3
A$car (1trct'ct os Ancoiogíd La muñecfr menor La tía vieja había sacado desde muy temprano el sillón al balcón que daba al cañaveral como hacía siempre que se despertaba con ganas de hacer una muñeca. De joven se bañaba a menudo en el río, pero un día en que la lluvia había recrecido la corriente en cola de dragón había sentido en el tuétano de los huesos una mullida sensación de nieve. La cabeza metida en el reverbero negro de las rocas, había creído es- cuchar, revolcados con el sonido del agua, los estallidos del salitre sobre la playa y pensó que sus cabellos habían llegado por fin a de- sembocar en el mar. En ese preciso momento sintió una mordida te- rrible en la pantorrilla. La sacaron del agua gritando y se la llevaron a la casa en parihuelas* retorciéndose de dolor. El médico que la examinó aseguró que no era nada, probablemente había sido mordida por una chágara* viciosa. Sin embargo pasaron los días y la llaga no cerraba. Al cabo de un mes el médico había llegado a la conclusión de que la chágara se había introducido dentro de la carne blanda de la pantorrilla, donde había evidentemente comenzado a en- gordar. Indicó que le aplicaran un sinapismo* para que el calor la obli- gara a salir. La tía estuvo una semana con la pierna rígida, cubierta de mostaza desde el tobillo hasta el muslo, pero al finalizar el tratamiento se descubrió que la llaga se había abultado aún más, recubriéndose de una substancia pétrea y limosa que era imposible tratar de remover sin que peligrara toda la pierna. Entonces se resignó a vivir para siempre con la chágara enroscada dentro de la gruta de su pantorrilla. [ .. I Las niñas adoraban a la tía. Ella las peinaba, las bañaba y les daba de comer. Cuando les leía cuentos se sentaban a su alrededor y levantaban con disimulo el volante almidonado de su falda para oler el perfume de guanábana madura que supuraba la pierna en estado de quietud. Cuando las niñas fueron creciendo la tía se dedicó a hacerles mu- ñecas para iugar. Al principio eran sólo muñecas comunes, con carne de guata de higüera y ojos de botones perdidos. Pero con el pasar del tiempo fue refinando su arte hasta ganarse el respeto y la reverencia de toda la familia. El nacimiento de una muñeca era siempre motivo de regociio sagrado, lo cual explicaba el que iamás se les hubiese ocu- rrido vender una de ellas, ni siquiera cuando las niñas eran ya grandes y la familia comenzaba a pasar necesidad. La tía había ido agrandando el tamaño de las muñecas de manera que correspondieran a la estatura y a las medidas de cada una de las niñas. Como eran nueve y la tía hacía una muñeca de cada niña por año, hubo que separar una pieza de la casa para que la habitasen exclusivamente las muñecas t I El día que la mayor de las niñas cumplió diez años, la tÍa se sentó en el sillón frente al cañaveral y no se volvió a levantar iamás. Se bal- coneaba días enteros observando los cambios de agua de las cañas y sólo salía de su sopor cuando la venía a visitar el doctor o cuando se t02 nli I la na Rosario Ferré ( r 938) Nació en Ponce. Escribe poesÍa, ensayo, cuento y novela. Cultiva, además, la narración infantil de raíces folclóricas puertorriqueñas. lunto con Olga Nolla fundó y diri- gió la revista literaria Zona de Carga y Descargn, que publicó a los auto. res de la Promoción del 70. Entre sus libros se encuentran: Papeles de Pandora (t97ó), Silio a Eros (1980), Fñbulas de la garzn desangradd (1982), Maldito *rnor {1986i, Las áos Yenecias {1W21 , The House an t{w l¡qosn {1991\ , novela escrita en inglés y traducida al español com a l.¡ ffisa do ls laquna, y Yeúndaix ex¡¿nticw ( 1998i, también publicada inicialmente en inglés.

A$car (1trct'ct Ancoiogíd - ovilopez.weebly.comovilopez.weebly.com/uploads/1/6/2/7/16270924/la_muñeca_menor_de... · tamaño de las muñecas de manera que correspondieran a la estatura

  • Upload
    dophuc

  • View
    216

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: A$car (1trct'ct Ancoiogíd - ovilopez.weebly.comovilopez.weebly.com/uploads/1/6/2/7/16270924/la_muñeca_menor_de... · tamaño de las muñecas de manera que correspondieran a la estatura

A$car (1trct'ct os

Ancoiogíd

La muñecfr menorLa tía vieja había sacado desde muy temprano el sillón al balcón

que daba al cañaveral como hacía siempre que se despertaba con ganas

de hacer una muñeca. De joven se bañaba a menudo en el río, pero undía en que la lluvia había recrecido la corriente en cola de dragón habíasentido en el tuétano de los huesos una mullida sensación de nieve.La cabeza metida en el reverbero negro de las rocas, había creído es-cuchar, revolcados con el sonido del agua, los estallidos del salitresobre la playa y pensó que sus cabellos habían llegado por fin a de-sembocar en el mar. En ese preciso momento sintió una mordida te-rrible en la pantorrilla. La sacaron del agua gritando y se la llevarona la casa en parihuelas* retorciéndose de dolor.

El médico que la examinó aseguró que no era nada, probablementehabía sido mordida por una chágara* viciosa. Sin embargo pasaron losdías y la llaga no cerraba. Al cabo de un mes el médico había llegado ala conclusión de que la chágara se había introducido dentro de la carneblanda de la pantorrilla, donde había evidentemente comenzado a en-gordar. Indicó que le aplicaran un sinapismo* para que el calor la obli-gara a salir. La tía estuvo una semana con la pierna rígida, cubierta demostaza desde el tobillo hasta el muslo, pero al finalizar el tratamientose descubrió que la llaga se había abultado aún más, recubriéndose deuna substancia pétrea y limosa que era imposible tratar de remover sinque peligrara toda la pierna. Entonces se resignó a vivir para siemprecon la chágara enroscada dentro de la gruta de su pantorrilla.

[ .. I Las niñas adoraban a la tía. Ella las peinaba, las bañaba y lesdaba de comer. Cuando les leía cuentos se sentaban a su alrededor ylevantaban con disimulo el volante almidonado de su falda para olerel perfume de guanábana madura que supuraba la pierna en estado dequietud.

Cuando las niñas fueron creciendo la tía se dedicó a hacerles mu-ñecas para iugar. Al principio eran sólo muñecas comunes, con carnede guata de higüera y ojos de botones perdidos. Pero con el pasar deltiempo fue refinando su arte hasta ganarse el respeto y la reverenciade toda la familia. El nacimiento de una muñeca era siempre motivode regociio sagrado, lo cual explicaba el que iamás se les hubiese ocu-rrido vender una de ellas, ni siquiera cuando las niñas eran ya grandesy la familia comenzaba a pasar necesidad. La tía había ido agrandando eltamaño de las muñecas de manera que correspondieran a la estatura y alas medidas de cada una de las niñas. Como eran nueve y la tía hacía unamuñeca de cada niña por año, hubo que separar una pieza de la casapara que la habitasen exclusivamente las muñecas t I

El día que la mayor de las niñas cumplió diez años, la tÍa se sentóen el sillón frente al cañaveral y no se volvió a levantar iamás. Se bal-coneaba días enteros observando los cambios de agua de las cañas ysólo salía de su sopor cuando la venía a visitar el doctor o cuando se

t02S¡ nli I la na

Rosario Ferré( r 938)

Nació en Ponce. Escribe poesÍa,

ensayo, cuento y novela. Cultiva,

además, la narración infantil deraíces folclóricas puertorriqueñas.

lunto con Olga Nolla fundó y diri-gió la revista literaria Zona de Carga

y Descargn, que publicó a los auto.res de la Promoción del 70. Entresus libros se encuentran: Papeles de

Pandora (t97ó), Silio a Eros (1980),

Fñbulas de la garzn desangradd (1982),

Maldito *rnor {1986i, Las áos Yenecias

{1W21 , The House an t{w l¡qosn {1991\ ,

novela escrita en inglés y traducidaal español com a l.¡ ffisa do ls laquna, yYeúndaix ex¡¿nticw ( 1998i, tambiénpublicada inicialmente en inglés.

Page 2: A$car (1trct'ct Ancoiogíd - ovilopez.weebly.comovilopez.weebly.com/uploads/1/6/2/7/16270924/la_muñeca_menor_de... · tamaño de las muñecas de manera que correspondieran a la estatura

despertaba con ganas de hacer una muñeca. Co-menzaba entonces a clamar para que todos los ha-bitantes de la casa viniesen a ayudarla. podía verseese día a los peones de la hacienda haciendo cons-tantes relevos al pueblo como alegres mensajerosincas, a comprar cera, a comprar barro de porcelana,encajes, agujas, carretes de hilos de todos los colo-res. Mientras se llevaban a cabo estas diligencias, latía:llamaba a su habitación a la niña con la quehabía soñado esa noche y le tomaba las medidas.Luego le hacía una mascarilla de cera que cubríade yeso por ambos lados como una cara viva den-tro de dos caras muertas; luego hacía salir un hili-llo rubio interminable por un hoyito en la barbilla.La porcelana de las manos era siempre translúcida;tenía un Iigero tinte marfileño que contrastaba conla blancura granulada de las caras de biscuit. para

hacer el cuerpo, la tía enviaba al lardín por veintehigüeras relucientes. Las cogía con una mano y conun movimiento experto de la cuchilla las iba reba-nando una a una en cráneos relucientes de cueroverde. Luego las inclinaba en hilera contra Ia pareddel balcón, para que el sol y el aire secaran los ce-rebros algodonosos de guano gris. Al cabo de algu-nos días raspaba el contenido con una cuchara y loiba introduciendo con infinita paciencia por la bocade la muñeca.

Lo único que la tía transigía en utilizar en lacreación de las muñecas sin que estuviese hechopor ella, eran las bolas de los oios. Se.los enviabanpor correo desde Europa en todos los colores, perola tía los consideraba inservibles hasta no haberlosdeiado sumergidos durante un número de días en elfondo de la quebrada para que aprendiesen a reco-nocer el más Ieve movimiento de las antenas de laschágaras. Sólo entonces los lavaba con agua deamoniaco y los guardaba, relucientes como gemas,colocados sobre camas de algodón, en el fondo deuna lata de galletas holandesas. El vestido de lasmüñecas no variaba nunca, a pesar de que las niñasiban creciendo. Vestía siempre a las más pequeñasde tira bordada y a las mayores de broderí, colocandoen la cabeza de cada una el mismo lazo abullonado ytrémulo de pecho de paloma.

Las niñas empezaron a casarse y a abandonar lacasa. El día de la boda la tía les regalaba a cada unala última muñeca dándoles un beso en la frente y di-

ciéndoles con una sonrisa: "Aquf tienes tu pascua

de Resurrección". A los novios los tranquilizaba ase-gurándoles que la muñeca era sólo una decoraciónsentimental que solía colocarse sentada, en las ca-sas de antes, sobre la cola del piano. Desde lo altodel balcón la tía observaba a las niñas balar por úl-tima vez las escaleras de la casa sosteniendo en unamano la modesta maleta a cuadros de cartón y pa-sando el otro brazo alrededor de la cintura deaquella exuberante muñeca hecha a su imagen ysemeianza, calzada con zapatillas de ante, faldasde bordados nevados y pantaletas de valencien-nes*. Las manos y la cara de estas muñecas, sinembargo, se notaban menos transparentes, teníanla consistencia de la leche cortada. Esta diferenciaencubrÍa otra más sutil: la muñeca de boda no es-taba iamás rellena de guata, sino de miel.

Ya se habían casado todas las niñas y en la casaquedaba sólo la más ioven cuando el doctor hizo ala tía la visita mensual acompañado de su hilo queacababa de regresar de sus estudios de medicina enel norte. [... I

En adelante fue el joven médico quien visitómensualmente a la tía vieia. Era evidente su interéspor la menor y la tía pudo comenzar su última mu-ñeca con amplia anticipación. Se presentaba siem-pre con el cuello almidonado, los zapatos brillantesy el ostentoso alfiler de corbata oriental del que notiene donde caerse muerto. Luego de examinar a latía se sentaba en la sala recostando su silueta depapel dentro de un marco ovalado, a Ia vez que leentregaba a la menor el mismo ramo de siemprevi-vas moradas. Ella le ofrecía galletitas de jengibre ycogía el ramo quisquillosamente con la punta de losdedos como quien coge el estómago de un erizovuelto al revés. Decidió casarse con él porque le in-trigaba su perfil dormido, y porque ya tenía ganasde saber cómo era por dentro la carne de delfín.

El día de la boda la menor se sorprendió al cogerla muñeca por la cintura y encontrarla tibia, pero loolvidó enseguida, asombrada ante su excelencia ar-tÍstica. Las manos y la cara estaban confeccionadas

valenciennes: Valenciennes: comarca del norte de Francia, famosa,entre otras cosas, por sus textiles.

r03Santillana

Page 3: A$car (1trct'ct Ancoiogíd - ovilopez.weebly.comovilopez.weebly.com/uploads/1/6/2/7/16270924/la_muñeca_menor_de... · tamaño de las muñecas de manera que correspondieran a la estatura

Ancotogíacon delicadísima porcelana de Mikado*. Reconocióen la sonrisa entreabierta y un poco triste la colec-ción completa de sus dientes de leche. Había, ade-más, otro detalle particular: la tía había incrustadoen el fondo de las pupilas de los oios sus dormilo-nas de brillantes.

El loven médico se la llevó a vivir al pueblo, auna casa encuadrada dentro de un bloque de ce-mento. La obligaba todos los días a sentarse en elbalcón, para que los que pasaban por la calle supie-sen que él se había casado en sociedad. Inmóvildentro de su cubo de calol la menor comenzó a sos-pechar qúe su marido no sólo tenía el perfil de si-lueta de papel sino también el alma. Confirmó sussospechas al poco tiempo. Un día él le sacó los olosa la muñeca con la punta del bisturí y los empeñó porun luioso reloj de cebolla con una larga leontina*.Desde entonces la muñeca siguió sentada sobre lacola del piano, pero con los ojos baios.

A los pocos meses el joven médico notó la au-sencia de la muñeca y le preguntó a la menor quéhabía hecho con ella. Una cofradía de señoras pia-dosas le había ofrecido una buena suma por la caray las manos de porcelana para hacerle un retablo ala Verónica en la próxima procesión de Cuaresma.La menor le contestó que las hormigas habían des-cubierto por fin que la muñeca estaba rellena demiel y en una sola noche se la habían devorado. [... I

Pasaron los años y el médico se hizo millonario.Se había quedado con toda la clientela del pueblo,a quienes no les importaba pagar honorarios exor-

ñ-"F:-

bitantes para poder ver de cerca a un miembro legí-timo de la extinta aristocracia cañera. La menor se-guía sentada en el balcón, inmóvil dentro de susgasas y encales, siempre con los oios bajos. Cuandolos pacientes de su marido, colgados de collares,plumachos y bastones, se acomodaban cerca de ellaremoviendo los rollos de sus carnes satisfechas conun alboroto de monedas, percibían a su alrededorun perfume particular que les hacía recordar invo-luntariamente la lenta supuración de una guaná-bana. Entonces les entraban a todos unas ganasirresistibles de restregarse las manos como si fue-ran patas.

Una sola cosa perturbaba la felicidad del médico.Notaba que mientras él se iba poniendo vieio, la me-nor guardaba la misma piel aporcelanada y dura quetenía cuando la iba a visitar a la casa del cañaveral.Una noche decidió entrar en su habitación para ob-servarla durmiendo. Notó que su pecho no se movía.Colocó delicadamente elestetoscopio sobre su cora-zón y oyó un lejano rumor de agua. Entonces la mu-ñeca levantó los párpados y por las cuencas vacías delos oios comenzaron a salir las antenas furibundas delas chágaras.

Rosarlo Ferré(puertorriqueña\

(fragmentol

Mikado: título del emperador de lapón.

leontlna: cadena colgante del reloi de bolsilto

¡ Aná(rsrs ce cuat:

acontecimientos. Menciona el mensaje que co-munican y sus valores implícitos.

§ oistingue, de los temas que has identificado,entre los que implican una crítica socialy losque no.

§ Identifica el tema central y los temas secunda- p oescribe tu percepción del personaie de la tía.rios que componen este texto. Discute cómo sepresentan estos temas: mediante personaies o

I04Saotillana

p lnterpreta el desenlace del cuento.

I Contesta:

l. ¿Por qué se casa el joven médico con la so-brina menor?

2. ¿Oué paralelismos hay entre la tía, la sobrinay la muñeca?