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ALCALDÍA MUNICIPAL DE SOPÓ SECRETARÍA DE CULTURA
RED DE BIBLIOTECAS EDUARDO CARRANZA FERNÁNDEZ
XIII CONCURSO INTERNACIONAL DE POESÍA EDUARDO CARRANZA
Que me cuenten tus ancestros
¿qué pasaba?
quiero saber sobre esos baños
quiero saber de las antiguas recetas
Háblenme voces del pasado
llénenme de negra sabiduría
hoy quiero aprenderla toda.
será bajo la luna el mandamiento
cada cuatro noches,
aguas turbias, entre matorrales
primero la cabeza,
luego las extremidades;
una pausa en el sexo
y que el baño continúe
remojar bien la carne en las aguas turbias.
Sumergido en este pasado
hechicero de un tiempo que desconozco
me toco repetidas veces
me imagino a mí mismo soplando vida
creando fuego
las memorias que los muertos
me piden para conservar
memorias de una magia inútil
que me define
una magia hiervesangre
sal marina sin proporción alguna
camino de granito y hierba,
aguardiente y matarratón
Debe realizarse al anochecer
con la luna recostada en su reflejo
luego de desangrar al amante.
Que me quemen vivo
bajo esta profecía del llanto,
olvidar que fui presente
olvidar el blanco camino
-decantarme-
quiero ser líquido
emanar de los poros de mis padres
trazar en mis huesos ruidos
sujetar del cuello siempre
un sacrificio limpio; pero no libre de dolor
tiene que sufrir
tiene que ser amargo, para que surta efecto
palmas blancas y bronceados de luna
Me someto al yugo de mi ascendencia
-la manzana nunca cae muy lejos de su árbol-
mis raíces muertas me reclaman
me jalan a la tierra
las revivo con saliva
soy un yo enmarcado en un pasado
de mil almas muertas
Les han mentido
la llorona no busca un niño.
Es una mujer que flota en el torrente del rio
rasguña las montañas
juguetea con los carros
náufragos en sus barrancos.
Niña que canta a los arboles
peina las enredaderas
se cobija de iracas.
Anciana que envuelve hombres de guerra
en hojas de bijao y helechos para cocinarlos en el túnel.
Joven que colecciona heliconias, orquídeas
anturios, cacao, maracuyá,
y casas desbalijadas por la tierra y el tiempo.
Les han mentido
la llorona es una mujer
que siente como le afeitan las montañas
y la dejan sin tierra.
Esta tierra habitada por gigantes
ofrendados desde el vientre de la tierra
reconocidos por su capacidad de curar
por permitirse ser casa de los más pequeños.
Hasta que llegó el aserrador.
Fue cuando el río dejo de ser fuente vida
y se convirtió en corriente de cadáveres.
Algunos piensan
que el agua expulsa sobre la tierra
las plantas de banano
Pocos saben que es de la sangre de lo que huyen
El humo del chivero
Cortina entre la funeraria
Y la vida
Una mujer
con bebe de brazos
cuatro niñas
dos adolecentes
son la familia
Un colchón enrollado
tres ollas
una paila
las tablas de la cama
y el ataúd.
Son el resumen de la vida.
*Gallineta de guinea
Mamá corrió como cocá*
cuando al almuerzo
calló en la masacre
el médico del pueblo
Ella cobraba las citas
Y criaba los hijos
La abuela
Le recogió las lágrimas
Le empaco los miedos
Y vistió los niños
Atrás quedaba
La vida.
“…cuando vuelven las cabezas separadas /a preguntarse descreídas
si no dejaron /algún secreto bajo la lengua”. Angye Gaona.
Los dedos buscaron lumbre al sentir frío.
Quisieron llevar un cigarrillo a los labios.
Los hombros se conocieron por vez primera.
Las rodillas temblaron, livianas, más no libres.
Los pies extraviaron ir y venir entre el vacío.
La cabeza miraba todo esto, mientras el cielo
se le hacía oblicuo; el sabor a pasto, olvidado,
volvió y se instaló en su lengua para siempre.
Ahora no le faltaba el cuerpo, tal vez nunca.
Sintiose rodar hasta la casa de sus enemigos.
Cuando tornan los hombres a la tierra
devuelven su sombra, sus ojos y su sangre,
sus minerales y sus memorias gaseosas;
ésta debería pesar un poco más dicen,
un cuerpo más, dicen.
Cuando mataron a mi padre
pesó más en mí la tierra de su pecho,
porque cuando matan a un hombre
todos los hombres se hacen más pesados.
Mueren los hombres antes de morir.
Por eso el afán de mirar el pasado.
Tiempo donde creímos estar vivos.
Saboreamos la sal de las estatuas
que se aparean entre las avenidas,
buscamos la sombra del cuerpo
en otros cuerpos, otros antifaces.
¿Acaso no es la memoria nuestro
destino, y el olvido, el de ella?
Sólo existimos en el mudo futuro,
en la memoria de quien nos recuerda,
para quien sólo vivimos en el pasado.
Me encanta retornar a la morada solariega
de la infancia, y así engañar mi muerte.
Jugar con ella, confundirla, hacerle creer
que el canto de la fuente son mis risas
primeras, que apenas soy el niño de ayer,
que aún me falta tiempo para ir con ella.
“…acariciaba su cuerpo con la misma lentitud que el agua elabora un coral”
El juego de las decapitaciones: José Lezama Lima.
I. El espejo lo espera cada mañana con ansiedad de elipse.
En las líneas de su rostro el afán de ser despedido
de la cavidad lechosa de los sueños: mirarse, reconocerse,
acicalarse, limpiar las pesadillas impregnadas en las retinas.
Rifar la barba al pulso: una gota de sangre.
Cuantos espejos después, ya sin número: reflejos
en el ascensor, en el carro, en la nevera, o la luna,
en la puerta temblorosa y ácida del bar.
Siempre un cristal entre él y su faz: su cara
verdadera, jamás aliada ni confidente.
Le acaricia. Le habla al oído. Le es rumor.
Lento el tiempo en las manos temblorosas.
Unas canas.
II. Las manos reúnen el agua. Rito antiguo trayendo voces.
No hay tiempo allí. Sólo su sombra cambia.
Cada domingo ella transita la ciudad, bufanda al viento,
flores, un cuenco, y la redoma de cristal verde
que su padre cada mañana vertía.
Riega el lugar donde él ahora duerme,
ya sin sueños, sin tiempo, sin rostro, para siempre.
“Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece”
Jorge Luis Borges
I
Las alas están húmedas en el umbral del abismo. El eco interior me llena de
abstinencia. Hora delirante donde suelo decirme adiós. Multitud de voces
conviven y son tangibles a las caricias. Se enredan como hilos y merodean las
paredes de los cuartos. Convivo y se deshoja el tiempo. Envejezco y
enmudece el brillo de las cosas.
La inmensidad de la noche es el aire sobre mis ojos. La lluvia que cose las
heridas de la tierra. Vetado estoy por el sueño que derrama sus horas de delirio
e hilvana su eco sobre la materia inerme: secreto laberinto que entreteje mi
memoria. Parientes transitorios de retratos que transcurren. Fotografías de
arena grabadas con sombra.
Hay una herida abierta, una luz huidiza y astillada.
El olvido de sí mismo en la voluntad de otro nombre.
II
En la noche bajará la niebla como un campo abierto. Entrañable en su voz nos
retornará el paisaje. Dejaré mi cuerpo tendido en los residuos, en la grafía
insoluble donde se perfora el eco y se derrama el alma.
Dejaré mi cuerpo como un artificio tallado en el aire:
Castillo de arena abordado por las olas.
III
Mi alma se divide en la penumbra. Opacidad innombrable de ausencias que
conviven. Cálido susurro donde se refugian mis palabras.
Tengo miedo de no saber nombrar lo que existe.
IV
Sé lo que vieron tus ojos. Conozco el trayecto de los árboles y el sonido donde
se trenza el sonido del viento sobre esta hora callada que se nutre de
estaciones. Conozco los tramos de esta tierra que nos llora y nos aguarda. El
hondo cauce donde socava el llanto y germina nuestro silencio.
Grabados sobre el agua, flotará desnuda la fatiga y nuestros cadáveres irán
como la vida, hurgando los rincones, las primeras auroras que anochecen.
Copula el abandono bajo la envergadura del sol
mientras el extravío del silencio exalta el infinito.
V
Las palabras son como un río que nos huye.
Cielo despojado que recorre el alba.
Fuera de este cuarto se contempla la curiosidad de lo innombrable,
el último asilo donde se resguarda nuestra urgencia.
Quisiera transcribirle y dedicarle este canto.
Este silencio absorto que fragua la tristeza:
Melodía dedicada a los hombres que delata mi zozobra.
Se va borrando el paisaje.
El viaje tembloroso en la oquedad del alma.
Escribir es regresar al olvido.
El abrazo transitorio de sí mismo
La desnudez.