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    Alonso de Ercilla y Zúñiga

    La Araucana

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    memoria; a su sabor en el estudio y acaudalandinstrucción vasta; con el estímulo poderoso del laurdebido al primer ensayo de su pluma, la manejó dfácil manera sobre diversos géneros literarios,

    dando quizá forma y vida a un centenar dcomposiciones. Su buen humor y estro fecundo lvalieron justa reputación de poeta festivo; sprofundo conocimiento de nuestros fastos y su rectjuicio sobre las personas y las cosas, de que hizgala por conducto de la imprenta a menudo, lelevaron al puesto gloriosamente ocupado en lAcademia de la Historia por Montiano y Luyando por Campomanes; su acendrado patriotismo y samor a las políticas reformas, sentimientoacreditados de igual modo por su expedita plumdurante la heroica guerra de la independencia, ltrajeron de diputado a las Cortes ordinarias; méritograndes se le conocían además de buen crítico y dliterato eminente, y con admitirle en su seno, logalardonó la Academia Española. No pudo asistmás que once meses a sus juntas y en dos períodobien lejanos; de Febrero a Mayo de 1814 el primeroy de Junio de 1820 a Enero de 1821 el segundo

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    cuyo espacio llena su destierro político de la cortesocolor de encomendarle el arreglo del Archivo dIndias. Repetidamente mostrose fiel por extremo la memoria agradable del origen de sus estrecha

    relaciones con nuestra Academia, al promover docertámenes literarios; en la junta de 22 de Marzo d1814 el uno, y en la de 27 de Julio de 1820 el otropara premiar a los más dignos panegiristas del dode Mayo, y del sistema constitucional en oposiciódel absoluto. Sin embargo de su ausencia forzosa dseis años, activa correspondencia mantuvo con lAcademia Española; ya haciendo puntual referencide lo mucho que en Hamburgo se estimaban laobras antiguas de nuestros buenos escritores; yanunciando el envío de laSilva de Romances viejocastellanos, recién dada a luz en la capital dAustria; ya mandando obsequioso dos obras suyade índole tan diferente comoel Tontorrontón  y ediscurso laureado sobre los servicios hechos d1808 a 1816 por su ciudad nativa. Aún fue el 13 dJulio de 1819 de mayor precio la remisión del plaformado para la publicación de La Araucana, con lvida de Ercilla y diversas notas. Aquí traj

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    personalmente el 23 de Diciembre de 1820 sanálisis del poema famoso, y el 18 de Enero de 182cierta exposición autógrafa del poeta ilustre. Mas nfue dado avanzar al respetable Señor Vargas Ponce

    pues le sobrevino a poco la muerte, el 6 de Febrerocuando le faltaban cuatro meses e igual número ddías para cumplir sesenta y un años.

    Bien desdorante ingratitud hubiera sido no pagatributo de alabanza a quien supo diligente reundatos muy preciosos, y de ellos principió a hacebuen uso con observaciones de crítica sana; datos observaciones, que sobremanera facilitan la tareconfiada a débiles fuerzas hoy que por dicha está lAcademia Española en situación bastante holgadapara antender a popularizar las obras de nuestromejores ingenios. Casi todas las de Vargas Poncadolecen de superabundancia de noticias reflexiones de varias clases, no siempre oportunasescritor de erudición extensa, a la pluma daba levimpulso, y de ella fluían especies como a raudaleproduciendo así frecuentísimas divagaciones. Simenoscabo de su legítima fama, necesario es decque se deleitaba en hacer larga referencia de todo

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    de mucho al autor o al libro que traía entre manos; esto mismo le sucedió entonces. Su Advertencipreliminar  especificaba el método preferible para ledición proyectada. Al frente iba a poner la vida d

    Ercilla; después el análisis completo de su obraluego su parangón peculiar con las antiguacomposiciones metrificadas, especialmente con laespañolas, y más de propósito con las de scontinuador y su antagonista; en seguida lexposición de la influencia de su poema sobre loposteriores; a continuación La Araucana  toda; parprincipio de remate un comentario particular sobrcada canto y sus partes constitutivas, sin omitir senlace respecto del conjunto, ni sus bellezas másobresalientes, ni sus descuidos y sus tachasademás una colección de las sentencias de Ercillapara que más fácilmente se retuvieran de memoriay a lo último un gran cúmulo de ilustracioneociosas algunas de todo punto. Muy contra lvoluntad expansiva del señor Vargas Ponce, quizlabrara así un monumento grandioso, para sepulturde La Araucana.

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    Otro método parece más recomendable, y consisten dar a conocer al autor afamado, y en decir de slibro lo suficiente para engolosinar a los lectorecon la explicación de su esencia y su forma, si bie

    hecha de modo de no desflorar el asunto a fuerza dcitas de pasajes, y de laboriosos y prolijodesmenuzamientos, o de áridas y rebuscadaponderaciones. Por vía de apéndice cabe agreganotas que satisfagan a los eruditos, y completen lque a la totalidad del trabajo pueda servir de lustre realce. Así lo quiere sin duda la AcademiEspañola; su edición de La Araucana  debsobrepujar por esmerada y correcta a cuantas sconocen hasta el día, señalándose además pocontener todo lo de interés verdadero y relativo acélebre poeta, de quien todavía se ignora mucho; aunque la tarea está encomendada al menor de suindividuos, con celo ardoroso, y voluntad firme, tenaz perseverancia, se esforzará por suplir lo que lfalte de suficiencia, y por quedar airoso bajo easpecto de corresponder a la confianza de lCorporación y de no mancillar sus blasones.

    Introducción

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    DON ALFONSO DE ERCILLA

    Su vida y su Araucana

    - I -Oriundo de Bermeo, natural de la metrópo

    andaluza y colegial de Bolonia, Fortún García d

    Ercilla adquirió tal renombre de jurisconsulto eItalia que el gran papa León X le quiso persuadir fijar la residencia en Roma, a la par que se propusel emperador Carlos V traerle al Consejo y Cámarde Castilla. Por la regencia del Consejo de Navarr

    y por el Consejo de las Órdenes hubo de pasar en ebreve término de dos años, para ascender a lsuperior magistratura. De cuarenta y en Dueñas poSeptiembre de 1534 fue su temprana muerte, cuandestaba designado para maestro del príncipe d

    Asturias. A su mujer Doña Leonor de Zúñiga dejtres hembras y tres varones, el menor de poco máde un año, nacido en Madrid el de 1533 a 7 dAgosto, y llamado Alonso, que es de quien srefieren aquí las vicisitudes. Su madre quedaba e

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    situación holgada como poseedora del señorío dBobadilla, sin venir a menos por su incorporación la corona, pues resarcida fue con el cargo de guardmayor de las damas de la infanta Doña María; y as

    tuvo proporción de hacer paje del príncipe D. Felipal huérfano Benjamín de su casa.

    Constando que el emperador Carlos habímandado escribir la obra de losOficios de la CasReal  a Gonzalo Fernández de Oviedo, sin otro fique el de establecer y ordenar el cuarto de sprimogénito querido, según lo trazaron del todo parel príncipe D. Juan sus abuelos augustos, no snecesitan conjeturas en testimonio de que fuesmerada la educación de D. Alonso de ErcillaAdemás de la enseñanza de maestros doctos, desdmancebo comenzó a reunir la instrucción variada fructuosa, que se adquiere en los viajes y con etrato de las cortes. A los quince años salió por veprimera de España, cuando en 1548 fue el príncipD. Felipe a tomar posesión del Brabante, y hast1551 acompañole por Italia, Alemania y eLuxemburgo; recorriendo así buena parte de lmejor de Europa en ocasión de tanto brillo, siempr

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    entre espectáculos y festejos, y alternando con lopersonajes de más nota. Despejadísimo y amigo dsaber como pocos, naturalmente sacó buen fruto dtan sublime escuela, cuyas lecciones volvía

    aprovechar en seguida, acompañando a Bohemia su madre, y dejándola allí con la infanta Doña Maríy su esposo el archiduque Maximiliano. Entonces lfue dado visitar el Austria, la Hungría y otros paísedel Norte; y explayándose más y más en su espíritjuvenil y ardoroso, no concebía sino ideas elevadani su corazón se alimentaba más que dsentimientos de honor y de gloria. Corta residencihizo en España a la vuelta del segundo viaje, y atercero salió en 1554 con el príncipe D. Felipe, yrey de Nápoles y próximo esposo de Doña María dInglaterra en segundas nupcias, solemnizadas coespléndidas fiestas, cuyas descripciones llenas lahistorias. De qué modo influyeron sobre el ánimo dErcilla no es posible determinarlo a fondo; poinferencia cabe acaso decir sin yerro que no lsatisfacía el regalado bullicio de los palacios, y qusus ímpetus le aguijaban a mudar prestamente dvida.

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    Aún colmaba de agasajos al rey Felipe la corte dLondres, cuando a Europa llegó noticia alarmantde las turbaciones del Perú y de Chile, promovidalas primeras por la deslealtad del cruel Francisc

    Hernández Girón, y las segundas por el amor de loaraucanos a la nativa independencia. Virey del Perfue nombrado el marqués de Cañete, D. AndréHurtado de Mendoza, y Adelantado de Chile se hiza Gerónimo de Alderete, varón afamado allí por sbuen seso y por su arrojo. En Londres le conociErcilla, y entusiasmado con la relación de sufatigas y aventuras y con la poética descripción dtan remotos países, anhelante por correr mundoansioso de lauro, e inducido por su enérgico templa conseguirlo entre la agitación de las campañamejor que entre el ocio de las cortes, a ir ecompañía del Adelantado se determinó por impulspropio; y obtenida licencia del rey Felipe, mualegre se ciñó espada, y hacia el año de 1555 desde la cubierta de un barco divisaba las costaespañolas cada vez en más lejano horizonte, hastperderlas de vista sin derramar llanto.

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    Siempre extasía la contemplación del Océantranquilo o proceloso: Ercilla lo surcaba en edaflorida y con numen lozano: fijamente habíalcanzado a algunos contemporáneos de Cristóba

    Colón y de los Pinzones, y conocido a bastantes dlos asistentes a las conquistas de los imperios dMotezuma y Atahualpa: sin duda por lecturas estabal tanto de los sucesos del Nuevo-Mundo: a bordse hubo de enterar de los de más reciente fecha povoz de testigos oculares y aun quizá de actores; y dcierto oiría embelesado una vez y otra a Gerónimde Alderete hablar de Chile y del Arauco. Pocinteresa averiguar si fue su navegación larga o cortaverosímilmente los días se le volaron fugaces bajla intuitiva y doble impresión de pasmosorecuerdos y de mágicas esperanzas, hasta que en ecurso del viaje le sobrevino gran desventura. A sentrada en la vida se había quedado sin padre, ahora faltole valedor al principio de su carrera, puemurió Alderete en el istmo de Panamá y cerca de lpequeña Taboga. Desamparado siguió hacia Limadonde ya Hernández Girón había pagado sobre e

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    patíbulo sus traiciones, y desde donde el marqués dCañete se aprestaba a enviar socorros a Chile.

    En aquella región apartada y descubierta por Diegde Almagro, pronto hizo asiento Pedro de Valdivia

    fundando a Santiago, la Imperial y otras ciudadesrecientemente le habían derrotado y muerto loaraucanos, y Francisco de Villagrán le sucedió afrente de los españoles, puestos otra vez en fuga poCaupolicán y obligados a abandonar la ciudad de lConcepción a los vencedores. De resultas al viredel Perú llegaron mensajeros en demanda dauxilios y de su hijo D. García Hurtado de Mendozcon la investidura de jefe. Mancebo era de veintiúaños, si bien de tan acreditados bríos que no spodía atribuir la ardiente súplica a ruin lisonja. Yhabía asistido en Córcega a la expulsión de lofranceses, y en Toscana a la toma de Sena bajo laórdenes de Don Alonso de Lugo, y en Flandes y las del emperador Carlos al triunfo obtenido junto Rentin contra Enrique II de Francia, obrandsiempre como quien arrostraba los peligros ponatural hervor de la sangre, tras de abandonar scasa y emprender la profesión de la milicia sin e

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    beneplácito paterno. Ahora lo obtuvo amplio, hacia Chile despachó socorros por tierra, tomanden persona el mismo rumbo desde el Callao y con lgente principal en naves. A bordo fue también D

    Alonso de Ercilla, esperanzado en medrar bajo enuevo jefe, a quien llevaba dos años, y conocídesde Madrid y Londres.

    Felizmente surgió la flota en Coquimbo: doleguas adentro se alzaba la Serena, donde se detuvD. García lo necesario para que su autoridad fueracatada por todos, aun a costa de imponer prisioney castigos severos; y otra vez en franquía las navetras de sufrir deshecha borrasca, por mayo de 155surgieron en la isla de Talcaguano. Pacífico mensajdel Arauco recibió allí el jefe; mas, sospechandque sus caciques prevenían las armas, a tierra firmdispuso que pasaran ciento y treinta jóvenes de lomás intrépidos y robustos, para levantar un fuertjunto a la costa. Entre ellos fue D. Alonso de Ercillasiempre alentadoa dar un tiento a la fortuna; y poigual señalose al prevenir la defensa en un día que arepeler el asalto de ocho mil araucanos en 10 dAgosto y después de más de seis horas de combate

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    Dentro del fuerte de Penco se mantuvieron loespañoles hasta llegar los caballos y demás socorropor tierra: ya teniéndolos bajo su mano, D. Garcímoviose adelante; y apenas cruzado el caudalos

    Biobío en 10 de Octubre, Caupolicán le vino presentar batalla. Principio tuvo por una fuertespolonada de la caballería de Alonso Reinosocapitán a cuyas órdenes iba Ercilla, y terminó coinsigne victoria, tras de fiera lucha en un pantanodonde los indios se acogieron por miedo a locaballos y donde les destrozaron los arcabuces. Otrvez demostraron su indomable tesón y patrióticardimiento en Millarapue el 30 de Noviembre, mucho costó de fatiga arrancarles el triunfo, pues ldisputaron ya fugitivos dentro de enmarañadbosque, sin que osaran los nuestros penetrar por lhorrenda espesura. A Ercilla atrajo el bélico ruidonotada fue del maestre de campo Juan Remón sllegada, y al punto dijo en voz de aliento: -"¡Ea, DAlonso, esta es ocasión de señalarse con honra!"Oyendo su nombre y observando que le mirabatodos, compelido por la vergüenza y sin poder yexcusar el trance, a pie y espada en mano acometi

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    la peligrosísima empresa: unos pocos le siguieron la desesperada; otros le ayudaron después con furiay por su gallarda intrepidez fue conducida a jornada perfecto remate.

    Así pudieron todos trasponer el cerro de Andalicáy echar los cimientos de Cañete de la Frontera hacer por el Arauco muy vigorosas entradaPrisionero cogió Ercilla en una de ellas al animosCariolano, poco antes de contarse entre locincuenta españoles, llevados a la Imperial por eCapitán D. Miguel de Velasco, para traer de alprovisiones: ya volvían por la más fragosa hondurde la quebrada de Purén con dos mil cabezas dganado y otras vituallas, cuando el fiel Cariolanvino a avisar a su señor de que los araucanos sdisponían a interceptar el socorro, y de que por erío le salvaría a nado, en ocasión de referirle afligidGlaura cómo había perdido a su esposo. No era otrque Cariolano; y Ercilla premiole con la libertad eseguida. Furiosamente salieron los araucanos de scelada, y a los españoles atropellaron sobrangosturas, donde ni aun podían revolver locaballos. Vencidos estaban sin remedio bajo e

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    ímpetu de tanta muchedumbre: por fortuna pudErcilla romper hasta un hueco del monte, arrinconados vio allí diez camaradas: con bríestimuloles a trepar a la cumbre por breños

    aspereza; y ya arriba, a impeler piedras y a disparalos arcabuces hacia donde más cargaban los indiode cuyo modo les sobrecogieron de súbito miedo les obligaron a rápida fuga. Todos los españolefueron heridos y saqueados en parte; mas al fuertde Tucapel dieron vista, y sus compañeros lesaludaron con aclamaciones triunfales.

    Otra vez se aventuraron los araucanos a reñida sangriente batalla de que salieron con taleapariencias de vencidos y escarmentados quHurtado de Mendoza se creyó en proporción datender a vigorizar las leyes en toda la comarca dChile; y encomendado la custodia del fuerte dTucapel a Reinoso volvieron a dar ayuda la vísperde lanzarse los araucanos en su contra. De resultade trato doble de un indio mozo, Caupolicán dispusa medio día el ataque, bajo la certidumbre de cogedesprevenidos y hasta durmiendo a los españoles; informado Reinoso de todo, los tenía muy vigilante

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    y con anhelo por esgrimir las armas. Superfluoaparecieran más pormenores sobre esta jornadlastimosa: allí perdieron muchos enemigos la vidase dispersaron los restantes, y el mismo Caupolicá

    tuvo que andar oculto de un lado a otro, nvaliéndole tal cautela, pues la traición de un indio lcondujo a prisión y cadalso.

    Satisfactorio es consignar que Ercilla sólo de oídasupo la iniquidad enorme; ya a la sazón iba con sgefe a la exploración de tierras ignotas, las márudas y descompuestas del mundo, hacia el estrechde Magallanes. Jamás la naturaleza opuso mayoreestorbos a los hombres: como un mes avanzaron lonuestros con falsas guías, y sin otra que el sol veces, cuando no lo ocultaban espesas y lóbreganubes, o árboles gigantescos y tupido ramaje, poentre ríos caudalosos y hondos pantanos; hacienhiestas cumbres o espantables derrumbaderosobre pedruscos salientes o arraigados matorraleque rompían al golpe de picos y azadones, parsentar la planta; cubiertos de sangre, de sudor y dlodo; sufriendo furiosas ventiscas e inundantelluvias; no hallando varias noches donde reclinar lo

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    cuerpos lasos; dejándose a pedazos los vestidoentre las zarzas, y apretándoles el hambraquejadora las cuerdas del duro tormento, hasta qupor fin divisaron el archipiélago de Chonos. Tre

    islas visitó Ercilla a bordo de una piragua, poinquirir el trato y ejercicio, las leyes y costumbrelos ritos y las ceremonias de sus naturales: con dieamigos arriscados cruzó luego el desaguaderimpetuoso, que separa del continente a la isla dChiloe, internándose media milla más que todos, escribiendo sobre la corteza de un árbol con scuchillo, queantes que otro alguno había llegadallí el 28 de Febrero de 1558 a las dos de la tarde.

    Por menos mal camino les condujo un indio jovea la vuelta; y en los vecinos de la Imperial hallarogenerosidad agasajadora. Allá recibieron una faustnueva de España, la de la victoria de San Quintín siduda, alcanzada el mismo día en que del fuerte dPenco rechazaron ciento treinta españoles a ochomaraucanos. Con este motivo se celebraron justassobre el mayor o menor lucimiento en las suertes, DAlonso de Ercilla y D. Juan de Pineda se trabaron dpalabras, que subieron hasta provocaciones sobre l

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    mejor o peor calidad de la estirpe, en términos de npoder ya estar las espadas ociosas. A la par que lade ambos, se desenvainaron otras muchas; perafortunadamente sosegose el alboroto sin corre

    sangre. Muy preciosa la quiso derramar el jovecaudillo, dando bulto de premeditado motín al casno pensado, por aceleramiento propio, y quiztambién por malévola sugestión de su secretariOrtigosa, y condenando a Ercilla y Pineda a sedegollados en la plaza. Nada valieron súplicas recomendaciones: tal vez temía el geje que sautoridad padeciera menoscabo, si revocaba larbitraria sentencia; y así aferrose en que sejecutara a todo trance. Levantado estuvo el tabladoy todo induce a suponer que Ercilla y Pinedllegaron al pie de sus escalones: siendo amados dsus compañeros por valerosos, y bien quistos poliberales, clamor general escucharon con voces druego y en son de amenaza a favor de su vida; y ldebieron a la necesidad perentoria de evitar el motíviolento, que estallara de golpe, si llegaba a ejercesu oficio el verdugo.

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    Trascendental fue tal desmán a la posteridad máremota, pues Ercilla narraba con fácil estro cuantacontecía en la magna lucha, sobre los mismolugares, hurtando el tiempo que podía al descanso

    para tenerlo de ocio y lograr que no pasaraoscurecidas las hazañas de sus compatriotas, aucon el trabajo de estar falto de papel a veces, y dhaber de escribir sobre cuero y en pedazos de cartay desde que se le atropelló de tal modo, no quiso ydar la habitual ocupación a su plumaAbreviadamente dijo sólo, que sufrió prisión largasin dejar de servir de día y de noche en la fronteradonde hubo continuos rebatos y estratagemapeligrosas para los españoles, hasta que en el asalty gran batalla de la albarrada de Quipeo les regocijla más esclarecida victoria. Por especificación dajeno relato consta que Ercilla tuvo nuevaocasiones de acrecer sus timbres en una emboscaday durante la resistencia al asalto furioso, dado a lImperial por los araucanos; y rigiendo una gallardescuadra de veinte jóvenes contra mayor número dpuelches a orillas del Maule, y de andalicanos sobrsu territorio; y sustentando lid singular con e

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    cacique Elicura y tendiéndole muerto en la última decisiva jornada, que fue el año de 1558 a 13 dDiciembre, y en la cual perecieron todos los jefeenemigos más afamados.

    No maravilla que Arauco apareciera ya bajo eyugo de los españoles. Ante la perspectiva dreposo, y cada vez más estimulado y roído por eagravio, siempre fresco dentro del alma, Ercillaceleró su partida repentina de aquella ingratísimtierra, que le costaba tanto de afán y sangre; y en ubajel de trato llegó al Callao sin el menocontratiempo. De Lima salió nuevamente a probafortuna contra Lope de Aguirre, fiero guipuzcoanoasesino del capitán Pedro de Ursúa, con quien desdel Perú había ido a la conquista de los omeguas, cruel tirano hasta el extremo de matar a su propihija. Más de dos mil millas le separaban dVenezuela; pero acostumbrado a carrera más largapor mar tomó la vía sin demora ninguna, y aun así amismo tiempo fueron su llegada a Panamá y la deanuncio de estar Lope de Aguirre ya degollado hecho cuartos. Una enfermedad prolija y extrañdetuvo a Ercilla en Tierra-Firme; y tan luego com

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    se vio convalecido, por las islas Terceras y el añ1562 hizo rumbo hacia España.

    Aquí supo la reciente muerte de su amada madreocurrida en el palacio de Viena; circunstanci

    dolorosa que no le permitió la quietud apetecida tralargo viaje, por la necesidad imprescindible demprender el tercero a Alemania, así que dio cuenta Felipe II de sus penalidades y aventuras. DFadrique que de Portugal era caballerizo mayor dla tercera esposa del rey de España, y quería pasar segundas nupcias con Doña Magdalena de Ercilladama de la misma reina que su difunta madre. Partraerla de Hungría, su hermano D. Alonso cruzó lFrancia y el Austria, y por los cantones suizos y eLanguedoc fue a principios de 1564 su retornoInterceptando las nieves sobre el puerto de SaAdrián la carretera, algunos días hubo de estar eMondragón y algunos pueblos alaveses: quizá dehistoriador Garivay fue conocido entonces; cobrándose afición grande, sin propósito deliberadle dio materia para mencionar estimablementhechos suyos en lasGenealogías.

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    Ya en su patria de asiento y con insólito descansolo más del tiempo dedicó a poner en orden y pulsus papeles sueltos y relativos a las proezas de sucompatriotas en las antárticas regiones. Galanteado

    era como joven y español y soldado: atractivos dapostura grata y de producción amena tenía de sobrpara cautivar damas; y así el año de 1566 fue padrde un hijo, a quien puso Diego por nombre. Pocmás anduvo de soltura en amorosos extravíocelebrando a principios de 1570 con Doña María dBazán su boda, y mereciendo el alto honor de que lapadrinaran el Archiduque Rodulfo y Doña Ana dAustria, cuarta mujer del rey Felipe. Doméstica y ninterrumpida ventura le deparó su compañera, munoble de prosapia, insigne por su cristiandad virtudes y aun por su claro entendimiento, que sdeleitaba en cultivar con lecturas de historia. Otrgran satisfacción tuvo este mismo año al publicar lprimera parte de La Araucana, perfectamentrecibida en España y Europa y el Nuevo-Mundo, dmanera de colocarle unos al nivel y otros poencima de Ariosto: nada vanaglorioso y modestpor demás en el común trato, a los que le conocía

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    más de cerca produjo mayor asombro con su librono juzgándole capaz de brillar por la pluma compor la espada. Merced del hábito de Santiago le hizFelipe II al año siguiente, honrosa insignia qu

    también había llevado su ilustre padre sobre la togaen la parroquia de San Justo y día del aniversario dla sangrienta batalla, decidida en Millaraque sólpor su arrojo, le armó caballero el personaje qudespués fue duque de Lerma.

    Tres años adelante seguía en Real favor nuestro DAlonso, y lo demuestra la circunstancia de elegirlel secretario Juan de Vivanco, para sacar de pila a shijo D. Bernardino, cuya partida de bautismo tienla fecha de 4 de Mayo de 1574 y se halla en lolibros de la parroquia de Santiago. Aún aspiraba más laureles, en ocasión de sitiar a Túnez y lGoleta los turcos, y de recorrer el célebre D. Juan dAustria las costas, desde Génova hasta Sicilia, coel ardimiento de su gran corazón y la vehementprisa de ir al socorro. De Nápoles habían de zapalas naves, y allá voló Ercilla, alentado como dcostumbre; desdichadamente sólo para saber lsúbita y triste noticia de haber podido más la fuerz

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    numérica de los sitiadores que el heroísmo de lositiados. Entonces dirigiose a Roma, y nuestrembajador y su pariente Don Juan de Zúñiga lpresentó el 6 de Abril de 1575 al papa, Gregori

    XIII de nombre y natural de Bolonia, donde habíconocido de joven a Fortún García de Ercilla. Dpronto supuso que hablaba con su nieto, y de spersona y literatura le hizo grandes elogios; muchse holgó de saber que era hijo y de oírle atentamentla relación de sus aventuras, con especialidad haciel estrecho de Magallanes; y tras largo rato, le dio sbendición y extraordinarias indulgencias a ldespedida.

    Cuarta vez estuvo Ercilla en Alemania, debiendacogida graciosa al emperador Maximiliano y a lemperatriz Doña María, de quien fue servidora smadre, no menos que a Rodulfo, su padrino de body ya rey de Hungría. Por Septiembre de 1575 asistien Praga a su coronación de rey de Bohemia, y eRatisbona a su elección por rey de Romanos; ya lhabía creado su gentil-hombre, y en calidad dcamarero le llevó la falda en las ceremonias. Vasty fecundo asunto de reflexiones elevadas l

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    hubieron de ofrecer los contrastes de su azarosexistencia, al renovar entre festejos lucidos lmemoria de los gozados allí con la delicia de loaños primaverales, y al interponer los recuerdo

    vivos de todo linaje de peligros y privaciones, hastsubir casi al patíbulo y estar a punto de perecer dmiseria. Después de las solemnidades, se dio visitar las comarcas de Estiria y Carintia y hastCroacia, de donde obtuvo licencia para traer doccaballos, y en el trono imperial dejó a Rodulfocuando por Italia y el Friuli vino en 1577 a EspañaTambién se sabe que el año mismo fue a Uclés profesar de caballero de Santiago, con fecha de 1de Diciembre en manos del prior Diego Aponto dQuiñones, posteriormente obispo de Oviedo.

    Sin pensamiento de tornar a salir de Madrid poentonces, se aplicó a imprimir el año de 1578 lsegunda parte de La Araucana; mas no pudsaborear los parabienes con descanso, obligándolcomisión honrosísima a nuevo e impensado viajeFelipe II había sabido la llegada del duque Erico dBransuich y de la duquesa el 14 de Octubre Barcelona: aun apresurándose a disponer que lo

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    vireyes de Cataluña y de Aragón les tratasen comera de razón y les proveyesen de lo necesariomayor demostración le pareció propia de lorespetos debidos a la hija de su prima la duquesa d

    Lorena; y así, por la satisfacción que tenía de lpersona y cordura de D. Alonso de Ercilla, su gentihombre, le previno que por la posta les saliese aencuentro, y les entregase cartas, y les hiciesofrecimientos cordiales en su nombre y el de saugusta esposa. A la par que su deseo de verlopronto, les debía significar la conveniencia de quse quedasen en Zaragoza, si bien proponiéndoselde manera que lo tomaran a buena parte; y nimaginaran que se hacía por otro fin que el de lcomodidad de sus personas; puesto que el retrataba de ir a Monzón de meses atrás a celebracortés a los aragoneses, no había partido a causa dforzosos y no interrumpidos impedimentos, todavía estaba en ánimo de emprender la jornada lmás presto que fuera posible. Después de estar colos duques el tiempo necesario para hacer este oficiy dejarlos contentos y quietos, se volvería a da

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    cuenta particular al rey de todo lo que hubiespasado.

    Autógrafas existen las cartas escritas al SecretariGabriel de Zayas por D. Alonso de Ercilla, y a

    consta puntualmente su desempeño lucido en lcomisión importante. De Madrid salió el 26 dOctubre y a los tres días llegó a Zaragoza, npudiendo acreditar mayor diligencia, por el maaparejo que en las postas había de caballoAlojamiento diole el virey conde de Sástago en scasa; y al duque y a la duquesa de Bransuich fue visitar a Fuentes. Le recibieron con bondad cortesía, y desde luego les indujo a su quedada eZaragoza, de tan hábil manera que se mostraroalegres y muy reconocidos a la merced y el favor dlos reyes en cuidar así de su reposo. Prudentementapaciguó las diferencias suscitadas entre el virey el Justicia sobre hospedar el duque y tener cada cuasu palabra, mostrando ser más conforme a la Reavoluntad que ocupara particular aposentamiento, eligiendo por sí mismo la casa de D. Juan dGamboa; y ocasión tuvo de encomiar al virey por sespíritu conciliador y rumboso porte con lo

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    egregios viajeros, a quienes envió caballos y cochey dispuso buen recibimiento en la ciudad el 5 dNoviembre, y facilitó el modo de que allí se valierade una cédula para Madrid y de la suma de cinc

    mil escudos, sin dejar de atender con la vireina a sdistracción y regalo. No pudo Ercilla resistir lainstancias de permanecer en su compañía hastdejarlos establecidos, como que llegabadesalumbrados, a causa de la variación de trato costumbre, no muy ricos y con pocos criados útilea lo menos, tomados los más en Italia al paso, puelos que traían antiguos por miedo a la Inquisición squedaron en Trento, y daba lástima que no sentendieran unos a otros. Ciertos genoveseprocedentes de la corte fueron a besar las manos aduque, y como hombre que se preciaban ddiscursos, le imposibilitaron la ida del rey hasta lprimavera, afirmándole haber llamado a cortes dCastilla, y que no se podían despachar antes. Macorazón le pusieron de igual modo varios caballeroy señoras, y de resultas mandó a buscar a Ercillacon quien estuvo muy triste, al tratar de sunegocios y al encarece la pérdida del tiempo. L

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    aquietó el Real comisionado a fuerza de mansarazones, que hubo de repetir a Madama por encargespecial de su esposo, y resueltos quedaron ambos no pensar en mudanza alguna, hasta que los reye

    fueran a Zaragoza, o se les enviara licencia para quviniesen a besarles en Madrid las manos. Así diErcilla su comisión por finalizada, y apresurose conseguir que particularmente entendiera el rey dsus labios adónde enderezaba el duque de Bransuiclos designios.

    Datos hay seguros para saber algo de lo que pusen conocimiento del soberano. Por mandato expresde su madre política venía el duque, trayendo uncarta recomendatoria de sus servicios y autorizadcon la firma del gran D. Juan de Austria, que habímuerto a principios de aquel mes de OctubreAnheloso por echarse a los pies del monarca retenido en Zaragoza por orden suya, tanto lmelancolizaba el contratiempo que ya habíenunciado intención formal de retroceder embarcarse en Barcelona, si no se le autorizaba parseguir a la corte muy pronto. Una guarda tenía dveinticuatro hombres, y a los zaragozanos daba e

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    rostro que fueran con los arcabuces y las mechaencendidas a todas partes y que entraran así por lotemplos. Enterado el monarca de todo, a la capitade Aragón tuvo que volver el 5 de Diciembre D

    Alonso de Ercilla con reales órdenes terminanteuna relativa a acompañar a Madrid al duque, la cuasupo con mucho gozo; otra para que deshiciera sguarda, y tomola de manera que hubo necesidad dreportamiento para no quedar muy desavenidos. Nle quiso apretar demasiado, por conocer que pasadel primer ímpetu se dejaba persuadir y venía a lbueno; y volviendo a tratar del negocio, le indujo tener su consejo por sano.

    Repartidas tenían los duques las jornadas de formde llegar a Madrid en diez días, y el 17 dDiciembre salieron por fin de Zaragoza, bajo lpalabra empeñada por Ercilla de que a tiempo srecibiría el pasaporte solicitado, para que ni eTortuera ni en Torrubia les abriesen los cofreReservadamente lo había recomendado mucho aSecretario Zayas, en el concepto de ser de interécorto, a causa de la poca ropa nueva del duquesalvo si debían derecho de joyas, porque las llevab

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    Madama de las ricas que había jamás vistoespecialmente en perlas y piedras. Cuando cenabala primera noche de viaje, le llegaron a D. Alonslas dos cédulas de paso y de guía, y así tuviero

    muy buena y regalada cena, y contentísimo el duqulas hizo leer a voces en presencia de todos. Estpredisposición excelente aprovechó Ercilla, a fin dprocurar con buena maña detener algunos días a loilustres viajeros en el camino, sin darles a entendeque se le ordenaba de la corte, mientras se hacíareparos en la casa donde habían de posar y sproveían las cosas necesarias a su hospedaje. Desdluego se propuso dificultar las jornadas; y hacer quparasen lo posible sin sospecha en Torija; pintarles como descortesía no aceptar loofrecimientos del duque del Infantado, si les queríagasajar en su Palacio de Guadalajara; y exponerleasimismo la inconveniencia de que unos príncipecomo ellos entrasen en la corte, sin tener vistprimero y repartida por persona entendida su posady la de sus criados; con todo lo cual se lisonjeaba dlograr que hasta después de año nuevpermanecieran en Alcalá de Henares. Bueno era e

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    plan a todas luces; pero no fácil de llevar a caboporque el duque tenía mucha prisa de llegar Madrid y de obtener el gobierno de uno de loestados españoles. Entre los hombres de cuenta d

    su comitiva figuraba Andrea Doria, que, npensando incurrir en yerro, siempre andaba muy su gusto, y le hacía formar propósitos npracticables, de que Ercilla se veía obligado sacarle en fuerza de industria, contraviniendo a svoluntad a veces por términos suaves. Entonces emarqués de Ayamonte era gobernador del estado dMilán y capitán general de Italia: al duque dBransuich dijeron por el camino que este prócehabía pasado a Flandes, con lo que se abría una grapuerta a sus pretensiones y se le avivaba el anhelde ver al monarca, fundándose en ofrecimientosuyos hechos por cartas y que no permitían excusaDe todo avisaba perspicaz Ercilla, por si pareciere su Magestad buscarla con tiempo, y cerrar la puertque el duque hallaba tan abierta.

    Hasta la raya de Castilla acompañaron al duqutres señores principales de Zaragoza, con muchocriados, halcones y perros, para venir de caza por e

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    camino: después tuvo excelente acogida en todos lolugares, aunque, por estar míseros y faltos de ropalas damas de la duquesa durmieron vestidas algunanoches; pero de buenos y baratos comestible

    proveyó abundantemente el alcalde Tejada. Asllegaron a Torija la víspera de Pascua a la caída dla tarde, persuadidos a parar en Guadalajara, segúse tirase de la capa el duque del Infantado: lo hiztan cortamente que en veinticuatro horas nrecibieron cumplimiento ninguno; y ydeterminaron no aceptar por tardío el de mayoinstancia. Aun retrayéndose Ercilla de ir en contrapor las cosas y juramentos que oyó al duque, modtuvo de alargar las jornadas, con escribir Bartolomé de Santoyo y a su muger Doña Ana dOndegardo, a fin de que enmendasen la cortedad deduque del Infantado en su casa de Alcalá dHenares. Allí se hospedaron el segundo día dPascua, y prevaliéndose de conocer a Santoyo y sesposa, ya les tenían comunicado el proyecto dpartir la duquesa al Escorial a la lijera, sin noticia dErcilla, que paró el golpe con sólo decir verazmentcómo el marqués de Ayamonte no era ido a Flande

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    Por fin pudo afirmar D. Alonso al Secretario Gabriede Zayas, que desde allí vendría un criado de loduques a repartir el aposento a su modo, y que no smoverían de Alcalá antes de entrar el año.

    Llenos están los despachos del conde de Sástagde alabanzas de Ercilla, por su discreción y buemodo, por su entendimiento e industria; pero nadcaracteriza mejor su porte que este breve pasaje dcarta propia. -"Del humor y proceder del duque nquiero decir lo que podría hasta que allá scondición apruebe mi paciencia, a costa de la cual lllevo contento por los términos y pasos que S. M. hordenado; habiendo recibido por cada cosa tantoencuentros que hubieran desbaratado a un hombrmuy compuesto; que, como los alemanes son dnatura sospechosos, y más los de menoentendimiento, aunque el duque lo tengo bueno, sentrega a su condición más que cuantos hasta hoy hconocido: la de Madama es de un ángel y eentendimiento muy bueno, pero tiénela el maridtan sujeta y temerosa de sus ímpetus que se quedcon los buenos deseos y razones en el estómagoEstas y otras cosas entenderá vuestra merced má

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    particularmente cuando le bese las manos." -¿Dóndcabe ya encajar como oportuna y verídica la especieechada a volar por el autor de los Avisos parPalacio, sobre que delante del Rey no acertab

    jamás D. Alonso de Ercilla a decir palabra, etérminos de haberle de excitar Felipe II a que lhablara por escrito?

    Casi todo anunciaba entonces que la sucesión a lcorona de Portugal no se decidiría sin lides, Ercilla lisonjeose de lucir otra vez su denuedo y suarreos militares. Con espíritu belicoso, y servicios merecimientos, y edad pujante y salud robusta parhacer buena figura en campaña; con testimonireciente del aventajado concepto que Felipe II teníde su persona; con valedores activos y celosodentro de Palacio, como que su hermano D. Juan erlimosnero mayor de la Reina y maestro del InfantD. Fernando, sin adolecer de lijero juicio se podíya imaginar en el ejército y a la cabeza de algunescuadra de jinetes. Dignas de su alto numen eran lguerra con Portugal y la segura victoria de Españacréditos gozaba muy justos de manejar bien lespada y la pluma; y que lo quiso así practica

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    entonces, se ve a las claras en la exposición de scélebre canto sobre ser la guerra de derecho dgentes, y declarar el que al reino de Portugal tuvo eRey D. Felipe juntamente con los requerimiento

    que hizo a los portugueses para justificar más suarmas.

    En un vuelo se llevó la conquista de Portugal remate, y D. Alonso de Ercilla no fue partícipe dtamaña gloria; caso también trascendental a lageneraciones futuras. Se había propuesto cantar efuror de Castilla, el derecho al reino de Portugaremitido a las armas sangrientas, la paz convertiden rabiosa discordia, las lanzas arrojadas de una otra parte a los parientes pechos; y a punto de ir ya romper la batalla, cuando se le representaban erumor de trompas sonorosas y los estandartetremolando al viento, de súbito varió de tonodejando la tarea a más felices escritores, y diciendque la suerte buena valía más que el trabajinfructuoso como el suyo, que en seco y vacío habídado siempre. Tras de reseñar sus grandes peligros trabajos en el Real servicio, con penetrante acentexpuso la perseverancia de su voluntad y e

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    desmayo de su esperanza, abatido como estaba pola porfía de su estrella: satisfecho declarose de habeseguido la carrera difícil por derecha vía: dmanifiesto puso espíritu grande al proclamar l

    doctrina sublime de que las honras consistían en emerecimiento legítimo del premio, no en su logro; enérgicamente calificó de cobarde el disfavor que ltenía arrinconado.

    Aquí hay que descender por fuerza de los hechos las conjeturas. Alguna poderosa enemistaembarazaba los adelantos de Ercilla, y de juro nera otra que la de D. García Hurtado de Mendozahijo del marqués de Cañete, nieto por su madre deconde de Osorno y casado con hija del conde dLemos, cuyos entronques, y la circunstancia de regla hueste el duque de Alba, de sobra alcanzaban indisponer en el Real ánimo sin extraordinariesfuerzo a quien todo lo pospuso a la verdad y npensó en merecer bien de su caudillo con lisonjaHurtado de Mendoza estaba quejoso de no haceenla Araucana un papel semejante al de Aquiles o ede Eneas en los poemas inmortales de Homero Virgilio; y hasta lo tuvo por ofensa grave

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    intencionada, según lo comprueban diversas frasede sus panegiristas, Cristóbal Suárez de Figueroa elos Hechos del cuarto marqués de Cañete, y Pedrde Oña en el Arauco domado. A la campaña d

    Portugal fue aquel personaje de capitán de una dlas veinte compañías de hombres de armas, que parsu guarda tenía Castilla, mandadas por grandes calificados títulos del reino; y en posición hallose dimpedir que D. Alonso de Ercilla ganara más laurohasta dando color de conveniencia pública a sparticular venganza. Desde luego pudo hacer galde celo por la militar disciplina, y tildar a Ercillcomo de condición turbulenta, sin más que pintar lacontecido en la Imperial a su modo: con las dopartes de la Araucana en la mano, y al son de sentlastimado el amor a la patria, muchos pasajes lfacilitaban el testimonio de que de la pluma dErcilla libraban a veces mejor los indios que loespañoles; y sesgando con dañino espíritu dfanatismo los reparos, hasta cabía poner en tela djuicio sus creencias religiosas, pues dijo que en sedad no eran tantos los santos como antes; y censurla fácil credulidad en milagros, bajo el concept

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    explícito de quelas cosas de esta vida van por snatural curso; y no omitiendo apuntar como dignmóvil de la conquista de América el afán laudablde convertir infieles, tras de mencionar que iba

    franciscanos, dominicos y mercenarios en el socorrenviado por mar a Chile, al describir luego insultoy aun atrocidades tremendas, ni por asomo ocurrió Ercilla la intervención de un fraile para poner coto los excesos, o para endulzar las amargatribulaciones de la gente vencida. Cuáles de estas otras especies hizo D. García valer contra DAlonso, no se puedo afirmar con datos; que senemistad prepotente le cortó de plano la carrera, nadmite duda; y de justicia es consignar quperpetuamente redundará tal proceder en desdoro dla alta fama del cuarto marqués de Cañete.

    Frente por frente de la casa llamada del Cordótenía Ercilla la suya propia; y retirado allí gozaba laconsideraciones debidas a su clase y renombreaunque le desatendiera el monarca. Doña María dBazán labraba su ventura, y bajo el amparo de sdeudo el marqués de Santa Cruz ponía a su hijo DDiego, para que aprendiera a marchar por entr

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    laureles a la gloria. Frecuentemente le designaba eConsejo de Castilla para examinar libros; a los añode 1580 y 1582 corresponden sus aprobaciones dlasPoesías  de Garcilaso con las anotaciones d

    Herrera, y de las Rimas  pertenecientes a este poetmagno. De la casa imperial de Alemania y en 158recibía nueva y señaladísima honra, con la demandde su retrato, para la colección de españolecontemporáneos e ilustres. Paulo Jovio había puesten boga la costumbre de que a tales retratoacompañaran elogios, y el de Ercilla fue escrito poel licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa: hono ofrece interés alguno: lleno está de lugarecomunes, trasminando a escolasticismo, completamente vacío de noticias, que no se hallemás de relieve en La Araucana: hasta se resienten dexiguas las que apunta referentes a su personalimitándose a decir que era de barba crespa, y dcabello levantado y de ojos constantes, lo cual sadvierte a la simple vista del mismo retrato, que dtestimonio de su gentil rostro y apostura. Tambiéde Ercilla tienen aprobaciones de 1586 a 158elCancionero  de López Maldonado, la primera

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    segunda y tercera parte delCaballero Asisio de FraGabriel de Mata, las Rimas  de Vicente Espinel elFlorando de Castilla del licenciado Jerónimo de lHuerta. Para su corazón paternal fue el año 1588 po

    demás aciago: ya iba a zarpar la Invencible Armaddel Puerto de Lisboa, cuando el marqués de SantCruz pasó allí de esta vida a la eterna: le sucedió eel mando el duque de Medinasidonia: en lexpedición a Inglaterra fue D. Diego de Ercillamozo de poco más de cuatro lustros, entre los qumontaban la nao de San Marcos, y transido de pensupo su padre que aumentó el número de laanegadas, sin salvarse ninguno de los de a bordoVivamente se nos representa lo contristado de sespíritu en los últimos versos de La Araucana, cuytercera parte sacó a luz al siguiente año. Allí apareccon la persuasión de no estar lejano del fin término postrero, y con el propósito de acabar dvivir antes de que la existencia incierta acabara scurso; volviéndose a Dios al cabo, por no ser nunctarde, y parando la pluma tras de escribir que razóera llorar y no cantar en lo sucesivo.

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    Nuevas aprobaciones de obras equivalen a fe dvida tan interesante como ya decadente: por loconcisos y selectos dictámenes de Ercilla, 1589 1592 empezaron a circular sin tropiezo laConquistde Granada  de Duarte Díaz yVarias obras elengua portuguesa y Castellana, y el Arte Poética dJuan Díaz Regifo. Del año 1593 hay cuatro cartasuyas, familiares y dirigidas a Valladolid con lafechas de 8 de Mayo, de 31 de Octubre, de 22 y 2de Diciembre, y el sobre para D. Diego Sarmientde Acuña, comendador de Calatrava. Su habituajovialidad conservaba a los sesenta años, segúrevela este bellísimo pasaje. -"Vuestra Merced, mSeñor, piensa que no hay más sino venirse a Madria comerse la hacienda de los amigos, y ganarles sdinero, y volverse con salud a casa; pues sepVuestra Merced que no ha de pasar así, porque mdejó tan picado que pienso ir a ese lugar desquitarme, no sólo de lo que Vuestra Merced mganó, sino de lo que me comió, que cierto me hdejado en el hospital; y con todo esto puedcertificar a Vuestra Merced que su ausencia se hsentido mucho en esta casa y lo poco que, habland

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    verdades, se sirvió de ella. Hanos quedado uconsuelo, el cual es que nunca se acaban en estcorte de una vez los negocios, y que VuestrMerced ha de volver a los que dejó comenzados

    Dios sabe lo que yo lo deseo y que sean tan grandeque obliguen a traer Vuestra Merced a mi señorDoña Constanza de asiento a ella, dondsirviésemos a su "Merced Doña María y yo comdeseamos." -Otros períodos se pudieran transcribno menos agradables. De tiempo húmedo y dlluvias continuas hablaba la víspera de TodoSantos, y de no ir a Valladolid a pasar el inviernoporque se había hecho muy perezoso: en Diciembrlas nieblas fueron muchas, y tuvo que guardar casy cama; al secretario Paredes llamaba íntimo amigsuyo, y hacía mención del cardenal ArchiduquAlberto como de persona con quien tenía íntimtrato.

    Ya en 1594 aprobó Ercilla Las Navas de Tolosapoema heroico de Cristóbal de MesaDesconsoladoras son las noticias posteriores referentes al célebre autor de La Araucana. En 24 dNoviembre estaba postrado por enfermedad grave

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    que no le permitía descargar su ánima y concienciani otorgar testamento; y su cara mujer lo hizautorizada en debida forma, y según su voluntaconocida de antes. Por las mandas consta que tení

    varios sobrinos, a quienes legaba rentas o bienes, pajes, lacayos, mozos de cámara y de cocina caballeriza y otros criados, de quienes también hizmemoria, no con mayor largueza, porque al servicide su mujer quedaban todos. Aun instituyendo Doña María de Bazán por su universal heredera, lmandó la suma de diez mil ducados, para ayuda demonasterio que trataba de fundar y donde se lehabía de enterrar juntos; a cuyo sitio quisigualmente que se trasladaran los huesos de shermana Doña Magdalena, sepultada a la sazón eel convento de San Francisco de esta corte. Piedafilial acreditó en el codicilo del día siguientedestinando al monasterio de benedictinos de NuestrSeñora de Valvanera la limosna de quinientoducados, para que los empleara en renta o censo razón de catorce, bajo obligación de rogar a Diopor su alma, y de hacer un paño negro de luto con ehábito de Santiago de grana colorada, a fin de qu

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    estuviera perpetuamente sobre la tumba dondyacían sus padres, de modo que, gastado uno, shiciera otro nuevo. En unión de su amada esposhabían de ser testamentarios el conde d

    Francambuz y Don Sancho de la Cerda, aquéembajador del emperador y éste mayordoma de lemperatriz de Alemania, D. Pedro de Guzmán Don Álvaro de Córdoba, ambos de la cámara dePríncipe de Asturias, y Fray Juan de Villosladaprior de la iglesia de San Martín de esta villa; copersonas de tanta calidad se hallaba nuestro DAlonso de estrechísimas relaciones. Sfallecimiento aflictivo fue el martes 29 dNoviembre: depositado estuvo su cadáver en econvento de carmelitas descalzas, vulgo Baronesahasta que la viuda fundó otro de la misma oren con la advocación de San José en sus casas propiade la villa de Ocaña, tan presurosamente que el 2de Noviembre de 1595 logró que se instalaran allas monjas; sin duda con el patético designio de dasepultura a su esposo amado al año cabal de llorarldifunto.

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    Siempre Felipe II llamó a D. Alonso de Ercilla sgentil hombre; nunca se quiso llamar D. Alonso dErcilla más que gentil hombre del emperador dAlemania. ¿Por ventura trataría de formular así un

    respetuosa protesta del agravio de la postergación que le condenaba el uno, y dar testimonio dagradecimiento a las honras con que le distinguía eotro? Quizá también autorizarían a pensar de estsuerte sus diversas dedicatorias: todas fueron al rede España; pero el tono de la primera sube hasta eentusiasmo, y el de la última semeja de ceremonipura. Con probada suficiencia y servicios relevantepara ascender en la milicia, o brillar en ldiplomacia, tan desatendido y olvidado se vio detodo que, a no tener hacienda propia, fijamentviviera casi de limosna y acabara punto menos qude miseria, como poco después Cervantes. Nadpudieron las tenaces injusticias contra su ínclitfama: desde el rincón de su hogar tranquilo, dondtodo ea dicha y holgura, a la inmortalidad levantó evuelo y posolo magestuosamente por los siglos dlos siglos sobre su cumbre, gracias a La AraucanaTarea agradable es ahora la de reseñar su naturalez

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    y desempeño, como que resultan halagos para epatriotismo, atractivos para el amor a nuestra clásicliteratura, y satisfacciones para el anhelo de rendhomenaje a la bien conquistada gloria.

    - II -Juan de Guzmán se contaba entre los mejore

    discípulos de Brocense; contemporáneo fue de lpublicación de La Araucana  y autor delConvite doradores, donde escribió rotundamente quteníamos un Homero en Ercilla. BartolomRodríguez Paton dijo el año de 1621 esu Elocuencia Española  que muchos llamaban a DAlonso de Ercilla el Homero de España. D. DiegSaavedra y Fajardo quiso como dar a entender ela República literaria  que Ercilla tuvo intención describir una epopeya, no pudiendo acaudalar toda lerudición requerida para estos estudios, por locupación de las armas, si bien mostró en LAraucana  un gran natural y espíritu con facilidaclara y fecunda. López Sedano eelParnasoEspañol  puso por nota que Ercillocupaba el primer lugar entre los infinitos épicos d

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    la musa castellana. Lampillas en el Ensayo históricapologético de la literatura española se entusiasmhasta el extremo de aseverar que La Araucana era esegundo poema épico español anterior a LJerusalén del Taso. Andrés en la Historia del origenprogreso y estado actual de toda la literatura dio Ercilla entre los épicos un puesto bastantdistinguido por la novedad de la materia de LAraucana, por algunos buenos pasajes y por habetomado parte en la acción del poema. El Padre LuiMínguez en la Adiciones a la Enciclopedia metódicllamó segundo Virgilio español a Ercilla. Masdeu eel Arte poética expuso que desde el principio hasta efin habría que leer La Araucana, para fijar bien lque es epopeya. Nuestro Don Francisco AntoniGonzález dirigió el 15 de Junio de 1818 uninstancia al teniente corregidor Don ÁngeFernández de los Ríos, por comisión de la AcademiEspañola, y palabras suyas son las siguientes. "Estando proyectada la edición de La Araucanapoema épico y producción de D. Alonso dErcilla…" Mayor o menor mérito recomienda a locitados escritores; una misma opinión emite

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    contextes; se les puede reputar como autoridadepero, con todos estos requisitos, desde luegpartieran descarriados cuantos les tomaran por guíen tal punto.

    Nadie supera en calidad al autor mismo para datestimonio irrefragable de la naturaleza esencial dsu obra. D. Alonso de Ercilla se propuso cantar lohechos de los esforzados españoles, que sujetaron ayugo la no domada cerviz de Arauco, y latemerarias y memorables empresas de sus naturalepor ser proporcionada la estimación de lovencedores a la reputación propia de los vencidoProlija fuera por demás la simple enumeración dlos lugares, donde afirma terminantemente quescribe historia. Como su relación arranca desde edescubrimiento y la población de Chile, y contienlas campañas de Valdivia y de Villagrán contra loaraucanos, a las cuales no se halló presente, ponecesidad hubo de consultar sobre los sucesos todoa los españoles y a los indios, no adoptando sinaquello en que unos y otros estaban acordes. Entrlos lances de la guerra fue notable la retirada súbitde Caupolicán y su ejército poderoso de la Imperia

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    y sus cercanías, cuando la ciudad se encontraba siarmas, vituallas ni municiones: por obra se tuvo dmilagro; y tras de andar con dudas, lo admitiErcilla como cierto, quitándole escrúpulos de raíz l

    insistencia de los araucanos en dar fe unánime de lacontecido cuatro años antes de hacer la descripciópuntual su pluma. Ya que pudo hablar como testigose obligó a que fuera más autorizada la historiapues en aquellas tierras midieron sus pies todas lapisadas. Repetidas veces dijo con explícitas fraseque iba la verdad sin corromper y desnuda pocompleto de artificios, de fingimientos y de poéticoadornos: a menudo echó de ver que su escritura sresintiría quizá de trabajosa y de larga, por ir taarrimado a la verdad y tratando siempre de unmisma cosa, y por ser malo de un terrón sacar zumoa sus ojos parecían como pintados los cuidados contentos, que no son de amores, ocurriéndole qugusto hubiese recibido y dado con andar por campoy jardines, y elegir flores olorosas, y entretejefábulas deleitables; pero metido tan adentro dvoluntad propia en escenas de batallas, horroremuertes y destrozos, se creyó sin arbitrio par

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    suspender la obra empezada con el buen celo de qude tanto valor quedase perpetua memoria. Algintrodujo maravilloso, para dar amenidad a su libropor medio de visiones en sueños y de la ida a l

    cueva del hechicero Fitón dos veces; cuyas licenciapoéticas son demostración acabada y palpable de lvocación especial que de historiador tenía Ercillano permitiéndoselas más que para hacer ldescripción que para hacer la descripción del mundy para pintar las celebérrimas batallas de SaQuintín y de Lepanto. Buscando campo descubierty anchura, donde espaciar el ánimo fatigado y senty proporcionar algún recreo, también intercaló otrepisodio, sin conexión alguna con las guerras dArauco, socolor de entretener a soldados españoledurante cierta marcha; y aquí se atuvo asimismo demodo más riguroso a la historia, narrandverazmente la de la preclara fundadora de Cartagoheroína infamada por el eminente Virgilio. Nadhay que neutralice o atenúe la índolexclusivamente histórica de La Araucana, hasta epunto de no habérsele escapado nunca a Ercilla n

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    aún la voz genérica de poema, aplicable a todo librmetrificado.

    Al escribir historia de esta manera, D. Alonso dErcilla continuaba las tradiciones de su patria

    Estrabón afirma que los turdetanos tenían sus leyee historias en verso: de Metelo se dice compositivo que llevó poetas cordobeses a Roma, parcelebrar sus hazañas: Lucano y Silio Itálico fueropoetas historiadores. Viniendo a los tiempos de lformación de habla castellana, aún balbucientprodujo los poemas delCid   y deSanto Domingo dSilos, verdaderos cronicones en rimas: nuestro DJosé Caveda patentiza que antiguos cantareentraron como elementos constitutivos de laCrónicgeneral de España de Alonso el Sabio; y que por lpoesía adquirieron carta de naturaleza en la historilos amores de Florinda, la odiosa venganza de spadre, la visita de D. Rodrigo al encantado palacide Toledo, las traidoras sugestiones de D. Opas, loprodigios del alzamiento y de la victoria de Pelayola aparición de Santiago en Clavijo, y mucho de lreferente a personajes como Bernardo del Carpio, econde Fernán González y los siete infantes de Lara

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    Reciente está la publicación del poema de RodrigYáñez sobre el reinado de Alonso Onceno: muchade las coplas de Juan de Mena son pura historiaLorenzo Galíndez de Carvajal atestigua que el poet

    Hernando de Rivera iba con Fernando el Católico la conquista de Granada, y que su composición erdiario y sabroso plato de la Real mesa, teniendo ala los mismos héroes por censores, y depurándose lverdad hasta quedar acrisolada. No son éstos máque ligeros apuntes de los copiosos ejemplares quse pudieran citar en corroboración de habepracticado felizmente D. Alonso de Ercilla lantigua costumbre española de referir historia everso, y como testigo presencial de los sucesotodos, sin que den tampoco a La Araucana el menoviso de epopeya la división en cantos, ni lamoralidades al principio de cada uno de ellos. Sdivisión tal constituyera precepto seguro, no seríapoemas épicosla Iliada  yla Eneida, pues la tieneambos en libros; lo de hacerse en cantos significsólo que, siendo propios los versos para cantadopor su armonía, se cortan sin otro objeto que el dproporcionar descanso oportuno así al cantor com

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    a los oyentes. Acerca de que las moralidades cabeholgadamente en la historia, superfluas apareceríadoctas disertaciones, bastando conmemorar loescritos inmortales de Salustio y Plutarco.

    Entre los contemporáneos del autor ilustre, ni lomuchos admiradores y amigos, ni los pocodesentonadores del aplauso general con censuras, lmiraron como trasunto del famoso alfarero dla Epístola a los Pisones; antes bien creyeron unos otros que su obra de ánfora tuvo principio y remateGrave dijo el licenciado Cristóbal Mosquera dFigueroa, dedicándole merecido elogio, queayudado de las fuerzas de su ingenio y de suestudios, con generoso cuidado hizo en versheroico la relación verídica de las jornadas de loespañoles a lo más apartado y escondido de la tierrapara que fuese más universal esta forma descritura, cuanto lo es más la poesía que la historiaYa muerto D. Alonso de Ercilla, casi al mismtiempo empezaron a circular por España la cuarta quinta parte de La Araucana  desde Barcelona, y lprimera del Arauco Domado desde la ciudad de loReyes. Mozos eran sus respectivos autores D. Dieg

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    de Santisteban Osorio y el licenciado Pedro de Oñacon distinto fin tomaron la pluma; y sin saber unde otro, se precavieron acordes contra la nota dosadía, por volver a materia ya tratad

    superiormente. Santisteban Osorio quiso proseguir acabar lo que el sutil, histórico y elegante poeta DAlonso de Ercilla dejó comenzado, no por modo dcompetencia, sino por serhistoria tan recibida dtodos, y por parecerle que servía así a suaficionados, y pagaba el debido tributo a quieescribió su poema con tantas ventajas. Oña supusque, rencoroso y apasionado, Ercilla calló dpropósito los méritos y la gloria del cuarto marquéde Cañete, y que por esoquedó su historideslustrada y en opinión quizá de menos cierta, nembarazándole esta censura meticulosa, parcalificar dedivino al autor de la riquísimAraucana. Luis Alfonso Caravallo en suCisne dApolo, Vicente Espinel en su Casa de la MemoriyCristóbal de Mesa en su Restauración de Españapor historiador y poeta ensalzaron a Ercilla. Tavergonzantemente como el licenciado Pedro de Oñle había criticado en verso, años adelante le critic

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    el doctor Cristóbal Suárez de Figueroa en prosa, por la causa idéntica de forjar el supuesto de quintrodujo un cuerpo sin cabeza, o un ejército simemoria de caudillo; todo para decir a bueno

    entendedores y como de pasada, que popasiónquedó casi como apócrifa en opinión de lagentes de la historia, que llegara a lo sumo d

    verdadera, si el autor insigne adulara al cuartmarqués de Cañete, a semejanza del qué sus Hechosdio pomposo y exagerado bulto.

    Necesidad hay de abreviar citas, no haciéndolas ysino de los tiempos de la crítica en progresmagestuoso. Don Ignacio Luzán divulgó sazonadenseñanza, para formar juicio sobre las obras dliteratura a tenor de las reglas del arte y del buegusto, y en suPoética  estimable dijo de plano. "Según Aristóteles las acciones épicas deben sedesemejantes de las historias acostumbradas, porquen las historias se refieren las cosas como fueron según el curso regular y ordinario de las cosas; peren la epopeya todo ha de ser extraordinarioadmirable y figurado. Por esto muchos poemacomola Farsalia  de Lucano, La Araucana  de D

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    Alonso de Ercilla, la Austriada  de Juan Rufo,lMejicana  de Gabriel Laos,la vida de S. Josef   deMaestro Josef de Valdivieso, la España libertada dDoña Isabel de Ferreira, y otros muchos, po

    faltarles esta calidad yser meramente historias, ntienen en rigor derecho alguno al título d

    epopeyas." Lumbrera de críticos españoles fue DJuan Pablo Forner a fines del siglo pasado: mubien le cuadra tal calificación por varios escritossus Exequias de la lengua castellana, FábulMenipea  entre otros. Allí puso a la cabeza de lopoetas épicos a Balbuena, Ariosto de España; Zárate dando la derecha a Cristóbal de Mesa, detrás no pocos autores, que en sus poemaacumularon todas las riquezas épicas de profusmodo, sin haber acertado a componer una buenepopeya; y de seguida escribió con textualepalabras. -"Alonso de Ercilla y Juan Rufprecedíana los históricos, aquel magestuoso, noblevivísimo en las pinturas y descripcionemaravilloso en los afectos y pocas veces inferior a lgrandeza de la trompa; este grave, natural, aliñadomás elocuente que poeta." Autoridades tenemo

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    dentro de casa muy dignas, y que redondean ejuicio crítico del todo. Solemnemente y sin asomde duda afirma D. José Vargas Ponce que LAraucana  es una historia, y que su texto se l

    persuadirá siempre al lector de criterio no obtuso. DManuel José Quintana expresa con severo tono quedespués de la protesta de D. Alonso de Ercilla sobrsu intento dehacer una historia  de las guerras dArauco, no es justo pedir lo que no quiso poner esu libro; y que así los preceptistas poéticos se hallaextrañamente desconcertados cuando quiereajustar La Araucana al canon de sus teorías.

    Superabundantes pruebas son las alegadas, partestimonio de haber incurrido en equivocaciógrande cuantos llamaron Homero o Virgilio españoal célebre autor de La Araucana. Sin embargo, nhay que arrumbarlos con aire de menosprecio, cual hombres de escaso valer o superficial juicio. Serror merece indulgencia lata y aun respetprofundo, como derivado radicalmente dacendradísimo amor a la patria, y nutrido por eanhelo noble de enriquecer la literatura nacional couna epopeya. Para dar figura de verdad notoria a s

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    yerro enorme, les suministraba fundamento lacción misma de obra tan afamada, coextraordinaria copia de personajes y de sucesohistoriales, que de épicos tienen visos y que lo

    cantores de Aquiles y de Eneas prohijaran de buetalante. Fascinados por apariencias tan seductorano pudieron ya discurrir exentos de preocupacionea fin de hallar la clave de todo, mediante el examesencillo de quienes eran históricamente loespañoles y los araucanos, al tiempo de su pasmoslucha. M. Prat anduvo atinado en su Revolución dBayona, proclamando con arranque espontáneo dánimo sincero y persuasivo que los españoles dierocima en el nuevo mundo a lo fingido por lantigüedad respecto de sus semidioses. Derrocadofueron los grandes imperios de Méjico y del Cuzcosin que los dos célebres extremeños de Medellín de Trujillo capitanearan mayor hueste que lenviada en socorro de Chile. Allí poseían veintleguas de término los araucanos, de tierra no áspery rodeada por tres ciudades españolas, teniendcontra sí además en el centro dos plazas; y sipueblo formado, ni muro, ni sitio fuerte para s

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    reparo, ni armas defensivas, con puro valor porfiada determinación redimieron y sustentaron sindependencia contra tan fieros enemigos como loespañoles, tras de abrasar con patriótica saña su

    casas y haciendas, y defendiendo unos terrenosecos y campos incultos y pedregosos. Por gozar llibertad nativa derramaron tanta sangre así suycomo de españoles, que había pocos lugares que nestuviesen teñidos de ella y poblados de huesos; nfaltando a los muertos quien les sucediese en llevasu opinión adelante, pues los hijos, ganosos de lvenganza de sus muertos padres, con la natural rabique los movía y el valor heredado de elloacelerando el curso de los años, antes de tiemptomaban las armas y se ofrecían al rigor de lguerra; y tanta era la falta de gente, por la muchfenecida en esta demanda, que, para hacer mácuerpo y henchir los escuadrones, también lamujeres iban a las batallas, y peleando algunaveces como varones, se entregaban con grandánimo a la muerte. No son estas ponderaciones dErcilla, pues le acreditan de veraz muy preciosodatos.

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    Imaginaria o transitoria fue la sumisión de loindómitos araucanos al yugo de los intrépidoespañoles. Ya iba a dejar el virreinato del Perú DGarcía hurtado de Mendoza, cuando a principios d

    1596 le halagaba Pedro de Oña con la publicacióde su poema; y en el prólogo dijo estas mismapalabras. -"Acordé dalle el título de Arauco domadoporque, aunque sea verdad que agora por culpanuestras no lo esté, lo es, lo estuvo en su gobiernoFray Alonso Fernández refiere en su Historieclesiástica  lo ejecutado el año de 1605 por loaraucanos. Tomando la ofensiva, millares de ginetey peones suyos destruyeron cinco ciudades, lImperial entre ellas, a pesar de la gran resistencia dlos españoles; y derribaron otros tantos conventode la orden de Santo Domingo, martirizando a lmayor parte de los religiosos, y llevándose esclavamás de mil personas, entre los cuales había no pocgente principal y criada en mucho regalo. Auconcentrándose la autoridad gubernativa, desde eestablecimiento de capitanía general y de audiencien Santiago de Chile, casi dos siglos pugnarotenaces por mantener su independencia lo

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    araucanos, y al cabo de ellos no rindieron la cerviz la servidumbre, si no que se limitaron a capitulacon los españoles en la forma significada por estnoticia de interés sumo. Contra la metrópo

    esgrimía el Perú las armas, al tiempo en que D. JosVargas Ponce preparaba la edición del poema de DAlonso de Ercilla, e indagando el jefe español a cuáde las dos parcialidades se inclinarían los araucanosu principal cacique les dio la siguiente respuesta. "Nosotros estamos convencidos a que no somopara sostener guerra contra el señor de España:comsus aliados estamos dispuestos a romper dos lanzay a matar dos caballos en su ayuda." -Al fiemancipose de España la América del continentesus cuatro virreinatos y sus diversas capitaníagenerales se transformaron de súbito en repúblicamás o menos extensas: todas se hallan devoradapor la anarquía desde entonces, aun la sometida arégimen imperial por extranjero y pujante influjotodas, menos la de Chile, y lo revelaría de manernotoria, a falta de otros documentos, un signo dautenticidad singular y magnitud extraordinariaMientras execraba el Perú todo lo concerniente

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    Francisco Pizarro, y mientras Méjico estuvo a piqude escandalizar al universo y de cubrirse de eternoprobio, profanando la tumba de Hernán Cortés aventando sus veneradas cenizas, Chile dedicaba

    Pedro de Valdivia una estatua, en memoria de serldeudores sus ciudadanos de cuanto promueve fomenta la ilustración y ventura de las nacionePues todos los elementos de robusta vitalidaorganizadora y atractiva, de eficaz trascendencipara consumar el acto sublime y honroso de asentala independencia sobre sólidas bases, y de haceplena justicia y rendir homenaje de respeto a ldominación derrocada, no han bastado a lochilenos para obtener más que la alianza de loaraucanos, tan libres hoy como antes y después dsus renombradísimas guerras.

    Cuando los españoles tenían asombrado y agitadel antiguo mundo con su ambición y su poder, descubierto y subyugado el nuevo con su osadíaunos salvajes oscuros les disputaban heroicamentsu pobre, lejano y estrecho territorio; y así no debmover a extrañeza que abunden rasgos épicos en LAraucana, siendo verídica historia de tan pertina

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    lucha, bien que la amenicen los halagos de la poesíencantadora. Sólo falta ya determinar fijamentcómo llevó Don Alonso de Ercilla a término spropósito deliberado.

    - III -Con La Araucana  es imposible parangonar E

    Monserrate  ni La Austriada; por lo cual hace maefecto que Miguel de Cervantes elevara al nivel dD. Alonso de Ercilla a Cristóbal de Virues y a JuaRufo, estando tan por encima de ambos quadolecería de ocioso cuanto se adujese comprueba. Desde el padre jesuita Alonso de Ovalleque imprimió su Historia de Chile  el año 1646 eRoma, hasta el conde de Maule, que el año 1805 dia luz en Madrid su traducción excelentdelCompendio, escrito por el abate D. Juan Ignacide Molina en lengua italiana, todos los historiadorede aquel país remoto califican de conforme a lverdad y digna de entero crédito la relación hechpor nuestro Don Alonso, de los sucesos de que futestigo de vista. Al interés de la verdad fiel sagrega el mérito deno cegarle pasión y huir d

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    quitar a ninguno lo que es suyo, resaltando poconsiguiente la imparcialidad más severa de lahermosas páginas de La Araucana. Para muestra sapuntarán aquí muy contados ejemplos. Tachado fu

    el autor preclaro de haber omitido rencoroso laalabanzas de su caudillo Don García Hurtado dMendoza: no blasonaba de gerarquía angélica DAlonso de Ercilla, y como hombre pudo sin dudconservar ingrata memoria del que quiso conducir acadalso y después ejercitó el influjo en daño de scarrera lucida; pero ni asomos de malevolencia menos de saña se notan por cierto en quien una vey otra le hizo representar magna figura. Según etexto de La Araucana, al poco tiempo de la victorilograda a las márgenes del Biobío, un mozo gallardse presentó a retar con ademán irrespetuoso bárbara arrogancia de parte de Caupolicán al jefe dlos españoles; y delante de mucha gente le dijo gritos: que si era ambicioso de honor bien ganadosu próspera fortuna le deparaba la ocasión propicide remitir a las armas el mejor derecho en singulacombate y entre los dos campos, al romper lsiguiente mañana. Reposado oyole Hurtado d

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    Mendoza encarecer lo grande y notorio del peligroy aun casi alardear lo imposible de la victoria; sintiéndose con aliento superior a la responsabilidaformidable de aventurar en personal contienda e

    fruto de fatigas tan rudas, no dijo más que estaheroicas palabras:Contento soy con aceptar ecombate, y a su voluntad puede venir seguro a

    plazo y lugar señalados;  tras de lo cual fuese eindio jurando que tan osada respuesta le haría posiempre famoso. Bien se pueden rebuscar e inquirlos más recortados pasajes de quienes hicieron comincienso de la pluma para sublimar al cuartmarqués de Cañete con el humo de la lisonja; nadse hallará semejante ni de lejanía en grandeza a ssituación más que humana, sobre los términos dChile y del orbe conocido hasta entonces; afirmandel pie en la raya divisoria y a la puerta del paíignoto; delante de un puñado de españoles, arengándolos como a la nación toda, vencedora dimposibles y hasta de la fuerza de las estrellas y dlos elementos, admirada por sus hazañas en dolargos mundos, digna por su bravura de conquistaotro, donde tanta gloria y riqueza le tenía

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    aparejadas los hados; e influyendo en su ánimo dforma que libremente pisaron de tropel la nuevtierra, jamás batida de pie extranjero.

    Al dar principio a la pintura de esta expedició

    ardua, Ercilla consigna que el interés allana montey quebranta dificultades: cuando, superadas laindecibles del penoso y largo camino, se vieron loespañoles a la margen de extendido lago adondarribaron piraguas con gentes sencillas, que letrajeron abundantes comestibles, sin querer nada etrueque, oportunamente expresa cómo tan sincerbondad revelada de sobre que allí no habíapenetrado aún la maldad, el robo y la injusticiaalimento común de las guerras, y añade que ellomismos, abriéndose paso con la insolencia dcostumbre, les dieron bien pronto ancha entradapero antes de esta declaración ingenua, al trazar loaccidentes continuos y enormes con que hubieron dluchar sus camaradas en aquella exploración máque atrevida, hasta la extremidad pavorosdecortarles un dejativo sudor frío todo el vigor dlos miembros cansados,  ya había dicho en tono dmuy noble orgullo queel corazón les restauró la

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    fuerzas e hizo fácil todo lo porvenir

    menospreciable cualquier escollo, considerando l

    gloria que aseguraba el trabajo.  No se concibpuntualización de más perfilada franquez

    relativamente al contraste de heroísmo y codicia dlos españoles en la prodigiosa conquista de laIndias Occidentales.

    Siempre que de los araucanos habla D. Alonso dErcilla, su bello carácter moral resplandece covivísima lumbre. Aun hostilizándolos bizarramenty cumpliendo los deberes de militar y español en ldura campaña, no puede menos de celebrar suproezas y el sentimiento de patriotismo que leimpele y estimula a no soltar las armas de laencallecidas manos. Solícito e infatigable anhela procura la total victoria de España, a la par quhumano y sensible ante la desventura, se interespor los vencidos; y da libertad a sus esclavos; defiende la existencia del implacable Galvarinhasta de sus mismos furores; y ya que, por estalejos, no puede salvar al fuerte Caupolicán del crueReinoso, a lo menos vierte lágrimas de dolor y dadmiración sobre su acerbo y doloroso castigo. "As

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    en medio de aquel campo, en que sólo se veían y soían la agitación de la independencia, los esfuerzode la indignación y los gritos de la rabia de parte dlos indios; y de la de sus dominadores irritados e

    orgullo de la fuerza, el desprecio hacia los salvajesy los rigores de una autoridad ofendida y desairadael joven poeta es el solo que en su conducta y suversos aparece como hombre entre aquellos tigreferoces, oyendo las voces de la clemencia y de lcompasión y siguiendo las máximas de la equidad de la justicia." Verazmente pudo SantiestebaOsorio significar por boca de Glaura la expresiódulce de la gratitud de los araucanos a Ercilla coesta sentidísima frase:"Dichoso el hombre que ealabado en la lengua del vulgo" : y en lo sublimrayó Quintana, de quien es el pasaje antecedente, aaseverar que los hechos de Ercilla pertenecen categoría harto más respetable que la de altoporque son magnánimos y buenos, y que en esconcepto ningún poeta épico se ha mostrado amundo de un modo tan interesante.

    Sin comentarios y sin notas se comprende bien LAraucana, porque allí el dificilísimo arte de conta

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    está llevado a la perfección suma. Descriptoadmirablemente los lugares, determinados con fiepuntualidad los tiempos, definidas a maravilla lacostumbres, puestos en acción a su debido turno lo

    personajes, la narración es animada y calorosa y todo comunica mágico impulso, como hecha en erico idioma de la imaginación y del sentimiento. Nhay protagonista entre los españoles: además de suvarios caudillos, desde Almagro hasta Hurtado dMendoza, a las veces figuran como héroeprincipales Remón o Reinoso: cuando la ciudad dla Concepción es abandonada, nadie supera a DoñMencía de Nidos en varonil esfuerzo: siemprencantarán el pundonor y el arrojo de Martín dElvira por recuperar su perdida lanza; así como ndejará de producir asombro el pujante empuje degenovés Andrea. Tampoco entre los araucanos hapersonajes que ocupen el primer término dcontinuo. Si Caupolicán es su jefe, ni con linquebrantable constancia en las venturas adversidades alcanza a eclipsar la brillantez genuinde Lautaro, trasformado súbitamente de indiyanacona en salvador heroico de su raza; de Tucape

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    y de Rengo, émulos en la indómita braveza; dGalvarino, desesperado e iracundo contra los qureputa por tiranos; de Orompello, jamás rendido a lfatigosa y sangrienta lucha. Aun siendo todo

    feroces, valientes hasta la temeridad y membrudosu aparente semejanza desaparece bajo la magistrapluma de Ercilla, que dibuja sus caracteres codiversos rasgos y muy distintas proporciones. Posesudísimos sobresalen Peteguelén y Colocoloviejos son ambos y hombres de gran consejo, y nhay posibilidad racional de confundir a uno y otrodiferenciándose tanto la índole y el tono de surespectivos discursos. Variada es asimismo lexpresión del amor conyugal en las palabras y laacciones de Glaura y de Guacolda, de Tegualda y dFresia, mujeres que se presentan con tanta noveday distinción a nuestra fantasía por efecto de lclaridad con que las vio el poeta en la suya, y lasupo retratar en sus versos al vivo.

    ¿Dónde hallar mayor calor e igual movimiento los de las batallas, descriptas en La Araucana  poquien anduvo revuelto entre los azares y fupartícipe de sus peligros? "Vense allí las cosas, n

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    se leen: los bárbaros gallardos se animan con tabrío, acometen con tal furia y descargan sus golpecon tal fuerza, que se oyen estallar las celadas abollarse los arneses de los castellanos, a quienes l

    ligereza de sus caballos no salva, ni su valor disciplina defiende. ¿Dónde más bien que en ecantor de Arauco está expresado aquel espíritimprevisto y fuerza irresistible en el ataque, quobliga a ceder a los acometidos por valientes qusean; aquella vergüenza que los constriñe a volver apeligro para no pasar por la afrenta de vencidoaquel desengaño cruel de que la resistencia es ebalde y convierte el valor y la esperanza en terror en agonía; en fin el flujo y reflujo de desgracia y dfortuna, de aliento y desaliento que hay en locombates, cuando están sostenidos menos por ltáctica y disciplina que por el esfuerzo personal las pasiones?" De este inimitable modo bosquejQuintana el gran mérito de las batallas descriptapor D. Alonso de Ercilla, mostrándosconstantemente fogoso, rápido y de espíritextraordinario, según palabras de Vargas Ponce; co

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    adoptar los dictámenes juiciosos de críticos taesclarecidos, nada se toma de fuera de casa.

    Dentro del asunto del libro se hallan muy preciosoornatos, que distraen de sañudas refriegas y da

    variedad al conjunto: selectísimos cuadros forma lpintura de la extraña manera de proceder a lelección de general entre los caciques, de las juntade guerra de los araucanos, de sus juegos regocijos; así como la de la grande tormenta quentre el río de Maule y el puerto de la Concepcióexperimentaron los españoles, y de supadecimientos en las jornadas angustiosas hacia eestrecho de Magallanes. Varios episodios se podíaarrancar de cuajo, según rígidos preceptistas, nteniendo enlace alguno con el poema: sin embargopara no hacer desatentadas mutilaciones, tambiéhay la regla segura de que a todo autor se le vretratado en sus obras. Eliminadas de La Araucanlas descripciones del mundo y de las batallas de SaQuintín y de Lepanto, se mermaría a sabiendas mucho la natural expansión de los sentimientopatrióticos y aun domésticos de Ercilla. Tentadorpor demás era para su mente juvenil de poeta

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    soldado la circunstancia de coincidir en el mismdía la gloriosa batalla de San Quintín y la bizarrdefensa del fuerte de Penco: ante la más alta ocasióque vieron los siglos su numen fecundo se había d

    exaltar poderoso; del siempre vencedor y nuncvencido marqués de Santa Cruz era pariente; pomaestro eligiole de su único hijo. ¿Cómo formacapítulo de culpas de que en La Araucana  diercabida al fruto de su ardiente inspiración sobre enacional triunfo de Lepanto? ¿Ni cómo haceabstracción redonda de pasajes, en que dedicmemoria tierna al país de donde era oriundo, y dulcplática amorosa a la ilustre dama, que vino a labrasu ventura?Para decir bien siempre es buen tiempy la verdad en cualquiera sazón debe ser bie

    escuchada;  máximas tan morales alegó por excusde la digresión hecha con el propósito noble drestituir en su honor a Dido. ¿No se le han dadmitir con descargo absoluto? Nada tiene que vecon La Araucana  su postrer canto, principiado seguido en bélico tono, y terminado en voz de doloy llanto de gemido, que traspasan y parten el alma…A los artífices de preceptos se proporcionara quiz

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    gusto con la supresión de esos episodios; pero lbella y simpática figura moral del autor afamadaparecería incompleta, al modo que la imagen físicdel que se mirara a un espejo falto a trechos d

    azogue.Abundante mies hay en La Araucana  dond

    cosechar tesoros de elocuencia, graduada a tenor dlas distintas circunstancias de los personajes, quaspiran a captarse la voluntad o el afecto de suauditorios; comparaciones variadas, numerosaprecisas y de mérito relevante, como de talentobservador en grado sumo, que había estudiado lnaturaleza bajo diversos climas; sentencias graves sensata, o máximas sólidas y saludables de políticy guerra, de alta moral y práctica de vida, qualeccionan el corazón y elevan el espíritu de lolectores; todo sin trasposiciones violentas noscuridades, con lenguaje propio, fluido y correctoy en dicción natural y pura. No son bellas, dulces sonoras todas sus octavas: a las veces decaen suversos, por falta de tono en el número y los sonidoy de esmero y elegancia en las rimas: quizás sencuentren algunas frases o expresiones triviale

  • 8/20/2019 Alonso de Ercilla - La Araucana.pdf

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    pero es tarea ingrata y poco digna y menos justa lde hacer hincapié excesivo en ligeros defectos, orprovengan de descuido, ora de la mísera condicióhumana, donde brillan y centellean miles y miles d

    primores a todas luces.Hora es de resumir especies. Criado en palaci

    desde la infancia; de corte en corte desde ladolescencia; sintiéndose desde el albor de ljuventud lozana con espíritu belicoso, que pudciertamente desfogar en Europa y con graduaciócorrespondiente a su clase, D. Alonso de Ercilla Zúñiga se resolvió a pelear en América de simplvoluntario, quizá buscando medicina en la ausencicontra malaventurados amores. Aunque ejecutó cola espada mucho más d