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ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA: Reflexiones en torno a la construcción de subjetividad adolescente bajo el contexto neoliberal. Alejandro Klein Doctor en Servicio Social Universidad Federal de Rio de Janeiro 1

Adolescentes Sin Adolescencia

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ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA:

Reflexiones en torno a la construcción de subjetividad adolescente

bajo el contexto neoliberal.

Alejandro Klein

Doctor en Servicio Social

Universidad Federal de Rio de Janeiro

1

DEDICADO A HANNA Y SOFIA, AHORA YA ADOLESCENTES...

2

Agradecimientos:

- A mi querido, inolvidable, tutor de tesis Eduardo Vasconcelos. - A Camp., gracias por todo y para siempre. - A L. O. esperando que advenga el tiempo bueno.

3

Sumario

INTRODUCCION .................................................................................................... p.7

CAPITULO I- LA MODERNIDAD : SER ADOLESCENTE ES TENER

PORVENIR............................................... ...............................................................p.13

I.1- La Modernidad: Presentación General..........................................................p.13

I.2- La sociedad amplia y el futuro posible............... ...........................................p.14

I.3- Lo Fraterno y el Estado....................................................................................p.17

I.4- Figuras de mediación.......................................................................................p.20

I.5- Contrato social-narcisista................................................................................p.21

I.6- Lazo social indudable- Institucionalidad sólida............................................p.24

I.7- Presentación de la problemática de ciudadanía...........................................p.32

I.8- La Ciudadanía y la Adolescencia....................................................................p. 38

I.9- La familia ,lo paterno y lo amparante..............................................................p.40

I.10- Adolescencia y modernidad: un fructífero encuentro.................................p.50

I.11- Descripcion de la adolescencia desde el psicoanálisis..............................p.53

CAPITULO 2- EL NEOLIBERALISMO: DE REPENTE,

¿PARA QUÉ ADOLESCENCIA?............................................................................p.59

ll.1- Neoliberalismo: presentación general..........................................................p. 59

II.2- La presencia del Mercado y el Estado...........................................................p.60

II.3- Cambios desde la subjetividad..................................................................... p.65

ll.4- Latinoamérica: costos sociales y redistribución espacial.........................p.70

II.5- La situación de la violencia............................................................................p.76

II.6- Catástrofe social, “catástrofe inminente” y efectos en la subjetividad.....p.79

ll.7- La familia y lo paterno.....................................................................................p.87

ll.8- Tres tristes tópicos : ser joven, pobre y latinoamericano...........................p.95

CAPITULO 3- ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA: DE LA MODERNIDAD AL

NEOLIBERALISMO.................................................................................................p.106

III.1- Aquél Uruguay que fue..................................................................................p.106

III.2- El Uruguay que es: datos sociodemográficos actuales.............................p.108

III.3- Contexto institucional de la investigación y origen del material clínico a

considerar.....................................................................................................p.117

lll.4- ¿Qué fue de lo Paterno? : Padre- paternidades- cronicidios..................p. 125

lll.5- Los padres agobiados y lo escópico insuficiente.....................................p.136

lll.6- Acerca del mesianismo exacerbado o el estar todo el tiempo ocupado en

“cuidar”..........................................................................................................p.150

4

lll.7- El viaje mítico y la problemática del ideal de los bordes,

límites y del pasaje.......................................................................................p.159

Ill.8- Los monstruos del otro lado del espejo. Apuntes sobre lo fraterno......p.172

lll.9- El estudio y lo institucional metonímico : hacer de suplentes..................p.179

lll.10- Lo persecutorio y el riesgo de la vulnerabilidad extrema:

Elementos de una subjetividad fragilizada...............................................p.191

lll.11- El dios severo y el diablo rondando por aquí y por allá. Apuntes sobre

la cultura neoevangélica............................................................................p.210

CAPITULO IV- UNA PROPUESTA DE DISPOSITIVO TERAPEUTICO DE GRUPO,

EN LA CLINICA DEL ADOLESCENTE.............................................................p.224

IV.1- El grupo como dispositivo de encuentro y resiliencia.........................p.224

Vl.2- Repensando el marco de cultura terapéutica: Cuestiones relativas al

“injertamento” y al “grupo–cónclave”.....................................................p.236

CONCLUSIONES: ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA.......................... p.247

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS...................................................................p.277

5

INTRODUCCION

El condenado que debe inaugurar el funcionamiento

de la máquina compleja inventada por el antiguo

gobernador de la isla no ha sido juzgado, ni informado

de la sentencia inapelable pronunciada por el oficial.

Si la máquina no se hubiera descompuesto,

estaba previsto que las puntas de vidrio de su rastrillo

grabaran sobre el pecho del ajusticiado:

”Honra a tu superior”

La Colonia Penitenciaria -Kafka

Pero basta cambiar la escala del tiempo

y las estrellas del cielo danzarán locamente

Cornelius Castoriadis

El 26 de junio del año 2003 en el Puente Avellaneda de la ciudad de Buenos

Aires, dos jóvenes integrantes del Movimiento Anibal Verón, Darío Santillán y

Maximiliano Costeki, son asesinados por fuerzas policiales. Mientras el

segundo aún agoniza- por un disparo que se le hace por la espalda- la policía

lo patea de forma absolutamente innecesaria (Darío y Maxi, 2003).Como para

evitar, como se dice habitualmente, que :” los muertos descansen en paz”.

Mientras tanto de la favela Rocinha -escenario de luchas entre

narcotraficantes y policías - se revela una investigación por la cual se informa

que en la misma se registra el menor nivel de escolaridad de Río de Janeiro:

“El estudio también muestra que en Rocinha los ingresos medios de los

trabajadores es de R.$ 433,78, mientras que en Lagoa la media salarial es de

R$ 2.765 por mes” (Brasil de Fato, 22/04/2004: 6).

¿Cómo es posible que se ejerza tal grado de violencia masiva sobre jóvenes,

existiendo al mismo tiempo un grado importante de consenso en la población,

en torno a una valoración positiva del uso de la fuerza?. ¿Cómo es posible que

se esté filtrando paulatina, pero implacablemente, un proceso de consolidación

de salarios de hambre (cuando existe trabajo) o desempleo estructural o una

tasa de deserción estudiantil preocupantes ? ¿Y cómo inciden estos factores

en la construcción de subjetividad?

Esta investigación busca situar algunos de estos factores partiendo de una

población de adolescentes que consulta en un Servicio de Salud Mental en

Montevideo, Uruguay (años 1998-1999) .

6

Mi preocupación en torno a este tema surge tanto de mi campo de trabajo

como psicólogo especializado en adolescencia, cómo de mi interés en

continuar y profundizar una temática que he comenzado ha desarrollar desde

mi Tesis de Maestría y otros trabajos y que creo se ha vuelto imperiosa:

investigar la influencia del contexto social y la cultura neoliberal en la forma en

cómo se constituye y expresa lo adolescente.

La hipótesis de la que parto es que entre contexto social y construcción de

subjetividad se verifican múltiples entrelazamientos y apuntalamientos, por lo

que una no puede dejar de influir o estar presente en la otra. Sin embargo

percibo que los estudios sociales sobre el neoliberalismo no se continúan con

otros que mantengan la misma profundidad en cuánto a los aspectos de

subjetividad. Lo que implica que desde pleno neoliberalismo se habla de una

subjetividad que ha surgido y se ha expresado desde la

modernidad...Desencuentro que no puede sino tener consecuencias a nivel de

tratamientos y de estrategias desde la Salud Mental.

Hago especial hincapié en el estudio de figuras de mediación , como puntos

de articulación entre campos heterogéneos , a través de cuyo estudio se abre,

a mi entender, una perspectiva de trabajo e investigación tan ardua como

apasionante. De esta manera indago en cómo los fenómenos sociales no

pueden dejar de tener incidencia en la caracterización de la subjetividad. Lo

que implica que no hay una subjetividad general e incambiable. Hay

subjetividades y procesos de subjetivación, lo que hace imprescindible

investigaciones que den cuenta de las mismas.

Cabe aclarar que la población de mi investigación es mayoritariamente de

jóvenes provenientes de clase social media, la que ha sufrido un especial

proceso de empobrecimiento desde el neoliberalismo. De allí que los mismos

sufran en su subjetivida, este vaivén entre una modernidad ciudadana que “fue”

y este neoliberalismo desciudadanizante que “es”.

Como señala Puget (1991) es una situación en que la comunidad niega su

fundamento, provocando la violencia generalizada entre sus sujetos y contra

sus sujetos. De esta manera el contrato narcisista (Aulagnier,1975) se resiente

afectando la continuidad, la permanencia y el cambio. Los lugares ofrecidos por

el colectivo se resienten y escasean generándose una política de muerte y

expiación.

7

Mantengo como marco teórico el psicoanálisis teniendo en cuenta aportes de

otras disciplinas ( sociología, teoría social, teoría política). La revisión

bibliográfica que dispongo tiene en cuenta tanto autores lationoamericanos

como europeos o norteamericanos. En lo posible tengo en cuenta sus aportes

teóricos, sin dejar de lado comparaciones entre ellos y reflexiones críticas

cuando lo creo necesario. Cabe recalcar que el psicoanálisis que manejo

refiere en cuestión a un modelo teórico amplio y complejo, que tiene en cuenta

factores sociales y culturales. Anthony Elliot explicita así la necesidad de ” una

reconceptualización radical de las elaboraciones actuales de teoría social y

psicoanálisis” (Elliot, 1995: 17). Igualmente Franco defiende el estudio de la

construcción de subjetividad dentro de redes sociales y vinculares: “hace a los

fundamentos del psicoanálisis [la] articulación (...) que se produce entre la

cultura, el aparato psíquico y el dispositivo de cura” (Franco,2001:1). Busco así

mantener un equilibrio entre elementos provenientes del campo psicoanalítico

de la subjetividad y otros desde la teoría social, con el convencimiento de que

entre ambos ( lo social y la subjetividad) no puede haber ni indiferencia ni

yuxtaposición. Dicho de otra manera: ni psicologismo ni sociologismo, sino la

apuesta a un paradigma que en su complejidad permita el estudio de múltiples

problemáticas que se expresan, no pocas veces, por las figuras de lo

enigmático o lo paradojal.

Las reflexiones anteriores, sin embargo, no deben evitar el reconocimiento

de contradicciones -que creo hasta cierto punto insalvables- entre distintas

corrientes o entre distintos contextos de trabajo (latinoamericano, europeo, etc).

Las mismas serán indicadas a lo largo del texto, buscando trazar las

limitaciones o complejidades de las mismas. Hago referencia además a mis

propias reflexiones teóricas y clínicas, concordantes o discordantes con los

anteriores, a las que busco incoporar a esta investigación, como producto de

más de 16 años de trabajo clínico con adolescentes. El mismo comenzó a poco

de recibir mi título universitario de psicólogo y se enriqueció com mi formación

posterior en psicodrama, psicoanálisis de grupo y vínculos familiares, la que

tuve oportunidad de llevar a la práctica tanto en el campo comunitario, como en

el privado y el hospitalario.

En este último pasé (y aún sigo en él) a formar parte de la Clínica

Psiquiátrica de la Facultad de Medicina, Programa de Psicoterapia para

8

Adolescentes, coordinando un grupo psicoanalítico y psicodramático de

adolescentes, con una frecuencia semanal. He perdido la cuenta de qué

cantidad de jóvenes han pasado por ese grupo. Algunos por una sola sesión,

otros por un año...En todos los casos espero haber podido ayudarlos a hacer

más tolerable el o los sufrimientos que les llevaron a consultarnos.

De una u otra manera todos ellos están aquí, pues esta investigación sin

duda, es más que una investigación académica. Cierra además un período de

mi vida, transido por mi propia subjetividad, conflictos y preocupaciones. Pero

es al mismo tiempo un desafío. El desafío de que es imposible mantenerse

impasible ante situaciones injustas que urgen de un compromiso de cambio y

transformación, alejándonos de esa inquietante indiferencia, tan afín al propio

neoliberalismo, de la que tanto nos lamentamos .

9

CAPITULO I

LA MODERNIDAD : SER ADOLESCENTE ES TENER PORVENIR.

I.1-La Modernidad :Presentación General

Seguramente hablar de La modernidad en singular sea engañoso. Ha habido

distintas fases dentro del capitalismo (Vasconcelos, 1988) y de la modernidad

en general: una fase liberal, una fase fordista, una fase keynesiana ( o de

welfare state) y una fase neoliberal, que otros (como Giddens) denominan de

alta modernidad. De esta forma la sociedad capitalista presenta distintas

formas de organización económica y social dentro de una periodización

histórica específica1: “ En cada ciclo tendremos formas predominantes de

organizar el proceso y el mercado de trabajo, así como otras instituciones

económicas y políticas estructurantes de la acumulación” (idem: 81). Es

necesario igualmente tener en cuenta la diferencia entre el llamado capitalismo

central y el periférico (Vasconcelos, 1989 ), tema que desarrollaré más

adelante.

En lo que refiere a mi trabajo tomaré en cuenta principalmente como

categoría de análisis y comparación el capitalismo keynesiano2. El mismo

significó un cambio importante en los padrones de reproducción social,

reconocimiento del poder sindical y de los derechos de los trabajadores, com

un creciente proceso de consumo asumido por el Estado (Vasconcellos,1988).

Destacaré sin embargo otros dos procesos, dentro de la fase keynesiana,

fundamentales como ejes de mi investigación: la consolidación del campo de

las políticas sociales y de la ciudadanía 3y la visión del vínculo individuo-

sociedad en términos de gestación de una promesa que aseguraba

(sólidamente) un porvenir y un proyecto tanto social como individual. En el

primer caso señala Vasconcelos que se constata “un desplazamiento (...) de

1 Cabe señalar que esta periodización histórica-cuya falta se hace sentir- no está desarrollada en la llamada Escuela dos Annais, cuyas ideas sin embargo por razones de mi tesis, utilizo mucho.Como señala Burguière, Ariès fue “insensible a las tentaciones de la historia total, así como al recurso canónico de un mínimo de determinismo sociodemográfico[...]su método le fue dictado por una concepción de la historia que privilegia el universo mental” (Burguière, 1993: 69).

2 En este sentido, esté o no explicitado, se há de entender en lo que sigue, que cuando en la investigación se menciona a la modernidad, la misma está necesariamente referida al capitalismo keynesiano.

3 Cabe señalar que la noción de ciudadanía no nació com la modernidad, aunque alcanzó en ella su máxima expresión (Coutinho, 2000).

10

una parte del conflicto capital/trabajo para la lógica de la ciudadanía y de los

derechos sociales” (idem: 82). De esta manera “el campo de las políticas

sociales y de la ciudadanía pasa a constituir el principal escenario de la lucha

de clases en los países centrales” (idem: 83).

Por otro lado es necesario senãlar cómo la idea de ciudadanía es

inseparable de otra por la cual este “borde” social de la modernidad keynesiana

se asienta en una “promesa” (Coutinho,2002) que al enunciar una serie de

“instrumentos” efectivos de ciudadanización y progreso social (como el trabajo

y la educación ) aseguraba (más o menos plenamente) un lugar en la sociedad.

En lo que sigue trataré de desarrollar qué implicó desde la subjetividad y el

imaginario social esta concepción keynesiana del sujeto y la sociedad,

mostrando en el próximo capítulo como esta visión social fue “desmantelada”

desde el neoliberalismo y las consecuencias que ésto trae aparejado.

I.2- La sociedad amplia y el futuro posible

Hacia 1990 Giddens reflexionaba:

¿ Qué es la modernidad? Cómo primera aproximación, digamos que la

noción de modernidad se refiere a los modos de vida u organización

social que surgieron en Europa desde alrededor del siglo XVII en delante

y cuya influencia, posteriormente, los han convertido en más o menos

mundiales. Esto asocia la modernidad a un periodo de tiempo y a una

inicial localización geográfica pero , por el momento, deja a resguardo en

una caja negra sus características más importantes. (Giddens,1990:16)

Esta idea de Guiddens, emparejada a la idea de modernidad como un

sistema de vida originado en un espacio geográfico y en una medida de

tiempo, incluye además una noción que llamo de sociedad amplia, definible

como el consenso de un gran todo ( teorizado por el contrato narcisista de

Piera Aulagnier,1975), un sistema de inclusión e interrelación recíproca

sociedad –subjetividad (Freud, 1931), institucionalidad sólida

( Lewkowicz,2004 ) y figuras de mediación (Kaës,1989).

Giddens (1990) señala que las instituciones que están en la modernidad dan

cuenta de ella, pues surgen sólo y desde ella. No tienen precedentes ni

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antecedentes. Esta observación se debe complementar además con el hecho

de que estas instituciones cristalizan una visión del hombre, una forma de

convivencia y una determinada estructura de las mentalidades.

Un punto en común es el movimiento, celeridad de cambio (Giddens,1990) o

ruptura que al “cortar” con sistemas tradicionales medioevales, establece uno

nuevo y hace imposible el retorno al pasado (medioeval, infantil en el caso del

sujeto). Es intrínseco a la modernidad entonces lo temporal4: el esfuerzo por

establecer un pasado, indicando un futuro previsible de cambio. Y al mismo

tiempo, una política de transformación que augura los procesos del psiquismo

tal como lo describe el psicoanálisis y el pasaje de la endogamia a la exogamia

como forma valorizada de crecimiento.

Pero hay que añadir que si se establece un futuro es para mejorar. Este

optimismo que cree en el cambio y la mejora, fue expresado por varios

pensadores (Marx , Durkheim) pero es también el clima de una época y una

forma de entender la humanidad, entrecruzando porvenir social y construcción

de subjetividad.

Es el riesgo y la oportunidad pero enmarcados en el convencimiento de la

oportunidad de poseer un futuro, y ser mejor de lo que es. En este punto se

unen las distintas elecciones negociadas de la vida : vocacional, matrimonial,

de divorcio, etc., entendidas como oportunidades de mejora a través de una

crisis (Giddens, 1997). Pasan así a tener relevancia los sistemas expertos que

funcionan como organizadores del entorno material y social en el que vivimos

(Giddens, 1997), expresión del sentimiento de confianza, seguridad y

continentación que provee la modernidad keynesiana.

Se consolida así una experiencia de: “Emancipación [que] significa que la

vida colectiva se organiza de tal manera que el individuo es capaz (...) de

actuar de manera libre e independiente en las circunstancias de su vida social “

(Giddens,1997: 270) entrelazada a una “biografía” (Aulagnier,1991,1994), en la

4 Esta referencia temporal se encuentra asimismo en la teorización sobre sistemas culturales: “(…)trabajosamente fabricado en la herencia del pasado por la innovación actual, a causa de ello las secuencias elaboradas a través de las cuáles se transforma la cultura son los productos conjuntos de la lógica situacional que desde el Sistema Cultural hacen impacto en los contextos que se encuentran los agentes y de sus respuestas Socioculturales a ellos. Este es el proceso genérico por el cuál el futuro cultural se hace en el presente” (Acher,1997:22).

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que el yo se conjuga al futuro, a través de la autoconstrucción continua del yo

por el yo: “entrada en escena de un tiempo historizado” (Aulagnier,1975:167) .

El modelo de Freud (Freud,1923) de la segunda tópica está basado en esta

idea de modernidad de riesgo, pues también en un yo que “negocia” entre

instancias. “Yo” que a su vez revela un dispositivo de confesión

(Foucault,1995), operatorias de individualización (Burin-Meler,1998),

facilitamiento del consumo (Giddens,1997) y búsqueda de autenticidad y

pasión narcisista (Lipovetsky, 2000).

Este consenso ilusorio y eficaz de una humanidad plena a la que se aplican

a todos por igual, sistemas abstractos, cultura y leyes, configura un sistema de

vida que denomino “sociedad amplia”, que implica la promesa de que todos

los seres humanos están integrados o son integrables por la ciudadanización.

La ciudadanización keynesiana funda así un marco de expectativa razonable

de trabajo, bienestar y vida digna, revelando una estructura de cuidado y de

amparo (lo que Foucault denomina biopolítica (1984,2004). La modernidad se

torna así un mundo posible de gente que desea vivir, cuidarse a sí misma

(“cuidado de sí “ 5 foucaultiano (1988,2004) y ser cuidada, crecer, tanto como

experimentar cosas nuevas. Una sociedad de seres vivos, que describen y

piensan cómo hacer sus vidas .

Cada persona se continúa en la sociedad y la sociedad se continúa en sus

ciudadanos, a los que “invita” a la participación. La visión de la sociedad como

un ‘todo’ invoca grandes conjuntos donde lo englobante permite que todos

posean un lugar erotizado. Tomo la denominación de Eros, en el sentido de

cómo presenta Freud la pulsión de vida : actividad que lleva y alcanza cada vez

más a unidades mayores (Laplanche-Pontalis,1981). Lo integrador, nucleador

y optimista (Fisher,1996) hace que la sociedad (y lo urbano) aparezcan

armoniosos y “con tejido social más unido” (Pretecille, 1996: 22). Teresa Pires

do Rio Caldeira (2000) describe ese modelo urbano- histórico, donde las clases

sociales ‘parecían’ poder convivir e interrelacionarse.

Se desarrolla pues una cultura urbana con función unificadora que

descansa en el ideal de diálogo e ignora conflictos sociales y de clases 5 “En la relación que él tiene con si mismo en sus diferentes acciones, pensamientos y sentimientos, se constituye como sujeto moral, el énfasis esta puesto en las formas de relación consigo propio, en los procedimientos y técnicas pro medio de las cuales ellas las elabora, en los ejercicios por lo cuales se propone a si mismo como objeto a conocer y en las prácticas en que se permite transformar su propio modo de ser” (Foucault,1984: 215 ).

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irresolubles, en el entendido de que el marco de referencia ineludible de un

proyecto de ciudadanía, está vigente y es unificador.

Por esta cultura del diálogo el otro es alguien reconocible y con el cual se

puede compartir y discutir de forma razonable, antes que recurrir a la violencia

o la hostilidad (Beck, 1997), generando con ese amigo - vecino cooperación e

intercambio dentro de una “conciencia de contingencia” por la que todos somos

y tenemos derecho a ser distintos, consolidándose un ideal de lo fraternal que

tiene que ver con la tolerancia, la diversidad y la solidaridad (Bauman, 1999).

Como indica Dufour:

A modernidade é, pois, um espaço em que se encontrarão os sujeitos

como tal submetidos a vários grandes Sujeitos(...)um novo grande

Sujeito sobrevindo depois de todos os otros quanto ao lugar aberto no

pensamento onde se discutem ao infinito todos os desacordos

possíveis(...)Há, pois, grande Sujeito na modernidade, Otro e até muitos

Otros, ou, pelo menos, muitas figuras do Otro ( Dufour,2005:49).

Su contrario es la violencia que anula lo distinto y ajeno (Jeammet,1998).

I.3- Lo Fraterno y el Estado

Pero esta “flecha” hacia el porvenir y al encuentro del otro no oculta que la

modernidad es también una fascinante mezcla de ambigüedades ( democracia

versus totalitarismo; tolerancia versus intolerancia ; utopía versus desencanto;

norma versus transgresión ). Me detendré en una en particular: horizontalidad

versus verticalidad.

Lo horizontal despliega el gusto de la modernidad por el amigo6, el grupo de

pares, el hermano, figuras que se unen en un sentido de “fraternidad” que

impone la idea de espacio de “libertad” y elección personal (Ariès- Duby v.VI,

1990), tanto como la de emancipación y alteridad. La misma aparece

igualmente como potencial emancipatorio y respeto a la alteridad del otro

6 Su importancia es tan radical que : “Hay que reconocer que, aún estando reglamentada y codificada, la amistad no se identifica con ninguna institución estable y “visible” de las sociedades de la Europa moderna” ( Ariès-Duby v VI,1990 :60). Por otra parte ,corresponde a una mentalidad mercantil - capitalista : “(...)la amistad, al igual que el parentesco y la alianza, inspira una auténtica carrera para conservar y aumentar, mediante la renovación y la acumulación, ese capital primordial” ( Ariès-Duby v VI,1990 :63).

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(Bauman,1999 ), “sueño de una fraternidad universal que sea la base de la

reconstrucción del mundo “(Ariès- Duby v.VI, 1990: 81).

Esta importancia estructurante de lo fraterno a nivel social y sujetivo ha sido

destacado por Kancyper (1992,1997) (complejo fraterno ), Birman (2001)

( valores de alteridad, reciprocidad y reconocimiento como forma no-narcisista

de aceptar al otro), Kehl (2000) ( asunción de la incompletud en torno a la ética

y la responsabilidad) y Ruiz (2000) ( responsabilización por el sufrimiento del

otro ). Se acompaña de la noción de autodeterminación: ”soy yo mismo”;” me

creo a mi mismo”; ” no le debo nada a nadie”, definiendo un conjunto de

actitudes librado a la elección y la espontaneidad que articula una construcción

de subjetividad basada en el yo, la personalidad y la existencia del mundo

interno.

Se opone al anterior, un funcionamiento social de verticalidad biológica

(vínculos de filiación ) y social ( vínculos de trabajo), que destacan la necesidad

de jerarquías y desigualdades (Ariès - Duby v. VI,1990).

Lo fraterno se podría relacionar a la índole reflexiva de la modernidad por la

cual “el contraste con la tradición es inherente a la noción de la modernidad “

(Giddens,1997: 44). Una consecuencia es la crítica a lo paterno y a los

sistemas instituidos que no admiten dimensión instituyente: “la Revolución

(...)limita en numerosos puntos los poderes del padre” (Ariès-Duby v. VII,1990:

17)

Esa fraternidad de los hermanos es el Estado, opuesta a los poderes

(anacrónicos) del Padre tiránico : “La autoridad pública adoptaba ahora un

papel activo en la constitución de la familia” (Ariès- Duby, v. VII,1990: 36). Su

autoridad ya no emana de la tradición oral, sino de un Código, es decir, su

poder está regulado ( y entonces inevitablemente controlado7) por la ley 8.

Dentro de estas estipulaciones debería incluirse la necesariedad de lo

pedagógico como un espacio extra- familiar. El padre, la familia, por sí sola ya

es incapaz de proporcionar la disciplina y el conocimiento que la escuela

aporta (Ariès-Duby v.IX,1990).

7 Es interesante que en la teoría de la metáfora paterna lacaniana el padre ya no es ley, sino que la representa.

8 “(...)según Le Play,la Revolución[había] matado al padre al retirarle el derecho a testar” (Ariès-Duby v. VII,1990 :128).

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En este cuestionamiento y relativización de la figura paterna- familiar, existe

una crítica a las figuras incuestionables de la autoridad: “Las formas de

autoridad tradicional han pasado a ser tan sólo “autoridades” entre otras “

(Giddens,1997: 246-247); la modernidad ha reconstruido la tradición a medida

que la ha disuelto (Beck,1997: 76). De la misma manera Benjamin (1982)

analiza cómo la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la

tradición; Tocqueville (Nisbet v. I,1996) los cambios en la sociedad

democrática; Freud (1913) la substitución del Padre de la Horda a la liga de

hermanos; Barrán(1991) el pasaje de pubertad a adolescencia, Burin-Meler

(1998) la individuación creciente y Jöel Dor (1990), el rol del padre muerto el

que impone retrospectivamente la institución de la interdicción del incesto.

Se consolida así la figura primordial de la confrontación que aglutina el

cuestionamiento a la autoridad, así como el consenso social que sostiene la

necesidad de crítica dirigida a lo que es tradición: “ya nadie puede decir: ”soy

un hombre y los hombres somos así,” me niego a seguir discutiendo las cosas”

(Beck,1997: 135). La tradición persiste sólo en la medida que tolera la

discusión y el enfrentamiento (Beck,1997) ,con lo que se reafirma aún más la

necesidad de pensar en sí mismos y por sí mismos. Por el contrario:

“Dedicación, abnegación, olvido de sí misma .Con estas virtudes cardinales, la

ruptura es imposible” (Duby-Perrot v. VIII,1991: 231).

El padre se ha tornado débil, incapaz de sostener por si mismo una nueva

sociedad: divide antes que integrar. De allí que se hace imprescindible la

participación del Estado, capaz tanto de totalizar como de individualizar

(Foucault, 1984) y representar al conjunto social (Pizzorno,1998).

I.4- Figuras de mediación

Creo que si el Estado, Familia y Ciudadanía son figuras de mediación por

excelencia es porque la modernidad establece a las mismas como formas

privilegiadas del vínculo sujeto- sociedad y sujeto- antecesores- descendientes.

Vale decir que hacen posible que lo heredado de los antecesores se pueda

poseer y transmitir. De forma contraria se anularía el sentido de porvenir y

futuro. Estas operatorias de recibir, transformar y anticipar (Kaës,1994),

implican la consolidación de un vínculo estable entre el sujeto y lo social,

estando ambos en un proceso de permanente reciprocidad y doble

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apuntalamiento. Por eso Kaës indica sobre las figuras de mediación : “Estas

formaciones y estos procesos psíquicos en el interior del conjunto se rigen por

una lógica del conjunto y al mismo tiempo por la lógica de los procesos

individuales” ( Kaës,1994: 131).

Dicho de otra manera se trata de un doble proceso: el conjunto organiza las

figuras de mediación, tanto como éstas organizan a aquél, consolidando un

modelo homeostático de funcionamiento social, vincular y psíquico. Pero

también puntos de anudamiento (Kaës,1993) que aseguran mediaciones,

conflictos y solidez.

Situación inseparable de la reciprocidad heterogénea entre sujeto- sociedad:

“la inserción social (...) transforma al sujeto en transmisor y actor de una

organización social en la cual es sujeto activo y objeto pasivo” (Puget, 1991:26-

27) Por tanto el sujeto es para sí mismo su propio fin, sujeto de los procesos

inconscientes, y sujeto también de una cadena de la que él es miembro: “parte

constituyente y parte constituida, heredero y transmisor, eslabón en un

conjunto” (Kaës,1993:133).

De esta manera el nexo entre sociedad y sujeto pasa a significar el qué

hacer con lo que no puede dejar de transmitirse: “Si los procesos psíquicos de

una generación no se transmitieran a otra(...) cada una estaría obligada a

recomenzar su aprendizaje de la vida” (Kaës,1993:44). Para que haya sujeto

del inconsciente aquéllo que viene como herencia tiene que sufrir una

transformación (Kaës,1993) que se vuelve exigencia y definición de actividad

psíquica. El aparato psíquico no puede aceptar nada que venga de afuera sin

sufrir transformación, a no ser que se imponga lo transubjetivo como forma de

funcionamiento psíquico, o sea, originándose en el psiquismo el “implante”

traumáticos de contenidos del “afuera” que ingresan sin transformación.

La cuestión de la modernidad es una cuestión de transmisión:

tentativas de poner en juego, tratar y pensar lo que se ha roto o la

voluntad de ensanchar todavía la distancia entre lo antiguo y lo

nuevo(...)el concepto de modernidad es, en el límite, aquel por el

cual cada generación se despega de la precedente y se coloca en

posición de instituirse su heredera (Kaës,1996: 29).

17

Se trata a mi entender de mantener lo reconocible, sosteniendo un

sentido ,frente al cual lo absurdo permanece como un accidente superable. Así:

“En todo se humano que aspire a pensarse como individuo singular hay una

insistencia subjetiva que lo empuja a la rememoración y a la investigación del

pasado” (Enriquez, 1990: 102).

El pasado debe constituirse de manera tal que no invada ni invalide los

esfuerzos por hacer del presente un jalón que va hacia el futuro. Este

imprescindible trabajo de la memoria implica una anamnesis historiográfica

(idem) como soporte de la subjetividad y control del tiempo (Beck,1997) que

hace del tiempo que transcurre historia personal. De esta manera transmisión,

memoria colectiva, memoria individual y consolidación de la vivencia temporal

están íntimamente entrelazadas. Cuando un elemento de esta matriz se debilita

o desaparece surgen patologías en la subjetividad, por lo cual Kaës se inclina a

analizar los problemas de la modernidad en torno a las dificultades de

transmisión (Kaës,1996).

Me interesa entonces destacar la idea que la sociedad keynesiana es una

sociedad de herederos. Pero para que haya heredero, debe existir ‘herencia’

disponible y capacidad de aceptar la muerte, que marca la diferencia entre

generaciones, a través de la posibilidad de un duelo (que en definitiva es un

trabajo de la memoria) que resignifica la historia generacional y subjetiva.

I.5- Contrato social-narcisista

Esta reciprocidad sociedad- sujeto es fundamento y expresión de un contrato

que exigirá que los individuos actúen como seres autónomos (Castel,1997) que

aceptan la necesidad de renuncia para obtener una compensación

(Freud,1931) y un derecho a protegerse de la violencia (Kaës,1989). Surge la

noción de: “comunidad de todos los ciudadanos” ( Ariès-Duby v VI,1990:48)

que legitima la necesidad de un contrato real o imaginario (Nisbet v II,1996)

que postula que la sociedad está integrada por individuos detentores de

derechos a los que la comunidad defendería (Pacheco, 2000).

Su garante es la ley y ése es el fundamento esencial del contrato social: la

existencia indudable de garantías. Dicho de otra manera, no creo como Kaës

(1993) que el contrato social sea el fundamento de la sociedad ( de hecho en el

neoliberalismo existe una des- contractualización generalizada) sino que es el

18

mito por antonomasia de la modernidad keynesiana. Mito fundacional que

permite reunir distintos aspectos: trascendencia de la ley, continuidad

generacional, reciprocidad, pacificación social y lo anticipatorio. A.M.

Fernández (1993) al retomar la distinción de Castoriadis entre imaginario

social efectivo (instituido) e imaginario social radical (instituyente), ubica al mito

como una cristalización de significación que opera como organizador de sentido,

pieza clave en el sostenimiento de lo instituido.

El sujeto – a través de este contrato social-narcisista- a su vez busca y debe

encontrar referencias 9que le permitan proyectarse hacia un futuro

( Aulagnier,1975:158). Esta anticipación al futuro- enunciados o voces- permite

un pasaje de la familia de origen a la de destino, de la infancia a otras etapas

etarias, revelando el sostén de espacios sociales catectizados y siempre

disponibles a ser “ocupados”, a los cuales el sujeto presta acto de fe en su

existencia.

Es un proceso indisociable y recíproco: el conjunto social reconoce a un

portavoz y el sujeto hace suya una verdad de convivencia que tiene un

fundamento social. La sociedad anticipa y catectiza un lugar vacío al cual un yo

advendrá y a su vez el sujeto catectiza lo social como lugar del cual el yo se

adueña. Situación simultáneamente instituida e instituyente: “retomar” una voz

muerta (asegurando la continuidad ) (Aulagnier,1975); pero que además

implica transformar como propio lo que es ajeno (asegurando la renovación y la

discontinuidad). El futuro se forja desde uno mismo, pero integrado a un

horizonte de proyectos sociales disponibles y viables.

Siguiendo a Lyotard (1989) diría entonces que la sociedad keynesiana es un

“metarelato” que incluye una doble metáfora de lo materno y lo paterno. Por la

primera quiere demostrar su capacidad de ser fuente nutricia y proveedora; por

la segunda mantiene una regulación que alienta el crecimiento maduro y

controlado de sus hijos- ciudadanos.

Pero implica también un debate entre el anhelo de libertad y la consolidación

del control social. Dicotomía que actualizaron Foucault (1976) y Giddens(1997)

9 En estas referencias habría que agregar el concepto de experiencia secuestrada :”tienen el efecto de suprimir ciertos aspectos básicos de la experiencia de la vida(...) procesos interconectados de ocultamiento que apartan de las rutinas de la vida ordinaria los siguientes fenómenos: la locura, la criminalidad ,la enfermedad y la muerte, la sexualidad y la naturaleza” (Giddens,1997: 199). O sea, se trata de un pacto denegativo (Missenard,1989 ) propio de la modernidad que deja “ fuera” aquello necesario para poder vivir y para convivir.

19

pero que en realidad remonta al debate entre Spinoza y Leibniz. Spinoza- al

igual que Foucault- desdeña la posibilidad de la libertad, donde el único arbitrio

posible es el reconocimiento del orden necesario (la Naturaleza geométrica en

uno, el Poder o el Micro-Poder en el otro). Por el contrario Leibniz reivindica la

energía de la elección, como Giddens a su vez la capacidad reflexiva

(Abbagnano,1963).

En cualquiera de sus dos vertientes, la modernidad en general ha sido (¿y

es?) antes que cualquier otra cosa un proyecto político opuesto al régimen

feudal. Ese "contra" marca en gran parte su orientación desconfiada, pero

anhelante del poder. Ambigüedad que Foucault (1984) describe magistralmente

a través del par biopolítica – tanatopolítica.

Situación que de cierta manera recoge la modernidad keynesiana en torno al

programa democrático y de ciudadanía (que no descarta, por momentos, lo

autoritario) buscando establecer un equilibrio permanente entre sociedad e

individuo. Si la sociedad “crece” mucho "ahoga " al individuo; si es el individuo

el que predomina puede "destruir" a la sociedad.

Por otro lado como proyecto-promesa la modernidad keynesiana ha

encontrado tres maneras de manifestarse: en tanto sociedad transparente,

muestra que no tiene intereses propios sino que reparte sus dones

igualitariamente entre todos sus integrantes; en tanto sociedad ética, cristaliza

valores substanciales y en tanto sociedad administrante, reclama y sostiene

para sí una forma de gobierno óptimo y adecuado.

Este debate rescata un aspecto instituyente: la sociedad se construye, como

extensión de una política racional con predominio de la comprensión y la

búsqueda positiva de resultados. Probablemente esta modernidad haría suya la

opinión de que: “la actitud reflexiva ,quinta esencial de los seres humanos para

defenderse de su condicionamiento (…) le da la capacidad de responder con

originalidad a su contexto presente” (Acher,1997:22).

Este imaginario de la sociedad keynesiana forjó así una construcción social

que se verifica preferentemente a través de la búsqueda de justicia, porvenir,

futuro, inclusión de lo heterogéneo, espacios de articulación, negociación y

conflicto, protagonismo del ciudadano, oportunidad, compensación, amparo y

protección. Idea consubstancial a la fase keynesiana, de la que no participa por

cierto y como señalaba al comienzo del capítulo, la modernidad en general.

20

I.6- Lazo social indudable- Institucionalidad sólida

Lewkowicz define al concepto de lazo social como parte fundamental de la

modernidad :

el lazo social moderno está basado en la ficción del

ciudadano, en la ficción de las naciones, en la historia como

donadora de la identidad, en la representación como

dispositivo de funcionamiento y fundamentalmente basado

en la idea de progreso (...) ficción social que instituye a los

individuos como miembros de esta sociedad.

(Lewkowicz,2004:57)

Habría que agregar que este lazo ha sido, más que una ficción (término con

el que estoy en desacuerdo), una ilusión eficaz que ha permitido sostener

dentro de la modernidad keynesiana, nódulos sólidos que habilitaron una

construcción de subjetividad basada en etapas (etarias) preestablecidas,

consolidación de un porvenir tangible y a nivel social la instauración de vínculos

basados tróficamente en el reconocimiento de lo ajeno Mucha cosa como para

tratarse de pura ficción...

Por el contrario el término “ilusión eficaz” me permite sostener una

perspectiva que sin desconocer el alcance de lo imaginario, no desdeña

realizaciones concretas a nivel de calidad de vida, aspiraciones, esperanzas

Esta doble colusión: imaginario – materialidad, concretó un programa de

inclusión visible, sosteniendo un lazo social que no se ponía en duda para

ninguna clase social, por más que las divisiones en clases sociales existieron y

existen.

Toda la humanidad era “tierra simbólica” y por eso el par centro -periferia no

desdeñaba grados de comunicación representados por la calle, los paseos, las

plazas recorridas y habitadas por todos los ciudadanos. Se compartía el orgullo

de ser ciudadano, de ser “iluminado” por el “brillo” de las leyes, por formar parte

de la dinámica social ocupada por instituciones justas y soberanas.

Como señala A. M. Fernández:

21

Las instituciones forman parte de las redes de poder social. En

circuitos macro o micro, la institución constituye un factor de

integración donde las relaciones de fuerza se articulan en formas:

formas de visibilidad como aparatos institucionales y formas de

enunciabilidad, como sus reglas (Fernández,1989:55).

Esta capacidad de integración se presenta en la modernidad como una

flexibilidad en la inclusión social, sosteniendo un funcionamiento

semipermeable que reproduce modelos sociales pero sosteniendo una

subjetividad autónoma. Emiliano Galende señala así al :

individuo strictu-sensu, como aquel que defiende su papel y valor

dentro de la sociedad. Es decir, aquel que siendo gestor de su

autonomía, la realiza dentro de los marcos normativos e

institucionales (Galende,1997: 112).

De esta manera individuo- autonomía e institución se forjan correlativamente.

Autonomía debería pensarse como la capacidad de generar conductas

inéditas, pero teniendo como base un fondo social de respuestas posibles que

pueden ser o no, tenidas en cuenta.

Desde este punto de vista, la institución en la modernidad cumple con un

“ya- ahí” desde el cual se puede originar contraste o diferencia. Como señala

Kaës es la necesidad “de encontrar enunciados ya dichos, mitos, leyendas,

cuentos, teoría, teología, ideologías, garantes de su propia capacidad de

enunciación en el marco de las convenciones y de las referencias percibidas y

compartidas” (Kaës,1993: 350). A partir de lo instituyente se genera el

material y la posibilidad de la propia capacidad de enunciación, es decir, la

capacidad de transformación del psiquismo, pero con la aclaración de que para

transformar tiene que haber algo transformable.

Al mismo tiempo, la institución debe poder tolerar la capacidad enunciativa

del sujeto, como margen de transgresión al que pueda semantizar como

cambio valorable y no como escena temida. De esta manera la institución ha

de permitir el cambio pero manteniendo su status de solidez. El que se expresa

a través de reglas enunciadas o enunciables : “no pasamos a ser seres

22

hablantes y deseantes sino porque ella [la institución] sostiene la designación

de lo imposible: la interdicción de la posesión de la madre institución, la

interdicción del retorno al origen y de fusión inmediata” ( ídem : 14).

La institución en la modernidad keynesiana cumple entonces básicamente

dos funciones: asegura interdicciones e interviene en la construcción de

subjetividad a través de la sociabilidad sincrética (Bleger,1967) que permite

resguardar lo no-pensable y la definición de los márgenes posibles de

confrontación y de conflicto.

La institución asegura un marco de pensamiento: dentro de ella y desde ella

se puede pensar. Ahorra el tener que pensar lo irrepresentable10 como exige

pensar lo representable: “para que ese pensamiento advenga hacen falta un

marco apropiado y un aparato de pensar, a los que el sujeto singular contribuye

en parte, a condición de que ese marco ya esté allí, pronto para ser inventado” 11 (Kaës,1993: 16).

La institución es un marco de exigencia de actividad psíquica que busca

restaurar eso irrepresentable que nunca se va a terminar de representar, pero

que sin embargo no se puede renunciar a intentar restaurar: “En las

instituciones, el trabajo psíquico incesante consiste en reintegrar esta parte

irrepresentable a la red de sentido del mito y en defenderse contra el “uno”,

institucional necesario e inconcebible” (idem: 17).

Por esto, tanto como exige pensar, garantiza las condiciones de

pensamiento, “encapsulando “ todo lo que es demasiado perturbante:

nos vemos enfrentados al pensamiento de que una parte de nuestro si

mismo esta fuera de sí, y que precisamente eso que está “fuera de sí”

es lo más primitivo, lo más indiferenciado, el pedestal de nuestro ser, es

decir, tanto aquello que, literalmente, nos expone a la locura y a la

desposesión, a la alineación, como lo que fomenta nuestra actividad

10 Que se podría relacionar al concepto de negatividad radical : “Ella admite ser representada como no-vínculo, no experiencia, como algo irrepresentable, en las figuras de lo blanco, de lo incógnito, de lo vacío, de la ausencia, del no-ser (...)no puede ser enteramente pensada por el pensamiento, que ,si la tomara como un objeto, perdería con ello su propia condición de funcionamiento, (es)..la relación de contacto del pensamiento con lo que no es ,con lo que él no es y con lo que él no puede pensar: es aquello que permanece refractario a toda ligazón “(Missenard,1989:149).

11 El que ya esté, pero a condición de ser inventado, no es una contradicción sino una paradoja, pues en realidad Kaës está desarrollando el concepto winnicottiano de objeto transicional.

23

creadora(... ). Es constituyente de los espacios psíquicos comunes que

son coextensivos a los agrupamientos de diverso tipo. (idem: 16).

Pero habría que agregar que así como vuelca hacia “adentro” lo psicótico,

también asegura una actividad de transformación, relacionable a la función

revêrie de Bion (1962), por la cual los objetos beta ( lo persecutorio - psicótico)

pasan a ser elementos alfa (elementos disponibles para pensar, soñar,

elaborar):

Este trabajo colectivo de pensar cumple una de las funciones capitales

de las instituciones: proponer objetos de pensamiento que tienen

sentido para los sujetos a los cuales está destinada la representación y

que generan pensamientos sobre el pasado, el presente y el porvenir

(Kaës,1993: 18).

De allí que si bien la institución se perfila como relación violenta y expresión

del poder cristalizado, no por eso deja de ser al mismo tiempo, estructurante.

Instituye espacios psíquicos comunes ofreciendo la garantía de que más allá

de uno, siempre hay un otro. En este sentido es la base para el reconocimiento

del otro como un interlocutor, facilitando el vínculo dialógico.

Paralelamente consolida la noción de tiempo estableciendo que hay algo que

antecede y que continua desde el pasado y hasta un porvenir, estableciendo un

legado y una herencia. El anclaje en el ancestro originario que menciona Kaës

(1993) como “invención” del progenitor originario apunta en este sentido a un

contrato narcisista - social propio de la modernidad, que “anuda “ a las

generaciones en pactos de continuidad y discontinuidad simultáneamente.

La institución es intrínseca a un movimiento permanente instituyente –

instituido, por el que se garantizan marcos o espacios sociales catectizados

previamente, pero a los que se adviene inventándolos. Por eso Kaës señala:

“(...)cada recién llegado tiene que cargar al conjunto como portador de la

continuidad y recíprocamente, con esta condición, el conjunto sostiene un lugar

para el elemento nuevo” (ídem: 47).

Se robustece así lo que ya había presentado como contrato narcisista social,

ya que la condición que señala Kaës, anuncia que todo miembro de la sociedad

(hijo – ciudadano ) tiene garantizado un lugar anticipado de inclusión. Alguien

24

es esperado y “esperable” porque se mantiene un espacio amplio catectizado

previamente, al cual, en principio, todos pueden ingresar cumpliendo

determinadas condiciones. Una de ellas es compartir ideales comunes a los

que se debe transformar y continuar.

Esta modernidad instaura espacios de catectización, pero también matrices

sólidas de inserción, identificación e intercambio, desde el ofrecimiento de un

lugar ofrecido por el grupo y la institución:

significado por el conjunto de las voces que, antes de cada sujeto

desarrollaran un discurso conforme al mito fundador del grupo Cada

sujeto tiene que retomar este discurso de alguna manera; es mediante

él que se conecta con el Antepasado fundador (ídem: 47).

Este conjunto de las voces es lo que llamo operatoria de investimento de

espacio social: cada sujeto se va a sentir parte y gestado por aquél,

contribuyendo a su continuidad, “parte interviniente y parte constituyente”

(ídem: 17). Esta dimensión metafórica siempre es una posibilidad, ya que

“donde está la institución un yo puede advenir”, estableciendo una promesa

siempre abierta y renovada. Como el mismo Kaës (1993) señala, las

instituciones no son sólo expresión de una infraestructura material y social.

Implican al mismo tiempo un simbólico a través del cual ellas se expresan. En

este sentido tal como Kaës, creo que :

La institución no es solamente una formación social y cultural

compleja(...) realiza funciones psíquicas múltiples para los sujetos

singulares, en su estructura, su dinámica, y su economía personal(...)

aseguran las bases de la identificación del sujeto al conjunto social:

constituye(...)el trasfondo de la vida psíquica en el que pueden ser

depositadas y contenidas algunas partes de la psique que escapan a la

realidad psíquica(ídem: 25).

Una conclusión fundamental es que un cambio, cualquier cambio, a nivel de

las instituciones (y de lo social) no puede dejar de tener repercusiones en lo

psíquico y en la forma de construcción de subjetividad. De esta manera :

25

La identidad no es nunca algo estructurado y definido: se va

construyendo. En el seno de las redes de interacción familiares,

profesionales y sociales que sitúan a un individuo en el mundo, en cada

momento de su vida se construye y reconstruye permanentemente el

conjunto de rasgos fundamentales que definen a una persona frente a

otra y por los cuales esta persona es re –conocida. Estos rasgos nos

son neutros, son valorados, son reconocidos, impregnados de

afectividad por los otros en función de las expectativas sociales y de las

normas de evaluación que la sociedad se dé (Araujo,2002: 32). 12

Hay que decir que las instituciones de la modernidad tal como las describe

Kaës (1993) no sufren de complejo de inferioridad: aceptan cambios,

confrontación y renovación sin por eso sentirse frágiles o invadidas. Por eso

Kaës señala que :

El contrato narcisista está en efecto, implicado en la fundación es

decir, en la muerte (...) El alejamiento respecto del contrato hace la

historia, en primer lugar el héroe, y el origen de toda otra institución: a

partir de la cual nos funda. Toda fundación institucional contiene,

ocultas, la continuidad de un mandato y la de su ruptura- la muerte y la

filiación.(Kaës,1993: 48).

La transgresión es tolerada y tal vez alentada y por eso los “ fundadores”

desde la modernidad keynesiana no son “homicidas”, como creo que señala

equivocadamente Kaës, sino transgresores que ponen –si se quiere - la

agresividad al servicio del crecimiento (Winnicott,1972)

Pero la lectura institucional kaësiana no incluye la lectura política, la que

permitiría entender que así como la institución es un meta - continente, a su

vez hay una meta - institución que es el Estado (Lewkowicz,2004). Es que en

realidad no hay “institución” sino ”instituciones”. Esta institución es el Estado

que organiza y genera un lugar lógico de relación entre todas las instituciones,

las que están concatenadas: se pasa de la familia, al jardín, a la escuela, al

trabajo, generando un “sendero” de devenir vital. (idem)

12 A pesar de lo anterior y de que estamos transcurriendo por un cambio substancial en las instituciones, aún se sigue estudiando la subjetividad como si nada hubiera pasado o como si la misma fuera inmodificable ....

26

De esta manera una de las funciones más importante de las instituciones en

la modernidad keynesiana, es generar espacios sociales consensuados al cual

advendrán ciudadanos. Desde esta óptica la teoría institucional es inseparable

a la teoría de ciudadanía, que es a su vez inseparable de una teoría de la

subjetividad. Las instituciones en este tipo de sociedad, son un espacio- tiempo

a los cuales se pueden entrar y de los cuales se puede salir, pero en

articulación con conductas, actitudes y decisiones. Es una anticipación de

ciudadanía inseparable de un porvenir de ciudadanía.

Al mismo tiempo parecen articular un doble proceso instituyente – instituído.

Por un lado estas instituciones pre-existen “sólidamente” al individuo para que

se pueda formar parte de las mismas: “La institución es el conjunto de las

formas y las estructuras sociales instituidas por la ley y la costumbre: regula

nuestras relaciones, nos preexiste y se impone a nosotros: se inscribe en la

permanencia” (Kaës,1993: 45). Pero por otro admiten igualmente procesos de

transformación: “No se trata sólo de que la institución tiene que ser estable; el

intercambio social y los movimientos que lo acompañan exigen de su función

que ella lo estabilice”. (ídem)

De esta manera proveen un marco de seguridad y cotidianeidad en el cual

es posible reconocerse y orientarse. De allí que es insuficiente describir a este

tipo de institución como depósito de aspectos sincréticos (Bleger,1967) como si

sólo operara a nivel vertical. Existe también un nivel horizontal, de lazo social,

por el cual se constata una regeneración permanente de aquellos símbolos que

hacen a la re-instauración y conservación del lazo social.

Si hay algo que caracteriza al lazo social es justamente su durabilidad, tanto

como su capacidad de intersubjetividad. En definitiva, las instituciones de la

modernidad keynesiana implantan un lazo social capaz de actividad

transformadora sin que la misma se semantice como catastrófica. Así las

instituciones generaban malestar, pero el ciudadano podía reconocerse en

ellas. Quizás implicaban vínculos de ataque y fuga (Bion,1979) pero también

un espacio de seguridad al cual se podía volver :

La institución tiene que ser permanente: con ello asegura las funciones

estables que son necesarias para la vida social y la vida psíquica. Para el

psiquismo, la institución está, como la madre, en el trasfondo de los

27

movimientos de discontinuidad que instaura el juego del ritmo pulsional y

de la satisfacción. Es ésta una de las razones del valor ideal y –

necesariamente- persecutorio que asume tan fácilmente (Kaës,1993: 45).

Pero entonces, la supuesta “eternidad” de estas instituciones no es sólo un

instituido reacio al cambio. Es también una necesidad, una ilusión eficaz. Y una

de las palabras claves de su funcionamiento es ligazón: la institución liga, une,

lo que en principio no se podría re- unir cumpliendo una “ promesa” de

renovación e integración ininterrumpida. Así como exige actividad psíquica, ella

misma no puede renunciar a la ligazón incesante :

La institución vincula, reúne y administra formaciones y procesos

heterogéneos: sociales, políticos, culturales, económicos, psíquicos(...)

gran parte de las cargas psíquicas están destinada a hacer coincidir en

una unidad imaginaria estos órdenes lógicos, diferentes, y

complementarios, para hacer desaparecer la conflictividad que

contienen ( Kaës, 1993: 30-31).

Este modelo de funcionamiento institucional, remite a una especie de formación

de compromiso, como un meta - yo negociador y articulador, que liga desde el

conflicto. Quizás por eso Bauman (1999) señala como característica de la

modernidad no la presencia de extraños, sino la de amigos y enemigos, dentro

de una lógica de conexiones y posibles encuentros.

I.7- Presentación de la problemática de ciudadanía

Probablemente hablar de LA ciudadanía en general ocupe la misma ficción

que hablar de LA modernidad com la misma amplitud. Distintos autores

(Coutinho,2000) (Vasconcelos,1988) indican que la problemática de ciudadanía

es inseparable de un soporte histórico preciso, inscripto en una larga lucha de

los trabajadores por su derecho al voto, políticas sociales, etc.

Lo que busco destacar en este apartado es cómo, y desde su contexto

histórico preciso, la ciudadanía generada desde la matriz keinesiana se

enlazaba a un importante sentido de promesa, concretizable en mayor o

menor grado, en distintas realizaciones. Pero por otro lado este proceso

28

implica, además de posiciones política y económicas, una forma de

subjetividad asentada en la capacidad de mentalizar situaciones y personas en

forma de opciones y alternativas y con aceptación de las diferencias regidas

por la ley: “ El ciudadano es el tipo de sujeto forjado por un Estado que enuncia

que la soberanía emana del pueblo (…) es un tipo subjetivo organizado por la

suposición básica de que, real o potencialmente, la ley es la misma para todos“

(Lewkowicz,2004: 57).

Este modelo keynesiano de ciudadanía se desenvuelve en el percibir al otro

como un semejante, un reconocible, un- si se quiere- ‘vecino’. Implica además,

al mismo tiempo, ser percibido por la sociedad como un interlocutor válido,

alguien que tiene o desea tener, un lugar de integración en la misma:

El discurso de la ciudadanía (...) tenía poder performativo no porque

necesariamente en la práctica se concretara el principio de igualdad entre

los hombres sino porque producía interpelación, deseo de formar parte

de esa ficción, de ese universo de discurso, de valores, de principios de

prácticas ( Duschatzky,2002: 82).

El “otro” en tanto ‘vecino’,’ patriota’, ’amigo’,’ colega’ o simplemente como

‘interlocutor’, contextua un marco de diálogo, de valoración del intercambio que

es también co-apuntalante de diversos compromisos sociales, grupales y

personales basados en una sociedad de empleo y salario, que buscaba al

mismo tiempo disimular sus conflictos de clase :

La sociedad salarial es la formación social que llevó a conjurar en gran

medida la vulnerabilidad de masas, y a asegurar una gran participación

en los valores sociales comunes (...) no igualdad de las condiciones, pero

sí regulación de los conflictos; no igualdad de las condiciones, pero sí

compatibilidad de las diferencias; no justicia social, pero sí control y

reducción de la arbitrariedad de todos los ricos y poderosos; no gobierno

de todos, pero sí representación de todos los intereses, llevados al

debate en la escena pública (...) Está asimismo en el orden de la

ciudadanía social (...) vehículo concreto sobre cuya base se erigen los

derechos y deberes sociales, las responsabilidades y el reconocimiento,

al mismo tiempo que las sujeciones y las coacciones ( Castel,1997: 456)

29

Como indica Castel, el capitalismo genera clases dominantes y clases

dominadas, tanto como matices y heterogeneidades que sólo pueden ser

tenidos en cuenta si se asienta la capacidad de “reconocer” al otro en su

alteridad y singularidad. Esta disponibilidad al ‘diálogo’ y capacidad de

flexibilidad argumental, se puede relacionar a lo que Macedo señala como

“razonabilidad pública” :

Los ciudadanos liberales deben dar razones que sustenten sus reclamos

políticos, en lugar de limitarse a manifestar preferencias o proferir

amenazas. Estas razones deben además ser ’públicas’ en el sentido de

que deben ser capaces de convencer a personas de diferentes creencias

y nacionalidades (Kymlicka-Wayne,1997: 23).

Es desde esta perspectiva que señalo que persona, Estado y ciudadanía

parecen ser inseparables :

Desde la potencia soberana del Estado, la sociedad civil se organiza

según parámetros jurídicos. Las reglas de convivencia proceden de – o

son incompatibles con- la organización jurídica de la nación(...)La regla

social es compatible con el corpus legal; la regla social se somete al

poder de punición del Estado (Lewkowicz, 2004: 192).

Aunque Lewkowicz no lo explicita, en realidad es el keynesianismo el que

logra esta conjunción por la que se generan:

profundas transformaciones en la estructura del Estado y de la

sociedad civil (...) [se genera entonces un desplazamiento](...) de una

parte el conflicto capital/trabajo para la lógica de la ciudadanía y de los

derechos sociales, o una prominencia del eje distributivo en la lucha

de clase siendo su mayor foco el Estado (Vasconcelos,1988: 81-82).

Esto hace que se efectivize: “una gradual y creciente valorización de las

prerrogativas y de los derechos de la persona”( idem: 82). Esta valorización de

30

la persona, de sus aportes, de su inclusión progresiva e indefinida en lo social

forma parte de lo que llamo sociedad ‘amplia’.

Como es sabido Marshall (1967) distingue tres elementos dentro del

concepto de ciudadanía: derechos civiles, políticos y sociales. Es interesante

hacer notar que para éste estos derechos son progresivos e históricos. Primero

surgen los derechos civiles (siglo XVIII), luego los políticos (siglo XIX),y

finalmente luego los sociales (desde el siglo XX). Esta posición es criticable

como una visión funcionalista que enfoca el cambio de una sociedad pre-

industrial a otra industrial dentro de una perspectiva evolucionista

(Vasconcellos, 1988). Por otro lado es necesario recalcar sus aspectos

claramente utópicos 13 e ingenuos en el sentido de una marcha irreversible de

la ciudadanía.

Asimismo cabe señalar que sus ideas expresan el consenso extendido de la

modernidad keynesiana de que los derechos sociales implican la

impostergabilidad y el “derecho de participar integralmente en la herencia

social” (idem: 27) . Así la transmisión generacional y la biografía personal se

conjugan un tiempo social - personal, que consolida la sensación de

continuidad y entrelazamiento social: el ciudadano es una persona que puede

tener la expectativa razonable de logros en su tiempo personal ,ajustados a un

devenir social que le garantiza derechos.

De esta manera señala Vasconcelos que el desarrollo de la ciudadanía en

este sentido de promesa “ involucra la extensión de cada derecho hasta incluir

toda la población” (op. cit: 91), como una práctica justa y razonable. Sin

embargo cabe señalar que estos derechos no son ‘otorgados’, sino que deben

ser asimismo ‘conquistados’. Coutinho acota que: “la generalización de los

derechos políticos, hasta en el mismo nivel de sufragio, es el resultado de la

lucha de la clase trabajadora” (Coutinho,200:60) :

Ciudadanía es la capacidad conquistada por algunos individuos, o ( en

el caso de una democracia efectiva ) por todos los individuos, de

apropiarse de los bienes socialmente creados, de actualizar todas las

13 “En muchos países europeos varios de estos progresos recién ocurrieron en los últimos cincuenta años y frecuentemente en un orden inverso. Y aún en Inglaterra la evidencia histórica habla de un ‘modelo de flujo y reflujo’ más que de un esquema lineal” ( Kymlicka-Wayne,1996: 5-8).

31

potencialidades de realización humana abiertas por la vida social en

cada contexto históricamente determinado (op.cit: 50-51).

Kymlicka y Norman indican que existe una verdadera renovación del tema de

ciudadanía: “ya que el concepto de ciudadanía parece integrar las exigencias

de justicias y de pertenencia comunitaria, que son respectivamente los

conceptos centrales de la filosofía política de los años setenta y ochenta”

(Kymlicka-Wayne,1997: 5) .

Como sea esta ‘conquista’, aún en su nivel más apasionado o agresivo,

implica un sentido de pertenencia en el sentido de que aquél que ‘interpela’ por

sus derechos se siente parte indudable de esa matriz social ‘interpelada’.

Sociedad y sujeto se reflejan uno en el otro, desde un modelo social que

desde la modernidad keynesiana, preconiza y valoriza la capacidad de escucha

y recepción. Matriz social que a su vez se reconoce, como un eco

resignificante, en ese sujeto al que valida como ‘interpelador’. Desde esta

perspectiva esta modernidad es indisociable de sociedad ‘integradora’.

La situación de ciudadanía creo que conlleva así a la relación que se

establezca entre lo instituido y a lo instituyente (así :¿la ciudadana se otorga o

se crea?). Pero si esta situación está necesariamente presente en la

construcción de subjetividad, es necesario distinguir en ella misma también el

doble par instituyente – insitituido. En este sentido sigo las ideas de Lewkowicz

(2001) que sugiere distinguir a la subjetividad como dato instituido y a la

subjetivación como proceso instituyente. La primera refiere: “a la serie de

operaciones necesarias para ser parte de una lógica. Vale aclarar que no se

trata de meras operaciones exteriores para introducirse en esa lógica sino de

operaciones que resultan de transitar esa lógica” (Lewkowicz,2001: 20). O sea,

se trata de las reglas y las prácticas que producen subjetividad, dando lugar a

dispositivos productores de lo instituido.

Pero el sujeto es más que la subjetividad que lo produce (así como la

ciudadanía es más que la sociedad que la produce) y por eso aclara

Lewkowicz: “de todos modos el hombre socialmente instituido no se agota en la

figura visible delineada por las prácticas y los discursos que lo han instituido”

(idem: 20). Con lo que desarrolla una sugestiva hipótesis: “no hay marca que

al marcar efectivamente una superficie en actividad, no produzca además un

32

exceso o plus (...) es un exceso del instituido que no resulta asimilable al

campo de lo instituido “(idem: 21).

Vale decir : es un exceso de lo instituido que genera instituyente. Idea quizás

emparentable a aquélla de Foucault (1984,1988) de que el poder necesita

quien lo resista, lo que termina por generar sujetos que no están previstos ni

son previsibles en el dispositivo instituido del poder. La “resistencia”

foucaultiana recibe en Lewkowicz el nombre de “envés subjetivo”, necesario

para dar cuenta de un efecto decisivo: “las mutaciones tanto del lazo como de

la subjetividad socialmente instituida “(op. cit: 21).

Es el pasaje de un esquema de causa- efecto a un paradigma complejizante

por el cual el sujeto no es, ni puede ser, igual a los dispositivos instituidos que

le conciernen. Es siempre otra cosa que el proyecto que pretendía diseñarlo o

que lo atraviesa. Esta alteración o pasaje de lo previsible a lo imprevisible es

llamada “ subjetivación”: “operación capaz de intervenir sobre la subjetividad y

el lazo social instituidos” (idem: 21).

La subjetividad instituida deja marcas en el sujeto, pero éste a su vez, por el

envés de la subjetividad, tiene la posibilidad de establecer sus propias marcas

en los dispositivos de subjetividad que lo instituyen, o sea en lo social. Podría

pensarse que en el mismo momento en que el sujeto puede modificar a la

sociedad, es porque la sociedad en algún punto ya se está modificando, pero

existe siempre un efecto no anticipable que implica y requiere tolerancia al

cambio y a un imprevisible que se “despega” de su instituido.

De esta manera se ha insistido en que la ciudadanización del sujeto tiene

que ver con la consolidación de espacios de participación, es decir,

privilegiando estrictamente un nivel de lectura política instituida de ciudadanía.

Pero ciudadanía implica además capacidad consolidada de cambio, herencia y

transformación.

Se podría debatir sobre si la ciudadanía se genera sólo por un proceso de

conquistas de derechos sociales o además por una forma de articulación y

mediación precisa entre construcción de subjetividad y dinámica social ( que es

lo que P. Aulagnier denomina contrato narcisista, Erikson moratoria y

Lewkowicz subjetivación)

33

Mi perspectiva es que ciudadanía no es sólo ganar espacios (como quien

“gana” terrenos al mar ) sino que además implica una estructura de diálogo14,

reconocimiento y confianza (aunque sea mínima) dentro de la sociedad

keynesiana, de forma tal que la ciudadanía es el punto de intersección entre

aquello que se transmite y aquello capaz de transformación.

Por tanto no es solo “tolerar” socialmente la conquista de derechos justos, es

también la expresión de figuras de mediación que establecen pactos y

contratos que convalidan una política del intercambio y la exigencia de trabajo

psíquico. O sea, ciudadanía no es algo que repose sólo en la realidad

“ material”. Es también realidad “psíquica” y “vincular” que poco tienen de

ficción y mucho más de una operatoria social (efectiva) de anticipación y

disponibilidad de lugares sociales que a su vez deben ser transformados por

quien los habite.

Supongo así que el conjunto social cumple funciones estructurantes en una

red de relaciones intersubjetivas, que a su vez no dejan de influir en la propia

sociedad. Sentimiento de pertenencia, reconocimiento y transformación se

hacen inseparables y por momentos (sanamente) indistinguibles.

I.8- La Ciudadanía y la Adolescencia

Presentaré brevemente las ideas Erikson (Maier,1980), psicoanalista

norteamericano que tiene es el máximo exponente de una teoría psicológica

sobre ciudadanía en la adolescencia. Sus ideas se enmarcan, dentro de una

perspectiva muy clara, en la llamada escuela de psicoanálisis del yo, que

presenta puntos enormemente críticos que se mostraron, con el paso del

tiempo, reductores sobre lo qué es subjetividad15.

La premisa básica de su teoría supone que el individuo tiene la capacidad

innata de relacionarse de manera coordinada con un ambiente típico y

predecible. Descripción que se ajusta en mucho a la de ciudadanía : “El

14 Como ya aclaré no me refiero al diálogo “liberal”, sino un diálogo “keynesiano”, que no excluye sin embargo la persistencia de distintas luchas sociales, pero sí un imaginario de espacios de negociación y encuentro.15 La perspectiva de Erikson tiene su soporte en una psicología cuya función es adaptacionista, secundarizando la existencia del inconciente y la pulsión, además de mostrarse como una sociología funcionalista.El contexto norteamericano de su obra acentúa la marca acrítica a una sociedad capitalista opulenta a la cual el individuo debe ajustarse. Su producción se enclava entonces no sólo en el welfare state en sí, sino en una de sus variaciones históricas, diferente de la europea que produce esta matriz psicoanalítica que enfoca una muy peculiar relación individuo – sociedad.

34

individuo que se desarrolla se esfuerza por alcanzar la unidad, depositando su

confianza en un pasado y un futuro continuos y en su identidad con ambos”

(ídem: 27).

Se concreta así una plena integración de lo psicológico y social, que aúna

armoniosamente intereses individuales, comunitarios y sociales. En “Youth and

Crisis “ Erikson plantea : “No podemos separar el crecimiento personal del

cambio social(…) ni podemos separar(…) la crisis de identidad en el desarrollo

histórico, porque los dos aspectos contribuyen a su mutua definición y

realmente dependen uno de otro “(ídem: 23 ).

Pero a su vez, la sociedad es receptiva y tolerante al individuo:

La preservación de la inviolabilidad del individuo requiere la

confianza y el respeto de la sociedad y la cultura circundante (...) la

perpetuación de las instituciones sociales exige el respeto y el

reconocimiento correspondientes de los individuos que dependen de

ellas. Por lo tanto la inviolabilidad del individuo está garantizada en

su mundo social. (ídem: 28).

De esta manera la adolescencia gira alrededor de una función yoica: la

integración y un destino social: la ciudadanía, “como persona que se halla

definitivamente ubicada en los planos psicosocial, económico y cultural.

Percibe la promesa de un futuro más amplio con la ayuda de una identidad más

universal “(ídem: 68).

Así la adolescencia es integrada a una moratoria psicosocial, que refleja

postergación de obligaciones con autorización social. Se trata de moratorias

institucionalizadas, como educación prolongada, conscripción militar u otros :

Una moratoria es un período de postergación concedido a alguien que

no está en condiciones de afrontar cierta obligación, o impuesto a

alguien que necesita disponer de tiempo para hacerlo. Aquí me refiero a

la postergación de los compromisos del adulto, pero no se trata sólo de

una postergación. Aludo a un período caracterizado por una

permisividad selectiva de la sociedad(...); sin embargo es también un

período de compromiso profundo (aunque a menudo transitorio) por

35

parte de este último y de aceptación ceremonial del compromiso por

parte de la sociedad. (ídem: 69).

De allí que la tarea del adolescente es resolver (con la ayuda de la

sociedad) su plena inserción a ésta. Para Erikson, en una perspectiva

fielmente perteneciente a la modernidad, sociedad y adolescencia se

realimentan y necesitan mutuamente. Lo que implica además confianza y

comprensión entre ambas.

Aunque la moratoria sea presentada como la contrapartida de la confianza,

cabe preguntarse si en definitiva la moratoria no es una construcción ( ficcional

e ilusional simultáneamente ) para consolidar una estructura de “entrada” a la

ciudadanía. Por otro lado, refleja también una teoría implícita sobre la sociedad.

Aquella referente a un Estado keynesiano (Vasconcelos,1989) que alberga,

integra e incluye.

I.9- La familia ,lo paterno y lo amparante

Giddens observa que la experiencia diaria de seguridad se remonta a

“ciertas experiencias características de la infancia” (Giddens,1997: 92),

relacionadas con el sentimiento de” confianza básica”: “la confianza no sólo

implica que uno ha aprendido a fiarse de la equidad, igualdad, y continuidad de

los agentes externos, sino que uno “ puede fiarse de sí mismo”. (ídem: 94).

Esta confianza es relacionable a la experiencia de padres amparadores,

capaces de cuidar y proteger. Lo que además incluye lo social. Si el hijo

aprende a tener confianza en sus progenitores, es porque éstos a su vez

confían en su entorno y viceversa. Se trata entonces de una estructura de

continuidad entre lo familiar, lo social y lo subjetivo- íntimamente relacionados

entre sí - por la cual se establece un marco de confianza, experiencias de

seguridad y reaseguamiento .

Esta especial conjunción es un logro y expresión de la modernidad, una de

cuyas articulaciones mayores es el logro de “confianza básica.“ Giddens (1997)

explícitamente relaciona este proceso a la calidad y al tipo de cuidado que

responde a las necesidades individuales del niño. Cuidado que

concomitantemente expresa determinados valores y códigos culturales

reproducidos y valorados.

36

Por lo tanto una condición de confianza básica es que tiene que haber un

sentido de integración entre los padres y lo social, o dicho de otra manera,

entre los padres y lo adulto que hay en los padres. La transmisión de

determinados modelos de paternidad y maternidad, reflejan procedimientos

firmes y sólidos de lo que es ser adulto desde una sociedad keynesiana. Los

padres que educan “confianza básica” son padres que están orgullosos de ser

tales.

De allí la necesidad de tener en cuenta esas estructuras sociales que

dignifican lo adulto de los padres, para hacer posible tal sentimiento. Así educar

es transmitir sociedad, en una actividad con la que el adulto se puede

identificar y dignificar. Ser adulto, educar y estar integrado a la sociedad, es

una tríada que se retroalimenta :

Parte de la humanización del padre consiste en su transición a una

realidad emocional en los términos propios de ésta, dentro del

movimiento que lo trae del espacio de trabajo a la vida hogareña(...)La

relación de la familia con el padre – otro y la naturaleza de su

transformación en papito, tienen una importancia psíquica considerable

para el niño que crece. Hasta cierto punto es una labor reparatoria

esencial para la relación del niño con la realidad (Bollas,1991: 207) .

En esta dimensión de orgullo se transmite el vaivén hogar- trabajo, una

educación precisa y la seguridad redoblada que la sociedad contiene a lo

adulto, tanto como éste contiene a lo infantil:

Él [padre] se reviste de esta ley del tiempo, la que aleja y separa los

miembros de la familia del espacio hogareño. Los que viven en aras de

este tiempo, se ven transportados a otro lugar, al mundo del trabajo y

las obligaciones (...) El regreso del padre del trabajo por tanto es un

momento intrapsíquico complejo para el niño que lo espera. Para la

esposa que tal vez deba procesarlo y para el hombre mismo (...) Sin

duda todo niño llega a percibir que existe un mundo que hace su

historia, que avanza según su propio tiempo, más allá de las paredes

del hogar (idem: 218 ).

37

Es decir, no se cría hijos sólo por narcisismo, sino además porque se piensa

que algo de lo que se les entrega les servirá para su vida y su futuro. Lo

familiar pasa a ser una vertiente del contrato narcisista, capaz de anticipar y

catectizar un futuro posible, otorgando un sentido de cohesividad y unidad .

Giddens (1997) destaca la importancia de la unidad primaria por la cual lo

nodular de la familia no es en sí lo edípico sino un modelo de integración

psicosomático y social. En cualquier caso no es el Edipo de la rivalidad ,sino un

Edipo desde la cooperación intergeneracional (Kohut,1982).

Desde esta perspectiva lo que prevalece en el vínculo familiar son

experiencias reales y no fantaseadas, a través de las cuales el niño se apodera

de la educación paterna como una versión de los sistemas expertos. Al mismo

tiempo, la ausencia de los padres no es vivenciada como catástrofe porque

siempre entre el niño y aquéllos, hace “espacio” el sentimiento de confianza

básica.

Este espacio potencial : “refiere a la capacidad del niño para tolerar que su

cuidador se aleje” (Giddens,1997: 95). Lo “potencial” como operatoria subjetiva

y vincular, se intrinca a la familia nuclear y es una consecuencia del hecho de

que desde la modernidad, se debe negociar subjetivamente el que la lejanía de

los padres no implique su extinción. Esto es producido por desanclajes que

Giddens no advierte. Uno, es que a los niños se les educa tanto social ( la

escuela ) como familiarmente y otro, es el desanclaje entre el espacio del hogar

y el espacio de la producción y del trabajo.

En el medioevo (Ariès-Duby v. II,1990) el espacio del hogar era el espacio

también de producción económica y de educación, cosa que se disocia y

desanclaja en la modernidad. De ahí que en la construcción de subjetividad el

espacio potencial o transicional (Winnicott, 1979), busca resolver la ausencia

paterna como retorno potencial. Al mismo tiempo se realiza una homología

fundamental entre el hogar- espacio cerrado- y la subjetividad –también

espacio cerrado-. El ir y venir, el salir y el entrar, el recepcionar y transformar

complejiza el psiquismo, al mismo tiempo que da sentido a los movimientos

familiares. No en vano Winnicott (1972) señala como índice de salud mental la

capacidad de estar a solas, revelador del núcleo del desarrollo psicológico de

la fiabilidad, asentado en la confianza en el regreso del cuidador.

38

La familia nuclear entonces es más que una simple división de roles entre

papá, mamá e hijos. Implica una específica operatoria de espacios y tiempos,

apuntalando tipos específicos de subjetividad. El cuidador “experto” no es sólo

aquél que cuida, sino que además es el que garantiza las condiciones de su

supervivencia. Demuestra que entre hogar- sociedad y subjetividad no hay sino

integración y además que ante su ausencia se puede mantener la esperanza

de su retorno ( o sea, que es predictible) (Giddens,1997) .

Este sentido de la esperanza es fundamental e indisociable de la confianza

básica . En definitiva creo que apunta a la consolidación de una zona de la

mente que no es necesario que alcance representación psíquica, en tanto

surge como marco de integración para pensar (Bollas,1991).

Winnicott señala : “El buen cuidado produce un estado de cosas en el que la

integración empieza a convertirse en un hecho y existe ya una persona”

(Winnicott,1979: 141). Dicho de otra manera, cuidado paterno - materno

“suficientemente bueno” es aquel que evita que aparezca en primer plano

aquello que generalmente permanece como difuso, destacando en cambio

estructuras sólidas: el self verdadero, el sentimiento de seguridad, el estado de

integración y de continuidad.

Esta zona de la mente se asocia a una capacidad de mentalizar o función

reflexiva, que denota la comprensión de la conducta de uno mismo y de los

otros en términos de estados mentales (Fonagy,1999,2000). Apego seguro

que refleja que la capacidad de los padres para observar la mente de los niños

y que facilita la comprensión general que aquéllos tienen de lo mental. Sugiero

así re-pensar la “confianza básica” como instauración de aquellos procesos que

Green denomina terciarios (Green,1984), por los cuales teoriza como

fundamental al psiquismo la capacidad de instaurar procesos de ligazón y

desligazón, más que lo reprimido en sí o lo reprimido vuelto conciente.

Los padres a través de la función reflexiva transmiten dos hechos. Primero,

que las cosas pueden ser pensadas y solucionadas. Y segundo, que esas

cosas pensadas y solucionadas pueden serlo por la mente del niño. Así se

deposita confianza en el niño16, a la vez que se le transmite el consenso de un

16 Para Fonagy la capacidad reflexiva surge como un producto de las interacciones concretas, pero estimo que es también imprescindible que la familia anticipe (Aulagnier,1975) que el niño será capaz de mentalizar.

39

contexto social estable, imprescindible para que las cosas adquieran un sentido

y una racionalidad. De esta manera los padres generan precedencia y

valorización al pensamiento: “ningún pensamiento es posible sin la

precedencia de otros pensantes, y de formaciones colectivas anteriores al

sujeto” (Kaes,1994: 71) .

De esta manera se espera que el niño asuma responsabilidades de forma

gradual, pudiendo inquietarse y preocuparse por su entorno (Winnicott, 1979)

Inquietud que retomo en el sentido de poder explorar cosas nuevas y en

definitiva la instauración de lo que he denominado en otros trabajos “escena

transformacional”, operatoria del psiquismo capaz del investimento del cambio

(Klein,2003). Capacidad que se podría denominar también como de “inquietud”,

que también viene desde el otro, ya que tal como señala Giovacchini (1989), si

la madre tiene capacidad de inquietud por su bebé, lo signará como un “otro”

del cual tolerará sus propios procesos transicionales 17.

Podemos pensar que las técnicas de cuidado adecuadas instauran en

definitiva capacidades que permiten el logro de autonomía, la seguridad en si

mismo, la capacidad de estar a solas, es decir, rasgos psíquicos que

permitirán la inserción del proceso de ciudadanía con su interjuego derechos –

obligaciones, límites y habilitaciones. Así como en la ciudadanía se planteará

la temática del interlocutor- vecino, en el origen del pensamiento se planteará el

del semejante - hermano (Kaës,1994).

Para ésto el niño debe poder usar “cruelmente” al objeto (Winnicott,1979), o

sea usarlo de forma desmedida, manteniendo al mismo tiempo una relación

calma y tranquila con la madre-medio ambiente. Lyons-Ruth (2004 ) señala

cómo la indisponibilidad emocional de los padres genera vulnerabilidad

emocional. Esta disponibilidad emocional se relaciona a que la madre tiene que

estar dispuesta a ser madre y ser usada de forma irrestricta como tal y al

mismo tiempo también ser irrestrictamente reconocida socialmente como

madre- adulta y no descalificada como tal.

Pero es posible pensar otro punto de entrecruzamiento entre organización

social y organización familiar. Se refiere a la prohibición del incesto, y además

a la prohibición del parricidio. Esta “prohibición mayor” (Kaës,1995: 345)

17 Dicho de otra manera: se opone a vínculos de fusión endogamizantes .

40

asegura el devenir de las generaciones y el sentido del porvenir e inaugura la

idea de transmisión, de descendencia y de la ley como regulador esencial.

De esta manera se configura un ideal social común y compartido: el pasaje de

la familia de origen a una familia de destino y desde la subjetividad, la

solidificación de la ambivalencia como base de la estructura emocional.

El padre clásico aparece así como regulador de deseos y designado como

representante “rotulado” de la ley (Aulagnier,1975), expresando un isomorfismo

entre la ley simbólica y la regla social: “como capacidad de hacer lazo (...)

deseamos una asociación con otros que haga posibles espacios de

humanidad” (Kaës,1994: 193).

De esta manera el complejo de Edipo pasa a ser un organizador donde se

marcan las diferencias de sexos y de generaciones, pero también diferencias

temporales y subjetivas: la madre tiene que ver con los orígenes, el narcisismo,

el pasado, mientras que el padre se asocia a lo objetal, el futuro y la sucesión

(Aulagnier,1975)18. La madre debe –en este imaginario- garantizar orígenes y

basamentos y el padre futuro y salida exogámica. El logro de la amenaza de

castración implica salir de la inmortalidad del narcisismo primario a la

mortalidad del narcisismo secundario, como forma de reconocerse dentro de

una cadena generacional. Condiciones que si se cumplen permiten acceder a

un lugar social reconocido y a ideales compartibles.

Así Edipo , estructura reflexiva y capacidad de intercambio se unen cuando:

se acepta que el otro no sólo lo desea a él [el niño] sino también a un

tercero, se es deseado aún cuando no sea el único, se desea a él por

algo y al tercero por otra cosa(...) el pasaje de una lógica de exclusión a

una de conjunción –yo y el tercero- no es una mera cuestión de

evolución garantizada por el paso del tiempo... el contexto intersubjetivo

en el que se desarrolla el sujeto, los mensajes del otro significativo, las

experiencias de relegamiento, preferencias y temáticas producen su

marca en este sentido ( Bleichmar,1981: 11).

18 No se me escapan los prejuicios de género que implican esta forma de presentar las cosas por parte de Aulagnier.

41

Se origina desde allí un proceso (Kaës, 1995) de apuntalamiento psíquico y

renovación social a través de ideales que pertenecen al grupo pero que son

además emblema de pertenencia al grupo. Si la angustia que aparece en torno

al narcisismo primario es angustia de desamparo (Bernard,1991), en torno al

ideal es la angustia de asignación. El sujeto elige así determinados valores (a

través de su Ideal del Yo) para sentirse parte de un conjunto: “a través de esta

operatoria el sujeto se asegura la continuidad, la unidad, y el valor de su yo”

(Kaës,1995: 349).

A través del Ideal del Yo el sujeto exige que se lo nomine como

representante del conjunto, en un contrato que asigna lugares preestablecidos

y preservados, pero renovadamente enunciables como forma de poder entrar

en un discurso simbólico.

El Edipo entonces prohibe pero libera (Laplanche,1980), restringe pero

habilita, marca pero estructura, en tanto reabre la cadena de los intercambios

que vincula a la familia con lo social y viceversa. De esta manera asegura una

continuidad entre las familias, pero discontinuidad con respecto a la propia

familia. De allí que la ley de castración aparezca como “fenómeno liberador”

(Laplanche,1980:155) 19.

Pero para que la amenaza de castración- eje del Edipo - tenga efecto, tiene

que haber un padre fuerte, un padre capaz de llevar adelante esa amenaza. Al

igual que la confrontación en Winnicott (1972), el Edipo requiere lugares

diferenciados entre hijos y adultos, o mejor dicho, adultos que quieren ser

adultos y no niños. Descansa así en una particular estructuración de roles

generacionales y familiares.

La opción civilizadora de la modernidad pasa por renunciar a la madre, o

poner a la madre bajo el lugar de lo prohibido y pasar a otro objeto femenino.

Renunciar a lo materno para entrar a lo femenino. Pero esta situación es

pasible de ser leída también bajo coordenadas espaciales y temporales, pues

se trata de “romper” el espacio de lo materno para entrar a la dimensión de lo

temporal- biográfico paterno. Esta “ruptura” y clausura de un espacio es una

forma posible de caracterizar la prohibición del incesto, con lo que se “abre” la

dimensión temporal de la subjetividad.

19 En tal sentido me pregunto ¿qué puede comprender un niño del Edipo? No creo que sea del orden de la comprensión lo que está aquí en juego. El Edipo es un” sabido no pensado” por excelencia en los términos de Bollas (1991).

42

Por el contrario, en la medida en que la dimensión temporal de la

subjetividad está “obstaculizada”, lo que sobresale es una patología del antes,

el pasado, lo materno como un espacio que se reproduce siempre a sí mismo

opuesto al futuro y el porvenir. Esta situación, intolerable para la modernidad,

recibe desde la subjetividad el nombre de compulsión a la repetición, mientras

que el porvenir es denominado “límites”, “barramiento” o “asunción del deseo”.

Entonces el Edipo no es igual a familia, sino que es una figura de mediación

entre lo familiar y lo social. Asegura y consolida, como aparente situación de

incesto, el sentimiento de que la familia corre peligro de máxima saturación

(que aparece en el imaginario como proceso de auto - intoxicación), por lo que

se impone como imprescindible el pasar a constituir otra familia. Se observa en

esta lógica una intervención social interesada en controlar lo familiar excesivo

percibido como peligro para la modernidad (Ariès- Duby,v.VII,1990).

No en vano el fin del Edipo- la latencia, la entrada a la escuela- tiene que ver

con la institucionalización del niño. A nivel mental se constata que hay algo

más allá de su familia: lo social. Que lo social aparezca simultáneamente como

compañeros de clase - lo fraternal- y como maestros- lo vertical -,no dejará de

tener consecuencias subjetivas, tal como desarrollo en otra publicación

(Klein,2002) .

El niño comprende así que su familia ya no es el cuerpo absoluto que él

demandaba, que hay otros cuerpos y otros espacios. Entonces ya no basta

señalar que el pasaje de lo materno a lo femenino es la clausura de lo espacial-

familiar para pasar a la temporalización. Es necesario agregar que esta

clausura habilita el pasaje a un espacial- temporal- institucional.

En determinado punto el Edipo implica a los padres, pero también su

desaparición. Está vehiculizado por los padres (Laplanche,1980) pero para

garantizar su desactivamiento como figuras significativas, como forma de

implementar valores sociales (Aulagnier,1975). Desaparecen, pero resurgen

fantasmáticamente a nivel de los intercambios del niño futuro- adulto con otros

adultos- probables - prometidos . El sentido de porvenir augura el intercambio.

Hasta cierto punto los padres se “inmolan” al Edipo, convencidos e

identificados a valores sociales de la modernidad keynesiana que hacen

imprescindible la garantía del porvenir y el futuro. Lo contrario, que lo familiar

43

predomine sobre lo edípico, implica que el sentido de nostalgia e inseguridad

prevalezca sobre el de seguridad y confianza básica .

La amenaza de castración es en Freud (1924) un “no te acostarás con tu

madre”, en Lacan (1979) “no reintegrarás tu producto” y en Berenstein (1981),

desde la teoría de las configuraciones vinculares, “No regresarás a quién fue tu

dador”. Las dos primeras enunciaciones son insuficientes porque no dan

cuenta cabalmente de la ley desde esta modernidad, la que no es sólo

prohibición sino también regulación y habilitación. La ley como forma de

intercambio y regulación, se acerca más al punto de vista de Lacan (1979) que

indica un “no reintegrable” hacia la madre, lo que implica que no hay forma de

que el hijo la complete y a la vez que en determinado momento, la madre ya no

desee el valor fálico, con lo cual aquél tiene garantizado el pasaje al objeto

genital.

El hijo pasa a tener identidad propia, amparado en lo social que se

manifiesta como ley en torno a un padre simbólico. Así la ley (social y de la

modernidad) es recolocada desde la familia, pero retomada finalmente a la

sociedad. Plena de poder, la familia termina sin poder: “la madre pierde su

identificación con la ley, con ser aquello que la dicta, la ley como entidad más

allá de un personaje queda instaurado, por eso se puede decir que el padre

simbólico es el formato de la ley” (Bleichmar,1982: 79).

Pero si alguna vez hay padre simbólico es porque no es simple

“representante”, es también “delegado” y “testaferro” con plenos poderes en

tanto ocupa un lugar de “adultez” respetable. El psicoanálisis a veces olvida

que un adulto no es en sí una figura inmutable e incambiable. El momento en

que la madre- padre expresan: “hay una ley que nos es externa” es el momento

correlativo en que se sobreentiende el :”somos adultos y como tales sabemos

que la ley por sí es siempre externa” .

Es una acción de estructura en relación a posiciones y lugares, que implican

también para el adulto intercambio, en tanto hay un placer libidinizado y social

en ser adulto, lo que facilita la “renuncia” al hijo como objeto omnipotente. Las

insignias de lo paterno tienen que ser provistas y “reconocidas “ por lo social,

en tanto lo autorizan a proclamarse parte fundamental del ideal social. Los

padres tanto al comienzo, como al fin del Edipo, mantienen –se espera que

44

mantengan- intacta su condición de miembros plenos y dignos de una

sociedad.

El padre y la madre fundan, desde la modernidad, una distribución espacial

entre el adentro y el afuera. El “afuera” es trabajo paterno, y el necesario

esfuerzo laboral, pero también el peligro y lo imprevisto. “Adentro” es el hogar,

el lugar de la morada, los sueños y la protección. En la casa permanece la

madre y lo seguro reconocible:

El padre vive o así lo parece en un orden de tiempo diferente, tal

que lo podríamos llamar tiempo paterno para distinguirlo del

tiempo materno. Tiempo materno: 1) atemporal 2) institual 3)

eterno 4) íntimo. Tiempo paterno: 1) tempestivo 2) social 3) mortal

4) impersonal (Bollas,1993: 216).

En definitiva : es la división entre el espacio del refugio, de la protección y del

cuidado, y el lugar de las obligaciones y los “tormentos”. El padre se

especializa entonces en lo temporal y la madre en lo espacial. La madre

delimita los espacios de adentro y afuera, el padre delimita el tiempo de la ida

y de la vuelta, del salir y del retornar. Ambos se conjugan en una sensación de

estabilidad, de progreso, y de confort. La correa de transmisión que hace que

el padre salga y vuelva, tiene el presupuesto de adultos que están orgullosos

de ser adultos. El padre sale y vuelve con el sustento, porque es un trabajador

cuya calidad de tal está garantizado por ser adulto.

Pero tanto padre como madre son representantes del mundo social. La ley-

adscripta tradicionalmente al padre- no representa todo el mundo social, sino

una parte de él en relación a la forma de intercambios. Lo social, en relación a

lo materno, es también lo que Giddens formulaba en términos de “confianza

básica” .

La problemática de las discontinuidades espacial y temporal inaugura lo que

a nivel de la subjetividad va a ser el espacio transicional, en tanto alternancia

que negocia entre presencias y ausencias. Así el padre está ausente, pero

siempre volverá, lo que expresa una estructura de “promesa”. Pero aclaro que

si el mismo se presenta seguro en su “adultez” no por eso dejará de mostrarse

45

vulnerable. Es lo que diferencia al padre real del Padre de la Horda

(Freud,1913)

Desde el padre lo social aparece para el niño como un espacio otro, aparte,

y misterioso (Bollas,1993). Un espacio que puede “devorar” a su padre y no

devolverlo nunca más. Es una cuestión a remarcar porque no adscribo a la

teoría del “matrimonio consumado “ entre lo paterno y lo social. Existen entre

ellos “rencillas” que no son, sin embargo, patológicas. Por el contrario creo que

revelan puntos de “fractura” en las figuras de mediación que deben

imprescindiblemente todo el tiempo reformularse para garantizar el pasaje de

un espacio transitoriamente amenazante e incomprensible, a una

reorganización temporal que asegura un equilibrio homeostático entre lo social,

lo familiar y la subjetividad.

I.10- Adolescencia y modernidad: un fructífero encuentro

Para las mentalidades de comienzo del siglo pasado, el adolescente es

producto de un espacio sexual, si entendemos por tal una sexualidad

masturbatoria malsana y fragilizante (Barrán, 1991) .

La importancia que lo corporal y el espacio propio van tomando en la cultura

y la sociedad de principios del siglo XX, propician aquello de lo que la misma

sociedad se queja: el onanismo. De alguna manera la misma sociedad

‘alimenta ‘los monstruos de sus pesadillas: “La nueva soledad del lecho

individual conforta el sentimiento de la persona, favorece su autonomía (...)

Pero los médicos deploran una cosa: el placer solitario sale favorecido” (Ariès-

Duby  v. VIII,1990: 142).

Se trata también de un malentendido y un desencuentro. Mientras el

discurso médico presenta a la sexualidad como “ una fuerza necesaria para la

reproducción de la especie “ (idem : 231), el adolescente, cada vez más

auxiliado por el discurso romántico, la reivindica como elemento de sentimiento

y pasión. Se forja un Yo de sentimientos que guían la aparición de formas

inéditas de sensibilidad en torno a la espontaneidad (idem), y que insiste en

emanciparse de controles y disciplinas, buscando otorgar “legitimidad” al

espacio interior.

Al mismo tiempo sexualidad, adolescente y fragilidad emocional aparecen

cada vez más asociadas en el imaginario del novecientos. Rápidamente el

46

mismo es acusado de “despilfarrar” masturbatoriamente energías y semen,

reproche que revela una realidad social donde el adolescente genera miedo al

convertirse en el representante de cambios sociales y movimientos

revolucionarios incesantes (idem).

Una forma que surge para atenuar lo ‘revolucionario’ del adolescente es

volverlo transitorio. La adolescencia entonces se solidifica como una etapa

etaria y por tanto transitoria. De esta manera si el “desorden” social que

instaura el adolescente es inevitable al menos pasa a ser acotado y limitado en

el tiempo. De esta manera se genera el consenso ( y la tranquilidad ) de que la

adolescencia es una puerta de entrada a la ciudadanía, manteniendo marcas

claras de su terminación. El “desorden” se “ordena” y se reinstaura la

normalidad subjetiva y la calma social. Este pasaje : adolescencia – adultez

se vuelve algo necesario, esperable y facilitado (Klein: 2002).

Sugiero que se trata de un enlace entre la adolescencia , como un espacio

cíclico que del desorden pasa al orden y lo adolescente como función lineal

que asegura la transformación del joven en adulto.

El adolescente (al transformarse en adulto :la función) permite corroborar,

tranquilizar, asegurar, que la barbarie, el descontrol, lo irracional (el espacio) no

son más que una etapa transitoria y no peligrosa20. La adolescencia (como

espacio social catectizado) y el adolescente (como sujeto que se adueña del

mismo) se concatenan haciéndose indistinguibles.

El concepto del desorden necesario para restaurar el orden permanente

enfoca el imaginario intrínseco de lo adolescente en la modernidad, donde

quebrar las reglas, tanto como moverse en los límites de lo tolerable, genera un

movimiento de contradicción permanente (Ariès-Duby,v.VIII,1990).

Pero cabe pensar que la adolescencia se vuelve no tanto contradicción,

como señalan Ariès-Duby, sino más bien paradoja. Se trata desde allí de una

adolescencia que bascula entre lo homeostático y lo antihomeostático, entre el

mesianismo y la transgresión. Adolescencia que desde la barbarie, lo

irrazonable, el descontrol (la transgresión) permite y asegura la “restauración”

de la civilización, la urbanidad y las buenas maneras (lo mesiánico), tal como

desarrollo en una obra anterior (Klein, 2002).

20 Todas estas ideas y siguientes están mejor desarrolladas y ampliadas en una publicación previa donde analizo exhaustivamente la relación entre modernidad y adolescencia (Klein, 2002).

47

Al mismo tiempo, es tanto lugar de la pérdida, el desgaste, lo irrecuperable

de la economía anti-homeostática, como un campo de experimentación sobre

cómo detener esa pérdida y el desgaste (economía homeostática), evitando la

pérdida irreversible de energía y la entrada del mundo en la era de la oscuridad

y la apatía.

Se consolidó así una especie de curioso contrato entre la modernidad y el

adolescente. La modernidad “creaba “, sostenía y garantizaba la adolescencia

y a cambio ésta contraía conductas y funciones que aseguraban la perpetuidad

de la sociedad. El adolescente se perfiló preferentemente en los espacios de

“pasaje”: entre el adentro y el afuera, entre la familia de origen y la familia a

fundar, entre el pasado y el futuro, entre endogamia y exogamia.

A través de ese espacio de borde, se sostenía la ilusión de que la sociedad

era capaz de autosostenerse, autogenerarse, de renovarse permanentemente.

La modernidad recibía un enriquecimiento que la hacía renovarse cíclicamente.

No es casual que muchas de las metáforas con que se ha estudiado la

adolescencia mencionan un “segundo nacimiento”, metamorfosis, “segunda

oportunidad”, "renovación", u otras, aludiendo a una sensación de esperanza y

nostalgia. "Los jóvenes son nuestro futuro", se decía, a través de una frase

que se perpetuaba y recibía consenso social.

La adolescencia se inaugura así en tanto sostén de la modernidad. Por este

consenso los jóvenes recibían la garantía de trabajo, inserción social, un

proyecto de vida y un sentido al transcurso de las generaciones. Este curioso

“contrato” era una apuesta a la vida, a la ligazón, a la reciprocidad y al

resguardo del contrato narcisista (Aulagnier,1975), el cual ya mencioné

oportunamente.

Aún así el imaginario de la modernidad en relación al adolescente no ha sido

unidireccional, manifestándose tres grandes grupos de imágenes en torno a

aquél:

- El adolescente en peligro y casi enloquecido.

- El adolescente peligroso y transgresor.

- El adolescente fascinante y seductor.

En tanto casi enloquecido se lo asocia a merced de algún peligro que lo

subyuga y seduce. El adolescente nada puede hacer frente al mismo. O por

ignorancia o por maldad. A veces vicioso, a veces incauto, este imaginario

48

reclama que se implanten medidas enérgicas contra el vicio y la corrupción

que acecha al joven. Antes la masturbación, hoy la pasta base, la gramática del

imaginario es tan similar en su dramática de una víctima inocente o un

corrompido insalvable, imponiendo grados de irracionalidad y alarma, que no

puede hacer dejar de razonar en lo compulsivo de ciertas imágenes sociales

Por el contrario, el segundo tipo de imaginario ya no lo ubica como un ser en

peligro. Ahora él se ha vuelto peligroso. O romántico o contestatario; o

revolucionario o resentido, ya no se reacciona ante él con bondad o sabiduría

sino con sanciones, disciplinas o avergonzamientos. En este último caso el

adulto se siente confundido ante un adolescente que le recuerda verdades

esenciales por las que el adolescente pasa a ser el cuidador y preservador de

nuestra sociedad. Guardián moral de la sociedad, detenta sus valores más

puros, sacros y ejemplificantes, denunciando la "hipocresía" y las "renuncias"

morales de los adultos.

Distintas películas reflejan este imaginario. En "Rebelde sin causa" (1955) el

adolescente que confronta la hipocresía. En "La naranja mecánica" (1971) es

un sádico y perverso. En “El graduado”(1967) es un ser ético y puro. Y es

especialmente representante de una nueva era en "Woodstock" (1969).

El tercer grupo de imágenes refiere a la adolescencia como un bien cultural

común, dentro de la llamada “adolescentización de la sociedad”. La juventud se

democratiza, se hace un imperativo y un deber. En general la sexualidad que

detenta aparece ahora reconciliada con la administración burguesa de la vida.

Una sexualidad donde la introducción de la “pareja” consolida, entre hombre y

mujer, una sexualidad, igualitaria, simétrica, ecológica. Imitado o envidiado, lo

adolescente pasa a ser el parámetro desde donde se evalúan bellezas, éxito y

prosperidad. Lo joven es factor de velocidad, adaptación y rendimiento. Valores

referenciales de una economía de mercado.

I.11- Descripcion de la adolescencia desde el psicoanálisis

49

Para Giddens, la importancia del psicoanálisis reside en que “ proporciona

una panoplia y un rico acervo de recursos conceptuales y teóricos, para la

creación de una narrativa reflexivamente ordenada del yo personal y de la

identidad personal” (Giddens,1995: 39).

Desde esta perspectiva el psicoanálisis es indisociable del proyecto

fundacional de la modernidad. En el caso del psicoanálisis de adolescentes

esta observación es por demás acertada: provee de imágenes con las que la

adolescencia es pensada, tanto como garantiza el disciplinamiento del sujeto

adolescente a través de la teoría pubertaria (Klein, 2002).

Pero a pesar de esta fuerte presencia de lo social en el psicoanálisis de

adolescentes, sus autores han buscado por el contrario erigir un “adolescente-

tipo” sin marcas sociales ni referencias culturales. No obstante es posible

encontrar una oscilación notable en la bibliografía consultada que va desde

modelos ultrasimplificados a otros que dan cuenta de una diversidad

interesante de matices, por lo que podría decirse que no existe “la” teoría

psicoanalítica sobre la adolescencia.

Como desarrollo en otra publicación (Klein, 2002) la posición de Erikson

(Maier,1980) - por ejemplo- es inconciliable con la de Aulagnier (1991). Uno

preocupado por los procesos de adaptación y de “bienvenida” del joven a la

sociedad; la otra, atenta por establecer un fondo de memoria capaz de otorgar

identidad y continuidad psíquica. Señalaría distintas vertientes dentro de los

autores estudiados : Winnicott (1972) aportando una visión sociológica del

adolescente, Erikson una visión adaptacionista, Blos (1978) una visión

desarrollista, Dolto (1990) una visión antropológica y Aulagnier (1991) una

visión historicista en la que el adolescente es un “historiador”, el narrador de su

propia historia. Para Urribarri (1990) el júbilo redimensiona lo adolescente,

mientras que para Kancyper (1992,1997) no hay adolescencia sin pulsión de

muerte, o sea no hay adolescencia sin un “desgarro” del cuerpo narcisista

familiar.

Destaco como original la perspectiva de F. Dolto (1990). No siempre se

coloca del lado del adolescente ni de la sociedad. Con inteligencia apunta las

consecuencias de la inexistencia de los ritos de paso, vacío exasperante y

ambiguo desde la cuál se desarticulan deberes y obligaciones entre el

50

adolescente y la sociedad. Situación premonitoria quizás de lo que desde el

neoliberalismo denomino descontractualización social generalizada.

Freud (1895, 1905) mismo reúne distintas perspectivas: desde la

caracterización del “nachträglich” adolescente como espacio de subjetividad

que da lugar a lo inédito y reestructurante, hasta la pubertad como simple

control pulsional, su posición es amplia y por momentos contradictoria. En el

esquema que Freud (1905) plantea en “Tres Ensayos de una Teoría Sexual”, la

pubertad se muestra como una etapa de conformación definitiva de lo que es la

personalidad. Esta obra delimita claramente qué es infancia, qué pubertad, y

qué adultez, delimitando tareas en relación a ellas.

Así la infancia aparece como la edad de la anarquía pulsional, donde cada

pulsión “vive” independiente una de otra. La adultez, por el contrario es una

etapa de responsabilidad donde no es casualidad que las pulsiones parciales

pasen a subordinarse a la pulsión genital, o sea a la reproducción.

Lo infante aparece caracterizado como una etapa de retraimiento, mientras

que la adultez implica colectivización. Desde el perverso polimorfo al adulto

genitalizado neurótico se describe un proceso “natural” que lleva de lo

desintegrado a lo integrado. Es una psicología evolutiva que describe la

irreversibilidad de la conversión del adolescente en adulto, retomando el

esquema antihoemostático-homeostático de la modernidad .

Freud está pensando desde y para una sociedad adultocéntrica y falocéntrica

donde su descripción se ajustaba fielmente al programa de la modernidad que

se proponía “domesticar” al rebelde pero sin anularlo. Por eso desde este

imaginario surgen frases como : “ya se le va a pasar”; “bueno está mal pero es

adolescente”; o la famosísima: “ténganle paciencia que tiene las hormonas

alteradas”, presentando lo que se supone una etapa de caos que será sucedida

por la ley y el acatamiento21.

En el caso de Hanna Freud (1985) no aparece la diferencia genital - pre-

genital sino el ello versus el yo, de manera tal que le interesa marcar el punto

en que es imposible volver a lo adolescente. Para eso genera alrededor de lo

adolescente una escena temida desde la modernidad: la locura . No hay nada

más eficaz, como ella hace, que señalar que el fracaso en el pasaje a la

21 La modernidad keynesiana parece que no puede prescindir de la transgresión pero tampoco de la ley. Necesita simultáneamente el cuestionamiento y el acatamiento.

51

adultez es entrar a la locura, como para que a nadie se le ocurra seguir siendo

adolescente más tiempo de lo necesario. Se impone pues un pasaje del ello-

adolescente al yo- adulto representante de valores importantes para la

modernidad: serenidad, raciocinio y sentido común.

Se renueva así el imaginario del adolescente como ser en situación de

peligro y precariedad, al cual hay que estar controlando. Si el socio

fundamental para el adolescente, desde Freud, es el proceso de integración

pulsional o libidinal, para Hanna Freud es el paso del tiempo, el que

restablecerá la armonía yoica desde una tolerancia firme. En realidad es

tolerancia frente al yo y firmeza frente al ello.

Agrego una observación algo bizarra sobre la obra de esta autora,

consciente de que quizás me aparto del tema en cuestión. La misma refiere a

que en la época en que la misma escribe sus primeras obras sobre

adolescencia, se consolida el ascenso del nazismo y la caída de un sistema

democrático vulnerable. Creo que desde su sensibilidad judía y desde ella

como persona amenazada e insertada en un grupo amenazado, traslada a la

pubertad el poder irruptor, irracional, perseguidor que percibe en la barbarie

nazi. Si esto es así, su modelo de la adolescencia simboliza el terror ante el

desborde nazi.

De esta manera metaforiza el terror y la ansiedad frente a un orden que se

resquebraja. Realidad política y social que quizás se desplaza simbólicamente

al conflicto entre un Yo que debe sobrevivir desde la latencia (un tiempo mítico

sin conflictos) y el Ello desbordante de la pubertad. Psicoanalíticamente

hablando, la adolescencia pasa a ser la expresión de una formación de

compromiso entre los elementos racionales y equilibrados de la sociedad (el

Yo, la sensibilidad judía, la democracia) y los elementos irracionales

persecutorios y conspiradores (el Ello, la barbarie nazi)...

En las antípodas de los Freud, Blos (1978) busca resguardar a la

adolescencia ubicándola en el centro mismo de una reformulación de la

infancia capaz de resolver conflictos que desde aquélla parecían irresolubles.

De forma optimista supone que la adolescencia es una segunda oportunidad

que permite a través de un proceso de madurez, una reestructura funcional que

no es defensiva, sino estructurante. Donde las cosas se pueden transformar,

pero a un nivel mucho más enriquecedor y desde un yo mucho más complejo.

52

Probablemente existe en su obra una crítica velada a Erikson, quien tiene una

perspectiva adaptacionista del adolescente 22.

De esta manera según Blos, las condiciones de entrada a la sociedad se dan

a través de los ideales a los que se llega –en una perspectiva típica de la

modernidad keynesiana- a través del padre. Resolver la cuestión del padre es

resolver cómo se entra en sociedad. Antes que la sociedad haga algo con los

adolescentes, el adolescente tiene que fundar sociedad en él mismo a través

de sus ideales. De esta manera transitar adolescencia, lo paterno y lo social se

vuelven proceso simultáneos. Entonces, antes que haya moratoria institucional

(Erikson), tiene que haber espacio social previo en la adolescencia.

La adolescencia aparece como un período en sí fundamental. No es

simplemente llegar a la adultez para restaurar la armonía del Yo. Y es que en

realidad, para Blos, la adolescencia no desaparece sino que permanece

consubstanciada a lo que es aparato psíquico. Si el adolescente logra que los

conflictos de la infancia adquieran un nuevo significado y resolución, eso

permanece como logro de resolución de situaciones problemáticas.

Así la adolescencia pasa a ser un modelo de construcción de subjetividad y

de constitución del aparato psíquico, en lo que quizás sea una actualización de

la versión mesiánica del adolescente desde la modernidad.

Una dificultad en Blos es confundir el padre con lo paterno, entendido como

una construcción social que el autor considera esencial para la aparición de los

ideales. Pero lo paterno es más que el padre y remite a una figura social que

desde la modernidad accede a un trabajo, cumple un ciclo entre el salir de la

casa y volver a la misma y muestra rasgos de vitalidad y de fuerza, anticipando

un porvenir y un futuro posibles.

Probablemente le pase lo mismo a Winnicott (1972). Como ya he

desarrollado en otro trabajo (Klein, 2002) su interesante posición sobre la

necesidad de confrontación generacional ( que personalmente comparto)

implica que :

el adulto debe ser adulto, y básicamente adulto es aquel que sobrevive al

ataque adolescente, no el que lo educa . El adolescente necesita un PADRE

22 Retomando las ideas de Winnicott (1972) se podría decir que la moratoria eriksoniana es un dispositivo que genera falso self.

53

BIEN VIVO,QUE NO SUCUMBA NI ABDIQUE, que se resigna a recibir

solamente algún tipo de recompensa y no se pondrá celoso por el crecimiento

adolescente , a diferencia del padre freudiano que no está ni vivo ni muerto, o

el padre lacaniano (Dör,1990) que está definitivamente muerto, para

establecer el orden simbólico . En la teoría winnicottiana sólo el padre vivo

hace efecto de estructura y es el que puede preservar esa irresponsabilidad

necesaria para que el adolescente crezca. Es por eso que Winnicott señala

enfáticamente la necesidad de que el adolescente viva su inmadurez, para

evitar que esta agresividad pase al acto y se tramite a través de la

confrontación (Klein,2002: 39).

Pero esto paterno no siempre está presente. Depende de condiciones

sociales precisas que se desbaratan desde el neoliberalismo. Padres

deprimidos, padres que no salen de la casa, padres agobiados, padres en una

estructura de desempleo permanente, no pueden garantizar el lugar de lo

paterno a nivel social y del ideal . Algo se pierde, tal vez, irremediablemente.

Propongo entonces la hipótesis de que el psicoanálisis de adolescentes ha

operado como generador no sólo de un campo clínico, sino también de una

serie de implícitos sobre lo qué es o no adolescente. De esta manera, su poder

de radiar imágenes adolescentes a nivel de las distintas disciplinas sociales es

proporcional a su lugar de invisibilidad como promotor de las mismas.

En general se podría decir que lo que engloba a todos los autores es la gran

dificultad en ver al adolescente inserto dentro de un proceso más vasto,

involucrando a padres, instituciones,la sociedad o lo social. Otro rasgo

preocupante, que no puedo desarrollar aquí y que certeramente ha criticado E.

Dio de Bleichmar (1997) con respecto al psicoanálisis y que se podría

generalizar a la adolescencia, es que tal como Freud antes, los autores

posteriores han pensado al adolescente desde una versión masculina. La

adolescente- mujer se ha convertido en una página muda e incapaz de hacer

un aporte, aunque ciertos autores contemporáneas intentan hacer una

contribución al respecto ( Burin,1998).

Mi hipótesis es que algunos autores aportan y describen diferentes aspectos

que revelan distintos ángulos del contrato narcisista de la modernidad. Teorizan

de esta manera meta- estructuras que dan cuenta del vínculo de “entrada” a lo

social, como figuras de mediación, relación e intercambio, que articulan nudos

54

esenciales entre lo social y lo subjetivo. La confrontación en Winnicott sería

expresión de esa meta- estructura, tal como los ritos de paso en Dolto, la

moratoria en Erikson, la pubertad en Hanna Freud, el “nachträglich” en Freud.

Desde esta óptica bien se podría decir que son estas figuras de mediación

las que generan adolescencia y no viceversa, ya que implican procesos

complejos de elaboración y exigencia psíquica para el adolescente. Pero al

mismo tiempo posibilitan la conservación de un sistema homeostático entre:

madurez-inmadurez; adolescencia-adultez; autonomía-dependencia;

irresponsabilidad-responsabilidad, expresión de la modernidad como

(parafraseando a Winnicott ) ambiente facilitador, suficientemente bueno, que

permite establecer continuidades y discontinuidades desde las cuales lo

adolescente puede gestarse y “hacer historia”.

CAPITULO 2

EL NEOLIBERALISMO: DE REPENTE , ¿ PARA QUÉ ADOLESCENCIA?

ll.1- Neoliberalismo :presentación general

En esta sección desarrollaré esencialmente las repercusiones psicosociales

del neoliberalismo en su vínculo y rupturas con la modernidad keynesiana,

particularmente en los países donde la experiencia de la social-democracia y

55

del Welfare State fue substantiva, como en Europa y en Uruguay en el período

batllista (principios del siglo XX hasta los años ’60 aproximadamente),

especialmente en lo referente a dos ejes: ciudadanía y promesa de un porvenir.

Cabe aclarar que aunque hay autores que insisten en que no hay ruptura

radical entre neoliberalismo y modernidad, creo que sí hay efectos irreversibles

desde aquél com respecto a algunos basamentos que hacen a la modernidad

keynesiana. Especialmente en lo referente a las promesas generadas desde la

modernidad clásica, cuyas interpelaciones ideológicas están presentes en

todas las fases del capitalismo com un discurso com efectos organizadores del

psiquismo, inclusive en situaciones sociales estructuralmente desfavorables

como en el capitalismo liberal.

Por otro lado se puede indicar como desde esta fase neoliberal del

capitalismo (que autores como Giddens denominan de alta modernidad) se

verifica un desregulamiento y mundialización de los flujos capitalistas,

especulación financiera, debilitamiento del Estado-nación, suspensión de los

derechos laborales y sociales conquistados, segmentación del mercado de

trabajo, desempleo estructual, crisis fiscal permanente que substituye la gestión

keynesiana, hegemonia del mercado (Vasconcelos & Morgado, 2005). Antunes

(1999) señala como representa una crisis estructual del capital, com

substitución del padrón productivo taylorista y fordista a favor de formas de

producción flexibilizadas, com la consiguiente crisis del Welfare State, a partir

principalmente del inicio de los años 70. En tal sentido se señala la

consolidación de :

Una sociedad heterogénea y fragmentada, surcada por profundas

desigualdades de todo tipo- clase, etnia, género, religión, etc.- (...) hay

un amplio sector social, un tercio excluido y fatalmente condenado a la

marginación y que no puede ser “reconvertido” laboralmente ni

insertarse en los mercados de trabajo formales (...) se traduce en

desempleo masivo, pobreza extrema, anomia y desintegración social,

drogadicción y auge de la criminalidad (Sader,1999:80-81).

56

Quizás teniendo en cuenta lo anterior es que para Sader el neoliberalismo

representa, un éxito y un fracaso :

la prioridad más inmediata del neoliberalismo fue detener la inflación de

los años ’70. En este aspecto, su éxito ha sido innegable(…)un tercer

éxito del neoliberalismo: el crecimiento de las tasas de desempleo,

concebido como un mecanismo natural y necesario de cualquier

economía de mercado eficiente.(…) Finalmente, el grado de

desigualdad(…)aumentó significativamente [pero] no hubo ningún

cambio significativo en la tasa media de crecimiento (...) porque la

desregulación financiera, (...) creó condiciones mucho más propicias

para la inversión especulativa que la productiva.(...)este fue, digamos, el

fracaso del neoliberalismo (Sader,1999:20-21).

Pero hay que destacar cómo el neoliberalismo, a pesar de sus efectos

dramáticos y graves (Tavares,1999) (Vasconcelos & Morgado,2005), sigue

manteniendo una vitalidad destacable asentada principalmente en el

convencimiento de su papel mesiánico e imprescindible para la sociedad

“diseminando la simple idea de que no hay alternativas para sus principios “

(Sader,1999: 27).

II.2- La presencia del Mercado y el Estado

Uno de los factores principales que hacen a la matriz económica del

neoliberalismo es la predominancia del Mercado (Vasconcelos &

Morgado,2005), que aparece atravesado por fuerzas anónimas e invisibles que

hacen que los acontecimientos parezcan producto del caos o el azar y no de

factores racionales. Vale decir: los acontecimientos se presentan como un

instituido incambiable.

Aquél proyecto de la modernidad keynesiana de una sociedad integrada por

seres autónomos y racionales, mediados por el planeamiento público nacional,

se substituye por una fantástica utopía de una sociedad donde no entran ni

regulaciones, ni leyes ni opacidades ni diferencias a título de una globalización

en red que se plantea irremediable :

57

o Mercado só obedece a uma exigência interna que busca escapar a

todo controle externo (...) O que se chama de “dinamismo do mercado”

é apenas um doce eufemismo para designar seu lado incoercível (...)

Tudo, na rede, se encontra no mesmo plano, existem apenas inter-

relações dos atores. Não há mais exterioridade que interioridade. Não

há mais transcendência que imanência. O ternário cede lugar à relação

dual (Dofour,2005: 82-86 ) .

Lewkowicz (2004) denomina “estado de fluido” a esta pérdida de referentes

“sólidos” que sostiene un mercado de circulación ininterrumpida e

ininterrumpible, para garantizar en realidad la ganancia del capital financiero

aún al precio de una ruptura social (Sader,1999) . Desde otro contexto Freud

señala cómo la ruptura de la cultura lleva al predominio del individuo más fuerte

(Freud,1931). Pero en este caso la ruptura social que ha propiciado el

neoliberalismo no ha llevado a la arbitrariedad del individuo singular, sino a la

del mercado que “se dirige a un sujeto que sólo tiene derechos de consumidor

y no los derechos y obligaciones conferidos al ciudadano “ (Duschatzky,2002:

21).

Este mercado si por algo se caracteriza, es por “fuerzas” autorreguladas y no

por ciudadanos, exigiendo una hiperadaptación a su dinámica :

(...) basado en el dogma (o el fantasma) de una autorregulación (...)¿de

dónde viene esta impresión creciente de vivir atrapados bajo una

dominación inexorable, “globalizada”, tan poderosa que sería vano

cuestionarla, fútil analizarla, absurdo oponérsele y delirante siquiera

soñar con sacudirse una omnipotencia que supuestamente se confunde

con la Historia? (...) Adaptarse es la consigna. Adaptarse una vez más y

siempre. Adaptarse al hecho consumado, a las fatalidades económicas,

a las consecuencias de esas fatalidades (Forrester,2000: 7-22).

El Mercado pasa a asemejarse casi, desde el imaginario social, a una

Máquina donde todo está programado, previsto (Anzieu,1986) y ”naturalizado“

y donde aparentemente todo está excelentemente articulado. Las leyes del

mercado de esta manera aparecen como eficaces e inmutables. Ya no son

creación de los hombres, por el que entre la sociedad y sus integrantes se

58

instala una nueva geografía (social y psíquica) de desconocimiento (Sassen,

1988) y no de inclusión.

Sin embargo aún queda un reducto para encontrar sentido a las cosas,

provisto por una cultura dogmática neo –evangélica:

La tendencia a reencontrar ciertas “referencias duras” entre las

conductas desarrolladas por los individuos y por los grupos para salir

de una situación donde tanto la pérdida de las referencias como la

multiplicidad de ellas nos hacen entrar en un universo en el cual las

potencialidades persecutorias son innumerables (Enriquez,2001: 75) .

Se trata de una primacía del supuesto de ataque y fuga (Bion,tada por todo

estado de desamparo que produzca una resonancia en las huellas dejadas por

el desamparo originario, lo que:

se potencia a nivel de lo colectivo (....)la que se produce cuando el Otro

del colectivo fracasa en su función de instancia tercera, y la escena

social es ocupada por figuras omnipotentes (que pueden ser doctrinas,

ideologías, regímenes) y los sujetos se hallan sin Otro y sin otro, y su

espacio psíquico es colonizado por un exceso de realidad (Franco,1998:

3-6).

¿Cual es la explicacióción de un estado de desamparo que se ha vuelto

insoportable y frente al cual se buscan defensas resguardantes:

El sujeto siempre intentará reencontrarse con sus objetos omnipotentes,

búsqueda que es incrementada por todo estado de desamparo que

produzca una resonancia en las huellas dejadas por el desamparo

originario, lo que se potencia a nivel de lo colectivo (...)la que se produce

cuando el Otro del colectivo fracasa en su función de instancia tercera, y

la escena social es ocupada por figuras omnipotentes (que pueden ser

doctrinas, ideologías, regímenes) y los sujetos se hallan sin Otro y sin

otro, y su espacio psíquico es colonizado por un exceso de realidad

(Franco,1998: 3-6).

59

¿Cual es la explicación que se instala a partir de esta Máquina que impone

crisis, sinsabores y amarguras y un ” nunca se sabe qué sucederá” ? :

Los enanos, las brujas, los duendes, el diablo, se infiltran en relatos

cotidianos adoptando naturalidad (…) A ellos se acude en busca de

ayuda para cuestiones mundanas (…) Tienen un estatuto diferente de

Dios, a quién sólo se le pide por cuestiones de enorme trascendencia

(Duschatzky,2002: 40).

Cabe recordar que desde el capitalismo fordista y keynesiano, mercado y

Estado mantienen respectivamente una relación fondo- figura, que se invierte

en el neoliberalismo. Si en esta modernidad el mercado está mediado por todo

un marco de regulación normativa jurídica, es porque el Estado keynesiano

instituirá un basamento al proceso de ciudadanía, la ley y la cultura dialógica.

El neoliberalismo opera de manera inversa: el estado es relegado a un fondo

y el Mercado prima como figura. Operación que implica el descrédito del

Estado o porque es ( se afirma a vozarrones ) ineficaz o burócrata o porque las

leyes que dicta son corruptas. No es como señala Lewkowicz (2004) que el

Estado es demolido solamente, sino que entiendo que es denigrado. Esta

operatoria de la denigración es fundamental al neoliberalismo y explica el poder

de su pregnancia y permanencia, al convencer de su necesaria

imprescindibilidad ya que se insiste en que no se debe tener “nostalgia” de una

sociedad con tantos errores y características “inadmisibles” ...

Aquel Estado Keynesiano que liga y da sentido a las instituciones

(Lewkowicz,2004) dentro de un contrato narcisista que lo aseguraba como

ancestro fundador (Kaës,1993) es también un “ vigilante” de que las

instituciones funcionen como deben. Si desde la modernidad keynesiana la

producción de subjetividad es indisociable de lo institucional, al faltar el marco

regulador estatal las instituciones se disgregan y pierden su capacidad –

fundamental- de producir subjetividad (Lewkowicz,2004) 23.

Las instituciones ya no “esperan” a quienes las habiten, perdiéndose

referentes de pre-catectización (Aulagnier,1975) fundamentales a la historia

del sujeto en tanto integrante de una sociedad (Lewkowicz,2004): “Entramos

23 En realidad habría que decir mejor que se trata de “otra” subjetividad.

60

en la crisis de la modernidad cuando hacemos la experiencia de que las

instituciones no cumplen su función principal de continuidad y regulación”

(Kaës,1993: 18).

Sin duda el neoliberalismo necesita aún del Estado por al menos dos

motivos: tiene que surgir como garante del pago de la deuda externa

(Forrester,2000) y de ejecutar a los deudores internos, endeudados de forma

crónica y permanente. Es decir; es un deudor que nunca puede dejar de estar

endeudado. Se entiende así que la plusvalía neoliberal no se genera

básicamente por producción de bienes y mercancía (Sader,1999), sino por

reproducción de deuda y deudores.

Si lo sólido estatal (Lewkowicz,2004) implicaba un marco desde el cual se

reconocía y construía ciudadanía, ley, cultura, responsabilidad y convivencia, lo

fluido neoliberal instaura la figura de la impunidad, la transgresión, el extraño y

la paranoia. La ley ya no es un referente que cubre y protege a todos,

destituida de su lugar de resguardo, situación que se acompaña de una

retracción de investimento de espacios sociales potenciales. Para tolerar lo

“potencial” hay que sostener el transcurso temporal y lo ambiguo que habilitan

la “gestación” del espacio transicional (Winnicott,1981) imposible desde un

Mercado que es puro presente eficaz, lo que “fractura” la dimensión temporal.

Consecuencia inmediata es que las instituciones en el neoliberalismo

producen integrantes pero no ciudadanos 24. Tengamos en cuenta que desde la

modernidad keynesiana el transcurso del pasado, el futuro y el presente

consolidan biografía (Aulagnier,1991), lo que a su vez posibilitaba concebir al

ahorro como “ base de la fortuna”, según se decía. Pero si el ahorro es la

base de la fortuna ( y de la inversión productiva) es porque se construye a

través del tiempo, y para eso se necesita generar un imaginario desde el cual

no se sienta desaliento al ir construyendo el ahorro de forma paulatina y

gradual.

Asimismo la modernidad expresaba con el “los jóvenes son nuestro futuro”,

una expectativa de porvenir que socialmente consolidaba una promesa de

regeneración permanente. El futuro garantiza al joven que será adulto ,que

tiene posibilidades de ciudadanizarse e insertarse socialmente como

24 Cabe aclar que esta distinción funciona en el plano ideológico e imaginario, pero poco en el plano socio-histórico concreto.

61

protagonista efectivo, con lo que adolescencia, futuro y porvenir se

entrelazaban recíprocamente.

Por el contrario ¿cómo puede haber proceso de adolescencia si el futuro se

desvanece? Las consecuencias no son menores e implican una transmutación

en lo que tiene que ver con la matriz de la convivencia social, en el imaginario

de cómo la sociedad se percibe a si misma y en la forma de construcción de

subjetividad general y adolescente en particular (Galende,1997).

II.3- Cambios desde la subjetividad.

Si desde aquella modernidad los ciudadanos pueden plantear una

regeneración permanente de la sociedad, la situación neoliberal impone una

desciudadanización a la ciudadanización de la modernidad keynesiana (Fraga,

2003). Según Lewkowicz (2004) esta exclusión desligante toma la forma de

anulación del lazo social, lo que probablemente incentive angustias de no

asignación (Bernard, 1991) a la cual se responde con una re- asignación

hiperadaptada. Es un proceso ominoso (Freud,1919) por el cual así como

compulsivamente hay destrucción del lazo social, compulsivamente se lo

busca reinstaurar. Constato así una situación peculiar: aún desde un marco

neoliberal contenidos caros a la modernidad, como el estudio y el trabajo,

siguen presentes (Fraga,2003), (Klein,2004), aunque ya no estén vigentes

(Duschatzky,2002) (Dofour,2005) 25.

Desde la modernidad keynesiana se entendía que estar socializados es

formar parte del lazo social, díada que sin embargo el neoliberalismo quiebra.

Estar en sociedad ya no implica estar dentro del lazo social. En este punto la

subjetividad pierde características de singularidad y el poder expresarse en

primera persona (Galende,1997) afirmándose la heteronomía (Franco,2000), la

mitologización social (Castoriadis,1992) y la desarticulación de la experiencia

de ser individuo (Galende,1997), con lo que se pierden construcciones

esenciales que hacen al vínculo sujeto- sociedad : anulación del portador (ya

nadie porta nada), el apuntalante (ya nadie se siente representado en los

25 A pesar de lo anterior no puedo dejar de hacer notar que igualmente hay un malestar difuso en el punto en que la sociedad empieza a percibir que los contenidos de la modernidad no solamente ya no están vigentes sino que ya no están presentes. A esto se le llama o se enuncia con un significante: “el vago”. Si pensamos en la queja de los profesores o los padres las mismas se refieren a que el joven es justamente un vago .Pero esta identidad de vago es también una forma de enunciación por parte de los adolescentes, de que ya los valores de la modernidad ni tienen vigencia ni están presentes para ellos .

62

conjuntos ) y el guardián ( ya nadie quiere o puede cuidar o preservar lo social)

(Kaës,1993).

De allí que sugiero que substituye al ciudadano la caracterización del

individuo como “engranaje”. Si aquél es irremplazable, el engranaje sí lo es.

Del ciudadano se espera una actitud activa, participativa y transformadora. Por

el contrario del engranaje se requiere un lugar pasivo, sin replica y en definitiva

que ocupe un lugar de instituido perfecto. Para garantizar este “borramiento” de

la ciudadanía se desarticulan los puntales sólidos del Estado, considerados

zonas de resistencia y regulación. Se “demuelen” además las figuras de

ciudadanía propias de una sociedad de empleo, como la del trabajado,

substituyéndose la posibilidad de trabajo por el neo-desempleo (Castel,1997).

Situación de no- trabajo permanente y estructural en contraste con el

desempleo, interregno accidental y transitorio de la modernidad keynesiana.

De esta manera, la construcción de subjetividad desde la modernidad

keynesiana com predominio de procesos intersubjetivos, asegura el desarrollo

de un psiquismo complejizante a través de una operatoria de transformación,

por la cual lo que proviene del “afuera” de la mente pasa por un proceso de

asimilación al aparato psíquico (Kaës,1993). Por el contrario, esta operatoria es

imposible desde una estructura social que facilita la predominancia de

experiencias transubjetivas, donde ya no se respetan las barreras de la

subjetividad (Bernard,2001) y el “afuera” aparece como invasor del psiquismo.

La subjetividad toma características de lo asubjetal (Kaës,1993), espacio

psíquico mínimo sometido a una simplificación del mismo. Lo que Green (1993)

llama clínica del vacío 26, ilustra esta situación en la que se anula la capacidad de

pensar y sentir y en definitiva de preservar y consolidar el mundo interno: “La

vivencia parece ser la de un "desollamiento", por la cual la psiquis pasa a ser

como una cáscara que al caer deja “una dermis expuesta a todas las agresiones”

(Green,1993: 393) .

Este factor regresivante se conjuga a una prevalencia de procesos de

indiscriminación y de fusión (Galende,1997). Kaës (1991) sugiere que ante

situaciones de catástrofe social, la realidad psíquica y social ya no se

26 “Llegado el caso, todo esto puede muy bien prescindir de objeto y convertirse en teatro de un drama donde uno solo encarna los diferentes personajes sin que ningún libreto ofrezca el contenido de estas peripecias “ (Green,1993: 390).

63

conservan como dos órdenes heterogéneos y se indiscriminan entre sí,

existiendo el “ derrumbe conjugado de estos dos límites apuntalados entre sí “

(Puget,1991: 144).

De esta manera se aniquilan o pervierten “los sistemas imaginarios y

simbólicos predispuestos en las instituciones sociales y transgeneracionales”

(Puget,1991: 144). Esto facilita la resignación y el no cuestionar las cosas,

como “ ley de la obediencia debida”, en consonancia con la consolidación del

yo ideal (Bleichmar,1981) como forma de funcionamiento mental alrededor de

certezas dogmáticas.

Pasa a predominar un narcisismo negativo (Green,1986) o más bien

narcisismo mortificado, caracterizado por una regresión al no-deseo, con

correlatos de “desactivamiento” de zonas del aparato psíquico (Klein,2004) y

anulación del preconsciente (espacio de ligazón y desligazón por excelencia),

(Green, 1987) como instancia mediadora y de tramitación del conflicto a nivel

psíquico. Esta dimensión de lo “mortificante” señala entonces la dificultad de

generar condiciones de elaboración psíquica y espacio mental, por

imposibilidad de despliegue de lo calmo, lo tranquilo, la sensación de unidad y

autenticidad, que caracterizan fundamentalmente la constitución de un self

“verdadero” ( Winnicott,1981; Bollas,1991).

Es posible pensar así que al igual que en épocas de dictadura, el modelo

neoliberal “desarticula los fundamentos del conjunto social y destruye las

formaciones y los procesos de la vida psíquica que se apuntalan sobre el

conjunto social” (Puget.1991:145). Una de esas formaciones es la cultura de

diálogo, substituida por un mesianismo de la violencia que lleva a que se

“apriete” el espacio entre los hombres como señala Hanna Arendt (Gómez

Ramos,2003). Concomitántemente la figura del vecino es substituida por la del

“extraño”, revestido con características de amenaza, indefinibilidad y

desresponsabilización social (Bauman,1999). Esta situación que incrementa lo

paranoico, imposibilita la confrontación social y generacional (Winnicott,1972)27,

corroyendo la “confianza” como metaorganizador de las relaciones sociales.

Los espacios sociales se achican y se vuelven intolerantes, lo que repercute

directamente en la población joven, por lo que se pasa de la llamada

“moratoria” (Maier, 1980) a una “anti-moratoria” por la cual o el adolescente

27 Tanto como la capacidad de rebeldía, disconformidad y reenigmatización (Klein, 2004).

64

entonces ya no tiene ni derechos ni obligaciones (figura del excluido social) o

está sobrecargado de obligaciones dentro de una estructura de “simulacro” de

promesa social ( figura del hiperadaptado). O no hay ninguna obligación o se

tienen máximas obligaciones, con la característica de que se haga lo que se

haga, nunca aparece como suficiente con lo que se incentivan sentimiento de

culpa y de vergüenza, incomodidad e inadecuación.

En este sentido el neoliberalismo propicia características de “saqueamiento”

de productividad, con anulación de la diferencia trabajo-descanso, que desde la

modernidad se expresa como vaivén entre el trabajo y la vuelta al hogar,

diferenciando el espacio de rendimiento del espacio de descanso.

Esta es una de las razones que explica cómo, a pesar de todo, “lo joven”

pasa a ser un valor requerido y buscado por el imaginario social. Para Galende

(1997) es debido a que en esa figura social se condensan el borramiento de las

oposiciones de clase, género y generación. Por mi parte creo que en esta

prevalencia de lo joven se revelan rasgos desmesuradamente exigentes (casi

sádicos diría) de innovación y adaptabilidad, por valorización de lo gerencial, lo

empresarial y el individualismo exacerbado. Porque en realidad detrás de lo

joven, el mensaje neoliberal busca otra cosa: prodigar loas al empresario

flexible, con inventiva y rápida (y extenuante ) capacidad de movilización e

hiperadaptación.

El neoliberalismo quiere convencer de que el esfuerzo, la iniciativa, la

competencia individual llevan al progreso, debiéndose tolerar un mundo de

incertidumbre, de “destitución” de la promesa y la imposibilidad de anticipar un

porvenir. Pero en realidad nada de esto es realmente tolerable, a no ser

proyectando un “falso self” (Winnicott,1981) social . Si hay un grupo social que

se ha perfilado especialmente vulnerable a esta incertidumbre “intolerante” ha

sido la clase media, otrora beneficiada por el contrato social de la modernidad,

lo que la llevó a estar ubicada en el horizonte y las aspiraciones del imaginario

social .

Lo anterior me lleva a ser cuidadoso con la afirmación de que el

neoliberalismo genera “riesgos” sociales y psíquicos. El término “riesgo” es muy

flojo e indeleble para caracterizar una situación que es de verdadera catástrofe

social y psíquica. En el neoliberalismo no existen riesgos porque los riesgos

implican posibilidades frente a las cuales se pueden armar estrategias de

65

decisión (Giddens,1997) más o menos inmediata. Tenemos sí situaciones

catastróficas (Lewkowicz,2004) porque se trata de condiciones que mutan el

tejido social en relación a una descontractualización generalizada que

imposibilita mantener situaciones sociales, subjetivas y vinculares de forma

homeostática.

En definitiva son situaciones que, unidas a otras de desamparo y abandono

social, acentúan rasgos de violencia, que parafraseando a Marcuse (Elliot,

1995) implican pasar de una sobrerepresión a una violencia-sobrante,

consolidada por una aparente indiferencia ante los desgarros y sufrimientos del

tejido social..

La cultura neoliberal es entonces predominantemente tanática (Laplanche-

Pontalis,1981) en tanto rompe el lazo erótico de la integración y el contrato

social de la modernidad keinesiana. Quizás en tal sentido Göran Therborn

señala : “el neoliberalismo pertenece al imperio del mal. En varios casos,

inclusive, podemos calcular el grado de perversidad que dicho régimen supone”

(Sader, 1999: 131). Pero, ¿es un acto “diabólico” o de parricidio social lo que

explicaría tanta preocupación por parte del neoliberalismo, por desarticular lo

que son los fundamentos más preciados de las promesas clásicas de la propia

modernidad? Creo en este sentido que el neoliberalismo se dedica

preferentemente a “atacar” las figuras fóricas, intermediarias o de mediación.

Todo aquello (Estado- familia- instituciones) que aseguraba heterogeneidades

y apuntalamientos complejizantes.

Y sin embargo, y por alguna extraña razón el neoliberalismo permite – o se

resigna- a que permanezcan indemnes núcleos, retazos de modernidad

keynesiana. Se advierte cuando resurgen apasionados debates sobre

ciudadanía o intentos (fugaces) por retomar la cultura dialógica ante conflictos

sociales. ¿Es un exceso señalar que quizás el vínculo que tiene el

neoliberalismo con la modernidad sea de ambivalencia, por la cual la odia y

teme tanto como la admira y envidia? ¿ O por el contrario se trata de una

extraña operatoria de encriptado (Tisseron,1997) por el cual aquélla yace

“encapsulada” en los repliegues más silenciosos y aislados del neoliberalismo?

Si somos coherentes con el enunciado de que no hay modificación en los

procesos socioeconómicos, que no acaree su correlato a nivel del imaginario

66

social y las formas de subjetividad, es necesario ampliar aún más una

investigación que de cuenta de los mismos, desde este neoliberalismo que

tanto puede ser “engendro”, “experimento social”, “Auschwitz sin Crematorios”

o “fórmula tecnológica del capitalismo avanzado”.

ll.4- Latinoamérica: costos sociales y redistribución espacial

Como he señalado el neoliberalismo acarrea en general múltiples costos

sociales, solidificando socioeconómicamente una línea de indigencia, ya muy

por “debajo” de la línea de pobreza. Pero hay que decir que no es posible

generalizar esta situación. La situación en Latinoamérica no es la misma que

en Europa lo que se relaciona a la diferencia más global entre capitalismo

central y capitalismo periférico. Esta misma diferencia se aplica igualmente a

los aspectos que hacen a la modernidad keynesiana: “la estrategia social

reformista promovida por el keynesianismo concluye su penetración en el

contexto latinoamericano cuando el mismo se volvía inviable en el propio

capitalismo central” ( Vasconcelos, 1989: 102).

Como señala Vasconcelos (1989) el capitalismo periférico es tardío,

heterogéneo (regiones desarrolladas agrícola e industrialmente, coexistiendo

junto a regiones tradicionales y pobres) y dependiente, bajo relaciones de

explotación. Asimismo se desenvuelve bajo predomino de la burguesía, con

preeminencia del Estado en el proceso de modernización económica y de

dirección política, lo que hace que aquél se constituya en arena de lucha

política.

Una consecuencia es que se “evidencia la no-existencia de esa linealidad en

el proceso de extensión de ciudadanía, en la forma comprendida por Marshall”

(idem: 89). De esta manera, siguiendo ideas de Coimbra, Vasconcelos indica

que se hace más claro para el caso latinoamericano hablar, antes que de

ciudadanía en general, de “situaciones de ciudadanía” y “sistema virtual de

ciudadanía”, dando cuenta de una tensión específica entre un discurso

universalizante y una práctica institucional donde la jerarquía es mantenida.

Por otro lado es posible señalar cómo se descartan así “las tesis optimistas de

creencia en las posibilidades de progreso comparable a los países centrales”

(idem: 73). Debo indicar, sin embargo, que –como desarrollaré más adelante-

67

el caso de Uruguay es distinto al del contexto latinoamericano, aunque

presenta algunas de las características que he señalado previamente.

Por lo anterior es posible señalar asimismo que los cambios sociales

gestados desde el neliberalismo han sido más dramáticos aún desde

Latinoamérica, lo que implica que los pobres no sólo “se volvieran más pobres”,

sino que perdieran rápidamente espacios fundamentales de protección estatal.

Desde la política social, paralelamente al proceso que Tavares (1999)

denomina “descentralización destructiva”, se desmontan programas sociales

“sin dejar nada en substitución” (ídem: 177). Punto que se entronca a que:

según la concepción neoliberal de política social, el bienestar social

pertenece al ámbito privado(...)Este proceso causado por políticas

deliberadas de ajuste y no por una ‘fatalidad global’ es uno de los

principales mecanismos generadores de exclusión hoy en Brasil y

América Latina (idem: 181). ( en negrita por mí)

generando: “un sinnúmero de nuevas formas de exclusión social, en la medida

en que empeoraron las condiciones de empleo y trabajo [lo que] creó un

desempleo (...) seguramente el costo social más alto” (idem: 174-175). De esta

manera: “para os que detêm emprego se deterioram as condições de trabalho

e se generaliza o medo de perda do trabalho, passando pelo estímulo ao

trabalho escravo, ao trabalho infanto-juvenil e à prostituição de crianças e

adolescentes” (Vasconcelos & Morgano,2005: 7).

Esta situación amplía las brechas sociales : “El análisis panorámico de los

resultados empíricos ciertamente mostró la amplitud de las divisiones sociales

en aquellas ciudades y la intensidad de los procesos que las reproducen y las

transforman” (Pretecille,1996:33) 28 . Según Pretecille la segregación más

acentuada no se refiere a las categorías populares, sino por el contrario, a las

categorías “superiores”. No es ésta la opinión de Lago:

dos fenómenos deben ser destacados [dentro de la lógica segregadora

de la metrópoli brasileña]: (i) la pérdida de la capacidad de

28 Aunque señala que se elaboran políticas para atenuar esas divisiones y sobretodo, la violencia social ( Pretecille,1996: 16).

68

endeudamiento, reduciendo el acceso a la vivienda por el alquiler y por

la compra con financiamiento a largo plazo y (ii) el aumento del precio

del transporte en el presupuesto familiar (Lago,2002: 158) .

La favela:

es la única alternativa de vivienda para los que están precariamente

insertos en la economía urbana y donde la proximidad con el mercado

de trabajo, especialmente de prestación de servicios y construcción

civil, es condición para su inserción (Lago ,2002:173). ( en negrita por

mí)

Pretecille por su parte señala que: es verdad que un nuevo proletariado

terciario con empleos frecuentemente precarios substituye en parte un

proletariado industrial (Pretecille,1996: 20) [ en negrita por mi]

Acentúo la precisión terminológica de Lago: los grupos sociales dominantes

se confinan ( que no es lo mismo que segregarse) ,mientras que los grupos

dominados son estigmatizados (que no es lo mismo que ser marginado).

Estigmatización y confinamiento presentan como vector común la

profundización del proceso de territorialización. El mismo se expresa, a mi

entender, como guettización en las clases dominantes, y como favelización o

periferización en las clases dominadas. En realidad habría que ampliar esta

situación de “favelización” a la calle misma como territorio mismo de

confinamiento de la pobreza. Cabe señalar entonces, que la segregación alude

no sólo a una repartición geográfica sino que implica además una matriz social.

Lo precario, concepto recurrente en los autores citados, es una de sus

claves. El término alude a distintos factores en juego en el proceso de

segregación, que es tanto cultural como económica y en relación no en sí a la

división de clases (que ya existía desde la modernidad) sino a los formidables

procesos de concentración de riqueza: “los contrastes sociales son más

violentos (...) debido a la fuertísima concentración de riqueza y no al nivel

absoluto de pobreza” (idem: 22)29.

Esta concentración de riqueza se acompaña de la auto - segregación de las

clases privilegiadas (Pretecille,1996) en espacios protegidos y ferozmente

29 El autor está olvidando el empobrecimiento que ha sufrido la clase media

69

custodiados por guardias de seguridad. Como señala O’Donnell: ”Las

distancias sociales han aumentado y los ricos tienden a aislarse cada vez más

del mundo extraño e inquietante de los desposeídos. Los guettos fortificados de

los ricos son testimonio del abismo que los separa de buena parte de la

población de sus países” (O’Donnell,1997: 79).

Caldeira señala de esta manera cómo se promueve el aislamiento frente a lo

diferente:

los diferentes grupos sociales están muchas veces próximos, pero

están separados por muros y tecnologías de seguridad y tienden a

no circular o interactuar en áreas comunes. El principal instrumento

de ese nuevo padrón de segregación espacial es lo que llamo

“enclaves fortificados”. Trátase de espacios privatizados, cerrados y

monitorados para residencia, consumo, placer y trabajo. Su principal

justificación es el miedo al crimen violento (Caldeira,2002: 211).

Creo que es posible entonces hablar de “guettización” para caracterizar la

forma que está tomando la segregación urbana actual orientada según un

principio tanático de desagregación radical. Esta situación se acompaña de un

proceso de endogamización social notable: “los enclaves tienden a ser

ambientes sociales homogéneos (...) cultivan un relacionamiento de negación

y ruptura con el resto de la ciudad (idem: 259)30.

Es necesario destacar que esta segregación tiene que ver también con el

status y con la utopía de querer forjar una microsociedad autosuficiente,

buscando concretar un espacio de homogeneización abusivo que se enlaza al

anhelo de un control permanente (ídem). No me es posible desarrollarlo aquí,

pero sería interesante estudiar hasta qué punto esta idea de concebir una

microsociedad no se relaciona a la tasa relevante de transgresión y psicopatía

en esta clase social:

Dentro de los condominios, el desprecio a la ley es casi una

regla. Las personas se sienten más libres para desobedecer la ley

30 Es sorprendente la homología de los actuales enclaves ricos con la descripción que hace Fritz Lang, en la película “Metrópolis” (1924), de una ciudad autosuficiente y subterránea de ricos. En este caso la metrópolis actual está en la superficie de la tierra, pero conserva igualmente su status de confinamiento y segregación.

70

porque están en espacios privados de los cuales la policía es

mantenida distante y porque encaran las calles de los complejos

como extensiones de sus propiedades (ídem: 279) .

Aunque soy consciente de que no es posible hacer una oposición radical

entre modernidad y neoliberalismo, los datos aportados precedentemente

parecen indicar cómo a un modelo de homogeneidad inclusiva propia de la

modernidad keynesiana, se le opone el neoliberal de heterogeneidad expulsiva.

La cultura neoliberal en tanto tánatos impone la necesariedad de la exclusión,

no como un dato secundario, sino como un nódulo central en las regulaciones

sociales y económicas. A esta exclusión se unirían las situaciones de

guettización y endogamización.

Pero además-punto que me interesa destacar-mientras el proyecto de

cultura de la modernidad se concreta desde la aspiración a lo racional,

fomentando los valores de lo seguro y previsible, el neoliberal “alimenta”

sensaciones de inseguridad y precariedad. El miedo ha devenido así un

articulador fundamental de las relaciones sociales .

Por otro lado es importante destacar cómo la sociedad pasa a concebirse

como una sumatoria aislada de “guettos”. Situación que revela la “ineficácia

simbólica da sociedade contemporánea “ (Dofour,2005: 167):

todo sentimento de comunidade estabelecido nesses termos

garante um tipo estreito de pertencimento e, ao mesmo tempo,

impõe dificuldades ao estabelecimento de vínculos de tipo

contratual no sentido abrangente, com as instâncias de diálogo,

negociação e confrontação com otros interlocutores que por

definição deveriam existir (Abramovay,1999: 21 ).

Hay que distinguir sin embargo la segregación de las clases favorecidas de

la de las clases pobres. La segregación de las clases privilegiadas es electiva,

y busca la “protección”. Remite, se explicite o no, a un imaginario paranoico:

policías, cercas y alarmas se imponen cuando un grupo urbano se siente en

peligro de ser atacado, desposeído o violentado.

71

Por el contrario la segregación de los grupos desposeídos remite a un

empuje, a una expulsión y no a una decisión propia . Al mismo tiempo, hay que

destacar cómo al cerramiento –la invisibilización- de la gente rica en sus

condominios, se contrapone a la total transparencia de la gente humilde, la que

puede ser invadida y amenazada en sus espacios privados de forma sorpresiva

y sin previo aviso.

Me parece pertinente señalar entonces que el neoliberalismo, aunque se ha

presentado como un proyecto estrictamente económico, con indiferencia por la

problemática social, es, sin embargo un fastuoso proyecto social. Basado en la

cultura tanática tiene, como ya indiqué, como marco esencial el debilitamiento

del proyecto de ciudadanía. Una resultante del mismo es la imposición de la

inaccesibilidad, tanto a bienes y servicios, como a empleos, salario , educación.

Su consecuencia no es sólo que los pobres se vuelven más pobres. No es

simplemente pasar de la pobreza a la indigencia. Creo que existe aquí quizás

un malentendido, pues se está utilizando un modelo de pérdida ( pérdida de

salario, de empleo, de ingresos) que aunque útil desde la modernidad, es

absolutamente inútil desde el neoliberalismo. Sin duda las clases medias se

han empobrecido. Pero para otras clases es una situación más estructural: los

indigentes ya nunca pasan - y si el modelo sigue incambiable ya no pasarán- a

situación de pobreza. No sólo hay desmantelamiento de condiciones

económicas dignificantes, sino que al mismo tiempo, éstas ya no se viabilizan

nunca.

Este modelo económico, social y cultural impone la segregación desde el

desamparo y la imposibilidad de establecer, o re-establecer una serie de

derechos mínimos cívicos, sociales, políticos. Se pasa de la protección, del

resguardo, el auspicio y la creación de cultura desde la ‘hospitalidad’ y el

‘vecino’ a otro, donde las versiones del Otro toman caracteres ominosos,

generando fantasías paranoicas de robo, destrucción y maldad. Su modelo es

el “enclaustramiento” y las figuras del “extraño”.

II.5- La situación de la violencia

La violencia es un fenómeno sumamente complejo, com diversos aspectos

que se han de tener en cuenta. Mi interés es simplemente delinear algunas

72

relaciones entre el contexto neoliberal y la violencia que se cotidianiza. De

vuelta he de aclarar que en general me estoy refiriendo a la situación

latinoamericana.

Mi hipótesis es que la violencia que instaura el neoliberalismo se relaciona a

a nuevas formas de acumulación capitalista, que incide a su vez en un quiebre

del contrato de convivencia de la modernidad keynesiana (asentado a mi

entender, como ya desarrollé en la idea de “promesa”). Esta situación solidifica

una forma de relacionamiento social en el cual como indica Pellegrino se perfila

“ una guerra civil crónica, sobre la forma de asaltos, robos, asesinatos,

estupros” (Pellegrino,1987: 203). Cabe pensar si esta “guerra civil cronificada”

es más que un accidente, una situación resoluble o si no es más bien, una

expresión de la matriz social y económica neoliberal.

Como señalé, la evidencia empírica y cotidiana viene señalando que en

estos años ha aumentado el grado de pobreza y pauperización. Pero en la

medida en que el pobre ya no ocupa sino lo negativo de la exclusión social,

pasa de “sufrir” pobreza a ser “culpable” por la misma:

Constatamos que a relação entre pobreza e criminalidade, disseminada

pelo século XX, hoje atualiza-se e está presente nas falas daqueles que

defendem a militarização da segurança pública, temerosos pelas ondas

de violência que os meios de comunicação lardeiam. Está presente

quando acreditamos que é uma realidade vivermos em uma “guerra

civil” (...) Uma nova Lei de Talião (…) é aplicada a todos os pobres,

porque suspeitos e, portanto, considerados culpados. Uma nova

“Doutrina de Segurança Nacional, que tem hoje como seu “inimigo

interno” não mais os opositores políticos, mas os milhares de miseráveis

que perambulam por nossos campos e cidades ( Rauter,2002: 84).

La situación de pobreza ya no se percibe como una situación de anomalía e

injusticia social, sino que pasa a ser considerada como parte de una anomalía

extirpable (Caldeira,2000) – la “criminalización” de la pobreza (Dario y

Maxi,2003)- o una molestia ignorable.

Junto a un imaginario que criminaliza la pobreza y violentiza la clase

trabajadora, la violencia se tolera y alienta desde un Estado desplazado a un

73

lugar secundario frente al mercado, pero protagonista en resolver lo inestable

que éste incentiva, en el entendido de que sólo la violencia (policial, militar)

aparece como capaz de resolver situaciones sociales.

Ya no se trata de una violencia “adecuada”, administrada, mediatizada y

garantizada (Puget ,1991), sino otra donde se pone en juego un proceso de

control brutal y masivo, que desde mi punto de vista alcanza a parecerse a

micro-genocidios. Parafraseando a Kaës diría que es una:

violencia de Estado [de Mercado más bien,añadiría por mi

parte] (…) ejercida contra una parte de la sociedad civil, [que]

tiene por objetivo la eliminación de una categoría de sus

ciudadanos, [y] actúa ya no como en la guerra entre las

naciones, sino según el método del genocidio en su propio seno

(...) aquellos encargados de proteger e imponer la ley son

justamente quienes detentan un poder mortífero” (idem:13-22).

Sin embargo permanece la cuestión sobre si la violencia no sería una salida

“normal” para este tipo de estructura social, lo que explicaría que se presenta

como carente de alternativas frente a ella. Asimismo, aunque no alcanza a toda

la población, se percibe por momentos que la violencia alcanza grados

importantes de consenso en la población (Caldeira, 2000).

Pero por otro lado este tipo de violencia contundente, parece que se

continúa en más de un punto con las dictaduras que asolaron la región

(Caldeira, 2000), lo que agrega otro dato, junto a los que ya he indicado, de

especificidad al neoliberalismo latinoamericano. En general parece tratarse de

la consolidación de un modelo de fuerza y brutalidad que proviene de

gobiernos militares y quizás aún de antes (en el caso de Uruguay desde el

“pachecato”31 mismo). Una consecuencia es la renovación de la idealización de

la fuerza y la violencia como reguladores admitidos de las tensiones sociales,

junto al descreimiento en el aparato judicial.

Esta situación implica la supervivencia de determinadas pactos que permiten

la continuidad de sometimientos sociales (Puget,1991). De esta manera diría

que hay un sector de la sociedad que continúa “militarizada” aunque los

31 Alusión a Jorge Pacheco Areco presidente de derecha uruguayo entre los años 1968-1971.

74

militares hayan abandonado los aparatos del Estado. Una causa es que se

siguen manteniendo condiciones sociales inalterables en las que el contexto

social “no asegura más su función de sostén y pertenencia” (idem: 43).

Podemos suponer además que se genera una conservación de contenidos

sociales propios de la dictadura en función de la imposibilidad de hacer duelos

elaborativos (Tisseron,1995)32 que se relacionan, entre otros factores, a la

supervivencia de situaciones de impunidad que revelan la ineficacia judicial ( y

política) en procesar violaciones de los derechos humanos que quedan en

situación de irresolución. Eugène Enriquez escribe al respecto : “una sociedad

sin memoria no ha castigado (o ha castigado insuficientemente) a los autores

de los crímenes. En ello reside el mayor escándalo” (Enriquez,2000 : 193).

Chasseguet-Smirgel indica por otra parte cómo: “Deshacer las desmentidas y

las represiones da acceso al recuerdo y a la realidad (...) El "deber de

memoria" reposa ante todo en un trabajo colectivo de deconstrucción de

renegaciones" (Chasseguet-Smirgel,2000: 45). Tal como señaló asimismo

Freud : “No es lícito entonces suponer que ninguna generación es capaz de

ocultar a la que le sigue sus procesos anímicos de mayor sustantividad”

(Freud,191: 159)

Esta situación conlleva una modificación sustancial en cómo se concibe y

percibe la ley. De mediadora valorizada y respetada, pasa a ser

progresivamente transgredida en el entendido de que, o es corrupta, o no tiene

la suficiente fuerza para enfrentar lo que se ubica como problemas sociales:

“Una ley que no sea temida- que no tenga potencia de interdicción y punición-

es una ley (...) impotente” (Pellegrino,1987: 198-199).

Se desacredita al mismo tiempo la mediación y la administración racional de

la violencia, con agotamiento de la figura del vecino o “semejante”: “el

agotamiento de un tipo subjetivo, la figura del semejante, instituida bajo la

hegemonía de la ley del estado – nación (...) No somos semejantes entre

nosotros, sino respecto de la ley, esa ley que funda no sólo derechos sino

también obligaciones” ( Duschatzky ,2002: 97), ante lo cual pasa a prevalecer

la figura del “extraño” o el “enemigo”.

32 Me refiero por tales a aquellos que permiten generar un “cierre” más o menos definitivo de ciertas situaciones sociales y personales.

75

La violencia sin ley o la ley sinsentido, genera la falta de un marco estable

volviéndose inseparable de una desciudadanización progresiva de los

excluidos sociales, en el entendido de que para poder “violentar” y degradar a

un sujeto, hay que convencerlo y convencerse, de que está por fuera del marco

amparante de la ley. Lo que lo hace un “otro” sin derechos, en una “regresión”

tanto social como individual que actualiza aspectos arcaicos de una fuerza que

se sale del marco de la ley.

II.6- Catástrofe social, “catástrofe inminente” y efectos en la subjetividad

Tomo la noción de “catástrofe social” como un concepto capaz de describir el

estado de desamparo y amenaza que se genera en las personas, cuando

prevalece la violencia social consensuada y valorizada y situaciones sociales y

económicas de extremo dramatismo. Una parte de la subjetividad que parece ir

asentándose, se relaciona a una cultura de la resignación y el padecer en

silencio, que se podría relacionar con la incentivación del proceso de

identificación con el agresor (Frankel,2002), por el cual nos "convertimos" en lo

que el atacante espera de nosotros, en cuanto a nuestra conducta,

percepciones, emociones y pensamientos.

Los intercambios sociales se ven atravesados por fenómenos de violencia, a

la que no siempre es posible discriminar ni cuestionar como tal : “Nuestra

violencia se compone más bien de arrebatos sin discurso.(…)No resultan de un

programa sino que más bien testimonian la desagregación por agotamiento

discursivo de una constelación ficcional (Lewkowicz, 2004: 67). Su difusión ya

no requiere de otros discursos comprensivos y mediadores, sino que ella

misma se termina por convertir, al mismo tiempo, en la explicación y en el

remedio de los problemas sociales.

Ciertamente el neoliberalismo, como parte del procesos capitalista, implica

el enriquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los pobres. Pero es

más que eso y es otra cosa. En el sentido dialéctico de conservación y

superación, implica desde la regulación keynesiana de la división y lucha de

clases, cambios en la matriz social de ciudadanía.

Pellegrino (1987) señala que si el sentido de humillación y degradación

persiste, el trabajo ya no garantiza el pacto social ni el sacrificio que se practica

en su nombre. Su discusión gira en torno al par trabajo dignificante-trabajo

76

degradante, con lo que se ubica en una situación propia de la modernidad

keynesiana, en que aún el trabajo se puede convertir en empleo. Por el

contrario entiendo que el neoliberalismo no sólo impone un trabajo degradante,

sino además una ruptura profunda del contrato social. La violencia como

cotidianeidad se halla íntimamente vinculada a la transgresión no sólo de la ley,

sino de aquello que podría garantizar un mínimo de convivencia civilizada y,

desde la subjetividad, un espacio de proactividad, seguridad y autoestima.

De esta manera es imposible que el padrón de segregación neoliberal no

tenga efectos en la subjetividad y los vínculos cotidianos. Aunque la violencia

no es causa única para explicar las complejas relaciones entre los seres

humanos ( no hay que olvidar, por ejemplo, los factores étnicos, de género u

otros), se puede considerar que la violencia social se redobla y se manifiesta

psíquicamente:

con posible anulación o más aún aniquilación del más débil o

debilitado (...) reduce el espacio vincular y de socialización a su

mínima expresión, impone algo ajeno al Yo, anula al Sujeto

deseante, lo desconoce y transforma al vínculo en aquél del amo y

del esclavo (Puget,1991: 28).

Señalé cómo se verificaba dentro del neoliberalismo distitnas permutaciones

económicas, sociales y de convivencia. Un factor importante a recalcar es

cómo el miedo pasa a organizar algunos de los vínculos sociales, así : “todos

los tipos de vivienda (...) pasan por procesos de enclaustramiento en respuesta

al miedo del crimen” (Caldeira, 2000:291).

El otro se “cotidianiza “ bajo las formas de lo ominoso, lo persecutorio, lo

angustiante. Las posibilidades de encuentro y comunicación se resienten a

favor del enfrentamiento, el recelo y la inseguridad. Lo que lleva a una

prevalencia de la vivencia de abandono y, por momentos, incomunicación.

Esta situación consolida la sensación que denominó de ‘catástrofe

inminente’, como parte de la cultura neoliberal : cualquier cosa puede pasar

en cualquier momento y desde cualquiera. Desconfiamos , recelamos, no

se bien sabe qué hacer.

77

Lo que conlleva otra dimensión crucial: la dificultad en asumir como propios

los valores de la cultura. Si la ley de la cultura “es poder asumir los valores de

la cultura con lo cual, por el trabajo, nos articulamos orgánicamente”

(Puget,1991:201) es porque existían garantías de acceso al mundo del trabajo

y de la regulación social.

Ley de la cultura era o es, por tanto, inseparable de la idea de justicia e

igualdad: “el concepto de ciudadanía parece integrar las exigencias de justicias

y de pertenencia comunitaria, que son respectivamente los conceptos centrales

de la filosofía política de los años setenta y ochenta” (Kymlicka,1997: 5).

Pero además hay que considerar que la ciudadanía es una matriz de

convivencia que se desenvuelve dentro de la ilusión eficaz de percibir al otro

como un semejante, un reconocible, un - si se quiere- “vecino”. Implica, al

mismo tiempo, percibir al otro y ser percibido por la sociedad como un

interlocutor válido, alguien que tiene o tendrá un lugar en la misma.

El otro es un interlocutor con el que se mantiene un marco de diálogo,

valoración del intercambio, y formaciones de compromiso sociales, grupales y

personales. Por supuesto, siempre y paralelamente, ha existido la figura del

otro como enemigo (Bauman,1999) pero sugiero que el modelo neoliberal

radicaliza y solidifica la visión del otro como el “extraño”, lo que impulsa el

miedo y la desconfianza extrema.

Si la eficacia de la ley social se afirma a través de prácticas sociales que

aseguran formas de compensación de la desigualdad, podemos decir que lejos

de cualquier idea de lo justo, es factible señalar la situación de espantosa

desigualdad que viene sobrellevando Latinoamérica: “los pobres y miserables

son cada vez menos percibidos como personas morales [la jerarquía social].Ve

en ellos una suerte de residuo social inabsorbente (...) En suma, las elites no

se preocupan más en legitimar los valores de su visión del mundo”

(Fraga,2003: 43).

78

Esta sociedad neoliberal ya no alberga sino que desampara, decretando el

fin de derechos sociales imprescindibles “ proponiendo devolver al mercado la

regulación de cuestiones como la educación, la salud, la habitación, la

previsión social, los transportes colectivos” (Coutinho.2000: 66). Es el

momento en que ya no se puede sostener un imaginario de derechos

“naturales “ ya que los derechos escasean, se fragilizan o desaparece la

“expectativa” de poder recibirlos. Surge así la figura del “inintegrable” :

La precarización del empleo y el aumento del desempleo constituyen sin

duda la manifestación de un déficit de lugares ocupables en la estructura

social, si entendemos por “lugar” una posición con utilidad social y

reconocimiento público (...) todo ocurre como si nuestro tipo de sociedad

redescubriera con sorpresa la presencia en su seno de un perfil de

poblaciones que se creían desaparecidas: los “inútiles para el mundo”,

que viven en él pero no le pertenecen realmente. Ellos ocupan una

posición de supernumerarios, flotan en una especie de tierra de nadie

social, no integrados y sin duda inintegrables (Castel,1997: 416).

Considero que no sólo la “promesa” emancipatoria (Coutinho,2000) no se ha

cumplido -como es evidente- sino que además el modelo neoliberal busca

desmantelar el marco mismo del vínculo sujeto-sociedad generado desde la

modernidad keynesiana. Lo que implica que: “De golpe o paulatinamente se

pierde el conocimiento de las reglas que rigen la interacción societaria acerca

de la vida y de la muerte, del delito y su penalización” (Puget,1991: 28). Esto

explica cómo el trabajo y la educación hayan pasado a ser condiciones de

exclusión social generalizada, lo que es especialmente claro en el caso de los

jóvenes.

Esta situación de catástrofe social por tanto no es simplemente “pérdida” de

situaciones consolidadas, es también y simultáneamente la consolidación de

nuevas formas de interacción societaria. Desde esta perspectiva la violencia

cotidiana podría pensarse como un recurso de re-amparo (basado en la

presencia de la fuerza) frente al desamparo ( basado en la ausencia de

credibilidad y sustento social). De esta manera se busca sentir que se controla

la amenaza externa de lo desamparante, transformado en algo interno más

manejable.

79

Las estrategias de supervivencia se diversifican y se naturaliza lo que hasta

hace poco tiempo era probablemente insólito. Para dar un ejemplo, la

extendida y habitual práctica del pedido de limosna en cada rincón de la

ciudad.

En la medida que estas prácticas implican “resignación” (lo que puede ser

más que discutible), podría pensarse que predomina lo que P. Aulagnier (1994)

llama enajenación, por la cual se logra : “seguridad, certidumbre y [se] evita el

conflicto, sometiéndose a un sistema social que prohibe el pensar libre”

(Puget,1991: 29) [negritas por mi parte] .

Sin embargo y por suerte, no es seguridad y certidumbre lo que se observa,

sino bronca, desaliento, escepticismo y fenómenos de resiliencia. Sin embargo,

al mismo tiempo, se afirma una insuficiencia de la capacidad de discriminación

del mundo interno y el mundo externo: el miedo personal es el miedo de todos;

la violencia de afuera es la violencia de adentro; el desamparo colectivo se

enlaza al desamparo subjetivo.

Concomitántemente si el sentido de humillación y degradación persisten, se

pierden los enlaces y basamentos imprescindibles que garantizan la

mantención y la inserción en el pacto social:

la característica más significativa de nuestra época, es lo que he

propuesto denominar como un estado que se encuentra más allá

del malestar en la cultura. Ha disminuido o se ha hecho

virtualmente inexistente por momentos y para enormes capas de

la población, el placer mínimo necesario para que participar en la

cultura tenga algún sentido, y por lo tanto para que el espacio

sociocultural sea investido. La experiencia de sinsentido en la

participación en dicho espacio, es lo que caracteriza el estado

que se ubica más allá del malestar cultural (Franco,1999: 4).

Las instituciones sociales ya no parecen sociales por su imposibilidad de

transmitir ligadura social y perspectiva de futuro:

Todo el conjunto de la vida social es atravesado por una especie de

desinstitucionalización entendida como una desvinculación respecto

de los marcos objetivos que estructuran la existencia de los sujetos.

80

(…) hay segmentación y fragmentación de las tareas, precariedad,

aislamiento y pérdida de las protecciones.(…) Pero hoy en día vemos

desarrollarse otro individualismo, esta vez de masas, que aparece

como una metamorfosis del individualismo.(…) Pero conserva el

rasgo fundamental de ser un individualismo por falta de marcos y no

por exceso de intereses subjetivos (Castel,1997: 472).

A nivel de la subjetividad esta sensación de soledad y vacío por ausencia de

marcos socializadores lleva a que:

Los trastornos narcisistas se presentan no tanto en forma de

trastornos con síntomas claros y bien definidos, sino más bien como

“trastornos de carácter” caracterizados por un malestar difuso que lo

invade todo, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la

vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres

(Lipovetsky,2000: 76-77).

Desde esta perspectiva de incertidumbre y fragilidad social, Silvia Bleichmar

señala:

podríamos definir hoy como "sobremalestar", o "malestar sobrante", la

cuota que nos toca pagar(...) que lleva a la resignación de aspectos

sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias

sobreagregadas (...) Las dificultades materiales, la imposibilidad de

garantizar la seguridad futura, el incremento del anonimato y el

cercenamiento de metas en general no alcanzan para definir, cada una

en sí misma, este "malestar sobrante" (...) El malestar sobrante está

dado, básicamente, por el hecho de que la profunda mutación histórica

sufrida en los últimos años deja a cada sujeto despojado de un proyecto

trascendente que posibilite, de algún modo, avizorar modos de

disminución del malestar reinante (Bleichmar,1997: 1) .

Por su parte Ulrich Beck (1997) habla de sociedades de riesgo entendiendo

por tales aquellas en las que riesgos sociales, económicos u otros escapan a la

posibilidad de que sean protegidos por las instituciones tradicionales, lo que

incrementa amenazas que pueden llegar a ser incontrolables. Giddens (apud

Beck,1997) indica cómo en el mundo actual las oportunidades y peligros se

81

presentan de igual modo. De la misma forma Ariés-Duby afirman: “han nacido

nuevas incertidumbres (...) El verdadero miedo de los años `80 es la

inseguridad por la propia persona y por los propios bienes (Ariès-Duby v.

IX,1990: 196-197).

Este riesgo social al “deportar” certezas mínimas, tranquilizadoras y

fundantes de la subjetividad, eterniza un estado de duda y malestar que excede

la capacidad de tolerancia y transformación psíquica. Se trata de condiciones

que incentivan la inseguridad dentro de un universo caótico e inaprensible. Lo

sólido se substituye por lo fluido, los contenidos por superficie, el futuro por lo

inmediato, los proyectos de vida por estrategias de supervivencia.

La supervivencia urgente, lo inmediato que “desolla” psíquicamente anulan la

capacidad de la memoria y la posibilidad de hacer duelos tal como mencioné a

propósito de la persistencia transgeneracional de contenidos de la dictadura.

Enriquez señala atinadamente que “ una sociedad sin memoria o con memoria

alterada es una sociedad alienada” (Enriquez,2000: 193).

A corto y mediano plazo esta cotidianeidad “devoradora” anula la capacidad

yoica de anticipación (Aulagnier,1975) y la posibilidad de proyectar proyectos,

sociales y personales. Esto implica –como ya indiqué - un detrimento del ideal

del yo a favor del yo- ideal, estructurado en torno a un funcionamiento mental

regresivante opuesto a un ideal del yo que “implica la idea de proyecto”

(Chasseguet-Smirgel,1975: 51). Sin posibilidad de concretar proyectos se

anula el sentido de porvenir y de esperanza, basamentos fundamentales en la

matriz social de la modernidad keynesiana.

Los substituyen la desesperanza y la desesperación, lo que facilita el empuje

de la pulsión de muerte, imponiendo un traumatismo de muerte (Golse,2000).

Este impacto de lo traumático:

pone en riesgo, en mayor o en menor medida, dos grandes aspectos de

la organización del yo y su función: la autopreservación y la

autoconservación (…) lo traumático es aquello que pone en riesgo tanto

la forma que el yo se representa la conservación de la vida (…) las

formas en las que el yo se siente en riesgo respecto de los enunciados

identificatorios que lo constituyen (Waisbrot,2002: 40 ).

82

Como señala Janin (1989) es un “sálvese quien pueda”, con un predominio

del individualismo que deja a todos indefensos: niños, jóvenes y adultos. Silvia

Morici (2002) describe cómo el carácter destructivo del acontecimiento, implica

la prevalencia del sentimiento de impotencia y, por ende, de abatimiento, al

asistir a la precipitación de ese  orden indispensable para la supervivencia. La

metáfora del “derrumbe” tiene un referente real y concreto: asistimos a un

“untergäng” 33 social implacable, una demolición estrepitosa de ordenadores

básicos del sentido social e individual. Devastación por el cual el movimiento de

desconstrucción parece superar al movimiento de construcción.

Quizás por eso se dice que nuestra época es antifilosófica. Ya no tiene

sentido complicarse porque la vida misma se manifiesta como una

complicación insoluble y diabólica:

¿Sociedad bloqueada ?Jamás se transformó con tal rapidez (...)

Y en este mundo desorientado (en el sentido etimológico de la

palabra, es decir ,que ha dejado de saber por dónde se levanta el

sol) ,el hombre, sea cual sea su estatuto, su papel y su función,

está más solo que nunca, confrontado a la dificultad de elección

(Ariès-Duby, v. IX,1990: 238).

Como indica Araujo (2002) asistimos a una degradación sistemática de la

existencia de vastos sectores del cuerpo social ante la impunidad de quienes la

producen, ante la indiferencia, ignorancia o resignación del resto del “cuerpo”

social. Situación que bien puede ser considerada como manifestación de

crueldad:

Un acto es cruel en la medida en que encuentra al otro sin recursos para

hacer algo (...) la crueldad del otro humano es la manifestación de la

imposición de un acto, de un enunciado, de una idea, a otro- sujeto que no

está en condición de recibir, que no tiene dónde poner (…) eso que le es

impuesto, sea porque lo excede en ese momento o porque el acto conlleva

un imposible en cualquier momento, es decir, porque se trata de una

33 Caída o derrumbe en alemán. Termino usado por Freud (1924) en relación al Complejo de Edipo.

83

producción que excede la situación y causa una brusca destitución o

expulsión de alguno de sus ocupantes (Waisbrot,2003: 156-157).

Me planteo entonces hasta qué punto esta sociedad de mercado

omnipotente y asombrosamente indiferente a los males que ella misma ha

provocado, se relaciona a lo que Hanna Arendt (2004) llama la banalidad del

mal :

cuando además es atacado en su cuerpo familiar y/o social, al diluirse el

continente-sostén de la confianza básica en lo humano protector, lo que

queda en su lugar es ocupado por vivencias del orden de lo siniestros y

de lo terrorífico. Cae el velo de la palabra, soporte de la subjetividad y la

diferencia, queda una vez más inmolada. Lo traumático no encuentra

palabras ni representaciones, anudándose de este modo violencia y

desamparo. Observamos en esta falla en la ligadura se puede registrar

en la ruptura de la solidaridad, la violencia banalizada, las guerras

fratricidas y también en aquellas situaciones que hemos denominado del

“mal cotidiano”, y del “mal del horror” (Czernikowski,2003: 306).

Describiendo a Eichmann, Arendt (2004) señala que es su “normalidad” lo

que le parece un hecho enteramente nuevo. Ni perverso ni sádico es

absolutamente inconsciente del mal que ha hecho, de sus consecuencias y

ramificaciones. Es simplemente un ejemplar y terrorífico “engranaje”

hiperadaptado que cumple de forma “gloriosa” con sus obligaciones, sean cual

fuere las consecuencias.

ll.7- La familia y lo paterno

Laura Tavares señala que el neoliberalismo no se limita a: “medidas

económicas de efectos coyunturales y /o transitorias [sino que trae]

consecuencias sociales graves y permanentes, muchas veces de difícil vuelta

atrás” (Tavares,1999:171) . Este capítulo desarrollará justamente una de estas

consecuencias: el pasaje de la familia nuclear de la modernidad keynesiana a

lo que llamo familia expoliada desde el neoliberalismo. Es necesario sin

embargo señalar que las transformaciones de la familia forman parte de un

proceso más amplio y anterior al neoliberalismo, de transición demográfica, de

individualización y de transformación de las relaciones de producción, que

84

incluye además cambios en la construcción de género que lleva a una

creciente participación de la mujer en el mercado de trabajo. Asimismo es

necesario señalar la cantidad de cambios sexuales existentes, nuevas

tecnologías reproductivas y aumento significativo de la tasa de gravidez entre

mujeres jóvenes y adolescentes (Vasconcelos & Morgano, 2005).

Cabe indicar que, como ya desarrollé, había elementos que eran

fundamentales a la familia del modelo keynesiano: hogar, trabajo, capacidad de

transmitir protección, albergue y apuntalamiento en la construcción de

subjetividad. Cuerpo materno albergante y palabra paterna ordenadora, se

constituían en un modelo de estabilidad y homeostásis por excelencia, como

“nido” al que siempre se podía retornar desde nuestros sueños y recuerdos.

Recuerda Araujo (2002) que “los “dioses” de la modernidad eran

principalmente el trabajo, el ahorro, el orden, la salud y la higiene corporal. Se

trataba así de ser “útil” a la sociedad y a “si mismo”. Estos elementos

equilibrantes están destruidos desde el neoliberalismo:

se constata entonces un deslizamiento de los principales parámetros que

aseguraban esa armonía frágil (...) El trabajo-como lo hemos verificado a lo

largo de este recorrido- es más que el trabajo, y por lo tanto el no- trabajo es

más que el desempleo, lo que no es poco decir (...) Se trataría de una

mutación completa de nuestra relación con el trabajo y, en consecuencia, de

nuestra relación con el mundo: habría que inventar una manera totalmente

distinta de habitar este mundo, o resignarse al Apocalipsis (...) De modo que

el problema actual no es sólo el que plantea la constitución de una “periferia

precaria” sino también el de la “desestabilización” de los estables (...) En

esta dinámica no hay nada de “marginal”. Así como el pauperismo del siglo

XIX estaba inscrito en el núcleo de la dinámica de la primera

industrialización, la precarización del trabajo es un proceso central, regido

por las nuevas exigencias tecnológico-económicas de la evolución del

capitalismo moderno (Castel,1997: 390-413).

Esta situación conlleva a una reestructuración general de la identidad y de

los vínculos y por ende a una desestructuración familiar aguda que acusa el

“impacto” de la desinserción social. Esto comporta en la familia la

desarticulación y la confusión de los roles, el desencanto con el conjunto social,

85

el aislamiento y el sentimiento de amenaza constante (“catástrofe inminente” )

por el miedo a perder el empleo (Araujo,2002). La humillación pasa a ser un

hecho innegable tanto como su correlato, la necesidad del sometimiento

(Forrester, 2000).

El conjunto familiar alberga entonces emociones desestabilizadoras y

desbordantes como la vergüenza, la depresión, la denigración ante los

antecesores y agobio y culpa frente a los hijos:

Hay una deuda que se paga para arriba, pero que, fundamentalmente, se

paga para abajo. La deuda contraída con los padres, se paga con los hijos.

Y esta es una deuda imperiosa, acuciante e impostergable. Es una deuda

que no puede eludirse. Cuando las circunstancias externas nos impiden

saldarla - deshonrados por no poder honrar nuestras obligaciones- (...)se

nos impone como humillación insoportable(...) Eso quiere decir que, por

primera vez, una generación entera se ve impedida de pagar la deuda

contraída(...) El default, la quiebra que nos impide pagar la deuda externa,

no solo alude al fracaso económico que nos supone culpables ante un

compromiso contraído en nombre nuestro, vaya uno a saber por quién,

sino que genera un profundo conflicto psíquico en la medida que funciona

como interdicción para que podamos asegurarles a nuestros hijos, lo

mismo que nuestros padres nos dieron a nosotros (Volnovich, 2002: 1-2) .

De esta manera podemos suponer que se aniquila la posibilidad de que los

padres mantengan una versión digna y honrosa de si mismos. Imposibilitados

de cuidar al ser expoliados en tanto adultos, pierden el orgullo de sostener

emocionalmente a su hijo y – cosa no menos importante - pasan a sufrir el

“impacto” de la perplejidad de éste, que no sabe ya “cómo” estar orgulloso de

su progenitor.

Situación desgraciada por la cual son ahora los hijos los que no pocas veces

pasan a ser cuidadores de sus padres. Cuidado material tanto como psíquico,

por el cual (Janin,1989) los niños quedan como depositarios de las angustias

de los padres, instalados en un rol de cuidadores por el cual intentan evitar

que sus progenitores caigan en estados de depresión o de desborde. Descuido

de sí mismo que alienta una política de expiación y sacrificio de sí, por la cual

el hijo pasa a funcionar a modalidad de objeto único narcisista (Berenstein,

86

1988), descuidándose la regulación de la autoestima, la capacidad de tolerar la

ansiedad o la vitalidad del deseo (Berman,1994) .

La construcción de subjetividad se realiza así desde un apego

desorganizado (Fonagy, 2000), que no implica necesariamente maltrato físico,

pero sí psíquico. El padre - cuidador ya no puede olvidarse de la “realidad

social”, que le permitía al niño sostener su crecimiento sin preocuparse por

aquélla. Por el contrario estos padres “agobiados” ni son protectores ni se les

permite seguir encarnando a la sociedad. De allí que el niño en vez de estar

pendiente de su próprio crecimiento está pendiente del “derrumbe” de sus

padres.

De esta manera el niño genera prematuramente una estructura social en su

mente, que implica un incentivo de su papel de hijo mesiánico que en vez de

“nutrir” su aparato psíquico, nutre al de sus padres. El niño percibe

inevitablemente que éstos son maltratados, por lo que se transforma en un

“experto” de sus necesidades emocionales y de sus estados de ánimo.

La construcción de subjetividad se consolida en torno a la expectativa

ansiosa , la inseguridad prevalente y la dificultad de consolidar un self cohesivo

y discriminado del de sus padres. En la medida que éstos no logran encontrar

una versión reconocible de sí mismos a nivel social, el infante tampoco logra

encontrar una versión reconocible de sí en ellos. De esta manera se patologiza

el borde del aparato psíquico encargado de los procesos de discriminación y

diferenciación

La acentuación de este cuidado dificulta la presencia de la ambivalencia

como generadora de salud mental debido a que el odio pasa a experimentarse

de forma aterrorizante y culpógena, características de la etapa

esquizoparanoide y la identificación proyectiva masiva (Baranger,1971). El

maltrato social que reciben los padres los incapacita para sostener la ilusión de

un aparato psíquico autogenerado en sus hijos. De allí que insisto en un trabajo

anterior en la importancia de tener en cuenta ideas de P. Aulagnier :

la fantasía partenogenética [implica una] actividad estructurante del

psiquismo adolescente. P. Aulagnier (1994) plantea que la autoactividad

psíquica es fundamental al psiquismo. Señala que en cierta medida,

87

aunque la subjetividad se genera desde el otro, el psiquismo debe poder

erigir la posibilidad de autocrearse (Klein,2004: 18-19) .

Los padres se encuentran de esta manera preocupados por otro borde, el

familiar, elaborando (cuando les es posible) practicas de supervivencia

desesperadas.

Cabe aclarar que aunque lo social siempre está presente, no es lo mismo

que se “revele” a través de la mediación familiar, a que se imponga invadiendo

y vaciando la configuración familiar. En vez de ser marco silencioso, lo social

pasa a ser un “aullido” que resquebraja la capacidad intersubjetiva del aparato

psíquico, imponiendo violentamente fenómenos transubjetivos (Kaës,1993). Me

pregunto si no es posible relacionar a esta situación los llamados fenómenos

de psicofobia (Valdré,1998) encontrable en adolescentes graves, por la cual se

teme y se evita a la propia actividad de pensar.

Desde Winnicott (1981) podemos valorar la importancia de poder contar con

marcos adecuados de sostén, sosteniendo un ambiente predecible y

suficientemente bueno, que consolida el sentimiento de control y

reconocimiento. Así desde la matriz modernista keynesiana los progenitores

podían tener temor ante la “salida” exogámica de su hijo, pero el mismo existía

una dosis nada despreciable de orgullo y esperanza familiar ante un

descendiente que adquiría autonomía y capacidad de decisión. Su negativo,

por el contrario, es lo que presenté como vivencia de catástrofe inminente, que

en definitiva implica el pasaje de padres cuidadores-protectores a padres

desamparados.

De esta manera el proceso dialógico y los intercambios afectivos, simbólicos

e interactivos (Lyons-Ruth,2004) se substituyen por mensajes ambiguos,

dobles mensajes o secretos inconfesables, que acentúan procesos de

endogamización y clausura familiar, menos por falla en la función paterna, que

por un robustecimiento defensivo de los sistemas de protección de la familia

frente al desamparo general.

Lo que he indicado en otra publicación (Klein,2003) política del tanteo, dando

a entender la importancia de que el adolescente mantenga capacidad de

exploración y elaboración ante lo nuevo e inédito, corre peligro de extinguirse

substituida por una política de desconcierto, relacionada a una situación

88

inesperada e incomprensible que “sacude” los cimientos estables de lo que era

la clase media y la sociedad en general.

Si el padre de la horda es aquél que puede afirmar (Freud,1913) : “Yo soy la

ley porque tengo la fuerza, soy indiscutible”, la figura de padre que se va

delineando alude por el contrario a la debilidad y el estrago. Es un padre que

no es fuerte, no se cree fuerte, ni se lo ve fuerte. Roudinesco indica como el

padre “A causa de su impotencia económica, ya no da miedo”

(Roudinesco,2003: 154). Si a veces aparece como padre - ogro es más bien en

el orden de lo payasesco, porque en realidad es un padre en verdadero estado

fluido.

No puede ser ni el padre terrible del segundo tiempo del Edipo (Lacan,1979),

ni el padre representante de la ley -como función paterna- en nombre de una

sociedad, que en realidad lo desprecia olímpicamente. Como certeramente

analiza Joel Birman la función paterna se articula de forma decisiva a lo social:

E sobre este ponto específico que gostaria de realizar a crítica a

leitura lacaniana da lei, de maneira que possa retirar as

conseqüências inevitáveis para a interpretação da justiça(...) No

Brasil, a lei é letra morta, na verdade, e completamente dissociada

das práticas sociais da justiça. A concepção simbólica da lei não

pode ser restringir aos processos lingüísticos, mas deve ser

necessariamente relançada nos campos social e político, nos quais a

economia política dos bens e valores intercambiados no espaço

social remete para a economia psíquica das pulsões, desejos e

demandas dos atores sociais (...) Creio que o funcionamento

concreto da sociedade brasileira nos permite perceber, de maneira

privilegiada, o intervalo existente entre o registro simbólico da lei e o

funcionamento normativo da justiça (Birman, 2001: 280-281 ).

Debo aclarar de cualquier manera, que este cambio en la función paterna es

indisociable de la desestructuración de la familia nuclear, relacionado a un

largo proceso que va más allá del neoliberalismo. En este sentido es posible

constatar una progresiva “socialización” de aspectos familiares, donde

instituciones sociales (escuela, la religión,etc.) asumieron aspectos del papel

89

del maternaje y el paternaje. Así las estructuras sociales generan un cambio en

la familia que es necesario tener en cuenta detenidamente:

Esta familia se asemeja a una tribu insólita, una red asexuada,

fraternal, sin jerarquía ni autoridad y en la cual cada uno se siente

autónomo o funcionalizado (...) A partir de ello, la dominación

paterna sólo pudo ejercerse en una coparticipación consentida

que respetaba el lugar de cada uno de los miembros ligados por la

institución matrimonial (...)Herido en cuerpo y alma, el patriarca

mutilado de este nuevo orden simbólico ya no podría hacer valer,

por lo tanto, mas que el don de su patronímico para afirmar su

derecho a una especie de nominación “adoptiva”(...)En lo

sucesivo, el padre comparte con la madre el poder sobre el hijo, y

sus antiguas prerrogativas, ya muy debilitadas con el paso de las

décadas, se reducen prácticamente a nada. La familia se

convierte entonces en “coparental” y comienza a hablarse de

“coparentalidad” ( Roudinesco,2003: 168-111).

Este cambio de roles que describe Roudinesco es también relacionable a un

sentimiento de impotencia, que hay que tratar de evitar encajar a un discurso

conservador que añore la “restauración” de un padre fuerte. En este sentido

sería mejor indicar que no es un “ya no hay necesidad de hacer de padre” sino

que más bien aspectos de lo paterno se han vuelto imposible o se ha agotado:

La desocupación como marca de identidad y no como estado

temporario, así como el sentimiento de vergüenza, nos hablan de

nuevas condiciones erosionantes de autoridad (...)despojan a los padres

de valía y, en consecuencia, de autoridad.Los varones y las mujeres

actuales ya no pueden reconocer un mandato, ni para impugnarlo ni para

cumplirlo (Duschatzky,2002: 61-79).

De esta manera la familia sufre cambios sustanciales:

esta subjetividad (...) no tiene en las figuras adultas de la familia o la

escuela ningún referente; por el contrario, se aluda a tales figuras

mediante la agresión, la injuria y a veces, mediante una expresión que

90

oscila entre la queja y el reclamo de que no son escuchados (…) El

padre es prácticamente una figura ausente y la madre se insinúa como

impotente, sufriente (…) La familia ya no es el lugar de transmisión de la

ley a través de la figura paterna; el trabajo ya no es el espacio que

reafirmaba el lugar del padre como proveedor de la familia; el mandato

de estudio arraigado en la creencia de que estudiar era la garantía de

un futuro mejor se ha derrumbado (idem: 63).

Se impone el hecho de que un padre débil no ofrece sustento para una

operatoria simbólica (Dofour, 2005) relacionable a un estilo de modernidad

keynesiana, lo que implica el abandono del sujeto a su suerte y una

traslocación de la linealidad temporal “ y con ella, la ruptura de los vínculos

entre las generaciones, es decir, entre pasado y presente” (Hobsbawm,1995:

25) .

Cuando el padre ya no sabe bien qué es ser padre, algo de lo temporal se

quiebra, pasando a predominar lo discontinuo sobre lo continuo. Igualmente

cuando la madre ya no ocupa ese lugar de intermediario entre el adentro del

hogar y el afuera social, surge una dificultad en consolidar el espacio

transicional, lo que incide en el predominio de una problemática del vacío .

Para los adolescentes específicamente, implica la imposibilidad de acceder a

la confrontación generacional (Winnicott, 1972), la que requiere adultos que se

reconocen como tales, sosteniendo capacidad de fuerza y decisión (Klein,

2002). Situación que señala la inexistencia de un basamento social desde el

cual el adulto se pueda proyectar, sostener y prolongar como padre,

perdiéndose las estructuras de mediación para que se transforme en

representación mental dentro del aparato psíquico de su hijo.

En su lugar aparecen vínculos culpógenos y endeudantes (Kancyper,1992,

1997), perdiéndose condiciones estructurantes fundamentales que hacen a la

construcción de subjetividad: “A presença real, de um pai ou de um Otro que

faça presença, é fundamental para as operaçoes de simbolizaçao fundadoras

de uma ética e de uma subjetividade, posiçao do sujeito pressuposto

necessária à vida social” (Gryner,2003: 136).

De esta manera la familia actual es considerada “emergente de un cambio

social incipiente” (Wainerman,1996:212 ) por el cual ya no es, ni puede ser,

91

figura intermediaria entre sus integrantes y la sociedad: “la familia no sólo se

define como el crisol de una fuerza esencial para la civilización (...) se la juzga

necesaria para cualquier forma de rebelión subjetiva: la de los hijos contra los

padres, los ciudadanos contra el Estado, los individuos contra la masificación”

(Roudinesco,2003: 97).

En la medida que el adolescente confrontaba con su familia, diluía y

encauzaba una agresividad puesta al servicio del crecimiento (Winnicott,1972).

Como desarrollo en un trabajo previo, se comportaba así heterocinésicamente 34 con respecto a su familia desplegando una subjetividad que se complejizaba

desde una situación de rebeldía y confrontación. Dimensión que al no poder

sostenerse más, incentiva por el contrario una subjetividad heteróclita 35 por la

cual pasan a predominar en su subjetividad vivencias descontroladas,

irregulares, ominosas, resultado del “despedazamiento” de un doble marco

amparador: la familia como sostén y el borde psíquico como garante del

“cuidado de sí” (Klein,2002).

ll.8- Tres tristes tópicos : ser joven, pobre y latinoamericano

En este apartado, como se verá, me concentro especialmente en la situación

de los adolescentes de dos países latinoamericanso: Brasil y Uruguay. Una

adolescente de un barrio de clase media empobrecida de Montevideo,

comentaba en un grupo: nosotros crecemos de golpe... A lo que yo ,por dentro,

agregaba para mí mismo: y a golpes. El golpe, a los golpes, las golpeaduras,

creo que son una de las metáforas más desgraciadas, pero más atinadas, con

que puedo caracterizar al vínculo del adolescente uruguayo- latinoamericano

con su medio social hoy.

Es de destacar que esta metáfora del golpe, refleja cómo se ha “quebrado” el

contrato implícito entre la adolescencia y la red social de la modernidad

keynesiana (Klein,2003). Como ya he desarrollado, entiendo que este contrato

enunciaba de forma tácita, pero no por eso menos vigorosa, que esa sociedad 34 La heterocinesia es la ejecución por un individuo de movimientos contrarios a los que sele indican (VISOR,1999).

35 Lo heteróclito conlleva fenómenos que aparentemente contradicen las reglas gramaticales. (VISOR, 1999).

92

era un espacio amplio y generoso, con capacidad de “albergar” a un nuevo

miembro en ella a través de derechos y obligaciones, es decir con perspectivas

laborales y/o de estudio: “Trabajo y educación fueron prácticas privilegiadas

para dar sentido a la identidad en la modernidad. Sin embargo, el proceso

histórico pone de manifiesto la crisis de estos modos de socialización”

(Cohendoz,1999: 2) .

A cambio se esperaba que el sujeto cumpliera ciertos requisitos

imprescindibles en relación a crecimiento, madurez y experiencia, lo que lo

habilitaría a ser nombrado y auto-nombrarse como un ser adulto-ciudadano.

Es así como entiendo el concepto de moratoria de Erikson (Maier,1980): un

acuerdo entre partes, donde más allá de probables enfrentamientos, existía

una reconciliación inquebrantable de fondo. El sujeto creaba una historia de

vida y a cambio la sociedad recibía la “ilusión” de poder regenerarse,

transformarse y solidificarse a través de sus jóvenes.

Sin embargo las cosas se han modificado. La sociedad ya no alberga sino

que desampara. Ya no tiene ( o así se intenta imponer desde el imaginario)

lugar para todos y el pasaje por distintas experiencias etarias se hace difícil:

Sobre o pano de fundo de uma relativa descronologização

do percurso das idades, e uma dificuldade geral de lograr

inclusão plena, a entrada no mundo adulto se faz cada vez

mais tarde (estendendo ainda mais o tempo da juventude),

segundo etapas variadas e desreguladas (Wendel,2005:

44).

De esta manera, entre los grupos sociales más afectados por el

neoliberalismo se encuentra la juventud empobrecida:

La mayoría de los derechos económicos, sociales, culturales

y ambientales es negada a ese segmento. La educación es

poco adecuada a la realidad juvenil, el acceso al trabajo- y los

medios legales de generación de empleo y renta- le es

vedado ( Fraga,2003:10) .

93

Simultáneamente hace crisis la posibilidad un Estado “que requiere la

cooperación y el auto-control en el ejercicio del poder privado”

(Kymlicka,1997:16)

Es inevitable que en estas condiciones emociones de confianza y

reciprocidad sean substituidas por otras, de desconfianza y paranoia:

Interrogamo-nos sobre as relações de ódio (senão, de hostilidade)

existentes na sociedade brasileira entre um segmento populacional

jovem que (...) se sente “violentado” na sua condição de ser humano,

e uma parte da sociedade que teme e repudia uma porção da

infância e da juventude considerada “imprestável” socialmente e que

atua no sentido de “eliminá-la ” (Missae,2002: 28) .

De esta manera señalo que la moratoria eriksoniana ha entrado en

moratoria, sugiriendo en cambio el término de pseudo-moratoria como un

descriptor más efectivo de esta realidad desamparante. Esta pseudo-moratoria

ya no es ese dispositivo de antaño que retrasaba, tanto como preparaba la

renovación del pacto social keynesiano. Hoy en día el joven si se prepara para

algo, es para la inactividad, la emigración, la violencia, la exclusión o el

desaliento:

con la gradual implantación de medidas neoliberales (...) asistimos a una

vehemente producción de inseguridad, miedo, pánico articulados al

crecimiento del desempleo, la exclusión, la pobreza y la miseria (...) los

jóvenes pobres, cuando escapan del exterminio, son los ‘excluidos por

excelencia’, pues ni siquiera consiguen llegar al mercado de trabajo formal

(...)Para los que consiguen sobrevivir, están previstos diferentes tipos de

encarcelamiento. Muchos jóvenes pobres mayores de 18 años están

confinados en las prisiones ( Fraga,2003: 27-28) .

Como señala Duschatzky (2002) este nuevo orden necesita de los

integrados y de los expulsados, pero no en el sentido de una disfunción, sino

como estructurante de lo social. Es un estar por fuera del orden social,

produciendo un inexistente, “ un "desaparecido" de los escenarios públicos y de

94

intercambio. El expulsado perdió visibilidad, nombre (...) transitan por una

sociedad que parece no esperar nada de ellos (idem: 18).

De esta manera no es sorprendente que las instituciones que antaño incluían

e integraban sedimentando un “joven conductor de acción dirigido al futuro

(Fraga,2003: 46), se encargan hoy por el contrario, de eliminar las condiciones

y posibilidades de integración:

(...) también la empresa fracasa en su función integradora de los jóvenes.

Al elevar el nivel de las calificaciones exigidas para el ingreso, desvaloriza

a una fuerza de trabajo incluso antes de que haya entrado en servicio.

Jóvenes que hace veinte años se habrían integrado sin problemas en la

producción, se encuentran condenados a errar de pasantía en pasantía, o

de una pequeña tarea a otra (Castel,1997: 408).

Aunque el joven consiga un trabajo es factible que, o quede rápidamente

desempleado, o que ocupe cargos de rango netamente inferior (Tavares,

1999), (Fraga, 2003). Las investigaciones demuestran que se impone una

educación para el desempleo (ídem) 36. De esta manera la situación de

escepticismo que mantienen los jóvenes, en el fondo parece ser bastante

realista si consideramos las denigrantes ofertas laborales que se les ofrecen o

los niveles de bajísimo salario y la inestabilidad crónica de sus contratos de

trabajo. Igualmente la educación se transforma en causa de exclusión

(Abramovay, 2002).

Esta situación consolida un sentimiento de desencanto generalizado por lo

que “El discurso de los jóvenes(...)está permeado, casi todo el tiempo, por el

miedo al futuro” ( Fraga,2003: 259). El joven se educa cada vez más fuera de la

escuela y no ‘dentro’ de ella: “cuanto mayor es la edad del joven (...) menor es

la frecuencia a la escuela” (ídem : 244) .

Un correlato que no se hace esperar es la criminalización del joven que lo

sindica como violento. Tanto si se identifica con el agresor como si es víctima

de él, la situación permite generar un rápido, antiguo (¿e hipócrita?)

convencimiento: lo que pasa a los jóvenes es culpa de los jóvenes, incapaces

36 Lo que contradice el argumento de los trabajos están pero lo que falta es gente calificada para ellos.

95

de dejar de ser vulgares, salvajes, descontrolados...En otras palabras: si los

jóvenes están tan mal es porque se lo buscan o se “lo merecen”.

Se habita pues la violencia tanto reflejando “ situaciones de expulsión social”

(Duschatzky,2002: 97) que inciden en pobreza de experiencias simbólicas

(Missae,2002), como por imposición de un imaginario que “violenta” lo que de

por sí ya es violento.

De esta manera y progresivamente, enormes grupos de jóvenes son

marginados de los sistemas de enseñanza, del trabajo y en general de los

derechos de ciudadanía. La experiencia social se empobrece impidiendo que

“ la construcción identitaria del joven de las clases populares sea alimentada

por autónomas y divergentes configuraciones del sujeto” ( Fraga,2003: 50).

Es una sociedad que necesita que algunos de sus integrantes estén en un

no- lugar “por lo que parte de sus miembros ,y especialmente los jóvenes de

las clases sociales más carentes, asumen un lugar de sobrantes”

(Coutinho,2000: 53). Coutinho enfatiza que los derechos de ciudadanía son

sociales, resaltando la importancia de la “ ‘expectativa’ de poder recibirlos “

(ídem: 54). Esta expectativa se relaciona a mi entender al cumplimento de una

“promesa” que es, como indiqué, basamento fundamental de la modernidad

clásica y keynesiana, se haya o no cumplido:

es preciso concebir la modernidad también desde el ángulo de la

ampliación y de la universalización de la ciudadanía, o sea, concebirla

como una época histórica marcada por la promesa de plena

emancipación de los hombres (...) las generosas promesas de

emancipación que ella creó, todavía no fueron realizadas (idem: 68-69).

Esta falta de expectativas y de “ escasez” de derechos “naturales” implica

en el caso de los jóvenes, la imposibilidad de seguir sosteniendo su

“prometida” inserción social. En otras palabras, se trata quizás de la

improbabilidad del acceso a los derechos y los deberes de ciudadanía, lo que

se relaciona a sentimientos de inseguridad, desconcierto y desesperanza.

De esta manera se hacen presentes aspectos de un proceso de des-

ciudadanización, que se agudiza obviamente entre los grupos sociales más

pobres y desprotegidos, por lo cual el joven pierde marcos de referencia

96

identitarios y de integración social, con extrema dificultad para que emergan

referentes sociales substitutivos. La promesa keynesiana se debilita en tanto la

adolescencia ya no pasa a ser etapa de “integración” social, sino de

“extrañamiento” social. Los derechos y las obligaciones ya no pueden

establecerse a priori, debido a que las mismas se formulaban y ajustaban

preferentemente a través del trabajo y la educación, los que están ahora

cuestionados y relativizados. Es un sujeto que pierde calidad de individuo, si

entendemos por “individuo” una construcción social- subjetiva inseparable del

marco de ciudadanía keynesiana.

Dentro de esta situación cabe resituar el debate sobre la problemática de la

“vulnerabilidad social” (Abramavoy, 2002). A mi entender él demarca una

situación en la que, al contrario de lo que indica Hanna Arendt, que define

ciudadanía como “reconocimiento al derecho a tener derechos (idem: 23), tal

operatoria de reconocimiento está imposibilitada para la gran mayoría de los

segmentos excluídos de la población joven latinoamericana.

Por el contrario lo que se acentúa,como ya indiqué anteriormente, es un

proceso de identificación con el agresor (Frankel, 2002) por el cual algunos

adolescentes hacen “suya” la imagen marginal que la sociedad alienta sobre él.

Probablemente en el entendido de que ser lo que la sociedad desea, aunque

implique tal negatividad, es una manera ciertamente alienada, de recibir

existencia social, generándose al menos un punto de certeza identitaria que

aunque grave, permite cierto despliegue existencial en la cotidianeidad.

El punto fundamental es que así se llega a una situación de indiscriminación:

se es lo que el otro requiere que se sea. Al mismo tiempo este mecanismo de

defensa puede implicar ya no “tolerar” la violencia sino “ejercerla” (Hanna

Freud,1985). Esta posibilidad implica un recurso de re-individuación, por el cual

los jóvenes pueden al menos responder desde un lugar de cierta “igualdad”, a

las situaciones a las que se los enfrenta.

No obstante habría que destacar más ampliamente cuáles son los impactos

de las dificultades de integración social sobre la subjetividad adolescente y los

efectos de una vulnerabilidad que pasa así a ser triple: social, familiar y

psíquica. Las investigaciones sobre apego llevadas adelante por Fonagy

(2000), sugieren que una situación de maltrato puede inducir un ciclo de

desarrollo severo y extremadamente perturbado. Maltrato social y maltrato

97

familiar, en realidad, no pocas veces se realimentan dentro de un cuadro

trágico :

Muchos de los jóvenes [que sufrieron violencia social] tuvieron

contacto con la violencia de forma directa también en el ambiente

familiar... muchos de los niños encontrados en las calles dejaron a

sus familias por ser víctimas de malos tratos por sus propios padres”

(Abramovay,2002: 50) .

De esta manera estos jovenes presentan dificultades para ser parte de la

sociedad, de su familia y dato no menor - como desarrollaré más adelante -, de

su propia adolescencia. Familia, adolescencia, sociedad, se le transforman en

datos ajenos, externos a él mismo.

La continuidad generacional que implica la posibilidad de que al empleo del

padre le suceda el empleo del hijo y que a la prosperidad del padre le suceda

la del hijo, se rompe indefectiblemente. Se eliminan las condiciones de

seguridad básica (Giddens,1997) y se fragilizan así memorias generacionales

arquetípicas, consolidándose lo que llamo proceso de amnesia criptográfica. Lo

amnésico del término remite a la dificultad de mantener la continuidad

generacional, generándose en el psiquismo presencia de criptas

(Tisseron,1995) que pasan a ocupar el lugar de objeto transgeneracional

(Eiguer,1998). Estas criptas del psiquismo no permiten la transformación de lo

anterior-generacional en forma de recuerdo y elaboración, sino que lo imponen

en forma traumática y sin transformación. Por eso, desde Anzieu (1990), creo

que se genera lo que denomino desollamiento psíquico, como si jirones de

“piel” psíquica se arrancaran sin posibilidad de transformación mediadora.

Simultáneamente se anula la obligación de investir el conjunto como

continuidad y reunión de semejantes ( Kaës,1993) o se redobla tal obligación

de forma imperativamente exigente ( condición de hiperadaptación). Desde los

aspectos referidos se impone así una no- exigencia de trabajo psíquico (ídem) ,

con lo cual los vínculos familiares ya no pasan por la diferenciación sino por

tareas de cuidado y protección pseudoreparatorias.

La adolescencia se torna un inexplorable, con predominancia de vínculos

fusionados a los que he llamdo escena congelada (Klein, 2004). Estamos en un

98

punto totalmente opuesto al de Aulagnier (1975,1991), la que plantea las

condiciones por las cuales los jóvenes “habitan” situaciones de inclusión social

desde un contrato narcisista.

Desde el neoliberalismo por el contrario, ocurren dos fenómenos

paradojales que creo substituyen el contrato social-narcisista keynesiano.

O se genera un proceso de pérdida, o ambiguedad, de derechos en forma

de descontractualización generalizada ( es decir que se debilita el

contrato de la modernidad keynesiana como un todo) o, por el contrario,

aspectos referidos a obligaciones y adaptación (ya no “integración”)

social se radicalizan, com lo que se impone una versión abusiva y

metonimizada del contrato social-narcisista. En cualquiera de los dos

casos, se acentúan aspectos instituidos del mismo que parece “expeler”

a sus contratantes.

Desde la modernidad términos como “inquietud”, “vivacidad”, “curiosidad”, y

“entusiasmo”, describen una forma de construcción de subjetividad

adolescente, al mismo tiempo que consensúan la configuración de un espacio

social adolescente. De allí que cuando los autores mencionan el impacto de la

crisis social en el psiquismo adolescente, es necesario relacionar la misma a

otra crisis fundamental: la del espacio social. No es solamente el mundo interno

del adolescente lo que está en crisis, sino además y al mismo tiempo, el

espacio hacia el cual él advenía.

Al fragilizarse el espacio social, el objeto, el otro, la cotidianeidad, no se

pueden experimentar como crecimiento o júbilo, sino que se tornan invasores o

inexistentes. Lo social pasa a estar demasiado presente o demasiado ausente,

arruinándose una posibilidad intermediaria, con lo que las posibilidades de

negociación con el objeto se vuelven inexistentes (Jeammet,1992).

Desde una modernidad a partir de la cual el adolescente poseía un lugar y

una función social relevante, se pasa a otra situación donde no existe proyecto

social para la adolescencia. Al desaparecer el investimento previo de la

sociedad, el adolescente pasa a estar situado en un presente atemporal (como

el del mercado) que imprime cambios significativos en su subjetividad.

Si, siguiendo a Green (1994), sostenemos que el adolescente es un

conquistador que vence y arrasa con su infancia, el adolescente del

neoliberalismo es aquél que es colonizado por un objeto invasor, destacándose

99

como elementos de su subjetividad la precariedad como destino; la destitución

del futuro; junto a carencias y privaciones. Elementos de vulnerabilidad

narcisista (Jeammet,1996), que conllevan a un predominio de los sentimientos

de desvalimiento y desamparo.

Se perfila un empobrecimiento del psiquismo, por el cual se reducen las

fantasías a sus prototipos fisiológicos. Es decir que los encuentros con el otro

ya no se tramitan a través de fantasías, vínculos y fantasmatización, sino a

través de referentes regresivantes, relacionados a la necesidad, el consumo, la

satisfacción. Esto explica cómo la vivencia de necesidad sea la única forma en

cómo se tolera la presencia y el encuentro con el objeto, situación que se

verifica más claramente desde los trastornos alimentarios y las adiciones.

Se trata de la imposibilidad en definitiva, de tolerar la ausencia, pues el

objeto, en tanto aparece como necesidad fisiológica, asegura su permanente

presencia. La ausencia así ya no puede conducir a la esperanza sino a la

desesperación (Green,1987). Se pierde entonces la oportunidad de aceptarse a

sí mismo y al otro, tolerando situaciones que aunque cambiantes puedan

permanecer constantes. La ausencia del otro es vivida como “abandono“,

apareciendo sentimientos de resentimiento (Kancyper,1992 ).

Hay un doble movimiento simétrico: así como el neo-liberalismo anula la

catectización de los espacios de subjetividad, los adolescentes anulan lo que

en ellos hay de adolescencia. Se agotan procesos de subjetivación que

aseguren marcas instituyentes y la ilusión de autoengendramiento del aparato

psíquico, pasando a predominar lo instituido y lo transubjetivo (Kaës,1993). Por

eso cuando se afirma que “los adolescentes necesitan lugares para ellos”, se

debe propugnar, al mismo tiempo, por espacios de investimento social

imprescindibles.

La inexistencia de estos pre-investimentos sociales junto a intentos

pseudoreparadores que se practican socialmente frente a cambios

catastróficos que aparecen como inexplicables, hace que se inserte a los

jóvenes dentro de rituales de expiación y sacrificio:

A época moderna está assim vendo se disseminar uma nova forma

sacrificial: o sacrifício ao quadrado. Trata-se de um gesto sacrificial

novo que, ao se perpetrar, permite criar o ponto de apoio necessário,

100

que faltava, para enfim viver, nem que seja por um instante, antes de

desaparecer. Essa nova forma sacrificial começa com o sacrifício de

vítimas precisamente escolhidas (...) Com certeza resta um apelo

desesperado ao laço social (Dofour,2005: 102).

Surgen así estructuras sociales y de pensamiento regresivas, en relación a

las figuras del chivo expiatorio, chivo emisario, culpa colectiva. Es una forma –

aunque fallida - de encontrarle sentido a las cosas inexplicables. Y ciertamente

el mercado neoliberal, sus regulaciones y fenómenos imprimen un orden

extraño e inexplicable...

El ritual del sacrificio impuesto a jóvenes que mueren simbólica o

violentamente, podría significar la expulsión de un “exceso” al que se

responsabiliza por un estado de desequilibrio al que se anhela modificar ( o se

cree hacerlo ) recuperando homeostásis con un procedimiento de expulsión

compulsiva e irracional.

Los adolescentes retoman desde este contexto sacrificial, las figuras bíblicas

de chivo emisario- chivo expiatorio 37 (Berenstein,1981), donde los sacrificios de

expiación se realizaban con objetos (animales) destinados a desaparecer. Ritual

que asegura la continuidad social, un ideal cohesivo y el restablecimiento de un

colectivo que de esta manera se renueva sangrienta y circularmente.

Desarrollaré más extensamente en los capítulos de análisis clínico, cómo se

manifiestan algunas de estas prácticas “sacrificiales”, junto a otras

características de la subjetividad adolescente que se destacan desde el marco

social neoliberal.

37 La Biblia, Levítico 16,3 y 16,19.

101

CAPITULO 3

ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA: DE LA MODERNIDAD AL

NEOLIBERALISMO

III.1- Aquél Uruguay que fue

El Uruguay supo conocer días de gloria en los que la Modernidad

Keynesiana se inscribía con letras mayúsculas en su cuerpo social y en su

organización estatal. La modernidad era una forma de cultura que los

102

uruguayos alentaban, reconociéndose (Margulis, 1997) 38 en esa matriz

compartida.

Se verificaba así la concreción de un Estado ‘generoso’ y abarcador que se

expresaba claramente en los hechos y en los discursos 39que recorren al

Uruguay batllista40 y neo-batllista, desde principios de siglo veinte hasta fines

de la década de los ’50. Ese batllismo-dentro de la mejor tradición keynesiana-

constituyó ( y expresó) un discurso de tipo integrador, que supuso: “la

articulación de un sistema de relaciones diferenciales que pretendía integrar

selectivamente las demandas populares a la hegemonía expansiva del bloque

de poder “(Panizza,1990: 16).

Este discurso integrador impulsó41 , un modelo de ciudadanía que condensó

“ una variedad de elementos políticos, sociales y económicos (...) identidades

alternativas en términos de clase, religión, pertenencias regionales (...) fueron

durante mucho tiempo un ‘impensable’ para la mayoría de la población” (idem :

36).

De esta manera, y aún dentro del capitalismo periférico, la modernidad

keynesiana supo ser parte de la identidad económica y social del Uruguay.

Se configuró así una sociedad amplia e inclusiva, donde la identidad del sujeto

se moldea de acuerdo al patrón de ciudadanía, potenciándose el par derechos-

obligaciones como una situación que enriquecía el “cuerpo” social, tanto como

el espacio individual. ”El orden social es presentado como siendo el producto

de un proceso de absorción gradual de demandas populares en beneficio ‘de

38 Margulis señala que la cultura implica : “(...)significaciones compartidas y el caudal simbólico que se manifiestan en los mensajes y en la acción, por medio de los cuales los miembros de un grupo social piensan y se representa a si mismos, su contexto social y el mundo que los rodea “(Margulis,1997:12).

39 Tomo lo discursivo estrictamente en el sentido de “formas de producción de consenso” ( Panizza,1990:11), las que obviamente recubren contradicciones y conflictos varios. Tomando el modelo de Laclau-Mouffe, Panizza analiza cómo los discursos establecen sistemas de equivalencias, antagonismos y diferencias .Otra concepción que remarca lo homogéneo de la práctica discursiva señala que “La denominación “discursos sociales” se refiere a los resultados de un proceso no totalmente deliberado de construcción de sentidos, que algunos sectores intentan que sean compartidos por todos, y que brindan legitimidad y consenso a ciertos arreglos y prácticas “ (Burin, 1998: 166).

40 Refiere a José Batlle y Ordoñez, presidente de Uruguay a comienzos del siglo XX (1901-1904 y 1912-1916) y fundador del “batllismo” fuerza política modernista y progresista.

41 Es de hacer notar que esta situación es inseparable de la situación de los partidos políticos en Uruguay, lo que me es imposible profundizar por escapar al marco de este trabajo.

103

todos’ (incluido en ellos las clases populares) bajo la acción tutelar del Estado”

(idem: 99).

Es cierto que hasta cierto punto se podría hablar de ‘tutela’, tal como lo

señala Panizza, pero analizando los discursos políticos de Luis Batlle42 ( y el

neo-batllismo), se revela de forma clara el programa de la modernidad referida.

Cito un fragmento de un discurso de Luis Batlle que ilustra esta situación: “El

gobierno no puede olvidar a nadie, y menos a los que necesitan de él: las

clases pobres, que son las que tienen su amparo en las leyes sociales y

económicas (...) son las que esperan la tutela justa del Estado (idem: 82).

La clase media, que sin duda recibió esa tutela justa, se consolida como

sinónimo de trabajo, honradez, modelo de la sociedad uruguaya y meta posible

a ser alcanzada :

El Estado Benefactor de principios de siglo XX configuró, dentro del

proyecto modernizador, la extensión de una clase media gracias a la

generación de una fuente de trabajo que, aunque no colmara la

totalidad de las posiciones, sí homogeneizaba centralizando la imagen

de solidez y orden sobre sí para la extensión de toda la sociedad.(....)

Y es que la clase media uruguaya desborda toda identidad de clase,

está instalada en el imaginario social como la forma misma del ser

social, extendiéndose hacia arriba y hacia abajo en valores y normas

de conducta en los cuales lo único compartido es el horizonte que

enmarca a las subjetividades (Araujo,2002: 70-71).

De esta manera, la clase media uruguaya, sus viscisitudes, formas de

presentación social y sus construcciones subjetivas, dan cuenta, de una u otra

manera, de los cambios que há padecido el Uruguay en el pasaje de la

modernidad keynesiana al neoliberalismo actual. He elegido entonces para

esta investigación, como explicaré exhaustivamente más adelante, material

clínico proveniente de jóvenes pertenecientes a esa clase media, que ahora

empobrecida, permite estudiar una dramática radiografía de los efectos en la

subjetividad del neoliberalismo uruguayo ( y probablemente latinoamericano).

42 Luis Batlle fue sobrino de José Batlle y Ordoñez, también presidente de Uruguay (1945-1949, 1954-1958) y padre de Jorge Batlle, presidente de Uruguay entre los años 2000 y 2004.

104

III.2- El Uruguay que es: datos sociodemográficos actuales

A ) Datos generales del país

Según el Instituto Nacional de Estadística (2003) los datos poblacionales y

demográficos de Uruguay son:

Población Total: 3.399.438

Población Masculina: 1.645.225

Población Femenina: 1.754.213

Esperanza de vida al nacer: 75,38 años

Tasa Bruta de Natalidad: 15.72 ‰

Tasa Bruta de Mortalidad: 9,35 ‰

Tasa de Analfabetismo: 3,1 %

Tasa global de fecundidad: 2,17

P.B.I. per Cápita 2003: $ 93.322

B) Estimaciones de pobreza 43

De acuerdo al mismo Instituto Nacional de Estadística (2004) se entiende

que: “en general durante 2004 se ha frenado el crecimiento de la pobreza

observado en años anteriores, aunque la incidencia de la pobreza extrema se

ha incrementado ligeramente. No obstante, la incidencia de la pobreza de las

personas creció puntualmente en el año 2004 alcanzando, en promedio, el

32,1% frente al 30,9% registrado en 2003” (idem).

“Como características de los hogares indigentes se observa mucho

mayores tasas de desempleo que el conjunto de todos los hogares

encuestados, con menor disponibilidad de recursos para sostener hogares más

numerosos y con más inactivos (menores de 14 y pasivos), tanto en

alimentación como en los otros rubros de gastos” (idem).

La pobreza afecta proporcionalmente a más niños y jóvenes que a adultos.

“En 2004, el 32% de las personas del país son pobres y promedian: el 57% de

menos de 6 años, el 54% entre 6 y 12, el 45% entre 13 y 17, el 29% de adultos

y el 11% de personas en la tercera edad. De las 108.200 personas indigentes

del año 2004, se estiman en 47.700 los adultos (entre 41.900 y 53.600) y en

60.500 los menores de 18 años (entre 52.900 y 68.000)” (idem).

43 Cabe aclarar que desde este apartado B hasta el H inclusive, la información presentada y su redacción pertenece casi en su totalidad a las fuentes oportunamente explicitadas.

105

C) Evolución de la pobreza en Montevideo . 1999-2004

Según cifras de la Unidad de Estadística Municipal ( Mayo 2005) se

comprueba un proceso sostenido de empobrecimiento en el Departamento de

Montevideo en el período 1999-2004. En especial la franja adolescente se

muestra nítidamente vulnerable a dicha evolución.

D) Generalidades sobre Uruguay y su juventud

Según el CELADE (1995) Uruguay se caracteriza por tener un perfil diferente

al de los demás países latinoamericanos: “pirámide poblacional envejecida,

baja tasa de nacimientos, escaso número de hijos por familia. Según el censo

de 1985 la población de adolescentes llega casi a medio millón, lo que

representa el 16,5 % del total” (Idem).

Esta baja población juvenil se explica, en parte, por la fuerte corriente

migratoria hacia diferentes países que se verifica desde los años sesenta y que

afecta fundamentalmente a los varones. La mitad de los jóvenes residen en la

capital del país: Montevideo (idem).

E) Empleo juvenil

El empleo uno de los principales problemas que afecta a los jóvenes

uruguayos (Ministerio de Educación y Cultura,1998 ). “El nivel de actividad en

la población de 14 y más años en Uruguay es del 60.5% de la población en

Montevideo, y del 55.8% en el interior. La Población Económicamente Activa

(PEA) de todo el país urbano es de 1.216.000. La fuerza de trabajo joven de

Montevideo constituye un 32% de la PEA del Departamento; mientras que .en

el interior del país representa un 33% de la PEA” (idem).

“La elevada participación de los grupos más jóvenes generalmente va a

asociada a una peor calidad de vida de los ingresos de los hogares de origen.

Dicho fenómeno es así, puesto que la disyuntiva trabajo o estudio no es

verdaderamente una opción en hogares con ingresos bajos. Al observar las

tasas de actividad de estos grupos por niveles de ingresos, se aprecia

claramente que una alta proporción de estos activos adolescentes se ubica en

los hogares de los quintiles más bajos de la distribución de ingresos” (idem).

106

Cuando se trata de explicar la participación de estos grupos en la fuerza

laboral se concluye que: “la decisión de actividad en los jóvenes es más del

hogar que del individuo, siendo la situación económica y social del hogar las

condicionantes para explicar la decisión de que ellos participen, reafirmando la

teoría "del trabajador añadido" (idem).

Si se analiza la actividad de los jóvenes por estratos de ingreso per cápita

del hogar se pone de relieve “la heterogeneidad del colectivo juventud en lo

que a inserción se refiere: un 34% de desempleo en el 20% más pobre y un

16% en los hogares más ricos ponen de manifiesto que la búsqueda no implica,

el mismo éxito para los distintos sectores “(idem).

“Todos los estudios realizados en los últimos 10 años, coinciden

prácticamente en señalar que uno de los grupos más afectados por la

marginación y/o la inserción precaria en el mercado de trabajo nacional es el de

los jóvenes. Aquellos jóvenes que están integrados al mundo laboral, están

afectados por una mayor inestabilidad en sus puestos de trabajo, y reciben

menores remuneraciones (por el desempeño de idénticas tareas que los

adultos)” (idem).

Sin embargo, la situación es muy diferente entre los diversos grupos

juveniles: “Así, los buscadores de trabajo por primera vez son - en general -

jóvenes de sectores medios y altos, carentes de experiencia laboral y

rechazados por su insuficiente capacitación, mientras que los "desocupados

propiamente dichos" son jóvenes pertenecientes a hogares en situación de

pobreza, que carecen de niveles mínimos de calificación para el trabajo y

requieren con urgencia ingresos que les permitan solventar sus gastos más

elementales. En efecto los jóvenes entre 14 y 29 años, según la Encuesta

Continua de Hogares de 1994 constituyen el 63% de los desempleados del

país. Estas cifras dan cuenta de una suerte de particular exclusión de los

jóvenes del mercado laboral, particularmente de aquellos que tienen menor

nivel de instrucción y provienen de familias de más bajos ingresos” (idem).

F- Adolescencia y educación

107

Los datos que se poseen (Torella: 2004) dan cuenta de la exclusión que

opera sobre las poblaciones de menores ingresos del sistema educativo en el

nivel del segundo ciclo de secundaria. Estudios realizados en el ámbito de la

ANEP ( Administración Nacional de Enseñanza) afirman que: “el proceso

regular de abandono escolar se concentra en el Uruguay en la enseñanza

media, fenómeno de alta selectividad asociada a una fuerte inequidad social.

La deserción en el nivel secundario ocurre fundamentalmente en los jóvenes y

adolescentes pertenecientes a los hogares de más bajos ingresos” (idem).

Estudios realizados (Torello: 2004), arrojaron que en 1996 y 1997, en el

tramo de edad entre 19 y 24 años, “un 78% de jóvenes provenientes de los dos

quintiles de inferiores ingresos, no había culminado el ciclo secundario y no

asistía a ningún centro de enseñanza. En los jóvenes de entre 14 y 18 años de

edad pertenecientes a estos quintiles, ya habían de dejado de asistir a un

centro educativo, un 40% sin haber terminado el nivel secundario” (idem).

Comparado con otros países de América Latina, Uruguay se presenta como

un país con baja deserción temprana (antes de completar el ciclo primario).

“Pero a medida que son tenidos en cuenta niveles superiores de educación, la

deserción aumenta significativamente y el posicionamiento de Uruguay

comparado con otros países de América Latina cae en forma abrupta. En

Uruguay, el 44% de los varones de 15 años de edad y bajos ingresos (primer

quintil) se encuentra fuera del sistema educativo, en cuanto esta cifra cae para

Chile en 18,3% y en Argentina 21,5%, prácticamente la mitad que para

Uruguay” (idem).

Se ha verificado asimismo en el período reciente, “el crecimiento de la

matrícula en el Bachillerato Secundario. En las edades entre 15 y 17 años la

tasa bruta de escolarización pasó de 45,5% en 1985 a 74,1% en 2001. Si se

incorpora la educación técnica, la tasa bruta de escolarización en estas edades

alcanzó el 92% en 2001(idem). Pero obsérvese que de la “población de

alumnos que ingresó a primer año a los centros público liceales en 1996,

solamente el 19% está cursando 6to. año en el 2001. Un 58% salió de

secundaria (posiblemente desertó) y un 23% está rezagado, principalmente en

5to. año” (idem), lo que indica un proceso alertante y preocupante.

G- Juventud como grupo de riesgo

108

Existen estudios ( ANEP- Unidad Ejecutora de los Programas de Educación

Media y Formación Docente , 2002) que permiten caracterizar al grupo de

jóvenes en el Uruguay, “como un grupo expuesto en forma particular a

fenómenos tales como la precariedad y el riesgo, una situación que se ve

reflejada a través de sus efectos sobre las dimensiones básicas de la

estratificación social: empleo, ingresos y educación. En este sentido, son varias

las investigaciones que han sido contestes en señalar la situación de los

jóvenes como el grupo social más afectado por el desempleo, los bajos

ingresos y la escasa incorporación de capital humano, aspecto éste que

aparece de singular importancia en la comparación con otros países de la

región y del mundo” (idem).

Entre los 12 y 27 años un 50% de los jóvenes ya experimentaron un proceso

de abandono escolar, “cifra sin duda muy elevada que indica las dificultades de

retención del sistema educativo uruguayo y explica el lento avance de los años

de escolarización de la población uruguaya en las últimas décadas...

Adicionalmente, y a pesar de ser una categoría menos importante

numéricamente, existe un volumen nada despreciable –equivalente a un 10.8%

del total de los jóvenes de 12 a 27 años- que han quedado fuera de ambos

ámbitos: no estudian y no trabajan y tampoco buscan trabajo. Se trata de una

condición de exclusión 44de los jóvenes de cualquier ámbito público o por lo

menos de una situación de retraimiento o aislamiento: en esta condición, los

jóvenes pierden posiciones en status relevantes de la estructura social” (idem).

Así el porcentaje de jóvenes que no estudian ni trabajan ni buscan trabajo

se incrementa con el paso del tiempo. “El porcentaje de jóvenes en esta

situación pasa en 1999 de un 8,0% correspondiente a los jóvenes

comprendidos entre los 12 y 15 años de edad, al 12,2 % que se observa entre

los de 24 a 27 años. Una evolución similar se presenta para 1995 y 1991”

(idem).

44 Por lo desarrollado hasta aquí el término “marginal” no es el apropiado para describir estas situaciones, aunque en realidad tampoco lo es el término “exclusión”. En realidad ambos describen situaciones de adentro-afuera, centro-periferia, o exclusión-inclusión que revelan procesos de reversibilidad próprio de la modernidad keynesiana. Por el contrario la lógica neoliberal impone situaciones de irreversibilidad máximas. En este sentido creo que estos términos describen situaciones adecuadas desde la modernidad, pero anacrónicas desde el neoliberalismo.

109

Los resultados a nivel general, muestran un comportamiento que está en

consonancia con lo (lamentablemente) sospechable: “la incidencia del grupo de

jóvenes que no trabajan ni estudian ni buscan trabajo es mayor conforme se

desciende en la escala de ingresos. En efecto, para 1991 el grupo de jóvenes

que no estudia ni trabaja ni busca trabajo alcanza al 15,8% de los jóvenes de

12 a 27 años del primer quintil, en tanto que es del 3.6% entre sus pares del

quinto quintil...Esta situación evoluciona en forma negativa desde el punto de

vista de la equidad, hacia 1999, puesto que entre los jóvenes del primer quintil

la incidencia sube al 18,6% del total, en tanto entre los del quinto quintil resulta

similar a la observada al principio del período” (idem).

H- Juventud y exclusión social

“En la actualidad, los adolescentes y jóvenes de los estratos populares

urbanos y rurales en particular, sufren un riesgo de exclusión social sin

precedentes, derivado de una confluencia de determinaciones que —desde el

mercado, el Estado y la sociedad— tienden a concentrar la pobreza entre ellos

y a distanciarlos del “curso central” del sistema social”(Informe CELADE,

CEPAL, OIT, 2000)

“Una consecuencia sobre la situación de adolescentes y jóvenes populares

urbanos y rurales, es su progresivo aislamiento respecto del “curso central” del

sistema social; esto es, de las personas e instituciones que ajustan su

funcionamiento a los patrones modales de la sociedad. Tal aislamiento, aunado

al deterioro de las instituciones básicas de socialización y de orientación

normativa, favorece una creciente exposición y susceptibilidad a la influencia

del grupo de pares del entorno social inmediato” (idem).

III.3- Contexto institucional de la investigación y origen del material

clínico a considerar

La Clínica Psiquiátrica del Hospital de Clínicas, presenta desde el año 1989

en adelante, dentro de su Programa de Psicoterapia, un Equipo de trabajo con

Adolescentes. El mismo tiene como objetivo ofrecer un soporte adecuado que

acompañe al adolescente y sus padres en el proceso de crecimiento y

separación que la adolescencia implica (Fierro,1992).

110

El Equipo de Adolescentes “trabaja en tres áreas independientes pero en

coordinación permanente:

- un grupo interdisciplinario de recepción que en un encuadre específico

evalúa, orienta y deriva al adolescente y a sus padres teniendo en cuenta

los recursos asistenciales disponibles.

- dos grupos de objetivos terapéuticos destinados al adolescente (...).

- un ámbito para los padres cuyo propósito es de esclarecimiento y apoyo”

(Fierro, 1992).

El Equipo está formado por médicos-psiquiatras, psicólogos y asistentes

sociales. Se trabaja desde un marco referencial psicodinámico, brindando un

espacio donde se prioriza la escucha, ofreciendo un soporte adecuado que

acompañe al adolescente y a sus padres, “ofreciendo de éste modo un soporte

adecuado que acompañe al adolescente y sus padres en este proceso de

crecimiento y separación que la adolescencia implica” (Fernández, B. y otros,

1992). Se considera importante la inclusión de los padres en el abordaje de la

situación, dado que la misma es conflictiva para ambas partes (Fernández, B. y

otros, 1992).

Se aúna coordinadamente asistencia, investigación y docencia desde diversas

modalidades con la inclusión de psiquiatras, psicólogos y estudiantes de

postgrado en los distintos módulos asistenciales. Existen distintos seminarios ,

presentación de casos clínicos en ateneos, y Jornadas, especialmente la Jornada

anual de la Clínica Psiquiátrica.

Según un estudio realizado (Fernandez, B. y otros, 1992), sobre las

características psicosociales de la población adolescente de entre 14 y 21 años

que consulta en el Equipo de Adolescencia de la Clínica Psiquiátrica del Hospital

de Clínicas, realizado sobre un total de 120 pacientes asistidos en el período

1990-1992, resulta que :

I) Distribución según edad: “el 68% de los que consultan son menores de 17

años, con una frecuencia máxima en los 14 años. La experiencia nos permite

identificar claramente dos grupos etarios bien definidos en virtud de la

problemática que plantean; los adolescentes tempranos, (entre 14 y 17 años),

y los tardíos, (entre 18 y 21 años)” (Fernandez, B y otros, 1992).

II) Pedido de consulta: los adolescentes tempranos “concurren generalmente

acompañados de los padres y es de ellos desde donde proviene la demanda.

111

Tal vez desbordados por la problemática a veces pareciera que concurren a la

institución en una actitud de depositación de su hijo para que se resuelva la

conflictiva. En tanto los mayores que consultan con menor frecuencia lo hacen

generalmente solos haciéndose cargo tanto de la demanda como de la

resolución del conflicto planteado” (Fernandez, B y otros, 1992).

III) Composición familiar : “Sólo el 37% viven en familias nucleares constituidas.

Como es de prever, en el 79% la madre convive con el adolescentes, mientras

que en el 50% el padre se encuentra presente en la convivencia. Resulta alto el

porcentaje que no convive con ninguno de sus dos padres, (15%), máxime si

recordamos que la mayoría de la consulta es de adolescentes tempranos. Son

casos de pacientes que están a cargo de otros familiares, o institucionalizados,

no observándose casos de migración desde el interior del país que justificaría

la separación de sus progenitores” (Fernandez, B y otros, 1992).

IV) Ocupación: “ Más de la mitad al menos estudian; el 17% estudia y trabaja; y

aparece alto el porcentaje de inactivos dado el riesgo y/o síntoma que ello

presupone, (22%). También es alto el porcentaje de dificultades en el

rendimiento ocupacional, fundamentalmente en el estudiantil” (Fernandez, B. y

otros, 1992).

V) Los motivos de consulta (Fierro,1992) prevalentes a nivel de la policlínica son

1- síntomas somáticos, (23%)

2- conflictos en los vínculos familiares (15%)

3- trastornos de ansiedad-angustia (15%)

4- trastornos de conducta (10%)

5- otros (37%)

ANALISIS:

-“ la población que consulta en el Equipo de Adolescencia [es] población

mayoritariamente femenina procedentes de Montevideo, dos de cada tres

casos son menores de 17 años, que en general son estudiantes, con alto

porcentaje de dificultades en el rendimiento escolar; que tienen disposición a la

consulta, y que lo hacen fundamentalmente por ansiedad-angustia y conflictos

en los vínculos familiares y que pertenecen a un contexto familiar en

dispersión” (Fernandez, B. y otros, 1992).

112

- son adolescentes, en su gran mayoría solteros, procedentes de Montevideo de

estratos socio- económico medio y medio-bajo.

-en cuanto a la composición familiar: mayoritariamente conviven con la madre,

en menor medida con la madre y el padre.

- la distribución según ocupación, marca como es de esperar ( de acuerdo a su

proveniencia de clase media, clase media-baja) un alto índice de estudiantes

secundarios. El rendimiento estudiantil se presenta con altos índices de

fracaso.

- la iniciativa de consulta surge generalmente por iniciativa de los

familiares.También son derivados por los servicios de salud y los servicios de

enseñanza.

En lo que refiere al material clínico con el cual se confecciona la tercera y

cuarta parte de esta investigación, cabe decir que el mismo surge de un grupo

terapéutico de adolescentes que funcionó durante los años 1998-1999. Sus

integrantes eran jóvenes de entre 15 a 18 años. Sus motivos de consulta se

encontraban entre los ya referidos, siendo su entorno socioeconómico de una

clase social media y media empobrecida.

Las frecuencia de reuniones eran semanales, de una hora

aproximadamente, con un dispositivo de trabajo psicoanalítico-psicodramático.

Las sesiones en cuestión fueron transcriptas a mano y luego revisadas por los

dos terapeutas 45que coordinaban el grupo.

El grupo mantenía un encuadre abierto por el cual se podía dejar de asistir al

grupo para volver a él, cuando el adolescente así lo deseara. Asimismo dicho

encuadre garantizaba que nuevos integrantes se pudieran integrar a aquél en

distintos momentos. Según este marco de trabajo no se manejaba el concepto

de “alta” ni de “cura”, sino el de “acompañamiento” y “autonomía”, apostando a

la decisión del joven para que seguir en el grupo. Generalmente el promedio de

permanencia era de 12 a18 meses.

Del material clínico proveniente del grupo referido es que elaboraré distintas

hipótesis interpretativas clínicas y sociales. Estas hipótesis heurísticas se

45 La presencia de dos terapeutas tiene un trasfondo teórico preciso, en relación a una transferencia que he denominado “diprosopónica” (del griego: dos caras) aludiendo a la doble necesidad paradojal del adolescente de recrear en sesión una transferencia regresiva, tanto como una transferencia prospectica. (Klein, 1997b y 2003).

113

deben proseguir, profundizar y completar com otras investigaciones y

aproximaciones diversas a este campo de trabajo.

Debo explicitar, a los efectos metodólogicos, que este material es netamente

grupal, privilegiando un foco centrado en el proceso grupal y desde allí, el

proceso social. Es decir, no se trata de psicoterapia individual ni de análisis

social directo. Por otra parte, es claro que si al material grupal referido se le

hubieran agregado datos biográficos de los jóvenes en cuestión y otros de su

evolución clínica, seguramente el análisis realizado se hubiera enriquecido y

profundizado. Pero renuncié a los mismos, por dos motivos principalmente.

Uno, era el de resguardar éticamente lo máximo posible la identidad de

aquéllos jóvenes. Otro es la sensación de que tal tarea sobrepasa ampliamente

el marco y los objetivos de mi investigación.

Como ya señalé en la Introducción, voy a analizar hipótesis análiticas, pero

teniendo en cuenta los límites del presente texto, me he apoyado en datos

diversos que se encuentran a lo largo de la investigación en curso.

lll.4- ¿Qué fue de lo Paterno? : Padre- paternidades- cronicidios 46

Quisiera en este capítulo indagar algunas cuestiones que hacen a lo paterno,

su presencia y forma de circulación entre los jóvenes de mi investigación. El

padre aparece antes que nada bajo el signo de la desconfianza y la sospecha :

Na. : El padre de mi hermano está haciendo tramites legales para

demostrar que no es mi padre ...El no es mi padre, pero yo llevo su

apellido. Pero el respaldo lo tengo con mi padrastro, yo lo quiero como

mi padre.

G.: No será él tu padre? Lo podés averiguar porque siempre hay una

vecina que abre la boca, ¿no?.

P. :Cómo sabes que tu padre no es tu padre en realidad?

Na.: Porque el lo niega. Yo sé quien es mi padre, pero no lo puedo

confirmar. Ella (la madre) se casó con él y tuvo a mi hermano El

46 “Cronicida”, es un neologismo en el cual intento unir Cronos y suicida.

114

apellido es XXXX, cuando él tenia uno o dos años se separó y se fue

a Córdoba y anduvo con varios .

P.: Capaz que lo hace a escondidas y se siguen viendo, como tantos

padres lo hacen.

Na. :No , él vive en Buenos Aires y tiene mujer y dos hijos, viene cada

tres meses a cobrar una pensión y ahí ellos se ven. Cuando yo era

más chica, él vivía a una cuadra y media de mi casa. Se llama R.. Es

el mejor amigo de mi tío. Tengo una amiga que encontró a su padre

por la guía .Voy a pedir que me traigan una de Argentina.

P.:Si deja todo como está no va a ver ni al hermano ni al padre . 47

El padre, aún con su carga de desamparo y abandono aparece como un

hecho fundamental al que no se puede renunciar, imponiéndose una necesidad

dramática por encontrarlo. De él se espera un reconocimiento o una palabra

donde a través de un “encuentro”, asegurará un lugar de afiliación. Pero al

mismo tiempo se transmite las sensación de que ese encuentro difícilmente se

concretará .

Por otro lado, ¿cómo se sigue anhelando aquéllo que aparece como tan

distante ? El apellido, que es la marca inclusiva del discurso social dentro de un

reconocimiento como ciudadano es, al mismo tiempo, un reconocimiento

paternal-familiar. Conjunción del derecho a otorgarlo, pero también la

obligación de transmitirlo. Entiendo así, que el apellido es por excelencia una

figura simbólica de mediación entre lo social, lo familiar y lo subjetivo. Figura de

mediación que, como otras del neoliberalismo, está también en entredicho,

cuestionada y fragilizada. Hago notar que probablemente, en el entorno

inmediato, se encuentran otras figuras que se acercan a lo paterno, pero da la

impresión de que no pueden ocupar de la misma manera su lugar simbólico.

A pesar de que Na. lleva determinado apellido el portador del mismo le sigue

afirmando que no es su hija. Es decir, la evidencia legal - jurídica se contrapone

al testimonio paterno, remarcando lo confusional de sostener un apellido que

no se sabe si le pertenece o no. Situación que no puede sino generar

sentimientos de precariedad y que sin duda, remite a una actualización a nivel

de la subjetividad de la exclusión social de estos jóvenes.

47 G. y P. son varones, Na. mujer.

115

Se da así la situación que el discurso paterno está negando el ritual de

reconocimiento, pero ¿se puede estar reconocido socialmente pero rechazado

familiarmente ?. ¿Y lo contrario ? Hago notar cómo en este encadenamiento de

confusiones, surge desde lo paterno lo paranoico de no querer llevar a Na a la

prisión a ver al hermano, por miedo a que eso se concrete en una prueba de su

paternidad .

Temática entonces de los secretos, de lo dicho y lo no dicho, de robos y

juicios pendientes que contribuyen a un entramado vincular sin diálogo ni

comprensión. El padre toma no solamente aspectos ominosos, sino que casi

parece un prófugo. Está escondido, dentro de una atmósfera delictiva, que

confunde y mezcla situaciones. Lo figura de estos padres queda en un límite

muy ambiguo entre lo legal e ilegal. Al final, sólo queda el recurso social de

una guía telefónica para encontrar a un padre ...

Esto me lleva a otra cuestión. Dentro de la modernidad keynesiana y la

llamada familia nuclear, algo del padre y de la madre se transformaban en

objeto psíquico disponible en algún momento, para la construcción de

subjetividad. Del cuidado y la presencia reales se sufría una transformación por

la cual lo paterno-materno pasaba a ser objeto y materia psíquica. Llevar a

papá y mamá “adentro” como puntos de anclaje, permitiría en algún momento

“desprenderse” y elaborar un proceso de biografización autónomo

(Aulagnier,1975)

Pero este pasaje es lo que estos jóvenes transmiten que no pueden hacer.

Hay una disociación entre los padres como experiencia interior y los padres

como presencia exterior. Todo aquello que son los soportes identificatorios y

los apuntalamientos internos aparece comprometido, sin poder brindar un

sentido de bienestar y de identidad. De esta manera se acentúa el “afuera”: la

madre que espera el retorno del hijo, el padre que está en Córdoba o en

Buenos Aires. Al mismo tiempo los roles están escindidos entre sí: Na. vive con

su madre que cada tres meses se encuentra con el padre que supuestamente

viene de Buenos Aires y a Na. no se le ocurre la posibilidad de verlo.

Probablemente porque cuando aquél viene a Montevideo no es su padre sino

el amante de su madre, lo que forma parte de una especie de secreto del cual

estos jóvenes se sienten irremediablemente expulsados. Dislocación de lo

116

espacial, de lo familiar y de lo decible que impide consolidar situaciones claras

y compartibles.

Esta situación problematiza la teoría de los duelos en la adolescencia

(Aberastury–Knobel,1980), para la cual es esencial la existencia de los “padres

internos” para desde ellos generar duelo. Al mismo tiempo esta adolescencia

ya no se puede pensar desde la familia nuclear de la modernidad. No hay sólo

hermanos sino además medio hermanos, ni hay simplemente mamás estando

ahora lo materno ocupado por una mamá y una madrastra. Igual situación se

da con el padre. La familia se disocia de los espacios preestablecidos, con lo

que la noción de “hogar”, implícito a la familia desde la modernidad, se

comienza a perder.

A un padre y a una madre estables, se les contraponen dos papás ( o

ninguno), dos mamás ( o una y otra madrastra) y varios hermanos con

distintos padre y madre. ¿Qué implica que la adolescencia se curse en dos

hogares, con dos padres y dos madres distintas ?¿Favorece la disociación

entre objetos buenos y objetos malos o imposibilita consolidar un basamento

narcisista estable y un lugar de referencia e identificación? .

Lo que se transmite es la sensación de que ese segundo o tercer matrimonio

no anuncia nada bueno. Lo catastrófico tiñe la cotidianeidad suscitando la

sensación de que en cualquier momento va a pasar algo malo, propiciando

vivencias de fragilidad. Estos jóvenes, además, viven en la casa de la madre

pero están pensando en la casa del padre y viceversa. En definitiva: no tienen

lugar y están de “prestado” en todos lados, consolidándose una intensa

sensación de precariedad.

Aunque así los denominen, en realidad no se trata de “madrastra” ni

“padrastros” ya qué sus madres y padres biológicos siguen vivos. Pero no

tienen ni se tiene a nivel social, una forma de denominación ni legal, ni jurídica,

que nombre al vínculo de esa mujer -hombre con los hijos del anterior

matrimonio de su cónyuge (como se tiene en Brasil, por ejemplo). Esto

innominado, que pasa a ser un mal nominado, es también un sentido de lo

catastrófico.

Todo lo anterior consolida un materno-paterno que se resiste a ser material

psíquico y nominación vincular, coadyuvando al surgimiento de una especie de

parloteo confuso. Mientras el padre dice que no es el padre, parece que la

117

madre dice sí, con lo cual a su vez no se clarifica quién es o no hermano, ni

qué decir quién es o no tío, tía, primo, abuelo/a.

Este “parloteo” incentiva lo paranoico y la desconfianza, como una situación

irresoluble: en vez de pensar en su adolescencia, o en su futuro, no pueden

dejar de pensar en aquello en lo que no se debería pensar, en aquello que se

“escapa” como certeza mínima desde la cual construir futuro.

Como decía otra joven al preguntársele sobre él: “En mi futuro no pienso”. Si

todo el tiempo están aferrados al preguntarse sobre quién es el padre o la

madre, se está obstaculizando la dimensión de lo inédito. Lo paterno se

transforma en una versión de la compulsión a la repetición (Laplanche,1981):

es uno o es otro, son varios y en el fondo no es nadie.

Pero al mismo que cuentan historias indignantes, parece que no se

indignaran, como si no pudieran colocar su agresividad al servicio del

crecimiento (Winnicott,1972). ¿Qué es lo que les impide sentir que no tienen

derechos a estar indignados? Por el contrario surge un intenso sentimiento de

culpa. D cuenta :

La esposa de mi padre me quiso matar, salió con un cuchillo, venía a

engancharme directamente, porque estaba bajo los efectos del alcohol

y mi padre la agarró del brazo, la tiró y me sacó(. ..)Después otra vez

bajo los efectos del alcohol también se intentó matar ,estaba el hijo, el

nieto de ella, estaba toda su familia y no sé , empezaron a discutir y de

repente dijo :”Yo me voy a matar delante de F. ”,que soy

yo ,porque ,me llamo F. ,porque él es culpable de todo. Ahí mi madre

me dijo: No vas más con tu padre ,yo estaba a punto de repetir la

escuela.

En esta historia violenta el joven no es invitado a un proceso de diálogo. Por el

contrario, es expulsado. Esta madrastra ( “bruja”) tiene que expulsar al hijo de

“antes” de su marido, el que a su vez es “expulsado” de su derecho ( ¿u

obligación? ) de dar cobijo y seguridad a su hijo.

D. reprocha a su padre porque no le otorgó cuidados suficientes: la madre lo

mandaba bien vestido y cuando volvía de la casa del padre estaba con

chancletas y en camisa : “Me dieron a elegir y yo elegí vivir con mi padre. Hasta

que mi madre dijo, vos no vas más ahí”. Este padre es incapaz de una

estructura de cuidado, ni de proveer un lugar de demarcación y protección

118

simbólica. No sólo está disociado de la función paterna, sino que la situación es

más irreconciliable aún: cuando intenta ordenar e inscribir la ley, lo que logra es

el desamparo, el desarreglo y la transgresión.

Sugiero entonces que se perfila alternativamente la búsqueda de distintos

tipos de padres: el legal, el del cuidado, el de la protección, frente a este padre

abandónico. No hay padre, sino varios, compensatorios de la falta de ese uno

que no puede sostener un lugar de paternidad . Aspectos disociados del padre

quizás, o tal vez una paternidad que se desliza en varias versiones . Me refiero

con ésto a que este rasgo esquizoparanoide (Baranger,1971), tal vez no sea

defensivo, sino más bien estructural .

Podemos entonces intentar responder la pregunta que el grupo le hace a D.

sobre por qué sigue yendo a lo de su padre:

D: ¿por qué voy? Mi madrastra dice por qué voy si mi padre ya dejó

con mi madre, mi padre ya es tres veces casado, con mi madre que

nací yo, con otra mujer que tengo dos hermanas mujeres, y con el

tercer matrimonio no tiene hijos. Mis hermanas y yo nunca quisimos a

esta mujer de ahora. Ahora hace un mes que no lo veo, tiene un hijo

pero no lo ve. El siempre se desahoga conmigo, si estamos dos horas

y media o tres siempre habla de él, si somos dos tendríamos que

hablar los dos, ¿no?

Esta queja dolorosa permite pensar que cuando la función paterna falla,

cuando el padre no cuida simbólicamente, cuando la madre no “cubre”

imaginariamente, lo que surge es lo que transmite este joven: el resentimiento

(Kancyper,1992).

Este resentimiento no es la resignación de lo paterno, sino su consolidación

en un lugar errante pero aún así imprescindible, lo que lo vuelve una búsqueda

irrenunciable. Quizás se puede renunciar al padre, pero no se puede renunciar

a un sentido de lo paterno, en tanto es un orden y una “promesa” de estructura,

de reconciliación, de poner algún tipo de regulación imperiosa en la

construcción de subjetividad .

Sin duda la dimensión paterna se encuentra fallida. Este padre no es

estrictamente hablando ni un padre centaúrico (Kancyper,1989)48, ni un padre

48 Kancyper denomina relación centáurica a aquella que se configura entre el padre y el hijo, fusional y ambigua como constelación binaria idealizada e indiscriminada en la que el padre funciona como la cabeza y torso de un humano y el hijo lo continua con el cuerpo de una fabuloso caballo y viceversa (Kancyper,1989).

119

de la horda, ni un padre simbólico. No es el padre centáurico que tiene interés

en una indiscriminación, no es el Padre de la Horda (Freud,1913) que tiene

interés en expulsar o que tiene celos de su descendencia, tampoco es el padre

de la función paterna (Lacan,1979) que tiene interés y poder, en cortar un

exceso narcisístico entre la madre y su hijo-falo.

En cada una de esta dimensiones, el padre mantiene algún interés hacia su

descendencia . Por el contrario me atrevería a señalar que esta dimensión de

padre es básicamente indiferente. Pero además esta expulsado. Ya no

expulsa, sino que sufre una operatoria de expulsión.

Situación que tiene relación con la persistencia del imaginario de la Dictadura:

así como los tristemente “desaparecidos”, este padre es él mismo un

“desaparecido” en sus rasgos y capacidad de paternidad.

Si estos jóvenes vuelven a él es porque quizás sea una forma de obligarlo a

que piense en ellos, se ocupe de ellos, les importe. Esta dimensión de la

indiferencia es calamitosa y entra dentro de una configuración vincular a la que

desarrollaré en el próximo capítulo: estructura de padres agobiados.

Pero en el caso específico del padre, aparece una configuración que

denomino : padre cronicida. Por la misma el padre está agobiado y renuncia a

sus prerrogativas y funciones. Simultáneamente es perezoso tanto como cruel;

inseguro tanto como violento; dubitativo tanto como mortificado. Tragador de

sus hijos tanto como vomitador de los mismos. Pero D. y estos jóvenes aún

eligen a este padre. Lo eligen, como una forma de incitar al padre a

necesitarlos. Lo buscan compulsivamente para convencer al padre y a sí

mismos, de que el padre aún los necesita, de que aún puede y debe acceder a

lo paterno .

Esta paternidad sin padre, este lugar que reclaman, es sin duda una de las

“vía crucis” de esta construcción de subjetividad. Es algo de lo inédito –lo

terriblemente inédito- a lo que nos enfrentamos. Tal vez un punto en que la

subjetividad hace “cortocircuito”.

Escena psicodramática entre un padre y su hijo.

El grupo propone que en la escena haya un padre ,un hijo, una madre. El

hijo se llame Nicolás de 18 años, “la edad perfecta” señala el grupo. A lo cual

120

D. comenta :”¿Para qué? Para nada”. Dicen que este hijo es medio rebelde y

le gusta la “joda” grande y va al liceo.

Para el grupo ser rebelde es hacer “joda”, pero manteniendo actividades

“esperables “ ,como ir al liceo. Al personaje ni se le ocurre la posibilidad de

abandonar el liceo. Probablemente porque sin él ya no quedan alternativas de

vida. Al mismo tiempo se contraponen dos discursos : desde la modernidad 18

años aún es un signo de la edad perfecta, desde otro, quizás más propio de los

tiempos actuales, tener esa edad, ser adolescente, ya no significa nada, lo cual

está expresado en un tono de realismo y desencanto.

El padre de la escena tiene 32 años, se llama D. ( igual nombre del

integrante que denuncia el desencanto ) quiere que los hijos sean algo, que no

sean vagos y que no se droguen... Al colocar las dos sillas en una escena que

sería de diálogo entre ellos las terminan poniendo enfrentadas y comentan:

“mejor con la silla dada vuelta”. Proponen como tema un pedido que hace el

hijo. La escena se desarrolla en el comedor de la casa.

Se pone en escena un ideal que parece regirlos: no ser vagos y no estar con

drogas. Entonces, la identidad se define por el “no...tal cosa ”, sin que haya

espacio para otras opciones de tipo afirmativo. Es muy interesante cómo la

palabra "vago" los impacta. Para el grupo el “adentro “ del liceo es un límite que

marca una forma de ser adolescente desde lo normal y lo establecido, mientras

que el "afuera" al mismo tiempo, abre un espacio de peligro y fascinación,

ejemplificado a través de la palabra “joda”. Por lo tanto el liceo es una

experiencia identitaria. No está sólo como un lugar para ir a aprender, a

formarse, para estudiar. Es algo en sí, un referente idéntitario –“estudiante “-

que se acopla al discurso familiar y que además protege del desamparo de ser

“vago”. Situación relacionable de aquélla que ya mencioné por la cual, en

determinados funcionamientos institucionales, se verifica una dimensión

paterna potencial.

El padre en escena pide a los hijos que vayan al liceo, evitando las drogas

(no hay referencias negativas al vino y la cerveza, que parecen ser tolerados y

no signados por el peligro. La silla dada vuelta puede referirse a la estructura

de agobio de la familia con respecto a sus hijos, pero también a que el

encuentro con un padre /s que aparecen distantes, los angustia ).

Se desarrolla el siguiente diálogo :

121

- Papá quiero saber si me dejas salir.

-¿Vos tenés hechas todas las tareas que te mandé?...

¿Seguro? O te querés escapar de nuevo como la última

vez.

- Sí, contesta el hijo.

(Se le pregunta al protagonista-hijo qué siente) :

Con bronca por no entender cuál es el motivo por el

cual no puede salir.

Si tenemos en cuenta que es el grupo mismo el que está “dramatizando”

este padre, no puede dejar de asombrar el grado de rigidez y severidad del

mismo dentro de una "política del trueque", donde para recibir algo ( en

definitiva el derecho a salir) se tienen que otorgar dones que comprueben

responsabilidad. Y sin embargo, el orden de la sospecha se instala

indefectiblemente. Aparece la desconfianza absoluta de estos padres a sus

hijos y la que sienten hacia ellos mismos, teniendo en cuenta que podrían

haber inventado un padre que les tuviera confianza

Son adolescentes que no confían en sí mismos .Quizás porque para confiar

en sí mismos deberían remitirse a un continente que diera cuenta de estos

contenidos (Grinberg,1986) confusos, agresivos o contradictorios . Es decir, el

continente “adolescencia “ desde el cual pudieran tolerar y comprender su

necesidad de secreto, de transgresión y confrontación.

Pero aún así el grupo busca rescatar algo que para ellos es importante:

alguien que regule las entradas y salidas, que ponga “orden” y que haga efecto

de estructura .

El padre dice sentirse mal porque su hijo ya le mintió otras veces.

Ambos , padre e hijo se sienten mal frente a la pérdida de confianza, pero no

parecen saber cómo pasar a otra situación. Es interesante tener en cuenta que

es posible una lectura social donde los marcos de confianza están debilitados.

Así como los padres no confían en ellos, la sociedad ya no confía en los

adultos y los adultos no confían en la sociedad. Esto es una marca de

desconfianza generalizada.

122

Este pedido de la aprobación o la confianza del padre resultará un fracaso, y

en ese sentido es una escena trágica. Porque el padre declara que no le tiene

confianza al hijo ni se la puede tener, teniendo en cuenta que ya en otros

momentos el hijo le mintió y le engañó, acusación de la que no se defienden en

relación a elevados sentimientos de culpa y vergüenza.

Por el contrario –en épocas de modernidad –frente a estas situaciones los

adolescentes podían reaccionar y discutían, no aceptaban esta situación, que

en tiempos de neoliberalismo ha tomado status de sentencia .Se verifica

entonces cómo el engaño y la resignación son factores estructurantes en estos

adolescentes. La forma de estar y convivir con sus familias es ocultando cosas

que finalmente- sin embargo- se saben y divulgan .

Se busca privacidad e independencia pero lo que se revela es que en este

contexto familiar y social, todo lo que implique replegarse y retraerse es vivido

como peligroso, como proyecto de subversión y desorden. Ni hablar entonces

de cómo se semantizan conductas de rebeldía y oposición.

Por otro lado existe un malentendido: confundir secreto con engaño. Para

estos jóvenes tener una vida y un espacio privado es sinónimo de engañar a

los padres. Lo que puede pensarse como que el crecer es vivido de forma

culpable: se sienten culpables por crecer. De allí el deseo de que se descubran

estas mentiras, y al mismo tiempo quizás, el anhelo de que el vínculo sea de

otra manera, buscándose la posibilidad de modificar los vínculos externos e

internos .

(El "hijo" le señala al "padre") : "Yo hago las cosas, que

vos las veas es otra cosa."

Se trata de una denuncia : las cosas se hacen pero el padre no las advierte .

Quiere decir que es un padre que puede siempre reclamar, pero que no

siempre presta atención. Se trata de un padre distraído. De hecho los hijos

están haciendo las cosas, ese no es el problema, sino el clima de desconfianza

recíproca que es denunciado como injusto.

(Entra en la escena la "madre")

Madre: tenés que darle una oportunidad.

123

Padre: está bien podés salir.

Hijo: ¿Tengo que llegar a una hora exacta?

Madre: tenés que acostarse temprano sino

mañana vas a estar cansado.

Padres: te cansás.

Madre: en eso tu padre tiene razón.

De padres reguladores y desconfiados se pasa a padres que cuiden y

sobreprotegen, lo que muestra la intensa necesidad de ser cuidados y

protegidos. Probablemente la forma de sentir que los padres aún los quieren,

es a través de la certeza de que se siguen preocupando por ellos, al precio de

una regresivación que no favorece el crecimiento. De allí el “regocijo” por sentir

que los padres les ponen normas y pautas .

Estos adolescentes mienten y ocultan cosas y lo hacen porque no pueden

renunciar a hacerlo. Pero al mismo tiempo necesitan que los padres sigan

pendientes de ellos. Quizás lo que más duela no es la desconfianza sino el

sentir que los descuidan dejándolos desamparados. Hay un miedo muy grande

a una vivencia o a una fantasmática de abandono, desamparo y desprotección.

Por otra parte hay una dimensión del padre que no puede cubrir toda la

dimensión de lo paterno, con lo que traen enseguida una dimensión de lo

protector, del cuidado. La madre aparece revestida con rasgos de ambigüedad:

indica qué hacer tanto como es cómplice del hijo o doble del padre

Hijo: papá te vengo a pedir el auto.

Padre: ya te dije que no podés, no te tengo la confianza

debida. El auto no se presta, no te tengo confianza.

Hijo: ¿Por qué no me tenés confianza?

Padre: porque una vez me equivoqué, ya te di una

oportunidad y ya la perdiste.

Esto muestra algo recurrente en estos jóvenes: un superyo rígido y severo

“…ya te di una oportunidad y ya la perdiste”. Lo que implica que la vida se

estructura como una sola oportunidad: ya no hay segundas oportunidades.

Terapéuticamente podemos preguntar : ¿Por qué no puede haber segundas

oportunidades? Porque no es “te di una oportunidad”, es: “te doy una sola

124

oportunidad”. Socialmente es el mundo de lo único: se tiene una sola chance y

si se la pierde no queda nada. Lo que queda luego de esta única oportunidad

es la decepción abrumadora.

Tanto social como vincularmente entonces, se tiende a funcionamientos

simplificantes. El padre es severo, pero también son severos los objetos del

mundo mental de estos adolescentes, como es severa e implacable la

sociedad.

Hijo : Vos también te equivocas, porque es siempre el

mismo tema que ya me diste una oportunidad, en realidad

no confias en mí.

Padre: esa oportunidad te la voy a dar, si tenés plata

echale nafta.

Hijo: eso es un chantaje , porque vos sabés perfectamente

que hay una relación acá. Uno manda y el otro obedece ,

sí o sí.

P. comenta que en el rol de padre se sintió un poco mal , porque era “como me

dicen a mí en mi casa”. D. comenta que el padre se impone mucho y que las

cosas son “así y así” (gesto de cosas ordenadas y rígidas) que ponga reglas

pero que afloje. Na. dice: “yo si era la hija hubiera reaccionado diferente “.

La escena empieza y termina con un problema de incomunicación y de

bronca. Existe un intento de cambiar las cosas a través de la queja, la

denuncia, el pedido de una vertiente más igualitaria: “…hay una relación: uno

manda y el otro obedece sí o sí”. Surge una expectativa sobre cómo mantener

una relación de iguales, saliendo de una situación de chantaje, que muestra

que lo dialógico de la escena es en realidad un simulacro de diálogo. El padre

aparentemente deja hacer cosas, pero es él el que sigue dando las órdenes.

Se sigue manteniendo entonces irremediablemente un clima de distancia, de

incomunicación y de agresividad .

lll.5- Los padres agobiados y lo escópico insuficiente

125

G.- La imagen que quieren tener tus padres de vos, te comparan con

ellos que estudian o trabajan y yo les digo que yo soy yo. Más bien

mi madre, mi padre nunca me reprocha nada.

N. –¿Sentís que tu madre no te reconoce ? Yo siento lo mismo con

mi padre. No me reconoce lo que hago y marca diferencias entre la

hija de él y yo, materialmente y cariñosamente, de temas serios con

él no hablo ,sé que él me quiere. Cuando sos niño se imaginan que

el padre es un ídolo, pero después que vas creciendo, no. Yo hablo

con él boberías.(.....)

P.- Mi padre me diría [frente a un problema liceal ]:¡ Dejate de joder ,

no voy nada a hablar, que vaya tu madre! o si no me diría: Bueno sí

voy, pero vos no salís más Yo igual después salgo. ¿Y a mi madre?

Le digo que me tengo que ir a la casa de un amigo.

D. –Yo para qué voy a gastar saliva, no hubiera entendido.(.....)

J.- Vengo por problemas con mi padre. Me insulta y yo me caliento.

Me manda mi madre... Puede ser por problemas de estudio.

D.-A mi también me han dado ganas [de pegarle al padre] ,pero si lo

hago, me “retrata”. Le digo: gritá solo, yo me voy.

L.- Yo a veces hago lo mismo. Le digo lo mismo. Pero no me da

resultado, porque sigo escuchándola.(....)

P.- Sí a mi me dicen : estúpido, mongólico, retardado.

D.- [A mi] Pedazo de un vago, siempre mongólico.

P.- Yo me relajo a mi mismo, mirándome al espejo.

R.- Yo más que insultarme me rezongo a mi misma, lo que pasa es

que vivo mucho en el pasado y me rezongo por las cosas que hice.

L.- Yo lo que hago es rezongarme fuerte, no insultar.

C.- Cuando hago algo mal, me pongo a insultarme , a J.- ¿Por qué

te insulta tu padre?

J.- Por qué hago cosas mal, no sé.49

El material presentado parece transmitir que en el vínculo con los padres

sobresale un doble impacto: el del insulto y la despreocupación. En esta

sección desarrollaré distintos aspectos que se relacionan a esta situación.

Estos padres ya no parecen tener todo el tiempo y la disponibilidad para

atender a sus hijos. Probablemente, a diferencia de otras clases sociales, esta

49 G., P. , D. y J. son varones, N., R. , C. y L. mujeres.

126

clase social media empobrecida parece no poder sostener durante la

adolescencia del hijo, una actitud de cuidado y atención. Lo notable es que esta

situación es posterior a otra de intensa preocupación, con lo que se genera la

convicción en estos jóvenes–como intento de explicación de este cambio de

actitud - de que han cometido algún tipo de falta .

Esta sensación se corrobora con los insultos que cuentan que reciben. Que

no hacen sino redondear una atmósfera de incompetencia y decepción.

Insultos que por otra parte se encargan de continuarse ellos mismos, como si

no hubieran sido ya suficientes los ya recibidos. Por otro lado, pasado un

tiempo inicial, los mismos ya no parece sorprender mucho. Esta resignación

ante el desasosiego paterno agrava una situación que aparece como

inmodificable.

Propongo la hipótesis de que este desvanecimiento del sostén familiar es

relacionable a lo que denomino estructura de padres agobiados . A través de la

misma se pone un tope a la posibilidad de poder soportar problemas. Lo que se

pide y espera del hijo desde la misma, no es sino su adaptación a lo ya

establecido. Un simple “hacer” sin que problematice ese “algo” que tiene como

“encargo”. Los intercambios se reducen a aspectos coloquiales o a establecer

las condiciones para sobrevivir en la vida, dejándose afuera otros problemas

que son sin embargo, esperables en adolescentes50.

De alguna manera en esta sociedad de la única o nula oportunidad, ya no se

puede seguir pensando que el hijo tiene asegurado “a priori” un lugar en la

vida, un porvenir o un futuro ...Y la condición de la única oportunidad es

aprovecharla y no conflictualizarla. Ya no son tiempos de sociedad amplia y de

una promesa, sino de sociedad escasa y supervivencia.

Se está perdiendo así un valor que era reafirmante de la clase media

uruguaya y que se erigía como estructura de mediación entre la familia y sus

herederos: el orgullo familiar 51 A través del mismo y a pesar del mesianismo

esperable (Klein,2003) de la modernidad por el cual el hijo “redimiría” una

50 Se podría suponer que se trata asimismo de mecanismos defensivos frente a nuevos estímulos que se sienten insoportables.

51 Esta dimensión probablemente no aparece explicitada en las teorías psicoanalíticas por la pertinaz costumbre de ubicar los distintos fenómenos humanos dentro de categorías que hacen a lo psicopatológico, con lo que la cotidianeidad queda por fuera de una visión que se simplifica enormemente.

127

frustración secreta o tomaría a su cargo un deseo irrealizado familiar, se

esperaba que el descendiente en algo se negara a lo anterior, siendo capaz de

enfrentar una tarea de afirmación personal. Era una dimensión implícita si se

quiere, de “des-mesianización”52 que hacía equilibrio con esa otra de

“mesianización” asegurando un proceso de transformación y cambio en la

configuración familiar y en la identidad .

Este orgullo del padre o la madre implicaba el : “ mirá ... me ganó , hizo

valer su punto de vista...qué bien que está éso !”. Frase afirmativa que

difícilmente se expresara como tal pero que tenía efectividad dentro de la

matriz emocional de un vínculo “sano” entre padres e hijos. Es la dimensión de

“deshonrar” transitoriamente a los padres para honrarlos tróficamente, a través

de una subjetividad consolidada y un crecimiento logrado .

Este inédito inplanificado por el que se sorprende a los padres es un

“agravio” bien recibido. Agravio que no se concibe como desafío sino que

ubico como una dimensión de la confrontación de Winnicott (1972), por la cual

si el adulto se siente adulto, puede tolerar un agravio al que no siente como

mortífero ya que también él ha pasado por una situación semejante.

A través de este par agravio-desagravio, honra–deshonra, más que

transmisión transgeneracional (Kaës, 1996) se desarrolla un trabajo entre las

generaciones. A su vez este “orgullo” posibilita que los padres encaren un

trabajo de anticipación (Aulagnier, 1975). El hijo con sus estudios o

eventualmente en el ámbito laboral, es la prueba factible de que una vida

(social) es posible, inclusive distinta o mejor a la de los padres. La actitud

“saludable” ante ciertas decisiones del hijo anuncian y garantizan la

catectización social y familiar de la adolescencia, previa y simultánea a la

catectización de un espacio adolescente como construcción de subjetividad.

Cuando esta estructura de mediación falla se anula el proceso de

anticipación (Aulagnier,1975), pasando a destacarse el desmantelamiento de

un porvenir que se ha vuelto ausente Sin un “futuro” como herramienta técnica

y vincular que permita contextualizar los problemas de los hijos como “de

adolescentes”, los mismos dejan de ser transitorios para volverse eternos.

52 Mesianización y des-mesianización, son conceptos que desde Kancyper (1997) he profundizado en otras publicaciones mías (Klein, 2003 y 2004), aludiendo com los mismos a un doble proceso de investimento y des-investimento, hacia el hijo que crece y del cual se espera la salvación familiar y del hijo que crece y del que se espera que se independize del núcleo familiar, respectivamente.

128

Esto hace que la tolerancia a la frustración y la paciencia comienzan a ceder,

prevaleciendo fastidio e intolerancia hacia los problemas filiales. El hijo no tarda

en convertirse en blanco de desprecios y desvalorizaciones, cosa que trae N.

al señalar que no es tenida en cuenta a no ser para hablar “boberías”.

Cuando esta “deshonra” que era honra ( el “resistirse” a planes ya

consumados) se toma efectivamente como deshonra, hay concomitántemente

una dimensión de lo adulto que se pierde al entrar en competencia, rivalidad o

despecho con los hijos. Esta configuración del orgullo que oficiaba de figura

intermedia o de compromiso entre continuidad y cambio, entre confrontación y

mesianismo, entre orgullo y rebeldía, aparece en un punto de peligroso

“impasse”. Peligroso porque a partir del mismo se perfilan y agudizan dos

configuraciones: padres agobiados - mesianismo exacerbado53 .

Estos padres agobiados transmiten lo horrible del dinero que no alcanza, del

no poder enfrentar responsabilidades, el trabajo perdido, la amenaza del

desempleo... en definitiva que ser adulto se ha vuelto una tarea exasperante.

Si estos padres no son adultos sino niños, se los debe cuidar

irremediablemente, lo que implica el tratar de ser un buen hijo para cuidar a

papá-niño y mamá-niña. Una forma de ser buen hijo es despreocuparlos siendo

lo menos posible adolescentes. Se comienza a perfilar lo que denomino un “self

clandestino”

El mundo - adulto se hace demasiado difícil de sobrellevar con lo cual hay

algo que se pierde para la oportunidad de identificarse con dicho mundo. Si

hay identificación, es con el modelo que les transmite el adulto, lleno de rencor

y despecho, ya que anuncia que es imposible ser adulto, o un : “serás adulto,

pero eso te convertirá en un desgraciado”. De esta manera se solidifica la

sensación de una expulsión del futuro adulto del espacio simbólico-social de la

adultez .

Frente a este panorama la estructura que predomina es la complacencia.

( R.- “tengo un defecto, que soy dominable... Vivo tratando de complacer a los

demás”) , intentando impedir la pérdida de la aceptación de los padres. El costo

es una construcción de subjetividad donde el joven queda erradicado de sí e

impedido de poder escucharse a sí mismo.

53 La que desarrollo en el próximo capítulo.

129

La educación (familiar-social) pasa a ser eso que Winnicott (1972) tanto

temía: un espacio de disciplinamiento no creativo. Estos adolescentes sienten

que no tienen posibilidad de hacer “play”, sino simplemente “game”

(Winnicott,1972) . Siguiendo estas formas de resignación N. dice: “... hace siete

meses que salgo con un muchacho ...y me digo: tiene novia, pero cuando lo

veo todo cambió “.

Lo que queda –como dice N.- es un “conformarse con las pequeñas cosas de

la vida” , dimensión del menos donde se minimiza la posibilidad de expansión

narcisista y se consolida una dimensión de lo inseguro, donde no se tiene ni

siquiera derecho a poseer un objeto genital completo. Hay algo de la pulsión

epistemofílica, capaz de generar curiosidad e investigación -concepto que he

ya desarrollado en Klein, 2003- que se daña pues hay una búsqueda que se

clausura, pero también se resiente el derecho a poseer un objeto de amor .

Estamos lejos de la elección de objeto exogámica propia de la modernidad

keynesiana, operando como forma de poder separarse de un objeto primario

(Braconnier,1996 ) . P. le señala a N. : “capaz que está haciendo sufrir a las

dos, te está haciendo ilusionar y sale con otra”, consolidando una vivencia del

otro desde la desconfianza, la burla, la manipulación, lo que dificulta el poder

experimentar una genitalidad con encuentro del otro. Esta desconfianza no

puede sino conducir al no-crecimiento donde el objeto- encontrado reenvía al

objeto primario dificultando en tiempo y forma la resolución edípica.

A su vez esta complacencia (como un aspecto de falso self) implica la

anulación de las partes más autónomas de la mente y la posibilidad de

recepcionar las noticias del mundo interno (Bollas,1991) perdiéndose una

experiencia de calma y tranquilidad. Surge la hiperadaptación, con lo que

disminuye la posibilidad de transgresión que esperamos de la adolescencia. Se

intenta así, ser mínimamente transgresivo buscando eliminar la amenaza de

una posible exclusión.

El presagio que se redobla es que alguna desgracia el joven va a traer a la

casa: la pasta base, o el repetir el año , o un embarazo o todo eso junto. El

equilibrio homeostático familiar se substituye por una sensación de

desequilibrio e intranquilidad que no se sabe como manejar. Lo que se

suplanta en definitiva es la frase : “mi hijo... qué hijo!” por un: “¿!qué voy a

hacer con este hijo?!”.

130

Situación discursiva que implanta una desazón desesperante que no puede

sino favorecer modalidades subjetivas donde pasan a predominar la

polarización de las temáticas de la fidelidad y la traición. Se es fiel a papá y se

traiciona a mamá o viceversa. Se es fiel a sí mismo y se acepta lo conflictivo

del crecimiento, o se es fiel a una configuración familiar que se muestra frágil y

necesitada de cuidados.

El júbilo del crecimiento (Urribarri,1990) deja paso a un self mortificado,

situación que es inseparable de aquella otra que encontramos en la

subjetividad de estos adolescentes: la incapacidad para poder manejar el

conflicto, el que aparece revestido de las características de lo insoportable y lo

bizarro54. Este par deuda - traición se acompaña del espectro resentimiento-

remordimiento (Kancyper,1992). Resentimiento con aquel que no permite

crecer, remordimiento por aquél al que se siente “abandonado” por ser

adolescente.

Esta situación tiñe y empobrece los distintos vínculos. Así G dice : “Me peleé

hace dos semanas con mi novia por culpa de mi madre. Buscaba las llaves de

la moto y las tenía mi madre en el bolsillo”, donde lo genital-novia entra en

colisión con lo endogámico-madre. Este pelearse por culpa de la madre,

indican que los logros de genitalización con la novia son muy frágiles y

sucumben ante la problemática de la fidelidad con el objeto mamá endogámico

R. por su parte señala : “Lo categoricé como una basura a mi novio, hablé

con mi padre para dejarlo y me apoyaron, pero me empiezan a hablar: pero

fijate que siempre estuvo contigo, y ahí no sé, cambio, a mí me dicen: hacé tal

cosa, y no sé, lo hago” . Cabe preguntarse entonces qué genitalización se

puede consolidar, si para estar o no con el novio, R. debe consultar con los

padres. Es más bien una pseudo- genitalidad que cae ante momentos donde

la problemática de la fidelidad ante la familia genera angustia e indecisión.

El crecimiento hacia el futuro se suplanta por una organización binaria que

empobrece y atenúa la capacidad de opción (asentada en procesos terciarios,

Green (1994). Es una cosa o la otra: o se rinde en los estudios o se es un

pésimo hijo. Ya no se trata de una racionalidad dialógica (Fonagy,2000), sino

de un entramado de dobles discursos paradójicos que no hay cómo resolver.

54 Como desarrollo en el capítulo Lo persecutorio, el riesgo de vulnerabilidad extrema.

131

No hay ley de la convivencia ni de la subjetividad que amortigue o apacigue

ésto que se perfila como dilemático. Las emociones se ajustan de acuerdo a un

falso self (Winnicott,1981). De esta manera el padre y la madre siguen

“haciendo” de padre y madre, pero dentro de un falso self, de acuerdo a roles

que son anacronismos sociales, al no poder mantener un sentido desde la

efectiva realidad social. Esto explica mejor lo que en el capítulo anterior

señalaba como imposibilidad de introyección de los objetos familiares

transformándolos en objetos psíquicos. Lo que se hace inviable en la medida

en que el padre y la madre, más que actuar como objetos reales y vivos

(Winnicott,1979), lo hacen como un objeto falso self transmitiendo distancia,

desvitalización y desconcierto.

Es un “hacer de” que no remite a una estructura de familia real sino a una

estructura familiar idealizada. Así R. le dice a N.- “que tu madre te conecte con

él” [el padre], transmitiendo el modelo esperable de una madre que desde la

familia nuclear conecta a los hijos con el padre y viceversa. Madre que era

intermediaria y facilitadora. Por el contrario R. señala : “yo insistía porque

cuando estoy con él [el padre]cambia todo, a él le cuento todo”, reflejando una

situación excluyente: o se dialoga con el padre o con la madre. Nunca con los

dos.

Al mismo tiempo esta configuración familiar genera un espacio, donde los

adolescentes ya no se sienten reconocidos dejando de ser valorados. Espacio

( en el que habría que incluir el liceo) donde nadie los advierte como sujetos de

deseo. Esta mirada que expresa una catetización que se pierde, dando lugar a

una mirada des-libidinizante, es lo que denomino escópico insuficiente .

Algo que estaba asegurado y era incondicional de parte de los padres se ha

perdido, volviéndose insuficiente o inexistente. El desasosiego que transmiten

estos padres marca un punto de desinvestimento que desconcierta. Estas

familias ya no pueden transmitir sino una situación de agobio que no permite a

estos padres ser suficientemente tolerantes. En una sesión R. cuenta “me tapé

los ojos” donde su no mirar redobla el ya no ser mirada. Así se reproducen

aspectos por el cual alguien siempre tiene que quedar excluido de un lazo

libidinal y social, generándose un clima del malestar y desamparo a través del

cual se reproduce la estructura de la sociedad “escasa”.

132

Estos adolescentes inauguran así su adolescencia, substituyendo la

dimensión trófica por una tanática, de pulsión de muerte, consolidando una

des-libidinización abrupta que anula la posibilidad de confrontación

generacional ( Winnicott,1972 ) ; de historización ( Piera Aulagnier,1991) ; de

segunda oportunidad ( Peter Blos,1978 ) y de júbilo ( Urribarri,1990 ).

La fragilización de las estructuras mencionadas que facilitan las situaciones

de pasaje, consolidan la dificultad de ya no saber cómo entrar a la

adolescencia. (P.- “hay gente que quiere seguir siendo chico” ). No se trata de

que NO quieran , es que no saben CÓMO. Una estructura de este tipo hace

que en definitiva fallen las estructuras de mediación entre el adolescente y su

adolescencia. Reitero: no es que no puedan ser adultos, es que antes de eso

no saben cómo conectar lo adolescente a escala personal, con la adolescencia

a escala social.

En su lugar surge el deseo de no crecer . L. señala – “A mí me gustaría

seguir siendo chica”. Lo grande se negativiza, lo chico se idealiza,

estructurando lo que llamo una escena congelada en un trabajo previo

(Klein,2003) donde el cambio está des-investido, con lo que el crecimiento se

revela como un momento de colapso insoportable al estar ausente un lugar -

tiempo social al cual advenir.

Ese posible conflicto entre lo chico que “tira” para atrás y el deseo de ser

grande que “tira” hacia delante, se reformula en términos de que el único punto

de certeza que se puede resguardar es ser chico y pasar desapercibido. El ser

el “bebé de la casa” implica asegurarse que en la familia hay un espacio donde

se recoge y acoge esta demanda. Lo que a su vez evita el tener que generar –y

generarse- las preocupaciones propias de la edad.

Desde otro punto de vista se podría pensar que esta escena congelada

implica sostener también un objeto psíquico vincular donde todos buscan

sentirse amparados. Los adolescentes de su adolescencia. Los adultos de su

adultez .Y todos, de una sociedad que asusta, denigra y desampara.

En estas condiciones se dificulta enormemente restaurar el beneficio

primario y secundario de crecer. Cosa que sin embargo logra R. la que

expresa: “A mí me gustaría ser grande y decirle a mi abuela: no, no voy a hacer

esto”, con lo que introduce una diferencia desde la que se instaura un proyecto

propio. Situación que es también un retorno del orgullo por la fundación del

133

espacio personal. Tanto desde este orgullo, como desde lo escópico

insuficiente, la capacidad de poder poner en juego confrontación

(Winnicott,1972) es lo que permite instaurar un espacio personal y diferenciado.

Como recuerda Fiorini (1994) la mirada del otro significativo es dadora de

imagen y sentido para el sujeto. Winnicott a su vez comentando sobre el

desarrollo del niño señala: “¿Qué ve el bebé cuando mira el rostro de la

madre?(...)por lo general se ve a sí mismo(...)la madre lo mira y lo que ella

parece se relaciona con lo que ve en él” (Winnicott,1972: 148) [en cursivas en

el original]. Se trata de un encuentro con un rostro –mirada que ve y reconoce

al que le mira. Le da un significado, lo carga de vida, intensidad y sentido

emocional.

En la medida que esa mirada no devuelva al sujeto esa vuelta de sí mismo

[ya que se trata de un registro estructurante y no meramente ilusional], el

proceso de crecimiento y autonomía se bloquea. En este caso los bebés:

Miran y no se ven a sí mismos(...)empieza a atrofiarse su capacidad

creadora(...)El que es así tratado crecerá con desconcierto(..).Si el rostro

de la madre no responde, un espejo será entonces algo que se mira, no

algo dentro de lo que se mira(...)atormentados por este tipo de fracaso

materno relativo, estudian el variable rostro de la madre, en un intento de

predecir su estado de ánimo (ídem: 149).

El crecimiento es substituido por una sensación de tormento, quebrándose

esa posibilidad de “existir como uno mismo, y de relacionarse con los objetos

como uno mismo, y de tener una persona dentro de la cual poder retirarse para

el relajamiento” (idem:154-155).

Desde otro ángulo ( ya netamente clínico ) Kohut señala cómo un tipo de

transferencia (especular ), revela la necesidad que tiene el paciente de :

movilizar sus fantasías y exhibicionismo grandioso [esperando y

necesitando] que sus fantasías grandiosas y necesidades

exhibicionistas(...)no se hallarán ante la falta de aprobación, eco o

repercusión traumática a que estuvieron expuestas en la niñez [lo que]

constituye(...)una posición de relativa seguridad, que(...)permite

134

continuar la dolorosa tarea de exponer el self grandioso a una

confrontación con la realidad (Kohut,1977: 178-79) [en negrita por mi]

En el material presentado se trasluce un escópico insuficiente que anula una

distancia operativa. Por distintos motivos ya no es posible reconocerse en los

padres (Winnicott,1972), anulándose o sobre-estimulándose una grandiosidad

(Kohut,1977) que aunque transitoria, es estructurante del poder, el vigor y la

autonomía del self adolescente que muestra importantes fallas.

Esta situación es inseparable de una realidad social en la cual los padres ya

no saben muy bien qué hacer con sus hijos adolescentes, por lo cual la

adolescencia se convierte en sinónimo de agobio. Se pierde ese margen por el

cuál el hijo consolidaba su proyecto personal, siendo sostenido libidinalmente

por su familia.

Dimensión de orgullo que se substituye por ésta outra de desasosiego, forma

en como pasa a resignificarse el lugar que estos jóvenes ocupan dentro de la

sociedad, dentro de la familia, dentro del liceo. Ya no se está pensando en ellos

como adolescentes, sino como una carga, un fastidio, una molestia, un dolor

de cabeza .

Cabe señalar que para Kancyper (1997) es tarea del adolescente

desidentificarse de la construcción familiar narcisista, el infans maravilloso.

Pero esta dimensión ya no aparece tan claramente, substituida en cambio por

situaciones de desasosiego narcisista. De la construcción narcisista:

“esperamos todo de ti” se pasa a un: “ya no esperamos nada...”,sin

alternativas ni soluciones de continuidad.

Escena psicodramática sobre una familia

Se pide al grupo que entre todos “construyan” un padre. Después se pide

que se haga lo mismo con la madre. El padre inventado es Nelson José

Campos Rodríguez de 37 años, con dos hijos, una hija de 13 años y uno de 12.

Es un padre preocupado e irritable a la vez, agobiado por el trabajo. La madre

se llama Leticia Silva de 39 años. Tiene dos hijos. Un hijo de 14 años y una hija

de un año y medio. Es soltera y ama de casa. Castaña de ojos verdes,1.70 de

135

estatura, carácter normal, ni malo ni bueno. Con la nena más chica es bien, le

da todos los gustos.

En la escena, el hijo de 14 años quiere buscar a su padre, a ver si se queda

con él. Le pregunta a la abuela adonde vive el padre. Antes de irse decide

hablarle a la madre

- Le das todos los gustos [ a la otra hija de año y medio] , pero te

llevas mal conmigo

- Ella sabe más de lo que dice, pero no lo dice. ¿Por qué? Soy

grande, puedo escucharlo.

- Me tenés bronca porque soy el mayor, porque quiero buscar a mi

padre, el hombre que me dio el apellido. Vos me estás despreciando

porque soy el más grande.

- Me tenés rabia vos a mi, porque fui el primero en nacer, capaz que

te arruiné la vida.

- Soy el mayor y un cero a la izquierda. No doy más. A su vez la hija

menor le pide a su madre cariño.

- La madre responde que así como el hijo se siente “ juzgado” ,a ella

le pasa lo mismo y por eso no puede hablar, por eso le es difícil

compartir la historia de su vida .

Se trata de una familia donde los hijos son del padre o de la madre pero no

de ambos, en relación a una temática de fidelidad que no se puede compartir .

Quizás exprese que existe una forma de ser hijo desde y con el padre, y otra

con y desde la madre.

El padre se toma desde el ideal social poseyendo dos nombres y dos

apellidos, como tratando de robustecer su condición paterna y su posibilidad de

dar amparo. Padre de dos apellidos, lo que indica al mismo tiempo una

temática en torno a la transmisión, la descendencia o la herencia .

Es un padre preocupado, pero irritable. Agobiado por el trabajo. Lo que

significa: con poca tolerancia con los problemas de la casa y sus hijos. Todas

sus energías quedan en el trabajo. No hay disponibilidad para nada más. En

definitiva pierde la posibilidad de negociar con los problemas de sus hijos.

¿Quién es irritable? Quizás una persona a la que obviamente no le cuesta

mucho el mal humor. Pero también lo es alguien cuya reacciones son

impredecibles, o mejor dicho, que es impredecible ante qué cosas se va a

136

irritar. Como sea, es un padre frente al cual hay que tener cuidado y

precaución, tratando de no irritarlo. Pero con este temor se genera una

dificultad estructural para poder instaurar confrontación generacional. El joven

que hace esta confrontación en algún punto sabe que va a irritar a su padre,

pero eso no lo va a preocupar demasiado. O por lo menos, no al punto de

bloquearlo.

Al mismo tiempo, padre irritable es aquél frente al cual se comienza a

seleccionar qué se le muestra alentando que se instale un secreto. En esta

cultura familiar algo queda disociado y por fuera de la familia, lo que la

convierte en un espacio restringido, donde pocas cosas pueden acontecer y

pocas otras se pueden comentar. Así este padre poco o nada sabe de los hijos.

Pero entonces ¿cómo y con qué se podrá sentir orgulloso de los mismos ?.

La madre en cambio tiene un solo nombre y apellido. No está sobrecargada

de títulos. Además es mayor que el padre y también con dos hijos, con lo que

se podría pensar que el material está disociado: desde el padre hacen una

familia y desde la madre hacen otra. La madre es soltera y ama de casa, lo que

denuncia la dificultad de pasaje de lo endogámico a lo exogámico. Es una

mujer que, o porque está desamparada o porque es muy fuerte, ha demostrado

que no necesita un marido. Para reencontrar a su padre, entonces, el hijo debe

salir a buscarlo.

La descripción física de esta madre se acerca a un tipo seductor de mujer:

castaña, ojos verdes, un metro setenta de estatura, carácter normal. Una mujer

que se describe desde una “mirada” edípica facilitada por la ausencia de un

padre que no establece límites y prohibiciones, por lo que se vuelve más fácil

consumar una situación narcisística representada por la demanda del hijo: su

deseo de ocupar un lugar de niño de año y medio .

Quizás por eso aparecen hermanos y no hijos únicos: es una forma de poner

obstáculo, de poner un tercero –aunque sea a nivel fraternal- ahí donde hay

peligro de una díada narcisista. A pesar de que se señala ( Kancyper,1997 ), de

que el complejo fraterno es netamente distinto al edípico, acá aparecen

mezclados .

137

Pero a este hermano le es muy difícil oficiar entre una madre y un hijo,

porque él a su vez tiene plenos intereses en la escena, por lo que de cualquier

manera no se va a lograr una plena discriminación. De esta manera ninguno de

los “hijos “ de la escena se acerca a la edad real de los protagonistas-17 años-

sino que son edades menores que tienden a lo regresivo.

Cuando el joven de 14 años habla, lo primero que aparece es una queja, un

reproche. Hay una hermana de un año y medio a la cual la madre le da todo.

Pero si esta madre da todo a esta hija ya no queda nada para él. Es una

posición binaria: todo o nada La madre aparece repartiendo arbitrariamente sus

dones ,”alentando” un registro de infancia antes que de adolescencia. Por algo

la madre premia a la niña de un año y medio. Y no le da nada al otro. Es una

forma de expulsión que es a la vez castigo. De la madre este adolescente lo

que recibe es desamparo y vacío. Y ahí es donde empieza su aventura: la

búsqueda del padre.

Pero la “aventura” adolescente no es para buscar a un padre. El padre y la

madre están al comienzo de este viaje y no al final, como es en este caso .

“Algo” que ya tendría que estar y ser el marco a partir del cual emprender algo

nuevo, no está. En el futuro entonces no está la adolescencia sino un probable

padre que un día va a ser encontrado o no. Como remarco en el capítulo

anterior: una cosa es anticipar un futuro, otra un padre. Si éste no los reconoció

allá y entonces, difícilmente lo haga acá y ahora.

Sin embargo hago notar que en vez de aprovechar la escena para

“encontrar” al padre recrean una madre y una abuela. Lo que probablemente

indique que necesitan un intermediario que oficie como nexo en esta búsqueda.

Las figuras de mediación se hacen imprescindibles entre ellos y su “aventura”

paterna. Pero la adolescencia misma ya no es la figura e mediación, sino que

recurren a otras substitutas.

A su vez ¿por qué la madre está tan irritada con el hijo?. Una hija de un año

y medio está en la misma situación de género que la madre, pero además en

una situación y edad donde no le plantea problemas ni la agobia. El problema

es que un año y medio no se pueden tener siempre, por más que ellos quieran

y por más que la condición para que todo siga bien con la madre, es que ellos

sigan siendo niños.

138

A la madre se le reprocha : “ella sabe más de lo que dice, pero no lo dice”.

¿Se está refiriendo al padre ? Como sea es un reproche. Hay algo que es un

secreto y el secreto quizás sea la ubicación del padre. Lo interesante es que lo

tenemos que deducir, porque no se atreven a decirlo directamente. Es un

reproche que hay que enunciar de forma muy delicada, como un secreto que

no se puede descubrir totalmente. Tiene que mantenerse algo velado ya que la

dimensión del secreto es ineludible para estos adolescentes.

Hay un secreto que ellos sienten o están convencidos de que los adultos les

ocultan, como una parte de su vida que no les dejan ver. Pero además están

los secretos de ellos mismos frente a padres irritables o agobiados. Y por

último hay un secreto que tiene que ver con la interacción con sus grupos de

pares. En los mismos deben aparentar ser “grandes”, ocultando su self

verdadero más regresivo e infantil. Porque esa niña que recibe todo es también

un lugar muy envidiado. Es como si se tratara de un pacto denegativo, por el

cual se debe dejar algo “afuera” de un conjunto, para que el mismo se funde.

Este pacto denegativo (Missenard,1989) implica que lo que se deja fuera del

grupo de pares es la infancia, la que permanece como escena anhelada en lo

familiar.

Por otro lado este material va en contra de algo impuesto en el imaginario

social y que refiere a que supuestamente hoy en día hay mucho más diálogo

entre padres e hijos. Inclusive muchas de las críticas que desde tiendas

psicológicas y sociológicas se hacen a los padres, es que a través de ese

diálogo pretenden camuflarse de jóvenes. Pero este material muestra

justamente lo contrario, pues el diálogo paterno-filial se substituye por una

estructura de mucho secreto y disociación. Le dicen a la madre :“vos nos estás

ocultando algo” marcando la desconfianza hacia ella por poner obstáculos a la

búsqueda de lo paterno, cosa por la que es fuertemente juzgada .

lll.6- Acerca del mesianismo exacerbado o el estar todo el tiempo

ocupado en “cuidar”

D. Yo sí me tengo que quedar solo. Me encierro en el cuarto, pongo la

música alto. A mi me caen con todo el peso por ser el mayor. No puedo

139

hacer payasadas ,si quiero hacer paro de manos, me dicen que no,

porque los demás te copian. Tengo que ser serio, cumplir con las

tareas, no te podés zafar ,porque tenés hermanos ,tenés que cuidarlos y

no podés hacer lo que realmente querés hacer de verdad.

L.- No creo que sea porque uno sea mayor o menor. Los padres

siempre se forman una imagen de cómo deben ser los hijos, tienen sus

exigencias. (....)

A- Las decisiones las toman los demás por mí. Con mi familia siempre

fui muy apegada, siempre me dicen que sí y si me dicen que no, me

siento sola, como que me dejan de lado...Mi novio siempre me dice ,yo

no necesito que me cuiden, necesito que me ayuden.

P- Vos sos responsable, hacé bien las cosas y te va a ir bien...Hay

cosas en que soy chico, pero algunas cosas no, soy grande.

D- En otras te quieren poner la responsabilidad de que sos mayor..

L-A los hermanos mayores, mayor responsabilidad, a los hermanos

menores, menor responsabilidad...

P- Si ellos se van, yo tengo que cuidar la casa y mi barrio es fatal. De

noche hay una bandita ...Para eso soy grande.

L- Eso podría ser, pero en mi caso yo no tengo que cuidar la casa. y es

lo mismo.

D- Tengo dos hermanos más chicos y yo trabajo al lado de casa. Mi

barrio también es bravo y tengo que ir cada 15 minutos a ver si está

todo bien. Claro, pero de noche es: no tomes, no fumes, para eso

siempre te marcan límites.

P- Si mis padres se van y mi hermana, yo me quedo afuera de la casa

con uno o dos amigos ,prendo la música a todo lo que da, pero no

siento miedo.

D- Un profesor decía que no cuidábamos las sillas porque eran

públicas, pero que si las privatizaran ,las cuidaríamos y yo estaba de

acuerdo pero no se lo podía decir a mis amigos.55

Los fragmentos precedentes marcan lo que denomino una subjetividad o una

adolescencia de “puntitas de pie” . La misma implica- entre otras cosas- menor

tolerancia familiar56 a los problemas de ánimo, a los conflictos, a las conductas

55 D. y P. son varones, L. y A. mujeres.

56 Habría que incluir aquí que en esta situación influye también los cambios demográficos que se operan en las mujeres, las que además de sus tareas tradicionales (cuidado de la casa) pasan además a ocupar

140

de rebeldía y oposicionismo: “Tengo que ser serio, cumplir con las tareas, no te

podés zafar, porque tenés hermanos, tenés que cuidarlos y no podés hacer lo

que realmente querés hacer de verdad.”

Se incentivan así necesidades de ser bebé, buscando ser resguardados y

contenidos, pero a condición de que esa realidad se mantenga de forma

clandestina. De esta manera se comportan regresivamente con los padres y

“aparentemente” adolescentes con sus amigos.

En vez de haber continuidad existencial lo que hay es una escisión

existencial. Una cosa se es con los amigos, otra con los padres. Con aquéllos

hay una conducta que es la que se “espera “ de un adolescente, mientras que

alrededor de la familia despliegan vínculos fusionales .

Esta necesidad de ser contenidos regresivamente hace que la adolescencia

aparezca como peligrosa ante la posibilidad de “perder” ese contacto que se

siente imprescindible. Su extrema necesidad de ser cuidados, hace que

paradojalmente no puedan dejar de cuidar a aquéllos que pueden mostrarse

carentes.

Una vertiente de este tipo de subjetividad es lo que transmiten con su

agobio: ya no puede dejar de cuidar. Situación que se relaciona al malestar de

que se les señalan obligaciones, mientras que no se les reconoce el derecho a

tener otra actividad. De esta manera se coarta la posibilidad de que vayan

aprendiendo a cuidarse de sí mismos.

Junto al cuidado permanente se implementa una ansiosa actividad de

interpretación tratando de percibir signos de rechazo y/o aceptación, buscando

entender los códigos por los cuales pueden ser incluidos en el vínculo familiar

y/o social (“Vos sos responsable, hacé bien las cosas y te va a ir bien...”).Pero

por otro lado desde esos conjuntos, las condiciones de aceptación se rigidizan

(“Los padres siempre se forman una imagen de cómo deben ser los hijos,

tienen sus exigencias”).

Una conducta que expresa lo anterior es lo que denomino mesianismo

exacerbado. Como ya indiqué, en trabajos anteriores (Klein,2003) he señalado

lo mesiánico (concepto que maneja Kancyper,1992,1997) como una actividad

estructurante de la adolescencia:

puestos de trabajo. Por otra parte es dable observar que estas tareas se traspasan a las hijas.

141

De alguna manera su presencia asegura la persistencia de un

investimento por parte de la familia, más allá de los cambios

del período(...)Se podría decir entonces ,que si “su majestad

el bebé” es una condición ineludible de estructura, “su

mesías, el adolescente”, no lo es menos.(Klein,2003:124)

En ese sentido esperamos que el adolescente se apuntale y desapuntale

simultáneamente en la familia, el Edipo, la confrontación, el grupo de pares, lo

mesiánico, un futuro, la vocación u otros. Esta situación permite un potencial de

salud ya que cuando se tenga que pasar por estructuras de crisis y cambio, las

mismas se semantizarán flexiblemente al estar ya el psiquismo

multiapuntalado. Cuanto más apuntalada esté la subjetividad (Bernard, 2001)

más complejo se vuelve el psiquismo.

Por el contrario el material presentado sugiere que la adolescencia en vez de

ser una escena anhelada, como una posibilidad de cambio, pasa a ser una

escena temida, fragilizándose las estructuras de mediación entre el

adolescente y su adolescencia. Así se tiende a un monoapuntalamiento sobre

una escena congelada, que les evita los sinsabores del crecimiento y los

reproches por ser adolescentes.

Al perderse la adolescencia como “un intenso proceso de traducción que

tiene que ver con desapuntalamiento y reapuntalamiento” ( Klein,2003: 171),

se consolida un monoapuntalamiento, con lo que lo problemático es que estos

jóvenes no saben CÓMO pasar entre distintas estructuras (infancia-

adolescencia; adolescencia- adultez) .

En el material estudiado da la impresión de que lo mesiánico es el único[o

predominante] apuntalamiento que posee el adolescente para sostener vínculo

con su familia. De allí que lo denomino “exacerbado”. Salir del mismo se

vivencia como una situación de catástrofe ante la cual el adolescente se siente

angustiado.

Las responsabilidades “mesiánicas” parecen abarcar un terreno cada vez

más amplío y centrífugo: cuidar la casa, la hermana /os, sillas, el hogar, la

armonía familiar, hasta un punto en que da la impresión de que no es que el

adolescente se “recueste” sobre el mundo, sino que éste lo hace sobre él. Lo

fraterno pasa a ser una “carga” fraterna (“... te quieren poner la responsabilidad

142

de que sos mayor...;A los hermanos mayores, mayor responsabilidad, a los

hermanos menores, menor responsabilidad..”).

El fantasma que se intenta conjurar asumiendo este encargo (o más bien:

sentencia) es el de la pérdida. Pérdida de la familia, pérdida de la tranquilidad,

pérdida de una especie de equilibrio homeostático, de lo cual se convierten en

guardianes. Abdicar de este lugar puede acarrear peligros inminentes: robos

(“robaron en las casas de al lado de la mía”),destrucción (“De noche hay una

bandita...”), accidentes (“tengo que cuidar a mi hermana porque se va a la

calle”), ausencias (“Se va con las amigas y se olvida de tener cuidado”),

divorcios (“Nunca asimilé que mis padres se separaran. Hubo problemas entre

ellos dos...”).

Esta situación es inseparable de lo que denomino situación de catástrofe

inminente. Pero al mismo tiempo se enlaza a otra: la situación de obligación

incuestionable. Así, si bien transmiten malestar ante la situación (“Claro, pero

de noche es: no tomes, no fumes, para eso siempre te marcan límites” ) y su

doble discurso (“Si ellos se van, yo tengo que cuidar la casa y mi barrio es fatal.

De noche hay una bandita ...Para eso soy grande”), no pueden sino hacer acto

de “obediencia debida” ,reflejando quizás la persistencia de la transmisión de

una gramática dictatorial.

Queda delimitada así una conducta compulsiva , quizás al mejor estilo de un

ritual obsesivo (“Tengo dos hermanos más chicos y yo trabajo al lado de casa.

Mi barrio también es bravo y tengo que ir cada 15 minutos a ver si está todo

bien”), tratando de evitar una experiencia de soledad a la que se siente

aterrorizante : “Yo sí me tengo que quedar solo. Me encierro en el cuarto,

pongo la música alto; Si mis padres se van y mi hermana, yo me quedo afuera

de la casa con uno o dos amigos, prendo la música a todo lo que da, pero no

siento miedo”.

De esta manera los posibles conflictos psíquicos son substituidos por un

esfuerzo adaptativo. En tal sentido se busca anular situaciones conflictivas que

se buscan resolver con esfuerzo y voluntad. Al mismo tiempo, las situaciones

se exageran volviéndose cuestiones de vida o muerte .

El desobedecer pasa a relacionarse a vivencias de desamparo, por lo que no

se sienten con fuerza para imponer cambios a su conducta, la que aparece

resignada y desvitalizada. Este sentimiento de “estar a merced” implica que la

143

subjetividad se regula en gran parte externamente, a nivel familiar y/o

institucional.

Este mesianismo exacerbado se relaciona asimismo a la imposibilidad de

concretar un duelo por una familia ( y una sociedad?) que no existe más, pero

a la que se asocian vivencias de resguardo y cuidado. Esta especie de

“infancia feliz” prolongada busca desmentir, más que el fin de la infancia, el

cambio de los padres de la infancia. En su lugar surge lo que en el capítulo

pasado denominé “padres agobiados”, los que transmiten sensación de

fragilidad y experiencia límite.

Aunque los padres protectores pasan a ser padres desamparantes, se trata

de una realidad que no se puede aceptar ni tolerar, sintiéndose que si esa

ilusión (que protege, que da armonía, que da seguridad ) se quiebra, pueden

surgir aspectos atemorizantes.

De esta manera cuando se “rompe” la familia, surge una “bruja” que golpea y

maltrata (“Tuve problemas con mi madrastra y problemas con la policía porque

ella me golpeó una vez ; Mi madrastra dice por qué voy, si mi padre ya dejó con

mi madre ; Tengo una madrastra, yo pensaba eso de que las madrastras malas

no existen”). Entonces lo que alivia y tranquiliza es que todo permanezca fijo e

incambiado.

De esta manera es inevitable que en el grupo terapéutico se plantee una

reconstrucción de la familia. Así G. en determinado momento, reevaluando a su

familia, expresa: “Me pasó con mi padre cuando tenía cáncer. Es como que

sos el chiquito. Nadie te dice nada y tenés que estar averiguando cosas por vos

mismo...”. Se puede romper así uno de los núcleos principales del mesianismo

exacerbado: la teoría adolescente por la cual lo malo que sucede, se debe a la

entera responsabilidad de ellos mismos .

Por otro lado parecen transmitir que los adultos se mueven básicamente en

dos mundos: uno caracterizado principalmente por lo hermético, secreto y

oculto, del cual ellos no participan. Y otro público en relación a deberes y

obligaciones. De esta manera pasa a predominar la desconfianza hacia el

mundo adulto, al que sin embargo obedecen, como si entre ambas situaciones

no hubiera conflicto.

La problemática que plantean entonces en relación a lo familiar es doble: por

un lado se preguntan cómo desprenderse de estos padres sin sentir culpa.

144

Pero por otro, anhelan una situación de fusión con los mismos, intentando

negar la vergüenza que eso les provoca.

Esta situación no facilita estructuras de crecimiento ni de cambio y en su

lugar ( quizás cómo formación de compromiso entre el cambio y el no-cambio)

aparece otra vertiente de este mesianismo exacerbado: rechazar lo

adolescente de ellos mismos. Situación paradojal que no deja de plantear el

punto de urgencia de que se “agotan” las posibilidades de pensar en sí

mismos, pero se acentúa una sobreexigencia psíquica en relación al grupo

familiar.

Dentro del modelo clásico de la modernidad keynesiana la familia implicaba

un crisol de crecimiento, sosteniendo y colaborando con lo social. Modelo que

se completaba generando condiciones viables y vitales de “desprendimiento”.

En este pasaje de la endogamia a la exogamia, cuando las cosas están

“suficientemente bien dadas”, las mismas no se eternizaban como deuda

porque no se trataba de transmitir deuda (Volnovich,2002), sino de generar

porvenir.

Por el contrario, estos jóvenes lo que transmiten es la dificultad para crecer.

En vez de facilitar condiciones de pasaje, lo que estos padres facilitan son

mensajes enigmáticos (Laplanche,1987) como ser: “algo horrible puede pasar”;

”salvanos”; “pensá en nosotros siempre”, u otros.

Mensajes enigmáticos que estos jóvenes resignifican desde un solo código:

el del “mesianismo exacerbado”. Con lo cual lo que interpretan es que frente a

eso enigmático, lo único que queda por hacer es proteger a sus padres, la

casa, los hermanos, el barrio, el liceo. Cuidar, todo el tiempo cuidar. Aunque

fatigados y confusos, cuidar.

No saben con total certeza quién es su padre, cómo comunicarse con la

madre, cuál es el lazo que los une a lo social, pero sí que es imprescindible

estar alertas y proteger. De lo que no tienen duda es de que, sea quien sea el

padre, el mismo será débil y frágil. Ya señalé cómo ante un padre débil es muy

difícil hacer confrontación, tal como la describe Winnicott (1972). Y en este

sentido creo que el mesianismo exacerbado es una estructura anti-

confrontacional que impide poner la agresividad al servicio del crecimiento.

Cuando a D la madrastra le pega, no se le ocurre reaccionar ni defenderse.

Lo que hace es llamar a la policía ya que así como él cuida, no puede sino

145

recurrir a aquélla para que lo cuiden a él. G. a su vez lo que trae es la

desesperación porque no pudo ayudar a su padre con cáncer tanto como él

habría querido o necesitado. Acá el tercero que rompe la armonía familiar no es

la madrastra- bruja (como en D.) sino la enfermedad.

En ambos casos hay una nostalgia por un narcisismo primario (Laplanche-

Pontalis,1981) donde estaban todos unidos y con una supuesta comunicación

fluida y plena entre los integrantes de la familia. Si parte del crecimiento es

dejar de ocuparse de los padres y volcarse a la propia vida, se trata de un

pasaje que se les hace difícil de realizar. En estas condiciones entonces, el

crecimiento en vez de ser significado como cambio positivo, es vivido como

una situación de “pérdida”.

Perennemente “endeudados” no pueden pensarse fuera de una situación de

sacrificio y redención (Berenstein,1981). A su vez estos son padres que

aunque divinizados no pueden prescindir de un hijo-redentor (Kancyper,1998).

En realidad es una situación perversa: así como se convoca al hijo al rol

redentor, se lo hace sentir agobiante desde un lugar de exceso, través de un

doble mensaje conflictuante (o enloquecedor).

Desde este tipo de mensajes cabe pensar que cuando G. menciona que la

familia es “hacer lo que vos quieras, aunque te lleves mal, igual seguís por tus

hijos”, manifiesta un: “estamos hartos, pero seguimos adelante”. Se los

transforma y se transforman a sí mismos así, en los responsables o culpables

de la fragilidad de los padres.

Me pregunto de esta manera si D. en el fondo no se siente mortificado

sintiendo que él podría haber hecho algo para que la madrastra- bruja no

apareciera. O si G. no estaría convencido qué podría haber hecho más para

que el padre no tuviera cáncer. En tal caso, como ya he desarrollado hace

algunos años, junto a una temática de la deuda, se asienta un sentimiento de

culpa en relación a un superyo primitivo con el cual no se puede “razonar”

(Klein,1997b) e impide expresar sentimientos de desconcierto, rabia y odio. De

esta manera pensar “mal” de los padres, se transforma en una posibilidad de

daño insoportable (Baranger,1971).

Cabe enonces sñalar que un primer acercamiento de lo que intento

caracterizar con el término mesianismo exacerbado, implica un estar todo el

tiempo pendiente de la casa- familia frente a peligros reales y / o imaginarios,

146

señalando la imposibilidad de tomar distancia de lo angustiante dentro de una

estructura de cuidado constante ( “en mi caso yo no tengo que cuidar la casa” ).

Es interesante hacer notar cómo este mesianismo se entrelaza a una

vivencia de catástrofe inminente o peligro incontrolable que tiñe la cotidianeidad

neoliberal. Tiene que ver con la sensación de que cualquier cosa puede pasar

en cualquier momento pero siempre en el sentido de lo negativo.

Al mismo tiempo, esta situación es una forma específica de constitución del

aparato psíquico que incentiva lo transubjetivo en desmedro de lo

intersubjetivo. Por este último se verifica transformación de lo no-psíquico en su

pasaje a lo psíquico (Kaës,1993), pero por el contrario lo transubjetivo alude al

predominio de una presencia inmediata y sin transformación de mensajes

familiares y sociales a través de situaciones de indiferenciación y fusión.

(Bernard,2001). Probablemente, cuanto más situaciones de ruptura, catástrofe

social y traumatismo social existen (Puget,1991), más se incentivan estos

procesos de transubjetividad.

A su vez para que el aparato psíquico se consolide con una situación de

borde bien delimitada que permita lo intersubjetivo, creo que -siguiendo a

Winnicott (1981)- los padres tienen que operar como padres cuidadores dentro

de un ambiente facilitador. Proveyendo y sosteniendo este marco de cuidado y

de sostén, los padres generan una envoltura familiar que anticipa la envoltura

psíquica. A través de la misma se provee la ilusión de la inexistencia de la

sociedad. Mi hipótesis es que el niño no debería tener que pensar su

crecimiento somático y psíquico en términos de sociedad. Son los padres los

que tienen que pensar por el niño en términos de lo social.

Estos padres cuidadores son los padres de la modernidad keynesiana

(Giddens,1997), que han dejado paso a padres protectores, padres que

insertos en el neoliberalismo no pueden dejar de hablar de lo social, porque lo

social ya no es una matriz de inclusión, sino que es una matriz de probable

exclusión. De allí que la sociedad aparece en términos de desorden, daño y

caos. Ya no es un fondo sobre una figura. Por el contrario: es todo figura

(aterradora). Esto social ya no permite la ilusión (que era eficaz ) de su

inexistencia tras los “muros” del hogar. Está omnipresente, augurando algún

tipo de desgracia o maldición, imbricada a fantasías omnipotentes sádicas

(Baranger,1971).

147

Es decir, el individuo ya no se “recuesta” sobre lo social ( uno de los

elementos constitutivos de ciudadanía ), como el niño se “recostaba” sobre el

psiquismo de los padres. Ahora no existe respaldo sino caída (el gap de

Winnicott [1981] ). En la medida en que la sociedad es hostil, el “borde

“individual pasa a estar indiscriminado con el “borde” familiar debido a que se

asienta una fantasmática vincular de cuidado mutuo. Todos se cuidan y se

deben asistir mutuamente. Cuando estos procesos de mesianización se

radicalizan, no hay posibilidad para lo que Urribarri (1990) llama júbilo

adolescente, el que es substituido por una subjetividad vivida en términos de

“puntitas de pie”.

Desde el grupo terapéutico hay que tratar de evitar los sobreentendidos y

malentendidos. Los dos terapeutas tienen que mostrar y demostrar que están

vivos y que son “suficientemente fuertes”. Es decir que no requieren ni de

cuidado ni de protección. Por otro lado hay que tener cuidado con las

intervenciones donde se plantee excesiva responsabilización, teniendo en

cuenta que estos jóvenes ya vienen sobreresponsabilizados con lo que sucede

en su entorno. De esta manera quizás se puedan generar las condiciones que

permitan elaborar y poner “freno” a esta compulsión a cuidar y proteger.

lll.7- El viaje mítico y la problemática del ideal de los bordes, límites y del

pasaje

G.– En mi tiempo libre ,me gusta escuchar música.

N.- Te gusta la vida, hay que saber vivirla, disfrutar las cosas

pequeñas aunque tengas problemas. Yo quiero una carrera, una casa.

Ser independiente Así es cómo me veo y cómo me quiero.

N. a P. -¿Te gusta ser adolescente?

P- Sí bastante ,un poco sí, un poco no. Me gustaría ser mayor ,tener

21,así me puedo mandar yo. Si vos mismo te mandas ,sos

responsable de todo. Ahora no ,los responsables son tus padres.

P. a R.- ¿Te gustaría tener una familia bien?. A mi me gustaría tener

una familia constituida para tener mis hijos. Pasar la vida.

G.- Hacer lo que vos quieras . Aunque te lleves mal, igual seguís por

tus hijos.

148

R.- No lo había pensado así Estoy en conflicto con eso: ahora estoy

pensando que hacer realmente (con el novio) lo quiero, pero no sé si

es la persona que quiero tener para siempre al lado mío .

A N.–¿Qué seria lo peor que te haría un amigo y no le perdonarías?

N.- Nunca lo había pensado, supongo que me mienta. Algo que no me

gustaría personalmente es el desprecio. (Le pregunta a C.) -¿Qué es

para vos la familia ideal?

C. - Que no haya problemas, que estén todos unidos ,no sé...A L.:

¿Por qué estás acá?

L.- Bueno, para superar algunos problemas...Me siento muy insegura

de mi misma en algunos aspectos. Me vine a vivir este año a

Montevideo, no me puedo quedar sola en mi casa.

A N.- ¿ Estás conforme con tu padre o querés cambiar algo?

N. - No, no tengo autoestima y no sé que podría cambiar. Trato de

escaparme de los problemas ,me hago la fuerte pero me caigo. Para

empezar ,serian dos cosas que querría cambiar de mi “(no las dice)

C.- Me mandaron del liceo a la psiquiatra y ella me mandó, porque ella

atiende problemas de anorexia y bulimia ,pero no era mi problema.

N F.- Yo tengo problema de anorexia ,me lo dijo el médico. Me

mareaba ,iba sin desayunar al liceo y al Dra me mandó al Dr y él me

mandó acá . Puede ser los problemas de mi casa, mis hermanos no se

llevan bien, tengo 5 hermanos mayores, dos de ellos no se llevan bien

y uno se fue. Yo estoy muy pegada a mi hermana de 20 años,

que es la que se fue.

R.- Yo no quería conocer a mi hermana, me tapaba los ojos cuando

papá me mostraba las fotos. Mi madrastra marcaba las diferencias en

pequeñas cosas, yo me sentía menos que mi media hermana ...Por

ejemplo, le compra yoghurt a la hija y a mi me da lo que le sobra.

G .- Eso siempre pasa...mis padres siempre me dicen que me dieron

más que a los demás, por ejemplo, yo quería una moto, me decían

que no, que después, pero yo insistí y me la compraron. Ahora quiero

la computadora ,yo nunca me conformo. Quiero siempre más...Me

dicen que maduré rápido. Tengo problemas con mi hermana y con mi

sobrina. Soy el bebé de la casa.

P.- Mi madre me dice bebé, mi padre me dice Tato. No me gusta que

lo diga delante de mis amigos. Vos tan desplazado no estás, porque si

te compran una moto...Si yo quiero una caricia o un beso no lo tengo.

149

G. –Otra cosa es que me pelee hace dos semanas con mi novia, por

culpa de mi madre. Buscaba la llave de la moto y las tenía mi madre

en el bolsillo.

L.- Mi madre me decía ...(diminutivo) delante de mis amigos.

P.- Hay gente que quiere seguir siendo chico.

L.-A mi me gustaría seguir siendo chica.

R.- A mi me gustaría ser grande y decirle a mi abuela : No. No voy a

hacer esto. Siento que el desplazo fue total con mi abuela.

C.-A mi no me dejan salir a bailar. La Doctora dijo que podía venir

sola, pero mi madre dijo: A la niña sola no la dejo ir.

R. - Mis amigas se burlaron de mi y me rechoco . Esta vez pude hablar

con mi abuela y decirle que se equivoca y que siempre me compara

con mis primas.

N F.- Tengo los conflictos de adolescente, pero tardíamente. Los

problemas que tengo son inseguridades.

P.- Quiero ser más grande, para ir a bailar y no pedir permiso, pero

también vienen más obligaciones, responsabilidades.

R.- No vas a tener a tus padres que te estén bancando . Mi amiga dice

que tengo un defecto, que soy dominable. Yo digo que soy flexible.

G.- ¿Te gusta complacer a los demás?.

R.- Vivo tratando de complacer a los demás y a veces dejo de lado lo

que yo pienso. Lo categoricé como una basura a mi novio. Hablé con

mi padre para dejarlo y me apoyaron, pero me empiezan a hablar :

fijate que siempre estuvo contigo y ahí, no sé, cambio...A mi me

dicen : hacé tal cosa y no sé, lo hago. Todos me dicen, la que vas a

sufrir sos vos. Yo quiero realmente dejarlo y no que otro te lo diga.

N. - A mi me pasa exactamente lo mismo que a ella, yo hace siete

meses, que salgo con un muchacho que hace dos años, nueve

meses, que tiene novia. Nunca me había enamorado ,interesado por

una persona. Me pasaron cosas que nunca me habían pasado. Y me

digo: tiene novia, pero cuando lo veo, todo cambia.

P. - Capaz que está siendo haciendo sufrir a las dos. Te está haciendo

ilusionar y sale con otra.

N.- No sé si es tan así.

G. - No es justo, está jugando a dos puntas.

N.- Mi mejor amiga me apoya en mi decisión.

150

P.- Estás compartiendo el amor, pero capaz que lo querés para vos

sola.

L.- Yo lo hablaría, no podría compartir el amor. N. - Yo lo que tengo

claro, es que a la novia no la quiere. Yo soy muy nerviosa, camino

adentro de la casa.

R.- Yo vivo en una pensión . No estoy queriendo llegar a la casa

donde vivo y si estoy adentro tengo una desesperación por salir , pero

mis amigas no me dejan...Yo me iba a una placita. Mi abuela ejerce

control sobre mí por medio de la señora de la pensión.57

Quisiera hacer notar que el material recién transcripto es privilegiado y de

allí la extensión del mismo. Privilegiado porque rastrea un microcosmos

adolescente, revelando además -como desarrollaré- un macrocosmos social

personificado en figuras del ideal .

La sesión comienza a partir de la discusión sobre el tiempo libre, con lo que

el grupo queda delimitado como un espacio para describirse, mostrarse, hablar

de los problemas. G. plantea una curiosa oposición entre tiempos libres y

tiempos no libres. Al mencionar sus tiempos de libertad queda implícito otro de

no-libertad sosteniendo una afirmación con la cual no se discute. Este

“adolescente” no comienza así la sesión contando sus conflictos, como los

adolescentes de la modernidad sino refiriendo una “ virtud” : ha realizado una

adaptación y ensamblaje entre tiempos libres y otros probablemente no- libres.

Podríamos pensar que la vocación de G. es escuchar música, pero también

que es la única opción que tiene para poder sentirse libre y organizar su

espacio personal. Esta cultura “libre” es una cultura sin presencia del adulto. En

el caso del grupo terapéutico los límites cambian, ya que es una cultura donde

hay adolescentes, pero con presencia de dos adultos. Esta cultura terapéutica

resignifica así lo que es adulto y adolescente, ya que estos adultos- terapeutas

no se manejan con los códigos de la inclusión-exclusión tal como los adultos

que ellos mencionan de su cotidianeidad.

G. no dice que le gusta la vida, pero N. cree que sí y le señala : “Te gusta la

vida, hay que saber vivirla, disfrutar las cosas pequeñas aunque tengas

problemas”. En realidad para G. la música es ese borde en el que “parapeta” su

57 G. y P. son varones, N., L., R., NF. y C. son mujeres.

151

espacio de libertad. Cuando la música se va, desaparece ese espacio de

libertad que no está internalizado. N. reinterpreta el “borde” de G. como parte

de un discurso social: las cosas simples de la vida son las que te dan

felicidad58. La vida hay que vivirla y lo que se trata justamente para estos

jóvenes es de cómo vivir la vida permaneciendo adolescentes .

La frase: las pequeñas cosas de la vida inaugura una imagen posible desde

la cual sus integrantes pueden introyectar la experiencia terapéutica. Pero a su

vez se filtra un rasgo propio de lo uruguayo: la resignación. Algo típico del

discurso uruguayo ( o rioplatense ) : resignarse a las pequeñas cosas de la

vida. Se arma allí un punto de consenso al que hay que aceptar. Porque de la

resignación a lo pequeño, se puede pasar imperceptiblemente a la resignación

por una subjetividad mínima. Este fatalismo relacionable a la identificación con

el agresor (Frankel,2002) hace que se pierdan condiciones instituyentes.

Lo que resalta el material es que el borde desde el que hacen adolescencia

son pequeñas cosas, concretando proyectos mínimos que consolidan una

perspectiva de resignación y cauto repliegue. Pero N. explicita asimismo un

mensaje optimista. En el futuro será capaz de estar bien en la vida pudiendo

realizar sus ideales: una casa, una carrera. Este ideal de poder conseguir

determinadas cosas implica el ofrecimiento al grupo de un futuro hacia el cual

proyectarse. Pero ésto es distinto a lo que señala G., el que articula su discurso

desde lo espacial y no desde lo temporal. De allí que el espacio y el tiempo se

presenten como dicotomías a las que no se puede usufructuar

simultáneamente.

Desde esta perspectiva de los espacios el grupo plantea cómo los mismos

son pocos y escasos, reproduciendo el imaginario neoliberal de una sociedad

escasa, en la que no hay ya lugar para todos. Podría pensarse también que

hay una escisión en dos espacios. En uno se sienten cómodos y tranquilos

donde la sociedad no está. Mientras que en el otro, la sociedad está

sobrepresente. O la sociedad aparentemente no está en relación a lo que

Margulis (1997) denomina la “ cultura de la noche”, o está de más, en relación

al mundo adulto y de las obligaciones .

58 “Las cosas simples de la vida te dan siempre alegría y son la felicidad”, era no casualmente, el estribillo de una telecomedia bonaerense de mi niñez.

152

Siguiendo esta lógica dicotómica los padres no pueden amar por igual a

todos sus hijos: si aman a uno dejan de amar a otro (“mis padres siempre me

dicen que me dieron más que a los demás; le compra yoghurt a la hija y a mi

me da lo que le sobra”). Es interesante observar, en tal sentido, que cuando

P. le pregunta a R., no espera su respuesta sino que se responde a sí mismo

continuando hablando G.. Nadie en el grupo lo discute o lo nota. De esta

manera, así como el grupo denuncia la sociedad escasa, la reproduce

gestando un excluido-mujer dentro de su funcionamiento .

A su vez, curiosamente, N. actualiza un discurso social cuyos contenidos ( el

trabajo, el estudio ) aunque presentes como sustentos de la modernidad

keynesiana, ya no son plenamente vigentes desde el neoliberalismo. Parece

haber algo del orden del imaginario social que tiene un efecto de pregnancia

que le hace persistir más allá del tiempo histórico que le da sentido. Dando

lugar a una construcción de subjetividad “anacronizada” con respecto al tipo de

sociedad que expresa .

Al mismo tiempo esta subjetividad desfasada con respecto a los ideales que

transmite, refleja la imposibilidad social de hacer duelo por determinado tipo de

sociedad que ya no existe. Cuando aparecen valores como : “¿Te gustaría

tener una familia bien?. A mi me gustaría tener una familia constituida ,para

tener mis hijos .Pasar la vida” , cabe pensar hasta qué punto los adolescentes

discuten, reproducen o modifican estas imágenes sociales que les preceden59.

Quizás en estos casos se afirmen fenómenos de encriptamiento

(Tisseron,1997) dentro de una transmisión transgeneracional que no permite

modificar lo “previo”, prevaleciendo una escena circular sin cambios .

Cuando N. le pregunta a P. ¿a vos te gusta ser adolescente?, funda el grupo

como tal, generándose un movimiento que determina como certeza que allí

está reunido un grupo de adolescentes. Pero P. le contesta: “Sí bastante ,un

poco sí, un poco no. Me gustaría ser mayor, tener 21, así me puedo mandar yo.

Si vos mismo te mandas, sos responsable de todo. Ahora no, los responsables

son tus padres”, con lo que lo adolescente pasa a ser una experiencia que

puede no gustar. De espacio etario con bordes claros pasa a ser un espacio de

malestar al que es mejor habitarlo lo menos posible, a contrapelo de las teorías

59 O dicho de otra manera, hasta qué punto reproducen o cuestionan las imágenes que la sociedad tiene sobre ellos mismos.

153

que indican que el adolescente sufre de exceso narcisista

(Garbarino,1987,1988). Si hay que ser adolescente se trata de serlo lo más

rápido o lo más disimuladamente posible.

Obviamente se pierde el registro de lo jubiloso de la edad, pues se trata de

“escapar” de situaciones adolescentes que se sienten de condena y

desamparo. De allí esa sensación de presente escaso, “interrogando”

ansiosamente a un futuro al que perciben esquivo. Quizás porque viven una

situación diferente a la de sus padres y abuelos, los que, si no pensaban tanto

en su futuro, es porque sabían que el mismo les era una garantía.

En la medida que esta garantía “enflaquece” es que se refuerzan los

mecanismos adaptativos, exigiéndosele al joven que elija aunque no esté

preparado para hacerlo. Así en Uruguay surgió un dispositivo por el cual en

tercer año liceal se debe optar por continuar el nivel liceal o ingresar a una

carrera técnica. Se trata de otro mensaje de la sociedad escasa: no se puede

hacer todo y de cualquier manera, con lo que la política de tanteo social está

limitada, perdiéndose el derecho a equivocarse o a explorar.

En el grupo se comienza a discutir el tema de la mayoría de edad y el ser

mayor. La problemática se plantea entonces en la discusión sobre quién

manda, con lo que resurge la cuestión del status paterno. Este padre rival del

que se habla parece de tipo hórdico. Pero el padre de la horda si tenía ese

poder es porque era omnipotente, fuerte y respetado. No representa la ley, él

es la ley. Para introducir la ley tiene que estar muerto (Dor,1990), o sea re-

presentarla. Tras ser muerto el padre es devorado (Freud,1913), lo que se

podría entender como la apropiación de esas insignias que facilitan el

identificarse con lo social. Para esta “devoración-apropiación” simbólica el

padre debe presentarse fuerte, pues así permite que exista la ambivalencia,

amor y odio. Si el odio combate lo excesivo, el amor incorpora y retiene

psíquicamente al objeto catectizado por el “comer “ simbólico, a través del

banquete totémico.

Pero un padre echado del trabajo, que está alcoholizado porque tuvo una

depresión o lo mandaron al seguro de paro, no es un padre fuerte, no es un

padre que pueda sostener ambivalencias frente al hijo, el que estructuralmente

se ve impedido de matarlo simbólicamente. En este caso entonces lo hórdico

de lo paterno no viene del padre, viene de estos jóvenes porque es la forma de

154

rescatar algo de fuerza en un padre que en realidad es antihórdico. Pero es

hórdico quizás como una forma de reclamar una “pared “, una “protección “

frente a una sociedad que se muestra demandante y no pocas veces

despiadada.

El grupo terapéutico parece expresar sin embargo otras estrategias frente a

un padre frágil, desplazando parte de sus funciones a lo fraterno (Czernikowski,

2003) o al ideal. A contrapelo de las teorías psicoanalíticas que nos marcan

que en lo adolescente debe surgir la temática del ello (Freud,1985) o del super

yo, aparece en cambio una insistencia en torno al tema de los ideales

(Chasseguet-Smirgel,1975).

Cuando L. le pregunta a N.: “¿estás conforme con tu padre o querés cambiar

algo?”, reafirma que cuando está fallando la estructura de amparo es porque

se siente que no hay un padre que permita sentir seguridad . Lo que se trae es

el intento de compensar una situación que moviliza, reintroduciendo algo de la

ley habilitante a través del ideal. En mi hipótesis si hay una insistencia en torno

al mismo es porque la ley como regulación simbólica está fallando desde los

padres y los adultos (Birman,2001). Se trata de una des-contractualización

social (lo inverso del contrato social de Aulagnier,1975) donde la garantía de la

ley se transforma en ley impune, que ya a nadie ( o a muy pocos) representa o

cuida.

La pregunta sobre lo mejor: el mejor amigo, la mejor pareja, la mejor familia

implica que el ideal que están transmitiendo es sobre el “calor” del hogar, la

familia adecuada y una convivencia de buenas relaciones humanas. Es una

“abundancia” de lo positivo revelando latentemente horror de lo negativo y

transmitiendo el terror del desamparo cuando los ideales se resquebrajan o se

muestran frágiles. La cuestión sobre: “¿Te gustaría tener una familia bien?”,

implica reafirmar un ideal en torno a la seguridad, valores de referencia y la

garantía de un sacrificio (en la versión que trae G.) por los hijos. La familia

como representación ideal sí “responde” a los hijos, al contrario de esos padres

reales que se muestran agobiados.

La familia idealizada aparece como un espacio de unión, sin fracturas ni

problemas desde la cual parece que se consolidan posibles situaciones de

pasaje, urgiendo asegurar basamentos imprescindibles (Jeammet,1992), que

posibilitan además el poder pasar a otras experiencias. Por eso el grupo habla

155

concatenadamente de crecimiento, de parejas, del amor. Desde esta

compulsión al ideal, esta familia, que en la literatura psicoanalítica clásica se

dejaba en pos de experiencias exogámicas, ya no es simplemente una ruptura

a dejar atrás, sino además un ritual compensatorio que sirve como experiencia

de pasaje .

Esta “búsqueda” de ideales a mi entender permite reformular el fenómeno de

ilusión grupal (Anzieu,1986) por el cual, más que regresión a estructuras

primarias, lo que surge es que en el grupo se va generando un entrelazamiento

con los ideales inherentes a la cultura terapéutica. Pero hay otra dimensión de

la cultura terapéutica a tener en cuenta. Cuando R. dice : “no lo había pensado

así, estoy en conflicto con eso. Ahora estoy pensando en qué hacer realmente

(con el novio) lo quiero pero no sé si es la persona que quiero tener para

siempre al lado mío”, está indicando,como he desarrollado, un nivel de

cuestionamiento y enigmatización fundamental (Klein,2003) .

R. a su vez le pregunta a N. : “¿Qué sería lo peor que haría un amigo y no le

perdonarías?” , a lo que ésta contesta : “Nunca lo había pensado, supongo

que me mienta, algo que no me gustaría personalmente es el desprecio”. Esta

introducción del tema de lo PEOR, implica un nivel de lo dramático absoluto sin

categorías intermedias. Y lo angustiante que se destaca es la vivencia del

desprecio. N. señala que no tiene autoestima: “Trato de escaparme de los

problemas, me hago la fuerte pero me caigo. Para empezar serían dos cosas

que querría cambiar de mí”, quizás señalando una inseguridad que vivencia

como una caída a pesar de su intento de parecer “fuerte “ fracasando en

mantener una visión crítica del padre o de las cosas en general .

No es casualidad que se mencione a continuación el tema de la derivación

quizás como una forma de plantear otras situaciones donde no se han sentido

escuchados o reconocidos. Cultura institucional donde prima el mecanismo de

derivación y no el del cuestionamiento, como la cultura terapéutica. Si la

derivación se cuestionara ya no se podría derivar de forma institucionalizada. L.

va a decir que la derivó una psiquiatra indicando que era anoréxica como un

rótulo, pero sugiere que en realidad la afectan problemas familiares

mencionando que: “me siento muy insegura de mí misma en algunos aspectos,

me vine a vivir este año a Montevideo y no me puedo quedar sola en mi casa”.

156

Con lo que se introduce el intento fallido de lo que llamo viaje mítico. L.

expresa quizás la siguiente analogía : “ emprendí un viaje que salió mal, salí de

un INTERIOR ( el campo) a un EXTERIOR ( Montevideo ) y me fue mal”. Hay

algo de un viaje geográfico – territorial que pasa a ser también simbólico-

vincular- mental, que transmite un intento importante, aunque difícil de hacer,

de un viaje ritual. Le está transmitiendo al grupo que le fue mal en esa

aventura, lo cual no va a dejar de tener consecuencias ya que expresa que en

ese viaje adolescente no encontró júbilo ni alegría, sino desgracia e infortunio.

Aunque persista la nostalgia por el mismo y una invitación a retomarlo

nuevamente ...

Tomo el tema del “viaje” como una exploración mítica –ritual, que el joven

realiza en los bordes entre endogamia-exogamia; adentro-afuera; ley-

transgresión.Sus manifestaciones son variadas pero todas guardan la

característica de ser un recuerdo entrañable e imborrable, es decir que no

sucumbe ni al olvido ni la represión: el viaje de estudios de final de año, el

campamento hecho con los amigos más cercanos, ese fin de semana de amor

y pasión con un enamorado/a.

Sea cual sea el caso, está “coronado” con algún tipo de experiencia

afirmativa, como un logro indudable y trófico: el descubrimiento del amor, el

logro de la autonomía, la consolidación de la amistad, el logro de un límite para

lo íntimo contrapuesto al “adentro “ familiar. Tomo el término “viaje ritual”

recordando que en el medioevo el viaje ( las Cruzadas llegado el caso [Ariès-

Duby v. II,1990] ) era la forma de comenzar un proceso de exploración interior

unido a un reconocimiento exterior.

Es como si L. le dijera a R.: “te entiendo que no te puedas sacar de encima a

tu novio, porque yo tampoco me puedo sacar de encima a mi interior, a mi

tierra, mis raíces.” De allí la importancia del “sostén “ compensatorio. Si N.

introduce el tema de las caídas es porque surge la búsqueda de un

“pasamanos” grupal desde donde poder sostenerse. En este momento se

funda un sentido fundamental de lo que es el grupo: la búsqueda de

reaseguramiento. Algo puede cambiar y ser distinto (R. dice: “Esta vez pude

hablar con mi abuela y decirle que se equivoca y que siempre me compara con

mis primas ; Mis amigas se burlaron de mi y me rechoco”).

157

N. otorga como sentido del grupo, el poder pasar del sufrimiento de no saber

lo que les sucede a poder confeccionar estrategias de subjetivación. A su vez

recuerda las tres alternativas o estrategias que tienen los adolescentes para

poder resolver sus problemas: escaparse, hacerse el fuerte o caerse, dentro de

un abanico que va de la extrema fortaleza a o la extrema debilidad. Posiciones

extremas que cuando ya no se pueden sostener hacen surgir la temática de la

caída, en la que sugiero ver una estructura anti-viaje mítico. Si el viaje mítico es

exploratorio y reafirmante, aquélla es de derrumbe y desmantelamiento . Es lo

que Winnicott (1981) –desde otro marco- menciona como problemática del gap

o del derrumbe súbito. Caída que desde el funcionamiento mental anuncia el

fracaso de las estructuras que apuntalan, tanto como des-apuntalan para re-

apuntalar (Bernard,2001). Estos jóvenes transmiten que no pueden cumplir ese

proceso que permite sostener el pasaje de la familia al novio, del liceo a la

Universidad, del interior al exterior.

Se desprende entonces que el proceso terapéutico, sin desdeñar contenidos,

debe trabajar sobre ese borde que tenga en cuenta, tanto la realidad interna

como al mismo tiempo la externa.

De allí que me parece que la problemática de estos jóvenes no está

exclusivamente en lo fusional o en lo endogámico, pero tampoco en la

discriminación o lo exogámico. Lo que estoy sugiriendo, de forma más general,

es que las estructuras de borde o de pasaje, fallan o se muestran exhaustas,

no pudiendo ya cumplir la función para la que la modernidad keynesiana las

consolidó. Por ejemplo, lo que está trayendo R. es la pregunta sobre bajo qué

condiciones se está en pareja y cómo se sale de la misma. No queda claro

pues falta la estructura de pasaje que lo clarifique. L. a su vez podría afirmar

que está en Montevideo para hacer cursos universitarios que faltan en el

interior. Esa estructura de pasaje: conseguir un título profesional no aparece 60.

Estas estructuras de pasaje se relacionan a la posibilidad de un

apuntalamiento en el propio aparato psíquico (Kaës,1993). Cuando no se logra

se reafirma en su lugar la resignación: “me tapaba los ojos cuando papá me

mostraba las fotos. Mi madrastra marcaba las diferencias en pequeñas cosas,

60 Entonces no se trata de decir ingenuamente que los adolescentes “no quieren salir del nido “ Es un uso salvaje del psicoanálisis, porque es otra cosa . Si el joven se está anticipando como un futuro desempleado, éso no puede dejar de tener consecuencias distintas a que se anticipe como un profesional-técnico con trabajo.

158

yo me sentía menos que mi media hermana; Quiero ser más grande, para ir a

bailar y no pedir permiso, pero también vienen más obligaciones,

responsabilidades”) o la demanda ( “yo nunca me conformo. Quiero siempre

más...Me dicen que maduré rápido; Soy el bebé de la casa; A mi me gustaría

seguir siendo chica” ) .

Pero también está la temática del vacío. Es lo que trae N .: tras la partida de

la hermana queda un lugar irreemplazable. La posibilidad de hacer duelo en el

sentido de una estructura (también de pasaje) que permita negociar la

problemática de la separación (Green,1994), está bloqueada. La vida era esa

piel que tenía y poseía en común con su hermana (“Yo estoy muy pegada a mi

hermana de 20 años, que es la que se fue”) lo que le daba seguridad y

cohesión existencial. Lo que queda es una “herida” a nivel de la piel- psíquica

como si estuviera desgarrada.

De esta manera la vida aparece narrativizada como una serie de desgarros,

con lo que se pierden seguridades básicas o mínimas. En su lugar aparecen

padres que no permiten crecer (“Soy el bebé de la casa”; “Mi madre me dice

bebé, mi padre me dice Tato. No me gusta que lo diga delante de mis amigos”;

“A mi me gustaría seguir siendo chica”), reprochantes (“siempre me dicen que

me dieron más que a los demás” ), o controladores (“Buscaba la llave de la

moto y las tenía mi madre en el bolsillo”; “A mi me gustaría ser grande y decirle

a mi abuela : No” ) .

Hay otra situación que quisiera destacar como fundamental. El material

trabajado me permite afirmar que cuando fallan las estructuras de mediación,

de consenso o de establecimiento de los derechos del adolescente

(Dolto,1990), lo que aparece en su lugar es una problemática de la deuda.

Como ya no se tiene derecho a nada lo que se obtiene genera deuda. Todo lo

que se otorga no es desde un marco social neutro, sino desde vínculos que

requieren y esperan retribución. El sentimiento de estar en “deuda”, implica que

aquello que se obtiene no entra en un plan de derechos de ciudadanía, con lo

que se propicia una subjetividad siempre agradecidad, y por tal motivo,

hiperdapatada.

Desde estas dimensiones ( reproche, control ,infantilización ) los padres

pierden la dimensión simbólica de delegar responsabilidades sociales sobre

sus hijos. Otras responsabilidades, referidas a lo sobre-adaptativo, están sí

159

presentes. Pero para poder sostener la delegación social, se necesita partir de

un consenso por el cual existen formas y pasajes del cuidado familiar al

cuidado autónomo, es decir, el consenso de la adolescencia como un espacio

social que se despliega sobre apuntalamientos compartidos. En la medida que

esta delegación trastabilla, pasan a predominar vivencias de vacío y

sentimientos de miedo y amenaza , fallando el viaje mítico ya referido.

Como resultado, se acentúa un cuadro de vulnerabilidad narcisista

caracterizado por el desamparo y el desvalimiento. La construcción de

subjetividad tiene a lo “mínimo”, a lo “resignado “, a lo instituido. Los puntos de

anclaje se pierden y la posibilidad de acceder a experiencias diversificadoras

también. Un ejemplo ilustrativo es la experiencia de soledad, tal como veíamos

al comienzo con G. Recuerdo la importancia que tiene para Winnicott (1981) la

experiencia de soledad como basamento de salud mental. Lo que esperamos

es que de alguna manera el adolescente - como cualquier ser humano - pueda

estar solo o aprenda a disfrutar de su propia compañía, que es una forma de

conocerse y marcar sus límites y diferencia con el otro .

Sin embargo en presencia de la soledad surgen experiencias de desamparo

y angustia, con lo que la misma pasa a ser semantizada como una escena

temida, a la que hay que “llenar “con algo. A N. la partida de su hermana la

deja en “carne viva”, metáfora que se desdobla para estos jóvenes en un estar

a “carne viva”, también social y subjetivamente. Una excepción fue la de una

joven que expresaba : “Cuando se van todos siento paz interior, apago todo y

me quedo ahí, pero me encanta estar sola en mi casa. Soy yo de verdad,

puedo hacer lo que quiero”.

En general parecen fallar procesos que Piera Aulagnier (1991) llama de

“biografización” y “temporalización”, pues en lugar de buscar los jalones de su

historia ,se afanan en encontrar un padre amparador. Esta búsqueda parece

que por momentos substituye o acapara la energía necesaria para emprender

el “viaje mítico”. Lo adolescente ya no se juega tan claramente en ese viaje

capaz de reafirmar sus capacidades de estar solos y en crecimiento.

Quisiera remarcar un punto final. Señalé que la confrontación familiar se

hace difícil en estas condiciones sociales y de subjetividad. Sin embargo hay

una dimensión en la que sí se da confrontación y es a nivel terapéutico. Por

ejemplo, hacer una intervención señalando que R. no tuvo oportunidad de

160

contestar a P. ofreciendo su opinión, implicaría asegurar que “el grupo son

todos “, marcando una situación de oportunidad, sostenida desde los

coordinadores y en contraste con lo que sucede en otros espacios.

Visto desde este punto de vista, el grupo terapéutico no substituye sino que

instaura algo nuevo e inédito N. por ejemplo, introduce lo fraterno desde una

situación de subordinación familiar, que en el grupo ( con los otros integrantes )

cambia y se transforma en una experiencia de horizontalidad e igualdad.

Ill.8- Los monstruos del otro lado del espejo. Apuntes sobre lo fraterno

P. al comienzo de una sesión comenta:

yo me siento como un pibe de 19 porque me mandan pero hago lo

que tengo ganas, después de los quince es una etapa más, salvo

que cuando vengo (de mis salidas) como siempre dicen: “qué

hiciste, adónde fuiste”, siempre lo mismo “con quien estuviste”, los

adultos no piensan que ellos fueran chicos, que hicieron las mismas

cosas o diferentes.

El entrar y el salir indican así rituales a través de los cuales se construyen

prohibiciones y permisos . El ritual de las salidas tiene que ver con haber hecho

las tareas, mientras que el de las entradas se relaciona un interrogatorio para

saber dónde y con quién se estuvo. El mundo de la cotidianeidad se perfila

como un mundo de obligaciones, donde el joven se siente fuertemente

interrogado y exigido :

P.- Tenés que estudiar si no vas a ser un vago.

L. - en mi caso es una responsabilidad ya internalizada, sos como

una máquina, a la máquina la programan, cuando tenés 15, no es

que no tengan confianza, sino que te lo tienen que decir, ahora no

es necesario que te lo digan.

Sin embargo, ¿las reglas de juego del mundo adulto están claramente

delimitadas? Creo que no y gran parte del esfuerzo que realizan es entender

cuáles son. En esta "anti-moratoria" donde se incentivan las obligaciones, sin

embargo no siempre queda claro cuáles son y hasta dónde se extienden. Lo

interesante es que tener dieciocho años ya no implica ser mayor de edad: en

algunas cosas se es chico y en otras grande. Vale decir: coexisten infancia y

adolescencia o más bien se trata de la coexistencia de lo grande y lo chico

161

(P. :” Hay cosas en las que soy chico, pero en algunas cosas no, soy grande”,

D. : “En otras te quieren poner la responsabilidad de que sos mayor”).

Esto ambiguo se relaciona sin embargo a un mundo donde se anula la

posibilidad de cambio. Desde allí se hace necesario repensar qué es

adolescencia, desde una sociedad que mal tolera lo instituyente. Las cosas se

programan, se calculan, se mienten, se ocultan, pero sin que aparentemente

haya margen para la improvisación, para lo nuevo, para lo inédito. El lugar del

adolescente, como ya señalé, se relaciona con actividades claras y precisas :

cuidar de los hermanos, estudiar, estar con los padres (P.- “Si ellos se van, yo

tengo que cuidar la casa y mi barrio es fatal, de noche hay una bandita” ).

No se constata lo he denominado en un trabajo anterior, política de tanteo

como eje de la adolescencia (Klein,2003). La escena temida (o quizás

ardientemente deseada ) de estos jóvenes es tal vez ser “vagos”, es decir

poder romper con esta hiperadaptación del cuidado perpetuo dentro del

mesianismo exacerbado. El que es, en definitiva, una prueba permanente por

la que deben demostrar que no son vagos, haciéndose así merecedores al

amor de sus padres .

De esta manera, el cumplir con estas obligaciones garantiza que los padres

estén pendientes de ellos permanentemente: P: “... tengo dos amigos que no

aguantan estar dentro de la casa y si los padres no están van a hacer una joda

bárbara dentro de sus casas”. Se trata sin duda de cumplir con obligaciones

que dan lugar a derechos, pero el relato introduce otra dimensión : cuidar la

casa es la primera experiencia de soledad que ellos afrontan, frente a la que

parecen sentir miedo y aprehensión. Estos amigos que no "aguantan " no

pueden enfrentar el estar solos, tanto como no saben crecer sin estar mirados

permanentemente por sus padres. La "joda" que practican sólo tiene sentido si

recibe la mirada o la atención de aquéllos.

Esta es la primera experiencia que están teniendo como adolescentes:

pasan de ser cuidados a cuidar y la angustia subsiguiente es hasta dónde ellos

pueden o no hacerlo. Por un lado está el deseo de escaparse a la "joda" y por

otro el de no defraudar a los padres.

De esta manera hay que demostrar que se es “grande“ aunque el crecer

parece que se toma como un precio a pagar, dentro de una exigencia de

permanente adaptación : P.- “El domingo demostré que no soy chico, ya me

162

tienen confianza; fue por un trámite en el laburo y mi padre me dejó

encargado: “a tal hora sacas el auto, vas hasta tal lado” y yo hice todo tal cual”.

Quisiera remarcar esta cuestión: para estos jóvenes ser chico significa ser

una persona a la que no se le puede tener confianza. Por el contrario, ser

grande implica que sí se les puede tener confianza. Cuestión que parece estar

sostenida por los padres mismos. Es una adolescencia bajo “interrogatorio”

permanente. Hay que dar pruebas de que se les puede tener confianza y esta

necesidad de hacer “bien” las cosas implicará la fragilización de la posibilidad

del conflicto, la pelea o la discusión.

Desde allí se forja una adolescencia que reclama un clima de tranquilidad y

reconciliación con los padres, sin que haya nada de los disgustos, conflictos,

insultos, confrontación. que podíamos esperar en un material “típico” de

adolescentes habitantes de la modernidad keynesiana.

Al mismo tiempo transmiten un sentido del menos, de lo denigrado, del

déficit, de lo que falta, quizás relacionable al temor de no poder cumplir con los

standars de este mundo exigente. Me pregunto entonces si el temor no se

centra en el no poder estar a la altura de la responsabilidad impuesta. La

pregunta es hasta qué punto estos jóvenes pueden conciliar su adolescencia

con esta carga de responsabilización.

Con este agravante: en la medida en que no cumplen con la tarea señalada

se los compara denigrantemente a sus padres u otros hermanos que sí podrían

hacerlo, con lo que la experiencia de lo adolescente pasa a ser algo humillante.

La estrategia que parece sobresalir es vivir su adolescencia “como si” fueran

adolescentes, es decir ir a bailes, tomar mucha cerveza, pasar el fin de semana

más o menos embriagados. Es un estado de pseudo-adolescencia, que defino

como adherencia de adolescencia, porque no transitan aquello que es lo más

removedor y significativo de la adolescencia, en tanto permutación psíquica e

identitaria.

Por el contrario, lo que sobresale es lo más caricaturesco o esperable desde

el imaginario social: la bebida, el sexo, las experiencias límite vividas de forma

compulsiva. La adolescencia es una forma de vivir, pero, como he tenido

oportunidad de desarrollar, ya no es una exigencia de actividad psíquica (Klein,

2004).

163

Podría pensarse que este cuidado que se les impone, responde a la

inquietud de los padres y su intento de protección frente a un medio ambiente

peligroso y/o violento. De cualquier manera estos jóvenes no pueden relacionar

lo sobreprotector parental con el contexto en que viven. La violencia se

comenta de forma naturalizada:

G.- Mi primo mató a alguien por defensa propia. En Cerro Norte que

son todos malandras. Cuando mataron a Gustavo de A. que era mi

primo ,como era amigo de “Rambo”, éste mandó a matar a 5. Es una

mafia. Tengo otro primo menor que yo que anda con 2 revólveres.

P.- Yo tengo amigos rapiñeros, por eso sé .

Y sin embargo al mismo tiempo que sobreprotectores, estos padres son,

llegado el caso, expositores de violencia. Así P. cuenta que tras haberse

escapado una noche, no lo dejaron entrar a su casa : “es feo escaparte y que

no te dejen entrar en tu casa”. Así como es expuesto al abandono de la noche,

P. es también expuesto a la violencia de los padres, pues cuenta una y otra vez

cómo se pelean.

La violencia de la que se lo quería proteger afuera se instala en el adentro de

la casa, como si fuera inevitable que la misma reaparezca donde sea. Y P.

dice: “yo no hago como mi hermana que se pone a llorar, yo me voy, pienso en

otra cosa, eso me hace bien. Yo creo que nunca le podría pegar a mi madre,

porque es una mujer y su esposa” . Pero así como el padre lo ubica como su

substituto, “con mi padre está todo bien”, al mejor estilo paterno (quien castiga

a su esposa) le pega a su hermana: “ con mi hermana me peleo, la empujo y la

doy contra la pared”. Surge la violencia de un pegar como forma de desahogo

genital, pero también para competir con el padre, porque desde esta cultura a

la mujer (madre - hermana ) es el dueño el que le pega.

En ese momento D. (con asombro) le señala : “¡pero dijiste que nunca le

pegarías a una mujer!” y todos a la vez: “¡La tirás contra la pared!” .P-(se queda

callado y dice): “Hace dos años mis padres se iban a separar pero al final no

se separaron”. Quizás P. esté indicando que no puede explicar por qué le pega

a su hermana, pero sí por qué es violento: es hijo de padres que no deciden

separarse. Es la forma que encuentra P. para excusarse frente al grupo, pero al

mismo tiempo ocurre un cambio en su imagen frente a éste: ya no es el héroe

164

rebelde, como suele presentarse en el grupo, sino un “villano” que ha

decepcionado.

Probablemente tenemos aquí el doble registro de cómo viven estos padres a

sus hijos: pasan de ser héroes maravillosos (mesianismo exacerbado ) a ser

unos decepcionadores. Se trata –como ya desarrollé- de la existencia de una

dimensión escópica insuficiente que impone oscilaciones entre el orgullo y el

desasosiego, no pudiendo generar una catectización que sostenga y ampare.

D. en ese momento agrega : “Mis padres son separados, mi madre se volvió

a casar, por ese lado no hay discusiones, pero en la casa de mi padre sí las

hay”. El clima emocional se modifica: de lo violento se pasa a lo depresivo. D.

se presenta intensamente vulnerable en la casa paterna, y en su relato se

ubica como víctima de una violencia que surge cuando la familia se quiebra y

se rearman otros vínculos: “el punto de discusión es siempre cuando voy yo”.

D. sugiere que la nueva pareja del padre lo rechaza, entrando en rivalidad con

su madre, así como P. entra en rivalidad con su padre. De la misma manera R.

nos cuenta que se tapó los ojos al nacer su hermana, sintiendo que había

dejado de existir para su madre.

De esta manera se impone el razonamiento de que si uno es elegido, es

porque hay otro que tiene que ser excluido o rechazado o expulsado. Vale

decir: lo familiar y/o social es un espacio cerrado y escaso donde no todos

tienen un lugar. Algunos tienen un lugar y otros no lo tendrán jamás. Es lo que

caracterizo como el pasaje de sentirse creciendo en una sociedad amplia

(propia de la modernidad keynesiana) a sentirse expulsado desde una

sociedad escasa.

Lo fraterno aparece en este punto como una dimensión fundamental. Pero

bajo dos características antinómicas. Se relaciona a lo disyuntivo y lo tanático,

asociado al rencor y a la exclusión del lazo social. O surge desde la conjunción

y lo trófico asociado al apoyo61 y la solidaridad (Czernikowski,2003) Na.

cuenta:

Yo tengo un hermano ,mi hermana tiene 13 y mi hermano 21,en el

medio yo. Como todos los que tenemos hermanos tenemos

preferencias. Para mi, o sea....(llora) yo tengo preferencia por mi

hermano más grande. Siempre para mí, fue y sigue siendo el mejor.

61 Ver capítulo sobre: El cuidado del otro y la resiliencia.

165

Desde esta óptica lo que surge es que el rechazo del hermano se vuelve

insoportable. Frente al desamparo paterno se yergue la preferencia fraterna

como certeza absoluta, en la cual se asientan sentimientos de cuidado y

protección que permiten la re-instauración de la confianza y cierta forma de

lazo social. Por otro lado la figura del hermano aparece bajo la articulación del

yo ideal como forma de organización mental que se densifica en torno a rasgos

incuestionables de máxima idealización (Bleichmar,1981). Objeto idealizado

que a su vez los idealiza dentro de una dimensión que compensa la

insuficiencia de lo escópico en los padres .

Por el contrario la fraternidad tanática refleja fuertes sentimientos de

resentimiento y rencor, predominando la disyunción o enfrentamiento de ser

desplazado por otro, lo que acarrea una vivencia de enorme angustia:

D.- Yo tengo rencor sobre algo, que se separó [mi padre] cuando yo tenía

tres años y nunca, nunca me hizo un regalo, de chico yo no festejaba mi

cumpleaños, no me gustaba;

L.- Yo tengo una prima que es ahijada y me comparan constantemente,

que está creciendo, que si saca 12, que si es linda …

Es una dimensión de lo fraterno desde el cual se reduplica una incentivación

insoportable del estar siempre comparados a otros . Se ha insistido en que el

adolescente compara a sus padres con otros padres (de sus amigos,

pareja ,etc ) (Garbarino,1988), pero nada se ha dicho de que al mismo tiempo,

estos adolescentes son comparados con otros adolescentes de forma

reiterada. Quizás el alivio surge ante la presencia de otro tipo de vínculos

(como el del abuelo/abuela) donde son aceptados tal cual son, Na.: “ Yo

hablaba con mi tía y con mi abuela. La comunicación es con mi abuela”.

Lo tanático se continúa por otra parte, en vínculos que aparecen

consolidados en torno de la rivalidad, la disputa y el otro como un extraño

(Bauman,1999) :

D.- Tuve problemas con mi madrastra y problemas con la policía

porque ella me golpeó una vez .Nunca asimilé que mis padres se

separaran. Hubo problemas entre ellos dos, porque también tenía

otra mujer.

Este padre queda limitado en su capacidad de “reconocer “ a su hijo al cambiar

de esposa. Como nuevo marido debe renunciar a ser el antiguo padre. Lo

166

paterno ya no es entonces-como ya señalé-dimensión simbólica sino que se

agota ( y la palabra “agotamiento” nunca está mejor utilizada ) en los devaneos

imaginarios de la posesión y lo poseído. Este padre está también entonces,

bajo interrogatorio. Así como todos están bajo sospecha62, y probablemente

mintiendo: P.:” porque si le pregunto yo la pierdo con mi madre, así que le digo

me voy con un amigo y vuelvo a las 4...”.

Los vínculos se arman entonces desde el presente y lo perceptible:

D.- Pá! me parece que vi a mi cuñado ahí, el esposo de mi media

hermana. A mi hermana no la vi más, vive en San José, yo la veía

porque mi padre era el intermediario, pero como mi padre se peleó

con ella no la vi más .

De esta manera se podría suponer que aquello que no se ve “ desaparece”, es

decir que no hay forma de ocupar la distancia con trabajo psíquico. Esta

imposibilidad de investir la ausencia implica una ruptura de la rememoración

(Anzieu,1990) que incide en que los vínculos se construyan desde lo concreto y

se anulan con la lejanía, consolidando, lo que retomaré más adelante, un

fenómeno de patologización de los espacios transicionales.

De esta manera el mundo adolescente parece ser un objeto que cae y se

derrumba permanentemente. Ha pasado de lo sólido y seguro, a suscribir

desamparos y maltratos. El crecimiento pasa a ser conceptualizado como

responsabilidad y por tanto agobio, que se expresa como una pesada tarea

que se impone como una especie de maldición. Pero hay también puntos de

“resistencia” (D.- “yo me resisto a tener más responsabilidades de las que debo

tener” ), que generan capacidad de discusión u oposición.

Parece ser que lo que estos adolescentes consideran como adolescencia,

es una compleja yuxtaposición de espacios de crecimiento y espacios de no

crecimiento; espacios de ser mayores y espacios de ser chicos; espacios de

intensísima rivalidad y espacios de negociación permanente con su mundo

interno.

De allí que ya no hay -como en la modernidad - "marcas " que identifiquen

claramente un "antes y un "después" (Dolto,1990) de lo adolescente, sino que

impera una geografía psíquica y vincular densa, engañosa, ambigua, insoluble

62 Se trata probablemente de mantener y reproducir transgeneracionalmente las figuras dictatoriales del sospechoso (Kaës, 1996).

167

a veces. Desde ella, ser adolescente implica un permanente debate entre lo

qué pueden y no pueden hacer. Cuando este debate se interrumpe, surgen

sentimientos de desvalimiento extremo, tal como lo presento en el próximo

capítulo.

Creo que el par dependencia-independencia no se puede utilizar como

simple descriptor de la vivencia de estos adolescentes. La responsabilización

ya no es índice de autonomía, sino que há pasado a ser disponibilidad para la

comparación denigrante. Es una fragilidad en estado fluido ( Lewkowicz, 2004).

Por eso del grupo terapéutico se espera lo contrario: un sólido que compense –

si es que algo de ésto se puede compensar- lo frágil de este mundo familiar o

una subjetividad demasiado exigida o demasiado abandonada.

El grupo pasa a ser un especial “cuidado de sí” (Foucault, 1988) que se

contrapone al “sacrificio de sí” que portan. Por otro lado el encuadre abierto

garantiza que siempre hay un lugar para otro en el grupo, lo que enfrenta las

características neoliberales de lo escaso y la exclusión.

Al contrario que en la modernidad keynesiana, esta adolescencia ya no se

funda o se tolera desde el conflicto y la confrontación generacional . Llegado el

caso, se configura una adolescencia “tenue”, “frágil” indicando una construcción

de subjetividad que llamo adolescentes sin adolescencia .

¿Ejemplos de esta adolescencia frágil?: el no-futuro, padres ominosos,

agobio existencial . Historias que se anulan sin llegar a enhebrar biografía y

desamparos que se cronifican dentro de una espiral repetitiva. Como planteó

de forma angustiada una vez D. – “La pregunta sería :¿Por qué no lo quieren a

uno? Es como que uno no quiere verse lo feo. Si me veo en un espejo, es

como que del otro lado puede haber un monstruo...”.63

lll.9- El estudio y lo institucional metonímico : hacer de suplentes

D. -... yo ....estoy traicionando a un compañero. Con él preparamos un

trabajo en historia sobre la dictadura y nos fue bárbaro, sacamos 12 y el

profesor había comentado sobre la clase nuestra...La directora puso el

grito en el cielo, que cómo habíamos dado el tema con esos libros. Mi

profesora de historia estaba de licencia por un viaje y su lugar lo ocupó

63 En el material precedente P., D. y G. son varones, L. y Na. mujeres.

168

un estudiante del IPA ,que hacía la práctica allí y él me dijo por qué no

preparábamos este tema para hablarlo en la clase y a mí se me ocurrió

decirle a mi amigo, porque tenía baja historia y yo lo quería ayudar y

cómo le gustó tanto, nos pidió que fuéramos a decirlo a otras clases y

nosotros fuimos. El asunto es que la directora nos vino a buscar y el

profesor dijo que si nosotros íbamos, él también lo hacía y nos

acompañó. La directora dijo que dijéramos a los demás que era todo

mentira y le dijimos que no, que eso lo habíamos leído en libros y que

además estábamos en democracia.

A.-¿Y qué dijo la Directora?

D.- Dijo que nos iba a suspender y el profesor dijo: si los suspenden a

mí también suspéndame.

A.-¿Y te suspendieron?.

D.- No sé lo que va a pasar, lo único que sé que estamos en el recreo y

sale la directora, como a cuidarnos, estamos como si fuéramos

revolucionarios. Piensa que le vamos a hacer algo a los demás, lavarles

el cerebro. Ahora hasta hay radiopatrullas . Nunca venían antes y desde

que pasó esto, vienen todos los días al mediodía. Somos los

“revolucionarios”. Además dentro de dos semanas me voy de paseo a

Piriápolis , el paseo de fin de año, tengo el permiso de mi madre firmado

y me reventé trabajando en la kermesse .Vendí todo lo que pude y

ahora no me dejan ir.

A.- ¿Quiénes no te dejan ir?

D.- No sé, los profesores. Pero un profesor me dijo que la orden vino de

arriba.64

D. trae un relato en el cual muestra el esfuerzo que ha hecho en su trabajo

de estudio, por tratar de establecer las raíces del pasado de su país. Esta

“infancia de Uruguay”, tiene que ver tal vez con su propio proceso de búsqueda

de biografización para consolidar una historia personal. Frente a este intento

por establecer una verdad, aparece la reacción desmedida de la Directora

generando un clima de traiciones y sospechas que reduplica para D. un relato

familiar de similares características .

Lo “escópico insuficiente” que describí como estructura familiar se constata

también en la institución educativa: no se le puede valorizar el esfuerzo que

hace por ayudar a un amigo, por estudiar, por leer. Lo que le genera una

64 D. es varón, A. mujer.

169

situación de desasosiego y de frustración permanente. Con respecto al

funcionamiento institucional rescato que :

Retomamos la distinción de René Kaës (1993) entre institución

metonímica y metafórica. En el primer tipo de institución, sobresale una

regla que hace desaparecer a los sujetos individuales, prevaleciendo la

historia y las necesidades de la institución, sobre la historia y las

necesidades de sus integrantes. Por el contrario, la institución

metafórica permite la aparición de la historia y los conflictos de los

sujetos, alentando la creatividad y la construcción de algo nuevo. Para

Kaës se trata de dos instituciones en permanente conflicto. Nosotros

destacaríamos otra dimensión entre ambas .Los dos tipos de institución

parecen ser necesarias para el adolescente. Desde lo metonímico,

busca y necesita de una institución que funcione como padres

protectores escuchándolo y cuidándolo. Desde lo metafórico, en

cambio, demanda paradojalmente, una institución que le dé la

posibilidad de poder hablar por sí mismo, reclamando un protagonismo

diferenciador (Klein,1997b: 40).

Por el contrario, el tipo de instituciones que consideramos aquí se configura

como incapaz de catectizarse a sí misma, no desplegando un espacio de

tolerancia, de cambio, de innovaciones, existiendo una acentuación de lo

“metonímico” en ellas en detrimento de aspectos metafóricos. Ya no hay

contradicción entre ambos aspectos como señalaba Kaës, sino anulación de un

aspecto en detrimento del otro.

La figura del profesor-suplente anuncia cierta función fraterna, sosteniendo sí

algo metafórico, pero no desde la autoridad, sino desde la transgresión y la

protesta. Este espacio de solidaridad y de apoyo, no se puede enunciar en

nombre de la institución, sino en nombre de valores que quedan por fuera de

la institución. Hay un efecto de desinstitucionalización (de intersticio,

[Kaës,1993] ) necesario para poder resguardar valores básicos a la institución

concebida desde la modernidad : apego, inclusión, racionalización y autocrítica.

Valores que desde el neoliberalismo la institución ya no puede sostener,

(Lewkowicz,2004) aquejado de una dolencia de basamentos que le hace

170

“temer “ permanentemente por su extinción y encuentra su resguardo en

“eliminar” todo lo que sea extraño, transgresivo, subjetivante.

Este profesor es suplente y probablemente así es como se sienten éstos

jóvenes: cumpliendo suplencia en la institución y en la familia, sin posibilidad de

generar figuras de arraigo y firmeza. De cualquier manera –y por suerte - este

joven profesor permite hacer algún efecto de reorganización, frente a la

arbitrariedad que representa la regla y la autoridad. Me hace recordar la

tragedia “Antígona” de Sófocles. En ella se plantea que hay leyes de

solidaridad que están mas allá de las leyes de la ciudad. Antígona desafía el

edicto de su tío Creonte y cumple el ritual funerario por sus hermanos Eteocles

y Polinices. En función fraterna, Antígona recuerda que hay una ley de

solidaridad y de apoyo que esta más allá de una ley que se muestra arbitraria.

Como un moderno Antígona, D. rechaza entonces la posición de la

Directora y se reafirma en un ideal del yo que le permita enunciar la verdad de

la democracia y la justicia. Así D. puede hacer con esta señora lo que no

puede con su padre: confrontación generacional ( Winnicott,1972 ). De allí que

me pregunto si parte de las dificultades y quejas que los profesores y las

directoras tienen de sus alumnos, no pasará porque enfrentan –les guste o no-

más que un vínculo educativo, otro (que en principio no les compete) de

confrontación generacional. Es decir, es como si estos jóvenes buscaran en

algún lado concretar efecto de estructura, el cual obviamente ni los profesores,

ni los directores entienden. De allí que quizás éso que éstos perciben como

desafío, insolencia y falta de respeto, puede ser, para sus alumnos, una

apuesta al desafío trófico hacia la figura de autoridad.

Esta situación no puede ser aceptado porque existe además un clima de

paranoización y desconfianza absoluta. ¿Dónde empieza y termina esta

paranoia ?. ¿Cómo se discrimina la que tiene que ver con la directora, con D.,

con la institución? No puedo saberlo. Me cuesta suponer que esas patrullas

policiales están ahí por D., pero creo sí que las mismas consolidan una

arquitectura global de desconfianza. La misma se relaciona a una “vivencia de

171

catástrofe inminente” presente desde esta directora, y que en estos jóvenes

augura un clima de sospechas, verdades ,mentiras y persecuciones .

Se constata así un agotamiento de las estructuras de mediación. Entre D. y

el padre no hay ya familia como estructura de mediación, tal como entre D. y la

directora no hay ya liceo que es otra estructura posible de mediación. Por el

contrario, todo se nutre de lo especular: para la directora D. es el subversivo, el

tupamaro; para D. la directora es la dictadura militar.

El vinculo persecutorio: militar-sedicioso se reedita en el vínculo D.-

directora, comprobándose cómo siguen presentes las marcas imaginarias de lo

totalitario –sedicioso 65. El punto ya no es la violencia en sí, sino el miedo a la

violencia. En nombre de ella la Directora pide que no se “divulguen” cosas que

D. ha logrado averiguar. En nombre del miedo a la violencia se autorizan

prácticas de control, que terminan siendo más violentas aún !

Esto está relacionado con el riesgo de desaparecer, la vulnerabilidad

extrema y la ansiedad difusa. De allí que D. insista en sus acciones

bondadosas. Para ser querido hay que entrar dentro del sistema (kermesse )

Salir fuera del mismo implica una sensación de que algo horrible va a suceder

Por otra parte D. siente que ha perjudicado al amigo, en una actitud de

mucha culpa. Busca hacer función fraterna con él pero siente que ha

fracasado. Al escópico insuficiente se le une una sensación de desasosiego y

desastre. Siente que ha arruinado a su amigo, como probablemente siente que

ha arruinado a su familia. Es la contraparte del “mesianismo exacerbado”: un

desasosiego exacerbado.

IMPLANTE DE LA EXCLUSIÓN : EL DESTITUIDO ABSOLUTO.

R. comenta que no va al liceo hace un mes...Que no va a ir más.

T- ¿Por qué?

R- Porque no iba a hacer nada.

T- ¿Quién lo decidió?

65 Se me dirá que hoy en Uruguay no hay sediciosos. Pero me pregunto si otros objetos, como la pasta base no aparecen como pudiendo “ romper y destruir “ nuestra sociedad. Se dice así que estamos asediados por la droga como hace 40 años la sociedad estaba asediada por los tupamaros . La estructura imaginaria es la misma. Lo interesante es que desde del punto de vista farmacológico la pasta base, al igual que la cocaína, no genera violencia. Lo que hay de violencia en la pasta base es para conseguirla. El alcohol es un facilitador mucho más grande de violencia y a nadie se le ocurre decir que el alcohol es una amenaza social...

172

R.- El adscripto ,el director y los profesores.

T.-Y tus padres?

R-Y nada...dijeron qué iba a hacer yo, si no iba a ir más o iba a trabajar con

mi viejo en el taller de afilado. Ahora estoy trabajando con él... Y yo iba a

fumar nada más...También me fui por las amistades y éso. (Golpea en la silla

de al lado y juega con ella).

T- ¿Por las amistades?.

R- Con el que me juntaba yo fumábamos, tomábamos y hacíamos

cualquiera...Entrábamos al liceo, nos sentábamos los dos juntos (bosteza) y

nos portábamos mal, hablábamos, nos reíamos y todo eso.

A.- Yo también dejé la UTU. Yo creo que R. hizo bien en dejar, porque si va y

no hace nada, no trabaja y hace lo que quiere, como que no está respetando

las reglas. Los profesores dirán: “si no hacés nada andá a tu casa”. Yo dejé

porque tenía bastantes crisis y muchos problemas, la UTU no me gustaba y

tenía problemas y mi madre me dijo que no fuera más, que me estaba

presionando, igual yo había perdido por faltas.66

En este material hay una clara intersección social: el que no produce, el que

no hace es un inservible. Se tendería a pensar que ese tipo de categorías ya

no existen tan claramente, porque la producción tiene que ver con el trabajo

hoy en declive. Sin embargo acá surge una coexistencia de una categoría de

producción propia de la modernidad keynesiana, con una categoría propia del

neoliberalismo: el desempleo. Probablemente se le exige producir a un

integrante de la familia, como forma de compensar el que otro de sus miembros

está sin trabajo, o bajo amenaza de desempleo. Es como que de alguna

manera el joven tiene que compensar con su producción, la desproducción

generalizada del entorno.

Es un mundo donde las cosas que suceden se vuelven incomprensibles. Las

cosas pasan pero no se sabe por qué pasan. R. anuncia que se fue del liceo, y

el por qué en realidad no lo sabe. Estamos en una cultura que no es la cultura

del raciocinio, del sentido común, de la anticipación o la planificación, sino del

exabrupto, donde las cosas brotan como hongos sin que uno sepa bien por

qué.

66 R. es varón, A. es mujer, T. el terapeuta

173

Aventuro la hipótesis de que R. y A. no se fueron del liceo y la UTU , es que

en realidad nunca entraron. Es decir, fueron físicamente, pero en realidad

nunca psíquicamente. ¿Por qué? Se abre aquí una discusión compleja sobre la

educación, que rebasa los límites de mi investigación. Es cierto que en los

países periféricos, el fenómenos de la evasión es permanente y que el mismo

se relaciona a la degradación de las instituciones educativas bajo el

neoliberalismo. Se genera así una situación de trabajo precario, salarios bajos,

más horas de trabajo, el descompromiso de los profesores, disminución de

lugares disponibles. De esta manera, seguramente lo que he descripto con

respecto a los padres, se verifica como “profesores agobiados”. Creo que esto

facilita la dificultad de que haya estructura de acogida, bajo este tipo de

instituciones, para estos grupos sociales y para estos jóvenes. Por el contrario,

en función de lo referido, las estructuras tienden a ser de exclusión.

De allí la importancia de que en el grupo terapéutico sí entren (física y

psíquicamente), que tengan un pertenecemos por el cual al grupo lo

introyecten y transformen. Por eso creo que del grupo ya no basta decir que

permite un proceso de cura. Acumula una tarea (como los profesores y

directoras ) que en principio no le corresponde, pero que sin embargo surge,

porque hay una expectativa de que éste va a permitir lazo e inserción social.

Después vendrá el proceso terapéutico en el sentido clásico del término.

Reitero que R. no decide, y en realidad los padres tampoco. Desde el punto

de vista de la ciudadanía es una situación de destituido. Los padres sienten

que si el profesor dice: su hijo no va más, ellos deben aceptarlo. Los

profesores, el director, la adscripta, deciden y los padres no tienen nada que

agregar configurando un cuadro de desciudadanización generalizada.

Pero el asunto no es estar solamente escolarizado, el asunto es hacer algo.

Así a R. se lo pone a trabajar. Estas son familias donde no hay dimensión de

porvenir ni de orgullo para los hijos. No hay dimensión de futuro, sino que se

vive en el día a día. Estamos ante una adolescencia donde no entra lo que P.

Aulagnier llamaba la anticipación del porvenir o la construcción del futuro. Es

una construcción de lo adolescente que se construye y reconstruye

permanentemente, dentro de un ciclo agotador.

Al perderse la dimensión de porvenir, permanece lo adolescente sin

adolescencia, dentro de una estructuración, desestructuración y

174

reestructuración permanente. La adolescencia no se hace anticipando un

porvenir, sino que se hace y rehace en lo cotidiano.

Los padres y profesores no se hacen mucho drama porque de cualquier

manera no está investido, previamente, la adolescencia como espacio social. El

espacio social de la adolescencia al estar así tan desinvestido, no da la

bienvenida al proyecto de la adolescencia.

Entonces queda esta situación : adolescentes que no poseen adolescencia.

Ya no queda claro que lo que tiene que hacer una persona joven es estudiar.

En realidad, ya nada queda claro. Por eso nadie se hacen ningún problema , ni

siquiera lo mandan a clase de recuperación, ni siquiera llaman a un psicólogo,

cosas que pasan a considerarse pérdida de tiempo.

Lo que para los profesores es dificultades de aprendizaje, o falta de

voluntad, refleja a mi entender la fragilidad del lazo social. Una expresión es

que estos jóvenes pueden estar y pueden no estar en la institución educativa.

Es lo mismo. Pueden estar en su familia o pueden no estar : es lo mismo.

¿Qué es lo que están esperando entonces R. y A. del grupo? Descarto que

sólo una interpretación, dentro de un proceso de cura. Estos jóvenes

transmiten perturbaciones a nivel del “déficit”, no de la represión. Se hecha de

menos un sentido de continuidad existencial, de self integrado, y de confianza

básica. Por eso R. siente que está y no está, aparece y desaparece. ¿Qué es

ahora en el liceo y en su casa?: un desaparecido. La palabra que estoy usando

no es casualidad, ya que estas situaciones creo que re-dramatizan una

problemática inherente a la dictadura militar, que en forma de una “compulsión

a la repetición” social, reaparece intermitente y en distintas situaciones.

A esta situación se une la influencia de una mentalidad evangélica.

Subcultura que se estructura en torno al tema del pecado, el castigo y la

redención. Aparentemente R. ha fumado marihuana y debe “expiar” de alguna

manera ese pecado. Para eso se debe alejar de las malas compañías, es decir

de las compañías diabólicas. Estos amigos peligrosos son modernos

Mefistófeles que tientan a los jóvenes y les hacen caer en un pecado del cual

no se levantan más. En la mentalidad evangélica el diablo está acá, está entre

nosotros, está por todos lados y eso es lo que está transmitiendo este

muchacho.

175

Como si R. dijera : “yo me fui del liceo porque es una expiación que tenía

que hacer para escapar de las malas influencias”. A su vez el liceo propicia

éste salir ,por –como ya mencioné- exacerbamiento de la corriente metonímica

por lo cual no tienen, ni el liceo les da, un lugar. Por otro lado R. refiere a

cómo se desborda, empezando a hacer un montón de actividades antes las

cuales él no puede decir que no. En realidad es un no poder decir ni no, ni sí,

no pudiendo discriminar entre distintas actividades .

Así indiscriminadamente R. en el liceo practicaba conductas de imitación,

donde el otro no es simplemente un compañero o amigo, sino un especular del

que se imitan gestos, sonrisas tontas, bobadas. La conducta mimética que R.

describe respecto al amigo, se va a trasladar a la relación con A. en el grupo.

Hay un momento en que R. empieza a hacer un ruido, juega con la silla, con lo

que su calma aparente está escindida de la ansiedad que muestra, golpeando

el banco o moviéndose. Esta conducta de ansiedad difusa probablemente se

encuentra también a nivel liceal, tomándola equivocadamente como

desencanto, desinterés, o indiferencia.

Se trata de una angustia fragmentaria y desvastadora, frente a la que me

pregunto cómo es posible que la puedan soportar. Un adulto se derrumbaría

frente a esa ansiedad gigantesca. Probablemente una consecuencia es que a

través de ella se crean permanente objetos bizarros (Grinberg,1986) que

configuran un cuadro de extrañeza cuyo costo es un ataque destructivo a todo

el aparato de pensar, que conlleva a un cuadro de defusión agudo, que el

adulto y los profesores erróneamente denominan indiferencia.

El bostezo de R. entonces no es conducta de aburrimiento, sino de

agotamiento. Desde una subjetividad como la de R. , ponerse a hablar en

primera persona en la sesión, sostener ese lugar, es diametralmente opuesto a

la estrategia en tercera persona que sostiene en su vida cotidiana. El no es “yo”

sino un sostenedor de cosas, inserto en un lugar de instituido permanente. En

la sesión R. intenta una microruptura con ese instituido ( que propongo llamar:

instituido destituyente, por la dificultad de poder hace lugar a procesos

metaforizantes) propio del neoliberalismo, lo que le implica un esfuerzo terrible.

En este punto A. interviene, quizás como efecto de solidaridad, y retoma ahí

donde R. ya no puede proseguir: “Yo también dejé la UTU, yo creo que R.

hizo bien en dejar”. Su ‘también” , indica que está pensando desde R. y desde

176

el grupo. Me pregunto si esto que hace A. es mimético o fraterno y creo que es

un punto intermedio entre uno y otro, aportando algo de la comprensión, pero

también un factor de culpa: si A. desculpabiliza a R. es también para

desculpabilizarse a ella misma. Como ya he señalado, esta culpa se refiere a

un superyo arcaico y refiere –en este caso – a responsabilizar a estos jóvenes

por una deserción estudiantil de la que en realidad, poco o nada han decidido

En este tipo de materiales, se ve que no es que “estén en otra” como

despectivamente se dice, ni que sea lo mismo que estén o no estudiando,

como irresponsablemente se dice. Hay una inmensa carga de culpa y de

agobio con respecto al hecho de no estar en el liceo, lo que es un estigma muy

fuerte. No es que sean “irresponsables”, ni que mantengan esa famosa

distancia que se preconiza que el joven instala con el mundo adulto. Se trata no

de un problema educativo, sino de un problema de desciudadanización.

Tampoco tiene que ver con el “desencanto”, porque R. y A. no nos transmiten

que están decepcionados con el liceo, sino que lo que sucede es que no saben

como “entrar”, no saben donde están las rendijas para tal fin. Es lo que señala

Lewkowicz (2004): la exclusión neoliberal se caracteriza por su irreversibilidad .

Para un joven de clase media sólida la “rendija” está en cumplir un horario,

estudiar lecciones, e intervenir en clase y no pasarse de la “raya” evitando

suspensiones. Esa es la regla, la que se conoce y acata. Pero para estos

muchachos (de clase media fluida o empobrecida) la regla no está, no la dejan

a su disponibilidad. De ahí que no pueden apuntalarse (Bernard,1991) en el

liceo porque no ofrece base de sostén. Estos son las mal llamados clases

marginales, mal llamados porque en el neoliberalismo no hay nadie marginal :

todo es cuestión de centro67. En el neoliberalismo o se está o no; se es

“adentro” o nada, cuestión que expresan estos jóvenes. Lo reitero: nada del

júbilo de crecer permanece, instalándose en su lugar una sensación de agobio

y pérdida.

A.: “no hace nada, no trabaja y hace lo que quiere, es como que no está

respetando las reglas, los profesores dirán si no hacés nada, andate para tu

casa”. Leyendo lo anterior me pregunto si ésto es un discurso de un

adolescente. Resulta que hacer lo que uno quiere aparece como algo malo... El

67 Pensar la sociedad en términos de “centro” y “marginal” es un esquema propio de la modernidad keynesiana.

177

adulto casi no es necesario: ellos son los mejores adultos para juzgarse y

condenarse .

Nada hay de la duda adolescente, la que se ve “devorada” por una

estructura de sentencia que de alguna manera repite el discurso de la propia

institución. Con esta salvedad: A. cree, e intenta señalarlo, que la institución se

maneja por reglas, recuperando un esquema racional y justo de lo institucional

propio de la modernidad keynesiana. Pero la institución educativa ( lugar de

reglas si lo hay ) que les tocó vivir muestra lo contrario:la ausencia de reglas.

Mi punto de vista es seguramente más dramático que el de A., pero creo que

lo que “regla” como vínculo entre la institución y sus estudiantes, no son

“reglas” sino la absoluta y total indiferencia. La “regla de producción” de la

modernidad keynesiana, puede catalogarse como regla tonta o arbitraria, pero

es un marco desde el cual manejarse. Aún desde reglas tontas una

preocupación existe. Pero en este caso, si interrogáramos a fondo al liceo de

por qué R. y A. han dejado de estudiar, creo que responderían con el mismo

“no sé” que ellos.

En esta despreocupación que impera, hoy están, mañana no. Si R. y A. se

pueden ir tan fácil del liceo es porque en realidad nunca entraron. Creo que el

tema de la exclusión está mal planteado. No hay exclusión, porque de cierta

manera como ya señalé, no hay inclusión efectiva. Sin entrar ni salir, ni ser

bienvenidos ni despedidos, hacer lo que uno quiera aparece como algo

censurable. Hacer primar el propio deseo, extrañamente, se transforma en

sinónimo de “atorrante”, caer en la droga, o ser delincuente.

Reitero algo que me parece fundamental: lo que estamos viendo en el

material clínico es que los adolescentes no reniegan ni rechazan el liceo, por el

contrario, para ellos sigue siendo un lugar importante. Esta simple posibilidad

de concebir un “lugar donde estar”, implicaría la posibilidad de dar cabida a un

funcionamiento metafórico a nivel institucional.

Desde la modernidad keynesiana, lo metafórico y lo metonímico institucional

no se separaban. Desde el neoliberalismo sí lo hacen y radicalmente. Es decir,

el adolescente va al local de estudios, ocupa un lugar, pero ya no sabe ni

puede , cumplir con los rituales que lo transformen en alumno. De esta manera

no puede incorporar las tareas subjetivas que implican poder concentrarse,

178

sentarse, estudiar. Pero básicamente lo que falla en la tarea de convertirse en

estudiante es que sienten que no tiene ningún sentido lo que hacen.

Para el liceo el adolescente está desinteresado del estudio, pero por el

contrario, está mas interesado que nunca . Lo que no comprende del mismo

( porque no se lo pueden transmitir) es para qué sirve y por eso lo cuestiona.

Entonces quiere ir al liceo, pero no a estudiar (cosa que no puede) sino a

permanecer. No como estructura de pasaje, sino como estructura de

permanencia y de recorrido.

Por otro lado creo que el desencanto que tiene el adolescente con respecto

a la materia, reproduce el desencanto que tiene el profesor con su propia

materia, y con la enseñanza en general, en relación a la degradación que sufre

la enseñanaza y el desinvestimiento social que el próprio profesor recibe.

Quisiera destacar que junto a estos fenómenos, surge una acentuación de

exigencias desde la institución liceal : cada vez más materias, más horas de

estar sentados, más necesidad de concentración intelectual y estándares cada

vez más inalcanzables... En la medida que el liceo siente que está fallando, que

sufre un malestar institucional, creo que robustece más sus mecanismos

internos de exigencia, redoblando de cualquier manera su propia

vulnerabilidad. Situación correlativa a la exigencia cada vez mayor que se

constata en el mercado laboral (Castel, 1997). Cuanto menos trabajo existe,

más se amplían los requisitos de ingreso al mismo, con lo que la institución

educativa aumenta aún más los suyos, generándose una cadena de

retroalimentación interminable.

En la medida en que el liceo no puede admitir y sostener adolescentes

dentro de su espacio, si no se convierten en estudiantes los expulsa. Pero

cuando son expulsados del liceo tampoco pueden ingresar al mercado laboral,

lo que lleva a un incremento de los adolescentes en situación de calle, es decir

jóvenes que ya no están en ningún lugar. Al mismo tiempo y

concomitantemente, se les “castiga” con toda una prédica neo- evangélica

referente a drogas, SIDA , los desvíos sociales, lo cual robustece aspectos

superyoicos .

Sería interesante ( no creo que sea un imposible) pensar en una estructura

no académica dentro del liceo, donde los adolescentes puedan concurrir

manteniendo actividades libres no académicas, sin obligación de asistencia. Un

179

“espacio adolescente” donde más que calificaciones se ofrezca un espacio de

contención y recepción sin que éso les implique la exigencia de tener que ser

estudiantes.

lll.10- Lo persecutorio y el riesgo de la vulnerabilidad extrema: Elementos

de una subjetividad fragilizada

En este capítulo presento una constelación persecutoria que sugiere una

pérdida de anclajes referidos a procesos secundarios, surgiendo un material

mucho más regresivo, desde donde se instala una situación de desguardo

absoluto .

P- Yo me levanté a las 6 y media porque mi hermana estaba en la casa del

novio y llegó y me golpeó la ventana.

M- Yo ando mal. Veo gente vestida de rojo y negro. Son pesadillas. Sueño

y veo eso. Veo una mina vestida de negro que me persigue. No es sólo

cuando me acuesto ,también cuando me levanto. Bueno, no es la que vea,

sigo con la sensación de que está...Me persigue por todas partes. Tiene

cara de Chucky. No sé por qué, pero me llama. Es espantoso. Es por toda

mi casa. El otro día la vi en casa de mi abuela. Veo velas y velas y no

puedo salir.

P- Yo siento algo parecido . Lo mío fue en un cumpleaños, pero fue

verdad, porque anduvieron a los tiros y yo empecé a soñar. Me acostaba a

dormir y soñaba que un loco entraba al cumpleaños y empezaba a tirar

tiros.

M. a Ro.- ¿Vos Ro. no tenés pesadillas?.

Ro- Que estoy en un rodeo con un toro y pla !, me levanta !.Pero eso fue

hace tiempo.

M- ¿A veces no les pasa que ven un lugar inventado?

R- Sí, a veces soñé que me caía de un edificio.

P- Sí...y que vas a tocar el piso y que te despertás.

M- Sí y abrís los brazos así (hace gesto correspondiente) porque los

músculos se te aflojan.

R.- Yo soñé que estaba empujando a mi prima del edificio y me desperté y

estaba por tirarme de la cama... El otro día me crucé con L. (otra integrante

del grupo) y me quedé preocupada porque la vi mal... parece que ella se

180

está enamorando de él y es cualquier cosa el tipo...Le dicen “El Modelo” y

ella conversa con él y está como embobada.

P- Yo nunca me sentí bien con ella ... me dijo “mijo” tres o cuatro veces.

No pará que yo no soy tu hijo....es como que te están señalando.

R.- Todos nos sentíamos juzgados...Ella era muy responsable en los

estudios. Para ella, si no estudiás es que no querés , son comparaciones

como siempre...

M- En los sueños, la víctima es uno ¿Pero se puede soñar siempre lo

mismo? Hace una semana que vengo soñando lo mismo...era una persona

que aparece en distintos lugares, con la misma ropa, con distintas

caras ,que puede ser hombre o mujer...

M.- Tengo miedo en mi casa, pero es cuando tengo la pesadilla.

P- Yo cuando era más chico ,cuando tenía miedo, me iba al baño, prendía

la luz y decía...”Mamá estás ahí” Cualquier cosa, luz prendida, puerta

abierta ,con tal de que hubiese alguien. Ahora si se van una

semana ,mejor!!.

M-A mí me protege el Arcángel Miguel (avergonzada)...Yo no le digo nada,

pero cuando hablo él me escucha...sí, ya sé, ¡estoy loca !..no me digan

nada.

P- ¿Qué es eso del Arcángel ?.

M- Es un ángel más poderoso ¿Uds. conocen de metafísica? Ahí te

enseñan que este Arcángel tiene distintos personajes, rayos violetas,

rosados y el azul es el que protege a las personas.

R- Es como el yoga...

P- ¡A mí esas cosas!!..( se ríe ) Yo me hablo a mi mismo frente al espejo

R- Yo me hablo a mi, por dentro, todo el mundo habla por dentro.

P- Por dentro me digo : ¡Buen día ¡ ¿Cómo estás? “Bien, acá andamos”

Me miro al espejo y digo: ¡qué feo que sos! ¡Cambiá el look! Después voy

al baño, me pongo gel y digo : ¡qué lindo que soy! Y también escribo

cosas.

M- Es una manera de descargarte escribir. Yo también escribo.

P- Prendí todo fuego lo que había escrito antes, para mí ya tenía otra vida .

De mi niñez, de las cosas que estaban conmigo y se fueron, como mi

abuela, mis tíos y ese día agarré de la mesa de luz y empecé: “éste sí,

éste no”. Me puse melancólico, porque me trajo recuerdos muy lindos y

ahora es como que empecé otra nueva vida...Me peleaba con una persona

181

y al otro día contaba todo y hacía un resumen y me quedaba todo más

claro...Me hace bien escribir. Ahora hace un mes que no escribo.

M.- ¿Tu hermana no los ve?.

P.- No, porque las ordeno por número.

M.- No sabés si no la lee.

P.-... Hice un archivo en la computadora que nadie sabe y aparte un

diskette que está guardado bajo llave.

M.- (Se ríe)...Yo hago lo mismo que él. Escribo y guardo en la

computadora...Pero a algunas personas se lo muestro.

R.- Yo se lo muestro a todo el mundo ,menos a mi abuela. Tenía una prima

de 17 años, que hace 3 o 4 años que se murió y cuando se murió yo

escribí que yo iba a vivir la vida que ella no pudo y empecé a sentir los

mismos síntomas que mi prima: inválida a los 14 años y el 1 er día que fui

a la Iglesia sentí que no podía caminar. Antes de morir había quedado

ciega, ella estaba mal .Yo fui a la Iglesia porque allí repelen a los espíritus

malos ,me tiré al piso y pegué patadas

M.- Un exorcismo...

R.- No sé como explicarlo. Una persona sabía lo de mi prima ,que era mi

líder de la Iglesia y me dijeron que yo no era mi prima

M.- ¿Vos creías en espíritus?

R.- No sé ,supuestamente la explicación que le dan ellos es así. Yo no lo

entiendo, eso me pasó el verano pasado

M.- Yo creo en esas cosas, pero si no crees es muy difícil de explicar

cosas. A mi me ha pasado, tipo estar caminando, sentir ruidos y no hay

nadie O por ejemplo ir al cementerio y escuchar voces de niños chicos ,me

doy vuelta y no hay nada. Me corría como una corriente por todo el cuerpo.

Caminaba como que no podía salir, pero eso no tiene explicación.

R.- Cuando pasó eso, los restos de mi prima lo tiraron en el Parque Rodó ,

yo fui el 2 de Noviembre y estaba redeprimida ,escribí eso y soñaba

siempre que iba a las Canteras y ahí me tiraban. No veía quién, como que

yo sola me caía.68

El material precedente parece expresar algo del orden de los objetos beta,

los que Bion presenta como datos sensoriales, físicos o psíquicos que no

encuentran aún representación psíquica o que no alcanzan tal elaboración

68 P. y Ro son varones, M. y R. mujeres.

182

(Bion,1962), expresión de lo impensable, lo irruptor, lo excitante y no ligable del

aparato psíquico. De esta manera se consolida en el material un clima

emocional que se destaca por el “desborde “ y lo confuso, por lo que por

momentos la sesión semeja un sueño o una especie de delirio que sin embargo

no creo que alcance nítidamente dimensión psicótica.

Es un relato en el que a diferencia de los anteriores, ya no aparecen ni

padres, ni familia, ni las obligaciones, sino un mundo interno que se des-

clandestiniza abruptamente, tomando características mágicas o míticas

posiblemente en relación a una cultura neo-evangélica.

El material parece indicar una ausencia de elementos edípicos, que aunque

trastabillantes, operaban como estructura contenedora, com lo que surgen

elementos propios de regresión a vivencias primarias (Anzieu,1986). Tampoco

aparecen compensatoriamente elementos provenientes del ideal social. De allí

que sobresalgan elementos fusionales, frente a la pérdida de la terceridad

simbólica69. Cuando se dice : “yo no soy tu hijo”, es como enfatizando que

dentro de este mundo mental ya no hay categoría padre, ni hijo, ni madre. De

esta manera se destaca la importancia que van a tomar las abuelas

probablemente en relación a la primacía de aspectos primarios.

El relato recoge un conglomerado de representaciones o emociones

altamente persecutorias con rasgos especulares ( “sueño con alguien que

puede ser hombre o mujer” ) y regresivos. Se trata de una subjetividad

estructurada de una forma que llamaría oniroide, intentando no recurrir a otras

denominaciones de tipo psicopatológico, que creo que, más que aclarar,

pueden discriminar el material. Creo sí que por momentos la realidad psíquica

y la realidad exterior se confunden, con lo que podríamos investigar si lo que se

construye es una cadena asociativa (Kaës,1994 ) o más bien un sueño grupal .

Hay también una división de género en el material. Mientras los hombres

aparecen (al comienzodel relato) del lado de los límites y del principio de

realidad, las mujeres traen algo que tiene que ver con el desborde, lo excitante,

lo amenazante. Me pregunto hasta qué punto no hay un atravesamiento social

69 Lo edípico permite articular un campo de alternativas desde la elección y el postergamiento.

183

en este situar a las mujeres del lado de lo apasionado y el desborde y a los

hombres como serios y razonadores 70.

P. es el iniciador de la sesión y propiciador de una temática fraterna ( la

hermana) que se desenvuelve en una escena estructurada en el orden de lo

horizontal. A través de esa escena se confirma una dificultad con lo sexual

genital, apareciendo como si fuese un delito o una falta que esta hermana

mantenga una vida amorosa.

En seguida , se concretiza “algo” que quiere entrar de forma abrupta al

grupo : “Yo ando mal. Veo gente vestida de rojo y negro. Son pesadillas. Sueño

y veo eso. Veo una mina vestida de negro que me persigue. No es sólo cuando

me acuesto ,también cuando me levanto”. Lo impresionante del relato radica

antes que nada en que M. misma no sabe si es algo fabulatorio o si es algo del

orden de lo onírico, remitiendo a una situación de confusión entre vigilia y

somnolencia.

Esta ambigüedad sobresale por su carácter confusional y por la

vulnerabilidad que transmite. Es una persecución frente a la que casi no hay

escapatoria. Esto indiscriminado acentúa lo especular (es una mujer que

persigue a una mujer ) y lo dual (rojo y negro ). Ambos colores no se pueden

confundir entre sí manteniéndose como dos órdenes distintos y

omnipresentes. Se podría pensar lo negro como lo depresivo, la muerte, el

vacío psíquico y lo rojo probablemente como lo sexual, lo agresivo, el

desborde, dentro de rasgos de escisión esquizoparanoide (Baranger,1971).

Pero su primera frase : “yo me siento mal” está indicando que aún dentro de

esto perturbado hay un funcionamiento a nivel neurótico. A pesar de que M.

tiene dificultad de poner en juego mecanismos de defensa eficaces su : “ya sé

no me digan nada, estoy loca”, expresa su intento de comprender las vivencias

que se le imponen en torno a un chucky que la persigue. Personaje tomado

de una famosa película de terror, su aparición señala que lo persecutorio ha

desbordado la capacidad de autoapaciguamiento. Su intento de infantilizar lo

persecutorio (es un muñeco ) está fallido porque ese muñeco es en realidad un

monstruo que mata.

70 Para Freud (1921,1931) la sociedad se funda en la liga de los hermanos y en la homosexualidad reprimida de los hombres. La mujer siempre está en el borde y por fuera de los social , demarcando un espacio de transgresión.

184

Más adelante las referencias a las caídas, los músculos que se aflojan, el

empujar o ser empujado, completan este cuadro que sugieren aspectos

agotados del aparato psíquico. M. dice : “No sé por qué me llama”

transmitiendo un vínculo seductor- seducido, com el objeto aterrorizante,

vehiculizado a través de una voz que recuerda aspectos de un superyo arcaico

(Baranger,1971).

Por su parte P. intenta desde esta realidad ciertamente persecutoria, generar

una diferencia entre fantasía y verdad : “Yo siento algo parecido. Lo mío fue en

un cumpleaños, pero fue verdad, porque anduvieron a los tiros y yo empecé a

soñar. Me acostaba a dormir y soñaba que un loco entraba al cumpleaños y

empezaba a tirar tiros”. Desde una actitud reparatoria, busca ofrecer un relato

alternativo y más discriminado, intentando que no se pierda el principio de

realidad frente al peligro del desborde narrativo .

Su relato es más organizado y cultural, en relación al hecho consensuado de

que los hombres, cuando se enfurecen, se pelean. Asimismo al hablarse de las

caídas y los golpes P. (“vas a tocar el piso y te despertás”) re-introduce

nuevamente el principio de realidad. De esta manera el grupo realiza un ciclo

compulsivo entre lo organizado y lo desorganizado sin poder salir de un vaivén

que fragiliza. Se pierde la posibilidad de un objeto-espacio tercero (Green,

1994) que medie entre la angustia masiva y el vacío de representaciones

apaciguantes.

Existe sin embargo un intento de recurrir a la historia grupal –como recurso

asociativo- al mencionarse a L., probablemente como manera de traer un

“afuera” que contrarreste tanto “adentro” amenazante. A su vez a través de L.,

se reintroducen aspectos más adolescentes, ya que está enamorada y en

pareja. Pero frente a ella se sienten juzgados, probablemente porque L.

representa y recuerda el orden familiar y social de lo adaptativo y lo exigente,

capaz sin embargo, de compensar el desbode que vivencian.

Así sobresaldrá un progresivo sentimiento de vulnerabilidad extrema,

aspectos infantiles e incapacidad de estar a solas: “Tengo miedo en mi casa,

pero es cuando tengo la pesadilla ; Yo cuando era más chico ,cuando tenía

miedo, me iba al baño, prendía la luz y decía...”¿Mamá estás ahí?” Cualquier

185

cosa, luz prendida, puerta abierta ,con tal de que hubiese alguien”71. En este

punto P. agota sus recursos yoicos y se transforma en una especie de bebé,

revelando un momento de desestructuración por el cual se pierde la

constancia del objeto ( “¿Mamá estás ahí ?”) (Winnicott,1981), el que ya no

aparece como presencia suficientemente segura .

No es casualidad que en este momento surja el relato sobre el Arcángel

Miguel. Ante el derrumbe de P. como cuidador del grupo, se impone la

necesidad de una figura sobreprotectora. Es un arcángel y no un simple ángel,

por lo está en una categoría superior aún más cercana a Dios que los ángeles

comunes.

A su vez no hay que olvidar el hecho de que M. está expresando una cultura

para la cual es “natural “ incorporar aspectos metafísicos y evangélicos. Estos

colores, rayos y luz indican que hay ya matices y no sólo el negro- rojo inicial.

Hago notar que “Arcángel “ remite a una figura masculina-paterna que se

contrapone a aquélla femenina (¿materna?) que perseguía. Quizás sea un

intento de incluir algo de lo paterno en un grupo que está excesivamente

especularizado. De cualquier manera y por más todopoderosa que sea, se trata

de una figura asexuada o androginizada .

Para R. la referencia al arcángel se asocia al yoga, lo que permite pensar

que cuando P. ya no puede asumir la “responsabilidad” por el principio de

realidad grupal R. lo hace, con lo que la división inicial de género en el grupo se

rompe. En este momento surge el tema del espejo y la escritura ; “Yo me hablo

a mi mismo frente al espejo . Por dentro me digo : ¡Buen día ! ¿Cómo estás?

“Bien, acá andamos” Me miro al espejo y digo: ¡qué feo que sos! ¡Cambiá el

look! Después voy al baño, me pongo gel y digo : ¡qué lindo que soy! Y también

escribo cosas”; ‘Es una manera de descargarte escribir. Yo también escribo”.

Mirarse al espejo, evaluar la imagen, escribir, son actividades que se acercan

más a lo que esperamos de adolescentes, lo que indica un intento de

reapuntalar el relato más en la adolescencia y menos en aspectos “extraños”.

El peligro es quedar subordinado a la fascinación de lo escópico, ya que

cuando P. dice: “¿mamá estás ahí?”, probablemente está tratando de

reencontrar a su madre en el espejo, lo cual da la pauta de que la

71 Cuando P. añade : “ahora si se van una semana mejor” creo que expresa en realidad una defensa hipomaníaca .

186

especularización todavía depende de la referencia al otro. La posibilidad de

poder sostener un espacio propio se vuelca en la escritura. P. cuenta que ha

quemado sus papeles de forma razonada (“éste sí, éste no”) lo que señalaría

un trabajo de elaboración psíquica, donde lo masivo es substituido por algo del

orden de la elección y del poder pensar72 .

Sin embargo M. reintroduce lo persecutorio al sugerirle a P. que quizás su

hermana sí lee sus papeles, con lo que la alianza fraternal se fractura y la

hermana se vuelve alguien peligroso. Aunque P. señala una referencia

organizadora y resguardante (“Hice un archivo en la computadora que nadie

sabe y aparte un diskette que está guardado bajo llave” ), ésta se quiebra con

el comentario de R. sobre una prima muerta de la que ella tomaría su

personalidad (“vivir la vida que ella no pudo”), con lo que el relato se vuelve

aterrorizante, reinstaurando un polo desorganizado en el grupo.

En este punto aparece un “suplente” del arcángel Miguel, que pasa a ser el

líder de una iglesia que afortunadamente le señala a R. un punto de

discriminación ante su “ novela de terror”. Pero esta discriminación se pierde

enseguida con el relato de M. : “A mi me ha pasado, tipo estar caminando,

sentir ruidos y no hay nadie. O por ejemplo ir al cementerio y escuchar voces

de niños chicos , me doy vuelta y no hay nada”, con lo que se impone el orden

de lo sobrenatural absoluto. Relato que surge al final mismo de la sesión,

demostrando una persistencia de determinada temática que no puede sino

manifestarse compulsivamente.

La sesión empieza y termina con lo fraternal, que va tomando distintos

matices: ayuda, desconfianza, rivalidad, ominosidad : “los restos de mi prima lo

tiraron en el Parque Rodó ...soñaba siempre que iba a las Canteras y ahí me

tiraban. No veía quién, como que yo sola me caía”. Esta caída sin fin se

relaciona con una vulnerabilidad desde la cual el psiquismo se paraliza

tendiendo hacia el deseo de no- deseo, dentro de un narcisismo negativo

(Green,1986).

Este no–deseo lo tomo básicamente como no-deseo-de-crecimiento. He

trabajado ya la hipótesis de una “escena congelada ” como configuración

72 Este tipo de elaboración, que llamaría de pre-duelo, implica indagar si los recuerdos se mantienen más allá de los objetos que los originaron, por ejemplo, si el recuerdo de un abuelo le sobrevivirá . Los recuerdos aún no se separan nítidamente de aquél o aquéllo que los origina, con lo que el trabajo de duelo aún presenta dificultades para concretarse.

187

narcisista (Klein,2004), pero en realidad creo que estamos ante una

configuración distinta, más regresiva aún73, a la que llamo escena de

enhebramiento mutuo, donde toda posibilidad transformacional se anula,

apareciendo una “piel” familiar común a todos sus miembros, sintiéndose como

altamente movilizante la posibilidad de su ausencia ( G.: “Yo hasta hace poco

vivía en el cuarto de mis padres...yo dormí con mis padres hasta los 14 años y

después dormí con mi hermana un año más”) .

Se consolida un relato “ loco “ que asusta y persigue. El silencio y la

oscuridad se vuelven aterradores ( “En mi casa no es tanto estar encerrado, es

el silencio”, “la oscuridad me da miedo, es que pueden salir todas las

fantasías”) tanto como el mundo interno y el mundo externo ( “ahí hay un

puente que nadie se anima a caminar solo por veinte mil historias”).

Eso perturbante está escondido redoblando hiperbólicamente una estrategia

vincular del secreto –en la que conviven cotidianamente- pero llevándola a

extremos insoportables. ( “ antes de acostarme miro debajo de la cama o en el

ropero. Siento que hay alguien, entonces miro varias veces”; “ si es de noche

me desvelo; me tengo que fijar al volver si está todo bien” ).

Sus estrategias defensivas son el actuar directamente sobre la realidad :

abrir el ropero y mirar debajo de la cama, debilitándose la oportunidad de un

autoapaciguamiento . Esa posible revisión mental que anularía lo improbable,

es substituida por lo inmediato de una angustia masiva, una angustia de

alarma permanente.

La angustia como señal que activa la defensa (Laplanche-Pontalis,1981) y

habilita un proceso reflexivo no está presente . C. nos indica que ni el ruido ni la

compañía, aseguran la tranquilidad y la atenuación de las fantasías paranoicas.

La sensación del peligro inminente que he colocado como un punto del

imaginario neoliberal, resurge psíquicamente como sensación de derrumbe

inminente. Desde esta perspectiva lo que presento como subjetividad oniroide

es inseparable de micro ataques de pánico (Bleichmar,1997), en relación a

sensaciones invasivas, self caótico-fragmentado y ansiedad ante las

experiencias vividas como desborde, consolidando un desequilibrio

neurovegetativo – como sufrir insomnios –que llega a ser agotador .

73 Una escena congelada tal como la concibo implica una escena infantil donde el adolescente mantiene expectativas parentales. Pero en el entendido de que la misma, paradojalmente, coexistía con una escena transformacional de cambio y crecimiento (Klein, 2004).

188

Probablemente no pocos psicoanalistas afirmarían que el problema de estos

jóvenes es una dificultad en el pasaje de endogamia a exogamia. Pero no creo

que sea así. Sí lo sería quizás en un contexto más allegado a la modernidad

keynesiana, en el cual efectivamente se juega como forma de crecimiento una

problemática de pasaje. Por el contrario, en tiempos de neoliberalismo se

juega una problemática de supervivencia que incentiva un cuadro de

vulnerabilidad extrema que rebasa ampliamente el tema del desprendimiento

familiar, la asunción de una genitalidad propia, o la elección objetal.

Ya no es una problemática de un rol a desempeñar, sino una cuestión de lo

mínimamente apuntalante cercano al desapuntalamiento masivo

(Bernard,2001). Es una cuestión de extrema fragilidad dentro de un psiquismo

de piel, un yo piel ( Anzieu,1990 )74 por el cual se vuelve vital un contacto que

les reasegure tranquilidad y calma.

Los puntos de certeza, desde los cuales hacen adolescencia estos jóvenes,

pasan a ser la inseguridad y el desborde. El : “pueden salir todas las

fantasías..” ya no es el desborde pulsional del que hablaba Hanna Freud

(1985), por el cual las pulsiones de la pubertad tienen el recurso de la fantasía,

el repliegue, o la masturbación, como una forma de elaboración psíquica.

Recursos que aquí no aparecen.

No descartaría, como ya mencioné, que pueda haber elementos

transgeneracionales en juego (régimen militar) en la construcción de este tipo

de subjetividad dominada por la transubjetivo (Kaës,1993), en relación a

fantasías que aparecen de forma súbita e incontrolable. Parece perfilarse una

situación psíquica desde la cual fragmentos sociales aparecen sin

transformación alguna en la subjetividad, lo que hace que el adolescente está

preso de una continuidad que no permite diferenciar origen y futuro, impidiendo

lo que denominado como confrontación transgeneracional (Klein,2003: 97).

Lo terrorífico se expresa en términos de soledad y oscuridad, fantasías

amenazantes y un adentro que persigue, el que aparece construido como una

“cárcel” de la que hay que escapar (“ tengo una desesperación por salir de

adentro de la casa(...) aunque sea de noche yo me iba a una placita”). Por

tanto lo adentro- interno- psíquico se vuelve insoportable. Las fantasías son

74 Punto que se relaciona a mi incorporación del concepto de “injertamento” como fundamental para el marco terapéutico.

189

ese mundo secreto que tiene que permanecer así: secreto.

Lo psíquico se vuelve precario y peligroso: pensar libera lo imprevisible y lo

extraño tanto como la oscuridad esconde lo terrorífico75. Por contraposición, el

ruido, la compañía y la luz ( “ yo si me tengo que quedar solo me encierro en el

cuarto, pongo la música alto “) permiten que esas fantasías sigan “presas”.

De esta manera creo que estos aspectos de una subjetividad fragilizada

hacen a un riesgo de vulnerabilidad psíquica que se une a distintos aspectos

paranoicos, de extrañeza e incomprensión76. Estos aspectos configuran un

cuadro de vulnerabilidad narcisista (Jeammet,1996) caracterizado por el

desamparo y la vivencia de lo loco inquietante. La adolescencia como

capacidad para ir integrando experiencias que enriquecen, se substituye por

angustia de desintegración y fragmentación. Bleichmar señala que dichas

angustias se relacionan a “que la persona vive sus propias experiencias como

extrañas” (Bleichmar,1997: 338 ). Una consecuencia es la dificultad de

mantener un “self cohesivo”, “una representación y un funcionamiento en que el

sujeto se siente como una unidad, en que el cuerpo y la mente son vividos

como partes indisolubles de sí mismo en el presente y, además, con

sentimiento de continuidad temporal (ídem: 339).

En el material presentado habría que agregar la presencia de un narcisismo

negativo (Green,1986) transmitiéndose una sensación de desplome y

desorientación, que consolida una autoimagen muy negativa de sí mismos, que

se relaciona a sentimientos de inseguridad y baja autoestima.

Si se tiene en cuenta que estos adolescentes viven en una sociedad de

escasas oportunidades y nulo porvenir, se podría suponer que este contexto

social de desesperanza y fracaso se hace presente de alguna manera en el

material presentado. Lo amenazante proviene así- indiscriminadamente- tanto

del mundo interno como del mundo externo.

Al fallar el apuntalamiento social y el auto-apuntalamiento, se refuerzan los

apuntalamientos en lo transgeneracional (Klein,2003). Ya no se trata entonces

75 Recordemos que efectivamente, en épocas de dictadura o pre-dictadura, era de noche cuando se allanaban sorpresivamente las casas, por lo que la noche se convirtió en un estado de terror y sigilia permanentes.

76 Cabe señalar que esto “ paranoico” dista mucho de ser solamente una modalidad psíquica. Es también una estrategia del imaginario para situar aquello que aparece como incomprensible o impensable Pensemos en el famosísimo tema de la llamada “ pasta base” que considero la versión en el siglo XXI, vía sociedad neoliberal, de lo que era la masturbación a principios del siglo XX.

190

de fallas en la reedición de la conflictiva edípica, sino mas bien en una falla en

establecer bordes y contextos a nivel de la continuidad generacional. Lo que a

su vez se relaciona –como ya mencioné- con una falla en las estructuras de

pasaje: no se sabe cómo pasar de la niñez a la adolescencia, de un adentro a

un afuera , de la noche al día, de la vigilia al sueño , de la realidad a la fantasía.

De allí que considero fundamental en el proceso de cura, más que trabajar

sobre contenidos, apostar a un cambio en el continente mental (Bion, 1962)

buscando que se pueda tolerar lo que aparece como riesgo de derrumbe. En

este sentido –desde Bion (Grinberg,1986)-, se podría señalar que el aparato

mental de los terapeutas consolida un continente capaz de permitir asociación

y elaboración .

Los terapeutas intentan mostrar que mientras el grupo sueña, ellos están

pensando. En ese sentido creo que se puede abrir la posibilidad de el grupo

bordee lo onírico sin caer en lo delirante. A su vez el principio de realidad está

conservado por el encuadre : el grupo sabe que a determinada hora empieza y

termina la sesión, que su contexto institucional es el Hospital de Clínicas, que

los terapeutas son adultos y que existe además una historia grupal que

garantiza cierto investimento, tanto como cierta anticipación al futuro.

La apuesta ( la gran apuesta ) es que se constituya un marco de confianza

que se contraponga a lo paranoico. En este sentido los terapeutas, lo que

afianzan es que, en la medida de lo posible, desde un relato “loco” no se

genere una sensación de discurso psicótico, manteniendo la posibilidad de

reflexionar, para que las vivencias paranoides no se transformen en

catastróficas. Así se consolida una continuidad que se contrapone a lo

fragmentado; el placer de pensar contrapuesto a la psicofobia (Valdré,1998); la

seguridad a la sensación de desplome; la historia grupal a la falla en la

temporalización y la capacidad de tolerar conflicto, al desactivamiento de

sectores del aparato psíquico (Bleichmar,1997).

Por el contrario, sí sería un punto catastrófico si los terapeutas reaccionan a

esto loco aterrorizándose. Esa es la apuesta: que lo loco sea un relato a

articular y no una situación clínica que se cierra sobre sí misma

patologizándose.

191

lll.11- El dios severo y el diablo rondando por aquí y por allá. Apuntes

sobre la cultura neoevangélica

Imaginemos una sesión clásica. Un paciente habla de sus problemas: el

padre es demasiado indulgente, la madre demasiado severa o viceversa. Algún

problema laboral, varios de pareja, alguna referencia a hijos/as, amigos,

hermanos/as, etc. Un mundo mental de personajes de carne o hueso o

fantasías más o menos compartibles llegan a oídos de un terapeuta, que con el

mejor esfuerzo tratará de encontrar significados, representaciones, sentidos y

emociones a aquello que quedará catalogado como lo latente, lo inconsciente o

lo necesario de algún tipo de organización.

El paciente es, por efecto de sesión, laico, así como el terapeuta y la terapia.

El dispositivo de trabajo es ateo o agnóstico, o francamente indiferente a

cuestiones religiosas que quedan por fuera de aquéllas que realmente

“angustian” al que consulta y que ocupan los pensamientos del que lo recibe. A

no ser que sea un filme cómico, ningún terapeuta interpretaría a su paciente

con un: “ Dios así lo quiere “...

Pero imaginemos otro escenario. Uno donde Dios no está en la Biblia sino

en los decires mismo de la sesión. Uno donde el Diablo no está en el centro de

la Tierra sino en el centro mismo de hogares y ceremonias 77 . En ese caso,

¿podemos interpretar a Dios como si fuese el Padre de la Horda?. ¿Al Diablo

como si fuese la Madre Arcaica?. Lo ignoro, pero sugiero prudencia.

El material que discutiré a continuación se refiere a éso: la prudencia de

utilizar dispositivos laicos y/o ateos ( como están construidos en nuestras

ciencias sociales ) para una cultura eminentemente no atea, a la que denomino

“neo-evangélica” refiera la misma o no, a cultos católicos, judíos y/o

protestantes78.

He mencionado a Dios, pero a mi entender no es el gran protagonista de

este resurgir neoevangélico. Leamos a autores como Mary Douglas

(Wuthnow,1988), Berger (Wuthnow,1988) o Enriquez (2001) y nos

77 Gran parte de las ceremonias evangélicas refieren a procesos de “encuentro “ con Dios y de exorcismo o “expulsión” del diablo.

78 En tanto redoblan una dimensión fundamentalista.

192

enteraremos que nuestra sociedad nunca dejó de ser religiosa y de dirigir sus

plegarias a la Divinidad. Dios nunca se fue. Permanece desde siempre .

Por el contrario, creo que el gran retorno pertenece a su pretérito adversario

desde los tiempos de Job : Satán, el Señor de las Tinieblas o simplemente el

Diablo. Dentro de esta cultura neo-evangélica, es obvio que la maldad está ahí

tentándonos permanentemente. Maldad que se personifica en el cuerpo

animalesco del Señor del Mal.

Si se instaura de esta manera una cotidianeidad donde cada cosa remite al

peligro de la caída demoníaca, ya no basta con recurrir al Dios ecuánime y

bondadoso propio de otros tiempos. Contradictoriamente a su nombre, creo

que al Dios al que se recurre en el neo-evangelismo no es de los Evangelios

sino el de las Antiguas Escrituras: aquel Dios Yahvé todopoderoso, severo,

cruel, vengativo. El diablo se muestra demasiado engañador y terrible como

para enfrentarlo sólo con Amor. Hay que recurrir al Yahvé de los Ejércitos, el

que ahoga a los egipcios en el Mar Rojo o el que destroza a amalecitas,

jebuseos o a tantos otros enemigos del pueblo hebreo.

Lo que se consensúa en definitiva, en este dispositivo neoevangélico, es que

entre este Dios y este Diablo no puede haber ni diálogo ni transacción posible .

Sólo la Fuerza soluciona las cosas. Nada de diálogo, nada de concesiones,

nada de racionalismo. El neoevangelismo, dentro del mejor cuño neoliberal,

apuesta a que las cosas se solucionan por el poder de Dios, la fuerza de la

salvación, la resignación a un orden que ( al igual que el del Mercado, tan

anónimo e insondable como Dios ) nos sobrepasa en sus incomprensibles

misterios.

Así como hay que aceptar el Orden Natural del Mercado, igualmente hay que

aceptar la Fuerza Infinita del Señor. Cualquier parecido conceptual no es

ninguna casualidad.

Material clínico de una adolescente:

A.- Yo dejé [de estudiar ] porque tenía bastantes crisis y muchos

problemas...y mi madre me dijo que no fuera más, que me estaba

presionando, igual ya había perdido por faltas...Yo había tenido crisis

que según los demás me habían poseído los demonios y mi madre

decía que eran las presiones, mi padre le decía :¿No ves que está

193

poseída por los demonios?.... vivo mal en crisis, cuando mi novio se

estaba por ir, eran las doce de la noche, mi hermano vino a sacar unos

vasos y estaban atracados por el jabón y entonces los tironeó y los tiró

lejos y me dijo :” Mongólica ,estúpida” y se fue.

Mi madre entro y preguntó que me pasaba ,que yo estaba mal y mi

novio que era porque mi hermano me había relajado y no tenía

derecho...(Agrega que los padres se fueron a discutir entre ellos, uno

diciendo que estaba poseída y el otro que estaba bajo presión y que ella

estaba en el medio .Hace el gesto de agarrarse la cabeza y taparse los

oídos)....Mis padres empezaron a discutir, decían : “Estoy cansada que

él [el novio] le haga mal” y yo empecé a hamacarme y empecé a decir:

Me voy a matar y así se acaba el problema de todos. Entró mi madre y

me pegó un cachetazo y me dijo :”Dejate de embromar” y yo les dije : El

problema es de Uds. , Uds. me están volviendo loca”. Y mi padre dijo:

dejá de llorar porque te voy a matar. Yo me retorcía en la cama y me

tapé así (gesto de balancear la cabeza) y se me abría la boca sola y

gritaba fuerte.Mi padre dijo :”No sé lo que le pasa, pero hay que llevarla

a la Iglesia”. Y yo dije : A la Iglesia no .A la Iglesia no ,lo dije con otra

voz y mi padre trajo una cruz y me decía :” Pedile a Dios que te saque

éso de adentro. Mi padre me tocaba con la cruz el cuerpo y yo gritaba y

según mi padre me lo sacó, pero yo no podía dormir y llamaron a la

ambulancia y me dieron una inyección , empecé a cantar:

”MMMMMMMhhhhhh ” y me pegaba en la cabeza.

Después no podía leer la Biblia porque sentía como un odio a Dios... Mi

padre me dijo: ”Yo sé qué tuviste y te lo voy a sacar”... Anoche vino mi

padre y me miró de otra forma. Y yo le dije : Es por tu culpa, porque me

estás haciendo brujerías.....Al otro día estaba con mi madre y mi novio y

otra vez. Con otra voz hablaba y me hamacaba y no estaba mi padre y

ellos no sabían exorcismos y mi novio llamó a sus padres para

preguntarles que hacía y le dijeron que me leyera la Biblia y yo le decía :

Ayudame ,no puedo con esto, es más fuerte que yo, al final me dieron

diazepam y me calmé...Ahora siento que éso está adentro mío y no se

fue . Mi padre me hizo un exorcismo, me dijo: ” yo no te voy a dejar que

te haga daño , porque yo ya viví ésto, y mi hermano también y sé que

hace odiar a las personas “. Mi padre odia al hermano, porque volvió

loco al padre, se escapaba de la casa ,se ponía vestidos y se iba de

noche por ahí ,mi abuela decía está mal ,hay que llevarlo a un psicólogo

194

y mi abuelo decía, no, yo no lo quiero y él empezó a hacer brujerías ...Y

es verdad que siento odio. Yo con esto quedé como muy traumada y

siento que me volví totalmente loca y estoy mal. Mi padre me dijo que

me estaba separando de toda la familia... hay días en que estoy bien y

en otros tengo en que me río u tengo el impulso de dar con el cuchillo

( a la imagen) y matar. Ayer agarré un cuchillo y pensé que iba a matar

a mi novio, mi madre, mi padre, pero lo pensé nomás, fue un impulso...

(Comenta que al psiquiatra no le habló nada de las brujerías. T.- Pero a

nosotros nos contás)

A.-A uds. sí , pero al psiquiatra no.

La sesión precedente con su terrible carga de dramatismo y angustia, ilustra

varios rasgos de la mentalidad neo-evangélica: pecado, exorcismo,

ominosidad, castigo y redención. Es una cultura que se estructura en torno al

tema de la presencia de lo endemoniado y donde el diablo- aunque nunca

totalmente explicitado – influye sobre conductas y desarreglos. Todo lo extraño

se vuelve así sinónimo de influencias diabólicas.

Lo cotidiano y lo horrendo reciben nuevos ropajes donde lo religioso muestra

un poder de explicación que hace que las modalidad laica de razonamiento

(representada débilmente por la madre de A. ) conviva o retroceda frente a

aquél. Los problemas que alguien tiene devienen en que hay que “expulsar”

algo, hacer actos de exorcismos para reencontrarse con un sí mismo que ha

sido robado o “secuestrado”.

Esta operatoria de la expulsión y el temor al secuestro79, revela una vez más

persistencias transgeneracionales de lo dictatorial, al tiempo que una nueva

versión de temas afines con el neoliberalismo. Así A. cuenta que es expulsada

de los estudios por las presiones que le causaba, mientras que a su vez la

madre y el padre piensan que ha sido secuestrada: por las tensiones según la

primera, por los demonios según el segundo.

Habría que ver hasta que punto el razonamiento de la madre de que a la hija

la UTU le está haciendo mal es inadecuado. Aún en lo paranoico, quizás lo que

ésta capta es que A. no tiene un borde psíquico capaz de transformar aquéllo

79 En la medida que en el Uruguay de hoy no existen secuestros criminales para la obtención del dinero de la familia de la víctima, creo que esta persistencia de esta temática en el imaginario se refiere a aquéllos de la pre-dictadura y la dictadura misma.

195

que le viene desde el liceo o dicho de otra manera, una fragilización en sus

posibilidades de apuntalarse ( Bernard,2001).

De cualquier manera la teoría materna es que la presión hace mal,

transmitiendo simultáneamente que ella tampoco tiene posibilidades de

transformar y recibir tolerantemente los problemas de sus hijos –estructura de

padres agobiados -. Desde la configuración familiar surge de esta manera la

imposibilidad de mantener un marco capaz de sostener el conflicto desde lo

interno ( “Mi padre dijo :”No sé lo que le pasa, pero hay que llevarla a la

Iglesia” ). Es propio de esta cultura neo-evangélica que no se pueda concebir

que A. tiene algún tipo de conflicto, sino que son los estudios los que la

debilitan (con lo que el demonio tiene más campo libre para entrar a actuar...).

A. además ya no es interlocutora : todos discuten entre sí y nadie le pregunta

a ella absolutamente nada. Es una extraña para su propia familia y para sí

misma ( “Con otra voz hablaba y me hamacaba”) viviendo en situación de

borde, donde lo inédito corre siempre el peligro de volverse catastrófico. A.

hace un gesto de agarrarse la cabeza y taparse los oídos, mostrando que sus

padres siguen todo el tiempo discutiendo en su cabeza intentando no oír

aquellas cosas que la asustan o le son incomprensibles.

Al preguntársele qué piensa señala que su crisis se relaciona a insultos que

le ha proferido su hermano. Describe así un mundo fatídico viviendo bajo el

signo de lo ineluctable y premonitorio. El novio la deja-abandona, al hermano

se le caen cosas y la insulta impulsivamente, estructurándose así un mundo

signado por lo inexplicable y lo mágico, que se toma como presencia de lo

demoníaco (“mi novio llamó a sus padres para preguntarles qué hacía y le

dijeron que me leyera la Biblia”).

Su mundo es de un tormento impresionante convertida ella misma en una

atormentada por sentimientos que no puede entender o tolerar, como el odio

( “sentía como un odio a Dios... Mi padre me dijo: ”Yo sé qué tuviste y te lo voy

a sacar”). Lo atormentante se enlaza a una atmósfera de agobio y de lo

imposible de resolver (“Ahora siento que éso está adentro mío y no se fue” )

que consolida una escena de indiscriminación (“Mi padre me hizo un

exorcismo, me dijo yo no te voy a dejar que te haga daño , porque yo ya viví

ésto, y mi hermano también y sé que hace odiar a las personas; yo ya viví ésto,

y mi hermano también” ).

196

Lo importante en esta cultura parece ser el sometimiento ( “Entró mi madre y

me pegó un cachetazo y me dijo :”Dejate de embromar”) y el arrepentimiento,

a lo que A. se niega empecinadamente ya que es capaz de decirles a los

padres : “El problema es de Uds. , Uds. me están volviendo loca”. En ese

punto de verdad, de confrontación (Winnicott,1972 ), se confirma sin embarbo

para esta familia la “locura” de A. La misma espera su arrepentimiento 80, el que

parece que nunca llega .

Probablemente su rechazo a la Biblia y la Iglesia (“Y yo dije : A la Iglesia no ;

sentía como un odio a Dios...” ) es la única forma que le queda de rechazar lo

patógeno de esta familia, patógeno que está normalizado por el contexto social

La solución estructurante de confrontación generacional está coartada, ya que

el odio aparece como una posesión demoníaca y no como una emoción válida

(“Mi padre me dijo que me estaba separando de toda la familia”).

Los padres se descontrolan y discuten, el hermano se descontrola e insulta,

A. se descontrola y se transforma ( “me retorcía en la cama y me tapé así

[gesto de balancear la cabeza] y se me abría la boca sola y gritaba fuerte” ).

Toda la estructura familiar parece estar permanentemente en una situación de

borde, donde lo nuevo es temido como generador de situaciones

incomprensibles.

En este punto lo adolescente ya no se semantiza como crecimiento o posible

crisis, sino como que lo controlado o descontrolado.81 A. sufre una regresión y

se empieza a hamacar asumiendo un rol de chivo expiatorio ( Pichon-Rivière,

1981), (“empecé a hamacarme y empecé a decir: Me voy a matar y así se

acaba el problema de todos”) que la transforma en la responsable de lo terrible

que acontece. La única solución pasa a ser su extinción, su desaparición o la

muerte. Y si ella no lo hace, lo hará el padre, el que la amenaza en tal sentido

(“mi padre dijo: dejá de llorar porque te voy a matar “).

Este padre, incapaz de sostén ni ayuda, aparece con un extraño poder : “mi

padre trajo una cruz y me decía: Pedile a Dios que te saque éso de adentro. Mi

padre me tocaba con la cruz el cuerpo y yo gritaba y según mi padre me lo

80 Foucault (Couzens,1988) habló de la confesión como un dispositivo, al cual probablemente se le une el acto del arrepentimiento .81 Para Gaspari (propuesta de Curso 2005 sobre Adolescencia en AAPPG) si pensamos que desde la modernidad el ideal es el de un sólido adulto, el adolescente pasaría a ser alguien medio blando o medio duro o que se está endureciendo. Más allá de lo ingenioso del juego de palabras, en esta realidad ya no se aplica nada que tenga que ver con “medios”. Por el contrario es el reino de los “extremos”.

197

sacó”. Este sacar y poner remite a cierto poder sobre el cuerpo de su hija, que

podría hacer pensar en algo de lo incestuoso y lo indiscriminado. Su

desconfianza de algún pacto “secreto” entre la hija y el demonio hace que me

pregunte si no está celoso de que sea el demonio y no él, el que posea el

cuerpo de su hija...

Este padre poco o nada puede sostener un marco de ley, incentivando estos

sentimiento de desconfianza y paranoia generalizada: A. está bajo el control del

padre o está bajo el control del demonio o está bajo el control de hechicerías.

El padre queda fijado a un rol invasor y desorganizante. Mientras que en este

caso las mujeres –madre ,abuela- pueden introducir lo que tiene que ver con lo

psicológico, los hombres –padre- abuelo – insisten en lo loco y la brujería (“mi

abuela decía está mal ,hay que llevarlo a un psicólogo y mi abuelo decía, no,

yo no lo quiero y él empezó a hacer brujerías” ). Al contrario de lo que se

supone, que es del lado del padre que se espera algo que tenga que ver con la

norma y la regulación, ésta sin embargo proviene del lado de lo materno.

De esta manera, A. no es que haga regresión en el grupo (Anzieu,1986 ,

Kaës, 1977 ) sino que vive en una regresión permanente, en relación a que su

contexto social ya es altamente regresivante. Cuanto más heteróclitamente

(Castoriadis, 1982) se construyen estas subjetividades, más surgirán teorías

que involucran al satanismo, brujerías, hechizos82.

Una característica de este contexto regresivante parece relacionarse a la

instauración de objetos omnipotentes (de tipo idealizado–persecutorio, propios

de la fase esquizoparanoide de Melanie Klein [Baranger,1971] ), dentro de una

cultura donde – a diferencia de lo que señalaba Durkheim (Nisbet,1996) – no

hay pasaje de lo sacro a lo profano, sino convivencia entre ambos tipos de

mentalidades.

Sería muy fácil (y tranquilizador) afirmar que A. es una psicótica

Efectivamente es una adolescente grave (Gutton,1993), pero este material

revela mucho además de una cultura por demás perturbante. En A. existe sí

algo profundamente desorganizado, tanto como refleja lo “loco” del mundo que

la rodea. Es una cultura donde se está “esperando” con ahínco y también con

necesidad, de que aparezca cada tanto un endemoniado. La diferencia con

82 De allí que cualquier gesto o comentario de los terapeutas, que pueda ser interpretado como que A. está loca o que efectivamente está poseída por el demonio, puede ser absolutamente catastrófico.

198

otras épocas pretéritas, es que estos nóveles endemoniados tienen más

posibilidad de terminar recibiendo una benzodiacepina ( diazepam ) ( lo que

demuestra la supervivencia de los sistemas expertos [Giddens,1997] ), que ser

quemados en la hoguera...

¿Cuál es el tipo de dolor que tramita A. ? ¿Es un estatuto de sufrimiento

masoquista, se trata de una identificación con el agresor o es dolor por una

imposibilidad de generar distancia y diferencia ? Quizás es algo de cada cosa

nombrada . A A. le gritan, la exorcizan, la amenazan y la medican y con cada

una de estos procedimientos es como que algo de su subjetividad se va

perdiendo y “desapareciendo” .

Los vínculos parecen reflejar situaciones ominosas. O la gente esta poseída

o está en una situación de amenaza o de peligro con otro (“Mi padre odia al

hermano porque volvió loco al padre”). Pero vínculos que tengan que ver con la

tolerancia y el diálogo están absolutamente fragilizados. De esta manera, el

límite o la diferencia entre realidad e invención de la realidad, entre delirio y no-

delirio, se pierde de forma abrupta.

Asimismo se pierde la frontera entre lo visible y lo invisible, entre la

dimensión cotidiana y la alteridad. Es un mundo donde está todo presente,

donde colapsa el “como si” y el “si”, donde imaginar algo es concretizarlo,

donde los sueños se tejen fuera de los bordes tranquilizadores del sueño.

Es interesante destacar su “confesión” de que nada de ésto lo ha contado al

psiquiatra en el Comité de Recepción. Es un dato que se repite en otros

jóvenes y que refiere a una especie de self verdadero que está absolutamente

clandestinizado -self clandestino- y que “aparece” en momentos muy puntuales.

Probablemente para que el psiquiatra no la trate de loca, no le cuenta nada de

las brujerías y le repite el discurso materno : ella está bajo diversas presiones y

crisis.

Hay que reconocer que los pacientes, en realidad, no son ingenuos ni tontos

y que se han hecho especialistas en conocer el poder del psiquiatra, por lo que

para eludir cualquier tipo de internación, modifican –consciente o

inconscientemente- su relato. A. es una paciente que lo admite, pero otros

cientos de pacientes nunca lo harán, contando lo necesario para obtener su

alprazolam, su fluoxetina o su quetiapina. La desconfianza que tiñe su entorno,

continúa tiñendo transferencialmente la relación con el técnico .

199

De cualquier manera si A. puede contar estas escenas de horror, es porque

siente confianza en el grupo, espacio donde no está “ presionada” como en sus

estudios. Su opción de subjetividad es : yo soy loca o estoy endemoniada,

prevaleciendo una estructura de tipo binario donde no hay opciones terciarias.

(Bleichmar,1981) (Green,1987). O una cosa o la otra. La única opción ternaria

está en el grupo terapéutico. En otras estructuras sociales siempre hay un tío

con el que se puede hablar, un abuelo, una abuela, un padrino. Acá A. nos

revela que no hay con quién hablar : todo remite a lo diabólico y los

exorcismos.

De allí que la opción terciaria (Green,1987) está garantizada por el grupo y

nada más que por el grupo. El grupo facilita una estructura del sentido (Fonagy,

2000), ya que la estructura de mentalización que ya he descripto, busca

plantear los sucesos de forma contraria a la cultura evangélica: las cosas no

pasan por pecado, por caída, por tentación, por redención. Las cosas se

relacionan a estructuras mentales y vinculares, por un sentido, por motivación y

necesidades. En ese punto, efectivamente, la cultura que introducimos

terapéuticamente es anti - evangélica.

Desde nuestra cultura terapéutica estar conflictuado no implica estar loco o

endemonizado. Pero en la cultura que estos jóvenes representan sí, con lo que

la crisis adolescente necesariamente se va a semantizar como locura o

posesión. Casi como que se vuelve al medioevo, donde la rebeldía persistente

de un joven implicaba su arresto83, su muerte 84, o el estigmatizarlo en

connivencia con el demonio...

83 “(...)las lettres de cachet de familia son confirmación de la autoridad paterna por el poder real...Rey y padre se asocian para que la familia logre su armonía con los demás y para que reine la tranquilidad pública” (Ariès-Duby v. VI,1990: 208). “Cuando el honor de una familia queda gravemente en entredicho por las faltas manifiestas de uno de sus miembros (hijo pródigo, esposa libertina ,marido borracho) y la amonestación del comisario no sirve para nada, esa familia puede poner una denuncia formal contra el nocivo individuo y pedir que se le juzgue y que se le castigue públicamente(...)le incita a no reincidir jamás” (Ariès-Duby v. VI,1990: 200-204).

84 “El que insulte a su padre o a su madre, será condenado a muerte” (Exodo 21,17) ; “El que mira a su padre con desprecio y se burla de su madre anciana ,merece que los cuervos le saquen los ojos y que las águilas lo devoren” (Proverbios 30,17) ; “Si alguien tiene un hijo desobediente y rebelde, que no hace caso de lo que le dicen sus padres, y que ni siquiera cuando lo castigan los obedece, sus padres deberán llevarlo ante el tribunal de los ancianos de la ciudad ,y decirles :”Nuestro hijo es desobediente y rebelde ;no nos obedece en nada ,es un pervertido y un borracho. Entonces todos los hombres de la ciudad lo matarán a pedradas. Así acabarán ustedes con la maldad que haya en medio de su pueblo y, al saberlo, los israelitas sentirán temor” (Deuteronomio 21,18-21). Por último recordemos la rebeldía protagonizada por Coré, Datán, Abirám, descripta en Números 16 (1-35):culmina con la extirpación de aquéllos, esta vez no por lapidación ,sino por su caída al mundo de los muertos (el sheol ).

200

Dicho desde otra perspectiva, ¿cómo nos aseguramos que estos jóvenes

tan imbuidos de cultura evangélica, puedan tolerar la situación terapéutica, sin

pasar por un proceso de violencia secundaria (Aulagnier, 1975) o por un

desborde pulsional que puede volverse insoportable ? Pregunta que me lleva

a ésta otra: ¿es importante que A. sepa lo que piensan los terapeutas del

demonio y lo demoníaco? Recapacitemos en qué puede beneficiarla el

mantenimiento de una cultura de la neutralidad absoluta o el que se le ofrezca

una opinión sincera, escuchando a adultos para los cuales el demonio no

necesariamente es el causante de las desgracias que ocurren. Indicarle –por

ejemplo-, directamente, y no en términos neutros, que a veces la gente está

mal y no por éso tiene que estar poseída por el demonio ni estar loco.

Enunciar que los coordinadores no creen en el demonio implica que el

terapeuta no puede ser un evangelista en el grupo. Si el demonio “aparece”, el

peligro es que el en el grupo se evangelice, perdiendo el “como sí”

fundamental para nuestro trabajo. Se trata de no generar violencia secundaria

(Aulagnier,1975) entre integrantes ni entre los coordinadores, tanto como de

preservar un borde que permita conservar una diferencia fundamental entre el

adentro ( del grupo ) y el afuera (social) .

Se discute sobre si la adolescencia implica el dolor por una falta de

anudamiento de los distintos planos de la existencia. Pienso sí que el lazo

social está fragilizado, pero eso no quiere decir que haya desanudamiento ya

que paradojalmente la fragilidad del lazo social lleva a una hiperadaptación,

que es lo que llamo mesianismo exacerbado. Desde otro punto de vista

también se ha presentado la adolescencia como trabajo inaugural, el cual no se

percibe aquí, ya que todo lo que puede aparecer como inauguración de

adolescencia se endemoniza . Es una cultura en la que no hay adolescencia

posible por el temor a lo nuevo .

Estimo necesario recalcar que en el campo de las ciencias sociales y clínicas

tenemos que ir enriqueciéndonos con instrumentos que permitan comprender e

intervenir en el entorno en el que vamos a trabajar. El problema es mantener

estructuras explicativas que son anacrónicas o inadecuadas. Es lo que he

desarrollado como el peligro frente a una cultura que es religiosa neo-

evangélica.

201

Dios puede estar desterrado de nuestros dispositivos, pero sobrevive

culturalmente en la cotidianeidad de mucha gente. Sin embargo la herramienta

comunitaria sobre la que generalmente se insiste, son las llamadas redes,

procesos de autogestión y prácticas de participación, consolidando una visión

profana que descuida en mucho a lo que sucede dentro de una cultura sacra

evangélica.

Nuestros dispositivos son racionales, tienen objetivos, consolidan medios, se

engarzan a procesos que se retroalimentan permanentemente, mientras que la

cultura que describo corresponde a una realidad sacra. Hay aquí un especial

entronque con lo que llamo mesianismo exacerbado, en tanto que al igual que

lo neo-evangélico, refleja una estructura de cuidado. El neo-evangelismo cuida

las almas, así como los adolescentes cuidan a sus padres y a sus casas. La

casa en un caso, el alma en el otro, se transforman en el significante de aquéllo

que debe ser cuidado y de lo cual no se puede dejar de pensar y estar alerta.

Esta actitud de alerta, implica un estar preparado para lo inminente, ya que lo

peor puede pasar en cualquier momento y se debe evitar.

Un ejemplo de cultura sacra es cuando estos jóvenes no quieren enunciar

determinadas palabras, por temor a que se concreten ( o viceversa). Enunciar

algo a través de la palabra se convierte en un acto mágico que modifica

mágicamente la realidad85. De esta manera lo que está mal se relaciona a

palabras que no se deberían haber dicho, o pensamientos que no se deberían

haber pensado. Situación que conlleva a un empobrecimiento psíquico, con

acentuación del control omnipotente y de los sentimientos de culpa .

Este sentimiento de culpa quizás surja desde lo profano mismo, ya que

aunque no lo puedo asegurar, creo que estamos en definitiva ante procesos

mixtos. Si así fuera se trata de una modalidad nueva de cultura donde se

entrecruzan lo sacro y lo profano. No hay sucesión como en Durkheim

(Nisbet,1996) o Compte (Abbagnano, 1963 ) sino que está todo entremezclado

o es simultáneo.

Hay que destacar, para explicar su difusión, que la presencia de la cultura

evangélica está bien acoplada a la cotidianeidad de estas poblaciones,

impregnadas del imaginario de la “catástrofe inminente “ neoliberal. Su accionar

85 Consúltese en tal sentido el episodio entre David y Semeí hijo de Guera ( 1 Reyes,2: 8-9).

202

no se reduce por eso sólo a los domingos, sino que es periódica y frecuente.

Indudablemente ralacionada al neoliberalismo, el neo-evangelismo retoma

temas que propicia el neoliberalismo, modificándolos cuando así lo cree

necesario.

La iglesia evangélica no supone implícitamente que existe un fondo social

que la antecede, sino que ella misma se erigen en ligadura social privilegiada.

Aparece no sólo como un simple concurrir a la Iglesia sino garantizando una

presencia ante el creyente, al que se otorga en definitiva un lugar de inclusión

social. Los evangelistas llaman todo el tiempo a sus feligreses, se preocupan

por ellos no si no van a su Iglesia, los cuidan y reconfortan.

Pero al mismo tiempo atacan y denostan a los no-feligreses, los no-adeptos,

primando lo que Bion (1979) llama “supuesto básico de ataque y fuga”: aliados

versus enemigos. No hay lugar ni para el otro, ni para la alteridad, ni para la

diferencia(Birman,2001). Todo lo que implique alteridad, diferencia, quiebre, se

vivencia de forma catastrófica, por lo que la iglesia evangélica restablece el

orden, el equilibrio, el espacio cerrado de lo conocido y endogámico. Dicho en

una frase:” pertenecemos a un espacio donde muy pocos pueden entrar,

porque somos los elegidos del Señor ( y los adversarios irrestrictos del Diablo).

En rigor no se trata estrictamente de “enemigo “ que pueda pasar a la categoría

de “amigo”, sino de “extraño” (Bauman,1999) porque acá no hay lugar para una

posible reconciliación.

La cultura neo-evangélica, en este sentido, no creo que tenga que ver con el

perdón, sino con la expiación o la ley del talión. Todo es una lucha permanente,

un estar atento, un incentivar la paranoia a grados extremos. Los vínculos se

viven en el orden del resentimiento o la decepción, donde “malo” es todo

aquello que decepciona. La decepción entonces ya no es la oportunidad para

repensar vínculos, sino un punto de no retorno, incentivando un funcionamiento

mental vía yo ideal. O se tienen los máximos atributos y se es

incondicionalmente aceptado, o no se tiene nada ocupándose un espacio

negativo (Bleichmar,1981).

Este Dios no está para establecer castigos frente a las faltas en relación al

juicio final y la vida de ultratumba. Se relaciona en cambio con que lo bueno y

malo se paga en vida, por lo que se trata de un dios que castiga o gratifica de

203

inmediato. Hay una necesidad de lo inmediato, porque no se puede investir el

futuro. Todo es presente y eso es lo que garantiza la iglesia neo-evangélica.

Predomina entonces una estructura de expiación y de expulsión de lo

demoníaco. La falta aparece cometida por el Diablo que la induce. Se retorna

entonces, a toda una mitología propia de las capas más arcaicas y antiguas del

Antiguo Testamento.

Así, todo lo que pase tiene que ver con la presencia de lo divino (dios-diablo),

saturando el espacio de la cotidianeidad. Las cosas ocurren bajo el orden de lo

causal divino ( “si Dios lo permite por algo es”), predominando el orden de la

resignación. Si los caminos de Dios son insondables, el camino hacia Dios

eclipsa o clausura toda posibilidad de un dispositivo enigmático.

Como en el neoliberalismo las cosas son como son: incomprensibles e

instituídamente imposibles de cambiar . Si el diablo es al menos un intento de

explicación se garantiza que la Iglesia Evangélica permanezca como respuesta

frente a esto incomprensible.

Para terminar quisiera señalar que obviamente estoy describiendo un

fenómeno que es ciertamente más complejo de cómo lo puede presentar una

lectura psicosocial o antropológica (Machado, 1996). En este sentido podría ser

tomado como un intento de poner un orden, en el caos de una vida signada por

la miseria y la violencia, al centrar el mismo en el demonio, como si éste fuera

un dispositivo de intensidad emocional y de defensa, que como chivo

expiatorio, sea compatible com la intensidad del impacto causado por la

violencia social (Vasconcelos, comentario personal).

CAPITULO IV

UNA PROPUESTA DE DISPOSITIVO TERAPEUTICO DE GRUPO,

204

EN LA CLINICA DEL ADOLESCENTE.

IV.1- El grupo como dispositivo de encuentro y resiliencia

Desde la teoría psicoanalítica de grupos (Bernard,1991), lo que lleva al

sujeto a los conjuntos es un estado de desamparo. Para Laplanche-Pontalis

(1981) el desamparo primario (en alemán : ‘hilflosigkeit’) remite al estado del

lactante que, dependiendo totalmente de otra persona para la satisfacción de

sus necesidades.

En este sentido Marcos Bernard (1991) acota que este estado de

desamparo es el que empuja al sujeto al vínculo. La madre, en principio y el

grupo después, son los encargados de llenar -incompletamente- la falta que

inaugura el nacimiento. Bleichmar por el contrario sitúa al sentimiento de

impotencia/desvalimiento en relación a “la convicción de que no se tendrá el

poder o los recursos personales para llevarlo a buen fin” (Bleichmar,1997: 132).

De esta manera podríamos pensar que existe al menos en un registro inicial

una equivalencia entre lo grupal y lo materno, pudiendo surgir en sus

integrantes, por el hecho mismo de la inserción grupal, una sensación de

seguridad, de explayamiento, de reafirmamiento narcisista. Se concreta un

sentimiento de poder hacer, de poder ser, de poder realizar. Lo grupal se

transforma en la “reconquista” de un espacio narcisista valioso y poderoso.

Es lo que, desde otro ángulo, René Käes (1977) describe como archigrupo,

en donde el cuerpo individual es transfigurado por el cuerpo grupal triunfante.

El grupo se transforma en origen y fin: ya nada más se necesita pues en él se

concentran todos los poderes imaginables (Anzieu,1986). Esta dimensión

fantasmática es inseparable de una sensación de euforia y expansión

traduciendo la convicción de que ese espacio es el mejor de todos y que

además debe ser inmodificable y eterno. Es lo que Anzieu (1986) llama ilusión

grupal. Por esa participación fusional se exige a cada miembro la igualdad, por

lo que Freud (1921) señala que en la masa los individuos se comportan como

si fueran homogéneos.

La permanencia de esta igualdad es una de las funciones de la ideología.

Para Kaës (1994), la ideología “justifica” y “explica” el por qué hay que

renunciar a lo distinto y ”aplastar” el fantasma individual a favor del fantasma

205

grupal. Se trata de normas, teorías, proyectos que “tapan” cualquier falta

ofreciendo una elaboración secundaria racional y coherente que permite

“explicar” la necesidad de mantener un conjunto homogéneo sin disidencias ni

“herejías”.

Se percibe que la ideología es inseparable de la percepción de un “afuera”

donde hay grupos-enemigos: aquellos que no se ajustan a la ideología. Base

del sentimiento de ataque-fuga (que Bion [1979 ] presenta como una de las

fantasías protomentales de lo grupal), que se articula en el sentido que el

grupo es inseparable de otros colectivos : se necesitan mutuamente como

base de una identidad construida por contraste, oposición, comparación o

ataque.

Se consolida lo que Käes (1977) llama Aparato Psíquico Grupal, ficción

eficaz que permite la ilusión de la existencia efectiva del grupo como un

conjunto que está más allá de, y que se impone a sus integrantes, inserto en

una identidad isomórfica (por predominio de equivalencia e indiferenciación

entre el uno y el todo).

¿Por qué se acepta esta exigencia de “renuncia” a aquello en lo que uno se

diferencia del otro? :

El sujeto teme no tener un lugar en el conjunto, que como hemos

descripto (...)representa la esencia el cuerpo materno (...). La angustia

de no asignación explica por qué un sujeto está dispuesto a someterse

a las exigencias, a veces crueles, de una inserción grupal: el lema sería

“aceptas este papel, o no habrá ninguno para ti” (Bernard,1991: 101).

Aquello que se debe rechazar para que haya grupo es lo que Käes presenta

como pacto denegativo, alianza o contrato, que asegura mantener como

reprimido , impensable e irrepresentable, todo aquello que vendría a poner en

cuestión la formación y el mantenimiento de ese vínculo (Missenard,1991). Lo

esencial al grupo en su constitución ya no está en su adentro sino en un afuera.

Sin desmerecer los desarrollos reseñados, creo que el espacio del grupo es

también escenario de otro tipo de situaciones. Aquello esencial a él no está en

otra escena sino en la misma escena de lo grupal. En esta dimensión ubico la

experiencia de intimidad:

206

Considero que es en la experiencia de intimidad ,donde se solidifica la

historia grupal y la historia de cada integrante . El registro de lo

fusional, no alcanza a dar cuenta de cómo lo ajeno se vuelve tolerable,

y lo semejante permite lo intersubjetivo. Tomo “intimidad” como

experiencia de encuentro con el otro en tanto distinto. Para Bleichmar

“El placer en el sentimiento de intimidad, [por lo tanto está claramente

diferenciado intimidad de apego]86, que produce el encuentro con el

otro, [ recalco “encuentro” con el otro, no proyección sobre el otro], es

una motivación adicional para el apego que no es reducible ni a la

sexualidad, ni al sentimiento de protección de la autoconservación, ni

tampoco a la valoración en el área de la autoestima, narcisismo, o a la

regulación psicobiológica( Bleichmar,1999: 3)” (Klein:2003:175 a 178).

De esta manera entiendo que el grupo es un triple espacio de :

replanteamientos , nominaciones y encuentro .El adolescente replantea

aspectos de su psiquismo, los reconstruye, los re-ensambla (...)la tarea

de nombramiento, [se refiere] a que el adolescente tiene especial

dificultad en saber qué le pasa [con lo que se busca] la instauración de

una función reflexiva( ...)En lo que llamo encuentro (...) lo fraterno ya no

remite a la rivalidad mortífera y parece tomar características de sostén y

apoyo dentro de una fraternidad solidaria(...)Confianza en el terapeuta y

en el grupo terapéutico ,confianza en el otro ,lo que me parece que es

previo a, y sustento de la transferencia. (idem: 95-96).

Estas características son las que aparecen en el material clínico que se

ofrece a continuación87 :

(Comienzo de la sesión en un clima de angustia)

A. - Cuando estaba papá teníamos todo. Hace un año que como arroz,

sólo arroz. Ahora hace un mes que paso hambre...(irrumpe en llanto.

Los demás integrantes del grupo se acercan a ella y la acarician).

86 Entre corchetes, comentarios que me pertenecen.

87 Cabe señalar que este material clínico, así como muchos de los comentarios que le siguen pertenecen a un trabajo previo: “Sueño verde: Una reflexión institucional en el trabajo con adolescente hoy”, realizado junto a Perelman, J; Palermo, A. y Palermo S. para las XII Jornada Científicas de Psiquiatría, Montevideo, Noviembre,2002.

207

B.- Pero yo también, en mi casa pasamos hambre y vamos a buscar la

canasta en San Pancracio.

C.- Yo voy al comedor de Inda , ¿por qué no vas ahí?.

A.- Pero a mí me da vergüenza ir al comedor, creo que hay otros que

necesitan más porque no ganan nada por mes, no puedo ocupar un

lugar que otros necesitan más.

M.- Mi madre me deja $30 por día. Si ella hace las compras, sé que

vamos a comer galletitas y mate y yo trato de adelantarme a ella y

conozco los precios de todo el barrio. Recorro todo mi barrio para poder

cocinar una comida que tenga más alimento. Me ha pasado de soñar

con acelgas ,sueño en verde...

(L. cuenta que cuida dos niñas, que no le pagan hace meses por este

trabajo, pero que no las puede dejar porque las quiere mucho y que

estas niñas ya no conocen lo qué es la carne y las verduras): En mi

casa somos siete a comer y hay que hacer un paquete y medio de

fideos. Yo voy a la feria y la otra vez encontré una oferta de 3 kg. de

papas por $20.Muy contenta lo conté a mi tía que estaba en mi casa, lo

escuchó y quería ir con su esposo en seguida a comprar ella lo mismo.88

A. es una adolescente 18 años que mantiene en el grupo una actitud

contemporizadora y comprensiva de las situaciones problemáticas de los

demás integrantes. Dicha actitud se repite en el ámbito familiar. Perdió a su

padre hace cuatro años, deteriorándose la situación económica de su familia a

partir de dicha muerte. El deterioro económico, la muerte del padre y el

derrumbe de sus posibilidades de compensar la problemática familiar a través

de su mesianismo exacerbado, le generan un estado de angustia y de

impotencia, que el grupo siente como un desvalimiento al que busca contener.

Desde este acercamiento, los otros le muestran que también sufren, pero

que buscan soluciones. El espacio grupal despliega una red de conexiones que

habilitan el poder actuar, para poder salir de la inmovilidad y el sentimiento de

impotencia, rescatándose la importancia de poder compartir recursos yoicos

que permitan una acción eficaz.

Esta situación de desamparo, que es compartido por el grupo y los

terapeutas, contextualiza y refleja una situación social que despierta intensa

88 B. y C. son varones, A. L. y M. son mujeres.

208

angustia y perplejidad. Lo social como crisis inunda el grupo ( el padecer

hambre sin saber cómo encontrar alimento ) perdiéndose la distinción entre el

adentro del grupo y el afuera social, desdibujándose la posibilidad de un

espacio transicional. Lo social está demasiado presente e impide la posibilidad

de su transformación a nivel simbólico, por lo que se anula lo intersubjetivo y

surge lo transubjetivo como modo de funcionamiento .

Hay que tener en cuenta que el rol y la función del terapeuta se relacionan

siempre a un contexto social, lo que se redobla especialmente en situaciones

donde el acontecimiento real debe ser tenido en cuenta (no puede obviarse),

tanto como las fantasías puestas en juego en el grupo, las relaciones de objeto,

los movimientos transferenciales.

Pero en tanto esta realidad social ya no es “código a interpretar “ sino “texto

impuesto“(Fernández,1989), se genera una modificación sustancial. Esta

aparición de lo social ya no atraviesa al grupo, sino que se enquista en él,

portando las marcas de lo catastrófico, al irrumpir con una fuerza que pone en

juego nuestra capacidad de contención y de pensamiento (Kaës,1993).

El grupo terapéutico parece ser el único lugar que les queda a estos

adolescentes para “angustiarse” y para que este desamparo pueda ser

enunciado como tal. En el grupo se articula una estrategia de encuentro,

apoyo y solidaridad pero además –al mismo tiempo -, la esperanza de que hay

un tiempo en que este desamparo se pueda revertir. El holding y la

renarcisización permiten una operatoria de cubrimiento de desgarros psíquicos

muy primarios, que se acompañan de una intensa regresión.

Se hace fundamental la posibilidad de mantener el contacto corporal y el

armado de una escena psicodramática que permita elaborar lo catastrófico

para transformarlo en material psíquico disponible, pasando de la no-palabra a

una palabra de resguardo y acción. Esta intensa continentación, si bien recrea

la unidad dual madre-hijo, revela también una alianza fraternal de ayuda

imprescindible, desde un otro que es semejante y eficaz en su ayuda.

La situación de hambre ya no se reduce a hablar de él, es aquí pasar

hambre, tener hambre en la sesión. La sobre-presencia de lo corporal, que no

puede ser transformado en material psíquico, genera una resistencia de pasaje

del soma a lo psíquico, lo que implica una sobrecarga de lo fisiológico.

209

Ante esta situación no puede sino fisurarse el encuadre de trabajo, el que es

concebido desde el psicoanálisis para generar condiciones de surgimiento de lo

fantasmático tal como lo presenté a propósito de Bernard, Anzieu, Kaës. Algo o

mucho del encuadre grupal, se muestra súbitamente inadecuado, lo que se

podría expresar de esta manera : ¿ desde qué encuadre se trabaja el hambre?

La persistencia de sueños referidos a comida, ya no puede ser relacionado

(a riesgo de caer en lo ridículo) a situaciones de fijación oral. Dicho de otra

manera: no se trata de un material reprimido en el inconsciente sino una

situación de nada, de vacío. Esta “nada “ remite a un desapuntalamiento de

zonas del aparato psíquico y en realidad a otra cuestión que es esencial. Toda

la teoría de la regresión y de los fenómenos fantasmáticos en grupo, reposa en

que siempre –aún desde lo regresivo-persiste un aparato psíquico funcionando

y con capacidad de sostener y generar determinadas fantasías. Es un modelo

de grupo y psiquismo que se anudan coherentemente desde la modernidad

keynesiana, con el hecho de que ésta no concibe al “hambre “ como centro

sino como accidente.

Pero desde el neoliberalismo la pauperización hace que, para grupos

sociales significativos, la situación se invierta: el “hambre” es centro y el

accidente es comer. Desde allí cambia el modelo de construcción de

subjetividad y de adolescencia. Los adolescentes se ven enfrentados a una

situación de sobreadaptación frente al fracaso social cumpliendo una función

organizadora y protegiendo a esos adultos inmersos en lo que caractericé

como estructura de padres agobiados. A. organiza, allí donde los adultos que

la rodean se ven imposibilitados de enfrentar intensos sentimientos de

desconcierto e incertidumbre. Son adultos que ya no pueden cumplir

determinadas funciones, tradicionales en otra época, con lo que la familia se

fragiliza en proveer un espacio de ayuda y ser guía de integración a la sociedad

Se deben desarrollar alternativamente estrategias de supervivencia que

implican sin embargo, el desactivamiento de determinadas formas de

funcionamiento mental, especialmente las referidas a la transgresión y la

confrontación, es decir, aquellas referidas a una subjetividad adolescente, las

que se siente que pueden obstaculizar las estrategias referidas .

Se podría pensar que los procesos de autonomía están incentivados. Pero

desde estos conflictos sociales, angustias vitales de supervivencia,

210

empobrecimiento y caos familiar, quizás términos como “autonomía” ya no

describan a ciencia cierta determinadas situaciones, tal como lo hacían

antaño.

Lo que hace válido preguntarse cuáles son los recursos terapéuticos que

deberíamos implementar, buscar o generar. Un punto fundamental es entender

que frente a lo amenazante que portan, se debe sostener un marco de

seguridad y resguardo. Situación que en el próximo capítulo presento como

operatoria de “injertamento” y “grupo-bastión”. Como ya señalé, el grupo es un

espacio al cual pueden retornar cuando así lo deseen, remedando situaciones

de pérdida permanente, consolidándose un modelo de funcionamiento frente a

la crisis social con un andamiaje eficaz de intercambios grupales. Este poder

dar y recibir, con acentuamiento del modelo de fraternidad, desarrolla

estrategias de autogestión.

LO COLECTIVO DESDE EL NEOLIBERALISMO

Quisiera rescatar las ideas de un teórico de lo colectivo (Olson, 1992)

buscando contrastarlas con las situaciones que aparecen en el material clínico

ya descripto. Para Olson el egoísmo es lo que explica las agrupaciones. Sus

ideas apuntan a establecer un esquema referencial claro, ordenado y racional

que pueda dar cuenta del por qué de la participación de la gente en los

distintos tipos de grupos. A su entender el altruismo es excepcional y lo que

prima es el egoísmo.

Definiendo a la persona como racional y egoísta, este autor establece que en

el grupo no se actúa voluntariamente, por lo que se necesita entonces, de

coacciones o incentivos. Existen incentivos selectivos para aquellos que se han

unido a la organización. Estos incentivos -negativos o positivos-89 , son los que

hacen que la fuerza potencial del grupo pueda realmente ser utilizada. Se

podría decir que estamos ante un sistema de control conductual de estímulos –

respuestas donde lo que importa es la capacidad de establecer la certeza de

que en la ecuación costos–beneficios, el grupo asegura por menor costo un

mayor beneficio.

Cada persona considerará el beneficio o la pérdida individual derivados de la

compra de cantidades diferentes del bien colectivo. Dicho de otra manera, si el

89 Esta denominación recuerda obviamente a un esquema operatorio conductual.

211

colectivo no logra a mediano plazo ‘logros’, conquistas, beneficios, corre el

peligro de que sus integrantes deserten, decepcionados o ‘fatigados’. De allí la

analogía con un mercado competitivo. Cada organización compite en el

mercado de costos-beneficios para sus asociados, pero también podría

pensarse que cada organización compite entre sí para conservar a sus

integrantes.

Pero para Olson siempre unos harán más y recibirán menos. No hay pues

igualdad, ni posibilidad de igualdad, en los grupos. Es imposible que un grupo

sea igualitario. Lo peculiar es que el autor considera que no es que una minoría

“explote” a una mayoría. Por el contrario hay una tendencia sistemática a la

“explotación” de los grandes por los pequeños. Este punto es especialmente

interesante. Se supone generalmente que la desigualdad podría tender al

dominio de la mayoría por unos pocos. Sin embargo para Olson son los

muchos lo que explotan a uno o a unos pocos, quizás traducible como una

crítica -implícita- a los supuestos “males” de la democracia, desde una óptica

conservadora . De allí que considere que el grupo pequeño es el lugar ideal de

participación, porque más que agrupalizar, confirma la individualidad de cada

uno de sus miembros.

Esta “deshumanización” de lo grupal lleva casi a considerar a las

organizaciones como luchas abstractas entre demandas e intereses,

anulándose la dimensión humana de lo grupal basada en –como vimos –la

capacidad de ayuda, el deseo y el entusiasmo. A lo sumo como afectos de

grupo, Olson haría resaltar el sentido de amenaza y desconfianza, es decir

aquellos sentimientos que se sitúan en la línea de lo paranoico. El interés por el

otro no es por empatía, sino para adivinar su ventaja posible a fin de anularla

dentro de un dilema parasitario: utilizar-ser utilizado. De esta manera el grupo

es un medio, jamás un origen o un fin.

Al predominar una racionalidad formulada en términos de costo – beneficio,

es como si entonces el grupo, lo colectivo, se regulara y autorregulara por las

leyes mismas del mercado. Esta perspectiva, que relacionaría con una visión

neoliberal del vínculo humano, implica la tendencia a quitar profundidad o

interioridad a lo grupal: nada hay dentro del grupo, sino que todo permanece

afuera del mismo, es decir: el mercado.

212

Olson refleja hasta tal punto la ideología del neoliberalismo, que substituye

la dinámica del intercambio por el de una deuda, al señalar situaciones donde

todos poseen interés en poseer un beneficio colectivo, pero no el costo de

obtención de ese bien colectivo. Deuda que puede relacionarse, desde mi

punto de vista, a la consolidación de una forma particular de substitución de lo

ciudadano por lo endeudado.

Sugiero que estos postulados neoliberales llevan a concebir al colectivo

según los supuestos de ataque y fuga (Bion,1979). Unos son enemigos de los

otros. Se triunfa o se pierde, por lo que la posibilidad de “encuentro”

intercambio y solidaridad están extinguidos90. Pero me pregunto si justamente

lo que muestra el tipo de material que presenté no verifica una tendencia

distinta : aquella que valoriza la posibilidad de ayuda, sostén, continentación.

En realidad, y a rigor de verdad, Olson no está describiendo grupos ( y con

él, el imaginario neoliberal ) sino agrupamientos, es decir aquellas sumatorias

de personas atravesadas por lo que Sartre (1967) presenta como aglomeración

(o serialidad). Una de sus características es que sus integrantes son

intercambiables y no fundamentales (Anzieu,1971), dentro de un campo social

que se caracteriza como de lucha contra la escasez (que bien podría ser una

recategorización del par costo-beneficio ).

La aprehensión ( casi la paranoia ) de Olson hacia los colectivos, hace

recordar lo que Anzieu (1971) describe como temor a lo grupal: todo grupo que

se aísla es un grupo que conspira o puede conspirar. En el fondo, se trata de

un imaginario que busca reemplazar al sujeto por un “engranaje”,

conviertiéndolo en una pieza desechable y de recambio.

Este temor a lo instituyente grupal hace que se lo desvalorice, describiéndolo

como si fuera una máquina o suma de engranajes y órganos. Cuerpo-máquina

a la manera de tejidos y órganos que es, al mismo tiempo -como ya describí-,

un Grupo–Máquina (Anzieu,1986), máquina impersonal y racional que como

metáfora del éxito, busca transmitir una eficacia racional en su existencia y un

logro de control hacia sus integrantes.

Racionalismo que disimula el temor a los colectivos, por la carga de

apasionamiento, entrega y creatividad que éstos implican. Sensaciones

difícilmente incluibles dentro de una organización economicista de la sociedad

90 Es lo que llamo en otro capítulo “ catástrofe inminente “.

213

catalogada u estudiada, desde términos como estabilidad, retroalimentación,

costos y ganancia.

PENSAR LO COLECTIVO DESDE LA RESILIENCIA

Al contrario que el grupo- máquina que alberga y recambia engranajes

(como señala el imaginario neoliberal ) el logro de la cultura terapéutica como

un espacio de resiliencia (concepto que explicaré enseguida), implica recurrir

a una actividad de funcionamiento mental cuyo eje es lo instituyente, en el

sentido de cambio y protagonismo.

La resiliencia como un espacio donde el otro ya no es depósito de una

identificación proyectiva masiva, sino un hacer con él, para poder repensar y

resignificar experiencias subjetivas y sociales de desvalimiento. Pasar de

ubicar al otro como marco, depósito, objetos de co-regresión (como señala el

psicoanálisis de grupo), a aceptarlo dentro de una experiencia de intimidad que

abre pautas de solidaridad. Esta posibilidad se relaciona a lo que enseguida

presentaré como grupo-cónclave e “injertamento”.

Pero debo destacar que la resiliencia no se relaciona generalmente a

condiciones terapéuticas ( Zukerfeld, 2003 ), sino a estrategias comunitaria

como ayuda en red y procesos de autogestión. No descarto este abordaje,

pero entiendo que la resiliencia es algo más que una coyuntura de

supervivencia comunitaria. Es también una forma de actualización de

imaginarios y actuación de fraternidad, esenciales a la sociedad.

Ubico entonces lo resiliente desde una teorización–dispositivo, que permite

enfocar los grupos terapéuticos en relación a cómo se gestiona la presencia

del otro en el grupo . Ya no se trata del famoso binomio que gusta de recordar

Kaës (1994) : “yo o el otro “ ; “yo y el otro “, sino otra modalidad vincular : “yo

con el otro”.

Este factor de resiliencia permite consolidar formas de autogestión y

protección frente a procesos de desvalimiento. Se me ocurre que es una

actividad intrasubjetiva e intersubjetiva que concierne al pasaje del untergäng

(desactivamiento) psíquico a un untergäng -aunque sea parcial- de

neoliberalismo.

LA RESILIENCIA Y LAS PRÁCTICAS SOCIALES TRANSFORMADORAS

214

Zukerfeld (2003) señala, desde un punto de vista psicoanalítico, que la

resiliencia se relaciona a la promoción de respuestas frente al hecho

traumático. Desde esta perspectiva es considerada parte de mecanismos de

transformación a partir de la adversidad, con capacidad de utilizar procesos

creativos inusuales.

Desde la violencia neoliberal, las experiencias del conjunto social derivadas

del terrorismo de Estado, de la exclusión socioeconómica, de la injusticia y de

la corrupción se han multiplicado generando condiciones de vivencia traumática

( ídem). Sin embargo y al mismo tiempo, las investigaciones constatan un

hecho interesante: el potencial de salud de los colectivos se sobrepone y aún

se fortalece sin que siempre se verifique vulnerabilidad y desarraigo extremo,

ante situaciones como las descriptas.

Así es posible considerar cómo prácticas sociales y grupales decisivas

habilitan un sentimiento de auto-confianza, de expansión del psiquismo, de

reconocimiento del otro desde un lugar solidario (Czernikowski, 2003),

contrapuesto a la cultura neoliberal desamparante, cuya expresión del otro es

“el enemigo” o el “peligroso”.

Se trata de salir de funcionamientos repetitivos sosteniendo situaciones que

no tenían previamente representación mental ni realidad social. Cabe entonces

pensar que el par creatividad-creación remite a un hecho fundamental: la

resiliencia a nivel social es indisociable de cambios en las formas de

relacionamiento con el otro. Lo que es a su vez, indisociable de un cambio en

la forma de relacionamiento con uno mismo.

Considero que estas tres situaciones implican un entrelazamiento entre la

transformación social, la solidaridad comprensiva (lo intersubjetivo), y el

investimento de lo nunca investido psíquicamente (lo intrasubjetivo). Esta

construcción colectiva no es sólo un decir, un relatar o un accionar. Tiene que

ver también con un trabajo fundamental de la memoria. Lo que en el grupo de

adolescentes aparece como “historia grupal”. Lo resiliente apunta a una

posibilidad de historización, de construcción de proyectos y porvenir entre

muchos donde al mismo tiempo, se sostienen fundamentos narcisistas

imprescindibles (Aulagnier,1975).

De esta manera creo que se genera la posibilidad de “anticipar” un porvenir,

es decir, construir una historia colectiva y personal simultáneamente. La

215

resiliencia no es sólo neutralizar el trauma social y personal, como indica

Zukerfeld (2003), sino que es también nombrarlo y unirlo a una historia que es

de uno y de todos. Es la posibilidad de reinstaurar un “poder” apuntalante

frente al “poder” de la violencia neoliberal; de rearmar un Yo desde el

Nosotros; de ofrecer indicadores de identidad; de reorganizar los conjuntos re-

articulando los vínculos que sostienen al sujeto ante situaciones de ruptura

catastrófica.

Como señala Kaës: “el grupo cumple, en las situaciones de crisis y

catástrofes, la mayoría de las funciones metapsíquicas “ (Puget,1991: 149). Se

trata de una restauración narcisista y del “establecimiento del placer del

funcionamiento psíquico” (ídem: 150) . Desde el apuntalamiento en lo colectivo,

el sujeto logra autoapuntalarse, recreando un continente psíquico capaz de

mentalización y de sentir placer en la misma “el grupo(...) mantiene el apoyo

vital sobre la creencia “ (idem).

Ubico entonces la resiliencia como una actividad de reestructuración

simultánea del sujeto y el conjunto, un investimento mutuo que contribuye a la

restauración de la realidad externa y la realidad interna, anudando tiempo

histórico y tiempo psíquico. Desde mi punto de vista es el pasaje de una

situación traumatógena a un trabajo pulsional dentro del conjunto, entendiendo

“pulsión” en el sentido (freudiano) de exigencia de actividad psíquica

(Laplanche-Pontalis,1981). Implica el pasaje de una escena cerrada y tanática

a otra, donde se libidiniza el cambio y el re-apuntalamiento en los conjuntos.

Relato que a su vez se basa en dos valores que cimientan resiliencia: la

solidaridad y la confianza:

Pero trabajo de la memoria y trabajo pulsional, son también trabajo de

reapropiación histórica: “La construcción de un discurso popular contra-

hegemónico significa la posibilidad de reapropiación o rearticulación(...)de tales

elementos interpretativos, dentro del proceso de lucha” (Vasconcelos,2000:

97).

Memoria colectiva participando “del trabajo de la construcción en la memoria

individual” (Puget,1991: 155), que produce y consolida un relato, una

construcción de uno y muchos, que reconstruye el pasado y genera enunciados

que jalonan un futuro: “A memória, na sua indissociabilidade da história,

desemboca, em reconstruçao engajada do passado, com papel fundamental na

216

organizaçao de grupos sociais heterogeneos na sua apreensão e reconstrução

de identidade (Rauter,2002: 103).

Vl.2- Repensando el marco de cultura terapéutica: Cuestiones relativas al

“injertamento” y al “grupo – cónclave”

Análisis del fragmento inicial de una sesión.

D. –(Plantea como se superan los problemas): Asumiéndolos ,tenés que

saber que están ahí.

N. –Supongo que hace falta algo más. Solo con voluntad no podés.

C. –Con valor, con valentía.

L. - No, según el problema. A veces se necesita ayuda externa.

G.- Tenés que estar dispuesto a querer ver los problemas.

D.- Aparte de la voluntad necesitás a alguien que te ayude.

G.- Acá cada uno puede hablar de los problemas que tiene.

N.- Sí, tenés la libertad para hacerlo. Yo más o menos. A veces contar

cosas me hace sentir mal. A veces no tengo drama ,pero es que yo soy

muy insegura.

D.- Acá podés decir si tenés un problema, en otro lado no tenés apoyo.

En tu casa tenés siempre miedo al reproche.

L.- Tenés razón acá te inspira más confianza. Claro que tenés que

tener tiempo para conocernos más, para saber lo que siente y piensa

cada uno.

N.- Yo soy desconfiada al máximo. Yo puedo confiar en que nadie va a

contar fuera de aquí, pero yo que sé...

L.–Hablan de un tema (se refiere a los adultos) y se callan lo de ellos.

G.- A mi me pasa por ser el más chico, si mi madre tiene problemas con

mi hermana, se la agarra conmigo...Qué voy a hacer?, voy al cuarto y

me encierro , no puedo expresarme como me expreso afuera. Yo en el

liceo, me puedo hacer el bobo, hacer chistes, hacer lo que yo quiera. En

casa no.

L. –...Tengo la sensación de que me va a pasar algo. Tengo miedo de

no volver a ser una persona normal.

C. –A veces yo no puedo quedarme sola. Pienso que va a entrar

alguien.

217

L.-Cuando estoy sola me pongo a llorar y abro las puertas por las

dudas. También pongo algo de música.91

D. introduce la pregunta sobre cómo se solucionan los problemas, a lo cual

él se contesta: asumiéndolos. Replantea así una posición desde el compromiso

y la responsabilización, quizás reflejando algo de una cultura terapéutica

establecida desde el contexto institucional hospitalario de este grupo. Cultura

psicoterapéutica, que cabe agregar, es optimista: los problemas se pueden

resolver. Anticipa entonces una estructura de resolución de conflictos

garantizada por el encuadre, por el marco de trabajo y por un intento (“valor,

valentía “), que hace que las cosas efectivamente puedan cambiar.

Desde esta posición se reafirma positivamente el lugar de los terapeutas, la

ayuda externa y el espacio terapéutico. Pero cuando se aclara: “a veces se

necesita ayuda externa”, algo de la primera persona que traía D. se pierde

operándose un pasaje del “yo” a algo más neutro, el “se”. De esta manera se

indica que la primera persona del singular no siempre resuelve problemas, sino

que se necesita también del “muchos” o el “nosotros”, sugiriendo la

importancia de la dimensión del grupo.

Esta situación revela también un conflicto propio de la cultura institucional

hospitalaria. Por un lado se le reafirma al paciente que debe estar dispuesto a

enfrentar sus problemas, responsabilizándose por los mismos. Pero al mismo

tiempo se le anuncia que no basta la voluntad, pues le es también

imprescindible recibir ayuda externa. Se trata de un dilema entre lo pasivo y lo

activo, entre quién tiene el protagonismo de lo psicoterapéutico y el “poder” de

la cura y el tratamiento.

El relato refleja dos situaciones más. Por un lado un mensaje a los

terapeutas :” hemos introyectado el discurso terapéutico”. Que implica al mismo

tiempo, la constatación de que se han “transformado” en pacientes, surgiendo

la pregunta del qué pasa ahora qué están en esa situación. Ese adueñarse de

ese espacio hace de los terapeutas , “sus” terapeutas y del grupo, “su” grupo 92.

91 D. y G. son varones, N. C. y L. mujeres.92 Que se podría reformular con un : “tenemos derecho de estar en el grupo, nos hemos adueñado de este espacio por lo que ustedes son nuestros terapeutas y nosotros sus pacientes “.

218

Hago notar que ente los integrantes se entabla una discusión como una

verdadera “exigencia” de actividad psíquica (Kaës,1993) en torno al tema , con

lo que el grupo “rompe” con lo razonable y el consenso . G señala : “Tenés que

estar dispuesto a querer ver los problemas”, indicando en ese VER una

dimensión que recupera un orgullo de poder hacer cosas y restaña la situación

de lo escópico insuficiente. Esta situación se reafirma en la medida que la

función terapéutica circula en el grupo, sin que sea “propiedad” exclusiva de los

coordinadores (Klein,2003). Esta apuesta de trabajo resalta además aspectos

de resiliencia (Zukerfeld,2003), como una importante fraternalización del grupo.

Esta modalidad implica particularidades en la intertransferencia de los

coordinadores, más relacionada al establecimiento de un aparato 93 de pensar

(Grinberg,1986), que a un dispositivo de escucha–interpretación

(Zukerfeld,2001). Considero que es una modalidad de alianza terapéutica

(Etchegoyen,2002), (Kächele,1989), por la cual la función terapéutica es capaz

de circular surgiendo la actividad del preguntar, enigmatizar, interrogar, pensar,

cuestionar, evitando funcionamientos estereotipados (Chinchilla 2002).

Quedan así delimitados los factores por los cuales se soluciona un problema:

la voluntad, la valentía, los adultos-coordinadores y el grupo. Y algunas de las

situaciones a resolver, como el miedo al derrumbe y lo amenazante (“Tengo la

sensación de que me va a pasar algo .Tengo miedo de no volver a ser una

persona normal” ; “A veces yo no puedo quedarme sola. Pienso que va a entrar

alguien “).

Al aquí y ahora urgente se le contrapone una cultura terapéutica por la cual,

para solucionar problemas, se necesita un tiempo y una continuidad

garantizados por el encuadre. La misma renegocia los puntos de urgencia lo

que de alguna manera evita la entrada en micro-ataques de pánico

(Bleichmar,1999 b) vinculado a un self que “abdica” de su capacidad de

controlar y organizar, en estado de huida y a merced de la angustia.

Cuando G. indica : “Acá cada uno puede hablar de los problemas que tiene”,

señala que este espacio no es un grupo de pares ni el liceo, sino un espacio

distinto. Se trata de un corte simbólico entre el espacio terapéutico y otros

espacios, esencial para delimitar un borde (Anzieu,1986) específico al grupo

93 Aclaro que me parece horrendo el término “aparato” para referirse al funcionamiento mental, pero así lo introdujo su autor, Bion.

219

(Klein,1997 b). Situación que delimita que el grupo no es el liceo, ni es la casa

sino un espacio –objeto tercero (Green,1994), diferente a los anteriores.

Este “acá” que menciona G. implica que el espacio grupal en cuanto está

territorializado, instaura algo sólido (Lewkowicz, 2004) dentro de una política

de apropiación que me pregunto si no es también un acto de ciudadanización.

Es sin embargo una operación opuesta a la cultura institucional, donde prima lo

derivado y el apaciguamiento94.

Este sentido de “conquista” (Green, 1994) implica instaurar al grupo como un

espacio de confianza que unida a un sentido de esperanza (Jeammet, 1989),

permite trabajar el sentido de lo precario y lo persecutorio. Creo que ya no

basta con señalar que en el grupo se cumplen procesos de regresión

(Anzieu,1986), ya que el mismo aparece revestido como un borde seguro y

fuerte. Sólo si el grupo es como un bastión 95, se puede tener la tranquilidad de

que puede empezar a circular lo más extraño e inquietante dentro de él. Es

decir aquéllas experiencias que hacen al self verdadero de estos jóvenes.

Recuerdo que lo adolescente de estos jóvenes bascula entre un falso self

(“hacer” de adolescentes ) y un self verdadero (Winnicott,1981), en relación a

un mundo de fantasmas y vivencias persecutorias, consolidando así una

adolescencia escindida en dos mundos paralelos y simultáneos.

Mientras D. reafirma decididamente el espacio grupal: “Acá podes decir si

tenés un problema, en otro lado no tenés apoyo” , N. indica : “Sí, tenés la

libertad para hacerlo, yo más o menos, a veces contar cosas me hace sentir

mal, a veces no tengo drama...soy muy insegura”. Mientras los hombres (D. y

G.) están fundando y conquistando el espacio grupal, las mujeres (N.) señalan

que aunque el espacio se consolide y conquiste, hay algo de los tiempos

personales y del mundo interno, que marca importantes diferencias entre los

integrantes del grupo .

N. quizás esté indicando que no basta un sentido de “conquista “ en el grupo,

sino que hay que introducir normas (de convivencia, de confianza) que

94 El sujeto que se transforma en paciente es no pocas veces, culpabilizado por sentir que recibe una atención gratuita, como una forma de limosna, lo que aumenta sus chances de ser expulsado. Esta fantasmática de la expulsión es inherente al disciplinamiento de una persona que se transforma en paciente, dentro de una institución pública.95

? Aclaro que si el bastión puede llegar a poseer rasgos de rigidez, los terapeutas por el contrario se deben mostrar flexibles .

220

consoliden un marco de intercambio sincero. Se trata de una dimensión del

Ideal del Yo (Bleichmar,1981) que implica una actividad de transformación y

actualización de las normas sociales. El pacto del “ no decir ...” ya se estructuró

en el encuadre 96 del grupo, pero N. pide además un pacto de silencio o de no

divulgación suplementario. Ya no es simplemente una regla de discreción ética

sino un pacto de fidelidad, que comprometa aún más a los integrantes del

grupo. Es un plus de exigencia probablemente necesaria para contrarrestar

vivencias de desconfianza y persecución.

En tal sentido L. afirma : “Claro que tenés que tener tiempo para conocernos

más , para saber lo que sienten y piensan cada uno” y N.- “Yo soy desconfiada

al máximo, yo puedo confiar en que nadie va a contar fuera de aquí, pero yo

que sé”, con lo que introduce además del tiempo personal y el ideal, la

dimensión de la historia grupal (Klein,1997b, 2003). que permite consolidar el

futuro y el sentido de confianza.

Creo que la historia grupal alienta tres cosas: la investidura de la ausencia

(Green,1994), un basamento estable (Aulagnier,1991) y el sostén de un

proceso de transformación. A través de la misma se mencionan integrantes que

no están en la sesión con lo que se logra investir la ausencia, fortaleciendo el

espacio transicional. De esta manera se está fantasmáticamente, aunque no se

esté físicamente con lo que lo ausente se vuelve sostén de funcionamiento

mental. Se conservan además determinados hitos del grupo, su historia y –no

menos importante - la anticipación de un futuro en el cual ya no pertenecerán al

mismo. Actividad de catectización de un espacio que se opone a la

descatectización de los espacios que traen desde su cotidianeidad. Refiere así

a un trabajo de ligazón–desligazón (Green,1994), por el cual el “ aquí y ahora”

se hace inseparable de un “allá y entonces”.

Al mismo tiempo la historia grupal opera como un basamento narcisista que

marca puntos de certeza (Aulagnier,1991), desde los cuales poder enigmatizar

y pensar. Es una forma de habitar (Lewkowicz, 2001) al grupo, con la

condición de que el grupo habite a sus integrantes, con lo que se logra un

resguardo que permite transitoriamente momentos de relatos locos e

inquietantes.

96 Lo que algunos autores denominan “regla fundamental”, concepto que francamente me parece cuestionable. Si lo fundamental se expresa en forma de regla, es una forma de incitar a la transgresión.

221

D. señala :” en tu casa tenés siempre miedo a reproches”. Esta observación

es interesante, ya que no es que los padres no escuchen sino que cuando

responden, lo hacen desde el reproche. El mismo indica que tener problemas

es entonces un factor de inseguridad que los culpabiliza frente a la cultura

familiar y frente a su propia auto-imagen. Al presentar una especial dificultad en

cómo tramitar sus conflictos no pueden sino “clandestinizar” esta parte de su

vida emocional.

La dimensión que están trayendo del mundo y del adulto no es ni de diálogo

ni de espacios compartidos. El mundo es el mundo de la exigencia . Cuando G.

dice : “voy al cuarto y me encierro, no puedo expresarme como me expreso

afuera”, expresa una sensación de asfixia que le exige retraerse sobre sí

mismo. Este sentimiento de intranquilidad y desasosiego implica la pérdida de

una zona de la mente con capacidad de pensar con calma y de poseer

receptividad del mundo interno (Bollas,1991).

Por el contrario en el grupo parecen poder expresar una confianza que les

permite “desclandestinizar“ sus aspectos más ocultos y secretos. Esta situación

es relevante ya que sus verdaderos problemas nunca surgen en el Comité de

Psicoterapia, desde donde se los deriva a psicoterapia. En aquél parecen

transmitir lo que suponen que el técnico quiere escuchar: conflictos

generacionales, problemas de estudio, etc. Vale decir, que difícilmente son

derivados al grupo desde sus aspectos de self verdadero sino desde otros

provenientes del falso self.

Entiendo entonces que se está frente a un tipo de subjetividad distinta y por

ende, ante una modalidad de grupo diferente, en relación a un marco social

que ha cambiado. Por lo anterior, es importante que en el espacio del grupo

opere la diferencia tanto con el liceo, como con la familia.

En el vínculo con los coordinadores adultos hay garantías pero no

endeudamiento. Así como el horario de comienzo de sesión es potencial y no

prescriptivo, el grupo mismo es una operatoria de la autonomía no del deber .

Dicho de otra manera: han de darse las condiciones para desactivar aspectos

superyoicos que hacen a la culpa y la responsabilización tanática

(Klein,1997b), generando condiciones por las cuales lo rígido y lo expiatorio se

puedan re-pensar y analizar. Se trata de mantener –desde mi punto de vista -

un encuadre flexible entendiendo que lo terapéutico no comienza con la

222

“entrada” al grupo, sino con lo que suceda en el “proceso” grupal mismo. En la

medida que el encuadre que ofrecemos97 garantiza una continuidad y una

recepción permanente, se “rompe” además, la modalidad escasa de los

espacios. Es decir , esta “entrada” al grupo ya no está garantizada y es dato

“natural”, sino que está problematizada, como está problematizado todo lo que

sea situación de borde en estos adolescentes.

Los mismos terapeutas mantienen una actitud de enigmatización. Cuando se

pregunta a un nuevo integrante por qué ingresa al grupo, el terapeuta no ignora

que existe una ficha de derivación confeccionada por el psiquiatra, pero abre

un espacio de escucha imprescindible: quiere saber qué es lo que el joven le

puede explicar. Así éste puede ir generando un lenguaje en torno a si mismo

(consolidando un self genuino). De allí la importancia de que lo

psicoterapéutico pase por una cultura dialógica (Fonagy, 2000). Desde esta

perspectiva algunos autores (Maggi ,1987) (Garbarino,1988) señalan con total

razón, que el dispositivo psicoanalítico clásico de asociación libre, no se puede

implementar rígidamente con adolescentes .

De hecho el proceso terapéutico -como lo entiendo- no se refiere

directamente a lo urgente en sí solamente, sino que trabaja sobre las

estructuras congnitivas-emocionales que lo hacen posible ( Bleichmar,1997).

Así no es para nada secundario que el joven aprenda a hablar por sí mismo y

hablándose a sí mismo confeccione un lenguaje que lo concierne e identifica.

No pocas veces me he preguntado si estos jóvenes vienen a buscar lo que

nosotros les podemos otorgar. Probablemente vienen a buscar algún tipo de

pasaje que garantice el cambio desde un malestar ( vago) e innombrable, a

una representación más nítida y pensable98. Situación que se acompaña de un

clima de intercambio genuino, lo que no puede dejar de ser terapéutico, si

consideramos que su cotidianeidad está teñida de golpes y violencia.

Quizás antes de plantearse en hacer consciente lo inconsciente, habría que

intentar otorgarle espesor al aparato psíquico. Esta situación es fundamental y

se relaciona al hecho de que para interpretar, se deben dar previamente las

condiciones por las cuales haya posibilidad de recepción a esa interpretación. 97 Pueden venir al grupo cuando deseen ,lo que incluye la posibilidad de faltar sin que éso implique que perderán su lugar en el mismo .Asimismo ,nuevos integrantes pueden incorporarse al mismo . No hay además concepto de “alta” ,sino de “decisión” de no volver al grupo. Salimos del modelo médico, suplantando el par dependencia- independencia por la posibilidad de autonomía.98 Cuando lo logran posiblemente ya no vendrán más al grupo .

223

La interpretación es inseparable de un continente adecuado que la recepcione

y de un silencio elaborativo, relacionado al clima emocional del grupo, por el

cual se hace posible y razonable una interpretación a los padres “internos” o al

“grupo interno” ( Pichon-Rivière,1981) .

Al mismo tiempo se consolida una confrontación beneficiosa entre el grupo

como objeto mental de los terapeutas y el grupo como experiencia concreta de

los adolescentes, desplegando una actividad psíquica que se opone al

encriptamiento (Tisseron,1997) y a la continuidad del discurso familiar

(Eiguer,1998) y social .

Desde esta perspectiva creo, como hipótesis, que el grupo se mueve en dos

niveles distintos. En el “aquí y ahora” se impone como traumatismo, con una

importante carga de excitación y descarga libidinal. El encuentro con el grupo

es pulsional (Kaës ,1993) entre otras cosas porque un grupo en principio tiende

a la descarga absoluta: todo integrante expresa de forma absoluta lo que son

sus puntos de urgencia. Es un grupo configurado nirvánicamente ( por el

principio de nirvana freudiano [Laplanche-Pontalis,1981] ) , de funcionamiento

mental con descarga a cero, con urgencia por hacer cesar toda excitación y

conflicto.

Al mismo tiempo el grupo se relaciona a la capacidad de generar y hacer

circular representaciones que consolidan cierta identidad referida a un principio

de constancia (Laplanche-Pontalis,1981). Es una actividad que se expresa en

la historia grupal, principio de constancia por excelencia, ya que provee un

marco de estabilidad y continuidad permanente. Es el grupo configurado

homeostáticamente (por el principio de funcionamiento homeostático

freudiano).

En la medida en que surgen formas de mediación entre los dos tipos de

configuraciones grupales se enriquece la experiencia grupal y se mejora el

vínculo de estos jóvenes con su adolescencia. Si para poder ser adulto debe

haber adolescencia disponible 99, el espacio terapéutico se consolida como

posibilidad de re-adolescentización suficientemente bien libidinizada, por lo que

se concreta un proyecto de biografización personal y de anticipación de un

futuro

99 En realidad, hay que complejizar la idea .Para que a su vez haya adolescencia, debe haber también infancia disponible .

224

Retomo una problemática (Blos,1978) importante: en el grupo no se eliminan

los conflictos100 sino que se los tolera y convive con ellos desde el

planteamiento de alternativas. Se introyecta así una forma de psiquismo

complejo que proviene del grupo, los terapeutas y la historia grupal. De esta

manera el grupo es un objeto tercero que no está ni del lado de terapeuta ni del

lado del paciente (Green,1994). Este objeto tercero bien puede ser también una

emoción, como la esperanza (Jeammet,1989) y la perspectiva de que en algún

momento la terapia se va a terminar, con lo que se consolida un corte propio

del narcisismo secundario.

Esta dimensión implica que en el grupo no se constata simplemente una

regresión a lo indiscriminado y desde allí una vuelta a lo discriminado

(Kaës,1977). Lo que se verifica en cambio es un vaivén permanente entre lo

indiscriminado y lo discriminado y entre las identificaciones primarias y las

secundarias. La dificultad es que, psicoanalíticamente, se acostumbra a pensar

lo que sucede en un grupo solo desde lo regresivo, el narcisismo primario y la

díada mamá-bebé. Pero el grupo tiene que ver también con aspectos del

proceso secundario.

En este sentido engloba también, como ya mencioné, experiencias de

intimidad (Klein,2003) y el poder compartir experiencias aceptando al otro en su

ajenidad. Así el grupo pasa por distintas modulaciones que toman en cuenta

momentos de subjetividad, de vínculo, de cultura institucional, cultura

terapéutica, y texto- contexto social (Fernández,1993).

Si se conceptualiza el proceso grupal como una regresión, es porque se

entiende que el grupo como realidad espacial, sobrevive y preexiste a esa

regresión. No es éste el caso. Estos jóvenes son “huérfanos “ de espacios que

los devuelvan a ellos mismos. De allí que creo que frente a lo fluido y

evanescente de estos espacios sociales, estos jóvenes deben pregnarse

decididamente del grupo, esperando de él un anclaje que los contenga.

Se trata de una configuración grupal que denomino grupo cónclave

fortificado, en el cual lo fortificado alude no a reclusión sino a poder

sostenerse fuertemente para prepararse a indagar el mundo interno y el mundo

100 Esta es mi postura ética, obviamente no-adaptacionista. Eso no quita el sentido común de que hay que tener en cuenta distintas situaciones, porque hay determinados puntos donde la angustia y problemática del paciente hace que tengamos que sostenerlo, ofreciéndole algún tipo de continentación.

225

externo. Este sentido de aferramiento implica incrustarse en el grupo como

forma de abotonar subjetividades que sufren un devenir permanente .

Antes que una interpretación–palabra, es fundamental este espacio donde

intercambiar pieles psíquicas (Anzieu,1990) y armar estrategias de cuidado

dentro de un proceso de “injertamento” : injerto y apuntalamiento . Injerto alude

a la operación por la cual los integrantes se injertan la piel del otro, del grupo y

de los terapeutas. Se opone al sentimiento de desgarramiento101.

Apuntalamiento refiere a la teoría de Kaës sobre un funcionamiento psíquico

plural, heterogéneo y múltiple (Bernard,1991).

A través de estas dos modalidades, el grupo genera la conjunción entre un

espacio de crecimiento y un tiempo de re-adolescentización con una apuesta a

la revervecencia o ebullición de lo psíquico, opuesta a la extrema simplificación

del psiquismo que impone el neoliberalismo .

Si tenemos en cuenta los desarrollos de Laplanche (1987) sobre la cubeta

como metáfora de lo que es una sesión, se podría suponer que hay un

momento, en el “adentro” de la sesión, en el que se despliega un relato de lo

extraño, seguido por un volver a las “paredes” de aquélla desde donde se

puede simbólicamente discutir. Se corta así la cadena de los consensos

amenazadores y se reimplanta terapéuticamente la posibilidad de discrepancia.

Considero que la terapia conserva en su pared externa ( ídem) el dispositivo

psicoanalítico. Mientras que en su pared interna, más que preocuparnos el

psicoanálisis, nos preocupan aquéllos que nos consultan por ayuda. Es un

proceso terapéutico que se hace desde microrupturas y microdiscontinuidades.

Y como indica Winnicott (1981), la sesión se transforma en un objeto que

sobrevive al uso que se hace de ella. De esta manera el adolescente –o este

tipo de adolescentes - ya no necesita simplemente o solamente una escucha.

Necesita además un vinculo.

El "cualquier cosa puede pasar en cualquier momento" que transmiten estos

jóvenes como parte de su vida, es substituido por la posibilidad de una

101 Como se advertirá no hablo de neurosis o psicosis y en general no menciono categorías psicopatológicas. Prefiero pensar en términos de estructura mental, dudando de que neurosis o psicosis ( o cualquier otro cuadro convencional) puedan dar cuenta, por sí solas, de la complejidad de lo que es la estructura de la mente y de las situaciones grupales, terapéuticas y subjetivas que he tratado de describir. Es el vicio de contextuar la estructura mental cotidiana desde estructuras psicopatológicas o a partir de una cultura psiquiátrica que ya há sido suficientemente criticada por los autores comprometidos en la lucha por reformas psiquiátricas en el mundo occidental, como Basaglia, para dar un ejemplo.

226

subjetividad re-adolescentizada que se enlaza a la re-adolescentización del

espacio grupal. Esto impone el desafío de concebir al grupo no solo como

espacio de resolución de síntomas, sino también como posibilidad de

reconstrucción subjetiva (Galende,1997).

Por último destaco la importancia de la mirada y la actitud de los

coordinadores entre ellos y hacia el grupo. Estas tienen que ser generosas,

afirmativas y distributivas evitando repetir situaciones de exclusión. Asimismo

en el equipo de coordinadores se debe poder pasar de la admiración o la

envidia, a la cooperación, el intercambio y la posibilidad de pensar juntos. La

cultura dialógica (Fonagy,2000) que he propuesto (Klein,2003) como parte del

proceso terapéutico es imprescindible que esté presente entre los

coterapeutas, generando un efecto organizador en el grupo. Lo cual no deja de

ser un impresionante desafío.

CONCLUSIONES

ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA

Esta investigación busca puntualizar cómo determinadas situaciones

sociales y familiares no pueden dejar de incidir en la subjetividad y en especial

en la forma en cómo el joven entra o no en vínculo con la “adolescencia”,

entendiendo por tal una construcción compleja que teniendo a lo pubertario

como condición necesaria, necesita a su vez de un múltiple apuntalamiento

individual, familiar y social.

La modernidad keynesiana alentaba y proponía una matriz socioeconómica

que era relativamente estable, con instauración de un porvenir probable y

declaración de una promesa alcanzable. Se trataba de mantener como telón de

227

fondo o metaencuandre, un contexto económico previsible con estabilización

social. Una especie de homeostasis social propia del principio de constancia

(Laplanche-Pontalis,1981), principio de funcionamiento psíquico tanto como

regulador social y organizador familiar.

De esta manera la adolescencia era un espacio de llegada y

experimentación para los jóvenes, con la promesa de integración social

generando un pasaje posible a un estado adulto que a su vez recibía

apuntalamiento desde otro espacio social llamado “adultez”.

Por el contrario el neoliberalismo - como modelo social, económico y político-

genera un “desapuntalamiento” de la adolescencia como espacio de vida,

investigación y júbilo (Urribarir,1990). La hipótesis que desarrollo indica que

tanto desde lo social, como desde lo familiar y lo individual, la “adolescencia” es

masivamente desapuntalada, no pudiendo operar ni como referente para

resignificar las experiencias que el joven transita, ni como espacio complejo

que permita intercambios, oposiciones, confrontaciones generacionales y

sociales.

Simultáneamente, con la “rotura” de un tejido social y cuando el principio de

constancia se rompe, los sistemas explicativos plausibles se empiezan a

mostrar parciales e insuficientes, con lo que se hace imprescindible repensar

teorías, dispositivos y formas de construcción de subjetividad. Nuevas

patologías, nuevas subjetividades, nuevas tecnologías en psicoterapia, lo que

implica el desafío de apostar a paradigmas complejos y complejizantes.

El material clínico que he transcripto y con el que he trabajado mis hipótesis

surge de un grupo terapéutico de adolescentes ( de 15 a 18 años) que funciona

semanalmente dentro del Programa de Psicoterapia de la Clínica Psiquiátrica

del Hospital de Clínicas, Facultad de Medicina, en la ciudad de Montevideo. En

el mismo predomina una franja social que proviene de la clase media

empobrecida.

Este doble factor: medio–empobrecido, marca una silueta específica en las

modalidades fantasmáticas y vinculares que he presentado. Efectivamente así

como el ascenso de la clase media era el paradigma de la modernidad ( y más

aún en el caso de Uruguay), su empobrecimiento ha pasado a ser el paradigma

del neoliberalismo. Situación que no se ha concretado sin dolores, fisuras,

228

catástrofes y locura. Mi investigación es una evaluación y un diagnóstico de tal

situación.

Ordenaré la presentación de las conclusiones alrededor de algunos ejes que

me interesa destacar: la ausencia de lo paterno; la escena congelada y de

enhebramiento; la inminencia de la exclusión -expulsión; el orden de lo

precario; la patologización de los espacios transicionales; el complejo de

Meneceo o de mesianismo exacerbado.

LA AUSENCIA DE LO PATERNO

N. (mujer) cuenta : “Conozco a mi padre sólo de vista.... No me reconoce

como hija...Yo tampoco sé dónde está. Tengo una amiga que encontró a su

padre por la guía .Voy a pedir que me traigan una de Argentina para encontrar

al mío porque creo que vive en Buenos Aires”, planteando una situación por

demás insólita: no sabe quién es su padre pero lleva su apellido. Padre que a

su vez la niega como hija, perdiéndose así marcas de certeza que permitan

armar proyectos de vida y establecer procesos de crecimiento tróficos .

El padre se hace inasible e inencontrable: un enigma. Lo paterno que estos

adolescentes transmiten está profundamente alterado. Ya no es un valor fijo,

una especie de certeza. Por el contrario, lo que transmiten es que ya no se

sabe bien quién es el padre .Y además, qué es y qué hace un padre .

Permanece en un lugar de distancia, tal vez expulsado por sus propios hijos

o autoexiliado. Este padre débil, ausente, irreconocible, no puede recibir el odio

de sus hijos ( y tomo odio en el sentido winnicottiano [Winnicott,1972], de

agresividad al servicio del crecimiento) ni tampoco su amor. Hay aquí algo de lo

ambivalente que se desarticula y se rompe, con lo que se acentúan las

actitudes extremas de resentimiento y / o remordimiento.

Con lo terrible que podía llegar a resultar, el Padre de la Horda está ahí, está

presente, direcciona, ordena, guía. Esta versión del padre en cambio no da

órdenes ni tiene voz. Es un padre que existe en las páginas de una guía

telefónica o practica hechizos de exorcismo como en el caso de A. Pero de la

ley nada sabe.

Sin embargo creo que hay una dimensión simbólica del padre que no se

puede renegar. Mucho de ella se reencuentra, como ya señalé, en diversas

instituciones que han formado parte de la socialización de lo paterno, y de allí

lo compulsivo que se consolida en una búsqueda tan dramática como

229

infructuosa, que revela cómo, en ese dilema, se juega algo que se vuelve

fundamental para el crecimiento. Compulsivo que, al contrario de lo que se

podría esperar, no está al servicio de la enfermedad sino de la salud.

En tal sentido se constata una disociación entre lo familiar, lo parental y lo

subjetivo fortalecida además por la temática del secreto. Los movimientos

esperables de consolidación de identidad y reaseguramiento social propios de

la familia nuclear, parecen sufrir cambios radicales, con lo que tomar al

descriptor endogamia - exogamia como simple pasaje de la familia de origen a

la familia de destino, deja de tener mucho sentido .

Me parece interesante ubicar de esta manera cuál es el lugar de la llamada

“novela familiar “ en estos jóvenes. Desde Freud (Laplanche-Pontalis,1981) se

entiende por tal una fantasía por la cual los padres reales se substituyen por

otros, regodeados de atributos narcisistas maravillosos. Por el contrario, la

novela familiar que aquí se presenta no busca modificar a aquéllos, sino a

obligarlos a una adopción que se da por descontada en la versión freudiana y

que acá genera sufrimiento por su ausencia. Ya no es que los padres sean

adoptivos o no, es que por el contrario des-adoptan y se desentienden de los

hijos, con lo que se plantea una cuestión afiliatoria allí donde no debería existir.

Creo entonces que la cuestión filiatoria, de sucesión y herencia - no presente

en la novela familiar – se resuelve a través de una novela fraterna. Se sienten

de esta manera más “adoptados”, cuidados y custodiados por sus hermanos

que por sus padres biológicos.

Profundizo entonces lo ya señalado: seguir manteniendo como referencia

estructurante al Edipo, en su concepción convencional, se vuelve simplificante,

debido a la necesidad de incluir el complejo fraterno (Kancyper,1997) como una

dimensión fundamental de subjetividad. De esta manera el par incesto –

castración, de ser conservado como descriptor válido, se debería

complementar con el par afiliación versus desafiliación.

Esta novela fraterna es inseparable así de lo paterno y sus dobles. El padre

ya no garantiza lo paterno, el cual abarca otras figuras: tío, abuelo, padrino,

hermano, profesores, garantizando en todos los casos un reconocimiento

estructurante.

Sin embargo hay que destacar que, al mismo tiempo, lo fraterno implica

también un operatoria de la rivalidad relacionada a una violencia confeccionada

230

en forma de bandos : excluidos e incluidos, preferidos y relegados, signos e

insignificantes (Lewkowicz,2004).

LA ESCENA CONGELADA Y DE ENHEBRAMIENTO

Cabe pensar si el par papá-mamá (en el sentido de lo regresivo-prospectivo)

no ha sido substituido por otros, como el par hermano–abuela, en una

búsqueda de diálogo que aquéllos son incapaces de sostener, imbuidos como

están en un clima de “asfixia” y desinvestimento que he denominado estructura

de padres agobiados

Son padres demasiados ocupados en la discusión de supervivencia social,

como para mantener, paralelamente, un diálogo y una comunicación familiar,

constatándose la imposibilidad de poder sostener un espacio libidinal para sus

hijos, excluidos de forma crónica de un encuentro que sin embargo los

fortalecería.

Entiendo que es un reiterado error sostener que los padres no hacen

confrontación generacional con sus hijos, debido a que supuestamente se

disfrazan de “adolescentes”. Me parece descabellado este punto de vista ya

que, desde mi opinión, los adultos no es que quieran ser adolescentes, quieren

ser jóvenes, lo que no es para nada lo mismo (Klein,2002). Si rehuyen la

confrontación con sus hijos es debido a que se sienten incapaces de poder

sostener tal situación. Estos rasgos de agobiamiento (estructura de padres

agobiados ) anulan rasgos de fortaleza y seguridad esenciales.

Desestimada la posibilidad de confrontación (Winnicott,1972), se solidifica un

mundo adulto que se hermetiza, resguardando secretos, escenas temidas y

configuraciones vinculares que se fusionan. La opción que queda, es entonces

no separarse, armar una sola piel con la familia, cuidarse mutuamente,

estructurar una escena donde el cambio se “congela”, exacerbándose una

escena de enhebramiento capaz de anular cualquier crecimiento, el que

irremediablemente pasa a vivenciarse como incomprensible y terrible.

LA INMINENCIA DE LA EXCLUSIÓN-EXPULSIÓN

Parece visualizarse que para estos adolescentes existen temporalmente dos

configuraciones antinómicas. Un tiempo de felicidad, en el pasado, donde no

había violencia ni crecimiento y donde probablemente se sentían amparados. Y

231

otro, en el presente, que les abre signos de interrogación, incertidumbre y

desvalimiento con la presencia de realidades (la nueva pareja de los padres, el

liceo, el barrio ) desde las cual el adolescente se siente excluido.

La exclusión a veces toma la forma de la decepción: sienten que han fracaso

por algo que no siempre saben o pueden enunciar, surgiendo un otro-rival que

pasa a acaparar la exclusividad de un investimento que se muestra insuficiente

para abarcarlo también a él.

Pasan a estar desheredados y despojados de conductas aceptables, normas

que los amparen, rendimientos que satisfagan. Lo que queda es la violencia.

Víctimas o victimarios de la misma dentro de una situación de dolor que los

hace sentirse cada vez más inseguros y cada vez más convencidos de la

conveniencia de mantener su self verdadero clandestinizado e inasible. Aunque

se transforme en inasible para ellos mismos.

PATOLOGIZACION DE LOS ESPACIOS TRANSICIONALES

Al mismo tiempo creo que esta situación implica una pregunta sobre cómo

seguir adelante en sus vidas: si de forma fusionada o evitativa. Ambas

estrategias impiden generar fenómenos transicionales (Winnicott,1981), los

cuales implican, a través de un investimento de la ausencia, la posibilidad de

transformar cosas y experiencias en objetos psíquicos, operativa que se

relacionaría a su vez con un sentido de esperanza, espera y tolerancia a la

frustración.

Por el contrario, los espacios parecen obtener una cualidad amenazante ( “A

mi no me gusta estar en silencio, más la oscuridad me da miedo. A veces

cuando me despierto, siento miedo aunque esté mi hermana en el cuarto”)

remitiendo el silencio y la oscuridad a zonas de vacío. Este vacío se vuelve

intolerable porque sobre él no pueden pensar, al no haber posibilidad de

investir la ausencia como espacio u objeto potencial, lo que implica a mi

entender una patología del espacio transicional.

Este vacío ya no es la expectativa de algo que va a advenir, sino que es la

ausencia de todo significado. Dije oscuridad, silencio, tal vez la casa, pero falta

agregar una última estructura de vacío: la adolescencia misma. Para estos

jóvenes la adolescencia es una estructura de vacío que despierta una

ansiedad insoportable porque se ha transformado en un espacio sobre el cual

232

no pueden pensar, en el cual no pueden transcurrir, al cual no pueden

conquistar.

Al no haber investimento de este meta-espacio adolescente se dificulta

poder investir otros sub-espacios, con lo que la cotidianeidad se nutre de la

sobreausencia desamparante o la sobrepresencia de lo extraño que invade.

Se consolidan de esta manera diversos desgarros que hacen fracasar la

constitución de una distancia óptima por lo que todo está ausente o está

presente, todo está fusionado o hiperdiscriminado, sin que se pueda pensar

desde lo ausente. La falta de situaciones intermediarias o negociadoras hace

que estos jóvenes estén saturados de cosas y a su vez –paradojalmente- sin

nada, porque todo pasa por el filtro pertinaz de la pregunta sobre cómo

conservar aquello que está, pero que es evanescente: el padre, la madre, el

hermano, un amigo, lo social.

EL ORDEN DE LO PRECARIO

Al comienzo de una sesión los jóvenes comenzaron a discutir metas de

orden aparentemente adolescente anhelando reafirmación, crecimiento e

independencia. Decían entonces:

En el futuro me veo realizando lo que quiero :una carrera, tener una

casa .Ser independiente ; Me gustaría ser mayo, tener 21, así me puedo

mandar yo ; A mi me gustaría ser grande y decirle a mi abuela : No , no

voy a hacer esto... (Sin embargo poco a poco va surgiendo otro tipo de

material más regresivo): Mi madre me dice xxxx ( nombre diminutivo)

delante de mis amigos; A mi me gustaría seguir siendo chica ;A mi no

me dejan salir a baila ; Soy el bebé de la casa.

La secuencia ilustra lo que quisiera presentar como el orden de lo precario,

en tanto se erige un falso self (Bollas,1991) ( aparentemente adolescente ) que

oculta outro, clandestino, que remite básicamente a la dificultad en encontrar el

beneficio de comenzar a ser adolescentes.

Este self verdadero parece remitir al deseo narcisista de continuar siendo el

“bebé “ de la casa, buscando evitar plantear problemas y conflictos. Desde esta

perspectiva lo precario alude a la imposibilidad de libidinizar la adolescencia

como espacio anticipatorio, en relación además a una estructura de agobio a

nivel familiar .

233

Faltos de un espacio etario, se imponen situaciones de ambigüedad que

substituyen derechos y obligaciones, por temáticas de resentimiento y

endeudamiento, precarizándose las posibilidades de consolidar autonomía,

asumir riesgos y enfrentas decisiones que no hacen sino precarizarlos aún

más.

Esta situación aparece en tres registros: social, familiar y a nivel de la

subjetividad. A nivel social implica la extrema fragilización de las condiciones

de trabajo y estudio ( transformados neoliberalmente en mercado laboral y de

estudio), que pasan de representar condiciones de seguridad y continuidad a

estar definido por lo amenazante. Esto amenazante implica una sensación de

incertidumbre permanente donde situaciones inquebrantables se comienzan a

quebrantar

Quizás se relacione a lo que Beck (1997) llama sociedad de riesgo, pero

preferiría relacionarlo con el hecho de que en la modernidad keynesiana lo

precario era una figura transitoria y accidental, mientras que desde el

neoliberalismo se ha vuelto un rasgo que predomina, ocupando en cambio un

lugar exiguo, aquello que asegura y tranquiliza.

La precariedad a nivel familiar implica el desmoronamiento de lugares

diferenciados y roles complementarios a favor de estructuras de aglutinamiento

donde lo paterno remite a lo inexplicable y lo materno a lo desconfiable,

quebrándose un pacto de confianza imprescindible, al que se puedan ir

sumando y articulando nuevos elementos. El espacio familiar se comienza a

poblar de secretos, situaciones confusas, actitudes de exclusión.

Por último a nivel subjetivo lo precario implica el arremetimiento de

elementos amenazantes y paranoicos que consolidan un frágil equilibrio

emocional presto a “desmembrarse” frente a situaciones conflictivas que

movilizan.

EL COMPLEJO DE MENECEO O DE MESIANISMO EXACERBADO.

Es lugar común el comentario de que los adolescentes de hoy están

desencantados, no se preocupan por nada o que están en la “cómoda”. Lo que

de alguna manera reiteran los autores clásicos del psicoanálisis (Hanna Freud,

1985): el adolescente está siempre como mirando para afuera, hacia otra cosa,

“navegando” en su mundo personal e inasible.

234

Mi punto de vista es diametralmente opuesto: no miran hacia ningún “afuera”

sino que no pueden dejar de mirar, pensar y preocuparse para un “adentro”. Es

decir, no pueden dejar de estar atentos a su familia procurando cuidar,

proteger, confortar.

Como el Meneceo del mito no dudan en sacrificarse por el bien de todos :

Tiresias se presentó en la corte de Edipo, apoyándose en el bastón de

madera de cornejo que le había dado Atenea, y reveló a Edipo la

voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un Hombre

Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta,

Meneceo, (que en realidad era el abuelo de Edipo), fue uno de los que

había brotado la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de la

serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y todo Tebas

elogió su abnegación cívica. Tiresias anunció luego: Meneceo ha

obrado bien y la peste cesará (Graves,1985: 11).

Al contrario que con la peste tebana, la actitud menecénica de estos jóvenes

no pocas veces no implica sino lo ilusorio de contrarrestar los efectos de un

contexto hostil y desamparante, al precio del mantenimiento de una escena de

enhebramiento mutuo desde la que buscan reparar un desamparo crónico que

no hace sino consolidarse.

Este mesianismo exacerbado implica además la extrema responsabilización

de lo que acontece en la configuración familiar, lo que acarrea acentuados

sentimientos de culpa. Situación que no solo los aleja de cualquier indiferencia

o distancia sino que además los obliga a mantener conductas de

hiperadaptación. Demasiado involucrados en transformarse en cuidadores

eternos están imposibilitados de consolidar procesos de exogamización y de

apertura, los que permanecen como una cuestión pendiente y problemática.

DE LA MODERNIDAD KEYNESIANA AL NEOLIBERALISMO

En la modernidad keynesiana el adolescente se apropia de un espacio

llamado adolescencia, o mejor dicho, no hay necesidad de distinguir entre

ambos, debido a que los procesos de construcción de subjetividad y el sostén

de espacios sociales, funcionaban armónicamente como procesos de entrada y

salida. De esta manera la adolescencia podía ser la salida de la infancia y la

235

entrada a la adultez, así como la adultez funcionaba como salida de la

adolescencia y entrada a la vejez.

Los espacios sociales etarios se correlacionan entre sí tanto como se

institucionalizan entre sí (Lewkowicz, 2004), situación que reflejaba la

integración entre la sociedad y sus integrantes. Adultez, infancia, adolescencia

eran espacios sociales y etarios donde distintos procesos subjetivos, familiares

y vinculares se integraban, se resignificaban entre sí y donde se obtenía un

meta-sentido: la vida tiene un destino, la sociedad mantiene una promesa y

entre vida y sociedad se apuntala el porvenir.

De esta manera sugiero que para que el adolescente libidinice un espacio

llamado adolescencia, el mismo tiene que estar previamente libidinizado

socialmente. Dicho de otra manera para que el joven practique política de

tanteo, tiene que pactarse socialmente una política y un borde social de tanteo.

Esta “dinámica “ social consensuada y preestablecida, expresa una idea

directan de ciudadanía y consolida simultáneamente el principio de

reciprocidad, que aunque siempre asimétrico (Kaës,1993) establece reglas

para el recibir y el otorgar. Situación magistralmente descripta, mejor que en

ninguna teoría política, en el concepto de moratoria psico-social del danés–

norteamericano Erikson (Maier,1980).

En tiempos de neoliberalismo las cosas cambian profundamente. El mercado

no necesita ni de destino, ni de promesa, ni de porvenir, sino de flujo libre de

capitales, globalización de información adecuada y controlada y ganancia

descontrolada de capital financiero (Forrester,2000). Se generan condiciones

para desapuntalar espacios sociales de porvenir y futuro, por lo que se pasa de

lo adolescente consolidado, a la pregunta sobre cómo se puede ser

adolescente .

Mientras que el adolescente de la modernidad keynesiana recorría el mundo

sostenido por un piso sólido bajo sus pies, el joven del neoliberalismo

(particularmente el de las clases populares y de clase media y media-baja) se

desplaza en puntitas de pie. En el primer caso, recibiendo el “impacto”

beneficiosos de adueñarse de un lugar social que lo reconoce, en el segundo,

ideando estrategias de supervivencia dentro de una subjetividad desconcertada

236

por ya no entender bien cuáles son las reglas de juego que le atañen. Las

mismas remiten tanto a la indiferencia como a la amenaza inminente102.

En tiempos de neoliberalismo todo aquello seguro y predecible se vuelve

inestable e inseguro, destruyendo una estructura básica de amparo que es

imprescindible para generar condiciones de seguridad ontológica, diálogo con

el otro e instauración de la figura del vecino en el ágora pública (Gómez, 2003).

La reunión familiar, otrora matriz de intercambio y de constitución de

subjetividad 103, pierde significación específica y pasa a ser un simple eco de

angustias y desesperaciones referidas al trabajo, el desempleo, las condiciones

económicas paupérrimas. Ya no se habla de temas familiares sino que no se

deja de mencionar a lo social. La familia pierde capacidad de poner borde al

mismo, el que invade permanentemente y frente al cual no hay capacidad de

transformación, augurando una subjetividad construida en torno a lo

transubjetivo y la persistencia transgeneracional.

Aquellos temas de otrora referidos al devenir estable, el cambio posible y el

mañana esperanzador, eran también la “agenda “ misma, el “menú” de la

modernidad keynesiana, substituidos ahora por lo catastrófico del presente. Ya

no hay menú ni “plato fijo”, revelando que el nivel de lo traumático encripta las

condiciones de homeostasis familiar.

Es por eso que entiendo que más que identificarse al adulto, los

adolescentes lo hacían al espacio adulto, que era proyectado, consolidado y

siempre enriquecido por los adultos. El padre, la madre, los abuelos o tíos,

revelan, comparten y transmiten insignias de adultez con sus hijos, nietos o

sobrinos, los que identificados a tal espacio reaseguran y devuelven el orgullo y

la seguridad de ser adultos.

Cuando estas insignias se hacen inubicables, están desvalorizadas o son

inexistentes, la adultez pasa de ser el centro del escenario social y etario, a

convertirse en la prueba más palpable y nítida de lo agobiante y absurdo que

es vivir en sociedad.

102 En la hermosa película brasileña “Estación central” la acción comienza con una escena donde un adolescente luego de robar, escapa corriendo .Una vez que es atrapado y a pesar de su :”no me mate ”, el policía lo asesina a quemarropa . Ejemplo terrible de una amenaza de muerte concretizada.

103 Esta perspectiva difícilmente será aceptada por el psicoanálisis clásico que parece suponer que la subjetividad se genera en espacios secretos, con cosas oídas al azar, espiando a los padres o con fragmentos deshilvanados de significantes .

237

La presencia de lo social se mantiene por re-identificación con el yo ideal

(Bleichmar,1981), estructura mental y social que se desenvuelve según

condiciones de rigidez, sentencia inapelable e indiscriminación empobrecedora.

Estas condiciones parecen ser la única solución ante una situación de violencia

e inseguridad (vivencia de catástrofe inminente) a la que se anhela reaccionar

con políticas de fuerza y brutalidad expeditiva. Tomemos como ejemplo lo que

conversaban G. y P. (varones) :

G.- Mi primo mató a alguien por defensa propia .En Cerro Norte son

todos malandras . Cuando mataron a “Gustavo de A.” que era mi primo,

como era amigo de “Rambo”, éste mandó a matar a cinco. Es una

mafia. Tengo otro primo menor que yo que anda con 2 revólveres.

P.- Yo tengo amigos rapiñeros, por éso sé.

Estos procesos parecen involucrar mayoritariamente a grupos sociales

pobres y empobrecidos. Se podría decir que en las clases privilegiadas la

situación de los adolescentes no se ha modificado, pero mantengo mis

reservas al respecto. Situaciones como la de los enclaves fortificados y lo que

llamo guettización urbana, revelan intentos vanos de constitución de

microsociedades, que no hacen sino facilitar el incremento de conductas

adictivas y paranoicas, elevadas tasas de transgresión y subjetividades de tipo

psicopático, que más que asegurar continuidades, marcan e inauguran

decisivas discontinuidades que deben ser objeto de una investigación

específica (Caldeira,2000).

ACERCA DE LO SOCIAL QUE DES-ADOLESCENTIZA

Creo que es importante señalar cómo la problemática neoliberal de la

exclusión ininterrumpida, se puede relacionar a la generalizada sensación por

la cual parece que no todos tienen lugar en la sociedad. Se impone así un

imaginario que denomino sociedad escasa, por el cual para que pocos estén

incluidos muchos deben mantenerse excluidos.

Ser adolescente se transforma así en un problema y una situación de

urgencia, por la cual no se sabe muy bien qué hacer ante el mismo. Este

drama confluye en lo que presenté como desvanecimiento del orgullo familiar.

El orgullo familiar hacia el hijo adolescente refiere a una cualidad emocional

poco descripta, en relación a una expectativa de que aquél desatienda

238

mensajes familiares tradicionales, ocasionando un tiempo de ruptura desde el

cual sostener un proyecto alternativo y personal.

Esta ruptura previsible se anula por otra ruptura imprevista: el

desvanecimiento de tal orgullo, que afecta ese tiempo de experimentación,

substitutuido por tácticas urgentes de supervivencia. Esta “anti-moratoria”

implica la imposibilidad de seguir sosteniendo la adolescencia como espacio

“ancho y generoso”, desde el cual los jóvenes experimenten y transformen su

adolescencia como objeto psíquico a construir y compartir.

El mirar “tolerante” se substituye por un mirar “exigente” que puede ser

también mirada despreciativa o indiferente. Se hace obviamente más fácil, así,

que el adolescente fracase, más fácil que decepcione, más fácil que se sienta

desvalido y desamparado.

Aquél espacio social asegurado para desplegar inquietudes, búsquedas y

ansiedades se substituye por una insistencia (que no es nada loca) por

mantener buena escolaridad, encontrar un trabajo y –más importante aún-

resignar aspectos conflictivos y de rebeldía. A la exclusión ininterrumpida se

responde con un intento de inclusión exacerbado, debido a la escasez y la falta

de oportunidades.

Se configuran situaciones de sobreadaptación e inseguridad desde las

cuales se pierde la oportunidad de auto-reconocimiento y continuidad

existencial. La adolescencia como capacidad para integrar experiencias

complejizantes de la subjetividad se substituye por la sensación de que cuanto

más adolescencia se tenga, más prevalece lo confuso.

De esta manera, en el material analizado, se hace imposible generar

protesta ante situaciones injustas o absurdas, lo que junto a cierta resignación,

lleva al convencimiento de que no se puede reclamar ni pedir, porque no se

tiene derecho a nada. No hay rabia, no hay bronca, no hay confrontación,

básicamente, no porque falten los elementos para confrontar, sino porque no

hay a quién confrontar...

Es la culminación de la sociedad neoliberalizada, donde no hay a quién

acudir ni quejarse, no hay a quién discutir ni hay a quién pedirle cuentas. Las

cosas son como son, exacerbadamente anonimizadas y recurrentemente

trágicas. Cuadro de desciudadanización extrema unido al sufrimiento

inconfesable de ser adolescente, sinónimo ahora de desamparo pronunciado.

239

Se van afirmando irremediablemente situaciones que denomino social y

familiarmente regresivas, por lo que se pierde la oportunidad de que la

adolescencia sea una escena anhelada, productora de una actividad

epistemofílica (Klein, 2003) inaugurando un proyecto de cambio y de vida.

En su lugar surge lo loco y lo desconcertante, como una matriz donde lo

social y lo subjetivo se relacionan ya no por diferenciación, sino por extremo

sincretismo (Bleger, 1967), incentivado por situaciones de catástrofe de las que

Lewkowicz indica:

si el trauma es el impasse según la lógica que trabajosamente repone

en funcionamiento los esquemas previos y el acontecimiento es la

invención de otros esquemas frente a ese impasse, la catástrofe induce

a una resta pura de ser, una especie de disolución en el no ser, en este

sentido la catástrofe es una dinámica que produce desmantelamiento

sin armar otra lógica equivalente en su función articuladora, la causa

que desmantela no se retira, esa permanencia le hace tope

irremediablemente a la composición traumática...no hay juego sino

sustracción, mutilación, desvastación (...) las marcas que ordenaban

simbólicamente la experiencia ya no ordenan nada tal vez ni siquiera

marcan (Lewkowicz,2004: 154).

De esta manera lo que ya no ordena en el orden de lo subjetivo –aunque sí

marca, y mucho- se refiere a los padres agobiados, la institución metonimizada,

la desciudadanización y otros, que contribuyen a generar estructuras mentales

donde lo impensable y lo innombrable ( en forma de psicofobia ) substituyen a

lo conflictivo y elaborable.

El mismo autor agrega: “no pasamos por una configuración a otra sino de

una totalidad articulada a un devenir no reglado” (idem: 150), por lo que pienso

que el social que permite la adolescencia como un sólido, ha dado lugar a otro

donde las figuras etarias -generacionales toman forma de devenir errante (lo

que retomo más adelante como figura de emigrantes internos).

Sin embargo hay otra dimensión que debo destacar en el vínculo actual

entre la sociedad y sus jóvenes, aunque no esté directamente referida al

material investigado. En este vínculo que hipotetizo los jóvenes vuelven a

240

reencontrar un sentido social, pero esta vez del lado de la muerte y no de la

vida, cumpliendo una función de jóvenes garantes:

cuando en una generación después de un traumatismo que puede ser

(...)cualquier tipo de experiencia traumatizante no se hace el trabajo de

elaboración psíquica, resulta en consecuencia el clivaje que va a

constituir en las generaciones ulteriores una verdadera prehistoria de

la historia personal (Tisseron,1997: 18).

Esta observación es inseparable de la vergüenza, admitida o no, de unos

padres que no solamente están agobiados o son indiferentes, sino que se

sienten también en falta con respecto a sus hijos (Volnovich,2002). Esta falta

surge de esa diferencia entre aquéllo mucho que se recibió de los antecesores

y las “migajas” que se transmite ahora a los sucesores.

Acota Tisseron (1997) cómo estos descendientes pueden llegar “ a percibir

en si mismo sensaciones, emociones imágenes o potencialidades de acciones

que le parecen bizarras y que no se explican por su propia vida psíquica o por

su vida familiar (Tisseron,1997: 18). Situación que recuerda a esas sombras,

ruidos o silencios, apariciones y premoniciones que pueblan el mundo mental

más clandestino de estos jóvenes, configurando una clínica de las catástrofes

sociales, imbricada a una dictadura y una situación social aún no resueltas.

De esta manera creo que efectivamente la sociedad se ha visto sacudida por

situaciones de catástrofe que han impulsado enormes mutaciones vinculares,

familiares y subjetivas, sin que correlativamente se pudiera hacer el duelo

imprescindible. Así han quedado sin duelar el pasaje de la modernidad

keynesiana al neoliberalismo; de la sociedad amplia a la sociedad escasa; de la

ciudadanía posible a la desciudadanización amenazante; de la impunidad

dictatorial a la situación irresuelta de las violaciones cometidas a los derechos

humanos .

Todo esto acarrea un clivaje entre lo decible y no decible; entre lo pensable

y lo impensable, con la consiguiente imposibilidad de hacer un duelo

imprescindible para aceptar los cambios y tramitar desprendimientos que

complejicen lo psíquico.

241

Al mismo tiempo, la imposibilidad de hacer duelos pertinentes para aceptar

la situación social tal como se manifiesta hoy en día, encierra la esperanza de

que si ese duelo imprescindible no se realiza, será posible retornar a ese

modelo social al cual aún se anhela y por el cual se siente intensa nostalgia.

Debo aclarar, en tal sentido, que la sociedad escasa puede ser entendida no

solamente como una temática de la escasez, sino también del exceso No sólo

no hay lugar para todos sino que además la mayoría sobra. A estos sobrantes

se les pide que se sacrifiquen por los demás haciéndoselos aparecer como el

obstáculo para poder retornar a aquélla sociedad que cuidaba y protegía .

Este “sacrificio de si” plantea entonces, que si con la desaparición de los

sobrantes se restablece (ilusoriamente ) la sociedad amplia, se trata entonces

de que los mismos se desciudadanicen lo suficiente para que puedan

desaparecer sin despertar culpas o escándalos. Las opciones son varias:

emigración, erradicación, desaparición real y/o simbólica .

Integran el grupo de los sobrantes varias capas de población y entre ellas la

de los adolescentes cuya extinción (simbólica y/o real ), parece demostrar que

el exceso se elimina y que la impureza se purifica .

La política del sacrificio es inseparable de la política de expiación practicada

por la cultura neo-evangélica y tanto en uno como en otro caso, la obligatoria

reanudación permanente de ese ritual lleva a consolidar, social y

subjetivamente, una siniestra compulsión a la repetición. Aunque estos rituales

puedan llevar a la negación de estos sucesos catastróficos, tal situación es

transitoria porque casi es de perogrullo aclarar que el suceso catastrófico

permanece allí intacto, con lo que el ritual renueva tanto como anula, ese

imposible orden social “recuperado”.

FRAGILIZACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE MEDIACIÓN

Esta compleja situación no puede sino repercutir en una fragilización de las

estructuras de mediación (Missenard,1991) y de pasaje (Dolto,1990), de forma

tal que ya no se sabe cómo pasar de la niñez a la adolescencia, del adentro

familiar al afuera social, de las estructuras que reaseguran a otras que exigen

desafíos y crecimiento.

Se pierden puntos de anclaje sólidos que son substituidos por un continuo

devenir que incentiva los sentimientos de inseguridad, falta de autoestima y

242

desvalorización, con lo que finalmente se pierde otra estructuras de mediación :

la del adolescente con su adolescencia.

Estas estructuras de pasaje que se asientan en lo social, lo familiar y lo

subjetivo al mismo tiempo, pueden ser pensadas como un conjunto que une y

articula, otorgando un sentido solidario, de manera tal que su extinción afecta a

todo lo que vincula .

Creo que existen tres estructuras de mediación que se fragilizan :

1. El adolescente con su adolescencia

2. El adulto con su adultez

3. La ciudadanía con la matriz social.

acentuándose así procesos de indiscriminación y regresión.

De esta manera la familia pasa, de espacio que garantiza el

acompañamiento a otros vínculos, a cerrarse sobre sí misma ( escena

congelada–de enhebramiento mutuo). La subjetividad ya no experimenta júbilo

sobre sus posibilidades, sino que cercena las mismas en configuraciones como

la del mesianismo exacerbado, que hacen del adolescente un extraño para sí

mismo. Y en lugar de sociedad sosteniendo una promesa, se consolida la

decepción y el desarraigo de la exclusión, como forma de patologización del

ideal (Enriquez, 2001).

Una consecuencia es que el “la sociedad me necesita” de la modernidad

keynesiana, se substituye por el “cualquiera es reemplazable“ del

neoliberalismo, trazando un extraño imaginario representado por una máquina

social que parece funcionar sola acompañando el anonimato del mercado, e

integrada por esa sumatoria de “engranajes” que substituyen a la acción

“ciudadana”.

De esta manera las estructuras de mediación se transforman en estructuras

de exigencia con las que no pueden negociar, teniendo como reverso el

desfallecimiento que desarticula certezas estructurantes destacando en su

lugar vivencias de agobio y desconcierto. Como decía L : “no sé si voy a volver

a ser normal...”

CATÁSTROFE SOCIAL-CATÁSTROFE PSÍQUICA-FIGURAS DE MEDIACIÓN

La catástrofe social que propicia y en la que se asienta el neoliberalismo,

genera un conjunto semántico-vincular en torno a distintas figuras

243

contrapuestas: víctima-victimario, responsables- desresponsabilizados, lo que

a su vez se articula en la catástrofe psíquica de un funcionamiento mental que

pasa a funcionar a predominio binario, con anulación del preconsciente con su

imprescindible función ligadora-desligadora. De allí el predominio del yo ideal a

expensas del ideal del yo, correlativo a nivel social de la valoración de la

sentencia neoevangélica en perjuicio de la cultura dialogante (Bleichmar,1981)

En estas condiciones no se pueden sostener las figuras de mediación,

figuras terciarias por excelencia, que operan como continente o meta-

continente del resguardo social y el resguardo psíquico. Su valor radica en

que son estructuras de transcripción, tanto como de equilibrio y soporte. En su

lugar surgen las figuras de lo perverso omnipotente: el diablo, el impune, el

corrupto, el “dealer”, el “atorrante” ; o las figuras de la extrema debilidad: los

jóvenes, el desclasado, el desempleado, el excluido cronificado, el propio

Estado

De esta manera se facilita el “ataque” a estos segundos ya que el marco de

protección estatal está abolido al ser el mismo Estado atacado y colocado en el

“banquillo de los acusados”, por un neoliberalismo que no tolera ningún tipo de

regulación que no sea la de la ganancia.

Las figuras de la compasión y la tolerancia se atenúan a favor de una

identificación con el agresor ( desgraciadamente tan multiplicada en nuestros

días...) por la cual se consensua el : “si le pasa, es porque se lo merece”. Ese

enunciado era ya muy claro en la época de la dictadura, ante el arresto y

desaparición de ciudadanos y no lo es menos en una sociedad que elogia cada

vez más a gobiernos de “mano dura” y a una policía fuerte y decidida 104.

Es una operatoria extrema de la disyunción: “él no tiene nada que ver

conmigo”. El “o yo o el otro” tanático se impone, con lo que la posibilidad de

conjunción desaparece (Kaës,1984). Desde el momento en que el

neoliberalismo se estructura en un “afuera” absoluto y un “adentro”

impenetrable, la disyunción se perfila como basamento estructural de él.

En el “afuera” están los que se lo merecen, aquellos que pasan a ser

“responsabilizados” por ser lo que son (pobres o perdedores en la escala

social) agrupables bajo el común denominador de los “inexistentes “ o los

104 El horrendo episodio de la muerte reciente de un brasileño a manos de la policía británica lo ejemplifica.

244

“invisibilizados”. Al ser mantenidos en ese “afuera” ya no se busca ni

reintegrarlos, ni educarlos, sino que la sociedad se “depura” de ellos . El uso de

una palabra clave en los planes de extermino nazis no es ninguna casualidad...

Por el contrario el “adentro” es la velocidad del Mercado, los que son “signo”

y se distinguen, aquéllos protegidos (o que se creen protegidos) viviendo en

fortificaciones amuralladas .

Creo que en definitiva ninguno de los dos hace lazo social. Los de “afuera”

por un proceso de desciudadanización insidioso; los de “adentro” porque no

viven en la sociedad sino en micro-experiencias utópicas y aislantes. En los

dos casos la sociedad es un espacio “escaso”, y más que escaso, siempre

insuficiente.

La respuesta al lazo social insuficiente es la Máquina: como si fuera una

especie de maquinaria casi perfecta se introduce la idea de que la sociedad es

un ensamblaje que auto corrige sus errores y descarta imperfecciones

(Klein,2005:120) .

Desde allí nada hay que justificar y creo que Habermas (1987) se equivoca

en describir al capitalismo tardío como preocupado en fortalecer su legitimidad.

Pero el que no se equivoca es Castoriadis (1982), al mostrar cómo en la

sociedad actual la dimensión de lo instituyente se pierde a favor de lo instituido:

el sujeto nada puede frente a una estructura-máquina-mensaje que lo precede

de forma acabada y lo forma y /o manipula a su antojo.

Mientras que la cultura, desde la modernidad keynesiana, se jugaba en el

hecho de ser transmitida y actualizada, desde el neoliberalismo se asienta en la

repetición y el “siempre lo mismo” . Esta cultura:

que se considera capaz de reproducirse en forma virtual a sí misma, es

inseparable de aspectos paranoicos: todos somos controlados tanto

como ninguno es necesario, lo que es proporcional a lo incomprensible

de los cambios sociales que ocurren(...) Esta conjunción de sucesos

desgraciados y crisis irreversibles hacen que lo impensable encuentre un

tope a partir de lo cual se hace urgente encontrar una explicación de lo

que está sucediendo, por más que subsista un sentimiento difuso de que

nada o nadie puede explicar la dimensión de catástrofe que predomina.

Es el punto en que surge la figura del chivo expiatorio: el joven se hace

245

cargo de la amenaza, violencias y ominosidades con las que se intenta

rescatar un sentido perdido e inaprensible (Klein,2004: 121).

Cuando no sostiene un resguardo fiable para el crecimiento de sus

integrantes, el conjunto termina por buscar un chivo expiatorio, atacando al

más frágil. El adolescente entra así en un extraño ritual de muerte por el cual

aparece como necesario su sacrificio, para conservar cierto ilusorio equilibrio

social. En algunas ocasiones los sacrificios son personales, en la mayoría, lo

que se sacrifica es la propia adolescencia...

Esta situación catastrófica implica que el adolescente se ve en la necesidad

de replantearse su cotidianeidad, la que pasa a sobresalir en términos de

“supervivencia “. Y punto paradojal, cuanto más tendría necesidad de recurrir a

un psiquismo transformador más este psiquismo se revela en situación de

“insolvencia”.

De esta manera parece que el dilema que se va perfilando es, o caer en una

situación de desvalimiento extremo, o anular lo adolescente de sus vidas, como

estrategia mínima de resguardo del psiquismo.

LA EXPERIENCIA DE LO QUE ES ADOLESCENTE

Así, el aparato psíquico pasa a constituirse también según el modelo de una

máquina, por prevalencia del punto de vista económico. Es una subjetividad

que se ve a si misma en términos de incremento de la tensión de necesidad o

descenso de la tensión de necesidad. Las cosas se experimentan en términos

de tormento, agobio y recelo, por lo que la experiencia del adolescente como

conquistador, jubiloso y explorador se opone a la del adolescente como raro,

avergonzado y aislado.

La violencia de este tipo de adolescencia se completa bajo los signos de la

amenaza, lo amenazante y lo amenazador. En este punto considero

fundamental las ideas de Jeammet con respecto a un cuadro de vulnerabilidad

psíquica, “expresión de una dificultad del aparato psíquico a tener un rol

esencial de adaptación del sujeto al doble registro de sus necesidades y deseo

y de la presión del entorno” (Jeammet,1996: 173):

246

Es un funcionamiento mental cuyos rasgos esenciales señalan la

potencialidad desorganizante del fantasma inconsciente, falta de

eficacia del trabajo del preconciente, debilidad de los mecanismos que

participan en el trabajo de elaboración y de contención psíquica(...) El

objeto se presenta como perturbador y atacante (Klein, 2003: 137).

De esta manera, prácticamente todo lo que es la descripción clásica del

psicoanálisis del adolescente parece derrumbarse. Se pierde la dimensión de la

resignificación de Kancyper (1992), la llamarada del júbilo de Urribarri (1990), la

posibilidad de confrontación de Winnicott (1972), la anticipación de Piera

Aulagnier (1991) y la labor del re- equilibrio pulsional de Hanna Freud (1985).

En su lugar se destaca una estructura desorganizada y desorganizadora y la

conmovedora necesidad de un otro-doble, a veces proporcionado por lo

fraterno, buscado para poder conjurar la presencia de lo extraño. Doble que

es además prótesis psíquica pues piensan y sienten a través del otro. Dato que

re -dimensiona el grupo de pares ya no como simple lugar de identificaciones

( lo que tiene que ver más con el proceso secundario), sino como evitación del

estar a solas realizando entre todos un ritual que haga desaparecer lo extraño y

lo aterrorizante.

Aquella guerra de la dictadura se continúa en la guerra de los padres por

sobrevivir y en la guerra que ellos mismos mantienen -nunca declarada y

apenas percibible- contra un enemigo extraño, capaz de surgir en cualquier

momento y en cualquier lugar.

Al romperse el contrato narcisista ( Aulagnier,1975) de ciudadanización y de

clase media estable, estos jóvenes pasan a estar a la deriva expresando un

estado fluido ( Lewkowicz,2004) por el cual no es que estén fuera del lazo

social del trabajo y la educación, sino que por momentos no están en ningún

lugar.

He hablado del enfoque erróneo de la llamada deserción liceal, acentuando

el hecho de que en realidad la misma responde a que se han agotado las

estructuras de recepción y pasaje. Una consecuencia es que se trata de

estudiantes que están en situación permanente de dar exámenes, solidificando

una situación inagotable de endeudamiento.

247

La adolescencia ya no se resuelve en instancias de negociación, como es

propio de la moratoria de Erikson (Maier,1980), sino en una exigencia de

endeudamiento atormentante que se cronifica y eterniza. La experiencia de los

estudios es deber materias, la experiencia de lo familiar es deber lealtad, la

experiencia de lo cotidiano es endeudante .

Desde el liceo existen pocas posibilidades de que se genere un diálogo, por

una acentuación de una vertiente metonímica que lo vuelve un instituido com

dificultad para dar paso a lo metafórico. Con ésto, el liceo no genera

condiciones por las que, desde y por su presencia, se verifique cambio o

impacto psíquico en el adolescente que lo transita. No hay apuntalamiento

psíquico en la institución ni la institución se apuntala en él, dentro de un

proceso de desapuntalamiento maximizado, que conlleva a un mínimo de

actividad psíquica.

Lo neurótico, la formación de compromiso, el síntoma se substituyen por

experiencias de lo ominoso y lo extraño. De allí que he intentado delinear un

marco terapéutico que me parece más apto para este tipo de construcción de

subjetividad.

En este punto la observación de Kaës (1993), referida al grupo como una

exigencia de actividad psíquica se vuelve relevante. Exigencia, no en el sentido

de lo obligatorio, sino en el sentido de lo posible y la posibilidad. Pasar de un

aparato psíquico en desmoronamiento a un aparato psíquico con

posibilitamiento de un borde que al instaurar diferencias fundamentales

(adentro–afuera; psíquico–no psíquico; fantasía-realidad; yo-superyo), permite

alentar procesos intersubjetivos de transformación.

ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA

Lo anteriormente expuesto no puede sino hacer reflexionar sobre los

modelos que llamo tradicionales o “clásicos” del psicoanálisis de adolescentes.

Los mismos se caracterizan básicamente por los siguientes elementos:

- marcado acento de lo intrasubjetivo;

- preferencia por referentes teóricos simples;

- descuido de factores sociales;

- confusión entre pubertad y adolescencia o adolescencia y juventud, o

adolescente y adolescencia;

248

- exagerado acento de lo des-contextualizado, planteando un modelo “tipo”

de adolescente engarzado a un modelo “tipo” de sociedad;

- establecimiento de la subjetividad sobre valores sólidos, incambiables,

siempre encontrables .

Por mi parte me inclinaría por un nuevo modelo en el que se pudiera

contemplar:

- adecuación de una perspectiva vincular y transubjetiva;

- incorporación de referentes teóricos complejos y complejizantes;

- trabajo sobre variables sociales, figuras de mediación y formaciones

bifásicas;

- discriminación precisa entre adolescente, adolescencia, juventud y

pubertad;

- contextualización adecuada de circunstancias, hechos y problemáticas

sociales;

- forjamiento de nuevas teorías que den cuenta de una construcción de

subjetividad asentada en procesos de ciudadanización en “cuarentena”,

psiquismo “desmantelado” y un “fluido” como presencia efectiva.

Creo que las referencias adolescentes que surgen ya no son estrictamente

etarias ni generacionales, valores sólidos por excelencia. En su lugar parece

surgir:

1) un modelo fluctuante.

2) un modelo de migración interna.

1) El modelo fluctuante busca establecer que ya no se trata de delimitar las

formas de cómo transcurre la adolescencia, sino que se vuelve imperioso

establecer cómo se entra y cómo se sale de la misma, lo que he presentado

como estructuras de bienvenida y estructuras de despedida. Es decir, clarificar

cómo se establece el entramado que augura adolescencia y las obstáculos que

hacen imposible adolescencia .

En el psicoanálisis clásico las coordenadas témporo-espaciales se daban

como establecidas e introyectadas (a través del crecimiento). Hoy lo que

impera es una “desorientación” que indica que no existen rumbos precisos ni

preestablecidos.

Probablemente el sujeto esté más a merced de sí mismo, o en un encuentro

249

con el otro (Otro) que remite a situaciones inéditas. Sólo que es un exceso de

lo inédito, contrapuesto a un inédito estructurante que siempre suponía

implícitamente, un marco de no-cambio que acompañaba y apuntalaba el

cambio. Hoy el marco es tan cambio como el cambio mismo.

2) El modelo de migración interna busca complementar al anterior,

destacando la sensación de extrañeza ominosa que despierta el adolescente

en su sociedad. Siempre presente “algarabiosamente” en discursos políticos y

sociales, es ignorado u olvidado en prácticas y realidades sociales que no

fomentan sino procesos de desciudadanización que lo convierten en un

inmigrante de su propio país.

Esta relación entre la adolescencia y lo emigrante ya ha sido sugerido:

Para dar una idea de lo tormentosa y agitada que puede ser la

adolescencia, ese largo tránsito de la infancia a la adultez, se la ha

comparado a la de un emigrante que, en un barco sacudido por las

tempestades, va haciendo lentamente su camino hacia el Nuevo Mundo

(Grinberg,1984: 91).

Al igual que el emigrante, el adolescente pasa por una situación combinada

de pérdida de derechos, exilio y desarraigo. Si para el emigrante ese impacto

es su tierra de destino, para el adolescente es la adolescencia la que se ha

vuelto impactante.

En ambos casos, además, se percibe pérdida de funciones yoicas

(transitorias en el emigrante [Grinberg, 1984]), que hacen urgente que se

busquen nuevas formas para sobrevivir y reorganizarse. En definitiva así como

el emigrante, el adolescente siente que se enfrenta a un desconocido que

resiste la posibilidad de ser conocido, estando expuesto a procesos

regresivantes (idem).

En definitiva la adolescencia como aquél espacio- tiempo- marca privilegiado

sucumbe, con lo que se desmembran experiencias sociales, familiares y

subjetivas, que se mantenían integradas y resignificadas desde aquélla. Este

“puzzle sin un modelo para armar”105 erradica necesariamente entonces el

conflicto como instancia de mediación y formación de compromiso. Por el

105 Título de uno de mis libros: “Adolescencia: un puzzle sin modelo para armar” (2004).

250

contrario aquél puzzle “con modelo para armar”, implicaba la posibilidad de

tomar al conflicto como oportunidad de crecimiento, funcionando el aparato

psíquico como continente del conflicto.

De esta manera el aparato psíquico se mantenía auto-apuntalado y

catectizado (“alimentado”) por sí mismo, estableciendo comunicación y

diferencia entre sus instancias constitutivas. Este modelo de aparato psíquico

es probablemente adecuado a la modernidad keynesiana, donde subjetividad y

psiquismo se corresponden y correlacionan de forma trófica .

Pero en tiempos de neoliberalismo la subjetividad que aparece es otra,

caracterizada por el aplastamiento o “untergäng” del aparato psíquico

(Bleichmar,1997). La problemática del vacío, substituye la de la formación de

compromiso y en definitiva subjetividad y psiquismo creo que se vuelven

antinómicos. La condición de supervivencia de subjetividad es el

empobrecimiento (o forma de expulsión) del aparato psíquico, lo que redobla el

imaginario neoliberal : todo espacio se constituye por expulsión irreversible de

algo-alguien.

El aparato psíquico no está en realidad ausente sino empobrecido. Una

expresión de su empobrecimiento es que se substituyen estructuras que se

basan en el conflicto, por otras que se basan en el consenso o la sentencia. Así

se constata una actividad sobresaliente del yo ideal junto a un super- yo de tipo

sádico (Klein,1997b). Estos elementos confluyen en fragilizar el tránsito por la

vida, con lo que en el proceso de crecimiento pasan a predominar vivencias

atormentantes e inquietantes.

La mente como espacio de integración y recepción de noticias del mundo

interno ( Bollas,1991), es desapuntalada y confinada a una situación de borde,

donde lo desastroso está presente substituyendo al júbilo (Urribarri,1990) cada

vez más convertido en una situación infrecuente.

Hay que tener en cuenta que el neoliberalismo inaugura una experiencia

social sin antecedentes. El lazo social se angosta y excluye: no todos forman

parte de él, o mejor dicho, sólo una minoría tiene derecho a él. Lo adolescente

queda relegado a ser sumatoria de situaciones y ya no estrictamente período

etario .

Situación que remite a la hipótesis central de esta investigación: se trata de

pensar lo inaudito de un estado de adolescentes sin adolescencia. Entiendo

251

adolescentes - sin adolescencia no como una antinomia sino como un concepto

- umbral en el sentido de que, “hay nociones, conceptos, categorías (...) que

requieren una experimentación para determinarse en la experiencia que

inician, por eso quisiera llamar palabras-umbral a estas categorías, conceptos

o nociones (Lewkowicz,2004:151).

De esta manera no me interesa destacar un inexistente ( pues sin duda

existen aún adolescentes con adolescencia), sino la consolidación de

condiciones que hacen viable este imposible.

REPASO DEL MARCO TERAPEUTICO DE TRABAJO

Propongo entonces como estrategia terapéutica la consolidación de lo

mental (Bollas,1991) como estructura de mediación fundamental entre el

aparato psíquico y el mundo externo y entre psiquismo y subjetividad. Tomo

mente como una posibilidad de subjetividad que no es en sí aparato psíquico,

sino estrategia de funcionamiento mental caracterizado por la consolidación de

un self genuino (Bollas, 1991), calmo e íntegro .

Si considero al conflicto como correlativo al aparato psíquico, es porque

simultáneamente creo que existe un marco –lo mental- como fondo silencioso

de calma y tranquilidad. De alguna manera se relaciona al hecho de que la

interpretación tiene como marco-fondo también un silencio elaborativo.

Me parece importante señalar, desde el material presentado, un cambio

substancial operado desde el neoliberalismo en lo que respecta al grupo

terapéutico. Mientras que en general los grupos adolescentes traían -en

tiempos de modernidad- una experiencia que podíamos denominar traumática,

en tiempos de neoliberalismo la experiencia que se consolida es de tipo

catastrófica (Lewkowicz, 2004).

Por traumatismo refiero una situación capaz de sufrir algún tipo de

transformación, es decir un proceso de nominación y comprensión. Por el

contrario, lo catastrófico remite a una situación innombrable e impensable.

Esta idea se complementa con lo que Lewkowicz (2004) menciona como

estado fluido propio del neoliberalismo, propiciante de una subjetividad sin

anclajes sociales ni basamentos narcisistas categóricos.

De allí la importancia de un encuadre que facilite condiciones de lazo social y

en el cual se verifique diferencia, si los integrantes acuden o no al grupo. Me

252

refiero a la necesidad de mantener una actitud atenta y continua basada en la

preocupación por la presencia y no sólo en la tolerancia a la ausencia ( que era

el modelo de trabajo que sostuve durante mucho tiempo). Tiene que haber una

diferencia entre estar o no estar en el grupo, relacionada a una verdadera

marca de integración al mismo, inseparable por otra parte de su dignidad como

seres humanos.

Y tal vez “ marca” en el grupo sea aún insuficiente, teniendo que añadir una

dimensión más “espesa” y sólida, si tenemos en cuenta la dimensión de lo

anulado social que estos jóvenes portan. Quizás esa es la primera operativa

terapéutica: transmitir la absoluta seguridad de lo fundamental de su presencia

en el grupo, ayudarlos a sentirse integrados al mismo, “quebrando” ese

instituido social por el cual se transforman en expulsados.

Por eso me he referido a metáforas mucho más concretas, de tipo corporal,

(abrochamiento, injertamento) para referirme a estos procesos de “entrada” y

“bienvenida” al grupo. Como señala Galende (1997) se hace fundamental,

como estrategia en salud mental, la posibilidad de integración a un colectivo,

en este caso, el grupo terapéutico. El hecho de que esto se logre ya es un

logro, cosa que antes se desdeñaba o no se tenía en cuenta.

Desde el modelo terapéutico propio de la modernidad keynesiana, existían

condiciones institucionales precisas que efectivizaban la transformación del

consultante en paciente, ubicado rápidamente de esta manera, en lo medular

de lo terapéutico. Por el contrario, hoy nos encontramos trabajando con

adolescentes que por momentos son pacientes y por momentos no. Como

están dentro del grupo, están fuera del mismo, lo que es una situación

inevitable, ya que ésta es la experiencia que tienen de cómo estar en las cosas:

adentro y afuera.

Por eso es insuficiente hablar del movimiento intra familiar al afuera familiar,

o pensar lo terapéutico como pasaje de endogamia a exogamia . No se trata de

experiencias de pasaje sino de borde. Viven en los bordes de la familia;

sobreviven en los bordes institucionales; se parapetan en los bordes de la

adolescencia. Desde ese borde de grupo inevitablemente una parte de ellos

estará atenta al adentro, mientras que otra lo estará a un afuera del cual no se

pueden desprender totalmente.

253

Para Kaës (1993) el sujeto de grupo precede e interactúa con el sujeto del

inconsciente, pero no creo que siempre sea así. En estas situaciones que

describo hay algo de los conjuntos que no precede, sino que es simultáneo al

sujeto. Desde la cultura de los padres agobiados no hay dimensión temporal:

pasado-presente-futuro, solo hay presente “devorado” por la batalla de la

supervivencia, con lo que al hijo se le quitan posibilidades de establecerse

como heredero y sucesor, reclamado en una tarea de ayuda, sostén y cuidado

de sus padres.

No obstante, como ya indiqué, rescato una idea kaeseana fundamental: el

grupo como exigencia de trabajo psíquico, expresada en una múltiple actividad

re-enigmatizante, en la cultura dialógica y en el aparato mental (Grinberg,1986)

de los terapeutas. De esta manera lo indecible se va transformando en decir; lo

impensable en representaciones diversas; lo innombrable en comunicaciones

complejizantes, generándose, además, la elaboración de la capacidad para

soportar la angustia.

Debo confesar incluso que encuentro estas tres categorías de lo indecible,

lo innombrable y lo impensable, mejores descriptores de la situación de

subjetividad adolescente, y de lo qué puede suceder en el proceso terapéutico,

que las categorías de inconsciente, consciente, manifiesto y latente ...

De esta manera creo que es necesario explicitar, para terminar, una

hipótesis que he mantenido implícita a lo largo de esta investigación: suponer

que aun desde un grupo terapéutico, estos adolescentes son una muestra

fiable para extender una serie de hipótesis a un marco más amplio de

adolescentes.

Mi respuesta al respecto es positiva, pero aún así es una hipótesis de trabajo

que se deberá ratificar o rectificar con otras investigaciones. De cualquier

manera hago notar que en los motivos de consulta de estos “pacientes” poco

hay de patológico. Síntomas somáticos, conflictos en los vínculos familiares,

ansiedad, trastornos de conducta, en mayor o menor grado aparecen en todo

adolescente. Que no se expresen, no quiere decir que no estén, sino que se

ocultan en lo que he definido como self clandestino.

Asimismo obsérvese que los ítems de composición familiar, ocupación y

rendimiento estudiantil que presento en el capítulo sobre contextualización de la

investigación son similares a los de otros jóvenes que no demandan atención

254

terapéutica. Como el mismo informe de la Clínica Psiquiátrica observa, son datos

esperables de acuerdo a la proveniencia de clase media, clase media- baja de

esta población.

Asimismo las observaciones que realizo sobre el proceso terapéutico de este

tipo de grupos, me parece que sugiere que en éstos, más que trabajar sobre

patología y síntomas, se trabaja más, mucho más, desde subjetividad y

construcción de subjetividad (Galende, 1997). Es decir, creo que acompañamos

el proceso de subjetivación adolescente, en el sentido de que, al contrario de lo

que se piensa generalmente, estos jóvenes no consultan necesariamente por una

patología de lo adolescente, sino por una dificultad de atravesar y elaborar el

proceso adolescente, especialmente frente a los desafíos que, como he indicado,

están determinados por el contexto neoliberal.

Así aparece como rasgo predominante, sean o no “pacientes”, el paradojal

ocultamiento de su parte adolescente la que aparece entremezclada a objetos

inquietantes y situaciones amenazantes que difícilmente pueden albergar. De

allí que he señalado al grupo como un espacio posible de re-adolescentización.

La configuración familiar no está ausente de este proceso. Acusados no

pocas veces de bandoleros, vagos, indolentes y descuidados, estos jóvenes

nos revelan su ansiedad por reencontrar un ideal de familia que sin embargo se

les muestra esquivo. No pocas veces constatamos transferencialmente así la

pregunta sobre cómo hacer familia desde el grupo.

De esta manera, y como conclusión final, diré que creo que el neoliberalismo

(permítaseme lo banal del término) es una “bomba de tiempo”. Desde la

cotidianeidad, los vínculos, los entramados sociales, “explota” en distintas

formas de anomia, conductas graves, violencia extrema, drogadicción u otras.

De allí que no es poca cosa preguntarnos sobre qué tipo de sociedad estamos

creando, acentuando nuestra responsabilidad al respecto. Al mismo tiempo me

interrogo qué implica esta situación desde la asistencia social, los sistemas de

salud y salud mental y educación: ¿cómo debemos modificar y adaptar esos

modelos y prácticas de trabajo?. Otro desafío se refiere al psicoanálisis: sus

tipos de intervención y los esquemas formativos que privilegia, por momentos

tan alejados de lo qué es esta realidad social...

Pero la “explosión” no es sólo a la luz del día. Hay otra que es subterránea.

Acostumbrados a pensar lo dramático en términos de violencia, de pobreza

255

extrema, de actos trágicos, perdemos la perspectiva de que lo dramático no

siempre surge de forma apabullante y abrumante. Hay otro drama referente al

día a día, a pequeños gestos, a conductas que se van tolerando y marcando

diferencias en relación a usos y costumbres que se tanatizan cada vez más. De

todo ésto es lo que hablo en las páginas precedentes. Por eso, sin ánimo de

ninguna perspectiva apocalíptica ( que personalmente repudio), digo: Lo peor

está aún por llegar.-

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