72454708 Poniatowska Elena Julio Scherer y El Perdon Imposible 2005

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    El martes 11 de septiembre de 1973 es una fecha clave enla historia de Amrica Latina. Hace casi cuatro aos,en el 2002, tambin un 11 de septiembre vimos empa-vorecidos la destruccin de las Torres Gemelas en Nue-va York, pero por ms horrible que result el atentadoterrorista que hoy se prolonga en la guerra de Irak, loslatinoamericanos recordamos el golpe de estado enChile que acab con la vida de Salvador Allende en elb o m b a rdeo del Palacio de la Moneda. Se imaginanu stedes que el ejrcito mexicano bombardeara ahora

    mismo el Palacio de Bellas Artes? El bombardeo de laJunta Militar empez precisamente a medio da, mien-tras nosotros hablamos. Julio Scherer Garca hace une s t rujante relato no slo de ello sino de algo totalmentenuevo que yo jams haba ledo, el allanamiento de lacasa de Toms Moro, de los Allende, tal y como se lo

    cont Victoria Morales conocida como Moy, esposa deJos Toh quien muri. Doa Tencha Allende haba hui-do con lo puesto a la casa de un amigo, Felipe He r rera, yle pidi a Moy que recogiera su ropa, sus medicinas,una pulsera de oro, su bolsa abandonada y ciento cin-cuenta dlares guardados en un s e c r t a i re. Moy ob-t uvo permiso, entr a la casa devastada, los mueblesrotos, los espejos estrellados y las porcelanas hechas ai-cos, los roperos abiertos y saqueados, los ganchos sinvestidos.

    Busqu las medicinas. Haba frascos sin tapa, pastillas en

    el suelo, ampolletas quebradas. De la recmara me que-

    d el organismo descompuesto, la nusea. Una bomba

    haba abierto un boquete en el techo, atravesado la cama

    y explotado en el saln principal de la planta baja.

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    Julio Scherery el perdn

    imposibleElena PoniatowskaRecientemente apareci el libro de Julio Schere r, El perd n

    i m p o s i b l e, un recuento minucioso del golpe de estado del 11

    de septiembre de 1973 en Chile, perpetrado por Augusto

    Pinochet, y que desatara la barbarie fascista en Amrica

    Latina en los aos setenta. En este texto de pre s e n t a c i n ,

    Elena Poniatowska nos ofrece el retrato de uno de los perio-

    distas ms importantes del Mxico actual.

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    Despus de constatar que todo haba sido robado,que no haba ni rastro de la coleccin de marfiles o delas pinturas, Moy le relata a Scherer:

    Continu por un pasillo y llegu a la habitacin del pre-

    sidente. So b re la cama, suelto el cinturn, semidesnu-

    do, puestas las botas de guerra con sus puntas de acero,

    babeante, un soldado roncaba su cruda. Al lado, a medio

    llenar, se le haba ido de las manos una botella de Chivas

    Regal.

    Qu haba intentado hacer Allende sino una revo-lucin pacfica? La brusca interrupcin de la va chile-na al socialismo nos cimbr a todos. Mxico se port ala altura de las circunstancias y nuestra poltica exterior

    (a diferencia de la actual), adquiri nobleza al apoyar elgobierno del marxista cuyo proyecto fue destruido porlas bombas, conden a Pinochet y rompi relacionescon su rgimen. A diferencia de la Embajada China,por ejemplo, que cerr sus puertas a piedra y lodo at oda la gente de izquierda, la de Mxico abri las suyas.Italia, Argentina, Francia, Suecia y Venezuela acogie-ron a chilenos y a extranjeros y el solidario e indignadoembajador de Suecia Harald Edelstam fue expulsado end i c i e m b re de 1973 por la junta militar. Logr salvar cen-tenares de vidas. Los mexicanos repudiaron el levanta-

    miento militar apoyado por la clase alta y media chilenasque acab de tajo con la esperanza de los pases denuestro continente. Mxico recibi a un gran contin-gente de chilenos exiliados, protegi y le dio la razn alos perseguidos, y el presidente de la repblica en per-sona abraz a la viuda de Salvador Allende, doa Ten-cha como todos la conocemos; la UNAM abri susctedras a intelectuales chilenos de la talla de PedroVu s k ovic, del poeta Hernn Lavn, de Luis Maira quea o s ms tarde habra de regresar como embajador deChile en Mxico; Jos Manuel Insulza, hoy en la OEA,

    Jos Valenzuela Feijo, Ins Enrquez y muchos otroschilenos con carreras de primer orden. El Chile de Pa b l oNeruda y Gabriela Mistral se volc en Mxico y formparte esencial de nuestra cultura. Doscientos mil hom-b res, mujeres y nios obligados a abandonar su pas pormotivos polticos buscaron asilo. Claro, no todos vi-nieron a Mxico pero quienes lo hicieron nos enrique-cieron y contaron su aterradora historia. Muchos seconsideraban afortunados por haber sido arrestados alprincipio, antes que el gobierno militar y su aparato deinteligencia los torturara o matara o por haber conse-

    guido asilo en nuestra embajada. De ah, la memora-ble entrega de nuestro embajador en Chile, GonzaloMartnez Corbal.

    Con razn a Julio Scherer Garca le indign que enese mismo ao, unos meses despus, se le entregara elPremio Nobel de la Paz a Henry Kissinger.

    Hasta hoy, el pueblo chileno denuncia y exige justi-cia como lo exigieron el Partido Comunista, el Socia-

    lista o el MAPU (Movimiento Social de Accin Unitaria)y partidos obre ros y campesinos que pre s e n c i a ron cmolos chilenos eran llevados al estadio nacional que sigueconsiderndose la crcel ms grande y ms oprobiosadel mundo. Imposible olvidar que el cuerpo tort u r a-do de Victor Jara fue encontrado en los basureros de-trs del estadio.

    El tema sigue vigente como lo demuestra re c i e n-t emente la pelcula Machucadel director chileno An-drs Wood que retrata su infancia bajo la dictadura, ni-o que mira, nio que no juzga, nio obviamente sin

    filiacin poltica y que, por lo tanto, evidencia mejorque nadie las grandezas y las miserias. Patricio Gu z m n ,autor de otro documental: Salvador Allende, consideraque Allende, personaje visionario, es el nico que h ap ropuesto una re volucin pacfica; fue la ltima utopadel siglo.

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    Julio Scherer Garca tiene algo de nio en su formade encarar la vida. Insiste, se obsesiona, llora, es extraor-dinariamente apasionado, yo le digo que wagnerianopor la magnitud de sus emociones y cuando un tema lotoca, un paisaje, un conflicto, un ser humano, no ceja ensu intento de persecucin. Por eso como lo comenta en lacuarta de forros Denise Dresser, Scherer:

    Es un periodista parado del lado correcto de la historia.

    Parado de nuevo, donde hay que estar: cerca de la verdad

    y lejos del poder, cerca de la memoria y lejos del olvido...

    El perdn imposiblese hizo a lo largo de treinta aoscon entrevistas, declaraciones, crnicas y opiniones dequienes viven o reviven, palabra por palabra, el descar-

    nado periodo de la historia ya que, para muchos lati-noamericanos, el 11 de septiembre de 1973 sigue sien-do el da ms triste de su vida.

    El 4 de marzo de 1974, seis meses despus del ase-sinato de Salvador Allende, Julio Scherer entrevist aAugusto Pinochet (que algunos crean que era el gene-ral ms leal a Salvador Allende) en su oficina improvi-sada en el edificio Diego Portales ya que el Palacio de laMoneda qued en ruinas: Fugaz e intenso fue el en-c u e n t rocon el general Augusto Pi n o c h e t, dice Schere ry lo describe con trazos fulgurantes:

    Pinochet tena los lujos del poder. La lnea perfecta de

    los pantalones gris celeste, el brillo sedeo de la guerrera

    blanca, el rojo de las charreteras, bordados en hilos de oro

    las estrellas militares y los laureles de la victoria. De arriba

    abajo, impecable la soberbia militar.

    S c h e rer nos comparte su recorrido por aquel Chi-le donde:

    La dictadura haba convertido bares y restaurantes en

    c e n t ros de informacin. Los taxis eran confesionarios

    abiertos. En el Hotel Carrera, frente a La Moneda, hur-

    gaban manos de paga, se escuchaba el murmullo inaudi-

    ble de las delaciones.

    La prosa de Julio Scherer es rpida, incisiva. Im-p osible encontrar en ella una frase larga. Escribe a loOrozco, a latigazos rojos. Resume y golpea. Quiz fueel periodismo quien le ense a resumir. Por ejemplo,en uno de sus viajes visit a Ho rtensia Bussi de Allendey nos la pinta en forma memorable:

    Los ojos verdes de Hortensia Bussi despiden luz y la fren-

    te despejada se lleva bien con el rostro delgado. Sembra-

    do de pecas, me llaman la atencin tres o cuatro lunares

    grandes. De fuerte raz, el cabello blanco le cubre la ca-

    beza con holgura. Su vestido de se da es color crema y

    los mocasines de un caf desvanecido parecen nuevos.

    No crea, tienen muchos aos como yo.

    Tambin es rpida y eficaz la imagen que nos da deljuez Juan Guzmn:

    Guzmn, prximo a una jubilacin de mil dlares men-

    suales, sobrepasa el uno ochenta de estatura. Hay en l

    un fantasmal quijote de ojos que no duermen. Su cara es

    flaca y pronto se dejar el bigote y una bien cuidada barbaen punta.

    Julio Scherer ha sabido templar en su pluma la ca-lidad literaria y la valenta de un periodismo trascen-d e n t e, afirma Ignacio So l a res, as como tambin afirmaque la hermosa paradoja es que cuanto ms literario esel periodismo y ms periodstica cierta literatura, mshistrica y ms operante se vuelve. Javier Sicilia abun-da en el tema de la exploracin del Mal de Scherer alcomentar otro libro El indio que mat al padre Pro:

    Si Scherer ha sido grande es por esa fina mirada en c o n-

    tra de viento y marea, a riesgo de su propia vida, con

    una intensidad poco comn que en la entrevista que

    le hizo a Pinochet le vali la expulsin indignada del

    d i c t a d o r.

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    Conoc a Julio Scherer sin pelo blanco en los cin-cuenta, en el Exclsiorde Rodrigo de Llano y ManuelBecerra Acosta padre, en 1954, hace la friolera de cin-cuenta y un aos, pero lo recuerdo sobre todo en elavin que nos llevaba a Cuba en 1959 y su afn por en-trevistar a Fidel Castro. Era entonces un re p o rt e ro arre-batado que se coma las uas, capaz de todo con tal deconseguir una entrevista. Fidel Castro las conceda acualquier hora de la noche y tena a los reporteros enascuas. Podan ser requeridos a las dos, a las tres de lamaana. De ah la intensidad de sus ojeras y la eviden-te ansiedad del joven reportero. A lo largo de los aossigui desvelndose, cuidndose poco, diciendo nome duele nada y no tengo nada un segundo antes deque lo llevaran de urgencia al hospital, como le consta

    a su hija Mara Scherer. Resistente al dolor, Julio ha ex-pulsado el miedo de su vida. A qu le teme Scherer sinunca le tuvo miedo a nada salvo, quizs, a la traicindel amigo? (Y vaya que lo traicion el abyecto ReginoDaz Redondo!)A lo largo de los aos, ha trabajadohasta altas horas de la noche. Puntal del periodismo na-cional, para l no hay sino la persecucin de una no-ticia. Hasta sus desayunos y sus comidas son de traba-jo. Habra que decir que los desayunos, las comidas, lacopa, son indispensables en su cotidiana odisea. Sus con-versaciones con los poderosos (los conoce a todos) se

    dan en torno a una mesa. En Chile se rene en LeFlaubert con amigos e informantes y nos sienta a lamesa, escuchamos el dilogo, inquirimos y condenamoscon l. Siempre me ha llamado la atencin esa formade escribir. Es un poco quiz la de Sartre y Simone deBeauvoir que se la vivan en el Flore y all desde unamesa de caf le daban cita a la historia. Tambin me lla-man la atencin las estrechas relaciones de amistad casicomo de candado que Julio forja con ciertas personas,polticos, intelectuales, colegas. Slo l tiene la llavey mientras dura mantiene el contacto al rojo vivo. De

    Fernando Lniz, gerente del diario El Me rc u r i o d eC h ile dice:

    Si Lniz se encontraba en Londres y yo en Nu e vaYork,

    uno de los dos tomaba el avin para encontrarse con el

    otro. La relacin se fue haciendo slida. Para toda la vi-

    da, nos decamos. Sin embargo, despus del golpe, esta

    relacin apasionada se acab.

    Julio Scherer Garca, sus largos concilibulos conpolticos, sus condenas y sus fidelidades, sus iras sagra-das, su desesperacin porque la justicia avanza conlentitud de carreta, su brbaro deseo porque se hagajusticia y su terco afn por el proceso, (supongo que deah viene el nombre de su revista) podra decir como lodijo Allende: Sigan ustedes sabiendo que mucho mstemprano que tarde, se abrirn las grandes alamedas pordonde pase el hombre libre para construir una sociedadmejor porque se ha sido el objetivo de su vida y de suobra. No estoy de acuerdo, sin embargo, con su aseve r a-

    cin acerca de que Jess Piedra Ibarra, el hijo desapare c i-do de doa Rosario Ibarra de Piedra es un d e s a p a re c i d ov i rt u a l y tampoco con la de que el contestatario Ig n a c i oArturo Salas Obregn se entreg a matar como al pla-c e r porque en eso de los desaparecidos la voz autorizadaes la de Rosario y no la de Los patriotas.

    Muchos lectores hemos seguido la obra de Scherera lo largo de los aos. La piel y la entraa, biografa de

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    Resistente al dolor, Julio ha expulsado el miedo desu vida. A qu le teme Scherer si nunca le tuvo

    miedo a nada salvo, quizs, a la traicin del amigo?

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    David Alfaro Siqueiros publicada en 1965 es su libroms voluminoso. El propio Julio cont que a raz deuna entrevista ma hecha en la crcel y publicada en elsuplemento Mxico en la Cultura, el domingo 23 deoctubre de 1960 pens: Si esta vieja puede, yo tam-bin y decidi dialogar largamente con el Coronelazoy sacar a la luz el relato de su vida. Despus habra delanzar Los presidentesen 1986, El poder, historias de fa -miliaen 1990, Estos aosen 1995, Salinas y su imperioen 1997, Tiempo de saberen 2003, El indio que mat al

    padre Pro, en 2005 y las entrevistas a personajes impor-tantes de la historia que le va l i e ron el Ma ry Mo o r sC abot en 1971 y el de Periodista del Ao de la AtlasWorld Press Re v i ew de los Estados Unidos en 1977sin olvidar el desaparecido premio Manuel Bu e n d a

    en 1986 que conceden trece universidades de la rep-blica. Se presentara Scherer Garca a recibir estos pre-mios? Quin sabe. No le gusta manifestarse en pbliconi encaramarse enpresidiumalguno y fue un acrrimoenemigo del 4 de junio, irrisorio da de la libertad deprensa en nuestro pas.

    A lo largo de su respetablsima carrera est el asedioa un personaje (o quizs un fenmeno) al que no deja enpaz: el Mal, tal y como lo han constatado Sicilia y So-

    l ares. Lo desenmascara, lo atrapa, lo hace confesar. Elsuyo es casi un afn religioso a la manera de Jos Re-vueltas. A Scherer, muchos lo vimos encabezar al ladode Abel Quesada, Vicente Leero, Manuel Buenda,Ricardo Garibay, Miguel ngel Granados Chapa, lasalida de ciento y un periodistas a la hora del golpe aExc l s i o r en 1976. Pele contra la traicin de Ec h e-verra y el sucio golpe a la democracia en Mxico queenvileci no slo al periodismo mexicano sino a las ociedad entera. Muy poco tiempo despus ese golpehabra de dar origen a la revista Pro c e s ode la que to-dos aqu somos lectores.

    Quiz Julio Scherer sea bueno para los golpes por-que ahora nos da a conocer su libro El perdn imposible.No slo Pinochet, con nuevos t e stimonios del horro r,

    publicado por el Fondo de Cu l t u r a Econmica en la co-leccin Tierra Firme.

    Con la aportacin de informaciones ms re c i e n-tes del doctor Joan Garcs, quien ayud a SalvadorAllende en su cuarta campaa a la presidencia de Chiley document desde 1973 el genocidio, Scherer pudoremontarse al pasado.

    El proceso sigue y seguirn llegando a Chile pru e b a s

    La prosa de Julio Scherer es rpida, incisiva.Imposible encontrar en ella una frase larga. Escribe

    a lo Orozco, a latigazos rojos. Resume y golpea.

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    j udiciales contra Pinochet y sus cmplices. La ltima es-

    tratagema, la silla de ruedas, rebasa el desprecio para un

    hombre que tortur y asesin hasta cansarse.

    El nonagenario dictador ech mano de varias ar-t imaas: mostrarse al mundo como un ser frgil, en-f e rmo, fingir demencia senil, exhibir su invalidez. Ycuriosamente muchos se dispusieron a empujar su sillade ruedas! Procesado por supuestas leyes que dicen quea partir de los ochenta aos la condena se da con arrai-go domiciliario, Pinochet, senador vitalicio, sigue ofen-dindonos. Qu prisin es sa para un asesino? Noestara de todos modos recluido en su propia casa porsu avanzada edad?

    Finalmente, Julio Scherer Ga rca (insisto en el

    Ga rca) visualiza los ltimos momentos del pre s i d e n-te Salvador Allende, recoge declaraciones de personascercanas a l as como un encuentro con su viuda, Hor-tensia Bussi, Doa Tencha, aos despus del golpe.Nos informa acerca del Plan Z, preparado por lospropios golpistas despus del 11 de septiembre: unplan monstruoso para torturar y asesinar que le abrela puerta a La Caravana de la Muerte del general Are-llano St a rk llamado El Carnicero as como tambina la Direccin de Inteligencia Nacional (DINA) creadapara el exterminio. Habla de la militarizacin de las

    universidades incluyendo a la Pontificia UniversidadCatlica, del sometimiento al rgimen pinochetista delos presidentes de la transicin democrtica de los aosnoventa: Patricio Aylwin y Eduardo Frei, que comba-tieron a Salvador Allende.

    Augusto Pinochet destruy la democracia, golpe ala ciudadana, levant un pas de oligarquas abolien-do el sufragio cuando Chile era el ms democrticode los pases latinoamericanos, la Suiza de Amrica.(Otros dicen que la Escandinavia). Al igual que el dic-tador Porfirio Daz en Mxico que orden mtenlos

    en caliente, Pinochet bombarde su propia ciudad, elblanco fue el Palacio de la Moneda y tortur y mata sus compatriotas. El 17 de julio de 1998, en Ro m a ,ciento veintids pases (claro, sin los Estados Unidos)r a t i f i c a ron el Estatuto de Roma de la Corte Penal In t e r-nacional que juzga a los gobernantes que han cometidocrmenes de guerra y crmenes contra la humanidad eincluye un artculo que dice que para entregar a unacusado a la justicia mundial, debe obtener el consenti-miento de su pas. A Scherer lo sublev que el consen-timiento no se generalizara.

    Scherer Garca le pregunta a su entrevistado JoanGarcs, cul es su vaticinio y responde: Me gustarae q u i vocarme, pero creo que n ohabr condena en Chilesi en la mano del gobierno est evitarla.

    Son males necesarios para la historia los amigos delpoder lacayunos que desde sus posiciones de privilegio

    slo preservan sus cotos de poder a lo largo de su vida?

    podramos preguntarle a Julio Scherer.Julio Scherer Ga rca termina su libro con re f l e-

    x i ones sobre la situacin del mundo y le pregunta alpresidente Ricardo Lagos, socialista y allendista, qusuceder en el futuro, qu ser de los imperios que selevantan como China: Qu va a ocurrir cuando sueconoma sea ms grande que la norteamericana? Yel caso de Cuba? Realmente el pueblo cubano quiereque Fidel Castro contine en el poder? Hasta dndees soberana la conciencia de un lder? Y Scherer Garcaapunta: Moralmente, no es admisible que las necesi-

    dades esenciales de muchos sean soporte para la crea-cin de imperios econmicos y dinastas faranicas.

    En El perdn imposibleel juez Juan Guzmn opinaque Pinochet burlar a la justicia pero no a la historia:la biografa oficial del general consignar la o s c u r i d a dde su mente: muri irresponsable, infantil.

    En efecto, la muerte ronda al dictador, sus das estncontados y Pinochet fallecer en su casa, en medio de laterrible oscuridad de sus noventa aos, temeroso, re p u-diado por su pas y por el mundo, condenado ya por lahistoria. Nos pre g u n t a remos si alguna vez estuvo en sus

    cabales, si no vivi toda su vida imbecilizado por el podercomo viven muchos de nuestros magnates que se lleva nal otro mundo, como el saldo de toda su vida, la ntimacerteza de haber sido un dbil moral y un pobre diablo.

    En cambio Scherer Garca, inclume sentir que hacumplido su tarea.

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