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El Autor y su Obra Pascal Gabriel Albiac NOVA

Albiac, Gabriel-Pascal. El Autor y Su Obra

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Blaise Pascal, heredero de las luces del Renacimienlo y representante del Racionalismo —el movimiento de Desearles, Leibniz y Newton— logra modificar el frío esquema de las ideas puras y matemáticas irrumpiendo en medio de ellas con sus «razones sentimentales», con los argumentos agónicos de lo irracional y maravilloso. De esta forma se convierte en un claro precursor de la filosofía poética y del existencialismo.

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  • El Autor y su Obra

    PascalGabriel Albiac

    NOVA

  • ndice

    La pasin del ju e g o .................................................... 11C ronologa .................................................................... 27Aquel insomne juego de la c ie n c ia ........................ 35Como una persislente pesadilla ............................ 65A.M.D.G.: Los que juegan a ganar .......................... 85El asilo de los locos .................................................. 99E p logo ............................................................................. 121N o tas ................................................................................. 122B ib liografa ..................................................................... 127

  • Hubo un hombre que, a los doce aos, con barras y redondeles haba creado las matemticas; que, a los dieciseis, haba realizado el ms sabio tratado sobre las cnicas que se viera desde la antigedad; que, a los diecinueve, redujo a mquina una ciencia que existe toda entera en el entendimiento; que a los veintitrs, demostr los fenmenos de la pesadez del aire, y destruy uno de los grandes errores de la fsica antigua; que, a esa edad en que los hombres comienzan apenas a nacer, habiendo acabado de recorrer el crculo de las ciencias humanas, se apercibi de su nada e hizo girar sus pensamientos hacia la religin; que, a partir de ese momento y hasta su muerte, que acaeci en su trigsimonono aniversario, continuamente enfermo y plagado de sufrimientos, fij la lengua que hablaron Bossuet y Racine, dio el modelo de la ms perfecta irona como del razonamiento ms poderoso; y que, Analmente, en los breves intervalos de sus males, resolvi como distraccin uno de los ms altos problemas de la geometra y dej caer sobre el papel pensamientos que son ms divinos que humanos. Este genio aterrador se llamaba Blaise Pascal.

    (Chateaubriand)

    He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan despiadados.

    (Borges).

  • Todo suicidio es apasionante. Tanto ms, cuanto ms atroz y rigurosa es su forma. Lo que sigue no es sino la trabajosa historia de un suicidio.

  • La pasin del juego

    Fin del juego

    Tras la muerte de M. Pascal, una vez que fue abierto, se encontraron el estmago y el hgado putrefactos v los intestinos gangrenados, sin que fuera posible saber con exactitud si esto haba sido Ia causa de los dolores de clico o bien el efecto de ellos. Pero lo ms peculiar se produjo en el momento de la apertura de la cabeza, cuyo crneo result no tener otra sutura que la lamboidea.Io que aparentemente haba sido la causa de los grandes dolores de cabeza a los que se viera sometido durante su vida. Es cierto que haba posedo antao la llamada sutura frontal: pero como quiera que sta permaneci abierta mucho tiempo durante su infancia, como suele acontecer en esta edad, al no poder volver a cerrarse, se haba formado un callo que la haba recubierto por completo y que era tan considerable que poda fcilmente percibirse al tacto. En lo que a la sutura coronaria se refiere, no tena el menor rastro de ella. Los mdicos absentaron que se encerraba en l una prodigiosa abundancia de cerebro, cuya sustancia era tan slida y condensada que ello les hizo juzgar que sta era la razn por la cual, al no poder cerrarse la sutura frontal, la naturaleza se haba ocupado de ello mediante ese callo. Pero lo ms notable que observaron, y a lo cual se atribuyeron en concreto su muerte y los ltimos accidentes que o acompaaron, fue aue haba en el interior del crneo, frente a los ventrculos de! cerebro, dos impresiones, como de dedo sobre la cera, que estaban llenas de una sangre coagulada y ptrida que haba comenzado a gangrenar la duramadre .'

    Fin de juego, pues. En el instante preciso a fin de cuentas, ms srdido que pattico, del cual Marguerite Prier

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  • La pasin del juego

    levanta acta literal y terrible en su meticulosidad mezquina, en que finalmente queda cumplimentado ese largo aprendizaje de la muerte rigurosamente edificada pieza a pieza que ocupara los aos ltimos y decisivos de Blaise Pascal, parece como si, al fin, una larga tensin no culminada, una espera insoportable y lcida hubiera hallado bruscamente la calma. Fin de juego. Lo hemos perdido todo, definitivamente y, bien lo sabemos, no de otra cosa se trataba. Fin de juego: la mesa abandonada y silenciosa, mi espejo, el de mi mundo; ren ne va plus\ todo disuelto en sangre seca y ptrida; ren ne va plus; fin, oh si, fin desgarrado del juego. La muerte es una mala jugadora, la peor de todas, la que no sabe ganar; al menos en cristiano la palabra muerte no tiene el rostro hermoso (hubo otros tiempos, otras muertes, hubo Patroclo y Aquiles, hubo Empdocles y las blasfemias de los dioses, fue hace mucho, todo lo que me queda es el recuerdo de un olvido irreversible...).

    Es ahora ese cuerpo desarmado y penoso el que me retiene al borde de la escritura, ese cuerpo roto, amasijo de gangrena y miseria, esa cochambre mugrienta sobre una mesa de autopsia, lo que hoy me hace evocar los nombres sibilinos y diamantinamente hermosos que un viejo griego, hoy perdido sin remedio, otorgara a la espera de una muerte bella. Vana esperanza. Para el cristiano la muerte es slo horror y slo muerte. Con ella el mundo, definitivamente, abandona el horizonte. Fin de mi cuerpo que es el Jin del mundo; no hay ms mundo que el mo, ms juego que el de esta mesa odiada en que me odio repetido y unnime. (Cada cual para s mismo es un todo, puesto que. una vez muerto, todo ha muerto para m2). Recuerdos descuajeringados de una vida imposible

  • bos y adjetivos en que decir su nombre que es el mo, o que es, al menos, metfora del mo.

    Parasos perdidos

    No cuenta Blaise Pascal ms que catorce aos cuando, en 1637, Antoine Le Maitre, el primer solitario de Port- Royal, decide tomar la va del desierto. Es ya, sin embargo, el joven Blaise, si hemos de creer el testimonio de su hermana Gilberte (cosa que, como veremos, hay que hacer slo cum grano sals y adoptando infinitas reservas), es ya un personaje conocido en ese crculo de amantes de la matemtica cuyas conferencias... se realizaban todas las semanas, y donde las ms hbiles gentes de Pars se reunan para presentar sus obras y examinar las de los dems4; han pasado ya dos aos desde la fecha aquella memorable del descubrimiento solitario de la geometra eucldea sin ms supuesta ayuda que unos trozos de carbn y una imaginacin enfebrecida, y est ahora a punto de dar a la luz el muy notable Traitdes Coniques.

    No es de suponer que en la vida asctica del prematuro genio matemtico, ni probablemente en la de su familia, haya causado impresin o revuelo alguno la retirada al desierto de uno de tantos jvenes en alza rutilante dentro del rea movediza que pulula en torno a la corte. Antoine Le Maitre no es ciertamente el primero en haber abandonado el mundo; consejero de Estado y protegido de Sguier, su retirada puede, s, ser algo ms llamativa que la de otros menos brillantes; pero eso es todo. Nada extraordinario parece anunciar el gesto para la apacible familia Pascal. El entrecruzamiento de sus vidas no es ahora siquiera previsible; no tendr lugar hasta una dcada ms tarde, si bien entonces, en el instante mismo en el que finalmente llegue a producirse, el estallido de la vida de los Pascal ser absoluto, su destino quedar definitivamente delineado.

    Es todava, pues, demasiado pronto. Y, sin embargo... Sin embargo, la familia del Chancelier Pascal estaba bien situada biogrfica y socialmente para comprender el carcter simblico que el acto de Le Maitre entraa. Para comprender que Le Maitre no es Le Maitre, sino slo el

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  • paradigma lmite de una actitud que es ya, de facto. la suya: la asuncin libre y provocativa de aquello a lo que la historia ha condenado a ser a todo un sector social del que los Pascal como los Le Maitre (y como tantos otros, ilustres o annimos, con los que vamos a ir topando a lo largo de los caminos del desierto), ineludible y trgicamente, son parte integrante.

    Ignoro si la respuesta fulminante de Richelieu (espritu de esa agudeza que slo los ms seductoramente nauseabundos de entre la nauseabunda especie de los polticos profesionales poseen) al retiro arrogante de Le Maitre habr hecho que Etienne Pascal empiece a sospechar lo que a l y a los suyos se les vena encima. El mentor de Le Maitre, Saint-Cyran (probablemente tambin, otro desconocido para los Pascal), insignificante abad, consejero y confesor de un minsculo convento de monjas llamado Port-Royal des Champs, antao joven ambicioso y mundano, y, en parte al menos, otrora protegido del Cardenal, ahora apasionado defensor de la recuperacin por la Iglesia de una pureza perdida, Saint-Cyran, digo, va a dar de bruces directamente con sus huesos en el Chteau de Vincennes. No saldr de all hasta la muerte de Richelieu, cinco aos despus. Es la respuesta contundente del poder a los tericos del retiro.

    Todos los datos que entraman la tragedia colectiva de la familia Pascal estn dados. Como en una extraa pieza raciniana, los personajes nada saben an de algo que se siente ya, denso, en el ambiente.

    Pero, qu est pasando aqu? Ya que no los Pascal, inmersos en la marea que sube, preguntmonoslo nosotros. Porque hay que decir que es cuando menos extrao y, en ms de un aspecto, simplemente asombroso todo esto. Richelieu, el Todopoderoso Richelieu, en el momento lgido de su poder, perdiendo el tiempo y, a lo que parece. bastante preocupado en la caza y captura de un confesor de monjas prendado de la doctrina de San Agustn! Uno cree estar soando o leyendo a Dumas padre. O, ms bien, lo creera, si no fuera porque los datos estn ah inapelables. El Cardenal ha hecho arrestar al pequeo abad, ha registrado minuciosamente todos y cada uno de sus papeles, durante cinco aos se ha negado a que el pro-

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  • ceso fuera abierto, durante esos mismos aos se ha hecho informar, hasta el detalle ms nimio, de la actividad de Saint-Cyran en prisin, sus lecturas y (cuando tal quehacer le ha sido permitido) su correspondencia. Poco explicativa por no decir otra cosa me parece la utilizacin, como instrumento de explicacin primariamente psicologista, que hace Sainte-Beuve de la fina malevolencia de una frmula irnica y clebre del Cardenal de Retz. que sola decir de Richelieu que era un gran hombre, pero que posea en el supremo grado la debilidad de no saber despreciar los asuntos menores. Como maldad refinada, la boutade del gran seor que es Retz, no puede ser ms impecable; convertida por Sainte-Beuve que. dos siglos ms tarde, ni del ms mnimo atisbo de su finura o su displicencia es partcipe en explicacin psicolgica del asunto Saint- Cyran, resulta, inevitablemente, penosa.5

    Saint-Cyran o, lo que es lo mismo. Port-Royal es cualquier cosa menos un asunto menor. Hablar por otro lado de error, capricho o resentimiento ms o menos paranoico trminos con los que, con testaruda frecuencia, se ha tratado de solventar el problema6 no puede, en modo alguno, parecemos menos fuera de lugar. Hay que decirlo claramente; un hombre poltico de la entidad de Richelieu puede equivocarse (y, de hecho, se equivoca) fcilmente al elegir a sus amigos; muy difcilmente, al detectar a sus verdaderos adversarios; el instinto poltico desborda aqu muy ampliamente el mbito de la simple subjetividad, para pasar a ser expresin de una consciencia de clase, casi siempre infalible. Por eso preferimos la precisa explicacin de Luden Goldmann,7 a la que el paso de un par de dcadas no ha hecho sino perfilar en su fundamental justeza:

    Nada caracteriza mejor el genio poltico de Richelieu escribe el autor de Le Dieu Cach como ver que. si se haba preocupado poco mientras Saint-Cyran se encontraba en un grupo poltico opuesto que no tenia muchas posibilidades de xito, experimenta en cambio como una amenaza seria las nuevas manifestaciones de su adversario... y se apresura a reaccionar con energa ?

    La prisin de Saint-Cyran es la respuesta fulminante del

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  • La pasin del juego

    Jean Duvergier de Hauranne, abad de Saint-Cyran, pintado por Philippe de Champagne.

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  • Estado a quienes tratan de romper la baraja y abandonar el juego. Nada puede quedar fuera del nuevo Estado moderno que Richelieu trata de forjar: ni siquiera el desierto de ios anacoretas. Que nadie se haga ilusiones! Los tiempos en que el retiro era cosa privada han pasado. Definitivamente. Lo que ser el Estado burgus ha iniciado su navegacin: nada, a partir de ahora, quedar fuera del Estado.

    Conviene, tal vez, hacer algunas precisiones acerca de la trayectoria que, hasta el momento del choque final, han seguido los protagonistas de esta historia. Me limitar a dar dos o tres lneas rpidas del argumento.

    Hemos sugerido la existencia de un perodo decididamente mundano en la vida de Jean Duverger de Hauranne, Abb de Saint-Cyran. Un par de chocantes folletos, dedicados respectivamente a la reivindicacin del suicidio en servicio del rey (1609) y a la defensa del derecho de los eclesisticos a tomar las armas (1617), dan buena razn de la frivolidad moderadamente extravagante del joven caballero. La verdad es que difcilmente ese par de textos menores hubiese otorgado a su autor el menor pasaje a la posteridad, si la memoria insomne de los hijos de San Ignacio no los hubiera sacado, en el momento oportuno (es decir, en el ms inoportuno de todos los momentos), del olvido. Pero no es sino ms tarde, pasado el filtro de los aos de retiro y estudio de San Agustn que junto a su amigo Jansen (Jansenius. en su forma latinizada) lo recluyeran, a partir de 1611, en su propiedad de Champr, junto a Bayona, cuando Saint-Cyran comprende la vanidad de sus esfuerzos por brillar en la Corte, para pasar a proponerse un objetivo estratgico de mucha mayor altura: la reforma de la Cristiandad. A partir de ah, sus relaciones con Richelieu (a quien ha conocido antes de su ascenso fulgurante, cuando ste no es ms que obispo de Lu^on) comienzan a sufrir un proceso de irreversible deterioro que culminar con su detencin en la madrugada del 1S de mayo de 1638. Slo entonces el resentimiento del Cardenal cae a plomo sobre la cabeza de Jean Duverger de Hauranne, acabando con el ambiguo idilio que entre ellos ha parecido existir durante un considerable perodo. Lan- celot, testigo fiel e historiador minucioso de Port-Royal, ha descrito con detenimiento los esfuerzos de Richelieu

    La pasin dci juego

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    por atraerse definitivamente a Saint-Cyran, mediante ofrecimientos sucesivos de notorios puestos de alta responsabilidad eclesistica (hasta ocho obispados en total, escribe Lancelot), que una extraa mano oculta (los designios divinos, como lo que quiere Lancelot?, personajes muy altos de la Corte?, el propio Richelieu rizando el rizo del maquiavelismo?, tal vez el azar, no menor maquiavlico que los ms de entre los humanos...?) se ocupa metdicamente en frustar, siempre en el ltimo momento. Probablemente Lancelot exagera un poco la nota. Pero hay que decir que, si realmente las cosas han sucedido con la sistemtica reincidencia en la frustracin con la que l nos los describe, el asunto es como para hastiar de toda tentacin mundana, y de paso acabar con el sistema nervioso, no ya de Hauranne, sino del mismsimo Maquiavelo redivivo. Y si la cosa parece un tanto exagerada, releamos el resumen de las desdichas del buen abad, compilado por Sainte-Beuve y en el cual las altisonantes (y un tanto zumbonas) alabanzas del Cardenal vienen a sobreaadirse como la guinda al pastel:

    El Cardenal lo propuso primero como primer capelln de la casa de Enriqueta, reina de Inglaterra, cuando se preparaba su matrimonio en 1625. Pero por mucho que Monsieur de Brulle se empe en mostrarle la perspectiva de la utilizacin de su papel a jugar frente a los herejes de ultramar, el amigo de Jansenius no pudo consentir esta honorable deportacin que hubiera arruinado todas sus aspiraciones. Sin desanimarse por este primer rechazo, el Cardenal hizo que. poco despus, fuera elegido. por a reinu Mara de Mdicis, para el obispado de Clermont. cuando todo el mundo pensaba que Monsieur d'Estaing, obispo a la sazn, estaba murindose: pero el enfermo se cur. Se habl entonces del obispado de Bayona, y en total (y en diversas ocasiones) de cinco obispados: Lancelot habla de ocho. Richelieu lo design adems en varias circunstancias, para abadas que nunca llegaron a quedar vacantes a tiempo: ignoro qu especie de suerte adversa, ayudad por el poco empeo puesto por el kombre. hizo siempre que todo se frustrase. En cada ocasin, sin embargo. Saint-Cyran iba a agradecer al Cardenal sus buenas intenciones: ste, un da. tras haberlo recibido como de ordinario con grandes marcas de honor.

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  • Ui pusiuii dvl iiL-go

    y mientras lo acompaaba a travs de las salas, dijo en voz alta a sus cortesanos mientras le palmeaba la espalda:

    Seores, estn viendo a! hombre ms sabio de Europa!?

    Cansado de este juego sutil del ratn y el gato, o simplemente hastiado de la vida mundana, el cambio radical de problemtica de Saint-Cyran. su retiro a la soledad religiosa ms estricta, tienen un significado sintomtico cuya primera expresin es la huida del mundo de su discpulo Antoine Le Maitre. En cualquier caso, algo parece claro en el caamazo de datos que los trabajos de Orcibal 10 y Jaccard n se han esforzado en poner de manifiesto y que Goldmann resume con justeza: que en los ambientes de lo que ser la guardia de honor del jansenismo a partir de 1637, algo se ha producido para gestar la crisis de un conjunto de personajes que. al menos inicialmente, no podan parecer, en modo alguno, destinados al retiro asctico.

    Si el jansenismo surgi ante todo, efectivamente, en los am bien tes de robe, sus iniciadores. Saint-Cvrun. Amauld d'Andilly y Antoine Le Maitre. pertenecen a un medio en parte distinto y en todo caso ms imitado: son lo que podramos Uamar candidatos a puestos importantes, a la direccin, poltica e ideolgica, de la burocracia centra!... Efectivamente: junto a Richelieu, La Rocheposay. los Bouthillier y. ms tarde, el clebre padre Joseph. Saint-

    * Cyran y Arnauld d'Andilly son ante todo unos amigos lo mejor, unos asociados) que se proponen asegurarse mutuamente su carrera poltica en el mundo. A continuacin. ... Saint-Cyran se separa de Richelieu para pasarse al campo opuesto, constituido, entre otros, por el Cardenal Berulle, la Reina Madre y la Sociedad del Santsimo Sacramento que. sin poner en duda ni un momento la posibilidad de conciliar la vida cristiana con la participacin activa en la vida social, preconizaba sin embargo una poltica opuesta a la de Richelieu: la alianza con la catlica Espaa y una lucha a ultranza contra los hugonotes, tanto en el interior como en el exterior... En determinado momento, difcil de Jijar con precisin, Saint-Cyran empieza a formular una posicin nueva que har nacer el movimiento jansenista: la imposibilidad, para todo autntico cristiano, y sobre todo para todo autntico eclesistico, de participar

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    en la vida poltica y social... En 1637 se produce la primera manifestacin espectacular de lo que pronto ser el movimiento de los solitarios: la retirada de un joven abogado clebre que es ya Consejero de Estado y est protegido por el canciller Sguier. Antoine l e Matire... A partir de 1638. Saint-Cyran es encarcelado.

    La hiptesis explicativa de toda esta red de datos que Coldmann propone en Le Dieu Cach puede hoy considerarse clsica y, en cualquier caso, fundamentalmente justa. Una oleada de retiros tan masiva y tan socialmente tipificada como la que se registra entre 1637 y 1677.'3 no puede ser en modo alguno comprendida sino como efecto directo de una fuerte rearticulacin de los aparatos de poder y de la sociedad francesa del XVII. Las races de esta rearticulacin no son, por lo dems, excesivamente difciles de designar: el asentamiento definitivo de las bases del Estado moderno, bajo la forma de la consolidacin de la Monarqua Absoluta.

    Tres son las etapas claves que, siempre segn Gold- mann, conducen lentamente de la monarqua feudal al Estado de Luis XIII y Richelieu:

    al la monarqua feudal, indirecta, que desde el punto de vista sociolgico, caracterizaremos por la ausencia de un autntico poder monrquico, al no ser el Rey ms que un seor ms rico y poderoso que la mayora de los dems Ipero no que todos!, favorecido, es cierto, por el prestigio que le daba, en la lucha contra los dems seores, el apoyo de las villas y el del tercer estado.

    bl La monarqua moderada de ancien rgime que se caracteriza por la primaca definitiva de la realeza sobre los nobles,* realeza cuyo gobierno se apoyaba en el tercer estado y en el cuerpo de juristas, administradores y oficiales reales.

    el La monarqua absoluta que se haba independizado no slo de la nobleza sino tambin del tercer estado y de sus tribunales soberanos, y que gobernaba con ayuda del cuerpo de comisarios mediante una poltica de equilibrio entre las clases opuestas, especialmente entre la aristocracia y el tercer estado (pero tambin

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  • utilizando contra cada una de estas clases el peligro de las revueltas populares y la necesidad de un poder lo bastante fuerte para reprimirlas1. 14

    De estas tres etapas, parece claro, desde luego, que la gestacin del jansenismo se relaciona con el paso de la monarqua moderada a la absoluta. En la sutil combinatoria mediante la cual el rey hace primero uso de la noblesse de robe, frente a la aristocracia, para independizarse luego del control de sta a travs de la creacin de un nuevo cuerpo directamente dependiente de la propia monarqua, el de los consejeros Reales, que van lentamente usurpando las funciones de los oficiales, es todo un sector social el que se ve centrifugado de los ncleos del poder y abiertamente amenazado de ostracismo definitivo. Y resulta ser, precisamente, la amenazada, aquella capa social que a lo largo del perodo de monarqua moderada de anden rgime adquiere la esperanza de hacerse indispensable, de convertirse en el factor de estabilidad esencial para el desarrollo del nuevo Estado, como gestor de la liquidacin de la estructura feudal; y es ella la que, con un horror no menor que su sorpresa. va a ver ahora, paradjicamente, revolverse contra s la cuchilla de la historia que ella creyera manejar; definitivamente expulsada del paraso que un da considerara suyo, a esta fraccin naciente de la burguesa de Estado no le queda ya ms alternativa histrica que el retiro y la muerte lenta. El proceso, naturalmente, ha sido prolongado pero rotundamente implacable. Se me permitir que siga citando a Goldmann al respecto:

    La transformacin de la monarqua moderada, burguesa y parlamentaria, en monarqua absoluta, parece haberse efectuado por tres impulsos sucesivos, cada uno de los cuales recoga a un nivel superior y mucho ms eficaz los esfuerzos del perodo precedente.Se trata de ofensivas del poder central que caracterizan los reinados de a) Luis XI. b) Francisco l y Enrique II y c) Enrique IV y Luis XIII (este ltimo habr de continuar y llevar al triunfo definitivo y al apogeo de la monarqua bajo Luis XIV).Naturalmente, cada una de estas ofensivas del poder monrquico est ligada al esfuerzo por crear un aparato de

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  • gobierno estrechamente unido y sometido a ese poder... Lo que caracteriza los reinados de Enrique IV y Luis XIII es la constitucin de un aparato de comisarios reclutados en parte entre los oficiales pero en parte tambin fuera de los tribunales soberanos... De este modo, la poltica del poder central disminuira progresivamente la importancia social y administrativa de los oficiales... Lo que siempre impidi a tos oficiales del anden rgitne constituir una clase en el sentido pleno de la palabra... es el hecho de que el Estado monrquico del que se alejaban progresivamente en el plano ideolgico y poltico constitua, sin embargo, el fundamento econmico de su existencia en tanto que oficiales y miembros de tribunales soberanos. De ah la situacin, paradjica por excelencia..., de un descontento y de un alejamiento de una forma de Estado, la monarqua absoluta, cuya desaparicin o siquiera cuya transformacin radical no se puede desear en ningn caso.'i

    Expulsados, pues, del paraso, con las convicciones sobre el ascenso rpido en la administradn del Estado hechas aicos, los desconcertados miembros del cuerpo de juristas y burcratas que componen lo que genricamente se ha dado en llamar noblesse de robe, tienen que optar entre distintas alternativas de supervivenda (todas ellas, de uno u otro modo, suicidas); bsicamente, stas se reducan a dos: la integracin en los nuevos cuerpos de consejeros (pero el carcter venal de los cuerpos y sus altos precios se convierten con frecuencia es el caso de Ar- nauid d'Andilly en barrera infranqueable), o (alternativa ms extendida, que es, con algn altibajo, la de Etienne Pascal, padre de Blaise) el retiro a la vida privada. Situacin amargamente paradjica y apenas sostenible que explica esa difusa presenda de lo trgico en el mundo burgus de la Francia del segundo tercio del siglo XVII. Entre 1637 y 1677 se registra

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    la aparicin y el desarrollo de una ideologa que afirma la imposibilidad radical de realizar una vida vlida en el mundo, ideologa, o mejor concepcin total ideologa, efectividad y comportamiento que se ha calificado de trgica... No hay duda de que antes de 1638 tambin

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    Antoine Arnauld d'Andilly.

  • hubo abandonos del mundo y retiros a la soledad, pero stos no tienen el carcter ideolgico del retiro de Antoine Le Mattre... Los retiros anteriores a 1638 no son ni trgicos ni jansenistas... Entre 1637y 1677, las manifestaciones de una concepcin trgica no se encuentran solamente en la historia de lo que se denomina corrientemente grupo jansenista. sino que se tropieza con ellas a cada paso.*

    Empresa utopista y desesperada como pocas, cabra decir aqu de ella, con todas las reservas pertinentes, que el fenmeno del abandono jansenista del mundo tal como cristaliza, ante todo, en la figura de los solitarios de Port- Royal no vendra a ser sino la sublimacin, arrogantemente asumida, de un ostracismo que, de jacto, se ha convertido en el irreversible destino de una fraccin social.

    Antes de que los solitarios comiencen a retirarse, es ya toda esta fraccin la que se ha retirado o ha sido retirada de la escena poltica y social.

    Goldmann tiene, una vez ms, razn al sealar cmo

    en los Pascal... el comportamiento es anterior a la ideologa. Mucho antes de conocer las ideas de Saint-Cyran. Etienne Pascal vendi en 1634 su cargo de Presidente del Tribunal de Ayudas de Montferrand para retirarse a la vida privada e instalarse en Pars. Sabemos que en 1638 figur entre los dirigentes de una manifestacin contra los retrasos en los pagos de las rentas y que se vio obligado a ocultarse a pesar del enrgico apoyo que los sediciosos' encontraron en el Parlamento: slo volvi a gozar del apoyo oficial aceptando una tarea especialmente penosa, por ser antiparlamentaria, en la represin de los Va-nu-pieds en Normanda. Puede comprenderse que en la familia Pascal estuviera abonado el terreno del ianse- nismo. 7

    La pasin del juego

    Por lo dems, no es difcil reencontrar el eco de esta radical decepcin en a voz del Pascal de los Pensam ientos:

    Tened cuidado. Qu supone ser superintendente, canciller. primer presidente, sino hallarse en una condicin en la que de la maana a la noche un gran nmero de gentes vienen de todos lados para no dejarle a uno ni una hora del da en que pueda pensar en s mismo? Y

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  • cuando se cae en desgracia y uno se ve enviado a su casa de campo, en la que no se carece ni de bienes ni de criados para ser asistido en sus necesidades, uno no deja de sentirse miserable y abandonado porque nadie le impide pensar en s m ismo.1B

    Fuera del paraso! A la calle! Fuera! Sin remisin!Qu queda sino el juego, cuando todo lo serio se

    esfuma inesperadamente como sueo de una noche de verano? Desde el otro lado de una vitrina que nunca ms volvern a atravesar, los grandes seores cados se aprestan a aceptar el reino de la absoluta gratuidad en el que han sido benvolamente confinados.

    Nada es tan insoportable para el hombre como hallarse en un total reposo, sin pasiones, sin negocio, sin distraccin sin aplicacin. Siente entonces su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vaco. Incontinente, sacar del fondo de su alma el aburrimiento, el malhumor, la tristeza, la melancola, el despecho, la desesperacin.19 Enfentado a un sentimiento de hasto irreparable, el siglo va a ver una generacin de grandes jugadores, de libertinos o de matemticos (que, al fin viene a ser la misma cosa). De hombres que apuestan duro. Y no olvidemos Dostoyevski obliga que el gentleman o, lo que es lo mismo, el verdadero jugadorslo apuesta a perder.

    As andan las cosas, as est el mundo, cuando el joven Blaise comienza a anunciarse precozmente como una luminaria con futuro. Ms vale que retorne a casa (o que se quede en ella). Ms le vale volver la vista al juego con que llenar el ocio inevitable, el hasto previsible; a esas distintas formas del divertissement. de las que el ex-magistrado Etienne Pascal le enseara a considerar la ms elevada, la del juego inacabable de la matemtica, esa tela de araa que, en la poca, rene, en torno al padre Mersenne, a no pocos de los grandes exquisitos ociosos de la sociedad parisina. A travs de l, Blaise, que nunca conoci infancia, va a descubrir un mundo mgico en el que el juego parece no tener fin (no seamos ingenuos, para Blaise Pascal lo tendr, y muy pronto; pero eso l lo ignora, por el momento): el mundo del nmero y la figura. El otro divertissement, el de libertino, no tardar en mostrrsele. En

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  • ambos. Pascal se desenvolver siempre como un perfecto gentUhomme.

    Una palabra ms, sin embargo, antes de lanzarnos de lleno en el espectculo atroz del nio matemtico (junto a la mujer barbuda o el bufn enano, parte sustancial del bestiario monstruoso con el que el barroco inicia la modernidad).

    Nos habamos preguntado, hace un momento, qu queda sino el juego?. No es una pregunta retrica; tiene una respuesta neta, aunque de momento hayamos preferido callarla deliberadamente (entre otras cosas, porque no es an pensable por el joven Pascal); la renuncia a todo juego, el abandono de la mesa (Jacqueline. la hermana amada-odiada, la encontrar muy pronto). Pues bien, a eso, precisamente a eso es a lo que llamamos jansenismo.

    Otra respuesta es posible. Blaise la encontrar en el final de su vida y Nietzsche se la reprochar (con un horror profundsimo que no acertamos a compartir): el suicidio.

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  • Cronologa

    1623. 19 de junio. Nace Blaise Pascal. Su padre, Etienne, es Presidente de la Cour des Aides (organismo que entiende en materia de impuestos) de Germont. Con anterioridad (1620), ha nacido su hermana Gilberte.

    1624. Enfermedad de langueur de Blaise. que su familia atribuye al hechizo de una bruja.

    1625. Nacimiento de su hermana menor, Jacqueline1626. Muerte de Antoinette Pascal, madre de Blaise.1631. Etienne Pascal y su familia se instalan en Pars,

    an cuando l siga conservando, hasta 1634, su cargo en Clermont. Se encarga personalmente de la educacin de sus tres hijos y frecuenta los crculos matemticos parisinos.

    1636-37. Etienne PascaL y Roberval realizan una fuerte crtica del Discours de la Mthode de Descartes. Blaise, desde los 12 aos, comienza a frecuentar el crculo de los matemticos amigos de su padre.

    1638. Jacqueline Pascal comienza a ser conocida, en los medios de la Corte, como precoz versificadora: es presentada a la Corte de Ana de Austria en Saint-Germain. Como consecuencia de un motn contra las medidas fiscales en el que l mismo ha debido tener un papel relevante. Etienne Pascal se ve obligado a huir de Pars para evitar ser encarcelado, ocultndose en Auvemia.

    1639. Febrero. Jacqueline. tras una sesin de teatro infantil ante Richelieu. obtiene de ste el indulto para su padre.

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  • Cronologa

    < X l)H S K I,ll I A N S K S l\f irij.rri iphissi.- ITI * R I A L U V A M l lV I ly k l IV I I A TH IHX*T:ET PROntS-SURI.V RKt

    & . O V A M i l *T i v v r r i R v i

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    Portada de Augusiinus de Jansenius.

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  • Cronologa

    Mquina aritmtica de Pascal.

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  • 1640. Enero. Etienne Pascal paga la deuda contrada con Richelieu, participando, bajo las rdenes del canciller Sguier, en la sangrienta represin de un motn en Renn. Impresin de la primera obra de Blaise Pascal: Essai pour es Cottiques. (En el mismo ao, aparecer el Augustinus, obra postuma de Cornelius Jansenius, obispo de Ypres. cuya reivindicacin radical del agustinismo dar origen a la larga batalla jansenista, en la que, aos ms tarde, se ver envuelto Pascal).

    1642. Para ayudar a su padre en sus penosas tareas administrativo-contables en Renn, Blaise inventa su clebre Mquina aritmtica, primer artilugio de clculo mecnico verdaderamente eficaz.

    1646. Grave accidente de Etienne Pascal. Los mdicos que lo cuidan ponen en contacto a la familia Pascal con la obra del gran difusor de Jansenius en Francia, Saint-Cyran (muerto en 1643). Agosto-noviembre. Etienne y Blaise, con la ayuda del matemtico Pierre Petit, reproducen en Renn la experiencia de Torricelli sobre el peso del aire.

    1647. Asunto Saint-Ange. Blaise, haciendo gala de un excesivo rigorismo religioso, denuncia al capuchino Jacques Forton, conocido como Frre Saint- Ange, a la autoridad eclesistica.23 y 24 de septiembre. En Pars y aquejado de una de sus frecuentes crisis de enfermedad, Blaise Pascal recibe la visita de Descartes.4 de octubre. Publicacin de sus Expriences nou- velles touchant le vide. Polmica muy spera con jesuta Noel acerca de la existencia del vaco.

    1648. Blaise y Jacqueline visitan, con una cierta frecuencia, el monasterio de Port-Royal des Champs, epicentro del fenmeno jansenista. En marzo, Blaise Pascal redacta un tratado sobre la Generacin de las secciones cnicas, hoy perdido, del que nos da noticia Leibniz. En marzo, retorno de Etienne Pascal a Pars. Jacqueline le expresa su deseo de profesar en el convento, pero el padre niega su autorizacin.

    Cronologa

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  • Cronologa

    En octubre, Blaise da a conocer el Rcit de la grande exprience des 1iqueurs.

    1649. Mayo. La Fronda. Etienne Pascal se retira, con sus hijos, a Germont. Retornarn a Parts el ao siguiente.

    1651. Julio-agosto. Redaccin del Trait du Vide (inacabado).24 de septiembre. Muerte de Etienne Pascal. Desaparece el impedimento paterno para la entrada de Jacqueline en el convento. Blaise, asombrosamente. trata de impedir esta entrada con argumentos econmicos.

    1652. 4 de enero. Jacqueline entra en Port-Ro.val. Inicio del perodo mundano de Blaise. En junio carta a la reina de Suecia, dedicndole la mquina aritmtica. Relacin imprecisa con Mlle de Roannez.

    165.3. Continan los problemas econmicos acerca de la profesin de Jacqueline. Blaise acabar dndose por vencido, pero guardar an durante algn tiempo un cierto resquemor hacia Port-Royal. Frecuenta, por esta poca, la amistad de notorios libertinos: Mr y Mitton entre ellos.(Mientras tanto, la Bula de Inocencio X. condenando las Cinco proposiciones extradas del libro de Jansenius. supone el inicio de la guerra jansenista.) Pascal redacta los dos Tratados sobre el

    equilibrio de los licores, el Trait du trian gle arithmfique y la Adresse a VAcadmie parisienne de mathmatiques.

    1654. Septiembre. Gran crisis de hasto. Blaise se dirige a Port-Royal para solicitar el consejo de Jacqueline. El 23 de noviembre tiene lugar la noche de la conversin y la redaccin del Memorial.

    1655. Enero. Primer retiro de Pascal a Port-Royal.1656. Amauld condenado en la Sorbonne. El 23 de enero,

    bajo el ms riguroso anonimato, aparece, en impresin naturalmente clandestina, la Primera Provincia!. Seguirn publicndose cada quince das, burlando la vigilancia de policas y jesutas, hasta junio de 1657. Mientras tanto, en Port-Royal tiene lugar el milagro de la Santa Espina. La ciinicln

  • milagrosa de su sobrina, Marguerite, ser interpretada por Pascal como signo de apoyo divino a su tarea de laceracin de la Societas Jesu.

    1657. Pascal participa en la redaccin de los Factums des Curs de Pars, prepara sus Ecrits sur la grdce, as como unos Elments de Gometrie. destinados a los alumnos de las petites coles de Port-Royai. Comienza a trabajar en su Apologie, de cuyos materiales resultar la recopilacin postuma de los Pensamientos.

    1658. Pascal lanza un desafo a todos los matemticos europeos acerca del problema de la ruleta. Se entabla una importantsima correspondencia pblica sobre el tema, en la que participan, entre otros, Carcavi, Sluse, Huygens Wallis. De la misma poca data la redaccin de los fragmentos sobre l'Art de persuader y l'Esprit gometrique, as como una exposicin pblica en Port-Royal del proyecto de su Apologa del Cristianismo, inacabada.

    1659. Agravamiento de la enfermedad de Pascal. Durante un ao y medio, cae en un estado de total anonadamiento de sus fuerzas.

    1660. Redaccin de la Prire pour le bon usage des matadle s.

    1661. 1 de febrero. La Asamblea del Cero exige a todos los eclesisticos la firma del formulario antijansenista acerca de la gracia. El Consejo de Estado ratifica la decisin y decreta la disolucin de las Pequeas Escuelas de Port-Royal que, segn Raci- ne, se haban convertido en una peligrosa competencia para las Escuelas Jesutas. Arnauld, apoyado por Pascal, adopta la tctica de aceptar firmar, pero distinguiendo entre la cuestin de derecho (las proposiciones son realmente herticas) y la cuestin de hecho (pero no se hallan en la obra de Jansenius). Las monjas de Port-Royal y particularmente Jacqueline ven con muy malos ojos este chalaneo. Estalla el ajfaire de la signatureA de octubre. Muerte de Jacqueline Pascal. Soeur de Sainte Euphmie, desgarrada

    Cronologa

  • por el drama de conciencia de la firma. Hasta el ltimo momento mantendr al respecto una actitud intransigente, reprochando, en carta a la Madre Anglique Arnauld, la excesiva ligereza acomodaticia de sus propios directores espirituales y reclamando para las religiosas de su convento el deber de defender, hasta sus ltimas consecuencias, la fidelidad a la ortodoxia agustiniana. Puesto que los obispos tienen el coraje de simples muchachas acaba diciendo en su carta, ser preciso que las muchachas tengan coraje de obispos. Blaise, fuertemente impresionado por la actitud y muerte de su hermana, rectifica su posicin inicial conciliadora y en su Ecrit sur a signature reprocha amargamente el jesuitismo adoptado por los elementos moderados de Port-Royal con Arnauld a la cabeza. Profundamente desmoralizado, abandona la controversia teolgica y se retira a la vida privada.

    1662. 19 de agosto. A la una de la madrugada, muere Pascal. Muri de vejez a los 39 aos, escribir, lcido, Racine.

    1670. Primera edicin de los fragmentos preparatorios de la Apologa, con el titulo de Pensamientos.

    1709. Destruccin definitiva de Port-Royal. La Abada es desmontada hasta sus cimientos, piedra a piedra. Pasaremos el arado sobre Port-Royal, declara Luis XIV. En 1712, la hermosa iglesia gtica del

    siglo XIII es volada por orden real. Slo qued la tierra arrasada. Hasta los cadveres de las monjas fueron exhumados de su cementerio y trasladados a una fosa comn del cementerio de Saint-Lambert- des-Bois.

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  • Aquel insomne juego de ciencia

    V -

    Pascal nio.

  • Aquel insomne juego de la ciencia

    De Hagigrafos y vidas ejemplares

    Esto de las hermanas bigrafos y albaceas es una cosa terrible, una verdadera peste. En el siglo XIX han causado estragos (vale la tranquilidad con que Elisabeth Frster ha manipulado las ediciones de Nietzsche, pero qu decir de la santa frescura con la que Isabelle Dufour soltera. Rim- baud se permite proclamar no slo un derecho, sino un deber estricto el operar la mutilacin de los textos de su hermano Arthur). En el siglo XVII, no podan ser menos.

    Que varias generaciones de investigadores pascalianos (o de simples estudiosos, o de curiosos a secas) se hayan sentido literalmente horrorizados (por hacer uso de una expresin bien pascaliana) ante la imagen del monstruoso nio Pascal, descubridor, literalmente ex nihilo, de toda la gran matemtica euclidiana a la edad de 12 aos, es algo que resulta ms que comprensible. O, al menos, lo es si nos tomamos a Gilberte y dems exegetas familiares en serio. Lo cual todo sea dicho me parece un descomunal atentado, no ya contra la seriedad histrica, sino contra el puro y simple sentido comn. Ah van, peor si quedan dudas, los prrafos famosos de la hermana bigrafo, en cuyo empeo relamidamente cursi por construir el arquetipo del nio prodigio, no es difcil reconocer los morbosos encantos del delicioso gnero vidas de nios ejemplares. (Sealo de pasada que la curiosa referencia de Kng a la posible beatificacin de Pascal no sera sino el ltimo de los avatares fantasmticos del monstruo literario puesto en pie por la hermanita):

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  • Su genio para la geometra comenz a aparecer cuando no contaba an ms que doce aos, por un tan extraordinario encuentro que cute la pena detenerse en l particularmente.Mi padre era versado en matemticas, y tenia por ello la costumbre de tratar con todas las gentes hbiles en esta ciencia, quienes con frecuencia venan a su casa. Pero como tenia el deseo de instruir a mi hermano en las lenguas. y sabia que la matemtica es una cosa que llena y satisface el espritu, no quiso que mi hermano tuviera ningn conocimiento de ella, por miedo a que esto lo hiciera negligente hacia el latn y las dems lenguas en las que quera perfeccionarlo. Por esta razn, haba cerrado todos sus libros que trataban de ella bqjo llave. Se abstena de hablar con sus amigos de este tema en su presencia: pero esta precaucin no impeda que la curiosidad del nio se viera excitada, de tal modo que frecuentemente rogaba a m i padre que le ensease las matemticas. Pero l se negaba, proponindoselo como recompensa. Le prometa que tan pronto como supiera el latn y el griego, se las enseara. Mi hermano, viendo esta resistencia, le pregunt qu era esta ciencia y de qu trataba. M i padre le d(jo en general que era el medio de hacer figuras justas y de encontrar las proporciones que entre ellas guardan, y al mismo tiempo le prohibi volver a hablar o siquiera pensar nunca ms acerca de ello. Pero este espritu que no poda permanecer encerrado en esos lmites, a partir del momento en que estuvo en posesin de tan ligera apertura, segn la cual la matemtica daba los medios de hacer figuras infaliblemente justas, se puso l mismo a soar, en sus horas de recreo, y hallndose en una habitacin en la que tena por costumbre dedicarse al juego, tomaba un carbn y dibujaba figuras sobre las baldosas, buscando los medios, por ejemplo, de hacer un crculo perfectamente redondo, un tringulo cuyos lados y ngulos fuesen iguales, y otras cosas semejantes. Encontraba todas estas cosas por s solo y sin el menor esfuerzo: a continuacin buscaba las proporciones de las figuras entre s. Pero como tan grande haba sido el cuidado de mi padre en ocultarle todas estas cosas que ni siquiera saba sus nombres, se vio obligado a inventrselos l mismo. A l crculo lo llamaba redondel, a la lnea barra, y as con las dems cosas. Despus de esos nombres pas a hacer axiomas. y finalmente demostraciones perfectas: y como en estas cosas se va pasando de una en otra. Ilev tan lejos su

    Aquel insomne juego de la ciencia

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  • investigacin que lleg hasta el trigsimosegunda proposicin dei libro primero de Euclides. Estando en este punto, mi padre entr casualmente en el lugar en que l estaba, sin que mi hermano se diese cuenta: lo hall tan embebido, que tard un buen rato en darse cuenta de su presencia. Imposible decir quin qued ms sorprendido: si el hijo aI ver a su padre, a causa de la expresa prohibicin que ste le haba hecho: o el padre al ver a su h(io en medio de todas estas cosas. Pero la sorpresa del padre fu e mucho mayor cuando, al preguntarle qu era lo que estaba haciendo, le dijo que buscaba tal cosa, que era la trigsimo-segunda prooosicin del librp primero de Euclides. Mi padre le pregunt qu era lo que le haba hecho pensar en eso. El d(jo que el haber encontrado tal cosa. Y acerca de ello, al hacerle nuevamente la misma pregunta, le d(h varias demostraciones ms que l habla hecho: y Jinul- mente, retrotrayndose y sintindose para los nombres de redondeles y burras, lleg hasta sus definiciones y axiomas.M i padre se qued tan espantado ante la grandeza y potencia de este genio que. sin decirle una sola palabra, lo dej, se march a casa de M. Le Pailleur. que era amigo intimo suyo y tambin un gran sabio. Cuando lleg, se qued inmvil y como transportado. M. Le Pailleur. viendo eso y que incluso verta algunas lgrimas, qued atemorizado y le rog que no te ocultase por ms tiempo el motivo de su disgusto. M i padre le dijo: no lloro de afliccin. sino de alegra. Bien sabis el cuidado que me he tomado en evitar a m i hijo todo conocimiento de la geometra por temor a apartarlo de sus otros estudios: sin embargo. ved lo que ste ha hecho. Y as diciendo, le mostr lo que haba encontrado, en virtud de lo cual poda decirse que ste habla encontrado la matemtica.

    ,M. Le Pailleur qued no menos sorprendido de lo que lo haba quedado mi padre: y le dijo que no considerara justo mantener ms tiempo cautivo un tal espritu, y seguir ocultndole este conocimiento: que era preciso dejarte ver los libros sin seguir refrenndolo.

    Hasta qu punto las pginas piadosas de Gilberte hayan podido contribuir a la edificacin moral de los vulgares mortales, es algo que escapa a mi humilde capacidad de valoracin. Cunto ha llegado a daar la seria apreciacin de la peculiar (y. a veces, paradjica, pero nunca

    Aquel insomne juego de la ciencia

    *7

  • milagrosa) gnesis de la obra pascaliana. es algo que nunca alcanzaremos a realzar suficientemente Superchera pura y simple? No lo creo as, sinceramente. Tampoco hay por qu dudar de la buena fe de la hermana entusiasta. Probablemente, ms bien chapuza, impotencia (por lo dems bien normal) de mujercita de su casa metida a historiador. Los efectos, no por ello resultan menos graves. Qu de tiempo y cunta tinta perdidos a lo largo de tres siglos en mostrar la consistencia/inconsistencia del relato de Gilberte! Cunta erudita polmica para establecer, por ejemplo, como una piedra firme, el conocimiento o no. por parte del matemtico-nio, del latn imprescindible para poder leer el texto eucldeo! Cunta esterilidad! No sucumbamos, pues, a la tentacin, a la seduccin de la trampa. Dejemos a Gilberte tranquila en el limbo de los justos, en compaa de su nio prodigio. Y nosotros, hablemos de otra cosa.

    El recurso del mtodo

    Por ejemplo. Hablemos de este mundo del segundo tercio del XVII, en el que la figura del cientfico (esa invencin del XIX) no existe, no ha sido an socialmente producida. En vano buscaremos el rigor aptico y sistemticamente profesional del investigador de oficio en las imgenes soberanamente ldicas y desenfadadas de los hbiles ingenios que, en los crculos brillantes de la buena sociedad europea, ofician el noble arte de sorprender, o aun de maravillar, con esa infatigable caja de Pandora que es el mundo de los nmeros. El gusto por la paradoja, el celoso secreto en que las frmulas susceptibles de dar la palma en una conversacin cortesana son guardados por sus creadores, el sentido, de una delicadeza rayana en lo morboso, del carcter de juego que toda operacin matemtica conlleva, son las reglas doradas del nuevo hombre de mundo: de ese espritu fino, para quien lo de menos desde luego es el valor o funcin de los resultados hallados, y slo la filigrana del arte muy selecto de la discusin, pblica o privada, lo realmente importante. Los savants* del tiempo de Luis XIII escribe Brunschvicg adoptan gustosos modos de duelistas y gestos de matamoros. Tal es el

    Aquel insomne juego de la ciencia

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  • fondo ltimo del refinado crculo de Marinus Mcrscnnc. Tal es el sentimiento de Etienne Pascal desde su retiro parisino, a l pertenece muy pronto Blaise y en sus sesiones participar con asiduidad. Como sus compaeros de crculo y controversias, tampoco el joven Pascal ser un cientfico, sino lo que nos sita en otra galaxia un bel esprit.

    Que queda de aquella hermosa imaginera de bestiario barroco, que en Gilberto se nos ofreciera, a la luz de esta pasin mundana de la brillantez dialctica del arte de los nmeros a la que lo ms florido del mundo intelectual bajo Luis XIII (y los Pascal, Etienne y. ms tarde, Blaise. no son, en eso, ms que un ejemplo) rindiera culto? Poca cosa. O. para ser ms exactos, una cosa por completo distinta.

    Que Etienne Pascal haya considerado la matemtica una actividad lo suficientemente seductora como para llegar a parecerlc un peligro la iniciacin en ella, antes de tiempo, de un hijo que. una vez tragado por la serpiente, hubiera abandonado todo otro campo de estudio menos gratificante, he ah algo en el relato de Gilberte que nos resulta fcil de comprender. Que. en ese largo peregrinar, a modo de camino de perfeccin, por las otras disciplinas a que Pascal padre ha sometido a su indefenso hijo, la enseanza de la matemtica haya aparecido como un premio (mejor el premio) con el que festejar su xito en materias menos apasionantes, no es menos coherente con la psicologa exquisita, de gran seor, del antiguo magistrado,que con la sutil crueldad quintaesenciada de todo educador. Pues bien. que. en medio de tales dosis de incitacin reprimida al placer absoluto, el joven Blaise haya decidido violar la nornvi. asaltar el paraso (o sea. la biblioteca paterna) y zamparse con la mayor celeridad el fruto prohibido, se me antoja no slo verosmil, sino adems, salutfero y refrescante. Definitivamente me reconcilia con ese pjaro de cuenta, por la Perier disfrazado de nio repipi. Que. pillado con las manos en la masa, encima haya tenido las santas narices de hacer creer a toda la familia que jumis de la vie haba ledo un libro de matemticas y que todo aquel fajo de hojas, con la geometra eucldea al completo y bien ordenadita. no era sino el resultado de la curiosa ocurrencia de una tarde ociosa de verano, es algo que exalta

    \quel in so m n e ju e g o d e la c ie n c ia

    V )

  • A quel in so m n e ju e g o d e la c ie n c ia

    ya. por s solo, a la categora de genial fing idor al futuro autor de la teora del fa ire com m e si, y que slo presenta, quiz, el inconveniente de ser por lo menos tan invero* smilmente genial como la hiptesis gilbertiana; si bien, a falta de otra cosa, por lo menos resulte infinitamente ms estimulante.

    Pero bueno, con formidable tomadura de pelo familiar o sin ella, de algo no cabe duda: una vez decidido a hacer de matemtico, el joven Pascal juega a fondo. A los doce aos ha descubierto (o construido) su primera pasin, que, como todas las suyas, ser decididamente desmesurada: la matemtica. No es inhabitual, por lo dems, esa tirnica seduccin que la magia numrica (como la ajedrecstica) puede llegar a ejercer sobre cabezas esplndidamente jvenes y desmedidas. No tenemos ms que detenernos a escuchar a ese otro adolescente mgico que un par de siglos ms tarde, en medio de la ms dionisaca parafernalia blasfema que cabeza moderna haya quiz osado poner sobre el papel, cantara la dulzura reconfortante del universo pitagrico, para encontrar, de nuevo, el reverso oscuro de la luz geomtrica cartesiana:

    Oh matemticas severas, no os he olvidado, desde que vuestras sabias lecciones, ms dulces que la miel, se filtraron en mi corazn como una onda refrescante! Aspiraba yo instintivamente, desde la cuna, a beber en vuestra fuente, ms antigua que el sol, y contino an hoy pisando el atrio sagrado de vuestro templo solemne, yo. el ms fie l de vuestros iniciados. Haba algo de vago en mi espritu. un no s qu espeso como el humo: pero supe franquear religiosamente los grados que llevan hasta vuestro altar, y vosotras habis arrancado ese velo... En su lugar, habis puesto una frialdad excesiva, una prudencia consumada y una lgica implacable... Sin vosotras, en m i lucha contra el hombre, tal vez hubiera resultado yo vencido. Sin vosotras, me habra hecho rodar por los suelos y morder el polvo de sus pies. Sin vosotras, con una garra prfida, habra l macerado m i cante y mis huesos. Pero me mantuve en guardia, como un atleta experimentado. Vosotras me disteis la frialdad que surge de vuestras concepciones sublimes, exentas de pasin. De ellas me serv para rechazar con desdn los goces efmeros de mi corto viaje y para expulsar de mis puertas las ofertas simp-

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  • ticas pero engaosas de mis semejantes. M e disteis la prudencia tozuda que se descifra a cada paso en vuestros mtodos admirables de anlisis, sntesis y deduccin. De ellos me serv para burlar las astucias perniciosas de mi mortal enemigo, para atacarlo, a mi vez. con habilidad, y hundir en las visceras del hombre un agudo pual que para siempre quedar clavado en su cuerpo... Oh matemticas santas, ojal pueda yo. mediante vuestro comercio perpetuo. consolar el resto de mis das de la maldad del hombre y de la injusticia del Gran-Todo.'

    Prodigiosa, en cualquier caso, resulta la produccin matemtica (y cientfico-tcnica, en general) de Pascal, en el breve plazo que va de 1640 a 1652, cuando ya el hasto va ganando terreno en forma alarmante y la crisis de identidad se recorta, incierta, en el horizonte. Y. al leer hoy el texto, sereno e insolente a un tiempo, con el que Blaise Pascal anuncia a la Academia Parisina de las Ciencias sus proyectos, en 1654 (poco, muy poco antes de optar por el retiro), uno no puede evitar el escalofro que Nietzsche sintiera ante la imagen, pattica y grandiosa, del genio que pudo ser y prefiri la nada, la renuncia, el silencio:

    Estos trabajos, lustres sabios, os los entrego o. ms bien, os los devuelvo, in efecto, los considero como vuestros puesto que nunca hubieran sido mos si no me hubiera formado entre vosotros; pero reconozco como mos aquellos que por ahora considero como indignos de Gemetras eminentes... Habra, pues, guardado silencio, no siendo poseedor de nada digno de vosotros, de no haber estado seguro de que vuestra benevolencia, que me ha sostenido en vuestra Asamblea desde mis aos ms jvenes, acogera incluso estas ofrendas, valgan lo que valgan.El primero de estos opsculos trata principalmente de lasa murallas o contornos de dos nmeros cuadrados, cbicos, bicuadrados, o de cualquier otro grado; y por esta razn lleva el ttulo de Tratado de las murallas de las potencias numricas.El segundo se ocupa de los nmeros mltiplos de otros y da un mtodo para reconocerlos mediante la sola suma de sus cifras.Pero a continuacin, si Dios lo permite, aparecern tambin otros tratados enteramente preparados, y cuyos ttulos son los siguientes.

    A quel in so m n e ju e g o d e la c ie n c ia

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  • Tratado de los nmeros mgicamente mgicos, o mtodo para disponer de los nmeros todos contenidos en un cuadrado de modo que no slo el cuadrado entero sea mgico, sino,lo que es mucho ms difcil, que siga siendo mgico cuando van siendo quitadas una a una las hileras de casillas, y ello en todas las posibilidades sin excepcin. Generalizacin del Apollonius francs, es decir, los contactos circulares, no slo tal como los conocen los antiguos y como Viete los ha restituido, sino hasta tal punto generalizados que difcilmente toleran el mismo ttulo.Los contactos esfricos, tambin ampliamente generalizados segn el mismo mtodo. En efecto, el mtodo de los unos y los otros resuelve cada uno de sus problemas por el plano, y toma su origen de una notable propiedad de las secciones cnicas, que es de una gran ayuda para muchos otros problemas muy difciles; y la demostracin ocupa apenas una pgina.os contactos cnicos tambin, en tos cuales, tomados cinco elementos a voluntad entre cinco puntos y cinco rectas, se restituye la seccin cnica que pasa por tos puntos y es tangente a las rectas.Los lugares planos, no slo aquellos que el tiempo ha arrancado a los antiguos, no slo aquellos que el ms ilustre de los gemetras de nuestro tiempo ha dominado, tras haber restituido tos primeros, sino tambin otros, hasta ahora desconocidos, que abarcan los precedentes y ampliamente los desbordan, mediante un mtodo que me permito considerar absolutamente nuevo, puesto que aporta nuevos resultados, y ello sin embargo mediante una va mucho ms corta.La obra completa de las cnicas, que comprende las cnicas de Apolonio as como innumerables otros resultados, mediante una sola proposicin o casi; invencin que realic cuando an no haba yo alcanzado los diecisis aos, y que he puesto ms tarde en orden.Un mtodo de perspectiva: ninguno de los ya inventados o de los que puedan llegar a serlo puede considerarse como ms breve o ventajoso que ste, puesto que proporciona los puntos del dibujo por interseccin de slo dos rectas; es absolutamente imposible ser ms rpido.Y adems un tratado absolutamente nuevo, sobre una materia totalmente inexplorada hasta ahora, a saber: la reparticin del azaren los juegos que a l estn sometidos, lo que en francs se llama faire les parts des jeux; la incierta fortuna es aqu convenientemente dominada por la

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  • equidad del clculo, hasta tal punto que a cada uno de los jugadores se le asigna siempre lo que de acuerdo con la justicia le corresponde... As, uniendo el rigor de las demostraciones de la ciencia a la incertidumbre del azar, y conciliando ambas cosas en apariencia contrarias, puede, tomando de ambas su nombre, arrogarse con todo derecho el siguiente pasmoso titulo: La Geometra del azar. No hablar del Gnomon, ni de las variadas e innmeras investigaciones que tengo entre las manos; a decir verdad ni estn acabadas ni son dignas de serio.Paso tambin bajo silencio mi trabajo sobre el Vaco, que pronto ser impreso...Tales son los frutos maduros de nuestra Geometra...7

    Y tal es el punto final al que la pasin irrefrenable del ms impecable de los juegos, el del nmero y la lnea, ha conducido a Pascal. Todo parece claro, transparente en su horizonte ascendente de joven sabio. El proyecto, sin embargo, es bien sabido, no ser jams realizado. Desde la cima de la razn inflexible del nmero, la cada al abismo ms profundo se prepara implacable. Las nubes de la tormenta no han hecho ms que aparecer. Las tinieblas nos aguardan.

    Descartes, intil y.falso

    Y, sin embargo, Pascal no es ya lo hemos indicado un cientfico, ni siquiera un profesional de la actividad cientca, al modo en que lo es, por dar un ejemplo solemne, Descartes. Ni aun en sus momentos de ms alta seduccin por el rigor numrico, puede aqul ser, sensu strcto, encerrado en los marcos apticos del simple especialista. Honnte homme ante todo, animal de corte y de saln mundano antes que de Colegio o Universidad, Pascal, el Pascal primero de los aos cuarenta, es la personificacin andante del ingenio moderadamente libertino cuyo retrato nos ofrece Jean Mesnard:

    fPersonaje) *cuya voluntad de agradar le' impide caer en el dogmatismo del sabio y le invita a adaptarse a su interlocutor, aun cuando ste posea una ciencia diferente de la suya, aun cuando sea un simple ignorante.

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  • A quel in so m n e ju e g o d e la c ie n c ia

    Cuyo ideal no es ya el de penetrar los secretos del universo. sino el de realizar la comunicacin entre los hombres. La universalidad no se define ya por referencia al universo, sino al hombre. Esta perspectiva casi socrtica confluye, en una amplia medida, con la del espritu positivo a la bsqueda de una norma humana de variedad. y conduce a plantear el problema del mtodo-3

    El problema del mtodo! Espinosa cuestin para un joven post-cartesiano. Descartes no slo lo ha planteado, sino que, segn l, lo ha cerrado y sellado definitivamente; para siempre. Podrn pasar varios siglos antes de que hayan sido deducidas, a partir de (mis) principios, todas las verdades que de ellos pueden deducirse escribir el maestro en 1644, puesto que la mayor parte de los que faltan por encontrar dependen de algunas experiencias particulares que no se encontrarn jams por azar, sino que deben ser buscados con cuidado y empeo por hombres muy inteligentes.4 Pero los principios mismos eso est claro son intangibles. Es ms, precisamente de su intangibilidad deriva la garanta nica que posibilita el desarrollo abierto de las investigaciones concretas.

    Descartes no es, no ha querido ser, eso est claro, un filsofo: al menos, no lo ha querido ni originaria ni fundamentalmente. Su aspiracin es otra: la del cientfico que, tras Galileo, confa en haber hallado la piedra de toque para toda actividad terica que de veras merezca tal nombre: la matemtica, esa ciencia universal susceptible de abarcar, con certidumbre frrea e implacable claridad, los mbitos ms dispersos y los recursos ms recnditos, de todo saber verdadero. Acabado el tiempo catico de las controversias inacabables, la matemtica, al fin, nos otorga el escalpelo, la unidad de medida con que reducir toda ambigedad a la seria tutela de la universalidad. Mtodo universal y nueva lgica, frente a la retrica persuasiva y el artificio silogstico, slo a la medida en que Descartes vaya viendo madurar su sistema, se insinuar en su matemtica la necesidad de aquella fundamentacin metafsica que Platn, el inmensamente astuto, sealara con vigor inequvoco en el libro VI de la Repblica. Y aun entonces, una tal justificacin no parecer sino tomar todos los atributos de la reduc-

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  • cin de la Metafsica a una Metamatemtica o matemtica primera, autosuficiente y rebosante de segundad en s misma. Qu tremenda, en verdad, la voz de Ren Descartes, al anunciar su hallazgo!: Creo haber encontrado el modo de demostrar las verdades metafsicas, de un modo que es ms evidente que las demostraciones de la Geometra;i escribe en abril de 1630 al Padre Mersenne. Quizs el largo calvario que ese otro miembro del entorno merse- niano que es Pascal, va a emprender, dos dcadas ms tarde, a lo largo del camino de la fundamentacin metafsica, para concluir en el hallazgo del vaco, quizs este extrao via crucis constituyera el ms sorprendente ments histrico infringido en el siglo XVII al desmedido optimismo cartesiano.

    Kng subrayaba, en un trabajo de notable perspicacia, el aguzado antagonismo que subyace a la relacin Pascal/ Descartes. Como Descartes, es Pascal, en efecto, antes que nada, un matemtico notable, tanto por su precocidad como por su originalidad y brillantez'. Como l, fsico obstinado e ingenioso, y, tal vez ms que l, hombre de mundo (al menos, hasta su retiro definitivo, en 1654). Junto a l (aunque, en este plano, el joven discpulo tome una delantera notable sobre el patriarca) fotjador literario del francs moderno. Todo parece estar como trucado para ver en Pascal al primero tal vez al nico de genio entre esos discpulos a los que Descartes otorgara el dudoso privilegio de completar la obra en sus detalles y extraer las ltimas consecuencias de los principios universales por l perennemente establecidos.

    Qu lejos de ello, sin embargo, la realidad, a poco que la estudiemos con un mnimo de rigor detallado!

    Que Pascal es un hombre en todo ajeno, por su carcter y actitud vital, al autor del Discours de la Mthode, es algo que apenas si necesita ser precisado. Representante de esa imagen fustica de la tragedia humana que inevitablemente lo encierra en el crculo terrible de una consciencia abocada a ser capaz tan slo de decir, hasta sus ltimos detalles ms precisos, la incapacidad radical para decir cosa alguna que valga realmente la pena de ser dicha, condenado voluntariamente a la quizs ms implacable tarea de riguroso autoaniquilamiento que el siglo XVII

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  • haya contemplado. poco tiene Pascal que ver con el hombre de la poete alemana, con el lento y metdico artesano de una obra en cuya sistematicidad late la conviccin de haber vencido framente el peso de los tiempos, dando la imagen redonda, rotunda e inevitablemente auto- satisfecha del sistema definitivo del mundo: revisablc. matizable. pulible. pero definitivo. Pascal pertenece a otra raza: la de los hombres trgicos, que Goldmann nos ha descrito rigurosamente como la otra cara de la Contrarreforma. el otro modo de ser moderno (o antimoderno, que tanto da).

    Pascal, hombre del pathos frente al hombre del mtodo, Descartes, como lo afirma Kng? Sin duda. Pascal es un jugador, y el juego ha de ser apasionado-5 w* Cuidmonos. eso s. con todo lujo de escrpulos, de asimilar tal pathos con una asistematicidad pura y simple o. lo que sera an ms grave, con una variante especfica del irracionalismo. La nitidez de espritu causa tambin la nitidez de la pasin6 y la vida tumultuosa es, para Pascal, la huella misma de los grandes espritus-7 Pasin y razn, no son. en una instancia profunda, ms que una misma cosa.8 Pathos y rigor, pasin y sistematicidad,no son siempre opuestos, ni tienen por qu entraar mutua exclusin alguna (Lautre'amont, ya lo hemos dicho, supo verlo cristalinamente a lo largo de los Cantos de Maldoror); la pasin de Pascal es metdica hasta la locura; la sistematicidad ms rigurosa, la razn ms empeada en hurgar despiadadamente en sus races para establecer sus lmites, puede ser (lo es. de hecho, en Pascal) la forma perfecta y bruida de la ms desmedida pasin. Pascal y Descartes no se oponen entre s como lo asistemtico y lo sistemtico, sino como dos formas de sistematicidad, por igual rigurosas e incompatibles.

    Pero, si por mucha amplitud de espritu que uno posea, no se es capaz ms que de una gran pasin,9 cul es la pasin de Pascal? La matemtica y la fsica que lo ocupan de 1640 a 1654?, la rigurosa religiosidad jansenista que se inaugura con las Provinciales para cerrarse trgicamente con el asunto de la signatura? la desesperanza absoluta que. tras de ello, empapa definitivamente el espritu de Pascal hasta sus momentos finales? Tal vez la

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  • voluntad de muerte, que recorre, como un hilo conductor, todos los eslabones de una vida desgarrada, soberbiamente descrita en las hermosas palabras de Goldmann:

    Hasta 654 Pascal busc la verdad en el mundo natural y en las ciencias abstractas: de 1654 a 1657 esper ei triun fo de la verdad en Ia Iglesia y de la religin en ei mundo fy tom parte activa en la lucha por este triunfo): ai fina! de su vida supo que la nica grandeza autntica del hombre consiste en la consciencia de sus lmites y de sus debilidades. vio las incertidumbres que caracterizan a toda vida humana, tanto en la naturaleza como en la Iglesia militante,y tanto en ei piano de la razn como en ei de la revelacin. pues la razn es insuficiente sin la fe para conocer la menor cosa natural, y la fe no puede insertarse vlidamente en la vida del hombre sin la actitud racional de la apuesta... Ms all incluso de San Agustn, del que se sabe que gozaba de una autoridad inmensa en los medios jansenistas, Pascal descubri la tragedia, la incertidumbre radical y segura, la paradoja, la negacin mundana del mundo y ei recurso a Dios. Y es al llevar la paradoja hasta el mismo Dios, que para el hombre es cierto e incierto, presente y ausente, esperanza y riesgo, cuando pudo escribir Pensamientos > abrir un capitulo nuevo en la historia del pensamiento filosfico.'0

    Un tal sentido del pathos que todo lo arrastra a su paso, no puede menos, en efecto, que resultar insoportable desde el equilibrio sereno de la mirada cartesiana. Pero, ms all de la incompatibilidad de los caracteres esa incompatibilidad que frustar, a buen seguro, sus dos nicas entrevistas " . es la estructura misma de sus concepciones tericas ms claves, la trama invisible que aleja irremisiblemente a dos espritus cuya grandeza primera es quizs la de haber forjado paradigmticamente la imagen de la cara y la cruz de la modernidad.

    Lejos del clima de ocio apacible en que el joven Pascal (acuciado, eso s, de continuo por la enfermedad. pero ese es otro tema) desarrolla su actividad terica, en un clima en que actividad cientfica y divertimento ldico no son diferenciables, el segundn Descartes, l que ha conocido todos los avatares grises de quien, a travs de mil actividades, ha de ganarse laboriosamente su propio bie-

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  • nestar material, con una persistencia que los suyos mismos tal vez no pueden considerar sino como humillante Lejos y. muy probablemente, resentido ha de sentirse el viejo ante el joven discpulo mimado por la suerte. Esc Descartes que. poco a poco, se ha labrado con dureza y persistencia (y en toda persistencia yace un peso incon- fesado de humillacin silenciada y de rencor latente), un prestigio y una seguridad tan altos como costosos, ese Descartes digo contempla al joven Pascal no es difcil imaginarlo con mirada cansada y prevenida: nada halla en el estilo de pensar del otro, en su diletantismo exquisito y levemente displicente,que le pueda ser comn, nada en esta prctica seorial con que el joven Pascal acomete el ms delicadamente elegante de los juegos (aun cuando sea con tanta frecuencia, ese juego, no otra cosa que antdoto contra el dolor insoportable), que no le aparezca como la mscara, apenas velada, de la ms notoria frivolidad.

    Descartes quiere, necesita, resultados tangibles en toda actividad cientfica, y a por ellos va directamente, con avidez de ganador perpetuo. Pascal se alarga, indolente, en el placer del texto, de la bsqueda, de la espiral loca y auto- suficiente del estilo. Los objetivos? |Y qu ms da! Los resultados cosa muerta se publican si as place, o. si no, se guardan tranquilamente en el cajn, para el crculo de amigos con quienes charlar en las tardes de lluvia gris de ru Monsieur-le-Prince o Port-Royal des Champs. Slo el combate nos agrada, no la victoria.13 Penosa es, en verdad, la tarea de artesano de aquel que empea su vida en pretender vivir como un profesional de lo cientfico.

    Para hablaros con franqueza de la geometra, la considero el ms alto ejercicio del espritu; pero, al mismo tiempo, la se tan intil que hago pocas diferencias entre un hombre que no es ms que gemetra y un artesano. Digo tambin de ella que es el ms bello oficio del mundo; pero, a fin de cuentas, nada ms que un oficio; y suelo decir que es buena para entrenarse, pero no para gastar en ella nuestra fuerza: de tal modo que no dara yo dos pasos seguidos por la geometra .14

    Dandismo soberano del joven genio que. cuando al

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  • Fin se decide a publicar, puede, por ejemplo, llegar a hacerlo bajo la forma del duelo simblico al que, bajo el sud- nimo de Amos de Dettonville (ltimo gesto de gran sefior, este rehuir la exhibicin demasiado manifiesta), desafiar, en 1658, a los matemticos de su tiempo, mediante la propuesta de un problema que l se sabe insolentemente nico en poder resolver.

    La obra de Descartes huele a sudor; la delicada Filigrana mnima de Pascal slo trasluce, a veces, sangre.15

    Creo, sinceramente, que Descartes debi odiar mucho al joven Pascal. Motivos para ello no le faltaban. Algn que otro fragmento de su correspondencia con Mersenne no deja de dar pie para pensar que as ha sido. Como aquel, por ejemplo, en que, malvolamente, deja caer que tal vez haya que buscar en Etienne Pascal al verdadero autor de los escritos atribuidos a su hijo. Ms motivos de resentimiento hubiera tenido si tan slo se hubiera sobrevivido a s mismo un par de dcadas Iqu inmensa la fortuna la de Descartes: desaparecer en el momento preciso, incuestionado, en el pinculo de la gloria y justo en la antesala del derrumbamiento!. Hubiera visto entonces, con horror previsible, al bordador de efmeros encajes triunfar, silencioso, sobre ese macizo edificio de la Mathesis Universalis que debiera haber sido pilar de toda ciencia futura.

    Genevive Rodis-Lewis ha subrayado,16 justamente, cmo, al publicar sus Principia en latn, la aspiracin de Descartes no ha sido otra que la de proporcionar la clave ltima de toda ciencia, que pueda constituirse en base de la ensefianza en los Colegios. Las ..-osas no han sido tan lineales como Descartes parece haberlo esperado, y ya en 1647. al publicar su traduccin francesa, Descartes, que tiene en mente las primeras divergencias y distorsiones que entre sus discpulos se han producido en torno a la interpretacin de la teora general, recomienda encendidamente a sus lectores que no me atribuyan jams ninguna opinin a no ser que la encuentren expresamente en mis escritos, y que no acepten como verdadera ninguna, ni en mis escritos ni en los de los dems, a no ser que vean que se deduce muy claramente de los verdaderos principios.'7

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  • La advertencia es, sin duda, honesta, pero tras ella apunta otra ms radical, que Malebranche no tardar en plantear: bajo qu condiciones y a qu precio es posible ser cartesiano? Para darle una respuesta que anuncia ya algo ms que una simple heterodoxia:

    No hay que creer en Descartes bajo palabra, sino leerlo, como l mismo nos aconseja, con precaucin, examinando si no se habr equivocado y no creyendo de lo que dice nada ms que aquello en lo que la evidencia y los reproches secretos de nuestra razn nos obliguen a creer. 8

    No parece, en cualquier caso, nada claro que una tal actitud tenga mucho que ver con el llamamiento mediante el cual Descartes exhortara a sus discpulos a continuar durante varios siglos el desarrollo concreto de sus principios universales. Ni mucho menos, que Descartes haya podido imaginar siquiera que tan slo una vientena de aos d espus de su m uerte, la o b sen acin establecerla la velocidad fin ita de la luz. siendo a s que su transm isin instantnea era para l una ta l certidum bre que estara d ispuesto a confesar, s i s e probara lo contrario, que no saba nada d e f ilo so fa . '9

    Suavemente el mundo todo de las certidumbres cartesianas se desmigaja en el pobre plazo de veinte o treinta aos. La rehabilitacin newtoniana de la oscura nocin de atraccin acabar de arruinar aquella physique d u p lein . en cuyos torbellinos buscara testarudo refugio Descartes frente a las concretsimas experiencias pascalianas acerca del vaco. Una poca toca a su fin; y en esta hecatombe previsible, Descartes no es el primero de los modernos, sino tal vez el ltimo de aquella raza antigua de los que desearon ser modernos.

    Bien claro est, de entrada y eso Leibniz lo ha presentido en la carta que. sobre la ordenacin de los escritos matemticos de Pascal, escribiera a Etienne Perier, que lo que subyace a toda la matemtica pascaliana es, muy precisamente, la voluntad de oponer un mtodo nuevo (aquel que. muy caticamente, tiene sus races en De- sargues). frente a otro ya existente (el de la M athesis Vni- versalis cartesiana); y para ser ms concretos, oponer una

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  • geometra pura como alternativa al lgebra pura. Descartes no se ha engaado ni un solo instante acerca del radical peligro que el olmpico desprecio mostrado por el joven Pascal, desde el Tratado de las Cnicas, hacia el anlisis especioso cartesiano y su reivindicacin de una geometra proyectiva, entraa para la totalidad unlversalizante del mtodo que es suyo. Acometer la tarea de elaborar una nueva geometra, ajena en todo a la preeminencia del lgebra cartesiana, es un golpe particularmente duro para una disciplina que aspira a dar la clave de la resolucin matemtica de todo saber. Descartes es consciente de ello, y acusa el golpe. El tono de la carta a Mersenne. en que rezonga que se podran proponer un montn de cosas sobre las cnicas que un chaval de diecisis tendra bastantes dificultades para solucionar, constituye, por s solo,una buena huella del impacto.

    El encuentro de 1647 entre los dos personajes, un Descartes en el apogeo de su gloria y un Pascal ya lacerado fuertemente por la enfermedad, no arreglar, naturalmente, nada de nada, y, por el contrario, tendr la virtud de enconar las cosas, generando la srdida historia del plagio de la experiencia del Puy-de-Dme sobre la presin del aire y el vaco; plagio del que Descartes acusar sin aparente fundamento sensato al joven cientfico, y que har, definitivamente, acabar todo a la gresca.

    Gar que. antes de llegar a este punto de emponzoamiento, el problema de las cnicas nos permite observar, en estado transparente, las profundas divergencias, an estrictamente tericas, que abren un abismo entre dos modos de pensar a cuya base operan dos contrapuestas metafsicas. Bien manifiesto resulta que lo que est detrs de la polmica es bastante ms que la cuestin al fin y al cabo un tanto secundaria de saber si un problema matemtico concreto es ms econmicamente resoluble mediante reduccin algebraica o por operacin geomtri- co-proyectiva. Lo que se juega tiene un calibre muy distinto, y ste no es otro que el fundamento mismo del sistema cartesiano: tiene valor universal la reduccin algebraica?, es verdaderamente factible la asimilacin prometida de todos los mbitos del saber a vanantes de una sola ciencia general? No est. as. el universo terico

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  • A quel in so m n e ju e g o d e la c ie n c ia

    todo constituido por otra cosa que el juego de variaciones de una sola matemtica universal, expresin infalible del Dios Gemetra? La multiplicidad de los objetos de investigacin. no tendr ms contrapartida que la diversifi- cacin de un mbito de saber idntico en sus reglas ltimas? Problema metafsico clave, en el que se pone en juego algo que constituye, tal vez. el tema central de la especulacin postrenacentista: de dnde la homogeneidad del mundo?, porqu su cognoscibilidad?

    En su respuesta. Descartes es pobre y pregalileico. Tratar de recuperar la idea de una ciencia universal no puede ser Cassirer lo ha mostrado con precisin sino un retorno a los ensueos confortadores de los adversarios aristotlicos de Galileo. En Descartes revive una vez ms el postulado metafsico de llegar a abarcar y agotar con el pensamiento, de una vez para siempre, toda la extensin del ser. 19

    Pascal y tal vez sea esa su especfica grandeza como cientfico, o ms bien, como terico de la ciencia ha captado muy bien, desde el primer momento, el carcter ilusorio de este mtodo universal, sencillo y atractivo, s, pero de aspiraciones excesivas y, por tanto, a fin de cuentas, ilusorio.90 Para sustituirlo con algo mucho menos claro y distinto y, sobre todo, mucho menos ambicioso e impecable: la multiplicidad de los mtodos, regionaliza- dos segn la esfera a estudiar, aunque, eso s. nudeados por el carcter geomtrico de su sistema deductivo. La referencia a los trabajos de Jean Mesnard parece, en este punto, obligada:

    Contrariamente a Descartes, que se considera en condiciones de hacer surgir la totalidad del saber de una primera verdad. Pascal concibe, a partir de principios diversos, cadenas mltiples de deduccin, constituyentes de un saber discontinuo: de ah la razn de su rechazo de la metafsica y de la muy positiva idea que se hace de la ciencia. Ahora bien, una multiplicidad de cadenas de deduccin todas ellas dotadas de igual solidez, fundamentadas v desarrolladas, puede llegar a plantear conclusiones contradictorias. Y asi. nos vemos precisados a afirmar al mismo tiempo la miseria y la grandeza deI hombre. Esas contradicciones deben ser suprimidas. El mtodo geom-

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  • trico es impotente para ello, como lo es, incluso, la razn en general. Sin duda, la revelacin nos proporcionar, al respecto, un nuevo principio que permita realizar la unin de contrarios,2'

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    Lo que Ciencia se llev

    De pronto y sin previo aviso, la equilibrada armona cartesiana ha venido a dar abiertamente de bruces. El mundo ha dejado, s. de estar bien hecho, para pasar a mostrarse bajo una mscara incomprensible (y, por tanto, monstruosa). El espanto (la frayeur) toma el relevo de la claridad y la distincin. Se comprende ahora el porqu del terror ante los espacios infinitos del ms clebre de los fragmentos pascalianos. Lejos, para Descartes, de ser terrorfico. el Universo Infinito no resulta sino un modelo matemtico del orden armnico, que el Dios gemetra rige con precisin implacable. En Pascal, esa conviccin rassurante se ha perdido para siempre. Y as, cada uno de sus descubrimientos no vendr sino a aadir un nuevo horror a esta vertiente monstruosa de un mundo hundido en la dulce desesperanza del caos ms estricto.

    Descartes intil y falso,22 escribir contra los que profundizan excesivamente en las ciencias: Descartes23 anotar, con pasin, el solitario entre los solitarios de Port-Royal. Desde mucho antes, cuando an Port-Royal no se dibuja siquiera en su horizonte, Pascal ha comprendido en su rechazo de los ensueos cartesianos, el tremendo vaco de fundamentacin al que las prcticas cientficas van a quedar irremisiblemente abocadas. Y, antes de destrozar definitivamente sus juguetes de estos aos, va a lanzar sobre ellos una ltima mirada, llena de una ternura triste y de regusto amargo.

    Extrao a la voluntad cartesiana de buscar la huida de la catstrofe mediante el recurso a la fundamentacin metafsica del saber universal y. con l, del mundo que es su doble, Pascal se lanza ya en picado a la minuciosa desintegracin de los ltimos restos del mundo cerrado y confortable. De esta actividad aplicada y tozudamente

    s i

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    impa van a ser consecuencia inmediata los dos grandes ejes del pensamiento pascaliano de los ltimos aos: a) la prdida de identidad del hombre en el (arruinado) orden del cosmos; b) la absoluta transmutacin de los principios de verificabilidad cientfica.

    Slo Pensamientos culminar el primer proyecto; bstenos decir aqu que su lcida consciencia ha marcado la vida de Pascal con una huella de rigurosa desesperanza, pocas veces en la historia del pensamiento occidental planteada con tan fro rigor y tan hondo sentido trgico. En lo que al segundo concierne, una somera revisin de su forja tal vez pueda revelarnos un pathos no menos riguroso ni trgico.

    El criterio cartesiano de verdad es un criterio explcitamente positivo; para decirlo todo, tal vez el ms positivo de cuantos criterios de verdad haya producido la historia de la filosofa. Dcese verdadero de aquello que se ajusta a esa norma infaliblemente omniabarcante de la claridad y de la distincin. Todo es matemtica al fin. y en idnticos procesos de sistematicidad se resume el inmenso mundo.La implicacin de predominancia de una metafsica que sustente, a su vez, todo el aparato de una tal Mathess. aparece clara. Siervo en este punto, como en tantos otros, de lo ms aburrido de la tradicin escolstica. Descartes trata, por todos los medios,de hallar esta fundamentacin filosfica de toda ciencia y de sustentarla sobre bases inamovibles. Tal es su grandeza y tal tambin su miseria. Ultimo hombre premoderno (nada hay ms anticuado que un moderno, salvo, tal vez, alguien empeado en ser moderno), Descartes no acierta a sospechar que quizs la nica solucin del nudo gordiano filosofa-ciencia, ciencia- filosofa est en romperlo de un tajo y en mandarlo, de una vez por todas, a mejor vida. No es el menor de los mritos de Pascal el haberlo comprendido perfectamente as y haber puesto manos a la obra. Un historiador perspicaz de la ciencia, como Pierre Raymond. no duda en sealarlo como su mrito ms acabado en este terreno.

    Pascal escribe Raymond es uno de los raros filsofos franceses del siglo XVII que rompe la relacin de funda- mentacin entre filosofa y ciencias. El prefacio al Tratado

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  • del vaco es ejemplar al respecto: teologa y filosofa repetitivas por un lado y ciencias evolutivas por otro. Y la intervencin filosfica tiene lugar tan pronto en provecho de la religin, como de tas ciencias. Pascal sustituye la metafsica cartesiana por una intervencin filosfica espiritualista o materialista. Diversos efectos epistemolgicos de esta alianza antiidealista son registrables en su obra: liberacin de los conceptos de vaco y de infinito, formacin de la categora de sistema terico.24

    La pretensin cartesiana de universalidad ltima herencia metafsica del fallido intento de construir el universo como totalidad racional se va definitivamente al diablo. Pascal est decididamente demasiado inmerso en la realidad de la prctica cientfica como para poder permitirse la creencia en panaceas epistemolgicas. Ciencias Generales, Matemticas Universales y otras hierbas salvfcas.

    Pero, qu queda de aquella pasin de comprender. forma ms alta del juego del gentiihomme, una vez que la ambicin homogeneizadora de la Mathesis Universaiis ha quedado arruinada? La dispersin regional de los saberes cientficos (o no) autnomos? Pero, cmo establecer su coherencia, entonces?, cmo garantizar su cientifi- cidad? La respuesta pascaliana es clara, tal vez demasiado clara; antes que Spinoza, Pascal lo ha dicho; no hay ms criterio de coherencia discursiva ni ms mtodo universal que la susceptibilidad de geometrizacin. Ms difcil que formularla, ser el ponerla en funcionamiento: hacer de tal principio una gua funcional para el desarrollo de los distintos niveles del saber.

    La Fsica, ante todo. Si hemos de creer las formulaciones epistemolgicas por lo dems, de una notable nitidez de De l'Esprit Gomtrique y del Prefacio al Trait du Vide, las cosas parecen transparentes: no hay lugar a discurso cientfico que no sea el construido por medio del ms riguroso mtodo axiomtico-deductivo. Es as que la Fsica escapa a este principio, ergo...

    Es una vez ms, sin embargo. la actividad cientfica directa de Pascal la que viene al quite de una tan rigurosa epistemologa, introduciendo a su autor en un laberinto de

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  • contradicciones, no siempre explcitamente resueltas. Una y otra vez lo vemos rebelarse contra s mismo, revolverse contra el principio inamovible de relativizacin de las ciencias de la naturaleza por su metodologa exigido, y retornar una y otra vez a la espontnea certidumbre de una actividad a la que l mismo ha privado de todo fundamento.

    Vemoslo, as, polemizar con el jesuta Noel viejo maestro de Descartes acerca del vaco. Se trata, por lo dems, de una polmica en todos los planos y no menos que en otros, en el psicolgico interesante: primera refriega del futuro autor de las Provinciales con un representante cualificado de la Societas Jesu\ las heridas que ha dejado abiertas no son, probablemente, extraas a la causticidad de las Petites Lettres. Observmoslo en el acto de arremeter, con toda la pasin segura del portador de la verdad cientfica. Oigmoslo anatemizar al buen padre, en nombre de la absoluta certeza de los postulados fsicos. Dnde han ido a parar los presupuestos precautorios en que la Fsica fuera designada como actividad no rigurosamente susceptible de explicitacin hipot- tico-deductiva? Sin duda, en el calor de la polmica frente a las martingalas escolsticas de Noel acerca del vaco, Pascal tiene toda la razn del mundo al tratar de aplastarlo bajo un alud descomunal de sistematicidad experimental. Pero ello no salva lo peliagudo del problema metodolgico as planteado: es, s o no. la Fsica una verdadera ciencia? Pascal vamos a verlo oscila aqu segn los contextos, y la solucin radical del problema permanece indefinida.

    Claro est que no se trata aqu de disminuir en nada la operatividad del tono polmico por Pascal puesto en funcionamiento. Muy al contrario. Ni de pretender suavizar la ducha enorme que recibe el Padre jesuta que bien merecida se la tena y bien a pulso se la gan. Sino de dejar lo ms claro posible que. al machacar sin piedad al pire Nel. Pascal est conscientemente o no violando el propio principio de prudencia y relatividad por l propuesto en el terreno de la Fsica.

    El problema de partida es bien conocido. Arrancando de la experiencia de Torricelli, Pascal llega a la conclusin, estrictamente experimental, de que el espacio en que

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  • la columna de mercurio de un tubo invertido en una cubeta del mismo material desciende, no es ocupado por aire ni cuerpo otro alguno; que, por consiguiente, en esa parte superior de la cubeta se