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A pesar de ello estoy convencida que vale la pena poner más esfuerzos aquí porque hay personas que quieren volver, porque todos son dueños de sus tierras y fundamentalmente porque está la escuela: Sus maestros han asumido el papel de unir a las familias en un solo esfuerzo: Esta vez fue para preparar esta afectiva recepción para nosotros, en el futuro podrá ser para un emprendimiento productivo. Es así como se construye la nueva Argentina. Con paso lento pero seguro. Afrontando las inclemencias del tiempo y las adversidades políticas. Orgullosos y humildes al mismo tiempo, como su bandera desteñida por el sol. El verdadero tesoro lo llevamos adentro.

El Tesoro: Búsqueda y Encuentro por Julia Tügel

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Búsqueda de El Tesoro Piedra tras piedra, cardón y más cardones… A medida que nos acercamos a él, el cerro se vuelve imponente destacándose en diferentes tonos de gris del azul intenso del cielo. Quince adolescentes expectantes y algo impacientes, cuatro docentes ansiosos por cumplir su misión, un chofer preocupado por su vehículo cargado hasta más no poder de colchas, bolsas de dormir, bolsos, víveres para varios días, útiles y libros (fruto de la solidaridad) y una cocina solar… Habíamos partido la noche anterior de Unquillo. El minibus de Daniel Fierro nos había recogido a las diez de la noche en la puerta de nuestro colegio IPEM 23. Nuestro destino es el paraje "El Tesoro" ubicado en el departamento Santa María de Catamarca, nuestra meta, entregar una cocina solar fabricada por alumnos y los productos obtenidos por ellos en una exitosa campaña solidaria a la escuelita Nº 449 Anexo El Tesoro. Jesús María, Dean Funes, Chumbicha, Aimogasta, Londres, Belén… Daniel vino encontrando todas las pistas, falta solamente la última en esta búsqueda de El Tesoro: Una cubierta de auto a modo de cartel al costado del camino que nos indique donde dejar la ruta 47 para alcanzar nuestro objetivo… Desde que se acabó el asfalto avanzamos casi a paso de hombre. Nuestras miradas exploran el paisaje escarpado de los cerros buscando algún indicio de vida humana. Finalmente nos parece distinguir tres tímidas manchas verdes, casi imperceptibles. Una de ellas está muy arriba y esperamos en secreto que no sea ella nuestro destino. Volviendo la

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tiene razón: La energía eléctrica es la base de todo desarrollo. Aquí tenemos varias fuentes disponibles: Solar, eólica y microhidráulica. Por experiencia esta última me parece la más viable a simple vista pero hay que confirmar unos cuantos datos primero. Mario me hace hablar con Alfredo. El trabaja a veces para la minera justamente en el trabajo de medir el caudal de los arroyos y promete conseguirme los datos necesarios. Y aparece otro tema: Que preocupante que la minera esté realizando mensuras en toda la zona. "Según dicen la tierra nos parece solo tres metros hacia debajo de la superficie, de allí para abajo es del estado." Y el estado se lo regala a los extranjeros… Y a ellos nos les importa cuales son las consecuencias de su accionar porque cuando se llenaron los bolsillos se van. Aquí ya se notan los daños y más aun aguas abajo de la mina: Falta de agua, agua contaminada, extinción de especies nativas, reforestación con especies invasoras, inundaciones del lado tucumano por travasamiento de cuencas. Alteración del régimen de lluvias, absorción del calor por la nieve por depósitos de polvillos. Las nieves eternas del Aconquija ya no son eternas… Emprendemos el regreso. Aunque más descansado demora casi lo mismo. El sol es más fuerte o a lo mejor lo siento más porque ya me he quemado la cara. Mientras camino la madre de Alfredo me cuenta que no todo aquí es armonía lo que me permite interpretar algunas miradas escépticas de Marcelo cuando yo le estuve hablando de la necesidad de organizarse para realizar un proyecto.

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La caminata es larga y hermosa. Llevamos dos horas y media caminando cuando aparece ante nuestro ojos el destino: Una casita de piedra contra la pared de la montaña.

Llegamos último, justo a tiempo para la entrada: Empanadas de mondongo. Están muy ricas y eso que a mí el mondongo es una de las pocas cosas que no me gustan demasiado. Luego chivito y ensaladas. De postre mazamorra. Y mate. Pensar que Sandra, la vice estaba preocupada por la comida. Yo ya sabía como es la gente de campo… Entre bocado y bocado charlamos con Marcelo, uno de los jóvenes que volvieron y que cultiva pimentón. A mi pregunta acerca de lo que más falta haría para que la gente tenga ganas de volver me responde: la luz. Y

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mirada hacia la ruta la encontramos: Allí está la última pista. No solamente una cubierta sino una gruta y un cartel indicando la escuela Nº 449 Anexo El Tesoro. El camino angosto obliga a Daniel a bajar aun más la velocidad. Siguen piedras y cardones, algunos de ellos decorados con algún pájaro. ¿No se pinchará las patitas? De repente una bifurcación que no estaba en los planes. Una flecha indicadora caída. ¿No se habrá girado al caer? Por intuición seguimos derecho. Y ya es imposible arrepentirse. A ambos lados del camino angosto hay piedras y arena blanda. Hay que bajarse y caminar un trecho para evitar que el peso haga que el vehículo toque las piedras. Sigue la travesía pareciendo eterna.

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La mancha verde, la más cercana de ellas, va tomando forma: dos casitas de adobe y piedra, una bandera, un grupito de personas, grandes y chicos.

La leyenda del tesoro Una de las leyendas más conocidas de la provincia de Catamarca es la que hace referencia a una laguna que está ubicada en el distrito Aconquija, departamento Andalgalá y que recibe el nombre de Laguna del Tesoro. Cuentan que en épocas del imperio incaico llegó la noticia del apresamiento de Atahualpa, último inca y que se reclamaba de todo el imperio, el aporte de riquezas para salvar la vida del emperador incaico. Los habitantes de la zona de Andalgalá, y más

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Me alcanza el aire para aprovechar el tiempo y conversar con Mario. Quiero saber que más se puede hacer por ellos. Me cuenta que últimamente algunos jóvenes se han dado cuenta que tienen más posibilidades aquí trabajando su tierra que en la ciudad donde viven de planes o tienen empleos de última categoría. Aquí cultivan pimiento para pimentón. La tierra es fértil aunque no lo parezca. El tomate se cultiva rastrero como si fuera zapallo para mantener la humedad en el suelo y para resistir a los vientos. El granizo a veces daña la cosecha. La cosecha se vende a granel con poca ganancia y muchas veces no cumple las normas de higiene por el método de secado empleado. Crecen ideas nuevas para nuevos proyectos: Secado solar, elaboración del producto y envasado, comercialización como cooperativa…

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Propongo ir a sentarnos un rato a orillas de la laguna. Vamos con un grupo más reducido. Allí sentados escuchamos el silencio y con las linternas apagadas disfrutamos de nuestro hotel de infinitas estrellas… Ya de vuelta en la cama nos enteramos de la llegada de Daniel Leunda, el hombre que estableció el contacto con la escuela y que está encargado de traer la otra parte de nuestro cargamento solidario. Sueño profundo, cuesta levantarse. Mate cocido con un riquísimo pan casero. El plan para hoy: Caminata al Tesoro de Arriba, almuerzo, regreso. El aire está fresco para no decir frío pero el sol ya quema con fuerza. A algunos les falta el aire en el arranque no más. Estamos a 3000 m de altura. Llevamos algunos caballos para la carga y por si alguno flojea en el camino. La maestra, el niño Roque con el caballo y la mayoría de los chicos toman la posta. Gladys, Mario y yo vamos despacio en la retaguardia. Seguimos el curso del arroyo, teniendo que cruzar en un continuo zigzag. Disfruto la paz, el murmullo del agua, el sol, el profundo azul del cielo. Allá arriba, en el borde del cañadón, los cardones parecen vigilantes…

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precisamente los establecidos en el Pucará, redujeron el oro e hicieron una magnífica cadena de varios metros de largo. Cada eslabón del grosor del puño de un hombre. Con esta preciosa carga, salieron rumbo al centro imperial, por uno de los caminos del inca, el que atravesaba la selva. La comitiva llegó hasta una laguna, donde se anoticiaron del ajusticiamiento de Atahualpa, Allí mismo decidieron arrojar a las aguas de ésta su presente más otras riquezas. Y desde ese momento quedó el nombre de "Laguna del Tesoro", como hoy se conoce a la paradisíaca laguna, situada al pie del nevado de Aconquija , en el límite de las provincias de Catamarca y Tucumán. Esta leyenda es la que le dio el nombre también a nuestro pueblo destino que se llama El Tesoro de Abajo. El Tesoro olvidado El Tesoro es un paraje compuesto por siete casitas al pie del Aconquija del lado catamarqueño. Sus habitantes viven pobremente de la agricultura, sin electricidad, casi incomunicados. La juventud emigra para terminar sus estudios o buscar empleo. Hace nueve años comenzó a funcionar un anexo de la escuela de Los Cerrillos en la casa prestada por un campesino para que los niños de El Tesoro no tuvieran que recorrer más el camino de tres horas hasta la escuela. Hasta el día de hoy no cuenta con edificio propio. Lo poco que la provincia pueda aportar en equipamiento y material didáctico queda en la escuela base. El día dos de mayo de 2008, la maestra María Soledad Flores escribe pidiendo ayuda:

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"…las necesidades son muchas e imperiosas. Nos falta todo y las autoridades no se hacen responsables, hacen oídos sordos a nuestros reiterados pedidos. Por medio de un amigo que llegó a nuestra localidad es que nos atrevemos a hacer este pedido porque a veces hay manos solidarias dispuestas a ayudar…" Encuentro de El Tesoro Que extraña bandera es ésta, enteramente blanca con una pálida mancha en el centro. ¿Será una bandera de la provincia? Pero no: Sí es la bandera de la Argentina, de la Argentina que lucha. El sol se llevó su color pero el cielo la complementa… Al pie del mástil hay un grupo de personas sonrientes: siete niños, algunos adultos. No distingo bien porque mis ojos se han llenado de lágrimas. No son las últimas horas del largo viaje solamente: Desde que recibí el pedido de auxilio estoy esperando este momento y algunos de los alumnos, otros se sumaron después, han compartido esta espera. Hace dos largos años que la cocina aguarda su entrega. Tuvimos que conseguir dinero presentándonos a concursos para poder costear el viaje. Y

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único sustento económico de la familia tiene que dejar a los hijos con su madre para que los cuide…" Muero de vergüenza por no ponerme en el lugar de los demás. Si nosotros, que vemos a nuestros hijos todos los días, añoramos poder tener más tiempo para ellos lo que esta gente vive para educar a los hijos de los demás es impensable. Como dice Gladys, mi compañera docente: "Ellos verdaderamente hacen patria". Llega la noche. Las chicas ya han preparado el campamento. Los varones duermen en el aula de Mario en compañía de él y del Profe Sergio. Las chicas y las profesoras Cristina, Gladys y yo dormimos con la maestra Soledad en su aula: casa de adobe, techo de cardón con carga de barro. A la tarde nos había surgido la preocupación por la vinchuca pero la maestra nos tranquilizó: Las clases empezaron hace dos semanas y al comienzo de la clases se realiza la fumigación. Soledad había conseguido colchones prestados por la parroquia. Nos acurrucamos en nuestras bolsas de dormir y casi instantáneamente quedamos dormidas. Al rato nos despiertan los varones que quieren realizar una caminata nocturna. Solos no pueden ir y nosotras estamos cansadas. Las chicas se prenden enseguida. Doy unas vueltas y pienso que quizás jamás vuelvan a ver un cielo como este… Vamos… Salimos en tropel, todas las chicas, casi todos los chicos. Caminamos en bajada sobre el camino. No es cuestión arriesgarse a una torcedura de tobillo. La noche está helada pero preciosa. Para mi gusto hay demasiada linterna y demasiado ruido. Al rato algunos se cansan.

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fuerte y más helado y llena de tierra a la pizza y a las personas. Mis pensamiento viajan. Recuerdo conversaciones que he tenido y me pregunto: ¿Con qué derecho hablamos nosotros del esfuerzo? ¿Quiénes somos para juzgar a los demás? Y pienso en la humildad, la simpleza y la generosidad de esta gente… Recibimos otra muestra de esto después de la cena. Los maestros nos agradecen y dicen con vergüenza que no es mucho lo que nos pueden ofrecer (¡con toda la hospitalidad que nos han dado!). Que nos quieren dar un presente: Sobre un recorte de madera en semirelieve un cardón con un pájaro en la punta, recuerdo de El Tesoro. Y para cada uno de nosotros un llavero, también hecho de cardón. Y nos cuentan de su lucha, del olvido de las autoridades, del abandono por parte de la escuela base. Con la intención de ayudar les cuento que existen posibilidades de presentar proyectos y sugiero que abran una cuenta de correo electrónico a la que podrían acceder cuando vayan el fin de semana a su casa en Santa María o San José (porque ellos se quedan toda la semana en la escuela durmiendo en la misma aula donde dictan clases pero el fin de semana vuelven a sus casas). Humildemente Mario me contesta: "Quizás no sea una excusa. Pero nosotros en realidad tenemos un solo día para compartir con la familia porque llegamos el viernes tarde y el domingo después del medio día ya tenemos que preparar todo para la semana. Entonces nos queda solo el sábado para estar con la familia. Y para mi compañera es peor porque en mi caso mi esposa cuida los hijos pero ella es mujer y no está en toda la semana y como es el

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luego planificar, presentar el proyecto, obtener los permisos… Parece mentira pero estamos aquí y al rato ya me siento como en casa. Cada niño nos ofrece un mapita por él coloreado "para que podamos orientarnos en la gran urbe…" Están marcadas las casas de Roque y Andrea, de Fatima y Sofía, también la de la abuela, el potrero de Marcelo, la casa de Brisa, Gastón y Yeni y por supuesto la escuela… Soledad, la maestra, explica que aun falta que lleguen dos niños del cerro. Bajan con su madre y permanecen en El Tesoro mientras dura el ciclo lectivo que aquí es de septiembre a mayo. Mientras tanto Alcira va sirviendo el mote, una especie de locro que lleva un maíz de grano grande. Alcira es la esposa de Alfredo que prestó la casa para que se hiciera la escuela. Ella trabaja haciendo tareas múltiples en la escuela por miserables trescientos pesos mensuales y no quieren darle categoría de portera. Finalizada la comida nos urge armar la cocina para poder mostrar su funcionamiento. El viaje había durado cuatro horas más de lo esperado. A pesar de un pequeño inconveniente armamos la cocina

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en tiempo record de una hora y media con la ayuda de alumnos nuestros y de Mario, el maestro del primer ciclo.

A las cuatro de la tarde orientamos la cocina y ponemos a hornear una torta como corresponde: el molde dentro de la olla oscura, separado del fondo por tres piedritas chatas… Ya es un poco tarde pero debería funcionar igual. Con la montaña en el Este tenemos sol para rato. No contamos con el viento que viene del mismo lado del sol y sopla cada vez más fuerte. Lo que el sol calienta atrás él lo enfría por delante y la torta se nos viene abajo - un fracaso. Hay que cocinar más temprano y construir un rompevientos porque siempre se levanta viento a la tarde por la gran amplitud térmica.

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Mientras tanto han encendido el horno de barro. Las alumnas me comentan asombradas que lo hizo una de las niñas de unos siete años de edad, ella solita. Lo prenden con jarilla, un arbolito que más bien parece arbusto. Quema como papel con mucha llama pero se consume enseguida. Su crecimiento es lento como él de todas las especies autóctonas. Aunque la torta hoy haya fracasado la cocina solar es aquí más útil que en cualquier parte: por la comodidad y para cuidar el medio ambiente.

Momento cargado de emociones: el arreo de la bandera. Aquí usan una especie de oración. Nuestros chicos se mezclan con los chicos del Tesoro. Y al lado del mástil la cocina solar… Queriendo completar la cocción de mi torta presencio el horneado de la pizza casera y me entero qué era lo que estuvieron martillando con tanta furia los hombres mientras armábamos la cocina: fabricaron moldes rectangulares y enormes para pizza planchando trozos de chapa ondulada… El viento sopla cada vez más