Adolfo Saldias - Historia de la Confederacion Argentina I

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    HISTORIA

    CONFEDERACIN ARGENTINAROZAS Y SU POCA

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    OBRAS DEL MISMO AUTOREnsayo sobre la Historia de la Constitucin Ar-gentina 1 volumen

    Ley de las institicciones FolletoParntesis al nAjitn Perulero de D. Juan M. Vi-llergas Folleto

    Decapitacin de Buenos Aires FolletoInstrucciones para las estancias FolletoLos Minotauros 1 volumenLos Nmeros de linea del Ejrcito Argentitio 1 volumenLa Eneida en la Repblica Argentina, (publicadacon introduccin y estudio en colaboracin con Do-mingo F. Sarmiento) 1 volumen

    Civilia 1 volumenLa Politique Italienne au Rio de la Plata 1 volumen

    IMP. DE EL CENSOR, CORRIENTES 829. BUENOS AIRES.

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    HISTORIA

    CONFEDERACIN ARGENTINAROZAS Y SU POCA

    ADOLFO SALDIASSEGUNDA EDICIN CORREGIDA, CONSIDERABLEMENTE AUMENTADA E ILUSTRADA

    CON LOS RETRATOS DE LOS PRINCIPALES PERSONAJES DE ESE TIEMPO

    TOMO I

    BUENOS AIRESFLIX LAJOUANE, EDITOR

    1892

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    FsuV. /

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    PREFACIO DEL EDITORAgotada la primera edicin de la Historia deRozas y de su poca, la constante demanda de esta

    importante obra nos obligaba publicar una nuevaedicin, y es con el ttulo de Historia de la Con-federacin Argentina, que presentamos al pblicoel mismo libro corregido y considerablemente au-mentado con los papeles del archivo de Rozasque al autor le fueron entregados.

    Bien que se discuta respecto del criterio con queel doctor Saldas ha abarcado la poca que mediaentre 1820 y 1861, sea la del desenvolvimiento dela Confederacin Argentina, puede decirse que hayya una opinin formada de la importancia y mritode esta obra, la cual ha merecido su autor ser co-locado enti'e los escritores contiienzudos ilustradosde su poca. En prueba de ello, transcribimos continuacin algunos de los juicios y apreciacionesque acerca de este libro han emitido escritores y es-tadistas reputados de Amrica y Europa. (^)

    (') Juicios sobre este libro, insertaron:La Libertad, 2 de febrero 1882. La Democracia, Montevideo,27 de enero 1882. La Naci7i, 7 de abril 1884. Las Novedades,17 de abril 1884. os Tiempos, 18 de abril 1884. L'Operaio Ita-liano, 22 de abril 1884. ^ Nacional, 16 de abril \SS4. El Dia-rio, 29 de octubre 1887. El Norte de Buenos Aires. 29 de octubre1887. La Patria, 22 de octubre 1887. La Reforma, 22 de octubre1887. Za poca, Montevideo, 20 de octubre 1887. Za Razn, 15de septiembre 1887. El Ferrocarril, 16 de septiembre 1887. ElNacio?ial, 29 de octubre 1887. El Comercio, (Lima) El Mercu-rio, (Valparaso). Les Elats Unis d'Europe, (Paris) etctera, etc.

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    VI Londres, octubre 15 de 1881.

    Sr. Dr. D. Adolfo Saldias.Estimado compatriota y amigo

    :

    He ledo con sumo inters su primer volumen sobreRozas.Comprendo como Y. la misin del historiador : justicia,no idolatra, nada de vindicta partidista ante la impar-cialidad de la posteridad. V. es fiel esa doctrina, y lofelicito sinceramente por ello.

    Sobre la indiferencia de su pl)lico qu puede pasar V. que no hayan sufrido tantos y tantos? Los con-temporneos de Shakespeare preferan sus dramas gigan-tescos, sus poesas ligeras y erticas. Influencia de laatmsfera y de las preocupaciones de las pocasCuando tiene V. en su favor el juicio de hombrescompetentes, esto debe bastarle. Y note que estoy lejosde colocarme en el nmero de los competentes. Y. me haceaparecer sobre un pedestal que estoy lejos de aceptar.

    Trabaje Y. sin desmayar, que no ha de arrepentirsede ello. Hace Y. un servicio inmenso nuestra noble inteligente juventud, ensendole que hay adonde estudiarla historia fuera de las elucul)raciones partidistas; y cuan-do digo partidistas, me refiero al })artidismo no de princi-pios: el historiador no puede prescindir de tener un color,sino del de camarilla y compadrazgo que tanta influenciaejerce sobre nuestra querida tierra, tan explotada y ultra-jada por cofradas polticas.

    Tener el coraje de decir la verdad, supone ms va-lor moral que el de hacerse matar en los campos debatalla. Sobran de estos valientes entre los hombres mscomunes, al paso que el otro, es tanto ms raro, cuantopresupone un sacrificio heroico, desde que no aguardasino la recompensa de un deber cumplido costa las msveces de nuestras afecciones ms queridas y de nuestrapropia reputacin.

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    vil Los ensayos constitucionales en nuestro pas, como enFrancia, lian sido efmeros en su mayor parte por carecer

    el pueblo de hbitos de libertad y de educacin demo-crtica. Sin embargo, la intluencia civilizadora de lasinstituciones es de suyo muy eficaz, siempre que los en-cargados de hacerlas cumplir den el ejemplo del respetoque se merecen. Qu respeto puede tener un dogmasi los sacerdotes son los primeros en ridiculizarlo y pro-fanarlo? Los augures de Roma, rindose de sus ceremo-nias, eran la expresin de una religin moribunda, redu-cida meras apariencias destinadas engaar loscrdulos vulgares. Profanum vulgum

    Escribo Y. al correr de la pluma, en el primer pliegode papel que me cae la mano. Escseme.Yo querra que en vez de nuestra idolatra por losganadores de batallas, que tanto han explotado en prove-cho propio la energa y la sangre de los pueblos, ense-semos las generaciones que nos sucedern, los sacri-ficios, los dolores, la abnegacin, la fe, la honradez cvicade tanto ilustre obrero de la civilizacin que han venidoesperando el advenimiento de gobiernos liberales, y hon-rando con su doctrina y con su ejemplo el culto de unalibertad bien entendida.Admiro yo ms Washington, Hamilton, Lincoln, que todos los conquistadores de la historia. La obra delos primeros es ms modesta y menos brillante, pero des-tinada durar ms, pues representa ms aspiracin leg-tima y santa de la humanidad el triunfo de las virtudescvicas, individuales y domsticas, menos deleznables quelas glorias compradas con sangre, luto y miseria de lasnaciones.

    Escrbame siempre, pues recibir con gusto sus cartas.Soy de usted afectsimo compatriota y amigo

    Manuel R. Garca.. Permtame Y. rectificar un aserto de usted, respecto don Juan Manuel de Rozas:

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    VIH No es exacta la causa por la cual abandon la casapaterna donde se alojaba con su esposa. Su madre, doa

    Agustina Lpez, no sospech la honradez. Lo que hubofu esto: apercibida la esposa de Rozas de que su suegrase quejaba de su hal)itacin en la casa, lo comunic Hozas, quien mand traer una carreta en el acto y dejas la casa paterna para trasladarse la de los padresde su mujer.Puedo asegurar V. que me constan estos hechos.

    Q.

    Sr. Dr. D. Adolfo Saldias.Distinguido seor:

    De acuerdo en un todo con las ideas sostenidas re-cientemente en La Libertad, quiero tener el gusto de felicitar V. cordialmente por ellas y estrecharle la mano.Desde que he empezado pensar i)or m mismo enla vergonzosa historia de nuestras luchas civiles, he sen-tido la necesidad de despojarnos virilmente de los odiosheredados que i:>retenden imponrsenos en nombre deuna hueca y bombstica tutela. As, y solo as, podremosjuzgar los extravos de nuestros partidos con imparcia-lidad y recto criterio.Ahora bien: sus serenos, bien pensados y contundentesartculos, me demuestran con gran regocijo mo, que haytodava en mi pas hombres que desdeando el falsoropaje de la declamacin hinchada ijalabrera, sabenpensar valientemente con solidez y firmeza.Su afectsimo amigo

    Calixto Oyuela.Buenos Aires, lebrero 27 de 188.3.

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    IX Buenos Aires, abril 16 de 1884.

    Mi estimado compatriota:Doy Y. las gracias por el segundo volumen de la

    Historia de Rozas y su poca, que ha tenido la bondad deenviarme juntamente con su estimable de hoy.La Nacin de maana dar cuenta de la aparicin de

    ese libro, con el honor que merece su autor.Cualquiera que sea el juicio que acerca de su criterio

    histrico se tenga, nadie podr desconocer en sus obrasla pasin del bien, el amor la verdad, estudio atento dehechos y documentos, y todas las calidades que revelanal i^ensador y realzan al escritor. Por otra parte, comaV. lo observa, su segundo tomo comprende cuestionesque todos los argentinos interesa conocer y estudiar.

    Leer, pues, su segundo tomo con el mismo inters quele el primero, deseando usted mientras tanto todo elxito literario que es acreedor.De usted afectsimo amigo y S. S.

    B. Mitre.iSr. Dr. D. Adolfo Saldas.

    Sr. A. Saldas.Santiago, mayo 26 de 1884.

    Distinguido seor y amigo

    :

    He recibido junto con su estimable el segundo volumende su interesante Historia de Rozas., cuyo examen pblico, espara mi slo cuestin de oportunidad. El tema no puedeser ms interesante, y apenas me llegue un poco de pazcuente V. con que dejar cumplida mi vieja promesa.

    Soy ntimamente su afectsimo amigo y S. S.B. Vicua Mackexxa.

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    Herlin, septiembre 3 de 1884.Mi eistimaJo compatriota:

    Recin puedo contestar su atenta carta fecha 17

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    hermoso jDas. Por el pronto eso me bastaba, y ese ttulome fu muy simptico.Vea entonces que rencores y hondos resentimientos,

    as individuales como sociales, que tuvieron motivo paranacer y obrar un tiempo en consorcio de otras fuerzasms generosas, pretendan reinar exclusivamente y siem-pre en los dictados del concepto pblico, y ello con visosde querer pontificar sacramentalmente en el temilo dela historia. De esta manera la nueva generacin no salade la etapa execratoria de Rozas, ni recoga las ense-anzas ms profundas, que son las que se esconden enel estudio simultneo de Rozas, de los que combatieron Rozas, y de los que hicieron Rozas.Esto no poda ser ya ms tiempo. Era necesario profa-

    nar de una vez la pompa pontifical, penetrar de rondnen el santuario, penetrar armado de todas armas hastala sacrista; en una palabra, era necesario ejercer la cri-tica y pensar en una distribucin general de la justicia.Una cosa me ha gustado en el proceder de usted. Otrosintentaron antes igual profanacin, y quedaron paralizadosde temor. La arrogancia de usted es su principal mrito.Contra lo que me decan, usted sali con su tomo segundo,y veo ahora que tiene en prensa el tercero. Esa arroganciaes perseverante en la labor. Merece usted por ello el mayoraplauso. Me avisa usted que trabaja sobre documentos enotras dos obras correlativas de aquella poca memorable.Persista usted amigo mo, sin temor al silencio, tan te-mido en las letras. Fuera mi deseo que usted, la vueltade enrgica y positiva investigacin, dejara en el sitio delactual sacrilegio constituida una obra durable de juiciocon alcance experimental.Por eso, las palabras de aliento, me atrev en laRevista unir reparos y hasta amonestaciones. Ya ustedve que atribuyo las tareas de usted un significado muyinteresante. Les atribuyo toda la importancia de un pri-mer paso resuelto, en la evolucin historiogrfica que hade sealar una nueva etapa al desenvolvimiento del

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    XII concepto pblico, sobre una poca memorable de los ana-les del Plata. Pero para no desviarse de tan elevado ytrascendente impulso, es menester montar con solidez eleje de rotacin sobre dos polos, la calma y el discerni-miento. Y permtame que le diga, que el determinaratjuella evolucin, aun cuando las pginas carecieran deotras dotes pertenecientes al arte de la historia, es lo quedara los libros de usted un valor genuino importante.Porque, como se ha visto alguna vez en los anales li-terarios, la independencia y la suficiencia del autor cons-tituiran por s mismas un acto progresivo, seran unhecho histrico causante de otros hechos.Veo con complacencia que usted se nutre de buenaslecturas. Sus modelos en el arte, son ms que modelos,son dechados de la alta escuela monumental. Bukle,Macaula>'. Motley, son glorilicadores y vengadores su-premos de la libertad poltica y del espritu humano enlos pueblos ms grandes de' la tierra. No s cmo seescapa al claro talento de usted su inconveniencia comotipos de imitacin ni como maestros directivos, all dondela verdad y la individualidad y la unidad de los hechosno estn constituidas, y cuando usted hace de escavador,de cimentador y de constructor de paredes, en terrenoque usted mismo tiene que desbrozar y terraplenar.Su Salustio de usted me agrada, pero solamente porel arte de su "rpida narrativa, rapidez tan decidora comoincontenible. En cuanto al fondo, da por sabidas y pro-badas muchas cosas, y al respecto de todo hay que creerlesobre su palabra. En esta parte no puede servir de gual)ara instruir el j)roceso de Rozas y sus enemigos. Laagilidad y presteza de su estilo informativo han sido, mi juicio, sobrepujadas por Voltaire en su listoire de Char-les XII.

    Ese De Thou, que usted mira tan en menos, vale muchocomo rico arsenal de noticias. Estoy conforme en que nopuede servir de gua en el arte de referir. Y ya que unageneracin ms menos iniincrosa de nuestros histori-

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    XIII grafos americanos, tiene que resignarse la meritoriapero no sublime tarea de cronistas, cronistas positivistas,hay que buscar en otros narradores modernos el mtodoconveniente. Por fortuna los dominios del arte literarioson vastos, y por cualquier sendero el talento juede bus-car y encontrar el xito envidiable. Alemanes, ingleses yfranceses conozco, que son excelentes maestros albailesy arquitectos slidos, sencillos, hermosos y admirables dela verdad pasada.De usted atento amigo y S. S. S.

    G. Rene Moreno.

    Buenos Aires, octubre 15 de 1887.Sr. Dr. D. Adolfo Saldas.

    Mi estimado compatriota:Con su estimable de ayer he recibido el tercer volu-men de su Historia de Rozas y de su poca, con que ust 1termina este largo trabajo comenzado hace seis aos.He pasado parte del da y casi toda la noche leyndolo,para poder acusarle recibo en conciencia, y puedo hacer-

    lo ahora con perfecto conocimiento de causa.Es un libro que debo recibir y recibo, como unaespada que se ofrece galantemente por la empuadura:

    pero es un arma de adversario en el campo de la luchapasada, y aun presente; si bien ms noble que el quebra-do pual de la mazorca que simbolizarla, por cuanto esun producto de la inteligencia.

    Dice V. al finalizar su obra: No he escrito un librode historia que agrade los unitarios los federales, los que tengan la tradicin de stos por haber reci-bidola en herencia moral, sin el beneficio de inventarioque es el signo que acusa el esfuerzo propio de las gene-raciones nuevas. Haba dicho antes, que se desprendade la tradicin de odio en que nos educaran los que na-

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    XIV cieron cuando Rosas caa. Y luego, bajo la advocacindel historiador Monimsem, equiparando Rosas con Csar,disculpa indirectamente su teora poltica de la tirananecesaria fatal con el ejemplo del cesarismo romanoexplicado por las circunstancias.

    Si su libro estuviese concebido y ejecutado segn eseespritu y con esa tendencia, sera la expresin de la im-parcialidad de la justicia distributiva, la alta ilosofiaque domina hombres y cosas, la indiferencia que arre-gla mecnicamente los hechos sin apasionarse por ellos.La prueba de que no es as, la tiene usted, la tendr,en (lue no agradar los que llama unitarios, entendiendopor tales los que han profesado y profesan con Morenoy Rivadavia los principios del liberalismo argentino enque perseveran, con sus objetivos reales y sus ideales,habiendo hecho buena su doctrina.

    En cuanto los que llama federales, comprendiendobajo esta denominacin los que por herencia por ata-vismo no reniegan la tradicin de Rozas, su libro lesagradar, y les agradar tanto ms, cuanto que, por laanodina censura con que usted acompaa algunos de susjuicios respecto de su hroe y de hechos suyos cuya soli-daridad no puede aceptarse, usted los limpia de la sangreque los mancha, y les entrega, valindome de sus pro-pias palabras, su herencia moral con beneficio de in-ventario.

    Los dos primeros vohmenes de su historia han podidopasar bajo la bandera de parlamento, como el desarrollode una tesis en que la vi'da nacional de una poca consus fenmenos espontneos constituyese el argumento. Sutercer volumen es la glorificacin de un hombre que fuun tirano, dominando un pueblo inerte, sin voluntad pro-pia, movido por el terror por un fanatismo cristalizado;es la justificacin de la existencia de un partido, quetriunfante slo alcanz fundar el cacicazgo irrespon-sable, sin ley y sin misericordia, y lo que es ms, lateorizacin de un conjunto de hechos brutales levantados

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    XV la categora de principios de gobierno orgnico; y paraacentuar esta glorificacin, esta justificacin y esta teo-ra, viene la condenacin sin remisin de los adversariosde la tirana en sus medios y sus fines, negndoles hastael instinto patritico y desconociendo su obra aun des-pus del xito.

    Antes de Y. algunos se han propuesto la imposi-ble tarea que se ha impuesto sin ir tan lejos en laacusacin. Un historiador espaol pretendi rehabilitarla memoria aborrecida de Felipe II. Un historiador ale-mn ha procurado vestir Lucrecia Borgia con la tnicainmaculada de la castidad. ltimamente el historiadoringls Fronde se ha propuesto demostrar que Enrique YIIIno fu un tirano ni un malvado, sino un gran rey y unhombre bueno.

    Estas tentativas para disfrazar la verdad alterar eljuicio histrico de la humanidad, en nada absolutamen-te lo han modificado, y las mismas pruebas aducidas hanservido para confirmarlo definitivamente. Y eso que setrataba de tiranos y de seres corrompidos, que tenan suexplicacin morbosa, cuando el mundo era gobernado portiranos en medio de la corrupcin universal; cuando lostiranos eran una institucin de hecho; cuando la moralpblica era la del prncipe de Maquiavelo, y cuando nohaba trminos de comparacin entre los buenos y malosgobiernos, y por lo tanto, las tesis eran relativamentesostenibles en presencia de su tiempo, aunque no antela conciencia de su posteridad.Con el libro de Y. suceder con ms razn lo mismo,porque no slo no responde la verdad relativa, sinoque pugna con el espritu universal que est en la atms-fera moral del planeta que habitamos.

    Se ha propuesto \. la rehabilitacin histrica, poltica yfilosfica de una tirana y de un tirano, en absoluto yen concreto, tratando de explicarla racionalmente por unaley anormal, dndole una gran significacin nacional yorgnica y un carcter en cierto modo humano como

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    XVI potencia eficiente en la labor colectiva que constituye ell)atrimonio de un jaieblo: y esto, en presencia del si-glo XIX en que el mundo est gobernado por la liber-tad, por las instituciones, por la moral pblica, que dansu razn de ser y su significacin los hombres que pasan la historia marcando los ms altos niveles en el gobier-no de los pueblos libres.

    Cree V. ser imparcial. No lo es, ni equitativo si-quiera. Su punto de partida, que es la emancipacin delodio la cada de la tirana de Rozas, lo retrotrae al pasado,por una reaccin impulsiva, y lo hace desandar el caminoque lo conducira al punto de vista en que se colocar laposteridad, colocndose en un punto de vista falso y atra-sado. De este modo, el espacio en que se dilatan sus ideasest encerrado dentro del crculo estrecho de accin quesul)ordina su teora como derivada del hecho, que es sufrmula concreta, y es pura y netamente el campo de laaccin federal de los sectarios de Rozas sin ms horizontesque la perpetuidad de la tirana. D aqu, que por unfenmeno psicolgico que se explica por la ilusin pticay por la limitacin de vistas ami)lias, aprisionado dentrode este crculo de hierro, su corazn y su cabeza, noobstante sus instintos generosos, estn del lado de losverdugos triunfantes y no de las vctimas rendidas.Cierto es, que Y. dispensa por excepcin, justicia caridad los vencidos por la tirana, aunque no les acom-pae con sus simi^atas en sus dolores; pero es justifi-cando por razn del nmero de los tiempos de lafatalidad las victorias de la tirana, y protestando ms menos exi)lcitamente contra las victorias de sus adver-sarios en nomljre de la lgica, y hasta rehaciendo por laestrategia uchrnica las batallas campaas en que stostriunfaron.No es mi nimo hacer el anlisis de su libro al acusarrecibo de l y de su atonta carta en que me califica demaestro; pero sin extendciinc imicho en apreciaciones rectificaciones que me llevaran muy lejos, me bastar

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    XVII apuntar algunas observaciones fin de comprobar con eltexto de su mismo libro mis aseveraciones.

    Considera V. el gran sitio de Montevideo del lado delos sitiadores. Hace mofa de la Ilada de la nueva Troyadel Plata. Niega sus defensores la representacin dlalibertad y la civilizacin, y su defensa el carcter tras-cendental que los acontecimientos le han sealado en lahistoria. Pone por cuenta de la licencia prctica los de-gellos de los sitiadores, de lo que como testigo puedodar fe, asegurndole que fueron sin represalias por partede la plaza. Por ltimo, pone del lado de los sitiadoresla razn del nmero por la razn del territorio dominadopor sus armas. Es el criterio contemporneo del cam-pamento del Cerrito de Oribe. Segn esto. Oribe era elderecho sostenido por la fue.-za de la opinin del pas,presidente legal vitalicio, y deba lgicamente vencer,como representante de un principio superior que no en-carnaban los aventureros, como los llama, aceptan-do implcitamente la calificacin de Oribe, que defendandentro de las trincheras de Montevideo.Hace V. el proceso biogrfico, literario y poltico deRivera Indarte, estigmatizndolo sin caridad desde su niez,y cargando las sombras sobre los accidentes de su ino-fensiva persona, la par que se muestra benvolo conMarino, quien levanta sobre su contendor, y borracon la mano del redactor de la Gaceta Mercantil las Tablasde Sangre del redactor de El Nacional; de lo que resultaque las manchas de sangre de la tirana desaparecen, yque Rozas no mat nadie, como lo asegur Marino, que mat bien y legalmente los que mat.

    Present;! V. la Mazorca como una asociacin ino-cente desempeando el mero papel de comparsa en lasfestividades en honor de Rozas, escudndola con losnombres espectables que figuraban en sus listas, y conesto la absuelve de las matanzas ejecutadas en abril de1812, en las calles, por sus sicarios patentados, las que se explicanme valgo de sus propias palabras (pgina

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    XVIII

    140j ciiio escenas de sangre que tuvieron lugar en Buenos Aires en abril de 1842, como venganzas perso- nales, las ms ejercidas en circunstancias anormales, en que el pueblo ineducado quera vctimas para ali-(' mentar sus rencores aguijoneados por un enemigo audaz, que inmolaba igualmente vctimas en los altares de sus odios. Esas escenas (sigue usted hablando) eran obra de la propia intransigencia que la prensa de Montevideo contribua mantener, siendo cierto que Rozas puso un enrgico correctivo esos atroi)ellos incalificables, lo que no impidi que la prensa de Montevideo dijese que Rozas era el autor de esos degellos por medio de la Sociedad Popular Restauradora, sea la mazorca. He ah la teora del furor popular, de la efervescencia popularde Rozas, explicada por excesos del enemigo, segn usted,por los excesos de la palabra, contrarrestados por el pu-al, por la ineducacin del jnieblo que se permita matar la luz del da, sin licencia y contra la voluntad del Res-taurador de las leyes, pregonando las cabezas de las vc-timas como duraznos del mercado!

    El asesinato de Florencio Vrela es explicado por ustedcon los comentarios de sus asesinos, tomando el texto deun diario brasilero asalariado por Rozas, que ofrece laposteridad como ecos imparciales y levantados que danpbulo las conjeturas, pero que no descubren la ver-dad. Segn esos ecos levantados. Vrela fu asesinadopor sus opositores domsticos dentro de Montevideo, esdecir, por sus mismos correligionarios polticos disidentes.La conclusin que llega por este camino, es que noes evidente que Oril)e pusiera el pual en manos de Ca-brera y le ordenara que lo matase , por cuanto el pro-ceso se ha perdido, y porque, adems, estar al testimoniode personas que dice usted bien impuestas y que no nom-bra, de l resultaban los hechos no tal como el doctorJuan Carlos Gmez, que entendi en l, lo ha asegurado.Es sin embargo un hecho de solemne notoriedad que elproceso se perdi cuando Oribe pactaba con sus antiguos

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    XIX enemigos algunos de stos con ly son pblicas enMontevideo las declaraciones del asesino Cabrera, estandoen la ciencia y conciencia de todos quien fu el asesino.Cuando el coronel Maza hace degollaciones en masamatando sin piedad ciudadanos inermes y prisioneros deguerra desarmados y capitulados, no es el sistema querepresenta y sirve la causa de estas brbaras matanzas,sino el temperamento enfermizo la monomana san-grienta del ejecutor; lo que salva cientficamente de todaresj^onsabilidad la colectividad poltica y militar quepertenece, callando que la ley federal era no dar cuartely matar prisioneros de guerra.Llama V. traidores, y por varias veces, los que com-batieron y derribaron la tirana de Rozas por medio dealianzas y coaliciones, buscando fuerzas concurrentes, queal fin aceptaron los mismos federales que se alzaron contraRozas. Olvida que el pueblo luch cuarenta aos contrasu tirano salvando su honor con su resistencia; que Co-rrientes se levant y cay sola tres veces; que el sur deBuenos Aires, sin un solo soldado, se alz como un solohombre al grito de la libertad; siendo estas dos revolu-ciones las ms populares de que haya memoria en losfastos argentinos. Olvida que la revolucin argentina lainici Lavalle con un puado de hombres pie que re-corrieron la Repblica desde el Plata y sus afluentes,hasta los Andes del oeste y del norte, atravesando elChaco desierto, sin dejar de sublevar una sola provinciaargentina, cuando sus aliados los abandonaron, y regarontodo el territorio patrio con su sangre. Olvida hasta elmartirio de los que prepararon el triunfo final, con suvalerosa protesta cvica, olvidando la enseanza de laparbola romana, de que el primero que intent doblegarla encina, concurri tanto ms derribarla que el ltimopigmeo que lo consigui merced los esfuerzos de los quele precedieron en el empeo.Qu es lo que usted antepone los objetivos y losideales de los que por esos medios buscaban la libertad

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    x\(le la patria y la orgariizaciii nacional? Vamos verlo.No slo admite los hechos consumados, teorizando sobreellos, sino que acepta hasta las hiptesis ms extraas,que lo llevan hasta la iu\u"a('in de todos los principiosde un gobierno regular. i

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    XXI tares con anhelo y simpata ; asiste sus consejos deguerra con pasin como parte interesada; exalta el nimode sus tropas. Sus hroes son los que combatan lasrdenes de Rosas, con excepcin de uno solo de ellos, quien presenta como imbcil como traidor por no haberejecutado al tiempo de la invasin del general Urquizaal territorio de Buenos Aires, los movimientos que segnY. y los documentos que exhibe, debieron pudieron darel triunfo Rozas.

    Aqu desconoce Y. una ley de la historia. Las gran-des batallas finales que inauguran pocas, no son hijasdel acaso. Representan el choque de fuerzas vivas quese condensan, en que prevalece siempre un principio nue-vo y superior, que se convierte en fuerza eficiente. Estasbatallas no se corrigen como partidas de ajedrez maljugadas: son el jaque mate en regla. Las banderas delvencido se convierten en mortaja de la vida vieja. Noslo vencen : convencen, porque estn en el orden regu-lar de las cosas y de las necesidades nuevas que corres-ponden. Por eso no se rehacen tericamente, yjorque sondefinitivas. Puede enmendarse la derrota de Cancha Ra-yada, que es un accidente casual de la guerra; pero nose enmiendan batallas como Maipo y Ayacucho, como nopuede remendarse la bandera rota de Caseros cosindoletiras de papel que se lleva el viento.

    Caseros es una batalla final, lgica, necesaria y fecunda.Es el punto de partida de la poca actual, de la evolucinde la organizacin nacional, complementada por otra ba-talla, tambin necesaria y fecunda, en que triunf la reor-ganizaci(')n nacional, asentando la Repblica en equilibriosobre sus anchas inconmovibles bases constitucionalesProtestar contra el triunfo de Caseros, poner en dudasu necesidad y su razn de ser, es protestar contra susresultados legtimos, y es protestar contra la corriente deltiempo que nos envuelve, y lleva la Nacin Argentinahacia los grandes destinos que se disean claros en elhorizonte cercano.

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    XXII Considerada la batalla de Caseros i)or su faz moral,

    histrica y pintoresca, la desconozco. Como actor en ella,puedo asegurarle que la tisiologia de las tropas que allpelearon, sus peripecias y detalles, fueron muy distintos;asi como que las prdidas por una y otra parte fueron muyinferiores las que resultaran de su relato, segn el cuallos muertos alcanzaran ms de 2.000.La batalla de Caseros ofrece el singular fenmeno fisio-igico de otras de su gnero: estaba ganada antes de darse,y vencidos y vencedores tenan esta evidencia anticipada,desde los generales hasta el ltimo soldado de ambosejrcitos, como la tena el mundo entero. De cualquiermodo que se hubiese dado, se habra ganado por los alia-dos, y en las condiciones en que la present Rozas, sehubiera joerdido cien veces.Tocme ocupar el centro desde una altura y dominardesde ella todo el campo de batalla, como me toc con-testar por parte de los aliados con la artillera argentinalos primeros tiros disparados jDor las bateras del coronelChilavert dentro de la distancia de punto en blanco. La ba-talla de Caseros se reduce un caoneo preliminar, una carga de caballera sobre una de las alas, y un si-mulacro de carga de las tres armas sobre otra ala ysobre el centro. No hubo la encarnizada pelea que ustedpinta, no ser la ltima resistencia que opuso Chilavert.Lamadrid no mandaba los diez mil hombres que Y. dice,ni dio la carga que supone. Encargado de flanquear lalnea se corri tanto sobre su derecha, que no alcanz) ver al enemigo, y la caballera brasilera con Osorio,enfadada i)or esta carga en el vaco, retrograd al caminode batalla, llegando l cuando todo estaba terminado.La carga inicial de la caballera argentina del ala dere-cha contra el ala izquierda de la caballera de Rozasfu instantnea: no hubo choques ni entreveros, y laresistencia que encontraron los vencedores, muy dbil,tan dbil que los nuiertos y heridos fueron poqusimos.Ln ese encuentro supone V. 400 liombres de prdida

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    XXIII los aliados. Todos los muertos de la batalla por una yotra parte apenas alcanzaran al total de ese nmero.La carga de caballera de la derecha argentina, fuuna inspiracin parcial del general Urquiza, que la llevcon una masa como de cinco mil ginetes;no diez milcomo V. dice, pues la divisin de Lamadrid y la caballe-ra brasilera no concurri ella, y rdenes del gene-ral Yirasoro formaban la izquierda como 4000 hombresde esta arma, no alcanzando el total de la caballera delejrcito aliado ms de diez mil hombres.

    El general Urquiza al ordenar la gran carga triunfal, seolvid de que era general en jefe. Dej en inaccin como14.000 hombres de las tres armas, que componan su centro,izquierda y reserva, empeados en un caoneo fuera deltiro de fusil y sin guerrillas intermedias ni flanqueadoras.En tal situacin reunise en mi batera un consejo deguerra espontneo, compuesto de los generales Pirn yGaln, el brigadier Mrquez y el entonces comandanteSarmiento, consejo que concurr yo tambin. En vistadel estado de la batalla, persuadimos al coronel Chenaut que en su calidad de ayudante de campo del generalUrquiza, diese en su nomlire la orden de cargar al centro, la izquierda y la reserva, que haca ms de una horapermanecan sosteniendo un vivo caoneo. Asi se hizo.Entonces cargaron, apoyadas por los fuegos de la artille-ra, ganando terreno, la infantera argentina y la divisinbrasilera, la reserva de caballera del general Yirasoro yla divisin oriental que formal)a la izquierda fuera deltiro de can. Estas fuerzas avanzaron en columnas deataque, arma discrecin, sin disparar un tiro. Bast suavance para disolver de un soplo el ltimo ncleo de re-sistencia del ejrcito de Rozas. No hubo casi pelea, ni msmuertos que los que intilmente sacrific con crueldadel coronel Pallejas en el Palomar de Caseros, entre ellosel llorado doctor Cuenca, cado la sombra de una ban-dera que detestaba, desempeando un deber de huma-nidad.

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    XXIY La verdad es, que en la batalla de Caseros nadie pe-

    le verdaderamente del lado de Hozas, exceptuando elcoronel Cliilavert. Sus batallones no tuvieron ocasin ninervio para empear combate formal, y varios de ellos,los que no se sublevaron matando su jefe se des-bandaron, al rendirse en formacin pasiva, ponan lasbaquetas en los caones de los fusiles limpios, para mos-li'iir que no haban descargado sus armas. Fu ms queuna dispersin, una disolucin por su propia fuerza deinercia.La explicacin de esta fcil victoria est en que elejrcito de Rozas era una masa inerte, sin alma y sincabeza, que ni esperanza de lesistir tena. Era una lneainmvil, la defensiva pasiva, sin iniciativa posible,reatada una posicin falsa como la del palomar leCaseros, que por cualquier punto que fuera atacada, nopoda variar su i)lan defensivo, de manera que, aisladaesta posicin, la batalla estaba ganada. Esto fu lo quecomprendi el general Urquiza al primer golpe de vista,al lanzarse deshacer la izquierda de Rozas. Pero decualquier otro modo la batalla se hubiese ganado, y talvez mejor. La prueba de ello es que el ataque se llevde frente en las condiciones ms ventajosas para los quela defendan, bajo los fuegos de sesenta caones biensituados y bien mandados, sostenidos por toda su infan-tera intacta. pesar de esto, el ncleo slido de lasfuerzas de Rozas no ofreci casi resistencia, y su derrotaslo tuvo el honor de ser saludada valientemente porlos caones de Chil.avert en las dos posiciones que suce-sivamente ocup, peleando l solo con sus artilleroscomo lo hal)a hecho en la batalla de Arroyo Grande bajola bandera de la lil>eitad. Me es agradable tributar estehomenaje postumo la memoria de mi antiguo jefe ymaestro en artillera, cuya apostasa dei)lor en vida,y ^uya muerte comlem'' en presencia del vencedor deCaseros.No obstante estas observaciones y rectiicaciones par-

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    XXV cales, debo agradecerle los benvolos conceptos con quealgunas veces me honra al nombrarme, an cuando agre-gue, que conservo sin saberlo mis tradiciones partidistas.Si por tradiciones partidistas entiende usted mi fidelidad:i los principios por que he combatido toda mi vida, y quecreo haber contribuido hacer triunfar en la medida demis facultades, debo declararle, que conscientemente lasguardo, como guardo los nobles odios contra el crimenque me animaron en la lucha. Admito con Lamartine,que las vctimas se den el abrazo de la fraternidadsobre las tumbas de sus verdugos ; pero pienso que elodio contra los tiranos es una fuerza moral, y pretenderextinguirlo en las almas, es desarmar los pueblos, y en-tregarlos como carneros sin iras en brazos de una cobardemansedumbre.

    Dice usted con tal motivo, al finalizar su libro, que haestudiado en treinta aos de historia un cuerpo social yun hombre, haciendo la autopsia de uno para descubrirla naturaleza del engendro de la tirana, y que esto le haparecido ms serio y ms til que lapidar la persona deRozas, sin fruto para nadie, si no es para los que hanquerido acreditar con esto su odio la tirana y suamor la libertad. Empero, acaba por confesar elmismo odio que repudia, con estas palabras : Yo no ne-cesito acreditar en mi pas mi odio la tirana. Esel grito de la conciencia contra lo malo, complementonecesario del amor al bien. El odio al vicio, es unsoplo que enciende la llama sagrada de la virtud, quese alimenta con los generosos humanos. Si su llamareverberase en sus pginas, les comunicara la vida, elcalor y el sentido moral : condiciones tan esenciales entoda obra histrica como en toda conciencia bien equi-librada.Tambin me cita usted como historiador invocando mtestimonio como actor en el gran sitio de Montevideo, quele suministra inconscientemente, segn cree, argumentosen favor de su tesis cuando juzga ese sitio de su punto

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    XXVI de vista, y reproduce como prueba mi cuadro de losdefensores de Montevideo. Debo manifestarle que al tra-zarlo, me di cuenta de lo que haca. En l quise hacerresaltar que dentro de los muros de aquella nueva Troya,no se defenda una causa local, sino la causa general delRo de la Plata, de un carcter cosmopolita y humano,como es su civilizacin, que envolva la salvacin de sulibertad en su ltimo inexpugnable asilo, que fu y esel punto de partida de la poca actual, en el orden do-mstico y en el orden internacional.

    Al aceptar con estas restricciones sus benvolos concep-tos personales, debo adems protestar contra dos asercio-nes suyas, dictada la una jDor una generosa intencin y laotra por un simple descuido.Me compara usted con Rozas, la par de Rivadaviay de Sarmiento, como administrador puro de los interesesjniblicos. No me considero muy honrado con el jjaran-gn. Tengo Rozas por un autmata en materia deadministracin, fuera de la de sus estancias, que nohizo en el gobierno sino continuar la forma externa dela rutina burocrtica, sin alcanzar siquiera compren-der su mecanismo; y como administrador de los cauda-les pblicos, lo tengo por un ladrn, como lo ha declaradola justicia. Detrs del presupuesto oficial de dos millonesde pesos que usted trae, sin mencionar su registro falsode rdenes unipersonales del gobernador en que no sedaba cuenta sino con la orden misma, estaba totla lafortuna privada que subvena los gastos generales pormedio de auxilios, sea exacciones de toda ^specie quepesal)an como sobre un pas conquistado, sin derecho la propiedad inmueble, mvil semoviente; adems delas emisiones, y de las confiscaciones de los salvajes uni-tarios. Todo era artculo, desde los ganados y la tierrahasta los hombres y sus mercancas, y esto constitua elverdadero presupuesto gratuito de Rozas sin cuenta nirazn.

    Dice usted tambin que fui partidario de Rivera.

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    XXVII Nunca lo fui, y bien lo sabia l: por no serlo fui perse-guido y sufr destierros. Verdad es que serv algunas ve-ces en sus ejrcitos en campaa peleando como otrosmuchos argentinos por la causa de mi patria, pero no porla de l.Todo esto no impide que haga justicia,como la hehecho antes, la sana intencin que haya podido inspi-rar su obra, al procurar estudiar los complejos y confusosfenmenos de nuestra sociabilidad al travs de la histo-ria, aun cuando no acepte su criterio histrico. Reconozcola inmensa labor que encierra su libro, verdaderamenteextraordinaria en la compulsacin de documentos compro-batorios, la metdica ordenacin de las materias, laxtensa exposicin de los hechos, veces por demsprolija, revelando en el estilo y los corolarios un no-table progreso intelectual, que hace honor usted comotrabajador, escritor y pensador, hacindolo la literaturaargentina como produccin original de largo aliento quela enriquece, suministrando un nuevo contingente lahistoria.Con este motivo me es agradable repetirme de ustedcomo siempre, su afectsimo amigo y S. S.

    Bartolom Mitre.(La Yacin del 19 de octubre de 1887.)

    :Mxico, diciembre 9 de 1887.Sr. D. Adolfo SaMas.

    Muy seor mo de mi consideracin y aprecio:Sorpresa en extremo agradable me ha causado su fa-

    vorecida del 15 del ppdo. octubre, que recib hace pocosdas juntamente con el tomo 3 de su obra Historia de

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    XXVllI Roxas y de su poca; y digo que este fausto suceso me sor-juvndi muy agradablemente, jtorque teniendo el senti-miento de no haber llegado ver los anteriores touKJSque me dice me ha mandado por conducto del seorgeneral Paz, ignorando hasta hoy ai'ui la existencia deeste libro, su ltimo tomo, que si me ha llegado, comodigo, y sobre todo el conocimiento que con usted he tenidola lorluiia de hacer, me han iiroporcionado un verdaderoy grato placer. No s qu fatalidad debo que aquellos))rimeros tomos no hayan nunca venido mis manos, niporqu causa no haya recibido carta alguna del generalPaz, que me hablara de ellos: provendr eso acaso dealgn extravo en el correo; pero sea de ello lo quefuere, permtame que le suplique me duplique el envo de losreferidos tomos, para poile' asi re})arar una prdida, cuyaimportancia puedo apreciar hoy que he tenido el gustode dar un ligero vistazo al tomo 3'\Comprometen por entero mi gratitud las benvolas fra-ses que me dirige con motivo de mi Ensayo sobre eljuicio de Amparo y el Writ of babeas corpus, porqueinspiradas por su benevolencia para conmigo, ellas son unfavor que muy mucho agradezco. Despus de ese libroltubli(]u el tomo 4 de mis Votos, como presidente dela Suprema Corte, que no s si usted conoce; pero quede todas maneras tengo el gusto de enviarle por este mis-mo correo. Separado luego de aquel alto |)uosto, me hededicado exclusivamente las labores de mi bufete, lle-nando tf)do mi tiempo y mi atencin los negocios parti-culares de mis clientes. Fuera de ])equefios folletos quehan visto la luz ])blica, y que no tienen otro intersque el forense de circunstancias que el asunto que serefieren les daban, nada he publicado que merezca siquieralos honores de ser mencionado; confiando, sin embargo,en su bondad para conmigo, me atrevo remitirle tam-liii'ii un proyecto de ley de extranjera con su respectivaexposicin de motivos, que trabaj por encargo de la Se-cretara de Pielaciones.

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    XXIX Muy grato me es mi vez ponerme las rdenes de

    iisted y suscribirme como su afectisimo amigo y seguroservidorQ. B. S. M.

    J. S. Vallarta

    Lima. (licieml)i'e 10 de 1887.Sr. D. Adolfo Saldas.Mi buen amigo:

    El vapor que lleg el 6, me ha trado, junto con susapreciables cartas del 15 y 29 de octubre, los tomos 1" y3 de la Historia de Bozas. No sabe usted cunto le agra-dezco, por m y por la Biblioteca, el tener completa esainteresantsima obra, que en el mismo da fu manosdel encuadernador para que la eupaste, formando unvolumen de los tomos 1 y 2'\, y otro volumen del 3"\Mucho, muchsimo habra lamentado que la Bibliotecatuviese trunco el trabajo de usted. Me prometo leer lostomos 1 y 3 en la semana entrante, que ser cuando elencuadernador los devuelva; pero juzgando por el 2 quele, no dudo que habr usted en el ltimo conservdose la misma altura en cuanto rectitud de criterio ycorreccin de forma. Pienso como usted que sin la domi-nacin de Rozas, cuyo despotismo se ha exagerado untanto, no estara hoy esa gran patria argentina la al-tura en que se encuentra. Sin lisonja son ustedes enSud-Amrica la nacin que est la vanguardia delprogreso.

    El picotn del Quijote es gracioso y contril)uye j^opu-larizar el libro de usted. El lpiz no ha hecho caricatu-ras sino retratos de Mitre y de usted. De esos picotonesespirituales y decorosos la vez, deseo usted infinitos.Guando la crtica, como en esta vez. es delicada y nogrosera, un autor debe quedar contento. Prefiero los pi-

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    XXX cotones, que sobre un libro se haga la conjuracin delsilencio.Hasta otra oportunidad, queridsimo amigo, y crea quelo es de usted muy cordialmente su afectsimo

    Ricardo Palma.

    Ems, septiembre 2 de 1888.Kurhaus.Mi estimado compatriota:

    He recibido su carta fecha- 26 de agosto prximo pasado,y le agradezco muy cordialmente su amable atencin.En Berln recib tambin el ltimo tomo de la Historiade Rozas, y si no he acusado usted recibo de ella, hasido porque me lo han impedido mis numerosas ocupa-ciones. Con todo, puedo asegurarle que no le he olvidado,como usted lo cree, y que slo espero terminar la impre-sin del V tomo de la 4'^ edicin de mi Droit internationalihorique et pratique, para pedir uno de mis editores enPars, Mr. Rousseau, que le enve un ejemplar completo.En el tomo I he citado dos de sus obras: la Historia dela Constitucin Argentina y la Historia de Rozas.

    Deseo que sta lo encuentre en buena salud y queacepte la expresin de mis mejores sentimientos.Carlos Calvo.

    Barcelona 17 de octubre de 1888.Sr. Dr. D. Adolfo Saldias:Muy seor mo : En la balumba de cartas que recibodiariamente nada es tan fcil como el extravo de algunade ellas. Sin duda ha tocado esta mala fortuna la queusted me dirigi y por eso hse quedado sin respuesta.Recib en efecto, la Historia de Rozas, y si no estoy tras-

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    XXXI cordado creo haber emitido usted el juicio que tan bellolibro me mereca por conducto del seor Duran, ministrode Espaa en Buenos Aires.

    Estimo en lo mucho que valen cuantos libros publi-can ustedes los hispano-americanos y los tengo como unadistincin gratsima cuando me lo remiten escritores detanto mrito como usted.Aprovecha la ocasin para ofrecerse suyo afectsimoatento

    S. S. Q. B. S. M.Emilio Castelar.

    En cuanto la parte material de esta nueva edi-cin, es este el primer libro que se publica en laRepiblica con tan numerosa coleccin de ilusti^a-ciones, que por s solo constituye una verdaderanovedad. Por la primera vez se encuentran reu-nidos en un libro de historia nacional los retratosde ms de cincuenta personajes de los que princi-palmente colaboi^aron en la poca que se refiere.Y si eso se agrega que esos retratos han sidoencargados expresamente para la obra la reputadacasa Decaux, de Paris, se comprender que no selia omitido sacrificio pecuniario para dar la edi-cin definitiva de la Historia de la ConfederacinArgentina, todo el relieve que merece.

    Flix LajouaneEditor.

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    CAPITULO IROZAS Y LAS CAMPANAS

    Prospecto. II. Genealoga de don Juan Manuel de Rozas. III. Su infancia. IV. Sus primeras armas durante las invasiones inglesas. V. Sus pri-meras empresas. VI. Rozas saladerista. VII. La cuestin de los sa-laderos en 1817. VIII. Los industriales, la prensa y el Gobierno. IX. Rozas hacendado: orgenes de su influencia. X. Sus primeros tra-bajos para seguridad de las fronteras. XI. Memorias que sobre esteasunto elev al Gobierno.

    Voy escribir la historia de la Confederacin Argen-tina, movido por el deseo de trasmitir c quienes recojerlasquieran las investigaciones que he venido haciendo acercade esa poca que no ha sido estudiada todava, y de lacual no tenemos ms ideas que las de represin y depropaganda, que mantenan los partidos polticos que enella se disearon.

    Perseguir la verdad histrica con absoluta prescin-dencia de esas ideas, que tuvieron su oportunidad en losdas de la lucha y su explicacin en la efervescencia delas pasiones polticas.

    No se sirve la libertad manteniendo los odios delpasado. Lo esencial es estudiar el cuerpo social que, impulsos de su sangre y de los defectos de su educacin.

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    incub y exalt los que tales odios inspiraron. Sloas se puede sealar las verdaderas causas de esa pos-tracin estupenda del sentido moral que llev un pasfundador de cuatro repblicas, de])ositar sus derechos.esto es, su ser poltico, y ofrecer su vida, sus haberesy su fama, esto es. su ser social, los pies de ungobernante que los renunci infinidad de veces.

    La generacin argentina que pngna por autorizarcon el prestigio del tiempo sus viejos y estriles ren-cores, cede naturalmente al sentimiento egosta de todasociedad que graves culpas tiene ante el porvenir yante la historia: se escuda tras el culpable que presenta la execracin del presente. Ella acusa, acusa siempre Roza^. porque no puede acusarse s misma. Unasociedad, dice un eminente escritor francs ('), necesitaarrojar siempre sobre alguno la responsabilidad de susfaltas. Cuanto mayor es el remordimiento que experi-menta, mejor dispuesta se encuentra buscar el culpableque por ella llaga penitencia; y cuando lo lia castigadobastante, se acuerda el perdn s misma y se congra-tula de su inocencia.

    En cuanto m, estoy habituado ver cmo se derrum-ban en mi espritu las tradiciones fundadas en la i)alabraautoritaria que, atando el porvenir al i)resente, echan alcuello de las generaciones un dogal inventado por el de-monio del atraso. Pienso que aceptar sin beneficio deinventario la herencia poltica y social de los que nosprecedieron, es vivir de prestado la sombra de unaquietud que revela la impotencia.La prdica de los odios constituye, por otra parte, unverdadero peligro para el porvenir de las ideas, cuyo

    {') Boissier, L'opposition sous les Csarspg. 125 (1885).

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    virrey Liniers. iiosedo de niia sublime intuicin de lalibertad; que vot la destituciini del virrey Cisneros, con-gregndose en la plaza pblica, en los cuarteles de Patri-cios para sostener las decisiones de sus representanteslegtimos ; que cre su Gobierno, Junta, Triunvirato. Direc-torio; ({ue conquist su independencia, invent, adopt,y divulg las ideas ms liberales y humanitarias; quegobern l mismo, por el rgano de sus cabildos, durantelos vaivenes las derrotas de la Revolucin; que asisti,en lin, fuerte y compacto, todas las funciones polticas,donde se manifestaba realmente la influencia culminantey decisiva de la verdadera opinin pblica?

    El ainot la patria, el sentimiento de la propia dig-nidad, pudieron ms que todos esos pretendidos pro-gresos en las teoras y en las ideas, que extravan lospueblos en vez de educarlos, cuando los llamados gober-narlos por su influencia y por sus aptitudes no dan elejemplo de la virtud cvica, para que sta haga caminoy se radique al pie de cada autoridad que se levante.

    Por esto triunf la revolucin. Esa llama divina dela virtud ardi siempre en el espritu del pueblo, lan-zado tras los nobles estmulos con que los prohombres dela Revolucin prestijiaban la causa del porvenir, haciendollegar todas partes los principios del gobierno libre quehemos ido olvidando poco jioco.

    Y, sin embargo, el liberalismo corruptor de nuestrosdas llama ese hecho elocuentsimo, candores patriticosque hicieron su poca. Y se dira que la sociologa que pre-gona los progresos, ha encontrado principios ms huma-nitarios que aqul; el mismo que formulaba Montesquieusentando que la virtud es el fundamento de la Repblica.Sustituyendo todo lo i)ropio que al porvenir hablaba, conideas cuya misma inconsistencia engendra la perpetuareaccin en que se vive, se llega creer que tal principio

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    fundamental es ser una resultante de los medios devida y de gobierno que se desenvuelvan en lo comercial,en lo industrial y lo artstico.Los vuelos paradojales de De Maistre no iran ms le-jos. Cuando ese desenvolvimiento se opera en grandeescala, se levanta Cartago, esa ecuacin del mercanti-lismo, cuya inc(3gnita era la nacionalidad que nunca seencontr. Cuando se opera en pequeo, se levantan jude-ras, adonde tampoco llegan ms ecos que los del DiosOro, cuyo culto sublima la avaricia de los que en ellapululan como tomos del espritu de Bentham, el cualvive bajo la forma de una libra esterlina que arroj la faz del mundo entre una sonrisa de desprecio.

    Se aparta como vetusto lo que los abuelos crean quedurara cuando menos el tiempo necesario para com-prenderlo y practicarlo. Se hace consistir el progresoen divorciarse del pasado, pero en divorciarse de lo queconspira contra el liberalismo pervertido; de lo que nofavorece las tendencias al absolutismo, que deja la opi-nin pblica en esqueleto; de lo que puede oponer barrera los vicios que corroen la administracin y el gobierno.Y se busca, sin embargo, en el pasado el atraso, el errory todo aquello que pueda dar pvulo la hipocresa quecorrompe; la molicie y el lujo que enervan; al lucroilegtimo con los intereses generales, que hace la mitadde la sociedad tributaria de la otra mitad; la avariciasrdida ^[\\Q crea la explotacin vergonzosa y los escn-dalos administrativos que se vienen perpetuando en laRepblica.La mentira erigida en sistema, y la virtud i)uesta enridculo : he aii la sntesis moral que ha resultado deese divorcio del espritu y de la ciencia de la revolucinde LSlO, contra el cual clam el genio humanitario deEcheverra. Ensayos y reaccin contra estos ensayos:

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    he ah la sntesis poltica de lo que el presente puedeadelantar como obra suya.Y se persigue tal extravismo porque los progresos ma-teriales que se arrancan al sudor de los remotos descen-dientes, deslumhran hasta el punto de no ver que elprogreso es fatal como las desgracias, en un pas nuevo,lleno de vida y con aspiraciones la libertad... Diez yocho aos despus que el general Mitre uni todos losargentinos bajo una constitucin federo-nacional. Sar-miento, el infatigable Sarmiento, deca con el acentomelanclico que inspira la vejez la idea de no verrealizados los sueos de ventura que se persiguierondurante una vida de propaganda y de lucha: n hom-bre libre en Amrica, ser el h/Jo de la htoria humanacomo gobierno y moral; el centro del universo, porquetodo pensamiento, sonido, materia y visin, le obedecery vendr adonde l est; partir los cabos del mundo,guiado por la electricidad si es idea, empujado por elvapor si es materia. Podrn decir los que en tal pocavivan, como Nern: estoy al fin alojado como un hombrelibre.Cmo es posible aproximarse este punto si seinvierte el orden; si en vez de partir de los propios fun-damentos, se adopta sin reserva los genos; si en vezde lo nuevo que llamamos viejo porque es propio, serecoje lo viejo importado con los atavos brillantes quetan la mano tienen las industrias fciles de nuestrosdas ?

    Cuando un pas como la Nacin Argentina, por laobra de su espritu y de su esfuerzo ha dado indepen-dencia y vida medio continente y fundado la libertad la sombra de la cual se han levantado seis nuevas re-pblicas adonde pueden acudir trabajadores de todaspartes del mundo, ese pas tiene derecho de marchar

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    s con sus medios propios al progreso que le marcan susdestinos. Si no i)uede marchar as, si los ha perdido,es porque ha degenerado en su espritu y en su sangre;como degener la Grecia, hasta el punto de vivir de lavida y de las ideas semibrbaras de Oriente, contra locual han protestado los bardos Kleptas, manteniendo enlos campos y en los montes de la Jonia las gloriosastradiciones de la jmtria vieja^ que comienza recin renacer.

    Salustio refiere que Scipin el Africano y otros ro-manos ilustres, solan decir que ante el recuerdo de susantepasados, sus corazones se sentan abrasados por unviolento amor la virtud. Los argentinos tenemos antepa-sados ilustres tambin que nos dieron con la independen-cia y la libertad, un nombre entre las naciones civiliza-das. Si nos inspirsemos en sus obras, en su esprituy en sus esperanzas, no retardaramos los beneficios de lalibertad para nosotros y para nuestros hijos, viviendo enperpetua reaccin contra el organismo poltico que nosdimos despus de habernos despedazado cuarenta aos; imprimiendo la poca en que vivimos esa fisonomade indolencia, de escepticismo y de perversin que sueleser precursora de grandes desastres de irreparablesdescensos.

    Historiando esa lucha prolongada y sangrienta bajosus mitiides asi)ectos de reacciui, de re])resi(m, de des-censo y de reconstruccin, y ,i la hiz dr los jiechos yde la sana filosofa que de stos se desprenden, creo ha-cer mejor servicio que el que han hecho hasta ahoralos que han escrito libros para e/isear d odiar la tira-na, con el ]n-op(jsito deliberado de eludir responsabili-dades propias, en tiempo de extravos comunes. Las ge-neraciones nuevas no necesitan de estos estmulos pararechazar, en principio, tal calamidad poltica. El peligro

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    n de una tirana existe latente en el pas que cree habercimentado su libertad deshacindose de su tirano, perosin remover las causas que ste lo incubaron.

    Para apreciar en su justo valor la importancia deestas causas, es indispensable trasportarse la escenaen que se desenvolvan; y ella voy llegar estudiandolos primeros pasos del que fu en ella el protagonistaobligado, en fuerza de las circunstancias que derivabande la propia ndole del teatro, y del poder de atraccinde ciertas ideas cuyo empuje lleg ser irresistible.

    La familia del brigadier general Juan Manuel Ortizde Rozas, gobernador y capitn general de Buenos Airesy Jefe Supremo de la Confederacin Argentina, es delas ms antiguas ilustres entre las que vinieron, conel tiempo, arraigarse en el ro de la Plata.Del antiguo expediente informativo que se levant enEspaa, mediados del siglo pasado, que conservan encopia sus descendientes actuales, as como de los pape-les de la familia, consta de un modo evidente la no-bleza no interrumpida de la casa de los hijodalgos deOrtiz de Rozas, la cual tuvo su origen en Espaa principios del reinado del Infante D. Pelayo.Un hermano del Duque de Normanda, llamado Ortiz.(Ortiz, dice el manuscrito que he tenido la vista, aun-que probablemente fu Othis Otheiz en un principio,y variado despus segn el idioma, como sucedi contodos los patronmicos de origen normando en Italia,Francia y Alemania), floreci en Espaa all por losaos de 910, tomando parte distinguida bajo las bande-ras de Fernn Gonzlez. Conde de Castilla, en las guerrasque sostuvo esa nacin contra los moros.

    Al regresar de la guerra radic su casa en el vallede Carriedo, en el lugar de Villarama, montaas de Bur-

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    li-rn por hijos Bartolom ( ' ) y Domingo Ortiz deRozas.Don Bartolom Ortiz de Rozas se cas en Madrid conla seora Manuela Antonia Rodillo de Brizuela, en 2 dejulio de 1713, antes de cruzarse en la orden de Santiago;y olituvo en aquella corte los distini^uidos empleos decomisario general de los reales cuerpos de infantera ydel de caballera de guardias de corps. De este matri-monio fu hijo don Dominyo Ortiz de Rozas y Rodillo, quienrecibi, por la casa ilustre que perteneca, los despa-

    ( i ) Con- motivo de haber solicitado cruzarse en la orden militarde Santiago don Bartolom Ortiz de Rozas (dice el manuscrito citado)se practicaron las diligencias establecidas para esta clase de dis-tinciones, y de ellas resultaron ser los Ortiz de Rozas hidalgos notorios/ ilustres, nobles y principales descendientes

    de casasinlanzonas y solariegas sitas' en dicho lugar de Rozas ; comotambin las\le Villanuso y Sains de la Maza, sitas en los vallesde Regules y San Pedro. De la deposicin de veinte y cuatro testigos coiitestes, fuera de otros muchos in voce, ocho en el lugar de Rozas f. 2, otros ocho en el de San Pedro y los ocho restantes(( en el de Regules, que van desde f. 5 de los autos, y diciendo uno

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    vincias, se incorpor en el re,ijiniieiit ijo de BuenosAires, en clase de capitn de granaderos : y despus desus l)uenos servicios fu retirado con su sueldo ntegTo.

    Del matrimonio que contrajo con doa Catalina de laCuadra, distinguida dama de Buenos Aires, naci en 11

    Garca Huidobro, en clase de tesorero perpetuo, causa de la es-casez del erario.Bajo su gobierno se comenzaron levantar los templos de lanueva catedral y Santo Domingo; se Tundo la Recoleta Dominica, yse cre en monasterio el beatero de Santa Rosa de Lima. Y almismo tiempo que renda tributo estas ideas de la poca, esta-bleci fbricas de paos y otros tejidos de lana en el hospital demujeres, lo cual se opuso el virrey de Lima, Conde de Supervuda,en virtud de que ello tenda destruir uno de los principales ra-mos del comercio del Peni. Amante de los progresos materiales, dispuso que su corregidor,don Pedro Lecaroz y Oballe, hiciese en la Caada del Hospital unavistosa alameda con sauces y otros plantos, colocados una y otrabanda del canal que corra lo largo de toda la calle. Esta calletena 60 70 toesas de ancho por 1.800 de largo, desde la quinta queera de don Jos Alcalde hasta el convento de San Miguel.Desgraciadamente, estos hermosos trabajos quedaron inutilizados consecuencia de una inerte inundacin del no Mapoche, que sa-li de su cauce el 30 de abril de 1748, destruyendo los tajamaresy hasta el puente de veinticuatro arcos construido de una otra banda del canal. A fln de prevenir nuevas inundaciones,mand levantar nuevos tajamares en cal y canto hasta el paralelode la plaza 3iIayor; y por subasta y razn de 80 pesos por toesa,se hizo cargo de esta obra don .Jos Campino, contador de la RealHacienda.Entre tanto el seor Rozas se propuso visitar personalmente lasfronteras y arreglar la paz con los indios independizados. Al efectosali para la Concepcin en octubre de 1740. acompaado de su audi-tor don Jos Clemente de Trastavina. Recorri por s mismo la lneade fortificaciones; mand hacer en ellas las reparaciones necesarias;y cambi la del Xacmenlo ;i la parte del sur del Biobio, en su c-on-luencia con el no Bcrgara. En seguida volvi la ciudad de Concep-cin, para trasladarse al campo de Tapihu, donde ya estaljan reuni-dos 198 caciques y ms de dos mil indios de tres Bulammapus cantones, para la celet)racin de la paz. La asamblea se abri el 22de diciembre de 1746. Por el cantn de los Llanos, hal)l el caciqueGnentuguala-Melituan. Quinquiger por el sur-Andino ; y Pilpigerpor los de los Andes. Despus de tres das, concluy por ratificar lapaz de Xegrete, con la adicin de que los indios no haban de invadir Buenos Aires, ni transitar la cordillera por los boquetes que tieneen los partidos de Chillan, r\Iaule y Colchagna.De vuelta la capital fund siete colonias: la de Jess, en Coe-lemi'i ; la de Mara, en t^niriliu (provincia de la Concepcin); la deSaita Rosa, en el partido de Guarco; la de San Jos, en el Maule;

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    don Juan de la Piedra, en 1785, con el objeto de que seredujese los indios que se haban situado en las inme-diaciones de la colonia del Puerto Deseado, una de lascuatro que fund este intrpido explorador en aquellacomarca, bajo el gobierno del virrey Vertiz, en 1779.

    los paisajes aparentes para poblar, sin perder de vista las leyes reales que tratan de este punto ; y ejecutado el reconocimiento, exponga cada uno su dictamen en pliego cerrado y sellado que deben dirigir mis manos. Los vecinos de Concepcin, movidos por intereses extraos lasconveniencias generales, se dividieron en cuanto al punto de la nue-va ubicacin. Unos votaron poniue se eligiera el terreno de laLoma de Landa. situada como un cuarto de legua de la arruinadaciudad ; otros votaron por la Loma de Parra, legua y media al nortede la misma, y que remata en un alto barranco cortado plomo hastael mar; y los dems votaron por el valle de ^Nlocha, que dista tresleguas ai suroeste de aquel mismo punto, y donde se estableci, porfin, la nueva ciudad.Con el objeto de disipar el espritu en que se inspiraba esta di-visin de pareceres, el seor Rozas se llev consigo al cal)ildo ecle-sistico, al secular, los prelados regulares y los vecinos deprimera distincin, para hacer con todos ellos un prolijo examende los tres parajes propuestos. Verificado que fu sobre el terre-no, el seor Presidente convoc nueva Asamblea. A sta concurriel prelado diocesano don Jos de Toro Zaml)rano. Despus de usarde la palabra el doctor don .los Clemente de Trastavina, le sigui ellUmo. 01)ispo pronuncindose en favor del sitio de Landa y pro-poniendo algunos arbitros

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    K) Pero los indios derrotaron los expedicionarios, y les

    tomaron gran nmero de prisioneros. Entre stos caydon Len Ortiz, quien salv su vida merced al agrade-cido recuerdo que aquellos conservaban de don DomingoOrtiz de Rozas, (jue fu el primero que estableci rela-ciones amistosas con ellos. (Dean Funes, tomo iii, pg.344.) Valido de estas circunstancias, don Len consiguique entraran en arreglos con el virrey. Luego que, porestos tratados, obtuvo su libertad, fu recompensado conel nonil)ramiento de administrador de los bienes de lacorona.

    I)es])('c'lia(lo el Jlliiio. oliis])!), liizo saber ])()r iiii auro pblico sus Iclifreses, que el (lue se ausentase del anli

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    i; Don Len desempe este cargo desde 1797 hasta 1806,en que se vio obligado atender personalmente los esta-

    blecimientos rurales que acababa de heredar su esposadoa Agustina Lpez de Osornio, hija de don ClementeLpez de Osornio, comandante general de campaa en1765 y en jefe de la expedicin que se dirigi las misio-nes guaranes bajo el gobierno de Bucarelli. Antiguo yopulento hacendado de Buenos Aires, fu sorprendido ysacrificado por los indios, juntamente con su hijo donAndrs, el 13 de diciembre de 1783, en el mismo parajeque hoy se conoce con el nombre de Rincn de Lpez.

    Del matrimonio de don Len Ortiz de Rozas con doaAgustina Lpez de Osornio, naci don Juan Manuel JosDomingo Ortiz- de Rozas, en Buenos Aires (calle de Cuyo,nm. 94), el da 30 de marzo de 1793.

    Llevado por sus padres la estancia del Salado, sehabitu en sus primeros aos todas las faenas de campo,con tanta mayor facilidad cuanto que siendo ese estable-cimiento uno de los primeros de la Provincia, le brindabaal nio Rozas todos los estmulos para que ejercitara conxito esa actividad y ese tesn que fueron despus losrasgos prominentes de su carcter. Fu recin los nueveaos, cuando entr la escuela de don Francisco Javierde Argerich, que era la mejor que haba por entonces enBuenos Aires. Cuando ya saba leer, escribir y contarse cerr la escuela consecuencia de la primera invasinde los ingleses (1806).Don Juan Manuel tena trece aos. Fueran las con-sideraciones con que lo miraban por el nombre y posicinde su familia, por la inuencia que l mismo se habacreado entre sus compaeros, el hecho es que. as quese inici la resistencia que deba concluir con la recon-quista de la ciudad de Buenos Aires, Rozas se llev sucasa de la calle de Cuyo varios de sus jvenes amigos,

    TOMO I. 2

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    19 lo (jiie no tena atinjencia con el trabajo que viva con-sagrado, consigui redoblar en pocos aos el caudal desus padres, y asegurar la prosperidad y el progreso de loshabitantes y de los campos que dependan de su admi-nistracin.

    Esto no obstante, parece que la seora doa Agustinacrea que en su hijo se reproduca la fbula de Mercuriocon los bueyes de Admeto, y que marcaba ganados paras. en fraude de los intereses paternos. Por el contrario,drm Len Rozas no tena ms que palabras de encomio yagradecimiento por la buena administracin de su hijo.Cuando ste tuvo conocimiento de la tal sospecha, ledeclar su padre que no poda seguir al frente de losestablecimientos de campo. Intiles fueron los ruegosde don Len y sus ofertas de que aceptase ganados ydinero para trabajar por su cuenta. Don Juan Manuel dejla estancia paterna, seguido de su esposa doa Encarna-ci()n Ezcurra y Arguivel; y, sin ms recursos que su for-taleza y sus buenas disposiciones, se asoci con don JuanXepomuceno Terrero, cuya familia mantena con la deRozas una antigua amistad.He aqu cmo explicaba Rozas en su ancianidad me-nesterosa ese paso decisivo de su vida, el cual pone derelieve sus condiciones de carcter:

    Ningn capital quise recibir de mis padres, ni tenermarca ma propia, ni ganados, ni tierras, ni capital mopropio, durante estuvieron mi cargo las estancias de mispadres. Las varias ocasiones que quisieron obligarme recibir tierras y ganados en justa compensacin misservicios, contestaba suplicndoles me permitieran el pla-cer de servir mis padres; y la satisfaccin tambinhonrosa de poder siempre decir: lo que tengo lo debopuramente al trabajo de mi industria y al crdito demi honradez. El fruto de ese trabajo es lo que me han

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    20 c'ouiscad mis contrarios polticos. Entregu las es-tancias mis padres cuando mi hermano Prudencioestuvo })or su edad y conducta en estado ca})az de ad-ministrarlas.

    Sal trabajar sin ms cai)ital que mi crdito y miindustria. Encarnacin nada tena tampoco, ni tenansus i)adres. El testamento de mi iadre lo hice yo ]Hirsu encargo. En una de sus clusulas, dice: Ali liijo JuanManuel nu3 ha declarado que la herencia que le corres-})onda despus de mis das la ceda su muy amadamadre doa Agustina Lpez de Osornio. Cuando muriimi madre, mi herencia materna pas mis hermanos.Las misas por el alma de mis padres y la de Encarna-ci(')n tuvieron lugar constantemente cada mes. Estn enestos pobres ranchos los ms abultados paquetes de reci-bos que acreditan mi amor y mi resi)eto mis Padresy mi Esposa. ('j

    El primer negocio de Piozas y Terrero fu el de salaznde pescado y acopio de frutos del pas. Pero la actividady el constante afn de Piozas perseguan ventajas mayo-res (|ue las que le proporcionaba este negocio. Su amigodon Luis Dorrego, que conoca sus aptitudes, le ofreci(')su compaa y su dinero. Con esta ayuda, y siempreen uniui de Terrero, Rozas estableci (25 de noviembrede ItSl'j) el jirimer saladero (pie hubo en la Provincia,en el lugar denominado Las Higueritas, partido de(,)uilnn's. (-) Su audacia emprendedora y su consagra-ciui invariable, arrancaron al negocio pinges resulta-

    ( ' ) Papeles de Rozas.Carta doa Josefa Gmez, de fecha 2 demarzo de 1869. (Maiiuscrilo de mi archivo.)(2) Estos datos y los que sifrueii son idinadits en i)iii-te ih' ])ai)elesde Rozas, y en parte de los libros de la Sociedad Rozas, Terrero y C'\|ue se lialan en poder del seor Mximo Terrero.

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    En pos de los artculos de diario siguieron las hojassueltas y los folletos, en los que se discuta la cuestin ]a luz de razones tan buenas como las que se podraalegar hoy; y despus los cantos y las cartas en que secubra de ridculo los pseudo-liberales, empleando una

    podan mantener los territorios del norte del rio de la Plata hasta el Tebicuari.Azara, tomando por limites las dos vas que indica, entre lascuales media una distancia de 280 leguas martimas ; y multipli-cando stas por 150 leguas que, en su sentir, es la menor anchuraque resultara , agrega que el espacio ocupado en aquellos tiem-pos por los ganados, casi todos cimarrones, pasaba de cuarentay dos rail leguas cuadradas. Y multiplicando, en seguida, estenmero de leguas por el de 2.000 (que era. trmino medio, el nmerode cabezas de ganado que pacan cmodamente en una legua cua-drada, segn los datos que le dieron ganaderos del Paraguay, quie-nes consult al efecto). Azara deduce que haba ms de cuarenta yocho millones de cabezas de ganado en el territorio de BuenosA ires !Pues bien: en 1801 este caudal incontable qued reducido slo^eis rnillo7ies de cabezas de ganado. Cmo pudo operarse estadisminucin estupenda?... Los que se han enriquecido en la cam-paa fomentando la cra de ganados, creern que es una fbulael modo cmo el erudito y verdico don Flix de Azara explica esehecho sin ejemplo.Los indios de Chile y de Corrientes, los vecinos de Mendoza, Tu-cumn, Santa Fe y todos cuantos se proponan hacerlo, declararonuna verdadera guerra de exterminio esos ganados; organizndoseal efecto en caravanas, provistos de chuzas afiladas con las que des-garretaban los animales, por el inters de los cueros y del sebo,que vendan despus en gruesas cantidades los contratistas deeste gnero de comercio.Estos brbaros, estimulados por la ganancia de un real por cadares desgarretada, y de un real por cada cuero, esperaban la primaverapara entregarse las correras, precisamente cuando tiene lugar laparicin del ganado vacuno ; de donde resulta, agrega Azara, quelos terneritos, no pudiendo seguir las madres en una corrida tandilatada, quedaban abandonados y perecan, y que las vacas preadasabortaban con la fatiga...Los datos con queAzara explica la prdida de cuarenta millonesde cabezas de ganado, sacrificados en aras de la rapacidad y de laavaricia, estn acreditados por la palabra oficial de los virreyes: Siendo los ganados el principal nervio del comercio de este vecin-dario, decadon Pedro de Ceballos en su Memoria de 12 de agostode 1778 su sucesor (Vertiz). y refirindose los de la otra bandadel Plata: se recela con Justsimos fundame7ilos que continuando el desurden con que se ha procedido en la matanza de estasespecies, haya de llegar el caso de arruinarse enteramente este

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    24 stira fina que abonaba la pluma que las escriba. Entreestos papeles que poseo, y que son muy poco conocidoshoy, figuran: La contestacin al papel del paisano Milln;otra contestacirju al segundo manifiesto de ste, suscritasambas por R. R.; La respuesta al manifiesto ele Milln,dada por don Pedro Trpani; El tercer esfuerzo del pa-triota don Antonio Milln, en defensa del bien general,contra los saladeristas; Las reflexiones imparciales sobreel manifiesto de Milln, por J. N. T. (Terrero); y Lasocurrencias en una tertulia de amigos, por el mismoTerrero; que concluyen con unas cuantas coplas dedi-

    anteriore'i cibiindciban en esta banda del rio de la Plata. (V.Revista del Archivo de Buenos Aires, tomo II, pg. 425.)Y en la Me7noria quo present el Marqus de Loreto su sucesoren el virreynato de Buenos Aires, en 10 de febrero de 1790, hay unprrafo en que se habla de esas correras y de las providenciastlictadas para impedir sus grandes estragos. (Revista ib., tomo IV,pg. 388.)Por otra parte, ese destrozo enorme que se refiere Azara, dioorigen al Memorial que presentaron los hacendados de Buenos Airesy de Montevideo al Ministro don Diego Gardoqui en 1794 sobre los

    medios de proveer al beneficio y exportacin de la carne de vr^can.Segn este Memorial se supona que, un ao con otro, se matabanseiscientas mil cabezas de ganado vacuno, cuya carne quedaba com-pletamente perdida en los campos, excepcin de unas ciento cin-cuenta mil cabezas que servan para el consumo de las provinciasdel Litoral. Hecha esta deduccin, los hacendados calcuhaban quecon la carne de las cuatrocientas cincuenta mil que quedaban, y elsebo, cerda y astas, se podan cargar anualmente unas 389 embarca-ciones de 250 300 toneladas, que produciran la metrpoli uningreso de cerca de ocho millones de pesos.No menos importante que la de entonces es la matanza quese hace en nuestros das para el consumo y la exportacin.En 1873 415.969 vacas .57,664 veguas 1.736.545 ovejas1874.... 269.901 39.742 620.827 1875...

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    25 cadas Milln, quien se llama hombre con dinero ydinero sin hombre .Y para que la atencin pblica se preocupara ms deesta cuestin, las musas se sintieron tambin arrebata-das por el deseo de medir, con la rima y con el ritmo,hi justicia injusticia de la supresin de los saladeros!L'n nuevo hacendado de la Guardia del Tordillo dirigi don Antonio Milln una carta gratulatoria en verso. porsu feliz y preciosa oposicin los saladeros, la cualcomienza as

    - Etimable Milln, con cunto gustoCantar quisiera de tu noble empeo,Los efectos felices que el PorteoVa reportar en venidero da.Si con tesn defiendes nuestra criaNo temas R. R., es pluma si'tcia.

    De Trpala Trpani los efugiosAltamente ya tienes contestadosProtege, Antonio, protege los ganados,Llora .1. N. T. porque quisieraDestruir su patrimonio : t primeroEl dficit lloraste del procreo:Su llanto es por concluir nuestro ganado.Tu llanto ha sido un llanto ms honrado.

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    La cual provoc inmediatamente esta otra, que con-servo original de puo y letra de su autor don Len Ortizde Rozas: Carta gratulatoria al gratulador del paisanoMilln. por la famosa gratulatoria con que ha congra- tulado la maldita oposicin que aqul ha hecho en des- honor del pas y desventaja de sus mejores intereses, al lucroso ramo de industria que le ofreca el establec-

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    26 miento de salazones de carnes, con sus propios diso-(( nantes, por el negro Mateo.

    o genio singular! genio del gustoO genio propio de tan alto empeo!O, cuanto os debe, cuanto el gran PorteoQue para gloria tuya debi el daAl toro ms feroz de nuestra cra!Relinchaste al cantar, y los efugiosDe Trpala quedaron contestadosi Balaran ms recio los ganados Podra haber alguno que quisieraDisputarte la gloria del pri^nero,Que al que defrauda al pas de su ganadoLe llama boca llena el ms honrado?

    La larga discusin de que fu objeto esta cuestin,puso de manifiesto los principios liberales que la revo-lucin haba difundido en todas las clases sociales; ascomo las aspiraciones al engrandecimiento industrial, queesperaban realizarlo por medio del desenvolvimiento na-tural de las riquezas del pas, al amparo de una libertadque no tuviera ms lmites que la propia concurrenciade todos los que llevaran sus esfuerzos la obra comin.

    Los polticos de ese tiempo, recelosos de la energacon que condenaban la supresin de los saladeros los po-derosos y activos hacendados de Buenos Aires, quieneshaban comprometido sus fortunas y su porvenir parafomentar la que ser siempre la principal riqueza del pas. trataron de paliar la dificultad, proponiendo confiden-cialmente los seores Rozas y Terrero que comisionarancerca del Gobierno una persona de cierta respetabilidad,para arbitrar un medio honorable de cortar esta cuestin,que ya se haca demasiado enojosa. A este efecto, Rozas yTerrero, Trpani y Capdevila dieron pleno poder al seor

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    29 Ms expuestos que Rozas estaban los hacendados de

    las inmediaciones, que eran vctimas de robos frecuen-tes, ya por mano de los indios, por la de malhecho-res que vagaban por entonces en las campaas. Losprincipales hacendados se dirigieron Rozas para queinsistiese acerca de las medidas que ste haba some-tido la consideracin del Director Supremo, las cualestendan cortar esos males que amenazaban arruinar losgrandes intereses de la Provincia.

    Es de advertir que por ese tiempo se aprestaba enla Pennsula la expedicin de 25.000 soldados realis-tas con el objeto de ahogar la revolucin en el ro de laPlata; y que ante la inminencia del peligro, el Gobiernodel Directorio haba nombrado don Juan Manuel deRozas para que en unin de don Juan Jos de Anchore-na y el doctor Vicente Anastasio Echeverra, detallasenen una Memoria el modo y forma de realizar la interna-cin la campaa de los habitantes de la ciudad deBuenos Aires, los primeros amagos de aquella inva-sin. (/) Cuando simultneamente las Provincias Unidasluchaban por desalojar los realistas de sus posesiones del Pacfico, para no ser invadidos nuevamente porel norte, era obra de romanos eso de dar seguridades la campaa de Buenos Aires y de ponerla en condi-ciones favorables como para que prosperaran sus rique-zas abundantes.

    Esta fu la obra que acometi don Juan Manuel deRozas, circunscribiendo sus ideas al lmite de los re-cursos con que se contaba. Con tal objeto Rozas eleven febrero de 1819 una memoria al Directorio, en la quepropona la fundacin de un establecimiento denomin-

    is Papeles de Rozas (M. S.. en mi arcliivo.)

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    CAPITULO IILA CRISIS REVOLUCIONARIA

    (1819 1820)La obra de la revolucin de 1810. II. La crisis de la revolucin : laFederacin Argentina. III. Sinopsis del ao xx : las provincias y losjefes federales. IV. Invasin de Ramrez y Lpez : los proyectos demonarqua y el sentimiento republicano: Alvear y Sarratea. V. Bata-lla do Cepeda : el Congreso resigna su autoridad en el Cabildo de Bue-nos Aires. VI. Intimacin del general del ejrcito federal y disolucinde los poderes nacionales : primera Junta Federal de Buenos Aires.VII. Anarqua de las facciones : Soler y Sarratea. VIII. La Convencindel Pilar : Sarratea y Balcarce. IX. Los golpes teatrales de AlvearSoler y Alvear: reposicin de Sarratea. X. La Junta de la Provincia:sus disposiciones orgnicas. XI. El partido directorial-unitario: elec-cin de Ramos Mexa. XII. Contemporizaciones con Soler : represen-tacin del ejrcito de Soler al Cabildo de Lujan. XIII. Dictaduramilitar de Soler: combate de la- Caada de la Cruz. XIV. El gobiernode la ciudad y el de la campaa : Dorrego y Alvear. XV. Resistenciade Pagla. XVl. Dorrego gobernador provisorio.

    Ser siempre un timbre de gloria para los prohom-bres de la revolucin argentina de 1810 el haber traba-jado vigorosamente la regeneraci(jn poltica y social delpas, proclamando los principios ms humanitarios ydivulgando las ideas ms atrevidas, al mismo tiempoque disputaban palmo palmo el territorio los soldadosdel rey de Espaa, en esa serie de batallas cuyos episo-dios ningn poeta ha reunido todava para cantar laepopeya americana.

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    84 La Junta de 1810, el Triunvirato hasta 1813 y el Direc-

    torio hasta 1819 haban dado las constituciones y leyesfundamentales de 1811, 1813, 1815, 1817, 1819; habanllevado los ecos civilizadores de la revolucin de Mayoal confn de las provincias y de la Amrica; haban san-cionado legalmente esta misma revolucin, declarando laindependencia argentina, al frente de los ejrcitos yescuadras de la Metrpoli; y la haban hecho triunfaren San Lorenzo. Suipacha. Las Piedras. Tucumn, Mon-tevideo, El Cerrito, Salta, Chacabuco y Maip. Era loms que poda conseguirse en los diez primeros aos dela vida de un pueblo que veget cerca de tres siglos enel oscurantismo y la servidumbre ms enervantes.Los elementos dirigentes de estas evoluciones fraseendentales, vinculados entre s por la labor comn deltiempo y hasta por las grandes responsabilidades quecontrajeron, haban hecho exclusivamente suya la situa-cin de Buenos Aires, ostentando ciertas tendenciasabsolutistas y cierta soberbia que suscitaron contra elloslas pasiones del elemento popular, el cual iba ocupandola escena medida que se obtenan ventajas sobre losrealistas. Dueos del gobierno y de la administracinpor la inluencia de la logia poltica que reorganizaraPueyrredn en 1816, (^) empebanse en conservar todotrance el rrimen centralizador sobre la base de Buenos

    (') Los miembros de la Lofia Directorial que actuaban flnes delao de 1819 eran los si

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    se posesionaban de la provincia de Montevideo. En Cdizse aprestaba una nueva expedicin de veinte mil soldadoscon destino Buenos Aires. Los dos hombres que goza-ban de mayor prestigio en el pas no podan venir enayuda del Gobierno General: el general Belgrano quecaa postrado de la enfermedad que lo llev la tumba,y el generel San Martn que se traslad Chile paraconcluir los preparativos de la expedicin con que diolibertad al Per. Para colmo de este desquicio, el Regi-miento P de los Andes, que envi San Martn SanJuan, sublevse el da O de enero de 1820 y depuso algobernador de esa provincia. El ejrcito auxiliar quevena en marcha para Buenos Aires, se sublev tambinel 12 del mismo mes instigaciones de los coronelesJos M. Paz y Juan B. Bustos; y este nuevo escndalodej en manos del ltimo de estos jefes la suerte de lasprovincias del Interior, mientras que Quiroga y Aldao enCuyo, Ibarra en Santiago del Estero, proseguan la seriede los gobiernos personales. El desastre se hizo generalcuando el gobernador de Santa Fe y el de Entre Ros,ya nombrados, unidos con el proscripto chileno don JosMiguel Carrera, invadieron Buenos Aires para liber-tarla del Directorio y del Congreso que pactaban con lasCortes de Portugal, Espaa, Francia Inglaterra la coro-nacin de un prncipe europeo en el ro de la Plata, con-tra la opinin de los pueblos que han jurado sosteuer laforma republicana federal.La verdad es que el Gobierno Directorial, fuera espe-culativamente para ganar tiempo y asegurar la Indepen-dencia del pas, por los auspicios de las cortes europeasque haban entrado en la Santa Alianza, segn lo air-maban despus sus principales corifeos; positivamenteporque creyese que la unificacin y felicidad del passlo se obtendra con la Monarqua, la cual se indi

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    88 naban sin duda alguna inuclios de los prohombres delpartido directorial, desde el ao de 1813 vena nego-ciando alternativamente con aquellas cortes el estable-cimiento de la Monarqua en las Provincias Unidas, pormedio de la coronacin de un prncipe de las familiasreinantes. Belgrano, Rivadavia, Gmez y Garca no tuvie-ron otra misin en Francia, Inglaterra, Espaa y Por-tugal; y au