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A Pie con Dios Reflexiones por Alberto Moncada www.apiecondios.com

A Pie con Dios

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A Pie con Dios Reflexiones por Alberto Moncada

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—Lee la historia completa en Jueces 11—

Tú eres esa única. Saldrás con panderos, saltarás de feli­cidad. Él vive, vuelve a casa. Lo demás no importa.

Pero en cuanto recorres unos metros del camino y lo ves a la distancia él se detiene en seco, abre los ojos enorme­mente, se pone pálido al instante y deja caer lo que trae en las manos. Abre la boca y sólo pronuncia silencio; un “no, no, no” inaudible sale de una grieta dolorosa de su corazón.

Te acercas más y te detienes. Luego lo escuchas decir que hizo un voto, que prometió un sacrificio si Dios le daba la victoria. La ofrenda sería la primera persona en recibirlo.

En mala hora saliste antes que nadie. Tu amor te ha convertido en el sacrificio, el cumplimiento de la promesa. Aunque eres hija única morirás por una batalla de odio entre los hombres. Pagarás con tu futuro la paz de un pueblo.

Ante la figura arrodillada y abatida de tu padre envuel­to en lágrimas y lamentos, te mantienes firme. Aceptas tu suerte. Morirás por una necedad que Dios no aprueba, pero lo harás con honor, sólo para mostrar que es sagrada la pala­bra que los hombres empeñan al Dios altísimo.

Pero qué contenta te ves, niña. Tan orgullosa de Jefté, tu papá, tan emocionada de contarle a todo el mundo que él es el héroe, que regresa al pueblo como libertador.

Tus amigas, las que te quieren, te roban trozos de ale­gría, celebran contigo. Y tus amigos, porque los tienes, ¿ver­dad? piensan que te ves más simpática cada día.

Cuando vuelva tu papá, cuando termine la celebración, le dirás que lo admiras y que te encantaría que le diera su bendición al muchacho que te pretende. Él lo conoce desde niño, sabe que es de buena familia, trabajador y tan varonil... bueno, esto último no se lo dirás a él. La fascinación que sientes por el más guapo del pueblo la guardas para ti y tus dos mejores amigas.

Jefté llega la mañana que se ha anunciado, los mensa­jeros corren a dar la noticia. El que ha salvado a Israel de los amonitas entra al son de cantos y danzas; por las calles recibe reconocimientos, regalos, inclinaciones respetuosas. Su fiereza de guerrero, sin embargo, no logra contener su emoción de apresurarse a su casa a ver a su esposa y su única hija.

1. Morir por ser la primera

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“Ahora escúchame, que voy a hablar —dijiste—; yo te cuestionaré, y tú me responderás” (Job 42:4 NVI)

Si somos cristianos maduros deberíamos poder renun­ciar a nuestros gustos y opiniones con tal de favorecer a los que son débiles en la fe... ¿crees esto? ¿tiene sentido? ¿cómo aplicamos esta enseñanza de Pablo sin caer en extremos?

Es verdad, somos una familia de fe, fundamentados en el amor. Pero, ¿es posible estar en desacuerdo con Dios y aún así estar en buenos términos con él? ¿es posible hacerlo cam­biar de opinión?

Yo adoro mejor al Señor de manera personal, en la na­turaleza, en mi casa, en fin, como me inspira Dios. ¿Qué ne­cesidad hay de reunirme en un templo con gente a la que no conozco o que ni siquiera son verdaderos cristianos? ¿Acaso ser de la familia de Dios me obliga a soportar cultos tediosos y sin sentido?

¿Qué te viene a la mente cuando consideras que to­dos todos todos son tus parientes y que incluso Dios ama a la gente más odiosa? ¿Quiere decir

eso que estás obligado a amar a la gente odiosa? O peor: ¿es­tás obligado a amar a los odiosos ¡que son tus parientes!?

¿Cómo armonizas la idea de que la salvación es perso­nal, individual, con la enseñanza de que el reino de Jesús es colectivo, social?

¿Por qué estamos organizados como un cuerpo?Se supone que Abraham y su descendencia serían un

ejemplo de la familia de fe que Dios quiere que seamos. Pero hicieron muchas cosas mal. Si pudiéramos regresar en el tiempo, ¿qué cambios le sugerirías a Dios para que su plan funcionara mejor? ¿qué te enseña tu respuesta acerca de cómo debe construirse la iglesia hoy?

2. Pregunto para provocar

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Lee Salmos 16:5-11

el Padre bueno está indisolublemente atada a la razón. Creer es un acto voluntario de la inteligencia en reacción a la oleada de bien que manda Dios. La superstición no es fe, ni las cora­zonadas; las palpitaciones o un sexto sentido no son, mucho menos el calorcito grato que te hace suponer que tu oración sí fue buena esta vez. Es que la fe descansa en convicciones bien decididas, haya o no señales, sientas o no mariposas en el vientre, ocurra o no el milagro.

La fe es una cuestión de decidir que confiarás siempre. ¿Ya ves que orar con fe es vivir orando, charlando con el buen Amigo, sabiendo que aquí está, que él es, que vendrá, que no hay manera de enfadarlo suficiente para que renuncie, que te ama tanto que es capaz de no darte el bien que necesitas si es por un mayor bien?

Confiar en un ser de otra dimensión y de estatura su­perior es un misterio. El misterio se lo debemos a su Espíri­tu y ocurre cuando aceptas salir a caminar por la vida con él. Para Dios, todos los días son de andanzas con sus muy amados.

Cuando no tienes fe, la oración es ridícula: cierras los ojos, supones la presencia del Uno que salva y te lan­zas a imaginar que charlas. ¿Hay realmente alguien

escuchando lo inaudible? ¿cómo sabes que no es un ejercicio de imaginación o la práctica de autosugestionarse? “Dios, si estás ahí, dame una señal, que no incluya susurros inciertos, leves brisas que rozan el brazo, saltos inesperados del cora­zón ni coincidencias explicables haciendo buenas cuentas de las probabilidades”. Sin fe, ni aunque la señal sea telúrica te conmoverá.

Cuando tienes fe, no haces oración, la oración es. Quie­ro decir que igual que el segundero en la redondez del reloj, siempre hay en ti una charla interior que tiene como interlo­cutor permanente a Dios. En medio de otra gente, del trajín y del andar, como reflejo miras de reojo, porque sabes que él está ahí. Si ensartas ideas y sentires en el collar de tus pen­samientos, él los sabe, comprende, te responde. Incluso con silencios y en días en que está de fiesta, con señales.

Quizás creas que remataré diciendo que con fe todas las señales son válidas. Pero no. Porque la confianza genuina en

3. Orar, confiar

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Lee el Salmo 150

en este otro lenguaje, aún se me nota el acento clásico, pero ahora me consta que comunica con tanto o más vigor que otros géneros. ¿Qué comunica? Que Dios vale la pena en mi vida todo el tiempo, a cada instante. Esta música dice, ade­más, que no hay mejor proyecto de vida en el universo que compartir la dicha que produce la justicia perdurable y el amor fiel del Padre bueno.

Confieso que esta noche no canté los clásicos en la igle­sia conservadora, ya no me suenan, como que les falta para mí un tanto de vida y pasión. Sin embargo, no pensé que fue­ra una música mala ni que mis hermanos estuvieran equivo­cados o más atrasados que yo. Después de todo, una buena prueba de que he entendido el mensaje de unidad de la Biblia es manifestar aceptación. Y, por otro lado, ¿no es más bien ventajoso hablar varios lenguajes de adoración?

La conclusión de la experiencia no es tan complicada: las rutas de la alabanza son múltiples pero el Señor es uno. Y el corolario es: no seas una barrera a las variadas formas en las que se comunica la salvación, porque si Dios las aprueba, todas llevarán al mismo y único salvador.

Hoy estuve en el culto de una iglesia muy conserva­dora en numerosos aspectos. Se cantaron los him­nos clásicos y me parecieron tan extraños, por más

que los canté a todo pulmón por mucho tiempo. ¿Acaso un par de años de música más contemporánea me ha robado el buen gusto?

No. Es un problema mayor que el gusto.Me habían enseñado que ésa era La Música, que había

un estilo de adoración, que era una la forma de compartir a Jesús e, incluso, una sola la moda para el vestir del buen cris­tiano. Sin ser excéntricas las formas y los estilos, era explícita la intención de diferenciarse. Porque parecerse a los munda­nos era fallar.

No hace mucho tomé distancia de la ortodoxia y me acerqué a otra fórmula. Y me chocó, lo admito; pero no me fui. Es que no es problema de gusto, te digo. Me quedé por­que la alabanza se antojaba, porque ver a los muchachos ha­blando de Jesús como lo prioritario en sus vidas resultaba un argumento irrebatible.

Con el tiempo presté atención a esa nueva música y co­mencé a entender lo básico de sus claves. Sigo sin ser experto

4. Los lenguajes aprobados

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Lee Proverbios 4:18

el brazo y salimos de ella con los mismos, sólo que pulidos, listos para trabajar. Nunca salimos con la misma carga con la que entramos; se han multiplicado, han evolucionado. Si tenemos la fortuna de gozar una educación integral, crea­tiva, crítica, individualizada, saldremos con mayor riqueza y al mismo tiempo habremos dejado huella. El maestro y el alumno se afectan mutuamente. El entorno también crece con las personas.

Resultaría un Dios simple el que tenemos si sucede que somos apenas un engranaje fijo, de medida estándar. Lejos de eso, el Padre bueno es un verdadero genio; lo ha demostrado al combinar la precisión científica con el atrevimiento tecno­lógico en criaturas de emociones múltiples y arte variado.

Dios es un genio notable, no frío y lejano sino descarna­damente sensible, entregado hasta el extremo; en resumen, guía y colaborador dichoso.

¿Desperdiciaremos la oportunidad de crecer orgánica­mente como es su plan? ¿nos sentiremos sólo pieza estáti­ca del rico rompecabezas en movimiento que es la historia? ¿nos negaremos a explorar cada día y siempre otras avenidas de saber, de sentir, de servir? ¿olvidaremos que es nuestro privilegio hacer que brillen nuestras obras asombrosas para que “alaben al Padre que está en el cielo” (Mateo 5:16)?

Yo sé escribir, tú también. Me gustan las matemáticas, a ti también. No sé dibujar, tú tampoco. Soy entona­do pero no tengo tan buena voz; lo mismo tú. Soy

minucioso, igual que tú.¿Por qué entonces no arribamos a la misma meta ni

cumplimos la misma misión en la vida? ¿por qué no se con­vierten en predicadores todos los que tienen el don de pre­dicar? ¿por qué los buenos administradores no acaban todos organizando proyectos y empresas?

Contrario a lo que la escuela moderna ha propugnado, la Biblia no plantea un desarrollo lineal para los seres huma­nos. El pensamiento modernista surgido en el Renacimiento y fortalecido con la Revolución Industrial y la Revolución Francesa, produjo un modelo industrial de escuela para la producción en serie de egresados. Egresados cuyo fin es ocu­par un lugar definido y permanente en la gran maquinaria productiva de la sociedad.

Una charla del educador y escritor Ken Robinson que vi recientemente me recordó la filosofía pedagógica de la Biblia, orgánica, para usar el término que usa Robinson, en­trelazada con la realidad.

A pesar de ser obviamente falso, vivimos como si fuera cierta la idea de que entramos a la escuela con talentos bajo

5. Habilidades orgánicas

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Lee Isaías 56:6-7

El mundo surge por el gozo de Dios de crear. Su fascina­ción por llenar el espacio de belleza lo impulsó a crear seres capaces de ayudarlo en el trabajo, que obtuvieran placer en expandir la creación y llevarla hasta sus límites.

El afán creativo y la inclinación por el trabajo perdieron el brillo primigenio de actividad que ayuda a que te eleves sobre las miserias del mundo, para convertirse en meras he­rramientas de subsistencia. Así resulta lógico que los escla­vos hebreos derivaran su valor de hacer ladrillos. En el éxodo Dios les está enseñando que su valor procede del rescate. De ahí que cada semana deben descansar el séptimo día, para celebrar el rescate, cuando dejan a un lado la imagen de per­sonas que hacen para adoptar la actitud de personas que son.

Nunca se puede hablar suficiente del impulso reden­tor del Dios mío que me anhela desde lejos y mue­ve mar y tierra para alcanzarme. Jesús asesinado y

expuesto a la vileza pública en una cruz cínica es el clímax, pero de ninguna manera es una imagen estática ni mero mo­tivo para cuadros medievales y renacentistas. No bien puso un pie fuera de su tumba, resurrección de por medio, reto­mó la acción de rescate de siglos que realiza por mí, para mí. Aquí hablo en nombre tuyo, por supuesto.

Nunca se puede señalar con suficiente énfasis la relación que guarda este milagro cotidiano del amor irrebatible con el sábado. Para ilustrarte me apropio de una de las ideas ver­tidas por Rob Bell en una presentación titulada “Everything is spiritual”. La idea es ésta:

6. Te rescaté para que siempre fuera sábado

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tiempo y formas, para que el lector ligero no tropiece con ellos y los dañe. En cambio, aguardan al creyente sensato, al sincero, a quien se emociona y tiembla con sólo pensar en su salvador paternal. La bendición está reservada para quien anhela ser un hijo genuino de Dios, igual de amoroso, supre­mamente abnegado, dispuesto a todo por sembrar esperan­zas y cosechar paz.

Mira, abro ahora mismo la palabra, la Palabra con ma­yúsculas y con minúsculas. Digamos que leo:

“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amane-cerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento” (Isaías 60:1-3).

¿Puedes ver y sentir cómo surge la revelación, el diálogo con el Autor, y se muestran los caminos eternos?

Escudriña así la Escritura para encontrar al Altísimo.Jeremías 15:16 (NVI)

Están quietas las palabras de Dios en el libro de Dios. Acumulando el polvo de los tiempos y privadas de la luz tan normal para quien despierta cada mañana. Que

los relatos de profetas, discursos de maestros y parábolas de salvación estén en silencio no quiere decir que carezcan de voz o hayan enmudecido, víctimas de algún desgaste histórico na­tural. Eso no puede ser pues son sobrenaturales. Son palabras que no proceden de un lugar ni de un tiempo, por más que se expresen en la lengua y sintaxis de un pueblo antiguo. En realidad, nacieron en un corazón eterno con amor de Padre.

En el libro sagrado esperan las palabras de Dios. Leerlas, romper su cáscara para entenderlas, ponerlas al sol para que reverdezcan es liberarlas. Nunca es un ejercicio de mi inte­lecto; resurgen con la vitalidad del Espíritu que las inspiró.

Escudriñar la Biblia es arrojar flores por la ventana y armar un desfile victorioso. Es formar divertidas pompas de jabón para correr tras ellas. Es acolchar un rincón sereno para llorar las penas bajo un abrazo cósmico y preciso. Es acomodarse quieto y expectante ante un maestro sabio. Es comprender el fluir de los acontecimientos y anticipar la jus­ticia perdurable.

No hay manera de vestirse del tesoro de Dios sin el es­fuerzo intenso de sumergirse en la hondura de su saber. Lo tesoros de gracia descansan ocultos bajo sobradas capas de

7. Palabra liberada

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“Así demostrarán que actúan como su Padre Dios que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre los buenos y sobre los malos. Él manda la lluvia para el bien de los que lo obedecen y de los que no lo obedecen” (Mateo 5:45, TLA).

Ceder, transigir; intercambio de mi reputación por tu bienestar.

¿Cuesta trabajo hacer un bien a tu adversario? Cuesta más que trabajo y rara vez recibes una recompensa. Es más, es muy posible que pierdas más aún.

Entonces, ¿por qué habría uno de ponerse del lado de quien considera equivocado en tantas cosas? Sólo porque hay un bien superior a tener razón y recibir el reconocimien­to del otro. Y ese bien superior es la salvación del prójimo, la prosperidad de un pueblo, la seguridad de los hijos, la paz de tus padres, la justicia social, el bienestar de tu iglesia o la defensa del nombre de Dios.

David tiene a Saúl a un paso; puede matarlo y no lo hace. Pablo sabe que el ministerio de Jesús ha sus­pendido sacrificios y ritos del tempo; puede negarse

a cualquier ceremonia, pero participa aún de vez en cuando. Abraham tiene ante sí toda la tierra de Canaán; sabe que puede elegir la mejor parte y que nadie se lo reprochará nun­ca, pero cede a su sobrino Lot la elección. Jesús tiene el poder de desenmascarar a Herodes y vindicar a Juan el Bautista; guarda silencio, no se defiende y lo ejecutan. Elías sabe bien que el rey Acab es fuente de desgracias para la nación, casi responsable de la matanza en el Carmelo; puede denunciarlo y pasarlo por alto y no lo hace, antes bien guía su carruaje en medio de la tempestad nocturna para que llegue a salvo a su casa y el país no pierda a su rey.

8. Transacciones

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Lee Mateo 6:33

El poliedro de mi vida ordinaria y extraordinaria tiene muchas facetas y muchos ángulos. Necesito jerarquizar para invertir primero las energías y el tiempo en lo esencial. En­tonces, según los criterios ¿a mi vida de oración, las charlas con Jesús, cuántas estrellas? ¿al intento de desparramar evan­gelio, idealmente permanente y por todos los poros, cuán­tas estrellas? ¿al dominio de la Palabra, como experto, como ciervo sediento, cuántas estrellas? ¿al esfuerzo de construir una comunidad de fe basada en la aceptación, la tolerancia y el diálogo, cuántas estrellas? ¿y a la idea de compromiso total, de declararme hoy ciudadano militante del reino de Dios, cuántas estrellas, cuántas merece, cuántas refleja mi vida?

Mi sinfonola ya tiene muchas piezas. El software para reproducir la música en la compu ayuda a clasifi­carlas con estrellas, para encontrar más fácilmen­

te las preferidas. Para darle uso con sentido me propongo los siguientes criterios:

Criterio de 1 estrella: ¿cómo carambas llegó esta pieza a la sinfonola? ¡bórrala ya!

Criterio de 2 estrellas: sirve de música de fondo, no sé cuándo comenzó ni cuándo acabó; puedo vivir sin ella pero no estorba.

Criterio de 3 estrellas: en cuanto suena la tarareo, la busco, la repito; me hace bien cada tanto.

Criterio de 4 estrellas: debo detenerme a disfrutar; im­prescindible siempre.

Criterio de 5 estrellas: sublime, quiero todas las versio­nes de esta pieza, podría morir en paz (figuradamente) tras escucharla; sencillamente esencial.

9. Ranking del alma

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Lee Mateo 26:26-29 y 1 Corintios 11:23-26

Un par de filas largas de hombres vestidos con sobrie­dad desfilarán por la nave del templo, irán a la plataforma, recibirán platones de pan y urnas de vasitos, volverán para recorrer los pasillos y acercar el alimento a los adoradores. La mecánica, muy cuidada; la música, lánguida; el silencio, generalizado; los gestos, adustos y graves; la alegría, no la hay, si bien aparecen referencias vagas en los enunciados de quienes ofician.

Mientras observo pienso que todo eso no lo ordenó Jesús. Él sólo mandó comer pan y beber jugo de uva, para re­cordarlo y anunciar su próxima venida. Lo demás, el adorno, el ritual, la coreografía, la escenografía, la densidad del am­biente los introdujo, bueno, no sé quién los introdujo, sólo sé que a mí, me estorba, es demasiado; es una aduana litúrgica elaborada que me aleja. A algunos parece inspirarlos; bien por ellos. En cuanto a mí, sólo busco comunión y cenar con mi Señor y mis hermanos. Lo demás sobra.

El templo al que acudo hoy tiene montado el escena­rio para celebrar la cena del Señor, como se conoce al ritual establecido por Cristo la noche previa a su

ejecución.En la plataforma una cruz de madera con un lienzo rojo

que cuelga, como reminiscencia de la imagen cinematográ­fica de un Jesús de túnica blanca con una banda roja que le cruza el pecho.

Delante una larga mesa ante la que se pondrán en pie los pastores que guían esta congregación universitaria de 2 a 3 mil miembros. Sobre la mesa una docena de pilas de reci­pientes plateados que contienen numerosos vasitos con jugo de uva; acaso un par de cucharadas de jugo en cada uno. También platones de metal pulido, cubiertos, que conservan trozos de pan sin levadura; o más bien galletas cuadricula­das para partirlo con facilidad.

En el centro de esa mesa una canasta con uvas y enor­mes hogazas de pan; tal vez un jarrón con más jugo. Nadie los probará porque son puro adorno.

10. Algo sobra

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Lee Mateo 28:18-20

las líneas generales de la misión y prometer, por boca de un par de ángeles intencionalmente rezagado, que volvería. En los últimos versos de Mateo 28 declara que posee toda au­toridad en el universo. Pero su primer acto de autoridad no fue echar a rodar la rueda policial que pondría en su lugar a los asesinos y opositores de todo tipo. Por el contrario, dio instrucciones de predicar. Su primer acto de autoridad no fue elevar las denuncias correspondientes ante los tribunales del caso, los del universo. De haberlo hecho habría ganado fácilmente y su bien hacer habría quedado vindicado.

Como dueño de la justicia ordenó el amor más puro po­sible, la solidaridad desinteresada y el intento constante de salvar hasta a los insalvables. De pie sobre la ley mandó no tanto poner orden en el cosmos sino en los corazones, no tanto cobrar deudas y castigar crímenes sino abrillantar la esfera del perdón y sus mil facetas.

Hacer discípulos, pidió a sus seguidores del momento. Y enseñarles a guardar todo lo predicado. ¿Y qué predicó Jesús? Que vino a buscar lo extraviado y nos encontró.

Murió Jesús. O lo mataron, mejor dicho. La intriga descarnada, sucia por donde se le vea, está regis­trada en la Biblia. Fue un asesinato, un complot

de las autoridades establecidas y, por ello, la peor muestra de la corrupción del poder. El agravante fue que la víctima era la fuente del único bien posible, de la justicia residual que deambulaba por el mundo. En la oscuridad impenetrable de una humanidad en ruta hacia el vergonzoso olvido históri­co los confabuladores apagaron la última luz de esperanza. Querían matar al salvador y a su salvación.

Pero Dios es más grande que la historia y sus puentes cruzan los abismos profundos. La solución prevista cuando la justicia quedara satisfecha (matando a todos los pecadores en la cruz, en un solo acto) era que la Vida volviera a la vida. Jesús resucitó y se colocó más allá del alcance del caos.

Por naturaleza le corresponde el papel de determinador del destino universal. Ahora, por su sacrificio se ganó ade­más ese papel en el ámbito histórico. Su autoridad ha sido vindicada y es imposible cuestionarla.

En su último acto en la tierra, al concluir su breve mi­nisterio, reunió a sus discípulos para despedirse, para trazar

11. El primer decreto

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Lee Lucas 2:25-35

De él aprendo que si el enviado de Dios no es un prín­cipe glorioso sino un niño indefenso, que si los elegidos de Dios no son guerreros poderosos y temibles sino ancianos dedicados, siempre fieles, o pastores crédulos casi ingenuos, y que si la solución de Dios a la injusticia transita por la vía larga de la paciencia y la vindicación entonces he creído en el Dios incorrecto, en la versión depurada de un emperador romano o quizás en la imagen de un caudillo nacionalista que emprende la lucha por los desprotegidos.

El Dios del abuelo ataca pacientemente el mal recons­truyendo desde dentro el tejido humano.

Hubiera ido con él al templo alguna vez; ah, habría visto yo mismo al Enviado.

Si logras poner la mirada en el Salvador, aunque sea sólo una vez, los ángeles que cantan, anuncian y rescatan se vuel­ven cosa cotidiana.

Murió Simeón; ya estaba viejo. ¿Cuántos años tenía? Quién sabe. Enterró a sus hijos y ninguno de sus nietos tenemos idea de su edad exacta. ¿Cien años?

Tal vez más.Un buen tiempo la opinión de todos fue que el tipo era

una lata. Qué molestia tener que llevarlo cada mañana al templo. No al principio, claro. Las primeras veces que oímos de sus sueños y visiones era para asombrarse, imposible no entusiasmarse. Después nos cansamos de oírlo y creerle.

Decía que Dios le preservaría la vida hasta el día de la llegada del mesías. Entonces debe ser cierto que llegó, por­que Simeón ya está muerto. ¿De verdad era el niño de Belén el enviado? ¿fue cierto que las lomas de ese pueblito se llena­ron de ángeles?

Nunca he visto un ángel. Dios parece tan lejos y Herodes está tan cerca.

En este momento me gustaría creer como el abuelo Simeón. Lucía bueno en su lecho, igual que en vida, con la expresión de quien no le debe nada a nadie.

12. Mi abuelo sabía

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Lee Hechos 10:34-35

lo que veía ni por los ejemplos de gente discriminable. Y eso que casi calzaba en varias sin dificultad.

La colección de gente extraña o diferente aumenta cada tanto, entonces con eficiencia los asimilamos y desaparece­mos sus particularidades. Si Jesús hubiera hecho eso con el endemoniado de Marcos 5, Decápolis seguiría sin un testigo del amor del Padre bueno.

Me gustaría que el Espíritu Santo me recuerde constan­temente el poder que tiene estar ahí, presente, ante Dios, con el corazón en la mano, dejando para más adelante la tarea de hermosear la fachada, porque se trata de curar el alma.

Y si alguien ya llegó a suficiente distancia de Dios para que él lo empape de santidad con sus rayos de luz que hacen justicia y unas pocas cosquillas de felicidad, ¿quién soy yo para estorbarlo?

Nos reunimos en un templo de la capital. Hablamos de discriminación y tolerancia. Mencionamos a los negros como extraños y ella, que es haitiana de raza

negra, escuchando la mar de tranquila.También hablamos de las tribus urbanas, su comporta­

miento excéntrico y lo difícil que es desviar la mirada para no concentrarse incómodamente en tatuajes y piercings en lugares imposibles.

Claro, mencionamos o pensamos en los gordos y flacos, en los miserables y acaudalados, en los que hablan cantado o golpeado, en los que son de allá o se apellidan así. En fin, categorías del odio tenemos de sobra.

Era sábado y no digamos que estábamos vestidos de gala, pero sí con cierta formalidad. Él no. Callado casi todo el tiempo, algo fachoso, se ve que no se dio por aludido por

13. Lo que cuenta es que estaba ahí

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Lee Romanos 9:1-3

Más solos nos fuimos quedando todos.A Dios le encanta platicar, echar la charla para adelante

con sus hijos. Y ahora, de pronto, tenía un planeta de es­quivos y huidizos, que cuando se decidían a hacerle caso lo hacían a la carrera, cronometrando la entrevista, o de plano con oraciones prefabricadas para no equivocarse.

Y sin embargo hay sed del otro. No es difícil comprobar­lo. Basta con acercarte interesado a un conocido cualquiera y hacerle preguntas sobre sí mismo. Todo mundo quiere ha­blar, saber que alguien escucha genuinamente, sin dobleces, solidariamente. Y hay tan pocos oídos dispuestos.

Si desviaras tan solo un poco tu olímpica colección de brillantes talentos y tu apretada agenda de oportunidades con éxito garantizado y fuera de programa te aplicaras a ali­viar la soledad del solo, que ni siquiera sabe que le falta Dios, tu vida habría valido la pena, aunque nunca hubieras logra­do las grandezas a las que estabas destinado.

El otro, todo por el otro tan solo. Y pensar que tú ya tie­nes al Acompañante celestial y va contigo.

Ocurrió lo del árbol del Edén, la pareja huyó. De su amigo Dios, de la escena del tropiezo, del espejo que devolvía miradas acusadoras. Primero como

cómplices y luego, enfrentados a los cuestionamientos, la de­sordenada repartición de culpas que hicieron rompió ciertas fibras sensibles. Inventaron la crítica, el resentimiento y la acusación en un solo movimiento.

Se quedaron solos por dentro. Siguieron juntos, por su­puesto, se perdonaron tanto. Dios mismo caminó dos, cinco, mil millas extras, pero algo pasó dentro y entre ellos. El alma fue opacándose; sus descendientes nacieron con esa huella de desconfianza y una sed dolorosa que todos disfrazaron de dignidad.

Los que poblaron la tierra a continuación inventaron los enemigos, el colega que compite por tu puesto, los parti­dos opositores y las charlas donde ya no se decían todo. La humanidad aprendió a hablar el lenguaje de las formas a tra­vés de máscaras sociales y religiosas, porque daba vergüenza admitir los yerros. Además, duele.

14. Qué solos

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Dolor, dolor; consuelo y más consuelo que viene de Dios. Paz.

“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Se-ñor Jesucristo, pues él es el Padre que nos tiene compasión y el Dios que siempre nos consuela. Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros. Porque así como los sufrimientos de Cristo se desbordan sobre nosotros y nosotros sufrimos con él, así tam-bién por medio de Cristo se desborda nuestro consuelo” 2 Corintios 1:3-5, DHH.

El dolor quemante de la humanidad podría matar a Dios. Mató a Dios. El dolor de saberse culpable, de ver morir la normalidad, de no saber si mañana serás.

El hondo dolor de los amigos traicionados y los amores abandonados desfigura el rostro y rasga las redes como te­larañas. Convierte el corazón en un carbón humeante, una piedra negra desgastándose en ceniza.

Lo que nos duele le duele a Dios, lo tiene preocupado todo el día. De las lágrimas, ay, en las que se nos va la vida como río, el Padre bueno lleva la cuenta (Salmos 56:8).

A diferencia de nosotros, él no suspira por los viejos tiempos ni mira largamente álbumes fotográficos para asirse a un pasado bueno. En todo caso, él suspira por los buenos días que vendrán. Porque vendrán, de eso se trata.

Entre tanto está la tarea de tejer de nuevo la paz, a dos manos, colectivamente. Con una hacemos justicia, con la otra consolamos.

15. El dolor, el consuelo, la paz

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Lee Efesios 3:9-11 (TSA)

Pero a Dios no le incomodan. Su verdad es una cebo­lla intrigante. Cada capa es un nivel mayor de complejidad. Cada quien puede comer esa cebolla según pueda digerirlo.

La justicia de Dios es un mapa de carreteras; todos los caminos, autopistas, veredas, calzadas, senderos y calles conducen al amor incondicional. A distintas velocidades y atravesando variados paisajes.

El evangelio tiene cierto encanto personal; parece dise­ñado para salvarme a mí, a mi sola persona. Y sin embargo, tiene una riqueza colectiva que es una catarata de sorpre­sas constantes. Por ejemplo, podría pensar en los dos o tres nombres a quien tengo que agradecer por encaminarme ha­cia el Amoroso. Pero me quedaría corto, porque tras ellos hay otros. Y antes de ellos, otros más. Y por años pocos y muchos más.

En la eternidad Dios comenzó a tejer la red para atra­parme. Quietamente anticipó los recovecos de mi vida y tomó nota de las mil alternativas de mis decisiones. Cuando quedó hecho y me alcanzó, posiblemente pensó algo así: “y ahora, a través de él, alcanzaré a otros que lean las palabras escritas que yo le inspiré; y esos otros serán nuevos carriles de significado salvador”.

No hay padre ni madre que enseñe algo a sus hijos pensando en que lo aprovecharán sus nietos, bis­nietos, tataranietos. Ya bastante demandante es

criar bien a un pequeño como para ocuparse de las conse­cuencias generacionales.

Pero Dios lo hace. Lleva cuentas sin confundirse y cal­cula hasta la lejanía las implicaciones. Sus actos históricos son absolutamente sorprendentes porque atienden las nece­sidades de una de sus criaturas en el pasado mientras abo­nan a la salvación de otro mil años después.

Lo acontecido en la antigüedad “quedó escrito en la Biblia para que nos sirva de enseñanza a los que vivimos en estos últimos tiempos” (1 Corintios 10:11, TSA). Se trata de ejemplos construidos por un Padre paciente y sabio, experto en las complicaciones de la vida.

Confieso que me desesperan los que se alimentan sólo de salmos; salmos día y noche, salmos para todo. Me de­sesperan los monotemáticos y los olvidadizos, que no logran eslabonar en un cuadro integral las enseñanzas de Dios. Confieso que me impacientan los simples y lineales, los re­duccionistas y, más, los que sólo viven a punta de recetas atómicas, como si la vida se resolviera casi mágicamente con frases hechas.

16. Carriles de significado

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Lee Filipenses 2:3

elementales e inequívocos; por ejemplo, la preeminencia del servicio, la igualdad entre las personas, la necesidad de leyes justas (y de obedecerlas), la prioridad de las necesidades del desvalido, la defensa a ultranza de las buenas relaciones entre vecinos, en fin, lo elemental para la paz de toda comunidad.

Lamentablemente proponer desinteresadamente el bienestar del otro y sacrificarse por él genera sospecha en los que detentan el poder, quizás porque creen poseer el mo­nopolio de la prosperidad y los enoja que alguno alcance la dicha sin su permiso. Y todo porque les falta el ingrediente clave, la diferencia fundamental entre el Político bueno del alto cielo y los políticos autoproclamados adalides. Me refie­ro a la humildad.

No es un problema de estilo y capacidades ni de consti­tuciones o sistemas; es un asunto de dentro del ser. El árbol bueno da buenos frutos, dijo Jesús (Mateo 7:17).

Me gustaría ser un político como el Padre bueno, capaz de alentadoras conciliaciones y proponente de un gobierno justo en pequeño o en grande. Para empezar el Espíritu San­to tiene que enseñarme a ser humilde. Cuando lo alcance, seré lo que Dios quiere que sea.

Dios es un gran político, maestro de las negociaciones para el mayor bienestar de todos, notablemente jus­to y prudente, incapaz de intervenir en los asuntos a

los que no lo invitan (excepto cuando están destruyendo las bases del futuro).

Los políticos del mundo nada tienen que ver con ese modelo. Con rarísimas excepciones, prácticamente todos se sirven a sí mismos (Mateo 20:25) y buscan la destrucción de sus adversarios. Quizás luzcan democráticos y garantes de la legalidad, pero ocultos se reparten el botín del poder y la riqueza. Poco importa que hayan sido electos en procesos inmaculados, las ansias de grandeza y dominio acabará co­rrompiéndolos. Está en nuestra esencia.

La política humana es un asco. Cuando surge un visio­nario, un constructor humilde de puentes de entendimiento y proponente de progresos reales para el bienestar, los políti­cos de todo signo lo tachan de fanático y perturbador, por lo cual buscan siempre destruirlo; casi siempre lo logran.

Jesús fue, como su padre, un político verdadero; o, me­jor aún, el fundador de la política verdadera. Un pensador que actuaba. Propuso las bases de su gobierno en términos

17. Quiero ser político

Page 19: A Pie con Dios

Lee 2 Timoteo 3:1-5

lanes astutos y bellezas fieles de corazón, incorruptibles y dotados de nobles principios, de cero vicios, los medios des­cubrieron que comenzamos a desconfiar; los héroes de esa categoría son imposibles, dijimos. Ya sospechábamos que los seres humanos somos tan irremediable miserables, pero las guerras interminables de la última parte del siglo XX nos dejaron sin dudas.

De pronto salieron a escena los cínicos, de vicios cru­dos, depresivos, es más, algunos mugrosos y pésimos veci­nos. Pero resolvían los problemas; lo demás no importaba. Y lo mejor de todo: ¡se parecen a la gente común y corriente!

Son nuestro espejo y nos gusta la imagen. Claro, como que el caos nos llama y el mal circula por nuestras venas.

Habrá que estar alerta, no sea que asumamos estos mo­delos como los únicos posibles y entonces nos resignemos o, peor, nos volvamos sus promotores, hasta acabar desgas­tando las últimas fibras de buen amor que nos quedaban de cuando Dios nos hizo.

Un antihéroe televisivo de estos días es Gregory House, médico genial capaz de resolver intrincados misterios clínicos, a pesar de su carácter endemo­

niado, muchas veces innecesariamente afilado.La figura no es nueva. Harry el Sucio es el protagonista

de la cinta del mismo nombre; rudo, implacable, trabaja del lado de la justicia, qué alivio. Lo mismo John McClean, el personaje de la serie de películas “Duro de matar”. El hom­bre es la rectitud andado, sacrificado y valeroso, pero inso­portable en muchos sentidos, medio vago y desordenado, en cierta forma autodestructivo.

Juan Villoro escribe “El abominable”, un artículo sobre el director técnico del equipo de futbol de España Real Ma­drid, José Mourinho. El tipo es un hígado, casi como morder una pimienta entera. Horrenda experiencia. Y sin embargo es admirable por sus logros; poco importa que sea casi hecho de materia inerte.

Qué mundo extraño; en su desesperación ensalza a los caóticos. Luego de décadas de recetarnos la imagen de ga­

18. Los cínicos

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Lee 2 Timoteo 3:12-13

celebran la muerte? Es increíble que la gente pueda ODIAR [sic] a un hombre a quien ni siquiera han oído hablar”. Aña­dió: “Creo en Dios. Creo que TODOS somos sus hijos. Y creo que ÉL es el ÚNICO juez [sic]”.

Mendenhall concluye: “A aquellos que dicen que quisie­ran ver a Bin Laden quemándose... les pregunto ¿qué pensa­rá Dios de lo que hay en sus corazones?”

A tono con la sanguinaria fiesta, los cientos de comen­tarios recibidos por el atleta se centraron en censurarlo, de­nunciar su falta de patriotismo e incluso amenazarlo con golpizas y toda clase de maltratos. Sometido a la presión de los medios y de su trabajo tuvo que hacer una tibia rectifica­ción, la cual pareció insuficiente a uno de sus patrocinado­res, quien rompió el contrato con él. Las críticas le costaron dinero.

Dios sigue esperando gente valiente que ponga en alto la justicia. Pero también sigue siendo cierto que nunca será una misión que goce de popularidad. Hacer lo correcto tie­ne su precio; es ingenuo pensar que la gente en el poder o la sociedad alienada te agradecerán cuando digas en voz alta lo que Dios piensa o vivas como lo dice su Palabra.

El saudita Osama Bin Laden es considerado el autor intelectual del atentado contra las torres gemelas del WTC en Nueva York. Un comando estadounidense

entró subrepticiamente en territorio pakistaní, asaltó el refu­gio de Bin Laden y lo ejecutó sin tener siquiera la intención de capturarlo vivo para someterlo a un juicio según las más elementales normas del derecho internacional.

La noticia ocupó los titulares de inmediato. Los inten­tos del periodista inglés Robert Fisk, especialista en el cerca­no Medioriente, por demostrar que el personaje carecía del valor estratégico que se le achacaba no hallaron eco.

En los noticiarios se multiplicaron las escenas de cele­bración en Estados Unidos. Grupos diversos se concentraron en Nueva York y bailaron, gritaron, bebieron y celebraron durante la noche. Se congratulaban de la capacidad de su gobierno de cobrar venganza; aunque, claro, nadie le llamó así; dijeron “se hizo justicia”.

Pero no todos festejaron.Rashard Mendenhall es un jugador de futbol america­

no profesional y creyente de convicciones claras, se ve. En las horas siguientes a la ejecución en Pakistán publicó en Twitter su desacuerdo. Escribió: “¿Qué clase de personas

19. No critiques el festejo de la muerte

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Lee Apocalipsis 22:12-17

en el mercado internacional de granos. Ambos factores pre­sionan al alza los precios y amenazan así el sustento cotidia­no de millones de familias en el globo.

Entonces, afirmar que Dios tiene el control y que no de­bes preocuparte suena, ¿cómo decirlo para hacerlo lucir ele­gante? ¿francamente ridículo? Defender a Dios es una tarea cada día más difícil y más si uno mantiene una distancia intencional con él y su Palabra.

La Biblia tiene el mérito de la anticipación, es lo bueno. Especialmente en el Apocalipsis describe un mundo en mar­cha hacia el final en un flujo irrefrenable de eventos caóticos, cada vez más veloces, cada vez más destructivos. El barco de la humanidad navega sin control hacia la caída, hacia la ca­tarata. Esto no tiene discusión.

Se vislumbra la crisis final y también, qué alivio, la in­tervención histórica de Dios. Por eso la crisis horripilante sólo puede tener esta explicación: que estamos destruyéndo­nos sin miramientos y que Jesús está por regresar.

“A pie con Dios” es un sitio que intenta alentar la es­peranza en la segunda venida del Salvador. Estás invitado a unirte a esta cruzada con el Padre bueno.

Entro al tercer año de este sitio cuando una tormenta invernal de proporciones gigantescas ha inmovilizado ya la tercera parte de los Estados Unidos y avanza ha­

cia el sur. En México se desploma vertiginosamente la tem­peratura.

Le doy una retocada al diseño cuando los países árabes se agitan; el gobierno tunecino cayó hace días y en Egipto el prolongado gobierno es repudiado un día sí y el otro tam­bién por manifestaciones multitudinarias. En estas horas se reportan 500 heridos luego de un choque entre grupos anta­gonistas.

Me abro al plan de postear reseñas y críticas además de material gráfico para darle movimiento a esta iniciativa cuando en México la insensata guerra contra el narcotráfico cobra decenas de vidas todos los días y mantiene a la pobla­ción en vilo. No lejos, en el Caribe, Haití sigue postrada tras el terremoto de hace un año, una epidemia de cólera, la cues­tionada jornada electoral y ex mandatarios que amenazan con volver por lo que dejaron del botín hace años.

Intento mantener una presentación fresca y cotidiana del Papá bueno que salva a los seres humanos de sus males cuando escalan los precios del petróleo y amenaza la escasez

20. El final de la catarata