Alain de Benoist - Democracia Representativa y Democracia Participativa

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Democracia representativa y democracia participativa

Tenemos la costumbre de considerar que democracia y representacin son,en cierta forma, sinnimos. No obstante, la historia de las ideasdemuestra que no es as. Alain de Benoist La democracia representativa, de esencia liberal y burguesa, y en lacual los representantes electos estn autorizados a transformar lavoluntad popular en actos de gobierno, constituye en la hora actual elrgimen poltico ms comnmente extendido en los pases occidentales.Una de las consecuencias de esto es que tenemos la costumbre deconsiderar que democracia y representacin son, en cierta forma,sinnimos. No obstante, la historia de las ideas demuestra que no es as. Los grandes tericos de la representacin son Hobbes y Locke. Tanto enuno como en otro, en efecto, el pueblo delega contractualmente susoberana a los gobernantes. En Hobbes dicha delegacin es total; sinembargo, no se convierte en una democracia: su resultado sirve, alcontrario, para investir al monarca de un poder absoluto (elLeviatn). En Locke, la delegacin est condicionada: el pueblo noacepta deshacerse de su soberana ms que a cambio de garantas quetienen que ver con los derechos fundamentales y con las libertadesindividuales. La soberana popular permanece suspendida en tanto que losgobernantes respetan los trminos del contrato. Rousseau, por su parte, establece la exigencia democrtica comoantagnica a cualquier rgimen representativo. Para l, el pueblo nohace un contrato con el soberano; sus relaciones dependen exclusivamentede la ley. El prncipe slo es el ejecutante de la voluntad del pueblo,que se mantiene como el nico titular del poder legislativo. Tampocoest investido del poder que pertenece a la voluntad general; es msbien el pueblo quien gobierna a travs de l. El razonamiento deRousseau es muy simple: si el pueblo est representado, son susrepresentantes quienes detentan el poder, en cuyo caso ya no essoberano. El pueblo soberano es un ser colectivo que no podra estarrepresentado ms que por l mismo. Renunciar a su soberana sera tantocomo renunciar a su libertad, es decir, a destruirse a s mismo. Tanpronto como el pueblo elige a sus representantes, se vuelve esclavo, noes nada (/Del contrato social/, III, 15). La libertad, como derechoinalienable, implica la plenitud de un ejercicio sin el cual no podratener una verdadera ciudadana poltica. La soberana popular no puedeser, bajo estas condiciones, ms que indivisible e inalienable.Cualquier representacin equivale, pues, a una abdicacin. Si admitimos que la democracia es el rgimen fundado en la soberana delpueblo, no se puede ms que dar la razn a Rousseau. La democracia es la forma de gobierno que responde al principio deidentidad entre los gobernantes y los gobernados, es decir, de lavoluntad popular y la ley. Dicha identidad remite a la igualdadsustancial de los ciudadanos, o sea, al hecho de que todos son miembrospor igual de una misma unidad poltica. Decir que el pueblo es soberano,no por esencia sino por vocacin, significa que es del pueblo de dondeproceden el poder pblico y las leyes. Los gobernantes no pueden ser msque agentes ejecutores, que deben ceirse a los fines determinados porla voluntad general. El papel de los representantes debe estar reducidoal mximo; el mandato representativo pierde cualquier legitimidad desdeel momento en que sus fines y proyectos no corresponden a la voluntadgeneral. Sin embargo, lo que sucede hoy es exactamente lo contrario. En lasdemocracias liberales, la supremaca est concedida a la representacin,y ms especficamente a la representacin-encarnacin. El representante,lejos de estar solamente comprometido a expresar la voluntad de suselectores, encarna l mismo dicha voluntad de hacer aquello para lo quefue elegido. Esto quiere decir que encuentra en su eleccin lajustificacin que le permite actuar, no tanto segn la voluntad dequienes lo eligieron sino segn la suya propia. En otras palabras, seconsidera autorizado por el voto a hacer lo que considere bueno. Este sistema est en el origen de las crticas que no han dejado, en elpasado, de estar dirigidas contra el parlamentarismo, crticas que hoyreaparecen a travs de los debates sobre el dficit democrtico y lacrisis de la representacin. En el sistema representativo al haber delegado el elector mediante elsufragio su voluntad poltica a quien lo representa el centro degravedad del poder reside inevitablemente en los representantes y en lospartidos que los agrupan, y ya no en el pueblo. La clase poltica formams bien una oligarqua de profesionales que defienden sus propiosintereses, dentro de un clima general de confusin e irresponsabilidad.Aadamos que hoy da, en una poca en que quienes poseen poder dedecisin tienen en mayor grado los poderes de nominacin y de cooptacinque el propio electorado, terminan conformando una oligarqua deexpertos, de altos funcionarios y de tcnicos. El Estado de derecho, cuyas virtudes celebran regularmente los tericosliberales a pesar de todas las ambigedades que implica esta expresinno parece que, por su propia naturaleza pueda corregir dicha situacin.Al descansar sobre un conjunto de procedimientos y reglas jurdicasformales, en realidad es indiferente ante los fines especficos de lapoltica. Los valores estn excluidos de sus preocupaciones, dejando asel campo libre para el enfrentamiento de intereses. Las leyes solotienen la autoridad de hacer lo que sea legal, es decir aquello que seaconforme a la Constitucin y a los procedimientos previstos para suadopcin. La legitimidad se reduce entonces a la legalidad. Estaconcepcin positivista-legalista de la legitimidad invita a respetar alas instituciones por ellas mismas, como si constituyeran un fin en s,sin que la voluntad popular pueda modificarlas y controlar sufuncionamiento. Sin embargo, en democracia la legitimidad del poder no depende solamentede la conformidad con la ley, ni tampoco de la conformidad con laConstitucin, sino sobre todo de la congruencia de la prcticagubernamental con los fines asignados por la voluntad general. Lajusticia y la validez de las leyes no pueden residir por entero en laactividad del Estado o en la produccin legislativa del partido en elpoder. La legitimidad del derecho no puede, tampoco, ser garantizada porla mera existencia de un control jurisdiccional: hace falta, para que elderecho sea legtimo, que responda a lo que los ciudadanos esperan, aque integre las finalidades orientadas hacia el servicio del bien comn.Finalmente, no podemos hablar de legitimidad de la Constitucin ms quecuando la autoridad del poder constituido es reconocida siempre comocapaz de modificar su forma y su contenido. Lo que viene a decirnos queel poder constituido no puede ser delegado totalmente o alienado, y quecontinua existiendo y se mantiene superior a la Constitucin y a lasreglas constitucionales, incluso cuando stas mismas proceden de l. Es evidente que no se podr escapar totalmente jams a larepresentacin, pues la idea de la mayora gobernante enfrenta, en lassociedades modernas, dificultades infranqueables. La representacin, queno es lo peor, no agota sin embargo el principio democrtico. En granmedida puede ser corregida por la puesta en marcha de la democraciaparticipativa, llamada tambin democracia orgnica o democraciaencarnada. Una reorientacin tal parece hoy da de una acuciantenecesidad debido a la evolucin general de la sociedad. La crisis de las estructuras institucionales y la desaparicin de losgrandes relatos fundacionales, el creciente desapego del electoradopor los partidos polticos de corte clsico, la renovacin de la vidaasociativa, la emergencia de nuevos movimientos sociales o polticos(ecologistas, regionalistas, identitarios) cuya caracterstica comn esno defender los intereses negociables sino los valores existenciales,dejan entrever la posibilidad de recrear una ciudadana activa desde labase. La crisis del Estado-nacin, debida en particular a la mundializacin dela vida econmica y a la aparicin de fenmenos de envergaduraplanetaria, suscita por su parte dos modos de superacin: hacia lo alto,con diversas tentativas que buscan recrear a nivel supranacional unacoherencia y una eficacia en la decisin que permitan, en parte almenos, conducir el proceso mismo de mundializacin; hacia lo bajo,recuperando la importancia de las pequeas unidades polticas y lasautonomas locales. Ambas tendencias, que no solamente no se oponen sinoque se complementan, aportan soluciones al dficit democrtico que seconstata actualmente. Pero el paisaje poltico sufre todava otras transformaciones. Hacia laderecha, observamos una ruptura con el antiguo bloque hegemnico, comoresultado de que el capitalismo ya no tiene una alianza con las clasesmedias. Al mismo tiempo, mientras que los estratos medios se encuentrandesorientados y frecuentemente amenazados, los estratos populares estncada vez ms decepcionados debido a las prcticas gubernamentales de unaizquierda que, despus de haber renegado prcticamente de todos susprincipios, tiende a identificarse ms y ms con los intereses delestrato superior de la burguesa media. En otras palabras, las clasesmedias ya no se sienten representadas por los partidos de derecha,mientras que las clases populares se sienten abandonadas y traicionadaspor los partidos de izquierda. A esto se aade, finalmente, la desaparicin de las antiguascoordenadas, el derrumbe de los modelos, la disgregacin de las grandesideologas de la modernidad, la omnipotencia de un sistema de mercadoque -eventualmente- aporta los medios para subsistir pero no las razonespara vivir; todo ello hace resurgir la cuestin crucial del sentido dela presencia humana en el mundo, del sentido de la existencia individualy colectiva, en un momento en que la economa produce cada vez msbienes y servicios con cada vez menos trabajo de los hombres, lo quetiene como efecto multiplicar las exclusiones en un contexto yafuertemente marcado por el paro, la precariedad del empleo, el miedo alfuturo, la inseguridad, las reacciones agresivas y las crispaciones detodo tipo. Todos estos factores llaman a rehacer profundamente las prcticasdemocrticas que nicamente pueden operarse en direccin de unaverdadera democracia participativa. En una sociedad que tiende avolverse cada vez ms ilegible, esto tiene como principal ventajaeliminar o corregir las distorsiones debidas a la representacin,asegurar una mayor conformidad con la ley y con la voluntad general, yser fundadora de una legitimidad sin la cual la legalidad institucionalno es ms que un simulacro. No es al nivel de las grandes instituciones colectivas (partidos,sindicatos, iglesias, ejrcito, escuelas, etctera) que hoy seencuentran todas en mayor o menor medida en crisis y que no puedendesempear entonces su papel tradicional de integracin y deintermediacin social como ser posible recrear dicha ciudadanaactiva. El control del poder no puede ser tampoco patrimonio exclusivode los partidos polticos, cuya actividad frecuentemente se resuelve enel clientelismo. La democracia participativa no puede ser hoy da msque una democracia de base. Dicha democracia de base no tiene por finalidad generalizar la discusina todos los niveles, sino determinar ms bien, con el concurso del mayornmero, los nuevos procedimientos de decisin conformes con sus propiasexigencias, las que derivan de las aspiraciones de los ciudadanos.Tampoco se podra volver en una simple oposicin entre la sociedadcivil y la esfera pblica, lo que extendera an ms el dominio de loprivado y abandonara la iniciativa poltica en formas obsoletas depoder. Se trata, al contrario, de permitir a los individuos que sepongan a prueba en tanto que ciudadanos y no como meros miembros de laesfera privada, favoreciendo la posible eclosin y multiplicacin denuevos espacios de iniciativa y responsabilidad pblicas. El procedimiento refrendario (que resulta de la decisin de losgobiernos o de la iniciativa popular, bien sea el referndum facultativou obligatorio) slo es una forma de democracia -entre otras posibles-cuyo alcance quizs se ha sobreestimado. Sealemos de una vez que elprincipio poltico de la democracia no es que la mayora decida, sinoque el pueblo es soberano. El voto no es por s mismo ms que un mediotcnico para consultar y revelar la opinin. Esto significa que lademocracia es un principio poltico que no podra confundirse con losmedios que utiliza, y que tampoco puede ser producto de una ideapuramente aritmtica o cuantitativa. La cualidad de ciudadano no seagota en el voto. Consiste ms bien en poner en prctica todos losmtodos que le permitan manifestar o rechazar el consentimiento,expresar su rechazo o su aprobacin. Conviene, pues, explorarsistemticamente todas las formas posibles de participacin activa de lavida pblica, que sean tambin formas de responsabilidad y de autonomaen s, ya que la vida pblica condiciona la existencia cotidiana de todos. Pero la democracia participativa no tiene solamente un alcance poltico;tiene tambin uno social. Al favorecer las relaciones de reciprocidad,al permitir la recreacin de un lazo social, puede reconstituir lassolidaridades orgnicas debilitadas hoy da, rehacer un tejido socialdisgregado por el advenimiento del individualismo y la salida de unsistema basado meramente en la competencia y el inters. En tanto que esproductora de la sociabilidad elemental, la democracia participativava a la par del renacimiento de las comunidades vivas, de la recreacinde las solidaridades de vecindad, de barrio, de los lugares de trabajo,etctera. Esta concepcin participativa de la democracia se opone palmariamente ala legitimacin liberal de la apata poltica, que indirectamentealienta la abstencin y acaba por ser un reino de gestores de expertos yde tcnicos. La democracia, a final de cuentas, descansa menos sobre laforma de gobierno propiamente dicha que sobre la autntica participacindel pueblo en la vida pblica, de tal suerte que el mximo de democraciase confunda con el mximo de participacin. Participar es tomar parte,es probarse a s mismo como parte de un conjunto o de un todo, y asumirel papel activo que resulta de dicha pertenencia. La participacindeca Ren Capitant es el acto individual del ciudadano que lo efectacomo miembro de la colectividad popular. Vemos a travs de esto cmolas nociones de pertenencia, ciudadana y democracia se encuentranligadas. La participacin sanciona la ciudadana que resulta de lapertenencia. La pertenencia justifica la ciudadana que permite laparticipacin. Conocemos la divisa republicana francesa: Libertad, igualdad,fraternidad. Si las democracias liberales han explotado la palabralibertad, si los antiguos demcratas populares se han emparentado conla igualdad, la democracia orgnica o participativa, fundada en laciudadana activa y en la soberana del pueblo, bien podra ser el mejormedio para responder al imperativo de fraternidad.