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ACUERDO GENERAL SOBRE S'ÍI'iíJti-br. a. 1986 ARANCELES ADUANEROS Y COMERCIO Di.trib»ci*> ii»it.d. PARTES CONTRATANTES Original: español Periodo de sesiones a nivel Ministerial Septiembre de 1986 DISCURSO DE APERTURA PRONUNCIADO POR EL SR. PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY. DOCTOR JULIO MARÍA SANCUINETTI EN LA REUNIÓN DEL GATT EN PUNTA DEL ESTE 15 DE SEPTIEMBRE DE 1986 Señor Presidente. Señores delegados. Debo ante todo agradecer las amables palabras del Señor Presidente, Ministro del Japón que representa a una de las naciones que ha sido pionera en el esfuerzo por la libertad del comercio y que ha dado pruebas sobre el valor e inteligencia de su pueblo para mostrar cómo de la adversidad puede construirse una democracia vigorosa y un país próspero y una ciencia y una industria que son vanguardia en el mundo. Señor Presidente, agradezco sus amables palabras y les agradezco a todos ustedes su presencia en esta reunión. El Uruguay los recibe como siempre recibe a los huéspedes ilustres, con todo el beneplácito, con todo el fervor espiritual de un pueblo históricamente amante de la libertad e hijo de una civilización que ha sido la confluencia de todas las civilizaciones. Acaso quisiéramos poder ofrecerles más facilidades materiales, pero este pequeño país se siente muy orgulloso de que estén ustedes aquí y les ofrece su hospitalidad sin límite y su alegría sin límite. Somos cons- cientes de la importancia que tiene para nosotros el ser sede de este encuentro tan significativo, acaso el más importante que en la materia del comercio se haya realizado desde la posguerra. Somos conscientes, también» de que esto es un símbolo. La circuns- tancia de que una discusión sobre las condiciones del comercio se realice en un país en vías de desarrollo de la América Latina representa, sin duda, un símbolo, un reconocimiento, una voluntad que mucho apreciamos de todos los países del mundo porque representa, sin duda, un reconocimiento y un homenaje a lo que esta zona del mundo ha hecho, al esfuerzo que viene cumpliendo, y un reconocimiento, también, a la necesidad de cooperar para que puedan alcanzar etapas superiores de desarrollo por las que están anhelando y bregando sus pueblos. Llegan ustedes al Uruguay, sin duda, en un momento importante y particular de su vida, en un proceso de reafirmación de sus instituciones democráticas, en un proceso de consolidación institucional luego de años difíciles y de ciertas turbulencias. Un país que se va reencontrando 86-1639

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ACUERDO GENERAL SOBRE S'ÍI'iíJti-br. a. 1986 ARANCELES ADUANEROS Y COMERCIO Di.trib»ci*> ii»it.d.

PARTES CONTRATANTES Original: español Periodo de sesiones a nivel Ministerial Septiembre de 1986

DISCURSO DE APERTURA PRONUNCIADO POR EL SR. PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY. DOCTOR JULIO MARÍA SANCUINETTI EN LA REUNIÓN DEL GATT EN PUNTA DEL ESTE

15 DE SEPTIEMBRE DE 1986

Señor Presidente. Señores delegados.

Debo ante todo agradecer las amables palabras del Señor Presidente, Ministro del Japón que representa a una de las naciones que ha sido pionera en el esfuerzo por la libertad del comercio y que ha dado pruebas sobre el valor e inteligencia de su pueblo para mostrar cómo de la adversidad puede construirse una democracia vigorosa y un país próspero y una ciencia y una industria que son vanguardia en el mundo.

Señor Presidente, agradezco sus amables palabras y les agradezco a todos ustedes su presencia en esta reunión. El Uruguay los recibe como siempre recibe a los huéspedes ilustres, con todo el beneplácito, con todo el fervor espiritual de un pueblo históricamente amante de la libertad e hijo de una civilización que ha sido la confluencia de todas las civilizaciones.

Acaso quisiéramos poder ofrecerles más facilidades materiales, pero este pequeño país se siente muy orgulloso de que estén ustedes aquí y les ofrece su hospitalidad sin límite y su alegría sin límite. Somos cons­cientes de la importancia que tiene para nosotros el ser sede de este encuentro tan significativo, acaso el más importante que en la materia del comercio se haya realizado desde la posguerra.

Somos conscientes, también» de que esto es un símbolo. La circuns­tancia de que una discusión sobre las condiciones del comercio se realice en un país en vías de desarrollo de la América Latina representa, sin duda, un símbolo, un reconocimiento, una voluntad que mucho apreciamos de todos los países del mundo porque representa, sin duda, un reconocimiento y un homenaje a lo que esta zona del mundo ha hecho, al esfuerzo que viene cumpliendo, y un reconocimiento, también, a la necesidad de cooperar para que puedan alcanzar etapas superiores de desarrollo por las que están anhelando y bregando sus pueblos.

Llegan ustedes al Uruguay, sin duda, en un momento importante y particular de su vida, en un proceso de reafirmación de sus instituciones democráticas, en un proceso de consolidación institucional luego de años difíciles y de ciertas turbulencias. Un país que se va reencontrando

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consigo mismo y con sus mejores tradiciones, un país que fue un remanso de civilización y de desarrollo social y que felizmente va reencontrando sus tradiciones y mirando hacia adelante en un momento difícil. Hoy este país está haciendo un esfuerzo político y también un esfuerzo económico y social, sin ninguna duda ambas cosas se complementan. Son en definitiva, dos caras de la misma moneda. No podemos afirmar las instituciones demo­cráticas sin un auténtico desarrollo, no podemos afirmar y crear realmente el desarrollo que queremos, sin instituciones democráticas, porque queremos un desarrollo basado en la afirmación de la persona humana, en la exalta­ción de los valores del espíritu que son sustanciales, las raíces mismas de la civilización a la que pertenecemos y la base misma de la razón de ser de esta República.

Sin duda, han sido tiempos difíciles. Estamos trabajando por moder­nizar un país. Estamos trabajando por hacer ajustes estructurales que le permitan a la República alcanzar niveles de eficiencia mayor. Estamos trabajando por ordenar una economía que había atravesado momentos de enorme peligro y que incluso vio una extraordinaria caída del producto en los últimos años. Piensen ustedes solamente que del año 82 al 84, tres años, este país perdió el 15 por ciento de su producto bruto. Hemos avanzado en este último año y el país está volviendo a crecer. Está ordenando su economía. Está disminuyendo sus déficit. Está mejorando sus reservas internacionales. Está tratando de construir un modelo de país democrático con una economía también democrática, abierto al comercio como ha sido su tradición, con respeto para todos los derechos y a la vez todo esto hacerlo administrando una situación de expectativas sociales muy difíciles que se van atendiendo en la medida en que el país va creciendo. Pero un país como el nuestro no puede crecer si no mira hacia afuera. Este país fue hijo, sin ninguna duda, de las ideas de libertad política y de la posibilidad de la libertad de comercio porque en torno a ellas nació este país. Y este país sólo creció cuando pudo crecer hacia afuera, porque su mercado domés­tico fue siempre limitado, y si bien el objetivo de todo gobierno es, naturalmente, el de desarrollar mejores niveles de consumo y de vida en su gente, eso es lo que estamos tratando de desarrollar en este momento con el concurso y el esfuerzo de todo un pueblo. De allí, entonces, que vean ustedes, Señor Presidente y Señores Delegados, cuánto nos Importa a nosotros el resultado de esta reunión y lo que ella pueda significar en el correr del tiempo. Un comercio cerrado, un mundo abroquelado en bloques, detrás de murallas de protección comercial, es un mundo en el cual países como el nuestro difícilmente puedan desarrollarse. Sólo un viento de libertad en el comercio, de condiciones más justas, podrá realmente permitir que países como el nuestro crezcan.

Comprenderán entonces ahora por qué sentimos tanta responsabilidad y ponemos tanto interés en esta reunión. En esta reunión que, pienso, tiene una trascendencia inevitable. Esta reunión que no pasará desapercibida en los años que vendrán. Todos aspiramos a que tenga el mejor resultado. Esperamos que así sea. Pero si así no fuera tampoco sería una reunión desapercibida porque desgraciadamente sería el comienzo de una etapa de cerramiento de las economías, de enfrentamiento de los países y de

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inestabilidad en el mundo. Esto no pasará desapercibido ni en el éxito ni en el fracaso, y pienso que el éxito depende de la voluntad que pongamos todos, de la independencia de criterio con que actuemos, de la superación de egoísmos que hagamos, de la fuerza que pongamos en sentir que sólo un mundo adherido al principio de la cooperación internacional podrá ser también un mundo justo en el que valga la pena vivir.

Sin ninguna duda, podemos mirar las últimas cuatro o cinco décadas y pensar lo que ha significado la presencia de este organismo, de este foro que aquí se reúne, luego de la posguerra. Todos sabemos que el GATT nació hace 40 años luego de aquel período de enormes turbulencias que enfrentó al mundo y que nació como una institución que pretendía a través del des­arrollo del comercio, a través de un comercio libre y sin discriminaciones, poder aportarle al mundo una capacidad expansiva que le permitiera vivir en paz, que le permitiera encontrar sus equilibrios. El mundo había pasado la crisis de los años 30, había pasado la guerra de las economías, y había pasado, luego la guerra y el enfrentamiento militar y sabía, entonces, que el comercio y la libertad del mismo eran condiciones muy importantes para la paz. Sin ninguna duda, este organismo fue fundamental para crear nuevas condiciones.

Sin ninguna duda, este organismo fue el foro en el cual se comenzaron a discutir esas nuevas ideas. Y así pudimos ver en los años 60 y en los años 70, una verdadera expansión del comercio. Y así pudimos ver, también, en los últimos años lo contrario. Porque así como en los diez años ante­riores al 73, que fue el año del primer crac petrolero, el comercio había crecido a una tasa del 9 por ciento anual, en los diez años siguientes -es decir, del 73 en adelante- sólo creció a un 2,3 o un 2,4 por ciento por año. Eso nos muestra que aquella expansión en determinado momento empezó a detenerse, que aquella expansión del comercio empezaba a crujir y que la reacción fue, cada vez más, encerrarse. Un rundo de bloques empezó a enfrentarse y allí comenzó, entonces, un proceso de repliegue que, sin ninguna duda, ha sido enormemente preocupante. Preocupante para todos. Preocupante para nosotros, muy especialmente, que integramos un área en desarrollo, un área llena de dificultades, un área llena de problemas que, a su vez, ha sufrido como pocas las distorsiones de esta situación. Porque ese proceso de encerramiento se ha caracterizado inmediatamente por dos fenómenos que fueron, en primer lugar, el comienzo de prácticas proteccio­nistas y aún discriminatorias en el mundo comercial, que fueron haciendo retroceder de un proceso de levantamiento de barreras arancelarias. Curiosamente, paradojalmente, al proceso de levantamiento de las barreras arancelarias le siguió un proceso de crecimiento de las barreras no aran­celarias y de los métodos más sofisticados para distorsionar el comercio.

En segundo lugar, se dio también que al producirse la retracción del comercio, ello se produjo de un modo discriminado en el cual el mundo en desarrollo fue el que retrocedió; en lugar de crecer, retrocedió en su comercio. No quiere decir eso que haya una formulación perversa de propó­sitos; simplemente decimos que hay un hecho en virtud del cual esa retrac­ción del comercio produjo un efecto mucho más negativo en el mundo en

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desarrollo que en el mundo Industrializado; mundo industrializado que empezó entonces a desarrollar todas estas modalidades nuevas del protec­cionismo y de la discriminación comercial.

En esas circunstancias, entonces, es que llegamos a esta conferencia. Permítanme ustedes que diga un concepto, sobre lo que todo ello representa en un país como éste, indisolublemente ligado en su vida al problema agrario, al desarrollo agrario, a las posibilidades agrarias. Piensen ustedes lo que es para un país como éste, que tuvo una economía agraria tradicional, hacer esfuerzos de modernización, reclamarle a sus productores riego y eficiencia, y que luego, cuando encuentra que esa eficiencia permite producir más y mejor, le tenemos que decir que la eficiencia no alcanza. Porque esos productores agrícolas hoy de países como el nuestro, no están luchando contra otros productores agrícolas en un mercado libre y en una competencia justa; no están compitiendo productores agrícolas de nuestros países con productores agrícolas de otros países, están compi­tiendo productores agrícolas contra tesorerías, contra subsidios y finan­ciaciones de tesorerías de países muy poderosos. Y eso, para nosotros, es invencible, para nosotros es un inconveniente insuperable, para nosotros es algo que no podemos vencer.

Debemos, entonces, decir nuestra verdad con sencillez y decir que sentimos también que en esto estamos perdiendo todos, que estamos perdiendo nosotros y están perdiendo también las grandes economías industrializadas. El consumidor de los países industrializados está pagando más caro sus productos alimenticios; los trabajadores industriales de los países indus­trializados están perdiendo oportunidades también como consecuencia de esta economía distorsionada, en que deben ellos subsidiar a otro sector de la economía que tiene una eficiencia menor y que está absorbiendo grandes fondos de sus tesorerías, que a su vez pagan los contribuyentes en general, que también se están perjudicando por estas situaciones. Si aso ocurre del lado de allá, desde nuestro lado ocurre que no están en juego sólo nuestros productores: está en juego nuestra propia capacidad de sobrevivencia, están en juego, sí nuestros productores agrarios pero está en juego también nuestra estabilidad política y social, porque en países como éstos, de la estabilidad social de nuestros productores agrarios dependen también nuestra libertad y nuestra estabilidad política. Y esto, entonces, va más allá de un tema comercial y va más allá de lo que pueda ser simplemente un tema económico.

Por eso decimos, también, Señor Presidente, que nuestra visión ha sido en todo momento la de pensar en el desarrollo económico como un fenómeno integral. Ustedes saben que con otros países de América Latina integramos el Consenso de Cartagena, que hemos luchado todo este tiempo por llevar adelante una situación de endeudamiento externo muy difícil. Saben que la hemos llevado con responsabilidad, que la hemos llevado con decisión, que la hemos llevado hablando no en nombre de posiciones irresponsables o de actitudes de efectismo político sino que las hemos buscado tratando siempre de buscar caminos positivos. Nunca hemos dejado de tener una vocación positiva, una vocación constructiva. Hemos insistido en el Consenso de

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Cartagena en decir que el fenómeno de la deuda externa no era un problema sólo financiero, sino que era un problema tanto financiero como comercial, porque en definitiva, si no había un comercio que se expandiera, nuestras economías no iban a crecer, y si nuestras economías no crecían no había ningún mecanismo financiero que pudiera resolver el tema de la deuda. Del mismo modo que, a la inversa, sólo un comercio más libre iba a poder permitir un manejo racional de la deuda que le permitiera a todo el mundo, industrializado o en desarrollo, poder cooperar, actuar dentro de un mundo integrado, participar todos en una misma comunidad Internacional y ver alejarse los tantos fantasmas y acechanzas que han estado ensombreciendo el horizonte del mundo en los últimos años.

Para nosotros todo esto es un fenómeno indisoluble; el desarrollo como una aspiración conjugada de factores económicos, sociales y políticos. Un comercio más libre y más justo; y a su vez una deuda externa que no se transforme en un peso que asfixie, sino un fenómeno financiero que puede irse resolviendo en términos financieros sobre la base de una economía que crece.

De modo que hoy llegamos aquí, llegamos a esta conferencia, llegamos a esta reunión a señalar que sentimos que es el momento de decir que hay que echar las bases de un comercio más libre, que hay que reafirmar una vez más las bases de un comercio sin discriminaciones, que hay que volver a reiterar que los países en desarrollo necesitamos, no de dádivas, pero sí el reconocimiento a una situación de hecho que, reclama por algunos años principios y normas que nos permiten caminar con más facilidad. Venimos a buscar normas de estabilidad, venimos a buscar que las ventajas compara­tivas puedan realmente funcionar como no han funcionado en los últimos años, en que han sido solamente un concepto teórico, porque las ventajas comparativas en la producción agraria o en la producción industrial no han podido realmente ser un elemento fundamental al vivirse en el camino de la distorsión permanente de los subsidios y de los mecanismos proteccionistas. Venimos a decir, en consecuencia, que se precisa salir de este sistema de protecciones que desgraciadamente ha ido creciendo y volver entonces al espíritu original del GATT.

Creo que este foro puede contribuir a ello, creo que este organismo puede contribuir decisivamente a esta discusión. No pensamos que esta Conferencia de Punta del Este sea el final de un proceso. Simplemente aspiramos a que sea el comienzo de un nuevo proceso, el momento de lanza­miento de una nueva discusión. Todos estamos, sin duda, aspirando a una nueva ronda de negociaciones comerciales, pero creo que es muy importante que digamos que todo depende del espíritu con que lleguemos a esa ronda. Si no vencemos los prejuicios que hoy existen, si no abrimos nuestro espíritu a buscar caminos de solución, no vamos a encontrar las soluciones, porque es muy claro que no hay soluciones simples, porque el problema es complejo, y pretender soluciones simples a problemas complejos es caer en la enfermedad del simplismo. Sabemos que para los países industrializados, problemas como el agrario pueden significar procesos de ajustes muy duros; nosotros sabemos lo que son procesos de ajustes duros porque en

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América Latina todos nuestros países los hamos hacho en los último* «dos, los hemos hacho con sacrificio y responsabilidad. Y no estamos reclamando hoy un cambio dramático, no estamos hoy apelando a un cambio traumático; estamos reclamando, eso sí, que con decisión sa comience una negociación serla y honesta, en que podamos Ir avanzando, paso a paso, si, pero avan­zando. Lo único que hoy estamos reclamando es que en medio de este túnel podamos saber dónde está la luz; queremos saber dónde está al objetivo; queremos saber que luego de un recorrido aún difícil y sacrificado habrá en definitiva un amanecer, habrá en definitiva un horizonte.

Señor Presidente, la historia del mundo debiera ser, como quería Cicerón, una maestra de los hombres. Desgraciadamente no siempre lo es. Aquí en occidente sabemos que cada vez que se cerró nuestro comercio vivimos épocas de feudalismo y que cada vez que se abrió el comercio vivimos épocas de renacimiento. El feudalismo fue ubicarnos detrás de nuestras murallas y de nuestras fortalezas. Ese fue el mundo de la Edad Media. El renacimiento fue el auge de la ciencia, del arte, de la libertad política y detrás de los caminos del comercio libre que abrieron las luminosas ciudades de Italia, la potencia navegante de España y Portugal y que abrieron los países del norte de Europa que rompieron la Edad Media comenzando a comerciar entre si, detrás de eso vino el renacimiento del mundo. Pienso que en esta hora en que hay tanto terrorismo, violencia y narcotráfico en el mundo, debemos trabajar, no para encerrarnos en nuestra muralla para caer en una nueva Edad Media sino por el contrario, debemos salir de ella y tratar de crear un nuevo renacimiento.