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ANTHOLOGICA A N N U A PUBLICACIONES DEL INSTITUTO ESPAÑOL DE ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS IGLESIA NACIONAL ESPAÑOLA ROMA 1954

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A N T H O L O G I C A

A N N U AP U B L I C A C I O N E S D E L I N S T I T U T O

ESPAÑOL DE ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS

IGLESIA NACIONAL ESPAÑOLA

R O M A

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A N T H O L Ó G I C A

A N N U A

REDACCIÓN:

V i a G i u l i a , 151

R O M A

A D M I N I S T R A C I Ó N :

Calle del Bosque, 9

( P a r q u e Metropolitano)

M A D R I D

Dirí jase toda la correspondencia a Roma o, en su defecto,

a las señas de Madrid.—ANTHOI.OGICA A N N U A acepta inter-

cambio con publicaciones científicas similares.

E S T A D E S , Artr.s Gráficas. — Evaristo San Migue), 8. Telefono 31 4079. — M A D R I D

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S u m a r i o

Págs.

ESTUDIOS:

DEMETRIO MANSH.I.A: Inocencio 111 y los reinos búfanos 9

JUSTO FERNÁNDEZ ALONSO : Los enviados pontificios y la Colectaríaen Es-paña cíe 1466 a 1475 5!

MELQUÍADES ANDRÉS : Las l-acidíadcs cíe Teología españolashasta 7575. Cátedras diversas , 123

JOSÉ M.'L GONZÁLEZ RtJIZ: Lo que falta a las tribulaciones cíeCristo (Col. i, 24) 179

ÁNGEL AI.VAREZ DE MIRANDA: ¡oh y Prometeo, o religión e irreligión. 207

JOSÉ GIMÉNEZ Y M. DE CARVAJAL : El decreto y las decretales fuentesde la primera fanida de Alfonso el Sabio 239

ANTONIO PALENZUELA : El tiemfo, verdad del ser 349

NOTAS Y DOCUMENTOS :

JOSÉ GoÑ'I GAZTAMBIDI; : Las primeras indulgencias de difuntos

(>456-'474) ................................................... 377

DEMETRIO MANSILLA: Fondos españoles de archivos romanos ......... 393

JOSÉ DI; OI.AURA Y GAKMENDIA (t): Catálogo de los códicescíe la biblioteca de la Embajada de España cerca de la Santa Sede ... 457

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Inocencio I I I y los reinos hispanos

POR DEMETRIO MANS1LLA

S U M A R IC ¡

i. SITUACIÓN POLÍTICA DE LOS REINOS HISPANOS : INDEPENDENCIA Y AU-TONOMÍA.—2. PACIFICACIÓN DE LOS REINOS HISPANOS, PREOCUPACIÓNPREEERENTE DE LA CURIA ROMANA. LABOR DEL CARDENAL LEGADO GRE-GORIO Y ACTITUD DE CELESTINO III.—3. INOCENCIO III Y LA PACIFI-CACIÓN DE LOS REINOS HISPANOS. MlSIÓN DEL CARDENAL RAINERIO.LA PACIEICACIÓN EN CASTILLA, LEÓN, NAVARRA, ARAGÓN Y PoKTU-

GAL.—4. LA INDEPENDENCIA DE LOS REINOS HISPANOS E INOCEN-

CIO III.—.5. LA RECONQUISTA, OBJETIVO FINAL EN LA MENTÍ; on INO-

CENCIO III,

SITUACIÓN POLÍTICA DE LOS REINOS HISPANOS : INDEPENDENCIA Y AUTO-NOMÍA.

Pocos momentos fueron tan decisivos para los reinos hispanos, y par-ticularmente para el reino de Castilla, como los cjue ponen fin a la duo-décima centuria e inauguran los primeros años del siglo xm. Este tiempocoincide exactamente con el pontificado de Inocencio III (1198-1216).

En la segunda mitad del siglo XH, y más concretamente después dela muerte de Alfonso VII, el «magnus imperator totius Híspanme»(t 1157), se produjo en la Península Ibérica una profunda crisis de supre-macía castellano-leonesa, cjue había de tener sensibles repercusiones no sóloen el orden político, sino también en el religioso y estrictamente eclesiástico.

El reparto del extenso reino castellano, llevado a cabo por el rey em-

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10 DliMKVKIO MANSILI.A [2j

perador, es considerado como un grave yerro de los reyes de Castilla '.Tan funesta división, a la vez que provocaba la disgregación de la uni-dad hispánica, lograda con tantos esfuerzos, anunciaba una nueva épocade agitadas relaciones entre los diversos reyes españoles. La política devasallaje, inaugurada y fomentada con tan marcado interés por monar-cas como Alfonso VI y VII, es abandonada por sus sucesores 2 ante lasnuevas realidades políticas de España. Es cierto que Castilla no pierdesu posición de reino preponderante sobre los demás reinos hispanos, peroestá lejos de exigir de los monarcas vecinos actos de reconocimiento y va-sallaje, como lo han hecho sus antecesores. Más aún, Castilla desaprove-chó magníficas ocasiones y oportunidades que le brindaron algunos he-chos políticos v militares en la segunda mitad del siglo XH, para recons-truir la supremacía y unidad hispanas.

Ni Sancho III de Castilla admite ya el vasallaje que Fernando II deLeón quiere ofrecerle el año 1158, ni éste intenta apoderarse del nacien-te reino portugués, el año 1169, ai derrotar a Alfonso Enríquez 3. Uno yotro hecho están respaldados por la autoridad del toledano y del tílden-se '', y es sorprendente que los citados cronistas los consignen, sin recri-minar o lamentar, al menos, la conducta de sus reyes. Los citados epi-sodios no tienen una satisfactoria explicación sino ante el cambio que lascircunstancias político-militares han operado en los reinos de Aragón yPortugal, principalmente, en la segunda mitad del siglo xii.

Aragón ha fortalecido considerablemente su posición merced a las con-quistas interiores y exteriores y a la política pacifista seguida con Casti-lla ". Más aún, en el pacto hecho, durante el asedio de Cuenca, en agos-to del año 1177,, el aragonés logró eximirse él y sus sucesores del home-naje prestado a Castilla por el reino césnraugustano, y es considerado en

Post bañe amera mfelicem divisionem. cuín predicáis imperator de térrasarraccnorum cum e.xcrcitu suo mortus cst mxta portum de Mura<lal ct sepu'tus cstin ecclcsia Toletana, Chroniíjuc latine des rois de Castelle JHsquen 1256, Ed. ClROT,página 28.

1 MENÉNUEX PIDAI., R.: La lispaña del Cid (Madrid, 1947), 4." ed., i, 257,264-265, 306 y 318. ítem. El imferio hispánico y los cinco reinos (Madrid, 1950),138 ss., 146 ss. y 182 ss.

" Cfr. MENÉNDEZ PIDAI., El imperio hispánico, 182-189.' Oí' Ri'bits Hiífaniac, 7. 23 (Ed. LoRENZANA), 3, 165-166. Respecto al Tudcn-

sc\ ciY. Hispania Illustrala, 4. 101-102.' Hay constancia de una concordia el año 1158, otra del año 1170 en Za-

ragoxa, que tiene su cumplimiento en el asedio <lc Cuenca, agosto del año 1177.Cfr. MiQrn : Liher fcndortim major. i. m'im. 32, pág. 45, v m'im. 33, pág. 47.

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[3] INOCENCIO III Y I.OS REINOS HISPANOS I I

estado de perfecta igualdad frente al castellano ''. Portugal, por su parte,que quedó amenazada de muerte el año 1158 por el tratado de Saha-gún 7, concertado entre los reyes de León y Castilla, no sólo no lia des-aparecido en los años siguientes, sino que se ha consolidado fuertemen-te merced a la gran actividad conquistadora y habilidad política de susmonarcas. A los veintiún años de la sentencia de muerte dictada en Sa-hagún, el diminuto e ilegítimo reino portugués lograba el reconocimien-to de su dignidad real por parte de la primera autoridad de la Cristian-dad 8, y, si Roma tomaba esta decisión, era porque sabía que el nuevoreino tenía asegurada su existencia y no tendría que rectificar.

Al revés de los reinos de Aragón y Portugal, el de Navarra, lejos defortalecerse, se encontraba en una situación de manifiesta inferioridad vfranca decadencia. Separado de Aragón el año 1134, a la muerte de Al-fonso I el Batallador, fue codiciado alternativa o simultáneamente por Ara-gón y por Castilla, como lo manifiestan los reiterados repartos del citadoreino. realizados a lo largo del siglo xn ". Sin embargo, logró Navarramantener su precaria y delicada situación, reconociendo el vasallaje delrey de Castilla, unas veces 1(l, buscando enlaces matrimoniales, otras, yaprovechando siempre las críticas situaciones del reino aragonés o castella-no 11. No obstante, su comprometida y difícil situación logró mejorarla

6 El Rey cíe Aragón tuvo en feudo vanos territorios de su reino, reconociendo«1 vasallaje de! rey de Castilla : Quod ct fuit fidelitcr observatum usquc ad obsí-dionem Conchac, in qua dicitur rex Castellao Aldcfonsus nobilis regí AragomimAldefonso hominium et dominium rcmisissc. Cfr. DON RODRIGO : De Reba>Hispaniae, j, j (Ed. LOIUINZANA), 3. 153. Véase también MIQUEI. : Liher fcudoram.i, núm. 33, pág. 47.

: Véase el tratado en ESCALONA. R.: Historia del real monasterio tic Sahagún.540 ap., núm. 174.

* Alejandro III , por bula del 23 de mayo de 1179, reconoce por primera vvzla dignidad real de los monarcas portugueses. Cfr. fAFFE-LoEWENFELD : Rcgesta,núm. 13, 420. Véase, además, KRDMANN : Das Papsttum und Portugal im I lahrbu»-dert der portugiesischen Geschichte (Beríín, 1928), pág. 20 ss.

' BALPARDA: Historia crítica de Vizcaya y cíe sus fueros, 2, 339; LI.OREML:Noticias iif'ó:'^as, 4, al año 1140; ZURITA: Anales, 2, cap. 28 y 37 al año 1170 \1178; MlQuEL, F.: Liher feudcrum maior, i, núm. 34, pág. 48; MOKKI : Anides(Ed. Pamplona, 1766), pág. 519-523 a! año 1179. Sobre e! reparto de Navarra e1.año 1198 entre Aragón y Castilla, cfr. GON/ÁI.EZ : Reclamaciones Je Alfonso VIIIá Sancho el Tuerte y tratado del reparto de Navarra en 1198. en «Hisnania". }

("943). 545 ss-0 SÁNCHEZ BEI.DA: Chronica imperatoris (Madrid, 1951)), pág. 69, núm. 91." Por lo que a enlaces matrimoniales se refiere, están el de García Ramíixv

de Navarra con Doña Urraca, luja natural de Alfonso VI! el Emperador. (Cfr. SAN-

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D I I M I M H U ) M A N S I I . I A

notablemente a unes del siglo xn, debido, en gran parte, al decidido apo-yo prestado por la Curia romana. El papado, que había escatimado a losmonarcas navarros el honroso título de reyes, después de su separación deAragón el año 1134, varía de actitud los últimos años del siglo xn, y esCelestino I I I , antiguo legado en España y gran conocedor de los asuntoshispanos, quien restablece de nuevo, el año i icj6, el título real para losmonarcas navarros 12. .Con tan alta dignidad, respaldada por la primeraautoridad de la Cristiandad, el reino de Navarra quedaba incorporado,en plano de igualdad, dentro de la órbita de los cinco reinos cristianos dela Iberia.

La existencia de los cinco reinos hispanos, completamente indepen-dientes y desjerarquizados, es una palpable y manifiesta realidad al ago-nizar el siglo xn y comenzar el siglo \in en la Península Ibérica 13 ; des-conocerla o prescindir de ella hubiera sido un grave error, no sólo en elorden político, sino también eclesiástico.

PACIFICACIÓN DE LOS REINOS HISPANOS, PREOCUPACIÓN PREFERENTE DELA CURIA ROMANA. LABOR DEL CARDENAL LEGADO GREGORIO Y ACTI-TUD DE CELESTINO III .

Pero la falta de unidad y dependencia política entre los diversos rei-nos había de producir en España un fenómeno de luchas y disensiones,similar al que se operaba por este tiempo en Europa, ante el nuevo v rá-pido desarrollo de las grandes potencias, decididamente contrarias a tole-

CHEz BI;I.DA: Chronica impcratoris, pág. 70, mím. 91-94.) Sancho III de Castillacasó con doña Blanca, hija de] rey de Navarra, García Ramírez, v Sancho el Sabio deNavarra casó, a su vez, con doña Sancha, hija del Emperador. Cfr. FI.ÓREZ : ReinasCíítholicas, i . 282, 297 y 307, y FERNÁNDEZ DE BirniENCouRT: Historia aenca-lóaica y heráldica cíe la monarquía t'S-pañola, i, 403 y 421 ss.'Un momento crítico,sabiamente aprovechado por Navarra, fue la minoría turbulenta de Alfonso VIII deCastilla. Cfr. FITA. F.: F.loaio de la reina tte Castilla y esposa Je Alfonso VIH¡lona Leonor de Inglaterra, en «B. A. H.», 53 (1909). 411 ss.

12 ...Sane ad ul habeat rc^ia tua magmtudo rcspectnm et hoc donum Dci spc-cialius cssc imcllígas, qnod sacrosancta Romana ecdcsia te ínter filias saos karissimosde novo eonnumerans et honorem reaium tihi conservare intendens, clarioris teílignitatis nomine insignivit. qnod ab a'io prcdcce.ssorum tuot'um n sede apostólicanon credimiis fuissc obtentum. K E I I K : Papsttirhttnden in Navarra, 2, 593.

13 Cfr. MENÉNDEX PIDAI., R.: Hl imferio hispánico, 181-197, y La Esfañaele! Cid, 4 ed., 2, 643 y 687.

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[5] INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 13

rar todo acto de subordinación y dependencia 14. AI finalizar el siglo XII

asistimos en Europa al nacimiento de una lucha general, que hace su-

mamente inestables las relaciones internacionales 15. También en Espa-ña los conflictos, que no habían desaparecido totalmente entre los diversos

revés cristianos, se hacen ahora más frecuentes c inevitables, agravadosJ O

aquí por la complicación de la guerra antnslámica. En efecto, las gue-

rras entre los monarcas de los cinco remos fueron casi ininterrumpidas en

el último tercio del siglo XH, y las paces concertadas tan precarias c in-

estables, que casi siempre eran presagio de nuevas discordias 10.

Sin embargo, pocas veces los deseos de paz eran tan vehementes y

11 HALPHEN: L'essor de l'Eurofc (X1-X1I1 siedes), ,en «Pcuples et Civili-zations», pág. 234 ss.

'" IbiAem." Entre Aragón y Castilla se firmaron las siguientes : faz de Haxama, fe-

brero del año 1158; faz de Zaragoza, julio del año 1170; faz de Cazarla, 20 demarzo del año 1179 (cfr. MiQL'EL, F.: Líber feudorum maior, i, núm. 31, 32, 34 v35' P^§- 43'5')- Entre León y Castilla se firmaron Jas paoes siguientes: faz deSahagún, 23 de mayo de 1158 (cfr. ESCALONA: Historia de Sahagún, pág. 540-541); faz de Medina de Ríoseco, 21 de marzo de 1181, confirmada en Castromi-ño (cfr. LÓPEZ FERREIRO: Historia, 4, 145-153, y GONZÁLEZ,: Regesta de Fer-nando 11, núm. 40, pág. 299 y pág. 138); faz de Fresno-Lavandera, i de juniodel año 1183 (cfr. GONZÁLEZ: Regesta de Fernando II, núm. 46, pág. 315, yLÓPEZ FERREIRO: Historia, 4, ap. 58); faz de Tordehumos, llevada a cabo foriniciativa del cardenal legado Gregorio, titular de Santo Ángel, 20 de abril de!año 1194 (cfr. RODRÍGUEZ, A.: Historia del Real Monasterio de las Huelgas, 2.325-327, y GONZÁLEZ, J . : Alfonso IX, 2, núm. 79, pág. 118); Convenio lie!año i ¡97, concertando el matrimonio entre Alfonso IX de León y doña Bcren-guela (cfr. RODRÍGUEZ: Historia, 2, 327); faz de Cabreros, de,l 26 de marzo delaño 1206 (cfr. Risco: Esfaña Sagrada, 36, ap. 62, ClROY: Affendices a ta chro-nique latine des rois de Castille, en «Bul'ctm bispamquc», 20 11918], 172-180. yGONZÁLEZ, } . : Alfonso IX, núm. 205, pág. 284); faz de Valladolid, 27 de juliode 1209 (cfr. Risco: Esfaña Sagrada, 37, ap. 65, GONZÁLEZ, J . : Alfonso IX.2, núm. 251, pág. 341; cfr., además, FITA, F.: Patrología latina. Cana inédita delos reyes don Alfonso IX de León y don Enrique 1 dt; Castilla al papa Inocen-cio III, en «B. A.. H.», 39 [1901], 524 ss.); faces entre Castilla1 y Navarra: f a zde Soria del año 1173, junio-juho, a instancias del cárdena,! Jacinto (cfr. GONZÁ-LEZ, J.: Regesta, pág. 105); faz de Logroño del año 1179 (cfr. GONZÁLEZ: Rtgesta, pág. 127); faz de Guadalajara, año 1207 (cfr. ZURITA: Anotes, lib. i.cap. 55 [Ed. Zaragoza, 16001, pág. 93-94); faces entre Aragón y León'. Pacto deAgreda, 27 septiembre 1162 (cfr. GONZÁLEZ: Regesta, pág. 371, y VI I . I .ANUKVA:Viaje, 17, ap. 326). Entre Aragón y Navarra: faz del año f f ó j y tratado dtBorja del año 1190 (cfr. Diccionario de Historia de Esfaña, 2, 1.120); entrevistadel mes de marzo del año //o6 entre Aragón, Casulla v Navarra (cfr. MoRET:Anales de Navarra, lib. 22, cap. 2).

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14 DEMKTK10 MANS1LI.A [6]

tuertes como en estos años por parte cíe la Cristiandad. La situación enOriente era grave " y no era más halagüeña en España, y Roma sabíamuy bien que m la cuarta cruzada a Tierra Santa ni la lucha contra losárabes en España podría llevarse a cabo sin un ambiente previo de pazv concordia entre los príncipes cristianos ls. Por otra parte, en España,la guerra antiislámica era no la exclusiva, pero sí la principal empresanacional, capaz de solidarizar y aunar las encontradas voluntadas de losreyes, y sobre la base de la reconquista había que fomentar y fundar todaobra de unión y pacificación entre los diversos reinos.

La Cuna romana se dio perfectamente cuenta del problema, y éstafue una de las más importantes misiones que había de llevar a cabo elcardenal legado Gregorio, titular de Santo Ángel. Efectivamente, pormediación del citado cardenal se ajustó una tregua, que había de durardiez años, entre los reyes de Aragón y Castilla, por los años 110,3-1194 19.Pero esto no bastaba; las relaciones entre Castilla v León eran belicosasv tirantes, y el cardenal legado sabía que la amistad entre estos dos rei-nos era totalmente indispensable para luchar eficazmente contra los mu-sulmanes. También aquí el éxito del cardenal Gregorio fue completo.El 20 de abril de 1194 lograba que se firmara en Tordehumos (Vallado-lid) la paz entre Alfonso VIH de Castilla y Alfonso IX de León 30. Pa-pel importante en esta paz jugaban dos de las órdenes militares. El granmaestre de Calatrava, por parte de Castilla, y el de los Templarios, porparte de León, habían de cuidar de los castillos entregados por ambaspartes como garantía y señal de fidelidad; asimismo habían de obligar alos dos monarcas a observar escrupulosamente la paz 21.

" GROUSSET: Histoire des croisades, 3, 122 ss.' m IV Concilio de Lcrrán recoge este anhelo general de la Cristiandad, y

entre las disposiciones que han de regular la expedición a Tierra Santa ocupa unlugar preferente la paz. Cfr. HEFELE-L.ECLEREQ: Histoire des canales, V. 2,'394

" Se desprende de la comunicación que los obispos Juan, de Zaragoza, yMartín, de Osnia, arbitros en la contienda, hicieron al obispo Raimundo, deZaragoza, con motivo de las reparaciones... Discretione.ni vcstram non credimuslaterc, qnalitcr nuper, cum Ínter reges tregua, donante Dco, firmara fuissct, con-venent ínter regem Castclle et regem Aragonenscm, ut dampna, que in treugis<¡ata fucrimt a duobus annis a próximo fcsto Paschc retro computandis, iuxta¡irbitnum nostnnn emc'ndentur. KI:.HR : Papstftrkimden in Navarra, 2, 568.

•" GONZÁLEZ, ).: Alfonso IX, 2, 116-117. Celestino III confirmó esta paz eli o de julio de 1195 y amenazó con !a excomunión a los que provocaran o hicieranla guerra contra los cruzados. J. L., 17.265. Neues Archiv, VI, 369.

"' Ibíílfni.

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[j] INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 15

El legado no quedó satisfecho solamente con hacer las paces entre losdos reinos citados; aprovechó también la oportunidad, brindada por unosmensajeros portugueses, para concertar paces entre los reyes de Castillay Portugal y arreglar diferencias entre éste y el de León '~~. Este mismotratado nos dice que el legado pontificio no sólo aspiraba a concertar unaspaces más o menos duraderas; quería atajar también la fuente misma delas discordias. Por eso prevé que, si el rey de León muere sin dejar su-cesión, dicho reino ha de incorporarse a Castilla 2'\ decisión que fue mástarde apoyada prudentemente por la Cuna romana "'.

El representante de Roma.podía volver satisfecho a la Ciudad Eternae informar favorablemente a su tío, Celestino III, porque sus gestioneshabían sido fructuosas y rápidas; pero el remedio llegaba demasiadotarde, aparte de ser aquellas concordias más artificiales que reales. Es ver-dad que se había puesto fui a la guerra entre los reinos hispanos, al me-nos de momento, pero no se había logrado una base firme de unión ysolidaridad para luchar conjuntamente contra el Islam; por eso, el desas-tre de Alarcos, en 110,5, fue inevitable. Cierto que la fuerza de los al-mohades era extraordinariamente grande y bien disciplinada, pero la úni-ca resistencia encontrada fue la de Alfonso VIII, rey de Castilla. Seríainjusto hacer recaer toda la culpa del desastre sobre los otros reyes his-panos, pero lo que no se podía negar era la falta de solidaridad entre todosellos, y esto en una empresa tan vital y de tanta trascendencia, no sólo paraEspaña, sino para la Cristiandad, era una culpa grave ~".

La sensación que el revés de Alarcos produjo en España y en Romafue extraordinaria, pero lo que interesaba era impedir se efectuaran enajelante hechos tan desagradables para las armas cristianas. La empresa10 era fácil ni estaba exenta de dificultades, pero la reacción no se hizo

"- Ibiílem, pág. 117.a;1 Ibleiem.

-' Tal fue la actitud seguida por Honorio III por lo que se refiere a la su-cesión cíe Fernando III al trono cíe León. Cfr. MANSILLA: Iglesia casteUana-leonesa, pág. 15 ss.

25 La crónica cíe los reyes de Castilla pone de manifiesto la actitud hostil"del rey leonés para con A'fonso VIII en la tragedia de A]areos. Más aún, Al-

fonso IX de León sacó todo el partido posible de este desastre aliándose con elmoro y declarando la guerra al rey de Castilla... Confi'íleratus t'st statim rc^timarroqttitano et accepla pecunia ab eottc'm el multítuetine militum armíitoriíniguerram movit regí Cusidle. Ed. CIROT : Chronifjue, pág. 45. En el mismosentido abunda Don Rtxlrigo: De rcbus Hispaniae, lib. 7. rap. 30. Ed. I.ORI-N-ZANA, 3, 171.

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l (> DEMliTKIÜ MANSII.I.A [8j

esperar. En efecto, el Papa Celestino III, en carta dirigida a Sancho VIIIde Navarra el 29 de marzo de 1156, después de hacerle ver la grave si-tuación por que atraviesa la Cristiandad, no sólo en Occidente, sino tam-bién en Oriente, y hacerle sentir la grave responsabilidad de la hora pre-sente, le echa en cara los ignominiosos pactos concertados "cum inimiciscatholice fidei, immo ipsius Domini nostri lesuchristi... ab eis certampccunie quantitatem annis singulis perceptnr¡s" 2r', y le recuerda que sudeber está en hacer las paces con los demás reyes de la Península y lu-char decididamente contra los enemigos de la cruz de Cristo 2 '.

Al mismo tiempo, y casi en los mismos términos, escribía el Papa alos reyes Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón, dándolescuenta de la carta escrita al rey navarro, y de la necesidad de llegar pron-to a una verdadera paz entre todos los reyes de España como condiciónindispensable para la lucha antimusulmana 2S.

La voz del Pontífice tuvo eco en España, y de una manera especialen el rey de Aragón, quien, según los Gesta comitum Barckinonensium 2<J,emprendió una peregrinación a Compostela, la cual sirvió de punto departida para concertar una gran alianza entre todos los reyes hispanos. Elaragonés trató el problema de la paz primeramente con el rey de León,se dirigió después a Coimbra para tratar del mismo asunto con el rey San-cho I de Portugal "" y quiso también ganar para la misma causa a San-cho el Fuerte de Navarra, en la entrevista celebrada entre Agreda y Ta-razona, en el límite de los reinos de Castilla, Aragón v Navarra, con laasistencia de los tres monarcas 31.

El anhelo de paz era general v se hallaba en el ánimo de todos, pero

-" KI:HI¡ : l'afslurkunilen in Navarra, i, 575."-"' ...Mandamus, rjuatinus abiiirato consoríio paganorum cum christutnis re-

gibtts verc ac perpetúe pacis concordiam celebres et ad expugnando* mímicosccclesic persecutores fidei eí ministros nequitic et de christianorum finibus ex-clndendos potcnter ac virilitcr accingaris et te ipsum ad dcfensi&nem ccclesiclaboribus exponere non farmides. Ibiaem, pág. 575.

"s Ibídem, pág. 577.'" MARCA, P.: Marca Hispánica, 560 ss.•" In era MCCXXX11H (a. ucfi) rex Aragoncnsis venit usijtte ad Colim-

bricarn ad mittcndam pacem ínter christianos in mense februarío. Chronicon Co- 'rimbriense, en «E. S.», 23, 334.

l!1 Moiííir: Anales, hb. 22, cap. 2. A ella alude claramente el documentofirmado en Olite cu c! mes de marzo <le 1196. Pacta carta era MCCXXXIIIinicnse martii, quando Gasto Bearnensis venit ad ciiriam supranominati regísNavanx;... cr ídem rcx Navarre et i'cx Castcllf cf i<"x Aragonic habiicrnnc collo-c[imim ínter Agralam et Tirasoniam. MARICHALAF : Colección diplomática, pág. 38.

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Jg] INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 17

lo que interesaba era encontrar una base firme y segura que la garantizara.El Papa Celestino III apuntó una fórmula consistente en considerar a losreyes hispanos en un plan de igualdad respecto de los territorios arrebata-dos al Islam y permitir al rey navarro libre acceso a la frontera mora *".Para dar más consistencia a esta fórmula, Celestino III restablece el títuloreal en favor del monarca navarro ", que en adelante nadie regatea a lossucesores de Sancho el Mayor. Esto, a la vez que significaba un triunfopara Sancho el Fuerte de Navarra, era reconocer claramente una realidadpolítica, tal como la fuerte autonomía que gozaban los reinos hispanos alcomenzar el siglo Xin, realidad que respetaron y tuvieron muy en cuentalos Papas siguientes tanto como Inocencio III y Honorio III 3 I .

No sabemos cómo sería recibida la propuesta pontificia por parte deAragón y Castilla; pero dadas sus aspiraciones sobre Navarra y las rela-ciones poco amistosas con su monarca, creemos que cayeron en el vacío,y que muy difícilmente estarían dispuestos a ceder al navarro territorios,que, aunque irredentos, consideraban como parte integrante de sus reinosrespectivos. Sin embargo, el pensamiento pontificio respecto de los reinoshispanos aparecía claramente definido. Su recia individualización y sobera-nía son reconocidas abiertamente por los Papas de este tiempo, con lo cualno hacían sino sancionar la teoría de la iurisdictio divisa, sostenida y defen-

32 Esta idea está apuntada por Celestino III en dos documentos del 29 demarzo de 1196, dirigido ej uno al rey navarro y el otro a los reyes de Castilla yAragón... sed si Dominus christanis victoriam conccsserit et trimphum, tc-rram et cerera omnia sarraccnorum, que vestra fuent occupata virtute, mxta ar-bitrium dilccti Grcgorii sancti Angelí diaconi cardinaüs apostolice scdis legati.nppotis nostri et trium episcoportim et totidcm nobilium laicorum, quos cardi-nshs cum lamdictis rcgibus (de Aragón y Castilla) simul tecum elegent, talitcTdiv'dant, quod te mérito habcant in suis necessitatibus adiutorem cr libcrum tibíet mis ad cxpugnandos sarracenos et ad tcrram, que te in hac divisione continua.Jcce.:sum et regressum concederé non postponant, ac honestar» tmtm et tuornmnon impcJitnt qttacumque occasione profectum. KEHR : Pafsturkiinden in Na-va: .a, 2, 575-576; ítem ibtdem, 577. La misma idea y las mismas palabras vuelvea repetir en el documento dirigido al canfcnaj legado Gregorio el 28 de mavo de!1196. Ibíílem, pág. 589.

** Ibídem. pág. 589.34 Esta realidad se pone de manifiesto en el documento dirigido al re)' de

Portugal, concebido en los siguientes términos: ...sub beati Petri •prou-ctione etnostra susci-pimus ct regnum Portugallie cttm integritatc hotiuris regui ?t ditnalate, q»c ad reges pertinet níc non et omnia loca, que ciim auxilio celestiquatic de sarracenorum mambus eripuent, in quibus uis tibí non possinr clins-tiani principes circum positi vendicare. «Reg. Vat.n, 8, fol. qo, núm. 24 y <•).fol. ;^8. PoTTHAST: Regesta, 4432 y 5663.

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ir. I>I :MI mío MANSII.LA [io|

dida por canonistas como Lorenzo el Español, Vicente el Español, Juanilc Galles, Tancreclo y otros a<i.

Pero con la misma fuerza con que reconocían la omnímoda indepen-dencia de éstos como de otros estados, también querían y pedían unidad deacción en todas aquellas empresas que en una u otra forma afectaban a laCristiandad, y en este punto no hacían sino dejarse guiar por la doctrinacanonista de la época, según la cual todo poder terreno ha de girar encorno a los principios de unidad espiritual o, como entonces se decía innnum corpus ecclesiae :'°. Las ideas pontificias dificultosamente se abríanpaso en España, no por falta de convicciones doctrinales, sino por el fuer-te arraigo y la profunda huella, que había dejado la idea imperial leo-

'17nesa .Por eso, a pesar de todos los esfuerzos del Papa en favor de la paz :>s,

las relaciones entre los diversos monarcas españoles no mejoraban; másaún, entre Castilla, León y Navarra eran abiertamente belicosas 39. Lasvergonzosas alianzas con los sarracenos se repiten, y Celestino III, porbula del 31 de octubre de 1196, se ve obligado a conceder a los que lu-:haren contra el rey de León la misma indulgencia que a los que toma-sen las armas contra los musulmanes; además, mandaba publicar sen-tencia de excomunión contra Alfonso IX y el castellano Pedro Fernán-dez de Castro, alma y promotor de toda esta ofensiva 40.

La misma indulgencia se concedía al rey de Portugal y a tocios losque con él luchasen contra el leonés mientras éste permaneciese obsti-nado en mantener torpes alianzas con los musulmanes, y hasta permitíaal portugués incorporar a su remo los territorios que arrebatare al de Leónen la lucha, que, por disposición pontificia, tomaba carácter de verdade-

c

3S MOCHI, .S.: b'onti cammistiche ilell'idea moderna ilello Stato (Milano.1951), 221-226.

~'° Ibítlcm, pág. 225."7 MENKNDEZ PlDAL : El imperio español y los cinco reinos, 201 ss.:" Véase nota 16."'" Por lo que se irlitTi- a León, cfr. GONZÁLEZ, ) . : Alfonso IX. i, 74 ss. ;

respecto ile Navarra, cfr. MORET: Anales, lib. 20, c. i (ed. Tolosa, 1189), 4, 85.La crónica ile los reyes de Castilla destaca la invasión cfc'l reino castellanopor parte de León y Navarra, apoyados por los musulmanes... sic igitur chns-tiani aun mauris colligati colligationc impietatis in deso'ationcm regís Casccllcronspirasse vidcbantur mala qnccumquc poterant arrocitatc roto rcgno undiiuieüifcrentcs. Cronique latine. Ed. CUÍOT, pág. 46.

" Así, en carta dirigida al arzobispo de Toledo, don Martín, y sus sufra-gáneos, fAFFE-LOEWENFELD : Regesta, 17, 433.

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[ll] INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 19

ra cruzada'". No había en ello ninguna extralimitación de poder; lo

pedía la suprema razón de la Christianitas, pero ni la primera autoridad

del mundo cristiano lograba dar cohesión y unidad a los diversos remos

de la Híspanla. Indudablemente que la firme decisión pontificia hubo tic

hacer impresión en el ánimo del monarca leonés, aunque es nuevamen-

te el concierto de un enlace matrimonial, el de doña Berengiiela con Al-

fonso IX, el que puso fin a la guerra ".

3

INOCENCIO III Y LA PACIFICACIÓN DE LOS RF.INOS HISPANOS. MISIÓN DELCARDENAL RAINERIO. LA PACIFICACIÓN F.N CASTILLA, LlíÓN, NAVARRA.

ARAGÓN Y PORTUGAL.

Así estaban las cosas cuando llegó a ocupar la Silla de Pedro el joven

v vigoroso Pontífice Inocencio III. La lucha contra el Islam constituía una

de sus preferentes preocupaciones ''', hasta tal punto, que el pensamiento

de Tierra Santa dominó toda la actividad político-eclesiástica de Inocen-

cio III durante los dos primeros años de su pontificado '". Pero en Ino-

1 Bu!a del 10 cíe abril del año 1196 en BKANDAO : Monarchia Lusitana.4, 53... nos igitur regle fratermtatis precibus annuentcs tibí et ómnibus, quimcmoratam regem (Alfonso IX de León) qtiamdiu in sua obstinationc pcrmansc-at, potenter ct virihter impugnavennt candem pcccatorum remissionem aucto-ritatc prcscntium indulgcmus quam Hierosolimnitani itineris assumentibus gra-vitatem, nos ct prcdeccssorcs nostn mcnunimus indulxissc, auctontatc presentmmstatuenrc;, ut quidquid per se vel per alios cidem rcgi in sua pcrtinatia consis-tenti per constitutiim vel a'iter ablatum fucrit, auferenti perpetuo uirc dcscrviatnec a<l ípsuts regís clommium ahquando revertatur... La fecha cíe la bula: Quitrínid aprilis pcntificatus nostri anno seftimo, no puede admitirse, ya que Celestino IIIno llegó aj séptimo año de su pontificado; por consiguiente, tiene que ser delaño 1196 ó 1197.

" La crónica de ¡os reyes de Castilla hace notar que la fórmula de \.\ pa/.ni; se encontró sino poi Ji camino matrimonial: ...reformara csr pax ínter regemLegiCMcnscni ct regem Castelle, que non potuit aliter reformar!, nisi ivx Castcllefiham suam cíomnam Rcrengananí regí Lcgionensí eopularct in matrimonio defacto, quia de iurc non poterat, cum ipsi reges attingerent sibi in secundo graducansaguinitatis. Ed. CIROT: Chronique, pág. 50.

13 Lo manifiestan c'aramcnte los numerosos documentos relacionados con l.iliberación de los Santos Lugares y aparecidos d primer año de su pontificado(1198). Cfr. POTTIIAST: Regesta, luini. u, 302, 336, 343, 353', 355...

" EI.ICHB: La Chriitientc rornainc (111)8-1274), vol. 10, pág. 45-49 de \.\«Histoire genérale de l'Eglisc».

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DEMü'l'KIO MANSII . I .A

icncio III l:i idea de cruzada es inseparable, a su vez, del concepto de es-trecha unidad que ha de reinar en la Cristiandad pura hacer frente al Is-lam. Esto explica sus reiterados esfuerzos por lograr uno y otro objetivo.

Los reinos españoles eran una pieza indispensable en el conjunto dela lucha antiislámica y no escapaba su trascendencia a la penetrante vi-sión del Pontífice; de ahí que los asuntos hispanos preocupasen desde elprimer momento a Inocencio III. La posición del Papa, por lo que a Es-paña se refiere, en este aspecto concreto de la cruzada, se polariza funda-mentalmente en dos puntos : primeramente, en fomentar la paz y con-cordia entre los diversos reyes peninsulares y, a la vez, fortalecer y vi-gorizar la posición política de los diversos reinos. El primero de los as-pectos es más conocido; no ocurre así con el segundo, pero no por esodeja de ser menos importante.

A concertar o a hacer cumplir tratados de paz iba dirigida en granparte la legación de Raineno. Lo manifiesta claramente la carta del 16 deabril de 1 198, dirigida al legado, que supone rotas las paces entre el revde Castilla y Navarra '''. Peligro de ruptura de relaciones entre Castillav Portugal denuncia la carta pontificia del 6 de junio de 1 198, hacien-do recaer la culpa, más que sobre los reyes, sobre sus malos conseje-ros '"'. Por otra parte, las relaciones entre Castilla y León no se consoli-daban ante la irreductible actitud de Inocencio III en dispensar el impe-dimento canónico, que se oponía a la unión matrimonial de los revés leo-neses : Alfonso IX con doña Berenguela.

Por eso, la misión pacifista que el legado Rameno llevaba de partedel Papa a los reinos hispanos chocaba fuertemente con un comprometi-do problema político. Tal era el matrimonio concertado entre Alfonso IXlie León y doña Berenguela, hija del rey de Castilla. Lo dice terminan-temente la crónica de los reyes de Castilla ' ' , v lo confirma la actitudadoptada por el episcopado castellano-leonés.

La sentencia de excomunión y entredicho lanzada por el legado pon-tificio sobre el reino leones y la amenaza sobre Castilla plantearon ungrave problema de conciencia a la jerarquía eclesiástica, que obligó a ésta

" ...accepimus ctiam, quoil Sancius rcx Navanorum trcufas cuín dicto regeCusidlo mitas fregit et castella fiilc!itatis >per violcimam occupnvit... MAXSIU.A :Documentación -pontificia, núm. 138. Citamos a base ilc nuestra obra ele próxim;iaparición.

*e Ihíciem, núm. 157, bula del 6 cíe jumo ilc 1198 ilingula al logado Ramono." Ed. CIROT : Chfoniqae latine, pág. 50. Don Rodrigo: De Rebus His-

faniae, lib. VII, cap. 31 (E<1. LoRENZANA), 3, 172.

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I 13] INOCENCIO III Y I .OS REINOS HISPANOS 21

a encaminarse a la Ciudad Eterna. La comisión estaba integrada por elarzobispo de Toledo, don Martín, y el obispo de Falencia, don Enri-que, por parte de Castilla, y por parte de León, el gran canonista donMartín, obispo de Zamora. Los comisionados pidieron con insistencia alPapa la dispensa tan vivamente deseada y sentida en León y Castilla '"".El documento pontificio no nos revela, a pesar de su amplitud, Jos mo-tivos en que apoyaban su petición los prelados españoles; pero a buenseguro que liarían valer, como poderosa razón, la necesidad de la paz, tanimprescindible en los reinos hispanos para proseguir la lucha contra lossarracenos. Ningún otro argumento podía hacer más impresión en el áni-mo de un Papa, para quien el concepto y la idea de paz constituían eleje central de su actuación y de su doctrina ", y para quien la lucha an-ruslámica era una obsesión constante.

Sin embargo, Inocencio III, fácil en concesiones materiales y transi-gente en otras muchas cuestiones ''", era inflexible en cuestión de princi-pios de orden espiritual y sabía dar a éstos la primacía que les correspon-día. En este caso concreto, el bonum matrimonii prevaleció sobre lo quepodríamos llamar el bonum pacis, porque el Papa, además de mantener-se fiel a los principios de orden moral seguidos por sus predecesores 51.creía que la paz podría lograrse por otros caminos, y en manera algunaestaba dispuesto a sacrificar los principios de la moral cristiana por ven-tajas de orden político. Por eso, los obispos españoles llegados a Romacon esta misión a duras penas pudieron lograr que fuesen recibidos por elPapa ''-. Tampoco logró reducir ni cambiar lo más mínimo el ánimo delPapa el espléndido donativo de 20.000 marcas de plata que Alfonso IXofreció a Inocencio III y a los cardenales, y la promesa formal de man-

'" MANSII.I.A, D.: Documentación fnntificia, m'im. 196, bula del 25 de mavode. 1199, dirigida al arzobispo de Compustcla y sufragáneos del rey de León.

'" FIEP.ACH : Die aiíghstinischcn Anschattungen Papst Inoocent líl til*Grund\tige f.ür dic Beitrteilung scjnc'r SteÜHno zurn Thrcnstreit (Grcifswald, 1914).

5" Inocencio III siempre se mantuvo generoso con los soberanos en las cosastémpora es, v. g., la misma coronación del rey de Aragón. En las mismas cues-tiones de orden moral mostró siempre una gran adaptabilidad, pero sin condes-cendencias <; transigencias comprometedoras. Cfr. Prima coll'-t'tio decrftn-lium, t:'t. XL.

01 Ta! fue el caso de Alfonso IX con Teresa de Portugal , al que alude Inocencío III cu la bula del 25 de mayo de 1199. Cfr. MANSII i A : Documenta-ción, mim. 196.

fl~ ...Tándem vero nitelligentes archiepiscopus ci episcopí memoran. i jueJnon solum indulgentiam stiper lioc a nobis, sed vix etiam posseiu a nobis audienriam impetrare. Ibtdem, núm. 196.

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" DEMETRIO MANMI.I .A \lq\

rener a costa suya en pie cíe guerra, durante más de un año, 200 caballe-ros para la defensa de la Cristiandad si el Papa accedía a los cíeseos delmonarca í"\

Al conocer la actitud resueltamente negativa de Inocencio III respec-to de la dispensa matrimonial se atrevieron a suplicar, al menos, la miti-gación de la pena de entredicho, que era sumamente gravosa y peligrosapara el remo leonés. F.1 entredicho —decían los prelados— favorecía, almenos negativamente, la propaganda herética ante la falta de predica-ción; el entusiasmo por la reconquista decrece por la misma causa ade-más de no sentir el rey ningún estímulo ni atractivo por la empresa dela reconquista ante el temor de morir en pecado '"". Por este motivo elpeliffto sarraceno era cada vez mavor; la misma situación de los cristia-/nos se agravaba paulatinamente ante la negativa de éstos a pagar las pri-micias y los diezmos por la falta de administración de sacramentos .

No era fácil —como insinúa el mismo documento pontificio— cam-biar en Inocencio III una resolución que sólo había sido tomada por eltriunfo de la justicia y la moral: non nisi iustitie et honestatis obtentuiirocessimus ''''; pero el gran Lotano sabía ceder, sin comprometer prin-cipios, hasta los límites de lo posible. Jurista y gran conocedor del dere-cho, encontró una fórmula media, y fue levantar el entredicho no total,sino parcialmente; no para siempre, sino por un determinado tiempo, losuficiente para ¡¡robar si la petición procedía de una sincera voluntad y sicon tal medida se lograban los buenos efectos que los prelados españolesesperaban conseguir"'.

Sin embargo, los reyes y sus principales consejeros quedaban sujetosi excomunión, y con ella amenazaba también a los reyes de Castilla sino cumplían la palabra empeñada ante el legado Raincno de trabajartodo lo posible por conseguir la separación de los dos cónyuges l l8.

Es cierto que el matrimonio se celebró sin autorización de la autoridadeclesiástica, pero se planeó con el asentimiento y consejo de varios obis-pos castellano-leoneses, como dice el mismo documento pontificio ''9. Y no

''; I'i.óiíi-:/.: Reinas Catholictfs, i, }68, siguiendo al cronista R. HoWEDfiN.11 MANSII.I.A: Documentación pontificia, mím. 106.

Ibícicm.'"' Ibídem.• ; Ibidem.51 Ib'idcm.VJ ...Sec ui dctcstabili capilla m OccicK'utc contracta Ject non absque quo-

Mimclam ccclcsiasticonim virorura asscnsu fiicrit forsctam attcmptata auctoritasturnen «eclesiástica millatcmis intervenit. Jb'uicm. ni'ini. 196.

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[15] INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 23

deja de sorprender que todo el episcopado castellano-leonés se pusiera departe de los reyes y apoyara sus pretensiones ante el Papa G0. Tal vezla pacificación de ambos remos pareciera al episcopado castellano-leonésrazón más que suficiente para que el Papa cediera en este caso. Además,no faltaban precedentes de dispensas pontificias, aunque raras, por razónde parentesco ", y es posible que en la actitud adoptada por el episcopadode Castilla y León influyera no poco la evolución jurídico-canónica, quepor entonces se estaba operando en este campo, ya que el mismo Inocen-cio III llegó a dispensar en esta materia a Juan sin Tierra, hijo deJuan II de Inglaterra, y al rey Otón IV de Alemania °2, y la mismalegislación canónica sufrió una notable modificación, el año 1215, enel IV Concilio de Letrán, al limitar al cuarto grado el parentesco, quese extendía por entonces hasta el séptimo c;!.

No es posible constatar con precisión si los juristas españoles de en-tonces, como Juan el Español, Lorenzo el Español y Vicente el Español, de renombre universal " y de marcada influencia en la CunaRomana en tiempo de Inocencio III C5, apoyaron la tesis del episcopadocastellano-leonés; pero su espíritu crítico e independiente, y en ocasionesabiertamente anticurialista G G , nos induce a pensar que encontró en

80 El obispo de Oviedo parece que fue el único que ejecutó prontamentelas prescripciones de Roma, por lo que fue desterrado. Cfr. MANSILI.A: Docu-mentación, núm. 144.

1 Gregorio VII el año 1074 prometió dispensar al marqués Azón parapoder contraer matrimonio con Matilde, con la que le unía parentesco de con-sanguinidad en cuarto grado (cfr. jAFFE-LoEWENFEI.n: Regesta, 4909); Pascual II(1099-1118) dispensó a Felipe I rey de Francia para contraer matrimonio conBercrada. (cfr. jAiFFií-LoEWENFELD: Rfgesta, 5979; véase, además, WERNZ-VIDAI. : lus canonicum, V, ¡US matrimoniaíc [Romac, 1946!, 521-522).

"-' Wi:iiN7-Vn>AL, loe. cit., V, 522.8 Canon 50 del IV Concilio de Lctán. MANSI: Concilia, 22, 1035-1038." SCHULTE: Dic Geschichte der Quellen imd Ltteratur des canonischcn

Rechts von Gratiam bis auf Papst Gregor IX, i , 190 ss.85 GILLMANN: Des Laurentius Hispmus Afparal (Mainz, 1935), pág. 125, y

KuTTNER: Repcrtorium der Kanonistik, en «Studi e tcsti», núm. 71, pág. 77.fi6 Véase cómo se expresa Lorenzo el Español al tratar una causa de .la iglesia

de Rávena ventilada en la Curia Romana... crit ne causa ista ad recusarionenisufficiens? Arg. Siipra de of. dele. Insinuante. Set non credo. Nam in curiavideo contrarium sem-per. Cfr. GILLMANN: Des Laurentiits Hispanas Apparat,pág. 91. Igualmente, Vicente el Español se muestra contrarío a la sentencia deexcomunión lanzada por el cardenal Rainerio contra el rey de León, c. 7. Repellantur. Comp. I. V. i ( — 0 . 7 XV, i) ad V. quia infestationcm b'.asfcmie affectio so-lee amicitic, incitare. Arg. contra cardinalem, qui semper extat in regno regís

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2.} DEMETRIO MANSII.I .A ( l6)

olios algún apoyo e hizo abrigar algunas esperanzas a la jerarquía ecle-siástica de León y Castilla.

Poco había logrado prácticamente la misión episcopal española, peropodía volver a España siendo portadora del pensamiento pontificio, bienconcreto y definido: no había que soñar con dispensa pontificia, por-que el Papa se mostraba opuesto a ello, y el entredicho sólo en partese había mitigado, con lo que el problema de la paz seguía sin tenerclara y definitiva solución en los remos de León y Castilla. Más aún, laseparación de los dos cónyuges no se podía prolongar más allá del plazoprudencial a que daba margen el fallo pontificio, pero tal separaciónentrañaba el germen de discordias y guerras entre los citados reinos, pormotivo de los castillos dados en dote a doña Berenguela por Alfon-so IX c > ; .

El fallo pontificio causó desagradable impresión en los reinos deLeón y Castilla, y no fue cumplido rápidamente; antes bien, se retrasócnanto se piulo. Lo prueba el hecho de que el Papa tuvo que urgirreiteradamente la excomunión sobre el rey de León. Por el mes de mayode 1201 manda a los arzobispos don Pedro, de Compostela, a don Mar-tín, de Toledo, y a los obispos don Enrique, de Falencia, y a don Martín,de Zamora, que reiteraran la excomunión sobre Alfonso IX de León os.y más tarde, el 5 de junio de 1205, se ve obligado a echar en cara alrey Alfonso VIII de Castilla el doble juego con que ha procedido en esteasunto. Por una parte, ha sabido dar al legado Ramcrio muy buenas pa-labras y esperan/adoras promesas de contribuir a la separación de su hijadoña Berenguela, con lo que ha alejado la excomunión sobre su persona ysu reino; por otra, sin embargo, con los castillos leoneses recibidos conmotivo de la dote de su hija doña Berenguela, ha creado una situacióntan comprometida en el reino de León que, prácticamente, él es el arbitrodel citado reino, con lo cual hace, si no imposible, por lo menos suma-mente difícil la separación de los dos esposos c9.

'lastclle, quamlo excommunicar rcgmim Legionense. Cfr. GII.LMANN, F.: Wo•JIM Vincentius Hisfitnm Btschof? en «Archiv fin- katholisches Kirchcnrceht»,

"3 ('933). >02-"* El documento de la elote dada jx>r Alfonso IX a doña Berenguc'a puede

verse en RODRÍGUEZ, A.: Historia del real monasterio de las Huelgas, de Burgos.2, 327, núm. 27, nuevamente editado por GoNV.Ai.Fi7. J . : Alfonso IX, 2, 194.número i 35.

i;s MANSII.I.A : Documentarían pontificia, núm. 252.''•" ...Cinu enim prcdicto regí (Alfonso IX) de térra rúa consiliarios depu-

teris. et fere univcrsc munitiones ipsiiis clctineantur a tuis, ramquain frenum 111

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[17] INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 25

El Papa no puede hacerse solidario de Cal proceder, y por eso, pater-nalmente, le exhorta a deshacer toda clase de maquinaciones y enredos,para no verse obligado a tomar sobre él y su reino medidas más fuertes yseveras 70.

La jerarquía eclesiástica no podía tolerar por más tiempo aquella si-tuación anormal sin atraer sobre sí la indignación pontificia. A Alfon-so VIII de Castilla tampoco le convenía llegar a un conflicto con el Papao a que descargara sobre su reino el «gladms sancti Petn»; por otraparte, el monarca castellano había conseguido, en primer lugar, que losreyes, al separarse, dejaran sucesión '* y, además, había procurado cau-telosa y cuidadosamente que todo el reino de León jurara aceptar dichasucesión 72. Por eso la voz del Papa pudo abrirse paso más fácilmente.

En efecto, por el mes de abril de 1204 hubo una reunión en Vallado-lid de casi todos los obispos de Castilla, y probablemente se trató aquí elproblema matrimonial de los reyes leoneses 7". No conocemos en detálle-los temas que se abordaron en tal reunión, pero sabemos que los doscónyuges se separaron, acatando la decisión pontificia. De hecho, la noti-cia ya había llegado a Roma para el mes de mayo; la ex reina de Leóndoña Berenguela, arrepentida por su proceder, había pedido humilde-mente al Papa la absolución de las censuras por medio del arzobispo deToledo y el obispo de Burgos, don Fernando. Inocencio III se apresuró aotorgar el perdón pedido, en carta dirigida el 22 de mayo de 1204 alarzobispo toledano y a los obispos de Burgos y Zamora 74.

Un mes más tarde, el 19 de junio, enviaba un documento concebidoen los mismos términos al arzobispo de Compostcla, don Pedro, y a losobispos de Zamora y Palencia para que absolvieran al rey y a sus princi-

o'j citis posueris, ipsum pro tuc voluntatis arbitrio ciraimducis et quasi nonminus de térra eius quam de propno regno diponis. MANSII.I .A: Documen^i-ción, núm. 277 (g de junio de 1203).

70 ¡bíJem.De la unión entre Alfonso IX y doña Berenguela nacieron: Don Fer-

nando, don Alfonso, doña Leoiipr, «lona Constanza y doña Borcliguel.i.Cfr. FI.ÓREZ : Reinas catbolicas, i, 363 ss.

<z ...Pretcrea, cum pro'cm ex huiusmodi copula incestuosa susceptam de-nuntiaverimus spuriam et sccunduní constituciones legitimas in bona patern.imillo unquam tempere succosuram, tu, de quo miramur non iiKxlicutn, cal l idc-proairasti, ut ci pene penitus totum regnum Legionense iiirarct. MANSII I.A .Documentación, núm. 277 (5 junio 1203).

" Cfr. GONZÁLEZ, J.: Alfonso ¡X,' i . nfi.''" MANSILLA: Documentación, núm. 300

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¿6 DI-MliTKIO MANSII .LA [l8|

apales consejeros del entredicho y excomunión en que habían incurridocon motivo del enlace matrimonial, que ya se había disuelto "'. Lacomisión y el mandato pontificios se cumplieron en el mes de octubre delaño 120¿}., según reza un documento dado por el rey a la iglesia cíe As-rorga 7C.

Con la separación de los cónyuges se puso a salvo la autoridad de laIglesia, e Inocencio III había logrado el triunfo de la justicia y de lamoral. Pero ahora había que ganar una segunda batalla, y ésta era la deasegurar la paz en los remos hispanos en orden a la reconquista, que, conla complicación de excomuniones y entredichos por causa del matrimonioanticanónicamente celebrado, había sufrido un estancamiento.

No se le ocultaba a Inocencio III que la separación de los reyes en-trañaba graves peligros de guerras y disensiones entre León y Castilla, acausa de los castillos dados en dote a doña Bcrengucla. Los citados castillosabrían a Castilla las puertas del reino leonés; por eso, ni el rey castellanoestaba dispuesto a devolverlos ni el de León resignado a perderlos ~ ' . Poresta razón, como insinúa muy bien don Rodrigo, hecha la separación deios esposos, apenas cesaron las guerras v devastaciones entre ambosvemos |S.

La posición de Inocencio III en este asunto estaba ya tomada desdetjue se planteó el problema matrimonial. Para el Papa era claro que loscastillos de las arras debían volver al rey leonés, porque al no existir ma-trimonio caía por su base la dote que se había otorgado con tal motivo 7'.

;" Ibídem, núm. 305."* Pacta carta apud Astoricam imiisc octobris, dic illa qua cgo prcdictus rex

domnus Adefonsus absolutus fui a vinculo exeommunicaaonis, era MCCXLII(a. 1204). Cfr. GONZÁLEZ: Alfonso IX, 2, 265, núm. 190.

' ' Esta actitud de desconfianza e intransigencia mutuas está indicada enlos documentos pontificios del 25 de mayo de 1199 y del 5 de junio de 1203, aldecir: ...frecucnti rclationc didicimus et publica fama clamat, usquc adco illa-<|ucasti rcgcm cundcm ct sic circumvenisti simplicitatem ipsius, út sinc multodispendio regni sui filiain tuam a se, si veüt ctiam, non valeat separare, cumplurcs et meliores munitioncs rcgni Legioncnsis, nomine prcdicte filie tue re-ccpcris et per tuos fcoens et facias custodiri, cidom filie tue remansuras, si fuerita rege relicta. MANSILLA : Documentación, núm. 277.

"" De rebits Hisfaniae, lib. 7, cap. 24 (Ed. LORENZANA), 3, 167.'" ...Quia vero castra quedam, que ídem i*Oc Legioncnsis dicte filie regís

Oastelle in dotem tradidissc proponitur, ita ut si eam aliqua occasione relinqueret,ípsa cederent in ius eius, impedimentum prestare vidcntur huiusmodi copule dis-.solvenae, cum castra ípsa non tam ob turpem quam ob nuilam potms causam suit

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INOCENCIO I I I V I.OS KKINOS HISPANOS

Después de la separación el Papa mantuvo la misma actitud, y, aunque elrey de Castilla hizo saber al Papa, a través de un nuncio, que tales castillosno les poseía él, sino su hija, queriendo así eludir la orden del Papa, sinembargo, por bula del 30 de junio de 1204, mandaba a los arzobispos deToledo y Compostela y a los obispos de Zamora y Coimbra que obli-garan a doña Berenguela a restituir los citados castillos al rey de León,bajo pena de excomunión, pena que debía hacerse extensiva a los reyes deCastilla si la orden pontificia encontraba en ellos alguna resistencia 80.

Más aún, el mismo Pontífice insinúa el camino de un arbitraje parasu solución y, caso de no encontrar fórmula aceptable, se lleve el asuntoa Roma para su definitiva solución M.

El pensamiento de Alfonso VIII de Castilla y de los hombres de Es-tado de su reino era distinto S2. No sabemos si llegó a intentarse siquierauna solución de arbitraje propuesta por el Papa; lo que sabemos es quelos dos reyes llegaron a querer resolver el problema por medio de lasarmas 85, y ios castillos seguían en el mismo estado el año 1206. Inocen-cio III, por bula del 2 de marzo de 1206, dirigida a los arzobispos de To-ledo y Compostela, urge de nuevo la solución de este viejo pleito yaconseja a los comisionados que vean la mejor manera de cumplir susmandatos en los reinos respectivos Sí .

Fruto de estas gestiones, unidas a un deseo general de concordia, fueel tratado de paz de Cabreros del 26 de marzo de 1206, por el que searreglan, al menos de momento, las diferencias existentes entre León yCastilla sobre la base de ciertas plazas y un buen número de castillos, quese ceden al infante don Fernando, lo cual había de facilitarle más tardesus derechos al trono de' León ss. No bastó el tratado de Cabreros paraconsolidar la paz entre ambos reinos; nuevamente surgieron diferencias

data, utpote cum ínter eos matrimonium non existat, ct ideo ncc dos nec donalioproptcr. dotcm. MANSILI.A: Documentación, m'im. 196.

"° MANSIU.A: Documentación, núnj. 316, bula <lc! 20 de junio <lc 1204." Ibídem." En cj testamento otorgado por Alfonso VIII el 8 de diciembre de! año

1204, estando en trance de muerte, disponía que se entregaran varios de esoscastillos al infante don Fernando, lujo de doña Berenguela. Cfr. FITA : Testa-mento del rey don Alfonso VIH (8 diciembre 1204), en «B. A. H.», 8 (1886), 229.

s:i GONZÁLEZ, J.: Alfonso IX. i , 118.M MANSII.LA: Documentación, núni. 333, bula del 2 de marzo de 1206.83 Risco: España sagrada, 36, ap. 62. y GONZÁLEZ, J.: Alfonso IX. 2, 284.

número 205.

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\ I A N S I U A |zoj

porque las ambiciones y aspiraciones cíe Castilla, más o menos disfra-zadas, causaban natural recelo y preocupación constante en el rey leonés.

Tal tirantez de relaciones y estado general de cosas bacía imposible lareconquista, v no podía ni debía mantenerse por más tiempo. Las altasjerarquías del mundo político y eclesiástico de León y Castilla sentían lagrave responsabilidad que sobre ellas pesaba, y por eso pensaron en unnuevo tratado de paz, que abora parecía ser definitivo. Efectivamente,en Valladohd se firmó, el 27 de junio de 1209, un importante tratado, enel que la inteligente doña Bcrenguela, por el sistema de cesión de plazas,supo obtener nuevas ventajas para su hijo don Fernando, a quien pre-sentía futuro heredero del remo leonés, y tal vex de Castilla. Las impor-tantes plazas de Vilalpando, Ardón y Rueda eran cedidas por don Al-fonso IX. de León a favor de doña Merengúela, quien, a su vez, debía ce-derlas a su hijo Fernando, v si éste moría, a don Alfonso sc '.

Con la firma del tratado los dos Alfonsos se sintieron tranquilos vturaron, además de ser amigos toda la vida *', dar a los remos unas tre-' D

iiuas de cincuenta años, que habían de ser la más firme garantía delmantenimiento de la paz recientemente firmada "". El solemne documentose robustecía, además, con el juramento de doce caballeros por cada remoV la sumisión a la excomunión y anatema, que habían de fulminar contracualquier infractor el arzobispo de Santiago y los obispos de Astorga, Sa-lamanca, Burgos y Falencia, a quienes sc les nombraba, además, vicariospara resolver cualquier diferencia que surgiera entre ambos monarcas S'J.Para mayor garantía acordaron comunicar al Papa, a través de nuncios,lo estipulado en el tratado y rogarle no sólo que le confirmara, sinotambién que nombrara a los arzobispos de Toledo v Compostcla ejecu-tores de las sentencias de excomunión lanzadas contra los posibles tranvgresorcs del mismo '"'.

En la documentación pontificia de Inocencio III no hemos encontradola confirmación a que aquí sc alude, pero indudablemente que el Papaaccedería gustoso a la petición hecha desde los reinos de León y Castilla.Nada podía ser más grato para un Pontífice, a quien tanto preocupabael problema de la paz v que llevaba tan en el alma la lucha contra el

" Risco: hspaña sagrada. 37. ap. 65. y GoxzÁu;/, J . : Alfonso I X . z, núnuro 251, pág. 341.

"' GoNZÁi.rz: /ílfoiisi. I X . 2. 342."" Ibííicm.*" Ibtdem, j>ág. ^43.

Ibiíü'm, pág. 344.

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¡2l] INOCENCIO I I I Y LOS REINOS HISPANOS ¿9

Islam '". Con este tratado se despejaba, al parecer, el camino para poderpensar despreocupadamente en el problema de la reconquista, pero losacontecimientos posteriores demostraron que el tratado estipulado contantas garantías fue impotente para arreglar las hondas diferencias exis-tentes entre León y Castilla. Dada la general tendencia de entonces arobustecerse los Estados y las Monarquías 9'!, el leonés no podía resignarsea que su remo se debilitara y menos que su existencia quedara seriamenteamenazada.

Por eso el tratado tenía que quebrarse en el momento en que uno uotro monarca viera que su reino sufría debilitación o menoscabo. El reyleonés así lo pensó en algunos momentos, y solamente así se explica suausencia en la empresa de las Navas, como su actitud frente a Castillaa la muerte de Enrique I (1214-1217). La batalla de las Navas, si era fa-vorable a Alfonso VIII, significaba robustecimiento de su poderío, queno agradaba ni favorecía en modo alguno a León; por otra parte, talofensiva le brindaba oportunidad para liquidar el viejo problema de loscastillos, que, ocupados por el rey-castellano, consideraba puntos estraté-gicos y vitales para la defensa de su reino "''. Si la batalla de las Navasera adversa al rey de Castilla, difícilmente le quedarían ánimos para di-rigirse contra León, v en uno u otro caso convenía obtener posicionesventajosas.

El proceder de Alfonso IX de León con ocasión de las Navas sirviópara poner de manifiesto lo difícil que era el problema de la paz entreambos reinos y cuan fuertemente arraigada estaba la idea de su recia per-sonalidad c independencia, acentuada ahora por las favorables corrientescanómco-jurídicas de la época '".

Hay todavía otro hecho que confirma más nuestro aserto. La prema-tura e inesperada muerte de Enrique I de Castilla (1217) reveló mejor elpensamiento y las aspiraciones del rey leonés. La crónica de los reyes deCastilla nos describe detalladamente este momento trascendental de lahistoria del reino castellano. Alfonso IX no solamente vio llegada la hora

FI.ICHH : La Chrcticnté rornainc, en «Histoirc genérale di: l'Eglise», 10.104 ss.

: MOCHI : l'onti aiHionistichc dell'idea moderna dcilo síato, pág. 15 v.''"' Cfr. TUDENSÜ: Chronicnn. en .(Hi.spania Illustrata». 4, no y 1 1 1 , v

GONZÁI.I;/: Alfonso IX, 146.' La contribución que los canonistas y, entre olios, varios españoles presta

ion al robustecimiento tic los reinos respectivos frente al universalismo imperial,puede verse en la excelente obra de Moom l'onti canonistiche, p;íg. ifu ss \ 234.

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JO l>l:Mli'l'KIO MANSI I . I .A ¡22]

de recuperar lo perdido, si algo le quedaba, después de la batalla de las

Navas '''', sino que soñó con ceñirse la corona de Castilla '•"'. Pero doña

Bcrenguela, apoyada por los nobles castellanos, no estaba dispuesta .1

ceder. Ella, que con inteligencia y sagacidad política poco comunes, había

renunciado, previa dispensa pontificia, a unos esponsales con Conrado,

hijo del emperador alemán Federico Barbarroja '", para casarse más tarde

con el rey de León, en previsión de una futura unión de los dos reinos,

ella, que se había opuesto también prudentemente al matrimonio de

su hermano Enrique de Castilla con una princesa portuguesa, doña Ma-

falda, cuya sucesión podía cerrar a doña Berenguela las puertas del

reino de Castilla '"', no podía ahora, en manera alguna, tolerar las pre-

tensiones del rey de León. A éstas contestó Castilla con la rápida pro-

clamación de don Fernando III por rey de Castilla y con una tenaz re-

sistencia a los planes bélicos del monarca leonés **, por lo que Alfon-

'" La actitud de Alfonso VIII de Castilla para con el de León, después de!a batalla de las Navas, fue sumamente- indulgente, ya que no solamente le dejó011 poder de todos '.os pueblos que había tomado, sino que, además, le restituyóotros varios castillos. Cfr. GON/ÁI.H/: Alfonso IX. 149.

'"' Cuando doña Bcrcnguda, conocedora de la muerte de don Enrique I,envió cautc'osa.mcnte a León a los nobles castellanos don Lope Díaz de Haro va don Gonzalo Rodrigo Girón, para que rescataran a su hijo don Fernando, alabala sagacidad y prudencia con que procedieron en este asunto con estas palabras:«Veré quidem utilis fuit simulado Castellanas, nam nisi tara prudcnter proces-sum fuissct, forsitam hodic regeni propnni non habercnt.» Kd. CIROT, pági-nas 91-92.

nr \:\ documento de españoles editado en uMonum. G<Tni. Hist.» Constitu-Lionas ct acta imperii, i, 453. Antes lo había editado MoNi>ÉJAR : Memoriashistéricas, de Alfonso VIII, ap. II. Cfr. además FLÓREZ: Reinas catholicas, i .351. Doña Bcrcnguela siempre sr mostró opuesta a este enlace. Cfr. MONDHJAR .página 259.

<JS Desde luego, Inocencio III mandó indagar el grado de parentesco exis-tente entre Enrique I de Castilla y la princesa portuguesa doña Mafalda. Cfr. MAXSILLA: Documentación, núm. 569, y c! mismo Pontífice prohibe a Enrique Icontraer tal matrimonio. MANSII.I.A : Documentación, núm. 562. De tales docu-mentos no se nos "a conservado nada más que la rubricóla o el argumento, perono el texto. Más tarde, su sucesor, Honorio III, otorgaba a doña Mafalda la ab-solución de la excomunión en que había incurrido por e! matrimonio con Enri-que I. Cfr. MANSII.I.A: Honorio III, núm. 99, bula del 25 de noviembre de 1217.Según cj padre Serrano (Dotí Mauricio, 33~34), fue el obispo de Burgos el en-cargado de informar a Inocencio I I I de parte de doña Bcrenguela.

"0 MANSII.I.A: iglesia castellano-leonesa, pág. 10: Chroniqítc latine, cd. Cl-

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[23] INOCENCIO III Y I.OS REINOS HISPANOS j l

so IX tuvo que renunciar a los planes imperialistas que le animaban lc"1.Los hechos se iban encargando de demostrar lo difícil que era para

Alfonso IX la realización de sus sueños, y que si para él era intolerabletodo acto de sumisión a Castilla, lo era mucho más para este reino,que venía siendo, desde hacía muchos años, el verdadero arbitro de lapolítica peninsular.

Los hechos narrados son dignos de tenerse en cuenta para comprendery valorar mejor la acción pacifista desarrollada por la Curia Romana enorden a la reconquista, y esto mismo explica también la dificultad yacrecienta, a la vez, el mérito de la gran empresa nacional que se llamólas Navas de Tolosa. Lo dicho hasta aquí se refiere casi exclusivamenteal reino de León y Castilla, y justo es reconocer que el problema de lapaz en este tiempo fue mucho más difícil de mantener entre esos dosreinos que respecto de los otros.

Los demás reinos peninsulares se iban consolidando y robusteciendo,siguiendo su marcha normal ascendente, si exceptuamos Navarra, y losintentos de sumisión por parte de los más fuertes ni siquiera se in-tentaron. No ocurría así entre Castilla y León, donde el arraigo de laidea imperial seguía más viva y vigorosa, pero, dada la fuerte persona-lidad que ambos remos tenían, todo acto tendente a someter, disminuiro debilitar tan recia personalidad tenía que producir automáticamenteuna explosión bélica. Así ocurre, efectivamente, por este tiempo entreLeón y Castilla, donde los tratados de paz se repiten sin cesar en losprimeros quince años del 'siglo xii).

ROT, págs. 94-95, y Crónica general, ed. MENÉNDEZ PiOAi., co!. 711-714. Padree hijo llegaron a firmar unas treguas, -preludio cíe un tratado do paz, que, urgidopor el Papa, a tenor de lo decretado en el IV Concilio de Letrán, se firmó entreAlfonso IX y Femando III. Cfr. Risco: España sagrada, 36, ap. 63, y GONXÁ-i.EZ, J.: Alfonso ¡X, 2, núm. 352. El documento no lleva fecha, pero probable-mente se firmó antes de llegar la orden pontificia.

3 La frase utilizada por Ja Cbroniqtte latine de los reyes de Castilla esbien expresiva: «Nolnit rcx. Legionensis preces admitiere (de los oíiisfos de Bur-gos y Avila), sed elatus vento manís glorie, quam concepcrat, sicut dicebatur tieimferio habcndo, transit Pisorgam ct venit Lagunam, ubi mansit: diebus aliquot."Ed. CIROT, pág. 94. Claramente, la palabra impcrium, en este lugar, era sinóni-mo de regnitm, y es que, según la doctrina canonista de entonces, «rex m rrgnosuo dicitur inipcrator», cfr. Mociu: Fonti canonistiche. pág. 167, jx'ro tambiéntenía e! significado de exclusión de todo otro poder y dominio (¡ni nnlli ¿Iterosubcst (cfr. MOCHI, loe. cit., ipo), y éste es el sentido más apropiado en miestmcaso, ya que a Alfonso IX se le hacía intolerable toda sumisión a Castilla.

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}.i I>I-:MI-TRIO MANSII.I.A [24]

Se dirá tal ve/ que no había deseo sincero de concordia. Indudable-

mente, existía, y los mismos documentos nos hablan de las cautelas to-madas para que la paz fuera estable. Las armas de excomunión y otraspenas canónicas, la fianza o custodia de ciertos castillos entregados comoprenda de fidelidad, la misma confirmación pontificia tantas veces rei-terada, todas eran poderosas armas medievales, pero impotentes para evitarla guerra o guardar la paz, lo cual no se ha de atribuir a una actitud de

desconsideración o desprecio a dichas censuras, y mucho menos a una ac-titud díscola o abiertamente antipontificia; era, sencillamente, una posiciónde rebeldía ante una sumisión que no estaban dispuestos a tolerar, yaque, según su mentalidad, se trataba del ser o no ser de su reino res-

pectivo.Pasando revista a los demás reinos peninsulares observamos que

Navarra a fines del siglo XH pasó un momento de crisis dificilísimo, tangrave, que obligó a Sancho VIII el Fuerte a pactar con los sarracenos.Hoy sabemos, además, que esa vergonzosa alianza se hizo de acuerdo

con León, que también pidió auxilio a los almohades, y todo era paracrear un cerco en torno a Castilla, a quien hacían reclamaciones terri-toriales fundamentales para sus reinos respectivos 1<u.

Navarra aspiraba a reconstruir el antiguo reino de Sancho el Mayor,

pero esto era ya demasiado tarde. Tales pretcnsiones habían sido dura-mente rechazadas repetidas veces desde la batalla de Atapuerca, quecostó la vida al rey García de Navarra (1054). Alfonso VIII, por suparte, consideraba como un grave deber recuperar todos los territoriosque se le habían arrebatado durante su menor edad 10~ hasta restablecerla antigua línea fronteriza del reino, como se hallaba en tiempo de supadre, Sancho III. Es verdad que las defensas de los remos respectivospedían y exigían alianzas, pero éstas tenían sus límites; por eso el Papa

Celestino III no pudo menos de condenar enérgicamente la lamentableconducta de los reyes de Navarra v León al aliarse con los sarracenos.

Natural consecuencia de estas alianzas era la preparación para laguerra que surgió entre Navarra y Castilla; pero Alfonso VIII, con granhabilidad política, no sólo logró deshacer el cerco que se le quería crear,sino llegó a formar una triple alianza a base de Aragón, Portugal yLeón, que procuró ganar para su causa '"''. Esta alianza fue fatal para

"" GONZÁLEZ, ].: Reclamaciones tic Alfonso VIH a Sancho el Fuerte y tra-tado del reparto de Navarra en 1198, cu «Hispania», 3 (1943), 551 ss.

; BALLESTEROS : Historia de España, 2, 362 ss.! GON/ÁI.I; / : Redamaciones, 550-551.

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[25] INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 33

Navarra, ya que puso en trance de muerte su misma existencia al acor-dar el reparto de este reino Aragón y Castilla el año 110,8 1<M.

A primera vista pudiera parecer que Castilla abrigaba intenciones deapoderarse de Navarra, a juzgar por el tratado; pero no era esa lamente de Alfonso VIII. Lo que pretendía este monarca lo dijeron loshechos postenores, y estos mostraron la preocupación capital del mo-narca castellano, que era incorporar a su remo los territorios de Álava yGuipúzcoa, como lo habían estado en vida de su padre, lo cual, una vezlogrado, ya no tuvo interés alguno en llevar a efecto el tratado de repartoque había firmado con el aragonés 105.

Sin embargo, por parte de Navarra existían recelos más o menosfundados loc, aunque las relaciones con Castilla fueron mejorando hastacristalizar en unas treguas el año 1203 107, preludio de las de Guadala-jara, que habían de durar cinco años, y a las que se unió también elrey Pedro II de Aragón lus.

El ambiente de enemistad entre Castilla y Navarra no era tan tirantecomo entre León y Castilla, pero sí lo suficientemente tenso y dificul-toso para proyectar expediciones contra los sarracenos. La recuperaciónde Álava, Vizcaya y Guipúzcoa por parte del rey de Castilla, que con-sideraba como parte integrante de su reino, era un paso firme haciaunas relaciones más amistosas entre los dos reinos, y, por consiguiente,un allanar el camino para poder pensar seriamente en la lucha contra losalmohades. Más aún, el incumplimiento del tratado de Calatayud, lastreguas firmadas los años 1203 y 1207 y las mismas disposiciones testa-mentarias de Alfonso VIII 109 eran una garantía para Navarra, y, ademá.s.

' Ib'idcm. Este tratado es una prueba más de que no pretendía Alfonso VIIIapoderarse de Navarra, ya que se contentó con Álava y Guipúzcoa.

' °5 GONZÁLEZ : Redamaciones, 5515-560.Una prueba de ello es el tratado de mutua ayuda firmado en febrero di-

'i202, en Angulema, con el rey de Inglaterra. Cfr. MARICIIALAK : Colección di-plomática, 162.

1117 DON RODKIGO: De rebus Hisfaiiiac, lib. 7, cap. 33 (ed. I .ORILX/ANA' , .3, 173. «ínter regem Castellac et regcm Navarrae ct rcgem Legioms tregua permtcrvallum tempons intervenir.» Don Rodrigo pone estas treguas entre 'os troreyes, después del ataque unido de León y Castilla contra Navarra, o más bi-ncontra don Diego López de Haro, que se bahía desnaturalizado de Castilla haciafinales del año 1201. Cfr. BALFARDA: Historia critica de Vizcaya, 2. 420: Mo-KL~r: Anales, lib. 20, cap. 5 (ed. Tolosa), 4, 144 ss.

l n s ZURITA: Anales, lib. II, cap. 55 (cd. Zaragoza, 1610), i , 04.105 Al hacer su testamento el año 1204, el rey Alfonso V I I I de Castilla

mandaba devolver a Navarra jVTarañón, Santa Cruz tU- Campczo v otros pueblos

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44 I>1 :MI TRIO M A N S I 1 . I . A fz6 |

una prueba clara de que el rey castellano no ambicionaba su reino. NiAlfonso VII antes ni más tarde Fernando V se hubieran detenido donde

lo hizo Alfonso VIH.F.l problema de la paz encontró un ambiente más propicio en Aragón,

cuvas relaciones con Castilla por este tiempo son francamente amistosas.Las fronteras entre los dos reinos se estabilizaron desde el matrimonio de

Alfonso II con Sancha la Castellana, hi ja de Alfonso VII. El remo ara-gonés nada tenía que temer de Alfonso VIII, quien llegó hasta a eximir.1 Alfonso II de Aragón y a sus sucesores del homenaje que debían pres-tarle por el reino de Zaragoza "°. Si Aragón pudo pensar y proyectaren su expansión por' el Sur de Francia fue debido, en gran parte, a lasegundad que le ofrecía la frontera castellana y a las buenas relacionescon dicho reino 1 M . Estas se estrecharon todavía más con Pedro II(uy6-i2i^). Y si esta buena amistad le proporcionó al aragonés ocasiónpropicia para dedicarse preferentemente a los problemas ultrapirenaicos,fue también beneficiosa para Castilla y íbría a la reconquista un caminode prometedoras esperanzas.

Tsl era, en resumen, la complicada situación política, frente a la cualla Curia Romana tuvo que llevar a cabo una delicada misión de paz. Laempresa era difícil y Roma no logró siempre los resultados apetecidos,

pero supo crear un clima favorable, que había de dar a las armas cristianastriunfos tan sonados como el de Las Navas v aligerar después la obrade la Reconquista.

LA i\»npi-:Ni>i-Ni:iA DI: LOS KI;I\O.S HISPANOS i: INOCENCIO I I I .

Pero ante- la realidad político-española Inocencio III no se limitó exelusivamente a fomentar la paz y concordia entre los reyes hispanos. J u n -

tamente con la obra de pacificación había que asegurar la existencia v

desde el piieme dr Araniello hasta Fuentcrrabía. Cfr. FITA: Testamento df\ rcvAlfonso VIH (8 diciembre 1204). en ..B. A. H», 8 (1886), 231.

1111 MÍQl.'Iil.: Líber feudorum maior. mím. }^, pá^;. 470. Diccionario de His-toria tic España (Madrid, 1952), i. nj.

'" MARTÍN: La folitiqtie bors d'Espagne d'Alfhonse ¡1, roí d'Aragoii (1162-it()6), rnartfitis cíe Prauence (Macón, 1902); MIRÜT Y SANZ : Itinerario de Al-¡niiso I de Ctitaliiñti y // ¡le Aragón, en «Bolct. de !:i Acad. de Buenas Letras».190:5, 1906 v 1907.

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(27! INOCENCIO III V l.OS REINOS HISPANOS 35

fomentar el robustecimiento de los remos respectivos. No hay que olvidarque las frecuentes discordias y guerras entre unos y otros reinos eran de-bidas al temor que los más débiles sentían de ser eliminados o absor-bidos por los más poderosos.

Inocencio III se dio perfecta cuenta de este estado de cosas v com-prendió claramente que la reconquista no podría llevarse a cabo sino sobrela base de un respeto mutuo entre los diversos reinos v de un indiscutiblereconocimiento de su soberanía. La labor realizada en este sentido porel Papa Inocencio es uno de los aspectos más interesantes de su políticarespecto de España.

Los primeros pasos en este sentido los dio ya su predecesor, Celes-tino III , respecto del reino de Navarra. La existencia de este reino estuvoseriamente amenazada en la secunda mitad del siglo \n por los remosvecinos de Aragón y Castilla, según queda dicho más arriba. Tal vezahora la cuestión se había agudizado ante los reiterados ataques de Al-fonso VIII de Castilla y las ambiciones no disimuladas del aragonés "-.

Sin embargo, la actitud hostil de los dos reinos tuvo una respuestarotunda y categórica por parte de Roma, que fue el reconocimiento dela dignidad real de Navarra "". Es verdad que con tal reconocimientotambién perseguía el Papa apartar al rcv navarro de sus alianzas con losalmohades, pero a la vez consolidaba su posición e independencia re-gias u '. Más aún, deseo del Papa es abrirle las puertas para tomar parte

: La dureza del ataque por parte de Castilla lúe grande, según la crónicalatina: «... G'onosus vero rcx Castclle non obhctus malomm, que rcx Navarrointulcrat, sibi ct rcgno silo tcmpore angustie (Alarcos) suc intravit m regno snncr. ccpit ípsuní vastare. Rcx Navarro videns, quo<l non potcrat ei resistir;1, dcrehete rcgno confugit a<i rrgein Marroqtmanum ct ivit ad civitateni Marrocos :m-plorans auxilium ct supp icans, ut subvenire dignaretur. Interina vero ivx Castelk*obícdit Victoriam ct i lum duraret obsedio castra oninia circumadiacentia acqui-.sivit, .scthccf, rrívinno, Arganzon, Santacruz, Alchorroza, Victoriam Vctcruu, í-s-lucia, tcrram, que: dicitur Ipuzcaia, Sanctum Sebastianum, msupcr Maranon, Sanc-tuní Vincentium et quedam aha. Tándem redirá cst ei Victoria, et sie habuir to-cam A!avam et térras circumadiaccntes et sic cum victoria rcvcrsus os! Casu-llam.Ed. CIIÍOT, 'págs. 50-51.

1 Fl reconocimiento tuvo qu- hacerse por el mes de marzo o ahnl del anoi 196, ya que el documento dir ig ido a! cardenal legado Gregorio el 28 de n m < >de 1196 le da el título de rey (cfr. K i . i i K : Papsturkunden in Navarra, núm. 228);sin embargo, el 29 de marzo de 1196 todavía !•. da el mulo de duque (cfr. ibiilrm.número 222, y MARICHALAR: Colección diplomática, pág. 34).

1 Se lo recordaba claramente el Papa en la bu!a que le dingr el 20 de l e -brero du 1197. Kl- : i l l ( : l'apstiirltitnái'n in Navarra, núm. 2^0, pág. 595.

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128]

en la gran empresa de la reconquista, y, desde luego, en plan de igualdadrespecto de los tiernas reinos peninsulares "''.

En el pontificado de Inocencio III se perfila mejor la tendencia a res-|vtar la propia individualidad e independencia de los reinos hispanos. Nohay que olvidar que las ideas jurídico-canómcas de la época favorecíanesta tendencia, y precisamente entonces se llegaba al término de una evo-lución en que la autoridad real recobraba la plenitud de su poder y pordoquier se la reconocía indiscutiblemente '"'. El ilustre maestro de Ino-cencio III, Huguccio de Pisa, es el gran defensor del poder pleno y abso-luto de los reyes dentro de sus estados respectivos, hasta equiparar en estecampo al rev con el emperador 117. El canonista pisano, igualmente queotros grandes representantes del mundo del Derecho, ya no concibe laestructura del mundo cristiano sobre la base de un solo emperador «unusunpcrator m orbe», sino más bien sobre la pluralidad de reinos debida-mente diferenciados con plenitud de poderes 11S.

A finales del siglo XH se ha hecho manifiesta y clara la crisis impe-rial. El fracaso de la tercera cruzada (1185-1152) fue una prueba más desu debilidad interna, lo que aceleró a la ve/ el proceso de la nacionaliza-ción de Europa y robusteció la individualidad y soberanía de los esta-dos respectivos 119. El papado no fue mero espectador en este proceso de!a vida política europea, sino verdadero protagonista. Su acción político-eclesiástica se orientó decididamente en favor del particularismo estatal,v una prueba bien elocuente, por lo que a la Península Ibérica se refiere.ia tenemos en el caso de Portugal, cuya existencia y robustecimiento comoremo tanto tiene que agradecer a la Curia romana 12°.

"•' Ibídem, núm. 221, pág. 577.'' MOCHI : Fonti tanonisticbe, pág. 6.7 ¡dijera, pág. 7, ídem est rex el imperaíor, a! rey :>i rcgno st:o se !c atn

buye la y;.tcstas eáiccndi ct constituendi."' H/u.PHEN: L'rssor tic \'l:.nrti¡,a (XI XII! siicles). en <,Pcnplcs ct Civili-

/ations». ^, i y) ss. hs intt rcsantc conocer ct pensamiento tic! canonista españolLorenzo, t|iucn, en sn glosa ;il c. ig, Vencrabilcm, Conip. 111, i, 6 (= c. 34.S. i , 6), dice: «Largo vocablo qiuhbct |x>tcst mi'pcnuor dici, qui liab'.'t quibusmipcrct. Únele t]uicniiH]tie est approbatus ab ecclcsia, MVC rcx. sive impcratoret ost catholicus, cuín credo impcrator.'m vcl rcgcm. 1-xtra ccelcsiam niillum credoiniperatorcni, <]in habeat tic uirc g'xidiiun inatcnalem, qm a Dco proccssit.» Gil.i.-M X S \ : Des Ltiurcnüus Hispanas, pág. 128. Kl niLsnio pensamiento puede V.TSCen otixis canonistas contemporáneos (cfr. Moc:m : Fonti canonisticbe. 7-8).

' I I . I C H I ; : La Chreliéntc mcdicvale, 291 ss., 304 ss. v 390 ss.ERDMANN: Das Pápsttum unt! Portugal ¡m crsten ]iihrhnnden dcr vor-

tftgiesischen Gcscbichte (Bcrjín, 1928). pág. 7 ss v }o ss. l'()r |<, que se KÍievc a

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|2g| INOCENCIO III Y I .OS REINOS HISPANOS 37

Con gran claridad y acostumbrada penetración ha hecho notar Mc-néndez Pidal el ocaso de la idea imperial española después de la muer-te de Alfonso Vil (t 1157) l11- Apunta como causa muy saliente la re-novación de las ideas romanistas del antiguo derecho romano, que con-solidan la concepción medieval de un solo imperio: el Sacro ImperioRomano en pugna contra cualquier otro imperio '"" ; pero es posible quehaya que señalar como causa más influyente la renovación de las ideasjurídicas tendentes a favorecer la autonomía e independencia de Jos di-versos reinos, porque no deja de sorprender que la crisis del imperialis-mo universal y del imperialismo castellano-leonés, de tipo nacional, seproduzca al mismo tiempo ''~3.

Indudablemente que un examen más minucioso del mundo político-eclesiástico español del siglo X H aclararía esta idea, pero hav muchos m-. ' /dicios de que el papado se esforzó siempre porque, dentro de un reinoreligiosa y políticamente homogéneo, los diversos reyes gozaran de unaplena autonomía. A base de esta línea de conducta habría que decir queno fueron las ideas romanistas las que precipitaron la ruina de la ideaimperial leonesa, sino las nuevas ideas jurídico-canónicas, favorecedoras delparticularismo estatal, y en este sentido es exacta la frase de MenéndezPidal, al decir: «La ruma de la idea imperial es el resultado de la plenaincorporación de España a la Europa occidental, por obra del mismo Al-fonso VII, que tanto se esfuerza en extender su imperio fuera de la Pen-ínsula» 1 2 C .

Inocencio III, educado en la escuela boloñesa y fiel discípulo de Hu-gucio de Pisa, sacó todas las consecuencias en el orden político a la doc-trina del maestro, fomentando y respetando siempre el particularismo delos reinos respectivos. El citado pontífice tuvo ocasión de demostrar!:)por lo que a España se refiere.

A primera vista, la lucha contra el Islam parece ser que aconsejabaen España una gran unidad político-militar que. naturalmente, había deformarse en torno al rey de Castilla, por ser éste el más poderoso monar-ca peninsular. Jamás el Papa favoreció tales planes v tendencias. I.as pre-

otras naciones, cfr. BIKKBACHA : Knric muí nalionalc Slaatm im frübtirii Mit-tealter bis 1245 (Drcscn, 1928), pág. 25 ss.

MENÍ-N-DEZ PIDAI., R.: La España del Ciil (Mailnil, 1047). 2. 641." Ibíacrn, pág. 642.' Per lo que SL rc-fínv ;i !;i c-nsis del poder impLTu' . c f r . Mocni: l-'m:::

cnnonisticbe, 227 ss. y 234 ss.' MENÉNDEZ P l I>Al . : /:/ im^nio español y l<:s cimo n'inos. pág. 179.

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1 ) 1 Ml iTRlO M A N S I I . I . A

tensiones más o menos encubiertas de Castilla de anexionarse el remo deI -con nunca hallaron acogida en Inocencio III. El enlace matrimonial deAlfonso IX de León con doña Berenguela de Castilla, hecho con mirasa la futura unión de ambos remos '"'', no sólo fue rechazado por el Papa,sino que insistió reiteradas veces en que se devolvieran al rey de León loscastillos que éste había dado en dote a la reina, y que Alfonso VIII deCastilla retenía con perjuicio de la independencia del remo leonés 12f>.

Indirectamente, al menos. el Papa afianzaba la posición del remo deLeón y velaba por su independencia, al declarar reiteradamente espuriae ilegítima la descendencia que pudiera lograrse del matrimonio concer-tado entre Alfonso IX de León y doña Berenguela contra todas las pres-cripciones canónicas I 2 ; ; más aún, el Papa ha podido advertir en el asun-to matrimonial que Alfonso VIII de Castilla pretendió ser el arbitro delreino leonés, actitud que Inocencio III no puede menos de recriminar vcondenar, velando por la independencia de este reino '"".

Igualmente favoreció la posición del reino leonés el hecho de que Ino-cencio III mitigara la sentencia de entredicho lanzada contra .su rey porel asunto matrimonial, ya que dicha sentencia significaba y podía cons-tituir un verdadero peligro para dicho remo '•".

Hay que advertir que estas intervenciones de Inocencio III no entra-ñaban ni significaban una intervención directa del Papa en los asuntosde orden temporal, sino más bien una consecuencia de su poder espiri-tual o «plenitudo potcstatis», como entonces se decía, que le lleva a ac-tuar mcidcntalmcntc al orden político o temporal. Son motivos de ordenreligioso y espiritual, como la cruzada, la defensa del matrimonio y otrossimilares, los que justif icaban su actuación supranacional y daba al mis-mo tiempo a su poder un sello profundamente espiritual, contribuyendoa la formación de la Christianitas, es decir, del imperium spirituale, per-fectamente delineado en Inocencio III. Pero lo que no puede ponerse en

'••' Lo prueba ti hecho de que Alfonso VIII tic Casulla procuró astutamenteque el remo leonés jurara aceptar por sucesor la piole que se derivara de este ma-trimonio (cfr. M A N S I U A : Documentación pontificia, núm. 277, bula del ^ cíejumo de 1203) y la resistencia que oponía a la separación de los cónyuges o adevolver los castillos que Alfonso IX había dado en dote a doña Berenguela.

'•'' MAXSM i. A : Documentación pontificia, núm. 307, bula del 20 de juniocíe 1 204.

'•''' Ibiíiem, ni'ims. 196 v 277, bulas del 25 cié mayo del año 1 199 y 5 cíejumo de 1203.

Ibidem, núm. 277.' Ibidem, núm. 196.

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¡ l l j INÜCtNClO I I I V l.OS RUINOS HISPANOS 39

duda es que, a través de estas intervenciones incidentales, se manifiestaclaro el pensamiento inocenciano de respetar y defender la autonomía eindependencia del reino de León.

Esta misma idea recibe más firme confirmación al observar la acti-tud respecto de Navarra. Como ya queda dicho, el remo de Navarraestuvo seriamente amenazado a finales del siglo xn ante los ataques vambiciones por parte de Castilla y Aragón. El rey navarro informó dete-nidamente al Pontífice de los planes que abrigaban los citados monarcas.Para deshacer la coalición castellano-aragonesa y evitar el inminente peli-gro por que atravesaba el remo navarro, se vio obligado Sancho el Fuer-te a pactar unas treguas y a concertar un matrimonio entre su hermanaConstanza y Pedro II de Aragón. Para mayor garantía, los reyes de Cas-tilla y Aragón exigieron al monarca navarro que jurara solemnementetanto el cumplimiento de las treguas como la realización del matrimonióconcertado, y le hacían saber, por medio de sus embajadores, que si nocumplía esta condición ellos no abandonarían su remo.

Sancho el Fuerte accedió a las exigencias de los reyes de Aragón vCastilla, prestando, contra su voluntad, el juramento exigido; pero, ala vez, hizo saber al Papa las circunstancias en que se había llevado acabo tal juramento y cómo su cumplimiento entrañaba para él la pérdidaJe su remo. Inocencio III salió en defensa del monarca navarro, v fuecambien aquí una razón de orden espiritual y religioso la que motivó suintervención. El juramento prestado por el rey navarro —dice el Papa---es más bien un perjurio y, por consiguiente, no impone ninguna obli-gación al citado monarca; además, el enlace matrimonial que se provec-ta no puede realizarse porque los contrayentes son parientes en gradoprohibido por la Iglesia 13°. También esta intervención del Papa, bienque motivada por razones de índole religiosa, pone a salvo la indecen-cia del remo navarro, seriamente amenazada, y vela por su autonomía.

Esta misma línea de conducta sigue más tarde Honorio III respectodel'reino navarro, al confirmar a Sancho el Fuerte los castillos de Alehe-t!o, Albocaf, Mallo, Peña de Anañón, Arcidicllo v Avengalbón, que ha-bía adquirido en la frontera de los sarracenos "", confirmación que, poruna parte, le defendía ante posibles reclamaciones de los revés vecinos,v por otra, era un expreso reconocimiento de poder participar, como lovdemás reyes peninsulares, en la obra de la reconquista, equiparándole,por tanto, a los demás monarcas de la Iberia.

"° Ibidem, mím. 181, bula del 11 de febrero de 1199.'" MARICHAI.AR : Colección diplomática, pág. 142.

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^O DliMlVIUIO MANSI1.I A [32)

Más claramente se manifiesta la mentalidad de Inocencio III respectoa la independencia y autonomía de los diversos reinos hispanos, estudian-do su actitud en relación con Portugal y Aragón. Si en Europa se con-solidaba cada ve/, más la pluralidad y diversidad de las monarquías consu acusada soberanía y personalidad frente a la unidad imperial, en laPenínsula Ibérica se efectuaba un fenómeno similar. Portugal y Aragón,principalmente, se van fortaleciendo cada vex. más y nada tendrán CJIKtemer frente al más poderoso monarca peninsular, que es el de Castilla.

Portugal, que había recibido del papado el mayor impulso en ordena la consecución de su dignidad real, procuró en adelante buscar el apo-yo pontificio para consolidar su posición, y, por cierto, que no le fuedenegado. Los monarcas portugueses no podían olvidar el paso decisivodado por Alejandro III en favor de Alfonso Enrique. Así se lo reconocíael rey Sancho I en carta dirigida a Inocencio III, al pedirle confirmacióndel testamento hecho, disponiendo de su reino v de sus bienes '''2. LosPontífices siguientes ni rectificaron ni se apartaron en manera alguna dela decisión tomada por el Papa Alejandro I I I ; más bien la ratificaroncon sus posteriores confirmaciones.

En efecto, de Inocencio III nos quedan dos testimonios bien elocuen-tes; es el primero la bula del 26 de mayo de 1211, en la que el Papaconfirma el testamento del rey Sancho I. El citado Pontífice no se limi-ta simplemente a ratificar el testamento, sino que se complace en recor-darle cómo la Santa Sede ha procurado proteger en todo momento elreino portugués. La misma confianza con que el monarca acude a laSanta Sede es la mejor prueba y más firme garantía de que la Curia ro-mana vela solícitamente por sus intereses y los de su reino ISS.

Más expresivo es el segundo documento, enviado también directa-mente al monarca portugués el 16 de abril de 1212. El Papa subraya ex-presamente la confirmación de la dignidad real y toma bajo la protecciónapostólica no sólo su remo, sino cuantos lugares arrebatare a los sarrace-nos, sobre los cuales no podrán reclamar derecho alguno los reyes veci-nos. Esto significaba no sólo un pleno reconocimiento del reino portu-gués, sino también un afianzamiento de su soberanía. Inocencio III haceextensivas tales concesiones a todos sus sucesores v se compromete a dc-

I 3~ El texto de! testamento cu &RANDA.Q: MonArcbia Lusitana, 4, 260. cs-cnt. ^. La carta dirigida al Papa consta por la contestación del Papa dada el 26de mayo de i ¿ i i . Rt'g. Vat. 8. fol. 57; P. I.. 216. 424.

1 Ihiílem.

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¡331 INOCENCIO III Y LOS REINOS HISPANOS 41

tenderlas con toda la fuerza de su autoridad apostólica ''". En este mis-mo sentido se expresa más tarde Honorio III al tomar de nuevo el reinoportugués bajo la protección de la Santa Sede y poner coto a toda pre-tensión que los reyes vecinos puedan abrigar sobre el remo de Portu-gal 135. Este pleno y reiterado reconocimiento de la dignidad real y elderecho a la ocupación de los territorios reconquistados a los musulmaneseran una prueba clara de la mentalidad pontificia respecto a la fuerte per-sonalidad y autonomía concedida al reino portugués.

Por lo que a Aragón se refiere, hay un hecho muy significativo, y al-tamente revelador de la vigorosa personalidad y autonomía lograda poreste reino y al mismo tiempo reconocida por el Papa. Es el acto de lacoronación, efectuado por Inocencio III en Roma el 10 de noviembre de1204. El acontecimiento del monasterio romano de San Pancracio, don-de el rey Pedro II fue ungido por el cardenal Pedro, obispo de Porto, ydonde recibió la corona real de manos de la primera autoridad de la Cris-tiandad, no era una simple y vulgar ceremonia; encerraba un profundosignificado político. Era, en primer lugar, un reconocimiento pleno y ab-soluto de su soberanía v autoridad reales 13r>.

Pero, además, la ceremonia romana no quedaba limitada a un episo-dio pasajero y personal del rey Pedro II de Aragón. Inocencio III conce-día también que los reyes aragoneses fueran solemnemente coronados enlo sucesivo por el metropolitano de Tarragona en la ciudad de Zarago-za 13?. Si para los reyes de León la coronación significaba la encarnaciónde la suprema autoridad real llls, no podía tener otro significado para losreyes aragoneses, que con esta concesión pontificia quedaban equiparadosa los monarcas leoneses "". Y, si era el Romano Pontífice el que realiza-ba la ceremonia, como en el presente caso, dicho está que el acto entranaba un pleno reconocimiento del poder y dignidad reales, ya que launción sagrada y coronación de los reyes en la Edad Media prestigiabav daba el máximo realce a la autoridad real 14°.

"•' Rcg. Vat. 8, fol. 88; P. L. 216, 562.¡a» ¡̂ (,g yat ^ £Q¡ jgg^ m'lm goj POTTHAST: Regesta, 5.563.136 ZURITA: Anales, lib. 2, cap. 51 («I. Zaragoza, 1610), i , 90. BLANCAS, ) . :

Coronaciones de los serenísimos reyes de Aragón (Zaragoza, 1641), pág. 3.MAXSILI .A: Documentación, mím. "516, documento del 16 de junio cíe i^ofi.SÁNCHEZ BELDA: Chronica Adefonsi imperatoris, págs. 4-5, núin. i .MENÉNDEZ PinAL: El imfcrío hispánico y las ciñen reinos, pág. 19/1.

"" SOHRAMM, i.: Die Kronung irn kíitaloniscb-artígonischcn Koni^n'ich, .IT"Estiidis Universitaris Catalán:», 22 (1936), 577. Cfr. también LONT.AS, P. : /../

"*

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4.1 n i .Mi . iK io MANSII . I .A 134]

Otro episodio hay también muy debatido en el pontificado de Ino-cencio III v que pone de manifiesto perfectamente la mentalidad ponti-ficia respecto de los reinos hispanos. Es la acalorada discusión sobre laprimacía sostenida entre Toledo, por una parte, v los arzobispos de Bra-

ga, Compostela y Tarragona, por otra '".Desde finales del siglo XI y, más concretamente, desde la restaura-

ción eclesiástica de la sede toledana (ij-X-ioSS = J.-L. 5366-5371), has-ta el siglo x i i i . la cuestión de la primacía fue objeto de prolongadas dis-cusiones entre Toledo, Tarragona, Braga v Santiago. La cuestión adqui-

iió su período álgido a lo largo del siglo xn, cuya trayectoria rectilíneau ondulante está casi siempre en perfecta armonía coi\ las ondulacionesque marca la línea política de los reinos hispanos "J. Justo es reconocerque la Cuna romana se decidió reiteradas veces en favor de Toledo, sobre-

todo en los siglos XI y XM '"; pero, cuando el panorama político de laPenínsula cambia notablemente en la segunda mitad del siglo X I I , laactitud de Roma cambió también de rumbo. Es inút i l buscar en los re-gistros de Inocencio III y de sus inmediatos sucesores una sentencia de-finitiva sobre la primacía tan solicitada por el arzobispo de Toledo o re-cabar de los arzobispos de Braga, Compostela o Tarragona un reconoci-miento pleno y absoluto de sus derechos primaciales, como lo habíanhecho sus predecesores '"".

En el pontificado de Inocencio III y de Honorio I I I se debatió am-pliamente este problema. El arzobispo don Rodrigo, celoso de sus dere-chos primaciales, tenía interés en obtener prontamente de la Santa Sedeuna declaración definitiva en su favor; pero Roma estaba muv lc|os de

coronación litúrgica en la kdtici Media, en «Anuario Hist. cid Der. Español», 23

('953). 37'-La disputa se agitaba principalmente entre Toledo, Braga v Compostela.

La discusión con Tarragona, en este tiempo, pasa a segundo plano.2 Sería trabajo de gran ínteres un estudio sobre la primacía española desde

i">tc punte de vista y creemos que no podría ni plantearse ni resolverse debida-mente, si no se tiene en cuenta el factor político.

! l : Son dignos de especial mención los pontificados de- Lucio II (1144-1145).J.-L. 8.605; Eugenio III (1145-53), J.-L. 9.362, 9.363, 9.482, 9.487. 9.697, 9.702-03,9.734-35; Anastasio IV (1153-1154), J.-L. 9.858-59; Adriano IV (1154-59), !•""-•10.125 >' Alejandro III (1159-1181). Véase también FITA, en B. A. H.. 7 (1885).220 y 223-224; 12 (1888), 164 ss.; 14 (1889). 538. Otros documentos en MAN-S H . I . A : Documentación pontificia, m'im. 8o ss.

"" Cuando Inocencio III otorgó el gran privilegio en favor de Ja iglesia deI oledo se limitó a repetir más o menos el formulario de sus predecesores. Cfr.

MAVSII.I.A ; Documentado», núm. 425, documento del 4 de mareo de 1210.

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[J5l INOCENCIO 111 V I .OS KLINOS HISPANOS 43

formularla. Poco después de tomar posesión de la sede de Toledo, el arz-obispo don Rodrigo obtuvo para su iglesia un gran privilegio confirma-torio de sus posesiones, según lo habían hecho sus predecesores ''''. Esverdad que en él se confirma la dignidad primacial en todos los reinoshispanos, según fórmula ya tradicional '"'; pero tal declaración no sir-vió sino para provocar una larga contienda. El arzobispo de Braga noestaba dispuesto a acatar la primacía toledana y la discusión empezó. DonRodrigo mandó a Roma un nuncio especial que presentó al Papa las pe-ticiones del arzobispo sobre la primacía.

Inocencio III. en carta dirigida a don Rodrigo el i de junio de 1211.le hace saber que no puede complacerle en sus demandas sobre la prima-cía, por ser las circunstancias poco propicias para plantear actualmenteesa cuestión, que había de provocar divisiones v escándalos, cuando loque se necesitaba era una gran unión de todas las tuerzas en orden a lalucha contra los almohades; le niega, por tanto, que deje la cuestiónpara ocasión más oportuna ' ' ' .

El arzobispo Jiménez de Rada creó llegada ésta después del gran triun-fo de las Navas de Tolosa (1212) y con motivo del IV Concilio de Le-trán. La circunstancia de acudir a tan memorable asamblea los arzobisposv obispos españoles, por lo menos en gran número ' ' " , le brindaba oca-sión propicia para defender allí sus derechos primaciales. En efecto; el arz-obispo de Toledo hizo una firme y vigorosa defensa de su primacía, ba-sándose en los grandes privilegios de Honorio I I , Gelasio II, Lucio II,Adriano IV e Inocencio III ''": pero no convenció a sus rivales o. por

115 Ibiilcm....pnmatus clignitatcm per Hyspamai'um rcgna tibí ct ecclesic Toletanc

auctcritatf apostólica confirmamus tequc pnmatcni prcsiiics Hyspaniarum respi-cicnt. Ibidem.

117 MANSILLA: Documentación, núm. 459, bula del i ilc junio de 1211 .' Li;CH.-\iKI:, A.: Un document rctrouve, en c>Jonrnal des savants». NOUVT-

lle Sene, 3 (1905), 562. Asistieron los arzobispos cíe I oledo con los sufragáneosde Cuenca, Segovia, Osma, Scgorbc-AlbaiTacín; d de Santiago con 'os sufragá-neos cíe Salamanca, Iclaña, Lisboa, Ciuclacl-Rodngo; el cíe Braga con los sufragá-neos d.e Astorga, Momloñcdo, Orense, Coimbra y Ojjorto; el de Tarragona conlos sufragáneos cíe Gerona, Barcelona, Vicli, Urgcl y Zaragoza. Por lo que a laprovincia eclesiástica de Toledo si1 refiere, cfr.. además. R I V I Í R A : Penonajes his-pánicos asistentes ¿'ti ' 2 /5 ¿ti IV ccncilio de luirán, en ccHispania Sacra)1. ^(1951), 342.

"° GARCÍA .LOÁISA: Colleclio conciliarum Hispai'iac (Madrid. 195:5), 287292. Una edición más cuidadosa la hizo el P. VITA. cr. »Ka/ón v i 'C '> , 2 (1902).181-195.

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DI Y I 1 I K I O M A N S I I I \

lo menos, no logró lo que él se proponía, que era el acatamiento y re-conocimiento de su primado por parte de los arzobispos de Braga, Com-'postela y Tarragona. El Papa permitió que se discutiera ampliamente lacuestión, pero se abstuvo entonces, y después de dar un fallo definitivo

sobre la debatida cuestión 15°.La táctica de Inocencio III, Honorio III y Gregorio IX fue diferir

todo cuanto pudieron este enojoso pleito, y, a lo sumo, se limitaron a re-

mitir copia de los documentos papales de sus predecesores, referentes ala primacía, o redactar también por su cuenta un nuevo privilegio entérminos parecidos ' ' ' : pero nunca obligaron a que los arzobispos deTarragona, Compostela y Braga reconocieran el primado toledano, o másbien que le prestaran obediencia como a primado. Tal obediencia impli-caba cierta sumisión y dependencia políticas '''-, y nada más lejos de lamentalidad de Inocencio III y sus inmediatos sucesores, siempre atentosa respetar la individualidad y autonomía de los reinos hispanos. La cues-tión de la primacía sirvió para demostrarlo palpariamente.

7

L.\ RECONQUISTA. OH|imv<> 1 INA1. I X I.A Ml-NTI: DH iNOCl-INCIO III.

La pacificación de los remos hispanos y el' respeto v reconocimientode la autonomía e independencia de cada uno de ellos no eran más quepremisas previas para la consecución cíe otro objetivo más amplio y fun-damental, cual era la lucha contra el Islam. Es verdad que la reconquis-

ta había de hacerse con la ayuda y unión de todas las fuerzas peninsula-res, pero cada una de esas fuerzas había de conservar su personalidad v

había de participar en la lucha en plano de igualdad. .Solamente así sería

l ' t ü La bu.a traída por Gorosterratzu (Don Rodrigo, pág. 419, ni'im. 27), porla que manda a todos los arzobispos y obispos cíe España reconocer el primadode Toledo es de carácter tan general, que por el hecho de obligar a todos, pocafuerza podía tener.

'•" M A N S I I : A: Documentación, núni . 425. ítem. Honorio I I I . ni'ini. 132 .documentos dci 4 de marzo de 1210 v 25 enero de 1218. respectivamente.

1:'~ De hecho, d año 1156, e! arzobispo de Braga fue excomulgado, por noquerer reconocer ;1 primado de Toledo. La sumisión de Braga a Toledo trajo comoconsecuencia la dependencia política de Portugal a Castilla. Cfr. ERDMANN : [)«*PapsttHm rítfd Portugal-im 1. lahrhundert dcr portugiesischen Gcschichte (Ber-l:n. u)¿8), pág. 40 v sv.

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[37] INOCENCIO I I I Y LOS KtISOS HISPANOS 45

eficaz todo esfuerzo que se intentara hacer por abatir a los almohades.Inocencio III tuvo ocasión de demostrarlo con motivo de la prepara-

ción de la gran batalla de las Navas de Tolosa. Efectivamente, la des-unión de los reyes españoles en orden a la reconquista continuaba sien-do la gran preocupación de Inocencio III. Cuando el rey de Aragón, Pe-dro II, manifestó al Papa el decidido propósito de emprender una luchaa fondo contra los sarracenos y pide a Roma el envío de un legado quelograra unir los esfuerzos de los demás reyes peninsulares, Inocencio IIIno accedió a sus deseos y le disuadió de sus planes y propósitos, alegandola gran desunión existente entre los diversos reyes hispanos '''''.

Cuando, de nuevo, el aragonés reitera la petición en los comienzos delaño 1204, recibe del Papa una segunda negativa, añadiendo a la razónanteriormente citada el triunfo que el rey de Marruecos, Abu Yusuf Ya-cub al Manhir, acababa de obtener en Mallorca ''"'. El Papa tenía ra-zón: a un poder fuerte y vigoroso, como el almohade, no se le podíahacer frente más que con.otro perfectamente unido v compacto por par-te de los cristianos. El Pontífice sabía el gran partido que los almohadessacaban de la desunión de los reyes cristianos, y por eso no veía realiza-ble un ataque seno por el momento, limitándose a fomentar iniciativasde índole particular 1''J hasta que llegara el momento oportuno de unaofensiva más general.

Este se presentó al finalizar el año 1209, cuando Alfonso VIII habíaasegurado y consolidado su posición interior, por una parte, y por otra,expiraba la tregua de diez años concertada con los almohades ''"". Ino-

155 ...postulabas a nobis, ut propter hoc 'Icgatiini nostaim iii Hispaniammitteremus, qui corda regum ad te convcrteret... nía autcm ¡ampriilern, cumprimo, viddicet, snycr boc mum nobis inúrnasti propositttm... tibí non duximtis con-sulendum, ut boc tcmporc contra sarracenos cxcrcitum (Ulceres ct eos contracbnstumos fornus excitares, MANSII.I.A: Documentación, núm. 296, bula del 14cíe febrero de 1204. Pero claramente se aludí- en esto documento a otro anteriora juzgar por 'las palabras que van en cursiva.

1 ...mine quoquc tanto fortuis in proposito nostro pvrsisumus et pnonccnsilio, quocl acüuic salubre crcdimus, adheremus, quanto pars hostilis viilcturex eo ainphus robórala, quod rcx Marroclmamis ik- rege1 Maioncaruní, sicut accopinuis, triiimphavit.. . Cfr., además. CACICAS: Lns Mudejares (Madrid, 1948).i, 278.

El 16 de junio escribía a los írcuvs dr Ca'atrava y Vele/ p;ira cjiu- acu-diesen a la frontera v ayudasen al rev de Aragón en !a Incl ín contra los sarr.iícnos. Cfr. MANSII . I A : Documentación, núm. 32^.

15(1 Do\ RODRIGO: De Rchus Hispanice, hb. \'II, cap. ^ i i ' ; l . l .om \/ \\ \ . .3- l"g. 174.

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4<) OI -MI I K K ) MANSII I A [ }

cencío I I I creyó que las inquietantes preocupaciones bélicas del aragonés

podían servir de estímulo al rey de Castilla, y por esta ra/ón mandó alarzobispo de Toledo, clon Rodrigo, y a sus sufragáneos para que influ-yeran ante Alfonso VIH v éste se decidiera también a emprender la lu-cha contra los almohades, bien solo o juntamente con el aragonés, o porlo menos que no impidiera el alistamiento de sus subditos en la luchaque proyectaba, por su parte, el rev don Pedro II de Aragón '".i . o

Alfonso VIII no necesitaba de estímulos. Como insinúa la crónicade los reyes de Casulla, el desastre de Alarcos era una espina hondamen-te clavada en el cora/ón del monarca castellano '•'". Por eso se dieron lamano las intenciones del monarca v los deseos del Papa, a los que se aña-dieron las circunstancias políticamente favorables de Castilla. Además,el valeroso príncipe don Fernando, primogénito de Alfonso VIII, desea-ba consagrar a Dios las primicias de su vida mili tar , v era preocupación-uva emprender pronto la guerra contra los almohades ''"'.

Así se lo había manifes tado al. Papa, v éste había exhortado vivamen-te a todos los arzobispos y obispos de España-par a que prestaran todo elapovo posible al citado príncipe y movieran a los demás reyes a imitarel ejemplo de don Fernando, estimulando a todos los cruzados con laconcesión de la remisión plena de los pecados '."". Los deseos del infanteeran plenamente secundados por su padre, don Alfonso, con lo cual seiba formando un favorable v crecido ambiente de cruzada en Castilla,listo movió al monarca castellano a pedir a Inocencio I I I el envío de un

MANSII LA: Documentación, núm. 419. bula del 16 de febrero de 1210.'*" ...mancbaí in alta mente regis positum, qucxl nimqnam de ípsa cxcicle-

rat infortunium, quocl passus fucrat m bello de Alarcos. Sope revocabat ad ani-mnm diem illam. habcns desickTmm viccm roddcrc regí Marrochitano et prohac re si'pe Dominum deprecabatur. Altissnmis, qui pacicns redditor est, vidensdcsidenutn glonosi regís inehnavir aurcm suam et de excelso solio g'orie sueorationeni eius exaudivit. Imnt igitur Domini spinuis in regen glonosnm et m-( lu i t i t in i virtiis ex alto sicijue, quod tañí longo tcmporc preconccperat produxit¡n aetuni. Movit igitur gucrram regí Marroqintano, confissus de misericordiaDomini nosm Icsuchristi c-t sratini intravit cuín filio sno in terram preclicti regís\'t'i'.sns partt's Murcie., ed. C'irot. pág. 55-56.

...Ardebat disiderio giieriT sarracenonim; illam traetans cum famüianbu.sf t t a ñ í sepe- volveos in animo n-.'c ei ¡am suidinm aluid placeré poterat, msi intli-eia et ustis armarum. luí. Cirot. pág. ^.

1 Hl Papa dirigió dos bulas de muy parecido tenor, la una a todos losarzobispos y obispos de Tspaña fechada el 10 <lc diciembre y 'a otra al arzobispode Toledo y obispos de Coimbra y Zamora fechada el 22 de febrero di- i z i ¡ .Cfr. M A X S I I . I A : Documentación, núm. 445 y 440.

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legado, pero el Papa no accedió a sus deseos l l l l¡ sin embargo, no queríaque se frustraran los buenos propósitos de Alfonso VIII y de su hijo, ypara evitarlo manda al arzobispo de Toledo, don Rodrigo, v a los obis-pos don Pedro, de Coimbra, v don Martín, de Zamora, que hicieranobservar las treguas que los demás reyes peninsulares tienen concertadascon el de Castilla mientras éste está empeñado en la lucha contra los al-mohades "|J.

Inocencio III se ve obligado a fomentar estas iniciativas particularesporque seguía teniendo poca fe en la unión de todas las fuerzas de la Es-paña cristiana. Sin embargo, la idea de cruzada iba tomando cuerpo enCastilla y llegó a su total madurez con la perdida de Salvatierra, la prin-cipal fortaleza de la Orden del Císter L("'. Este contratiempo provocó enAlfonso VIII v en el episcopado castellano un deseo de cruzada gene-ral, que fue expuesto a Inocencio III "''.

El Papa acogió favorablemente la idea y mandó al arzobispo de Sens(Francia) y sus sufragáneos que exhortaran a todos sus subditos a prestarla máxima ayuda, ya personal, ya real, a la empresa que proyectaba elrey de Castilla ""'. El llamamiento del Papa no se limitó a la provinciaeclesiástica de Sens. sino que se extendió a todo el reino de Francia y laProvenza, según se lo hace saber el Papa al rey Alfonso VIII en la buladel 4 de febrero de 1212 "'''. Por su parte, el rey de Castilla desplazónuncios a diversas partes de Europa "". deseando dar a la cruzada unverdadero carácter internacional.

1 El documento pontificio se limita a decir: . . . n < l presens propter tém-pora impacata nequtvimiis regie satisfacer" voluntan, MANSII.I.A : Documenta-ción, iním. 450, bula del 22 de febrero de 1211. Tal ve/ el Papa no se decidea aiandaí' un legado por tratarse de una expedición, cjir.1 era iniciativa particulardel rey de Castilla y no genera! de todos los reyes de España.

"•-' Ibidem.1 ...ad ultimum castrum (Salvaterre) occiiipauím est m opprobnum fuleí

cbnstiane. era -VI CCXÍ. VIH (1210) mense septembri. Oasnuní ilhul castrumsalutis et desperditio ciiis ademptio glorie. DON RODRIGO : De Rchus Hispania''.lib. VII, 35 (ed. LOKIINZANA), 3, 174. No fue el año 1210. sino el 1 2 1 1 . Ctr. An¡¡-\es Toledanos, I, en «Esp. Sag.», 23, 305.

"" ...nobis humiliter supücavit, quatemis ei necessanum faccremm .inxiliumimpertir) pc-r catholicos fidei professores. MANSII.I A : Documentación, núm. 47$.bula del }i de enero de 1212.

"'"' Iblelem.'" M A N S I I . I . A : Documentación, núm. 475.'"7 Quando se perdió Salvatierra envió e! rey don Alfonso al .n/obispu don

Rodrigo a Francia, e Alemania e a! Apostollgo de Roma e dio el Aposroligo a

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4¿* DEMETRIO MANSIU.A [40]

Pero a Inocencio I I I le seguía preocupando extraordinariamente ladesunión de los reyes hispanos, y tenía mucha razón, porque la falta desolidaridad hispana y las hábiles alianzas que los musulmanes han sabi-do negociar con los reyes de León y Navarra han hecho imposible todointento de cruzada 168. Por eso dirigió el 5 de abril de 1212 una ponde-rada carta a los arzobispos de Toledo y Compostcla, exhortando a lamás estrecha unión entre todos los reyes, y mandando excomulgar aquien osare unirse con los sarracenos "'*. Aborda después el caso del reyile León, de quien dice expresamente que, caso de unirse con los sarra-cenos, han de lanzar sentencia de excomunión y entredicho contra él ysu reino. La gravedad de la hora presente exige —continúa diciendo elPapa— que toda diferencia entre los reyes se difiera por el momento yse lleve a Roma oportunamente para su definitiva solución 1'°. Es ciertoque el rey de León no se incorporó a las Navas, pero se evitó que pacta-ra con los musulmanes.

Inocencio III ha visto lograda, al fin, v a costa de muchos esfuerzos,una gran solidaridad que ha de ser la clave del sonado triunfo de las ar-mas cristianas en las Navas de Tolosa. El feliz desenlace de la campaña,cuvo desarrollo es de sobra conocido ''', llevó a Roma la natural alegría

tal soltura por tocio el mundo que fuesen todos saltos tic sus pecados e este per-dón fue, porque el rey de Marruecos dixo que lidiarle con cruamos adorabancruz en tocio el inundo e moviéronse los dultra ¡puertos e vinieron a Toledo. Ana-les To&eetanos, I, en H. S., 23, 395. De este llamamiento se hace también ecoel cronista árabe que dice: «Fueron los frailes y sacerdotes desde Portugal hastaConstantmopla, gritando desde e,l mar de los Griegos hasta el mar verde (Atlán-tico): — ¡Socorro, socorro! ¡Misericordia, misericordia!» sinónimo de Copen-hague, erad. Do/.v, pág. 122.

"'* Para directivos musulmanes fue una arma poderosísima de ataque su lalx>r diplomática de dividir a los contrarios hábilmente dcsp'egada. Cfr. CACICAS :Los mudejares, i , 280 y ss.

169 MANSII.L.A : Documentación, núm. 476. Bien sabedor de todo esto es elcronista íbn Ayas, que dice: «Al pueblo infiel que no tiene fe ni pruebas delo que invoca, llegó un embajador de su Dios terreno a quien adoran y veneran,mandándole .s ponerse de acuerdo y que algunos cíe ellos rechazasen lo que que-daba sobre sus cervices de pactos hechos con .los almohades. Pero el que violauna promesa contra sí !n viola y los pactos de Dios son los más firmes y la es-pada de la escuela hanihda más afilada v la más cierta.» Cfr. Anónimo tic Co-fienhagiic, trac!. Do/Y. pág. 119-120.

•~° Ibídem.171 Sobre la b.ualla de las Navas el mejor escualo de conjunto es el de Hi:i-

< i : Estudio sobre la campaña de las Navas de Tolosa (Valencia, 1916), en «Ana-les de! Instituto general y Técnico de Valencia», i. 196 y ss. Una buena recopí-

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de una victoria, que no redundaba sólo en beneficio de España, sino detoda la Cristiandad.

C o N c i. u s i ó N .

Una detenida lectura de la documentación pontificia de Inocencio IIIda la impresión de que la lucha contra el Islam era su preocupación pre-ferente. En España tuvo ocasión de demostrarlo palpariamente; pero jus-to es reconocer que este problema estaba lleno de dificultades v peligrosen la Península Ibérica, por las frecuentes guerras entre los remos hispa-nos y la fuerte personalidad e independencia logradas por los reinos de laIberia. La pacificación de los reinos, así como la defensa de su autono-mía c independencia, fueron los dos objetivos principalmente persegui-dos por Inocencio III para el logro de la lucha antuslámica ' '". Mérito.suyo fue saber superar los peligros que uno y otro problema entrañabanen el complicado panorama político de España, consiguiendo, al fin, unapoderosa unión de fuerzas que hizo posible el triunfo de las Navas.

itiKio MANSILI.AIglesia Nacional Española.Vía Guilla, 1^1.ROMA.

lación de las fuentes más importantes puede verse1' *'n MoNDÉJAR: .Wí'/m>whistóricas del rey don Alonso el Noble; (Madrid, 1783), Apéndices. Para la inter-vención del arzobispo don Rodrigo cfr. GoROSTERRATZU : Don Rodrigo ]irn¿nt'zde Rada, gran estadista, escritor y prelado (Pamplona, 19.15).

171~ Jamás soñó Inocencio III con incorporar a Castilla dentro de la ói'Uitade los reinos feudatarios, con ocasión de la empresa de las Navas, como se h.iinsinuado alguna vcv.. Cfr. GARCÍA RAMII.A, I.: Inocencio 111 y la Cruzada ¡li-las Navas de Tolosa, en «Revista de Arcli. Bih. v Muscos». 48 (1927). 45^-464.