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ADIVINANZAS Mi reinado está en el mar, soy de peso regordeta; un día, siglos atrás, me tragué entero a un profeta aunque luego lo expulsé al pensar que estaba a dieta. (La ballena) No lo parezco y soy pez, y mi forma la refleja una pieza de ajedrez. (El caballito de mar Dos pinzas tengo, hacia atrás camino, de mar o de río en el agua vivo. (El cangrejo) Vivo en el mar sin ser pez y soy siempre juguetón; nunca me baño en el Rhin, pues soy el mismo del fin. (El delfín) Soy pequeño y alargado, en dos conchas colocado, como no puedo nadar, me pego a las rocas del mar. (El mejillón) ¿Qué bicho dirás que es, que es algo y nada a la vez? (El pez) Cinco brazos, no te miento, habita siempre en el mar, Es la reina de los mares, su dentadura es muy buena, y por no ir nunca vacía, siempre dicen que va llena. (La ballena) Adivina quien yo soy: al ir parece que vengo, y al venir, es que me voy. (El cangrejo) ¿Cuál es el animal que siempre llega al final? (El delfín) Soy chiquitito, puedo nadar, vivo en los ríos y en alta mar. (El pez) Sin estrujarte el testuz y rápido cual centella, ¿sabrás decirme qué estrella nunca jamás tiene luz? (La estrella de mar) En mí se mueren los ríos, y por mí los barcos van, muy breve es el nombre mío, tres letras tiene, no más. (El mar)

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ADIVINANZAS

Mi reinado está en el mar,soy de peso regordeta;un día, siglos atrás,me tragué entero a un profetaaunque luego lo expulséal pensar que estaba a dieta.(La ballena)

No lo parezco y soy pez,y mi forma la refleja una pieza de ajedrez.(El caballito de mar

Dos pinzas tengo,hacia atrás camino,de mar o de ríoen el agua vivo.(El cangrejo)

Vivo en el mar sin ser pez y soy siempre juguetón; nunca me baño en el Rhin, pues soy el mismo del fin.(El delfín)

Soy pequeño y alargado,en dos conchas colocado,como no puedo nadar,me pego a las rocas del mar.(El mejillón)

¿Qué bicho dirás que es, que es algo y nada a la vez?(El pez)

Cinco brazos, no te miento, habita siempre en el mar,aunque la puedes hallarde noche en el firmamento.(La estrella de mar)

Es la reina de los mares,su dentadura es muy buena,y por no ir nunca vacía,siempre dicen que va llena.(La ballena)

Adivina quien yo soy:al ir parece que vengo,y al venir, es que me voy.(El cangrejo)

¿Cuál es el animal que siempre llega al final?(El delfín)

Soy chiquitito, puedo nadar,vivo en los ríos y en alta mar.(El pez)

Sin estrujarte el testuzy rápido cual centella,¿sabrás decirme qué estrellanunca jamás tiene luz?(La estrella de mar)

En mí se mueren los ríos,y por mí los barcos van,muy breve es el nombre mío,tres letras tiene, no más.(El mar)

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En dos castañuelas voy encerradoy al sacarme del mar me pongo colorado(El mejillón)

El padre en el mar y el hijo a rezar.(El pulpo y el púlpito)

"PESCADITO", APRENDIZ DE VALIENTE

( Beatriz López Puertas )

CUENTOS

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En lo más profundo del mar vive una familia de besugos formada por Papá Besugo, Mamá Besugo, Benjamín y Pescadito; Benjamín es aún un bebé y apenas si sabe nadar, pero Pescadito ha cumplido ya cuatro años y empezará pronto a ir a la escuela.- Pescadito - decía mamá besugo - la semana que viene empezarás a ir a la escuela como los demás pececitos de tu edad. - ¡ Pero si yo no necesito ir a la escuela mamá !, aprendo mucho más cuando me voy a nadar con el abuelo. - Ya sé que aprendes muchas cosas con el abuelo, pero en la clase te enseñarán muchas más y así podrás pronto ser un pez mayor. Pescadito no parecía estar muy convencido, pero si su mamá se lo había dicho tendría que obedecer. El lunes siguiente, Mamá Besugo despertó a Pescadito mucho mas temprano que otros días. - ¿ Por qué me despiertas tan pronto ? aún no ha salido el sol.- Ya lo sé, pero hoy es tu primer día de escuela y tienes que ir bien arreglado para que la maestra no piense que eres un pececito descuidado. Después de vestirse, peinarse y tomar un sabroso desayuno, Pescadito se fue a la escuela.- ¡ Buenos días pequeño ! - saludó la maestra - siéntate ahí junto a la Pequeña Ostra.La clase había comenzado, Pescadito no prestaba demasiada atención y se dedicaba a hablar con su nueva amiga.- Yo no necesito estudiar, ya sé todo lo que hay que saber sobre el mar, mi abuelo me lo ha enseñado.- Entonces ... ¿ qué haces aquí ? - preguntó la pequeña Ostra. - Es que mi mamá me lo ha mandado, pero...... creo que la voy a engañar y mañana en lugar de venir a la escuela iré en busca de aventuras. - No debes hacer eso, te podrías perder. - Yo no me pierdo, soy muy listo - dijo Pescadito. - Y cuando la maestra pase lista y pregunte por ti, ¿ qué le voy a decir ?- Tu le dices que no sabes nada. Tal y como había dicho Pescadito, a la mañana siguiente cuando se despidió de su mamá se fue por el camino contrario al de la escuela en busca de aventuras. Después de nadar un buen rato, el pequeño se sintió cansado y decidió hacer un alto en el camino.

- Descansaré aquí sobre esta Estrella de Mar que está dormida, espero que no le importe. 

Pero la Estrella se despertó.....- ¿ Qué haces aquí, acaso has pensado que soy una cama ? 

- Lo siento mucho señora Estrella pero pensé que como estaba dormida no le importaría.

- ¡ Pues claro que me importa ! ¡ vamos, vete de aquí ahora mismo ! La primera parada de Pescadito no había sido muy afortunada, así que decidió intentar descansar en otro lugar.- Espero encontrar un sitio cómodo donde descansar, tal vez encuentre un Caballito de Mar que me deje sentarme en su lomo.... Pero como el pobre pececito no encontró ningún Caballito de Mar ni ningún otro sitio apropiado para descansar decidió volver a casa. La vuelta se le estaba haciendo demasiado larga, no recordaba haber nadado tanto, ¿ se habría equivocado de camino ? - Me parece que me he perdido - se lamentaba Pescadito - eso me pasa por escaparme y desobedecer a mamá, ¿ qué voy a hacer ahora ? Nuestro pequeño amiguito estaba muy asustado, no sabía volver a casa y por allí no había nadie a quien

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pedir ayuda. Por fin llegó al final del camino y se encontró con la entrada de una cueva. - ¿ Qué habrá en esta cueva ?; tal vez sea un túnel. Pero Pescadito estaba equivocado, no se trataba de un túnel, sino de una verdadera cueva donde habitaban los peores peces del fondo del mar. - Esto está muy oscuro, pero no importa, no tendré miedo, seguiré nadando hasta llegar al final y encontrar la salida. - No encontrarás la salida - dijo un enorme pez negro que pasaba por allí - nunca mas podrás salir de aquí. - ¿ Quién eres ? - preguntó Pescadito un tanto asustado.- Soy un Bonito Negro, y llevo aquí ya muchos años, un día entré aquí igual que tú, y todavía no he conseguido encontrar la salida. - Pero podemos dar la vuelta y salir por donde entramos. - No podrás, la corriente no te deja nadar hasta la salida, una vez que has entrado ya no puedes volver atrás. - Pero si sigues nadando llegarás a alguna parte...... - Claro que sí, pero no debes llegar nunca, te encontrarías con el palacio del Gran Tiburón. - ¿ El Gran Tiburón ? - Sí, vive ahí desde hace mucho tiempo y no permite que se acerque nadie, además a lo largo del camino hay guardianes malvados que intentarán capturarte. - No me importa - contestó Pescadito - mi abuelo dice que soy muy valiente, y por eso no tendré miedo del Tiburón. - Como quieras - contestó el Bonito - pero ve con mucho cuidado. - No te preocupes Bonito, no me pasará nada, y no te marches muy lejos porque cuando encuentre la salida volveré a buscarte. Pescadito emprendió el camino en busca de la salida convencido de que sería como jugar al escondite, pero según iba nadando, la cueva se iba haciendo más estrecha y oscura. El pequeño empezó a sentir miedo, y decidió coger un trocito de roca de coral por si acaso necesitaba defenderse. Pasado un buen rato, Pescadito detuvo la marcha.- ¡ Uf....., estoy muy cansado !, este camino es muy largo; espero llegar a casa antes de cenar para que mamá no se entere de que no he ido a la escuela. Tan cansado estaba Pescadito que se quedo dormido, pero no le duró mucho el sueño porque fue despertado por unos ruidos muy extraños. - ¿ Será el Gran Tiburón quien hace esos ruidos...?. Me esconderé por si acaso. Pero antes de que le diera tiempo a esconderse, fue atacado por un enorme Pulpo. - ¡ Suéltame ..! - gritaba Pescadito - déjame seguir mi camino. El Pulpo no hacía caso de los ruegos de Pescadito; era uno de los guardianes del Gran Tiburón y quería impedir que el pececillo siguiera adelante. Los tentáculos del Pulpo empezaban a ahogar a Pescadito, tenía que intentar hacer algo para salvarse, ¿ pero qué...?. Fue entonces cuando se acordó de la piedra de coral que había cogido. La sacó de su cartera y se la metió al Pulpo en la boca. Éste, como si se hubiera tragado una aceituna, empezó a toser y al quedarse sin fuerzas soltó a Pescadito, que salió nadando a toda velocidad para esconderse entre unos matorrales de algas. - ¡ Qué susto, casi me ahoga !, menos mal que he conseguido escapar, pero de momento voy a quedarme aquí escondido hasta que se marche el Pulpo. Pasado un ratito, el pececillo decidió salir de su escondite y continuar la marcha. - Estoy teniendo mucha suerte, espero no volverme a encontrar con ningún guardián más. Pero lo que no sabía nuestro amigo es que se estaba acercando al final del camino.- Allí se ve luz, seguramente es la salida, pero de todas formas andaré con cuidado por si se trata de una trampa. Poco a poco Pescadito se fue acercando a la luz, y se encontró con un gran trono de cristal en una inmensa sala rodeada de bellos tesoros, pero solo uno de ellos le llamó la atención. ¡ Era la llave del túnel ! - Por fin encontré la salida - exclamó el joven besuguito - ya puedo salir de este horrible lugar. 

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Sin pensárselo dos veces Pescadito cogió la llave y empezó a nadar hacia la salida, pero cuando casi había llegado, apareció el Gran Tiburón.

- ¡Nunca podrás salir de aquí! - dijo el Tiburón. - ¡Claro que sí! ¡Si he conseguido llegar hasta aquí, lograré salir! - ¡Nadie ha podido hacerlo hasta ahora! 

Pescadito estaba muy asustado, ya no se sentía tan valiente como otras veces. No sabía qué hacer, tan sólo podía intentar escapar, pero cuando lo hizo, el Gran Tiburón le atacó ferozmente hiriéndole en una de sus aletas. Afortunadamente su amigo, el Bonito Negro, le había seguido, y al ver que el Tiburón le atacaba, se puso a luchar con él hasta que consiguió, dándole un fuerte golpe, enviarle contra unos corales en los que quedó atrapado. - ¡ Bonito negro...! - decía entre lágrimas Pescadito - me has salvado la vida, muchas gracias.- Debí enfrentarme con él hace tiempo, pero nunca tuve valor, ahora podremos salir todos de aquí y volver a ser libres. - Eres muy valiente Bonito, me gustaría ser como tú cuando sea mayor. - ¡ Pero si tu dices que ya eres mayor ! - Si, pero estaba equivocado; mi mamá tenía razón, debo ir a la escuela como los demás pececitos para aprender muchas cosas que todavía no sé. Por fin Pescadito se convenció de que debía obedecer a su mamá, y como había decidido ser bueno, le contó a su madre todo lo que le había pasado cuando llegó a casa a la hora de cenar.

El caballito de mar

Splashhhh splashhhh splashhhhhhhhh..... cuchicheaban las olas del mar haciéndole cosquillitas a la arena mientras le robaban algunos caracoles de todos colores ...

Más lejos de la orilla, donde las olas mamás y papás charlaban de sus cosas, jugaban un caballito de mar y un pulpito bebé.

El pulpito iba montado a caballo de Ana y cabalgaban por la panza del gran mar, Ana travieza daba vueltas y vueltas hacia arriba, de modo tal que al pulpito se le enredaban sus tentáculos y al no poderse sujetar, caía hasta que Ana cabalgaba rápido hacia él y lo dejaba sentarse encima otra vez, los dos reían muy divertidos. Al rato de tanto jugar llegó la mamá pulpo para llevarse a su hijito porque tenían que ir a una fiesta; así que Ana se quedó jugando a las escondidas entre algas y rocas con un amiguito invisible.

Estaba tan divertida con su juego, que sin darse cuenta se encontró junto a las olitas de la orilla y ahora se puso a saltar con ellas. Una de las veces que saltó muuuuuy alto, descubrió un animalito muy gracioso que no paraba de mover sus alas de color limón, la curiosidad de

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Ana la llevó hasta la arena, se sentó allí quietita, el animalito se acercó a Ana y poco a poco paró de mover sus alas.

¿Quién eres?, le pregunto Ana. Soy Limón, una mariposa especial, contestó la mariposa.

Ana muy interesada la miró por todos lados hasta que quizo tomarla en sus manos.

¡No me toques!, le dijo la mariposa asustada, porque si lo haces moriré... solamente yo puedo tocarte a ti, y si quieres podemos jugar un juego la maaaaar de divertido, terminó diciendo Limón.

¿Un juego? ¿La mar de divertido? ¿Puedes nadar tú?, preguntó Ana asombrada. Nooooo, le contesto la mariposa, es una forma de decir, te va a divertir mucho, pero

solo puedo jugar un día contigo, dijo a Ana.

Ana tenía muchas ganas de jugar, así que afirmaba con su cabecita y la mariposa le explicó cómo era el juego:

Yo te puedo dar un besito en tu nariz y después tu vas a cambiar en una niña que puedes hacer muchas cosas, pero..., dijo muy misteriosamente Limón, tienes que volver pronto para que con otro beso puedas volver a ser un caballito de mar, ¿entiendes?, preguntó mirando a los ojitos grandes de Ana.

Ana ya estaba lista para empezar. Limón le dijo que mirara al cielo y pensara en una niñita, Ana lo hizo y Limón voló hasta la nariz de Ana, dándole un besito. Ana se había convertido ahora en una chiquita con pelo largo y todo. La mariposa le preguntó si quería ir a ver la Gran Ciudad con ella, Ana quería ver el mundo entero en realidad, pero empezar por la Gran Ciudad ya estaba bien. Limón miraba a su alrededor a ver si encontraba algo que estaba necesitando...

A ver, a ver..., dijo pensativa la mariposa.

Detrás de un bote viejo y abandonado, encontró un remo medio roto, y un neumático de bicicleta picoteado por las gaviotas, voló haciendo cículos y rociando esas cosas con un polvo brillante. Al caer fue apareciendo una bicicleta muy despacito.

¡Uuyyyyyy! ¡Qué lindo!, exclamó Ana. Con esta bici vamos a ir las dos, yo voy en tu hombro.

Así partieron las dos hasta la Gran Ciudad.

Ana miraba todo, qué cantidad de gente, pensó justo cuando a su derecha vio una enoooorme casa con picos muy altos que quizás hacían cosquillas a las nubes. Limón, que era una experta en la Gran Ciudad, le dijo al oido a Ana que esa casa era una iglesia, bueno en realidad era una catedral, y le preguntó a Ana si quería verla por dentro. Pero Ana ya había bajado de la bici y caminaba hacia la puerta gigantesca de la catedral.

Ana caminaba muy despacito mirando todo lo de adentro con mucha curiosidad, de repente, se plantó delante de un señor muuuuuy serio que hablaba de cosas que ella no entendía nada,

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con una voz fuerte que, extrañamente, se oía en todos lados y lo miró mucho rato... hasta que este señor levantó algo que parecía un caracolito chato y muy blanco.

¿Qué es eso? ¿Qué está diciendo ese señor?, le preguntó Ana a Limón. Este señor es un sacerdote, está oficiando misa y éso es una hostia, le respondio Limón

pacientemente.

Ana decía que sí con la cabeza aunque seguía sin entender mucho, otra cosa que le parecía rara era que nadie le hablaba ni tocaba, era como si nadie pudiera verla. Se lo preguntó a Limón.

¡Claro... me había olvidado de decírtelo! exclamó Limón meneando su cabecita, nadie puede vernos, porque si nos vieran quizá no podemos volver más al mar.

Ana ya quería irse, pero algo llamó su atención. Por una ventana entraba un rayo de luz de muchos colores y habían pequeñísimas partículas bailando para arriba y para abajo, soltándose y juntándose, haciendo formas locas... Caminó hasta allí parándose justo en medio de eso, cerró los ojos y sintió cómo le hacían cosquillitas en sus mejillas. Limón la miraba divertida y le preguntó:

Ana ¿sabes lo que es una jirafa? MMmmmmmmmm.... a decir verdad, no, no sé, dijo Ana.

Limón le dijo que se apartara de la columna de luz y pensara en la palabra JIRAFA. Voló nuevamente, roció esta vez polvitos amarillos, blancos y marrones sobre las partículas bailarinas. Desde muy abajo empezó a subir ¡una jirafa! Justo cuando empezaban unos niños del coro a cantar, parecía un milagro.

¡¡¡Ohhhhhhhhh!!!, dijo Ana tan alegre como sorprendida.

Se acercó para acariciarla, cuando lo hizo, la jirafa se arrodilló y le dijo:

Sube que te llevo a tu casa.

Ana estaba contentisíma y miró a Limón pidiéndole permiso, Limón movía la cabeza permitiéndole subir.

Limón tuvo que abrir la puerta entera para salir con la jirafa, Ana iba como una reina mirando todo desde muy arriba. Afuera Limón sopló la bicicleta quedaron cenizas muy chiquititas de ella. Volvieron al mar por una calle que no dejaba de sorprender a Ana, habían conejitos en jaulitas, papagayos, y muchísimos otros pajaritos extraños, perritos, muchas flores también, y gente bailando, algunos payasos, y mucha pero mucha gente caminando, parecía que estaban en un circo ambulante. Ana al final de esta calle se sentía bastante cansada, Limón al verla así le dijo a la jirafa el camino más corto hasta donde vivía Ana.

Cuando llegaron Limón le preguntó a Ana si se había divertido, Ana estaba tan cansada que apenas pudo darle las gracias a Limón. Limón se posó sobre la nariz de Ana dándole un besito y después revoloteó encima de la cabeza de la jirafa para que fuera entrando al mar con Ana, a medida que entraba iba desapareciendo y al final, cuando los pies de Ana tocaron el mar, se

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volvió otra vez caballito de mar.

Fresca y alegre Ana saludó con la mano a Limón para despedirse.

El delfín que perdió a su mamá

Un día estaba el delfincito nadando un poco triste por la superficie del mar, había perdido a su mamá, estaba buscándola por todos lados sin poderla encontrar. Por su lado pasó un pez muy largo, serio y con cara de buenazo, al verlo tan triste le preguntó qué le ocurría. El delfincito bebé le contó su pena y el pez Sabio le dijo que debía ir a buscar dónde terminaba el arco iris, que allí donde los colores se derritieran encontraría a su mamá.

Para allí empezó a nadar el delfincito bebé, mirando al cielo a ver si encontraba por algún lado una nubecita que le regalara una lluvia y un poco de sol para que se dibujara el arco iris que le devolviera a su mamá. Muy lejos descubrió una nubecita chiquitiiiiita, nadó, saltó, se sumergió, fue a toda velocidad. Cuando llegó, se encontró con una sola y triste nube que no tenía pensado llover ni llamar a sus otras amigas para hacerlo. En el acto se le acercó un pez gordo y con cara de oler algo sucio, y el delfincito le dijo:

--Antes que me preguntes que me pasa, te lo cuento: he perdido a mi mamááá......, dijo muy muy triste el bebé. El pez le dio unas palmitas en la espalda, diciéndole cómo podía encontrar el arco iris mas rápidamente y así a su mamá. Debía seguir siempre las crestas de las olas. Así lo hizo el pequeñin, tanto rato que ya no daba mas.

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Cansado y decepcionado como estaba se dejó caer hasta el fondo del mar, recostándose en una cama de algas marinas de todos los colores, mirando sin ningún interes las preciosas plantas que adornaban aquel rincón del mar, todo era tan lindo allí que hasta parecía una selva acuatica multicolor, solo quería descansar un poquito y hallar consuelo para su corazoncito.

Un cardumen de pecesitos rayados negro y amarillo se acercaron a alegrarlo un poco, pero el se dio vuelta para no verlos, éstos llamaron a otros de muchos colores distintos, de todos los tamaños, formas, y grosores. El delfincito no pudo ahora negarse a mirarlos aunque fuera de reojo, pero enseguida recordó a su mamá y se tapó los ojitos para no ver mas nada.

Un pulpo muy señorial llegó moviendo sus tentaculos con un ritmo de baile antiguo, cuando descubrió al pequeño tan triste, le hizo cosquillas con un tentaculo, después con otro, al no ver ningún resultado, atacó de cosquillas con todos sus tentaculos, hasta que las risitas se oian bien lejos.

El pulpo escuchó seriamente toda la historia del arco iris, de las crestas de las olas, y le confesó al bebito que en realidad, el "Pez con Cara de Oler a algo Sucio", era el pez bromista, que los grandes ya saben que no hay que hacerle caso. El señor pulpo le aconsejó buscar las nubes bien grises y oscuras, oler el aire y no parar hasta encontar a su mamá, que un día la encontrará.

Así hizo el delfincito, nadó por muchos mares, vio montones de peces distintos, peces que parecian tener una espada, o que parecian gallos, también vio caballitos de mar, de lejos vio pingüinos y una ballena. Tánto nadó, tántos mares recorrió, que ya no quedaba casi mas nada del delfincito bebé, se había convertido en un delfin grande y bello.

Una ostra grandiosa, cuando lo sintió a su lado le dijo que escuchara un secreto que tenía para el, era un secreto que se lo habían dicho hace mucho tiempo, que solo a un delfin bello como el podría contarselo. La ostra se abrió un poquitin para que la pudiera escuchar y el delfin puso su orejita.

Una sonrisa dibujó la cara del buscador de su mamá y salió a la superficie, con tanta alegría que dio un salto como de tres metros e hizo dos volteretas, en la bajada vislumbró una delfina algo mas allá. Al salir a la superficie nadaron juntos un ratito, haciendo circulos, saltando uno por encima del otro, jugando a las escondidas, y todas esas cosas que hacen los delfines cuando estan felices. Tan felices estaban que se enamoraron, y al cabo de un tiempo la delfina tenía una panza gordota con un delficito en ella.

Una tarde, se había nublado todo el cielo, y empezó a llover, salió el sol un ratito y claro, se hizo un arco iris delante mismo del delfin, estaba tan sorprendido que le dijo a su delfina que iba a bucear allí abajo. El pobre delfin no sabía que iba a pasar, ¿estaría su mamá?, ¿se acordaría de el?, ¿cómo estaría? Todo esto se preguntaba mientras iba cautelosamente hacia las profundidades del mar. Desde donde estaba logró ver una delfina viejita y bastante arrugada.

--¡Siiiii, es ella!, gritó corriendo a su encuentro.

Se dieron muchísimos besitos, y mimos, y la mamá le dijo que había crecido mucho, que ya

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era un delfin muy grande y bello.

--Mamá, tengo que contarte que vas a ser abuelita dentro de muy poquito, sube que te voy a mostrar a mi delfincita, le dijo muy feliz el delfin.

La delfina abuelita estaba muy contenta tambien, despues de todos los besitos, de ver la pancita gordota, decidieron irse los tres a buscar un lugar donde pudieran vivir alegremente y hacer un lugar maravilloso para el futuro delfincito bebé.

EL PECECILLO PRESUMIDO

 

Érase una vez un pececillo muy bonito, de cuerpo corto pero robusto, con un color anaranjado muy intenso, y una zona central negra. Se parecía a un carbón encendido. En su pequeña cabecita tenía una franja nacarada que le bajaba directamente a los ojos. Sus aletas eran también anaranjadas, aunque las ventrales tenían una tonalidad oscura en su parte anterior.

Era muy vivaz nuestro pececillo. Aunque sus compañeros vivían en grupos pequeños, éste era muy solitario pues sólo sabía hacer una cosa que no podía compartir con nadie : presumir.

Un día, paseándose por entre unos guijarros en el fondo del mar, se encontró con el señor pulpo :

- ¡Eh, payaso !, ya que así se llamaba nuestro pececillo. En realidad era un pez payaso, pero como no tenía nombre, todos le llamaban payaso.

- ¿Qué quieres, ocho patas ?, le contestó el pez payaso.

- ¡Ten cuidado !, hay humanos pescando, le dijo con cierto temor el señor pulpo.

- A mí que, contestó payaso.

- En vez de pavonearte tanto, deberías hacer algo, deberías aprender algo, si no..., el día menos pensado..., le comentó el señor pulpo, que pasa por ser uno de los animales más inteligentes.

- ¿Para qué ?, yo soy tan apuesto y bello que no necesito aprender nada. Si me pescan, me soltarían por mi atractivo. Además, ¿para qué sirve aprender ?. Por ejemplo, ¿tú qué sabes hacer ?, le dijo el pececillo al señor pulpo, no sin cierta prepotencia.

- Yo, con mis tentáculos, puedo defenderme, puedo coger varias cosas, puedo...

- Ya ves que interesante, le interrumpió payaso, lo que irritó un poco al señor pulpo, pues no está bien interrumpir a un animal o persona cuando está hablando.

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- Bueno, bueno. Sigue así y verás que pronto te pescarán.

- Tonterías, comentaba payaso mientras se alejaba en dirección a unas algas.

Siguiendo con su paseo, al girar una roca, se encontró con el pez globo.

- ¡Hola, payaso !, ¿qué haces ?, le preguntó éste.

- Nada, contestó payaso, que estaba todavía algo irritado después de su encuentro con el señor pulpo.

- Pues si no haces nada, pronto acabarás en las redes de los humanos, le dijo el pez globo en un tono conciliador.

- ¡Otro !, dijo enfurecido payaso, y continuó más enojado aún: ¿Tú qué sabes hacer listillo ?.

- ¿Yo ?. Pues mira, si me cogen, me hincho y me hincho y, de este modo, como no me pueden comer me sueltan, dijo el pez globo todo satisfecho.

Ahora sabéis ¿por qué se llama pez globo ?, mis menudos amiguitos.

- Pues menuda tontería, replicó el pez payaso. A mí, si me cogen me soltarían por mi extraordinaria y sin igual hermosura, le dijo al pez globo, igual que antes había hecho con el señor pulpo.

- Yo que tú, empezó a indicarle el pez globo, dejaba de presumir tanto y me esforzaría en aprender algo, pues hay humanos pescando, comentó con cierto temor, también, el pez globo.

- Tonterías, volvió a replicar payaso y, dando un fuerte movimiento a su aleta caudal, se giró y se fue.

- Ten cuidado..., se quedó hablando el pez globo en la lejanía.

Así siguió durante parte del día el pececillo presumido y presuntuoso, hablando con unos y con otros sobre las distintas maneras de zafarse de un ataque de otros peces o de los humanos, las pinzas de los cangrejos, la tinta de los calamares, el mimetismo, etc., etc. Pero payaso no prestaba atención, pues pensaba que eso no era útil.

De repente, se oyó un gran estruendo que provenía de detrás de una gran roca que había en el lecho marino, un ruido como si algo grande se arrastrara por el fondo. El pez payaso se dio la vuelta y fue a ver que era eso, y...

En la cubierta de un gran barco de pesca, varios pecadores se encontraban separando los peces que habían caído en la red, cuando uno de ellos vio a payaso, tan bonito y tan pequeño :

- Seguro que éste le gusta mucho a mi nenita, pensó. Y lo metió en una bolsa con un poco de agua marina, y lo guardó en su cesta de comida.

Cuando empezó a recuperarse, payaso se preguntaba : ¿dónde estoy ?, ¿qué es esto tan oscuro y tan pequeño?, pues intentando huir se daba de broces contra las paredes de la bolsa de plástico.

Al cabo de unas horas, alguien coge la bolsa y se pone a mirar a payaso.

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Payaso abre sus pequeños ojos y ve a una niña tan rubia que sus cabellos parecían los rayos del sol, con unos ojos tan azules como el fondo del mar por el que presumía payaso, tan bonita, pensó, como él, o más.

- Mami, mami, decía la preciosa chiquilla, mira que me ha traído papá.

- ¡Que bonito !, le dijo su madre. ¿Qué vas a hacer con él ?, le preguntó su madre.

- No se. De momento lo pondré en una pecera, dijo María, que era el nombre de esta muñequita.

Pasaron los días, las semanas, los meses,... Payaso estaba cada día más triste, y pensaba :

- ¡Ah !, que razón tenían mis amiguitos del mar. Sólo presumir y presumir. Antes podía presumir ante muchos. Ahora, ni eso. Sólo puedo presumir ante esta niña, que además es más bonita que yo. Si pudiera volver a mi mar..., pensaba una y otra vez el pez payaso totalmente arrepentido de su forma de ser.

Pero la niñita también pensaba :

- Pobrecillo, sin su mamá, sin su papá, sin sus amiguitos. Tan bonito como es y sólo yo puedo disfrutarlo.

- Mami, papi, empezó diciendo una tarde la pequeñina : he decidido devolver al pececillo al agua. Está muy solo y muy triste sin sus padres. No come casi nada y ¡es tan bonito ! que debe seguir alegrando el fondo del mar con sus colores.

- Muy bien hija. Lo que tu digas.

Y se fueron en una barquita a devolver a payaso a su ambiente.

A payaso, que estaba adormecido por la hora que era, le llegó, de repente, un olor conocido, el olor del mar. En un instante, todavía sin desperezarse del todo, unas pequeñas manitas lo cogen, le dan un beso en la boquita, y lo meten en el agua, soltándolo a continuación.

Se puso tan contento payaso, que dio varias vueltas sobre sí mismo, y antes de alejarse, miró a la niña dándole las gracias y dejando escapar una pequeñísima lágrima de satisfacción. Claro, la niña no le pudo oir, pero lo entendió perfectamente.

Nadando a toda velocidad, fue a ver al pez mariposa para que le aceptara en la escuela de peces, y de este modo aprender todo lo que debe saber un pez de los peces y de los humanos, aunque la primera lección ya se la había aprendido bien.

Todos los peces marinos se enteraron pronto de que payaso había vuelto y lo celebraron con una gran fiesta en la que tocaron los cangrejos violinistas y el pez banjo, hizo trucos de magia el pez hada, no paró de contar chistes el pez papagayo bicolor y los peces saltarines no dejaron de hacer eso, precisamente, en toda la tarde.

Encima de ellos, la barquita iba en dirección al puerto. La niñita se había dormido en los brazos de su padre que le había contado el cuento de Pedro y el lobo. El padre estaba muy satisfecho por lo que su hijita había hecho gracias a las cosas que había aprendido hasta ese momento.

Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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A la rueda, rueda

de la caracola

duermen los cangrejos

y ríen las olas.

Los peces chiquitos,

juegan en la arena.

Se quedan dormidos

junto a las ballenas.

Los peces despiertan,

saltan por las rocas,

burbujas de risas,

hacen en el agua

sus palabras cortas.

Cantan, sueñan, bailan

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y con sus manitas

mecen en sus cunas

a las estrellitas.

Al acuario-escuela,

van los pececitos.

Pompas de colores

entre sus libritos

a la rueda, rueda

vamos a soñar

que pronto, mamita,

nos vendrá a buscar.