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89 AÑOS DE RADIODIFUSION EN ARGENTINA Por Rubén Guillermo Margenet [email protected] Cada 27 de agosto se festeja en Argentina el Día de la Radiodifusión. Sin embargo muy pocos saben los detalles acerca del origen de la radio y su posterior desarrollo. No son muchos los autores que se han preocupado por investigar y rescatar los documentos de la incipiente radiofonía en el país y lamentablemente no existió demasiada iniciativa, ni siquiera de los mismos protagonistas quienes tuvieron mayores posibilidades, para preservar las reliquias de un pasado pleno de acontecimientos en torno a este medio de comunicación que cambió las pautas sociales, culturales, económicas y políticas de la sociedad desde los albores del siglo XX. Para hablar del nacimiento de nuestra radio ante todo debemos reconocer que ello fue posible a partir del esfuerzo de muchos investigadores que aportaron lo suyo a lo largo de todo el siglo XIX, nombrarlos a todos y detallar el cúmulo de invenciones y experiencias demandaría un espacio que no es el objetivo primordial de este artículo. Sin embargo se hace difícil evitar nombres como Samuel Morse quien puso en práctica en 1837 el primer sistema para transmitir información a distancia mediante impulsos eléctricos a través de un hilo de cobre utilizando su propio código de puntos y rayas, de esa forma y por muchos años el sistema telegráfico funcionó como apoyo del servicio ferroviario y de la navegación marítima. Alexander Graham Bell inventó en 1876 una membrana capaz de reaccionar ante el sonido de la voz y así apareció el teléfono. En 1888 Heinrich Hertz, físico alemán, logró detectar, medir y generar las ondas electromagnéticas explicadas teóricamente por Maxwell; el inglés Heaviside analizó la existencia de capas ionizadas entre los 90 y los 130 kilómetros por encima de la tierra en tanto que el ruso Alexander Popov desarrolló la antena; Lee De Forest creó la lámpara de tres electrodos o audión que permitió amplificar el sonido y el 12 de diciembre de 1901 Guglielmo Marconi realizó la primera transmisión transatlántica inalámbrica desde Poldhu, al sur de Inglaterra, hasta St. John’s, Terranova en Canadá. La transmisión por telegrafía sin hilos del genial físico italiano, sin dudas, es la mayor contribución al desarrollo de la radio. Daniel Camporini narra en su libro «Erase una vez la Radio» que en los años previos a la primera gran guerra de este siglo la telegrafía sin hilos era empleada para difundir ideas políticas y bélicas en casi toda Europa. El concepto de emitir a más de un receptor surge en 1898 en las filas del ejército francés, aunque muchos afirman que sus similares de Italia y Alemania ya disponían de elementos de comunicación que se conectaban con cincuenta o más puntos, pero en concreto fue Philip Pathé, científico y militar galo quien logra la comunicación con varios receptores al mismo tiempo e inventa en 1892 las famosas «ampollas» que llevan su nombre y que posteriormente son empleadas en la primera radiodifusora argentina, como veremos más adelante. En 1910 Guglielmo Marconi llegó a la Argentina para establecerse en Bernal y realizar desde allí contactos con bases ubicadas en Canadá e Irlanda a través de telegrafía inalámbrica. Este hecho inspiró a los radioaficionados porteños cuyas experiencias iniciales fueron gestando a la radiotelefonía: resultado de la combinación de la telefonía y de la telegrafía sin hilos. Entre estos aficionados a la radio estaba Luis Romero Carranza, por entonces estudiante de medicina, quien intuyó que podría lograrse mucho más que la simple conversación obtenida por el Ingeniero Teodoro Bellocq, precursor de los radioaficionados argentinos. Carranza construyó un transmisor a chispa, instaló una antena en la azotea de su casa y efectuó experimentos con otro entusiasta, Ignacio Gómez Aguirre hasta lograr que la emisión a través de un diminuto micrófono para sordos fuera captada en la casa del otro. Se dice que el canto de un gallo existente en los fondos de la casa de uno de los protagonistas de esta historia fue lo primero que escuchó el otro. Así es como la radiotelefonía fue el segundo paso de una escala iniciada en la radiotelegrafía. En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y, como dice Carlos Ulanovsky en su libro «Días de Radio», se interrumpe la llegada a la Argentina de documentación y bibliografía extranjeras sobre radiotelefonía. Durante el conflicto la radio crece, pero trincheras adentro, y se convierte en una parte más del arsenal. Ese notable instrumento de comunicación a distancia se transforma en un arma estratégica para quien la tiene y la sabe usar. Sin embargo, su utilización con propósitos artísticos o de difusión se posterga por lo menos hasta 1918, cuando se firma la paz. A partir de entonces las ondas electromagnéticas se convertirían en la herramienta principal de las comunicaciones mundiales. El periodista Manuel Ferradás Campos cuenta en un artículo que, ya en 1915, jóvenes radioaficionados de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza constituían una especie de hermandad que se comunicaba noticias, entablaba charlas a distancia y hasta se intercambiaban pequeños recitales en piano o violín. La idea de la radiodifusión en Argentina surge por iniciativa del Dr. Enrique Telémaco Susini, él creía que la radio, utilizada hasta ese momento con fines bélicos en Europa, podría servir también a fines artísticos, informativos y periodísticos. Cuenta Ulanovsky en su libro que, al finalizar la guerra en 1918, la Armada encomendó a Susini que estudiara...el efecto de los gases asfixiantes y paralizantes sobre las vías respiratorias. En el ejército francés consiguió algunos equipos de radio casi abandonados, como transmisores de 5 kw de potencia y muy poco tiempo de uso, válvulas de rezago marca

89 Años de la radiodifusion en la Argentina

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Por Ruben Margenet, Argentina

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89 AÑOS DE RADIODIFUSION EN ARGENTINAPor Rubén Guillermo [email protected]

Cada 27 de agosto se festeja en Argentina el Día de la Radiodifusión. Sin embargo muy pocos saben los detalles acerca del origen de la radio y su posterior desarrollo.

No son muchos los autores que se han preocupado por investigar y rescatar los documentos de la incipiente radiofonía en el país y lamentablemente no existió demasiada iniciativa, ni siquiera de los mismos protagonistas quienes tuvieron mayores posibilidades, para preservar las reliquias de un pasado pleno de acontecimientos en torno a este medio de comunicación que cambió las pautas sociales, culturales, económicas y políticas de la sociedad desde los albores del siglo XX.

Para hablar del nacimiento de nuestra radio ante todo debemos reconocer que ello fue posible a partir del esfuerzo de muchos investigadores que aportaron lo suyo a lo largo de todo el siglo XIX, nombrarlos a todos y detallar el cúmulo de invenciones y experiencias demandaría un espacio que no es el objetivo primordial de este artículo. Sin embargo se hace difícil evitar nombres como Samuel Morse quien puso en práctica en 1837 el primer sistema para transmitir información a distancia mediante impulsos eléctricos a través de un hilo de cobre utilizando su propio código de puntos y rayas, de esa forma y por muchos años el sistema telegráfico funcionó como apoyo del servicio ferroviario y de la navegación marítima. Alexander Graham Bell inventó en 1876 una membrana capaz de reaccionar ante el sonido de la voz y así apareció el teléfono. En 1888 Heinrich Hertz, físico alemán, logró detectar, medir y generar las ondas electromagnéticas explicadas teóricamente por Maxwell; el inglés Heaviside analizó la existencia de capas ionizadas entre los 90 y los 130 kilómetros por encima de la tierra en tanto que el ruso Alexander Popov desarrolló la antena; Lee De Forest creó la lámpara de tres electrodos o audión que permitió amplificar el sonido y el 12 de diciembre de 1901 Guglielmo Marconi realizó la primera transmisión transatlántica inalámbrica desde Poldhu, al sur de Inglaterra, hasta St. John’s, Terranova en Canadá. La transmisión por telegrafía sin hilos del genial físico italiano, sin dudas, es la mayor contribución al desarrollo de la radio.

Daniel Camporini narra en su libro «Erase una vez la Radio» que en los años previos a la primera gran guerra de este siglo la telegrafía sin hilos era empleada para difundir ideas políticas y bélicas en casi toda Europa. El concepto de emitir a más de un receptor surge en 1898 en las filas del ejército francés, aunque muchos afirman que sus similares de Italia y Alemania ya disponían de elementos de comunicación que se conectaban con cincuenta o más puntos, pero en concreto fue Philip Pathé, científico y militar galo quien logra la comunicación con varios receptores al mismo tiempo e inventa en 1892 las famosas «ampollas» que llevan su nombre y que posteriormente son empleadas en la primera radiodifusora argentina, como veremos más adelante.

En 1910 Guglielmo Marconi llegó a la Argentina para establecerse en Bernal y realizar desde allí contactos con bases ubicadas en Canadá e Irlanda a través de telegrafía inalámbrica. Este hecho inspiró a los radioaficionados porteños cuyas experiencias iniciales fueron gestando a la radiotelefonía: resultado de la combinación de la telefonía y de la telegrafía sin hilos.

Entre estos aficionados a la radio estaba Luis Romero Carranza, por entonces estudiante de medicina, quien intuyó que podría lograrse mucho más que la simple conversación obtenida por el Ingeniero Teodoro Bellocq, precursor de los radioaficionados argentinos. Carranza construyó un transmisor a chispa, instaló una antena en la azotea de su casa y efectuó experimentos con otro entusiasta, Ignacio Gómez Aguirre hasta lograr que la emisión a través de un diminuto micrófono para sordos fuera captada en la casa del otro. Se dice que el canto de un gallo existente en los fondos de la casa de uno de los protagonistas de esta historia fue lo primero que escuchó el otro. Así es como la radiotelefonía fue el segundo paso de una escala iniciada en la radiotelegrafía.

En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y, como dice Carlos Ulanovsky en su libro «Días de Radio», se interrumpe la llegada a la Argentina de documentación y bibliografía extranjeras sobre radiotelefonía. Durante el conflicto la radio crece, pero trincheras adentro, y se convierte en una parte más del arsenal. Ese notable instrumento de comunicación a distancia se transforma en un arma estratégica para quien la tiene y la sabe usar. Sin embargo, su utilización con propósitos artísticos o de difusión se posterga por lo menos hasta 1918, cuando se firma la paz. A partir de entonces las ondas electromagnéticas se convertirían en la herramienta principal de las comunicaciones mundiales.

El periodista Manuel Ferradás Campos cuenta en un artículo que, ya en 1915, jóvenes radioaficionados de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza constituían una especie de hermandad que se comunicaba noticias, entablaba charlas a distancia y hasta se intercambiaban pequeños recitales en piano o violín.

La idea de la radiodifusión en Argentina surge por iniciativa del Dr. Enrique Telémaco Susini, él creía que la radio, utilizada hasta ese momento con fines bélicos en Europa, podría servir también a fines artísticos, informativos y periodísticos. Cuenta Ulanovsky en su libro que, al finalizar la guerra en 1918, la Armada encomendó a Susini que estudiara...el efecto de los gases asfixiantes y paralizantes sobre las vías respiratorias. En el ejército francés consiguió algunos equipos de radio casi abandonados, como transmisores de 5 kw de potencia y muy poco tiempo de uso, válvulas de rezago marca

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Pathé y lámparas Metal en buen estado. Con todo ese capital...regresó a la Argentina.

Tres colaboradores le esperaban, el mencionado Luis Romero Carranza, César Guerrico y Miguel Mujica, todos estudiantes de medicina, a quienes posteriormente se sumó el

mismo Ignacio Gómez Aguirre.

En 1920, la Argentina aún vivía los efectos de la Primera Guerra Mundial. Durante casi cuatro años gobernaba la nación el presidente radical Hipólito Irigoyen. El teatro y el cinematógrafo mudo motivaban las salidas familiares en los centros urbanos y ocasionales espectáculos circenses eran la atracción en zonas alejadas; abundaban los cafés con orquestas y los salones de baile, según una síntesis de la narración del libro «La Radio, Ese Mundo Tan Sonoro» cuyo autor, Ricardo Gallo, agrega: Susini y sus seguidores ... decidieron que la representación del festival sacro «Parsifal» de Ricardo Wagner programado para la noche del 27 de agosto de 1920 debía trascender los límites del viejo (Teatro) Coliseo. Instalaron para tal fin un rudimentario transmisor de 5 vatios en la azotea del edificio, colocaron un micrófono en la sala y a las 20.30 se iniciaba la hazaña que consagraría a «los locos de la azotea» según el afectuoso apelativo que desde entonces recibieron quienes fueron los auténticos y desinteresados precursores de la radiodifusión argentina.

Así comenzó a funcionar la primera emisora en el país desde la ciudad de Buenos Aires, Sociedad Radio Argentina fue su nombre y LOR el indicativo que, unos años después, la identificó.

Todos los aparatos de radio existentes funcionaban a galena, mineral originario del sulfuro natural de plomo de gran conductividad. Como no había altoparlantes se debía recurrir a los auriculares y para recibir mejor el sonido era necesaria una antena exterior con conexión a tierra. Pero además, se requería de mucha destreza para mover el sintonizador que guiaba a esa frágil

piedrita de color azul grisáceo hasta ubicar el sonido deseado.

En cuanto a quiénes se convirtieron en los primeros oyentes, Gallo afirma que fueron los propios radioaficionados, conocidos o amigos casi todos, de aquellos que llevaban a cabo la proeza, quienes, con sus equipos se convirtieron en permanentes escuchas; y hasta el radioperador de un barco anclado en Santos (Brasil) había llegado a sintonizar «Parsifal» aquella noche de agosto.

Las primeras palabras emitidas estuvieron a cargo del Dr. Susini con esta histórica introducción:

«Señoras y señores: la sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de

Ricardo Wagner, Parsifal, con la actuación del tenor Maestri, el barítono Aldo Rossi Morelli y la soprano argentina Sara César. Todos con la orquesta del teatro Costanzi de Roma, dirigida

por el maestro Felix von Weingarten».

Antes de aquel memorable 27 de agosto de 1920, las transmisiones habían sido de carácter experimental, tanto en nuestro país como en los demás. En cambio desde ese día se inició la regularidad de un servicio con programación organizada que se mantuvo hasta el 31 de diciembre de 1997 cuando, a través de una insensible decisión oficial, se cortó la trayectoria de la que –para muchos- fue la emisora más antigua del mundo: Radio Argentina (1110 Khz).

La polémica sobre si LOR fue efectivamente la primera radiodifusora del mundo puede durar tanto tiempo como la radio misma. La intención al escribir este relato no ha sido dilucidar la controversia sino más bien destacar los hechos dignísimos de un grupo de jóvenes, casi olvidados, forjadores de nuestra radio.

Tal como lo expresa el historiador Ricardo Gallo, la radiodifusión no fue un invento argentino, como tampoco atribuible a ningún otro país: si existe un inventor, permanece en el anonimato. El mérito argentino consistió en haber organizado por primera vez en el universo ... un servicio de radiodifusión regular y sistemático desde la memorable noche del Coliseo, pero más meritorio todavía es –simplemente, y fuera de toda competitividad cronológica que suele rodear a este asunto- el haberlo hecho.

Una conclusión apropiada para este homenaje a los 89 años de la Radiodifusión en Argentina la podríamos encontrar a través del pensamiento de otro historiador, Edgardo Rocca, quien afirma que ella nació como un entretenimiento de aficionados que jugaban a transmitir y recibir pero el tiempo transformó ese

ENRIQUE TELÉMACO SUSINIPadre de la radiodifusión argentina

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hobby de los locos de la azotea en algo imprescindible en todos los hogares.

Rosario, agosto de 2000 (Texto original)Re-editado en julio de 2009.-