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Referencia Ibarra Colado, Eduardo (1991) "El fenómeno organizacional capitalista más allá del 'control bravermaniano': análisis estratégico de las organizaciones", en E. Ibarra y L. Montaño (coords.), El orden organizacional: poder, estrategia y contradicción, UAM/Hispánicas, México, págs. 43-108. ^-^ Texto proporcionado en Acrobat Reader de acuerdo con la versión publicada para su distribución en línea por la Biblioteca Virtual en Estudios Organizacionales (BiViDEO) Este material se encuentra protegido bajo la Creative Commons License . ¿Deseas escribirnos? Correo electrónico: [email protected] y [email protected] Dirección postal: Apartado Postal 86-113, Villa Coapa, 14391, México, D.F. Dirección: Área de Estudios Organizacionales, Edificio H-001 División de Ciencias Sociales y Humanidades, UAM-Iztapalapa Av. San Rafael Atlixco 186, Col. Vicentina 09340 México, D. F. Teléfono/Fax: 5804 6565 y 5804 4768 Consulta nuestro catálogo en: http://www.aeo-uami.org/bivideo/bivideo.htm Visita nuestra página de Internet en: http://www.aeo-uami.org/ Puedes obtener gratuitamente el Acrobat Reader en: http://www.adobe.com/products/acrobat/readstep2.html Procesado por Sandra A. Carrillo Andrés Servicio Social, UAM-Iztapalapa, 2003

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Referencia

Ibarra Colado, Eduardo (1991) "El fenómeno organizacional capitalista más allá del 'control bravermaniano': análisis estratégico de las organizaciones", en E. Ibarra y L. Montaño (coords.), El orden

organizacional: poder, estrategia y contradicción, UAM/Hispánicas, México, págs. 43-108.

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CAPITULO II EL FENOMENO ORGANIZACIONAL

CAPITALISTA MAS ALLA DEL “CONTROL BRAVERMANIANO”: ANALISIS ESTRATEGICO DE LAS

ORGANIZACIONES1

Eduardo Ibarra Colado

Advertencia El trabajo que presentamos es producto de una amplia reflexión que ha intentado traspasar las fronteras de los lugares comunes y violado los límites territoriales de las disciplinas en su disputa por el poder:

Mi simple andadura suscita la irritación, incluso el odio del propietario que me ve penetrar en sus tierras y cree que voy a plantar allí mi tienda. Desengáñense, ustedes que se precipitan sobre sus trabucos o que envían a sus discípulos sobre mis talones; soy nómada, no hago más que cruzar por su césped. (Morin, 1984: 22) ...a los generales, oficiales, suboficiales, cabos de los batallones disciplinares les digo: comprendo que prohíban a los profanos tocar sus armarios, dossiers, archivos, retortas, probetas, aceleradores. Comprendo que sean los únicos competentes en sus experimentos y observaciones. Pero, ¿con qué derecho van a prohibir pensar sus pensamientos, concebir sus conceptos, discutir sus discusiones, teorizar sus teorías, trabajar su trabajo? El conocimiento está hecho para ser conocido, es decir, reflexionado, discutido. (Morin, 1984: 24)

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Asumo plenamente que las ideas que presento podrán ser compartidas o criticadas, pero su evaluación y enriquecimiento será sólo posible si se fundamenta en una lectura serena que apoye la reflexión honesta y profunda:

Muchos otros, filósofos, sociólogos, científicos, gruñen o refunfuñan tan pronto como se pronuncia mi nombre, y la alergia que les inspiro hace que no puedan soportar escucharme. Esto es lo que me duele: suscitar el rechazo y no la refutación. Pido que se me ataque frontalmente, que se me juzgue por mis ideas y no por lo que se quisiera que fueran mis ideas; y esto en todos los dominios, en todos los terrenos. (Morin, 1984: 24)

Introducción El estudio de las organizaciones y de las características organizacionales de la sociedad se ha constituido en una de las preocupaciones fundamentales de los investigadores de los países capitalistas altamente industrializados. La reflexión abarca ya más de un siglo de esfuerzos que se han materializado en diversas propuestas explicativas del fenómeno organizacional, convencionales y críticas, que hasta la fecha se siguen debatiendo. La complejidad organizacional de estas sociedades ha llamado cada vez más la atención de un grupo creciente de investigadores quienes, desde diversas perspectivas disciplinarias y bajo diferentes enfoques teóricos, han reorientado sus esfuerzos al estudio de los problemas y contradicciones que se derivan del gran avance tecnológico y la creciente complejidad estructural de las organizaciones y de sus efectos perversos sobre la sociedad. La organización del trabajo, imperativo esencial para alcanzar la satisfacción de las necesidades del hombre, se ha erigido en su propio obstáculo. Las estructuras organizativas, propuestas en nombre del bienestar social, lo impiden en aras de reproducir relaciones de poder que vulneran la naturaleza misma del hombre. La presencia de tales manifestaciones fenoménicas ha exigido su estudio y el debate de las concepciones de la realidad social que perfilan diversas explicaciones dirigidas a mantener o transformar la configuración misma del fenómeno organizacional capitalista.

Si bien la reflexión se ha generado en tales sociedades, observamos en América Latina el surgimiento reciente de preocupaciones similares, aunque con la complejidad adicional de no contar todavía con una base

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teórico-metodológica adecuada que incorpore en el análisis las características estructurales propias de la realidad social latinoamericana. Ante esto, no podemos conformarnos más con realizar un simple traslado mecánico de las propuestas elaboradas en los países altamente industrializados ya que, más que apoyar el conocimiento del fenómeno organizacional en sociedades como la nuestra, tienden a distorsionarlo. La necesidad de estudiar las formas organizacionales específicas que configuran nuestra realidad contrastante y que aseguran su integración subordinada a nivel mundial exige, a la vez, un amplio conocimiento de las condiciones históricas del desarrollo del capitalismo y una revisión crítica de las orientaciones diversas que conforman la Teoría de la Organización (TO).

Por ello, en los últimos años hemos sustentado una discusión tendiente a esclarecer la base conceptual que fundamente con rigor la investigación de las organizaciones en América Latina como una aproximación necesaria de conocimiento de la realidad social. Nuestro recorrido ha estado marcado por retrocesos sucesivos exigidos por la naturaleza propia de nuestro objeto de estudio y por el grado de avance que hemos alcanzado para su comprensión (Ibarra y Montaño, 1987: 15-26). El eje conductor del proyecto que sustentamos ha sido la TO, la discusión crítica de las concepciones de la organización que, como unidad básica de análisis, nos proporcionan sus orientaciones diversas, la clarificación de la lógica interna que ha permeado su desarrollo histórico, esto es, básicamente, el establecimiento de la utilidad teórica y los límites específicos que presentan para apoyar el proceso de construcción de conocimientos (Ibarra, 1985a).

Nuestro trabajo, a lo largo de su recorrido, no ha encontrado en las orientaciones convencionales de la TO2 una concepción organizacional adecuada que nos permita comprender plenamente la complejidad del fenómeno organizacional capitalista y de los diversos elementos que lo constituyen. Tales propuestas, sustentadas en el paradigma racional-productivista (Georgiou, 1973; Márquez y Godau, 1980; Perrow, 1986), apoyan dicha concepción en la idea de orden organizacional (Montaño, 1987). Estudian la estructura y las relaciones entre los elementos de la organización al margen de cualquier consideración de la incidencia del hombre relacionado en su configuración, intentando establecer conexiones causales que describan las regularidades del orden organizacional y que se concreten en procedimientos operativos específicos articulados estructuralmente para eliminar los “aspectos irracionales o patológicos”

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que atentan contra la autoridad y la eficiencia (Ibarra y Montaño, 1987). Sin embargo, esto no ha significado de ninguna manera, a la usanza de los ortodoxos, la adopción de una postura que deseche apresuradamente el conocimiento generado por tales perspectivas teóricas, pero sí el establecimiento de la necesidad de una lectura crítica a través de la cual sus concepciones básicas y conclusiones esenciales sean reinterpretadas sobre una base conceptual más amplia del fenómeno organizacional como totalidad concreta alimentada por la propia realidad social.

Por su parte, las orientaciones críticas de la TO3, aunque se han constituido en una importante base de reflexión en nuestro intento por arribar a una concepción organizacional sustentada en el análisis histórico real de las condiciones sociales en las que se asienta el fenómeno, tampoco nos han ayudado suficientemente. En primer lugar, debido principalmente al carácter embrionario e inacabado de algunas de ellas, en la medida en que todavía no han alcanzado a superar el nivel general de análisis en detrimento del conocimiento específico de las diversas formas que asume el fenómeno organizacional cotidianamente y en su imposibilidad actual de asegurar la articulación de tales niveles. No obstante, su utilidad es incuestionable en nuestra búsqueda de los fundamentos teórico-metodológicos para su estudio.

En segundo lugar, problema central que guiará nuestra reflexión a lo largo de estas páginas, debido al acercamiento paulatino de algunas otras orientaciones críticas de la TO a la aproximación sustentada por las Teorías del Proceso Laboral (TPL) de herencia bravermaniana, en donde la concepción organizacional se desdibuja, subordinándose y siendo mecánicamente determinada por el análisis del proceso laboral. En efecto, algunos teóricos de la organización han visto en la propuesta bravermaniana contenida en Trabajo y capital monopolista (Braverman, 1974, 1975) la base conceptual mínima requerida para explicar el fenómeno organizacional capitalista frente a las orientaciones convencionales. Sin embargo, poco hemos reflexionado dicha propuesta desde la perspectiva de la TO a pesar de que observamos importantes contrastes en cuanto a la unidad básica de análisis y al nivel de abstracción asumidos por cada una de ellas.

Sobre esta base, hemos estructurado nuestro estudio a partir de la distinción de tres apartados básicos. En el primero de ellos esbozamos un cuadro general del desarrollo histórico de la TO, ubicando la etapa actual -desde mediados de los años sesentas- como el momento crucial en el

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que se requiere la reformulación de su paradigma. Delineamos algunos elementos centrales propuestos por autores de ciertas orientaciones críticas que intentan tal reformulación y destacamos la conformación gradual de las TPL como movimiento teórico específico y, elemento central, el papel contradictorio que han jugado en este proceso al ser incorporadas como una orientación crítica fundamental de la TO. En segundo lugar discutimos aquellos elementos básicos de la propuesta bravermaniana que, a partir del reconocimiento de la noción idealizada de la organización inmersa en su razonamiento, obstaculizan el arribo a una concepción organizacional concreta del fenómeno organizacional capitalista. Finalmente, en el tercer apartado, recuperando las conclusiones derivadas del análisis precedente, intentamos una reflexión global de algunos elementos teórico-metodológicos que nos permitan avanzar en la construcción de tal concepción organizacional concreta en el marco de lo que hemos denominado como Análisis Estratégico de las Organizaciones (Ibarra y Montaño, 1985a), intentando ir más allá de las TPL y afrontando el reto de recuperar las verdades parciales que nos proporcionan las orientaciones convencionales de la TO.

1. Las Teorías del Proceso Laboral más allá de la Teoría de la Organización: ¿Reformulación o Rompimiento?

...el observador que observa, el espíritu que piensa y concibe, son indisociables de una cultura y, por tanto, de una sociedad hic et nunc. Todo conocimiento, incluso el más físico, sufre una determinación sociológica.

Edgar Morin

La TO es una disciplina de historia reciente que ha atravesado ya, sin embargo, varias etapas en su desarrollo (Ibarra, 1985a: 18-35), etapas marcadas por la creciente complejidad y conflictividad de la vida organizacional capitalista. Sus primeras orientaciones las ubicamos en los últimos años del siglo pasado respondiendo a la necesidad de sistematizar “principios científicos”que aseguraran la solución de los problemas fundamentales, entendidos siempre como problemas de eficiencia, enfrentados por las grandes corporaciones monopólicas de la época. El control del trabajo en el lugar mismo de la producción y el diseño de

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estructuras organizativas para la adecuada implantación de métodos y procedimientos de gestión se constituirían desde el principio en el centro de preocupación esencial de ingenieros y directores de empresa4, siempre en la perspectiva de la racionalización y la productividad. Sin embargo, el éxito siempre parcial de la propuesta taylorista5, acompañada más adelante por los principios de dirección y otras propuestas organizativas básicas de Fayol6 y por las primeras tentativas que intentaban aplicar la psicología al mundo industrial7, pronto se vió comprometido: la transparencia de la brutalidad científica generó en todo momento gran descontento entre los trabajadores que opusieron resistencia, a través tanto de la tempranamente reconocida simulación del trabajo (Taylor, 1980: 13-21) como de manifestaciones públicas, huelgas y acciones de defensa en la fábrica expresadas en la insubordinación, el sabotaje y la violencia física, frente a la exigida cooperación en el trabajo, un trabajo ya rutinizado, racionalizado, desmembrado frente a la máquina, en sí, en un trabajo vaciado de contenido. El “problema humano”, vinculado inicialmente a la fatiga y la monotonía, e interpretado a través de los altos índices de ausentismo y rotación de personal, de la creciente cantidad de accidentes de trabajo y la baja calidad de la producción, debía ser enfrentado. 8

Así, la naciente y aún no reconocida TO tenía ya que presentar, frente a este ambiente hostil y atentatorio de la eficiencia managerial, una concepción organizacional que resolviera o cuando menos atenuara tales problemas. Para ello, cobijada en una herencia paretiana “convenientemente interpretada” (Desmaréz, 1985), los teóricos de las relaciones humanas irían paulatinamente obscureciendo la transparencia de las formas de organización del trabajo y de los medios empleados para la realización de una adecuada gestión de la vida organizacional. La clave la encontraron en el empleo y reformulación de abstracciones sustentadas en la recuperación de la imaginación del hombre y su sentido común: la idea de orden debía proporcionarle al obrero una “nueva conciencia” en la que el vacío de sus trabajos llenara de felicidad sus corazones.9

Más adelante, el desarrollo mismo del capitalismo exige el enfrentamiento de nuevos problemas y el manejo de mayores complejidades. Después de la Segunda Guerra, época en la que se acentúa la concentración económica que se traduce en una creciente internacionalización de capital facilitando la integración del capitalismo a nivel mundial, la TO, conservando su vocación finalista, se expresa a través de diversas orientaciones teóricas entre las que destacan la escuela del comportamiento,

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el movimiento contingente y las nuevas relaciones humanas. Estas, asumiendo como central alguno de los aspectos relevantes específicos del fenómeno organizacional relacionados con la estructura -las decisiones, el contexto, la tecnología- y sobre la base de una concepción más elaborada del orden organizacional, han permitido enfrentar las dificultades derivadas de la creciente complejidad organizacional colaborando a su reproducción.10 En esta etapa, considerada por muchos como una etapa de prosperidad económica y tranquilidad social, se consolida la TO adquiriendo su carácter dominante como disciplina y estratégico como instrumento de reproducción, pareciendo indicarnos, alejada de las dificultades de antaño, el advenimiento de una sociedad en la que ha sido posible desterrar las contradicciones fundamentales que la caracterizaban. El efecto en la clase trabajadora no se hace esperar:

La clase obrera sindicalizada, intimidada por la escala y complejidad de la producción capitalista y debilitada en sus ímpetus revolucionarios originales por los logros permitidos gracias al rápido crecimiento de la productividad, ha perdido cada vez más la voluntad y la ambición de arrancar el control de la producción de las manos capitalistas y se ha concretado a

regatear acerca de la participación del trabajo en el producto. (Braverman, 1974: 10)11

Sin embargo, el optimismo de los últimos años se empieza a desdibujar como consecuencia de los cambios que enfrenta el capitalismo a partir de los años sesentas. El descontento de la juventud, expresado con toda su fuerza en las movilizaciones estudiantiles de 1968, la protesta de los obreros jóvenes en sus lugares de trabajo y, en general, la ola de movimientos sociales verificados en esta época, repercutieron a nivel teórico.

La capacidad mitificadora de la TO se empieza a debilitar a pesar de su permanente preocupación renovadora y de su efectiva capacidad innovadora a nivel instrumental. La explicación de esta crisis entonces no reconocida debe ser ubicada en el ámbito más general de la sociología, largamente lidereada por la propuesta estructural-funcionalista de Parsons. Por ejemplo, una de sus expresiones, como lo señala Gouldner para la sociología norteamericana, se manifiesta con firmeza en la voz de los jóvenes sociólogos radicales:

Su más aguda expresión pública tuvo lugar...en 1968, durante las reuniones convocadas en Boston por la...Asociación [Sociológica Norteamericana].

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Adoptó diversas formas, entre ellas la constitución del “núcleo radical” organizado principalmente alrededor de jóvenes militantes recién llegados de las manifestaciones que tenían lugar en la universidad de Columbia y otras. Su réplica al secretario del Departamento de Salud,

Educación y Bienestar12, su “huelga” y las resoluciones adoptadas en las sesiones de trabajo de

la Asociación también pusieron de relieve su descontento. El núcleo radical intensificó y amplió sus actividades en la reunión que la ASA efectuó en San Francisco en 1969, indicando con claridad que la insatisfacción de los jóvenes está pasando ahora de expresiones individuales de disenso a formas organizadas de resistencia contra las concepciones consideradas predominantes en sociología. (Gouldner, 1973: 347)

Como consecuencia de tales inquietudes, a partir de este momento se verificará un resurgimiento paulatino del interés por el marxismo13 para intentar la comprensión de diversos fenómenos sociales cuyas explicaciones convencionales eran ya poco convincentes.14

Por su parte, el descontento de los jóvenes trabajadores de las fábricas más automatizadas -por ejemplo, las plantas automotrices-15 se concretó en el desplazamiento de las reivindicaciones de carácter económico por aquellas que perseguían la modificación de la organización del proceso laboral sobre la base de la participación de los obreros más allá de los movimientos repetitivos y los ritmos impuestos por la línea de ensamblaje. El problema se manifiesta nuevamente, a pesar de los altos salarios y atractivas prestaciones, a través del siempre aparentemente resuelto “problema humano”16: los elevados índices de ausentismo y rotación de personal y otros problemas similares intentarían ser desterrados ahora sí de manera efectiva por medio de la instrumentación de programas de enriquecimiento de tareas y reestructuración del trabajo propuestos por las ampliamente publicitadas nuevas relaciones humanas.17

Así, a la luz de tales cambios y bajo el impacto de los movimientos sociales en aumento y de los conflictos laborales de estos años, algunos investigadores empiezan a levantar sus voces para cuestionar la validez teórica y la pertinencia metodológica de las diversas orientaciones convencionales de la TO. Mouzelis es uno de los primeros en llamar nuestra atención al criticar, en su tesis doctoral Organización y burocracia publicada originalmente en 1967, el carácter instrumental y el enfoque limitado de la TO: partiendo del establecimiento de la necesidad de una relectura de la obra de Weber, propone, para superar las deficiencias observadas, la ampliación del objeto teórico para posibilitar la compren-

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sión de los rasgos organizacionales de la sociedad desde una perspectiva histórica (Mouzelis, 1975: 157-193).

Más adelante, en 1975, Clegg y Dunkerley, encabezando los trabajos de un equipo teórico del Grupo Europeo de Estudios Organizacionales (EGOS), destacan en la introducción a la obra colectiva Critical Issues in Organizations (Clegg y Dunkerley, 1977) que cada uno de los participantes del proyecto han coincidido en señalar en sus artículos que:

...el elemento particular bajo discusión sólo puede ser adecuadamente discutido yendo más allá del esquema organizacional existente. Cada uno ha argumentado, implícita o explícitamente, a favor de una sociología que ubique estructuralmente a la organización dentro de un amplio contexto social. Es rechazada la perspectiva que ve a las organizaciones como una serie de variables internas, medibles y relacionadas, normalmente asociadas con la estructura. En su lugar defendemos un análisis organizacional abierto que reconozca la naturaleza social del funcionamiento organizacional y que sea suficientemente sensitivo para responder a los debates en marcha fuera del análisis organizacional pero dentro de un amplio esquema teórico social. (Clegg y Dunkerley, 1977: 6)

Por su parte, Benson establecerá en 1977, en la presentación a un número especial de The Sociological Quarterly dedicado a difundir los primeros esfuerzos críticos dentro de la TO desarrollados en Estados Unidos, que el paradigma organizacional se encuentra en un período inicial de crisis generado por su incapacidad para explicar ciertos problemas analíticos fundamentales y que:

Una aproximación adecuada al análisis organizacional debe tener en cuenta 1) la producción social de la realidad organizacional, incluyendo la actividad de construcción de la realidad de los científicos de la organización; 2) las bases políticas de la realidad organizacional, incluyendo las relaciones de los teóricos con las estructuras de poder; 3) la conexión de las organizaciones con el amplio conjunto de arreglos estructurales en la sociedad; y 4) el carácter continuamente emergente de las pautas organizacionales. (Benson, 1977a: 16)

Finalmente, destacando la importancia de la investigación de las estructuras organizacionales, Salaman propone en 1978 una aproximación sociológica que, alterando el énfasis otorgado al análisis de la eficiencia y las necesidades del capitalismo, permitiera investigar las formas que

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adquiere y las consecuencias que acarrea la explotación del trabajo considerando las influencias sociales, políticas, económicas e históricas y su impacto en las organizaciones. Establece que tal aproximación pretende,

En primer lugar, aislar y describir los rasgos primordiales de la estructura organizacional y del diseño del trabajo y el control, y de los principios, filosofías, intereses y propósitos que se encuentran detrás de ellos. En segundo lugar, relacionar la estructura de las organizaciones con la sociedad en la cual se ubican, poniendo particular atención a las formas a través de las cuales los valores prevalecientes en tal sociedad se reflejan en las organizaciones, o en la relación que existe entre la membresía seccional o de clase, la cultura y los intereses, y las estructuras y procesos organizacionales. En tercer lugar, analizar el papel de las ideas y valores, incluyendo las teorías sociológicas de la organización, en el afianzamiento y legitimación (o encubrimiento) de la naturaleza, función y origen de las estructuras organizacionales. (Salaman, 1978: 521-522)

De esta manera, se empiezan a generar una serie de orientaciones que, señalando sus desacuerdos básicos frente a las posiciones convencionales, intentan aproximaciones teórico-metodológicas alternativas para la explicación del fenómeno organizacional18, sobre todo recuperando el nivel de análisis de la sociedad total desde una perspectiva histórica. Sin embargo, debemos reconocerlo, tales orientaciones de corte crítico han iniciado sólo recientemente su configuración y, en consecuencia, no han alcanzado aún la solidez conceptual necesaria para competir con las orientaciones convencionales de amplia tradición y explicar el fenómeno en toda su complejidad.

Por su parte, además de las críticas formuladas en el seno mismo de la TO, se perfila también en tal ambiente socioeconómico una tentativa explicativa que, desde el marxismo, se confrontará con las orientaciones convencionales del pensamiento organizacional. Nos referimos a las TPL que en los últimos años se han constituido en una sólida aproximación explicativa de la realidad social capitalista.

Desde la publicación de la versión original del tomo I de El Capital en 1867, Marx estableció los fundamentos teóricos para estudiar las unidades productivas en el capitalismo. Específicamente, dedica la sección cuarta (Marx, 1979: 379-613) al análisis tanto de la organización productiva capitalista como de las correspondientes relaciones de trabajo

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en el lugar mismo de la producción y de la articulación entre las estructuras productivas y la sociedad en su conjunto. Sin embargo, después de esta aportación esencial tendrían que pasar alrededor de cien años para que el marxismo retomara nuevamente el proceso laboral como uno de los elementos prioritarios de sus esfuerzos de investigación.

La carencia de reflexiones sobre el proceso laboral en todo este tiempo19 sería paulatinamente subsanada desde principios de los años sesentas por algunos marxistas italianos que, encabezados por Panzieri y la revista Quaderni Rossi20, abordaron, entre otras muchas preocupaciones, el estudio de los cambios en el proceso laboral afirmando que el desarrollo de la producción capitalista ha generado una fuerza de trabajo crecientemente descalificada que corresponde a la noción de trabajador colectivo en Marx (Bologna, 1976; De Palma, 1980; Panzieri, 1976, 1980; Tronti, 1976). Sin embargo, la influencia de tales esfuerzos ha sido limitada fuera de Italia21, con excepción de Francia en donde los documentos más importantes fueron publicados en Les Temps Modernes.22

Por su parte, en Inglaterra, también en los años sesentas, resurge la preocupación de algunos intelectuales por analizar los cambios en la naturaleza del trabajo y la industria en el capitalismo avanzado. Encaminan sus investigaciones a la reflexión de la vida laboral de todos los días para lo cual se apoyan ampliamente en entrevistas con los trabajadores y en su propia experiencia al incorporarse ellos mismos a las tareas productivas en las fábricas en las que realizan sus indagaciones. Tales aproximaciones iniciales, que rescatan en gran medida la tradición sociológica del estudio de caso a pesar de mantener sus distancias frente a la misma, se fueron difundiendo a otros países y en la actualidad contamos con una extensa bibliografía que relata con profundidad la vida cotidiana del trabajo en el lugar mismo de la producción, constituyéndose en una fuente básica de conocimiento que hasta el momento ha sido poco atendida por quienes desde perspectivas más teóricas han estudiado el proceso laboral.23

Años después, a principios de los setentas, aparecen en Estados Unidos una serie de documentos dedicados al análisis de los orígenes de la administración y la jerarquía en el trabajo sobre la base del reconocimiento de la necesidad combinada del capital de acumulación y control. La importancia de estos desarrollos reside en su capacidad de trastocar los supuestos básicos del paradigma organizacional al proporcionar elementos que permitieron replantear el problema desde su raíz, develando el

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carácter ideológico del pensamiento convencional que ocultaba, a través de su discurso racional-productivista, las relaciones de poder sobre las que se asienta la sociedad capitalista. En tal dirección, Marglin establece en 1971 algunas proposiciones básicas al respecto y entre las que destacan que:

1. La división capitalista del trabajo...se adoptó, no a causa de su superioridad tecnológica, sino porque garantizaba al empresario un papel esencial en el proceso de producción: el del coordinador que, al combinar los esfuerzos separados de sus obreros, obtiene un producto comercial. 2. Igualmente, el origen y el éxito de una fábrica no se explican por su superioridad tecnológica, sino por el hecho de que arrebata al obrero todo control y da al capitalista el poder de disponer la naturaleza del trabajo y la cantidad a producir. 3. [Así,] La función social del control jerárquico de la producción consiste en permitir la acumulación de capital. (Marglin, 1977: 48)

A su vez, en la Conferencia sobre Segmentación del Mercado de Trabajo realizada en 1973 en la universidad de Harvard, Stone presenta una investigación dedicada a esclarecer la conformación histórica de la estructura del mercado de trabajo en la industria del acero en Estados Unidos en el período 1890-1920 (Stone, 1974)24, sustentada en la idea de que la división del trabajo sobre la cual dicha estructura descansa debe ser entendida como un elemento social esencial de la lucha capital-trabajo por el control del proceso laboral y no como un requerimiento de carácter técnico que se vincula al funcionamiento eficiente de la empresa.

Estos trabajos25 se constituyen en el antecedente más inmediato de la propuesta bravermaniana contenida en Trabajo y capital monopolista, propuesta que ha sido considerada generalmente como el catalizador de las TPL al constituirse en el primer esfuerzo que intentaba sistematizar las ideas entonces dispersas para explicar el proceso laboral en la etapa monopolista del capitalismo. A partir de este momento, una gran cantidad de investigadores se preocuparán por analizar esta obra básica26 y por debatir sus tesis fundamentales27, generándose hasta la fecha un volumen impresionante de trabajos que han conformado un panorama muy complejo de este movimiento.28

En este marco, lo que nos interesa resaltar es la intención de un grupo de teóricos críticos de la organización de rescatar las TPL, asumiéndolas como la posible alternativa teórica a través de la cual reformular el

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paradigma organizacional. Efectivamente, algunos teóricos de la organización, desencantados de las explicaciones convencionales proporcionadas por la TO29, han visto en esta tentativa una sólida base conceptual para explicar el fenómeno organizacional.30 En tal dirección se expresan Clegg y Dunkerley cuando afirman que

...la sociología de las organizaciones ha carecido de un objeto teórico adecuado para su análisis. En este volumen hemos propuesto como tal el concepto de organización como control del proceso laboral... Este concepto se convierte gradualmente en un elemento central de nuestro argumento conforme el libro avanza. (Clegg y Dunkerley, 1980a: 1)

Sin embargo, pensamos, tal propuesta resulta inherentemente contradictoria en la medida en que no se logran articular las unidades básicas de análisis y los niveles de abstracción que suponen tanto la TO como las TPL. No se llega a destacar suficientemente que la propuesta bravermaniana, al dirigir su reflexión fundamental al estudio de las relaciones capital-trabajo en el lugar mismo de la producción -entendidas como relaciones de control-, se ubica en un alto nivel de abstracción que prescinde, “por innecesaria”, de una concepción organizacional específica: el análisis del proceso laboral desplaza toda reflexión de la organización como totalidad concreta ya que lo que importa estudiar son las unidades productivas como medios de explotación y configuración de la clase obrera y no la investigación de los elementos específicos que la conforman como unidad estructural esencial que materializa de manera compleja y contradictoria las relaciones sociales cotidianamente. Por ello, se requiere únicamente de un cuadro idealizado de la organización que, sustentado siempre en categorías globales, proporcione coherencia a la explicación del proceso laboral. La configuración estructural y el funcionamiento concreto de las organizaciones -de sus mecanismos y procesos- es subsumido y determinado por las necesidades estructurales derivadas de la organización de la producción, resultando una concepción general, uniforme y no problemática del fenómeno organizacional. En consecuencia, asumir tal propuesta para estudiar las organizaciones sin considerar las posibles limitaciones que ésta impone al conocimiento de tal objeto teórico significa reforzar la ya visible pérdida de identidad de la TO31: las TPL se constituirían en la orientación crítica dominante de la TO al margen de la propia TO.

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De esta manera, frente a la crisis del paradigma organizacional, en el que no se encuentra el asidero teórico con el cual sustentar una concepción organizacional adecuada de la realidad social, y atrapados por la seducción propia de las TPL de herencia bravermaniana, parecemos encontrarnos encerrados en un cuarto obscuro sin salidas. Si bien reconocemos que la concepción asumida por la tradición bravermaniana, al reinaugurar el estudio del trabajo en las organizaciones productivas sobre una base teórica marxista y al esclarecer el origen, configuración y carácter esenciales de la administración capitalista, se ha constituido en los últimos años como la respuesta crítica más acabada a las limitaciones que se observan en las orientaciones convencionales de la TO, asumimos también que ésta se presenta como un obstáculo fundamental que frena el desarrollo de una concepción organizacional concreta que de cuenta de las formas específicas que asume el fenómeno organizacional capitalista considerado en su unidad y especificidad históricas. La TO no es reformulada, se rompe con ella. La reflexión que realicemos alrededor de este razonamiento podrá constituirse, pensamos, en el inicio de la construcción de la puerta de salida que estamos buscando.

2. El reduccionismo metodológico bravermaniano: ¿Hacia una concepción idealizada de la Organización?

Pero sé cada vez mejor que el único conocimiento que vale es aquel que se nutre de incertidumbre y que el único pensamiento que vive es aquel que se mantiene a la temperatura de su propia destrucción.

Edgar Morin Como ya señalamos, desde el momento mismo de su publicación, Trabajo y capital monopolista se constituyó en el centro de debates de las TPL y, posteriormente, en atractiva alternativa teórica para intentar reformular el paradigma organizacional, al ser considerado como el primer esfuerzo consistente por sistematizar un conjunto de ideas dispersas que intentaban explicar los procesos de producción y del trabajo en la fase monopolista del capitalismo, permitiendo a su vez esclarecer el origen, configuración y carácter de la administración. La conformación paulatina de la obra es explicada por su autor en los siguientes términos:

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...mis intereses empezaron a ampliarse para incluir tanto la evolución de los procesos laborales dentro de las ocupaciones como los movimientos del trabajo entre las ocupaciones. Estas variedades de cambio fueron apareciendo gradualmente en mi mente, lo cual me empujó a buscar las causas y la dinámica subyacente a la incesante transformación del trabajo en la era moderna. En lo particular, esto me llevó a incluir en mi investigación tanto la evolución de la administración y la tecnología de las corporaciones modernas, como los cambios en la vida social. Poco después me encontré a mí mismo intentando un estudio del desarrollo del modo de producción capitalista durante los últimos cien años. (Braverman, 1974: 4)

Tan ambicioso proyecto tuvo el gran mérito de ubicar el imperativo de la acumulación capitalista como la clave explicativa de la continua transformación y degradación del trabajo, elemento central en la obra de Braverman. Señala, más concretamente, que este problema esencial se traduce en la creciente racionalización capitalista, la cual, concretada en la división detallada del trabajo, debía ser entendida no como una forma técnicamente superior de organización de la producción sino, más bien, como instrumento de control del capital sobre el proceso laboral para asegurar la máxima extracción de plusvalor (Braverman, 1974; Marglin, 1973; Stone, 1974).

Así, su propuesta fundamental32 parte del reconocimiento del control del proceso laboral33 como imperativo específicamente capitalista derivado de la naturaleza misma de la relación salarial, institucionalizada en el contrato de trabajo.34 Tal relación, apunta Braverman, se hizo posible a través de la generalización de tres condiciones básicas:

...Primera, los trabajadores se ven separados de los medios con los que se realiza la producción y pueden tener acceso a ellos únicamente vendiendo su fuerza de trabajo a otros. Segunda, los trabajadores están liberados de constreñimientos legales, tales como la servidumbre o el esclavismo, los cuales les impedirían disponer de su propia fuerza de trabajo. Tercera, el propósito de la contratación del obrero se convierte en la expansión de una unidad de capital perteneciente al patrón, el cual, en esta forma, funciona como un capitalista. El proceso laboral, por lo tanto, principia con un contrato o acuerdo que rige las condiciones de la venta de la fuerza de trabajo por parte del obrero y su compra por parte del patrón. (Braverman, 1974: 52)

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De esta manera, el capitalista compra un cierto potencial de trabajo sobre la base de la duración de la jornada laboral más que una cierta cantidad acordada de trabajo. Se deriva de ello la necesidad imperiosa del capital de transformar la fuerza de trabajo adquirida en el mercado en trabajo productivo procurando los máximos niveles de rendimiento ya que,

...Habiendo sido forzados a vender su fuerza de trabajo a otro, los trabajadores también entregan su interés en el proceso laboral, el cual ahora ha sido “alienado”. El proceso laboral ha pasado a ser responsabilidad del capitalista. En este marco de relaciones de producción antagónicas, el problema de obtener “la máxima utilización” de la fuerza de trabajo adquirida, se halla exacerbado por los intereses opuestos de aquellos para cuyo beneficio se realiza el proceso laboral y los de quienes, por otra parte, lo llevan al cabo. (Braverman, 1974: 57)

Entonces, queda establecido el origen, configuración y carácter de la administración desde el momento mismo en que el capital requiere controlar el proceso laboral para asegurar la máxima producción de plusvalor a través del empleo intensivo de la fuerza de trabajo:

Es por ello que para el capitalista resulta esencial que el control sobre el proceso laboral pase de las manos del trabajador a las suyas propias. Esta transición se presenta en la historia como la alienación progresiva del proceso de producción respecto al trabajador y como el problema de la administración respecto al capitalista. (Braverman, 1974: 58)

La explicación de este proceso continuo de degradación del trabajo es fundamentada por Braverman en lo que Marx denominó como la transición de la subsuncion formal a la subsuncion real del trabajo en el capital (Marx, 1979, 1981). La subsuncion formal se ubica en los orígenes del capitalismo industrial, en la denominada etapa mercantilista, en donde los sistemas de trabajo domiciliario, de subcontratación y las primeras formas de organización del trabajo en las fábricas, corresponden a formas transitorias de organización del proceso laboral entre el sistema artesanal y el surgimiento de la fábrica moderna. En estas formas, la función primordial del capitalista se reduce a coordinar de manera muy simple el proceso productivo, ejerciendo cierta vigilancia, y a disponer del producto generado encargándose de su realización en el mercado.

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...los primeros sistemas domésticos y de subcontratación representaban una forma transicional, una fase durante la cual el capitalista no había asumido todavía la función esencial de la administración en el capitalismo industrial, el control sobre el proceso laboral; por esta razón era incompatible con el desarrollo global de la producción capitalista y tan sólo sobrevive en instancias especializadas. (Braverman, 1974: 63)

El trabajador se encuentra formalmente subordinado al capital en la medida en que es despojado del producto que el mismo se encarga de producir y por ser separado paulatinamente de sus medios de producción. Sin embargo, conserva aún el control técnico del proceso laboral, es decir, posee los conocimientos y habilidades necesarios para realizar el trabajo, lo que le permite regular las cuotas de pago, la calidad y el nivel de la producción y los métodos de trabajo. Evidentemente, dicho control en manos del trabajador, al permitirle limitar la producción de plusvalor, se constituía en un obstáculo para el desarrollo capitalista:

...Mientras que el intento por comprar trabajo terminado, en lugar de asumir directamente el control sobre la fuerza de trabajo, liberaba al capitalista de las incertidumbres de este último sistema al fijar un costo definido por unidad, al mismo tiempo colocaba la mayor parte del potencial del trabajo humano, disponible a través de horas fijas, control sistemático y reorganización del proceso laboral, fuera del alcance del capitalista. (Braverman, 1974: 64)

Así, se puede caracterizar este primer momento de la relación capital-trabajo destacando, de acuerdo a la aguda expresión de Haywood, que en éste “Los cerebros de la administración están bajo las garras de los obreros”(Citado por Montgomery, 1979c: 9), a pesar de las formas despóticas y coercitivas que caracterizaban las relaciones sociales de producción.

Por su parte, sustentado en el análisis de la modificación de las relaciones técnicas de producción, Braverman ubica la subsuncion real del trabajo en el capital en la etapa monopolista del capitalismo -finales del siglo XIX-. El trabajo es subordinado materialmente al capital cuando este último, a través de la administración, tiene la capacidad de controlar cada momento del proceso laboral. La degradación del trabajo se completa en la medida en la que el obrero es separado tanto del producto y los medios como del proceso de producción mismo. En esta etapa, Braverman

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ubica la división detallada del trabajo, expresada en la separación entre concepción y ejecución, como el principio fundamental de organización industrial que permite expropiar el conocimiento obrero y asegurar, consecuentemente, el control del proceso laboral como prerrogativa esencial del capital.

...El controlar a los obreros sólo por medio de órdenes y disciplina no es adecuado debido a que ellos mantienen su iniciativa en los procesos reales de trabajo. Mientras ellos controlen el proceso laboral, obstaculizarán los esfuerzos para realizar al máximo el potencial inherente en su fuerza de trabajo. Para modificar esta situación, el control sobre el proceso laboral debe pasar a las manos de la gerencia, no sólo en un sentido formal sino a través del control y el dictado de cada paso del proceso, incluyendo su modo de ejecución. (Braverman, 1974: 100)

En tal dirección, Braverman caracteriza al taylorismo como la forma específicamente capitalista de administración, la cual, a través de la aplicación de ciertos principios pretendidamente científicos (Vegara, 1971) de organización de la producción35, logrará conducir hasta sus últimas consecuencias el proceso de descalificación del trabajo asegurando el control del proceso laboral para el capital:

La administración moderna surgió sobre la base de estos principios. Surgió como construcción teórica y como práctica sistemática, en el período durante el cual la transformación del trabajo, pasando de procesos basados en el oficio a procesos basados en la ciencia, estaba logrando su más rápido tempo. Su papel fue hacer conciente y sistemática la tendencia anteriormente inconsciente de la producción capitalista. Iba a asegurar que conforme declinaran los oficios, el obrero cayera al nivel de fuerza de trabajo general e indiferenciada, adaptable a un amplio radio de tareas simples, mientras que la ciencia, al crecer, sería concentrada en las manos de la administración. (Braverman, 1974: 120-121)

En síntesis, la implantación del taylorismo, señala Braverman, se traduce en la creciente degradación y homogenización de la fuerza de trabajo y su abaratamiento, siempre como resultado de las leyes objetivas de la acumulación y reproducción del capital.36

De su planteamiento global, que hemos esbozado en sus líneas más generales, se deriva la concepción organizacional implícita asumida por Braverman: la organización es entendida como el control del proceso

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laboral. Las formas específicas que ésta adquiere en distintos momentos del desarrollo capitalista, es decir, su configuración estructural y funcionamiento concreto “son explicados” únicamente como resultado de las leyes objetivas que gobiernan la acumulación y reproducción del capital, expresadas en el imperativo del control.

Si bien podríamos aceptar esta concepción general, abstracta, de la organización como correcta, la misma obstaculiza la comprensión del fenómeno organizacional capitalista como unidad estructural básica que materializa de manera compleja y contradictoria las relaciones sociales cotidianamente. Es decir, impide o, cuando menos, dificulta la explicación del conjunto de arreglos estructurales y del funcionamiento concreto de las organizaciones y sus cambios, entendidos como resultado de la dinámica de las relaciones capital-trabajo verificadas día con día, en su unidad y especificidad históricas.

Esta limitación esencial para arribar a una concepción problematizada de la organización como totalidad concreta en constante movimiento es resultado de las deficiencias inherentes a la propuesta bravermaniana sobre el proceso laboral. Atendiendo a los objetivos de estas notas, centraremos nuestra atención en la discusión de la parcialidad observada en sus concepciones del control y la organización, las cuales, articuladas a la idea de administración, encuentran su origen en el marcado reduccionismo metodológico asumido por el autor.

De esta manera, a pesar de que, como ya indicamos, la propuesta sustentada por Braverman tuvo el gran mérito de ubicar el imperativo de la acumulación como el elemento explicativo central de la continua transformación y degradación del trabajo en el último siglo, la misma no esta libre de dificultades37 en la medida en que ignora que el propio proceso de acumulación se fundamenta en las relaciones de lucha entre capital y trabajo.38 Efectivamente, el autor asume una orientación metodológica que incidirá en la construcción de su concepción del proceso laboral, y de su concepción organizacional inherente, la cual tiende a simplificar, idealizándolos, ciertos elementos básicos que la conforman. Así, intentando resguardarse de posibles críticas sin lograrlo, Braverman se defiende desde el principio al establecer que:

No se hará ningún intento por tratar a la clase obrera moderna en el nivel de su conciencia, organización o actividades. Este es un libro de la clase obrera como una clase en sí misma, no como una clase para sí. (Braverman, 1974: 26-27)

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El empleo de estos conceptos supone en Braverman una dicotomía causalmente relacionada en donde las condiciones “objetivas” del desarrollo de la clase obrera determinan, incorporándolos y/o destruyéndolos, los aspectos subjetivos de su devenir como clase social. Sobre esta base, se plantea la urgencia de estudiar la clase obrera como objeto del capital39 para explicarla, siempre en un segundo momento, como sujeto histórico socialmente relacionado.40 Proceder de manera distinta supondría, siempre según Braverman,

...un intento de derivar “la ciencia antes de la ciencia”, y he tratado de alejar de mi mente semejantes preocupaciones tomando en cuenta que lo que se necesita antes que nada es un cuadro de la clase obrera tal como existe, en la forma dada a la población trabajadora por el proceso de acumulación de capital. (Braverman, 1974: 27)41

Sin embargo, ¿no es precisamente la separación artificial entre las condiciones objetivas y los elementos subjetivos lo que nos impide verdaderamente establecer “un cuadro de la clase obrera tal como existe”? ¿Acaso definir a la clase obrera en su relación frente a los medios de producción, como no propietaria e inextricablemente compelida a enajenar su fuerza de trabajo, y en tanto tal como “objeto” del capital, nos permite conocerla como realmente existe?

A su vez, tal dicotomía esta relacionada con aquella otra que corresponde a los niveles de abstracción en los que puede ser ubicada la investigación. En el caso de Braverman, en el que se pretende poner al día el tomo I de El Capital de Marx, se asumirá un alto nivel de abstracción correspondiente al análisis del modo de producción a través del cual se intentarán esclarecer las tendencias estructurales fundamentales de la formación de la clase obrera y las formas concretas de organización por medio de las cuales se relaciona con el capital en la etapa monopolista del capitalismo. Como señala Braverman,

...puesto que, en su existencia permanente, [la clase obrera] es la parte viva del capital, su estructura ocupacional, sus formas de trabajo y su distribución a lo largo de las industrias de la sociedad están determinadas por la evolución del proceso de acumulación de capital. Es tomada, liberada y arrojada por diversas partes de la maquinaria social y expulsada por otras, no de acuerdo a su propia voluntad o autoactividad, sino de acuerdo al movimiento del capital. (Braverman, 1974: 378)

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Empero, el paralelismo con la obra de Marx fracasa. En primer lugar, porque la propuesta bravermaniana lleva a tal extremo la distinción entre modo de producción y formación económico-social que el análisis se circunscribe exclusivamente a las relaciones económicas, subsumiendo determinísticamente todo tipo de consideración de las relaciones de lucha a nivel político e ideológico entre los actores sociales y las formas concretas que adquieren. En este sentido, Braverman ignora a “la clase obrera como una figura activa y problemática al interior de los mecanismos de acumulación” (Schwarz, 1977: 162). En segundo lugar, porque, como consecuencia de la separación tajante entre estos dos niveles de abstracción, se produce una desvinculación entre la construcción teórica y el desarrollo histórico real en donde, finalmente, la reflexión queda atrapada en las redes de una lógica preestablecida.42 De acuerdo con Stark,

...El proyecto de identificar, a un alto nivel de abstracción, las tendencias más generales de la estructura de clase de un modo de producción ha tenido frecuentemente consecuencias desafortunadas. Primero, tiende a ver las clases como constituidas solamente por relaciones económicas (producción) y deja de lado el problema de que las clases no existen apartadas de sus relaciones con el Estado. ... Segundo, el proyecto tiende a realizarse a través de un análisis estático y ahistórico. El debate sobre las clases se constituye en una batalla de clasificación ... más que en el estudio del proceso de formación de clase y de las luchas históricas reales que producen los cambios constantes en sus líneas de demarcación. (Stark, 1980: 97-98).

De esta forma, como producto de tal reduccionismo metodológico, la clase obrera aparece como una clase pasiva, disciplinada y desorganizada que es fácilmente adecuada, como el total de los elementos constitutivos de la realidad social, a las exigencias de la producción y reproducción capitalista. Los trabajadores aparecen como portadores de características universales y cuya resistencia al capital es entendida únicamente como producto de la paulatina degradación del trabajo fundamentada en la permanente profundización de la separación entre concepción y ejecución43 (Littler y Salaman, 1982). La posibilidad de un cambio revolucionario es concebida solamente como “principio dogmático”, es decir, en la medida en que se produzca la exacerbación de las contradicciones

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inherentes al propio modo de producción. En este sentido, Braverman expresa que:

...Tengo confianza plena en el potencial revolucionario de las clases trabajadoras de los llamados países capitalistas desarrollados. El capitalismo no dejará a largo plazo ninguna alternativa a estas clases sino que las obligará a llevar a cabo la tarea que sólo ellas pueden realizar. Esto presupone una enorme intensificación de las presiones que solamente han comenzado a ejercerse sobre la clase trabajadora, pero pienso que no hay duda de que sucederá. Estoy de acuerdo con aquellos que piensan que esto tardará en suceder. Pero el tiempo es un concepto social e histórico, no solamente cronológico. ... el tiempo histórico es difícil de predecir y puede ser medido durante generaciones; éste marca su propio ritmo, ritmo que no va a satisfacer nuestros propios deseos. Pero pasará .... (Braverman, 1976: 124)

Como vemos, la clase obrera es pensada como un actor universal y ahistórico, como una clase portadora de una resistencia abstracta que deberá esperar pacientemente el derrumbe del capitalismo.

Por su parte, y siguiendo la misma lógica de razonamiento, el capital es concebido como una clase social totalmente organizada, conciente y racional, cuya preocupación esencial se centra en el control del trabajo en el lugar mismo de la producción para asegurar la acumulación. En este proceso, la degradación del trabajo, la expropiación del saber obrero, se instrumenta libre de dificultades a través del taylorismo y la modernización tecnológica. Así, la organización y reorganización del proceso laboral son entendidas como el resultado de una decisión planeada del capital y su implantación es asumida mecánicamente resultando una concepción instrumental y no problemática de la administración. Observamos esto, por ejemplo, cuando Braverman establece que:

Este intento por concebir al obrero como una máquina de carácter general operada por la gerencia es uno de muchos caminos tomados hacia la misma meta: el desplazamiento del trabajo como el elemento subjetivo del proceso laboral y su transformación en un objeto. Aquí, la gerencia y los equipos de ingeniería conceptualizan anticipadamente la operación del trabajo en su conjunto, hasta en su más pequeño movimiento, lo trazan, miden, dotan de entrenamiento y standards de ejecución. Los instrumentos humanos son adaptados a la maquinaria de producción de acuerdo a especificaciones que

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se parecen mucho a especificaciones de la capacidad de una máquina. (Braverman, 1974: 180)

O cuando menciona que:

...En el sistema en su conjunto muy poco es dejado al azar al igual que en una máquina el movimiento de las piezas es controlado rígidamente; los resultados se calculan antes de que el sistema haya sido puesto en marcha. Para esto, el gerente cuenta no sólo con las características fisiológicas del cuerpo humano codificadas en sus tablas, sino también con la tendencia a la cooperación masiva en el trabajo, donde cada obrero es junto con las máquinas una de las extremidades que refuerza sobre el individuo el ritmo promedio sobre el que están basados los cálculos. (Braverman, 1974: 180)44

Insistamos, no se entiende el papel fundamental de la relación capital-trabajo y su incidencia en la conformación y desarrollo del capitalismo y las formas que adquiere en distintos momentos históricos. De ahí que en el análisis de Braverman,

...ni trabajadores ni administradores juegan un papel conciente sea en la mediación de las relaciones entre el control y la organización del proceso laboral y los imperativos del capitalismo, sea en el desarrollo y los resultados de la lucha y la negociación. Las reorganizaciones del proceso laboral son presentadas como el resultado de un diseño conciente más que como el producto de la lucha de grupos contendientes. Esta perspectiva conduce a un concepto casi conspirador del capitalismo en donde todo evento es planeado por la clase capitalista y busca beneficiar a todas y cada una de las unidades de capital. Esta argumentación incita serias críticas con respecto a la naturaleza de la relación entre aspectos básicos del contexto económico, o etapas en el desarrollo del capitalismo, y las transformaciones en la organización interna de la empresa. Es de suma importancia saber mediante qué mecanismos están relacionados estos dos factores, ya que los desarrollos en el primero crean necesariamente alteraciones en el segundo, particularmente desde el momento en el que se le ha dado poca importancia al papel de los grupos organizacionales actuales como el de los managers en la mediación de esta relación. (Littler y Salaman, 1982: 255, 256)

Este concepto conspirador del capitalismo, en el que la relación capital-trabajo es liberada de su dinámica y contradicciones perdiendo en absoluto su significación, limita toda reflexión posterior de la realidad social y sus manifestaciones concretas. Tal es el caso de la concepción braver-

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maniana del taylorismo, la cual, entendida como “...la verbalización explícita del modo de producción capitalista” (Braverman, 1974: 86), resulta parcial y ambigua.

La parcialidad de su propuesta involucra dos elementos básicos. En primer lugar, Braverman no llega a comprender que el taylorismo no se preocupó únicamente por el trabajo, pues no podía hacerlo: Taylor propuso una concepción organizativa de la empresa capitalista globalmente considerada (cf. nota 6) que de ninguna manera se limitaba, como pareciera asumirlo Braverman (1974: 85-123), a la expropiación, a través del estudio de tiempos y movimientos, del saber artesanal del obrero. Si bien el análisis y solución de los problemas derivados de la organización del trabajo en la producción ocupaban un lugar central en la propuesta taylorista, estos requerían el diseño de un sistema global del manejo organizacional que comprendiera además el mejoramiento técnico y organizativo de todos sus niveles, la creación y/o paulatina diferenciación funcional del departamento de planeación, el mejoramiento de la supervisión del trabajo y el diseño de sistemas adecuados de incentivos saláriales. Sólo a partir de una concepción tal se podrían crear las precondiciones técnico-organizativas para implantar el sistema Taylor en la empresa moderna.45

Destaquemos un problema esencial derivado de este primer elemento: nos referimos al desplazamiento del imperativo de la acumulación -y reproducción- del capital por el imperativo del control, pareciendo ser que al asegurar este último se cumplirá automáticamente el primero. Braverman, inducido por la superposición de su lectura “exacta” de Taylor sobre su lectura parcial de Marx46, parece omitir o dar por resuelto el problema de la realización del producto en el mercado; olvida que el proceso de producción capitalista esta constituido por dos momentos distintos aunque relacionados que corresponden al proceso laboral en si mismo y al proceso de valorización y que es posible la existencia de contradicciones entre los mismos, lo que puede dar como resultado la relativización de la importancia del imperativo del control. Reduce, por tanto, el complejo papel de la administración que de ninguna manera se limita a asegurar el control del proceso laboral, perdiendo de vista que ésta orienta sus esfuerzos de manera creciente al establecimiento de estrategias que aseguren la realización planeada de las mercancías y permitan la reproducción del capital.47 Así, Braverman parece ignorar que

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...Los capitalistas no están después de todo...interesados en el control per se. La prioridad fundamental del capitalismo es la acumulación, no el control. El control solamente es importante en el momento en que la ganancia se encuentra amenazada. (Littler y Salaman, 1982: 265)

En segundo lugar, al asumir el punto de vista del capital, Braverman presenta la implantación del taylorismo libre de dificultades, sin detenerse a analizar, sobre la base de la evidencia histórica existente, el grado de aplicación real que experimentó y la amplitud de su difusión y generalización (cf. nota 5). De esta manera, sobreestima el impacto de este movimiento a pesar de que estudios recientes sugieren que:

...El taylorismo no fue capaz de solucionar la crisis del control porque la mayor parte de las grandes corporaciones ni siquiera lo aplicaron. La extensión e incidencia de la administración científica ha sido siempre parte de un misterio, pero la evidencia disponible sugiere que el taylorismo estaba ampliamente restringido a pequeñas empresas, usualmente sin sindicatos. En todo caso, los nuevos gigantes industriales -U. S. Steel, International Harvester y otras- mostrarían poco interés en éste. (Edwards, 1979: 101)

De tal afirmación no debemos concluir, por supuesto, que el taylorismo se haya constituido como una especie de fantasma americano rondando por el mundo sin ninguna incidencia en la realidad. Más bien, nos ayuda a comprender, más allá de Braverman, que el grado de implantación y generalización que alcanzó fue resultado de un proceso paulatino, complejo y contradictorio que tuvo que vencer y/o adecuarse a una gran cantidad de restricciones tanto de carácter técnico como de aquellas derivadas de las disputas y negociaciones de los diferentes actores involucrados y que no dependió de un voluntarismo omnímodo preocupado únicamente por generar las precondiciones técnico-organizativas requeridas para su introducción al margen de la dinámica social en que se ubicaba.

Braverman ignoró, pues, la resistencia que la implantación del sistema Taylor provocó entre obreros, ingenieros y directores y dueños de empresa. Pasó por alto que la introducción del taylorismo no supuso ni con mucho la eliminación de las normas informales de trabajo o la mediatización de la resistencia obrera en el lugar mismo de la producción. Como observa Palmer,

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... Braverman ha enfocado el proceso laboral sin reconocer la reacción de la clase obrera frente al surgimiento y consolidación de ese proceso. Por consiguiente, está limitado en su comprensión del grado en el que la oposición de la clase obrera ‘derrotó’ al Taylorismo y empujó al capital a emplear medios más sutiles de control en su búsqueda de la autoridad. (Palmer, 1975: 32)

Sin embargo, las dificultades enfrentadas por el taylorismo no sólo tuvieron que ver con la resistencia obrera: en un ambiente en el que se sostenía que “...la administración científica estaba actuando como un catalizador en el desarrollo de la lucha de clases en Estados Unidos” o que era la causa del “...crecimiento del sindicalismo, el sabotaje y la resistencia pasiva frente a la arremetida de la eficiencia” (Palmer, 1975: 41), tuvo que afrontar también, no siempre con éxito, el escepticismo y oposición de los ingenieros, directores y dueños de empresa. En tal dirección, Meiksins señala:

Estos dos episodios ilustran adecuadamente el tipo de problemas que Taylor experimentó con sus patrones: su impaciencia y “tacañería”; su tendencia a considerar la administración científica sólo como un sistema de incentivos saláriales; la renuencia de los administradores de nivel medio a ceder su autoridad a los ingenieros eficientistas. Estos casos no eran excepcionales. Así, el admirable Reporte Hoxie encontró que había numerosos casos en los que la administración había “distorsionado” la práctica de la administración científica; en éste se enlistan el conflicto intraadministrativo, el deseo de resultados inmediatos y los recortes realizados en nombre de la economía como las causas de tales distorsiones. (Meiksins, 1984: 183)

De aquí se deriva un punto de gran relevancia: la organización no se constituye, a pesar del grado de institucionalización alcanzado, como una entidad conformada por grupos homogéneos con intereses y atribuciones definidos a priori. Más bien, su conformación obedece a la existencia de diversos grupos con intereses divergentes produciéndose a su interior una compleja dinámica de lucha y negociación que trastoca y reorienta permanentemente el “orden organizacional” idealizado por la teoría, quedando rebasado plenamente el esquema de relación capital-trabajo como recurso teórico fructífero para el análisis de situaciones sociales concretas48 en la medida en que se pierden de vista las diferencias existentes al interior de las clases sociales y de otros grupos49, su composición y diferenciación, y la capacidad organizativa de éstos y sus relaciones en la

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esfera de lo social a través del Estado (Littler y Salaman, 1982; Wood, 1983b).50 Estos dos elementos, que en realidad conforman la unidad de la concepción del taylorismo

sustentada por Braverman, le permiten asumirlo como la expresión esencial de la administración en el capitalismo monopolista y, de esta manera, presentar las propuestas generadas posteriormente a éste como complementarias o irrelevantes. Al respecto afirma que:

...Estas escuelas y teorías se han sucedido una tras otra en una sorprendente proliferación de enfoques y teorías, proliferación que es más que nada un testimonio de su fracaso. ...estas escuelas aportaron poco a la administración en la forma de resultados sólidos y tangibles. ...La sicología y la sociología industrial..., de sus confiados orígenes como “ciencias” dedicadas al descubrimiento de los resortes de la conducta humana para mejor manipularla de acuerdo a los intereses de la administración, cayeron en un remolino de confusos enfoques -sicológicos, sociológicos, económicos, matemáticos- que perseguían “sistemas” de interpretaciones de las realidades del centro de trabajo, con poco impacto real sobre la administración del obrero o el trabajo. (Braverman, 1974: 143, 145) 51

Esta sobresimplificación del impacto e importancia de los movimientos y escuelas que conforman la TO, y cuya proliferación más que ser testimonio de su fracaso lo es de su necesidad, nos remite a la ambigüedad de su concepción, la cual, en esencia, no diferencia el principio de organización del proceso laboral -y el nivel tecnológico que el mismo supone- de las estrategias de control requeridas para procurar su implantación.52 Estos dos niveles, al ser considerados indistintamente, desdibujan la importancia de la administración en el diseño e implementación de diversos mecanismos de control que rebasan el ámbito específico del proceso laboral creando un panorama confuso y reduccionista de la complejidad organizacional que obvia toda consideración de la articulación de sus distintos niveles y funciones.

Como ya señalamos, el taylorismo se constituye, por un lado, en la materialización de las relaciones de producción capitalistas en la fábrica moderna a través de un principio de organización del proceso laboral expresado en la relación hombre-máquina -el maquinismo- y supone, por el otro, el establecimiento de estrategias específicas de control del trabajo

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que, obedeciendo a las condiciones específicas de la empresa, aseguren la adaptación del obrero a tal principio de organización, representadas por la relación cotidiana trabajo-administración.

A pesar de tal ambigüedad, observamos que Braverman privilegia el primer elemento, es decir, concibe al taylorismo más como principio de organización del proceso laboral a un nivel dado de tecnología que como estrategia de control.53 Como ya vimos, esto se debe a que el autor asume su implantación libre de problemas, reduciendo el papel de la administración a su mínima expresión y a la organización como equivalente esencial del proceso laboral.

Sin embargo, el sistema Taylor, introducido en distintos momentos y lugares, implicó la adopción de diversas estrategias específicas de control que, sustentadas por la administración, suponían un conjunto diferente de arreglos estructurales y formas de funcionamiento de la organización54 dirigidos a procurar su implantación. En el caso de Taylor, en Estados Unidos, ésta se caracterizaba por su orientación paternalista y despótica basada en la “autoridad de la ciencia” y cuyo elemento primordial era el individualismo (Taylor, 1980: 50-56) y la consecuente exclusión de la participación de los sindicatos.55 Así,

...Un componente clave de la estrategia fue el individualismo. A los trabajadores se les pagaría de acuerdo a su desempeño individual; las quejas y sugerencias serían recibidas sólo de manera individual; y el proceso laboral, tanto como fuera posible, estaría compuesto por tareas individualizadas de trabajo. Como expresión concreta del colectivismo, los sindicatos no ocupaban ningún lugar en el mundo de Taylor. (Wood y Kelly, 1983: 80)

De acuerdo con esto, no podemos asumir que a cada principio de organización del proceso laboral, cuyos cambios responden en buena medida a las leyes del movimiento del proceso de acumulación capitalista56, corresponda una estrategia específica de control a pesar de que reconocemos que el surgimiento de tales estrategias se explica al menos parcialmente a partir de los cambios producidos en tales principios57, o que se aplique una sola estrategia de modo indiscriminado a nivel general.58

Esta ambigüedad se concreta en el manejo de un concepto esquemático y restringido de control, concepto articulado exclusivamente al proceso de descalificación del trabajo. Al respecto, Braverman apunta que:

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...Taylor elevó el concepto del control a un plano enteramente nuevo cuando afirmó que la imposición al obrero de la manera precisa en que debe ser ejecutado el trabajo era una necesidad absoluta para una adecuada administración. [Así, el taylorismo se constituía en un]...esfuerzo esencial por arrancar a los obreros el conocimiento del oficio y el control autónomo y ponerlos frente a un proceso laboral totalmente descerebralizado en el que funcionarían como tornillos y palancas. [Por lo tanto,]...la organización del trabajo de acuerdo a tareas simplificadas, concebidas y controladas en otra parte, en lugar de las formas artesanales previas de trabajo, tiene un efecto claramente degradante sobre la capacidad técnica del obrero. (Braverman, 1974: 90, 136, 127)

La postura del autor resulta esquemática en la medida en que asume, al menos implícitamente, un concepto de control en términos de suma-cero (Burawoy, 1978; Wood y Kelly, 1983), es decir, como control total y absoluto: Braverman afirma que el artesanado59 pierde el control del proceso laboral al serle “arrancado” su conocimiento de manera plena por la administración mediante la descomposición del trabajo en tareas simples y su sistematización sobre la base del estudio de tiempos y movimientos.60 Sin embargo, la obtención de tal conocimiento por parte de la administración no significa necesariamente la pérdida del mismo por parte del obrero61; tampoco significa que tal adquisición sea total y uniforme ya que no todas las tareas pueden ser absolutamente prescritas ni todo elemento del proceso laboral puede ser descalificado62; finalmente, no supone la inexistencia de un proceso continuo de recalificación del trabajo que, contrarrestando la tendencia a la homogenización, permita su diferenciación y fragmentación como clase social.63

Es restringida en la medida en que no considera los mecanismos de control que rebasan el ámbito mismo del proceso laboral. Así, se otorga poca atención a la relación de empleo como relación de dependencia64; al logro del control a través del consenso y de diversos mecanismos ideológicos que operan a nivel organizacional65; al ejercicio del control por medio de mecanismos indirectos relacionados con todo tipo de decisiones administrativas como, por ejemplo, las referidas a prestaciones sociales66 o áreas de inversión67; finalmente, al control ejercido a través de la relación Estado-capital.68

La propuesta esquemática y restringida de Braverman sobre el control nos impide, consecuentemente, comprender el complejo entretejido de

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mecanismos y circuitos de control (Storey, 1985) que se concretan en una gran diversidad de arreglos estructurales y formas de funcionamiento a nivel organizacional, realidad que se constituye en el objeto teórico primordial de nuestra aproximación crítica.

En síntesis, como hemos visto, la propuesta bravermaniana, examinada desde la perspectiva de la TO, adolece de grandes limitaciones que perfilan una concepción idealizada, simplificante y no problemática del complejo fenómeno organizacional capitalista. Su marcado reduccionismo metodológico, expresado en un determinismo económico exacerbante que libera al fenómeno de toda contradicción, se concreta en una concepción abstracta de la realidad social en la que el análisis del proceso laboral desplaza, subordinando bajo su égida, toda reflexión de la organización como totalidad concreta: se desdibuja, por tanto, la importancia y complejidad de la gran variedad de arreglos estructurales y formas de funcionamiento que la misma supone, el impacto que sobre su conformación y cambio permanente ejerce la dinámica de lucha y negociación entre los diversos actores que la componen o que se relacionan con “ella” y las presiones que enfrenta como resultado de la necesidad del capitalista de controlar, mediante de la planeación, todo elemento económico-político involucrado en los procesos de producción, circulación y reproducción del capital, todo ello en el marco de la “intervención” del Estado dirigida a procurar la regulación del orden institucionalizado. 3. La reformulación del paradigma organizacional más allá del “control bravermaniano”: Análisis Estratégico de las Organizaciones

He descubierto cuán vano es polemizar sólo contra el error: éste renace continuamente de principios de pensamiento que, ellos, se encuentran fuera de la conciencia polémica. He comprendido cuán vano era probar solamente a nivel del fenómeno: su mensaje es pronto absorbido por los mecanismos de olvido que dependen de la autodefensa del sistema de ideas amenazado. He comprendido que refutar solamente no tenía ninguna esperanza: sólo un nuevo fundamento puede arruinar al antiguo. Es por lo que pienso que el problema crucial es el del principio organizador del conocimiento, y lo que es vital hoy, no es solamente aprender,

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no solamente reaprender, no solamente desaprender, sino reorganizar nuestro sistema mental para reaprender a aprender.

Edgar Morin

Hemos recorrido ya un largo trecho intentando demostrar la complejidad del fenómeno organizacional y analizando las limitaciones inherentes a la concepción bravermaniana que frenan su conocimiento. Nos enfrentamos ahora sí a nuestro verdadero punto de partida en el estudio de las organizaciones sabiendo que las amplias generalizaciones estructuralmente determinadas de la propuesta de Braverman, a pesar de sus aciertos, nos impiden explicar el fenómeno organizacional capitalista en su unidad y especificidad históricas, es decir, obstaculizan el conocimiento de la organización como totalidad concreta en permanente transformación, como la materialización compleja y contradictoria de las relaciones sociales cotidianamente. A primera vista, pareciera ser que nos enfrentamos ante el dilema de optar o por asumirla como la salida teórica a las deficiencias observadas en las orientaciones convencionales de la TO teniendo “simplemente” que corregir sus limitaciones al incorporar el nivel de análisis organizacional y estableciendo puentes que permitan su articulación con el nivel de la sociedad, o por abandonarla resignándonos a ocupar un lugar común en la tradición de la propia TO caracterizada por su vocación unitaria y en donde la sociedad queda reducida en el mejor de los casos a un conjunto de datos que poco inciden en la explicación del objeto.

Sin embargo, si eligiéramos la primera opción, es decir, la de “convertir” la propuesta bravermaniana del proceso laboral en una orientación crítica de la TO al considerarla como la alternativa teórica más plausible para reformular el paradigma organizacional, ésta nos plantearía una serie de dificultades que más que permitir nuestro avance reforzaría nuestra incomprensión. Nos preguntamos, por ejemplo, ¿cómo articular el nivel de análisis de la sociedad con el de la organización?; más aún, ¿cómo intentar tal articulación si carecemos todavía de una concepción adecuada de la organización? Proceder en esta dirección careciendo de dicha concepción organizacional implicaría, desde el momento mismo de plantearlo, una falsa determinación del nivel más general sobre el más específico, lo que se traduce en la negación de la existencia de cortes y

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contradicciones entre uno y otro niveles para validar, en consecuencia, el establecimiento, entre éstos, de relaciones de equivalencia que sobre simplifican la realidad social bajo estudio. Adoptar esta postura significaría, pues, encerrar la reflexión en los marcos de la lógica de la concepción global asumida reduciendo el fenómeno específico a simple manifestación temporal de ésta: el fenómeno organizacional se entendería únicamente como la expresión concreta de las leyes que gobiernan a la sociedad a lo largo de su desarrollo histórico, perdiendo, en esta medida, su relevancia como objeto teórico.

Algunos autores críticos eligieron este camino sin lograr hasta el momento superar las dificultades teórico-metodológicas que acarrea: sus propuestas han experimentado un avance muy limitado desde la perspectiva de la TO a pesar de que han permitido ampliar la estrecha visión bravermaniana del proceso laboral, constituyéndose ellas mismas en parte relevante de la literatura reciente de las TPL. Por supuesto, el costo que han tenido que pagar, y nosotros con ellos, ha sido alto: reforzar la pérdida de identidad de la TO. Esta situación se explica por el hecho de que estos autores no distinguieron entre la utilidad teórica de la propuesta bravermaniana para la construcción de una aproximación alternativa para el estudio de las organizaciones y su origen y conformación como movimiento teórico específico gestado al margen de la TO. Definitivamente, las TPL se propusieron la explicación de una parécela de la organización para comprender más adecuadamente el proceso de explotación del trabajo en la fábrica moderna y determinar sus efectos en la configuración de la clase obrera a nivel social en la etapa monopolista del capitalismo. En esta medida, si queremos abordar el estudio del fenómeno organizacional capitalista en su unidad y especificidad históricas, es necesario ir más allá de la concepción bravermaniana de la organización como el control del proceso laboral y romper con el “control bravermaniano” que en los últimos años ha ejercido sobre algunas de las propuestas críticas generadas en el seno mismo de la TO, intentando recuperar el estudio de la organización como totalidad concreta en permanente transformación.

A su vez, si eligiéramos la segunda opción, es decir, si asumiéramos una concepción unitaria de la organización cuyo eje conductor descansara en la elección de una de sus características relevantes -la estructura, la tecnología, las decisiones, el poder, el conflicto, etc.- a fin de analizar su conformación como sistema específico diferenciado de la sociedad en su conjunto, nos ubicaríamos en la ruta incierta de la TO que, bajo el supuesto

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de que las organizaciones pueden ser explicadas a partir de sí mismas, ha derivado también en la ya señalada crisis de identidad. Ante esto, ¿qué opciones se nos presentan cuando parece ser que los caminos delineados no nos llevan a la explicación que requerimos? Morin vuelve a exigir nuestra atención presurosa de respuestas cuando nos dice categórico:

Entendámonos: no busco aquí ni el conocimiento general ni la teoría unitaria. Es necesario, por el contrario y por principio, rechazar un conocimiento general: éste escamotea siempre las dificultades del conocimiento, es decir, la resistencia que lo real opone a la idea: ésta es siempre abstracta, pobre, “ideológica”, es siempre simplificante. Igualmente la teoría unitaria, para evitar la disyunción entre los saberes separados, obedece a una sobre simplificación reductora enganchando todo el universo a una sola fórmula lógica. De hecho, la pobreza de todas las tentativas unitarias, de todas las respuestas globales, confirma la ciencia disciplinaria en la resignación del duelo. La elección no es, pues, entre el saber particular, preciso, limitado y la idea general abstracta. Es entre el Duelo y la búsqueda de un método que pueda articular lo que está separado y volver a unir lo que está desunido. (Morin, 1981: 28)

En realidad, el problema que abordamos es sumamente complejo como para reducirlo apresuradamente a la elección de alguna de las dos alternativas aparentes anotadas: el problema no se resuelve al optar o por la propuesta bravermaniana o por la TO pues ambas, a pesar de sus límites específicos, presentan cierta utilidad teórica para apoyar la explicación de las organizaciones; por el contrario, requerimos comenzar desde el principio, más que proponiendo respuestas sin sentido, problematizando y debatiendo aquello que aún no comprendemos para abordar adecuadamente el estudio del fenómeno organizacional capitalista. La tarea no es sencilla pues supone un esfuerzo permanente de investigación que, asumiendo como fundamental la construcción de conceptos y categorías específicos, permita articular el análisis de la organización a la sociedad de la que se constituye como elemento esencial, intentando clarificar la unidad compleja y contradictoria de la totalidad social, de su esencia y la configuración específica que adquiere en distintos momentos del desarrollo del capitalismo. Insistamos nuevamente con Morin que:

Tenemos que partir de la extinción de las falsas claridades. No de lo claro y de lo distinto, sino de lo oscuro y de lo incierto; no ya del conocimiento

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seguro, sino de la crítica de la seguridad...la aceptación de la confusión puede convertirse en un medio para resistir a la simplificación mutiladora. Ciertamente, el método nos falta en el comienzo; al menos podemos disponer de un anti-método en el que la ignorancia, incertidumbre, confusión se convierten en virtudes. (Morin, 1981: 29)

De esta forma, la pregunta básica que debemos hacernos es ¿cómo abordar el estudio de las organizaciones sin perderlas de vista como fenómeno social esencial y, al mismo tiempo, evitando caer en generalizaciones que simplifiquen y distorsionen el análisis? En otras palabras, ¿cómo construir una teoría de la organización que, conservando su especificidad, logre concebir el fenómeno bajo estudio a la vez como esencia y expresión de la sociedad y nos encamine a la resolución de la crisis de identidad de la propia TO?

Así, intentando clarificar el problema que enfrentamos, proponemos la discusión de algunos elementos teórico-metodológicos para el estudio de las organizaciones que hemos agrupado en nuestra propuesta aún inacabada de Análisis Estratégico de las Organizaciones, la cual, a pesar de que requiere de un gran esfuerzo de maduración conceptual cuya cristalización no será inmediata, puede constituirse en el principio de la construcción de la puerta de salida que estamos buscando.

Partamos de señalar que lo que pretendemos, aunque parezca obvio, es la construcción de una teoría de la organización, es decir, la elaboración de un marco conceptual potente que nos permita explicar el fenómeno organizacional en su unidad y especificidad históricas, considerado éste como un fenómeno eminentemente social. Por tanto, la unidad básica de análisis de nuestro enfoque no podrá ser confundida más con el proceso laboral; corresponderá, más bien, a la organización como totalidad concreta, a su estudio en un tiempo y espacio determinados sobre la base de la historia; consecuentemente, el nivel de análisis asumido es concreto pero global, es decir, aquél que permite explicar la organización, su configuración estructural y forma de funcionamiento cotidiano a la luz de la dinámica social de la que forma parte.

Nuestra propuesta, perfilada a partir de las reflexiones que hemos realizado sobre el poder en las organizaciones (Ibarra y Montaño, 1985 a, 1987), se ha fundamentado en una premisa esencial: una concepción adecuada del fenómeno organizacional capitalista en su unidad y especificidad históricas sólo puede ser resultado de un esfuerzo de investigación que persiga la articulación de conocimiento acumulado y realidad, es

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decir, la articulación entre el conocimiento derivado de una lectura crítica de la TO y la clarificación de las propiedades esenciales de las organizaciones en la formación social capitalista bajo estudio destacando las relaciones de determinación y condicionamiento de sus componentes básicos. Profundicemos un poco más alrededor de la importancia de estos dos elementos y su articulación.

Ya indicamos que el estudio de las organizaciones ha estado dominado hasta el momento por las orientaciones convencionales de la TO, a pesar de haberse demostrado en repetidas ocasiones que las mismas establecen y refuerzan permanentemente obstáculos al conocimiento del fenómeno organizacional capitalista apoyando su reproducción (véase, por ejemplo, Astley y Van de Ven, 1983; Ibarra, 1985a; Ibarra y Montaño, 1987; Zey Ferrell, 1981): sustentadas en una visión de la realidad que, dado su amplio contenido ideológico, la desvirtúa legitimándola, proporcionan una gran diversidad de conocimientos específicos, aparentemente caóticos, que apoyan el proceso permanente de diseño-implantación-rediseño de diversos arreglos estructurales y formas cotidianas de funcionamiento de la organización con la finalidad de enfrentar en lo posible las dificultades del capital en su camino hacia la acumulación. Entonces, ante esto, ¿por qué se justifica y hace necesaria su recuperación crítica si se persigue el conocimiento de las organizaciones desde una perspectiva más amplia en la que se asume como premisa básica, contrastando con la posición convencional, que éstas no pueden ser explicadas únicamente a partir de sí mismas?

El elemento central que nos permite responder a esta pregunta se refiere al reconocimiento inusual de tales teorías como parte constitutiva del propio fenómeno organizacional capitalista, es decir, al reconocimiento del importante papel e incidencia real que sobre la configuración de las organizaciones han tenido en distintos momentos del desarrollo histórico-social. En este sentido, la TO en sus orientaciones convencionales se constituye al menos en una expresión parcial, si se quiere ensombrecida, de la propia realidad organizacional. En otras palabras, tales teorías, propuestas por investigadores involucrados en dicha realidad representando y defendiendo intereses específicos, reflejan en alguna medida el ámbito social concreto en el que fueron concebidas. Así,

...las teorías están inextricablemente involucradas en la construcción de las organizaciones. Las teorías guían a los actores en sus esfuerzos para

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entender y controlar la organización. Las teorías facilitan modelos que luego serán implementados, clarifican problemas por resolver, revelan controles que serán ejercidos, etc. Hay, entonces, una relación dialéctica entre los órdenes organizacionales y las teorías organizacionales... Muchas teorías de las organizaciones pueden ser estudiadas como soluciones formalizadas de ciertos actores (usualmente administradores o personas con mando) a los problemas técnicos y prácticos derivados del carácter dialéctico de la organización. Tal teoría formaliza una manera de manejar (controlar o ajustar) la complejidad contradictoria de los múltiples niveles de la organización. ... Los teóricos colocan estas herramientas dentro de un sistema coherente que luego puede ser adoptado por organizaciones, algunas veces como resultado de movimientos sociales agresivos. Tales teorías proveen conjuntos de procedimientos, métodos y rutinas que pueden ser empleados para perseguir ciertos objetivos, eliminando, controlando o capitalizando la complejidad contradictoria de la vida organizacional. (Benson, 1985: 108)

Por lo tanto, tales teorías nos proporcionan la posibilidad de descubrir en ellas un cúmulo de verdades parciales, muchas de ellas relacionadas con el know how organizacional tan descuidado por la investigación, las cuales, ubicadas en un marco conceptual cualitativamente diferente y más amplio, nos pueden ayudar a comprender más adecuadamente a la organización y los distintos momentos de configuración y cambio que supone su desarrollo histórico.69

Esto nos ha llevado a rechazar en nuestro estudio de la TO las posiciones simplistas que hablan del “remolino de confusos enfoques” (Braverman, 1974: 145) o del “arenal organizativo” (Perrow, 1984), y a descubrir la relación existente entre el surgimiento de tales teorías y las condiciones históricas que exigían su aparición, permitiéndonos establecer su función social y clarificando la lógica de su desarrollo histórico. Las orientaciones convencionales no surgieron casualmente ni como resultado de la ocurrencia y genialidad de sus promotores; respondieron a requerimientos específicos de las organizaciones en distintos momentos del devenir histórico de la sociedad, a realidades conformadas de manera compleja y contradictoria en las que la relación de fuerza entre los distintos actores se ha modificado, los imperativos derivados del avance tecnológico han variado, el papel del Estado se ha redefinido, las condiciones del intercambio en el mercado se han complejizado, etc., y con todo ello las organizaciones mismas se han transformado adquiriendo formas diversas que se concretan en una gran variedad de arreglos

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estructurales y características funcionales que apenas conocemos. Una clarificación precisa de tales realidades requiere aún de un esfuerzo de investigación mayor; sin embargo, es posible distinguir algunos elementos generales que perfilen sus rasgos fundamentales y la relación que guardan con el surgimiento de las orientaciones diversas de la TO. Proponemos una caracterización general al respecto en el Cuadro 1.

Cuadro 1: Caracterización general del desarrollo histórico de la Teoría de la Organización

Movimiento teórico

Etapa de configuración

Problemas básicos

Medios empleados

Administración científica70

1885-1925 Racionalización del trabajo y la gestión

Sistema Taylor y Sistema Fayol

Relaciones Humanas

1925-1945 Control del movimiento obrero organizado y meditación de la

resistencia de fabrica

Personnel Couceling

Escuela del comportamiento

1945-1965 Control del creciente aparato burocrático

Teoría de las decisiones y sistemas

computarizados

Movimiento Contingente

1959-1970 Incertidumbre en el comportamiento de mercados, gran avance

tecnológico y creciente internacionalización

de capital

Propuesta de diversos arreglos estructurales

flexibles

Nuevas Relaciones Humanas

1965-1980 Descontento obrero por la creciente automatización de la producción.

Técnicas de “humanización del

trabajo”

El cuadro que presentamos se ha nutrido en buena medida de los resultados de investigación que sobre la TO hemos alcanzado conjuntamente con los miembros del Área de Estudios Organizacionales de la UAM-I. El trabajo colectivo realizado se ha plasmado en diversas ediciones de textos fundamentales de la TO que seguramente permitirán al lector profundizar la problemática aquí expuesta sintéticamente. (Barba, Ibarra y Montaño, 1987; Ibarra y Montaño, 1985b, 1985c).

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Esta compleja configuración de la TO se ha concretado recientemente y con toda claridad desde mediados de los años sesentas en la planeación estratégica, orientación teórica ampliamente operativizada que ha reunido de manera lógica el conocimiento “relevante” generado alrededor de las organizaciones -incluidas, por supuesto, la Teoría Administrativa y la Investigación de Operaciones- proporcionando al “grupo dirigente” un amplio arsenal de medios para enfrentar todo tipo de dificultades que obstaculizaran la realización de sus fines, en un intento sin precedentes por racionalizar el “mundo organizacional” y su futuro. La planeación estratégica es la expresión más específica de la conciencia del capital; involucra una visión del mundo y los medios necesarios para intentar su implantación a toda la sociedad. Retomaremos más adelante este elemento.

Sin embargo, la recuperación crítica de la TO no es suficiente en sí misma: como el lector habrá apreciado, ésta no cobra sentido si no es articulada al conocimiento de la propia realidad en la que se ubica el fenómeno bajo estudio. Así, requerimos un marco referencial básico del capitalismo en el que la historia se constituya como uno de los elementos primordiales pues sintetiza la complejidad contradictoria de la propia realidad, expresada en el vínculo entre relaciones estructurales y cotidianeidad. La historia nos permite descubrir y analizar las relaciones de determinación y condicionamiento entre los diversos elementos de la formación social capitalista en discusión -objetivos y subjetivos; económicos, políticos, ideológicos y culturales- en los distintos tiempos que configuran su desarrollo, sin privilegiar a priori ninguno de ellos evitando las trampas del determinismo.

El estudio de las organizaciones adquiere relevancia a partir del último cuarto del siglo XIX.71 El período histórico significativo corresponde, por tanto, a la denominada etapa del capitalismo monopolista. Sin embargo, desde entonces y en lo que va del siglo XX, el fenómeno organizacional se ha transformado permanentemente y a gran velocidad quedando relegada la investigación que sigue estudiando una forma específica del fenómeno ya superada. En otras palabras, no es lo mismo estudiar la empresa de principios de siglo asentada en el sistema fabril y sus procesos laborales que la gran corporación de nuestros días asentada en el poder de la información para la definición de sus estrategias diversas. Paralelamente, y lo que es más importante, no podemos estudiar el fenómeno organizacional en su configuración actual utilizando el marco conceptual elabo-

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rado para explicar su(s) configuración(es) pasada(s). En este sentido, la complejidad del capitalismo actual nos exige que repensemos la investigación como un proceso de renovación permanente que, reconstruyendo sus categorías y conceptos esenciales, nos permita estar en capacidad de conocer tales transformaciones pues “Toda teoría dotada de alguna complejidad sólo puede conservar su complejidad al precio de una recreación intelectual permanente” (Morin, 1984: 364). Por ello, para el estudio de las organizaciones resulta fundamental apreciar los cambios que el fenómeno ha sufrido a lo largo del tiempo y establecer, a partir del análisis de las formas específicas que adquiere -del examen de sus arreglos estructurales y formas de funcionamiento- una periodización que dé cuenta de su transformación y del impacto social que genera. A este nivel el grado de avance experimentado es francamente limitado.

La reflexión teórico-metodológica que hemos seguido hasta ahora nos ubica en la ruta del estudio de la organización como totalidad concreta: ¿cómo podemos conocer y explicar las organizaciones consideradas como unidades estructurales básicas en constante transformación que materializan las relaciones sociales cotidianamente a través de diversos arreglos estructurales y formas de funcionamiento? El elemento central sobre el que se asienta nuestra propuesta consiste en detectar las categorías fundamentales que orienten el análisis y expresen ellas mismas la concepción organizacional que asumimos: éstas son, el poder como la expresión esencial de la dominación en el capitalismo actual; las estrategias como la manifestación específica del ejercicio concreto y cotidiano de dicho poder; y, finalmente, la información como uno de los recursos primordiales para su ejercicio.

Así, las organizaciones son aquellas unidades mediante las cuales se expresa y ejerce el poder de unos hombres sobre otros, son la manifestación cotidiana de la contradicción fundamental del capitalismo concretada en el antagonismo propio de las relaciones sociales enunciado muchas veces, aunque no siempre adecuadamente, a través de la relación capital-trabajo.72 “Ellas” institucionalizan la desigualdad, normalizan y legitiman el orden establecido pretendiendo su reproducción por medio de la imposición y renovación de diversos arreglos estructurales y formas de funcionamiento. Son, en otras palabras, la arena institucionalizada en la que se verifica la lucha y negociación cotidiana de los diversos actores sociales que la conforman o se relacionan con ella, y que se expresa en las estrategias que tales actores sustentan como grupos organizados para

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asegurar el cumplimiento de sus fines, estrategias que persiguen el control de ciertas parcelas de la misma como centros de información relevantes que suponen incertidumbre para quienes no las controlan y que se concretan finalmente en numerosas contradicciones estructurales y de funcionamiento de la propia organización.

La estrategia es el código a través del cual los diferentes actores representan, en el plano de las decisiones, la realidad percibida -social y organizacional- y expresan una idea del futuro deseado considerando los medios a su alcance para lograr su concreción. En otras palabras, es la expresión concreta de la visión del mundo de los distintos actores acerca de sus condiciones materiales específicas y del rumbo de sus acciones futuras así como de los medios necesarios para implantarla. En el caso del “grupo dirigente”, su estrategia, como ya señalamos, se concreta a nivel organizacional en la planeación estratégica plasmada en diversos documentos de carácter aparentemente técnico73 (Thurley y Wood, 1983), la cual, asentada en el derecho exclusivo del propietario de los medios de producción de “administrar” la organización, asume plenamente el proceso de diseño-implantación-rediseño de diversos arreglos estructurales y formas de funcionamiento que permitan la realización de los fines del capital.

Sin embargo, como ya dejamos entrever, el concepto de estrategia es más amplio que el de su concreción en la planeación estratégica. La estrategia, nuevamente en el caso del “grupo dirigente”, se manifiesta también a través de otros medios, tales como declaraciones públicas encaminadas políticamente por sus asociaciones y de las orientaciones ideológicas y acciones concretas que a nivel social proponen sus partidos políticos, los cuales expresan en cierta medida las contradicciones que resultan de la composición de dicho grupo en fracciones divergentes. Es a este nivel que adquiere relevancia la relación Estado-capital en la medida en que el primero incide a través de su aparato estatal -conjunto organizacional estatal- en la regulación e institucionalización de las relaciones sociales y en la definición de las condiciones sobre las que descansará finalmente el “orden organizacional”.

En el caso de otros actores sociales se presentan mayores dificultades para realizar el análisis pues sus estrategias no se concretan comúnmente en un equivalente de la planeación estratégica como en el caso del “grupo dirigente”. Sin embargo, la claridad de la misma estará determinada por el grado de organización alcanzado por estos grupos, pudiendo quedar

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plasmada en diversos documentos que expresen el plan de acción y los principios que como grupo organizado sustentan. Será labor del investigador enfrentar tales dificultades valiéndose de distintos medios que rebasan obviamente el estudio de documentos que no siempre reflejan la estrategia real del grupo. A este nivel, el análisis de la “vida organizacional”, de las relaciones entre los actores en la organización, puede ser de gran valor.

Es importante aclarar que este proceso de lucha y negociación entre los diversos actores involucrados tiene como arena básica, aunque no exclusiva, a la organización, la cual, como ya indicamos, supone un cierto conjunto de arreglos estructurales y formas de funcionamiento diseñados por el “grupo dirigente”. Sin embargo, tales arreglos estructurales y formas de funcionamiento organizacional se caracterizan por una dualidad contradictoria que los constituye a la vez como mecanismos de control y mecanismos de defensa. De esta manera, el “grupo dirigente” diseña ciertas estructuras y funciones con el fin de controlar la totalidad organizacional -incluidas sus relaciones con el medio que la rodea como, por ejemplo, la lucha íntercapitalista expresada en las relaciones ínterorganizacionales, las relaciones con el Estado, etc.- y asegurar un comportamiento “adecuado” de sus miembros; sin embargo, cuando los miembros de la organización u otros individuos o grupos que se relacionan con ella -aquellos actores que se diferencian por sus intereses y posición en las relaciones sociales del “grupo dirigente” -logran transformar dichos mecanismos de control en mecanismos de defensa que obstaculizan el funcionamiento planeado de la propia organización, se verifican procesos de lucha y negociación que resultarán en la recomposición parcial o total de tales mecanismos, modificándose a su vez la posición y las relaciones de fuerza hasta entonces prevalecientes entre los distintos actores. Debemos apuntar, en realidad, que este proceso es y ha sido permanente74 y que el análisis de las contradicciones inherentes al sistema de diseño-implantación de las estrategias será un indicador primordial para determinar el poder relativo de los diversos actores y su capacidad de acción.

Así, queda claramente establecida la importancia del estudio de las organizaciones y, sobre todo, de las diversas formas que a lo largo del tiempo adquieren sus arreglos estructurales y formas de funcionamiento: el análisis de los diversos mecanismos de control(-defensa), de aquellos derivados de la tecnología, de la relación contractual, de la reorganización del trabajo y de las estructuras y funciones a nivel organizacional, de

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aquellos de carácter indirecto relacionados, como vimos, por ejemplo, con las prestaciones sociales o las áreas de inversión, etc., sólo cobran sentido desde esta perspectiva. Representamos de manera esquemática nuestra propuesta en el Cuadro 2.

Cuadro 2: Representación esquemática del fenómeno organizacional desde la perspectiva del Análisis Estratégico de las Organizaciones

Evidentemente, la propuesta que hemos delineado se presenta únicamente como un primer

acercamiento al estudio de las organizaciones. Su concreción en una teoría más acabada nos exige dar respuesta a múltiples preguntas que ni siquiera han sido planteadas y que solamente podremos resolver mediante el análisis de la complejidad que encierra la propia realidad. Debemos concretar el proceso de construcción de conocimientos a través de un esfuerzo mayor por alcanzar la articulación entre conocimiento acumulado y realidad, reconociendo, como nos lo recuerda Morin, que “Una teoría no es el conocimiento. Una teoría no es una llegada; es la posibilidad de una partida. Una teoría no es una solución; es la posibilidad de tratar un problema.” (Morin, 1984: 363). Notas 1. Deseo dejar constancia de que muchas de las ideas aquí expresadas han sido permeadas por las discusiones que a

lo largo de los últimas cuatro años he sostenido con Luis

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Montaño. Agradezco, además los comentarios y criticas que a versiones previas de mi trabajo realizaron los miembros del Área de Estudios Organizacionales y del seminario Ensayos Metodológicos para el estudio de las Organizaciones. Asimismo, deseo manifestar mi agradecimiento a Patricia Ibarra y Carmen Soria por el apoyo que me proporcionaron en la revisión técnica de las traducciones que realice de las citas que aparecen a lo largo del texto. Fue vital el apoyo de la biblioteca de la UAM-I para la obtención, muchas veces en el extranjero de buena parte de la biblioteca utilizada. En especial, mi reconocimiento a la Lic. Blanca Margarita Carrasco Escobar, Coordinadora de Servicios Documentales y al Biol.. Mario Flavio Fuentes Iniestra, Jefe de la Sección de Sistemas Bibliotecarios, quienes me proporcionaron un apoyo real, constante y desinteresado. Finalmente, apunto que el respaldo otorgado por el SIN al proyecto que sustento conjuntamente con los miembros del Área de Estudios Organizacionales de la UAM-I ha sido vital pues sin él, seguramente, este trabajo no existiría.

2. Hemos señalado en otro trabajo que las orientaciones convencionales de la TO pueden ser entendidas como “...manifestaciones especificas de los problemas esenciales que han enfrentado las grandes organizaciones monopólicas como consecuencia del desarrollo capitalista, y a los cuales han pretendido dar solución, tanto a través del diseño de tecnología especifica para solventar problemas a nivel productivo y de gestión, como por medio de explicaciones aparentes y parciales de la realidad que apoyen la reproducción del orden instituido.” (Ibarra, 1985a:34-35).

3. Entenderemos por orientaciones criticas de la TO al conjunto de tentativas teóricas que, a partir del establecimiento de sus desacuerdos básicos con las orientaciones convencionales, pretenden reformular el paradigma organizacional recuperando, para el estudio de las organizaciones, en el marco de la sociedad total históricamente referida en la que se ubican y la vocación critica que debe guiar todo proceso de construcción de conocimientos. (Ibarra, 1985a: 34-35).

4. Señalemos que las primeras reflexiones sobre la organización y administración del trabajo, características por su marcada inclinación pragmático-normativa, se generaron en las propias empresas productivas de gran tamaño. La incorporación de investigadores universitarios es posterior, ubicada en el momento de la realizaciones de las experimentos de la Hawthorne, y el reconocimiento institucional de la TO como disciplina se produce hasta después de la Segunda Guerra, momento en el que se encuentra dotada ya una base teórico-metodológico plenamente configurada. Lo que resulta interesante resaltar es el estrecho vínculo que ha existido entre Administración y TO: mientras la primera se ha confirmado como la base material que da sentido a la segunda, la segunda ha proporcionado la conciencia teórica de la que carecía la primera, legitimándola. En este sentido, como subrayan Clegg y Dunkerley, “/.../podemos ver como no accidental que la mayoría de los textos de Teoría de la Organización pongan gran énfasis sobre conceptos tales como motivación individual, necesidades y satisfacciones, y no sobre los rasgos estructurales del poder, la explotación y el cambio histórico. La vehemencia con la cual los teóricos de la administración han adoptado muchas de las ideas de la Teoría de la Organización proporciona mayor soporte al argumento. Con todo, no resulta sorpresivo considerando la manera en la que la Teoría de la Organización ha sido ignorado a Marx o interpretando a Weber en el más estrecho sentido como el progenitor de las teorías modernas de la estructura organizacional. El interés de la Administración y la Teoría de la Organización han estado muy seguido en armonía.” (Clegg y Dunkerley, 1977:2).

5. Generalmente se asume en la literatura tanto convencional como critica que la implantación del sistema de Taylor en las empresas industriales se llevó a cabo libre de problemas.

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Sin embargo, algunos estudios sobre el tema han destacado recientemente al menos dos elementos importantes que dimensionan la complejidad del análisis de este movimiento. El primero de ellos se refiere a su introducción paulatina y parcial en diversas empresas industriales: la información existente acerca de la importancia y número de establecimientos que aplicaron el sistema de Taylor es inexacta. Así, la American Society of Mechanical Engineers señala que para 1912 existían 52 empresas que lo habían adoptado; C.B. Thompson hablaba de 212, incluidas 4 empresas gubernamentales y 32 casos ubicados en Europa y Japón; Emerson afirmaba haber publicado una variante de tal sistema en 200 empresas; Kent hablaba de 260 para 1914; finalmente el propio Taylor estimaba la introducción de su propuesta en 100 establecimientos (Nelson, 1979:69). La importancia de las mismas también resulta poco clara: Clawson menciona únicamente 12 empresas que aparecían en los índices de las 500 empresas más grandes de los Estados Unidos en 1917: Bethlehem Steel Corporation (#3); Midvale Steel Works (#6); Weatinghouse Electric (#17); Jones and Laughlin Steel (#19); Pullman (#25); American Locomotive (#62); Winchester Repeating Arms (#144); Curtis Publishing (#166); Remington Typewriter (#182); Plymoth Cordage Company (#238); Amoskeag Mills (#292); y Yale and Towne (#388) (Clawson, 1980:205). Por su parte, Nelson nos presenta un estudio detallado en el que se analiza 29 de las 48 empresas mencionadas en la literatura como empresas en la que se aplico el sistema Taylor. A través del análisis del grado de aplicación de los elementos básicos de la propuesta de Taylor contenida en Shop Management (Taylor, 1972a) -(1) mejoras preliminares a nivel técnico y organizativo; (2) departamento de planeación; (3) jefes de taller por funciones; (4) estudio de tiempos; y (5) sistema de incentivos saláriales- concluye que salvo muy contadas excepciones (Copley, 1969 b:174) éste no se implanto plenamente. Los sucesos de Taylor –entre los que se cuentan Carl G. Barth, Minor Chipman, Harrington Emerson, Henry L. Gantt, Frank B. Gilbreth, Horace K. Hathaway, Robert T. Kent y Clarance Bertrand Thompson- introdujeron un gran numero de variantes a la propuesta original en su afán por perfeccionarla, desechando algunos elementos que consideraban poco prácticos como, por ejemplo, los jefes de taller por funciones (Nelson, 1979:68-78; Hoxie, 1976:82ss.). La importancia de este primer elemento se sitúa en el debate de la concepción que debemos asumir del taylorismo, cuyos extremos están representados por las posiciones que lo asumen únicamente como sistema ideológico y las que lo entienden fundamentalmente como practica productiva. En realidad, ambos extremos no hacen sino representar aspectos específicos de un mismo fenómeno que, reordenándolos conceptualmente, se constituyen, por un lado, como la materialización de las relaciones de producción capitalistas en la fábrica moderna a través de un principio de organización del proceso laboral expresado en la relación del hombre hombre-máquina -el maquinismo- y, por el otro, como estrategia especifica del control del trabajo que asegure la adaptación del obrero a tal principio de organización, representada por la relación cotidiana trabajo-administración. El segundo elemento se refiere a la resistencia que la implicación de tal propuesta genero entre obreros, ingenieros y directores y dueños de empresa y que se ejemplifica generalmente con la huelga producida en 1911 en los Watertown Arsenal del gobierno en respuesta a la aplicación del estudio de tiempos y movimientos (Copley, 1969b:328-352). Tal oposición se concreto en la formación de un comité especial de la Cámara de Representantes encargado de estudiar las consecuencias de la introducción del sistema de Taylor (Taylor, 1972b; Copley, 1969a, 1969b; Hoxie, 1976) concluyendo con la prohibición de su aplicación en cualquier establecimiento gubernamental. Además, se

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cuentan las experiencias desafortunadas de Taylor frente a sus patrones en la; Manufacturing Investment Company y en la Bethlehem Steel Company (Meiksins, 1984; Copley, 1969a, 1969b). La oposición generada por el taylorismo ha sido analizado desde diversos puntos de vista por Clawson (1980), Haber (1973), Haydu (1985), Meiksins (1984), Merkle (1969), Montgomery (1979a, 1979b), Nelson (1979), noble (1977), Palmenr (1975), Strak (1980) y Stone (1974), entre otros.

6. Evidentemente, el sistema Taylor no se circunscribió únicamente al estudio y solución de los problemas derivados de la organización de la producción; requería necesariamente de una propuesta organizativa de la empresa globalmente considerada en la que se articulan las funciones productivas con las de la dirección. Taylor entendía claramente que la coordinación del proceso productivo -clasificación y estandarización de herramientas y materiales, reorganización de la planta de acuerdo al flujo de trabajo y materiales y al avance tecnológico, adecuación organizativa de almacenes, elaboración de tarjetas de instrucciones y ordenes de trabajo y mejoramiento de los métodos y procedimientos de información, supervisión del trabajo y perfeccionamiento de los métodos y procedimientos de gestión, de los sistemas contables y de adquisiciones, etc. (Taylor 1972a:111-120) –requería de una estructura organizativa adecuada. Propone, por ello, la creación de un Departamento de Planeación organizado a partir de la distinción de las funciones de distribución de herramientas y materiales, de fabricación, de salarios y de personal, y se encontrara articulado a las actividades de supervisión en manos del gang boss, el spped boss y el disciplinarian (Taylor 1972a:100-102; Ibarra y Montaño, 1987:43-44). Sin embargo, la implantación de sus sistema demostró importantes limitaciones al ignorar tanto la permanencia de normas informales de producción y resistencia en el trabajo como los problemas derivados de la realización de las mecánicas (Haber, 1973; Nelson,1979). Finalmente, será Henri Fayol quien presente de una manera más coherente y acaba una concepción organizativa* de la empresa y su funcionamiento eficiente, la cual reflejaba la complejidad estructural de ésta en los primeros años del presente siglo. La propuesta de organización estructural contenida en Administración industrial y general (Fayol, 19982: 103-233) se perfila a partir de la concepción de las funciones esenciales de la empresa moderna -técnica, comercial, financiera, contable, de seguridad y administrativa- que rebasan ampliamente el ámbito de la producción y que la articulación a su medio ambiente en donde el mercado juega un papel decisivo para la realización del producto. Adicionalmente, sustenta la universalidad de la administración ampliándola a todo ámbito de la vida social más allá del productivo –desde la familia hasta el Estado pasando por la escuela- y establece, consecuentemente, la necesidad de profesionalizar el trabajo administrativo distinguiendo el perfil de capacidades del personal de la empresa de acuerdo a su ubicación jerárquica y su vinculación con el sistema educativo. La propuesta taylorista, insuficientemente estudiada desde una perspectiva critica, demuestra su importancia al constituirse desde entonces como la base conceptual de la Administración, profundizada posteriormente por autores como Luther Gulick, Lyndal Urwicj y Peter Fo. Druke, agrupados generalmente en la escuela empírica de Administración. *Es necesario distinguir entre concepción organizativa y concepción organizacional: la primera se refiere al conjunto de propuestas orientadas a satisfacer los requerimientos organizativos de la empresa a partir de su consideración como unidad global articulada por elementos estructurales distinguibles analíticamente; la segunda la entenderemos como el conjunto de ideas que intentan proporcionar una explicación de la organización

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y delos problemas que de su existencia se derivan, concebida como unidad social concreta. 7. La preocupación por el estudio del “factor humano” surge bajo la tutela de la propia administración científica

(Baritz,1974: 28-32) a pesar de la estrecha concepción que Taylor tenia del obrero. Si bien Taylor relaciono la motivación del trabajador únicamente a sus sistema de incentivos saláriales vinculado a la productividad (incentive pay system) y lo proclamo como la soluciones total del problema humano, sus seguidores lo abordaron con mayor profundidad: Henry L. Gantt, Frank B. Gilbreth y Minor Chipman señalaron la importancia del consenso del trabajador para asegurar la implementación exitosa de la administración científica. Más aún, Gantt observo la importancia de analizar el impacto que generaba la organización industrial sobre el trabajador considerado como ser humano. Por su parte, Lilian Moller Gilbreth, psicóloga de formación influida para las ideas de Walter Dill Scott y Hugo Müsterberg en el campo de la psicología industrial* y pionera olvidada del estudio del factor humano en la industria (Trescott, 1983; 23-37), reconoció la importancia del estudio tanto de las causas internas -psicológicas- como externas –condiciones de trabajo- de la motivación del trabajador para facilitar la implantación de la administración científica. Como señala Noble, “...Fue a través de ella, y sólo indirectamente a través de su esposo, que las herramientas de la psicología industrial pasaron a ser herramientas de la administración científica...Poniendo énfasis en el bienestar y la instrucción del trabajador, ellos empezaron a construir el puente entre la administración científica y la psicología del trabajo, y a aproximar el movimiento de Taylor a un contacto más estrecho con la corporate liberal personnel management.” (Noble, 1977:275). Las aportaciones de esta autora quedaron finalmente plasmadas en su libro The psychology of management: The function of the mind in determining, teaching and installing methods of least waste, publicado originalmente en 1914. Resulta importante señalar también el trabajo desarrollado por Mary Parker Follett en el marco de la “democracia industrial” (Haber, 1973; Ibarra y Montaño, 1987) y por el denominado movimiento revisionista de la administración científica que surge plenamente con la muerte de Taylor en 1915 y que recuperaba la importancia de las dimensiones psicológica y social del trabajador y la importancia de los sindicatos para lograr la estabilidad industrial (Noble, 1977: 264-266; Haber, 1973: 75-159; Nelson, 1979: 101-162). Además, como parte del movimiento de la corporate liberal presonnel management, en el marco de tal movimiento revisionista, se perfilan dos aproximaciones disciplinarias importantes que pusieron de relieve el estudios del trabajador como “ser humano”, individualmente y en grupos, haciéndose objeto de investigación científica y sujeto de control: éstas son las relaciones industriales (industrial realtions) y la administración del personal (personal management). Estas aproximaciones desembocarían finalmente en una propuesta teórica más acabada del estudio del “factor humano” que permitiría enfrentar el descontento obrero generado por la perdida del control de su propio trabajo a través del taylorismo, adecuadamente a los requerimientos de la empresa en constante expansión e incorporando plenamente las ciencias sociales al mundo de los negocios: nos referimos al movimiento de las relaciones humanas. *Walter Dill Scott y Hugo Müsterberg fueron los primeros en intentar la aplicación de la psicología a la industria, reuniendo sus propuestas fundamentales en The Psychology of Advertising (1908) el primero, y en Psychology and Industrial Efficiency (1913) el segundo. Müsterberg aseguraba que la psicología nos puede ayudar a “...detectar ‘aquellas personalidades que, de acuerdo a sus cualidades mentales, son especialmente idóneas para un tipo particular de trabajo económico’; en ultima instancia, señalaba, su

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uso puede llevamos a ‘inundar de alegría y a lograr la armonía interior perfecta’ en el reino de la industria.” (citado en Noble, 1977:296-297). Resulta significativo destacar que Müsterberg trabajo en 1915 con técnicas y procedimientos experimentales en algunas empresas para intentar resolver sus problemas de rotación personal.

8. La creciente preocupación por estudiar el “factor humano” desde las primeras década del presente siglo nada tenia que ver con un inusitado interés de los dueños y directores de empresa por las necesidades de los trabajadores como seres humanos. Más bien, tal preocupación se derivaba, y así debe ser entendido, de los costos y desperdicios que suponía el denominado “problema humano”. De esta manera, el grave problema de la rotación de personal, que en las primeras dos décadas del siglo alcanzaba índices muy superiores al 100% (Nelson, 1979:86), exigía el “estudio científico del factor humano” considerando siempre, aunque o siempre reconocido, como factor productivo vinculado a un costo monetario. El ejemplo más claro al respecto esta dado por el conocido programa de reforma de la Ford Motor Company (1913-1914), que intentaba resolver su grave problema de rotación de personal: en 1913 la empresa tenía que contratar a 52,000 trabajadores para cubrir apenas 13,000 puestos. El programa contemplo tres medidas fundamentales. En primer lugar, la reducción de la autoridad de los jefes de taller, sobre todo con respecto a despidos y al establecimiento de sistemas de incentivos saláriales. En segundo lugar, la sonada política del “fave-dollar day” que suponía un aumento del salario diario del trabajador de $2.30 a $5.00. Presentada como una política de distribución de utilidades y eficiencia ingenieril, su finalidad básica era el reclutamiento de personal. Esta política fue acompañada por otras decisiones de reorganización como la reducción de la jornada de trabajo, la implantación del plan de promoción automática y otras. Finalmente, la creación de Sociological Departament, destinado a asegurar, a través de la investigación de la vida familiar del trabajador, la lealtad de éste a la empresa y el “uso adecuado” de su salario para asegurar el mejoramiento de sus condiciones de vida (Gramsci, 1975: 281-317; Ibarra y Montaño, 1987:45-46). Los resultados obtenidos fueron satisfactorios siempre para la empresa: se redujo la rotación y se abatió el índice de ausentismo de un 10% a solo un 0.5%. en síntesis, la visión empresarial del “factor humano” permita solventar dificultades en su camino hacia la ganancia: “...De 1913 a 1920, los directivos levantaron de manera creciente sus voces para proclamar que el elemento humano era importante, que una administración inteligente debía comprender que tiene una inversión monetaria en hombres como en maquinas, ‘que un estudio cuidadoso de este ‘factor humano’ paga en dólares y centavos, que ‘es evidente un buen negocio considerar el lado psicológico’.”(Baritz, 1974:35).

9. La propuesta humano-relacionista ha sido muchas veces reducida a simple discurso ideológico, obscureciendo su importancia real en la medición del “problema humano” en la fabrica moderna sin tener que modificar la naturaleza de la misma del trabajo ni las estructuras en las que se asienta. Ya señalamos que el reconocimiento del “problema humano” se observa desde el momento mismo de la implantación del sistema Taylor. La baja productividad relacionada con los altos índices de su ausentismo y de rotación de personal y otros problemas concretos se intento atacar de diversas maneras: primero, a través del incentive pay system y de una “selección científica” del trabajador a partir del descubrimiento de sus capacidades; después, mediante la introducción de mejoras físicas en el lugar de trabajo y de pausas de descanso para intentar atacar la fatiga y la monotonía. Sin embargo, a pesar de obtener algunos resultados positivos, el problema subsistía y se carecía de una explicación convincente del mismo. Sólo con las relaciones

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humanas se llega a destacar la importancia del grupo en la determinación del comportamiento de sus miembros y, por lo tanto, la necesidad de incidir en ellos para controlar finalmente las normas informales de producción y debilitar la resistencia en el trabajo asegurando la mediatización del “problema humano”. La relevancia de la concepción organizacional propuesta por este movimiento es develada con la claridad por Montaño cuando establece que “La verdadera intención de las Relaciones Humanas es la de proponer, mediante la manipulación de los aspectos ilógicos del comportamiento de los trabajadores, el orden organizacional necesario para el desarrollo capitalista; este orden no puede entenderse al margen de la concepción sistémica que lo sustenta y está estrechamente ligado a las características mismas de una gran organización como la Western Electric, donde la promoción ideológica de sus bondades en un periodo de crecimiento conflictivo sindical en los Estados Unidos... obligan a la construcción de un modelo explicativo, justificado y eficientador de la acción organizacional, centrado en su comportamiento interno. La idea que subyace en estos planteamientos es la capacidad de la gran organización capitalista de resolver ciertos conflictos sin necesidad de modificar las estructuras y sin acudir a su ambiente; es una visión auto-reguladora, propia del modelo cibernético.” (Montaño, 1987:11). Tal propuesta se concreto en el programa Personnel Counceling que, “...utilizando técnicas probadas del confesionarios Católico y del diván psiquiátrico, ha dado como resultado la pérdida del control que el trabajador tenia sobre la naturaleza y las condiciones de su trabajo. Ha significado también que la fuerza de las organizaciones de los trabajadores se haya debilitado y vuelto irrelevante; y que la administración haya finalmente encontrado, si elige utilizar el counceling como tal, un arma devastadora para emplearla en su continua lucha por el poder. El trabajo organizado no tiene alternativas positivas que ofrecer, pero finalmente ha dado un primer paso vacilante con e l fin de oponerse a una de las más seductoras palancas de control social que la ingenuidad del hombre haya jamás inventado.” (Baritz, 1974:116).

10. Hemos avanzado algunos elementos explicativos de tales propuestas en Ibarra (1985a, 1985b), Ibarra y Montaño (1987). Recomendamos además el análisis de la escuela del comportamiento realizado por Sfez (1985).

11. A su vez, el pensamiento marxista de la época refleja tal posición cuando “...la critica al modo de producción cedió el paso a la critica del capitalismo como modo de distribución. Impresionados, incluso hasta intimidados, por la inmensa productividad del proceso laboral, desconcentrados por su creciente complejidad científica y al participar en las luchas de los obreros por el mejoramiento de sus salarios y condiciones de trabajo y por la reducción de las horas de trabajo, los marxistas se adaptaron a la visión de la fábrica moderna como una forma invariable, aunque perfectible, de organización del proceso laboral.” (Braverman, 1974:11).

12. Resulta interesante transcribir un fragmento de la replica aludida, a cargo de Nicolaus, con el fin de establecer el tono del naciente discurso radical en la sociología: “El Secretario de Salud, Educación y Bienestar es un funcionario militar del frente interno en la guerra contra el pueblo (...) El departamento que encabeza puede ser descrito con mayor presión como el organismo encargado de la distribución desigual de enfermedades evitables, de la financiación de la propaganda y el adoctrinamiento dentro del país, del mantenimiento de una mano obrera barata y dócil (...) La asamblea [de sociólogos] que se reúne esta noche (...) es un cónclave de sacerdotes, escribas, lacayos intelectuales de alta y baja alcurnia, y de sus victimas inocentes, empeñados todos en la mutua afirmación de una falsedad (...) la profesión es un producto del tradicionalismo y del consevadu-

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rismo europeos del siglo XIX, unidos al liberalismo corporativo norteamericano del siglo XX (...) Profesionalmente, el sociólogo dirige su mirada hacia los de abajo, mientras tiende la mano hacia los de arriba (...) Es un Ti Tom, no solo respecto de este gobierno y esta clase dominante, sino de cualquiera.”(citado por Gouldner, 1973:19).

13. Es resurgimiento del interés por el marxismo en Estados Unidos e Inglaterra debe ser circunscrito al ámbito universitario, adquiriendo un carácter academicista que lo alejaba de las luchas obreras y populares para constituirse en un discurso en vías de institucionalización que permitiría canalizar en parte el descontento de la juventud. Sus influencias fundamentales están dadas tanto por la escuela de Frankfurt, a través de la obra de importantes pensadores como Marcuse Habemas y Offe, como por el marxismo estructuralista francés encabezado por Althusser y Poulantzas. Tales influencias se plasman con claridad en la mayoría de las orientaciones criticas de la TO.

14. En estos años inician su publicación un gran numero de revistas de corte critico entre las que destacan The Review of Radical Political Economics (1968) The socialist Review (1972), Telos (1968), Radical America (1967), The Insurgent Sociologist (1972) y Capital & Class (1976), entre otras. Además, en esta misma época se amplía la difusión de Monthly Review (1949) y más recientemente algunas revistas de corte convencional como American Sociological Review y Administrative Science Quartely, han empezado a abrir sus páginas a las aportaciones críticas. Algunos de los mas destacados representantes de este movimiento renovador han sido, entre muchos, Paul M. Sweezy, Harry Braverman, Richard C. Edwards, Herbert Gintis, David M. Gordon, Michael Burawoy, James O´Connor, Stanley Aronowitz, Tony Elger, Steward Cleeg, David Motgomery, Edward P. Thompsonn, Erik J. Hobsbrawm y Erik Olin Wright. Para profundizar esta panorámica recomendamos la lectura de Burawoy (1982a) y McLellan (1979).

15. Un ejemplo interesante de las condiciones de trabajo en la industria automotriz de esta época nos la proporciona Aronowitz (1973) en su sugerente libro False Promise. En el capítulo inicial -Lordstown: Disruption on the Assembly Line-, a partir de la descripción de una de las fábricas más automatizadas del mundo y sin duda la más productiva de ellas, la fábrica de automóviles de la General Motors en Lordstown, Ohio, establece las nuevas tendencias de las demandas de la clase obrera frente a las técnicas de producción impuestas en la misma (Aronowitz, 1973:21-50). Por su parte, Thompson observa tales tendencias en los conflictos fabriles de los años sesentas en país como Inglaterra, Francia, Bélgica e Italia: “La actividad y demandas muestran un marcado cambio hacia exigencias que van más allá de los salarios. Estudios de caso de varios países... proporcionan un amplio rango de ejemplos de luchas por el control de la velocidad de la línea y la porción de trabajo, las relaciones de autoridad en la planta, los cambios en las jerarquías de trabajo y los esquemas de clasificación, sobre la vigilancia general, etc...” Thompson,1983:68). Elementos adicionales a esta problemática pueden ser encontrados en Beynon (1984:17-19), Coriat (1982:145ss), Duran(1979) y Pignon y Querzola (1977).

16. Braverman establece el problema valiéndose de un informe de Fortune en el que se establece: “Para la administración, la verdadera y desconsoladora evidencia sobre las nuevas actividades del trabajador se encuentra en el desempeño del trabajo. El ausentidmo se ha incrementado severamente; en efecto, éste se ha doblado en los últimos diez años en General Motors y en la Ford, con la elevación más alta en el año pasado. Ha alcanzado el punto en el que un prometido del 5% de los trabajadores de la General Motors faltan diariamente al trabajo sin explicación alguna... En ciertos días, sobre todo los lunes y

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los viernes, la cifra llega al 10%. Los retardos han aumentado haciendo aun más difícil el arranque de las líneas de producción al inicio de cada turno, después de que el capataz ha revuelto cielo y tierra para reemplazar a los obreros faltantes. Se han incrementado las quejas sobre la calidad. Hay más discusiones con los capataces, más quejas sobre la disciplina y el tempo extra, más molestias. Hay mayor deserción. La tasa que ésta alcanzo el año pasado en la Ford fue del 25.2 por ciento...Algunos obreros de las líneas de ensamblaje se han comportado en tal forma -según reportan los gerentes con asombro- que simplemente se van a mitad de la cadena en movimiento y no regresan ni siquiera por la paga del tiempo que trabajaron.” (Braverman, 1974:32). Igual situación se observaba en Europa: “...un uniforme de Roma dice que la Fiat Motor Company la empresa privada mas grande de Italia con más de 180,000 trabajadores, de los cuales 147,000 son obreros de fábrica, tuvo 21,000 empleados que faltaron un lunes y un porcentaje diario de ausentismo de 14,000. Una asociación patronal italiana informo que a lo largo de la economía del país se ausentaron diariamente del trabajo cuando menos 800,000 obreros de un total de casi 20 millones. Esto fue atribuido al ‘creciente disgusto de la gente joven frente a la disciplina de la líneas de ensamblaje y al reciente flujo de italianos del sur sin experiencia’ a las fabricas del norte.” (Braverman, 1974:33n). Pignon y Querzola proporcionan datos similares (1977:111ss.). Se señala además que esta situación no era privativa de las fabricas sino que se extendía también a las oficinas (Braverman, 1974:34n).

17. Los resultados obtenidos hasta ahora de la aplicación de estos programas son aun confusos y han derivado en una serie de reflexiones y polémicas a su alrededor. El debate teórico generado recientemente se ha concretado en trabajos como los de Cressey y MacInnes (1980), Gorz (1977b), Montaño (1985), Nichols (1975), Pignon y Querzola (1977 y Ramsy (1977). Adicionalmente, la discusión de sus resultados a partir del análisis de experiencias especificas ha sido avanzada por Durand (1979), Mothé (1983), Wreen (1982) y Zimbalist (1975). Finalmente, la descripción de la aplicación de diversos programas de “humanización del trabajo”en algunas organizaciones norteamericanas y europeos puede consultarse en Zwerdling (1980).

18. La propuesta del empleo del enfoque dialéctico para el estudio de las organizaciones realizada por Benson (1983, 1985) se constituye desde nuestro punto de vista como la orientación critica con mayores posibilidades dentro de la TO. A su lado se ubican también la importante propuesta marxista para el estudio de las organizaciones avanzada por Heydebrand (1977, 1980, 1983), Goldman y Van Houten (1977) y los teóricos de la denominada escuela critica inglesa (Clegg y Dunkerley, 1977, 1980a; Salaman, 1978, 1979). Este grupo de autores, al incorporar el TPL al debate del estudio de las organizaciones, las han considerado como la orientación critica fundamental de la TO, a pesar de que su origen mismo gesta independientemente de ésta. Una presentación reciente de diversidad de enfoques metodológicos susceptibles de ser aplicados al estudio de las organizaciones se encuentran en Morgan (1983a). De este libro colectivo llaman nuestra atención las propuestas formuladas por Forester (1983) y Carchedi (1983). Recomendamos también la lectura de la reflexión realizada por Westhues (1980) y, para una exposición general de algunas de las orientaciones aquí mencionada, el análisis desarrollado por Burrell y Morgan (1985:279-392).

19. Sobre las causas de dicha carencia se han avanzado ya ciertas explicaciones como las propuestas por Braverman (1974:9-13). Sin embargo, las mismas no resaltan un elemento explicativo adicional que nos parece fundamental: el papel dominante jugado durante este periodo por las explicaciones de corte convencional

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que, aceptadas de manera general, obstaculizaban el desarrollo de explicaciones alternativas sobre la materia. A este nivel podemos entender el papel preponderante jugado por la TO hasta los años sesentas en que se empiezan a cuestionar sus supuestos básicos.

20. La importancia de la propuesta de Panzieri y el colectivo de Quaderni Rossi radica en su esfuerzo por rescatar la fábrica –el lugar oculto de la producción- como el elemento central para la comprensión del sistema en su conjunto y sus contradicciones. Esta adquiere sentido en su proyecto de intervención política orientado a reformular una practica comunista sobre bases materiales, proyecto sustentado en el trabajo conjunto de obreros e intelectuales. Evidentemente, no es este el lugar apropiado para evaluar tal propuesta y sus resultados específicos; sin embargo, resaltaremos que su lectura critica podrá aportar elementos fundamentales para el diseño de una estrategia de investigación concreta que nos permita avanzar en el conocimiento del fenómeno organizacional capitalista e incidir en él.

21. Las TPL de corte anglo-sajón, de las que nos ocupamos, se configuran al margen de la reflexión sobre el proceso laboral desarrollada en Italia. Así, si consideramos los libros más importantes sobre el tema elaborados en Estados Unidos e Inglaterra, los textos de Aronowitz (1973), Braverman (1974), Friedman (1982), Burawoy (1979), Edwards (1979), Zimbalist (1979), Salaman (1979), Clawson (1980), Clegg y Dunkerley (1980a) y Storey (1983), sólo este ultimo hace referencia a un par de textos de autores italianos. Tanto el idioma como el hasta ahora limitado esfuerzo editorial de difusión de material generado en Italia desde los años sesentas han impedido en gran medida el dialogo de estas dos tradicionales. En Inglaterra, por ejemplo, entre los pocos textos traducidos al ingles relacionados con el tema podemos destacar tres: el primero sobre proceso laboral y estrategia obrera, editado por la Conference of Socialist Economists (1976); el segundo sobre la división del trabajo, editado por Andrés Gorz (1976) y traducido también al español (Gorz, 1977a); el tercero sobre autonomía obrera y crisis, editado por el grupo Red Notes (1979). Estas colecciones incluyen textos de Panzieri, Bologna, Tronti, Il Manifesto y Potere Operaio, entre otros.

22. La influencia del pensamiento francés del proceso laboral ha sido igualmente limitada sobre la TPL de corte anglosajón, con la excepción de las propuestas de André Gorz (Michel Bosquet). Específicamente, la teoría regulacionista, que incorpora el análisis de los cambios en el proceso laboral como un elemento importante de su reflexión global, ha sido considerada marginalmente. Así considerando nuevamente los libros anotados en la nota anterior, seis de ellos citan diversos trabajos de Gorz y únicamente los dos más recientes incorporan alguna referencia a un texto de Palloix (1976). Sin embargo, la traducción recientemente del algunos trabajos importantes de Aglietta (1979a), Coriat (1980) y Lipietz (1982a) nos hacen pensar en su más amplia incorporación y futuro debate. Existen traducciones al español de los textos de Aglllietta (1979b) y Lipietz (1982b).

23. Como ejemplos relevantes de tales investigaciones tenemos los trabajos que se mencionan en el siguiente cuadro: Hay que señalar que la utilidad de este tipo de aproximaciones la ubicamos en la recuperación que intentan de la vida cotidiana en el trabajo, proporcionando muchas veces evidencia especifica de la que normalmente carecen textos de corte más teórico. Sin embargo, debemos tener cuidado, si nos apoyamos en algunos de sus resultados, de ubicarnos en el lugar común de que la realidad puede ser aprehendida a través de su simple observación. La descripción y análisis de casos específicos se puede constituir en un importante apoyo para el establecimiento de ciertas hipótesis de trabajo, pero nunca

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en la determinación de resultados concluyentes de dicha realidad, susceptibles de generalizarse.

24. Este trabajo debe ser ubicado en el marco de un proyecto de investigación más amplio sobre segmentación de

mercados de trabajo y proceso laboral, emprendiendo por economistas marxistas vinculados a The Review of Radical Political Economics. Algunos de sus avances más significativos se encuentran reunidos en Edwards et. al. (1975) y Gordon (1974).

25. A estas investigaciones se unen los estudios que han realzado diversos historiadores para esclarecer, desde diversos puntos de vista, los cambios en la naturaleza del trabajo con el advenimiento del capitalismo y el sistema fabril, los cuales han sido fuente alimentadora básica de la reflexiones sobre el proceso laboral. Entre ellos se cuentan los trabajadores de Dobb (1978), Gutman (1976), Hobsbawn (1979), Landers (1978, 1985), Mc Kendrick (1978), Montgomery (1979), Pollard (1965) y Thompson (1980, 1984).

26. Los primeros acercamientos a la obra de Braverman se concentraron en diversas reseñas que exponen las líneas generales de su análisis y adelantan las primeras criticas al mismo. Véase, por ejemplo, Cuter (1978), Davies y Bordead (1975), De Kadt (1975), Jacoby (1976), MacKenzie (1977), Shwarz (1977), Szymansky (1978), y Young (1976). El único examen de esta obra realizado hasta ahora en nuestro país corrió a cargo de Bagú (1982).

27.El debate de las tesis básicas propuestas por Braverman -la de la descalificación y la del control- ha sido animado por las investigaciones post-bravermanianas del proceso laboral. Se destacan como las más importantes las realizadas por Friedman (1982), Edwards (1979), Burawoy (1979), Zimbalist (1979), Clawson (1980) y Storey (1983). Se cuentas también diversos artículos como los reunidos en Monthly Review (1976), The Insurgent Sociologist (1978, 1982), Wood (1983a) y Burawoy (1985), entre otros muchos.

28. Thompson ha intentado recientemente clarificar la complejidad teórica y los debates fundamentales de las TPL, proporcionándonos una visión de conjunto en su libro The nature of Work: An introduction to debates on the labour process (Thompson, 1983).

Autor País Sector Año de

realización Años de

publicación

Beynon- Blackburn

Inglaterra Alimentos 1966 1972

Beynon Inglaterra Automotriz 1967 1973

Nichols- Beynon

Inglaterra Química 1970-73 1977

Cole E.U.A. Automotriz 1968 1971

Linhart Francia Automotriz ? 1978

Kamata Japón Automotriz 1972-73 1973

Harazti Hungría Metales 1973 1975

Meza México Automotriz 1978-79 1984

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29. Resaltemos el hecho de que generalmente estos autores críticos se adscribieron en sus trabajos previos a alguna de las orientaciones convencionales de la TO, sobre todo al movimiento contingente. Un claro ejemplo lo encontramos en el caso Heydebrand quien, formando en la tradición empírico –analítica de la escuela de Chicago en donde obtiene su doctorado, trabaja en los años sesentas al lado de Blau (Blau et. al., 1966) y edita finalmente su Comparative Organization: The Results of Empirical Reseach la escuela de Frankfurt y el impacto que producen en el los movimientos sociales de protesta de los años sesentas, le permiten reorientar sus concepciones básicas. Como el mismo establece, “...Verdaderamente, las limitaciones del modelo positivista de las ciencias sociales, por una parte, y la incuestionable importancia de sustentar lo que E. P. Thompson denomina la ‘forma empírica de la practica intelectual’, por la otra son las dos caras de una contradicción que me confronta y cambia de frente a mi método y mi forma de escribir.” (Heyderbrand,1983:309-320).

30. Al respecto, Thompson nos llama la atención al indicarnos que: “Algunos seguidores recientes de la ‘sociología económica’ de Weber utilizan la perspectiva del proceso laboral para criticar algunas de sus ideas; específicamente, aquella de que el despojo del poder obrero en la producción de una burocracia capitalista es un requerimiento técnico necesario de la industrialización: Este neo-weberianismo ha sido complementado por la teoría interaccionista que enfatiza los modelos organizacionales como producto de la negociación y la construcción social. Una parte importante de este pensamiento ha enfatizado formas alternativas de organización no-burocratitas, cuya elección depende de factores como las relaciones de poder y las estrategias de control.” (Thompson, 1983:28). El caso Salaman resulta representativo, ya que de “De la colección de 1975 a la compilación de 1980 que edita con Esland, hay un cambio considerable de weberianismo radical al marxismo a través del impacto de la teoría del proceso laboral” (Thompson, 1983:248). La evolución del pensamiento de este autor puede observarse confrontado sus siguientes trabajos: Salaman y Thompson (1984), Salaman (1978, 1979,) Esland y Salaman (1980), Litter y Salaman (1982).

31. Consideramos necesario aclarar que las orientaciones criticas de la TO que han asumido como propia la propuesta como la TPL no lo han hecho de manera lineal y al margen de la reflexión que apuntamos como necesaria. De hecho, los autores que hemos citado han intentado ir más allá de ésta. Sin embargo, sus esfuerzos, pensamos, se han visto encerrados en la concepción global asumida por los teóricos del proceso laboral cuando tal vez se requiera, y en esto aun no tenemos respuestas definitivas, sea abandonarla para arribar a la concepción organizacional concreta necesitamos. Ejemplos de la discusión suscitada al respecto pueden consultarse en Clegg (1981), Heydebrand (1980), Littler y Salaman (1982) y Storey (1985).

32. En un intento por destacar la amplitud de la propuesta bravermaniana, Elger indica que el autor “...se interesa principalmente por poner de manifiesto las interrelaciones de todos los aspectos complejos que parecen caracterizar al ‘capital monopolista’: el surgimiento de la competencia oligopólica entre las grandes corporaciones; el proceso de racionalización de la producción; la formación del aparato administrativo del capital corporativo; la apropiación de claves no capitalistas de producción por la producción; capitalista de mercancías; los cambios en el carácter y la composición del ejercito industrial de reserva; y por consiguiente, las relaciones entre los modos de organización del proceso laboral en diferentes sectores”. (Elger, 1979:59)

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33. El problema del control ha sido también una preocupación permanente de los teóricos de la organización en sus

orientaciones convencionales. Su interés es evidente al dirigir sus esfuerzos hacia el diseño de mecanismos de control que apoyen su ejercicio cotidiano que resultara en una mayor armonía social. Tal conclusión la derivamos de la lectura de la critica que hemos realizado de un conjunto de propuestas convencionales de la TO, mismas que puedan consultarse en Ibarra y Montaño(1978). En la misma dirección, recomendamos también los trabajos de Burawoy (1979:3-12) y Clegg y Dunkley (1980a)

34. Es importante destacar como una característica esencial de la relación salarial capitalista expresada en el contrato de trabajo, la de permitir ocultar, tanto la capitalista como al trabajador, la producción del plusvalor. Ello se debe a que la relación misma aparece ante nuestros ojos en términos de equivalencia y, a que el mismo tiempo, no se observa, como en el feudalismo, una clara separación entre el tiempo de trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo y el tiempo de trabajo excedente. Como establece Burawoy, “...bajo el modo de producción capitalista, el acto mismo de la producción capitalista, el acto mismo de la producción no solo contribuye a la generación de mercancías (valor de uso), sino que también produce por el lado del capitalista (plusvalor) y por el lado del trabajador (valor necesario). La transformación de la naturaleza definida por el proceso laboral capitalista, esto es, mediante las relaciones en la producción, reproduce las relaciones de la producción y al mismo tiempo oculta su esencia...debido a la ausencia de separación, ya sea temporal o espacial, entre el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo excedente, el capitalista nunca esta seguro si efectivamente ha rescatado el plusvalor...el capitalista se encuentra en una posición ambigua ya que no puede ver el plusvalor o la ausencia de este hasta que es demasiado tarde. El plusvalor es obscurecido en el proceso de producción no solo para el trabajador sino también para el capitalista. Por lo tanto, el dilema del control capitalista esta en asegurar al plusvalor y al mismo tiempo mantenerlo oculto.” (Burowoy, 1978:261)

35. Tales principios son formulados por Taylor sobre la base de los nuevos deberes que acarrea desde su punto de vista la implantación de la administración científica para los administradores. Estos son: “Primero: Desarrolla, para cada elemento del trabajo del obrero, una ciencia que reemplazara los antiguos métodos empíricos. Segundo: Selecciona científicamente y luego instruye, enseña y forma al obrero, mientras que en el pasado este elegía su oficio se instruía a sí mismo se la mejor manera, de acuerdo con sus propias posibilidades. Tercero: Coopera cordialmente con los obreros para que todo el trabajo sea hacho de acuerdo con los principios científicos que se aplican. Cuarto: Distribuye equitativamente el trabajo y la responsabilidad entre la administración y los obreros. La administración asume todo trabajo que exceda la capacidad de los obreros, mientras que en el pasado casi todo el trabajo y la mayor parte de la responsabilidad eran confiados a éstos.” (Taylor, 1980:29) Véase además el análisis que de los mismo realiza Braverman (1975: 138-148).

36. Al respecto, Braverman señala que “...vale la pena notar que ante los ojos de la gerencia tanto como la practica que prescribe, entre más se rija el trabajo por movimientos clasificados que se extienden a través de las fronteras de oficios y ocupaciones, más se disuelven sus formas concretas en tipos generales de movimientos de trabajo. Este ejercicio mecánico de las facultades humanas de acuerdo a tipos de movimientos que son estudiados independientemente de la clase particular de trabajo que esta realizando, da vida a la concepción marxista de ‘trabajo abstracto’.” (Braverman, 1974:181).

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37. Una gran cantidad de autores han discutido la propuesta bravermania a partir de la critica de sus deficiencias

básicas: se destacan Aronowitz (1978), Beechey (1983), Burawoy (1978), Edwards (1978), Elger (1979), Littler y Salaman (1982), Stark (1980), Storey (1983) y Wood y Kelly (1983). En contrapartida, también han sido defendidos sus aciertos (Sweezy, 1978) y algunos autores han intentado la aplicación de su enfoque para el estudio de casos concretos. Como ejemplo de estos últimos tenemos los trabajos de Aries (1980), Walker (1981) y la colección reunida por Zimbalist (1979).

38. Tal reduccionismo metodológico corresponde a una interpretación apresurada del método empleado pos Marx en El Capital, única influencia intelectual reconocida por Braverman en su pretensión de poner al día la teoría del proceso laboral contenida en el tomo I de dicha obra*. Tronti comprende la esencia del problema cuando indica que: “Nosotros también hemos trabajado con un concepto que pone el desarrollo capitalista en primer lugar, y los obreros en segundo lugar. Esto es un error. Y ahora tenemos que girar el problema en su cabeza, revertir la polaridad, y empezar otra vez desde el principio: y el principio es la lucha de la clase obrera.” (Tronti, 1979, citado por Holloway, 1982:17). * Observamos que a pesar de que Braverman afirma que “....Desde la muerte de Marx, no han sido sometidos a ningún análisis marxista exhaustivo, ni cambios en los procesos productivos a lo largo de este siglo de capitalismo y de capitalismo monopolista, ni los cambios en la estructura ocupacional e industrial de la población trabajadora.” (Braverman, 1974:9), hemos apuntado ya el importante cúmulo de trabajos desarrollados sobre el tema en los años sesentas. El desconocimiento que tiene de éstos, y que seguramente hubieran enriquecido su propuesta, le permite concluir que “...no puedo atribuir a ningún marxista sino a Marx una fuerte influencia intelectual sobre este estudio” (Braverman, 1974:9).

39. Al respecto, Burawoy establece que “El análisis de Braverman es exclusivamente desde el punto de vista del objeto...insiste en enfatizar los mecanismos mediante los cuales la subjetividad es destruida o reducida a su ineficacia y mediante los cuales los individuos pierden su individualidad. En esto, por supuesto, sigue una tradición muy fuerte dentro del marxismo claramente representada por Georg Lukacs en Historia y conciencia de clase. Como Lukacs, Braverman presenta al capitalismo como un proceso que se constituye a sí mismo, que realiza su propia esencia, que se mueve de acuerdo a sus tendencias inmanentes, que cubre la totalidad, que subordina todo bajo sí misma y destruye la resistencia.” (Barowoy, 1978:249). El propio Braverman se expresa libre de ambigüedades cuando nos indica que “...la clase obrera es, antes que cualquier otra cosa, la parte vital del capital, es la parte que pondrá en movimiento el proceso que reditúa al capital total se incremento de plusvalor. Como tal, la clase obrera es antes que nada la materia prima para la explotación.” (Braverman, 1974:377). Y agrega: “De aquí se deriva la definición formal de la clase obrera como aquella clase que, no poseyendo otra cosa que su fuerza de trabajo, la vende al capital a cambio de su subsistencia. Como veremos, está, como todas las definiciones, es limitada debido a su carácter estadístico. Pero en sí misma es perfectamente correcta y se constituye como el único punto de partida adecuado para intentar conceptuar a la clase obrera en la sociedad moderna.” (Braverman, 1974:378).

40. Frente a esta critica generalizadora a su enfoque metodológico, Braverman solo tuvo una oportunidad de defender su punto de vista, poco antes de morir en 1976. en lo que Sweezy denomina como “su ultimo desde y testamento” (Sweezy, 1978:33), el autor establece que “El marxismo no es simplemente un ejercicio para satisfacer la curiosidad intelectual

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ni una pretensión académica, sino una teoría de revolución y por tanto un instrumento de lucha. Desde ese punto de vista, el valor de todo análisis de la composición y tendencias sociales al interior de la población trabajadora solo puede descansar precisamente en qué tanto nos ayuda a responder preguntas acerca de la conciencia de clase. Así no quiero discutir con los críticos que están ansiosos de ver el progreso futuro realizado en ese muy importante lado del análisis. De hecho, mi interés en esa misma pregunta de la conciencia de clase, la cual permitió, en un primer momento, comenzar el estudio completo. Cuando lo hice, sin embargo, tenia la firme convicción de que seria de poca utilidad abordar directamente ese aspecto, desde el momento en que me pareció que no existían las condiciones para realizar tal estudio. Me parecía que carecíamos de dos precondiciones fundamentales. La primera tiene que ver con la falta de una presentación concreta de la clase trabajadora, la cual supone las tendencias de ingreso, calificación, explotación, ‘alineación’ y todo lo demás entre los trabajadores, el lugar de la población trabajadora como un segmento de la población total, etc. Pensaba que mis esfuerzos podrían dirigirse a ayudar a llenar este vacío... La segunda precondición es considerable más difícil de satisfacer. Puede ser descrita simplemente diciendo que mientras que las condiciones sociales han estado han estado cambiando rápidamente a lo largo del pasado medio siglo, y la clase trabajadora con ellas, la lucha de clases ha estado en un estado de relativa calma en Estados Unidos, en Europa occidental y Japón....* Estamos requiriendo, por tanto, de la experiencia concreta que nos indique las formas y leyes de lucha que predominan en las nuevas condiciones sociales que caracterizan la época del capital monopolista.” (Braverman, 1976: 122-123). Sin embargo, tal respuesta lo que hace es reafirmar la validez de las criticas sustentadas. Como apunta atinadamente Elger, “...Esta interpretación es soportada, desde mi punto de vista, por los términos de la respuesta de Braverman a algunos críticos: su respuesta a la critica de su objetivismo apunta al surgimiento ultimo de una conciencia revolucionaria bajo el aguijón de ‘una enorme intensificación de las presiones que solamente han comenzado a ejercerse sobre la clase trabajadora’ (Braverman, 1976:124), con un reconocimiento mínimo de la necesidad de explorar las complejas relaciones entre los problemas corrientes de acumulación y las formas de lucha de clases y su posible futuro.” (Elger, 1979:60-61). * Burawoy intenta una explicación de la propuesta teoría bravermaniana y sus deficiencias a partir de su análisis como parte constitutiva de condiciones sociales e históricas especificas a las que responde, correspondientes en este caso a la realidad norteamericana. (Burawoy. 1978: 306-312).

41. Cabe destacar un elemento más de la postura metodología de Braverman, aquel relacionado con la descalificación apriorística y dogmática del conocimiento generando por las orientaciones convencionales de las ciencias sociales, al calificarlas como meramente ideológicas. Al respecto Braverman menciona que “Esta limitación auto impuesta al contenido ‘objetivo’ de clase y la omisión del ‘subjetivo’, temo que comprenderá sin esperanza alguna este estudio ante los ojos de aquellos que flotan a la deriva en la corriente convencional de la ciencia social. Para ellos, debido al enraizado habito y la insistencia teórica, la clase realmente no existe fuera de sus manifestaciones subjetivas. Clase, ‘status’, ‘estratificación’ e incluso ‘alienación’, ese favorito caballito de batalla de años recientes que ha n sido tomado de Marx sin la menor comprensión de su significado: todos éstos por la ciencia social burguesa elementos de la conciencia y solamente pueden ser estudiados en la medida en que manifiestan en la mente de la población bajo estudio.” (Braverman, 1974: 27-28).

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Si bien aceptamos que tales orientaciones convencionales poseen un alto contenido ideológico -¿acaso las orientaciones criticas están libre de éste?-, reafirmamos también plenamente que las mismas nos proporcionan verdades parciales que, a través de su lectura critica y ubicándolas sobre una base conceptual más amplia, pueden ayudarnos a comprender mejor la realidad social. Tal postura sorprende desde el momento mismo en que Braverman se vale de los escritos de Taylor y otros teóricos convencionales para establecer evidencia del desarrollo del proceso laboral, hecho que le ha valido a su vez ciertas criticas que, como las de Edwards (1978:109) y Wood (1983b:15-16), compartimos con ciertos matices.

42. Braverman parece no comprender que asumir un cierto nivel de abstracción no significa de ninguna manera alejare de la realidad. Por el contrario, el método de conocimiento supone, independientemente del nivel de abstracción en el que se ubique la investigación, una estrecha vinculación con el desarrollo histórico real. Marx, en El Capital, no prescinde nunca de la reflexión de la situación de la clase obrera en Inglaterra para la construcción de los conceptos y categorías que le permiten explicar el desarrollo histórico de modo de producción capitalista. Sin el establecimiento de un dialogo permanente entre la realidad y la construcción teórica, a lo que mas puede aspirar es a presentar como teoría la imaginación como alimentada por la percepción. Esta deficiencia se observa, por ejemplo, en la concepción idealizada del trabajo artesanal asumida por Braverman (Clutler, 1978; Elger, 1979, Littler, 1983) y en su explicación del imperativo del control capitalista a partir de la premisa taylorista de la separación entre concepción y ejecución, por encima de todo análisis histórico de la realidad social bajo estudio. Como advierte Burawoy, “...no es del todo claro porque la separación entre el trabajo manual y trabajo intelectual es un principio inherente al modo de producción capitalista más que un principio que contra de lado a lado todos los modos de producción divididos en clases. Braverman no penetra en la forma especifica de la separación entre la concepción y ejecución en dirección de la esencia del proceso laboral capitalista. Obscurece su análisis con supuestos no examinados que tienen que ver con las ‘relaciones sociales antagónicas’ y el ‘control’ sin revelar el significado especifico que asumen bajo el modo de producción capitalista.” (Burawoy, 1978:250-251).

43. Al hablar de la orientación del obrero al modo de producción capitalista, Braverman expresa nuevamente su postura, sin dejar lugar a dudas: “...la clase obrera es sometida progresiva al modo de producción capitalista y a las formas sucesivas que éste adquiere, conforme el modo de producción capitalista va conquistando y destruyendo todas las otras formas de organización del trabajo y con ellas todas las alternativas que tiene la población trabajadora.” (Braverman, 1974:149). Nuevamente la clase obrera es dibujada como un objeto indefenso a manos de un capitalista deliberadamente conspirador.

44. Preocupado por su “reduccionismo aotu-impuesto”, Braverman se apresura, en un comentario sorprendente por su ingenuidad, a aclarar en una nota al pie de pagina que “Esta es una descripción de un sistema ‘teórico ideal’ desde el punto de vista de la administración y no un intento por descubrir el curso real de los acontecimientos. Por el momento estamos omitiendo aquí el hecho de que los obreros rebeldes y de que el ritmo prometido de producción es decidido en una practica que en gran medida asume la forma de lucha, sea esta organizada o no.” (Braverman: 1974:180n). Sin embargo, ¿no hubiera sido mas adecuado incorporar al análisis el papel de la lucha político-ideológica entre capital y trabajo para proporcionar una explicación más adecuada del “curso real de los acontecimientos”, en el lugar de reconocer únicamente su presencia?

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45. Ya señalamos en los escritos que Braverman se baso en los escritos de Taylor y de otros autores convencionales

para establecer la evidencia del desarrollo del proceso laboral. A pesar de intentar una lectura critica de estos, la misma fracasa al menos parcialmente ya que asume la ideología taylorista que presenta, por una parte, a la administración como todo poderosa y al trabajo como un recurso infinitamente maleable y, por la otra, la implantación del “sistema Taylor” de manera automática y libre de dificultades. Una lectura critica no debe de limitarse al análisis de los escritos de los teóricos convencionales, requiere además de confrontarlos con la realidad social que intenta explicar. Así, “...el estudio de las orientaciones sobre la Teoría de la Organización adquiere relevancia únicamente a partir de la consideración de las relaciones de producción capitalista, de las cuales se constituye en manifestaciones especificas.” (Ibarra,1985a:49).

46. Llama a nuestra atención la cercanía entre las posturas de Braverman y Taylor en este punto, a caso por la lectura “exacta” que realiza el primero del segundo: ninguno de los dos se preocupó por el problema de la realización de las mercancías; la adecuada aplicación de la administración científica aseguraría a su vez el comportamiento económico eficiente de sus empresas que lo aplicaran: serian las mas productivas, las de menores costos y, consecuentemente, las de mayor penetración en el mercado. Taylor se circunscribió al mundo de la fábrica y cuando hizo referencia a la sociedad, lo hizo únicamente en términos de beneficios que la aplicación de su sistema acarrearía a nivel social. Como afirma categórico, sobre la base de su bien aprendidas lecciones de economía clásica. “La adopción general de la administración científica duplicaría prontamente la productividad del obrero industrial. Piénsese que esto significa para todo el país un aumento, tanto del volumen de las cosas necesarias a la vida como los objetos de lujo, y la posibilidad de disminuir las horas de trabajo y de aumentar las oportunidades para adquirir educación, cultura y esparcimiento. Y mientras todo el mundo saldría beneficiado con este aumento en la producción el fabricante y el obrero verán a crecer sus beneficios. La administración científica significaría, para los patrones y los obreros que la adopten –y parcialmente para aquellos que la adopten primero- la eliminación de casi todas las causas de disputas y desacuerdos.” (Taylor,1980:100). Y añade, “El bajo costo de producción que acompaña la duplicación de la producción, permitirá a las empresas que adopten este sistema de organización...competir mucho mejor que antes, y aumentar de tal manera sus mercados que obtendrán mayores beneficios y sus obreros tendrán trabajo casi constante aun en tiempos de paralización. Esto significa un aumento de la prosperidad y una disminución de la pobreza, no solamente para la empresa y sus obreros, sino también para toda la comunidad.” (Taylor,1980:101). Por su parte la lectura parcial realizada por Braverman de la obra de Marx, que se limita la tomo I El Capital, y la influencia entendida como complementariedad que sobre él ejerce Baran y Sweezy a través de El Capital Monopolista (Braverman, 1974: ix ss., 54n, 251-256), le impiden incorporar a su análisis este aspecto fundamental del proceso de producción capitalista, el cual cobra mayor relevancia en la etapa monopolista. Al respecto, Littler y Salaman comentan que, “...Es importante tener en cuenta la apropiación del plusvalor puede ocurrir no sólo en el proceso laboral, sino medianamente otros mecanismos, esto es la esfera de la circulación a través de las políticas de precios y los impuestos del Estado. Podría argumentarse que bajo el capitalismo monopolista la centralización del control sobre el trabajo disminuye y lo que la extracción del plusvalor ocurre ahora a través de precios monopólicos e impuestos. Braverman falla al no considerar este punto porque, aun el propósito central de su libro es eslabonar la naturaleza del proceso laboral y el capital monopolista,

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la naturaleza de tal eslabonamiento permanece obscura. Dada una sola dinámica global de descalificación y de intensificación del control capitalista, la transición del capitalismo monopolista no altera según él la lógica del proceso laboral. En esencia, lo que Braverman hace tomar soluciones estructurales de una etapa del desarrollo del capitalismo (la gran industria) y posteriormente asumir que éstas son las soluciones estructurales a las contradicciones del capitalismo monopolista.” (Littler y Salaman, 1982:257).

47. Mandel destaca la importancia cada vez mayor de la planeación de las empresas en el capitalismo tardío como imperativo para asegurar el control de todos los elementos de los procesos de producción, circulación y reproducción del capital. Señal que “...Una cuádruple presión surge así a favor de una planeación cada vez más exacta dentro de la empresa capitalista tardía: - La presión derivada de la propia naturaleza de la automatización en favor de la planificación exacta del proceso de producción dentro de la empresa; - La presión para planear las inversiones en la investigación y el desarrollo, combinada con la presión en favor de la innovación de la tecnología planeada; - La presión para planear las inversiones generales derivadas de las tendencias anteriores; - La presión hacia la planeación de costos de todos los elementos de la producción.” (Mandel, 1980:225). Y añade, “La planeación exacta de las inversiones, los financiamientos y los costos, naturalmente pierden su sentido tan pronto como hay una garantía de venta. La lógica de la tercera revolución tecnológica, por tanto, impulsa a las compañías capitalistas tardías en planear sus ventas, con el conocido resultado de los gastos colosales en la investigación y el análisis de mercados, publicidad y manipulación de los consumidores, obsolescencia planeada de las mercancías..., etcétera. Todo este procesos culmina en la presión concertada sobre el Estado para limitar las oscilaciones de la economía, al precio de la inflación permanente.”(Mandel, 1980:225-226). Elementos fundamentales como los destacados por Mandel no ocupan lugar alguno en el análisis de Braverman, reforzando su concepción desdibujada de la complejidad organizacional.

48. Que no se nos mal interprete: esto no supone que desechemos dicha relación fundamental como recurso teórico esencial para el análisis de la realidad social capitalista. Mas bien, apuntamos a la necesidad de trabajar en la construcción de categorías y conceptos más específicos que concreten la relevancia teórica de dicha relación general a nivel organizacional. Para ello, resultan de gran valor las propuestas desarrolladas por Mach y Simon (1977), Cyerd y March (1963), Crozier (1974), Cizier y Friedberg (1977) y otras como punto de partida para el análisis y el poder de las organizaciones.

49. Resaltemos el hecho de que unos de esos grupos que comúnmente se encuentra ausente del análisis es el de los managers, hecho que trastoca evidentemente toda la investigación. Olvidamos la importancia de algunos de los planteamientos realizados en el seno de la teoría económica neoclásica y la llamada “revolución de los managers”en los que no es presentada, a pesar del velo ideológico que los envuelve, una explicación problematizada en el papel de los managers en las organizaciones como agentes activos que conforman grupos de interés con cierta autonomía frente al capital accionario y en donde por ejemplo, los dividendos son prestados como una restricción que establece las fronteras de su actuación. La lectura crítica tales propuestas, aun pendiente, resultara sin duda fructífera para avanzar en la construcción de una concepción concreta

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de la organización en la lucha que negocian entre los diversos grupos que la componen se construirá como un elemento explicativo relevante. Para un acercamiento en general a tales planteamientos recomendados los textos de Nichols (1969) y Perrow (1986,219-257).

50. Thompson destaca que Braverman otorga poca atención al análisis de los efectos de los cambios de la esfera de producción sobre la amplia estructura social. Al respecto establece que “La sección integra en cuestión /parte III: Capital Monopolista (Braverman, 1974: 251-289)/ se compone únicamente de treinta y ocho paginas, y muchos de los pasajes de los cambios de la vida urbana y familiar parecen ser únicamente reinterpretaciones criticas de material sociológico básico. La descripción detallada sobre los cambios en la producción esta prácticamente ausente. Adicionalmente no hay un intento por proporcionar alguna economía política substancial sobre la socialización del capital y el papel del Estado, que es asumido primeramente como los resultados de los efectos de los conflictos sociales en el terreno del desempleo, la seguridad social y otros, son poco atendidos.” (Thompson, 1983:255).

51. El tratamiento superficial que Braverman realiza en los enfoques y teoría convencionales es mas que nada un testimonio de su desconocimiento de las mismas. Resulta sumamente aventurado afirmar que tales escuelas aportaron poco a la administración, que los cambios que proponen son únicamente enmascarados y que pretenden simplemente habituar al trabajador al trabajo descalificado que resulta de la implicación del Taylorismo (Wood y Kelly, 1983). Así mismo, resulta difícil comprender que resultados más exactos y tangibles exige Braverman a estas escuelas y teoría, que por citar algunos ejemplos, la mediatizaron del movimiento sindical norteamericano a través de la instauración de los Personnel Councleing propuestos por las relaciones humanas a partir de 1936 (cf, nota 9), el control del trabajo en gestión en creciente expansión sobre la toma de decisiones y otros mecanismos propuestos por la escuela del comportamiento a partir de la Segunda Guerrea (Ibarra, 1985b) y la integración de trabajo calificado a los sistemas de producción automatizados apoyada por las nuevas relaciones humanas a través de diversas técnicas y programas de “humanización del trabajo” a partir de los años sesentas (Montaño, 1985). Finalmente ese remolino de confusos enfoques que perseguían ‘sistemas’ de interpretación asumidos por Braverman no es sino aparente: hemos demostrado en otra ocasión que la conformación histórica de la TO se fundamente en una lógica teórico-material que al ser develada le otorga una coherencia sorprendente que transforma el confuso remolino en clara transparencia (Ibarra, 1985a).

52. Braverman asume el taylorismo como el principio básico de la organización del proceso laboral en el capitalismo monopolista, independientemente del desarrollo tecnológico alcanzado -fuerzas productivas- (Braverman, 1974:101). Sin embargo tal posición obscurece los cambios en el proceso laboral a lo largo del presente siglo y sus efectos sobre las relaciones sociales al olvidar que a distintos niveles de desarrollo tecnológico corresponden modificaciones esenciales en el propio principio de la organización del proceso laboral. Como apunta Herman, “...Es importante notar en la practica el Taylorismo y el Fordismo no son el mismo método de control... En la practica del Taylorismo significo simplemente un refinamiento de tareas que estaban ya definidas....El Fordismo, por su parte, cumplió la promesa del Taylorismo al efectuar una reorganización completa de la división técnica del trabajo...el Fordismo significo la realizaron

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concreta del sueño de Taylor, a la cual Ford agrego el método de producción en línea de ensamblaje.”(Herman, 1982:11-12).

53. La ambigüedad derivada de la superposición de estos dos elementos se puede observar con claridad confrontando la primera y la segunda parte del libro. En la primera, Trabajo y la administración, se asume al taylorismo con estrategia y control del trabajo independientemente del nivel tecnológico alcanzado: “...El taylorismo pertenece a la cadena del desarrollo de métodos de administración y organización del trabajo y no al desarrollo de la tecnología, en el que su papel era menor.” (Braverman, 1974: 85). Y recalca “Es importante retener este punto porque de él fluye la aplicación universal del Taylorismo al trabajo de sus fuerzas variadas y etapas de desarrollo, sin importar la naturaleza de la tecnología empleada. La administración científica, dice Peter F. Druker, ‘no se intereso por las tecnología. Mas bien, tomo las herramientas y técnicas disponibles’.”(Braverman, 1974: 85n-86n). En la segunda, Ciencia y mecanización, se privilegia la visión del taylorismo como principio de la organización del proceso laboral al que corresponde definitivamente un nivel de tecnología dado que es determinante: “La maquinaria viene al mundo no como sirviente de la ‘humanidad’ sino como el instrumento de aquellos a los que la acumulación de capital da la propiedad de las maquinas. La capacidad de los humanos para controlar el proceso laboral a través de la maquinaria es apropiada para la administración desde el comienzo del capitalismo como el principal medio a través del cual la producción puede ser controlada no por el productor directo sino por el los propietarios y representantes del capital. Así, además de su función técnica para aumentar la productividad del trabajo -que podría ser un rasgo de la maquinaria bajo cualquier sistema social- la maquinaria también tiene un sistema capitalista la función de despojar a la masa de obreros de su control sobre el propio trabajo.” (Braverman, 1974:193).

54. Un buen numero de investigaciones dan buena cuenta de las diversas estrategias asumidas en distintos países y momentos para asegurar la implantación al principio de la organización del sistema laboral que suponía Taylor (Bettelheim, 1979; Brown, 1977; Finzi, 1983; Nacagawa ed.,1979; Pollard, 1965, Rollier; 1979; Székely, 1946, Silva, 1974). En Estados Unidos, por ejemplo, los cambios de estrategia se plasman, primero, en el paso de la denominada administración sistemática (sistematic managenent) de los últimos años del siglo XIX (Littler, 1959) a la administración científica como a Taylor la presento y, después, en el paso de esta los welfare programas y las estrategias de la negociación propuestos por el movimiento revisionista de la propia administración científica (Haber, 1973, Jacoby, 1985, Noble, 1980).

55. Las características de la estrategia asumida por Taylor para implantar su sistema quedan plenamente plasmadas en el pasaje que este nos relata de su encuentro con Schmidt, un obrero cargador de lingotes de hierro (Taylor, 1980:34-36).

56. Los cambios en el principio de organización de proceso laboral en función de las leyes del movimiento de acumulación de capital han sido identificados y teorizados por los regulacionistas franceses. Al respecto, recomendamos los textos de Palloix (1976) y Aglietta (1979b:88-128).

57. En esta dirección resulta importante destacar la propuesta de Edwards, quien intenta clarificar las distintas formas de control sobre el reconocimiento de que las mismas no necesariamente corresponden, como planteaban Braverman a una evolución lineal y progresiva de la descalificación del trabajo. A partir de la distinción de los elementos que configuran el control del proceso laboral –(1) dirección de trabajo; (2) evaluación del trabajo realizado; (3) recompensas y sanciones a los trabajadores-

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señala que es posible identificar históricamente tres formas de control. Estas son: a) el control simple, que se concreta en la supervisión directa del trabajo; b) el control técnico, que se realiza sobre la base de la tecnología de la empresa y de los distintos arreglos que esta supone y c) el control burocrático, que se fundamenta en la organización social de la empresa, o como diría Edwards, en las “relaciones sociales de la producción en lugar mismo de la producción”.(Edwards, 1978, 1979). Esta propuesta, a pesar de su gran utilidad y del avance que supone al respecto del propio planteamiento bravermaniano, presenta también algunas deficiencias en las que cabe destacar la permanencia de una concepción organizacional limitada: Edwards pone nuevamente en el centro del análisis el proceso laboral, olvidando que la organización se constituye como una unidad compleja en permanente transformación en la que confluyen a la vez distintas formas de control complementarias y contradictorias entre sí, que rebasan toda lógica evolucionista y que se concretan cotidianamente en diversos arreglos estructurales y formas de funcionamiento más allá del proceso laboral mismo.

58. Otra investigación post-bravermaniana aclara este aspecto. Nos referimos al desarrollo emprendido por Friedman para delinear las diferentes estrategia manageriales tomando en cuenta una seria de determinantes específicos. Friedman identifica dos tipos de estrategias dicotómicas de acuerdo a su forma de control. Estas son, el control directo y la autonomía responsable. El control directo corresponde a la forma general del Taylorismo, es decir, al control ejercido a través de la imposición de los métodos de trabajo y la supervisión directa y la coerción. La autonomía responsable, por su parte, corresponde a los publicitarios programas propuestos por las nuevas relaciones humanas en los que algunos elementos de control pasan a manos de los trabajadores de tal manera que ellos puedan ejercer cierta discreción sobre el proceso de producción inmediato. La aplicación de una u otra estrategia, o de ambas, si es el caso, estará determinada, según establece Friedman, por una serie de elementos específicos tales como la fase de elementos capitalistas, las condiciones de competencia de la industria la posición de los diversos grupos de trabajadores en la producción* y la posición central o periférica de industrias particulares (Friedman, 1977, 1982). Así, la propuesta de Friedman se constituye, junto con la de Edwards, en un avance importante con base a la propuesta bravermaniana, al considerar mas de una forma característica del control capitalino, aunque siguen atrapadas en las redes de su concepción global: no han entendido que no se trata de establecer tipologías que simplifican el análisis correspondiente lineales y esquemáticas del surgimiento de las diversas formas del control en función del desarrollo capitalista, sino explicar el por qué de la necesidad de controlar el trabajo en el capitalismo y la(s) forma(s) de hacerlo. Como indican Littler y Salaman, estos autores “...están más interesados en aislar las formas de control en términos de tiempos empíricos de larga escala más que en observar las variadas dimensiones y mecanismos de control. El resultado es que las clasificaciones están construidas a partir de variaciones históricas o empíricas limitadas y no a partir de un análisis de los requerimientos de control de trabajo de capitalismo. Con todo, parecería ser que cualquier clasificación de las formas de control debiera idealmente comenzar alguna consideración de estos requerimientos, y de cómo se logran; si alguna vez esto se hiciera seria posible identificar la variedad de las dimensiones y de los mecanismos de control. De esta forma, existe un peligro con las clasificaciones descriptivas ya que no son capaces de concebir la variedad de aspectos de control organizacional; estas se centran

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en los aspectos formales y oficiales de control e ignoran los aspectos informales del mismo, comparan formas de control que son incompletas y, por lo tanto incomparables...se ignora el hecho central de que todas las estrategias de control son estrategias que en su desarrollo involucran combinaciones de practicas administrativas y contradicciones permanentes.” (Littler y Salaman, 1982:264). De aquí nuestra insistencia por estudiar las formas especificas que adquiere la organización a lo largo del tiempo, sus arreglos estructurales y formas de funcionamiento. *Friedman identifica la posición de los trabajadores en la empresa en función de la importancia que los mismos tienen para el cumplimiento de los fines de la organización. Denomina como trabajadores centrales aquellos que sus posiciones son relevantes y, en tanto tal, pueden facilitar u obstaculizar la buena marcha de la empresa; los trabajadores periféricos corresponden aquellos por su situación laboral y sus características como trabajadores descalificados no tienen posibilidades de incidir en las marcha cotidiana de la empresa.

59. La concepción romántica que tiene Braverman del artesanado y que se concreta en la idealización de su autonomía (Cluter, 1978, Elger, 1979, Littler, 1983) queda expresada cuando afirma que “Conforme los oficios son destruidos o crecientemente vaciados de su contenido tradicional, los lazos que quedan, tenues y débiles, entre la población trabajadora y la ciencia son totalmente rotos. En el pasado esta consecución se realizaba principalmente a través de la sección artesanal la clase obrera, siendo en los primeros pasos del capitalismo bastante estrecha. Antes del ejercicio por parte de la administración de su monopolio sobre la ciencia, el artesano era el principal depositario de la producción científicas y técnica en su forma existente, como lo enfatizan las crónicas históricas que ubican los orígenes de la ciencia y la técnica artesanal.” (Braverman, 1974,131).

60. Su posición queda claramente plasmada cuando afirma refiriéndose a los principios de administración científica, que “...si el primer principio es la reunión de desarrollo y del conocimientos de los procesos laborales y el segundo es la concentración de este conocimiento como territorio exclusivo de la administración -lo mismo que su contrario esencial, la ausencia de dicho conocimiento entre los obreros- entonces el tercero es el uso de este monopolio sobre el conocimiento para controlar cada paso del proceso laboral y su modo de ejecución.” (Braverman; 1974:119).

61. Al respecto Wood y Kelly establecen que “...después del estudio de tiempos y movimientos, los artesanos continúan poseyendo su conocimiento: ellos ‘simplemente’ pierden la ventaja de la ignorancia de la administración. Sobre esta base, los artesanos han resistido continuamente las descalificación y siguen reteniendo posiciones importantes en muchas ramas de a producción.” (Wood y Kelly, 1983:79)

62. La discusión del a tesis de la descalificación del trabajo ha ocupado buena parte de la atención de los teóricos del proceso laboral. La complejidad del debate puede ser consultada en More (1980), Penn (1985), Thompsom (1983), y en la edición de trabajos recientes sobre el tema que nos presenta Wood, (1983a).

63. La tendencia a la homogeneización es formulada al margen del proceso de descomposición-recomposición de la clase obrera y su incidencia en la propia configuración de las formas que históricamente adquiere de acumulación que, reiteramos, se concretan a una gran diversidad de arreglos estructurales y formas de funcionamiento de las organizaciones capitalistas que van más allá del propio proceso laboral. Así, se pierde de vista que “...es posible interpretar el curso del desarrollo capitalista en términos de flujo constante de la descomposición y recomposición de la clase obrera. Este tipo de análisis

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no sólo se puede aplicar a la gran escala del desarrollo social, sino también al análisis de luchas concretas. Así, al analizar las luchas dentro de una fábrica en concreto es posible ver como la administración constantemente introduce técnicas nuevas o maquinaria nueva o una nueva estructura salarial para fragmentar a la fuerza de trabajo o para minar la posición de elementos clave en su interior; por el otro lado, los obreros constantemente encuentran formas de reagruparse, nuevas formas de fortalecer sus posiciones de fuerza dentro de la fábrica. Hay un flujo de lucha constante que se concentra en fortalecer sus posiciones de fuerza dentro de la fábrica. Hay un flujo de lucha constante que se concentra en la descomposición/recomposición de la fuerza de trabajo.” (Holloway, 1982:62-63). Desde este punto de vista, adquiere relevancia el análisis del proceso de “recalificación” del trabajo instrumentado por la administración y que, a través de la capacitación y el entrenamiento y otros “mecanismos de influencia” (Simon, 1976; March y Simon, 1977), pretende concretar una estructura ocupacional a nivel organizacional que facilite su control (More, 1980; Storey, 1985: 199).

64. Al respecto, Littler y Salaman afirman que “...es a través de la relación de empleo, y de los caminos por los que puede ser manipulada por la dirección, que gran parte de la influencia manegerial es lograda... La dimensión más importante de la relación de empleo es la dependencia. La dependencia es determinada por dos amplios factores: la capacidad de organización de los subordinados.... y las fuentes alternativas de satisfacción de las necesidades.” (Littler y Salaman, 1982:261).

March y Simon (1977), pretendiendo explicar el comportamiento de los participantes en la organización, analizan tal relación a partir de la que denominan como el problema de la participación y permanencia de los miembros de la organización. Lo que llama la atención de este desarrollo convencional es su riqueza al identificar elementos fundamentales generalmente olvidados por análisis de corte más crítico: así, se fundamenta la decisión de participar a través de un proceso de evaluación de la deseabilidad percibida de abandonar la organización -grado de satisfacción alcanzado y perspectivas de progreso o nivel de aspiración- y la facilidad percibida de hacerlo -posibilidades de cambio-. Si bien debemos cuestionar la “libertad” otorgada a los participantes en este planteamiento (Ibarra y Montaño, 1984:128 ss.; Montaño y Rosim, 1983), no debemos dejar de reconocer que tales elementos juegan un papel en el comportamiento cotidiano de los mismo: “...cuando el trabajador acepta que no podrá moverse ampliamente, será más dócil para aceptar las políticas de la empresa.” (Littler y Salaman, 1982:261). En suma, planteamientos convencionales como los de la escuela del comportamiento nos pueden proporcionar elementos que, adecuadamente reinterpretados, expliquen no tanto el comportamiento individual como la lógica de dominación del capital y sus expresiones concretas a nivel organizacional a través de ciertos mecanismos de control.

65. Este aspecto es destacado también por Littler y Salaman cuando indican que “La ubicación de la administración como una función separada, distinta de la de los trabajadores de la fábrica, con experiencia y responsabilidades singulares, y con más derechos de autoridad sobre la fábrica de la que depende la eficiencia de toda la empresa..., es un primer paso crucial en el establecimiento del control sobre la fuerza de trabajo. Esto no se debe a que la administración diseñe las funciones de los trabajadores descalificados. Se debe a que tal concepción de la administración... ha sido aceptada por los trabajadores; en efecto, ellos han aceptado en su cuestionamiento de, o resistencia a muchos aspectos de su dominación. Han aceptado la normalidad de su subordinación. La resistencia, cuando ocurre si és que ocurre, será en torno a los detalles. Los aspectos cruciales -la naturaleza jerárquica de la empresa, la ubicación de las decisiones, de las inversiones de capital, etc.- han sido efectivamente removidas de la agenda.” (Littler y

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Salaman, 1982:259). En esta misma dirección recomendamos se consulte un estudio reciente a nivel de fábrica desarrollado por Burawoy (1979) que intenta demostrar la importancia del consenso para asegurar, a la vez, la producción y el ocultamiento del plusvalor.

66. Como un primer acercamiento al análisis de tales mecanismos indirectos de control recomendamos la lectura del sugerente estudio de Rendón (1985) y la discusión de las líneas de investigación propuestas por Storey (1985).

67. Destaquemos el hecho de que a través de la dispersión geográfica de la producción y de la relocalización de áreas de inversión, sobre todo en países cuyas condiciones laborales y políticas del Estado resultan favorables al capital, se logran los niveles de producción deseados al margen del empleo de sofisticados mecanismos de control.

68. Resaltemos aquí la importancia de la lucha política entre las clases sociales, la cual, para un análisis fructífero, debe ser ubicada en el marco de las formas de intervención y control del Estado en donde resulta esencial una concepción organizacional del aparato estatal que, pensamos, pudiera delinearse inicialmente a través de la aplicación del concepto de conjunto organizacional y su articulación son el análisis de las políticas publicas. (Márquez, 1982, 1984; Márquez y Godau, 1980).

69. Compartimos la postura de Benson cuando afirma que “El proceso de construcción social produce las formaciones sociales. Una vez producidas, desarrollan una estructura determinada con autonomía propia. La estructura puede ser estudiada y las relaciones entre sus componentes pueden observarse ordenadamente como si no fueran un producto humano. Como resultado, los estudios teóricos convencionales y las metodologías positivas pueden contribuir a la descripción de estos patrones...De hecho éste es el tratamiento de muchas investigaciones sociológicas en lo que se refiere a las organizaciones -por ejemplo, Perrow (1967), Woodward (1965, 1970), Zwerman (1970) y otros, encontraron correlaciones entre las tecnologías y las estructuras de poder de las organizaciones. La demostración de tales relaciones, sin embargo, no es el fin de la investigación sino el comienzo. Más que traerlas como conexiones causales determinadas, por ejemplo arguyendo que la tecnología determina la estructura social, el especialista investiga el proceso social en el que las relaciones predecibles y ordenadas han sido producidas y reproducidas... entonces, las teorías especificas no deben simplemente dejarse de lado. Más bien, ellas deben ser enmarcadas en un fondo más amplio.” (Benson, 1985: 91, 93, 108).

Esto nos ha llevado a distinguir las funciones positiva y negativa que cumple la teoría en el proceso de construcción de conocimientos: la primera “...consiste la reinterpretación de una serie de elementos que la misma nos proporciona directamente y que ubicados en un marco conceptual diferente se transforman cualitativamente, apoyando el conocimiento de la realidad social bajo estudio” (Ibarra, 1985a:41); la segunda, por su parte, “...consiste en la derivación, a partir de la lectura crítica de la propia teoría, de aquellos elementos de la realidad bajo estudio que la misma tiende a ocultar presentándolos en forma distorsionada.” (Ibarra, 1985a: 42).

70. Hemos señalado en otros trabajos que la administración científica no debe ser considerada en sentido estricto como un movimiento de la TO. Argumentamos en tal sentidos en Ibarra (1985a: 24-35).

71. La TO se ha dedicado primordialmente al estudio de la gran corporación capitalista y, en tanto no solucionemos el problema del alcance del término “organización”, circunscrito casi siempre al debate de la elaboración de tipologías de acuerdo a diversos criterios

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clasificatorios más que a la discusión misma del origen y la naturaleza de los diversos “tipos organizacionales”, limitaremos nuestra reflexión a ésta.

72. Asumimos el poder como un concepto general que expresa el antagonismo propio de las relaciones sociales capitalistas y en donde el control se constituye como una manifestación especifica de su ejercicio cotidiano. Reconocemos que a este nivel se requiere de un esfuerzo más amplio que nos permite conceptualizar con mayor precisión estos conceptos.

73. Cuando señalamos que la estrategia del “grupo dirigente” se plasma en diversos documentos de carácter aparentemente técnico deseamos resaltar la posibilidad de realizar una lectura criticas de los mismos, la cual deberá esclarecer las intenciones ocultas que supone.

74. Consideramos de gran utilidad para el análisis de tales procesos de las propuestas desarrolladas por los teóricos de la escuela del comportamiento sobre laxitud organizativa y cuasiresolución del conflicto (March y Simon, 1977; Cyert y March, 1963), mismas que deberán se reinterpretadas sobre la base conceptual del

Análisis Estratégico de la Organizaciones.