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A la luz de la luna Mientras la luna brillaba en el cielo nocturno, Mamá Ratona velaba el sueño de Ratoncito, que se acurrucaba abrigado en su camita de hierbas. Un manto plateado de estrellas titilaba desde lo alto. -Felices sueños, Ratoncito -susurró su mamá. Don Topo salió del seto a los tropezones y dio de bruces contra Mamá Ratona. -Mamá Ratona -le dijo-, no dejes aquí a tu bebé. El granjero vendrá a arar el campo. Esa cama no es segura. -¡Dios mío! -exclamó Mamá Ratona abrazando fuerte a Ratoncito-. ¿Dónde podrá dormir mi Ratoncito? -Tal vez en una camita debajo de la tierra - sugirió Don Topo-. Allí es donde debería dormir Ratoncito. Así pues, Mamá Ratona escarbó y escarbó en la tierra blanda hasta hacer un hoyo profundo. Luego puso a Ratoncito en su nueva cama. Ratoncito se ovilló, pero no se sentía cómodo: la luna no estaba. -Mamá -sollozó-, está muy oscuro, no puedo dormir. Atento en la rama del sauce, Don Búho oyó el llanto de Ratoncito y se acercó. -Mamá Ratona -dijo-, esta cama es demasiado oscura para Ratoncito. -Ay, entonces, ¿dónde podrá dormir mi Ratoncito? -se preguntó Mamá Ratona. -Quizá donde la luna brille más -respondió Don Búho-. En la copa del árbol debería dormir Ratoncito. Mamá Ratona trepó hasta una rama del sauce y descubrió un nido vacío, donde acomodó a Ratoncito. Ratoncito se ovilló en su nueva cama, pero el viento soplaba con fuerza y el nido se tambaleaba. -Mamá -gimió Ratoncito-, aquí estoy muy alto y me mareo. Me puedo caer. Los gemidos de Ratoncito despertaron a Doña Pato, que le dijo: -Mamá Ratona, esa cama es demasiado alta para Ratoncito. -¡Cielo Santo! -exclamó Mamá Ratona-. ¿Dónde podrá dormir mi Ratoncito? -En una camita de suaves juncos -respondió Doña Pato-. Allí es donde debería dormir Ratoncito. Mamá Ratona llevó entonces a Ratoncito a la orilla del río. Con saltos y brincos fue aplastando los juncos para hacerle una nueva cama. Cuando finalmente estuvo lista, Ratoncito se acurrucó, pero enseguida tuvo frío. -Mamá -lloraba Ratoncito-, no me gusta chapotear en esta cama mojada. Me puedo hundir.

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A la luz de la luna

Mientras la luna brillaba en el cielo nocturno, Mamá Ratona velaba el sueño de

Ratoncito, que se acurrucaba abrigado en su camita de hierbas. Un manto

plateado de estrellas titilaba desde lo alto.

-Felices sueños, Ratoncito -susurró su mamá.

Don Topo salió del seto a los tropezones y dio de bruces contra Mamá Ratona.

-Mamá Ratona -le dijo-, no dejes aquí a tu bebé. El granjero vendrá a arar el

campo. Esa cama no es segura.

-¡Dios mío! -exclamó Mamá Ratona abrazando fuerte a Ratoncito-. ¿Dónde

podrá dormir mi Ratoncito?

-Tal vez en una camita debajo de la tierra - sugirió Don Topo-. Allí es donde

debería dormir Ratoncito.

Así pues, Mamá Ratona escarbó y escarbó en la tierra blanda hasta hacer un hoyo profundo. Luego

puso a Ratoncito en su nueva cama.

Ratoncito se ovilló, pero no se sentía cómodo: la luna no estaba.

-Mamá -sollozó-, está muy oscuro, no puedo dormir.

Atento en la rama del sauce, Don Búho oyó el llanto de Ratoncito y se acercó.

-Mamá Ratona -dijo-, esta cama es demasiado oscura para Ratoncito.

-Ay, entonces, ¿dónde podrá dormir mi Ratoncito? -se preguntó Mamá Ratona.

-Quizá donde la luna brille más -respondió Don Búho-. En la copa del árbol debería dormir Ratoncito.

Mamá Ratona trepó hasta una rama del sauce y descubrió un nido vacío, donde acomodó a Ratoncito.

Ratoncito se ovilló en su nueva cama, pero el viento soplaba con fuerza y el nido se tambaleaba.

-Mamá -gimió Ratoncito-, aquí estoy muy alto y me mareo. Me puedo caer.

Los gemidos de Ratoncito despertaron a Doña Pato, que le dijo:

-Mamá Ratona, esa cama es demasiado alta para Ratoncito.

-¡Cielo Santo! -exclamó Mamá Ratona-. ¿Dónde podrá dormir mi Ratoncito?

-En una camita de suaves juncos -respondió Doña Pato-. Allí es donde debería dormir Ratoncito.

Mamá Ratona llevó entonces a Ratoncito a la orilla del río. Con saltos y brincos fue aplastando los

juncos para hacerle una nueva cama. Cuando finalmente estuvo lista, Ratoncito se acurrucó, pero

enseguida tuvo frío.

-Mamá -lloraba Ratoncito-, no me gusta chapotear en esta cama mojada. Me puedo hundir.

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Mamá Ratona sacó a Ratoncito del río apretándolo en sus brazos. Dejó caer abatida la cabeza y

suspiró:

-¿Dónde será que podrá dormir mi Ratoncito?

Entonces Mamá Ratona miró a Ratoncito a los ojos, que brillaban como luceros a la tenue luz de la

luna. Alzó después los ojos al cielo, y la luna le hizo un guiño. Mamá Ratona sonrió.

Recordó el tiempo en que era pequeñita, cuando los ojos refulgentes de su madre le velaban el sueño.

Recordó el manto plateado de estrellas que entonces la cubría. Recordó también cómo la había bañado la

suave luz de la luna.

Mamá Ratona miró hacia el campo que había sido siempre su hogar y sus ojos centellaron. El granjero

había pasado, pero en el hueco del gran árbol su casa estaba intacta.

Mamá Ratona llevó a Ratoncito de vuelta a su cama y lo acostó con ternura. Ratoncito se acurrucó

bostezando:

-Mamá, esta es mi cama. Aquí sí estoy bien.

-Claro que sí -sonrió Mamá Ratona-. Felices sueños, Ratoncito.

Sheridan Cain

By the light of the moon London, Little Tiger Press, 2006

Traducción: Laura Tallone