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Amados de Los Muertos de Richard E. Dansky

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Amados de Los Muertos de Richard E. Dansky

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  • El guerrero Dace y su joven protegido, Yushuv, siguen huyendo de los inquisidores ycazadores del reino. Ahora, en medio de la desolacin de las Tierras Carroeras, seenfrentan a un enemigo eterno e implacable sin ms ayuda que la del Sol Invicto. Ensituacin an ms desesperada, el sacerdote Eliezer Wren afronta la oscuridad delInframundo para escapar del Prncipe de las Sombras. Pero all lo esperan siniestrospoderes, resueltos a someterlo a su voluntad o destruirlo si se niega.

  • Richard E. Dansky

    Amados de los muertosTriloga de la Segunda Edad 2

    ePUB r1.1Banshee 05.05.13

  • Ttulo original: Beloved of the DeadRichard E. Dansky, 1 de abril de 2002Traduccin: Manuel Mata lvarez-SantullanoIlustraciones: Ghislain Barbe

    Editor digital: BansheeePub base r1.0

  • Dedicado a Janet Berliner y James A. Moore, por su incansable apoyo y asistencia en el lentoproceso de convertir al autor en algo parecido a un escritor

  • E l hombre muerto se incorpor en la losa sobre la que haba estado tendido y busc a tientas algopuntiagudo para poder introducrselo en el ojo derecho.Apenas deba de haber pasado una hora desde el anochecer y desde entonces hasta los ms

    jvenes aprendices y los ms diligentes artesanos de la ciudad de Sijan haban regresado a sus tristesmoradas. La cmara de embalsamado en la que descansaba el cadver del hombre era una de lasprincipales, y media docena de cuerpos ms, en diferentes estados de preparacin, yacan tendidos asu alrededor en otras tantas losas. Su cuerpo haba sido el ltimo que haban trado aquel da y, apartedel examen preliminar a manos de un oficial embalsamador, haba escapado a la atencin de loshombres pos de Sijan. Hasta los ms comunes ensalmos realizados para impedir que un espritumaligno se introdujera en el cadver haban sido olvidados en la precipitacin de los aprendices, quecorran de un lado a otro llevando jarros canopios, sierras de hueso y hierbas fragantes a sus exigentesmaestros.

    Y as, despus de que la ltima de las lmparas de aceite se hubiera extinguido y las grandespuertas de la cmara hubieran sido cerradas y atrancadas, el hombre muerto se incorpor. Una luztenue se filtraba por debajo de la puerta, la suficiente para permitirle ver. Se volvi lentamente ycontempl los alrededores, mientras su mano izquierda segua agitndose, presa de un temblorfrentico.

    No es aqu dijo con voz despaciosa donde esperaba encontrarme.Levant poco a poco la mano derecha frente a sus ojos, sujetndose la mueca con la izquierda,

    no fuera a encontrar el modo de actuar por s sola. La mano era pequea y la piel era muy morena.No tena los callos que hubieran atestiguado la prctica de la esgrima o el ejercicio de laboresmanuales onerosas y las uas estaban bien cuidadas y recortadas.

    sta dijo el hombre muerto no es mi mano.Su mirada empez a descender por su propio cuerpo, que era esbelto y casi lampio y que estaba

    completamente desnudo. No vea seal alguna de violencia, pero senta un hormigueo en los labios yun dolor sordo le deca que algo desagradable estaba borboteando en su estmago.

    Veneno dijo y con un movimiento sinuoso baj al suelo de piedra. La habitacin se mantenaa una temperatura muy fra por el bien de los cuerpos, para prevenir la putrefaccin. Con templadodesinters, el hombre muerto advirti que se le pona de gallina la piel de los brazos. Sacudiendo lacabeza, empez a caminar con andares tambaleantes. A cada paso que daba, sus movimientos sehacan ms suaves y seguros. Frente a l haba otra losa, que le llegaba a la altura del pecho y estabaen aquel momento desocupada, y se detuvo para apoyarse en ella. Viejas y oscuras manchasmarcaban la superficie de piedra y en uno de sus extremos, cuidadosamente ordenada, descansaba una

  • serie de cuchillos, sierras, escalpelos y otras herramientas de embalsamador.Este cuerpo fue envenenado el descubrimiento lo sorprendi y frunci el ceo. Este

    cuerpo. No el mo. Dnde estoy? fugaces recuerdos pasaban aleteando frente al ojo de su mente:imgenes de fuego y dolor, de un hombre ataviado como un sacerdote al que de alguna manerareconoca como su enemigo, de una oscura estancia en el interior de una elevada torre que alguna vez,lo saba, haba sido su hogar, de un hombre vestido de negro al que recordaba haber amado y odiado aun tiempo. Mi prncipe? dijo, sobresaltado. No s cmo, pero parece ser as arrastrando los pies con aire cansino, se lleg hasta el extremo de la losa en el que descansaban lasherramientas. Con dedos temblorosos y torpes, fue recogiendo y descartando media docena de ellas,una detrs de otra. Finalmente, logr encontrar la que estaba buscando: una larga y fina aguja de metalque resplandeca bajo la tenue luz reinante.

    Ahhh con infinito cuidado, la sostuvo en alto y la contempl. Esto me resulta familiar. Noera veneno. Esto. Esto fue lo que me mat.

    De nuevo regresaron los recuerdos: un duelo librado sobre una gran mquina, fuego y humo y unaclera aullante, y una mujer diminuta y delicada con los ojos llenos de muerte.

    Ojos haba algo sobre los ojos que no quera recordar. Se encogi de hombros, cerr la manosobre la aguja de metal y camin entre las losas silenciosas. Ni uno solo de los cadveres se agit;ningn fantasma repar en su paso. Una lmpara despidi una pequea chispa y por un instante susombra se cerni como un monstruo sobre la pared ms lejana. Esboz una sonrisa desprovista dealegra y la sombra volvi a menguar frente a sus ojos.

    As es la muerte, ves? murmur. Alzarse un momento, trabajar hasta pudrirse y esperarluego a que la siguiente chispa de odio vuelva a traerte. Pero nada de descanso. En eso me mintieronpas junto a la ltima fila de losas y se detuvo frente a las puertas de la cmara. Haban sidoconstruidas con enormes placas de caoba, de un intenso tono rojizo que despeda destellos malsanosbajo la luz titilante. La superficie de la pesada madera estaba decorada con tallas de rostrosdemonacos, dispuestos all con el propsito de ahuyentar a los espritus malignos o los muertosdemasiado inquietos. Sus dedos los acariciaron lentamente, un colmillo aqu, una sonrisa de maliciaall. Como era de esperar, no se movieron.

    No sois demasiado tiles, verdad? les pregunt con inesperada amabilidad. Un espritu delmal ha pasado delante de vuestras mismas narices si es que eso es lo que soy. Supongo que s. Laverdad es que no importa demasiado una vez ms, contempl los rostros tallados, paralizados parasiempre en expresiones de advertencia y terror. Y ahora, mis queridos demonios, volver a pasar avuestro lado. Estoy seguro de que no me guardaris rencor por ello.

    Pos la mano izquierda sobre la puerta y empuj levemente. No cedi.Eh? intranquilo, empuj ms fuerte. Un tenue crujido procedente del otro lado confirm lo

    que necesitaba saber.Atrancada. Maldicin retrocedi un paso y volvi la mirada hacia el clavo de metal que su

    mano derecha segua aferrando con fuerza. Por qu llevo esto? pregunt a la habitacinsilenciosa. Por qu, en el nombre de la Creacin, llevo esto? brillaba mudo en su mano, como sisu suave simetra estuviera de alguna manera burlndose de l. Por qu?

    Un gruido sordo llen la habitacin y, con una sorpresa no demasiado intensa, descubri queprovena de su propia garganta. Poda sentir cmo empezaba la rabia a borbotear en su interior y se

  • dej llevar gustosamente por ella. Por qu no iba a enfurecerse ahora? Quin se atrevera aenmendarle la plana a un muerto? Con un aullido incoherente de furia, dio un puetazo a la puerta.Hubo un sonido como el taido de una campana de plata y la aguja se clav en la madera. Gritando, lasac y volvi a golpear la puerta, y luego otra vez. Cada vez que golpeaba, el clavo se hunda unpoco ms y a l se le desgarraba la mano. La sangre espesa volva resbaladizo el metal, pero lo apretlo mejor que pudo y golpe an con ms fuerza.

    Ms fuerzaVio la aguja. La vio en la mano de la mujer menuda. Escuch su voz, su diccin perfecta, sucinta.Voy a matarte le haba dicho, mientras levantaba un puo tembloroso de furia. Has

    destruido el trabajo de toda mi vida y por eso voy a cobrarme la tuya. Me da igual que luego elPrncipe se vengue de m. Me hara muy feliz, Cazarratas, que suplicaras clemencia.

    No recordaba haber suplicado y se aferr a la esperanza de no haberlo hecho. Tampoco recordabahaberse defendido, aunque una vaga remembranza de dolor le haca sospechar que no haba sidocapaz de hacerlo.

    Y recordaba haber visto aquella aguja aferrada por la mano diminuta mientras ella se la hunda enel ojo. Hubo un fugaz y agudo recuerdo de una agona desgarradora que estallaba contra la luz y luegonada.

    Absolutamente nada.Conozco mi nombre dijo, en voz baja, asombrado. Sus manos cayeron lacias a los costados,

    finalmente vacas. La aguja de metal an temblaba, clavada en la madera de la puerta. Al otro lado, seoan los pasos apresurados de los centinelas, intrigados. Los ignor. Conozco mi nombre.

    Levant la mirada y una sonrisa se dibuj en su rostro. Era una sonrisa que ningn hombre cuerdohubiera podido esbozar, la sonrisa de un hombre que se ha asomado al infierno y ha decidido que unavida entera de pecado no es suficiente.

    Al otro lado de la puerta, el ruido del roce de dos trozos de madera le anunci que alguien estabalevantando la tranca. Muy pronto, los guardias y embalsamadores del lugar abriran la puerta y seasomaran al interior de la habitacin. Estaran buscando alguna perturbacin sin importancia; unarata, acaso. En su lugar, lo encontraran a l.

    Mi nombre es Cazarratas susurr mientras cerraba el ensangrentado puo. Y os estoyesperando.

  • F ueron las serpientes las que decidieron a Eliezer Wren a moverse.A solas en la oscuridad, yaca tendido donde haba cado. Por alguna razn, haba esperadoencontrar unas escaleras al otro lado de la puerta de las mazmorras del Prncipe de las Sombras yrecordaba haber sentido una terrible decepcin cuando se precipit al vaco. Entonces haba cado,cado algn tiempo ms y haba seguido cayendo hasta que perdi la nocin del tiempo y dej desaber cunto haca que se haba precipitado a la oscuridad.

    El final, cuando lleg, ocurri de sbito. Un instante estaba cayendo en picado, asombrado por laausencia completa de viento y luz, y al siguiente algo se alz de las tinieblas y lo golpe como unmartillo. Hubo una brillante explosin de dolor y a continuacin todo volvi a quedarse a oscurasdurante mucho, mucho tiempo.

    Cuando Wren despert, el dolor lo estaba esperando. Si permaneca inmvil, poda sentir piedrasuave y fra debajo de s, como si yaciera sobre la losa pulimentada de la que algn dios olvidadohubiera hecho su impo altar. Lo que, de hecho, no era una hiptesis del todo descabellada. Sinembargo, el menor movimiento le provocaba un dolor tan intenso que vea frente a sus ojos ruedascatalinas de luz blanca. Hasta el ms insignificante giro de un dedo era seguido por una agona asesina.As que decidi no moverse y se qued tirado sobre la piedra, esperando a la muerte.

    Hubiera debido de morir, pens con la mente atontada. La cada hubiera debido de matarlo,hubiera debido de pulverizarle hasta el ltimo de sus huesos y los fragmentos se le hubieran debidode clavar en todos los rganos vitales. Haba visto lo que les ocurra a hombres que caan de grandesalturas; incluso haba sido responsable de ms de una de aquellas cadas. Los resultados le habanprovocado una honda impresin y lo haban llevado a adoptar la resolucin de no caer jams de unaaltura superior a sus rodillas y aun en ese caso, hacerlo slo sobre un suave cojn o una an mssuave mujer.

    La situacin en la que se encontraba era, sin embargo, era algo por completo diferente. As queWren permaneci tan inmvil como pudo, esperando contra toda esperanza que sus huesos sesoldaran y sus heridas se curaran, porque en aquel lugar haba muy poco ms que esperar. Al cabo deun rato, se percat de que no senta hambre ni sed. Al principio eso lo alarm pero luego, cosa rara,lo tranquiliz. Despus de todo, no estaba en posicin de ponerse a buscar comida o agua. All dondeyaca no haba el ms leve rastro de viento, ni siquiera el tenue susurro de una brisa. Alarmado, searriesg de nuevo a afrontar una agona y se llev la mano al pecho para comprobar si seguarespirando. Descubri que s, pero al mismo tiempo tuvo la inquietante sensacin de que, ms quepor necesidad, lo estaba haciendo por hbito.

    Sin embargo, la ausencia total de luz y viento era compensada con creces por la omnipresencia de

  • sonidos. Wren poda escucharlos constantemente, una sinfona de gritos, aullidos desafiantes y otrasclases de alaridos ms difciles de identificar. En ocasiones oa el entrechocar de armas o los sonidoscrepitantes de una magia letal, y en estas ocasiones tema ser encontrado por alguno de los gruposque parecan estar batallando. En otros, escuchaba el restallar de ltigos y daba gracias por no podermoverse, pues de esa manera era imposible que revelara su posicin.

    Y en todo momento, oa a las serpientes.Estaban a su alrededor, por todas partes, de eso estaba seguro. Poda or cmo se deslizaban

    sobre la fra piedra, ora a su derecha, ora a su izquierda. A veces hubiera jurado que estaba rodeado yluego haba momentos en los que lo asaltaba el temor de que no hubiera ms que una sola serpientemonstruosa a su alrededor. Sin embargo, los ruidos de las escamas sobre la piedra y el siseo de laslenguas no lo abandonaban nunca por completo. Se convirtieron en su nana y en su cancin dedespertar y cada vez que abra los ojos lo haca maravillado por no haber sido devorado an.

    No obstante, lo que lo cogi completamente desprevenido fue que empezaran a hablar. Alprincipio no oa ms que susurros, frases a medio formar que carecan de sentido. Pero poco a poco,los susurros fueron entrelazndose para formar frases completas y luego las frases se convirtieron enuna letana de blasfemias. Las serpientes hablaban de fantasmas famlicos, de ciudades erigidas porcriaturas que caminaban como hombres pero que tenan piel de serpiente, de los sacrificios quehaban de ofrecerse a cada una de las entidades que gobernaban el Laberinto y del modo de invocarespritus funestos en el mundo de la superficie.

    Wren escuchaba. Incapaz de huir, escuchaba. Durante algn tiempo trat de acallar a gritos elclamor de los susurros de las serpientes, pero enseguida su voz se fue apagando hasta desaparecer ylas serpientes continuaron hablando. As que escuch, y al escuchar, aprendi muchas cosas que nodeseaba saber. Descubri cosas sobre la desaparecida Emperatriz que los fantasmas haban susurradoen la oscuridad y poemas de guerra entonados por los ltimos Exaltados Lunares mientras acudan ala batalla. Aprendi diecinueve maneras de preparar veneno con los huesos de un muerto, otras seiscon los ojos y cinco ms con las uas y descubri las propiedades mgicas del polvo elaborado conlas plantas de los pies y las palmas de las manos de un cadver.

    Pero, por encima de todo, aprendi cosas sobre los dioses muertos. Entre susurros, las serpientesle contaron de dnde haban venido y le hablaron de su destino. Entonaron canciones de alabanza,suavemente, como si temieran despertarlos de su sueo. Y le hablaron de los ritos necesarios paraabandonar al Sol Invicto y rendir pleitesa a los seores de la noche perenne.

    Y aquello fue lo que al fin le dio a Wren las fuerzas que necesitaba para levantarse. Llorando porel esfuerzo, se oblig a ponerse en pie. Poda or cmo, a su alrededor, se aproximaban las serpientesy se puso de rodillas. En algn lugar, reson el eco vaco de un aullido furioso, seguido muy de cercapor otro.

    Ven a la oscuridad. Renuncia al Sol as como l ha renunciado a ti. Los susurros estaban cadavez ms prximos. Ignorndolos, profiri un grito de agona y movi un pie. Le dolan las costillas yel aliento le raspaba la garganta, pero empez a sentarse.

    Una de las serpientes se desliz sobre su pantorrilla y l se qued paralizado. Su contacto erafro, tan fro como el metal, y poda sentir sus escamas rozndole la piel.

    Qudate en la oscuridad. Ya conoces los rituales de la noche eterna. Participa en ellos.Un fuerte dolor recorri su brazo mientras lo bajaba para incorporarse y apret los dientes.

  • Me temo que debo declinar vuestra amable oferta dijo con voz entrecortada yluch por erguirse.

    En una ocasin, estando de un humor extrao, su patrn, el sacerdote Chejop Kejak le habamostrado algunas de las cmaras ms siniestras situadas bajo el Palacio Sublime. La visita habarecorrido osarios, almacenes y, lo ms inquietante de todo, las cmaras en las que los enemigos de laOrden Inmaculada eran interrogados. Wren recordaba haber sentido bastante lstima por los pobresdesgraciados sometidos a los hierros y haber rezado fervientemente para no verse nunca en suposicin. Uno de los prisioneros lo haba impresionado especialmente por lo penoso de su situacin:el inquisidor tena en la mano una varita de relmpagos y de tanto en cuando le rozaba con ella lasplantas de los pies. Podan verse las energas liberadas por la varita mientras ascendan por su piel,retrocedindose y bailando al tiempo que dejaban tras de s un rastro de carne chamuscada. Habagritado una vez y entonces el dolor le haba privado hasta de la capacidad de seguir hacindolo.

    Mientras luchaba por ponerse en pie, Wren entendi al fin lo que aquel hombre haba soportado.Poda sentir cmo se inscriba a s misma la agona a lo largo de sus brazos y sus piernas. Sus dedostemblaban sin control y una neblina griscea le oscureca la visin.

    Sollozando como no lo haba hecho desde nio, Eliezer Wren se puso en pie.Sguenos al Amo. Te est esperando.Cegado por las lgrimas, sacudi la cabeza.Tendr que seguir esperando, sabis?Ya lo sabe, fue lo ltimo que dijeron las serpientes y entonces desaparecieron.A solas en la oscuridad Wren descans tanto tiempo como se atrevi. A cierta distancia, en una

    direccin a la que decidi tomar por el norte, pudo or de repente unos estrepitosos sollozos decongoja que hacan un nudo en el estmago.

    Una idea tan buena como cualquier otra dijo para sus adentros, y se encamin en aquelladireccin. Tras l, una pareja de serpientes lo sigui deslizndose, infinitamente pacientes y siemprevigilantes.

  • D escalzo y sangrando, Yushuv corra. Por entre el dosel de las ramas del bosque alcanzaba acolarse la suficiente luz de luna como para tomar el resto de su camino de un negro tan profundocomo una boca de lobo. Las ramas le azotaban el rostro y el pecho desnudo como si fueran las manosde una bruja hambrienta y le llenaban el cuerpo de araazos cuando no le arrancaban directamentealgn jirn de piel. Su perseguidor se estaba aproximando, y muy deprisa. Si lo coga, lo pagara muycaro.

    Delante de l, reinaba en el bosque un silencio espeluznante. Los sonidos habituales de la nocheinsectos, aves, incluso la cada de las bellotas sobre el suelo del bosque estaban ausentes, comosi el bosque entero estuviese conteniendo la respiracin. Slo el distante chapoteo del agua contra lasrocas quebraba el silencio, la promesa de un arroyo ladera abajo y acaso la oportunidad de despistar asu perseguidor. En ocasiones poda or sus pisadas, lo bastante lejanas como para albergar esperanzaspero lo bastante prximas como para inspirar miedo. Cada vez que esto ocurra, lo asaltaba el temorde estar siendo odo a su vez. Haba abandonado las sandalias por aquella razn, para poder moversems silenciosamente entre las ramas cadas y la hojarasca pero de tanto en cuanto, sus pies desnudospisaban algo, hacan ruido y Yushuv saba que acababa de poner de nuevo al cazador tras su pista.

    La senda que el muchacho haba elegido lo haba conducido sobre una loma y luego en direccinparalela a su cresta, con la esperanza de que las rocas y la tierra lo ocultaran mientras corra. A juzgarpor la densidad del sotobosque que se interpona en su camino, era una senda abierta antao poranimales y abandonada por ellos algn tiempo atrs. Las zarzas se le enmaraaban en los negroscabellos, que ahora llevaban ms crecidos que cuando partiera de la aldea, seis meses atrs, y lascicatrices que haba ido adquiriendo en sus viajes brillaban de forma plida sobre su piel morena bajola luz intermitente de la luna.

    Un brusco crujido en la espesura, a su espalda, hizo que vacilara un instante y mirara atrs. Fueun error. Su pie tropez con una raz sobresaliente y cay. Abandon la vereda dando tumbos y seprecipit sobre los matorrales. Mientras caa, se desgarr la piel del empeine del pie y not que lasangre clida empezaba a manar. Los espinos se le clavaron en los dedos y las palmas de las manosmientras las bajaba para frenar la cada y despus de dar alguna vuelta ms, se detuvo y se recobr.Varias ramitas se rompieron debajo de l mientras se incorporaba, acurrucado, y levantaba la miradahacia el camino. No pudo encontrarlo en la oscuridad. Hasta la vegetacin que haba aplastado en sucada haba recobrado su posicin como por arte de magia. Lanz una mirada rpida hacia la cima dela colina. La vereda deba de encontrarse en aquella direccin, pero tambin su perseguidor yencaminarse hacia la oscura figura que estaba tratando de cazarlo se le antojaba una idea realmentemala. Eso le dejaba slo tres alternativas: hacia delante, en un camino paralelo a la vereda, hacia abajo,

  • en direccin al arroyo, o a hurtadillas de regreso a la senda con la esperanza de que el cazador pasasea su lado sin verlo.

    Con el ceo fruncido, permaneci completamente inmvil. Los ruidos que haca su perseguidor,ramas que se partan bajo su paso, estaban ahora ms prximos. Yushuv asinti para s una vez y acontinuacin se escabull colina abajo y hacia su derecha. Luego vir en direccin al sonido delarroyo y en sentido contrario al que vena. Se mova despacio y con la cabeza gacha, mientrasapartaba las ramas bajas con las manos para no pisarlas con los pies desnudos y revelar su posicin.El sonido del agua estaba ahora ms prximo y los matorrales que crecan a su alrededor eran msespesos.

    Ms arriba, en la tosca vereda, el cazador avanzaba a trancas y barrancas. Confiado, no haca elmenor esfuerzo por ocultar su presencia y Yushuv empez a preguntarse si no estara haciendo tantoruido para asustarlo. Esta vez no, se dijo mientras se agachaba un poco ms y se deslizaba hacia suderecha. Las ramas pasaban a su alrededor y descubri que se mova cada vez ms deprisa. Casipoda sentir dnde estara la siguiente franja de tierra desnuda, qu piedra cedera y provocara unaavalancha de guijarros y cul no lo hara.

    El contacto repentino del barro fro y suave entre los dedos de sus pies hizo que soltara un jadeoinvoluntario y estuvo a punto de tropezar y caer de nuevo. Parpadeando, se dio cuenta de que habatenido los ojos cerrados mientras bajaba hacia el arroyo. Haba sentido la colina, haba dejado que ledijera dnde deba poner los pies.

    Ha funcionado dijo para s con la voz llena de asombro. Sinti que se dibujaba una sonrisa ensus labios y entonces meti otro pie en el fro barro y sigui el sonido del agua hacia el riachuelo.

    El agua fra le lav el barro de los pies y alivi el picor de la mirada de cortes que se haba hecho.Yushuv se sent en la orilla del riachuelo y descans mientras el agua le lama los tobillos. Pequeospeces le acariciaban la piel al pasar y al instante se escabullan a toda prisa y lo dejaban a solas consus pensamientos.

    Descansar aqu un momento, haba pensado al encontrar el arroyuelo. La posicin de la lunarevelaba que llevaba ms de tres horas corriendo, y estaba exhausto. Haba tratado de contar cuntoscortes se haba hecho durante la huida, pero parecan innumerables y haba empezado a temer queuna infeccin o enfermedad lo atrapara antes de que alguna criatura u hombre lograra hacerlo.

    As que haba descansado y se haba lavado cuidadosamente todas las heridas. El pie que habatropezado con la raz era el que haba salido peor parado y Yushuv se encoga con slo mirarlo. Todala piel de la parte superior se haba levantado, dejando una horrible mezcolanza de costras, tierra,hojas y sangre medio coagulada. Con el ceo fruncido y los dientes apretados, se la haba lavado aconciencia. Algunos guijarros diminutos haban conseguido de alguna manera clavarse profundamenteen la herida y para sacarlos haba tenido que sufrir una autntica agona. Tard casi media hora enlavarla bien pero ahora estaba limpia, envuelta en varias hojas gruesas atadas con enredadera ysumergida en las fras aguas del arroyo.

  • Llevaba ya algn tiempo sin or a su perseguidor y eso lo preocupaba. No haba confiadodemasiado en que el truco de agacharse entre los matorrales fuera a funcionar y no crea haber sidotan silencioso al bajar la colina. Y luego estaba la cuestin de la sangre de sus heridas. Sin duda habadejado un rastro y dudaba que la noche pudiera ocultar el aroma de la sangre fresca a su perseguidor.Al fin y al cabo, nunca antes lo haba hecho. Claro que, l nunca haba sentido a la tierra por la quecaminaba como aquella noche y el arroyo haca el ruido suficiente para ocultar su paso. Quiz shubiese logrado despistarlo.

    Un pez le acarici el tobillo y, con impaciencia, lo espant de una patada. No tiene sentidocorrer riesgos pens. Un poco ms de descanso, luego aguas arriba y nunca podrencontrarme. El pez volvi a acariciarle la piel y, con una cierta indignacin, Yushuv enderez laespalda y sac los dos pies del agua.

    Estpido pez musit para s. Sacudi los pies una vez y luego una segunda para librarse delexceso de agua y a continuacin apoy las manos en la orilla para ponerse en pie.

    Unas fuertes manos del color de un cielo de tormenta brotaron del agua y lo sujetaron por lostobillos antes de que tuviera tiempo de moverse.

    Oye! grit y entonces lo arrastraron hacia los bajos. Las manos eran increblemente fuertesy la presin sobre sus tobillos era tan grande que resultaba dolorosa. Yushuv se retorci tratando deliberarse, al tiempo que sus manos araaban las piedras del fondo del arroyuelo. Se aferr a varias deellas tratando de sujetarse pero en cada ocasin la piedra cedi o la fuerza implacable de su oponentelogr que la soltara. Qu quieres? trat de decir, pero tena la boca y la nariz llenas de agua yhaba empezado a atragantarse.

    Me est arrastrando hacia aguas ms profundas comprendi Yushuv. En algn lugar,aguas abajo, hay una cuenca y va a ahogarme all. Esto hizo que se debatiera con ms fuerza, peroen vano. El lecho del arroyo se haba vuelto menos rocoso a medida que el agua ganaba profundidad yahora sus dedos abran grandes surcos en la arena. Aterrorizado, trat de sacudir las piernas pero lasmanos que la sujetaban se mantuvieron firmes.

    Socorro! la cabeza de Yushuv atraves la superficie y aprovech la oportunidad para gritar.Al instante volvi a sumergirse y el sonido del agua corriente ahog todos los dems.

    Una sbita punzada de dolor hizo que le entrara agua por la boca y empez a atragantarse y atoser. Entonces se dio cuenta de que haba chocado con una piedra y que, por el momento al menos,estaba deteniendo su avance. Lleno de sbita, furiosa esperanza, alarg el brazo derecho y se agarr aella con todas sus fuerzas.

    La presin que tiraba de sus tobillos mengu un instante y al siguiente se redobl. Yushuv gritdentro del agua, llena de espuma a causa de sus esfuerzos. As debe de ser estar en el potro detortura pens vagamente, mientras un dolor le recorra hombros y rodillas y las yemas de susdedos. No puedo ceder. Si cedo, morir.

    Un sonido parecido al de una cascada atronaba en sus odos y se dio cuenta de que la criatura quelo sujetaba estaba gritando a causa del esfuerzo. Envalentonado, Yushuv se agarr a la roca con msfuerza, cerr los ojos y enfoc toda su voluntad en las magulladas y desgarradas yemas de sus dedos.

    Entonces, en medio de un remolino de aguas turbias, la roca se solt del lecho del arroyo.Acompaada de un sonido sordo y profundo, se escurri entre las manos de Yushuv y el barro y laarena que la acompaaban lo cegaron. Desesperado, se volvi y se debati con todas sus fuerzas, sin

  • soltar an la piedra traicionera. Era casi dos veces ms grande que su cabeza, adems de pesada yresbaladiza, pero era su nica arma. Con las fuerzas cada vez ms agotadas, la levant por encima dela superficie del agua, mientras se preparaba para arrojrsela a lo que quiera que lo estuvierasujetando. Poda sentir que sus pies empezaban a sumergirse en una cuenca ms profunda y sabaque el resto de su cuerpo no tardara en seguirlos. All lo matara, lo mantendra sumergido hasta quese ahogara a menos que lo obligara a soltarlo. Y eso no ocurrira a menos que actuase con rapidez.Con sus ltimas fuerzas, lanz la piedra.

    Fall. La piedra choc con las aguas con un estrpito imponente y se hundi. Yushuv tuvotiempo de proferir media retahla de imprecaciones especialmente ofensivas antes de que la boca se lellenara de agua. Cerr los ojos y se prepar para morir.

    Ya es suficiente.La voz era profunda y autoritaria y la ltima vez que Yushuv la haba odo le haba dicho que

    saliera corriendo.Al instante, la presin sobre sus tobillos desapareci. Se arrastr unos pasos hacia delante y se

    sent en el lecho del arroyo mientras las aguas se arremolinaban alrededor de sus codos.Dace? pregunt con voz dbil.Dace estaba sentado sobre una roca, junto a la profunda laguna en la que Yushuv estaba medio

    sumergido. No llevaba armadura, slo una camisa y unos pantalones ajustados y no pareca nadafeliz. Su rostro, de ordinario hermoso, estaba retorcido por una mueca de desaprobacin y Yushuvpoda ver que el hombretn apretaba y relajaba los enormes puos con aire reflexivo. Lo cual,decidi, no era buena seal.

    Hola, Yushuv dijo Dace con voz neutra. Qu ests haciendo exactamente en eseestanque?

    T qu crees? Yushuv sinti que su rostro enrojeca. Se incorpor un poco ms, coloc lospies debajo de s y adopt una postura acurrucada y cautelosa, no fuera a regresar la criatura que lohaba atacado., Ahogarme, dira yo. O al menos hasta que apareciste.

    Dace suspir.Ahogarte. Y por qu estabas haciendo eso?Algo me atac en el agua!Oh, de veras? el rostro de Dace era una mscara de sorpresa genuina. Imagnate. Algo te

    atac.No te ras de m, Dace Yushuv se puso en pie. Sinti un ardiente borbotn de vergenza y, a

    su zaga, clera. Tropec en la vereda y me ca por la ladera. Cuando me recuper, decid que lomejor sera cruzar los campos mientras me diriga colina abajo, hacia las aguas, para que el ruido delarroyo me ocultara.

    Dace asinti.Y fue una idea muy inteligente, aunque el rastro de sangre disminuyera en cierta medida su

    eficacia. Tendras que ser ms cuidadoso. Por qu tropezaste?Yushuv se encogi de hombros.Te o y me distraje.Una ceja se alz en el rostro curtido de Dace.Crea haberte enseado mejor.

  • Lo s, lo s enfadado consigo mismo, Yushuv le propin una patada al arroyo, sin efectoalguno que pudiera certificarse. Fue una estupidez y el pie se me enganch en la raz. As que ca yrod un buen trecho colina abajo. Luego segu bajando, hasta llegar al lecho del arroyo hizo unapausa, mientras el rostro se le pintaba de asombro. Y creo que sent la colina. Al menos, yo dirade alguna manera saba por dnde deba ir.

    Dace asinti y no dijo nada. Yushuv apenas era consciente de que sus manos cortaban el airemientras prosegua su relato.

    Sea como sea, llegu hasta el arroyo y no te o, as que decid que deba limpiarme las heridasque me haba hecho al correr. Lo siguiente que supe es que algo me haba cogido por los tobillos y mearrastraba al agua. Trat de sujetarme a algo, cualquier cosa en realidad, pero era demasiado fuerte yyo no lograba sacar la cabeza del agua. La verdad es que crea que iba a morir hasta que apareciste.

    Dace sacudi la cabeza.De modo que algo que nada en el agua del mismo arroyo en el que has estado parado mientras

    me contabas todo lo que has hecho esta noche en el bosque ha estado a punto de ahogarte. Se te haocurrido que podra seguir ah? Esperando? Preparado para atacar de nuevo?

    Yushuv abri los brazos, con una expresin burlona en el rostro.Pero ahora t ests aqu, no? lo dijo con voz quejumbrosa.Dace se acarici la barba con la mano izquierda y escupi con sumo cuidado a un lado del

    estanque.Y lo estoy. Pero no estoy solo. Saluda a Yushuv, quieres Shooth?Al mismo tiempo que Yushuv se daba cuenta de que Dace no lo estaba mirando a l sino a algo

    que haba a su espalda, una pesada mano descendi sobre su coronilla. La fuerza del golpe lo oblig aponerse de rodillas.

    Hola, nio-muchacho dijo una voz lenta y profunda a su espalda. Eres un valiente.Aydame, Dace! chill Yushuv. El pnico volvi a apoderarse de l. Poda sentir cmo se

    llenaban sus pulmones de agua, poda imaginar cmo lo arrastraban al estanque mientras Daceobservaba. Luch contra la presin ejercida por la mano sobre su cabeza pero era implacable y loobligaba a bajar ms y ms. No haba nada que l pudiera hacer. Por favor suplic una vez ms. Aydame!

    Por qu? Dace se frot el calvo crneo y a continuacin se mir las yemas de los dedos conaire preocupado. No creo que necesites ayuda, salvo quiz con tus modales.

    Qu? chill Yushuv. Mis modales? un sonido bajo y burbujeante llen sus odos y sedio cuenta de que la criatura que lo mantena inmvil estaba rindose. Levant la cabeza todo cuantole permiti el peso implacable de la mano de la criatura y vio que Dace tambin se rea. Qu? pregunt, incrdulo. Qu os hace tanta gracia? mir a su alrededor, presa del pnico, con elcabello chorreando, y se dio cuenta de que el agua le llegaba hasta las rodillas y slo hasta all. Sinembargo, estaba helada.

    Ejem Dace contuvo sus carcajadas un instante y dirigi una severa mirada a Yushuv.Shooth se ha presentado. Por qu no haces lo mismo?

    Lo lo mismo?S. Presntate a l. Despus de todo, se ha sometido gustoso a la inconveniencia de esperar

    toda la noche a que cayeras en sus garras. Por aprecio a m, naturalmente. l es una parte del ejercicio

  • de esta noche de la que no te he hablado.Yushuv se qued boquiabierto, mientras la presin en su cabeza remita ligeramente.Pero si l es cmo lo saba?Lo saba porque es un espritu de cierto poder y porque l y yo nos conocemos desde hace

    mucho tiempo, desde que unos sacerdotes idiotas de la Orden Inmaculada lo persiguieron hasta aqu.Como nos conocemos desde hace tanto, de vez en cuando nos hacemos favores. Le dije que estanoche te iba a perseguir por esta parte del bosque y que apreciara su ayuda para ensearte unaleccin muy importante. Y l, que es un espritu sensible como pocos, accedi y me dijo que temetera un poco de miedo en el cuerpo para ayudar a que me hiciera entender de repente, todorastro de jovialidad desapareci del rostro del hombre. Y ahora dime, qu hiciste cuando Shooth teencontr?

    En realidad nada. No, al principio le di una patada. Luego trat de salir del agua y fue ahcuando me atrap Yushuv frunci el ceo. Pero no saba lo que era vaya, lo que es. Pens queera un pez.

    se fue tu primer error. Bueno, aparte de no prestar atencin al camino suspir, baj de lapiedra y empez a pasear de ac para all por la orilla del agua. Yushuv, una hueste de autnticasmaravillas llena la Creacin. Pero tambin es un hervidero de grietas y madrigueras llenas con unmillar de bestias, espritus, monstruos y servidores de diferentes poderes oscuros que no tienen msque una idea en la cabeza: mostrarte el interior de su estmago. Y, por si eso no fuera bastante, lamayora de ellas se esfuerza todo lo que puede en presentar una apariencia inocua. He vistoserpientes que tenan forma de flores pero posean un veneno capaz de hacer que te ardiera la sangreen un instante. He visto bestias que no parecan ms que una manta de hojarasca pero que te hubieranarrancado la carne de los huesos en un abrir y cerrar de ojos si hubieras tenido la desgracia de pisarlas.Y he visto cosas acechando en las aguas del mundo que te reduciran a pedazos sanguinolentos antessiquiera de que la vieras acercarse. Lo nico que sentiras es un leve contacto, como si un pez teestuviera rozando, mientras se aseguraban de que mereces el esfuerzo necesario para masticarte hizo una mueca. Es una suerte que no estuviramos en la costa o ahora mismo seras pasto para lospeces. Tienes que estar alerta, muchacho. Eso es lo nico que te salvar. No siempre estar yo paraacudir al rescate. Demonios, ni siquiera creo que siempre quiera hacerlo. Un da, y ser antes de loque piensas, estars solo. Y cuando llegue ese da, te enfrentars a algo inesperado y si quieressobrevivir tendrs que hacer algo ms que dar patadas al agua y arrojar algunas rocas.

    Yushuv asinti con la mirada perdida en el fondo del arroyo.Lo entiendo, Dace. Puedo salir ya del agua? Hace fro.Cuando te hayas presentado a Shooth. Foralmente. Entonces podrs secarte y ya te llevaremos

    de vuelta al campamento y all revisaremos con detalle todo lo que has hecho mal levant la miradahacia el cielo, ms all de los rboles. No falta mucho para el amanecer. Me haces trabajar mucho,Yushuv. Pero ests mejorando. No demasiado, pero ests mejorando.

    Gracias, Dace Yushuv se volvi, lentamente, mientras Dace empezaba el lento proceso deascender de nuevo por la ladera. Pero tengo una pregunta.

    Dace se detuvo y mir atrs.S?Cmo se presenta uno a un gran espritu acutico que tiene su mano en tu cabeza?

  • Dace ri.Con cuidado dijo y sigui andando.

  • D ecepcionante.sta era la palabra que Chejop Kejak haba utilizado para describir la opinin que le merecala actuacin de Holok en el continente y la verdad era que escoca. Sentado sobre un banco de maderaprximo a uno de los embarcaderos de Puerto Calin, Holok dirigi la mirada hacia la Isla Bendita y,con gran parsimonia, escupi. La saliva aterriz sobre las piedras del muro del puerto, muy cerca delborde que se abra sobre las aguas verdosas y Holok se encogi mentalmente de hombros frente aaquel nuevo fracaso.

    Pocas horas haban pasado desde el alba y el viento procedente del mar an tena que cambiar.Unas brisas rpidas le azotaban la tnica y la barba mientras sobre el mar las gaviotas volaban enlentos crculos, buscando desperdicios o peces.

    Decepcionante se lo haba dicho en voz alta y an le desagradaba recordarlo. La mera palabraera un insulto y pareca sugerir que Holok era una especie de postulante al que se hubieraencomendado una tarea de menor importancia que haba logrado arruinar. En realidad, haba tenidoque enfrentarse a una crisis enmaraada dentro de un enigma, sin apenas tiempo para prepararse ysin ms ayuda que la que le haba prestado una banda de malhumorados Cazadores Salvajes a los quehaba tenido que llevar de la mano por la mitad de las Tierras Carroeras en busca de un niopequeo. El mero hecho de que hubiera logrado encontrar al nio, pensaba Holok, supona unaespecie de milagro, as como una prueba del favor del cielo. Y el interludio con la emisaria delAbismo en las ruinas del templo? Apenas una diversin. El nio haba sido el verdadero premio.

    Y cuando lo haba acorralado, haba demostrado ser algo ms. Un muchacho tan joven, tanrecientemente Exaltado, no hubiera debido estar investido de semejante poder. No hubiera debido sertan letal con el arco y el cuchillo, no frente a Cazadores entrenados. Y desde luego, herido y solocomo estaba, no hubiera debido poder enfrentarse en pie de igualdad con Holok, un veterano de msde una docena de siglos, diligente tanto en el estudio como en la ms salvaje violencia.

    Tena ayuda le dijo Holok al aire de la maana y meti la mano en la bolsa para buscar elpedazo de pan rancio que haba guardado. Estaba intacto en su mayor parte cuando lo sac, aunque labolsa se haba llenado de migas. Con gran cuidado, parti el pedazo en media docena de trozos deigual tamao y empez a arrojarlos al agua. Las gaviotas graznaron y aullaron mientras se lanzabanpor las migas y Holok las vio desaparecer tras el muro del puerto.

    El muchacho haba tenido ayuda. Eso estaba muy claro. Las preguntas que eso planteaba, noobstante, resultaban peligrosamente vagas. Quin lo haba ayudado? Por qu?Y en qu medida?Tena mucho poder por s solo? Y cunto entrenamiento haba recibido? Todas ellas eran preguntasvitales, que demandaban una investigacin implacable y una respuesta rpida.

  • Y sin embargo, Kejak haba hecho un ademn frvolo y le haba dicho que haba conseguido"nueva informacin" que volva "mucho ms interesante" la situacin. Aquello le haba hecho bufar;qu inters poda haber en un embrollo sangrante como aqul?

    Kejak se haba dado cuenta de lo que pensaba y no haba parecido complacido. Holok, por suparte, saba lo que eso significaba: estaba en dificultades. Y, ms especficamente, que ahora seencontraba en un banco de Puerto Calin, con un puado de jade en los bolsillos y sin lugar al que ir.No tena caballo ni armas ni, por el momento, deseos de estar en ninguna otra parte. Kejak le habaencomendado un par de tareas que aparentemente se contradecan: encontrar al nio y descubrir loque le haba ocurrido al misterioso Eliezer Wren.

    He soado con l. Dos veces. No es una buena seal. El dos es un nmero propicio en lossueos haba dicho Kejak. Encuntralo. Encuntralos a los dos.

    Encuntralo. Encuntralos a los dos. Era un chiste, un castigo por su fracaso, aderezado con unafalsa posibilidad de redencin. Que los encontrara a los dos? A pie, sin saber por dnde empezar olo que poda suponer el encontrarlos? Abandonado en aquella ciudad sin ayuda, sin subordinados ysin direccin? Albergar la menor esperanza de xito era una necedad.

    Claro que, Holok era bien consciente de que en los ltimos tiempos se haba comportado comoun tonto en ms de una ocasin y de que, llegado a aquel punto, le quedaba muy poco que perder.

    Haba considerado la posibilidad de marcharse sin ms. Puede que eso fuera lo que Kejakpretenda, que desapareciera en las Tierras Carroeras para siempre o hasta que l quisiera llamarlode vuelta. Al final haba decidido no hacerlo, en parte porque senta en lo ms hondo de sus huesosque su desercin hubiera complacido inmensamente a Kejak. En aquel momento, no se senta conganas de hacerle ningn favor.

    Eso le dejaba dos alternativas: tratar de cumplir su misin de forma satisfactoria o hacerlo condesgana. Por supuesto, la cosa estaba clara. El misterio que el nio representaba lo intrigabademasiado como para abordar el asunto de forma chapucera. Adems, era un hombre riguroso yodiaba dejar los trabajos a medias. Si algo mereca que le dedicase parte de su tiempo, mereca que lohiciera lo mejor posible. Y eso, aadi mentalmente, era tambin verdad cuando el trabajo suponarecorrer a pie la mitad de la Creacin.

    Adems, por si todo esto no fuera suficiente, estaba la pequea cuestin de la magnitud de laamenaza que el nio representaba para la Creacin. Holok albergaba la creencia de que cabos comoaqul no deban dejarse sueltos.

    Bostez y se puso en pie. En realidad no tena eleccin. Deba hacerlo y hacerlo a su manera.Oficialmente no se le haba prohibido pedir ayuda a los Inmaculados, pero la orden implcita habasido muy clara: hazlo por ti mismo o no lo intentes siquiera.

    Lo que todo esto significaba, decidi mientras regresaba por los muelles a la amplia avenidapavimentada que conduca al interior de la ciudad, era que Kejak estaba jugando No era nada nuevo.Haba conocido a Kejak durante la mayor parte de su muy larga y durante todo este tiempo, elhombre haba estado involucrado en un sinnmero de intrigas y planes. No era muy probable que elviejo leopardo se hubiera molestado en cambiar sus manchas precisamente ahora, no despus dequince siglos y de quin sabe cuntas maquinaciones urdidas en su propio beneficio. Lo quesignificaba que aquella misin absurda formaba parte de lo que quiera que Kejak estuviera planeandoy que al final acabara por revelar su sentido. O eso, o Kejak se haba vuelto loco por fin, en cuyo

  • caso tampoco era mala idea alejarse lo ms posible de la isla.Una vendedora callejera abord a Holok y, con un aire ligeramente lascivo, le pidi al sacerdote

    que probara sus bollos de miel. Estaban recin sacados del horno, juraba, y eran, para un sacerdotetan distinguido como l, muy baratos. La ignor, pero su voz chillona se col entre sus pensamientosy logr que prestara ms atencin al camino que estaba siguiendo en vez de dejar que los pies loguiaran por donde quisieran.

    A su alrededor, la ciudad estaba despertando. Los postigos de las ventanas de las tiendas seabran con escndalo mientras los vendedores empezaban a preparar sus tiendas. Los carromatos ylas carretillas peleaban con los cada vez ms numerosos viandantes por el espacio de las calles. Lospescadores se haban hecho a la mar haca ya mucho pero se vean marineros por todas partes,saliendo con aire cansado de los burdeles o buscando algo que echarse a la boca a primera hora de lamaana mientras trataban de encontrar trabajo en alguno de los barcos que salan constantemente delcuerpo. Un latigazo lejano revel que en alguna parte estaba descargando un mercante y muy prontovarios carromatos tirados por bueyes estaran avanzando con lentitud por aquella misma calle endireccin a los almacenes desperdigados por toda la ciudad. Los mendigos tomaban posiciones,mostrando con altanero orgullo las esquinas desde las que llevaban dcadas ejerciendo su oficio. Lospilluelos de las calles corran entre la muchedumbre, riendo y, sin la menor duda, llevndose una odos bolsas consigo. Se alz una fanfarria en las proximidades, seal de que una patrulla imperial sediriga hacia all en medio de un rumor de botas claveteadas sobre adoquines.

    En otras palabras, era un da normal en Puerto Calin y por primera vez en mucho tiempo, Holokse dio cuenta de que era completamente maravilloso. No importaba que no conociera a una sola deesas personas ni que, de haberlas conocido, la mayora le hubiese inspirado un profundo rechazo. Laciudad estaba viva, miles de vidas tejidas en un patrn intrincado y frgil. A su manera, estabaasombrosa, vigorosamente viva.

    Aqulla era, en ltimo caso, la razn por la que cazaba a los Anatema, aquellos espritus a los quelos cielos haban corrompido con poder y locura. Algo cambiaba en su interior cuando eran Exaltadospor el exigente sol; parte de su humanidad mora. Ms tarde o ms temprano, las personas que losrodeaba dejaban de ser personas y se convertan en objetos o, peor an, obstculos. Un Anatemacontemplara aquella escena y no vera ms que amenazas potenciales, esclavos potenciales yvctimas potenciales.

    Una nia pequea con la cara manchada de mugre choc con l y la mano de Holok se movi deforma refleja hacia su bolsa. Donde hubiera debido encontrarla top, como esperaba, con una muecadiminuta unida a una cara sucia y a una nia no menos sucia. Baj la mirada hacia el rostro de laraterilla y se encontr con unos ojos llenos de miedo.

    No sabes que trae mala suerte robar a un sacerdote? dijo con suavidad, sin soltar la muecade la nia. Podras meterte en problemas.

    Ella lo mir en silencio durante un instante, sorprendida.No te molestes en llamar a los guardias de la ciudad dijo, con la cara tapada por los negros

    caballos. Me darn una paliza y luego me dejarn marchar trat de escapar de un tirn, peroHolok no la solt.

    De veras? Entonces es una suerte que no tenga intencin de entregarte a ellos la mir denuevo y se vio sorprendido por la dicotoma entre la juventud de su apariencia, no deba de superar

  • los ocho aos, y la madurez y hasto que demostraba su voz. Su tnica estaba relativamente intactapero sucia, y era de una tela muy tosca. Sendos jirones de tela atados alrededor de sus pies le servancomo zapatos. Le seran de bien poca ayuda cuando llegara el invierno, pens Holok.

    Entonces qu vas a hacer conmigo? la pregunta no contena miedo, slo resignacin. Lamultitud cada vez ms numerosa se arremolinaba a su alrededor, ajena a su presencia.

    Voy a empez a decir pero entonces se dio cuenta de que no tena la menor idea. Dejarque se marchara pareca la mejor solucin, pero en aquel momento lo asalt una sbita inspiracin yesboz una sonrisa. Voy a comprarte un bollo dijo, y luego t y yo vamos a hablar sobremarcharse de casa.

  • T res jinetes coronaron el risco que sealaba la frontera de la tierra sombra, seguidos por unaalargada nube de polvo. Atados con sendas cuerdas, venan con ellos un par de ponis cargadosque trotaban de forma metdica y con estlida indiferencia al terreno. Haba maleza a ambos lados dela mal definida vereda, plantas que se aferraban a la vida por hbito ms que por cualquier otra razn.El paisaje estaba formado por una serie de colinas suaves y valles alargados y secos que azotabanconstantemente los vientos sedientos del sur. Una polvareda gris que cabalgaba a lomos de aquelviento les haba ido cubriendo la ropa y el equipaje hasta que parecieron pedazos del paisaje quehubiesen cobrado vida y que viniesen a vagar por sus fronteras como fantasmas vengativos.

    En realidad eran cazadores, no fantasmas. Los tres cean espadas curvas al costado y sendosarcos cortos colgaban de sus equipajes, al alcance de sus manos. Una mirada ms cuidadosa a suspertenencias hubiera bastado para revelar las herramientas de su cruel oficio: redes con pesos en losextremos y pas entrelazadas con la malla, boleadoras adornadas con escarpias, picas alargadas congruesos travesaos.

    No llevaban yelmos, sino sombreros de ala ancha alicados por muchos aos de uso. Se protegandel viento con capas oscuras; sus manos estaban cubiertas por guanteletes de cuero que casi lesllegaban a los codos. Llevaban las riendas sueltas, pues haban recorrido aquella misma ruta enmuchas ocasiones y confiaban en sus monturas para que encontrasen el camino.

    Eran cazadores, en suma, cazadores de hombres, y aquella rida extensin era su reserva.Trabajaban en aquella sombra tierra pero no para ella, acechando a los refugiados y los rezagados, losdbiles que podan ser encontrados en aquella frontera con el Inframundo. Pagaban un tributo a losagentes del Caballero de la Muerte que gobernaba el lugar, un porcentaje de lo que sacaban de aqueldesierto y se tenan por contentos.

    Pero en ocasiones se topaban con vctimas que no tenan dinero que robar ni pertenencias querapiar. Demasiados dbiles para ser vendidos como esclavos, demasiado ajados para valer ni unalasca de jade para la Buena Gente, slo les servan para hacer prcticas.

    El jinete que vena en vanguardia tir de las riendas y levant una mano. Tras l, los otros dos sedetuvieron, obedientes.

    Ves algo, Heesh? gru el lder con la voz amortiguada por el pauelo con el que se cubrala boca y la nariz. Seal hacia el oeste. All, en esa ladera.

    Sin decir palabra el segundo jinete de la procesin introdujo una mano en la bolsa que llevaba alcinto. De su interior extrajo un pequeo tubo de bronce, desgastado por el viento y la arena y le dioun golpe seco contra el envs de su mano. Como respuesta, el objeto se extendi y adopt la formade un catalejo y, acto seguido, el jinete se lo llev al ojo con la velocidad que corresponda a la

  • ceremonia.No me gusta sacarlo con este viento. El cristal se araa gru el hombre llamado Heesh.

    Dnde quieres que mire, Traal?All, idiota dijo el lder con cierta irritacin. La tercera colina a partir del rbol muerto que

    parece estar haciendo una reverencia. All.El catalejo de Heesh sigui las indicaciones de Traal al tiempo que la cabeza del hombre asenta.Nada nada por aqu nad Espera. Cerca de la cima de la colina. S. Una persona, vestida

    de negro. Sentada. No lleva equipaje, viste como una mujer. Una vieja, dira yo. S. Una vieja, eso estodo baj el catalejo y volvi a guardarlo con cuidado. Qu quieres que hagamos con ella, Traal?Crees que merece la pena perder el tiempo?

    Cualquier cosa de ah afuera merece que perdamos el tiempo replic el hombre llamado Traaly pic espuelas. Con un relincho resignado, el caballo se lanz a medio galope contra el viento. Heeshse volvi hacia su otro compaero, que lo mir un instante antes de encogerse de hombros. Yentonces tambin ellos se zambulleron al galope en la nube de polvo.

    La mujer levant la mirada al or el sonido de los cascos que se aproximaban. Se escud los ojosfrente al viento y escudri las nubes de polvo que azotaban la llanura. Unas formas indistintas semovan en los lmites de su campo de visin y, una vez ms, maldijo los estragos de la edad, quetanto haban minado sus facultades.

    El hecho de que apenas superase las tres dcadas de edad y de que los aos que haban marcadosus facciones se haban sucedido sobre ella en un proceso antinatural y cruel, no tena demasiadaimportancia. A los ojos de los dems era vieja y tema sentirse tambin vieja en sus propios huesos.

    Tras ellos dijo con aire desdeoso al cabo de un largo momento. Los esperar aqu y lesofrecer la posibilidad de mostrarse corteses adopt la posicin del loto y se alis la larga faldanegra mientras se ajustaba el velo con el que se protega del viento. Las manos las pleg con airerecatado sobre el regazo. Lo nico que se vea de su rostro eran sus ojos, muy negros, y la piel quelos rodeaba, que daba testimonio del paso de muchos aos.

    Desde donde se encontraba, pudo ver que los jinetes se iban separando a medida que se leacercaban. Uno de ellos se encamin hacia su derecha y otro hacia su izquierda, presumiblementepara intimidarla, mientras el lder cabalgaba en lnea recta hacia su posicin. Sacudi la cabeza deforma casi imperceptible y continu observando. La montura de uno de los jinetes tropez y pudoor una letana de imprecaciones arrastrada tenuemente sobre el viento. Sonri y confi en que sedieran prisa.

    Haban pasado semanas desde la ltima vez que viera algo divertido, desde que abandonara elpalacio del Prncipe de las Sombras en busca de algo sin saber muy bien lo que era. El Prncipe sehaba mostrado sorprendentemente benevolente tras la destruccin de su astrario, a pesar de que stahaba significado que ya no poda seguir siendo su astrloga. Le haba buscado otras tareas, habadiscutido con ella la posibilidad de reconstruir el mecanismo y, en general, se haba mostrado mucho

  • ms agradable de lo que hubiera sido de prever. Aquello haba sido lo ms sorprendente, habidacuenta de que, en el acaloramiento del momento, ella le haba administrado un extremadamentedoloroso fin al sirviente del Prncipe, Cazarratas. Pero el Prncipe haba regresado de la persecucindel cautivo fugado y, al ver la destruccin provocada por Wren y l, simplemente haba mirado ensilencio el cadver del suelo, haba asentido y haba expresado sus condolencias por la humeante ruinadel astrario antes de marcharse a grandes zancadas.

    Pero las semanas de trabajos incesantes se haban convertido en meses mientras la reconstruccindel astrario pareca no progresar. Al fin, haba terminado por pedirle al Prncipe que la dispensaratemporalmente de su servicio para poder marchar en busca de algo que le permitiera volver a servirlode forma adecuada.

    Volvers, ya lo sabes le haba respondido con aire lnguido, tendido en su trono. Esta vezsoy yo el que vaticina entonces la haba despedido con un ademn y las puertas de la sala del tronose haban cerrado con estruendo.

    Haba ordenado que la aprovisionaran con largueza, jade y vino y comida de la mejor calidad.Tambin le haba dado un caballo, un potro de color negro carbn por el que ella haba expresado suadmiracin una o dos veces. Pero al final, haba decidido llevar slo lo que poda cargar y habamarchado a pie. Por alguna razn le haba parecido lo ms apropiado.

    El Prncipe de las Sombras, por su parte, se haba mostrado impresionado por aquel desplieguede humildad y la haba elogiado delante de los dems miembros de su casa. Aquella demostracin deefusividad la haba incomodado y le haba suplicado que no dijera tales cosas. Con toda solemnidad,l haba accedido y le haba hecho el singular honor de inclinar ligersimamente la cabeza antes dedejarla en el patio, sola.

    Por ello, Flor Implacable le estaba profundamente agradecida. Estaba bastante segura, al fin y alcabo, de que le habra dispensado una despedida muy diferente de haber sabido que, oculta en unbolsillo secreto de su tnica, llevaba la daga de oricalco que le haba arrebatado al monje Eliezer Wren.Ignoraba las razones que la haban llevado a sacarla de su cmara secreta en la que el Prncipe la habadepositado, aparte de un impulso repentino de hacerlo. Pero al principio, al menos, no le haba hechoningn dao. Haba cruzado las puertas de la ciudadela del Prncipe con la daga escondida en la tnicay nadie se haba dado cuenta.

    La sensacin de que volvera a ver a Cazarratas la haba asaltado mucho ms tarde, cuando ya seencontraba muy lejos. Desde nia haba sido maldecida con visiones ocasionales. Aquello era lo quehaba hecho que entrara al servicio del Prncipe, aunque sus visiones haban dejado de manifestarsemucho tiempo atrs. Pero una noche haba despertado con la imagen de la cara de Cazarratas en lamente y su voz clamando venganza en los odos. Aqulla, haba decidido, era una seal. Aunque noconvena interpretar tales cosas a la ligera, sospechaba que saba lo que significaba: que Cazarratashaba, a su torpe manera, logrado regresar de entre los muertos. Si no lograba encontrarlo,sospechaba, l la encontrara a ella.

    De modo que haba cambiado su rumbo y se haba encaminado hacia el norte, hacia Sijan, dondese conocan muchos secretos que los muertos nunca debieran haber compartido. All encontrara elrastro de Cazarratas.

    Si se ocupaba primero de aquellos tres imbciles.Levant la mirada y descubri para su satisfaccin que el primero de los jinetes se encontraba ya

  • casi a su lado. Su caballo pareca especialmente molesto con el peso que le tocaba cargar mientrassuba serpenteando por la ladera y el hombre que lo montaba no pareca ms contento. Los otros dosvenan detrs, veinte pasos tras l y diez a cada lado y detrs de ellos estaban los ponis de carga,atados con sendas cuerdas. Con siniestra satisfaccin, vio que el lder llegaba por fin a su lado ytiraba de las riendas de su montura. Pareca el clsico sujeto lleno de energa, un matn que mandabamerced a la fuerza bruta en vez del carisma o la habilidad. Sin duda, sus dos seguidores eran de losque se dejaban intimidar y, seguramente, an ms propensos a la brutalidad que l. Deban de tenerdesagradables ideas sobre lo que deba hacerse a una anciana sola en medio de un paraje descubierto.Desde luego, no saban con quin se las estaban teniendo.

    Se pas los dedos por el pelo, una vez, mientras se reprenda en silencio por su nerviosismo.Paciencia, florecilla se dijo, y esper a que el primero de los jinetes hablara.

    Quin eres? pregunt Traal sin andarse por las ramas. Baj la mirada hacia el rostro de laanciana y, para su sorpresa, no descubri miedo alguno en ella. En su lugar vio una resignacincalmada que le result profundamente inquietante. Para encubrir su nerviosismo, movi la mano haciala empuadura de la espada. Los ojos de la mujer siguieron el movimiento de su mano y, cuandolevant la suya para quitarse el velo, pudo ver que esbozaba una leve sonrisa.

    T le dijo con un tono cuidadosamente modulado que revelaba una educacin esmerada eres un maleducado. Deberas desmontar antes de dirigirte a una dama de condicin superior a la tuyay si vinieras de una de las ciudades civilizadas sabras que tienes que postrarte y tocar el suelo tresveces con la cabeza antes de dirigirme la palabra. No obstante, considerando las circunstancias,ignorar tu falta por esta vez. Y ahora, desmonta.

    Cuando quiso darse cuenta, Traal estaba pensando una pierna sobre la silla de montar y entoncessacudi la cabeza, enfurecido. Tras l, los otros dos se rieron. Enrojeci y desenvain la espada.

    Yo no me inclino ante ninguna mujer lo dijo con un tono ligeramente ms alto de lo necesarioy fulmin a sus camaradas con la mirada. stos se pusieron rgidos y alargaron las manos hacia lasespadas.

    Y ahora dijo mientras volva a mirar a la mujer con aire satisfecho, te he hecho unapregunta. Cmo te llamas, vieja y qu ests haciendo aqu?

    sas son dos preguntas replic ella con aire paciente mientras se pona en pie. Era menuda,y se mova con la lentitud propia de sus aos. Antes slo me habas hecho una; y ahora, cmo tellamas?

    Enfurecido, Traal baj la espada y la coloc frente a los ojos de la mujer. La hoja estaba manchaday mellada, como si la hubieran utilizado con mucha frecuencia.

    No creo que entendis vuestra situacin, seora. Aqu no estn vuestros guardias. Nadie osayudar. Slo estamos mis hombres, el polvo y yo para acentuar sus palabras, Heesh y sucompaero desmontaron y cayeron sobre la tierra polvorienta con sendos ruidos sordos. Porltima vez, cmo te llamas?

  • Ella no respondi inmediatamente. En lugar de hacerlo, avanz un paso hacia el caballo de Traal yle puso una mano sobre el hocico. El animal resopl y sacudi la cabeza arriba y abajo. La mujerasinti para mostrar su aprobacin y a continuacin mir a derecha e izquierda, a los dos hombresque se le acercaban con aire valentn, espada en mano.

    Ah dijo. Tendr que ser as se llev las dos manos a la frente y baj la capucha. stacay sobre sus hombros y mostr un cabello del gris del hierro recogido en un moo por dos agujasde metal. Mi nombre, ya que tanto deseas saberlo, es Flor Implacable y estoy aqu porque as lodeseo. Llevo conmigo un tesoro que no podis siquiera aspirar a comprender y no tengo la menorintencin de entregroslo. Hay algo ms que quieras saber antes de obligarme a acabar contigo y contus compaeros? adopt una postura marcial, una figura imposiblemente pequea recortada contrael paisaje de los brezales.

    Traal ech la cabeza atrs y solt una carcajada.Llevas demasiado tiempo aqu, seora Flor. El sol te ha secado las entendederas dio una

    estocada al aire y el tenue sol cubri de destellos la hoja. Heesh, Stonos, lo habis odo? Estavieja va a matarnos!

    Flor dej de mirar a Traal y se volvi hacia Heesh.No tenis por qu morir, sabes? dijo con voz suave. Separa tu destino del suyo.Heesh retrocedi un paso torpe. Levant la espada y la empu delante de s con las dos manos.Eres una bruja, verdad? resoll. Traal, no podemos matar a una bruja. Nos echar una

    maldicin.No es ninguna bruja dijo Traal. Es una vieja loca. Y ahora finge que sabes hacer tu trabajo

    y mtala! lanz un cruel tajo descendente mientras profera un aullido de rabia.Flor se agach y la espada cort el aire. Entonces, con el aire hastiado de un instructor

    decepcionado, alz los brazos y sujet a Traal por la mueca del brazo que sostena el arma.Debes cubrirte mejor dijo con cnico desapego y dio un tirn.Traal perdi el equilibrio y cay de la silla. Aterriz sobre la dura tierra convertido en una maraa

    de miembros, mientras la espada se alejaba de su mueca doblada y rebotaba en el suelo. Stonos seabalanz sobre Flor Implacable y lanz una estocada precisa dirigida a su vientre, pero ella estaba yaguarnecida tras el caballo de Traal. Stonos pas sobre su cado lder para tratar de lanzar un nuevoataque por entre las piernas del caballo pero ella gir sobre s misma, primero hacia la izquierda, luegohacia la derecha, y la espada silb a su alrededor sin tocarla.

    Cuidado con el caballo dijo Flor y a continuacin salt sobre el animal y cay detrs deStonos. ste se volvi, boquiabierto de asombro y ella le propin una serie de puetazos precisos enel vientre, la ingle y la garganta y termin la secuencia con una bofetada en plena nariz. Con uncrujido desagradable, el hombre se desplom sobre el suelo, acompaado por un chorro de brillantesangre.

    La espada de Heesh silb junto al odo de Flor Implacable y sta gir sobre s misma. Una seriede tajos cortos y violentos la obligaron a retroceder hacia los flancos del caballo. Cada vez que hacauna finta a derecha o izquierda, la hoja del cazador se mova como una centella y la obligaba a volveral centro.

    T no vas a ninguna parte, anciana dijo con voz templada mientras la punta de su espadatrazaba pequeos crculos delante de la garganta de la mujer. No s cmo le has hecho eso a mis

  • amigos pero todo termina aqu. Voy a matarte y los escorpiones se darn un banquete con tus ojos.Eres un poeta demasiado bueno. Pierdes el tiempo con este trabajo replic ella mientras sus

    negros ojos se movan rpidamente de un lado a otro. An no es demasiado tarde para ti, sabes?Cierra el pico, bruja gru. Para ti s que es demasiado tarde.Sin apartar los ojos de ella, llam a Traal:Ests bien? slo obtuvo un gemido por respuesta y eso pareci decirlo a actuar. Muere,

    bruja sise y lanz su espada hacia delante.Flor afloj las piernas y la punta de la espada pas sobre ella mientras caa al suelo. El arma se

    clav en el flanco del caballo y el animal relinch de dolor. Se encabrit y Heesh retroceditrastabillado y solt la espada. Con un grito, trat de desenvainar el cuchillo que llevaba al cinto, peroantes de que pudiera alcanzarlo, Flor Implacable lo alcanz a l. Junt los dedos ndice y corazn dela mano derecha y se los hundi en el ojo. Brot una explosin de hmeda gelatina, seguida de negrasangre y el hombre cay al suelo, presa de sacudidas lentas y convulsas.

    Una verdadera lstima fue todo lo que dijo Flor y a continuacin se dirigi hacia el caballo deTraal, que se haba desplomado sobre el suelo.

    Se encontraba a unos veinte pasos de distancia, rodeado por un reguero de su propia sangre queempapaba el suelo. La espada de Heesh segua clavada en su costado y cada vez que respiraba, elarma se mova peligrosamente. Tena el hocico manchado de espuma sanguinolenta y sus ojosparecan enloquecidos.

    Pobre criatura dijo ella con la voz llena de preocupacin y se arrodill a su lado paraacariciarle la cabeza. El dolor terminar enseguida, te lo prometo. Ya est. Ya est con cadapalabra su voz se iba apagando, mientras le acariciaba la sudorosa crin con la mano izquierda. Laderecha se desliz hacia las dos agujas que sostenan el moo y sac una de ellas. Varios mechones desu cano cabello se vertieron sobre el lado derecho de su rostro. La examin un momento, como paraasegurarse de que servira y entonces volvi a hablarle al caballo.

    Esto pondr fin a tu dolor le dijo con un arrullo de voz. Slo un pequeo pinchazo y todohabr terminado mientras hablaba, aline la aguja con el cuello del animal y, con una facilidadnacida de la prctica, se la clav.

    El caballo se estremeci una vez y luego se qued inmvil.Elige mejores amos en tu prxima vida dijo Flor Implacable y esper un momento antes de

    sacar la aguja del cuello del animal. Una sola gota de sangre, roja sobre el polvoriento pelaje delcaballo, brot mientras lo haca. Te has ganado tu descanso.

    Una patada sbita la golpe en el costado y la hizo caer. Solt la aguja. Trat de incorporarse,pero Traal cay sobre ella y le dio una nueva patada en las costillas. El golpe la dej sin resuello ycay dando tumbos por la ladera.

    Zorra estpida grit Traal mientras corra tras ella. Has matado a mi caballo.Ha sido tu amigo replic ella mientras se pona en pie con dificultades. Yo slo he puesto

    fin a su miseria.Ja su mano izquierda empuaba una daga con un desagradable filo serrado, aunque su brazo

    izquierdo an colgaba, lacio e intil, al costado. Sigue con tus mentiras. Te escoltarn al infierno.Yo ya he estado en el infierno replic. No me das ningn miedo. Y creo que eres t el que

    est mintiendo.

  • Oh, de veras? el hombre lanz una estocada insegura con la daga y Flor Implacable se hizotorpemente a un lado para esquivarla. No creo estar mintiendo cuando digo que voy a matarte. Yadems, qu le has hecho a mi caballo? volvi a atacar. La hoja le desgarr el vestido a FlorImplacable y no le alcanz el cuerpo por muy poco. Brujera? pregunt y se desplaz hacia laderecha. La mujer retrocedi con un ligero cojeo. Magia? O una simple carnicera? hizo unafinta hacia la izquierda y atac desde la derecha y ella estuvo a punto de precipitarse sobre su arma. Te has quedado sin trucos? Traal esboz una sonrisa con los dientes llenos de sangre. Bienbalance el arma salvajemente y Flor volvi a retroceder. Te queda algo, vieja? An tienes algoescondido en la manga? Flor respondi a un nuevo ataque con una nueva esquiva, pero esta vezTraal estaba preparado. Mientras ella esquivaba su daga, baj los hombros y carg. Cay de espaldasy Traal encima de ella. Al instante le coloc las rodillas sobre los hombros para inmovilizarla. Tratde girar hacia la derecha y luego hacia la izquierda, pero pesaba demasiado.

    No vas a ninguna parte, florecilla el aliento de Traal apestaba a carne podrida y dientespodridos. Esboz una sonrisa desagradable mientras levantaba la daga. Me has costado dos maloshombres y un buen caballo, bruja. Y dado que no tienes equipaje y dudo que lleves dinero encima,tendr que encontrar otra manera de hacrtelo pagar le escupi a la cara. Ella pestae, una solavez. Y ahora pon las manos detrs de la cabeza o tendr que cortarte el cuello antes de lo que megustara.

    Lentamente, ella obedeci.Bien, bien. Sabes?, es posible que haya sido bastante guapa en el pasado. Es una lstima que

    ahora no sirvas ms que para hacer prcticas.Flor se encogi y l se ri.No intentes apartarte. As slo conseguirs que los cortes sean menos precisos.Con un susurro, ella le dijo:Espera.Que espere? Por qu?Tengo una cosa ms que podra interesarte dijo, con la voz teida de repulsin.S? Traal se ech atrs mientras preparaba la daga. El qu?Veneno replic ella y arroj hacia arriba la ltima aguja de su moo. Traal abri la boca en un

    movimiento de sorpresa y la aguja se le clav en el fondo de la garganta.T alcanz a decir con un gorgoteo y entonces se desplom, lentamente, sobre la arena.Flor Implacable esper un momento y a continuacin se incorpor. Con lenta determinacin, se

    limpi el polvo de la tnica y frunci el ceo al ver el desgarro que le haba hecho la daga de Traal.Idiotas dijo sin ms y recuper su arma de entre los labios teidos de azul de Traal. Con

    cuidado, volvi a colocrsela en el pelo y, acto seguido se puso a buscar la aguja que haba soltadocuando Traal la haba golpeado. Tard un rato en encontrarla y para entonces, los dos caballos queseguan con vida se haban alejado. Los ponis de carga, sin embargo, permanecan en su lugar,obedientes, ajenos a la carnicera que acababa de producirse.

    Con los labios fruncidos, reflexion un momento y a continuacin mir los cuerpos de loshombres tendidos sobre el suelo. Tenan espadas y presumiblemente otros objetos de valor. Sin dudaesconderan monedas en alguna parte y tambin armas que podan venderse. Pero la idea de registraraquellos cadveres le resultaba especialmente desagradable. No era que sintiese aversin por los

  • muertos al contrario, prefera su compaa a la de los vivos pero Traal y sus camaradassuponan un recuerdo muy desagradable y no quera que su futuro la acompaara cuando saliera de latierra sombra.

    Ya sera bastante difcil, se dijo, encontrar al muerto al que buscaba sin tener otros tres tras supista. Puede que volviesen a levantarse, pero hara cuanto estuviese en su mano para que no pudieranperseguirla. La combinacin de un rastro fro y su innata estupidez bastara para mantenerlosalejados, aunque por algn milagro los Seores de la Muerte decidiesen enviarlos de regreso.

    Con apenas la sombra de un encogimiento de hombros, tom una decisin. Llam con un silbido alos ponis, uno de los cuales pas sobre Heesh al acercarse. Flor Implacable los examin durante uninstante y a continuacin se levant la capucha y se cubri el rostro con el velo. Tomando a los ponispor las riendas, se encamin al norte, en direccin a los lindes de la tierra sombra y, con suerte, endireccin al hombre al que buscaba.

    Que, con suerte de verdad, pens, an no habra empezado a moverse.

  • L os sollozos que Wren haba odo procedan del interior de una fosa en la que estuvo a punto decaer en la oscuridad. Slo la cada fortuita de unas piedras en el agujero lo haban salvado deprecipitarse a las invisibles profundidades que se abran debajo de l. Se detuvo temblando y sinti elaire vaco bajo la puntera de su pie derecho.

    Puedes aprender los caminos del Laberinto. La oscuridad ser tan brillante como la luz del dapara tus ojos.

    Eran las malditas serpientes de nuevo. Lo haban seguido desde que empezara a caminar,susurrando casi sin descanso tentaciones y lo que sin duda pensaba que eran ofertas seductoras. Elefecto haba sido casi el contrario del que haban perseguido. En vez de intrigarlo o convencerlo,empezaron aburrindolo, pasaron a molestarlo y por fin terminaron por enfurecerlo. Llegados a esepunto, si le hubieran ofrecido una salida y la cabeza de Cazarratas en una bandeja, les hubieraescupido a las escamosas caras.

    Irritado ms all de lo imaginable, se volvi lentamente hacia ellas. Como siempre, se detenan a ladistancia justa para que no pudiera verlas, pero oa cmo se deslizaban de un lado a otro sus escamassobre la piedra, en la oscuridad.

    Podrais cerrar el pico, por favor? pregunt con voz cansada. Normalmente, cuando tratabacon espritus u otras entidades no naturales, Wren era la educacin personificada pero ni aquellascircunstancias ni aquellos espritus eran normales.

    No querrs que guardemos silencio dijo una de ellas despus de una corta pausa. Haycosas aqu que an no ests preparado para or. Otro sollozo se alz desde el fondo del pozo,como para subrayar su argumento.

    Puede que s, pero la mayora de ellas las habis dicho vosotras Wren escupi sobre el sueloy, embargado por la frustracin, se pas la mano por la cabeza. El pelo le estaba empezando a crecerde nuevo y las cortas cerdas le pellizcaban la mano. Qu queris de m?

    Nosotras no queremos nada. Aquel al que servimos quiere muchas cosas. Eres importante, ohElegido del Sol.

    La respuesta cogi desprevenido a Wren. No estaba acostumbrado a que los espritus leofrecieran respuestas directas. Normalmente sus rplicas a preguntas directas eran smiles envueltosen acertijos que parecan compuestos por poetas beodos. Pero las serpientes que lo habanatormentado durante horas incontables estaban admitiendo sin tapujos su papel y el conocimientode aquello en lo que se haba convertido. Era asombroso.

    Y tambin le proporcionaba un arma, aunque quiz uno una que ellas hubieran esperado.Oh, vaya dijo con la voz teida de hasto. Su pie traz un semicrculo sobre la basta piedra

  • que formaba el borde del pozo. O al menos l crea que era piedra. Importante. Cunto?Lo bastante para que nos hayan encargado que te cuidemos. Deberas sentirte honrado. La

    respuesta vino acompaada de lo que Wren hubiera jurado que era un destello de enojo y se permitiesbozar una sonrisa sombra. Iban a cuidarlo. Eso significaba que era su responsabilidad mantenerlocon vida para que ms tarde pudiera presentarse ante su amo y seor, fuera ste quien fuese. Y eraevidente que este amo tena proyectos para l, proyectos relacionados con el presente que se habavisto obligado a aceptar en la mazmorra del Prncipe de las Sombras. Sin duda les haban ordenadoque lo mantuvieran a salvo de la mirada de peligros que poblaba el Inframundo.

    l, sin embargo, no estaba sometido a tal deber.Cuidarme? Fascinante dijo y gir sobre sus talones. Antes de que las serpientes pudieran

    reaccionar, salt deliberadamente al pozo.El estrpito de gemidos que emanaba de las profundidades a las que acababa de arrojarse aument

    hasta convertirse en un chillido ensordecedor, al tiempo que las serpientes proferan un monstruososiseo de estupefaccin. Entonces, repentinamente, Wren sinti un agudo dolor en la mueca izquierdaprovocado por la mordedura de una de las serpientes. Tan brusco e inesperado fue el movimiento,que Wren pudo sentir cmo se le desgarraba la carne mientras su descenso se detena abruptamente yse quedaba colgado, igual que un jamn en un ahumadero, sobre las profundidades del pozo.

    Estpido! La serpiente que estaba hablando pareca enfurecida. Un instante ms y hubierasido imposible salvarte! Hubieras cado a una muerte segura y la delgada pasta de tus huesoshubiera sido devorada por las cosas sin nombre que moran en ese pozo.

    El antiguo Inmaculado opt por no decir nada, contento con pender sobre el abismo delmomento. Poda sentir cmo corra por su brazo la sangre que manaba de la herida que le habanhecho los colmillos de la serpiente y durante un momento de pnico pens en que podan estarenvenenados. Se supona que las serpientes no haban de matarlo pero muy pocos de los reptiles conlos que se haba topado a lo largo de su existencia le haban parecido demasiado inteligentes.

    Podrs sermonearme mejor en el borde del pozo le dijo. En especial cuando no tengas unade tus bocas llena.

    Escuch un siseo decepcionado y sinti que lo alzaban en vilo. Despus algo grueso se enrollalrededor de su cintura, algo que estaba cubierto de escamas grandes y cuyo frescor le produca unasensacin agradable en la piel. Entonces ese algo lo apret y la sensacin dej de ser agradable derepente.

    Aprietas mucho dijo con voz entrecortada y fue recompensado con una risilla de ofidio.No querramos que volvieras a caerte. Debemos asegurarnos de ello.Muy amable de vuestra parte senta como si el pecho le ardiera y le estuvieran

    arrancando el resuello a la fuerza. Una neblina roja enmarcaba su visin pero saba que no era que laluz se hubiera intensificado de repente. Acaso pretendan aplastarlo las serpientes para arrastrarlodespus, inconsciente, ante su amo y seor? Confiaba en que no, porque si decidan hacerlo no habamucho que l pudiera hacer para impedirlo.

    Entonces, de improviso, le soltaron la mano, la criatura se desliz por su pecho y volvi aencontrarse sobre el suelo de piedra. Se qued all un momento, resollando, y entonces tosi y seincorpor.

    No vuelvas a intentarlo, le advirtieron y l se ri.

  • Y si vuelvo a intentarlo, qu? Dejaris que caiga? No lo creo. Creo que vuestro amo noestara muy complacido se puso en pie, con el puo apretado y sujetndose contra el estmago lamano ensangrentada. Lo nico que podis hacer es amenazarme. S, claro, tambin podisgolpearme un poco, por supuesto, pero honestamente, sois unas aficionadas. Cazarratas hizo eldoble que vosotras en la mitad de tiempo y eso que slo tiene una cabeza tena, se corrigi parasus adentros y durante un momento muy breve se pregunt qu le habra hecho Flor Implacable parapagarle la destruccin del astrario. Una imagen mental se laz ante l en toda su crudeza y seestremeci y la apart de s. Ahora mismo no tena tiempo para pensar en los tormentos de otrohombre.

    El roce de las escamas sobre la piedra era ahora ms rpido. Las serpientes reptaban agitadamentede un lado a otro, pero sin hablar. Wren sonri. Hasta las serpientes, resolvi, tienen su orgullo.

    De hecho continu voy a hacer una apuesta con vosotros. Apuesto mi vida o lo quequiera que sea esta existencia, a que tendrais que rescatarme haga lo que haga. Aunque volviera ahacer esto se volvi en la direccin en la que supona que deba de encontrarse el pozo e hizoademn de volver a saltar a su interior.

    No!. Con un grito de desesperacin las serpientes se abalanzaron sobre l. Pero mientras lohacan, Wren salt en lnea recta hacia arriba. La desesperacin y acaso algo ms le prestaron alas asus pies de repente, hubo una tenue luz en la cmara y, estupefacto, Wren se dio cuenta de que lafuente de la luz era l.

    Ahora poda ver a las dos criaturas y lo que vio hizo que reprimiera un jadeo entrecortado.Tenan cuerpos voluminosos y negros, de casi media vara de grosor y unos siete pasos de largo. Cadauna de ellas posea dos cabezas al final de sendos cuellos sinuosos, con crines como las de loscaballos y cuernos como los de los toros. Llamar serpientes a aquellas cosas era una ofensa para losseres que reptaban por la tierra. Aquellos eran monstruos.

    Mientras pensaba todo esto, Wren empez a caer de nuevo. La primera de las serpientes habacalculado mal su posicin y tras pasar a su lado se haba precipitado de cabeza al pozo. Mientrasempezaba a caer, su compaera se abalanz sobre ella para tratar de salvarla del mismo modo que,presumiblemente, haba salvado antes a Wren. Se alz el crujido desagradable de unos colmillos alhundirse en la carne y, acto seguido, un chillido que era como el siseo del vapor al escapar de una ollapor un agujero. La segunda serpiente haba cogido a su compaera con ambas bocas. Se qued allsuspendida un momento, el corpachn sobre el borde del pozo, tratando desesperadamente derecuperar el equilibrio mientras el peso de su gemela amenazaba con arrastrarla al fondo.

    Mientras caa, Wren adopt la postura del Halcn Furioso, una rodilla casi a la altura de labarbilla y la otra recta. De su cuerpo brotaban finas volutas de luz y golpe la espina dorsal de laserpiente con un crujido resonante.

    Cay mal y rod sobre s mismo para volver a ponerse en pie mientras la serpiente seconvulsionaba en su agona. Haba chillado al ser golpeada, ambas bocas cavernosas abrindose alunsono en un espasmo de dolor y en aquel instante la otra serpiente se haba precipitado al pozocon un grito sin palabras. Enfurecida, trat de volverse para golpearlo, pero estaba demasiado dentrodel pozo y, con titnica lentitud, se precipit a la oscuridad. Mientras caa, una de las cabezas lelanz una dentellada que fall por poco pero entonces, con una bocanada de aire, desapareci y noqued de ella ms que un par de aullidos que se fueron apagando.

  • Wren apoy con cautela el pie y decidi que se la haba magullado pero no estaba roto. Esper unrato junto al borde del pozo, mientras la luz que lo rodeaba se iba desvaneciendo y l se preguntabacundo llegaran las serpientes al fondo de la sima. Un momento ms tarde toda su paciencia fuerecompensada, pues el ruido de un choque seguido casi al instante por un segundo anunci eldefinitivo y presumible fin de sus escoltas.

    Mientras se alejaba cojeando, Wren no dej de advertir que los incesantes gritos que surgan delpozo al que haba arrojado a las serpientes haban cesado. En su lugar, poda orse el sonido de lacarne desgarrada y un sordo y avariento masticar. Los gemidos y splicas que haba credo or en elfondo deban de haber sido cosa de su imaginacin. Dio las gracias al Sol Invicto por que la luz quehaba emanado de su cuerpo no hubiera iluminado el fondo del pozo. Fuera lo que fuese lo quemoraba all, estaba seguro de que no deseaba conocerlo.

    All en la distancia, vio una luz. Era muy tenue y plida, pero luz al fin y al cabo. Con el piedolorido, se encamin hacia ella. Despus de todo, la luz que haba creado antes haba desaparecidopor completo.

  • Y ushuv aspir profundamente el aire mezclado con el aroma de la carne y decidi que,considerndolo todo, haba lugares mucho peores que aqul. Tenan un venado asndose en unespetn sobre el fuego, hecho con las plantas silvestres que Yushuv haba recogido en el bosque sinnubes, rodeada por una coleccin numerosa de estrellas brillantes.

    Ves eso muchacho? Dace descansaba sobre una estera de juncos finamente entretejida. Elpellejo de vino que tena a su lado estaba medio vaco y hasta se haba quitado la armadura. stareposaba en perfecto orden cerca de las rocas que marcaban el fin del claro en el que haban instaladosu campamento aunque su larga y voluminosa espada estaba, como de costumbre, al alcance de sumano.

    Ahora, sin embargo, no estaba empuando ninguna espada. Sealaba hacia arriba, hacia un puntoen el cielo ocupado por una estrella particularmente brillante.

    sa, Yushuv, es Jpiter, Seora de los Secretos. Junto con sus cuatro hermanas recorre elfirmamento y ayuda a mantener el mundo ms o menos en orden. No son tan poderosas como el SolInvicto o Luna, cuidado, pero tampoco deben tomarse a la ligera husme el aire y se incorporabruptamente. Oye! No dejes de darle vueltas a la comida slo porque ests mirando a otraparte! Tienes que concentrarte en lo que ests haciendo, muchacho. Es que no te he enseado nada?

    A regaadientes, Yushuv apart la mirada del firmamento y la dirigi al venado que se asaba en elespetn. Un instante le bast para darse cuenta de que en efecto, la parte inferior de la carne seestaba quemando y se apresur a darle una vuelta para impedir que se chamuscara ms.

    Lo siento, Dace.El hombre hizo un ademn perezoso y bebi un largo trago del pellejo.No te preocupes. Hay ms que suficiente para los dos. Me preocupa ms tu concentracin que

    nuestra cena se estir y su estmago rugi furiosamente. Pero dime que ya casi est, por favor.Yushuv asinti.Puedes ir tomando el cocido si quieres. La olla est en la roca lisa de la hoguera y los cuencos

    estn amontonados a su lado. Pero convendra que primero le quitaras la tierra al cucharn.Dace se puso en pie.Excelente. Creo que podr ocuparme de eso.Se acerc con andares tranquilos a la hoguera, la piel envuelta en las luces y sombras que

    proyectaba el fuego. El cucharn descansaba sobre un montn de piedras, junto a varios cuencos demadera. Se agach para recogerlo, junto a uno de los cuencos. Con un "Hmmm" examin el cucharny, acto seguido, juiciosamente, lo golpe un par de veces contra la roca antes de utilizarlo paralevantar con destreza la tapa de la olla del estofado. El sabroso aroma de las verduras se alz a su

  • alrededor y lo aspir profundamente y con placer antes de llenar dos cuencos con generosas raciones.Mientras lo haca, volvi la mirada hacia Yushuv, cuyo rostro estaba arrugado de concentracin. Laexpresin de Dace se endulz un instante y volvi la cabeza para no encontrarse con los ojos delmuchacho.

    Lo ests haciendo bien. No dejes que lo que ha pasado esta maana te afecte. Estsaprendiendo muy deprisa.

    De veras? Yushuv no se volvi y sigui con la mirada enfocada en el suelo. A m meparece que no hago nada bien. Siempre la pifio en las lecciones y la mayora de ellas estn a punto dematarme de una forma o de otra. Si ese sacerdote regresara hoy, yo intentara nueve cosas diferentesy ninguna de ellas servira para nada. Y l me matara.

    Si ese sacerdote regresara dijo Dace mientras se pona en cuclillas los dos saldramoscorriendo. Me comprendes, muchacho? Ese hombre exuda poder. An no s cmo te las ingeniastepara sobrevivir a un enfrentamiento con l. Debera de haberte cortado en rodajas antes de volver alcamino y asarme a m como postre. No s cmo es que atrajiste su atencin, pero el da que lo hicistefue un da funesto para ti. Lo mejor que puedes hacer es prepararte para el da en que vuelvas ahacerlo y no perder el tiempo preocupndote por lo imposible, me comprendes?

    Tienes razn Yushuv sac el cuchillo de su cinto, cort una larga tajada de carne de venado ya continuacin la meti con cuidado en el cuenco de Dace. Cuntos estudiantes ms has tenido yqu ha sido de ellos?

    He aqu otra leccin, Yushuv dijo Dace mientras dejaba el cuenco del muchacho en el suelo ydaba media vuelta con el suyo en las manos. Nunca hagas preguntas cuyas respuestas no quierasor. Y ahora cmete la cena y cuando hayas acabado vuelve a tus lecciones.

    Dace?S? Dace levant la mirada hacia Yushuv, que estaba tendido en el suelo junto a un cuenco

    vaco. El muchacho haba sacado de la tienda una de las pieles que utilizaban para dormir, la piel deun lobo que l mismo haba abatido. Era bueno con el arco, pens Dace; ms que bueno, aunquesiempre pareca preocupado por el nmero de flechas que le quedaban en la aljaba. Tambin estabaprogresando con otras cosas, habilidades de todas clases, desde la manipulacin de la Esencia a lascarreras de larga distancia, pasando por la cocina.

    Dace lo estaba poniendo a prueba hasta el lmite, pero slo a causa del mensaje de Lilith que elpjaro-espritu le haba trado. Era fra, desdeosa y aterradora, s, pero le haba avisado de que "eranecesario" que instruyera y protegiera a aquel muchacho y lo hiciera de prisa. No le haba dado msdetalles y cuando l se los haba pedido, el pjaro se haba redo de hecho, se haba redo de l yhaba salido volando.

    As que ahora estaba atrapado con un muchacho al que trataba desesperadamente de instruir parano saba muy bien qu. Y, puesto que no saba para qu lo estaba instruyendo, tena que ensearle unpoco de todo, porque uno nunca saba cundo poda ser la habilidad de encontrar races y tubrculos

  • tan importante como la capacidad de atravesar el ojo izquierdo de un gorrin de un flechazo acincuenta pasos. Lo que era seguro, en cambio, era que Yushuv posea una increble e inconscientehabilidad para manipular la Esencia, el verdadero fluido vital de la Creacin y que lo haba estadohaciendo desde que la marca del Sol Invicto apareciera por vez primera en su frente. Dace estabaconvencido de que haba una historia detrs de todo aquello pero el muchacho se mostraba enextremo discreto sobre su pasado y cada vez que Dace trataba de levantar la tapa de aquella caja, seencerraba en s mismo.

    Frustrante. Eso es lo que era. Dace gru y se rasc la nuca con aire ausente. l estabaacostumbrado a instruir soldados, no nios, y mucho menos nios taciturnos y malhumorados que seenfrentaban a su autoridad a cada paso del camino.

    Qu va a pasar ahora? el muchacho rod sobre su espalda y contempl las estrellas. Porqu ests haciendo todo esto por m? O es que tienes por costumbre rescatar hurfanos y niosdescarriados? sin darse cuenta, Yushuv alarg el brazo hacia el arco que descansaba a su lado, comopara asegurarse de que an segua all. Dace le haba visto hacer aquello mismo varias veces al dadesde haca meses y lo que implicaba lo tena preocupado.

    Lo hago porque eres especial, aunque eso ya lo sabes Dace dej en el suelo su cuenco, vacoahora, y explot en un ruidoso eructo. Ah, buen guiso.

    Dace dijo Yushuv con tono de reprimenda. No cambies de tema. Por qu?Est bien el hombre se encogi de homb