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1 Al Infinito y Más Allá Una Exploración sobre la Economía Espacial en Argentina Andrés López - Paulo Pascuini - Adrián Ramos IIEP-BAIRES (UBA-CONICET) 1 Marzo, 2017 Resumen Uno de los pocos sectores industriales de alta tecnología en donde Argentina ha generado capacidades de innovación propias es el satelital. Esto es resultado de un proceso de más de 2 décadas a lo largo de las cuáles el país fue capaz de diseñar y poner en órbita diferentes satélites tanto de observación como de telecomunicaciones. El presente trabajo realiza una exploración sobre la “economía del espacio” en Argentina, apuntando a entender su evolución, presente y perspectivas. El análisis intenta aportar una mirada amplia, poniendo foco no solo en los actores y los desarrollos tecnológicos alcanzados, sino también en los encadenamientos y externalidades que puede generar la actividad. El objetivo es identificar las debilidades, fortalezas y potencialidades de la industria en el contexto local, regional y global, en un escenario que en cierto sentido constituye un punto de inflexión en la toma de decisiones de política pública con impacto directo e indirecto sobre la actividad. Del análisis se derivan tanto una agenda de investigación como algunas sugerencias para enmarcar las elecciones estratégicas que se adopten de aquí en más en esta área. 1 Dirección: Instituto Interdisciplinario de Economía Política, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, Córdoba 2122, C1120AAQ, CABA, Argentina. Los autores agradecen los valiosos comentarios e ideas sugeridas por Agustín Campero, Daniel Heymann, Roberto Perazzo, Pablo Tognetti, Gonzalo Berra, Eduardo Lema, Mariano Goldschmidt y Marcos Comerio. Todos los errores y omisiones, así como las opiniones vertidas, son de exclusiva responsabilidad de los autores.

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Al Infinito y Más Allá

Una Exploración sobre la Economía Espacial en Argentina

Andrés López - Paulo Pascuini - Adrián Ramos

IIEP-BAIRES (UBA-CONICET)1

Marzo, 2017

Resumen

Uno de los pocos sectores industriales de alta tecnología en donde Argentina ha generado

capacidades de innovación propias es el satelital. Esto es resultado de un proceso de más de 2

décadas a lo largo de las cuáles el país fue capaz de diseñar y poner en órbita diferentes satélites

tanto de observación como de telecomunicaciones. El presente trabajo realiza una exploración sobre

la “economía del espacio” en Argentina, apuntando a entender su evolución, presente y

perspectivas. El análisis intenta aportar una mirada amplia, poniendo foco no solo en los actores y los

desarrollos tecnológicos alcanzados, sino también en los encadenamientos y externalidades que

puede generar la actividad. El objetivo es identificar las debilidades, fortalezas y potencialidades de la

industria en el contexto local, regional y global, en un escenario que en cierto sentido constituye un

punto de inflexión en la toma de decisiones de política pública con impacto directo e indirecto sobre

la actividad. Del análisis se derivan tanto una agenda de investigación como algunas sugerencias para

enmarcar las elecciones estratégicas que se adopten de aquí en más en esta área.

1 Dirección: Instituto Interdisciplinario de Economía Política, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas,

Córdoba 2122, C1120AAQ, CABA, Argentina. Los autores agradecen los valiosos comentarios e ideas sugeridas por Agustín Campero, Daniel Heymann, Roberto Perazzo, Pablo Tognetti, Gonzalo Berra, Eduardo Lema, Mariano Goldschmidt y Marcos Comerio. Todos los errores y omisiones, así como las opiniones vertidas, son de exclusiva responsabilidad de los autores.

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Contenido Introducción ............................................................................................................................................ 3

1. La “economía del espacio” .............................................................................................................. 6

2. El contexto global y regional ......................................................................................................... 12

Global ................................................................................................................................................ 12

Regional ............................................................................................................................................. 21

3. La historia del sector en Argentina y los principales actores ........................................................ 22

4. Entorno e impactos sistémicos...................................................................................................... 35

Competitividad .................................................................................................................................. 35

Capital Humano ................................................................................................................................. 38

Encadenamientos .............................................................................................................................. 39

Desarrollo y aprendizaje tecnológico ................................................................................................ 46

5. Conclusiones, sugerencias de política y agenda de investigación ................................................ 48

6. Bibliografía ..................................................................................................................................... 53

Anexos ................................................................................................................................................... 55

Anexo I: Entrevistas realizadas .......................................................................................................... 55

Anexo II: Posgrados en el área espacial ............................................................................................ 57

Anexo III: Desarrollos espaciales en el resto de Sudamérica ............................................................ 59

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Introducción

Como es bien sabido, los sectores de alta tecnología tienen una presencia débil en la estructura

productiva argentina. Este rasgo es especialmente evidente en su participación en las exportaciones.

De acuerdo a datos del World Development Indicators del Banco Mundial, en el promedio 2010-2014

apenas un 8% de las exportaciones locales de manufacturas provenía de esos sectores (2/3

corresponden a farmacéutica), en comparación con un 10% en Brasil y América Latina y un 17% a

nivel global. Si bien las exportaciones de servicios basados en conocimiento (software y servicios

informáticos, servicios profesionales, ingeniería, audiovisuales, I+D, etc.) han ganado considerable

terreno en la economía local, en términos porcentuales representaron el 9% del total de

exportaciones de bienes y servicios de la Argentina en 2015.

Si bien esta circunstancia obedece a numerosas causas, una de ellas es el relativamente bajo nivel de

inversión que se realiza localmente en el área de ciencia y tecnología (y más específicamente el bajo

gasto privado en dicha materia). Entre 2010 y 2014 (datos de UNESCO2) Argentina destinó un 0,58%

del PBI a gastos en investigación y desarrollo (I+D), la mitad que en Brasil, y lejos del piso de 1,5-2% o

más que gastan la mayor parte de las naciones más avanzadas y también algunas economías

emergentes o en transición (e.g. China, República Checa, Eslovenia). En el mismo período, el sector

empresario apenas aportó un 25% de esa inversión, contra un piso de 50% que en general prevalece

en las naciones desarrolladas así como en varios países emergentes de alto crecimiento y en las

economías en transición del Este Europeo (de hecho, en muchos casos esa participación se acerca o

supera el 70% -e.g. Bélgica, China, Irlanda, Israel, Finlandia, Japón, Corea, Suecia, Alemania, Hungría).

Nada permite afirmar que haya una relación lineal entre exportaciones de alta tecnología y niveles

de desarrollo. Incluso las interacciones entre estructura productiva y crecimiento están en discusión,

tanto en lo que hace a la identificación de sectores “clave” como de los canales a través de los que

esa interacción se manifiesta. En un mundo de fragmentación global de la producción, hay creciente

consenso en que lo que importa no es qué bienes se producen sino qué tareas se desarrollan en las

respectivas cadenas de valor. Así, por ejemplo, mientras que las exportaciones de celulares o

computadoras de Corea del Sur son resultado del dominio de las etapas de I+D y diseño, y vienen

acompañadas de capacidades de producción de componentes clave, en Costa Rica y México se basan

en operaciones de ensamblado con muy bajo contenido local y pocas oportunidades de generar

procesos de escalamiento hacia tareas más conocimiento intensivas en las respectivas cadenas.

Más aún, hay oportunidades de innovación a lo largo del aparato productivo, y la Argentina necesita

incorporar conocimiento en todas las actividades económicas, de modo de mejorar su

competitividad de manera sostenible. En otras palabras, el tránsito hacia la llamada “sociedad del

conocimiento” no pasa exclusivamente por desarrollar sectores de “alta tecnología”.

Si bien no es necesario que los países produzcan y exporten bienes y servicios de alta tecnología para

desarrollarse, es importante recordar la función que pueden cumplir dichas actividades desde el

punto de vista de su impacto en la economía. Por un lado, las mismas no son solo generadoras sino

también difusoras de conocimiento, vía encadenamientos con proveedores, partners y clientes, así

como también a través de la movilidad de recursos humanos altamente capacitados. De este modo,

2 http://uis.unesco.org/en/topic/research-and-development

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su desarrollo puede generar externalidades positivas para otras actividades productivas. Por otro,

siguiendo el argumento desarrollado en Hidalgo y Hausmann (2009), las posibilidades de una

diversificación de la estructura productiva y exportadora de un país hacia otras actividades dependen

en buena medida de la acumulación de capacidades previas en otros sectores. Los sectores más

complejos tecnológicamente tienden a poseer muchas “conexiones” dentro del espacio de productos

y por tanto facilitan ulteriores procesos de diversificación productiva hacia actividades similares.

Los sectores de alta tecnología en donde Argentina cuenta con capacidades propias son pocos. En el

caso farmacéutico, arriba citado, la avenida principal de desarrollo es la copia de productos cuyas

patentes ya han caído. Como es sabido, la producción local de electrónica (incluida la telefonía

celular) se hace de manera casi excluyente (hay excepciones en ciertos nichos de mercado) en base

al ensamblado de componentes importados y su capacidad exportadora es muy reducida o casi nula.

En tanto, los servicios basados en conocimiento han tenido un desempeño exportador notable desde

el 2000 para acá, aunque solo una fracción de esas exportaciones corresponde a tareas complejas

dentro de las respectivas cadenas de valor. En el campo de la genética vegetal y la biotecnología

agropecuaria también tenemos casos de éxito significativos, que han permitido incluso la

internacionalización de semilleras locales, siendo quizás el área en donde el país está más cerca de la

frontera internacional en materia de innovación.

El área nuclear es otra de las más destacadas en este sentido, no tanto por su impacto económico

directo, sino porque la Argentina pertenece al pequeño grupo de países que domina etapas clave del

ciclo tecnológico en dicha industria, algo reflejado no sólo en las exportaciones de reactores

experimentales, de investigación y de producción de radioisótopos, sino también en la activa

participación local en las centrales nucleares de potencia instaladas en el país.

Este trabajo apunta a explorar otra actividad de alta tecnología en la que la Argentina ha

desarrollado capacidades propias, la industria satelital, una de las componentes clave de la

denominada “economía espacial”. Este desarrollo es en gran medida “hijo” del proceso de

acumulación de conocimientos y capacidades previo que se dio desde los años 50 en el área nuclear,

del cual INVAP ha sido protagonista fundamental en las últimas décadas.

Téngase en cuenta que la industria satelital se caracteriza no solo por una complejidad técnica

elevada, sino también por generar y utilizar tecnologías que muchas veces son “duales”, esto es, que

tienen un potencial uso bélico. Esto ha dado lugar, naturalmente, a diversas restricciones en materia

de acceso al conocimiento tecnológico y de importación de piezas estratégicas en este sector. Son

muy pocos los países que actualmente pueden fabricar sus propios satélites y esta lista varía según a

qué tipo se satélite se haga referencia. La lista de quiénes que han desarrollado sus propios satélites

de telecomunicaciones incluye 8 casos3. Uno de ellos es el de Argentina, quien ya ha puesto dos en

órbita y tiene un proyecto para lanzar un tercero (hoy aparentemente detenido por falta de recursos

presupuestarios). En cuanto a los satélites de observación, son muchos más los países que han

podido generar sus propios desarrollos; sin embargo, como se observa en OECD (2014), la Argentina

también ocupa un lugar destacado en esta materia, contando por ejemplo la cantidad de misiones e

instrumentos puestos en órbita y/o previstos (ver p. 57). En tanto, la lista de países que poseen

3 Argentina, China, Estados Unidos, India, Israel, Japón, Rusia y la Unión Europea.

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capacidad de fabricar vehículos de lanzamiento para poner en órbita satélites alcanza a 11 casos4.

Con el proyecto Tronador, Argentina intenta incluirse en esta última lista.

Más allá de pertenecer a este exclusivo club, la Argentina posee un capital humano en el área

aeroespacial que es reconocido a nivel global. Para ilustrar este aserto, basta referirnos a la sociedad

entre la NASA y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) en las cuatro misiones SAC,

con su máximo exponente en la misión Aquarius/SAC-D utilizada en su momento para, entre otras

aplicaciones, medir la salinidad de los océanos.

En este escenario, ¿cuál es el interés que guía nuestro trabajo? Está claro que difícilmente, al menos

en el futuro previsible, la industria satelital genere per se exportaciones que hagan una diferencia

desde el punto de vista macroeconómico; de hecho, por el momento su desarrollo ha impactado

solamente en el mercado interno. Pero su potencial contribución excede esta dimensión.

Por un lado, si la industria satelital argentina es en gran medida descendiente de la industria nuclear,

ello es porque el país ha generado capacidades reconocidas a escala global en lo que podríamos

llamar “tecnologías de sistemas complejos”. Dado el carácter acumulativo del conocimiento,

proseguir la curva de aprendizaje en este sector puede ser la base para nuevos “saltos” hacia otras

actividades similares desde el punto de vista de su complejidad técnica (replicando lo que sucedió

con el pasaje desde lo nuclear a lo satelital). De hecho, como veremos más adelante, ya se dio un

ejemplo en este sentido, cuando INVAP comenzó la fabricación de radares primarios y secundarios

en buena medida en base a desarrollos previos en el área satelital.

Por otro lado, en la medida en que la industria satelital contribuye a la generación de capital humano

calificado y puede desarrollar encadenamientos con proveedores, socios y clientes, se siembra la

semilla de posibles derrames tecnológicos que beneficien a la competitividad de otros sectores,

además de habilitar la emergencia de negocios basados en los servicios satelitales, asociados al uso

de imágenes, la provisión de telecomunicaciones, etc.

Más aún, no se trata solo de repercusiones estrictamente económicas en el campo privado, sino

también de beneficios sociales potenciales que incluyen, entre otras cosas, un mejor control sobre la

dotación de recursos naturales, la prestación de servicios de Internet a áreas a las que no se puede

llegar por fibra óptica, una más rápida reacción ante catástrofes naturales, el seguimiento de la

evolución temporal de variables meteorológicas, mejores pronósticos de índice de riesgo de

incendios y de calidad del aire, monitoreo costero para la detección de derrames de petróleo, control

de fronteras, investigaciones científicas y la prestación de servicios de navegación o geolocalización.

En este sentido, el gerenciamiento local de un sistema espacial propio da la posibilidad de adaptar el

mismo a fin de que responda mejor a las demandas y potencialidades específicas del medio local.

Finalmente, a nivel global se observa el despliegue de diversas tendencias que podrían alterar

fuertemente el sendero tecnológico del sector, así como su dinámica productiva y la configuración de

las estrategias y posicionamientos de sus actores principales, incluyendo la emergencia de nuevos

jugadores, con un rol probablemente creciente del sector privado (OECD, 2014). De materializarse,

estas transformaciones podrían ampliar de manera sustantiva tanto el tamaño como los impactos de

la industria espacial hacia el resto de la economía y la sociedad.

4 China, Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Irán, Israel, Japón, Reino Unido y Rusia.

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Sobre estas bases, el trabajo apunta a analizar el desarrollo de la industria satelital en Argentina, la

situación actual del sector y sus perspectivas a la luz de las dimensiones arriba descriptas. El objetivo

final es entender cuáles son las oportunidades y desafíos de cara a que el sector genere los impactos

positivos arriba descriptos. La fuente principal de información han sido las diferentes entrevistas

llevadas adelante durante la investigación (ver Anexo I). Se han revisado asimismo la bibliografía y los

datos estadísticos disponibles sobre el tema. En este sentido, hay que tener en cuenta que tanto la

literatura académica como la información previamente disponible sobre la “economía del espacio”

son poco abundantes, carencia que se acentúa en el caso argentino. Esperamos que este trabajo

ayude a reducir la brecha de conocimiento existente en este campo.

El trabajo se ordena como sigue. En la sección siguiente se introducen algunas definiciones básicas

para entender los componentes de la llamada “economía del espacio”. A continuación se presenta

un breve relevamiento del contexto global y regional de esta industria. En la sección tres se resume

la historia de la actividad en Argentina y se caracteriza a sus principales actores. La sección cuatro

discute el entorno sistémico en el cual se desarrolla el sector (factores de competitividad, capital

humano), así como algunos de sus impactos (en materia de encadenamientos y aprendizaje

tecnológico). Finalmente, en la sección 5 se presentan las principales conclusiones y se realizan

algunas sugerencias tanto en materia de política pública como de agenda de investigación.

1. La “economía del espacio”

Un satélite artificial es una nave que transporta una carga útil y se coloca en órbita por medio de un

vehículo de lanzamiento. Estas naves pueden orbitar alrededor de satélites naturales como la Luna o

planetas como la Tierra o Marte. Entre los usos civiles que pueden tener los satélites artificiales se

incluyen la prestación de servicios de telecomunicación (telefonía, Internet) y televisión, los sistemas

de geolocalización como el GPS, la observación del medio ambiente o el clima, o la realización de

diversos tipos de estudios científicos, entre otros.

Desde las leyes de Kepler que sentaron las bases de la “Mecánica Celeste”, a la actual población de

cerca de 5.600 satélites (entre activos e inactivos) que rodean la Tierra ha habido una acumulación

de cuatro siglos de conocimiento y desarrollo tecnológico. La primera idea de lo que hoy conocemos

como un satélite geoestacionario, fue publicada inicialmente en 1928 en el libro Das Problem der

Befahrung de Weltraums (El problema de los vuelos espaciales) de Herman Potočnik (Potočnik, 1928)

y popularizada en el artículo Extraterrestrial Relays (Transmisiones extraterrestres) del escritor de

ciencia ficción Arthur Clarke en 1945 (Clarke, 1945). Este artefacto, que se concebía como fijo sobre

un punto determinado de la Tierra, podría recibir y retransmitir señales con una o varias

localizaciones en la superficie terrestre, remplazando de esa manera las transmisiones a través de

cables coaxiales. Clarke pensaba que para cubrir toda la Tierra se necesitarían tres de estos satélites

posicionados equidistantemente.

El 4 de octubre de 1957, la URSS lanzó el primer satélite artificial, el Sputnik I, que era una esfera

metálica de 58 cm de diámetro. Desde ese entonces se han lanzado al espacio miles de satélites. Para

colocar un satélite en órbita se necesita un mecanismo impulsor lo suficientemente fuerte para que

el mismo alcance una velocidad igual o superior a los 8 km/s. Para esto se construyen cohetes que a

su vez pueden estar conformados por dos o más segmentos que van cumpliendo sus etapas de

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impulsión y desprendiéndose para darle lugar al siguiente. Los cohetes suelen funcionar por 5 o 10

minutos y luego, al apagarse, el satélite se libera para desplazarse en el espacio gracias a su propia

inercia.

Un satélite es una suerte de repetidor cuya función es recibir, amplificar y trasladar señales en

frecuencias para transmitirlas a las estaciones de destino (Bava & Sanz, 2007). Esta interacción se

puede presentar en tres formas:

Estación terrena-satélite: Es la transmisión desde una estación terrena a un satélite que

retransmite a otra estación terrena.

Intersatélite: Es la transmisión desde una estación terrena a un satélite que retransmite a

otro satélite que a su vez retransmite a otra estación terrena.

Satélite-Móvil: Es la transmisión desde una estación terrena a un satélite que retransmite a

un móvil (e.g. un avión).

Las exigencias de calidad implicadas en el proceso de producción de un satélite son superiores al

promedio de la mayoría de los productos industriales que podemos imaginar, debido a una

particularidad casi única en su funcionamiento: una vez que el satélite abandona el suelo terrestre ya

no es posible (o es extremadamente costoso) repararlo o modificarlo. Esto implica la necesidad de

cumplir con estándares sumamente altos, debido a que el riesgo asociado a un desperfecto, ya sea

que se origine endógena o exógenamente, puede implicar desde una reducción de sus capacidades o

su vida útil, hasta su inutilización o destrucción. Lo mismo vale para la fase de lanzamiento; cuando

está en juego una inversión de varios cientos de millones de dólares, la necesidad de minimizar el

riesgo de que el satélite no logre ponerse en órbita induce a adoptar muy estrictos protocolos de

aseguramiento de la calidad a lo largo de todo el proceso.

La infraestructura de un satélite se divide en dos subsistemas principales. Por un lado se encuentra la

carga útil (payload), que contiene todo lo que el satélite necesita para cumplir con su misión

(dependiendo de la misión puede consistir en antenas, cámaras, radares, etc.). Por otro lado se

encuentra el bus, que es la parte del satélite que hospeda al payload y mantiene al equipo unido y en

funcionamiento a través de los sistemas de energía, propulsión y control. Si bien los satélites varían

ampliamente entre sí, hay algunos elementos en común que todos poseen:

Sistema de suministro de energía: asegura la provisión de energía para el funcionamiento de

los sistemas. Esto se hace a través de paneles solares, que dan alimentación a todo el equipo

y generalmente son varias veces más grandes que el resto del satélite. La vital importancia de

los paneles solares está dada porque el deterioro que sufren debido a colisión con partículas

determina, junto con el consumo de combustible utilizado en las maniobras de

reposicionamiento, el tiempo de vida útil del satélite.

Sistema de control: es la computadora principal del satélite que procesa las instrucciones

almacenadas y aquellas recibidas desde la Tierra.

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Sistema de comunicaciones: son las antenas y transmisores que tienen como objetivo recibir

y enviar información.

Sistema de posicionamiento: está compuesto por los instrumentos que mantienen al satélite

en una posición establecida y lo apuntan hacia determinado/s objetivo/s. Aun cuando la nave

estuviera posicionada en una órbita geoestacionaria, donde las fuerzas gravitatorias y

centrífugas se encuentran en equilibrio, existen una gran cantidad de factores que pueden

generar la necesidad de correcciones en la posición de la nave, incluyendo el hecho de que la

Tierra no es una esfera perfecta, la influencia de la Luna y el Sol, (en menor medida) las

variaciones de los campos magnéticos y las colisiones con partículas cósmicas.

Blindaje de aislación térmica: es el aislamiento térmico que protege a los instrumentos del

satélite de los cambios bruscos de temperatura que reciben.

Carga útil: es el conjunto de instrumentos adaptados a las tareas asignadas a un satélite.

Existen diversas clasificaciones para los recorridos y posicionamientos de los satélites alrededor de la

Tierra. Las mismas van desde el dibujo que genera el recorrido del satélite en el espacio (circular o

elíptico) o sobre la superficie terrestre, la dirección de rotación alrededor de la Tierra (posigrade o

retrograde), los ángulos de inclinación y elevación, hasta los puntos en los cuales los satélites que no

circulan en orbitas ecuatoriales cruzan de un hemisferio a otro (nodos ascendentes o nodos

descendentes). No obstante la clasificación de mayor referencia es la de altura, la cual se basa en la

distancia desde la superficie terrestre a la cual se posicionan los satélites en el espacio, a saber:

Órbita Terrestre Baja (LEO -Low Earth Orbit-): El rango de altitud va desde los 200 a los 1.200

km. En estas órbitas los satélites circulan a mayor velocidad que en órbitas más altas

(alrededor de 8 km/s) con tiempos de órbita cercanos a los 90 minutos. En esta órbita se

incluyen algunos satélites de telecomunicaciones, satélites de monitoreo de la Tierra e

incluso la Estación Espacial Internacional cuya altitud varía entre los 320 y los 400 km.

Órbita Terrestre Media (MEO -Medium Earth Orbit-): El rango de altitud va desde los 1.200 a

los 35.790 km. Los niveles de radiación recibidos por estos satélites son mayores a los de

aquellos en LEO y las altitudes más habituales son de alrededor de 20.000 km, con tiempos

orbitales de cerca de 12 horas. Aquí se incluyen satélites de comunicación, de geolocalización

como el GPS o aquellos con propósitos científicos.

Órbita Geosincrónica (GSO -Geosynchronous Orbit-): El rango de altitud es de 35.790 km con

un tiempo de órbita de un día, aunque no necesariamente orbitan en la misma dirección que

la Tierra.

o Órbita Geoestacionaria (GEO -Geostationary Orbit-): Este es un caso particular de la

GSO, donde el satélite se desplaza en el mismo sentido que la Tierra y puede ser

percibido desde la superficie terrestre como un punto fijo en el espacio. Esto significa

que gira a la misma velocidad angular que la Tierra y en la misma dirección sobre la

línea del Ecuador. Esta órbita es la más utilizada por los satélites de

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telecomunicaciones, con una importancia particular para las transmisiones en vivo,

ya que el cambio en la dirección de las antenas no haría posible esta aplicación.

Órbita Elíptica Alta (HEO -High Elliptical Orbit-): Como su nombre lo indica son orbitas

elípticas y se encuentran a más de 35.790 km, brindando una cantidad de opciones de

cobertura que no son posibles con órbitas circulares (por ejemplo una mejor cobertura sobre

los polos, lo cual la hace muy usada en particular por naciones como Rusia que requieren de

importantes coberturas polares). En estas órbitas la nave se desplaza a velocidades mayores

cuando se encuentra en las secciones más cercanas a la Tierra.

Otra forma de clasificar a los diferentes tipos de satélites es según su masa. En los últimos años el

sendero de innovación ha derivado en un creciente atractivo por los satélites más pequeños debido a

que requieren menores costos de desarrollo y tiempos más breves de producción. No obstante, a

menores dimensiones, son menos también los instrumentos que pueden llevar y más corta es su vida

útil debido a la reducida cantidad de combustible que pueden transportar (OECD, 2014). A

continuación se presenta una clasificación de satélites según su peso:

Tabla 1: Clasificación de satélites según su peso

Tipo de nave Peso

Grandes Satélites Más de 1.000 kg

Satélites Medianos Entre 500 y 1.000 kg

Mini Satélites Entre 100 y 500 kg

Micro Satélites Entre 10 y 100 kg

Nano Satélites Entre 1 y 10 kg

Pico Satélites Entre 100 g y 1 kg

Femto Satélites Menos de 100 g

Yendo ahora al dimensionamiento de la actividad, existen muchas definiciones, basadas en

conceptos tales como industria espacial (Bromberg, 1999), sector aeroespacial (Weiss & Ami, 2014),

el sector espacial (OECD, 2012) y la “economía del espacio” (OECD, 2007; 2012). Esta última es la

definición más amplia, tal como puede verse a continuación:

"La economía del espacio es la gama completa de actividades y uso de recursos que crean valor y

generan beneficios para los seres humanos en el curso de la exploración, la comprensión, la gestión y

el uso del espacio. Por lo tanto, incluye a todos los actores públicos y privados involucrados en el

desarrollo, suministro y uso de productos y servicios relacionados con el espacio, que van desde la

investigación y el desarrollo, la fabricación y el uso de infraestructura para el espacio (estaciones

terrestres, vehículos de lanzamiento y satélites), aplicaciones (equipos de navegación, teléfonos

satelitales, servicios de meteorología, etc.) y el conocimiento científico generado por dichas

actividades. De aquí que la economía del espacio va mucho más allá del propio sector espacial, ya

que también comprende los impactos cada vez más penetrantes y continuamente cambiantes

(cuantitativa y cualitativamente) de los productos, servicios y conocimiento derivados del espacio en

la economía y la sociedad." (OECD, 2012, p. 20).

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De aquí surge una caracterización de la “cadena de valor” de la “economía del espacio”. Si bien la

misma puede variar de país en país, según las actividades que allí se realicen, en general están

presentes los siguientes componentes (OECD, 2012):

Centros de Investigación y Desarrollo, Universidades y Laboratorios, públicos o privados, que

cumplen un rol clave en la investigación y ciencia básica, muchas veces a través de contratos

con el gobierno o con agencias del gobierno. En Argentina se encuentran en este segmento

esencialmente actores públicos, incluyendo la CONAE, el GEMA (Grupo de Ensayos

Mecánicos Aplicados) de la UNLP, la CNEA o el IAR (Instituto Argentino de Radioastronomía).

Fabricantes de satélites, lanzadores y segmentos terrenos. En este segmento conviven

grandes y pequeños actores. En Argentina encontramos a empresas propiedad del Estado

como VENG e INVAP y pequeñas empresas privadas que contribuyen como proveedores de

componentes aguas arriba, tales como ASCENTIO o Mecánica 14.

Operadores, los cuales incluyen tanto a los proveedores de señales satelitales como a los de

contenidos digitales. Usualmente estos actores también participan en el siguiente eslabón de

la cadena de valor. En Argentina tenemos en este segmento, por ejemplo, a la empresa

propiedad del estado ARSAT.

Proveedores de servicios de información, donde se incluyen generadores de valor agregado e

integradores, y proveedores de productos y servicios minoristas que actúan con

desarrolladores de equipos y dispositivos terrestres. En el caso argentino podemos citar

como ejemplos a proveedores privados de servicios de información, como la italiana

Telespazio o la argentina Servicio Satelital y a empresas privadas como FRONTEC (propiedad

de INVAP y el grupo Los Grobo) o Solapa 4, que dirigen sus servicios a la agroindustria.

A continuación presentamos un gráfico que representa conceptualmente esta versión simplificada de

la cadena de valor de la “economía del espacio” que incluye a sus actores, dentro y fuera del sector

espacial, y los bienes y servicios que producen:

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Gráfico 1: Cadena de valor simplificada de la “Economía del Espacio”

Fuente: Elaboración propia en base a OECD (2012).

Yendo a una caracterización más detallada de la cadena de valor de la industria espacial, siguiendo a

OECD (OECD, 2014), la misma puede dividirse en los siguientes segmentos.

Posición Inicial (“Primes”): Aquí se encuentran los integradores de sistemas espaciales y los

proveedores de sistemas completos. Son los responsables del diseño y ensamblado de

vehículos espaciales. Entre los productos y servicios que prestan estos actores se encuentran

los sistemas satelitales y orbitales completos, los vehículos y servicios de lanzamiento, y las

estaciones terrenas. Algunos ejemplos de estas empresas son Airbus Space and Defence

(Francia, Alemania), Thales Alenia Space (Francia, Italia), Lookheed Martin (EEUU) y Boeing

(EEUU), entre otros.

Nivel 1: Este grupo abarca a los diseñadores, fabricantes y ensambladores de equipos y

subsistemas espaciales. La división con los actores de la posición inicial no es siempre clara,

ya que algunos proveedores de subsistemas han sido incorporados como subsidiarias de

aquellos como parte de procesos de integración vertical. Aquí tenemos compañías como

Snecma (Francia), OKB (Rusia) y Aerojet Rocketdyne (EEUU), entre otras.

Nivel 2: En este nivel se incluyen los proveedores de equipos que se incorporan en los

principales subsistemas. Como en el nivel 1, también ha habido un fuerte proceso de

integración vertical que dificulta muchas veces la identificación del nivel al que pertenecen

las firmas. Ejemplos de empresas de este nivel incluyen a Sodern (Francia), Space Engineering

(Italia) y Aeroflex (EEUU), entre otras.

Entre los productos y servicios que proveen los actores en los niveles 1 y 2, se encuentran los equipos

electrónicos y el software para sistemas espaciales y terrenos, plataformas satelitales y subsistemas

de operación de datos, subsistemas de guía, navegación y control, subsistemas de energía -como

Operadores

Proveedores de

Información Digital

Proveedores de

Señal Satelital

Desarrolladores de equipos

e instrumentos terrestres

Actores Espaciales

(I+D Gubernamental, Proveedores de

productos y Servicios)

Generadores de Valor

Agregado e Integradores

Actores No Espaciales

Universidades

Laboratorios

Fabricantes

Satélites

Lanzadores

Segmentos

Terrenos

Minorista

Proveedores de Servicios

de InformaciónCentros de I+D

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12

propulsión eléctrica, unidades de procesamiento de energía o sistemas de paneles solares-,

subsistemas de comunicación y, subsistemas de propulsión y de posicionamiento, entre otros.

También se incluyen entre los productos de este nivel los instrumentos vinculados al monitoreo

meteorológico y ambiental.

Niveles 3 y 4: Pertenecen a este nivel los proveedores de componentes y sub-ensamblado

que se especializan en la producción de componentes y materiales específicos de electrónica

y electromecánica. Suelen ser o pequeñas firmas especializadas o grandes grupos de la

industria de electrónica que poseen pequeñas divisiones dedicadas a la actividad espacial.

También entran en estos niveles los proveedores de servicios científicos y de ingeniería que

son contratados por las agencias espaciales y por el sector privado. En general estas

instituciones son firmas especializadas en ingeniería, universidades e institutos de

investigación. Los productos y servicios pueden dividirse en dos categorías: (i) consultoría en

ciencia e ingeniería, que incluye la provisión de servicios de investigación y desarrollo, y

servicios de ingeniería; (ii) proveedores de materiales y componentes, tanto para espacio

como para segmentos terrenos (cables, conectores, transformadores, transistores,

convertidores de energía, semiconductores, etc.). Algunas empresas representativas de este

rubro son Composite Optics (EEUU), M/A-COM (EEUU) y Thales Electron Devices (Francia).

Operadores: Aquí existen dos segmentos. Por un lado están los operadores de sistemas

espaciales que proveen servicios de lanzamiento así como el alquiler y venta de capacidad

satelital. Por otro, están los operadores de sistemas de segmentos terrenos que proveen de

servicios de centros de control a otros actores.

Aguas abajo: Por un lado, tenemos a los proveedores de equipos y aparatos destinados a

usuarios finales, tales como circuitos integrados, equipos de navegación y

telecomunicaciones y dispositivos de conectividad. Por otro lado se encuentran los

proveedores de servicios relacionados con la actividad espacial y de productos destinados al

usuario final, tales como los como proveedores de redes de terminales de apertura (VSAT5) o

de servicios de localización.

2. El contexto global y regional

Global

El objetivo de esta sección es dimensionar la “economía del espacio” a escala internacional e

identificar sus principales actores. Salvo cuando se indique lo contrario, la información que sigue a

continuación surge de OECD (2014), un informe que dicho organismo realiza periódicamente y

constituye la referencia más completa a nivel global para el sector.

Como se señala en OECD (2014), la “economía del espacio”, y la industria asociada a la misma, han

sido en todos los países derivaciones de investigaciones y desarrollos gubernamentales llevados

5 El término VSAT (Terminal de Apertura Muy Pequeña o Very Small Aperture Terminal en inglés) designa un tipo

de antena para comunicación de datos vía satélite y por extensión a las redes que se sirven de ellas, normalmente para intercambio de información punto a punto, punto a multipunto (broadcasting) o interactiva.

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adelante durante décadas. Según Hiriart y Saleh (2010), que analizaron más de 6000 lanzamientos de

satélites desde 1960 a 2008, los satélites de inteligencia y defensa conformaron el 39% de los

lanzamientos, los de comunicación un 34% y los científicos un 27%, siendo que la demanda

gubernamental justifico más de dos tercios de estos lanzamientos. Este rol de la demanda

gubernamental tuvo un protagonismo más notorio en las décadas del 60 (90%) y 70 (73,5%). No

obstante, en las últimas décadas se observa una influencia creciente del sector privado, la cual ha

igualado a la demanda estatal. Esto sugiere que las condiciones del mercado podrían estar

cambiando, asimilándolo más al que prevalece en otras industrias de alta tecnología en donde el rol

de la demanda privada es significativo.

Según datos de la OCDE, en 2013 el sector espacial empleaba en todo el mundo alrededor de

900.000 personas. Estos recursos humanos se emplean en agencias espaciales, empresas que

construyen satélites, lanzadores, sistemas terrenos, proveedores de componentes y servicios

satelitales (principalmente servicios de telecomunicación), entre otros actores. Esta estimación deja

afuera a las universidades e institutos de investigación. Los ingresos generados por la economía

espacial se estimaron para 2013 en más de USD 256.000 millones que se reparten en cadena de

suministro (33%), operadores satelitales (8,4%) y servicios al consumidor (58%).

Las inversiones en EEUU, el país que destina más recursos a la industria, llegan a un 0,3% del PBI. Si

bien los países de la OCDE son los que más invierten, otras economías fuera de este grupo vienen

realizando inversiones significativas, incluyendo China, la Federación Rusa, India y Brasil.

El segmento de la cadena de suministro, desde la posición inicial hasta el nivel 4, se caracteriza por la

existencia de algunos mercados “cautivos”, ya que gran parte de la demanda gubernamental de

satélites, lanzadores y segmentos terrenos es usualmente dirigida a la industria nacional

(obviamente, no ocurre lo mismo con la demanda privada, tal como se explica más abajo). En los

segmentos de operadores satelitales y proveedores de servicios de información operan los

proveedores de servicios satelitales de telecomunicación fija y móvil, los servicios de radio satelital y

los operadores de sensores remotos comerciales. Estos agentes se encargan de abastecer la

demanda privada y pública de telecomunicaciones e imágenes. En el segmento de servicios de

consumo se encuentran los actores “aguas abajo”, que se ubican fuera de la comunidad satelital,

pero que forman parte de la “economía del espacio”. Aquí tenemos, entre otros actores, a los

proveedores de televisión satelital, los servicios y equipos de geo-localización para navegación o

equipos y los servicios de recepción en terminales como los utilizados por el sistema bancario.

En todos los países el rol del gobierno es esencial en los dos extremos de la cadena: en la provisión

del financiamiento inicial para investigación y desarrollo y como principal demandante de muchos

productos y servicios satelitales. Mientras que en el primer caso el gobierno ayuda a la emergencia

de conocimiento socialmente útil que genera externalidades reales positivas (y que, por tanto, el

mercado per se no lograría proveer en cantidades suficientes), en el segundo la demanda estatal se

orienta a proveer bienes públicos (vinculados por ejemplo a la prevención y control de catástrofes, el

monitoreo del clima, la gestión de recursos naturales, etc.), que, nuevamente, el mercado no lograría

desarrollar por sí solo por falta de rentabilidad privada.

Comparando los presupuestos públicos en términos de dólares (en valores corrientes y convertidos a

paridad de poder adquisitivo), en la Tabla 2 se observa que Estados Unidos, China, Rusia e India

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fueron los cuatro países con mayores recursos asignados al área espacial durante el 2013 (medidos

en paridad de poder adquisitivo; en valores corrientes Japón reemplaza a India). En tanto, si los

medimos por habitante, los países con mayores gastos son Estados Unidos, Rusia, Francia,

Luxemburgo y Japón. Si bien lamentablemente la OECD no reporta datos para la Argentina en PPA,

vemos que el presupuesto asignado a la actividad se asemeja, en valores corrientes, al de naciones

avanzadas como Suecia, Noruega y Holanda, y es apenas inferior al de Brasil.

Más allá de lo mencionado en cuanto al rol específico del Estado en algunas de las etapas de la

cadena de valor de esta industria, el peso relativo que ocupan las agencias gubernamentales, las

instituciones académicas y el sector privado varía en intensidad entre países de acuerdo a las

historias evolutivas específicas, el grado de desarrollo de la “economía del espacio”, el tamaño y

naturaleza de la demanda por sus servicios y las particularidades institucionales de cada nación,

entre otros factores. A su vez, dentro del sector privado operan desde grandes multinacionales a

PyMEs y startups (también con pesos relativos distintos en función tanto de determinantes

nacionales como de la etapa de la cadena que consideremos). En tanto, en algunos países las

agencias estatales también extienden su presencia a la etapa productiva; por ejemplo, los centros de

la Indian Space Research Organization (ISRO) ocupan el núcleo duro de la cadena de provisión de la

industria y el sector privado solo provee equipamiento y componentes puntuales (OECD, 2014).

Como se verá a lo largo del trabajo, la presencia de una variedad de actores de distinta pertenencia

institucional y tamaño a lo largo de la cadena de valor también ocurre en el caso argentino.

La demanda de la industria de satélites proviene de gobiernos y operadores comerciales de satélites

que requieren naves, satélites y lanzadores; el peso relativo de cada fuente varía según el caso

nacional. Usualmente las actividades de manufactura son más desarrolladas en aquellos países

donde la demanda gubernamental es más fuerte, como es el caso de Estados Unidos, la Unión

Europea, China y Rusia. Esto es así considerando que los gobiernos usualmente dirigen sus demandas

a la industria nacional por motivos estratégicos, vinculados tanto a la generación de conocimiento a

nivel local como al hecho de que hablamos de tecnologías de uso dual, y por tanto también tercian

consideraciones de seguridad en estas decisiones. En tanto, la demanda privada tiene motivaciones

vinculadas, al igual que en otros sectores, con como en otros mercados, criterios de tecnología,

eficiencia, calidad y/o control del mercado.

Como notaremos a lo largo de todo el documento, el número de países con capacidades tecnológicas

y productivas en el área satelital se ha ido expandiendo en las últimas décadas. A su vez, como

ocurrió en otras industrias, se ha ido produciendo un proceso de fragmentación geográfica de la

cadena productiva, en parte gracias al incremento del número de misiones espaciales conjuntas

entre distintos países y/o agencias espaciales. La profundización en las cadenas globales de valor se

ha direccionado en tres dimensiones: la geográfica (cada vez se involucran más países en la

producción y provisión de bienes y servicios vinculados a la “economía del espacio”), la sectorial

(crecientemente dichos productos y servicios se fabrican en procesos articulados global o

regionalmente), y la funcional (dicha articulación, aunque de manera más incipiente, también abarca

a los procesos de I+D e innovación).

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Tabla 2 Presupuestos públicos en el área espacial en PPA y por habitante (2013)

En USD millones

(PPA) Per cápita

En USD millones (corrientes)

Estados Unidos 39.332 123,2 39.332

China 10.775 7,9 6.111

Federación Rusa 8.692 61,0 5.265

India 4.268 3,3 1.159

Japón 3.422 26,9 3.597

Francia 2.431 38,0 2.713

Alemania 1.627 20,1 1.687

Italia 1.223 20,7 1.223

Corea del Sur 411 8,2 318

Canadá 396 11,5 474

Gran Bretaña 339 5,3 367

España 303 6,7 273

Brasil 259 1,3 183

Bélgica 245 21,9 271

Indonesia 142 0,6 50

Suiza 133 16,6 197

Suecia 122 12,7 162

Holanda 110 6,6 121

Turquía 104 1,4 59

Noruega 89 18,5 134

Israel 89 11,1 100

Polonia 81 2,1 46

Sud África 76 1,5 41

Austria 73 8,6 80

Finlandia 54 9,9 65

Dinamarca 38 6,9 52

Portugal 32 3,0 26

Grecia 30 2,7 26

República Checa 25 2,5 17

Irlanda 25 5,6 27

Australia 25 1,1 35

Luxemburgo 17 34,5 21

Hungría 9 0,9 5

México 8 0,1 10

Estonia 5 4,0 4

Eslovaquia 5 0,9 3

Eslovenia 3 1,4 2

Argentina s.d. s.d. 140

Fuente: OECD (2014).

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Un aspecto quizás obvio pero que no podemos perder de vista es que se trata de un sector

fuertemente intensivo en I+D6, que a su vez es también difusor de aplicaciones innovadoras para

otras actividades tales como medicina, transporte, informática, materiales y procesos industriales,

entre otros (un ejemplo popular es la introducción de GPS en los teléfonos celulares o los

automóviles). Sin embargo, una particularidad del sector es su bajo nivel de patentamiento en

relación con otras ramas de alta tecnología. Esto se debe a que la industria espacial se caracteriza por

lo prioritario de la confidencialidad gubernamental y la prevalencia del secreto como mecanismo de

apropiabilidad en el sector privado. Según la OECD (2014), aunque la cantidad de patentes se ha

cuadruplicado en los últimos 20 años, solo hay unos cientos de patentes vinculadas al espacio cada

año. Dentro de éstas, el mayor crecimiento se ha dado en navegación satelital, observación de la

Tierra y telecomunicaciones. Si bien EEUU es líder en patentamiento, ha perdido terreno relativo

frente a países como Francia, Alemania, China, Japón e Italia.

En la Tabla 3 se presentan los últimos datos reportados a, y publicados por, la OECD con relación al

presupuesto gubernamental destinado a I+D para la exploración y explotación del espacio con fines

no militares (dado que el reporte es incompleto, pueden faltar jugadores relevantes en este

mercado, como es el caso de China). En la tabla se incluyen los 20 países con mayores valores

reportados en OECD (2014), entre los cuáles, como vemos, se encuentra la Argentina.

Tabla 3 Presupuesto público en I+D para exploración y explotación del espacio con fines no

militares (USD millones 2010 – Precios constantes PPA; último año disponible en OECD.Stat)

País Año Valor

País Año Valor

EEUU 2015 10.725,222

Bélgica 2014 250,836

Rusia 2009 3.381,625

Argentina 2012 207,513

Japón 2015 1.919,661

Taiwán 2015 173,162

Francia 2015 1.665,529

Holanda 2015 145,501

Alemania 2015 1.414,088

Suiza 2014 120,049

Italia 2014 931,420

Noruega 2015 63,155

Corea del Sur 2014 512,159

República Checa 2015 28,620

Reino Unido 2014 435,988

Suecia 2015 28,198

España 2014 381,273

Dinamarca 2015 27,311

Canadá 2013 276,598

Finlandia 2015 19,909

Fuente: OECD (OECD.Stats, 2017)

El progresivo incremento en el nivel de competencia puede verse a través de los resultados de una

encuesta realizada en 2012 y 2013 a actores de la industria satelital de EEUU. El 78% de los

consultados declaró no ser el único proveedor o distribuidor de algún producto satelital. Asimismo,

los consultados identificaron proveedores alternativos de 56 países diferentes que abastecían de

materiales, estructuras, sistemas mecánicos, equipos electrónicos y sistemas de comunicación, entre

otros bienes y servicios. Esto lleva a concluir que los compradores privados de satélites disponen de

una oferta internacionalmente amplia y su criterio de compra se basa principalmente en los costos,

confiabilidad y tiempo de producción más que en la preocupación sobre el origen del satélite y sus

partes (cuando los compradores son del sector público usualmente prevalecen otras

consideraciones, tal como se desarrolla en otras parte de este mismo documento) (OECD, 2014).

6 Según estudios reportados por la OECD (2014), en Canadá la industria espacial presentaba una intensidad de I+D cerca de

6 veces mayor que el promedio de la industria manufacturera. En Italia esa relación es de 8 a 1.

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A pesar de la creciente competencia en el mercado, el comercio internacional de satélites y

lanzadores es todavía limitado, considerando que el volumen de producción es relativamente

pequeño y altamente customizado y los flujos comerciales están fuertemente regulados y sujetos al

control de los gobiernos. No obstante, las exportaciones mundiales ascendieron a USD 15.000

millones entre 2007 y 2013, contra 4.000 millones en los 6 años previos. Según la OECD (2014) este

incremento se debe a: (i) la progresiva fragmentación de las cadenas de valor; ii) la consecuente

expansión del comercio intra-firma; (iii) la aparición de nuevos mercados, principalmente en

telecomunicaciones. Poco más de la mitad de las exportaciones fueron dirigidas a países no

miembros de la OECD en los dos períodos mencionados, siendo la Federación Rusa y China algunos

de los mayores importadores, junto con los casos particulares de Francia y Luxemburgo cuyos

grandes operadores (Eutelsat en Francia y SES e Intelsat en Luxemburgo) compran sus satélites en el

mercado internacional. Los mayores países exportadores son Francia, Alemania, los EEUU e Italia.

A diferencia de lo que ocurre en el caso de satélites, la capacidad de construcción de cohetes

lanzadores sigue estando concentrada en pocos países, en parte debido a que se trata de una

tecnología crítica de uso dual (civil-militar). El mercado global de lanzamientos es pequeño, con un

ingreso para el 2013 estimado en USD 2.000 millones. Hay solo 6 compañías que compiten

internacionalmente en la prestación de servicios de lanzamiento de satélites a órbitas

geoestacionarias, a saber: la francesa Arianespace Company, Servicios Internacionales de

Lanzamiento (Federación Rusa), las compañías estadounidenses Lockheed Martin y Boeing, la China

Great Wall, y Sea Launch, que es un consorcio internacional formado por Noruega, la Federación

Rusa, Ucrania y EEUU. Si incluimos empresas o instituciones que proveen servicios o poseen

capacidad de lanzamiento a órbita baja, la lista se amplía con un puñado más de actores, como la

estadounidense SpaceX, la agencia Indian Space Research Organization (ISRO), con su vehículo

“India’s Polar Satellite Launch Vehicle (PSLV)”, y más recientemente Corea del Sur con su vehículo

“Naro-I” construido por KARI, la agencia espacial coreana y Korean Air Lines Co. Ltd. El gráfico 2

ilustra sobre la distribución de lanzamientos espaciales exitosos en el mundo en 2010 y 2013.

Gráfico 2: Distribución Internacional de lanzamientos espaciales exitosos en 2010 y 2013

Fuente: OECD (2014).

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Yendo al área de servicios satelitales, los mismos son un complemento importante de las

comunicaciones vía terrestre para alcanzar lugares de difícil acceso. Los proveedores de este

segmento se pueden dividir en aquellos que proveen de servicios satelitales fijos (vía satélites

geoestacionarios para tráfico de video, voz y datos) y los que prestan servicios satelitales móviles

(para clientes que requieren la llegada de señal en movimiento, tales como barcos o aviones). La

facturación de los 25 mayores proveedores de servicios satelitales fijos llegó en 2013 a USD 12.000

millones con 300 satélites geoestacionarios comerciales. Los primeros 5 de estos actores son Intelsat

y SES (Luxemburgo), Eutelsat (Francia), Telesat (Canadá) y Sky Perfect Jsat (Japón). Debido a la

creciente competencia, estos 5 actores han declinado su participación en el mercado del 76,5% en

2008 al 70% en 2013. Por su parte los operadores de servicios satelitales móviles facturaron en 2013

cerca de USD 2.600 millones. Los principales actores son: Inmarsat (Gran Bretaña), Iridium (EEUU) y

Thuraya (Emiratos Árabes). Por último, los proveedores de VSATs y de equipamiento en tierra

llegaron a facturar en 2013 aproximadamente USD 7.000 millones.

Una particularidad de las misiones satelitales es el alto nivel de riesgo asociado a las mismas. Si bien

el este se concentra en los lanzamientos y despliegues y en los problemas mecánicos que pueden

surgir en los grandes satélites de telecomunicaciones, existen otras variables exógenas como la

colisión con basura espacial o las tormentas solares que también inciden en el riesgo de las misiones.

Un segmento del mercado de seguros se encarga de cubrir las operaciones del sector comercial

espacial. Para finales de 2013, había alrededor de 205 satélites que estaban en órbita, asegurados

por un total de USD 24.000 millones. Del total de lanzamientos por año, se suelen asegurar el 50% y

de esos aproximadamente la mitad corresponde a satélites de órbita baja y la otra mitad a satélites

de órbita geo-sincrónica. El valor asegurado de los primeros ronda los USD 40 millones y de los

segundos ronda los USD 100-400 millones (con topes de hasta USD 750 millones cuando un

lanzamiento lleva más de un satélite). La diferencia en los valores asegurados tiene una íntima

relación con la duración de los mismos, ya que los primeros poseen en general una esperanza de vida

de 5 años, mientras que los segundos proyectan vivir 15 años.

Las primas anuales han promediado entre los 750 y los 1.000 millones de dólares. Si bien el número

de fallas ha venido descendiendo, el valor promedio de los reclamos por pérdidas se ha ido

incrementando de USD 38 millones a mediados de la década del 90 a USD 116 millones en 2013. Esta

tendencia está asociada al aumento en las dimensiones y complejidad de los satélites de

telecomunicaciones. A continuación se presenta un gráfico que presenta las primas netas (columnas

oscuras) versus las perdidas soportadas (columnas claras) desde 2004, año a año, hasta 2013 (cuando

por primera vez las segundas superaron a las primeras) –gráfico 3-.

En cuanto al segmento de servicios de observación, en 2013 había cerca de 120 satélites civiles de

observación de la Tierra operativos y alrededor de otros 40 militares. EEUU, China, India, Europa y

Francia encabezaban la lista según cantidad de misiones de observación de la Tierra en marcha. En

OECD (2014) se estimaba que en 2013 existían más de 100 misiones planeadas para realizarse hasta

el 2030, cifra que se preveía que superaría las 300 para 2021. La comercialización de datos sobre

imágenes satelitales está en manos de muy pocos actores, incluyendo a Airbus Spot Image,

DigitalGlobe y MDA Geospatial Inc., entre otros. La mayor parte de los ingresos de estas compañías

viene de ventas a gobiernos, llevándose el sector militar y de seguridad dos terceras partes del

mercado. En términos globales, los satélites comerciales de observación de la Tierra facturaron en

2013 cerca de USD 1.500 millones, el doble de lo registrado en 2008. La frontera en este caso parece

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dirigirse a los desarrollos privados de constelaciones de satélites más pequeños y de menor costo

que, según OECD (2014), podrían tener un gran impacto en las próximas décadas sobre el mercado

de imágenes. Los gráficos 4 y 5 muestran datos sobre la distribución de misiones e instrumentos por

países en misiones en marcha (izquierda) y planeadas (derecha).

Gráfico 3: Primas y reclamos anuales de seguros espaciales (USD miles de Millones)

Fuente: OECD (2014).

Gráfico 4: Selección de misiones de observación en marcha y planeadas (agencias civiles)

Fuente: OECD (2014).

La meteorología fue la primera disciplina científica en usar información provista por satélites en la

década del 60. Al presente, los satélites proveen observaciones del estado de la atmósfera y la

superficie del océano para la realización de análisis meteorológicos, pronósticos, avisos y

advertencias, así como para el monitoreo del clima. Así, tres cuartas partes de los datos utilizados en

los modelos numéricos de predicción del clima dependen de las mediciones satelitales (OECD, 2014).

Hay 18 satélites geoestacionarios de meteorología posicionados sobre el Ecuador compartiendo esta

órbita con cerca de 300 satélites geoestacionarios de telecomunicación. Este anillo formado por los

satélites meteorológicos consigue una cobertura global debido a la cooperación e intercambio de

información coordinado por la Organización Mundial de Meteorología (WMO) entre las distintas

agencias que los operan en China, Francia, Japón, Corea, Rusia, EEUU y Europa (Eumetsat). A su vez

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estos satélites son complementados por 17 satélites meteorológicos de órbita polar que circulan en

órbita baja, operados por EEUU, China, Europa y Rusia. Además de estos satélites, en 2013 había

otros 160 en misiones ambientales que miden variables climáticas particulares (de estos, un 30%

eran misiones conjuntas entre 2 o más países).

En cuanto a los satélites utilizados para proveer servicios de geolocalización, para mediados de 2014

había 6 constelaciones regionales y globales en desarrollo, a la vez que estaba en funcionamiento el

Sistema Americano de Posicionamiento Global (GPS). Los programas bajo lo que se desarrollan estas

constelaciones son gubernamentales y llevados adelante por contratistas privados, salvo el programa

Galileo que es gerenciado por la Unión Europea. Las estimaciones publicadas por la OECD (2014)

arrojaban que para el 2020 habrá alrededor de 100 satélites de navegación bajo cuatro sistemas

diferentes con cobertura global: GPS, Galileo, Glonass y Beidou. Estos satélites permiten el desarrollo

de un mercado aguas abajo, donde son muchas las compañías que proveen de aparatos y servicios

que utilizan datos de navegación, tales como Trimble, Mitac International, Tom Tom y Garmin, cuyos

ingresos para el 2013 fueron de USD 8.000 millones.

En el extremo de la frontera del conocimiento hallamos a las actividades de exploración del espacio.

Debido a los costos y riesgos involucrados, ningún país está en condiciones de afrontar por si solo

una misión de exploración. La segunda razón para la cooperación es la necesidad de un monitoreo

que requiere de antenas instaladas en varios puntos del globo para mantener la comunicación con

las naves interplanetarias. De los 900 satélites operativos que orbitaban la Tierra en 2013, una

docena eran destinados a las ciencias espaciales, incluyendo inmensos telescopios internacionales y

misiones científicas en busca de planetas similares a la Tierra fuera del sistema solar.

Finalmente, vale la pena mencionar algunos de los desarrollos tecno-productivos que se avizoran en

el horizonte de la industria espacial de acuerdo al informe OECD (2014), los cuales incluyen: i) el uso

de nuevos procesos productivos que apuntan a aplicar la lógica de producción en masa en este

sector (es el caso de SpaceX); ii) el avance de las tecnologías de manufactura avanzada, no sólo con el

cada vez mayor uso de herramientas tales como la impresión digital y la impresión 3-D, sino también

con el empleo de esta última en el espacio para producir bienes a ser empleados allí o en la Tierra; iii)

la prevalencia de satélites híbridos o completamente eléctricos (con propulsión electro-térmica,

electroestática o plasma), lo cual potencia la carga útil que pueden llevar las naves; y iv) la

probablemente creciente presencia de satélites de tamaño pequeño.

Con relación a este último punto, el mencionado informe sugiere que la industria espacial parece

moverse hacia una reducción en los tamaños de los satélites, emulando un proceso similar al

observado desde hace décadas con las computadoras. Aunque por un lado la reducción en el tamaño

achica los costos de desarrollo y los tiempos de producción, esto impacta también en un

acortamiento de la vida útil y la carga útil de los mismos, tal como vimos antes. Los avances en este

sentido apuntan hacia una reducción de estos impactos negativos.

Aunque aún siguen siendo necesarios varios años de fuertes inversiones en I+D para poder producir

satélites y sus instrumentos, al mismo tiempo hay disponibilidad de tecnologías que permiten que,

por ejemplo, las universidades puedan desarrollar sus propios micro satélites (de entre 10 y 100 kg).

De hecho, algunas empresas ofrecen estructuras, subsistemas y componentes para la fabricación

hogareña de nano satélites (de 1 a 10 kg), siendo el mayor problema para estos desarrollos no

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industriales la colocación de la nave en el espacio (aunque también se esperan progresos que

faciliten estas iniciativas a futuro).

En el área comercial, la reducción en el tamaño de los satélites ha dado lugar a proyectos de

constelaciones orbitando la Tierra en órbita baja. Un ejemplo de estos desarrollos es el satélite

SkySat-1 de la empresa Skybox Imaging lanzado en 2013 como la primera nave de una constelación

de 24 pequeños satélites con una propuesta de generar imágenes de alta resolución y frecuencia a

un bajo costo (esta empresa fue comprada por Google en 2014 por una suma cercana a los USD 500

millones). Otro ejemplo de proyectos orientados a la provisión de imágenes con alta frecuencia es la

constelación Folk 1 de 28 nano satélites en órbita baja lanzada en enero de 2014 por la empresa

Planet Labs. El auge en la cantidad de proyectos asociados al lanzamiento de constelaciones de

satélites al espacio podría poner en la agenda internacional la necesidad de establecer un marco

regulatorio orientado a organizar, y probablemente a limitar, las actividades de lanzamiento y

colocación de satélites de pequeñas dimensiones en órbita.

Regional

En América Latina los avances iniciales en materia satelital fueron encabezados por las Fuerzas

Armadas de Argentina y Brasil. Ya en 1947 comienza el desarrollo de autopropulsados en el Instituto

Aeronáutico de la Fuerza Aérea Argentina. Brasil, en tanto, forma en 1961 el Grupo de Organización

de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (GOCNAE) y en 1965 su Fuerza Aérea crea el

Instituto de Actividades Espaciales (IAE), que iniciaría el desarrollo de cohetes sonda. Ambos son al

presente los países de la región con mayor progreso relativo de la industria espacial, aunque su

“especialización” ha seguido diferentes trayectorias.

Según los especialistas consultados, mientras que Brasil puso foco en el desarrollo de lanzadores y la

incorporación de infraestructura (ver Anexo III), Argentina se concentró en la generación de

capacidades tecnológicas en el campo de los satélites (como veremos más abajo), aunque más tarde

también avanzó en la incorporación de infraestructura de pruebas (e.g. creación de CEATSA en 2010,

ver más abajo) y en el área de lanzadores7.

En cuanto al “gobierno” del sector, existen en cada país Comisiones o Agencias (en algún caso, como

el de Bolivia, constituida en empresa pública), que muchas veces han ido cambiando de pertenencia

institucional, nombre y objetivos. En ocasiones, incluso primero han venido las actividades y luego la

institucionalización. Tal es el caso de Chile, cuyo primer proyecto fue realizado entre la Fuerza Aérea

del país y la empresa británica Surrey Satellite Technology Ltd con lanzamiento en 1995, pero que

creo su Agencia Espacial recién en 2001. En la tabla 4 se presenta la lista de Comisiones y Agencias

Espaciales de la región.

Dentro de los satélites de telecomunicación lanzados en la región, sólo Argentina ha desarrollado sus

propios vehículos. Venezuela y Bolivia los han adquirido a la empresa China Great Wall Industry

Corporation (CGWIC). Por su parte, la Comunidad Andina (CAN), integrada por Bolivia, Colombia,

Ecuador y Perú, le ha cedido su posición 67° oeste a la operadora SES quien a su vez le ha encargado

7 Un ejemplo que ilustra estas diferencias es que el satélite SAC-D/ Aquarius y su equipamiento debieron ser trasladados

para la realización de las pruebas previas al lanzamiento a las instalaciones del Laboratorio de Integración y Test (LIT) que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) tiene en São Jose dos Campos, San Pablo. Mientras que el LIT fue creado en 1987, las instalaciones de CEATSA recién estuvieron operativas en 2012.

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la construcción de un satélite de telecomunicaciones a EADS Astrium (Airbus), empresa europea con

sede central en París, cuyo lanzamiento se prevé para principios de 2017 y que será el primer satélite

lanzado en un cohete SpaceX probado en vuelo. En contraste, son varios los países de la región que

han desarrollado, con o sin colaboración externa, sus propios satélites no geoestacionarios,

incluyendo a Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Colombia y Ecuador. Sin embargo, las misiones argentinas

hasta el momento han sido mucho más ambiciosas que las de la mayoría de sus vecinos.

Tabla 4 Instituciones a cargo de la actividad espacial en América del Sur

País Agencias o Comisiones de Actividad Espacial Creación Dependencia

Perú Comisión Nac. de Inv. y Desarrollo Aeroespacial (CONIDA) 1974 Min. de Defensa

Argentina Comisión Nac. de Actividades Espaciales (CONAE) 1991 Min. de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva

Brasil Agencia Espacial Brasileña (AEB) 1994 Min. de Ciencia, Tecnología e Innovación

Chile Agencia Chilena del Espacio (ACE) 2001 Comisión Asesora Presidencial

Venezuela Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (ABAE) 2005 Min. de Ciencia y Tecnología

Colombia Comisión Colombiana del Espacio (CCE) 2006 Vicepresidencia

Bolivia Agencia Boliviana Espacial (ABE) 2010 Min. de Obras Públicas, Servicios y Vivienda

Ecuador Instituto Espacial Ecuatoriano (IEE) 2012 Min. de Defensa

Paraguay Agencia Espacial del Paraguay (AEP) 2014 Presidencia

Uruguay En proceso de creación -

Fuente: Elaboración propia en base a Drewes (2014).

Las mencionadas empresas China Great Wall Industry Corporation y EADS Astrium parecen ser los

grandes jugadores del mercado sudamericano, ya que además de proveer de los satélites de

telecomunicación a Bolivia, Venezuela y a la CAN, también se han encargado de la construcción de

satélites de observación para Venezuela y Chile. A este mercado se sumó recientemente la firma

Airbus Defence & Space que estuvo a cargo de la construcción del satélite de observación de la Tierra

PeruSat-18.

3. La historia del sector en Argentina y los principales actores

En Argentina, como en el resto de las naciones con industria espacial, también fue el Estado el

impulsor inicial de la actividad y su posterior promotor principal. A fines de los ’40 comienza el

desarrollo de autopropulsados en el Instituto Aeronáutico de la Fuerza Aérea Argentina y en 1960 se

fundó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), dependiente orgánicamente de esta

misma fuerza. Durante las tres décadas en que estuvo en funcionamiento, hasta su remplazo en 1991

por la CONAE, la CNIE participó en el desarrollo de varios cohetes y en el envío de seres vivos al

espacio. Se realizaron 150 lanzamientos, siendo el último un cohete de una etapa con combustible

sólido con una altura de 4,6 mts y un peso de 110 Kg que transportaba un mono.

8 Para un listado completo de los satélites de telecomunicación y observación lanzados en la región ver Anexo III.

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La historia que vincula a los seres vivos con los proyectos espaciales en Argentina se remonta al ratón

Belisario9, quien, en el marco del proyecto BIO, fue lanzado en un cohete desde la Escuela de Tropas

Aerotransportadas de Córdoba el 11 de abril de 1967. En el marco de este mismo proyecto Argentina

fue el cuarto país que lanzó un mono al espacio -en realidad solo llegó a la mesósfera-; el

lanzamiento del mono Juan fue hecho en conjunto por el Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica

y Espacial junto con la CNIE el 23 de diciembre de 1969.

En tanto, en 1963 se creó el Instituto Civil de Tecnología Espacial (ICTE), una asociación de

investigación y docencia creada por un grupo de jóvenes en Sarandí, Avellaneda. Este instituto llegó a

tener 32 miembros activos y 120 alumnos, cesando sus actividades en 1971.

El siguiente paso relevante en esta historia se da a fines de los ’70, cuando la Fuerza Aérea Argentina

comienza a planificar un proyecto misilístico llamado Cóndor II. El proyecto toma impulso después de

la Guerra de Malvinas, hasta ser finalmente desactivado por las presiones internacionales (debido a

su finalidad bélica) en 1991 -ver para más detalles (Blinder, 2011; 2015). Con el cierre del programa,

también se disuelve la CNIE, dándole paso a la creación de la Comisión Nacional de Actividades

Espaciales (CONAE) el 28 de mayo de 1991, organismo civil que es uno de los actores principales del

actual “ecosistema” de la industria espacial argentina.

Antes de seguir con la historia de la CONAE, cabe mencionar que el 22 de enero de 1990 se lanzó el

satélite LUSAT-1 desarrollado por la filial en Argentina de AMSAT, una asociación mundial de satélites

de radioaficionados, para proveer de comunicaciones a los mismos. El lanzamiento se realizó con un

lanzador Ariane 4 desde el puerto espacial Kourou en Guayana Francesa, desde donde también se

lanzaron más de 20 años después el ARSAT-1 y el ARSAT-2 con lanzadores Ariane 5 de la empresa

francesa Arianespace.

La CONAE se creó mediante Decreto 995/1991 (CONAE) bajo dependencia directa del Presidente de

la Nación. El organismo heredó las instalaciones aeroespaciales de la Fuerza Aérea Argentina

ubicadas en la Ciudad de Buenos Aires y Falda del Carmen (Córdoba), el Centro de Experimentación y

Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados Chamical (La Rioja) y parte del personal civil vinculado

al proyecto cancelado. Más adelante10, en noviembre de 2012 mediante decreto 2197/12, la CONAE

pasa por decreto a estar bajo la órbita del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y

Servicios. Finalmente, en enero de 2016, por decreto 242/16, pasa a formar parte del Ministerio de

Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

El reconocimiento internacional de la capacidad técnica de la CONAE se ha manifestado en diversas

ocasiones a través de la firma de acuerdos de cooperación con las agencias espaciales más

importantes del mundo. Una evidencia de esto fue la invitación de la NASA en 1998 para participar

de la construcción de la Estación Espacial Internacional. Lamentablemente, el gasto requerido de 10

millones de dólares hizo, según fuentes consultadas, que el gobierno rechazara dicha invitación

(aunque esto no impidió que la colaboración entre ambos organismos continuara). Algunas

referencias más recientes sobre el reconocimiento y la vinculación de otras agencias con la CONAE

9 A Belisario lo siguieron los ratones Alfa, Gamma, Alejo, Aurelio, Anastasio, Braulio, Benito, Cipriano y Coco, que

lamentablemente no pudieron aterrizar con éxito. 10

Previamente, en junio de 1996 la CONAE pasó por decreto 660/96 de la Presidencia de la Nación al ámbito de la Secretaría de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Cultura y Educación y en Noviembre por decreto 1274/96 a depender del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.

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son la antena para el estudio del espacio profundo ubicada en Malargüe, Mendoza, que la European

Space Agency (ESA) utiliza para el seguimiento de sus misiones de exploración del espacio, y la

instalación de la estación espacial china en Neuquén, que entra en operaciones en 2017 y apunta,

entre sus principales objetivos, a seguir las futuras misiones de China a la Luna.

Las competencias de la CONAE abarcaron desde el inicio el diseño del Plan Nacional Espacial y la

centralización, organización, administración y ejecución del mismo. La primera versión del Plan

Espacial tuvo vigencia a partir de 1995, y tuvo dos revisiones, la última abarcando el período 2004-

2015; el nuevo Plan Espacial se encuentra en estos momentos bajo revisión de las autoridades

competentes y pendiente de aprobación. Los objetivos básicos del programa espacial han sido

fomentar los procesos de desarrollo tecnológico a nivel nacional y así como la realización de

investigaciones con fines pacíficos. Bajo este programa se han diseñado, producido y lanzado

diversos satélites, aunque, como veremos más abajo, CONAE nunca tuvo competencia sobre el

segmento de telecomunicaciones de esta industria.

Al presente, la CONAE ha concluido 4 misiones satelitales: SAC -B, A, C y D (CONAE). El primer satélite

científico argentino fue el SAC-B, lanzado el 4 de noviembre de 1996. Una falla eléctrica en el sistema

del lanzador impidió la separación que debía liberar al satélite del lanzador Pegasus XL, fabricado por

la empresa Orbital Science Corporation. No obstante, durante las 12 horas en las que se tuvo

contacto con el satélite desde su lanzamiento, se verificó que el satélite funcionaba perfectamente y

respondía a los comandos. Los objetivos del SAC-B eran el estudio avanzado de física solar y

astrofísica mediante la observación de fulguraciones solares, erupciones de rayos gamma, radiación

X del fondo difuso y átomos neutros de alta energía. Se trataba de un mini satélite de 191 Kg con una

carga útil de 50 Kg11.

El segundo satélite lanzado fue el SAC-A en el cual se pusieron a prueba una serie de instrumentos

desarrollados localmente, y fue concebido como modelo tecnológico de la misión SAC-C. Se consiguió

probar tanto la infraestructura material como la humana de los equipos de telemetría, telecomando

y control, permitiendo el entrenamiento y capacitación de operadores para la preparación de los

centros de control (hardware y software) y el control de los satélites. El SAC-A fue un micro satélite

de 68 Kg de peso puesto en órbita desde el transbordador espacial (shuttle) tripulado Endeavour de

la NASA el 3 de diciembre de 1998 y la misión concluyó exitosamente en agosto de 1999.

El tercer satélite fue el SAC-C, puesto en órbita con un lanzador DELTA II (fabricado por la división de

Sistemas de Defensa Integrados de Boeing) el 21 de noviembre del 2000 y cuya vida útil finalizó el 15

de agosto del 2013, aun cuando por diseño se suponía que aquella era apenas de 4 años. Se trató de

un mini satélite de 485 kg, con una carga útil conformada por cámaras de teleobservación de la

CONAE e instrumentos científicos de EEUU, Italia, Francia y Dinamarca12. Los objetivos de la misión

incluían la observación de la Tierra, particularmente de Argentina, y la realización de estudios del

11

Carga útil del SAC-B: espectrómetro de rayos X duros de la CONAE, experimento de rayos X Goddard y un detector de Rayos X del Fondo Difuso, ambos de la NASA, y un espectrómetro de átomos neutros de alta energía de la Agencia Espacial Italiana (ASI). 12

Carga útil del SAC-C: cámara multiespectral de resolución media, cámara pancromática de alta resolución, sistema de recolección de datos y cámara de alta sensibilidad de la CONAE, experimento de ocultación de GPS y reflexión pasiva de la NASA, instrumento de medición del campo geomagnético de la NASA y DSRI (Instituto Danés de Investigaciones Espaciales de Dinamarca), instrumento para determinar el efecto de partículas de alta energía en componentes electrónicos del CNES (Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia) y, experimento de navegación y actitud e instrumento experimental de navegación de la ASI.

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campo geomagnético y de la estructura atmosférica. Así, se realizaron mediciones y estudios sobre la

temperatura y vapor de agua de la atmósfera, el campo magnético terrestre y los efectos de la

radiación espacial en componentes electrónicos y, se estudió la estructura y la dinámica de la

atmósfera y de la ionosfera.

La última misión concluida de la CONAE fue la SAC-D / Aquarius, llevada adelante, al igual que los

otros tres SAC, en colaboración con la NASA. Su lanzamiento fue el 10 de junio de 2011 mediante un

lanzador Delta II 7320 de la empresa Boeing. El SAC-D / Aquarius concluyó exitosamente su servicio

operativo el 8 de junio de 2015. Se trató de un gran satélite de 1.600 kg, que tenía un objetivo

científico orientado a obtener nueva información climática a partir de las mediciones de salinidad,

una nueva visión de la circulación y procesos de mezcla en el océano y la detección de focos de alta

temperatura en la superficie terrestre para la obtención de mapas de riesgo de incendios y humedad

del suelo que se podrían utilizar para dar alertas tempranas de inundaciones13.

El segundo actor central de la industria espacial argentina es INVAP (cuyo nombre inicial fue

Investigaciones Aplicadas). La empresa, según la información oficial que figura en su página web,

nace en 1972 en el marco del grupo de Física Aplicada (integrado por varios egresados del Instituto

Balseiro), precursor del posterior programa de Investigación Aplicada del Centro Atómico Bariloche.

La actividad formal se lanza en 1976 bajo la figura de Sociedad del Estado, mediante un convenio

entre la provincia de Rio Negro y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

INVAP es una empresa del Estado perteneciente en un 100% a la provincia de Rio Negro, con un

directorio de 7 miembros conformado por 4 que son nombrados por la provincia, 2 nombrados por la

CNEA y el último elegido por el personal de la empresa. La organización de INVAP se basa en áreas

que dependen de una Gerencia General, las cuales interactúan en el marco de los distintos proyectos

tecnológicos que se llevan adelante. Las áreas se dividen en Abastecimiento, Comercio Internacional,

Administración y Finanzas, Calidad, RRHH y Sistemas, Seguridad y Servicios Generales. En tanto, las

áreas técnicas están organizadas en 4 gerencias: Proyectos Nucleares, Proyectos Espaciales y

Gobierno, Proyectos Industriales y Energías Alternativas y, TICs y Servicios Tecnológicos.

Según la información publicada en la página oficial de INVAP (INVAP, 2016), en el último ejercicio,

2015-2016, INVAP realizó ventas por $3.393 millones y obtuvo un beneficio neto de $112 millones;

poco más del 40% de la facturación correspondió a proyectos satelitales y de gobierno. La empresa

posee más de 1.400 empleados de los cuales alrededor del 85% son profesionales y técnicos.

Actualmente INVAP posee su sede central en San Carlos de Bariloche, oficinas en Buenos Aires,

Australia y Egipto y empresas subsidiarias en Argentina, EEUU, Brasil y Australia14.

Inicialmente, INVAP se concentró en el área nuclear, en donde ganó una reputación internacional

como diseñador y proveedor de sistemas para reactores nucleares, y como proveedor de reactores

13

Carga útil del SAC-D: radiómetro de microondas, cámara de alta sensibilidad, sistema de colección de datos y paquete de demostración tecnológica de la CONAE, cámara infrarroja de nueva tecnología de la CONAE y CSA (Agencia Espacial Canadiense), sonda de radio ocultación para la atmósfera de la ASI y detectores ICARE y SODAD de la CNES. 14

Participación en el capital de las empresas subsidiarias de INVAP según estados financieros intermedios condensados al 31 de marzo de 2016:

Argentina: INVAP Ingeniería S.A. (80% del capital) y Eólica Rionegrina S.A. (90% del capital).

EEUU: Black River Technology, Inc. (100% del capital).

Brasil: INVAP do Brasil Ltda. (95% del capital).

Australia: INVAP Australia PTY Limited (100% del capital).

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(llave en mano) para investigación y para fabricación masiva de radioisótopos de uso médico. El

equipo de INVAP estuvo caracterizado desde en sus primeros pasos por una visión basada en el

concepto de Ingeniería de Sistemas y un fuerte sesgo hacia el trabajo interdisciplinario, contando

inicialmente entre sus integrantes a ingenieros en electrónica y en mecánica, físicos y químicos.

Con el paso del tiempo la empresa incursionó en diversos sectores, incluyendo el aeroespacial, en

donde INVAP comenzó a actuar en los años ’90. En 1989, meses antes de la conformación de la

CONAE, se realiza un acuerdo de cooperación tecnológica entre EEUU y Argentina, que es seguido

por una gestión bilateral entre la NASA y la, en esos entonces, Secretaría de Ciencia y Tecnología de

Argentina para llevar adelante la serie de satélites SAC. En ese momento la Secretaría de Ciencia y

Tecnología encontró que la única empresa en el país que podría participar de esa iniciativa era

INVAP. Si bien hasta ese momento INVAP no había trabajado en esta industria, los desarrollos en el

área nuclear habían dado lugar a la generación de diversas capacidades requeridas para el ingreso al

campo aeroespacial, incluyendo química orgánica e inorgánica, electrónica, desarrollo de software,

proyectos de diseño mecánico, física, cálculo de estructuras y simulación y garantía de calidad.

En el ámbito espacial, INVAP actualmente genera proyectos satelitales completos, y a excepción del

lanzamiento, sus tareas abarcan desde el concepto de la misión hasta la puesta en órbita del satélite

y su operación -que son contratadas por CONAE y ARSAT-. La actividad de INVAP incluye la

producción propia de todos los subsistemas del payload: estructura, potencia, sistemas térmicos,

control de altitud, computadora de a bordo, comunicaciones y propulsión. A su vez los desarrollos en

materia espacial le han permitido a INVAP avanzar hacia una nueva área, los radares. En efecto, en el

marco de los proyectos satelitales, INVAP tuvo que desarrollar capacidad para fabricar los llamados

Radares de Apertura Sintética (SAR: Synthetic Aperture Radar). Esta tecnología existía previamente

en el mundo, pero debido a la posibilidad de uso dual se trataba de un conocimiento no disponible

en el mercado, por lo cual INVAP tuvo que desarrollarla en el curso del proyecto SAOCOM y de la

iniciativa SIASGE (Sistema Italo Argentino para la Gestión de Emergencias) que comparten la CONAE y

la Agencia Espacial Italiana. De hecho, los dos satélites argentinos SAOCOM aún no fueron lanzados y

ya generaron la posibilidad de producir diversos tipos de radares, tal como se ve más abajo.

Entre los hitos alcanzados en el área espacial y de radares se incluyen:

Área Espacial:

o La serie de Satélites de Aplicaciones Científicas (SAC) ya mencionada.

o El proyecto Sistema Italo Argentino de Satélites de Emergencias (SIAGE) desarrollado

en conjunto con la Agencia Espacial Italiana (ASI) que consta de dos constelaciones

SAOCOM (1 y 2) que poseen un sistema de radar de apertura sintética (SAR), una

cámara de infrarrojo térmico y a su vez cada constelación consta de dos satélites A y

B. Los desarrollos 1A y 1B se encuentran en etapa de integración y ensayos para ser

lanzados en 2017 y 2018 respectivamente.

o La serie de satélites de telecomunicaciones ARSAT que posee dos satélites en órbita

(ARSAT I y II) y en proyecto el ARSAT III, conformando el Sistema Satelital

Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones (SSGAT). El ARSAT I fue lanzado

en 2014, el ARSAT II fue lanzado en 2015 y el desarrollo del ARSAT III se encuentra

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detenido por la decisión de recortar el presupuesto de ARSAT para este programa.

Tanto el ARSAT I como el ARSAT II se encuentran operativos.

o El Segmento Terreno que integra dos sistemas de sensores remotos para la

recepción de información satelital, incluyendo telemetría, seguimiento y control

(TT&C) así como la ingeniería e integración del Centro de Control de Misión en forma

conjunta con CONAE. En este segmento se encuentra la operación y mantenimiento

de la Estación Terrena y el Centro de Control de Misión y Sensado Remoto de

Satélites Comerciales en Córdoba.

Radares:

o Radares Primarios Argentinos (3D). En 2014 se finalizaron todos los ensayos y

pruebas sobre el prototipo habilitando el inicio de la fabricación. Luego se construyó

la primera serie de 6 radares para la Fuerza Aérea, y actualmente se encuentra en

fabricación la segunda serie de 6. Estos radares son usados para el control de

fronteras y de la aviación15.

o Radares Meteorológicos Argentinos (RMA). La primera etapa del proyecto se

concluyó con la instalación del primer radar meteorológico argentino, el RMA1, que

se puso en funcionamiento y a disposición del Servicio Meteorológico Nacional a

mediados de 2015 en la ciudad de Córdoba16.

o Radares Secundarios Monopulso Argentinos (RSMA). Este radar fue diseñado y

fabricado a pedido de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) y de la Administración

Nacional de Aviación Civil (ANAC) para dar seguridad y eficiencia al Control del

Tránsito Aéreo tanto en el control en ruta como en aproximación17.

Entre los proyectos vigentes más relevantes de INVAP en el área espacial se encuentran el desarrollo

de la serie de satélites SARE y la participación en las misiones SIASGE y Sabia Mar (CONAE; INVAP):

SARE18: La serie SARE está formada por satélites livianos, que serán puestos en órbita por los

lanzadores argentinos Tronador. Estos satélites formarán una serie de misiones de

observación de la Tierra, y los mismos tendrán características y componentes comunes así

como la capacidad de interactuar entre sí y compartir recursos. Esta serie se divide en dos

grupos, SARE con carga útil óptica y SARE con carga útil de microondas.

o Serie SARE óptico: la primera misión será una constelación de 4 satélites con

sensores de alta resolución espacial. Cada uno llevará a bordo una cámara

pancromática y una cámara multiespectral con cuatro a siete bandas distribuidas en

el espectro visible e infrarrojo. La misión estará dedicada principalmente a los

15

Según información de prensa, al momento se encuentran instalados 3 de estos radares (uno en Merlo provincia de Buenos Aires y otros dos en Formosa) y hay otros en distintas fases del proceso de instalación a ubicarse en Misiones, Chubut, Formosa, Tierra del Fuego y Salta. 16

Según información de la página de INVAP, hacia fines de 2016 se habían instalado 3 radares de este tipo en Resistencia (el ultimo), Ezeiza y Bernardo de Irigoyen, Provincia de Misiones, que se suman al prototipo operativo en la ciudad de Córdoba. Estos radares son los primeros de una serie prevista de 10 unidades en la cual se está trabajando actualmente. 17

Al momento INVAP ha producido y comisionado 22 unidades de este radar que constituyen una cobertura nacional en: Bariloche, Quilmes, Bahía Blanca, Santa Rosa, Neuquén, San Miguel de Tucumán, Córdoba, San Luis, La Rioja, Corrientes, Salta, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Gobernador Gregores, Ushuaia, Trelew, Esquel, Posadas, Sáenz Peña, Malargüe, Pehuajó y Morteros. 18

En el trabajo de campo hemos recogido versiones contradictorias acerca de una posible discontinuidad en el flujo de fondos disponible para estas misiones respecto de la planificación original.

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aspectos urbanos, cartografía, transporte y seguridad, y los datos que proveerá

también serán de utilidad para otras temáticas (e.g. agricultura, hidrología, uso y

cobertura terrestre, detección de cambios, análisis costeros y emergencias).

o Serie SARE microondas: se implementará como primer paso una constelación de

satélites de tipo de radar de apertura sintética (SAR) operando en banda X, no

polarimétricos, con aportes a la agricultura y también útiles para emergencias,

seguridad, pesca ilegal y todo lo relacionado con generación de modelos digitales de

terreno, cartografía, ordenamiento territorial y estudios urbanos.

SIASGE: Se trata del Sistema Ítalo-Argentino de Satélites para Beneficio de la Sociedad,

Gestión de Emergencias y Desarrollo Económico (SIASGE) en el que participan la CONAE y la

ASI, para el cual INVAP desarrolla los satélites SAOCOM 1 y 2 de observación de la Tierra. El

objetivo de los mismos es prevenir, monitorear, mitigar y evaluar catástrofes naturales o

antrópicas, medir la humedad del suelo y aplicaciones en emergencias, tales como la

detección de derrames de hidrocarburos en el mar y el seguimiento de la cobertura de agua

durante inundaciones. La misión consta de dos constelaciones de satélites, una conformada

por satélites SAOCOM argentinos y otra por satélites COSMO SkyMed italianos, que se

ubicarán en el espacio de manera tal que, integrando las capacidades de ambas

constelaciones, permitirá obtener imágenes de cualquier catástrofe en cualquier punto del

globo, actualizadas cada 12 horas.

INVAP desarrolla las constelaciones SAOCOM 1 y SAOCOM 2, cada una de las cuales consta a

su vez de dos satélites A y B. Los satélites SAOCOM 1Ay 1B se encuentran en etapa de

integración y ensayos para ser lanzados a partir de 2017. Cada uno pesa unas 3 toneladas y

mide 4,5 metros de alto por 1,5 metros de diámetro se trata de grandes satélites. La antena

radar (Radar de Apertura Sintética o SAR) desplegable tiene 10 metros de largo por 3,5

metros de ancho. Ambos satélites comparten los mismos requerimientos de diseño, de

funcionalidad y operatividad.

SABIA-Mar: Se trata del Satélite Argentino Brasileño para Información del Mar llevado

adelante en un programa de cooperación entre la CONAE argentina y la AEB y el INPE de

Brasil. El SABIA-Mar es una misión de observación de la Tierra con aplicaciones prioritarias en

el estudio del mar y las costas, siendo una fuente importante para estudios del color del mar

a nivel regional y un aporte a nivel internacional. El objetivo principal se logra mediante los

datos satelitales obtenidos con dos cámaras multiespectrales en el rango visible e infrarrojo y

una cámara infrarroja térmica, además de otras, que monitorean los océanos en general, las

costas y las aguas interiores del continente sudamericano en particular. Estos datos permiten

estimar la concentración de clorofila, turbidez, producción primaria de fitoplancton,

monitoreo del cambio de la calidad de agua, monitoreo de explosiones algares en el mar y

cuerpos continentales, seguimiento de la dinámica de sedimentos costeros, entre otros

parámetros. La información obtenida por la misión constituye un recurso importante para

estudios del color del mar y posibilita el manejo racional de los recursos pesqueros, al tiempo

que contribuye al estudio del cambio climático.

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Al presente la implementación de este proyecto se ha dividido entre ambos países. La CONAE tomó

la responsabilidad completa del satélite SABIA-Mar 1, mientras que la AEB es responsable del SABIA-

Mar 2. INVAP es el contratista principal del satélite SABIA-Mar 1 y además del diseño, la producción,

la integración y el testeo del mismo, es también responsable de proveer dos de las tres cámaras

principales de la misión. El satélite SABIA-Mar 1 será lanzado a fines del año 2020, con un tiempo de

vida útil de cinco años. Se ubicará en una zona que permitirá obtener imágenes de un mismo punto

del globo cada cuatro días.

En 1998, en tanto, se crea la empresa VENG S.A. (las iniciales de Vehículo Espacial de Nueva

Generación), la cual está dedicada al desarrollo de medios de acceso al espacio y servicios de

lanzamiento. Luego de varios años de práctica inactividad, la empresa retomó impulso con la firma

de los contratos para desarrollar los cohetes Tronador I y II a mediados de la pasada década. En este

marco se lanzaron con éxito los cohetes sonda Tronador I y Tronador Ib desde Puerto Belgrano en

junio de 2007 y mayo de 2008 respectivamente (se trataba de prototipos que podían alcanzar bajas

alturas y tenían baja capacidad de carga útil, pero permitieron diversos aprendizajes tecnológicos,

incluido el desarrollo y ensayo en vuelo de motores cohete de combustible líquido). En tanto, en

diciembre de 2007, con carga útil argentina y cohete brasileño, se realizó un ensayo más completo de

los elementos de navegación, guiado y control y parte de la aviónica en el cohete sonda VS-30,

lanzado desde Barrera do Inferno, Natal, Brasil.

Al presente, está en marcha el proyecto Tronador II, el cual se desarrolla mediante una serie de

vehículos experimentales suborbitales (denominados VEx) contemplados para demostrar la madurez

tecnológica de los componentes de los subsistemas de propulsión, aviónica y estructuras necesarios

para satisfacer los requerimientos del lanzador. En marzo de 2014 se probó el Vex1A que no pudo

completar su misión debido a una serie de problemas técnicos. El 15 de agosto de 2014 se probó con

éxito el Vex1B.

El vehículo lanzador Tronador II prevé la utilización de combustibles que están siendo desarrollados

por la empresa Y-TEC, una asociación entre YPF y el CONICET. Se prevé que el vehículo lanzador

Tronador II, que se desarrolla en Falda del Carmen, realice su vuelo inaugural desde Puerto Belgrano

a finales de 2020. De funcionar con éxito, se calcula que podrá realizar entre 5 y 10 lanzamientos

anuales, lo cual permitirá no solo satisfacer las necesidades del Plan Nacional Espacial, sino también

realizar lanzamientos bajo acuerdos de cooperación con otras agencias espaciales internacionales. En

este proyecto participan diversas instituciones locales, incluyendo al GEMA (UNLP), la CNEA, la

Universidad Nacional de Córdoba, el Centro de Investigaciones Ópticas (CIOp, UNLP), el Instituto

Universitario Aeronáutico de Córdoba, el IAR, el PLAPIQUI (Universidad Nacional del Sur) y la UBA,

entre otros (Drewes, 2014).

En el ámbito de las telecomunicaciones, en 2006 se creó la empresa ARSAT S.A. cuya composición

accionaria originalmente se repartía en un 98% a cargo del Ministerio de Planificación y un 2% en

manos del Ministerio de Economía. Luego, en diciembre de 2015, por Resolución 1/2015 del

Ministerio de Comunicaciones, ese Ministerio asumió el ejercicio del 98% de la titularidad de las

acciones que estaban en poder del ex Ministerio de Planificación.

ARSAT es el otro agente principal del ecosistema de la industria espacial en Argentina. Su estatuto

dispone que la empresa tiene como objeto social: a) el diseño, desarrollo, construcción en el país,

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30

lanzamiento y/o puesta en servicio de satélites geoestacionarios de telecomunicaciones en

posiciones orbitales que resulten o que resultaren de los procedimientos de coordinación

internacionales ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones (U.I.T.), y bandas de frecuencias

asociadas y b) la correspondiente explotación, uso, provisión de facilidades satelitales y/o

comercialización de servicios satelitales y/o conexos.

Para el desarrollo de estos fines, inicialmente hubo un acuerdo entre el gobierno argentino y los

dueños de Nahuelsat S.A.19 (en ese momento EADS y Finmeccanica) por el cual los activos

productivos de esta última se transfirieron al Gobierno y este, por decreto, los transfiere a ARSAT

S.A. y en el mismo decreto le otorga los derechos por la posición orbital 72° oeste que era explotada

con el satélite Nahuel 1A de fabricación extranjera. Puntualmente, ARSAT debía salvaguardar la

posición orbital ocupada por Nahuel 1A y desarrollar un satélite para ocupar y preservar la posición

81° Oeste también asignada a la Argentina. En 2007 se inició la operación y prestación de servicios

sobre satélites alquilados. Sin embargo, como se mencionó antes, dentro de los mandatos de ARSAT,

se preveía que ésta contratara la ingeniería y desarrollo de sus satélites con manufactura nacional,

los que serían construidos dentro del marco del proyecto Sistema Satelital Geoestacionario

Argentino de Telecomunicaciones (SSGAT). En este marco se evidencia la estructura bicéfala de la

estrategia satelital argentina a partir de los ’90; por un lado Nahuelsat S.A. y luego ARSAT a cargo de

los programas de satélites geoestacionarios de telecomunicaciones hoy dependiendo del Ministerio

de Comunicaciones por un lado y, por otro, la CONAE a cargo del resto de los programas satelitales,

dependiendo actualmente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

En 2010 se inició el trabajo para la construcción y ensamblado del satélite ARSAT 1 a cargo de INVAP.

El ARSAT-1, principalmente20 con pisada (cobertura de servicios) sobre Argentina, fue lanzado en

2014. En 2015 se lanzó el ARSAT-2, con pisada sobre Argentina, países del corredor andino, una

franja en Brasil que llega hasta San Pablo y Río de Janeiro y gran parte de América del Norte. En 2015

el directorio de la empresa aprobó el proyecto para la misión ARSAT-3 que contrataría la ingeniería

de desarrollo y construcción a INVAP S.E. y el lanzamiento a Arianespace (a quien previamente se le

encargó el lanzamiento del ARSAT 1 y 2). Sin embargo, existe actualmente gran incertidumbre

respecto de los tiempos en los cuales esta misión se llevará adelante. Según información recogida en

el trabajo de campo, a finales del 2016 la construcción del ARSAT-3 se encontraba detenida y de

hecho el personal previsto por INVAP para el desarrollo fue reasignado a otros proyectos.

Las tres bandas de frecuencia más utilizadas por los satélites de telecomunicaciones son las C, Ka y

Ku. Mientras el ARSAT-1 posee sistemas para trabajar sobre la banda de frecuencia Ku, el ARSAT-2

incorpora la banda de frecuencia C, que es la más utilizada para el transporte de señales de video y

para transmitir datos en zonas donde pueda existir mucha atenuación de la señal (por ejemplo

debido a lluvias –rain fade-). La banda Ku (utilizada por ARSAT-1) opera con un rango de frecuencias

entre los 12 y los 18 GHz, tiene una longitud de onda relativamente corta de señal y ofrece un

servicio más robusto, aunque con una relación Mhz –Mbit menos eficiente.

19

Nahuelsat S.A. fue un consorcio privado que a comienzos de los ’90 se adjudicó la licencia para la operación de dos satélites geostacionarios, de los cuáles lanzó solo el Nahuel 1A en la posición orbital de 72° Oeste en 1997 (inicialmente las dos posiciones adjudicadas fueron cubiertas con dos satélites que la empresa compró usados). 20

Aunque cubre otras zonas el proyecto fue desarrollado específicamente para el territorio argentino.

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31

Por su parte, la banda Ka, que opera con un rango de frecuencias entre los 26,5 y los 40 GHz, ofrece

(en relación a la banda Ku) mayor concentración de potencia en haces más pequeños (beams),

hardware más económicos desde el lado del usuario y una relación Mhz – Mbit más eficiente,

aunque una robustez menor en el servicio.

Mientras que mediante Ku se configuran productos cuyos principales clientes son corporativos

(privados o estatales) que privilegian la calidad, la seguridad y confiabilidad del servicio (muchas

veces utilizado con back-up de servicios tradicionales de comunicación que interconectan sus redes

internas), la banda Ka se utiliza para configurar productos masivos, pensados para el consumidor

final -por ejemplo, hogares usuarios de contenidos OTT (over the top), esto es servicios de audio,

video y otros medios entregados sin la intermediación de operadores de cable-.

Ambas bandas dan origen a dos tipos de negocios con lógicas distintas desde el punto de vista del

proveedor de servicios satelitales. Mientras que Ku configura empresas de nicho muy centradas en la

calidad de la operación de los servicios, la utilización de banda Ka genera proveedores masivos más

concentrados en la cantidad de clientes. La configuración de beams para ofrecer banda Ka agrega

una dimensión adicional, ya que cada haz requiere una masa significativa de consumidores

potenciales en el territorio iluminado, que permita el repago de la inversión. Según lo recogido en el

trabajo de campo, la distribución territorial de la población argentina limita las áreas rentables de

explotación para un servicio Ka básicamente a la zona de la Pampa Húmeda.

Cuando se planeó el desarrollo del satélite ARSAT-2, como se dijo, se decidió optar por utilizar

nuevamente banda Ku, sumar capacidad también en banda C21 y brindar servicios con una pisada

sobre toda América. De las entrevistas realizadas surge que la penetración en nuevos mercados

implica una gran cantidad de gestiones vinculadas a la infraestructura necesaria para bajar la señal

de video (banda C) del satélite en las nuevas locaciones y la obtención de landing rights, además de

aquellas vinculadas a la captación de clientes. Según información recogida para este trabajo, a

mediados de 2016 la capacidad vendida del ARSAT-2 era de un 35%, y si bien la capacidad no suele

venderse por encima del 80%, esto implica un rango amplio de disponibilidad ociosa en el satélite.

Vale remarcar, como se ha dicho, que la venta de servicios en banda Ku en Argentina, por sobre la

demanda ya abastecida por el ARSAT-1 (que ya tiene vendida gran parte de su capacidad eficiente) y

el resto de los operadores, implica encontrar nuevos clientes corporativos.

La provisión de servicios satelitales a consumidores finales pone a la industria satelital de

telecomunicaciones en la obligación de proveer un servicio que debe competir en precio y calidad

con las alternativas de acceso a Internet más tradicionales, ya sean por cable (fibra, cobre, etc.) o

wireless (wifi, wimax, radio, celular, etc.). La evolución de este segmento del mercado se puede

caracterizar por una creciente cantidad de ancho de banda y una baja sistemática del precio unitario.

En este sentido la tendencia global es a la utilización más eficiente entre los MHz entregados por los

satélites y los Mbits entregados al consumidor final. Ello ha dado lugar al surgimiento de una nueva

generación de satélites llamada HTS (High Throughput Satellite) que según el diseño puede hasta

quintuplicar la relación MHz/Mbit de los satélites tradicionales. Estos satélites funcionan tanto en Ka

como en Ku. Al presente la tecnología HTS Ku se está utilizando a nivel mundial para proveer de

servicio de Internet a aviones y se prevé que atienda las necesidades del mercado de transporte o

21

La banda C figura en la asignación de la posición orbital 81° Oeste a la Argentina, y dicha asignación podría perderse en caso de no utilizarla por un periodo prolongado.

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troncalización (trunking) de redes celulares 4G (LTE) a precios competitivos. Queda claro que hay una

demanda insatisfecha a la que se le suma el consumo militar, el de gobierno (tanto en

comunicaciones principales como en servicios de back-up) y el de proyectos de inclusión social (por

ejemplo la conectividad de miles de escuelas rurales en todo el país). Estos nuevos desarrollos

claramente requieren ser tomados en cuenta a la hora de analizar las estrategias futuras de ARSAT.

Al presente, la demanda de capacidad satelital a la que puede abastecer ARSAT en Argentina como

proveedor está conformada principalmente por empresas que proveen TV satelital y por empresas

que proveen servicios de comunicación satelital como Velconet, Tesacom, SES, Level 3, Telefonica,

Telecom, Claro, Telespazio y Servicio Satelital. Estas empresas compran capacidad satelital, medida

en megahertz, y la transforman en servicios que satisfacen las necesidades de comunicación de los

clientes. En este segmento ARSAT se enfrenta a la competencia de otros operadores que poseen

satélites con pisada sobre Argentina y que han obtenido landing rights (derechos de aterrizaje22).

La regulación de los landing rights en Argentina23 está a cargo del Ente Nacional de Comunicaciones

(ENACOM), que los otorga a los satélites hasta el final de su vida útil y no a las empresas (es decir que

una empresa puede tener varios satélites que iluminan la región pero no todos ellos tienen derechos

de aterrizaje)24. Los competidores de ARSAT en el segmento de venta de capacidad en Argentina son

empresas extranjeras como la española Hispasat, Intelsat (Luxemburgo), la francesa Eutelsat (que

compró la mexicana Satmex en 2014), la canadiense Telesat, SES (Luxemburgo) o StarOne, la rama

satelital de la firma brasilera Embratel.

En este sentido, la política de cielos administrados, vinculada a nuevas cesiones de los landing rights,

actualmente en discusión en Argentina, en teoría incrementaría la competencia en el mercado de

operadores satelitales bajando los precios de mercado. Si bien el análisis de las consecuencias de

este tipo de políticas se encuentra fuera del alcance del presente trabajo, vale la pena señalar dos

cuestiones. Por un lado, la mayor oferta de capacidad satelital producto del otorgamiento de

derechos de aterrizaje a nuevos satélites sí implicará una mayor competencia, pero lejos estará de

acercarnos a un mercado competitivo debido a que, como se explicó antes, el segmento de

operadores satelitales está altamente concentrado. Por otro lado, los efectos de una mayor apertura

de cielos no se reducen al precio de mercado; las consecuencias de la misma sobre el conjunto del

sistema espacial son variadas y algunas de ellas se exploran en este trabajo.

Como señalamos antes, los clientes de ARSAT y de sus competidores utilizan la capacidad satelital

para proveer de servicios de telecomunicaciones. A la vez, ARSAT también provee de servicios

satelitales de telecomunicación. Entre sus clientes más importantes se encuentran YPF y el gobierno

argentino. Por otra parte, ARSAT también vende parte de su capacidad a proveedores de telefonía

móvil tales como Telecom, Telefónica o Claro.

22

El listado completo de derechos de aterrizaje (landing rights) otorgados puede verse en la página del ENACOM: https://www.enacom.gob.ar/ 23

Por ejemplo, en 2016 el ENACOM otorgó una autorización precaria y experimental a la empresa Directv Argentina S.A. para proveer servicios de Internet de banda ancha satelital con su nave Spaceway2. 24

No obstante, han existido casos (como los de Hispasat e Intelsat), en los cuales a medida que los satélites dejaban de estar operativos y eran reemplazados en las mismas posiciones orbitales, las nuevas naves seguían proveyendo de servicios a sus clientes en el territorio. Esto implica que en la práctica los landing rights han funcionado como derechos para las empresas y no para los satélites de las mismas.

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33

A lo largo del tiempo ARSAT fue diversificando sus áreas de negocios (en función fundamentalmente

de demandas y planes impulsados desde el Estado nacional). Al presente sus actividades abarcan 5

unidades de negocios, a saber: Televisión Digital Abierta (TDA), Red Federal de Fibra Óptica25, Centro

Nacional de Datos, Satélites ARSAT y Odeon26. Según el último balance publicado por la empresa en

su página oficial (ARSAT, 2016), al 31 de diciembre de 2014 la empresa contaba con un patrimonio

neto de casi 13 mil millones de pesos y el resultado neto para dicho ejercicio había sido de más de 56

millones y medio de pesos, con ventas por casi $ 590 millones, de las cuales un 98% responden a

venta de servicios satelitales27 y/o conexos y el resto a venta de equipamientos y servicios. Los

ingresos por ventas, denominados en el balance como “servicios satelitales”, tuvieron un incremento

del 85% sobre la facturación del año anterior. Si bien, al momento de escribir este trabajo, no ha

habido una publicación oficial de los balances de ARSAT para el año 2015, ni un preliminar para el

2016, el 25 de noviembre de 2016 el presidente de la compañía anunció en un medio de

comunicación que el resultado neto del año pasado fue de $314 millones negativo y el de este año

de $22 millones positivo, contabilizando un adelanto de $72 realizado por el Ministerio de

Comunicaciones para el plan de conectividad a las escuelas rurales (Alfie, 2016).

En este escenario, surge el interrogante de si una empresa como ARSAT puede ser competitiva en un

segmento (venta de servicios satelitales de telecomunicación) donde disputa el mercado con actores

líderes en el mundo, a la vez que posee una diversidad de unidades de negocio (que por ahora

aportan una fracción marginal de sus ingresos) que no se observa en ninguno de sus competidores.

En todo caso, se trata de un tema a examinar a la luz de la reflexión más amplia acerca del rol de

ARSAT en el contexto de la “economía del espacio” en Argentina, así como de su actuación en otras

áreas de la economía y la sociedad en el país.

Adicionalmente, señalemos que, como parte de las vinculaciones entre INVAP y ARSAT, en

septiembre de 2010 se crea la empresa CEATSA (Centro de Ensayos de Alta Tecnología Sociedad

Anónima) con una participación accionaria, al 31 de diciembre del 2014, del 89,5% y 10,5% en manos

de ARSAT e INVAP respectivamente. El objetivo de la empresa es brindar servicios de ensayos de alta

complejidad a la industria satelital, aeronáutica, electrónica, automotriz, de defensa, de energía y de

bienes de capital en general. Las operaciones comenzaron en diciembre de 2012 y la inauguración

oficial de sus instalaciones de testeo se realizó con el ciclo completo de pruebas ambientales para el

ARSAT-1 en septiembre de 2013.

La inversión realizada rondó los USD 40 millones. Con anterioridad a la constitución de esta empresa

las pruebas ambientales de los satélites desarrollados en Argentina se realizaban en INPE (Instituto

Nacional de Investigaciones Espaciales) de Brasil. Las instalaciones de CEATSA cuentan con una

cámara de termo vacío (environmental chamber), sistema de ensayo acústico (reverberant chamber),

sistema de ensayo de vibración (shaker), sistema de medición de propiedades de masa (mass

properties testing equipment) y un scanner para medición de antena (near field horizontal scanner).

25

Este es el proyecto de infraestructura más ambicioso de la empresa. Como parte del plan federal de internet, esta unidad de negocio consta de un proyecto para el tendido de 33.000 kilómetros de fibra óptica en el territorio argentino que pretende conectar 1.200 localidades a un precio de 18-20 USD por mega. En este momento no se dispone de información sobre la evolución del proyecto. 26

Odeon es una plataforma gratuita de contenidos audiovisuales de producción nacional. Ver: https://www.odeon.com.ar/ 27

Aquí “servicios satelitales” surge de cómo se presentan estos ingresos en el balance, sin hacer distinción entre lo que en este texto hemos separado en servicios satelitales por un lado y venta de capacidad satelital por otro. No obstante, corresponde aclarar estos ingresos son mayoritariamente por venta de capacidad satelital.

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Según información recabada para este trabajo, actualmente CEATSA no está prestando servicios a

terceros (pese a que ello estaba previsto en su constitución), lo cual implica que seguramente se está

subutilizando el capital invertido, con la consiguiente pérdida de recursos potenciales. Si bien se nos

ha mencionado que el espectro de clientes es limitado en el caso argentino, y que existen ciertas

dificultades logísticas que tienen que ver con la posible “contaminación” de las instalaciones de

CEATSA (el testeo de los satélites tiene que ser llevado adelante en “salas limpias”), hemos recogido

opiniones que sugieren que habría vías para atender este problema y hacer un uso más intensivo de

estas instalaciones promoviendo activamente la búsqueda de clientes.

El hecho de que las instalaciones de CEATSA fueran ubicadas dentro del predio de INVAP y al

contiguo de la sala limpia de esta, le genera a INVAP, y por tanto a sus clientes, una reducción de

costos vinculados al traslado de los equipos de prueba a otras locaciones. De hecho, la necesidad de

trasladar los desarrollos de INVAP a Brasil o Europa para hacer los testeos, más la imposibilidad de

probar en Brasil los satélites ARSAT, fueron la motivación principal para la constitución de CEATSA.

Así, según hemos recogido de las entrevistas realizadas para el trabajo, la inversión realizada en

CEATSA se repagaría con la prueba de 5 satélites. No obstante, la situación de CEATSA parece

involucrar un problema de principal-agente. ARSAT, el principal, tal como hemos mencionado, posee

casi la totalidad de la participación en el capital de CEATSA; sin embargo las instalaciones se

encuentran en el predio de INVAP (agente) y los ensayos son realizados por personal de esta última,

a quien le resulta ventajoso que las instalaciones de CEATSA se encuentren disponibles la mayoría del

tiempo. Se trata de un tema que debería ser explorado a futuro, no solo para incrementar los

ingresos de CEATSA, sino también porque los servicios que prestan sus instalaciones probablemente

podrían contribuir a mejoras de costos, calidad, etc. en otras industrias domésticas.

Para completar el mapa de actores del sector, dentro del sector privado se destaca la empresa

Satellogic, fundada en 2010, la cual hasta el momento lanzó 5 satélites, cuenta con más de 60

empleados y tiene presencia en varios países (la I+D se hace en Argentina, la integración en Uruguay,

el desarrollo de software en Israel y el desarrollo de negocios en USA, donde además hay equipos de

venta, al igual que en Colombia, Canadá e Israel). El primero, el CubeBug-1 “Capitán Beto”, se trató

de un nanosatélite de 2 kg lanzado el 26 de abril del 2013 desde China que llevaba a bordo una rueda

de inercia para controlar su desempeño en el espacio, un startacker para establecer su ubicación y

una computadora para dirigir su ubicación. El segundo fue el CubeBug-2 “Manolito” lanzado el 21 de

noviembre de 2013 desde Rusia, un nanosatélite de 1.8 kg que llevaba paneles solares y

computadoras de a bordo argentinas. Dentro de su carga útil se encontraba una cámara fotográfica

con resolución de 20 megapíxeles para tomar imágenes de la Tierra y un sistema de geolocalización

desarrollado por Satellogic. El desarrollo de ambos nanosatélites fue financiado por el Ministerio de

Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y concebido, diseñado y producido por Satellogic en

colaboración con INVAP (donde de cierto modo se “incubó” Satellogic).

El 19 de junio del 2014 se lanzó desde Rusia el satélite BugSat-1 “Tita”, un microsatélite de 25 kg con

objetivo de demostración de tecnología que llevó a bordo una cámara multiespectral para tomar

imágenes de alta resolución. El Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) estuvo a cargo de la

asistencia técnica del satélite que fue desarrollado y financiado por Satellogic, con el apoyo de otros

proveedores externos nacionales e internacionales. El 30 de mayo de 2016 se lanzaron desde China

los ÑuSat 1 y 2, “Fresco y Batata”. Se trató de dos microsatélites de aproximadamente 35 kg que

transportan tres cámaras de un metro de resolución. Según lo expuesto por el fundador de la

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empresa, estas cámaras pueden ofrecer información sobre diversos aspectos vinculados al

seguimiento de cultivos, así como también permiten conocer la composición química de los vertidos

de una fábrica, la cantidad de petróleo que carga un barco o la eficiencia energética de un edificio. El

objetivo de Fresco y Batata, cuya electrónica se basa totalmente en componentes de consumo, es

proveer servicios comerciales para monitoreo diario de campos y cultivos, y de infraestructura crítica

para gobiernos y para control de seguridad en la industria petrolera y en el medio ambiente. La

empresa ha anunciado en los medios (Bär, 2016) que se habían firmado varias cartas de intención

para la compra de servicios y tiene en sus planes el lanzamiento de otros tres satélites en 2017.

4. Entorno e impactos sistémicos

Competitividad

Como es bien sabido, no hay una única manera de estimar el nivel de competitividad de una industria

a nivel internacional. En el caso espacial, abordar el tema presenta dificultades particulares,

considerando tanto las características de la industria como el hecho de que el acceso a la información

es limitado, algo aún más notorio en el caso argentino. Notemos, con relación al primer tema, que se

trata de un sector cuyos productos tienen o pueden tener en muchos casos un uso dual (civil-militar),

que en general fabrica bienes no estandarizados y que las operaciones de comercio exterior

frecuentemente están atadas a negociaciones gubernamentales de más amplio alcance (esto es, no

necesariamente reflejan decisiones basadas en criterios “de mercado”). En cuanto al segundo tema,

el problema de información en el caso argentino se revela en el hecho de que estamos fuera de los

mapas que realiza la OECD cuando construye su informe The Space Economy at a Glance (OECD,

2014), donde hay muy pocos datos para Argentina.

Según hemos recogido de nuestras entrevistas, en el área espacial las principales fuentes de

información sobre competitividad suelen ser informes de consultoría solicitados por las agencias y

empresas del sector o comprados a consultoras y organismos internacionales privados como el

Futron’s Space Competitiveness Index de la empresa Futron Corporation, que fuera adquirida por la

empresa estadounidense Avascent28 en 2014. En ese informe en particular se elabora un índice de

competitividad ponderando tres dimensiones: (i) Dimensión gubernamental, que mide la habilidad

del gobierno para proveer estructura, guía y financiamiento al sector espacial; (ii) Dimensión de

capital humano, que mide la habilidad de los recursos humanos para desarrollar y utilizar la

tecnología y las aplicaciones espaciales; y (iii) Dimensión industrial, que mide la habilidad de la

industria para financiar y desarrollar productos y servicios vinculados al espacio.

Según un informe privado al que tuvimos acceso, en el año 2012 Argentina lograba ubicarse en el

puesto 12 de un indicador de competitividad que abarcaba a 15 países (EEUU aparecía en primer

lugar y Sudáfrica en el último). En esta posición Argentina era precedida por Brasil y seguida por

Ucrania. De acuerdo a esta fuente, INVAP era el fabricante de satélites más avanzado de Sudamérica.

Yendo a la primera dimensión arriba mencionada, la función de guía de la política espacial en el caso

argentino se cumple vía el establecimiento de objetivos y metas en los sucesivos planes espaciales de

la CONAE, de los cuales ya existieron 3 versiones, estando la cuarta en proceso de aprobación. Si bien

28

http://www.avascent.com/

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en estos planes se especifican los objetivos claves para los proyectos satelitales, de lanzadores y de

segmentos terrenos en el corto, el mediano y el largo plazo, una carencia de los mismos es que no

abarcan el área de telecomunicaciones, que es la más compleja técnicamente y tiene al presente un

impacto económico mucho mayor que, por ejemplo, el segmento de observación.

En segundo lugar el gobierno ocupa un rol central en la provisión de financiamiento para los

desarrollos tecnológicos en el ámbito de la “economía del espacio”. Si bien no hay información

consolidada de todo el financiamiento del Estado al sector espacial civil en Argentina, una

subestimación del mismo contabilizando solamente el presupuesto de la CONAE para 2016 (y por

tanto sin considerar otras instituciones estatales que son parte del sistema tecno-productivo de la

“economía del espacio”) arroja una participación de alrededor de 0,11% (Stefani, 2016) sobre el

presupuesto nacional (en valores absolutos, cerca de $ 1900 millones). Según estimaciones de

informes de consultoría a los que hemos tenido acceso, esta cifra se encuentra muy por encima del

0,04% observado en Brasil, pero muy lejos de las economías líderes en la actividad como EEUU y

Rusia, cuyas participaciones oscilan alrededor del 0,6%. En OECD (2014), en tanto, se presentan datos

que muestran que el presupuesto destinado a este sector en Argentina (ahora en términos de

participación en el PBI) es significativamente inferior asimismo al de naciones como Japón, Francia,

China, Italia o la India, pero no es muy distinto al registrado en Canadá, Israel, Suecia o Corea del Sur.

En tercer lugar, el gobierno tiene también un papel clave como demandante de productos y servicios

vinculados al espacio, particularmente mediante la demanda de información proveniente de

aplicaciones que procesan imágenes y datos satelitales, la cual se aplica, por ejemplo, al control de

fronteras y de la pesca furtiva, la reacción temprana ante catástrofes, el monitoreo de la producción

agrícola, etc. Según hemos recogido de las entrevistas realizadas para el trabajo, en el caso argentino

el Estado no ha sido un activo consumidor de este tipo de servicios, a diferencia de lo que ocurre en

los países más avanzados. Más allá de los beneficios sociales per se que pueden derivarse del uso,

procesamiento y análisis de la información provista por los satélites, la demanda estatal por estos

servicios ha generado en varias economías la posibilidad del desarrollo de emprendimientos privados

con un alto contenido tecnológico, que por cierto también pueden atender demandas provenientes

de empresas, organizaciones no gubernamentales, etc. Esto último a su vez genera una presión sobre

las capacidades satelitales locales para proveer de insumos (e.g. imágenes e información satelital)

con calidad de frontera.

Finalmente, de las entrevistas realizadas surge, como mencionamos antes, un consenso general

sobre el rol determinante del Estado a la hora de vender satélites, servicios de lanzamientos y otros

productos de la “economía del espacio” en el exterior. Esto se comprende considerando que los

gobiernos conforman una parte sustantiva de la demanda de dichos bienes y servicios, los cuales se

transan en un mercado con una oferta altamente concentrada, donde las transacciones usualmente

involucran valores millonarios, y los productos comerciados son hechos a medida y a menudo tienen

una importancia estratégica para los países. Así las cosas, las decisiones de compra casi siempre se

terminan definiendo en los niveles más altos del gobierno. En este sentido, la posibilidad de exportar

de la industria aeroespacial depende no solamente de los precios, nivel tecnológico y gestiones

comerciales de las empresas locales, sino también del esfuerzo llevado adelante por las cancillerías y

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las presidencias del país oferente29. Por lo que hemos recogido en el trabajo de campo, la efectividad

de las relaciones diplomáticas en el caso argentino, si es que las hubo, ha sido muy escasa, ya que el

país no ha logrado exportar tecnologías vinculadas a la “economía del espacio” aún.

En adición a las gestiones diplomáticas recién mencionadas, otro factor condicionante para la

exportación es la presencia o ausencia de mecanismos de financiamiento a largo plazo para los

compradores. Es así que en el caso de INVAP, durante las entrevistas realizadas, hemos recibido

comentarios acerca de la perdida de posibilidades de venta de satélites debido a la falta de este

complemento financiero y la desventaja competitiva al enfrentarse con rivales que poseen un fuerte

respaldo financiero por parte de sus gobiernos para promover estas gestiones comerciales.

En cuanto a la competitividad a nivel tecnológico, según se explica luego en el apartado respectivo de

la presente sección, de lo recogido en el trabajo de campo y en las publicaciones consultadas, la

Argentina posee un potencial competitivo en determinados nichos tanto en satélites como en

lanzadores, aunque esto no significa que sea capaz, al menos al presente, de desarrollar productos y

servicios similares a los provistos por los oferentes líderes a nivel global. No obstante, mientras que

los proyectos vigentes asociados al desarrollo de satélites de observación (SARE y SAOCOM)30 por

parte de INVAP y de lanzadores (Tronador) por parte de VENG están en marcha, las demoras y

potenciales discontinuidades en los desarrollos de satélites de telecomunicaciones que pudieran

surgir de, por ejemplo, posibles problemas de financiamiento al proyecto ARSAT-3 generarían efectos

negativos a largo plazo sobre las capacidades competitivas en este segmento.

En efecto, como se explica más adelante en el apartado sobre aprendizaje y desarrollo tecnológico,

de acuerdo con especialistas de INVAP, los tiempos requeridos diseñar y fabricar una plataforma

satelital competitiva en el mercado de telecomunicaciones en Argentina son cercanos a los 5 años.

Las potenciales demoras en el proyecto ARSAT 3 no solo tienen consecuencias negativas en este

plano considerando que la frontera tecnológica continúa avanzando. El capital adquirido en los

desarrollos de ARSAT 1 y 2, tanto en materia de conocimiento y experiencia como en el propio

desarrollo de instrumentos, tiende a desactualizarse. Adicionalmente, también se ve afectada la

acumulación de capital humano, ya que, como mencionamos antes, ha habido una reasignación de

personal de INVAP fuera del área espacial, con la consiguiente discontinuidad en el proceso de

aprendizaje y generación de capacidades.

A modo de conclusión preliminar sobre lo dicho en los párrafos precedentes, la Argentina cuenta con

capacidades competitivas a nivel tecnológico en algunos nichos de la “economía del espacio”,

parcialmente inhibidos por una falta de acompañamiento por parte del Estado en tres áreas

fundamentales: ausencia o debilidad de gestiones diplomáticas eficientes, carencia de respaldo

financiero para la venta de productos y servicios en el exterior y las discontinuidades presupuestarias

que afectan el proceso de aprendizaje y desarrollo tecnológico en esta industria.

Pero hay un tema adicional que resulta relevante considerar desde el punto de vista de la dimensión

industrial de la competitividad. Se trata del hecho de que los actores de la “economía del espacio” en

29

Por cierto, muchas veces los países líderes de la frontera tecnológica desarrollan actividades de cooperación con naciones que poseen menores capacidades locales pero quieren avanzar en este sector con misiones propias. Pudiera ocurrir que esta también sea una vía para luego generar negocios comerciales. 30

Según la información recibida, mientras que los SAOCOM están avanzando según lo estipulado y con el presupuesto previsto, los SARE han tenido una reducción en los fondos disponibles y sufrirán demoras.

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Argentina poseen relevantes capacidades tecnológicas, pero no siempre operan con una lógica de

empresas productivas. Una pregunta pendiente, entonces, es si resulta posible, dado el limitado

tamaño del mercado interno argentino y las dificultades para exportar ya señaladas, pasar de una

situación en donde el país ha conseguido éxitos tecnológicos significativos, a otra en donde se

constituya un sistema productivo con características de eficiencia industrial, escalando fuertemente

las capacidades existentes.

Finalmente, en cuanto al capital humano, la Argentina ya cuenta desde hace tiempo con instituciones

internacionalmente reconocidas que forman personal de alto nivel capaz de desempeñarse en las

distintas áreas del conocimiento vinculadas a esta industria. Además de la capacitación de posgrado

que parte de este personal recibe en el exterior, en años recientes se adoptaron algunas iniciativas

tendientes a complementar esta alternativa con una oferta local de maestrías con competencia en

diversas temáticas asociadas al sector aeroespacial. Esta temática se analiza con más detalle en la

siguiente subsección y en el anexo II del presente trabajo. En adición a las carreras que se encuentran

en vigencia, de nuestras entrevistas surge que actualmente existen tratativas para la creación de un

programa doctoral en ingeniería espacial entre la CONAE y la Universidad Nacional de Córdoba.

Capital Humano

Como en toda industria de alta tecnología, el capital humano juega un rol central en el sector

aeroespacial. Los planteles técnicos de las principales instituciones del área en Argentina están

conformados esencialmente por equipos de físicos e ingenieros. La mayoría de estos profesionales

proviene de la UBA, la UNLP, el Instituto Balseiro y la UNC, y en general se han incorporado al área

aeroespacial al terminar sus estudios (aparentemente son minoría los casos de profesionales que

provengan de otras industrias). Una fracción importante de este personal cuenta con maestrías,

doctorados y diversas experiencias de investigación y trabajo en el exterior, principalmente en EEUU.

Si bien en Argentina existe, como es bien conocido, un déficit de ingenieros para la industria en

general, de las entrevistas realizadas surge que éste no parece ser el caso del sector aeroespacial.

Aunque no tenemos una hipótesis clara de este fenómeno, tentativamente podríamos pensar, por

ejemplo, en la percepción de que las organizaciones que se dedican al tema tienen un fuerte

prestigio, pero sería algo a explorar en futuras investigaciones.

En Argentina existen cuatro maestrías a cargo de la Unidad de Formación Superior de la CONAE que

se encuentran orientadas a la capacitación de recursos humanos para satisfacer necesidades de los

organismos del sistema científico tecnológico nacional y/o de las empresas participantes en la

ejecución del Plan Espacial Nacional. Un resumen de los contenidos y objetivos de estas maestrías se

encuentra en el Anexo II: Posgrados en el Área Espacial.

Por otro lado, actualmente existe en la Argentina una carrera de grado específicamente dedicada al

área aeroespacial. La carrera en Ingeniería Espacial inició su inscripción en el año 2015, se dicta en la

UNSAM y es la única en América Latina y una de las pocas del mundo con tal orientación. Según

hemos recogido en las entrevistas realizadas para este trabajo, la razón para que no abunde esta

carrera en el mundo es porque el formato más eficiente para incorporar las habilidades necesarias

para trabajar en el área espacial parece haber sido el de primero realizar una carrera de ingeniería o

física y luego una especialización en el área espacial.

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Un dato importante a considerar es que el diseño, fabricación y puesta en órbita de un satélite

requiere de una visión sistémica del proceso. La expresión para sintetizar el principal desafío al que

se enfrentan los equipos de trabajo involucrados en dichos procesos es la Ingeniería de Sistemas, ya

que cada pequeña modificación en el diseño de un satélite interactúa con, y afecta al, sistema. En

este sentido, como ilustración del problema, hay que tener en cuenta que un factor fundamental en

un vehículo que es llevado al espacio en un cohete y luego debe permanecer varios años orbitando

alrededor de la Tierra es su punto de gravedad. Luego, cualquier cambio en la ubicación de alguno de

los componentes requiere que otros elementos sean cuidadosamente reubicados para no afectar el

punto de gravedad. Se trata de una disciplina que los integrantes de los equipos deben aprender con

la práctica y la transferencia de conocimiento de los miembros más veteranos.

Finalmente, una característica notable de los organismos vinculados al área aeroespacial en

Argentina es la falta de altos cargos con una preparación de grado vinculada a gestión,

administración, economía o comercialización. En general aquéllos son ingenieros y físicos que en el

mejor de los casos fueron capacitados con un Master en Administración de Negocios. Esto puede

constituirse en un obstáculo a la hora de dar una orientación más “comercial” y menos dependiente

de las demandas públicas locales a este sector, así como en pos de introducir mayores criterios de

eficiencia en la gestión de las instituciones respectivas, tema sobre el cual volvemos más adelante.

Encadenamientos

La creación de una “cadena de valor” en el sector espacial implica generalmente esfuerzos e

inversiones sostenidas por varias décadas en el marco de políticas tecnológicas, regulatorias y de

infraestructura que converjan hacia el logro de dicho objetivo (Nagendra & Basu, 2016). En el caso de

la India, según informan los mencionados autores, este tipo de proceso se ha venido llevado adelante

durante más de cuatro décadas, a lo largo de las cuales se han creado numerosas empresas que

atienden al programa espacial nacional. Sin embargo, ilustrando la complejidad de estas estrategias,

y a pesar de que dicho programa ha sido exitoso en cuanto al logro de sus objetivos específicos y de

los encadenamientos que ha promovido, el país aún no posee una compañía espacial privada de

reputación mundial.

Los antes mencionados “actores principales” de la economía espacial argentina (CONAE, INVAP,

ARSAT, VENG) trabajan con un número de proveedores locales públicos y privados acerca de los

cuales se dispone de información parcial y fragmentaria, lo cual no habilita a estimar la dimensión del

sector en su conjunto en términos de facturación o empleo por ejemplo, o elaborar un mapeo

tecnológico del mismo. Sin embargo, vale la pena presentar la información disponible, ya que es un

primer paso hacia una caracterización del ecosistema de la industria espacial en el país.

Según un informe interno de CONAE al que hemos tenido acceso, el organismo cuenta con un total

de 70 proveedores, de los cuales 10 son instituciones del Sistema Científico y Tecnológico (SCyT). El

resto son PyMEs, en general intensivas en tecnología, y de reciente creación. Un 45% de ellas tiene

una antigüedad de 10 años o menos y cerca del 65% fue creada luego del año 2000.

Respecto de la localización de los proveedores de CONAE, los mismos se concentran en 3 regiones,

Río Negro y Neuquén (45%), Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (34,5%), y Córdoba

(17%). El resto se encuentra en la provincia de Santa Fe. Respecto a las 10 instituciones del SCyT, 6 se

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encuentran en la provincia de Buenos Aires, 2 en la CABA, 1 en Río Negro y 1 en Córdoba. Esta

distribución geográfica evidencia una concentración de proveedores en torno a las instituciones

referentes del sector espacial31. En la tabla 5 se incluyen los principales proveedores de la CONAE

agrupándolos en tres categorías:

I. Contratistas Principales e Instituciones del SCyT de la Argentina.

II. “Pymes Tecnológicas” con dedicación intensiva a las actividades del sector espacial.

III. “Pymes Tecnológicas” con dedicación parcial a las actividades del sector espacial.

A continuación se presenta un resumen sobre las actividades principales de algunas instituciones y

empresas proveedoras de CONAE y de otros de los actores del ecosistema espacial argentino.

Instituciones públicas

En este apartado se incluyen organismos pertenecientes al CONICET, la CNEA o algunas

universidades, los cuales prestan servicios o desarrollan productos para la industria.

Dentro del CONICET existen instituciones como el Centro de Investigaciones Ópticas (CIOp) o

el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR). En el primer caso, con una antigüedad de

más de 30 años y una estructura de poco más de 80 empleados, el CIOp se dedica a la

investigación científica y tecnológica en el área de la fotónica, la óptica y las tecnologías de la

luz y en el ámbito espacial en particular, realiza análisis, diseño y desarrollo de técnicas de

caracterización, dispositivos y sistemas ópticos. Los destinatarios de sus desarrollos son

CONAE y la empresa VENG S.A. Entre sus antecedentes se encuentran el desarrollo de

cámaras multiespectrales para el proyecto SABIA-MAR, aplicaciones de métodos ópticos en

el análisis de combustión y el desarrollo de acelerómetros ópticos.

En tanto, el IAR realiza desde hace 50 años investigaciones científicas, observaciones y

desarrollos en la banda de radio. Sus clientes incluyen a la CONAE, VENG, la CNEA e INVAP.

Entre sus participaciones en proyectos espaciales se destacan la contribución a los

desarrollos de la antena SAR, la antena de servicio y el transceptor 1275 MHz en el marco del

proyecto SAOCOM y las antenas de servicio MWR, NIRST y PAD para el satélite SAC-D.

Adicionalmente ha participado en los desarrollos de los proyectos del Tronador 4000 y II, el

Cohete CS30, el desarrollo de radares de INVAP, el segmento terreno de la CONAE (estación

terrestre en Falda del Carmen, Córdoba), el VEX1 y las antenas Phase Array (CNEA).

En el caso de la CNEA, los organismos involucrados son el Departamento de Tecnología de

Materiales Compuestos (DTMC) y el Departamento de Energía Solar (DES). En el primer caso,

se trata de una institución recientemente creada (2009), que cuenta con un plantel de

alrededor de 24 personas, depende de la Gerencia de Área Investigación y Aplicaciones No

Nucleares y se dedica al desarrollo y ensayo de materiales compuestos. Entre los aportes del

DTMC al área espacial se encuentra el desarrollo y la fabricación de una estructura de

material compuesto tipo “sándwich” para la Antena Radar de Apertura Sintética (ARAS) del

Proyecto SAOCOM para la CONAE. Adicionalmente también desarrolla componentes para

otras industrias, como las de aplicaciones aeronáuticas y energéticas.

31

Estudios para este sector sugieren, sin embargo, que el impacto de la distancia geográfica sobre los procesos de aprendizaje cliente-proveedor no es significativo (Rebolledo & Nollet, 2011).

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41

Tabla 5: Principales Empresas e Instituciones del SCyT proveedoras de CONAE –Por categoría 32

Fuente: Informe interno de CONAE.

32

En el caso de CEATSA la mayor parte del personal es asignado a la empresa pero forma parte de INVAP o ARSAT.

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42

El DES, creado en 1976, dirigió inicialmente sus actividades a la conversión fototérmica

mediante la utilización de concentradores de radiación aptos para la producción de fluidos

calientes para usos industriales o generación de electricidad. A mediados de los ‘80 pasó a la

I+D sobre conversión fotovoltaica de la energía solar y en 1992 comenzó a centrarse en el

diseño, elaboración y caracterización de celdas solares de silicio. A partir de 1995 el DES se

enfocó en el desarrollo de celdas y paneles solares para satélites artificiales de la CONAE.

Dentro de sus desarrollos se encuentra la participación en los proyectos SAC-A, SAOCOM y

SAC-D / Aquarius. Actualmente el DES participa activamente en el establecimiento de normas

nacionales para sistemas de aprovechamiento de la energía solar.

Yendo a las universidades, un actor importante es el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados

(GEMA) perteneciente al Departamento de Aeronáutica de la Facultad de Ingeniería de la

Universidad Nacional de La Plata y creado en 1994. El GEMA realiza ensayos e investigaciones

y presta servicios especiales, asesoramiento y asistencia técnica al sector industrial y

empresario, incluyendo la calificación y/o certificación de productos específicos. Dentro de

sus desarrollos se destaca el análisis estructural y térmico de componentes del instrumento

NIRST del SAC-D/Aquarius, la determinación y optimización de técnicas y procesos de

producción para la fabricación en serie de componentes del avión liviano BA-5 Gurí, la

participación en el Cicare CH14 (primer helicóptero a turbina desarrollado en Latinoamérica)

y más recientemente el desarrollo de prototipos de vehículos que utilizan baterías de litio.

Empresas privadas

Aquí encontramos principalmente PyMEs jóvenes que muchas veces surgen como spin offs de

entidades o empresas vinculadas al sector. Más del 50% de los empleados de estas firmas son

ingenieros o profesionales técnicos. Algunas de estas empresas solo se focalizan en el sector espacial,

mientras que otras también proveen a otros sectores. Entre sus principales clientes se encuentran

CONAE, VENG, INVAP, CNEA, las FFAA, Tenaris, YPF, la NASA y Scan Terra. A continuación se resumen

los casos de 7 empresas que participaron del seminario que dio origen al libro de Drewes (2014).

ARSULTRA S.A.: Se dedica al desarrollo de tecnología aeroespacial e industrial para

aplicaciones. Ha participado del proyecto SAC-D/ Aquarius. Entre sus desarrollos propios se

encuentra el diseño de enclosures.

ASCENTIO Technologies S.A.: Se dedica a ingeniería, desarrollo de software y operación de

sistemas de alta disponibilidad. Ha participado de los proyectos SAC-D/ Aquarius, SAOCOM,

SABIAMAR y Tronador.

Desarrollos Tecnológicos Argentina S.A. (DTA): Se dedica al desarrollo de equipamientos de

alta tecnología para la industria aeroespacial y militar. Ha participado de los proyectos SAC-

D/ Aquarius y SAOCOM. Sus desarrollos incluyen el controlador del radar de apertura

sintética, así como de splitters y amplificadores.

Mecánica 14: Se dedica a la mecanización de alta precisión. Ha participado de los cuatro

proyectos SAC, el SAOCOM y ambos ARSAT. Dentro de sus desarrollos propios se encuentran

válvulas esféricas, puentes de producción, puentes de inyección, y accesorios especiales para

la industria petrolera.

SADE Electromecánica S.A.: Se dedica al desarrollo integral de proyectos de ingeniería de alta

tecnología con orientación al sector nuclear y espacial. Ha participado del proyecto de acceso

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al espacio de la CONAE (Proyecto Tronador II). Entre sus desarrollos propios se encuentran

las ruedas mecanum que permiten realizar plataformas de movimiento omnidireccional y

bancos de ensayos para clasificación de componentes mecánicos de uso espacial.

Servicios Tecnológicos Integrados S.R.L. (STI): Se dedica a prestar servicios de ingeniería. Ha

participado en los proyectos SAOCOM, SARE y Tronador. Entre los desarrollos propios se

encuentran dos aportes al proyecto SARE, uno vinculado a la configuración computacional

distribuida y el otro a las comunicaciones intersatelitales y satelitales - Tierra.

SUR Emprendimientos Tecnológicos S.R.L.: Se dedica al desarrollo y aplicaciones de

tecnologías geoespaciales. Ha participado de los proyectos SAOCOM, SARE y Tronador. Entre

sus desarrollos propios se encuentra el desarrollo de software geoespacial Suri.

Como se mencionó antes, varias de estos proveedores privados han nacido como resultado de los

propios proyectos espaciales, a través de la formación de personal que en cierto momento pasó a

desempeñarse en el sector privado con nuevos emprendimientos. Es el caso de los socios de

ARSULTRA tras haber participado en la Misión SAC-D / Aquarius, el del fundador y CEO de la empresa

Mecánica 14, quien trabajó previamente varios años para INVAP, y el del CEO de STI, ex jefe de la

División Electrónica de INVAP (Drewes, 2014).

En algunos de estos casos el surgimiento de los proveedores se debió a las demandas realizadas por

los actores principales de la industria satelital local. Más allá del origen respectivo, varias de estas

instituciones atienden demandas de diversos sectores, lo cual seguramente da lugar a externalidades

cruzadas de conocimiento relevantes para la operatoria de las firmas respectivas (un tema a

profundizar en futuros trabajos). Por el momento, no se conocen casos de proveedores que asistan a

demandas de clientes en el extranjero, más allá del caso de Mecánica 14, aunque no poseemos datos

sobre en qué proporción sus exportaciones corresponden al área satelital. En tanto, si bien algunas

instituciones públicas proveen servicios o hacen desarrollos para el sector privado, previsiblemente

sus estructuras no están auto-financiadas, lo cual es lógico considerando que también cumplen

tareas que atienden a otros objetivos socialmente deseables.

Por otro lado, parece existir un relativamente alto nivel de integración vertical de los principales

actores de la industria nacional, quienes controlan las decisiones de make o buy en función de sus

propios criterios organizacionales y tecnológicos; esto es, no hay, hasta el momento, una visión de

conjunto acerca de las potencialidades que existen en materia de desarrollo de una cadena de

proveedores más densa en torno al área aeroespacial. Así, se corre el riesgo de sub-aprovechar este

potencial, no solo en términos de ganancias de especialización y eficiencia, sino también en vistas a

eventuales procesos de internacionalización que podrían protagonizar algunos de esos proveedores.

Aclaramos que se trata de un razonamiento especulativo, ya que como mencionamos antes no

disponemos de información suficiente como para hacer evaluaciones serias acerca del tema. De

todos modos, volvemos sobre el punto más abajo en el documento.

Un paso adelante en esta dirección es el programa Proyectos Estratégicos del Ministerio de Ciencia,

Tecnología e Innovación Productiva33, creado para dar servicios de I+D a los ministerios nacionales

con el objetivo de potenciar la competitividad y el desarrollo productivo local, así como atender

33

El programa de Proyectos Estratégicos se encuentra a cargo de la Dirección Nacional de Proyectos Estratégicos, perteneciente a la Secretaría de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.

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problemas con alto impacto social. Este programa abarca 12 áreas productivas en las cuales se

financiarán a consorcios público-privados, una de las cuales es la de tecnología aeroespacial con

potencial industrial. El rol principal del Ministerio en este marco es, por un lado, conseguir

financiamiento externo para que proveedores de instituciones en el área aeroespacial puedan

realizar los desarrollos necesarios para fabricar piezas que hoy en día se importan y, por otro lado,

buscar clientes en el exterior para estos productos. En el área espacial el crédito provendrá del Banco

Interamericano de Desarrollo (BID) y la ayuda se dará en carácter de préstamos no reembolsables

por un monto total de USD 6 millones (los préstamos son hasta por el 80% del valor de los proyectos,

mientras que el restante 20% debe ser provisto por los consorcios). Al momento de realizar este

trabajo los pliegos para los proyectos en el área espacial han sido aprobados por el BID y se ha

realizado la convocatoria respectiva34. En el marco de este mismo programa se lanzó también la

convocatoria para la ejecución del proyecto estratégico sobre tecnologías para la de detección

temprana de catástrofes, con el Ministerio de Defensa como cliente.

En tanto, queremos detenernos en un caso que ilustra acerca de las dificultades que existen para el

desarrollo de proveedores en este sector, el de paneles solares satelitales. El mencionado

Departamento de Energía Solar (DES) de la CNEA ha desarrollado en los últimos años las capacidades

técnicas para diseñar y fabricar paneles solares satelitales; de hecho ha provisto los paneles del

satélite SAC-D y se encuentra desarrollando los paneles de los SAOCOM. Para dar una idea del

volumen de este negocio, según surge de la entrevista con el Departamento de Energía Solar de la

CNEA, los paneles solares que han realizado para el SAC-D tendrían un valor de mercado de

alrededor de 3 millones de dólares. Lo difícil es imaginarse que el DES pueda escalar su producción

considerando las limitaciones de espacio y recursos humanos y presupuestarios, su emplazamiento

institucional (que implica diferentes trabas burocráticas no existentes en empresas privadas) y la

carencia de personal dedicado a los aspectos de gestión empresarial.

Esto nos habla de la necesidad de repensar el rol actual y potencial que juegan algunas instituciones

que son parte de la “economía del espacio” en Argentina en un marco más amplio de replanteo de la

industria en su conjunto (en las conclusiones volvemos sobre esto). Por otra parte, el tipo de

desarrollos realizados por el DES presentan una dificultad adicional para poder ser comercializables,

vinculado a los requerimientos de seguros que se necesitan a la hora de lanzar satélites,

principalmente los de telecomunicaciones. De las entrevistas con especialistas surge que es

prácticamente imposible lograr el aseguramiento de un satélite de telecomunicaciones si algunas de

sus piezas son producidas por una institución sin un récord exitoso de participaciones en misiones

satelitales. En ese sentido, es esencial para estas instituciones con capacidad tecnológica de frontera

tener la oportunidad de probar sus desarrollos en misiones con menores requerimientos de

aseguramiento, como fue el caso de la participación de los paneles solares del DES en la misión SAC-

D/ Aquarius. Asimismo, el Estado podría ayudar a resolver las fallas de mercado presentes en este

ámbito para facilitar el ingreso de nuevos proveedores, como es el caso del DES.

Otro ejemplo relevante es el de la producción de baterías de litio para la industria satelital. Argentina

ocupa el tercer puesto en el ranking de reservas mundiales, con 7,09 millones de toneladas de litio

metálico equivalente, después de Bolivia y Chile. En 2015, las exportaciones de carbonato de litio

34

Se financiará un solo proyecto en cada una de las 5 áreas temáticas: (i) Gimbal, (ii) Módulo CPU y (iii) Módulo de I/O para computadora de a bordo, (iv) Detonadores y Actuadores piro-mecánicos y (v) Baterías para satélites.

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alcanzaron los USD 64 millones. La Minera del Altiplano (subsidiaria de FMC Lithium), que inició sus

operaciones de explotación de forma masiva en 1998 en el Salar del Hombre Muerto, provincia de

Catamarca35, es la única empresa en plena actividad y produjo en 2015 aproximadamente 17kt. Pese

a que se trata de cifras por ahora pequeñas, se prevé que el volumen de producción se incremente

debido a dos grandes proyectos. El primero corresponde a Sales de Jujuy, una asociación entre la

minera australiana Orocobre, la japonesa Toyota Tsusho Corporation y la empresa pública provincial

Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado (JEMSE), que produjo 1,7 kt en 2015 y proyecta

incrementar el volumen a 17,5 kt desde 2017. En segundo lugar, la Minera Exar, que obtuvo

derechos de explotación para operar sobre el salar de Cauchari-Olaroz en 2012, tiene previsto en

2024 producir 25 kt anuales, en asociación con la chilena SQM –segundo productor de litio a nivel

mundial (Deutsche Bank, 2016).

Las expectativas sobre la futura expansión del mercado internacional de baterías se basan en la

difusión de los vehículos eléctricos. Un 40% de las 184 kilo toneladas métricas de litio demandadas

en 2015 correspondieron a baterías y se estima que en 2025 ese porcentaje crecerá a un 70% sobre

una producción total de 534 kt. El aumento de la demanda de litio, en tanto, impulsó un incremento

del precio del metal: el carbonato de litio de pureza 99,5% pasó de alrededor de USD 2.000 por

tonelada en 2005, a USD 6.577 por tonelada en 2014 (Marin, Obaya, & del Castillo, 2016). Para el año

2025, se estima que el precio se estabilizará en torno a los USD 12.000 (Deutsche Bank, 2016).

Las baterías de litio que utiliza Argentina en sus satélites son compradas en el exterior ya que, a

pesar de poseer una de las reservas más grandes del mundo, en la actualidad las baterías no se

fabrican localmente. Esto es resultado de la falta de escala del mercado interno y la ausencia de

actores locales que dominen el ciclo de conocimiento necesario para producirlas. En efecto, generar

los encadenamientos productivos necesarios para la producción de baterías de litio en Argentina

presenta desafíos tecnológicos importantes (ver Marín, Obaya y del Castillo, (2016)). Las inversiones

en conocimiento y capital físico requeridas a priori, claro está, no se justifican si únicamente

consideramos la posibilidad de producir baterías satelitales. Sin embargo, ante las perspectivas que

en teoría abriría el mercado mundial a futuro, como se ha explicado arriba, las potencialidades del

negocio parecen más atractivas.

La materialización de estas oportunidades depende de a: (i) un incremento en el ritmo de extracción

del mineral, (ii) la generación del conocimiento necesario para la producción de baterías de litio y (iii)

la efectiva instalación de la capacidad de producción respectiva. En este sentido se están llevando

adelante dos iniciativas potencialmente importantes. Por un lado, se están desarrollando líneas de

trabajo conjuntas entre grupos de investigación de Córdoba, Jujuy, Catamarca y La Plata coordinadas

por la empresa Y- TEC36 con el objetivo de avanzar hacia el dominio de la tecnología de fabricación de

baterías. Por otro, la misma empresa Y-TEC ha anunciado este año una inversión de USD 60 millones

para instalar en el país la primera fábrica de celdas de ion-litio, un negocio orientado a abastecer a

los mercados de almacenamiento de energía y movilidad para vehículos eléctricos y dispositivos

móviles. La proyección es que la planta esté en funcionamiento a mediados de 2018 (El Cronista,

35

Según Marín, Obaya y del Castillo (2016), Minera del Altiplano exporta el litio a sus plantas de procesamiento en Estados Unidos, China, India y Europa. 36

Esta empresa fue constituida por YPF (51%) y Conicet (49%) en 2012 con el propósito de brindar soluciones científicas y tecnológicas al sector energético y también formar especialistas para el desarrollo de la industria en Latinoamérica.

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2016). De materializarse estos desarrollos, según especialistas consultados, se produciría una

reducción significativa en la brecha tecnológica para poder producir baterías satelitales localmente.

Si ahora vamos aguas abajo en la cadena de valor, nos encontramos con el segmento de aplicaciones,

encargado de procesar imágenes y datos satelitales. Como se dijo antes, usualmente es el Estado el

principal demandante de esta información en otras partes del mundo. Sin embargo, este tipo de

información también es utilizada por el sector privado, por ejemplo en el sector agropecuario, donde

se la emplea, entre otros fines, para el desarrollo de la llamada “agricultura de precisión”. Este

sistema permite que las empresas puedan generar “mapas de ambientes”, que básicamente

consisten en la identificación de diferentes zonas en los lotes que por sus características son más

productivas para algunos cultivos en particular. La información satelital (junto con el uso de

maquinaria que puede recibir órdenes y realizar determinadas tareas basadas en dicha información)

permite a las empresas identificar rápidamente estas zonas y habilita a los productores a realizar un

manejo diferencial que potencia la productividad de los lotes. De las entrevistas realizadas surge que

la utilización de esta tecnología puede incrementar los resultados operativos entre un 20 y un 30%,

principalmente mediante la reducción del costo por tonelada producida.

Si bien es un tema que se debería profundizar en futuras investigaciones, del trabajo de campo

realizado surge que el Estado argentino, en sus diversos niveles, aún hace muy escaso uso de

información satelital a la hora de planificar, diseñar, ejecutar y monitorear políticas públicas. En

tanto, ya existen algunos emprendimientos que apuntan a proveer información basada en datos e

imágenes satelitales al sector privado. Dentro de este segmento se destaca la empresa Solapa 4

(Agrimax S.A.), que nace en 2010 como consultora de negocios agrícolas y en 2013 se transforma en

una plataforma web que releva información de cultivos. La firma utiliza distintas fuentes satelitales

que procesa a fin de prestar distintos servicios a los productores. Por ejemplo, puede generar a

pedido de un cliente un historial de un cultivo en particular en su establecimiento y compararlo con

el de productores vecinos.

Otra firma argentina que se desempeña en este segmento es Frontec, formada por INVAP y el grupo

Los Grobo hace menos de 3 años. Un antecedente de este emprendimiento fue Agronegocios del

Plata (propiedad de Los Grobo, luego comprada por un empresario uruguayo), la cual utilizaba

drones para captura de imágenes de cultivos que se utilizaban para contribuir a la agricultura de

precisión. En esa experiencia la empresa vislumbró la imposibilidad de re-escalar su actividad debido

a los altos costos operativos del sistema de drones, lo cual llevó a considerar la posibilidad de migrar

hacia la utilización de imágenes satelitales. Frontec actualmente se define como una plataforma

tecnológica que combina la ciencia aeroespacial, la informática y la agronómica para brindar

soluciones a la cadena de valor en la producción de alimentos. La empresa desarrolla software propio

para, por ejemplo, almacenar y automatizar el procesamiento de imágenes. Entre las distintas

fuentes de imágenes satelitales que utiliza Frontec se encuentran las provistas por la empresa

estadounidense Planet Labs. Al presente no disponemos de datos que permitan conocer la magnitud

del mercado actual o potencial para emprendimientos del tipo de Frontec o Solapa 4.

Desarrollo y aprendizaje tecnológico

De acuerdo a datos del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT, 2015), la

inversión en I+D realizada en Argentina en “exploración y explotación del espacio” estuvo en torno a

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los USD 150 millones37 ($ 805.340.000) en 2013, involucrando cerca de 1000 investigadores y

becarios y alrededor de 300 proyectos (casi el doble de los llevados adelante en 2009). Si bien, como

vimos antes, esta cifra obviamente está muy lejos de los presupuestos que destinan al área las

naciones líderes (que además, en muchos casos, también realizan gastos con objetivos no civiles, no

incluidos en los números previamente expuestos con fuente OECD), de todos modos no resulta

marginal en la comparación internacional. Así, no sorprende que el país haya alcanzado una posición

de destaque en este sector.

En efecto, aunque el trazado de un “mapa tecnológico global” del sector aeroespacial se encuentra

fuera de los alcances de este trabajo, de las entrevistas realizadas surge que el nivel de desarrollo

tecnológico de la industria satelital argentina no está lejos de la “frontera”, aunque veremos que en

esta industria se trata de un término algo esquivo.

Dado el uso dual (militar-civil) que tienen gran parte de los desarrollos tecnológicos de aplicación

espacial, la frontera es desplazada constantemente y en la mayor parte de los casos los desarrollos

respectivos son secretos, por lo cual desde ese punto de vista es literalmente imposible establecer la

lejanía que tiene la tecnología nacional con la frontera. No obstante, sí se puede pensar en una

“frontera industrial” en términos de los productos satelitales que se comercian internacionalmente;

en este sentido nos resulta un buen parámetro pensar en la tecnología necesaria para producir

satélites de observación, de telecomunicaciones y lanzadores que se transan en el mercado.

Uno de los parámetros a considerar es la relación peso/carga útil. Los satélites poseen un peso “en

seco” y un peso “en húmedo”. La diferencia entre estos dos se debe principalmente al combustible

que lleva el satélite. En la medida que se pueda incorporar un mecanismo de propulsión eléctrica, se

reduce el peso del combustible que transporta el satélite, dando lugar a la posibilidad de llevar más

carga útil. Por otro lado, en los satélites de telecomunicaciones un parámetro relevante es la

potencia del mismo, medida en kilowatts, que de alguna forma nos dice la intensidad con la cual el

satélite pude transmitir su señal. Cuanto mayor es la potencia del satélite, se reducen los costos del

segmento terreno debido a la utilización de antenas más pequeñas. Un indicador de eficiencia de los

satélites de telecomunicaciones es, entonces, la relación entre cantidad de kilowatts de potencia del

satélite por tonelada. En los ARSAT 1 y 2 esa relación es de aproximadamente 1 watt por kilo del

satélite. Según especialistas de INVAP, de haber una demanda activa para producir un nuevo satélite

de telecomunicaciones, tomaría unos 5 años desarrollar una versión con una relación cercana a los 4

kilowatts de potencia por tonelada de peso del satélite –que son, según los datos recogidos para este

trabajo, los valores cercanos a los que se encuentra hoy la frontera en el mercado-.

No obstante, en el anexo de la antes mencionada Ley de Desarrollo de la Industria Satelital, se

preveía un programa de fabricación de satélites de dos unidades de plataforma (ARSAT-3K) análoga a

la de ARSAT 2, es decir con una relación de potencia 1 a 1, más adelante la producción de 4 unidades

con una plataforma (ARSAT-3H) de propulsión híbrida que arrojaría una relación levemente superior

a los 2 watts por kilo, y recién luego la producción de dos unidades con propulsión completamente

37

Calculado al valor promedio del dólar de dicho año. Vale aclarar que, a diferencia de este valor, los datos expresados en la tabla 3 corresponden a USD 2010 PPA.

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eléctrica38, para remplazar a los ARSAT-1 y 2 al finalizar su vida útil, es decir que se prevería su

lanzamiento para fechas cercanas al 2029.

Por otra parte, con el actual proyecto SARE, según surge de las entrevistas con especialistas de

INVAP, Argentina se encuentra a 5 años de desarrollar satélites livianos de observación de la Tierra

con una carga útil y plataforma internacionalmente competitivas (se trata de plataformas de 250

kilogramos con cámaras de una resolución de 1 metro por un metro). En el caso de los lanzadores, si

el proyecto Tronador-II evoluciona según los términos previstos, en 2020 se estaría en condiciones

de prestar servicios de lanzamiento a agencias de otros países, lo cual sugiere que también en este

caso se estarían acumulando capacidades tecnológicas competitivas a escala internacional.

En una mirada de largo plazo, vemos que la industria argentina pasó en 26 años de posicionar el

LUSAT- I, un satélite desarrollado por una asociación de satélites de radioaficionados, a construir

satélites con fines científicos, de observación de la Tierra, de telecomunicaciones y a estar cerca de

finalizar el proceso de construcción de su propio lanzador. En el caso de los satélites de observación y

con fines científicos, como se ha explicado previamente, ya son muchos los países que dominan dicha

tecnología (de hecho, algunas naciones de Sudamérica han construido sus propios satélites de

observación, aunque los mismos generalmente son menos sofisticados que los producidos en

Argentina). En cambio, en el caso de los satélites de telecomunicaciones, de los cuales Argentina

posee dos en órbita (ARSAT I y II), y de lanzadores, los países que poseen esas capacidades no son

más de 11 (8 en telecomunicaciones de hecho) y ninguno de ellos es latinoamericano. Si bien los

desarrollos locales siempre han contado con la colaboración científica y tecnológica de empresas o

agencias de otros países, está claro que la Argentina ha ido acumulando capacidades significativas en

esta área, incluyendo adicionalmente la posibilidad de desarrollar sus propios paneles solares, entre

otros ejemplos. Por cierto, en un contexto donde, como mencionamos antes, la frontera se mueve

de forma continua, la discontinuidad de estos esfuerzos puede implicar daños potencialmente

irreversibles que hagan perder valor a este proceso. Sobre esto volvemos en la sección siguiente.

5. Conclusiones, sugerencias de política y agenda de investigación

La Argentina forma parte del exclusivo grupo de países en el mundo que es capaz de desarrollar

tecnologías propias en la industria satelital (y del aún más exclusivo grupo que puede hacerlo en el

segmento de telecomunicaciones de esa industria, aunque con un gap respecto de la frontera en

este mercado), y está pronta a ingresar a otro grupo pequeño de naciones, aquellas que dominan la

tecnología de lanzadores espaciales (aunque el tema no fue explorado para esta investigación,

también aquí seguramente hay una brecha con la frontera global).

El país ha sido capaz de poner en órbita varios satélites, tanto de observación y científicos como de

telecomunicaciones, generando evidencia e información útil para fines de investigación y toma de

decisiones, así como dando conexión a lugares en donde no es factible llegar con canales

tradicionales. En tanto, se prevé que en 2020 se complete el proyecto que permitirá disponer de

capacidad propia en materia de servicios de lanzamiento.

38

Si bien en la ley no hay nombre ni especificación técnica sobre la plataforma de propulsión completamente eléctrica, donde se defina su relación potencia sobre peso, sería esperable que esta plataforma sea superadora de la ARSAT-3H.

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Se trata de una de las pocas áreas de alta tecnología en donde la Argentina cuenta con capacidades

internacionalmente reconocidas, fruto de un proceso de aprendizaje y construcción de competencias

que lleva décadas. Si bien los desarrollos en el campo satelital comenzaron de forma independiente

en los años ’40, los avances producidos desde los ’90 hasta hoy son en gran medida tributarios de un

proceso similar de aprendizaje previo ocurrido en el área nuclear y protagonizado por INVAP, la

CNEA y el Instituto Balseiro. Aunque los satélites lanzados hasta el momento no se encuentran (ni en

términos tecnológicos, ni, en particular, en lo que hace a la competencia en el mercado) en la

frontera global, existen, según lo recogido durante el trabajo de campo, capacidades y proyectos

concretos que permitirían aproximarse a dichas fronteras. Se trata, como dijimos antes, de

capacidades poco comunes en el mundo emergente.

Por lo tanto, las políticas públicas que impactan sobre ellas deberían ser examinadas

cuidadosamente, ya que hablamos de decisiones que pueden tener efectos de muy largo plazo,

potencialmente irreversibles, contra inversiones hundidas que vinieron concretándose durante

décadas en el país. Adicionalmente, se debe tomar nota de que la acumulación de capacidades en

tecnologías de “sistemas complejos” da lugar a la generación de potenciales externalidades que ya se

dieron no solo al momento de pasar de lo nuclear a lo espacial, sino también en el pasaje de lo

espacial al área de radares. Preservar y promover estas capacidades es entonces importante si

pensamos a futuro y en la emergencia de otras oportunidades y desafíos en áreas similares.

Al momento de escribir este trabajo, la continuidad a futuro de esta trayectoria, si bien teóricamente

está garantizada por la existencia de planes concretos de desarrollo ya definidos por las autoridades

respectivas, tanto en lo que hace al lanzamiento de satélites de comunicaciones y de observación,

como en el área de lanzadores, se ve afectada desde el punto de vista de la asignación efectiva de los

recursos requeridos. Esto quizás resulta comprensible en un contexto de restricción presupuestaria

(aunque en el caso de telecomunicaciones se trata de invertir dinero en una actividad que luego

genera retornos económicos concretos por la venta de servicios, cuando la política comercial es bien

gestionada), pero las consecuencias de esa decisión deberían ser evaluadas desde un punto de vista

sistémico, incluyendo aspectos tales como encadenamientos productivos, derrames de

conocimiento, potencial exportador, etc. Lo mismo vale para las decisiones referidas a la política de

otorgamiento de landing rights a nuevos operadores satelitales, que en teoría apuntan a una mayor

competencia en este mercado y la consiguiente baja de precios para los consumidores, aunque la

evidencia por ejemplo en Chile, según lo recogido en nuestro trabajo de campo, nos muestra que

esto no es necesariamente así. Aquí no presentamos evidencia concluyente respecto de si esas

medidas son acertadas o no; lo que queremos es llamar la atención sobre la necesidad de evaluar

con más profundidad los impactos en las distintas dimensiones involucradas en las mismas con una

mirada de largo plazo y que haga foco en la contribución que esta industria puede generar al

desarrollo económico local tanto de forma directa como indirecta, vía generación de vinculaciones y

derrames tecnológicos de diferente naturaleza.

En este trabajo hemos intentado realizar una contribución a la toma de decisiones en esta materia,

aunque limitada por la carencia de información respecto de algunos aspectos clave para analizar el

potencial impacto sistémico de esta actividad. En este sentido, futuros trabajos sobre el tema

deberían incorporar cuestiones tales como las siguientes: a) una evaluación más precisa del rezago

tecnológico de la industria, así como de la situación en materia de costos y otras dimensiones clave

para la competitividad; b) una estimación del potencial mercado (interno y externo), para las

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actividades derivadas de la disponibilidad de servicios satelitales; c) una discusión sobre los

beneficios sociales que genera disponer de capacidades tecno-productivas propias en esta materia;

d) una estimación sobre las externalidades y encadenamientos actuales y potenciales derivados del

desarrollo del sector; e) un análisis sobre experiencias internacionales relevantes en materia de

iniciativas exitosas de organización y políticas de desarrollo en este sector; f) una prospectiva más

clara respecto de las futuras trayectorias tecnológicas, productivas y comerciales en este sector, y sus

potenciales impactos en términos de barreras a la entrada, actores y dinámica de la competencia.

Durante el curso de esta investigación exploratoria no hemos podido obtener ni generar información

concluyente sobre estos temas centrales. Podemos, sin embargo, pese a esta limitación, sugerir

algunas líneas de acción que, en tanto se van construyendo los indicadores y generando los datos

necesarios para atender la agenda de conocimiento pendiente, resultaría a nuestro juicio útil seguir a

fin de preservar y potenciar las capacidades acumuladas, a la vez que apuntando a incorporar en

mayor medida consideraciones de eficiencia, competitividad e impactos sistémicos.

En primer lugar, creemos que resulta necesario abordar la cuestión de la organización institucional

del sector. En un país con una industria satelital pequeña e incipiente, resulta quizás ineficiente que

exista más de un organismo con competencias en la definición de políticas sobre el tema. Hasta el

momento, ninguna de las entidades públicas involucradas en la exploración del espacio ha tenido el

mandato de definir una visión abarcativa y de largo plazo (consideremos que el Plan Espacial no

incluye el área de telecomunicaciones, por ejemplo). En consecuencia, una primera sugerencia sería

que los actores centrales del sistema tecno-productivo asociado a la “economía del espacio” en

Argentina se sienten, bajo una coordinación establecida al máximo nivel político, a repensar la

división de tareas y responsabilidades, así como un nuevo esquema de gobierno del sector. Esto es

importante especialmente de cara a que los distintos campos de aplicación, ya sean de observación,

con fines científicos o de telecomunicaciones, sean concebidos bajo una mirada común (que abarque

además el rol, potencialmente creciente, de los agentes privados en algunos de esos segmentos).

En segundo lugar, y en línea con el comentario previo, se debe pensar a la “economía del espacio” a

través de una visión sistémica, que incluya la consideración de los impactos potenciales, a lo largo de

la cadena productiva, que puede generar el desarrollo de satélites, lanzadores y tecnologías afines.

Esto implica empezar a considerar al sector no solo en términos de la generación de innovaciones

“mission-oriented” exitosas (algo que el país ya ha probado que puede alcanzar), sino también desde

el punto de vista de sistemas productivos y tecnológicos en los cuáles distintos actores juegan roles

específicos, pensados no solo en función de sus propios intereses y agendas, sino en vistas a mejorar

la eficiencia y competitividad de conjunto, así como las externalidades (monetarias y no pecuniarias)

de la actividad hacia el resto de la economía y la sociedad. Estas reflexiones deben incluir

necesariamente el viraje observado desde un mercado internacional impulsado en sus inicios casi

exclusivamente por la demanda estatal, hacia uno donde: i) hay una influencia creciente y

significativa del sector privado (Hiriart & Saleh, 2010); ii) emergen nuevas tecnologías, actores y

modelos productivos; y iii) parecen existir cada vez más atractivas oportunidades de generar

negocios rentables (OECD, 2014).

Uno de los temas relevantes en este sentido es avanzar hacia un mapeo de actores, con foco en los

proveedores, actuales o potenciales, que pueden potenciarse a partir de las distintas misiones

orientadas a satélites o lanzadores. Un aspecto importante es analizar cuál es el grado eficiente de

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integración vertical en esta actividad y las posibilidades de tercerización existentes, apuntando

incluso a que eventualmente los proveedores domésticos puedan abastecer demandas de otros

sectores locales, así como también de clientes del extranjero (sean o no pertenecientes a la

“economía del espacio”). El lanzamiento reciente por parte del MINCYT de un programa de estímulo

a la formación de consorcios público-privados que apunten, entre otros objetivos, al desarrollo de

proveedores locales (en el cual el área espacial es una de las prioritarias), es un paso adelante en este

sentido. Sin embargo, como vimos antes para el caso de la India, el éxito de estas iniciativas depende

de su continuidad en el tiempo y de la complementariedad con las decisiones tomadas en otros

planos de la política espacial (e incluso así crear proveedores de “clase mundial” es un proceso de

resultados inciertos y de largo aliento). Como contrapartida, recientes estudios sugieren que en este

sector los procesos de aprendizaje cliente-proveedor no dependen de la duración de las relaciones,

lo cual implica que los proyectos de desarrollos conjuntos pueden dar lugar a resultados positivos de

forma relativamente rápida (Rebolledo & Nollet, 2011).

Simétricamente, hay un potencial vasto mercado de usuarios, tanto públicos como privados, de

imágenes e información satelital. Como se mencionó a lo largo del trabajo, los potenciales usos de

estos servicios son diversos y crecientes, e incluyen tanto beneficios apropiables privadamente (e.g.

agricultura), como otros que se verifican fundamentalmente en el plano social (e.g. prevención y

monitoreo de catástrofes, control de frontera, manejo de recursos naturales, etc.). Pese a que, en

principio, existen capacidades domésticas para abastecer estas demandas, las mismas parecen

materializarse a ritmo lento. Iniciativas que tiendan a promover desarrollos tecnológicos o

comerciales conjuntos, generen acciones de match-making y/o impulsen la expansión de estos

mercados (incluyendo un mayor uso por parte del Estado de servicios de procesamiento de imágenes

a la hora de tomar decisiones de política pública) tendrían impactos positivos para potenciar la

expansión de una oferta local que claramente tiene también potencial exportable.

En tercer lugar, se debe analizar la factibilidad de que al menos ciertos segmentos y actores de la

“economía del espacio” en la Argentina pasen a incorporar con mayor fuerza criterios “industriales”

en su lógica operativa. Dada la escala limitada con la cual ha venido operando el sistema hasta el

momento, y el hecho de que el comprador ha sido siempre el Estado (que usualmente tiene mayor

tolerancia a problemas de sobrecostos, extensión de plazos, etc.), este tema todavía no ha sido

considerado como un problema para el desarrollo del sector. Sin embargo, si se quiere avanzar hacia

la introducción de mayores elementos de eficiencia en el desempeño de los actores de la industria,

parece ineludible que se revisen los modelos de toma de decisiones, así como las prácticas de gestión

y organización hoy imperantes. Algunos ejemplos citados en este trabajo ilustran sobre los desafíos

en esta área (e.g. los referidos a la división de la CNEA que fabrica paneles solares, la situación de

CEATSA, etc.).

En cuarto lugar, tal como hemos mencionado en el documento repetidamente, estamos analizando

una industria que provee bienes y servicios de aplicación dual (civil-militar). Esta es una de las

razones que hacen difícil penetrar en mercados extranjeros, pese a que esta parece ser la única vía

para que el sistema funcione con escalas mayores. En el caso de lanzadores, es quizás factible que,

de completarse exitosamente los proyectos en marcha, el país pueda comenzar a prestar servicios de

lanzamiento a clientes del exterior. En satélites, en cambio, se requiere no solo de capacidades

tecnológicas y productivas eficientes, sino también de gestiones bi o multilaterales que

generalmente se realizan al mayor nivel de gobierno. En este sentido el mercado latinoamericano es

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claramente aquel donde la Argentina tiene posibilidades de penetración, dónde un claro

antecedente son las mencionadas vinculaciones entre las agencias espaciales argentina y brasilera. A

la vez, las gestiones de cooperación a nivel estatal (incluso con naciones más avanzadas en el área

espacial) pueden también ayudar a generar mercados para proveedores locales, sea de equipos,

sistemas o componentes.

Quinto, considerando que, pese a los significativos logros tecnológicos alcanzados, la Argentina,

como se señaló antes, exhibe un rezago frente a la frontera industrial global, y que hay una brecha

muy importante en términos de recursos humanos y monetarios frente a las empresas y países

líderes en esta área, es importante considerar de manera cuidadosa las opciones más prometedoras

para avanzar en nuevos desarrollos. Asimismo, hay que tener en cuenta las transformaciones que

están teniendo lugar en las tecnologías de producto y proceso y los mencionados cambios en la

dinámica de competencia en el mercado. En este sentido, la cooperación con actores públicos o

privados extranjeros podría ayudar a una mejor identificación y aprovechamiento de estas opciones.

Finalmente, está claro que si se ha de mantener, aún con modificaciones en la línea de lo aquí

sugerido o en otras a definir, el actual sistema sobre el que se sustenta la “economía del espacio” en

Argentina, se debe clarificar la política de subsidios y precios, así como los esquemas de costos, para

el conjunto de los actores estatales que operan en las distintas etapas de la cadena de valor. Si aquí

proponemos incorporar los beneficios económicos y sociales que derivan de la acumulación de

capacidades en esta área, ello no exime de llevar adelante estimaciones de tasa de retorno y

externalidades asociadas a los proyectos en esta área, como guía básica para que la toma de

decisiones de política pública responda a consideraciones no solo de desarrollo tecnológico y

productivo, sino también de eficiencia en el uso de recursos.

En cuanto a la agenda de investigación, como mencionamos antes, hay una nutrida serie de temas en

donde sería importante avanzar hacia la producción de evidencia más detallada y rigurosa. Un primer

paso en este sentido sería promover la generación de información que permita una más precisa

caracterización de la economía del espacio en Argentina, desde la confección de un mapa de todos

los actores involucrados hasta la cuantificación de los impactos económicos y sociales de las

diferentes actividades realizadas en los distintos eslabones de la cadena productiva.

Adicionalmente, a nuestro juicio hay dos temas que merecen particular atención. En primer lugar,

debido a su importancia económica actual y futura, un posible tema de investigación sería llevar

adelante un análisis riguroso sobre el sector de telecomunicaciones satelitales con el objetivo de

caracterizarlo, evaluar las capacidades, estrategias y desempeño de los actores que operan en sus

distintos segmentos, examinar el marco de políticas vigente y sugerir vías para mejorar sus niveles de

eficiencia estática y dinámica. En segundo lugar, debido principalmente a sus potenciales impactos

económicos, pero también sociales, y al incipiente desarrollo del mismo en Argentina, el mercado de

imágenes sería otro de los sectores clave a incluir en la agenda de investigación. Un análisis de la

cadena productiva de este sector incluiría las etapas que van desde la generación de la tecnología

asociada a la producción de satélites de observación, hasta el desarrollo de aplicaciones para el

procesamiento de imágenes aguas abajo y el rol del Estado y de las políticas públicas tanto del lado

de la oferta como de la demanda en los distintos niveles de la cadena.

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Anexos

Anexo I: Entrevistas realizadas

ARSAT S.A.

Dr. Rodrigo De Loredo, Presidente.

Ing. Mariano Goldschmidt, Gerente de Desarrollo Tecnológico e Innovación.

Guillermo Rus, ex Vicepresidente.

CEATSA

Dr. Marcelo Famá, ex Gerente General.

CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales)

Dr. Conrado Varotto, Director Ejecutivo.

Ing. Fernando Hisas, Gerente de Proyectos.

Dr. Raúl Espiño, Gerencia de Proyectos, Planificación CONAE.

Ing. Oscar López, responsable de la formulación y seguimiento de proyectos espaciales cofinanciados por organismos internacionales de crédito.

Ing. Rafael Riva, Jefe de la Unidad de Planificación de la CONAE.

Dr. Roberto Perazzo, ex-consultor de la Presidencia de CONAE.

CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica)

Ing. José Di Santo, Jefe Proyecto Paneles Solares Misión Satelital SAOCOM.

Claudio G. Bolzi, Jefe de Departamento Energía Solar y Subjefe de Proyecto Paneles Solares Misión Satelital SAOCOM.

Frontec S.A.

Ing. Gabriel Bisio, CEO.

INVAP S.E.

Dr. Pablo Tognetti, Director. (ex Presidente de ARSAT)

Lic. Sebastián Clasen, Gerente de Planeamiento y Control del Área Aeroespacial y de Gobierno.

Ing. Ignacio Grossi, Gerente de Abastecimiento.

Ing. Tulio Calderón, VP de Desarrollo Estratégico de Negocios.

Dr. Vicente Campenni, Subgerente General.

Lic. Dalila Grinkraut, Responsable del Área de Responsabilidad Social Empresaria.

Ing. Luis Genovese, Gerente de Proyecto Área Aeroespacial (Jefe del proyecto ARSAT-2).

Ing. Eduardo Rodríguez Lubary, Responsable del Área de Relaciones Públicas.

Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva

Lic. Agustín Campero, Secretario de Articulación Científico Tecnológica.

Ing. Fernando Ocampo, Gerente de Proyectos en Dirección Nacional de Políticas en Ciencia.

Ministerio de Producción

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Lic. Sergio Drucaroff, Subsecretario de Gestión Productiva.

Servicio Satelital S.A.

Lic. Gonzalo Berra, Presidente.

Eduardo Lema, Director de Operaciones.

Telespazio Argentina S.A.

Dr. Nicolás de Gracia, CEO.

U.I.D. - Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (UNLP)

Ing. Guillermo Garaventta, Investigador independiente de la CIC.

Ing. Pablo Ringegni, Coordinador de UID - G.E.M.A.

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Anexo II: Posgrados en el área espacial

La Unidad de Formación Superior (UFS) de la CONAE tiene como objetivo promover la capacitación de recursos humanos para satisfacer las necesidades de los organismos del sistema científico tecnológico nacional y/o de las empresas participantes en la ejecución del Plan Espacial Nacional. Este objetivo se ha materializado con la sociedad entre esta unidad de la CONAE y diversas universidades nacionales implementando hasta el momento 4 carreras de posgrado que se describen a continuación.

Maestría en Aplicaciones de Información Espacial

La MAIE, Maestría en Aplicaciones de Información Espacial (ex MAEARTE39), es implementada en sociedad entre el Instituto Gulich (CONAE - UNC) y la FaMAF (Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación) de la Universidad Nacional de Córdoba. Según la información oficial de la institución, forma egresados con la capacidad técnica y científica requerida para satisfacer las diversas necesidades en el campo de las aplicaciones de la información espacial. Las temáticas incluyen: gestión de recursos agrícolas y forestales, meteorología y oceanografía, emergencias ambientales, monitoreo y gestión ambiental, cartografía y estudios geológicos y salud humana. Para los estudiantes argentinos se contempla la posibilidad de realizar una tutoría de investigación en una institución italiana con financiamiento del gobierno y coordinación de la agencia espacial de dicho país.

Este programa dura 2 años y se dictó anualmente entre 2009 y 2014, pasando a dictarse cada 2 años a partir de 2016. Según información provista por la UFS, hasta el momento la cantidad total de alumnos que ha ingresado al programa fue de 81 (incluyendo MAEARTE y su continuación como MAIE), de los cuales al momento han egresado 41. Según una encuesta realizada por la UFS a los graduados, de todos los consultados, el 56% declaró ejercer su profesión totalmente y el 60% trabajar en el Estado. El área principal en la que se desempeñan los graduados consultados es investigación, seguida por docencia.

Maestría en Desarrollos Informáticos de Aplicación Espacial

La Maestría en Desarrollos Informáticos de Aplicación Espacial (en sociedad con la Universidad Nacional de La Matanza) aborda temas de desarrollo informático aplicados al segmento de vuelo y al segmento terreno de las misiones satelitales. Para el segmento de vuelo se trabaja en el diseño, desarrollo e implementación de todos los sistemas informáticos para el funcionamiento del satélite y su carga útil en forma autónoma y telecomandada. Para el segmento terreno se trabaja en los sistemas informáticos que posibilitan la operación del satélite desde Tierra, y la provisión de productos y servicios útiles para los usuarios. Este programa comenzó a dictarse en 2015 y según informa la UFS tiene 11 alumnos.

Maestría en Tecnología Satelital

La Maestría en Tecnología Satelital (en asociación con la Facultad Regional Córdoba de la Universidad Tecnológica Nacional) fue creada con el objetivo de proveer recursos humanos especializados en el área espacial, formando graduados universitarios en ingeniería o áreas afines. En esta carrera los estudiantes se capacitan específicamente en la concepción, desarrollo, análisis, diseño, especificación, construcción, integración, ensayos y operación de sistemas espaciales. La carrera cuenta con dos orientaciones que dan origen a las menciones denominadas "Sistemas Mecánicos" y "Sistemas de Aviónica". Este programa comenzó a dictarse en 2015 y según informa la UFS cuenta con 12 alumnos.

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Maestría en Aplicaciones Espaciales de Alerta y Respuesta Temprana a Emergencias.

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Maestría en Instrumentos Satelitales

La Maestría en Instrumentos Satelitales (en asociación con la Universidad Tecnológica Nacional Facultad Regional Mendoza), ésta orientada al diseño, desarrollo, fabricación y prueba de instrumentos satelitales de teleobservación tanto de la Tierra como del ambiente espacial. Una de las características distintivas de la Maestría es su fuerte impronta aplicativa que promueve desde el primer momento el trabajo con instrumentos a ser potencialmente incluidos en misiones satelitales. De ahí la incorporación de Laboratorios de Desarrollo y Enseñanza en Óptica, Electrónica, Mecánica, Ensayos Ambientales y Software/Hardware para que los estudiantes desarrollen sus actividades prácticas. Este programa comenzó a dictarse en 2015 y según informa la UFS cuenta con 12 alumnos.

Fuente: Sitio web e información suministrada por la Unidad de Formación Superior de la CONAE (2016).

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Anexo III: Desarrollos espaciales en el resto de Sudamérica

Satélites de telecomunicación con construcción de terceros:

Venezuela lanzó en 2008 el satélite de telecomunicaciones VENESAT-1 (Simón Bolívar), cuya construcción estuvo a cargo de CGWIC (China).

Bolivia lanzó en 2013 el satélite de telecomunicaciones Tupac Katari 1 cuya construcción estuvo a cargo de CGWIC (China).

Satélites de observación de la Tierra con construcción de terceros:

Venezuela lanzó en 2012 el satélite de observación de la Tierra VRSS-1 (Miranda), cuya construcción estuvo a cargo de CGWIC.

Chile lanzó en 2011 el satélite de observación de la Tierra FASat-Charlie, cuyo desarrollo estuvo a cargo de EADS Astrium.

Perú Lanzó en 2016 el satélite de observación de la Tierra PeruSat-1, cuya construcción estuvo a cargo de Airbus Defence & Space.

Satélites de observación con construcción propia (con o sin colaboración externa):

Chile lanzó fallidamente en 1995 el micro-satélite de observación de la Tierra FASat-Alfa construido bajo un programa de transferencia tecnológica entre la Fuerza Aérea Chilena y la empresa británica Surrey Satellite Technology Ltd. En 1998 se lanzó el FASat-Bravo bajo la misma modalidad.

Colombia lanzó en 2007 el satélite cubesat40 Libertad-1, cuya construcción estuvo a cargo de la Universidad Sergio Arboleda con asesoramiento de EEUU.

Ecuador lanzó dos satélites cubesat cuyo desarrollo fue llevado adelante por la Agencia Espacial Civil Ecuatoriana. Se lanzó el NEE-01 Pegaso en abril de 2013 que colisionó en mayo del mismo año con partículas de un cohete soviético Tsyklon-3, y luego se lanzó su gemelo NEE-02 Krysaor en noviembre del mismo año.

Uruguay lanzó en 2014 el satélite cubesat ANTEL-SAT, cuyo desarrollo estuvo a cargo del Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de la República en colaboración con la empresa estatal ANTEL.

Perú lanzó en 2014 el satélite cubesat Chasqui 1, cuyo desarrollo se realizó conjuntamente entre la Universidad Nacional de Ingeniería de Perú y la CONIDA.

Brasil lanzó los siguientes satélites: CBERS-1 (1998), CBERS-2 (2003), CBERS-2B (2007), CBERS-3 (2013 –falló el lanzamiento) y CBERS-4 (2014). Los desarrollos fueron realizados conjuntamente por el INPE brasilero y la CAST (Academia China de Tecnología Espacial) y tienen como propósito conformar una constelación que apunta, entre otros objetivos, a la vigilancia de los recursos naturales en Brasil y China.

Lanzadores

Además de Argentina, Brasil es el otro país sudamericano que ha apuntado al desarrollo de lanzadores. Entre las iniciativas adoptadas en esta área podemos mencionar las siguientes:

VLS: tienen por objetivo colocar en órbita baja minisatélites.

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Los cubesats son satélites que usualmente pesan alrededor de un 1kg y muchas veces son fabricados con componentes electrónicos ya disponibles en el mercado.

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o VLS1: El proyecto fue cancelado el 16 de Febrero de 2016. Esta decisión se debió a que varias de las pruebas terminaron con la destrucción de los prototipos por problemas técnicos, siendo el caso más grave el que provocó la muerte de 21 personas en la explosión del 22/08/03 durante el lanzamiento del VSL1- V03.

o VLS-Alfa: Se prevé lanzamiento en 2018. o VLS-Beta: Se prevé lanzamiento en 2020.

VLM: tienen por objetivo colocar en órbita baja microsatélites. Es una versión simplificada del VLS-1, que se esperaba fuera usado en la misión SHEFEX III del centro aeroespacial alemán en 2016, pero el 12/06/15 se anunció que el primer vuelo no será antes de 2018.

Cyclone 4: Pertenece a un programa de cooperación entre Brasil y Ucrania para la realización de lanzamientos de satélites a órbita baja. En 2015 se decidió cancelar este acuerdo de cooperación argumentando preocupaciones sobre los costos del mismo, y teniendo en cuenta la situación económica de ambos países y la incertidumbre sobre la futura viabilidad comercial del lanzador en el mercado.