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1 EN EL NOMBRE DEL PADRE Desde El Patriarca de Filmer al nuevo paternalismo “libertario” de Thaler. Cuatro siglos del Estado tratando a los ciudadanos como niños. Apuntes para la emancipación. Seudónimo: Leónidas

85. En el Nombre del Padre · 2 Índice 3Introducción: El Estado se oferta (y demanda) como Padre. 9 Locke contra el Rey Padre (y el padre rey). 13 El principio anti-paternalista

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EN EL NOMBRE DEL PADRE Desde El Patriarca de Filmer al nuevo paternalismo “libertario” de Thaler.

Cuatro siglos del Estado tratando a los ciudadanos como niños. Apuntes para la emancipación.

Seudónimo: Leónidas

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Índice

3 Introducción: El Estado se oferta (y demanda) como Padre.

9 Locke contra el Rey Padre (y el padre rey).

13 El principio anti-paternalista de Stuart Mill.

16 Hayek y una slippery slope aplicable al paternalismo.

19 El non plus ultra al avance estatal en Nozick.

22 Buchanan y Fromm. Ante el miedo, el Estado in loco parentis.

27 Thaler y la reinvención del mito del Buen Padre Estado.

31 Críticas al paternalismo “libertario”.

36 Conclusión: Apuntes para la emancipación

41 Bibliografía

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No puedo hacer el bien a nadie de acuerdo con mi concepción de felicidad (excepto a niños pequeños y locos)

Kant1

“Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándole a

vivir a la manera de los demás” Mill2

- We're society's only protection

-From what? - Are you kidding me? From themselves!

Watchmen3

INTRODUCCIÓN: EL ESTADO SE OFERTA (Y DEMANDA) COMO PADRE

Podemos decir, de acuerdo a la RAE, que paternalismo es la “tendencia a aplicar

las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia tradicional a

relaciones sociales de otro tipo: políticas, laborales, etc.”. Por su parte, el Oxford

English Dictionary lo define como “el principio y la práctica de la administración

paternal; el gobierno como un padre; la pretensión o el intento de suplir las

necesidades o regular la vida de una nación o comunidad de la misma forma que

un padre hace con sus hijos” y enumera viejos antecedentes del concepto, como

artículos que versaban sobre las relaciones entre las colonias y sus metrópolis.

Norberto Bobbio se acerca más al oscuro fenómeno cuando afirma que el

paternalismo es “una política social, tendiente al bienestar de los ciudadanos y del

pueblo, que excluye la directa participación de los mismos: es una política

1 KANT, Immanuel. Teoría y práctica. (Tecnos) p. 452 2 MILL, John Stuart. Sobre la libertad. (Alianza Editorial. 1970. Madrid) p 69 3 Watchmen es una novela gráfica de Alan Moore, creada en 1986. Fue llevada al cine en 2009. El diálogo citado corresponde a una escena entre dos vigilantes -Nite Owl II y The Comedian- poco antes de disparar contra un grupo de civiles.

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autoritaria y al mismo tiempo benévola, una actividad asistencial para el pueblo,

ejercida desde arriba, con métodos puramente administrativos”4.

Pero acaso el intelectual que más trabajó -y defendió- el concepto haya sido

Gerald Dworkin, para quien el paternalismo es “la interferencia con la libertad de

acción que se justifica por razones concernientes al bienestar, a la felicidad, a las

necesidades, a los intereses o valores de la persona o personas coercionadas”5.

Por supuesto, entendemos por interferencia de la libertad de acción de una

persona la aplicación de ciertas regulaciones, leyes o decretos que dificulten o lisa

y llanamente imposibiliten la realización de sus planes de vida. Vamos a entender

coerción, por su parte, como la situación en la que una persona no tiene

posibilidad de elección dado que actúa para evitar una amenaza.

Ahora bien, el Estado siempre se ha arrogado el rol de padre de sus ciudadanos.

Este es uno de los puntos que pretende mostrar este texto. La estabilidad de la

absurda idea de que los ciudadanos necesitamos Estado que nos tutele por

nuestro bien. La historia muestra que, desde el padre enorme cuya autoridad

emanaba desde el mismísimo Dios (cuya figura no casualmente también es la de

un padre) hasta el papá pretendidamente amable y cool que tan solo busca (o eso

dice) darnos unos empujoncitos (nudges) para corregirnos (en la contemporánea

versión paternalista de Richard Thaler) el Estado siempre nos ha mirado con

displicencia y autoridad. Como una figura de irresistible poder que a la vez se

muestra como el inevitable bienhechor sin el cual nuestras vidas se perderían en

el primer descuento hiperbólico o el primer sesgo de irracionalidad. Acaso esta

4 BOBBIO, Norberto y MATTEUCCI, Nicola. Diccionario de política (Ed-. Siglo XXI, 1982) pp. 1193 y ss. 5 DWORKIN, Gerald, Paternalism. (University of Minnesota Press, Minneapolis, 1987)

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contradictoria mezcla de dureza y suavidad, de propender nuestro bien mientras

nos amenaza con hacernos mal, no haya sido mejor expresada que con el término

“ogro filantrópico” del genial Octavio Paz, quien en el homónimo texto declaraba

que “los liberales creían que gracias al desarrollo de la libre empresa, florecería la

sociedad civil y simultáneamente, la función del Estado se reduciría a la de simple

supervisor de la evolución espontánea de la humanidad. Los marxistas, con mayor

optimismo, pensaban que el siglo de la aparición del socialismo sería también el

de la desaparición del Estado. Esperanzas y profecías evaporadas: el Estado del

siglo XX se ha revelado como una fuerza más poderosa que la de los antiguos

imperios y como un amo más terrible que los viejos tiranos y déspotas”. 6 La

sombra del Estado es cada vez más vasta y más espesa. Ocupa hoy funciones

que harían sonrojar a los más estatistas del pasado y tutela a ciudadanos que, en

alguna medida, parecen bastante cómodos sintiendo que a fin de cuentas hay algo

o alguien que piensa en (y por) ellos.

Por supuesto, el problema de la justificación del paternalismo es un verdadero

asunto académico, aunque en la práctica el Estado suela prescindir de sutilezas

teóricas y obra más o menos a su antojo sin preocuparse por las justificaciones,

que siempre podrán formularse a posteriori. Pero en el ámbito teórico, la

justificación del paternalismo suele hacerse sobre la base de distintos argumentos.

Los principales son:

- El argumento del consentimiento. El argumento se suele ejemplificar con el

caso de Ulises y las sirenas. Es decir, una política paternalista es

justificable cuando la persona, a la que afecta la política, dio su 6 Octavio Paz. El ogro filantrópico. (Ed. J. Mortiz. 1979) pág 85

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consentimiento en el pasado o lo dará en el futuro. Por supuesto, el

argumento del consentimiento futuro es muy débil, habida cuenta de que

éste puede no darse, o ser fabricado.

- El argumento del bien de las personas. Es decir, la idea de que muchas

personas -por ignorancia, falta de información relevante, no saber cuáles

son las consecuencias de una acción, por poseer sesgos cognitivos- no

conocen cuál es su propio bien. Este argumento presupone que el

regulador carece de las restricciones de la persona y lo considera

omnisciente. Un olvido similar a cuando se pretende subsanar las llamadas

fallas de mercado omitiendo que también existen fallas de Estado.

- El argumento de las capacidades básicas. Según este argumento, del

filósofo argentino Garzón Valdés, una política paternalista se justificaría si la

persona o personas a quienes se les aplica son incapacitados básicos. El

punto es que para Garzón Valdés una persona carece de capacidades

básicas cuando a) Ignora elementos relevantes de la situación en la que

tiene que actuar, b) su fuerza de voluntad es tan reducida o está tan

afectada que no se halla en condiciones de llevar a cabo sus propias

decisiones, c) sus facultades mentales están temporal o permanentemente

reducidas, d) actúa bajo compulsión, e) acepta la importancia de un

determinado bien, no desea ponerlo en peligro, e igualmente se niega a

utilizar los medios necesarios para salvaguardarlo pudiendo disponer

fácilmente de ellos. Como vemos, abre la puerta a un sinfín de

intervenciones paternalistas.

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Puede percibirse que no faltan supuestas justificaciones para que funcionarios nos

oferten cuidarnos de nosotros mismos, de nuestra torpeza y falta de visión de

futuro, de nuestra inmoralidad o perversión, y para esto estén dispuestos a usar la

fuerza de la ley contra nuestra voluntad. ¿Pero es el auge de este Gran Padre sólo

una cuestión de oferta? Este es el otro punto que pretende tocar este texto.

Se adelanta una triste respuesta. Pareja a la oferta siempre disponible de

funcionarios que quieren encauzar nuestros planes de vida adaptándolos a sus

particulares escalas de valores; existe una demanda, acaso creciente por,

justamente, dichas políticas paternalistas. La libertad, tan cara y preciada para los

liberales, resulta una carga molesta para muchísimas gente, habida cuenta de que

un escenario de libertad es asimismo un escenario de incertidumbre, de constante

toma de decisiones y, fundamentalmente, de responsabilidad por lo decidido y

actuado. Analizaremos más adelante si cierto rechazo o cansancio respecto del

régimen de responsabilidad individual no está devaluando la idea de libertad

individual, inherente, por supuesto, a aquella.

El paternalismo radica en tratar a hombres y mujeres adultos como a inevitables

niños que no pueden escapar del sistema de tutela estatal, de la mirada del

Estado, que oficia de padre de ciudadanos y ya no sólo se encarga de sancionar

legítimamente a aquellos que agreden a otros, sino que ejerce la fuerza y utiliza

los dineros públicos para lograr que los ciudadanos hagan lo que el Estado quiere

que hagan, pero en supuesto beneficio propio de los ciudadanos forzados. Como

a un niño que la madre obliga a comer verduras por el bien de su salud, el Estado

obliga a ciudadanos adultos a un sinfín de actividades que reputa buenas para

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ellos. Sólo por mencionar algunos casos, no es raro que hoy el gobierno prohíba

fumar ya no sólo en bares o restaurantes (cuyos dueños bien deberían poder

elegir si admiten o no fumadores) sino también en playas o parques donde no hay

externalidad negativa alguna y sólo porque el gobierno cree que el cigarrillo es

malo para nosotros7. Prohíbe que consumamos pornografía8 porque no cree que

sea algo positivo. Es por demás sabido los obstáculos que pone frente al consumo

de alcohol y estupefacientes. Pero los burócratas no se quedan tranquilos sólo

diciéndonos como no debemos actuar, sino que, en tanto nuestros padres, nos

conminan a seguir una línea de conducta aprobada por ellos, a parecernos al ideal

que tienen en mente. Con nuestro dinero elaboran programas estatales para que

hagamos sentadillas y flexiones de brazos en lugar de ver televisión todo el día9;

para que amemos a nuestras familias10; para que hagamos yoga11; para que

abracemos cachorros12; o para que meditemos13, por citar sólo algunos pocos

ejemplos.

Este escenario sería preocupante de por sí con la sola presencia de un Estado

intentando presionar o manipular la voluntad de los ciudadanos. Sería sombrío el

panorama paternalista sólo visto del lado de la oferta. Pero, como adelantamos, es

visible que también existe una demanda de este tipo de comportamiento estatal,

acentuado en las nuevas generaciones, aparentemente reluctantes a abrazar el

7 https://www.heraldo.es/noticias/suplementos/salud/2018/07/20/nueva-jersey-prohibe-fumar-las-playas-parques-todo-estado-1258493-1381024.html 8 https://www.infobae.com/america/mexico/2018/08/01/mexico-prohibio-la-pornografia-quien-produzca-o-distribuya-videos-y-revistas-ira-a-la-carcel/ 9 https://www.gob.mx/conade/articulos/muevete-estrategia-nacional-contra-el-sedentarismo-la-obesidad-y-las-adicciones-89593 10 http://durango.com.mx/dif-estatal-programa-restaurando-familias-con-amor/ 11 https://www.palermomio.com.ar/clases-yoga-gratis-parques-plazas-la-ciudad-bs-as/ 12 https://www.lanacion.com.ar/2069552-instalan-una-cabina-anti-estres-en-una-plaza-de-palermo-adentro-hay-perros-y-gatos-que-ayudan-a-la-gente-a-relajarse 13 https://www.rodriguezlarreta.com.ar/sri-sri-ravi-shankar-en-argentina/

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peso de la responsabilidad individual que, como dijimos, es el anverso de la

libertad individual.

Antes de avanzar con el texto, se hace necesaria una aclaración. Analizamos aquí

el fenómeno del paternalismo que, como su nombre indica, es cuando el Estado

actúa como padre. Hablamos de paternalismo cuando en realidad deberíamos

hablar de parentalismo, dado que el poder parental es tanto de los padres como

de las madres. No por seguir una obsoleta tradición en la que sólo el padre de

familia tenía poder dentro de la familia, sino por usar el término utilizado por la

literatura al respecto, es que usamos el concepto paternalismo. Ya veremos que,

en el apartado siguiente, Locke hace, justamente, una apropiada crítica al

respecto.

LOCKE CONTRA EL PADRE REY (Y EL REY PADRE).

Uno de primeros y más importantes exponentes del liberalismo clásico fue, sin

dudas, John Locke (1632-1704). El médico inglés que se convirtiera en factótum

del influyente Conde de Shaftesbury, lo siguiera al exilio en Holanda, y volviera

triunfante con Guillermo de Orange para hacer la revolución gloriosa, escribió una

de las obras más importantes de filosofía política, el Segundo Tratado sobre el

Gobierno Civil. El libro, sentaría las bases del iusnaturalismo liberal,

fundamentaría y protegería la propiedad privada, y propondría un contrato social

respetuoso del individuo, muy diferente a los de Hobbes y Rousseau.

El éxito del segundo tratado, opacó al primero, que tuvo como objetivo desmontar

la acérrima justificación del Estado como un gran padre natural, que Sir Robert

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Filmer (1588-1653) realiza en toda su obra y que se refleja sobre todo en su libro

póstumo El Patriarca o el poder natural de los reyes. Filmer -el gran campeón del

poder absoluto, según Locke- escribe esta obra en 1640. Sin embargo, el

manuscrito que no tenía la pretensión de ser divulgado, fue publicado recién en

1680. El Patriarca, aparentemente una obra sin importancia al principio -tanto

porque Hobbes estaba mucho más de moda por entonces, como porque las

luchas entre Rey y Parlamento no mostraban ser tan agudas y terminantes- se

volvió luego una pieza teórica de referencia tanto como un instrumento político

importante en la lucha emprendida por Carlos II y sus seguidores en contra del

Parlamento. Se necesitaba una teoría que sustente la base ideológica del

absolutismo frente a un constitucionalismo que había tomado fuerza. Se

necesitaba revivir la teoría del derecho divino de los reyes, por lo que la

publicación de El Patriarca no pudo ser más útil, instituyéndose a partir de ese

momento en la tesis oficial de los últimos Estuardos.

Filmer escribe que la potestad de los reyes se basaba, entre otras cosas, en que

todo rey pasado o futuro es descendiente directo de Adán, el primer hombre sobre

la Tierra, y en consecuencia el Rey es una autoridad paternal, es el padre de los

súbditos. ¿Acaso no encontramos que en toda familia el gobierno de uno sólo es

lo más natural? Dios siempre ha gobernado su propio pueblo bajo una sola

monarquía? dice el autor.

La razón última de la legitimidad no parte entonces de lo que haga o no el

monarca, ya que ningún grado de incumplimiento de sus presuntas obligaciones

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puede afectar la legitimidad de su gobierno, dado que el individuo ya nace

sometido al poder real, como el niño nace sometido al paternalismo.

La monarquía absoluta está, además, defendida con el argumento antropológico

del origen del hombre, que así viene a coincidir con el filosófico y teológico,

constituyéndose en su base. San Crisóstomo le sirve a Filmer como punto de

partida: “Dios hizo a toda la humanidad de un sólo hombre para que éste enseñara

al mundo a ser gobernado por un rey, y no por una multitud”. Ahora bien la ley

natural determina, a juicio de Filmer, la esencial y originaria desigualdad entre los

hombres. Al comienzo de El Patriarca ataca el dogma de la libertad natural de la

humanidad. En el prefacio a sus Observaciones sobre La Política de Aristóteles,

Sir Filmer dice que “no puede suponerse una libertad natural de la humanidad sin

negar la creación de Adán”.

Locke realiza uno de sus primeros asaltos al absolutismo, justamente

enfrentándose al creciente éxito de este libro. “Realmente, yo hubiera considerado

al Patriarca de Sir Robert Filmer, lo mismo que a cualquier otro tratado que

pretende persuadir a todos los hombres que son esclavos y deben serlo, como un

ejercicio semejante al de aquél que escribió el elogio de Nerón, más bien que

como un discurso serio que pretende ser tomado como tal, si no fuera porque la

gravedad del título y de la epístola, el grabado de la portada y el aplauso que le

acogió, me obligaron a creer que tanto el autor como el editor actuaban en

serio”.14

14 LOCKE, John. Primer Ensayo sobre el Gobierno Civil (Edición Libertador. Buenos Aires. 2001), p 100.

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El médico y filósofo whig va a arremeter contra la tesis de Adán, corazón de la

postura filmeriana, diciendo que no tenía ni por derecho natural, ni por concesión

de Dios, ningún tipo de autoridad sobre los hijos ni dominio sobre el mundo. Y que

si la hubiera tenido, sus herederos no la habrían heredado, y si la hubieran

heredado, no hay forma de saber quién fue el heredero directo y dicha autoridad

se perdió para siempre. A partir de allí, Locke desarmará pieza por pieza la

estructura teórica paternalista de Filmer.

Pero no sólo se opondrá con éxito a la idea de que el Rey es como un padre para

los súbditos (recordemos que toda la argumentación de Filmer depende de la

identificación del reinado con la familia y del poder real con el poder paternal) sino

que Locke también expresa, de manera bastante moderna, que el poder paternal

es en realidad poder parental (ejercido por padre y madre) y resalta el carácter

transitorio del mismo. Y, más llamativo aún, incorpora la idea del derecho del niño.

Esto es bastante diferente a los autores de la época. Hobbes, por ejemplo,

consideraba la autoridad paterna como análoga a la adquisición de la propiedad

por ocupación, de manera que el dominio sobre el niño pertenece a quien lo tiene

en su poder. Von Puffendorf, proponía también una vía diferente de justificación

del poder paternal que se refiere a un consenso hipotético del hijo (tesis relevante

cuando veamos el paternalismo libertario de Thaler).

Para Locke, en cambio el niño tiene (como todos) un derecho a la vida por el sólo

hecho de nacer, y de éste nace la justificación de las relaciones paterno-filiales. A

este derecho le corresponde el deber del padre de mantenerlo y educarlo. El

derecho de corrección del padre y la potestad punitiva, derivan de su obligación

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correlativa al derecho del hijo de ser cuidado. Como señala Norberto Bobbio, con

Locke el derecho del padre pasa de estar primero, a estar segundo.

Concluyendo este apartado, vemos que Locke desarma con precisión dos grandes

errores de la época. El primero era el de suponer que el poder paternal era

irrestricto, haciendo del padre un rey 15. El segundo y más importante error era el

de confundir al poder político con el poder paternal, haciendo del rey un padre.

Contra esta tendencia paternalista, se alzará otro inglés eminente, como veremos

a continuación.

EL PRINCIPIO ANTI-PATERNALISTA DE STUART MILL

Es cierto que a John Stuart Mill (1806-1873) le debemos un dislate tremendo. El

pensador inglés trató por separado, como si fueran procesos independientes, a la

producción y a la distribución. Puntualmente dijo que “quiéralo o no el hombre, su

producción estará limitada por la magnitud de su acumulación previa y, partiendo

de ésta, será proporcional a su actividad, a su habilidad y a la perfección de su

maquinaria y al prudente uso de las ventajas de combinación del trabajo […] No

sucede lo propio con la distribución de la riqueza. Esta depende tan sólo de las

instituciones humanas. Una vez que existen las cosas, la humanidad, individual o

colectivamente, puede disponer de ellas como le plazca”16. A partir de esta obra,

los diferentes tratados de economía comenzaron a abordar los fenómenos de la

producción y distribución como cosas separadas, y se abrió la puerta a que

15 Contra esto también apuntarían varios autores de la Ilustración, como Cesare Beccaria, quien sostendrá que el enemigo de la libertad no sólo podía ser la tiranía del Estado, sino también la tiranía dentro de la familia por un poder ilimitado del pater familias. 16 MILL, John Stuart. Principios de economía política. (Fondo de Cultura Económica. México. 1951) p 191

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burócratas se dediquen a pensar qué hacer con lo ya producido, como si fuera de

ellos. De algún modo, Mill inauguró la corriente llamada socialismo de mercado; un

sistema político que, como apunta Benegas Lynch (h)17, pretende dejar vivo a un

cierto nivel de mercado pero a condición de que la distribución (en realidad

inherente y concomitante con la producción) la realice el Estado.

No vamos a detenernos aquí en este craso error milleano, sino en uno de sus

aciertos. En ese interesantísimo manifiesto liberal que es Sobre la libertad, Mill

establece un “sencillo principio destinado a regir absolutamente las relaciones de

la sociedad con el individuo”18. ¿Cuál era este principio? Pues el que la única

causa que puede justificar la intervención de la fuerza contra una persona es evitar

un daño de ésta a terceros. En una de las páginas más claras y anti-paternalistas

de la literatura liberal, Mill subraya que la protección es la única fuente que hace

admisible que “la humanidad, individual o colectivamente, se entrometa en la

libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros”19. ¿Qué espacio le deja al

paternalismo duro o liviano? ¿Qué rol pueden ocupar los funcionarios estatales en

favor del bienestar del ciudadano? Mill es categórico. “Su propio bien, físico o

moral, no es justificación suficiente. Nadie puede ser obligado justificadamente a

realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor para él, porque

le haría feliz, porque, en opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más

justo”20.

17 BENEGAS LYNCH (h), Alberto, Socialismo de Mercado. (Ameghino. Rosario. 1997) p23 18 MILL, John Stuart. Sobre la libertad. (Alianza Editorial. 1970. Madrid) p 65 19 Ibídem 20 Ibídem

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En esta genial parrafada, el discípulo de Bentham manifiesta con total claridad el

límite al Estado y reivindica al individuo como un adulto que no necesita de un

padre que lo guíe. De hecho, expresamente, aclara que los “seres humanos en la

madurez de sus facultades” no pueden ser tratados como “jóvenes que no han

llegado a la mayoría de edad”21. Mill no descarta algún grado de persuasión, dice

que es válido tratar de razonar, discutir o convencer a un ciudadano de que

determinado acto u omisión pueden serle beneficiosos, pero jamás se debe

forzarlo.

Esto no sólo es lo mejor sino también lo más justo para el individuo. Según Mill,

las sociedades son mejores cuanto más libertad gozan sus individuos, cuanto

menor es su demanda por paternalismo. “Cada uno es el guardián natural de su

propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa

consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándole a vivir a la manera de

los demás”22. ¿Cuáles son las razones que justifican la formulación del principio

de daño de Mill para manifestarse en contra del paternalismo? Pues dos líneas de

argumentación diferentes. La primera, de tipo consecuencialista, al afirmar Mill que

no se obtiene utilidad por intervenir sobre las personas para determinar lo que es

su propio bien. El segundo argumento es deontológico, dado que si existiese el

caso hipotético en que una persona no sea el mejor juez sobre lo que es mejor

para sí misma, la libertad de elección posee un valor en sí mismo que impide que

pueda ser vulnerada como una forma de excepción al principio de daño.

21 Ibídem, p 66 22 Ibídem, p 69

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La morigeración o rechazo de este influyente y claro principio ha sido el punto de

partida de todas las teorías paternalistas. Por ejemplo, Gerald Dworkin parte de

Mill para supuestamente refutarlo y listar al menos cinco grandes principios que

pretenden legitimar la fuerza (principio de daño; principio de ofensa; paternalismo

legal; moralismo legal; y paternalismo moralista legal) poco antes de lanzarse a

intervenir la libertad en favor ya no de “mejorar” la vida de la persona para ella

misma (que quizás no considera que se mejora a través de la intervención) sino

“para hacer su vida moralmente mejor”23 aún contra la opinión de la persona

misma.

Y por supuesto, contra aquel principio milliano se yergue también el auge del

paternalismo “libertario”, el padre cool de las políticas públicas actuales, que

trataremos más adelante. Frente a estas posturas, cabe entonces subrayar el

todavía vigente principio de Mill, que parece subrayar “soy un ciudadano adulto,

trátame como tal” frente a gobiernos que cada vez se van haciendo más grandes

en volumen y anchos en funciones. De este ensanchamiento del Estado y el

peligro que implica, acaso nadie se encargó con mayor precisión que Friedrich A.

Hayek.

HAYEY Y UNA SLIPPERY SLOPE APLICABLE AL PATERNALISMO

El socialismo está liquidado, observaba Friedrich A. Hayek (1899-1992) a

mediados del siglo pasado. Era evidente que el mecanismo de producción de

bienes operaba con mucha menos eficiencia bajo un orden socialista que bajo un

sistema de libre empresa. Además, el socialismo implicaba necesariamente 23 DWORKIN, Gerald. Moral paternalism. (Springer. 2005) p 319

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implantar un orden jerárquico arbitrario y mucho más infranqueable en lo referente

al acceso de un escalón a otro. En lugar de mayor libertad, como prometía,

originaba un nuevo despotismo. Los argumentos ya no sólo eran teóricos, sino

que el sombrío experimento soviético había mostrado al mundo un aprendizaje

empírico indudable. Pero Hayek era un observador muy avezado y no dejó de

percibir que aunque los socialistas no poseían -luego del fracaso soviético- un

claro programa en cuanto a metas que alcanzar, todavía deseaban manipular la

economía de tal suerte que la distribución de rentas coincidiera con su concepto

de “justicia social”.

El socialismo podría haber perdido y ganado a la vez, dado que aunque “pocos

consideran ya al socialismo como un ideal digno de que la gente se esfuerce, de

manera deliberada, por ver implantado, pudiera en cambio, ocurrir que, sin

desearlo, nos encontráramos inmersos en una sociedad organizada bajo su

signo”24. Tal era el oscuro pronóstico hayekiano. Pronóstico que se ha cumplido en

gran medida, dada la preminencia del Estado Providencia y redistribuidor

compulsivo, y además porque hemos empezado este siglo con la locura de la

última reencarnación del socialismo (llamado Socialismo del Siglo XXI) cuyas

catastróficas –y esperables- consecuencias se ven hoy en Venezuela. Es de

lamentarse que tengamos tan poca capacidad de aprendizaje intertemporal en lo

que a errores socialistas respecta.

Pero, retomando, nuestro autor auguraba una presión del socialismo en pos de

que el estado redistribuidor lo sea aún más, en lugar de ir por el lado de la

desacreditada fórmula de socialización de los medios de producción. Una 24 HAYEK, Friedrich A. Los fundamentos de la libertad (Unión Editorial. 1991) p 319

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estrategia que dio muchos resultados y que pocos, como Hayek, pudieron ver

desde su inicio.

¿Y cuál sería la tendencia de este Estado cada vez más grande? Pues seguirse

expandiendo. En un párrafo fundamental, Hayek advierte sobre la pendiente

resbaladiza que siempre será una amenaza. “Hoy en día, el peligro consiste en

que, tan pronto como es aceptado como legítimo un fin del gobierno, se presume

que incluso los medios contrarios contra el principio de la libertad pueden

emplearse legítimamente”25.

Este punto será muy importante para analizar el paternalismo en general y el

supuesto paternalismo libertario de Thaler, ya que muchas de las críticas que se le

hacen parten de aquí. Una vez que el gobierno decide que fumar es malo, sólo se

contentará un rato con hacer meras campañas de prevención. Lo más probable es

que emita luego una prohibición de fumar en lugares privados abiertos al público.

Y que más adelante prohíba incluso hacerlo en lugares abiertos como playas. Si

vemos lo que efectivamente sucede, no podemos menos que estar de acuerdo

con el peligro de esta slippery slope26. Y es que una vez que el Estado concibe

que tiene el supuesto derecho de mejorar la vida de los ciudadanos, no va a

detenerse a pensar en si los métodos son adecuados o no, si son o no agresivos

con las libertades individuales. Una vez que se siente legitimado y con el

entitlement que le otorga el suponer que obra a favor del bienestar, cualquier

reparo en materia de libertades será desoído. 25 Ibídem, p 323 26 Al respecto de la tesis del paternalismo libertario, se ha dado un imperdible cruce de opiniones entre su principal defensor, el último Nobel de Economía, Richard Thaler y el Prof. Glenn Whitman, justamente sobre si este paternalismo no implicaba una pendiente resbaladiza. “Slippery Slope and the New Paternalism” disponible aquí: https://www.cato-unbound.org/issues/april-2010/slippery-slopes-new-paternalism

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Hayek lo expone de este modo. “Para el reformador impaciente y ambicioso,

colmado de indignación ante un mal determinado, nada que no sea su completa

eliminación por los medios más directos y rápidos parece adecuado”27.

Los propios razonamientos que inducen a este impaciente y ambicioso reformador

a organizar la vida de arriba hacia abajo, le inducen a creer también que las

autoridades que han de regir deben hallarse investidas de poderes discrecionales.

Este tema fue expuesto con gran desarrollo en Camino de Servidumbre, del autor,

un libro que prácticamente trata sobre la pendiente resbaladiza de la intervención

estatal.

Siempre hará falta entonces insistir con una línea de defensa, un non plus ultra

contra lo que quiera hacer un Estado que se crea ungido para obrar como nuestro

padre. Entre los autores contemporáneos que trazaron una trinchera contra el

avance estatal, se yergue la icónica figura de Robert Nozick.

EL NON PLUS ULTRA AL AVANCE ESTATAL EN NOZICK

Robert Nozick (1938-2002) fue un intelectual que cambió su percepción de la

política a medida que profundizó sus estudios acerca del origen del Estado y los

derechos individuales, haciendo un giro desde las ideas hegemónicas de izquierda

a exponer y defender argumentos libertarios. Su obra más célebre fue, claro,

Anarquía, Estado y utopía, una crítica de enrome contundencia contra el

paternalismo.

27 Ibídem

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La tesitura moral de este obra está basada en que los individuos tenemos

derechos que pueden alterarse sí y sólo sí su ejercicio pone en peligro derechos

ajenos. Si esto no sucede, nadie tiene el derecho de impedirnos alcanzar las

metas que nos hayamos propuesto. Los individuos somos personas morales

dotadas de autonomía y de dignidad, por lo que nadie puede obligarnos a hacer

algo que no deseemos hacer.

Siguiendo la segunda formulación del imperativo categórico kantiano, Nozick

expresa que los individuos son fines y no solamente medios, por lo tanto no

pueden ser sacrificados o usados para que otros logren sus fines. Esta forma de

concebir a los derechos como restricciones indirectas morales es una condena al

utilitarismo y una trinchera contra el paternalismo estatal.

Somos individuos únicos e irrepetibles, que existen separadamente y “ningún acto

moralmente compensador puede tener lugar entre nosotros; no hay nada que

moralmente prepondere sobre una de nuestras vidas en forma que conduzca a un

bien social general superior. No hay ningún sacrificio justificado de alguno de

nosotros por los demás”28.

De esta visión moral Nozick desprende su tesis política. Sólo un Estado mínimo,

que se limite a las funciones de protección contra la violencia, el robo y el fraude,

tanto como de garantizar que se cumplan los contratos es un Estado legítimo.

Cualquier otro tipo de Estado, que ensanche sus funciones por encima de éstas,

violaría así el derecho que todas las personas tienen de formarse ciertos planes

de vida y dé conseguir los medios necesarios para llevar a cabo esos fines.

28 NOZICK, Robert. Anarquía, Estado y utopía. (INNISFREE. Nueva York. 2014) p 73

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Y es que para el gran genio de Nozick, el Estado tiene la obligación de

protegernos pero no de imponernos metas o propósitos. Todo paternalismo queda

fuera de la mesa. Para Nozick cualquier política paternalista violaría el único

principio distributivo legítimo: “de cada quien como escoja, a cada quien como sea

escogido”. Un Estado paternalista, por definición, expande sus atribuciones

ilegítimamente ya que trata a los individuos como si no supieran lo que quieren.

¿Qué institución es la opuesta al Estado? Pues el mercado, que no viola derechos

de los hombres ni les impone cargas que no quieren tener, al tiempo que permite

que los individuos gasten sus recursos cómo mejor les parezca.

Ahora, ¿cómo es que se ha creado el Estado? Para el profesor de Harvard, hay

una diferencia importante entre el estado de naturaleza planteado por Locke, del

que surge el Estado a través de un pacto o contrato social. Nozick postula que si

bien la gente no deseó que el Estado apareciera en la vida social, el deseo de

estar protegidos generó, por un proceso espontáneo y smithiano, la aparición de

esta agencia de seguridad mayor y dominante que llamamos Estado.

La necesidad de llevar este Estado a su mínima expresión es el desafío, la utopía.

Nozick termina su libro señalando que el estado mínimo es la utopía más

imaginable y la que más le ha llamado la atención al mundo intelectual. El hecho

de que un Estado se constituya a partir de no violar los derechos de los individuos,

no utilizarlos como medios para un fin, dejando que cada quien decida qué hacer

sobre su vida, es algo utópico hoy en día. Y en esa utopía trabajamos los liberales

de todo el mundo.

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Pero un viento nos sopla desde el frente. El viento del miedo a la libertad que

insufla el pecho de muchas personas y las lleva a demandar la supuestamente

tranquilizadora figura de un padre que nos asegure que todo irá bien. Aquel deseo

por seguridad que para Nozick generó al Estado, hoy se ve exacerbado y alimenta

la idea de Estado Paternalista. Ante el miedo, el padre. Como veremos a

continuación.

BUCHANAN Y FROMM. ANTE EL MIEDO, EL ESTADO IN LOCO PARENTIS.

A principios de siglo, el gran James M. Buchanan (1919-2013) auguraba un

preocupante panorama en este sentido. En un paper de alarmante título, “Afraid to

be free: Dependency as desideratum”, Buchanan advertía que “aunque las ideas

colectivistas han caído en el descrédito en todas partes […] sin embargo,

sobrevivirán y se extenderán en el nuevo siglo. Ese sombrío la perspectiva se

avecina, no porque el socialismo sea más eficiente o más justo, sino porque cede

el control de sus acciones hacia los demás les permite a las personas escapar,

evadir e incluso negar responsabilidades. La gente tiene miedo de ser libre; el

estado se encuentra in loco parentis”29.

In loco parentis es una locución latina que significa en lugar de los padres. Muchos

ciudadanos tienen, como bien señala el economista de Virginia, una tendencia a

requerir del Estado el trato que un niño espera de su padre y madre: que lo cuide,

29 BUCHANAN, James M. “Afraid to be free: Dependency as desideratum” (2005) disponible aquí https://www.springer.com/cda/content/document/cda_downloaddocument/9780387280370-c2.pdf?SGWID=0-0-45-308330-p81905786 p 20

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que lo guíe, que le inculque valores, que le diga qué hacer y qué no, que lo

sostenga cuando le vaya mal y le diga que al final del día todo estará bien.

Esta idea es francamente deprimente, pero ¿no es al menos parcialmente cierta?

¿No hay una confianza (¡un cariño!) en el Papá Estado? ¿No es nuestro miedo,

acaso creciente, a la libertad lo que nos lleva a demandar políticas paternalistas?

El socialismo, tal como decía Hayek, puede haber sido derrotado en gran parte,

pero tanto el Nobel austríaco como el Nobel norteamericano coinciden en que el

espíritu se mantiene intacto. “El socialismo, como una ideología coherente, ha

perdido la mayor parte de su atractivo. Pero en un sentido más amplio y en una

perspectiva histórica integral, durante el transcurso de dos siglos, el Estado ha

reemplazado a Dios como el padre-madre de último recurso, y las personas

exigen que este papel de protectorado sea satisfecho y amplificado”30.

“Dios ha muerto, larga vida al Estado” ironiza Buchanan cuando describe el

imperante parental socialism, un aporte muy interesante y complementario al

paternalismo. Y es que mientras que el paternalismo es de arriba hacia abajo, el

parentalismo socialista que describe Buchanan radica en actitudes de las

personas que buscan que otros les impongan valores, ya sea por el Estado o por

fuerzas trascendentales. Es un movimiento de abajo hacia arriba. Como dijimos al

principio de este texto, lo que asusta no es tanto la oferta histórica del Estado por

ponerse en el lugar de padre de la sociedad sino además la creciente demanda de

la gente en pos de que asuma dicho absurdo rol.

30 Ibídem

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24

¿Cómo es que obviamos la cuestión de la demanda? Se pregunta Buchanan. Esta

tendencia “ha sido relativamente descuidada por los socialistas y filósofos

liberales, tal vez porque los filósofos, en ambos campos, permanecen

individualistas metodológicos. Casi inconscientemente, los académicos que han

tratado de ver el panorama general han asumido que, siendo otras cosas iguales,

las personas desean tener la libertad de tomar sus propias decisiones, de ser

libres de coacción por otros” pero “no han hecho suficiente hincapié y examinan

las implicaciones de, el hecho de que la libertad conlleva responsabilidad. Y

parece evidente que muchas personas no quieren asumir la responsabilidad final

de su propio comportamiento. Muchas personas tienen miedo a ser libres”31.

Lapidaria observación. Si las personas tienen miedo de ser libres, si rechazan

dosis importantes de responsabilidad, la mesa está servida para el avance del

Estado. No encontraremos muchos adeptos para enfrentarnos al paternalismo. El

miedo es un sentimiento atávico y fuerte, contra el que es muy difícil razonar, y

que nubla el largo plazo.

En sintonía con la tesis del miedo, el psicólogo Erich Fromm (1900-1980) analizará

la angustia que acompaña a la libertad, subrayando esta verdad incómoda para

los liberales. La libertad negativa, la verdadera libertad, no es una experiencia

placentera por sí misma para mucha gente. Fromm sugiere que muchas personas

en lugar de usarla tratan de minimizar sus efectos negativos al desarrollar ideas y

comportamientos que les proporcionan alguna forma de seguridad. El psicólogo

31 Ibídem p 23

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alemán indica entonces que son muchas las personas que, paradójicamente,

buscan escaparle a la libertad a través de, por ejemplo, una conducta masoquista,

configurada por someterse a una fuerza superior que le de algún orden y sentido

al mundo. “Las distintas formas asumidas por los impulsos masoquistas tienen un

solo objetivo: librarse del yo individual, perderse; dicho en otras palabras: librarse

de la pesada carga de la libertad”32. Muchas personas se sienten poca cosa en el

mundo y eso los abruma y les da miedo. Paradójicamente, eso los hace buscar

empequeñecerse más frente a alguna pretendidamente fuerza superior. ¿Cómo se

explica esto? ¿Es admisible que combatan el miedo con miedo? Fromm responde

afirmativamente en un párrafo descorazonador. El razonamiento de estas

personas sería el siguiente: “Hasta tanto yo siga debatiéndome entre mi deseo de

permanecer independiente y fuerte y mi sentimiento de insignificancia o de

impotencia, seré presa de un conflicto torturador. Si logro reducir a la nada mi yo

individual, si llego a anular mi conocimiento de que soy un individuo separado, me

habré librado de este conflicto”33. Individuos que valoran poco su libertad, que se

sienten necesitados de una manta de seguridad y una figura que prometa alivio y

felicidad. Pasto para las fieras del paternalismo, siempre dispuestas a ponerse el

traje de padres de los ciudadanos.

El problema entonces no es sólo cómo el individuo puede resistir la oferta de

paternalismo estatal que viene de arriba con sus armas y argumentos más

explícitos -como los que planteaba El Patriarca de Robert Filmer- o sus formas

más sutiles y aparentemente benignas -como las que plantea desde behavioral

32 FROMM, Erich. El miedo a la libertad. (Paidós. Barcelona. 2004) p 155. 33 Ibídem

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economics el último Nobel, Richard Thaler, y su partenalismo libertario- sino

también de cómo hacemos para reducir la demanda de paternalismo de muchos

de los ciudadanos que afanosamente buscan un papá sustituto en el Estado.

Como liberales, nos resulta chocante que la sed por mayor libertad no sea tan

universal como suponemos y como la mayoría de nuestros autores asume. Existe,

mal que nos pese, una demanda de abajo hacia arriba de que el Estado nos guíe,

nos cuide, reduzca incertidumbre y morigere el estrés de tomar decisiones y

asumir costos de oportunidad. Esta demanda por paternalismo alimenta al siempre

dispuesto ímpetu del burócrata por decirnos qué hacer. Win-win situation para

ciudadanos con vocación de ovejas y funcionarios con vocación de pastor. En el

medio los liberales miramos preocupados. Si la responsabilidad individual pierde

adeptos, la libertad correrá su misma suerte. No son pocos los ciudadanos que

creen que vale la pena resignar libertad si al mismo tiempo se ven aliviados de un

poco de responsabilidad individual. Que haya más opciones a disposición era algo

que se creía siempre beneficioso. Pero, aparentemente, muchas personas se ven

abrumadas justamente por gozar de más alternativas34 y añoran un tiempo en el

que las cosas eran más simples. ¿Acaso la idealización de la infancia, tan de

moda, con la supuesta sabiduría del niño interior o la nostalgia de una niñez tan

imaginariamente utópica que haría sonrojar a Rousseau, no es la añoranza de un

mundo en el que todo era deseo y no había responsabilidades? ¿Acaso no son

muchos quienes entrañan la época en la que había adultos que tomaban las

decisiones difíciles por ellos y se encargaban de solucionar los problemas que 34 La llamada “choice paradox” fue formulada por el psicólogo Barry Schwartz. Propone que al aumentar demasiado las opciones, la satisfacción por la opción elegida disminuye drásticamente, dado el costo de oportunidad que resulta de las puertas no elegidas. El pensamiento clásico, por su parte, asumía que siempre era mejor aumentar la cantidad de opciones.

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pudieran surgir? Libertad sin responsabilidad. Ese parece ser el deseo. Y, si no se

puede, que sea menos la libertad siempre que así bajemos la responsabilidad.

Frente a esto, el Estado se frota las manos. Veamos, entonces, la última novedad

que ofrece el paternalismo estatal.

THALER Y LA REINVENCIÓN DEL MITO DEL BUEN PADRE ESTADO.

Richard Thaler (1945) es el último ganador del Premio Nobel de Economía (2017)

y uno de los economistas más populares del momento. Es consultado por

gobiernos de todo el mundo y sus ideas basadas en behavioral economics

inspiran políticas públicas en muchos países. Aún antes de ganar el Nobel, estuvo

a cargo, junto con Cass Sunstein (1954), de una unidad gubernamental de la

administración Obama, llamada Social and Behavioral Science Team (SBST) que

utilizaba behavioral economics para mejorar programas del gobierno. En su

momento, el británico Cameron copió el modelo de la unidad para su propio país.

A través de esta unidad se buscaba utilizar las ideas de las ciencias de la decisión

para mejorar los programas y operaciones federales, partiendo de la base de la

imperfección de la gente a la hora de tomar decisiones y de la supuesta necesidad

de que recibamos un empujoncito (nudge) que nos saque de la senda de la

procastinación, la irracionalidad y los sesgos cognitivos. Materias tales como la

seguridad social, los mercados de crédito, el ahorro, los medicamentos por

prescripción o la donación de órganos, fueron sometidos al análisis desde la

arquitectura de la decisión. Desde entonces, la herramienta se ha popularizando y

abarcando nuevas materias. El Nobel a Thaler sin dudas le da más potencia a la

corriente que él mismo llama paternalismo libertario.

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¿Cuáles son las características de este nuevo tipo de paternalismo? Thaler parte

de refutar el modelo de conocimiento perfecto de los agentes (un-bounded

rationality) cuya implicancia es que ningún agente externo puede mejorar el

resultado que éstos logran decidiendo por sí mismos. Por supuesto, desde una

mirada estrictamente utilitarista, en estas condiciones, el intervencionismo no sólo

no es necesario, sino que es perjudicial para los intereses de los individuos, dado

que provoca un resultado sub-óptimo.

Por supuesto, el modelo de racionalidad perfecta tiene muchos problemas, en

tanto que justamente es un modelo, es decir, elimina variables para trabajar sobre

un fenómeno. El paternalismo libertario luego de atacar –no sin éxito- los puntos

flacos del modelo realiza un salto del ser al deber ser y justifica en la existencia de

sesgos de racionalidad, una supuesta necesidad de intervención estatal.

El paternalismo libertario asume que las elecciones que los agentes realizan entre

opciones están sujetas a efectos marco (framing effects), que no son perceptibles

para los propios tomadores de decisiones, pero sí para los teóricos. Este saber

especial acerca de los efectos marco, es poseído por los psicólogos cognitivistas

y expuesto en numerosísimos artículos que relatan experimentos en los

cuales los individuos deben elegir en contextos riesgosos.

Thaler ha logrado seducir al público haciendo una alquimia entre intervencionismo

y libertarianismo. Escribe “La idea de paternalismo libertario podría parecer un

oxímoron, pero es posible y, a la vez deseable, para las instituciones públicas y

privadas, ejercer influencia en el comportamiento y a la vez respetar la libertad de

elección. A menudo, las preferencias de las personas son inciertas e incorrectas, y

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sus elecciones inevitablemente serán influenciadas por las reglas tradicionales o

por defecto (default rules), efectos marco (framing effects), y puntos de partida

(starting points). En estos casos, no es posible evitar una forma de paternalismo.

Provistos de un entendimiento de hallazgos conductistas de racionalidad limitada y

de autocontrol limitado, los paternalistas libertarios deben tratar de conducir las

elecciones de las personas en direcciones que promuevan el bienestar,

procurando conservar la libertad de elección”35.

Comer chocolate no es bueno, piensa el regulador. Vamos a legislar que los

chocolates deban estar lejos de la caja registradora36. Ahorrar es bueno, piensa el

regulador. Vamos a decretar que, por defecto, todos los trabajadores deban

efectuar contribuciones mensuales a un plan de pensiones, si bien aquellos que

así lo deseen se les siga permitiendo tramitar su renuncia a tales contribuciones37.

Donar órganos es bueno, piensa el regulador. Vamos a decretar que, por defecto,

todo el mundo quiere donar sus órganos, salvo que diga lo contrario. Estos son

sólo algunos ejemplos puestos en práctica por Thaler y quienes aplican behavioral

economics en políticas públicas.

“El paternalismo libertario es un tipo de paternalismo relativamente débil y no

intrusivo, debido a que las elecciones no son bloqueadas ni cercadas. En su forma

más cautelosa, el paternalismo libertario impone costos triviales a aquellos que

buscan apartarse de la opción preferida del planificador. Pero el enfoque que

sugerimos sin embargo es considerado como paternalista, debido a que los

planificadores privados y públicos no están tratando de rastrear las elecciones 35 THALER, Richard. Libertarian Paternalism Is Not an Oxymoron. (University of Chicago. 2003) p 1 36 THALER, Richard, Portarse mal. El comportamiento irracional en la vida económica (Paidós. 2016) p 139 37 THALER, Richard. Un pequeño empujon (Nudge). (Taurus. 2008) p 129

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anticipadas de las personas, sino que tratan conscientemente de hacer que la

gente gire en torno direcciones que promuevan el bienestar38.

La faz libertaria existiría, según Thaler dado que afirma que las personas deben

ser libres para hacer lo que desean, y para desvincularse de los acuerdos

desventajosos si los prefieren. Aspira a diseñar políticas que conserven la libertad

de elección, sin poner obstáculos al ejercicio de dicha libertad. Pero la dimensión

paternalista está dada porque considera legítimo tratar de influir, a través de la

arquitectura de la decisión, en la conducta de la gente para guiarla hacia fines

considerados valiosos (mayor salud, por ejemplo). Para Thaler es paternalista en

tanto intenta guiar las decisiones hacia direcciones que beneficien a las personas

a juicio de ellas mismas. Los nudges son intervenciones blandas y livianas, dice,

que buscan beneficiar a los decisores (sino no sería paternalista el enfoque) pero

dejando siempre en última instancia la decisión en manos de la persona (de otro

modo no sería libertario).

Ahora, bien ¿es realmente libertario plantear que las personas necesitamos un

Padre que nos guíe, aunque sea de manera soft? ¿No corremos peligro de

deslizarnos por una pendiente resbaladiza (slippery slope) como mencionamos en

el apartado de Hayek? ¿Cuán grandes deben ser los costos de transacción

impuestos por el nudge para que deje de ser una intervención libertaria? ¿Es este

tipo de paternalismo algo mejor si lo miramos desde el paternalismo hard? ¿O en

realidad abre la puerta a que el Estado se meta hasta en el más mínimo aspecto

de nuestra vida? ¿No estaremos permitiendo que el Estado mañana utilice

nuestros recursos en pos de buscar perfeccionamiento moral o físico? 38 Ibídem p 3

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Todas estas preguntas son válidas y Thaler no tiene respuestas satisfactorias para

la mayoría.

CRÍTICAS AL PATERNALISMO “LIBERTARIO”.

¿El énfasis en paternalismo libertario está en el sustantivo paternalismo o en

adjetivo libertario? Porque si es el primero, entonces el término se referiría a la

práctica de crear condiciones predeterminadas de decisión diseñadas para ayudar

a los individuos a realizar mejor sus propios fines autónomos determinados, es

decir, su propia concepción del bienestar personal. Si es la segunda, entonces el

término se referiría a la práctica de crear condiciones diseñadas para que sea más

probable que los individuos actúen acordes a una escala de valores determinada

desde el exterior.

Las decisiones de los individuos pueden ser imperfectas. Eso nos muestra al

desarrollo de Kahneman (1934) que le valiera un Nobel y que alimentara el trabajo

de Thaler. No hay duda al respecto. Pero inferir de allí que es necesario un

Estado paternalista que oriente a dichos individuos con éxito hacia mejores

decisiones es un salto arbitrario. ¿Cuál es el estándar apropiado para mejores

decisiones? Thaler dice que lo correcto es lo que la gente haría si tuviera

"información completa, capacidades cognitivas ilimitadas y no padeciera falta de

fuerza de voluntad". Este es un estándar muy ambicioso que podría gravar las

capacidades de incluso los políticos con buenas intenciones. ¿Podemos descubrir

preferencias verdaderas a través de las afirmaciones de los individuos de que

están demasiado gordos o ahorran muy poco? Hablar es gratis. Estas podrían ser

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expresiones de simple deseo, no una voluntad real de hacer concesiones entre

valores. Todos queremos tener más ahorros y más consumo también. De esa sola

expresión no pueden inferirse sus preferencias reales y mucho menos justificarse

una intervención estatal.

Además, el sector público no está gobernado por la ciencia o incluso por

economistas del comportamiento, sino por personas ambiciosas que también

tienen habilidades cognitivas limitadas, falta de fuerza de voluntad y recuerdos

defectuosos. ¿En quién deberíamos confiar más: en personas que enfrentan los

costos y beneficios de sus propias elecciones, o en políticos y burócratas que no

lo hacen?

El libertarismo es una filosofía política que busca reducir las actividades del estado

a un nivel muy bajo. Se trata mucho de menos gobierno. El paternalismo, en

cambio, es una filosofía política o moral que busca anular las preferencias reales u

operativas de los individuos para su propio beneficio, como quiera que se definan,

de acuerdo el libro de VanDeVeer sobre el tema. Cuando se aplica a las acciones

del gobierno, el paternalismo no pareciera poder ser libertario sino más o menos

intrusivo.

Existe una gran serie de críticas para oponer al paternalismo libertad. Sintetizaré

aquí algunas de las más interesantes:

- El paternalismo libertario es un impuesto emocional sobre el

comportamiento que no produce ingresos. Es interesante lo que

expresa Edward L. Glaeser39 cuando menciona que crear una impresión de

peligro es bastante similar a crear un impuesto. Programas de Gobierno

39 GLAESER, Edward L. Paternalism and Psychology (The University of Chicago Law Review. 2006) p 150

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sobre lo malo que es el cigarrillo o la obesidad tienen el efecto de convertir

el fumar o comer en un ejercicio que produce vergüenza y culpa. Estas

formas de paternalismo blando hacen que el comportamiento parezca poco

atractivo y reducen los niveles de utilidad de aquellos que continúan usando

el producto. El paternalismo suave crea pérdidas de utilidad puras sin

transferencia de compensación al gobierno.

- El paternalismo libertario puede causar malas decisiones al igual de

fácil que el paternalismo duro. El paternalismo libertario es atractivo para

las personas que valoran la libertad como un objeto en sí mismo, pero no

debería ser particularmente atractivo para las personas que piensan que el

gran problema del paternalismo duro es el error del gobierno. Existen

muchas razones para pensar que la toma de decisiones del gobierno

implica un considerable error, y el análisis económico estándar nos dice que

estos errores serán tan costoso para el bienestar social con paternalismo

soft como con el paternalismo hard.

- El monitoreo público del paternalismo libertario es mucho más difícil

que el monitoreo público del paternalismo duro. El paternalismo duro

generalmente involucra instrumentos mensurables. Las reglas se pueden

establecer de antemano acerca de cómo los gobiernos pueden ir en la

búsqueda de sus políticas de paternalismo duro. El paternalismo suave

efectivo debe ser específico de la situación y creativo en el lenguaje de su

mensaje. Este hecho hace que el paternalismo suave sea intrínsecamente

difícil y costoso de controlar.

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34

- Aunque el paternalismo duro estará limitado por el público que

pueda oponerse, el paternalismo suave es particularmente atractivo

porque construye apoyo público. Un control natural sobre el paternalismo

duro es la oposición de aquellos que regularmente participan en un

comportamiento impuesto o regulado. Los fumadores generalmente se

oponen a los políticos que favorecen las regulaciones del tabaco y los

bebedores estaban ansiosos por deshacerse de la Prohibición. Por el

contrario, el paternalismo suave, si es efectivo, generará apoyo para el

político que se opone a la actividad específica. Incluso el paternalismo

suave que crea demasiado miedo contra una actividad aumentará la

popularidad de un líder si ese líder está fuertemente identificado con la

lucha contra este comportamiento particular. Como resultado, deberíamos

esperar más

abuso del paternalismo suave que paternalismo duro.

- El paternalismo suave puede generar disgusto o incluso odio hacia

subgrupos de la población. Los individuos que no participan en el

comportamiento criticado suelen llegar a pensar que las personas que sí

participan en este comportamiento son seres humanos poco atractivos y se

crearán divisiones sociales y, posiblemente, conducirá a las personas que

participan en este comportamiento a estar cada vez más incómodas. Hay

muchos ejemplos de esta dinámica. Campañas públicas contra el

tabaquismo han llevado a muchas personas a pensar que fumar es un

hábito autodestructivo y que los fumadores son débiles y probablemente

insensibles a aquellos a su alrededor. Campañas públicas sobre reciclaje y

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ecologismo han llevado a muchas personas a ver el fracaso de reciclar

como un error moral.

- El paternalismo libertario legitima a que los gobiernos usen la

persuasión como herramienta legítima. El paternalismo suave requiere

una burocracia gubernamental experta en la manipulación de creencias.

Una burocracia gubernamental persuasiva es inherentemente peligrosa

porque ese aparato se puede utilizar en contextos lejanos, lejos del dominio

paternalista inicial. Los líderes políticos tienen un número de objetivos, solo

algunos de los cuales se relacionan con el bienestar. Hay un gran potencial

de abuso si invertimos en las herramientas de persuasión del gobierno.

- El paternalismo libertario conduce al paternalismo duro. Como

dijimos antes, hay una pendiente resbaladiza (slippery slope) aquí. Por su

naturaleza, el paternalismo libertario construye apoyo para el paternalismo

duro. El paternalismo suave exitoso tenderá a crear aversión social por la

actividad en cuestión, y reducir el número de personas que participan en la

actividad. Ambos factores significan que el paternalismo duro se convierte

una opción cada vez más atractiva para el electorado (o para los

tribunales). En cualquier modelo de economía política razonable, cambiar

las creencias de una manera que convence a los votantes de que un

comportamiento socialmente dañino eventualmente llevar al apoyo público

para más regulación.

Por lo antedicho, creo que es oportuno no dejarse llevar por los cantos de sirena

de esta nueva variante de la doctrina del Buen Padre Estado, y rechazar de plano

el rol de tutela moral, física y espiritual por parte del gobierno. Como ha apuntado

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Juan Ramón Rallo “Sólo cuando comprendamos que permitir que las personas

cometan errores es peligroso para esas personas pero que, también, otorgar a los

políticos el poder suficiente como para impedir que otras personas cometan

errores resulta mucho más peligroso para todos, entonces comenzaremos a

comprender por qué el liberalismo sigue siendo preferible al paternalismo liberal

de Richard Thaler”40.

CONCLUSIÓN: APUNTES PARA LA EMANCIPACIÓN.

Como vimos a lo largo del texto, es profunda y larga la tradición política de

posicionar al Estado como un padre de los ciudadanos y se hace necesario

romper el miedo que genera una demanda para la oferta de paternalismo.

Es indudable el valor ético de elegir por nosotros mismos y por nosotros mismos

equivocarnos. Lo que nos diferencia del resto de los animales es justamente esa

capacidad de actuar racionalmente, que no es tanto cumplir con caricturización de

la un-bounded rationality, sino vivir en un ámbito de libertad moviendo el timón de

nuestras vidas a nuestra voluntad y deseo, sin interferencia. Por supuesto que nos

equivocamos. Claro que obramos muchas veces víctimas de nuestros sesgos.

Nadie duda que en ocasiones hacemos descuento hiperbólico o calculamos más

las probabilidades de ocurrencia de un hecho. No somos máquinas. Pero lejos de

ser el argumento para intervenirnos, éste es el argumento para no hacerlo. Somos

seres humanos con el derecho principalísimo a equivocarnos. A ahorrar poco y

arrepentirnos. A no hacer la dieta que le haría bien a nuestro físico. A fumar de

40 RALLO, Juan Ramón. Contra el paternalismo liberal de Richard Thaler. Disponible en https://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2017-10-13/contra-paternalismo-liberal-richard-thaler_1460371/

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más. A hacer deportes peligrosos. A tomar más riesgo que la mayoría. No hay –y

esto hay que subrayarlo- una receta que indique cómo se debe vivir, sino tantas

recetas como personas. Sí hay reglas que impiden que impongamos modos de

vida al resto. Dentro de ese marco de respeto, todo vale mientras sea elegido

voluntariamente. “El hombre debe ser hombre por elección. Debe considerar a su

vida como un valor, por elección; debe aprender a mantenerla, por elección; debe

descubrir los valores que esto requiere y practicar sus virtudes, por elección” dice

Ayn Rand41. Lo que nos hace hombres y mujeres es, justamente, esa capacidad

de elegir y equivocarnos que el Estado pretende sustraernos, ya sea con políticas

de paternalismo duro o suave.

“En alguna oportunidad se ha dicho que los planificadores pretenden ser

omnímodos y, por tanto, pretenden jugar a Dios. En realidad la actitud arrogante y

presuntuosa del planificador pretende ir todavía más allá: pretende ser más que

Dios. Y es que Dios nos ha dado el libre albedrío y permite que mejoremos o

empeoremos como seres humanos42” escribe con precisión Alberto Benegas

Lynch (h). El planificador no reconoce ni siquiera nuestro natural libre albedrío.

Esto debería bastar para oponernos a cualquier tipo de paternalismo.

Lamentablemente esto no ocurre, al menos no en gran medida.

Como vimos, existe una demanda importante de políticas que nos digan qué hacer

y a la vez nos reduzcan la incertidumbre. La libertad parece angustiar a espíritus

débiles. ¿Son las nuevas generaciones más o menos proclives a defender la

libertad? Por supuesto, ninguna respuesta es demasiado precisa al respecto, pero

41 RAND, Ayn. La virtud del egoísmo. (Grito Sagrado. 2007) p 33 42BENEGAS LYNCH (h), Alberto. El juicio crítico como progreso. (Sudamericana. 1996) p 261

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si hay rasgos alentadores, dado que parecen dispuestos a defender alguna órbita

de derechos individuales, lo cierto es que muestran rasgos bastante autoritarios

respecto a todo lo que les desagrada, como si por el solo hecho de desagradarles

justificase su prohibición.

Pero, sobre todo, uno percibe en los más jóvenes (aclarando que toda

generalización es injusta) algunas tendencias preocupantes, a saber: 1) una

idealización de la infancia demasiado extendida, que hace sospechar, como se

apuntó en el texto, un deseo por volver a la época en donde no había

responsabilidad; 2) una construcción ideológica de la realidad que los lleva incluso

a la negación lisa y llana de la realidad (los movimientos anti-vacunas o

tierraplanistas son insólitos botones de muestra); 3) dentro de esta negación

general, la negación particular de que todo tiene algún costo. El pretender vivir

como si no existieran costos de oportunidad, es un rasgo bastante generalizado;

4) una fragilidad extrema y victimización permanente, que los hace hiper-sensibles

y por supuesto, los lleva a buscar reemplazos de una figura paterna que los cuide

cuando adultos, figura que intenta representar el Estado; 6) una profunda

ansiedad, producto de la dinámica de las comunicaciones que les dificulta a veces

invertir y hundir costos para producir valor o realizar deep work en pos de

conseguir lo que quieren; 7) una visión infantil del mundo, que necesitan ver como

un lugar terrible, fundamentalmente porque no terminan de entenderlo. Esto los

lleva al error de pensar, por ejemplo, que el mundo es un desastre en materia de

violencia o pobreza, cuando el mundo nunca estuvo mejor43; 8) un recelo por la

43 Dos libros fundamentales que refutan con datos la mirada mayoritaria de los más jóvenes respecto al mundo son Progress (OneWorld 2016) de Johan Norberg y Enlightenment Now (Viking 2018) de Steven Pinker.

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responsabilidad, que los lleva a resignar porciones de libertad si con esto liberan

un poco de aquella carga.

Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, lamentaba la actitud de

irresponsabilidad, de goce inmediato, de desprecio del esfuerzo, de carencia de

plan de vida, que se iba extendiendo en la sociedad. El gran Pedro Schwartz se

para en esta observación y elabora una causa ideológica para “esta nueva forma

de concebir al hombre, como un ser de cera, sin voluntad propia y en el fondo

irresponsable” a quien el español llama homo psychoanaliticus, un ser preso de

complejos formados en su subconsciente durante su infancia, convencido de

dislates tales como que la delincuencia se debe a la pobreza; la envidia de los

más desafortunados está justificada; los impuestos progresivos son justos; que

hay que pedir perdón por la riqueza heredada; y que hay que eliminar la emulación

como resorte del progreso personal y social.44

Si queremos emanciparnos del Estado debemos refundar el concepto de

responsabilidad, tratando de convertirlo en un valor, en lugar de una carga, como

es percibido por mucha gente.

El futuro de la libertad acaso esté más vinculado al valor que tenga el concepto

responsabilidad, que al de libertad. Y es que si bien la palabra libertad ha ganado

adeptos y las nuevas generaciones quieren ser libres en muchos aspectos; lo

cierto es que cuando se percibe que el coste de esta libertad es una buena cuota

de responsabilidad, no son pocos los que salen espantados. La ecuación se

completa con un Estado siempre ávido por abarcar más extenso y más profundo,

44 SCHWARTZ, Pedro. En busca de Montesquieu. La democracia en peligro. (Encuentro. 2006) p 179

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de multiplicar como hiedra sus funciones y funcionarios, prometiendo que ellos se

ocuparán de tu bienestar, porque tú no puedes hacerlo bien. La omnipotencia del

Estado es algo más que la impotencia del individuo, como bien decía Juan

Bautista Alberdi. El Estado interviniendo en nuestras más íntimas y personales

decisiones –sobre alimentación, ejercicio, moral, entretenimiento, relaciones

familiares, etc- es nuestra claudicación como ciudadanos adultos. Lo único que

separa a un niño de un adulto es la responsabilidad capaz de asumir. Hay niños,

que fatalmente deben convertirse en adultos a muy temprana edad. Dejan de ser

niños porque las circunstancias se lo exigen. Si esto es triste, imaginemos cuánto

más triste es ver ciudadanos adultos, que sin necesidad alguna, entregan su poder

de decisión a un Estado, para liberarse de la responsabilidad de decidir cómo

actuar en su propio interés. Tal es la pintura de hoy en día en gran medida. Un

Estado Padre de ciudadanos adultos que quieren ser como niños. Si queremos

que la libertad avance, debemos empezar a reconocer a las personas que se

hacen cargo, que asumen responsabilidades, que dan un paso al frente y que no

buscan culpables cuando las cosas salen mal. Que no tengan miedo y lo

transmitan. La reinvención moral favorable a la libertad vendrá de la revalidación

de la responsabilidad.

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