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Jaime Andrés Zavala Vicario
Historia Mundial I
Fecha de entrega: 31 de agosto de 2009
Ensayo en base a ¿Qué es la historia? de E. H. Carr
Edward Carr escribe ¿Qué es la historia? como un ensayo en el que se propone
exponer a los estudiantes y practicantes de la historia, de una forma clara y
sencilla, lo que para el va a ser el método, el objeto de estudio, la proyección y la
finalidad que va a tener esta ciencia que conocemos como Historia. Para su
exposición divide su obra en seis capítulos con temáticas definidas que para fines
prácticos comentaremos uno por uno en este análisis personal a su texto.
I. El Historiador y los hechos
En este capítulo Carr comienza hablando de la historia en el S XIX como
simplemente algo contemplativo por parte del historiador, su tarea era recopilar y
retratar los hechos de una forma fiel y precisa a lo que realmente había ocurrido,
pero se dejaba a un lado la interpretación de su parte. Aquí es cuando nos plantea
un primer postulado: “La historia consiste en un cuerpo de hechos verificados. […]
El historiador los reúne, se los lleva a casa, donde los guisa y los sirve como a él
más le apetece” (p.12).
Es así como comienza a decirnos cual va a ser el objeto de la historia y su relación
con el que la investiga. Esta serie de hechos verificables son apenas el primer
paso del método, el objeto que se estudia, la validez de estos hechos es un
entredicho, una necesidad implícita en la historiografía y es absolutamente
independiente a la subjetividad del historiador. Una vez conocido el dato parte de
su verificación es la investigación metodológica, la indagación en el hecho que va
a ser interpretado, mediante este procedimiento se va a construir la cientificidad de
la historia, su objetividad.
El oficio del historiador será la de “hacer hablar” a los hechos, estos no lo harán
por si solos, es cuando “el historiador apela a ellos: él es quien decide a qué
hechos se da paso, y en que orden y contexto hacerlo” (p.15). La selección de los
hechos es una habilidad que debe ser necesariamente desarrollada, ya que no
todos ellos sirven, independientemente de su validez, para el propósito de
interpretación específico del historiador. En un mar de datos es fácil perderse,
buscar abarcar un tema de forma exhaustiva no significa que el pensar el
significado y utilidad de cada uno no permita esta amplitud, sino que es ya un
esfuerzo interpretativo que se ajusta a la necesidad de esta y comienza a delimitar
el alcance de la misma interpretación. Por ello nos dice Carr que “esto es
exactamente lo contrario de la herejía de los hechos decimónica, según la cual la
historia consiste en la compilación de la mayor cantidad posible de datos
irrefutables y objetivos”. (p.20). La condición del hecho histórico tendrá como
condición la interpretación.
A este paradigma del monstruoso cúmulo de hechos objetivos apilados se le
complementaba con el amor por pilas monumentales de documentos, archivos,
etc, al estilo de Tito Livio, en donde se nombraba paso a paso, hecho tras hecho
en obras extensas, sin tomar en cuenta la correlación y causalidad que compartían
unos con otros. “los hechos de la historia no son nadagh, y la interpretación lo es
todo” (p.36)
Esa interpretación va a estar relacionada con la necesidad de la historia de
correlacionar pasado, presente y futuro, por ello la historia se renueva generación
tras generación, y es la misma historia que se hizo en el presente la cual va a ser
analizada en el futuro, en un proceso de construcción que acaba cuando el ser
humano deje de pensarse a si mismo, por ello Carr afirma que “la historia consiste
esencialmente en ver el pasado por los ojos del presente y a la luz de los
problemas de ahora, y que la tarea primordial del historiador no es recoger datos,
sino valorar.”(p.28)
Esta relación pasado-presente se presenta en la historia en general, cuando Eric
Hobsbawm en si introducción a Historia del Siglo XX explica que pese a vivir en el
mismo siglo, el mas dinámico hasta entonces, las nuevas generaciones no tenían
la memora histórica de su pasado reciente y eso producía primero desinterés en la
historia y segundo una falta de significado para su presente. Por eso Carr al hablar
al hablar de la versión collingwoodiana de la historia postula que para el “”El
pasado que estudia el historiador no es un pasado muerto, sino un pasado que en
cierto modo vive aún en el presente”” (p.29).
Como lectores y reinterpretadores de la historia se nos asigna también la tarea de
analizar al propio historiador en su contexto, por ello no existe una historia de las
ideas, estas surgen de la mente de las personas que a la vez son un producto de
la historia, de su contexto a partir de cual hicieron su personal interpretación, “No
se puede hacer historia, si el historiador no llega a establecer algún contacto con
la mente de aquellos sobre los que escribe” (p.33). lo que lleva muchas veces al
historiador de actuar y pensar como una especie de psicólogo social interpretativo.
El capítulo se concluye cuando Carr define que es la historia como “un proceso
continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el
presente y el pasado” (p.40).
II. La Sociedad y el Individuo
Para este capítulo Carr nos expone la dicotomía entre la sociedad y el individuo, a
la pregunta de cual crea a cual o si uno de ellos antecede al otro nos dice “La
sociedad y el individuo son inseparables. Son mutuamente necesarios y
complementarios” (p.41). En otras palabras el uno no es ni parcial ni totalmente sin
el otro, se necesitan para constituirse. La sociedad va a ser necesaria ya que es
ahí en donde los individuos llevan a cabo sus relaciones y esta es formada por
estos individuos, por ello cada sociedad es diferente, no solo en tiempo o lugar,
sino en lo cultural, en lo que cada grupo de individuos hacen de su propio mundo.
La sociedad funciona a través de mecanismos que regulan la convivencia, lo que
en la actualidad ha derivado como un estado de derecho.
Toma como siguiente tema el idioma, que “no es herencia individual, sino
adquisición social del grupo en que crece” (p.42) El idioma se va a convertir en el
medio, el código a través del cual las personas van a comunicarse entres si, a
organizarse y va a permitir una convivencia y de entrada un entendimiento, claro
que las palabras son reinterpretadas y manipuladas por las personas, pero eso es
independiente del carácter puro del lenguaje que se emplee.
A través del tiempo, el lenguaje permite conocer los escritos antiguos, es gracias a
los árabes que perduro una parte del conocimiento de la cultura Griega, así la
escritura es la relación entre código-individuo-sociedad, al ser esta “algo escrito
por los individuos acerca de los individuos” (p.46) en un principio, para luego ser
considerado una simplificación injusta, ya que no es solo una visión de ese
individuo en particular, no le pertenece, es mas bien a “hombres de varias
generaciones que han contribuido probablemente a su acumulación” (p.46). Es
producto de una sociedad que la ha creado para conocerse a si misma.
Tomando en cuenta eso, la historia que produce el investigador es individual y va
a ser producto de la misma historia pero va a depender del papel que ese
individuo tenga en la propia historia. El historiador antes de escribir historia es un
producto mismo de ella, por eso la crea a partir de su visión presente del pasado,
“La gran historia se escribe precisamente cuando la visión del pasado por parte
del historiador se ilumina con sus conocimientos de los problemas del presente”
(p.29).
Es este vivir histórico lo que nos lleva el entender al historiador, Carr nos dice
acerca del investigador que “no puede comprenderse o apreciarse la obra de un
historiador sin captar antes la posición desde la que él la aborda; (y) que dicha
posición tiene a su vez raíces en una base social e histórica” (p.52). Por ello
entender la obra del autor, es equivalente a leer una novela, en ello se refleja de
una forma fiel la sociedad en la que se problematiza al escribir “El pensamiento de
los historiadores, como el de los demás humanos, viene moldeado por sus
circunstancias de tiempo y lugar” (p.58). Esto va de la mano al significado de
cultura, como producto de la acción humana, por ello el escrito histórico tiene un
enorme peso cultural que ha sido plasmado de una forma cada vez más profunda
hacia el significado y la interpretación de los hechos, dejando a un lado un
carácter fetichista hacia los personajes o a hechos aislados como únicas causas
de un proceso mas largo.
Nos expone al concepto de gentuza sin nombre, atribuido a Clarendon, y comenza
a hablar de cómo la historia se produce no por individuos aislados, sino por
millones de personas que conforman una sociedad, que son anónimas pero que
en historia tienen un peso enorme, definitorio muchas veces y son razón por la
cual esa visión de los hechos, de la historia misma va a perdurar, en vez de otra
menor, hecha por unos cuantos. Esto no quiere decir que haya historias que ya no
existan, sino que hay historias que por su peso prevalecen por sobre otras, y ese
peso es atribuido a las masas, “Los millones anónimos eran individuos que
actuaban conjuntamente, más o menos conscientemente, y constituían una fuerza
social.”(p.66).
El capítulo acaba concluyendo que esta relación entre sociedad e individuo que
hace la historia va a derivar en que la historia sea como dijo Burckhardt, “el
conjunto de lo que una época encuentra digno de atención en otra” (p.73)
III. Historia, Ciencia y Moralidad
Para el tercer capitulo va a exponer el problema de la objetividad en las ciencias
sociales, la historia en particular, y de cómo hay aún ideas y prejuicios que
demeritan a estas como ciencias frente a las ciencias naturales, actualmente
llamadas duras, y que precisamente tiene que ver con la subjetividad que estas
tienen al ser producto de la interpretación. Cuestión falsa si se analiza la
metodología marxista que nos habla de cómo es una construcción ideal pero
basada en una interpretación de la realidad de forma metódica y rigurosa, cuestión
que también Weber busca explicar en Economía y sociedad.
En principio se consideraba a ciencias sociales y naturales como complementos
para conseguir llegar a conocer el mundo, pero las naturales comenzaron a
“descubrir” leyes últimas que buscaban una generalidad, se creía incluso en una
verdad absoluta y las sociales en busca de no quedarse atrás inventaron el
positivismo, que pretendía poner en igualdad, incluso superioridad a las sociales:
“en la suposición de que la tarea del científico consistía en descubrir y establecer
más leyes de esta clase (generales) mediante un proceso inductivo a partir de
datos observados […] los que estudiaban la sociedad […] adoptaron igual lenguaje
y creyeron seguir el mismo procedimiento” (p.77).
Basándonos en el presente, ahora es claro que “los científicos no hacen
descubrimientos ni adquieren nuevos conocimientos mediante el establecimiento
de leyes precisas y generales sino mediante la enunciación de hipótesis que abren
el camino a nuevas investigaciones” (p.79). Con el paso del tiempo, las ciencias
naturales han acumulado un conocimiento excepcional, pero esto lleva a dos
situaciones aparentemente contradictorias, primero a que los científicos se
debatan debido a que como la extensión de lo cognoscible es tan grande e incluso
lo conocido es relativo, que seguir indagando en pos de conocer una verdad
absoluta no tiene caso, que va a ser imposible lograrlo, y la segunda, es que se
han creado paradigmas dentro de la ciencia que cada vez es más difícil romper y
eso limita al mismo conocimiento, no permite generar más.
Carr nos muestra los argumentos por los cuales la historia es menospreciada por
algunos, estos son: “1) la historia se ocupa solamente de lo particular en tanto que
la ciencia estudia lo general; 2) la historia no enseña nada; 3) la historia no puede
pronosticar; 4) la historia es forzosamente subjetiva porque el hombre se está
observando así mismo; y 5) la historia, a diferencia de la ciencia, implica
problemas de religión y de moralidad” (p.84). Pero son argumentos falsos, en
primer lugar por que la historia si se basa en generalizaciones, es mas, el
historiador se basa en generalizaciones para comprender los datos, luego, la
historia es totalmente pedagógica, no es un cuento fantástico, es la lectura de la
historia pasada la que nos enseña y responde preguntas y problemáticas del
presente.
Es cierto, la historia no puede pronosticar la certeza de un hecho futuro, pero si
expone como en el pasado de la humanidad hechos parecidos han ocurrido y
ocurren a cada rato, las consecuencias son diferentes, dinámicas, pero humanos
son humanos hoy como hace 2000 años.
En cuanto a los juicios morales que el historiador hace, Carr nos dice que “…el
historiador no se detiene en pronunciar juicios morales acerca de las vidas
privadas de individuos que desfilan por sus páginas” (p.102). Con esto nos dice
que el historiador no es un juez que a lo largo de la historia hace juicios en base a
su presente sobre lo que las personas hicieron o no hicieron, la historia que no
solo interpreta los hechos, sino a las personas y su contexto de lugar y tiempo y
de esta forma realizando su interpretación objetivamente, no inventa, analiza y así
caracteriza y luego compara con su presente, solo así la historia es dinámica y
continua.
“Los datos históricos presuponen cierto grado de interpretación; y las
interpretaciones históricas siempre llevan inherentes juicios morales, o, si se
prefieren expresiones de apariencia menos comprometida, juicios de valor”
(p.106). La objetividad absoluta no existe, cualquier ciencia esta hecha por
personas producto de una sociedad y una historia, dejar a un lado quienes son es
dejar a un lado su humanidad y experiencia, además siempre hay subjetividad al
designar un objetivo a la investigación, sea cual sea, una indagación sin propósito
cae en un vació existencial y si se estima como un absoluto crea una barrera que
no permite el dinamismo y avance de la propia ciencia.
IV. La Acusación en la Historia
Carr nos comenta que: “El estudio de la historia es un estudio de causas” (p.117),
retomando la actividad de organizar identificar y verificar hechos, viene la enorme
tarea de escoger los datos que van a ayudar a identificar las causas del hecho
pasado: “El verdadero historiador, puesto ante la lista de causas que lleva
reunidas, sentirá una compulsión profesional a reducirlas a un orden, a establecer
cierta jerarquía causal que fijará las relaciones entre unas y otras; […] se conoce
al historiador por las causas que invoca […] toda discusión histórica gira en torno
de la cuestión de la prioridad de las causas” (p.120-121). El precepto es que nada
pasa por que estuviera determinado a pasar así, el destino místico no es una
razón para la historia, es irracional. El historiador toma los hechos y para poder
adentrarse en las razones de estos necesita organizarlos, jerarquizarlos, y no para
encontrar el hecho único del acontecimiento histórico, sino para darse una idea del
movimiento en diferentes esferas, sociales, económicas, políticas, incluso
climatológicas que van a conjuntar las causas de cierto fenómeno.
El historiador ya nado en la vasta cantidad de datos que va a interpretar, ahora
una vez más al indagar en la profundidad de las causas se ve rodeado de
múltiples causas desordenadas y de posibles respuestas como haría un detective
ante una confusa y desordenada escena de un crimen sin resolver, “…se ve ante
la necesidad al mismo tiempo de simplificar la multiplicidad de sus respuestas, y
de introducir cierto orden y unidad en el caos de los acontecimientos y en la
baraúnda de las causas específicas […] el historiador debe trabajar mediante la
simplificación tanto como la multiplicación de las causas” (p.122). De esta forma
se vuelve a partir de lo general a lo selectivo representativo de un puñado de
explicaciones que ayuden a la interpretación.
Una vez mas, todo bajo el precepto de que nada pasa por que si, incluso si pasó
por que la mosca voló, la mosca es responsable de ello. Sin esto la Historia no
tendría razón de ser, la relación pasado-futuro no existiría, sería totalmente
impredecible y aleatoria, además se consideraría a las personas incapaces de
hacer historia, seríamos simples víctimas de ella, “…la vida cotidiana sería
imposible de no suponerse que el comportamiento humano está determinado por
las causas descubribles en principio” (p.126). Esto lo sabe el historiador, por eso
indaga y no hace juicios a priori de nada sin antes analizar sus causas, “Los
historiadores no suponen que un acontecimiento es ineluctable antes de que haya
ocurrido […] Nada es inevitable en la historia” (p.129). Si nada es inevitable, el
azar no es una razón “Decir que algo ha sido un azar desafortunado es una de las
formas más frecuentes de eximirse de la cansada obligación de examinar sus
causas” (p.137) y no solo por flojera, sino por que a veces las razones son
reveladoras y contraproducentes, por ello muchos prefieren ocultar los hechos tal
como ocurrieron y solo dar una versión conveniente y concluyente de ellos.
Luego nos plantea una situación: “El problema de la historia contemporánea es
que viven quienes recuerdan la época en que todavía existían todas las opciones,
y les parece difícil adoptar la postura del historiador para quien han quedado todas
canceladas por el hecho consumado” (p.131). Por este motivo discutir la historia
presente es por un lado enriquecedor, ya que se conoce desde el presente y se
pueden hacer hipótesis comprobables, enriqueciendo el método historiográfico y
confrontar puntos de vista que al momento se van construyendo unos con otros,
pero por otro lado tantos puntos de vista convierten el debate en un concurso de
popularidad en el que gana el argumento que tenga mas seguidores, o mas
convenencieros de que tal cosa pase, incluso se puede planear que una hipótesis
ocurra por todos los medios posibles
El capítulo acaba reiterando la relación entre el quehacer historiográfico y la
valoración que va a hacer de los hechos, “La interpretación de la historia, viene
siempre ligada a juicios valorativos, y la causalidad está vinculada a la
interpretación […] la doble y recíproca función de la historia, de fomentar nuestra
comprensión del pasado a la luz del presente y la del presente a la luz del pasado”
(p.144). La doble función permite el diálogo pasado-presente siempre en
construcción.
V. La Historia como Progreso
Acá nos explica como la historia va a se una interpretación cambiante del pasado
a través del término progreso y su significado para la historia. Comienza con el
nacimiento de la idea de progreso en hacer científico “Los racionalistas de la
Ilustración, […] conservaron la visión teológica judeo-cristiana, pero secularizaron
la meta: pudieron así restablecer el carácter racional del propio proceso histórico.
La historia se convirtió en el progreso hacia la consecución de la perfección
terrenal de la condición humana” (p.149). Una meta bastante ambiciosa la cual se
vino abajo conforme se dieron cuenta de la imposibilidad de entender
absolutamente todo, incluso solamente en su terreno de estudio de la naturaleza.
Considerando a la historia como una ciencia progresiva se presenta la incógnita
de cómo se pondera ese progreso, como se mide el avance de una sociedad
reflejada en los individuos, a esto nos dice que “El progreso por adquisición puede
medirse en generaciones. La esencia del hombre como ser racional radica en el
desarrollo de sus capacidades potenciales mediante la acumulación de la
experiencia de las generaciones pasadas […] La transmisión de características
adquiridas, es el fundamento mismo del progreso social” (p.153-154) Así se nos
caracteriza la importancia de la educación y la razón de muchas de sus
interpretaciones, es claro el porque una sociedad busca inculcar en las nuevas
generaciones valores y conocimientos que esta considere dignos y necesarios
para la cohesión de la misma, con la finalidad de avanzar en este progreso.
Retoma el carácter de la historia como ciencia apelando a su objetividad, que
como lo explica no radica en el dato, ya que este necesariamente es valorado y
jerarquizado, sino en como el método historiográfico analiza las causas y
correlaciones de la interpretación: “Los datos de la historia no pueden ser
puramente objetivos, ya que se vuelven datos históricos precisamente en virtud de
la importancia que les concede el historiador. La objetividad en la historia […] no
puede ser una objetividad del dato, sino de la relación, de la relación entre dato e
interpretación, entre el pasado, el presente y el futuro” (p.162). Que el historiador
consiga esa objetividad significa que logro ver y verse mas allá de las limitantes y
condiciones de su tiempo y lugar para adentrarse profundamente en las razones
pasadas y que es capaz de proyectar a partir de esto el conocimiento aún mas allá
de su presente, al futuro.
Uno de los objetivos con los que Carr escribe estas conferencias es con el de
definir a la propia Historia como ciencia y no solo como producto de la imaginación
y de cómo esta penetra en el pasado pero tiene una utilidad a futuro, lo cual la
vuelve necesaria dentro de una sociedad y también como un instrumento del
Estado del cual puede valerse para hacer juicios de planeación, que bien fuera
que así siempre pasara ya que la realidad es otra, pero es una intencionalidad y
objetivo que se tiene la historia y a través de la cual se nota su progreso, su
movimiento “…la objetividad en la historia no descansa ni puede apoyarse sobre
un patrón fijo e inamovible de juicio, al alcance de la mano, sino sobre uno que se
estructura en el futuro, y que evoluciona conforme avanza el curso de la historia.
La historia adquiere significado y objetividad sólo cuando establece una relación
coherente entre el pasado y el futuro.” (p.176)
VI. El Horizonte que se abre
Finalmente, se nos plantea el futuro de la Historia como ciencia, la perspectiva y
proyección que se plantea a si misma y la línea sobre la cual va a seguirse
edificando, y la razón de esto va a residir en la conciencia de la humanidad, el
mismo nacimiento de la historiografía “La historia comienza cuando los hombres
empiezan a pensar en el transcurso del tiempo, no en función de procesos
naturales […], sino en función de una serie de acontecimientos específicos en que
los hombres se hallan comprometidos conscientemente y en los que
conscientemente puede influir” (p.182). Este despertar de conciencia lleva a las
personas en parte por vanidad del individuo o de todo un pueblo, a escribir sobre
sus actos, es como un escritor, en el fondo siempre va a escribir para ser leído por
alguien mas, si no no se tomaría la molestia, lo hace por que cree que vale la pena
ser leído.
Con la llegada de la modernidad, este asunto se acentúa, el pasado se llena de
personajes, las personas adquieren una identidad, ya no son mas la marabunta de
la Edad Media, el hombre adquiere un potencial aparentemente ilimitado, situación
que llega hasta nuestros días desembocando en corrientes como el
existencialismo, “El hombre contemporáneo es consciente de si mismo, y por lo
tanto de la historia, como nunca lo ha sido el hombre antes” (p.183)
Al hablar de la función contemporánea de la historia, una vez mas visualizando el
pasado a la luz del presente y en aras del futuro, Carr expone que “…la transición
al periodo contemporáneo de la historia, la función primordial de la historia es […]
dar nueva forma a la sociedad y a los individuos que la componen mediante la
acción consciente” (p.187). El enseñar historia no es un capricho, tampoco el
invocar los hechos pasados, es el hacernos responsables como humanidad de lo
que somos capaces de hacer teniendo como sombra efectivamente lo que hemos
hecho. Este conocimiento de por que somos como somos y de cómo podemos
llegar a ser nos responsabiliza de nuestro futuro.
Una conclusión final es “La historia moderna comienza cuando despiertan más y
más hombres a la conciencia social y política, cuando más y más hombres toman
conciencia de sus grupos respectivos como entidades históricas que tienen un
pasado y un futuro, y cuando entran totalmente en la historia.” (p.203). Desde
antes que el humano se diera cuenta de que hacía historia, ya había hecho
historia, sin embargo la visión teológica aún perdura hoy en día, sin referirse a los
estudiosos y teóricos de la historia, sino a las personas creyentes en un destino
impuesto por algo fuera de su alcance quienes de cierta forma no se
responsabilizan de su actividad o por el contario como lo demuestra Weber en La
ética protestante y el espíritu del capitalismo, en donde el Calvinismo es un
impulsor del desarrollo capitalista que seguía en auge en Europa durante ese
momento.
La historia se cierra de esa forma en si misma, a veces se escuda en su
objetividad y pierde el carácter pedagógico que tiene con la sociedad de su
presente, sin embargo sus estudios consiguen vincularnos cada vez mas con
nuestro pasado y nuestra clara relación con el futuro próximo.
Carr, Edward, ¿Qué es la historia?, México, Planeta/Seix Barral, 214p