2
De una campana Yo tengo muchos años, tantos que ni me acuerdo, peroqué digo ¡si las campanas no ha- blamos! Creo que mi viejo bronce me hace desvariar, es mucho tiempo el pasado en estas alturas del segundo piso del Patronato, he visto pasar muchas generaciones de alumnos, producien- do innumerables campaneos para indicarles que no se retrasaran: por ser la hora de entrada o salida de clase, el rezo del Angellus, dar algún aviso, etc. Son miles y miles de tañidos, que han dejado en este largo periodo una serie de cicatrices, como las arrugas en la faz de las personas mayores, que denotan la edad que tienen. En mi caso no tengo grietas ni canaladuras, ya que sigo sonando casi como el primer día, pero en cambio, mi vejez se muestra con esa herrumbre verde que me oprime. La pintura que goteó, manchándome, cuando repintaron tantas veces la viga, y la percha donde cuelgo, des- de la cual ejerzo mi función de dar los toques. Sin contar con la suciedad, que año tras año se iba acumulando en mi coraza de metal, que nadie limpiaba, salvo el agua, que de vez en cuando caía del cielo en estas tierras resecas de Cartagena. Una mañana del dos de diciembre del año 2013, oigo ruidos extraños debajo míaarras- tran una escalera… dos humanos están intentando quitar las tuercas del eje del cual estoy suspendida… noto que les cuesta trabajo por la herrumbre que tienen, además de la pintura reseca en los canales del tornillo… finalmente lo consiguen ¡y me descuelgan!. Es lógico, son muchos años de actividad, el retiro nos llega a todos, ¡hasta las campanas!. Bueno, intentaré en mi nuevo estado de silencio, en cualquier rincón donde me depositen, acordarme de esas risas y gritos que ascendían desde el patio, donde estaba jugando la chiquillería. Revivir esa cantinela musical que brotaba de las aulas, cuando repetían las tablas de sumar: ♫ Una y una: dos ♪ // Dos y una: tres . Ese himno jubiloso que las mañanas de los domingos pro- venía de la capilla La cinta azul por bandera // por coraza una medalla…♫. Son numerosos los recuerdos que podré ir rememorando en mi próximo destino, y paliar así el mutismo que soportaré desde ahora. Es incomodísimo el traqueteo del coche que me transporta, no estoy acostumbrada. Hace que me sienta muy disgustada, tras la quietud de tantos años.

Agradecimiento de una campana cuento

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Agradecimiento de una campana   cuento

De una campana

Yo tengo muchos años, tantos que ni me acuerdo, pero… qué digo ¡si las campanas no ha-blamos! Creo que mi viejo bronce me hace desvariar, es mucho tiempo el pasado en estas alturas del segundo piso del Patronato, he visto pasar muchas generaciones de alumnos, producien-do innumerables campaneos para indicarles que no se retrasaran: por ser la hora de entrada o salida de clase, el rezo del Angellus, dar algún aviso, etc. Son miles y miles de tañidos, que han dejado en este largo periodo una serie de cicatrices, como las arrugas en la faz de las personas mayores, que denotan la edad que tienen. En mi caso no tengo grietas ni canaladuras, ya que sigo sonando casi como el primer día, pero en cambio, mi vejez se muestra con esa herrumbre verde que me oprime. La pintura que

goteó, manchándome, cuando repintaron tantas veces la viga, y la percha donde cuelgo, des-de la cual ejerzo mi función de dar los toques. Sin contar con la suciedad, que año tras año se iba acumulando en mi coraza de metal, que nadie limpiaba, salvo el agua, que de vez en cuando caía del cielo en estas tierras resecas de Cartagena. Una mañana del dos de diciembre del año 2013, oigo ruidos extraños debajo mía… arras-tran una escalera… dos humanos están intentando quitar las tuercas del eje del cual estoy

suspendida… noto que les cuesta trabajo por la herrumbre que tienen, además de la pintura reseca en los canales del tornillo… finalmente lo consiguen ¡y me descuelgan!. Es lógico, son muchos años de actividad, el retiro nos llega a todos, ¡hasta las campanas!. Bueno, intentaré en mi nuevo estado de silencio, en cualquier rincón donde me depositen, acordarme de esas risas y gritos que ascendían desde el patio, donde estaba jugando la chiquillería. Revivir esa cantinela musical que brotaba de las aulas, cuando repetían las tablas de sumar: ♫ Una y una: dos ♪ // Dos y una: tres ♪. Ese himno jubiloso que las mañanas de los domingos pro-venía de la capilla ♫ La cinta azul por bandera // por coraza una

medalla…♫. Son numerosos los recuerdos que podré ir rememorando en mi próximo destino, y paliar así el mutismo que soportaré desde ahora. Es incomodísimo el traqueteo del coche que me transporta, no estoy acostumbrada. Hace que me sienta muy disgustada, tras la quietud de tantos años.

Page 2: Agradecimiento de una campana   cuento

El vehiculo se detiene, parece que llegué a mi nuevo descanso. Ex-trañamente me sacan con mucho cuidado del maletero, la luz me cie-ga tras la obscuridad de mi corto encierro. Mi sorpresa es mayúscula, ¡no estoy en el almacén de ningún chatarrero!, es Prolam y escucho con alegría ¡que van a restaurarme!. ¡Van a dejarme como el primer día!, para que siga haciendo mi función durante otros cien años por lo menos. Mi gozo es indescriptible, estoy ansiosa de que me bañen con arena, quiten mi costra acumulada después de tantos años en mi piel, y me pulan, para que brille con el color dorado del bronce, reflejando la luz como cuando me crearon. Y pueda leerse mi nombre, Coventina, esas letras que fueron grabadas a buril tras mi nacimiento, ahora pin-tadas en negro. Ojalá mi badajo, su soporte y los tornillos oxidados, sea sólo un mal recuerdo. Si llegara a ocurrir, que pueda lucir un nuevo traje, y estre-nara una nueva cuerda, prometo volver a tañir como en mi juventud, y que mis sones sean mucho más dulces y agradables a partir de ahora. Pero… ¿a quien debo el homenaje que están haciendo conmigo?... veo a un “patronatero”… es un Hijo de María, que conjuntamente con los empleados de la fundición van a llevarme de nuevo a mi amada atalaya.

Estoy remozada, ya no me molesta el trayecto de vuelta, mi ausencia han sido sólo tres días, pero me siento como nueva, ¡y realmente lo estoy!. Estos chicos de Prolam-Astus han reali-zado un buen trabajo conmigo. Espero que pueda ver durante otra centuria más, a los alumnos, a las Hijas de la Caridad, y sobre todo a los Hijos y Caballeros de María Inmaculada del Patronato del Sagrado Cora-zón de Jesús, que hicieron posible por su generosidad, mi nueva vestimenta.

Muchas gracias. La Campana.

1 - ASA, 2 - HOMBRO, 3 -TERCIO, 4 - MEDIO, 5 - MEDIO PIE, 6 - PIE, 7 – LABIO. Altura: 23 cm. (con asa 31 cm.) Peso 13,5 kg.

Antes de salir del

taller hacia

el Patronato.

De regreso, en mi

lugar de siempre

Edición, textos y fotos:

Juan Almarza Pozuelo

[email protected]