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A veces, en el trecho de huerta... A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar a la alcoba, se me aparecían los ángeles. Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas blancas como la nieve o color rosa. A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos; se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda hasta los suelos...). Otros eran como mariposas negras pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo, un número increíble. Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,

A veces

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expresion poetica de las percepciones.tambien se establecen figuras e imagenes del alma.

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A veces, en el trecho de huerta...

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar

a la alcoba, se me aparecían los ángeles.

Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo

blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas

blancas como la nieve o color rosa.

A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me

seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos;

se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel

plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda

hasta los suelos...). Otros eran como mariposas negras

pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día

se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo,

un número increíble.

Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban

todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,

hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.

 

Anoche, volvió, otra vez...

Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado

cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín violetas,

el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos

como huesos, las dulceras con olor a rosa.

Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que

que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; soñaban,

igual la vieron.

El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía

que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba,

en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto.

La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció,

gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue

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volando,

se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

 

Árbol de magnolias...

Árbol de magnolias,

te conocí el día primero de mi infancia,

a lo lejos te confundes con la abuela, de cerca, eres el aparador

de donde ella sacaba el almíbar y las tazas.

De ti bajaron los ladrones;

Melchor, Gaspar y Baltasar;

de ti bajaban los pastores y los gatos;

los pastores, enamorados como gatos,

los gatos, serios como hombres, con sus bigotes y sus ojos de

enamorados

Esclava negra sosteniendo criaturitas, inmóviles, nacaradas.

Virgen María de velo negro,

de velo blanco, allá en el patio.

Eres la abuela, eres mamá, eres Marosa, todo eres, con tu

eterna

juventud, tu vejez eterna,

niña de Comunión, niña de novia,

niña de muerte.

De ti sacaban las estrellas como tazas,

las tazas como estrellas.

Estuvo oculto en tus ramos el Libro del Destino.

Te has quedado lejos, te has ido lejos.

Pero, voy retrocediendo hacia ti,

voy avanzando hacia ti.

Te veré en el cielo.

No puede ser la eternidad sin ti.

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Bajó una mariposa...

Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de

hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica

creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros

niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.

Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.

Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.

Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo

cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?

Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un

hombre alto se irguió y se marchó.

Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado

prodigiosamente en una caja.

 

De súbito, estalló la guerra

De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar

arriba de las calas. Primero, creíamos que era juego;

después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó

ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos

desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,

como rosas, como ratones que volvieran del infinito,

todavía, con las alas.

Por protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas:

"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".

Pero, ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno, tenía

calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes, al alcance

de la manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó

la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,

el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.

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De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,

arriba de las calas.

 

Ellos tenían siempre la cosecha más roja

Ellos tenían siempre la cosecha más roja, la uva centelleante.

A veces, al mediodía, cuando el sol embriaga -si no, nunca

nos atreviéramos-, mi madre y yo, tomadas de la mano,

íbamos por los senderos de la huerta, hasta pasar la línea

casi invisible, hasta la vid de los monjes. La uva erguía

bien alto su farol de granos; cada grano era como un rubí

sin facetas con una centella dentro. Ellos estaban aquí y allá

con las sayas negras o rojas, y parecían escudriñar diminutas

estampillas, grandes láminas, o meditar profundamente sobre

el Santo de esos lugares. A nuestro rumor alguno dirigía

hasta nosotras la mirada como una flecha de oro o de plata.

Y nosotras huíamos sin volvernos, temblando bajo

el inmenso sol.

 

Había nacido con zapatos

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,

que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos

en aquel tiempo.

Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como

el fuego.

Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con

pie punzó.

Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose

una a cada boca.

Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba

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en la noche a buscar doncellas.

Y nunca la eligió.

 

La naturaleza de los sueños

Al alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi

madre; pero, luego, ella apartaba un poco, volvía a hilar la miel, a

bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera, verde y gris.

A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios

con pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba a las piedras, a

los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.

Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me

pasara, otra vez, aquello horrible y raro.

 

Los hongos nacen en silencio

Los hongos nacen en silencio; algunos nacen en silencio;

otros, con un breve alarido, un leve trueno. Unos son

blancos, otros rosados, ése es gris y parece una paloma,

la estatua de una paloma; otros son dorados o morados.

Cada uno trae -yeso es lo terrible-- la inicial del muerto

de donde procede. Yo no me atrevo a devorarlos; esa carne

levísima es pariente nuestra.

Pero, aparece en la tarde el comprador de hongos y

empieza la siega. Mi madre da permiso. El elige como un

águila. Ese blanco como el azúcar, uno rosado, uno gris.

Mamá no se da cuenta de que vende a su raza.

 

Los leones rondaban la casa

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Los leones rondaban la casa.

Los leones siempre rondaron.

Siempre se dijo que los leones rondaron siempre.

Parecían salir de los paraísos y el rosal.

Los leones eran sucios y dorados.

Ellos eran muy bellos.

Los ojos como perlas. Y un broche brillante en el pecho

entre aquel pelo áureo.

Los leones entraron a la casa.

Corrimos a esconder los floreros de sal, de azúcar, el cometa

Halley, las queridísimas sábanas nevadas, la

colección

estampillas. Y a traer los sudarios.

Los leones eran al mismo tiempo, presentes e invisibles, al

mismo tiempo, visibles e invisibles.

Se oía el rumor de la leche que robaban, el clamor de la miel

y la carne que cortaban.

Llevaron hacia afuera a la abuela oscura, la que tenía una

guía de rositas alrededor del corazón.

Y la comieron fríamente. Como en un simulacro.

Y -como si hubiese sido un simulacro!- ella tornó a la

casa y dijo: -Los leones rondaron siempre. Están delante

de los paraísos y el rosal. Dijo: -Los leones están acá.

 

Mi alma es un vampiro

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se

alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la

noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.

Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande,

con rizos, vestido celeste.

Un picaflor le trabaja el sexo.

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Ella brama y llora.

Y el pájaro no se detiene.

 

Poema X

Este melón es una rosa,

este perfuma como una rosa,

adentro debe tener un ángel

con el corazón y la cintura siempre en llamas.

Este es un santo,

vuelve de oro y de perfume

todo lo que toca;

posee todas las virtudes, ningún defecto,

Yo le rezo,

después lo voy a festejar en un poema.

ahora, sólo digo lo que él es:

un relámpago,

un perfume,

el hijo varón de las rosas.

 

Los poemas pertenecen a los libros Historial de las violetas (1965),

Los papeles salvajes (1971), La liebre de marzo (1981), Mesa de

esmeralda (1985), Los papeles salvajes II (2002).

*Marosa di Giorgio (Uruguay, 1932-2004). Desde 1978 se radicó en

Montevideo donde inició su carrera poética en 1954 con su obra

Poemas. Su ascendencia italiana y vasca la convirtió en una poeta

singular, cuya obra respondió siempre a las exigencias de su mundo

interior, donde la naturaleza, la magia, la mitología y el misterio, se

conviertieron en importantes protagonistas. El conjunto de su obra,

reunida en Los papeles salvajes, se amplió con dos volúmenes que

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incluyeron La liebre de marzo, Mesa de esmeralda, La falena,

Membrillo de Lusana y Diamelas de Clementina Médici. Sus poemas

y relatos fueron traducidos al inglés, francés, portugués e italiano.

Recibió importantes distinciones entre las que se destacan la Beca

Fullbright y el Primer Premio del Festival Internacional de Poesía de

Medellín en 2001. Sus obras completas reunidas en Los papeles

salvajes I y II puedes comprarla en Adriana Hidalgo editora:

www.adrianahidalgo.com