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Los ingleses son, sin duda, los autores de los más insólitos inventos. A ellos se les atribuye la máquina de vapor y el telar, el imperialismo, el tenis y el W.C., un invento hecho para una reina. La fascinación de los ingleses por las máquinas llega a extremos asombrosos. Cuando llegaron al Nuevo Mundo, por ejemplo, pensaron que los nativos se fascinarían jalando palancas y levantando poleas y luego se asombraron al ver la falta de asom- bro de los aquellos primeros habi- tantes. La creatividad inglesa no ter- nina en la invención del Nuevo Mundo incluida en los tratados de viajeros. Más bien empieza allí porque los ingleses inventaron también a los gigantes y a los liliputienses, al espejo para pasar al otro lado de la reali- dad, al sistema de clases, el esno- bismo, el thriller, el humor inglés y la reina Victoria, que pertenece al rubro del thriller o del humor inglés, según se vea. Dice Borges que de todos los instru- mentos inventados por el ser humano el más asombroso es, sin duda, el libro, puesto que los demás son sólo extensiones de su cuerpo. El microsco- pio y el telescopio son extensión de su vista; el teléfono, es una extensión de su voz; el arado y la espada son exten- siones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. De las máquinas para inventar el mundo (que al fin y al cabo eso es lo que son los libros) algunos de los más fascinantes construidos por el ser humano son producto del ingenio inglés. Para ejemplo, bastará un botón. O dos. O varios. Una hilera de botones para una casaca, un corsé, un saco de tweed o un par de botas Wellington que también son de invención inglesa. Piensen ustedes por ejemplo, en una máquina que hace pensar que el mundo es un compendio de modales. Así como se oye. Que el mundo es una 203 Entre libros y comentarios Adicción por los ingleses* * Presentación del libro Adicción a los ingle- ses de Sergio Pitol, Xalapa, marzo, 2003.

Adicción a Los Ingléses

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Rosa Beltran nos introduce en las costumbres contemporáneas para explicar el porque nuestra cultura Americana se inclina por la occidental.

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  • Los ingleses son, sin duda, los autoresde los ms inslitos inventos. A ellosse les atribuye la mquina de vapor yel telar, el imperialismo, el tenis y elW.C., un invento hecho para unareina. La fascinacin de los inglesespor las mquinas llega a extremosasombrosos. Cuando llegaron alNuevo Mundo, por ejemplo, pensaronque los nativos se fascinaran jalandopalancas y levantando poleas y luegose asombraron al ver la falta de asom-bro de los aquellos primeros habi-tantes. La creatividad inglesa no ter -nina en la invencin del Nuevo Mundoincluida en los tratados de viajeros.Ms bien empieza all porque losingleses inventaron tambin a losgigantes y a los liliputienses, al espejopara pasar al otro lado de la reali -dad, al sistema de clases, el esno-bismo, el thriller, el humor ingls y lareina Victoria, que pertenece al rubrodel thriller o del humor ingls, segnse vea.

    Dice Borges que de todos los instru-mentos inventados por el ser humanoel ms asombroso es, sin duda, el

    libro, puesto que los dems son sloextensiones de su cuerpo. El microsco-pio y el telescopio son extensin de suvista; el telfono, es una extensin desu voz; el arado y la espada son exten-siones de su brazo. Pero el libro esotra cosa: el libro es una extensin dela memoria y de la imaginacin.

    De las mquinas para inventar elmundo (que al fin y al cabo eso es loque son los libros) algunos de los msfascinantes construidos por el serhumano son producto del ingenioingls. Para ejemplo, bastar un botn.O dos. O varios. Una hilera de botonespara una casaca, un cors, un saco detweed o un par de botas Wellingtonque tambin son de invencin inglesa.

    Piensen ustedes por ejemplo, enuna mquina que hace pensar que elmundo es un compendio de modales.As como se oye. Que el mundo es una

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    Entre librosy

    comentarios

    Adiccin por los ingleses*

    * Presentacin del libro Adiccin a los ingle-ses de Sergio Pitol, Xalapa, marzo, 2003.

  • coleccin de reglas de cortesa y deactitudes y que stas pueden cono-cerse y dominarse y que el dominio delas reglas nos lleva a discernir toda lagama de las pasiones humanas. Puesesto es Jane Austen.

    O qu tal una mquina de hacerciudades, Londres, por ejemplo, unamquina de hacer Londres. Hecha deladrillos, penumbrosa, algo teatral omuy teatral ms bien, con prestamis-tas, dueos de orfelinatos, niosproslitos, ladronzuelos explotados,tas que heredan a hurfanos y hur-fanos que son desheredados por fun-cionarios mediocres y corruptos,aunque esto es redundante, porquemediocre y corrupto es igual a fun-cionario, en el mundo de Dickens,quiero decir, un mundo oscuro siem-pre, pero no oscuro oscuro sino slo losuficiente para dejar ver tras un telnde cortinas andrajosas a esa multitudde personajes casi tan caricaturescoscomo en la realidad misma puede unoencontrarlos. Ah, y deshollinadores. Lamquina dickensiana es impensa blesin penumbra y sin holln.

    Y sin embargo esta mquina noshace creer que eso es el mundo, sloeso, siempre que hacemos accionar sumecanismo. Que eso es o que eso fueen el XIX, hay escritores que marcanen nuestro imaginario una poca, parasiempre. Son misterios de la historialiteraria, esas mquinas. Se piensapoco en esto, pero es curioso que hayaartefactos construidos por la imagi-nacin que nos hagan ver el mundo deuna cierta tonalidad, de un color o untalante. Novelas que funcionan como

    la cmara fotogrfica. La comparacines del dominio comn pero no el sitioal que quiero llevarla. Por ejemplo, elblanco y negro. Se han dado cuentacomo los aos cincuenta se presentanante nuestros ojos en blanco y negro?Y cmo la irrupcin del color, elkodakrome es inseparable del mundoa partir de los sesenta? Los aossesenta son Eastman Kodak igual queel Londres del diecinueve es Dickens,si lo pensamos en imgenes.

    Dickens, que en cierta forma es elShakespeare de la novela, es quiz unode los escritores ms apreciados y mscriticados de la literatura inglesa. ADickens se la ha criticado todo, hastasu alegre fertilidad, pues cuando noestaba haciendo libros estaba haciendohijos. Se le ha criticado su hipocresamoral. Dickens, que es el modelo de lamoral victoriana y que en sus obrasdescribe la pasin como algo odioso obestial, en la prctica dej a su mujerpara irse a vivir bajo un nombre falsocon una actriz de dieciocho aos y luegopublic en la prensa que los rumoresque corran sobre su vida privada eranabominablemente falsos, y se refiri asu mujer que lo acusaba en trminosdesagradables. Y se le ha criticadotambin su gusto esttico. Esto nos diceSergio Pitol. Que el grupo de Bloombs -bury, al que perteneca Virginia Woolf,le hizo mala propaganda a Dickens yrepudi su esttica, lo que no slohabla de la proverbial necesidad dematar al padre sino tambin de que laobra de los autores m o dernistas es hijarenegada de la imaginacin dicken-siana. Porque Viginia Woolf tambin

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  • explora la irracionalidad del mundo enlas urbes, slo que desde otro lado.Desde el fluir de la conciencia. Un arte-facto muy bien aceitado, de hecho, unartefacto perfecto puesto que nos hacecreer que as es como funciona la con-ciencia, que as es como pensamos. Atravs de ese aluvin de ideasinconexas, en apariencia inconexas, porsupuesto, porque en su obra todas lasideas surgidas del azar van confor-mando un sentido que la realidad notiene, un sentido que slo puede tenerla literatura. Pues Sergio Pitol rescatael contexto en que estos dos autoresescriben sobre la irracionalidad y luegoaborda la de sus herederos, EvelynWaugh, la seorita Ivy Compton-Bumett y Henry James, que en ciertaforma contina el proyecto queempezaron Virginia Woolf y JamesJoyce, aunque Henry James se concen-tra sobre todo en el punto de vista comodicindonos que es ese elemento el quedetermina la conciencia. La mquinade Henry James habla de lugares. Dellugar que ocupa el observador y del sig-nificado que surge en el momento enque ste percibe las cosas.

    A veces la idea de un mundo comoel de Henry James nos resulta falsa.El mundo no puede ser tan ordenado.Entonces es cuando volvemos los ojosa mquinas ms disparatadas, a unaconstruida por un ser marginal, difcilde trato y aterrado de que sus amigosquisieran aprovecharse de su fortuna.Una figura esperpntica de los aosveinte que a los veintin aos se con-vierte al catolicismo y desde entoncestrata, sin resultados, de ser admitido

    en los servicios vaticanos. Imagnenseustedes a esta clase de sujeto. Como esrechazado por el Vaticano que suelepreferir un tipo de locura msrentable, este autor, que se llamaRonald Firbank, se encierra a cons -truir un mundo que es un manojo denervios enloquecidos, un racimo dehisteria donde conviven aristcratas,toreras, msticos y gigols, santas muychic que se dedican a perseguirmancebos y un cardenal, el inolvidableCardenal Pirelli, que es llamado acomparecer a Roma por bautizar alcachorro del perro polica de laDuquesa Dun Eden. Otra autorainolvidable de mquinas excntricas(que quiz no conozcan y llegue a con-vertirse en un hallazgo para ustedesgracias a S.P.) es la seorita IvyComp ton-Burnett, esa anciana espi-gada, vestida de luto severo, peinada ala moda de un siglo atrs, de miradadesafiante, lejana y desconfiada, laboca de labios apretados, una meralnea horizontal bordeada por innu-merables pequeas estras que la cierran an ms, la seorita Hiedra,pues as se llama en espaol, esautora de una obra anal, nos diceSergio, veinte novelas como un cuerpocerrado que retiene ms de lo que con-cede. En ella, igual que en los otrosnueve autores que contiene este libro,el mecanismo es minucioso, cerrado ynico. Lo que Sergio Pitol hace concada uno de los escritores de su adic-cin es explorar tal mecanismo, inser-tar la historia de las novelas con lavida de sus autores y con la inter-pretacin que algunos crticos han

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  • hecho de estas obras, porque cuandoleemos a un clsico, y en este casotodos lo son, no leemos la obra solasino tambin los mitos que sta hagenerado. Lo que estos autores nosdicen habla del tiempo transcurridodesde el da que fueron escritos ynosotros. Y ese trayecto es al que nosinvita este hermoso libro. Como si loque cada escritor hubiera construidofuera una caja de msica llena de reso-nancias y al saber cmo estn com-puestas sus melodas y cmo han sidoy son odas pudiramos apreciarlasmejor. La adiccin de Sergio ha pro-ducido la partitura para que podamoscomprender la construccin de esamsica mientras la escuchamos, algoas como una mquina de mquinas.

    Entre otras cosas, esta partituradeja ver que estos escritores se divi-den en dos grupos, bsicamente: losque viven en el excntrico pas deAlicia, y los que habitan en un mundoms excntrico an: el de la razn. Losprimeros se pasan poniendo de cabezaa la lgica y la retrica. Los segundostratan de meter el mundo en una cajadesquiciada.

    Dado que la normalidad es una con-vencin, cada uno somos excntricospor razones particulares. La ma tieneque ver con que por razones que an nome explico estudi en un colegio ingls

    para seoritas. Afuera, mientras LuisEcheverra en guayabera y EsthercitaZuno beban agua de horchata,nosotros cantbamos Joy to the Worldthe Savior Reigns..., por lo que mi ideadel mundo es un tanto extica y miamor por la literatura tiene un filnanglfilo innegable. Esta pasin com-partida y otras muchas me unen a laobra de Sergio desde hace mucho y ala amistad que tenemos y que tantodisfruto. Libros como ste son una pro-longacin de sus entraables conversa-ciones aqu, en Berln, en la heladatundra rusa, en Mosc, donde explota-ban bombas a diez metros de nosotroscada maana apenas se meta Sergio abaar y empezaba a cantar arias, enVeracruz; conversaciones en las quesiempre me invita a encontrar unnuevo aspecto, un filn no explorado ala realidad que a su lado es siemprelite raria. Pero sea cual sea la razn quelleve a sus lectores a Sergio Pitol y aestos los ingleses, el estudio de estosautores ser un preludio para entrar auna de las tradiciones literarias msfascinantes construidas por el serhumano, la novela en lengua inglesa,esa gran mquina de hacer soar.

    Rosa BeltrnMinera, feb. 22, 2003

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