7645039 Dostoyevskii Fiodor M Diario de Un Escritor y Otros Escritos

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    FEDOR DOSTOIEVSKI

    Diario de un escritory otros escritos

    Seleccin, prlogo y notas

    David Landesman

    Longseller, 2004

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    INDICE

    PRLOGO Una pluma torrentosa.................................... 3

    ALGO PERSONAL (1873) ................................................... 7

    Yo .......................................................................................... 14

    Cultura ................................................................................. 22

    Cultura y vida ..................................................................... 23

    Evolucin del nio ............................................................. 37

    Padres e hijos ....................................................................... 39

    Las injurias de mis enemigos............................................ 46

    Riqueza ................................................................................. 48

    A mis crticos ....................................................................... 49

    Veneracin ........................................................................... 54

    CARTAS DE DOSTOIEVSKI ............................................ 57

    SOBRE EL IDIOTA ............................................................. 65

    SOBRE DEMONIOS........................................................... 72

    SOBRE EL ADOLESCENTE ............................................. 78

    SOBRE LOS HERMANOS KARAMAZOV .................... 80

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    PRLOGO

    Una pluma torrentosa

    La mayora de los lectores de las famosas novelas de Fedor Dostoievski muyprobablemente desconocen su inmensa obra periodstica, desarrollada a lo largo detoda su vida en distintas revistas rusas, y de su amplsima correspondencia confamiliares, editores y amigos.

    En 1874, a beneficio de las vctimas de una hambruna en la regin de Samara,se edit la primera versin de Diario de un escritor, que en sus ms de mil pginasinclua todos los trabajos de no ficcin publicados por Dostoievski hasta entonces.

    Los textos que integran el conjunto de esta obra abarcan una increble

    variedad de temas: desde comentarios sobre pintura y literatura hasta el anlisismeticuloso de la coyuntura poltica, de los aguafuertes a la crnica policial, de laobservacin social a la autobiografa ms pura, de las concepciones morales aldebate con lectores complacidos o indignados por las columnas del autor.

    En ellos, Dostoievski da rienda suelta a su pluma torrentosa, que lo hace capazde escribir miles de lneas a partir de un comentario o de una mera observacin enla calle. Uno de los mayores atractivos reside en que nos permite apreciar la laborde un gran periodista, trabajando contra reloj y contra censura, da tras da, enpublicaciones peridicas de la poca. Adems, podemos apreciar el "mtodo" del

    Dostoievski escritor, el laboratorio de su narrativa, la construccin del edificioliterario con cimientos anclados en hechos de la realidad y en la propia vida delautor.

    No es muy diferente la labor del Dostoievski periodista a la del Dostoievskiescritor, en cuanto a disponibilidad de recursos de dinero y tiempo, siempreescasos. Adems de los vaivenes polticos de la poca que afectaron directamente alautor.

    En una carta dirigida a un amigo en 1866, el autor se refiere a las condicionesen las que est escribiendo una de sus obras mayores, Crimen y castigo: [...] slo

    podra hacerlo si tuviese el necesario sosiego espiritual. Pero a m me acosan losacreedores; amenazan con encarcelarme.

    Vida y obra

    Dostoievski naci en 1821, en Mosc. El trabajo de su padre, mdico militar, lollev a conocer desde muy temprano a las "pobres gentes" cuyas existenciasmiserables y sin sentido daran vida a los personajes de todos sus libros. Su propiainfancia fue bastante desgraciada, debido al carcter de su padre, un hombre quedistintos bigrafos han calificado de: insociable, duro, irascible, insolente, avaro yalcohlico.

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    En el manuscrito de su novela El adolescente, refirindose a s mismo dice:Hay nios que desde la infancia reflexionan ya sobre su familia, que desde lainfancia se sienten humillados por el cuadro que les ofrece su padre....

    Su madre, de un carcter exactamente opuesto, muri cuando Dostoievskitena slo diecisis aos. Su recuerdo le inspir los ideales ticos y morales que loacompaaran durante toda su vida. Al quedar viudo, la degradacin y crueldaddel padre del escritor fueron en aumento. Estos factores, sumados a la atraccinincontrolable que senta por las jvenes campesinas, le atrajeron el odio de lostrabajadores de sus tierras, que lo asesinaron en 1839.

    En estos aos, Dostoievski estudiaba ingeniera, sin demasiado entusiasmo, yse entregaba de lleno a la lectura de autores como Gogol, Pushkin, Victor Hugo,Balzac y Flaubert, entre otros grandes escritores.

    Con su primera novela, Pobres gentes, concluida a los veintitrs aos, obtuvo

    un temprano y resonante xito de pblico y crtica. Un relato autobiogrfico de estetriunfo puede leerse en el artculo de esta edicin del Diario... A dicha obra lesiguieron El doble, Noches blancas y varios relatos. Pero su labor literaria se viointerrumpida por los vaivenes polticos. Al influjo de las ideas florecientes en esosaos, Dostoievski integr un crculo de socialistas utpicos, lo que provoc suarresto y posterior condena a cuatro aos de crcel y cumplimiento del serviciomilitar en Siberia. Todo el horror de las prisiones zaristas aparecer como nuncaantes, en su novela Apuntes de la casa de los muertos, publicada en 1860, pocos aosdespus de su liberacin definitiva. Caus conmocin en el pueblo ruso y lodevolvi al primer plano de la literatura. Estos Apuntes..., como casi todas susgrandes novelas, fueron publicados en revistas, por entregas.

    En la dcada de 1860, Dostoievski emprendi el primero de sus muchos viajesal exterior, edit sus propias revistas, sufri las muertes de su primera esposa y suamado hermano, y mantuvo constante y desigual lucha contra la pobreza y lasdeudas. En ese lapso, elabor una de las ms extraordinarias novelas de todos lostiempos: Crimen y castigo. Ms adelante, despus de un desarrollo poltico que lofue enfrentando paulatinamente a las ideas revolucionarias que haba abrazado ensu juventud, Dostoievski escribi otra de sus mayores novelas, Los hermanosKaramazov (1879-1880), notable resumen de su labor creadora, en la que sedespliegan todas las ideas polticas, ticas y sociales del autor.

    Afectado por graves problemas de salud, el alcoholismo, dramas amorosos encantidad y su pasin por el juego, recin en sus ltimos aos pudo disfrutar decierta paz mientras creca el reconocimiento por su obra.

    Dostoievski muri el 28 de enero de 1881. Sus restos fueron despedidos poruna multitud, que ya lo haba consagrado como uno de los mayores escritoresrusos.

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    Diario de un escritor

    El Diario de un escritorse alimenta de una poca histrica de transicin, entreintentos revolucionarios ms o menos fallidos y el nacimiento de los grandes

    medios de comunicacin, va ptima para que un pensador como Dostoievski,modelo del intelectual comprometido con su tiempo, transmitiera sus ideas a milesde compatriotas.

    Hablar de ideas en Dostoievski es hablar de su sistema filosfico que,progresivamente, se vio ms y ms influido por el Evangelio y una visinapocalptica de las cosas.

    El autor estaba convencido de que el fin del siglo xix estara marcado por unatremenda catstrofe de toda Europa, de la que slo se salvara Rusia, por haberconservado la palabra incorrupta de Cristo.

    Dostoievski, en su condicin de periodista, nunca se limit al registro objetivode la realidad, ni tuvo intencin alguna de que as fuera. Era un hombre con unidealismo profundo, casi platnico, que persegua la concrecin de ciertas Ideas(con mayscula) en los ms insignificantes hechos cotidianos. Es en estascircunstancias presuntamente menores donde el autor encuentra campo parabrindar su mensaje pedaggico y no pierde oportunidad de emitir su opinin, sindescuidar la ubicacin de todo hecho en un contexto histrico y social.

    El periodismo de Dostoievski, como gran parte del de su poca, es unperiodismo militante, "una tribuna de doctrina", en la cual el escriba asume gozoso

    la tarea de educar y de aleccionar a los lectores, que cada vez son ms.Por otra parte, este Diario... nos muestra a Dostoievski actuando directamente

    sobre la experiencia cotidiana, lo que nos permite acercarnos mucho ms al hombreque est detrs de tantas obras fundamentales de la literatura universal. Aunque,eso s, este acercamiento no carece de riesgos. El lector fascinado con laprofundidad ambigua y enigmtica de sus novelas, conoce muy bien la duda y eldilema que visten a sus personajes, para quienes no hay nada enteramentedefinitivo o verdadero. Y, en este Diario..., se ver sin duda sorprendido por lasposturas tan tajantes y absolutas. El Dostoievski periodista, personaje favorito y

    principal del Dostoievski escritor, no duda. Mira, cuenta, saca conclusiones, opina ydice qu est bien y qu est mal.

    Si tanta certeza puede resultar chocante o pretenciosa, estos diarios sinembargo merecen ser ledos en su contexto, a fin de disfrutar de las dotes del autorpara sacar oro de historias minsculas, gozar de su prosa extraordinaria, admirarsecon su capacidad de observar el mundo y convertir los hechos en relato.

    Otro aspecto de sumo inters en estas pginas es el que nos entrega el perfildel Dostoievski polemista, con sus colegas, sus crticos y con sus lectores. El trabajoperiodstico nunca es del todo limpio. El circuito se integra con el autor que opina,

    el lector que defenestra y el autor que vuelve a plantear su posicin, ms seguroque antes. Como si esperara generar reacciones que lo motiven a exponer ms ideas

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    en el mismo sentido, con nuevos y variados argumentos, de una posicin casisiempre inamovible.

    Sobre esta edicin

    Para este libro, hemos elegido textos cuyo mensaje y calidad perduran en eltiempo, ms all de coyunturas y premuras propias de toda actividad periodstica ode un incesante intercambio epistolar. Encontraremos aqu el peligro de losmalentendidos sobre la palabra escrita en "Algo personal", tres aguafuertesejemplares en "Cuadritos", el pensamiento sobre el destino de los artistas novelesen "A propsito de una exposicin", la indignacin ante el drama de los chicos de lacalle en "El nio, con Cristo, ante el rbol de Navidad". Tambin un minuciosomuestrario de los personajes que podemos encontrar al viajar en barco o en tren, en

    "Cuadritos de viaje", as como un notable modelo de crnica policialjudicial en "Elproceso a Kornilova". Una muy divertida reflexin en "Algo acerca de losabogados", algunas ideas sobre el talento, en el texto homnimo; la referenciaautobiogrfica en "El nacimiento de un escritor" y un reverencial comentario acercade Don Quijote. Adems, intercalamos varios de los agudos "Pensamientosanotados", inditos al momento de su muerte, y cuyo tono es acorde con el resto delos textos que integran este volumen.

    En la segunda parte de este libro, incluimos fragmentos de algunas de lasmiles de cartas que Dostoievski escribi a parientes y editores, amigos y enemigos,

    en las que puede apreciarse como pocas veces cmo trabajaba y cmo sufra elescritor durante la creacin de sus obras maestras.David Landesman

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    DIARIO DE UN ESCRITOR

    ALGO PERSONAL (1873)

    En este artculo, Dostoievski crea un cctel alucinante compuesto de literatosenfrentados y desterrados, la historia de un extrao cuento sobre un funcionarioque vive dentro de un cocodrilo y una advertencia sobre las alegoras caprichosas.

    Ms de una vez me han instado a escribir mis memorias literarias. No s;quizs escribindolas me erigira un monumento de gloria. Pero es triste recordar; am, en general, no me gustan los recuerdos. Pero algunos episodios de mi carreraliteraria suelen representarse en mi imaginacin con fidelidad extraordinaria, noobstante lo dbil del recuerdo. He aqu, por ejemplo, una ancdota:

    Una vez, cierta maana de primavera, fui a visitar al difunto Yegor PetrvichKovalevski. A l le gustaba mucho mi novela Crimen y castigo, que por aquelentonces se estaba publicando en El Mensajero Ruso. Me habl con caluroso elogiode ella y me cit unas palabras, muy estimadas para m, de una persona cuyonombre no recuerdo. En aquel instante entraron en la sala, uno despus de otro,dos directores de peridicos. Uno de estos peridicos lleg luego a tener unnmero de suscriptores como ninguno lo tuvo aqu nunca; pero entonces estaba en

    sus comienzos. El otro, por el contrario, ejerca un influjo notable en la literatura yla opinin. Pues bien: con el director de este peridico pasamos a otra habitacin ynos quedamos solos.

    Sin mencionar su nombre, dir nicamente que mi primer encuentro con l enla vida fue sumamente afectuoso, dejndome eterno recuerdo. Puede que a ltambin le suceda lo mismo. Luego tuvimos muchas divergencias. Al volver yo deSiberia, nos vimos ya muy rara vez; pero en cierta ocasin me dijo, de pasada, unaspalabras muy encendidas, dedicndome tambin una alusin en unos versos, quizlos mejores que haya escrito. Aadir que, por su facha y sus costumbres, nadie

    pareca menos que l un poeta y, por si fuera poco, de los que sufren. Sin embargo,era uno de los ms apasionados, sombros y sufrientes de nuestros poetas.Mire: nosotros lo hemos atacado a usted me dijo (es decir, en su peridico,

    a propsito de Crimen y castigo).Lo s le respond.Y sabe usted por qu?Probablemente, por cuestin de principios.Por Chernischevski.Yo me qued estupefacto.N. N., el autor de esa crtica prosigui el director, me dijo as: Su

    novela es buena; pero, como en una obra, hace dos aos, no tuvo reparo en meterse

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    con los pobres deportados y caricaturizarlos, pues ahora voy yo a meterme con sunovela.

    De modo que todo se debe a ese estpido chisme a propsito de Elcocodrilo?. exclam, despus de recapacitar un momento. Pero es que ustedtambin se ha credo eso? Ha ledo usted esa novelita ma El cocodrilo?.

    No, no la he ledo.Pues sepa usted que todo eso es una mentira, la mentira ms vil que puede

    concebirse. Porque se necesita tener todo el talento y toda la intuicin potica paraleer en esa novela, entre renglones, semejante alegora cvica, y, adems, contraChernischevski. Si usted supiera qu interpretacin tan estpida! Pero, a pesar detodo, nunca me perdonar no haber protestado hace dos aos contra esa infamecalumnia, cuando empez a difundirse!

    Esa conversacin ma con el editor de un peridico hace ya tiempo

    desaparecido tuvo lugar hace siete aos, y hasta ahora yo no he protestado contrala referida calumnia: unas veces no me acordaba, otras no tena tiempo. A todoesto, esa bajeza que me atribuan se qued grabada en la memoria de algunaspersonas como un hecho indudable, corri por las revistas literarias, trascendi alpblico y me ocasion ms de un disgusto. Ahora lleg el momento de decir acercade eso aunque slo sean unas palabras, tanto ms cuanto que ahora es oportuno; y,aunque no pueda aducir pruebas, refutar una calumnia es tambin en alto gradoprobatorio. Con mi largo silencio e indolencia he parecido, hasta ahora,confirmarla.

    Conoc a Nikolai Gravrilovich Chernischevski en el ao cincuenta y nueve, elprimero de mi regreso de Siberia, no recuerdo dnde ni cmo. Despus nos vimosalguna que otra vez, no con frecuencia, y hablamos, pero muy poco. Aunquesiempre, eso s, nos dbamos la mano. Herzen me dijo que Chernischevski le habaproducido psima impresin, es decir, su facha y sus modales. A m, la facha y losmodales de Chernischevski me resultaron simpticos.

    Una maana encontr en la puerta de mi cuarto, en el tirador, una de lasproclamas ms notables de cuantas se publicaban por entonces, y eso que eranbastantes. Se titulaba: "A la joven generacin." No poda concebirse nada ms

    estpido. Su texto resultaba desconcertante, en la forma ms ridicula que susautores hubieran podido idear. Como para matarlos! Yo me llev un disgustohorrible y estuve triste todo aquel da. Todo esto era an tan nuevo, que hastahabra sido difcil descubrir a aquellas gentes. Difcil, porque no se poda creer quedebajo de todo ese alboroto se escondiese tal insignificancia.

    Pues bien: yo, que haca ya mucho tiempo que no estaba de acuerdo ni con esagente ni con la tendencia del movimiento, me llev un gran disgusto y casi meabochorn de su torpeza. Por qu harn las cosas de una manera tan estpida?.Qu me importaba a m, despus de todo? Y, sin embargo, lamentaba su fiasco. De

    los que repartan aquellas proclamas no conoca a ninguno ni los conozco hastahoy; pero, por eso mismo, me apenaba el que ese fenmeno no se me manifestasecomo el hecho aislado, estpido, de personas con las que no se tiene nada que ver.

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    All abrumaba un hecho: el nivel de cultura, de ilustracin y de cierta comprensinde la realidad sofocaba terriblemente. No obstante llevar yo ya tres aos viviendoen Petersburgo y de observar otros fenmenos, la proclama que hall aquellamaana me dej atnito, me pareci como una inesperada revelacin: nunca hastaese da pude suponer tal vacuidad! Al atardecer se me ocurri la idea de ir a buscar

    datos a la casa de Chernischevski. Nunca hasta entonces haba puesto ni pensadoponer los pies en su casa, lo mismo que a l le pasaba conmigo.

    Recuerdo que eran las cinco de la tarde. Hall a Nikolai Gravrilovichenteramente solo, pues no estaban ni siquiera las criadas; sali a abrirme l enpersona. Me recibi con extraordinario alborozo y me condujo a su despacho.

    l tom la proclama como algo desde todo punto conocido y la ley. Eran slodiez lneas.

    Bueno; y qu? pregunt con leve sonrisa.

    Es posible que sean tan estpidos y tan ridculos? No se les puedecontener y evitar esta bajeza?Con mucha ponderacin y gravedad me respondi:Pero usted supone que yo me solidarizo con ellos, y me cree capaz de haber

    colaborado en la redaccin de esta hoja?Cmo iba a suponerlo! le contest. Ni siquiera considero necesario

    asegurrselo a usted. Pero, de todos modos, hay que contenerlos, sea como fuere.Su palabra pesa mucho en su nimo y, sin duda, temen su opinin.

    Yo no conozco a ninguno de ellos.Tambin estoy seguro de que as es. Pero es que no hace falta conocerlos ni

    hablar personalmente con ellos. Basta que usted tenga frases condenatorias para suconducta, en algn sitio, y que llegue a sus odos.

    Puede que no surta efecto. Adems, esas manifestaciones son ineludiblescomo hechos secundarios.

    Y, sin embargo, a todo y a todos nos perjudican.En aquel instante llam a la puerta otro visitante, no recuerdo quin. Yo me

    retir. Considero un deber mencionar que le habl sinceramente a Chernischevski,

    y no dud por un momento, como tampoco dudo ahora, de que no fuese solidariocon los repartidores de aquellas proclamas. Me pareci que a Nikolai Gravrilovichno le haba desagradado mi visita; unos das despus me lo confirm as l mismo,yendo a visitarme a mi casa. Permaneci conmigo una hora, y confieso que pocasveces he visto hombre ms amable y cordial, tanto, que me choc que pudierandecir de l que tena un carcter hurao e insociable. Comprend de sobra quedeseaba tratar conmigo y recuerdo que eso me halagaba. Luego de eso fui yo averlo a su casa y l me pag otra vez la visita. Poco despus, las circunstancias meobligaron a trasladarme a Mosc, donde estuve nueve meses. De modo que la

    naciente amistad qued truncada. Aquel invierno lo detuvieron y deportaron.Nadie pudo saber nunca por qu; yo tampoco.

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    Ao y medio ms tarde se me ocurri escribir un cuento fantstico, algo ascomo una imitacin de La nariz, de Gogol. Nunca haba yo, hasta entonces, probadofortuna en el gnero fantstico. Fue aquella una travesura literaria, solamente parahacer rer. Ide, efectivamente, unas cuantas situaciones cmicas, que luego se meantoj desarrollar. Aunque no valga la pena, contar el argumento, para que se vea

    lo que despus sacaron de l. Por aquel tiempo, un alemn exhiba un cocodrilo enel Pasaje, a tanto la entrada. Un funcionario petersburgus, en vsperas deemprender un viaje al extranjero, va al Pasaje, en unin de su joven esposa y de unamigo inseparable, a ver el cocodrilo. El referido funcionario es hombre de clasemedia, pero de esos que tienen algn dinero; joven todava, pero comido de amorpropio; ante todo, un imbcil, como aquel inolvidable mayor Kovlez, que habaperdido la nariz. Cmicamente convencido de sus grandes aptitudes, de unacultura a medias, se considera poco menos que un genio; pasa en su ministerio porel hombre ms intil del mundo, y a cada paso lo estn ofendiendo con la general

    desatencin. Para desquitarse de eso, tiraniza a su dbil amigo, que lo odia pero loaguanta por esta enamorado en secreto de su mujer. En el Pasaje, en tanto esadamisela, jovencita y bonita se entretiene mirando un mono que se exhibe a la parque el cocodrilo, su genial consorte hostiga al reptil, que hasta entonces estuvo muyquietito y tumbado como un tronco, hasta que, de pronto, abre las fauces y seengulle, todo entero, al funcionario. No tarda en averiguarse que el gran hombre noha padecido dao alguno; por el contrario, con la tozudez que le caracteriza,anuncia desde el interior del cocodrilo que se encuentra all muy bien. Su mujer y elamigo van a ver a sus superiores, para tratar su liberacin. A este fin, se estima

    imprescindible matar al cocodrilo y sacarle de su seno al gran hombre; pero paraeso hay que indemnizar al alemn dueo del reptil. Este, al principio, hacemanifestaciones de disgusto y desesperacin ante la perspectiva de que sucocodrilo vaya a morirse por haberse tragado al funcionario entero; pero al puntocomprende que el engullido miembro de la burocracia petersburguesa, quecontina en el reino de los vivos, puede ser para l un xito, en lo sucesivo, ante lospblicos de Europa. Pide por el cocodrilo una suma enorme y, adems, el grado decoronel del ejrcito ruso. De modo que los superiores del funcionario se ven en unaprieto bastante grande, pues es el primer caso de esa ndole en que entiende el

    ministerio, y no tiene precedentes. Sospechan tambin si no se habr metido elpropio funcionario en las fauces del cocodrilo por efecto de alguna tendenciaprohibida, liberal. A todo esto, su esposa empieza a caer en la cuenta de que susituacin, parecida a la de una viuda., no est exenta de inters. El engullidofuncionario le explica entre tanto a su amigo que prefiere, sin ningn tipo de duda,continuar dentro del cocodrilo a reintegrarse al servicio, porque ahora, sin hacernada, llama la atencin de todo el mundo, cosa que de otra manera nunca habralogrado. Insiste para que su mujer organice unas veladas, y a esas veladas lo llevena l dentro del cocodrilo metido en un cajn. Est seguro de que a las referidas

    veladas asistirn todo Petersburgo y todos los dignatarios del Estado, con objeto dever el nuevo fenmeno. Con lo que est convencido de salir ganando. Les cantarlas verdades, les dar consejos a los polticos y lucir mi ingenio delante del

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    ministro, dice, tenindose ya por hombre del otro mundo y con derecho a darconsejos y dictar fallos. A la prudente, pero venenosa pregunta del amigo: Pero ysi a consecuencia de algn proceso, que es de esperar, te vieses envuelto encomplicaciones imprevistas?, responde el gran hombre que ya ha pensado en ello,pero que con todas sus fuerzas se opondr a ese fenmeno, muy posible segn las

    leyes de la naturaleza. Su mujer, sin embargo, se niega a organizar veladas con eseobjeto, no obstante agradarle la idea. Cmo voy a hacer que me lleven a casa a mimarido en una caja?, dice. Adems, cada vez se encuentra ms a gusto en aquellasituacin de casi viuda. Est de moda; despierta inters general. El jefe de sumarido va a verla y juega con ella a las cartas... He aqu la primera parte de esecuento jocoso... No termina. Algn da lo rematar, aunque ya se me ha olvidado, ytendra que volver a leerlo para recordarlo.

    Vase ahora lo que de aqu sacaron. No bien apareci el referido cuento en larevista La poca, cuando de pronto, La Voz, en su folletn, sali con una observacin

    extraa. No la recuerdo literalmente, y habra que revolver mucho paracomprobarlo; pero la idea vena a ser esta, poco ms o menos: En vano, el autor deEl cocodriloemprende ese rumbo, que no ha de reportarle honra ni provecho, etc.Luego, algunas frases nebulosas y casusticas. Yo le aquello de una ojeada, sincomprenderlo; slo vi que respiraba hil, ignorando la causa. Aquel nebulosoataque del referido folletn no poda, naturalmente, perjudicarme; quienes loleyeran se quedaran tambin en ayunas, lo mismo que yo. Pero de pronto, unasemana despus, N. N. S. me dijo: No sabe usted lo que creen? Pues estnconvencidos de que Cocodrilo es una alegora, la historia del deportado

    Chernischevski, y que usted ha querido ponerlo en ridculo. Y aunque measombr bastante, no sent gran inquietud. Cuntas suposiciones no se hacen porel estilo! Aquella me pareci una opinin suelta y afectada, incapaz de hallarcrdito, y estim desde todo punto de vista, innecesario protestar. Nunca me loperdonar, porque esa opinin se abri paso.

    Yo, por lo dems, sigo estando convencido de que en eso no medi lacalumnia, porque con qu motivo? Yo no he reido con ningn compaero deletras, por lo menos, en serio. Ahora, en este instante, hablo por segunda vez de mmismo en veintisiete aos de actuacin literaria. All no hubo ms que ceguera,

    ceguera malhumorada, quisquillosa, anidada en algn cerebro tendencioso. Estoyseguro de que ese talentoan persiste en su error y cree que yo quise burlarme deldesventurado Chernischevski. As como tambin lo estoy de que seran intilescuantas explicaciones le diera para hacerle cambiar de opinin. Pero no importa: esuna cabeza muy sesuda.

    En qu consista la alegora! S, desde luego... el cocodrilo representaba aSiberia...; el aturdido y engredo funcionario..., a Chernischevski. Se lo engulle elcocodrilo y sigue abrigando la ilusin de darle lecciones a todo el mundo. El amigosin carcter, sobre el que ejerce despotismo..., todos los amigos que tena aqu

    Chernischevski. La bonita, pero necia mujer del funcionario, tan lisonjeada por susituacin de casi viuda... pues... Pero esto es ya tan puerco, que no quiero

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    mancharme y proseguir la explicacin de la alegora! (Y, sin embargo, esta hallcrdito, y precisamente lo hall por esta ltima alusin: tengo de ello pruebasirrebatiles.)

    Es decir, supusieron que yo, que tambin haba sido deportado y presidiario,me alegraba de la deportacin de otro desdichado; y no slo eso, sino que tomabade ah pie para escribir una historia chistosa. Pero dnde estaba la prueba? En laalegora. Pero denme lo que quieran: Las memorias de un loco, la Oda a Dios, losversos de Fet, lo que quieran, y yo les demostrar, con slo los diez primeros versosque ustedes mismos me indiquen, que aquello es una alegora de la guerrafrancoprusiana o un libelo contra el actor Gorbnov; es decir, lo que quieran, lo quemanden. Recuerden ustedes cmo antao, a fines del ao cuarenta, el censorexaminaba todos los manuscritos, pues no haba rengln ni tilde donde no creyeraver alguna alusin a algo. Mejor sera aducir algo de toda mi vida como prueba deque soy un malvado y despiadado libelista y que de m pueden esperarse esas

    cosas.Precisamente, esa precipitacin y ligereza en sacar conclusiones

    indemostradas atestigua, por el contrario, cierta ruindad de alma de los mismosacusadores, la grosera e inhumanidad de sus ideas. En este particular, ni las msingenuas suposiciones son disculpables. Cmo! Tambin se puede seringenuamente ruin.

    Es posible que yo le profesase a Chernischevski un odio personal? Paraprevenir tal inculpacin, ya refer antes nuestro breve y cordial trato. Dirn que esono importa y que yo le odiaba en secreto. Pero que digan las razones de ese odio, sies que pueden aducirlas. No haba ninguna. Por otra parte, estoy seguro de que elpropio Chernischevski confirmara la exactitud de mi relato referente a nuestroconocimiento, si alguien se lo leyese. Y ojal permitiera Dios que pudiera hacerlo!Con tanto fervor se lo deseo, como piedad tuve y tengo de su desgracia.

    Pero odiar por cuestin de ideas, es posible?Cmo! Pero si Chernischevski no me ofendi nunca con sus ideas! Se puede

    estimar mucho a una persona y discrepar radicalmente con ella en cuanto a susideas! Aqu, por lo dems, puedo hablar con algn fundamento y j aducir alguna

    prueba. En uno de los ltimos nmeros de La pocaque, por entonces suspendi supublicacin, apareci un gran artculo crtico acerca de la clebre novela deChernischevski Qu hacer? Era un artculo notable, salido de pluma conocida. Yqu? Pues en l se le rindi el debido tributo al talento de Chernischevski. De sunovela especialmente se hablaba muy calurosamente. De su descollante talentonadie dud nunca. Slo se hablaba en nuestro artculo de las peculiaridades ydesviaciones de ese talento; pero la misma seriedad con que estaba escrito atestiguatambin el aprecio de nuestro crtico por las dotes del autor estudiado. Ahoraconvengan en una cosa: de haberle tenido yo odio a Chernischevski por cuestin deideas, no habra permitido la publicacin en mi revista de un artculo en el quehablaba de l con el debido respeto, porque el director de La pocaera yo.

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    Siento mucho haber tenido que hablar esta vez de m. He ah lo que se llamaescribir evocaciones literarias; nunca las escribo. Lamento mucho haberloempachado al lector; pero escribo un diario, un diario hasta cierto punto demis impresiones personales, y al recordar, no ha mucho, una impresin literaria,hubo de ocurrrseme impensadamente y por asociacin de ideas esta otra ancdota,

    olvidada, de mi olvidado Cocodrilo.

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    Yo

    Con completo realismo, buscar en el hombre al

    hombre. Este es un rasgo absolutamente ruso, y eneste sentido soy ya naturalmente pueblo (pues miorientacin responde a la hondura del espritucristiano del pueblo), no obstante ser desconocidopara el actual pueblo ruso... En el futuro ya meconocer. Me llaman psiclogo. Eso no es exacto.Slo soy un realista en el sentido superior, es decir,muestro todas las honduras del alma humana.(de "Pensamientos anotados")

    CUADRITOS (1873)

    En estos "aguafuertes" petersburgueses, Dostoievski da una clase magistralsobre el tipo de observacin que caracteriza a todo gran escritor. A partir desituaciones y escenas rutinarias, construye relatos, descripciones y personajes decategora superior.

    I

    Verano, polvo y calor, calor y polvo. Se hace cuesta arriba quedarse en laciudad. Todos emigran. Dentro de unos das habr que leerse los originalesacumulados en la redaccin... Pero dejemos los originales para despus, aunquehay que decir de ellos. Ansio aire, libertad, y en vez de eso, tienes que estar aqusolo, dando vueltas sin rumbo por calles y paseos, llenos de arena y yeso, y tesientes como ofendido. Sabido es que la mitad del dolor se nos pasa en cuantotenemos alguien a quien echarle la culpa, siendo lo ms triste que nc haya a quienculpar.

    Por unos das he estado cruzando la avenida Pevski Prospek, de la parte delsol a la de la sombra. Sabido es que uno atraviesa la Pevski Prospek con precaucinpara que no lo atropellen. Te adelantas, miras bien a un lado y a otro, aguardas uninstante antes de lanzarte por el peligroso camino, y esperas a que se aclaren unpoco las dos o tres filas de coches que, unos tras otros, desfilan. En invierno, dos otres das antes de Navidad, por ejemplo, es sumamente interesante cruzar; se correun gran riesgo, sobre todo cuando una niebla blanca y glacial se cierne sobre lapoblacin desde el amanecer, de modo que no ves a nadie a tres pasos de distancia.

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    He aqu que te escurres, como Dios te da a entender, por delante de la primerafila de coches que se aglomeran por la parte del puente Politsesi, y celebras notenerles ya miedo; relinchos, cascabeleos y vozarrones de conductores quedan a tuespalda; pero no hay, sin embargo, margen para la alegra; no has hecho ms queatravesar la mitad del peligroso paso, y ms adelante te aguardan ms peligro y

    plena incertidumbre. Giras rpida e inquieta la mirada en torno, y a toda prisaevalas el modo de deslizarte ante la segunda fila de coches que se agolpan por laparte del puente Anichkov. Pero sientes que ni siquiera tienes tiempo para pensarloy, adems, hay que contar con esa infernal niebla; slo se oyen ruidos de cascos ygritos, pero no se ve nada. Cuando he aqu que, de pronto, se perciben de entre laniebla rpidos, frecuentes, cada vez ms prximos, unos ruidos tremendos, muyparecidos al alboroto que armaran seis o siete hombres que con sendos palosestuviesen machacando coles en una cuba. Adonde ir? Atrs o adelante? Tendrtiempo o no lo tendr? Y gracias que no te moviste; de entre la niebla, a la distancia

    de un nico paso, se destaca el hocico hmedo de un corcel que alienta echandovaharadas, y que corre con la misma velocidad que el tren correo; espuma en laboca, alargados los lomos, y las patas vigorosas, rojas, midiendo acompasada yuniformemente el suelo. Un momento, un grito desesperado del cochero, y tododesapareci y pas al vuelo de una niebla a otra: el ruido de los cascos y los gritos,todo volvi a desvanecerse como una visin. Verdaderamente, como una visinpetersburguesa. Te santiguas, y, casi despreciando ya aquella segunda fila decoches que tanto te asustara hace un momento, llegas a la anhelada acera,temblando todava de la emocin, y cosa rara, sintiendo al mismo tiempo, sin saber

    por qu, cierta satisfaccin, y no precisamente por haber vencido el peligro, sinopor haberlo corrido. Satisfaccin retrgrada, no lo discuto y, adems, en estostrminos, enteramente intil, tanto ms cuanto que, por el contrario, habra queprotestar y no experimentar satisfaccin, porque el caballo no tiene nada de liberal,sino que recuerda a los hsares o a los tenderos que se divierten y, por tanto, ladesigualdad, el poder, la tirana, etc. Lo s y no lo discuto; pero ahora lo que quieroes terminar. Pues bien: hace unos das, con las precauciones propias del invierno,atraves la Pevski Prospek, y de pronto, despertando de mi ensimismamiento, medetuve, pasmado, en la mitad; no haba por all nadie, ni un solo coche. El lugar

    estaba desierto, de modo que podas detenerte all y ponerte a discurrir con unamigo acerca de la literatura rusa. A tal punto no haba riesgo. Aquello resultabahasta ofensivo. Cundo se vio tal cosa?

    Polvo y calor, olores sorprendentes, el pavimento echando lumbre y casas enobras. Cada vez se reforman ms las fachadas en orden a la novedad, al chic, a locaracterstico. Me maravilla esta arquitectura de nuestro tiempo. Y, en general, laarquitectura de Petersburgo es toda ella sumamente caracterstica y original ysiempre me caus impresin, precisamente por expresar toda su falta de carcter yde personalidad, en todo el tiempo que hace que existe. De caracterstico en sentido

    estricto, de particular, puede que no tenga ms que esas casuchas de madera,alternando con edificios enormes, y eso en las calles ms lujosas, y que chocan alverlas, cual montones de lea, al lado de marmreos palacios. En lo que se refiere a

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    los palacios, son ellos los que ms delatan precisamente la falta de una ideacaracterstica, todo lo negativo del perodo petersburgus, desde el principio hastael fin. En este sentido, no hay ciudad que iguale a Petersburgo; en el terrenoarquitectnico es el reflejo de todas las arquitecturas del mundo, de todos losperodos y modas; todo lo fue copiando por turno y todo lo hizo suyo. En estos

    edificios, lo mismo que en un libro, vas leyendo todas las ideas, regular osbitamente llegadas aqu de Europa, y que gradualmente nos fueron dominando einvadiendo. Ah tienes la impersonal arquitectura de todas las iglesias del pasadosiglo, y ah tienes tambin la poca del Renacimiento y el tipo, rebuscado como porun tono arquitectnico en el pasado Imperio, del antiguo estilo bizantino. Y miraluego algunos edificios de hospitales, institutos y hasta palacios de los diezprimeros aos de este siglo, segn el estilo de la poca de Napolen I, enorme,seudo-colosal y tedioso hasta lo increble, algo ideado y fraguado entonces adredepara expresar la grandeza de la nueva era, y de la inaudita distancia, que aspiraba a

    lo infinito. Mira luego las casas o, mejor dicho, los palacios de algunas de nuestrasfamilias nobles, sobre todo de los ltimos tiempos. Ah ya se nota el estilo de lospalacetes italianos o el estilo francs, no enteramente puro, de antes de laRevolucin. Pero all, en esos palacios venecianos o romanos, han pasado su vidageneraciones enteras de antiguos linajes, unas tras otras, al correr de los siglos.Mientras que nuestros palacios slo datan de la poca del segundo Imperio, aunqueparecen tener pretensiones de seculares; demasiado recio y firme pareca entoncesel rgimen, que ya se resenta de cansancio, y en la forma de estos palacios setrasluce la fe en l; tambin el siglo se dispona a morir. Todo esto suceda, sin

    embargo, en vsperas de la guerra de Crimea, y tambin, por tanto, de laemancipacin de los campesinos. A m me dar mucha pena si alguna vez, enalguno de estos palacios, leo la muestra de algn restaurante con jardn de recreos ode algn hotel francs para viajeros. Finalmente, ah tienes la arquitectura denuestras enormes fondas contemporneas, que delata ya espritu prctico,norteamericanismo: centenares de habitaciones, enorme empresa industrial;inmediatamente se ve que tambin nosotros tenemos ferrocarril, y que de prontonos hemos vuelto prcticos. Pero ahora, ahora... En verdad que no sabes cmodefinir nuestra arquitectura actual. Es ese un revoltijo llevado a cabo, por lo dems,

    conscientemente, del presente momento. Muchedumbre de casas inmensamentealtas (altas, sobre todo) para alquilar, construidas, segn dicen, de muros muydelgados y con mucha tacaera en todo; con fachadas de una arquitecturadesconcertante.

    Por lo dems, yo no soy ningn folletinista petersburgus, y no era miintencin hablar de nada de esto. Empec por los originales de la redaccin y luegome pas a otro asunto.

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    II

    Polvo y calor. Dicen que para los que se quedan en Petersburgo, hay abiertosalgunos jardines y establecimientos de recreo donde pueden respirar aire fresco. No

    s si se podr all respirar, pues nunca estuve en ellos. En Petersburgo se est mejor,ms sofocado, ms triste. Paseas, esparces la vista, solo, slito... Y eso es preferibleal aire fresco de los jardines de recreo petersburgueses. Adems, en la ciudaddescubres de pronto cantidad de jardines all donde menos lo esperas. Casi a cadapaso te encuentras ahora, en la puerta de cualquier casa, a veces puesto all conyeso y ladrillos, este letrero: Paso al jardn del restaurante. All, en el patio,delante de un viejo pabelln, cuarenta aos antes cercado por una empalizada, unespacio de diez pasos de largo por cinco de ancho. Ese es ahora el jardn delrestaurante, dirs. Por qu Petersburgo estar ms triste los domingos que losdas de trabajo? Ser por el vodka? Por los borrachos?

    A m, el gritero de la gente que trabaja no me molesta, y ahora que me hequedado en Petersburgo, estoy ya acostumbrado a ella, y eso que antes me ponafurioso. Los das de fiesta andan por las calles los borrachos en pandilla, atrepellany empujan a la gente, no por maldad, sino porque un borracho no tiene msremedio que atropellar y empujar; despotrican en voz alta, delante de los nios yseoras, a cuyo lado pasan, no por insolencia, sino porque el borracho no puedeemplear ms que ese feo lenguaje. Lenguaje es precisamente, y todo un lenguaje, delo que pude convencerme no hace mucho; lenguaje oportuno y original, el mspropio, no ya para un borracho sino hasta para quien slo empieza a estarachispado, de modo que no tiene ms remedio que manifestarse en tales casos, y sino lo hubiera habra que inventarlo. No se crea que hablo en broma. Juzguenustedes mismos: sabido es que en la borrachera el primer sntoma es que se traba lalengua, y las ideas y sensaciones se multiplican por diez aunque no sea un borrachocomo una cuba. As que se impuso el hallar un lenguaje que pudiera satisfacer esosdos estados contradictorios. Ese lenguaje hace siglos que se encontr y se adopt entoda Rusia. Es, sencillamente, el nombre de un sustantivo que no registran losdiccionarios oficiales, de manera que todo ese lenguaje se compone de un solovocablo debidamente pronunciado.

    Pero un domingo, ya de noche, me ocurri andar algunos pasos al lado de unapandilla de seis artesanos borrachos, y de pronto me convenc de que se puedenexpresar todos los pensamientos, sensaciones y hasta hondos juicios con slo esesustantivo que, por aadidura, no tiene nada de complejo. He ah, por ejemplo, auno de esos sujetos que lo pronuncia de un modo enrgico y tajante para expresarsu negativa, rotunda, respecto de algo acerca de lo cual acaban de hablar. Otro lereplica con ese mismo sustantivo, pero ya en tono y sentido muy diversos,precisamente poniendo en duda la justicia de la negacin del primero. Un tercerose indigna de pronto contra el negador, irrumpe violentamente en el dilogo y lesuelta el mismo sustantivo, pero ya en son de amenaza e insulto. Vuelve entonces aterciar el segundo interlocutor, indignado con el tercero, con el ofensor, y lo

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    interpela dicindole: Vamos, hombre, por qu te metes en nuestra conversacin?Estamos hablando tranquilamente y de pronto saltas y te pones a insultar a Filka!.Y he aqu que todo eso viene a decirse con ese mismo vocablo prohibido, con lamisma denominacin sencilla de un objeto, sin ms aditamento acaso que el dealzar la mano y tomar al otro por el hombro. Pero hete aqu que, de pronto, un

    cuarto interlocutor, el ms joven de la partida, que hasta all no despeg los labios,buscando probablemente la solucin de la primera discrepancia que dio lugar a ladisputa, entusiasmado, alzando los brazos, grita: Eureka!, piensas. Encontr?.Pues no hay tal eureka ni tal encontr, sino que repite exactamente ese mismosustantivo que no figura en los diccionarios, esa misma palabra, una nada ms,pero con entusiasmo, con un grito de fruicin, al parecer, demasiado intensa, puesal sexto amigote, el mayor y de gesto agrio, no le hace graciay en un santiamn ledisipa el entusiasmo al muchacho, repitindole, con malhumorada y admonitoriavoz de bajo, pues ese mismo sustantivo que est prohibido emplear delante de

    seoras, con el que, por lo dems, expresa clara y exactamente: Para qu teentrometes en la conversacin? Cierra el pico!. Y as, sin proferir otra palabra,repitiendo ese vocablo favorito seis veces, por turno, se comprendieronperfectamente. Es un hecho del que he sido testigo. Por favor, les grit yo depronto, sin venir a cuento (me hallaba, en el mismo medio de la pandilla), no hanandado diez pasos y ya han repetido seis veces esa palabrita! Qu vergenza! Nose abochornan?

    Todos, de pronto, se me quedaron mirando, como quien presencia algoinesperado, y guardaron silencio un instante; yo cre que me iban a insultar, pero

    no me insultaron, y slo el ms joven, despus de alejarse diez pasos, se volvi a mde pronto y me grit, sin detenerse:

    Pero t tambin lo comprendes siete veces, cuando nos has llevado lacuenta hasta seis!

    Son una carcajada general, y los compadres siguieron su camino, sinocuparse ms de m.

    III

    No, yo no hablo de esos borrachos ni son ellos los que me infunden esaespecial tristeza los domingos. Hace poco que con gran asombro descubr que hayen Petersburgo campesinos, artesanos y obreros completamente abstemios, que nobeben ni los domingos; y no fue esto lo que ms me sorprendi, sino el que fueranms de lo que yo supiera. Bueno; pues para que se vea, a m me da ms tristezamirar a esos que a los borrachos, y no porque mi inspiran piedad, que tampoco hayrazones para tenrsela, sino porque se me viene a la cabeza no s qu idea extraa.

    Los domingos, al anochecer (los das de trabajo no se los ve), hay muchos

    individuos de esos que estn trabajando toda la semana, y los domingos se van depaseo, perfectamente frescos, por esas calles. Salen precisamente a pasear. No

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    hacen otra cosa sino dar vueltas en torno a sus propias casas o ir a hacer una visitacon toda la familia. Caminan despacito y con caras la mar de serias, cual si nofueran de paseo; hablan apenas unos con otros, sobre todo los maridos con lasmujeres, pero no dejan de ir "endomingados". Visten ropas malas y viejas, lasmujeres, de colores, pero todos van muy aseados y limpitos, como de domingo,

    puede que ex profeso. Los hay que visten en traje nacional ruso; pero otros visten ala alemana y se afeitan las barbas. Lo ms triste de todo esto es que, segn parece,piensan con toda seriedad que con esos paseos se proporcionan un indudableplacer dominical. Pero quieren ustedes decirme qu placer puede haber en pasearpor esas calles anchas, calcinadas, polvorientas, hasta despus de puesto el sol?Pues eso, para ellos, es el paraso; sobre gustos, no hay nada escrito.

    Con mucha frecuencia llevan nios. Todos ellos, segn he tenido ocasin deobservar, en su mayor parte son siempre pequeitos, y apenas si pueden andarsolos. Ser por eso por lo que se desgracian tantos nios que no llegan a mayores?

    Me fijo entre el gento en un artesano con un nio, solos, sin ms acompaamiento.El va vestido de da de fiesta: sobretodo alemn, gastado por las costuras, con losbotones cados y el cuello muy grasiento; pantalones ocasionales de tercera mano,pero lo mejor recosidos posible; camisa y corbata, sombrero de copa, muy usado;rasurada la barba. Parece algo as como cerrajero o tipgrafo. La expresin de surostro es adusta, pensativa, dura, casi mala. Lleva al nene de la mano, y el pequeole sigue, tambalendose. Es una criatura de dos aos y pico, muy enclenque, muyblanquecino, pero viste un caftancito, botitas, con una cinta roja y una pluma depavo real en el sombrero. Est el chico cansado; su padre le dijo algo, simplemente

    decirle, pero pareci gritarle. El nio se aquiet. Pero cinco pasos ms all volvi elpadre a agacharse, levant con mucho cuidado al nio y lo tom en brazos. El nio,acostumbrado y confiado, se dej levantar, le ech la diestra al cuello, y con infantilasombro se me qued mirando. Caramba!, por qu voy detrs de ellos y los mirode ese modo?. Yo le gui un ojo y le sonre; pero l frunci el ceo y se agarrtodava con ms fuerzas al cuello de su padre. Por lo que se ve, son muy amigos.

    Me gusta, vagando por las calles, fijarme en algunos transentes enteramentedesconocidos, estudiar sus fisonomas y tratar de adivinar qu son, cmo viven, enqu se ocupan y qu es lo que en aquel momento les interesa. Aquel artesano, con

    el nio, me hizo pensar que no hara ms que un mes que la mujer se le habamuerto, y no s por qu se me meti en la cabeza que tsica. Del pequeo hurfano(su padre pasa toda la semana trabajando en el taller) cuida, por lo pronto, algunavecina vieja del stano, donde ellos tienen alquilado un cuartucho, puede que unverdadero rincn. Ahora, en domingo, el viudo, con el nio, se va andando hastalejos, a ver a algn pariente nico que le quede, probablemente a su cuada, con laque antes no se trataba mucho, y que est casada con algn suboficial de galones yvive irremisiblemente en algn casern oficial, pero tambin en los stanos, aunqueaparte. La cuada puede que llore a la difunta, pero no mucho; el viudo, seguro,

    tampoco suspirar demasiado durante la visita; pero estar todo el tiempo hosco,hablar poco y a duras penas sacar la conversacin sobre algn tema prctico,

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    20

    especial, pero no insistir mucho. Prepararn, naturalmente, el samovar, y tomarnun bocado con una taza de t. El nio, todo el tiempo estar sentadito en un bancoen un rincn, arisco y enfurruado. Ni su ta ni su marido pondrn en l granatencin; pero le darn, eso s, leche y bollito, y en ese momento el dueo de lacasa, el suboficial, que hasta entonces no repar en l, le har algo as como una

    caricia, pero con mucho descuido y torpeza, de lo que se reir (l solo, desde luego),mientras el viudo, por el contrario, precisamente en ese instante, mirar severo, sinsaber por qu, al chico, despus de lo cual este querr enseguida hacer unanecesidad, y su padre, sin gritos y con cara seria, se lo llevar por un momentofuera de la sala. Se despedirn tambin grave y dignamente, de la misma maneracomo conversaron, guardando todas las frmulas de la cortesa y el decoro. Elpadre tomar de la mano al nio y ambos se volvern a casa. A la maanasiguiente, el padre se ir al taller y el chico se quedar con la vieja.

    Y as, anda que te anda, vas imaginndote todos esos cuadritos para distraerte.

    Nada de eso tiene sentido ni nada instructivo se puede sacar de ah. Eso tambinme lleva los domingos, durante el verano, a lo largo de las polvorientas y adustascalles petersburguesas. No habis reparado en que Petersburgo tiene callesadustas? Pues a m me parece que es la ciudad ms adusta que puede haber en elmundo!

    A decir verdad, tambin los das de trabajo se ven muchos chicos por lascalles; pero los domingos al anochecer, hay diez veces ms. Y qu flaquitos todos,qu anmicos, y qu caritas tan ariscas muestran, sobre todo aquellos que todavavan en brazos. En cuanto a los que ya andan solos, todos son chuecos, y todos, al

    andar, se tambalean a este y el otro lado. Casi todos, por lo dems, van muy bienvestiditos. Pero Dios mo!, al nio le ocurre lo que a las flores, lo que a las hojasque le brotan al rbol en primavera: necesita aire, luz, libertad, comidas a tiempo, yhe aqu que, en vez de todo eso, lo que aqu tiene es un stano que huele a coles, yhiede terriblemente por las noches, mal alimento, cucarachas y pulgas, humedad,paredes chorreando, y en el patio, polvo y yeso.

    Pero la gente ama a sus plidos y flacos niitos. Vean all a una nena de tresaos, bonita, que con un traje ligero corre hacia su madre, que est sentada en lapuerta, rodeada de vecinas que acudieron de toda la casa para darle a la lengua. La

    madre charla, pero no pierde de vista a la nia, que est jugando a diez pasos dedistancia. La nena se agacha a tomar algo, quizs una piedrita, e imprudentementese pisa la faldita y no acierta a incorporarse, aunque lo intenta un par de veces,hasta que me dirige rpida y curiosa mirada; prueba a levantarse, cae y se echa allorar. La madre se apresta a correr en su ayuda, pero yo me adelanto a levantarla.An tiene lgrimas en los ojos, y de pronto va y se arroja, un poco asustada y presade pueril turbacin, en brazos de la madre. Me acerco, y cortsmente me entero dela edad de la nia; muy fina, pero con mucha reserva, me contesta la madre. Ledigo que yo tambin tengo una nena as; pero mis palabras quedan sin

    contestacin. Sers todo lo bueno que quieras parece decirme en silencio lamadre; pero si tuvieras en tu casa algo parecido, no estaras aqu. Todo el

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    parloteo de antes haba cesado, y todas aquellas comadres parecan pensar esomismo. Yo me llev la mano al sombrero y segu mi camino.

    He ah otra nia que en una populosa bocacalle se solt de la mano de lamadre. A decir verdad, la mujer hubo de ver de pronto, a unos quince pasos dedistancia, a una amiga que iba a visitarla, y suponiendo que la chica conocera elcamino, la solt de la mano y corri al encuentro de la amigo; pero la nena, alencontrarse sola, se asust y empez a llorar, corriendo as detrs de la madre.

    Un transente, de pelo cano y enteramente desconocido, un artesano conbarba, detuvo en el camino a la mujer desconocida que corra hacia l, y la tom deun brazo:

    Por qu corre de ese modo? Su nia la sigue, llorando. Eso no puede ser, seva a asustar.

    La mujer fue a replicarle algo, pero no lo hizo, y se qued pensativa; sin pizca

    de enojo o impaciencia, tom de la mano a la nia, que ya la haba alcanzado, ycontinu ms sosegadamente en direccin a su amiga. El artesano se quedmirndolo todo hasta lo ltimo y luego sigui su camino.

    Cuentos balades, muy balades, que hasta da remordimiento de concienciaanotarlos en un diario. En lo sucesivo procurar ser ms formal.

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    Cultura

    Cuntos hombres hay que no piensan, sinoque viven de ideas que otros les dan ya

    hechas? Pero aqu no slo se vive de ideashechas, sino hasta de dolor hecho.(de "Pensamientos anotados")

    A PROPSITO DE UNA EXPOSICIN (1873)

    Despus de asistir a la Exposicin Universal de Viena, donde solanpresentarse cuadros de los mejores pintores contemporneos, Dostoievski

    reflexiona sobre el desarrollo de los jvenes artistas.

    Yo les tengo miedo a las tesis cuando se apoderan de un artista joven, sobretodo en los comienzos de su carrera. Y, qu creen ustedes que es precisamente loque temo? Pues que no logre el fin de la tesis. Es que nuestras personas cultas nose han percatado todava de lo que puede pasar en los corazones e inteligencias denuestros escritores y artistas jvenes? Qu revoltijo de ideas y sentimientospreconcebidos! Bajo la presin de la sociedad, el joven poeta sofoca en su alma sunatural anhelo de explayarse en formas singulares; teme que condenen su ociosa

    curiosidad; reprime, contiene esas formas que le brotan del fondo de su alma; lesniega desarrollo y atencin y se saca de adentro, entre espasmos, el tema que a lasociedad le gusta, que es grato a la opinin liberal y social. Pero qu error tanhorriblemente candoroso e ingenuo, qu error tan craso! Uno de los ms burdoserrores consiste en que la denuncia del vicio y la incitacin al odio y la venganza seestima como el nico camino posible para la consecucin del fin. Por lo dems, aunen ese angosto camino, cabra desarrollar un gran talento y no hundirse en loscomienzos de la carrera; bastara con acordarse ms a menudo de la regla urea deque la palabra que se dice... es de plata, y la que se calla..., de oro. Hay talentos muy

    notables, que prometan mucho, pero a los cuales corroy de tal modo la tendenciaque acab por vestirlos de uniforme.

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    Cultura y vida

    Hay ciertas cosas, cosas vivas, que es muy difcil comprender por exceso de cultura. Lacultura excesiva no siempre es cultura verdadera o justa. La verdadera cultura no slo no es

    enemiga de la vida, sino que est siemprede acuerdo con ella, ofrecindole nuevas revelaciones que descubre en la misma vida.(de "Pensamientos anotados")

    CUADRITOS DE VIAJE (1874)

    Los viajes en tren o en barco tienen sus particularidades y sus personajes. Eneste artculo, Dostoievski los registra sin piedad, con rigor casi entomolgico. Vale

    la pena apreciar, una vez ms, la profundidad de su mirada y su capacidad deconstruir historias a partir de elementos que a la mayora le pasaran inadvertidos.

    1. En el tren

    Me refiero a los viajes en ferrocarril o en vapor. De los viajes antiguos, de losviajes en caballera, segn le o hace poco a un campesino, ya nosotros, habitantesde la capital, nos hemos olvidado por completo.

    Pero tambin en ellos pueden encontrarse muchas novedades que noresponden al antiguo orden de cosas. Yo, por lo menos, he odo contar muchascosas curiosas a ese respecto, sin faltar los bandidos; pero como en estos no acabode creer, me propongo casi todos los aos hacer un viaje por el corazn del pas,siguiendo los antiguos caminos, para mi particular edificacin y enseanza. Perohasta ahora, siempre hemos echado mano del tren.

    Ea!, ya estamos en el coche. Los rusos inteligentes, al mostrarse en pblico yconfundirse con la masa, resultan siempre curiosos para el observador entendido,sobre todo en los viajes. Aqu, en los trenes, la gente se encierra en s misma,adusta, siendo sobre todo caractersticos en este sentido los primeros momentos delviaje. Se dira que los pasajeros estn llenos de animosidad recproca, que no sesienten a sus anchas; se miran unos a otros con la curiosidad ms recelosa,mezclada irremisiblemente de hostilidad, pugnando al mismo tiempo por dar aentender que no se fijan unos en otros ni quieren fijarse.

    Entre los viajeros de las clases intelectuales, los primeros momentos son deconfusin, y para muchos representan muchos instantes de indudable tortura, cosaque no sucede en parte alguna del extranjero, precisamente porque all todo elmundo se conoce y enseguida se acomoda a su sitio. En cambio, aqu, como nointervenga el conductor o alguien que nos gue, no acertamos a valemos ni aencontrar nuestro sitio, fuere donde fuere, aunque llevemos el billete en la mano.No hablo nicamente de las disputas que surgen por los asientos. Si se les ocurre

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    preguntarle algo imprescindible al vecino, lo hacen en el tono ms tmido yapocado, cual si se aventurasen a un enorme peligro. El interrogado, como esnatural, se asusta en el acto y los mira con una inquietud nerviosa extraordinaria; yaunque conteste con no menor timidez y apocamiento que el interpelante, ambos,no obstante su mutuo susto, continan durante largo rato sintiendo una inquietud

    originalsima. No vayamos a tener problemas!El segundo perodo por el que atraviesan los rusos finos que van de viaje, es

    decir, ese perodo en que empiezan a entablarse las conversaciones, sobrevienesiempre muy pronto, luego de pasado ese primer perodo de observarse y mirarseen silencio. No aciertan a empezar a hablar; pero luego se sueltan de forma que aveces pierdes la paciencia. Qu hacer? El extremo: he ah nuestra caracterstica. Laculpa de eso la tiene tambin nuestra torpeza; digan lo que digan, entre nosotrosescasean horriblemente los talentos, de cualquier clase que fueren, abundando encambio, la mar de lo que se llama la urea mediana. La tal mediana es algo cobarde,

    impersonal y, al mismo tiempo, insolente y violento. Teme hablar por nocomprometerse, exaltarse y expandirse; las personas de talento, porque considerantodo paso independiente como indigno de su inteligencia, y las que no lo tienen,por orgullo. El viajero ruso, en ese primer cuarto de hora, padece hasta el extremode sentir desasosiego y acoger con alborozo el instante en que alguien, por fin, sedecide a romper el hielo e iniciar algo por el estilo de una conversacin general. Enel tren, ese romperse el hielo suele producirse de un modo bastante chistoso, perosiempre distinto que en el barco (luego explicar por qu). A veces, sobre esageneral mediana, de pronto descuella un talento genial que, con su ejemplo,

    arrastra a todos los dems, desde el primero al ltimo. Surge inopinadamente unseor que, en medio del tenso silencio y la crispacin casi convulsiva generales,recio y sin que nadie lo invite, ni siquiera valindose de ningn pretexto, es ms,sin pizca de esos rodeos tan indispensables, segn nuestra idea de lo que debehacer un gentleman cuando de pronto se encuentra entre gente desconocida, sinninguno de esos ruines rodeos que introducen en la conversacin las ms vulgaresexpresiones, y que desde la emancipacin de los siervos tienen tan arraigadosalgunos de nuestros seoritos, cual si estuviesen resentidos por ello, sino todo locontrario: con el aire del ms rancio caballero sale contndoles a todos en general, y

    a ninguno en particular, nada menos que su propia biografa, con la completa ydesconfiada estupefaccin de los presentes. Al principio, incluso se azoran y semiran con ojos interrogantes; aunque, en medio de todo, les tranquiliza pensar que,en todo caso, no son ellos los que hablan, sino l. Semejante relacin, salpicada dedetalles ntimos y a veces hasta portentosos, puede prolongarse media hora, unahora, cuanto quieran.

    Poco a poco todos empiezan a sentir el mgico influjo del talento; sientenprecisamente que no se dan por ofendidos, por ms que lo deseen. A todos leschoca, en primer trmino, que el hablador no trate de halagar a nadie ni de buscarle

    la gracia, al modo de cualquier charlatn sin talento, y habla nicamente porquenadie puede tener oculto su tesoro. Escuchen ustedes si quieren, y si no, lo que es

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    a m me da lo mismo, pues slo lo hago por entretenerles. He aqu lo que parecedecir, pero no dice siquiera eso, pues todos se sienten enteramente a sus anchas,siendo as que (no poda ser de otro modo), cuando empez a hablar todosparecieron sentirse personalmente ofendidos. Poco a poco va envalentonndose,hasta el punto de que le interrumpen, le hacen preguntas, le piden pormenores;

    todo eso, naturalmente, con la mayor circunspeccin. El caballero, con muchadeferencia, aunque sin el menor indicio de lisonja, los escucha y les contesta en elacto, los rectifica si estn equivocados e inmediatamente les da la razn, por pocaque tengan. Pero tanto al rectificarlos como al darles la razn les proporciona unplacer indudable, cosa que sientes con todo tu ser a cada instante, sin acertar acomprender cmo hace aquel hombre para conducirse tan bien. Si, por ejemplo, leobjetan, enseguida, aunque slo un minuto antes hubiera dicho lo contrario, leshar ver que deca precisamente eso mismo que haban credo necesario hacerlenotar, estando completamente de acuerdo con tu opinin, de modo que quedas

    satisfecho sin que l haya perdido ni pizca de su absoluta independencia. Tancomplacido quedas a veces despus de alguna triunfante objecin que te pones amirar al pblico con el aire de una persona que celebra su santo, no obstante todotu talento, de puro halagados. Oh!, aquel hombre lo ha visto todo, lo sabe todo, haestado en todas partes, no hay casa que no visite, y anoche mismo se despidierontodos de l. Hace treinta aos tuvo una entrevista con un clebre ministro delreinado anterior, y luego con el general gobernador B., al que fue a quejarse de unpariente suyo, el mismo que no hace mucho se distingui con sus Memorias, y elgeneral fue y le ofreci un puro. Pero como aquel, no lo fum nunca. Desde luego

    que tiene sus cincuenta aitos, as que puede recordar tambin a B.; pero la nocheantes acompa al famoso bandido E, que acaba de huir al extranjero, y aquel, en elmomento de separarse, fue y le revel sus ntimos secretos, de modo que es el nicoen toda Rusia que sabe su historia con detalles. Mientras se trat de B., todospermanecieron tranquilos, tanto ms cuanto que la cosa no pas de un puro; pero alnombrar a R, hasta los oyentes ms serios pusieron atencin especial, inclinndoseun poquito hacia el narrador y escuchndolo con avidez, sin pizca de envidia porhaber sido amigo del famoso bandido y ellos no.

    Por lo dems, si ustedes no quieren creerlo, no lo crean; hasta salta a la vista

    que el narrador no tiene inters alguno en que le crean; pero del proyecto deimpuestos sobre el consumo est enterado a fondo y sabe cuanto acerca de ellohablaron anteayer los ministros en Consejo, y hasta mucho mejor que ellos. Aqu,una donosa ancdota referente a los chistes que sobre el particular hizo P. Todossonren y muestran la mar de inters, porque la ancdota es muy semejante a laverdad. Un coronel de Ingenieros le susurra a su vecino al odo que no hace muchole contaron la misma ancdota, y sera raro que no fuese cierta, con lo que sube unpunto el crdito del narrador. Con G. ha viajado miles de veces en el tren; pero nopara ah la cosa, sino que coloca aqu otra ancdota que nadie conoce, porque anda

    en medio cierto personaje, el cual quiere ponerle coto a todo. El tal personaje hadicho que no se meter en nada, pero hasta cierto punto, y como ambos lo harebasado, sin duda que el personaje se meter. El mismo se hall presente y lo vio

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    todo, y firm como testigo en el registro de la estacin. Se reconciliarn,naturalmente. De los perros de caza y de ciertos perros habla nuestro caballero,cual si toda su vida no se hubiera ocupado en otra cosa. Desde luego que al finaltodos comprenden, como dos y dos son cuatro, que nuestro hombre no viaj en lavida con G., ni escribi cosa alguna en el registro, ni fum ningn puro mano a

    mano con B., ni tuvo nunca perros de caza, ni sostuvo relaciones de ninguna clasecon el Consejo de ministros; pero, no obstante, hasta el especialista comprende queaquel hombre lo sabe todo y hasta bastante bien, de modo que no es comprometidoescucharlo. Pero no lo escuchan por lo que diga, sino por gusto. Es notable, por lodems, que en las divagaciones de ese sabelotodo haya ciertas lagunas: apenashabla de la cuestin escolar, de las universidades, del clasicismo y el realismo, ni deliteratura, cual si no tuviese la menor idea de esos temas. Te preguntas quin podrser, y no hallas la respuesta. Sabes, s, que es hombre de talento, pero no puedesadivinar su especialidad. Aunque, desde luego, presientes que aquel tipo, como

    todo tipo acusado, ha de tener irremisiblemente su especialidad, y si lo ignoras, estan slo por no conocer al tipo. Lo que sobre todo desconcierta es su traza; viste conholgura, y no hay duda de que su traje se lo ha hecho un buen sastre; si es verano,ir infaliblemente de verano; pero todo lo que lleva puesto tiene cierto aire de vejez,cual si hubieratenido un buen sastre, pero ya no lo tuviese. Alto, seco, hasta flaco;tiene un aire que no parece corresponder a su edad; mira derecho; tiene una trazaaudaz y de dignidad inquebrantable; ni pizca de arrogancia, sino todo lo contrario:una gran benevolencia con todo el mundo, pero sin almbar. Una barbita en punta,canosa, no del todo napolenica, pero del ms noble corte. En general, modales

    irreprochables, y aqu los modales van de capa cada. Fuma muy poco, y es posibleque nada. Ningn equipaje; un ligero saquito, o algo por el estilo, comprado quinsabe cundo en el extranjero, pero ya muy gastado, y se acab. La cosa es que, depronto, de un modo enteramente inopinado, el caballero va y desaparece, y hastaen la ms insignificante estacin, donde nadie baja. Al irse l, alguno de los que conms atencin lo escucharon y asintieron en voz alta a sus palabras, sale diciendosentenciosamente que no ha hecho ms que soltar mentiras. Naturalmente, nuncafaltan dos as que todo lo contrastaron y discutieron, en tanto hablaba; ni otros dosque, al contrario, desde el primer momento se dieron por ofendidos, y si callaron y

    no le objetaron al embustero fue nicamente de puro indignados. Ahora protestanacalorados. El pblico re. Alguien que hasta all permaneci discretamentesilencioso, con visible conocimiento del asunto, declara que ese es un tipo especial,de la antigua nobleza, un decente vividor de la gente gorda; propietario, pero depoco pelo; un haragn que vive a expensas de su pobre madre; que tiene, en efecto,buenas relaciones y toda su vida no hizo otra cosa que pulular en torno a esa gente;un tipo sumamente til en la vida social, sobre todo en esos pueblos de Dios,adonde a veces gusta de echar un vistazo. Con esta inesperada afirmacin semuestran todos sbitamente de acuerdo, cesan las discusiones, pero ya se rompi el

    hielo y se entabl la conversacin general. Hasta sin necesidad de eso, todos sesienten ya como en su casa, y de pronto sienten una gran libertad. Pero todo,gracias al talento. Por lo dems, si siquiera la gente no mintiera acerca de los

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    llamados escndalos fortuitos y algunas cosas inevitables e inesperadas, a vecesharto enojosas, y, por desdicha, harto frecuentes, an se podra viajar en nuestrostrenes. Claro que con precauciones.

    Ya he escrito y publicado una vez, que el secreto de viajar agradable yalegremente en el tren consiste, sobre todo, en el arte de dejar mentir a la gente ytragarse lo ms posible esas mentiras, que entonces tambin a uno lo dejan mentirde buen grado si se rinde a la tentacin; de donde se deriva, como ven, una ventajarecproca. Aqu dir que sigo siendo de la misma opinin, y que esa afirmacin nola hice ni remotamente en tono humorstico, sino con toda seriedad. Por lo que serefiere especialmente al mentir y en los trenes, dije tambin que no lo tengo porningn vicio, sino por el contrario, por una tendencia natural de nuestra nacional"bonachonera". Entre nosotros apenas si hay embusteros de mala intencin, sinoque, por el contrario, todos los rusos embusteros son buena gente. No digo, por lodems, que sean santos.

    No por ello deja de chocarme a veces, y en los trenes mismos, cierta ansiarecin sentida de conversaciones serias, ansias de maestros en todos los temassociales y polticos imaginables. Y surgen los maestros. Ya escrib tambin de ellos;pero lo que ms me sorprende es que en el nmero de esos individuos tan vidosde aprender, predominan las mujeres, y no las de pelo corto, me atrevo aasegurrselo. Dganme ustedes: dnde ven ahora una seorita o seora sin su libroen la mano, en el tren y hasta en la calle? Puede que yo exagere; pero, de todosmodos, son muchas las que llevan libros, y no vaya a creerse que novelas, sinolibros de pedagoga o ciencias naturales: con decir que hasta leen a Tcito en

    traducciones! En resumidas cuentas: que hay mucha avidez y emulacin, pero...pero todo esto es an poco. Nada ms fcil que, por ejemplo, inculcarles las ideasque uno quiera a discpulas as, sobre todo cuando se tiene elocuencia. Una mujerprofundamente religiosa asiente de pronto, en nuestras barbas, a conclusiones casiateas. Pero en ese terreno de la pedagoga, cuntas cosas no les inculcan y cuntasno estn dispuestas a aceptarlo! Escalofros le dan a uno ante la idea de que alvolver a su casa, enseguida empezar a inculcarles a sus hijos y a su marido lo quea ella le han enseado. Lo nico que algo la tranquiliza es pensar que quiz no hayaentendido bien a su maestro o lo entendiera totalmente al revs, y que, ya en su

    casa, habrn de salvarla su instinto de madre y de esposa y el buen sentido, tanpoderoso en la mujer rusa desde tiempos inmemoriales. Pero, a pesar de todo, hayque desear que se difunda la cultura, slo que una cultura slida y verdadera, y nosacada de cualquier libraco y, adems, profesada en un coche del tren. As, las ideasms plausibles pueden convertirse en algo lamentable.

    Otra cosa buena que tienen nuestros viajes es que prescindiendo de diversoscasos puedes ir de incgnito todo el camino, en silencio y sin hablar con nadie, sino lo deseas. Los curas son los que a veces empiezan a preguntarle a uno quin esusted, adonde va, con qu objeto y qu esperanzas tiene. Pero, por lo dems,

    tambin ese tipo simptico parece ir desapareciendo. En cambio, incluso en ese

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    estilo, de aquel tiempo a esta parte, uno tiene encuentros inesperados como para nodar crdito a los propios ojos.

    2. En el barco

    En los barcos se entabla conversacin de otro modo que en el tren. Las razonesde ello son naturales, empezando porque all el pblico es ms selecto. Me refiero,desde luego al pblico de primera, al pblico de popa. El de segunda, el de proa, nisiquiera es pblico, sino sencillamente el pasaje. All va la gente humilde; all esdonde se ven sacos y maletas, apretujones y oscuridades; ese es el lugar de lasviudas y los hurfanos; all las madres dan el pecho a sus crios; all se encuentranesos viejitos que viven de una pensin, curas trasladados, partidas enteras detrabajadores, la servidumbre del barco, las cocinas. El pblico de popa ignora

    siempre en todas partes al de proa, no teniendo de l ninguna idea. Puede queparezca extraa esa opinin de que el pblico de primera es siempre ms selectoque el de la clase correspondiente en el tren. En realidad, sin duda, no hay tal cosay, adems, todo ese pblico, en cuanto se vuelve a su casa y deja el barco,inmediatamente, en sus nidos familiares, baja el diapasn hasta un tononaturalsimo, mientras que en el barco lo levanta, sin querer, hasta una arroganciaintolerable, nicamente por no ser menos que los dems. Todo el quid de eso secifra en que all hay ms espacio donde acomodarse y ms tiempo para esparcirseque en el tren, o sea que, como ya dije, hay una causa natural. All no se va tan

    apretado como en el tren, no se est tan expuesto a convertirse en pandilla ni se vetan al vuelo, ni sujeto a tantos requisitos, a las molestias de los crios que sedespiertan o lloran; all no te ves obligado a mostrar tus instintos de un modo tannatural y apremiante, sino que, lejos de eso, todo recuerda a una casa seria; al ponerel pie sobre cubierta, tienes la sensacin de ser un invitado. Y, sin embargo, estsobligado a cinco o seis horas de promiscuidad, a veces un da entero, einfaliblemente sabes que han de llegar hasta el fin juntos y de trabar conocimientocon tus compaeros de viaje. Las seoras van siempre mejor vestidas que en el tren;tus hijos, por poco que los estimes, llevan trajecitos de verano de lo ms lindos.Cierto que all tambin uno suele tropezarse con paquetes y padres de familia queparecen estar verdaderamente en su casa, y algunos llevan sus chicos de la mano,ostentando condecoraciones por si acaso; pero eso slo lo hacen esos tiposinferiores de verdaderos viajeros, que toman las cosas plebeyamente en serio. Esostales no tienen ideas elevadas, sino tan slo un vivo instinto de propiaconservacin. El verdadero pblico inmediatamente se desentiende de esosindividuos lamentables, aunque se le siente al lado, y ellos mismos comprendenenseguida cul es su verdadero puesto; y aunque ocupan la ubicacin que hanpagado, ante los dems permanecen encogidos y tmidos.

    En resumidas cuentas: que el espacio y el tiempo alteran de un modo radicallas condiciones. All ni el talento puede ponerse de buenas a primeras a referir subiografa, sino que tiene que buscar otro camino. Es posible que no tenga el menor

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    xito. All casi no puede darse el caso de entablar conversacin, por la puraimprescindibilidad del viaje. Sobre todo, el tono del dilogo tiene que serenteramente distinto, propio de un saln, y en eso est todo el quid. Desde luegoque, como los pasajeros no se conozcan de antemano, es mucho ms difcil romperel hielo que en el tren. La conversacin general es rara en el barco. Los sufrimientos

    inherentes a la tensin nerviosa, sobre todo en los primeros momentos, son msconsiderables que en el tren. Si eres algo observador, seguro te chocar lo quepuedan fingir en un cuarto de hora esas damas elegantes y sus honorables maridos.Cierto que donde ms ocurre esto es en las excursiones de recreo, por decirlo as,veraniegas, en esas excursiones que duran de dos a seis horas. All todo es ficcin:los modales, las bellas actitudes; cada cual parece estarse mirando a cada instanteen el espejo. Frases chillonas y recalcadas, de lo ms antinatural y antiptico; unmodo imposible de pronunciar las palabras, como no las pronunciara quien seestime un poco; todo eso se da all ms, segn parece, que en el teatro. Padres y

    madres de familia (es decir, en tanto no se generaliza la conversacin) se esfuerzanpor hablar entre s de un modo antinaturalmente recio, pugnando por demostrarcon todo empeo que estn ah absolutamente como en su casa; pero luego,enseguida, avergonzados, se rectifican; se ponen a hablar de cosas enteramenteestpidas, que no pegan ni remotamente con aquella ocasin y aquel lugar,dirigindose a veces el marido a su mujer como un caballero desconocido a unaseora a quien no conoce, en algn saln. De pronto, y sin motivo alguno, cortan laconversacin y, en general, hablan a los saltos, miran nerviosos e inquietos a losvecinos; atienden las mutuas respuestas con recelo, y hasta con susto, y no es raro

    que unos se avergencen de otros. Si sucede (es decir, si la necesidad los obliga)que se ponen a hablar entre s de algo ms pertinente a la ocasin, y de aquello queun marido necesita hablar con su mujer en los comienzos de un viaje, de algocasero, por ejemplo, de los chicos, de si tose Mischenka y de que aqu hace fro o desi Sonechka se arremanga demasiado la falda..., se turban y enseguida se ponen acuchichear, no sea que alguien los oiga, aunque lo que digan no tenga nada deinconveniente, sino todo lo contrario, revele la plena estima de s propio, tanto mscuanto que no son ellos solos los que tienen chicos y desazones, sino todo elmundo, aun all mismo en el buque. Pero tan sencilla idea no se les ocurre, y hasta,

    segn parece, la tienen por indigna de ellos. Lejos de eso, todo grupo familiarpropende, aun con envidia, a tomar todo otro grupo anlogo por algo, en primerlugar, un grado superior a l, y luego, por algo perteneciente a un mundo especial,como el del ballet, y en modo alguno por seres humanos que pueden tener, comoellos... casa, hijos, nieras, el bolso vaco, etc. Tal idea les resultara hasta ofensiva,enojosa; vendra a defraudar la ilusin.

    En los buques, en el nmero de quienes empiezan primero a hablar alto,puede contarse a las institutrices, claro que con los nios y en francs. Lasinstitutrices de las familias de clase media estn, en su mayora, cortadas por el

    mismo patrn: todas jovencitas, todas recin salidas del colegio, todas feas, pero sinserlo de remate; todas vestidas de oscuro, con el talle muy estirado, pugnando porensear el piecito; todas orgullosamente modestas, pero con el aspecto ms

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    desenvuelto, indicio de suprema inocencia, consagradas todas ellas con el mayorfanatismo a sus deberes, sin que les falte nunca en las manos el librito ingls ofrancs de buena lectura, con frecuencia un relato de viaje. Miren a esa que tieneesa nena de dos aos en brazos y llama, sin bajar la vista, con severidad no exentade cario, a la hermanita de la nia, que tiene ya seis y est jugando ah (sombrerito

    de paja, traje blanco corto con encajes y encantadores zapatitos infantiles). Viera,venez ici, e irremisiblemente el clsico venez ici, y cargado irremisiblemente el acentoen el z. La madre, una mujer gruesa y de familia sumamente distinguida (ahtienen a su marido, un seor de aspecto europeo, aunque de propietario rural, deno pequea estatura, ms bien gordo que flaco, con pelo algo canoso y barba rubia,aunque larga, de corte indudablemente parisino, y un sombrero blanco de castor);la madre observa el momento en que la institutriz, al tomar en brazos a Nina, setoma un trabajo de ms, que no est dentro de lo convenido, y para indicarle queno lo encuentra bien, en el acto, con una voz mimosa, que excluye, sin embargo, la

    posibilidad de que la joven se haga la menor ilusin sobre ningn derecho a msfamiliaridad, le hace una advertencia, por lo que debe llamar a la niera, mirando,al decir esto, tranquila e imperiosamente, en su entorno, en busca de la amaausente. Su europeo marido llega, incluso, a iniciar un movimiento en ese mismosentido, cual si fuera a correr en busca del ama; pero luego lo piensa mejor ycontina en su sitio, muy satisfecho, al parecer, de haber rectificado su primeraidea. Por lo que parece, est en ascuas con su consorte, y, al mismo tiempo, lo tomatodo muy a pecho. La institutriz se da prisa a tranquilizar, por lo que a ellarespecta, a la encopetada dama, asegurndole a voz en cuello que quiere mucho a

    Nina(besndola al mismo tiempo con pasin). Luego otro gritito en francs a Viera,con el mismo iciy qu cario centellea en los ojos de la leal muchacha aun para laculpable Viera! Por fin acude Viera, saltando y disculpndose con voz mimosa (unania de seis o siete aos, un ngel todava, y ya sabe mentir!)

    El barco hace un paseo de seis horas y la excursin resulta casi de recreo.Vuelvo a repetirlo: sin duda que dos o tres das de viaje, all por el Volga, porejemplo, o de Cronstad a Ostende, haran lo suyo; la necesidad ahuyentara elsaln, se desvanecera el ballet, y los instintos vergonzantemente disimuladossaldran fuera del modo ms franco, hasta alegrndose de poder estallar. Pero de

    tres das a seis horas hay mucha diferencia, y en nuestro buque todo se mantuvoprimoroso, desde el principio al fin. Nos embarcamos a las diez de la maana de unmagnfico da de junio, en un amplio y plcido lago. La parte de proa del barco vaatestada de pasajeros; pero ese es un revoltijo del que no queremos saber; aqu, yalo dije, est uno en su saln. Aunque hay tambin aqu gente de esa que siempre,en todas partes, nos plantea un problema, de modo que no sabemos qu hacer: porejemplo, cierto doctor alemn, con su familia, compuesta de la mujer y tresseoritas a las que ser difcil conseguirles novio en Rusia.

    Con ninguna de esas criaturas rigen nuestras leyes. El viejo doctor se

    encuentra enteramente en su salsa; ya se ha puesto su gorra germnica de viaje, acuadros, de una forma estpida, y lo ha hecho as con toda intencin, para alardear

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    de independencia; cuanto menos, tal se nos antoja a nosotros. Pero, a cambio deesta perplejidad, tenemos ah una seorita muy mona y un coronel de Ingenieros;una madre ya de alguna edad, con tres hijas muy elegantes, per