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ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA:
Reflexiones en torno a la construcción de subjetividad adolescente
bajo el contexto neoliberal.
Alejandro Klein
Doctor en Servicio Social
Universidad Federal de Rio de Janeiro
1
Agradecimientos:
- A mi querido, inolvidable, tutor de tesis Eduardo Vasconcelos. - A Camp., gracias por todo y para siempre. - A L. O. esperando que advenga el tiempo bueno.
3
Sumario
INTRODUCCION .................................................................................................... p.7
CAPITULO I- LA MODERNIDAD : SER ADOLESCENTE ES TENER
PORVENIR............................................... ...............................................................p.13
I.1- La Modernidad: Presentación General..........................................................p.13
I.2- La sociedad amplia y el futuro posible............... ...........................................p.14
I.3- Lo Fraterno y el Estado....................................................................................p.17
I.4- Figuras de mediación.......................................................................................p.20
I.5- Contrato social-narcisista................................................................................p.21
I.6- Lazo social indudable- Institucionalidad sólida............................................p.24
I.7- Presentación de la problemática de ciudadanía...........................................p.32
I.8- La Ciudadanía y la Adolescencia....................................................................p. 38
I.9- La familia ,lo paterno y lo amparante..............................................................p.40
I.10- Adolescencia y modernidad: un fructífero encuentro.................................p.50
I.11- Descripcion de la adolescencia desde el psicoanálisis..............................p.53
CAPITULO 2- EL NEOLIBERALISMO: DE REPENTE,
¿PARA QUÉ ADOLESCENCIA?............................................................................p.59
ll.1- Neoliberalismo: presentación general..........................................................p. 59
II.2- La presencia del Mercado y el Estado...........................................................p.60
II.3- Cambios desde la subjetividad..................................................................... p.65
ll.4- Latinoamérica: costos sociales y redistribución espacial.........................p.70
II.5- La situación de la violencia............................................................................p.76
II.6- Catástrofe social, “catástrofe inminente” y efectos en la subjetividad.....p.79
ll.7- La familia y lo paterno.....................................................................................p.87
ll.8- Tres tristes tópicos : ser joven, pobre y latinoamericano...........................p.95
CAPITULO 3- ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA: DE LA MODERNIDAD AL
NEOLIBERALISMO.................................................................................................p.106
III.1- Aquél Uruguay que fue..................................................................................p.106
III.2- El Uruguay que es: datos sociodemográficos actuales.............................p.108
III.3- Contexto institucional de la investigación y origen del material clínico a
considerar.....................................................................................................p.117
lll.4- ¿Qué fue de lo Paterno? : Padre- paternidades- cronicidios..................p. 125
lll.5- Los padres agobiados y lo escópico insuficiente.....................................p.136
lll.6- Acerca del mesianismo exacerbado o el estar todo el tiempo ocupado en
“cuidar”..........................................................................................................p.150
4
lll.7- El viaje mítico y la problemática del ideal de los bordes,
límites y del pasaje.......................................................................................p.159
Ill.8- Los monstruos del otro lado del espejo. Apuntes sobre lo fraterno......p.172
lll.9- El estudio y lo institucional metonímico : hacer de suplentes..................p.179
lll.10- Lo persecutorio y el riesgo de la vulnerabilidad extrema:
Elementos de una subjetividad fragilizada...............................................p.191
lll.11- El dios severo y el diablo rondando por aquí y por allá. Apuntes sobre
la cultura neoevangélica............................................................................p.210
CAPITULO IV- UNA PROPUESTA DE DISPOSITIVO TERAPEUTICO DE GRUPO,
EN LA CLINICA DEL ADOLESCENTE.............................................................p.224
IV.1- El grupo como dispositivo de encuentro y resiliencia.........................p.224
Vl.2- Repensando el marco de cultura terapéutica: Cuestiones relativas al
“injertamento” y al “grupo–cónclave”.....................................................p.236
CONCLUSIONES: ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA.......................... p.247
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS...................................................................p.277
5
INTRODUCCION
El condenado que debe inaugurar el funcionamiento
de la máquina compleja inventada por el antiguo
gobernador de la isla no ha sido juzgado, ni informado
de la sentencia inapelable pronunciada por el oficial.
Si la máquina no se hubiera descompuesto,
estaba previsto que las puntas de vidrio de su rastrillo
grabaran sobre el pecho del ajusticiado:
”Honra a tu superior”
La Colonia Penitenciaria -Kafka
Pero basta cambiar la escala del tiempo
y las estrellas del cielo danzarán locamente
Cornelius Castoriadis
El 26 de junio del año 2003 en el Puente Avellaneda de la ciudad de Buenos
Aires, dos jóvenes integrantes del Movimiento Anibal Verón, Darío Santillán y
Maximiliano Costeki, son asesinados por fuerzas policiales. Mientras el
segundo aún agoniza- por un disparo que se le hace por la espalda- la policía
lo patea de forma absolutamente innecesaria (Darío y Maxi, 2003).Como para
evitar, como se dice habitualmente, que :” los muertos descansen en paz”.
Mientras tanto de la favela Rocinha -escenario de luchas entre
narcotraficantes y policías - se revela una investigación por la cual se informa
que en la misma se registra el menor nivel de escolaridad de Río de Janeiro:
“El estudio también muestra que en Rocinha los ingresos medios de los
trabajadores es de R.$ 433,78, mientras que en Lagoa la media salarial es de
R$ 2.765 por mes” (Brasil de Fato, 22/04/2004: 6).
¿Cómo es posible que se ejerza tal grado de violencia masiva sobre jóvenes,
existiendo al mismo tiempo un grado importante de consenso en la población,
en torno a una valoración positiva del uso de la fuerza?. ¿Cómo es posible que
se esté filtrando paulatina, pero implacablemente, un proceso de consolidación
de salarios de hambre (cuando existe trabajo) o desempleo estructural o una
tasa de deserción estudiantil preocupantes ? ¿Y cómo inciden estos factores
en la construcción de subjetividad?
Esta investigación busca situar algunos de estos factores partiendo de una
población de adolescentes que consulta en un Servicio de Salud Mental en
Montevideo, Uruguay (años 1998-1999) .
6
Mi preocupación en torno a este tema surge tanto de mi campo de trabajo
como psicólogo especializado en adolescencia, cómo de mi interés en
continuar y profundizar una temática que he comenzado ha desarrollar desde
mi Tesis de Maestría y otros trabajos y que creo se ha vuelto imperiosa:
investigar la influencia del contexto social y la cultura neoliberal en la forma en
cómo se constituye y expresa lo adolescente.
La hipótesis de la que parto es que entre contexto social y construcción de
subjetividad se verifican múltiples entrelazamientos y apuntalamientos, por lo
que una no puede dejar de influir o estar presente en la otra. Sin embargo
percibo que los estudios sociales sobre el neoliberalismo no se continúan con
otros que mantengan la misma profundidad en cuánto a los aspectos de
subjetividad. Lo que implica que desde pleno neoliberalismo se habla de una
subjetividad que ha surgido y se ha expresado desde la
modernidad...Desencuentro que no puede sino tener consecuencias a nivel de
tratamientos y de estrategias desde la Salud Mental.
Hago especial hincapié en el estudio de figuras de mediación , como puntos
de articulación entre campos heterogéneos , a través de cuyo estudio se abre,
a mi entender, una perspectiva de trabajo e investigación tan ardua como
apasionante. De esta manera indago en cómo los fenómenos sociales no
pueden dejar de tener incidencia en la caracterización de la subjetividad. Lo
que implica que no hay una subjetividad general e incambiable. Hay
subjetividades y procesos de subjetivación, lo que hace imprescindible
investigaciones que den cuenta de las mismas.
Cabe aclarar que la población de mi investigación es mayoritariamente de
jóvenes provenientes de clase social media, la que ha sufrido un especial
proceso de empobrecimiento desde el neoliberalismo. De allí que los mismos
sufran en su subjetivida, este vaivén entre una modernidad ciudadana que “fue”
y este neoliberalismo desciudadanizante que “es”.
Como señala Puget (1991) es una situación en que la comunidad niega su
fundamento, provocando la violencia generalizada entre sus sujetos y contra
sus sujetos. De esta manera el contrato narcisista (Aulagnier,1975) se resiente
afectando la continuidad, la permanencia y el cambio. Los lugares ofrecidos por
el colectivo se resienten y escasean generándose una política de muerte y
expiación.
7
Mantengo como marco teórico el psicoanálisis teniendo en cuenta aportes de
otras disciplinas ( sociología, teoría social, teoría política). La revisión
bibliográfica que dispongo tiene en cuenta tanto autores lationoamericanos
como europeos o norteamericanos. En lo posible tengo en cuenta sus aportes
teóricos, sin dejar de lado comparaciones entre ellos y reflexiones críticas
cuando lo creo necesario. Cabe recalcar que el psicoanálisis que manejo
refiere en cuestión a un modelo teórico amplio y complejo, que tiene en cuenta
factores sociales y culturales. Anthony Elliot explicita así la necesidad de ” una
reconceptualización radical de las elaboraciones actuales de teoría social y
psicoanálisis” (Elliot, 1995: 17). Igualmente Franco defiende el estudio de la
construcción de subjetividad dentro de redes sociales y vinculares: “hace a los
fundamentos del psicoanálisis [la] articulación (...) que se produce entre la
cultura, el aparato psíquico y el dispositivo de cura” (Franco,2001:1). Busco así
mantener un equilibrio entre elementos provenientes del campo psicoanalítico
de la subjetividad y otros desde la teoría social, con el convencimiento de que
entre ambos ( lo social y la subjetividad) no puede haber ni indiferencia ni
yuxtaposición. Dicho de otra manera: ni psicologismo ni sociologismo, sino la
apuesta a un paradigma que en su complejidad permita el estudio de múltiples
problemáticas que se expresan, no pocas veces, por las figuras de lo
enigmático o lo paradojal.
Las reflexiones anteriores, sin embargo, no deben evitar el reconocimiento
de contradicciones -que creo hasta cierto punto insalvables- entre distintas
corrientes o entre distintos contextos de trabajo (latinoamericano, europeo, etc).
Las mismas serán indicadas a lo largo del texto, buscando trazar las
limitaciones o complejidades de las mismas. Hago referencia además a mis
propias reflexiones teóricas y clínicas, concordantes o discordantes con los
anteriores, a las que busco incoporar a esta investigación, como producto de
más de 16 años de trabajo clínico con adolescentes. El mismo comenzó a poco
de recibir mi título universitario de psicólogo y se enriqueció com mi formación
posterior en psicodrama, psicoanálisis de grupo y vínculos familiares, la que
tuve oportunidad de llevar a la práctica tanto en el campo comunitario, como en
el privado y el hospitalario.
En este último pasé (y aún sigo en él) a formar parte de la Clínica
Psiquiátrica de la Facultad de Medicina, Programa de Psicoterapia para
8
Adolescentes, coordinando un grupo psicoanalítico y psicodramático de
adolescentes, con una frecuencia semanal. He perdido la cuenta de qué
cantidad de jóvenes han pasado por ese grupo. Algunos por una sola sesión,
otros por un año...En todos los casos espero haber podido ayudarlos a hacer
más tolerable el o los sufrimientos que les llevaron a consultarnos.
De una u otra manera todos ellos están aquí, pues esta investigación sin
duda, es más que una investigación académica. Cierra además un período de
mi vida, transido por mi propia subjetividad, conflictos y preocupaciones. Pero
es al mismo tiempo un desafío. El desafío de que es imposible mantenerse
impasible ante situaciones injustas que urgen de un compromiso de cambio y
transformación, alejándonos de esa inquietante indiferencia, tan afín al propio
neoliberalismo, de la que tanto nos lamentamos .
9
CAPITULO I
LA MODERNIDAD : SER ADOLESCENTE ES TENER PORVENIR.
I.1-La Modernidad :Presentación General
Seguramente hablar de La modernidad en singular sea engañoso. Ha habido
distintas fases dentro del capitalismo (Vasconcelos, 1988) y de la modernidad
en general: una fase liberal, una fase fordista, una fase keynesiana ( o de
welfare state) y una fase neoliberal, que otros (como Giddens) denominan de
alta modernidad. De esta forma la sociedad capitalista presenta distintas
formas de organización económica y social dentro de una periodización
histórica específica1: “ En cada ciclo tendremos formas predominantes de
organizar el proceso y el mercado de trabajo, así como otras instituciones
económicas y políticas estructurantes de la acumulación” (idem: 81). Es
necesario igualmente tener en cuenta la diferencia entre el llamado capitalismo
central y el periférico (Vasconcelos, 1989 ), tema que desarrollaré más
adelante.
En lo que refiere a mi trabajo tomaré en cuenta principalmente como
categoría de análisis y comparación el capitalismo keynesiano2. El mismo
significó un cambio importante en los padrones de reproducción social,
reconocimiento del poder sindical y de los derechos de los trabajadores, com
un creciente proceso de consumo asumido por el Estado (Vasconcellos,1988).
Destacaré sin embargo otros dos procesos, dentro de la fase keynesiana,
fundamentales como ejes de mi investigación: la consolidación del campo de
las políticas sociales y de la ciudadanía 3y la visión del vínculo individuo-
sociedad en términos de gestación de una promesa que aseguraba
(sólidamente) un porvenir y un proyecto tanto social como individual. En el
primer caso señala Vasconcelos que se constata “un desplazamiento (...) de
1 Cabe señalar que esta periodización histórica-cuya falta se hace sentir- no está desarrollada en la llamada Escuela dos Annais, cuyas ideas sin embargo por razones de mi tesis, utilizo mucho.Como señala Burguière, Ariès fue “insensible a las tentaciones de la historia total, así como al recurso canónico de un mínimo de determinismo sociodemográfico[...]su método le fue dictado por una concepción de la historia que privilegia el universo mental” (Burguière, 1993: 69).
2 En este sentido, esté o no explicitado, se há de entender en lo que sigue, que cuando en la investigación se menciona a la modernidad, la misma está necesariamente referida al capitalismo keynesiano.
3 Cabe señalar que la noción de ciudadanía no nació com la modernidad, aunque alcanzó en ella su máxima expresión (Coutinho, 2000).
10
una parte del conflicto capital/trabajo para la lógica de la ciudadanía y de los
derechos sociales” (idem: 82). De esta manera “el campo de las políticas
sociales y de la ciudadanía pasa a constituir el principal escenario de la lucha
de clases en los países centrales” (idem: 83).
Por otro lado es necesario senãlar cómo la idea de ciudadanía es
inseparable de otra por la cual este “borde” social de la modernidad keynesiana
se asienta en una “promesa” (Coutinho,2002) que al enunciar una serie de
“instrumentos” efectivos de ciudadanización y progreso social (como el trabajo
y la educación ) aseguraba (más o menos plenamente) un lugar en la sociedad.
En lo que sigue trataré de desarrollar qué implicó desde la subjetividad y el
imaginario social esta concepción keynesiana del sujeto y la sociedad,
mostrando en el próximo capítulo como esta visión social fue “desmantelada”
desde el neoliberalismo y las consecuencias que ésto trae aparejado.
I.2- La sociedad amplia y el futuro posible
Hacia 1990 Giddens reflexionaba:
¿ Qué es la modernidad? Cómo primera aproximación, digamos que la
noción de modernidad se refiere a los modos de vida u organización
social que surgieron en Europa desde alrededor del siglo XVII en delante
y cuya influencia, posteriormente, los han convertido en más o menos
mundiales. Esto asocia la modernidad a un periodo de tiempo y a una
inicial localización geográfica pero , por el momento, deja a resguardo en
una caja negra sus características más importantes. (Giddens,1990:16)
Esta idea de Guiddens, emparejada a la idea de modernidad como un
sistema de vida originado en un espacio geográfico y en una medida de
tiempo, incluye además una noción que llamo de sociedad amplia, definible
como el consenso de un gran todo ( teorizado por el contrato narcisista de
Piera Aulagnier,1975), un sistema de inclusión e interrelación recíproca
sociedad –subjetividad (Freud, 1931), institucionalidad sólida
( Lewkowicz,2004 ) y figuras de mediación (Kaës,1989).
Giddens (1990) señala que las instituciones que están en la modernidad dan
cuenta de ella, pues surgen sólo y desde ella. No tienen precedentes ni
11
antecedentes. Esta observación se debe complementar además con el hecho
de que estas instituciones cristalizan una visión del hombre, una forma de
convivencia y una determinada estructura de las mentalidades.
Un punto en común es el movimiento, celeridad de cambio (Giddens,1990) o
ruptura que al “cortar” con sistemas tradicionales medioevales, establece uno
nuevo y hace imposible el retorno al pasado (medioeval, infantil en el caso del
sujeto). Es intrínseco a la modernidad entonces lo temporal4: el esfuerzo por
establecer un pasado, indicando un futuro previsible de cambio. Y al mismo
tiempo, una política de transformación que augura los procesos del psiquismo
tal como lo describe el psicoanálisis y el pasaje de la endogamia a la exogamia
como forma valorizada de crecimiento.
Pero hay que añadir que si se establece un futuro es para mejorar. Este
optimismo que cree en el cambio y la mejora, fue expresado por varios
pensadores (Marx , Durkheim) pero es también el clima de una época y una
forma de entender la humanidad, entrecruzando porvenir social y construcción
de subjetividad.
Es el riesgo y la oportunidad pero enmarcados en el convencimiento de la
oportunidad de poseer un futuro, y ser mejor de lo que es. En este punto se
unen las distintas elecciones negociadas de la vida : vocacional, matrimonial,
de divorcio, etc., entendidas como oportunidades de mejora a través de una
crisis (Giddens, 1997). Pasan así a tener relevancia los sistemas expertos que
funcionan como organizadores del entorno material y social en el que vivimos
(Giddens, 1997), expresión del sentimiento de confianza, seguridad y
continentación que provee la modernidad keynesiana.
Se consolida así una experiencia de: “Emancipación [que] significa que la
vida colectiva se organiza de tal manera que el individuo es capaz (...) de
actuar de manera libre e independiente en las circunstancias de su vida social “
(Giddens,1997: 270) entrelazada a una “biografía” (Aulagnier,1991,1994), en la
4 Esta referencia temporal se encuentra asimismo en la teorización sobre sistemas culturales: “(…)trabajosamente fabricado en la herencia del pasado por la innovación actual, a causa de ello las secuencias elaboradas a través de las cuáles se transforma la cultura son los productos conjuntos de la lógica situacional que desde el Sistema Cultural hacen impacto en los contextos que se encuentran los agentes y de sus respuestas Socioculturales a ellos. Este es el proceso genérico por el cuál el futuro cultural se hace en el presente” (Acher,1997:22).
12
que el yo se conjuga al futuro, a través de la autoconstrucción continua del yo
por el yo: “entrada en escena de un tiempo historizado” (Aulagnier,1975:167) .
El modelo de Freud (Freud,1923) de la segunda tópica está basado en esta
idea de modernidad de riesgo, pues también en un yo que “negocia” entre
instancias. “Yo” que a su vez revela un dispositivo de confesión
(Foucault,1995), operatorias de individualización (Burin-Meler,1998),
facilitamiento del consumo (Giddens,1997) y búsqueda de autenticidad y
pasión narcisista (Lipovetsky, 2000).
Este consenso ilusorio y eficaz de una humanidad plena a la que se aplican
a todos por igual, sistemas abstractos, cultura y leyes, configura un sistema de
vida que denomino “sociedad amplia”, que implica la promesa de que todos
los seres humanos están integrados o son integrables por la ciudadanización.
La ciudadanización keynesiana funda así un marco de expectativa razonable
de trabajo, bienestar y vida digna, revelando una estructura de cuidado y de
amparo (lo que Foucault denomina biopolítica (1984,2004). La modernidad se
torna así un mundo posible de gente que desea vivir, cuidarse a sí misma
(“cuidado de sí “ 5 foucaultiano (1988,2004) y ser cuidada, crecer, tanto como
experimentar cosas nuevas. Una sociedad de seres vivos, que describen y
piensan cómo hacer sus vidas .
Cada persona se continúa en la sociedad y la sociedad se continúa en sus
ciudadanos, a los que “invita” a la participación. La visión de la sociedad como
un ‘todo’ invoca grandes conjuntos donde lo englobante permite que todos
posean un lugar erotizado. Tomo la denominación de Eros, en el sentido de
cómo presenta Freud la pulsión de vida : actividad que lleva y alcanza cada vez
más a unidades mayores (Laplanche-Pontalis,1981). Lo integrador, nucleador
y optimista (Fisher,1996) hace que la sociedad (y lo urbano) aparezcan
armoniosos y “con tejido social más unido” (Pretecille, 1996: 22). Teresa Pires
do Rio Caldeira (2000) describe ese modelo urbano- histórico, donde las clases
sociales ‘parecían’ poder convivir e interrelacionarse.
Se desarrolla pues una cultura urbana con función unificadora que
descansa en el ideal de diálogo e ignora conflictos sociales y de clases 5 “En la relación que él tiene con si mismo en sus diferentes acciones, pensamientos y sentimientos, se constituye como sujeto moral, el énfasis esta puesto en las formas de relación consigo propio, en los procedimientos y técnicas pro medio de las cuales ellas las elabora, en los ejercicios por lo cuales se propone a si mismo como objeto a conocer y en las prácticas en que se permite transformar su propio modo de ser” (Foucault,1984: 215 ).
13
irresolubles, en el entendido de que el marco de referencia ineludible de un
proyecto de ciudadanía, está vigente y es unificador.
Por esta cultura del diálogo el otro es alguien reconocible y con el cual se
puede compartir y discutir de forma razonable, antes que recurrir a la violencia
o la hostilidad (Beck, 1997), generando con ese amigo - vecino cooperación e
intercambio dentro de una “conciencia de contingencia” por la que todos somos
y tenemos derecho a ser distintos, consolidándose un ideal de lo fraternal que
tiene que ver con la tolerancia, la diversidad y la solidaridad (Bauman, 1999).
Como indica Dufour:
A modernidade é, pois, um espaço em que se encontrarão os sujeitos
como tal submetidos a vários grandes Sujeitos(...)um novo grande
Sujeito sobrevindo depois de todos os otros quanto ao lugar aberto no
pensamento onde se discutem ao infinito todos os desacordos
possíveis(...)Há, pois, grande Sujeito na modernidade, Otro e até muitos
Otros, ou, pelo menos, muitas figuras do Otro ( Dufour,2005:49).
Su contrario es la violencia que anula lo distinto y ajeno (Jeammet,1998).
I.3- Lo Fraterno y el Estado
Pero esta “flecha” hacia el porvenir y al encuentro del otro no oculta que la
modernidad es también una fascinante mezcla de ambigüedades ( democracia
versus totalitarismo; tolerancia versus intolerancia ; utopía versus desencanto;
norma versus transgresión ). Me detendré en una en particular: horizontalidad
versus verticalidad.
Lo horizontal despliega el gusto de la modernidad por el amigo6, el grupo de
pares, el hermano, figuras que se unen en un sentido de “fraternidad” que
impone la idea de espacio de “libertad” y elección personal (Ariès- Duby v.VI,
1990), tanto como la de emancipación y alteridad. La misma aparece
igualmente como potencial emancipatorio y respeto a la alteridad del otro
6 Su importancia es tan radical que : “Hay que reconocer que, aún estando reglamentada y codificada, la amistad no se identifica con ninguna institución estable y “visible” de las sociedades de la Europa moderna” ( Ariès-Duby v VI,1990 :60). Por otra parte ,corresponde a una mentalidad mercantil - capitalista : “(...)la amistad, al igual que el parentesco y la alianza, inspira una auténtica carrera para conservar y aumentar, mediante la renovación y la acumulación, ese capital primordial” ( Ariès-Duby v VI,1990 :63).
14
(Bauman,1999 ), “sueño de una fraternidad universal que sea la base de la
reconstrucción del mundo “(Ariès- Duby v.VI, 1990: 81).
Esta importancia estructurante de lo fraterno a nivel social y sujetivo ha sido
destacado por Kancyper (1992,1997) (complejo fraterno ), Birman (2001)
( valores de alteridad, reciprocidad y reconocimiento como forma no-narcisista
de aceptar al otro), Kehl (2000) ( asunción de la incompletud en torno a la ética
y la responsabilidad) y Ruiz (2000) ( responsabilización por el sufrimiento del
otro ). Se acompaña de la noción de autodeterminación: ”soy yo mismo”;” me
creo a mi mismo”; ” no le debo nada a nadie”, definiendo un conjunto de
actitudes librado a la elección y la espontaneidad que articula una construcción
de subjetividad basada en el yo, la personalidad y la existencia del mundo
interno.
Se opone al anterior, un funcionamiento social de verticalidad biológica
(vínculos de filiación ) y social ( vínculos de trabajo), que destacan la necesidad
de jerarquías y desigualdades (Ariès - Duby v. VI,1990).
Lo fraterno se podría relacionar a la índole reflexiva de la modernidad por la
cual “el contraste con la tradición es inherente a la noción de la modernidad “
(Giddens,1997: 44). Una consecuencia es la crítica a lo paterno y a los
sistemas instituidos que no admiten dimensión instituyente: “la Revolución
(...)limita en numerosos puntos los poderes del padre” (Ariès-Duby v. VII,1990:
17)
Esa fraternidad de los hermanos es el Estado, opuesta a los poderes
(anacrónicos) del Padre tiránico : “La autoridad pública adoptaba ahora un
papel activo en la constitución de la familia” (Ariès- Duby, v. VII,1990: 36). Su
autoridad ya no emana de la tradición oral, sino de un Código, es decir, su
poder está regulado ( y entonces inevitablemente controlado7) por la ley 8.
Dentro de estas estipulaciones debería incluirse la necesariedad de lo
pedagógico como un espacio extra- familiar. El padre, la familia, por sí sola ya
es incapaz de proporcionar la disciplina y el conocimiento que la escuela
aporta (Ariès-Duby v.IX,1990).
7 Es interesante que en la teoría de la metáfora paterna lacaniana el padre ya no es ley, sino que la representa.
8 “(...)según Le Play,la Revolución[había] matado al padre al retirarle el derecho a testar” (Ariès-Duby v. VII,1990 :128).
15
En este cuestionamiento y relativización de la figura paterna- familiar, existe
una crítica a las figuras incuestionables de la autoridad: “Las formas de
autoridad tradicional han pasado a ser tan sólo “autoridades” entre otras “
(Giddens,1997: 246-247); la modernidad ha reconstruido la tradición a medida
que la ha disuelto (Beck,1997: 76). De la misma manera Benjamin (1982)
analiza cómo la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la
tradición; Tocqueville (Nisbet v. I,1996) los cambios en la sociedad
democrática; Freud (1913) la substitución del Padre de la Horda a la liga de
hermanos; Barrán(1991) el pasaje de pubertad a adolescencia, Burin-Meler
(1998) la individuación creciente y Jöel Dor (1990), el rol del padre muerto el
que impone retrospectivamente la institución de la interdicción del incesto.
Se consolida así la figura primordial de la confrontación que aglutina el
cuestionamiento a la autoridad, así como el consenso social que sostiene la
necesidad de crítica dirigida a lo que es tradición: “ya nadie puede decir: ”soy
un hombre y los hombres somos así,” me niego a seguir discutiendo las cosas”
(Beck,1997: 135). La tradición persiste sólo en la medida que tolera la
discusión y el enfrentamiento (Beck,1997) ,con lo que se reafirma aún más la
necesidad de pensar en sí mismos y por sí mismos. Por el contrario:
“Dedicación, abnegación, olvido de sí misma .Con estas virtudes cardinales, la
ruptura es imposible” (Duby-Perrot v. VIII,1991: 231).
El padre se ha tornado débil, incapaz de sostener por si mismo una nueva
sociedad: divide antes que integrar. De allí que se hace imprescindible la
participación del Estado, capaz tanto de totalizar como de individualizar
(Foucault, 1984) y representar al conjunto social (Pizzorno,1998).
I.4- Figuras de mediación
Creo que si el Estado, Familia y Ciudadanía son figuras de mediación por
excelencia es porque la modernidad establece a las mismas como formas
privilegiadas del vínculo sujeto- sociedad y sujeto- antecesores- descendientes.
Vale decir que hacen posible que lo heredado de los antecesores se pueda
poseer y transmitir. De forma contraria se anularía el sentido de porvenir y
futuro. Estas operatorias de recibir, transformar y anticipar (Kaës,1994),
implican la consolidación de un vínculo estable entre el sujeto y lo social,
estando ambos en un proceso de permanente reciprocidad y doble
16
apuntalamiento. Por eso Kaës indica sobre las figuras de mediación : “Estas
formaciones y estos procesos psíquicos en el interior del conjunto se rigen por
una lógica del conjunto y al mismo tiempo por la lógica de los procesos
individuales” ( Kaës,1994: 131).
Dicho de otra manera se trata de un doble proceso: el conjunto organiza las
figuras de mediación, tanto como éstas organizan a aquél, consolidando un
modelo homeostático de funcionamiento social, vincular y psíquico. Pero
también puntos de anudamiento (Kaës,1993) que aseguran mediaciones,
conflictos y solidez.
Situación inseparable de la reciprocidad heterogénea entre sujeto- sociedad:
“la inserción social (...) transforma al sujeto en transmisor y actor de una
organización social en la cual es sujeto activo y objeto pasivo” (Puget, 1991:26-
27) Por tanto el sujeto es para sí mismo su propio fin, sujeto de los procesos
inconscientes, y sujeto también de una cadena de la que él es miembro: “parte
constituyente y parte constituida, heredero y transmisor, eslabón en un
conjunto” (Kaës,1993:133).
De esta manera el nexo entre sociedad y sujeto pasa a significar el qué
hacer con lo que no puede dejar de transmitirse: “Si los procesos psíquicos de
una generación no se transmitieran a otra(...) cada una estaría obligada a
recomenzar su aprendizaje de la vida” (Kaës,1993:44). Para que haya sujeto
del inconsciente aquéllo que viene como herencia tiene que sufrir una
transformación (Kaës,1993) que se vuelve exigencia y definición de actividad
psíquica. El aparato psíquico no puede aceptar nada que venga de afuera sin
sufrir transformación, a no ser que se imponga lo transubjetivo como forma de
funcionamiento psíquico, o sea, originándose en el psiquismo el “implante”
traumáticos de contenidos del “afuera” que ingresan sin transformación.
La cuestión de la modernidad es una cuestión de transmisión:
tentativas de poner en juego, tratar y pensar lo que se ha roto o la
voluntad de ensanchar todavía la distancia entre lo antiguo y lo
nuevo(...)el concepto de modernidad es, en el límite, aquel por el
cual cada generación se despega de la precedente y se coloca en
posición de instituirse su heredera (Kaës,1996: 29).
17
Se trata a mi entender de mantener lo reconocible, sosteniendo un
sentido ,frente al cual lo absurdo permanece como un accidente superable. Así:
“En todo se humano que aspire a pensarse como individuo singular hay una
insistencia subjetiva que lo empuja a la rememoración y a la investigación del
pasado” (Enriquez, 1990: 102).
El pasado debe constituirse de manera tal que no invada ni invalide los
esfuerzos por hacer del presente un jalón que va hacia el futuro. Este
imprescindible trabajo de la memoria implica una anamnesis historiográfica
(idem) como soporte de la subjetividad y control del tiempo (Beck,1997) que
hace del tiempo que transcurre historia personal. De esta manera transmisión,
memoria colectiva, memoria individual y consolidación de la vivencia temporal
están íntimamente entrelazadas. Cuando un elemento de esta matriz se debilita
o desaparece surgen patologías en la subjetividad, por lo cual Kaës se inclina a
analizar los problemas de la modernidad en torno a las dificultades de
transmisión (Kaës,1996).
Me interesa entonces destacar la idea que la sociedad keynesiana es una
sociedad de herederos. Pero para que haya heredero, debe existir ‘herencia’
disponible y capacidad de aceptar la muerte, que marca la diferencia entre
generaciones, a través de la posibilidad de un duelo (que en definitiva es un
trabajo de la memoria) que resignifica la historia generacional y subjetiva.
I.5- Contrato social-narcisista
Esta reciprocidad sociedad- sujeto es fundamento y expresión de un contrato
que exigirá que los individuos actúen como seres autónomos (Castel,1997) que
aceptan la necesidad de renuncia para obtener una compensación
(Freud,1931) y un derecho a protegerse de la violencia (Kaës,1989). Surge la
noción de: “comunidad de todos los ciudadanos” ( Ariès-Duby v VI,1990:48)
que legitima la necesidad de un contrato real o imaginario (Nisbet v II,1996)
que postula que la sociedad está integrada por individuos detentores de
derechos a los que la comunidad defendería (Pacheco, 2000).
Su garante es la ley y ése es el fundamento esencial del contrato social: la
existencia indudable de garantías. Dicho de otra manera, no creo como Kaës
(1993) que el contrato social sea el fundamento de la sociedad ( de hecho en el
neoliberalismo existe una des- contractualización generalizada) sino que es el
18
mito por antonomasia de la modernidad keynesiana. Mito fundacional que
permite reunir distintos aspectos: trascendencia de la ley, continuidad
generacional, reciprocidad, pacificación social y lo anticipatorio. A.M.
Fernández (1993) al retomar la distinción de Castoriadis entre imaginario
social efectivo (instituido) e imaginario social radical (instituyente), ubica al mito
como una cristalización de significación que opera como organizador de sentido,
pieza clave en el sostenimiento de lo instituido.
El sujeto – a través de este contrato social-narcisista- a su vez busca y debe
encontrar referencias 9que le permitan proyectarse hacia un futuro
( Aulagnier,1975:158). Esta anticipación al futuro- enunciados o voces- permite
un pasaje de la familia de origen a la de destino, de la infancia a otras etapas
etarias, revelando el sostén de espacios sociales catectizados y siempre
disponibles a ser “ocupados”, a los cuales el sujeto presta acto de fe en su
existencia.
Es un proceso indisociable y recíproco: el conjunto social reconoce a un
portavoz y el sujeto hace suya una verdad de convivencia que tiene un
fundamento social. La sociedad anticipa y catectiza un lugar vacío al cual un yo
advendrá y a su vez el sujeto catectiza lo social como lugar del cual el yo se
adueña. Situación simultáneamente instituida e instituyente: “retomar” una voz
muerta (asegurando la continuidad ) (Aulagnier,1975); pero que además
implica transformar como propio lo que es ajeno (asegurando la renovación y la
discontinuidad). El futuro se forja desde uno mismo, pero integrado a un
horizonte de proyectos sociales disponibles y viables.
Siguiendo a Lyotard (1989) diría entonces que la sociedad keynesiana es un
“metarelato” que incluye una doble metáfora de lo materno y lo paterno. Por la
primera quiere demostrar su capacidad de ser fuente nutricia y proveedora; por
la segunda mantiene una regulación que alienta el crecimiento maduro y
controlado de sus hijos- ciudadanos.
Pero implica también un debate entre el anhelo de libertad y la consolidación
del control social. Dicotomía que actualizaron Foucault (1976) y Giddens(1997)
9 En estas referencias habría que agregar el concepto de experiencia secuestrada :”tienen el efecto de suprimir ciertos aspectos básicos de la experiencia de la vida(...) procesos interconectados de ocultamiento que apartan de las rutinas de la vida ordinaria los siguientes fenómenos: la locura, la criminalidad ,la enfermedad y la muerte, la sexualidad y la naturaleza” (Giddens,1997: 199). O sea, se trata de un pacto denegativo (Missenard,1989 ) propio de la modernidad que deja “ fuera” aquello necesario para poder vivir y para convivir.
19
pero que en realidad remonta al debate entre Spinoza y Leibniz. Spinoza- al
igual que Foucault- desdeña la posibilidad de la libertad, donde el único arbitrio
posible es el reconocimiento del orden necesario (la Naturaleza geométrica en
uno, el Poder o el Micro-Poder en el otro). Por el contrario Leibniz reivindica la
energía de la elección, como Giddens a su vez la capacidad reflexiva
(Abbagnano,1963).
En cualquiera de sus dos vertientes, la modernidad en general ha sido (¿y
es?) antes que cualquier otra cosa un proyecto político opuesto al régimen
feudal. Ese "contra" marca en gran parte su orientación desconfiada, pero
anhelante del poder. Ambigüedad que Foucault (1984) describe magistralmente
a través del par biopolítica – tanatopolítica.
Situación que de cierta manera recoge la modernidad keynesiana en torno al
programa democrático y de ciudadanía (que no descarta, por momentos, lo
autoritario) buscando establecer un equilibrio permanente entre sociedad e
individuo. Si la sociedad “crece” mucho "ahoga " al individuo; si es el individuo
el que predomina puede "destruir" a la sociedad.
Por otro lado como proyecto-promesa la modernidad keynesiana ha
encontrado tres maneras de manifestarse: en tanto sociedad transparente,
muestra que no tiene intereses propios sino que reparte sus dones
igualitariamente entre todos sus integrantes; en tanto sociedad ética, cristaliza
valores substanciales y en tanto sociedad administrante, reclama y sostiene
para sí una forma de gobierno óptimo y adecuado.
Este debate rescata un aspecto instituyente: la sociedad se construye, como
extensión de una política racional con predominio de la comprensión y la
búsqueda positiva de resultados. Probablemente esta modernidad haría suya la
opinión de que: “la actitud reflexiva ,quinta esencial de los seres humanos para
defenderse de su condicionamiento (…) le da la capacidad de responder con
originalidad a su contexto presente” (Acher,1997:22).
Este imaginario de la sociedad keynesiana forjó así una construcción social
que se verifica preferentemente a través de la búsqueda de justicia, porvenir,
futuro, inclusión de lo heterogéneo, espacios de articulación, negociación y
conflicto, protagonismo del ciudadano, oportunidad, compensación, amparo y
protección. Idea consubstancial a la fase keynesiana, de la que no participa por
cierto y como señalaba al comienzo del capítulo, la modernidad en general.
20
I.6- Lazo social indudable- Institucionalidad sólida
Lewkowicz define al concepto de lazo social como parte fundamental de la
modernidad :
el lazo social moderno está basado en la ficción del
ciudadano, en la ficción de las naciones, en la historia como
donadora de la identidad, en la representación como
dispositivo de funcionamiento y fundamentalmente basado
en la idea de progreso (...) ficción social que instituye a los
individuos como miembros de esta sociedad.
(Lewkowicz,2004:57)
Habría que agregar que este lazo ha sido, más que una ficción (término con
el que estoy en desacuerdo), una ilusión eficaz que ha permitido sostener
dentro de la modernidad keynesiana, nódulos sólidos que habilitaron una
construcción de subjetividad basada en etapas (etarias) preestablecidas,
consolidación de un porvenir tangible y a nivel social la instauración de vínculos
basados tróficamente en el reconocimiento de lo ajeno Mucha cosa como para
tratarse de pura ficción...
Por el contrario el término “ilusión eficaz” me permite sostener una
perspectiva que sin desconocer el alcance de lo imaginario, no desdeña
realizaciones concretas a nivel de calidad de vida, aspiraciones, esperanzas
Esta doble colusión: imaginario – materialidad, concretó un programa de
inclusión visible, sosteniendo un lazo social que no se ponía en duda para
ninguna clase social, por más que las divisiones en clases sociales existieron y
existen.
Toda la humanidad era “tierra simbólica” y por eso el par centro -periferia no
desdeñaba grados de comunicación representados por la calle, los paseos, las
plazas recorridas y habitadas por todos los ciudadanos. Se compartía el orgullo
de ser ciudadano, de ser “iluminado” por el “brillo” de las leyes, por formar parte
de la dinámica social ocupada por instituciones justas y soberanas.
Como señala A. M. Fernández:
21
Las instituciones forman parte de las redes de poder social. En
circuitos macro o micro, la institución constituye un factor de
integración donde las relaciones de fuerza se articulan en formas:
formas de visibilidad como aparatos institucionales y formas de
enunciabilidad, como sus reglas (Fernández,1989:55).
Esta capacidad de integración se presenta en la modernidad como una
flexibilidad en la inclusión social, sosteniendo un funcionamiento
semipermeable que reproduce modelos sociales pero sosteniendo una
subjetividad autónoma. Emiliano Galende señala así al :
individuo strictu-sensu, como aquel que defiende su papel y valor
dentro de la sociedad. Es decir, aquel que siendo gestor de su
autonomía, la realiza dentro de los marcos normativos e
institucionales (Galende,1997: 112).
De esta manera individuo- autonomía e institución se forjan correlativamente.
Autonomía debería pensarse como la capacidad de generar conductas
inéditas, pero teniendo como base un fondo social de respuestas posibles que
pueden ser o no, tenidas en cuenta.
Desde este punto de vista, la institución en la modernidad cumple con un
“ya- ahí” desde el cual se puede originar contraste o diferencia. Como señala
Kaës es la necesidad “de encontrar enunciados ya dichos, mitos, leyendas,
cuentos, teoría, teología, ideologías, garantes de su propia capacidad de
enunciación en el marco de las convenciones y de las referencias percibidas y
compartidas” (Kaës,1993: 350). A partir de lo instituyente se genera el
material y la posibilidad de la propia capacidad de enunciación, es decir, la
capacidad de transformación del psiquismo, pero con la aclaración de que para
transformar tiene que haber algo transformable.
Al mismo tiempo, la institución debe poder tolerar la capacidad enunciativa
del sujeto, como margen de transgresión al que pueda semantizar como
cambio valorable y no como escena temida. De esta manera la institución ha
de permitir el cambio pero manteniendo su status de solidez. El que se expresa
a través de reglas enunciadas o enunciables : “no pasamos a ser seres
22
hablantes y deseantes sino porque ella [la institución] sostiene la designación
de lo imposible: la interdicción de la posesión de la madre institución, la
interdicción del retorno al origen y de fusión inmediata” ( ídem : 14).
La institución en la modernidad keynesiana cumple entonces básicamente
dos funciones: asegura interdicciones e interviene en la construcción de
subjetividad a través de la sociabilidad sincrética (Bleger,1967) que permite
resguardar lo no-pensable y la definición de los márgenes posibles de
confrontación y de conflicto.
La institución asegura un marco de pensamiento: dentro de ella y desde ella
se puede pensar. Ahorra el tener que pensar lo irrepresentable10 como exige
pensar lo representable: “para que ese pensamiento advenga hacen falta un
marco apropiado y un aparato de pensar, a los que el sujeto singular contribuye
en parte, a condición de que ese marco ya esté allí, pronto para ser inventado” 11 (Kaës,1993: 16).
La institución es un marco de exigencia de actividad psíquica que busca
restaurar eso irrepresentable que nunca se va a terminar de representar, pero
que sin embargo no se puede renunciar a intentar restaurar: “En las
instituciones, el trabajo psíquico incesante consiste en reintegrar esta parte
irrepresentable a la red de sentido del mito y en defenderse contra el “uno”,
institucional necesario e inconcebible” (idem: 17).
Por esto, tanto como exige pensar, garantiza las condiciones de
pensamiento, “encapsulando “ todo lo que es demasiado perturbante:
nos vemos enfrentados al pensamiento de que una parte de nuestro si
mismo esta fuera de sí, y que precisamente eso que está “fuera de sí”
es lo más primitivo, lo más indiferenciado, el pedestal de nuestro ser, es
decir, tanto aquello que, literalmente, nos expone a la locura y a la
desposesión, a la alineación, como lo que fomenta nuestra actividad
10 Que se podría relacionar al concepto de negatividad radical : “Ella admite ser representada como no-vínculo, no experiencia, como algo irrepresentable, en las figuras de lo blanco, de lo incógnito, de lo vacío, de la ausencia, del no-ser (...)no puede ser enteramente pensada por el pensamiento, que ,si la tomara como un objeto, perdería con ello su propia condición de funcionamiento, (es)..la relación de contacto del pensamiento con lo que no es ,con lo que él no es y con lo que él no puede pensar: es aquello que permanece refractario a toda ligazón “(Missenard,1989:149).
11 El que ya esté, pero a condición de ser inventado, no es una contradicción sino una paradoja, pues en realidad Kaës está desarrollando el concepto winnicottiano de objeto transicional.
23
creadora(... ). Es constituyente de los espacios psíquicos comunes que
son coextensivos a los agrupamientos de diverso tipo. (idem: 16).
Pero habría que agregar que así como vuelca hacia “adentro” lo psicótico,
también asegura una actividad de transformación, relacionable a la función
revêrie de Bion (1962), por la cual los objetos beta ( lo persecutorio - psicótico)
pasan a ser elementos alfa (elementos disponibles para pensar, soñar,
elaborar):
Este trabajo colectivo de pensar cumple una de las funciones capitales
de las instituciones: proponer objetos de pensamiento que tienen
sentido para los sujetos a los cuales está destinada la representación y
que generan pensamientos sobre el pasado, el presente y el porvenir
(Kaës,1993: 18).
De allí que si bien la institución se perfila como relación violenta y expresión
del poder cristalizado, no por eso deja de ser al mismo tiempo, estructurante.
Instituye espacios psíquicos comunes ofreciendo la garantía de que más allá
de uno, siempre hay un otro. En este sentido es la base para el reconocimiento
del otro como un interlocutor, facilitando el vínculo dialógico.
Paralelamente consolida la noción de tiempo estableciendo que hay algo que
antecede y que continua desde el pasado y hasta un porvenir, estableciendo un
legado y una herencia. El anclaje en el ancestro originario que menciona Kaës
(1993) como “invención” del progenitor originario apunta en este sentido a un
contrato narcisista - social propio de la modernidad, que “anuda “ a las
generaciones en pactos de continuidad y discontinuidad simultáneamente.
La institución es intrínseca a un movimiento permanente instituyente –
instituido, por el que se garantizan marcos o espacios sociales catectizados
previamente, pero a los que se adviene inventándolos. Por eso Kaës señala:
“(...)cada recién llegado tiene que cargar al conjunto como portador de la
continuidad y recíprocamente, con esta condición, el conjunto sostiene un lugar
para el elemento nuevo” (ídem: 47).
Se robustece así lo que ya había presentado como contrato narcisista social,
ya que la condición que señala Kaës, anuncia que todo miembro de la sociedad
(hijo – ciudadano ) tiene garantizado un lugar anticipado de inclusión. Alguien
24
es esperado y “esperable” porque se mantiene un espacio amplio catectizado
previamente, al cual, en principio, todos pueden ingresar cumpliendo
determinadas condiciones. Una de ellas es compartir ideales comunes a los
que se debe transformar y continuar.
Esta modernidad instaura espacios de catectización, pero también matrices
sólidas de inserción, identificación e intercambio, desde el ofrecimiento de un
lugar ofrecido por el grupo y la institución:
significado por el conjunto de las voces que, antes de cada sujeto
desarrollaran un discurso conforme al mito fundador del grupo Cada
sujeto tiene que retomar este discurso de alguna manera; es mediante
él que se conecta con el Antepasado fundador (ídem: 47).
Este conjunto de las voces es lo que llamo operatoria de investimento de
espacio social: cada sujeto se va a sentir parte y gestado por aquél,
contribuyendo a su continuidad, “parte interviniente y parte constituyente”
(ídem: 17). Esta dimensión metafórica siempre es una posibilidad, ya que
“donde está la institución un yo puede advenir”, estableciendo una promesa
siempre abierta y renovada. Como el mismo Kaës (1993) señala, las
instituciones no son sólo expresión de una infraestructura material y social.
Implican al mismo tiempo un simbólico a través del cual ellas se expresan. En
este sentido tal como Kaës, creo que :
La institución no es solamente una formación social y cultural
compleja(...) realiza funciones psíquicas múltiples para los sujetos
singulares, en su estructura, su dinámica, y su economía personal(...)
aseguran las bases de la identificación del sujeto al conjunto social:
constituye(...)el trasfondo de la vida psíquica en el que pueden ser
depositadas y contenidas algunas partes de la psique que escapan a la
realidad psíquica(ídem: 25).
Una conclusión fundamental es que un cambio, cualquier cambio, a nivel de
las instituciones (y de lo social) no puede dejar de tener repercusiones en lo
psíquico y en la forma de construcción de subjetividad. De esta manera :
25
La identidad no es nunca algo estructurado y definido: se va
construyendo. En el seno de las redes de interacción familiares,
profesionales y sociales que sitúan a un individuo en el mundo, en cada
momento de su vida se construye y reconstruye permanentemente el
conjunto de rasgos fundamentales que definen a una persona frente a
otra y por los cuales esta persona es re –conocida. Estos rasgos nos
son neutros, son valorados, son reconocidos, impregnados de
afectividad por los otros en función de las expectativas sociales y de las
normas de evaluación que la sociedad se dé (Araujo,2002: 32). 12
Hay que decir que las instituciones de la modernidad tal como las describe
Kaës (1993) no sufren de complejo de inferioridad: aceptan cambios,
confrontación y renovación sin por eso sentirse frágiles o invadidas. Por eso
Kaës señala que :
El contrato narcisista está en efecto, implicado en la fundación es
decir, en la muerte (...) El alejamiento respecto del contrato hace la
historia, en primer lugar el héroe, y el origen de toda otra institución: a
partir de la cual nos funda. Toda fundación institucional contiene,
ocultas, la continuidad de un mandato y la de su ruptura- la muerte y la
filiación.(Kaës,1993: 48).
La transgresión es tolerada y tal vez alentada y por eso los “ fundadores”
desde la modernidad keynesiana no son “homicidas”, como creo que señala
equivocadamente Kaës, sino transgresores que ponen –si se quiere - la
agresividad al servicio del crecimiento (Winnicott,1972)
Pero la lectura institucional kaësiana no incluye la lectura política, la que
permitiría entender que así como la institución es un meta - continente, a su
vez hay una meta - institución que es el Estado (Lewkowicz,2004). Es que en
realidad no hay “institución” sino ”instituciones”. Esta institución es el Estado
que organiza y genera un lugar lógico de relación entre todas las instituciones,
las que están concatenadas: se pasa de la familia, al jardín, a la escuela, al
trabajo, generando un “sendero” de devenir vital. (idem)
12 A pesar de lo anterior y de que estamos transcurriendo por un cambio substancial en las instituciones, aún se sigue estudiando la subjetividad como si nada hubiera pasado o como si la misma fuera inmodificable ....
26
De esta manera una de las funciones más importante de las instituciones en
la modernidad keynesiana, es generar espacios sociales consensuados al cual
advendrán ciudadanos. Desde esta óptica la teoría institucional es inseparable
a la teoría de ciudadanía, que es a su vez inseparable de una teoría de la
subjetividad. Las instituciones en este tipo de sociedad, son un espacio- tiempo
a los cuales se pueden entrar y de los cuales se puede salir, pero en
articulación con conductas, actitudes y decisiones. Es una anticipación de
ciudadanía inseparable de un porvenir de ciudadanía.
Al mismo tiempo parecen articular un doble proceso instituyente – instituído.
Por un lado estas instituciones pre-existen “sólidamente” al individuo para que
se pueda formar parte de las mismas: “La institución es el conjunto de las
formas y las estructuras sociales instituidas por la ley y la costumbre: regula
nuestras relaciones, nos preexiste y se impone a nosotros: se inscribe en la
permanencia” (Kaës,1993: 45). Pero por otro admiten igualmente procesos de
transformación: “No se trata sólo de que la institución tiene que ser estable; el
intercambio social y los movimientos que lo acompañan exigen de su función
que ella lo estabilice”. (ídem)
De esta manera proveen un marco de seguridad y cotidianeidad en el cual
es posible reconocerse y orientarse. De allí que es insuficiente describir a este
tipo de institución como depósito de aspectos sincréticos (Bleger,1967) como si
sólo operara a nivel vertical. Existe también un nivel horizontal, de lazo social,
por el cual se constata una regeneración permanente de aquellos símbolos que
hacen a la re-instauración y conservación del lazo social.
Si hay algo que caracteriza al lazo social es justamente su durabilidad, tanto
como su capacidad de intersubjetividad. En definitiva, las instituciones de la
modernidad keynesiana implantan un lazo social capaz de actividad
transformadora sin que la misma se semantice como catastrófica. Así las
instituciones generaban malestar, pero el ciudadano podía reconocerse en
ellas. Quizás implicaban vínculos de ataque y fuga (Bion,1979) pero también
un espacio de seguridad al cual se podía volver :
La institución tiene que ser permanente: con ello asegura las funciones
estables que son necesarias para la vida social y la vida psíquica. Para el
psiquismo, la institución está, como la madre, en el trasfondo de los
27
movimientos de discontinuidad que instaura el juego del ritmo pulsional y
de la satisfacción. Es ésta una de las razones del valor ideal y –
necesariamente- persecutorio que asume tan fácilmente (Kaës,1993: 45).
Pero entonces, la supuesta “eternidad” de estas instituciones no es sólo un
instituido reacio al cambio. Es también una necesidad, una ilusión eficaz. Y una
de las palabras claves de su funcionamiento es ligazón: la institución liga, une,
lo que en principio no se podría re- unir cumpliendo una “ promesa” de
renovación e integración ininterrumpida. Así como exige actividad psíquica, ella
misma no puede renunciar a la ligazón incesante :
La institución vincula, reúne y administra formaciones y procesos
heterogéneos: sociales, políticos, culturales, económicos, psíquicos(...)
gran parte de las cargas psíquicas están destinada a hacer coincidir en
una unidad imaginaria estos órdenes lógicos, diferentes, y
complementarios, para hacer desaparecer la conflictividad que
contienen ( Kaës, 1993: 30-31).
Este modelo de funcionamiento institucional, remite a una especie de formación
de compromiso, como un meta - yo negociador y articulador, que liga desde el
conflicto. Quizás por eso Bauman (1999) señala como característica de la
modernidad no la presencia de extraños, sino la de amigos y enemigos, dentro
de una lógica de conexiones y posibles encuentros.
I.7- Presentación de la problemática de ciudadanía
Probablemente hablar de LA ciudadanía en general ocupe la misma ficción
que hablar de LA modernidad com la misma amplitud. Distintos autores
(Coutinho,2000) (Vasconcelos,1988) indican que la problemática de ciudadanía
es inseparable de un soporte histórico preciso, inscripto en una larga lucha de
los trabajadores por su derecho al voto, políticas sociales, etc.
Lo que busco destacar en este apartado es cómo, y desde su contexto
histórico preciso, la ciudadanía generada desde la matriz keinesiana se
enlazaba a un importante sentido de promesa, concretizable en mayor o
menor grado, en distintas realizaciones. Pero por otro lado este proceso
28
implica, además de posiciones política y económicas, una forma de
subjetividad asentada en la capacidad de mentalizar situaciones y personas en
forma de opciones y alternativas y con aceptación de las diferencias regidas
por la ley: “ El ciudadano es el tipo de sujeto forjado por un Estado que enuncia
que la soberanía emana del pueblo (…) es un tipo subjetivo organizado por la
suposición básica de que, real o potencialmente, la ley es la misma para todos“
(Lewkowicz,2004: 57).
Este modelo keynesiano de ciudadanía se desenvuelve en el percibir al otro
como un semejante, un reconocible, un- si se quiere- ‘vecino’. Implica además,
al mismo tiempo, ser percibido por la sociedad como un interlocutor válido,
alguien que tiene o desea tener, un lugar de integración en la misma:
El discurso de la ciudadanía (...) tenía poder performativo no porque
necesariamente en la práctica se concretara el principio de igualdad entre
los hombres sino porque producía interpelación, deseo de formar parte
de esa ficción, de ese universo de discurso, de valores, de principios de
prácticas ( Duschatzky,2002: 82).
El “otro” en tanto ‘vecino’,’ patriota’, ’amigo’,’ colega’ o simplemente como
‘interlocutor’, contextua un marco de diálogo, de valoración del intercambio que
es también co-apuntalante de diversos compromisos sociales, grupales y
personales basados en una sociedad de empleo y salario, que buscaba al
mismo tiempo disimular sus conflictos de clase :
La sociedad salarial es la formación social que llevó a conjurar en gran
medida la vulnerabilidad de masas, y a asegurar una gran participación
en los valores sociales comunes (...) no igualdad de las condiciones, pero
sí regulación de los conflictos; no igualdad de las condiciones, pero sí
compatibilidad de las diferencias; no justicia social, pero sí control y
reducción de la arbitrariedad de todos los ricos y poderosos; no gobierno
de todos, pero sí representación de todos los intereses, llevados al
debate en la escena pública (...) Está asimismo en el orden de la
ciudadanía social (...) vehículo concreto sobre cuya base se erigen los
derechos y deberes sociales, las responsabilidades y el reconocimiento,
al mismo tiempo que las sujeciones y las coacciones ( Castel,1997: 456)
29
Como indica Castel, el capitalismo genera clases dominantes y clases
dominadas, tanto como matices y heterogeneidades que sólo pueden ser
tenidos en cuenta si se asienta la capacidad de “reconocer” al otro en su
alteridad y singularidad. Esta disponibilidad al ‘diálogo’ y capacidad de
flexibilidad argumental, se puede relacionar a lo que Macedo señala como
“razonabilidad pública” :
Los ciudadanos liberales deben dar razones que sustenten sus reclamos
políticos, en lugar de limitarse a manifestar preferencias o proferir
amenazas. Estas razones deben además ser ’públicas’ en el sentido de
que deben ser capaces de convencer a personas de diferentes creencias
y nacionalidades (Kymlicka-Wayne,1997: 23).
Es desde esta perspectiva que señalo que persona, Estado y ciudadanía
parecen ser inseparables :
Desde la potencia soberana del Estado, la sociedad civil se organiza
según parámetros jurídicos. Las reglas de convivencia proceden de – o
son incompatibles con- la organización jurídica de la nación(...)La regla
social es compatible con el corpus legal; la regla social se somete al
poder de punición del Estado (Lewkowicz, 2004: 192).
Aunque Lewkowicz no lo explicita, en realidad es el keynesianismo el que
logra esta conjunción por la que se generan:
profundas transformaciones en la estructura del Estado y de la
sociedad civil (...) [se genera entonces un desplazamiento](...) de una
parte el conflicto capital/trabajo para la lógica de la ciudadanía y de los
derechos sociales, o una prominencia del eje distributivo en la lucha
de clase siendo su mayor foco el Estado (Vasconcelos,1988: 81-82).
Esto hace que se efectivize: “una gradual y creciente valorización de las
prerrogativas y de los derechos de la persona”( idem: 82). Esta valorización de
30
la persona, de sus aportes, de su inclusión progresiva e indefinida en lo social
forma parte de lo que llamo sociedad ‘amplia’.
Como es sabido Marshall (1967) distingue tres elementos dentro del
concepto de ciudadanía: derechos civiles, políticos y sociales. Es interesante
hacer notar que para éste estos derechos son progresivos e históricos. Primero
surgen los derechos civiles (siglo XVIII), luego los políticos (siglo XIX),y
finalmente luego los sociales (desde el siglo XX). Esta posición es criticable
como una visión funcionalista que enfoca el cambio de una sociedad pre-
industrial a otra industrial dentro de una perspectiva evolucionista
(Vasconcellos, 1988). Por otro lado es necesario recalcar sus aspectos
claramente utópicos 13 e ingenuos en el sentido de una marcha irreversible de
la ciudadanía.
Asimismo cabe señalar que sus ideas expresan el consenso extendido de la
modernidad keynesiana de que los derechos sociales implican la
impostergabilidad y el “derecho de participar integralmente en la herencia
social” (idem: 27) . Así la transmisión generacional y la biografía personal se
conjugan un tiempo social - personal, que consolida la sensación de
continuidad y entrelazamiento social: el ciudadano es una persona que puede
tener la expectativa razonable de logros en su tiempo personal ,ajustados a un
devenir social que le garantiza derechos.
De esta manera señala Vasconcelos que el desarrollo de la ciudadanía en
este sentido de promesa “ involucra la extensión de cada derecho hasta incluir
toda la población” (op. cit: 91), como una práctica justa y razonable. Sin
embargo cabe señalar que estos derechos no son ‘otorgados’, sino que deben
ser asimismo ‘conquistados’. Coutinho acota que: “la generalización de los
derechos políticos, hasta en el mismo nivel de sufragio, es el resultado de la
lucha de la clase trabajadora” (Coutinho,200:60) :
Ciudadanía es la capacidad conquistada por algunos individuos, o ( en
el caso de una democracia efectiva ) por todos los individuos, de
apropiarse de los bienes socialmente creados, de actualizar todas las
13 “En muchos países europeos varios de estos progresos recién ocurrieron en los últimos cincuenta años y frecuentemente en un orden inverso. Y aún en Inglaterra la evidencia histórica habla de un ‘modelo de flujo y reflujo’ más que de un esquema lineal” ( Kymlicka-Wayne,1996: 5-8).
31
potencialidades de realización humana abiertas por la vida social en
cada contexto históricamente determinado (op.cit: 50-51).
Kymlicka y Norman indican que existe una verdadera renovación del tema de
ciudadanía: “ya que el concepto de ciudadanía parece integrar las exigencias
de justicias y de pertenencia comunitaria, que son respectivamente los
conceptos centrales de la filosofía política de los años setenta y ochenta”
(Kymlicka-Wayne,1997: 5) .
Como sea esta ‘conquista’, aún en su nivel más apasionado o agresivo,
implica un sentido de pertenencia en el sentido de que aquél que ‘interpela’ por
sus derechos se siente parte indudable de esa matriz social ‘interpelada’.
Sociedad y sujeto se reflejan uno en el otro, desde un modelo social que
desde la modernidad keynesiana, preconiza y valoriza la capacidad de escucha
y recepción. Matriz social que a su vez se reconoce, como un eco
resignificante, en ese sujeto al que valida como ‘interpelador’. Desde esta
perspectiva esta modernidad es indisociable de sociedad ‘integradora’.
La situación de ciudadanía creo que conlleva así a la relación que se
establezca entre lo instituido y a lo instituyente (así :¿la ciudadana se otorga o
se crea?). Pero si esta situación está necesariamente presente en la
construcción de subjetividad, es necesario distinguir en ella misma también el
doble par instituyente – insitituido. En este sentido sigo las ideas de Lewkowicz
(2001) que sugiere distinguir a la subjetividad como dato instituido y a la
subjetivación como proceso instituyente. La primera refiere: “a la serie de
operaciones necesarias para ser parte de una lógica. Vale aclarar que no se
trata de meras operaciones exteriores para introducirse en esa lógica sino de
operaciones que resultan de transitar esa lógica” (Lewkowicz,2001: 20). O sea,
se trata de las reglas y las prácticas que producen subjetividad, dando lugar a
dispositivos productores de lo instituido.
Pero el sujeto es más que la subjetividad que lo produce (así como la
ciudadanía es más que la sociedad que la produce) y por eso aclara
Lewkowicz: “de todos modos el hombre socialmente instituido no se agota en la
figura visible delineada por las prácticas y los discursos que lo han instituido”
(idem: 20). Con lo que desarrolla una sugestiva hipótesis: “no hay marca que
al marcar efectivamente una superficie en actividad, no produzca además un
32
exceso o plus (...) es un exceso del instituido que no resulta asimilable al
campo de lo instituido “(idem: 21).
Vale decir : es un exceso de lo instituido que genera instituyente. Idea quizás
emparentable a aquélla de Foucault (1984,1988) de que el poder necesita
quien lo resista, lo que termina por generar sujetos que no están previstos ni
son previsibles en el dispositivo instituido del poder. La “resistencia”
foucaultiana recibe en Lewkowicz el nombre de “envés subjetivo”, necesario
para dar cuenta de un efecto decisivo: “las mutaciones tanto del lazo como de
la subjetividad socialmente instituida “(op. cit: 21).
Es el pasaje de un esquema de causa- efecto a un paradigma complejizante
por el cual el sujeto no es, ni puede ser, igual a los dispositivos instituidos que
le conciernen. Es siempre otra cosa que el proyecto que pretendía diseñarlo o
que lo atraviesa. Esta alteración o pasaje de lo previsible a lo imprevisible es
llamada “ subjetivación”: “operación capaz de intervenir sobre la subjetividad y
el lazo social instituidos” (idem: 21).
La subjetividad instituida deja marcas en el sujeto, pero éste a su vez, por el
envés de la subjetividad, tiene la posibilidad de establecer sus propias marcas
en los dispositivos de subjetividad que lo instituyen, o sea en lo social. Podría
pensarse que en el mismo momento en que el sujeto puede modificar a la
sociedad, es porque la sociedad en algún punto ya se está modificando, pero
existe siempre un efecto no anticipable que implica y requiere tolerancia al
cambio y a un imprevisible que se “despega” de su instituido.
De esta manera se ha insistido en que la ciudadanización del sujeto tiene
que ver con la consolidación de espacios de participación, es decir,
privilegiando estrictamente un nivel de lectura política instituida de ciudadanía.
Pero ciudadanía implica además capacidad consolidada de cambio, herencia y
transformación.
Se podría debatir sobre si la ciudadanía se genera sólo por un proceso de
conquistas de derechos sociales o además por una forma de articulación y
mediación precisa entre construcción de subjetividad y dinámica social ( que es
lo que P. Aulagnier denomina contrato narcisista, Erikson moratoria y
Lewkowicz subjetivación)
33
Mi perspectiva es que ciudadanía no es sólo ganar espacios (como quien
“gana” terrenos al mar ) sino que además implica una estructura de diálogo14,
reconocimiento y confianza (aunque sea mínima) dentro de la sociedad
keynesiana, de forma tal que la ciudadanía es el punto de intersección entre
aquello que se transmite y aquello capaz de transformación.
Por tanto no es solo “tolerar” socialmente la conquista de derechos justos, es
también la expresión de figuras de mediación que establecen pactos y
contratos que convalidan una política del intercambio y la exigencia de trabajo
psíquico. O sea, ciudadanía no es algo que repose sólo en la realidad
“ material”. Es también realidad “psíquica” y “vincular” que poco tienen de
ficción y mucho más de una operatoria social (efectiva) de anticipación y
disponibilidad de lugares sociales que a su vez deben ser transformados por
quien los habite.
Supongo así que el conjunto social cumple funciones estructurantes en una
red de relaciones intersubjetivas, que a su vez no dejan de influir en la propia
sociedad. Sentimiento de pertenencia, reconocimiento y transformación se
hacen inseparables y por momentos (sanamente) indistinguibles.
I.8- La Ciudadanía y la Adolescencia
Presentaré brevemente las ideas Erikson (Maier,1980), psicoanalista
norteamericano que tiene es el máximo exponente de una teoría psicológica
sobre ciudadanía en la adolescencia. Sus ideas se enmarcan, dentro de una
perspectiva muy clara, en la llamada escuela de psicoanálisis del yo, que
presenta puntos enormemente críticos que se mostraron, con el paso del
tiempo, reductores sobre lo qué es subjetividad15.
La premisa básica de su teoría supone que el individuo tiene la capacidad
innata de relacionarse de manera coordinada con un ambiente típico y
predecible. Descripción que se ajusta en mucho a la de ciudadanía : “El
14 Como ya aclaré no me refiero al diálogo “liberal”, sino un diálogo “keynesiano”, que no excluye sin embargo la persistencia de distintas luchas sociales, pero sí un imaginario de espacios de negociación y encuentro.15 La perspectiva de Erikson tiene su soporte en una psicología cuya función es adaptacionista, secundarizando la existencia del inconciente y la pulsión, además de mostrarse como una sociología funcionalista.El contexto norteamericano de su obra acentúa la marca acrítica a una sociedad capitalista opulenta a la cual el individuo debe ajustarse. Su producción se enclava entonces no sólo en el welfare state en sí, sino en una de sus variaciones históricas, diferente de la europea que produce esta matriz psicoanalítica que enfoca una muy peculiar relación individuo – sociedad.
34
individuo que se desarrolla se esfuerza por alcanzar la unidad, depositando su
confianza en un pasado y un futuro continuos y en su identidad con ambos”
(ídem: 27).
Se concreta así una plena integración de lo psicológico y social, que aúna
armoniosamente intereses individuales, comunitarios y sociales. En “Youth and
Crisis “ Erikson plantea : “No podemos separar el crecimiento personal del
cambio social(…) ni podemos separar(…) la crisis de identidad en el desarrollo
histórico, porque los dos aspectos contribuyen a su mutua definición y
realmente dependen uno de otro “(ídem: 23 ).
Pero a su vez, la sociedad es receptiva y tolerante al individuo:
La preservación de la inviolabilidad del individuo requiere la
confianza y el respeto de la sociedad y la cultura circundante (...) la
perpetuación de las instituciones sociales exige el respeto y el
reconocimiento correspondientes de los individuos que dependen de
ellas. Por lo tanto la inviolabilidad del individuo está garantizada en
su mundo social. (ídem: 28).
De esta manera la adolescencia gira alrededor de una función yoica: la
integración y un destino social: la ciudadanía, “como persona que se halla
definitivamente ubicada en los planos psicosocial, económico y cultural.
Percibe la promesa de un futuro más amplio con la ayuda de una identidad más
universal “(ídem: 68).
Así la adolescencia es integrada a una moratoria psicosocial, que refleja
postergación de obligaciones con autorización social. Se trata de moratorias
institucionalizadas, como educación prolongada, conscripción militar u otros :
Una moratoria es un período de postergación concedido a alguien que
no está en condiciones de afrontar cierta obligación, o impuesto a
alguien que necesita disponer de tiempo para hacerlo. Aquí me refiero a
la postergación de los compromisos del adulto, pero no se trata sólo de
una postergación. Aludo a un período caracterizado por una
permisividad selectiva de la sociedad(...); sin embargo es también un
período de compromiso profundo (aunque a menudo transitorio) por
35
parte de este último y de aceptación ceremonial del compromiso por
parte de la sociedad. (ídem: 69).
De allí que la tarea del adolescente es resolver (con la ayuda de la
sociedad) su plena inserción a ésta. Para Erikson, en una perspectiva
fielmente perteneciente a la modernidad, sociedad y adolescencia se
realimentan y necesitan mutuamente. Lo que implica además confianza y
comprensión entre ambas.
Aunque la moratoria sea presentada como la contrapartida de la confianza,
cabe preguntarse si en definitiva la moratoria no es una construcción ( ficcional
e ilusional simultáneamente ) para consolidar una estructura de “entrada” a la
ciudadanía. Por otro lado, refleja también una teoría implícita sobre la sociedad.
Aquella referente a un Estado keynesiano (Vasconcelos,1989) que alberga,
integra e incluye.
I.9- La familia ,lo paterno y lo amparante
Giddens observa que la experiencia diaria de seguridad se remonta a
“ciertas experiencias características de la infancia” (Giddens,1997: 92),
relacionadas con el sentimiento de” confianza básica”: “la confianza no sólo
implica que uno ha aprendido a fiarse de la equidad, igualdad, y continuidad de
los agentes externos, sino que uno “ puede fiarse de sí mismo”. (ídem: 94).
Esta confianza es relacionable a la experiencia de padres amparadores,
capaces de cuidar y proteger. Lo que además incluye lo social. Si el hijo
aprende a tener confianza en sus progenitores, es porque éstos a su vez
confían en su entorno y viceversa. Se trata entonces de una estructura de
continuidad entre lo familiar, lo social y lo subjetivo- íntimamente relacionados
entre sí - por la cual se establece un marco de confianza, experiencias de
seguridad y reaseguamiento .
Esta especial conjunción es un logro y expresión de la modernidad, una de
cuyas articulaciones mayores es el logro de “confianza básica.“ Giddens (1997)
explícitamente relaciona este proceso a la calidad y al tipo de cuidado que
responde a las necesidades individuales del niño. Cuidado que
concomitantemente expresa determinados valores y códigos culturales
reproducidos y valorados.
36
Por lo tanto una condición de confianza básica es que tiene que haber un
sentido de integración entre los padres y lo social, o dicho de otra manera,
entre los padres y lo adulto que hay en los padres. La transmisión de
determinados modelos de paternidad y maternidad, reflejan procedimientos
firmes y sólidos de lo que es ser adulto desde una sociedad keynesiana. Los
padres que educan “confianza básica” son padres que están orgullosos de ser
tales.
De allí la necesidad de tener en cuenta esas estructuras sociales que
dignifican lo adulto de los padres, para hacer posible tal sentimiento. Así educar
es transmitir sociedad, en una actividad con la que el adulto se puede
identificar y dignificar. Ser adulto, educar y estar integrado a la sociedad, es
una tríada que se retroalimenta :
Parte de la humanización del padre consiste en su transición a una
realidad emocional en los términos propios de ésta, dentro del
movimiento que lo trae del espacio de trabajo a la vida hogareña(...)La
relación de la familia con el padre – otro y la naturaleza de su
transformación en papito, tienen una importancia psíquica considerable
para el niño que crece. Hasta cierto punto es una labor reparatoria
esencial para la relación del niño con la realidad (Bollas,1991: 207) .
En esta dimensión de orgullo se transmite el vaivén hogar- trabajo, una
educación precisa y la seguridad redoblada que la sociedad contiene a lo
adulto, tanto como éste contiene a lo infantil:
Él [padre] se reviste de esta ley del tiempo, la que aleja y separa los
miembros de la familia del espacio hogareño. Los que viven en aras de
este tiempo, se ven transportados a otro lugar, al mundo del trabajo y
las obligaciones (...) El regreso del padre del trabajo por tanto es un
momento intrapsíquico complejo para el niño que lo espera. Para la
esposa que tal vez deba procesarlo y para el hombre mismo (...) Sin
duda todo niño llega a percibir que existe un mundo que hace su
historia, que avanza según su propio tiempo, más allá de las paredes
del hogar (idem: 218 ).
37
Es decir, no se cría hijos sólo por narcisismo, sino además porque se piensa
que algo de lo que se les entrega les servirá para su vida y su futuro. Lo
familiar pasa a ser una vertiente del contrato narcisista, capaz de anticipar y
catectizar un futuro posible, otorgando un sentido de cohesividad y unidad .
Giddens (1997) destaca la importancia de la unidad primaria por la cual lo
nodular de la familia no es en sí lo edípico sino un modelo de integración
psicosomático y social. En cualquier caso no es el Edipo de la rivalidad ,sino un
Edipo desde la cooperación intergeneracional (Kohut,1982).
Desde esta perspectiva lo que prevalece en el vínculo familiar son
experiencias reales y no fantaseadas, a través de las cuales el niño se apodera
de la educación paterna como una versión de los sistemas expertos. Al mismo
tiempo, la ausencia de los padres no es vivenciada como catástrofe porque
siempre entre el niño y aquéllos, hace “espacio” el sentimiento de confianza
básica.
Este espacio potencial : “refiere a la capacidad del niño para tolerar que su
cuidador se aleje” (Giddens,1997: 95). Lo “potencial” como operatoria subjetiva
y vincular, se intrinca a la familia nuclear y es una consecuencia del hecho de
que desde la modernidad, se debe negociar subjetivamente el que la lejanía de
los padres no implique su extinción. Esto es producido por desanclajes que
Giddens no advierte. Uno, es que a los niños se les educa tanto social ( la
escuela ) como familiarmente y otro, es el desanclaje entre el espacio del hogar
y el espacio de la producción y del trabajo.
En el medioevo (Ariès-Duby v. II,1990) el espacio del hogar era el espacio
también de producción económica y de educación, cosa que se disocia y
desanclaja en la modernidad. De ahí que en la construcción de subjetividad el
espacio potencial o transicional (Winnicott, 1979), busca resolver la ausencia
paterna como retorno potencial. Al mismo tiempo se realiza una homología
fundamental entre el hogar- espacio cerrado- y la subjetividad –también
espacio cerrado-. El ir y venir, el salir y el entrar, el recepcionar y transformar
complejiza el psiquismo, al mismo tiempo que da sentido a los movimientos
familiares. No en vano Winnicott (1972) señala como índice de salud mental la
capacidad de estar a solas, revelador del núcleo del desarrollo psicológico de
la fiabilidad, asentado en la confianza en el regreso del cuidador.
38
La familia nuclear entonces es más que una simple división de roles entre
papá, mamá e hijos. Implica una específica operatoria de espacios y tiempos,
apuntalando tipos específicos de subjetividad. El cuidador “experto” no es sólo
aquél que cuida, sino que además es el que garantiza las condiciones de su
supervivencia. Demuestra que entre hogar- sociedad y subjetividad no hay sino
integración y además que ante su ausencia se puede mantener la esperanza
de su retorno ( o sea, que es predictible) (Giddens,1997) .
Este sentido de la esperanza es fundamental e indisociable de la confianza
básica . En definitiva creo que apunta a la consolidación de una zona de la
mente que no es necesario que alcance representación psíquica, en tanto
surge como marco de integración para pensar (Bollas,1991).
Winnicott señala : “El buen cuidado produce un estado de cosas en el que la
integración empieza a convertirse en un hecho y existe ya una persona”
(Winnicott,1979: 141). Dicho de otra manera, cuidado paterno - materno
“suficientemente bueno” es aquel que evita que aparezca en primer plano
aquello que generalmente permanece como difuso, destacando en cambio
estructuras sólidas: el self verdadero, el sentimiento de seguridad, el estado de
integración y de continuidad.
Esta zona de la mente se asocia a una capacidad de mentalizar o función
reflexiva, que denota la comprensión de la conducta de uno mismo y de los
otros en términos de estados mentales (Fonagy,1999,2000). Apego seguro
que refleja que la capacidad de los padres para observar la mente de los niños
y que facilita la comprensión general que aquéllos tienen de lo mental. Sugiero
así re-pensar la “confianza básica” como instauración de aquellos procesos que
Green denomina terciarios (Green,1984), por los cuales teoriza como
fundamental al psiquismo la capacidad de instaurar procesos de ligazón y
desligazón, más que lo reprimido en sí o lo reprimido vuelto conciente.
Los padres a través de la función reflexiva transmiten dos hechos. Primero,
que las cosas pueden ser pensadas y solucionadas. Y segundo, que esas
cosas pensadas y solucionadas pueden serlo por la mente del niño. Así se
deposita confianza en el niño16, a la vez que se le transmite el consenso de un
16 Para Fonagy la capacidad reflexiva surge como un producto de las interacciones concretas, pero estimo que es también imprescindible que la familia anticipe (Aulagnier,1975) que el niño será capaz de mentalizar.
39
contexto social estable, imprescindible para que las cosas adquieran un sentido
y una racionalidad. De esta manera los padres generan precedencia y
valorización al pensamiento: “ningún pensamiento es posible sin la
precedencia de otros pensantes, y de formaciones colectivas anteriores al
sujeto” (Kaes,1994: 71) .
De esta manera se espera que el niño asuma responsabilidades de forma
gradual, pudiendo inquietarse y preocuparse por su entorno (Winnicott, 1979)
Inquietud que retomo en el sentido de poder explorar cosas nuevas y en
definitiva la instauración de lo que he denominado en otros trabajos “escena
transformacional”, operatoria del psiquismo capaz del investimento del cambio
(Klein,2003). Capacidad que se podría denominar también como de “inquietud”,
que también viene desde el otro, ya que tal como señala Giovacchini (1989), si
la madre tiene capacidad de inquietud por su bebé, lo signará como un “otro”
del cual tolerará sus propios procesos transicionales 17.
Podemos pensar que las técnicas de cuidado adecuadas instauran en
definitiva capacidades que permiten el logro de autonomía, la seguridad en si
mismo, la capacidad de estar a solas, es decir, rasgos psíquicos que
permitirán la inserción del proceso de ciudadanía con su interjuego derechos –
obligaciones, límites y habilitaciones. Así como en la ciudadanía se planteará
la temática del interlocutor- vecino, en el origen del pensamiento se planteará el
del semejante - hermano (Kaës,1994).
Para ésto el niño debe poder usar “cruelmente” al objeto (Winnicott,1979), o
sea usarlo de forma desmedida, manteniendo al mismo tiempo una relación
calma y tranquila con la madre-medio ambiente. Lyons-Ruth (2004 ) señala
cómo la indisponibilidad emocional de los padres genera vulnerabilidad
emocional. Esta disponibilidad emocional se relaciona a que la madre tiene que
estar dispuesta a ser madre y ser usada de forma irrestricta como tal y al
mismo tiempo también ser irrestrictamente reconocida socialmente como
madre- adulta y no descalificada como tal.
Pero es posible pensar otro punto de entrecruzamiento entre organización
social y organización familiar. Se refiere a la prohibición del incesto, y además
a la prohibición del parricidio. Esta “prohibición mayor” (Kaës,1995: 345)
17 Dicho de otra manera: se opone a vínculos de fusión endogamizantes .
40
asegura el devenir de las generaciones y el sentido del porvenir e inaugura la
idea de transmisión, de descendencia y de la ley como regulador esencial.
De esta manera se configura un ideal social común y compartido: el pasaje de
la familia de origen a una familia de destino y desde la subjetividad, la
solidificación de la ambivalencia como base de la estructura emocional.
El padre clásico aparece así como regulador de deseos y designado como
representante “rotulado” de la ley (Aulagnier,1975), expresando un isomorfismo
entre la ley simbólica y la regla social: “como capacidad de hacer lazo (...)
deseamos una asociación con otros que haga posibles espacios de
humanidad” (Kaës,1994: 193).
De esta manera el complejo de Edipo pasa a ser un organizador donde se
marcan las diferencias de sexos y de generaciones, pero también diferencias
temporales y subjetivas: la madre tiene que ver con los orígenes, el narcisismo,
el pasado, mientras que el padre se asocia a lo objetal, el futuro y la sucesión
(Aulagnier,1975)18. La madre debe –en este imaginario- garantizar orígenes y
basamentos y el padre futuro y salida exogámica. El logro de la amenaza de
castración implica salir de la inmortalidad del narcisismo primario a la
mortalidad del narcisismo secundario, como forma de reconocerse dentro de
una cadena generacional. Condiciones que si se cumplen permiten acceder a
un lugar social reconocido y a ideales compartibles.
Así Edipo , estructura reflexiva y capacidad de intercambio se unen cuando:
se acepta que el otro no sólo lo desea a él [el niño] sino también a un
tercero, se es deseado aún cuando no sea el único, se desea a él por
algo y al tercero por otra cosa(...) el pasaje de una lógica de exclusión a
una de conjunción –yo y el tercero- no es una mera cuestión de
evolución garantizada por el paso del tiempo... el contexto intersubjetivo
en el que se desarrolla el sujeto, los mensajes del otro significativo, las
experiencias de relegamiento, preferencias y temáticas producen su
marca en este sentido ( Bleichmar,1981: 11).
18 No se me escapan los prejuicios de género que implican esta forma de presentar las cosas por parte de Aulagnier.
41
Se origina desde allí un proceso (Kaës, 1995) de apuntalamiento psíquico y
renovación social a través de ideales que pertenecen al grupo pero que son
además emblema de pertenencia al grupo. Si la angustia que aparece en torno
al narcisismo primario es angustia de desamparo (Bernard,1991), en torno al
ideal es la angustia de asignación. El sujeto elige así determinados valores (a
través de su Ideal del Yo) para sentirse parte de un conjunto: “a través de esta
operatoria el sujeto se asegura la continuidad, la unidad, y el valor de su yo”
(Kaës,1995: 349).
A través del Ideal del Yo el sujeto exige que se lo nomine como
representante del conjunto, en un contrato que asigna lugares preestablecidos
y preservados, pero renovadamente enunciables como forma de poder entrar
en un discurso simbólico.
El Edipo entonces prohibe pero libera (Laplanche,1980), restringe pero
habilita, marca pero estructura, en tanto reabre la cadena de los intercambios
que vincula a la familia con lo social y viceversa. De esta manera asegura una
continuidad entre las familias, pero discontinuidad con respecto a la propia
familia. De allí que la ley de castración aparezca como “fenómeno liberador”
(Laplanche,1980:155) 19.
Pero para que la amenaza de castración- eje del Edipo - tenga efecto, tiene
que haber un padre fuerte, un padre capaz de llevar adelante esa amenaza. Al
igual que la confrontación en Winnicott (1972), el Edipo requiere lugares
diferenciados entre hijos y adultos, o mejor dicho, adultos que quieren ser
adultos y no niños. Descansa así en una particular estructuración de roles
generacionales y familiares.
La opción civilizadora de la modernidad pasa por renunciar a la madre, o
poner a la madre bajo el lugar de lo prohibido y pasar a otro objeto femenino.
Renunciar a lo materno para entrar a lo femenino. Pero esta situación es
pasible de ser leída también bajo coordenadas espaciales y temporales, pues
se trata de “romper” el espacio de lo materno para entrar a la dimensión de lo
temporal- biográfico paterno. Esta “ruptura” y clausura de un espacio es una
forma posible de caracterizar la prohibición del incesto, con lo que se “abre” la
dimensión temporal de la subjetividad.
19 En tal sentido me pregunto ¿qué puede comprender un niño del Edipo? No creo que sea del orden de la comprensión lo que está aquí en juego. El Edipo es un” sabido no pensado” por excelencia en los términos de Bollas (1991).
42
Por el contrario, en la medida en que la dimensión temporal de la
subjetividad está “obstaculizada”, lo que sobresale es una patología del antes,
el pasado, lo materno como un espacio que se reproduce siempre a sí mismo
opuesto al futuro y el porvenir. Esta situación, intolerable para la modernidad,
recibe desde la subjetividad el nombre de compulsión a la repetición, mientras
que el porvenir es denominado “límites”, “barramiento” o “asunción del deseo”.
Entonces el Edipo no es igual a familia, sino que es una figura de mediación
entre lo familiar y lo social. Asegura y consolida, como aparente situación de
incesto, el sentimiento de que la familia corre peligro de máxima saturación
(que aparece en el imaginario como proceso de auto - intoxicación), por lo que
se impone como imprescindible el pasar a constituir otra familia. Se observa en
esta lógica una intervención social interesada en controlar lo familiar excesivo
percibido como peligro para la modernidad (Ariès- Duby,v.VII,1990).
No en vano el fin del Edipo- la latencia, la entrada a la escuela- tiene que ver
con la institucionalización del niño. A nivel mental se constata que hay algo
más allá de su familia: lo social. Que lo social aparezca simultáneamente como
compañeros de clase - lo fraternal- y como maestros- lo vertical -,no dejará de
tener consecuencias subjetivas, tal como desarrollo en otra publicación
(Klein,2002) .
El niño comprende así que su familia ya no es el cuerpo absoluto que él
demandaba, que hay otros cuerpos y otros espacios. Entonces ya no basta
señalar que el pasaje de lo materno a lo femenino es la clausura de lo espacial-
familiar para pasar a la temporalización. Es necesario agregar que esta
clausura habilita el pasaje a un espacial- temporal- institucional.
En determinado punto el Edipo implica a los padres, pero también su
desaparición. Está vehiculizado por los padres (Laplanche,1980) pero para
garantizar su desactivamiento como figuras significativas, como forma de
implementar valores sociales (Aulagnier,1975). Desaparecen, pero resurgen
fantasmáticamente a nivel de los intercambios del niño futuro- adulto con otros
adultos- probables - prometidos . El sentido de porvenir augura el intercambio.
Hasta cierto punto los padres se “inmolan” al Edipo, convencidos e
identificados a valores sociales de la modernidad keynesiana que hacen
imprescindible la garantía del porvenir y el futuro. Lo contrario, que lo familiar
43
predomine sobre lo edípico, implica que el sentido de nostalgia e inseguridad
prevalezca sobre el de seguridad y confianza básica .
La amenaza de castración es en Freud (1924) un “no te acostarás con tu
madre”, en Lacan (1979) “no reintegrarás tu producto” y en Berenstein (1981),
desde la teoría de las configuraciones vinculares, “No regresarás a quién fue tu
dador”. Las dos primeras enunciaciones son insuficientes porque no dan
cuenta cabalmente de la ley desde esta modernidad, la que no es sólo
prohibición sino también regulación y habilitación. La ley como forma de
intercambio y regulación, se acerca más al punto de vista de Lacan (1979) que
indica un “no reintegrable” hacia la madre, lo que implica que no hay forma de
que el hijo la complete y a la vez que en determinado momento, la madre ya no
desee el valor fálico, con lo cual aquél tiene garantizado el pasaje al objeto
genital.
El hijo pasa a tener identidad propia, amparado en lo social que se
manifiesta como ley en torno a un padre simbólico. Así la ley (social y de la
modernidad) es recolocada desde la familia, pero retomada finalmente a la
sociedad. Plena de poder, la familia termina sin poder: “la madre pierde su
identificación con la ley, con ser aquello que la dicta, la ley como entidad más
allá de un personaje queda instaurado, por eso se puede decir que el padre
simbólico es el formato de la ley” (Bleichmar,1982: 79).
Pero si alguna vez hay padre simbólico es porque no es simple
“representante”, es también “delegado” y “testaferro” con plenos poderes en
tanto ocupa un lugar de “adultez” respetable. El psicoanálisis a veces olvida
que un adulto no es en sí una figura inmutable e incambiable. El momento en
que la madre- padre expresan: “hay una ley que nos es externa” es el momento
correlativo en que se sobreentiende el :”somos adultos y como tales sabemos
que la ley por sí es siempre externa” .
Es una acción de estructura en relación a posiciones y lugares, que implican
también para el adulto intercambio, en tanto hay un placer libidinizado y social
en ser adulto, lo que facilita la “renuncia” al hijo como objeto omnipotente. Las
insignias de lo paterno tienen que ser provistas y “reconocidas “ por lo social,
en tanto lo autorizan a proclamarse parte fundamental del ideal social. Los
padres tanto al comienzo, como al fin del Edipo, mantienen –se espera que
44
mantengan- intacta su condición de miembros plenos y dignos de una
sociedad.
El padre y la madre fundan, desde la modernidad, una distribución espacial
entre el adentro y el afuera. El “afuera” es trabajo paterno, y el necesario
esfuerzo laboral, pero también el peligro y lo imprevisto. “Adentro” es el hogar,
el lugar de la morada, los sueños y la protección. En la casa permanece la
madre y lo seguro reconocible:
El padre vive o así lo parece en un orden de tiempo diferente, tal
que lo podríamos llamar tiempo paterno para distinguirlo del
tiempo materno. Tiempo materno: 1) atemporal 2) institual 3)
eterno 4) íntimo. Tiempo paterno: 1) tempestivo 2) social 3) mortal
4) impersonal (Bollas,1993: 216).
En definitiva : es la división entre el espacio del refugio, de la protección y del
cuidado, y el lugar de las obligaciones y los “tormentos”. El padre se
especializa entonces en lo temporal y la madre en lo espacial. La madre
delimita los espacios de adentro y afuera, el padre delimita el tiempo de la ida
y de la vuelta, del salir y del retornar. Ambos se conjugan en una sensación de
estabilidad, de progreso, y de confort. La correa de transmisión que hace que
el padre salga y vuelva, tiene el presupuesto de adultos que están orgullosos
de ser adultos. El padre sale y vuelve con el sustento, porque es un trabajador
cuya calidad de tal está garantizado por ser adulto.
Pero tanto padre como madre son representantes del mundo social. La ley-
adscripta tradicionalmente al padre- no representa todo el mundo social, sino
una parte de él en relación a la forma de intercambios. Lo social, en relación a
lo materno, es también lo que Giddens formulaba en términos de “confianza
básica” .
La problemática de las discontinuidades espacial y temporal inaugura lo que
a nivel de la subjetividad va a ser el espacio transicional, en tanto alternancia
que negocia entre presencias y ausencias. Así el padre está ausente, pero
siempre volverá, lo que expresa una estructura de “promesa”. Pero aclaro que
si el mismo se presenta seguro en su “adultez” no por eso dejará de mostrarse
45
vulnerable. Es lo que diferencia al padre real del Padre de la Horda
(Freud,1913)
Desde el padre lo social aparece para el niño como un espacio otro, aparte,
y misterioso (Bollas,1993). Un espacio que puede “devorar” a su padre y no
devolverlo nunca más. Es una cuestión a remarcar porque no adscribo a la
teoría del “matrimonio consumado “ entre lo paterno y lo social. Existen entre
ellos “rencillas” que no son, sin embargo, patológicas. Por el contrario creo que
revelan puntos de “fractura” en las figuras de mediación que deben
imprescindiblemente todo el tiempo reformularse para garantizar el pasaje de
un espacio transitoriamente amenazante e incomprensible, a una
reorganización temporal que asegura un equilibrio homeostático entre lo social,
lo familiar y la subjetividad.
I.10- Adolescencia y modernidad: un fructífero encuentro
Para las mentalidades de comienzo del siglo pasado, el adolescente es
producto de un espacio sexual, si entendemos por tal una sexualidad
masturbatoria malsana y fragilizante (Barrán, 1991) .
La importancia que lo corporal y el espacio propio van tomando en la cultura
y la sociedad de principios del siglo XX, propician aquello de lo que la misma
sociedad se queja: el onanismo. De alguna manera la misma sociedad
‘alimenta ‘los monstruos de sus pesadillas: “La nueva soledad del lecho
individual conforta el sentimiento de la persona, favorece su autonomía (...)
Pero los médicos deploran una cosa: el placer solitario sale favorecido” (Ariès-
Duby v. VIII,1990: 142).
Se trata también de un malentendido y un desencuentro. Mientras el
discurso médico presenta a la sexualidad como “ una fuerza necesaria para la
reproducción de la especie “ (idem : 231), el adolescente, cada vez más
auxiliado por el discurso romántico, la reivindica como elemento de sentimiento
y pasión. Se forja un Yo de sentimientos que guían la aparición de formas
inéditas de sensibilidad en torno a la espontaneidad (idem), y que insiste en
emanciparse de controles y disciplinas, buscando otorgar “legitimidad” al
espacio interior.
Al mismo tiempo sexualidad, adolescente y fragilidad emocional aparecen
cada vez más asociadas en el imaginario del novecientos. Rápidamente el
46
mismo es acusado de “despilfarrar” masturbatoriamente energías y semen,
reproche que revela una realidad social donde el adolescente genera miedo al
convertirse en el representante de cambios sociales y movimientos
revolucionarios incesantes (idem).
Una forma que surge para atenuar lo ‘revolucionario’ del adolescente es
volverlo transitorio. La adolescencia entonces se solidifica como una etapa
etaria y por tanto transitoria. De esta manera si el “desorden” social que
instaura el adolescente es inevitable al menos pasa a ser acotado y limitado en
el tiempo. De esta manera se genera el consenso ( y la tranquilidad ) de que la
adolescencia es una puerta de entrada a la ciudadanía, manteniendo marcas
claras de su terminación. El “desorden” se “ordena” y se reinstaura la
normalidad subjetiva y la calma social. Este pasaje : adolescencia – adultez
se vuelve algo necesario, esperable y facilitado (Klein: 2002).
Sugiero que se trata de un enlace entre la adolescencia , como un espacio
cíclico que del desorden pasa al orden y lo adolescente como función lineal
que asegura la transformación del joven en adulto.
El adolescente (al transformarse en adulto :la función) permite corroborar,
tranquilizar, asegurar, que la barbarie, el descontrol, lo irracional (el espacio) no
son más que una etapa transitoria y no peligrosa20. La adolescencia (como
espacio social catectizado) y el adolescente (como sujeto que se adueña del
mismo) se concatenan haciéndose indistinguibles.
El concepto del desorden necesario para restaurar el orden permanente
enfoca el imaginario intrínseco de lo adolescente en la modernidad, donde
quebrar las reglas, tanto como moverse en los límites de lo tolerable, genera un
movimiento de contradicción permanente (Ariès-Duby,v.VIII,1990).
Pero cabe pensar que la adolescencia se vuelve no tanto contradicción,
como señalan Ariès-Duby, sino más bien paradoja. Se trata desde allí de una
adolescencia que bascula entre lo homeostático y lo antihomeostático, entre el
mesianismo y la transgresión. Adolescencia que desde la barbarie, lo
irrazonable, el descontrol (la transgresión) permite y asegura la “restauración”
de la civilización, la urbanidad y las buenas maneras (lo mesiánico), tal como
desarrollo en una obra anterior (Klein, 2002).
20 Todas estas ideas y siguientes están mejor desarrolladas y ampliadas en una publicación previa donde analizo exhaustivamente la relación entre modernidad y adolescencia (Klein, 2002).
47
Al mismo tiempo, es tanto lugar de la pérdida, el desgaste, lo irrecuperable
de la economía anti-homeostática, como un campo de experimentación sobre
cómo detener esa pérdida y el desgaste (economía homeostática), evitando la
pérdida irreversible de energía y la entrada del mundo en la era de la oscuridad
y la apatía.
Se consolidó así una especie de curioso contrato entre la modernidad y el
adolescente. La modernidad “creaba “, sostenía y garantizaba la adolescencia
y a cambio ésta contraía conductas y funciones que aseguraban la perpetuidad
de la sociedad. El adolescente se perfiló preferentemente en los espacios de
“pasaje”: entre el adentro y el afuera, entre la familia de origen y la familia a
fundar, entre el pasado y el futuro, entre endogamia y exogamia.
A través de ese espacio de borde, se sostenía la ilusión de que la sociedad
era capaz de autosostenerse, autogenerarse, de renovarse permanentemente.
La modernidad recibía un enriquecimiento que la hacía renovarse cíclicamente.
No es casual que muchas de las metáforas con que se ha estudiado la
adolescencia mencionan un “segundo nacimiento”, metamorfosis, “segunda
oportunidad”, "renovación", u otras, aludiendo a una sensación de esperanza y
nostalgia. "Los jóvenes son nuestro futuro", se decía, a través de una frase
que se perpetuaba y recibía consenso social.
La adolescencia se inaugura así en tanto sostén de la modernidad. Por este
consenso los jóvenes recibían la garantía de trabajo, inserción social, un
proyecto de vida y un sentido al transcurso de las generaciones. Este curioso
“contrato” era una apuesta a la vida, a la ligazón, a la reciprocidad y al
resguardo del contrato narcisista (Aulagnier,1975), el cual ya mencioné
oportunamente.
Aún así el imaginario de la modernidad en relación al adolescente no ha sido
unidireccional, manifestándose tres grandes grupos de imágenes en torno a
aquél:
- El adolescente en peligro y casi enloquecido.
- El adolescente peligroso y transgresor.
- El adolescente fascinante y seductor.
En tanto casi enloquecido se lo asocia a merced de algún peligro que lo
subyuga y seduce. El adolescente nada puede hacer frente al mismo. O por
ignorancia o por maldad. A veces vicioso, a veces incauto, este imaginario
48
reclama que se implanten medidas enérgicas contra el vicio y la corrupción
que acecha al joven. Antes la masturbación, hoy la pasta base, la gramática del
imaginario es tan similar en su dramática de una víctima inocente o un
corrompido insalvable, imponiendo grados de irracionalidad y alarma, que no
puede hacer dejar de razonar en lo compulsivo de ciertas imágenes sociales
Por el contrario, el segundo tipo de imaginario ya no lo ubica como un ser en
peligro. Ahora él se ha vuelto peligroso. O romántico o contestatario; o
revolucionario o resentido, ya no se reacciona ante él con bondad o sabiduría
sino con sanciones, disciplinas o avergonzamientos. En este último caso el
adulto se siente confundido ante un adolescente que le recuerda verdades
esenciales por las que el adolescente pasa a ser el cuidador y preservador de
nuestra sociedad. Guardián moral de la sociedad, detenta sus valores más
puros, sacros y ejemplificantes, denunciando la "hipocresía" y las "renuncias"
morales de los adultos.
Distintas películas reflejan este imaginario. En "Rebelde sin causa" (1955) el
adolescente que confronta la hipocresía. En "La naranja mecánica" (1971) es
un sádico y perverso. En “El graduado”(1967) es un ser ético y puro. Y es
especialmente representante de una nueva era en "Woodstock" (1969).
El tercer grupo de imágenes refiere a la adolescencia como un bien cultural
común, dentro de la llamada “adolescentización de la sociedad”. La juventud se
democratiza, se hace un imperativo y un deber. En general la sexualidad que
detenta aparece ahora reconciliada con la administración burguesa de la vida.
Una sexualidad donde la introducción de la “pareja” consolida, entre hombre y
mujer, una sexualidad, igualitaria, simétrica, ecológica. Imitado o envidiado, lo
adolescente pasa a ser el parámetro desde donde se evalúan bellezas, éxito y
prosperidad. Lo joven es factor de velocidad, adaptación y rendimiento. Valores
referenciales de una economía de mercado.
I.11- Descripcion de la adolescencia desde el psicoanálisis
49
Para Giddens, la importancia del psicoanálisis reside en que “ proporciona
una panoplia y un rico acervo de recursos conceptuales y teóricos, para la
creación de una narrativa reflexivamente ordenada del yo personal y de la
identidad personal” (Giddens,1995: 39).
Desde esta perspectiva el psicoanálisis es indisociable del proyecto
fundacional de la modernidad. En el caso del psicoanálisis de adolescentes
esta observación es por demás acertada: provee de imágenes con las que la
adolescencia es pensada, tanto como garantiza el disciplinamiento del sujeto
adolescente a través de la teoría pubertaria (Klein, 2002).
Pero a pesar de esta fuerte presencia de lo social en el psicoanálisis de
adolescentes, sus autores han buscado por el contrario erigir un “adolescente-
tipo” sin marcas sociales ni referencias culturales. No obstante es posible
encontrar una oscilación notable en la bibliografía consultada que va desde
modelos ultrasimplificados a otros que dan cuenta de una diversidad
interesante de matices, por lo que podría decirse que no existe “la” teoría
psicoanalítica sobre la adolescencia.
Como desarrollo en otra publicación (Klein, 2002) la posición de Erikson
(Maier,1980) - por ejemplo- es inconciliable con la de Aulagnier (1991). Uno
preocupado por los procesos de adaptación y de “bienvenida” del joven a la
sociedad; la otra, atenta por establecer un fondo de memoria capaz de otorgar
identidad y continuidad psíquica. Señalaría distintas vertientes dentro de los
autores estudiados : Winnicott (1972) aportando una visión sociológica del
adolescente, Erikson una visión adaptacionista, Blos (1978) una visión
desarrollista, Dolto (1990) una visión antropológica y Aulagnier (1991) una
visión historicista en la que el adolescente es un “historiador”, el narrador de su
propia historia. Para Urribarri (1990) el júbilo redimensiona lo adolescente,
mientras que para Kancyper (1992,1997) no hay adolescencia sin pulsión de
muerte, o sea no hay adolescencia sin un “desgarro” del cuerpo narcisista
familiar.
Destaco como original la perspectiva de F. Dolto (1990). No siempre se
coloca del lado del adolescente ni de la sociedad. Con inteligencia apunta las
consecuencias de la inexistencia de los ritos de paso, vacío exasperante y
ambiguo desde la cuál se desarticulan deberes y obligaciones entre el
50
adolescente y la sociedad. Situación premonitoria quizás de lo que desde el
neoliberalismo denomino descontractualización social generalizada.
Freud (1895, 1905) mismo reúne distintas perspectivas: desde la
caracterización del “nachträglich” adolescente como espacio de subjetividad
que da lugar a lo inédito y reestructurante, hasta la pubertad como simple
control pulsional, su posición es amplia y por momentos contradictoria. En el
esquema que Freud (1905) plantea en “Tres Ensayos de una Teoría Sexual”, la
pubertad se muestra como una etapa de conformación definitiva de lo que es la
personalidad. Esta obra delimita claramente qué es infancia, qué pubertad, y
qué adultez, delimitando tareas en relación a ellas.
Así la infancia aparece como la edad de la anarquía pulsional, donde cada
pulsión “vive” independiente una de otra. La adultez, por el contrario es una
etapa de responsabilidad donde no es casualidad que las pulsiones parciales
pasen a subordinarse a la pulsión genital, o sea a la reproducción.
Lo infante aparece caracterizado como una etapa de retraimiento, mientras
que la adultez implica colectivización. Desde el perverso polimorfo al adulto
genitalizado neurótico se describe un proceso “natural” que lleva de lo
desintegrado a lo integrado. Es una psicología evolutiva que describe la
irreversibilidad de la conversión del adolescente en adulto, retomando el
esquema antihoemostático-homeostático de la modernidad .
Freud está pensando desde y para una sociedad adultocéntrica y falocéntrica
donde su descripción se ajustaba fielmente al programa de la modernidad que
se proponía “domesticar” al rebelde pero sin anularlo. Por eso desde este
imaginario surgen frases como : “ya se le va a pasar”; “bueno está mal pero es
adolescente”; o la famosísima: “ténganle paciencia que tiene las hormonas
alteradas”, presentando lo que se supone una etapa de caos que será sucedida
por la ley y el acatamiento21.
En el caso de Hanna Freud (1985) no aparece la diferencia genital - pre-
genital sino el ello versus el yo, de manera tal que le interesa marcar el punto
en que es imposible volver a lo adolescente. Para eso genera alrededor de lo
adolescente una escena temida desde la modernidad: la locura . No hay nada
más eficaz, como ella hace, que señalar que el fracaso en el pasaje a la
21 La modernidad keynesiana parece que no puede prescindir de la transgresión pero tampoco de la ley. Necesita simultáneamente el cuestionamiento y el acatamiento.
51
adultez es entrar a la locura, como para que a nadie se le ocurra seguir siendo
adolescente más tiempo de lo necesario. Se impone pues un pasaje del ello-
adolescente al yo- adulto representante de valores importantes para la
modernidad: serenidad, raciocinio y sentido común.
Se renueva así el imaginario del adolescente como ser en situación de
peligro y precariedad, al cual hay que estar controlando. Si el socio
fundamental para el adolescente, desde Freud, es el proceso de integración
pulsional o libidinal, para Hanna Freud es el paso del tiempo, el que
restablecerá la armonía yoica desde una tolerancia firme. En realidad es
tolerancia frente al yo y firmeza frente al ello.
Agrego una observación algo bizarra sobre la obra de esta autora,
consciente de que quizás me aparto del tema en cuestión. La misma refiere a
que en la época en que la misma escribe sus primeras obras sobre
adolescencia, se consolida el ascenso del nazismo y la caída de un sistema
democrático vulnerable. Creo que desde su sensibilidad judía y desde ella
como persona amenazada e insertada en un grupo amenazado, traslada a la
pubertad el poder irruptor, irracional, perseguidor que percibe en la barbarie
nazi. Si esto es así, su modelo de la adolescencia simboliza el terror ante el
desborde nazi.
De esta manera metaforiza el terror y la ansiedad frente a un orden que se
resquebraja. Realidad política y social que quizás se desplaza simbólicamente
al conflicto entre un Yo que debe sobrevivir desde la latencia (un tiempo mítico
sin conflictos) y el Ello desbordante de la pubertad. Psicoanalíticamente
hablando, la adolescencia pasa a ser la expresión de una formación de
compromiso entre los elementos racionales y equilibrados de la sociedad (el
Yo, la sensibilidad judía, la democracia) y los elementos irracionales
persecutorios y conspiradores (el Ello, la barbarie nazi)...
En las antípodas de los Freud, Blos (1978) busca resguardar a la
adolescencia ubicándola en el centro mismo de una reformulación de la
infancia capaz de resolver conflictos que desde aquélla parecían irresolubles.
De forma optimista supone que la adolescencia es una segunda oportunidad
que permite a través de un proceso de madurez, una reestructura funcional que
no es defensiva, sino estructurante. Donde las cosas se pueden transformar,
pero a un nivel mucho más enriquecedor y desde un yo mucho más complejo.
52
Probablemente existe en su obra una crítica velada a Erikson, quien tiene una
perspectiva adaptacionista del adolescente 22.
De esta manera según Blos, las condiciones de entrada a la sociedad se dan
a través de los ideales a los que se llega –en una perspectiva típica de la
modernidad keynesiana- a través del padre. Resolver la cuestión del padre es
resolver cómo se entra en sociedad. Antes que la sociedad haga algo con los
adolescentes, el adolescente tiene que fundar sociedad en él mismo a través
de sus ideales. De esta manera transitar adolescencia, lo paterno y lo social se
vuelven proceso simultáneos. Entonces, antes que haya moratoria institucional
(Erikson), tiene que haber espacio social previo en la adolescencia.
La adolescencia aparece como un período en sí fundamental. No es
simplemente llegar a la adultez para restaurar la armonía del Yo. Y es que en
realidad, para Blos, la adolescencia no desaparece sino que permanece
consubstanciada a lo que es aparato psíquico. Si el adolescente logra que los
conflictos de la infancia adquieran un nuevo significado y resolución, eso
permanece como logro de resolución de situaciones problemáticas.
Así la adolescencia pasa a ser un modelo de construcción de subjetividad y
de constitución del aparato psíquico, en lo que quizás sea una actualización de
la versión mesiánica del adolescente desde la modernidad.
Una dificultad en Blos es confundir el padre con lo paterno, entendido como
una construcción social que el autor considera esencial para la aparición de los
ideales. Pero lo paterno es más que el padre y remite a una figura social que
desde la modernidad accede a un trabajo, cumple un ciclo entre el salir de la
casa y volver a la misma y muestra rasgos de vitalidad y de fuerza, anticipando
un porvenir y un futuro posibles.
Probablemente le pase lo mismo a Winnicott (1972). Como ya he
desarrollado en otro trabajo (Klein, 2002) su interesante posición sobre la
necesidad de confrontación generacional ( que personalmente comparto)
implica que :
el adulto debe ser adulto, y básicamente adulto es aquel que sobrevive al
ataque adolescente, no el que lo educa . El adolescente necesita un PADRE
22 Retomando las ideas de Winnicott (1972) se podría decir que la moratoria eriksoniana es un dispositivo que genera falso self.
53
BIEN VIVO,QUE NO SUCUMBA NI ABDIQUE, que se resigna a recibir
solamente algún tipo de recompensa y no se pondrá celoso por el crecimiento
adolescente , a diferencia del padre freudiano que no está ni vivo ni muerto, o
el padre lacaniano (Dör,1990) que está definitivamente muerto, para
establecer el orden simbólico . En la teoría winnicottiana sólo el padre vivo
hace efecto de estructura y es el que puede preservar esa irresponsabilidad
necesaria para que el adolescente crezca. Es por eso que Winnicott señala
enfáticamente la necesidad de que el adolescente viva su inmadurez, para
evitar que esta agresividad pase al acto y se tramite a través de la
confrontación (Klein,2002: 39).
Pero esto paterno no siempre está presente. Depende de condiciones
sociales precisas que se desbaratan desde el neoliberalismo. Padres
deprimidos, padres que no salen de la casa, padres agobiados, padres en una
estructura de desempleo permanente, no pueden garantizar el lugar de lo
paterno a nivel social y del ideal . Algo se pierde, tal vez, irremediablemente.
Propongo entonces la hipótesis de que el psicoanálisis de adolescentes ha
operado como generador no sólo de un campo clínico, sino también de una
serie de implícitos sobre lo qué es o no adolescente. De esta manera, su poder
de radiar imágenes adolescentes a nivel de las distintas disciplinas sociales es
proporcional a su lugar de invisibilidad como promotor de las mismas.
En general se podría decir que lo que engloba a todos los autores es la gran
dificultad en ver al adolescente inserto dentro de un proceso más vasto,
involucrando a padres, instituciones,la sociedad o lo social. Otro rasgo
preocupante, que no puedo desarrollar aquí y que certeramente ha criticado E.
Dio de Bleichmar (1997) con respecto al psicoanálisis y que se podría
generalizar a la adolescencia, es que tal como Freud antes, los autores
posteriores han pensado al adolescente desde una versión masculina. La
adolescente- mujer se ha convertido en una página muda e incapaz de hacer
un aporte, aunque ciertos autores contemporáneas intentan hacer una
contribución al respecto ( Burin,1998).
Mi hipótesis es que algunos autores aportan y describen diferentes aspectos
que revelan distintos ángulos del contrato narcisista de la modernidad. Teorizan
de esta manera meta- estructuras que dan cuenta del vínculo de “entrada” a lo
social, como figuras de mediación, relación e intercambio, que articulan nudos
54
esenciales entre lo social y lo subjetivo. La confrontación en Winnicott sería
expresión de esa meta- estructura, tal como los ritos de paso en Dolto, la
moratoria en Erikson, la pubertad en Hanna Freud, el “nachträglich” en Freud.
Desde esta óptica bien se podría decir que son estas figuras de mediación
las que generan adolescencia y no viceversa, ya que implican procesos
complejos de elaboración y exigencia psíquica para el adolescente. Pero al
mismo tiempo posibilitan la conservación de un sistema homeostático entre:
madurez-inmadurez; adolescencia-adultez; autonomía-dependencia;
irresponsabilidad-responsabilidad, expresión de la modernidad como
(parafraseando a Winnicott ) ambiente facilitador, suficientemente bueno, que
permite establecer continuidades y discontinuidades desde las cuales lo
adolescente puede gestarse y “hacer historia”.
CAPITULO 2
EL NEOLIBERALISMO: DE REPENTE , ¿ PARA QUÉ ADOLESCENCIA?
ll.1- Neoliberalismo :presentación general
En esta sección desarrollaré esencialmente las repercusiones psicosociales
del neoliberalismo en su vínculo y rupturas con la modernidad keynesiana,
particularmente en los países donde la experiencia de la social-democracia y
55
del Welfare State fue substantiva, como en Europa y en Uruguay en el período
batllista (principios del siglo XX hasta los años ’60 aproximadamente),
especialmente en lo referente a dos ejes: ciudadanía y promesa de un porvenir.
Cabe aclarar que aunque hay autores que insisten en que no hay ruptura
radical entre neoliberalismo y modernidad, creo que sí hay efectos irreversibles
desde aquél com respecto a algunos basamentos que hacen a la modernidad
keynesiana. Especialmente en lo referente a las promesas generadas desde la
modernidad clásica, cuyas interpelaciones ideológicas están presentes en
todas las fases del capitalismo com un discurso com efectos organizadores del
psiquismo, inclusive en situaciones sociales estructuralmente desfavorables
como en el capitalismo liberal.
Por otro lado se puede indicar como desde esta fase neoliberal del
capitalismo (que autores como Giddens denominan de alta modernidad) se
verifica un desregulamiento y mundialización de los flujos capitalistas,
especulación financiera, debilitamiento del Estado-nación, suspensión de los
derechos laborales y sociales conquistados, segmentación del mercado de
trabajo, desempleo estructual, crisis fiscal permanente que substituye la gestión
keynesiana, hegemonia del mercado (Vasconcelos & Morgado, 2005). Antunes
(1999) señala como representa una crisis estructual del capital, com
substitución del padrón productivo taylorista y fordista a favor de formas de
producción flexibilizadas, com la consiguiente crisis del Welfare State, a partir
principalmente del inicio de los años 70. En tal sentido se señala la
consolidación de :
Una sociedad heterogénea y fragmentada, surcada por profundas
desigualdades de todo tipo- clase, etnia, género, religión, etc.- (...) hay
un amplio sector social, un tercio excluido y fatalmente condenado a la
marginación y que no puede ser “reconvertido” laboralmente ni
insertarse en los mercados de trabajo formales (...) se traduce en
desempleo masivo, pobreza extrema, anomia y desintegración social,
drogadicción y auge de la criminalidad (Sader,1999:80-81).
56
Quizás teniendo en cuenta lo anterior es que para Sader el neoliberalismo
representa, un éxito y un fracaso :
la prioridad más inmediata del neoliberalismo fue detener la inflación de
los años ’70. En este aspecto, su éxito ha sido innegable(…)un tercer
éxito del neoliberalismo: el crecimiento de las tasas de desempleo,
concebido como un mecanismo natural y necesario de cualquier
economía de mercado eficiente.(…) Finalmente, el grado de
desigualdad(…)aumentó significativamente [pero] no hubo ningún
cambio significativo en la tasa media de crecimiento (...) porque la
desregulación financiera, (...) creó condiciones mucho más propicias
para la inversión especulativa que la productiva.(...)este fue, digamos, el
fracaso del neoliberalismo (Sader,1999:20-21).
Pero hay que destacar cómo el neoliberalismo, a pesar de sus efectos
dramáticos y graves (Tavares,1999) (Vasconcelos & Morgado,2005), sigue
manteniendo una vitalidad destacable asentada principalmente en el
convencimiento de su papel mesiánico e imprescindible para la sociedad
“diseminando la simple idea de que no hay alternativas para sus principios “
(Sader,1999: 27).
II.2- La presencia del Mercado y el Estado
Uno de los factores principales que hacen a la matriz económica del
neoliberalismo es la predominancia del Mercado (Vasconcelos &
Morgado,2005), que aparece atravesado por fuerzas anónimas e invisibles que
hacen que los acontecimientos parezcan producto del caos o el azar y no de
factores racionales. Vale decir: los acontecimientos se presentan como un
instituido incambiable.
Aquél proyecto de la modernidad keynesiana de una sociedad integrada por
seres autónomos y racionales, mediados por el planeamiento público nacional,
se substituye por una fantástica utopía de una sociedad donde no entran ni
regulaciones, ni leyes ni opacidades ni diferencias a título de una globalización
en red que se plantea irremediable :
57
o Mercado só obedece a uma exigência interna que busca escapar a
todo controle externo (...) O que se chama de “dinamismo do mercado”
é apenas um doce eufemismo para designar seu lado incoercível (...)
Tudo, na rede, se encontra no mesmo plano, existem apenas inter-
relações dos atores. Não há mais exterioridade que interioridade. Não
há mais transcendência que imanência. O ternário cede lugar à relação
dual (Dofour,2005: 82-86 ) .
Lewkowicz (2004) denomina “estado de fluido” a esta pérdida de referentes
“sólidos” que sostiene un mercado de circulación ininterrumpida e
ininterrumpible, para garantizar en realidad la ganancia del capital financiero
aún al precio de una ruptura social (Sader,1999) . Desde otro contexto Freud
señala cómo la ruptura de la cultura lleva al predominio del individuo más fuerte
(Freud,1931). Pero en este caso la ruptura social que ha propiciado el
neoliberalismo no ha llevado a la arbitrariedad del individuo singular, sino a la
del mercado que “se dirige a un sujeto que sólo tiene derechos de consumidor
y no los derechos y obligaciones conferidos al ciudadano “ (Duschatzky,2002:
21).
Este mercado si por algo se caracteriza, es por “fuerzas” autorreguladas y no
por ciudadanos, exigiendo una hiperadaptación a su dinámica :
(...) basado en el dogma (o el fantasma) de una autorregulación (...)¿de
dónde viene esta impresión creciente de vivir atrapados bajo una
dominación inexorable, “globalizada”, tan poderosa que sería vano
cuestionarla, fútil analizarla, absurdo oponérsele y delirante siquiera
soñar con sacudirse una omnipotencia que supuestamente se confunde
con la Historia? (...) Adaptarse es la consigna. Adaptarse una vez más y
siempre. Adaptarse al hecho consumado, a las fatalidades económicas,
a las consecuencias de esas fatalidades (Forrester,2000: 7-22).
El Mercado pasa a asemejarse casi, desde el imaginario social, a una
Máquina donde todo está programado, previsto (Anzieu,1986) y ”naturalizado“
y donde aparentemente todo está excelentemente articulado. Las leyes del
mercado de esta manera aparecen como eficaces e inmutables. Ya no son
creación de los hombres, por el que entre la sociedad y sus integrantes se
58
instala una nueva geografía (social y psíquica) de desconocimiento (Sassen,
1988) y no de inclusión.
Sin embargo aún queda un reducto para encontrar sentido a las cosas,
provisto por una cultura dogmática neo –evangélica:
La tendencia a reencontrar ciertas “referencias duras” entre las
conductas desarrolladas por los individuos y por los grupos para salir
de una situación donde tanto la pérdida de las referencias como la
multiplicidad de ellas nos hacen entrar en un universo en el cual las
potencialidades persecutorias son innumerables (Enriquez,2001: 75) .
Se trata de una primacía del supuesto de ataque y fuga (Bion,tada por todo
estado de desamparo que produzca una resonancia en las huellas dejadas por
el desamparo originario, lo que:
se potencia a nivel de lo colectivo (....)la que se produce cuando el Otro
del colectivo fracasa en su función de instancia tercera, y la escena
social es ocupada por figuras omnipotentes (que pueden ser doctrinas,
ideologías, regímenes) y los sujetos se hallan sin Otro y sin otro, y su
espacio psíquico es colonizado por un exceso de realidad (Franco,1998:
3-6).
¿Cual es la explicacióción de un estado de desamparo que se ha vuelto
insoportable y frente al cual se buscan defensas resguardantes:
El sujeto siempre intentará reencontrarse con sus objetos omnipotentes,
búsqueda que es incrementada por todo estado de desamparo que
produzca una resonancia en las huellas dejadas por el desamparo
originario, lo que se potencia a nivel de lo colectivo (...)la que se produce
cuando el Otro del colectivo fracasa en su función de instancia tercera, y
la escena social es ocupada por figuras omnipotentes (que pueden ser
doctrinas, ideologías, regímenes) y los sujetos se hallan sin Otro y sin
otro, y su espacio psíquico es colonizado por un exceso de realidad
(Franco,1998: 3-6).
59
¿Cual es la explicación que se instala a partir de esta Máquina que impone
crisis, sinsabores y amarguras y un ” nunca se sabe qué sucederá” ? :
Los enanos, las brujas, los duendes, el diablo, se infiltran en relatos
cotidianos adoptando naturalidad (…) A ellos se acude en busca de
ayuda para cuestiones mundanas (…) Tienen un estatuto diferente de
Dios, a quién sólo se le pide por cuestiones de enorme trascendencia
(Duschatzky,2002: 40).
Cabe recordar que desde el capitalismo fordista y keynesiano, mercado y
Estado mantienen respectivamente una relación fondo- figura, que se invierte
en el neoliberalismo. Si en esta modernidad el mercado está mediado por todo
un marco de regulación normativa jurídica, es porque el Estado keynesiano
instituirá un basamento al proceso de ciudadanía, la ley y la cultura dialógica.
El neoliberalismo opera de manera inversa: el estado es relegado a un fondo
y el Mercado prima como figura. Operación que implica el descrédito del
Estado o porque es ( se afirma a vozarrones ) ineficaz o burócrata o porque las
leyes que dicta son corruptas. No es como señala Lewkowicz (2004) que el
Estado es demolido solamente, sino que entiendo que es denigrado. Esta
operatoria de la denigración es fundamental al neoliberalismo y explica el poder
de su pregnancia y permanencia, al convencer de su necesaria
imprescindibilidad ya que se insiste en que no se debe tener “nostalgia” de una
sociedad con tantos errores y características “inadmisibles” ...
Aquel Estado Keynesiano que liga y da sentido a las instituciones
(Lewkowicz,2004) dentro de un contrato narcisista que lo aseguraba como
ancestro fundador (Kaës,1993) es también un “ vigilante” de que las
instituciones funcionen como deben. Si desde la modernidad keynesiana la
producción de subjetividad es indisociable de lo institucional, al faltar el marco
regulador estatal las instituciones se disgregan y pierden su capacidad –
fundamental- de producir subjetividad (Lewkowicz,2004) 23.
Las instituciones ya no “esperan” a quienes las habiten, perdiéndose
referentes de pre-catectización (Aulagnier,1975) fundamentales a la historia
del sujeto en tanto integrante de una sociedad (Lewkowicz,2004): “Entramos
23 En realidad habría que decir mejor que se trata de “otra” subjetividad.
60
en la crisis de la modernidad cuando hacemos la experiencia de que las
instituciones no cumplen su función principal de continuidad y regulación”
(Kaës,1993: 18).
Sin duda el neoliberalismo necesita aún del Estado por al menos dos
motivos: tiene que surgir como garante del pago de la deuda externa
(Forrester,2000) y de ejecutar a los deudores internos, endeudados de forma
crónica y permanente. Es decir; es un deudor que nunca puede dejar de estar
endeudado. Se entiende así que la plusvalía neoliberal no se genera
básicamente por producción de bienes y mercancía (Sader,1999), sino por
reproducción de deuda y deudores.
Si lo sólido estatal (Lewkowicz,2004) implicaba un marco desde el cual se
reconocía y construía ciudadanía, ley, cultura, responsabilidad y convivencia, lo
fluido neoliberal instaura la figura de la impunidad, la transgresión, el extraño y
la paranoia. La ley ya no es un referente que cubre y protege a todos,
destituida de su lugar de resguardo, situación que se acompaña de una
retracción de investimento de espacios sociales potenciales. Para tolerar lo
“potencial” hay que sostener el transcurso temporal y lo ambiguo que habilitan
la “gestación” del espacio transicional (Winnicott,1981) imposible desde un
Mercado que es puro presente eficaz, lo que “fractura” la dimensión temporal.
Consecuencia inmediata es que las instituciones en el neoliberalismo
producen integrantes pero no ciudadanos 24. Tengamos en cuenta que desde la
modernidad keynesiana el transcurso del pasado, el futuro y el presente
consolidan biografía (Aulagnier,1991), lo que a su vez posibilitaba concebir al
ahorro como “ base de la fortuna”, según se decía. Pero si el ahorro es la
base de la fortuna ( y de la inversión productiva) es porque se construye a
través del tiempo, y para eso se necesita generar un imaginario desde el cual
no se sienta desaliento al ir construyendo el ahorro de forma paulatina y
gradual.
Asimismo la modernidad expresaba con el “los jóvenes son nuestro futuro”,
una expectativa de porvenir que socialmente consolidaba una promesa de
regeneración permanente. El futuro garantiza al joven que será adulto ,que
tiene posibilidades de ciudadanizarse e insertarse socialmente como
24 Cabe aclar que esta distinción funciona en el plano ideológico e imaginario, pero poco en el plano socio-histórico concreto.
61
protagonista efectivo, con lo que adolescencia, futuro y porvenir se
entrelazaban recíprocamente.
Por el contrario ¿cómo puede haber proceso de adolescencia si el futuro se
desvanece? Las consecuencias no son menores e implican una transmutación
en lo que tiene que ver con la matriz de la convivencia social, en el imaginario
de cómo la sociedad se percibe a si misma y en la forma de construcción de
subjetividad general y adolescente en particular (Galende,1997).
II.3- Cambios desde la subjetividad.
Si desde aquella modernidad los ciudadanos pueden plantear una
regeneración permanente de la sociedad, la situación neoliberal impone una
desciudadanización a la ciudadanización de la modernidad keynesiana (Fraga,
2003). Según Lewkowicz (2004) esta exclusión desligante toma la forma de
anulación del lazo social, lo que probablemente incentive angustias de no
asignación (Bernard, 1991) a la cual se responde con una re- asignación
hiperadaptada. Es un proceso ominoso (Freud,1919) por el cual así como
compulsivamente hay destrucción del lazo social, compulsivamente se lo
busca reinstaurar. Constato así una situación peculiar: aún desde un marco
neoliberal contenidos caros a la modernidad, como el estudio y el trabajo,
siguen presentes (Fraga,2003), (Klein,2004), aunque ya no estén vigentes
(Duschatzky,2002) (Dofour,2005) 25.
Desde la modernidad keynesiana se entendía que estar socializados es
formar parte del lazo social, díada que sin embargo el neoliberalismo quiebra.
Estar en sociedad ya no implica estar dentro del lazo social. En este punto la
subjetividad pierde características de singularidad y el poder expresarse en
primera persona (Galende,1997) afirmándose la heteronomía (Franco,2000), la
mitologización social (Castoriadis,1992) y la desarticulación de la experiencia
de ser individuo (Galende,1997), con lo que se pierden construcciones
esenciales que hacen al vínculo sujeto- sociedad : anulación del portador (ya
nadie porta nada), el apuntalante (ya nadie se siente representado en los
25 A pesar de lo anterior no puedo dejar de hacer notar que igualmente hay un malestar difuso en el punto en que la sociedad empieza a percibir que los contenidos de la modernidad no solamente ya no están vigentes sino que ya no están presentes. A esto se le llama o se enuncia con un significante: “el vago”. Si pensamos en la queja de los profesores o los padres las mismas se refieren a que el joven es justamente un vago .Pero esta identidad de vago es también una forma de enunciación por parte de los adolescentes, de que ya los valores de la modernidad ni tienen vigencia ni están presentes para ellos .
62
conjuntos ) y el guardián ( ya nadie quiere o puede cuidar o preservar lo social)
(Kaës,1993).
De allí que sugiero que substituye al ciudadano la caracterización del
individuo como “engranaje”. Si aquél es irremplazable, el engranaje sí lo es.
Del ciudadano se espera una actitud activa, participativa y transformadora. Por
el contrario del engranaje se requiere un lugar pasivo, sin replica y en definitiva
que ocupe un lugar de instituido perfecto. Para garantizar este “borramiento” de
la ciudadanía se desarticulan los puntales sólidos del Estado, considerados
zonas de resistencia y regulación. Se “demuelen” además las figuras de
ciudadanía propias de una sociedad de empleo, como la del trabajado,
substituyéndose la posibilidad de trabajo por el neo-desempleo (Castel,1997).
Situación de no- trabajo permanente y estructural en contraste con el
desempleo, interregno accidental y transitorio de la modernidad keynesiana.
De esta manera, la construcción de subjetividad desde la modernidad
keynesiana com predominio de procesos intersubjetivos, asegura el desarrollo
de un psiquismo complejizante a través de una operatoria de transformación,
por la cual lo que proviene del “afuera” de la mente pasa por un proceso de
asimilación al aparato psíquico (Kaës,1993). Por el contrario, esta operatoria es
imposible desde una estructura social que facilita la predominancia de
experiencias transubjetivas, donde ya no se respetan las barreras de la
subjetividad (Bernard,2001) y el “afuera” aparece como invasor del psiquismo.
La subjetividad toma características de lo asubjetal (Kaës,1993), espacio
psíquico mínimo sometido a una simplificación del mismo. Lo que Green (1993)
llama clínica del vacío 26, ilustra esta situación en la que se anula la capacidad de
pensar y sentir y en definitiva de preservar y consolidar el mundo interno: “La
vivencia parece ser la de un "desollamiento", por la cual la psiquis pasa a ser
como una cáscara que al caer deja “una dermis expuesta a todas las agresiones”
(Green,1993: 393) .
Este factor regresivante se conjuga a una prevalencia de procesos de
indiscriminación y de fusión (Galende,1997). Kaës (1991) sugiere que ante
situaciones de catástrofe social, la realidad psíquica y social ya no se
26 “Llegado el caso, todo esto puede muy bien prescindir de objeto y convertirse en teatro de un drama donde uno solo encarna los diferentes personajes sin que ningún libreto ofrezca el contenido de estas peripecias “ (Green,1993: 390).
63
conservan como dos órdenes heterogéneos y se indiscriminan entre sí,
existiendo el “ derrumbe conjugado de estos dos límites apuntalados entre sí “
(Puget,1991: 144).
De esta manera se aniquilan o pervierten “los sistemas imaginarios y
simbólicos predispuestos en las instituciones sociales y transgeneracionales”
(Puget,1991: 144). Esto facilita la resignación y el no cuestionar las cosas,
como “ ley de la obediencia debida”, en consonancia con la consolidación del
yo ideal (Bleichmar,1981) como forma de funcionamiento mental alrededor de
certezas dogmáticas.
Pasa a predominar un narcisismo negativo (Green,1986) o más bien
narcisismo mortificado, caracterizado por una regresión al no-deseo, con
correlatos de “desactivamiento” de zonas del aparato psíquico (Klein,2004) y
anulación del preconsciente (espacio de ligazón y desligazón por excelencia),
(Green, 1987) como instancia mediadora y de tramitación del conflicto a nivel
psíquico. Esta dimensión de lo “mortificante” señala entonces la dificultad de
generar condiciones de elaboración psíquica y espacio mental, por
imposibilidad de despliegue de lo calmo, lo tranquilo, la sensación de unidad y
autenticidad, que caracterizan fundamentalmente la constitución de un self
“verdadero” ( Winnicott,1981; Bollas,1991).
Es posible pensar así que al igual que en épocas de dictadura, el modelo
neoliberal “desarticula los fundamentos del conjunto social y destruye las
formaciones y los procesos de la vida psíquica que se apuntalan sobre el
conjunto social” (Puget.1991:145). Una de esas formaciones es la cultura de
diálogo, substituida por un mesianismo de la violencia que lleva a que se
“apriete” el espacio entre los hombres como señala Hanna Arendt (Gómez
Ramos,2003). Concomitántemente la figura del vecino es substituida por la del
“extraño”, revestido con características de amenaza, indefinibilidad y
desresponsabilización social (Bauman,1999). Esta situación que incrementa lo
paranoico, imposibilita la confrontación social y generacional (Winnicott,1972)27,
corroyendo la “confianza” como metaorganizador de las relaciones sociales.
Los espacios sociales se achican y se vuelven intolerantes, lo que repercute
directamente en la población joven, por lo que se pasa de la llamada
“moratoria” (Maier, 1980) a una “anti-moratoria” por la cual o el adolescente
27 Tanto como la capacidad de rebeldía, disconformidad y reenigmatización (Klein, 2004).
64
entonces ya no tiene ni derechos ni obligaciones (figura del excluido social) o
está sobrecargado de obligaciones dentro de una estructura de “simulacro” de
promesa social ( figura del hiperadaptado). O no hay ninguna obligación o se
tienen máximas obligaciones, con la característica de que se haga lo que se
haga, nunca aparece como suficiente con lo que se incentivan sentimiento de
culpa y de vergüenza, incomodidad e inadecuación.
En este sentido el neoliberalismo propicia características de “saqueamiento”
de productividad, con anulación de la diferencia trabajo-descanso, que desde la
modernidad se expresa como vaivén entre el trabajo y la vuelta al hogar,
diferenciando el espacio de rendimiento del espacio de descanso.
Esta es una de las razones que explica cómo, a pesar de todo, “lo joven”
pasa a ser un valor requerido y buscado por el imaginario social. Para Galende
(1997) es debido a que en esa figura social se condensan el borramiento de las
oposiciones de clase, género y generación. Por mi parte creo que en esta
prevalencia de lo joven se revelan rasgos desmesuradamente exigentes (casi
sádicos diría) de innovación y adaptabilidad, por valorización de lo gerencial, lo
empresarial y el individualismo exacerbado. Porque en realidad detrás de lo
joven, el mensaje neoliberal busca otra cosa: prodigar loas al empresario
flexible, con inventiva y rápida (y extenuante ) capacidad de movilización e
hiperadaptación.
El neoliberalismo quiere convencer de que el esfuerzo, la iniciativa, la
competencia individual llevan al progreso, debiéndose tolerar un mundo de
incertidumbre, de “destitución” de la promesa y la imposibilidad de anticipar un
porvenir. Pero en realidad nada de esto es realmente tolerable, a no ser
proyectando un “falso self” (Winnicott,1981) social . Si hay un grupo social que
se ha perfilado especialmente vulnerable a esta incertidumbre “intolerante” ha
sido la clase media, otrora beneficiada por el contrato social de la modernidad,
lo que la llevó a estar ubicada en el horizonte y las aspiraciones del imaginario
social .
Lo anterior me lleva a ser cuidadoso con la afirmación de que el
neoliberalismo genera “riesgos” sociales y psíquicos. El término “riesgo” es muy
flojo e indeleble para caracterizar una situación que es de verdadera catástrofe
social y psíquica. En el neoliberalismo no existen riesgos porque los riesgos
implican posibilidades frente a las cuales se pueden armar estrategias de
65
decisión (Giddens,1997) más o menos inmediata. Tenemos sí situaciones
catastróficas (Lewkowicz,2004) porque se trata de condiciones que mutan el
tejido social en relación a una descontractualización generalizada que
imposibilita mantener situaciones sociales, subjetivas y vinculares de forma
homeostática.
En definitiva son situaciones que, unidas a otras de desamparo y abandono
social, acentúan rasgos de violencia, que parafraseando a Marcuse (Elliot,
1995) implican pasar de una sobrerepresión a una violencia-sobrante,
consolidada por una aparente indiferencia ante los desgarros y sufrimientos del
tejido social..
La cultura neoliberal es entonces predominantemente tanática (Laplanche-
Pontalis,1981) en tanto rompe el lazo erótico de la integración y el contrato
social de la modernidad keinesiana. Quizás en tal sentido Göran Therborn
señala : “el neoliberalismo pertenece al imperio del mal. En varios casos,
inclusive, podemos calcular el grado de perversidad que dicho régimen supone”
(Sader, 1999: 131). Pero, ¿es un acto “diabólico” o de parricidio social lo que
explicaría tanta preocupación por parte del neoliberalismo, por desarticular lo
que son los fundamentos más preciados de las promesas clásicas de la propia
modernidad? Creo en este sentido que el neoliberalismo se dedica
preferentemente a “atacar” las figuras fóricas, intermediarias o de mediación.
Todo aquello (Estado- familia- instituciones) que aseguraba heterogeneidades
y apuntalamientos complejizantes.
Y sin embargo, y por alguna extraña razón el neoliberalismo permite – o se
resigna- a que permanezcan indemnes núcleos, retazos de modernidad
keynesiana. Se advierte cuando resurgen apasionados debates sobre
ciudadanía o intentos (fugaces) por retomar la cultura dialógica ante conflictos
sociales. ¿Es un exceso señalar que quizás el vínculo que tiene el
neoliberalismo con la modernidad sea de ambivalencia, por la cual la odia y
teme tanto como la admira y envidia? ¿ O por el contrario se trata de una
extraña operatoria de encriptado (Tisseron,1997) por el cual aquélla yace
“encapsulada” en los repliegues más silenciosos y aislados del neoliberalismo?
Si somos coherentes con el enunciado de que no hay modificación en los
procesos socioeconómicos, que no acaree su correlato a nivel del imaginario
66
social y las formas de subjetividad, es necesario ampliar aún más una
investigación que de cuenta de los mismos, desde este neoliberalismo que
tanto puede ser “engendro”, “experimento social”, “Auschwitz sin Crematorios”
o “fórmula tecnológica del capitalismo avanzado”.
ll.4- Latinoamérica: costos sociales y redistribución espacial
Como he señalado el neoliberalismo acarrea en general múltiples costos
sociales, solidificando socioeconómicamente una línea de indigencia, ya muy
por “debajo” de la línea de pobreza. Pero hay que decir que no es posible
generalizar esta situación. La situación en Latinoamérica no es la misma que
en Europa lo que se relaciona a la diferencia más global entre capitalismo
central y capitalismo periférico. Esta misma diferencia se aplica igualmente a
los aspectos que hacen a la modernidad keynesiana: “la estrategia social
reformista promovida por el keynesianismo concluye su penetración en el
contexto latinoamericano cuando el mismo se volvía inviable en el propio
capitalismo central” ( Vasconcelos, 1989: 102).
Como señala Vasconcelos (1989) el capitalismo periférico es tardío,
heterogéneo (regiones desarrolladas agrícola e industrialmente, coexistiendo
junto a regiones tradicionales y pobres) y dependiente, bajo relaciones de
explotación. Asimismo se desenvuelve bajo predomino de la burguesía, con
preeminencia del Estado en el proceso de modernización económica y de
dirección política, lo que hace que aquél se constituya en arena de lucha
política.
Una consecuencia es que se “evidencia la no-existencia de esa linealidad en
el proceso de extensión de ciudadanía, en la forma comprendida por Marshall”
(idem: 89). De esta manera, siguiendo ideas de Coimbra, Vasconcelos indica
que se hace más claro para el caso latinoamericano hablar, antes que de
ciudadanía en general, de “situaciones de ciudadanía” y “sistema virtual de
ciudadanía”, dando cuenta de una tensión específica entre un discurso
universalizante y una práctica institucional donde la jerarquía es mantenida.
Por otro lado es posible señalar cómo se descartan así “las tesis optimistas de
creencia en las posibilidades de progreso comparable a los países centrales”
(idem: 73). Debo indicar, sin embargo, que –como desarrollaré más adelante-
67
el caso de Uruguay es distinto al del contexto latinoamericano, aunque
presenta algunas de las características que he señalado previamente.
Por lo anterior es posible señalar asimismo que los cambios sociales
gestados desde el neliberalismo han sido más dramáticos aún desde
Latinoamérica, lo que implica que los pobres no sólo “se volvieran más pobres”,
sino que perdieran rápidamente espacios fundamentales de protección estatal.
Desde la política social, paralelamente al proceso que Tavares (1999)
denomina “descentralización destructiva”, se desmontan programas sociales
“sin dejar nada en substitución” (ídem: 177). Punto que se entronca a que:
según la concepción neoliberal de política social, el bienestar social
pertenece al ámbito privado(...)Este proceso causado por políticas
deliberadas de ajuste y no por una ‘fatalidad global’ es uno de los
principales mecanismos generadores de exclusión hoy en Brasil y
América Latina (idem: 181). ( en negrita por mí)
generando: “un sinnúmero de nuevas formas de exclusión social, en la medida
en que empeoraron las condiciones de empleo y trabajo [lo que] creó un
desempleo (...) seguramente el costo social más alto” (idem: 174-175). De esta
manera: “para os que detêm emprego se deterioram as condições de trabalho
e se generaliza o medo de perda do trabalho, passando pelo estímulo ao
trabalho escravo, ao trabalho infanto-juvenil e à prostituição de crianças e
adolescentes” (Vasconcelos & Morgano,2005: 7).
Esta situación amplía las brechas sociales : “El análisis panorámico de los
resultados empíricos ciertamente mostró la amplitud de las divisiones sociales
en aquellas ciudades y la intensidad de los procesos que las reproducen y las
transforman” (Pretecille,1996:33) 28 . Según Pretecille la segregación más
acentuada no se refiere a las categorías populares, sino por el contrario, a las
categorías “superiores”. No es ésta la opinión de Lago:
dos fenómenos deben ser destacados [dentro de la lógica segregadora
de la metrópoli brasileña]: (i) la pérdida de la capacidad de
28 Aunque señala que se elaboran políticas para atenuar esas divisiones y sobretodo, la violencia social ( Pretecille,1996: 16).
68
endeudamiento, reduciendo el acceso a la vivienda por el alquiler y por
la compra con financiamiento a largo plazo y (ii) el aumento del precio
del transporte en el presupuesto familiar (Lago,2002: 158) .
La favela:
es la única alternativa de vivienda para los que están precariamente
insertos en la economía urbana y donde la proximidad con el mercado
de trabajo, especialmente de prestación de servicios y construcción
civil, es condición para su inserción (Lago ,2002:173). ( en negrita por
mí)
Pretecille por su parte señala que: es verdad que un nuevo proletariado
terciario con empleos frecuentemente precarios substituye en parte un
proletariado industrial (Pretecille,1996: 20) [ en negrita por mi]
Acentúo la precisión terminológica de Lago: los grupos sociales dominantes
se confinan ( que no es lo mismo que segregarse) ,mientras que los grupos
dominados son estigmatizados (que no es lo mismo que ser marginado).
Estigmatización y confinamiento presentan como vector común la
profundización del proceso de territorialización. El mismo se expresa, a mi
entender, como guettización en las clases dominantes, y como favelización o
periferización en las clases dominadas. En realidad habría que ampliar esta
situación de “favelización” a la calle misma como territorio mismo de
confinamiento de la pobreza. Cabe señalar entonces, que la segregación alude
no sólo a una repartición geográfica sino que implica además una matriz social.
Lo precario, concepto recurrente en los autores citados, es una de sus
claves. El término alude a distintos factores en juego en el proceso de
segregación, que es tanto cultural como económica y en relación no en sí a la
división de clases (que ya existía desde la modernidad) sino a los formidables
procesos de concentración de riqueza: “los contrastes sociales son más
violentos (...) debido a la fuertísima concentración de riqueza y no al nivel
absoluto de pobreza” (idem: 22)29.
Esta concentración de riqueza se acompaña de la auto - segregación de las
clases privilegiadas (Pretecille,1996) en espacios protegidos y ferozmente
29 El autor está olvidando el empobrecimiento que ha sufrido la clase media
69
custodiados por guardias de seguridad. Como señala O’Donnell: ”Las
distancias sociales han aumentado y los ricos tienden a aislarse cada vez más
del mundo extraño e inquietante de los desposeídos. Los guettos fortificados de
los ricos son testimonio del abismo que los separa de buena parte de la
población de sus países” (O’Donnell,1997: 79).
Caldeira señala de esta manera cómo se promueve el aislamiento frente a lo
diferente:
los diferentes grupos sociales están muchas veces próximos, pero
están separados por muros y tecnologías de seguridad y tienden a
no circular o interactuar en áreas comunes. El principal instrumento
de ese nuevo padrón de segregación espacial es lo que llamo
“enclaves fortificados”. Trátase de espacios privatizados, cerrados y
monitorados para residencia, consumo, placer y trabajo. Su principal
justificación es el miedo al crimen violento (Caldeira,2002: 211).
Creo que es posible entonces hablar de “guettización” para caracterizar la
forma que está tomando la segregación urbana actual orientada según un
principio tanático de desagregación radical. Esta situación se acompaña de un
proceso de endogamización social notable: “los enclaves tienden a ser
ambientes sociales homogéneos (...) cultivan un relacionamiento de negación
y ruptura con el resto de la ciudad (idem: 259)30.
Es necesario destacar que esta segregación tiene que ver también con el
status y con la utopía de querer forjar una microsociedad autosuficiente,
buscando concretar un espacio de homogeneización abusivo que se enlaza al
anhelo de un control permanente (ídem). No me es posible desarrollarlo aquí,
pero sería interesante estudiar hasta qué punto esta idea de concebir una
microsociedad no se relaciona a la tasa relevante de transgresión y psicopatía
en esta clase social:
Dentro de los condominios, el desprecio a la ley es casi una
regla. Las personas se sienten más libres para desobedecer la ley
30 Es sorprendente la homología de los actuales enclaves ricos con la descripción que hace Fritz Lang, en la película “Metrópolis” (1924), de una ciudad autosuficiente y subterránea de ricos. En este caso la metrópolis actual está en la superficie de la tierra, pero conserva igualmente su status de confinamiento y segregación.
70
porque están en espacios privados de los cuales la policía es
mantenida distante y porque encaran las calles de los complejos
como extensiones de sus propiedades (ídem: 279) .
Aunque soy consciente de que no es posible hacer una oposición radical
entre modernidad y neoliberalismo, los datos aportados precedentemente
parecen indicar cómo a un modelo de homogeneidad inclusiva propia de la
modernidad keynesiana, se le opone el neoliberal de heterogeneidad expulsiva.
La cultura neoliberal en tanto tánatos impone la necesariedad de la exclusión,
no como un dato secundario, sino como un nódulo central en las regulaciones
sociales y económicas. A esta exclusión se unirían las situaciones de
guettización y endogamización.
Pero además-punto que me interesa destacar-mientras el proyecto de
cultura de la modernidad se concreta desde la aspiración a lo racional,
fomentando los valores de lo seguro y previsible, el neoliberal “alimenta”
sensaciones de inseguridad y precariedad. El miedo ha devenido así un
articulador fundamental de las relaciones sociales .
Por otro lado es importante destacar cómo la sociedad pasa a concebirse
como una sumatoria aislada de “guettos”. Situación que revela la “ineficácia
simbólica da sociedade contemporánea “ (Dofour,2005: 167):
todo sentimento de comunidade estabelecido nesses termos
garante um tipo estreito de pertencimento e, ao mesmo tempo,
impõe dificuldades ao estabelecimento de vínculos de tipo
contratual no sentido abrangente, com as instâncias de diálogo,
negociação e confrontação com otros interlocutores que por
definição deveriam existir (Abramovay,1999: 21 ).
Hay que distinguir sin embargo la segregación de las clases favorecidas de
la de las clases pobres. La segregación de las clases privilegiadas es electiva,
y busca la “protección”. Remite, se explicite o no, a un imaginario paranoico:
policías, cercas y alarmas se imponen cuando un grupo urbano se siente en
peligro de ser atacado, desposeído o violentado.
71
Por el contrario la segregación de los grupos desposeídos remite a un
empuje, a una expulsión y no a una decisión propia . Al mismo tiempo, hay que
destacar cómo al cerramiento –la invisibilización- de la gente rica en sus
condominios, se contrapone a la total transparencia de la gente humilde, la que
puede ser invadida y amenazada en sus espacios privados de forma sorpresiva
y sin previo aviso.
Me parece pertinente señalar entonces que el neoliberalismo, aunque se ha
presentado como un proyecto estrictamente económico, con indiferencia por la
problemática social, es, sin embargo un fastuoso proyecto social. Basado en la
cultura tanática tiene, como ya indiqué, como marco esencial el debilitamiento
del proyecto de ciudadanía. Una resultante del mismo es la imposición de la
inaccesibilidad, tanto a bienes y servicios, como a empleos, salario , educación.
Su consecuencia no es sólo que los pobres se vuelven más pobres. No es
simplemente pasar de la pobreza a la indigencia. Creo que existe aquí quizás
un malentendido, pues se está utilizando un modelo de pérdida ( pérdida de
salario, de empleo, de ingresos) que aunque útil desde la modernidad, es
absolutamente inútil desde el neoliberalismo. Sin duda las clases medias se
han empobrecido. Pero para otras clases es una situación más estructural: los
indigentes ya nunca pasan - y si el modelo sigue incambiable ya no pasarán- a
situación de pobreza. No sólo hay desmantelamiento de condiciones
económicas dignificantes, sino que al mismo tiempo, éstas ya no se viabilizan
nunca.
Este modelo económico, social y cultural impone la segregación desde el
desamparo y la imposibilidad de establecer, o re-establecer una serie de
derechos mínimos cívicos, sociales, políticos. Se pasa de la protección, del
resguardo, el auspicio y la creación de cultura desde la ‘hospitalidad’ y el
‘vecino’ a otro, donde las versiones del Otro toman caracteres ominosos,
generando fantasías paranoicas de robo, destrucción y maldad. Su modelo es
el “enclaustramiento” y las figuras del “extraño”.
II.5- La situación de la violencia
La violencia es un fenómeno sumamente complejo, com diversos aspectos
que se han de tener en cuenta. Mi interés es simplemente delinear algunas
72
relaciones entre el contexto neoliberal y la violencia que se cotidianiza. De
vuelta he de aclarar que en general me estoy refiriendo a la situación
latinoamericana.
Mi hipótesis es que la violencia que instaura el neoliberalismo se relaciona a
a nuevas formas de acumulación capitalista, que incide a su vez en un quiebre
del contrato de convivencia de la modernidad keynesiana (asentado a mi
entender, como ya desarrollé en la idea de “promesa”). Esta situación solidifica
una forma de relacionamiento social en el cual como indica Pellegrino se perfila
“ una guerra civil crónica, sobre la forma de asaltos, robos, asesinatos,
estupros” (Pellegrino,1987: 203). Cabe pensar si esta “guerra civil cronificada”
es más que un accidente, una situación resoluble o si no es más bien, una
expresión de la matriz social y económica neoliberal.
Como señalé, la evidencia empírica y cotidiana viene señalando que en
estos años ha aumentado el grado de pobreza y pauperización. Pero en la
medida en que el pobre ya no ocupa sino lo negativo de la exclusión social,
pasa de “sufrir” pobreza a ser “culpable” por la misma:
Constatamos que a relação entre pobreza e criminalidade, disseminada
pelo século XX, hoje atualiza-se e está presente nas falas daqueles que
defendem a militarização da segurança pública, temerosos pelas ondas
de violência que os meios de comunicação lardeiam. Está presente
quando acreditamos que é uma realidade vivermos em uma “guerra
civil” (...) Uma nova Lei de Talião (…) é aplicada a todos os pobres,
porque suspeitos e, portanto, considerados culpados. Uma nova
“Doutrina de Segurança Nacional, que tem hoje como seu “inimigo
interno” não mais os opositores políticos, mas os milhares de miseráveis
que perambulam por nossos campos e cidades ( Rauter,2002: 84).
La situación de pobreza ya no se percibe como una situación de anomalía e
injusticia social, sino que pasa a ser considerada como parte de una anomalía
extirpable (Caldeira,2000) – la “criminalización” de la pobreza (Dario y
Maxi,2003)- o una molestia ignorable.
Junto a un imaginario que criminaliza la pobreza y violentiza la clase
trabajadora, la violencia se tolera y alienta desde un Estado desplazado a un
73
lugar secundario frente al mercado, pero protagonista en resolver lo inestable
que éste incentiva, en el entendido de que sólo la violencia (policial, militar)
aparece como capaz de resolver situaciones sociales.
Ya no se trata de una violencia “adecuada”, administrada, mediatizada y
garantizada (Puget ,1991), sino otra donde se pone en juego un proceso de
control brutal y masivo, que desde mi punto de vista alcanza a parecerse a
micro-genocidios. Parafraseando a Kaës diría que es una:
violencia de Estado [de Mercado más bien,añadiría por mi
parte] (…) ejercida contra una parte de la sociedad civil, [que]
tiene por objetivo la eliminación de una categoría de sus
ciudadanos, [y] actúa ya no como en la guerra entre las
naciones, sino según el método del genocidio en su propio seno
(...) aquellos encargados de proteger e imponer la ley son
justamente quienes detentan un poder mortífero” (idem:13-22).
Sin embargo permanece la cuestión sobre si la violencia no sería una salida
“normal” para este tipo de estructura social, lo que explicaría que se presenta
como carente de alternativas frente a ella. Asimismo, aunque no alcanza a toda
la población, se percibe por momentos que la violencia alcanza grados
importantes de consenso en la población (Caldeira, 2000).
Pero por otro lado este tipo de violencia contundente, parece que se
continúa en más de un punto con las dictaduras que asolaron la región
(Caldeira, 2000), lo que agrega otro dato, junto a los que ya he indicado, de
especificidad al neoliberalismo latinoamericano. En general parece tratarse de
la consolidación de un modelo de fuerza y brutalidad que proviene de
gobiernos militares y quizás aún de antes (en el caso de Uruguay desde el
“pachecato”31 mismo). Una consecuencia es la renovación de la idealización de
la fuerza y la violencia como reguladores admitidos de las tensiones sociales,
junto al descreimiento en el aparato judicial.
Esta situación implica la supervivencia de determinadas pactos que permiten
la continuidad de sometimientos sociales (Puget,1991). De esta manera diría
que hay un sector de la sociedad que continúa “militarizada” aunque los
31 Alusión a Jorge Pacheco Areco presidente de derecha uruguayo entre los años 1968-1971.
74
militares hayan abandonado los aparatos del Estado. Una causa es que se
siguen manteniendo condiciones sociales inalterables en las que el contexto
social “no asegura más su función de sostén y pertenencia” (idem: 43).
Podemos suponer además que se genera una conservación de contenidos
sociales propios de la dictadura en función de la imposibilidad de hacer duelos
elaborativos (Tisseron,1995)32 que se relacionan, entre otros factores, a la
supervivencia de situaciones de impunidad que revelan la ineficacia judicial ( y
política) en procesar violaciones de los derechos humanos que quedan en
situación de irresolución. Eugène Enriquez escribe al respecto : “una sociedad
sin memoria no ha castigado (o ha castigado insuficientemente) a los autores
de los crímenes. En ello reside el mayor escándalo” (Enriquez,2000 : 193).
Chasseguet-Smirgel indica por otra parte cómo: “Deshacer las desmentidas y
las represiones da acceso al recuerdo y a la realidad (...) El "deber de
memoria" reposa ante todo en un trabajo colectivo de deconstrucción de
renegaciones" (Chasseguet-Smirgel,2000: 45). Tal como señaló asimismo
Freud : “No es lícito entonces suponer que ninguna generación es capaz de
ocultar a la que le sigue sus procesos anímicos de mayor sustantividad”
(Freud,191: 159)
Esta situación conlleva una modificación sustancial en cómo se concibe y
percibe la ley. De mediadora valorizada y respetada, pasa a ser
progresivamente transgredida en el entendido de que, o es corrupta, o no tiene
la suficiente fuerza para enfrentar lo que se ubica como problemas sociales:
“Una ley que no sea temida- que no tenga potencia de interdicción y punición-
es una ley (...) impotente” (Pellegrino,1987: 198-199).
Se desacredita al mismo tiempo la mediación y la administración racional de
la violencia, con agotamiento de la figura del vecino o “semejante”: “el
agotamiento de un tipo subjetivo, la figura del semejante, instituida bajo la
hegemonía de la ley del estado – nación (...) No somos semejantes entre
nosotros, sino respecto de la ley, esa ley que funda no sólo derechos sino
también obligaciones” ( Duschatzky ,2002: 97), ante lo cual pasa a prevalecer
la figura del “extraño” o el “enemigo”.
32 Me refiero por tales a aquellos que permiten generar un “cierre” más o menos definitivo de ciertas situaciones sociales y personales.
75
La violencia sin ley o la ley sinsentido, genera la falta de un marco estable
volviéndose inseparable de una desciudadanización progresiva de los
excluidos sociales, en el entendido de que para poder “violentar” y degradar a
un sujeto, hay que convencerlo y convencerse, de que está por fuera del marco
amparante de la ley. Lo que lo hace un “otro” sin derechos, en una “regresión”
tanto social como individual que actualiza aspectos arcaicos de una fuerza que
se sale del marco de la ley.
II.6- Catástrofe social, “catástrofe inminente” y efectos en la subjetividad
Tomo la noción de “catástrofe social” como un concepto capaz de describir el
estado de desamparo y amenaza que se genera en las personas, cuando
prevalece la violencia social consensuada y valorizada y situaciones sociales y
económicas de extremo dramatismo. Una parte de la subjetividad que parece ir
asentándose, se relaciona a una cultura de la resignación y el padecer en
silencio, que se podría relacionar con la incentivación del proceso de
identificación con el agresor (Frankel,2002), por el cual nos "convertimos" en lo
que el atacante espera de nosotros, en cuanto a nuestra conducta,
percepciones, emociones y pensamientos.
Los intercambios sociales se ven atravesados por fenómenos de violencia, a
la que no siempre es posible discriminar ni cuestionar como tal : “Nuestra
violencia se compone más bien de arrebatos sin discurso.(…)No resultan de un
programa sino que más bien testimonian la desagregación por agotamiento
discursivo de una constelación ficcional (Lewkowicz, 2004: 67). Su difusión ya
no requiere de otros discursos comprensivos y mediadores, sino que ella
misma se termina por convertir, al mismo tiempo, en la explicación y en el
remedio de los problemas sociales.
Ciertamente el neoliberalismo, como parte del procesos capitalista, implica
el enriquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los pobres. Pero es
más que eso y es otra cosa. En el sentido dialéctico de conservación y
superación, implica desde la regulación keynesiana de la división y lucha de
clases, cambios en la matriz social de ciudadanía.
Pellegrino (1987) señala que si el sentido de humillación y degradación
persiste, el trabajo ya no garantiza el pacto social ni el sacrificio que se practica
en su nombre. Su discusión gira en torno al par trabajo dignificante-trabajo
76
degradante, con lo que se ubica en una situación propia de la modernidad
keynesiana, en que aún el trabajo se puede convertir en empleo. Por el
contrario entiendo que el neoliberalismo no sólo impone un trabajo degradante,
sino además una ruptura profunda del contrato social. La violencia como
cotidianeidad se halla íntimamente vinculada a la transgresión no sólo de la ley,
sino de aquello que podría garantizar un mínimo de convivencia civilizada y,
desde la subjetividad, un espacio de proactividad, seguridad y autoestima.
De esta manera es imposible que el padrón de segregación neoliberal no
tenga efectos en la subjetividad y los vínculos cotidianos. Aunque la violencia
no es causa única para explicar las complejas relaciones entre los seres
humanos ( no hay que olvidar, por ejemplo, los factores étnicos, de género u
otros), se puede considerar que la violencia social se redobla y se manifiesta
psíquicamente:
con posible anulación o más aún aniquilación del más débil o
debilitado (...) reduce el espacio vincular y de socialización a su
mínima expresión, impone algo ajeno al Yo, anula al Sujeto
deseante, lo desconoce y transforma al vínculo en aquél del amo y
del esclavo (Puget,1991: 28).
Señalé cómo se verificaba dentro del neoliberalismo distitnas permutaciones
económicas, sociales y de convivencia. Un factor importante a recalcar es
cómo el miedo pasa a organizar algunos de los vínculos sociales, así : “todos
los tipos de vivienda (...) pasan por procesos de enclaustramiento en respuesta
al miedo del crimen” (Caldeira, 2000:291).
El otro se “cotidianiza “ bajo las formas de lo ominoso, lo persecutorio, lo
angustiante. Las posibilidades de encuentro y comunicación se resienten a
favor del enfrentamiento, el recelo y la inseguridad. Lo que lleva a una
prevalencia de la vivencia de abandono y, por momentos, incomunicación.
Esta situación consolida la sensación que denominó de ‘catástrofe
inminente’, como parte de la cultura neoliberal : cualquier cosa puede pasar
en cualquier momento y desde cualquiera. Desconfiamos , recelamos, no
se bien sabe qué hacer.
77
Lo que conlleva otra dimensión crucial: la dificultad en asumir como propios
los valores de la cultura. Si la ley de la cultura “es poder asumir los valores de
la cultura con lo cual, por el trabajo, nos articulamos orgánicamente”
(Puget,1991:201) es porque existían garantías de acceso al mundo del trabajo
y de la regulación social.
Ley de la cultura era o es, por tanto, inseparable de la idea de justicia e
igualdad: “el concepto de ciudadanía parece integrar las exigencias de justicias
y de pertenencia comunitaria, que son respectivamente los conceptos centrales
de la filosofía política de los años setenta y ochenta” (Kymlicka,1997: 5).
Pero además hay que considerar que la ciudadanía es una matriz de
convivencia que se desenvuelve dentro de la ilusión eficaz de percibir al otro
como un semejante, un reconocible, un - si se quiere- “vecino”. Implica, al
mismo tiempo, percibir al otro y ser percibido por la sociedad como un
interlocutor válido, alguien que tiene o tendrá un lugar en la misma.
El otro es un interlocutor con el que se mantiene un marco de diálogo,
valoración del intercambio, y formaciones de compromiso sociales, grupales y
personales. Por supuesto, siempre y paralelamente, ha existido la figura del
otro como enemigo (Bauman,1999) pero sugiero que el modelo neoliberal
radicaliza y solidifica la visión del otro como el “extraño”, lo que impulsa el
miedo y la desconfianza extrema.
Si la eficacia de la ley social se afirma a través de prácticas sociales que
aseguran formas de compensación de la desigualdad, podemos decir que lejos
de cualquier idea de lo justo, es factible señalar la situación de espantosa
desigualdad que viene sobrellevando Latinoamérica: “los pobres y miserables
son cada vez menos percibidos como personas morales [la jerarquía social].Ve
en ellos una suerte de residuo social inabsorbente (...) En suma, las elites no
se preocupan más en legitimar los valores de su visión del mundo”
(Fraga,2003: 43).
78
Esta sociedad neoliberal ya no alberga sino que desampara, decretando el
fin de derechos sociales imprescindibles “ proponiendo devolver al mercado la
regulación de cuestiones como la educación, la salud, la habitación, la
previsión social, los transportes colectivos” (Coutinho.2000: 66). Es el
momento en que ya no se puede sostener un imaginario de derechos
“naturales “ ya que los derechos escasean, se fragilizan o desaparece la
“expectativa” de poder recibirlos. Surge así la figura del “inintegrable” :
La precarización del empleo y el aumento del desempleo constituyen sin
duda la manifestación de un déficit de lugares ocupables en la estructura
social, si entendemos por “lugar” una posición con utilidad social y
reconocimiento público (...) todo ocurre como si nuestro tipo de sociedad
redescubriera con sorpresa la presencia en su seno de un perfil de
poblaciones que se creían desaparecidas: los “inútiles para el mundo”,
que viven en él pero no le pertenecen realmente. Ellos ocupan una
posición de supernumerarios, flotan en una especie de tierra de nadie
social, no integrados y sin duda inintegrables (Castel,1997: 416).
Considero que no sólo la “promesa” emancipatoria (Coutinho,2000) no se ha
cumplido -como es evidente- sino que además el modelo neoliberal busca
desmantelar el marco mismo del vínculo sujeto-sociedad generado desde la
modernidad keynesiana. Lo que implica que: “De golpe o paulatinamente se
pierde el conocimiento de las reglas que rigen la interacción societaria acerca
de la vida y de la muerte, del delito y su penalización” (Puget,1991: 28). Esto
explica cómo el trabajo y la educación hayan pasado a ser condiciones de
exclusión social generalizada, lo que es especialmente claro en el caso de los
jóvenes.
Esta situación de catástrofe social por tanto no es simplemente “pérdida” de
situaciones consolidadas, es también y simultáneamente la consolidación de
nuevas formas de interacción societaria. Desde esta perspectiva la violencia
cotidiana podría pensarse como un recurso de re-amparo (basado en la
presencia de la fuerza) frente al desamparo ( basado en la ausencia de
credibilidad y sustento social). De esta manera se busca sentir que se controla
la amenaza externa de lo desamparante, transformado en algo interno más
manejable.
79
Las estrategias de supervivencia se diversifican y se naturaliza lo que hasta
hace poco tiempo era probablemente insólito. Para dar un ejemplo, la
extendida y habitual práctica del pedido de limosna en cada rincón de la
ciudad.
En la medida que estas prácticas implican “resignación” (lo que puede ser
más que discutible), podría pensarse que predomina lo que P. Aulagnier (1994)
llama enajenación, por la cual se logra : “seguridad, certidumbre y [se] evita el
conflicto, sometiéndose a un sistema social que prohibe el pensar libre”
(Puget,1991: 29) [negritas por mi parte] .
Sin embargo y por suerte, no es seguridad y certidumbre lo que se observa,
sino bronca, desaliento, escepticismo y fenómenos de resiliencia. Sin embargo,
al mismo tiempo, se afirma una insuficiencia de la capacidad de discriminación
del mundo interno y el mundo externo: el miedo personal es el miedo de todos;
la violencia de afuera es la violencia de adentro; el desamparo colectivo se
enlaza al desamparo subjetivo.
Concomitántemente si el sentido de humillación y degradación persisten, se
pierden los enlaces y basamentos imprescindibles que garantizan la
mantención y la inserción en el pacto social:
la característica más significativa de nuestra época, es lo que he
propuesto denominar como un estado que se encuentra más allá
del malestar en la cultura. Ha disminuido o se ha hecho
virtualmente inexistente por momentos y para enormes capas de
la población, el placer mínimo necesario para que participar en la
cultura tenga algún sentido, y por lo tanto para que el espacio
sociocultural sea investido. La experiencia de sinsentido en la
participación en dicho espacio, es lo que caracteriza el estado
que se ubica más allá del malestar cultural (Franco,1999: 4).
Las instituciones sociales ya no parecen sociales por su imposibilidad de
transmitir ligadura social y perspectiva de futuro:
Todo el conjunto de la vida social es atravesado por una especie de
desinstitucionalización entendida como una desvinculación respecto
de los marcos objetivos que estructuran la existencia de los sujetos.
80
(…) hay segmentación y fragmentación de las tareas, precariedad,
aislamiento y pérdida de las protecciones.(…) Pero hoy en día vemos
desarrollarse otro individualismo, esta vez de masas, que aparece
como una metamorfosis del individualismo.(…) Pero conserva el
rasgo fundamental de ser un individualismo por falta de marcos y no
por exceso de intereses subjetivos (Castel,1997: 472).
A nivel de la subjetividad esta sensación de soledad y vacío por ausencia de
marcos socializadores lleva a que:
Los trastornos narcisistas se presentan no tanto en forma de
trastornos con síntomas claros y bien definidos, sino más bien como
“trastornos de carácter” caracterizados por un malestar difuso que lo
invade todo, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la
vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres
(Lipovetsky,2000: 76-77).
Desde esta perspectiva de incertidumbre y fragilidad social, Silvia Bleichmar
señala:
podríamos definir hoy como "sobremalestar", o "malestar sobrante", la
cuota que nos toca pagar(...) que lleva a la resignación de aspectos
sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias
sobreagregadas (...) Las dificultades materiales, la imposibilidad de
garantizar la seguridad futura, el incremento del anonimato y el
cercenamiento de metas en general no alcanzan para definir, cada una
en sí misma, este "malestar sobrante" (...) El malestar sobrante está
dado, básicamente, por el hecho de que la profunda mutación histórica
sufrida en los últimos años deja a cada sujeto despojado de un proyecto
trascendente que posibilite, de algún modo, avizorar modos de
disminución del malestar reinante (Bleichmar,1997: 1) .
Por su parte Ulrich Beck (1997) habla de sociedades de riesgo entendiendo
por tales aquellas en las que riesgos sociales, económicos u otros escapan a la
posibilidad de que sean protegidos por las instituciones tradicionales, lo que
incrementa amenazas que pueden llegar a ser incontrolables. Giddens (apud
Beck,1997) indica cómo en el mundo actual las oportunidades y peligros se
81
presentan de igual modo. De la misma forma Ariés-Duby afirman: “han nacido
nuevas incertidumbres (...) El verdadero miedo de los años `80 es la
inseguridad por la propia persona y por los propios bienes (Ariès-Duby v.
IX,1990: 196-197).
Este riesgo social al “deportar” certezas mínimas, tranquilizadoras y
fundantes de la subjetividad, eterniza un estado de duda y malestar que excede
la capacidad de tolerancia y transformación psíquica. Se trata de condiciones
que incentivan la inseguridad dentro de un universo caótico e inaprensible. Lo
sólido se substituye por lo fluido, los contenidos por superficie, el futuro por lo
inmediato, los proyectos de vida por estrategias de supervivencia.
La supervivencia urgente, lo inmediato que “desolla” psíquicamente anulan la
capacidad de la memoria y la posibilidad de hacer duelos tal como mencioné a
propósito de la persistencia transgeneracional de contenidos de la dictadura.
Enriquez señala atinadamente que “ una sociedad sin memoria o con memoria
alterada es una sociedad alienada” (Enriquez,2000: 193).
A corto y mediano plazo esta cotidianeidad “devoradora” anula la capacidad
yoica de anticipación (Aulagnier,1975) y la posibilidad de proyectar proyectos,
sociales y personales. Esto implica –como ya indiqué - un detrimento del ideal
del yo a favor del yo- ideal, estructurado en torno a un funcionamiento mental
regresivante opuesto a un ideal del yo que “implica la idea de proyecto”
(Chasseguet-Smirgel,1975: 51). Sin posibilidad de concretar proyectos se
anula el sentido de porvenir y de esperanza, basamentos fundamentales en la
matriz social de la modernidad keynesiana.
Los substituyen la desesperanza y la desesperación, lo que facilita el empuje
de la pulsión de muerte, imponiendo un traumatismo de muerte (Golse,2000).
Este impacto de lo traumático:
pone en riesgo, en mayor o en menor medida, dos grandes aspectos de
la organización del yo y su función: la autopreservación y la
autoconservación (…) lo traumático es aquello que pone en riesgo tanto
la forma que el yo se representa la conservación de la vida (…) las
formas en las que el yo se siente en riesgo respecto de los enunciados
identificatorios que lo constituyen (Waisbrot,2002: 40 ).
82
Como señala Janin (1989) es un “sálvese quien pueda”, con un predominio
del individualismo que deja a todos indefensos: niños, jóvenes y adultos. Silvia
Morici (2002) describe cómo el carácter destructivo del acontecimiento, implica
la prevalencia del sentimiento de impotencia y, por ende, de abatimiento, al
asistir a la precipitación de ese orden indispensable para la supervivencia. La
metáfora del “derrumbe” tiene un referente real y concreto: asistimos a un
“untergäng” 33 social implacable, una demolición estrepitosa de ordenadores
básicos del sentido social e individual. Devastación por el cual el movimiento de
desconstrucción parece superar al movimiento de construcción.
Quizás por eso se dice que nuestra época es antifilosófica. Ya no tiene
sentido complicarse porque la vida misma se manifiesta como una
complicación insoluble y diabólica:
¿Sociedad bloqueada ?Jamás se transformó con tal rapidez (...)
Y en este mundo desorientado (en el sentido etimológico de la
palabra, es decir ,que ha dejado de saber por dónde se levanta el
sol) ,el hombre, sea cual sea su estatuto, su papel y su función,
está más solo que nunca, confrontado a la dificultad de elección
(Ariès-Duby, v. IX,1990: 238).
Como indica Araujo (2002) asistimos a una degradación sistemática de la
existencia de vastos sectores del cuerpo social ante la impunidad de quienes la
producen, ante la indiferencia, ignorancia o resignación del resto del “cuerpo”
social. Situación que bien puede ser considerada como manifestación de
crueldad:
Un acto es cruel en la medida en que encuentra al otro sin recursos para
hacer algo (...) la crueldad del otro humano es la manifestación de la
imposición de un acto, de un enunciado, de una idea, a otro- sujeto que no
está en condición de recibir, que no tiene dónde poner (…) eso que le es
impuesto, sea porque lo excede en ese momento o porque el acto conlleva
un imposible en cualquier momento, es decir, porque se trata de una
33 Caída o derrumbe en alemán. Termino usado por Freud (1924) en relación al Complejo de Edipo.
83
producción que excede la situación y causa una brusca destitución o
expulsión de alguno de sus ocupantes (Waisbrot,2003: 156-157).
Me planteo entonces hasta qué punto esta sociedad de mercado
omnipotente y asombrosamente indiferente a los males que ella misma ha
provocado, se relaciona a lo que Hanna Arendt (2004) llama la banalidad del
mal :
cuando además es atacado en su cuerpo familiar y/o social, al diluirse el
continente-sostén de la confianza básica en lo humano protector, lo que
queda en su lugar es ocupado por vivencias del orden de lo siniestros y
de lo terrorífico. Cae el velo de la palabra, soporte de la subjetividad y la
diferencia, queda una vez más inmolada. Lo traumático no encuentra
palabras ni representaciones, anudándose de este modo violencia y
desamparo. Observamos en esta falla en la ligadura se puede registrar
en la ruptura de la solidaridad, la violencia banalizada, las guerras
fratricidas y también en aquellas situaciones que hemos denominado del
“mal cotidiano”, y del “mal del horror” (Czernikowski,2003: 306).
Describiendo a Eichmann, Arendt (2004) señala que es su “normalidad” lo
que le parece un hecho enteramente nuevo. Ni perverso ni sádico es
absolutamente inconsciente del mal que ha hecho, de sus consecuencias y
ramificaciones. Es simplemente un ejemplar y terrorífico “engranaje”
hiperadaptado que cumple de forma “gloriosa” con sus obligaciones, sean cual
fuere las consecuencias.
ll.7- La familia y lo paterno
Laura Tavares señala que el neoliberalismo no se limita a: “medidas
económicas de efectos coyunturales y /o transitorias [sino que trae]
consecuencias sociales graves y permanentes, muchas veces de difícil vuelta
atrás” (Tavares,1999:171) . Este capítulo desarrollará justamente una de estas
consecuencias: el pasaje de la familia nuclear de la modernidad keynesiana a
lo que llamo familia expoliada desde el neoliberalismo. Es necesario sin
embargo señalar que las transformaciones de la familia forman parte de un
proceso más amplio y anterior al neoliberalismo, de transición demográfica, de
individualización y de transformación de las relaciones de producción, que
84
incluye además cambios en la construcción de género que lleva a una
creciente participación de la mujer en el mercado de trabajo. Asimismo es
necesario señalar la cantidad de cambios sexuales existentes, nuevas
tecnologías reproductivas y aumento significativo de la tasa de gravidez entre
mujeres jóvenes y adolescentes (Vasconcelos & Morgano, 2005).
Cabe indicar que, como ya desarrollé, había elementos que eran
fundamentales a la familia del modelo keynesiano: hogar, trabajo, capacidad de
transmitir protección, albergue y apuntalamiento en la construcción de
subjetividad. Cuerpo materno albergante y palabra paterna ordenadora, se
constituían en un modelo de estabilidad y homeostásis por excelencia, como
“nido” al que siempre se podía retornar desde nuestros sueños y recuerdos.
Recuerda Araujo (2002) que “los “dioses” de la modernidad eran
principalmente el trabajo, el ahorro, el orden, la salud y la higiene corporal. Se
trataba así de ser “útil” a la sociedad y a “si mismo”. Estos elementos
equilibrantes están destruidos desde el neoliberalismo:
se constata entonces un deslizamiento de los principales parámetros que
aseguraban esa armonía frágil (...) El trabajo-como lo hemos verificado a lo
largo de este recorrido- es más que el trabajo, y por lo tanto el no- trabajo es
más que el desempleo, lo que no es poco decir (...) Se trataría de una
mutación completa de nuestra relación con el trabajo y, en consecuencia, de
nuestra relación con el mundo: habría que inventar una manera totalmente
distinta de habitar este mundo, o resignarse al Apocalipsis (...) De modo que
el problema actual no es sólo el que plantea la constitución de una “periferia
precaria” sino también el de la “desestabilización” de los estables (...) En
esta dinámica no hay nada de “marginal”. Así como el pauperismo del siglo
XIX estaba inscrito en el núcleo de la dinámica de la primera
industrialización, la precarización del trabajo es un proceso central, regido
por las nuevas exigencias tecnológico-económicas de la evolución del
capitalismo moderno (Castel,1997: 390-413).
Esta situación conlleva a una reestructuración general de la identidad y de
los vínculos y por ende a una desestructuración familiar aguda que acusa el
“impacto” de la desinserción social. Esto comporta en la familia la
desarticulación y la confusión de los roles, el desencanto con el conjunto social,
85
el aislamiento y el sentimiento de amenaza constante (“catástrofe inminente” )
por el miedo a perder el empleo (Araujo,2002). La humillación pasa a ser un
hecho innegable tanto como su correlato, la necesidad del sometimiento
(Forrester, 2000).
El conjunto familiar alberga entonces emociones desestabilizadoras y
desbordantes como la vergüenza, la depresión, la denigración ante los
antecesores y agobio y culpa frente a los hijos:
Hay una deuda que se paga para arriba, pero que, fundamentalmente, se
paga para abajo. La deuda contraída con los padres, se paga con los hijos.
Y esta es una deuda imperiosa, acuciante e impostergable. Es una deuda
que no puede eludirse. Cuando las circunstancias externas nos impiden
saldarla - deshonrados por no poder honrar nuestras obligaciones- (...)se
nos impone como humillación insoportable(...) Eso quiere decir que, por
primera vez, una generación entera se ve impedida de pagar la deuda
contraída(...) El default, la quiebra que nos impide pagar la deuda externa,
no solo alude al fracaso económico que nos supone culpables ante un
compromiso contraído en nombre nuestro, vaya uno a saber por quién,
sino que genera un profundo conflicto psíquico en la medida que funciona
como interdicción para que podamos asegurarles a nuestros hijos, lo
mismo que nuestros padres nos dieron a nosotros (Volnovich, 2002: 1-2) .
De esta manera podemos suponer que se aniquila la posibilidad de que los
padres mantengan una versión digna y honrosa de si mismos. Imposibilitados
de cuidar al ser expoliados en tanto adultos, pierden el orgullo de sostener
emocionalmente a su hijo y – cosa no menos importante - pasan a sufrir el
“impacto” de la perplejidad de éste, que no sabe ya “cómo” estar orgulloso de
su progenitor.
Situación desgraciada por la cual son ahora los hijos los que no pocas veces
pasan a ser cuidadores de sus padres. Cuidado material tanto como psíquico,
por el cual (Janin,1989) los niños quedan como depositarios de las angustias
de los padres, instalados en un rol de cuidadores por el cual intentan evitar
que sus progenitores caigan en estados de depresión o de desborde. Descuido
de sí mismo que alienta una política de expiación y sacrificio de sí, por la cual
el hijo pasa a funcionar a modalidad de objeto único narcisista (Berenstein,
86
1988), descuidándose la regulación de la autoestima, la capacidad de tolerar la
ansiedad o la vitalidad del deseo (Berman,1994) .
La construcción de subjetividad se realiza así desde un apego
desorganizado (Fonagy, 2000), que no implica necesariamente maltrato físico,
pero sí psíquico. El padre - cuidador ya no puede olvidarse de la “realidad
social”, que le permitía al niño sostener su crecimiento sin preocuparse por
aquélla. Por el contrario estos padres “agobiados” ni son protectores ni se les
permite seguir encarnando a la sociedad. De allí que el niño en vez de estar
pendiente de su próprio crecimiento está pendiente del “derrumbe” de sus
padres.
De esta manera el niño genera prematuramente una estructura social en su
mente, que implica un incentivo de su papel de hijo mesiánico que en vez de
“nutrir” su aparato psíquico, nutre al de sus padres. El niño percibe
inevitablemente que éstos son maltratados, por lo que se transforma en un
“experto” de sus necesidades emocionales y de sus estados de ánimo.
La construcción de subjetividad se consolida en torno a la expectativa
ansiosa , la inseguridad prevalente y la dificultad de consolidar un self cohesivo
y discriminado del de sus padres. En la medida que éstos no logran encontrar
una versión reconocible de sí mismos a nivel social, el infante tampoco logra
encontrar una versión reconocible de sí en ellos. De esta manera se patologiza
el borde del aparato psíquico encargado de los procesos de discriminación y
diferenciación
La acentuación de este cuidado dificulta la presencia de la ambivalencia
como generadora de salud mental debido a que el odio pasa a experimentarse
de forma aterrorizante y culpógena, características de la etapa
esquizoparanoide y la identificación proyectiva masiva (Baranger,1971). El
maltrato social que reciben los padres los incapacita para sostener la ilusión de
un aparato psíquico autogenerado en sus hijos. De allí que insisto en un trabajo
anterior en la importancia de tener en cuenta ideas de P. Aulagnier :
la fantasía partenogenética [implica una] actividad estructurante del
psiquismo adolescente. P. Aulagnier (1994) plantea que la autoactividad
psíquica es fundamental al psiquismo. Señala que en cierta medida,
87
aunque la subjetividad se genera desde el otro, el psiquismo debe poder
erigir la posibilidad de autocrearse (Klein,2004: 18-19) .
Los padres se encuentran de esta manera preocupados por otro borde, el
familiar, elaborando (cuando les es posible) practicas de supervivencia
desesperadas.
Cabe aclarar que aunque lo social siempre está presente, no es lo mismo
que se “revele” a través de la mediación familiar, a que se imponga invadiendo
y vaciando la configuración familiar. En vez de ser marco silencioso, lo social
pasa a ser un “aullido” que resquebraja la capacidad intersubjetiva del aparato
psíquico, imponiendo violentamente fenómenos transubjetivos (Kaës,1993). Me
pregunto si no es posible relacionar a esta situación los llamados fenómenos
de psicofobia (Valdré,1998) encontrable en adolescentes graves, por la cual se
teme y se evita a la propia actividad de pensar.
Desde Winnicott (1981) podemos valorar la importancia de poder contar con
marcos adecuados de sostén, sosteniendo un ambiente predecible y
suficientemente bueno, que consolida el sentimiento de control y
reconocimiento. Así desde la matriz modernista keynesiana los progenitores
podían tener temor ante la “salida” exogámica de su hijo, pero el mismo existía
una dosis nada despreciable de orgullo y esperanza familiar ante un
descendiente que adquiría autonomía y capacidad de decisión. Su negativo,
por el contrario, es lo que presenté como vivencia de catástrofe inminente, que
en definitiva implica el pasaje de padres cuidadores-protectores a padres
desamparados.
De esta manera el proceso dialógico y los intercambios afectivos, simbólicos
e interactivos (Lyons-Ruth,2004) se substituyen por mensajes ambiguos,
dobles mensajes o secretos inconfesables, que acentúan procesos de
endogamización y clausura familiar, menos por falla en la función paterna, que
por un robustecimiento defensivo de los sistemas de protección de la familia
frente al desamparo general.
Lo que he indicado en otra publicación (Klein,2003) política del tanteo, dando
a entender la importancia de que el adolescente mantenga capacidad de
exploración y elaboración ante lo nuevo e inédito, corre peligro de extinguirse
substituida por una política de desconcierto, relacionada a una situación
88
inesperada e incomprensible que “sacude” los cimientos estables de lo que era
la clase media y la sociedad en general.
Si el padre de la horda es aquél que puede afirmar (Freud,1913) : “Yo soy la
ley porque tengo la fuerza, soy indiscutible”, la figura de padre que se va
delineando alude por el contrario a la debilidad y el estrago. Es un padre que
no es fuerte, no se cree fuerte, ni se lo ve fuerte. Roudinesco indica como el
padre “A causa de su impotencia económica, ya no da miedo”
(Roudinesco,2003: 154). Si a veces aparece como padre - ogro es más bien en
el orden de lo payasesco, porque en realidad es un padre en verdadero estado
fluido.
No puede ser ni el padre terrible del segundo tiempo del Edipo (Lacan,1979),
ni el padre representante de la ley -como función paterna- en nombre de una
sociedad, que en realidad lo desprecia olímpicamente. Como certeramente
analiza Joel Birman la función paterna se articula de forma decisiva a lo social:
E sobre este ponto específico que gostaria de realizar a crítica a
leitura lacaniana da lei, de maneira que possa retirar as
conseqüências inevitáveis para a interpretação da justiça(...) No
Brasil, a lei é letra morta, na verdade, e completamente dissociada
das práticas sociais da justiça. A concepção simbólica da lei não
pode ser restringir aos processos lingüísticos, mas deve ser
necessariamente relançada nos campos social e político, nos quais a
economia política dos bens e valores intercambiados no espaço
social remete para a economia psíquica das pulsões, desejos e
demandas dos atores sociais (...) Creio que o funcionamento
concreto da sociedade brasileira nos permite perceber, de maneira
privilegiada, o intervalo existente entre o registro simbólico da lei e o
funcionamento normativo da justiça (Birman, 2001: 280-281 ).
Debo aclarar de cualquier manera, que este cambio en la función paterna es
indisociable de la desestructuración de la familia nuclear, relacionado a un
largo proceso que va más allá del neoliberalismo. En este sentido es posible
constatar una progresiva “socialización” de aspectos familiares, donde
instituciones sociales (escuela, la religión,etc.) asumieron aspectos del papel
89
del maternaje y el paternaje. Así las estructuras sociales generan un cambio en
la familia que es necesario tener en cuenta detenidamente:
Esta familia se asemeja a una tribu insólita, una red asexuada,
fraternal, sin jerarquía ni autoridad y en la cual cada uno se siente
autónomo o funcionalizado (...) A partir de ello, la dominación
paterna sólo pudo ejercerse en una coparticipación consentida
que respetaba el lugar de cada uno de los miembros ligados por la
institución matrimonial (...)Herido en cuerpo y alma, el patriarca
mutilado de este nuevo orden simbólico ya no podría hacer valer,
por lo tanto, mas que el don de su patronímico para afirmar su
derecho a una especie de nominación “adoptiva”(...)En lo
sucesivo, el padre comparte con la madre el poder sobre el hijo, y
sus antiguas prerrogativas, ya muy debilitadas con el paso de las
décadas, se reducen prácticamente a nada. La familia se
convierte entonces en “coparental” y comienza a hablarse de
“coparentalidad” ( Roudinesco,2003: 168-111).
Este cambio de roles que describe Roudinesco es también relacionable a un
sentimiento de impotencia, que hay que tratar de evitar encajar a un discurso
conservador que añore la “restauración” de un padre fuerte. En este sentido
sería mejor indicar que no es un “ya no hay necesidad de hacer de padre” sino
que más bien aspectos de lo paterno se han vuelto imposible o se ha agotado:
La desocupación como marca de identidad y no como estado
temporario, así como el sentimiento de vergüenza, nos hablan de
nuevas condiciones erosionantes de autoridad (...)despojan a los padres
de valía y, en consecuencia, de autoridad.Los varones y las mujeres
actuales ya no pueden reconocer un mandato, ni para impugnarlo ni para
cumplirlo (Duschatzky,2002: 61-79).
De esta manera la familia sufre cambios sustanciales:
esta subjetividad (...) no tiene en las figuras adultas de la familia o la
escuela ningún referente; por el contrario, se aluda a tales figuras
mediante la agresión, la injuria y a veces, mediante una expresión que
90
oscila entre la queja y el reclamo de que no son escuchados (…) El
padre es prácticamente una figura ausente y la madre se insinúa como
impotente, sufriente (…) La familia ya no es el lugar de transmisión de la
ley a través de la figura paterna; el trabajo ya no es el espacio que
reafirmaba el lugar del padre como proveedor de la familia; el mandato
de estudio arraigado en la creencia de que estudiar era la garantía de
un futuro mejor se ha derrumbado (idem: 63).
Se impone el hecho de que un padre débil no ofrece sustento para una
operatoria simbólica (Dofour, 2005) relacionable a un estilo de modernidad
keynesiana, lo que implica el abandono del sujeto a su suerte y una
traslocación de la linealidad temporal “ y con ella, la ruptura de los vínculos
entre las generaciones, es decir, entre pasado y presente” (Hobsbawm,1995:
25) .
Cuando el padre ya no sabe bien qué es ser padre, algo de lo temporal se
quiebra, pasando a predominar lo discontinuo sobre lo continuo. Igualmente
cuando la madre ya no ocupa ese lugar de intermediario entre el adentro del
hogar y el afuera social, surge una dificultad en consolidar el espacio
transicional, lo que incide en el predominio de una problemática del vacío .
Para los adolescentes específicamente, implica la imposibilidad de acceder a
la confrontación generacional (Winnicott, 1972), la que requiere adultos que se
reconocen como tales, sosteniendo capacidad de fuerza y decisión (Klein,
2002). Situación que señala la inexistencia de un basamento social desde el
cual el adulto se pueda proyectar, sostener y prolongar como padre,
perdiéndose las estructuras de mediación para que se transforme en
representación mental dentro del aparato psíquico de su hijo.
En su lugar aparecen vínculos culpógenos y endeudantes (Kancyper,1992,
1997), perdiéndose condiciones estructurantes fundamentales que hacen a la
construcción de subjetividad: “A presença real, de um pai ou de um Otro que
faça presença, é fundamental para as operaçoes de simbolizaçao fundadoras
de uma ética e de uma subjetividade, posiçao do sujeito pressuposto
necessária à vida social” (Gryner,2003: 136).
De esta manera la familia actual es considerada “emergente de un cambio
social incipiente” (Wainerman,1996:212 ) por el cual ya no es, ni puede ser,
91
figura intermediaria entre sus integrantes y la sociedad: “la familia no sólo se
define como el crisol de una fuerza esencial para la civilización (...) se la juzga
necesaria para cualquier forma de rebelión subjetiva: la de los hijos contra los
padres, los ciudadanos contra el Estado, los individuos contra la masificación”
(Roudinesco,2003: 97).
En la medida que el adolescente confrontaba con su familia, diluía y
encauzaba una agresividad puesta al servicio del crecimiento (Winnicott,1972).
Como desarrollo en un trabajo previo, se comportaba así heterocinésicamente 34 con respecto a su familia desplegando una subjetividad que se complejizaba
desde una situación de rebeldía y confrontación. Dimensión que al no poder
sostenerse más, incentiva por el contrario una subjetividad heteróclita 35 por la
cual pasan a predominar en su subjetividad vivencias descontroladas,
irregulares, ominosas, resultado del “despedazamiento” de un doble marco
amparador: la familia como sostén y el borde psíquico como garante del
“cuidado de sí” (Klein,2002).
ll.8- Tres tristes tópicos : ser joven, pobre y latinoamericano
En este apartado, como se verá, me concentro especialmente en la situación
de los adolescentes de dos países latinoamericanso: Brasil y Uruguay. Una
adolescente de un barrio de clase media empobrecida de Montevideo,
comentaba en un grupo: nosotros crecemos de golpe... A lo que yo ,por dentro,
agregaba para mí mismo: y a golpes. El golpe, a los golpes, las golpeaduras,
creo que son una de las metáforas más desgraciadas, pero más atinadas, con
que puedo caracterizar al vínculo del adolescente uruguayo- latinoamericano
con su medio social hoy.
Es de destacar que esta metáfora del golpe, refleja cómo se ha “quebrado” el
contrato implícito entre la adolescencia y la red social de la modernidad
keynesiana (Klein,2003). Como ya he desarrollado, entiendo que este contrato
enunciaba de forma tácita, pero no por eso menos vigorosa, que esa sociedad 34 La heterocinesia es la ejecución por un individuo de movimientos contrarios a los que sele indican (VISOR,1999).
35 Lo heteróclito conlleva fenómenos que aparentemente contradicen las reglas gramaticales. (VISOR, 1999).
92
era un espacio amplio y generoso, con capacidad de “albergar” a un nuevo
miembro en ella a través de derechos y obligaciones, es decir con perspectivas
laborales y/o de estudio: “Trabajo y educación fueron prácticas privilegiadas
para dar sentido a la identidad en la modernidad. Sin embargo, el proceso
histórico pone de manifiesto la crisis de estos modos de socialización”
(Cohendoz,1999: 2) .
A cambio se esperaba que el sujeto cumpliera ciertos requisitos
imprescindibles en relación a crecimiento, madurez y experiencia, lo que lo
habilitaría a ser nombrado y auto-nombrarse como un ser adulto-ciudadano.
Es así como entiendo el concepto de moratoria de Erikson (Maier,1980): un
acuerdo entre partes, donde más allá de probables enfrentamientos, existía
una reconciliación inquebrantable de fondo. El sujeto creaba una historia de
vida y a cambio la sociedad recibía la “ilusión” de poder regenerarse,
transformarse y solidificarse a través de sus jóvenes.
Sin embargo las cosas se han modificado. La sociedad ya no alberga sino
que desampara. Ya no tiene ( o así se intenta imponer desde el imaginario)
lugar para todos y el pasaje por distintas experiencias etarias se hace difícil:
Sobre o pano de fundo de uma relativa descronologização
do percurso das idades, e uma dificuldade geral de lograr
inclusão plena, a entrada no mundo adulto se faz cada vez
mais tarde (estendendo ainda mais o tempo da juventude),
segundo etapas variadas e desreguladas (Wendel,2005:
44).
De esta manera, entre los grupos sociales más afectados por el
neoliberalismo se encuentra la juventud empobrecida:
La mayoría de los derechos económicos, sociales, culturales
y ambientales es negada a ese segmento. La educación es
poco adecuada a la realidad juvenil, el acceso al trabajo- y los
medios legales de generación de empleo y renta- le es
vedado ( Fraga,2003:10) .
93
Simultáneamente hace crisis la posibilidad un Estado “que requiere la
cooperación y el auto-control en el ejercicio del poder privado”
(Kymlicka,1997:16)
Es inevitable que en estas condiciones emociones de confianza y
reciprocidad sean substituidas por otras, de desconfianza y paranoia:
Interrogamo-nos sobre as relações de ódio (senão, de hostilidade)
existentes na sociedade brasileira entre um segmento populacional
jovem que (...) se sente “violentado” na sua condição de ser humano,
e uma parte da sociedade que teme e repudia uma porção da
infância e da juventude considerada “imprestável” socialmente e que
atua no sentido de “eliminá-la ” (Missae,2002: 28) .
De esta manera señalo que la moratoria eriksoniana ha entrado en
moratoria, sugiriendo en cambio el término de pseudo-moratoria como un
descriptor más efectivo de esta realidad desamparante. Esta pseudo-moratoria
ya no es ese dispositivo de antaño que retrasaba, tanto como preparaba la
renovación del pacto social keynesiano. Hoy en día el joven si se prepara para
algo, es para la inactividad, la emigración, la violencia, la exclusión o el
desaliento:
con la gradual implantación de medidas neoliberales (...) asistimos a una
vehemente producción de inseguridad, miedo, pánico articulados al
crecimiento del desempleo, la exclusión, la pobreza y la miseria (...) los
jóvenes pobres, cuando escapan del exterminio, son los ‘excluidos por
excelencia’, pues ni siquiera consiguen llegar al mercado de trabajo formal
(...)Para los que consiguen sobrevivir, están previstos diferentes tipos de
encarcelamiento. Muchos jóvenes pobres mayores de 18 años están
confinados en las prisiones ( Fraga,2003: 27-28) .
Como señala Duschatzky (2002) este nuevo orden necesita de los
integrados y de los expulsados, pero no en el sentido de una disfunción, sino
como estructurante de lo social. Es un estar por fuera del orden social,
produciendo un inexistente, “ un "desaparecido" de los escenarios públicos y de
94
intercambio. El expulsado perdió visibilidad, nombre (...) transitan por una
sociedad que parece no esperar nada de ellos (idem: 18).
De esta manera no es sorprendente que las instituciones que antaño incluían
e integraban sedimentando un “joven conductor de acción dirigido al futuro
(Fraga,2003: 46), se encargan hoy por el contrario, de eliminar las condiciones
y posibilidades de integración:
(...) también la empresa fracasa en su función integradora de los jóvenes.
Al elevar el nivel de las calificaciones exigidas para el ingreso, desvaloriza
a una fuerza de trabajo incluso antes de que haya entrado en servicio.
Jóvenes que hace veinte años se habrían integrado sin problemas en la
producción, se encuentran condenados a errar de pasantía en pasantía, o
de una pequeña tarea a otra (Castel,1997: 408).
Aunque el joven consiga un trabajo es factible que, o quede rápidamente
desempleado, o que ocupe cargos de rango netamente inferior (Tavares,
1999), (Fraga, 2003). Las investigaciones demuestran que se impone una
educación para el desempleo (ídem) 36. De esta manera la situación de
escepticismo que mantienen los jóvenes, en el fondo parece ser bastante
realista si consideramos las denigrantes ofertas laborales que se les ofrecen o
los niveles de bajísimo salario y la inestabilidad crónica de sus contratos de
trabajo. Igualmente la educación se transforma en causa de exclusión
(Abramovay, 2002).
Esta situación consolida un sentimiento de desencanto generalizado por lo
que “El discurso de los jóvenes(...)está permeado, casi todo el tiempo, por el
miedo al futuro” ( Fraga,2003: 259). El joven se educa cada vez más fuera de la
escuela y no ‘dentro’ de ella: “cuanto mayor es la edad del joven (...) menor es
la frecuencia a la escuela” (ídem : 244) .
Un correlato que no se hace esperar es la criminalización del joven que lo
sindica como violento. Tanto si se identifica con el agresor como si es víctima
de él, la situación permite generar un rápido, antiguo (¿e hipócrita?)
convencimiento: lo que pasa a los jóvenes es culpa de los jóvenes, incapaces
36 Lo que contradice el argumento de los trabajos están pero lo que falta es gente calificada para ellos.
95
de dejar de ser vulgares, salvajes, descontrolados...En otras palabras: si los
jóvenes están tan mal es porque se lo buscan o se “lo merecen”.
Se habita pues la violencia tanto reflejando “ situaciones de expulsión social”
(Duschatzky,2002: 97) que inciden en pobreza de experiencias simbólicas
(Missae,2002), como por imposición de un imaginario que “violenta” lo que de
por sí ya es violento.
De esta manera y progresivamente, enormes grupos de jóvenes son
marginados de los sistemas de enseñanza, del trabajo y en general de los
derechos de ciudadanía. La experiencia social se empobrece impidiendo que
“ la construcción identitaria del joven de las clases populares sea alimentada
por autónomas y divergentes configuraciones del sujeto” ( Fraga,2003: 50).
Es una sociedad que necesita que algunos de sus integrantes estén en un
no- lugar “por lo que parte de sus miembros ,y especialmente los jóvenes de
las clases sociales más carentes, asumen un lugar de sobrantes”
(Coutinho,2000: 53). Coutinho enfatiza que los derechos de ciudadanía son
sociales, resaltando la importancia de la “ ‘expectativa’ de poder recibirlos “
(ídem: 54). Esta expectativa se relaciona a mi entender al cumplimento de una
“promesa” que es, como indiqué, basamento fundamental de la modernidad
clásica y keynesiana, se haya o no cumplido:
es preciso concebir la modernidad también desde el ángulo de la
ampliación y de la universalización de la ciudadanía, o sea, concebirla
como una época histórica marcada por la promesa de plena
emancipación de los hombres (...) las generosas promesas de
emancipación que ella creó, todavía no fueron realizadas (idem: 68-69).
Esta falta de expectativas y de “ escasez” de derechos “naturales” implica
en el caso de los jóvenes, la imposibilidad de seguir sosteniendo su
“prometida” inserción social. En otras palabras, se trata quizás de la
improbabilidad del acceso a los derechos y los deberes de ciudadanía, lo que
se relaciona a sentimientos de inseguridad, desconcierto y desesperanza.
De esta manera se hacen presentes aspectos de un proceso de des-
ciudadanización, que se agudiza obviamente entre los grupos sociales más
pobres y desprotegidos, por lo cual el joven pierde marcos de referencia
96
identitarios y de integración social, con extrema dificultad para que emergan
referentes sociales substitutivos. La promesa keynesiana se debilita en tanto la
adolescencia ya no pasa a ser etapa de “integración” social, sino de
“extrañamiento” social. Los derechos y las obligaciones ya no pueden
establecerse a priori, debido a que las mismas se formulaban y ajustaban
preferentemente a través del trabajo y la educación, los que están ahora
cuestionados y relativizados. Es un sujeto que pierde calidad de individuo, si
entendemos por “individuo” una construcción social- subjetiva inseparable del
marco de ciudadanía keynesiana.
Dentro de esta situación cabe resituar el debate sobre la problemática de la
“vulnerabilidad social” (Abramavoy, 2002). A mi entender él demarca una
situación en la que, al contrario de lo que indica Hanna Arendt, que define
ciudadanía como “reconocimiento al derecho a tener derechos (idem: 23), tal
operatoria de reconocimiento está imposibilitada para la gran mayoría de los
segmentos excluídos de la población joven latinoamericana.
Por el contrario lo que se acentúa,como ya indiqué anteriormente, es un
proceso de identificación con el agresor (Frankel, 2002) por el cual algunos
adolescentes hacen “suya” la imagen marginal que la sociedad alienta sobre él.
Probablemente en el entendido de que ser lo que la sociedad desea, aunque
implique tal negatividad, es una manera ciertamente alienada, de recibir
existencia social, generándose al menos un punto de certeza identitaria que
aunque grave, permite cierto despliegue existencial en la cotidianeidad.
El punto fundamental es que así se llega a una situación de indiscriminación:
se es lo que el otro requiere que se sea. Al mismo tiempo este mecanismo de
defensa puede implicar ya no “tolerar” la violencia sino “ejercerla” (Hanna
Freud,1985). Esta posibilidad implica un recurso de re-individuación, por el cual
los jóvenes pueden al menos responder desde un lugar de cierta “igualdad”, a
las situaciones a las que se los enfrenta.
No obstante habría que destacar más ampliamente cuáles son los impactos
de las dificultades de integración social sobre la subjetividad adolescente y los
efectos de una vulnerabilidad que pasa así a ser triple: social, familiar y
psíquica. Las investigaciones sobre apego llevadas adelante por Fonagy
(2000), sugieren que una situación de maltrato puede inducir un ciclo de
desarrollo severo y extremadamente perturbado. Maltrato social y maltrato
97
familiar, en realidad, no pocas veces se realimentan dentro de un cuadro
trágico :
Muchos de los jóvenes [que sufrieron violencia social] tuvieron
contacto con la violencia de forma directa también en el ambiente
familiar... muchos de los niños encontrados en las calles dejaron a
sus familias por ser víctimas de malos tratos por sus propios padres”
(Abramovay,2002: 50) .
De esta manera estos jovenes presentan dificultades para ser parte de la
sociedad, de su familia y dato no menor - como desarrollaré más adelante -, de
su propia adolescencia. Familia, adolescencia, sociedad, se le transforman en
datos ajenos, externos a él mismo.
La continuidad generacional que implica la posibilidad de que al empleo del
padre le suceda el empleo del hijo y que a la prosperidad del padre le suceda
la del hijo, se rompe indefectiblemente. Se eliminan las condiciones de
seguridad básica (Giddens,1997) y se fragilizan así memorias generacionales
arquetípicas, consolidándose lo que llamo proceso de amnesia criptográfica. Lo
amnésico del término remite a la dificultad de mantener la continuidad
generacional, generándose en el psiquismo presencia de criptas
(Tisseron,1995) que pasan a ocupar el lugar de objeto transgeneracional
(Eiguer,1998). Estas criptas del psiquismo no permiten la transformación de lo
anterior-generacional en forma de recuerdo y elaboración, sino que lo imponen
en forma traumática y sin transformación. Por eso, desde Anzieu (1990), creo
que se genera lo que denomino desollamiento psíquico, como si jirones de
“piel” psíquica se arrancaran sin posibilidad de transformación mediadora.
Simultáneamente se anula la obligación de investir el conjunto como
continuidad y reunión de semejantes ( Kaës,1993) o se redobla tal obligación
de forma imperativamente exigente ( condición de hiperadaptación). Desde los
aspectos referidos se impone así una no- exigencia de trabajo psíquico (ídem) ,
con lo cual los vínculos familiares ya no pasan por la diferenciación sino por
tareas de cuidado y protección pseudoreparatorias.
La adolescencia se torna un inexplorable, con predominancia de vínculos
fusionados a los que he llamdo escena congelada (Klein, 2004). Estamos en un
98
punto totalmente opuesto al de Aulagnier (1975,1991), la que plantea las
condiciones por las cuales los jóvenes “habitan” situaciones de inclusión social
desde un contrato narcisista.
Desde el neoliberalismo por el contrario, ocurren dos fenómenos
paradojales que creo substituyen el contrato social-narcisista keynesiano.
O se genera un proceso de pérdida, o ambiguedad, de derechos en forma
de descontractualización generalizada ( es decir que se debilita el
contrato de la modernidad keynesiana como un todo) o, por el contrario,
aspectos referidos a obligaciones y adaptación (ya no “integración”)
social se radicalizan, com lo que se impone una versión abusiva y
metonimizada del contrato social-narcisista. En cualquiera de los dos
casos, se acentúan aspectos instituidos del mismo que parece “expeler”
a sus contratantes.
Desde la modernidad términos como “inquietud”, “vivacidad”, “curiosidad”, y
“entusiasmo”, describen una forma de construcción de subjetividad
adolescente, al mismo tiempo que consensúan la configuración de un espacio
social adolescente. De allí que cuando los autores mencionan el impacto de la
crisis social en el psiquismo adolescente, es necesario relacionar la misma a
otra crisis fundamental: la del espacio social. No es solamente el mundo interno
del adolescente lo que está en crisis, sino además y al mismo tiempo, el
espacio hacia el cual él advenía.
Al fragilizarse el espacio social, el objeto, el otro, la cotidianeidad, no se
pueden experimentar como crecimiento o júbilo, sino que se tornan invasores o
inexistentes. Lo social pasa a estar demasiado presente o demasiado ausente,
arruinándose una posibilidad intermediaria, con lo que las posibilidades de
negociación con el objeto se vuelven inexistentes (Jeammet,1992).
Desde una modernidad a partir de la cual el adolescente poseía un lugar y
una función social relevante, se pasa a otra situación donde no existe proyecto
social para la adolescencia. Al desaparecer el investimento previo de la
sociedad, el adolescente pasa a estar situado en un presente atemporal (como
el del mercado) que imprime cambios significativos en su subjetividad.
Si, siguiendo a Green (1994), sostenemos que el adolescente es un
conquistador que vence y arrasa con su infancia, el adolescente del
neoliberalismo es aquél que es colonizado por un objeto invasor, destacándose
99
como elementos de su subjetividad la precariedad como destino; la destitución
del futuro; junto a carencias y privaciones. Elementos de vulnerabilidad
narcisista (Jeammet,1996), que conllevan a un predominio de los sentimientos
de desvalimiento y desamparo.
Se perfila un empobrecimiento del psiquismo, por el cual se reducen las
fantasías a sus prototipos fisiológicos. Es decir que los encuentros con el otro
ya no se tramitan a través de fantasías, vínculos y fantasmatización, sino a
través de referentes regresivantes, relacionados a la necesidad, el consumo, la
satisfacción. Esto explica cómo la vivencia de necesidad sea la única forma en
cómo se tolera la presencia y el encuentro con el objeto, situación que se
verifica más claramente desde los trastornos alimentarios y las adiciones.
Se trata de la imposibilidad en definitiva, de tolerar la ausencia, pues el
objeto, en tanto aparece como necesidad fisiológica, asegura su permanente
presencia. La ausencia así ya no puede conducir a la esperanza sino a la
desesperación (Green,1987). Se pierde entonces la oportunidad de aceptarse a
sí mismo y al otro, tolerando situaciones que aunque cambiantes puedan
permanecer constantes. La ausencia del otro es vivida como “abandono“,
apareciendo sentimientos de resentimiento (Kancyper,1992 ).
Hay un doble movimiento simétrico: así como el neo-liberalismo anula la
catectización de los espacios de subjetividad, los adolescentes anulan lo que
en ellos hay de adolescencia. Se agotan procesos de subjetivación que
aseguren marcas instituyentes y la ilusión de autoengendramiento del aparato
psíquico, pasando a predominar lo instituido y lo transubjetivo (Kaës,1993). Por
eso cuando se afirma que “los adolescentes necesitan lugares para ellos”, se
debe propugnar, al mismo tiempo, por espacios de investimento social
imprescindibles.
La inexistencia de estos pre-investimentos sociales junto a intentos
pseudoreparadores que se practican socialmente frente a cambios
catastróficos que aparecen como inexplicables, hace que se inserte a los
jóvenes dentro de rituales de expiación y sacrificio:
A época moderna está assim vendo se disseminar uma nova forma
sacrificial: o sacrifício ao quadrado. Trata-se de um gesto sacrificial
novo que, ao se perpetrar, permite criar o ponto de apoio necessário,
100
que faltava, para enfim viver, nem que seja por um instante, antes de
desaparecer. Essa nova forma sacrificial começa com o sacrifício de
vítimas precisamente escolhidas (...) Com certeza resta um apelo
desesperado ao laço social (Dofour,2005: 102).
Surgen así estructuras sociales y de pensamiento regresivas, en relación a
las figuras del chivo expiatorio, chivo emisario, culpa colectiva. Es una forma –
aunque fallida - de encontrarle sentido a las cosas inexplicables. Y ciertamente
el mercado neoliberal, sus regulaciones y fenómenos imprimen un orden
extraño e inexplicable...
El ritual del sacrificio impuesto a jóvenes que mueren simbólica o
violentamente, podría significar la expulsión de un “exceso” al que se
responsabiliza por un estado de desequilibrio al que se anhela modificar ( o se
cree hacerlo ) recuperando homeostásis con un procedimiento de expulsión
compulsiva e irracional.
Los adolescentes retoman desde este contexto sacrificial, las figuras bíblicas
de chivo emisario- chivo expiatorio 37 (Berenstein,1981), donde los sacrificios de
expiación se realizaban con objetos (animales) destinados a desaparecer. Ritual
que asegura la continuidad social, un ideal cohesivo y el restablecimiento de un
colectivo que de esta manera se renueva sangrienta y circularmente.
Desarrollaré más extensamente en los capítulos de análisis clínico, cómo se
manifiestan algunas de estas prácticas “sacrificiales”, junto a otras
características de la subjetividad adolescente que se destacan desde el marco
social neoliberal.
37 La Biblia, Levítico 16,3 y 16,19.
101
CAPITULO 3
ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA: DE LA MODERNIDAD AL
NEOLIBERALISMO
III.1- Aquél Uruguay que fue
El Uruguay supo conocer días de gloria en los que la Modernidad
Keynesiana se inscribía con letras mayúsculas en su cuerpo social y en su
organización estatal. La modernidad era una forma de cultura que los
102
uruguayos alentaban, reconociéndose (Margulis, 1997) 38 en esa matriz
compartida.
Se verificaba así la concreción de un Estado ‘generoso’ y abarcador que se
expresaba claramente en los hechos y en los discursos 39que recorren al
Uruguay batllista40 y neo-batllista, desde principios de siglo veinte hasta fines
de la década de los ’50. Ese batllismo-dentro de la mejor tradición keynesiana-
constituyó ( y expresó) un discurso de tipo integrador, que supuso: “la
articulación de un sistema de relaciones diferenciales que pretendía integrar
selectivamente las demandas populares a la hegemonía expansiva del bloque
de poder “(Panizza,1990: 16).
Este discurso integrador impulsó41 , un modelo de ciudadanía que condensó
“ una variedad de elementos políticos, sociales y económicos (...) identidades
alternativas en términos de clase, religión, pertenencias regionales (...) fueron
durante mucho tiempo un ‘impensable’ para la mayoría de la población” (idem :
36).
De esta manera, y aún dentro del capitalismo periférico, la modernidad
keynesiana supo ser parte de la identidad económica y social del Uruguay.
Se configuró así una sociedad amplia e inclusiva, donde la identidad del sujeto
se moldea de acuerdo al patrón de ciudadanía, potenciándose el par derechos-
obligaciones como una situación que enriquecía el “cuerpo” social, tanto como
el espacio individual. ”El orden social es presentado como siendo el producto
de un proceso de absorción gradual de demandas populares en beneficio ‘de
38 Margulis señala que la cultura implica : “(...)significaciones compartidas y el caudal simbólico que se manifiestan en los mensajes y en la acción, por medio de los cuales los miembros de un grupo social piensan y se representa a si mismos, su contexto social y el mundo que los rodea “(Margulis,1997:12).
39 Tomo lo discursivo estrictamente en el sentido de “formas de producción de consenso” ( Panizza,1990:11), las que obviamente recubren contradicciones y conflictos varios. Tomando el modelo de Laclau-Mouffe, Panizza analiza cómo los discursos establecen sistemas de equivalencias, antagonismos y diferencias .Otra concepción que remarca lo homogéneo de la práctica discursiva señala que “La denominación “discursos sociales” se refiere a los resultados de un proceso no totalmente deliberado de construcción de sentidos, que algunos sectores intentan que sean compartidos por todos, y que brindan legitimidad y consenso a ciertos arreglos y prácticas “ (Burin, 1998: 166).
40 Refiere a José Batlle y Ordoñez, presidente de Uruguay a comienzos del siglo XX (1901-1904 y 1912-1916) y fundador del “batllismo” fuerza política modernista y progresista.
41 Es de hacer notar que esta situación es inseparable de la situación de los partidos políticos en Uruguay, lo que me es imposible profundizar por escapar al marco de este trabajo.
103
todos’ (incluido en ellos las clases populares) bajo la acción tutelar del Estado”
(idem: 99).
Es cierto que hasta cierto punto se podría hablar de ‘tutela’, tal como lo
señala Panizza, pero analizando los discursos políticos de Luis Batlle42 ( y el
neo-batllismo), se revela de forma clara el programa de la modernidad referida.
Cito un fragmento de un discurso de Luis Batlle que ilustra esta situación: “El
gobierno no puede olvidar a nadie, y menos a los que necesitan de él: las
clases pobres, que son las que tienen su amparo en las leyes sociales y
económicas (...) son las que esperan la tutela justa del Estado (idem: 82).
La clase media, que sin duda recibió esa tutela justa, se consolida como
sinónimo de trabajo, honradez, modelo de la sociedad uruguaya y meta posible
a ser alcanzada :
El Estado Benefactor de principios de siglo XX configuró, dentro del
proyecto modernizador, la extensión de una clase media gracias a la
generación de una fuente de trabajo que, aunque no colmara la
totalidad de las posiciones, sí homogeneizaba centralizando la imagen
de solidez y orden sobre sí para la extensión de toda la sociedad.(....)
Y es que la clase media uruguaya desborda toda identidad de clase,
está instalada en el imaginario social como la forma misma del ser
social, extendiéndose hacia arriba y hacia abajo en valores y normas
de conducta en los cuales lo único compartido es el horizonte que
enmarca a las subjetividades (Araujo,2002: 70-71).
De esta manera, la clase media uruguaya, sus viscisitudes, formas de
presentación social y sus construcciones subjetivas, dan cuenta, de una u otra
manera, de los cambios que há padecido el Uruguay en el pasaje de la
modernidad keynesiana al neoliberalismo actual. He elegido entonces para
esta investigación, como explicaré exhaustivamente más adelante, material
clínico proveniente de jóvenes pertenecientes a esa clase media, que ahora
empobrecida, permite estudiar una dramática radiografía de los efectos en la
subjetividad del neoliberalismo uruguayo ( y probablemente latinoamericano).
42 Luis Batlle fue sobrino de José Batlle y Ordoñez, también presidente de Uruguay (1945-1949, 1954-1958) y padre de Jorge Batlle, presidente de Uruguay entre los años 2000 y 2004.
104
III.2- El Uruguay que es: datos sociodemográficos actuales
A ) Datos generales del país
Según el Instituto Nacional de Estadística (2003) los datos poblacionales y
demográficos de Uruguay son:
Población Total: 3.399.438
Población Masculina: 1.645.225
Población Femenina: 1.754.213
Esperanza de vida al nacer: 75,38 años
Tasa Bruta de Natalidad: 15.72 ‰
Tasa Bruta de Mortalidad: 9,35 ‰
Tasa de Analfabetismo: 3,1 %
Tasa global de fecundidad: 2,17
P.B.I. per Cápita 2003: $ 93.322
B) Estimaciones de pobreza 43
De acuerdo al mismo Instituto Nacional de Estadística (2004) se entiende
que: “en general durante 2004 se ha frenado el crecimiento de la pobreza
observado en años anteriores, aunque la incidencia de la pobreza extrema se
ha incrementado ligeramente. No obstante, la incidencia de la pobreza de las
personas creció puntualmente en el año 2004 alcanzando, en promedio, el
32,1% frente al 30,9% registrado en 2003” (idem).
“Como características de los hogares indigentes se observa mucho
mayores tasas de desempleo que el conjunto de todos los hogares
encuestados, con menor disponibilidad de recursos para sostener hogares más
numerosos y con más inactivos (menores de 14 y pasivos), tanto en
alimentación como en los otros rubros de gastos” (idem).
La pobreza afecta proporcionalmente a más niños y jóvenes que a adultos.
“En 2004, el 32% de las personas del país son pobres y promedian: el 57% de
menos de 6 años, el 54% entre 6 y 12, el 45% entre 13 y 17, el 29% de adultos
y el 11% de personas en la tercera edad. De las 108.200 personas indigentes
del año 2004, se estiman en 47.700 los adultos (entre 41.900 y 53.600) y en
60.500 los menores de 18 años (entre 52.900 y 68.000)” (idem).
43 Cabe aclarar que desde este apartado B hasta el H inclusive, la información presentada y su redacción pertenece casi en su totalidad a las fuentes oportunamente explicitadas.
105
C) Evolución de la pobreza en Montevideo . 1999-2004
Según cifras de la Unidad de Estadística Municipal ( Mayo 2005) se
comprueba un proceso sostenido de empobrecimiento en el Departamento de
Montevideo en el período 1999-2004. En especial la franja adolescente se
muestra nítidamente vulnerable a dicha evolución.
D) Generalidades sobre Uruguay y su juventud
Según el CELADE (1995) Uruguay se caracteriza por tener un perfil diferente
al de los demás países latinoamericanos: “pirámide poblacional envejecida,
baja tasa de nacimientos, escaso número de hijos por familia. Según el censo
de 1985 la población de adolescentes llega casi a medio millón, lo que
representa el 16,5 % del total” (Idem).
Esta baja población juvenil se explica, en parte, por la fuerte corriente
migratoria hacia diferentes países que se verifica desde los años sesenta y que
afecta fundamentalmente a los varones. La mitad de los jóvenes residen en la
capital del país: Montevideo (idem).
E) Empleo juvenil
El empleo uno de los principales problemas que afecta a los jóvenes
uruguayos (Ministerio de Educación y Cultura,1998 ). “El nivel de actividad en
la población de 14 y más años en Uruguay es del 60.5% de la población en
Montevideo, y del 55.8% en el interior. La Población Económicamente Activa
(PEA) de todo el país urbano es de 1.216.000. La fuerza de trabajo joven de
Montevideo constituye un 32% de la PEA del Departamento; mientras que .en
el interior del país representa un 33% de la PEA” (idem).
“La elevada participación de los grupos más jóvenes generalmente va a
asociada a una peor calidad de vida de los ingresos de los hogares de origen.
Dicho fenómeno es así, puesto que la disyuntiva trabajo o estudio no es
verdaderamente una opción en hogares con ingresos bajos. Al observar las
tasas de actividad de estos grupos por niveles de ingresos, se aprecia
claramente que una alta proporción de estos activos adolescentes se ubica en
los hogares de los quintiles más bajos de la distribución de ingresos” (idem).
106
Cuando se trata de explicar la participación de estos grupos en la fuerza
laboral se concluye que: “la decisión de actividad en los jóvenes es más del
hogar que del individuo, siendo la situación económica y social del hogar las
condicionantes para explicar la decisión de que ellos participen, reafirmando la
teoría "del trabajador añadido" (idem).
Si se analiza la actividad de los jóvenes por estratos de ingreso per cápita
del hogar se pone de relieve “la heterogeneidad del colectivo juventud en lo
que a inserción se refiere: un 34% de desempleo en el 20% más pobre y un
16% en los hogares más ricos ponen de manifiesto que la búsqueda no implica,
el mismo éxito para los distintos sectores “(idem).
“Todos los estudios realizados en los últimos 10 años, coinciden
prácticamente en señalar que uno de los grupos más afectados por la
marginación y/o la inserción precaria en el mercado de trabajo nacional es el de
los jóvenes. Aquellos jóvenes que están integrados al mundo laboral, están
afectados por una mayor inestabilidad en sus puestos de trabajo, y reciben
menores remuneraciones (por el desempeño de idénticas tareas que los
adultos)” (idem).
Sin embargo, la situación es muy diferente entre los diversos grupos
juveniles: “Así, los buscadores de trabajo por primera vez son - en general -
jóvenes de sectores medios y altos, carentes de experiencia laboral y
rechazados por su insuficiente capacitación, mientras que los "desocupados
propiamente dichos" son jóvenes pertenecientes a hogares en situación de
pobreza, que carecen de niveles mínimos de calificación para el trabajo y
requieren con urgencia ingresos que les permitan solventar sus gastos más
elementales. En efecto los jóvenes entre 14 y 29 años, según la Encuesta
Continua de Hogares de 1994 constituyen el 63% de los desempleados del
país. Estas cifras dan cuenta de una suerte de particular exclusión de los
jóvenes del mercado laboral, particularmente de aquellos que tienen menor
nivel de instrucción y provienen de familias de más bajos ingresos” (idem).
F- Adolescencia y educación
107
Los datos que se poseen (Torella: 2004) dan cuenta de la exclusión que
opera sobre las poblaciones de menores ingresos del sistema educativo en el
nivel del segundo ciclo de secundaria. Estudios realizados en el ámbito de la
ANEP ( Administración Nacional de Enseñanza) afirman que: “el proceso
regular de abandono escolar se concentra en el Uruguay en la enseñanza
media, fenómeno de alta selectividad asociada a una fuerte inequidad social.
La deserción en el nivel secundario ocurre fundamentalmente en los jóvenes y
adolescentes pertenecientes a los hogares de más bajos ingresos” (idem).
Estudios realizados (Torello: 2004), arrojaron que en 1996 y 1997, en el
tramo de edad entre 19 y 24 años, “un 78% de jóvenes provenientes de los dos
quintiles de inferiores ingresos, no había culminado el ciclo secundario y no
asistía a ningún centro de enseñanza. En los jóvenes de entre 14 y 18 años de
edad pertenecientes a estos quintiles, ya habían de dejado de asistir a un
centro educativo, un 40% sin haber terminado el nivel secundario” (idem).
Comparado con otros países de América Latina, Uruguay se presenta como
un país con baja deserción temprana (antes de completar el ciclo primario).
“Pero a medida que son tenidos en cuenta niveles superiores de educación, la
deserción aumenta significativamente y el posicionamiento de Uruguay
comparado con otros países de América Latina cae en forma abrupta. En
Uruguay, el 44% de los varones de 15 años de edad y bajos ingresos (primer
quintil) se encuentra fuera del sistema educativo, en cuanto esta cifra cae para
Chile en 18,3% y en Argentina 21,5%, prácticamente la mitad que para
Uruguay” (idem).
Se ha verificado asimismo en el período reciente, “el crecimiento de la
matrícula en el Bachillerato Secundario. En las edades entre 15 y 17 años la
tasa bruta de escolarización pasó de 45,5% en 1985 a 74,1% en 2001. Si se
incorpora la educación técnica, la tasa bruta de escolarización en estas edades
alcanzó el 92% en 2001(idem). Pero obsérvese que de la “población de
alumnos que ingresó a primer año a los centros público liceales en 1996,
solamente el 19% está cursando 6to. año en el 2001. Un 58% salió de
secundaria (posiblemente desertó) y un 23% está rezagado, principalmente en
5to. año” (idem), lo que indica un proceso alertante y preocupante.
G- Juventud como grupo de riesgo
108
Existen estudios ( ANEP- Unidad Ejecutora de los Programas de Educación
Media y Formación Docente , 2002) que permiten caracterizar al grupo de
jóvenes en el Uruguay, “como un grupo expuesto en forma particular a
fenómenos tales como la precariedad y el riesgo, una situación que se ve
reflejada a través de sus efectos sobre las dimensiones básicas de la
estratificación social: empleo, ingresos y educación. En este sentido, son varias
las investigaciones que han sido contestes en señalar la situación de los
jóvenes como el grupo social más afectado por el desempleo, los bajos
ingresos y la escasa incorporación de capital humano, aspecto éste que
aparece de singular importancia en la comparación con otros países de la
región y del mundo” (idem).
Entre los 12 y 27 años un 50% de los jóvenes ya experimentaron un proceso
de abandono escolar, “cifra sin duda muy elevada que indica las dificultades de
retención del sistema educativo uruguayo y explica el lento avance de los años
de escolarización de la población uruguaya en las últimas décadas...
Adicionalmente, y a pesar de ser una categoría menos importante
numéricamente, existe un volumen nada despreciable –equivalente a un 10.8%
del total de los jóvenes de 12 a 27 años- que han quedado fuera de ambos
ámbitos: no estudian y no trabajan y tampoco buscan trabajo. Se trata de una
condición de exclusión 44de los jóvenes de cualquier ámbito público o por lo
menos de una situación de retraimiento o aislamiento: en esta condición, los
jóvenes pierden posiciones en status relevantes de la estructura social” (idem).
Así el porcentaje de jóvenes que no estudian ni trabajan ni buscan trabajo
se incrementa con el paso del tiempo. “El porcentaje de jóvenes en esta
situación pasa en 1999 de un 8,0% correspondiente a los jóvenes
comprendidos entre los 12 y 15 años de edad, al 12,2 % que se observa entre
los de 24 a 27 años. Una evolución similar se presenta para 1995 y 1991”
(idem).
44 Por lo desarrollado hasta aquí el término “marginal” no es el apropiado para describir estas situaciones, aunque en realidad tampoco lo es el término “exclusión”. En realidad ambos describen situaciones de adentro-afuera, centro-periferia, o exclusión-inclusión que revelan procesos de reversibilidad próprio de la modernidad keynesiana. Por el contrario la lógica neoliberal impone situaciones de irreversibilidad máximas. En este sentido creo que estos términos describen situaciones adecuadas desde la modernidad, pero anacrónicas desde el neoliberalismo.
109
Los resultados a nivel general, muestran un comportamiento que está en
consonancia con lo (lamentablemente) sospechable: “la incidencia del grupo de
jóvenes que no trabajan ni estudian ni buscan trabajo es mayor conforme se
desciende en la escala de ingresos. En efecto, para 1991 el grupo de jóvenes
que no estudia ni trabaja ni busca trabajo alcanza al 15,8% de los jóvenes de
12 a 27 años del primer quintil, en tanto que es del 3.6% entre sus pares del
quinto quintil...Esta situación evoluciona en forma negativa desde el punto de
vista de la equidad, hacia 1999, puesto que entre los jóvenes del primer quintil
la incidencia sube al 18,6% del total, en tanto entre los del quinto quintil resulta
similar a la observada al principio del período” (idem).
H- Juventud y exclusión social
“En la actualidad, los adolescentes y jóvenes de los estratos populares
urbanos y rurales en particular, sufren un riesgo de exclusión social sin
precedentes, derivado de una confluencia de determinaciones que —desde el
mercado, el Estado y la sociedad— tienden a concentrar la pobreza entre ellos
y a distanciarlos del “curso central” del sistema social”(Informe CELADE,
CEPAL, OIT, 2000)
“Una consecuencia sobre la situación de adolescentes y jóvenes populares
urbanos y rurales, es su progresivo aislamiento respecto del “curso central” del
sistema social; esto es, de las personas e instituciones que ajustan su
funcionamiento a los patrones modales de la sociedad. Tal aislamiento, aunado
al deterioro de las instituciones básicas de socialización y de orientación
normativa, favorece una creciente exposición y susceptibilidad a la influencia
del grupo de pares del entorno social inmediato” (idem).
III.3- Contexto institucional de la investigación y origen del material
clínico a considerar
La Clínica Psiquiátrica del Hospital de Clínicas, presenta desde el año 1989
en adelante, dentro de su Programa de Psicoterapia, un Equipo de trabajo con
Adolescentes. El mismo tiene como objetivo ofrecer un soporte adecuado que
acompañe al adolescente y sus padres en el proceso de crecimiento y
separación que la adolescencia implica (Fierro,1992).
110
El Equipo de Adolescentes “trabaja en tres áreas independientes pero en
coordinación permanente:
- un grupo interdisciplinario de recepción que en un encuadre específico
evalúa, orienta y deriva al adolescente y a sus padres teniendo en cuenta
los recursos asistenciales disponibles.
- dos grupos de objetivos terapéuticos destinados al adolescente (...).
- un ámbito para los padres cuyo propósito es de esclarecimiento y apoyo”
(Fierro, 1992).
El Equipo está formado por médicos-psiquiatras, psicólogos y asistentes
sociales. Se trabaja desde un marco referencial psicodinámico, brindando un
espacio donde se prioriza la escucha, ofreciendo un soporte adecuado que
acompañe al adolescente y a sus padres, “ofreciendo de éste modo un soporte
adecuado que acompañe al adolescente y sus padres en este proceso de
crecimiento y separación que la adolescencia implica” (Fernández, B. y otros,
1992). Se considera importante la inclusión de los padres en el abordaje de la
situación, dado que la misma es conflictiva para ambas partes (Fernández, B. y
otros, 1992).
Se aúna coordinadamente asistencia, investigación y docencia desde diversas
modalidades con la inclusión de psiquiatras, psicólogos y estudiantes de
postgrado en los distintos módulos asistenciales. Existen distintos seminarios ,
presentación de casos clínicos en ateneos, y Jornadas, especialmente la Jornada
anual de la Clínica Psiquiátrica.
Según un estudio realizado (Fernandez, B. y otros, 1992), sobre las
características psicosociales de la población adolescente de entre 14 y 21 años
que consulta en el Equipo de Adolescencia de la Clínica Psiquiátrica del Hospital
de Clínicas, realizado sobre un total de 120 pacientes asistidos en el período
1990-1992, resulta que :
I) Distribución según edad: “el 68% de los que consultan son menores de 17
años, con una frecuencia máxima en los 14 años. La experiencia nos permite
identificar claramente dos grupos etarios bien definidos en virtud de la
problemática que plantean; los adolescentes tempranos, (entre 14 y 17 años),
y los tardíos, (entre 18 y 21 años)” (Fernandez, B y otros, 1992).
II) Pedido de consulta: los adolescentes tempranos “concurren generalmente
acompañados de los padres y es de ellos desde donde proviene la demanda.
111
Tal vez desbordados por la problemática a veces pareciera que concurren a la
institución en una actitud de depositación de su hijo para que se resuelva la
conflictiva. En tanto los mayores que consultan con menor frecuencia lo hacen
generalmente solos haciéndose cargo tanto de la demanda como de la
resolución del conflicto planteado” (Fernandez, B y otros, 1992).
III) Composición familiar : “Sólo el 37% viven en familias nucleares constituidas.
Como es de prever, en el 79% la madre convive con el adolescentes, mientras
que en el 50% el padre se encuentra presente en la convivencia. Resulta alto el
porcentaje que no convive con ninguno de sus dos padres, (15%), máxime si
recordamos que la mayoría de la consulta es de adolescentes tempranos. Son
casos de pacientes que están a cargo de otros familiares, o institucionalizados,
no observándose casos de migración desde el interior del país que justificaría
la separación de sus progenitores” (Fernandez, B y otros, 1992).
IV) Ocupación: “ Más de la mitad al menos estudian; el 17% estudia y trabaja; y
aparece alto el porcentaje de inactivos dado el riesgo y/o síntoma que ello
presupone, (22%). También es alto el porcentaje de dificultades en el
rendimiento ocupacional, fundamentalmente en el estudiantil” (Fernandez, B. y
otros, 1992).
V) Los motivos de consulta (Fierro,1992) prevalentes a nivel de la policlínica son
1- síntomas somáticos, (23%)
2- conflictos en los vínculos familiares (15%)
3- trastornos de ansiedad-angustia (15%)
4- trastornos de conducta (10%)
5- otros (37%)
ANALISIS:
-“ la población que consulta en el Equipo de Adolescencia [es] población
mayoritariamente femenina procedentes de Montevideo, dos de cada tres
casos son menores de 17 años, que en general son estudiantes, con alto
porcentaje de dificultades en el rendimiento escolar; que tienen disposición a la
consulta, y que lo hacen fundamentalmente por ansiedad-angustia y conflictos
en los vínculos familiares y que pertenecen a un contexto familiar en
dispersión” (Fernandez, B. y otros, 1992).
112
- son adolescentes, en su gran mayoría solteros, procedentes de Montevideo de
estratos socio- económico medio y medio-bajo.
-en cuanto a la composición familiar: mayoritariamente conviven con la madre,
en menor medida con la madre y el padre.
- la distribución según ocupación, marca como es de esperar ( de acuerdo a su
proveniencia de clase media, clase media-baja) un alto índice de estudiantes
secundarios. El rendimiento estudiantil se presenta con altos índices de
fracaso.
- la iniciativa de consulta surge generalmente por iniciativa de los
familiares.También son derivados por los servicios de salud y los servicios de
enseñanza.
En lo que refiere al material clínico con el cual se confecciona la tercera y
cuarta parte de esta investigación, cabe decir que el mismo surge de un grupo
terapéutico de adolescentes que funcionó durante los años 1998-1999. Sus
integrantes eran jóvenes de entre 15 a 18 años. Sus motivos de consulta se
encontraban entre los ya referidos, siendo su entorno socioeconómico de una
clase social media y media empobrecida.
Las frecuencia de reuniones eran semanales, de una hora
aproximadamente, con un dispositivo de trabajo psicoanalítico-psicodramático.
Las sesiones en cuestión fueron transcriptas a mano y luego revisadas por los
dos terapeutas 45que coordinaban el grupo.
El grupo mantenía un encuadre abierto por el cual se podía dejar de asistir al
grupo para volver a él, cuando el adolescente así lo deseara. Asimismo dicho
encuadre garantizaba que nuevos integrantes se pudieran integrar a aquél en
distintos momentos. Según este marco de trabajo no se manejaba el concepto
de “alta” ni de “cura”, sino el de “acompañamiento” y “autonomía”, apostando a
la decisión del joven para que seguir en el grupo. Generalmente el promedio de
permanencia era de 12 a18 meses.
Del material clínico proveniente del grupo referido es que elaboraré distintas
hipótesis interpretativas clínicas y sociales. Estas hipótesis heurísticas se
45 La presencia de dos terapeutas tiene un trasfondo teórico preciso, en relación a una transferencia que he denominado “diprosopónica” (del griego: dos caras) aludiendo a la doble necesidad paradojal del adolescente de recrear en sesión una transferencia regresiva, tanto como una transferencia prospectica. (Klein, 1997b y 2003).
113
deben proseguir, profundizar y completar com otras investigaciones y
aproximaciones diversas a este campo de trabajo.
Debo explicitar, a los efectos metodólogicos, que este material es netamente
grupal, privilegiando un foco centrado en el proceso grupal y desde allí, el
proceso social. Es decir, no se trata de psicoterapia individual ni de análisis
social directo. Por otra parte, es claro que si al material grupal referido se le
hubieran agregado datos biográficos de los jóvenes en cuestión y otros de su
evolución clínica, seguramente el análisis realizado se hubiera enriquecido y
profundizado. Pero renuncié a los mismos, por dos motivos principalmente.
Uno, era el de resguardar éticamente lo máximo posible la identidad de
aquéllos jóvenes. Otro es la sensación de que tal tarea sobrepasa ampliamente
el marco y los objetivos de mi investigación.
Como ya señalé en la Introducción, voy a analizar hipótesis análiticas, pero
teniendo en cuenta los límites del presente texto, me he apoyado en datos
diversos que se encuentran a lo largo de la investigación en curso.
lll.4- ¿Qué fue de lo Paterno? : Padre- paternidades- cronicidios 46
Quisiera en este capítulo indagar algunas cuestiones que hacen a lo paterno,
su presencia y forma de circulación entre los jóvenes de mi investigación. El
padre aparece antes que nada bajo el signo de la desconfianza y la sospecha :
Na. : El padre de mi hermano está haciendo tramites legales para
demostrar que no es mi padre ...El no es mi padre, pero yo llevo su
apellido. Pero el respaldo lo tengo con mi padrastro, yo lo quiero como
mi padre.
G.: No será él tu padre? Lo podés averiguar porque siempre hay una
vecina que abre la boca, ¿no?.
P. :Cómo sabes que tu padre no es tu padre en realidad?
Na.: Porque el lo niega. Yo sé quien es mi padre, pero no lo puedo
confirmar. Ella (la madre) se casó con él y tuvo a mi hermano El
46 “Cronicida”, es un neologismo en el cual intento unir Cronos y suicida.
114
apellido es XXXX, cuando él tenia uno o dos años se separó y se fue
a Córdoba y anduvo con varios .
P.: Capaz que lo hace a escondidas y se siguen viendo, como tantos
padres lo hacen.
Na. :No , él vive en Buenos Aires y tiene mujer y dos hijos, viene cada
tres meses a cobrar una pensión y ahí ellos se ven. Cuando yo era
más chica, él vivía a una cuadra y media de mi casa. Se llama R.. Es
el mejor amigo de mi tío. Tengo una amiga que encontró a su padre
por la guía .Voy a pedir que me traigan una de Argentina.
P.:Si deja todo como está no va a ver ni al hermano ni al padre . 47
El padre, aún con su carga de desamparo y abandono aparece como un
hecho fundamental al que no se puede renunciar, imponiéndose una necesidad
dramática por encontrarlo. De él se espera un reconocimiento o una palabra
donde a través de un “encuentro”, asegurará un lugar de afiliación. Pero al
mismo tiempo se transmite las sensación de que ese encuentro difícilmente se
concretará .
Por otro lado, ¿cómo se sigue anhelando aquéllo que aparece como tan
distante ? El apellido, que es la marca inclusiva del discurso social dentro de un
reconocimiento como ciudadano es, al mismo tiempo, un reconocimiento
paternal-familiar. Conjunción del derecho a otorgarlo, pero también la
obligación de transmitirlo. Entiendo así, que el apellido es por excelencia una
figura simbólica de mediación entre lo social, lo familiar y lo subjetivo. Figura de
mediación que, como otras del neoliberalismo, está también en entredicho,
cuestionada y fragilizada. Hago notar que probablemente, en el entorno
inmediato, se encuentran otras figuras que se acercan a lo paterno, pero da la
impresión de que no pueden ocupar de la misma manera su lugar simbólico.
A pesar de que Na. lleva determinado apellido el portador del mismo le sigue
afirmando que no es su hija. Es decir, la evidencia legal - jurídica se contrapone
al testimonio paterno, remarcando lo confusional de sostener un apellido que
no se sabe si le pertenece o no. Situación que no puede sino generar
sentimientos de precariedad y que sin duda, remite a una actualización a nivel
de la subjetividad de la exclusión social de estos jóvenes.
47 G. y P. son varones, Na. mujer.
115
Se da así la situación que el discurso paterno está negando el ritual de
reconocimiento, pero ¿se puede estar reconocido socialmente pero rechazado
familiarmente ?. ¿Y lo contrario ? Hago notar cómo en este encadenamiento de
confusiones, surge desde lo paterno lo paranoico de no querer llevar a Na a la
prisión a ver al hermano, por miedo a que eso se concrete en una prueba de su
paternidad .
Temática entonces de los secretos, de lo dicho y lo no dicho, de robos y
juicios pendientes que contribuyen a un entramado vincular sin diálogo ni
comprensión. El padre toma no solamente aspectos ominosos, sino que casi
parece un prófugo. Está escondido, dentro de una atmósfera delictiva, que
confunde y mezcla situaciones. Lo figura de estos padres queda en un límite
muy ambiguo entre lo legal e ilegal. Al final, sólo queda el recurso social de
una guía telefónica para encontrar a un padre ...
Esto me lleva a otra cuestión. Dentro de la modernidad keynesiana y la
llamada familia nuclear, algo del padre y de la madre se transformaban en
objeto psíquico disponible en algún momento, para la construcción de
subjetividad. Del cuidado y la presencia reales se sufría una transformación por
la cual lo paterno-materno pasaba a ser objeto y materia psíquica. Llevar a
papá y mamá “adentro” como puntos de anclaje, permitiría en algún momento
“desprenderse” y elaborar un proceso de biografización autónomo
(Aulagnier,1975)
Pero este pasaje es lo que estos jóvenes transmiten que no pueden hacer.
Hay una disociación entre los padres como experiencia interior y los padres
como presencia exterior. Todo aquello que son los soportes identificatorios y
los apuntalamientos internos aparece comprometido, sin poder brindar un
sentido de bienestar y de identidad. De esta manera se acentúa el “afuera”: la
madre que espera el retorno del hijo, el padre que está en Córdoba o en
Buenos Aires. Al mismo tiempo los roles están escindidos entre sí: Na. vive con
su madre que cada tres meses se encuentra con el padre que supuestamente
viene de Buenos Aires y a Na. no se le ocurre la posibilidad de verlo.
Probablemente porque cuando aquél viene a Montevideo no es su padre sino
el amante de su madre, lo que forma parte de una especie de secreto del cual
estos jóvenes se sienten irremediablemente expulsados. Dislocación de lo
116
espacial, de lo familiar y de lo decible que impide consolidar situaciones claras
y compartibles.
Esta situación problematiza la teoría de los duelos en la adolescencia
(Aberastury–Knobel,1980), para la cual es esencial la existencia de los “padres
internos” para desde ellos generar duelo. Al mismo tiempo esta adolescencia
ya no se puede pensar desde la familia nuclear de la modernidad. No hay sólo
hermanos sino además medio hermanos, ni hay simplemente mamás estando
ahora lo materno ocupado por una mamá y una madrastra. Igual situación se
da con el padre. La familia se disocia de los espacios preestablecidos, con lo
que la noción de “hogar”, implícito a la familia desde la modernidad, se
comienza a perder.
A un padre y a una madre estables, se les contraponen dos papás ( o
ninguno), dos mamás ( o una y otra madrastra) y varios hermanos con
distintos padre y madre. ¿Qué implica que la adolescencia se curse en dos
hogares, con dos padres y dos madres distintas ?¿Favorece la disociación
entre objetos buenos y objetos malos o imposibilita consolidar un basamento
narcisista estable y un lugar de referencia e identificación? .
Lo que se transmite es la sensación de que ese segundo o tercer matrimonio
no anuncia nada bueno. Lo catastrófico tiñe la cotidianeidad suscitando la
sensación de que en cualquier momento va a pasar algo malo, propiciando
vivencias de fragilidad. Estos jóvenes, además, viven en la casa de la madre
pero están pensando en la casa del padre y viceversa. En definitiva: no tienen
lugar y están de “prestado” en todos lados, consolidándose una intensa
sensación de precariedad.
Aunque así los denominen, en realidad no se trata de “madrastra” ni
“padrastros” ya qué sus madres y padres biológicos siguen vivos. Pero no
tienen ni se tiene a nivel social, una forma de denominación ni legal, ni jurídica,
que nombre al vínculo de esa mujer -hombre con los hijos del anterior
matrimonio de su cónyuge (como se tiene en Brasil, por ejemplo). Esto
innominado, que pasa a ser un mal nominado, es también un sentido de lo
catastrófico.
Todo lo anterior consolida un materno-paterno que se resiste a ser material
psíquico y nominación vincular, coadyuvando al surgimiento de una especie de
parloteo confuso. Mientras el padre dice que no es el padre, parece que la
117
madre dice sí, con lo cual a su vez no se clarifica quién es o no hermano, ni
qué decir quién es o no tío, tía, primo, abuelo/a.
Este “parloteo” incentiva lo paranoico y la desconfianza, como una situación
irresoluble: en vez de pensar en su adolescencia, o en su futuro, no pueden
dejar de pensar en aquello en lo que no se debería pensar, en aquello que se
“escapa” como certeza mínima desde la cual construir futuro.
Como decía otra joven al preguntársele sobre él: “En mi futuro no pienso”. Si
todo el tiempo están aferrados al preguntarse sobre quién es el padre o la
madre, se está obstaculizando la dimensión de lo inédito. Lo paterno se
transforma en una versión de la compulsión a la repetición (Laplanche,1981):
es uno o es otro, son varios y en el fondo no es nadie.
Pero al mismo que cuentan historias indignantes, parece que no se
indignaran, como si no pudieran colocar su agresividad al servicio del
crecimiento (Winnicott,1972). ¿Qué es lo que les impide sentir que no tienen
derechos a estar indignados? Por el contrario surge un intenso sentimiento de
culpa. D cuenta :
La esposa de mi padre me quiso matar, salió con un cuchillo, venía a
engancharme directamente, porque estaba bajo los efectos del alcohol
y mi padre la agarró del brazo, la tiró y me sacó(. ..)Después otra vez
bajo los efectos del alcohol también se intentó matar ,estaba el hijo, el
nieto de ella, estaba toda su familia y no sé , empezaron a discutir y de
repente dijo :”Yo me voy a matar delante de F. ”,que soy
yo ,porque ,me llamo F. ,porque él es culpable de todo. Ahí mi madre
me dijo: No vas más con tu padre ,yo estaba a punto de repetir la
escuela.
En esta historia violenta el joven no es invitado a un proceso de diálogo. Por el
contrario, es expulsado. Esta madrastra ( “bruja”) tiene que expulsar al hijo de
“antes” de su marido, el que a su vez es “expulsado” de su derecho ( ¿u
obligación? ) de dar cobijo y seguridad a su hijo.
D. reprocha a su padre porque no le otorgó cuidados suficientes: la madre lo
mandaba bien vestido y cuando volvía de la casa del padre estaba con
chancletas y en camisa : “Me dieron a elegir y yo elegí vivir con mi padre. Hasta
que mi madre dijo, vos no vas más ahí”. Este padre es incapaz de una
estructura de cuidado, ni de proveer un lugar de demarcación y protección
118
simbólica. No sólo está disociado de la función paterna, sino que la situación es
más irreconciliable aún: cuando intenta ordenar e inscribir la ley, lo que logra es
el desamparo, el desarreglo y la transgresión.
Sugiero entonces que se perfila alternativamente la búsqueda de distintos
tipos de padres: el legal, el del cuidado, el de la protección, frente a este padre
abandónico. No hay padre, sino varios, compensatorios de la falta de ese uno
que no puede sostener un lugar de paternidad . Aspectos disociados del padre
quizás, o tal vez una paternidad que se desliza en varias versiones . Me refiero
con ésto a que este rasgo esquizoparanoide (Baranger,1971), tal vez no sea
defensivo, sino más bien estructural .
Podemos entonces intentar responder la pregunta que el grupo le hace a D.
sobre por qué sigue yendo a lo de su padre:
D: ¿por qué voy? Mi madrastra dice por qué voy si mi padre ya dejó
con mi madre, mi padre ya es tres veces casado, con mi madre que
nací yo, con otra mujer que tengo dos hermanas mujeres, y con el
tercer matrimonio no tiene hijos. Mis hermanas y yo nunca quisimos a
esta mujer de ahora. Ahora hace un mes que no lo veo, tiene un hijo
pero no lo ve. El siempre se desahoga conmigo, si estamos dos horas
y media o tres siempre habla de él, si somos dos tendríamos que
hablar los dos, ¿no?
Esta queja dolorosa permite pensar que cuando la función paterna falla,
cuando el padre no cuida simbólicamente, cuando la madre no “cubre”
imaginariamente, lo que surge es lo que transmite este joven: el resentimiento
(Kancyper,1992).
Este resentimiento no es la resignación de lo paterno, sino su consolidación
en un lugar errante pero aún así imprescindible, lo que lo vuelve una búsqueda
irrenunciable. Quizás se puede renunciar al padre, pero no se puede renunciar
a un sentido de lo paterno, en tanto es un orden y una “promesa” de estructura,
de reconciliación, de poner algún tipo de regulación imperiosa en la
construcción de subjetividad .
Sin duda la dimensión paterna se encuentra fallida. Este padre no es
estrictamente hablando ni un padre centaúrico (Kancyper,1989)48, ni un padre
48 Kancyper denomina relación centáurica a aquella que se configura entre el padre y el hijo, fusional y ambigua como constelación binaria idealizada e indiscriminada en la que el padre funciona como la cabeza y torso de un humano y el hijo lo continua con el cuerpo de una fabuloso caballo y viceversa (Kancyper,1989).
119
de la horda, ni un padre simbólico. No es el padre centáurico que tiene interés
en una indiscriminación, no es el Padre de la Horda (Freud,1913) que tiene
interés en expulsar o que tiene celos de su descendencia, tampoco es el padre
de la función paterna (Lacan,1979) que tiene interés y poder, en cortar un
exceso narcisístico entre la madre y su hijo-falo.
En cada una de esta dimensiones, el padre mantiene algún interés hacia su
descendencia . Por el contrario me atrevería a señalar que esta dimensión de
padre es básicamente indiferente. Pero además esta expulsado. Ya no
expulsa, sino que sufre una operatoria de expulsión.
Situación que tiene relación con la persistencia del imaginario de la Dictadura:
así como los tristemente “desaparecidos”, este padre es él mismo un
“desaparecido” en sus rasgos y capacidad de paternidad.
Si estos jóvenes vuelven a él es porque quizás sea una forma de obligarlo a
que piense en ellos, se ocupe de ellos, les importe. Esta dimensión de la
indiferencia es calamitosa y entra dentro de una configuración vincular a la que
desarrollaré en el próximo capítulo: estructura de padres agobiados.
Pero en el caso específico del padre, aparece una configuración que
denomino : padre cronicida. Por la misma el padre está agobiado y renuncia a
sus prerrogativas y funciones. Simultáneamente es perezoso tanto como cruel;
inseguro tanto como violento; dubitativo tanto como mortificado. Tragador de
sus hijos tanto como vomitador de los mismos. Pero D. y estos jóvenes aún
eligen a este padre. Lo eligen, como una forma de incitar al padre a
necesitarlos. Lo buscan compulsivamente para convencer al padre y a sí
mismos, de que el padre aún los necesita, de que aún puede y debe acceder a
lo paterno .
Esta paternidad sin padre, este lugar que reclaman, es sin duda una de las
“vía crucis” de esta construcción de subjetividad. Es algo de lo inédito –lo
terriblemente inédito- a lo que nos enfrentamos. Tal vez un punto en que la
subjetividad hace “cortocircuito”.
Escena psicodramática entre un padre y su hijo.
El grupo propone que en la escena haya un padre ,un hijo, una madre. El
hijo se llame Nicolás de 18 años, “la edad perfecta” señala el grupo. A lo cual
120
D. comenta :”¿Para qué? Para nada”. Dicen que este hijo es medio rebelde y
le gusta la “joda” grande y va al liceo.
Para el grupo ser rebelde es hacer “joda”, pero manteniendo actividades
“esperables “ ,como ir al liceo. Al personaje ni se le ocurre la posibilidad de
abandonar el liceo. Probablemente porque sin él ya no quedan alternativas de
vida. Al mismo tiempo se contraponen dos discursos : desde la modernidad 18
años aún es un signo de la edad perfecta, desde otro, quizás más propio de los
tiempos actuales, tener esa edad, ser adolescente, ya no significa nada, lo cual
está expresado en un tono de realismo y desencanto.
El padre de la escena tiene 32 años, se llama D. ( igual nombre del
integrante que denuncia el desencanto ) quiere que los hijos sean algo, que no
sean vagos y que no se droguen... Al colocar las dos sillas en una escena que
sería de diálogo entre ellos las terminan poniendo enfrentadas y comentan:
“mejor con la silla dada vuelta”. Proponen como tema un pedido que hace el
hijo. La escena se desarrolla en el comedor de la casa.
Se pone en escena un ideal que parece regirlos: no ser vagos y no estar con
drogas. Entonces, la identidad se define por el “no...tal cosa ”, sin que haya
espacio para otras opciones de tipo afirmativo. Es muy interesante cómo la
palabra "vago" los impacta. Para el grupo el “adentro “ del liceo es un límite que
marca una forma de ser adolescente desde lo normal y lo establecido, mientras
que el "afuera" al mismo tiempo, abre un espacio de peligro y fascinación,
ejemplificado a través de la palabra “joda”. Por lo tanto el liceo es una
experiencia identitaria. No está sólo como un lugar para ir a aprender, a
formarse, para estudiar. Es algo en sí, un referente idéntitario –“estudiante “-
que se acopla al discurso familiar y que además protege del desamparo de ser
“vago”. Situación relacionable de aquélla que ya mencioné por la cual, en
determinados funcionamientos institucionales, se verifica una dimensión
paterna potencial.
El padre en escena pide a los hijos que vayan al liceo, evitando las drogas
(no hay referencias negativas al vino y la cerveza, que parecen ser tolerados y
no signados por el peligro. La silla dada vuelta puede referirse a la estructura
de agobio de la familia con respecto a sus hijos, pero también a que el
encuentro con un padre /s que aparecen distantes, los angustia ).
Se desarrolla el siguiente diálogo :
121
- Papá quiero saber si me dejas salir.
-¿Vos tenés hechas todas las tareas que te mandé?...
¿Seguro? O te querés escapar de nuevo como la última
vez.
- Sí, contesta el hijo.
(Se le pregunta al protagonista-hijo qué siente) :
Con bronca por no entender cuál es el motivo por el
cual no puede salir.
Si tenemos en cuenta que es el grupo mismo el que está “dramatizando”
este padre, no puede dejar de asombrar el grado de rigidez y severidad del
mismo dentro de una "política del trueque", donde para recibir algo ( en
definitiva el derecho a salir) se tienen que otorgar dones que comprueben
responsabilidad. Y sin embargo, el orden de la sospecha se instala
indefectiblemente. Aparece la desconfianza absoluta de estos padres a sus
hijos y la que sienten hacia ellos mismos, teniendo en cuenta que podrían
haber inventado un padre que les tuviera confianza
Son adolescentes que no confían en sí mismos .Quizás porque para confiar
en sí mismos deberían remitirse a un continente que diera cuenta de estos
contenidos (Grinberg,1986) confusos, agresivos o contradictorios . Es decir, el
continente “adolescencia “ desde el cual pudieran tolerar y comprender su
necesidad de secreto, de transgresión y confrontación.
Pero aún así el grupo busca rescatar algo que para ellos es importante:
alguien que regule las entradas y salidas, que ponga “orden” y que haga efecto
de estructura .
El padre dice sentirse mal porque su hijo ya le mintió otras veces.
Ambos , padre e hijo se sienten mal frente a la pérdida de confianza, pero no
parecen saber cómo pasar a otra situación. Es interesante tener en cuenta que
es posible una lectura social donde los marcos de confianza están debilitados.
Así como los padres no confían en ellos, la sociedad ya no confía en los
adultos y los adultos no confían en la sociedad. Esto es una marca de
desconfianza generalizada.
122
Este pedido de la aprobación o la confianza del padre resultará un fracaso, y
en ese sentido es una escena trágica. Porque el padre declara que no le tiene
confianza al hijo ni se la puede tener, teniendo en cuenta que ya en otros
momentos el hijo le mintió y le engañó, acusación de la que no se defienden en
relación a elevados sentimientos de culpa y vergüenza.
Por el contrario –en épocas de modernidad –frente a estas situaciones los
adolescentes podían reaccionar y discutían, no aceptaban esta situación, que
en tiempos de neoliberalismo ha tomado status de sentencia .Se verifica
entonces cómo el engaño y la resignación son factores estructurantes en estos
adolescentes. La forma de estar y convivir con sus familias es ocultando cosas
que finalmente- sin embargo- se saben y divulgan .
Se busca privacidad e independencia pero lo que se revela es que en este
contexto familiar y social, todo lo que implique replegarse y retraerse es vivido
como peligroso, como proyecto de subversión y desorden. Ni hablar entonces
de cómo se semantizan conductas de rebeldía y oposición.
Por otro lado existe un malentendido: confundir secreto con engaño. Para
estos jóvenes tener una vida y un espacio privado es sinónimo de engañar a
los padres. Lo que puede pensarse como que el crecer es vivido de forma
culpable: se sienten culpables por crecer. De allí el deseo de que se descubran
estas mentiras, y al mismo tiempo quizás, el anhelo de que el vínculo sea de
otra manera, buscándose la posibilidad de modificar los vínculos externos e
internos .
(El "hijo" le señala al "padre") : "Yo hago las cosas, que
vos las veas es otra cosa."
Se trata de una denuncia : las cosas se hacen pero el padre no las advierte .
Quiere decir que es un padre que puede siempre reclamar, pero que no
siempre presta atención. Se trata de un padre distraído. De hecho los hijos
están haciendo las cosas, ese no es el problema, sino el clima de desconfianza
recíproca que es denunciado como injusto.
(Entra en la escena la "madre")
Madre: tenés que darle una oportunidad.
123
Padre: está bien podés salir.
Hijo: ¿Tengo que llegar a una hora exacta?
Madre: tenés que acostarse temprano sino
mañana vas a estar cansado.
Padres: te cansás.
Madre: en eso tu padre tiene razón.
De padres reguladores y desconfiados se pasa a padres que cuiden y
sobreprotegen, lo que muestra la intensa necesidad de ser cuidados y
protegidos. Probablemente la forma de sentir que los padres aún los quieren,
es a través de la certeza de que se siguen preocupando por ellos, al precio de
una regresivación que no favorece el crecimiento. De allí el “regocijo” por sentir
que los padres les ponen normas y pautas .
Estos adolescentes mienten y ocultan cosas y lo hacen porque no pueden
renunciar a hacerlo. Pero al mismo tiempo necesitan que los padres sigan
pendientes de ellos. Quizás lo que más duela no es la desconfianza sino el
sentir que los descuidan dejándolos desamparados. Hay un miedo muy grande
a una vivencia o a una fantasmática de abandono, desamparo y desprotección.
Por otra parte hay una dimensión del padre que no puede cubrir toda la
dimensión de lo paterno, con lo que traen enseguida una dimensión de lo
protector, del cuidado. La madre aparece revestida con rasgos de ambigüedad:
indica qué hacer tanto como es cómplice del hijo o doble del padre
Hijo: papá te vengo a pedir el auto.
Padre: ya te dije que no podés, no te tengo la confianza
debida. El auto no se presta, no te tengo confianza.
Hijo: ¿Por qué no me tenés confianza?
Padre: porque una vez me equivoqué, ya te di una
oportunidad y ya la perdiste.
Esto muestra algo recurrente en estos jóvenes: un superyo rígido y severo
“…ya te di una oportunidad y ya la perdiste”. Lo que implica que la vida se
estructura como una sola oportunidad: ya no hay segundas oportunidades.
Terapéuticamente podemos preguntar : ¿Por qué no puede haber segundas
oportunidades? Porque no es “te di una oportunidad”, es: “te doy una sola
124
oportunidad”. Socialmente es el mundo de lo único: se tiene una sola chance y
si se la pierde no queda nada. Lo que queda luego de esta única oportunidad
es la decepción abrumadora.
Tanto social como vincularmente entonces, se tiende a funcionamientos
simplificantes. El padre es severo, pero también son severos los objetos del
mundo mental de estos adolescentes, como es severa e implacable la
sociedad.
Hijo : Vos también te equivocas, porque es siempre el
mismo tema que ya me diste una oportunidad, en realidad
no confias en mí.
Padre: esa oportunidad te la voy a dar, si tenés plata
echale nafta.
Hijo: eso es un chantaje , porque vos sabés perfectamente
que hay una relación acá. Uno manda y el otro obedece ,
sí o sí.
P. comenta que en el rol de padre se sintió un poco mal , porque era “como me
dicen a mí en mi casa”. D. comenta que el padre se impone mucho y que las
cosas son “así y así” (gesto de cosas ordenadas y rígidas) que ponga reglas
pero que afloje. Na. dice: “yo si era la hija hubiera reaccionado diferente “.
La escena empieza y termina con un problema de incomunicación y de
bronca. Existe un intento de cambiar las cosas a través de la queja, la
denuncia, el pedido de una vertiente más igualitaria: “…hay una relación: uno
manda y el otro obedece sí o sí”. Surge una expectativa sobre cómo mantener
una relación de iguales, saliendo de una situación de chantaje, que muestra
que lo dialógico de la escena es en realidad un simulacro de diálogo. El padre
aparentemente deja hacer cosas, pero es él el que sigue dando las órdenes.
Se sigue manteniendo entonces irremediablemente un clima de distancia, de
incomunicación y de agresividad .
lll.5- Los padres agobiados y lo escópico insuficiente
125
G.- La imagen que quieren tener tus padres de vos, te comparan con
ellos que estudian o trabajan y yo les digo que yo soy yo. Más bien
mi madre, mi padre nunca me reprocha nada.
N. –¿Sentís que tu madre no te reconoce ? Yo siento lo mismo con
mi padre. No me reconoce lo que hago y marca diferencias entre la
hija de él y yo, materialmente y cariñosamente, de temas serios con
él no hablo ,sé que él me quiere. Cuando sos niño se imaginan que
el padre es un ídolo, pero después que vas creciendo, no. Yo hablo
con él boberías.(.....)
P.- Mi padre me diría [frente a un problema liceal ]:¡ Dejate de joder ,
no voy nada a hablar, que vaya tu madre! o si no me diría: Bueno sí
voy, pero vos no salís más Yo igual después salgo. ¿Y a mi madre?
Le digo que me tengo que ir a la casa de un amigo.
D. –Yo para qué voy a gastar saliva, no hubiera entendido.(.....)
J.- Vengo por problemas con mi padre. Me insulta y yo me caliento.
Me manda mi madre... Puede ser por problemas de estudio.
D.-A mi también me han dado ganas [de pegarle al padre] ,pero si lo
hago, me “retrata”. Le digo: gritá solo, yo me voy.
L.- Yo a veces hago lo mismo. Le digo lo mismo. Pero no me da
resultado, porque sigo escuchándola.(....)
P.- Sí a mi me dicen : estúpido, mongólico, retardado.
D.- [A mi] Pedazo de un vago, siempre mongólico.
P.- Yo me relajo a mi mismo, mirándome al espejo.
R.- Yo más que insultarme me rezongo a mi misma, lo que pasa es
que vivo mucho en el pasado y me rezongo por las cosas que hice.
L.- Yo lo que hago es rezongarme fuerte, no insultar.
C.- Cuando hago algo mal, me pongo a insultarme , a J.- ¿Por qué
te insulta tu padre?
J.- Por qué hago cosas mal, no sé.49
El material presentado parece transmitir que en el vínculo con los padres
sobresale un doble impacto: el del insulto y la despreocupación. En esta
sección desarrollaré distintos aspectos que se relacionan a esta situación.
Estos padres ya no parecen tener todo el tiempo y la disponibilidad para
atender a sus hijos. Probablemente, a diferencia de otras clases sociales, esta
49 G., P. , D. y J. son varones, N., R. , C. y L. mujeres.
126
clase social media empobrecida parece no poder sostener durante la
adolescencia del hijo, una actitud de cuidado y atención. Lo notable es que esta
situación es posterior a otra de intensa preocupación, con lo que se genera la
convicción en estos jóvenes–como intento de explicación de este cambio de
actitud - de que han cometido algún tipo de falta .
Esta sensación se corrobora con los insultos que cuentan que reciben. Que
no hacen sino redondear una atmósfera de incompetencia y decepción.
Insultos que por otra parte se encargan de continuarse ellos mismos, como si
no hubieran sido ya suficientes los ya recibidos. Por otro lado, pasado un
tiempo inicial, los mismos ya no parece sorprender mucho. Esta resignación
ante el desasosiego paterno agrava una situación que aparece como
inmodificable.
Propongo la hipótesis de que este desvanecimiento del sostén familiar es
relacionable a lo que denomino estructura de padres agobiados . A través de la
misma se pone un tope a la posibilidad de poder soportar problemas. Lo que se
pide y espera del hijo desde la misma, no es sino su adaptación a lo ya
establecido. Un simple “hacer” sin que problematice ese “algo” que tiene como
“encargo”. Los intercambios se reducen a aspectos coloquiales o a establecer
las condiciones para sobrevivir en la vida, dejándose afuera otros problemas
que son sin embargo, esperables en adolescentes50.
De alguna manera en esta sociedad de la única o nula oportunidad, ya no se
puede seguir pensando que el hijo tiene asegurado “a priori” un lugar en la
vida, un porvenir o un futuro ...Y la condición de la única oportunidad es
aprovecharla y no conflictualizarla. Ya no son tiempos de sociedad amplia y de
una promesa, sino de sociedad escasa y supervivencia.
Se está perdiendo así un valor que era reafirmante de la clase media
uruguaya y que se erigía como estructura de mediación entre la familia y sus
herederos: el orgullo familiar 51 A través del mismo y a pesar del mesianismo
esperable (Klein,2003) de la modernidad por el cual el hijo “redimiría” una
50 Se podría suponer que se trata asimismo de mecanismos defensivos frente a nuevos estímulos que se sienten insoportables.
51 Esta dimensión probablemente no aparece explicitada en las teorías psicoanalíticas por la pertinaz costumbre de ubicar los distintos fenómenos humanos dentro de categorías que hacen a lo psicopatológico, con lo que la cotidianeidad queda por fuera de una visión que se simplifica enormemente.
127
frustración secreta o tomaría a su cargo un deseo irrealizado familiar, se
esperaba que el descendiente en algo se negara a lo anterior, siendo capaz de
enfrentar una tarea de afirmación personal. Era una dimensión implícita si se
quiere, de “des-mesianización”52 que hacía equilibrio con esa otra de
“mesianización” asegurando un proceso de transformación y cambio en la
configuración familiar y en la identidad .
Este orgullo del padre o la madre implicaba el : “ mirá ... me ganó , hizo
valer su punto de vista...qué bien que está éso !”. Frase afirmativa que
difícilmente se expresara como tal pero que tenía efectividad dentro de la
matriz emocional de un vínculo “sano” entre padres e hijos. Es la dimensión de
“deshonrar” transitoriamente a los padres para honrarlos tróficamente, a través
de una subjetividad consolidada y un crecimiento logrado .
Este inédito inplanificado por el que se sorprende a los padres es un
“agravio” bien recibido. Agravio que no se concibe como desafío sino que
ubico como una dimensión de la confrontación de Winnicott (1972), por la cual
si el adulto se siente adulto, puede tolerar un agravio al que no siente como
mortífero ya que también él ha pasado por una situación semejante.
A través de este par agravio-desagravio, honra–deshonra, más que
transmisión transgeneracional (Kaës, 1996) se desarrolla un trabajo entre las
generaciones. A su vez este “orgullo” posibilita que los padres encaren un
trabajo de anticipación (Aulagnier, 1975). El hijo con sus estudios o
eventualmente en el ámbito laboral, es la prueba factible de que una vida
(social) es posible, inclusive distinta o mejor a la de los padres. La actitud
“saludable” ante ciertas decisiones del hijo anuncian y garantizan la
catectización social y familiar de la adolescencia, previa y simultánea a la
catectización de un espacio adolescente como construcción de subjetividad.
Cuando esta estructura de mediación falla se anula el proceso de
anticipación (Aulagnier,1975), pasando a destacarse el desmantelamiento de
un porvenir que se ha vuelto ausente Sin un “futuro” como herramienta técnica
y vincular que permita contextualizar los problemas de los hijos como “de
adolescentes”, los mismos dejan de ser transitorios para volverse eternos.
52 Mesianización y des-mesianización, son conceptos que desde Kancyper (1997) he profundizado en otras publicaciones mías (Klein, 2003 y 2004), aludiendo com los mismos a un doble proceso de investimento y des-investimento, hacia el hijo que crece y del cual se espera la salvación familiar y del hijo que crece y del que se espera que se independize del núcleo familiar, respectivamente.
128
Esto hace que la tolerancia a la frustración y la paciencia comienzan a ceder,
prevaleciendo fastidio e intolerancia hacia los problemas filiales. El hijo no tarda
en convertirse en blanco de desprecios y desvalorizaciones, cosa que trae N.
al señalar que no es tenida en cuenta a no ser para hablar “boberías”.
Cuando esta “deshonra” que era honra ( el “resistirse” a planes ya
consumados) se toma efectivamente como deshonra, hay concomitántemente
una dimensión de lo adulto que se pierde al entrar en competencia, rivalidad o
despecho con los hijos. Esta configuración del orgullo que oficiaba de figura
intermedia o de compromiso entre continuidad y cambio, entre confrontación y
mesianismo, entre orgullo y rebeldía, aparece en un punto de peligroso
“impasse”. Peligroso porque a partir del mismo se perfilan y agudizan dos
configuraciones: padres agobiados - mesianismo exacerbado53 .
Estos padres agobiados transmiten lo horrible del dinero que no alcanza, del
no poder enfrentar responsabilidades, el trabajo perdido, la amenaza del
desempleo... en definitiva que ser adulto se ha vuelto una tarea exasperante.
Si estos padres no son adultos sino niños, se los debe cuidar
irremediablemente, lo que implica el tratar de ser un buen hijo para cuidar a
papá-niño y mamá-niña. Una forma de ser buen hijo es despreocuparlos siendo
lo menos posible adolescentes. Se comienza a perfilar lo que denomino un “self
clandestino”
El mundo - adulto se hace demasiado difícil de sobrellevar con lo cual hay
algo que se pierde para la oportunidad de identificarse con dicho mundo. Si
hay identificación, es con el modelo que les transmite el adulto, lleno de rencor
y despecho, ya que anuncia que es imposible ser adulto, o un : “serás adulto,
pero eso te convertirá en un desgraciado”. De esta manera se solidifica la
sensación de una expulsión del futuro adulto del espacio simbólico-social de la
adultez .
Frente a este panorama la estructura que predomina es la complacencia.
( R.- “tengo un defecto, que soy dominable... Vivo tratando de complacer a los
demás”) , intentando impedir la pérdida de la aceptación de los padres. El costo
es una construcción de subjetividad donde el joven queda erradicado de sí e
impedido de poder escucharse a sí mismo.
53 La que desarrollo en el próximo capítulo.
129
La educación (familiar-social) pasa a ser eso que Winnicott (1972) tanto
temía: un espacio de disciplinamiento no creativo. Estos adolescentes sienten
que no tienen posibilidad de hacer “play”, sino simplemente “game”
(Winnicott,1972) . Siguiendo estas formas de resignación N. dice: “... hace siete
meses que salgo con un muchacho ...y me digo: tiene novia, pero cuando lo
veo todo cambió “.
Lo que queda –como dice N.- es un “conformarse con las pequeñas cosas de
la vida” , dimensión del menos donde se minimiza la posibilidad de expansión
narcisista y se consolida una dimensión de lo inseguro, donde no se tiene ni
siquiera derecho a poseer un objeto genital completo. Hay algo de la pulsión
epistemofílica, capaz de generar curiosidad e investigación -concepto que he
ya desarrollado en Klein, 2003- que se daña pues hay una búsqueda que se
clausura, pero también se resiente el derecho a poseer un objeto de amor .
Estamos lejos de la elección de objeto exogámica propia de la modernidad
keynesiana, operando como forma de poder separarse de un objeto primario
(Braconnier,1996 ) . P. le señala a N. : “capaz que está haciendo sufrir a las
dos, te está haciendo ilusionar y sale con otra”, consolidando una vivencia del
otro desde la desconfianza, la burla, la manipulación, lo que dificulta el poder
experimentar una genitalidad con encuentro del otro. Esta desconfianza no
puede sino conducir al no-crecimiento donde el objeto- encontrado reenvía al
objeto primario dificultando en tiempo y forma la resolución edípica.
A su vez esta complacencia (como un aspecto de falso self) implica la
anulación de las partes más autónomas de la mente y la posibilidad de
recepcionar las noticias del mundo interno (Bollas,1991) perdiéndose una
experiencia de calma y tranquilidad. Surge la hiperadaptación, con lo que
disminuye la posibilidad de transgresión que esperamos de la adolescencia. Se
intenta así, ser mínimamente transgresivo buscando eliminar la amenaza de
una posible exclusión.
El presagio que se redobla es que alguna desgracia el joven va a traer a la
casa: la pasta base, o el repetir el año , o un embarazo o todo eso junto. El
equilibrio homeostático familiar se substituye por una sensación de
desequilibrio e intranquilidad que no se sabe como manejar. Lo que se
suplanta en definitiva es la frase : “mi hijo... qué hijo!” por un: “¿!qué voy a
hacer con este hijo?!”.
130
Situación discursiva que implanta una desazón desesperante que no puede
sino favorecer modalidades subjetivas donde pasan a predominar la
polarización de las temáticas de la fidelidad y la traición. Se es fiel a papá y se
traiciona a mamá o viceversa. Se es fiel a sí mismo y se acepta lo conflictivo
del crecimiento, o se es fiel a una configuración familiar que se muestra frágil y
necesitada de cuidados.
El júbilo del crecimiento (Urribarri,1990) deja paso a un self mortificado,
situación que es inseparable de aquella otra que encontramos en la
subjetividad de estos adolescentes: la incapacidad para poder manejar el
conflicto, el que aparece revestido de las características de lo insoportable y lo
bizarro54. Este par deuda - traición se acompaña del espectro resentimiento-
remordimiento (Kancyper,1992). Resentimiento con aquel que no permite
crecer, remordimiento por aquél al que se siente “abandonado” por ser
adolescente.
Esta situación tiñe y empobrece los distintos vínculos. Así G dice : “Me peleé
hace dos semanas con mi novia por culpa de mi madre. Buscaba las llaves de
la moto y las tenía mi madre en el bolsillo”, donde lo genital-novia entra en
colisión con lo endogámico-madre. Este pelearse por culpa de la madre,
indican que los logros de genitalización con la novia son muy frágiles y
sucumben ante la problemática de la fidelidad con el objeto mamá endogámico
R. por su parte señala : “Lo categoricé como una basura a mi novio, hablé
con mi padre para dejarlo y me apoyaron, pero me empiezan a hablar: pero
fijate que siempre estuvo contigo, y ahí no sé, cambio, a mí me dicen: hacé tal
cosa, y no sé, lo hago” . Cabe preguntarse entonces qué genitalización se
puede consolidar, si para estar o no con el novio, R. debe consultar con los
padres. Es más bien una pseudo- genitalidad que cae ante momentos donde
la problemática de la fidelidad ante la familia genera angustia e indecisión.
El crecimiento hacia el futuro se suplanta por una organización binaria que
empobrece y atenúa la capacidad de opción (asentada en procesos terciarios,
Green (1994). Es una cosa o la otra: o se rinde en los estudios o se es un
pésimo hijo. Ya no se trata de una racionalidad dialógica (Fonagy,2000), sino
de un entramado de dobles discursos paradójicos que no hay cómo resolver.
54 Como desarrollo en el capítulo Lo persecutorio, el riesgo de vulnerabilidad extrema.
131
No hay ley de la convivencia ni de la subjetividad que amortigue o apacigue
ésto que se perfila como dilemático. Las emociones se ajustan de acuerdo a un
falso self (Winnicott,1981). De esta manera el padre y la madre siguen
“haciendo” de padre y madre, pero dentro de un falso self, de acuerdo a roles
que son anacronismos sociales, al no poder mantener un sentido desde la
efectiva realidad social. Esto explica mejor lo que en el capítulo anterior
señalaba como imposibilidad de introyección de los objetos familiares
transformándolos en objetos psíquicos. Lo que se hace inviable en la medida
en que el padre y la madre, más que actuar como objetos reales y vivos
(Winnicott,1979), lo hacen como un objeto falso self transmitiendo distancia,
desvitalización y desconcierto.
Es un “hacer de” que no remite a una estructura de familia real sino a una
estructura familiar idealizada. Así R. le dice a N.- “que tu madre te conecte con
él” [el padre], transmitiendo el modelo esperable de una madre que desde la
familia nuclear conecta a los hijos con el padre y viceversa. Madre que era
intermediaria y facilitadora. Por el contrario R. señala : “yo insistía porque
cuando estoy con él [el padre]cambia todo, a él le cuento todo”, reflejando una
situación excluyente: o se dialoga con el padre o con la madre. Nunca con los
dos.
Al mismo tiempo esta configuración familiar genera un espacio, donde los
adolescentes ya no se sienten reconocidos dejando de ser valorados. Espacio
( en el que habría que incluir el liceo) donde nadie los advierte como sujetos de
deseo. Esta mirada que expresa una catetización que se pierde, dando lugar a
una mirada des-libidinizante, es lo que denomino escópico insuficiente .
Algo que estaba asegurado y era incondicional de parte de los padres se ha
perdido, volviéndose insuficiente o inexistente. El desasosiego que transmiten
estos padres marca un punto de desinvestimento que desconcierta. Estas
familias ya no pueden transmitir sino una situación de agobio que no permite a
estos padres ser suficientemente tolerantes. En una sesión R. cuenta “me tapé
los ojos” donde su no mirar redobla el ya no ser mirada. Así se reproducen
aspectos por el cual alguien siempre tiene que quedar excluido de un lazo
libidinal y social, generándose un clima del malestar y desamparo a través del
cual se reproduce la estructura de la sociedad “escasa”.
132
Estos adolescentes inauguran así su adolescencia, substituyendo la
dimensión trófica por una tanática, de pulsión de muerte, consolidando una
des-libidinización abrupta que anula la posibilidad de confrontación
generacional ( Winnicott,1972 ) ; de historización ( Piera Aulagnier,1991) ; de
segunda oportunidad ( Peter Blos,1978 ) y de júbilo ( Urribarri,1990 ).
La fragilización de las estructuras mencionadas que facilitan las situaciones
de pasaje, consolidan la dificultad de ya no saber cómo entrar a la
adolescencia. (P.- “hay gente que quiere seguir siendo chico” ). No se trata de
que NO quieran , es que no saben CÓMO. Una estructura de este tipo hace
que en definitiva fallen las estructuras de mediación entre el adolescente y su
adolescencia. Reitero: no es que no puedan ser adultos, es que antes de eso
no saben cómo conectar lo adolescente a escala personal, con la adolescencia
a escala social.
En su lugar surge el deseo de no crecer . L. señala – “A mí me gustaría
seguir siendo chica”. Lo grande se negativiza, lo chico se idealiza,
estructurando lo que llamo una escena congelada en un trabajo previo
(Klein,2003) donde el cambio está des-investido, con lo que el crecimiento se
revela como un momento de colapso insoportable al estar ausente un lugar -
tiempo social al cual advenir.
Ese posible conflicto entre lo chico que “tira” para atrás y el deseo de ser
grande que “tira” hacia delante, se reformula en términos de que el único punto
de certeza que se puede resguardar es ser chico y pasar desapercibido. El ser
el “bebé de la casa” implica asegurarse que en la familia hay un espacio donde
se recoge y acoge esta demanda. Lo que a su vez evita el tener que generar –y
generarse- las preocupaciones propias de la edad.
Desde otro punto de vista se podría pensar que esta escena congelada
implica sostener también un objeto psíquico vincular donde todos buscan
sentirse amparados. Los adolescentes de su adolescencia. Los adultos de su
adultez .Y todos, de una sociedad que asusta, denigra y desampara.
En estas condiciones se dificulta enormemente restaurar el beneficio
primario y secundario de crecer. Cosa que sin embargo logra R. la que
expresa: “A mí me gustaría ser grande y decirle a mi abuela: no, no voy a hacer
esto”, con lo que introduce una diferencia desde la que se instaura un proyecto
propio. Situación que es también un retorno del orgullo por la fundación del
133
espacio personal. Tanto desde este orgullo, como desde lo escópico
insuficiente, la capacidad de poder poner en juego confrontación
(Winnicott,1972) es lo que permite instaurar un espacio personal y diferenciado.
Como recuerda Fiorini (1994) la mirada del otro significativo es dadora de
imagen y sentido para el sujeto. Winnicott a su vez comentando sobre el
desarrollo del niño señala: “¿Qué ve el bebé cuando mira el rostro de la
madre?(...)por lo general se ve a sí mismo(...)la madre lo mira y lo que ella
parece se relaciona con lo que ve en él” (Winnicott,1972: 148) [en cursivas en
el original]. Se trata de un encuentro con un rostro –mirada que ve y reconoce
al que le mira. Le da un significado, lo carga de vida, intensidad y sentido
emocional.
En la medida que esa mirada no devuelva al sujeto esa vuelta de sí mismo
[ya que se trata de un registro estructurante y no meramente ilusional], el
proceso de crecimiento y autonomía se bloquea. En este caso los bebés:
Miran y no se ven a sí mismos(...)empieza a atrofiarse su capacidad
creadora(...)El que es así tratado crecerá con desconcierto(..).Si el rostro
de la madre no responde, un espejo será entonces algo que se mira, no
algo dentro de lo que se mira(...)atormentados por este tipo de fracaso
materno relativo, estudian el variable rostro de la madre, en un intento de
predecir su estado de ánimo (ídem: 149).
El crecimiento es substituido por una sensación de tormento, quebrándose
esa posibilidad de “existir como uno mismo, y de relacionarse con los objetos
como uno mismo, y de tener una persona dentro de la cual poder retirarse para
el relajamiento” (idem:154-155).
Desde otro ángulo ( ya netamente clínico ) Kohut señala cómo un tipo de
transferencia (especular ), revela la necesidad que tiene el paciente de :
movilizar sus fantasías y exhibicionismo grandioso [esperando y
necesitando] que sus fantasías grandiosas y necesidades
exhibicionistas(...)no se hallarán ante la falta de aprobación, eco o
repercusión traumática a que estuvieron expuestas en la niñez [lo que]
constituye(...)una posición de relativa seguridad, que(...)permite
134
continuar la dolorosa tarea de exponer el self grandioso a una
confrontación con la realidad (Kohut,1977: 178-79) [en negrita por mi]
En el material presentado se trasluce un escópico insuficiente que anula una
distancia operativa. Por distintos motivos ya no es posible reconocerse en los
padres (Winnicott,1972), anulándose o sobre-estimulándose una grandiosidad
(Kohut,1977) que aunque transitoria, es estructurante del poder, el vigor y la
autonomía del self adolescente que muestra importantes fallas.
Esta situación es inseparable de una realidad social en la cual los padres ya
no saben muy bien qué hacer con sus hijos adolescentes, por lo cual la
adolescencia se convierte en sinónimo de agobio. Se pierde ese margen por el
cuál el hijo consolidaba su proyecto personal, siendo sostenido libidinalmente
por su familia.
Dimensión de orgullo que se substituye por ésta outra de desasosiego, forma
en como pasa a resignificarse el lugar que estos jóvenes ocupan dentro de la
sociedad, dentro de la familia, dentro del liceo. Ya no se está pensando en ellos
como adolescentes, sino como una carga, un fastidio, una molestia, un dolor
de cabeza .
Cabe señalar que para Kancyper (1997) es tarea del adolescente
desidentificarse de la construcción familiar narcisista, el infans maravilloso.
Pero esta dimensión ya no aparece tan claramente, substituida en cambio por
situaciones de desasosiego narcisista. De la construcción narcisista:
“esperamos todo de ti” se pasa a un: “ya no esperamos nada...”,sin
alternativas ni soluciones de continuidad.
Escena psicodramática sobre una familia
Se pide al grupo que entre todos “construyan” un padre. Después se pide
que se haga lo mismo con la madre. El padre inventado es Nelson José
Campos Rodríguez de 37 años, con dos hijos, una hija de 13 años y uno de 12.
Es un padre preocupado e irritable a la vez, agobiado por el trabajo. La madre
se llama Leticia Silva de 39 años. Tiene dos hijos. Un hijo de 14 años y una hija
de un año y medio. Es soltera y ama de casa. Castaña de ojos verdes,1.70 de
135
estatura, carácter normal, ni malo ni bueno. Con la nena más chica es bien, le
da todos los gustos.
En la escena, el hijo de 14 años quiere buscar a su padre, a ver si se queda
con él. Le pregunta a la abuela adonde vive el padre. Antes de irse decide
hablarle a la madre
- Le das todos los gustos [ a la otra hija de año y medio] , pero te
llevas mal conmigo
- Ella sabe más de lo que dice, pero no lo dice. ¿Por qué? Soy
grande, puedo escucharlo.
- Me tenés bronca porque soy el mayor, porque quiero buscar a mi
padre, el hombre que me dio el apellido. Vos me estás despreciando
porque soy el más grande.
- Me tenés rabia vos a mi, porque fui el primero en nacer, capaz que
te arruiné la vida.
- Soy el mayor y un cero a la izquierda. No doy más. A su vez la hija
menor le pide a su madre cariño.
- La madre responde que así como el hijo se siente “ juzgado” ,a ella
le pasa lo mismo y por eso no puede hablar, por eso le es difícil
compartir la historia de su vida .
Se trata de una familia donde los hijos son del padre o de la madre pero no
de ambos, en relación a una temática de fidelidad que no se puede compartir .
Quizás exprese que existe una forma de ser hijo desde y con el padre, y otra
con y desde la madre.
El padre se toma desde el ideal social poseyendo dos nombres y dos
apellidos, como tratando de robustecer su condición paterna y su posibilidad de
dar amparo. Padre de dos apellidos, lo que indica al mismo tiempo una
temática en torno a la transmisión, la descendencia o la herencia .
Es un padre preocupado, pero irritable. Agobiado por el trabajo. Lo que
significa: con poca tolerancia con los problemas de la casa y sus hijos. Todas
sus energías quedan en el trabajo. No hay disponibilidad para nada más. En
definitiva pierde la posibilidad de negociar con los problemas de sus hijos.
¿Quién es irritable? Quizás una persona a la que obviamente no le cuesta
mucho el mal humor. Pero también lo es alguien cuya reacciones son
impredecibles, o mejor dicho, que es impredecible ante qué cosas se va a
136
irritar. Como sea, es un padre frente al cual hay que tener cuidado y
precaución, tratando de no irritarlo. Pero con este temor se genera una
dificultad estructural para poder instaurar confrontación generacional. El joven
que hace esta confrontación en algún punto sabe que va a irritar a su padre,
pero eso no lo va a preocupar demasiado. O por lo menos, no al punto de
bloquearlo.
Al mismo tiempo, padre irritable es aquél frente al cual se comienza a
seleccionar qué se le muestra alentando que se instale un secreto. En esta
cultura familiar algo queda disociado y por fuera de la familia, lo que la
convierte en un espacio restringido, donde pocas cosas pueden acontecer y
pocas otras se pueden comentar. Así este padre poco o nada sabe de los hijos.
Pero entonces ¿cómo y con qué se podrá sentir orgulloso de los mismos ?.
La madre en cambio tiene un solo nombre y apellido. No está sobrecargada
de títulos. Además es mayor que el padre y también con dos hijos, con lo que
se podría pensar que el material está disociado: desde el padre hacen una
familia y desde la madre hacen otra. La madre es soltera y ama de casa, lo que
denuncia la dificultad de pasaje de lo endogámico a lo exogámico. Es una
mujer que, o porque está desamparada o porque es muy fuerte, ha demostrado
que no necesita un marido. Para reencontrar a su padre, entonces, el hijo debe
salir a buscarlo.
La descripción física de esta madre se acerca a un tipo seductor de mujer:
castaña, ojos verdes, un metro setenta de estatura, carácter normal. Una mujer
que se describe desde una “mirada” edípica facilitada por la ausencia de un
padre que no establece límites y prohibiciones, por lo que se vuelve más fácil
consumar una situación narcisística representada por la demanda del hijo: su
deseo de ocupar un lugar de niño de año y medio .
Quizás por eso aparecen hermanos y no hijos únicos: es una forma de poner
obstáculo, de poner un tercero –aunque sea a nivel fraternal- ahí donde hay
peligro de una díada narcisista. A pesar de que se señala ( Kancyper,1997 ), de
que el complejo fraterno es netamente distinto al edípico, acá aparecen
mezclados .
137
Pero a este hermano le es muy difícil oficiar entre una madre y un hijo,
porque él a su vez tiene plenos intereses en la escena, por lo que de cualquier
manera no se va a lograr una plena discriminación. De esta manera ninguno de
los “hijos “ de la escena se acerca a la edad real de los protagonistas-17 años-
sino que son edades menores que tienden a lo regresivo.
Cuando el joven de 14 años habla, lo primero que aparece es una queja, un
reproche. Hay una hermana de un año y medio a la cual la madre le da todo.
Pero si esta madre da todo a esta hija ya no queda nada para él. Es una
posición binaria: todo o nada La madre aparece repartiendo arbitrariamente sus
dones ,”alentando” un registro de infancia antes que de adolescencia. Por algo
la madre premia a la niña de un año y medio. Y no le da nada al otro. Es una
forma de expulsión que es a la vez castigo. De la madre este adolescente lo
que recibe es desamparo y vacío. Y ahí es donde empieza su aventura: la
búsqueda del padre.
Pero la “aventura” adolescente no es para buscar a un padre. El padre y la
madre están al comienzo de este viaje y no al final, como es en este caso .
“Algo” que ya tendría que estar y ser el marco a partir del cual emprender algo
nuevo, no está. En el futuro entonces no está la adolescencia sino un probable
padre que un día va a ser encontrado o no. Como remarco en el capítulo
anterior: una cosa es anticipar un futuro, otra un padre. Si éste no los reconoció
allá y entonces, difícilmente lo haga acá y ahora.
Sin embargo hago notar que en vez de aprovechar la escena para
“encontrar” al padre recrean una madre y una abuela. Lo que probablemente
indique que necesitan un intermediario que oficie como nexo en esta búsqueda.
Las figuras de mediación se hacen imprescindibles entre ellos y su “aventura”
paterna. Pero la adolescencia misma ya no es la figura e mediación, sino que
recurren a otras substitutas.
A su vez ¿por qué la madre está tan irritada con el hijo?. Una hija de un año
y medio está en la misma situación de género que la madre, pero además en
una situación y edad donde no le plantea problemas ni la agobia. El problema
es que un año y medio no se pueden tener siempre, por más que ellos quieran
y por más que la condición para que todo siga bien con la madre, es que ellos
sigan siendo niños.
138
A la madre se le reprocha : “ella sabe más de lo que dice, pero no lo dice”.
¿Se está refiriendo al padre ? Como sea es un reproche. Hay algo que es un
secreto y el secreto quizás sea la ubicación del padre. Lo interesante es que lo
tenemos que deducir, porque no se atreven a decirlo directamente. Es un
reproche que hay que enunciar de forma muy delicada, como un secreto que
no se puede descubrir totalmente. Tiene que mantenerse algo velado ya que la
dimensión del secreto es ineludible para estos adolescentes.
Hay un secreto que ellos sienten o están convencidos de que los adultos les
ocultan, como una parte de su vida que no les dejan ver. Pero además están
los secretos de ellos mismos frente a padres irritables o agobiados. Y por
último hay un secreto que tiene que ver con la interacción con sus grupos de
pares. En los mismos deben aparentar ser “grandes”, ocultando su self
verdadero más regresivo e infantil. Porque esa niña que recibe todo es también
un lugar muy envidiado. Es como si se tratara de un pacto denegativo, por el
cual se debe dejar algo “afuera” de un conjunto, para que el mismo se funde.
Este pacto denegativo (Missenard,1989) implica que lo que se deja fuera del
grupo de pares es la infancia, la que permanece como escena anhelada en lo
familiar.
Por otro lado este material va en contra de algo impuesto en el imaginario
social y que refiere a que supuestamente hoy en día hay mucho más diálogo
entre padres e hijos. Inclusive muchas de las críticas que desde tiendas
psicológicas y sociológicas se hacen a los padres, es que a través de ese
diálogo pretenden camuflarse de jóvenes. Pero este material muestra
justamente lo contrario, pues el diálogo paterno-filial se substituye por una
estructura de mucho secreto y disociación. Le dicen a la madre :“vos nos estás
ocultando algo” marcando la desconfianza hacia ella por poner obstáculos a la
búsqueda de lo paterno, cosa por la que es fuertemente juzgada .
lll.6- Acerca del mesianismo exacerbado o el estar todo el tiempo
ocupado en “cuidar”
D. Yo sí me tengo que quedar solo. Me encierro en el cuarto, pongo la
música alto. A mi me caen con todo el peso por ser el mayor. No puedo
139
hacer payasadas ,si quiero hacer paro de manos, me dicen que no,
porque los demás te copian. Tengo que ser serio, cumplir con las
tareas, no te podés zafar ,porque tenés hermanos ,tenés que cuidarlos y
no podés hacer lo que realmente querés hacer de verdad.
L.- No creo que sea porque uno sea mayor o menor. Los padres
siempre se forman una imagen de cómo deben ser los hijos, tienen sus
exigencias. (....)
A- Las decisiones las toman los demás por mí. Con mi familia siempre
fui muy apegada, siempre me dicen que sí y si me dicen que no, me
siento sola, como que me dejan de lado...Mi novio siempre me dice ,yo
no necesito que me cuiden, necesito que me ayuden.
P- Vos sos responsable, hacé bien las cosas y te va a ir bien...Hay
cosas en que soy chico, pero algunas cosas no, soy grande.
D- En otras te quieren poner la responsabilidad de que sos mayor..
L-A los hermanos mayores, mayor responsabilidad, a los hermanos
menores, menor responsabilidad...
P- Si ellos se van, yo tengo que cuidar la casa y mi barrio es fatal. De
noche hay una bandita ...Para eso soy grande.
L- Eso podría ser, pero en mi caso yo no tengo que cuidar la casa. y es
lo mismo.
D- Tengo dos hermanos más chicos y yo trabajo al lado de casa. Mi
barrio también es bravo y tengo que ir cada 15 minutos a ver si está
todo bien. Claro, pero de noche es: no tomes, no fumes, para eso
siempre te marcan límites.
P- Si mis padres se van y mi hermana, yo me quedo afuera de la casa
con uno o dos amigos ,prendo la música a todo lo que da, pero no
siento miedo.
D- Un profesor decía que no cuidábamos las sillas porque eran
públicas, pero que si las privatizaran ,las cuidaríamos y yo estaba de
acuerdo pero no se lo podía decir a mis amigos.55
Los fragmentos precedentes marcan lo que denomino una subjetividad o una
adolescencia de “puntitas de pie” . La misma implica- entre otras cosas- menor
tolerancia familiar56 a los problemas de ánimo, a los conflictos, a las conductas
55 D. y P. son varones, L. y A. mujeres.
56 Habría que incluir aquí que en esta situación influye también los cambios demográficos que se operan en las mujeres, las que además de sus tareas tradicionales (cuidado de la casa) pasan además a ocupar
140
de rebeldía y oposicionismo: “Tengo que ser serio, cumplir con las tareas, no te
podés zafar, porque tenés hermanos, tenés que cuidarlos y no podés hacer lo
que realmente querés hacer de verdad.”
Se incentivan así necesidades de ser bebé, buscando ser resguardados y
contenidos, pero a condición de que esa realidad se mantenga de forma
clandestina. De esta manera se comportan regresivamente con los padres y
“aparentemente” adolescentes con sus amigos.
En vez de haber continuidad existencial lo que hay es una escisión
existencial. Una cosa se es con los amigos, otra con los padres. Con aquéllos
hay una conducta que es la que se “espera “ de un adolescente, mientras que
alrededor de la familia despliegan vínculos fusionales .
Esta necesidad de ser contenidos regresivamente hace que la adolescencia
aparezca como peligrosa ante la posibilidad de “perder” ese contacto que se
siente imprescindible. Su extrema necesidad de ser cuidados, hace que
paradojalmente no puedan dejar de cuidar a aquéllos que pueden mostrarse
carentes.
Una vertiente de este tipo de subjetividad es lo que transmiten con su
agobio: ya no puede dejar de cuidar. Situación que se relaciona al malestar de
que se les señalan obligaciones, mientras que no se les reconoce el derecho a
tener otra actividad. De esta manera se coarta la posibilidad de que vayan
aprendiendo a cuidarse de sí mismos.
Junto al cuidado permanente se implementa una ansiosa actividad de
interpretación tratando de percibir signos de rechazo y/o aceptación, buscando
entender los códigos por los cuales pueden ser incluidos en el vínculo familiar
y/o social (“Vos sos responsable, hacé bien las cosas y te va a ir bien...”).Pero
por otro lado desde esos conjuntos, las condiciones de aceptación se rigidizan
(“Los padres siempre se forman una imagen de cómo deben ser los hijos,
tienen sus exigencias”).
Una conducta que expresa lo anterior es lo que denomino mesianismo
exacerbado. Como ya indiqué, en trabajos anteriores (Klein,2003) he señalado
lo mesiánico (concepto que maneja Kancyper,1992,1997) como una actividad
estructurante de la adolescencia:
puestos de trabajo. Por otra parte es dable observar que estas tareas se traspasan a las hijas.
141
De alguna manera su presencia asegura la persistencia de un
investimento por parte de la familia, más allá de los cambios
del período(...)Se podría decir entonces ,que si “su majestad
el bebé” es una condición ineludible de estructura, “su
mesías, el adolescente”, no lo es menos.(Klein,2003:124)
En ese sentido esperamos que el adolescente se apuntale y desapuntale
simultáneamente en la familia, el Edipo, la confrontación, el grupo de pares, lo
mesiánico, un futuro, la vocación u otros. Esta situación permite un potencial de
salud ya que cuando se tenga que pasar por estructuras de crisis y cambio, las
mismas se semantizarán flexiblemente al estar ya el psiquismo
multiapuntalado. Cuanto más apuntalada esté la subjetividad (Bernard, 2001)
más complejo se vuelve el psiquismo.
Por el contrario el material presentado sugiere que la adolescencia en vez de
ser una escena anhelada, como una posibilidad de cambio, pasa a ser una
escena temida, fragilizándose las estructuras de mediación entre el
adolescente y su adolescencia. Así se tiende a un monoapuntalamiento sobre
una escena congelada, que les evita los sinsabores del crecimiento y los
reproches por ser adolescentes.
Al perderse la adolescencia como “un intenso proceso de traducción que
tiene que ver con desapuntalamiento y reapuntalamiento” ( Klein,2003: 171),
se consolida un monoapuntalamiento, con lo que lo problemático es que estos
jóvenes no saben CÓMO pasar entre distintas estructuras (infancia-
adolescencia; adolescencia- adultez) .
En el material estudiado da la impresión de que lo mesiánico es el único[o
predominante] apuntalamiento que posee el adolescente para sostener vínculo
con su familia. De allí que lo denomino “exacerbado”. Salir del mismo se
vivencia como una situación de catástrofe ante la cual el adolescente se siente
angustiado.
Las responsabilidades “mesiánicas” parecen abarcar un terreno cada vez
más amplío y centrífugo: cuidar la casa, la hermana /os, sillas, el hogar, la
armonía familiar, hasta un punto en que da la impresión de que no es que el
adolescente se “recueste” sobre el mundo, sino que éste lo hace sobre él. Lo
fraterno pasa a ser una “carga” fraterna (“... te quieren poner la responsabilidad
142
de que sos mayor...;A los hermanos mayores, mayor responsabilidad, a los
hermanos menores, menor responsabilidad..”).
El fantasma que se intenta conjurar asumiendo este encargo (o más bien:
sentencia) es el de la pérdida. Pérdida de la familia, pérdida de la tranquilidad,
pérdida de una especie de equilibrio homeostático, de lo cual se convierten en
guardianes. Abdicar de este lugar puede acarrear peligros inminentes: robos
(“robaron en las casas de al lado de la mía”),destrucción (“De noche hay una
bandita...”), accidentes (“tengo que cuidar a mi hermana porque se va a la
calle”), ausencias (“Se va con las amigas y se olvida de tener cuidado”),
divorcios (“Nunca asimilé que mis padres se separaran. Hubo problemas entre
ellos dos...”).
Esta situación es inseparable de lo que denomino situación de catástrofe
inminente. Pero al mismo tiempo se enlaza a otra: la situación de obligación
incuestionable. Así, si bien transmiten malestar ante la situación (“Claro, pero
de noche es: no tomes, no fumes, para eso siempre te marcan límites” ) y su
doble discurso (“Si ellos se van, yo tengo que cuidar la casa y mi barrio es fatal.
De noche hay una bandita ...Para eso soy grande”), no pueden sino hacer acto
de “obediencia debida” ,reflejando quizás la persistencia de la transmisión de
una gramática dictatorial.
Queda delimitada así una conducta compulsiva , quizás al mejor estilo de un
ritual obsesivo (“Tengo dos hermanos más chicos y yo trabajo al lado de casa.
Mi barrio también es bravo y tengo que ir cada 15 minutos a ver si está todo
bien”), tratando de evitar una experiencia de soledad a la que se siente
aterrorizante : “Yo sí me tengo que quedar solo. Me encierro en el cuarto,
pongo la música alto; Si mis padres se van y mi hermana, yo me quedo afuera
de la casa con uno o dos amigos, prendo la música a todo lo que da, pero no
siento miedo”.
De esta manera los posibles conflictos psíquicos son substituidos por un
esfuerzo adaptativo. En tal sentido se busca anular situaciones conflictivas que
se buscan resolver con esfuerzo y voluntad. Al mismo tiempo, las situaciones
se exageran volviéndose cuestiones de vida o muerte .
El desobedecer pasa a relacionarse a vivencias de desamparo, por lo que no
se sienten con fuerza para imponer cambios a su conducta, la que aparece
resignada y desvitalizada. Este sentimiento de “estar a merced” implica que la
143
subjetividad se regula en gran parte externamente, a nivel familiar y/o
institucional.
Este mesianismo exacerbado se relaciona asimismo a la imposibilidad de
concretar un duelo por una familia ( y una sociedad?) que no existe más, pero
a la que se asocian vivencias de resguardo y cuidado. Esta especie de
“infancia feliz” prolongada busca desmentir, más que el fin de la infancia, el
cambio de los padres de la infancia. En su lugar surge lo que en el capítulo
pasado denominé “padres agobiados”, los que transmiten sensación de
fragilidad y experiencia límite.
Aunque los padres protectores pasan a ser padres desamparantes, se trata
de una realidad que no se puede aceptar ni tolerar, sintiéndose que si esa
ilusión (que protege, que da armonía, que da seguridad ) se quiebra, pueden
surgir aspectos atemorizantes.
De esta manera cuando se “rompe” la familia, surge una “bruja” que golpea y
maltrata (“Tuve problemas con mi madrastra y problemas con la policía porque
ella me golpeó una vez ; Mi madrastra dice por qué voy, si mi padre ya dejó con
mi madre ; Tengo una madrastra, yo pensaba eso de que las madrastras malas
no existen”). Entonces lo que alivia y tranquiliza es que todo permanezca fijo e
incambiado.
De esta manera es inevitable que en el grupo terapéutico se plantee una
reconstrucción de la familia. Así G. en determinado momento, reevaluando a su
familia, expresa: “Me pasó con mi padre cuando tenía cáncer. Es como que
sos el chiquito. Nadie te dice nada y tenés que estar averiguando cosas por vos
mismo...”. Se puede romper así uno de los núcleos principales del mesianismo
exacerbado: la teoría adolescente por la cual lo malo que sucede, se debe a la
entera responsabilidad de ellos mismos .
Por otro lado parecen transmitir que los adultos se mueven básicamente en
dos mundos: uno caracterizado principalmente por lo hermético, secreto y
oculto, del cual ellos no participan. Y otro público en relación a deberes y
obligaciones. De esta manera pasa a predominar la desconfianza hacia el
mundo adulto, al que sin embargo obedecen, como si entre ambas situaciones
no hubiera conflicto.
La problemática que plantean entonces en relación a lo familiar es doble: por
un lado se preguntan cómo desprenderse de estos padres sin sentir culpa.
144
Pero por otro, anhelan una situación de fusión con los mismos, intentando
negar la vergüenza que eso les provoca.
Esta situación no facilita estructuras de crecimiento ni de cambio y en su
lugar ( quizás cómo formación de compromiso entre el cambio y el no-cambio)
aparece otra vertiente de este mesianismo exacerbado: rechazar lo
adolescente de ellos mismos. Situación paradojal que no deja de plantear el
punto de urgencia de que se “agotan” las posibilidades de pensar en sí
mismos, pero se acentúa una sobreexigencia psíquica en relación al grupo
familiar.
Dentro del modelo clásico de la modernidad keynesiana la familia implicaba
un crisol de crecimiento, sosteniendo y colaborando con lo social. Modelo que
se completaba generando condiciones viables y vitales de “desprendimiento”.
En este pasaje de la endogamia a la exogamia, cuando las cosas están
“suficientemente bien dadas”, las mismas no se eternizaban como deuda
porque no se trataba de transmitir deuda (Volnovich,2002), sino de generar
porvenir.
Por el contrario, estos jóvenes lo que transmiten es la dificultad para crecer.
En vez de facilitar condiciones de pasaje, lo que estos padres facilitan son
mensajes enigmáticos (Laplanche,1987) como ser: “algo horrible puede pasar”;
”salvanos”; “pensá en nosotros siempre”, u otros.
Mensajes enigmáticos que estos jóvenes resignifican desde un solo código:
el del “mesianismo exacerbado”. Con lo cual lo que interpretan es que frente a
eso enigmático, lo único que queda por hacer es proteger a sus padres, la
casa, los hermanos, el barrio, el liceo. Cuidar, todo el tiempo cuidar. Aunque
fatigados y confusos, cuidar.
No saben con total certeza quién es su padre, cómo comunicarse con la
madre, cuál es el lazo que los une a lo social, pero sí que es imprescindible
estar alertas y proteger. De lo que no tienen duda es de que, sea quien sea el
padre, el mismo será débil y frágil. Ya señalé cómo ante un padre débil es muy
difícil hacer confrontación, tal como la describe Winnicott (1972). Y en este
sentido creo que el mesianismo exacerbado es una estructura anti-
confrontacional que impide poner la agresividad al servicio del crecimiento.
Cuando a D la madrastra le pega, no se le ocurre reaccionar ni defenderse.
Lo que hace es llamar a la policía ya que así como él cuida, no puede sino
145
recurrir a aquélla para que lo cuiden a él. G. a su vez lo que trae es la
desesperación porque no pudo ayudar a su padre con cáncer tanto como él
habría querido o necesitado. Acá el tercero que rompe la armonía familiar no es
la madrastra- bruja (como en D.) sino la enfermedad.
En ambos casos hay una nostalgia por un narcisismo primario (Laplanche-
Pontalis,1981) donde estaban todos unidos y con una supuesta comunicación
fluida y plena entre los integrantes de la familia. Si parte del crecimiento es
dejar de ocuparse de los padres y volcarse a la propia vida, se trata de un
pasaje que se les hace difícil de realizar. En estas condiciones entonces, el
crecimiento en vez de ser significado como cambio positivo, es vivido como
una situación de “pérdida”.
Perennemente “endeudados” no pueden pensarse fuera de una situación de
sacrificio y redención (Berenstein,1981). A su vez estos son padres que
aunque divinizados no pueden prescindir de un hijo-redentor (Kancyper,1998).
En realidad es una situación perversa: así como se convoca al hijo al rol
redentor, se lo hace sentir agobiante desde un lugar de exceso, través de un
doble mensaje conflictuante (o enloquecedor).
Desde este tipo de mensajes cabe pensar que cuando G. menciona que la
familia es “hacer lo que vos quieras, aunque te lleves mal, igual seguís por tus
hijos”, manifiesta un: “estamos hartos, pero seguimos adelante”. Se los
transforma y se transforman a sí mismos así, en los responsables o culpables
de la fragilidad de los padres.
Me pregunto de esta manera si D. en el fondo no se siente mortificado
sintiendo que él podría haber hecho algo para que la madrastra- bruja no
apareciera. O si G. no estaría convencido qué podría haber hecho más para
que el padre no tuviera cáncer. En tal caso, como ya he desarrollado hace
algunos años, junto a una temática de la deuda, se asienta un sentimiento de
culpa en relación a un superyo primitivo con el cual no se puede “razonar”
(Klein,1997b) e impide expresar sentimientos de desconcierto, rabia y odio. De
esta manera pensar “mal” de los padres, se transforma en una posibilidad de
daño insoportable (Baranger,1971).
Cabe enonces sñalar que un primer acercamiento de lo que intento
caracterizar con el término mesianismo exacerbado, implica un estar todo el
tiempo pendiente de la casa- familia frente a peligros reales y / o imaginarios,
146
señalando la imposibilidad de tomar distancia de lo angustiante dentro de una
estructura de cuidado constante ( “en mi caso yo no tengo que cuidar la casa” ).
Es interesante hacer notar cómo este mesianismo se entrelaza a una
vivencia de catástrofe inminente o peligro incontrolable que tiñe la cotidianeidad
neoliberal. Tiene que ver con la sensación de que cualquier cosa puede pasar
en cualquier momento pero siempre en el sentido de lo negativo.
Al mismo tiempo, esta situación es una forma específica de constitución del
aparato psíquico que incentiva lo transubjetivo en desmedro de lo
intersubjetivo. Por este último se verifica transformación de lo no-psíquico en su
pasaje a lo psíquico (Kaës,1993), pero por el contrario lo transubjetivo alude al
predominio de una presencia inmediata y sin transformación de mensajes
familiares y sociales a través de situaciones de indiferenciación y fusión.
(Bernard,2001). Probablemente, cuanto más situaciones de ruptura, catástrofe
social y traumatismo social existen (Puget,1991), más se incentivan estos
procesos de transubjetividad.
A su vez para que el aparato psíquico se consolide con una situación de
borde bien delimitada que permita lo intersubjetivo, creo que -siguiendo a
Winnicott (1981)- los padres tienen que operar como padres cuidadores dentro
de un ambiente facilitador. Proveyendo y sosteniendo este marco de cuidado y
de sostén, los padres generan una envoltura familiar que anticipa la envoltura
psíquica. A través de la misma se provee la ilusión de la inexistencia de la
sociedad. Mi hipótesis es que el niño no debería tener que pensar su
crecimiento somático y psíquico en términos de sociedad. Son los padres los
que tienen que pensar por el niño en términos de lo social.
Estos padres cuidadores son los padres de la modernidad keynesiana
(Giddens,1997), que han dejado paso a padres protectores, padres que
insertos en el neoliberalismo no pueden dejar de hablar de lo social, porque lo
social ya no es una matriz de inclusión, sino que es una matriz de probable
exclusión. De allí que la sociedad aparece en términos de desorden, daño y
caos. Ya no es un fondo sobre una figura. Por el contrario: es todo figura
(aterradora). Esto social ya no permite la ilusión (que era eficaz ) de su
inexistencia tras los “muros” del hogar. Está omnipresente, augurando algún
tipo de desgracia o maldición, imbricada a fantasías omnipotentes sádicas
(Baranger,1971).
147
Es decir, el individuo ya no se “recuesta” sobre lo social ( uno de los
elementos constitutivos de ciudadanía ), como el niño se “recostaba” sobre el
psiquismo de los padres. Ahora no existe respaldo sino caída (el gap de
Winnicott [1981] ). En la medida en que la sociedad es hostil, el “borde
“individual pasa a estar indiscriminado con el “borde” familiar debido a que se
asienta una fantasmática vincular de cuidado mutuo. Todos se cuidan y se
deben asistir mutuamente. Cuando estos procesos de mesianización se
radicalizan, no hay posibilidad para lo que Urribarri (1990) llama júbilo
adolescente, el que es substituido por una subjetividad vivida en términos de
“puntitas de pie”.
Desde el grupo terapéutico hay que tratar de evitar los sobreentendidos y
malentendidos. Los dos terapeutas tienen que mostrar y demostrar que están
vivos y que son “suficientemente fuertes”. Es decir que no requieren ni de
cuidado ni de protección. Por otro lado hay que tener cuidado con las
intervenciones donde se plantee excesiva responsabilización, teniendo en
cuenta que estos jóvenes ya vienen sobreresponsabilizados con lo que sucede
en su entorno. De esta manera quizás se puedan generar las condiciones que
permitan elaborar y poner “freno” a esta compulsión a cuidar y proteger.
lll.7- El viaje mítico y la problemática del ideal de los bordes, límites y del
pasaje
G.– En mi tiempo libre ,me gusta escuchar música.
N.- Te gusta la vida, hay que saber vivirla, disfrutar las cosas
pequeñas aunque tengas problemas. Yo quiero una carrera, una casa.
Ser independiente Así es cómo me veo y cómo me quiero.
N. a P. -¿Te gusta ser adolescente?
P- Sí bastante ,un poco sí, un poco no. Me gustaría ser mayor ,tener
21,así me puedo mandar yo. Si vos mismo te mandas ,sos
responsable de todo. Ahora no ,los responsables son tus padres.
P. a R.- ¿Te gustaría tener una familia bien?. A mi me gustaría tener
una familia constituida para tener mis hijos. Pasar la vida.
G.- Hacer lo que vos quieras . Aunque te lleves mal, igual seguís por
tus hijos.
148
R.- No lo había pensado así Estoy en conflicto con eso: ahora estoy
pensando que hacer realmente (con el novio) lo quiero, pero no sé si
es la persona que quiero tener para siempre al lado mío .
A N.–¿Qué seria lo peor que te haría un amigo y no le perdonarías?
N.- Nunca lo había pensado, supongo que me mienta. Algo que no me
gustaría personalmente es el desprecio. (Le pregunta a C.) -¿Qué es
para vos la familia ideal?
C. - Que no haya problemas, que estén todos unidos ,no sé...A L.:
¿Por qué estás acá?
L.- Bueno, para superar algunos problemas...Me siento muy insegura
de mi misma en algunos aspectos. Me vine a vivir este año a
Montevideo, no me puedo quedar sola en mi casa.
A N.- ¿ Estás conforme con tu padre o querés cambiar algo?
N. - No, no tengo autoestima y no sé que podría cambiar. Trato de
escaparme de los problemas ,me hago la fuerte pero me caigo. Para
empezar ,serian dos cosas que querría cambiar de mi “(no las dice)
C.- Me mandaron del liceo a la psiquiatra y ella me mandó, porque ella
atiende problemas de anorexia y bulimia ,pero no era mi problema.
N F.- Yo tengo problema de anorexia ,me lo dijo el médico. Me
mareaba ,iba sin desayunar al liceo y al Dra me mandó al Dr y él me
mandó acá . Puede ser los problemas de mi casa, mis hermanos no se
llevan bien, tengo 5 hermanos mayores, dos de ellos no se llevan bien
y uno se fue. Yo estoy muy pegada a mi hermana de 20 años,
que es la que se fue.
R.- Yo no quería conocer a mi hermana, me tapaba los ojos cuando
papá me mostraba las fotos. Mi madrastra marcaba las diferencias en
pequeñas cosas, yo me sentía menos que mi media hermana ...Por
ejemplo, le compra yoghurt a la hija y a mi me da lo que le sobra.
G .- Eso siempre pasa...mis padres siempre me dicen que me dieron
más que a los demás, por ejemplo, yo quería una moto, me decían
que no, que después, pero yo insistí y me la compraron. Ahora quiero
la computadora ,yo nunca me conformo. Quiero siempre más...Me
dicen que maduré rápido. Tengo problemas con mi hermana y con mi
sobrina. Soy el bebé de la casa.
P.- Mi madre me dice bebé, mi padre me dice Tato. No me gusta que
lo diga delante de mis amigos. Vos tan desplazado no estás, porque si
te compran una moto...Si yo quiero una caricia o un beso no lo tengo.
149
G. –Otra cosa es que me pelee hace dos semanas con mi novia, por
culpa de mi madre. Buscaba la llave de la moto y las tenía mi madre
en el bolsillo.
L.- Mi madre me decía ...(diminutivo) delante de mis amigos.
P.- Hay gente que quiere seguir siendo chico.
L.-A mi me gustaría seguir siendo chica.
R.- A mi me gustaría ser grande y decirle a mi abuela : No. No voy a
hacer esto. Siento que el desplazo fue total con mi abuela.
C.-A mi no me dejan salir a bailar. La Doctora dijo que podía venir
sola, pero mi madre dijo: A la niña sola no la dejo ir.
R. - Mis amigas se burlaron de mi y me rechoco . Esta vez pude hablar
con mi abuela y decirle que se equivoca y que siempre me compara
con mis primas.
N F.- Tengo los conflictos de adolescente, pero tardíamente. Los
problemas que tengo son inseguridades.
P.- Quiero ser más grande, para ir a bailar y no pedir permiso, pero
también vienen más obligaciones, responsabilidades.
R.- No vas a tener a tus padres que te estén bancando . Mi amiga dice
que tengo un defecto, que soy dominable. Yo digo que soy flexible.
G.- ¿Te gusta complacer a los demás?.
R.- Vivo tratando de complacer a los demás y a veces dejo de lado lo
que yo pienso. Lo categoricé como una basura a mi novio. Hablé con
mi padre para dejarlo y me apoyaron, pero me empiezan a hablar :
fijate que siempre estuvo contigo y ahí, no sé, cambio...A mi me
dicen : hacé tal cosa y no sé, lo hago. Todos me dicen, la que vas a
sufrir sos vos. Yo quiero realmente dejarlo y no que otro te lo diga.
N. - A mi me pasa exactamente lo mismo que a ella, yo hace siete
meses, que salgo con un muchacho que hace dos años, nueve
meses, que tiene novia. Nunca me había enamorado ,interesado por
una persona. Me pasaron cosas que nunca me habían pasado. Y me
digo: tiene novia, pero cuando lo veo, todo cambia.
P. - Capaz que está siendo haciendo sufrir a las dos. Te está haciendo
ilusionar y sale con otra.
N.- No sé si es tan así.
G. - No es justo, está jugando a dos puntas.
N.- Mi mejor amiga me apoya en mi decisión.
150
P.- Estás compartiendo el amor, pero capaz que lo querés para vos
sola.
L.- Yo lo hablaría, no podría compartir el amor. N. - Yo lo que tengo
claro, es que a la novia no la quiere. Yo soy muy nerviosa, camino
adentro de la casa.
R.- Yo vivo en una pensión . No estoy queriendo llegar a la casa
donde vivo y si estoy adentro tengo una desesperación por salir , pero
mis amigas no me dejan...Yo me iba a una placita. Mi abuela ejerce
control sobre mí por medio de la señora de la pensión.57
Quisiera hacer notar que el material recién transcripto es privilegiado y de
allí la extensión del mismo. Privilegiado porque rastrea un microcosmos
adolescente, revelando además -como desarrollaré- un macrocosmos social
personificado en figuras del ideal .
La sesión comienza a partir de la discusión sobre el tiempo libre, con lo que
el grupo queda delimitado como un espacio para describirse, mostrarse, hablar
de los problemas. G. plantea una curiosa oposición entre tiempos libres y
tiempos no libres. Al mencionar sus tiempos de libertad queda implícito otro de
no-libertad sosteniendo una afirmación con la cual no se discute. Este
“adolescente” no comienza así la sesión contando sus conflictos, como los
adolescentes de la modernidad sino refiriendo una “ virtud” : ha realizado una
adaptación y ensamblaje entre tiempos libres y otros probablemente no- libres.
Podríamos pensar que la vocación de G. es escuchar música, pero también
que es la única opción que tiene para poder sentirse libre y organizar su
espacio personal. Esta cultura “libre” es una cultura sin presencia del adulto. En
el caso del grupo terapéutico los límites cambian, ya que es una cultura donde
hay adolescentes, pero con presencia de dos adultos. Esta cultura terapéutica
resignifica así lo que es adulto y adolescente, ya que estos adultos- terapeutas
no se manejan con los códigos de la inclusión-exclusión tal como los adultos
que ellos mencionan de su cotidianeidad.
G. no dice que le gusta la vida, pero N. cree que sí y le señala : “Te gusta la
vida, hay que saber vivirla, disfrutar las cosas pequeñas aunque tengas
problemas”. En realidad para G. la música es ese borde en el que “parapeta” su
57 G. y P. son varones, N., L., R., NF. y C. son mujeres.
151
espacio de libertad. Cuando la música se va, desaparece ese espacio de
libertad que no está internalizado. N. reinterpreta el “borde” de G. como parte
de un discurso social: las cosas simples de la vida son las que te dan
felicidad58. La vida hay que vivirla y lo que se trata justamente para estos
jóvenes es de cómo vivir la vida permaneciendo adolescentes .
La frase: las pequeñas cosas de la vida inaugura una imagen posible desde
la cual sus integrantes pueden introyectar la experiencia terapéutica. Pero a su
vez se filtra un rasgo propio de lo uruguayo: la resignación. Algo típico del
discurso uruguayo ( o rioplatense ) : resignarse a las pequeñas cosas de la
vida. Se arma allí un punto de consenso al que hay que aceptar. Porque de la
resignación a lo pequeño, se puede pasar imperceptiblemente a la resignación
por una subjetividad mínima. Este fatalismo relacionable a la identificación con
el agresor (Frankel,2002) hace que se pierdan condiciones instituyentes.
Lo que resalta el material es que el borde desde el que hacen adolescencia
son pequeñas cosas, concretando proyectos mínimos que consolidan una
perspectiva de resignación y cauto repliegue. Pero N. explicita asimismo un
mensaje optimista. En el futuro será capaz de estar bien en la vida pudiendo
realizar sus ideales: una casa, una carrera. Este ideal de poder conseguir
determinadas cosas implica el ofrecimiento al grupo de un futuro hacia el cual
proyectarse. Pero ésto es distinto a lo que señala G., el que articula su discurso
desde lo espacial y no desde lo temporal. De allí que el espacio y el tiempo se
presenten como dicotomías a las que no se puede usufructuar
simultáneamente.
Desde esta perspectiva de los espacios el grupo plantea cómo los mismos
son pocos y escasos, reproduciendo el imaginario neoliberal de una sociedad
escasa, en la que no hay ya lugar para todos. Podría pensarse también que
hay una escisión en dos espacios. En uno se sienten cómodos y tranquilos
donde la sociedad no está. Mientras que en el otro, la sociedad está
sobrepresente. O la sociedad aparentemente no está en relación a lo que
Margulis (1997) denomina la “ cultura de la noche”, o está de más, en relación
al mundo adulto y de las obligaciones .
58 “Las cosas simples de la vida te dan siempre alegría y son la felicidad”, era no casualmente, el estribillo de una telecomedia bonaerense de mi niñez.
152
Siguiendo esta lógica dicotómica los padres no pueden amar por igual a
todos sus hijos: si aman a uno dejan de amar a otro (“mis padres siempre me
dicen que me dieron más que a los demás; le compra yoghurt a la hija y a mi
me da lo que le sobra”). Es interesante observar, en tal sentido, que cuando
P. le pregunta a R., no espera su respuesta sino que se responde a sí mismo
continuando hablando G.. Nadie en el grupo lo discute o lo nota. De esta
manera, así como el grupo denuncia la sociedad escasa, la reproduce
gestando un excluido-mujer dentro de su funcionamiento .
A su vez, curiosamente, N. actualiza un discurso social cuyos contenidos ( el
trabajo, el estudio ) aunque presentes como sustentos de la modernidad
keynesiana, ya no son plenamente vigentes desde el neoliberalismo. Parece
haber algo del orden del imaginario social que tiene un efecto de pregnancia
que le hace persistir más allá del tiempo histórico que le da sentido. Dando
lugar a una construcción de subjetividad “anacronizada” con respecto al tipo de
sociedad que expresa .
Al mismo tiempo esta subjetividad desfasada con respecto a los ideales que
transmite, refleja la imposibilidad social de hacer duelo por determinado tipo de
sociedad que ya no existe. Cuando aparecen valores como : “¿Te gustaría
tener una familia bien?. A mi me gustaría tener una familia constituida ,para
tener mis hijos .Pasar la vida” , cabe pensar hasta qué punto los adolescentes
discuten, reproducen o modifican estas imágenes sociales que les preceden59.
Quizás en estos casos se afirmen fenómenos de encriptamiento
(Tisseron,1997) dentro de una transmisión transgeneracional que no permite
modificar lo “previo”, prevaleciendo una escena circular sin cambios .
Cuando N. le pregunta a P. ¿a vos te gusta ser adolescente?, funda el grupo
como tal, generándose un movimiento que determina como certeza que allí
está reunido un grupo de adolescentes. Pero P. le contesta: “Sí bastante ,un
poco sí, un poco no. Me gustaría ser mayor, tener 21, así me puedo mandar yo.
Si vos mismo te mandas, sos responsable de todo. Ahora no, los responsables
son tus padres”, con lo que lo adolescente pasa a ser una experiencia que
puede no gustar. De espacio etario con bordes claros pasa a ser un espacio de
malestar al que es mejor habitarlo lo menos posible, a contrapelo de las teorías
59 O dicho de otra manera, hasta qué punto reproducen o cuestionan las imágenes que la sociedad tiene sobre ellos mismos.
153
que indican que el adolescente sufre de exceso narcisista
(Garbarino,1987,1988). Si hay que ser adolescente se trata de serlo lo más
rápido o lo más disimuladamente posible.
Obviamente se pierde el registro de lo jubiloso de la edad, pues se trata de
“escapar” de situaciones adolescentes que se sienten de condena y
desamparo. De allí esa sensación de presente escaso, “interrogando”
ansiosamente a un futuro al que perciben esquivo. Quizás porque viven una
situación diferente a la de sus padres y abuelos, los que, si no pensaban tanto
en su futuro, es porque sabían que el mismo les era una garantía.
En la medida que esta garantía “enflaquece” es que se refuerzan los
mecanismos adaptativos, exigiéndosele al joven que elija aunque no esté
preparado para hacerlo. Así en Uruguay surgió un dispositivo por el cual en
tercer año liceal se debe optar por continuar el nivel liceal o ingresar a una
carrera técnica. Se trata de otro mensaje de la sociedad escasa: no se puede
hacer todo y de cualquier manera, con lo que la política de tanteo social está
limitada, perdiéndose el derecho a equivocarse o a explorar.
En el grupo se comienza a discutir el tema de la mayoría de edad y el ser
mayor. La problemática se plantea entonces en la discusión sobre quién
manda, con lo que resurge la cuestión del status paterno. Este padre rival del
que se habla parece de tipo hórdico. Pero el padre de la horda si tenía ese
poder es porque era omnipotente, fuerte y respetado. No representa la ley, él
es la ley. Para introducir la ley tiene que estar muerto (Dor,1990), o sea re-
presentarla. Tras ser muerto el padre es devorado (Freud,1913), lo que se
podría entender como la apropiación de esas insignias que facilitan el
identificarse con lo social. Para esta “devoración-apropiación” simbólica el
padre debe presentarse fuerte, pues así permite que exista la ambivalencia,
amor y odio. Si el odio combate lo excesivo, el amor incorpora y retiene
psíquicamente al objeto catectizado por el “comer “ simbólico, a través del
banquete totémico.
Pero un padre echado del trabajo, que está alcoholizado porque tuvo una
depresión o lo mandaron al seguro de paro, no es un padre fuerte, no es un
padre que pueda sostener ambivalencias frente al hijo, el que estructuralmente
se ve impedido de matarlo simbólicamente. En este caso entonces lo hórdico
de lo paterno no viene del padre, viene de estos jóvenes porque es la forma de
154
rescatar algo de fuerza en un padre que en realidad es antihórdico. Pero es
hórdico quizás como una forma de reclamar una “pared “, una “protección “
frente a una sociedad que se muestra demandante y no pocas veces
despiadada.
El grupo terapéutico parece expresar sin embargo otras estrategias frente a
un padre frágil, desplazando parte de sus funciones a lo fraterno (Czernikowski,
2003) o al ideal. A contrapelo de las teorías psicoanalíticas que nos marcan
que en lo adolescente debe surgir la temática del ello (Freud,1985) o del super
yo, aparece en cambio una insistencia en torno al tema de los ideales
(Chasseguet-Smirgel,1975).
Cuando L. le pregunta a N.: “¿estás conforme con tu padre o querés cambiar
algo?”, reafirma que cuando está fallando la estructura de amparo es porque
se siente que no hay un padre que permita sentir seguridad . Lo que se trae es
el intento de compensar una situación que moviliza, reintroduciendo algo de la
ley habilitante a través del ideal. En mi hipótesis si hay una insistencia en torno
al mismo es porque la ley como regulación simbólica está fallando desde los
padres y los adultos (Birman,2001). Se trata de una des-contractualización
social (lo inverso del contrato social de Aulagnier,1975) donde la garantía de la
ley se transforma en ley impune, que ya a nadie ( o a muy pocos) representa o
cuida.
La pregunta sobre lo mejor: el mejor amigo, la mejor pareja, la mejor familia
implica que el ideal que están transmitiendo es sobre el “calor” del hogar, la
familia adecuada y una convivencia de buenas relaciones humanas. Es una
“abundancia” de lo positivo revelando latentemente horror de lo negativo y
transmitiendo el terror del desamparo cuando los ideales se resquebrajan o se
muestran frágiles. La cuestión sobre: “¿Te gustaría tener una familia bien?”,
implica reafirmar un ideal en torno a la seguridad, valores de referencia y la
garantía de un sacrificio (en la versión que trae G.) por los hijos. La familia
como representación ideal sí “responde” a los hijos, al contrario de esos padres
reales que se muestran agobiados.
La familia idealizada aparece como un espacio de unión, sin fracturas ni
problemas desde la cual parece que se consolidan posibles situaciones de
pasaje, urgiendo asegurar basamentos imprescindibles (Jeammet,1992), que
posibilitan además el poder pasar a otras experiencias. Por eso el grupo habla
155
concatenadamente de crecimiento, de parejas, del amor. Desde esta
compulsión al ideal, esta familia, que en la literatura psicoanalítica clásica se
dejaba en pos de experiencias exogámicas, ya no es simplemente una ruptura
a dejar atrás, sino además un ritual compensatorio que sirve como experiencia
de pasaje .
Esta “búsqueda” de ideales a mi entender permite reformular el fenómeno de
ilusión grupal (Anzieu,1986) por el cual, más que regresión a estructuras
primarias, lo que surge es que en el grupo se va generando un entrelazamiento
con los ideales inherentes a la cultura terapéutica. Pero hay otra dimensión de
la cultura terapéutica a tener en cuenta. Cuando R. dice : “no lo había pensado
así, estoy en conflicto con eso. Ahora estoy pensando en qué hacer realmente
(con el novio) lo quiero pero no sé si es la persona que quiero tener para
siempre al lado mío”, está indicando,como he desarrollado, un nivel de
cuestionamiento y enigmatización fundamental (Klein,2003) .
R. a su vez le pregunta a N. : “¿Qué sería lo peor que haría un amigo y no le
perdonarías?” , a lo que ésta contesta : “Nunca lo había pensado, supongo
que me mienta, algo que no me gustaría personalmente es el desprecio”. Esta
introducción del tema de lo PEOR, implica un nivel de lo dramático absoluto sin
categorías intermedias. Y lo angustiante que se destaca es la vivencia del
desprecio. N. señala que no tiene autoestima: “Trato de escaparme de los
problemas, me hago la fuerte pero me caigo. Para empezar serían dos cosas
que querría cambiar de mí”, quizás señalando una inseguridad que vivencia
como una caída a pesar de su intento de parecer “fuerte “ fracasando en
mantener una visión crítica del padre o de las cosas en general .
No es casualidad que se mencione a continuación el tema de la derivación
quizás como una forma de plantear otras situaciones donde no se han sentido
escuchados o reconocidos. Cultura institucional donde prima el mecanismo de
derivación y no el del cuestionamiento, como la cultura terapéutica. Si la
derivación se cuestionara ya no se podría derivar de forma institucionalizada. L.
va a decir que la derivó una psiquiatra indicando que era anoréxica como un
rótulo, pero sugiere que en realidad la afectan problemas familiares
mencionando que: “me siento muy insegura de mí misma en algunos aspectos,
me vine a vivir este año a Montevideo y no me puedo quedar sola en mi casa”.
156
Con lo que se introduce el intento fallido de lo que llamo viaje mítico. L.
expresa quizás la siguiente analogía : “ emprendí un viaje que salió mal, salí de
un INTERIOR ( el campo) a un EXTERIOR ( Montevideo ) y me fue mal”. Hay
algo de un viaje geográfico – territorial que pasa a ser también simbólico-
vincular- mental, que transmite un intento importante, aunque difícil de hacer,
de un viaje ritual. Le está transmitiendo al grupo que le fue mal en esa
aventura, lo cual no va a dejar de tener consecuencias ya que expresa que en
ese viaje adolescente no encontró júbilo ni alegría, sino desgracia e infortunio.
Aunque persista la nostalgia por el mismo y una invitación a retomarlo
nuevamente ...
Tomo el tema del “viaje” como una exploración mítica –ritual, que el joven
realiza en los bordes entre endogamia-exogamia; adentro-afuera; ley-
transgresión.Sus manifestaciones son variadas pero todas guardan la
característica de ser un recuerdo entrañable e imborrable, es decir que no
sucumbe ni al olvido ni la represión: el viaje de estudios de final de año, el
campamento hecho con los amigos más cercanos, ese fin de semana de amor
y pasión con un enamorado/a.
Sea cual sea el caso, está “coronado” con algún tipo de experiencia
afirmativa, como un logro indudable y trófico: el descubrimiento del amor, el
logro de la autonomía, la consolidación de la amistad, el logro de un límite para
lo íntimo contrapuesto al “adentro “ familiar. Tomo el término “viaje ritual”
recordando que en el medioevo el viaje ( las Cruzadas llegado el caso [Ariès-
Duby v. II,1990] ) era la forma de comenzar un proceso de exploración interior
unido a un reconocimiento exterior.
Es como si L. le dijera a R.: “te entiendo que no te puedas sacar de encima a
tu novio, porque yo tampoco me puedo sacar de encima a mi interior, a mi
tierra, mis raíces.” De allí la importancia del “sostén “ compensatorio. Si N.
introduce el tema de las caídas es porque surge la búsqueda de un
“pasamanos” grupal desde donde poder sostenerse. En este momento se
funda un sentido fundamental de lo que es el grupo: la búsqueda de
reaseguramiento. Algo puede cambiar y ser distinto (R. dice: “Esta vez pude
hablar con mi abuela y decirle que se equivoca y que siempre me compara con
mis primas ; Mis amigas se burlaron de mi y me rechoco”).
157
N. otorga como sentido del grupo, el poder pasar del sufrimiento de no saber
lo que les sucede a poder confeccionar estrategias de subjetivación. A su vez
recuerda las tres alternativas o estrategias que tienen los adolescentes para
poder resolver sus problemas: escaparse, hacerse el fuerte o caerse, dentro de
un abanico que va de la extrema fortaleza a o la extrema debilidad. Posiciones
extremas que cuando ya no se pueden sostener hacen surgir la temática de la
caída, en la que sugiero ver una estructura anti-viaje mítico. Si el viaje mítico es
exploratorio y reafirmante, aquélla es de derrumbe y desmantelamiento . Es lo
que Winnicott (1981) –desde otro marco- menciona como problemática del gap
o del derrumbe súbito. Caída que desde el funcionamiento mental anuncia el
fracaso de las estructuras que apuntalan, tanto como des-apuntalan para re-
apuntalar (Bernard,2001). Estos jóvenes transmiten que no pueden cumplir ese
proceso que permite sostener el pasaje de la familia al novio, del liceo a la
Universidad, del interior al exterior.
Se desprende entonces que el proceso terapéutico, sin desdeñar contenidos,
debe trabajar sobre ese borde que tenga en cuenta, tanto la realidad interna
como al mismo tiempo la externa.
De allí que me parece que la problemática de estos jóvenes no está
exclusivamente en lo fusional o en lo endogámico, pero tampoco en la
discriminación o lo exogámico. Lo que estoy sugiriendo, de forma más general,
es que las estructuras de borde o de pasaje, fallan o se muestran exhaustas,
no pudiendo ya cumplir la función para la que la modernidad keynesiana las
consolidó. Por ejemplo, lo que está trayendo R. es la pregunta sobre bajo qué
condiciones se está en pareja y cómo se sale de la misma. No queda claro
pues falta la estructura de pasaje que lo clarifique. L. a su vez podría afirmar
que está en Montevideo para hacer cursos universitarios que faltan en el
interior. Esa estructura de pasaje: conseguir un título profesional no aparece 60.
Estas estructuras de pasaje se relacionan a la posibilidad de un
apuntalamiento en el propio aparato psíquico (Kaës,1993). Cuando no se logra
se reafirma en su lugar la resignación: “me tapaba los ojos cuando papá me
mostraba las fotos. Mi madrastra marcaba las diferencias en pequeñas cosas,
60 Entonces no se trata de decir ingenuamente que los adolescentes “no quieren salir del nido “ Es un uso salvaje del psicoanálisis, porque es otra cosa . Si el joven se está anticipando como un futuro desempleado, éso no puede dejar de tener consecuencias distintas a que se anticipe como un profesional-técnico con trabajo.
158
yo me sentía menos que mi media hermana; Quiero ser más grande, para ir a
bailar y no pedir permiso, pero también vienen más obligaciones,
responsabilidades”) o la demanda ( “yo nunca me conformo. Quiero siempre
más...Me dicen que maduré rápido; Soy el bebé de la casa; A mi me gustaría
seguir siendo chica” ) .
Pero también está la temática del vacío. Es lo que trae N .: tras la partida de
la hermana queda un lugar irreemplazable. La posibilidad de hacer duelo en el
sentido de una estructura (también de pasaje) que permita negociar la
problemática de la separación (Green,1994), está bloqueada. La vida era esa
piel que tenía y poseía en común con su hermana (“Yo estoy muy pegada a mi
hermana de 20 años, que es la que se fue”) lo que le daba seguridad y
cohesión existencial. Lo que queda es una “herida” a nivel de la piel- psíquica
como si estuviera desgarrada.
De esta manera la vida aparece narrativizada como una serie de desgarros,
con lo que se pierden seguridades básicas o mínimas. En su lugar aparecen
padres que no permiten crecer (“Soy el bebé de la casa”; “Mi madre me dice
bebé, mi padre me dice Tato. No me gusta que lo diga delante de mis amigos”;
“A mi me gustaría seguir siendo chica”), reprochantes (“siempre me dicen que
me dieron más que a los demás” ), o controladores (“Buscaba la llave de la
moto y las tenía mi madre en el bolsillo”; “A mi me gustaría ser grande y decirle
a mi abuela : No” ) .
Hay otra situación que quisiera destacar como fundamental. El material
trabajado me permite afirmar que cuando fallan las estructuras de mediación,
de consenso o de establecimiento de los derechos del adolescente
(Dolto,1990), lo que aparece en su lugar es una problemática de la deuda.
Como ya no se tiene derecho a nada lo que se obtiene genera deuda. Todo lo
que se otorga no es desde un marco social neutro, sino desde vínculos que
requieren y esperan retribución. El sentimiento de estar en “deuda”, implica que
aquello que se obtiene no entra en un plan de derechos de ciudadanía, con lo
que se propicia una subjetividad siempre agradecidad, y por tal motivo,
hiperdapatada.
Desde estas dimensiones ( reproche, control ,infantilización ) los padres
pierden la dimensión simbólica de delegar responsabilidades sociales sobre
sus hijos. Otras responsabilidades, referidas a lo sobre-adaptativo, están sí
159
presentes. Pero para poder sostener la delegación social, se necesita partir de
un consenso por el cual existen formas y pasajes del cuidado familiar al
cuidado autónomo, es decir, el consenso de la adolescencia como un espacio
social que se despliega sobre apuntalamientos compartidos. En la medida que
esta delegación trastabilla, pasan a predominar vivencias de vacío y
sentimientos de miedo y amenaza , fallando el viaje mítico ya referido.
Como resultado, se acentúa un cuadro de vulnerabilidad narcisista
caracterizado por el desamparo y el desvalimiento. La construcción de
subjetividad tiene a lo “mínimo”, a lo “resignado “, a lo instituido. Los puntos de
anclaje se pierden y la posibilidad de acceder a experiencias diversificadoras
también. Un ejemplo ilustrativo es la experiencia de soledad, tal como veíamos
al comienzo con G. Recuerdo la importancia que tiene para Winnicott (1981) la
experiencia de soledad como basamento de salud mental. Lo que esperamos
es que de alguna manera el adolescente - como cualquier ser humano - pueda
estar solo o aprenda a disfrutar de su propia compañía, que es una forma de
conocerse y marcar sus límites y diferencia con el otro .
Sin embargo en presencia de la soledad surgen experiencias de desamparo
y angustia, con lo que la misma pasa a ser semantizada como una escena
temida, a la que hay que “llenar “con algo. A N. la partida de su hermana la
deja en “carne viva”, metáfora que se desdobla para estos jóvenes en un estar
a “carne viva”, también social y subjetivamente. Una excepción fue la de una
joven que expresaba : “Cuando se van todos siento paz interior, apago todo y
me quedo ahí, pero me encanta estar sola en mi casa. Soy yo de verdad,
puedo hacer lo que quiero”.
En general parecen fallar procesos que Piera Aulagnier (1991) llama de
“biografización” y “temporalización”, pues en lugar de buscar los jalones de su
historia ,se afanan en encontrar un padre amparador. Esta búsqueda parece
que por momentos substituye o acapara la energía necesaria para emprender
el “viaje mítico”. Lo adolescente ya no se juega tan claramente en ese viaje
capaz de reafirmar sus capacidades de estar solos y en crecimiento.
Quisiera remarcar un punto final. Señalé que la confrontación familiar se
hace difícil en estas condiciones sociales y de subjetividad. Sin embargo hay
una dimensión en la que sí se da confrontación y es a nivel terapéutico. Por
ejemplo, hacer una intervención señalando que R. no tuvo oportunidad de
160
contestar a P. ofreciendo su opinión, implicaría asegurar que “el grupo son
todos “, marcando una situación de oportunidad, sostenida desde los
coordinadores y en contraste con lo que sucede en otros espacios.
Visto desde este punto de vista, el grupo terapéutico no substituye sino que
instaura algo nuevo e inédito N. por ejemplo, introduce lo fraterno desde una
situación de subordinación familiar, que en el grupo ( con los otros integrantes )
cambia y se transforma en una experiencia de horizontalidad e igualdad.
Ill.8- Los monstruos del otro lado del espejo. Apuntes sobre lo fraterno
P. al comienzo de una sesión comenta:
yo me siento como un pibe de 19 porque me mandan pero hago lo
que tengo ganas, después de los quince es una etapa más, salvo
que cuando vengo (de mis salidas) como siempre dicen: “qué
hiciste, adónde fuiste”, siempre lo mismo “con quien estuviste”, los
adultos no piensan que ellos fueran chicos, que hicieron las mismas
cosas o diferentes.
El entrar y el salir indican así rituales a través de los cuales se construyen
prohibiciones y permisos . El ritual de las salidas tiene que ver con haber hecho
las tareas, mientras que el de las entradas se relaciona un interrogatorio para
saber dónde y con quién se estuvo. El mundo de la cotidianeidad se perfila
como un mundo de obligaciones, donde el joven se siente fuertemente
interrogado y exigido :
P.- Tenés que estudiar si no vas a ser un vago.
L. - en mi caso es una responsabilidad ya internalizada, sos como
una máquina, a la máquina la programan, cuando tenés 15, no es
que no tengan confianza, sino que te lo tienen que decir, ahora no
es necesario que te lo digan.
Sin embargo, ¿las reglas de juego del mundo adulto están claramente
delimitadas? Creo que no y gran parte del esfuerzo que realizan es entender
cuáles son. En esta "anti-moratoria" donde se incentivan las obligaciones, sin
embargo no siempre queda claro cuáles son y hasta dónde se extienden. Lo
interesante es que tener dieciocho años ya no implica ser mayor de edad: en
algunas cosas se es chico y en otras grande. Vale decir: coexisten infancia y
adolescencia o más bien se trata de la coexistencia de lo grande y lo chico
161
(P. :” Hay cosas en las que soy chico, pero en algunas cosas no, soy grande”,
D. : “En otras te quieren poner la responsabilidad de que sos mayor”).
Esto ambiguo se relaciona sin embargo a un mundo donde se anula la
posibilidad de cambio. Desde allí se hace necesario repensar qué es
adolescencia, desde una sociedad que mal tolera lo instituyente. Las cosas se
programan, se calculan, se mienten, se ocultan, pero sin que aparentemente
haya margen para la improvisación, para lo nuevo, para lo inédito. El lugar del
adolescente, como ya señalé, se relaciona con actividades claras y precisas :
cuidar de los hermanos, estudiar, estar con los padres (P.- “Si ellos se van, yo
tengo que cuidar la casa y mi barrio es fatal, de noche hay una bandita” ).
No se constata lo he denominado en un trabajo anterior, política de tanteo
como eje de la adolescencia (Klein,2003). La escena temida (o quizás
ardientemente deseada ) de estos jóvenes es tal vez ser “vagos”, es decir
poder romper con esta hiperadaptación del cuidado perpetuo dentro del
mesianismo exacerbado. El que es, en definitiva, una prueba permanente por
la que deben demostrar que no son vagos, haciéndose así merecedores al
amor de sus padres .
De esta manera, el cumplir con estas obligaciones garantiza que los padres
estén pendientes de ellos permanentemente: P: “... tengo dos amigos que no
aguantan estar dentro de la casa y si los padres no están van a hacer una joda
bárbara dentro de sus casas”. Se trata sin duda de cumplir con obligaciones
que dan lugar a derechos, pero el relato introduce otra dimensión : cuidar la
casa es la primera experiencia de soledad que ellos afrontan, frente a la que
parecen sentir miedo y aprehensión. Estos amigos que no "aguantan " no
pueden enfrentar el estar solos, tanto como no saben crecer sin estar mirados
permanentemente por sus padres. La "joda" que practican sólo tiene sentido si
recibe la mirada o la atención de aquéllos.
Esta es la primera experiencia que están teniendo como adolescentes:
pasan de ser cuidados a cuidar y la angustia subsiguiente es hasta dónde ellos
pueden o no hacerlo. Por un lado está el deseo de escaparse a la "joda" y por
otro el de no defraudar a los padres.
De esta manera hay que demostrar que se es “grande“ aunque el crecer
parece que se toma como un precio a pagar, dentro de una exigencia de
permanente adaptación : P.- “El domingo demostré que no soy chico, ya me
162
tienen confianza; fue por un trámite en el laburo y mi padre me dejó
encargado: “a tal hora sacas el auto, vas hasta tal lado” y yo hice todo tal cual”.
Quisiera remarcar esta cuestión: para estos jóvenes ser chico significa ser
una persona a la que no se le puede tener confianza. Por el contrario, ser
grande implica que sí se les puede tener confianza. Cuestión que parece estar
sostenida por los padres mismos. Es una adolescencia bajo “interrogatorio”
permanente. Hay que dar pruebas de que se les puede tener confianza y esta
necesidad de hacer “bien” las cosas implicará la fragilización de la posibilidad
del conflicto, la pelea o la discusión.
Desde allí se forja una adolescencia que reclama un clima de tranquilidad y
reconciliación con los padres, sin que haya nada de los disgustos, conflictos,
insultos, confrontación. que podíamos esperar en un material “típico” de
adolescentes habitantes de la modernidad keynesiana.
Al mismo tiempo transmiten un sentido del menos, de lo denigrado, del
déficit, de lo que falta, quizás relacionable al temor de no poder cumplir con los
standars de este mundo exigente. Me pregunto entonces si el temor no se
centra en el no poder estar a la altura de la responsabilidad impuesta. La
pregunta es hasta qué punto estos jóvenes pueden conciliar su adolescencia
con esta carga de responsabilización.
Con este agravante: en la medida en que no cumplen con la tarea señalada
se los compara denigrantemente a sus padres u otros hermanos que sí podrían
hacerlo, con lo que la experiencia de lo adolescente pasa a ser algo humillante.
La estrategia que parece sobresalir es vivir su adolescencia “como si” fueran
adolescentes, es decir ir a bailes, tomar mucha cerveza, pasar el fin de semana
más o menos embriagados. Es un estado de pseudo-adolescencia, que defino
como adherencia de adolescencia, porque no transitan aquello que es lo más
removedor y significativo de la adolescencia, en tanto permutación psíquica e
identitaria.
Por el contrario, lo que sobresale es lo más caricaturesco o esperable desde
el imaginario social: la bebida, el sexo, las experiencias límite vividas de forma
compulsiva. La adolescencia es una forma de vivir, pero, como he tenido
oportunidad de desarrollar, ya no es una exigencia de actividad psíquica (Klein,
2004).
163
Podría pensarse que este cuidado que se les impone, responde a la
inquietud de los padres y su intento de protección frente a un medio ambiente
peligroso y/o violento. De cualquier manera estos jóvenes no pueden relacionar
lo sobreprotector parental con el contexto en que viven. La violencia se
comenta de forma naturalizada:
G.- Mi primo mató a alguien por defensa propia. En Cerro Norte que
son todos malandras. Cuando mataron a Gustavo de A. que era mi
primo ,como era amigo de “Rambo”, éste mandó a matar a 5. Es una
mafia. Tengo otro primo menor que yo que anda con 2 revólveres.
P.- Yo tengo amigos rapiñeros, por eso sé .
Y sin embargo al mismo tiempo que sobreprotectores, estos padres son,
llegado el caso, expositores de violencia. Así P. cuenta que tras haberse
escapado una noche, no lo dejaron entrar a su casa : “es feo escaparte y que
no te dejen entrar en tu casa”. Así como es expuesto al abandono de la noche,
P. es también expuesto a la violencia de los padres, pues cuenta una y otra vez
cómo se pelean.
La violencia de la que se lo quería proteger afuera se instala en el adentro de
la casa, como si fuera inevitable que la misma reaparezca donde sea. Y P.
dice: “yo no hago como mi hermana que se pone a llorar, yo me voy, pienso en
otra cosa, eso me hace bien. Yo creo que nunca le podría pegar a mi madre,
porque es una mujer y su esposa” . Pero así como el padre lo ubica como su
substituto, “con mi padre está todo bien”, al mejor estilo paterno (quien castiga
a su esposa) le pega a su hermana: “ con mi hermana me peleo, la empujo y la
doy contra la pared”. Surge la violencia de un pegar como forma de desahogo
genital, pero también para competir con el padre, porque desde esta cultura a
la mujer (madre - hermana ) es el dueño el que le pega.
En ese momento D. (con asombro) le señala : “¡pero dijiste que nunca le
pegarías a una mujer!” y todos a la vez: “¡La tirás contra la pared!” .P-(se queda
callado y dice): “Hace dos años mis padres se iban a separar pero al final no
se separaron”. Quizás P. esté indicando que no puede explicar por qué le pega
a su hermana, pero sí por qué es violento: es hijo de padres que no deciden
separarse. Es la forma que encuentra P. para excusarse frente al grupo, pero al
mismo tiempo ocurre un cambio en su imagen frente a éste: ya no es el héroe
164
rebelde, como suele presentarse en el grupo, sino un “villano” que ha
decepcionado.
Probablemente tenemos aquí el doble registro de cómo viven estos padres a
sus hijos: pasan de ser héroes maravillosos (mesianismo exacerbado ) a ser
unos decepcionadores. Se trata –como ya desarrollé- de la existencia de una
dimensión escópica insuficiente que impone oscilaciones entre el orgullo y el
desasosiego, no pudiendo generar una catectización que sostenga y ampare.
D. en ese momento agrega : “Mis padres son separados, mi madre se volvió
a casar, por ese lado no hay discusiones, pero en la casa de mi padre sí las
hay”. El clima emocional se modifica: de lo violento se pasa a lo depresivo. D.
se presenta intensamente vulnerable en la casa paterna, y en su relato se
ubica como víctima de una violencia que surge cuando la familia se quiebra y
se rearman otros vínculos: “el punto de discusión es siempre cuando voy yo”.
D. sugiere que la nueva pareja del padre lo rechaza, entrando en rivalidad con
su madre, así como P. entra en rivalidad con su padre. De la misma manera R.
nos cuenta que se tapó los ojos al nacer su hermana, sintiendo que había
dejado de existir para su madre.
De esta manera se impone el razonamiento de que si uno es elegido, es
porque hay otro que tiene que ser excluido o rechazado o expulsado. Vale
decir: lo familiar y/o social es un espacio cerrado y escaso donde no todos
tienen un lugar. Algunos tienen un lugar y otros no lo tendrán jamás. Es lo que
caracterizo como el pasaje de sentirse creciendo en una sociedad amplia
(propia de la modernidad keynesiana) a sentirse expulsado desde una
sociedad escasa.
Lo fraterno aparece en este punto como una dimensión fundamental. Pero
bajo dos características antinómicas. Se relaciona a lo disyuntivo y lo tanático,
asociado al rencor y a la exclusión del lazo social. O surge desde la conjunción
y lo trófico asociado al apoyo61 y la solidaridad (Czernikowski,2003) Na.
cuenta:
Yo tengo un hermano ,mi hermana tiene 13 y mi hermano 21,en el
medio yo. Como todos los que tenemos hermanos tenemos
preferencias. Para mi, o sea....(llora) yo tengo preferencia por mi
hermano más grande. Siempre para mí, fue y sigue siendo el mejor.
61 Ver capítulo sobre: El cuidado del otro y la resiliencia.
165
Desde esta óptica lo que surge es que el rechazo del hermano se vuelve
insoportable. Frente al desamparo paterno se yergue la preferencia fraterna
como certeza absoluta, en la cual se asientan sentimientos de cuidado y
protección que permiten la re-instauración de la confianza y cierta forma de
lazo social. Por otro lado la figura del hermano aparece bajo la articulación del
yo ideal como forma de organización mental que se densifica en torno a rasgos
incuestionables de máxima idealización (Bleichmar,1981). Objeto idealizado
que a su vez los idealiza dentro de una dimensión que compensa la
insuficiencia de lo escópico en los padres .
Por el contrario la fraternidad tanática refleja fuertes sentimientos de
resentimiento y rencor, predominando la disyunción o enfrentamiento de ser
desplazado por otro, lo que acarrea una vivencia de enorme angustia:
D.- Yo tengo rencor sobre algo, que se separó [mi padre] cuando yo tenía
tres años y nunca, nunca me hizo un regalo, de chico yo no festejaba mi
cumpleaños, no me gustaba;
L.- Yo tengo una prima que es ahijada y me comparan constantemente,
que está creciendo, que si saca 12, que si es linda …
Es una dimensión de lo fraterno desde el cual se reduplica una incentivación
insoportable del estar siempre comparados a otros . Se ha insistido en que el
adolescente compara a sus padres con otros padres (de sus amigos,
pareja ,etc ) (Garbarino,1988), pero nada se ha dicho de que al mismo tiempo,
estos adolescentes son comparados con otros adolescentes de forma
reiterada. Quizás el alivio surge ante la presencia de otro tipo de vínculos
(como el del abuelo/abuela) donde son aceptados tal cual son, Na.: “ Yo
hablaba con mi tía y con mi abuela. La comunicación es con mi abuela”.
Lo tanático se continúa por otra parte, en vínculos que aparecen
consolidados en torno de la rivalidad, la disputa y el otro como un extraño
(Bauman,1999) :
D.- Tuve problemas con mi madrastra y problemas con la policía
porque ella me golpeó una vez .Nunca asimilé que mis padres se
separaran. Hubo problemas entre ellos dos, porque también tenía
otra mujer.
Este padre queda limitado en su capacidad de “reconocer “ a su hijo al cambiar
de esposa. Como nuevo marido debe renunciar a ser el antiguo padre. Lo
166
paterno ya no es entonces-como ya señalé-dimensión simbólica sino que se
agota ( y la palabra “agotamiento” nunca está mejor utilizada ) en los devaneos
imaginarios de la posesión y lo poseído. Este padre está también entonces,
bajo interrogatorio. Así como todos están bajo sospecha62, y probablemente
mintiendo: P.:” porque si le pregunto yo la pierdo con mi madre, así que le digo
me voy con un amigo y vuelvo a las 4...”.
Los vínculos se arman entonces desde el presente y lo perceptible:
D.- Pá! me parece que vi a mi cuñado ahí, el esposo de mi media
hermana. A mi hermana no la vi más, vive en San José, yo la veía
porque mi padre era el intermediario, pero como mi padre se peleó
con ella no la vi más .
De esta manera se podría suponer que aquello que no se ve “ desaparece”, es
decir que no hay forma de ocupar la distancia con trabajo psíquico. Esta
imposibilidad de investir la ausencia implica una ruptura de la rememoración
(Anzieu,1990) que incide en que los vínculos se construyan desde lo concreto y
se anulan con la lejanía, consolidando, lo que retomaré más adelante, un
fenómeno de patologización de los espacios transicionales.
De esta manera el mundo adolescente parece ser un objeto que cae y se
derrumba permanentemente. Ha pasado de lo sólido y seguro, a suscribir
desamparos y maltratos. El crecimiento pasa a ser conceptualizado como
responsabilidad y por tanto agobio, que se expresa como una pesada tarea
que se impone como una especie de maldición. Pero hay también puntos de
“resistencia” (D.- “yo me resisto a tener más responsabilidades de las que debo
tener” ), que generan capacidad de discusión u oposición.
Parece ser que lo que estos adolescentes consideran como adolescencia,
es una compleja yuxtaposición de espacios de crecimiento y espacios de no
crecimiento; espacios de ser mayores y espacios de ser chicos; espacios de
intensísima rivalidad y espacios de negociación permanente con su mundo
interno.
De allí que ya no hay -como en la modernidad - "marcas " que identifiquen
claramente un "antes y un "después" (Dolto,1990) de lo adolescente, sino que
impera una geografía psíquica y vincular densa, engañosa, ambigua, insoluble
62 Se trata probablemente de mantener y reproducir transgeneracionalmente las figuras dictatoriales del sospechoso (Kaës, 1996).
167
a veces. Desde ella, ser adolescente implica un permanente debate entre lo
qué pueden y no pueden hacer. Cuando este debate se interrumpe, surgen
sentimientos de desvalimiento extremo, tal como lo presento en el próximo
capítulo.
Creo que el par dependencia-independencia no se puede utilizar como
simple descriptor de la vivencia de estos adolescentes. La responsabilización
ya no es índice de autonomía, sino que há pasado a ser disponibilidad para la
comparación denigrante. Es una fragilidad en estado fluido ( Lewkowicz, 2004).
Por eso del grupo terapéutico se espera lo contrario: un sólido que compense –
si es que algo de ésto se puede compensar- lo frágil de este mundo familiar o
una subjetividad demasiado exigida o demasiado abandonada.
El grupo pasa a ser un especial “cuidado de sí” (Foucault, 1988) que se
contrapone al “sacrificio de sí” que portan. Por otro lado el encuadre abierto
garantiza que siempre hay un lugar para otro en el grupo, lo que enfrenta las
características neoliberales de lo escaso y la exclusión.
Al contrario que en la modernidad keynesiana, esta adolescencia ya no se
funda o se tolera desde el conflicto y la confrontación generacional . Llegado el
caso, se configura una adolescencia “tenue”, “frágil” indicando una construcción
de subjetividad que llamo adolescentes sin adolescencia .
¿Ejemplos de esta adolescencia frágil?: el no-futuro, padres ominosos,
agobio existencial . Historias que se anulan sin llegar a enhebrar biografía y
desamparos que se cronifican dentro de una espiral repetitiva. Como planteó
de forma angustiada una vez D. – “La pregunta sería :¿Por qué no lo quieren a
uno? Es como que uno no quiere verse lo feo. Si me veo en un espejo, es
como que del otro lado puede haber un monstruo...”.63
lll.9- El estudio y lo institucional metonímico : hacer de suplentes
D. -... yo ....estoy traicionando a un compañero. Con él preparamos un
trabajo en historia sobre la dictadura y nos fue bárbaro, sacamos 12 y el
profesor había comentado sobre la clase nuestra...La directora puso el
grito en el cielo, que cómo habíamos dado el tema con esos libros. Mi
profesora de historia estaba de licencia por un viaje y su lugar lo ocupó
63 En el material precedente P., D. y G. son varones, L. y Na. mujeres.
168
un estudiante del IPA ,que hacía la práctica allí y él me dijo por qué no
preparábamos este tema para hablarlo en la clase y a mí se me ocurrió
decirle a mi amigo, porque tenía baja historia y yo lo quería ayudar y
cómo le gustó tanto, nos pidió que fuéramos a decirlo a otras clases y
nosotros fuimos. El asunto es que la directora nos vino a buscar y el
profesor dijo que si nosotros íbamos, él también lo hacía y nos
acompañó. La directora dijo que dijéramos a los demás que era todo
mentira y le dijimos que no, que eso lo habíamos leído en libros y que
además estábamos en democracia.
A.-¿Y qué dijo la Directora?
D.- Dijo que nos iba a suspender y el profesor dijo: si los suspenden a
mí también suspéndame.
A.-¿Y te suspendieron?.
D.- No sé lo que va a pasar, lo único que sé que estamos en el recreo y
sale la directora, como a cuidarnos, estamos como si fuéramos
revolucionarios. Piensa que le vamos a hacer algo a los demás, lavarles
el cerebro. Ahora hasta hay radiopatrullas . Nunca venían antes y desde
que pasó esto, vienen todos los días al mediodía. Somos los
“revolucionarios”. Además dentro de dos semanas me voy de paseo a
Piriápolis , el paseo de fin de año, tengo el permiso de mi madre firmado
y me reventé trabajando en la kermesse .Vendí todo lo que pude y
ahora no me dejan ir.
A.- ¿Quiénes no te dejan ir?
D.- No sé, los profesores. Pero un profesor me dijo que la orden vino de
arriba.64
D. trae un relato en el cual muestra el esfuerzo que ha hecho en su trabajo
de estudio, por tratar de establecer las raíces del pasado de su país. Esta
“infancia de Uruguay”, tiene que ver tal vez con su propio proceso de búsqueda
de biografización para consolidar una historia personal. Frente a este intento
por establecer una verdad, aparece la reacción desmedida de la Directora
generando un clima de traiciones y sospechas que reduplica para D. un relato
familiar de similares características .
Lo “escópico insuficiente” que describí como estructura familiar se constata
también en la institución educativa: no se le puede valorizar el esfuerzo que
hace por ayudar a un amigo, por estudiar, por leer. Lo que le genera una
64 D. es varón, A. mujer.
169
situación de desasosiego y de frustración permanente. Con respecto al
funcionamiento institucional rescato que :
Retomamos la distinción de René Kaës (1993) entre institución
metonímica y metafórica. En el primer tipo de institución, sobresale una
regla que hace desaparecer a los sujetos individuales, prevaleciendo la
historia y las necesidades de la institución, sobre la historia y las
necesidades de sus integrantes. Por el contrario, la institución
metafórica permite la aparición de la historia y los conflictos de los
sujetos, alentando la creatividad y la construcción de algo nuevo. Para
Kaës se trata de dos instituciones en permanente conflicto. Nosotros
destacaríamos otra dimensión entre ambas .Los dos tipos de institución
parecen ser necesarias para el adolescente. Desde lo metonímico,
busca y necesita de una institución que funcione como padres
protectores escuchándolo y cuidándolo. Desde lo metafórico, en
cambio, demanda paradojalmente, una institución que le dé la
posibilidad de poder hablar por sí mismo, reclamando un protagonismo
diferenciador (Klein,1997b: 40).
Por el contrario, el tipo de instituciones que consideramos aquí se configura
como incapaz de catectizarse a sí misma, no desplegando un espacio de
tolerancia, de cambio, de innovaciones, existiendo una acentuación de lo
“metonímico” en ellas en detrimento de aspectos metafóricos. Ya no hay
contradicción entre ambos aspectos como señalaba Kaës, sino anulación de un
aspecto en detrimento del otro.
La figura del profesor-suplente anuncia cierta función fraterna, sosteniendo sí
algo metafórico, pero no desde la autoridad, sino desde la transgresión y la
protesta. Este espacio de solidaridad y de apoyo, no se puede enunciar en
nombre de la institución, sino en nombre de valores que quedan por fuera de
la institución. Hay un efecto de desinstitucionalización (de intersticio,
[Kaës,1993] ) necesario para poder resguardar valores básicos a la institución
concebida desde la modernidad : apego, inclusión, racionalización y autocrítica.
Valores que desde el neoliberalismo la institución ya no puede sostener,
(Lewkowicz,2004) aquejado de una dolencia de basamentos que le hace
170
“temer “ permanentemente por su extinción y encuentra su resguardo en
“eliminar” todo lo que sea extraño, transgresivo, subjetivante.
Este profesor es suplente y probablemente así es como se sienten éstos
jóvenes: cumpliendo suplencia en la institución y en la familia, sin posibilidad de
generar figuras de arraigo y firmeza. De cualquier manera –y por suerte - este
joven profesor permite hacer algún efecto de reorganización, frente a la
arbitrariedad que representa la regla y la autoridad. Me hace recordar la
tragedia “Antígona” de Sófocles. En ella se plantea que hay leyes de
solidaridad que están mas allá de las leyes de la ciudad. Antígona desafía el
edicto de su tío Creonte y cumple el ritual funerario por sus hermanos Eteocles
y Polinices. En función fraterna, Antígona recuerda que hay una ley de
solidaridad y de apoyo que esta más allá de una ley que se muestra arbitraria.
Como un moderno Antígona, D. rechaza entonces la posición de la
Directora y se reafirma en un ideal del yo que le permita enunciar la verdad de
la democracia y la justicia. Así D. puede hacer con esta señora lo que no
puede con su padre: confrontación generacional ( Winnicott,1972 ). De allí que
me pregunto si parte de las dificultades y quejas que los profesores y las
directoras tienen de sus alumnos, no pasará porque enfrentan –les guste o no-
más que un vínculo educativo, otro (que en principio no les compete) de
confrontación generacional. Es decir, es como si estos jóvenes buscaran en
algún lado concretar efecto de estructura, el cual obviamente ni los profesores,
ni los directores entienden. De allí que quizás éso que éstos perciben como
desafío, insolencia y falta de respeto, puede ser, para sus alumnos, una
apuesta al desafío trófico hacia la figura de autoridad.
Esta situación no puede ser aceptado porque existe además un clima de
paranoización y desconfianza absoluta. ¿Dónde empieza y termina esta
paranoia ?. ¿Cómo se discrimina la que tiene que ver con la directora, con D.,
con la institución? No puedo saberlo. Me cuesta suponer que esas patrullas
policiales están ahí por D., pero creo sí que las mismas consolidan una
arquitectura global de desconfianza. La misma se relaciona a una “vivencia de
171
catástrofe inminente” presente desde esta directora, y que en estos jóvenes
augura un clima de sospechas, verdades ,mentiras y persecuciones .
Se constata así un agotamiento de las estructuras de mediación. Entre D. y
el padre no hay ya familia como estructura de mediación, tal como entre D. y la
directora no hay ya liceo que es otra estructura posible de mediación. Por el
contrario, todo se nutre de lo especular: para la directora D. es el subversivo, el
tupamaro; para D. la directora es la dictadura militar.
El vinculo persecutorio: militar-sedicioso se reedita en el vínculo D.-
directora, comprobándose cómo siguen presentes las marcas imaginarias de lo
totalitario –sedicioso 65. El punto ya no es la violencia en sí, sino el miedo a la
violencia. En nombre de ella la Directora pide que no se “divulguen” cosas que
D. ha logrado averiguar. En nombre del miedo a la violencia se autorizan
prácticas de control, que terminan siendo más violentas aún !
Esto está relacionado con el riesgo de desaparecer, la vulnerabilidad
extrema y la ansiedad difusa. De allí que D. insista en sus acciones
bondadosas. Para ser querido hay que entrar dentro del sistema (kermesse )
Salir fuera del mismo implica una sensación de que algo horrible va a suceder
Por otra parte D. siente que ha perjudicado al amigo, en una actitud de
mucha culpa. Busca hacer función fraterna con él pero siente que ha
fracasado. Al escópico insuficiente se le une una sensación de desasosiego y
desastre. Siente que ha arruinado a su amigo, como probablemente siente que
ha arruinado a su familia. Es la contraparte del “mesianismo exacerbado”: un
desasosiego exacerbado.
IMPLANTE DE LA EXCLUSIÓN : EL DESTITUIDO ABSOLUTO.
R. comenta que no va al liceo hace un mes...Que no va a ir más.
T- ¿Por qué?
R- Porque no iba a hacer nada.
T- ¿Quién lo decidió?
65 Se me dirá que hoy en Uruguay no hay sediciosos. Pero me pregunto si otros objetos, como la pasta base no aparecen como pudiendo “ romper y destruir “ nuestra sociedad. Se dice así que estamos asediados por la droga como hace 40 años la sociedad estaba asediada por los tupamaros . La estructura imaginaria es la misma. Lo interesante es que desde del punto de vista farmacológico la pasta base, al igual que la cocaína, no genera violencia. Lo que hay de violencia en la pasta base es para conseguirla. El alcohol es un facilitador mucho más grande de violencia y a nadie se le ocurre decir que el alcohol es una amenaza social...
172
R.- El adscripto ,el director y los profesores.
T.-Y tus padres?
R-Y nada...dijeron qué iba a hacer yo, si no iba a ir más o iba a trabajar con
mi viejo en el taller de afilado. Ahora estoy trabajando con él... Y yo iba a
fumar nada más...También me fui por las amistades y éso. (Golpea en la silla
de al lado y juega con ella).
T- ¿Por las amistades?.
R- Con el que me juntaba yo fumábamos, tomábamos y hacíamos
cualquiera...Entrábamos al liceo, nos sentábamos los dos juntos (bosteza) y
nos portábamos mal, hablábamos, nos reíamos y todo eso.
A.- Yo también dejé la UTU. Yo creo que R. hizo bien en dejar, porque si va y
no hace nada, no trabaja y hace lo que quiere, como que no está respetando
las reglas. Los profesores dirán: “si no hacés nada andá a tu casa”. Yo dejé
porque tenía bastantes crisis y muchos problemas, la UTU no me gustaba y
tenía problemas y mi madre me dijo que no fuera más, que me estaba
presionando, igual yo había perdido por faltas.66
En este material hay una clara intersección social: el que no produce, el que
no hace es un inservible. Se tendería a pensar que ese tipo de categorías ya
no existen tan claramente, porque la producción tiene que ver con el trabajo
hoy en declive. Sin embargo acá surge una coexistencia de una categoría de
producción propia de la modernidad keynesiana, con una categoría propia del
neoliberalismo: el desempleo. Probablemente se le exige producir a un
integrante de la familia, como forma de compensar el que otro de sus miembros
está sin trabajo, o bajo amenaza de desempleo. Es como que de alguna
manera el joven tiene que compensar con su producción, la desproducción
generalizada del entorno.
Es un mundo donde las cosas que suceden se vuelven incomprensibles. Las
cosas pasan pero no se sabe por qué pasan. R. anuncia que se fue del liceo, y
el por qué en realidad no lo sabe. Estamos en una cultura que no es la cultura
del raciocinio, del sentido común, de la anticipación o la planificación, sino del
exabrupto, donde las cosas brotan como hongos sin que uno sepa bien por
qué.
66 R. es varón, A. es mujer, T. el terapeuta
173
Aventuro la hipótesis de que R. y A. no se fueron del liceo y la UTU , es que
en realidad nunca entraron. Es decir, fueron físicamente, pero en realidad
nunca psíquicamente. ¿Por qué? Se abre aquí una discusión compleja sobre la
educación, que rebasa los límites de mi investigación. Es cierto que en los
países periféricos, el fenómenos de la evasión es permanente y que el mismo
se relaciona a la degradación de las instituciones educativas bajo el
neoliberalismo. Se genera así una situación de trabajo precario, salarios bajos,
más horas de trabajo, el descompromiso de los profesores, disminución de
lugares disponibles. De esta manera, seguramente lo que he descripto con
respecto a los padres, se verifica como “profesores agobiados”. Creo que esto
facilita la dificultad de que haya estructura de acogida, bajo este tipo de
instituciones, para estos grupos sociales y para estos jóvenes. Por el contrario,
en función de lo referido, las estructuras tienden a ser de exclusión.
De allí la importancia de que en el grupo terapéutico sí entren (física y
psíquicamente), que tengan un pertenecemos por el cual al grupo lo
introyecten y transformen. Por eso creo que del grupo ya no basta decir que
permite un proceso de cura. Acumula una tarea (como los profesores y
directoras ) que en principio no le corresponde, pero que sin embargo surge,
porque hay una expectativa de que éste va a permitir lazo e inserción social.
Después vendrá el proceso terapéutico en el sentido clásico del término.
Reitero que R. no decide, y en realidad los padres tampoco. Desde el punto
de vista de la ciudadanía es una situación de destituido. Los padres sienten
que si el profesor dice: su hijo no va más, ellos deben aceptarlo. Los
profesores, el director, la adscripta, deciden y los padres no tienen nada que
agregar configurando un cuadro de desciudadanización generalizada.
Pero el asunto no es estar solamente escolarizado, el asunto es hacer algo.
Así a R. se lo pone a trabajar. Estas son familias donde no hay dimensión de
porvenir ni de orgullo para los hijos. No hay dimensión de futuro, sino que se
vive en el día a día. Estamos ante una adolescencia donde no entra lo que P.
Aulagnier llamaba la anticipación del porvenir o la construcción del futuro. Es
una construcción de lo adolescente que se construye y reconstruye
permanentemente, dentro de un ciclo agotador.
Al perderse la dimensión de porvenir, permanece lo adolescente sin
adolescencia, dentro de una estructuración, desestructuración y
174
reestructuración permanente. La adolescencia no se hace anticipando un
porvenir, sino que se hace y rehace en lo cotidiano.
Los padres y profesores no se hacen mucho drama porque de cualquier
manera no está investido, previamente, la adolescencia como espacio social. El
espacio social de la adolescencia al estar así tan desinvestido, no da la
bienvenida al proyecto de la adolescencia.
Entonces queda esta situación : adolescentes que no poseen adolescencia.
Ya no queda claro que lo que tiene que hacer una persona joven es estudiar.
En realidad, ya nada queda claro. Por eso nadie se hacen ningún problema , ni
siquiera lo mandan a clase de recuperación, ni siquiera llaman a un psicólogo,
cosas que pasan a considerarse pérdida de tiempo.
Lo que para los profesores es dificultades de aprendizaje, o falta de
voluntad, refleja a mi entender la fragilidad del lazo social. Una expresión es
que estos jóvenes pueden estar y pueden no estar en la institución educativa.
Es lo mismo. Pueden estar en su familia o pueden no estar : es lo mismo.
¿Qué es lo que están esperando entonces R. y A. del grupo? Descarto que
sólo una interpretación, dentro de un proceso de cura. Estos jóvenes
transmiten perturbaciones a nivel del “déficit”, no de la represión. Se hecha de
menos un sentido de continuidad existencial, de self integrado, y de confianza
básica. Por eso R. siente que está y no está, aparece y desaparece. ¿Qué es
ahora en el liceo y en su casa?: un desaparecido. La palabra que estoy usando
no es casualidad, ya que estas situaciones creo que re-dramatizan una
problemática inherente a la dictadura militar, que en forma de una “compulsión
a la repetición” social, reaparece intermitente y en distintas situaciones.
A esta situación se une la influencia de una mentalidad evangélica.
Subcultura que se estructura en torno al tema del pecado, el castigo y la
redención. Aparentemente R. ha fumado marihuana y debe “expiar” de alguna
manera ese pecado. Para eso se debe alejar de las malas compañías, es decir
de las compañías diabólicas. Estos amigos peligrosos son modernos
Mefistófeles que tientan a los jóvenes y les hacen caer en un pecado del cual
no se levantan más. En la mentalidad evangélica el diablo está acá, está entre
nosotros, está por todos lados y eso es lo que está transmitiendo este
muchacho.
175
Como si R. dijera : “yo me fui del liceo porque es una expiación que tenía
que hacer para escapar de las malas influencias”. A su vez el liceo propicia
éste salir ,por –como ya mencioné- exacerbamiento de la corriente metonímica
por lo cual no tienen, ni el liceo les da, un lugar. Por otro lado R. refiere a
cómo se desborda, empezando a hacer un montón de actividades antes las
cuales él no puede decir que no. En realidad es un no poder decir ni no, ni sí,
no pudiendo discriminar entre distintas actividades .
Así indiscriminadamente R. en el liceo practicaba conductas de imitación,
donde el otro no es simplemente un compañero o amigo, sino un especular del
que se imitan gestos, sonrisas tontas, bobadas. La conducta mimética que R.
describe respecto al amigo, se va a trasladar a la relación con A. en el grupo.
Hay un momento en que R. empieza a hacer un ruido, juega con la silla, con lo
que su calma aparente está escindida de la ansiedad que muestra, golpeando
el banco o moviéndose. Esta conducta de ansiedad difusa probablemente se
encuentra también a nivel liceal, tomándola equivocadamente como
desencanto, desinterés, o indiferencia.
Se trata de una angustia fragmentaria y desvastadora, frente a la que me
pregunto cómo es posible que la puedan soportar. Un adulto se derrumbaría
frente a esa ansiedad gigantesca. Probablemente una consecuencia es que a
través de ella se crean permanente objetos bizarros (Grinberg,1986) que
configuran un cuadro de extrañeza cuyo costo es un ataque destructivo a todo
el aparato de pensar, que conlleva a un cuadro de defusión agudo, que el
adulto y los profesores erróneamente denominan indiferencia.
El bostezo de R. entonces no es conducta de aburrimiento, sino de
agotamiento. Desde una subjetividad como la de R. , ponerse a hablar en
primera persona en la sesión, sostener ese lugar, es diametralmente opuesto a
la estrategia en tercera persona que sostiene en su vida cotidiana. El no es “yo”
sino un sostenedor de cosas, inserto en un lugar de instituido permanente. En
la sesión R. intenta una microruptura con ese instituido ( que propongo llamar:
instituido destituyente, por la dificultad de poder hace lugar a procesos
metaforizantes) propio del neoliberalismo, lo que le implica un esfuerzo terrible.
En este punto A. interviene, quizás como efecto de solidaridad, y retoma ahí
donde R. ya no puede proseguir: “Yo también dejé la UTU, yo creo que R.
hizo bien en dejar”. Su ‘también” , indica que está pensando desde R. y desde
176
el grupo. Me pregunto si esto que hace A. es mimético o fraterno y creo que es
un punto intermedio entre uno y otro, aportando algo de la comprensión, pero
también un factor de culpa: si A. desculpabiliza a R. es también para
desculpabilizarse a ella misma. Como ya he señalado, esta culpa se refiere a
un superyo arcaico y refiere –en este caso – a responsabilizar a estos jóvenes
por una deserción estudiantil de la que en realidad, poco o nada han decidido
En este tipo de materiales, se ve que no es que “estén en otra” como
despectivamente se dice, ni que sea lo mismo que estén o no estudiando,
como irresponsablemente se dice. Hay una inmensa carga de culpa y de
agobio con respecto al hecho de no estar en el liceo, lo que es un estigma muy
fuerte. No es que sean “irresponsables”, ni que mantengan esa famosa
distancia que se preconiza que el joven instala con el mundo adulto. Se trata no
de un problema educativo, sino de un problema de desciudadanización.
Tampoco tiene que ver con el “desencanto”, porque R. y A. no nos transmiten
que están decepcionados con el liceo, sino que lo que sucede es que no saben
como “entrar”, no saben donde están las rendijas para tal fin. Es lo que señala
Lewkowicz (2004): la exclusión neoliberal se caracteriza por su irreversibilidad .
Para un joven de clase media sólida la “rendija” está en cumplir un horario,
estudiar lecciones, e intervenir en clase y no pasarse de la “raya” evitando
suspensiones. Esa es la regla, la que se conoce y acata. Pero para estos
muchachos (de clase media fluida o empobrecida) la regla no está, no la dejan
a su disponibilidad. De ahí que no pueden apuntalarse (Bernard,1991) en el
liceo porque no ofrece base de sostén. Estos son las mal llamados clases
marginales, mal llamados porque en el neoliberalismo no hay nadie marginal :
todo es cuestión de centro67. En el neoliberalismo o se está o no; se es
“adentro” o nada, cuestión que expresan estos jóvenes. Lo reitero: nada del
júbilo de crecer permanece, instalándose en su lugar una sensación de agobio
y pérdida.
A.: “no hace nada, no trabaja y hace lo que quiere, es como que no está
respetando las reglas, los profesores dirán si no hacés nada, andate para tu
casa”. Leyendo lo anterior me pregunto si ésto es un discurso de un
adolescente. Resulta que hacer lo que uno quiere aparece como algo malo... El
67 Pensar la sociedad en términos de “centro” y “marginal” es un esquema propio de la modernidad keynesiana.
177
adulto casi no es necesario: ellos son los mejores adultos para juzgarse y
condenarse .
Nada hay de la duda adolescente, la que se ve “devorada” por una
estructura de sentencia que de alguna manera repite el discurso de la propia
institución. Con esta salvedad: A. cree, e intenta señalarlo, que la institución se
maneja por reglas, recuperando un esquema racional y justo de lo institucional
propio de la modernidad keynesiana. Pero la institución educativa ( lugar de
reglas si lo hay ) que les tocó vivir muestra lo contrario:la ausencia de reglas.
Mi punto de vista es seguramente más dramático que el de A., pero creo que
lo que “regla” como vínculo entre la institución y sus estudiantes, no son
“reglas” sino la absoluta y total indiferencia. La “regla de producción” de la
modernidad keynesiana, puede catalogarse como regla tonta o arbitraria, pero
es un marco desde el cual manejarse. Aún desde reglas tontas una
preocupación existe. Pero en este caso, si interrogáramos a fondo al liceo de
por qué R. y A. han dejado de estudiar, creo que responderían con el mismo
“no sé” que ellos.
En esta despreocupación que impera, hoy están, mañana no. Si R. y A. se
pueden ir tan fácil del liceo es porque en realidad nunca entraron. Creo que el
tema de la exclusión está mal planteado. No hay exclusión, porque de cierta
manera como ya señalé, no hay inclusión efectiva. Sin entrar ni salir, ni ser
bienvenidos ni despedidos, hacer lo que uno quiera aparece como algo
censurable. Hacer primar el propio deseo, extrañamente, se transforma en
sinónimo de “atorrante”, caer en la droga, o ser delincuente.
Reitero algo que me parece fundamental: lo que estamos viendo en el
material clínico es que los adolescentes no reniegan ni rechazan el liceo, por el
contrario, para ellos sigue siendo un lugar importante. Esta simple posibilidad
de concebir un “lugar donde estar”, implicaría la posibilidad de dar cabida a un
funcionamiento metafórico a nivel institucional.
Desde la modernidad keynesiana, lo metafórico y lo metonímico institucional
no se separaban. Desde el neoliberalismo sí lo hacen y radicalmente. Es decir,
el adolescente va al local de estudios, ocupa un lugar, pero ya no sabe ni
puede , cumplir con los rituales que lo transformen en alumno. De esta manera
no puede incorporar las tareas subjetivas que implican poder concentrarse,
178
sentarse, estudiar. Pero básicamente lo que falla en la tarea de convertirse en
estudiante es que sienten que no tiene ningún sentido lo que hacen.
Para el liceo el adolescente está desinteresado del estudio, pero por el
contrario, está mas interesado que nunca . Lo que no comprende del mismo
( porque no se lo pueden transmitir) es para qué sirve y por eso lo cuestiona.
Entonces quiere ir al liceo, pero no a estudiar (cosa que no puede) sino a
permanecer. No como estructura de pasaje, sino como estructura de
permanencia y de recorrido.
Por otro lado creo que el desencanto que tiene el adolescente con respecto
a la materia, reproduce el desencanto que tiene el profesor con su propia
materia, y con la enseñanza en general, en relación a la degradación que sufre
la enseñanaza y el desinvestimiento social que el próprio profesor recibe.
Quisiera destacar que junto a estos fenómenos, surge una acentuación de
exigencias desde la institución liceal : cada vez más materias, más horas de
estar sentados, más necesidad de concentración intelectual y estándares cada
vez más inalcanzables... En la medida que el liceo siente que está fallando, que
sufre un malestar institucional, creo que robustece más sus mecanismos
internos de exigencia, redoblando de cualquier manera su propia
vulnerabilidad. Situación correlativa a la exigencia cada vez mayor que se
constata en el mercado laboral (Castel, 1997). Cuanto menos trabajo existe,
más se amplían los requisitos de ingreso al mismo, con lo que la institución
educativa aumenta aún más los suyos, generándose una cadena de
retroalimentación interminable.
En la medida en que el liceo no puede admitir y sostener adolescentes
dentro de su espacio, si no se convierten en estudiantes los expulsa. Pero
cuando son expulsados del liceo tampoco pueden ingresar al mercado laboral,
lo que lleva a un incremento de los adolescentes en situación de calle, es decir
jóvenes que ya no están en ningún lugar. Al mismo tiempo y
concomitantemente, se les “castiga” con toda una prédica neo- evangélica
referente a drogas, SIDA , los desvíos sociales, lo cual robustece aspectos
superyoicos .
Sería interesante ( no creo que sea un imposible) pensar en una estructura
no académica dentro del liceo, donde los adolescentes puedan concurrir
manteniendo actividades libres no académicas, sin obligación de asistencia. Un
179
“espacio adolescente” donde más que calificaciones se ofrezca un espacio de
contención y recepción sin que éso les implique la exigencia de tener que ser
estudiantes.
lll.10- Lo persecutorio y el riesgo de la vulnerabilidad extrema: Elementos
de una subjetividad fragilizada
En este capítulo presento una constelación persecutoria que sugiere una
pérdida de anclajes referidos a procesos secundarios, surgiendo un material
mucho más regresivo, desde donde se instala una situación de desguardo
absoluto .
P- Yo me levanté a las 6 y media porque mi hermana estaba en la casa del
novio y llegó y me golpeó la ventana.
M- Yo ando mal. Veo gente vestida de rojo y negro. Son pesadillas. Sueño
y veo eso. Veo una mina vestida de negro que me persigue. No es sólo
cuando me acuesto ,también cuando me levanto. Bueno, no es la que vea,
sigo con la sensación de que está...Me persigue por todas partes. Tiene
cara de Chucky. No sé por qué, pero me llama. Es espantoso. Es por toda
mi casa. El otro día la vi en casa de mi abuela. Veo velas y velas y no
puedo salir.
P- Yo siento algo parecido . Lo mío fue en un cumpleaños, pero fue
verdad, porque anduvieron a los tiros y yo empecé a soñar. Me acostaba a
dormir y soñaba que un loco entraba al cumpleaños y empezaba a tirar
tiros.
M. a Ro.- ¿Vos Ro. no tenés pesadillas?.
Ro- Que estoy en un rodeo con un toro y pla !, me levanta !.Pero eso fue
hace tiempo.
M- ¿A veces no les pasa que ven un lugar inventado?
R- Sí, a veces soñé que me caía de un edificio.
P- Sí...y que vas a tocar el piso y que te despertás.
M- Sí y abrís los brazos así (hace gesto correspondiente) porque los
músculos se te aflojan.
R.- Yo soñé que estaba empujando a mi prima del edificio y me desperté y
estaba por tirarme de la cama... El otro día me crucé con L. (otra integrante
del grupo) y me quedé preocupada porque la vi mal... parece que ella se
180
está enamorando de él y es cualquier cosa el tipo...Le dicen “El Modelo” y
ella conversa con él y está como embobada.
P- Yo nunca me sentí bien con ella ... me dijo “mijo” tres o cuatro veces.
No pará que yo no soy tu hijo....es como que te están señalando.
R.- Todos nos sentíamos juzgados...Ella era muy responsable en los
estudios. Para ella, si no estudiás es que no querés , son comparaciones
como siempre...
M- En los sueños, la víctima es uno ¿Pero se puede soñar siempre lo
mismo? Hace una semana que vengo soñando lo mismo...era una persona
que aparece en distintos lugares, con la misma ropa, con distintas
caras ,que puede ser hombre o mujer...
M.- Tengo miedo en mi casa, pero es cuando tengo la pesadilla.
P- Yo cuando era más chico ,cuando tenía miedo, me iba al baño, prendía
la luz y decía...”Mamá estás ahí” Cualquier cosa, luz prendida, puerta
abierta ,con tal de que hubiese alguien. Ahora si se van una
semana ,mejor!!.
M-A mí me protege el Arcángel Miguel (avergonzada)...Yo no le digo nada,
pero cuando hablo él me escucha...sí, ya sé, ¡estoy loca !..no me digan
nada.
P- ¿Qué es eso del Arcángel ?.
M- Es un ángel más poderoso ¿Uds. conocen de metafísica? Ahí te
enseñan que este Arcángel tiene distintos personajes, rayos violetas,
rosados y el azul es el que protege a las personas.
R- Es como el yoga...
P- ¡A mí esas cosas!!..( se ríe ) Yo me hablo a mi mismo frente al espejo
R- Yo me hablo a mi, por dentro, todo el mundo habla por dentro.
P- Por dentro me digo : ¡Buen día ¡ ¿Cómo estás? “Bien, acá andamos”
Me miro al espejo y digo: ¡qué feo que sos! ¡Cambiá el look! Después voy
al baño, me pongo gel y digo : ¡qué lindo que soy! Y también escribo
cosas.
M- Es una manera de descargarte escribir. Yo también escribo.
P- Prendí todo fuego lo que había escrito antes, para mí ya tenía otra vida .
De mi niñez, de las cosas que estaban conmigo y se fueron, como mi
abuela, mis tíos y ese día agarré de la mesa de luz y empecé: “éste sí,
éste no”. Me puse melancólico, porque me trajo recuerdos muy lindos y
ahora es como que empecé otra nueva vida...Me peleaba con una persona
181
y al otro día contaba todo y hacía un resumen y me quedaba todo más
claro...Me hace bien escribir. Ahora hace un mes que no escribo.
M.- ¿Tu hermana no los ve?.
P.- No, porque las ordeno por número.
M.- No sabés si no la lee.
P.-... Hice un archivo en la computadora que nadie sabe y aparte un
diskette que está guardado bajo llave.
M.- (Se ríe)...Yo hago lo mismo que él. Escribo y guardo en la
computadora...Pero a algunas personas se lo muestro.
R.- Yo se lo muestro a todo el mundo ,menos a mi abuela. Tenía una prima
de 17 años, que hace 3 o 4 años que se murió y cuando se murió yo
escribí que yo iba a vivir la vida que ella no pudo y empecé a sentir los
mismos síntomas que mi prima: inválida a los 14 años y el 1 er día que fui
a la Iglesia sentí que no podía caminar. Antes de morir había quedado
ciega, ella estaba mal .Yo fui a la Iglesia porque allí repelen a los espíritus
malos ,me tiré al piso y pegué patadas
M.- Un exorcismo...
R.- No sé como explicarlo. Una persona sabía lo de mi prima ,que era mi
líder de la Iglesia y me dijeron que yo no era mi prima
M.- ¿Vos creías en espíritus?
R.- No sé ,supuestamente la explicación que le dan ellos es así. Yo no lo
entiendo, eso me pasó el verano pasado
M.- Yo creo en esas cosas, pero si no crees es muy difícil de explicar
cosas. A mi me ha pasado, tipo estar caminando, sentir ruidos y no hay
nadie O por ejemplo ir al cementerio y escuchar voces de niños chicos ,me
doy vuelta y no hay nada. Me corría como una corriente por todo el cuerpo.
Caminaba como que no podía salir, pero eso no tiene explicación.
R.- Cuando pasó eso, los restos de mi prima lo tiraron en el Parque Rodó ,
yo fui el 2 de Noviembre y estaba redeprimida ,escribí eso y soñaba
siempre que iba a las Canteras y ahí me tiraban. No veía quién, como que
yo sola me caía.68
El material precedente parece expresar algo del orden de los objetos beta,
los que Bion presenta como datos sensoriales, físicos o psíquicos que no
encuentran aún representación psíquica o que no alcanzan tal elaboración
68 P. y Ro son varones, M. y R. mujeres.
182
(Bion,1962), expresión de lo impensable, lo irruptor, lo excitante y no ligable del
aparato psíquico. De esta manera se consolida en el material un clima
emocional que se destaca por el “desborde “ y lo confuso, por lo que por
momentos la sesión semeja un sueño o una especie de delirio que sin embargo
no creo que alcance nítidamente dimensión psicótica.
Es un relato en el que a diferencia de los anteriores, ya no aparecen ni
padres, ni familia, ni las obligaciones, sino un mundo interno que se des-
clandestiniza abruptamente, tomando características mágicas o míticas
posiblemente en relación a una cultura neo-evangélica.
El material parece indicar una ausencia de elementos edípicos, que aunque
trastabillantes, operaban como estructura contenedora, com lo que surgen
elementos propios de regresión a vivencias primarias (Anzieu,1986). Tampoco
aparecen compensatoriamente elementos provenientes del ideal social. De allí
que sobresalgan elementos fusionales, frente a la pérdida de la terceridad
simbólica69. Cuando se dice : “yo no soy tu hijo”, es como enfatizando que
dentro de este mundo mental ya no hay categoría padre, ni hijo, ni madre. De
esta manera se destaca la importancia que van a tomar las abuelas
probablemente en relación a la primacía de aspectos primarios.
El relato recoge un conglomerado de representaciones o emociones
altamente persecutorias con rasgos especulares ( “sueño con alguien que
puede ser hombre o mujer” ) y regresivos. Se trata de una subjetividad
estructurada de una forma que llamaría oniroide, intentando no recurrir a otras
denominaciones de tipo psicopatológico, que creo que, más que aclarar,
pueden discriminar el material. Creo sí que por momentos la realidad psíquica
y la realidad exterior se confunden, con lo que podríamos investigar si lo que se
construye es una cadena asociativa (Kaës,1994 ) o más bien un sueño grupal .
Hay también una división de género en el material. Mientras los hombres
aparecen (al comienzodel relato) del lado de los límites y del principio de
realidad, las mujeres traen algo que tiene que ver con el desborde, lo excitante,
lo amenazante. Me pregunto hasta qué punto no hay un atravesamiento social
69 Lo edípico permite articular un campo de alternativas desde la elección y el postergamiento.
183
en este situar a las mujeres del lado de lo apasionado y el desborde y a los
hombres como serios y razonadores 70.
P. es el iniciador de la sesión y propiciador de una temática fraterna ( la
hermana) que se desenvuelve en una escena estructurada en el orden de lo
horizontal. A través de esa escena se confirma una dificultad con lo sexual
genital, apareciendo como si fuese un delito o una falta que esta hermana
mantenga una vida amorosa.
En seguida , se concretiza “algo” que quiere entrar de forma abrupta al
grupo : “Yo ando mal. Veo gente vestida de rojo y negro. Son pesadillas. Sueño
y veo eso. Veo una mina vestida de negro que me persigue. No es sólo cuando
me acuesto ,también cuando me levanto”. Lo impresionante del relato radica
antes que nada en que M. misma no sabe si es algo fabulatorio o si es algo del
orden de lo onírico, remitiendo a una situación de confusión entre vigilia y
somnolencia.
Esta ambigüedad sobresale por su carácter confusional y por la
vulnerabilidad que transmite. Es una persecución frente a la que casi no hay
escapatoria. Esto indiscriminado acentúa lo especular (es una mujer que
persigue a una mujer ) y lo dual (rojo y negro ). Ambos colores no se pueden
confundir entre sí manteniéndose como dos órdenes distintos y
omnipresentes. Se podría pensar lo negro como lo depresivo, la muerte, el
vacío psíquico y lo rojo probablemente como lo sexual, lo agresivo, el
desborde, dentro de rasgos de escisión esquizoparanoide (Baranger,1971).
Pero su primera frase : “yo me siento mal” está indicando que aún dentro de
esto perturbado hay un funcionamiento a nivel neurótico. A pesar de que M.
tiene dificultad de poner en juego mecanismos de defensa eficaces su : “ya sé
no me digan nada, estoy loca”, expresa su intento de comprender las vivencias
que se le imponen en torno a un chucky que la persigue. Personaje tomado
de una famosa película de terror, su aparición señala que lo persecutorio ha
desbordado la capacidad de autoapaciguamiento. Su intento de infantilizar lo
persecutorio (es un muñeco ) está fallido porque ese muñeco es en realidad un
monstruo que mata.
70 Para Freud (1921,1931) la sociedad se funda en la liga de los hermanos y en la homosexualidad reprimida de los hombres. La mujer siempre está en el borde y por fuera de los social , demarcando un espacio de transgresión.
184
Más adelante las referencias a las caídas, los músculos que se aflojan, el
empujar o ser empujado, completan este cuadro que sugieren aspectos
agotados del aparato psíquico. M. dice : “No sé por qué me llama”
transmitiendo un vínculo seductor- seducido, com el objeto aterrorizante,
vehiculizado a través de una voz que recuerda aspectos de un superyo arcaico
(Baranger,1971).
Por su parte P. intenta desde esta realidad ciertamente persecutoria, generar
una diferencia entre fantasía y verdad : “Yo siento algo parecido. Lo mío fue en
un cumpleaños, pero fue verdad, porque anduvieron a los tiros y yo empecé a
soñar. Me acostaba a dormir y soñaba que un loco entraba al cumpleaños y
empezaba a tirar tiros”. Desde una actitud reparatoria, busca ofrecer un relato
alternativo y más discriminado, intentando que no se pierda el principio de
realidad frente al peligro del desborde narrativo .
Su relato es más organizado y cultural, en relación al hecho consensuado de
que los hombres, cuando se enfurecen, se pelean. Asimismo al hablarse de las
caídas y los golpes P. (“vas a tocar el piso y te despertás”) re-introduce
nuevamente el principio de realidad. De esta manera el grupo realiza un ciclo
compulsivo entre lo organizado y lo desorganizado sin poder salir de un vaivén
que fragiliza. Se pierde la posibilidad de un objeto-espacio tercero (Green,
1994) que medie entre la angustia masiva y el vacío de representaciones
apaciguantes.
Existe sin embargo un intento de recurrir a la historia grupal –como recurso
asociativo- al mencionarse a L., probablemente como manera de traer un
“afuera” que contrarreste tanto “adentro” amenazante. A su vez a través de L.,
se reintroducen aspectos más adolescentes, ya que está enamorada y en
pareja. Pero frente a ella se sienten juzgados, probablemente porque L.
representa y recuerda el orden familiar y social de lo adaptativo y lo exigente,
capaz sin embargo, de compensar el desbode que vivencian.
Así sobresaldrá un progresivo sentimiento de vulnerabilidad extrema,
aspectos infantiles e incapacidad de estar a solas: “Tengo miedo en mi casa,
pero es cuando tengo la pesadilla ; Yo cuando era más chico ,cuando tenía
miedo, me iba al baño, prendía la luz y decía...”¿Mamá estás ahí?” Cualquier
185
cosa, luz prendida, puerta abierta ,con tal de que hubiese alguien”71. En este
punto P. agota sus recursos yoicos y se transforma en una especie de bebé,
revelando un momento de desestructuración por el cual se pierde la
constancia del objeto ( “¿Mamá estás ahí ?”) (Winnicott,1981), el que ya no
aparece como presencia suficientemente segura .
No es casualidad que en este momento surja el relato sobre el Arcángel
Miguel. Ante el derrumbe de P. como cuidador del grupo, se impone la
necesidad de una figura sobreprotectora. Es un arcángel y no un simple ángel,
por lo está en una categoría superior aún más cercana a Dios que los ángeles
comunes.
A su vez no hay que olvidar el hecho de que M. está expresando una cultura
para la cual es “natural “ incorporar aspectos metafísicos y evangélicos. Estos
colores, rayos y luz indican que hay ya matices y no sólo el negro- rojo inicial.
Hago notar que “Arcángel “ remite a una figura masculina-paterna que se
contrapone a aquélla femenina (¿materna?) que perseguía. Quizás sea un
intento de incluir algo de lo paterno en un grupo que está excesivamente
especularizado. De cualquier manera y por más todopoderosa que sea, se trata
de una figura asexuada o androginizada .
Para R. la referencia al arcángel se asocia al yoga, lo que permite pensar
que cuando P. ya no puede asumir la “responsabilidad” por el principio de
realidad grupal R. lo hace, con lo que la división inicial de género en el grupo se
rompe. En este momento surge el tema del espejo y la escritura ; “Yo me hablo
a mi mismo frente al espejo . Por dentro me digo : ¡Buen día ! ¿Cómo estás?
“Bien, acá andamos” Me miro al espejo y digo: ¡qué feo que sos! ¡Cambiá el
look! Después voy al baño, me pongo gel y digo : ¡qué lindo que soy! Y también
escribo cosas”; ‘Es una manera de descargarte escribir. Yo también escribo”.
Mirarse al espejo, evaluar la imagen, escribir, son actividades que se acercan
más a lo que esperamos de adolescentes, lo que indica un intento de
reapuntalar el relato más en la adolescencia y menos en aspectos “extraños”.
El peligro es quedar subordinado a la fascinación de lo escópico, ya que
cuando P. dice: “¿mamá estás ahí?”, probablemente está tratando de
reencontrar a su madre en el espejo, lo cual da la pauta de que la
71 Cuando P. añade : “ahora si se van una semana mejor” creo que expresa en realidad una defensa hipomaníaca .
186
especularización todavía depende de la referencia al otro. La posibilidad de
poder sostener un espacio propio se vuelca en la escritura. P. cuenta que ha
quemado sus papeles de forma razonada (“éste sí, éste no”) lo que señalaría
un trabajo de elaboración psíquica, donde lo masivo es substituido por algo del
orden de la elección y del poder pensar72 .
Sin embargo M. reintroduce lo persecutorio al sugerirle a P. que quizás su
hermana sí lee sus papeles, con lo que la alianza fraternal se fractura y la
hermana se vuelve alguien peligroso. Aunque P. señala una referencia
organizadora y resguardante (“Hice un archivo en la computadora que nadie
sabe y aparte un diskette que está guardado bajo llave” ), ésta se quiebra con
el comentario de R. sobre una prima muerta de la que ella tomaría su
personalidad (“vivir la vida que ella no pudo”), con lo que el relato se vuelve
aterrorizante, reinstaurando un polo desorganizado en el grupo.
En este punto aparece un “suplente” del arcángel Miguel, que pasa a ser el
líder de una iglesia que afortunadamente le señala a R. un punto de
discriminación ante su “ novela de terror”. Pero esta discriminación se pierde
enseguida con el relato de M. : “A mi me ha pasado, tipo estar caminando,
sentir ruidos y no hay nadie. O por ejemplo ir al cementerio y escuchar voces
de niños chicos , me doy vuelta y no hay nada”, con lo que se impone el orden
de lo sobrenatural absoluto. Relato que surge al final mismo de la sesión,
demostrando una persistencia de determinada temática que no puede sino
manifestarse compulsivamente.
La sesión empieza y termina con lo fraternal, que va tomando distintos
matices: ayuda, desconfianza, rivalidad, ominosidad : “los restos de mi prima lo
tiraron en el Parque Rodó ...soñaba siempre que iba a las Canteras y ahí me
tiraban. No veía quién, como que yo sola me caía”. Esta caída sin fin se
relaciona con una vulnerabilidad desde la cual el psiquismo se paraliza
tendiendo hacia el deseo de no- deseo, dentro de un narcisismo negativo
(Green,1986).
Este no–deseo lo tomo básicamente como no-deseo-de-crecimiento. He
trabajado ya la hipótesis de una “escena congelada ” como configuración
72 Este tipo de elaboración, que llamaría de pre-duelo, implica indagar si los recuerdos se mantienen más allá de los objetos que los originaron, por ejemplo, si el recuerdo de un abuelo le sobrevivirá . Los recuerdos aún no se separan nítidamente de aquél o aquéllo que los origina, con lo que el trabajo de duelo aún presenta dificultades para concretarse.
187
narcisista (Klein,2004), pero en realidad creo que estamos ante una
configuración distinta, más regresiva aún73, a la que llamo escena de
enhebramiento mutuo, donde toda posibilidad transformacional se anula,
apareciendo una “piel” familiar común a todos sus miembros, sintiéndose como
altamente movilizante la posibilidad de su ausencia ( G.: “Yo hasta hace poco
vivía en el cuarto de mis padres...yo dormí con mis padres hasta los 14 años y
después dormí con mi hermana un año más”) .
Se consolida un relato “ loco “ que asusta y persigue. El silencio y la
oscuridad se vuelven aterradores ( “En mi casa no es tanto estar encerrado, es
el silencio”, “la oscuridad me da miedo, es que pueden salir todas las
fantasías”) tanto como el mundo interno y el mundo externo ( “ahí hay un
puente que nadie se anima a caminar solo por veinte mil historias”).
Eso perturbante está escondido redoblando hiperbólicamente una estrategia
vincular del secreto –en la que conviven cotidianamente- pero llevándola a
extremos insoportables. ( “ antes de acostarme miro debajo de la cama o en el
ropero. Siento que hay alguien, entonces miro varias veces”; “ si es de noche
me desvelo; me tengo que fijar al volver si está todo bien” ).
Sus estrategias defensivas son el actuar directamente sobre la realidad :
abrir el ropero y mirar debajo de la cama, debilitándose la oportunidad de un
autoapaciguamiento . Esa posible revisión mental que anularía lo improbable,
es substituida por lo inmediato de una angustia masiva, una angustia de
alarma permanente.
La angustia como señal que activa la defensa (Laplanche-Pontalis,1981) y
habilita un proceso reflexivo no está presente . C. nos indica que ni el ruido ni la
compañía, aseguran la tranquilidad y la atenuación de las fantasías paranoicas.
La sensación del peligro inminente que he colocado como un punto del
imaginario neoliberal, resurge psíquicamente como sensación de derrumbe
inminente. Desde esta perspectiva lo que presento como subjetividad oniroide
es inseparable de micro ataques de pánico (Bleichmar,1997), en relación a
sensaciones invasivas, self caótico-fragmentado y ansiedad ante las
experiencias vividas como desborde, consolidando un desequilibrio
neurovegetativo – como sufrir insomnios –que llega a ser agotador .
73 Una escena congelada tal como la concibo implica una escena infantil donde el adolescente mantiene expectativas parentales. Pero en el entendido de que la misma, paradojalmente, coexistía con una escena transformacional de cambio y crecimiento (Klein, 2004).
188
Probablemente no pocos psicoanalistas afirmarían que el problema de estos
jóvenes es una dificultad en el pasaje de endogamia a exogamia. Pero no creo
que sea así. Sí lo sería quizás en un contexto más allegado a la modernidad
keynesiana, en el cual efectivamente se juega como forma de crecimiento una
problemática de pasaje. Por el contrario, en tiempos de neoliberalismo se
juega una problemática de supervivencia que incentiva un cuadro de
vulnerabilidad extrema que rebasa ampliamente el tema del desprendimiento
familiar, la asunción de una genitalidad propia, o la elección objetal.
Ya no es una problemática de un rol a desempeñar, sino una cuestión de lo
mínimamente apuntalante cercano al desapuntalamiento masivo
(Bernard,2001). Es una cuestión de extrema fragilidad dentro de un psiquismo
de piel, un yo piel ( Anzieu,1990 )74 por el cual se vuelve vital un contacto que
les reasegure tranquilidad y calma.
Los puntos de certeza, desde los cuales hacen adolescencia estos jóvenes,
pasan a ser la inseguridad y el desborde. El : “pueden salir todas las
fantasías..” ya no es el desborde pulsional del que hablaba Hanna Freud
(1985), por el cual las pulsiones de la pubertad tienen el recurso de la fantasía,
el repliegue, o la masturbación, como una forma de elaboración psíquica.
Recursos que aquí no aparecen.
No descartaría, como ya mencioné, que pueda haber elementos
transgeneracionales en juego (régimen militar) en la construcción de este tipo
de subjetividad dominada por la transubjetivo (Kaës,1993), en relación a
fantasías que aparecen de forma súbita e incontrolable. Parece perfilarse una
situación psíquica desde la cual fragmentos sociales aparecen sin
transformación alguna en la subjetividad, lo que hace que el adolescente está
preso de una continuidad que no permite diferenciar origen y futuro, impidiendo
lo que denominado como confrontación transgeneracional (Klein,2003: 97).
Lo terrorífico se expresa en términos de soledad y oscuridad, fantasías
amenazantes y un adentro que persigue, el que aparece construido como una
“cárcel” de la que hay que escapar (“ tengo una desesperación por salir de
adentro de la casa(...) aunque sea de noche yo me iba a una placita”). Por
tanto lo adentro- interno- psíquico se vuelve insoportable. Las fantasías son
74 Punto que se relaciona a mi incorporación del concepto de “injertamento” como fundamental para el marco terapéutico.
189
ese mundo secreto que tiene que permanecer así: secreto.
Lo psíquico se vuelve precario y peligroso: pensar libera lo imprevisible y lo
extraño tanto como la oscuridad esconde lo terrorífico75. Por contraposición, el
ruido, la compañía y la luz ( “ yo si me tengo que quedar solo me encierro en el
cuarto, pongo la música alto “) permiten que esas fantasías sigan “presas”.
De esta manera creo que estos aspectos de una subjetividad fragilizada
hacen a un riesgo de vulnerabilidad psíquica que se une a distintos aspectos
paranoicos, de extrañeza e incomprensión76. Estos aspectos configuran un
cuadro de vulnerabilidad narcisista (Jeammet,1996) caracterizado por el
desamparo y la vivencia de lo loco inquietante. La adolescencia como
capacidad para ir integrando experiencias que enriquecen, se substituye por
angustia de desintegración y fragmentación. Bleichmar señala que dichas
angustias se relacionan a “que la persona vive sus propias experiencias como
extrañas” (Bleichmar,1997: 338 ). Una consecuencia es la dificultad de
mantener un “self cohesivo”, “una representación y un funcionamiento en que el
sujeto se siente como una unidad, en que el cuerpo y la mente son vividos
como partes indisolubles de sí mismo en el presente y, además, con
sentimiento de continuidad temporal (ídem: 339).
En el material presentado habría que agregar la presencia de un narcisismo
negativo (Green,1986) transmitiéndose una sensación de desplome y
desorientación, que consolida una autoimagen muy negativa de sí mismos, que
se relaciona a sentimientos de inseguridad y baja autoestima.
Si se tiene en cuenta que estos adolescentes viven en una sociedad de
escasas oportunidades y nulo porvenir, se podría suponer que este contexto
social de desesperanza y fracaso se hace presente de alguna manera en el
material presentado. Lo amenazante proviene así- indiscriminadamente- tanto
del mundo interno como del mundo externo.
Al fallar el apuntalamiento social y el auto-apuntalamiento, se refuerzan los
apuntalamientos en lo transgeneracional (Klein,2003). Ya no se trata entonces
75 Recordemos que efectivamente, en épocas de dictadura o pre-dictadura, era de noche cuando se allanaban sorpresivamente las casas, por lo que la noche se convirtió en un estado de terror y sigilia permanentes.
76 Cabe señalar que esto “ paranoico” dista mucho de ser solamente una modalidad psíquica. Es también una estrategia del imaginario para situar aquello que aparece como incomprensible o impensable Pensemos en el famosísimo tema de la llamada “ pasta base” que considero la versión en el siglo XXI, vía sociedad neoliberal, de lo que era la masturbación a principios del siglo XX.
190
de fallas en la reedición de la conflictiva edípica, sino mas bien en una falla en
establecer bordes y contextos a nivel de la continuidad generacional. Lo que a
su vez se relaciona –como ya mencioné- con una falla en las estructuras de
pasaje: no se sabe cómo pasar de la niñez a la adolescencia, de un adentro a
un afuera , de la noche al día, de la vigilia al sueño , de la realidad a la fantasía.
De allí que considero fundamental en el proceso de cura, más que trabajar
sobre contenidos, apostar a un cambio en el continente mental (Bion, 1962)
buscando que se pueda tolerar lo que aparece como riesgo de derrumbe. En
este sentido –desde Bion (Grinberg,1986)-, se podría señalar que el aparato
mental de los terapeutas consolida un continente capaz de permitir asociación
y elaboración .
Los terapeutas intentan mostrar que mientras el grupo sueña, ellos están
pensando. En ese sentido creo que se puede abrir la posibilidad de el grupo
bordee lo onírico sin caer en lo delirante. A su vez el principio de realidad está
conservado por el encuadre : el grupo sabe que a determinada hora empieza y
termina la sesión, que su contexto institucional es el Hospital de Clínicas, que
los terapeutas son adultos y que existe además una historia grupal que
garantiza cierto investimento, tanto como cierta anticipación al futuro.
La apuesta ( la gran apuesta ) es que se constituya un marco de confianza
que se contraponga a lo paranoico. En este sentido los terapeutas, lo que
afianzan es que, en la medida de lo posible, desde un relato “loco” no se
genere una sensación de discurso psicótico, manteniendo la posibilidad de
reflexionar, para que las vivencias paranoides no se transformen en
catastróficas. Así se consolida una continuidad que se contrapone a lo
fragmentado; el placer de pensar contrapuesto a la psicofobia (Valdré,1998); la
seguridad a la sensación de desplome; la historia grupal a la falla en la
temporalización y la capacidad de tolerar conflicto, al desactivamiento de
sectores del aparato psíquico (Bleichmar,1997).
Por el contrario, sí sería un punto catastrófico si los terapeutas reaccionan a
esto loco aterrorizándose. Esa es la apuesta: que lo loco sea un relato a
articular y no una situación clínica que se cierra sobre sí misma
patologizándose.
191
lll.11- El dios severo y el diablo rondando por aquí y por allá. Apuntes
sobre la cultura neoevangélica
Imaginemos una sesión clásica. Un paciente habla de sus problemas: el
padre es demasiado indulgente, la madre demasiado severa o viceversa. Algún
problema laboral, varios de pareja, alguna referencia a hijos/as, amigos,
hermanos/as, etc. Un mundo mental de personajes de carne o hueso o
fantasías más o menos compartibles llegan a oídos de un terapeuta, que con el
mejor esfuerzo tratará de encontrar significados, representaciones, sentidos y
emociones a aquello que quedará catalogado como lo latente, lo inconsciente o
lo necesario de algún tipo de organización.
El paciente es, por efecto de sesión, laico, así como el terapeuta y la terapia.
El dispositivo de trabajo es ateo o agnóstico, o francamente indiferente a
cuestiones religiosas que quedan por fuera de aquéllas que realmente
“angustian” al que consulta y que ocupan los pensamientos del que lo recibe. A
no ser que sea un filme cómico, ningún terapeuta interpretaría a su paciente
con un: “ Dios así lo quiere “...
Pero imaginemos otro escenario. Uno donde Dios no está en la Biblia sino
en los decires mismo de la sesión. Uno donde el Diablo no está en el centro de
la Tierra sino en el centro mismo de hogares y ceremonias 77 . En ese caso,
¿podemos interpretar a Dios como si fuese el Padre de la Horda?. ¿Al Diablo
como si fuese la Madre Arcaica?. Lo ignoro, pero sugiero prudencia.
El material que discutiré a continuación se refiere a éso: la prudencia de
utilizar dispositivos laicos y/o ateos ( como están construidos en nuestras
ciencias sociales ) para una cultura eminentemente no atea, a la que denomino
“neo-evangélica” refiera la misma o no, a cultos católicos, judíos y/o
protestantes78.
He mencionado a Dios, pero a mi entender no es el gran protagonista de
este resurgir neoevangélico. Leamos a autores como Mary Douglas
(Wuthnow,1988), Berger (Wuthnow,1988) o Enriquez (2001) y nos
77 Gran parte de las ceremonias evangélicas refieren a procesos de “encuentro “ con Dios y de exorcismo o “expulsión” del diablo.
78 En tanto redoblan una dimensión fundamentalista.
192
enteraremos que nuestra sociedad nunca dejó de ser religiosa y de dirigir sus
plegarias a la Divinidad. Dios nunca se fue. Permanece desde siempre .
Por el contrario, creo que el gran retorno pertenece a su pretérito adversario
desde los tiempos de Job : Satán, el Señor de las Tinieblas o simplemente el
Diablo. Dentro de esta cultura neo-evangélica, es obvio que la maldad está ahí
tentándonos permanentemente. Maldad que se personifica en el cuerpo
animalesco del Señor del Mal.
Si se instaura de esta manera una cotidianeidad donde cada cosa remite al
peligro de la caída demoníaca, ya no basta con recurrir al Dios ecuánime y
bondadoso propio de otros tiempos. Contradictoriamente a su nombre, creo
que al Dios al que se recurre en el neo-evangelismo no es de los Evangelios
sino el de las Antiguas Escrituras: aquel Dios Yahvé todopoderoso, severo,
cruel, vengativo. El diablo se muestra demasiado engañador y terrible como
para enfrentarlo sólo con Amor. Hay que recurrir al Yahvé de los Ejércitos, el
que ahoga a los egipcios en el Mar Rojo o el que destroza a amalecitas,
jebuseos o a tantos otros enemigos del pueblo hebreo.
Lo que se consensúa en definitiva, en este dispositivo neoevangélico, es que
entre este Dios y este Diablo no puede haber ni diálogo ni transacción posible .
Sólo la Fuerza soluciona las cosas. Nada de diálogo, nada de concesiones,
nada de racionalismo. El neoevangelismo, dentro del mejor cuño neoliberal,
apuesta a que las cosas se solucionan por el poder de Dios, la fuerza de la
salvación, la resignación a un orden que ( al igual que el del Mercado, tan
anónimo e insondable como Dios ) nos sobrepasa en sus incomprensibles
misterios.
Así como hay que aceptar el Orden Natural del Mercado, igualmente hay que
aceptar la Fuerza Infinita del Señor. Cualquier parecido conceptual no es
ninguna casualidad.
Material clínico de una adolescente:
A.- Yo dejé [de estudiar ] porque tenía bastantes crisis y muchos
problemas...y mi madre me dijo que no fuera más, que me estaba
presionando, igual ya había perdido por faltas...Yo había tenido crisis
que según los demás me habían poseído los demonios y mi madre
decía que eran las presiones, mi padre le decía :¿No ves que está
193
poseída por los demonios?.... vivo mal en crisis, cuando mi novio se
estaba por ir, eran las doce de la noche, mi hermano vino a sacar unos
vasos y estaban atracados por el jabón y entonces los tironeó y los tiró
lejos y me dijo :” Mongólica ,estúpida” y se fue.
Mi madre entro y preguntó que me pasaba ,que yo estaba mal y mi
novio que era porque mi hermano me había relajado y no tenía
derecho...(Agrega que los padres se fueron a discutir entre ellos, uno
diciendo que estaba poseída y el otro que estaba bajo presión y que ella
estaba en el medio .Hace el gesto de agarrarse la cabeza y taparse los
oídos)....Mis padres empezaron a discutir, decían : “Estoy cansada que
él [el novio] le haga mal” y yo empecé a hamacarme y empecé a decir:
Me voy a matar y así se acaba el problema de todos. Entró mi madre y
me pegó un cachetazo y me dijo :”Dejate de embromar” y yo les dije : El
problema es de Uds. , Uds. me están volviendo loca”. Y mi padre dijo:
dejá de llorar porque te voy a matar. Yo me retorcía en la cama y me
tapé así (gesto de balancear la cabeza) y se me abría la boca sola y
gritaba fuerte.Mi padre dijo :”No sé lo que le pasa, pero hay que llevarla
a la Iglesia”. Y yo dije : A la Iglesia no .A la Iglesia no ,lo dije con otra
voz y mi padre trajo una cruz y me decía :” Pedile a Dios que te saque
éso de adentro. Mi padre me tocaba con la cruz el cuerpo y yo gritaba y
según mi padre me lo sacó, pero yo no podía dormir y llamaron a la
ambulancia y me dieron una inyección , empecé a cantar:
”MMMMMMMhhhhhh ” y me pegaba en la cabeza.
Después no podía leer la Biblia porque sentía como un odio a Dios... Mi
padre me dijo: ”Yo sé qué tuviste y te lo voy a sacar”... Anoche vino mi
padre y me miró de otra forma. Y yo le dije : Es por tu culpa, porque me
estás haciendo brujerías.....Al otro día estaba con mi madre y mi novio y
otra vez. Con otra voz hablaba y me hamacaba y no estaba mi padre y
ellos no sabían exorcismos y mi novio llamó a sus padres para
preguntarles que hacía y le dijeron que me leyera la Biblia y yo le decía :
Ayudame ,no puedo con esto, es más fuerte que yo, al final me dieron
diazepam y me calmé...Ahora siento que éso está adentro mío y no se
fue . Mi padre me hizo un exorcismo, me dijo: ” yo no te voy a dejar que
te haga daño , porque yo ya viví ésto, y mi hermano también y sé que
hace odiar a las personas “. Mi padre odia al hermano, porque volvió
loco al padre, se escapaba de la casa ,se ponía vestidos y se iba de
noche por ahí ,mi abuela decía está mal ,hay que llevarlo a un psicólogo
194
y mi abuelo decía, no, yo no lo quiero y él empezó a hacer brujerías ...Y
es verdad que siento odio. Yo con esto quedé como muy traumada y
siento que me volví totalmente loca y estoy mal. Mi padre me dijo que
me estaba separando de toda la familia... hay días en que estoy bien y
en otros tengo en que me río u tengo el impulso de dar con el cuchillo
( a la imagen) y matar. Ayer agarré un cuchillo y pensé que iba a matar
a mi novio, mi madre, mi padre, pero lo pensé nomás, fue un impulso...
(Comenta que al psiquiatra no le habló nada de las brujerías. T.- Pero a
nosotros nos contás)
A.-A uds. sí , pero al psiquiatra no.
La sesión precedente con su terrible carga de dramatismo y angustia, ilustra
varios rasgos de la mentalidad neo-evangélica: pecado, exorcismo,
ominosidad, castigo y redención. Es una cultura que se estructura en torno al
tema de la presencia de lo endemoniado y donde el diablo- aunque nunca
totalmente explicitado – influye sobre conductas y desarreglos. Todo lo extraño
se vuelve así sinónimo de influencias diabólicas.
Lo cotidiano y lo horrendo reciben nuevos ropajes donde lo religioso muestra
un poder de explicación que hace que las modalidad laica de razonamiento
(representada débilmente por la madre de A. ) conviva o retroceda frente a
aquél. Los problemas que alguien tiene devienen en que hay que “expulsar”
algo, hacer actos de exorcismos para reencontrarse con un sí mismo que ha
sido robado o “secuestrado”.
Esta operatoria de la expulsión y el temor al secuestro79, revela una vez más
persistencias transgeneracionales de lo dictatorial, al tiempo que una nueva
versión de temas afines con el neoliberalismo. Así A. cuenta que es expulsada
de los estudios por las presiones que le causaba, mientras que a su vez la
madre y el padre piensan que ha sido secuestrada: por las tensiones según la
primera, por los demonios según el segundo.
Habría que ver hasta que punto el razonamiento de la madre de que a la hija
la UTU le está haciendo mal es inadecuado. Aún en lo paranoico, quizás lo que
ésta capta es que A. no tiene un borde psíquico capaz de transformar aquéllo
79 En la medida que en el Uruguay de hoy no existen secuestros criminales para la obtención del dinero de la familia de la víctima, creo que esta persistencia de esta temática en el imaginario se refiere a aquéllos de la pre-dictadura y la dictadura misma.
195
que le viene desde el liceo o dicho de otra manera, una fragilización en sus
posibilidades de apuntalarse ( Bernard,2001).
De cualquier manera la teoría materna es que la presión hace mal,
transmitiendo simultáneamente que ella tampoco tiene posibilidades de
transformar y recibir tolerantemente los problemas de sus hijos –estructura de
padres agobiados -. Desde la configuración familiar surge de esta manera la
imposibilidad de mantener un marco capaz de sostener el conflicto desde lo
interno ( “Mi padre dijo :”No sé lo que le pasa, pero hay que llevarla a la
Iglesia” ). Es propio de esta cultura neo-evangélica que no se pueda concebir
que A. tiene algún tipo de conflicto, sino que son los estudios los que la
debilitan (con lo que el demonio tiene más campo libre para entrar a actuar...).
A. además ya no es interlocutora : todos discuten entre sí y nadie le pregunta
a ella absolutamente nada. Es una extraña para su propia familia y para sí
misma ( “Con otra voz hablaba y me hamacaba”) viviendo en situación de
borde, donde lo inédito corre siempre el peligro de volverse catastrófico. A.
hace un gesto de agarrarse la cabeza y taparse los oídos, mostrando que sus
padres siguen todo el tiempo discutiendo en su cabeza intentando no oír
aquellas cosas que la asustan o le son incomprensibles.
Al preguntársele qué piensa señala que su crisis se relaciona a insultos que
le ha proferido su hermano. Describe así un mundo fatídico viviendo bajo el
signo de lo ineluctable y premonitorio. El novio la deja-abandona, al hermano
se le caen cosas y la insulta impulsivamente, estructurándose así un mundo
signado por lo inexplicable y lo mágico, que se toma como presencia de lo
demoníaco (“mi novio llamó a sus padres para preguntarles qué hacía y le
dijeron que me leyera la Biblia”).
Su mundo es de un tormento impresionante convertida ella misma en una
atormentada por sentimientos que no puede entender o tolerar, como el odio
( “sentía como un odio a Dios... Mi padre me dijo: ”Yo sé qué tuviste y te lo voy
a sacar”). Lo atormentante se enlaza a una atmósfera de agobio y de lo
imposible de resolver (“Ahora siento que éso está adentro mío y no se fue” )
que consolida una escena de indiscriminación (“Mi padre me hizo un
exorcismo, me dijo yo no te voy a dejar que te haga daño , porque yo ya viví
ésto, y mi hermano también y sé que hace odiar a las personas; yo ya viví ésto,
y mi hermano también” ).
196
Lo importante en esta cultura parece ser el sometimiento ( “Entró mi madre y
me pegó un cachetazo y me dijo :”Dejate de embromar”) y el arrepentimiento,
a lo que A. se niega empecinadamente ya que es capaz de decirles a los
padres : “El problema es de Uds. , Uds. me están volviendo loca”. En ese
punto de verdad, de confrontación (Winnicott,1972 ), se confirma sin embarbo
para esta familia la “locura” de A. La misma espera su arrepentimiento 80, el que
parece que nunca llega .
Probablemente su rechazo a la Biblia y la Iglesia (“Y yo dije : A la Iglesia no ;
sentía como un odio a Dios...” ) es la única forma que le queda de rechazar lo
patógeno de esta familia, patógeno que está normalizado por el contexto social
La solución estructurante de confrontación generacional está coartada, ya que
el odio aparece como una posesión demoníaca y no como una emoción válida
(“Mi padre me dijo que me estaba separando de toda la familia”).
Los padres se descontrolan y discuten, el hermano se descontrola e insulta,
A. se descontrola y se transforma ( “me retorcía en la cama y me tapé así
[gesto de balancear la cabeza] y se me abría la boca sola y gritaba fuerte” ).
Toda la estructura familiar parece estar permanentemente en una situación de
borde, donde lo nuevo es temido como generador de situaciones
incomprensibles.
En este punto lo adolescente ya no se semantiza como crecimiento o posible
crisis, sino como que lo controlado o descontrolado.81 A. sufre una regresión y
se empieza a hamacar asumiendo un rol de chivo expiatorio ( Pichon-Rivière,
1981), (“empecé a hamacarme y empecé a decir: Me voy a matar y así se
acaba el problema de todos”) que la transforma en la responsable de lo terrible
que acontece. La única solución pasa a ser su extinción, su desaparición o la
muerte. Y si ella no lo hace, lo hará el padre, el que la amenaza en tal sentido
(“mi padre dijo: dejá de llorar porque te voy a matar “).
Este padre, incapaz de sostén ni ayuda, aparece con un extraño poder : “mi
padre trajo una cruz y me decía: Pedile a Dios que te saque éso de adentro. Mi
padre me tocaba con la cruz el cuerpo y yo gritaba y según mi padre me lo
80 Foucault (Couzens,1988) habló de la confesión como un dispositivo, al cual probablemente se le une el acto del arrepentimiento .81 Para Gaspari (propuesta de Curso 2005 sobre Adolescencia en AAPPG) si pensamos que desde la modernidad el ideal es el de un sólido adulto, el adolescente pasaría a ser alguien medio blando o medio duro o que se está endureciendo. Más allá de lo ingenioso del juego de palabras, en esta realidad ya no se aplica nada que tenga que ver con “medios”. Por el contrario es el reino de los “extremos”.
197
sacó”. Este sacar y poner remite a cierto poder sobre el cuerpo de su hija, que
podría hacer pensar en algo de lo incestuoso y lo indiscriminado. Su
desconfianza de algún pacto “secreto” entre la hija y el demonio hace que me
pregunte si no está celoso de que sea el demonio y no él, el que posea el
cuerpo de su hija...
Este padre poco o nada puede sostener un marco de ley, incentivando estos
sentimiento de desconfianza y paranoia generalizada: A. está bajo el control del
padre o está bajo el control del demonio o está bajo el control de hechicerías.
El padre queda fijado a un rol invasor y desorganizante. Mientras que en este
caso las mujeres –madre ,abuela- pueden introducir lo que tiene que ver con lo
psicológico, los hombres –padre- abuelo – insisten en lo loco y la brujería (“mi
abuela decía está mal ,hay que llevarlo a un psicólogo y mi abuelo decía, no,
yo no lo quiero y él empezó a hacer brujerías” ). Al contrario de lo que se
supone, que es del lado del padre que se espera algo que tenga que ver con la
norma y la regulación, ésta sin embargo proviene del lado de lo materno.
De esta manera, A. no es que haga regresión en el grupo (Anzieu,1986 ,
Kaës, 1977 ) sino que vive en una regresión permanente, en relación a que su
contexto social ya es altamente regresivante. Cuanto más heteróclitamente
(Castoriadis, 1982) se construyen estas subjetividades, más surgirán teorías
que involucran al satanismo, brujerías, hechizos82.
Una característica de este contexto regresivante parece relacionarse a la
instauración de objetos omnipotentes (de tipo idealizado–persecutorio, propios
de la fase esquizoparanoide de Melanie Klein [Baranger,1971] ), dentro de una
cultura donde – a diferencia de lo que señalaba Durkheim (Nisbet,1996) – no
hay pasaje de lo sacro a lo profano, sino convivencia entre ambos tipos de
mentalidades.
Sería muy fácil (y tranquilizador) afirmar que A. es una psicótica
Efectivamente es una adolescente grave (Gutton,1993), pero este material
revela mucho además de una cultura por demás perturbante. En A. existe sí
algo profundamente desorganizado, tanto como refleja lo “loco” del mundo que
la rodea. Es una cultura donde se está “esperando” con ahínco y también con
necesidad, de que aparezca cada tanto un endemoniado. La diferencia con
82 De allí que cualquier gesto o comentario de los terapeutas, que pueda ser interpretado como que A. está loca o que efectivamente está poseída por el demonio, puede ser absolutamente catastrófico.
198
otras épocas pretéritas, es que estos nóveles endemoniados tienen más
posibilidad de terminar recibiendo una benzodiacepina ( diazepam ) ( lo que
demuestra la supervivencia de los sistemas expertos [Giddens,1997] ), que ser
quemados en la hoguera...
¿Cuál es el tipo de dolor que tramita A. ? ¿Es un estatuto de sufrimiento
masoquista, se trata de una identificación con el agresor o es dolor por una
imposibilidad de generar distancia y diferencia ? Quizás es algo de cada cosa
nombrada . A A. le gritan, la exorcizan, la amenazan y la medican y con cada
una de estos procedimientos es como que algo de su subjetividad se va
perdiendo y “desapareciendo” .
Los vínculos parecen reflejar situaciones ominosas. O la gente esta poseída
o está en una situación de amenaza o de peligro con otro (“Mi padre odia al
hermano porque volvió loco al padre”). Pero vínculos que tengan que ver con la
tolerancia y el diálogo están absolutamente fragilizados. De esta manera, el
límite o la diferencia entre realidad e invención de la realidad, entre delirio y no-
delirio, se pierde de forma abrupta.
Asimismo se pierde la frontera entre lo visible y lo invisible, entre la
dimensión cotidiana y la alteridad. Es un mundo donde está todo presente,
donde colapsa el “como si” y el “si”, donde imaginar algo es concretizarlo,
donde los sueños se tejen fuera de los bordes tranquilizadores del sueño.
Es interesante destacar su “confesión” de que nada de ésto lo ha contado al
psiquiatra en el Comité de Recepción. Es un dato que se repite en otros
jóvenes y que refiere a una especie de self verdadero que está absolutamente
clandestinizado -self clandestino- y que “aparece” en momentos muy puntuales.
Probablemente para que el psiquiatra no la trate de loca, no le cuenta nada de
las brujerías y le repite el discurso materno : ella está bajo diversas presiones y
crisis.
Hay que reconocer que los pacientes, en realidad, no son ingenuos ni tontos
y que se han hecho especialistas en conocer el poder del psiquiatra, por lo que
para eludir cualquier tipo de internación, modifican –consciente o
inconscientemente- su relato. A. es una paciente que lo admite, pero otros
cientos de pacientes nunca lo harán, contando lo necesario para obtener su
alprazolam, su fluoxetina o su quetiapina. La desconfianza que tiñe su entorno,
continúa tiñendo transferencialmente la relación con el técnico .
199
De cualquier manera si A. puede contar estas escenas de horror, es porque
siente confianza en el grupo, espacio donde no está “ presionada” como en sus
estudios. Su opción de subjetividad es : yo soy loca o estoy endemoniada,
prevaleciendo una estructura de tipo binario donde no hay opciones terciarias.
(Bleichmar,1981) (Green,1987). O una cosa o la otra. La única opción ternaria
está en el grupo terapéutico. En otras estructuras sociales siempre hay un tío
con el que se puede hablar, un abuelo, una abuela, un padrino. Acá A. nos
revela que no hay con quién hablar : todo remite a lo diabólico y los
exorcismos.
De allí que la opción terciaria (Green,1987) está garantizada por el grupo y
nada más que por el grupo. El grupo facilita una estructura del sentido (Fonagy,
2000), ya que la estructura de mentalización que ya he descripto, busca
plantear los sucesos de forma contraria a la cultura evangélica: las cosas no
pasan por pecado, por caída, por tentación, por redención. Las cosas se
relacionan a estructuras mentales y vinculares, por un sentido, por motivación y
necesidades. En ese punto, efectivamente, la cultura que introducimos
terapéuticamente es anti - evangélica.
Desde nuestra cultura terapéutica estar conflictuado no implica estar loco o
endemonizado. Pero en la cultura que estos jóvenes representan sí, con lo que
la crisis adolescente necesariamente se va a semantizar como locura o
posesión. Casi como que se vuelve al medioevo, donde la rebeldía persistente
de un joven implicaba su arresto83, su muerte 84, o el estigmatizarlo en
connivencia con el demonio...
83 “(...)las lettres de cachet de familia son confirmación de la autoridad paterna por el poder real...Rey y padre se asocian para que la familia logre su armonía con los demás y para que reine la tranquilidad pública” (Ariès-Duby v. VI,1990: 208). “Cuando el honor de una familia queda gravemente en entredicho por las faltas manifiestas de uno de sus miembros (hijo pródigo, esposa libertina ,marido borracho) y la amonestación del comisario no sirve para nada, esa familia puede poner una denuncia formal contra el nocivo individuo y pedir que se le juzgue y que se le castigue públicamente(...)le incita a no reincidir jamás” (Ariès-Duby v. VI,1990: 200-204).
84 “El que insulte a su padre o a su madre, será condenado a muerte” (Exodo 21,17) ; “El que mira a su padre con desprecio y se burla de su madre anciana ,merece que los cuervos le saquen los ojos y que las águilas lo devoren” (Proverbios 30,17) ; “Si alguien tiene un hijo desobediente y rebelde, que no hace caso de lo que le dicen sus padres, y que ni siquiera cuando lo castigan los obedece, sus padres deberán llevarlo ante el tribunal de los ancianos de la ciudad ,y decirles :”Nuestro hijo es desobediente y rebelde ;no nos obedece en nada ,es un pervertido y un borracho. Entonces todos los hombres de la ciudad lo matarán a pedradas. Así acabarán ustedes con la maldad que haya en medio de su pueblo y, al saberlo, los israelitas sentirán temor” (Deuteronomio 21,18-21). Por último recordemos la rebeldía protagonizada por Coré, Datán, Abirám, descripta en Números 16 (1-35):culmina con la extirpación de aquéllos, esta vez no por lapidación ,sino por su caída al mundo de los muertos (el sheol ).
200
Dicho desde otra perspectiva, ¿cómo nos aseguramos que estos jóvenes
tan imbuidos de cultura evangélica, puedan tolerar la situación terapéutica, sin
pasar por un proceso de violencia secundaria (Aulagnier, 1975) o por un
desborde pulsional que puede volverse insoportable ? Pregunta que me lleva
a ésta otra: ¿es importante que A. sepa lo que piensan los terapeutas del
demonio y lo demoníaco? Recapacitemos en qué puede beneficiarla el
mantenimiento de una cultura de la neutralidad absoluta o el que se le ofrezca
una opinión sincera, escuchando a adultos para los cuales el demonio no
necesariamente es el causante de las desgracias que ocurren. Indicarle –por
ejemplo-, directamente, y no en términos neutros, que a veces la gente está
mal y no por éso tiene que estar poseída por el demonio ni estar loco.
Enunciar que los coordinadores no creen en el demonio implica que el
terapeuta no puede ser un evangelista en el grupo. Si el demonio “aparece”, el
peligro es que el en el grupo se evangelice, perdiendo el “como sí”
fundamental para nuestro trabajo. Se trata de no generar violencia secundaria
(Aulagnier,1975) entre integrantes ni entre los coordinadores, tanto como de
preservar un borde que permita conservar una diferencia fundamental entre el
adentro ( del grupo ) y el afuera (social) .
Se discute sobre si la adolescencia implica el dolor por una falta de
anudamiento de los distintos planos de la existencia. Pienso sí que el lazo
social está fragilizado, pero eso no quiere decir que haya desanudamiento ya
que paradojalmente la fragilidad del lazo social lleva a una hiperadaptación,
que es lo que llamo mesianismo exacerbado. Desde otro punto de vista
también se ha presentado la adolescencia como trabajo inaugural, el cual no se
percibe aquí, ya que todo lo que puede aparecer como inauguración de
adolescencia se endemoniza . Es una cultura en la que no hay adolescencia
posible por el temor a lo nuevo .
Estimo necesario recalcar que en el campo de las ciencias sociales y clínicas
tenemos que ir enriqueciéndonos con instrumentos que permitan comprender e
intervenir en el entorno en el que vamos a trabajar. El problema es mantener
estructuras explicativas que son anacrónicas o inadecuadas. Es lo que he
desarrollado como el peligro frente a una cultura que es religiosa neo-
evangélica.
201
Dios puede estar desterrado de nuestros dispositivos, pero sobrevive
culturalmente en la cotidianeidad de mucha gente. Sin embargo la herramienta
comunitaria sobre la que generalmente se insiste, son las llamadas redes,
procesos de autogestión y prácticas de participación, consolidando una visión
profana que descuida en mucho a lo que sucede dentro de una cultura sacra
evangélica.
Nuestros dispositivos son racionales, tienen objetivos, consolidan medios, se
engarzan a procesos que se retroalimentan permanentemente, mientras que la
cultura que describo corresponde a una realidad sacra. Hay aquí un especial
entronque con lo que llamo mesianismo exacerbado, en tanto que al igual que
lo neo-evangélico, refleja una estructura de cuidado. El neo-evangelismo cuida
las almas, así como los adolescentes cuidan a sus padres y a sus casas. La
casa en un caso, el alma en el otro, se transforman en el significante de aquéllo
que debe ser cuidado y de lo cual no se puede dejar de pensar y estar alerta.
Esta actitud de alerta, implica un estar preparado para lo inminente, ya que lo
peor puede pasar en cualquier momento y se debe evitar.
Un ejemplo de cultura sacra es cuando estos jóvenes no quieren enunciar
determinadas palabras, por temor a que se concreten ( o viceversa). Enunciar
algo a través de la palabra se convierte en un acto mágico que modifica
mágicamente la realidad85. De esta manera lo que está mal se relaciona a
palabras que no se deberían haber dicho, o pensamientos que no se deberían
haber pensado. Situación que conlleva a un empobrecimiento psíquico, con
acentuación del control omnipotente y de los sentimientos de culpa .
Este sentimiento de culpa quizás surja desde lo profano mismo, ya que
aunque no lo puedo asegurar, creo que estamos en definitiva ante procesos
mixtos. Si así fuera se trata de una modalidad nueva de cultura donde se
entrecruzan lo sacro y lo profano. No hay sucesión como en Durkheim
(Nisbet,1996) o Compte (Abbagnano, 1963 ) sino que está todo entremezclado
o es simultáneo.
Hay que destacar, para explicar su difusión, que la presencia de la cultura
evangélica está bien acoplada a la cotidianeidad de estas poblaciones,
impregnadas del imaginario de la “catástrofe inminente “ neoliberal. Su accionar
85 Consúltese en tal sentido el episodio entre David y Semeí hijo de Guera ( 1 Reyes,2: 8-9).
202
no se reduce por eso sólo a los domingos, sino que es periódica y frecuente.
Indudablemente ralacionada al neoliberalismo, el neo-evangelismo retoma
temas que propicia el neoliberalismo, modificándolos cuando así lo cree
necesario.
La iglesia evangélica no supone implícitamente que existe un fondo social
que la antecede, sino que ella misma se erigen en ligadura social privilegiada.
Aparece no sólo como un simple concurrir a la Iglesia sino garantizando una
presencia ante el creyente, al que se otorga en definitiva un lugar de inclusión
social. Los evangelistas llaman todo el tiempo a sus feligreses, se preocupan
por ellos no si no van a su Iglesia, los cuidan y reconfortan.
Pero al mismo tiempo atacan y denostan a los no-feligreses, los no-adeptos,
primando lo que Bion (1979) llama “supuesto básico de ataque y fuga”: aliados
versus enemigos. No hay lugar ni para el otro, ni para la alteridad, ni para la
diferencia(Birman,2001). Todo lo que implique alteridad, diferencia, quiebre, se
vivencia de forma catastrófica, por lo que la iglesia evangélica restablece el
orden, el equilibrio, el espacio cerrado de lo conocido y endogámico. Dicho en
una frase:” pertenecemos a un espacio donde muy pocos pueden entrar,
porque somos los elegidos del Señor ( y los adversarios irrestrictos del Diablo).
En rigor no se trata estrictamente de “enemigo “ que pueda pasar a la categoría
de “amigo”, sino de “extraño” (Bauman,1999) porque acá no hay lugar para una
posible reconciliación.
La cultura neo-evangélica, en este sentido, no creo que tenga que ver con el
perdón, sino con la expiación o la ley del talión. Todo es una lucha permanente,
un estar atento, un incentivar la paranoia a grados extremos. Los vínculos se
viven en el orden del resentimiento o la decepción, donde “malo” es todo
aquello que decepciona. La decepción entonces ya no es la oportunidad para
repensar vínculos, sino un punto de no retorno, incentivando un funcionamiento
mental vía yo ideal. O se tienen los máximos atributos y se es
incondicionalmente aceptado, o no se tiene nada ocupándose un espacio
negativo (Bleichmar,1981).
Este Dios no está para establecer castigos frente a las faltas en relación al
juicio final y la vida de ultratumba. Se relaciona en cambio con que lo bueno y
malo se paga en vida, por lo que se trata de un dios que castiga o gratifica de
203
inmediato. Hay una necesidad de lo inmediato, porque no se puede investir el
futuro. Todo es presente y eso es lo que garantiza la iglesia neo-evangélica.
Predomina entonces una estructura de expiación y de expulsión de lo
demoníaco. La falta aparece cometida por el Diablo que la induce. Se retorna
entonces, a toda una mitología propia de las capas más arcaicas y antiguas del
Antiguo Testamento.
Así, todo lo que pase tiene que ver con la presencia de lo divino (dios-diablo),
saturando el espacio de la cotidianeidad. Las cosas ocurren bajo el orden de lo
causal divino ( “si Dios lo permite por algo es”), predominando el orden de la
resignación. Si los caminos de Dios son insondables, el camino hacia Dios
eclipsa o clausura toda posibilidad de un dispositivo enigmático.
Como en el neoliberalismo las cosas son como son: incomprensibles e
instituídamente imposibles de cambiar . Si el diablo es al menos un intento de
explicación se garantiza que la Iglesia Evangélica permanezca como respuesta
frente a esto incomprensible.
Para terminar quisiera señalar que obviamente estoy describiendo un
fenómeno que es ciertamente más complejo de cómo lo puede presentar una
lectura psicosocial o antropológica (Machado, 1996). En este sentido podría ser
tomado como un intento de poner un orden, en el caos de una vida signada por
la miseria y la violencia, al centrar el mismo en el demonio, como si éste fuera
un dispositivo de intensidad emocional y de defensa, que como chivo
expiatorio, sea compatible com la intensidad del impacto causado por la
violencia social (Vasconcelos, comentario personal).
CAPITULO IV
UNA PROPUESTA DE DISPOSITIVO TERAPEUTICO DE GRUPO,
204
EN LA CLINICA DEL ADOLESCENTE.
IV.1- El grupo como dispositivo de encuentro y resiliencia
Desde la teoría psicoanalítica de grupos (Bernard,1991), lo que lleva al
sujeto a los conjuntos es un estado de desamparo. Para Laplanche-Pontalis
(1981) el desamparo primario (en alemán : ‘hilflosigkeit’) remite al estado del
lactante que, dependiendo totalmente de otra persona para la satisfacción de
sus necesidades.
En este sentido Marcos Bernard (1991) acota que este estado de
desamparo es el que empuja al sujeto al vínculo. La madre, en principio y el
grupo después, son los encargados de llenar -incompletamente- la falta que
inaugura el nacimiento. Bleichmar por el contrario sitúa al sentimiento de
impotencia/desvalimiento en relación a “la convicción de que no se tendrá el
poder o los recursos personales para llevarlo a buen fin” (Bleichmar,1997: 132).
De esta manera podríamos pensar que existe al menos en un registro inicial
una equivalencia entre lo grupal y lo materno, pudiendo surgir en sus
integrantes, por el hecho mismo de la inserción grupal, una sensación de
seguridad, de explayamiento, de reafirmamiento narcisista. Se concreta un
sentimiento de poder hacer, de poder ser, de poder realizar. Lo grupal se
transforma en la “reconquista” de un espacio narcisista valioso y poderoso.
Es lo que, desde otro ángulo, René Käes (1977) describe como archigrupo,
en donde el cuerpo individual es transfigurado por el cuerpo grupal triunfante.
El grupo se transforma en origen y fin: ya nada más se necesita pues en él se
concentran todos los poderes imaginables (Anzieu,1986). Esta dimensión
fantasmática es inseparable de una sensación de euforia y expansión
traduciendo la convicción de que ese espacio es el mejor de todos y que
además debe ser inmodificable y eterno. Es lo que Anzieu (1986) llama ilusión
grupal. Por esa participación fusional se exige a cada miembro la igualdad, por
lo que Freud (1921) señala que en la masa los individuos se comportan como
si fueran homogéneos.
La permanencia de esta igualdad es una de las funciones de la ideología.
Para Kaës (1994), la ideología “justifica” y “explica” el por qué hay que
renunciar a lo distinto y ”aplastar” el fantasma individual a favor del fantasma
205
grupal. Se trata de normas, teorías, proyectos que “tapan” cualquier falta
ofreciendo una elaboración secundaria racional y coherente que permite
“explicar” la necesidad de mantener un conjunto homogéneo sin disidencias ni
“herejías”.
Se percibe que la ideología es inseparable de la percepción de un “afuera”
donde hay grupos-enemigos: aquellos que no se ajustan a la ideología. Base
del sentimiento de ataque-fuga (que Bion [1979 ] presenta como una de las
fantasías protomentales de lo grupal), que se articula en el sentido que el
grupo es inseparable de otros colectivos : se necesitan mutuamente como
base de una identidad construida por contraste, oposición, comparación o
ataque.
Se consolida lo que Käes (1977) llama Aparato Psíquico Grupal, ficción
eficaz que permite la ilusión de la existencia efectiva del grupo como un
conjunto que está más allá de, y que se impone a sus integrantes, inserto en
una identidad isomórfica (por predominio de equivalencia e indiferenciación
entre el uno y el todo).
¿Por qué se acepta esta exigencia de “renuncia” a aquello en lo que uno se
diferencia del otro? :
El sujeto teme no tener un lugar en el conjunto, que como hemos
descripto (...)representa la esencia el cuerpo materno (...). La angustia
de no asignación explica por qué un sujeto está dispuesto a someterse
a las exigencias, a veces crueles, de una inserción grupal: el lema sería
“aceptas este papel, o no habrá ninguno para ti” (Bernard,1991: 101).
Aquello que se debe rechazar para que haya grupo es lo que Käes presenta
como pacto denegativo, alianza o contrato, que asegura mantener como
reprimido , impensable e irrepresentable, todo aquello que vendría a poner en
cuestión la formación y el mantenimiento de ese vínculo (Missenard,1991). Lo
esencial al grupo en su constitución ya no está en su adentro sino en un afuera.
Sin desmerecer los desarrollos reseñados, creo que el espacio del grupo es
también escenario de otro tipo de situaciones. Aquello esencial a él no está en
otra escena sino en la misma escena de lo grupal. En esta dimensión ubico la
experiencia de intimidad:
206
Considero que es en la experiencia de intimidad ,donde se solidifica la
historia grupal y la historia de cada integrante . El registro de lo
fusional, no alcanza a dar cuenta de cómo lo ajeno se vuelve tolerable,
y lo semejante permite lo intersubjetivo. Tomo “intimidad” como
experiencia de encuentro con el otro en tanto distinto. Para Bleichmar
“El placer en el sentimiento de intimidad, [por lo tanto está claramente
diferenciado intimidad de apego]86, que produce el encuentro con el
otro, [ recalco “encuentro” con el otro, no proyección sobre el otro], es
una motivación adicional para el apego que no es reducible ni a la
sexualidad, ni al sentimiento de protección de la autoconservación, ni
tampoco a la valoración en el área de la autoestima, narcisismo, o a la
regulación psicobiológica( Bleichmar,1999: 3)” (Klein:2003:175 a 178).
De esta manera entiendo que el grupo es un triple espacio de :
replanteamientos , nominaciones y encuentro .El adolescente replantea
aspectos de su psiquismo, los reconstruye, los re-ensambla (...)la tarea
de nombramiento, [se refiere] a que el adolescente tiene especial
dificultad en saber qué le pasa [con lo que se busca] la instauración de
una función reflexiva( ...)En lo que llamo encuentro (...) lo fraterno ya no
remite a la rivalidad mortífera y parece tomar características de sostén y
apoyo dentro de una fraternidad solidaria(...)Confianza en el terapeuta y
en el grupo terapéutico ,confianza en el otro ,lo que me parece que es
previo a, y sustento de la transferencia. (idem: 95-96).
Estas características son las que aparecen en el material clínico que se
ofrece a continuación87 :
(Comienzo de la sesión en un clima de angustia)
A. - Cuando estaba papá teníamos todo. Hace un año que como arroz,
sólo arroz. Ahora hace un mes que paso hambre...(irrumpe en llanto.
Los demás integrantes del grupo se acercan a ella y la acarician).
86 Entre corchetes, comentarios que me pertenecen.
87 Cabe señalar que este material clínico, así como muchos de los comentarios que le siguen pertenecen a un trabajo previo: “Sueño verde: Una reflexión institucional en el trabajo con adolescente hoy”, realizado junto a Perelman, J; Palermo, A. y Palermo S. para las XII Jornada Científicas de Psiquiatría, Montevideo, Noviembre,2002.
207
B.- Pero yo también, en mi casa pasamos hambre y vamos a buscar la
canasta en San Pancracio.
C.- Yo voy al comedor de Inda , ¿por qué no vas ahí?.
A.- Pero a mí me da vergüenza ir al comedor, creo que hay otros que
necesitan más porque no ganan nada por mes, no puedo ocupar un
lugar que otros necesitan más.
M.- Mi madre me deja $30 por día. Si ella hace las compras, sé que
vamos a comer galletitas y mate y yo trato de adelantarme a ella y
conozco los precios de todo el barrio. Recorro todo mi barrio para poder
cocinar una comida que tenga más alimento. Me ha pasado de soñar
con acelgas ,sueño en verde...
(L. cuenta que cuida dos niñas, que no le pagan hace meses por este
trabajo, pero que no las puede dejar porque las quiere mucho y que
estas niñas ya no conocen lo qué es la carne y las verduras): En mi
casa somos siete a comer y hay que hacer un paquete y medio de
fideos. Yo voy a la feria y la otra vez encontré una oferta de 3 kg. de
papas por $20.Muy contenta lo conté a mi tía que estaba en mi casa, lo
escuchó y quería ir con su esposo en seguida a comprar ella lo mismo.88
A. es una adolescente 18 años que mantiene en el grupo una actitud
contemporizadora y comprensiva de las situaciones problemáticas de los
demás integrantes. Dicha actitud se repite en el ámbito familiar. Perdió a su
padre hace cuatro años, deteriorándose la situación económica de su familia a
partir de dicha muerte. El deterioro económico, la muerte del padre y el
derrumbe de sus posibilidades de compensar la problemática familiar a través
de su mesianismo exacerbado, le generan un estado de angustia y de
impotencia, que el grupo siente como un desvalimiento al que busca contener.
Desde este acercamiento, los otros le muestran que también sufren, pero
que buscan soluciones. El espacio grupal despliega una red de conexiones que
habilitan el poder actuar, para poder salir de la inmovilidad y el sentimiento de
impotencia, rescatándose la importancia de poder compartir recursos yoicos
que permitan una acción eficaz.
Esta situación de desamparo, que es compartido por el grupo y los
terapeutas, contextualiza y refleja una situación social que despierta intensa
88 B. y C. son varones, A. L. y M. son mujeres.
208
angustia y perplejidad. Lo social como crisis inunda el grupo ( el padecer
hambre sin saber cómo encontrar alimento ) perdiéndose la distinción entre el
adentro del grupo y el afuera social, desdibujándose la posibilidad de un
espacio transicional. Lo social está demasiado presente e impide la posibilidad
de su transformación a nivel simbólico, por lo que se anula lo intersubjetivo y
surge lo transubjetivo como modo de funcionamiento .
Hay que tener en cuenta que el rol y la función del terapeuta se relacionan
siempre a un contexto social, lo que se redobla especialmente en situaciones
donde el acontecimiento real debe ser tenido en cuenta (no puede obviarse),
tanto como las fantasías puestas en juego en el grupo, las relaciones de objeto,
los movimientos transferenciales.
Pero en tanto esta realidad social ya no es “código a interpretar “ sino “texto
impuesto“(Fernández,1989), se genera una modificación sustancial. Esta
aparición de lo social ya no atraviesa al grupo, sino que se enquista en él,
portando las marcas de lo catastrófico, al irrumpir con una fuerza que pone en
juego nuestra capacidad de contención y de pensamiento (Kaës,1993).
El grupo terapéutico parece ser el único lugar que les queda a estos
adolescentes para “angustiarse” y para que este desamparo pueda ser
enunciado como tal. En el grupo se articula una estrategia de encuentro,
apoyo y solidaridad pero además –al mismo tiempo -, la esperanza de que hay
un tiempo en que este desamparo se pueda revertir. El holding y la
renarcisización permiten una operatoria de cubrimiento de desgarros psíquicos
muy primarios, que se acompañan de una intensa regresión.
Se hace fundamental la posibilidad de mantener el contacto corporal y el
armado de una escena psicodramática que permita elaborar lo catastrófico
para transformarlo en material psíquico disponible, pasando de la no-palabra a
una palabra de resguardo y acción. Esta intensa continentación, si bien recrea
la unidad dual madre-hijo, revela también una alianza fraternal de ayuda
imprescindible, desde un otro que es semejante y eficaz en su ayuda.
La situación de hambre ya no se reduce a hablar de él, es aquí pasar
hambre, tener hambre en la sesión. La sobre-presencia de lo corporal, que no
puede ser transformado en material psíquico, genera una resistencia de pasaje
del soma a lo psíquico, lo que implica una sobrecarga de lo fisiológico.
209
Ante esta situación no puede sino fisurarse el encuadre de trabajo, el que es
concebido desde el psicoanálisis para generar condiciones de surgimiento de lo
fantasmático tal como lo presenté a propósito de Bernard, Anzieu, Kaës. Algo o
mucho del encuadre grupal, se muestra súbitamente inadecuado, lo que se
podría expresar de esta manera : ¿ desde qué encuadre se trabaja el hambre?
La persistencia de sueños referidos a comida, ya no puede ser relacionado
(a riesgo de caer en lo ridículo) a situaciones de fijación oral. Dicho de otra
manera: no se trata de un material reprimido en el inconsciente sino una
situación de nada, de vacío. Esta “nada “ remite a un desapuntalamiento de
zonas del aparato psíquico y en realidad a otra cuestión que es esencial. Toda
la teoría de la regresión y de los fenómenos fantasmáticos en grupo, reposa en
que siempre –aún desde lo regresivo-persiste un aparato psíquico funcionando
y con capacidad de sostener y generar determinadas fantasías. Es un modelo
de grupo y psiquismo que se anudan coherentemente desde la modernidad
keynesiana, con el hecho de que ésta no concibe al “hambre “ como centro
sino como accidente.
Pero desde el neoliberalismo la pauperización hace que, para grupos
sociales significativos, la situación se invierta: el “hambre” es centro y el
accidente es comer. Desde allí cambia el modelo de construcción de
subjetividad y de adolescencia. Los adolescentes se ven enfrentados a una
situación de sobreadaptación frente al fracaso social cumpliendo una función
organizadora y protegiendo a esos adultos inmersos en lo que caractericé
como estructura de padres agobiados. A. organiza, allí donde los adultos que
la rodean se ven imposibilitados de enfrentar intensos sentimientos de
desconcierto e incertidumbre. Son adultos que ya no pueden cumplir
determinadas funciones, tradicionales en otra época, con lo que la familia se
fragiliza en proveer un espacio de ayuda y ser guía de integración a la sociedad
Se deben desarrollar alternativamente estrategias de supervivencia que
implican sin embargo, el desactivamiento de determinadas formas de
funcionamiento mental, especialmente las referidas a la transgresión y la
confrontación, es decir, aquellas referidas a una subjetividad adolescente, las
que se siente que pueden obstaculizar las estrategias referidas .
Se podría pensar que los procesos de autonomía están incentivados. Pero
desde estos conflictos sociales, angustias vitales de supervivencia,
210
empobrecimiento y caos familiar, quizás términos como “autonomía” ya no
describan a ciencia cierta determinadas situaciones, tal como lo hacían
antaño.
Lo que hace válido preguntarse cuáles son los recursos terapéuticos que
deberíamos implementar, buscar o generar. Un punto fundamental es entender
que frente a lo amenazante que portan, se debe sostener un marco de
seguridad y resguardo. Situación que en el próximo capítulo presento como
operatoria de “injertamento” y “grupo-bastión”. Como ya señalé, el grupo es un
espacio al cual pueden retornar cuando así lo deseen, remedando situaciones
de pérdida permanente, consolidándose un modelo de funcionamiento frente a
la crisis social con un andamiaje eficaz de intercambios grupales. Este poder
dar y recibir, con acentuamiento del modelo de fraternidad, desarrolla
estrategias de autogestión.
LO COLECTIVO DESDE EL NEOLIBERALISMO
Quisiera rescatar las ideas de un teórico de lo colectivo (Olson, 1992)
buscando contrastarlas con las situaciones que aparecen en el material clínico
ya descripto. Para Olson el egoísmo es lo que explica las agrupaciones. Sus
ideas apuntan a establecer un esquema referencial claro, ordenado y racional
que pueda dar cuenta del por qué de la participación de la gente en los
distintos tipos de grupos. A su entender el altruismo es excepcional y lo que
prima es el egoísmo.
Definiendo a la persona como racional y egoísta, este autor establece que en
el grupo no se actúa voluntariamente, por lo que se necesita entonces, de
coacciones o incentivos. Existen incentivos selectivos para aquellos que se han
unido a la organización. Estos incentivos -negativos o positivos-89 , son los que
hacen que la fuerza potencial del grupo pueda realmente ser utilizada. Se
podría decir que estamos ante un sistema de control conductual de estímulos –
respuestas donde lo que importa es la capacidad de establecer la certeza de
que en la ecuación costos–beneficios, el grupo asegura por menor costo un
mayor beneficio.
Cada persona considerará el beneficio o la pérdida individual derivados de la
compra de cantidades diferentes del bien colectivo. Dicho de otra manera, si el
89 Esta denominación recuerda obviamente a un esquema operatorio conductual.
211
colectivo no logra a mediano plazo ‘logros’, conquistas, beneficios, corre el
peligro de que sus integrantes deserten, decepcionados o ‘fatigados’. De allí la
analogía con un mercado competitivo. Cada organización compite en el
mercado de costos-beneficios para sus asociados, pero también podría
pensarse que cada organización compite entre sí para conservar a sus
integrantes.
Pero para Olson siempre unos harán más y recibirán menos. No hay pues
igualdad, ni posibilidad de igualdad, en los grupos. Es imposible que un grupo
sea igualitario. Lo peculiar es que el autor considera que no es que una minoría
“explote” a una mayoría. Por el contrario hay una tendencia sistemática a la
“explotación” de los grandes por los pequeños. Este punto es especialmente
interesante. Se supone generalmente que la desigualdad podría tender al
dominio de la mayoría por unos pocos. Sin embargo para Olson son los
muchos lo que explotan a uno o a unos pocos, quizás traducible como una
crítica -implícita- a los supuestos “males” de la democracia, desde una óptica
conservadora . De allí que considere que el grupo pequeño es el lugar ideal de
participación, porque más que agrupalizar, confirma la individualidad de cada
uno de sus miembros.
Esta “deshumanización” de lo grupal lleva casi a considerar a las
organizaciones como luchas abstractas entre demandas e intereses,
anulándose la dimensión humana de lo grupal basada en –como vimos –la
capacidad de ayuda, el deseo y el entusiasmo. A lo sumo como afectos de
grupo, Olson haría resaltar el sentido de amenaza y desconfianza, es decir
aquellos sentimientos que se sitúan en la línea de lo paranoico. El interés por el
otro no es por empatía, sino para adivinar su ventaja posible a fin de anularla
dentro de un dilema parasitario: utilizar-ser utilizado. De esta manera el grupo
es un medio, jamás un origen o un fin.
Al predominar una racionalidad formulada en términos de costo – beneficio,
es como si entonces el grupo, lo colectivo, se regulara y autorregulara por las
leyes mismas del mercado. Esta perspectiva, que relacionaría con una visión
neoliberal del vínculo humano, implica la tendencia a quitar profundidad o
interioridad a lo grupal: nada hay dentro del grupo, sino que todo permanece
afuera del mismo, es decir: el mercado.
212
Olson refleja hasta tal punto la ideología del neoliberalismo, que substituye
la dinámica del intercambio por el de una deuda, al señalar situaciones donde
todos poseen interés en poseer un beneficio colectivo, pero no el costo de
obtención de ese bien colectivo. Deuda que puede relacionarse, desde mi
punto de vista, a la consolidación de una forma particular de substitución de lo
ciudadano por lo endeudado.
Sugiero que estos postulados neoliberales llevan a concebir al colectivo
según los supuestos de ataque y fuga (Bion,1979). Unos son enemigos de los
otros. Se triunfa o se pierde, por lo que la posibilidad de “encuentro”
intercambio y solidaridad están extinguidos90. Pero me pregunto si justamente
lo que muestra el tipo de material que presenté no verifica una tendencia
distinta : aquella que valoriza la posibilidad de ayuda, sostén, continentación.
En realidad, y a rigor de verdad, Olson no está describiendo grupos ( y con
él, el imaginario neoliberal ) sino agrupamientos, es decir aquellas sumatorias
de personas atravesadas por lo que Sartre (1967) presenta como aglomeración
(o serialidad). Una de sus características es que sus integrantes son
intercambiables y no fundamentales (Anzieu,1971), dentro de un campo social
que se caracteriza como de lucha contra la escasez (que bien podría ser una
recategorización del par costo-beneficio ).
La aprehensión ( casi la paranoia ) de Olson hacia los colectivos, hace
recordar lo que Anzieu (1971) describe como temor a lo grupal: todo grupo que
se aísla es un grupo que conspira o puede conspirar. En el fondo, se trata de
un imaginario que busca reemplazar al sujeto por un “engranaje”,
conviertiéndolo en una pieza desechable y de recambio.
Este temor a lo instituyente grupal hace que se lo desvalorice, describiéndolo
como si fuera una máquina o suma de engranajes y órganos. Cuerpo-máquina
a la manera de tejidos y órganos que es, al mismo tiempo -como ya describí-,
un Grupo–Máquina (Anzieu,1986), máquina impersonal y racional que como
metáfora del éxito, busca transmitir una eficacia racional en su existencia y un
logro de control hacia sus integrantes.
Racionalismo que disimula el temor a los colectivos, por la carga de
apasionamiento, entrega y creatividad que éstos implican. Sensaciones
difícilmente incluibles dentro de una organización economicista de la sociedad
90 Es lo que llamo en otro capítulo “ catástrofe inminente “.
213
catalogada u estudiada, desde términos como estabilidad, retroalimentación,
costos y ganancia.
PENSAR LO COLECTIVO DESDE LA RESILIENCIA
Al contrario que el grupo- máquina que alberga y recambia engranajes
(como señala el imaginario neoliberal ) el logro de la cultura terapéutica como
un espacio de resiliencia (concepto que explicaré enseguida), implica recurrir
a una actividad de funcionamiento mental cuyo eje es lo instituyente, en el
sentido de cambio y protagonismo.
La resiliencia como un espacio donde el otro ya no es depósito de una
identificación proyectiva masiva, sino un hacer con él, para poder repensar y
resignificar experiencias subjetivas y sociales de desvalimiento. Pasar de
ubicar al otro como marco, depósito, objetos de co-regresión (como señala el
psicoanálisis de grupo), a aceptarlo dentro de una experiencia de intimidad que
abre pautas de solidaridad. Esta posibilidad se relaciona a lo que enseguida
presentaré como grupo-cónclave e “injertamento”.
Pero debo destacar que la resiliencia no se relaciona generalmente a
condiciones terapéuticas ( Zukerfeld, 2003 ), sino a estrategias comunitaria
como ayuda en red y procesos de autogestión. No descarto este abordaje,
pero entiendo que la resiliencia es algo más que una coyuntura de
supervivencia comunitaria. Es también una forma de actualización de
imaginarios y actuación de fraternidad, esenciales a la sociedad.
Ubico entonces lo resiliente desde una teorización–dispositivo, que permite
enfocar los grupos terapéuticos en relación a cómo se gestiona la presencia
del otro en el grupo . Ya no se trata del famoso binomio que gusta de recordar
Kaës (1994) : “yo o el otro “ ; “yo y el otro “, sino otra modalidad vincular : “yo
con el otro”.
Este factor de resiliencia permite consolidar formas de autogestión y
protección frente a procesos de desvalimiento. Se me ocurre que es una
actividad intrasubjetiva e intersubjetiva que concierne al pasaje del untergäng
(desactivamiento) psíquico a un untergäng -aunque sea parcial- de
neoliberalismo.
LA RESILIENCIA Y LAS PRÁCTICAS SOCIALES TRANSFORMADORAS
214
Zukerfeld (2003) señala, desde un punto de vista psicoanalítico, que la
resiliencia se relaciona a la promoción de respuestas frente al hecho
traumático. Desde esta perspectiva es considerada parte de mecanismos de
transformación a partir de la adversidad, con capacidad de utilizar procesos
creativos inusuales.
Desde la violencia neoliberal, las experiencias del conjunto social derivadas
del terrorismo de Estado, de la exclusión socioeconómica, de la injusticia y de
la corrupción se han multiplicado generando condiciones de vivencia traumática
( ídem). Sin embargo y al mismo tiempo, las investigaciones constatan un
hecho interesante: el potencial de salud de los colectivos se sobrepone y aún
se fortalece sin que siempre se verifique vulnerabilidad y desarraigo extremo,
ante situaciones como las descriptas.
Así es posible considerar cómo prácticas sociales y grupales decisivas
habilitan un sentimiento de auto-confianza, de expansión del psiquismo, de
reconocimiento del otro desde un lugar solidario (Czernikowski, 2003),
contrapuesto a la cultura neoliberal desamparante, cuya expresión del otro es
“el enemigo” o el “peligroso”.
Se trata de salir de funcionamientos repetitivos sosteniendo situaciones que
no tenían previamente representación mental ni realidad social. Cabe entonces
pensar que el par creatividad-creación remite a un hecho fundamental: la
resiliencia a nivel social es indisociable de cambios en las formas de
relacionamiento con el otro. Lo que es a su vez, indisociable de un cambio en
la forma de relacionamiento con uno mismo.
Considero que estas tres situaciones implican un entrelazamiento entre la
transformación social, la solidaridad comprensiva (lo intersubjetivo), y el
investimento de lo nunca investido psíquicamente (lo intrasubjetivo). Esta
construcción colectiva no es sólo un decir, un relatar o un accionar. Tiene que
ver también con un trabajo fundamental de la memoria. Lo que en el grupo de
adolescentes aparece como “historia grupal”. Lo resiliente apunta a una
posibilidad de historización, de construcción de proyectos y porvenir entre
muchos donde al mismo tiempo, se sostienen fundamentos narcisistas
imprescindibles (Aulagnier,1975).
De esta manera creo que se genera la posibilidad de “anticipar” un porvenir,
es decir, construir una historia colectiva y personal simultáneamente. La
215
resiliencia no es sólo neutralizar el trauma social y personal, como indica
Zukerfeld (2003), sino que es también nombrarlo y unirlo a una historia que es
de uno y de todos. Es la posibilidad de reinstaurar un “poder” apuntalante
frente al “poder” de la violencia neoliberal; de rearmar un Yo desde el
Nosotros; de ofrecer indicadores de identidad; de reorganizar los conjuntos re-
articulando los vínculos que sostienen al sujeto ante situaciones de ruptura
catastrófica.
Como señala Kaës: “el grupo cumple, en las situaciones de crisis y
catástrofes, la mayoría de las funciones metapsíquicas “ (Puget,1991: 149). Se
trata de una restauración narcisista y del “establecimiento del placer del
funcionamiento psíquico” (ídem: 150) . Desde el apuntalamiento en lo colectivo,
el sujeto logra autoapuntalarse, recreando un continente psíquico capaz de
mentalización y de sentir placer en la misma “el grupo(...) mantiene el apoyo
vital sobre la creencia “ (idem).
Ubico entonces la resiliencia como una actividad de reestructuración
simultánea del sujeto y el conjunto, un investimento mutuo que contribuye a la
restauración de la realidad externa y la realidad interna, anudando tiempo
histórico y tiempo psíquico. Desde mi punto de vista es el pasaje de una
situación traumatógena a un trabajo pulsional dentro del conjunto, entendiendo
“pulsión” en el sentido (freudiano) de exigencia de actividad psíquica
(Laplanche-Pontalis,1981). Implica el pasaje de una escena cerrada y tanática
a otra, donde se libidiniza el cambio y el re-apuntalamiento en los conjuntos.
Relato que a su vez se basa en dos valores que cimientan resiliencia: la
solidaridad y la confianza:
Pero trabajo de la memoria y trabajo pulsional, son también trabajo de
reapropiación histórica: “La construcción de un discurso popular contra-
hegemónico significa la posibilidad de reapropiación o rearticulación(...)de tales
elementos interpretativos, dentro del proceso de lucha” (Vasconcelos,2000:
97).
Memoria colectiva participando “del trabajo de la construcción en la memoria
individual” (Puget,1991: 155), que produce y consolida un relato, una
construcción de uno y muchos, que reconstruye el pasado y genera enunciados
que jalonan un futuro: “A memória, na sua indissociabilidade da história,
desemboca, em reconstruçao engajada do passado, com papel fundamental na
216
organizaçao de grupos sociais heterogeneos na sua apreensão e reconstrução
de identidade (Rauter,2002: 103).
Vl.2- Repensando el marco de cultura terapéutica: Cuestiones relativas al
“injertamento” y al “grupo – cónclave”
Análisis del fragmento inicial de una sesión.
D. –(Plantea como se superan los problemas): Asumiéndolos ,tenés que
saber que están ahí.
N. –Supongo que hace falta algo más. Solo con voluntad no podés.
C. –Con valor, con valentía.
L. - No, según el problema. A veces se necesita ayuda externa.
G.- Tenés que estar dispuesto a querer ver los problemas.
D.- Aparte de la voluntad necesitás a alguien que te ayude.
G.- Acá cada uno puede hablar de los problemas que tiene.
N.- Sí, tenés la libertad para hacerlo. Yo más o menos. A veces contar
cosas me hace sentir mal. A veces no tengo drama ,pero es que yo soy
muy insegura.
D.- Acá podés decir si tenés un problema, en otro lado no tenés apoyo.
En tu casa tenés siempre miedo al reproche.
L.- Tenés razón acá te inspira más confianza. Claro que tenés que
tener tiempo para conocernos más, para saber lo que siente y piensa
cada uno.
N.- Yo soy desconfiada al máximo. Yo puedo confiar en que nadie va a
contar fuera de aquí, pero yo que sé...
L.–Hablan de un tema (se refiere a los adultos) y se callan lo de ellos.
G.- A mi me pasa por ser el más chico, si mi madre tiene problemas con
mi hermana, se la agarra conmigo...Qué voy a hacer?, voy al cuarto y
me encierro , no puedo expresarme como me expreso afuera. Yo en el
liceo, me puedo hacer el bobo, hacer chistes, hacer lo que yo quiera. En
casa no.
L. –...Tengo la sensación de que me va a pasar algo. Tengo miedo de
no volver a ser una persona normal.
C. –A veces yo no puedo quedarme sola. Pienso que va a entrar
alguien.
217
L.-Cuando estoy sola me pongo a llorar y abro las puertas por las
dudas. También pongo algo de música.91
D. introduce la pregunta sobre cómo se solucionan los problemas, a lo cual
él se contesta: asumiéndolos. Replantea así una posición desde el compromiso
y la responsabilización, quizás reflejando algo de una cultura terapéutica
establecida desde el contexto institucional hospitalario de este grupo. Cultura
psicoterapéutica, que cabe agregar, es optimista: los problemas se pueden
resolver. Anticipa entonces una estructura de resolución de conflictos
garantizada por el encuadre, por el marco de trabajo y por un intento (“valor,
valentía “), que hace que las cosas efectivamente puedan cambiar.
Desde esta posición se reafirma positivamente el lugar de los terapeutas, la
ayuda externa y el espacio terapéutico. Pero cuando se aclara: “a veces se
necesita ayuda externa”, algo de la primera persona que traía D. se pierde
operándose un pasaje del “yo” a algo más neutro, el “se”. De esta manera se
indica que la primera persona del singular no siempre resuelve problemas, sino
que se necesita también del “muchos” o el “nosotros”, sugiriendo la
importancia de la dimensión del grupo.
Esta situación revela también un conflicto propio de la cultura institucional
hospitalaria. Por un lado se le reafirma al paciente que debe estar dispuesto a
enfrentar sus problemas, responsabilizándose por los mismos. Pero al mismo
tiempo se le anuncia que no basta la voluntad, pues le es también
imprescindible recibir ayuda externa. Se trata de un dilema entre lo pasivo y lo
activo, entre quién tiene el protagonismo de lo psicoterapéutico y el “poder” de
la cura y el tratamiento.
El relato refleja dos situaciones más. Por un lado un mensaje a los
terapeutas :” hemos introyectado el discurso terapéutico”. Que implica al mismo
tiempo, la constatación de que se han “transformado” en pacientes, surgiendo
la pregunta del qué pasa ahora qué están en esa situación. Ese adueñarse de
ese espacio hace de los terapeutas , “sus” terapeutas y del grupo, “su” grupo 92.
91 D. y G. son varones, N. C. y L. mujeres.92 Que se podría reformular con un : “tenemos derecho de estar en el grupo, nos hemos adueñado de este espacio por lo que ustedes son nuestros terapeutas y nosotros sus pacientes “.
218
Hago notar que ente los integrantes se entabla una discusión como una
verdadera “exigencia” de actividad psíquica (Kaës,1993) en torno al tema , con
lo que el grupo “rompe” con lo razonable y el consenso . G señala : “Tenés que
estar dispuesto a querer ver los problemas”, indicando en ese VER una
dimensión que recupera un orgullo de poder hacer cosas y restaña la situación
de lo escópico insuficiente. Esta situación se reafirma en la medida que la
función terapéutica circula en el grupo, sin que sea “propiedad” exclusiva de los
coordinadores (Klein,2003). Esta apuesta de trabajo resalta además aspectos
de resiliencia (Zukerfeld,2003), como una importante fraternalización del grupo.
Esta modalidad implica particularidades en la intertransferencia de los
coordinadores, más relacionada al establecimiento de un aparato 93 de pensar
(Grinberg,1986), que a un dispositivo de escucha–interpretación
(Zukerfeld,2001). Considero que es una modalidad de alianza terapéutica
(Etchegoyen,2002), (Kächele,1989), por la cual la función terapéutica es capaz
de circular surgiendo la actividad del preguntar, enigmatizar, interrogar, pensar,
cuestionar, evitando funcionamientos estereotipados (Chinchilla 2002).
Quedan así delimitados los factores por los cuales se soluciona un problema:
la voluntad, la valentía, los adultos-coordinadores y el grupo. Y algunas de las
situaciones a resolver, como el miedo al derrumbe y lo amenazante (“Tengo la
sensación de que me va a pasar algo .Tengo miedo de no volver a ser una
persona normal” ; “A veces yo no puedo quedarme sola. Pienso que va a entrar
alguien “).
Al aquí y ahora urgente se le contrapone una cultura terapéutica por la cual,
para solucionar problemas, se necesita un tiempo y una continuidad
garantizados por el encuadre. La misma renegocia los puntos de urgencia lo
que de alguna manera evita la entrada en micro-ataques de pánico
(Bleichmar,1999 b) vinculado a un self que “abdica” de su capacidad de
controlar y organizar, en estado de huida y a merced de la angustia.
Cuando G. indica : “Acá cada uno puede hablar de los problemas que tiene”,
señala que este espacio no es un grupo de pares ni el liceo, sino un espacio
distinto. Se trata de un corte simbólico entre el espacio terapéutico y otros
espacios, esencial para delimitar un borde (Anzieu,1986) específico al grupo
93 Aclaro que me parece horrendo el término “aparato” para referirse al funcionamiento mental, pero así lo introdujo su autor, Bion.
219
(Klein,1997 b). Situación que delimita que el grupo no es el liceo, ni es la casa
sino un espacio –objeto tercero (Green,1994), diferente a los anteriores.
Este “acá” que menciona G. implica que el espacio grupal en cuanto está
territorializado, instaura algo sólido (Lewkowicz, 2004) dentro de una política
de apropiación que me pregunto si no es también un acto de ciudadanización.
Es sin embargo una operación opuesta a la cultura institucional, donde prima lo
derivado y el apaciguamiento94.
Este sentido de “conquista” (Green, 1994) implica instaurar al grupo como un
espacio de confianza que unida a un sentido de esperanza (Jeammet, 1989),
permite trabajar el sentido de lo precario y lo persecutorio. Creo que ya no
basta con señalar que en el grupo se cumplen procesos de regresión
(Anzieu,1986), ya que el mismo aparece revestido como un borde seguro y
fuerte. Sólo si el grupo es como un bastión 95, se puede tener la tranquilidad de
que puede empezar a circular lo más extraño e inquietante dentro de él. Es
decir aquéllas experiencias que hacen al self verdadero de estos jóvenes.
Recuerdo que lo adolescente de estos jóvenes bascula entre un falso self
(“hacer” de adolescentes ) y un self verdadero (Winnicott,1981), en relación a
un mundo de fantasmas y vivencias persecutorias, consolidando así una
adolescencia escindida en dos mundos paralelos y simultáneos.
Mientras D. reafirma decididamente el espacio grupal: “Acá podes decir si
tenés un problema, en otro lado no tenés apoyo” , N. indica : “Sí, tenés la
libertad para hacerlo, yo más o menos, a veces contar cosas me hace sentir
mal, a veces no tengo drama...soy muy insegura”. Mientras los hombres (D. y
G.) están fundando y conquistando el espacio grupal, las mujeres (N.) señalan
que aunque el espacio se consolide y conquiste, hay algo de los tiempos
personales y del mundo interno, que marca importantes diferencias entre los
integrantes del grupo .
N. quizás esté indicando que no basta un sentido de “conquista “ en el grupo,
sino que hay que introducir normas (de convivencia, de confianza) que
94 El sujeto que se transforma en paciente es no pocas veces, culpabilizado por sentir que recibe una atención gratuita, como una forma de limosna, lo que aumenta sus chances de ser expulsado. Esta fantasmática de la expulsión es inherente al disciplinamiento de una persona que se transforma en paciente, dentro de una institución pública.95
? Aclaro que si el bastión puede llegar a poseer rasgos de rigidez, los terapeutas por el contrario se deben mostrar flexibles .
220
consoliden un marco de intercambio sincero. Se trata de una dimensión del
Ideal del Yo (Bleichmar,1981) que implica una actividad de transformación y
actualización de las normas sociales. El pacto del “ no decir ...” ya se estructuró
en el encuadre 96 del grupo, pero N. pide además un pacto de silencio o de no
divulgación suplementario. Ya no es simplemente una regla de discreción ética
sino un pacto de fidelidad, que comprometa aún más a los integrantes del
grupo. Es un plus de exigencia probablemente necesaria para contrarrestar
vivencias de desconfianza y persecución.
En tal sentido L. afirma : “Claro que tenés que tener tiempo para conocernos
más , para saber lo que sienten y piensan cada uno” y N.- “Yo soy desconfiada
al máximo, yo puedo confiar en que nadie va a contar fuera de aquí, pero yo
que sé”, con lo que introduce además del tiempo personal y el ideal, la
dimensión de la historia grupal (Klein,1997b, 2003). que permite consolidar el
futuro y el sentido de confianza.
Creo que la historia grupal alienta tres cosas: la investidura de la ausencia
(Green,1994), un basamento estable (Aulagnier,1991) y el sostén de un
proceso de transformación. A través de la misma se mencionan integrantes que
no están en la sesión con lo que se logra investir la ausencia, fortaleciendo el
espacio transicional. De esta manera se está fantasmáticamente, aunque no se
esté físicamente con lo que lo ausente se vuelve sostén de funcionamiento
mental. Se conservan además determinados hitos del grupo, su historia y –no
menos importante - la anticipación de un futuro en el cual ya no pertenecerán al
mismo. Actividad de catectización de un espacio que se opone a la
descatectización de los espacios que traen desde su cotidianeidad. Refiere así
a un trabajo de ligazón–desligazón (Green,1994), por el cual el “ aquí y ahora”
se hace inseparable de un “allá y entonces”.
Al mismo tiempo la historia grupal opera como un basamento narcisista que
marca puntos de certeza (Aulagnier,1991), desde los cuales poder enigmatizar
y pensar. Es una forma de habitar (Lewkowicz, 2001) al grupo, con la
condición de que el grupo habite a sus integrantes, con lo que se logra un
resguardo que permite transitoriamente momentos de relatos locos e
inquietantes.
96 Lo que algunos autores denominan “regla fundamental”, concepto que francamente me parece cuestionable. Si lo fundamental se expresa en forma de regla, es una forma de incitar a la transgresión.
221
D. señala :” en tu casa tenés siempre miedo a reproches”. Esta observación
es interesante, ya que no es que los padres no escuchen sino que cuando
responden, lo hacen desde el reproche. El mismo indica que tener problemas
es entonces un factor de inseguridad que los culpabiliza frente a la cultura
familiar y frente a su propia auto-imagen. Al presentar una especial dificultad en
cómo tramitar sus conflictos no pueden sino “clandestinizar” esta parte de su
vida emocional.
La dimensión que están trayendo del mundo y del adulto no es ni de diálogo
ni de espacios compartidos. El mundo es el mundo de la exigencia . Cuando G.
dice : “voy al cuarto y me encierro, no puedo expresarme como me expreso
afuera”, expresa una sensación de asfixia que le exige retraerse sobre sí
mismo. Este sentimiento de intranquilidad y desasosiego implica la pérdida de
una zona de la mente con capacidad de pensar con calma y de poseer
receptividad del mundo interno (Bollas,1991).
Por el contrario en el grupo parecen poder expresar una confianza que les
permite “desclandestinizar“ sus aspectos más ocultos y secretos. Esta situación
es relevante ya que sus verdaderos problemas nunca surgen en el Comité de
Psicoterapia, desde donde se los deriva a psicoterapia. En aquél parecen
transmitir lo que suponen que el técnico quiere escuchar: conflictos
generacionales, problemas de estudio, etc. Vale decir, que difícilmente son
derivados al grupo desde sus aspectos de self verdadero sino desde otros
provenientes del falso self.
Entiendo entonces que se está frente a un tipo de subjetividad distinta y por
ende, ante una modalidad de grupo diferente, en relación a un marco social
que ha cambiado. Por lo anterior, es importante que en el espacio del grupo
opere la diferencia tanto con el liceo, como con la familia.
En el vínculo con los coordinadores adultos hay garantías pero no
endeudamiento. Así como el horario de comienzo de sesión es potencial y no
prescriptivo, el grupo mismo es una operatoria de la autonomía no del deber .
Dicho de otra manera: han de darse las condiciones para desactivar aspectos
superyoicos que hacen a la culpa y la responsabilización tanática
(Klein,1997b), generando condiciones por las cuales lo rígido y lo expiatorio se
puedan re-pensar y analizar. Se trata de mantener –desde mi punto de vista -
un encuadre flexible entendiendo que lo terapéutico no comienza con la
222
“entrada” al grupo, sino con lo que suceda en el “proceso” grupal mismo. En la
medida que el encuadre que ofrecemos97 garantiza una continuidad y una
recepción permanente, se “rompe” además, la modalidad escasa de los
espacios. Es decir , esta “entrada” al grupo ya no está garantizada y es dato
“natural”, sino que está problematizada, como está problematizado todo lo que
sea situación de borde en estos adolescentes.
Los mismos terapeutas mantienen una actitud de enigmatización. Cuando se
pregunta a un nuevo integrante por qué ingresa al grupo, el terapeuta no ignora
que existe una ficha de derivación confeccionada por el psiquiatra, pero abre
un espacio de escucha imprescindible: quiere saber qué es lo que el joven le
puede explicar. Así éste puede ir generando un lenguaje en torno a si mismo
(consolidando un self genuino). De allí la importancia de que lo
psicoterapéutico pase por una cultura dialógica (Fonagy, 2000). Desde esta
perspectiva algunos autores (Maggi ,1987) (Garbarino,1988) señalan con total
razón, que el dispositivo psicoanalítico clásico de asociación libre, no se puede
implementar rígidamente con adolescentes .
De hecho el proceso terapéutico -como lo entiendo- no se refiere
directamente a lo urgente en sí solamente, sino que trabaja sobre las
estructuras congnitivas-emocionales que lo hacen posible ( Bleichmar,1997).
Así no es para nada secundario que el joven aprenda a hablar por sí mismo y
hablándose a sí mismo confeccione un lenguaje que lo concierne e identifica.
No pocas veces me he preguntado si estos jóvenes vienen a buscar lo que
nosotros les podemos otorgar. Probablemente vienen a buscar algún tipo de
pasaje que garantice el cambio desde un malestar ( vago) e innombrable, a
una representación más nítida y pensable98. Situación que se acompaña de un
clima de intercambio genuino, lo que no puede dejar de ser terapéutico, si
consideramos que su cotidianeidad está teñida de golpes y violencia.
Quizás antes de plantearse en hacer consciente lo inconsciente, habría que
intentar otorgarle espesor al aparato psíquico. Esta situación es fundamental y
se relaciona al hecho de que para interpretar, se deben dar previamente las
condiciones por las cuales haya posibilidad de recepción a esa interpretación. 97 Pueden venir al grupo cuando deseen ,lo que incluye la posibilidad de faltar sin que éso implique que perderán su lugar en el mismo .Asimismo ,nuevos integrantes pueden incorporarse al mismo . No hay además concepto de “alta” ,sino de “decisión” de no volver al grupo. Salimos del modelo médico, suplantando el par dependencia- independencia por la posibilidad de autonomía.98 Cuando lo logran posiblemente ya no vendrán más al grupo .
223
La interpretación es inseparable de un continente adecuado que la recepcione
y de un silencio elaborativo, relacionado al clima emocional del grupo, por el
cual se hace posible y razonable una interpretación a los padres “internos” o al
“grupo interno” ( Pichon-Rivière,1981) .
Al mismo tiempo se consolida una confrontación beneficiosa entre el grupo
como objeto mental de los terapeutas y el grupo como experiencia concreta de
los adolescentes, desplegando una actividad psíquica que se opone al
encriptamiento (Tisseron,1997) y a la continuidad del discurso familiar
(Eiguer,1998) y social .
Desde esta perspectiva creo, como hipótesis, que el grupo se mueve en dos
niveles distintos. En el “aquí y ahora” se impone como traumatismo, con una
importante carga de excitación y descarga libidinal. El encuentro con el grupo
es pulsional (Kaës ,1993) entre otras cosas porque un grupo en principio tiende
a la descarga absoluta: todo integrante expresa de forma absoluta lo que son
sus puntos de urgencia. Es un grupo configurado nirvánicamente ( por el
principio de nirvana freudiano [Laplanche-Pontalis,1981] ) , de funcionamiento
mental con descarga a cero, con urgencia por hacer cesar toda excitación y
conflicto.
Al mismo tiempo el grupo se relaciona a la capacidad de generar y hacer
circular representaciones que consolidan cierta identidad referida a un principio
de constancia (Laplanche-Pontalis,1981). Es una actividad que se expresa en
la historia grupal, principio de constancia por excelencia, ya que provee un
marco de estabilidad y continuidad permanente. Es el grupo configurado
homeostáticamente (por el principio de funcionamiento homeostático
freudiano).
En la medida en que surgen formas de mediación entre los dos tipos de
configuraciones grupales se enriquece la experiencia grupal y se mejora el
vínculo de estos jóvenes con su adolescencia. Si para poder ser adulto debe
haber adolescencia disponible 99, el espacio terapéutico se consolida como
posibilidad de re-adolescentización suficientemente bien libidinizada, por lo que
se concreta un proyecto de biografización personal y de anticipación de un
futuro
99 En realidad, hay que complejizar la idea .Para que a su vez haya adolescencia, debe haber también infancia disponible .
224
Retomo una problemática (Blos,1978) importante: en el grupo no se eliminan
los conflictos100 sino que se los tolera y convive con ellos desde el
planteamiento de alternativas. Se introyecta así una forma de psiquismo
complejo que proviene del grupo, los terapeutas y la historia grupal. De esta
manera el grupo es un objeto tercero que no está ni del lado de terapeuta ni del
lado del paciente (Green,1994). Este objeto tercero bien puede ser también una
emoción, como la esperanza (Jeammet,1989) y la perspectiva de que en algún
momento la terapia se va a terminar, con lo que se consolida un corte propio
del narcisismo secundario.
Esta dimensión implica que en el grupo no se constata simplemente una
regresión a lo indiscriminado y desde allí una vuelta a lo discriminado
(Kaës,1977). Lo que se verifica en cambio es un vaivén permanente entre lo
indiscriminado y lo discriminado y entre las identificaciones primarias y las
secundarias. La dificultad es que, psicoanalíticamente, se acostumbra a pensar
lo que sucede en un grupo solo desde lo regresivo, el narcisismo primario y la
díada mamá-bebé. Pero el grupo tiene que ver también con aspectos del
proceso secundario.
En este sentido engloba también, como ya mencioné, experiencias de
intimidad (Klein,2003) y el poder compartir experiencias aceptando al otro en su
ajenidad. Así el grupo pasa por distintas modulaciones que toman en cuenta
momentos de subjetividad, de vínculo, de cultura institucional, cultura
terapéutica, y texto- contexto social (Fernández,1993).
Si se conceptualiza el proceso grupal como una regresión, es porque se
entiende que el grupo como realidad espacial, sobrevive y preexiste a esa
regresión. No es éste el caso. Estos jóvenes son “huérfanos “ de espacios que
los devuelvan a ellos mismos. De allí que creo que frente a lo fluido y
evanescente de estos espacios sociales, estos jóvenes deben pregnarse
decididamente del grupo, esperando de él un anclaje que los contenga.
Se trata de una configuración grupal que denomino grupo cónclave
fortificado, en el cual lo fortificado alude no a reclusión sino a poder
sostenerse fuertemente para prepararse a indagar el mundo interno y el mundo
100 Esta es mi postura ética, obviamente no-adaptacionista. Eso no quita el sentido común de que hay que tener en cuenta distintas situaciones, porque hay determinados puntos donde la angustia y problemática del paciente hace que tengamos que sostenerlo, ofreciéndole algún tipo de continentación.
225
externo. Este sentido de aferramiento implica incrustarse en el grupo como
forma de abotonar subjetividades que sufren un devenir permanente .
Antes que una interpretación–palabra, es fundamental este espacio donde
intercambiar pieles psíquicas (Anzieu,1990) y armar estrategias de cuidado
dentro de un proceso de “injertamento” : injerto y apuntalamiento . Injerto alude
a la operación por la cual los integrantes se injertan la piel del otro, del grupo y
de los terapeutas. Se opone al sentimiento de desgarramiento101.
Apuntalamiento refiere a la teoría de Kaës sobre un funcionamiento psíquico
plural, heterogéneo y múltiple (Bernard,1991).
A través de estas dos modalidades, el grupo genera la conjunción entre un
espacio de crecimiento y un tiempo de re-adolescentización con una apuesta a
la revervecencia o ebullición de lo psíquico, opuesta a la extrema simplificación
del psiquismo que impone el neoliberalismo .
Si tenemos en cuenta los desarrollos de Laplanche (1987) sobre la cubeta
como metáfora de lo que es una sesión, se podría suponer que hay un
momento, en el “adentro” de la sesión, en el que se despliega un relato de lo
extraño, seguido por un volver a las “paredes” de aquélla desde donde se
puede simbólicamente discutir. Se corta así la cadena de los consensos
amenazadores y se reimplanta terapéuticamente la posibilidad de discrepancia.
Considero que la terapia conserva en su pared externa ( ídem) el dispositivo
psicoanalítico. Mientras que en su pared interna, más que preocuparnos el
psicoanálisis, nos preocupan aquéllos que nos consultan por ayuda. Es un
proceso terapéutico que se hace desde microrupturas y microdiscontinuidades.
Y como indica Winnicott (1981), la sesión se transforma en un objeto que
sobrevive al uso que se hace de ella. De esta manera el adolescente –o este
tipo de adolescentes - ya no necesita simplemente o solamente una escucha.
Necesita además un vinculo.
El "cualquier cosa puede pasar en cualquier momento" que transmiten estos
jóvenes como parte de su vida, es substituido por la posibilidad de una
101 Como se advertirá no hablo de neurosis o psicosis y en general no menciono categorías psicopatológicas. Prefiero pensar en términos de estructura mental, dudando de que neurosis o psicosis ( o cualquier otro cuadro convencional) puedan dar cuenta, por sí solas, de la complejidad de lo que es la estructura de la mente y de las situaciones grupales, terapéuticas y subjetivas que he tratado de describir. Es el vicio de contextuar la estructura mental cotidiana desde estructuras psicopatológicas o a partir de una cultura psiquiátrica que ya há sido suficientemente criticada por los autores comprometidos en la lucha por reformas psiquiátricas en el mundo occidental, como Basaglia, para dar un ejemplo.
226
subjetividad re-adolescentizada que se enlaza a la re-adolescentización del
espacio grupal. Esto impone el desafío de concebir al grupo no solo como
espacio de resolución de síntomas, sino también como posibilidad de
reconstrucción subjetiva (Galende,1997).
Por último destaco la importancia de la mirada y la actitud de los
coordinadores entre ellos y hacia el grupo. Estas tienen que ser generosas,
afirmativas y distributivas evitando repetir situaciones de exclusión. Asimismo
en el equipo de coordinadores se debe poder pasar de la admiración o la
envidia, a la cooperación, el intercambio y la posibilidad de pensar juntos. La
cultura dialógica (Fonagy,2000) que he propuesto (Klein,2003) como parte del
proceso terapéutico es imprescindible que esté presente entre los
coterapeutas, generando un efecto organizador en el grupo. Lo cual no deja de
ser un impresionante desafío.
CONCLUSIONES
ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA
Esta investigación busca puntualizar cómo determinadas situaciones
sociales y familiares no pueden dejar de incidir en la subjetividad y en especial
en la forma en cómo el joven entra o no en vínculo con la “adolescencia”,
entendiendo por tal una construcción compleja que teniendo a lo pubertario
como condición necesaria, necesita a su vez de un múltiple apuntalamiento
individual, familiar y social.
La modernidad keynesiana alentaba y proponía una matriz socioeconómica
que era relativamente estable, con instauración de un porvenir probable y
declaración de una promesa alcanzable. Se trataba de mantener como telón de
227
fondo o metaencuandre, un contexto económico previsible con estabilización
social. Una especie de homeostasis social propia del principio de constancia
(Laplanche-Pontalis,1981), principio de funcionamiento psíquico tanto como
regulador social y organizador familiar.
De esta manera la adolescencia era un espacio de llegada y
experimentación para los jóvenes, con la promesa de integración social
generando un pasaje posible a un estado adulto que a su vez recibía
apuntalamiento desde otro espacio social llamado “adultez”.
Por el contrario el neoliberalismo - como modelo social, económico y político-
genera un “desapuntalamiento” de la adolescencia como espacio de vida,
investigación y júbilo (Urribarir,1990). La hipótesis que desarrollo indica que
tanto desde lo social, como desde lo familiar y lo individual, la “adolescencia” es
masivamente desapuntalada, no pudiendo operar ni como referente para
resignificar las experiencias que el joven transita, ni como espacio complejo
que permita intercambios, oposiciones, confrontaciones generacionales y
sociales.
Simultáneamente, con la “rotura” de un tejido social y cuando el principio de
constancia se rompe, los sistemas explicativos plausibles se empiezan a
mostrar parciales e insuficientes, con lo que se hace imprescindible repensar
teorías, dispositivos y formas de construcción de subjetividad. Nuevas
patologías, nuevas subjetividades, nuevas tecnologías en psicoterapia, lo que
implica el desafío de apostar a paradigmas complejos y complejizantes.
El material clínico que he transcripto y con el que he trabajado mis hipótesis
surge de un grupo terapéutico de adolescentes ( de 15 a 18 años) que funciona
semanalmente dentro del Programa de Psicoterapia de la Clínica Psiquiátrica
del Hospital de Clínicas, Facultad de Medicina, en la ciudad de Montevideo. En
el mismo predomina una franja social que proviene de la clase media
empobrecida.
Este doble factor: medio–empobrecido, marca una silueta específica en las
modalidades fantasmáticas y vinculares que he presentado. Efectivamente así
como el ascenso de la clase media era el paradigma de la modernidad ( y más
aún en el caso de Uruguay), su empobrecimiento ha pasado a ser el paradigma
del neoliberalismo. Situación que no se ha concretado sin dolores, fisuras,
228
catástrofes y locura. Mi investigación es una evaluación y un diagnóstico de tal
situación.
Ordenaré la presentación de las conclusiones alrededor de algunos ejes que
me interesa destacar: la ausencia de lo paterno; la escena congelada y de
enhebramiento; la inminencia de la exclusión -expulsión; el orden de lo
precario; la patologización de los espacios transicionales; el complejo de
Meneceo o de mesianismo exacerbado.
LA AUSENCIA DE LO PATERNO
N. (mujer) cuenta : “Conozco a mi padre sólo de vista.... No me reconoce
como hija...Yo tampoco sé dónde está. Tengo una amiga que encontró a su
padre por la guía .Voy a pedir que me traigan una de Argentina para encontrar
al mío porque creo que vive en Buenos Aires”, planteando una situación por
demás insólita: no sabe quién es su padre pero lleva su apellido. Padre que a
su vez la niega como hija, perdiéndose así marcas de certeza que permitan
armar proyectos de vida y establecer procesos de crecimiento tróficos .
El padre se hace inasible e inencontrable: un enigma. Lo paterno que estos
adolescentes transmiten está profundamente alterado. Ya no es un valor fijo,
una especie de certeza. Por el contrario, lo que transmiten es que ya no se
sabe bien quién es el padre .Y además, qué es y qué hace un padre .
Permanece en un lugar de distancia, tal vez expulsado por sus propios hijos
o autoexiliado. Este padre débil, ausente, irreconocible, no puede recibir el odio
de sus hijos ( y tomo odio en el sentido winnicottiano [Winnicott,1972], de
agresividad al servicio del crecimiento) ni tampoco su amor. Hay aquí algo de lo
ambivalente que se desarticula y se rompe, con lo que se acentúan las
actitudes extremas de resentimiento y / o remordimiento.
Con lo terrible que podía llegar a resultar, el Padre de la Horda está ahí, está
presente, direcciona, ordena, guía. Esta versión del padre en cambio no da
órdenes ni tiene voz. Es un padre que existe en las páginas de una guía
telefónica o practica hechizos de exorcismo como en el caso de A. Pero de la
ley nada sabe.
Sin embargo creo que hay una dimensión simbólica del padre que no se
puede renegar. Mucho de ella se reencuentra, como ya señalé, en diversas
instituciones que han formado parte de la socialización de lo paterno, y de allí
lo compulsivo que se consolida en una búsqueda tan dramática como
229
infructuosa, que revela cómo, en ese dilema, se juega algo que se vuelve
fundamental para el crecimiento. Compulsivo que, al contrario de lo que se
podría esperar, no está al servicio de la enfermedad sino de la salud.
En tal sentido se constata una disociación entre lo familiar, lo parental y lo
subjetivo fortalecida además por la temática del secreto. Los movimientos
esperables de consolidación de identidad y reaseguramiento social propios de
la familia nuclear, parecen sufrir cambios radicales, con lo que tomar al
descriptor endogamia - exogamia como simple pasaje de la familia de origen a
la familia de destino, deja de tener mucho sentido .
Me parece interesante ubicar de esta manera cuál es el lugar de la llamada
“novela familiar “ en estos jóvenes. Desde Freud (Laplanche-Pontalis,1981) se
entiende por tal una fantasía por la cual los padres reales se substituyen por
otros, regodeados de atributos narcisistas maravillosos. Por el contrario, la
novela familiar que aquí se presenta no busca modificar a aquéllos, sino a
obligarlos a una adopción que se da por descontada en la versión freudiana y
que acá genera sufrimiento por su ausencia. Ya no es que los padres sean
adoptivos o no, es que por el contrario des-adoptan y se desentienden de los
hijos, con lo que se plantea una cuestión afiliatoria allí donde no debería existir.
Creo entonces que la cuestión filiatoria, de sucesión y herencia - no presente
en la novela familiar – se resuelve a través de una novela fraterna. Se sienten
de esta manera más “adoptados”, cuidados y custodiados por sus hermanos
que por sus padres biológicos.
Profundizo entonces lo ya señalado: seguir manteniendo como referencia
estructurante al Edipo, en su concepción convencional, se vuelve simplificante,
debido a la necesidad de incluir el complejo fraterno (Kancyper,1997) como una
dimensión fundamental de subjetividad. De esta manera el par incesto –
castración, de ser conservado como descriptor válido, se debería
complementar con el par afiliación versus desafiliación.
Esta novela fraterna es inseparable así de lo paterno y sus dobles. El padre
ya no garantiza lo paterno, el cual abarca otras figuras: tío, abuelo, padrino,
hermano, profesores, garantizando en todos los casos un reconocimiento
estructurante.
Sin embargo hay que destacar que, al mismo tiempo, lo fraterno implica
también un operatoria de la rivalidad relacionada a una violencia confeccionada
230
en forma de bandos : excluidos e incluidos, preferidos y relegados, signos e
insignificantes (Lewkowicz,2004).
LA ESCENA CONGELADA Y DE ENHEBRAMIENTO
Cabe pensar si el par papá-mamá (en el sentido de lo regresivo-prospectivo)
no ha sido substituido por otros, como el par hermano–abuela, en una
búsqueda de diálogo que aquéllos son incapaces de sostener, imbuidos como
están en un clima de “asfixia” y desinvestimento que he denominado estructura
de padres agobiados
Son padres demasiados ocupados en la discusión de supervivencia social,
como para mantener, paralelamente, un diálogo y una comunicación familiar,
constatándose la imposibilidad de poder sostener un espacio libidinal para sus
hijos, excluidos de forma crónica de un encuentro que sin embargo los
fortalecería.
Entiendo que es un reiterado error sostener que los padres no hacen
confrontación generacional con sus hijos, debido a que supuestamente se
disfrazan de “adolescentes”. Me parece descabellado este punto de vista ya
que, desde mi opinión, los adultos no es que quieran ser adolescentes, quieren
ser jóvenes, lo que no es para nada lo mismo (Klein,2002). Si rehuyen la
confrontación con sus hijos es debido a que se sienten incapaces de poder
sostener tal situación. Estos rasgos de agobiamiento (estructura de padres
agobiados ) anulan rasgos de fortaleza y seguridad esenciales.
Desestimada la posibilidad de confrontación (Winnicott,1972), se solidifica un
mundo adulto que se hermetiza, resguardando secretos, escenas temidas y
configuraciones vinculares que se fusionan. La opción que queda, es entonces
no separarse, armar una sola piel con la familia, cuidarse mutuamente,
estructurar una escena donde el cambio se “congela”, exacerbándose una
escena de enhebramiento capaz de anular cualquier crecimiento, el que
irremediablemente pasa a vivenciarse como incomprensible y terrible.
LA INMINENCIA DE LA EXCLUSIÓN-EXPULSIÓN
Parece visualizarse que para estos adolescentes existen temporalmente dos
configuraciones antinómicas. Un tiempo de felicidad, en el pasado, donde no
había violencia ni crecimiento y donde probablemente se sentían amparados. Y
231
otro, en el presente, que les abre signos de interrogación, incertidumbre y
desvalimiento con la presencia de realidades (la nueva pareja de los padres, el
liceo, el barrio ) desde las cual el adolescente se siente excluido.
La exclusión a veces toma la forma de la decepción: sienten que han fracaso
por algo que no siempre saben o pueden enunciar, surgiendo un otro-rival que
pasa a acaparar la exclusividad de un investimento que se muestra insuficiente
para abarcarlo también a él.
Pasan a estar desheredados y despojados de conductas aceptables, normas
que los amparen, rendimientos que satisfagan. Lo que queda es la violencia.
Víctimas o victimarios de la misma dentro de una situación de dolor que los
hace sentirse cada vez más inseguros y cada vez más convencidos de la
conveniencia de mantener su self verdadero clandestinizado e inasible. Aunque
se transforme en inasible para ellos mismos.
PATOLOGIZACION DE LOS ESPACIOS TRANSICIONALES
Al mismo tiempo creo que esta situación implica una pregunta sobre cómo
seguir adelante en sus vidas: si de forma fusionada o evitativa. Ambas
estrategias impiden generar fenómenos transicionales (Winnicott,1981), los
cuales implican, a través de un investimento de la ausencia, la posibilidad de
transformar cosas y experiencias en objetos psíquicos, operativa que se
relacionaría a su vez con un sentido de esperanza, espera y tolerancia a la
frustración.
Por el contrario, los espacios parecen obtener una cualidad amenazante ( “A
mi no me gusta estar en silencio, más la oscuridad me da miedo. A veces
cuando me despierto, siento miedo aunque esté mi hermana en el cuarto”)
remitiendo el silencio y la oscuridad a zonas de vacío. Este vacío se vuelve
intolerable porque sobre él no pueden pensar, al no haber posibilidad de
investir la ausencia como espacio u objeto potencial, lo que implica a mi
entender una patología del espacio transicional.
Este vacío ya no es la expectativa de algo que va a advenir, sino que es la
ausencia de todo significado. Dije oscuridad, silencio, tal vez la casa, pero falta
agregar una última estructura de vacío: la adolescencia misma. Para estos
jóvenes la adolescencia es una estructura de vacío que despierta una
ansiedad insoportable porque se ha transformado en un espacio sobre el cual
232
no pueden pensar, en el cual no pueden transcurrir, al cual no pueden
conquistar.
Al no haber investimento de este meta-espacio adolescente se dificulta
poder investir otros sub-espacios, con lo que la cotidianeidad se nutre de la
sobreausencia desamparante o la sobrepresencia de lo extraño que invade.
Se consolidan de esta manera diversos desgarros que hacen fracasar la
constitución de una distancia óptima por lo que todo está ausente o está
presente, todo está fusionado o hiperdiscriminado, sin que se pueda pensar
desde lo ausente. La falta de situaciones intermediarias o negociadoras hace
que estos jóvenes estén saturados de cosas y a su vez –paradojalmente- sin
nada, porque todo pasa por el filtro pertinaz de la pregunta sobre cómo
conservar aquello que está, pero que es evanescente: el padre, la madre, el
hermano, un amigo, lo social.
EL ORDEN DE LO PRECARIO
Al comienzo de una sesión los jóvenes comenzaron a discutir metas de
orden aparentemente adolescente anhelando reafirmación, crecimiento e
independencia. Decían entonces:
En el futuro me veo realizando lo que quiero :una carrera, tener una
casa .Ser independiente ; Me gustaría ser mayo, tener 21, así me puedo
mandar yo ; A mi me gustaría ser grande y decirle a mi abuela : No , no
voy a hacer esto... (Sin embargo poco a poco va surgiendo otro tipo de
material más regresivo): Mi madre me dice xxxx ( nombre diminutivo)
delante de mis amigos; A mi me gustaría seguir siendo chica ;A mi no
me dejan salir a baila ; Soy el bebé de la casa.
La secuencia ilustra lo que quisiera presentar como el orden de lo precario,
en tanto se erige un falso self (Bollas,1991) ( aparentemente adolescente ) que
oculta outro, clandestino, que remite básicamente a la dificultad en encontrar el
beneficio de comenzar a ser adolescentes.
Este self verdadero parece remitir al deseo narcisista de continuar siendo el
“bebé “ de la casa, buscando evitar plantear problemas y conflictos. Desde esta
perspectiva lo precario alude a la imposibilidad de libidinizar la adolescencia
como espacio anticipatorio, en relación además a una estructura de agobio a
nivel familiar .
233
Faltos de un espacio etario, se imponen situaciones de ambigüedad que
substituyen derechos y obligaciones, por temáticas de resentimiento y
endeudamiento, precarizándose las posibilidades de consolidar autonomía,
asumir riesgos y enfrentas decisiones que no hacen sino precarizarlos aún
más.
Esta situación aparece en tres registros: social, familiar y a nivel de la
subjetividad. A nivel social implica la extrema fragilización de las condiciones
de trabajo y estudio ( transformados neoliberalmente en mercado laboral y de
estudio), que pasan de representar condiciones de seguridad y continuidad a
estar definido por lo amenazante. Esto amenazante implica una sensación de
incertidumbre permanente donde situaciones inquebrantables se comienzan a
quebrantar
Quizás se relacione a lo que Beck (1997) llama sociedad de riesgo, pero
preferiría relacionarlo con el hecho de que en la modernidad keynesiana lo
precario era una figura transitoria y accidental, mientras que desde el
neoliberalismo se ha vuelto un rasgo que predomina, ocupando en cambio un
lugar exiguo, aquello que asegura y tranquiliza.
La precariedad a nivel familiar implica el desmoronamiento de lugares
diferenciados y roles complementarios a favor de estructuras de aglutinamiento
donde lo paterno remite a lo inexplicable y lo materno a lo desconfiable,
quebrándose un pacto de confianza imprescindible, al que se puedan ir
sumando y articulando nuevos elementos. El espacio familiar se comienza a
poblar de secretos, situaciones confusas, actitudes de exclusión.
Por último a nivel subjetivo lo precario implica el arremetimiento de
elementos amenazantes y paranoicos que consolidan un frágil equilibrio
emocional presto a “desmembrarse” frente a situaciones conflictivas que
movilizan.
EL COMPLEJO DE MENECEO O DE MESIANISMO EXACERBADO.
Es lugar común el comentario de que los adolescentes de hoy están
desencantados, no se preocupan por nada o que están en la “cómoda”. Lo que
de alguna manera reiteran los autores clásicos del psicoanálisis (Hanna Freud,
1985): el adolescente está siempre como mirando para afuera, hacia otra cosa,
“navegando” en su mundo personal e inasible.
234
Mi punto de vista es diametralmente opuesto: no miran hacia ningún “afuera”
sino que no pueden dejar de mirar, pensar y preocuparse para un “adentro”. Es
decir, no pueden dejar de estar atentos a su familia procurando cuidar,
proteger, confortar.
Como el Meneceo del mito no dudan en sacrificarse por el bien de todos :
Tiresias se presentó en la corte de Edipo, apoyándose en el bastón de
madera de cornejo que le había dado Atenea, y reveló a Edipo la
voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un Hombre
Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta,
Meneceo, (que en realidad era el abuelo de Edipo), fue uno de los que
había brotado la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de la
serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y todo Tebas
elogió su abnegación cívica. Tiresias anunció luego: Meneceo ha
obrado bien y la peste cesará (Graves,1985: 11).
Al contrario que con la peste tebana, la actitud menecénica de estos jóvenes
no pocas veces no implica sino lo ilusorio de contrarrestar los efectos de un
contexto hostil y desamparante, al precio del mantenimiento de una escena de
enhebramiento mutuo desde la que buscan reparar un desamparo crónico que
no hace sino consolidarse.
Este mesianismo exacerbado implica además la extrema responsabilización
de lo que acontece en la configuración familiar, lo que acarrea acentuados
sentimientos de culpa. Situación que no solo los aleja de cualquier indiferencia
o distancia sino que además los obliga a mantener conductas de
hiperadaptación. Demasiado involucrados en transformarse en cuidadores
eternos están imposibilitados de consolidar procesos de exogamización y de
apertura, los que permanecen como una cuestión pendiente y problemática.
DE LA MODERNIDAD KEYNESIANA AL NEOLIBERALISMO
En la modernidad keynesiana el adolescente se apropia de un espacio
llamado adolescencia, o mejor dicho, no hay necesidad de distinguir entre
ambos, debido a que los procesos de construcción de subjetividad y el sostén
de espacios sociales, funcionaban armónicamente como procesos de entrada y
salida. De esta manera la adolescencia podía ser la salida de la infancia y la
235
entrada a la adultez, así como la adultez funcionaba como salida de la
adolescencia y entrada a la vejez.
Los espacios sociales etarios se correlacionan entre sí tanto como se
institucionalizan entre sí (Lewkowicz, 2004), situación que reflejaba la
integración entre la sociedad y sus integrantes. Adultez, infancia, adolescencia
eran espacios sociales y etarios donde distintos procesos subjetivos, familiares
y vinculares se integraban, se resignificaban entre sí y donde se obtenía un
meta-sentido: la vida tiene un destino, la sociedad mantiene una promesa y
entre vida y sociedad se apuntala el porvenir.
De esta manera sugiero que para que el adolescente libidinice un espacio
llamado adolescencia, el mismo tiene que estar previamente libidinizado
socialmente. Dicho de otra manera para que el joven practique política de
tanteo, tiene que pactarse socialmente una política y un borde social de tanteo.
Esta “dinámica “ social consensuada y preestablecida, expresa una idea
directan de ciudadanía y consolida simultáneamente el principio de
reciprocidad, que aunque siempre asimétrico (Kaës,1993) establece reglas
para el recibir y el otorgar. Situación magistralmente descripta, mejor que en
ninguna teoría política, en el concepto de moratoria psico-social del danés–
norteamericano Erikson (Maier,1980).
En tiempos de neoliberalismo las cosas cambian profundamente. El mercado
no necesita ni de destino, ni de promesa, ni de porvenir, sino de flujo libre de
capitales, globalización de información adecuada y controlada y ganancia
descontrolada de capital financiero (Forrester,2000). Se generan condiciones
para desapuntalar espacios sociales de porvenir y futuro, por lo que se pasa de
lo adolescente consolidado, a la pregunta sobre cómo se puede ser
adolescente .
Mientras que el adolescente de la modernidad keynesiana recorría el mundo
sostenido por un piso sólido bajo sus pies, el joven del neoliberalismo
(particularmente el de las clases populares y de clase media y media-baja) se
desplaza en puntitas de pie. En el primer caso, recibiendo el “impacto”
beneficiosos de adueñarse de un lugar social que lo reconoce, en el segundo,
ideando estrategias de supervivencia dentro de una subjetividad desconcertada
236
por ya no entender bien cuáles son las reglas de juego que le atañen. Las
mismas remiten tanto a la indiferencia como a la amenaza inminente102.
En tiempos de neoliberalismo todo aquello seguro y predecible se vuelve
inestable e inseguro, destruyendo una estructura básica de amparo que es
imprescindible para generar condiciones de seguridad ontológica, diálogo con
el otro e instauración de la figura del vecino en el ágora pública (Gómez, 2003).
La reunión familiar, otrora matriz de intercambio y de constitución de
subjetividad 103, pierde significación específica y pasa a ser un simple eco de
angustias y desesperaciones referidas al trabajo, el desempleo, las condiciones
económicas paupérrimas. Ya no se habla de temas familiares sino que no se
deja de mencionar a lo social. La familia pierde capacidad de poner borde al
mismo, el que invade permanentemente y frente al cual no hay capacidad de
transformación, augurando una subjetividad construida en torno a lo
transubjetivo y la persistencia transgeneracional.
Aquellos temas de otrora referidos al devenir estable, el cambio posible y el
mañana esperanzador, eran también la “agenda “ misma, el “menú” de la
modernidad keynesiana, substituidos ahora por lo catastrófico del presente. Ya
no hay menú ni “plato fijo”, revelando que el nivel de lo traumático encripta las
condiciones de homeostasis familiar.
Es por eso que entiendo que más que identificarse al adulto, los
adolescentes lo hacían al espacio adulto, que era proyectado, consolidado y
siempre enriquecido por los adultos. El padre, la madre, los abuelos o tíos,
revelan, comparten y transmiten insignias de adultez con sus hijos, nietos o
sobrinos, los que identificados a tal espacio reaseguran y devuelven el orgullo y
la seguridad de ser adultos.
Cuando estas insignias se hacen inubicables, están desvalorizadas o son
inexistentes, la adultez pasa de ser el centro del escenario social y etario, a
convertirse en la prueba más palpable y nítida de lo agobiante y absurdo que
es vivir en sociedad.
102 En la hermosa película brasileña “Estación central” la acción comienza con una escena donde un adolescente luego de robar, escapa corriendo .Una vez que es atrapado y a pesar de su :”no me mate ”, el policía lo asesina a quemarropa . Ejemplo terrible de una amenaza de muerte concretizada.
103 Esta perspectiva difícilmente será aceptada por el psicoanálisis clásico que parece suponer que la subjetividad se genera en espacios secretos, con cosas oídas al azar, espiando a los padres o con fragmentos deshilvanados de significantes .
237
La presencia de lo social se mantiene por re-identificación con el yo ideal
(Bleichmar,1981), estructura mental y social que se desenvuelve según
condiciones de rigidez, sentencia inapelable e indiscriminación empobrecedora.
Estas condiciones parecen ser la única solución ante una situación de violencia
e inseguridad (vivencia de catástrofe inminente) a la que se anhela reaccionar
con políticas de fuerza y brutalidad expeditiva. Tomemos como ejemplo lo que
conversaban G. y P. (varones) :
G.- Mi primo mató a alguien por defensa propia .En Cerro Norte son
todos malandras . Cuando mataron a “Gustavo de A.” que era mi primo,
como era amigo de “Rambo”, éste mandó a matar a cinco. Es una
mafia. Tengo otro primo menor que yo que anda con 2 revólveres.
P.- Yo tengo amigos rapiñeros, por éso sé.
Estos procesos parecen involucrar mayoritariamente a grupos sociales
pobres y empobrecidos. Se podría decir que en las clases privilegiadas la
situación de los adolescentes no se ha modificado, pero mantengo mis
reservas al respecto. Situaciones como la de los enclaves fortificados y lo que
llamo guettización urbana, revelan intentos vanos de constitución de
microsociedades, que no hacen sino facilitar el incremento de conductas
adictivas y paranoicas, elevadas tasas de transgresión y subjetividades de tipo
psicopático, que más que asegurar continuidades, marcan e inauguran
decisivas discontinuidades que deben ser objeto de una investigación
específica (Caldeira,2000).
ACERCA DE LO SOCIAL QUE DES-ADOLESCENTIZA
Creo que es importante señalar cómo la problemática neoliberal de la
exclusión ininterrumpida, se puede relacionar a la generalizada sensación por
la cual parece que no todos tienen lugar en la sociedad. Se impone así un
imaginario que denomino sociedad escasa, por el cual para que pocos estén
incluidos muchos deben mantenerse excluidos.
Ser adolescente se transforma así en un problema y una situación de
urgencia, por la cual no se sabe muy bien qué hacer ante el mismo. Este
drama confluye en lo que presenté como desvanecimiento del orgullo familiar.
El orgullo familiar hacia el hijo adolescente refiere a una cualidad emocional
poco descripta, en relación a una expectativa de que aquél desatienda
238
mensajes familiares tradicionales, ocasionando un tiempo de ruptura desde el
cual sostener un proyecto alternativo y personal.
Esta ruptura previsible se anula por otra ruptura imprevista: el
desvanecimiento de tal orgullo, que afecta ese tiempo de experimentación,
substitutuido por tácticas urgentes de supervivencia. Esta “anti-moratoria”
implica la imposibilidad de seguir sosteniendo la adolescencia como espacio
“ancho y generoso”, desde el cual los jóvenes experimenten y transformen su
adolescencia como objeto psíquico a construir y compartir.
El mirar “tolerante” se substituye por un mirar “exigente” que puede ser
también mirada despreciativa o indiferente. Se hace obviamente más fácil, así,
que el adolescente fracase, más fácil que decepcione, más fácil que se sienta
desvalido y desamparado.
Aquél espacio social asegurado para desplegar inquietudes, búsquedas y
ansiedades se substituye por una insistencia (que no es nada loca) por
mantener buena escolaridad, encontrar un trabajo y –más importante aún-
resignar aspectos conflictivos y de rebeldía. A la exclusión ininterrumpida se
responde con un intento de inclusión exacerbado, debido a la escasez y la falta
de oportunidades.
Se configuran situaciones de sobreadaptación e inseguridad desde las
cuales se pierde la oportunidad de auto-reconocimiento y continuidad
existencial. La adolescencia como capacidad para integrar experiencias
complejizantes de la subjetividad se substituye por la sensación de que cuanto
más adolescencia se tenga, más prevalece lo confuso.
De esta manera, en el material analizado, se hace imposible generar
protesta ante situaciones injustas o absurdas, lo que junto a cierta resignación,
lleva al convencimiento de que no se puede reclamar ni pedir, porque no se
tiene derecho a nada. No hay rabia, no hay bronca, no hay confrontación,
básicamente, no porque falten los elementos para confrontar, sino porque no
hay a quién confrontar...
Es la culminación de la sociedad neoliberalizada, donde no hay a quién
acudir ni quejarse, no hay a quién discutir ni hay a quién pedirle cuentas. Las
cosas son como son, exacerbadamente anonimizadas y recurrentemente
trágicas. Cuadro de desciudadanización extrema unido al sufrimiento
inconfesable de ser adolescente, sinónimo ahora de desamparo pronunciado.
239
Se van afirmando irremediablemente situaciones que denomino social y
familiarmente regresivas, por lo que se pierde la oportunidad de que la
adolescencia sea una escena anhelada, productora de una actividad
epistemofílica (Klein, 2003) inaugurando un proyecto de cambio y de vida.
En su lugar surge lo loco y lo desconcertante, como una matriz donde lo
social y lo subjetivo se relacionan ya no por diferenciación, sino por extremo
sincretismo (Bleger, 1967), incentivado por situaciones de catástrofe de las que
Lewkowicz indica:
si el trauma es el impasse según la lógica que trabajosamente repone
en funcionamiento los esquemas previos y el acontecimiento es la
invención de otros esquemas frente a ese impasse, la catástrofe induce
a una resta pura de ser, una especie de disolución en el no ser, en este
sentido la catástrofe es una dinámica que produce desmantelamiento
sin armar otra lógica equivalente en su función articuladora, la causa
que desmantela no se retira, esa permanencia le hace tope
irremediablemente a la composición traumática...no hay juego sino
sustracción, mutilación, desvastación (...) las marcas que ordenaban
simbólicamente la experiencia ya no ordenan nada tal vez ni siquiera
marcan (Lewkowicz,2004: 154).
De esta manera lo que ya no ordena en el orden de lo subjetivo –aunque sí
marca, y mucho- se refiere a los padres agobiados, la institución metonimizada,
la desciudadanización y otros, que contribuyen a generar estructuras mentales
donde lo impensable y lo innombrable ( en forma de psicofobia ) substituyen a
lo conflictivo y elaborable.
El mismo autor agrega: “no pasamos por una configuración a otra sino de
una totalidad articulada a un devenir no reglado” (idem: 150), por lo que pienso
que el social que permite la adolescencia como un sólido, ha dado lugar a otro
donde las figuras etarias -generacionales toman forma de devenir errante (lo
que retomo más adelante como figura de emigrantes internos).
Sin embargo hay otra dimensión que debo destacar en el vínculo actual
entre la sociedad y sus jóvenes, aunque no esté directamente referida al
material investigado. En este vínculo que hipotetizo los jóvenes vuelven a
240
reencontrar un sentido social, pero esta vez del lado de la muerte y no de la
vida, cumpliendo una función de jóvenes garantes:
cuando en una generación después de un traumatismo que puede ser
(...)cualquier tipo de experiencia traumatizante no se hace el trabajo de
elaboración psíquica, resulta en consecuencia el clivaje que va a
constituir en las generaciones ulteriores una verdadera prehistoria de
la historia personal (Tisseron,1997: 18).
Esta observación es inseparable de la vergüenza, admitida o no, de unos
padres que no solamente están agobiados o son indiferentes, sino que se
sienten también en falta con respecto a sus hijos (Volnovich,2002). Esta falta
surge de esa diferencia entre aquéllo mucho que se recibió de los antecesores
y las “migajas” que se transmite ahora a los sucesores.
Acota Tisseron (1997) cómo estos descendientes pueden llegar “ a percibir
en si mismo sensaciones, emociones imágenes o potencialidades de acciones
que le parecen bizarras y que no se explican por su propia vida psíquica o por
su vida familiar (Tisseron,1997: 18). Situación que recuerda a esas sombras,
ruidos o silencios, apariciones y premoniciones que pueblan el mundo mental
más clandestino de estos jóvenes, configurando una clínica de las catástrofes
sociales, imbricada a una dictadura y una situación social aún no resueltas.
De esta manera creo que efectivamente la sociedad se ha visto sacudida por
situaciones de catástrofe que han impulsado enormes mutaciones vinculares,
familiares y subjetivas, sin que correlativamente se pudiera hacer el duelo
imprescindible. Así han quedado sin duelar el pasaje de la modernidad
keynesiana al neoliberalismo; de la sociedad amplia a la sociedad escasa; de la
ciudadanía posible a la desciudadanización amenazante; de la impunidad
dictatorial a la situación irresuelta de las violaciones cometidas a los derechos
humanos .
Todo esto acarrea un clivaje entre lo decible y no decible; entre lo pensable
y lo impensable, con la consiguiente imposibilidad de hacer un duelo
imprescindible para aceptar los cambios y tramitar desprendimientos que
complejicen lo psíquico.
241
Al mismo tiempo, la imposibilidad de hacer duelos pertinentes para aceptar
la situación social tal como se manifiesta hoy en día, encierra la esperanza de
que si ese duelo imprescindible no se realiza, será posible retornar a ese
modelo social al cual aún se anhela y por el cual se siente intensa nostalgia.
Debo aclarar, en tal sentido, que la sociedad escasa puede ser entendida no
solamente como una temática de la escasez, sino también del exceso No sólo
no hay lugar para todos sino que además la mayoría sobra. A estos sobrantes
se les pide que se sacrifiquen por los demás haciéndoselos aparecer como el
obstáculo para poder retornar a aquélla sociedad que cuidaba y protegía .
Este “sacrificio de si” plantea entonces, que si con la desaparición de los
sobrantes se restablece (ilusoriamente ) la sociedad amplia, se trata entonces
de que los mismos se desciudadanicen lo suficiente para que puedan
desaparecer sin despertar culpas o escándalos. Las opciones son varias:
emigración, erradicación, desaparición real y/o simbólica .
Integran el grupo de los sobrantes varias capas de población y entre ellas la
de los adolescentes cuya extinción (simbólica y/o real ), parece demostrar que
el exceso se elimina y que la impureza se purifica .
La política del sacrificio es inseparable de la política de expiación practicada
por la cultura neo-evangélica y tanto en uno como en otro caso, la obligatoria
reanudación permanente de ese ritual lleva a consolidar, social y
subjetivamente, una siniestra compulsión a la repetición. Aunque estos rituales
puedan llevar a la negación de estos sucesos catastróficos, tal situación es
transitoria porque casi es de perogrullo aclarar que el suceso catastrófico
permanece allí intacto, con lo que el ritual renueva tanto como anula, ese
imposible orden social “recuperado”.
FRAGILIZACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE MEDIACIÓN
Esta compleja situación no puede sino repercutir en una fragilización de las
estructuras de mediación (Missenard,1991) y de pasaje (Dolto,1990), de forma
tal que ya no se sabe cómo pasar de la niñez a la adolescencia, del adentro
familiar al afuera social, de las estructuras que reaseguran a otras que exigen
desafíos y crecimiento.
Se pierden puntos de anclaje sólidos que son substituidos por un continuo
devenir que incentiva los sentimientos de inseguridad, falta de autoestima y
242
desvalorización, con lo que finalmente se pierde otra estructuras de mediación :
la del adolescente con su adolescencia.
Estas estructuras de pasaje que se asientan en lo social, lo familiar y lo
subjetivo al mismo tiempo, pueden ser pensadas como un conjunto que une y
articula, otorgando un sentido solidario, de manera tal que su extinción afecta a
todo lo que vincula .
Creo que existen tres estructuras de mediación que se fragilizan :
1. El adolescente con su adolescencia
2. El adulto con su adultez
3. La ciudadanía con la matriz social.
acentuándose así procesos de indiscriminación y regresión.
De esta manera la familia pasa, de espacio que garantiza el
acompañamiento a otros vínculos, a cerrarse sobre sí misma ( escena
congelada–de enhebramiento mutuo). La subjetividad ya no experimenta júbilo
sobre sus posibilidades, sino que cercena las mismas en configuraciones como
la del mesianismo exacerbado, que hacen del adolescente un extraño para sí
mismo. Y en lugar de sociedad sosteniendo una promesa, se consolida la
decepción y el desarraigo de la exclusión, como forma de patologización del
ideal (Enriquez, 2001).
Una consecuencia es que el “la sociedad me necesita” de la modernidad
keynesiana, se substituye por el “cualquiera es reemplazable“ del
neoliberalismo, trazando un extraño imaginario representado por una máquina
social que parece funcionar sola acompañando el anonimato del mercado, e
integrada por esa sumatoria de “engranajes” que substituyen a la acción
“ciudadana”.
De esta manera las estructuras de mediación se transforman en estructuras
de exigencia con las que no pueden negociar, teniendo como reverso el
desfallecimiento que desarticula certezas estructurantes destacando en su
lugar vivencias de agobio y desconcierto. Como decía L : “no sé si voy a volver
a ser normal...”
CATÁSTROFE SOCIAL-CATÁSTROFE PSÍQUICA-FIGURAS DE MEDIACIÓN
La catástrofe social que propicia y en la que se asienta el neoliberalismo,
genera un conjunto semántico-vincular en torno a distintas figuras
243
contrapuestas: víctima-victimario, responsables- desresponsabilizados, lo que
a su vez se articula en la catástrofe psíquica de un funcionamiento mental que
pasa a funcionar a predominio binario, con anulación del preconsciente con su
imprescindible función ligadora-desligadora. De allí el predominio del yo ideal a
expensas del ideal del yo, correlativo a nivel social de la valoración de la
sentencia neoevangélica en perjuicio de la cultura dialogante (Bleichmar,1981)
En estas condiciones no se pueden sostener las figuras de mediación,
figuras terciarias por excelencia, que operan como continente o meta-
continente del resguardo social y el resguardo psíquico. Su valor radica en
que son estructuras de transcripción, tanto como de equilibrio y soporte. En su
lugar surgen las figuras de lo perverso omnipotente: el diablo, el impune, el
corrupto, el “dealer”, el “atorrante” ; o las figuras de la extrema debilidad: los
jóvenes, el desclasado, el desempleado, el excluido cronificado, el propio
Estado
De esta manera se facilita el “ataque” a estos segundos ya que el marco de
protección estatal está abolido al ser el mismo Estado atacado y colocado en el
“banquillo de los acusados”, por un neoliberalismo que no tolera ningún tipo de
regulación que no sea la de la ganancia.
Las figuras de la compasión y la tolerancia se atenúan a favor de una
identificación con el agresor ( desgraciadamente tan multiplicada en nuestros
días...) por la cual se consensua el : “si le pasa, es porque se lo merece”. Ese
enunciado era ya muy claro en la época de la dictadura, ante el arresto y
desaparición de ciudadanos y no lo es menos en una sociedad que elogia cada
vez más a gobiernos de “mano dura” y a una policía fuerte y decidida 104.
Es una operatoria extrema de la disyunción: “él no tiene nada que ver
conmigo”. El “o yo o el otro” tanático se impone, con lo que la posibilidad de
conjunción desaparece (Kaës,1984). Desde el momento en que el
neoliberalismo se estructura en un “afuera” absoluto y un “adentro”
impenetrable, la disyunción se perfila como basamento estructural de él.
En el “afuera” están los que se lo merecen, aquellos que pasan a ser
“responsabilizados” por ser lo que son (pobres o perdedores en la escala
social) agrupables bajo el común denominador de los “inexistentes “ o los
104 El horrendo episodio de la muerte reciente de un brasileño a manos de la policía británica lo ejemplifica.
244
“invisibilizados”. Al ser mantenidos en ese “afuera” ya no se busca ni
reintegrarlos, ni educarlos, sino que la sociedad se “depura” de ellos . El uso de
una palabra clave en los planes de extermino nazis no es ninguna casualidad...
Por el contrario el “adentro” es la velocidad del Mercado, los que son “signo”
y se distinguen, aquéllos protegidos (o que se creen protegidos) viviendo en
fortificaciones amuralladas .
Creo que en definitiva ninguno de los dos hace lazo social. Los de “afuera”
por un proceso de desciudadanización insidioso; los de “adentro” porque no
viven en la sociedad sino en micro-experiencias utópicas y aislantes. En los
dos casos la sociedad es un espacio “escaso”, y más que escaso, siempre
insuficiente.
La respuesta al lazo social insuficiente es la Máquina: como si fuera una
especie de maquinaria casi perfecta se introduce la idea de que la sociedad es
un ensamblaje que auto corrige sus errores y descarta imperfecciones
(Klein,2005:120) .
Desde allí nada hay que justificar y creo que Habermas (1987) se equivoca
en describir al capitalismo tardío como preocupado en fortalecer su legitimidad.
Pero el que no se equivoca es Castoriadis (1982), al mostrar cómo en la
sociedad actual la dimensión de lo instituyente se pierde a favor de lo instituido:
el sujeto nada puede frente a una estructura-máquina-mensaje que lo precede
de forma acabada y lo forma y /o manipula a su antojo.
Mientras que la cultura, desde la modernidad keynesiana, se jugaba en el
hecho de ser transmitida y actualizada, desde el neoliberalismo se asienta en la
repetición y el “siempre lo mismo” . Esta cultura:
que se considera capaz de reproducirse en forma virtual a sí misma, es
inseparable de aspectos paranoicos: todos somos controlados tanto
como ninguno es necesario, lo que es proporcional a lo incomprensible
de los cambios sociales que ocurren(...) Esta conjunción de sucesos
desgraciados y crisis irreversibles hacen que lo impensable encuentre un
tope a partir de lo cual se hace urgente encontrar una explicación de lo
que está sucediendo, por más que subsista un sentimiento difuso de que
nada o nadie puede explicar la dimensión de catástrofe que predomina.
Es el punto en que surge la figura del chivo expiatorio: el joven se hace
245
cargo de la amenaza, violencias y ominosidades con las que se intenta
rescatar un sentido perdido e inaprensible (Klein,2004: 121).
Cuando no sostiene un resguardo fiable para el crecimiento de sus
integrantes, el conjunto termina por buscar un chivo expiatorio, atacando al
más frágil. El adolescente entra así en un extraño ritual de muerte por el cual
aparece como necesario su sacrificio, para conservar cierto ilusorio equilibrio
social. En algunas ocasiones los sacrificios son personales, en la mayoría, lo
que se sacrifica es la propia adolescencia...
Esta situación catastrófica implica que el adolescente se ve en la necesidad
de replantearse su cotidianeidad, la que pasa a sobresalir en términos de
“supervivencia “. Y punto paradojal, cuanto más tendría necesidad de recurrir a
un psiquismo transformador más este psiquismo se revela en situación de
“insolvencia”.
De esta manera parece que el dilema que se va perfilando es, o caer en una
situación de desvalimiento extremo, o anular lo adolescente de sus vidas, como
estrategia mínima de resguardo del psiquismo.
LA EXPERIENCIA DE LO QUE ES ADOLESCENTE
Así, el aparato psíquico pasa a constituirse también según el modelo de una
máquina, por prevalencia del punto de vista económico. Es una subjetividad
que se ve a si misma en términos de incremento de la tensión de necesidad o
descenso de la tensión de necesidad. Las cosas se experimentan en términos
de tormento, agobio y recelo, por lo que la experiencia del adolescente como
conquistador, jubiloso y explorador se opone a la del adolescente como raro,
avergonzado y aislado.
La violencia de este tipo de adolescencia se completa bajo los signos de la
amenaza, lo amenazante y lo amenazador. En este punto considero
fundamental las ideas de Jeammet con respecto a un cuadro de vulnerabilidad
psíquica, “expresión de una dificultad del aparato psíquico a tener un rol
esencial de adaptación del sujeto al doble registro de sus necesidades y deseo
y de la presión del entorno” (Jeammet,1996: 173):
246
Es un funcionamiento mental cuyos rasgos esenciales señalan la
potencialidad desorganizante del fantasma inconsciente, falta de
eficacia del trabajo del preconciente, debilidad de los mecanismos que
participan en el trabajo de elaboración y de contención psíquica(...) El
objeto se presenta como perturbador y atacante (Klein, 2003: 137).
De esta manera, prácticamente todo lo que es la descripción clásica del
psicoanálisis del adolescente parece derrumbarse. Se pierde la dimensión de la
resignificación de Kancyper (1992), la llamarada del júbilo de Urribarri (1990), la
posibilidad de confrontación de Winnicott (1972), la anticipación de Piera
Aulagnier (1991) y la labor del re- equilibrio pulsional de Hanna Freud (1985).
En su lugar se destaca una estructura desorganizada y desorganizadora y la
conmovedora necesidad de un otro-doble, a veces proporcionado por lo
fraterno, buscado para poder conjurar la presencia de lo extraño. Doble que
es además prótesis psíquica pues piensan y sienten a través del otro. Dato que
re -dimensiona el grupo de pares ya no como simple lugar de identificaciones
( lo que tiene que ver más con el proceso secundario), sino como evitación del
estar a solas realizando entre todos un ritual que haga desaparecer lo extraño y
lo aterrorizante.
Aquella guerra de la dictadura se continúa en la guerra de los padres por
sobrevivir y en la guerra que ellos mismos mantienen -nunca declarada y
apenas percibible- contra un enemigo extraño, capaz de surgir en cualquier
momento y en cualquier lugar.
Al romperse el contrato narcisista ( Aulagnier,1975) de ciudadanización y de
clase media estable, estos jóvenes pasan a estar a la deriva expresando un
estado fluido ( Lewkowicz,2004) por el cual no es que estén fuera del lazo
social del trabajo y la educación, sino que por momentos no están en ningún
lugar.
He hablado del enfoque erróneo de la llamada deserción liceal, acentuando
el hecho de que en realidad la misma responde a que se han agotado las
estructuras de recepción y pasaje. Una consecuencia es que se trata de
estudiantes que están en situación permanente de dar exámenes, solidificando
una situación inagotable de endeudamiento.
247
La adolescencia ya no se resuelve en instancias de negociación, como es
propio de la moratoria de Erikson (Maier,1980), sino en una exigencia de
endeudamiento atormentante que se cronifica y eterniza. La experiencia de los
estudios es deber materias, la experiencia de lo familiar es deber lealtad, la
experiencia de lo cotidiano es endeudante .
Desde el liceo existen pocas posibilidades de que se genere un diálogo, por
una acentuación de una vertiente metonímica que lo vuelve un instituido com
dificultad para dar paso a lo metafórico. Con ésto, el liceo no genera
condiciones por las que, desde y por su presencia, se verifique cambio o
impacto psíquico en el adolescente que lo transita. No hay apuntalamiento
psíquico en la institución ni la institución se apuntala en él, dentro de un
proceso de desapuntalamiento maximizado, que conlleva a un mínimo de
actividad psíquica.
Lo neurótico, la formación de compromiso, el síntoma se substituyen por
experiencias de lo ominoso y lo extraño. De allí que he intentado delinear un
marco terapéutico que me parece más apto para este tipo de construcción de
subjetividad.
En este punto la observación de Kaës (1993), referida al grupo como una
exigencia de actividad psíquica se vuelve relevante. Exigencia, no en el sentido
de lo obligatorio, sino en el sentido de lo posible y la posibilidad. Pasar de un
aparato psíquico en desmoronamiento a un aparato psíquico con
posibilitamiento de un borde que al instaurar diferencias fundamentales
(adentro–afuera; psíquico–no psíquico; fantasía-realidad; yo-superyo), permite
alentar procesos intersubjetivos de transformación.
ADOLESCENTES SIN ADOLESCENCIA
Lo anteriormente expuesto no puede sino hacer reflexionar sobre los
modelos que llamo tradicionales o “clásicos” del psicoanálisis de adolescentes.
Los mismos se caracterizan básicamente por los siguientes elementos:
- marcado acento de lo intrasubjetivo;
- preferencia por referentes teóricos simples;
- descuido de factores sociales;
- confusión entre pubertad y adolescencia o adolescencia y juventud, o
adolescente y adolescencia;
248
- exagerado acento de lo des-contextualizado, planteando un modelo “tipo”
de adolescente engarzado a un modelo “tipo” de sociedad;
- establecimiento de la subjetividad sobre valores sólidos, incambiables,
siempre encontrables .
Por mi parte me inclinaría por un nuevo modelo en el que se pudiera
contemplar:
- adecuación de una perspectiva vincular y transubjetiva;
- incorporación de referentes teóricos complejos y complejizantes;
- trabajo sobre variables sociales, figuras de mediación y formaciones
bifásicas;
- discriminación precisa entre adolescente, adolescencia, juventud y
pubertad;
- contextualización adecuada de circunstancias, hechos y problemáticas
sociales;
- forjamiento de nuevas teorías que den cuenta de una construcción de
subjetividad asentada en procesos de ciudadanización en “cuarentena”,
psiquismo “desmantelado” y un “fluido” como presencia efectiva.
Creo que las referencias adolescentes que surgen ya no son estrictamente
etarias ni generacionales, valores sólidos por excelencia. En su lugar parece
surgir:
1) un modelo fluctuante.
2) un modelo de migración interna.
1) El modelo fluctuante busca establecer que ya no se trata de delimitar las
formas de cómo transcurre la adolescencia, sino que se vuelve imperioso
establecer cómo se entra y cómo se sale de la misma, lo que he presentado
como estructuras de bienvenida y estructuras de despedida. Es decir, clarificar
cómo se establece el entramado que augura adolescencia y las obstáculos que
hacen imposible adolescencia .
En el psicoanálisis clásico las coordenadas témporo-espaciales se daban
como establecidas e introyectadas (a través del crecimiento). Hoy lo que
impera es una “desorientación” que indica que no existen rumbos precisos ni
preestablecidos.
Probablemente el sujeto esté más a merced de sí mismo, o en un encuentro
249
con el otro (Otro) que remite a situaciones inéditas. Sólo que es un exceso de
lo inédito, contrapuesto a un inédito estructurante que siempre suponía
implícitamente, un marco de no-cambio que acompañaba y apuntalaba el
cambio. Hoy el marco es tan cambio como el cambio mismo.
2) El modelo de migración interna busca complementar al anterior,
destacando la sensación de extrañeza ominosa que despierta el adolescente
en su sociedad. Siempre presente “algarabiosamente” en discursos políticos y
sociales, es ignorado u olvidado en prácticas y realidades sociales que no
fomentan sino procesos de desciudadanización que lo convierten en un
inmigrante de su propio país.
Esta relación entre la adolescencia y lo emigrante ya ha sido sugerido:
Para dar una idea de lo tormentosa y agitada que puede ser la
adolescencia, ese largo tránsito de la infancia a la adultez, se la ha
comparado a la de un emigrante que, en un barco sacudido por las
tempestades, va haciendo lentamente su camino hacia el Nuevo Mundo
(Grinberg,1984: 91).
Al igual que el emigrante, el adolescente pasa por una situación combinada
de pérdida de derechos, exilio y desarraigo. Si para el emigrante ese impacto
es su tierra de destino, para el adolescente es la adolescencia la que se ha
vuelto impactante.
En ambos casos, además, se percibe pérdida de funciones yoicas
(transitorias en el emigrante [Grinberg, 1984]), que hacen urgente que se
busquen nuevas formas para sobrevivir y reorganizarse. En definitiva así como
el emigrante, el adolescente siente que se enfrenta a un desconocido que
resiste la posibilidad de ser conocido, estando expuesto a procesos
regresivantes (idem).
En definitiva la adolescencia como aquél espacio- tiempo- marca privilegiado
sucumbe, con lo que se desmembran experiencias sociales, familiares y
subjetivas, que se mantenían integradas y resignificadas desde aquélla. Este
“puzzle sin un modelo para armar”105 erradica necesariamente entonces el
conflicto como instancia de mediación y formación de compromiso. Por el
105 Título de uno de mis libros: “Adolescencia: un puzzle sin modelo para armar” (2004).
250
contrario aquél puzzle “con modelo para armar”, implicaba la posibilidad de
tomar al conflicto como oportunidad de crecimiento, funcionando el aparato
psíquico como continente del conflicto.
De esta manera el aparato psíquico se mantenía auto-apuntalado y
catectizado (“alimentado”) por sí mismo, estableciendo comunicación y
diferencia entre sus instancias constitutivas. Este modelo de aparato psíquico
es probablemente adecuado a la modernidad keynesiana, donde subjetividad y
psiquismo se corresponden y correlacionan de forma trófica .
Pero en tiempos de neoliberalismo la subjetividad que aparece es otra,
caracterizada por el aplastamiento o “untergäng” del aparato psíquico
(Bleichmar,1997). La problemática del vacío, substituye la de la formación de
compromiso y en definitiva subjetividad y psiquismo creo que se vuelven
antinómicos. La condición de supervivencia de subjetividad es el
empobrecimiento (o forma de expulsión) del aparato psíquico, lo que redobla el
imaginario neoliberal : todo espacio se constituye por expulsión irreversible de
algo-alguien.
El aparato psíquico no está en realidad ausente sino empobrecido. Una
expresión de su empobrecimiento es que se substituyen estructuras que se
basan en el conflicto, por otras que se basan en el consenso o la sentencia. Así
se constata una actividad sobresaliente del yo ideal junto a un super- yo de tipo
sádico (Klein,1997b). Estos elementos confluyen en fragilizar el tránsito por la
vida, con lo que en el proceso de crecimiento pasan a predominar vivencias
atormentantes e inquietantes.
La mente como espacio de integración y recepción de noticias del mundo
interno ( Bollas,1991), es desapuntalada y confinada a una situación de borde,
donde lo desastroso está presente substituyendo al júbilo (Urribarri,1990) cada
vez más convertido en una situación infrecuente.
Hay que tener en cuenta que el neoliberalismo inaugura una experiencia
social sin antecedentes. El lazo social se angosta y excluye: no todos forman
parte de él, o mejor dicho, sólo una minoría tiene derecho a él. Lo adolescente
queda relegado a ser sumatoria de situaciones y ya no estrictamente período
etario .
Situación que remite a la hipótesis central de esta investigación: se trata de
pensar lo inaudito de un estado de adolescentes sin adolescencia. Entiendo
251
adolescentes - sin adolescencia no como una antinomia sino como un concepto
- umbral en el sentido de que, “hay nociones, conceptos, categorías (...) que
requieren una experimentación para determinarse en la experiencia que
inician, por eso quisiera llamar palabras-umbral a estas categorías, conceptos
o nociones (Lewkowicz,2004:151).
De esta manera no me interesa destacar un inexistente ( pues sin duda
existen aún adolescentes con adolescencia), sino la consolidación de
condiciones que hacen viable este imposible.
REPASO DEL MARCO TERAPEUTICO DE TRABAJO
Propongo entonces como estrategia terapéutica la consolidación de lo
mental (Bollas,1991) como estructura de mediación fundamental entre el
aparato psíquico y el mundo externo y entre psiquismo y subjetividad. Tomo
mente como una posibilidad de subjetividad que no es en sí aparato psíquico,
sino estrategia de funcionamiento mental caracterizado por la consolidación de
un self genuino (Bollas, 1991), calmo e íntegro .
Si considero al conflicto como correlativo al aparato psíquico, es porque
simultáneamente creo que existe un marco –lo mental- como fondo silencioso
de calma y tranquilidad. De alguna manera se relaciona al hecho de que la
interpretación tiene como marco-fondo también un silencio elaborativo.
Me parece importante señalar, desde el material presentado, un cambio
substancial operado desde el neoliberalismo en lo que respecta al grupo
terapéutico. Mientras que en general los grupos adolescentes traían -en
tiempos de modernidad- una experiencia que podíamos denominar traumática,
en tiempos de neoliberalismo la experiencia que se consolida es de tipo
catastrófica (Lewkowicz, 2004).
Por traumatismo refiero una situación capaz de sufrir algún tipo de
transformación, es decir un proceso de nominación y comprensión. Por el
contrario, lo catastrófico remite a una situación innombrable e impensable.
Esta idea se complementa con lo que Lewkowicz (2004) menciona como
estado fluido propio del neoliberalismo, propiciante de una subjetividad sin
anclajes sociales ni basamentos narcisistas categóricos.
De allí la importancia de un encuadre que facilite condiciones de lazo social y
en el cual se verifique diferencia, si los integrantes acuden o no al grupo. Me
252
refiero a la necesidad de mantener una actitud atenta y continua basada en la
preocupación por la presencia y no sólo en la tolerancia a la ausencia ( que era
el modelo de trabajo que sostuve durante mucho tiempo). Tiene que haber una
diferencia entre estar o no estar en el grupo, relacionada a una verdadera
marca de integración al mismo, inseparable por otra parte de su dignidad como
seres humanos.
Y tal vez “ marca” en el grupo sea aún insuficiente, teniendo que añadir una
dimensión más “espesa” y sólida, si tenemos en cuenta la dimensión de lo
anulado social que estos jóvenes portan. Quizás esa es la primera operativa
terapéutica: transmitir la absoluta seguridad de lo fundamental de su presencia
en el grupo, ayudarlos a sentirse integrados al mismo, “quebrando” ese
instituido social por el cual se transforman en expulsados.
Por eso me he referido a metáforas mucho más concretas, de tipo corporal,
(abrochamiento, injertamento) para referirme a estos procesos de “entrada” y
“bienvenida” al grupo. Como señala Galende (1997) se hace fundamental,
como estrategia en salud mental, la posibilidad de integración a un colectivo,
en este caso, el grupo terapéutico. El hecho de que esto se logre ya es un
logro, cosa que antes se desdeñaba o no se tenía en cuenta.
Desde el modelo terapéutico propio de la modernidad keynesiana, existían
condiciones institucionales precisas que efectivizaban la transformación del
consultante en paciente, ubicado rápidamente de esta manera, en lo medular
de lo terapéutico. Por el contrario, hoy nos encontramos trabajando con
adolescentes que por momentos son pacientes y por momentos no. Como
están dentro del grupo, están fuera del mismo, lo que es una situación
inevitable, ya que ésta es la experiencia que tienen de cómo estar en las cosas:
adentro y afuera.
Por eso es insuficiente hablar del movimiento intra familiar al afuera familiar,
o pensar lo terapéutico como pasaje de endogamia a exogamia . No se trata de
experiencias de pasaje sino de borde. Viven en los bordes de la familia;
sobreviven en los bordes institucionales; se parapetan en los bordes de la
adolescencia. Desde ese borde de grupo inevitablemente una parte de ellos
estará atenta al adentro, mientras que otra lo estará a un afuera del cual no se
pueden desprender totalmente.
253
Para Kaës (1993) el sujeto de grupo precede e interactúa con el sujeto del
inconsciente, pero no creo que siempre sea así. En estas situaciones que
describo hay algo de los conjuntos que no precede, sino que es simultáneo al
sujeto. Desde la cultura de los padres agobiados no hay dimensión temporal:
pasado-presente-futuro, solo hay presente “devorado” por la batalla de la
supervivencia, con lo que al hijo se le quitan posibilidades de establecerse
como heredero y sucesor, reclamado en una tarea de ayuda, sostén y cuidado
de sus padres.
No obstante, como ya indiqué, rescato una idea kaeseana fundamental: el
grupo como exigencia de trabajo psíquico, expresada en una múltiple actividad
re-enigmatizante, en la cultura dialógica y en el aparato mental (Grinberg,1986)
de los terapeutas. De esta manera lo indecible se va transformando en decir; lo
impensable en representaciones diversas; lo innombrable en comunicaciones
complejizantes, generándose, además, la elaboración de la capacidad para
soportar la angustia.
Debo confesar incluso que encuentro estas tres categorías de lo indecible,
lo innombrable y lo impensable, mejores descriptores de la situación de
subjetividad adolescente, y de lo qué puede suceder en el proceso terapéutico,
que las categorías de inconsciente, consciente, manifiesto y latente ...
De esta manera creo que es necesario explicitar, para terminar, una
hipótesis que he mantenido implícita a lo largo de esta investigación: suponer
que aun desde un grupo terapéutico, estos adolescentes son una muestra
fiable para extender una serie de hipótesis a un marco más amplio de
adolescentes.
Mi respuesta al respecto es positiva, pero aún así es una hipótesis de trabajo
que se deberá ratificar o rectificar con otras investigaciones. De cualquier
manera hago notar que en los motivos de consulta de estos “pacientes” poco
hay de patológico. Síntomas somáticos, conflictos en los vínculos familiares,
ansiedad, trastornos de conducta, en mayor o menor grado aparecen en todo
adolescente. Que no se expresen, no quiere decir que no estén, sino que se
ocultan en lo que he definido como self clandestino.
Asimismo obsérvese que los ítems de composición familiar, ocupación y
rendimiento estudiantil que presento en el capítulo sobre contextualización de la
investigación son similares a los de otros jóvenes que no demandan atención
254
terapéutica. Como el mismo informe de la Clínica Psiquiátrica observa, son datos
esperables de acuerdo a la proveniencia de clase media, clase media- baja de
esta población.
Asimismo las observaciones que realizo sobre el proceso terapéutico de este
tipo de grupos, me parece que sugiere que en éstos, más que trabajar sobre
patología y síntomas, se trabaja más, mucho más, desde subjetividad y
construcción de subjetividad (Galende, 1997). Es decir, creo que acompañamos
el proceso de subjetivación adolescente, en el sentido de que, al contrario de lo
que se piensa generalmente, estos jóvenes no consultan necesariamente por una
patología de lo adolescente, sino por una dificultad de atravesar y elaborar el
proceso adolescente, especialmente frente a los desafíos que, como he indicado,
están determinados por el contexto neoliberal.
Así aparece como rasgo predominante, sean o no “pacientes”, el paradojal
ocultamiento de su parte adolescente la que aparece entremezclada a objetos
inquietantes y situaciones amenazantes que difícilmente pueden albergar. De
allí que he señalado al grupo como un espacio posible de re-adolescentización.
La configuración familiar no está ausente de este proceso. Acusados no
pocas veces de bandoleros, vagos, indolentes y descuidados, estos jóvenes
nos revelan su ansiedad por reencontrar un ideal de familia que sin embargo se
les muestra esquivo. No pocas veces constatamos transferencialmente así la
pregunta sobre cómo hacer familia desde el grupo.
De esta manera, y como conclusión final, diré que creo que el neoliberalismo
(permítaseme lo banal del término) es una “bomba de tiempo”. Desde la
cotidianeidad, los vínculos, los entramados sociales, “explota” en distintas
formas de anomia, conductas graves, violencia extrema, drogadicción u otras.
De allí que no es poca cosa preguntarnos sobre qué tipo de sociedad estamos
creando, acentuando nuestra responsabilidad al respecto. Al mismo tiempo me
interrogo qué implica esta situación desde la asistencia social, los sistemas de
salud y salud mental y educación: ¿cómo debemos modificar y adaptar esos
modelos y prácticas de trabajo?. Otro desafío se refiere al psicoanálisis: sus
tipos de intervención y los esquemas formativos que privilegia, por momentos
tan alejados de lo qué es esta realidad social...
Pero la “explosión” no es sólo a la luz del día. Hay otra que es subterránea.
Acostumbrados a pensar lo dramático en términos de violencia, de pobreza
255
extrema, de actos trágicos, perdemos la perspectiva de que lo dramático no
siempre surge de forma apabullante y abrumante. Hay otro drama referente al
día a día, a pequeños gestos, a conductas que se van tolerando y marcando
diferencias en relación a usos y costumbres que se tanatizan cada vez más. De
todo ésto es lo que hablo en las páginas precedentes. Por eso, sin ánimo de
ninguna perspectiva apocalíptica ( que personalmente repudio), digo: Lo peor
está aún por llegar.-
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