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negocios para empresarios
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Actuación teatral para empresarios
Los actores y los directivos tenemos muchas más cosas en común de las que parecen. Fortalecer las
habilidades actorales, tarea de un buen empresario.
Hace algún tiempo fui invitado a dar sesiones en una escuela de negocios europea. Diseñé con esmero mi
programa de clases de 20 horas sobre emprendimientos, tema que siempre he considerado de suma
importancia para cualquier directivo en el mundo, pues se ha demostrado que las empresas que triunfan
en el siglo XXI son aquellas que han logrado inculcar el espíritu emprendedor en su cuerpo de ejecutivos
y de empleados.
Pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme en el mismo evento con una vieja amiga, a la cual llamaremos
Isabel Rubinat, quien también había sido invitada como profesora a la misma Semana Internacional para
Directivos. Después de los saludos de rigor le pregunté por el curso que estaba enseñando y con toda la
naturalidad me dijo: ¡Actuación teatral!
¿Cómo?, repuse, ¿enseñas técnicas de teatro a los directivos?
Pues sí, ¿de qué te extrañas? Tú lo sabes, la dirección de empresas y el teatro tienen muchos temas en
común; después de todo en ambos casos se trata de comunicar un mensaje, de vender algo. La diferencia
entre el actor y el ejecutivo es que el actor sabe que está actuando.
Una respuesta interesante pero enigmática, que fue el tema central de la cena que tuvimos una noche
después. Isabel es una amiga europea que conocí hace muchos años cuando ella era una promisoria
ejecutiva de marketing de empresas multinacionales. Ha vivido en Milán, París, Luxemburgo, Barcelona y
en otras ciudades.
Tiene dos hijas y en el momento en que nos encontramos tenía dos trabajos simultáneos: actriz de teatro
y profesora de una acreditada Business School del Viejo Continente. Allí, para mi sorpresa, enseñaba un
curso dirigido a altos ejecutivos, que era muy popular y con frecuencia era el primero que cerraba
inscripciones por exceso de participantes: actuación para directivos empresariales.
Después de nuestro intercambio inicial de ideas, llegamos a ciertas conclusiones que creo pueden ser de
utilidad para quien lea estas líneas y por eso me permito resumirlas: Al estar de acuerdo con el aforismo
de Shakespeare: "el mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres somos meros actores",
concluimos que el problema del ejecutivo es que su papel de actor lo hace bastante mal, pues
simplemente no sabe actuar, nadie le ha enseñado técnicas interpretativas que lo facultarían para
comunicar mejor.
Claro, esta no es una falla solo de los ejecutivos sino también de las amas de casa, de los médicos, de los
consultores, de los políticos y en, general, de todas las profesiones. Pero en medio de nuestra
conversación, pensaba que evidentemente yo también era un actor en mis clases por la Metodología del
Caso, pues con el tiempo me he venido convenciendo de que el contenido de lo que transmito es apenas
un 20% o 30% del mensaje total; casi la mitad es lenguaje corporal y facial y cerca de un 20% el timbre y
la dinámica de la voz.
En resumen, en numerosas situaciones de la vida personal y profesional se vuelve más importante el
cómo que el qué... Y así lo enseñamos en nuestros cursos de formación directiva en Inalde. Luego, con
ánimo inquisitivo, pregunté:
Pero, ¿tú también actúas en todas las facetas de tu vida? "Claro, porque a veces soy jefa, a veces
compañera, a veces madre, a veces profesora, otras actriz. ¡Y actúo de forma distinta en cada caso!, pero
todas las caras son mías por igual".
Siguiendo con nuestra charla le dije: "Muchas veces enseño a los profesores principiantes y en mis
sesiones de consulta, sobre todo cuando trabajo con la fuerza de ventas, el manejo de la palabra.
Recomiendo no llenar los huecos con palabras, dar pausas, no temerle a los silencios. Un silencio antes
de decir algo importante crea expectativa; después, fomenta la reflexión. Les señalo que manejar las
pausas es más difícil que las palabras y estas últimas conviene aprender a administrarlas bien". Isabel,
sin pensarlo, me dijo: "Pues estás enseñando actuación teatral".
Bueno, de ahí en adelante ya la conversación no fue una discusión sino un diálogo provechoso en la que
cada uno trataba de aportar algo a un tema fundamental: los directivos tienen que conocer las técnicas
de actuación.
Por ejemplo, todos sabemos que cuando vamos a hacer un discurso ante una audiencia selecta, además
de preparar las palabras apropiadas debemos ensayar la entonación de la voz e incluso intentarlo delante
de un espejo.
Extendiendo esta buena práctica, sería positivo que se siguiera el mismo hábito en casos tan disímiles
como cuando un director general trata de vender un proyecto a su Junta Directiva o cuando un gerente
comercial tiene que cerrar la venta de un producto ante un cliente principal.
En este tipo de actividades es recomendable, primero, estudiar con mucho detenimiento lo que se va a
decir y después ensayar la forma en que se va a decir, porque volviendo al siempre oportuno
Shakespeare: "Las improvisaciones salen mucho mejor cuando se preparan".
Continuando nuestra tertulia, advertimos que existían muchas actividades actorales que deberían imitar
los directivos. Una de ellas, ver con anticipación el recinto en donde se va a realizar la reunión para
determinar cuál podría ser el mejor sitio para sentarse.
Así mismo, antes de asistir a un evento importante con personajes de distintos intereses, como
proveedores, clientes y funcionarios del gobierno, sería provechoso probar una especie de juego de roles
con los suyos; de esta improvisación y de la forma en que se interprete pueden surgir ideas creativas. Por
otro lado, tener en cuenta algo que saben los grandes actores: si el tema o la actividad a desarrollar no le
apasiona, es mejor dejarlo para otro día o encargárselo a alguien más.
Y, por último: A menudo, cuando nos proponemos persuadir a alguien, queremos detallarlo todo ¡y ese es
el mejor modo de aburrir y de no convencer! Es preferible dejar las cosas en el aire, dejar margen para la
imaginación del otro o que crea que está colaborando en la solución. Parodiando a Voltaire: "Esfuérzate
más en ser interesante que exacto, pues el cliente lo perdona todo menos la aburrición".