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1¿€ CRISTO NUESTRO HERMANO

Adam Karl - Cristo Nuestro Hermano

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CRISTONUESTRO

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KARL ADAM

CRISTO

NUESTRO HERMANO

BARCELONA

EDITORIAL HERDER

1963

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I<a versión española de esta obra ha sido hecha di rectamente por elD r. DonANTONIO SANCHO, Canónigo Magist ral de Mal lorca, sobre la8." edición original alema na de Christas unser Bruder, del Dr. KARLADAM, Profesor d e Teología en la Universidad de Tubinga, publ icada

en 1950 por Verlag Josef Habbel , de Rat isbona (Alemania)

Segunda edición aumentada 1954

Tercera edición 1958Cuarta edición 1961

Quinta edición 1963

NmiL OBSTAT: El censor, I,ic. JUAN NICOLAO, Pbro.

IMPRÍMASE: Palma , 27 de noviembre de 1953

t JUAN, Obispo de Mallorca

Por mandato de su Excia . Rvdma.

S E B A S T I Á N G A Y A R I E R A , Canciller-Secretario

© Editorial Herder S. A., Barcelona (España) 1958

N.° registro 6290-60

Es PROPIEDAD Depósito legal B. 34-1958 P R I N T E D I N SPAIN

GRAFESA, Torres Amat , 9 - Barce lona

A mi amigo el

Dr. Alois Wurm

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P R Ó L O G O D E L A U T O R A L A E D I C I Ó N

E S P A Ñ O L A

C L hecho de que mi l ibro Cristus unser Bru-*-' der ha s ido traducido por un español a suidioma, me llena de satisfacción y gratitud. Y es queno conozco nación que con más orgullo y derechopueda llamarse «cristiana» que la noble nación española. Aquella fe sublime, aquella fe cris tiana, de que

yo he dado testimonio tan sólo con tinta y papel , elpueblo español la ha sellado con la propia sangre enel martir io de millares y millares de sus hijos . PorCristo y por la cultura cristiana se puso en pie deguerra y sostuvo una lucha.. . tan l lena de horror yespanto, pero, al mismo tiempo, tan l lena de indecible heroísmo y denuedo supremo, que nunca lo había vis to aún el Occidente cris tiano. No hay en latierra tes timonio más bril lante de fuerza inquebran

table y fe cristiana.Sean mis páginas como modesta corona que ofrez

co a la España cris tiana, a sus heroicos hijos .

Tubinga, fiesta de la resurrección del Señor, 1939.

K A R L A D A M

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P R Ó L O G O A L A O C T A V A E D I C I Ó N

A L E M A N A

E N la presente edición se han incluido las conferencias publicadas ya en la revis ta Seele y que

versan sobre el amor de Jesús , la Anunciación y elsacerdocio católico; además , los artículos , tambiénpublicados : Cómo llega el hombre a Cristo («DerMensch vor Gott» , Festschrif t für Theodor Stein-

büchel, pág. 365 y ss.) y Por qué creo en Cristo(«Hochland», año 41, fase. 5 , pág. 409 y ss .) . Comose echa de ver, estos dos últimos tratados se refieren también a El camino a Cristo, que en lo fundamental fue descrito ya en las ediciones anteriores.Mas éstos lo i luminan propiamente desde los nuevospuntos de vis ta de la cura pastoral y de la experiencia personal. Todas estas exposiciones , aunque deban su origen a ocasiones dis tintas , t ienen por único

objetivo facili tar una comprensión más profunda deCristo y del cristianismo.

Tubinga, octubre de 1949.

K A R I , A D A M

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J ESÜS Y LA VIDA

E L mensaje de Jesús se dirige a la glorificación delPadre, al cumplimiento de la voluntad divina, a

la fundación del reino de los cielos. Junto a esto, loúnico necesario , no hay lugar para otro objetivo meramente terreno. «Quien no aborrece a su padre, ya su madre, y a la mujer, y a los hijos, y a los hermanos y hermanas , y aun a su vida misma, no pue

de ser mi discípulo» (Matth. io , 37; Luc. 14, 26).¿ No parece así que Jesús , enardecido tan sólo por

la gloria del Padre en los cielos, desconocía y despreciaba los valores de la tierra y la vida que de estosvalores se mitre y en torno de los mismos se revuelve ? ¿O, por lo menos , que el mundo terreno con suscontrastes y tensiones había de serle algo indiferenteen sí, algo que se relaciona con el reino de los cielossólo en un sentido lato, como un campo de ejercicio

y de batalla para los soldados de Dios ? ¿ A qué grupo pertenece Jesús , por su postura espir itual , meramen te humana ? ¿ Está entre los místicos que, en unascenso espasmódico hacia Dios, han echado de sítoda alegría terrena y miran la t ierra como algo extraño o como una pris ión ? ¿ Ha huido Él de la vidaque en las silenciosas mesetas de Galilea o en lasruidosas calles de Jerusalén r iendo, l lorando, exube-

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rante, orgullosa, violenta, le rodeaba? ¿1 A ha rehuido o.. . la ha dominado?

Ningún rasgo destacan los Evangelis tas de unmodo tan unívoco y vigoroso en el retrato de Jesúscomo su amor encendido al Padre celestial , la entrega incondicional de todo su ser a la voluntad divina . «Mi comida es hacer la voluntad del que me haenviado» (lo. 4 , 34). Mas el Pa dre para Jesús no esel Dios anémico, lejano, que mostraba la filosofía helénica de aquellos tiempos o la teología tardía de losjudíos , informada de aquélla; no es el Dios que estásentado en su trono más allá de las nubes en un s ilencio solitario y que sólo se comunica con los hombres mediante los ejércitos de sus espír itus , s ino elDios vivo de la revelación. L,a buena nueva de Jesússe empalma aquí con la pura predicación de los Pro

fetas, la cual habla s iempre de Dios como de unafuerza y presencia vivís imas y personalís imas. ParaJesús , el Padre está s iempre obrando (lo. 5 , 19) ,s iempre trabajando (lo. 9 , 4) . Es El quien envía elsol y la lluvia (Matth. 5, 45). Él viste los liriosdel campo (Matth. 6 , 30). Él alimenta los cuervos (I /uc. 12, 24). Ningún pájaro cae en tierra s inque lo disponga el Padre (Matth. 10, 29) , y todos loscabellos en la cabeza del hombre están contados

(Matth. 10, 30). L,as cualidades y los valores delhombre, sus «talentos», son de Dios , y Dios pedirácuenta de lo «suyo» (Matth. 25, 15). El pan que comemos cada d ía , es don del Padre . E l hom bre , segúntodo su ser y actividad, pertenece a Dios como la oveja a su pastor y dueño (I^uc. 15, 6). Y por esto depende de Dios el destino del hombre y del mundo.En sus manos está el curso de todos los acontecimien-

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tos , las conmociones y guerra del mundo (Marc. 13,32), hasta el postrer día. Todos los espír itus cumbres , los Profetas (Matth. 23, 29, 37) y Juan Bautista (Matth. 11, 10; lo. 1 , 6) son enviados por Él.Y de un modo especial el Hijo.

Para Jesús r io se computan entre las fuerzas enúltimo grado decis ivas las cualidades del orden pu

ramente natural , as í la inflexibilidad de las leyes f ís icas como la fuerza de la actividad humana. En elfondo más profundo de toda exis tencia, de toda actividad y de todo acontecimiento, Él ve el dedo deDios . No hay en la t ierra absolutamente nada que noesté supeditado por completo a la voluntad divina.Cada caso dado viene a encarnar la voluntad deDios.

De ahí que la postura de Jesús frente a la exis ten

cia y sus valores vivos no pueda ser sino positiva,afirmativa, y aun a l tamente religiosa. No es una necesidad extraña, fr ía , no es la inexorabilidad s inalma del sino lo que Él ve en lo que acontece, sinoel espír itu hecho cuerpo, la más noble l ibertad y bondad, la voluntad del Padre. Para Jesús no hay naturaleza «muerta». En el monte y en el r ío , en lasflores y en los pájaros , y , ante todo, en el hombre,el predilecto de Dios , el alma de Jesús , embriagada

de Dios , descubre lo más vivo, lo más profundo, lomás precioso que pueda haber. Y así el contacto cond mundo real es un contacto con la voluntad del Padre , un experimentar directamente su sabiduría , bondad, herm osura.. . es devoción, plegaria , religión.

De ahí la manera realis ta , generosa, íntima, desabor tan moderno, que tiene Jesús en la contemplación de la naturaleza. Sus parábolas , que destacan

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tan magis t ra lmente lo humilde , lo inadver t ido , per tenecen a las perlas de la l i teratura mundial. Aquí sealegra de los pájaros del cielo que no s iembran ycosechan. Allí observa a los muchachos de la calle,cómo silban, bailan, cantan y r iñen. Aquí recuerdael regocijo de la joven madre, a la que el recién nacido hace olvidar todas las angustias padecidas. Allí

se fija en el ama de casa que, preocupada, busca ladracma perd ida . . . ho pequeño , lo más d iminuto queencuentra por el camino, Él lo levanta con amor comoun nomeolvides de Dios y lo hace hablar como conmil lenguas. El amor a la naturaleza y a lo naturalno es para Él un ensueño sentimental , como lo erapara los poetas del romanticismo. Nada sabe Jesúsde un puro culto a la naturaleza. Más bien la naturaleza es para Él la voluntad de Dios escultóricamen

te expresada y viviente. Su amor a la naturaleza noes sino una nueva forma de amor a Dios y a su voluntad, y por esto precisamente es tan verdaderoy cordial.

Con mayor cordialidad aún, como es obvio, conuna cordialidad s in reserva, ábrese Jesús al hombre.Y es que el ser humano está saturado de la voluntad del Padre y tan ligado a ella , que no se puede querer a Dios s in querer al mismo tiempo al

hombre. Si el Antiguo Testamento colocó inmediatamente jun tos es tos dos mandamientos : «Amarása Dios», «amarás al prójimo», Jesús los funde enuno solo: «Haced vosotros con los demás hombrestodo lo que deseáis que hagan ellos con vosotros;porque ésta es la suma de la Ley y de los Profetas»(Matth. 7 , 12). El amor al hombre es amor a Dios ,sólo que visto de otro lado. Como no conoce Jesús un

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puro cu lto a la naturale za, as í tampoco conoce un culto al hombre, que prescinda de Dios. Ama a los hombres porque Dios los ama. «De esta más alta dependencia» recibe su amor a los hombres «su medida,su fineza, su granito de sal y su polvillo de ámbar»(Nietzsche). Mas , precisamente por esto , su amor esalgo completamente verdadero, personal , delicado,

tan verdadero y profundo como un amor al Padre.«Y cogiendo a un niño, le puso en medio de ellos ,y lo abrazó» (Ma rc. 9, 35). ¡ Cómo sabe vivir a un ísono de los otros , compartir la angustia del corazónpaterno (Marc. 5 , 36) , el dolor sordo de una madredesolada (I^uc. 7, 13), la lucha espiritual de un enferm o ! (cf . Matth. 9 , 2) . Su comportamiento con la mujer cogida en adulterio , con Pedro arrepentido y conla ramera — lo que dice y lo que no dice — pertene

ce a lo más fragante y delicado de todo el Evangelio.¡ Y cóm o se conmueve su alma al enco ntrarse conel dolor humano ! Una y otra vez repite el Evangelis ta : «Se compadecía e ntrañab leme nte de las gentes» (Ma tth. 9 , 36; 14, 14; 15, 32; cf- M arc. i , 41 ;I^uc. 7, 13). Éste es un rasgo esencial de Jesús quese grabó profundamente en el espír itu del santo escritor . Varias veces rechazó Jesús las súplicas extrañas (L,uc. 12, 14; Marc. 5 , 19) , pero nunca hizo

el sordo a una voz de socorro que le llamase en lanecesidad. «Y los curaba todos» (cf. Marc. 6, 56;Matth. 4, 24; 8, 16; 9» 35¡ 10, 1; L,uc. 4, 40, etc.).No es raro el caso de que se adelante a la súplica(Marc. 1 , 25; 3 , 3; 5. 8 , etc.) . Prefiere escandalizar a los fariseos despreciando aparentemente elprecepto del descanso sabatino, a denegar la ayuda (Marc. 1 , 23; 3. 2; Lu c. 13, 14; 14, 3; lo . 5»

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9 ; 9, 14)- No pue de ver miseria en torn o suy o; noquiere comer antes de curar al enfermo en el aposento (Luc. 14, 2) . Y apenas le bastan las másdelicadas palabras para los que sufren. «Hijo mío»,dice al para lítico (Ma rc. 2, 5) ; «hija mía», así se dir ige a la hemorroisa (Marc. 5 , 34). Y cuando eldolor humano se le manifiesta con toda su profundi

dad, así ante la tumba de Iyázaro como a la vista deJerusalén, destinada a la destrucción, entonces «seestremece en su alma y contúrbase a s í mismo»( lo. 11, 33) , entonces «derrama lágrimas» (I ,uc. 19,41). I ,a vida y los milagros de Jesús con «un amorque atraviesa tr iunfalmente las más grandes dif icultades» (Ninck). Hasta tal grado viene a ser elprójimo su propio yo , que lo que se hace al «máspequeño de sus hermanos» lo considera Jesús como

hecho a «Él mismo».¡ Cuá nto dis ta Jesús de Juan en este punt o ! E n

el predicador del desierto , el amor se retrae por completo. Los temperamentos ascéticos pierden con demasiada facilidad el sentido del dolor ajeno. Jesúsno se queda en el desierto. El va a los hombres.En ellos no ve solamente mala voluntad y pecado,s ino también dolor profundo, grande. Y todo su corazón, r ico, generoso, es de los hombres y de su

dolor.

Pero también es de sus alegrías. Y precisamenteaquí está el punto en que resalta con la más vivaluz la manera que tiene Jesús de mirar y tomar lavida. «Sufre y renuncia», tal es la predicación delemperador Marco Aurelio. «Cárcel del alma» llaman los neoplatónicos al cuerpo. El antiguo mona-

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cato del Egipto nada mejor sabe que este mandam ien to : «¡ Hu ye , ca l la , l lo ra!» E n los t iempos deJesús pensaban de la misma manera los «justos»,los «separados», los fariseos. Apo yándose en lastradiciones de los antiguos (MatÜi. 15, 1 y ss .;Marc. 7 , 4 y ss .) , habían añadido a los cinco grandes días nacionales de ayuno el lunes y el jueves de

cada semana, y cohibían toda alegría con estrechas ,severas reglas de ayuno. También Juan y sus discípulos eran «muy dados al ayuno». Jesús se oponecon toda deliberación a semejantes exigencias (cf .M atth. n , 18; I/UC. 7 , 33-34). N o es el ayu noen s í mismo lo que Él rechaza —ayunó Él mismocuaren ta días en el desierto —, s ino la postura espir i tual con que los judíos lo practicaban. Ayunaban en mem or ia de grandes ca lamidades nacionales ;

sus ayunos eran de luto , de opresión interior . Jesúsreprueba un ayuno tan sombr ío . «Cuando ayunes ,perfuma tu cabeza» (Matth. 6, 17). Él cifra el valor y la dignidad del ayuno, como de todas las demás prácticas de piedad, en la íntima alegría delcorazón, en el «sí» puro y gozoso, que se da a Diosy a su voluntad de Padre. El ayuno no es provechoso desde el momento que agobia y paraliza. Poresto no ayunan sus discípulos , los «amigos del es

poso)), «mientras el esposo está con ellos» (Matth. 9,15). Por lo tanto , al reprobar Jesús las mortif icaciones de los fariseos, lo que hace es rechazar deliberadamente toda ascética sombría, espasmódica, violenta, y declararse con audacia en favor de unapostura de vida interiormente l ibre, alegre. Si David comió los panes de la proposición, ¿podría prohibirse a los hijos de la casa lo que les ofrece el

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Padre? (cf . Matth. 12, 4) . Por esto Jesús toma parte francamente en las pequeñas alegrías que trae eldía. Se deja invitar a la mesa, aunque sus malvados enemigos le motejen por ello de «glotón y vinoso» (Matth. 11, 19). En cierta ocasión, I ,eví (I ,uc. 5,29) u otro fariseo (I/Uc. 7, 36; Marc. 14, 3; Ivuc.11 , 37; 14, 1) organiza un gran banquete para hon

rarle. Otra vez come Él , en un círculo de intimidad,en la casa de Simón y de su suegra (Marc. 1, 31),o en la casa de la atareada Marta (L,uc. 10, 38; lo.12 , 2) , o se hace invitar como huésped por Zaqueo(I ,uc. 19, 6) . Para una gente que alegre está de boda s , obra su primer milagro (lo. 2, 11). Es significativo que precisamente el banquete jovial , sabroso(Lu c. 15, 22; 12, 16; 13, 26 ; M att h. 8, 11) y lapomposa fiesta de bodas (Ma tth. 22, n ; 9 , 15; 25,

1; Lú e. 12, 36) le ofrecen no pocas veces ocasióny materia para proponer sus parábolas . I ,a mismaglorificación final es para Él como un sentarse conAbraham, I saac y Jacob , a una misma mesa (Mat th .8 , 11). Y lo último, lo mejor que puede dar a susApóstoles en la t ierra es un banquete de amor: elbanquete de la comunión perpetua en su carne ysangre .

Así , no pudo sostenerse con Nietzsche que Jesús

nunca se haya reído. ¿Cómo ser ajeno a una profunda y pura alegría aquel que anunciaba la alegre,la buena nueva del Padre y , en todo lo alegre y entodo lo acerbo, daba testimonio de la voluntad divina , toda bondadosa? En la voluntad del Padre amaba Jesús a los hombres y su vida. I*e cautivaban nosolamente las lágrimas , s ino también las sonrisas delos seres hum ano s.

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Fundándose en la misma voluntad del Padre , adquiere Jesús una relación íntima con aquello mismo que se pone, a fuer de sedimiento, como cienoe inmundicia en el fondo del ser humano.. . nuestraspequeneces y miserias. Ningún ojo ve tan agudamente como el suyo la mezquindad de lo muy humano: «vosotros , s iendo malos» (Matth. 7 , 11);

«sois malos» (Matth. 12, 34); «esta raza mala yadúltera» (Matth. 2, 39 y ss .) . Percíbese aquí algo,como un íntimo secreto desafecto , algo contra estaaviesa, torcida manera de ser del hombre. Y contodo. Jesús no sabe ver este mismo fondo, en demasía humano, s in una íntima relación con la voluntad de su Padre. Por esto puede «soportarlo» pormás tiempo. Y por esto pasa por su alma el cánticonoble, delicado, de una paciencia incansable para con

las miserias humanas. No hay que arrancar la malahierba, sino dejarla crecer hasta el día de la cosecha de Dios. No hay que pedir fuego del cielo paraque caiga sobre las ciudades incrédulas . El Padreenvía el rayo de sol y la lluvia también sobre lospecadores . Y porque todo está en manos del Padre,por esto «¡no juzguéis!». No se puede separar eneste mundo a los «pecadores» de los «justos». Elhijo de Abraham, el mismo sacerdote y levita , no

siempre es mejor que el samaritano. En la voluntaddel Padre t iene su raigambre la superioridad regiacon que Jesús se levanta sobre todas las deformaciones de la vida cultural humana, sobre todas lasdesfiguraciones y contrastes éticos, sociales y nacionales. Por esto se mantiene al margen de todas lasluchas económicas y polít icas . Nada quiere saberde cuestiones de herencia (Luc. 12, 14). Y se ha de

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dar al César lo que es del César. ¡ Pedro, «vuelvetu espada a la vaina» !

¿ Cuál es la postura de Jesús respecto de la vida ?

Nada hay en Él de cansanc io de l mundo, de dolorimpotente ni de huida cobarde. Él ve la realidad conlos dos ojos, la ase con ambas manos y la afirma

con todo su corazón. No hay realidad que pretenda tergiversar violentamente , o sobre la cual quierapasar en si lencio. Jesús no es un soñador . Es real ista , mira de cara todo lo existente , la realidadllena, entera , tanto si ésta esparce sombras comosi ir radia luz. Y su entrega a las cosas y a los hombres no es un «amor por encargo», no es un meroacto de obediencia a Dios, no deja indiferente elcorazón.

Porque para Jesús la voluntad divina y las cosasno están separadas, no t ienen entre sí una relacióntan sólo exter ior . Antes bien, la voluntad de Diosestá en las cosas y pasa viva a través de ellas.Por tanto , a l amar Jesús la voluntad de Dios , amatambién las cosas en sí mismas. Él siente que forma una unidad co n todo lo real , unidad sosteniday l igada por la fuerza vital de la voluntad de Dios,que se revela en todo lo existente.

Por ot ra par te , prec isamente porque para Jesúsla realidad no se sostiene sino como expresión de lavoluntad del Padre , su amor a el la es absorbido porel amor al Padre. Él per tenece a la realidad del mismo modo que per tenece a l Padre . Y por es to nuncase deja cautivar por el la . Si un fulgor terreno choca con la voluntad del Padre , no logra conmover e lalma de Jesús. La alegría del vivir es ennobleciday transf igurada en Él por una maravil losa reserva

interior, por una superioridad de sentimiento y ánimo, segura de sí misma. Su largo ayuno en el desier to, sus vigil ias , su pobre vida de peregrino, supredicación asidua, su entrega a los pobres y necesi tados, el tono maduro y noble de su discusión conlos contrar ios maliciosos, y antes de todo el heroís

mo de su vida y muerte , delatan un corazón que seposee por completo, un corazón que no vive porlas cosas, antes bien, poderoso por si mismo, viveen ellas.

Jesús no ha rehuido la vida , como tampoco hasido subyugado por el la . Jesús ha domeñado la vida.

 

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L A O R A C I Ó N D E J E S Ú S

T ) ARA el recogimiento fervoroso de la oración em-* pieza una nueva época con Jesús» (Heiler) .«La interioridad en sentido personal fue creada propiam ente por Jesús» (Sóderblom). «Jesús es quienha rezado con más vigor en toda la his toria» (Wern-le). La oración de Jesús en el Monte de los Olivoses «la palabra religiosa más profunda que jamáshaya s ido pronunciada» (Hóffding).

Para aclarar este juicio de nuestros investigadores de religión procuraremos, en lo que s igue, daruna mirada íntipia, a la oración de Jesús.

Los Evangelios describen unánimemente la vidaterrena de Jesús como una vida de oración. El primer testimonio público que, en el momento mismode inaugurar su actividad mesiánica, recibió del Padre , lo obtuvo en la oración. «Habiendo s ido Jesúsbautizado, y estando en oración, sucedió el abrirse

el cielo» (Luc. 3, 21). Su actividad salvadora se alimentaba constantemente del s ilencioso diálogo consu Padre celestial . «Por la mañana, muy de madrugada, salió fuera a un lugar solitario , y hacía all íoración» (Marc. 1, 35). «Mas no dejaba él de retirarse a la soledad y de hacer allí su oración» (Luc.5, 16). «Y, despedidos éstos, subió solo a orar enun monte y , entrada la noche, se mantuvo all í solo»

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(Matth. 14, 23). Eos Evangelis tas consignan unay otra vez esta oración silenciosa, solitaria (Euc. 9,18; 11, 1; M atth . 26, 36). Sobre todo laucas t ienela vis ta f ina para notarlo. Consigna expresamenteque Jesús fue al monte de la Transfiguración, al quesubió, según Mateo y Marcos , «solamente» con tresdiscípulos predilectos , para orar all í (Euc. 9 , 28).

Por él sabemos también que la elección de los Apóstoles fue preparada y santificada por una vigilia deJesús . «Por este t iempo se retiró a orar en un monte , pasó toda la noche haciendo oración a Dios. Asíque fue de día, llamó a sus discípulos» (Euc. 6,12-13). Pero también los otros Evangelis tas indicanque la actividad mesiánica de Jesús recibía su fuerzade la oración. Según Juan (11, 41) , el Señor rezadelante de la tum ba de Láza ro : «¡ Oh, Pa dre , g ra

cias te doy porque me has oído ! Bien es verdad queya sabía yo que s iempre me oyes.» Por lo tanto , Jesús considera su milagro fruto de la oración. T a m bién Marcos hace constar que Jesús , al curar alsordomudo, «alzando los ojos al cielo , arrojó unsuspiro», antes de pronunciar su «Efeta», «abrios»(Marc. 7 , 34) , y que delante del muchacho posesodeclaró : «Esta raza de demonios por ningún mediopuede salir sino a fuerza de oración y de ayuno»

(Marc. 9 , 28). Y todos los Evangelis tas (Matth. 14,I Q ; !S» 36 ; Marc. 8 , 6; Euc. 9 , 16; lo. 6 , 11) cuentan que preludió la multiplicación de los panes dando gracias y bendiciendo.

Como todas las obras mesiánicas , as í también laPasión de Jesús estaba bajo el s igno de la oración.En la gran oración sacerdotal que nos conservó Juan,el Evangelis ta del recogimiento contemplativo ( lo.

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17 , 1 y ss.) , Jesús se consagra a sí mismo a la gloria del Padre y a la vida de los suyos. Dando graciasy bendiciendo insti tuyó el nuevo banquete de alianza en su sangre (Matth. 26, 26 y ss .; Marc. 14, 22y ss .; Euc. 22, 19 y ss .) . En un grito emocionantede oración recoge fuerzas en Getsemaní (Matth. 26,

39; Marc. 14, 35; Euc. 22, 43) para el sacrificiomesiánico. Y en medio del tormento de la muertebrota de sus labios la palabra del salmista (Salmo21 , 2) : «Dios mío, D ios mío, ¿por q ué me hasdesamparado?» (Matth. 27, 46; Marc. 15, 34). También en este punto es Lucas quien reseña más detenidamente la oración de Jesús moribundo. En lacruz, su amor redentor echa todavía una llamadacon la palabra de imploración : «Padre mío, perdóna

los, porque no saben lo que hacen» (Euc. 23, 34); ysu oración postrera es un expirar en el Padre : «Padre, en tus manos encomiendo mi espír itu» (Euc23 , 46).

Asomarse a la oración de Jesús es descubrir susrelaciones misteriosas con el Padre y la esencia desu mensaje.

Jesús se sentía en una continua comunión de vidacon su Padre. «Veréis abierto el cielo , y a los ánge

les de Dios subir y bajar , s irviendo al Hijo del hombre» ( lo. 1 , 51). Esta conciencia de unión íntimacon Dios iba aneja a su naturaleza humana, erauna gozosa necesidad interior desde la juventud.«¿ No sabéis que yo debo emplearme en las cosas quemiran al servicio de mi Padre?» (Euc. 2 , 49). Ninguna palabra encontró más gráfica para expresarlo quela que suena de continuo, la de «mi Padre». Este«mi Padre» tiene un acento completamente perso-

 

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nal , íntimo. Tan sólo le pertenecen a Él. «Ningunoconoce al Pa dre, s ino el Hijo» (Ma tth. n , 27; Lu c.10 , 22). Jesús forma con su Padre una unidad enque no participa ninguna criatura. «Padre nuestro»,así enseña a orar a sus discípulos. Dios es el Padrede ellos , «vuestro» Padre. Tan sólo Jesús ora deesta manera : «Padre mío» Y tan sólo Él es quien

recibe la respuesta del Padre: «Tú eres mi Hijomu y amado» (Marc. 1, n ; 9 , 6; cf. 3 , 12; 12, 6;Matth. 16, 16 y ss .) . Aquí se hace consciente sualma humana, en el grado más alto y profundo, desu relación con Dios , relación s in par , fundada enla unión hipostática con el Verbo divino. Porque el((Hijo es más encumbrado que los ángeles en el cielo» (cf. Marc. 13, 32). Lo que es Jesús como Hijonadie lo sabe, excepto el Padre (Matth. 11, 27; Luc.

10 , 22). Así la oración de Jesús al Padre, es, en lomás profundo, una conciencia perenne de la másíntima comunión de amor y de vida con el Padre,la manifestación constante de la más delicada unióncon Dios , conciencia de hijo , como nunca la hubo enla t ierra. «Amarás al Señor Dios tuyo, con todo tucorazón y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas» ; es te mandamiento pr incipal del Ant iguo Tes tamento fue comprendido y vivido en toda su ple

nitud y profundidad una sola vez; es a saber , sólopor el Hijo de Dios hecho hombre. En la oración deJesús tuvo su humanidad comunicación de vida conla divinidad. Aquí está el secreto de aquellas relaciones misteriosas en que entró el alma humana deJesús cuando el Verbo se hizo carne.

Por brotar de las profundidades de una vida per-sonalísima, de la conciencia del propio yo , arraigada

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de un modo peculiar en Dios , la oración de Jesús esu n acto personalísimo, el más íntimo. Lo ín t imo , lopersonal es lo que principalmente determina su manera de ser . De un modo categórico proscribe todaampulosidad y todo mecanismo en la oración. (¡Enla oración no afectéis hablar mucho, como hacen los

gentiles» (Matth. 6 , 7) . Lo que se s iente de verasy de un modo personal no puede ser s ino sencillo ysin adorno. Y Jesús rechaza todo cuanto empañala pureza de la intención en el rezo, todo afán de alabanza humana y de edif icación. «Ya recibieron surecompensa» (Matth. 6 , 5) . Más bien : «Tú, cuandohubieres de orar , entra en tu aposento y , cerradala puerta , ora en secreto a tu Padre» (Matth. 6 , 6) .

La oración en la mente de Jesús exige una casta

desnudez del alma, que se desprende de todo loexterior , de todo lo impersonal. En la oración setocan el yo humano y e l tú divino, y empieza elgran s ilencio , porque habla Dios. La oración es ,por lo tanto , según Jesús , lo más personal quese pueda concebir. Una oración «distraída» ... no esoración. Antes de Cristo no era conocida tal oración.«Lo que ofrecen las religiones extracris tianas encuanto a oración personal , es infinitamente pobre en

comparación con la r iqueza y gama de matices de lavida interior que se manifiesta en la oración de losgenios cristianos» (Heiler). El cristianismo vino a ser«la patria verdadera de la oración personal» (Só-derblom), «sencillamente, la religión de la oración»(Bousset) .

La oración de Jesús era vida alt ís ima, personal ,pero un vivir de la plenitud de su unión con Dios ,un respirar del alma en el Dios vivo. La íntima rela-

 

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ción con el «Tún divino era algo básico en su alma.«Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado» (lo. 4, 34). Y ahí tenemos otro rasgo peculiarde su oración : el deseo y querer propios , completamente humanos , desligados de Dios , han de callar :«Pierde tu alma» (cf. Matth. 10, 39). ¡Atiende tansólo a la voluntad del Padre! Para cumplir el bien

como para rechazar todo lo malo. «Santificado seatu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, as í en la t ierra como en el cielo.. . Perdónanos nuestras deudas , as í como nosotros perdonamos a nuestros deudores . Y no nos dejes caeren la tentación; mas líbranos del mal» (Matth. 6 , 9y ss .) . Naturalmente, el discípulo de Jesús ha deorar también por el sustento terreno necesario , porsu «pan». Mas aun este pan ha de ser tan sólo el

pan «de cada día», el pan de «hoy». Y cualquierotra cosa que, de una u otra manera, el hijo hayade pedir a su Padre, t iene relación con la voluntad deDios, con la intención que tiene Dios respecto a loshijos de los hombres. Así el contenido propio de laoración de Jesiís no es más que esto: Dios , suvoluntad, su reino. L,a oración de Jesús es subordinación consciente a la voluntad de Dios, entrega incondicional a la misma. Y no es una blanda y sentimen

tal ternura, un dulce juego con el amor de Dios , unmorirse embriagado de gozo en la paz divina, comolo es en una que otra alma extática. Porque, paraJesús , Dios no es el Dios de un mero ultraterre-nismo, el lugar lejano de los bienaventurados , alque sólo puede subir el espír itu alejado del mundo,arrebatado. Jesús no conoce en la oración s ino alDios que obra. «Mi Padre está obrando, y yo, ni

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más ni menos» ( lo. 5 , 17). Por esto le encuentra enel pájaro y en los lirios del ca mp o; y toda su manera de contemplar la naturaleza es oración. Y poresto le encuentra antes de todo en el hombre. Hijodel Padre es el hombre, tanto el «justo» como el«pecador», sobre el cual Él hace nacer su sol y llover (Matth. 5 , 45). Tan cerca está el hombre del

corazón del Padre, que el que quiere a Dios ha dequerer también al hombre, tanto s i és te es samari-tano como judío, enfermo como sano, justo comopecador. El servicio del prójimo se coloca en el punto central de la religión, y una religión sin amoral hombre no es religión. «Al poneros a orar , s i tenéis algo en contra de alguno, perdonadle, a f in deque vuestro Padre que está en los cielos , también osperdone vuestros pecados» (Marc. n , 25). «Ve

primero a reconciliarte con tu hermano, y despuésvolverás a presentar tu ofrenda» (Matth. 5, 23-24).El fariseo que ora y despectivamente juzga al publi-cano que está en un r incón del templo, «vuelvea casa injustificado» (I,u c. 18, 14). To da la ampliacorriente de intimidad que en la oración de Jesússube hacia el Padre se traduce inmediatamente enamor a los hombres y vuelve como fuerza redentora,salvadora, a los pobres , a los enfermos y pecadores .

Naturalmente, Jesús no es lo suficientemente ingenuo y soñador para tener sus complacencias en lomeramente humano. Mas , cuando Él acepta a l hombre en la voluntad de Dios , el hombre adquiere unvalor indeciblemente elevado. «Querer al hombre poramor a Dios , ha s ido hasta hoy el sentimiento másnoble y peregrino que se ha alcanzado entre los hombres» (Nietzsche).

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Precisamente por encaminarse únicamente haciala voluntad activa, creadora, de Dios , es la oraciónde Jesús un querer obrar al servicio de Dios, no unplañir y desear estéril que no da cosecha. Es un querer a ctivo : «no se haga lo que y o quiero, sino loque quieres tú».

Aquí se manifiesta lo rudo, lo heroico del men

saje de Jesús. Es tan claro y con todo tan fino y delicado, que algunas lenguas tartamudearon al quererlo expresar. Lo que hay de rudo en la doctr inade Jesús , no es huir del mundo, de sus r iquezas , desus alegrías. Ni siquiera es el disolverse de que hablan los místicos. Tam poco es algo que se pueda leerexteriormente en estas o en aquellas «obras».Lo rudo, lo heroico está en querer interior , honrada,fuertemente lo que Dios quiere. Es , por lo tanto , un

puro acto del hombre interior , perceptible por élsolo, algo que ha de hacer y renovar s iempre quela voluntad de Dios —permitiendo o prescribiendo — se hace pat en te; de modo que en su interiores algo muy sencillo. Y a pesar de ello, en su esencia interior es algo que «pide violencia». Pues no setrata de tomar nota con indolencia de la voluntadineludib le de Dios —si cons ien te o s i ex ige—, deconsiderarla como una especie de s ino que de buen

o mal grado se quiera aceptar . No se trata de unaresignación cansada, de dejar pasar sobre sí la voluntad de Dios , s ino de una revelación activa y vivacon Él: cuando yo, en lo más íntimo, doy el «sí» alo que Dios quiere, quiero también en lo más íntimotodo aquello que de puro ineludible, de puro inevitable y por lo absoluto de su exigencia se manifiestapatentemente como voluntad de Dios. Tal querer

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interior , un «sí» tan incondicional , tan puro, a lavoluntad divina, es tanto más dif ícil cuanto más extraña e inconcebible se presenta ésta delante de mí,y cuanto menos puedo descubrir en ella la intención, la sabiduría y la bondad de Dios. Es principalmente dif ícil cuando se trata de la voluntadpermisiva de Dios. Precisamente en este punto he

de comprobar s i su voluntad pura ha llegado a dominar en mí, si estoy dispuesto a sacrificarle a Isaac,mi hijo único. Nunca mejor que en semejante trance se revela la oración como hecho heroico, comorudo trabajo del reino de los cielos , como u n resuelto«dar el dominio a Dios». Por esto la oración delmonte de los Olivos es la forma más noble, más elevada de la oración cris tiana, la expresión más purade su manera de ser . «Y adelantándose algunos pa

sos, se postró en tierra , caído sobre su rostro , orandoy diciendo : P adre mío, s i es posible no me haga sbeber este cáliz , pero, no obstante, no se haga loque yo quiero, sino lo que tú» (Matth. 26, 39). L,avoluntad del Padre es para Jesús , aun en la agonía,lo principal , sencillamente lo decis ivo. La oración enel monte de los Olivos es un tantear atormentado porel miedo de la muerte , para descubrir la voluntadverdadera de su Padre, es un fundirse con esta voluntad, es un grito de ((hágase tu voluntad» que necesita esfuerzo.

Con una evidencia conmovedora se manifiestaaquí el meollo de la oración verdadera de Jesús: laafirmación incondicional de la voluntad divina. Unaoración que se inhibiera de cumplir es ta voluntady se encaminara sólo hacia algo personal , o quis ieratorcer violentamente la voluntad clara, manifiesta de

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Dios , o esquivarla , no estaría a la altura de la oración de Jesús. Jesús nunca invocó al Padre por algopersonal. En la primera y segunda tentación rechazó explícitamente tal súplica. Su oración estaba exclusivamente al servicio del reino de Dios, de lahonra de su Padre. Si inmediatamente antes de sumuerte hizo esta súplica: «Padre, la hora es l lega

da : glorif ica a tu Hijo», y aun esto tenía que servira la glorif icación del Padre: «para que tu Hijo teglorifique a ti» (lo. 17, 1). Niégase aun en la horade extremo peligro a suplicar al Padre que le mandesus legiones de ángeles (cf. Matth. 26, 53). Jesústampoco preguntó nunca e l «porqué» de la voluntad divina. Esta voluntad para Él es sencillamentelo último lo supremo; es la revelación de la honradel Padre. El que un hombre nazca ciego, el que el

Hijo del hombre haya de padecer , todo esto acontece a fin de que «se vean las obras de Dios»,«para que se cumplan las Escrituras». Hacer máspreguntas no cuaja con su espír itu.

,Y porque toda oración de Jesús gira ú nicam enteen torno de la voluntad de Dios , del honor y de lagloria del Padre, por esto sus oraciones son preferen temente de acción de gracias. No toma el pan niel pescado en sus manos , no empieza ni termina

ninguna comida s in dar gracias . Delante del cadáver de Láza ro reza : «¡ Oh Pa dre , gracias te d oyporqu e me has oído !» ( lo. n , 41). Am onesta al poseso curado de Gerasa : «Vete a tu casa y con tusparientes , y anuncia a los tuyos la gran merced quete ha hecho el Señor , y la misericordia que ha usadocontigo» (Marc. 5 , 19). Reprende duramente la ingratitud de los judíos curados de la lepra : «¿No ha

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habido quien volviese a dar a Dios la gloria , s inoeste extranjero?» (Luc. 17, 18). En el cénit de suactividad mesiánica, cuando ve madurar en sus discípulos los primeros frutos , es talla su corazón desbordado en una alabanza cálida : «Por aquel t iempoexclamó Jesús , diciendo: Yo te glorif ico, Padre,

Señor de cielo y t ierra , porque has tenido encubiertas estas cosas a los sabios y prudentes , y las hasrevelado a los pequeñuelos. Sí , Padre, alabado seaspor haber sido de tu agrado que fuese así» (Matth.n , 25 . 26).

Todo cuanto sabemos de las oraciones impetratorias de Jesús, se refiere casi exclusivamente a lagloria del Padre y a la consolidación de su reino.Reza por Pedro, para que no vacile su fe (Lúe. 22,

32). Ruega por los d isc ípulos : « ¡O h , Pad re , yodeseo que estén conmigo all í mismo donde yo estoy !» ( lo. 17, 24). Un día pide al Padre que envíeel Espíritu Consolador a sus discípulos , hechos huérfanos ( lo. 14, 16); y promete reconocer delante desu Padre, que está en los cielos , a todo aquel que lereconociere delante de los hombres (Matth. 10, 32).Y si una vez, como en el monte de los Olivos , pideverse l ibre de lo más espantoso, sabemos que, aun

en este caso, busca y afirma, como cosa supremay decis iva, únicamente el cumplimiento de la voluntad del Padre celestial .

De donde se colige una vez más que el objetoúnico y verdadero de su oración es la voluntad delPadre . I , a propia voluntad humana ha perd ido susderechos.

Pero, ¿cómo se explica? ¿No ha alentado el mismo Jesús la voluntad propia del que ora a con-

 

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fiar sus deseos a Dios, a manifestarle con osadía susanhelos ? ¿ Y no ha asegurado : «Pedid y se os dará» ?(Matth. 7 , 7) . Aquí parece haber contradicción.Su solución nos da a comprender otra peculiaridad de la oración de Jesús: su confianza henchida de fe.

No es posible suprimirla en la oración de Jesús.

En la parábola del juez inicuo, que hace justiciaa la viuda, no porque «tema a Dios , ni respete ahombre alguno», s ino para que «le deje en paz»y «no venga de continuo» (Luc. 17, 1 y ss .) ; en laparábola del amigo inoportuno que no se cansa dellamar a medianoche, hasta que se le abre por causade los muchachos que duermen (Luc. 11, 5 y ss .) ;en la alusión conmovedora al amor natural del padre que no da al hijo un escorpión cuando le pideun huevo (M at th . 7 , 7 y s s . ; Luc . n , 12), y en muchas otras admoniciones para la oración repite unay otra vez su palabra : «Y todo cuanto pidiereis enla oración, como tengáis fe , lo alcanzaréis» (Matth.2 1 , 2 2 ) .

Nunca fue enunciada en la tierra esta confianzade la oración con tanta valentía y fuerza, ni de unmodo tan absoluto , como lo hace aquí Jesús. «Yo ya

sabía, Padr e, que s iempre me oyes» ( lo. n , 42).Y no es que el que reza pueda, sino que ha de se rconfiado hasta tal punto s i quiere asegurar el éxitode su petición. «Tened confianza en Dios. Es verdad os digo, que cualquiera que dijere a este monte : Quíta te de ah í y échate al ma r , no vacilandoen su corazón, s ino creyendo que cuanto dijere seha de hacer , as í se hará. Por tanto , os aseguro quetodas cuantas cosas pidiereis en la oración, tened

fe de conseguirlas , y se os concederán» (Marc. n ,22 y ss .; cf . Matth. 22, 21 y ss .) .

Por tanto , la fe f irme, inquebrantable, de que laoración será escuchada, es , según Jesús , propia dela oración verdadera. Si es to se mira en conexióncon la doctr ina de Jesús , no puede interpretarse

como si la fe por sí misma, por su propia fuerzasugestiva, convincente, produjera efectos tan infalibles. «Cuando Jesús habla de la fe , Dios s iemprese sobrentiende» (Ninck). La «fe» para Jesús esuna confianza il imitada en su Padre, a quien «todaslas cosas son posibles» (Marc. 10, 27; 12, 24; 14,36). Ante su omnipotencia se rompen todas las leyesde la naturaleza. La fe traslada montañas.

Así , al apoyar Jesús la omnipotencia de la ora

ción en la omnipotencia de Dios , empalma del modomás íntimo la voluntad del que reza con la voluntaddivina. Esta ecuación: omnipotencia de la oración = omnipotencia de Dios , determina esta otra :voluntad del hombre = voluntad de Dios. Únicamente la oración que se subordina sin reserva a lavoluntad de Dios es en esta voluntad, y por la misma, todopoderosa, porque no quiere otra cosa s ino loque quiere Dios. Para Jesús , el Padre está tan exclu

sivamente en el punto central de su contemplación,que, para Él , una oración desligada de la voluntad deDios es completamente inconcebible. Por esto puedeprometer que la oración perseverante será escuchadade un modo absoluto. Escuchada también en lo pequeño y en lo más pequeño. «Bien sabe vuestroPadre lo que habéis menester antes de pedírselo»(Matth. 6, 18). «Y Él solo es bueno» (Matth. 19, 17).«Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos

 

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contados.» «Ni uno de los pajarillos que se vendenpor dos cuartos es olvidado de Dios» (Luc. 12, 6 ss.).

Así toda petición está cobijada por la voluntaddel Padre. No hay petición fracasada para quienhace suya esta voluntad. Aunque nos imponga cruzy muerte , la voluntad del Padre es una voluntad deescucharnos con clemencia.

I^a misma voluntad del Padre, que, exigente, duray severa, obliga a la renuncia de la propia voluntad e impone en toda petición un sacrificio rudo, re suelve después en el ánimo del que ora la vehementetensión interior . I ,a misma voluntad que desarraigael querer humano, le comunica el más alto grado deconfianza interior y dominio de la vida. En vez de laantigua voluntad de vivir , que se apoyaba sólo ensí misma y, por ende, tambaleaba de continuo, brota

la nueva certeza, la seguridad de estar completamente resguardado en la voluntad de Dios , la másamplia conciencia de poder de que es capaz unacriatura. «Quien perdiere su alma, la volverá a hallar» (Matth. 10, 39).

En la oración de Jesús se pone de manifiesto queel cristianismo es un acto sumamente personal, algoque nadie puede hacer en sustitución mía, y quesólo vive como acto, como tensión, como un «sí» y

«no» constantemente repetidos , nunca como unaobra repleta y harta. Y que el cris tianismo es el actomás desprendido , más rudo , más heroico, un actode violencia por amor al reino de los cielos, un meter por fuerza el propio querer inestable en la voluntad eterna, inmutable, de Dios , una confesiónatrevida de la gloria de Dios, confesión que quebranta todo egoísmo mezquino y abre paso a un

generoso amor humano , una voluntad de e tern i dad. Y que el cris tianismo precisamente por esto estambién la más fuerte voluntad de vivir; confianzaindomable de vida, certeza la más jubilosa. «No seturbe vuestro corazón» (lo. 14, 1) . I ,a Nueva de Jesús es . . . la Buena Nueva , e l Evangel io .

¿Por qué camino puedo llegar a Cris to y a sumensaje ? Hay un camino muy corto y sencillo. Penetro con la mirada en el alma de Jesús que ora...y creo. «De la plenitud de Éste hemos participadotodos, y recibido una gracia por otra» (lo. 1, 16).

 

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E l , A M O R D E J E S Ú S

(Sermón)

JESÚS, Cristo , el Ungido, es el Rey de los corazo

nes , porque es el Rey del amor. Cuando el Verboeterno vis tió nuestra pobreza y bajeza humana,cuando se encarnó, y así humanado pasó por loscampos de Galilea para curar enfermos y pecadores ,entonces nos hizo cautivos suyos con los dorados

lazos del amor, y nosotros pasamos a ser propiedadsuya. Desde entonces sabemos que el cris tianismo esamor . Nada más que amor .

Y es un amor especial , como nunca se había vis tosobre la tierra. «Un nuevo mandamiento os doy» ,dijo el Señor. Así se introdujo una nueva posturaespir itual , una nueva pasión en el mundo y con ellauna nueva especie de hombres : los hombres queaman, los cris tianos. Y el destino de Occidente de

penderá de que esta especie l legue a imponerse,de que las luces abundantes , irradiadas por la misma,logren tr iunfar de las pesadas sombras con que nosespanta hoy el cielo polít ico. Ninguna otra cosa s inoeste amor nuevo, el amor de Jesús , podrá l ibrar delquebrantamiento a Occidente .

Así pues , tracemos hoy la imagen del amor talcomo se nos muestra en Cris to. Vamos a indagar la

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caracterís tica del amor de Cris to , lo peculiar quetiene : ¿ Cómo miró Jesús el amor ? ¿ Cuál es elejemplo que nos dio de él con su vida ? Al estudiar

esta cuestión, indagaremos, al mismo tiempo, la esencia del cris tianismo, lo peculiar que hay en nosotros los cristianos y nos distingue de los hijos delm u n d o .

1,0 que caracteriza en primer término el amor deCristo es su interioridad, su verdad, su autenticidad. Nada dis ta tanto de este amor como la teatralidad, la postura afectada. Cris to no se contenta conlanzar en medio de la turba, a semejanza de los antiguos f i lántropos , hermosos lemas y sentencias sobre el amor a los hombres. Ni se agota su amor enobras puramente exteriores . Porque desde San Pablo sabemos que pueden darse obras , hasta heroicas ,que a pesar de todo no son más que metal que suenay campana que retiñe, por faltarles lo esencial , lointimo: el amor, el amor del corazón. Por esto diceel Apóstol: «Cuando dis tr ibuyeres todos tus bienesPara sustento de los pobres, si la caridad te falta,n o te servirá de nada .» IyO prim ero para Cristo noson esas obras puramente exteriores , s ino el sabervivir , sentir , compartir la desgracia ajena. Él mismo quiere compenetrarse personalmente con esadesgracia y cargarse con ella. No quiere ser ricoviendo pobres a otros; por esto no tiene donde reclinar la cabeza. No sabe ver enfermos sin cuidarsede ellos . Tan íntimamente unido se s iente con losmas pobres de los pobres , con los l lamados pecadores públicos , que no puede menos de buscar su compañía y comer con ellos un mismo pan, aun cuandose le moteje de ((amigo de los publícanos y pecado-

res». Hasta tal punto considera como suya la miseria de los desamparados , de los proscritos , de losdesheredados , de los náufragos , que no solamentelos llama hermanos, sino que se identifica con ellos :«Siempre que lo hicis teis con alguno de estos mismás pequeños hermanos , conmigo lo hicis teis . . .» Yal celebrar la Última Cena, en el pan partido y en elvino escanciado, ve a todos estos pobres , con todassus miserias , introducidos en su propio ser sagrado : «Tom ad y com ed: és te es mi cuerpo ; bebedtodos: és ta es mi sangre.» En su sagrado ser deben encontrar ellos la curación.

De esta interioridad, de esta autenticidad de suamor brota el desinterés. Ahí tenemos la segundacaracterís tica del amor de Jesús. Al hacer algunaobra buena, dice en cierta ocasión, tu mano izquierda no ha de saber lo que hace la derecha. Jesús noama a quienes saben que hacen una obra buena, aquienes entregan sus donativos con aire de grandesseñores . Por esto prohibe también la caridad ruidosa de los fariseos , que cuando hacen una obrabuena quieren que se publique en las s inagogas ypor las calles . Prohibe igualmente el «sacro egoísmo» respecto de los miembros de la propia familia :«Que s i no amáis s ino a los que os aman, ¿qué premio habéis de tener? ¿No lo hacen así aun lospublícanos?» Su amor tampoco conoce límites al tratarse de gente extraña o de dis tinta religión. En laparábola del buen samaritano diseña con f ina ironía al hombre que se jacta de piadoso, al fariseo, alque ostenta un cargo eclesiástico, al levita , que pasan insensibles a la vera del herido, maltrecho porunos ladrones , mientras que un hombre de otra

 

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creencia, el heterodoxo, el hereje , el samaritano, baña con aceite y vino la herida. Con esta parábolaquiere decir : El amor verdadero no conoce espír itude castas, ve en cada hombre al prój'imo que se encuentra en necesidad, y mira como el más prój ' imode todos al que mayor necesidad padece.

Mirándolo por dentro , según su contenido íntimo,

este amor de Cristo es servicio, es amor que s irve.Él mismo lo subraya : «El Hijo del hombre no havenido a ser servido, sino a servir y a dar su vidapara redención de muchos.» Toda su vida fue servicio de los pobres , pecadores y niños. «Pasó haciendo bien»; no encuentra Lucas otras palabraspara describir su vida. De ahí que, aun en vísperasde su Pasión, se s ienta impulsado a lavar los pies delos discípulos. Es el último servicio de amor que

les prestará. Así deben ellos aprender que estándestinados no a dominar , s ino a servir . «No ignoráis», dice en cierta ocasión, «que los príncipes delas naciones avasallan a sus pueblos y que sus magnates los dominan con imperio. No ha de ser asíentre vosotros , s ino quien aspirase a ser mayor entre vosotros , debe ser vuestro criado. Y el que quieraser entre vosotros el primero, ha de ser vuestrosiervo.» El amor de Cris to es amor que s irve, aun

cuando no se le aprecia y se le denigra. Siempre esliberal , magnánimo. Así dice : «Al que quiere armarte pleito para quitarte la túnica, alárgale también lacapa. Y si alguno te forzare a ir cargado mil pasos ,ve con él otros dos mil.» I/O elevado, lo noble, loregio de su amor estr iba en que nunca se despeña porlos precipicios de lo puramente animal e instintivo,en que permanece s iempre bueno, noble y elevado,

aun al encontrarse con hombres mezquinos y decorazón estrecho.

Con esto señalamos ya otra caracterís tica delamor de Cr is to : es amor que d ispensa , amor qu eperdona. Ped ro le pregun tó en una ocasión : «Señor , ¿cuántas veces deberé perdonar a mi herma

n o ? . . . ¿hasta s iete veces?» Hablaba así porque losdoctores de la ley enseñaban que solamente s ieteveces había que perdonar. Y Cris to le contestó : «No

te digo yo hasta s iete veces , s ino hasta setenta veces siete.» I,o que significa que el verdadero amorcris tiano no tiene límites en que sea l ícito detenersey decir : hasta aquí y ni un paso más. El hombrees en demasía hijo de su propio temperamento yesclavo del momento, para tomar excesivamente a

lo trágico sus explosiones de pasión. En la parábolade la gran deuda, el Señor nos enseña que las ofensas que nos infiere el prójimo son muy insignificantesen comparación con la ofensa que por el pecadose infiere a D ios. Y sub raya : D ios no te p erdo nará s i tú no perdonas de todo corazón a tu hermano.Por esto rezamos en el Pad renue stro : «Perdónanos nuestras deudas , as í como nosotros perdonamosa nuestros deudores .» Solamente quien sepa perdo

nar es cris tiano, solamente él puede acercarse a lamesa del Señor. «Si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar» , dice el Señor , «te acuerdas que tuhermano tiene alguna queja contra t i , deja all ímismo tu ofrenda delante del altar , y ve primero areconciliarte con tu hermano, y después volverása presentar tu ofrenda.» Perdonar , y volver a perdonar s iempre. Ésta es la últ ima y conmovedora doctr ina que Cris to nos dio desde la cátedra de la cruz,

 

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al c lamar a l Padre : «Padre , perdónalos , porque nosaben lo que hacen.»

¿Por qué urge Cris to el perdón con tanta insistencia y tal vigor ? Al querer contestar a esta pregunta, nos encontramos con lo más delicioso, lo másfragante, lo más delicado que hay en el amor deCris to. El amor de Cris to es amor que perdona por

que es amor comprensivo. Cristo nunca mira un hecho ais ladamente, s ino que mira s iempre a todoel hombre. Sabe seguir cada acto , dictado por lossentimientos , hasta las raíces del mismo, hasta lacontextura más íntima de la vida humana, y all íve que el hombre se halla enzarzado en la miseriade su existencia y sufre las consecuencias. Cristoperdona porque comprende. Al serle presentado elenfermo, el paralí t ico, lo que ve en primer lugar

no es el cuerpo enfermo, sino el alma, el peso de laconciencia que había causado aquella dolencia. Sería una enfermedad psicógena, de raíces psíquicas .De ahí que primero libre de la opresión la conciencia. «Perdonados te son tus pecados.» Luego curael cuerpo enfermo : «Tom a tu lecho y anda.» Suamor es amor que perdona porque es amor que comprende. Cuando los fariseos le presentan la adúlteracogida en flagrante delito y están al acecho para ver

si aplica la ley r igurosa de Moisés , el apedreamiento,su mirada penetrante ve las mil y mil tentaciones que rodearían a la pecadora haciéndola sucumbir .Pero ve también que los fariseos mismos no soninmunes a tales tentaciones y que en el fondoson hipócritas . Por esto guarda s ilencio y en s ilencio escribe en el suelo. Y, f inalmente, pronunciauna sentencia de plena madurez de espír itu y de

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corazón : «El que de vosotros se halle s in pecado,t ire contra ella la primera piedra.» Y cuando encasa de Simón la pecadora r iega con lágrimas dearrepentimiento los pies del Señor , Él , entre la rocalla de los devaneos de aquella mujer, descubre la pepita de oro de amor verdadero, pepita que, a pesar de

todo, estaba oculta en el fondo de su alma. Y pronuncia aquella frase que rezuma amor y profundoconocimiento del alma humana : «I^e son perdonadosmuchos pecados porque ha amado mucho» (I<uc.

7, 47)-Cris to es amor humanado. Y al mismo tiempo no

hay en El nada exagerado. En cierto sentido se podría decir : Su amor era un amor sobrio, por estarsaturado de experiencia respecto a la vida y al co

nocimiento del hombre . Y, con todo , era una hoguera que redimió del embotamiento y de la estrechezdel egoísmo a millones de hombres , e hizo prenderen ellos una vida l lena de entrega y de heroísmo.Ojalá eche raíces también en nosotros y nos penetrepor completo precisamente esta pasión del auténticoamor cris tiano. Solamente como poderío de amorpodrá el cristianismo desarrollar y conservar susenergías de reclutamiento. Si echamos una mirada

en torno nuestro —no podemos pasarlo en s ilencio—encontramos a tantos creyentes , a tantas personaspiadosas que no se ponen al servicio de ese poderío de amor reclutador. Su piedad no rebasa la propia persona, no llega hasta el otro , hasta el prójim o, se reconcentra buscando el propio yo. Tienecolorido egoísta. No se preocupa de erigir dentro desí y en torno suyo el reino del amor, no le interesamás que la bienaventuranza de la propia alma. Es

 

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un cris tianismo de orientación negativa. De talespersonas piadosas , dice San Francisco de Sales : «Seesfuerzan por ser ángeles puros , y se descuidan deser hombres buenos.» De all í que tal piedad parezcacomo coartada, convulsiva, y precisamente las almas de altos ideales se s ienten repelidas por ella.Refiriéndose a tales personas dice Nietzsche con

cierta razón : «Habrían de ser más redimidos los redimidos.»

El verdadero cris tianismo, el cr is tianismo deCris to , es , ante todo, cris tianismo positivo. Lo quequiere es erigir el reino del amor en sí mismo y entorno suyo, formar al hombre de abnegada entrega.De ahí que este cris tianismo rebose energía de actividad, empuje vigoroso y magnanimidad. Algoluminoso , rad ian te , hay en é l . ¿ Cómo no han de bri

llar los ojos si se refleja en ellos lo más luminosoque hay en cielos y tierra, el amor de Cristo ? Solamente este cris tianismo positivo vencerá al mundo y dará, a pesar de todo lo diabólico de los t iempospresentes , el dominio a Dios. Porque dice San JuanEvangelis ta : «El que permanece en la caridad, enDios permanece.. . Dios es caridad.» Amén.

P O R C R I S T O N U E S T R O S E Ñ O R(Conferencia)

A todos nos es provechoso detenern os un poco•**• y med itar nuestra postura fundam ental. Y nosolamente en el campo de la vida moral , s ino también en el de la fe religiosa. En el vaivén de todoslos días fácilmente se ponen en primer término es

tas o aquellas verdades que están en la periferia dela revelación, de suerte que las verdades centrales ,las verdades religiosas fundamentales y decis ivas ,o no se ven en absoluto o por lo menos no se ven consu debida conexión. Y, s in embargo, nuestra postura fundamental sólo será verdaderamente católicasi en ella la trabazón de las verdades de nuestra feadquiere forma precisamente en la relación y en laluz en que la Iglesia las ve y quiere que las veamos.

I^a fe católica —considerada según su objeto— noes una mera suma de verdades , que para lograr elconjunto de la revelación hemos de alinear tan sóloexteriormente, s ino que es una construcción orgánica del Espíritu Santo, un organismo que se forma según la ley de lo vivo. Cada verdad tiene sulugar y sentido dentro de esta construcción vital .Ha de ser , por tanto , mirada no en s í , s ino en la conexión del conjunto.

 

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Séame lícito hablar hoy de Cris to , y precisamente 'del lugar que pertenece a Cris to en nuestra vida religiosa, según la conexión del dogma. No p regun to ,pue s , qué os parece de Cristo. Porque todos le reconocemos gozosos Hijo de Dios hecho hombre. EsDios de Dios , Luz de I ,uz, mas también hombrecompleto , entero, nacido de la Virgen. No preguntoyo por este contenido de la fe en Cris to , s ino porel puesto que Cris to , el que se hizo hombre, ocupaen el conjunto vivo de la realidad de la fe. Paranuestra postura religiosa, ¿ es Cristo lo supremo, lomás alto, o hemos de ir todavía más allá de Crist o ? , ¿por Cris to al Padre?, ¿por Él , que se hizohombre, al Dios Trino? ¿En qué sentido es la postura del cristiano cristocéntrica y en qué sentido esteocéntrica ?

Al contestar a esta cuestión, no os diré seguramente nada nuevo. Mas puede influir en que nuestra postura respecto de la fe sea más consciente yresuelta , más armónica y pura. Quizás algunas cosas de la fe y del culto que antes no habíamos percibido o las veíamos tan sólo borrosas, se destaquenen una luz más clara.

I

Nuestra cuestión no es arbitraria. El que prestaatención al suave oleaje de la piedad católica, percibirá un ritmo diverso en la confesión de Cristo,una variedad de matices al pronunciarse el santo ydulce nombre de Jesús. Acaso podríamos dis tinguirdos círculos en la piedad católica. No están deslindados rigurosamente, se toca n. Y, desde lueg o, no

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hay en ellos diferencias de confesión. Doquiera seaviva la fe católica, allí se confiesa, como base natural y raíz de la postura cristiana, que el Hijo deDios se hizo hombre, y que tiene derecho a la adoración. Pero se puede afirmar que estos dos círculos ven y viven de distinta manera la fe de Cristo—una, indis tinta— en sus últimas relaciones. Merefiero a la piedad privada, popular y a la l i túrgica.

En la devoción privada la adoración del Hombre-Dios, el culto de Cristo, se destaca de tal maneraen una mirada de conjunto, hasta tal grado está enel punto céntrico, que la fe en el Dios vivo, la adoración de la Santís ima Trinidad se relega de unmodo sorprendente al últ imo término. ¿Cuántos sontodavía los que rezan al Padre por su Hijo en el Esp ír i tu Santo? Especia lmente e l Espír i tu Santo ¿noes ya p ara m uchos devotos un Dios desconocido ?¿ Es exagerado afirmar que para este círculo de piedad la confesión de la Santísima Trinidad propiamente sólo sigue viviendo en la señal de la cruz yen el símbolo de la fe ? I^a figura de Cristo ha absorbido, por decirlo así, todas las manifestacionesde fe y vida religiosa. Propiamente se piensa en lanaturaleza divina de Jesús. Todo se hace para mayor honra del Cris to divino, del Verbo eterno enel seno del Padre. Mientras la mirada del creyente

se dir ige exclusivamente a la naturaleza divina delSeñor , s in pensar al mismo tiempo en su naturaleza humana como es debido, Cris to es para él lo supremo, lo más elevado que el alma busca y afirma;fa l ta e l ú l t imo paso : llegar por medio de Cristo alDios Trino. El culto religioso, por consiguiente, esmarcadamente cris tocéntrico, no teocéntrico.

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De ahí que en la devoción pr ivada toda una ser iede verdades de la fe , muy profundas y de extraordinar ia fecundidad, no tengan, al parecer , e l puestoque merecen. Cuanto más exclusivamente se vea aCristo, cuanto más se sienta la devoción piadosainstigada a contemplar y adorar en la f igura de Cristo preferentemente la naturaleza divina , tanto másse retraerá al segundo término para la concienciadel creyente la naturaleza humana en su especialsignif icado redentor , y con el lo también la al t ísimaverdad de que Cristo precisamente en su ropaje desacr if icio, en su humanidad, es nuestro Sumo Sacerdote , y es por su humanidad sacratísima por la quenosotros, los redimidos, estamos unidos del modomás íntimo con su divinidad, y Él es nuestra Cabeza, y nosotros somos su Cuerpo. Por este motivose amortigua aquel sentido vivo de comunión en lagracia , de unión en la vida sobrenatural , de solidar idad —«unos con otros» y «unos por otros»— quetienen los cr ist ianos en Cristo. El creyente ya no seda bastante cuenta de los lazos que le unen con laCabeza, Cristo, y con los demás miembros del Cuerpo . Frente a Cristo y a sus miembros, se sientecomo un yo y no como un nosotros. I/> que los grandes Santos —Pablo , Ignac io , Cipr iano , Ag ust ín— celebraron siempre con alma ardorosa como un don de

la gracia que trae fel icidad, la comunión de lasalmas, la unidad de espír i tu, la comunidad de amory de paz , no es ya , o, por lo menos, no lo es en ladebida medida, un elemento esencial del sentir cr ist iano. Por esto, e l creyente de medianía no suele mirar a la Iglesia tanto desde dentro como desde fuera.Ve lo que salta a la vista : el clero y la actividad

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pastoral; y así piensa que toda la esencia de nuestra santa Iglesia queda encerrada en el papa, en losobispos y en los sacerdotes. Y porque no t iene elespír i tu despier to para comprender el mister io máspropio de la Iglesia , la comunión —llena de gracia— de sí mismo y de todos los miembros con laúnica cabeza, Cristo, y porque no siente de un

modo vivo que él también entra en la comunidad delos miembros de Cristo, por esto no mira , confrecuencia, a la Iglesia como sostén principal devida para el propio yo , como ambiente verdaderode vida , como su más propia y profunda realidad, sinocomo algo extratemporal , como una inst i tución a quese recurre cuando se necesitan auxil ios espir i tuales ,y que, por lo demás, está —-con fines propios, conordenac iones propias , con propias formas de vida-

completamente fuera del círculo de interés persona l . Y precisamente por esto -—porque la realidadde la Iglesia no es al par la realidad en que él sesiente mister iosamente empalmado— juzga el creyente las exigencias, resoluciones y disposicioneseclesiást icas no de otra manera que como suele hacer lo al t ratarse de inst i tuciones y autor idades civiles. Y -fácilmente se siente como o primido y trabado por las mismas. Las disposiciones eclesiást icas

le parecen algo extraño y violento, precisamenteporque en él se ha atrofiado la conciencia, de miembro, la profunda cer teza de tomar par te en las manifestaciones de vida eclesiástica «según la graciaque nos es concedida» (Rom. 12, 6) .

Pero me parece que hay todavía una consecuencia, más grave, de la debilitación de la fe viva enla mediación de Cristo. El abad I ldefonso Herwe-

 

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gen, en su es tudio , de abundant í s imos impulsos ,Iglesia y alm a, la postura espiritual del culto demisterios y su cambio en el Medievo (Kircheund See le , d ie See lenha l tung des Myste r ienkul tesund ihr Wandel Mittelal ter) , cree tener que destacar que en el Medievo —empezando poco más omenos en la época carolingia y l legando a su com

pleto desarrollo en pleno siglo xm— la vida de piedad de la Iglesia sufr ió «un cambio inmenso» en elsentido de que el espír i tu sacro, objetivo, formativode comunidad, se había retraído para dar paso cadavez más al espír i tu subjetivo, ét ico. No sin inf luencia de (da postura espir i tual germánica , subjetivamente recalcada», con realce unilateral de losvalores morales del alma, se había «construido uncamino de perfección cr ist iana que toma su im

pulso mucho más de l opus operantis que del opusoperatumn. Au nqu e no se pueda acepta r por com ple toesta proposición, de todos modos el abad Herwegenacertó en un punto, a saber , que en la piedad catól ica , y al margen del culto l i túrgico, surgen posturasen que la conexión orgánica de la naturaleza y de lagracia está ya muy aflojada, en que el acto personal ,activo, escapa, por decirlo así, de la influencia sobrenatural . Sin embargo, la causa verdadera de este se-

mipelagianísmo embozado ya no está en la amortiguación de la idea de mister ios, sino más bien en eldescenso secreto de nuestra veneración al mister iodel Cuerpo de Cristo y, todavía más profundamente ,en la merma de la fe en el Pr imogénito de los hermanos , en e l Hombre Jesucr is to (T im. 2 , 5) . Donde ha desaparecido, o tan sólo se ha debil i tado,la conciencia jubilosa de tener en el Hombre-Dios la

f ianza segura , e l garante , hasta la dulce realidad dela nueva vida , de nuestra unión perenne con el Pr imogénito de los hermanos, con su muerte y su resurrección, al l í brota sobre un magro suelo de la fe laplanta seca del moralismo, y con el la toda la vegetación de vir tud convulsiva , de exégesis exageraday de enervantes escrúpulos de conciencia , y hacen,

acá y acullá , de la buena nueva una nueva dete r ror .Cuan perniciosas consecuencias puede acarrear el

desconocimiento del signif icado redentor de la humanidad de Cristo, puede verse con una ojeada a aquel las comunidades cr ist ianas que en la imagen de Cristo han suprimido todos los rasgos humanos , o porlo menos no destacan con la debida fuerza eló[xooúaio<; rjfxív, el que tien e nu es tra m ism a na tu ra

leza. Me refiero a las sectas gnósticas y monofisitasy, hasta cier to punto, también a las Iglesias cismáticas de Oriente.

L o s gnósticos dec la ra ron la humanidad de Cr is tomera apariencia. La divinidad de Jesús era el únicoy propio objeto de su culto. Cristo no nos redime pormedio de su humanidad , por su pas ión y muer te ,sino por la luz de la verdad que resplandece en sudivinidad y que Él comunica a los corazones. La

consecuencia no fue tan sólo que la piedad gnósticase determinase en demasía por la especulación, porun conocer y ver , y no por una fe amorosamente act iva. La consecuencia fue también que se destruyeseaquella unidad sobrenatural del Cuerpo de Cristoque une a los creyentes con Dios y entre sí . El gnóst ico es el hombre soli tar io en el sentido más propiode la palabra. En su teología no se encuentra el con-

 

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cepto del Sumo Sacerdote que s irve de Mediador , niel de la Cabeza, ni el del Cuerpo de Cristo. De ahí elconcepto superficial que tiene de la Iglesia. I^aIglesia gnóstica no es la formación, la perfecciónmisteriosa, sobrenatural , de la humanidad de Jesúshasta l legar a la plenitud de sus miembros , a la unidad de su Cuerpo místico, sino una asociación utili

taria de orden natural , que s irve para proporcionar luz al campo religioso-moral , una escuela. Y lapiedad, como la ética gnóstica, no es un vivir en elPrimogénito de los hermanos , no es un respirar ensu Espíritu Santo, s ino que se apoya en s í misma,por completo en sus propias fuerzas. Por esto llevaen la sangre lo convulsivo, lo artif icialmente exagerado : en el orden del conocimiento conduce a los excesos de la especulación, en el del querer a un asce

tismo exagerado, tan desviado que al f inal —tambiénen el gnosticism o sirio—: se precipi ta y degen era enuna moral de despotismos y de violencias .

Menos desastrosos , pero con todo bastante graves ,fueron los efectos que produjo el desvío de la imagen dogmática de Cris to , la postergación de lahumanidad de Cr is to en las comunidades monofisi-tas y en las Iglesias cismáticas. Como lo demuestrae l P. José Jungmann , S. ]. , en un estudio substan

cioso y muy instructivo acerca de la aposición deCristo en la oración litúrgica» (Stellung Chris tiim liturgischen G-ebet) •—todavía volveremos a hablar del mismo en varias ocasiones—, la impugnación arriana de la consubstancialidad del Hijo conel Padre, y , en consecuencia, la negación de la plenadivinidad de Cris to , influyó en transformar todaslas l i turgias orientales por cuanto ya no se admitía

la fórmula l i túrgica tradicional: «Por Cris to nuestro Señor», ni la doxología an tigua : «Hon ra seadada al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo»,puesto que las expresiones «por Cristo» «y por elHijo» eran erróneamente interpretadas por los arr ia-nos, como si el Hijo fuese inferior al Padre. Por estoBasilio el Grande y Atanasio algunas veces ya subs

ti tuyero n la antigua doxología : «Honra sea dadaal Padre por el Hijo en el Espíritu Santo», por estaotra : «Honra sea dada al Padre co n el Hijo y conel Espíritu Santo», o también : «Honra sea dada alPadre y al Hijo y al Espíritu Santo». Y el Crisós-tomo, en vez de decir «por Él», empleaba s iempre lanueva fórmula : ucon Él», o hablaba sencillamente de«la gracia de nuestro Señor Jesucristo», que hade mover al Padre a otorgarnos sus dones. En algunas comunidades orientales prevaleció en absolutoesta fórmula; la primitiva, la antig ua, considerábaseya doctr ina errónea.

¿Qué efectos produjeron estos cambios litúrgicosen la postura religiosa ? Todas esas Iglesias l legarona sentir menos lo que significa la humanidad deCristo en la obra de la redención. I ,as Iglesias mo-nofisitas, que sólo admitían una naturaleza en Cristo , la divina, perdieron por completo tal sentido.Fu lgencio hace notar que Eut iques , e l fundador dela herejía monofisita, prescinde por completo del sumo sacerdocio de Cristo y, con ello, de la mediaciónde su humanidad sacratís ima. Y también en las Iglesias griega y rusa, que no eran monofisitas, laalusión a Jesús como Sumo Sacerdote, tan corrienteen el lenguaje litúrgico de los primeros siglos, sehizo cada vez más rara. Tal hecho produce necesa-

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r iamente una modificación de las representaciones en la historia de la Cena, del «sacrificio tremendo»,

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cris tológicas , por cuanto Jesucris to , el Hombre-Dios ,es mirado principalmente según su naturaleza divina, y no según la humana, y , por consiguiente, en lavida de piedad parece Él estar tan sólo del lado deDios , y no también junto al hombre. En este ambiente , Él no es ya el representante, el abogado delos hombres , e l Pr imogéni to de los hermanos , queofrece al Dios Trino el sacrificio de la humanidad.Resplandeciendo en la luz inaccesible de la divinidad, es tá infinitamente lejos de los hombres , ycomo tal , como Dios infinitamente elevado, ofrece elsacrificio del altar. «El recuerdo del fundador delsacrif icio , Hombre-Dios , ha s ido eclipsado» —escribe Jungmann (pág. 214)— «por el pensamiento delDios presente». Él ofrece el santo sacrificio de laMisa como Dios , y no como hombre. Su grandeza

divina lo absorbe todo en la liturgia : «El sacerdoteya no es más que la sombra vis ible del H ijo de Dios.»De ahí el desplegamiento inmenso, bril lante, de lali turgia desde Just ino 11 y por otra parte el cambiocompleto de la postura religiosa. Es significativoque este cambio empiece precisamente con el teólogo que por vez primera se creyó forzado a corregiren absoluto y de un modo general la fórmula «porÉl» substituyéndola por esta otra : «con Él»; es de

cir, empezó con el Crisóstomo, el santo obispo deConstantinopla. En este modo de ver es característico el sentimiento de estar separados infinitamentede aquel Dios que por medio del sacerdote obra lasanta transubstanciación, el sentimiento de una veneración s in l ímites , un sentimiento hasta de miedoy de espanto. Entonces se habla, por primera, vez

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del «pan tremendo» y del «miedo y temblor» conque se ha de recibir el Cuerpo del Señor. Antes dels iglo iv tales giros eran desconocidos. Entonces empiezan a oírse en los sermones sobre el SantísimoSacramento del a l tar , las expres iones : t remendo ,terr ible , espantoso, horrendo, pavoroso. I ,a religiónpasa a ser , en vez de religión de amor, religión detemor. Y para expresar de un modo sensible la distancia del Dios que consagra, el altar fue separadodel pueblo, primero con cortinas , más tarde por untabique de madera adornado de cuadros ( iconostasio) .El sacrificio del altar apareció, en lo esencial, comomis ter io t rem endo (tremendum mysterium). No faltaba en el misterio , es cierto , el momento de lo«amorosamente atrayente» (fascinosum), pero apenas se dejaba sentir . I ,a conciencia del creyente sesentía frente a algo infinitamente tremendo, frenteal hecho horrendo de que Dios se inmola por loshombres. Entonces empieza a hablarse de «destrucción», de la «inmolación» del Hijo de Dios que estápresente en el altar, a la que se refiere la teologíacatólica después del Concilio de Trento. Ante hechotan horrendo, el creyente no encontraba amparo ensu mundo , tangib le , v is ib le , en el campo de lo humano, en una humanidad santa, que —libre de pecado— pudiese presentarse ante Dios para abogarpor los hermanos y reconciliar el mundo con Él. I<afe en el «Cris to Hombre», Primogénito de los hermanos , nuevo Adán, no era ya algo vivo. Así , elcris tiano viose dominado por el sentimiento de unaculpa s in l ímites , s in que este sentimiento de culpabilidad se pudiese tranquilizar con la confianza

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resgua d ^ r ^ , - > ™" * seguridad de estarS o en , l ^ U m d a d d d Cu e rP° «fetico ya acáy s t M i Í d r r f e P r qU G fUG ^"«Porado a JesúsLartó aí* a ?• J^ S e n t i m i e n t o ^ culpabilidadapartó al creyente del altar. Es significativo que elUisóstomo fuese precisamente el primer obispo quese quejó de esta manera: «En vano rodeamos los

altares. No hay nadie que participe» (Hom. i 7 inHebr. n. 4). De este sentimiento de culpabilidadbrotaron además aquellas Apologías», es decir, aquellas cargadas autoacusaciones del sacerdote y de loscreyentes en la santa Misa, que se encuentran de unmodo especial en las ordenaciones de culto galicanas. También las liturgias galicana y española, enguerra con el arrianismo de los godos occidentales,que subordinaba la divinidad de Jesús a la delPadre, sintiéronse impulsadas a prescindir de la fór

mula antigua : «por Cristo», porque podía ser erróneamente interpretada en el sentido de una subordinación de Cristo, y a dirigir sus oraciones alternativamente a Cristo y a Dios. De modo que tambiénaquí aparece Cristo a los ojos de los creyentes notanto en su figura humana como en la divina. Y asítambién la postura religiosa fundamental era la deltemor receloso y de la autoacusación escrupulosa.Bien que, según San Pablo, la propia acusación ha

de hacerse antes del sacrificio eucarístico (examínesea sí mismo el hombre; y de esta suerte coma deaquel pan), en aquella época fue incorporada a lamisma liturgia y a cada paso (particularmente delsiglo ix al xi) interrumpía las oraciones. Solamenteen el siglo XI empiezan a suprimirse poco a poco estas «Apologías» que invadían todas las oraciones

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litúrgicas. Nuestra confesión al principio de la santaMisa no es sino un pálido vestigio de tal práctica.

Indiquemos, siquiera de paso, el hecho de queprecisamente en las Iglesias cismáticas, con el decaimiento de la fe en una humanidad sacratísima deJesús, tomó incremento el culto de los Santos, o, conmayor exactitud : que el Santo se desligaba, por

decirlo así, de la mediación de Cristo y se hacía independiente. En el sentir del cristianismo antiguo,tal como se mantuvo siempre en la Iglesia romana,los Santos también son miembros del Cuerpo deCristo, sus miembros más nobles por cierto y de másvalor, cuya intercesión tiene un poder especial,

pero... no son más que miembros. Obran únicamente por Él y forman, juntamente con los demás creyentes, un solo círculo de redimidos, una sola comunidad que vive en Cristo. Por esto en su poder de

intercesión no se distinguen específicamente de laparte restante de la Iglesia suplicante; ellos pertenecieron a ésta, aunque, por ser sus miembros másnobles y santos, podían pedir de un modo más eficaz que los otros fieles. Por tanto, al rezar la Iglesiaen nombre de Jesús, también incluía en su oracióna los Santos. Porque también ellos dependieron yseguían dependiendo de Cristo, vivificados tan sólopor Él. I*a intercesión de los Santos solamente tenía que reforzar las oraciones que la Iglesia, rezando en la tierra juntamente con los Santos pormedio de Cristo Nuestro Señor, ofrece al Dios Trino (cf. Jungmann, pág. 240). Aun hoy día predomina este punto de vista en las oraciones de la Misaromana. Por haberse debilitado la fe viva en la humanidad sacratísima de Jesús y, en consecuencia,

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por mirarse el sumo sacerdote de Cris to no ya en el

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plano de lo humano, s ino en las alturas infinitas deDios , no quedaba margen para tal modo de sentir . Los Santos debían, por decir lo así , l lenar el vacío que había entre Dios Trino y el hombre. Asíocuparon el lugar de Cris to como intercesores de lacomunidad orante. Precisamente por esto , en la forma más nueva de la l i turgia bizantina, la invocaciónde los Santos, la imploración de su intercesión corresponde «al final de la oración solemne, como enRoma este giro: Por Cris to nuestro Señor» (cf .Jungmann, pág. 237). De ahí la sobreabundancia delculto de los Santos en las Iglesias orientales . Laalta verdad que pregona con insis tencia San Pablo,es a saber, que «Cabeza y cuerpo son un mismoCris to», no por ello fue negada, pero corría peligrode obscurecerse. De todos modos , no fue agotada

en toda su profundidad.No he de esforzarme en destacar cómo esta nueva

postura religiosa, de carácter antiarr iano, que acabapor mirar con menos aprecio la humanidad de Jesús ,influyó en la espiritualidad general del cristianooriental , especialmente del hombre ruso. El hombreoccidental no había de sentir esos efectos, o por lomenos no había de sentir los durante largo tiempo,porque la l i turgia galicana y la española, que sehabían transformado con espír itu antiarr iano, al correr de los años fueron absorbidas por la romana.Veremos todavía que la l i turgia romana fue laúnica de todas las cris tianas que en la guerra contrala herejía arriana se resistió a cambiar las oracioneslitúrgicas . Cuando se habla del hombre ruso, desu entrega pasiva, de su tendencia s in l ímites a la

abnegación y a la negación del propio yo , de suenorme indiferencia ante los valores positivos de lavida y , sobre todo, aquello en que se arraiga estapostura, es a saber , su expectación apremiante delas postr imerías , de su locura, s iempre renovada,de que el Hijo del hombre ha de venir en un tiempopróximo, de sus afanes , rayanos con la pasión, por

resurrección y nueva vida, y de su culto sobreabundante de los Santos , se ha de atr ibuir una influenciasignificativa en la formación de este tipo a disposiciones originarias , a ciertos acontecimientos his tóricos y a destinos determinados. Mas la influenciadecis iva es la de la l i turgia, y , en último término, dela imagen antiarr iana de Cris to que la l i turgia presentaba al hombre ruso. Donde se contempla a Cristo no más que en su divinidad, donde la mirada

se estremece a la presencia del Dios muerto por lospecados de la humanidad, donde ya no se añade aello el pensamiento suave y tranquilizador del Primogénito entre muchos hermanos , donde falta , porconsiguiente, la confianza de tener ya acá bajo estePrimogénito y , por medio de Él , una comunión verdadera con todos los santos y puros , una Iglesia ,una patr ia , all í el alma piadosa no puede consolarsesino con el mundo futuro, venidero. El menosprecio

de la humanidad de Cris to acarrea necesariamenteun menosprecio de todo lo humano y terreno. Y entonces no queda realmente más para esta t ierra queel mandamiento expresado un día por el monjeArsenio con esta fórmula : huye, calla , l lora.

Como vemos, nuestro parangón con la piedadgnóstica y oriental-rusa confirma todas las conexiones y consecuencias que en substancia hemos sacado

 

relativas al menosprecio de la humanidad de Cris to

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y la postura religiosa de los creyentes . Muy ostensiblemente salta de nuevo a la vis ta la verdad antigua de que los dogmas son organismo de vida, queno soportan ninguna clase de atrofia o menoscabo.Solamente all í donde pueden obrar con fuerza y pureza no menguadas , se hacen verdaderos hombres ,santos que no tienen en s í nada contorsionado, nadatortuoso, s ino que están formados en todo segúnla medida de Cris to.

El círculo en que ellos pueden obrar s in menguay con toda pureza, se ha de buscar allí donde laIglesia infalible —fuera de la cual no hay salud— revela con más intimidad y delicadeza su espíritu devida sobrenatural, allí donde ella hace su confesióndirectamente en la oración. Es el segundo círculode que hablamos al principio y que dis tinguíamosdel círculo de la pieda d pri va da ; es el círculo de laoración li túrgica.

I I

No es menor mér i to de Jungmann , cuyo es tudiohemos citado reiteradas veces , el haber demostradoque la l i turgia romana es la única que la guerra

dogmática del s iglo iv dejó relativamente intacta.Aunque acá y acullá ofrezca todavía huellas deaquellos duros combates que la Iglesia hubo de sostener contra el arr ianismo, hemos de afirmar , contodo, que se revela como género litúrgico propio, yno en último término, por el hecho de que en ellael pensamiento de Mediador , más exactamente, eloficio de sumo sacerdote, correspondiente a la hu-

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manidad de Cristo, resalta vigorosamente. No he debajar a los pormenores para lograr demostrarlo. I^aIglesia termina todas sus oraciones con esta solemne conclusión : po r Cristo , nuestro Señor. En losPrefacios de la santa Misa aparece Jesucris to , biencomo motivo y objeto de la alegría agradecida quesiente la Iglesia , bien como Mediador excelso, por elcual ella ofrece al Padre omnipotente su oración degracias . A la mediación de Cris to aluden ademáslas palabra s del principio del canon : «¡ Oh, Pad reclement ís imo , humildemente te rogamos y pedimospor mediación de tu divino Hijo y Señor nuestroJesucris to!» De modo que aún hoy vige en la l i turgia romana, y solamente en ella , aquella ley que elSínodo de Hipona, en presencia de San Agustín ,formuló el año 393 en el canon 21. «La oraciónlitúrgica ha de dirigirse siempre al Padre.» I*a liturgia de la Iglesia no reza a Cris to , s ino al Padrepor medio de Cris to , al Dios Trino por medio deaquel que se hizo hombre.

Este espír itu que la l i turgia reclama, es tá en perfecta consonancia con aquellas relaciones originariasque, según la doctr ina revelada, exis ten entre DiosTrino, el Cris to Hombre-Dios y la Iglesia.

Por cierto , Jesucristo, según la revelación, es Diosverdadero, es , como segunda Persona divina, IyUzde L,uz. Pero es también hombre verdadero; porlo tanto , no solamente t iene la misma esencia queel Padre y el Espíritu Santo, s ino también nuestranaturaleza. Tiene Jesús no solamente el saber yquerer divinos , s ino también una conciencia puramente humana , una voluntad humana , una v ida desentimientos con toda verdad humana. Es comple-

 

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tamente hombre, as í como es Dios perfecto. Tancompleta es su naturaleza humana, que la unión conel «Verbo» divino se funda solamente en la unidadde persona (divina); es decir , que en el misterio dela Encarnación no hubo, s in nada más , una fusiónde la esencia y las propiedades divinas con la humanidad de Cr is to ; an tes b ien , es ta humanidad , aundespués de su unión con el Verbo divino, permanece en su orden específ ico, puramente humano. I^asegunda Persona divina, el «Verbo», no añade a laentidad humana nada que pueda s ignif icar un enriquecimiento de su naturaleza como tal. I*e da solamente el ser-persona. Sin indagar aquí minuciosamente en qué consis te este ser-persona, puédese detodos modos afirmar que lo específico está en unaunión tan íntima, tan esencial de la naturalezahumana con el Verbo divino, que esta naturaleza pertenece como propiedad al Verbo, que es suhumanidad, y que el Verbo divino puede decir : es tehombre soy yo.

Lo inconcebible, lo subyugador de la f igura deCris to , no está en que la human idad fue unida a lapersona del Verbo, sino en que —hablando con r igor—: Dios se hizo por completo, verdaderam ente

hombre. El misterio no está en el ascenso del hombre a Dios , s ino en el descenso de Dios al hombre.El milagro, lo inaudito , no está en que un hombre se haga Dios , s ino en que Dios se haga hombre.Es lo que hace exclamar al cr is tiano : «Y el Verbo sehizo carne» (lo. i , 14). «Se anonadó a sí mismotomando la forma de esclavo, hecho semejante a loshombres , y reducido a la condición de hombre»(Phil . 2 , 7).

¿Por qué t iene la Encarnación del Verbo un s ignificado esencial, decisivo ? Porque solamente en ellaha revestido forma corporal la voluntad que tieneDios de redimirnos. No se concibe otra forma deredención en que la voluntad amorosa de Dios pudiese revelarse tan ostensiblemente, de un modo tanemocionante y eficaz, como en la Encarnación del

Verbo e terno . Tan os tens ib lemente . . . porque ¿quécosa puede haber que salte más a la vis ta que unniño en el pesebre, que el Crucif icado, que el Resuc i tado? De un modo tan emocionante . . . ¿qué máspodía ofrecer Dios que entregar por nosotros a supropio Hijo unigénito? Y de un modo tan eficaz.. .porque, al encarnarse el Verbo divino, no solamentese anuncia la redención como Buena Nueva, s ino que

ya es realidad gozosa, resplandeciente. Tenemos denuevo a un hombre entre nosotros , que puede decircon el corazón puro: «Padre», y que puede oir larespuesta del cielo : «Tú eres mi hijo muy amado.»Al dar Él su vida por nosotros como «primogénito entre muchos hermanos» (Rom. 8 , 29) , consiguió nuestra propia vida eterna. La cadena de muchos millares de generaciones , desligada de Dios yaen el primer miembro, se une nuevamente a Dios

en un punto, y se une a Él tan firme, tan esencialmente, que no se le puede arrancar ya jamás. Eneste Uno se ve elevada nuevamente toda la humani-dal del «no» al «sí», de la nada a la plenitud, del«sin valor» al valor. Así ella, en toda la amplitud yprofundidad de su ser, pasa a formar una nueva unidad en Él. Este Uno es el nuevo fundamento, la nuevafuente, la nueva raíz de los hombres. Como brotanlos sarmientos de la vid, así brotan ellos de Él, «in-

 

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jer tados con Él» (Rom. 6, 5) mediante el Bautismo.Él es la Cabeza, el los son los miembros. En principio y entiíativamente no hay ya ningún cristianoaislado, solitario; no hay más que miembros deCristo, miembros de una sola cabeza. Una solaCabeza, un solo Cuerpo.

El meollo de la Buena Nueva es no sólo que en

Jesucristo viva Dios corporalmente entre nosotros,que nosotros contemplemos en su rostro «la majestad de Dios», sino que, además, este Dios sea nuest ro hermano, con quien tenemos tmidad de sangre ,que sea la Cabeza de nuestro cuerpo. Éa divinidad,por cier to, es algo esencial en la figura de Cristo.Si Cristo no fuese también Dios verdadero, no sehabría tendido con Él un puente sobre el abismoinfinito que hay entre Dios y la cr iatura. Lo que

dio a las guerras antiarr ianas su fuer te impulso ycálido aliento, fue esta convicción : si el Redentormismo no es verdadero Dios, entonces no puede levantarnos a Dios y hacernos par t ícipes de la vidadivina. Mas esta naturaleza divina no es Jesús entero. Es el fondo de oro sobre el cual se destaca suactividad humana, y del cual saca su fuerza secreta ,su poder de Salvador . Es, por decir lo así , la tranquila cadencia en la imagen de Jesús, ho qu e enar

dece es la manifestación de lo divino en lo humano,el hecho increíble de tener un hombre entre nosot ros que es Dios ; de haberse t r ansformado en supersona y por su obra toda la humanidad en unaunidad que se empalma con Dios; de tener todosnosotros acceso al Padre mediante este Uno. El sent ido más profundo del dogma referente a Cristo seencierra en esto : por medio de Cristo al Padre. E l

t iempo de nues t ro mundo, no es que Él rec ibe yaahora , como Dios encarnado, la adoración de loshombres , s ino que Él , como hombre nuevo, incor pora a su Cuerpo todos los que quieren salvarse ,y como Rey del nuevo pueblo de Dios los l leva alPadre. I ,a l lamada tensión escatológica entre este

mundo y el otro, entre el t iempo de la siembra y elde la cosecha, es al par una tensión cristológica : latensión entre el «hombre» Jesús de aquí y el DiosTrino de al l í , entre la realeza que t iene aquí el quese hizo hombre y el puro reinado de Dios que t ieneallí. Es de un profundo sentido esta frase : el crist ianismo es el t iempo de la formación, del autodes-arrollo, de la autorrealización del hombre Jesucristo.En el magisterio, en el sacerdocio, en el oficio pas

toral de la Iglesia prosigue el Glorificado su actividad mesiánica. En ella —en la Iglesia— forma Élsu Cuerpo. Ella —la Iglesia— es su plenitud, comodice el Apóstol (Eph. 1, 23). Sólo por ella se completa y adquiere plenitud. Mientras quiera el Padre que dure e l mundo, É l no es todavía comple to ,no tiene todavía su plenitud. Está aún trabajando,sigue siendo nuestro Mediador . Constantementepor todos los lugares y t iempos, va completándosecon nuevos miembros, hasta que, según los designios inescrutables de Dios, con el acto final del Juicio empiece un nuevo t iempo. Sólo entonces, en elmismo momento que la tensión escatológica , termina también la cristológica, el tiempo de la formación y de la maduración de Cristo, e l t iempo de sutrabajo de Salvador , de su mediación, de su sumosacerdocio. Después empieza el t iempo del Dios Tri-

 

no. Como Cabeza del Cuerpo, como Rey del nuevo

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Israel , guiará los suyos al Padre y hará entrega desu reinado al Dios Trino : «Y cuando ya todas lascosas estuvieren sujetas a Él , entonces el Hijo mismo quedará sujeto al que se las sujetó todas, a finde que en todas las cosas todo sea de Dios» (i Cor.15. 28) .

No he de entretenerme en demostrar que, s in género de duda, las afirmaciones del Nuevo Testamento referentes al culto de Jesús en el primitivo cristianismo presuponen estos pensamientos básicos.Sabemos que Jesús , durante su vida terrena, dir igíatodas sus oraciones al Padre. Nunca inculca que losdiscípulos le adoren a Él. Lo que quiere es que,en su nombre, es decir , en unión creyente con Él , serece al Padre. También habla en una ocasión ( lo. 14,

14) de que Él hará lo que le pidieren a Él los discípulos. De modo que es l ícito , aún más , es necesar io orar a Jesús . Pero mientras dure es te mundo ,quiere Él ser invocado como Mediador , en calidadde Sumo Sacerdote, que intercede por los suyos(cf. Hebr. 7, 25). Por esto, la comunidad primitivadirige oraciones a Jesús , y no solamente oracionesimpetratorias (Act. 7 , 59 ss) , s ino también oraciones de alabanza (Apoc. 5, 13; 7 , 10; n , 15).

Mas éstas o bien giran explícitamente en torno de suactividad redentora, o sólo se hallan en la piedadprivada. En sus oraciones solemnes, la comunidadprimitiva se dir ige al Padre, al Dios Trino (cf . Act.4, 24 y ss .; 12, 5); naturalmente, de tal manera queesta oración es vivificada y sostenida por el pensamiento de Jesús , por la conciencia de la comunióncon Él. Confiesa a Jesús en el Bautismo, celebra la

memoria de su muerte en la fracción del pan, implora su venida en la oración común... ; sus pensamientos giran s iempre en torno de Jesús , más elobjetivo de su oración con Jesús , por medio de Jesús ,es Dios , el Señor. De ahí la primitiva fórmula cristiana : rezar «era nombre de Jesús». «Dando siempre gracias por todo a Dios Padre, en el nombre de

nuestro Señor Jesucris to» (Eph. 5 , 20); «hacedlotodo en nombre de nuestro Señor Jesucris to , dando,por medio de Él , gracias a Dios Padre» (Col. 3 , 17).Esta expresión corresponde substancialmente a laotra : rezar por medio de Jesús . Tanto San Pedro(1 Pe tr . 4 , n ) como San Pablo (Rom . 1 , 8; 16, 27)la usan. San Pablo, en la segunda Carta a los Corintios (1, 20), hasta parece indicar que el giro «pormedio de Jesús» tenía ya su puesto en la l i turgiaapostólica (cf . Jungmann, pág. 119).

Este espír itu en la oración se deriva directamentedel mensaje apostólico relativo a la mediación deCristo. Ninguna verdad procuraban inculcar losapóstoles más ahincadamente a sus discípulos queésta : «Uno es Dios , y uno también el mediador entre Dios y los hombres , Jesucristo hombre, que sedio a s í mismo en rescate de todos» (1 Tim. 2 , 5-6). (¡Tenemos por abogado para con el Padre a Jesucris to justo. Y Él mismo es la víctima de propiciación por nuestros pecados; y no tan sólo por losnuestros , s ino también por los de todo el mundo»(1 lo. 2, 1-2). Ija Carta a los Hebreos aplica conceptos l i túrgicos al describir la actividad mediadorade Jesús como actividad de Sumo Sacerdote; y comoPontíf ice eterno nos presenta al Hijo de Dios : «Tenemos por sumo pontíf ice a Jesús , Hijo de Dios ,

 

que penetró hasta lo más al to del cielo. . . No es tal nencia a su l i turgia y destaca de nuevo la verdad

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nuestro pontíf ice , que sea incapaz de compadecersede nuestras miser ias , antes bien experimentó todaslas pruebas, excepción hecha del pecado» (Hebr.4, 14-15). I/a cristiandad antigua nunca olvidó estapalabra del Apóstol respecto del Sumo Pontíf ice.La tenía en tal aprecio, que hasta el final del siglo II recelaba dar el nombre de sacerdotes a losprelados eclesiásticos y obispos, para evitar una interpretación torcida de par te de los paganos y judíos. Hasta entrado el siglo iv, todas las oracionesli túrgicas dir igíanse al Padre por medio de estesumo Pontífice. Iva expresión «por medio de Jesús,tu Hijo» —tal como se encuentra ya en la Dida-ché , el más antiguo documento cr ist iano extrabíbli-co—, aparece en todas las ordenaciones cultualesdel pr imitivo cr ist ianismo, sólo que no sin referencia

a Pablo (Eph. 2, 18); se amplía en esta fórmula:«Por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo»,o también —por cuanto el Espír i tu Santo obra enla Iglesia— «por medio de Jesucristo en la santaIglesia» (Hipólito). Tan sólo al final del siglo ivfue infringida esta ley santa del estilo litúrgico, alinfiltrarse en la liturgia oraciones de la piedad privada que se dir igían directa y únicamente a Cristo.Natura lmente , aun és tas se encuent ran a l pr inc ipio

sólo en la Antemisa y en el Bautismo, nunca dentrodel Sacrificio Eucarístico. Sólo las luchas contra laherejía arr iana introdujeron —como lo hemos destacado ya— la nueva forma de oración en lo másínt imo de l santuar io .

El que únicamente la Iglesia romana quedase f ielen lo esencial a la tradición, es lo que da la preemi-

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consoladora de que el la , precisamente el la , e l la sola ,está vivificada no solamente en su fe, sino tambiénen su oración, por el Espír i tu Santo. También enella se hallan acá y acullá —haciendo excepción a laley del estilo litúrgico— oraciones que se dirigentan sólo a Cristo, como, p. ej . , en el Kyrie y en elGloria de la santa Misa , que, siendo or iginar iamente oraciones populares, fueron introducidos tan sólolentamente en la oración solemne de la Iglesia . Lomismo sucede en las oraciones de las fiestas delCorpus y del Sagrado Corazón de Jesús. Mas estasoraciones no se dirigen a Cristo por ser Él «Diosde Dios», sino por cuanto es nuestro Salvador divino, hecho hombre. Se dir igen al Cerdero de Dios,al Mediador; y con la clásica fórmula final: «Pormedio de Cristo nuestro Señor» se engastan en aquel

marco que señala el sacrificio de la Misa como «sacrificio del Mediador» (Aug., Enchir, n o ) .

Así , sólo orando según este molde l i túrgico, tenemos la seguridad de orar según el espír i tu de Jesús,en la manera de la antigua cr ist iandad y conformea la voluntad de la Iglesia : «Por medio de Cristonuestro Señor .» El profundo sentido del Movimiento l i túrgico está en que saca de nuevo a luz los valores ocultos que hay en la oración l i túrgica , y nos

educa para modelar la propia vida según el espír i tul i túrgico de la oración.

¿Cuáles son estos valores, que se encierran en lafórmula «por med io de Cristo nues tro Señor» ? Enprimer término, la conciencia de estar unidos lo másíntimamente posible con Cristo, nuestra Cabeza.Esta es la postura fundamental del cr ist iano : vivir

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y obrar en Cris to. Esta postura fundamental se divide por sí misma en dos funciones parciales. Una

seguridad, claridad y calor , como la verdad de launidad misteriosa de los creyentes en Cris to y del

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en sentir con viveza nuestra innata lejanía de Dios,la impotencia natural de l legar a Él por nuestraspropias fuerzas . De ahí brota la humildad, aquelsentimiento fundamental que nos mueve a darnosgolpes de pecho como el publicano y renunciar deuna vez para s iempre a jactarse de la propia fuerza.

I,a otra función parcial es la certidumbre jubilosade tenerlo todo en Cristo. Con esto surge el sentimiento exultante del cris tiano, la alegría santa delredimido, que no se s iente ya desalentado por suspecados , que ve su centro de gravedad no ya enla guerra contra el pecado, sino en el amor a Cristo,y, s i lucha contra el pecado, es por amor a Cris to. Elcristianismo es alegría, el cristianismo es confianza,el cr is tianismo es una continua acción de gracias .

¡ Cuánta buena voluntad fue malgastada ya por nosotros , por poner s iempre nuestra propia fuerza entrenosotros y Cris to , por no tomar en serio la palabra :«por medio de Cris to nuestro Señor», por querersalvarnos en realidad por nosotros m ismos !

El tercer valor es el menos conocido. Es el queSan Pablo encierra en esta frase : Cabeza y Cuerpo,un solo Cris to. Es el punto en que más se acusa ladiferencia que hay entre la piedad privada y la del

cris tianismo primitiv o. ¡ Cuan vivamen te saturadosestaban de esta verdad los cristianos de los primerossiglos ! : que ellos en C risto, la Cabeza , forman unaunidad nueva, sobrenatural, un templo espir itual( i Petr . 2 , 5) , un linaje escogido, un sacerdocio regio, un pueblo santo (2 , 9) . Pocos dogmas hay quedesde el principio fuesen enseñados siempre con tal

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santo sacerdocio de los mismos. Hasta tal punto sevivía en el misterio sobrenatural de la Iglesia , quelos herejes gnósticos llegaron a tener de la «Iglesiacelestial» (cf. Apoc. 21, 2.10) el concepto de un serespir itual independiente. Como comunidad sobrenatural, como una unidad recíprocamente ligada en

Cristo , y no como algo individual , ais lado, presentábase la antigua cris tiandad ante Dios. Por cierto ,desde el principio era guiada como «grey» visiblepor los obispos, ((instituidos por el Espíritu Santo»(Act. 20, 28). Mas sólo en la guerra contra aquellasherejías que negaban que la Iglesia fuese una y visible, empezó a considerarse de un modo más explícito la articulación establecida por Dios , trazadapor mano de Jesucristo en la Iglesia, y se le dio

expres ión en fórmula s rigurosamente teológicas : ladiferencia específica entre el sacerdocio oficial y elsacerdocio de los simples fieles, la diferencia entreobispo y sacerdo te; mas , aun enton ces , la unidadsobrenatural , invis ible , del Cuerpo de Cris to s iemprese sobrentendía como algo fundamental. Tan sóloen la época post- tr identina, como consecuencia de laguerra contra el sacerdocio seglar luterano, se perdió acá y acullá la sagacidad de la mirada para ver

esta esencia sobrenatural de la Iglesia, y en las discusiones con los innovadores se subrayó en demasíael lado meramente vis ible de la Iglesia de Cris to ,que salta a la vis ta. Sin embargo, al principio noera así . Originariamente se miraba a la Iglesia desde dentro , no desde fuera. Se la miraba como uncuerpo con muchos miembros , cuya Cabeza es Cris-

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t o ; y aún hoy día es éste el concepto que vive en con todos los miembros que de un modo misterioso,

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nuestra l i turgia.Sí ; tal es el sentido propio, el más profundo, de

nuestra liturgia. Lo he dejado para el final porqueme parece lo más importante. La comunión en elcuerpo y la sangre de Cris to , que celebramos en laliturgia, no significa tan sólo comunión con Cristo,nuestra Cabeza, sino que significa a la vez comunión con «los muchos , con todos los que participamos del mismo pan» (i Cor. 10, 17). El sentido ycontenido propio (res) del sacramento, como lo subrayan con insis tencia San Pablo, San Ignacio deAnt ioquía , San Cipr iano , San Agus t ín , es que porel único pan celestial se realiza y se representa launidad sobrenatural de los muchos en Cristo. El sacrificio eucarístico nunca es un proceso que sólo digareferencia al yo ind iv idual ; s iempre es , según sucontenido más profundo, un acto de comunidad. Yno solamente en el sentido de que toda la comunidad tendría que participar de él , s ino propiamenteen el sentido de que sólo con la participación delmismo pan es vivif icada realmente —en todas susprofundidades— esta comunidad, y , mediante estaparticipación, la entidad sobrenatural del Cuerpo deCristo adquiere forma, y en esta forma es ofrecidaal Padre por manos del Sumo Pontíf ice. La «comu

nión» (el banquete eucarístico de la comunidad) nosignifica, en último término, tan sólo la comunióncon el Verbo increado, con la divinidad.. . , error enque cayeron no pocos teólogos griegos. Por otra parte , tampoco es del todo exacto que su sentido sea launió n de Cris to solo. La ve rdad com pleta es ésta :significa la unión con Cristo y, por medio de Cristo,

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pero real , le son incorporados. El sacramento delaltar es el sacramento no solamente del Cris to personal , s ino —y precisamente por este motivo— también del Cris to místico. Tiene un carácter completamente sociológico. Ya hace tiempo que esto quedódemostrado por la his toria de los dogmas. No es posible comprender a los Padres s i se prescinde deesta verdad. Y últimamente fue corroborado porJungmann también desde el punto de vis ta histórico-litúrgico.

Jungmann llama enérgicamente la atención sobre el hecho de que, aun hoy, en la l i turgiala Eucaris tía aparece sübstancialmente no como unfin en sí, sino como medio para el fin, como sacramento, aun más exactamente, como ofrenda de sacrificio, como manjar de sacrificio de la comunidadreunida, manjar que reúne a los creyentes entre s íy los transforma en Cuerpo de Cris to. No se habla,en la liturgia, de la presencia y de la adoración delCristo personal —aunque sea cierto que Cris to estápresente personalme nte— ; «el pensam iento no sedetiene en Cris to presenten, porque de esta suerte elmotivo de la adoración se destacaría unilateralmen-te y el destino del manjar de sacrificio, el servir decomida, quedaría velado. El pensamiento no se de

tiene hasta el Cristo glorificado. Por medio de esteCristo glorificado se dirige la súplica al Padre, paraque no niegue el «fruto» o «estos misterios santos»al sacramento del cuerpo y sangre de Cris to. Y este««fruto» no es otra cosa que la comunión de los fieles en Cris to. Porque —según lo subraya Jungmann— «esta comunidad, es ta comunión es preci-

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sámente el es tado permanente, normal, de los cristianos vivos, y hay que consolidarlo» (pág. 227).

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Por doquiera que dir i jamos la mirada en el campo de la l i turgia, s iempre veremos a Cris to comoSumo Pontíf ice, que, uniendo su propio sacrif iciocon el de sus miembros, se ofrece a Sí mismo y a lossuyos al Padre celestial con acción de gracias. Siempre nos veremos conducidos de nuevo a aquella pos

tura fundamental que queda establecida en la primitiva fórmula cris tiana: «Por Cris to nuestro Señor.»

No me toca preguntar s i todos nosotros hemosagotado realmente y seguimos agotando los valoresinmensos que se nos ofrecen en esta postura de oración ; si nos disgregamos frecuentemente y cavamospobres cis ternas cuando en la fe y en la oración dela Iglesia podríamos tener aguas de vida; s i no tenemos la culpa también nosotros de que en amplios

sectores de la vida de piedad cristiana se haya perdido el sentido de los valores íntimos del cristianism o, el sentido de sus magnificencias y fuerzas másrecóndi tas . ¿ No es con frecuencia el cristianismoque plantamos y regamos un cris tianismo ya cansado , marchi to , con trar iado ? ¿ Y realmente nosotros ,los católicos , sentimos aún por todas partes aquellaunidad santa cuya Cabeza es Cris to? ¿No estamosdispersos y divididos ? ¿ No somos ya con harta fre

cuencia más bien una organización exterior , que unorganismo interior ? No veo más que un solo camino para la renov ación ; y es el que nos muestra lafe y la oración de la Iglesia y al que se nos amonesta diariamente todas las veces que rezamos:«Por Cris to nuestro Señor.»

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LA PALABRA REDENTORA DE CRISTO

A L leer el Evangelio de San M ateo, descubrimos•** en seguida que, para Jesús , la tarea redentoraera, y no en último término, la predicación de supalabra, su magisterio. Ya en el primer discurso deNazaret (Luc. 4 , 18) alude a una palabra de Isaías(61, 1) , que subraya este magisterio del Redentor :«Ha reposado sobre mí el Esp íritu del Señ or; porque el Señor me ha ungido, y me ha enviado paraevangelizar a los mansos.» Jesús reclama explícitamente el nombre honroso de Maestro. «Vosotros mellamáis Maestro y Señor , y decís bien, porque losoy» (lo. 13, 13). Esta exigencia la tiene exclusivamente ^ara Sí. «No debéis preciaros de ser l lamados Maestros , porque el Cris to es vuestro únicoMaestro» (Matth. 23, 10).

Lo que habili ta a Jesús para ser Maestro redentor , es , an tes de todo , aun mirándolo humanamente ,la originalidad, la sencillez de su predicación. Jesúsno se ha sentado, como Pablo, a los pies de un Ga-maliel . Creciendo en el modesto taller de un carpintero, le faltaban los medios escogidos de la formación humana. Nadie sabe de un maestro de Jesús.Sus coterráneos de Nazaret es taban maravilladosal oírle hablar. «¿De dónde le ha venido a éste tal

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s a b i d u r í a ? ¿ N o e s , p o r v e n t u r a , e l h i j o d e l c a r p i n t e r o ? » ( M a t t h . 1 3 , 5 4 y s s . ) . J e s ú s s a c a b a d e l o p r o y no como lo s escr ibas» (Marc . 1 , 22 ) . Qu ien enseña

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p i o , n o d e l o a p r e n d i d o . « Y o h a b l o l o q u e h e v i s t oen mi Pad re» ( lo . 8 , 38 ) . E l ún ico l ib ro que c i ta unay o t r a v e z , e s l a S a g r a d a E s c r i t u r a , l a p a l a b r a e s c r i t a d e l P a d r e . J e s ú s v i v e y s e m u e v e e n e l l e n g u a j e , e n l a s i m á g e n e s y f ig ura s d e l A n t i g u o T e s t a m e n t o . S i n e m b a r g o , É l n o l e e e l A n t i g u o T e s t a m e n t o

a f u e r d e d i s c í p u l o c r e y e n t e , d e d i s c í p u l o h u m i l d e ,s i n o c o m o S e ñ o r y M a e s t r o , q u e l i a v e n i d o a c u m p l i r l o h a s t a l a ú l t i m a i o t a . H a c e p r e v a l e v e r s u p r o p ia pa lab ra sob re la de Moisés , y aun sob re la mismap a l a b r a d e Y a h v é : « P e r o y o o s d i g o » ( M a t t h . 5 ,2 0 y s s . ) . E l A n t i g u o T e s t a m e n t o n o e s p a r a É l l om ás e levad o y def in i t ivo . L ,o su p re m o y lo ú l t i mol o l l e v a É l e n s u p r o p i a c o n c i e n c i a d e H o m b r e - D i o s .D e a h í a r r a n c a n l o s ú l t i m o s m o t i v o s d e s u j u i c i o y d e

l a p o s t u r a q u e a d o p t a c o n t r a l a m i s m a a u t o r i d a dd e M o i s é s . J e s ú s e s c o m p l e t a m e n t e É l , e s s u p r o p i ac i e n c i a y c o n c i e n c i a , a u n c u a n d o e x p l i c a l a S a g r a d aEs cr i tu r a . A s í e r a ya a la edad de doce año s en e lT e m p l o . « C u a n t o s l e o í a n q u e d a b a n p a s m a d o s d esu sab idu r ía y de su s r espues tas» (L ,uc . 2 , 47 ) . Yc u a n d o e n l a p l e n i t u d d e s u v i d a , e n m e d i o d e l T e m p l o , d e l a n t e d e l o s d o c t o r e s d e l a L e y , a n u n c i a s un u e v a d o c t r i n a , é s t o s e x c l a m a n a d m i r a d o s : « ¿ C ó m o

s a b e é s t e l a s l e t r a s s i n h a b e r e s t u d i a d o ? » ( l o . 7 ,15) . ¡ T a n t o d i s t a b a s u m a n e r a d e le e r y e x p l i c a rla Sag rada Escr i tu r a de la de lo s doc to res de laL e y ! E l p u e b l o l o s e n t í a i n m e d i a t a m e n t e , a l p a s a rde lo s f a r i seos y escr ibas a Jesús . «Los oyen tes es t a b a n a s o m b r a d o s d e s u d o c t r i n a ; p o r q u e s u m o d od e e n s e ñ a r e r a c o m o d e p e r s o n a q u e t i e n e a u t o r i d a d ,

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a h o r a e s u n m a e s t r o s o b r e m a n e r a e x i m i o , u n o q u en o e m p i e z a p o r b u s c a r f a t i g o s a m e n t e l a v e r d a d n ip r e g u n t a p o r e l l a , s i n o q u e l a t i e n e . L a v e r d a d l av i v e É l . N o h a d e h a c e r m á s q u e p o n e r l a m a n o e ne l teso ro de su co razón , para sacar , como Él mis m o d i c e , c o s a s a n t i g u a s y c o s a s n u e v a s ( c f . M a t t h .Í 3 , 5 2 ) .

P o r s e r s u d o c t r i n a v e r d a d p e r s o n a l , d i r e c t a m e n t ev i v i d a , e s t a n a s o m b r o s a m e n t e sencilla y l lana , yc o n t o d o t a n e m b a r g a d o r a y poderosa. Si se qu ie r ehab la r de un es t i lo de Jesús , és te cons is te en e l a r tem a r a v i l l o s o d e e x p r e s a r c o n t a n t a s e n c i l l e z y n a t u r a l i d a d , c o m o s i n o p u d i e r a s e r d e o t r a m a n e r a , l om á s v i b r a n t e , l o m á s e n o r m e , l o m á s c o n m o v e d o r .« M a r t a , M a r t a , t ú t e a f a n a s y a c o n g o j a s , d i s t r a í d a e n m u c h í s i m a s c o s a s . Y a l a v e r d a d u n a s o l ac o s a e s n e c e s a r i a . » ¡ D e q u é m a n e r a e s t a s p a l a b r a s ,d i c h a s d e p a s o , h a n s a c a d o d e l a m b i e n t e d e t o d o s l o sd í a s a m i l l o n e s d e h o m b r e s , i n s t i g á n d o l o s a v i v i rnob lem en te seg ún e l esp í r i tu y con f e rvo r in te r io r !« L e s o n p e r d o n a d o s m u c h o s p e c a d o s p o r q u e h a a m a d o m u c h o . » L a r g o s , o b s c u r o s , d o l o r o s o s t r e c h o s e ne l c a m i n o d e l a h u m a n i d a d f u e r o n y a i n u n d a d o s d el u z p o r e s t a p a l a b r a y t r o c a d o s p a r a m u c h o s e n c a mino a rd ien te de sacr i f ic io y de en t r ega . «S i no o s

v o l v é i s y h a c é i s s e m e j a n t e s a l o s n i ñ o s , n o e n t r a r é i sen e l r e ino de lo s c ie lo s .» ¡ C óm o ha des per t ado es tap a l a b r a a l o s h o m b r e s d e c u l t u r a s o b r e c a r g a d a , h a r t a d a , y l o s h a c o n d u c i d o d e n u e v o a l o p e q u e ñ o , n a t u r a l y h u m i l d e ! Y a s í p o d r í a n e s t u d i a r s e u n a t r a so t r as las pa lab ras de l Seño r a la luz de la h i s to r iap a r a p o n e r d e m a n i f i e s t o s u p o d e r t r a n s f o r m a d o r .

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«Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que san estas palabras como relámpagos por el corazón

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es de Dios.» «¿De qué le sirve al hombre el ganartodo el mundo, s i pierde su alma ?» «Quien perdieresu vida, la volverá a hallar.» No hay en estas palabras nada de bombo y plati l lo , nada retóricamenterebuscado. Con vehemencia incomparablemente mayor tronó un día la predicación de los profetas. Se

precipita en símiles pesados. Arde con fiebre de pasión personal. Flamea con santo furor. L,a palabrade Jesús es silenciosa y sencilla, llana y natural,como Él mismo, y como el niño a quien bendice. Tansólo en sus censuras y contiendas recuerda a Jeremías y Oseas. Todos sus demás discursos t ienen lafragancia de los lirios y de los olivos bajo los cuales los pronunció. Y percíbese el piar de los pájarosque acompaña sus palabras . Y con todo son palabras

de eternidad, tan lozanas hoy como el primer día.Nada perdieron de su sonido de eternidad. Son «palabras de vida», como las l lamó ya Pedro, el sencillo pescador (lo. 6, 69).

Jesús usa preferentemente dos formas li terariasen su predicación : la sentencia y la parábola. Sussentencias son cortas , agudas; dan con seguridad enel blanco. Precisamente por esto se graban de unmodo imborrable en la memoria. A veces toman for

ma paradójica : ((Quien perdiere su vida, la volveráa hallar .» Palabras de fuego, afiladas como espadas . «Si tu ojo es para ti una ocasión de pecar, sácalo.» Cortas , recias , como un golpe agudo, comoun latigazo que silba por el aire. «Si alguno te hiere en la mejil la derecha preséntale también la otra»(cf . Matth. 5 , 39). «Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen.» Aún hoy día pa-

de los fieles.La otra forma en que expresa Jesús su sabiduría ,

es la parábola. Sus parábolas pertenecen a las másexquisitas de la l i teratura mundial. Son tan profundas y densas , que ni s iquiera el sabio puede agotar su sentido; y por otra parte son tan sencillas ,

tan sin artificio, que aun el hombre más sencillo sesiente subyugado por ellas .A veces aplica también la forma técnica de la de

mostración, tal como la usaban los rabinos , lademostración propiamente dicha de la Escritura.Así , por ejemplo, cuando a los saduceos , que negaban la resurrección, les recuerda la palabra de laEs cr i tu ra : «Yo soy el Dios de Abraha m, y e l Diosde Isaac, y el Dios de Jacob» (Marc. 12, 26). O cuando, en co ntra de los fariseos, saca del Salm o 109 :¡(Dijo el Señor a mi Señor», la prueba de que el Mesías no puede ser de l inaje terreno, vastago de David en el sentido natural (Matth. 22, 41 y ss .) . Masaun en este caso evita Jesús todo aparato científico,todo alarde de ampulosas argumentaciones. La consecuencia f inal brota espontánea, naturalmente, dela palabra de la Escritura. Y precisamente es estanaturalidad lo que convence a sus enemigos.

En es to , en esta grandeza sencilla, está la marca de lo divino. Donde cruje la dura armazón sistemática, donde trabaja el método demostrativo, all íse ve al hombre. Pero donde la verdad fulgura comoun meteoro, donde s in velos , en su hermosura desnuda, ciega los ojos, con ser deliciosa como un díade mayo, all í es tá Dios. La verdad s iempre es sencilla y silenciosa, porque se manifiesta por sí mis-

 

m a. En e l t e rce r l ib ro de los Reyes (19 , 10) s e q u e r e r e r a s u p o d e r . A u n a l m o r i r s e r e v e l ó c o m oe l g r a n M a e s t r o d e l a r t e d e m o r i r . E n t o n c e s n o s

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nar ra cóm o E l ia s , e l ce lador de l a I^ey de Dios , des p u é s d e u n a g u e r r a d e m u c h o s a ñ o s , h u y e a l d e s i e r to y p ide una s eña l de l a p re senc ia d iv ina . S e l e v a n t ó u n v e n d a v a l . D i o s n o e s t a b a e n e l v i e n t o .V i n o u n t e m b l o r d e t i e r r a y f u e g o . D i o s n o e s t a b ae n e l f u e g o n i e n e l t e r r e m o t o . E n t o n c e s e m p e z ó as o p l a r u n a u r a a p a c i b l e . Y D i o s m a n i f e s t ó s u p r e s e n c i a e n e l m u r m u r i o d e l a b r i s a . A s í a c o n t e c í ac o n J e s ú s . I , a m a j e s t u o s a t r a n q u i l i d a d , c a l m a y c l a r idad de su pa labra e ra l a voz de Dios . . . , l a ve rdad ,q u e e s e t e r n a .

A s í , J e s ú s s e p r e s e n t a a l m u n d o t a m b i é n c o m o u np r o d i g i o intelectual. « J a m á s h o m b r e a l g u n o h a h a b l a d o c o m o e s t e h o m b r e . » E s t e p r o d i g i o i n t e l e c t u a l s e u n e c o n e l p r o d i g i o moral d e s u r e s p l a n d e c i e n t e s a n t i d a d . J e s ú s n o e n s e ñ a b a t a n s ó l o c o m oq u i e n t i e n e a u t o r i d a d ; E l vivía t a m b i é n s e g ú n e s t ad o c t r i n a . N a d a e x i g e e l S e ñ o r q u e É l n o h a y a r e a l i z a d o p r i m e r o e n s í m i s m o . S u p r o p i a v i d a e r a s ud o c t r i n a .

Es s ign i f i ca t ivo q ue L , ucas desc r iba l a ac t iv idad deJ e s ú s c o m o u n « h a c e r y e n s e ñ a r » ( A c t . 1 , 1 ) . I, o p r i m e r o q u e e n J e s ú s , l e l l a m ó l a a t e n c i ó n f u e s u o b r a r .P r i m e r o o b r a r , d e s p u é s e n s e ñ a r . E s t e e s e l m é t o d od e l v e r d a d e r o M a e s t r o d e l a h u m a n i d a d . I , a d o c t r i n a

de J e sús e ra l a expres ión inm edia ta y l a e fus ión desu s e r , e ra É l m ism o. No es é s ta l a ú l t im a ven ta jaq u e É l l l e v a , e n p a r a n g ó n c o n l o s d e m á s m a e s t r o sde l a hu m an id ad . «Lo s fi lósofos — ob se rv a en c ie r t ao c a s i ó n V o l t a i r e — n o p u d i e r o n c o n v e r t i r s i q u i e r a lac a l l e e n q u e h a b i t a b a n . » N o v i v í a n s e g ú n s u d o c t r ina . Iya enseñanza de J e sús e ra su que re r , y su

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enseñó lo m ás d i f í c i l , a lgo que só lo l a p rop ia m uer t e p u e d e e n s e ñ a r . D e s d e e n t o n c e s s a b e l a h u m a n i d a dpor qué l a m uer te e s e l cam ino que conduce a l av i d a .

N o s h e m o s e x t e n d i d o e n e s t u d i a r l a p e c u l i a r i d a dd e l a d o c t r i n a d e J e s ú s s e g ú n s u l a d o formal. A h o r a

vam os a busca r lo nuevo q u e t i e n e l a p r e d i c a c i ó n d e lS e ñ o r , e n c u a n t o a l contenido. Ahora no e s e l «cóm o» lo que nos in te re sa , s ino e l «qué» . E l m agis te r io rede n to r de J e sú s ¿ cons i s t í a t an só lo en o f rece ra n t i g u a s v e r d a d e s e n u n a f o r m a n u e v a , q u e g a n a b alos corazo nes ? ¿ O ten ía a lgo n uev o q ue dec i r a l ah u m a n i d a d , a l g o q u e é s ta n o s u p i e r a a n t e s , y q u ee n t o n c e s l e l l e g a b a c o m o u n c o n o c i m i e n t o r e d e n t o r ,l i b e r a d o r ?

E n u n p l a n o c o m p l e t a m e n t e g e n e r a ! s e p u e d ea f i r m a r q u e e l h e c h o m á s n o b l e , e l a l a r d e p r o p i a m e n t e d i c h o d e s u m a g i s t e r i o , e r a anunciar deltriodo más perfecto su Dios al mundo. Y es to , end o s a s p e c t o s . P r i m e r o , m o s t r a n d o a D i o s n u e s t r oS e ñ o r c o m o o b j e t i v o ú n i c o , a b s o l u t o y ú l t i m o d e lh o m b r e , c o m o e l s e n t i d o v e r d a d e r o , d e f i n i t i v o ym á s e l e v a d o d e n u e s t r a v i d a ; y e n s e ñ á n d o n o s a s ía ve r en e l s e rv ic io de Dios e l ún ico g ran debe r , lo

ú n i c o n e c e s a r i o .Es ta pos ic ión cen t ra l de Dios en l a re l ig ión y en

l a v i d a , a n o s o t r o s , c r i s t i a n o s , n o s p a r e c e c o m p l e t a m e n t e n a t u r a l y q u e n o ñ i e m e n e s t e r a p r e n d e r l a— p o r v e z p r i m e r a — d e J e s ú s . Y , s i n e m b a r g o , a q u ít e n e m o s u n a c t o o r i g i n a l d e J e s ú s . S o l a m e n t e J e s ú sq u i t ó l a v e n d a d e l o s o j o s d e lo s h o m b r e s p a r a q u e

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pudiesen ver lo que Dios , el Señor , es propiamentepara ellos, y lo que significa servir a Dios.

forma de piedad cundía sobre todo en los fariseos.Jesús la describe, no s in sarcasmo, en el cuadro del

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No es necesario recordar cuan espantosamentese desfiguraba la idea de Dios en los tiempos precris tianos. La abundancia de espír itus y duendes ,de dioses y diosas, había destruido en la mente delos devotos la majestad de Dios, su perfección ysantidad infinitas . Aun aquellas religiones que die

ron un matiz ético al servicio de Dios, como lababilónica y la persa, la china y sobre todo la judía,no pudieron conservar una fe pura en Dios. Pagaban tr ibuto en gran manera al principio «como túa mí, así yo a ti». El hombre ofrece a la divinidadesfuerzos morales y culturales, y la divinidad se losindemniza con las correspondientes merc edes^ Ladivinidad, en substancia, es tá para los hombres y suspequeños pesares; y no al revés , no es el hombre

que está para Dios. La situación no era muy distinta en el judaismo, aunque los profetas repetidasveces llamasen la atención sobre la grandeza de Dios.La piedad en la práctica consistía en hacer un pequeño negocio con Dios. Yahvé estaba al serviciodel egoísmo humano. Los conceptos de galardón ycastigo, mérito y demérito considerados en su final idad meramente terrena, ocupaban una posicióncentral en la piedad judía. No era la intención, s ino

la obra y el esfuerzo lo que contaban a los ojos deDios. Tan sólo esas obras tenían recompensa, unarecompensa en la t ierra , el correspondiente pago enmoneda terrena, salud, r iqueza, bendición de hijos .La religión no era ya la hija del cielo que goza delibertad, sino la esclava sujeta al afán de lucro y alegoísmo refinado. En los tiempos de Jesús, esta

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fariseo que reza en el templo (Luc. 18, 9 y ss.).Este , con bombo y plati l lo , enumera ante Dios todos sus méritos : «Ayuno dos veces a la semana;pago1 los diezmos de todo lo que poseo.» Reza conconvicción de que Dios no tendrá nada más urgente que'saldar su cuenta con favores equivalentes .

El gran acto creador de Jesús es haber extirpadode una vez para siempre este concepto indigno de ladivinidad. El anuncia la gloria oculta e infinita deDios , anuncia al Dios Trino. Como Padre, Hijo yEspíritu vive Dios su propia vida eterna en lacomunicación de vida infinita trinitaria. «Nadie conoce al Hijo , s ino el Padre; ni conoce ninguno alPadre, s ino el Hijo» (Matth. 11, 27). «Yo rogaréal Padre, y os dará otro Consolador , para que esté

con vosotros eternamente, a saber , el Espíritu deverdad» (lo. 14, 16-17). El Dios Trino no necesitade las criaturas , ma s las criaturas necesitan de E l :Él es la vida de ellas, el calor, el sentido de suexis tencia. Así precisamente restablece Jesús laorientación teocéntrica. No es Dios que está para mí,sino que yo estoy para Dios. De ahí se deriva unaconsecuencia muy importante también en punto a lamoralidad. Sólo así es posible el entusiasmo, el

prescindir de todo los miramientos y consideraciones personales y terrenas , el gran empuje haciael infinito, , el aliento cálido de lo eterno. Oswald, elprofeta del monismo cinético, se queja en una ocasión de que la ética monística no puede criar y hacer florecer virtudes heroicas, ya que todo acto yacontecimiento ha de seguir las leyes de su natu-

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raleza y según ésta rendir fruto. Y Oswald vioclaro. Una ética de abnegación y heroísmo sólo es t ierra como en el cielo» (Matth. 6 y ss. ; Luc. 11,

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posible si el que obra tiene la vista puesta en unvalor inf inito que rebasa el orden meramente natural y está exento de todas las limitaciones del sercreado, si el «bien supremo» absorbe todos los intereses, atrae todas las fuerzas y da libertad al quele sirve. El finísimo esmalte que hay en la bondad

pura , en el desprendimiento sincero, el que se requiere en toda vir tud que pueda l lamarse tal , esteesmalte del desprendimiento sólo es posible si elhombre no se contenta con. cult ivar ideales terrenos,sino que busca , como f in últ imo, a Dios solo, al máselevado. Nietzsche dice en una ocasión ( t . xn, página 374) : «Quien ya no sabe encontrar lo grande enDios, no lo encuentra en ninguna par te .» Así pues,únicamente con la or ientación teocéntr ica del hom

bre , ta l como nos la enseñó Jesús, se hizo posibleuna ét ica verdadera , un obrar el bien por el bien.'Es imponente , y hasta pasma y turba al pr inci

piante en la fe, la manera de destacar Jesús una yotra vez que el objetivo verdadero, el más elevadode nuestros deseos y actos, ha de ser Dios. Es supropio deber , y deber del hombre, t rabajar sin desmayo para que se haga la voluntad de Dios en elmundo. Todo hay que dar lo por esta sola per la del

reino de los cielos, por este tesoro del campo (Matth.13 , 44). En la oración que enseñó a sus discípulos yen la cual expresó de un modo sin igual todo cuantole era caro a su co razón, todo s sus deseos y esperanzas de su alma, en el Padrenuestro, empieza conesta súplica: «Santif icado sea tu nombre. Vengaa nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, así en la

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2 y ss.) . Es una dulce alegría para Él , es la vidade su vida, el que Dios sea glorificado, su reinoedif icado y su voluntad cumplida. Así , Jesús, con unempuje vigoroso, levantó los deseos del hombre, loshizo pasar de la tierra al cielo y los libró de ir a rasde t ierra.

Por tal motivo se podría afirmar que lo específicode su magisterio redentor está en librar a la religión de su f inalidad meramente natural , de las trabas de objetivos meramente naturales , y mostrar lacon su peculiaridad sobrenatural. Dios no es un manobre místico de los hombres, sino el f in propio, elf in supremo, el fin de la existencia. Así, el esfuerzomoral se vio desligado de su trabazón terrena, delcortejar lo útil , y hubo lugar para un esfuerzo inter iormente l ibre , abnegado y heroico de veras.

Revelar de este modo lo sobrenatural de la fe enDios es uno de los hechos del Maestro Jesús. Tieneen s í a lgo rudo, que espanta a l hombre na tura l .Porque el «sí» incondicional , dado a Dios, es un«no» categórico a nuestra naturaleza. Hemos deodiar nuestra propia alma, para amar a Dios.

Mas este rasgo rudo, duro, se transforma en algoinf initamente dulce , l leno de consuelo, gracias a lasegunda corrección que hizo Jesús en el conceptorelativo a Dios : Dios es nuestro Padre. Por cier to,ya los pueblos pr imitivos, sin cultura , dieron a Diosel nombre de Padre. La más moderna histor ia delas rel igiones aduce gran copia de datos para demostrar que no pocos pueblos en estado natural , junto a sus divinidades especiales y a su fe en los espectros y en el mana, confiesan también a un Padre

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pr imi t ivo , a l que no han de o f r ecer se sacr i f ic io s ,s i n o q u e s e l e h a d e v e n e r a r s i l e n c i o s a m e n t e , c o m o

n i f i c a b a c u m p l i r u o m i t i r , s e g ú n l a m e n t e d e l o sr a b i n o s y c o n a r t e r e b u s c a d o , l o s p e q u e ñ o s y m á s i n

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d a d o r d e t o d o l o b u e n o , g u a r d i á n d e t o d o o r d e n yf u t u r o d i s p e n s a d o r d e p r e m i o s . M a s l a m i s m a h i s to r ia de las r e l ig iones demues t r a que , en la v ida r e l ig io sa de lo s p r im i t ivo s , es ta c r eenc ia en un P ad res e p r e s e n t a s i e m p r e t í m i d a y q u e d a b a a h o g a d a e na b s o l u t o p o r u n s i n n ú m e r o d e c o n c e p t o s s u p e r s t i

c i o s o s. T a m b i é n l o s p u e b l o s c u l t o s d e l p a g a n i s m ov e n e r a n e l p a d r e J ú p i t e r ; y l a E s t o a m á s r e c i e n t eu s a c o n p r e f e r e n c i a e l n o m b r e d e p a d r e p a r a e x p r e sa r con é l su f e en e l o rden de l mundo . En e l An t i g u o T e s t a m e n t o s e d a a D i o s n o p o c a s v e c e s e l n o m b r e d e « n u e s t r o P a d r e » . E l p r o f e t a J e r e m í a s , p o r

e j e m p l o ( 3 , 4 , 1 4 y 1 9 ), c o m p a r a l a b o n d a d q u e Y a h v édemues t r a a I s r ae l con e l amor de l Pad re a su s h i jo sy a n i m a a l p u e b l o a i n v o c a r a l S e ñ o r c o n e l n o m b r e

de Pad re : «Dime : Tú e r es mi Pad re» (3 , 4 ) .Iva exp r es ió n «Dios Pa d re » es , pu es , conoc ida ya

e n l o s t i e m p o s p r e c r i s t i a n o s . M a s l o s p a g a n o s l aa p l i c a b a n m u y r a r a s v e c e s . N u n c a n i e n n i n g u n ap a r t e s a c a n d e l a p l e n i t u d d e s u c o n t e n i d o t o d o e lp rovecho pos ib le para f ecundar la v ida r e l ig io sa . N is iqu ie r a lo s jud ío s . l , a p ieda d jud ía en la época d eJesús ve ía a D ios an tes de todo como e l «San to» , esd e c i r , e l A l e j a d o , e l E l e v a d o , s i m p l e m e n t e e l O t r o .

C r e í a n o p o d e r l e s e r v i r m e j o r q u e c u m p l i e n d o h a s t al a ú l t i m a i o t a , c o n t e m o r y t e m b l o r , l a L e y s a n t a q u eÉ l d i o p o r m e d i o d e M o i s é s , o b s e r v a n d o l o s m i l l a r es de ad ic iones y p rescr ipc iones con que lo s doct o r e s d e l a L e y , l o s r a b i n o s , a p l i c a b a n e s t a L e y s a n t a a l a v i d a c o t i d i a n a . U n i n m e n s o a p a r a t o e x t e r i o rde p iedad e r a e l co ro la r io na tu ra l . Ser p iadoso s ig -

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s ign i f ican tes ac to s de l d ía . Toda la v ida r e l ig io saes taba a tada a la le t r a de la Ley y cons is t ía en unfa t igoso y amargo ac to de obed ienc ia y en una acu m u l a c i ó n d e o b r a s m e r i t o r i a s . E l t o n o f u n d a m e n t a lde la p iedad jud í a y de la pa gan a e r a , po r tan to , e ltemor : en t r e lo s jud ío s , e l t emor de la ju s t ic ia de

Dios y de su ce lo v ig i lan te po r la L ey ; en t r e lo s pag a n o s , el temor de la envidia y de la cólera de losd i o s e s .

Sob re e l f ondo de es ta r e l ig ión de temor, e s p e c i a l men te sob re e l f ondo de la p iedad de lo s jud ío s ,l e g u l e y a , e s t r e c h a , o p r e s o r a , p u e d e a p r e c i a r s e p l e n a m e n t e l o n u e v o q u e e s e l m e n s a j e d e J e s ú s .

D i o s f u n d a m e n t a l m e n t e n o e s e l s e v e r o g u a r d i á nd e l a j u s t i c i a , q u e s e p r e o c u p a e x c l u s i v a m e n t e d e

a s e g u r a r y m a n t e n e r p o r t o d o s l o s l a d o s s u s m a n d a mien tos . No es e l f i sca l que t iene pues ta la miradat a n s ó l o e n e l c u m p l i m i e n t o d e l a l e y . T a m p o c o e se l r a b i n o p r i n c i p a l , q u e v i g i l a c e l o s a m e n t e l a r e c t aa p l i c a c i ó n d e l a s n o r m a s l e g a l e s a l a s p e q u e n e c e sy menudenc ias de la v ida . D ios es e l Padre. L e i n t e r esa no só lo la observanc ia de la ley muer ta , s inot a m b i é n e l h o m b r e v i v o . L e y y d o c t r i n a p a r a É l n os o n fi n es , s i n o m e d i o s q u e a y u d a n a l h o m b r e d e s c a

r r iado , en fe rmo , a l l egar a l co razón de Dios . Y to dos lo s cas t igos y penas tampoco son f ines en es tat i e r r a , s i n o m e d i o s d e q u e s e a p r o v e c h a l a b o n d a dp a t e r n a l d e D i o s p a r a m a n t e n e r n o s e n e l c a m i n o r e c t o . L e v a n t a r i n t e r i o r m e n t e a l h o m b r e e n f e r m o , s a lvar a l que es taba perd ido , es e l ac to más nob le deD i o s . No son lo s sanos lo s que neces i tan de l méd ico ,

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s i n o l o s e n f e r m o s . N o p i e n s a e l p a d r e t e r r e n o e nrechaza r e l h i jo , s i s i en te y conse rva pa ra é s te una

« S e ñ o r , t e n p i e d a d d e m í , p o b r e p e c a d o r » , « P a d r e ,y o h e p e c a d o d e l a n t e d e l c ie l o y d e l a n t e d e T i » ; l apecadora que l lo ra a los p ie s de J e sús , y e l n iño s en

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c h i s p i t a d e a m o r . P u e s i n f i n i t a m e n t e m á s b o n d a d o s oq u e e l p a d r e t e r r e n o e s e l c e l e s t i a l . E l p a d r e t e r r e n o , s i e l h i jo l e p ide un huevo , ¿ p o r v e n t u r a l e d a r áu n e s c o r p i ó n ? ( I , u c . n , 1 2 ). « C u a n t o m á s v u e s t r oP adre ce le s t i a l da rá cosas buenas a los que s e l a sp i d a n » ( M a t t h . 7 , 1 1 ) . D i o s e s , p o r e s e n c i a , b o n d a d

abso lu ta . Dios e s ca r idad (1 lo . 4 , 16) . Dios e s nues t r o P a d r e .

C o n u n a f u e r z a s i n i g u a l a n u n c i ó C r i s t o e s t a p a l a b r a r e d e n t o r a . E s l o p r i m e r o e n q u e h a d e p e n s a re l q u e o r a : « V e d , p u e s , c ó m o h a b é i s d e o r a r : P a d r enues t ro que e s tá s en los c ie los . »

D e e s t a s u e r t e , e l t o n o f u n d a m e n t a l d e l a n u e v ap i e d a d n o e s e l t e m o r d e D i o s , c o m o e n l a A n t i g u aA l i a n z a , s i n o e l a m o r f i l i a l a l P a d r e . E l m a n d a m i e n

t o d el A n t i g u o T e s t a m e n t o : « A m a r á s a D i o s c o nt o d o t u c o r a z ó n » , n o e s y a un o d e l o s 6 1 3 m a n d a m i e n t o s q u e e n u m e r a n l o s r a b i n o s , s i n o el m a n d a m i e n t o . C r i s t o e n c i e n d e u n a n u e v a p a s i ó n e n l a h u m a n i d a d , l a p a s i ó n d e l a m o r f i l i a l a l P a d r e c e l e s t i a l .

C o r o l a r i o n a t u r a l d e e l l o e s u n a a c t i t u d m o r a lc o m p l e t a m e n t e n u e v a . S i e n d o D i o s e l P a d r e , l e p e r t e n e c e a E l n o s ó l o e l a c t o e x t e r i o r , s i n o t a m b i é ne l c o r a z ó n . Y p o r e s t o l o f u n d a m e n t a l , l o d e c i s i v o ,

es la intención. D e u n a v e z p a r a s i e m p r e s e d e s t i e r ra de l e sp í r i tu c r i s t i ano e l t ipo fa r i s a ico . L , o quec u e n t a , n o e s l o q u e h a c e e l h o m b r e p o r D i o s , s i n ocómo l o h a c e . L a p o b r e v i u d a , q u e e n t r e g a s u m o ne da , da m ás q ue tod os los dem ás (L -uc . 21 , 3 ) . Ye l p e c a d o r , q u e e n c u e n t r a e l c a m i n o d e r e t o r n o aD i o s y c l a m a d e l o m á s p r o f u n d o d e s u c o r a z ó n :

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c i l l o , h u m i l d e , q u e l e m i r a c o n o j o s g r a n d e s y p u r o s . . . , é s tos son los nuevos t ipos de l re ino de losc i e l o s . D e m o d o q u e , c o n e s t a p a l a b r a : « P a d r e » , s et r a n s f o r m a t o d a l a c o n c e p c i ó n r e l i g i o s a d e l m u n d oy se e spa rce l a s em i l l a de una nueva e spec ie de hom

b r e s : d e l o s q u e t i e n e n b r i l l a n t e s o j o s d e n i ñ o y u nc o r a z ó n p u r o , h u m i l d e . B l S e r m ó n d e l a M o n t a ñ ae s u n a s o l a , g r a n d i o s a v a r i a c i ó n s o b r e e l t e m a d e lh o m b r e n u e v o .

M a s J e s ú s , e l g r a n M a e s t r o , d i v i n o , n o s ó l o d e s c u b r i ó D i o s a l o s h o m b r e s . O t r o d e s u s h e c h o s r e d e n t o r e s e s h a b e r r e v e l a d o t a m b i é n e l misterio delhombre. D e s d e J e s ú s s a b e m o s l o q u e e s e l h o m b r ep a r a s í m i s m o , y l o q u e s o m o s l o s u n o s p a r a l o s

o t r o s .¡ 1 ,0 qu e e s e l ho m br e para sí mismo! E l m u n d oa n t i g u o n o l o s a b í a . E n l o s i m p e r i o s d e s p ó t i c o s d eO r i e n t e , ú n i c a m e n t e e l q u e m a n d a b a e r a t e n i d o p o rv e r d a d e r o h o m b r e . S ó l o d e é l a r r a n c a b a n e l d e r e c h oy la s pos ib i l idades de v ida que t en ían los dem ásh o m b r e s . A n t e é l p a l i d e c í a t o d o d e r e c h o p e r s o n a ly t o d o v a l o r p r o p i o . E n O c c i d e n t e — p e n s a m o s a h o r a e n G r e c i a y R o m a — , m i e n t r a s h a b í a r e p ú b l i

c a s , c a d a i n d i v i d u o h a l l a b a s u v o c a c i ó n d e v i d a e nt r a b a j a r p o r e l E s t a d o . E l s e r v i c i o d e l E s t a d o y d e lb i e n c o m ú n e r a l o q u e d a b a a l a v i d a h u m a n a s uc o n t e n i d o y s e n t i d o . E s t e c o n c e p t o c o l e c t i v i s t a d el a e x i s t e n c i a h u m a n a r e s a l t a t a m b i é n e n e l A n t i g u oT e s t a m e n t o . E n l o s t i e m p o s m á s a n t i g u o s , l o s s u j e tos de l de recho e ran los cabezas de l a s g randes fa -

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m i l i a s , l o s p a t r i a r c a s . L o s m i e m b r o s d e l a f a m i l i an o e r a n m á s q u e o b j e t o s d e l d e r e c h o . E l p u e s t o d el o s p a t r i a r c a s f u e o c u p a d o m á s t a r d e p o r l o s r e y e s .

t o d a l a e r a a n t i g u a , t a n t o e n e l m u n d o j u d í o c o m oe n e l m u n d o g e n t i l .

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É s t o s e r a n a b s o l u t o s . L o s p r o f e t a s e r a n e l ú n i c ocon t r apeso y f r eno de es te poder abso lu to de lo s r e y e s . P o r e n d e , e l d e p o s i t a r i o d e l a p r o m e s a d e l aA l i a n z a n o e s , e n e l A n t i g u o T e s t a m e n t o , e l i s r a e l i t ac o m o i n d i v i d u o , s i n o e l p u e b l o d e I s r a e l , e s d e c i r ,s u r e y . T a n s ó l o a l f i n a l d e l A n t i g u o T e s t a m e n t oes pos ib le d is t ingu i r la c r eenc ia en una p rom esap e r s o n a l y c i e r t o p e r s o n a l i s m o e n l a p i e d a d . E n l o st i e m p o s d e J e s ú s , l o s h e r e d e r o s p r o p i a m e n t e d i c h o sde lo s derechos r ea les , y con és to s de lo s derechosh u m a n o s , e r a n l o s s a d u c e o s y l o s f a r i s e o s. F r e n t e ae l lo s es taban lo s pob res ( ( inc l inados» . A es to s po b r e s , a e s t o s d e s h e r e d a d o s , p e r t e n e c í a n t a m b i é n l o s« p e c a d o r e s » , e s d e c i r , n o p r o p i a m e n t e a q u e l l o s q u ees taban a le jados de Dios , s ino lo s ex t r años a laLey , lo s que , po r e l agob io de la ex is tenc ia y ba jo e lp e s o d e l t r a b a j o c o t i d i a n o , n o t e n í a n t i e m p o n i h o l g u r a , c o m o l o s f a r i s e o s , p a r a c u m p l i r l a L e y h a s t ae l ú l t imo áp ice . La pob reza s ign i f icaba , ya po r s ím i s m a , u n a e s p e c i e d e p r o s c r i p c i ó n y m a l d i c i ó n d eD i o s , p o r q u e p o n í a o b s t á c u l o s a l c u m p l i m i e n t o i n c a n s a b l e d e l o s d e b e r e s r e l i g i o s o s . D i o s n o p e r m i t eq u e s u s p r e d i l e c t o s , l o s v e r d a d e r o s h i j o s d e I s r a e l ,su f r an miser ia . La r iqueza , l a poses ión , e r a con s iderada como seña l espec ia l de la d iv ina complac e n c i a .

A s í , e n l o s t i e m p o s d e l S e ñ o r , n o s e c o n c e d í a m á sque a unos pocos escog idos e l derecho de tener per s o n a l i d a d . T o d o s l o s d e m á s n o c o n t a b a n c o m o h o m b r e s v e r d a d e r o s , a u t é n t i c o s , c o m p l e t o s . A s í f u e e n

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•La es toa más r ec ien te vo lv ió a fo rmu lar teó r i c a m e n t e l o s d e r e c h o s h u m a n o s y l o s h i z o r e c o n o c e r .L a u n i ó n d e m u c h o s p u e b l o s d e O r i e n t e y d e O c c i d e n t e e n u n s o l o y g r a n i m p e r i o , r e l e g ó a s e g u n d ot é r m i n o 1 en la especulación f i losóf ica lo nacional-popu la r , y co locó en p r imera f i la lo humano en ge

nera l . Es carac te r í s t ico de la doc t r ina es to ica , en loque se r e f ie r e a la c iudadan ía mund ia l y a l amorg e n e r a l a l o s h o m b r e s , q u e e n t r e s u s r e p r e s e n t a n t e sm á s d e s t a c a d o s h u b i e r a u n e m p e r a d o r , M a r c o A u r e l i o , y u n e s c l a v o , E p i c t e t o . S i n e m b a r g o , e l p e n s a m i e n t o e s t o i c o r e s p e c t o d e l o s d e r e c h o s g e n e r a l e s ,n a t u r a l e s y h u m a n o s , q u e d ó r e s t r i n g i d o e n l o e s e n cial a la teor ía. No era capaz de inf lu ir en la opin i ó n p ú b l i c a p a r a e n c e n d e r l a y d e s p e r t a r l a . E n

p r i m e r l u g a r , p o r q u e e l e s t o i c o t r a b a j a b a c o n c o n c e p t o s m e r a m e n t e a b s t r a c t o s , c o n i d e o l o g í a s d e d e r e c h o n a t u r a l , q u e e n s í n o e r a n m á s q u e s o n i d oy h u m o . F a l t a b a e l f u n d a m e n t o r e l i g i o s o d e e s to sd e r e c h o s h u m a n o s ; n o r a d i c a b a n e n l a v o l u n t a de t e r n a , i n m u t a b l e , e s t i m u l a d o r a d e l D i o s v i v o .

A todo es to hay que añad i r aún o t r a cosa : e l idea lde lo s es to icos e r a fo rmación de l « sab io» , es dec i r ,d e l h o m b r e q u e , l i b r e d e p a s i o n e s , s ó l o o b r a s e g ú n e l

d ic tado de su r azón . Es te idea l c r eó ta l a r i s tocrac ia deesp í r i tu , una d iv is ión tan a l tanera en t r e lo s f i ló so fosy l a m a s a d e l o s h o m b r e s o r d i n a r i o s , q u e l a d o c t r i n ad e l d e r e c h o h u m a n o d e c a d a i n d i v i d u o t e n í a q u e s e ru n a t e o r í a g r i s . A s í , p o r e j e m p l o , S é n e c a r o m p elanzas con ca lo r po r la igua ldad mora l de l esc lavo ;p e r o a l m i s m o t i e m p o n o p u e d e r e s i s t i r a c o m p a -

9 i 

r a r le con un per ro a tado a una cadena con e l cua ln u n c a h a d e e n f a d a r s e e l h o m b r e . D e a h í t a m b i é n

a l m a h u m a n a . « ¿ D e q u é l e s i r v e a l h o m b r e e l g a n a rt o d o e l m u n d o , s i p i e r d e s u a l m a ? » J e s ú s , a l f u n d a r

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que só lo hab ían de se r edu cad os lo s h i jo s de la casa ,y no lo s esc lavos . As í hemos de con fesar que la Es toa— s o b r e t o d o l a m á s j o v e n — s e m a n t u v o f i r m e e nt e o r í a r e s p e c t o d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s g e n e r a l e s ,m a s n o l o s a s e n t ó e n u n f u n d a m e n t o r e l i g i o s o , n il o s a c e n t u ó d e u n m o d o d e s t a c a d o , n i l o s i n t r o d u j o

s u f i c i e n t e m e n t e e n l a s m a s a s . F a l t a b a a l a t e n d e n c ia nueva una f r esca fuerza de v ida . Bro taba de lae s p e c u l a c i ó n c a n s a d a . C i e r t a m e n t e f u e u n o d e l o sm á s n o b l e s p r o d u c t o s d e l e s p í r i t u a n t i g u o , p e r o e r asen i l y f a l to de v ida , como lo e r a la misma an t igüed a d q u e d e c l i n a b a .

T e n í a q u e v e n i r u n o m á s f u e r t e , p a r a d e s c u b r i re l h o m b r e a l a h u m a n i d a d . Este más fuerte fueJesiís. El mensa je tocan te a l va lo r ún ico de l a lma

h u m a n a , a s u l l a m a m i e n t o p a r a e l r e i n o d e l o s c i e los , a su f i l i ac ión d iv ina ; su o t ro mensa je , s egún e lc u a l p r e c i s a m e n t e l o s p o b r e s , l o s p e r e g r i n o s y l o sa c o n g o j a d o s , l o s m e n d i g o s d e l a c a l l e s e r á n l l a m a d o s a l b a n q u e t e n u p c i a l d e l a b i e n a v e n t u r a n z a ; y n oe n ú l t i m o t é r m i n o , e l m i l a g r o d e s u e n t r e g a , c o m oH o m b r e - D i o s , a l a P a s i ó n y m u e r t e , p o r a m o r a t o d o s l o s h o m b r e s , d e s a r r a i g ó e n l o m á s í n t i m o t o d oe l a n t i g u o o r d e n d e c a s t a s y d e s t a c ó a l h o m b r e e n

s u p r o p i a p e r s o n a l i d a d — n o a b s o r b i d a y a p o r l os o c i a l , e c o n ó m i c o y n a c i o n a l — c o m o e l v e r d a d e r osu je to de va lo r y de derecho . Jesús mos t ró e l ind i v iduo y su a lma inmor ta l como f in de todas las in s t i t u c i o n e s d i v i n a s , q u e d e s d e l o s p r o f e t a s h a s t a s up r o p i a p r e d i c a c i ó n s e r e f i e re n a l a s a l v a c i ó n . D e . a h íq u e n o h a y a n a d a más valioso en la tierra q u e u n

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e l va lo r de l a lma humana en su vocac ión e te rna , enla vo lun tad sa lvado ra de Dios , y a l ab razar É l mis m o , e l H i jo de Dios , l a muer to po r amor a es ta a lmah u m a n a , e t e r n i z a e l v a l o r d e l a m i s m a . E l h o m b r eocupa tan a l to pues to en e l p lan de Dios , que e lm i s m o H i j o d e D i o s d a p o r é l s u v i d a h u m a n a .

E n l a d o c t r i n a d e J e s ú s r e s p e c t o d e l v a l o r i n c o m p a r a b l e d e l a l m a h u m a n a , s e e n c u e n t r a t a m b i é n l aso luc ión de la o t r a cues t ión : 1 .o que somos los hombres unos para otros. S i c a d a h o m b r e r e p r e s e n t a u nv a l o r e t e r n o , q u e n o e s p o s i b l e s u b s t i t u i r , e n t o n c e sel amor general a los hombres, e l amor a l p ró j imo ,e s u n p o s t u l a d o i n e l u d i b l e . E n s u v a l o r , s u p e r i o r a lm u n d o , c a d a h o m b r e e s i g u a l a l o t r o . S o m o s « p r ó j imos» lo s unos de lo s o t ro s . Todos somos herma

n o s , h i j o s d e l m i s m o P a d r e , d i s c í p u l o s d e l m i s m oS a l v a d o r , c o m e n s a l e s d e D i o s . T a m b i é n l o s e s t o i c o sc o n o c í a n , e s c i e r t o , u n a m o r g e n e r a l a l o s h o m b r e s .L a m i s m a d i r e c c i ó n s e a d v i e r t e e n l a d o c t r i n a « M e t -t a s u t t a » d e l b u d i s m o . L a « b e n e v o l e n c i a » ( m e t t a )es uno de lo s p r inc ipa les pos tu lados de la é t ica bu d i s t a . M a s l a d o c t r i n a e s t o i c a , c o m o y a v i m o s , q u e d óen es tado de teo r ía g r i s , f a l ta de sav ia y de fuerza .Era un r esu l tado de l pensamien to f i lo só f ico y no se

a p o y a b a e n e l D i o s v i v o , e x i g e n t e . Y l a « b e n e v o l e n c i a ; ) d e l b u d i s m o e s a l g o p u r a m e n t e n e g a t i v o ,e s l a e x e n c i ó n d e t o d a i n t e n c i ó n m a l a . T o d a a c t i v i dad de amor pos i t iva , como todo ob rar ac t ivo , r e fuerza en noso t ro s la sed de v iv i r , y de es ta suer tep o n e o b s t á c u l o a l a e x t i n c i ó n c o m p l e t a , c i e r r a e lc a m i n o d e l N i r v a n a . P r e c i s a m e n t e p o r e s t o , l a « b e -

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n e v o l e n c i a » d e B u d a n o e s , e n ú l t i m o t é r m i n o , m á sq u e u n m e d i o d e a u t o s a l v a c i ó n , y a s í t i e n e u n a t e n denc ia ego ís ta . Tan só lo e l mensa je de Jesús r e a l i z ó

e s t a u n i d a d . « E l s e g u n d o e s s e m e j a n t e a é s t e : A m a r á s a t u p r ó j i m o c o m o a t i m i s m o . H a c e d v o s o t r o s

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l a p a l a b r a d e l amor a todos los hombres. E s t e a m o re s d e g r a n d e s l í n e a s , d e l i b e r t a d í n t i m a . E s n o b l e :«A qu ien te fo rzare a i r ca rgado mi l pasos , ve coné l o t ro s dos mi l» (M at th . 5 , 41 ) . Es d es in te r es ado :« S i n o s a l u d á i s a o t r o s q u e a v u e s t r o s h e r m a n o s ,

¿ q u é t i e n e e s t o d e p a r t i c u l a r ? » ( M a t t h . 5 , 4 7 ) . E sa c t i v o ; u n a m o r i n t e n s o , h a c e n d o s o . L ,a r e g l a á u r e ade la es toa : « I /> que no qu ie r es que se te haga , no loh a g a s t a m p o c o a o t r o » , a d q u i e r e f o r m a p o s i t i v a :« H a c e d v o s o t r o s c o n l o s d e m á s h o m b r e s t o d o l o q u edeseá is que hagan e l lo s con voso t ro s» (Mat th . 7 , 12 ) .E n l a p a r á b o l a d e l b u e n s a m a r i t a n o , J e s ú s e x p r e s ad e u n m o d o i n c o m p a r a b l e l a e s e n c i a d e l a m o r a l .p ró j imo , ta l como El la ve . Y es te amor ac t ivo a lo s

h o m b r e s , a l i g u a l q u e e l v a l o r i n c o n m e n s u r a b l e d e la l m a h u m a n a , J e s ú s l o h a a p o y a d o e n l o religioso,y prec isamen te as í l e ha dado una v ida l lena , f e c u n d a .

A q u í e s t á e l p u n t o m á s i m p o r t a n t e e n q u e s um e n s a j e d e a m o r se distingue n o s o l a m e n t e d e l aé t i c a p a g a n a , s i n o t a m b i é n d e l A n t i g u o T e s t a m e n t o .T a m b i é n e l A n t i g u o T e s t a m e n t o f o r m u l ó y a e l m a n damien to (L , ev . 19 , 18 ) : «Amarás a tu p ró j imo como

a t i m i s m o . » P e r o e s t a l e y , c o m o l a o t r a : « A m a r á sa l Seño r D ios tuyo , con todo tu co razón» (Deu t . 6 ,4 ) , n o e r a e n e l j u d a i s m o m á s q u e u n m a n d a m i e n to junto a o t r o s s e i s c i e n t o s t r e c e . N o s e d e s t a c a b ac o m o m a n d a m i e n t o principal, y lo que es más , nof o r m a b a u n a u n i d a d i n t e r i o r , o r g á n i c a , c o n e l m a n d a m i e n t o d e l a m o r d e D i o s . S ó l o J e s ú s r e s t a b l e c i ó

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c o n l o s d e m á s h o m b r e s t o d o l o q u e d e s e á i s q u e h a gan e l lo s con voso t ro s : po rque és ta es la suma de laley y de lo s p ro fe tas» (Mat th . 22 , 39 ; 7 , 12 ) . E la m o r a l o s h o m b r e s e s , p o r t a n t o , s e g ú n J e s ú s , a m o rp r á c t i c o a D i o s . N o s e p u e d e a m a r s e r i a m e n t e a

Dios s i 110 se ama a su h i jo y r e t r a to , a l ho m br e .No se puede se rv i r a D ios in f r ing iendo lo s deberespara con e l p ró j imo . E l se rv ic io de car idad es tá po renc ima de la ce leb rac ión de l sábado . E l sábado seh i z o p a r a e l h o m b r e y n o e l h o m b r e p a r a e l s á b a d o(Marc . 2 , 27 ) . L,a r e c o n c i l i a c i ó n c o n e l h e r m a n o h ade p receder a l sacr i f ic io en e l t emp lo . «Ve p r imeroa r e c o n c i l i a r t e c o n t u h e r m a n o y d e s p u é s v o l v e r á s ap r e s e n t a r t u o f r e n d a » ( M a t t h . 5 , 2 4 ) . E l c u i d a d o

d e l o s p a d r e s e s m á s i m p o r t a n t e q u e l a s o f r e n d a s a ls a c e r d o t e ( M a t t h . 1 5 , 4 y s s . ) . E n e l h o m b r e s e a m aa Dios . E l amor a lo s hombres es un ac to r e l ig io so ,un se rv ic io a Jesús . 1 , 0 que h ic i s te i s con a lguno dee s t o s m i s m á s p e q u e ñ o s h e r m a n o s , c o n m i g o l o h i c i s t e i s» ( M a t t h . 2 5 , 4 0 ) . R e l i g i ó n y m o r a l i d a d , a m o r aDios y amor a l p ró j imo no son , po r tan to , co sas d is t i n t a s , q u e p u e d e n c r u z a r s e e n e m i s t o s a m e n t e , c o m os u c e d í a , p o r e j e m p l o , e n t r e l o s f a r i s e o s . N o s o n m á sq u e m o d a l i d a d e s d i s t i n t a s d e u n s o lo y m i s m o a m o r .

E l f u n d a m e n t o s o b r e n a t u r a l , r e l i g i o s o , d e l a m o ra l p r ó j i m o t r a e n a t u r a l m e n t e c o n s i g o s u m i s m a a m p l i tud y su universalismo. S i h e m o s d e q u e r e r a lh o m b r e p o r a m o r a D i o s , e n t o n c e s h e m o s d e q u e r e ra todos lo s hombres , ya que Dios es e l Pad re detodos . Es te nuevo amor no conoce r ece lo s de par e n t e s c o c a r n a l , c o m u n i d a d e s p i r i t u a l , a s o c i a c i o n e s

 

s o c i a l e s , n a c i o n a l e s y r e l i g i o s a s . E n l a p a r á b o l a d e lb u e n s a m a r i t a n o , J e s ú s e x c l u y e d e l c a m p o d e l a

h a z d e r a y o s , t o d a s l a s l u c e s q u e l a L u z d e l m u n d oh a a r r o j a d o s o b r e e l m i s t e r i o d e l h o m b r e y d e s u

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c a r i d a d t o d a p r e v e n c i ó n q u e s e f u n d e e n d i f e r e n c i a sr a c i a l e s o r e l i g i o s a s . l , o s m i s m o s p r e j u i c i o s é t i c o sh a n d e e n m u d e c e r . J e s ú s e s « a m i g o d e p u b l í c a n o s yg e n t e d e m a l a v id a » ( M a t t h . n , 1 9 ) . H a b l a c o nb o n d a d a l a m u j e r d e m a l a c o n d u c t a ( E u c . 7 , 37 y ss.)

y s e n ieg a a con den a r a l a ad ú l te ra ( lo . 8 , 1 y s s . ) .S u s p a r á b o l a s d e l a o v e j a p e r d i d a , d e l a d r a c m a p e r d i d a , d e l h i j o p r ó d i g o , a b l a n d a n e l c o r a z ó n , l o i n c l i n a n b o n d a d o s o a l o s c a í d o s y l o p r e s e r v a n d e t o d of a l s o p u n d o n o r . N o h a y a b s o l u t a m e n t e n a d a q u ep u e d a d i s t a n c i a r n o s d e l o s h o m b r e s . N i s u s m i s m o sp e c a d o s . Y p o r e s t o J e s ú s n o v a c i l a e n e x i g i r c u a n t oe x i g i r s e p u e d a e n l a s r e l a c i o n e s c o n n u e s t r o s p r ó j i m o s : « A m a d a v u e s t r o s e n e m i g o s ; h a c e d b i e n a l o sq u e o s a b o r r e c e n , y o r a d p o r l o s q u e o s p e r s i g u e n yc a l u m n i a n , p a r a q u e s e á i s h i j o s d e v u e s t r o P a d r ece le s t i a l» (Mat th . 5 , 44 y s s . ) . E l gen io de l am or nop o d í a v o l a r y a m á s a l t o . E s a q u í d o n d e r e s a l t a s i nv e l o s , c o n l u z m e r i d i a n a , l o s o b r e h u m a n o , l o s o b r e n a t u r a l d e l a c a r i d a d c r i s t i a n a p a r a c o n e l p r ó j i m o .E n e l m a n d a m i e n t o d e a m o r a l o s e n e m i g o s e n c u e n t r a s u m á s p u r a e x p r e s i ó n l a m a n e r a c o m p l e t a m e n t e n u e v a q u e t i e n e J e s ú s d e m i r a r a l o s h o m b r e s yde un i r los en t re s í . Y ya que l e e s t an d i f í c i l a l

h o m b r e n a t u r a l c o m p r e n d e r e s t e m a n d a m i e n t o , y a ú nm ás d i f í c i l cum pl i r lo , e l Maes t ro d iv ino q i f t so v i v i r l o d e l a n t e d e n o s o t r o s p a r a d a r n o s e j e m p l o .« P a d r e , p e r d ó n a l o s , p o r q u e n o s a b e n l o q u e h a c e n »( E u c . 2 3 , 3 4 ) . E s l a a d m o n i c i ó n m á s p r o f u n d a ym ás exce l s a que nos fue dada desde l a s an ta cá tedrad e l a c r u z . E n e s t a e n s e ñ a n z a s e r e ú n e n , c o m o e n u n

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a m o r . E s t a m b i é n e l p u n t o d e a r r a n q u e d e s u a m o rr e d e n t o r , l l e n o d e e m b e l e s o . D a n d o C r i s t o s u s a n g r e p o r « l o s m u c h o s » , e n r e s c a t e d e l o s h o m b r e s , s ec o n s a g r ó M a e s t r o d e l a m o r q u e e s t á s i e m p r e d i s p u e s to a s e rv i r . En su o f ic io de Reden tor s e cum ple deu n m o d o b r i l l a n t e t o d o c u a n t o É l d e c í a y e x i g í a

d e l a m o r .

E a s v e r d a d e s r e d e n t o r a s d e l m e n s a j e d e J e s ú s s o n ,p o r t a n t o , é s t a s : e l D i o s T r i n o e s e l s e n t i d o p r o p i o ,ú n i c o , d e m i v i d a . E l e s m i P a d r e . E n m i a l m a l l e v ou n v a l o r ú n i c o , s u p e r i o r a l m u n d o . E n m i a m o r alos hom bres s e m ani f i e s ta m i am or a Dios . De e s tas u e r t e s e n o s d e s c u b r e e l m i s t e r i o d e n u e s t r a s r e l a c i o n e s v i t a l e s c o n D i o s y c o n l o s h o m b r e s . Y s e n o s

r e v e l a a l g o m á s : e l m i s t e r i o s u p r e m o q u e s e p r e s e n t a a n t e e l h o m b r e n a t u r a l c o m o e l e n i g m a d e l aes f inge : e l en igm a de l dolor humano y de la muerteh a p e r d i d o y a s u i m p e n e t r a b i l i d a d s o m b r í a .

S i Dios e s e l s en t ido de m i v ida , s i Dios e s m iP a d r e , e n t o n c e s e l d o l o r , l a m i s m a m u e r t e n o p u e d es e r i n f l u e n c i a s i n i e s t r a d e m a l i g n o s p o d e r e s d i a b ó l i c os , n i e l r e s u l t a d o c r u e l d e f é r r e a s c o n c a t e n a c i o n e sn a t u r a l e s , n i l a c o n s e c u e n c i a d e c u l p a p e r s o n a l . A n

te s b ien , e l do lor en su un ive rsa l idad y neces idad s en o s p r e s e n t a c o m o e x p r e s i ó n d e l a v o l u n t a d d i v i n a ,d e l a v o l u n t a d d e l P a d r e . N o c a e u n s o l o p á j a r o e nt i e r r a s i n l a v o l u n t a d d e l P a d r e . M a s d o n d e e s t ál a v o l u n t a d d e l Padre, a l l í h a d e e s t a r t a m b i é n s ub e n d i c i ó n y s u a u x i l i o . A s í , e l d o l o r y l a m u e r t en o p u e d e n s i g n i f i c a r y a u n m a l a b s o l u t o , u n a f a t a l i -

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dad espantosa. Por estar la voluntad del Padre trasellos, son medios de bendición, suceda lo que suce

mismo. Y para grabar esta bendición del dolor enel corazón de sus discípulos, el mismo Jesús bebió

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diere. Precisamente en el dolor puedo comprobar s ibusco real y únicamente a Dios , s in segundas intenciones egoístas . Cuanto más molido me sienta porla pena del dolor , tanto más fácilmente podrá mialma librarse de las trabas del egoísmo y buscarúnicamente al Padre. Por esto entona Jesús el grancántico de la cruz. ¡ B ienaven turados los que lloran,bienaventurados los que padecen persecución, bienaventurados los pobres! De ahí que, desde el día deCesárea de Fil ipo, sea un rasgo esencial de la imitación de Cris to al cargar la cruz a cuestas : «Quienno carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí»(Matth. 10, 38). Por tanto , el abrazar la cruz nopuede faltar al verdadero espír itu cris tiano.

Es el misterio del porvenir , la felicidad en el dolor y en las lágrimas. Es una fuerza de vida. Noes castigo ni fatalidad, ni envidia de la divinidad. Esbendición, es la verdadera fuente de gracia del amorde Dios. Así pues , el dolor sufre, mediante el mensaje de Jesús , una transformación en su más íntimaesencia.. . y con él se transforma también todo elambiente de vida del hombre creyente. Precisamentepor ser el Padre quien envía el dolor , se le quitana Éste todas las espinas. El acreditado profesor de cirugía , G. Per thes , en un ar t ícu lo sobre la muer te ,dice del poder bendito de la fe : «El remordimientoy el miedo pueden atormentar más que el dolor corpora l ; y , por o t ra par te , a muchos hombres creyentes los puede ayu dar más su fe f irme que la inyecciónde morfina que les da el médico.» La fe vence tododolor , porque sabe ver la bendición que hay en el

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hasta las heces el cáliz de la amargura, bebió el cálizlleno de tormentos corporales y espir ituales . La gloria celestial que inundaba su cruz, derrama una luzáurea sobre los miles de enfermos y moribundos quediariamente suben al monte Calvario. Según uncálculo bien fundado, citado por el mismo Perthes ,se admite que de unos 1.500 millones de hombresmueren anualmente 30 millones. Esto supone unamortalidad de 82.000 por día , 3.425 por hora, 57 porminuto ; con o t ras palabras , aproximadamente encada segundo muere un hombre . La muer te , portan to , no es a lgo ex traord inar io , raro . Es lo d iar io ,lo de cada hora, lo de cada minuto. La vida del hombre es un mor i rse cont inuo . La humanidad an t iguase horrorizaba ante esta necesidad de morir . Jesús

ha suprimido este horror. La muerte no es ya elgenio que vuelve la antorcha hacia el suelo , s ino quela hace bril lar con claridad para la vida eterna.¡ Cómo bril la en el Gólgota : «Todo está cumplido!»( lo . 19, 30). El enfermo que abre los ojos a esta luz,se s iente en un camino regio y sabe que vendrá undía en que también sobre su propio Gólgota resonaráel aleluya pascual. ¡ Cuántos millones de cris tianoshan andado este camino regio! De Cris to , del que

es el Maestro divino en la vida, en el dolor y enla muerte , arranca esta fuerza heroica del alma, queen tantos santos llega... a desafiar el mismo dolory en el dolor se goza. Jesús ha sido el Maestro dela vida. Pero también ha s ido el Maestro del sufrimiento y de la muerte. Y precisamente así pudoenseñar tan magistralme nte a la human idad cómo

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se ha de vivir la vida. Porque la vida no es completasin el dolor y la muerte. Aquí está la originalidad

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suprema, más profunda, del mensaje de Jesús. Élnos enseñó a vivir la vida no sólo en su superficiebril lante, s ino también en su profundidad obscura,en el dolor y la muerte.

Así , Jesús realmente nos rescata también por supalabra divina. Nos redime de toda sujeción a lanaturaleza. Abre ante el pensar y el querer humanosel mundo celestial . Primero : descubre a Dios antelos ojos del hombre; le muestra así como es .. . con sumajestad que eclipsa todos los intereses terrenos ,y con su infinita bondad paternal , que despierta ennosotros lo mejor que tenemos. Segundo : nos hacever al hombre tal como es .. . portador de un valoreterno, solidariamente unido con nosotros en unamisma comunidad divina. Y tercero : descorre el velodel misterio del dolor y de la muerte, muestra suoculto poder de bendiciones.

Por esto fue el Maestro verdaderamente grande,santo, salvador de los hombres.

«Vosotros no habéis de querer ser l lamados maestros , porque uno solo es vuestro Maestro.»

L A O B R A R E D E N T O R A D E C R I S T O

A L indag ar qu é pensaba Jesús respecto del q ue-•** rer humano, s i és te necesita o no una redención, la respuesta parece l lena de contradicciones.Su sentir respecto al querer humano es que éste sehalla del todo sojuzgado por el pecado. Y, por otrapar te , ex ige del querer humano lo más grande ydifícil : «Sed perfectos así como vuestro Pa dre

celestial es perfecto.» Un modo de ver pesimista yotro optimista están, al parecer , en pugna. Resolviendo esta contradicción, se nos harán patentes lasenseñanzas fundamentales de Jesús en lo que atañea la necesidad que el hombre tiene de redención.

E l pesimismo ético del Señor consuena con el espír i tu pesimista que en su t iempo abrumaba a losrealmente piadosos , hasta l lenarlos de desconsuelo.

Sabemos que ya los Profetas marcaron con sombríos colores la culpabilidad de Israel y de los paganos. Penitencia y conversión son las pilastras de lapredicación profética. Sin embargo, sólo de la épocamesiánica esperan los Profetas la conversión definit iva. «He aquí que viene el t iempo en que yo haréuna nueva alianza con la casa de Israel y con la casade Judá.. . Ésta será la alianza: imprimiré mi ley

 

en sus entrañas , y la grabaré en sus corazones: yyo seré su Dios, y ellos serán el pueb lo mío» (Ier.

que pueda caber en tales asertos la estudiaremos másadelante. Lo falso que hay en ellos es que Jesús novio ni tuvo en cuenta cuan torcida y corrompida es

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31 , 31 y ss .) . De un modo semejante se expresanMiqueas , Isaías , Zacarías , Daniel. A medida quecrecían las calamidades nacionales , más profundo ygene ral se 'hacía el reconocimiento de la culpab ilidady más vibrante el pregón de penitencia. En el judaismo tardío , es ta conciencia de culpa muchas vecesdegeneraba en desconsuelo. El sentimiento de incer-tidumbre en punto a salvación se apoderaba precisamente de los mejores . En el Apocalipsis de Esdrasencontramos explosiones desesperadas de este miedoal pecado. «Mejor habría s ido que la t ierra nuncahubiese producido a Adán» (4 Esd r. 7 , 116).

Este ambiente general explica el pregón de penitencia de San Juan Bautis ta. Su bautismo se adminis traba como «bautismo de penitencia para laremisión de los pecados» (Marc. 1, 4). Juan ve atodo el pueblo —y no sólo tal o cual círculo delmismo— sojuzgado por el pecado. Y por esto le precave contra el peligro de consolarse, despreocupado,con la f i l iación de Abraham.

No puede sostenerse la afirmación de la llamadateología l iberal , al decir que Jesús no comulgaba coneste criterio pesimista respecto del querer humano,que , antes bien, lo caracterís tico en su modo de pensar era un optimismo alegre, que el encanto prodigioso de su manifestación se debe precisamente aque el sentimiento enfermizo de culpabilidad que tenía el pueblo, quedó dis ipado ante Él , como se dis ipa la niebla ante el sol , y que, por medio de Él , pormedio de la santidad de su ser , iba recobrándosela confianza y la certidumbre del perdón. La verdad

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la natura leza humana. Jesús juzga la natura leza humana más bien con cierto pesimismo, en el sentidode que la considera manifiestamente propensa al mal.Jesús ve, por tanto , en todo hombre al pecador. Nohay uno sano , no hay uno jus to en la humanidad .

Cua ndo declara que «no son los que están sanos , s inolos enfermos los que necesitan de médico», «los pecadores son, y no los justos , a quienes he venido yoa llamar» (Matth. 19, 12-13), alude con cierta ironíaagridulce a los fariseos, que se preciaban de «justos». En la parábola de los dos hijos (Matth. 21, 28) ,en la del fariseo y el publicano (Luc. 18, 10 y ss.) ,lo mismo que en su tajante discurso polémico contralos fariseos (Matth. 23), delata asaz claramente lo

que en verdad piensa de ellos y de su vir tud. A susdiscípulos, por cierto , les da un trato de excepción.Los llama «hijos de las nupcias», «hijos de la luz»,«sal de la t ierra», «luz del mundo»; pero entoncespiensa en la actividad que desarrollarán más tardecomo redimidos y l lamados. A los ojos de Jesús , lanaturaleza de los discípulos está sojuzgada por elpecado como la de los demás hombres. Hasta l lamaa Pedro, Satanás (Matth. 16, 23). Y en cierta ocasión

dice en tono de queja a sus discípulos (Marc. 9, 18) :« ¡Oh , gente incrédula! ¿Has ta cuándo habré deestar entre vosotros ? ¿ Hasta cuándo habré yo de sufr iros?» Los evangelis tas delatan repetidas vecesla incapacidad de los Apóstoles de comprender a Jesús y consignan cómo, aun poco antes de volver Élal Padre, movían querella por los puestos de honor.

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Jesús t iene la vista aguda para sorprender las pequeneces y miser ias de lo muy humano. Echa en

moradores de Jerusalén ? Os digo que no: mas s ivosotros no hiciereis penitencia , todos pereceréisigualmente» (L,uc. 13, 4-5) . Así pues, toda Jerusa

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(Matth . 7, n ) , «sois malos» (12, 34) , «esta razamala y adúltera» (12, 39) . De ahí tamb ién esta admonic ión , la primera palabra que t iene que decir ala humanidad: «Haced peni tenc ia» (Mat th . 4 , 17) .Y su primer acto es una especie de penitencia que

hace en representación de los hombres y por sus pecados al recibir el bautismo de Juan. Juan se resistea bautizar al Señor , ya que este bautismo se hacíapara la remisión de los pecados (Marc. 1, 4) . MasJesús, aunque sabe que está completamente l impiode pecado, quiere someterse al bautismo «para quesea cumplida toda la just icia». Por amor a esta «justicia)) no se declara extraño a los pecados del puebloy los carga sobre sí mismo. Y la palabra del Padre

sirve de test imonio y recompensa a su humilde ent rega : «Tú e res mi Hi jo muy amado» (Marc . i , 11) .En la predicación poster ior del Señor también predomina e l pensamiento fundamenta l de que todo e lpueblo va de mal en peor . «Entonces comenzó areconvenir a las ciudades donde se habían hechomuchís imos de sus mi lagros , porque no habían hecho peni tenc ia . ¡ Ay de t i , Coroza ín! ¡ Ay de t i ,B e tsa ida!» (Mat th . n , 20-21) . En la parábola de l

r ico epulón y el pobre Lázaro resalta un pesimismosombrío al fal lar sobre los r icos y har tados que nooyen a Moisés y a los Profetas. «Aun cuando unode los muertos resucite , tampoco le darán crédito»(Laic. 16, 31) . Cuando murieron dieciocho gali leos,aplastado s por la torre de Siloé , p regu ntó Jes ús :«¿Pensáis que fueron los más culpables de todos los

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lén está en culpa. Y los más culpables son los llamados «justos», porque no quieren reconocer susachaques morales. Mujeres de mala vida y publica-nos los aventajan en espír i tu de penitencia. «Juanvino a vosotros por las sendas de la just icia , y no

le creísteis : a l mismo t iem po que los publícanos y lasrameras le creyeron. Mas vosotros ni con ver esto osmovisteis después a penitencia» (Matth. 21, 32) . Asíque el verdadero deber del Hijo del hombre es buscar y salvar «lo que había perecido», es decir , a lmundo perdido (I ,uc. 19, 10) . Y por esto se fueronsus discípulos a predicar , «exhortando a todos a quehiciesen penitencia» (Marc. 6, 12) .

De modo que Jesús, a l juzgar a los hombres, no

se inclinaba a un optimismo alegre. Su mirada erademasiado aguda . E l , demasiado puro para no chocar a cada paso con la depravación interior y ladegeneración moral de los hombres.

Y, no obstante , e l mismo Jesús espera de la humanidad , mora lmente tan deca ída , lo más que exigirse pueda. «Si vuestra justicia no es más llena y másperfecta que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Matth. 5, 20). Mas la

nueva justicia ha de ser perfecta no sólo relativamente , es decir , en parangón con la just icia de losfar iseos, sino que su medida está sencil lamente sobre toda medida. «Sed vosotros perfectos, así comovuestro Padre celestial es perfecto» (Matth. 5, 48).Queda prohibido hasta el pensamiento malo, el sent imiento de ira contra el prójimo. El amor al ene-

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migo es un deber moral , no mero consejo. Preocuparse del día de mañana, servir a dos señores , es depaganos. Todo el hombre interior ha de pertenecer a

quieren ser suyos. Sus exigencias , que al hombrenatural le parecen excesivas , no son, por tanto, m eras exigencias , s ino al par promesas , objetivos res

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Dios y a su voluntad. «Amarás al Señor Dios tuyode todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tumente .» És te es e l máximo y pr imer mandamiento .El segundo es semejante a éste : «Amarás a tu prójimo como a t i mismo» (Matth. 22, 37 ss .) . En to

dos estos mandamientos no se trata de una sola acción heroica, ya que esto podría hacerlo aun elhom bre de un nivel moral inferior; se trata del predominio duradero de un propósito fundamental , delque espontáneamente brotan todos los actos , comolos buenos frutos brotan del árbol bueno (Matth. 7 ,18 y ss.).

Mas , ¿cómo se comprende que Jesús tenga estasseveras exigencias y señale como salario y galardón

del cumplimiento de ' las mismas la felicidad eterna,si por otra parte los hombres son ((malos», «una razamala y adúltera ?» ¿ No han de preguntar los hombres , con los discípulos : «Quién podrá, pues , salvarse» ? (M arc. 10, 26). Aquí n os encon tram os conuna an t inomia .

No podemos resolverla s ino buscando su explicación en el mismo Jesús, en su conciencia de Hombre-Dios. Cuando Jesús habla de los pecados de los

hombres , t iene ante la vis ta el mundo que le rodea,tal como es en realidad. Y cuando habla del deberde ser perfectos como es perfecto el Padre celestial,entonces mira su propio mundo interior , la dichosacertidumbre de su unión hipostática. Jesús mira supropio ser , unido con Dios , y lo que en El es realidad resplandeciente lo exige también de aquellos que

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plandecientes para todos los que acogen en s í suser , y.«creen» en Él , es decir , entran en comuniónde cuerpo y sangre con Él.

Por consiguiente, los severos mandamientos delSeñor brotan de la amorosa intención mesiánica de

comunicar a los que en Él creen, también las r iquezas de su unión con Dios y la fuerza que de la misma ar ranca . l levan ya e l acento del Redentor . Nose dir igen al mundo incrédulo, s ino al mundo creyente. Quieren indicar , con una fórmula precisa, ellugar , el punto, a que llegarán los discípulos mediante la comunión con Cris to. Por tanto , suponenla voluntad redentora de Jesús , la de dar Él su propio espíritu y su tuerza de gracia a los que en Él

creen.

¿Cómo se manifiesta esta voluntad de Jesús deredimirnos y comunicarnos la gracia ? Resalta s iempre con vigor en los Evangelios , y principalmentedonde menos se podría esperar , en el encuentro deJesús con los posesos. Los posesos empiezan porrehuirle. Su naturaleza, dominada por el poder delmal, husmea en Él algo que es de una esencia ex

traña, de una esencia enemiga, la manifestación delo santo. Y a sus ojos es tan poderosa esta manifestación de lo santo, que promueve en ellos un espanto y un terror repentinos. Pero cuanto más tiempo pasa Jesús con ellos, más débiles se sienten pararesistir a la influencia de su gracia; como un niñoque primero respinga contra el médico, y después

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se duerme en sus brazos que le dan socorro. L,afuerza vivificadora, santificadora de Jesús penetramás y más profundamente, más y más poderosa

esto los cura ba a la vez (M arc. 2, 1 y ss.). El enfermo espera de Jesús la curación corporal. Con mirada suplicante, l lena de temor, contempla al Señor.

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mente en ellos . Algo nuevo nace en ellos , una nuevavoluntad, una nueva fuerza. El demonio huye. Securan de cuerpo y espír itu. «Y al ir Jesús a embarcarse, el que había s ido atormentado del demonio se puso a suplicarle que le admitiese en su com

pañía» (Marc. 5 , 18). Tan grande era el poder delamor que emanaba de Jesús , que el que antes moraba en los sepulcros y su desvarío l legaba hasta elpunto de que «no había hombre que pudiese refrenarlo , ni aun con cadenas» (5, 3), no quería yaabandonarle a Él. Se sentía sujeto con nuevos lazos ,con los lazos del amor de Jesús. Podemos aceptarcomo cosa cierta que Jesús no obró ninguna curación que no fuese a la vez una curación del alma.

L,os Evangelis tas subrayan, solamente con vis tasapologéticas , las curaciones corporales , porque saltaban a la vis ta y mostraban a los judíos y paganos ,de la manera más palpable, el poder salvador delSeñor. Pero el pensar y el sentir de Jesús se orientaban tan exclusivamente hacia la honra del Padrey el reino de Dios, y Él mismo eran tan de lleno lamanifestación de lo santo, que su actividad sólo seconcibe como una actividad salvadora que se apo

dera del hombre entero, del cuerpo y del alma. Enla curación del paralít ico de Cafarnaúm, que cuatrohombres bajaron por un boquete abierto en el techoa los pies de Jesús , ya que, debido al gran gentío , nopodían llegar hasta Él de otra manera, delata Marcosde un modo claro que, para Jesús , enfermedad y pecado, cuerpo y alma, no estaban desligados , y por

Mas Je sús no dice inmediatam ente : «Coge tu camilla y vete a tu casa», sino que habla de algo queal parecer dis ta mucho de ello y que el enfermo noespera : «Hijo , tus pecados te son perdonados.» Portan to , Jesús no ve primero el cuerpo derrengado porla gota, s ino el alma atormentada. Y sólo despuésde haber curado el alma, procede el Señor —a despecho de los doctores de la I ,ey que le motejan ensecreto por atribuirse el poder de perdonar pecados— a remover también las trabas que la enfermedad había impuesto al cuerpo. «Pues para quesepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en lat ier ra de perdonar pecados : levánta te , yo te lo d igo :coge tu camilla y vete a tu casa.» En esta curación

hemos de ver la forma típica de todas las curacionesobradas por el Señor. Son curaciones no solamentedel cuerpo, s ino también del alma. Es todo el hombre lo que pertenece a Jesús y a su poder redentor.

Todo el que fue con alma hambrienta al Salvador ,encontró refr igerio junto a Él , entró en una corr iente de fuerza espir itual y de pureza moral , enun «río de agua viva», como se expresa el mismoJesús (lo. 7, 38). I ,os hombres sintieron con tal in

tensidad esta influencia moralizadora, santif icadora,que ésta al principio hasta llegaba a provocar unsentimiento de aplastamiento. «Apártate de mí, Señor , que soy un hombre pecador», as í exclamó Pedro (Éuc. 5 ,8) , con el sentimiento vivo de que él nopodía estar ante esa pureza, de que aun sus pensamientos más luminosos eran pequeños y mezquinos

 

ante esa luz. «Señor , yo no soy digno de que tú entres en mi casa»; lo qu e expresó aquí el centuriónde Cafarnaám es la conciencia que brota de lo

comenzó a bañárselos con sus lágrim as , y los l impiabacon los cabellos de su cabeza, y los besaba, y derramaba sobre ellos el perfume» (7, 38). Al trazar esta

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más profundo de los sentimientos , la conciencia dela propia insuficiencia frente a la pureza del Señor(Matth. 8 , 8) .

Sin embargo, a esta influencia negativa le seguíainmediatamente otra , positiva. En la entrevis ta noc

turna con Nicodemo describe Jesús mismo este efecto nuevo, positivo, como un nuevo nacimiento por elEspíritu Santo. «Quien no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (lo. 3, 3). E ilustra elefecto de ese algo nuevo, por completo suyo, de unmodo plástico, con el símil inimitable de la vid y lossarmientos. «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos . Quien está unido conmigo y yo con él, ése damucho fruto , porque s in mí nada podéis hacer»

(lo- 15. 5)- Y también en los Evangelios s inópticosse señala ese algo nuevo como una vida por Jesús ,como sacar fuerzas de su plen itud : «V enid a m ítodos los que andáis agobiados con trabajos y cargas ,que yo os aliviaré. Aprended de mí, que soy mansoy humild e de corazón; y hallaréis el reposo paravuestras almas» (Matth. 11, 28-29).

El documento más emocionante de esta influenciaedificante, salvadora, nos lo transmite Lucas (7 , 37

y ss .) al narrar la unción de Jesús hecha por unamujer de mala conducta. Lucas habla sólo de pasode la conversión de la pecadora. No es de ella quequiere propiamente hablar , s ino de la conducta reprobable del fariseo. Y así es más fuerte la impresión que produce la sencilla narración de la conversión. «Y arrimándose por detrás a sus pies ,

n o

escena, Lucas descorre el velo y nos muestra todala historia del alma y del corazón de la mala mujer.¡ Qué sentir ía de tempestuoso y penetrante al ver yoir habla r por vez primera a Jes ús ! ¡ Cómo le caeríala venda de los ojos! Estaba sumida en el peca

do y había noche en torno suyo. Y allí hablabaUno que estaba en plena luz, que era Él mismotodo luz. ¡ Qué hermosu ra ten ía q ue habe r enaquella luz ! ¿ Ha bía un camino desde ella a El ?Este camino estaba cerrado; se lo cerraban muchasfiguras bien conocidas. Iban coronadas de rosas ,y la copa del placer echaba espuma en sus manos.Y su alma estaba ligada a esas figuras. Ella no pertenecía a ninguno, porque pertenecía a todos. No era

de Dios y de lo divino, porque se había dado porcompleto a lo meramente humano , a lo humano endemasía. Era arrastrada por el r ío de lo demasiadohumano. Pero se la l lamaba desde lo alto y se ledecía: «Bienaventurados los que tienen puro el corazón, porque ellos verán a Dios.» ¿Había de peregrinar al país de la pureza? En su interior se oíael grito salvaje : ¡ No puedes , no te es l ícito ! Todosu ser estaba embebido de pecado y se rebelaba con

desesperación salvaje contra la luz que venía deJesús. Pero la luz resplandecía cada vez más pura,cada vez más bril lante. Ya germinaba en ella elnuevo querer. Y por fin se fue a la casa de Simón.. . —que diga la gente lo que quiera.. . , y aunque Simón juzgue mal ic iosamente e l a t rev imient o— . A los pies del Señor , anegada en lágrimas de

n i 

arrepentimiento, hizo la confesión de su culpa. Y elBuen Pastor se inclinó a ella. ((Perdonados te sontus pecados , porque has amado mucho» (Luc. 7 , 48).

del poder de la naturaleza deficiente, l imitada, ef ímera, l lena de problemas hasta en los últimos porosdel ser; y del pecado, con todas sus devastaciones

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Ningún canto de pájaro había sonado aún tal dulcemente a sus oídos en la t ierra , ningún soplo deprimavera había pasado tan suave y blandamentesobre las colinas , ninguna orden de César Augustoen Roma había sido tan fuerte y poderosa como esta

palabra del Señor : «Perdonados te son tus pecados».

Éste es Jesús , y ésta su fuerza de Redentor. Éstabril la con innumerables variantes en las páginas delos Evangelios . Preguntamos ahora : ¿Dónde estánlas raíces de esta fuerza? ¿Cuá l es la fuente másprofunda del poder redentor de Jesús ? Con esta pregunta l legamos al motivo supremo por el cual Jesúses nuestro Redentor y nosotros somos cris tianos , es

decir , sus redimidos.Basta lo que llevamos dicho respecto del magis

terio perfecto de Jesús y de la virtud que del mismoemanaba, para que se presente espontánea la respuesta : la primera, la más profunda raíz de todaslas bendiciones derramadas por Jesús , no puede sers ino su divinidad. Únicamente, y porque no es unmero hombre s ino también Dios , porque en Él senos ha revelado lo absoluto , lo absolutamente verda

dero, y puro, y santo, y bueno; por este motivoestá lleno de verdad y de gracia para nosotros, loshombres .

Con esta respuesta se expresa realmente una verdad infinitamente elevada. Sí , as í es : s i Jesús nofuera Dios , tampoco podría redimirnos. Porque redimir al homb re significa libra rle de un doble yu go :

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en el hombre interior y exterior , con su séquito demiseria y muerte. Del Dios vivo depende el l ibrarnos de la terr ible divis ión y aridez de nuestro sernatural , el l ibrarnos de la miseria , todavía más profunda, del fondo de pecado que hay en nosotros y el

levantarnos a la r iqueza infinita de su vida personal.No hay cam ino que , par t iendo de nosotros , hom bres ,conduzca a la vida divina. La línea torcida, propiadel ser humano, no puede tocar en ningún punto elser divino. Hay un abismo sobre el cual nadie puedetender un puente s ino el gesto de Dios. Todo nuestro obrar , nuestro mismo heroísmo, en cuanto humano, l leva en s í el problematismo de lo creado yestá carcomido por el pecado y la imperfección. A la

luz de la majestad y santidad infinitas de Dios espequeña toda grandeza humana. A esta luz palidecetodo valor creado. Mirados a esta luz, Juan, el discípulo amado, y Judas , el traidor , no se dis tinguenesencialmente uno de otro , t ienen la misma naturaleza f laca. Su valor interior , natural , nada es a laluz de la perfección divina. La misma voluntad humana de Jesús , con ser absolutamente pura, se estremeció ante la santidad infinita de la voluntad di

vina, y Jesús no aceptó el ser l lamado bueno. ((¿Porqué me llamas bueno? Nadie es bueno s ino Dios»(Marc. 10, 18). Así, pues, la awíorredención esuna quimera vana; ún icamente Dios puede red imir nos . Lo que dio a las contiendas antiarr ianas —quegiraban en torno a la verdadera naturaleza divinadel Redentor— su ardor y su obstinación ruda fue

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la certeza de que, s i el Redentor no es Dios verdadero , entonces todos gemimos todavía bajo el yugo

sonal , ético-religioso —según enseña el protestantismo en su doctrina de justificación—:, entonces sele quitaría todo tesón en la lucha. Dependería por

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del pecado. Sólo por ser Él Hijo de Dios, su actividad redentora t iene un contenido absoluto , un valordelante de Dios , un valor salvador sobreabundante.Tan sólo un Redentor divino puede conducir al hombre por encima del abismo infinito que le separa

de Dios.Pero esta verdad: «Nuestro R edentor es Dios verdadero», no es toda la verdad. Si Jesús fuese Redentor únicamente por su naturaleza divina, s i Cris tono fuera también hombre verdadero y completo —error gnóstico de la primitiva era cris tiana—,si su figura no fuera más que aquel punto elevado dela realidad del mundo en que se manifiesta directamente ante nosotros la justicia y la misericordia de

Dios, en que el Dios justo y misericordioso sólo estápara nosotros .. . , s i lo esencial fuera esto y nadam á s , entonces ciertamente podría servirnos de consuelo esta presencia divina, tendríamos un caminode gracia que baja de Dios al hombre; con nuestrolibre albedrío , con decis ión libre habríamos de intentar ir por este camino de gracia; pero tendríamos que ir por él solos y aislados, dependería exclusivamente de nuestra cooperación personal a la

divina gracia el l legar o no un día a Dios. Entrenosotros y nuestro Dios no habría un Mediador ,no habría t í tulo de mediación. De un lado estaría elDios justo con su invitación a la gracia , con amoroso llamam iento y su actividad de amo r; del otrolado estaría el hombre solitario. Aún más , s i es tehombre solitario se viera despojado por el pecadooriginal aun de la facultad de hacer un esfuerzo per-

completo de la decis ión inescrutable de la voluntadde Dios. Como trozo de hierro arrojado en el vacío ,se precipitaría en el abismo de su natural contingencia y mezquindad, en el abismo del pecado, y no lequedaría más que la confianza de que, «a pesar de

todo», la mano de Dios le recogería de un modomilagroso y le salvaría.

Esta doctr ina protestante relativa a la redención,peca por exagerar hasta lo inadmisible la impotencia del hombre caído. En ella se vislumbra como unambiente de decadencia, que se asemeja al de laúltima época judío-helenis ta. Pero su achaque másprofundo es éste : Desconocer el significado salvadorde la humanidad de Jesús. No se ve más que al Diosjusto misericordioso. No ve al mediador humano, alsumo pontíf ice, la causa meritoria de nuestra salvación. En la teología de Carlos Heim, uno de loscorifeos de la teología luterana, sólo se concede a lahumanidad de Jesús una especie de valor s imbólico.Jesús es el hombre en el cual se nos manifiestael Dios misericordioso. No es el Mediador Hombre-Dios, que realmente carga sobre Sí nuestros pecadosy alcanza el perdón. Y también según Carlos Barth ,

cabecilla de la teología reformada calvinista, lahumanidad de Cris to está sujeta a la tremenda problemática que coloca todo lo creado, todo lo human o , en la l ínea de lo que fenece. El protestantismoamericano ha despojado completamente de su contenido la fe en el Redentor y la ha reducido a meromoral ismo.

 

Sin embargo, la piedad católica también a ra tossiente y reza olvidando la humanidad de Jesús y sumediación, como si se encontrasen cara a cara tan

raza de Dios. Con el Hombre-Dios se tendió unpuente sobre el abismo. I<o que es esencial en nosotros , lo que nos hace hombres , nuestra naturalezahumana , fundamenta l y obje t ivamente ya no es tá

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sólo Dios y el alma solitaria, como si toda la responsabilidad de nuestra redención pesase únicamentesobre nosotros hombres. En la figura de Cristo sólose ve lo divino, el Cristo-I<ogos. No se sabe ver,o no se ve suficientemente, su mediación humana.

Se cree y se reza la palabra gozosa «por Cristo nuestro Señor», pero s in penetrar en sus profundidades ,s in vivir la. Se obra como si dependiese únicamentede nuestra buena voluntad asirnos del brazo queDios nos tiende con la gracia y entrar así en labienaventuranza. Así es obvio que el devoto, en estalucha solitaria que sostiene para alcanzar la gracia ,se engañ e una y otra vez respecto de su fuerza; queel Dios l leno de gracia se trueque insensiblemente en

un Dios iracundo; que el espír itu judío de miedoy servidumbre expela la l ibertad interior y la alegría del hijo de Dios; y, que, finalmente, los escrúpulos y el his terismo religioso se apoderen del alma.

Aquí vemos, como en un ejemplo de escuela, laconexión esencial del dogma y la vida. Ya no sesabe lo que s ignif ica «ser redimido», porque ya nose mira el misterio de Cris to en su plenitud, en sutotalidad. El Cris to total no es sólo Dios , s ino Dios

y el hombre C rista, Dios hecho hombre.¿ Por qué está lo decisivo en la encarnación? Por

que ahora tenemos entre nosotros un hombre quees Dios . Tenemos un hermano , que es Dios . Nuestra propia carne y sangre, nuestro ser , no llevan yala maldición de Dios , s ino que son levantados del«no» al «sí», de la nada a la plenitud. Somos de la

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aquende, s ino allende el abismo. Porque en Cris tofue levantada a la unión más íntima que concebirsepueda con la divinidad, a una unión tan substancial ,que la naturaleza divina y humana tienen un soloyo, la segunda Persona divina, el «Verbo». Así , la

encarnación fue la única condición y el fundamentode la actividad redentora y de nuestra salvación.

Pero , ¿cómo se comprende que el milagro de laencarnación, obrando en un solo ejemplar de nuestraespecie, redunde en provecho de toda la especie, detoda la naturaleza humana ? ¿ Y cómo se comprendeque el Padre' celestial acepte el sacrificio como satisfacción por toda la humanidad? L,a explicaciónestá en que fue el «Verbo» divino que se encarnó

y llevó a cabo la obra de la redención. Precisamentepor ser el mismo principio creador el que tomó formahumana , pudo también Cr is to , como Hombre-Dios ,se r el principio creador de una nueva humanidad. É lno es tan sólo un hombre , s ino el hombre , no unmiembro s ingular de la humanidad, s ino la Cabeza dela humanidad, su nuevo principio , el primogénito entre muchos hermanos , el nuevo Adán. Como el primer Adán , progeni tor del género humano , no era ,

según el designio especial de Dios , un hombre comolos demás , s ino el hombre , e l representante , pues topor Dios, de toda la especie, el que en su esenciacontenía en germen la suma de todos los hombresposibles, el nosotros personificado de la humanidadel único hombre cuya caída y destino había de tro-

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carse en caída y destino de todos los hombres , as ítambién el que se hizo hombre es , por su unión hi-postática, fuente y principio de una nueva especie,es el nuevo hombre, que lleva en germen a todos los

la plenitud de sus miembros. Y de ahí que nuncanos hallamos solos y solitarios frente al Dios santo.Siempre estamos en Cristo delante de Dios , comparecemos s iempre en unión substancial con el Hijo

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hombres l lamados a la salvación y cuyo ser y destinoson nuestro ser y nuestro destino. La sola diferenciaentre Adán y Cristo, por lo que se refiere a su relación con la humanidad, consis te en que la conexiónde los hombres con el primer Adán descansa en la

unidad natural de la especie, y así se establece sencillamente por la procreación corporal , mientras quenuestra unidad solidaria con Cris to se funda en unacontecimiento esp ir i tua l , aún más , sobrenatura l ,en la propia entrega de Dios , y por esto sólo se alcanza mediante un acto espir itual , por la regeneración sacramental. Pero aquí como allí queda en pieesta verdad : En Adán, como en Cris to , se contieneen germen toda la humanidad llamada a la salvación.

También el segundo Adán, el Dios encarnado, Cristo , está en una relación, en una conexión substancial con toda la humanidad necesitada de redención.Por lo tanto —en sí mismo considerado—, no esaún el Cris to perfecto , total . El Cris to perfecto , tota l , necesita que todos los redimidos le sean incorporados. Ellos son su «pleroma», su plenitud. Él esla Cabeza, ellos son sus miembros. El que dice«Cristo», dice al par «Comunión de los cristianos».

No hay un Cristo solitario, una figura solitaria deCris to. No hay más que el solo Cristo de la plenitud: Cabeza y Cuerpo, un solo Cris to.

Y, por esto, tampoco hay ningún cristiano solitario.Donde está el cr is tiano, all í es tá también Cris to y

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unigénito delante del Altís imo. «El estar en Cris to»no puede suprimirse en nuestra entidad cris tiana,como no puede suprimirse en nuestro ser natural elrespirar , sentir y pensar. Cris to es el nuevo ambiente de vida en que se realiza toda nuestra acti

vidad religiosa, nuestra oración y penitencia, nuestra grati tud y nuestra alegría. Aún más , nuestrosmismos actos de un orden natural —que, s in embargo, en su fondo están influidos religiosament e — , nuestra actividad y labor , nuestras luchas y sufr imientos , y también nuestra muerte , se realizanen este ambiente de vida. Nunca trabaja y sufre ymuere el cr is tiano «solitariamente». Siempre es unvivir y un morir en la plenitud, en la comunión

con Cris to y sus miembros.Y porque Cris to , nuestro hermano, nos saca así de

nuestra soledad y nos levanta a su nuevo círculode vida divina, por tal motivo nos pertenece verdadera y realmente todo lo que Cristo, el primogénitoentre los hermanos, hizo por nosotros... hasta l legara derramar su sangre en la cruz. Nada hay en lavida de Cris to , ninguna enseñanza y ningún milagro , ni padecer hambre y sed, ni l lanto , ni queja,

ni sufrimiento, ni muerte , que no sea a la vez nuest ro . Toda su tremenda obra, desde Belén pasandopor Nazaret hasta el Tabor , y de aquí hasta el Gól-gota, es ta obra maravillosa de la entrega más puraa su Padre celestial , ante quien enmudecen los ángeles y palidecen los santos, no s pertenece en el sen-

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t ido l leno de la palabra. «La Pasión de Cristo»,dice Santo Tomás (S . th . I I I , 69 , 2) , «nos per tenecedel mismo modo que si la hubiésemos cumplido nosotros mismos». Por lo tanto, no es que nosotros po

císamente por despertar en él una vida nueva, sobrena tura l , e l espí r i tu de l Reden tor que c lama «Abba ,Pa dr e » .

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damos ser redimidos con sólo imitar en nuestra vida ,según la mente y el espír i tu de Cristo, esa obra maravil losa. Mas tampoco es que los méritos de Cristosólo sean condición necesaria, pero no la substanciaesencial , e l meollo propiamente dicho de nues t ronuevo valor delante de Dios, de nuestra redención.N o , lo esencial , lo decisivo de cuanto se t iene quehacer para expiar nuestra culpa , está ya cumplidopor nues t ro hermano, que es Dios . L,o que el hombre ha de hacer como propiciación de la just icia deDios, substancialmente lo cumplió y lo anticipóCristo. Él se hizo en un sentido real , y no tan sóloen sentido der ivado, el Cordero de Dios, que quitanuest ros pecados . É l pagó ya verdadera y rea lmente

el rescate por nosotros. Cualquiera , pues, que, creyendo en Cristo, sea bautizado en su santísimo nombre ha de hacer como propiciación de la just icia dehijos de Dios. No pesa ya sobre él ningún reato. Esde Dios. Y lo que él , e l redimido, haga, además, personalmente para expiar y sat isfacer , recibe su impulso y contenido únicamente de la obra redentorade Cristo.

Pero redención no signif ica tan sólo l iberación de

la culpa. Porque la sat isfacción sobreabundante queCristo ofreció no es de ninguna manera un meroacontecimiento histór ico, l imitado en el t iempo, quehaya reconcil iado de una vez para siempre al Diosairado. Es un «hágase» continuo, creador; es fuerza y gracia , que l ibra al bautizado de todo reato pre-

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Así se comprende fácilmente por qué el pr incipiode la salvación y nuestra perseverancia en el bienes para nosot ros , c r i s t ianos , una grac ia inmerec ida ,inmerec ible ; por qué no hay ningún mér i to verdadero para nosotros que no se deba a la unión —llenade gracia— con Cristo; y, f inalmente , por qué al l ídonde nuestra vida de redimidos, de gracia santif icante , empieza o se renueva, se hace mucho másprofunda y se despliega más que nuestro acto o esfuerzo personal, ético-religioso, allí está la purabendición de gracias , a que no éramos acreedores,de uno de los s ie te sacramentos .

Lo que nos toca hacer al recibir estos sacramentos —según enseña la Iglesia— es «no poner óbice»,es decir , no oponer obstáculo a la gracia. Esta expresión es gráfica. La Iglesia evita con toda intención hablar de un trabajo posit ivo de nuestra par te .Así quiere mantener firme en todos los casos la verdad de que no nos redimimos a nosotros mismos,sino que nuestra redención es obra de Cristo.

Si queremos dar un giro posit ivo a la expresiónde la Iglesia y determinar con más precisión en quéconsiste nuestra cooperación a la redención porCristo, lo pr imero que resalta con cer teza es queesta cooperación no puede reducirse a confiarnosciegamente a la gracia de Cristo; por lo tanto, nopuede ser lo que el protestante llama fe fiducial.Cier tamente es necesar io confiarnos a Cristo. Es unamor que empieza a germinar. Mas la confianza sola

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no basta. No es más que una función parcial , unafunción del sentimiento. Todo el hombre pertenecea Cris to y a su Grac ia; por lo tan to , tam bién le per

que el gran provecho que r indió la contienda dela Iglesia con los semipelagianos fue precisamente ladefinición dogmática de que en todo el proceso desalvación, en su principio , en su desarrollo y en

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tenece nues t ro pensar , y , an tes de todo , nues t ro querer moral. Únicamente quien afirma con fe y amorla obra redentora de Cris to , puede ser redimido.Como es natural , el pecado original debili tó y atrofió nuestras aptitudes religioso-morales , mas no lasaniquiló. Siempre tiene el hombre la facultad depercibir lo religioso-moral , por lo menos en el sentido de que puede ver y apreciar lo santo en lo quetiene de específ ico, de peculiar , aunque no lo hagasuyo. Así , el hombre está capacitado, y , por capacitado, también obligado a tomar posiciones con todosu yo superior , con su entendimiento y su voluntad,respecto a la obra redentora de Cristo. Mi fe en laredención sólo será íntima y verdadera s i todo mi

ser se deja apresar por ella, si yo, por tanto, nosólo confío en ser redimido, s ino que pongo —encuanto de mí dependa— mi pensar y querer , mifuerza religiosomoral , al servicio de mi redención.L,a obra de Cristo ha de ser, en cierta medida, mipropia obra. He de querer abrir en mí campo librea la operación de la gracia. Para hablar con exacti tud, es precisamente en esta mi buena voluntadque el valor objetivo del acto redentor de Cris to t ie

ne su realización subjetiva.Así se dis tingue, por cierto , una trama personal

en el tejido de mi redención. Pero, por otra parte ,sería erróneo equiparar mi cooperación personal conla influencia redentora de Jesús y mirarla comoun factor independiente, de igual orden, que vaparalelo con la operación salvadora de Cris to. Por-

su consumación, la iniciativa viene exclusivamente de Dios y de su gracia auxiliadora que Él noscomunica mediante Cris to Redentor. Nunca viene del hombre. La cooperación del hombre, su fe

y arrepentimiento, su penitencia y todo su ascetism o, su amor activo nunca es asunto particular , nis iquiera asunto principalmente suyo, s ino que ensu sentido primario y preeminente es asunto deDios. Se realiza «por Cris to nuestro Señor». Asípues , no de mí, s ino de la iniciativa divina dependeen primer lugar el que yo coopere en el procesode redención, como de ella depende también el cuándo y el cómo de ésta cooperación. Mi actividad per

sonal , humana, t iene su impulso más profundo yúltimo, no en la voluntad humana, s ino en la voluntad amorosa del divino Redentor , en lo que los teólogos l laman «gracia preveniente».

Es cierto que el impulso de Dios nunca hace violencia al querer humano. Al ser vis itado el hombre por la divina gracia , ni un momento deja deser dueño de s í mismo. No obstante, queda en pie ,por ser verdad revelada, que todo cuanto el hom

bre aporta de cosecha propia a su redención tienesu raigambre en el impulso especial del amor divino.

La actividad humana está empalmada de unmodo misterioso, oculto para nosotros , con la actividad divina. Lo que nos incita , lo que nos impelea movernos en el camino de la redención y lo que

 

nos mantiene decididamente en este movimiento, esúnicamente Dios y la gracia de Cris to.

De ahí que mi cooperación a la redención, s i biense considera, no me pertenece únicamente a mí. Es

redentor , en lo último y más profundo no son mipropia activid ad; ya es el soplo del Espíritu.. . Secreto , inescrutable, es el misterio. ((El espír i tu sopla donde quiere; tú oyes su sonido, mas no

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también y sobre todo la operación de Cristo en mí .«No somos vida nosotros mismos, s ino que tomamos parte en la vida de Cris to» (Agustín) . Ni s iquiera puedo decir «Señor Jesús s ino por el Es

pír itu Santo» ( i Cor. 12, 3) . Todo cuanto brota debueno en el redimido: toda veracidad y f idelidad,toda pureza y caridad, nace de la gracia del Redentor y se empapa de su sangre redentora. No podríasostenerse ni un instante más s in esta gracia. Poresto la moralidad cris tiana es esencialmente dis tinta de la moralidad del mundo. Nos hallamos anteu n milagro: Cristo vive en mí.

De ahí que depende completamente de la l ibre

elección de la divina gracia, y no de mí, la formay la amplitud en que se desarrolla y se consumaesta vir tud, l lena de milagros , y la medida en que hade «manifestarse la vida de Jesús en nuestra carnemortal» (2 Cor. 4, 10). Únicamente de la libre elección de la divina gracia depende el que yo esté entre los completamente pequeños o los completamentegrandes en el reino de Dios , el que llegue, a travésde pecados y cruz, al corazón del Redentor , o que

consiga la palma por un camino llano. Y todo miascetismo, toda mi labor seria para salvarme, todaslas buenas lecturas , todas las oraciones , son en sufondo último y más profundo —allí donde entranen mi conciencia en forma de intención que germina y de acto que empieza, y pasan después a mivoluntad— don y gracia , influencia y obra del amor

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sabes de dónde sale o adonde v a; eso mismo sucedeal que nace del espíritu» (lo. 3, 8).

Si, partiendo de esto , se quiere determinar másceñidamente qué es lo que el hombre, de su s imple

naturaleza y del ámbito de sus fuerzas naturales,por sí sólo aporta a su redención, y qué es , por tanto , lo que realmente le pertenece a él y no tambiény principalmente a la causalidad divina, entonceshabrá de afirmarse con un giro positivo que el hombre ha de estar aparejado para Cris to y su fuerza;ha de estar del todo abierto , interiormente despiertopara el Redentor y su gracia. Entonces «cooperarcon la gracia» no significa otra cosa que afirmar en

mí respetuosamente y conservar con valentía la iniciativa, el impulso que mi obrar recibió de Dios ,o más ceñidam ente : no oponerse a este impulso de unmodo obstinado ni pararlo caprichosamente. ((Cooperar con la gracia» no s ignif ica, pues , fundamentalmente otra cosa s ino ser «de buena voluntad».Éste es el mensaje de Navidad : «Paz en la t ierraa los hombres de buena voluntad.» De modo que esalgo muy pequeño y sencillo lo que yo aporto de

propia cosecha. Es , según su contenido natural ,una obra tan pequeña como la del t ierno niño queno se opone a que su padre le levante y tome en laspropias manos las del pequeñuelo para que éste pueda alcanzar con sus propias manecitas una manzanadel árbol de Noel. Y el padre dice al niño : «Hascogido la manzana, la manzana es tuya.» Esto es

 

lo único que necesitamos: el pequeño y sencilloacto de voluntad del t ierno niño.

De aquí recibe una luz clara el sentido y el con

nos conducirá al Padre, aunque, al parecer , se pierdaen abismos y precipicios , quizás en pantanos resbaladizos , y , a veces , hasta en las aguas s iniestras

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tenido de nuestro cristianismo. «Ser cristiano» significa ser redimido, no por la propia fuerza, sino«por Cristo nuestro Señor». «Ser cristiano» signif ica saber que en Cris to lo tengo todo. No hay des

aliento donde está Cris to. Ninguna palabra del mensaje de Cris to t iene un sonido más vibrante que lade «¡C onf í a!» : « ¡Conf ía , h i jo mío !» , « ¡Conf ía ,hija mía !»

Nada reprueba el Señor más resueltamente queel «preocuparse», el «temer». «¿De qué teméis ,oh hombres de poca fe?» (Matth. 8 , 26). «Lapaz sea con vosotros . Soy yo: no temáis» (L,uc.24 , 36). Y esto vige no solamente para la vida na

tural , s ino también para la sobrenatural , para susdif icultades y peligros. Y rige de un modo principal en el desaliento por el pecado. En donde estáCris to , all í se ha esfumado la preocupación. Elcentro de gravedad de nues t ra nueva pos tura , másque en la lucha escrupulosa contra el pecado, es táen el amor valiente a Cris to. Por esto amonestaF rancisco de Sa le s : «¡ Más amor al bien que temor al mal!» Es posible que reincidamos una y otra

vez en el pecado. ¿Hay cris tiano que nunca hayacaído? «Ser cristiano» no significa no ((caernos»nunca , s ino , más b ien , no quedar tendidos despuésde caer , clamar a Jesús s iempre desde el abismo denuestra culpa, y dejarnos levantar s iempre por sumano. Mientras viva esta fe amorosa, es te amorcreyente, mientras nuestra alma se abra de un modoincondicional e i l imitado a Cris to , nuestro camino

de un mar embravecido, y arranque de nuestros labios el grito: «Señor , sálvanos , que perecemos.»

Por esto , el mensaje de Cris to es , en sentidoreal , profundo y gozoso, un «Evangelio», una Buena Nueva de la nueva libertad de los redimidos.«Vivid s iempre alegres en el Señor: vivid alegres ,repito» (Phil. 4, 4). Cristianismo es alegría en elSeñor. Cris tianismo es fe que traslada montañas.Cris tianismo es continua acción de gracias . «Dadsiempre gracias por todo a Dios Padre, en el nombrede nuestro Señor Jesucris to» (Eph. 5 , 20). Porquesólo así es verdad y no mentira : Somos red imidos .¡ Deo gratias !

 

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*

E l , C A M I N O A C R I S T O

¥ TNA noche obscura, tañido festivo de campanas ,*•** iglesia in und ada de luz, hom bres silenciosamente alegres , misa de Navidad. El misterio deBelén se renueva en el altar : «Cristo ha nacido paranosotros . Venid, adorémosle.»

Soy un solitario entre los solitarios, separado porun abismo infranqueable de todo tú . Y además estacertidumbre espantosa : yo soy. Más precisamente :yo no soy el otro. Yo soy yo . Soy un mundo propio .

¿Un haz de fuerzas? No. ¿El dueño de estas fuerza s ? No, s ino uno que habría de ser dueño de estasfuerzas . Por tanto , uno que no es dueño de ellas .Por tanto , uno que tiene la guerra en s í; por tanto ,un yo dividido, un yo sin paz. Allá en lo alto recorren su órbita las estrellas . Saben adonde van.O más bien: no lo saben. Sencillamente son llevadas.¿Adonde? No lo sé. Nadie lo sabe. ¿Qué s ignif icael mundo de las estrellas allá arr iba? No lo sé. Es

como un fantasma. ¿Y la naturaleza dormida alláfuera, bajo la nieve? ¿Es para mí? No, las f loresse despertarán en la primavera, aun cuando yo noes té aquí . Aun cuando ya no haya hombre a lguno.También la naturaleza que me rodea es un fantasma. E stoy solo. No tengo conmigo más que el desaso-

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siego, la contradicción, el querer saber y el no saber,el tener qué hacer y el rio poder. En mi ser se cruzan mil l íneas. Pasando por mí, todas se dir igen másallá. A la lejanía. Como las ramas descarnadas del

unirse con la naturaleza humana —:¿y quién puedeprohibir le el quererlo ?—, ¿ dónde tenía que hacerlosino en el punto en que principia la exis tencia humana, en el seno de la Virgen ? Y si Dios quería

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peral delante de la iglesia. ¿Adonde he de ir? ¿Dedónde vengo ? Tan sólo sé que ayer no exis tía aúny que mañana no exis tiré. Una chispa que se apaga,una ola que pasa, un sonido que se desvanece.

Entonces se anuncia desde el altar : «Un niño nosha nacido, se nos ha dado un hijo.. .» El Niño delpesebre no es como otros niños de cuna. Es Dios , elInfinito , el Omnisciente, el Todobondadoso, el Todopoderoso, Dios s in Nombre, el Misterio. Dios elTremendo , Dios e l Admirable Dios . . . ¿n iño? ElInf in i to . . . ¿en pañales? El Sin Nombre . . . ¿n iño judío, Jesús de Nazaret ? Jamás han pronunciado loslabios humanos cosa más atrevida. No, no es sola

mente atrevido; es temerario , es una blasfemia.¿Y si , con todo, fuera verdad? Si hay Dios, ¿pue do yo pleitear con El , señalarle lo que Él puede o nopuede ser ? ¿ No se deshacen en polvo mis pensamientos ante los pensamientos de Dios? ¿No serompen todas las reglas de la experiencia, cuandoaparece Dios? Por lo tanto , no he de apresurarmeen decir : es un contrasentido, es una blasfemia elque Dios se haya hecho hombre. No me es l ícito de

cir lo , ya que es Dios quien se ha hecho hombre. Ensu pensar y querer infinitos están aparejadas todaslas posibilidades l lenas de sentido, también la posibil idad de Belén. ¿Por qué no ha de ser posible queDios se me revele en la figura de un niño, si es quequiere revelarse? El que se revele es el milagro; noel que se revele en un niño. Si Dios ha querido

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redimir mediante su encarnación a toda la humanidad, también a los pequeños y humildes —y otravez el quererlo depende únicamente de su beneplácito—, ¿podía el milagro de Navidad ser bastantesencillo y pobre para inscribirse en el corazón deiodos los hijos de los hombres? ¿No son precisamente la pobreza y la humanidad el ropaje natural dela divinidad en la tierra ? La púrpura y la sedade una cuna imperial , ¿ no habrían ocultado la gloria de lo divino ? «¡ Adm irable m isterio cris tiano dela bajada de Dios a la pris ión obscura, húmeda, delcuerpo de la mujer de un carpintero ! ¡ Adm irablenacimiento de Dios en un establo! ¡ Cómo suenanestos misterios de fe cristiana con aquello que yanuestra razón debía esperar de la más profunda revelación de Dios respecto de su esencia !» (Scheler).

N o, no caeré en error por ver al Niño; los pobrespañales no me estorban. Así tenía que ser , s i Diosquería venir a nosotros . Pero, ¿e s que ha queridovenir a nosotros? ¿El Infinito que llena el cielo , alpequeño planeta que se l lama Tierra? ¿El Santo yPerfecto , a nues t ro pecado; e l Eterno , a nues t rot iempo , e l t iempo del Emperador Augus to , cuando

Cirino era procurador de Sir ia. . . ? Aquí acaba ciertamente toda explicación y cavilación. Aquí está elgran misterio , el milagro. Aquí están también la fey la incredulidad. El mensaje de Navidad reza deesta manera : Am ó tanto D ios al mund o, que noparó hasta dar a su Hijo unigénito por nosotros .

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Cosa tan tremenda como es el querernos hasta elpunto de entregar a su unigénito , hay que creer deDios . Es una fe atrevida, imp ertin ente ; es una confianza que excede toda medida. El que tiene estaconfianza, cree firmemente : i.° que hay un Dios

por su pequenez, arrebatada por su amor, clamardesde lo más profundo de su ser : «He aquí la esclava del Señor , hágase en mí según tu palabra.» Deotra manera desprecio sus dones y me lanzo a que

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personal , vivo; 2.0 que este Dios t iene un Hijo;3.0 que este Dios, feliz con su Hijo, se inclina anuestro polvo —es el colmo y lo más atrevido—, s í ,que hasta lo quiere, lo ama tanto, que nos revela las

más íntimas profundidades de su ser y de polvo revis te a su propio Hijo , para que este Hijo revestidode polvo redima el polvo.

¿Es realmente esta fe una confianza en Dios , omás bien una falta de fe de las peores?, ¿falta de fe ,que mezcla lo divino con el polvo, aún más que diviniza el polvo ? Por tanto, falta de fe llena de egoísmo y alt ivez. Efectivamente, la afirmación de queel Hijo de Dios se encarnó sería de una altivez

y falta de fe insolentes, si no fuera más que... afirmación humana. Entonces , como es natura l , no habría indignación ni cielo que se subleven lo bastantepara rechazar debidamente esta afirmación. Pero,¿qué decir , s i es palabra de Dios? ¿Si Dios realmente nos ama tanto, que se nos da a s í mismo ensu Hijo ? ¿ Es lícito que mi respeto a lo divino y elconocimiento de mi mezquindad lleguen al extremode rechazar el pesebre a pesar de todo y decir : Señor

apár ta te de mí , porque soy hombre pecador? ¿Noasoma por los resquicios de mi indigencia un orgullo repugnante? y ¿no aparece s in careta mi respeto como terquedad pueril ? Si Dios me ofrece un don,aunque sea el más grande, y aunque sea su mismoHijo, entonces mi alma no puede s ino, conmovida

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rer prescribir yo mismo a Dios lo que Él ha de hacer y lo que ha de dejar de ha cer. ¡ Oh, nosotroshombres torc idos , de es t recho hor izonte! , ¿cuándoaprenderemos a no tomarnos a nosotros mismos por

medida de todas las cosas , aun de las divinas ? Perono es tan sólo que la falta de fe quiera dar leccionesa Dios. Va más allá , se mete con el mismo Dios vivo,con su amor generalmente creador. Se murmuracontra el pesebre y por ende, implícitamente, contrael Dios personal , vivo, contra el Dios que es amor,amor que se entrega porque quiere. Mas este amor nobr i l la en n inguna par te tan subyugador , tan incre í ble , tan impetuosamente apremiante , como en la

santa Navidad, en que lo divino se manifiesta «cor-poralmente» en f igura humana.El «no» categórico a Belén es un «no» categórico

al Dios vivo. En el fondo, la incredulidad no vacontra los pañales , ni s iquiera contra la encarnaciónde un Dios , s ino contra este Dios vivo. Quede estobien sentado antes de proseguir .

¿ Por qué rechaza la incredulidad al Dios vivo ?¿L o rechaza realmente, o sólo indaga y pregunta

con duda, con desesperación ? Donde habla la incredulidad, donde el «no» se lanza helado y agudo contra el «sí», allí hay uno que rechaza a Dios, allí hayun obstinado ayo no quiero creer». Primero hay elquerer , después viene el pensar. ¿ Por qué no quiereel incrédulo a un Dios vivo? Precisamente por servivo. No toma posiciones contra el Dios de cuartito

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reservado, contra el Dios jubilado del deísmo. Aeste Dios lo admite. Menos se desmanda contra elDios atado a la naturaleza, contra el alma general ,el espír itu primitivo, la voluntad primitiva del mo

¿ Es un niño el incrédulo ? No, es mucho más pequeño todavía. Porque no sólo choca con el espírituy voluntad superiores , s ino que los rechaza. Y estono es ya una mentalidad infantil . Esto es insensatez.

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nismo. Su «no» se dirige tan sólo al Dios vivo. ¿Porq ué ? El Todo-Vivo no se deja mandar. Vive su vidapropia. Una vida que, porque es vida infinita , es tásencillamente por encima de todas las formas de

vida asequibles a nuestra experiencia, que por tanto no cae necesariamente en el círculo de la experiencia humana, que no se deja captar ni por eltelescopio ni por el microscopio, ni encuadrar en latabla de categorías del filósofo, que por lo mismono puede por vía experimental ser circunscrita , nidescrita , ni medida, ni coordinada en nuestro pensar.Sí , una vida que cualquier día , a cualquier horapuede irrumpir de improviso en nuestro mundo y

poner en él algo nuevo, un nuevo principio; que,por lo tanto , reduce de antemano a condición de eventuales toda suposición y todo cálculo humanos. Unavida que exige, que manda, que no abandona alhombre a s í mismo, s ino que lanza un imperativocategórico en medio de los deseos humanos y amenaza toda arb i t rar iedad , toda independencia h uma na.

De m odo que la cosa es clara : la incred ulidadno quiere a un Dios vivo, porque quiere pertenecerse por completo y exclusivamente a s í misma,quiere ser «ella misma». Replegada en s í misma siente a este Dios como un peso. Así también el niñoquisiera pertenecerse a s í mismo al jugar. Choca conel pensar más maduro y la voluntad f irme del adulto . I/) que quiere es construir en la arena sus pequeños pensamientos y planes.

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Porque, en una reposada reflexión, yo, el otro , todoel mundo, aparecemos como algo imperfecto , algo portodos lados incompleto. Por todas partes l ímite yfin , por todas partes l íneas que se quiebran repenti

namente. El pensar no es otra cosa que hacermeconsciente de estos límites, el querer no es otra cosaque reconocer mi impotencia, el sentir no es otracosa que un estremecerme ante los abismos, al bordede los cuales voy tambaleando. Soy un choque dese r y no ser . Cualquier cosa que haga lleva la marcadel perecer , de la tendencia al no ser . Esto se comprende por s í mismo; esto lo veo inmediatamente,si me veo a mí. Para esto no necesito profundas fi

losofías. Antes bien, es prerrequisito de toda filosofía. Y por esto es gran desatino relacionarlo todoa s í mismo, quererse poner a sí mismo como fin últ imo y sentido último, pensar y obrar —yo, que soylo limitado en persona— como si fuera lo obsoluto.Y por esto es inmoral adoptar de antemano una postura espir itual que pone obstáculo a toda indagaciónhonrada tocante al f in y sentido último de mi existencia, y obstinarme en no querer admitir una vida

que sencillamente sea superior a mi vida. Esto esun hacerse Dios uno mismo, una egolatr ía orgullosa,mentirosa, que peca contra el fondo manifiesto demi ser; esto es terqu eda d, esto es rebelión de esclavos.

En definitiva : mi propio ser me obliga a contarfundamental , interior y honradamente con la posi-

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bilidad de que mi pequeña vida tenga su or igen yobjetivo en una vida pr imera , poderosa por sí misma. Ésta es la postura del creyente. Sólo el la es razonable y conforme a la moral .

cias del pecado or iginal , entregarse , con todo su afánde vivir , a buscar a Dios «por las cosas visibles».Desd e la Ilustra ció n — ¡ el siglo de la filosofía!—,estas trabas experimentaron un alza muy peligro

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Pero, ¿me basta para l legar al Dios vivo aceptarla posibilidad de su experiencia ? Todavía no. Estoysolamente en camino hacia Él , o, por lo menos, nohe cerrado todavía con obstinación el camino que

conduce a É l . ¿Puedo andar es te camino? ¿He deandar lo ? ¿Estoy obl igado a andar lo ? E s to no depende únicamente de mí. Si realmente hay un Diospersonal , vivo, un Dios que t iene el ser por Sí mismo, que es el ser l leno, total , propio, entonces esclaro que Él no me necesita a mí ni necesita mi fe,y es pura bondad y gracia si se revela a mí. Por ,esto no se habría de decir : ¿ debo, estoy obligado acreer? , s ino ¿me es permitido creer? Al preguntar

por el Dios vivo, la pregunta ha de ser , por ley desu propia naturaleza , una pr egu nta que implora :¡ Señor , ayud a tú mi incredulida d ! Con o tras palabras: la cuestión relat iva al Dios personal nunca esuna mera cuestión filosófica, sino también un actoético y religioso. Con esto se distingue específicamente de toda otra cuestión, p. ej . la relat iva a loshuéspedes de las hormigas. El interés puramente filosófico por el Dios vivo es un interés profano, no

santo y , por lo tanto , desviado. S i hay rea lmente unDios vivo, entonces sólo puedo l legar a Él pensandocon unción de oración, o, mejor aún, mediante unaoración l lena de ref lexión. No hay otro camino.

Con es to ya se ha ganado mucho te r reno. Sonremovidas las trabas espir i tuales que impiden alespír i tu creado, y además prendido en las consecuen-

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sa. El dominio absoluto de la razón subyugó el corazón y con ello el pensar que brota de lo profundo,todo el pensar , e l pensar personal , e l pensar ir r igadopor el más fresco sentimiento de vida. No reconoció

más que el pensar que sólo establece relaciones, queestá fal to de substancia. Si hay un Dios vivo, entonces yo soy creado. Entonces todo mi ser dice relación a Dios, y por esto únicamente puedo encontrara este Dios, si todo mi ser , no sólo mis pensamientos, sino también mi voluntad y sentimientos, vande consuno, o, más precisamente aún : si hago mispreguntas e investigaciones par t iendo del conjuntode mi experiencia pr imordial del ser , penetrado y

conmovido por los sentimientos fundamentales demi múltiple l imitación y desarraigo completo, tendiendo por ley de mi propia naturaleza al ser y deber absoluto. Pensar en Dios sin ocupar a la vez enello todas las fuerzas del alma, tiene tan poco sent ido como querer calif icar un Rembrandt sólo conlos recursos del pensamiento. De ahí que el hombremedieval , e l antiguo y el pr imitivo pudiesen encontrar con más facilidad a Dios, ya que su pensar eratodavía un pensamiento integral , personal y vivo.

Esta pleni tud de pensamiento da una nueva orientación a toda la concepción del mundo. El enigmase trueca en pregunta alentadora , e l fantasma enexplicación de un sentido, el problematismo en concatenación y unidad. Mis indagaciones t ienen ya carácter posit ivo y no negativo. No es un preguntar

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refunfuñante, cr it icón, enfermizo, s ino un preguntar edificante, de conjunto," valiente.

A tal modo de preguntar contesta Dios. Contestacon mil señales de la naturaleza. Por la plenitud

no puede acaecer» (Gogarten) , s i es , por tanto , sóloalgo irracional , un rendirse a la «pétrea objetividady estabilidad de las palabras : et verbum caro factumest», entonces t iene por completo el sabor de un

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muda de sus símbolos le concibo con certeza comocausa primera, como ser subsis tente, como fuentepersonal de inteligencia y voluntad.

¿Es éste ya el Dios vivo de la revelación, el Dios

del misterio de Navidad ? No, no lo es todavía. ¿Cómo llego, pues , a este Dios?Al Dios vivo de la revelación sólo puedo llegar

mediante su revelación. La naturaleza sola me levanta hacia Dios , mas no hace bajar hasta mí al Diosvivo de la gracia. El que Dios quiera revelarse a mísolamente por medio de señales mudas , s imbólicas ,como la lejanía, o quiera además inclinarse a míde un modo inmediato , vivamente personal , sólo

puedo saberlo por el mismo Dios. Por lo tanto , Navidad presupone el mensaje de Navidad. Mas dondehay mensaje, ha de haber fe. Por lo tanto , he decreer.

Es to , desde luego, no es otra cosa que conocer y saber. O más exactamente: es un conocer y saber , perodistinto en especie. Si el creer no fuese un conocery saber, sólo fuese una decisión exigida por la leymisma de mi exis tencia, s i consis tiese en entregar

me resueltamente, s in t i tubeos , al Dios encarnado,para salir de los funestos contrastes que constituyenmi ser , contrastes de t iempo y eternidad, de materiay espír itu , de instinto y razón, entonces la fe seríaun salto desesperado a un abismo sin fondo, y no unsalto a la t ierra f irme de una nueva realidad. Sicreer no es otra cosa que ((tener por acaecido lo que

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artif icioso aturdimiento, de una autosugestión dogmática, y no se comprende por qué motivo la «pétreaobjetividad» de antiquís imas , primitivas fórmulas dehechizo no ha de producir también el mismo efecto.

En cambio, s i lo que me mueve a creer no es lasencilla objetividad del mensaje de Navidad comotal , s ino el milagro que en el mismo se revela,es a saber , el milagro de vernos redimidos de lasdiscordias de nuestro ser por la encarnación de Dios ,entonces desaparece lo irracional , entonces creo porlos s iguientes motivos : primero , porque reflexionando me doy cuenta de la hendidura que hay enmi ser; segundo, porq ue descubro su relación con

el misterio originario , que es Dios; y tercero, porque en el hecho de la encarnación veo mi salvación.Mi fe , por consiguiente, es razonable, es una fe quereflexiona. ¿Basta esta fe discursiva? No basta todavía. ¿ Puedo obligarme a afirmar la realidad dela encarnación únicamente porque mi ser resquebrajado lo exige? ¿Puede algo ser verdad por el merohecho de que yo lo necesito ? No, la necesidad no creauna realidad, tan sólo la muestra. ¿N o puedo pregun

tar siquiera si el milagro de la encarnación es unarealidad ? ¿ He de creerlo precisamente porque mi espíritu crítico no lo admite como algo real ? ¿ Es , portanto, la fe esencialmente una «guerra», una «contradicción» ? Podría serlo, si lo divino no fuese tansólo algo distinto de mí según su esencia, sino esencialmente contrario , s i todo mi ser fuese pecado.

 

Entonces nada habría en mí con qué llegar a Dios.Lo divino chocaría conmigo como la luz con la obscuridad ; yo sería como un cadáver circuido de vidadivina. ¿Soy un cadáver ? ¿Soy sólo pecado ? No , no

milagro bril la necesariamente la revelación, es tairrupción de una nueva y más alta realidad. Porende, la cuestión sobre el milagro se refiere tambiéna la realidad de una revelación más profundamente , a la realidad de un Dios personal , vivo. La fe en

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lo soy. Tengo pecado, mas no soy el pecado. Tengomuertos a bordo, mas no estoy muerto. Hay oposición en mí, mas no pura negación, no contradicciónontológica. Precisamente por esto puede mi menteno obstante sus tropiezos , concebir el enorme pro-blematismo de mi exis tencia. Y mi querer puede,no obstante sus deslices, desear la solución de miscontrastes en el Hombre-Dios. Por ende la fe eneste misterio no puede ser una f lor de milagro, quebrote en mí s in raigambre, s ino que Dios , únicoque puede suscitarla , la saca de toda mi natural capacidad para recibir le a Él , la saca de aquello que losteólogos l laman potentia oboedientialis. Y por esto

no se abre en mí el nuevo mundo de la fe sin micooperación. He de estar aparejado para recibir alDios vivo, y escucharle cuando da testimonio de Sí.

Da testimonio de Sí mediante su revelación. Estono puede sorprenderme. Con esto había de contar ,s i Dios es un Dios vivo, personal. Porque precisamente así puede mostrarse de un modo inconfundible como ser subsis tente, como Dios personal: s ise me revela de un modo inmediato , personal , supe

rior al modo con que se revela en las cosas de lanaturaleza. Por esto s iempre y en todas partes la fesincera, firme en el Dios personal y vivo, ha sidoa la vez una fe en la revelación. Mas donde hay talrevelación, all í hay algo nuevo, algo inmediato; all íhay milagro. La cuestión de la revelación s iemprees también una cuestión sobre el milagro. En el

el Dios vivo trae consigo la cuestión sobre el milagro y le da una tonalidad especialmente religiosa desent imientos .

Con esta postura espiritual paso revista al crist ianismo. Primero intento verlo en su fachada, como

jenómeno de conjunto; por tanto , no examino tan sóloesta o aquella particularidad cris tiana. Como fenómeno de conjunto, lo comparo en su carácter religioso con las construcciones , también religiosas , en queel hombre ha buscado afanoso durante milenios lasatisfacción de sus predisposiciones para lo santo,para lo divino. Lo revelante de su postura fundamental en el plano religioso-moral , su altura espir i tual en punto a creencias , ley moral e insti tucionesculturales , se hace patente a la primera mirada, yse acusa todavía más a medida que crece mi solicitud en consultar la his toria comparada de las religiones. En el cris tianismo sopla un aire de alturas .Nada hay en él de bochornoso sensualismo ni fantasear grotesco; nada tampoco de hacer violenciaexcesiva a la naturaleza, ni negar con espír itu cansado el mundo y la vida. Es la realización de los pen

samientos más atrevidos , de las nostalgias más f inas , de las exigencias más valientes , de la entregamás pura. Si la humanidad pudiera y quis iera vivir el espíritu del cristianismo, sería completamente feliz. Esta capacidad de alturas que tiene el crist ianismo me hace indagar sus orígenes históricos.

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Estos orígenes se presentan unidos a la aparición de una figura que —no obstante las lagunas deque están llenas las tradiciones relativas a ella—diseña el ideal del ser humano, puro, santo, sabio,bondadoso, valiente y perfecto , de un modo tan lu

sangre de millares , una credibilidad his tórica imponente. A la luz de la vida de Jesús se muestrala resurrección como el Amén solemne, divino, deesta vida, como la solución del enigma de su persona, como la palabra decisiva sobre su misterio.

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minoso, con tal relieve y con todo tan sencilla y simplemente para la humanidad, que ésta no puede yalibrarse de su encanto. De esta figura ideal afirmansus amigos más íntimos y sus discípulos que se

manifestó como «Hijo» del Padre, y se fue a lamuerte con la intención decidida a entregarse como«rescate por los muchos». Y colocan estas ansiasy pretensiones extraordinarias de su Maestro en losmarcos de una vida y de una actividad insólitas ,únicas . Hablan de milagros obrados en pecadores ,y enfermos, y muertos . Tal como los describen, notienen estos milagros nada de la charlatanería petulancia y presunción de que suele acompañarlos el am

biente contemporáneo. Son como un amor radiante,como una manifestación de santidad entre los miserables y los pobres. Y no están colgados como casualidades en la vida de Jesús, sino que son reflejos de sumás íntimo modo de ser; no pueden separarse de Él-

Pero lo verdaderamente inaudito , lo maravilloso desu aparición y de su actividad culmina en su resurrección. Ésta cierra el círculo de la vida de Jesús,descubre su lógica interior, su sentido, y así, a la

luz de esta vida, adquiere y corrobora su imponentefuerza de convicción. Precisamente del conjunto dela persona de Jesús , de esta aparición —profundamente arraigada en la his toria— de lo santo, de locompletamente nuevo, de lo grande y puro, recibenlas narraciones de la resurrección, selladas por la

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Mas no se agotan con esta prueba todos los testimonios que nos unen a Jesús. L,a resurrección noes tan sólo un acontecimiento his tórico, no pertenecetan sólo al pasado. Influye también en mi t iempo, yen mi tiempo está no solamente ella, sino toda lavida de Jesús , de suerte que yo puedo lograr un contacto personal con Él. Así pues , no hemos de detenernos en una afirmación asombrada, respetuosa, deun mundo de prodigios desaparecido. Porque enJesús se manifestó realmente lo divino, por estodebe haber también en Él fuerza creadora, fuerzadiv ina , un nuevo pr incip io , un nuevo movimiento ,una nueva vida l lena de pujanza.

Doquiera que en la t ierra haya vida verdadera, hayuna vida creadora. La vida se enciende al contactocon la vida (Móhler). Tiene por ley de esencia elafán de expansión, de nueva formación, de crecimiento, conservando s iempre su unidad orgánica.Siempre en crecimiento y siempre fiel a sí misma,esto es la vida. Así también la vida del Resucitadoen la t ierra , s i es vida verdadera, debe mostrarsecomo vida de una unidad orgánica infinitamente fe

cunda , de una comunidad con bríos de creación.Esta nueva vida no puede hallarse en lo individualy aislado, sino tan sólo en la vida pujante de unagrande y santa comunidad.

Busco, pues , una comunidad en que la vida y laresurrección de Jesús sean un «ahora» henchido de

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creación, en que el Jesús histórico adquiera realmente su integridad y plenitud.

Muchas comunidades toman su nombre de Jesús.¿Dónde está la integridad de Jesús , su plenitudcreadora ? Mi principio de selección no puede ser

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sino encontrar la comunidad creadora, la unidad enla plenitud. Cuanto más r ica sea la plenitud y másconsciente la unidad, cuanto más resalte la individualidad, la fidelidad a sí misma en la plenitud,conscient

 

de «muchos un solo cuerpo». Cada hendidura, cadaseparación de la unidad primitiva, trae el sello delo no divino, de lo humano, de lo egocéntrico. IvaIglesia católica no es separación, no es opinión particular , no es individualización, s ino comunión en el

ora por el único visible, a fin de que «su fe no perezca», y sobre este Pedro descansa toda la Iglesiavisible. Él lleva -y defiende la uni dad . M edian te É lresalta ésta con realización visible y representaciónsensible. Él maneja el (¡pan» que de muchos hace

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t iempo y en el espacio, comunidad, y no como sumade individuos , como resultado armónico de opinionesparticulares , s ino comunidad como ser, como unaunidad suprapersonal , anterior a cada individuo, y

necesaria para que éste pase a ser miembro de lacomunidad. Esta unidad suprapersonal radica en elmismo espír itu de Jesús, en la plenitud de su verdady gracia creadora. Esta plenitud, es cierto , f luye confecundidad sob reabun dante , como fuerza m isteriosade vida, por todos los pueblos y culturas , empujando a l l í , inc i tando aquí , formando , penetrando. . .pero —ya que viene del corazón de Jesús— sinperderse jamás a s í misma, s in perder su forma

de ser sobrenatural. Por esto no es como un grano de oro apretado en una extraña masa de piedra,sino como una semilla viva que se asimila todos loselementos extraños que le convienen, y los aprovecha según su propia ley para la constitución de suser. A este ser estr ictamente sobrenatural corresponde lo sobrenatural de los plenos poderes, por loscuales obra. Tan sólo en el dogma, en el sacramento y en el minis terio sobrepersonales están la verdad

y la gracia de Cristo sin el yo y el tú . Pasan lossiglos , surgen nuevas generaciones y , a pesar detodo : no es Pedro , no es Pablo , no es Pío , no ; esCris to quien predica y bautiza. Por esta unidad desu principio sobrenatural fórmase hasta las últ imascélulas el ser visible de la Iglesia. El Cris to único

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un solo cuerpo.En mi fe de Navidad domina, pues , es ta santa

tr inidad : Dios , Cris to , Iglesia. Que el Dios revelado a mi mente y a mi conciencia por la realidad de

la naturaleza sea un Dios que por encima de todatraba de la naturaleza se entrega a mí en acto l ibérr imo de amor, lo sé de Jesucris to , en quien apareció Dios en forma humana. A Cristo mismo y alconocimiento lleno de fe de las fuerzas divinas quebrotaron en Él , y a la mirada global de estas fuerzas, mirada y conocimiento l lenos de fe , l lego decidida e inmediatamente (no mediante, no por víali teraria) a través de la vida puesta por Él en la

Iglesia, vida que por su unidad creadora nunca quebrantada se acredita de continuo como operaciónoriginaria del espíritu vivificante de Cristo, como su«plenitud». Porque tengo a la Iglesia por Madre,tengo a Dios por Padre (San Cipriano).

Consecuencia clara : el que está fuera de la vidade la comunidad católica, es tá solo , es tá ais lado.Y lo está aun cuando se une en «comunidad» conotros del mismo parecer. Estas comunidades se asien

tan sobre el propio deseo de unidad, son creacionesde la propia neces idad , es t ructuraciones humanas ,no una fundación del espír itu de Cris to. Porque esteespír itu , por necesidad de su ser , sólo puede revelarse y acreditarse, en todas las etapas del desarrollo his tórico de su vida, como comunidad creadora,

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como unidad, como amor, como «Cuerpo de Cris to».Ésta es su manera de revelarse. Y por esto cada escisión y cada agrupación histórica está fuera de esteespír itu. Es una planta que ha brotado por s í mism a; no es s iembra de Dios , y por esto , «como un

natural , las indagaciones y los tanteos son largos ,duros , casi s in perspectiva; hay una lucha desesperada con Dios. Y puede ocurrir que esta luchaacabe por erigirse en f in propio, que sea un jugar aguerra entre Dios y el hombre. Como si el hombre

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trocito de r iñon arrancado del organismo», s igueviviendo un rato alimentándose de un substrato artif icial , mas no puede ya producir y mostrar una vidaoriginaria (André). Ciertamente el espír itu de Dios

sopla donde quiere. Visita también individuos y solitarios , judíos y paganos , pero s iempre como espíritudel amor y de la comunidad, como espír itu que impulsa a la unidad completa total de los hermanos.Nunca puede estar el espír itu de Cris to en una comunidad que se ha levantado contra la unidad y elamor originarios . Así , el cr is tiano de semejante «comunidad» es un hombre solitario. Como una luzbril lante, colocada en un aposento, echa sus rayos

a través de la ventana a la calle obscura, así la comunidad de la Iglesia católica, penetrada por la gracia de Cristo, esparce luces de lejos sobre su camino.El cristiano solitario vive de la Iglesia a la que ataca. Y si esta comunidad pereciese, poco a poco se leapagarían también a él sus pequeñas luces , comoal satéli te cuyo sol se ha extinguido.

Más ais lado está todavía quien se empeña en buscar su camino confiado en sí mismo. Se cierra deli

beradamente a todo contacto con el Cris to vivo,to ta l ; y busca la verdad únicamente en documentosmuertos . Se parece a una persona que con todaintención quiere cerrar los ojos a la primavera pomposa y descifrar su riqueza por las hojas amarillentas esparcidas por el suelo. En tal caso, como es

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quisiera probar s i Dios puede obligarle a creer . Másaún, como si Dios sólo fuese un problema de matemáticas o un rompecabezas , y la solución deber fundamental en la vida del hombre. Como si el hombre

pudiese ser el arbitro en las cuestiones de Dios. ¡ Eljuego de los Prometeidas ! A ra tos un juego insensato e indigno, y un juego senil , pueril , no obstanteel aire de campeón. Porque nosotros no somos Prometeo; y aunque lo fuéramos.. . Dios no permite quese le robe el fuego. Y así sucede que nadie levantatanta alharaca respecto de Dios , y , con todo, le hallatan poco como este solitario que guerrea «contraDios».

Kl católico nunca está solo. Nunca huye al desierto para buscar y tentar a Dios. Vive de la plenitud,de la comunidad de aquellos en quienes Cristo seforma de continuo.

Y por esto , s i no permite que le arrojen de estacomunidad el loco torbellino de la vida y el torbell ino más loco aún del pensar «autónomo», no correrá riesgo de suprimir con ligereza la realidad de Diosque se revela de continuo en la fe viva de la Iglesia,

ni de exigir insolente que Dios , para ser reconocido,escriba nuevamente su nombre con caracteres vis ibles en la pizarra l impia del conocimiento humano.Su espiritualidad no se parece en nada a la de esosespír itus modernos.. . «avanzados». La profundaconciencia de la propia mezquindad, el respeto a la

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realidad de la naturaleza y de la his toria , el sentido vivo de lo santo y completamente superior , laexperiencia del poder purif icador , edif icante, beatíf ico de un modo de vivir realmente cris tiano, y sobretodo el sentimiento amoroso de vivir en la «Comu

estéril , «avanzada», podrá suceder que se entableuna lucha por Dios, mas nunca una guer ra contraDios, una guerra que expulse violentamente a Diosdel alma, para empezar después , a base de esta «limpieza de Dios» completamente «sin hipótesis pre

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nión de los santos» de todos los t iempos y lugares .. . ,no deja lugar a la duda fundamental. El católico ese l hombre positivo, su postura espiritual es afirmación, tes is , no negación. Y una tesis que brota de la

plenitud, de todo el conjunto de su propio ser , comotambién de la unidad cerrada, recia de la comunidad.Y por brotar de la plenitud, la fe es para él , no algoinasequible, no un andar a t ientas , s ino un hechofundamental de su espir itualidad, un «sí» f irme, undescansar en la verdad.

Por otra parte , no es que este descansar en la verdad, propio del esplr itualismo católico, sea una aceptación embotada, benigna, indolente de la revelación

propuesta por la Iglesia. Precisamente porque el católico llama no tan sólo su mente, s ino todo su yoa la fe, pone en el acto de fe lo mejor de su ser. Sufe es un «sí» al Dios vivo que se revela por el Hijoen su Iglesia, un «sí» dictado por una veracidad absoluta, por el respeto, la humildad, el amor, el noblesentir . Por lo tanto , es tá l leno de tensión y fuerzamoral. Un «asentimiento» que llegase por el merocamino de la tradición, que radicase sólo en la cos

tumbre, no estaría a la altura de la fe católica ni sedis tinguiría esencialmente de la aceptación y herencia de tradiciones y usos profanos. I ,a fe es un actoque ha de cumplirse hoy y mañana y s iempre. Sí;cuando la fe del católico sienta el soplo del espíritude contradicción que viene del reino de la negación

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vias», a indagar el problema de Dios.I^a Madre Iglesia le estrecha con suficiente inti

midad la mano, y él se inmerge lo bastante en elrío de vida de la comunión de los santos y de la

gracia, para que ya no pueda indagar los derechosde la fe de otra manera que partiendo de esta vidaexuberante . Sus preguntas e indagaciones seránsiempre las de un amor vivido; serán s iempre preguntas e indagaciones de quien busca contacto y sostiene contacto con la Iglesia viviente. Y la gracia dela fe que hay en esta Iglesia dará s iempre bastanteluz y fuerza a su alma para preservarla de respuestasy soluciones torcidas.

¿De modo que a fin de cuentas la fe católica descansa únicamente en la Ig lesia ?

Si con esto se quiere mover cuestión sobre el último fundamento de certeza que tiene la fe católica,entonces basta lo que llevamos expuesto para preservar del error de creer que el católico pueda verla Iglesia visible como móvil últ imo, decis ivo, de sufe en el mundo de misterios de la Revelación. Dondehaya lo inconcebible, donde haya misterio , all í no

puede ser s ino el l lamamiento de Dios, la gracia dearriba, que r inda mi razón a lo inconcebible. Comocomunidad vis ible , la Iglesia infalible guarda, atestigua, explica, defiende mi fe; mas no sostiene susmás profundos cimientos. Con todo, aun cuando nose trate de estas últ imas profundidades de la fe , del

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contenido de la revelación, preñado de mister ios,sino de reconocer su cumplimiento y realidad histór icos, aun cuando se discuta la credibil idad que merecen los testigos de la revelación, sobre lo cual yapuede emitir juiciosamente su fal lo nuestra razón

de la fe recaería sobre Dios mismo. Tras el espectáculo del mundo habría una insensatez sombría.Y mi propio ser , que t iende al descubrimiento delúl t imo sent ido , se r ía un enigma a tormentador . Es tono lo puedo admitir . Esto ser ía precipitarse con salto

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natural, aun en este caso es la fuerza salvadora dela gracia divina la que en últ imo término l ibra nuestro espír i tu —gravado con las consecuencias del pecado or iginal— de toda estrechez egocéntr ica en el

pensar y querer , y le abre los ojos para ver la plenitud de verdades y valores que resplandece en eltest imonio evangélico. De modo que no es la Iglesiavisible quien decididamente me conduce a la fe , sinoDios de quien yo creo que obra en mí mediante sugracia. Creo en Dios por amor a Dios.

¿Cómo sé que Dios existe? No he visto a Dios caraa cara. ¿Cómo puedo decir : Dios existe?

Con cer teza meram ente natural, es decir , con aque

l la cer teza que mi razón puede lograr mediante unestudio sereno y sinóptico de los casos dados en lanaturaleza y en la histor ia , puedo formar mi juicio de credibilidad fundándome —algo así como lohicimos al dar una mirada de conjunto al cr ist ianismo— en la forma peculiar que puede retar todoslos métodos «naturales», forma en que se me presentan el cr ist ianismo y la Iglesia , y af irmar : Ha dehaber Dios... si el fin de todas las cosas no ha de ser

la sinrazón. No puedo creer que tras tanto esfuerzopor la verdad y tan ser ias indagaciones, t ras tantodiscernimiento y espír i tu, t ras tal aparato de señales y pruebas, t ras tan noble sentir y pureza , r iquezay bendición, no haya más que un error , una i lusióngrande. El error de los Apóstoles y demás test igos

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insensato al abismo del caos; no : de la nada. Estosería la aniquilación de sí mismo, la divinización dela insensatez , una locura cósmica. Por tanto, micerteza natural de que es realmente Dios, con quien

tengo contacto en la Iglesia , brota ya de mi naturaleza espir i tual y moral .

Pero mi fe es algo más. Es un vivir y saborear ,es un contemplar , aunque no sea más que «como enun espejo» (1 Cor. 13, 12) . Naturalmente , a l conocerla fe no llego a la esencia de su realidad, que es sobrenatural . Mas la percibo en sus efectos, en la pureza incomparable , en la profundidad y fuerza conque «el mismo Espír i tu está dando test imonio a

nuestro espír i tu de que somos hijos de Dios» (Rom.8, 16). L,a siento aun fuera de mí en el «olor vivificante que causa la vida» (2 Cor. 2, 16) y que exhalan la consagración de los misterios eclesiásticos, lacasta severidad del dogma, la seriedad de la disciplina de la Iglesia y tantas f iguras de santos. De modoque hasta cier to punto puedo «experimentar» la fuerza de mi fe que comunica dicha. Y cuanto más conscientemente viva según el Evangelio, tanto más cre

cerá mi cer teza experimental de «la vir tud de Diospara salvar a todos los que creen» (Rom. 1, 16).

Naturalmente , esta cer teza nunca podrá ser unacerteza «exacta» en el sentido estricto de la palabra.Nunca serán los discernimientos meramente humanos tan r icos y profundos que puedan imponernos

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formalmente la fe en Dios y en su palabra (Vat. s. 3,de fide, can. 5). Nuestras especulaciones religiosassiempre tendrán sus nubes. Pero entonces , ¿cómollegamos a un «sí» firme, creyente ? No por la fuerza de nuestro pensar , s ino por la vir tud de nuestro

echa su sombra sobre el misterio de la elección. N u n ca será resuelta en la t ierra. Sólo podemos decir : noserían culpables los hombres por rechazar la fe sila casualidad y el obrar de Dios estuviesen en elorden de nuestra ac tividad; s i , por tanto , se desarro

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querer. Nuestra fe no es tan sólo conocimiento, s inotambién decis ión : hay en ella el acto de la voluntad.Ya que nuestra voluntad tiende por naturaleza hacia el reino de los valores, le basta que pase por la

mente un leve fulgor del valor sumo para que ella—la voluntad— en un acto libre se vuelva a estevalor y con la fuerza de su propia decisión arrastretambién por encima de obscuridades al entendimiento vacilante aún y lo mueva a dar su asentimiento.De modo que creo porque quiero creer. Del fondo demi voluntad de vida afirmo yo a Dios, a quien mipensamiento me muestra como de lejos . Mas ¿porqué me decido yo por Dios y su verdad, y por qué

niegan tantos otros su «sí» l ibre, aunque bril le también para ellos la revelación de Dios ? Esta preguntanos l leva a lo más profundo y a lo últim o, al misteriode la fe, que en definitiva está encerrado en el misterio de la elección, en el misterio de la gracia divina.Porque así reza la palabra del Señor : «Nadie puedevenir a mí si mi Padre no se lo concediere» (lo. 6,66). Mi fe, por más que sea acto mío, es también, yprincipalmente, obra de Dios. «De gracia habéis s ido

salvados por medio de la fe, y esto no viene de vosotros, siendo, como es , un don de Dios» (Eph. 2 , 8) .Mi fe en su raíz más profunda y última es gracia,don de Dios.

En tonces , ¿ no hay que culpar a los hombres si rechazan la fe ? Es la misma cuestión tremenda que

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l lasen en el mismo plano que nuestro obrar . Entonces Dios , como causa primera, como quien llamadesde la eternidad de un modo eficaz a uno y nollama eficazmente al otro, sería el único responsablede la incredulidad de los hombres. Mas la modalidadde Dios y la característica de su obrar divino es precisamente que Él hace arraigar mi ser y mi actividad en su actividad y en su ser, y lo satura con suvoluntad , sin tocar este mi ser y esta mi actividaden su esencia, en su libertad natural. Ahí está precisamente la elevación inconcebible del poder creador : en el orden natural, Dios crea un ser dotado derazón, que le pertenece por completo a Él y con todo

se pertenece por completo a sí mismo; y en el ordensobrenatural suscita una fe que es completamente sudon y, a pesar de todo, también es por completo cosadel hombre. Nuestra fe nos pertenece de l leno, y porotra parte pertenece de l leno a Dios; y solamenteporque pertenece de lleno a Dios, es en sentido propio y verdadero nuestra fe. Así, en el cris tianismoestán lado a lado, s in excluirse recíprocamente, lagracia y la l ibertad. Por esto hay realmente una cul

pa de incredulidad : «Quien no da crédito al Hijo,no verá la vida, sino que la ira de Dios permanecesobre su cabeza» (lo. 3, 36). Y con todo rige la palabra del Señor : «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le atrae» ( lo. 6 , 44). El misteriode la fe se funda en el misterio de Dios.

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C Ó M O 1 X E G A E L H O M B R E A C R I S T O

S EGÚN la espir itualidad peculiar de cada pensadorserá diferente el cuadro que él se forme del

hombre y de su relación con Dios. Sin embargo, todos los filósofos y teólogos cristianos coinciden enalgo inconcuso : en que la naturaleza humana tienepor su mismo ser una relación trascendental conDios. Pues bren, en Cris to «habita toda la plenitudde la Divinidad corporalmente» (Col. 2 , 9) . En Cristo tenemos a Dios; por lo tanto , predicar a Cris toes la misión más elevada y de mayor responsabilidad que tiene la Iglesia. I ,a predicación debe partirs iempre de este punto y volver s iempre al mismo; delo contrario , se le quita el alma. El cris tianismo noconsiste en confesar los doce artículos de la fe yobservar los diez mandamientos de Dios; ello seríauna mera relación legalis ta , al es ti lo del AntiguoTestamento. El cris tianismo no es ley, s ino graciay amor : es la buena nueva referente al amor del Padre celestial , amor que se nos ha revelado en Cris to.Cristo es el «sí» redentor que Dios nos dirige. Sólosomos «hombres» en el sentido elevado de la palabra, según la mente de Dios , hombres nuevos , s i somos cristia nos. A sí pues, nos acosa esta cuestió n :cómo llega el hombre a Cristo.

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Cristo no se nos presenta como una figura histórica solitaria. No es solamente por documentos muertos como nos l legan noticias de Él. Ordinariamentenos enteramos de los personajes his tóricos por víali teraria; pero Cris to se presenta como el Cris tode la plenitud, como causa primera creadora, como

dijeron tantas y tan hermosas cosas los antiguosPadres y que nos hace aptos (potentia, oboedientia^lis) para escuchar el llamamiento de Dios. Si el ((fenómenon» religioso que se presenta ante nosotroses auténtico, su influencia tendrá arrestos creadoresy enardecerá. I / iberará y encauzará nuestra predis

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fuente s iempre fecunda de un ingente r ío de vida quede Él se desparramó sobre la humanidad, y satura yfecunda de continuo a millones de hombres , y los

une en una sola comun idad de fe y de amor; hacede ellos un solo cuerpo, su cuerpo. Tampoco tenemosnoticias de Él por vía puramente científ ica, sólo pormedio de libros y escritos. Sus noticias nos lleganpor el camino de la je . También los Evangelios sonen primer término libros de la fe, escritos ya conla impresión de aquella poderosa vivienda de la realidad de Cristo que infundió vida a la comunidadprimitiva. Al leerlos , vemos a Cris to , no en un fr ío

ambiente his tórico, s ino en la cálida atmósfera dela fe y del amor, irradiada por el Resucitado y quellenaba a la naciente Iglesia.

Ni puede ser de otra manera. Porque Cris to , seacual fuere la postura que se adopte respecto de Él ,es un «fenómenon» religioso de primer orden. Y encuanto surge lo religioso, interesa no solamente alpensar crít ico, s ino a todo el hombre, también a suquerer ético, a su sentir y, sobre todo, al «fondo del

alma» (scintilla animae), a lo más hondo y exquisitoque hay en nosotros y que, al experimentar nuestracondición de s imples criaturas , nuestra dependenciae inconsis tencia i l imitadas , se lanza en busca de loabsoluto , de lo santo, para abrazarlo; interesa a esesentido «numinoso» que hay en nosotros , del que

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posición para lo divino. Creará una comunión de fey de amor. De ahí que frente a un hecho verdaderamente religioso no pueda haber una actitud indife

rente, un fr ío y racional regis trar el mismo. Frentea él no puede haber sino un «sí» o un «no» clarospronunciados por el hombre; fe o incredulidad.Y nunca nos encontraremos solos frente a tal fenómeno, s ino s iempre dentro de una comunión de feo en el bando de la incredulidad.

Partiendo de estos principios , se comprende deantemano que solamente en la comunión de fe podemos encontrar a Cris to. Y solamente en la fe po

demos abrazarle.De modo que al querer conducir los hombres a

Cris to , nu nca hemo s de hablarles como crít icos o fi lósofos, n i tam poco como simples , teólogos , s ino comopersonas poseídas de una fe viva en Cris to , bañadasen la poderosa corriente de vivencias que, partiendodel Señor glorif icado, inunda a la Iglesia y s iguemanando y fecundándonos en el culto religioso, sobre todo en los sacramentos. No como eruditos , s ino

sólo com o «ho mb res llenos de espíri tu» (7tveu¡i.aTixoí),que s intieron el toque del Espíritu de Cris to , como«predestinados de Dios para testigos» —según sellamaron a sí mismos los Apóstoles (Act. 10,41)— •, como «dispensadores de los misterios de Dios»(1 Cor. 4, 1) podemos y nos es lícito dar testimonio

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de Cris to. Solamente el espír itu puede dar tes timonio del espír itu. Sólo podremos hablar de Cris to s iantes hemos hablado con Él. El procedimiento «científ ico» puramente racional , que prescinde conscientemente de la fe viva, o por lo menos hace como siprescindiera de ella , ha convertido a muy pocos ,

nuestra , se s iente impulsada a clamar desde lo másprofundo al Padre. En su Vida de Jesús, F ranco i sMauriac reprocha a ciertos teólogos el presentar unaimagen de Cris to en la que «el hombre, es te Jesús.. .corre peligro de desaparecer en la gloria de la se

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y, en cambio, hizo escépticos y ateos a muchos.¿Qué hemos de decir a los hombres al querer con

ducirlos a Cris to? ¿Cuál es el objeto más próximo,

inmediato de nuestro mensaje referente a Jesús ? N opuede ser otro s ino Jesús mismo, su misterio sobrenatural , la verdad de que Él es el Éogos humanado,Dios y hombre a la vez.

I ,a experiencia misma nos enseña que muchos crist ianos , y hasta muchos cris tianos piadosos , af irmanllenos de fe el dogma de la divinidad y humanidadde Cristo, confiesan las dos naturalezas de Jesús,pero en su piedad práctica se forman una imagen de

Él en que lo humano queda completamente absorbidopor lo divino, en que la humanidad de Jesús aparecetan sólo a modo de forma exterior , como envoltoriovis ible de lo íntimo y esencial: su divinidad. El quepiensa, el que quiere y s iente en Cris to es , según estaconcepción, únicamente el Verbo divino. Su omnisciencia, su omnipotencia divina es la que se manifiesta de un modo inmediato en las palabrasy obras de Jesús. Ya no se recuerda que Cris to , se

gún el dogma de la Iglesia , es plenamente hombre;que tiene un alma humana, una conciencia humana; que posee por completo la l ibertad humana dedecis ión y una vida sentimental puramente humana;que el temor de Dios llega también a las profundidades de su alma, y que su conciencia, como la

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gunda Persona divina (Prólogo). Y el erudito jesuíta Galtier cita con aprobación lo que afirma elcanónigo Masur en su obra Le sacrifice du chef (pá

gina 130) : «El monofitismo, es decir, la do ctrinasegún la cual Cris to es verdadero Dios pero no también hombre verdadero, es tentación de personaspiadosas , pero ignorantes .» Masur habla de un«microbio sutil» que «está muy extendido entre losfieles, pero que es difícil de descubrir y combatir».No es maravilla s i el mundo no cris tiano cree queesta imagen de Cristo, propia de muchos fieles, esla única propuesta por la Iglesia. Para nosotros , ca

tólicos , Cris to no es un milagro divino ambulante porla tierra, no es un Dios disfrazado bajo figura humana, a la manera de las concepciones paganas , y que«ya de antemano lo sabe todo, todo lo t iene en lamano y que, por tanto , con facilidad puede tr iunfardel pecado, del dolor y de la muerte». Es plenamente hombre, como nosotros . Su vida, su conducta, supiedad no se dis tinguen de nuestra vida y de nuestra piedad s ino en un solo punto —inmensamente

importante y peculiar , como es natural—, en queCristo sabía que Él era Hijo de Dios no como nosotros , en un sentido impropio (accidental) , s ino ensentido propio (substancial) . Es un mérito s ingulardel sagaz franciscano Duns Escoto el haber llamadola atención, a la luz de la doctrina de la Iglesia,sobre la igualdad esencial que hay entre las viven-

 

das de los cris tianos en general y las vivencias deCris to. I*a relación entre lo sobrenatural y la naturaleza, entre la gracia y la l ibertad no ha s ido subs-tancialmente diferente en Cris to que en el cris tiano.Así como la gracia santif icante no cohibe ni violentala l ibre voluntad del cris tiano levantado al orden

plena conciencia de la propia c apacidad de decisióny con toda libertad. De modo que la vida y las vivencias sobrenaturales de Cris to no tenían dis tintaestructura que la vida de gracia del cris tiano. Enambos casos todas las gracias y todos los dones pro

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sobrenatural , as í tampoco cohibe ni violenta la capacidad de l ibre decis ión en la humanidad de Jesucris to. No hemos de pensar que la segunda Persona

de la Santís ima Trinidad irradiara fuerzas divinasal alma humana de Cris to y les asegurara un predominio absoluto. Nunca es una sola de las Personasdivinas la que obra exteriormente (ad extra), sinoque s iempre lo hace la única y misma naturalezadiv ina , el Dios uno. Y Dios nunca obra ad extracon necesidad, s ino s iempre con libertad.

Así, no fue la segunda Persona divina, s ino la librevoluntad del Dios Trino, la que levantó la naturaleza humana de Jesús a la personalidad, a la subsis tencia del Verbo divino, la que obró la Encarnación. Y fue esta misma voluntad, es ta voluntadlibre, la que dotó a la humanidad del Señor , unidacon el Verbo divino, de las fuerzas y excepcionalescualidades sobrenaturales que necesitaba para redimir a los hombres. Es «el Dios de Abraham, elDios de Isaac y el Dios de Jacob» el que «ha glorificado a su Hijo Jesús» (Act. 3, 13). Es el Dios

vivo el que ha autorizado «a Jesús de Nazaret. . .con milagros , maravillas y prodigios» (2 , 22). Y elque la humanidad de Jesús reaccionara asintiendoa estas influencias divinas no ocurría por una rigurosa necesidad, como si el querer humano sesintiera subyugado por el querer divino, s ino con

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ceden de la l ibre decis ión del Dios Trino; en amboscasos influyen en la voluntad humana, s in obligarla.Ciertamente las cualidades excepcionales de la humanidad santís ima de Cris to son incomparablemente más elevadas y amplias de lo que pueden ser lasgracias y los dones otorgados a un puro hombre.Por tanto , la vida sobrenatural de Cris to se dis tingue de la de los cris tianos según la amplitud, laintensidad y la perfección, mas no según su esencia.Por esto con justo t í tulo l lama Galtier ( lug. cit .) ala vida de gracia del cris tiano «prolongación y continuación» de la vida de gracia de Cris to. Y poresto San Agustín repite con s ingular complacenciaesta fras e: «Vivimos la vida de Cris to.»

Siendo así que la unión de la naturaleza humanacon el Verbo divino y las gracias y dones de la humanidad del Señor derivados de aquella unión sonestr ictamente sobrenaturales , por lo tanto trascendentes e invisibles, y solamente asequibles a la fe,lo que se nos muestra en el plano his tórico es Jesúshombre, Jesús en su f igura terrena, con su temperamento individual , con sus peculiares disposicionesy fuerzas , afanes y necesidades. Es realmente«como uno de en tre nosotros» , nues t ro Hermano.Solamente hasta este punto es asequible Jesús anuestra mirada his tórica y a nuestro conocimientocientíf ico. —El que este Hermano nuestro en lo másprofundo e íntimo tenga además un carácter divino,

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lo sabemos sólo por la fe . Porque se trata de una real idad invis ib le , sobrenatura l . Natura lmente , es unarealidad que por el «transparente)) de su naturalezahumana se nos revela con evidencia. Precisamentea través de lo humano bril la la majestad divina, la«maiestas Dom ini» : «per visibilia ad invisibilia»,

se constituyó en Señor nuestro (xópio?). De modo quela divinidad de Jesús es, por decirlo así, el rasgoque s irve de descanso a nuestros ojos en la imagende Jesús. El rasgo que enardece es su humanidad,porque mediante ella fue Él nuestro Dios , nuestro

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por lo vis ible a lo invis ible. Por Jesús hombre, tedir iges a Cris to Dios (San Agustín) . De ahí quenuestra fe no sea fe ciega, sino fe sabedora o, más

bien, una fe que sabe a quién cree.Precisamente por esto no nos conducirá a Cris to

ese procedimiento apologético que solamente se preocupa de probar la divinidad de Jesús. Cris to no essólo Dios , s ino que es Hombre-Dios. No hemos deseparar de lo humano lo divino y hacerlo en esteais lamiento objeto de nuestras especulaciones. Antesbien, hemos de tener s iempre ante la vis ta al Cristo total, al Cristo vivo, tal como dibujó San Pablo

«ante los ojos» (Gal. 3, 1) de los gálatas al Crucificado, al Cristo total así como es, como piensa y siente , padece, mu ere y resucita. F ue también al Cris tototal , no solamente al Cris to divino o al Verbo divino que exis tía antes de los t iempos , a. quien describieron los Evangelistas. Narraron los hechos deaquel Cristo qu e confesaba respecto de sí mismo :«El Padre es mayor que yo» (lo. 14, 28), y que dijoa María Magdalena : «Yo me subo al Padre mío y

Padre vuestro; mi Dios y Dios vuestro» ( lo. 20,17). Como indica San Pablo en la carta a los filipen-ses (2 , 5 y ss .) , la divinidad de Jesuses solamenteel misterioso fondo sobre el cual se destaca la imagen radiante de aquel que, mediante sus manifestaciones , su obediencia de s iervo y su muerte de cruz,

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Señor en sentido enfático. No concebimos la figuradivina de Cris to s ino mediante su humanidad.

Por ello es de importancia decis iva estudiar pro

fundamente la peculiaridad humana de Jesús , el sentarnos a sus pies , según el ejemplo de María Magdalena, y saturarnos de su imagen. I^o que el cardenalNewman exige de la fe cris tiana en general , esa saber , que no sea sólo un asentimiento «conceptual» , s ino también «real» , es tá en vigor , sobre todocuando se trata de nuestra fe en Cris to. Hemos derepresentarnos de un modo tan claro al Cris to vivo,al Cristo que pasó por los campos de Galilea y estáahora sentado a la diestra del Padre, que lleguemosa verle verdaderamente, que Él pueda llegar a lomás íntimo que hay en nosotros y que no queramosya separarnos nunca de Él. Así pues , hemos devivir a Cris to de tal manera, que del lejano pasadoCris to pase a nuestro presente, de la trascendenciainvis ible a nuestro mundo terrenal , palpable, delaire rarificado de la abstracción a nuestra realidadpalp i tan te . Por muy impor tan te que sea para nos otros el conocer suficientemente la teología dogmática y su cristología, para ver a Cristo con los ojosde la Iglesia , no debemos olvidar que con esta imagen dogmática de Cris to sólo tenemos un armazón,un esqueleto de conceptos abstractos y que todo depende de que lo llenemos con carne y sangre y leinfundamos vida. Una compenetración amorosa, por

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ejemplo, con el pasaje de San Marcos (2 , 1 y ss .) (

donde se habla de la curación del paralít ico, o conel de San Lucas (7 , 36 y ss.) , donde se refiere cómola pecadora acude a Cris to , arrojará mayores lucessobre la f igura de Cris to que un largo tratado dealgún teólogo insigne sobre la persona y la obr a

tal como, sacándola del marco del pasado, hemos decolocarla nosotros en el momento presente, con losmedios de la pura exégesis y de una psicología comprensiva. Con mil luces refleja esta imagen humanade Jesús lo divino. No puede suprimirse este ele

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de Cris to. Y siendo así que precisamente es la Bibli^la que brinda s iempre una teología funcional , esdecir, una teología que se funda en la vida y qu e

a la vida se dir ige, s iempre tendremos que recurrir a

los Evangelios y a las cartas de los Apóstoles paratomar prestados los trazos y el colorido de nuestraimagen de Cris to.

Con toda intención decimos: nuestra imagen <¿e

Cristo. Con ello queda indicado ya que las manifes ,taciones , autotestimonios del Señor consignados enla Biblia , no bastan de suyo para despertar nuestrafe en Él. Ciertamente el l lamarse El el «Hijo del

hombre», que bajó de las nubes del cielo , para fun-dar con su Pasión y muerte el reino de los cielos , ytambién el «Hijo , al cual lo entregó todo el Padre»nos conduce al borde del misterio de su divinidadPodemos dir igir nuestra mirada a unas profundi<Ja ,des que nadie puede medir s ino solamente el Padrey el Hijo. Mas el que nosotros demos crédito a estaconciencia divina, que estemos saturados de la eer-teza de que la conciencia de Jesús está libre de tod 0

engaño propio y de que no hay corazón más puroni boca más veraz que los suyos, es cosa que sentimos y experimentamos tan sólo por medio de la contex tura ín t ima que une sus palabras y toda su vida-po r medio de la impresión subyugadora de su personalidad, tal como la describen los Evangelis tas v

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mento divino en la vida terrenal del Señor s in destruir esta vida misma y diluirla en una vacía ficción li teraria.

Natura lmente , no hemos de o lv idar jamás que , a ltrazar los Evangelis tas la vida de Jesús , se encontraban ya en la plena luz de la Resurrección. Demodo que es la Resurrección la que refrenda deun modo definitivo la imagen que los Evangelis taspresentan de Cris to , como también fue la Resurrección la que dio un cuño decisivo a la fe de la Iglesiaprimitiva. Así como Jesús mismo, ante los fariseosy saduceos que querían ver «algún milagro» (Matth.

12 , 38; 16, 1), no men tó los prodigios y milag ros queÉl había obrado hasta entonces , s ino solamente «elprodigio de Jonás profeta», es decir , su propia Resurrección, de un modo análogo también sus discípulos solamente por medio de la Resurrección, solamente cuando Cris to se presentó en medio de ellosy al ver durante cuarenta días al Resucitado, sacudieron su actitud al principio insegura, poco clara,vacilante, y se levantaron a la certeza de fe capaz

de trasladar montañas.Ni podía ser de otra manera. Antes los impresio

naba en demasía lo humano que había en Jesús ,sobre todo al caer Él en manos de sus enemigosy al verle padecer y morir . También el ideal del Mesías, transmitido por los rabinos , según el cual elMesías no había de ser el Hijo verdadero de Dios ,

 

sino solamente su Siervo, les impedía afirmar conconvicción la divinidad de Jesús. L,o más que enaquellos t iempos creían ellos de Jesús , lo resumieronlos discípulos de Emaús al confesar : «El cual fueun profeta poderoso en obras y en palabras a losojos de Dios y de todo el pueblo... nosotros esperá

No hay confesión rubricada con tanta sangre comola de los apóstoles . Así , solamente cuando la resurrección del Señor l legue a ser para nosotros unacerteza gozosa, comprenderemos y viviremos a Cristo de tal manera que se i lumine toda nuestra existencia.

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(I,uc. 24, 19-21). Solamente por la vivencia pascualfue purificada y refrendada de un modo definitivo

la fe de los discípulos. Es la imagen del Glorificado la. que se nos muestra en los Evangelios . Con lamisma claridad con que describen los Evangelis tasla vida y actividad puramente terrenales del Señor ,resaltan también las luces que el Resucitado arrojasobre esta vida. Sabemos que esta fe de los discípulos en la Resurrección era una vivencia debida a lagracia, lo mismo que la vivencia de San Pablo en elcamino de Damasco. No fue la Resurrección ensí,

el acontecimiento puramente exterior , lo que s irvió de fundamento a su fe pascual —-este acontecimiento no tuvo testigos; los guardas dormían—;fue el Resucitado, mostrándose a ellos de un modoinmediato , con amorosa entrega personal , de puragracia, y manifestándoseles alternativamente en forma dis tinta —ora terrenal , ora glorif icada—. Losdiscípulos se sentían hasta tal punto subyugados poreste contacto personal con el Resucitado, que, al verel sepulcro vacío , no encontraron otra explicaciónque ésta : Jesús ha resucitado saliendo del sepulcro.Esto fue para ellos la cosa más cierta que podía haber. Por esta certeza sacrificaron bienes y sangre.Sellaron con su muerte lo que anunciaron al mundojudío-pagano: «Resucitó , nosotros somos testigos.»

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En lo que s igue procuraremos penetrar en el contenido profundo de la fe viva en Cristo, en sus paradojas , en el hecho increíble de que el Dios eternose haya hecho hombre, judío, crucif icado. Nos acercamos al borde de su misterio de Hombre-Diosy dir igimos la mirada a sus abismos.

Causa asombro el pe nsarlo : ¡ en t iempos his tóricos hubo un hombre, completamente sano de cuerpo y de espír itu , de mirada perspicaz para juzgarlos hechos de la vida, lo más grande y lo más diminuto de ella —hasta los lirios del campo y la moneda oculta debajo de la mesa—, de una inteligenciaextraord inar iamente penetran te , e l cual deshacíacomo con un leve gesto de la mano el retículo enmarañado del rabinismo judío y más allá del mismodescubría lo esencial , lo propio, lo divinamente sencillo de la Escritura, alejando del santuario todaexcrecencia casuís tica y haciéndolo bril lar nuevamente en su pureza y he rmosura origin arias .. . !, ¡ yeste hombre sobrio , de despejada inteligencia, asombrosamente noble en todo su ser y proceder , que enmedio del furor de sus enemigos nunca perdió eldominio de s í mismo, que s iempre fue dueño de suánimo, que nunca cayó en exageraciones fanáticas ,que, cuando ellos con hostilidad salvaje le presentaron la adúltera para lapidarla , trazaba tranquilamente letras en el suelo y con una comprensión in-

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creíble , con una superioridad soberana del corazóndijo a sus contrarios : «El que de vosotros se hallesin pecado, t ire contra ella el primero la piedra.. .» ,es te hombre de esplendorosa santidad y penetraciónde espír itu , que aun en medio de la agonía encont ró , por encima de todo odio y de toda infamia, una

lo extremo, hasta el l ímite en que su alma hubo declamar : «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» . . .y que es te hombre inaudi tamente heroico, inaudi tamente desprendido , inaudi tamente ser vicial y bondadoso, durante toda su vida consideróque Él y el Padre eran una misma cosa : «Todas las

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frase l lena de sol y claridad deslumbrante: «Padre,perdónalos , porque no saben lo que hacen.. .» , es tehombre , de espíritu tan claro, tan abierto a la vida

y que se levantaba tanto por encima de los bajosfondos de lo puramente animal, de lo ciegamenteinstintivo, repitió durante toda su vida, como la cosamás natura l de l mundo: «Yo he sa l ido del Padre .Yo y el Padre somos una misma cosa.» Éste es elmisterio de Cris to.

Causa asombro el pensar que en tiempos his tóricamente comprobables hubo un hombre que hacíasentar en su regazo a los niños y los bendecía, que

iba a los leprosos y publícanos proscritos , que eradesprendido y desinteresado como no ha habido otrosobre la tierra, cuya vida se consumía en la asistencia de los pobres y oprimidos , que veía hermanos en los desheredados , que juzgaba como cosa lamás sublime y grande el servir , el servir s iempre,que poco antes de morir lavó los pies de los discípulos , que en el pan partido y en el vino escanciado se consagró víctima de los suyos —éste es mi

cuerpo, és ta es mi sangre, que será derramada porvosotros— •, que pasó en medio de la humanidad nosolamente ayudando y curando , s ino cargando sobre s í la miseria de esa humanidad, sus dolenciasfísicas y psíquicas con todo su espanto, con todosu abandono y desamparo.. . hasta lo último, hasta

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cosas las ha puesto mi Padre en mis manos.» Éstees el misterio de Cristo.

Causa asombro el pensar que en tiempos his tóricamente comprobables hubo un hombre que, s iendo hijo del pueblo judío, confesaba a un Dios único,único en el cielo y la tierra, a un solo Padre celestial; un hombre que oraba diariamente con su pueblo : «Escucha, oh Is ra el : el Señor Dios tu yo es elsolo y único Dios»; un hom bre que miraba conel más profundo temor reverencial a ese Padre celestial , un hombre que no consentía le l lamaran

<(bueno», porque solamente uno es bueno, el Padreen el cielo; un hombre cuya comida era hacer lavoluntad del Padre, y desde su más temprana juventud, en los días buenos como en los malos , nobuscaba ni amaba s ino esta voluntad; un hombrecuya vida era una sola y única oración; un hombre , por tan to , que , como n ingún o t ro , desde lasprofundidades de su ser miraba lleno de reverenciay adoración a ese Pad re y buscaba su m an o; quedurante toda su vida se rendía de una manera taníntima y exclusiva a la voluntad divina, que su corazón nunca se vio oprimido ni por la más leve conciencia de pecado, nunca hubieron de pronunciarsus labios palabras de penitencia ni implorar perdón; que aun al morir pidió perdón, no para s í ,s ino para otros , y que, de lo más íntimo de su unión

 

con Dios , decía a los atormentados : «Tus pecadoste son perdonados»; un hombre que sabía que suvoluntad estaba de tal manera unida e identif icadacon la del Padre, que con la omnipotencia de estavoluntad divina curaba enfermos y resucitaba muertos. .. ¡Y es te hombre santo, que se entregaba s in

I actitud, con la posición únicamente cuerda en el casoen que se trate de las posibilidades de Dios. Porquelo cierto es que el fenómenon «Cristo» es una dela s posibilidades de Dios. Sobre las posibilidadesde Dios ha de fallar , no el hombre, s ino únicamente

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i reserva a Dios , que se estremecía ante Dios , qu ese sumergía por completo en Dios, este hombre afirmó durante toda su vida como la cosa más natural

del mundo, como algo corriente, que Él era el paciente Siervo de Dios , nuestro Juez, el Rey delreino de Dios; s í , que era el Hijo consubstancialde Dios : «Yo y el Pa dre somos una mism a cosa.»

Éste es el fenómenon Cristo. Este «fenómenon»debe ser explicado; la cuestión que se plantea enél debe ser contestada. No es posible pasar por encima con palabras superficiales. No es posible re

traerse encogiéndose de hombros , sobre todo al saber que lo divino que ese hombre afirmaba de símismo y que se transparentaba y bril laba de unmodo tan prodigioso en sus milagros , en sus palabras y obras, al tercer día de ser depositado en elsepulcro el cuerpo exánime, lo volvió a vivificar ylo mostró resucitado, glorificado a los discípulos.. .durante cuarenta días . «Y comieron y bebieroncon Él.»

En ese «fenómenon» brilla hasta tal punto lo insólito , lo inaudito , lo sobrenatural , lo divino, quetodo hombre que medita se s iente subyugado, nopuede pasar indiferente s i no quiere perecer o no haperecido ya por el problema de Dios. No puedemenos de detenerse y escuchar , y hacerlo con la

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Dios. Si el Verbo divino —presente (per essentiam)en todo lo exis tente y que todo lo penetra— quiereencarnarse, entrar en unión tan íntima con un hom

bre, que éste pue da decir : «este Verbo soy yo»,«yo soy el camino, la verdad y la vida», si Diosquiere obrar este milagro de los milagros , es únicamente asunto de Dios. Y al hombre le toca escuchar con reverencia y prontitud interior para darsecuenta de s i realmente es Dios quien habla. Si noescucha con esa reverencia y prontitud —las únicasrectas al tratarse de las posibilidades divinas—, s ise hace respecto de estas posibilidades como Caifas,

como fiscal que se ha formado de antemano su juicio, que con loco y orgulloso afán de dictaminar seniega de antemano a aceptar estas posibilidades divinas y las rechaza porq ue 110 encajan en las m edid asde las posibilidades humanas , atenta contra Dios ,contra su poder absoluto , contra el hecho de tenerDios solo la primera y la última palabra en la tierra.

Naturalmente, hay personas que, l lenas de reve

rencia, buscan a Dios y , con todo, no pueden creeren Cris to. Y precisamente su reverencia para conDios , el completamente dis tinto , el Infinito , es laque les impide ver en la figura de Cristo una posibilidad de Dios. El «mysterium tremendum»,Dios , las subyuga tanto , que en su interior se sublevan contra la posibilidad de que el Dios infinito

 

haya podido habitar en un niño, en un judío, enun crucif icado. De modo que su incredulidad, mirándola desde dentro , es de matiz religioso. Porque , en último término, es su reverencia ante lodivino la que las detiene de considerar posible lahumanación de Dios .

del festín a no pocos de esos cris tianos rutinarios ,cris tianos de fe de bautismo, que por su nacimiento y el bautismo fueron llevados a la fedesde el principio , pero que tuvieron en más lanueva yunta de bueyes , el nuevo «chalet» o los

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No nos incumbe juzgar a tales personas y examinar la contextura de su actitud psíquica para versi su «no» lanzado a Cristo brota, en último tér

mino, del orgullo humano, de una secreta locurade dictaminar llevada al extremo de fallar sobre lasposibilidades de Dios.

Pero es posible que entre tales personas haya unhombre honrado y de buena voluntad; y nosotrosno vacilamos en afirmar que, mientras conserve tanmanifiesta reverencia y tal anhelo de verdad, serádiscípulo del Señor según el espír itu , aun cuandode hecho le persiga y le odie. Hay incrédulos que

están más cerca de Cristo que ciertos creyentes...,es a saber , que esos creyentes rutinarios que nunca se han planteado seriamente la cuestión de Cristo , que nunca han sentido la íntima desazón demeditar la his toria de Cris to , que cuidan y transmiten su fe cris tiana de la misma manera que susdemás tradiciones y heredades familiares . «¡ Ojaláfueras frío o calie nte ! Ma s por cua nto eres ti bio,y no fr ío , ni caliente, es toy para vomitarte de mi

boca.»Cris to no quiere t ibios , s ino completamente fr íos

o completamente calientes , es decir , hombres decididos, hombres que sepan decir «sí» o «no».Es posible que un día , en el banquete de bodas(I/Uc. 14, 15 y ss.) , cierre la puerta de la sala

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placeres de los sentidos que las cosas de la fe:«No sé de dónde sois . . .» Entonces alegaréis a favor vuestro : ((«Nosotros hemos comido y bebido con

t i g o : tú predicaste en nuestras plazas.» O, paraseguir en el mismo esti lo: «Nos hemos arrodilladoen tu comulgatorio y hemos estado al pie de tu pulpito.» Mas El responderá : «No sé de dónde sois»(Ivuc. 13, 25 y ss.). Y es posible que el Señor, volviendo la espalda a estos cris tianos rutinarios quetratan la fe con tanta despreocupación como unaprenda de vestir heredada, envíe sus mensajeros aaquellos que se hallan lejos , al parecer s in objetivo,

s in interés , por los caminos y cercados , a aquellosque le miran a Él y sus preparativos de bodas coníntimo disgusto , con una leve envidia, y a pesarde todo no pueden prescindir de Él , y vuelven lamirada una y otra vez hacia Él , y en el fondo desu corazón se sentirían dichosos de estar en su compañía s i pudieran creer y confiar en Él. A éstos ,sí , precisamente a éstos los invita Él para el banquete de bodas , ya que los primeros invitados no

quisieron acudir. Y «los criados, saliendo a los caminos , reunieron a cuantos hallaron, buenos y malos ; de suerte que la sala de bodas se l lenó degentes». ¿No fue San Pablo uno de esos huéspedesrecogidos por los cercados? ¿Y no lo fue más adelan te San Agus t ín? ¿Y quién nos d i rá e l númerode esos huéspedes venidos de los cercados? Quizá

 

era de su grupo también Nietzsche. Precisamentepor su caso aprendemos que exis te un odio que esamor amargado.

Sea como fuere, lo cierto es que el Señor de lacasa tuvo en cuenta primero, no a los huéspedesrecogidos por los cercados, sino a los convidados.

al oír le hablar o verle obrar se adueña de lo másíntimo de nuestro ser . Es un contacto de vida, queparte de Él , de su yo divino. Los teólogos lo l lam an gratia Christi; gracia porque no parte de nosotros , s ino de El. Esto , solamente esto , es , según

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Y convidado es cada bautizado que no cierre conindiferencia su corazón a las impresiones que suscita en él Cristo, sino que se lo abra de lleno vien

do en ellas posibilidades de Dios.

¿A qué hemos de abrir nuestro corazón ? ¿Qué espropiamen te lo que nos induce a creer? Tal es laúltima cuestión a que hemos de contestar .

No son las palabras de Cris to , su profunda sabiduría y vigor de vida lo que nos induce de suyo acreer. Tampoco son sus milagros y prodigios , niel valor persuasivo de los mismos. De ninguna ma

nera son los acontecimientos puramente exteriores ,los que podemos comprobar en el plano his tórico yponderar según su contenido de credibilidad. Todoello, para decirlo con frase de Santo Tomás deAquino, es una causa que induce de un modo puramente ex ter ior (causa exterius inducens). No sonestas realidades atestiguadas por los Evangelios loque nos hace realmente creyentes , s ino el mismo queobra... ese f luido, inexplicable en último término,

pero que penetra y obra en las profundidades , yque, partiendo del yo divino del Señor , inunda pormedio de sus palabras , de sus milagros , de su humanidad nuestra alma. Quien nos induce a creeres Jesús vivo... una impresión suprema, incomparable, personal , que El nos produce, impresión que

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Santo Tomás, la «causa primera y propia de la fe»(principalis et propria ca usa fidei). Es como unmanar íntimo de su ser y voluntad divino-huma

nos en nosotros , un comer y beber de Él. Podremosbuscar muchas palabras para expresar esa cosa tanúnica, tan indescriptible , tan inefable. Nunca expresaremos lo esencial y supremo, ya que esto sólopuede ser vivido y experimentado. No es algo muerto , sino algo vivo lo que nos induce a ' creer : ell lenarnos , el es tar l lenos del yo vivo, divino delSeñor. «Tú en mí y yo en ti .» «Comemos su carney bebemos su sangre.. .» , en esto culmina el mis

terio de fe.

Es el misterio de la vida, de la vida en su sentido pleno, no sólo de la vida moral. I ,a fe en Cristo , el cris tianismo no es solamente algo ético. Esmucho más. Es estar l lenos , es tar saturados de laplenitud de aquel que lo l lena todo en todo. De modoque es también, y lo es en primer término, algobiológico, algo vital, ' la suma de todos los valores que

mantienen, levantan, dan perfección a mi vida,que de lo fragmentario de mi ser hacen un todo,de todo lo frágil algo infrangibie, de todo lo mortalque hay en mí algo inmortal. Vita, £«?) , para losprimeros cris tianos , no era un concepto abstracto ,s ino una expresión llena de realidades pulsantes .«Ser cristiano», «ser creyente», significaba para

 

ellos estar apris ionados , es tar dominados —en todas las dimensiones de su voluntad de vivir— porla voluntad de vivir de Cris to , ser trasplantados asu afirmación infinita, nutridos de sus fuerzas personales originarias , y esto en todo el campo de lavida, en lo sensitivo como en lo espir itual , en lo

dadera profundidad y su equilibrio. Lo que diceNietzsche en su obra Así habló Zaratustra (vil,382 y s .) respecto al mundo sin Dios , desgajado deDios , y respecto a los horrores nihilis tas del mism o, puede aplicarse con especial exactitud al mundo s in Cris to. Ha perdido toda su interioridad, todo

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orgánico como en lo inorgánico, en lo ético como enlo estético, en lo individual como en lo social. Los

milagros de Jesús consignados en los Evangeliostambién fueron como un bril lar , un brotar de susdivinas fuerzas de vida en los enfermos y dolientes .En el fondo, la fe de Cristo no es otra cosa sino laactitud religiosa que, separándose de todo el barullo y barañúnda de la vida, de todo miedo y confusión metafísicos, se sumerge en el yo de Cristoy en Él vive.. .

¡ Qué angustiosa, qué desesperada es la s ituación

de un hombre que no ha encontrado en Cris to elsostén, o , más bien, el más profundo cimiento desu vida ! Aun cuando no lo sepa o no quiera notarlo , anda tambaleando. Una vida s in Cris to esuna vida que se precipita por una pendiente. A lalarga, también la fe en Dios pierde su última seguridad y certeza, s i no la enardece continuamenteun contacto con Cris to. Porque solamente Cris toes el camino que conduce al Padre. Sin Cris to , el

Dios vivo encarnado, con harta facilidad se volati l iza la idea de Dios , perdiéndose en lo abstracto ,en el vacío. Según demuestra la experiencia, enningún pueblo hay más ateos prácticos que en elque clava a Cris to en la cruz. Así pues , el mundosin Cris to con harta facilidad se trueca en un mundo s in Dios. Y con ello pierde su sentido, su ver-

su calor, toda su firmeza y consistencia. Ha perdido su encanto, se encuentra hastiado, deshojadoy marchito como una f lor desechada, y despide olora moho.

Todos conocemos el juicio terr ible que Nietzschemismo hizo de su propia incredulidad, o ¿No ha béis oído hablar de aquel hombre loco que enpleno día encendió una linterna, corrió al mercado y c lamaba co nt inu am ente : " busco a Dios , bus co a Dios"? Como allí se hallaban precisamentereunidos muchos de los que no creían en Dios , fuerecibido con grandes r isotadas. "Es que se ha perdido" , observó uno. " Se ha extra viado como u nniño" , d i jo o t ro . "¿Es tá escondido? ¿ teme de nos o tros? ¿se ha embarcado? ¿ha emigrado?" As ígritaban y se reían todos. El hombre loco se metióen medio de ellos atravesándolos con su mirada."De ¿dónde se fue Dios?" , c lamaba. "Yo os lod iré . Le hemos matado , vosotros y yo . Todos nos otros somos sus asesinos. Pero, ¿cómo lo hicimos?.. .¿ Qué hicimos al cortar las l igaduras que unían estatierra con su sol ? ¿ Adonde se dir ige ahora ? ¿ Adonde vamos nosotros? ¿Nos alejamos de todos los soles? ¿No vamos despeñándonos cont inuamente?¿Hacia a t rás , hacia un lado , hacia delan te , en todas las direcciones? ¿Hay todavía arr iba y abajo? ¿No vamos errando a través de una nada infi-

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ni ta ? ¿ No sentimos el soplo del vacío ? ¿ No hacemás fr ío? ¿No va haciéndose de noche continuamente y más de noche aún ? ¿ No hemos de encenderlintern as en pleno dí a? " Y calló el loco, y miróotra vez a sus oyentes . También ellos callaron y lemiraban con extrañeza.»

S í , se hace de noche en torno nuestro Si no arde P O R Q U É C R E O E N C R I S T O

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para nosotros la luz de Cris to. Solamente Él esnuestra luz y nuestra vida. Solamente por Él me

rece la vida ser vivida. Solamente Él es nuestrapatr ia. «Señor , ¿a quién iremos?», le preguntamoscon Pedro. «Tú tienes palabras de vida eterna»( lo . 6, 68).

18 0

S i hablamos de Cris to con incrédulos o esoépticosmodernos , no podemos menos de adver t i r que

todos ellos , s in excepción, se inclinan con reverencia ante la figura humana de Cris to , pero ponen enduda o niegan lo más propio de Cris to , lo más profundo que hay en Él : su mis ter io divino. Segúnellos, Cristo es el Maestro de la vida interior, elintroductor y creador de una nueva y más espir itual piedad, un genio religioso, pero se encuentra

en el mismo plano que los demás guías de lahumanidad : Zoroastro , Buda, I /ao-tse, Sócrates . I ,amentalidad de esos modernos incrédulos , formadapor Kant, se resiste a pasar de las cosas de estemundo a las del más allá y hacer afirmaciones claras , determinadas , acerca de una realidad trascendente, la realidad de Dios. De ahí que no lleguena confesar decididamente la divinidad de Cris to.Niegan a Cris to porque niegan a Dios.

Examinando el caso más de cerca, veremos queno es el hombre concreto , vivo, de sangre y hueso,el que pronuncia este «no». Es el hombre filosófico,o más exactamente : es e l in te lec to humano , acos tumbrado a trabajar con conceptos abstraídos dela realidad, el que levanta al servicio de sus retícu-

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los de pensamientos una instrucción artif iciosasobre la vida y las vivencias propias , verdaderas ,pulsantes del hombre concreto , una ideología quesegún toda su estructura t iende hacia la t ierra yprescinde de Dios. Así no ha de sorprendernos s ino le encuentra .

dio de la danza de los electrones. Mas esta funciónbiológica responde también a las exigencias fundamenta les de mi pensar . IK> que experimento en el plano sentimental , puede demostrarse también con motivos racionales . Porque no solamente mi sentir , s inotambién mi ser , en la zozobra, incertidumbre e in

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concreto y vivo. Aun antes de emprender sus indagaciones relativas a Dios , ya le l leva en su sangre,

en su sentido exis tencial para lo santo y lo divino, en la necesidad —Kjue surge de las mayores profundidades de su existencia— de hallar un ser supremo, absoluto , subsis tente, el ser que apoye ymantenga al nuestro sumamente condicionado, fragmentario , deficiente. Para él , Dios es una vivenciafundamental de la propia exis tencia, un hecho fundamental de la propia conciencia. Creo en Diosporque creo en mí mismo, porque me siento penetra

do de la idea de que mi propio ser, mi propio valorsólo pueden mantenerse s i se fundan y porque sefundan en un ser y en un valor originarios , imperecederos e infinitos . Sin esa realidad primaria , captada y vivida ante todo en el plano sentimental , mipropio ser no sería más que apariencia. Y todo loverdadero, bueno y hermoso que da sentido a mivida sería mera ficción y utopía. Me encontraríaante la nada. Siempre y en todas partes el nihilismo

ha s ido la últ ima consecuencia del ateísmo. Huyode la nada y de su locura, y por esto creo en Dios.Desde este punto de vista, mi fe en Dios es una función biológica, para mantenerme a mí mismo, paramantener mi propio ser y mi propio valor en mediodel caos de millones y millones de átomos, en me-

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suficiencia que le son inherentes, se excede a sí mism o, tendiendo hacia Aquel que es el único que existe en sí mismo y por s í mismo, hacia el Dios vivo.

Al decir : yo soy, siempre afirmo al mismo tiempo :110 me pertene zco a m í mismo , proce do de otro , deotro completamente dis tinto , del único que se posee a s í mismo, del único que exis te con necesidadíntima, porque es el único que tiene la causa de suexis tencia en su propio ser . Él es el poder primero,la voluntad primera, el sentido primero de la existencia, el Dios vivo.

Esta fe en Dios es la condición necesaria y el fundamento de mi fe en Cris to. Solamente a su luzpuedo formular y contestar la pregunta : ¿ por quécreo en Cris to?

Ser cristiano significa creer en Cristo, significacreer que, si bien en el plano empírico-histórico veoa Cris to plenamente hombre, en la dimensión de loinvisible, en su profundidad metafísica es Hijo verdadero de Dios , que nos redime mediante su humanidad. Ed cristianismo es Cristo. Nosotros los cris

tianos recibimos esta fe por medio de la Iglesia viva,que para nosotros no es sino la predicación de Cristo , predicación que se reafirma y da testimonio desí misma a través de los siglos con fe y amor, conoración y penitencia, con sangre y lágrimas. Porcuanto esta predicación se granjea nuestra confian-

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za, la certidumbre que tenemos de que el hombreJesús es el Cris to , de que en Él se ha revelado elmismo Dios vivo, es me diata ; nuest ra fe , ante todo ,es un credo in ecclesiam, una fe en la Iglesia. Masno es esto todavía lo que la Iglesia entiende al hablar del credo in Iesum Christum, de la fe en Jesu

char el l lamamiento de Dios. En el alma humana,en do más íntimo, en el centro , en la substanciamisma, deben abrirse profundidades mágicas , que solamente por el Creador pueden ser rozadas y quesólo al l lamamiento de Dios responden. Esto esnuestro misterioso ((fondo del alma», la «scintilla

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cristo. Esta fe «divina o teologal», como se la llama,s ignif ica más bien un encuentro inmediato del hombre con Dios en Cris to; por lo tanto , una certezainmediata , una certeza que no procede de influencias que nos l legan del orden de lo creado, s ino únicamente de Dios. ¿Cómo alcanzaré tal encuentro ycerteza inmediatos? Siendo así que en Cris to , elHijo de Dios , penetra una realidad sobrenatural ,divina, en la exis tencia humana, y yo no poseo órgano natural alguno para recibir de un modo inmediato esta realidad divina, sólo podré alcanzar estafe teologal s i me llega una irradiación de arr iba, delPadre de las luces; por lo tanto , s i exis te una irradiación, que por una parte trascienda mis fuerzasnaturales , y , en consecuencia, sea sobrenatural , divina, y , por otra parte , roce con lo más profundo demi alma y la abra para las influencias de Dios. Losteólogos l laman a esta irrupción de lo divino en mí«gracia», y por esto hablan de la gracia de la fe.

Así, en el acto de fe —fe en Cristo— se realiza unhecho de orden sobrenatural , un acontecimiento queno puede explicarse completamente por causas humanas , un milagro . Sin embargo , p resupone la condición de que el hombre en cierta manera sea porlo menos susceptible y sensible para lo divino.

1,05 teólogos llaman potentia oboedientialis a estacapacidad especial que el hombre tiene de escu-

184

animae» de los místicos. En ese centro del alma sehalla el punto de contacto propiamente dicho entreDios y el hombre, el punto donde la idea de nuestroser individual escogida por la divina voluntad creadora desde toda la eternidad, entra en el espacioy el t iempo, donde nos empalmamos como personasconcretas con el nexo causal de las cosas , donde seencarna la palabra originaria con que Dios nos l lamó desde toda la eternidad y que solamente El puede pronunciar .

En cada hombre esta relación con Dios forma lomás profundo y más propio de su ser . Por l lamarlede esta manera el Yo divino, se constituye el hombre en tú. El hombre es un ser teológico. La definición corriente según la cual el hombre no es másque un ser vivo dotad o de corazón, desconoce o niegaesta relación originaria y esencial con Dios y engasta al hombre solamente en la concatenación de lascosas creadas. Profana al hombre, como que procedede fuentes paganas. En esta vinculación del hombrea Dios se funda su relación originaria con la realidad. La postulamos con la fuerza de nuestro propiomantenimiento recordando la l imitación exis tencialde nuestra naturaleza humana, su desamparo frenteal acaso y a la incertidumbre abrumadora. Psicológicamente se manifiesta en el impulso del hombrehacia lo absoluto , en el instinto de dar carácter de

18 5 

a b s o l u t o a l o s v a l o r e s q u e l e p a r e c e n l o s m á s e l e v a d o s . L o a b s o l u t o e s l a v e r d a d e r a f o r m a d e c o n t e m p l a c i ó n e n q u e e l h o m b r e s e p o s e s i o n a d e l o s v a l o r e s s u p r e m o s d e l a e x i s t e n c i a , a u n c u a n d o n o b u s c ac o n e l l o m á s q u e b i e n e s s e n s i b l e s . D e e s t a m a n e r as i e m p r e a d q u i r i r á n é s t o s p a r a é l l a f o r m a d e u n v a l o r d e f i n i t i v o , d e u n v a l o r s u p r e m o .

l a s r e a l i d a d e s , e s t a r e a l i d a d , a u n a n t e s d e b u s c a r l ay o d e u n m o d o c o n s c i e n t e , d e b i ó d e a p o d e r a r s e d em í p o r l o m e n o s e n l a s r e g i o n e s d e l o i n c o n s c i e n t e ,a u n q u e n o f u e r a m á s q u e e n s i m p l e s b a r r u n t o s , v i venc ias y anhe los . L ,o s teó logos l laman a es ta p r i mera i r rupc ión de lo d iv ino en e l esp í r i tu ( (g rac iap r e v e n i e n t e » . E s l a c o n d i c i ó n n e c e s a r i a , e l a priori

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E s t a n u e s t r a t e n d e n c i a h a c i a l o s u p r e m o y a b s o l u t o e s n a t u r a l m e n t e u n i n s t i n t o c i e g o y e s t é r i l

m i e n t r a s n o s e e n c a m i n e e n r e a l i d a d " h a ci a lo a b s o l u t o . N o e s m á s q u e u n s i m p l e a f á n d e v a l o r e s s u p r e m o s . S o l a m e n t e c u a n d o l o d i v i n o i r r u m p e d e h e c h o c o n s u p l e n a r e a l i d a d , c o n s u a u t o p o d e r í o , c o ns u p e r f e c c i ó n i n f i n i t a y s u m a j e s t a d s u b y u g a d o r a e nn u e s t r a c o n t e x t u r a p s í q u i c a , d e s u e r t e q u e n o p o d a m o s r e h u i r l o , ú n i c a m e n t e c u a n d o , c r e y e n d o ya m a n d o , e n t r a m o s e n u n c o n t a c t o i n m e d i a t o c o n l od iv ino , en una es t r echa r e lac ión de se r , s e l l enan las

p r o f u n d i d a d e s m á g i c a s d e l a l m a . S o l a m e n t e a s í q u e d a r é d e f i n i t i v a m e n t e p r e n d i d o d e l o d i v i n o y s e n t i r él a p l e n i t u d e n t o d o s l o s s e n t i d o s . S o l a m e n t e e n t o n c e s h a b r é e n c o n t r a d o a q u e l p u n t o q u e e n v a n o b u s cab a el sab io gr ie go , al ex cl am ar : Sói; (xoi , TCOÜ CTTGS,

y a l que a lude e l sa lmis ta con e l ver s ícu lo : «Tu meh a s g u i a d o d e s d e a n t e s d e n a c e r » ( P s . 2 1 , 1 0 ) . L,& fee n e l D i o s v i v o e s e l f u n d a m e n t o i n c o n m o v i b l e d et o d o s l o s e s f u e r z o s d e l h o m b r e q u e a n s i a l a s a l t u r a s ,

y e l f u n d a m e n t o d e t o d a v i d a e s p i r i t u a l .¿C ómo l lego a es ta f e? S iendo e l la un don de

D i o s , u n a g r a c i a , y o n o p u e d o h a c e r m á s q u e a b r i r m e , p r e p a r a r m e p a r a e l l a . Y a u n e s t a p r e p a r a c i ó nn o p a r t e ú n i c a m e n t e d e m í . P o r c u a n t o s u p o n e u nm o v i m i e n t o d e m i a l m a h a c i a l a r e a l i d a d d e t o d a s

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i m p r e s c i n d i b l e d e t o d o a c t o r e l i g i o s o , d e t o d o e s f u e r z o h u m a n o p o r l l e g a r a D i o s . S i e n d o D i o s l a

c a u s a c r e a d o r a d e t o d o s e r , d e É l h a b r á d e p a r t i r e lm o v i m i e n t o q u e h a c i a É l n o s d i r i g e . M i c a m i n o h a c ia D ios no puede par t i r de la t i e r r a para i r a l c ie lo ,s ino que va de l c ie lo a la t i e r r a . De suer te que yal o s p r i m e r o s e s t r e m e c i m i e n t o s d e m i f e s o n s u s c i t a d o s p o r l a a m o r o s a v o l u n t a d d e D i o s , n o s o n a l g op r i m a r i o , s i n o s e c u n d a r i o , u n a r e s p u e s t a a l d i v i n ol l a m a m i e n t o d e a m o r .

E n e s t a s i t u a c i ó n p s í q u i c a m e e n c u e n t r o a n t e C r i s

t o . C on la conc ienc ia p ro funda de mi p rop ia in su f i c i e n c i a , s a b i e n d o q u e n o t e n g o e n m í m i s m o e l p u n to f ina l y de r eposo , que en todas las r e lac iones esf in i to y l imi tado mi se r , que , abandonado a s í mis m o , es v íc t ima de l s in sen t ido y de l perecer ; con es tav i v e n c i a f u n d a m e n t a l d e m i i n t e g r i d a d ó n t i c a yé t i c a — v i v e n c i a q u e b r o t a d e l s e n t i m i e n t o d e s e r y os i m p l e c r i a t u r a — l e v a n t o l a m i r a d a h a c i a C r i s t o .

C r i s t o s e p r e s e n t a a n t e m í c o m o h o m b r e , l e v e o

h o m b r e c o m o y o , c o n n o t a s p e r s o n a l e s d e l c u e r p o yd e l e s p í r i t u , c o n s u t e m p e r a m e n t o p r o p i o y s u p r o p io r i tmo de v ida , r e f le jando en sus ges to s y cos tumbres e l co lo r ido loca l de su pa t r ia . Es ga l i leo , esj u d í o , es r ab ino . C omo lo s doc to res de la ley juda ica ,tamb ién Él con f iesa que Yahvé es e l D ios ún ico .

187 

También Él cree que en la ley de Moisés y en losprofetas está consignada la voluntad de Yahvé. También Él pasa como predicador ambulante por aldeasy ciudades para explicar la palabra de Yahvé y curar enfermos y posesos. I<o que le distingue delos rabinos en general , que en su mayoría son fariseos de espíritu estrecho, esclavos de la ley, es lo

nuevo consis te en que todo lo sublime que Jesúsdice del Padre se hizo realidad personalmente en Él ,bril la con mil luces en su vida y actividad, y Él datestimonio de ello con una osadía y energía inaud i tas . Si la predicación del Bautis ta culminaba yaen este mensaje : «Está cerca el reino de los cielos»,Jesús no solamente recoge este mensaje, s ino que le

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siguiente : de un modo consciente toma Él por puntode partida el mensaje de salvación de los grandes

profetas , urge la interioridad, la s inceridad y laverdad, inculca una piedad esencial para la cual lomás importante en la ley no es el diezmo de la hierbabuena, anís y comino, s ino la rectitud, la misericordia y la fidelidad; es ese elevado espíritu de des prendimiento y l ibertad, que, por encima de todaslas barreras culturales , éticas , económicas y nacionales , busca en el hombre al hijo de Dios y le encuentra, no en último término, entre los peca

dores y publícanos. Gracias a este desligarse íntimode todas las estrecheces y mezquindades lastimosamente humanas , ve también a Yahvé a l lende los dominios de la ley. Para Él Yahvé no es solamente ellegis lador y el juez; es el Padre que, aun cuandoexija del deudor de corazón duro la devolución delúltimo céntimo, vis te , s in embargo, con traje defiesta al hijo que vuelve arrepentido, y en sus cuidados paternales se encuentran amparados todos ,

hasta el pajarillo del tejado y el lirio del campo.Esta imagen de Dios , trazada por un Isaías , unJeremías y un Oseas , es la que nos presenta luminosa Jesús de Nazaret. Pero Jesús es más que uno deestos profetas . Algo nuevo empieza con Él , algo quenos sacude y nos obliga a decidirnos. Y ese algo

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da su ple nitu d; no sólo prepara el cam ino, comoJ uan , s ino que Él mismo es el camino, la verdad y

la vida. En su persona el reino de los cielos ya «estáen medio de nosotros». Todavía no se ha manifestado con toda su gloria; Cris to está todavía en víade ven ir; el cr is tianismo es un ínterin , la expectación del advenimiento del Esposo que conducirásu esposa, la Iglesia de los glorificados, al Padre;del Esposo en quien se resolverán definitivamentetodas las cris is , se tomarán las últ imas decis iones ,y aparecerá un nuevo eón con todos sus espantos y

con todos sus goces. Este Esposo no ha aparecidotodavía, pero se ha acercado mucho. Ya por su actividad salvadora sobre la t ierra penetran en estemundo las fuerzas del reino de los cielos . Porque Él ,Él solo , es el Hijo. Todos los profetas parangonadoscon Él no fueron más que siervos del Padre de familia. En la conciencia de ser el único Hijo bienamado, al cual le entregó el Padre todas las cosasy al que nadie conoce sino el Padre, refléjase el mis

terio propiamente dicho de Jesús , lo profundo, loradicalmente transformador que hay en su mensajey en todo el cris tianismo. Es algo que no puede suprimirse en la vida de Jesús sin destruir esa vidamisma. No conocemos a otro hombre piadoso, a otroorante en la his toria de las religiones que hubiese

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estado tan íntima, exclusiva y s ingularmente unidocon el Padre celestial como Él. Él y el Padre sonuna misma cosa. De esta unidad estrechís ima con elPadre procede el encanto de su personalidad moral ,esa pureza, veracidad y amor, que brota de su obrar ,de sus sentencias y parábolas y hace de su f igurala manifestación de lo santo. De ahí le viene la con

grados . La cr ia tura en gracia debe de estar más cerca del corazón de Dios que cualquier otra. Porquela ha atraído a s í no solamente la voluntad divinade poderío , s ino también la voluntad de amor. Fueadoptada como hija de Dios , y por esto mismo representa una forma más alta de participación divina.Pero puédese concebir todavía una posibilidad más

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ciencia soberana, real , de su autoridad y poder , porla cual se coloca por encima de Moisés y los profetas,

y que comunica a su predicación una fuerza subyugadora. En esta unión personal con el Padre radicantambién sus plenos poderes de perdonar pecados ,curar enfermos y resucitar muertos . En las profundidades de su realidad, en el meollo de su persona,hasta tal punto es una misma cosa con el Padre, quela vida divina del Padre se posesiona aun del cuerpoexánime y lo glorifica para la vida eterna.

Incomparable, inasequible a la mera invención

humana se nos muestra la f igura de Cris to. Es un«fenómeno» religioso de primer orden. De habitarel Dios vivo en medio de nosotros los hombres , ¿ podía h acerlo en otra forma ?

Pe ro , ¿ cómo ? ¿ Es posible que el Dios eterno hab i te en un hombre mor ta l ? Hemos de contestar : porlo menos es una posibilidad divina. Todas las criaturas se encuentran en el espacio vital divino.. . elserafín ante el trono del Eterno lo mismo que la

árida roca. No exis tir ían de no mantenerlos la voluntad creadora de Dios. «Dentro de Él vivimos, nosmovemos y exis timos.» La voluntad de Dios esel ser más íntimo de la criatura. En cierta manera,el Dios vivo se encarna en todas ellas. Pero se comprende que esta unión con Dios debe de tener sus

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alta , la suprema, la posibilidad de que la criaturaen gracia sea introducida no solamente en la voluntad, s ino también en el ser de la divinidad y se hagauna misma cosa con ella, y el Yo divino se una conuna naturaleza humana personal y se introduzca ensu sentir , pensar y querer de tal manera, que la naturaleza humana llegue a ser verdaderamente propiade este Yo divino, y que éste pueda decir : es te hombre soy yo. Incomprensible es y será s iempre paranosotros mortales esta forma la más elevada, lamás perfecta de comunicación divina. Mas , ¿quiénnos dirá que intr ínsecamente sea imposible que enlas infinidades de la omnipotencia y amor divinos nopueda estar contenido también ese misterio de losmisterios , que un hombre sea elevado no solamentea la filiación adoptiva de Dios, sino a una filiaciónpropiam ente dicha, verdadera y etern a ?

No hemos de olvidar que también estos conceptos : «Hijo de Dios» y «filiación divina», como todos

los conceptos con los cuales queremos expresar algodivino, t ienen un sentido análogo y no adecuado. Nopodemos abarcar la realidad divina tal como es , s inotal como aparece ante nosotros . La captamos solamente con imágenes y comparaciones. De todos modos la captamos. Nuestras imágenes terrenas corresponden muy bien a las realidades supraterrenales .

 

Por consiguiente, la humanación de Dios en Cristo es por lo menos una posibilidad de Dios. Estaposibilidad ¿ se trocó en realidad ? ¿ Puede demostrarse que el Dios vivo y eterno, en el momentoinefable en que María concibió por obra del Espír itu Santo, se hizo realmente hombre, judío, ga-lileo ?

podrá incitar , por tanto , nuestra fe en Cris to de unmodo exterior . Como lo subraya el gran doctor dela Iglesia católica, Santo Tomás de Aquino, no essino una causa exterius inducens, una causa que sóloexteriormente induce a creer . Prepara nuestra fe ,mas no la produce, no la despierta. Conduce tan sólo

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Con mis ojos humanos ciertamente veo muchasluces que encaminan mi especulación hacia lo extra

ordinario , insólito , supraterrenal y aun divino quehay en 'la figura histórica de Jesús. No se me ocultaeste hecho : Jesús es más que un santo , más que unprofeta , y aun más que puro Mesías . Es el Hijo deDios. Pero mientras me acerque a este misteriode Cris to solamente con medios humanos , con método meramente científ ico, mi conocimiento se quedarádentro de los l ímites propios de la criatura, del hombre. De modo que mi certeza no será infalible , como

no lo es todo el campo de la experiencia humana.Por cuanto lo divino que hay en Cris to se ha difundido en el mundo de lo terrenal , de lo l imitadoen tiempo y espacio y de lo imperfecto , serán s iempre rayos quebrados los que yo pueda captar , quebrados de mil maneras por el ambiente terrenal querodeaba al Señor , sobre todo por la estrechez y mezquindad de los primeros hombres que recibieronaquellas impresiones divinas y nos las transmitie

ron. Fueron sencillos pescadores , viñeros y campesinos los que le vieron y le escucharon, y por muyhonrados y veraces que fueran en su modo de pensar , no podían dar tes timonio de El s ino en su propia modalidad s imple, ingenua. I*o que narraron delas palabras y de las obras del Señor , solamente

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hasta el borde exterior del misterio de Jesús , noa su región interior. Así pues, la figura de Jesús

dentro de nues t ras perspect ivas puramente humanasqueda envuelta en oscuridad. Ea oscuridad es laverdadera forma de manifestación de nuestra fe enCri sto; precis am ente por esto no llega a ser en símisma una vivencia de certidumbre, es decir , nodescansa en la percepción clara de un «último motivode certidumbre». El buscar tal fundamento —comolo hacen los teólogos desde Duns Escoto— seguramente tiene su profundo sentido en pura ' lógica,

como indagación de la verdad primera, de cuyoseno proceden todas las demás verdades cris tianas.Pero es desacertado s i se entiende de un modo psicológico, como si hubiera una evidencia subjetiva,una razón última que nos conduzca con ineludiblenecesidad a la fe en Cristo. Nuestra fe sería en talcaso s implemente un acto del entendimiento, un resultado necesario del pensar sereno. Y siendo asíque el entendimiento es entre todas las capacidades

humanas la más objetiva, la que menos tiene depersonal , nuestra fe se vería despojada precisamentede lo más íntimo, de lo más personal. No tendríanada de l ibre, moral , meritorio. No sería ya empresade las almas valerosas , con nobles alientos , que através de sombras e imágenes , per timbras et imagines, buscan a Dios y luchan con El hasta que se

 

haya dignado bendecir las . El cris tianismo no es unsaber muerto , s ino fe viva. Ciertamente es tambiénun acto del entendimiento por cuanto se trata deconocer y confesar verdades supremas. Pero dependen de mi libre voluntad, con la que tiendo a la verdad, el querer y la medida en que quiero reconocery confesar estas verdades; y por esto el cristianis

raíz más profunda y su poder verdaderamente persuasivo deben buscarse, no en el plano empírico dela psicología, sino allí donde el Dios del amor obramisteriosamente, en el reino de la gracia. Por estola Iglesia califica la fe de virtud «sobrenatural», y lateología habla de la fe «infusa». Según Santo Tomás de Aquino, la gracia es «la causa propia y más

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mo es también —y sobre todo— un acto de mi l ibrevoluntad. No puedo creer s in querer , dice San Agus

tín. I ,a fe cristiana es siempre un acto libre, un actolibérrimo de decis ión. De ahí que el Concilio Vaticano del año 1870 condenara explícitamente la opinión de que nuestro asentimiento a la fe no se hacelibremente, s ino que viene impuesto por motivosracionales . Solamente porque mi voluntad, predispuesta ya por naturaleza para lo valioso, lo buenoy lo santo, en las cosas admirables , mirabilia, de lavida de Jesús —que mi pensar le muestra—, s iente

y vive el valor supremo de lo santo y divin o; solamente porque mi conciencia se percata de ello y seadhiere con libre decisión, se produce la fe en Cristo . De modo que, mientras mi fe en Cris to se muevaen la esfera de lo puramente humano y se realice confuerzas puramente humanas , será un acto del entendimiento solamente según su objeto , pero según sucontenido íntimo, según su dinamismo será un actode la l ibertad, un acto eminentemente ético. Mirada

psicológicamente, será una vivencia de valores , ycomo tal , de alta categoría , ya que se trata del valor más alto que pueda concebirse : lo d ivino.

Con esto queda ya dicho lo último y decis ivo:siendo así que en la fe en Cristo se trata de lo santo,de lo divino, de un valor que no es de esta t ierra , su

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noble de la fe». Porque en mi acto de fe me encuentro con Dios mismo, Él debió dir igirse a mi encuen

tro con anterioridad. Él , solamente Él , es quien loobra todo, quien lo crea todo, quien da y otorga conlibertad absoluta. De ahí que sólo pueda ser el fluidomisterioso e incalculable de su gracia y amor amplísimos el que suscite mi vivencia de valores y la despliegue por completo. De ahí que solamente la oleada de su amor pueda penetrar en mi yo más íntimo,en el fondo de mi alma, y allí despierte la capacidadlatente de abrazar lo divino. Y desparramándose

desde all í inunda toda mi espir itualidad y abre mialma a todas las impresiones elevantes —conscientes, inconscientes y subconscientes— que me llegande la f igura del Señor. Finalmente, en una uniónmisteriosa de todos los elementos intelectuales , éticos y religiosos, despierta y colma el específico sentimiento de valor que hay en mi voluntad para losanto , de manera que en la cumbre del divino movimiento de amor se l lega a un encuentro inmediato

con el Señor mismo, y no ya a un encuentro mediato ,debido a señales y milagros. Solamente así se comprenderá el fenómeno de la fe cristiana en su peculiaridad y elevación... es a saber, sólo así secomprenderá el hecho de que no sean tanto los acontecimientos exteriores y prodigiosos de la vida del

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S e ñ o r l o s q u e m e u n e n y m e m a n t i e n e n u n i d o a É l ,s i n o a l g o m u c h o m á s p r o f u n d o : É l m i s m o , l a r e a l i d a d d e t o d a s l a s r e a l i d a d e s , l a v e r d a d d e t o d a s l a sverdades , l a v ida de todas las v idas . No es a lgomuer to lo que me desp ie r ta para la f e , s ino a lgo v ivo ,s u p r o p i o E s p í r i t u S a n t o . M e d i a n t e e s t a v i v e n c i a s eve levan tado mi yo f r agmen tar io a la es f e r a de fuer

Po r se r es ta f e en C r is to una v ivenc ia de va lo r del o d i v i n o , v i v e n c i a p r o d u c i d a y c i m e n t a d a p o r l ag r a c i a d i v i n a , s e r á , s e g ú n s u e s t r u c t u r a í n t i m a , a l g oq u e n o p e r t e n e c e a l a r a z ó n , a l g o s u p r a c o n c e p t u a l ,u n m i s t e r i o . D e a h í q u e a l a p r e g u n t a ¿ p o r q u é c r e e se n C r i s t o ? p u e d a d a r s e u n a r e s p u e s t a t a n p o c o c l a r ay e x h a u s t i v a , c o m o l a q u e d a e l a m a n t e a l p r e g u n t á r s e l e p o r q u é a m a . A s í c o m o é s t e a d u c i r á u n a s e r i e

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zas y bend ic iones de la per sona d iv ina , a la p len i tud de aque l que lo l lena todo en todo .

A s í s e c o m p r e n d e q u e t a l f e e n C r i s t o d e s p i e r t el a s m á s v i g o r o s a s f u e r z a s a n í m i c a s d e q u e e s c a p a ze l h o m b r e . C r e y e n d o e n C r i s t o , m e e n c u e n t r o m á sa l lá de l o lea je de todos lo s poderes cósmicos . Su bar a b ú n d a n o m e l l e g a . M i s e r h u m a n o n o e s y a j u g u e t e d e l o s e n i g m a s y c o n f u s i o n e s d e l c a o s , s i n oq u e s e v e s u m e r g i d o e n a q u e l q u e e s l a s a b i d u r í a ,l a o m n i p o t e n c i a y e l a m o r e n p e r s o n a . « A u n q u e c a m i n a s e y o p o r u n v a l l e t e n e b r o s o , n o t e m e r é d a ñ o

a l g u n o p o r q u e tú es tás conmigo» (Ps . 22 , 4 ) . Tanef icaz es es ta f e , que su fuerza t r ans fo rmadora , r e g e n e r a d o r a , p u e d e e x t e n d e r s e t a m b i é n a l c u e r p o yc u r a r l e d e t o d a s l a s e n f e r m e d a d e s d e c a r á c t e r p s i -c ó g e n o . A l t ó n t t i n g , K e v e l a e r , I / o re t o , L o u r d e s , F á -t i m a s o n h o g a r e s d e e s a f e q u e a ú n h o y t r a n s p o r t am o n t a ñ a s . S i n o s o t r o s , l o s c r i s t i a n o s a c t u a l e s , t u v i é s e m o s a q u e l c á l i d o a l i e n t o d e f e q u e p a s a b a p o rl a c r i s t i a n d a d d e l o s t i e m p o s p r i m i t i v o s , n o s e h a

b r í a n e x t i n g u i d o e n t r e n o s o t r o s l o s c a r i s m a s , l o sd o n e s , d e l o s c u a l e s S a n P a b l o t a n t a s c o s a s s u p od e c i r . N o t e n d r í a m o s a t a n t o s n e u r ó t i c o s e n t r e n o s o t r o s n i h a b r í a m o s d e c o n s t r u i r t a n t o s m a n i c o m i o s .«¿ Qu ién es e l que v enc e a l m un do s ino e l que c r eequ e Jesú s es e l H i jo de Dios?» (1 Io h . 5 , 5 ) .

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d e c u a l i d a d e s q u e n o s e x p l i q u e n e l a m o r q u e s i e n t ep o r l a p e r s o n a a m a d a , p e r o e n l o m á s í n t i m o se v es u b y u g a d o n o p o r t a l e s c u a l i d a d e s p u e s t a s e n p l e n aluz , s ino po r e l va lo r per sona l que b r i l la en todo e lc o n j u n t o d e l a p e r s o n a a m a d a y q u e é l r e c o g e p o rl a i n v i s i b l e c o r r i e n t e d e l a s i m p a t í a , a s í t a m b i é na l t r a ta r se de mi f e en C r is to no se r án de suyo lo sm o t i v o s d e c r e d i b i l i d a d r a c i o n a l m e n t e d e m o s t r a b l e sen la v ida de l Seño r lo s que me hagan r end i r a C r is t o , s ino que se r á su in f in i to valor personal que lag r a c i a d i v i n a m e h a c e v i v i r m e d i a n t e l a s i n n u m e r a -b r e s i m p r e s i o n e s q u e m e p r o d u c e l a p e r s o n a h i s t ó r i c a d e l S e ñ o r y d e t e r m i n a r á d e f i n i t i v a m e n t e m i v o lun tad a la obed ienc ia de la f e . As í pues , no pod rém o s t r a r m i f e e n C r i s t o , s ó l o p o d r é v i v i r l a ; t a m b i é n l a t e o l o g í a c a t ó l i c a h a b l a , n o d e u n a e v i d e n c i ade la f e , s ino so lamen te de una ev idenc ia de la c r e d i b i l i d a d . S i s e m e p r e g u n t a p o r q u é c r e o e n C r i s t o ,n o p o d r é s i n o r e c o r d a r l a s p a l a b r a s c o n q u e e l S e ñ o r m i s m o c a r a c t e r i z ó l a f e d e P e d r o : ( (N o t e h ar e v e l a d o e s o l a c a r n e y s a n g r e , s i n o m i P a d r e q u ees tá en lo s c ie lo s» (Mat th . 16 , 17 ) .

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¡ V E N , E S P Í R I T U S A N T O !

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Ty ENTECOSTÉS,la gran fiesta de la naturaleza. Una* vida pletórica en los árboles y arbu stos. Un

nunca cansarse en el producir y crear . Por la rocadesnuda trepa hacia arr iba la nueva vida, y en larama seca apunta un brote. Es una vida de plenitud, un derroche de vida. El que la despertó , no eraun espíritu tacaño, no era uno que sólo esparce elcontenido de su cuerno de abundancia contandoy midiendo cuidadosamente. Derrocha millones y millones de flores y capullos, sin preocuparse si todosvan a dar fruto a su t iempo. El derroche de la r iqueza, la s inmedida es su medida, un desbordarseque echa espuma. Y de esta sinmedida florece la belleza, la plenitud alegre, el juego brillante y de irisados colores, el entrelazamiento de formas, colores

.y perfumes.No hay s ímbolo más precioso, lenguaje más r ico

para expresar el misterio de la fiesta del gran Consolador, que estos miles de lenguas de la naturalezaque se desborda en la alegría de vivir . Se atr ibuyeal Espíritu Santo precisamente la perfección divinade ser el gran dispensador de la vida, el Espíritucreador , el Espíritu del nuevo principio y de laplenitud desbordada. I ,a Iglesia se fija en este ras-

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go creador de su operación, al invocarle en el himnode Vísperas de Pentecostés como Espíritu creador(creator spiritus); al alabarle como fuente de vida(fons vi-vus) y como fuego (ignis), y al rezar en lalitu rgia de la Misa : «I^es envías tu E spí ritu , ellosrenacen, y tú renuevas la faz de la t ierra».

Este crear, vivificar, abrasar es lo que se atribuye

de la redención del Hijo , no en el sentido de que elPadre haya creado solo y el Hijo redimido solo , s inoen el sentido de que en la creación y en la redención,más que en cualquier otra obra divina, se manifiestaprecisamente lo personal y propio del Padre y delHi jo , respect ivamente .

Así , no es una impropiedad ni es sólo una manerade hablar , s i al Espíritu Santo se le atr ibuye de un

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al Espíritu Santo, lo que se le apropia. El lenguajeteológico gusta en designar a Dios Padre como Crea

dor , y San Juan dice del Hijo que por Él «han s idohechas todas las cosas hechas» ( lo. i , 3) . En todaacción exterior de Dios obran a la vez tres Personasdivinas. Por tener una misma naturaleza, se compenetran, hay mutua inhabitación entre ellas y están tan íntimamente unidas que, s i bien dis tintas , nien pensamiento es posible separarlas . Por ser unsolo Dios Trino, hacen un mismo acto , una mismacreación, redención y santif icación. Mas como por

otra parte t ienen la misma naturaleza, no de igualmodo, s ino de una manera el Padre, «fuente y origende toda la divinidad», de otra manera el Hijo , engendrado desde la eternidad por el Padre, y de otramanera el Espíritu Santo, que procede de los dos ,así también su actividad exterior , con ser idénticaa la divina esencia, sigue la manera peculiar con quecada Persona tiene la divina naturaleza; por tanto ,s igue el orden de la vida tr initaria. I ,o peculiar , lo

propio de cada Persona tiene su puesto también enla actividad exterior de la Trinidad. En ello se funda la teología para apropiar (appropiatio) a talPersona los actos exteriores en que resalta de unmodo manifiesto lo que le es propio. Así , apoyándoseen la revelación, habla de la creación del Padre y

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modo particular el principio primario , sobreabun

dante, creador , fecundo, de toda operación extradi-vina. Porque en esto está su peculiaridad : en quees la plenitud desbordada de la vida y del amor divinos. Es aquello delicado, santo, poderoso, que elPadre y el Hijo espiran desde la eternidad, en quese aman mutua men te y , rebasando e l propio Yo y Túdivinos , se dan mutuamente en una infinita plenitud de amor. Si el Hijo es aquel Tú divino en queDios Padre, por un proceso misterioso del propio co

nocimiento eterno, substancial , engendra, desde todala eternidad, su imagen, el destello de su propio Yo,entonces el Espíritu Santo es aquel Nosotros divinoen que Padre e Hijo se encuentran en una comunicación de amor infinita , sobreabundante, y se abrazan mutuamente. Es el «abrazo del Padre y delHijo», el «beso del Padre y del Hijo , el beso másdulce, más secreto» (San Bernardo). Es la «efusióncompleta de la vida intradivina» (Scheeben). Y por

cuanto esta vida en el seno de la divinidad es esencialmente amor y santidad, Él es «la flor y el perfume de santidad del Padre y del Hijo , como es laflor y el punto culminante de su espir itualidad»(Scheeben). Aunque balbuciendo, al querer concebirhumanamente la manera en que el Espíritu procede

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del Padre y del Hijo , podemos decir : lo sobreabundante, lo pictórico, el amor, la santidad que se desborda, que procede del Padre y se comunica al Verbo divino y bril la con individualidad propia, la plenitud del darse y entregarse, es lo peculiar del Espír i tu Santo .

De esta plenitud ha salido la Creación. Ciertamente ésta se atr ibuye al Padre, por cuanto refleja

Dios bondadoso, que se da con un libre acto de

amor. Ya que en el misterio de la Trinidad la bondad desbordada de Dios no solamente es consideradacomo atr ibuto divino, s ino —en el grado superiorde su realización— como algo subsis tente, comouna persona divina, por tal motivo no solamentese concibe que Dios haya querido algo no divino,sino que se manifiesta la razón especial de haber

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como ninguna otra obra divina lo personal del Padre : ser origen de toda la realidad, de la Tr inida dmisma. Pero ya que esta misma creación no se fundaen una necesidad interior de Dios, sino que es unacto de su amor magnánimo, desbordado, se atr ibuyeal Espíritu. Un Dios que sólo sea intelecto, que sólopueda concebirse y ponerse como «Verbo», no secomprende que quiera crear un mundo dis tinto deEl. Porque aun el más perfecto de los mundos posibles , por venir de la nada, es taría infinitamente lejos de la perfección de Dios, y por esto no seríaante la divina inteligencia objeto digno de la actividad creadora. De ahí que todos los sistemas filosóficos que definieron a Dios exclusivamente comointelecto absoluto , como puro pensar , se viesen obligados a negar la diferencia sustancial entre Dios y elmundo, y tuviesen que divinizar el mundo y nivelar a Dios con el mundo. Desembocan en una u otraforma al panteísmo. Menos bastaría aún la solavoluntad divina. Como voluntad alógica, ciega, sólo

podría ir palpando en las t inieblas y formar unmundo de s insentidos. El más árido pesimismosería el término de toda sabiduría. I ,a creación delmundo sólo se concibe si Dios no es un Dios demero pensar o de mero querer , s ino también un

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querido crear el mundo. Un amor tan fecundo, quebril la desde la eternidad como Persona en las pro

fundidades de la plenitud de vida divina, es obvioque se desborde por sí mismo del seno de la divinidad para darse a las criaturas. Por esto la Creación no es tan sólo obra del Padre, que comoorigen de todo ser la saca de la nada, ni es obradel Hijo solo , cuya imagen lleva, s ino tambiénobra del Espíritu Santo, porque y en cuanto se debeal amor creador , sobreabundante. De ahí la alusiónde profundo sentido que ha y en la his toria , de la

Creación : «Y el Es píri tu de Dios se mov ía sobrelas aguas» (Gen. i, 2). Por la misma razón la Misade Pentecostés empieza con las palabras de la Sabiduría (1 , 7) : «El Esp íritu del Señor l lena el mundo universo». Y por esto también en la misma fiestalos salmos celebran con exaltación gozosa precisamente el poder creador de Dios:

S e ñ o r D i o s m í o , t ú t e h a s e n g r a n d e c i d o m u c h oe n g r a n m a n e r a .

R e v e s t i d o t e h a s d e g l o r i a y m a j e s t a d :C u b i e r t o e s t á s d e l u z , c o m o d e u n r o p a j e .

E x t e n d i s t e l o s c i e l o s c o m o u n p a b e l l ó n y c u b r i s t ed e a g u a s l a p a r t e s u p e r i o r d e e l l o s .

Tú ha ces de l as nube s car roza :corres sobre l as a l as de l os v i en tos .

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Doquiera que dir i jamos la mirada cuando lozana sedespliega la primavera, en la floreciente umbela delas flores a la vera del camino, en el feliz gorjeode los pájaros y en los brillantes ojos de los niñosnos saluda el Espír i tu Santo y su amor generosísimo.

Más ínt imo es aún —lo más ínt imo que podemostener en la t ierra— aquel otro saludo del Espír i tu

fue el Hijo. Entregándose a s í mismo a la muer te ,nos hizo par t icipar de la vida que Él , en un nacimiento eterno, recibe del Padre. Sí , es el Hijo quiennos l leva a la bienaventuranza. Pero el que estofuese posible, y el que esto se hiciese en una medida tan asombrosa, el que el Dios infinito entrase enel t iempo f inito, tomando forma de hombre, aún más

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Santo, cuyo murmullo nos l lega desde el reino delo sobrenatural. ¡ Lo sob rena tu ra l ! ¿Quién ha podi

do abarcar jamás la r iqueza de la plenitud divina ,la profundidad del amor divino comunicándose a símismo, que se encierran en lo sobrenatural ? Redimidos de l demonio , de l pecado, de la muer te y dela miseria por Aquel que se dio en rescate por losmuchos. Por tanto, no hay ya proscr ipción, fatal idad de mal , maldición de culpa. Pero tal redenciónaún no lo dice todo. Porque ésta podría tambiénconcebirse si el hombre caído se rest i tuyera a su

propia naturaleza buena, a su verdadero objetivoy des t ino. Entonces e l r edimido ser ía un hombreque de nuevo tendría el camino l ibre para amary servir a Dios con las fuerzas de su naturaleza.Sería un hombre que se dar ía a Dios, pero no todavía un hombre a quien se entregaría el mismo Dios.O r de n sobrenatural signif ica que yo soy part ícipede la divina naturaleza (cf. 2 Petr. 1, 4). Sobre todas las exigencias y fuerzas de nuestro ser creado,

somos divinizados, somos de la raza de Dios, somos sus hijos, los que claman «Abba, Padre». Estoes el amor sin l ímites , esto es la plenitud, esto esel Espíritu Santo. Por cier to, e l que de una vez parasiempre unió la naturaleza humana con la divina

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forma de pecado, el que el Verbo encarnado lo sacr if icase todo a sus hermanos, aun su misma vida ,

esto ha de atr ibuirse al Espír i tu Santo. Él , a l ianzapersonal de amor entre Padre e Hijo, es la verdadera fuente de que se desborda el amor de Diospara pasar a los hombres. «La comunicación de lanaturaleza divina del Padre al Hijo por vía de generación tan sólo puede hallar su camino a la cr iatura con la comunicación ulter ior del Espír i tu Santopor vía de amor. Así aparece el Espír i tu Santo comoresultado de la unidad del Padre y del Hijo,

y como mediador de la unidad —calcada sobreesta relación —entre Dios y la criatura» (Schee-ben) . La obra salvadora de Jesús y la elevaciónde l nuevo hombre a l p lano sobrena tura l mediantela misma, t ienen sus más profundas y delicadas raíces en el mister io de amor del Espír i tu Santo.Y por esto nadie puede decir «Señor Jesús» sinopor el Espír i tu Santo.

Coa f ino acier to destacan los Evangelistas aque

llos puntos de la vida de Jesús en que la efusiónde amor del Espír i tu Santo se hace patente : la Encarnación (Luc. 1, 35; Matth. 1, 20) , la consagraciónmesiánica (Luc. 3, 21), el ayuno, la lucha y lavictor ia en el desier to (Luc. 4, 1) , las obras potentes contra lo diabólico (Matth. 12, 28). Todos ellos

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dan testimonio del Espíritu Santo. Y el mismo Jesús explica el misterio de su humanidad con la promesa de Isaías (6i , i) : «El Espíritu del Señor reposó sobre mí: por lo cual me ha consagrado conunción» (Luc. 4 , 18). La vida humana bril la en lapompa de luces del Espíritu Santo. En toda la actividad de Cristo se siente el aletazo de la santa paloma. Y, con todo, la plenitud de amor del Espíritu

nos enemistóse Es el Espíritu de Jesús. «Recibiráde lo mío, y os lo anunciará» ( lo. 16, 14). Es elEspíritu que proseguirá la obra de Jesús y la introducirá en e l mundo.

En este punto se revela con mayor luz que encualquier otro cómo la obra de la Redención se hallaentrelazada con la vida trinitaria del Dios Uno.

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Santo no queda aún revelada en esta su actividad.

Uno de los misterios más profundos del consejo divino es que, s i bien fue Jesús —el hombre hipostá-ticamente unido a Dios— quien entregó su cuerpoinocente por los hermanos en un libre acto de amor,y así canceló para siempre la cédula del decreto firmado contra los hombres que los separaba de Dios ,y fue el Unigénito del Padre quien en el ropaje desacrificio, en su humanidad, creó y asentó los fundamentos objetivos de nuestra salvación, s in em

bargo, la realización subjetiva de la misma, ell lenar realmente a cada hombre de la nueva vida,depende de la irrupción de una realidad nueva, sobrenatura l , de la efusión del Espíritu Santo. «Y ovoy a enviaros al que mi Padre os ha prometido;entretanto permaneced en la ciudad hasta que seáisrevestidos de la fortaleza de lo alto» (Luc. 24, 49).«Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador ,para que esté entre vosotros eternamente» ( lo. 14,

16). De modo que Jesús no nos dio aún toda laplenitud. Con la manifestación del Señor se prepara y empieza a construirse la nueva vida, masno queda terminada aún. La perfección completa latrae el Consolador , el Espíritu Santo. Este Espírituno es un espír itu extraño a Jesús , y mucho me-

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Así como el Dios Uno no exis te como Padre e Hijosolos, s ino, por su misma esencia, como Padre, y

Espíritu , y así como es el Espíritu el que cierrael infinito círculo del amor divino y termina lavida divina en toda su plenitud, de un modo análogo la obra divina de la Redención no ha de atr ibuirse al Padre y al Hijo , s ino también al Espír i tu Santo, y es el Espíritu el que le da la consumación plena. En su operación culminan la redencióny el cristianismo; y de tal modo, que s in el Espír i tu Santo y s in su plenitud no habría cris tianismo

comp leto. Esta plen itud de espír itu es de tant o relieve y de tanto peso para el cr is tianismo, que losprofetas de la Antigua Alianza vieron precisamente en ella lo nuevo de la época mesiánicay anunciaron su l legada. «Y después de esto sucederá que derramaré yo mi espír itu sobre toda clase de hombres; y profetizarán vuestros hijos yvuestras hijas . . . Y también sobre mis s iervosy siervas derramaré en aquellos días mi espí

ritu» (Joel 2, 28 y ss .; cf. Ez . 36, 25 y ss .; Is. 44,3 y ss .) . Los primeros cris tianos tenían concienciacabal de que con la época mesiánica se mostró laplenitud del Espíritu. No fue sólo Pedro quien serefir ió explícitamente en su discurso de Pentecostésa la profecía de Joel (Ac. 2, 16). Ellos se con-

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sideraban «vivificados por el Espíritu» (cf. Gal. 5,25; 1 Cor. 2, 15; 3» 1), hombres que están bajola «ley del espíritu» (Rom. 8, 2), que llevan «elsello del Espír i tu» (Eph. 1, 13) . Para San Pablo,el «Espír i tu» es precisamente lo dist int ivo del cr ist iano (Gal. 3, 1 y ss. ; 2 Cor. 11, 4) . Según San J uan(1 lo. 4, 13}, conocemos si «vivimos en Dios y El ennosotros» por cuanto «nos ha comunicado su Espí

las cuatro hijas profetisas de Felipe el Evangelista ,discípulos que profetizan en Tiro. Con todo, la Iglesia pr imitiva t iene plena conciencia de no poseerotro esp íritu sino el de Jesús (cf. 1 lo . 4, 2; 1 Cor.12 , 3), la «mente de Cristo» (cf. 1 Cor. 2, 1 6; 2, 2;14 , 37). Y se tenía gran cuidado de que las revelaciones del Espír i tu fuesen examinadas en su contenido (1 Thess. 5, 21) , y de que todo se hiciera

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r i tu». Esta plenitud dé espír i tu es sentida tan viva

mente , que toda la sabidur ía meramente humana ytodas las autor idades y medidas puramente humanasse abaten delante de el la . «El hombre espir i tualdiscierne de todo; y nadie puede a él discernir le»(1 Cor. 2, 15). De ahí brota la alegre confianza en laredención : «El mismo Espír i tu está dando test imonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios»(Rom. 8, 16) . El sirve de arras , que están puestas ennuestros corazones (2 Cor. r , 22) . En El se fundanademás la firme seguridad de la palabra (racppiqaía,Act. 2, 29; 4, 13 y 31; 28, 31) , e l ánimo alegre parael sacr if icio (Act. 4,41; 2 Cor. 4, 8 y ss.) y la entrega amorosa de unos por los otros (Act. 4, 32 y ss.) .Tan pictór ico es este «Espír i tu», que se traduce enlas más diversas gracias sobrenaturales , que se otorgan «a cada uno de nosotros a medida de la donaciónde Cristo» (Eph. 4, 7) , y se manifiestan no en último término en el «don de lenguas», es decir , en laoración extática, en la «profecía», o sea en el don

de la conversación edificante, como también en elobrar milagros. Los pasajes de los Hechos de losApóstoles en que el autor usa la expresión «nosotros» rebosan con esta alegría entusiasta del Espír i tu. Van y vienen f iguras proféticas como Agabo,

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con decoro y orden (1 Cor. 14, 40) . Mas se procuraba también «apagar el Espír i tu» (1 Thess. 5, 19) .((Codiciad el don de la profecía; y no estorbé is elde hablar lenguas» (1 Cor. 14, 39) . «Yo, sí , deseoque todos vosotros tengáis el don de lenguas: peromucho más que tengáis el de profecía» (1 Cor. 14,5). En esta plenitud de espír i tu se veían precisamente «los efectos sensibles del espíritu de la virtud» (1 Cor. 2, 4) . Así , e l entusiasmo de un contacto inmediato con el Espír i tu dio su cuño peculiaral joven cr ist ianismo. El Espír i tu estaba realmente

«derramado sobre todos los hombres».Se comprende que esta vida pletór ica en el Es

píritu y por el Espíritu, esta alta tensión de lasfuerzas espir i tuales , no podían ser un estado permanente. Este desbordamiento de espír i tu era un síntoma de la juventud de la Iglesia . Estaba en consonancia con la impresión enorme, subyugadora , queprodujo lo completamente nuevo, lo sobrenatural ,lo divino, suscitado por los test igos de Pascua, por

su misma persona, por su actividad y por el milagrode Pentecostés en los ánimos ya preparados, gracias al desarrollo espiritual de la tardía antigüedad.Era como un cálido viento de pr imavera , que pasapor encima de la gleba, henchida de gérmenes y

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sedienta de vida. A ello se añadía la fe asaz general en el próximo retorno de Cris to , en el «pocodespués» que faltaba aún para la venida del Hijodel hombre. Esta fe daba a la plenitud de espír itusu carácter tempes tuoso , apremiante , ex tá t ico .

A medida que pasaba el t iempo y se alejabanlos acontecimientos de Pascua y Pentecostés , cuanto más convivía el cr is tianismo con el mundo y

car el «cris tianismo» cuando van a mendigar donesde es te Padre . Puede haber también hombres quecreen en el «Verbo» y en el sentido de todas las cosas que en Él se revela, y que van modelando suvida con f idelidad trabajosa según este sentido máselevado. Son los hombres de la seriedad moral y deldeber arduo. Mas no son los hombre s del EspírituSanto, del desbordamiento amoroso; no son los

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más se debili taba la fe en el próximo advenimien

to del Señor , iba menguando también la fuerza primitiva del desbordamiento de espír itu. No teníaya puesto en el plan de Dios. Porque su f in , el deimponer al joven cris tianismo, como fuerza divina,en contra del medio ambiente pagano, ya estabalogrado. Por esto se perdió el entusiasmo —aunallí donde más tarde f lameó a ratos , como un fenómeno de masa, por ejemplo, en el círculo de Montano— al ponerse en contacto con las realidades de

la Iglesia y de su vida, que seguía su curso. Elegóa trocarse en secta.Por muy profundamente grabado que estuviese

en el primitivo entusiasmo cris tiano el sello de laépoca contemporánea, s in embargo, el meollo esencial —la fe alegre en el Espíritu Santo, en sus dones y en la vida llena de espíritu— se conservó enel cris tianismo. Es lo que le dio también más tardesu contenido nuevo, propio. El cristianismo, des

pués, com o antes, es esencialmente efusión de Espíritu, es esencialmente milagro de Pentecostés.Y donde no se ve esta efusión de Espíritu , por all íno ha pasado el «Consolador». Allí puede haberhombres que creen en el Padre y que debido a uningenuo egocentrismo están persuadidos de practi-

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hombres de ojos bril lantes . Pentecostés no ha l legado todavía para ellos .

¿Cómo ha de venir para ellos Pentecostés?O , más p ro fundamen te : ¿ Cómo se revela el Espír i tu Santo todavía hoy en e l hombre?

Así como en la primera mañana de la creación,cuando se movía sobre las aguas , y como el día dela segunda creación, cuando llamó a la vida el cosmos de los nuevos hombres , la Iglesia de Cris to ,así como en la creación, al desbordarse su amor

generoso, sembró en la t ierra muerta las r iquezasde la vida natural , y como el día de Pentecostés ,en un bramar impetuoso, sacudió las almas y enforma de lenguas de fuego despertó el ardor denuevos sentimientos y de nuevas palabras , as í s igue obrando aún hoy en la Iglesia como creadordel «hombre nuevo» (cf. 2 Cor. 5, 17), como principio del «nuevo nacimiento» ( lo. 3 , 5) , o , para hablar con Jesús , como el santo «manantial de aguaque manará hasta la vida eterna» ( lo. 4 , 14).

Obra mediante su gracia. ¿Qué es la gracia? Ensubstancia es un brotar y desbordarse del amor deDios en mí, es el soplo del Espíritu Santo en mialma, soplo de amor. El hálito de amor del Espír i tu Santo penetra en el espír itu humano, y no so-

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lamente en la contextura de los actos del pensary del querer , s ino más profundamente, hasta l legara aquel punto en que mi yo , pura unidad , todavía sin elementos diferenciales, no es más que individualidad. Penetra hasta la substancia de mi,alma, entra en las más íntimas profundidades delser . Y es en estas profundidades , en este principiodel ser humano, que el Espíritu invita y l lama al

los ojos . En la naturaleza y en el orden sobrenatural descubre capas de realidad que quedan ocultasa quien rechaza conscientemente las l lamadas de lagracia . Cuando F r . H etsch , m édico educado en elprotestantismo, encontró por el camino de Schóuen-berg , jun to a El lwangen , una medal la perd ida porunos romeros , vio bril lar en esta modesta medallatodo el maravilloso edificio de la teología católica,

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hombre, y le impulsa y le atrae a Dios. La gra

cia es un apremio de amor divino que empieza enlas capas subconscientes del alma humana despertando all í sentimientos , barruntos que ponen enfermo el corazón de pura nostalgia de Dios. Estossentimientos suben más y más a la luz clara de laconciencia y se transforman allí , s iempre bajo la operación del Espíritu Santo, en necesidades , exigencias , discernimientos claros. El Espíritu Santo«está a la puerta y l lama». Mas no hunde la puerta.

La gracia nunca fuerza la voluntad libre del homb re , ya que esencialmente es una solicitación deamor divino. Y donde hay amor, all í se convence,no se violenta. Nada obra más íntima, casta y delicadamente que este apremiante amor divino. Elpensar, penetrado de él , no se desviará de su cursológico. Es un pensar sano. Y, a pesar de todo, es tádotado —porque le impulsa el amor divino— de unsentido más profundo, de un discernimiento más

agudo y de una capacidad más amplia para captarel aspecto interior de lo real —aquel fondo en quela substancia de las cosas lleva la huella del dedode Dios—, hasta para abarcar aun aquellas razonesúltimas en que se funda todo lo real y sin las cualesse trueca en fantasma atormentador. La gracia abre

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como iluminado por una luz de encantamiento. Y la

imagen vis lumbrada no le soltó hasta convertirse élal catolicismo y hacerse sacerdote. Además, porquela gracia de la fe coge al hombre en las raíces vitales, en las profundidades de su ser espir itual , poresto l lena el pensar humano del calor y ardor delo vivido. Afianza el juicio de credibilidad con lasmil y mil satisfacciones que experimentó el almaal corresponder al l lamamiento amoroso de la gracia. Únicamente la gracia puede crear conviccionestan profundas. Todas las otras influencias —comoel ascendiente de los padres , de los maestros , delos sacerdotes , de la Iglesia— sólo pueden tener encuenta lo generalmente humano, y en lo personal nopueden llegar más allá de lo visible, de lo que setraduce al exterior. Sólo rozan la superficie delser humano; no penetran hasta aquella últ ima peculiaridad en que cada hombre vive de lleno la ideaindividual eterna, expresada en su persona. Únicamente e l Creator Spiritus, el Creador del alma individual , puede tocar inmediatamente esas realidadesque existen sólo «una vez» en los complejos espir i tuales y procesos espir ituales , y de esta suertecrear un conocimiento de fe que, brotando interiory orgánicamente de la peculiaridad del yo , se afiaii

 

za en toda la postura espir itual del creyente. Hayalgo más , a lgo impor tan te : e l nuevo conocimiento —lleno de gracia—, aunque no descubra nuevasverdades , es tá en cierto modo empalmado con la manera divina de conocer. «En la fe humana (natural)no nos acercamos a la Divinidad, no subimos a ella.Tan sólo reconocemos cuánto se eleva su conocimiento sobre el nuestro. Mas por la fe divina, so

el Espíritu Santo nos hace creyentes . La fe es unvivir continuamente el milagro de Pentecostés; enesencia no difiere de la fe de Pentecostés.

Dd Pentecostés de la nueva fe brota el Pentecostés del nuevo hombre; de aquel misterio brotaeste milagro. En cuanto el Espíritu Santo ha abierto con apremio de amor los ojos del alma a Dios ysu verdad, es ta verdad relampaguea como una luz

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brenatural , somos precisamente levantados a su al

tura, para ser partícipes de la misma. Por aquéllaoímos la voz de quien nos manda, por ésta somosintroducidos como amigos de Dios en la luz de nuest ro Señor . . . Por ende, la luz de la fe es una graciapor la cual Dios se revela inmediatamente en elalma como aquel que le hablan (Scheeben). Esto esla «revelación interior», la «iluminación del corazón», de la cual sabían decir tantas y tan delicadascosas los antiguos teólogos. Ella se funda en la re

velación exterior y en su anuncio hecho por la Igles ia , ya que los presupone. Pero es el resultado másalto de los mismos, su punto culminante, por cuanto en ella se abre camino la más alta personificaciónposible del mundo de la fe , descubierto en la revelación exterior . En esto piensa San Juan al escribiren su prime ra Car ta (2, 27) : «M antene d en vosotros la unción que de Él recibisteis. Con eso notenéis necesidad que nadie os enseñe : s ino que con

forme a lo que la unción del Señor os enseña entodas las cosas, así es verdad, y no mentira.»Por tanto, la fe del cristiano es en realidad —si

por otra parte es sobrenatural , divina— un «efectosensible del espíritu y de la virtud» del EspírituSanto. No somos nosotros que creemos, s ino que

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vivísima, abrasadora en la obscuridad confusa de

'nuestro ser nat ura l. Entonc es nota el hom bre laenorme distancia entre lo que es él y lo que deberíaser . Se asusta , se estremece, huye. Pero, doquieraque huya, el apremio amoroso del Espíritu Santole persigue, penetrando hasta en los r incones másrecónditos del alma. Discernimientos s iempre nuevos surgen en él, por más que le atormente lanueva luz. Nuevas nostalgias de Dios , nuevos impulsos hacia el bien brotan s iempre en él , por mucho

que se rebele contra el aguijón. Se entabla una lucha entre la gracia y la libertad, entre el amornuevo y el antiguo, entre el espir ita y la carne,entre Dios y el hombre, una lucha tan tremenda,tan emocionante y con todo tan asombrosamentesublime, que «sirve de gozo a los ángeles del cielo»el poder ser sus testigos. La fina pluma de Agustínnos la ha descrito con clásico relieve. La lucha fluctúa. Son casi insondables los calabozos a que huye

el hom bre animal ante la luz aprem iante; son casiinnumerables los perros que ladran en los sótanos.Y donde las profundidades de lo animal parecenagotarse, allí abre sus fauces el abismo de lo diabólico. Allí lanza el «Príncipe del mundo» sus saetas venenosas al alma del luchador cansado. Así

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puede suceder que el hombre sucumba, que «el espír i tu impuro» tome posesión de su casa, y hastallame a otros espíritus, «peores que él» (Matth. 12,45) , con que «viene a ser el postrer estado de aquelhombre más lastimoso que el primero». Mas dondeesto sucede, allí no es el Espíritu Santo quien fracasa. Allí fracasa únicamente la voluntad humana.¿ Por qué fracasa ? ¿ Quién puede penetrarlo ? L,os

Viene el «Consolador», el «dulce huésped del alma».Siempre viene cuando el alma, desprovista de todoconsuelo humano, se queja solitaria en el desierto ,y cuando más duro es el s i lencio en torno suyo. Entonces —al suave murmullo del Consolador— seatreve el hombre a esperar que Dios despertará denuevo su esqueleto descarnado. «Ven tú , oh espír i tu , de las cuatro partes de mundo, y sopla sobre

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teólogos hablan de un «misterio de la iniquidad» ycavilan mucho sobre las profundidades insondablesde la elección de la divina gracia. Pero, por muyentretejido que esté el querer humano con la voluntad salvadora de Dios , el hombre no puede dis imularse a sí mismo que al pecar fue su propia voluntad, su l ibre decis ión que le movía. El hombrefracasó allí donde había de ser «él mismo», y dondeno tiene acceso ningún demonio, y donde la mismagracia se para respetuosamente.. . : en el santuariode su ser, en el fondo de su personalidad. Lo trá

gico del Espíritu Santo, divino, es que este hombreinterior, aunque circuido de luz divina, pueda sustraerse a su resplandor. Mas s i el hombre se abre,si despeja y tiene abiertas siquiera las más pequeñas y leves hendiduras y grietas de su ser para quepenetre la luz de la gracia , entonces queda ésta vencedora. Oleadas s iempre nuevas parten del corazónde Dios. El hombre antiguo se encoge y teme cadavez más. El miedo le estremece, el arrepentimiento

le muele. Hasta en las últimas fibras de su ser palpita el sentimiento de su i l imitada debilidad. Y nopuede s ino clamar : ¡ Señor , ayúda me, que perezco !Pero mientras así clama, la esperanza entra despacio , a t ientas , con amplio impulso, en su alma.

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estos muertos , para que resuciten» (Ez. 37, 9) . Sólo

cuando el hombre ha experimentado hasta el extremo su propia impotencia, y clama del fondo de sualma : «Señor , apresúrate a ayudarme», es tá preparado para lo celestial , para aquello que Jesús l lamaun «renacer» un nacer «en Dios».

En el sacramento del Bautismo o en el de la Penitencia se realiza esta regeneración. Algo completamente nuevo, algo que de ningún modo puede ponerse como eslabón en la cadena de causalidades natu

rales , entra en el alma : la gracia santificante. E sgracia, la más pura, completamente inmerecida, yexcede los l ímites de la natura leza; es un bro tar devida divina y de amor divino. El Espíritu Santo, eldesbordamiento personal del amor divino, el granConsolador está aquí. Tan sólo en la manifestaciónsuprema del amor divino, cuando el «Verbo» bajóa la miseria de la humanidad y asumió carne mortal ,fue todavía más eficaz, más emocionante, más arre

batadora la operación del Espíritu. La s inmedida delamor divino atrae de tal suerte el alma a la vida divina, que la satura de nuevas fuerzas, y lo viejo, loterreno del alma se desvanece, y brota en ella unaforma nueva, supraterrena, divina. El alma s ienteun hálito peculiar de espir itualidad, de recogimien-

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to , algo que levanta su ser por encima del ser creado, algo que ni siquiera se halla en la naturaleza delserafín más encumbrado, s ino únicamente en el mismo Dios. Precisamente por esto habla San Pedro deuna «participación de la divina naturaleza» (2 Petr .1 , 4) . Aquí se obra una divinización, no por la naturaleza, s ino por la gracia , y no de un modo insolublecomo en el Unigénito; pero, a pesar de todo, es una

costes , y rompe todo lo quebradizo, «para que se reconozca la grandeza del poder de Dios» en los «vasos de barro frágil» (cf. 2 Cor. 4, 7). Se cumple lapalabra del Profeta : «Os daré un nuevo corazón,y pondré en medio de vosotros un nuevo espír itu , yquitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra y osdaré un corazón de carne» (Ez. 36, 26).

Es te nuevo corazón es el «efecto visible del espí

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manifestación verdadera, real , de Dios en el hombre.

Dios se manifiesta aquí no sólo en símbolos extraordinarios como en la creación, s ino en una entregainmediata de s í mismo. Tan íntima es esta teofanía,que el agraciado no vive ya en su propio espír itu ,s ino en el espír itu del Hijo , «el cual clama : Abba,Padre» (Gal. 4 , 6) , y toda la Trinidad toma moradaen él como en un templo.

El cris tiano en estado de gracia , ¡ un templo delEspíritu Santo, un cielo sobre la t ierra , un misterio !

¡ Un misterio lleno de profundo silencio, lleno de devota calma ! Y, a pesar de todo, un misterio que, asemejanza de la fuente escondida en las montañas ,hace brotar vida lozana y cubre de bril lante pompaprimaveral el alma. Se despierta un nuevo hombre.«Acabóse lo que era viejo: y todo viene a ser nuevo.»Se transforma por completo toda la personalidad. Sucentro de gravedad no es ya el yo antiguo, atado a latierra , s ino el yo nuevo, atado a Dios en el Espíritu

Santo. Como de los Apóstoles en el día de Pentecostés , apoderóse del hombre una nueva fuerza, un nuevo eros , una nueva y grande voluntad. Y no brota denosotros mismos. No estaba todavía en nuestras súplicas y oraciones , en nuestra penitencia y ascetismo.Viene de lo alto , como el viento impetuoso de Pente-

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ritu y de la fuerza» para el cristianismo. En él se

revela éste de continuo como religión de la nuevavida, como fuerza de Dios que penetra en el mundodel tiempo y del espacio, y lo transforma. Todos losmilagros , vis iones y profecías , todo cuanto obra deextraordinario el Espíritu de Pentecostés en los creyentes , todos los sacramentos y sacramentales reciben de Él su última y más alta credibilidad. Porencima de todos los milagros y señales de la graciaestá este milagro del Espíritu Santo : el hombre nue

vo, nacido de Dios. Donde no se ve esta nueva especie de hombres , pierden los mismos milagros y lossacramentos su fuerza convincente. Una comunidaden que hubiese abundancia de milagros y de sacramentos , pero se viese poco o nada el nuevo hombre,se asemejaría a un trigal con espigas vacías. Nosería una comunidad del Espíritu Santo.

¿Cómo se revela el nuevo hombre? La BuenaNuev a del hombre nuevo es ésta : «La caridad de

Dios ha s ido derramada en vuestros corazones pormedio del Espíritu Santo, que se nos ha dado.» Éstees el nuevo cántico: «¿Quién, pues , podrá separarnosdel amor de Cristo ? ¿ la tribulación ? ¿ o la angustia ?¿ o el hambre ? ¿ o la persecución ? ¿ o el cuchillo ?»(Rom. 8, 35). ¿No ha sido cantado por millares de

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hombres en todos los s iglos ? ¡ Vosotros, flores y estrellas , vosotros , hombres y animales , vosotras , alegrías y penas !, os veo ahora con nuevos ojos, os amocon nuevo corazón. Sea como fuere, suceda lo quesucediere : Dios es caridad. És te es el misterio detodo ser de Dios y del mundo, de Cristo y de laIglesia , el misterio de toda vida y de toda m uerte :el amor del Espíritu Santo, el amor que descansasolamente en s í mismo, el amor creador , el pri

de Pentecostés . Allí hay todavía «formas de piedad»,como las l lama A gustín : Iglesia , sacerdote, sacramento; mas se ha perdido su fuerza de fecundidad.

Ningún pecado , n ingún v ic io , es , según su esencia, tan contrario a la vida de la Iglesia , y ningunoinfluye de un modo tan destructor en su fecundidady fuerza de expansión, como el vicio del desamor.¿ No h a echado ya su raigam bre acá y acullá ? ¿ N onos espantan dentro de la misma Iglesia largos tre

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mero, el que es Dios. Ahora veo cuan profundaes la palabra de la Escritura : «En esto consiste sucar idad : que no es porque nosotros l ibamos amadoa Dios , s ino que Él nos amó primero a nosotros , yenvió a su Hijo a ser víctima de propiciación pornuestros pecados» ( i lo. 4 , 10).

Y con este fuego de Pentecostés, con este fuegodel puro amor divino, echa llamaradas el nuevo amoral hombre. Porque, «queridos , s i as í nos amó Dios ,también nosotros debemos amarnos unos a otros»(1 lo . 4 , n ) . «Ya no hay dis tinción de judío , nigriego; ni de s iervo, ni l ibre; ni tampoco de hombre, ni mujer. Porque todos vosotros sois una cosaen Jesucris to» (Gal. 3 , 28). Todas las barreras nacionales , culturales , sociales se rompen delante de esteamor. Y tiene camino abierto todo amor que se entrega, que ayuda. Porque «¿cómo es posible queresida la caridad de Dios en quien tiene bienes deeste mundo y viendo a su hermano en necesidad

cierra las entrañas para no compadecerse de él?»(1 lo. 3, 17). La Iglesia, la diócesis, la parroquia esesencialmente comunidad de Pentecostés , alianza deamor, la unidad de hombres que se aman. Y dondeeste amor no es vivo, allí se ha apagado el fuego

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chos que parecen desiertos áridos , desolados , porque

el Espíritu Santo, el Espíritu del recogimiento y delamor ha venido a ser para tantos un «Dios desconocido» ? «¡ Ved cómo se aman unos a otros !» Esta palabra, suprema alabanza un día del espír itu cris tiano,¿ no suena ahora para m ucho s como una befa m ordaz ?Y, con todo, ¡ no hay otra cosa que nos dis tinga comodiscípulos d e Jesús, sino el amor ! Él e s la me jor,aún más la única y decis iva prueba —entendiéndolobien— «del espíritu y de la fuerza» que hay en nues

tra Iglesia. Ningún medio, buscado con artif icio , dela cura de almas puede substituir lo. No basta lapenetración de los teólogos, ni la ciencia cristiana,porque «cuando yo hablare todas las lenguas de loshombres y el lenguaje de los ángeles , s i no tuvierecaridad, vengo a ser como un metal que suena, o campana que retiñe». Ni bastan vis iones y éxtasis , porque «cuando tuviere el don de profecía, y penetrasetodos los misterios, y poseyese todas las ciencias, no

teniendo caridad, soy un nada.» Tampoco basta elardor de una fe f irme, aunque bril le asombrosamenteen congresos católicos y organizaciones religiosas.Aunque fuera «una fe que traslada montañas», nadasería sin la caridad. Ni siquiera aquello que un juicio

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superficial llamaría de buen grado «caridad», ni si

quiera las obras «caritativas» de entrega heroica, sonsuficientes. ((Cuando yo distribuyese todos mis bienes para sustento de los pobres , y cuando entregarami cuerpo a las l lamas , s i la caridad me falta , todo lodicho no me sirve de nada» ( i Cor. 13 y ss .) . Todaslas asociaciones , esfuerzos , l igas , que s irven al bienestar público, cualquiera sea su envergadura y porgrande que sea su capacidad, han perdido su fuerza

A N U N C I A C I Ó N(Sermón mariano)

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si el pastor y la grey han perdido lo único necesario ,

lo sencillamente imprescindible, el fuego de Pentecostés , el puro y fuerte amor al hombre.

«I ,a caridad es sufrida, es dulce y bienh echo ra; lacaridad no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa,no busca sus intereses , no se irr i ta , no piensa mal,no se huelga de la injusticia , complácese, s í , en laverd ad; a todo se acomoda, lo cree todo, todo loespera y lo soporta todo» (1 Cor. 13, 4 y ss.).

«I ,os frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz,paciencia , benignidad , bondad , longanimidad , mansedumbre, fe , modestia , continencia, castidad» (Gal.5, 22 y ss.).

¡ Oh qué aspecto espléndido, a tractivo, gozoso,ofrecería la viña del Señor, si todos los sarmientosdieran este noble fruto del espír itu ! Si todos aquellos que van en busca de nuestra Iglesia no tuvieranque bucear fatigosamente en libros y obras , s ino que

les bastase preguntar : ¿ dónde están los nuevos hombres? ¿ los hombres del nuevo amor?¡ Ve n, Esp íritu S anto , l lena los corazones de tus

creyentes y enciende en ellos el fuego de tu amor!

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L A fe católica t iene un ambiente de intimidad y decalor porque confiesa no solamente a un Padre

celestial , s ino también a una Madre. No hay en latierra palabra tan llena de delicadeza y dulzura comoel nombre de madre. Al pensar en el Padre celestial ,nos estremecemos ante su omnipotencia, su justiciay santidad. Al pensar en Cris to , sabemos que no solamente es nuestro Redentor , s ino también nuestro

Juez. Mas , al pensar en María, no hay en este recuerdo más que amor, cordialidad y ternura maternal.Y nos sentimos tan amparados bajo el manto deMaría como el niño que temiendo de un perro queladra furioso, se refugia bajo el delantal de sumadre .

Así María , nuestra Madre celestial , ocupa un puesto privilegiado en nuestra vida religiosa. Mas , pormucho que conozcamos su ternura maternal en gene

ral , algo se nos escapa de su modo particular de ser ,de su semblanza espir itual , de lo que la hace tangrande y santa que llegó a ser Madre de Dios. Hoyindagaremos lo peculiar que hay en María. Trazaremos su imagen, no como la pinta una fantasía ávidade milagros , s ino tal como la dejó consignada el Es-

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píritu Santo en el Evangelio según San Lucas. Copiaremos la imagen de María presentada por esteEvangel is ta .

Cosa significativa : María entra en la historia precisamente en el momento en que fue l lamada a serMadre de Dios. Su semblanza espir itual aparece antenosotros y se nos hace asequible en el momento enque ella se ve circundada con la radiante corona dela complacencia y gracia divinas. Es el momento su

sima imagen. La primera impresión que las palabrasdel ángel le producen es de estremecimiento, de temor y espanto. «Al oir tales palabras , la Virgen seturbó, y púsose a considerar qué significaría talsalutación.» Lo que turbó a María no fue la aparición del ángel —al que contemplaba extática—, s inolo que el ángel le dijo. Era demasiado delicada, sensible, modesta y humilde para no sentir una inquie

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blime en que el ángel del Señor se acerca a ella y letransmite la buena nueva : «Dios te salve, oh llenade gracia ; el Seño r es contigo.» Y a este mism o saludo del ángel arroja una luz clarísima sobre todoel pasado de María. ¡ Cuan pura y casta había deser , qué espír itu de abnegación y de amor habíade tener respecto a Dios y respecto a los hombrespara que el Todosanto mismo le extendiese un certif icado de conducta como no lo oyó jamás de bocade un án gel un ser huma no ! Si María estaba «llenade gracia», nada podía haber en ella que correspondiese a la gracia , que no hubiese s ido saturado deamor de Dios. Con justo t í tulo , la Iglesia deducede esta frase angélica que María había de ser pura,completamente pura, radicalmente pura desde elprincipio , que debió entrar en la vida como Inmaculada, s in la mancha del pecado original. A ella ,y solamente a ella , pueden aplicarse las palabras delCantar de Ca nta res : «Toda tú eres hermosa, ohamiga mía, no hay defecto alguno en ti .» «Dios tesalve, oh llena de gracia.»

¿ Cómo reacciona. María ante este saludo angélico ? Estudiémoslo y veremos a plena luz la bellí-

22/1

tud íntima al escuchar las frases angélicas . ¿Cómo

podía el ángel decir de ella cosas tan altas; de ella,que no era má s que una doncella pob re y sencilla ?¿ Será en realidad un ángel quien le habla ? Quizásea una s imple i lusión o hasta una sugestión diabólica. De esta turbación dolorosa viene a librarla lafrase del ángel: «¡ Oh, Mar ía , no temas! , porquehas hallado gracia en los ojos de Dios; sábete quehas de concebir en tu seno, parirás un hijo , a quienpondrás por nombre Jesús. Este será grande, y será

llamado Hijo del Altís imo.» Enérgicas y potentes ,con sonoridad metálica, como un nuevo Evangelio ,l legan las palabras a María , y arrancándola de suspreocupaciones , la transportan a unas alturas dondetodo es luz y pureza en torno suyo, donde bril la laverdad, la claridad de Dios , donde se desvanece todotemor de que se trate de una aparición diabólica.María sabe ya que es llamada a ser Madre del Mesías. Y, siendo José su desposado, no podía ella pen

sar otra cosa sino que José había de ser el padre delfuturo Mesías. Mas el ángel, al referirse al advenimiento del Mesías , ¿no habló como de un acontecimiento inminente o que por lo menos habíade realizarse dentro de muy breve tiempo ? Según ellenguaje judío, María no podía entender en otro sen-

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t ido las palabras del ángel ( i) . Una profunda emoción apoderóse de el la , porque no estaba aún casadacon José, sino sólo desposada (2). Era ella virgenintacta. Por esto se sintió impulsada a proponer estacuestión : «¿Cómo ha de ser eso? Pues no conozco.. .varón alguno.» En el lenguaje de María estas palabras significaban : «Siendo así que no tengo relaciones sexuales con ningún hombre.» Esta cuestión

Santo descenderá sobre t i , y la vir tud del Alt ísimote cubrirá con su sombra; por cuya causa el f rutosanto que de t í nacerá será l lamado Hijo de Dios.»El enigma estaba resuelto y quedaba patente el mister io de los mister ios. No será un hombre, no seráJosé el padre del Mesías prometido. I ,o será el Altí-

simo. Por vi r tud de l Espí r i tu Santo preparará consu poder creador una naturaleza humana en el seno

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brotaba, por una par te , de su fe f irme en la promesa

del ángel , y por la otra , surgía del apremio de sucorazón virginal . Y fue una pregunta de importancia trascendental , decisiva para el destino de toda lahumanidad , fundamenta l para todo e l c r i s t ianismo.Parece que el universo debió de retener un momentosu respiración para escuchar con suprema tensión larespuesta del-ángel. Y el ángel dijo : «El Espír i tu

( i ) En h ebre o y en e l d i a l ec to arame o de Mar ía , e l fu tu ro Ecce

concipies es e l l l amado « fu tu rum ins t ans» , es dec i r , i nd ica un acont e c i m i e n t o q u e d e b e r e a l i z a r s e i n m e d i a t a m e n t e . A s í , l a s p a l a b r a s d e lángel en I*uc. i , 20; Et ecce eris tacens, i nd ican l a mudez inmedia t ade Zacar í as .

( 2 ) E x p u s o s u s t a n c i a l m e n t e l a m i s m a o p i n i ó n D o n a t u s H a u g g— s igu iendo a l C ardenal C ayetano ( t 1534) y razonan do amp l i am en tesu t es i s — en su obra Das erste biblische Martenivort ( I , a p r i m e r af rase b íb l i ca de M ar í a . — Stu t tg ar t , 1938) . Mien t ras Mar í a no conocíamá s que la pro me sa de un Rey M esías (IvUC 1, 31 y ss .) , co nform ea su men ta l idad jud ía y en ca l idad de desposada con José, de la famil iade Dav id , no pod ía pensar s ino que su desposado hab ía de ser e lpadre de l Mes ías p romet ido , e l cua l ocupar í a e l « t rono de su padreDavid» (Iyuc. 1 , 32). Mas como el ángel prometió la concepción

inmediata, María deb ió de sen t i r se o pr imida por es t a cues t ión :

«¿Cómo ha de ser eso s i endo yo v i rgen in t ac t a?» So lamente l aexp l i cac ión u l t e r io r de l ángel , a s aber , que no por obra de varón ,s ino por obra de l Esp í r i t u de Dios conceb i rá e l l a a l Mes ías , pudol ib rar l a de es t a p reocupación , «porque para Dios nada es impos ib le»(Luc. 1 , 37 ) . So lamente en tonces d io su consen t imien to . Con l as palabr as : «He aq uí la esclava del Señor» (Luc . 1, 38), expre sa sureso luc ión de en t regarse por comple to a Dios , guardando v i rg in idadp e r p e t u a . Solamente entonces y no antes se man i fes tó como «s i empre v i rgen» . La v i rg in idad no es v i r tud jud ía , s ino cristiana.

2 2 6

virginal de María. Y el f ruto santo que de el la nazca

será l lamado Hijo de Dios, y para Madre de Diosella es escogida.¿ Qué te pasa , María ? Se abre ante lo infinito, el

mundo sobrenatural , e l mundo de Dios. El estremecimiento ante lo completamente otro se apodera de t i .María , te hallas ante un abismo, tan indec iblementeprofundo como el mismo Dios. Te encuentras anteu n a decisión tan tremenda, que conmueve cielos ytierra. Si contestas con un no , te quedarás aquende el

abismo, segui rás per tenec iendo a tu pequeño mundo,no habrá cambio en tu vida , contraerás fel izmentematr imonio con José , y tendrás hijos bienamados.Pero, cier tamente , te atormentará siempre una espinapor no haber respondido en el momento decisivo.Y esta espina tendremos que sentir la todos nosotros,porque todos permaneceremos en nuestros pecados yno habrá quien nos redima. En cambio, si contestas ,oh María , con un sí, dirás anón al mismo tiempo a ti

misma. No te per tenecerás ya a t i , s ino que per tenecerás a tu Señor y Dios con todo cuanto t ienesEntonces entrarán en tu vida la abnegación, la nnuncia. Te convertirás en una sola llama de saerifició, quedando consumido en t i todo lo terreno, aunlo más delicado que tienes, tu entrega de espos.i

33 7 

a José. Porque, s iendo esposa de Dios , no podrás serlo ya de un hombre. Serás l lamada Virgen de lasvírgenes , porque en una entrega suprema a la voluntad divina habrás renunciado a toda dicha terrena. Y lo más difícil y más grande : si dices sí , te sentirás arrastrada al abismo de Dios, al abismo tremendo de su incomprensibilidad y de sus misterios ,a aquel abismo en qüc, dentro de treinta y tres años ,se hu nd irá tu prop io hijo al clamar en la cruz :

las palabras con que Isabel , prima de María, la sa

ludó poco tiem po después : «¡ Oh , biena ventu radatú , que has cre ído!» Y comprendemos también porqué en medio de la predicación de Jesús exclamó unamujer con transportes de júbilo : «Bienaventurado elvientre que te l levó.. .» , y por qué el Señor , comocorrigiéndola, subrayó : ((Bienaventurados más bienlos que escuchan la palabra de Dios y la ponen enpráctica.» ha grandeza, de María no está en el plano

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«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» Un mar de desilusiones y penas se unirá eneste abismo y te cubrirá con sus aguas. Mater doloroso,, Madre dolorosa; és te será tu nombre. Porcierto , por cierto , oh María, s i tú dices sí , nosotrostendremos entre nosotros un Hermano que es Dios ,y nos hallaremos amparados en Él para s iempre. Entonces seremos redimidos. ¿Cuál será tu decis ión,oh Mar ía?

Y Ma ría dijo : ((He aquí la esclava del S eñ or;hágase en mí según tu palabra.» Desde entonces s igue resonando por todo el mundo con claro sonidoesta frase, pronunciada en el aposento de Nazaret.Consagra el cuerpo de María para templo del Espír i tu Santo, para cuerpo de la Madre de Dios. Desdeentonces sabemos que somos redimidos. Pero sabemos también que María, con estas palabras , se precipitó en el abismo de Dios. «He aquí la esclava del

Señor.» Es una frase llena de heroísmo y espíritude sacrif icio , rebosante de entrega y de amor, unafrase tan pura y grande que sólo la pronunció otroen la his toria universal , el Hijo de María al orar enel monte de los Olivos: «Padre mío.. . no se hagalo que yo quiero, s ino lo que tú.» Así comprendemos

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físico, sino en el espiritual; consiste en que ella res

pondió con un sí sin reserva a la voluntad de Dios ,en que recibió espir itualmente la palabra de Dios antes de darle a luz corporalmente. I^o que es María :el asín encarnado, como respuesta a la voluntad delTodopoderoso, la entrega s in reserva a sus mister iosos designios , aunque éstos hayan de conducirlapor obscura noche y profundo dolor. «He aquí la esclava del Señ or; hágase en mí según tu palabra.»

¡ Cómo se cum pliero n estas palabra s en toda su

vida ulterior ! Cuando en Belén no tenía hospedajepara su Hijo recién nacido y tuvo que colocarle enun pobre pesebre; cuando en obscura noche hubo dehuir a Egipto para escapar de las asechanzas de He-rodes; cuando no vio en torno suyo, durante treintaaños , los esplendores propios de la Madre del Mesías,s ino solamente pobreza y necesidad; cuando, al empezar Jesús la actividad pública, ella hubo de sentirdía tras día el odio con que se perseguía a su Hijo...

Siempre que una mala noticia llegaba a su casita,Ma ría se aferraba a la volunta d de Dios : «H e aquíla esclava del Señor.» Y finalmente, finalmente.fue colo cado e n su regaz o el Hi jo e xán im e, i-iibiei lnde sangre. Toda otra persona se habría c|iicln H• •

 

tado entonces y habría dudado de s í misma y de s*1

l lamamiento. Pero María, aun en ese momento, elmás difícil de su vida, siguió siendo la «esclava delSeñor». Permaneció fiel a lo que treinta años ante-' 'había vivido y visto en la soledad de su conciencia-A través de todas las sombras de la noche seguí*viendo aún al ángel , y en medio de la gritería deuna turba agitada seguía oyendo la promesa : «Será

dificil ís imas de nuestra vida nos haga exclamar: «Heaquí la esclava del Seño r; he a quí el esclavo delSeñor; hágase en mí según tu palabra.» Entoncestambién nosotros experimentaremos cómo Dios nuestro Señor es un Dios f iel y no permite que seamosconfundidos. «Bienaventurados los que escuchan lapalabra de Dios y la ponen en práctica.» «Oh, bien

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l lamado Hijo del Altís imo.»Y por esto pronunció ella su «sí», a pesar de todo,

dictado por la fe. A pesar de todo, Él es el Mesías;a pesar de todo, Él es el Salvador del mundo. Así I a

pobre doncella de Nazaret , mediante su je, se coronoreina de todos los santos , Madre de Dios. «Bienaventurada tú que has creído.»

¡ Cuan sencilla y humilde es la imagen de María !No se habla de milagros que obrara ella durante su

vida. Solamente desde que fue glorificada resplandece ella con el fulgor de sus milagros. No era niquería ser otra cosa que la Esclava del Señor. Susantidad era un servir sencillo, fiel, silencioso de lavoluntad divina.. . , venga lo que viniere.

¡ Ojalá modelase la vida de María también la nuestra ! F ue santís ima voluntad de Dios que hubiésemos de sufrir nosotros cosas tan tremendas y hayam os de seguir sufriéndolas . No podemo s olvidar los

millares de los nuestros , de los mejores , que murieron en los campos de batalla , l lenos de sangre.Y tantos y tantos andan solitarios ahora y solos deben sobrellevar la vida. ¿No fue también la vida deMaría una vida de soledad y abandono ? Sea , pues ,animada también nuestra vida por el espíritu de María, por ese espíritu que en las situaciones difíciles,

aventu rada tú que has creído !»

 

E l , S A C E R D O C I O C A T Ó L I C O(Conferencia)

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T""VESPTJÉSde pasar Jesús toda una noche en ora-*-* ción, escogió a doce de sus discípulos. Los ele

vó luego a «minis tros .. . y dispensadores de los misterios de Dios» (i Cor. 4, 1). ¿Qué intentaba conello ? ¿ Qué significaba ser sacerdote según la mentedel Señor?

El sacerdocio católico recibe su consagración y dignidad únicamente del sumo sacerdocio de Cristo.Solamente Cris to es el sacerdote verdadero y propiamente dicho. Solamente El «permanece s iempre,posee eternamente el sacerdocio.. . El cual no tienenecesidad, como los demás sacerdotes, de ofrecer cadadía sacrificios, primeramente por sus pecados, y después por los del pueblo; porque esto lo hizo una vezsola, ofreciéndose a sí mismo» (Hebr. 7, 25 y ss.).i Ofreciéndose a sí m ismo ! De modo que el actosacrificial de Cristo en el Gólgota sirve de fundamento al sacerdocio de Cristo. Del Gólgota brota elr ío de bendiciones del Salvador e inunda a la humanidad. Por haber incluido entonces nuestro Hermanodivino a toda la humanidad en su intención salvadora y habeula consagrado al Padre, se mostró mediador nuestro, pontífice que tendió un puente sóbrela espantosa sima producida por culpa de nuestro

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primer padre. Por medio de Él , en Él , con Él tenemos nuevamente l ibre acceso al Padre Celestial .

Por ser Cris to el Mediador verdadero, propiamente dicho entre Dios y nosotros , nosotros, hombres,solamente en sentido impropio podemos ser sacerdotes y mediadores , no en el sentido de que nosotrosmismos por nuestra propia actividad podamos de unmodo creador despertar vida divina y comunicarlaa los fieles. Por esto los cristianos primitivos evita

está presente cabe el altar al pronunciarse las palabras misteriosas que hacen presente ante nosotros elsacrificio del Gólgota : (¡Éste es mi cuerpo, ésta esmi sangre.» Invis ible , perdona en el confesonarionuestros pecados : Ego te absolvo. Tras toda acciónsacerdotal , tras todo gesto sacerdotal , tras toda palabra sacerdotal , es tá invis ible , pero verdadera yrealmente presente Él mismo, el sumo Sacerdote,que es Dios.

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ban llamar sacerdotes a los ministros de la Iglesia.Preferían llamarlos «presbíteros», «obispos» y «presidentes». Todavía San Agustín prohibía que se diera a los sacerdotes el t í tulo de mediadores , porquetodavía en su t iempo los herejes donatis tas opinabanque todas las gracias proceden inmediatamente de laactividad sagrada del sacerdote, y no sólo de Cristo.Én los s iglos ni y iv , cuando se hubo vencido elpeligro de interpretar erróneamente di conceptode sacerdote cris tiano, se introdujo la costumbre de

aplicar también a los ministros de la Iglesia el altotí tulo de «sacerdote». Mas no se olvidaba que talt í tulo era aplicado solamente en sentido impropio,no en el sentido de que nosotros, a semejanza deCris to , podamos suscitar de un modo creador , merecer o comunicar la vida de gracia. Esta vida en sumeollo más íntimo no es sino participación de lavida de Dios. De ahí que sólo puede brotar del corazón del Dios Trino, y nadie puede adquirir la o me

recerla sino el divino Salvador. Así, sólo Cristo esnuestro Sacerdote y Mediador. Aunque invis ible ,es tá presente cabe la pila bautismal cuando el párvulo , que estaba tiznado del pecado original, es recibidoen los brazos paternales de Dios. Aunque invis ible ,

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En esta perspectiva, ¿ qué sentido tiene nuestro

sacerdocio humano ? Ea Iglesia contesta : Eos sacerdotes no son más que instrumentos de Cris to , órganos por los cuales el Sumo Sacerdote sigue operandoinvisible en el plano de lo visible. Son la boca deCris to , con la cual Él anuncia de un modo perceptible la buen a nue va ; son la mano de Cristo, con lacual Él bendice vis iblemente y unge a los enfermos;son la palabra de Cristo, con la cual Él convierte elpan y el vino en carne y sangre suyas.

Siempre y por doquiera nosotros los sacerdotesobramos tan sólo como instrumentos , y no de otramanera. Por cuanto nuestra boca, nuestra manoy nuestra palabra nos pertenecen solamente a nosotros, no son capaces de producir rfl el más pequeñovalor sobrenatural. Solame nte pueden hacerlo mediante la vir tud de aquel a quien s irven de instrumentos.

Hasta tal punto carece de valor propio nuestra actividad sacerdotal , que sería sobrenaturalmente fe

cunda aun en el caso de no vivir nosotros en la esfera sobrenatural , de no hallarnos en estado de gracia.Visto exteriormente, el sacerdocio católico es simpleministerio de siervos, no hay nada en él con quepueda uno alardear o satisfacer su amor propio.

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Y, con todo, el sacerdocio se ve rodeado de un esp lendor pecul iar , supra ter renal . ¿Por qué? Cier tamente los sacerdotes no somos más que s iervos ,pero siervos de Cristo, no siervos de un hombre. Alimponernos la mano el obispo y ordenarnos sacerdotes fuimos admitidos de una vez para s iempre eneste ministerio de siervos, y no hay poder ni en loscielos ni en la tierra capaz de desligarnos de estasrelaciones de servicio. De un modo duradero de

han de perseguir a vosotros .» Por ser s iervo deCris to , el sacerdote hasta se encuentra en una especie de unión personal con El , se ve unido con Elhasta la comunidad de destino.

Y esta unión íntima con Cris to necesariamente daun modo de ser peculiar a la persona del sacerdote , imprime un cuño caracterís tico a toda su viday nos mueve a hablar de ciertas vir tudes de estadoque le son propias . ¿Cuáles son éstas?

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pendemos de Cristo, como el siervo de su señor.Y nuestro servicio consiste en que con la palabray los sacramen tos colocamos en el mom ento presente , en la actualidad que estamos viviendo, lo santoque Cristo trajo al mundo. Así pues , doquiera queesté el sacerdote, es tá presente también Cris to consus bendiciones de Redentor. En cierta manera nosroza el aliento de Cris to cuando predica el sacerdote.En cierta manera muéstrase en imagen humana la f i

gura nobilís ima del Sumo Sacerdote cuando el sacerdote se encuentra cabe el altar . En cierta manera,un ambiente divino circunda al sacerdote; por sumera exis tencia, por el mero hecho de que en mediode los hombres el sacerdote es un Sursum corda vi viente, una invitación continua : Buscad primero elreino de Dios. Por esto como su Maestro divino,también el sacerdote es una señal que divide losespíritus, una señal a la que «se contradice» y que

está destinada «para ruina y para resurrección demuchos» (Iyuc. 2, 34). En las relaciones que mantiene con el sacerdote refléjase la conciencia delmundo. El sacerdote es amado doquiera que se amaa Cris to , y se le rehuye doquiera que se rehuye aCris to. «Si me han perseguido a mí, también os

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Por tener plena conciencia de ser siervo de Cristo , nada más que s iervo, es la humildad la vir tudfundamental del sacerdote católico. Precisamente aél pueden aplicarse las palabras del Señor : «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.»Cuanto más cerca está de Cris to el sacerdote, concuanta más fuerza se apodera de él la divina majestad del Señor , con tanta mayor emoción debe exclamar : «Dómine, non sum dignus.» No soy digno de

que tú entres en mi casa, de que penetres en mi espír i tu , en mi pensar y obrar . Señor , apártate de mí,que soy hombre pecador. Tiene un s imbolismo impresionante el hecho de que precisamente fue a losprimeros sacerdotes consagrados , a los apóstoles ,a quienes Cristo inculcó la sencillez e ingenuidad de los niños: «Si no os volvéis como niños.. .» Tiene un sentido profundo y emocionante elhecho de que precisamente fue a los primeros orde

nados , a los apóstoles a quienes amonestó Cris to paraque huy eran de todo egoísmo y afán de medrar :«Quien aspirare a ser mayor que vosotros, debe sorvuestro criado. Y el que quiera ser entre vosotrosel primero, ha de ser vuestro s iervo. Al modo que elHijo del hombre no ha venido a ser servido, s ino

237 

a servir» (Matth. 20, 26 y ss.). No hay cosa tan

extraña al sacerdocio católico como el orgullo delespír itu y la hartura espir itual.

Del fondo de este querer servir , de esta humildadde corazón, sube lo más delicado y amable que puedeadornar una vida sacerdotal , el amor. Es el noblefruto de la actividad sacerdotal , la marca por la cualse reconoce al sacerdote verdadero. «Por aquí conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor

¡ H E R M A N O S , P E R M A N E C E D F I E L E SA L A T I E R R A !

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unos a otros .» Este amor no consis te en huera pala

brería. Es f irme y concreto , es decir , obra s iempresegún el mandato del momento, según las exigenciasde tal o cual s ituación. Vierte óleo bienhechor en lasheridas del enfermo, aun cuando éste sea de religión dis tinta. Va a los desheredados y náufragos ,aun cuando éstos sean pecadores públicos. Precisamente en la conciencia del sacerdote están grabadaslas palabras del Señor: «Siempre que lo hicis teiscon alguno de estos mis más pequeños hermanos ,

conmigo lo hicis teis .» Y, ante todo, el amor sacerdotal es un amor comprensivo, maternal. Comprende y comparte la congoja espir itual ajena. Y procuracomprender esta congoja teniendo en cuenta la s ituación concreta. A semejanza del Señor , antes quiereescribir en el suelo que condenar con precipitaciónal hermano descarriado. Es un amor que va s iemprea lo esencial , al levantamiento interior del doliente,nunca a las exterioridades y mezquindades; un amor

como lo describe San Pablo en 1 Cor. 13 : La caridad«a todo se acomoda, cree todo el bien del prójimo,todo lo espera y lo soporta todo. La caridad nuncafenece.»

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CUANDO Nietzsche —que, s iendo hijo de un pastorprotestante, se educó en el aire rarif icado, gastado, de un cris tianismo pietis ta , hastiado, que huíadel mundo— lanzó el lema : «Permaneced fieles a latierra», bajo la impresión de las vivencias religiosasde su juventud y bajo la influencia de Schopenhauer—que juzgaba probada su idea pesimista del mundopor la doctr ina cris tiana del pecado original—, partía de la convicción de que la enseñanza cristiana

referente al pecado original manchaba todo lo terreno y desfigurando la tierra la transformaba en semillero de vicios y valle de lágrimas , y mostraba comoúnica cosa deseable lo supraterrenal , el cielo. Suadmonición : ((Permaneced fieles a la tierra» tenía,por tanto , un matiz anticris tiano; rezumaba ira ydesprecio respecto de todos los que buscan algo trascendenta l (Hinterweltler) y ven el punto de gravedad de su vida no en este mundo, s ino en el más allá.

Cuan errónea fue la opinión de Nietzsche, y cuaninjusto fue él con el cristianismo, se echa de ver yapor el mero hecho de que encontramos el mismo lemaen el fondo de todas las luchas que la Iglesiahubo de sostener durante s iglos contra las herejías de los gnósticos , maniqueos , albigensés y otros .

3.V» 

Interpretando muy erróneamente las palabras paulinas «carne de pecado», es tas sectas enseñaban queno solamente la «carne» sirve al pecado, sino todacarne, es decir, todo lo corporal y sensible, engeneral todo cuanto procede de la t ierra , todas lascreaciones puramente terrenales de las ciencias y artes , todas las insti tuciones exteriores y todos lospoderes de la Iglesia y del Estado, y aun los mismossacramentos administrados con s ignos vis ibles , son

solamente él es «imagen de Dios». «A imagen deDios le crió» (Gen. 1, 27). Esto significa : Solamenteel hombre refleja el ser, la espiritualidad de Dios, estierra , s í , pero también es espír itu. Como espír ituatado a la t ierra , pertenece a dos mundos. Por sucuerpo está pegado al polvo de que nació : por su espíritu «vuelve a Dios que le dio el ser (Eccle. 12, 7)-De ahí que por naturaleza el hombre s iente dosinstintos originarios , vehementes , al parecer contra

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obra del diablo y cosa intr ínsecamente mala. Sólo loespir itual-divino es esencialmente bueno. En numerosos concilios tuvo la Iglesia que tomar posicionescontra estos movimientos espir itualis tas y defenderlos derechos de la t ierra , del cuerpo, de los sentidos.

Así , pues , el lema de Nietzsche : «Permanecedfieles a la t ierra», en su sentido fundamental , fuehasta la Alta Edad Media grito de guerra tambiénde la Iglesia. Ni podía ser de otra manera. En el comienzo mismo de los l ibros sagrados leemos: «Enel comienzo creó Dios el cielo y la tierra» (Gen. i, i).Lo que Dios crea, es esencialmente bueno. Nada menos que s iete veces repite , por tanto , el hagiógrafo,contra todos los sombríos despreciadores del mundo,las palabras sublimes : «Y vio Dios que lo hecho erabueno.» El mundo es un mundo de valores . El puestomás alto en la escala dé valores de todo lo creadocorresponde, según el orden mismo de la creación,

al hombre. Y no solamente en sentido relativo, s inotambién absoluto : el hombre no solamente es superior desde el punto de vista físico a todos los seresvis ibles , s ino que se encuentra sencillamente en unaesfera de valores del todo nueva, superior, porque él,

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dictorios : el impulso hacia la tierra y el anhelo deDios. Desde el principio el hombre se ve colocadoen esta tensión tremenda, en esta oposición de lo deabajo y de lo de arriba, la materia y el espíritu, estemundo y el más allá. Es lo que da el dinamismopropiamente dicho, el r i tmo inquieto del ser humano . Pero tensión y oposición no son contradicción.Al poner el Creador los dos instintos opuestos enla misma naturaleza humana, manifestó su voluntadde que estos instintos no se cruzaran enemistosamen-

te y se paralizaran, s ino de que se completaran y asíse levantaran a toda la altura de su capacidad.El hombre total , perfecto , es el hombre de esta t ierra , pero l leno de Dios , el hombre que ama la t ierraporque ama al Creador. Al echar una mirada de conjunto a la his toria de la revelación, el Antiguo y elNuevo Testamento se completan también en lo s iguiente : En la Antigua Alianza se halla en primertérmino la tierra, en la Nueva el reino de los cielos.

El relato de la creación, consignado en el AntiguoTestamento, t iene interés especial por mostrar que elorganismo humano procede del lodo de la tierra.(¡Formó, pues , el Señor Dios al hombre del lodo dela tierra, e inspiróle en el rostro un soplo de vida

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y quedó hecho el hombre viviente» (Gen. 2 , 7) . De

la misma manera formó Dios «de la t ierra» también(¡todos los animales terrestres y todas las aves delcielo (Gen. 2, 19) y los dotó de «espíritu de vida»(cf. Gen. 6, 17; 7, 15). Por lo tanto, según el sentido del relato de la creación, el hombre y el animal,por lo que se refiere a su ser físico, hubieron de pasa r por el mismo desarrollo. Indicando San Agus t ínesta identidad del desarrollo animal y humano, consignada por la Biblia , consideraba —.muchas centu

creación, la misión primordial e inmediata del hombre sobre esta tierra estriba en su actividad cultural.«Creced y multiplicaos , y henchid la t ierra , y enseñoreaos de ella y dominad a los peces del mar , y alas aves del cielo, y a todos los animales que semueven sobre la t ierra» (Gen. 1 , 28). No hay regiónen esta tierra de la que no haya de disponer y tomarposesión el hombre. Naturalmente, el que le l lamóa esta actividad terrenal fue el Creador. De suerte

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rias antes de los descubrimientos biológicos de lostiempos modernos— que el relato de la creación nopodía entenderse sino en el sentido de que Dios creótodo el cosmos con todas sus fuerzas y energías enun solo momento , y que desde el principio dotó lamateria primera de todas aquellas fuerzas invis iblesy adecuadas que luego, en el curso de los milenios ,conforme a la voluntad divina, con dujeron a la formación del cuerpo humano. Sea como fuere, en todo

caso, según las palabras claras de la Biblia , la t ierraes el suelo del que sacan su alimento nuestras fuerzas vegetativas y sensitivas . Son fuerzas de la t ierra. Del seno materno de la t ierra , de su estrecharelación con el suelo , con sus altas montañas y s ilenciosos vahes, con sus ricos campos y áridos desiertos , con sus ríos y mares, con su calor y frío, consus vientos y tempestades reciben aquellas fuerzassu forma peculiar , su vitalidad, su pujanza y loza

nía. Si se las separa de esta unión, se marchitany atrofian como la planta sin el suelo necesario. Asíla tierra sola es el lugar en que colocó Dios al hombre, y donde éste ha de trabajar y dar prueba de suvaler . De ahí que, también según el relato de la

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t ivo de la voluntad divina, es servicio de Dios. Comoimagen de Dios , el hombre llevaba desde el principio en su espíritu inmortal la conciencia de esasu relación con el Creador y, según la revelación,esta conciencia, i luminada y enardecida por la gracia especial de Dios , en el primer hombre manifestábase como conciencia de filiación, como conocimiento de la cercanía especial de Dios y de su amorpaterno. Así pues , el servicio de la t ierra era un

gozoso entretenimiento, con la vista fija en el Padr e . . . ; era un paraíso.

Entonces vino la tentación diabólica. Y luego larebelión —¡ rebelión de esclavos!— de Adán contrael Creador para «ser como Dios» (Gen. 3, 5). Y luego la maldición. El castigo. Y porque Adán erael padre del linaje en cuya semilla estamos incluidos todos, pasaron a nosotros la culpa y el castigo.El primer pecado se constituyó en pecado heredi

tario , en pecado original.¿Qué influencias tuvo ese primer pecado sobre

nuestra relación con la tierra? ¿Manchó la t ierra enel sentido de Nietzsche y la transformó para nosot ros , los creyentes , en valle de lágrimas? Al descri-

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bir la Iglesia en el Concilio de Trente el pecado

original , tomó por punto de partida, no a un hombre cualquiera, s ino a Adán, padre del l inaje humano . Éste, según la doctr ina de la Iglesia , no era orig inar iamente un s imple hombre en es tado natura l ,dotado únicamente de disposiciones y fuerzas naturales . Desde el principio se vio levantado, por encimade todos los l ímites puramente naturales , a la plenitud de vida y de amor de Dios. Era hijo de Dios,que clamaba : «Abba, Padre.» Esta íntima unión con

todas aquellas disposiciones y fuerzas preternatura

les que habían ordenado y ennoblecido sus relaciones con la tierra. Al desgajarse del Dios vivo seprecipitó en sí mismo, en la esfera de dominio dela simple naturaleza, en la sujeción a los poderescósmicos , los cuales , por haber nacido de la naday surgir continuamente de la nada, son insuficientes ,imperfectos y frágiles , y t ienen por propiedad esencial el tender hacia el polvo y convertirse en él. Asípues, el efecto de la caída de Adán y de la maldición

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Dios iba acompañada , a l mismo tiempo , de un máximo de fuerzas físico-psíquicas extraordinarias quehabían de preservar al hombre de los asaltos depoderes puramente terrenales , de la degeneraciónespiritual y moral , de la enfermedad y la muerte.Así el primer hombre no era solamente un hijo de lagracia, sino, aun en el aspecto físico-psíquico, una figura genial, que sobrepujaba al t ipo corriente dehombre, as í como también sus obras , la invención del

lenguaje, del primer fuego, de los primeros instrumentos no era menos genial que la invención de lasmáquinas a vapor y del microscopio electrónico. L,aIglesia se mantiene f irme en enseñar que fue estehombre el que estaba originariamente en la idea creadora de Dios , y no el hombre actual , que gime bajola incer t idumbre y la muer te . Ins t in t ivamente pasanuestra mirada al ahombre nordatlántico», al quedescribe Hermann Wirth en su l ibro Der Aufgang

der Menschheit (Los principios de la humanidad) , ydel que cree poder afirmar que fue incomparablemente más perfecto que el hombre actual degenerado.

Enseña , adem ás , la Ig les ia que Adán , a l caer , rompió su originaria unión con el Dios vivo, y así perdió

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de Dios no consistió en que el Señor destruyera, lascapacidades y fuerzas naturales de la naturaleza humana, s ino en que las desempalmara de las relaciones de vida y de las fuentes de fuerzas sobrenaturales, de aquellos últimos motivos del amor divino queles dieron salud, pujanza y vigor. Se vieron heridas ,no en si mismas, no en la peculiaridad y vigor desus funciones naturales, pero sí en su riqueza y enla integridad de su vida y actividad originarias , que

fue una vida, una actividad apoyada en una plenitud sobrenatural. En adelante se verían reducidasa s í mismas , al campo puramente terrenal , al polvocon toda su insuficiencia y caducidad.

Es te es tado de orden puramente natura l no essegún la voluntad de Dios. Es algo que no debe ser ,es pecaminoso. Y siempre que un hombre librementey con torcida voluntad se coloca en tal orden, siempre que rechaza maliciosamente la mano redentora

que Dios le tiende en Cristo, este estado pecaminosose constituye en acto personal. La culpabilidad denuestra naturaleza se transforma en culpa personal.

De modo que de la esencia del pecado original derívase, con respecto a la pregunta que hacemos acer-

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ca de las influencias del pecado original sobre nues

tras relaciones de fidelidad con la tierra, una dobleconsecuencia.

Primera : también la naturaleza del hombre caído,por más que haya roto las concatenaciones originarias con las fuerzas de la sobrenaturaleza y se veaherida, con todo, en su propio ser, en lo que recibiócomo dote en la aurora de la creación, en las capacidades del cuerpo y del alma que le infundió elCreador , ha quedado incólume. Cuando los reforma

sus s ilenciosos juegos. Nunca podrá un pecado aniquilar lo esencial de lo creado, ni s iquiera la naturaleza del diablo. Porque Dios es más poderoso que elpecado. Así pues, tam bién en nuestras relaciones conla tierra ha quedado invariado lo esencial. T,SL tierra y «las hierbas de la tierra» (Gen. 3, 18) quedanconfiadas también al hombre caído. Todo cuanto brotó de la semejanza divina del hombre y de su espír i tu dominador , todo cuanto se hizo, pequeño o gran

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dores y los jansenis tas , sugestionados por un torcidoconcepto del pecado original , enseñaron que los «incrédulos» y los «pecadores» no pueden hacer másque obras «malas», corrompidas , y sólo pueden obrar«inmoralmente», fueron decididamente rechazadospor la Iglesia. De modo que es doctrina clara dela Iglesia que también entre los «incrédulos» y los«pecadores» puede ser realidad una cultura elevada. También el hombre caído s igue llevando en sualma la imagen de Dios, esa realeza del espíritu quele capacita para ser rey sobre todo ser y vida terrenales . Sigue caminando derecho y con la cabeza levantada a través de la creación. Su cuerpo s iguesiendo noble, luminoso su pensar , dueña de s í misma y del mundo su libre voluntad, ardoroso su sentimiento y ánimo. Aun cuando el pecado originalhaya despojado de su brillo celestial toda esa magnificencia y la haya entregado a las posibilidades horrendas de la caducidad, s in embargo, no pudo penetrar de un modo destructor en el meollo mismo delorden de la creación, no pudo penetrar all í donde lapalabra creadora de Dios sigue sacando de la nada lascosas y de su omnipotencia, sabiduría y amor hacen

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de, en el decurso de las centurias —los jardines deSemíramis como la choza de barro del felá, la organización del imperio romano como el rasgueo delsalt imbanqui , el Apolo de Fidias como la punta dela f lecha del hombre de la época glacial , las epopeyas de Homero como el balbuceo de los pigmeos ,la doctrina de la relatividad y la teoría moderna delos quanta como la maravilla de la silenciosa fidelidad al deber en el círculo familiar—, todo cuanto seinspira en el impulso noble del espír itu humano yen la fuerza dominadora de su libre voluntad, apesar de todos los pecados, es y será, hoy y siempre,una imagen, un reflejo del poder creador de Dios ,un aliento de su boca, un «Hágase».

Segunda consecuencia : no podemos negar que lacaída de Adán y la maldición de Dios repercutierontambién en nuestra tierra. De la r iqueza sobreabundante de la bendición divina fue arrojada en la estrechez y pobreza de su propio ser, en la limitación desus propias fuerzas. Así, no fue ya el jardín de delicias. Sucumbió al ciego juego de las fuerzas naturales, a los peligros del aire y del clima, a la durezay aridez del suelo, a las posibilidades de la degeneración y de la caducidad. Así, junto a la «hierba de

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la tierra» produjo «espinas y abrojos» y se transfor

mó en escenario de duro trabajo y amargo sudor.También e l hombre se vio sujeto a los límites y condiciones de su ser , de su temperamento y carácter , ya las influencias del ambiente que le rodeaba.También él es tuvo sujeto a la caducidad y degeneración, a la enfermedad y muerte. El convertirseen polvo es la característica de 'la creación, desde que se arrancó de los brazos de Dios. Sin embargo, la maldición del primer pecado penetró más

y atrocidades. I ,a sangre del hermano clamaba al cie

lo . Eran los t iempos en que el «príncipe de estemundo» adquirió dominio sobre los hombres y losempujaba de vicio en vicio. Eran los t iempos delpaganismo. El instinto de idolatr ía l legó a ta»to , queproclamó dioses las fuerzas de la tierra, las de bendición como las de perdición. Originariamente, losdioses de los paganos no fueron otra cosa que fuerzas naturales personificadas, dioses de la vegetacióny de la fecundidad. L,SL t ierra misma fue honrada

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profundamente aún . I r rumpió en la más ín t imacontextura espir itual del hombre, vulnerándola,llegó al meollo de su persona, allí donde se dictanlas decisiones éticas y donde nuestra relación conla tierra recibe su cuño especial. Arrojando el pecado al primer hombre en el torbellino caótico delas fuerzas terrenales , hubo de debili tar también lareceptividad del espír itu y el corazón humanospara lo divino y lo santo. No veía ya el hombre

brillar como antes el rostro de su Padre entre lasblancas nubes, las flores y los arbustos. No encontraba ya al Creador en todos los caminos. Ibasolitario. Pero como su naturaleza, por su disposición originaria , esencial , seguía anhelando lo absoluto , lo incondicionado, lo perfecto —ningún hombre,ni siquiera el más corrompido, puede salirse de esaesfera de lo absoluto—, empezó a buscar lo último,lo absoluto, lo perfecto en los bienes de la tierra. Les

dio categoría de absolutos y los transformó en ídolos: dinero y bienes , autoridad y honores o placerde los sentidos. El hombre se hundió en el materialismo del espír itu , en un egoísmo brutal , y l lenó latierra de pendencias y odio, de voluptuosidades

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como diosa madre, de cuyos senos misteriosos , inquietantes, salía lo benéfico y lo maléfico. Y dondeuna filosofía sobria se oponía a este impulso de divinización y libraba del hechizo el mundo, la tierrase tornaba como muerta , extraña y fr ía , era palestra de poderes ciegos incalculables, bailoteo loco deátomos de polvo, un enigma de la esfinge. Con estohubo de cambiar sensiblemente la relación del hombre con la tierra. En vez de la fidelidad antigua, de

la confianza respetuosa, un temor supersticioso yuna servidumbre apática, s in alma. El mandamientoparadisíaco : «Enseñoreaos de la tierra» pasó al extremo opuesto : el hombre se trocó en víctima y esclavo de la tierra. Así pues, no era ya cosa honrosacultivar la t ierra con las propias manos , o hacerduro trabajo corporal. Habían de hacerlo las mujeres y la plebe. Se formó la casta de los propietariosy esclavos , seres oprimidos , medio hombres , que pa

recían no haber nacido s ino para preparar con eltrabajo de sus manos las posibilidades de una existencia de alto nivel , verdaderamente digna, a loshombres de armas y de ingenio. Hasta en la democrática Atenas , bajo el magisterio de Platón y Aris-

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tóteles , juzgábase como cosa ignominiosa y abyecta

el trabajo corporal , sobre todo la industr ia; y elbril lante estadis ta y orador romano, Cicerón, l legóa afirmar : «Todos los artesanos hacen un oficio sucio. Nada digno puede salir de un taller.» Con estaspalabras Cicerón expresó el sentir fundamental desu tiempo. Por no ver o no querer ver ya la naturaleza y lo natural en su relación sobrenatural , se abolieron sus derechos. L,o natural era considerado comoantinatural. Había perecido la f idelidad a la t ierra.

las cosas restableciendo la paz entre cielo y tierra»

(Col. 1, 20). Así la tierra se ha acercado tanto a Dios,que algunos de sus elementos , como el agua, el aceite , el pan y el vino, pudieron ser levantados formalmente en los sacramentos y sacramentales paraservir de s ímbolos y portadores de la voluntad redentora de Cris to. En adelante un misterioso impulso de regeneración palpita en todas las cosas .(¡Todas están aguardando con grande ansia la manifestación de los hijos de Dios» (Rom. 8, 19). Desde

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Duró milenios esta ciega sujeción a la tierra. Solamente en el momento santo en que María concibiópor obra del Espíritu Santo, volvió a recuperar susonido paradisíaco la expresión : fidelidad a la tierra. Haciéndose carne el Verbo divino, uniéndosede tal manera con la naturaleza humana que ésta seconstituyó en naturaleza suya, no solamente laexis tencia humana, s ino con ésta también toda existencia terrena, toda la naturaleza que culminaba en

el hombre, fue elevada nuevamente a la esfera devida divina. En el microcosmos, en el hombre fueredimido también el macrocosmos, el universo. Asípues , en el Hijo de Dios humano fue restauradoaquel estado original en que Dios se paseaba entrelos árboles del paraíso y platicaba confidencialmentecon el hombre. I /a maldición divina quedó derogadaen Cristo. Cristo es el «sí» que nos dice Dios a nosotros y a nuestra t ierra. No hay naturaleza irredi-

mida. Cuanto se mueve y vive en la t ierra , recibela bendición y el amor de Dios. Se halla en la intimidad divina y es «numinoso», pulsa en él el soplo deaquel que en su calidad de ((primogénito de toda lacreación» reconcilió nuevamente con Dios «todas

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que en el cuerpo resucitado y glorificado de Cristoel polvo de la tierra fue elevado a la diestra de Dios,todas las cosas terrenales , no solamente el cuerpohumano , es tán in t roducidas en aquel proceso de glorificación que no se parará hasta que se formen nuevos cielos y nueva tierra (Apoc. 21, 1; 2 Petr . 3 ,13). Y por esto ha desaparecido para la concienciacris tiana todo temor y prevención respecto de la t ierra. Otra vez nos es familiar la tierra y la sentimos

próxima, como un día la s intió el primer hombre alimponer nombre a los animales .. . ; y es que volvemos a sentir el aliento cálido de Dios y el amor deCristo en las vetas de la tierra, y sabemos que sucuerpo, tan frágil y perecedero como el nuestro ,también como el nuestro está l lamado a resucitar ynacer de nuevo un día. Así que nunca estaremos sinnuestra tierra. En un sentido profundo y elevado,Cristo nos la regaló nuevamente para toda la eter

nidad. Así como los cristianos finados que entraronen la gloria de los cielos sólo gozarán de una dichaverdaderamente perfecta y amplia , sólo sentirán laplenitud del ser cuando el cuerpo glorificado se unacon el alma, de suerte que así como para la plena

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d i c h a h u m a n a s e n e c e s i t a t a m b i é n la r e s u r r e c c i ó n

d e l c u e r p o , d e u n m o d o a n á l o g o t a m b i é n e l c i e l o f u t u r o n e c e s i t a u n a nueva tierra, a f in de ser para noso t r o s c o m p l e t a y p e r f e c t a m e n t e c i e l o . A q u í t o c a m o su n m i s t e r i o . ¿ Q u i é n p o d r á s o n d e a r l o ? C i e r t a m e n te un d ía , a l t ener a Dios, a l ver le ca ra a ca ra , lo ten d remos todo . Mas es ta «v is ión» gozosa de la esenc iad i v i n a n o d e s t r u i r á n i m e n g u a r á e l o r d e n e s e n c i a len que e l ac to r eden to r de C r is to nos vo lv ió a co lo c a r — p e n s a m o s p r e c i s a m e n t e e n l a r e l a c i ó n d e n u e s

m i n o h a c i a e l P a d r e p a s a , d e s d e e l p r i n c i p i o h a s t a e l

fin, por esta tierra. M i a c t i v i d a d t e r r e n a , m i t r a b a j ode todos lo s d ías en es ta t i e r r a r eve lan y p ruebanm i v i d a c r i s t i a n a . En este punto, el orden de la-Redención se funda, en el orden de la creación. Sila mis ión de l p r imer hombre fue someter la t i e r r a , l ad e l c r is t i a n o e s t r a n s f o r m a r p r o g r e s i v a m e n t e s u d o min io sob re la t i e r r a en domin io de Dios , es dec i r ,someter las fuerzas de la t i e r r a para g lo r ia de Diosy en amor a Jesucr i s to . Lo que hace a l c r i s t iano

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t r o e s p í r i t u c o n e l c u e r p o y l a c o m p e n e t r a c i ó n d etoda nues t r a ex is tenc ia con la t i e r r a -—, s ino que locon f i rmará y le dará su per f ecc ión de un modoi n a u d i t a m e n t e m a r a v i l l o s o . P o r t o d a l a e t e r n i d a dc o n t e m p l a r e m o s a D i o s e n n u e s t r o c u e r p o g l o r i f i c a d oy e n n u e s t r a t i e r r a t a m b i é n g l o r i f i c a d a .

A s í e n t o d a l a e t e r n i d a d e s t a r e m o s unidos c o nn u e s t r a t i e r r a . É s t a n o e s e l l u g a r d e l a s a r b i t r a r i e d a d e s d i a b ó l i c a s o d e l a s f é r r e a s l e y e s n a t u r a l e s , s i n

a l m a . L o t e r r e n a l t a m p o c o e s , c o m o c o n f i r m a b a n l o sg n ó s t i c o s , l o s m a n i q u e o s y n e o p l a t ó n i c o s — e n b r u s c a r e a c c i ó n c o n t r a l o s p a g a n o s q u e h a c í a n d e l m u n d ou n d i o s — , a l g o a n t i n a t u r a l , u n a c á r c e l d e l a l m ade la que nos l ib r a e l Verbo d iv ino . E l mundo v is i b l e , l a t i e r r a , e l c u e r p o f u e r o n i n c l u i d o s e n l a b e n d i c i ó n r e d e n t o r a d e C r i s t o , c o n s a g r a d o s p o r s u se n e r g í a s d e R e s u c i t a d o y u n i d o s p a r a t o d a l a e t e r n i d a d c o n e l h o m b r e y s u d e s t i n o . C i e r t a m e n t e ,

n u e s t r o o b j e t i v o e s e l r e i n a d o d e D i o s , e l r e i n o c e l e s t i a l d e l a s a b i d u r í a , o m n i p o t e n c i a y a m o r d i v i n o s . . . e l P a d r e . E l c a m i n o q u e v a a l P a d r e e s e lH i j o . L a v i d a c r i s t i a n a e s u n c a m i n a r h a c i a e l P a d re per Christum Dominum nostrum. Mas es te ca -

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es e l conqu is ta r para D ios y sa tu ra r con e l esp í r i tud e C r i s t o e l m u n d o , l a t i e r r a , l a n a t u r a l e z a . D e m o d oq u e e l c r e y e n t e n o v e u n a contradicción i n s o l u b l een t r e e l c ie lo y la t i e r r a , como s i e l s í que demosa l c i e l o h u b i e r a d e s e r n e c e s a r i a m e n t e u n no r e s pec to de la t i e r r a , o po r lo menos como s i e l buscarl o s u p r a t e r r e n a l , e l m á s a l l á h u b i e r a d e d e b i l i t a rn e c e s a r i a m e n t e n u e s t r a a l e g r í a y n u e s t r a s e n e r g í a sp a r a t o d o l o d e a c á a b a j o . P r e c i s a m e n t e p o r q u e e l

c r i s t iano ve en la t i e r r a su campo de ac t iv idad o r i g i n a r i o , s e ñ a l a d o p o r D i o s , p r e c i s a m e n t e p o r q u e c o ne l c u m p l i m i e n t o d e l o s d e b e r e s t e r r e n a l e s d e m u e s t r a pecu l ia rmen te su amor a D ios y la se r iedad yf idel idad de sus anhe los sup ra te r r en a le s , n i ng úncreyen te que lo sea de veras pod rá pensar en e lc ie lo sin incluir en este pensamiento también latierra. C i e r t a m e n t e , e n l a h i s t o r i a d e l c r i s t i a n i s m oh u b o n o p o c a s p e r s o n a s p i a d o s a s q u e , p r e o c u p a d a s

po r e l r e ino de lo s c ie lo s , s e o lv idaron de la t i e r r ay cons idera ron que pod ían se rv i r a D ios desp rec i a n d o s u s c r i a t u r a s , l a t i e r r a , e l c u e r p o , e l m u n d o d e l o s e n s i b l e . L o s e r m i t a ñ o s y m o n j e s s i r o g r e c o sde lo s s ig lo s 111 y iv en t end ie ro n e l c r i s t ian ism o

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como un huir del mundo; fascinados , s iguieron el

imperativo monacal: «Huye, calla , l lora», e infligían castigos inauditos a su cuerpo y pasaban suvida lejos del ruido del mundo, orando y haciendopenitencia en obscuros antros y sobre altas columnas . Tal espír itu y actitud, que rehuían el mundo,fueron favorecidos por ciertos escritos de San Agustín y por el Pseudo-Dionisio , se introdujeron también en la piedad occidental y en muchas partes encontraron seguidores y héroes. Pero de ahí no puede

gracia, a la sobrenaturaleza; pero nuestra natura

leza humana s igue despojada de aquellos dones extraordinarios que en el paraíso impedían nuestrodesmoronamiento f ís ico-psíquico. Aun redimidos ,seguimos encerrados dentro de los l ímites de lo puramente natural y sujetos a aquellas leyes del polvoque nos entregan a la incertidumbre y a la concupiscencia, a la enfermedad y a la muert e. F ue lasabiduría amorosa de Dios la que consintió que asífuera, para recordarnos s iempre nuestra fragilidad

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deducirse una contradicción r ígida entre el espír ituy la materia. ha defendieron aquellos sucesores yherederos helenis tas de Platón que transformaronen contradicción la dis tinción que su maestro estableció entre Dios y el mundo, entre el espír itu yla materia. L,a defendieron los gnósticos , maniqueosy neoplatónicos. Pero es nota característica m uymarcada de la predicación antigua cris tiana el haberse opuesto resueltamente a la herejía según la cualel creador del mundo es dis tinto del Dios redentor ,y el haber defendido con vigor la dignidad y noblezadel cuerpo humano. Este es tan sublime, que elVerbo eterno con toda verdad y realidad se hizo carne , y que Él mismo con toda verdad y realidad dijodel sencillo pan : «Éste es mi cue rpo».

Todo lo corporal sensible y terrenal se ve incluido en la voluntad redentora de Dios y así está alservicio del reino de los cielos; pero s igue experi

mentando la acción a dis tancia del pecado original ,gime bajo las terr ibles consecuencias que afectan alos hombres por el pecado de Adán. Ciertamente,en Cristo tenemos acceso a lo decisivo y esencial, ala riqueza de la vida divina, al reino celestial de la

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natural y preservarnos de la falaz seguridad al apoyarnos en nosotros mismos, y también para comunicar a nuestra vida aquella seriedad valerosa yaquellas tensiones trágicas que la asemejen a laheroica vida de sacrificio de Cristo. Abrazando estavida con una imitación auténtica de Cris to , permaneciendo fielmente unidos a Él por la fe y el amor,luchando hoy y mañana y s iempre contra el pecado, la muerte y el diablo, recibimos a raudales , por

nuestro camino de gracia , en una nueva forma, todas aquellas fuerzas que perdimos por el caminodel pecado. En la fuerza de Cris to encuentra sucomplemento nuestra f laqueza. Ciertamente, prosiguen la ignorancia y la concupiscencia, la enfermedad y la muerte , las antiguas heridas del pecado;mas para los redimidos no son ya fuentes de flaqueza, s ino de fuerza; no señales de ignominia, s inode victoria conseguida por el hombre que trabaja,

se esfuerza y lucha, heridas gloriosas como las llagas del Resucitado.Partie ndo de esta consecuencia del pecado : el

vernos continuamente relegados a la esfera de fuerzas naturales irrefrenables, se echa de ver lo heroi-

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co que hay en el cristianismo. Es algo que le es

esencial y no puede ser suprimido ni en pensamiento . Nacido del heroísmo de Cris to , prosigue en laconducta heroica de sus miembros. Mas esta actividad heroica se realiza, desde el principio hasta elfin, sobre esta, tierra, y se realiza en las formas queesta tierra, nos im pone, por lo tanto, en el ropajede lo natural , de lo originario , de lo espontáneo.I^o antinatural no debe erigirse en norma aun cuando sus representantes hayan procedido con buena

la más varonil de todas las vir tudes cris tianas , el

valiente autodominio, la r igurosa autodisciplina,aquello en que pensaba San Pablo, al decir : ((Castigo mi cuerpo y lo esclavizo», aquello que los antiguos cris tianos designaban con el nombre de militiaChristi, y a lo que los monjes modernos aplican elnombre de ascesis.

Así pues, el cristiano asienta ambos pies en estatierra , por muy profundamente que lleve grabado enel espíritu el sursum corda. En su fidelidad a la

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fe . Y cuando en la vida cris tiana se regis tran fenómenos extraordinarios , que rebasan la esfera natural , como, por ejemplo, éxtasis y vis iones , podránser s íntomas y expresión de una vida heroica, consagrada a Dios , pero nunca serán fundamento dela misma, nunca formarán lo más propio de ella ,su contenido íntimo. Porque este contenido, es temeollo lo recibe del cumplimiento valeroso de todoslos deberes que nos vienen impuestos por nuestra

situación terrenal , por el momento presente. Enestas exigencias del momento se manifiesta a nosotros vis iblemente la voluntad de Dios , en ellas nosdice Dios sus «debes». La fidelidad a la profesiónes nuestro deber fundamen tal de cristianos. Oración,ayunos, limosnas sin fidelidad profesional no sonmás que ruido y humo. I ,a piedad s in f idelidad ala profesión es una piedad podrida, fétida. En estafidelidad a la profesión manifiéstase lo heroico del

cris tianismo día tras día , hora por hora. Nuestraprofesión terrenal es el lugar más noble en que elreino de los cielos sufre violencia, en que por amoral reino de los cielos seguimos a Cristo y llevamossu cruz. En ella florece también de un modo especial

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tierra refléjase su fidelidad a Dios. Desde el principio, esta fidelidad a la tierra en servicio de Dioses una característica especial del cristianismo, y, engeneral , de la religión revelada. Contrariamentea la actitud pagana, que —según vimos— prohibíatodo trabajo corporal al hombre libre, el creyente,siguiendo la revelación, veía desde el principio en«el cultivo de la tierra» un deber religioso. Son especialmente los antiguos l ibros sapienciales los que

ensalzan el alto valor del trabajo. «Anda, perezoso,ve a la hormiga, y considera su obrar , y aprendea ser sabio.. . ¿Hasta cuándo has de dormir tú , ohperezoso? ¿Cuándo despertarás de tu sueño?.. . Heaquí que vendrá sobre ti la indigencia como unsalteador de camino, y la pobreza como un hombrearmado» (Prov. 6, 6 y ss.). En tan alto aprecio teníase el trabajo corporal en los tiempos del AntiguoTestamento, que aun los instruidos entre el pue

blo, los doctores de la ley, tenían que aprender unoficio.

El aprecio del trabajo corporal se aumentó todavía en el cristianismo hasta llegar a una veneración «numinosa», porque Cristo no fue solamente

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hijo de un carpintero, s ino que fue carpintero Él

mismo (Marc. 6 , 3) , y porque todos los Apóstolesllevaron traje de trabajador y tenían las manos callosas . Con santo orgullo recibió Orígenes el reproche del pagano Celso, de que los cristianos adoraban al (¡hijo de una pobre obrera», que se habíaganado la vida hilando. El mensaje de Cris to referente al reino de los cielos , y su admonición de noacongojarse por el cuidado del sustento del día demañana (Matth. 6 , 25 y ss .) , en realidad no desviaba

otros algunos bulliciosos que no entienden en otra

cosa que en indagar lo que no les importa. Puesa estos tales los apercibimos y les rogamos por nuest ro Señor Jesucr is to que , t rabajando quie tamente ,coman así su pan» ( n Th es. 3 , n y ss .) . Era suexigencia fun dam ent al: ((Quien no quiere trabaja r ,tampoco coma.» Y ésta regía toda la vida de comunidad del primitivo cris tianismo. Es caracterís ticala admonición que la Didaché, el más antiguo escrito cris tiano extrabíblico, daba a los creyentes

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del cultivo de la tierra ni de los deberes cotidianos.Antes bien, Cris to presupone como cosa la más natural del mundo el trabajo de cada día. Mas éstedebe hacerse con la mirada levantada al Padre y ,por consiguiente, no ha de ser un trabajar oprimido . En sus parábolas , sobre todo en la del sembrador, en la del hijo pródigo, en la de los operariosde la vida, en la del siervo perezoso, él Señor dirigeuna mirada clara, comprensiva, cálida, precisamente

al trabajo cotidiano de esta t ierra. Y ¿quién hainundado de más sol y fulgor las cosas de la tierraque Él , que consideraba más hermosos los l ir ios delcampo que toda la pompa de Salomón ? Con marcada diferencia del rudo predicador de penitencia,Juan Bautis ta , El no se avergonzaba de participarde las inocentes alegrías diarias . Comparten la misma opinión los Apóstoles y los primeros cristianosrespecto de la actividad terrenal. San Pablo se glo

ría repetidas veces de que no consintió que su comunidad le regalase nada, y de que se ganaba lavida tejiendo tiendas (1 Th es. 2 , 9; 11 Cor. n , 9) .Con vigor se vuelve contra la pereza de algunoscr is t ianos : « . . .Hemos o ído que andan en tre vos -

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(12, 1 y ss.) : «Todo el que llegare a vosotros en elnombre del Señor , sea rec ib ido; luego , examinándole, le conocerás por su derecha y por su izquierda. Si el que llega a vosotros es un caminante,ayudadle en cuanto podáis . Sin embargo , no permanecerá entre vosotros s ino dos días , y s i hubiere necesidad, tres . Si quiere establecerse entre vosotros ,y t iene un oficio , que trabaje, y así se alimente.Si no tuviere oficio, proveed conforme a vuestra pru

dencia para que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso.» No puede afirmarse que en tiemposposteriores este aprecio extraordinario del trabajoterrenal, esta fidelidad a la tierra, desapareciera delambiente cristiano. Prueba de ello es el florecimiento de la cultura en el Medievo, animado por completo del espír itu cris tiano. Aunque ha habido ciertas formas de piedad que rehuían el mundo, y conla mirada puesta unilateralmente en lo celestial ale

jaban de la t ierra al hombre, el cr is tianismo noquiere la aniquilación de lo terreno, s ino su glorificación, y nuestro servicio de Dios consis te antetodo en el servicio de la tierra. Es una hazaña deSan Benito el haber obligado en su regla a los mon-

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jes de Occidente a esta actitud fundamental , y

haber sustituido el imperativo de los monjes orienta les : «Ora y calla», por otro nuevo: «Ora ytrabaja.» Obedeciendo a este imperativo se diseminaron sus monjes para convertir con el trabajo desus manos terr itorios pantanosos en campos férti les ,grandes torrentes y aguas , que con ímpetu se precipitaban de las montañas , en r íos navegables , junglasimpenetrab les en lugares de habi tac ión humana ,pueblos y ciudades. Con el trabajo de sus manos

H A C E R S E S A N T O

N toda casa cris tiana está escrita , aunque de un

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han puesto los benedictinos y los afines cistercien-ses el fundamento en que pudieron apoyarse la modalidad, las costumbres , la cultura alemanas. Y fueron también monjes cristianos los que luego confidelidad inquebrantable a la tierra alemana se establecieron en regiones extranjeras de Oriente yedificaron conventos alemanes , ciudades alemanas.Así también los otros grandes pueblos de Occidente deben lo indecible a los monjes infatigables .

Si hoy fuesen s imbolizadas y representadas en uncuadro monumental las fuerzas básicas y formado-ras de Occidente, tendrían all í un puesto importante también los benedictinos y los cis tercienses.Doquiera que latía el cr is tianismo auténtico, juntamente con la f idelidad al Creador guardó tambiénfidelidad a la creación. ¡Hermanos, permaneced fieles a la tierra!

2 6 0

E modo invis ible , es ta frase: «Sed perfectos , as ícomo vuestro Padre celestial es perfecto.» «Sed santos , porque yo soy santo.»

¿ Qué significa hacerse santo ? El concepto de santidad, como el de amor y de gracia , se usa muchoy está gastado. No pocos creen que se trata de unesfuerzo puramente ético, de la formación más perfecta posible del hombre moral. Hacerse santo s ignifica para ellos : vence r y crucificar con un a asee -

sis continua al hombre animal-sensual , l levar unavida de renuncia y de sacrificio, llegar por el camino de esta mortificación insistente a ser un hombre espir itual auténtico, verdadero, para quien hamuerto todo placer terreno.

Esta clase de «santidad» la conocieron ya hastacierto punto los paganos. Sobre todo Platón y suescuela y, además, los discípulos de la Estoa y losneoplatónicos se fijaban como objetivo el dominio

de la vida instintiva, una r igurosa autodisciplina;y su ideal era el hombre acrisolado, maduro, el homosapiens o spiritalis. Un emperador —Marco Aurelio— y un esclavo —Epicteto—- escribieron tratadoséticos de tanto rigor y severidad que en no po-

2ÓT 

eos pasajes recuerdan a Tomás de Kempis . Este

impulso moral fue tan fuerte que, fundándose en elpensamiento platónico-estoico, surgió un gran movimiento religioso, el gnosticismo, que transformó encontradicción la dis tinción que Platón estableció entre espír itu y cuerpo, entre Dios y el mundo, de modoque todo lo corporal , sensible y terreno fue considerado como falto de espír itu , alejado de lo divino, yhasta antidivino, como algo que no debería exis tir .

Bajo la influencia del neoplatonismo —enemigo

El hacerse santo, en sentido cris tiano, se halla en

un plano completamente dis tinto. Lo caracterís ticono está en el campo ético, sino en el religioso. £2cristianismo no es un movim iento puramente ético,sino también religioso. En el cris tianismo no se trata ,en pr imer lugar , de in tereses puramente u l t ramundanos , de tensión entre espír itu y cuerpo. En elcris tianismo se trata de lo supramundial , de lo sobrenatural , de salvar la s ima infinita que hay entreDios y nosotros , del dominio de Dios en el hombre,

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del cuerpo— estas ideas penetraron también en loscírculos cristianos y en la ascética cristiana. I ,a doctr ina cris tiana referente a las consecuencias del pecado original fue interpretada por algunos en sentido gnóstico-neoplatónico, por lo tanto , en un sentidocontrario al cuerpo. No se veía ya en el cuerpo elórgano y la imagen en que se manifiesta el alma.El deseo sensual fue identificado sencillamente conel deseo pecaminoso. En ciertas partes desapareció el

respeto cristiano al cuerpo y sus funciones, sobretodo en la esfera de lo sexual; y la fea expresiónque tachaba al cuerpo de miserable saco de gusanospenetró en la l i teratura ascética.

Pero s i el hacerse santo se entendiese solamenteen sentido ético, como autocastigo, como un adueñarse de la vida instintiva físico-sensual, como unamodelación del hombre puramente espir itual , en talcaso nosotros los cris tianos no aventajaríamos a los

paganos de altos ideales . Algunas escuelas paganasy sus representantes hasta nos ganarían con su radicalismo, por su lucha contra el cuerpo, por su fugade todo lo sensual y por el dominio de lo puramenteespir i tua l .

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del «reino de los cielos». En el cristianismo nose trata únicamente de relaciones inmanentes f ís ico-psíquicas; el concepto «gracia» no debe entenderseexclusivamente, ni s iquiera preferentemente en elsentido de «gracia medicinal», como si la gracia deCristo no existiera para otra cosa que para ayudara sanear nuestro achacoso estado moral. En realidad,la gracia debe hacernos participar cada vez más de lavida de Dios; ha de salvar la sima que separa, no

ya el cuerpo y el espír itu , s ino al hombre y a Dios.Y porque en el cris tianismo se trata de raalidadessupramundiales , sobrenaturales , que están más alláde nuestras disposiciones y capacidades , el hacersesanto no puede ser , en primer término, asunto nuest ro , sino de Dios. El camino del reino de los cielosno 130, de nosotros a Dios, sino que viene de Diosa nosotros. Dios es el Completamente Otro, se distingue infinitamente de nuestro ser de criaturas . Nos

hallamos ante el es tr ictamente «más allá». Y poresto no puedo yo llegar a Dios por mis propias fuerzas ni bajar con mis propias manos , como el Prometeo de la leyenda, el fuego del cielo. Solamente podréparticipar de la vida divina si Dios se adelanta genc-

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r o s a m e n t e a m i e n c u e n t r o y e n a r d e c e c o n e l s o p l o

d e s u E s p í r i t u S a n t o t o d o m i o b r a r .A s í p u e s , e l h a c e r s e s a n t o e s , e n p r i m e r l u g a r ,

obra, de Dios. M e h a r é s a n t o p o r q u e D i o s e s b u e n o .E l m i l a g r o d e s u a m o r c o n s i s t e e n q u e E l n o s c o n d u j o a S í a n t e s d e q u e a n o s o t r o s s e n o s o c u r r i e r at a l p e n s a m i e n t o . « E n e s t o c o n s i s t e su c a r i d a d : q u en o e s p o r q u e n o s o t r o s h a y a m o s a m a d o a D i o s , s i n op o r q u e É l n o s a m ó p r i m e r o a n o s o t r o s , y e n v i ó as u H i j o a s e r v í c t i m a d e p r o p i c i a c i ó n p o r n u e s t r o s

p o r l o g r a r l a s a n t i d a d , a m o n e s t a S a n P a b l o a s uc o m u n i d a d f a v o r it a d e F i l i p o s : « T r a b a j a d c o n t e m o r y t e m b l o r e n l a o b r a d e v u e s t r a s a l v a c i ó n . . .Pues D i o s e s e l q u e o b r a e n v o s o t r o s , p o r u n p u r oe f e c t o d e b u e n a v o l u n t a d , n o s ó l o e l q u e r e r , s i n oe l e j e c u t a r » ( 2 , 1 2 - 1 3 ) . E l m o t i v o q u e a d u c e e l A p ó s t o l e s s i g n i f i c a t i v o . H e m o s d e t r a b a j a r c o n t e m o ry t e m b l o r e n l a o b r a d e n u e s t r a s a l v a c i ó n p r e c i s a m e n t e p o r q u e e n p r i m e r t é r m i n o e s a s u n t o d e D i o s .N u e s t r a p i e d a d e s u n a s u n t o s o b r e m a n e r a g r a v e , e l

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p e c a d o s » ( i l o . 4 , 1 0 ) . A l p r i n c i p i o d e n u e s t r o c a m i n o h a c i a l a s a n t i d a d h a y , s e g ú n l a d o c t r i n a d e l aI g l e s i a , a l g o i n v i s i b l e , a l g o i n e f a b l e , u n m i s t e r i o , elmisterio de la elección de la, divina gracia. S o m o sl l a m a d o s , n o p o r q u e s o m o s s a n t o s , s i n o q u e l l e g a m o sa s e r s an tos porque som os l l am ados . L , o dec i s ivo e se l l l a m a m i e n t o d i v i n o , n u e s t r a « p r e d e s t i n a c i ó n p a r ala g rac ia y l a g lo r ia . » Y es te l l am am ien to e s ant e r i o r a n u e s t r a c o o p e r a c i ó n p e r s o n a l , a n t e r i o r t a m

b i é n a n u e s t r o s « m é r i t o s » p e r s o n a l e s p r e v i s t o s p o rD i o s , y * n o c o n s e c u e n c i a d e l o s m i s m o s . S a n P e d r o ,S a n P a b l o y t o d o s l o s d e m á s s a n t o s n o f u e r o n l l a m a d o s a l a g r a c i a p o r p r e v e r e l D i o s o m n i s c i e n t ed e s d e t o d a l a e t e r n i d a d s u c o o p e r a c i ó n , s i n o q u ef u e r o n l e v a n t a d o s a t a n a l t a e s f e r a s i n n i n g ú n m i r a m i e n t o a s u s « m é r i t o s » (ante praevisa merita),p o r m o t i v o s q u e e s t á n l a t e n t e s e n l a s p r o f u n d i d a d e sd e l a s a b i d u r í a y a m o r d i v i n o s . E n l a s c o s a s d e

n u e s t r a s a l v a c i ó n ú n i c a m e n t e D i o s e s q u i e n s u s c i t ac o n f u e r z a c r e a d o r a , y c o n f u e r z a c r e a d o r a c o m u n i c a b i e n e s ; D i o s e s l a v id a d e n u e s t r a v i d a . P r e c i s a m e n t e t e n i e n d o e n c u e n t a e s t a m i s t e r i o s a c a u s a l i d a d d i v i n a , q u e i n i c i a y t e r m i n a n u e s t r o e s f u e r z o

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m a y o r d e t o d o s l o s d e b e r e s , p r e c i s a m e n t e p o r q u ee l m i s m o D i o s v i v o y e t e r n o o p e r a e n e l l a , p o r q u e s et r a t a d e u n a i r r u p c i ó n m i s t e r i o s a d e l o s o b r e n a t u r a l .« E l S e ñ o r e s q u i e n o b r a e n n o s o t r o s » ( S a n B e n i t o ) .

P o r q u e e l a m o r d e D i o s s e a p o d e r a d e n u e s t r a sf u e r z a s h u m a n a s e n l o m á s p r o f u n d o q u e t i e n e n , e ns u m i s m a r a í z , y p o r q u e p r e p a r a y a c t i v a n u e s t r a sp r e d i s p o s i c i o n e s d o r m i d a s p a r a l o s a n t o , p o d e m o ss e r c o m p l e t a m e n t e « n o s o t r o s m i s m o s » , p o d e m o s s e r

c o m p l e t a m e n t e l i b r e s , y e n e s t a l i b e r t a d p o d e m o st r a b a j a r p a r a n u e s t r a s a l v a c i ó n y h a c e r a c t o s m e r i t o r i o s . A s í , e l « h o m o r e l i g i o s u s » e s , e n p l e n o s e n t i d o ,u n a o b r a p r o d i g i o s a d e l a g r a c i a d i v i n a ; e n é l p u e d e n d e s a r r o l l a r s u r i c o y v a r i a d o j u e g o l a s f u e r z a sd e l E s p í r i t u S a n t o , y h a c e r s u m á s h e r m o s a o b r am a e s t r a , e l « h o m o s a n c t u s » . E l s a n t o e s u n m i s t e r i o . « H e a q u í e l t a b e r n á c u l o d e D i o s e n m e d i od e l o s h o m b r e s . »

I / a p i e d a d c r i s t i a n a e s , e n c o n s e c u e n c i a , teocéntri-ca . E s c o m p l e t a m e n t e u n a religión é t i ca , no una é t i car e l i g i o s a . V i v e y o b r a e n e l l a e l e s t r e m e c i m i e n t o q u ese s i en te an te e l Dios que lo obra todo , l a conc ienc i a p r o f u n d a d e q u e t o d o s l o s v a l o r e s , e n e l c i e l o

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y en la t ierra , brotan del corazón de Dios; y de Él

procede todo lo fuerte , pero también todo lo delicadoe íntimo. En este respeto reverencial , en esta prontitud para la gloria Dei, el cristiano no se inclinaa pensar demasiado en el propio yo o hasta ufanarse,como el fariseo, de los propios méritos.

Por otra parte , la piedad cris tiana no despierta nifomenta tendencias quietistas, no nos lleva a cruzarnos de brazos y dejar obrar únicamente a Dios.Siempre que el Dios vivo esté en el centro de nuestra

de gracias, una eucaris tía prolongada. Gratias aga-

mus Domino Deo nostro! Con esta actitud fundamenta l , de agradecimiento, se une una confianza ciegaen el Todobondadoso, una entrega s in reservas a susanta voluntad. Ésta es la «fe» de San Pablo : entrega completa a Dios, un arrojarse en el abismo de laomnipotencia, de la sabiduría y de la bondad divinas ,una confianza y una entrega sin límites. ¿ A quiénhe de temer s i conmigo está el Señor ? Y esta confianza, profunda como un abismo, radica a su vez en

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conciencia religiosa, siempre que la unión con Él seala vida de nuestra vida, brotarán en nosotros fuerzasdivinas , y penetrarán continuamente en nosotroscomo fuego devorador , y sacudirán nuestra calma,y nos ayudarán a estar despiertos . A los cris tianospuede aplicarse la frase del Señor referente al reinode los cielos, que sufre violencia. Donde está Dios ,all í es tá también el Espíritu Santo, all í es tán las lenguas de fuego, all í es tá el milagro de Pentecostés .

La verdadera piedad es s iempre vivencia de Pentecostés.Son también vir tudes de Pentecostés las que dan

forma sobre todo a la piedad cris tiana. En primerlugar , la humildad, la conciencia profunda de quepor nosotros mismos nada tenemos, pero que en Dioslo tenemos todo. Así, el orgullo del espíritu y la soberbia farisaica no tienen cabida en el corazón delorante . Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini

tuo da gloriam! No a nosotros, sino a Dios sea lahonra y la gloria. Y cuanto más se sumerja el cr is tiano en su propia nada, tanto más agradecido estarápor lo que en él ha hecho Dios. Así toda su vida y todas sus vivencias vendrán a ser una continua acción

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una capa más profunda aún, la que está saturada dela fe en aquel en quien se ha encarnado el amor eterno : en el Verbo humanado. La piedad cris tiana, según toda su esencia, es cristo céntrica precisamentepor ser antes de todo teoeéntrica, precisamente porvivir de un modo tan conmovedor la majestad deDios, ante la cual se deshace en polvo, es como lanada, todo valor humano. Por esto anhela con afánpeculiar al Mediador , al Hombre-Dios; y vive y obra

en la seguridad de que el Primogénito de los hermanos nos abraza amorosamente a todos , a todos nosotros que mediante una fe viva fuimos incorporadosa Él ; sabe que Él nos aplica con plenitud, con sobreabundancia, los méritos de su vida y Pasión, y quelo esencial, la substancia de nuestra culpa fue pagadapor Él de una vez para s iempre y quitó , no ya ensentido figurado, sino con toda verdad, todos nuestros pecados , de tal manera que no hemos de hacer

ya otra cosa sino completar mediante nuestros pequeños ((méritos» personales —aun cuando vuelvan ahundirse una y otra vez en las mezquindades y miserias de lo puramente humano— «lo que resta quepadecer a Cristo» (Col. T, 24). Adondeq uiera que d i-

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r i ja su m ira da e l o r an t e c r i s t ia no , s iem pre 3 ' po r do

qu ie r a le i lumina , l e c i r cunda e l amor , que es D iosy se nos man i f es tó en C r is to . La imi tac ión de C r is to ,l a v i d a c r i s t i a n a n u n c a e s u n c a m i n a r l i b r e , i n d e p e n d i e n t e , p o r e l c a m i n o q u e C r i s t o n o s p r e p a r ó . E s m á sb ien i r en C r is to y po r med io de C r is to . C r i s to nosólo preparó e l c a m i n o q u e v a a l P a d r e , s i n o q u eÉl mismo e s e s t e c a m i n o . E n c a l i d a d d e p r i m o g é n i t on o s a b r a z a a m o r o s a m e n t e y n o s l e v a n t a u n a y o t r av e z h a c i a l a s a l t u r a s c u a n d o n o s t a m b a l e a m o s . P o r

bened ic t ina , con su es f e r a de in f luenc ia no desp rec ia

b l e . E s s i g n i f i c a t i v o q u e S a n B e n i t o , e n e l p r ó l o g od e s u r e g l a , p u s i e r a c o m o d e b e r d e l o s m o n j e s :«Alabar a l Seño r que ob ra en e l lo s» . Sab ía , po r lot a n t o , que sus mon jes no t r aba ja r ían en e l r e inode Dios con sus p rop ias fuerzas , s ino que e l Señort r aba ja r ía en e l lo s , y «po r es to deben a labar le» .T a m b i é n l a a l e g r e y s a n t a p a l a b r a « p a z » (pax), q u ee x p r e s a c o m o n i n g u n a o t r a e l i d e a l d e v i d a c r i s t i a n a , e s u n a a n t i g u a h e r e n c i a b e n e d i c t i n a . O j a l á p u

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es to «con f ía , h i jo» , «con f ía , h i ja» . Po r es to e l t emade la imi tac ión de C r is to no es tan to e l t emor de lpe ca do y la lu ch a con tra él , com o el am or y la f idelid a d , s i e m p r e d e s p i e r t o s , a D i o s y a C r i s t o . Y d o n de haya amor a C r is to , a l l í s e qu ie r e a su Madrev i r g i n a l , a l l í h a y a m o r m a r i a n o . D e e s t e a m o r e s t ád e s t e r r a d a t o d a p r e o c u p a c i ó n , t o d a a n s i e d a d t e m e r o s a . Non timeo, quia amo ( S a n B e n i t o ) . E s t a p i e d a dt i e n e a l g o r e s p l a n d e c i e n t e , a l e g r e c o m o e l s o l , a l g o

i n f a n t i l . E n S a n t a T e r e s a d e l N i ñ o J e s ú s s e h a m o s t r ado de un modo c lás ico . Y po r es to su lema luminoso no es la lucha , s ino la paz.

E s t e i d e a l d e p i e d a d s e e n c u e n t r a y a e n l a S a g r a d aE s c r i t u r a y e n l o s P a d r e s . A s í , S a n J u a n n o s t r a n s m i t e l a p a r á b o l a i n i m i t a b l e d e l S e ñ o r r e f e r e n t e a l av i d y a l o s s a r m i e n t o s , a l o s s a r m i e n t o s q u e s o l a m e n t e p u e d e n c r e c e r m i e n t r a s e s t é n u n i d o s c o n l a v i d .A s í s u b r a y a S a n P a b l o h a s t a c o n s o l e m n i d a d q u e

D i o s d a n o s o l a m e n t e e l q u e r e r s i n o t a m b i é n e l e j e c u t a r . Y n o e s o t r a l a d o c t r i n a d e l o s P a d r e s , q u ec u l m i n a e n S a n A g u s t í n . P e r o e n l a a p l i c a c i ó n d ees ta doc t r ina a la v ida c r i s t iana se g ran jeó lo s mayor e s m é r i t o s s o b r e t o d o l a a n t i g u a y v e n e r a d a O r d e n

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d i e s e e s t a h e r e n c i a d e l a s f u n d a c i o n e s b e n e d i c t i n a s — q u e e s h e r e n c i a d e C r i s t o — e n c o n t r a r e n t o d a sp a r t e s c u i d a d o s a m o r o s o s . P o r q u e a s í n o s a m o n e s t aS a n P e d r o . « T e n e d p e r f e c t a e s p e r a n z a e n l a g r a c i aque se o f r ece , has ta la man i f es tac ión de Jesucr i s to» (1 Petr . 1 , 13) .

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Í N D I C E

Págs.

Prólog o del auto r a la edición española . . 7

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5/7/2018 Adam Karl - Cristo Nuestro Hermano - slidepdf.com

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Prólogo a l a oc tava ed ic ión a lemana . . . 8Jesús y la vida 9I,a oración de Jesús 21El amor de Jesús 37Por Cristo nuestro Señor 45L,a palab ra reden tora de Cristo 75L,a obra rede ntora de Cristo 101El cam ino a Cristo 129Cómo llega el hom bre a Cristo 157

Por qué creo en Cristo 181¡ Ven, Espíritu Santo ! 199Anunciación 223El sacerdocio católico 233¡ Hermanos, permaneced fieles a la tierra ! . . 239Hacerse santo 261