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 ISSN: 0214-6452 415 El palacio fuera de palacio: prácticas arquitectónicas y festivas en jardines históricos y literarios de la temprana Edad Moderna María del Rosario AGUILAR  PERDOMO Universidad Nacional de Colombia Departamento de Literatura [email protected] RESUMEN La importancia que paulatinamente va cobrando el jardín como espacio de divertimento cortesano en la sociedad española del siglo XVI, evidente en los palacios reales y nobiliarios, se maniesta también en los libros de caballerías. El género, imbuido en las pautas culturales y estéticas del Quinientos, retrata a su vez las prácticas festivas de la nobleza cortesana que en la España de la época ocupó parte de sus tiempos de ocio con ceremonias y festejos desarrollados en este entorno natural. Este trabajo quiere mostrar que la posesión de un jardín de palacio puede ser considerada como una práctica arquitectónica de la más alta nobleza cortesana, que usó a su vez este espacio para sus prácticas festivas. Se revisan en- tonces diversos documentos y testimonios que evidencian los vínculos entre los ocios arquitectónicos y las celebraciones festivas de la nobleza cortesana en jardines, tanto literarios como históricos. Palabras clave: Libros de caballerías españoles, jardines históricos, jardines literarios, prácticas arqui- tectónicas y festivas, nobleza cortesana. The palace outside the palace: architectural and festive performances in historic and literary gardens from the Early Modern Age ABSTRACT The importance gardens are gradually gaining as courtly entertainment space in 16th century Spanish society, evident in the royal and noble palaces, is also reected in the books of chivalry. This genre,  pervaded by cul tural and aestheti c patterns of sixteenth cen tury , portrays Spanish court nob ility festive  practices t hat devo ted part o f their leisu re time to c eremonies a nd celebra tions dev eloped i n this nat ural setting. This paper seeks to show that the possession of a palace garden can be considered an archi- tectural practice among the highest court nobility, who used this space for festive practices. It takes in consideration several documents and evidences that show the links between architectural practices and festive celebrations of the court nobility in gardens, both literary and historical. Key words: Spanish Romances of Chivalry , historic gardens, literary gardens, architectural and festal  practices, co urtly nob ility .  Anales de Historia del Arte 2013·, Vol. 23, Núm. Especial (II), 415-429 http://dx.doi.org/10.5209/rev_ANHA.2013.v23.42844

Aguilar - El Palacio Fuera de Palacio Anales de Historia Del Arte-libre

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  • ISSN: 0214-6452415

    El palacio fuera de palacio: prcticas arquitectnicas y festivas en jardines histricos

    y literarios de la temprana Edad Moderna

    Mara del Rosario aguilaR peRDoMoUniversidad Nacional de Colombia

    Departamento de [email protected]

    RESuMEn

    La importancia que paulatinamente va cobrando el jardn como espacio de divertimento cortesano en la sociedad espaola del siglo XVI, evidente en los palacios reales y nobiliarios, se maniiesta tambin en los libros de caballeras. El gnero, imbuido en las pautas culturales y estticas del Quinientos, retrata a su vez las prcticas festivas de la nobleza cortesana que en la Espaa de la poca ocup parte de sus tiempos de ocio con ceremonias y festejos desarrollados en este entorno natural. Este trabajo quiere mostrar que la posesin de un jardn de palacio puede ser considerada como una prctica arquitectnica de la ms alta nobleza cortesana, que us a su vez este espacio para sus prcticas festivas. Se revisan en-tonces diversos documentos y testimonios que evidencian los vnculos entre los oicios arquitectnicos y las celebraciones festivas de la nobleza cortesana en jardines, tanto literarios como histricos.

    Palabras clave: Libros de caballeras espaoles, jardines histricos, jardines literarios, prcticas arqui-tectnicas y festivas, nobleza cortesana.

    The palace outside the palace: architectural and festive performances in historic and literary gardens from the Early Modern Age

    AbSTRACT

    The importance gardens are gradually gaining as courtly entertainment space in 16th century Spanish society, evident in the royal and noble palaces, is also relected in the books of chivalry. This genre, pervaded by cultural and aesthetic patterns of sixteenth century, portrays Spanish court nobility festive practices that devoted part of their leisure time to ceremonies and celebrations developed in this natural setting. This paper seeks to show that the possession of a palace garden can be considered an archi-tectural practice among the highest court nobility, who used this space for festive practices. It takes in consideration several documents and evidences that show the links between architectural practices and festive celebrations of the court nobility in gardens, both literary and historical.

    Key words: Spanish Romances of Chivalry, historic gardens, literary gardens, architectural and festal practices, courtly nobility.

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    Anduvieron un buen rato por las praderas del jardn, que son muy hermosas, [...]

    que cierto al parecer paresca que se hallaban en algo de lo que habian ledo

    en los libros de caballeras, segn se les represent aquella hermosura de fuentes,

    y maravillosos arroyos vertientes, y diversidades de olorosas lores y rboles,

    y otras lindezas de verdurasAndrs Muoz, Sumaria y verdadera relacin del

    buen viaje que el prncipe Felipe hizo a Inglaterra

    , seor primo! Y en qu tranquilidadtraemos el nimo y los sentidos despus

    de llegados a Monforte! Plantamos jardines y ediicamos la habitacin del Monte.

    Carta del Conde de Lemos al prncipe de Esquilache, 15 de marzo de 1619

    Como ocurri con otras prcticas culturales, la posesin de un jardn en palacio fue tambin a inales de la Edad Media y en los aos del Renacimiento una muestra de la magniicencia de los soberanos y sus nobles, que, en algunas ocasiones, emulan-do a sus monarcas o a sus antepasados replicaban sus gustos, aiciones y hazaas arquitectnicas. En este terreno, los jardines fueron ya desde inales del siglo XV un polo importante de la arquitectura civil espaola que contribuyeron a la reairmacin de una conciencia nobiliaria y la representacin de un estamento social. Smbolos elocuentes de poder, prestigio y distincin, estos espacios seoriales fueron constru-yndose en algunos casos, y readecundose en otros, sobre las bases de los jardines hispanomusulmanes, y de la mano de los nuevos gustos y la progresiva ascendencia de las modas lamencas, francesas e italianas en la cultura nobiliaria y cortesana de la temprana Edad Moderna, cuando se produjeron una serie de intervenciones arqui-tectnicas en propiedades representativas de los grandes linajes que dieron lugar a la transformacin de los viejos castillos medievales en esplndidos y confortables recintos palaciegos1. Lugares de ocio, de conversacin, de festejo y de encuentro amoroso, tal como lo transmite la imagen codiicada que nos proporciona de ellos la literatura caballeresca y corts desde los siglos XV y XVI, gracias a la cual es posible acercarse en parte a su conceptualizacin, los jardines se constituyeron en espacio

    1 Pinsese por ejemplo en la transformacin y renovacin del castillo de los Benavente o de los Duques de Feria en Zafra bajo los nuevos criterios renacentistas, en la que se incluyen los jardines. Sobre la conformacin de la ciudad y el palacio como espacios nobiliarios de representacin del poder, en el que el jardn ocupa, desde mi punto de vista, un lugar signiicativo como muestra de un nuevo ideario y de nuevas prcticas culturales de la nobleza, puede consultarse el interesantsimo artculo de E. ALEGRE CARVAJAL, La coniguracin de la ciudad nobiliaria en el Renacimiento como proyecto ideolgico de una lite de poder, Tiempos modernos. Revista electrnica de Historia Moderna, 16 (2008), disponible en http://www.tiemposmodernos.org/tm3/index.php/tm/issue/view/23 [ltima consulta 14 de febrero de 2013].

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    importante para unas lites nobiliarias dispuestas a simbolizar su poder y a manifestar sus intereses culturales en ese entorno vegetal cuyo valor haba venido ascendiendo con el cambio de los gustos y las mentalidades.

    En Espaa los jardines nobiliarios de los palacios urbanos y casas de placer o quintas de recreo suburbanas, que coniguran un contexto perdido como lo ha lla-mado Vicente Lle Caal2, nos remiten a la conformacin no solo de un trazado jardinero compartido por un estamento social, sino tambin a la disposicin de este espacio como un signo de identidad, como architectura parlante3, de una aristocra-cia cortesana que se haba concienciado de la relevancia de la construccin entre los usos culturales propios de su estamento, y tambin como una actividad propicia para ejercer en tiempos de ocio4. En efecto, entre inales del siglo XV y a lo largo del XVI los gestos de la nobleza comienzan a desvelar el inters por el espacio del jardn como un palacio fuera del palacio donde, como sealaba anteriormente, se despliegan prcticas que desarrollan signos identitarios de una clase noble5 que, tambin en este aspecto, tuvo hbitos imitativos hacia los gustos de sus gobernantes6 o de sus ante-pasados. En ese sentido, es relevadora la frase atribuida a doa Menca de Mendoza, quien le haba prometido a su esposo don Pedro Fernndez de Velasco, II conde Haro y Condestable de Castilla, una capilla donde orar, un palacio donde morar y una quinta donde holgar. Tanto su actividad constructora como la de su marido fue luego reconocida por su nieto, de igual nombre y IV Condestable de Castilla, que caliicaba a su antepasado como

    amigo de ediicar, y ass hio una cassa de aposentamiento en la fortalea de Vi-llalpando y labr la casa de la Vega que es una casa de plaer erca de Burgos y hizo en la iudad una cassa muy buena7.

    2 V. LLE CAAL, Un contexto perdido. Los jardines de la nobleza, C. AN y J.L. SANCHO (eds.), Jardn y naturaleza en el reinado de Felipe II, Madrid, 1998, pp. 222-241.

    3 Tomo el trmino que Vicente Lle Caal aplica al palacio y la villa suburbana. Desde mi punto de vista los jardines nobiliarios, como parte de estos, entre otras funciones cumplieron la de informar sobre su dueo, sobre su estatus social, sobre su cultura, sobre sus ainidades espirituales, V. LLE, Nueva Roma. Mitologa y humanismo en el Renacimiento sevillano, Madrid, 2012, p. 82.

    4 S. MARTNEZ HERNNDEZ, Obras... que hazer para entretenerse: la arquitectura en la cultura nobiliario-cortesana del Siglo de Oro: a propsito del marqus de Velada y Francisco de Mora, Anuario del Departamento de Historia y Teora del Arte, 15 (2003), pp. 59-77; y Fragmentos de ocio nobiliario. Festejar en la cultura cortesana, B. GARCA y M.L. LOBATO (coords.), Dramaturgia festiva y cultura nobiliaria en el siglo de oro, Madrid/Frankfurt, 2007, pp. 45-88; F. BOUZA LVAREZ, Cortes festejantes, iesta y ocio en el cursus honorum corts, Manuscrits, 13 (1995), pp. 185-2003; y Realeza, aristocracia, mecenazgo. [Del ejercicio del poder MODO CLAMO], A. EGIDO y J.L. LAPLANA (eds.), Mecenazgo y humanidades en tiempos de Lastanosa, Zaragoza, 2008, pp. 69-88.

    5 El jardn nobiliario fue tambin lugar idneo para reunir, por ejemplo, colecciones escultricas y galeras de pinturas, pequeos studioli al aire libre o jardines arqueolgicos, como los ha denominado V. LLE CAAL, op. cit., 1998.

    6 No slo la aicin arquitectnica de Felipe II, tambin otras prcticas culturales, como los gustos literarios y la conformacin de bibliotecas, tuvieron eco entre sus cortesanos. As lo ha estudiado P.M. CTEDRA GARCA, Nobleza y lectura en tiempos de Felipe II. La biblioteca de don Alonso Osorio, Marqus de Astorga, Valladolid, 2002, p. 59.

    7 Pedro Fernndez de Velasco, Descendencia de la casa i linaje de Velasco, Biblioteca Nacional de Madrid (BNM), sig. Mss/2018, fols. 47-48. Del dinamismo arquitectnico del linaje se ha ocupado B. ALONSO

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    Tampoco debe extraar, en ese entorno de emulacin ediicadora, la frase incluida en una carta de Francisco de Ziga y Sotomayor, IV duque de Bjar, dirigida a Ma-teo Vzquez en 1580, despus de su visita a Aranjuez: Los que somos remedones presumimos como si entendisemos de arquitectura8, en referencia a los trabajos ordenados por Felipe II en el Real Sitio y, probablemente a sus propias aiciones constructoras. La aristocracia cortesana pareca compartir estas aiciones, al menos as lo insinan los tempranos quehaceres arquitectnicos y jardineros de don Rodrigo Daz de Vivar, hijo del Cardenal Mendoza y I marqus de Zenete en su barona de Alccer, donde se ocup personalmente de las huertas y jardines de su casa palacio; las de Juan Alfonso Prez de Guzmn, VI duque de Medina Sidonia, quien realiz mejoras en su palacio y jardn de Sanlcar de Barrameda9, o las del propio duque de Bjar en su palacio y jardn del Bosque, construido en 1567. Tambin don Martn de Guerra y Aragn, IV duque de Villahermosa, se interes por los asuntos arquitect-nicos de sus palacios y casa de placer; aos antes el duque de Alcal haba ordenado hacer intervenciones a la italiana en la Casa Pilatos o en su palacio de Bornos, y, ms tardamente, don Gmez Dvila y Toledo, marqus de Velada10, traz los planos de su jardn e incluso dio consejos a su amigo Pedro de Toledo, V marqus de Villafranca sobre el diseo del suyo en Bierzo11 (ig. 1). RUIZ, Palacios donde morar y quintas donde holgar de la Casa de Velasco durante el siglo XVI, Boletn del Museo e Instituto Camn Aznar, 83 (2001), pp. 5-33; B. ALONSO, M.C. DE CARLOS y F. PEREDA, Patronos y coleccionistas: los condestables de Castilla y el arte (siglos XV-XVII), Valladolid, 2005. Para el mbito que nos interesa, es importante anotar que los Velasco tambin se ocuparon de los jardines en sus residencias nobiliarias.

    8 Duque de Bjar a Mateo Vzquez de Leca, Madrid, 3 de abril de 1580, Instituto Valencia de Don Juan, Madrid, Envo 1 (2), 283, recogido por F. BOUZA, op. cit., 2008, p. 69. Conforme a esta caracterizacin habra que interpretar la construccin en 1567 por parte del IV duque de Bjar de una casa de placer con jardines y terrazas a la italiana.

    9 Segn Juan Pedro Velzquez Gaztelu, historiador relacionado con la casa de Medina Sidonia y regidor municipal de Sanlcar, durante los aos en que Juan Alonso de Guzmn vivi en el palacio se dedic a las mejoras del palacio y de los jardines, que fueron por tiempo de un siglo que lo disfrutaron sus dueos, la maravilla de estos contornos, segn tradicin de nuestros mayores, Historia antigua de la muy noble y muy leal ciudad de Sanlcar de Barrameda escrita por don Juan Pedro Velzquez Gaztelu, regidor perpetuo de la misma ciudad, y su diputado archivista. Ao de 1760, M. ROMERO (ed.), Sanlcar de Barrameda, 1994, vol. II, p. 62.

    10 M. GMEZ-FERRER, El Marqus de Zenete y sus posesiones valencianas. Mentalidad arquitectnica y artstica de un noble del Renacimiento, Anuario del Departamento de Historia y Teora del Arte, 22 (2010), pp. 27-46; J.A MOREJN, Nobleza y humanismo. Martn de Guerra y Aragn. La igura cultural del IV Duque de Villahermosa (1526-1581), Zaragoza, 2009; para las intervenciones arquitectnicas del Duque de Alcal, V. LLE CAAL, El jardn arqueolgico del primer Duque de Alcal, Fragmentos, 11 (1987), pp. 21-32; y La Casa Pilatos, Madrid, 1998. Sobre el Marqus de Velada, S. MARTNEZ HERNNDEZ, op. cit., 2003.

    11 Tal vez no demasiado lejos de estas labores arquitectnicas de la nobleza cortesana estaran las ediicaciones que suelen salir de las manos de sabios y magos en los libros de caballeras; de hecho dos de ellos aluden a la construccin de jardines: Y tomando todos sus libros y a Fidea con ellos, assi el cuerpo de Furin muerto y en un punto fue puesta en la alta roca que os diximos, haziendo dentro della un palacio tan hermoso y tan rico que las paredes eran de jaspe y los pilares de cristales de muchos colores. Hizo dentro tantos jardines y fuentes que era muy grande espanto de ver, todas hechas de piedras de gran valor, Policisne de Boecia, E. SALES DAS (ed.), Alcal de Henares, 2008, p. 82. Asimismo, en el Tristn de Leons y el rey don Tristn el Joven, L.D. CUESTA (ed.), Mxico, 1997, p. 821: Y Sargia comen su obra apriessa, y la mitad de su exrcito andava labrando en la torre, y la mitad en los jardines. De manera que, cuando el sol sali, estava

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    Pareciera entonces que lo ms granado de la nobleza cortesana busc adecuar es-pacios estticamente bellos donde fuera posible encontrar la alegrezza y la commo-dit12, el gozo del festejo. Varios legajos histricos muestran que los estamentos ms altos de la sociedad espaola del Antiguo Rgimen disfrutaron, como veremos, de ms de un sarao, un banquete o una merienda en el jardn como parte sus hbitos culturales13, casi en la misma medida en la que la literatura caballeresca espaola del S. XVI, punto de partida de mi investigacin, remite a la imagen del jardn como un espacio propicio para la recreacin y al esparcimiento ldico14. Preciosos fragmentos

    la torre hecha de hermosa sillera, con muchas iniestras a todas partes; y el jardn ediicado de un muro alto de sillera junto con el castillo, hazia la parte de la villa, que del castillo por una puerta pequea se mandava, en el cual ava multitud de rboles de muchas frutas, y rosales y jazmines y yervas olorosas. Y a la parte alta del jardn estava un pilar grande de agua, que por XII caos el agua en l caa, y de all se regava el jardn. Y sabed que los rboles estavan tan frescos como si all uvieran sido nacidos, y muchos dellos cargados de fruta; y rosas y jazmines y otras lores que bien olan. Y ass mesmo amaneci hecho un pilar de agua dulce en mitad de la plaa, labrado de mrmor blanco, con sus caos de agua muy gruessos que en l caan.

    12 Lo sealaba as Juan de Marias en una carta del 21 de julio de 1600 al conde de Gondomar, Diego Sarmiento de Acua, recogida por F. BOUZA, op.cit., 1995, p. 200.

    13 La iesta, por supuesto, es slo uno de las actividades que ocupaba el ocio nobiliario, en el que se pueden incluir otros entretenimientos y aiciones como el coleccionismo, la lectura, y para lo que nos interesa, las trazas de jardines. As lo plantea S. MARTNEZ HERNNDEZ, op. cit., 2007, p. 46.

    14 La literatura caballeresca espaola proyecta fundamentalmente una representacin del jardn como locus amoenus, como espacio propicio al amor y a la recreacin de los sentidos. As lo era ya en la tradicin greco-latina, la del occidente medieval y tambin en la hispanorabe. Y as lo continuar siendo en la de la temprana Edad Moderna. No es ste, sin embargo, el aspecto que quiero resaltar; me he ocupado de l en M.R. AGUILAR PERDOMO, Espesuras y teximientos de jazmines: los jardines en los libros de caballeras espaoles, entre lo medieval y lo renacentista, e-Humanista, 16 (2010), pp. 195-220, disponible en [http://www.ehumanista.ucsb.edu/volumes/volume_16/index.shtml].

    Fig. 1. Palacio y estanque del jardn del Bosque, Bjar.

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    de este gnero pre-cervantino acreditan que este recinto vegetal fue tambin escena-rio para la iesta y las celebraciones de la nobleza, cuyos ecos nos llegan desde los siglos XV, XVI y XVII, ltimo siglo donde se produjo la consagracin del jardn como recinto festivo y marco propicio para el desarrollo del teatro15. La relacin de una iesta de las primeras dcadas del siglo XVII muestra con contundencia cmo el jardn de palacio continuaba siendo el escenario perfecto para el fasto cortesano y cmo en ste se mantenan los estrechos lazos que se haban gestado desde ines de la Edad Media con la literatura caballeresca como fuente de inspiracin16. El 15 de mayo de 1622 se esceniicaba en el Jardn de la Isla del palacio de Aranjuez la inven-cin del conde de Villamediana, Juan de Tassis, titulada La gloria de Niquea como parte de los eventos para celebrar el cumpleaos del joven rey Felipe IV. Aunque el testimonio es tardo para la poca que nos interesa las primeras dcadas de la Edad Moderna es elocuente, sin duda, que la obra se inspire en uno de los ciclos caballe-rescos ms importantes del siglo XVI, el de Amads de Gaula y sus descendientes, en particular Amads de Grecia y Florisel de Niquea17, que el escenario escogido haya sido el jardn del palacio de Aranjuez y que, adicionalmente, una de las escenas tuvie-ra como trasfondo un jardn ingido, construido, un jardn artiicial. Antonio Hurtado de Mendoza daba cuenta del suceso y del espectacular montaje en el que particip el escengrafo napolitano Julio Csar Fontana18 y anotaba en su Relacin que, al co-

    15 Como fue tambin escenario de ocio para muchos nobles que cansados de las mezquindades de la corte queran refugiarse en su jardn. Lo recuerda F. BOUZA, Entre cortesanos y discretos. Cultura nobiliaria y poder en la Espaa de los Austrias, Imagen y propaganda. Captulos de historia cultural del reinado de Felipe II, Madrid, 1998, pp. 199-210.

    16 Los estudios sobre recibimientos y entradas triunfales y otros aspectos del fasto cortesano han demostrado la relacin que se estableci desde el siglo XV entre la narrativa caballeresca y las manifestaciones festivas de los estamentos nobiliarios. De hecho, la caballera impregna todo lo que toca y se convierte en un referente metafrico que alimenta la iccin, a su vez que sta inspir, gracias al llamado effet roman, las celebraciones cortesanas que tambin tienen como escenario los jardines. La bibliografa al respecto es muy abundante a partir del precioso trabajo de M. DE RIQUER, Caballeros andantes espaoles, Madrid, 1967. Entre otros, T. FERRER VALLS, Nobleza y espectculo teatral (1535-1622), Valencia, 1993; A. DEL RO NOGUERAS, Sobre magia y otros espectculos cortesanos en los libros de caballeras, J. PAREDES (ed.), Medioevo y literatura. Actas del V Congreso de la Asociacin Hispnica de Literatura Medieval, Granada, 1995, IV, pp. 137-149; y Libros de caballeras y burlas cortesanas. Sobre algunos episodios del Cirongilio de Tracia y del Clarin de Landans, J. GMEZ-MONTERO y B. KNIG (dirs.), Literatura caballeresca entre Espaa e Italia (De Orlando al Quijote), Salamanca, 2004, pp. 53-65; M.C. MARN PINA, Fiestas caballerescas aragonesas en la Edad Moderna, Fiestas pblicas en Aragn en la Edad Moderna, Zaragoza, 1995, pp. 109-118. Para el effet roman son fundamentales M. STANESCO, Jeux derrance du chevalier mdival. Aspects ludiques de la fonction guerrire dans la littrature du Moyen ge lamboyant, Leiden, 1998; P.M. CTEDRA GARCA, Realidad, disfraz, e identidad caballeresca, E. CARRO, L. PUERTO y M. SNCHEZ (eds.), Libros de caballeras. De Amads al Quijote, Salamanca, 2002, pp. 71-85; y El sueo caballeresco. De la caballera de papel al sueo real de don Quijote, Madrid, 2007.

    17 El Amads de Grecia (1530) es el libro IX del ciclo de Amads de Gaula; del Florisel de Niquea se publicaron tres partes. La dos primeras, impresas en 1532, conforman la entrega X de la saga amadisiana, mientras que la tercera (parte XI del ciclo) es de 1535. Todas estas continuaciones fueron escritas por el prolico Feliciano de Silva. Ver, J.M. LUCA MEGAS y E. SALES DAS, Libros de caballeras castellanos (s. XVI-XVII), Madrid, 2008, p. 62.

    18 No me detendr en la trama y la escenografa, esta ltima rigurosamente estudiada por M.T CHVES MONTOYA, La gloria de Niquea. Una invencin en la corte de Felipe IV, Aranjuez, 1991; y La escenografa del teatro cortesano, B. GARCA y M.L. LOBATO (coords.), Dramaturgia festiva y cultura nobiliaria en el siglo de oro, Madrid/Frankfurt, 2007, pp. 325-345. Del argumento y los vnculos de la invencin con los

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    menzar el segundo acto, el aparato ocupaba todo el escenario y estaba diseado con la apariencia de una montaa:

    volvase luego a abrir [...] al son de los instrumentos, y con novedad no esperada lo que fue monte, y ediicio, vimos convertido en bellsimos jardines, con lores y fuentes naturales19.

    Ninguno de los aspectos que participa en la celebracin en Aranjuez puede pasar-se por alto, y, mucho menos, la construccin artiicial de un jardn que sirve como trasfondo o escenario, que nos revela una determinada actitud esttica20. Huellas de

    libros de caballeras se ha ocupado E. BORREGO GUTIRREZ, Libros de caballeras y iestas cortesanas para el recin coronado Felipe IV, B. GARCA y M.L. LOBATO, Dramaturgia festiva y cultura nobiliaria en el siglo de oro, Madrid/Frankfurt, 2007, pp. 347-383. Sobre la aventura de la gloria de Niquea en el Amads de Grecia, ver A.C. BUENO SERRANO, Una ordala mgico-amorosa en el Amads de Grecia de Feliciano de Silva, Voz y Letra, 18, 2 (2007), pp. 3-28. Para ms bibliografa al respecto, consltese la base de datos Clarisel (http://clarisel.unizar.es/), entrada Gloria de Niquea.

    19 Antonio Hurtado de Mendoza, Fiesta que se hizo en Aranjuez a los aos del Rey nuestro seor don Felipe IV, Madrid, 1623, pp. 35-36.

    20 De hecho, el levantamiento de jardines artiiciales y efmeros fue muy del gusto de la esttica del seiscientos y no slo en Espaa. Por ejemplo, en el Palacio real de Npoles, con el auspicio del VII Conde de Lemos, el 1 de marzo de 1620 se llev a cabo una iesta para celebrar la recuperacin de Felipe III. Para uno de los espectculos, titulado Delizie di Posilipo Boscarecce e incluido en la Festa a Ballo, se construy un jardn artiicial como parte de la escenografa: Linvenzione dellapparato fu il delizioso monte di Posilipo, formandosi particularmente tutto di rilievo il Palazzo detto della Goletta e i suoi giardini, scogli, e grotte

    Fig. 2. Miniatura del manuscrito de Pierre Sala, Petite livre damour, f. 7r, British Library, Stowe, Mss. 955.

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    esos ejercicios artsticos en los entornos nobiliarios se encuentran, como veremos, en las dos laderas que me interesan: la histrica y la literaria, tanto en los jardines de la nobleza y la realeza como en los jardines literarios, los que podramos llamar jardines de papel21 (ig 2.).

    A lo largo del siglo XVI, los jardines de palacios urbanos y suburbanos se convier-ten paulatinamente en espacios plenos de sentido ldico. Se dotan de un nuevo sen-tido celebrativo y simblico al adornarlos con decorados cuyos referentes en ms de una oportunidad proceden de la esttica y la temtica caballeresca. Est claro que jar-dn, iesta y caballera, esta ltima tanto en sus representaciones estamentales como en sus expresiones literarias, van de la mano durante estos aos22. El espacio al aire libre se convierte, entonces, en escenario oportuno para espectculos y celebraciones de todo tipo: banquetes, bailes, torneos, mscaras y burlas de agua como las que se dispusieron en el jardn de los duques de Alba en Abada23 se ponen a la orden del da en las prcticas festivas de la nobleza. Los textos literarios y sus jardines de papel, as como los documentos histricos, descubren este hecho irrefutable, que ya refera Cristbal de Villaln cuando sealaba el traslado de los pasatiempos cortesanos del espacio cerrado del palacio al recinto ajardinado al aire libre:

    Pues el da de hoy es entre los hombres en uso tan comn entre qualesquiera con-diiones de varones en pasatiempos de convites o enas que no pasan su tiempo en ms para su conversacin y plazer. Prianse todos de se motejar entre s y entre su hablar vienen a dezir motes y graias sabrosas y apazibles, y a dezir cuentos, fbulas y faeias, con las quales se quieren recrear, y principalmente quando el convite se ha elerado en un deleitoso huerto o jardn, en el qual es lugar ms aparejado para este gnero de recreain, como nos es agora a nosotros este24.

    El jardn se convierte, entonces, siguiendo el hilo trazado por Villaln, en escena-rio de banquetes cuando los gustos y la conceptualizacin de ese constructo cultural se modiican. La deinicin de Alberti en su Re aediicatoria como un locus de la fes-tivitas haba resaltado ya la condicin ldica y festejante del jardn, que se correspon-da a la vez con los intereses nobiliarios que vean en este espacio una manifestacin

    fuori [...] gode con mirabile artiitio tutto al naturale, Breve raeconto della Festa a Ballo. Fattasi a Napoli per 1allegrezza della salute acquistata della Maestd Cattolica di Filippo III D Austria Re delle Spagne, R. JACKSON (ed.), A Neapolitan Festa a Ballo and selected instrumental ensemble pieces, Madison, 1978, p. XIII; M.T. CHAVES MONTOYA, La montaa en las iestas de corte en Npoles y Madrid durante el siglo XVII, Cuadernos de arte e iconografa, VI, 11 (1993), pp. 410-420.

    21 Retomo este trmino, jardines de papel, del artculo de E. RODRGUEZ ROMERO, Jardines de papel: la teora y la tratadstica del jardn en Espaa durante el siglo XiX, Asclepio, LI, 1 (1999), p. 129-158. Sin embargo, mientras la profesora Rodrguez lo utiliza para referirse a los tratados tericos, yo lo empleo en alusin a los jardines descritos en textos literarios, relaciones de sucesos, relaciones topogricas, crnicas de viajeros y otros documentos. As mismo es un eco del libro de P.M. CTEDRA, op. cit., 2007, quien agrupa la iccin caballeresca bajo el rtulo de caballera de papel.

    22 Me he ocupado de este tema en Jardim, festa e literatura cavaleiresca, M. MONGELLI (coord.), E izerom taes marravilhas... Histrias de cavaleiros e cavalarias, Sao Paulo, 2012, pp. 365-384.

    23 P. NAVASCUS PALACIO, La Abada de Cceres: espejo literario de un jardn, Anuario del Departamento de Historia y Teora del Arte, V (1993), pp. 71-90.

    24 C. DE VILLALN, El Scholstico, J.M. MARTNEZ TORREJN (ed.), Barcelona, 1997, p. 322.

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    simblica del poder, un recurso para la ostentacin de su condicin y un lugar donde cohesionarse como estamento a travs del ocio y la diversin25. Como ha apuntado Consuelo Gmez Lpez, el jardn es marco festivo y, fundamentalmente, espacio cortesano26 en el que los ceremoniales festivos implicaban una reairmacin de per-tenencia a un estamento, una muestra de cohesin de clase como ocurra tambin con otras manifestaciones caballerescas (ig. 3.).

    Acorde con esta conceptualizacin del jardn, los reyes y la nobleza de la temprana Edad Moderna se deleitaron en esta naturaleza acotada con ms de un festejo o de un momento de descanso. Jernimo Mnzer relataba en la crnica de su viaje a Espaa entre septiembre de 1494 y febrero de 1495, a propsito de la belleza de los jardines valencianos, que l y sus acompaantes se crean en el Paraso Terrenal27. Resalta-ba asimismo que para l no haba en el mundo morada ms deleitosa28 que el jardn del palacio del Cardenal Mendoza en Guadalajara, famoso por sus pajareras. El em-bajador Andrea Navagero, por su parte, consideraba en 1526 que el jardn del Alczar de Sevilla, sembrado de naranjos y limoneros que impedan el paso del sol era el sito

    25 No hay que olvidar en este aspecto los planteamientos de N. ELIAS, La sociedad cortesana, Mxico, 1983.

    26 C. GMEZ LPEZ, El gran teatro de la corte: naturaleza y artiicio en las iestas de los siglos XVI y XVII, Espacio, Tiempo y Forma, 12 (1999), p. 201.

    27 J. MNZER, Relacin del viaje, J. GARCA MERCADAL (ed.), Viajes de extranjeros por Espaa y Portugal, Madrid, 1952, p. 340

    28 Ibid., p. 409.

    Fig. 3. Maestro de Jouvenel, Baile en jardn, BNF.

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    ms apazible de Espaa29. En 1543, de camino a su encuentro con Mara de Portugal en Salamanca, el prncipe Felipe estuvo al menos dos noches descansando en Abada (Cceres)30, el jardn del duque de Alba exaltado por Luis de Zapata en su Miscelnea y descrito por Lope de Vega31. De hecho, se hicieron frecuentes las jornadas festivas en jardines durante los viajes reales, como lo deja entrever la crnica de Calvete de Estrella. As, en 1548, en Barcelona, el prncipe Felipe y sus acompaantes disfruta-ron del banquete que el cardenal de Trento ofreci en su honor en

    un jardn muy lleno de naranjos y cidros, y otros rboles muy diversos, donde para ello estava un cenador muy bien adereado [...] Uvo a la noche iestas y mscaras32.

    Es claro que hay pocos lugares como el jardn tan propicios al esparcimiento gra-cias a un proceso de alquimia cultural que permite disear la naturaleza al gusto y acorde con el cambio de las mentalidades. Lo experimentaron plenamente tambin los nobles en los jardines de sus palacios y casas de placer. No han quedado sino esca-sas huellas de uno de ellos, al parecer excepcional por lo que nos dicen los cronistas y escritores como Antonio de Torquemada: el ediicado por el linaje de los Pimentel33. Por el jardn del conde de Benavente pasearon en marzo de 1502 Felipe el Hermoso y su squito como lo recuerda Antonio Lalaing34. Tambin disfrut de l el infante don Carlos, segn el cronista Andrs Muoz, que acompa al prncipe Felipe durante su viaje a Inglaterra para casarse con Mara Tudor: all escuch la msica que los ministriles tenan preparada para su llegada, se maravill con las pinturas sobre los trabajos de Hrcules que adornaban una de la paredes del jardn, pesc en la alberca llena de barbos, cautiv su olfato el aroma de las rosas y repos con la frescura que prodigaban las sombras de los rboles35. Las noticias de dcadas posteriores con-tinan corroborando el estrechsimo vnculo entre el fasto cortesano y la creacin artiicial del jardn en el que vengo insistiendo. Antonio de Len Pinelo anotaba que el 5 de marzo de 1595, despus de que la infanta Isabel Clara Eugenia recibiera la

    29 A. NAVAGERO, Viaje por Espaa, J. GARCA MERCADAL (ed.), Viajes de extranjeros por Espaa y Portugal, Madrid, 1952, p. 849.

    30 As lo recoge la relacin annima del Recibimiento de la princesa Mara en Salamanca viniendo de Portugal a casarse con el prncipe don Felipe, BNM, Mss. 4013, f. 38v: Llegada pues la princesa aqueste lugar que digo, siendo avisada como el Albada estaba de all no ms que media legua donde el prncipe haba dormido esa noche.

    31 L. DE ZAPATA, Miscelnea, BNM, Mss. 2790, f. 49r: A mayor recreacin Aranjuez, a mejor huerta la de la Abada del duque de Alba.

    32 J.C. CALVETE DE ESTRELLA, El felicssimo viaje del muy alto y muy poderoso prncipe don Phelipe, Amberes, 1552, f. 3v. El cronista seala varios episodios de festejos o paseos en los jardines a lo largo del viaje del heredero de Carlos V: la visita a la Fola en Bruselas (f. 90), los jardines y arquitecturas efmeras del palacio de Mara de Hungra en Binche (f. 182 y 200), los jardines que pueden verse desde los barcos al llegar a Gnova, las huertas en Heidelberg o el vergel del duque de Arscot en Landresi (f. 181).

    33 Me he referido ms ampliamente a este jardn en op. cit., 2012. Vase tambin R. GONZLEZ, F. REGUERAS y J.I. MARTNEZ, El castillo de Benavente, Salamanca, pp. 86-105.

    34 A. DE LALAING, Primer viaje de Felipe el Hermoso, J. GARCA MERCADAL (ed.), Viajes de extranjeros por Espaa y Portugal, Madrid, 1952, p. 452.

    35 A. MUOZ, Sumaria y verdadera relacin del buen viaje que el invictsimo prncipe de las Espaas don Felipe hizo a Inglaterra y recibimiento en Vincestre donde cas y sali para Londres, Madrid, 1877, p. 39.

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    Rosa de oro una de las ms altas condecoraciones vaticanas que le haba enviado el papa Clemente VIII en la capilla del Alczar real en Madrid, el VI conde de Le-mos, Fernando Ruiz de Castro, llev a todos los italianos y a otros seores a su casa donde les hizo un gran banquete y despus un torneo en el jardn, con que se dio in a la iesta36. Aunque no se trata de perseguir ms testimonios que se multiplican a medida que corren los primeros aos del siglo XVII, traigo a colacin, sin embargo un ltimo ejemplo, no aislado porque no fueron pocos los jardines efmeros, y que re-sulta muy sugerente para el espacio esttico en el que nos venimos moviendo. Se trata de un jardn artiicial, construido como teln de fondo como un aparato arquitectni-co para la realizacin de un torneo con motivo de unas bodas realizadas en Zamora durante las iestas navideas de 1572 a 1573. No es extrao que estemos delante de toda una disposicin escnica para la celebracin de la iesta37, inspirada en algunos de sus trnsitos tanto en la forma como en el contenido en la literatura caballeresca. De nuevo las continuaciones amadisianas de Feliciano de Silva y la saga del hroe llorn, a juicio de don Quijote, de la mano tambin de otras icciones literarias, sirven de referente, como sucedera aos despus con La gloria de Niquea:

    Y estando con mucho silenio los que dentro [del palenque] estavan, sbitamente se cayeron los lienos [...] descubrindose un jardn, el ms admirable que se visto [...] y prosiguiendo a contar lo que en el jardn a ava, hera desta manera. El jardn es-tava dos estados de alto sobre las tablas. Ava en l todas las verduras que en semejante tiempo se pudieron pensar ni ynmaginar, todas puestas con tan buen orden, que ver-daderamente parecan aver nacido all, con tantos encaados, yervas y verduras entre-texidos, que nadie lo juzgava segn su buena horden y delicada postura sino ser, como ya emos dichos, averlos entretexido la naturaleza, abiendo nacido all los laureles, madroos, naranjos, vices, yedra, siempreverdes, pinos, murtas, arrayanes, cipreses, olivos y otras muchas verduras. Estava en este jardn, quanto dos pasos hazia fuera, un encaado, y tan cubierto de yedra que pareca en extremo bien. Y por el suelo puestos ramos de las mesmas verduras, que parecan rboles que avan nacido all; y la tierra cavada y levantada, que pareca cabarse para regalo de los rboles, como se suele hazer en los jardines que con mucho cuidado se suelen cultibar. En los cantos deste jardn estavan dos pinos, que verdaderamente parecan naturales38.

    La descripcin del annimo autor de la relacin nos remite de lleno a la creacin artiicial del jardn, a la imitacin verista de la naturaleza en un cuerpo escenogrico que retoma los elementos descriptivos de lo que podramos denominar una potica

    36 A. DE LEN PINELO, Anales o historia de la villa de Madrid desde el nacimiento de Cristo hasta el ao 1658, BNM, MSS/1746, fol. 153r. La noticia tambin est recogida en la relacin Lo que se hizo en el llevar y dar la Rosa a la Seora Infanta doa Isabel, editada como apndice en Correspondencia de la infanta archiduquesa doa Isabel Clara Eugenia de Austria con el duque de Lerma, Boletn de la Real Academia de la Historia, XLIX, 1 (1906), pp. 6-7.

    37 P.M. CTEDRA GARCA, Jardn de amor. Torneo de invencin del siglo XVI, Salamanca, 2005-2006, p. 97; remito a sus comentarios e interpretacin de la relacin de este torneo de invencin. Vase tambin M.R AGUILAR PERDOMO, La disposicin escnica: algunas arquitecturas efmeras en los libros de caballeras espaoles, Destiempos. Revista de curiosidad cultural, 23 (2010), pp. 69-103, [http://www.destiempos.com/n23/aguilar.pdf].

    38 P.M. CTEDRA GARCA, op. cit., 2005-2006, pp. 27-28.

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    del jardn: las verduras puestas en buen orden, la rplica de los entretexidos, la pre-sencia de rboles siempre verdes como el laurel, el encaado cubierto de yedra y los pinos que parecan naturales. Pareciera asomarse as una conceptualizacin de la na-turaleza como una realidad construible de manera simulada, una nocin que alcanz su mximo desarrollo en el teatro ureo y que iba de la mano de un designio esttico de impronta manierista, acaso relacionado con la importancia que el artiicio haba cobrado en la mentalidad de la temprana Edad Moderna. El ceremonial caballeres-co, realizado aqu en una escenografa superpuesta con aspiraciones de naturaleza verdadera, revela no solo el grado de sutileza y artiiciosidad que los animadores de los entretenimientos ldicos de la nobleza cortesana haban llegado a alcanzar, sino tambin la importancia que el jardn haba adquirido en las lites espaolas como creacin artstica39. El jardn es objeto de construccin y, por tanto, arquitectura efmera, teln de fondo, al servicio, en este caso, de un ritual caballeresco como el torneo zamorano. Pero el jardn artiicial muchas veces sirvi tambin de decorado de entradas reales y otros entretenimientos cortesanos, en los que el dominio de la naturaleza es un testimonio ms del poder simblico de los ms altos estamentos y del desplazamiento de la iesta a los entornos naturales, reales o en este caso igu-rados. En ese plano se inscriben el conjunto arquitectnico y vegetal del huerto de las Hesprides que se ingi para el recibimiento de Isabel de Valois en Toledo el 12 de febrero de 156040. Tambin el programa iconogrico fabricado para la ocasin con madera y cartn piedra, y la alameda artiicial que desde la puente hasta la puerta de la villa [de Bjar] por ambos lados estaba ingida [...] como la verdadera que va de la puente al Bosque41 en el recibimiento que se ofreci en mayo de 1685 a la X duque-sa de Bjar, Mara Alberta de Castro, cuando fue a tomar posesin de sus estados42. En este caso, se cre plsticamente, junto con la alameda ingida, arcos de lores y un arco de triunfo que imitaba un ro, un espacio ceremonial que une los jardines del

    39 F. PEDRAZA, De Garcilaso a Lope: jardines poticos en tiempos de Felipe II, Felipe II. El rey ntimo, Madrid, 1998, p. 327.

    40 Passado de aqu, camino hasta llegar a las casas del Conde de Orgaz, donde en la plaa que delante dellas ay, estava un bosque con mucha diversidad de rboles. Hava laureles, pinos y enzinas, las quales ofrecan a los ojos una aspereza de montaa yerma, con que mucho se levantava el espritu. De los rboles que ms copia ava, ans en la delantera deste bosque como en la pared de la casa del conde, que de estrota parte de la cavalle estva, eran naranjos con toronjas colgando dellos, porque se inga ser el huerto de las Hesprides, A. GMEZ DE CASTRO, Recebimiento que la imperial ciudad de Toledo hizo a la magestad de la reina nuestra seora doa Isabel, hija del rey Enrique II de Francia, cuando nuevamente entr en ella a celebrar las iestas de sus felicssimas bodas con el rey don Filipo nuestro seor, segundo deste nombre, Toledo, 1561, f. 39v.

    41 Toms de Lemus, Relacin de la entrada de la excelentsima duquesa doa Mara Alberta de Castro, Duquesa de Bjar y de Plascencia en su estado de Bjar, Archivo Histrico Nacional (Nobleza), Osuna Leg. 225, No. 18, pp. 55-77.

    42 Sobre esta entrada y la villa de placer de los duques de Bjar vanse los artculos de A. LPEZ LVAREZ, El jardn, la casa y la iesta. La construccin de una corte en el ducado de Bjar a ines del siglo XVII, U. DOMNGUEZ y J. MUOZ (coords.), El Bosque de Bjar y las villas de recreo en el Renacimiento. Actas de las primeras jornadas de estudio, Salamanca, 1994, pp. 97-110; En torno a la cultura aristocrtica del antiguo rgimen: iestas, smbolos y ritos en la entrada a los estados de Bjar, 1685, Estudios Bejaranos, 2-3 (1996), pp. 57-77; y Espacio, casa e historia en la ideologa aristocrtica castellana del antiguo rgimen, U. DOMNGUEZ y J. MUOZ (coords.), El Bosque de Bjar y las villas de recreo en el Renacimientos. Actas de las segundas jornadas, Salamanca, 1997, pp. 95-119.

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    palacete de recreo con la villa de Bjar y que evidencia que, detrs de la preeminencia del marco natural en la celebracin, se maniiesta una intencionalidad esttica vincu-lada con la dialctica entre la naturaleza y artiicio que dominaba por esa poca las realidades artsticas de la iesta y el jardn43 (ig. 4).

    Esa naturaleza construible como jardn artiicial, de enormes posibilidades de ex-presin simblica, que sirve de espacio escnico a la iesta cortesana se desdobl tambin en los pliegos de la iccin pre-cervantina, muy receptiva a las modas y ges-tos nobiliarios en ese doble camino de inluencia que he mencionado pginas atrs. En los libros de caballeras espaoles, esos que a su vez impregnaron de maravillas las iestas cortesanas como la del jardn de Aranjuez o el torneo de zamorano, tam-bin se dispusieron jardines artiiciales para procurar el entretenimiento y el deleite de los sentidos. Algunos de estos jardines efmeros son preparados expresamente para la celebracin de la iesta en un marco natural, como lo recrea Fernando Basurto en el Florindo (1528), libro en el que se narra la entrada de triunfal del rey de Npoles en su ciudad tras su triunfo en los torneos de Lorena:

    Dende a ocho das quel buen rey parti de Roma con sus cavalleros y gente, arrib a Npoles, adonde la reina y los ciudadanos le tenan aparejado muy alegre recibimiento por el gozo de las victorias pasadas. El cual fue que hordenaron de poner sobre grandes carros una muy linda huerta proveda de muchos frutferos rboles y de grandes frescuras en ella, con dos fuentes en medio que por sus caos la regavan, la cual era toda cercada de un rejado labrado. En la cual huerta estavan encerrados mu-chos venados y coros, y conejos y raposos y otras maneras de animales domsticos,

    43 Cfr. C. GMEZ LPEZ, op. cit., 1999.

    Fig. 4. Apollonio di Giovanni, miniatura del cdice de Virgilio, Bucolicon, Georgicon, Bi-blioteca Riccardiana, sig. ILI.II.1998, f. 75r.

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    para que cuando el rey y sus cavalleros llegassen a la huerta los soltassen por ella. [...] La cual huerta pusieron fuera de la ciudad, por el camino que el rey haba de passar44

    Como ocurre en Jardn de amor, la huerta ingida del Florindo se fabrica recurrien-do a los componentes caractersticos de la kphrasis del jardn: en este caso se trata de una naturaleza acotada gracias al enrejado labrado que rodea el carro (probable-mente un carro triunfal), como un tpico locus amoenus cerrado, que, adems, tiene rboles frutales, fuentes que viviican la naturaleza trasplantada al aparato efmero y, inalmente, animales domsticos y de caza, que recuerdan la actividad cinegtica tan del gusto de la nobleza aristocrtica. La huerta del carro est forjada con tal verismo que, a pesar de su sorpresa porque en tiempo tan corto se haya hecho cosa tan linda, el rey de Npoles, no crea sino ser huerta verdadera y bosque cerrado45; se cumple de esta manera con el requisito fundamental de esa naturaleza construible: la aparien-cia de realidad que engaa a los sentidos. La doble metfora de la naturaleza que se abroquela en el jardn artiicial conirma aqu el uso de sta como marco festivo. La lista de textos caballerescos en los que se da dicho uso al jardn es extensa y podra

    44 F. BASURTO, Don Florindo, A. DEL RO NOGUERAS (ed.), Alcal de Henares, 2007, p. 202. Para el estudio de las entradas triunfales en el texto vase A. DEL RO NOGUERAS, Dos recibimientos triunfales en un libro de caballeras del siglo XVI, Homenaje a Juan Manuel Blecua, Huesca, 1986, pp. 19-30.

    45 F. BASURTO, op. cit., 2007, p. 203.

    Fig. 5. Portada de la Tercera parte del Florisel de Niquea, BNM, sig. R/2541.

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    multiplicar los ejemplos de caballeros y damas que se refugian en ste para disfrutar de sus saraos. Sobresalen los del Clarin de Landans de los que me he ocupado en otro lugar46, y volvemos a encontrar en este inventario al Florisel de Niquea (ig. 5) que no guarda silencio en este aspecto. Un slo ejemplo, para terminar, de cmo los caballeros literarios tambin hicieron del jardn territorio de banquetes, msica y baile, en este caso en unas iestas ofrecidas por el rey de Gandes al rey Amads, sus caballeros y damas:

    El rey Gandes izo grandes iestas aquellos seores y seoras, y entre las iestas que les izo fue que izo un combite en un grande y fermoso jardn del palacio a to-das las altas dueas y donzellas de la ciudad, donde todas vinieron, que passavan de trezientas, vestidas muy ricamente a la manera de la nsula, con estraa hermosura que en todas ava, que por esta causa el rey izo aquella iesta, donde por honrarlos salieron al combite la hermosa reina Garaya y la princesa Lucenia, vestidas y tocadas al uso de la tierra de ropas e tocados de tanta riqueza que no tenan precio ni lo tena su fermosura, de que muy maravilladas fueron las dueas y donzellas de Gandes y en gran merced les tuvieron el favor de averse vestido a su manera. Y despus de aver comido una solemne comida, muchos menestriles entraron, e las donzellas de Gandes danaron a su uso muchas hermosas danas, y despus de aver danado, ya que noche, a [la] lumbre de muchas hachas antes de la cena la reina Garaya y Lucenia danaron al uso de Grecia, y por honra[r] la iesta del rey e mostrar su gracia la reina Garaya e su esposo don Arlanges de Espaa con dos harpas concertadas con sus bozes taeron y cantaron, teniendo suspensos e maravillados a cuantos los oyeron. Y por ms autoridad de la msica el emperador Amads de Grecia les ayud, y a su peticin un romance cantaron que l ava hecho en aquella nsula donde con Finistea en tanta soledad ava estado con pensamiento de acabar all e ir a tener compaa a la su Niquea [...] Mas ya que acabada la msica, la cena les fue dada con gran magestad y despus della uvo mucha iesta47.

    46 M.R. AGUILAR PERDOMO, op. cit., 2010.47 F. DE SILVA, Florisel de Niquea (Tercera parte), J. MARTN LALANDA (ed.), Alcal de Henares,

    1999, p. 442.