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ALJIBE CON SABOR A PUEBLO febrero 20, 2009 Posted by Revista Vamos in boliches , Cultura , Patrimonio . Tags: Reportajes trackback Los dueños no son arquitectos o historiadores, simplemente son dos personas que demostraron gran interés por preservar una de las pocas construcciones clásicas que aún permanecen en pie. ¿Quiere conocer la historia? Entrar a ‘El Aljibe’ es transportarse a la Santa Cruz de antaño. Es detener por un momento la vorágine de la ciudad cosmopolita. Es convertir la hora de almuerzo (o cena) en una experiencia diferente. Este restaurante que lleva menos de un mes de funcionamiento tiene un menú de comidas típicas completo y variado, pero lo que realmente llama la atención es el trabajo que Javier Libera y Jacob Zapata realizaron para materializar su sueño: restauraron una de las pocas construcciones clásicas que aún permanecen en pie, para convertirla en un restaurante donde se puede degustar el sabor de antaño. La casa, ubicada en la calle Potosí esquina Ñuflo de Chávez, ya existía en el año 1906 y pertenecía a la familia Menacho Carrillo. Esta familia era conocida por el delicioso pan que preparaba la señora Bella Carrillo para vender en su pulpería y por su historia con el MNR en la Revolución del

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Los dueños no son arquitectos o historiadores, simplemente son dos personas que demostraron gran interés por preservar una de las pocas construcciones clásicas que aún permanecen en pie. ¿Quiere conocer la historia

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ALJIBE CON SABOR A PUEBLO febrero 20, 2009Posted by Revista Vamos in boliches, Cultura, Patrimonio. 

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Los dueños no son arquitectos o historiadores, simplemente son dos personas que demostraron gran interés por preservar una de las pocas construcciones clásicas que aún permanecen en pie. ¿Quiere conocer la historia?

Entrar a ‘El Aljibe’ es transportarse a la Santa Cruz de antaño. Es detener por un momento la vorágine de la ciudad

cosmopolita. Es convertir la hora de almuerzo (o cena) en una experiencia diferente.

Este restaurante que lleva menos de un mes de funcionamiento tiene un menú de comidas típicas completo y variado,

pero lo que realmente llama la atención es el trabajo que Javier Libera y Jacob Zapata realizaron para materializar su

sueño: restauraron una de las pocas construcciones clásicas que aún permanecen en pie, para convertirla en un

restaurante donde se puede degustar el sabor de antaño.

La casa, ubicada en la calle Potosí esquina Ñuflo de Chávez, ya existía en el año 1906 y pertenecía a la familia

Menacho Carrillo. Esta familia era conocida por el delicioso pan que preparaba la señora Bella Carrillo para vender en

su pulpería y por su historia con el MNR en la Revolución del ’52. “Por falta de tiempo no hemos podido buscar más

información al respecto” dice Libera, “pero sí sabemos que en esta zona había mucho movimiento” acota.

Con el pasar de los años la construcción cambió de dueño y se convirtió en un tambo* en el que vivían veinte personas

en condiciones precarias. Los ahora considerados ambientes eran habitaciones divididas con venesta donde distintas

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familias numerosas convivían con perros, gatos y gallinas. La parte trasera del lugar era un basurero lleno de

escombros y ratas. “Cuando alquilamos el lugar la gente seguía viviendo aquí porque no querían irse. Los dueños

cortaron el agua y la luz para presionarlos, pero aún así se quedaron un mes más. Ellos estuvieron aquí en la primera

parte de la remodelación, no incomodaban pero sí estorbaba ver la forma de vida de estas familias” admite Javier.

Al final estas personas cedieron y se retiraron, y así se pudo continuar con el trabajo de remodelación y limpieza de la

casa, que duró cinco meses. “Trabajamos arduamente para realizar este sueño que tenemos desde hace tiempo”

asegura Jacob Zapata.

La idea de realizar un proyecto con estas características nació hace un año con la visión de poner un restaurante en

una tapera. Cuando buscaron la casa se encontraron maravillados con esta en particular y con el aljibe que tiene en el

patio, que a pesar de estar tapado con botellas y latas de cerveza, aún sirve. Fue así que el proyecto tomó otra

dirección: una más ambiciosa aún.

En septiembre del año pasado alquilaron la casa y empezaron a trabajar. Según explican los socios se trató de

preservar todo lo posible, pero la casa estaba destruida. Los pisos de ladrillo estaban cubiertos de cemento y tapiz, el

techo estaba forrado con plastoformo y toda la madera del lugar tenía al menos cinco capas de pintura. Para mejorar

el ambiente y darle el toque típico que necesitaba, reemplazaron los pilares de cemento y ladrillos por unos de

madera antigua, recuperados de una demolición de casas antiguas que se realizó en la calle Aroma (zona Los Pozos).

Los socios aseguran que la inversión no ha sido poca, pero que muchas situaciones facilitaron su labor, una de ellas es

haber encontrado la demolición anteriormente mencionada, porque si bien no fue beneficioso para el bolsillo sí

contribuyó con la estética del lugar. “Ponerle madera aserrada no es lo mismo que poner una cortada a hachazos,

¿no?” reflexiona Javier.

Después de escuchar y presenciar todo el trabajo que tuvieron que realizar para abrir su restaurante, nace una

pregunta bastante obvia: ¿no era más fácil, rápido y económico encontrar un lugar ya remodelado? “He vivido en otros

lugares del país y el mundo y esas experiencias me han hecho valorar mi tierra. Trabajo también con festivales de

música y teatro, por lo que he trabajado de cerca con las provincias y le tomás cariño e interés a la cultura. Además

tampoco había un lugar como este, porque podés ir a comer comida típica a un lugar muy agradable como a la

conocida Casa del Camba, pero un lugar que muestre también el aspecto cultural del Departamento no existía. ‘El

Aljibe’ no estaba planificado así, se realizó por obra y gracia de Dios. Buscar un lugar listo hubiera sido más fácil y

económico, pero nunca lo mismo” responde Javier.

El cariño y dedicación que los dueños y los quince trabajadores le han impreso al proyecto se nota y es retribuido.

“Este lugar no podía estar mejor. Tengo recuerdos de mi niñez plasmados aquí y eso me da añoranza pero también

alegría de saber que hay personas interesadas en la conservación de estos espacios. He venido cuatro veces y los

felicito, les deseo éxito” dice Dolly Cuellar, una asidua comensal del lugar. Como ella, mucha gente queda

boquiabierta y maravillada con todo el trabajo de restauración realizado. Es importante destacar que estuvo a cargo

de Javier y Jacob, con la colaboración de la arquitecta Mary Betty Boland y de la diseñadora Lisset Paz Soldán, quienes

ayudaron con las estructuras y distribución de mesas respectivamente.

‘El Aljibe’ cuenta con seis ambientes: en el primero, además de mesas, hay productos artesanales como camisas

chiquitanas, collares ayoreos y anillos de chonta que están a la venta. Además venden comestibles como manjar

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blanco, mermeladas, tablillas, zucumbé y otros licores. Los otros ambientes tienen inspiración chiquitana y ayorea, y

en ellos se pueden apreciar tallados, adornos y materiales de estas culturas.

Para Libera y Zapata el trabajo de recuperación no terminó en la construcción porque también han recuperado recetas

de algunas comidas típicas. “Tratamos de mantener las recetas de antaño. Hemos investigado en revistas y recetas

antiguas para encontrar platos como el Pipián (especie de pollo al jugo con maní) y el pastel de gallina, que son platos

poco comunes” comenta Zapata, quien está encargado de la preparación de los platos fuertes, mientras que Libera

está enfocado a la repostería. Según Jacob, el plato favorito de la gente es el majao de pato y el de charque, así como

el ají de lengua. Las bebidas típicas y refrescos también son muy requeridos, especialmente cuando en Santa Cruz las

temperaturas alcanzan los 40º.

De todas maneras, visitar El Aljibe es toda una experiencia. Como decía al principio es transportarse a algún pueblito y

disfrutar de su culinaria y de la hospitalidad de su gente. “Nos complace ver que a la gente le gusta el lugar, que lo

disfrutan y que aprecian el trabajo de restauración y recuperación de la casa” finaliza Javier.

Si quiere visitar El Aljibe puede hacerlo de lunes a domingo en el almuerzo y de lunes a sábado para la cena. En el

almuerzo se preparan tres tipos de plato fuerte y una sopa, y para la cena tienen platos a la carta. ¿Masitas típicas?

Por reserva y se destacan los cuñapés, arepas y masacos. “Abrimos cuatro días como salón de té, pero no ‘nos dio el

cuero’ porque atendemos de 11:30 a 24:00.” cuenta Zapata. Si quiere reservar una mesa o necesita más información

llame al 335-2277.

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PROYECCIÓN

Libera comenta que tienen el proyecto de realizar noches de música típica cruceña en el lugar, por lo que invita

a los diferentes artistas a comunicarse con él para poder crear estas veladas del recuerdo.

DIFERENTE

La cocina está a la vista de todos para que puedan asegurarse de la limpieza y calidad de los platos, y aún así no

se perciben olores ni ruidos. Los propietarios han sabido aprovechar el espacio.

MENÚ

El menú cuenta con seis variedades de sopa, trece variedades de platos fuertes, cuatro tipos de postre, cuatro de

masitas típicas, varios refrescos y bebidas según la temporada.

COMPARE

Si visita el lugar pida que le muestren las fotos del lugar antes de la remodelación. Se sorprenderá al comprobar

el meticuloso trabajo que han realizado estos jóvenes con el fin de preservar esta casa antigua.

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Dos casonas rescatadas por esfuerzo de los propietarios

En el plano urbano de Santa Cruz de la Sierra de 1888 figuran las dos piezas que dan a la calle Ñuflo de Chávez de la casona que hoy ocupa el restaurante El Aljibe. El dueño presume que la edificación tiene más de 130 años, por lo que ha luchado por restaurarla.

De igual manera la casona situada en la esquina de las calles Chuquisaca y Ñuflo de Chávez, que hoy pertenece a la Fraternidad Haraganes 1968, también fue restaurada y en este mes de la efeméride la comuna las pone como ejemplos del esfuerzo privado para crear sensibilidad en los propietarios de las casas patrimoniales situadas en el centro de la ciudad.

El propietario de El Aljibe, Javier Libera, relata cómo luchó para que la casa no sea demolida, incluso antes de adquirirla cuando la alquiló a la familia Menacho, que era la propietaria, en 2008.

“Mediante la intervención de Enrique Landívar, que era presidente del Concejo Municipal, logramos que se aprobara una ordenanza en la que se prohibió su demolición”, refirió Libera.

Una vez adquirida, la casona fue transformada en el restaurante-museo El Aljibe, donde se rescataron el piso de ladrillos cuadrados, las puertas, las ventanas, el pozo y otras dependencias situadas alrededor de los dos patios.

“Hasta donde se conoce la vivienda perteneció a la familia Menacho-Carrillo, luego a Ida Olender y después a los Vallejos. Sé que el antiguo dueño, Guillermo Menacho, llegó a ser alcalde de la ciudad”, añadió Libera.

Esta casona, desde el 27 de enero de 2009 es un restaurante que rescata los antiguos platos de la culinaria cruceña como el pipián, la capirotada, la sopa tapada, el almondrote, el pastel de gallina o el locro carretero.

El director del Centro y Patrimonio Histórico, Jery Méndez, reveló que está en trámite la inclusión de este edificio como parte de las casas que son intocables por su aporte a la historia cruceña.

Por su parte, el inmueble adquirido por la fraternidad Haraganes 1968 previamente tuvo dos intervenciones para preservar la estructura.

Pero la más grande restauración se la efectuó hace cuatro años conservando el estilo ‘tipológico de la vivienda cruceña’, que resalta por sus galerías y horcones.

La preservación fue cuidadosamente realizada y se dejó al descubierto partes de las paredes para admirar el material de construcción, el adobe, del que están hechas.

También son expuestas las puertas y un portal en el ingreso donde se aprecia la madera y los ladrillos antiguos, y el aljibe sobresale en el patio típico. “La casona solo tiene uso social, pues los socios de la fraternidad se reúnen cada jueves”, dijo el administrador Pedro

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Valdez.

  Detalles

- Añejas. Las clásicas puertas de antaño, de cuatro hojas, perviven en el edificio de El Aljibe. También se han cuidado las chapas con llaves de gran tamaño.

- Fachada. Los dueños del restaurante han cuidado los detalles para preservar los corredores, los mojones y hasta los palos que sirven de bancos en la calle.

- Piso. Los ladrillos, de forma cuadrada, son los originales de las salas de la calle Ñuflo de Chávez. El local es considerado un museo de cosas antiguas.

- Portal. El pórtico de ingreso a la fraternidad está construido de adobe, ladrillo y madera que están expuestos para ser admirados.