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AMOR Y PEDAGOGIA. UNAMUNO. Don Avito Carrascal es un entusiasta de la pedagogía y de la ciencia en general que, sirviéndose de métodos deductivos y de técnicas extraídas de la pedagogía sociológica, pretende crear un genio. El primer paso a se-guir será una adecuada y cuidadosa elección de la madre. Mas es aquí donde don Avito comete su primer “error”, pues se enamora de Marina, rehusando así a lo que sería el primer paso de su experimento. Avito y Marina contraen matrimonio, y ella queda encinta. Ya desde el momento de la gestación del futuro genio comienza nuestro personaje a instruirlo: hace a su esposa escuchar música, la educa en cuestiones de ciencia... Y llega el día del tan esperado nacimiento del niño que será el primer genio a que la pedagogía sociológica ha dado lugar. Carrascal le pone por nombre Apolodoro (que significa don de Apolo, de la luz del Sol, padre de la verdad y de la vida), considerando que el nombre que a uno le pongan es una per-petua sugestión. Y Apolodoro crece así entre la educación estrictamente científica que se encarga de propiciarle su padre, y la absolutamente tradi-cional que le viene de las manos y el regazo de Marina. Avito hace todo lo posible por impedir que su hijo reciba una educación como la que su mu-jer le está dando, mas al final termina por ceder pues cree que todo hom-bre ha de pasar por el estado de fetichismo para luego ascender a otro racional (vemos aquí alusión clara a los estados de los que nos hablaba Comte). Don Fulgencio, extravagante filósofo amigo de don Avito a quien desde un principio éste se encomienda con el fin de que le ayude a educar a su proyecto de genio, persuade a Carrascal para que envíe al niño a la escuela, ya que asegura que el trato los otros infantes le hará mucho bien. Tras dos intentos fallidos de experiencia escolar, el padre decide educar al niño por su cuenta, ya que considera antropomórfica y poco válida la formación que en dicha institución le proporcionan. Instruye así a su hijo en aritmética, en gramática, en lingüística, en ciencias naturales, en dibu-jo... La formación que Apolodoro recibe de su progenitor pronto le sumerge en un mundo aislado, sin apoyos que le faciliten una relación con el mun-do real. El joven toma conciencia de este aislamiento y de su ser distinto a los demás. A partir de ese momento, cada día se harán más palpables los fallos de la educación que ha recibido, y la ciencia dejará de ser consuelo y alivio, como pretendía su padre. Todo ello se ve agravado por su amor frustrado por la joven Clarita y por las burlas que en sus congéneres sus-cita una pequeña novela amorosa que ha escrito. El niño toma una drásti-ca resolución: ha de acabar con su vida. Antes de llevar a cabo su proyecto realiza una última visita a don Fulgencio, en la cual éste le advierte de la conveniencia de asegurarse la inmortalidad, recomendándole encarecida- mente el filósofo que tenga hijos que perpetúen su obra. Es así como Apo-lodoro deja embarazada a Petra, su criada. Hastiado de la vida, fracasado en su papel de genio, el joven se encierra en su habitación, pende una cuerda del techo, se encarama sobre un taburete y pasa la soga por alrededor de su cuello, da un empujón a la silla que le sirve

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Amor y pedagogía es una novela de Miguel de Unamuno publicada en 1902 en Barcelona

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Don Avito Carrascal es un entusiasta de la pedagogía y de la ciencia en general que, sirviéndose de métodos deductivos y de técnicas extraídas de la pedagogía sociológica, pretende crear un genio. El primer paso a se-guir será una adecuada y cuidadosa elección de la madre. Mas es aquí donde don Avito comete su primer “error”, pues se enamora de Marina, rehusando así a lo que sería el primer paso de su experimento. Avito y Marina contraen matrimonio, y ella queda encinta. Ya desde el momento de la gestación del futuro genio comienza nuestro personaje a instruirlo: hace a su esposa escuchar música, la educa en cuestiones de ciencia... Y llega el día del tan esperado nacimiento del niño que será el primer genio a que la pedagogía sociológica ha dado lugar. Carrascal le pone por nombre Apolodoro (que significa don de Apolo, de la luz del Sol, padre de la verdad y de la vida), considerando que el nombre que a uno le pongan es una per-petua sugestión. Y Apolodoro crece así entre la educación estrictamente científica que se encarga de propiciarle su padre, y la absolutamente tradi-cional que le viene de las manos y el regazo de Marina. Avito hace todo lo posible por impedir que su hijo reciba una educación como la que su mu-jer le está dando, mas al final termina por ceder pues cree que todo hom-bre ha de pasar por el estado de fetichismo para luego ascender a otro racional (vemos aquí alusión clara a los estados de los que nos hablaba Comte). Don Fulgencio, extravagante filósofo amigo de don Avito a quien desde un principio éste se encomienda con el fin de que le ayude a educar a su proyecto de genio, persuade a Carrascal para que envíe al niño a la escuela, ya que asegura que el trato los otros infantes le hará mucho bien. Tras dos intentos fallidos de experiencia escolar, el padre decide educar al niño por su cuenta, ya que considera antropomórfica y poco válida la formación que en dicha institución le proporcionan. Instruye así a su hijo en aritmética, en gramática, en lingüística, en ciencias naturales, en dibu-jo... La formación que Apolodoro recibe de su progenitor pronto le sumerge en un mundo aislado, sin apoyos que le faciliten una relación con el mun-do real. El joven toma conciencia de este aislamiento y de su ser distinto a los demás. A partir de ese momento, cada día se harán más palpables los fallos de la educación que ha recibido, y la ciencia dejará de ser consuelo y alivio, como pretendía su padre. Todo ello se ve agravado por su amor frustrado por la joven Clarita y por las burlas que en sus congéneres sus-cita una pequeña novela amorosa que ha escrito. El niño toma una drásti-ca resolución: ha de acabar con su vida. Antes de llevar a cabo su proyecto realiza una última visita a don Fulgencio, en la cual éste le advierte de la conveniencia de asegurarse la inmortalidad, recomendándole encarecida-mente el filósofo que tenga hijos que perpetúen su obra. Es así como Apo-lodoro deja embarazada a Petra, su criada. Hastiado de la vida, fracasado en su papel de genio, el joven se encierra en su habitación, pende una cuerda del techo, se encarama sobre un taburete y pasa la soga por alrededor de su cuello, da un empujón a la silla que le sirve de apoyo y queda suspendi-do en el aire. Es así como nuestro proyecto fallido de genio acaba con su vida. Cuando Avito y Marina lo descubren en tal estado, el padre rompe a llorar en el regazo de su mujer que exclama «¡Hijo mío!», mientras el pobre pedagogo gime su «¡Madre!» (pag. 163). El amor había vencido.