encuen-tro en lugar de descubrimiento pero yo no veo mayores diferen-cias. En todo descubrimiento hay un encuentro y en todo en-cuentro un descubrimiento. Quiero decir que hay una diferen-cia de matiz que no es esencial. O'Gorman en cambio adelant hace aos una idea que s es importante: el concepto de Am-rica como invencin europea. Amrica no exista antes del descubrimiento. Los indios americanos no tenan conciencia

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  • exacta de la existencia de otras civilizaciones, de otras tierras. Este es un hecho que es subrayado en varios ensayos mos: la enorme soledad histrica, hasta 1500, de los pueblos indios de Amrica. De modo que haba grandes culturas, Mxico, Gua-temala, Per, que se desarrollaban aisladas. Esta soledad expli-ca en parte el xito de la conquista espaola.

    Cuando conmemoramos, celebramos tambin. Est bien celebrar lo que fue magnfico, y fue magnfico celebrar unificar el mundo. Los episodios sangrientos y los episodios luminosos abundan; abundan los actos heroicos de ambas partes. El hecho esencial es que las culturas modernas estn comunicadas.

    Los indios se cristianizaron, pero a su vez provocaron un cambio en el cristianismo y en la cultura occidental.

    Al lado del saco de oro ha estado la pila bautismal. Tan falaz idealizar a los vencidos como idealizar a los

    vencedores. Ni unos respondan al sueo del buen salvaje, ni los otros iban guiados slo por el nimo del oro.

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    C A R L O S F U E N T E S

    Escritor mexicano

    CATSTROFE DEMOGRFICA

    El descubrimiento fue una "catstrofe demogrfica". Los indios no slo murieron exterminados por los conquistadores y por las enfermedades, tambin murieron de desesperacin cultural.

    Carlos Fuentes afirma que si bien Coln tena una impre-sin ideal de la sociedad que descubra, "acab esclavizando a quienes haba idealizado".

    El genocidio que se produjo en Mxico durante la conquis-ta espaola tiene en la versin de Fuentes cifras concretas: haba 25 millones de indios a la llegada de los espaoles para quedar 1 milln hacia 1650.

    Sin embargo, y a pesar de recordar estas cifras, Fuentes rechaza algunas versiones indigenistas que "proyectan todo el mal sobre los espaoles, y se olvidan que despus de la inde-pendencia de Espaa los conquistadores hemos sido nosotros. Es una actitud hipcrita que desconoce que en muchos casos hemos sido peores que Corts, con el agravante que no tuvimos a un Bartolom de las Casas que nos lo sealara. Somos el resultado de lo que pas. La conquista fue terrible, fue una verdadera catstrofe para el mundo indio, pero la consecuencia es una cultura que apenas cincuenta aos despus estaba ah, y esa cultura es la poesa de Sor Juana Ins de la Cruz, es el barroco de Per y de Mxico."

    Respecto al trmino descubrimiento, Fuentes manifiesta que es un trmino que refleja una visin eurocntrica del hecho. Afirma que tiene una tendencia ha adoptar el concepto que utiliz el escritor mexicano Leopoldo Zea, la "invencin

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  • de Amrica", porque entiende que fue el Nuevo Mundo "ima-ginado" por los europeos.

    En aquella poca era necesario para Europa "inventar" una utopa, lo cual se traduce en la interpretacin de Fuentes como la "imaginacin" de Amrica.

    Creo que se debe dejar de lado las pugnas necias que separan, e ir a lo que nos une. Disponemos de un instrumento fundamental, cual es la lengua castellana, uno de los cuatro grandes idiomas del mundo; una lengua que en el ao 2000 la hablarn la mitad de los norteamericanos.

    Fuentes reconoce que hubo un choque entre dos culturas y dos mundos, pero "a pesar de la codicia y de las sombras de la conquista, tuvimos una herencia comn, la cultura y la lengua castellana."

    El encuentro de dos mundos debe plantearse como una ocasin, no de celebracin, sino de reflexin. Un acto de me-moria no selectiva, sino inductiva.

    En cuanto a las consecuencias de la conquista seala que "Espaa provoc un exterminio enorme, a veces de pueblos enteros, pero tuvo la grandeza de crear un extenso debate sobre las consecuencias de la conquista, lo que no han hecho otras potencias colonialistas. De grandes cronistas como Bartolom de las Casas surgi el concepto inicial de los derechos hu-manos".

    La conquista espaola fue un desastre para el mundo indio, pero al mismo tiempo un ejemplo de colonizacin, con unas ciudades fundadas velozmente, desde Los Angeles hasta Santiago de Chile.

    Carlos Fuentes intenta el equilibrio al manifestar que "el Quinto Centenario del encuentro de dos mundos no debe ser una ceremonia de culpabilidades ni de celebraciones, sino un real y sincero esfuerzo de reflexin".

    Se ha forjado una cultura nica donde se entremezclan tradiciones y culturas de distinto origen en un tronco comn donde se perciben las huellas greco-latinas y meso-americanas, el legado rabe y la religin cristiana, la conquista y el mes-tizaje.

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    ALFREDO BRYCE ECHENIQUE Escritor peruano

    AMRICA NO TIENE NADA QUE CELEBRAR

    No se puede conmemorar o recordar el Descubrimiento si no es a travs de una proyeccin de futuro. Este nuevo aniver-sario es una recordacin tpica para un gobierno del estilo franquista, con la idea de Espaa una, pura y entera, en la que los socialistas han tenido la tremenda mala suerte de tener que meter baza en esta comedia de enredos.

    Lo que s resulta claro es que no es momento de festejar nada porque en el continente latinoamericano hay mucha gen-te que sufre una tremenda explotacin interna y vive en con-diciones infrahumanas.

    Debo decir que la conquista no ha concluido, que se siguen matando indios y condenndolos a la marginacin. Esto puede verse muy claramente en Guatemala o en Per, donde desde hace muchos aos viene desarrollndose una guerra san-grienta entre el mundo pobre indgena y el mundo establecido.

    Frente a esto, la Espaa descendiente de los que llegaron a nuestras tierras en 1492, tiene una actitud francamente esqui-zofrnica. El mismo Felipe Gonzlez ha comentado que le duele Hispanoamrica, pero como no preside ninguno de esos pases, tiene que trabajar por Espaa y decir "aparta de m esta Amrica pobre que no paga".

    Todo esto, luego, se viene traduciendo en leyes de extran-jera bastante desagradables para quien cree que cuando llega aqu, lo hace a la famosa "madre patria". Ese es en el momento fatal en que toma conciencia de que quien manda es la Comu-nidad Europea, que ha ordenado cerrar la puerta al tercermun-dismo. Pero los herederos de los conquistados o del mestizaje

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  • ocurrido 500 aos atrs, seguirn llenando aeropuertos, mos-trarn billetes de ida solamente y sern maltratados. Se trata de una nueva vuelta de este racismo que aflora en Europa por todas partes.

    Sobre toda esta realidad quin quiere festejar algo?

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    ARTURO USLAR PIETRI Escritor venezolano.

    Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

    EL DESCUBRIMIENTO FUE EL PUNTO DE ARRANQUE DEL PENSAMIENTO MODERNO

    Antes que nada, me importa decir que hay mucha men-tira, ignorancia y prejuicio en torno al 92. Ha surgido desde hace un tiempo la polmica sobre si hubo encuentro o descu-brimiento, y yo no tengo dudas de que sucedi lo segundo, pero en una medida mucho ms magnificada de lo que preten-den algunos. Un encuentro a secas puede darse entre dos per-sonas, pero algo que perdura quinientos aos tiene que ser la creacin de una nueva circunstancia humana, la creacin de un nuevo mundo.

    El Descubrimiento supone la iniciacin de innumerables procesos de cambio, de bsqueda de respuesta a muchas pre-guntas. Los primeros navegantes y comentaristas hablaban del Nuevo Mundo y, efectivamente, se haba encontrado un nuevo mundo. Los hombres comenzaron a hacerse, a partir de esa fecha, muchas preguntas que probablemente no se haban he-cho desde los griegos. El Descubrimiento es tambin el punto en el que empieza a haber historia universal; hasta entonces slo exista una cultura del Mediterrneo, el occidente y el norte de frica. Del Descubrimiento arranca, en fin, todo el pensamiento social moderno, desde Rousseau a Carlos Marx. Entonces, yo me pregunto: un hecho que produce estos cam-bios, merece ser recordado o debemos avergonzarnos de l? El destino de la Amrica Hispana deriva del espritu de cruzada del conquistador. Precisamente, los conquistadores hicieron todo lo que no era aconsejable: lanzarse desde el primer rao-

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  • ment de la manera ms imprudente y atrevida a conquistar y cristianizar. Es cierto que su actitud fue brutal, pero es tambin innegable de que hoy existe una sola lengua, una cultura y una religin, a diferencia de otros pases. Los que hemos vivido en este siglo hemos presenciado las dos guerras mundiales, que han sido dos genocidios monstruosos, y, sin embargo, nadie maldice a Europa, nadie se avergenza de ser europeo.

    Por otra parte, durante los tres siglos de imperio espaol en Amrica, se realiza un proceso muy rico, mal conocido y estudiado: el proceso del mestizaje cultural. Se habla mucho del mestizaje fsico, que efectivamente existi. Los espaoles fue-ron sin mujeres y se mezclaron con las indias, de esas uniones nacan muchos mestizos. Pero los hombres no somos lo que somos, ni por la raza ni por la sangre, y s por la cultura. De modo que el proceso que se cre en Amrica fue de un mesti-zaje cultural muy especial.

    Hoy en da, todos reconocen que Espaa, sobre todo la Espaa que desemboca en el siglo XVI, era el producto de un mestizaje cultural. Era el producto de un proceso de ms de setecientos aos de pugna y de lucha, de mezcla y de combina-cin, de asimilacin y de transformacin de las tres grandes culturas: la cristiana, la juda y la musulmana.

    Lo ha dicho Amrico Castro en uno de sus excelentes libros sobre la realidad histrica espaola: el proceso de mesti-zaje de tres culturas, que explica la peculiaridad espaola en el siglo XVI viaja con los espaoles a Amrica. Pero en el Nuevo Mundo se abre otro proceso de mestizaje cultural. En primer lugar, el espaol que haba asimilado esa triple combinacin de culturas, por otro lado, el indgena. Entre los diversos pueblos indgenas no haba apenas contacto de intercambio. Tal vez los de las Antillas conocan ms a los de la costa de Venezuela porque los caribes hacan expediciones que llegaban hasta la actual Jamaica o hasta la actual Cuba. Pero los incas no saban nada de los mexicanos y stos desconocan a los incas: no hubo ninguna nocin ecumnica de un mundo americano y mucho menos un nombre para denominar al continente.

    Los distintos niveles culturales entraron en contacto de maneras distintas con la cultura mestiza que llevaron los es-paoles.

    Los espaoles que fueron a Amrica eran pocos: no exis-ten cifras fiables y concretas, pero a lo largo de los tres siglos

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    de su presencia, no debieron llegar a ms de un milln de espaoles.

    Las estimaciones sobre la poblacin indgena son de entre catorce y veinte millones para todo el continente.

    Pronto llega una tercera aportacin: la africana. Muy al comienzo, a partir de 1502, empezaron a llegar a Amrica po-bladores de la costa occidental de frica. Desde entonces hasta la mitad del siglo XIX, cuando empez a declararse ilegal el trfico de esclavos, se calcula que entraron a Amrica entre ocho y catorce millones de africanos. Eran tambin hombres pertenecientes a una determinada cultura, porque no hay hom-bres sin cultura. Esa poblacin era el producto de razias que llevaban a cabo en el interior de frica los reyezuelos de la costa para venderles los prisioneros a los traficantes de escla-vos. A Amrica vinieron gentes de todo tipo y tuvieron una presencia pedaggica muy importante.

    Al conocimiento de la historia de Amrica Latina le ha hecho mucho dao la experiencia colonial de las grandes po-tencias europeas del siglo XIX. La misma palabra colonia proviene de las experiencias francesa e inglesa en frica y Asia. El caso de la Amrica espaola fue totalmente distinto. Cuan-do Hernn Corts desembarca en el primer poblado maya, no acta como otro colonizador europeo. Si existiera un manual del buen colonizador, el primer artculo debera decir: "Fingir que se respeta profundamente la religin y la cultura del pue-blo al que se va a conquistar." Eso hicieron los ingleses en la India y los franceses e ingleses en frica: respetaron profunda-mente la realidad cultural de esos pases, no pretendieron cam-biarles sus creencias, les ensearon tecnologas, ciencias y otras cosas, pero respetaron el status quo cultural.

    En el caso espaol no ocurri lo mismo. Hernn Corts y otros conquistadores trataron de convertir a los indgenas y as ocurri en muchos territorios. Por ese motivo, es un hecho innegable, hoy en da existe unidad religiosa en la Amrica de habla espaola.

    Pero hubo multitud de hombres que aceptaron la comple-jidad de las dos herencias y las combinaron en su vida, en su pensamiento y en su obra. Insisto que a partir del Descubri-miento de Amrica se inici un inmenso proceso de cambio en el mundo: desde ese momento los indios no siguieron siendo como haban sido antes, los africanos trados sufrieron tambin inmensas transformaciones culturales, y los propios espaoles

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  • y sus descendientes americanos se hicieron distintos en muchas cosas fundamentales, como la nocin del espacio, del tiempo y de la propia persona, de aquellos que se haban quedado en Espaa.

    Los descubridores y colonizadores fueron nuestros ms influyentes antepasados culturales y no podemos, sin grave dao a la verdad, considerarlos como gente extraa a nuestro ser actual. Los conquistados y colonizados tambin forman parte de nosotros porque no solamente viven actualmente en tierra americana muchos millones de descendientes directos de los pobladores primigenios, sino porque su influencia cultural sigue presente y activa en infinitas formas en nuestra persona. Tampoco podemos distinguir en nuestra herencia la parte de los esclavos y la de los esclavizadores. La herencia de ambos est igualmente viva en muchas formas de nuestra cultura y es parte de nuestro ser histrico.

    Estas mltiples manifestaciones de incongruencia y de desconocimiento del pasado tienen consecuencias importantes y contribuyen a aumentar las dificultades que los hispanoame-ricanos han tenido siempre para definirse cultural e histri-camente. La verdad es que todo ese pasado nos pertenece. De todo l, sin exclusin posible, venimos y tan slo por una especie de mutilacin ontolgica podemos hablar como de cosa ajena de los espaoles los indios y los africanos que formaron la cultura a la que pertenecemos. El "nosotros" en boca de un hispanoamericano, cualquiera que sea su herencia racial, no puede significar otra cosa que la aceptacin tcita de la inmen-sa y variada herencia de espaoles, indios y africanos que forman nuestro verdadero ser cultural, y que es la base misma de la originalidad creadora que podemos ostentar.

    Qu vamos a celebrar entonces el 12 de octubre de 1992? El Quinto Centenario del punto de partida de todas estas inmensas novedades de las que ha surgido el mundo moderno. Un nuevo tiempo de la humanidad entera comenz en esa fecha prodigiosa. Con el viaje de ida se sembr la semilla del Nuevo Mundo americano, con el viaje de regreso se inici el Nuevo Mundo universal.

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    OSVALDO GUAYASAMN Pintor y escultor ecuatoriano

    LA INVASIN EUROPEA DE 1492

    Por un lado est el Descubrimiento propiamente dicho, que es un hecho casual, fortuito. Por otro, la hecatombe de la conquista, el genocidio verdaderamente terrible. Yo no me opongo a que los espaoles festejen esas cosas, porque son los ganadores, los que se aprovecharon de todas nuestras riquezas y conocimientos para hacer una Europa prspera. Pero noso-tros quedamos hasta hoy sumergidos y empobrecidos. Hubo nada menos que setenta millones de indios muertos, de los cien que vivan tranquilos y felices cuando llegaron los conquista-dores. Esta terrible situacin todava hoy es patente, ya que la condicin india sigue siendo trgica.

    Reconozco, por otra parte, que el mestizaje que surge de este Descubrimiento como nuevo grupo humano es positivo pero no sirve para tapar todos los dolores soportados por los pueblos indgenas.

    En homenaje a las vctimas de la invasin europea de 1492, estoy terminando la construccin de un monumento denominado "santuario-fortaleza" y que es una reminiscencia de aquellas tumbas que se levantaban en las principales cultu-ras indgenas del continente. El mismo se erigir en la Plaza del Mar de la ciudad de Puerto Real, en Cdiz.

    En este monumento-homenaje levantar una estatua que representar al "hombre-pjaro" herido, como smbolo de la tragedia india que se produjo con la invasin europea. En sus esquinas, la parte exterior del monumento tendr cuatro gran-des murales en cermica, cada uno de 55 m2, que recrearn una

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  • faceta histrica, social y poltica, religiosa y econmica diferen-te y, a la vez, complementaria.

    El primero de estos murales ser un canto al amor, diri-gido a Amrica antes de la llegada de los conquistadores y en l se recogern los ritos, danzas, religiones y smbolos de las tres principales civilizaciones del continente: la maya, la inca y la azteca.

    El segundo mural se refiere al descubrimiento del desig-nado por Europa como "Nuevo Continente", y reflejar los as-pectos francamente atroces de la conquista, la brutal matanza de 70 millones de seres humanos de todas las etnias americanas, desde Mxico a la Patagonia, durante los siglos XVI y XVII. Este mural reflejar tambin el saqueo furibundo y lleno de codicia obscena de todo el oro labrado artsticamente por los indios, estpidamente fundido por los conquistadores, la inhumana explotacin de los aborgenes en las minas de plata de Potos, el asesinato de Atahualpa, uno de los crmenes ms perversos por su engao y malignidad, la forzada implantacin de la religin catlica, basada en el terror y en el exterminio de "infieles" y paganos, y la violencia ejercida por los conquista-dores-violadores sobre las mujeres nativas, que supuso el mes-tizaje tnico y cultural, pero tambin la discriminacin y el desprecio hacia sus propios hijos.

    El tercer mural tratar del asentamiento ibrico en tierras americanas, de la superposicin de ciudades espaolas sobre las indgenas, de la belleza de los templos, catedrales y conventos construidos con las manos y el talento de los indios, quienes transformaron los diseos europeos y otras formas propias en las fachadas deslumbrantes de las iglesias. Es en este mural que hago una reflexin de la llamada "independencia" desde el punto de vista de los indios y los pueblos en general basado en el hecho de las hazaas libertarias.

    En el cuarto mural trato de profundizar en la tragedia de la poblacin negra en Amrica, el infame trfico de negros efectuado por ingleses, portugueses, holandeses, alemanes, es-paoles y dems europeos, quienes diezmaron salvajemente frica Occidental para traer a millones de sus habitantes que, esclavizados, cultivaron las plantaciones de algodn, en lo que despus fue Estados Unidos, y las de caa de azcar en el Caribe y el Brasil.

    La escultura, en el centro del monumento, tendr una altura de siete metros y se construir en dos piezas al objeto

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    de poder ser transportada a Espaa. Espero que de esta forma simblica, quede perpetuado el merecido homenaje que deben recibir quienes fueron las vctimas de una accin que yo llamo "invasin europea" y la historia oficial recuerda como Des-cubrimiento.

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  • JORGE AMADO Escritor brasileo

    HA Y QUE DIFERENCIAR ENTRE EL DESCUBRIMIENTO

    Y LA CONQUISTA

    El tema de la celebracin del Quinto Centenario del Descubrimiento es un asunto muy polmico. Yo soy partidario de celebrar la gesta de los hombres que han tenido el coraje de partir con esas pequeas carabelas para ir hacia el desconocido ocano. Pero esa celebracin a veces muestra un sentido colo-nialista desde el punto de vista cultural.

    Otros escritores, muchos de ellos bien conocidos, hablan del tema no con la intencin celebratoria sino para criticar la conquista.

    Es indispensable darse cuenta que una cosa es el Descu-brimiento y otra la conquista.

    Hasta resulta curioso que Amrica se llame como se llama, cuando Coln fue el que la descubri. Pero en ese continente americano el real problema surge despus del Descubrimiento, cuando en otras embarcaciones fueron llegando los soldados, guerreros y misioneros, imponiendo su cultura a sangre y fuego. Nadie puede negar que la conquista fue terrible, bru-tal, de una violencia inimaginable, donde sus protagonistas arrasaron con pueblos, naciones, poblaciones y culturas au-tctonas.

    Haba zonas donde las culturas prehispnicas eran po-derosas y ricas por donde se las mire. Entonces, llegaron los espaoles y las sustituyeron por la propia. As les pas a los incas, mayas y aztecas. Lo mismo ocurri con lo religioso, ya que los grandes y majestuosos templos nativos fueron arrasa-dos y sepultados. Sobre sus propios techos se levantaron los

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  • cimientos de las iglesias evangelizadoras llegadas desde Casti-lla, Galicia y Extremadura.

    Si se habla de lo que fue la conquista portuguesa, se puede decir que sin dejar de ser violenta como la de sus vecinos es-paoles, sus resultados fueron menos terribles. La explicacin habra que buscarla en el hecho de que no encontraron culturas poderosas a su paso. Con todo, destruyeron poblaciones ente-ras, impusieron su autoridad por el miedo, pero el saldo de destruccin es bastante menor.

    Frente al tema de la polmica sobre el Descubrimiento, creo que hay un exceso de dogmatismo en las dos posiciones enfrentadas. Tanto en la de quienes condenan tanto el Descu-brimiento y la conquista, como los que afirman que todo ha sido para bien. Si uno celebra el Descubrimiento sin hablar de la conquista que indudablemente no fue un encuentro de dos culturas, sino la imposicin de la ms poderosa sobre la ms dbil est tergiversando la realidad.

    Hay que ser francos en todo esto. Celebrar el hecho pico del Descubrimiento y por otro lado, hablar de la conquista diciendo toda la verdad sobre lo ocurrido.

    Hay que tratar de escribir y describir los hechos histri-cos, analizando lo que ha quedado como realidad en cada uno de esos pases. As saldr lo positivo y lo negativo. Se podr ver que de esa conquista brutal nacieron las naciones que actual-mente constituyen Amrica, las de habla inglesa, espaola y portuguesa.

    Es ilusorio querer restaurar ahora la cultura maya o azte-ca, pues esas culturas se mezclaron con las que venan de Europa, dando esa peculiaridad a cada uno de esos territorios, los influenciados por Portugal, los de los negros de frica y la ya existente, produciendo una cultura mestiza clsica y pe-culiar.

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    ERNESTO CARDENAL

    Sacerdote y poeta nicaragense

    Nosotros opinamos que fray Bartolom de las Casas, el primer telogo de la liberacin de Amrica, sigue teniendo vigencia. Y que la celebracin de este V Centenario debe ser antes que nada la reivindicacin de las etnias indgenas de Amrica, y que obtengan su autonoma todas aquellas que lo piden o lo deseen.

    La reivindicacin debe ser en toda Amrica, desde Alaska hasta la Patagonia, y para ello tambin debe ayudarnos Espaa. Sandino, nuestro mximo libertador, sostuvo: "Amrica se pue-de decir que est empezando a ser, y en esta obra futura de una civilizacin nueva y autctona la misin espiritual de Es-paa puede y debe ser decisiva."

    Nueva y autctona. As es como ha querido la revolucin desde la Comisin Nacional del Quinto Centenario de Nica-ragua, hemos planteado siempre como reivindicacin la situa-cin que viven todos los indgenas de Amrica. Ellos, no en el pasado, en el presente, estn sufriendo persecucin y muerte; racismo, hambre, desempleo, despojo de tierras, marginacin, masacres, desculturizacin, asesinatos, encarcelamientos, etno-cidios, genocidios, incluyendo adems en Estados Unidos, la contaminacin de materiales radiactivos y la imposicin de tratados nucleares, y sin olvidar que en los ltimos aos se han violado en EE.U 532 tratados con 374 tribus.

    En Nicaragua, la Revolucin Sandinista intent la auto-noma de los pueblos indgenas, despus de errores iniciales que no podemos negar fueron graves. Esta autonoma recono-ca el derecho de los indgenas al uso de la tierra, bosques,

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  • aguas superficiales, subterrneas y costeras de los lugares don-de habitan, y los derechos a decidir ellos mismos las modalida-des de aprovechamiento de los recursos naturales, a elegir su gobierno por medio de asambleas regionales y de mantener sus lenguas y culturas en un Estado multitico, multilinge y multicultural, sin que esta autonoma reduzca o menoscabe ninguno de sus derechos como ciudadanos nicaragenses.

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    ANTONIO NEZ Viceministro de Cultura de Cuba.

    Arquelogo e historiador

    TODA VA HOY SIGUEN MA TANDO INDIOS

    Entendemos por Quinto Centenario los cinco siglos de historia de Amrica, de modo que nosotros vamos a conmemo-rar desde la despedida de Cristbal Coln hasta la instauracin del socialismo en Cuba, pasando por la conquista, colonizacin e independencia.

    Se puede afirmar que la conquista todava no ha termina-do, y no son los espaoles los que la continan. La matanza de pieles rojas en el siglo pasado en Estados Unidos fue una cacera inmunda y atroz.

    En Cuba a la comisin que recuerda los hechos de 1492, la llamamos Comisin para la Conmemoracin del Medio Milenio del Descubrimiento Mutuo del Viejo y el Nuevo Mun-do, y con ello queremos dar toda una definicin. En otros pases, tambin son claros en su significado, aunque totalmente diferente en el signo. Por ejemplo, los dominicanos hablan del V Centenario del Descubrimiento y la Evangelizacin; en Chi-le se denomina V Centenario de la llegada de Coln a Amrica.

    El descubrimiento de Amrica abri a toda Europa las puertas de la conquista y colonizacin de Amrica, y la conme-moracin debe servir de base para la unidad de los pueblos de Amrica frente al neocolonialismo.

    La trascendencia de los descubrimientos de Coln fue reconocida por todos, especialmente despus de la conquista de Mxico, Per y los pases septentrionales de los Andes, cuando empezaron a llegar a Europa cargamentos de oro y de plata. Sin embargo, su alcance histrico mundial y, adems, revolu-

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  • cionario, slo fue apreciado en la mitad del siglo XIX por los autores del Manifiesto del Partido Comunista, Carlos Marx y Federico Engels.

    El autor de "El capital" seala que "El descubrimiento de Amrica y la circunnavegacin de frica ofrecieron a la bur-guesa en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de las Indias y de China, la colonizacin de Amrica, el inter-cambio con las colonias, la multiplicacin de los medios de cam-bio y de las mercancas en general imprimieron al comercio, a la navegacin y a la industria un impulso hasta entonces des-conocido y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposicin.

    El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de Amrica, la cruzada de exterminio, esclavizacin y sepulta-miento en las minas de la poblacin aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversin del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que sealan los albores de la era de produccin capitalista.

    Estos procesos idlicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de acumulacin originaria. Tras ellos, pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, cuyo escenario fue el mundo entero.

    Conviene aclarar que para conceptuar el hecho de la llegada de Coln al Nuevo Mundo, primero se utiliz el tr-mino de invencin, ms tarde el de descubrimiento; a veces el de encubrimiento y ahora hay quienes lo definen como "en-cuentro".

    Fue el profesor Francisco Morales Padrn, director del Departamento de Historia de la Universidad de Sevilla, quien expres: "La idea sobre descubrimiento geogrfico y el concep-to de descubrimiento a secas, no son generalmente aclarados. Descubrimiento acostumbra a confundirse con el de invencin, siendo corriente leer que la Antigedad invent a Amrica, pero que Coln la descubri."

    Por su parte, el profesor Paolo Emilio Taviani, en su libro "Cristbal Coln, gnesis del gran descubrimiento", seala que "el primer dato que se descubri fue precisamente la ignorancia europea".

    A los anteriores conceptos, muy clsicos en la literatura desde el siglo XVI al XX, se aaden otros que ganan en impor-

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    tancia, tales como: roce cultural, contacto cultural, choque cultural y transculturacin.

    Entre los conceptos opuestos de fray Bartolom de las Casas y de Miguel de Arcos, se movi toda la conquista de Amrica, tanto para espaoles como para ingleses, franceses y holandeses. Es decir, entre la cruz entendida como amor, en su ms original acepcin, y la espada sangrienta de fines de me-dioevo y comienzo del capitalismo. Nadie duda, a cinco siglos de aquellos acontecimientos, que desgraciadamente predomin la tendencia que se desprenda de las palabras del sacerdote De Arcos, que afirmaba conceptos como el siguiente: "Obligados somos los christianos a dar lymosna de lumbre y doctrina a los que por ignorancia invencible pecan mortalmente y estn en estado de perpetua conedenacin, en la cual ignorancia y peli-gro estn en los indios de que hablamos".

    Hoy, para el enjuiciamiento de la conquista de Amrica, partimos del firme criterio de que jams la Humanidad ha presenciado una conquista que no haya sido realizada de ma-nera sangrienta y con abusos de toda ndole. En una palabra, no hay conquistador bueno ni conquista bondadosa. Todas traen aparejado el pillaje.

    Otro aspecto a destacar es que muy a menudo, a ms de hacerse abstraccin de las condiciones concretas de una poca, del desarrollo de sus fuerzas productivas y de su moral, se con-funde a los pueblos, a los pases mismos, con su clase dominante o sus explotadores. Afirmar que Espaa asesin a millones de indios en Amrica es confundir a todo un pueblo noble con el Estado y sus dirigentes epocales. Sera igual que proclamar a Cuba, por ejemplo, como responsable de los crmenes cometidos por la dictadura batistiana. En otras palabras, ni Corts ni Pi-zarra eran Espaa. Fueron ms bien en una poca, los instrumen-tos de un Estado, los portadores armados de una filosofa.

    La conquista y sus consecuencias no pueden ser valoradas de igual manera por los distintos pases americanos. Y esto por razones tnicas y polticas, porque no todas nuestras naciones se hallan en igual estadio en cuanto a la asimilacin o integra-cin amrico-espaola. As, por ejemplo, en Cuba, al no existir el indio porque fue exterminado no qued el ingrediente aborigen y, por lo tanto, la unidad cultural, la lengua y otros factores son ms homogneos. La pugna con los conquistado-res y sus descendientes es slo un recuerdo histrico. En algu-nos pases andinos, para brindar el ejemplo opuesto, no sucede

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  • as: las contradicciones entre millones de indios y "blancos" se traduce generalmente en antagonismos clasistas, los aborgenes son los ms explotados y los descendientes de espaoles y los criollos son, generalmente, los explotadores. Por otra parte, hay una poblacin de millones de habitantes que an ahora se expresa en sus lenguas aborgenes y vive con muchos elementos de su cultura ancestral. Para estos americanos andinos el con-quistador espaol, y lo que es ms, sus descendientes, consti-tuyen su clase opuesta, y forzosamente maldicen su descubri-miento por los hispanos y a los colonizadores que rompieron en gran parte su universo espiritual. En otras palabras, para los millones de indios explotados, el espaol y sus descendientes no pueden ser vistos con buenos ojos.

    Para que se entiendan algunas de las dificultades que trae aparejada la conmemoracin del medio milenio del Descubri-miento de Amrica, traigo a colacin que al disponerse la Rep-blica de Cuba a crear su Comisin al efecto, se nos acercaron representantes de algunos pases amigos, especialmente africa-nos, los que nos manifestaron su extraeza pues no conceban que Cuba conmemorase el hecho del Descubrimiento que sig-nific la esclavitud de veinte millones de negros. Por otra parte, estaba el dudoso concepto del descubrimiento para un Nuevo Mundo ya habitado y donde se desarrollaban valiosas y altas culturas.

    En Cuba Socialista, no obstante, al interpretar dialctica-mente los acontecimientos histricos, queremos dejar sentado que nos sentimos orgullosos de nuestra ascendencia espaola y africana, ya que la independencia de Amrica y la liberacin de nuestros pueblos es parte de un proceso histrico que hunde sus races con toda su carga de crueldades y tambin de bondades en el llamado Descubrimiento, Conquista y Colo-nizacin del Nuevo Mundo.

    En ese sentido, quiero recordar la justificacin del decre-to, firmado por nuestro comandante Fidel Castro, donde se recoge la posicin oficial de nuestro pas sobre el tema del Descubrimiento: "El 12 de octubre de 1992 se cumplir el medio milenio de la