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Amor y Psicoterapia - Carlos Alberto Seguin

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Si bien tuvo éxito como médico, Carlos Alberto Seguín sintió una atracción especial por la Psiquiatría, especialidad que cultivó con profusión, la misma que reforzó con las lecturas de las obras de Sigmund Freud y las observaciones que realizaba en sus pacientes.Curanderismo, psicoterapia, sugestión, fue el nombre de un artículo que escribió cuando aún estudiaba medicina y que marcó el inicio de Seguín por continuar con sus investigaciones sobre psiquiatría, psicoterapia y psiquitaría folclórica. Al respecto, en una oportunidad, dijo: " la verdadera sabiduría se conserva en las viejas tradiciones de la humanidad, que debemos redescubrir, una y otra vez, en una especie de renacimiento que puede revitalizar nuestro mundo y ofrecernos nuevas perspectivas".Introdujo el término de "eros terapéutico" como condicionante básico para el establecimiento y éxito del proceso psicoterapéutico y contribuyó enormemente a tomar en cuenta los aspectos humanistas en la formación médica. Otra aspecto importante de su quehacer científico es el desarrollo de la Psiquiatría transcultural (folklórica) haciendo estudios sobre la importancia del respeto a las diferentes expresiones culturales de los pacientes y la influencia de la mitología andina en las concepciones y trastornos mentales de la población peruana.

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BIBLIOTECA DEL '.HOMBRE CONTEMPORANEO

l . . . O. G. Jung: Conflictos del almainfantil

2 - K. Horney: La.  personalidad

neurótica de nuestro tiempo3 - W. Hollitsc:her: . Introducción

al psicoanálisis4 - F. Künkel y R. E. Dickerson:

La. formación del carácter5 - J. Rumney y J. Maíer : Socio-

logía. La ciencia de la sociedad6 - A. Adler: G·uiando al níño7 - E. Fromm: El miedo a. la.

libertad8 - A. N. Whitehead: Los fines

de la educación9 - C. G. Jung: Psicolog:Ia y edu-

cacíén

10 - E. Fromm: El arte de amar11- V, Klein: El carácter femenino12- A. B'reud: Introdtwción al

 psicoanálisis para educadores18 - B. Malinowski: Estudios de palcología primitiva

14- B. Russell i AnáUsis delespíritu

15- G. Highet: El arte de enseñar16 - L. Klages: Los fundamentos

de · la caracterología17- E. Jones y otros: Sociedad.,

cultura y  psicoanálisis de hoy18 - M. Klein y otros: Psicologia

infantil. y psicoanálisis de hoy19 - F. Alexander, A. A. Bríll y

otros: Neurosis, se:irnalidad y psicoanálisis de hoy

2 O - F. Dun bar y otros : Medicina psicosomá.tica y  psicoanálisisde hov

21- P. Schilder y otros: Psiqu!a.tría. y  psicoanálisis de hoy

22 - W. McDougall: Introducción ala psicología

2S - G. Palmade: La caracterología.24 - M. Reuchlin: Historia de Ja

 psicolog1a.

25 - G. Viaud: La inteligencia,26 - D. Lagache: El psicoanálisis

27 - M. Mégret: La guerra  psicilógica28 - H. Baruk : La:;¡ terapéutic~

 psiquiátricas29 - P. Chauchard: La medicin

 paícosométíca

30 - P. Pichot : Los tests mentat,31 - J. Maisonneuve: Psicología

social32 - J. Cl. Eilloux : Psicología d

los anímales33 - G. Palmada: La  psícotécmc34 - R. Binois: La.  psicología a,pl

c ~ . t } . a

35 -J. Chazal: La infancia del:!.JCl.HU1"~a

36 - M:. Abeloos: El crecimiento

87 - P. Chauchard : La quimica d1

cerebro38 - .J. Delay : La  psi~of!siologl

hums.na ·

39 - P. Chauchard : J ' . . 1 , a , muerte

40 - P. H. Maucorps: Paicologlmtlítar

41- P. Ohauchard : Fiaiologfa de lconciencia

42 - E. Baumgardt : J . : , < i , s sensacícnten el anrmal

43 - F. G:régoire: El más allá.44 - P. Chauchard : El, cerebro

humano45 - H. Piéron : La sensacíén46 - J. Cl. PIlloux : J : l 1 tono ment,

47 -A. B1;1l: La atención y sus eifei:medades

48 - G. Falmade : J1[il.t.odos en  ped,gogla

49 - Y. Oasteltan : La metapsíquíc50 - R. Buaud eau : Los nuevos m 1

todos de educación :física.

(Sigue en la iíltima  página)

VOLUMEN

91

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CARLOS ALBERTO SEGUIN

A M O R Y PSICOTERAPIA

 El  Eros  psicoterapéutico

EDITORIAL p AmosBuenos Airei

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Impreso en la República Argentina

Queda hecho e 1 depósito que previene la Ley N~ ll.72:3

1 4 1 - . edición 1 1 9 6 3

©Copyrioht de todas laa ediciones en castellano by

EDITORIAL PA IDOSSociedad en Comandita

Cabildo 24M

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1  N DI C 'E

Presentación 7

Et PSJOOTERAPEUTA COM'Ü SEH HtJlVl:ANO • . . • . . . . . . . • • • . • • 9

L La  psicoterapia ayer y hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

II. La  psicoterapia como relación interpersonal . . . . e • 11

lU. Algunos  puntos de vista actuales . . . . . . . . . . . . . . . . 15

El  psicoanálisis y la "contratransferencia" . . . . . . • . 15

Moreno y el "tele" .... , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

Las ideas de Lain Entralgo , , , , . • 22

Los "modelos básicos" de la relación médico-enfermo 24

La posición "objetiva" . . . . . , , . . . 21

Actm·CA DE LAS m::LACl'ON.ES AFfCTlVAS HUMANAi ••••••••. ' 31

L El punto de vista existencial , , . . 32

n . Los conceptos de Binswanger

m . Martín Buber y la relación Yo-Tú . . . . . . . . . . . . . . 34

IY El amor-por-el-Ser de Maslow . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36

V. El mnor según Fromm . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38

\H. . . . La chra de Scheler 39La relación afectiva interhumana . . . . . . . . . . . . . . . . 40El contagio afectivo .

La unificación afectiva .El sentir-con-el otro .

4 0

424 4El "vivir-del-otro" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . 44La simpatía 45El amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

VIL Las formas de la relación con el "otro" según LainEntralgo , .. , , . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52El otro como objeto y como persona ...•........ , . 52

La relación con el hombre-objeto . . . . . . . . . . . • . . . . . 54,

El hombre-persona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55El hombre como  prójimo . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . 55

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6

D E LA RELACIÓN' MÉnIOO·PACIE:NT'E E'l'f GENERAL

l.

JI.

5 7

'57Las formas del encuentro médico .

El hombre-en-la-muerte •.......................•.El hombre muerto y el cadáver •...................

El hombre-en-la-vida ....................•.......El hombre-casi-muerto .•........................El hombre enfermo .

El hombre inválido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . 72El enfermo grave •............................... '9 73El enfermo leve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74El hombre como "sujeto" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75El hombre "sano" ... ~ . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . 76

IV. El psiquiatra y su enfermo . . . . .. .. . .. . . . .. . . . . . . 77

5859

III. 65656 9

 AMlOR y PSICOTERAPIA • • • • • . • • • . • • • • • . • • • • • • • • • • • • • • • • 80

I. Las bases de la relación médico-enfermo , 80

II. Formas del amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83l. El amor del amante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 842. La amistad , . . . . . . . . . . . . . . . . . B 53. El amor  paternal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 904. El Eros  pedagógico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 925.  Á1gape . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

EL EROS PSICOTERAPÉUTICO • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 100

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PUESENTACION

La obra que hoy pongo en manos de los lectores tieneuna historia y una justificación. Desde hace años, en el Serví-cio de Psiquiatría del Hospital Obrero de Lima, preparamos

 jóvenes  psiquiatras en la práctica de la psicoterapia, y espe-cialmente en l a . aplicación de una técnica que, sin ser original,ha nacido de la adecuación de los hallazgos de las escuelasmás avanzadas a nuestra realidad y,  por supuesto, a nuestrasconvicciones acerca del papel del médico en su relación conel enfermo.

En diversas oportunidades hemos publicado algunas delas observaciones hechas y varias contribuciones teóricas y prácticas y espero, en un cercano futuro, ofrecer una obra que presente en forma sistemática nuestra experiencia. El pre-sente trabajo es un producto más de esa actividad, empeñosay cordialmente  proseguida.

En el V Congreso Internacional de Psicoterapia, realizadoen Viena, en 1961, en conferencia leída en sesión plenaria,

 presenté, por primera vez, las ideas básicas. La amable acogiday el entusiasta estímulo recibidos me impulsaron a emprenderun estudio detallado del asnnto y una exposición más extensa.Este volumen es el resultado.

Creo que el tema no está agotado, ni mucho menos, ytengo la esperanza de que sugiera nuevas investigaciones ymayores aportes en un campo tan apasionante y tan fructífero.

C.A. S.

Lima, noviembre de 1962,

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El. PSICOTERAPEUTA. COY'v!O SEH }lIUMANO

I La psicoterapia ayer y huy

El auge de la psicoterapia en la actualidad tiene, comotodos los fenómenos colectivos, un significado trascendente. No es sin razón, y sin una razón anclada en las bases mismasde la, organización social, que la  psicoterapia ha, llegado aocupar un tan importante lugar en la teoría y la  prácticamédicas.

Sabemos, por supuesto, que todo individuo que  pretendióaliviar el sufrimiento de un semejante practicó, en una formau otra, lo que hoy llamamos  psicoterapia,  pero es en nuestrosdías cuando la  palabra se repite constantemente y cuando eltipo de tratamiento que designa se ha impuesto a la conside-

ración, no solamente de los médicos, sino del público en general.Creo que ello, lejos de constituir un fenómeno aislado, e ' "

el reflejo, en la realidad terapéutica, de las corrientes culturalesque informan nuestro momento histórico occidental. Luegodel deslumbramiento  positivista, con su esperanza fallidacomo camino para. resolver en una forma "científica" todoslos problemas humanos) se produjo una reacción y una vueltahacia lo que se había, un poco apresuradamente, despreciado:las fuerzas inmateriales y los aspectos no objetivables de larealidad. El hombre readquiere consciencia de su humanidady busca en ella la solución que la "ciencia" deshumanizadano había  podido ofrecerle.

La  psicoterapia nace entonces como disciplina médica;recoge los aportes de los iluminados y los empíricos que usaron

los más variados  procedimientos con las más diversas y ab-surdas pretensiones, y se dedica a investigar los alcances y posibilidades de esa actividad, tan de acuerdo con las tenden-cias culturales del momento.

Si  bien existen, en esta misma etapa,  precursores innegables(recordemos solamente a Charcot y a Janet, a Berheim y aDubois), es con el genio de Sigmund Freud con el que nace l a .moderna  psicoterapia, no solamente, por supuesto,  por el psicoanálisis, que constituye, aún hoy, el método con .mayor base sistemática y,  probablemente, el más practicado en sus

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·CARliOS ALBERTO SEGUfN

distintas variantes, sino porque sus puntos de vista haninfluido en todas las escuelas, desde las de antigua tradiciónhasta 'las aparecidas en los últimos años.

Pero, a pesar de la innumerable cantidad de estudios einvestigaciones realizados (y quizás por ello mismo) aún nosfalta una teoría convincente que nos permita, si no una com- prensión exhaustiva, un acercamiento iluminado a la profundarealidad del proceso psicoterapéutico en sí mismo y en todassus variantes. 1

Esa deficiencia teórica se refleja, por supuesto, en la ausen-cia de una definición precisa. Las muchas planteadas pueden,sin embargo, estudiarse fructíferamente. Nos muestran laevolución de los conceptos y nos permiten acercarnos a las

 bases mismas de la acción efectiva.Todas las definiciones primeras tienen una característica

notable: se refieren a la psicoterapia como un método curaiiuo

y, asimilándola más o menos al resto de los procedimientosmédicos, expresan la idea de la acción del doctor sobre el  pa-

ciente. "Influir", "manejar", "actuar sobre", "cambiar",cuando no "dirigir" o "guiar" son las palabras clave. El psico-terapeuta, desde su posición superior, modifica, en una formau otra, las ideas, los sentimientos o la conducta de su enfermo.Por otra  parte, su acción se dirige hacia "la enfermedad" quehay que "curar" o "aliviar". Vemos en todo ello la influencia,

 poderosa aún, de la asimilación a los otros conceptos y  proce-dimientos de la Medicina en general 2  para la cual la enfer-medad era casi una entidad con vida propia, conservando asílas ideas un poco mágicas que habían imperado durantesiglos 3 • Se trataba,  pues, de curar la dolencia que "se había

apoderado" del hombre y, por lo tanto, el doctor era un poco1 Un intento de fundamentación teórica fue motivo de

una publicación anterior: C. A . Seguin:  Bases de la Peicote-rapia, Buenos Aires, El Ateneo, 1954.

~ Testigo de ello es la siguiente definición de "psicoterapia"que hallamos en la Enciclopedia Británica: "El tratamientode la enfermedad por medios psicológicos".

3 Una reseña crítica de este  punto de vista puede hallarseen C. A. Seguin:  Introducción a la  Medicina  Peicoeomaiica,Lima, Scheuch, 1947, y en C. A. Seguin: "The Concept ofDisease",  Ps yc ho so rrwt fr~  Mr:didne , Vol. VIII,  N°, ·t rn4tl.

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AMOR Y PSICOTE.RAPIA 11

el exorcista o taumaturgo que obraba merced a sus poderesespecia les, a los que el enfermo debía someterse incondi-cionalmente.

Bien pronto, sin embargo, las cosas cambiaron. El acentose puso, ya no sobre la acción modificadora del médico cornoaplicador de técnicas deetinadas a "manejar" al pacienteo a curar su "dolencia", sino sobre la interrelación personal.Los teóricos comenzaron a ver en la psicoterapia una formaespecial ele relación humana y en su acción un efecto, no dela. técnica sobre la enfermedad, sino de un hombre sobreotro hombre en circunstancias es peciales de comercio inter-

 personal. Las definiciones,  pues , se refirieron más y más aesa interrelación y a sus características. Actualmente losestudíosos estan generalmente de acuerdo en dos nociones im-

 portantísimas: l. Que la psicoterapia actúa en virtud de ladinámica de la relación interpersonal en tedas sus sutiles

características; 2. Que est:i dirigida, fundamentalmente, amodificar, mediante esa interrelación y sus efectos sobre la

 personalidad, moldes inadecuados de reacción emocional ysus consecuencias en la conducta.

Ello nos lleva a  plantear una posible definición:

 La  psicot ertvpia e s una     f    orma de relacióninterpersonal en la que, a trao é e de experiencias

emocionales correctivas,  se moclijican rasgosindeseables de la personalidad.

H La psicoterapia como relación Irrteepersona l

Lo fundamental, pues, en el proceso psicoterapéutico, deacuerdo con lo dicho anteriormente, es la relación entre elmédico y su paciente y, por . lo tanto, todo intento de estudiarlas características o la forma de actuar de tal proceso de bedirigirse. a la comprensión de aquélla y sus peculiaridades.

Ese estudio nos podría mostrar que las creencias acercade ella· están directamente unidas a la concepción generalque en cada época se tuvo de la medicina. Recordemos, así,cómo, en el  primitivo arte de curar, ejercido por magos y sa-cerdotes, la relación se creía basada en hechos sobrenaturales.El curador se valía de poder es a él conferidos  por  potencias

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12 CARLOS ALBERTO SEGUIN

'extrahumanas y, por lo tanto, el enfermo debía sometersea esas  potencias que desconocía y r espetaba y que actuaban

a través del 1 1 1 1 1 ,g o . Había, pues, un hombre que se. hallabaen una posición superior y otro que, iuferiorizado  por suignorancia y  por su enfermedad, era casi una cosa en susmanos. Pero, y esto es lo importante para comprender el

 proceso, era una cosa con sentimientosy hacia ellos se dirigía.

J a . acción. No creo que  pueda negarse el efecto r eal de lasmaniobras curativas de los primitivos y -en la actualidad-e-no creo que pueda dudarse de que ese efecto .se hallaba  basadoen la influencia sugestiva, del curador.

Sin embargo, ese convencimiento ha seguido un caminocomplicado y tortuoso. Recordemos, entre otras cosas, queMesmer creía que su acción era producida por el "magnetismoanimal", fuer za que, desde los ast ros y a través de él, actuaba

modificando todas las funciones y r ealizando casi milagros.A  pesar de la influencia fuertemente sugestiva de Mesmery los poderosos factor es de la époc a, hubo quienes fuer oncapaces de ver mejor. En 1'18 1 : ! : la Comisión P~eal nombrada

 para informar sobre las supuestas acciones del magnetismoanimal y formada por Fr anklin, Le Roy, Bailly, Lavoi sier yde Bory, de la Academia de Ciencias, y Sallin, Bor ie, DiAr-cet y Guillotin, de la Facultad de Medicina de París, concluía ·

"Los comisionados , habiendo r econocido que elfluido magnético no puede ser ca ptado por ninguno denuestros sentidos; que no ha tenido ninguna acciónni sobre ellos mismos, ni sobre los enfermos que leshan sido sometidos; habiéndose asegurado que las

 presiones y los tocamientos producen cambios rara-mente favorables en la economía animal y conmocionessiempre inoportunas en la imaginación; habiendo, enfin, demostrado,  por experiencias decisivas, que laimaginación sin magnetismo produce convulsiones yque el magnetismosin la imaginación no produce nada,han concluido unánimemente sobre la· cuestión de la.

existencia y la utilidad del magnetismo, que nada prueba la existencia del fluido magnético animal;que ese fluido, sin existencia, es, por consecuencia, sinutilidad; que los violentos efectos que ne obser van on

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.AMOR Y PSICOTERAPIA 13

el tratamiento  público pertenecen a los tocamientos,a la imaginación  puesta en acción y a esa imitaciónmaquinal que nos lleva, a pesar nuestro, a repetir lo

que conmueve nuestros sentidos".

Los sabios de la Comisión supieron, pues, ver claramentelo que hoy es obvio. Si bien hablan de "imaginación" e "irni-tación", se refieren, indudablemente, a una forma de relaciónin terhumana de característicaa muy especiales que se encuen-tra en la mayor parte de las acciones  psiooterapéuticas.

Sin embargo, las  palabras del informe nos indican clara-mente que entonces (y ello continuó por mucho tiempo),se creyó que lo más importante en la relación del paciente conel médico era. la. acción intelectual o racional. Ejemplo  bri-llante de ello, y no el único, es la técnica "persuasiva" deDubois, Este autor, reaccionando enérgicamente contra la

acción "irracional" de la sugestión, propugnó un método' psicoterap~utico basado en la "razón" y cuyo procedimientoera el de "convencer" al paciente de la falsedad de sus ideasy de sus acciones y, de esa manera, guiarlo hacia el abandonode esas ideas y esas acciones, que debería reemplazar  porotras, más de acuerdo con la lógica.

Como toda teoría y todo método, éste estaba enraizadoen los conceptos culturales de la época. Dubois, en  psicote-rapia, era el representante del racionalismo imperante,y surepudio a l a , sugestión, a causa de ser "irracional", reflejabael repudio general hacia todo lo que no estuviera de acuerdocon la Diosa Razón, a f o , que el hombre debía rendir incon-dicional homenaje.

Esa adoración continuó por largo tiempo,y

en esto comoen muchas otras cesas, es Freud quien inicia un verdaderocambio. Con él empieza la consideración seria de lae fuerzasirracionales y su elevación como básicas en la conducta hu-mana; es con él,  precisamente, que la afectividad toma una. posición central en cualquier consideración psicológica.

Este vuelco no se produce, 8Ín embargo, fácil ni rápidamente.Al comienzo el psicoanálisis ofrece explicaciones más o menosracionalistas: la  psicoterapia tendría como propósito hacerconscientes hechos y fenómenos reprimidos, y esa "consoien-cíacién" permitiría que esos hechos y fenómenos se pudieran

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1 4 1CARLOS ALBERTO SEGUI'.N

contemplar y manejar a la luz de la razón. Bien pronto otroaspecto ~e  puso de relieve: las vivencias afectivas del paciente

y su importancia en el tratamiento. La "conscienciacíón" yel manejo "racional" de los "complejos", el descubrimientode recuerdos reprimidos, pasaron a un segundo plano y elacento recayó sobre la relación interpersonal misma y susefectos terapéuticos.

Si bien hoy la mayoría de los psicoanalistas acepta la im- portaneia de la relación interpersonal en la psicoterapia, una batalla se desarrolla aún entre aquellos que creen que esarelación es lo decisivo y los que sostienen que la conscien-ciación y la interpretación son los factores básicos e indis-

 pensables.De todas maneras, puede decirse que no hay  psícotera-

 peuta actual que no acepte que es la relación emocionalentre paciente y médico uno de los factores más importantes,aunque algunos acentúen esa importancia menos que otros.

Quiero, desde ahora, dejar sentada mi opinión: creo que larelación emocional entre enfermo y médico se halla como basefundamental en cada procedimiento psicoterapéutico; creoque sin ella no es posible ninguna acción efectiva y que, entodo intento de comprensión teórica de la psicoterapia, debe-mos, ante todo, dirigir nuestra atención a sus características ..su significado y su evolución.

Pero, si ello es verdad, y como tal ha sido y es tomado encuenta, es importantísimo acercarse a las características deesa relación emocional en todos sus aspectos.

Lo que el paciente experimenta, su actitud afectiva frentea la figura del médico, el significado de sus reacciones al pro-

ceso mismo, han sido estudiados ampliamente, en especial por los psicoanalistas; no así el otro lado del cuadro, el del psicoterapeuta, lamentablemente descuidado hasta. ahora.Se ha partido de la base, falsa, de que el médico debe, y puede,ser "objetivo" y de que el ideal es que se mantenga libre detoda participación  personal. ·

Que ello es imposible salta a la vista y llama la atenciónque no. haya sido más enérgicamente señalado desde el prin-cipio.  No puede desarrolla rse ninguna relacion interpersonal sui participadón, sin mutualidad. Si el enfermo se encuentra,quiéralo o no, envuelto en una serie de procesos afectivos

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AMOR Y PSICOTE.RAPIA 15

durante la psicoterapia, el médico, quiéralo o no, créalo o no,lo está también. Es más: debe estarlo, ya que, si se diera el caso

-que no se da en la realidad- de una posible  prescindencia,absoluta de "compromiso", de una actitud "profesional","objetiva" y "desligada", se trataría, no de una relaciónhumana, en el sentido noble y amplio del término, sino,como veremos más adelante, < l e un individuo -el médico-que convierte a otro -el enfermo- en objeto, en cosa, y lotrata como a tal.

El facultativo es ,  por el contrario, un lado del procesomutuo o dual, una  parte de la díada psicoterapéutica y, porlo tanto, se halla tan envuelto en ella como el paciente, aun-que, por supuesto, de una manera d.iferente,

¿De qué manera? ¿Qué es lo que siente o experimenta elmédico en su comercio  psícoterapéntico? ¿Cómo se relacionacon BUS enfermos? ¿ ,Cómo responde a su llamado y cuál es su

 posición en el proceso?Son ésas las preguntas cuya res puesta trataremos de buscar

en estas páginas, creyendo así contribuir al entendimiento deun problema fundamental y a la edificación de una compren-sión mejor del fenómeno ter a péutico mismo.

HI Algunos puntos de vista actuales

Cada escuela,  por supuesto, y cada psicólogo, encara el problema de acuerdo con sus postulados teóricos y  presentaun intento de comprensión y explicación. Es necesario e

ilustrativo revisar algunos.

 El  peicoomáliei«  y la controiron sf erencia

Como hemos visto, bien pronto, en los círculos psicoana-líticos, se comprendió la trascendencia de los fenómenos afec-tivos en la  psicoterapia. Es conocida la versión freudiana deque una de esas reacciones emocionales es la que ocasionó ladefección de Breuer al comienzo de la ex ploración psicológicade los pacientes histéricos. Dice Freud que, durante el trata-miento de una. enferma, ella experimentó  por Breuer lo que

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luego se l lalharíu "amor de transferencia" y sugiere que esteepisodio, que el médico no supo manejar, influyó sobre élde tal manera que se decidió a abandonar ese camino < l e

estudio. 4

Freud, espíritu más abierto, más audaz y  penetrante, fuecapaz, no solamente de ver claro el significado de esa reacciónafectiva de sus pacientes, sino de aprovecharla eficazmenteen la teoría y en la  práctica.

Pero si la consideración de la "transferencia" se convirtióen uno de los temas principales y  básioos del psicoanálisis(testigo la abundantísima literatura  publicada i > ) , el otroaspecto de la relación emocional, la reacción del médico, hasido estudiada comparativamente muy poco y ello casi demanera exclusiva bajo el rubro de "contratransíerencia" 6 •

Es Freud también el primero que de ello se ocupa. En una

S. Freud: "Historia del Movimiento Psicoanalítico",Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, Vol. II,

 página 891:"Breuer disponía,  para el restablecimiento de los enfermos,

de un intensísimo rapport sugestivo, en e! que podemos ver precisamente el prototipo de aquello que nosotros denomina-mos 'transferencia'. Pues bien, tengo poderosas razones  parasospechar que, después de la supresión de todos los síntomas,hubo de descubrir Breuer, por nuevos indicios, la motivaciónsexual de dicha transferencia, escapándole, en cambio, lanatura.lesa general de tal fenómeno y viéndose así impulsadoa cortar el tratamiento",

1 Una visión de conjunto puede obtenerse con la lecturade los Anales del Congreso Internacional de Psicoterapia rea-lizado en Zurich, en 1954, que tuvo, precisamente, ese tema.(Acta Psuchotherapeutica, Vol. 2,  N°. 3/4, 1954; Vol. 3, N°. 1y el Suplemento al Vol. 3, 1955.)

3 Hemos tratado el asunto en C.A. Seguin, O. Valdivia,S. Zapata, L. Lau y C. Crisanto: "Contratransferencia yPsicoterapia Breve",  Rev. de  Psiquiatría  y  Psicotooia M édicade Europa  y  América Latina. Barcelona, Tomo III,  N ~ 2.Una revisión completa puede hallarse en W olstein H.:Countertransference, Grunne & Stratton, 1959. Este autortiene también una. interesante obra sobre transferencia.

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AMOR Y PSIGOTEHAPIA 1 7

conferencia pronunciada en el Segundo Congreso Psicoana-lítico privado, realizado en Nuremberg, en 1910, dijo 7 :

"Se nos ha hecho visible la 'transferencia recíproca'que surge en el médico bajo el influjo del enfermosobre su sentir inconsciente, y nos hallamos inclinadosa exigir, como norma general, el reconocimiento de esa'transferencia recíproca'  por el médico y su ven-cimiento".

Como se ve, el maestro es el que establece la tónica que lasinvestigaciones posteriores habían de seguir y lo hace usandotérminos cuya traducción me parece mucho más ajustada a larealidad: "transferencia recíproca" está más cerca de lo queocurre (y es más propio) que "eontratransferencía". A conti-nuación revisaremos, una vezmás, algunas de las definicionesque de este aspeto de la relación médico-paciente sé handado.

Annie Reich, en un "Panel sobre los problemas de la trans-ferencia y la contra transferencia" 8, definió este último fenó-meno como: "Todas las expresiones del uso del análisis porel analista con propósitos de actin g-out". En el mismo panel,Gitelson llamó oontra.transferencia': "Las reacciones defen-sivas de emergencia a las proyecciones del pacienteo defensascontra lo que el analista descubre de él mismo en el paciente".Por su parte, Mabel Cohenmanifestó:"Cuando, en la relaciónanalista-paciente, se produce angustia en el analista con elefecto de que la comunicaciónentre ambos es interferida poralguna alteración en la conducta, verbal o no, del analista,

la contratransferencia está presente". Clara Thompson 9 de-fine la contratransferencia como "la transferencia de afectosirracionalesde la personalidad del analista en su relación consus  pacientes".

Como se puede sospechar al leerestas definiciones,y muchas

7 Obras Completas, Vol. II, Madrid, Biblioteca Nueva,1948.

a Panel on Problems of Transf'erence and Countertrans-ference, Bull. of the Am. Psych. Ass., 1950.

9 C. Thompson: "Countertra.nsference", Samiksa, 1952~

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18 CARLOS ALBERTO SEGUIN

otrasque pueden hallarse en la literatura, se quiere englobarcm la palabra oontratransferencia una serie de hechos variados

y dispares.Así, Annie Reich, en el panel ya citado, menciona varias de

esas posibles ocurrencias: reacción ante la conducta del  pa-ciente; reacciones de acuerdo con el carácter del analista(gusto 0 disgusto hacia el paciente); reacciones al materialqueel  paciente trae y que  puede tocar un punto sensible delanalista; la sensación del terapeuta de querer jugar al mago,de mostr arse omnipotente ante su enfermo, y los resultados

 producidos  por una sublimación inadecuada o incompletaque se manifiesta durante el proceso analítico.

La misma autora, en otr o tr a bajo 10 diferencia dos clasesde reacciones: la primera se refiere al caso en el que una situa-ción específica moviliza impulsos inconscientes del analista

dirigidos hacia el  paciente o def ensas contra esos impulsos.Llama a ésta "transferencia aguda" en la que, en realidad,el paciente no es un . objeto,  sino un in st rumento, fr ente al otr ocaso en el que Ja situación analítica es usada  para ex presarlas dificultades permanentes del analista. Cree que, en estaocasión, se trata de una "tr ansfer encia crónica", la única quellamaría contratransferencia, y en la que el  paciente es unobjeto del analista,

Gitelson 11 hace también una difer encia entre las actitudesque considera beneficiosas, y que no estaría de acuerdo enllamar contratransferencia, curiosidad, simpatía, deseos deayudar, etc., y las reacciones al  paciente como un todo que,según él, representan residuos transferencialee neur ó ticos delmédico. Cohen, por su  parte 12, considera que las diferentes

maneras de reaccionar del analista ante el paciente, agrupadas bajo el nombre de contratr ansfer encia, son  producidas  bajoel in flujo de la angustia y  pueden, según ella, ser divididasen varios grupos : 1 ~ las res puestas a atributos reales o su pues . . .

rn A. R eich: "On Counter transíer ence", l nt er nat ionol Journal of  Psychoanaly sis, 1951.

11 M. Gitelson: "The Emotional Position of the Analystin the Psychoanalytic Situation",  Lniern; J. o.f  Psuch., 1952.

12 M. Cohen: "Ccuntertransíerence and Anxiety".  Psy-chiatry, 1952.

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tos del  paciente; 2°. actitudes estimuladas  por necesidadesinconscientesdel paciente o por explosiones súbitas de afectos

de éste; 3 ° . actitudes  producidas  por responder al pacientecomo si él fuera una persona importante en la vida del analistay 4 ° . actitudes que enfrentan al paciente, no como a un objetoreal, sino como una fuente de· gratificación de alguna nece-sidad inconsciente del analista. Para ella la situación analí-tica  puede dar origen a estas manifestaciones oontratransfe-renciales en tres casos:

1 ° . Cuando factores situacionales (algunos aspectos de lavida misma del analista o de la realidad) influyen en elmomento terapéutico; 2°, cuando ciertos problemas neuró-ticos no resueltos en el carácter del analista son los queactúan; y 3 ° , cuando se produce una comunicación de laangustia del paciente al analista.

Wiegert 13 establece que la contratransferencia está gran-demente determinada por las angustias excesivas ocultasdel paciente que tienden a despertar defensas típicas, comorespuesta, en el psicoterapeuta.Dice Wiegert que esas angus-tias se refieren  principalmente a la angustia de soledad, laangustia de impotencia y la de  pérdida de identidad. En el primer caso, el paciente, para combatirsu angustiade soledad,usa el mecanismo de la negación de la distancia, por ejemploen la histeria, y, entonces, produce en el analista angustia

 por la sensación, ya sea de ser absorbido o tragado  por el paciente en ese afán de acercamiento, o de ser llevado asentirse indispensable frente a él. Cuando es la angustia dela impotencia la que ocurre en el enfermo, éste la compensa

con la ilusión de tener poder o dominio, lo que se encontraría principalmente en las neurosis obsesivas. En estos casos elmédico siente angustia ante la hostilidad y la violencia yreacciona contratransferencialmente. Por último, ante la pérdida de Ja identidad, el paciente se defiende con retirada,aislamiento, ale jamiento,y produce en el médico tentativascontratransferencialesde indulgencia e identificación.

ra E. T. Vteigert: "Transfer ence and Countertrnnaíerencein Relation to Anxiety",  Acta P . " .yr ~ h.,  Psuchoeom, et Or-thopetl., 1954.

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20 ,CARúOS ALBE:RTO SEGUIN

Como· vemos, la gama de reacciones del analista frente asu enfermo es considerada enorme y  puede complicarse aún

más si tenemos, por ejemplo, en cuenta la observación deTauler 14 , quien, al hablar del entrenamiento de los psico-analistas, considera como contratransferencia, no solamenteactitudes irracionales y no constructivas del analista, sinotambién las del supervisor de este analista, ambos hacia el

 paciente, y, además, las reacciones del supervisor y el ana-lista entre ellos.

Es fácil ver en todo ésto, aparte de la vaguedad de losconceptos, la tendencia a considerar la llamada contratrans-ferencia como una reacción indeseable, un producto de ele-mentos residuales neuróticos en el psicoterapeuta y la mayor

 parte de los autores (hay algunas excepciones) manifiestansu preocupación por encontrar el modo de evitarla, ya que la

consideran un trastorno y un obstáculo  para el procesoterapéutico.Parece que creen aún que el psicoanalista "ideal" debe

ser una "pantalla en blanco" en la que se reflejaran los senti-mientos del analizado. Que ello es, obviamente, imposiblese comprende fácilmente si pensamos que siempre se ·esta-

 blece una relación interhumana en la que, como en todas,hay participación.

Desde los primeros estudios hasta los conceptos actualesse ha caminado un largo trecho y, poco a poco, a mi manerade ver erróneamente, se ha ido extendiendo la acepción decontratransferencia para englobar, no solamente lo que la

 palabra sugiere: los sentimientos que el psicoterapeuta trans-fiere al enfermo como consecuenciade los que éste le ha trans-ferido, sino todos los que el médico puede sentir por el paciente,sean los que fueren. De esta manera la idea se ha hecho con-fusa y, en la actualidad, es difícil saber a qué se refiere unautor cuando habla sobre "contratransferencia". En el tra-

 bajo antes citado hemos expresado nuestra opinión al res- pecto al decir que el médico experimenta ante su enfermotoda una serie de reacciones que deben tomarse muy en cuenta

14 E. S. Tauler: "Observations on CountertransferencePhenomena: the Supervisor-Therapist Relationship", Sa-miksa, 1952.

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y estudiarse cuidadosamente sin confundirlas, consciente oinconscientemente, en el vago 'calificativo de contratransfe-rencia que, al hacerse demasiado amplio, no significa ya nada.

La naturaleza de la relación médico-paciente vista desdeel punto de vista  psicoanalítico puede quizás comprendersemejor si, volviendo a Freud, consideramos cuáles son lasformas posibles que podría presentar.

Según el maestro, todo amor es amor sexual, pero esa pri-mitiva orientación puede ser bloqueada, y entonces el amorse convierte en "afecto". En las palabras freudianas, se tratade un "amor-inhibido-en-su-fin". Todos los sentimientos

 positivos que unen un ser humano a otro pueden, pues, serconsiderados en esa categoría. Dice Freud:

"El amor genital lleva a la formación de nuevasfamilias; el amor-inhibido-en-su-metalleva a amistades,que son culturalmente valiosas porque no tienen laslimitaciones del amor genital, por ejemplo, su exclu-sivismo" 15 •

¿Es amistad lo que el terapeuta siente por su enfermo?Eso parece desprenderse de lo citado, pero debemos, por ahora,dejar abierto el interrogante  para intentar una respuestaluego de las consideraciones que siguen.

 Mareno  y el "tele"

El plantea.miento deJ. Moreno debe ser también tomado encuenta. Para él, lo que une. a dos seres humanos es "tele".

"Tele ha sido definida -dice 16- como una expe-riencia interpersonal que se origina de contactos de

 persona a persona y de persona a objeto desde el naci-

15 S. Freud: "Civilization and its Discontents", Londres,The Hogard Press, 1930.

1 6 J. L; Moreno: Who shall survive?, Nueva York, BeaconHouse, 1953. lEdición castellana:  Los fundamentos de laeociomeiria, Buenos Aires, Paidós, 1962.]

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22 CARLOS ALBERTO SEGUIN

miento y que va desarrollando gradualmente un sentido  para las relaciones interpersonales".

Y17 :

"Se llama relación-tele a un complejo de senti-mientos que atrae a una  persona hacia otra y que esdespertado por los atributos reales -individuales ocolectivos- de esa otra persona".

Vemos aquí, en medio de la poca precisión del concepto,varias distinciones importantes. Ante todo, se trata de expe-riencias interpersonales en las que  participan plenamente losseres envueltos, sin establecer diferencias entre ellos, lo queya coloca este  planteamiento en un plano distinto del  psico-analítico.

Esa diferencia se acentúa si vemos que ese "complejo desentimientos" es "despertado  por los atributos reales" dela, otra  persona, lo que nos ale] a también de la noción  psico- ·

analítica en la que se pone énfasis en la irr ealidad de l a . rela-ción,  basada en la transfer encia.

 Natemos, por último, que se trata de atributos "indivi-duales o colectivos" y ello tiene fundamental importancia,como veremos más adelante, cuando entremos a un estudiomás detallado de todas las posibilidades de relación ínter-humana  positiva.

Hay algo en la definición de Mor eno, sin embargo, quedebe detenernos: la referencia, en el mismo nivel, a los "con-tactos de persona a  persona y  persona a objeto". Creo queesto descalifica grandemente el concepto. No puede, de nin-,guna manera, compararse la relación de hombre a hombrecon la relación de hombre a objeto sin perder lo esencial desu significado. Ello ha sido muy enérgicamente puesto de

manifiesto  por los existencialistas, como luego veremos.

 Las ideas de La-in Entralgo

En un libro interesantísimo 18 Lain Entralgo expone al-gunas ideas que mucho tienen que ver con el tópico. Si bien

1 1 .J. L. Moreno:  Psuchodrama ,  Nueva York, Vol. I.

Beacon House, 1946. [Edición castellana:  Peicodrama, BuenosAires, Horrné, 1961.] ·

is Lain Entralgo, P,:  Medicina , e  H istoria, Madrid, E E . 1 .,eorial, 1941.

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AMOR Y PSICOTE.RAPIA 2 3

su preocupación principales el estudio de la relación del médicocon el enfermo en el contexto general de su posición ante lahistoria, se refier e ,  por supuesto, a la psicoterapia y su signi-ficado humano. Dice:

"La psicoterapia está fundada en la intuición amo-rosa que el médico hace del destino a la vez propioy comunal del enfermo y e stá end er e z ad a a otorgarleconsuelo, consejo  y conducción por obra de la coexis-

t encia' '.

Para. me jor comprender este párrafo tenemos que referirnosa . consider aciones anterior es del autor sobre el sentimientoque une al médico con el enfermo en general: el "amorcreyente" 1 fl.

Trataré de sintetizar sus conceptos: existen var ias clases

de amor. Ante todo, el amor distant e,  por virtud del cual"admir amos objetivamente, 'distanciándolo', el objeto denuestro movimiento amor oso". Es la manera de "amar"un cuadro, un paisaj e, una melodía. Frente 9, éste se hallael amor inst ant e, que no puede sentirse sino por una persona, jamás  por una cosa. Se trata de "un penetr ar activo dentrode ella, no admirando el valor realizado ya, sino coejecutandocon ella actos valiosos, estando activamente dentro de ella,in-stándol o", Para Lain, sin embar go, "no se trata todavíadel amor en el sentido habitual de la.  palabra -la amistad,el amor filial, el sexual , etc+- sino meramente de algo quehace  posible luego la edificación de todos los amores posibleso de todos los odios". Para que el verdadero amor aparezca

se necesita que al amor instante se una la creencia. "La creen-cia - dice el autor- unida al 'amor instante', da todos lostipos posibles de lo que habitualmente se conoce con el nom-

 bre de amor personal".Lo llama "amor de revelación o amor creyente". Este amor

"consiste en una suerte de secr eta evidencia, por cuya virtudse nos revela intuitivamente la realidad de un destino comu-

1 9 Como veremos rnt~s adelante, Lain ha completado ymodificado en algo sus ideas ,

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24 CARuOS ALBERTO SEGUIN

nal (ein Geschick en el sentido de Heidegger) que codeter-mina nuestro singular y. auténtico destino. El amor creyentesupone el descubrimiento de un destino, de un co-destino

y su aceptación".Podemos ahora comprender a lo que se refiere al hablar,

en psicoterapia, de coexistencia. Se trata del "amor creyente"que el médico debe sentir por su enfermo y que le permitirácoexistir con él por un tiempo en un "destino comunal" y,así, ayudarlo.

Estas ideas nos recuerdan las de von Weizsacker, induda- blemente. Éste nos habla de una Weggenossenschaft, un com- pañerismo de camino (ha sido traducido, mal a mi manerade ver, como "camaradería itinerante") que es muy similaral destino comunal transitorio de Lain.

Pero nuestro autor se refiere a renglón seguido a "con-suelo, consejo y conducción" y, al explayarse acerca de esas

 palabras, dice algunas cosas que nos alejan inmediatamentede su punto de vista. Para él, el consuelo y el consejo debenconducir al enfermo hacia Dios o un "semidiós" y la "conduc-ción" implica la "obediencia del enfermo" al médico, quien"infiere las nuevas posibilidades en que debe transcurrir eldestino del enfermo, le esclarece sobre ellas mediante elconsejo y le compele a Eleguirl[j.s merced a su autoridad".Todo ello señala una psicoterapia enérgicamente directivaa la cual me he manifestado claramente opuesto.

 Los "modelos básicos" de la relación médico-enfermo

Estos conceptos de Lain Entralgo nos llevan a considerar

otros con ellos emparentados, aunque distintos en cuantoal punto de vista y a la amplitud del enfoque. Se trata delos expuestos  por Thomas Szasz y Marc Hollender 2º , quetrataré de presentar  brevemente:

2º Estas ideas fueron expuestas en "A Contribution tothe Philosophy of Medicine",  Am.  Med. Ass. Archives of Infernal Medicine. Vol. 97, mayo de 1956,y elaboradas enun artículo posterior: "The Doctor Patient Relationshipand its Historical Context", The  A.m. J. oj  Psych., Vol. 115, N°. 6. El cuadro está tomado de este último artículo.

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AMOR Y PSICOTEHAPIA

Para estos autores existen tres "modelos básicos" de rela-eión médico-paciente: actividad-pasividad, guía-cooperacióny  participación mutua.

En la primera el médico "hace algo por el enfermo", quiense mantiene completamente pasivo, como en los casos en losque sehalla inconsciente (anestesiado o en coma, por ejemplo)."El tratamiento - dicen los autores - tiene lugar sin teneren cuenta la contribución del paciente y sin consideracióndel resultado. He aquí un parecido entre el enfermo y un niñoindefenso,  por un lado, y entre el médico y un padre, por elotro".

El modelo siguiente se refierea las veces en que el enfermo,consciente pero necesitado, se dirige al médico en busca deayuda y se somete a é l . "Guía-cooperación-se nos explica- presupone que el médico dirá al paciente lo que debe hacer yque éste cumplirá las órdenes. Ambos, paciente y médico,son 'activos' y contribuyen a la relación y la principal dife-

rencia entre ellos se refiere a la situación y al poder". Estemodelo es similar a la relación de un padre y su hijo adoles-cente.

En la "participación mutua" 21 "ha desaparecido la supe-rioridad indiscutible e indiscutida del médico para ser sus-tituida por un entendimiento en el cual, según los autores,los  participantes tienen aproximadamente igual poder, sonmutuamente dependientes (se necesitan el uno al otro) yentran en una actividad que es, de alguna manera, satisfac-toria para ambos''.

Reproduzco el cuadro que sintetiza las ideas expuestas:

21  No creo que la elección de las palabras haya sidofeliz, puesto que "participación" lleva ya consigo la idea demutualidad. En castellano, "participar" es "tener parte enuna cosa; tocarle o corresponderle a uno algo de ella" (Aca-demia) y, en inglés, "participation" es "the act of sharingsomething with others; division into shares; companionship"(Webster).

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10)

 p..oo<:)

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AMOR Y PSICOTERAPIA 27

En relación con el tema que nos ocupa, indudablementeque es el últimomodelo el único que podemos tomar en cuenta.Sin embargo, como veremos con más detención luego, fa

"participación", la relación de adulto a adulto,  puede tomardiferentes formas y es dentro de ellas donde debemos haceruna cuidadosa distinción que nos permita comprender la parteque en esa  participación corresponde al médico,  parte quedebe, forzosamente, tener características especiales que no

 pueden, ni deben, desconocerse.

 La  posición "ob}etiva"

 No puedo terminar esta revisión sin referirme a . otro en~foque del asunto que ha sido descuidado hasta ahora.  Nuestrointerés se ha centrado en los autoresque trataron de compren-der lo que ocurría entre el médico y el  paciente valiéndosede los métodos "subjetivos;' de la  psicología. Existen,  porsupuesto, muchos otros que, magníficamente intencionados,han intentado objetivar el estudio, basándolo en datos con-cretos y en su manejo matemático.

Así, Fiedler 22  pidió a un conjunto de  psicoterapeutas suopinión acerca de lo que consideraban una "relación ideal"entre ellos y sus pacientes. Las respuestas, característicamente,no se refieren a  posiciones básicas, sino a situaciones más omenos definidas. He aquí algunas de las condiciones supuestasde esa "relación ideal":

-El psicoterapeuta es capaz de  participar completamenteen los sentimientos del paciente.

-Es capaz de comprenderlos.

~El psicoterapeuta no se aparta de la dirección que sigueel  pensamiento del  paciente.

-El tono de la voz del  psicoterapeuta trasmite su capa-cidad  para compartir los sentimientos de su paciente.

-El psicoterapeuta considera al paciente como un cola- borador en la solución de un problema común.

22 Fiedler, F.: "Quantitative Studies on the Therapisb'sRole 'I'owards their Patients".  Psychotherapy, Theory and

 Iiesearch,  Nueva York, O. Hobart Mowrer Ronald Press Co.,1953 ,

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-El psicoterapeuta trata al paciente como a un igual.Espero que la superficialidad de estos  puntos de vista

 pueda ser muy pronto apreciada, cuando entremos en un aná-lisis serio de hechos y posibilidades.

Leary desarrolla un elaborado sistema y hace un estudiodetenido de variables y  porcentajes 23• Coleman, Greenblatty Solomon se esfuerzan en ser más objetivos aún y miden elfuncionamientocardíaco del enfermo y del terapeuta durantela entrevista 24 , medidas que repiten Kanter y DiMascio,añadiendo la de la temperatura de la piel 25 • Desgraciada-mente, estos' estudios no han conducido a ningún resultadoapreciable, lo mismo que muchos otros, que sería largo enu-merar. Quiero, sí, detenerme en un plausible intento reciente-mente publicado por Snyder 26, que puedeservirnos demodelo.

El autor ha estudiado el proceso psicoterapéuticoenveinteestudiantes graduados de psicología, con una edad media

de 27.4 años, sometidos a tratamiento por él mismo.Después de cada entrevista, .tanto los pacientes como el psicólogo, llenaban una serie de cuestionarios registrando lasactitudes del sujeto ante el tratamiento y ante el terapeuta,así como las de éste en relación con su cliente y su apreciaciónde cómo reaccionaba ante él. Todo ello era acompañado delregistro  periódico de tests  psicológicos tanto del terapeutacomo de los sujetos.

Estos datos fueron procesados de tal manera que se obtu-vieron trece coeficientes más catorce subcoeficientes porcada enfermo y luego analizados por medio de la técnica Q,de la técnica de las eleccionesP, de correlacionestetracóricas,correlaciones de ordenación de Spearman, coeficiente phi

y análisis factorial.23 Leary, T.:  Interpersonal Diagnosis of  Personality,

 New York, Ronald Press, 1957.24 Coleman, R . , Greenblatt, M. y Solomon, H.: "Physio-

logical Evidence of Rapport during Psychotherapeutic In-terviews",  D 1 '. s. of the Ner. Sistem, Vol. XVII, 1956.

25 En Gottschalk, L.: Comparative Peucholinquistic  Ana-lysis of Two Psychotherapeutic Intervieios,  New York, Intern.Univ, Press, 1961.

2 1 3 Snyder, W.: The Psychotherapy Iielationehip, New York,The Macmillan Co., 1961.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 29

 No voy, por supuesto,a entrar enun estudio de lo obtenido,sino a concretarme a lo que el trabajo ofrece en relación connuestro tema: lo que el terapeuta siente por su enfermo.

Muy pobre es, en verdad. Apenas hallamos algo en loscapítulos finales y ello distorsionado  por la terminología.El autor habla de contratransferencia para referirse a todoslos sentimientos del terapeuta, y luego de un análisis mate-mático de los datos "objetivos" de diez entrevistas en cadacaso, concluye:

"En el caso de la contratransferencia, el terapeutasintió ambas formas,  positiva y negativa, hacia losveinte clientes. Las expresiones más comunes de laforma positiva fueron el ofrecer seguridad general yasegurar al cliente un afecto fuertemente positivo. Lasformas más comunes de contratrans'ferencia negativa

fueron una intermitente sensación de frustración ymolestia con el enfermoy el no estar de acuerdo con élde una manera abierta o encubierta. Hubo másexpresiones de contratransferencia positiva hacia losmejores clientes y más formas negativas hacia los peores. Los aspectos más profundamente sentidos dela contratransferencia fueron los sentimientos pa-ternales o imágenes hipnagógicas y sueños que elterapeuta tuvo acerca de catorce de sus cuentes.

Otras formas de expresión de contra transferencia positiva fueron el discutir con el cliente el carácterde los sentimientos  paternales o amistosos del psico-terapeuta hacia él, palmearleel hombro, lamentar queel tratamiento estuviera por terminar o experimentar

 piedad por un cliente con problemas. Otras formas decontratransferencia negativa, fueron el tener fantasíashostiles con el cliente, admitir sentimientos negativoshacia él, desear que el tratamiento terminara pronto ytener dificultades con el cliente fuera del tratamiento.Todas estas últimas expresiones de contratransferencia

 positiva o negativa no ocurrieron frecuentemente enlos casos de nuestra investigación.

La contratransferencia pudo cambiar de valenciaen cualquier caso particular y el terapeuta  pudo tam-

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3 0 :CARLOS ALBERTO SEGUIN

_  bién experimentar simultáneamente formas negativasy positivas haciaun mismo cliente".

He reproducido in extenso las conclusiones del interesantelibro de Snyder  porque creo que ilustran claramente las

dificultades delmétodo. El autor no nos habla, en realidad,de lo que siente (o trata de no hacerlo ya que no puede evitar,aquí y allá, el referirse a ello) sino de las manifestacionesexteriores (lo único,  por supuesto, medible de los sentimien-tos). Nos hallamos, entonces, frente a una serie de cosasaisladas que,  por más esfuerzos matemáticos que se hagan,no dejan de ser un conjunto de hechos sin sentido, sentidoque solamente puede serles adjudicado por el  propio sujetosi es capaz de una captación  subjetiva de lo que en él estáocurriendo. Si ello no se hace, o si se evita con el  propósitode mantenerse "objetivo", se llega, como en el caso que regis-

tramos, a un árido coleccionar coeficientes -que, si bien pueden ser titiles en un sentido, son completamenteinoperan-tes para nuestro propósito- o a afirmaciones como las queencontramos más de una vez en el libro de Snyder: "Larelación pcicoterapéuiica debe consistir, según nuestra defim:-

cion, en alguna  forma de relación matemática entre actitudes de

transjerencia  y contratranejerencia",

La revisión realizada no nos ha ofrecido, en realidad, resul-tados muy satisfactorios. Hallamos que todos los autores,cada uno desde un distinto punto de vista, concluyen quealguna forma de relación afectiva existe entre terapeuta y

 paciente,  pero no han sido capaces de decirnos, sino de una

manera muy vaga, de qué clase de relación se trata y, sobretodo, qué es lo que el  psicoterapeuta experimenta en su co-mercio con el paciente y cómo esa vivencia puede calificarse.

Creo que, si queremos avanzar en el camino, debemosvolver nuestra atención hacia otras posibilidades y que ellasnos serán ofrecidas  por el estudio de las diferentes formas enlas que un ser humano se relaciona o puede relacionarse, conotro. Es ese estudio el que intentaré a continuación.

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ACERCA DE l.AS RELACIONES AF'ECTIVAS RUMANA§

IJa gama de los sentimientos interpersonales se extiendeen un amplio espectro que va desde el odio hasta el amor. Susvariedades son infinitas e inconmensurables y todos los inten-tos explicativos han fracasado, como fracasan ante cualquierhecho esencialmente humano y, sobre todo, ante fenómenosafectivos. Parece que cualquier aproximamiento analizadortuviera como primer resultado la destrucción del fenómenomismo a analizar y,  por lo tanto, lo que queda ante el estu-dioso es apenas un conjunto de elementos dispares que, des-membrados e inarmónicos, se hallan muy lejos de la síntesisfeliz que les permitió ser.

 No intentaré, pues, ningún análisis. Prefiero un acercamientodirecto, libre de tendencias disyuntivas, y creo que ese acer-camiento puede sernos ofrecido por 1 : ) , fenomenología.

Luego del auge de las investigaciones "científicas" que pretendían aplicar al estudio del espíritu y la conducta hu-manos los métodos de la ciencia positiva, una franca reacciónse ha hecho presente, reacción que ha alcanzado importanciafundamental en los países europeos. Se vuelve a las nocionesfundamentales de aquellos filósofos y  psicólogos que, consi-derando el mundo anímico como completamente diferentedel mundo físico, sostienen que los sistemas que se usan conéxito magnífico  para el análisis de éste no pueden ser aplicadosal primero, cuyo estudio debe emprenderse con otra meto-dología.

 No entraré hoy en una consideración detenida. de estos puntos de vista] que he tratado en otro lugar 27,  pero creonecesario decir que, en mi opinión, si bien los procedimientoscientíficos positivos pueden aportar datos interesantes parael conocimiento de los fenómenos psicológicos humanos,ellos no excluyen, de ninguna manera, la necesidad de aplicar

21 Carlos Alberto Seguin:  Existencia l i smo  y  Peiquicüria,Buenos Aires, Editorial Paidós, 1960.

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otras modalidades de estudio que han probado su capacidad para ofrecernos importantes resultados.

Muchos estudios de la interrelación humana han sido em- prendidos por diferentes autores, en diferentes tiempos. Deentre ellos voy a referirme a los que más útiles pueden semos

 para nuestro propósito actual.

1 El punto de vista existencial

Quizás uno de los conceptos fundamentales de la psicología basada en el existencialismo es el de la relación interhumanacomo un fenómeno único 28•

El hombre es, esencialmente, un ser-en-el-mundo. Vivecreando su mundo y siendo creado por él, pero ese mundo(aparte del Eigenwelt, el de su propio conocimiento, que

dejaremos ahora) se distingue netamente en dos aspectos:el Umwelt o "mundo-alrededor" y el Mitwelt o "mundo-con".

El primero es el de los objetos o las cosas. Rodea al hombre,está allí y el ser humano debe vivir en él, pero no hacer de élsu. vida. El Umwelt es el mundo que el hombre tiene de comúncon los animales: es el mundo en el que ha sido arrojado, enel que se encuentra y en el que debe vivir, pero en el que nodebe hundirse ni con el que jamás debe permitir confusión.

Él Mitwelt,  por el contrario, es un mundo esencialmentehumano: el de su relación con los otros hombres, relaciónlibre y creadora, más allá de la causalidad o de las "leyescientíficas". Si el hombre convierte, o permite que sea con-vertido, el Mitwelt en Umwelt, es decir, si cosifica a los

seres humanos y no mantiene la diferencia esencial que debeexistir entre ambos en cuanto a su propia relación con ellos,está perdido porque ha renunciado a una de sus fundamenta-les características humanas.

Quiere decir, pues, que el hombre vive, no entre sus seme- jantes, sino con sus semejantes. ¿Cuáles son las característicasde esa relación?

He aquí un interrogante que todos los pensadores existen-

28 He estudiado estos puntos con mayor detención en: Existencialismo  y  Psiquia tría. 27 (Estas cifras remiten a lasnotas de este volumen.)

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AMOR · Y PSICOTEHAPIA 3 3

cialistas se han planteado sin, a mi parecer, haber halladorespuesta.

El problema se presenta de la siguiente manera: el hombredebemantener su autenticidad y su libertad, pero, al hacerlo,luchar contra su  propia característica de ser-en-el-mundo.Si se deja llevar, si, en algún momento, relaja la vigilanciadolorosa y aguda ele su libertad, está expuesto a caer en lamasa, en la existencia "inauténtica", en el "se"· anónimo yacéfalo. ¿Hay, para él, alguna forma de relacionarse con sussemejantes y, al mismo tiempo, preservar su patrimonio su- blime de autenticidad?

Si bien Jaspers noshabla de una "comunicación existencial"y el mismo Heidegger se refiere a un posible "auténtico-ser-con", la mayoría es extremadamente pesimista al respecto.Se trataría de un "encuentro existencial" en el que ambos

 participantes fueran capaces de unirse sin  perder nada de

su autenticidad ni de su libertad. Si eso es posible, es, a mimanera de ver, un hecho excepcional, una especie de reve-lación capaz de cambiar la vida de una manera definitiva.Ocurre solamente cuando la relación interhumana tiene unacualidadespecial y nosotros, seres humanos comunes, no somoscapaces de experimentar ese "encuentro" sino quizás enalguna única oportunidad, que muchos no hallaremos nuncaen la vida.

II Los conceptos de Binswanger

Binswanger, el estudioso de la  psicopatología existencial,

ha planteado las cosas de una manera algo distinta. Apar-tándose de las originales ideas de Heidegger, acepta variosmodos de existencia: el modo singular, el plural, el anónimoy el dual 29•

·

En el modo singular el hombre vive en relación esencialconsigo mismo y esa relación se refiere a la serie de formasconocidas, desde el autismo hasta el narcisismo. El modo

 plural es el del comercio en el nivel "social" de la vida. Es el

29 L. Binswanger: Grundf orrnenurul Erkennis menechlicheii Duseine, Zurich, Max Niehaus, 1942.

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mundo del "uno y el otro", de la lucha y la competencia. El· modo anónimo se presenta cuando el yo se confunde en laanon imidad, como el soldado en el ejército o el hombre enla masa.

Es el modo dual el que nos interesa. En é1 se realiza la ver-dadera relación humana. Se trata de la posibilidad, casi mila-grosa, de formar un nosotros sin destruir el Yo y el Tú. Existendiversas formas del modo dual, como existen distintas formasde amor o de parejas amorosas: madre e hijo, amigo y amigo,amante y amante, etc., y cada una de ellas tiene característicasespeciales. Volveremos sobre ello.

IH Martin Buber y la relaciérr Yo - Tú

El modo dual de la relación interhumana estudiado porBinswanger, nos acerca a las concepciones de Martín Buber.Si bien no se trata aquí de estudios psicológicos ni psicotera-

 péuticos sino, más bien, de especulaciones que lindan con lo poético y lo místico, las ideas del filósofo judío no pueden serignoradas cuando se trata de penetrar en la esencia del acer-camiento humano íntimo.

En un hermoso libro s e Buber nos dice que "para el hombre,el mundo tiene dos aspectos, según su actitud ante él". Esaactitud es la que señalan las "palabras primordiales" que noson, en realidad, sino "pares de vocablos". Una es Yo-Elloy la otra Y o-Tú.

"No hay un Yo en sí -dice el filósofo- sino una parte Yo de fa  palabra  primordial Yo-Tú y la  parteY o de la  palabra  primordial Y o-Ello",

Y luego:"El mundo pertenece, en cuanto a experiencia," a Ja

 palabra  primordial -Yo-Ello. La palabra primordialYo-Tú establece el mundo de la relación".

Esta, para Buber, es la verdadera relación humana, la quese distingue de la que podemos mantener con el mundo de las

30 M. Buber: !ch und Du, Leipzig, Inserverlag, 1923.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 35

cosas. "Cuando, ante un hombre que es Tú para mí, le digo la palabra primordialYo-Tú, él ya no es una cosa entre las cosas,

ni un compuesto de cosas".La relación Yo-Tú es inmediata. "Entre el Yo y el Tú nose interpone ningún sistema de ideas, ningún esquema yninguna previa imagen".

Y esa relación es básicamente amorosa. Pero hay diferentesclases de amor. Quiero reproducir extensamente los siguientes

 párrafos, que me  parecen indispensables  para comprenderla idea:

"Los sentimientos de Jesús hacia el poseso sondistintos de los que sentía por su bienamado discípulo, pero el amor es uno. Se 'tiene' sentimientos, pero elamor es un hecho que 'se produce'. IJOS sentimientosmoran en el hombre, pero el hombre mora en su amor.

 No es esto una metáfora; es una realidad. El amores un sentimiento que se une al Yo de tal maneraque el Tú es su 'contenido' u objeto. El amor estáentre el Yo y el Tú. Aquel que no sepa esto, y no losepa con todo su ser, no sabe del amor, aunque adju-dique al amor los sentimientos que experimenta, quegoza, que siente y que expresa. El amor es una accióncósmica. Para quien mora en el amor y contemplaen el amor, los hombres están libres de todo lo que loshace partes de la universal confusión. Malos y buenos,sabios e ignorantes, bel1os y feos, todos, uno luegode otro, se vuelven reales ante sus ojos, se vuelvenotros tantos Tú, es decir, seres liberados, únicos; losve uno a uno, frente a frente. De vez en cuando, de

una manera maravillosa, surge una presencia exclusivay entonces puedo ayudar, curar, educar, elevar, liberar 31 ".

¿Es la relación Yo-Tú la que encontramos en psicoterapia?¿Son éstos los sentimientos que unen al médico y su paciente?Ciertamente que algunas de las características mencionadasnos acercan a ello y, ciertamente, estamos otra vez ante una palabra que ya hemos hallado en repetidas oportunidades:amor.

 ª 1 Subrayado por el autor (C. A. S.).

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36 . tCARLOS ALBERTO SEGUIN

IV El amor - por - el .. Ser de Maslow

Abraham Maslow, en una serie de trabajos, nos presentaalgunas ideas originales que tienen directa relación con eltópico de nuestro interés y a las que quiero referirme.

Maslow distingue dos clases de amor: el "amor de nece-sidad" y el que no nace de necesidad alguna  perentoria.El primero, al que llama amor-D (D-love), es producido porla urgencia de remediar un déficit. "Es, dice 32 , un hueco quedebe ser llenado, un vacío en el que el amor es vertido". Elser humanonecesita de este amor como necesita del alimento."El hambre de amor, confirma, es una enfermedad defici-citaría, como el hambre de sal o la avitaminosis". Esta clasedeamores, pues, egoísta y egocéntrico y no puede compararsecon la otra forma, el amor-S (B-love) o amor al Ser, que no

se origina en la necesidad de recibir, sino, más bien, en la,superior y no egoísta, capacidad de dar.Maslow enumera algunas características del amor-S y

creo que vale la pena reproducir in extenso los párrafoscorres- pondientes:

"l. El amor-S es bienvenido a la consciencia y com- pletamente disfrutado. Puesto que no es posesivo y proviene de la admiración más que de la necesidad,no  produce trastornos y es siempre dispensador de

 placer.2. No puede ser nunca saciado; puede ser disfru-

tado inacabablemente. Generalmente crece en lugarde desaparecer. Es intrínsecamente  placentero. Esfin más que medio.

3. La experiencia del amor-S es descrita a menudocomo siendo igual y teniendo los mismos efectos quela experiencia estética o la experiencia mística.

4. Los efectos terapéuticos y  psicagógicos delexperimentar el amor-S son muy profundos y extensos.Son parecidos a los efectos caracterológicos del amorrelativamente puro de una madre sana por su hijo o el

32 A. Maslow: Toward a  Psychology of  Beinq,  New York,D. van  Nostrand Co., 1962.

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amor perfecto de su Dios que han descrito algunosmísticos.

5. El amor-S es, sin sombra de duda, una ex perien-cia subjetiva más rica, 'más alta', más valiosa que elamor-D (que todos los amantes-S han ex perimentado

 previamente). Esta  preferencia ha sido también comu-nicada  por mis sujetos más viejos) muchos de los cualesexperimentan ambas formas de amor simultánea-mente en combinaciones variadas.

6. El amor-D  puede ser satisfecho. El concepto de'satisfacción' (gratification) difícilmente  puede seraplicado al amor que s e siente por lo admirable oamable de otr a  persona.

7. En el amor -S hay un mínimo de angustia-hos-tilidad. Para todos los  propósitos humanos prácticos,

 pueden estos sentimientos ser considerados ausentes.

 Puede ha ber, por supuesto, angustia-por-el-otro. Enel amor-D debe siempre contarse con algún grado deangustia-hostilidad.

8. Los amantes-S son más independientes el unodel otro, más autónomos, menos celosos y temerosos,menos necesitados, más individuales, más desintere-sados, pero también, simultáneamente, más listos  para

.ayudar al otro hacia la autoactualización 33, más orgu-llosos de sus triunfos, más altruistas, generosos yalentadores.

9. La más verdadera, la más  penetrante  percep-ción del otro es hecha  posible por el amor-S, que estanto una reacción cognitiva, como una reacción

emocional-conativa, como he insistido ya. Es esto

33 "Autoactualización -dice Maslow (op, cit.,  pági-na 184)- se define de varias maneras, pero es  perceptibleun núcleo sólido de concordancia. Todas las definicionesaceptan o implican: (a) aceptación y expresión del núcleo ínti-mo del ser (self), por ejemplo, actualización de esas capaci-dades y  potencialidades latentes, 'completo funcionamiento',disponibilidad de la esencia humana y personal; (b) todasimplican la  presencia mínima de enfermedad, neurosis, psico-sis o  pérdida o disminución de las capacidades personalesy humanas".

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tan impresionante, y tan a menudo demostrado porla experiencia posterior de los demás, que, lejos deaceptar el lugar común de que el amor es ciego, estoymás y más inclinado a pensar que loopuesto es la verdad,que el no amar es lo que nos hace ciegos. ·

10. Finalmente, puedo decir que el amor-S, en unsentido profundo pero demostrable, crea al amado. Leda una imagen de sí mismo, le da autoaceptacíón, unsentimiento de ser merecedor de amor y respeto, todolo cual le permite crecer. Es una pregunta justificadala de si el desarrollo completo , de un ser humanoes posible sin él'1•

He citado tan largamente estas ideas porque creo que soninteresantísimas para nuestro propósito. Como hemos visto,algunos de los párrafos parecen haber sido escritos descri-

 biendo la experiencia psicoterapéutica. Debemos repetirnosla pregunta: ¿Es amor-S lo que el psicoterapeuta siente porsu paciente? Y debemos remitir nuevamente la respuestaa capítulos posteriores.

V El amor según Frorrrm

Erich Fromm, en un libro en el que sistematiza alrededordel tema ideas expuestas a lo largo de toda su obra 34, exroneconceptos interesantes, de los que voy solamente a referirmea los que tienen que ver con nuestro estudio.

"El amor -dice- no es esencialmente una relacióncon una persona específica; es una actitud, una orienta-ción del carácter que determina el tipo de relación deuna persona con el mundo como totalidad, no conun 'objeto' amoroso. Si una persona ama sólo a otray es indiferente al resto de sus, semejantes, su amorno es amor, sino una relación simbiótica, o un_ . . .ego-tismo ampliado".

34 E. Fromm:  El arle d e amar  , Buenos Aires, Paidos, 1962.

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Sin embargo, "decir que el amor es una orientaciónque se refiere a todos y no a , uno no implica la idea deque no hay diferencias entre los distintos tipos de amor,

que dependen de la clase de objeto que se ama".

Fromm distingue, pues, diferentes "tipos de amor": elamor fraternal, el amor materno, el amor erótico, el amor a .sí

mismo y el amor et  D 1 :0 3 . De ellos nos interesa, naturalmente,el primero, del que dice el autor que es "la, clase más funda-mental de amor, básica en todos los tipos de amor".

Es el amor que sentimos por todos los hombres y se  basaen una "relación central", es decir, aquella que, más allá delas diferencias superficiales, se dirige al núcleo de la esenciahumana en el que "percibe nuestra identidad, el hecho denuestra hermandad". Es, por lo tanto, "amor entre iguales"y en el que, el hecho de "ayudar" al otro, no significa "que unosea desvalido y otro  poderoso". "La desvalidez -diceFromm-e- es una condición transitoria; la capacidad de pa-rarse y caminar sobre los propios pies es común y  perma-nente".

Vemos cómo este amor fraternal de Fromm tiene muchoscaracteres que son comunes con el sentimiento que el psico-terapeuta  puede sentir al ayudar a su paciente. ¿Puedeidentificarse con él? Ya lo veremos.

VI La obra ü,e Sch:ele1·

Si  bien los puntos de vista revisados nos ofrecen conceptosinteresantes y sugerencias fructíferas, quizás necesitemosdetenernos más en el estudio de todas las distintas  posibili-dades de relación interhumana, para  poder luego distinguirentre ellas la o las que se refieran a lo que el psicoterapeutasiente por su enfermo.

Para ello, renunciando a la tarea, destinada al fracaso por imposible, de revisar lo mucho que al respecto se ha es-crito, me referiré a, dos obras que considero fundamentalesy que, en realidad, resumen magistralmente lo conocido:una es ya clásica, la de ScheleÍ·; otra acaba de aparecer, lade Lain Entralgo.

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40 1CARLOS ALBERTO SEGUIN

En 19H5 Max Scheler publicó  Zttr Phiinomenoloqie und'I'heorie der Syrnpatldegefühle urul von Liebe urul Hass

(Sobre la fenomenología y teoría de los sentimientosde sim- patía y sobre el amor y el odio), ensayo en el que exponía susideas que, desde entonces, han tenido poderosa influenciaen el  pensamiento occidental. En 192a, con el nombre delVessen und  Formen. der Sumpathie, aparece un libro quereúne esos puntos de vista y los presenta en forma definitiva.Todo intento de acercarse a la realidad de la relación entrehombre y hombre debe partir de ellos. Es lo que haré a conti-nuación, dejando, sin embargo, constancia de que, si en las

 páginas que siguen hay una referencia directa a las ideas deScheler, no me ceñiré siempre a ellas, sino, más bien, usarélascomo trampolín para consideraciones que  parezcan pertinen-tes. 35

 La relación ajectiva interhumana

Existe una serie de movimientos afectivos que pueden unira dos seres humanos. Consideraré, para nuestros propósitos,seis de ellos: a) el contagio de sentimientos; b) la unificaciónafectiva; e) el "sentir-con-el-otro": d) el "vivir-del-otro"

e) la simpatía y f) el amor.

El contagio afectivo

Me hallo triste  por una razón cualquiera o estoy cansado

y, por ello, "desganado", "sin ánimo", pero me encuentrocon un amigo alegre, "ocurrente", "chistoso", y al cabo de poco t.empo, mi humor ha variado y se ha puesto a tono conel de mi compañero. Me he "contagiado" de su alegría y jocundia.

Estudiemos las característicasde este fenómeno. Ante todo,se trata de una reacción involuntaria, espontánea e incons-

35 Las referencias de este capítulo tienen por  base latraducción española de José Gaos:  Esencia  y  Formas de laSimpatía, Buenos Aires, Losada, 1957, 3a. ed.

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ciente. Involuntaria porque mi cambio no ha sido producido,de ninguna :manera, por mi voluntad. Es verdad que, luegode varias experiencias parecidas,  puedo  buscar deliberada-

mente a mi amigo para repetir lo ocurrido; pero, en este caso,estoy usando voluntariamente un fenómeno que transcurremás allá de mi voluntad.

Es,  por otra parte, espontáneo; se produce sin intencióndemi  parte y, muchas veces , quizás en contra de mi intención,y es inconsciente en el sentido de que desconozco lo que está pasando.  Naturalmente que luego puedo reflexionar y com- prender lo ocurrido,  pero ello es solamente como un  procesointelectual a posteriori, no como una característica del hechomismo.

En otras palabras: experimento una emoción sin ser cons-ciente de que se ha originado en otra  persona y, cuestión im-

 portante, la experimento como mí a  propia. Quiere ésto decirque no hay la consciencia de que su origen se halla en otroser del que me he "contagiado".

Prueba clara de esto último es que ese contagio puede ser producido, no solamente por un ser humano, sino por un am- biente: buscamos un club o una fiesta "para alegrarnos" oevitamos un lugar sórdido porque "nos deprime".

La car acterística  principal de este fenómeno r eside, a miver, en su impersonalidad. Lo que actúa sobr e nosotros noes una  persona, sino un sentimiento. La  persona es apenasun vehículo sin importancia fundamental y el sentimientoes casi un estado afectivo "aislado". No necesitamos conocer,al ser contagiados, nada acerca de los motivos de nuestrointerlocutor y  podem. s ignorarlo completamente como serhumano. Se trata de la .accióu de afectos "deshumanizados"

que actúan como tales l V I uchas veces experimentamos e lcambio de nuestro humor y no sabemos siquiera  por quéha sido producido.

Si elo es así, fácilmente podemos comprender que el con-tagio afectivo no tiene nada que ver con los sentimientos queel psicoterapeuta puede tener hacia su paciente. Ante todo

 porque, en el contagio, no se trata de una verdadera relacióninterhumana en la que hubiera  participación, como cuandoenfrentamos los sentimientos de un seme jante y  podemossentir compasión, es decir, con-padecer con él, lo que significa

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que somos conscientes del sufrimiento ajeno (si de sufrimientose trata) y que ca-sufrimos a su lado. Nada de eso ocurre enel contagio, ya que no somos conscientes, o no necesitamos

serlo, del estado ·afectivo de nuestro compañero y,  por lotanto, no podemos co-sufrir o co-gozar. Los sentimientoscontagiados los experimentamos directamente como nuestrosy eso excluye toda  posibilidad de intercambio emocional yde verdadera relación humana.

Es más: el contagio afectivo parece ser, no solamente dis-tinto, sino opuesto al ce-sentimiento, tanto, que no podemos

 participar de una emoción si estamos contagiados de ella, y, por otra parte, si, ·en algún momento, fuéramos capaces dehacerlo, el contagio disminuiría o desaparecería.

 Nada más lejos, por lo tanto, de la relación  psicotera- péutica que el contagio de sentimientos.

 La unificacián. af'ectiua

Este fenómeno puede considerarse, en realidad, una exage-ración del anterior, pero ofrece ciertas características propiasque lo delimitan. Lo hallamos en diversas oportunidadesde las que vamos a reseñar algunas.

Quizás la más típica es la que se encuentra en los niñosdurante el "juego". Singularizo esta  palabra porque dicho

 juego no es, realmente, tal. El juego del adulto se caracteriza porque el hombre que juega es ca paz de mantenerse siempreen una doble esfera: como ser adaptado a su realidad y como"jugador". En esta última  posición puede, acaso, proyec-tarse hacia los personajes del juego y, de esa manera, "entrar"afectivamente en el proceso, pero se mantiene siempre comoindividuo separado de ellos y en contacto con  su realidad.El niño, por el contrario, "se toma en serio" _ Jo que ocurre;no "juega" sino que es de tal manera arrebatado por el dramaque él mismo ha iniciado, que se identifica con sus personajesy vive la vida de ellos en toda su plenitud.

Cosa similar ocurre en el teatro. El adulto, aun en los mo-mentos más "emocionantes", no pierde, salvo excepciones,su individualidad, mientras que el niño es capaz de "entrar"en el juego escénicoy vivir con los personajes con los que  se

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A.:MOR Y PSICOTERAPIA 43

halla identificado. Se trata,  pues, de una completa unificaciónafectiva.

Casos similares se encuentran en los  primitivos y en los

místicos que se aúnan también completamente con los dioseso los personajes míticos. No insistiré sobre este tema, pero sí quiero· hacer notar su

 parentesco con algunos fenómenos interesantes: Uno de elloses la hipnosis. Si bien en la mayoría de los casos se trata deuna fuerte influencia sugestiva, en otros puede llegar se a latotal unificación, de tal manera que el hipnotizado pierde suindividualidad y, al identificarse con el hipnotizador, esuno con él.

Cercanos a los fenómenos de la hipnosis se hallan los de la psicología de las masas -en las que existe también una im- portante identificación afectiva que ex plica muchas de lascaracterísticas en ellas señaladas- y la  psicopatología decasos de histeria colectiva, tan  bien descritos en el pasado,así como el fenómeno, muy cercano, de la "posesión".

Hechos afines encontramos en otras dos instancias en lasque la individualidad desaparece: el éxtasis sexual, duranteel coito, y la relación madre-hijo que, en algunos casos, tomalos caracteres claros de unificación afectiva tal como lahemos descrito.

Si tratamos de descubrir las características calificadorasde todos estos fenómenos, encontramos, fundamentalmente,las que hemos hallado también en el contagio afectivo: sonellos inconscientes y automáticos y  pertenecen, a , mi parecer,además, al grupo de los fenómenos reqresinos. En el primitivo,en el niño, no se trata, por supuesto, de tal regresión, sino de unamanifestación "normal" de estructuras psicológicas caracte-

rísticas; pero, en los demás casos, es posible hallar una expli-cación en ese fenómeno de vuelta hacia atrás, de recurrenciaa mecanismos y  posibilidades perdidas en el curso de laevolución psicológica humana.

De todas maneras, no me " inter esa, en este momento,intentar ninguna explicación, sino ver si este caso de inter-relación tiene importancia frente a los sentimientos del  paico-

. terapeuta.La respuesta, aún más enfáticamentelque en el anterior,

es negativa. El psicoterapeuta no puede, ni debe, en ningún

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momento, unificarse afectivamente con su paciente ni, porsupuesto, identificarse con él. Una reacción de tal clase loinutilizaría como terapeuta y traicionaría la esencia mismade su actividad.

 El  sentir-con-el-otro

He aquí un fenómeno similar, pero, sin embargo, distinto.En este caso dos personas experimenian. una misma  y únicaemoción.  No se trata de que uno de ellos la viva y el otro,sabiendo de esa vivencia, la sienta también; no se trata deque exista com-pasión. Por el contrario, sin ser conscientesde la emoción del otro, la ex perimentan juntos  porque setrata deun sentimiento vivido por dos personas. El sentimientono es ajeno y, por lo tanto, no existe en el otro como una cosa

- diferente; el sentimiento es nuestro y solamente un tercero puede objetivarlo como vuestro dolor o vuestra alegría. Natu-talmente que esto se produce solamente cuando un aconte-cimiento conmueve igualmente a ambos seres, que lo viven-cian como si fueran uno solo.

Se trata,  pues, de un acercamiento afectivo límite, quizásaún mayor que la identificación y reservado a pocas ocasionesen la vida. No puede equipararse, de ninguna manera, a larelación médico-paciente en psicoterapia, ni lo que se experi-menta tiene comparación con lo que el terapeuta vive encontacto con sus enfermos.

 El "vivir-del-otro"

Un distinto tipo de comportamiento afectivo es el que lla-maré "vivir-del-otro". Se trata, en este caso, de aquellosindividuos que, atados a los demás por razones varias quetrataré de precisar más adelante, no viven su propia vida. Suexistencia psicológica, y sobre todo afectiva, depende de loque los demás piensen o sientan respecto a ellos. Es la imagenque se tenga de su persona la que determina Inrealidad psico-lógica de ella y su talante varía según la manera cómo creenque se los juzga. Así, su humor es alegre cuando se han sen-

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AMOR Y PSICOTERAP1A 45

tidó  bien ante los otros y esa euforia se desvanece si "hanestado mal". Su vida afectiva toda se desarrolla, pues, de

acuerdo con lo que "los demás" quieren o esperan de ellos.Se trata de los "espectaculares", los histéricos, los  parásitosafectivos, que no tienen vida emocional  propia y que son,en realidad, imágenes especulares de lo que los otros desean,esperan o imponen.

 No creo necesario hacer hincapié en que este modo de liga-zón afectiva no es, ni puede ser, relacionado con el del médicofrente a su paciente en  psicoterapia.

 La simpatía

Entramos, con el estudio de la simpatía, en un campocompletamente diferente y vale la pena que establezcamosclaramente esa distinción, que es fundamental.

Los sentimientos a que nos hemos referido hasta ahoratienen todos como características comunes y definidoras:l.  No hay consciencia clara de lo que está pasando; 2. Faltala intencionalidad.

La primera es constante.  Ni en el contagio ni en la unifi-cación afectivas, en el sentir-con-el-otro o el vivir-del-otrose tiene clara consciencia de que: a) hay alguien que experi-menta una emoción o un sentimiento y b)  yo  participo, enuna forma u otra, de ese sentimiento ajeno. Cada uno deesos movimientos afectivos aparece sin comprensión de loque está ocurriendo y esa comprensión, por otra parte, noes necesaria.

En el contagio afectivo el cambio del humor, la apariciónde un afecto positivo o negativo, se produce sin que se seanecesariamente consciente de que un afecto similar existeen otro y de que el afecto propio ha sido tomado, en algunaforma, de aquél. En la unificación hay, como hemos visto,una identificación y dicha identificación hace, por supuesto,imposible toda consciencia del otro, que yano existe, en reali-dad,  puesto que con él somos uno. ·

En el sentir-con-los-otros se trata de algo similar. No hayclaridad de co-sontir,  puesto que el sentimiento no es com-

 partido, sino que es uno, experimentado con iguales caracte-

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46 ¡CARLOS ALBERTO SEGUlN

rísticas por los dos seres que lo viven sin consciencia de defí-renciación.

En lo que he llamado vivir-de-los-otros no se presenta tam- poco ni clara comprensión de lo que ocurre ni, por supuesto,d~l papel del "otro" en la determinación de las propias vi-vencia~ afectivas.

Puede irse mas allá y analizar un aspecto que creo impor-tante: las características del "otro" en cada uno de estosfenómenos.

En el contagio, como ya anticipara, ese otro, como indi-viduo, no tiene relevancia, no juega papel personal de ningunaclase. Lo que produce la experiencia emocional es el ajecto

y no la persona. Ya hemos visto que esa persona no es siquieranecesaria en algunos casos. En la unificación afectiva el otrodebe existir, pero no como individuo, no como ser con carac-

terísticas  personales propias. El alguien con el que nos iden-tificamos es tal, no por él mismo, sino por un conjunto decircunstancias que, en ese momento, lo han hecho centrohacia el cual convergenuestra corriente afectiva. El primitivo,el niño, el histérico, el hipnotizado, el hombre de la masa,el poseso, no experimentan la unificación con él , es decir, conun ser individual e incambiable, sino más bien con lo queese ser representa en el momento.

En el sentir-con-los-otros, el otro, prácticamente, no existeen relación con la vivencia afectiva; la experimenta con noso-tros pero su categoría de otro ha desaparecido, y, por lo tanto,su individualidad no cuenta.

Cuando se trata del vivir-de-los-otros,ese mismo fenómenoes fácilmente observable. No es una persona, perfectamentedefinida. como tal, la que tiene importancia, sino "los otros",en toda la vaguedad indiferenciada de "la opinión".

Todo esto en cuanto a lo que se refiere a la noción de que"hay alguien que experimenta una emocióno un sentimiento".La segunda parte es de similar importancia: "Yo  participo,en una forma u otra, en ese sentimiento ajeno".

Visto lo anterior comprenderemos fácilmente que tal vi-vencia no existe tampoco en ninguna ·de las instancias estu-diadas, ya que su aparición necesita: a) consciencia de mi yocomo diferente y autónomo y b) consciencia de ese yo parti-cipando, co-sintiendo con otro yo.

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 No creo necesario insistir en las características de lascuatro formas de experiencia afectiva estudiadas, ya que es

obvio que en ninguna de ellas se cumplen esas condiciones.El segundo de los hechos señalados, la  falta de intencio-nalidad,  puede decirse que representa un aspecto de lo ante-riormente estudiado. No existen, en ningún momento, ni enel contagio, ni en la unificación, ni en el sentir-con-los-otros,ni en vivir-de-los-otros, las características del proceso inten-cional, que,  por otra  parte, es imposible en la poca claridadconsciente que, como hemos visto, los califica. La intencio-nalidad requiereconscienciación de metasy propósitos y direc-ción hacia ellos, cosas imposibles en los casos descritos, preci-samente por sus propias característicasfenomenológicas.

Con la simpatía, como dijera, entramos, pues, en un campototalmente diferente, diferente  porque en él encontramos loopuesto a lo que acabamos de revisar.

En la simpatía 38  propiamente dicha se distinguen ciertascaracterísticas que estudiaremos a continuación.

36 Quizás sea necesario detenernos un momento en undetalle que puede ser importante. Hay una diferencia no-table entre el significado de la palabra simpatui en las lenguasalemana e inglesa y el que se adjudica, si no académicamenteen el lenguaje consuetudinario, en los países de habla espa-ñola, y especialmente en los latinoamericanos.

Sabemos bien que simpatía tiene su origen en el latín simpathia y éste en el griego  sympátheia, de  pa thoe, derivadode la raíz  pa th,  padecer, sufrir y  sun, que cambia la n finalen m delante de p y que, como se sabe, significa con. Es, pues,

el sufrir-con; el sintonizar, en alguna forma, los propios senti-mientos con los del prójimo.Esta clara acepción ha sido cambiada, sin embargo, en

algunos países latinoamericanos. En ellos, "tener simpatía","simpatizar", es casi sinónimo de apreciar, aprobar una  per-sona, gustar de ella. "Me es simpático", "me cae simpático"se dice en el sentido de "me gusta", "siento inclinación haciaél". Creo necesario aclarar que todo lo que sigue se refiere,

 por supuesto, al significado primigenio y auténtico de la pa-labra, ya que esta aclaración evitará mal entendidos, sobretodo en lo que tendré que decir respecto a la posibilidad deamar sin simpatizar, cosa incomprensible si se piensa en laacepción coloquial a la que me he referido.

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Ante todo debemos considerar la  precisa toma de cons-ciencia del existir del otro y su concomitante condición: la

consciencia del yo propio. En la simpatía ambos fenómenosse dan claramente y son importantísimos. Cuando simpati-zamos con alguien,  participamos de sus sentimientos, peroesa participación tiene caracteres bien definidos. Ya el hechomismo de "participar"  señala la existencia de otro ser di stinto-que nos ofrece la posibilidad de ese con-partir- y la claraexistencia de mi  yo, que participa. Pero hay algo más. No setrata de que el estado afectivo del otro pase o emigrehacianosotros, ni aún de que cree o produzca en nosotros un afectoigual; no se trata de que experimentemos como nuestro elafecto "inductor". No; hay una consciencia clara de un senti-miento ajeno que ce-sentimos como tal y no como nuestro,lo que quiere decir que tal afecto no se ha "trasladado" anosotros, ni nosha "infectado" o, de alguna manera, producidoen nuestro yo un afecto similar, sino que, manteniendo clarala consciencia de que es un padecer ajeno, padecemos conél. Para ello no debemossentir un afecto parecido, alegrarnoscon su alegría o entristecernos con su tristeza, sino co-gozaro co-sufrir.

Todo esto significa, ante todo, una consciencia precisa delvalor del prójimo, de su valor individual e intransferibley denuestra relación con él; significa también la posibilidad desalir de nosotros mismos, de trascender nuestro yo hacia elyo del prójimo con el que simpatizamos .

Otra caracter ística importante de la simpatía es que  set r  ata de 'Una reacción, lo que quiere decir que no es es pontánea.

 No actuamos, sino que reaccionamos ante estímulos precisos

y determinados por nuestra organización psicológica y lascircunstancias ambientales.

Resumiendo lo hasta ahora expuesto,'podomos decir queen la simpatía la persona que sufre o goza se halla muy  pre-sente ante nosotros; somos conscientes de su individualidad;su sufrimiento (si de e1lo se· trata) y nuestro co-sufrimientoson dos fenómenos diferentes y hay real coro-pasión. DiceScheler ; 35

"Es, en efecto, un  sentir el sentimiento ajeno, noun mero saber de él o simplemente un juicio que dice

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AMOR Y PSICOTERAPIA 49

que el prójimo tiene tal sentimiento; pero no es vivirel sentimiento real como un estado propio; al vivir lomismo que otro aprehendemos afectivamente ademásla cualidad del sentimiento ajeno sin que éste trans-migre a nosotros o engendre en nosotros un sentí-miento real idéntico".

Ahora bien, - la simpatía, así comprendida, es la que máscerca se halla de lo que creemos que el psiooterapeuta sientehacia su enfermo, pero debemos  preguntarnos: ¿qué relaciónexiste entre la simpatía y el amor? Es lo que trataré de ana-lizar a continuación.

El amor

Hasta aquí nos hemos referido a los diferentes sentimientosque unen a los seres humanos y hemos tratado de fijar clara-mente sus similaridades y sus diferencias. Pasamos ahoraa considerar un fenómeno psicológico que, si bien perteneceal grupo de los que establecen un lazo positivo entre los hom-

 bree, no puede asimilarse a los demás. Se trata del amor.Salta a la vista que el amor posee características similares

a las de la simpatía: es, como ella, una relación  positiva en laque es necesaria la clara y precisa existencia del prójimo comoindividualidad distinta y ajena, pero, a diferencia de la sim-

 patía, esencialmente reactiva, el amor es espontáneo y libre.Esta libertad y espontaneidad de] amor es importante

 porque no solamente lo diferencia de la simpatía, sino de

todos los sentimientos con carácter reactivo. Bien sabemoscómo se confunde -y debe distinguirse- el amor con lo quese ha llamado "infatuación", "deslumbramiento", "hechizo","fascinación". En estos casos se trata de una forma de envol-vimiento emocional ciego e involuntario fundamentalmentedistinto. Rabindranath Tagore ha expresado·  bellamente ladistancia entre estas dos clases de relación interhumana enel siguiente fragmento: a;

37 En Scheler. op. eii., pág. 98.

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50 CARLOS ALBERTO SEGUIN

"!Líbrame de los brazos de tu dulzura,amor! No más de este vino de los besos.Esta nube de pesado incienso sofoca mi corazón,Abre las puertas, haz lugar a la luz de la mañana.Estoy  perdido en tí, preso en los brazos de tu ternura.Líbrame de tu .hechizo y devuélveme el valor de

[ofrecerte mi corazón en libertad".

Y, si el amor es libre y espontáneo,  presenta, además, otracaracterística diferencial a tomar en cuenta:su dirección haciavalores. El amor está en relación con los valores del objetoamado de una manera única, ya que se orienta hacia los que"están,  pero no son". Esta afirmación, por supuesto, nece-sita ser ex plicada. El amor, si bien dirigido a los valores delobjeto amado, lo está hacia los qué en él  pueden estimularse

más que hada los que se manifiestan ya. Es, pues, así, un "moví-miento"; una aspiración, una acción que conducen a la reali-zación de valores más altos, que se hallan allí, pero que no semuestr an aún. Así, pues, si el amor está dirigido fundamental-mente hacia valores, no debe confundirse con la simpatía,dirigida hacia sentimientos. Podernos simpatizar con una

 per sona sin amarla y aun amar cuando la simpatía, tal comola hemos definido, es imposible 38, como en el caso del "amora sí mismo" que existe aunque el "simpatizar consigo mismo"no  pueda ser.

Sin embargo, no hay real y duradera simpatía  sin amor 39•

Esta afirmación es definitiva. Puede argüirse que sentimossimpatía  por alguien que se halla en desgracia, nos compa-decemos de él o con él y esa compasión no necesita ser acom-

38 Véase lo dicho más arriba, nota as.39 "Simpatizamos sólo en la medida y sólo con la profun-

didad en que y con que amamos". Scheler: Op. cit.,  pág. 181."El acto de simpatizar tiene que estar inmerso en un acto

de amor que lo abarque si ha de llegar a ser más que un mero'compr ender' y 'sentir lo mismo que otro' ". Op. cit.,  pá-ginas 181-182.

"El acto del amor es,  pues, lo que determina radicalmentecon su propio radio la esfera en que es posible la simpatía".Op. cii.,  pág. 182.

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AMOR Y PSICOTERAPIA S I

 pañada necesariamente de amor: podemos simpatizar con suaflicción sin amarlo. Ello es verdad; pero, en esos casos, la

simpatía se basa también en el amor. No en el amor a la per-sona misma, sino en el amor a lo que esa persona representa:clase social, familia, humanidad. La diferencia se pone demanifiesto claramente en el hecho de que la compasión tienemuy distinto significado cuando está dirigida a una  personaamada o cuando se orienta hacia quien no amamos sino como

 parte de un todo impersonal. En el primer caso, la compasiónes recibida favorablemente y resuena en forma  positiva; enel segundo, despierta en el compadecido una serie de reaccionesde vergüenza, orgullo ofendido, resentimiento, etc., y el quecompadece siente, él mismo, que su compasión tiene algo deespurio.

Es decir, pues, que la auténtica simpatía debe basarse en el

amor y que,  separada de él,  pierde lo esencial de su  significadoético  y humano.Este hecho es importantísimo para el tema de nuestro

estudio, ya que nos lleva a afirmar que es amor lo · que el psico-terapeuta debe sentir hacia su  pacíenie  para que su simpatizarcon él, única forma de relación que el análisis anterior nos hamostrado posible,  pueda manifestarse en toda la  plenitud,sinceridad, nobleza y  persistencia necesarias,

Examinemos, pues, más de cerca, las características deese amor  para ver si es, realmente, el tipo de acercamientointerhumano que el psicoterapeuta experimenta.

Ante todo debemos considerar la relación con ese "movi-miento hacia valores más altos" y descartar en él (ya insisti-remos más adelante en el tema) toda actitud  pedagógica. Nose trata de un "crear" valores o "mejorar" al objeto amado;no se trata de buscar su "elevación" como condición del amor. No se trata tampoco de amarlo por los valores que posee odejarlo de amar por sus defectos o por su dificultad pararealizar ese movimiento ascendente del que hablamos. No puede pensarse en ninguna imposición, explícita ni implícita,que se relacione con esa tendencia hacia el valor más alto;no hay un "deber ser" que empuje o constriña ni un caminoseñalado ni una meta obligatoria. Es  por un milagro que elvalor.más alto brotará al contacto del amor y florecerá espon-táneamente en el amado.

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52 ·CARLOS ALBERTO SEGUIN

¿Tiene esto relación con la psicoterapia? ¿Es este tipo defenómeno psicológico el que une a l terapeuta con su paciente?

VII Las formas de la relación con el "otro"según Lain En tra lgo

En un anterior capítulo he comentado ciertos conceptosde este pensador español referentes a la relación médico-enfermo expuestos en una obra que tiene ya algunos años.Quiero ahora revisar lo que nos dice acerca del tópico de laexperiencia interpersonal en todos sus aspectos en un estudiode reciente aparición y que, apar te de ser completo y exhaus-tivo, está lleno de brillantes y originales puntos de vista,todo lo que hace su lectura indispensable  para quien en este

asunto tenga interés40•

Dice Lain que de tres maneras distintas podemos responderal encuentro con los demás: tratándolos como objetos, personaso  P ' tójimos.

 E(otr(como .. objeto  y como  persona

Ocho son las características distintivas de las dos posibi-lidades de enfrentar al hombre como objeto o como persona:la abarcabilidad, el acabamiento, la  potencia, la numerabilidad,la cuantificación, la distancia, la p ,robabilidad y la indiferencia.

El hombre-objeto es "un conjunto de caracteres o  propie-dades perfectamente abarcable. La persona, en cambio, es

inabarcable porque es 'surgente' ". El primero es "una rea-lidad acabada, definida, sida" frente a la persona, "realidadsiempre inacabada, siempre creadora y originalmente pro-yectada hacia el futuro".

- "Siendo abarcable y acabado, el otro-objeto tiene que ser patente", mientras que "siendo inabarcable, inacabado y ca-'

 paz de originalidad, el ser de la persona es constitutivamenteinaccesible".

40 P. Lain Entralgo: 'I'eorin  y  Realidad del Otro, Madrid,Revista de Occidente, 1961.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 5 3

"En cuanto· a objeto, el otro es una realidad numerable yaditiva". 41 "Una  persona es una realidad única; numeran-dola, reduciéndola a cómputo y estadística, se la desvirtúa".

"En cuanto  persona, el otro es nombrable y no numerable;en cuanto objeto, el otro es más numerable que nombrable".Pero, "el otro-objeto no sólo es numerable; es también

cuantificable, susceptible de comparación cuantitativa",mientras que, ''en su realidad personal, ningún hombre esmás o menos que otro".

"Un objeto tiene que ser algo exterior a mí, 'distante', yel otro-objeto no es excepción a esta regla. El otro como per-sona, en cambio, se me revela en mi interior".

"Mi certidumbre acerca de un objeto, y por tanto del otrocomo objeto, es siempre probable; mi certidumbre acerca delotro como persona ==mi vivencia de que 'hay el otro', de que'hay otro yo'- es tan inmediatay firme como la que respectoa mi existencia me proporciona mi propio cogito".

"Considerado como objeto, y por fuerte que sea mi vincula-ción con él, el otro no pasa de serme indiferente:su desapari-ción o su ausencia no me son 'irreparables' ''. "Una personano me es, n o  puede serme indiferente. Tan pronto como meabro a ella, su existencia me llega al corazón; tan pronto comola he tratado como tal  persona, su  pérdida -tenga en laruptura o en la muerte su causa- es  para mí literalmenteirreparable". 42

El autor concluye: "Para quien, con su respuesta le obje-tiva, el otro es siempre 'él' y nunca. 'tú';  para quien como per-

 sona le trata, el otro es ' siempre 'tú'  y nunca 'él' ".

41 "De aquí que sólo en cuanto a objetos  puedan ser su-mados los hombres, porque, como la aritmética enseña, sólolas cantidades 'homogéneas' son sumables entre sí. La esta-dística demográfica, la economía. de masas Y: en general, todavida  política y administrativa fundada sobre números, supo-nen una metódica conversión del otro en objeto".

42 Debe  perdonárseme que, al exponer el  pensamiento deLain, me haya  permitido extraer a voluntad las citas dediferentes  partes de su libro y colocarlas  juntas como si

 pertenecieran al mismo contexto. Dejo constancia de ello Y ~creyendo no haber traicionado al autor, me disculpo  porquecreo haber conseguido, así, síntesis

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54 'CARLOS ALBERTO SEGUIN

 La rela€'ión ton el hombre-objeto

Ahora bien, considerado como objeto, el hombre puedetener dos clases de relaciones con nosotros: conflictivas odilectivas. En las primeras puede ser un obstáculo, un instru-mento o "un nadie". ·

Fácil es ver el parentesco de estas ideas con las expuestas,en todos los tonos, por los existonoialistas, algunos de loscuales -Sartre es el ejemplo- reducen toda posible relaciónhumana a este tipo de acercamiento conflictivo, a esta "cosi-ficación" del semejante, a quien se intenta reducir a unobjeto.

De las posibilidades nombradas nos interesa especialmenteaquella en la que seenfrentaal hombre como a un instrumento,ya que, refiriéndola a la relación del médico con su enfermo,

se trataría de que "usara" a éste con un propósitocualquiera.En un capítulo posterior me detendré en el tema.

En las formas "dilectivas" de esta clase de relación puedeelhombreser "objeto de contemplación" u "objeto de educación".

Cuando el hombre es objeto de contemplación, debemosretraernos, establecer una "distancia existencial", que noscoloque aparte, que nos aísle, en cierta forma, y nos impidatoda ligazón, todo movimiento afectivo y toda posibilidad decomunicación personal. Debemos, además, adoptar una acti-tud "espectante". Para Lain, ella es "a un tiempo proyec-ción y amor". La relaciona, como ya lo vimos antes, con elamor distante y reconoce un parentesco entre esta forma deamor y el Eros helénico. 43

Esta contemplación del hombre como objeto se da, y elloes lo que noa interesa ahora, en algunas formas de acerca-miento médico: en el examen del cuerpo como cuerpo, conun fin diagnóstico científico-natural, y en ciertas formasde estudio "psicológico".

Más cerca de nuestro tema central sehalla la relación queconvierteal hombro en "objeto transformable". Setrata de laeducación o el tratamiento médico. Bien claro ve Lain l~

43  No  puedo detenerme ahora a discutir el tema. Másadelante tendré oportunidad  para tratarlo in extenso.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 55

imposibilidad de educar o tratar sin un acercamiento verda-deramente personal, pero parece pensar que hay una instan-cia objetivadora en toda educación y en todo afrontamiento

médico-paciente, aunque ella sea mínima.

 El hombre-persona

Cuando enfrentamos a un semejante, no como objeto, sinocomo persona, nos colocamos en una actitud distinta, quese caracteriza por la actividad convivencia! con él a través de"tres momentos cardinales": el momento coe jecuiioo, en el cual,"viendo y oyendo el dolor de mi amigo -viendo en mí laintención de sus expresiones-e yo 'ejecuto ' o 'hago' eri mílos momentos espirituales de su dolor", Al hacerlo,  padezcotambién en mí su pena, com-padezco +momenio compcsiuo-«

y, además, soy consciente de lo que está  pasando +-momenio

cognoscitivo.La rela_ ción con el semejante como persona puede tener

también dos formas: conflictiva (el odio, la envidia, el resen-timiento, la rivalidad) y dilectiva: el amor propiamente dichoy la amistad que es, desde luego, una forma de amor . Éste esel amor instante. "Quien coejecutivamente ama a otro, diceLain, le in-sta, en el sentido más propio de la  palabra: tratade estar-en él, en la raíz misma de su vida, en el seno desu intimidad".

 El hombre como prójimo

Pero, además de como a un objeto o a una  persona, po-

demos tratar al semejante como a un prójimo. Si el contrasteentre las anteriores formas es claro y fácilmente compren-sible, el autor pierde mucho de su característica  precisióncuando entra en el estudio de esta forma de relación humana.Según él, para que exista, debe unirse a la coejecución, com-

 pasióny conocimiento, a las que nos hemos referido, la "creen-cia". Aun en la amistad más cercana, en el amor instante más

 profundo, nos es imposible acercarnos com pletamente a unsemejante: hay siempre un misterio y una duda que nada, sino el creer en él,  puede salvar. "Como en el orden teológico,dice Lain, la fe es el supuesto de l : : i , car idad, en el orden antro-

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56 . :CARLOS ALBERTO SEGUIN

 po16gico y moral la creencia -el acto  personal por el cualatribuimos existencia real a lo no  patente- constituye elsupuesto de la relación de  projimidad". Esa creencia es laque da origen al amor constante o de coefusión. Constante decon-stare, "ser cierta y manifiesta una cosa", y coefusivo, yaque "con mi creencia y mi donación, yo me efundo haciael otro, derramoen él mi realidad;con su donación y su creen-cia, el. otro se efunde en mí.  Nuestra convivencia hácese asímutua y ontológicamente coejecutiva, como la corriente dedos arroyos que se  juntan. La peculiaridad esencial de larelación interhumana en que la amistad y la  projimidad sefunden es, pues, la coefusión".

El amor constante une a dos seres que, no solamente creenel uno en el otro, sino que viven en la misma creencia, en unaespacialidad propia, hada un "com-proyecto" cuya meta es,inmediatamente, "la  posesión co-implicativa del bien, la ver-

dad y la belleza  particulares hacia que se orienta el compro-yeeto de la díada amorosa; bien, verdad y  belleza ordenadoshacia el 'sumo bien' y la 'suma felicidad 'a que tácita o expre-samente aspira siempre la actividad del hombre. De maneramediata, la meta de la coesperanza interpersonal y amorosaes la plena projimidad en el sumo bien: un estado de la exis-tencia humana en que la relación con el otro, además de seren sí misma perfecta, sea a la vez  parte integrante de una

 perfecta convivencia con la humanidad entera y de la pose-sión personal del bien supremo" y par a la "donación efusivadel  propio ser a la persona del otro".

Idealmente, el amor constante debe ser: "l 0• Mutuo y profundo respeto a la radical y libre otredad de la persona

del otro, 2°. Mutua donación  per'ectiva de las obras de la propia libertad. 3°. Mutua asunción -perfectiva también-de las obras de la libertad ajena. 4°. Abertura amorosa -y,

 por lo tanto, operativa- a la projimidad de los demás hom- bres, comprendidos los más lejanos".

¿Cuál o cuáles de estas formas de relación con los demásdebemos tomar en cuenta al estudiar la que une al psicotera- peuta con su paciente? ¿Toma aquél a éste como un objeto,una  persona o un prójimo o, quizás, como las tres cosas?Antes de responder a estas preguntas creo que debemosdetenernos {)U una cuestión  previa,

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DE LA RELACION MEDICO .. PACIENTEEN GENEUAL

Si en toda relación humana hay que tomar en cuenta lascaracterísticas señaladas por los autores arriba citados, enla  particular del médico con el enfermo esas característicastoman formas especiales y configuran maneras específicasque deben estudiarse cuidadosamente. La relación médico-

 paciente, vista desde la vertiente del primero, es,  pues, únicay su conocimiento me parece importantísimo  para todo aquelque se interese por acercarse a esta forma de comercio ínter-humano.

 No puedo detenerme ahora ~no es el lugar ni el momento-en un estudio de lo que elfo ha sido a lo largo de la historiay en las diferentes culturas. Piénsese solamente en la diferen-

cia de actitudy

 posición del médico en el antiguo Egipto,en Grecia, en la China o en nuestro Perú prehispánico,  paracitar algunos ejemplos 44 •

Creo que una revisión tal abre perspectivas interesantí-simas y nos ayuda a comprender en profundidad lo que lamedicina y el médico han sido y significado en el transcurrirde la evolución social de los hombres. Ahora debo concretar-me, sin embargo -y ello solamente como algo previo, suscep-tible y necesitado de ampliación- 2, algunas considera-ciones sobre la actitud del médico de nuestra cultura ynuestros días.

I Las formas del encuentro médico

Quizás debamos establecer, ante todo, que es necesario,y  posible, diferenciar la posición del médico, como médico

ante sus semejantes. Necesario  porque nos llevará a compren-

44 Completa y magníficamente comentada información puede hallarse en P. Lain Entrnlgo :  La Historio Clinica,así como en  La Curación por la Palabra en la Antigüedad Clá-

 sica , del mismo autor. Madrid, Rev. de Occidente, 19.58. Paradatos  peruanos, la obra de O , Valdivia:  His toria de la  Psi-quiatría Peruana, en prensa.

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58 ·éÁRLOS ALBERTO SEGUIN

derlo mejor en su actitud y sus posibilidades profesionales yhumanas, y posible como nos lo prueba la creencia, tan arrai-gada, de atribuirle cierta insensibilidad ante el dolor ajenoo, sobre todo a los psiquiatras, cierta proclividad a mirara los hombres desde el punto de vista de sus anormalidades.

La creencia es errónea, ciertamente, pero señala la convic-ción de que el médico adquiere,  por el hecho de serlo, unaactitud diferente.

Sería muy interesante averiguar cuándo, quien ha estudiadomedicina, actúa "como médico" y cuándo no en su vida dia-ria.  Naturalmente que ello tiene estrecha relación con carac-terísticas individuales, pero podría dar origen a una fasci-nante investigación que nos permitiera conocer toda la gamade actitudes que van desde la verdadera deformación profe-sional, que distorsiona el mundo  bajo la lente de la obser-vación unilateralmente especializada, hasta la visión amplia

y humanista para la cual los conocimientos médicos no sonsino un elemento más que enriquece y amplía el horizonte.Hoy quiero, sin entrar en ese estudio casi cuantitativo,tratar de comprender lo que caracteriza la posición del médico,en cuanto médico, ante sus semejantes.

Creo que debemos distinguir dos formas en las que se leaparecen: la del hombre-en-la-vida y la del hombre-en-la-muerte.

11 El hombre - en - la - muerte

Quizás una de las características de la medicina es su

encuentro  profesional con la muerte. Curiosamente, el estu..<liante, antes, mucho antes, de acercarse al hombre-en-la-enfermedad, es  puesto ante el hombre-en-la-muerte.: El queestá destinado a ser ministro de vida debe comenzar con laexperiencia más cierta de la total negación de ella, con la más patente demostración de la no-vida. Ya veremos la impor-tancia que ello tiene, pero creo necesario hacer antes unadistinción que considero fundamental. El ser humano no tiene,no puede tener, la misma actitud frente a todos los hom- bres-en-la-muerte con los que se encuentra a lo largo de suexistencia, ya que cada uno do ellos significa algo distinto

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AMOR Y PSICOTE:RAPIA 59

 para él. En las páginas que siguen trataremos de estudiaresas diferencias, que, si valen  para todos, tienen especialvigencia,  por supuesto,  para el médico.

 El hombre muerto  y el cadáver

He aquí que se encuentra ante mí un hombre-en-la-muerte.Mi actitud será diferente según la cercanía afectiva que con éltengay según la posición existencial que en su presencia adopte.Ello condiciona, ante todo, dos formas opuestasde reaccionar:en la primera hacemos frente a lo que llamaré el hombremuerto; en la segunda se trata del cadáver.

El hecho de que un ser humano haya muerto no lo despojade sus características esenciales de una manera brusca y totalaunque la lógica  parezca así indicarlo. Ante el inconsciente,

que es el que, a la postre, dicta nuestras actitudes más autén-ticas -más  profundas y básicas que las racionales- el hombresin vida no es una cosa, es un hombre-muerto. Y, por supuesto,aunque la muerte, desde el punto de vista de la fisiología y la

 bioquímica, iguale a todos, nuestra afectividad mantiene unadistinción clara que hace que podamos separar diferentescategorías de hombres muertos. No es lo mismo el cuerpoyacente de una  persona querida que el de un desconocido, ysi nos permitimos llevar el análisis un poco más allá, podre-mos diferenciar aún varias instancias que llamaré, inadecuaday  balbuceantemente, yendo de lo personal a lo "objetivo":cuerpo - de - una - persona - amada, cuerpo - de - un - descono-cido, cuerpo-para-la-autopsia. En el primer caso se trata de

mi muerto, en el segundo de el muerto y en el tercero de unmuerto, y esos calificativos están mostrando una  precisadiferencia de cercanía afectiva. Por otra parte, mi muertono está totalmente muerto. Es algo más que un lugar comúnel que expresa esa verdad. Mi muerto vive, a veces en laimposibilidad de creer en su verdadera desaparición; siempreen la vida que vivió y la vida que dejó vivida a mi alrededor.El muerto es aquel cuya vida restante es para mí menor,

 pero a quien lo qua sé de 5U vivir y su morir hace aún cer-cano y presente. Unmuerto está mucho más muerto, ya que,

 para mí, no es más. que ese cuerpo ahí yacente.

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60 CARLOS ALBERTO SEGUIN

 No agota, sin embargo, este análisis, las posibilidades deafronte del hombre-en-la-muerte. Debemos, aún, consideraraquello  para lo que, como contraste con los hombres-muertos

recién aludidos, reservo el nombre de cadáver.La distinción es indispensa ble si pensamos que, en todos

los casos vistos, si bien el cuerpo no está ya vivo, no ha deja-do,  para nosotros, de ser un hombre, aunque un hombre-muerto. Para ser un cadáver, es decir, una cosa, debe perderaún algo.

Quizás nos ayude en este momento la revisión de las ideasde Sartre al respecto 45 • Para él, la diferencia entre el cadávery el cuerpo vivo está en que éste se presenta con significado,se halla siempre "en situación", mientras que el primero se

.muestra como una cosa entre las otras:

". . . no se podría percibir -dice- el cuerpo del

semejante como un objeto aislado que tuviera conlos otros solamente relaciones de exterioridad. Estono es cierto más que  para el cadáver. El cuerpo delotro me es dado inmediatamente como centro dereferencia de una situación que se or ganiza sintéti-camente alrededor de él y que es inseparable de esasituación." Y "el otro me es dado originariamentecomo cuerpo en eituncién"  ,

El estar en situación es el hallarse en una relación signifi-cativa con los demás y con las cosas, y así, "un cuerpo escuerpo en tanto que su masa de carne se define  por la mesaque mira, la silla que toma, la acera sobre la que marcha, etc."

y "no podría aparecer, en efecto, sin sostener, con la totalidadde lo que es, relaciones significativas".El cadáver no .tiene relaciones significativas y,  por lo tanto,

ya no está en situación.Pero Sartre no ha visto la distinción que establecemos entre

45 Jean Paul Sartre:  L'  Etre et le  Néant, Essa.i d' onfologie-phénoménolooique. París, Gallimard, 12a. ed.  págs. 364-42'7 .

Véase también: M. Merleau Ponty:  Fenomenolo g ía de la Percepción, México, Fondo de Cultura Económica, 1957 ; págs, 79~ 219 y 38!-401.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 61

los distintos tipos de hombres muertos y engloba en el cali-ficativo de cadáver todo cuerpo sin vida. Fácil es compren-

der el error. El cuerpo de mi hermano está en situación y llenoaún de relaciones significativas aunque no actúe en ellasmaterialmente; lo está menos el del desconocido y quizásmuy poco el cuerpo en el anfiteatro, pero ninguno de ellos,de ninguna manera, puede compararse con las cosas.

La "situación" de un ser humano no se ha perdido por elhecho de morir, y si bien ya no "actúa" materialmente,sigue haciéndolo sobre nosotros en todo momento y en forma

 poderosa y decisiva.Mi hermano ha muerto y yace allí, en su habitación, ro-

deado de las cosas que le pertenecieron, y que están todavíacálidas con su calor; de los seres humanos que compartieronsu vida y que a él se hallan aún enlazados decisivamente.

Su presencia es real y su acción innegable, Su cuerpo tienetodo el poder de su personalidad o quizás aún alguno más,añadido por la muerte misma.

He aquí que el paciente grave de un médico ha fallecido.Yace ese ser humano al que atendió durante la última enfer-medad, al que quizás operó en los postreros días, quien, acaso,le causó muchas preocupaciones y no pocos desvelos y anteel que se le presenta un conjunto de afectos muy variados,desde la identificación angustiosa hasta la sensación de alivio,quizás espurio, pasando por los sentimientos de culpa. ¿Puedodudar de que ese hombre muerto se halla,  para su médico,"en situación"?

El cuerpo de un desconocido está en la calle, sobre el pavi-mento. Acabo de ver cómo un automóvil lo ha atropellado;he presenciado su actitud grotesca de caída; oído su últimogrito y, quizás, sido testigo de su agonía desesperada. Su

 presencia pesa sobre mí y su cuerpo tiene un hondo signifi-cado, y se halla, indudablemente, en situación.

Por último, el médico llega al anfiteatro y le señalan unhombre muerto al que debe hacer una autopsia. Se acercaa él y no puede escapar de los sentimientos que le invaden.Ve a un viejo, enflaquecido, con la  barba entrecana y el pelolargo, cuyas manos, pálidas y sarmentosas, dicen mucho.El médico es incapaz de reprimir su emoción. ¿Es que esacara, ese cabello o esas manos le recuerdan otras? ¿Es qua

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6 2 CARLOS ALBERTO SEGUIN

algo ha removido antiguas vivencias? ¿Se trata solamentede simpatía? Quizás no pueda precisarlo, acaso no quiera

hacerlo, pero el hecho es que, de ninguna manera, puedeconsiderar a ese homhre como una cosa, ni puede arrancarlode una posición, en alguna forma, significativa y actuante.

Muy de otro modo nos referimos al cadáver. Analizandolo que él puede ser confieso que lo haré en una forma más bien especulativa, ya que creo que, si existe la "vivenciadel cadáver", se trata de una situación límite que, como tal,no se presenta  pura. nunca.

Se trataría, no ya de un hombre-muerto, sino de una cosa,de un conjunto de órganos, tejidos o células completamentesin "significado" y absolutamente fuera de situación.

El cadáver es lo que, en teoría, se pretende que manejenlos estudiantes de medicina cuando hacen sus prácticas ana-

tómicas. Idealmente, un instrumento de aprendi zaje, un uten-silio más que facilitará la comprensión de estructuras y rela-ciones materiales.  Naturalmente que este "ideal" teórico nose realiza. El estudiante de medicina no enfrenta cadáveres(sobre todo en el comienzo de su práctica anatómica), sinohombres muertos, y ello tiene significados y consecuenciasmuy graves, de los que me ocuparé en su oportunidad.

Me parece que no se ha tomado suficientemente en consi..deración este aspecto de la educación médica de nuestrosdías y sus resultados sobre Ja formación de los estudiantes.Los que con ellos estamos en contacto cercano y continuado,los que, durante muchos años, los hemos seguido en su ini-ciación como profesionales, podemos comprenderlos y sopesarsu enorme importancia en el futuro de la actuación del jovendoctor frente a la realidad humana.

Creo que se trata de una vivencia negativa, cargada deconsecuencias níhilízadoras y causante, en parte, de las ac•titudes deshumanizadas, materialistas y apersonales que hancaracterizado al médico de muchas generaciones y que han

 puesto un sello a la medicina de nuestro siglo.Lewin, en un artículo interesantísimo, ha analizado ya un

aspecto de esta cuestión 46• Para él, tal encuentro convierte

46 Bertram D. Lewin: "Counter Transference in the Tech-nique of Medica! Practico", Peijchosomatic Medicine, Vol.VIII

 N°. 3J 1946.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 63

al cadáver en el primer "paciente" del futuro médico, un paciente cómodo, que no se resiste, que se somete a toda clase

de experiencias y al que puede aplicarse cualquier "trata-miento".

Todo esto tiene efectos graves: el "objetivar" el contactomédico; el tratar, más tarde, que el paciente se someta incon-dicionalmente, el no considerarlo como a un semejante y aunel nihilismo terapéutico que lleva a la idea de que el papel

 principal del médico es examinar, diagnosticar y ... compro- bar luego, en la autopsia, la mayor o menor precisión deldiagnóstico.

Creo que, con ser bastante, hay aún mucho más. Esta clasede trato con el hombre-en-la-muerte tiene consecuenciasmuy serias  para el equilibrio emocional del estudiante del

 primer año de medicina. Se pretende, en realidad, que aprenda

a considerarlo como una cosa, como un instrumentode apren-dizaje, al igual que las láminas o los órganos de yeso o metalcon los que complementa su estudio, y se cree que basta condesearlo  para que ello ocurra, pero, por supuesto, la realidadestá muy lejos de ser ésa. El estudiante se acerca al cadávercon toda la carga emocional que tiene frente al hombre-en-la-muerte. El temor, el respeto o, mejor, el temor respetuosoque nuestra civilización, por encima de su barniz racional,muestra ante él, no se debe, por supuesto, a su condición decosa, de conjunto de órganos o tejidos sin vida, sino, precisa-mente, a su categoría de hombre-acabado-de-morir.

Hay, en el fondo del espírituhumano, un común denomina-dor de angustia frente a él, angustia que se manifiesta en losritos, los tabús y las creencias de todos los pueblos, antiguosy modernos 47• Mucho podría especularse acerca de la causade esa angustia. ¿Se trata de una identificación? ¿De unsentimiento de culpa y el consiguiente temor al castigo?¿De una proyección de afectos agresivos? 48

47 Amplia información, entre otras obras, puede hallarseen el clásico y monumental trabajo de Frazer, una síntesisdel cual: completada con notas, puede leerse en la edición deTheodor H. Gaster: The New Golden Bough,  New York,Criterion Books, 1959.1 1 s Solamente quiero decir ahora que, en una investigación

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CARLOS ALBERTO SEGUIN

Es posible que en algunos estudiantes -no los mejores,como seres humanos- se produzca, al cabo de un tiempo, la

cosificación del hombre muerto, su transformación en ca-dáver.  A ello ayuda, naturalmente, la parcelización que deél se hace, el aislamiento de los órganos y, sobre todo, elenfoque de los maestros que exigen el estudio de formas,estructuras y relaciones mater iales.

¿Puede extrañar el que, luego de esta adoctrinación for-zada, de esta educación que obliga a cosificar al ser humano,de esta selección al revés, que elimina a los alumnos que nollegan a conseguirlo, el médico, ' ª ' lo largo de su carrera y desu vida, continúe haciéndolo? ¿Está justificada la  protesta

 por la mecanización del quehacer médico, por la mercantili-zación del ejercicio profesional? ¿Puede pedirse al estudianteasí formado que, mañana, esté abierto ante la realidad hu-

mana de sus pacientes, los respete como semejantes y losconsidere en su dignidad de hermanos? Si, cuando por primeravez se acerca al hombre, se le enseña -muy a  pesar suyo yvenciendo resistencias saludables- a considerarlo como cosa,como objeto: si se le enfrenta con hombres muertos y se lefuerza a hacerlos cadáver es, ¿hay derecho a reclamarle, luego,otra actitud o diferente reacción? 49

Todo esto no es, naturalmente, un llamado a suprimir las prácticas anatómicas, sino a encauzarlas convenientemente,lo que quiere decir que el estudiante de be ser llevado frente

que venimos realizando con los estudiantes de]  primer afiode medicina, hallamos las reacciones más interesantes frente'

al traumatismo que significa la disección de hombres muertos.Movilización ele  pulsiones profundas, generalmente de tinteagresivo, sudista y destructor , que producen angustia y losconsiguientes mecanismos de defensa psicológica: fantasías,desplazamientos, negaciones, formaciones reactivas, etc.Muchas veces esas defensas fracasan y presenciamos rup-turas serias del equilibrio emocional de los alumnos, queno han sido hasta ahora bien comprendidas.

41 1 Teniendo en cuenta estas consideraciones y otras  per-tinentes es que, en la Facultad de Medicina de la Universidad

 Nacional Mayor de San Marcos de Lima, hemos establecido,en el primer año de estudios, durante la enseñanza de Psico-logia Médica, la  práctica con hombres y niños sanos.

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AMOR Y PSICOTE.RAPIA 65

al hombre-en-la-muerte sin hacerle perder de vista su cate-goría de ser humano, sin cosificarlo, y manteniendo siempre

fresca la actitud de respeto que el semejante debe merecernos.Creo que es pertinente recordar que, allá por el siglo XIV,en la Escuela de Salerno, los estudiantes oían misa  por elalma de los hombres muertos que iban a disecar cada día.

 No sé si esa práctica, u otra igualmente significativa, se sigueaún en alguna  parte.

UI El hombre en - la - vida

Dejemos ahora este, algunas veces maca bro, tema y volva-mos a los hombres-en-la-vidaque se hallan en el existir pro-fesional y humano del médico. Se nos  plantea aquí la  pre-gunta a la que antes me he referido: ¿cuándo el médico en-frenta al semejante "como médico" y cuándo como hombre?Repito que debo renunciar ahora a cualquier posihle res-

 puesta, cuya elaboración nos llevaría muy lejos, 50 y limi-tarme a un estudio de lo que el prójimo es para él en cuantose ofrece a su actividad  profesional.

Creo que podemos distinguir varias instancias que nomi-naré, en afán de claridad: el hombre-casi-muerto, el hombreenfermo, el "sujeto" y el hombre sano.

 El hombre-casi-muerto

Me refiero a los casos en los que el médico debe atender

a seres humanos inconscientes, en los que la vida se mantieneen un mínimum que nos hace  pensar en el hilo capaz de rom- perse en cualquier momento. Se trata,  por ejemplo, de pa-cientes en coma.

En los más graves, todas las manifestaciones vitales pa-recen haber desaparecido, aun los reflejos nerviosos más im-

50 Esta cuestión está emparentada con otra que debodejar también en suspenso: ¿cuándo, el estudiantede medicinao el profesional, comienza a sentirse médico, a "vivir" en"médico" y a existir como tal?

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66 ¡CARLOS ALBERTO SEGU!N

 portantes. Apenas una respiración irregular o de ritmo anor-mal y un débil funcionamiento cardíaco diferencian a ese

cuerpo yacente, sin conciencia, sin reacción, sin· movimiento,de un hombre muerto.¿Cuál es la actitud del médico ante él? Recordemos las

ideas de Szasz y Hollender sintetizadas anteriormente 20•

Esos autores tratan de equipararla a la que tiene un padrefrente a un niño  pequeño.

Me  parece una simplificación injustificada. Fácil es com- prender la enorme diferencia. Los sentimientos de un  padreante su hijo son, indudablemente, de protección, guía y con-ducción hacia lo que él cree que es lo mejor en cada circuns-tancia (y esa actividad, frente a la  pasividad del sujeto, esa la que los autores citados se refieren, quedándose, a mimanera de ver, en la consideración superficial de la con-ducta visible); pero, aparte de que el niño no es jamás pasivo,y mucho menos con la pasividad del hombre-casi-muerto,los sentimientos y las actitudes son completamente distintas.

Existen, claramente, dos reacciones extremas que todoshemos presenciado una o muchas veces: la optimista o lu-chadora y la  pesimista e inerte.

La  primera se caracteriza por la actividad constante y di-rigida a agotar las posibilidades de ayuda. Es Ja que llevaa la intervención quirúrgica de urgencia, aunque las  proba-

 bilidades de éxito sean nulas o poco menos, a las maniobrasheroicas, a  pesar de que ellas signifiquen abrumar a la fami-lia o al ambiente más allá de lo  justificado por la lógica yla experiencia.

La segunda ofrece caracteres opuestos. Se presenta en los

médicos que abandonan la lucha activa, no creen en la efi-cacia de las maniobras "milagrosas" y se concretan a  pres-cribir y realizar lo indicado sin mayores esperanzas ni espe-ciales entusiasmos.

En los casos extremos se trata, en los primeros, de profe-sionales que sienten la necesidad de  justificar su interven-ción mostrándose activos; que, en el fondo, están ciertos desu ineficacia y  por ella se sienten culpables, pero se niegana reconocerla y  pueden tranquilizarse solamente cuando"hacen algo", aunque ese algo sea poco operante o, miradoa la luz de la experiencia desapasionada, ineficaz. En los

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segundos se encuentra temor al fracaso, derrotismo y uncierto cinismo amargo y resentido.

En cuanto a sus sentimientos por el paciente mismo, elloscuentan poco en estos afrontes extremos. Los médicos "ac-tivos" no piensan, en realidad, en él, como en un semejantea quien deben ayudar, sino como"un caso quehayque salvar"a toda costa, y los pasivos, como en un ser que, para el biende todos, sería mejor que adquiriera definitivamente lacategoría de hombre-muerto a la que casi pertenece.

Me he referido repetidamente a que se trata de extremosy debo aclarar que, por supuesto, la mayoría de los médicosno puede incluirse en eUos. Para el profesional en su papel,el hombre-casi-muerto es un hombre-casi-vivo, un  prójimoque, por su propia invalidez, necesita ayuda cariñosa, ayudaque, por lo mismo que es humana, debe extenderse compren-sivamentea lo que es parte de esa casi vida -su ambiente-

en un afán de darle, no sólo, y no principalmente, en ayudatécnica, sino en apoyo y estímulo.

 Nos hallamos aquí, otra vez, con el contraste que estasactitudes señalan entre el acercarse al paciente como a unacosa o como a un ser humano. Si de lo primero se trata, elmédico tendrá ante sí un mecanismo seriamente descom- puesto que debe arreglar cueste lo que cueste o que debeaban-donar por inútil. Si de lo segundo, a un semejante "en situa-ción", con un significado que no puede descuidarse y quehay que tomar en cuenta y, por supuesto, no solamente deuna manera intelectual.

Párrafo aparte merece la actitud médica frente a otro casode hombre-casi-muerto: el enfermo anestesiado.

Se trata ahora de condiciones completamente distintas.Ante todo,  parece que,  paradójicamente, el hombre aneste-siado es "más cosa" que el hombre en coma al que me hereferido.Este está gravemente enfermo, al borde de la muerte,y su situación significa sufrimiento para todos sus seres cer-canos, significa catástrofe para su "circunstancia", significaemergencia 51 seria y aguda para .el médico. Moviliza, por lo

61 Conocido es el tono que ha adquirido esta palabra enel lenguaje médico cuotidiano. En la acepción académica de"ocurrencia, accidente, suceso, evento", se da énfasis a lo"accidental" como "indisposición o enfermedad repentina"

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68 CAHLOS ALBERTO SEGUIN

tanto, una serie de sentimientos y produce una actitud fuerte-mente teñida de afectividad .

. El enfermo anestesiado, por e 1 contrario, se halla arttfi-cialmente casi-muerto. Lo hemos llevado a· esa situación porsu propio bien y con propósitos curativos; su casi-muertees manejable y, en cualquier momento, por nuestra voluntad,

 puede ser modificada  para que se restablezca una vida plena,con toda su resonancia existencial. Estamos, pues, más libres

 para cosificarlo -ya que, en el fondo, ése es el propósito dela maniobra- y hacerlo sin mayor sentimiento de culpa.Es curioso que Magendie, oponiéndose a los primeros intentosde anestesia quirúrgica, escribiera: 52

"Desde hace algunas semanas, ciertos cirujanos sehan  puesto a experimentar en el hombre y -con un

 propósito indudablemente plausible, el de realizaroperaciones sin dolor- intoxican a sus pacientes hastareducirlos al estado de cadáveres que uno puede re-

 banar y cortar a voluntad sin producir dolor".

El estudio de la actitud ante el enfermo anestesiado nosilustraría muchísimo acerca de la personalidad del cirujanoy sobre la naturaleza de sus reacciones características, yaque su actividad básica se realiza ante ese casi-muerto y susmaniobras deben contar con esa casi-muerte artificial.

Hay, indudablemente, una clara cosificación del hombreinconsciente, que no es más que un conjunto de órganos quehay que "arreglar" y, a mayor capacidad de cosificación,mayor eficiencia técnica y mejores resultados. Sin embargo,cabe la  pregunta de si, en reaiidad, el cirujano se comportaante su paciente como lo haría ante un objeto o siquiera comose comportaría con el cadáver. No lo creo, y considero que,si bien el hábito de manipular los órganos de ese casi-muerto

 puede embotar en el operador la conciencia de la projimidad,hay siempre un registro inconsciente de que se trata de unser humano, de un "hombre en situación" y colocado en rela-ciones significativas, todo lo que no puede separarse, pormás que se pretenda, del cuerpo yacente en el quirófano.

52 Citado por Lewin. 46

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A:M:OR Y PSICOTERAPIA 69

La vida late entre los dedos del cirujano y esa vida es unavida humana, aunque, en ese momento, sea una humanidad"en suspenso".

Así, pues, el operador no puede dejar de ser médico anteese hombre-casi-muerto y su actitud será siempre de acerca·miento cálido y amoroso, no solamente a la realidad orgánicaque se ve obligado a manipular, sino a lo que hay detrás deella: la realidaddel semejante cuya vida y salud de él dependen.

 Naturalmente que, si ello es así, el verdadero médico quehay en el cirujano se manifestará aún más claramente antes

y después del acto quirúrgico mismo, cuando, por uno deesos milagros de que es capaz la criatura humana,  puedeabandonar ese mínimo de cosificación que se vio obligadoa realizar y establece con el enfermo la relación de hombrea hombre, cargada de calor y "projimidad" (Lain) que es lo

que lo califica y distingue como médico.

 El hombre enfermo

El hombre enfermo se distingue del hombre casi-muertoen que se halla consciente, y ese hecho, la conciencia de suser-hombre, determina la situación.

Ya no se trata de la posible y fácil cosificación a la que se presta el paciente en coma o anestesiado, sino del encuentroentre un ser humano y otro.

Desgraciadamente, el médico,  preparado para usar cadá-veres y  para "manejar" hombres muertos o casi-muertos,

cuando ha sido mal acostumbrado a tratarlos como objetos,no sabe vivenciar esa diferencia esencial e, inconscientemente,trata de transferir al enfermo la misma actitud. Contribuyea ello el hecho de la mayor o menor invalidez del enfermo,quien se halla en el peligro de que los que lo rodean, influídoa

 por su menester material, caigan en la trampa de considerarlotambién -implícita o directamente- inválido como  per-sona y lo traten en consecuencia, con todos los graves resul-tados consiguientes.

Para quien cree en la determinación material y  positivade las enfermedades y las considera como alteraciones delequilibrio biológico, metabólico o físico-químico del orga-

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70 CARLOS ALBERTO SEGUIN

nísmo, el problema aquí no existe. Se trata de aplicar, estric-

tamente, las medidas necesarias  para corregir el defecto o prevenir las consecuencias, y esas medidas, derivadas delconocimiento. "científico" de los procesos en cuestión, sonclaras, indiscutibles e imperiosas. Su  papel es, pues, el de

 prescribir (es decir "señalar, ordenar, determinar") un trata-miento y ver que se cumpla. Para aquel,  por el contrario,que considera a la enfermedad, no como un evento biológico,sino como un acontecimiento biográfico, la  personalidad del

 paciente entra en juego y debe ser tomada muy en cuenta. Nos hallamos, pues, en toda su importancia,con el problema

fundamental de la medicina de nuestros días; con el dilemaque, simplificándolo, puede exponerse así: si el médico sedirige al enfermo y lo encara con el armamentario que las"ciencias naturales" han  puesto en sus manos; si  piensa en ·

su anatomía (un conjunto de células, tejidos y órganos) oen su fisiología (un organismo que funciona mejor o peor),está "cosificando" a ese hombre, está, inmediatamente, des-

 pojándolo de su "humanidad", es decir, de su "hombreidad", para transformarlo en un objeto material entre otros objetosmateriales. 63 Si,  por otra parte, quiere considerarlo como unsemejante, en su más auténtica categoría de tal, debe diri-girse a él, más allá de la contingencia anatómica o fisiológica,hacia la  base humana de su ser-en-el-mundo 54 • El dilema senos  presenta en toda su brutal realidad al  pensar que, si elmédico se dirige a la hombreidad del  paciente, debe des-

63 Dice Sartre (Op. cit.,  pág. 415): "El estudio de la

exterioridad que sostiene siempre a la facticidad, en cuantoesa exterioridad no es jamás perceptible sino en el cadaver,es la anatomía. La reconstrucción sintética del ser vivo a

 partir de los cadáveres es la fisiología".

54 He expuesto el problema más detenidamente en  Exis-tencialismo  y  Psiquiatría. 7•

Acerca de la enfermedad y el ser, nada mejor que la obrade Medard Boss  Enfürung in die Psychosomatische  Medizin.Berna, Hans Huber, 1954. Hay una traducción francesa:

 Introductión a la  JJ, f é dicine  Psychosomatique. París, PressesUniversitaires de France, 1959. En nuestro idioma debe, detodas maneras, leerse la obra de Rof Carballo, y especialmenteUrdimbre afectiva  y  Enfermedad, Madrid, Labor, 1961.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 71

cuidar su "objetuidad" (que dijera Lain) y, al hacerlo, renun-ciar a todos los medios que la "ciencia" le ofrece  par a ayu-darlo. En otras palabras: o se dedica a salvar su cuerpo y, para ello, lo trata como a un objeto, o se dirige a su Ser y,

descuidando el cuerpo-objeto, falta a una de sus obligacionescomo médico.

Al  plantear esta disyuntiva parece, a primera vista, queestoy haciéndome culpable de caer en la corriente y gastadadicotomía  psiquis-soma; pero, en realidad, el problema es másradical. No se trata de "salvar el cuerpo y abandonar elalma" o viceversa, sino de afrontar al ser humano, sea comoun objeto material, sea como Dasein (si quiere usar se laterminología existencial), lo que nos coloca en un  plano dedecisión ontológica básica.

Es éste un problema, al parecer, irresoluble. Tanto que,aunque indirectamente, ha dado origen a  po siciones  polar es

e iracterísticaa. Bien conocidas son las que se colocan a 1 ladode las ciencias físico-naturales y encaran la enfermedad hu-mana como un desarreglo bioquímico, y las que, por el con..trario, aseguran que ella no es sino una manif eatacién, y nola más importante, de un defecto en la realización del Dasein,de un malogrado hombre en el mundo 55•

Llevados a sus últimas consecuencias, ninguno de estos puntos de vista  puede ser aceptado  por el médico, ya que,si se deja envolver por la atracción simplificadora de laexplicación objetiva, pierde de vista lo esencial del hombrecomo tal -aquello que no puede verse, pesarse, medirse nicuantificarse de ninguna manera- y si, por otra  parte, esseducido  por los conceptos de quienes han hecho de la "fac-

ticidad" apenas un aspecto secundario del existente, estácondenado a no saber qué hacer con esa facticidad, quematará a su enfermo.

Ahora bien; el problema toma diferentes aspectos según

65 Véase una brillante exposición en la obra citada deBoss y en la de A. Jores:  El Hombre  y  su . Enf ermed ad. Madrid,Labor, 1961.

Las aporías, tanto del cientificismo como del existencia-lismo, han sido expuestas sintéticamente en la obra ya ci-tada en la nota27•

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72  jCARLOS ALBERTO SEGUIN

sea el hombre enfermo que el médico tenga ante él. Así, noes el mismo frente al inválido, el enfermo grave o el enfermo

leve.

 El hombre inválido

Es un inválido aquel que no puede valerse por sí mismo.Se trata,  pues, no del que, en el sentido corriente -baldadoo tullido- no  puede "ganarse la vida", sino del que se en-cuentra, aunque sea momentáneamente, imposibilitado paradesempeñarse sin ayuda. Es el enfermo en quien el padeci-miento ha anulado la capacidad y las posibilidades de accióneficaz. Se distingue del hombre-casi-muerto en que no estáinconscientey en que la vida -que no es solamente energíamaterial-  bulle en su ser, a veces aún más que en el sano.

 Nos ofrecen ejemplos las víctimas de ciertas enfermedadesneurológicas que paralizan el cuerpo, así como estados agudoso crónicos de debilitamiento orgánico grave.

Frente a él nuestro problema se actualiza en toda su impor-tancia. La incapacidad que  presenta impulsa a ayudarlo"manejándolo" y, al mismo tiempo, hace que el enfermo seamás consciente de sus necesidades como ser humano y re-sienta todo afán de r egar, por  parte del am .iente, la satis-facción de esas necesidades.

Del lado del médico, diver sas actitudes se observan. Enalgunos, el afán "protector" cubre, a veces pobremente, una

 profunda repulsión y aun hostilidad, sentimientos que nacencomo una defensa contra el temor que ellos mismos sientenante la invalidez. En otros  puede aparecer la "compasión".

Si recordamos lo dicho acerca de ella, comprenderemos quetambién puede ser destructiva y producir en el enfermo resen-timiento y rechazo justificados frente a todo intento de pro-tección exagerada, condescendencia  paternalista o con-miseración espuria.

Creo que aquí, nuevamente, hay una única actitud  posihley aceptable: la de acercarse al  paciente con amor. Si así sehace, a pesar de los manejos corporales a que se le someta,ellos no podrán nunca cosificarlo,  porque detrás estará siemprela auténtica relación interhumana, la que verdaderamenteune a los seres, más allá de su facticidad.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 73

 El enf ermo (Jrctüé

El enfermo grave se nos  presenta diferentemente. Puedeestar en perfecto dominio de sus facultades, no solamente

 psicológicas sino materiales (pensemos en algunos cancerososo tuberculares y en los que sufren otras enfermedades que,si bien sabemos que terminarán pronto e indefectiblementecon su vida, no se manifiestan por medio de síntomas invali-dantes actuales: un aneurisma aórtico o cerebral, un infartorepetido del miocardio que ha logrado compensarse, etc.),o puede hallarse postrado  por la enfermedad, aunque noinválido. Está,  pues, en plena posesión de su categoría dehombre; como tal reclama nuestra ayuda y esa ayuda debeser dirigida, . en este caso, a un hombre-ante-la-muerte. Elhecho coloca al médico en una situación peculiar y difícil.

Ante todo, en posición de autoridad indiscutible. Debe obede-cérsele, so peligro de la vida del paciente, y eso lo carga de unaresponsabilidad que no siempre está preparado para aceptar. A ello se unen su  propia reacción ante la muerte -que es el

 producto de procesos  principalmente inconscientes- y laserie de fenómenos transferenciales -también inconscientes-que harán de la figura del enfermo grave una imago, no sola-menteconmovedora, sino emocionante (con-movedora, puestoque estamos movidos a sentir con él, y e-mocionante, ya quemoviliza nuestros propios afectos transferencialmente).

El  paciente grave no es, pues,  para el médico, solamenteun  problema terapéutico, sino -y como siempre- un pro-

 blema humano. Si, ante el inválido, se presentaba,  primaria

o activamente, la tendencia a hacerlo cosa, ante el enfermograve aparece aquella que apunta a convertirlo en centro· decristalización de temores y sentimientos de culpa incons-cientes.

Todo ello lleva 9, que, favorecido por el ambiente, el médicoadopte una actitud autoritaria y de casi-Dios. Ella compensasu inseguridad, cubre el temor profundo y permite el manejode la situación de tal manera que los propios conflictos sonahogados por la sensación de omnipotencia. Lleva también,

 por supuesto, al "manejo" del enfermo y, nuevamente, a sucosificación.

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74 CARLOS ALBERTO SEGUIN

 E Z . enfermo leve

Se  presenta al médico, en este caso, un aspecto diferentedel mismo problema. ¿Cuándo puede calificarse una enfer-medad como leve? Existe, por supuesto, el criterio "objetivo"y, si lo adoptamos, quizás la respuesta parezca sencilla, tansencilla que lleve al facultativo a irritarse con el  pacientecuando "no se da cuenta de su gravedad y desoye los conse-

 jos" o cuando, en el extremo contrario, "se le ha dicho hastael cansancio que no tiene nada, pero sigue molestando conuna enfermedad que no existe".

Y es que tal criterio es, a todas luces, deficiente. La gra-vedad de una dolencia no puede juzgarse solamente desdeel punto de vista de las alteraciones materiales que  puedendescubrir se. Es un transtorno del todo humano, está enraizadoen la  personalidad, de la que no puede separarse, y como yalo dijera, es una parte de la biografía. La mayor o menor gra-vedad que significa puede,  pues, solamente  justipreciarse sise considera su relación con "el hombre y su circunstancia".Así, la enfermedad leve se imbrica, en cada individuo,  poruna parte ,con la enfermedad grave y, por otra, con la "salud".

Y henos aquí abocados a otro  problema serio: ¿Cuándocomienza la enfermedad? ¿Cuándo termina?  No entraré enconsideraciones teóricas, que nos llevarían muy lejos y, posi-

 blemente, no nos ofrecerían solución alguna, y me limitaré arecordar que una enfermedad no comienza cuando el médicoes capaz de descubrir "signos objetivos" ni termina cuandoél considera que ha habido una recuperación del daño físico

o funcional. Es la vivencia del paciente tan importante comolos hallazgos de la exploración y es ella la que, en realidad,v a a determinar si el enfermo está "sano" o "enfermo".

 Nos hallamos otra vez ante las dos posibilidades que hemosrevisado repetidamente. Si,  para el médico, el hombre esanatomía y fisiología, el afirmar su salud o su enfermedadse limita a la comprobación de datos "objetivos" (y aunellos pueden conducirlo a errores graves en las enfermedades"funcionales"). Si, más allá de la materia organizada, es una

 persona, el asunto cambia fundamentalmente y exige unaapreciación total de la "hombreidad" del  paciente, que es la

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·AMOR Y PSICOTERAPIA 75

realmente alterada  por el trastorno y la que importa, enúltimo término. Y, si podemos conocer el funcionamientoo la integridad de los órganos a través de la exploración ma-

terial, es solamente la relación personal, interhumana, entodo su más auténtico sentido, la que nos permitirá acercar-nos a la verdad de nuestro paciente en cuanto a  su salud y su enfermedad.

 El hombre como "sujeto"

Pero el médico no trata únicamente a los hombres comoenfermos. Si es un estudioso, un investigador o un maestro,los tendrá muchas veces ante él en una posición diferente yque no puede ignorarse: la de "sujeto".

Es curiosa esta doble acepción de la palabra, que permiteaplicarla al ser humano cuando, precisamente, se "objeti-viza" más, cuando  se le usa, cualquiera que sea el propósitode esa utilización.

Así, el hombre puede ser "sujeto de observación", "sujetode experimentación", "sujeto de demoatracién". En cualquiercaso, su categoría de hombre ha desaparecido, ya que ha des-aparecido su posición de igualdad y libertad. Es un objetomás, observado, sometido a experimento o mostrado.

Creo que, en todos estos casos, el experimentador, obser-vador o demostrador han dejado de ser médicos, han abando-nado su papel de tales para adoptar otros completamentedistintos y esencialmente opuestos. De semejantes,  próji-

mos o hermanos se han convertido en "hombres de ciencia"o "profesores" y han hecho del enfermo una cosa observable,manipulable o mostrable. Serán, pues, muy eficientes estu-diosos o catedráticos,  pero no serán médicos, en el sentidoverdadero y noble de la palabra. Lo único que puede salvar-los como tales es el hecho de acompañar siempre su actividadcon un auténtico y profundo amor por el semejante que, enese momento, está a su. actividad sometido.

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76 · CARLOS ALBERTO SEGUI.N

 El hombre "sano"

Diré aun unas palabras sobre otro aspecto del mundo hu-mano del médico: el hombre "sano" 56• Indudablemente,existe el prejuicio de que, por el hecho de serlo, el facultativono mira con los mismos ojos que los demás mortales a sussemejantes. Se cree que está, constantemente, viendo máslas anormalidades que en ellos haya que las virtualidadeshumanas intrínsecas. Esa convicción es mayor aún en lo quea los psiquiatras se refiere. Todos hemos tenido la experienciade que nuestro acercamiento a un grupo de desconocidos esaceptado con desconfianza, de que la conversación que ve-níase sosteniendo termina o cambia bruscamente, de quenuestros interlocutores comienzan a cuidarse de lo que haceno lo que dicen (se hacen "self-conscious", si se me permite

emplear un gráfico modismo inglés), como si se prepararan yse defendieranante el estudio psicopatológicoqueestuviéramos por emprender y, aún más, como si temieran que, de algunamisteriosa maner a, fuéramos capaces de "descubrir sus se-cretos". Hay quien ve en el psiquiatra una mirada especialque asusta y que hay que evitar.

Bien sabemos que, salvo contadas excepciones, no es ciertoque el médico vea "en enfermos" a sus prójimos. Si él hasabido mantener en sí mismo su hombreidad por sobre todaslas cosas, se enfrentará a la hombreidad de los otros sin tratarde forzarla en moldes semiológicosy, sobre todo, sin tendenciaa juzgarla ni clasificarla. Es solamente cuando ha sido vícti-ma deuna acentuada deformación profesional -cuando su

"ciencia" ha retorcido (acaso por razones de agresividadoculta) su concienciahasta hacerlo convertir a los semejantesen objetos de observación o de diagnóstico, cuando ha per-dido la perspectiva y el respeto, cuando puede cosificarlos-e-es solamente entonces cuando cae en ese pecado de lesamedicina y lesa humanidad.

56 Dejo sin tocar otros temas tan interesantes como losya revisados: el del hombre-amado-enfermo y el del médicomismo como paciente, por ejemplo.  Nos alejarían muchode nuestro propósito.

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A I\WR Y PSICOTERAPIA 77

IV El  psiquiatra y su enfermo

Debo decir aún algo acerca de la posición del psiquiatrafrente a sus pacientes, ya que ella, si bien similar,  presentaalgunas diferencias con la de los otros médicos.

Existen distintos tipos de enfermos psiquiátricos y su enume-ración nos hará comprender mejor el problema. Recordemos,ante todo, aquellos que más alejados se hallan de la hom-

 breidad: los oligofrénicos y los dementes. Su incapacidadintelectual los aparta de la norma de tal manera que haceimposible su· consideración como semejantes. En los casosextremos son seres inferiores, en su comportamiento y ensus posibilidades de orientarlos socialmente, a los animales.¿Puede, con ellos, establecerse una relación humana? ¿Novalen las limitaciones que existen cuando se trata de entes

inferiores en Ja escala zoológica?57 Sea cual fuere la res- puesta, debemostener aun en cuenta una serie de sentimientosnegativos que se presentan: repulsión, temor, asco.

Sin embargo, si el psiquiatra esun verdadero médico,"nadahumano puede serle ajeno" y sabrá dar a esos seres una com- pasión no exenta de amor, amor, no tanto  por lo que son,sino por la hombreidad en potencia que poseen, por la proji-midad latente en ellos, por lo que el demente fue como hombrey por lo que el oligofrénico pudo ser.

Caso distinto es el de otros pacientes que, si bien presentan problemas de relación, ellos son de otra categoría. Me refieroa los psicóticos "fuera de contacto".

Se trata de enfermos que, aparentemente, se hallan tan

inmersos en su mundo que no existe posibilidad de acercar-seles, de romper la barrera de que se han rodeado y obteneruna comunicación cierta. El ejemplo más demostrativo esel del esquizofrénico.

En los casos en los que ese "alejamiento de la realidad"se presenta más típicamente, el enfermo no se relaciona, enapariencia, con las personas y las cosas que le rodean, sino

s 7 Sobre la relación con los animales, véanse las obrascitadas de Scheler, Buber y Lain Entralgo, así como Ortegay Gasset,  El Hombre  y la Gente, Madrid, 19.5i.

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7 8 •CARLOS ALBERTO SEGUtW

 por intermedio de un sistema propio que da a cada uno deellos una  posición y un significado especiales. 58 Es decir ·

que, hágase lo que se haga, no parece haber modo de atraerlosa nuestro mundo, a "la realidad" y, de esa manera, esta-

 blecer una comunicación adecuada.He repetido varias veces que "aparentemente" ocurre

así,  porque lo cierto es que se trata de una observación incom- pleta y, por lo tanto, falsa. Se ha dicho hasta el cansancioque las manifestaciones psicóticas, y especialmente las es-quizofrénicas, son incomprensibles 59, y esa afirmación hahecho que el acercamiento se creyera irrealizable. El  psico-análisis inició la era del esfuerzo sincero por comprender las posibilidades de hacerlo si se toman en cuenta los factoresinconscientes y los mecanismos regresivos que los caracte-rizan. La psicoterapia de la esquizofrenia ha probado defi-nitivamente que el "mundo" de esos seres no es incompren-

sible ni impenetrable, sino que,  por el contrario, se hallaabierto al médico cuando éste se acerca a él sin prejuiciosy, sobre todo, con amor. s o

68 Sobre la "pérdida de la realidad" se encontrará un penetrante análisis, basado en las ideas existencialistas, enUlrich Sonnemann: Existencie and Therapy. New York, Grune& Stratton, 1954,  págs. 24-25.

59 Recuérdese, como un ejemplo, la distinción de KarlJaspers (Allgemeine Psychopathologie) entre una, "vida  psí-quica  penetrable" y una "vida psíquica impenetrable",siendoésta, la esquizofrénica, según él, "ininteligible, fuera de lonatural".

60 Leland Hinsie fue uno de los primeros en ocuparse dela psicoterapia en los esquizofrénicos (The Treatment ofSchizo- phrenia, William & Wilkíns, 1930), iniciando un movimientoseguido con éxito por legión de investigadores y terapeutas.Véase,  principalmente, Frieda Fromm-Reichman: "Notes onthe Development of Treatment of Schizophrenia  by Psyeho-analytic Psychotberapy".  Psychiatry, Vol. 11,  N. 3, 1948;

 Principies of Iniensiue Psychotherapy, Chicago, Univ. ofChicago Press, 1950; Paul Federn:  Ego Psychology and the

 Peuchoeie,  New York, Basic Books, 1952; J. Rosen:  Direct Analysis,  New York Grune, 1953; M. Schehaye:  A New  Psy-choterapy in Schizophrenia,  N ew York, Grune, lü56; L. Hill:

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A M O R y PSICOTERAPlA ; } " '

Es, pues, el amor el único que puede  permitir al psiquiatraun contacto positivo y una oportunidad de ayudar a quienes,como ellos, tan necesitados de él están.

Parecidas consideraciones pueden aplicarse a los psicóticosque, si  bien tomados más o menos  por sus síntomas, son,a pesar de ello, capaces de establecer una comunicación conlos demás y, por supuesto, con el médico. Esa comunicaciónes, sin embargo, defectuosa, ya que, aunque superficialmentese realice un mutuo entendimiento, hay, en el fondo, una

 barrera que separa el mundo del enfermo del mundo del psi-quiatra, barrera que no caerá sino merced a un contactoemocional cierto, si éste sabe lograrse.

El caso de los neuróticos varía, naturalmente, las condi-ciones de la comunicación y el acercamiento. Frente a ellos,el médico cuya comprensión y fraternidad no han sido tor-cidas por una errada educación, experimenta el deseo de

ayudar y la posibilidad de hacerlo. Sin embargo, si no sabedarse auténticamente, fracasará. El hipocondríaco y el neu-rótico obsesivo, por ejemplo, le harán sentir su impotenciay una sensación -similar a la experimentada ante los psi-cóticos- de imposibilidad de real acercamiento, mientrasque el angustiado, y especialmente el histérico, lo asustarán,acaso, con un acercamiento exagerado y súbito. Solamenteuna relación de hombre a hombre, sincera y cálida,  permitirála ayuda efectiva que se debe y que se espera.

 Psychotherapeutic Interoeniion ín Schizophrenia, Chicago,Univ, of Chicago Press, 1955.

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AMOR Y PSICOTERAPIA

I Las bases de la relación :médico .. enfermo

Luego de la revisión hecha estamos más preparados paracomprender claramente que, entre médico y paciente, debeexistir una relación especial que  permita el acercamientoindispensable  para cualquier acción efectiva. Trátese delmédico en general o del especialista, no bastan, de ningunamanera, una buena preparación ''científica" ni una "actitud profesional" estudiada  para resolver el problema siempre presente del hombre que se halla antes y más allá del enfermo.

Frente a él no se puede, ni se debe, ser "objetivo", ya que ellono haría sino traicionar nuestro deber y nuestra investiduray, en último término, derrotaría nuestros mejores esfuerzos

 para ayudar y curar.Pero, ¿cuál es esa relación especial? Sólo puede ser una:

aquella que no cosifique al enfermo, que respete su condiciónde hombre y que nos coloque frente a él como frente a un se-mejante, un ser igual a nosotros al que nos une, no solamentesu condición humana, sino su necesidad y su reclamo. U narelación profunda y, a la vez, respetuosa; solícita y, al mismotiempo, libre; cargada de afecto, pero no sometedora ni ab-sorbente.

Si recordamos la revisión hecha veremos que ella se acercaal modo dual de Binswanger, al Yo-Tú de Buber, al amor-Sde Maslow, al amor constante de Lain.

Siendo eso cierto en general, eri el caso del psicoterapeutay su paciente esta forma de unión interhumana se acentúay  perfila aún más, obligándonos a  plantear una preguntaindispensable. ¿,Es amor lo que, en estos casos, siente elmédico?

La pregunta es pertinente y me permite aclarar, ante todo,mi posición frente a los métodos de psicoterapia en uso.

 No es necesario remontarse a la historia para hallar dosformas de relación psicoterapéutica que deben distinguirseclaramente. En la primera, el terapeuta "dirige" a su enfermo,lo guía, lo conduce y determina, en una forma u otra, el ca-

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AMOR Y PSIGOTERAIHA 81

mino que debe seguir. Esa influencia varía desde el comandodi.ecto, la imposición autoritaria sin tapujos, hasta la suges-

tión -a veces sutil y envuelta en una serie de velos-  pa-sando por la hipnosis.

Es la.  primera la forma más  primitiva de  psicoterapia, laque encontramos, no solamente en el comienzo histórico,síno en la iniciación de los estudios modernos.

Recordemos que los primeros  psicoterapeutas fueron lossacerdotes y los magos de las culturas  preeientíficas, queactuaban como representantes o vehículos de los poderessobrenaturales a los que el paciente recurría desesperado.Era natural que se sometiera a ellos incondicionalmente y era.natural que los curadores aceptaran esa sumisión y la exi-gieran e impusieran como indispensable.

Cuando la psicoterapia pasó a ser ejercida  por el médico

conservó, en cierta forma, su significado mágico, unido,quiérase o no, al arte de la medicina, y mantuvo Ja relaciónsumisíva, y dependiente del enfermo, relación también ligadaal  papel del curador en sus demás acciones. El médico es,tradicionalmente, el que "prescribe", y  prescribir, desde suraíz latina, significa señalar, ordenar, determinar alguna cosa.El señala, ordena y determina; él dice LÜ enfermo lo que debehacer y lo que no debe hacer, lo que le está permitido y loque le está prohibido; su papel es de neta e indiscutible supe-rioridad, sobre la que se asientael derecho, innegable, de orien-tar la vida de su paciente y "saber lo que le conviene".

Ese derecho, presente en todos los aspectos de la actividadcurativa, se transfirió a la  psicoterapia y se aplicó en elladesde el comienzo.

Es acaso Dubois el primero que reacciona cuando, comba-tiendola sugestión,  protesta enérgicamente por la imposiciónque el terapeuta ejercía sin tomar en cuenta la voluntad del

 paciente. Aboga a favor de otro  procedimiento más dignode la condición humana que el sometimiento irracional ala voluntad del sugestionador y  propone la "persuasión" co-mo método curativo.

Quizás la persuasión de Dubois significó un avance en el ca-mino hacia el respeto por la individualidad del pacienteyaque, en teoría al menos, se trataba de "convencerlo" paraque "voluntariamente", "racionalmente", actuara a favor-

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de su salud; pero, dejando a un lado el hecho de que era, enrealidad, una forma más de sugestión, de todas maneras,el médico imponía, aunque fuera racionalmente, su  punto devista e influía sobre el enfermo  para llevarlo a pensar y obrarcomo "debía". La creencia en la superioridaddel facultativoy en su derecho de guiar a su paciente era mantenida en todosu vigor actuante.

Es con el psicoanálisis que aparece la actitud "no diree-tiva", la segunda forma de relación  psieot.erapéutíca a la queme he referido. Se tr ata, en principio, de no influir directa-mente sobre el enfermo sino ayudarlo a obrar de una maneralibre. Ese desideratum no se logra,  por su puesto. Quiéraloo no .. el psicoanalista se mueve en el marco de una teor ía ysus interpretaciones son rieles conductores a lo largo de loscuales toda la terapéutica debe desenvolverse. Para  poder

sanar, el enfermo tiene, ante todo, que estar convencido de lateoría psicoanalítica y no puede llegar a ese convencimientosin la influencia poderosa -y no solamente, por supuesto,intelectual- de su curador.

Roger s da un  paso adelante  proponiéndose intervenir lomenos posible, no forzar ninguna, interpretación ni ex plica-ción y  pretendiendo que el enfermo halle su propio caminoy decida, con la menor inter ferencia de  parte del terapeuta,el curso de su tr atamiento.

Muchas críticas se han hecho y muchas  pueden hacersea la teoría y la práctica de la psicoterapia sobre tales bases,

 pero, innegablemente, ella pone énfasis en el r espeto a laindividualidad del enfer mo como hombre, en su derecho ano ser llevado y traído  por las ideas de su curador y en laobligación de éste de abstenerse, en todo momento, de im-

 poner, directa o indirectamente, "lógica"o "emocionalmente",su posición.

Esta actitud coincide grandemente con la de los psico-terapeutas que han tomado del existencialismo algunos con·ceptos sobre los que asientan un acercamiento terapéuticoen el que el respeto  por la persona humana, en su más altaexpresión, se manif iesta,

Según ellos, dos clases totalmente diferentes de relaciónson  posibles, como hemos visto,  para el hombre: la que tienecon las cosas y .la que lo une a los otros hombres.  No debe

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AMOR Y PSICOTEfü\PIA 83

confundirlas, y la falta más grave que puede cometer es lade "cosificar" a un semejante, es decir, tratarlo sin tener en

consideración su condición de tal: ser libre, consciente de suser y de su libertad.

Este respeto por el hombre, esta actitud que lo colocasiempre al nivel de nuestro propio yo; que tiene  presente sucategoría ele "semejante" y que, por lo tanto, no trata de"guiarlo", "enseñarle el camino", "dirigirlo" o "manejarlo",me· parece) a  pesar de que puedo discrepar con otros con-ceptos existencialistas . . la única  justa para el  psicoterapeutay creo que es la que se impone en la actualidad.

Si ello es así, comprendemos la relación estrecha que la psicoterapia tiene con los conceptos del amor que más arribahemos explanado. Ambos, la  psicoterapia y el amor, sonmovimientos que, al dirigirse hacia valores del prójimo,

 producen el milagro de que esos valores se hagan vivos yasciendan cada vez más hacia una superación que lo con-duzca a -tomando una expresión de Fichte-« "llegar a serel que es", sin siquiera el deseo de "mejoramiento", ni lasugestión de "debes ser así", sin que, por otra parte, las fallas,los fracasos o los estancamientos intervengan de maneraalguna en el proceso y sin que, por supuesto, haya otra cosaque una relación llena de humanidad.

Pero, si lo que el  psicoterapeuta siente hacia su  pacientees amor, ¿de qué clase de amor se trata'? El amor no es uno;toma diferentes formas y ofrece distintos matices: varía deun caso a otro y vibra en diversos niveles.  Nuestra tarea es,

 pues, ahora, acercarnos más a los hechos y mirarlos atenta-mente  para ver si podemos descubrir su esencia.

H Forrnas del arnor

El amor que un ser humano puede sentir hacia otro tomadiferentes formas en diferentes ocasiones y en relación conlas característicasde los participantes. En el estudio que hemosemprendido debemos referirnos a los modos de amar queinforman la relación l. De amigo a amigo; 2. De  padre ahijo; 3. De maestro a discípulo; 4. De sacerdote a feligrés;5. De amante a amante.

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. 84 CARLOS ALBERTO SEGUlN

l. El a mor del arn arrte

Creo que debemos comenzar por el último de los casosnombrados. Aquel que se refiere al amor del amante (permí-taseme la licencia) que, en el lenguaje de todos los días, es elque está directamente unido a la idea de amor.

 No  pretendo,  por supuesto, entrar en un estudio de estesentimiento, cosa, por otra parte, innecesaria en nuestro caso.Me  parece que  basta con indicar algunas condiciones diferen-cian tes y calificadoras.

Ante todo, los amantes deben hallarse en  paridad ele  posi-ción. Esto no quiere decir que no haya, o pueda haber, supe-rioridad de uno sobre el otro en alguna, o algunas caracterís-ticas  particulares y específicas. Todo lo contrario: como loanticipara en otro lugar 61 , creo que es requisito indispensable

 para el amor la admiración y ésta no existe si no hay con-ciencia de cierta superioridad. Pero ella no  puede destruirel hecho de la igualdad de los amantes como tales, lo que signi-fica que, reconociendo la superioridaddel o la compañera enalgún aspecto, el amante, no por ello se considera inferiorqua emanie. Para que el verdadero amor de esta clase existaes indispensable que ambos miembros de la  pareja estén enel mismo nivel humano, se reconozcan como seres entre losque no existe ninguna desigualdad existencial que trabe eldesenvolvimiento de la relación amorosa, relación que no

 puede comprenderse sino como la unión de dos  personaslibres y equivalentes.

La segunda característicaque va. a detenernoses la atracción,

es decir, la capacidad de ambos miembros de la pareja de"traer hacia sí" al otro. Puede esa atracción tener un mayoro menor componente físico o espiritual, pero no se concibeun amor entre amantes sin una atracción mutua.

Es esa atracción, precisamente, la que determina la eleccién.

de la pareja, elección que existe siempre, aunque muchas .

veces no sea hecha en la claridad de la conciencia y no tengatodas las características fenomenológicas del acto voluntario.

Otro rasgo esencial en el amor que estamos estudiando es

st Carlos Alberto Seguin: Tú 1 J la 1 1 1 edicina, Córdoba,Assandri, 1957.

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AMOR Y PSICOTERAPIA. 8 . 5

el deseo de  posesión o la experiencia de mutua pertenencia.Si bien la posesión amorosa y la  pertenencia tienen caracte-

rísticas diferenciales específicas -en las que no podemosentrar ahora- ellas están siempre presentes en el amor deamantes y lo colorean definitivamente.

Por último, laei bui noi least, debemos señalar en esta uniónla presencia, más o menos obvia, de  sentimientos sexuales.

 No  pretendo afirmar que todos y cada uno de los aspectosarriba nombrados deben hallarse en la misma forma en todocaso, pero es su presencia la que define lo que llamamos amor,en el sentido restringido de la palabra.

Son,  precisamente, las característicasque no  pueden existiren la relación psicoterapéutica, como el análisis más super-ficial nos muestra. Debemos, pues, descartar esta clase deamor como similar o cercano al que une al  psicoterapeutacon su paciente, a pesar de las afirmaciones psicoanalíticasque hemos tratado de estudiar más arriba.

2. La am istad

La relación amistosa debe ocuparnos más detenidamente .

¿No es lo que une a médico y  paciente en  psicoterapia? A primera vista así lo parece, y,  por otra parte, es muy comúnque un  proceso  psicoterapéutieo termine en una amistadfirme y duradera entre los  par ticipantes. Estarnos, pues, enla obligación de estudiar más de cerca las características deeste lazo interhumano en su posible importancia para nuestracomprensión de lo que el psicoterapeuta experimenta haciasu paciente.

Desde antes de Platón hallamos, en la literatura occidental,estudios muy interesantes de f o , amistad, estudios que puedenilustrarnos acerca de lo que creyeron quienes más podíansaber del tema.

Platón, por supuesto, en lugar de f acilitarnos la tarea, lacomplica inmensamente, ya que nos hace a veces muy dificil,si no imposible, diferenciar la amistad del amor. Llega a de-cir62 que "cuando. la amistad se hace excesiva, llamamos aese exceso amor".

6 :: Platón:  Lauie, Oxford University Press.

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8 6 ·CARLOS ALBERTO SEGUIN

Sin embargo, nos ha dejado un hermoso diálogo sobre laamistad. Es  Lieis 63• En él el filósofo nos sorprende cuando,

luego de un largo peregrinar por el mundo de los argumentos,termina con estas palabras:

"Oh Menexeno y Lisis; qué ridículo es que dos jóvenes como vosotros y yo, un viejo que gustosamentese os uniría, imaginemos ser amigos -tal es lo quediría cualquier viandante- y, sin embargo, no haya-mos sido capaces de descubrir lo que es un amigo".

¿Es que Platón quiso darnos a entender que la amistad noexiste como tal? Es muy posible, dada su posición y la de suscontemporáneos acerca de las relaciones entre hombres. Sinembargo, hallamos en medio del diálogo algo que se repetirá

muchas veces a lo largo de los tiempos: la razón de cualquierclase de amistad es la utilidad. Dice el maestro:

"Si eres sabio, todos los hombres serán tus amigos, porque serás útil y  bueno; pero, si no eres sabio, nitu  padre, ni tu madre, ni tus parientes, ni nadie seráamigo tuyo''.

, , Aristóteles es mucho más especifico al respecto: M

"Sólo se ama al objeto amable, es decir, el bien,o lo agradable, o lo útil. Pero como lo útil no es másque lo que nos proporciona un bien o un placer, resultade aquí que lo bueno y lo agradable, en tanto queobjetos últimos que se proponen al amor, pueden

 pasar por las dos únicas cosas a que se dirige el amor". 6~

G 3 Platón:  Lusis , Oxford University Presa.tl4 Obras comoletas ele  Aristóteles, traducción de Patricio

de Azcárate, Bu~nos Aires, Anaconda, 19fl. e

65 Esta doctrina, un poco egoísta, es combatida por Ci-cerón (De la Amietod, traducción de Agustín Millares, Univ,Autónoma de México, 1958), quien expresa:

"Me parece ( 1 9 , amistad) un sentimiento nacido, no de lanecesidad, sino de la naturaleza misma, y más debido a unaespontánea inclinación del ánimo.

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AMOR Y PS!CQTERAPIA 87

Santo Tomás, sin añadir mucho,  borda los conceptos delEstagirita . . Para nuestros propósitos sólo tenemos que añadirque, según estos autores, no puede hablarse de amistad si el

sentimiento no es recíproco y Aristóteles lo afirma direc ta-mente:

"Para que sean verdaderos amigos, dice, es precisoque tengan los unos  para con los otros sentimientosde benevolencia, que se deseen el bien, y que no ig-noren el bien que se desean mutuamente".

La amistad es caracterizada, pues, por: a) reciprocidad; b) igualdad; e) elección del amigo; d) similaridad de  pro- pósitos; e) algo útil,  placentero o  bueno que el amigo puedaofrecer.

Fácil es comprobar que ninguna de estas condiciones se

encuentra en la relación del  psicoterapeuta con su paciente,desde el  punto de vista del primero.Por supuesto que, dadas las . caraoteríaticas propias de la

situación, no puede pretenderse reciprocidad de sentimientos,sobre todo al comienzo del proc eso. En cuanto a la igualdad,a primera vista parece una condición menos necesaria aún queen el amor. Puede hallar s e amistad entre per sonas de muy dif e-rente condición y de las más variadas características, personasque no  podrían considerarse como iguales en ninguna forma.Sin embargo, un examen más cercano de Jos hechos quizásnos permita una distinta conclusión.

8i bien  pueden ser amigos dos seres diferentes en cuantosentimiento de amor, que a l a . consideración de la utilidadque de ella pudiéramos obtener".

Y completa. su pensamiento: "Mieutras mayor confianzatengamos en nosotros' mismos, y nos sintamos dotados devirtud y sabiduría en grado tal que para nada necesitemos delos demás,  juzgando que todo lo llevamos en nuestro propioser, más sobresaldremos en granjear y cultivar amistades".

Indudablemente que el discurso del romano es una her-mosa. pieza literaria y que los estudios de los griegos pretendenir más allá: hacia un análiais de las posibilidades lógicas dela amistad.  No pueden, pues,  juagarse en un mismo plano.a sus condiciones personales o sociales, esas diferenc ias serefieren a hechos distintos del fundamental de ser amigos

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8 8 'CARLOS ALBERTO SEGUIN

Con esto quiero decir que, disímiles en todo, deben, sin embar-go, estar colocados en el . mismo plano qua amigos. Las dif e-rencias que entre ellos existieran no pueden destruir el hecho

de que son dos seres humanos a los que el sentimientocolocaa un mismo nivel. Si ello no fuera así, podría quizás tratarsede  protección, de benevolencia, de caridad (en el sentido co-rriente del término); pero no de verdadero sentimiento amis-toso que, como bien lo recalcanlos clásicos) debe, para existir,ser mutuo.

Esa condición no es,  por supuesto, llenada en la relacióndel  psicoterapeuta con su paciente. Si bien habría muchoque hablar (y más adelante diré algo al respecto) sobre la

 posición del médico ante su enfermo en psicoterapia, es visibleque ella no puede considerarse como de igualdad y la dife-rencia está, desde el  primer momento, destruyendo toda,

 posibilidad de auténtico sentimiento amistoso. En etapas

 posteriores del proceso  psícoterapéutico la situación varíay una real amistad, como he dicho, puede aparecer y afir-marse,  pero el hecho mismo de su "aparición" marca uncambio y  prueba que no existía antes .

 Ninguna de las otras características revisadas se encuentratampoco en  psicoterapia. El médico no puede elegir a sus

 pacientes en el sentido en que puede hacerlo con sus amigos.Si bien en la  pr áctica, de una manera consciente o incons-ciente, hace una selección, ella se  basa en r azones , impulsoso necesidades muy diferentes de las que informan la elecciónamistosa. No creo que sea necesario extenderse en el aná-lisis de esto.

En cuanto a la similaridad de  propósitos que he señaladocomo otra marca de la amistad, tampoco existe en psicote-rapia (me r efiero siempre a las  primeras eta pas). El  pacienteque busca al psicoterapeutano es consciente de su real  proble-mática ni se halla en condiciones de comprender los fines y propósitos del médico. Por el contrario, bien sa bemos cómo

5 e opone a ellos y cómo toda la primera parte del tratamientoIebe, generalmente, desarrollarse en medio de fuertes y va--iadas resistencias que parecen mostrar que enfermo y médico.ratan de alcanzar fines distintos  por caminos diferentes.

En relación con ésto creo interesante citar aún a Aristó-.eles, quien dice:

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AMOR Y PS!COTEF..APIA 89

"No es posible hacerse amigo de las personas quedesagradan. La misma observación puede hacerse res-

 pecto a los excéntricos".

Si bien la primera  parte parece  justa, la segunda elimina,inmediatamente, toda relación de la amistad con la,  psicote-rapia, desde el punto de vista del médico.

Por último, ¿debe el psicoter apeuta buscar en su  pacientealgo -como, al parecer, busca el amigo  para serlo- algo

 bueno, útil o placentero?Los comentaristas que hemos revisado ponen énfasis en

que esa bondad, utilidad o placer deben ser referidos a quienofrece la amistad, es decir que el amigo debe ser bueno,  pla-centero o útil, no  para él mismo o algún otro, sino  para suamigo.

¿Llena el paciente, en psicoterapia, esas exigencias? Si bien el médico no puede detenerse a considerar la "bondad"de su enfermo como condición para que merezca ser atendido;si bien no debe, conscientement e , contar con la utilidad o el

 placer que le proporciona, no podemos decir lo mismo sitomamos en cuenta factores obrando a niveles distintos.Como en toda relación humana, en psicoterapia es indispen-sa ble considerar las influencias inconscientes . A todo ellovolveré más adelante.

Hay aún algo que agregar. La amistad, como el amor deamantes, ha sido considerada por muchos como con ciertaexclusividad y, por lo tanto,  posible sólo singularmente.Volviendo a Aristóteles, él afirma:

"La verdadera amistad . . . se dirige por su mismanaturaleza a un solo individuo".

Boswell repite este mismo pensamiento:

"El que tiene amigos -dice- no tiene un amigo". 56

66 Boswell, J.;  Lije of Samuel Johnson Ll. D., Londres,Encyclopedia Britannica, 1952.

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9 0 · CARLOS ALBER TO SEGUI N

Creo que podemos concluir que, a pesar de algunás simi-lar idades y concomitancias, lo que el  psiccterapeuta siente por su  paciente no es amistad. Por el contrario) es bien sa bido

que la amistad im pide una  buena relación  psicoterapéuticey es un serio obstáculo par a su recta evolución.

Esta forma de r elación  presenta, induda blemente, un par entesco más cercano que la anterior a la que une al médicoa su  paciente en  psicoter apia.

Bien conoc ida es la teoría  psieonalítica de la transfer encia:los sentimientos que el enfer mo experimentó  por las  personasimpor tantes de su inf ancia, en este caso el padr e, se tr ansf ieren

al médico, quien, de esa manera, se convier te en una figura

rece ptora frente a la cual e l  paciente r evive los conflictos quequedaron ir r esueltoe  primitivamente.

 No vamos a detenemos ahora en ese aspecto del asunto, puesto que lo que nos ocu pa no son los sentimientos del en-Iermo. Me he referido ya a la l lamada contr atr ansfer eneia y he

destacado e l he cho de que ella, no  puede, de ninguna maner a,agotar las  po si bilidades de r elacr ó n mé dico-enfermo. Trataréahor a de aualisar otro aspecto rn6,s  pertinente de la cuestión:lo que, desde el  punta de vista de nuestro interés  presentesingulariza la posición "paternal".

Creo que, en ese análisis, debemos tener en consider ación:a) autoridad;  b) sentimiento de, u.as forma u otr a, de  po-ses ión; e) conducción o direc ción; d) casi siempre, iden-

tificación.'I'ra ternos de examinar estas car acter ísticas en relacióncon e l  psicoterapeuta.

Quizás el sentido de autor idad es el más difícil de err adicary a 6 1 me r efer iré con detención má s adelante.

Como der ivado directamente se  presenta el  problema delsentimiento de  posesión que el padre experimenta, en mayoro menor grado, hacia su hijo. Se trata, en realidad, de unacaracterística de la. or ganización f amiliar en nuestr a culturay va haciéndose menos importante cada vez . De todas ma-neras , debe hallarse ausente en una relación  ps icoterapéutica

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AMOR Y PSICOTERAPIA 91

recta, ya que, de otro modo, distorsionaría su significado,fines y logros.

Al enfrentarnos con el tema de la conducción o direcciónque el  psicoterapeuta  puede ejercer sobre su paciente, to-camos nuevamente uno de los problemas básicos. Ya me hereferido a él en varias oportunidades y creo que poco quedaque decir, como no sea el reafirmar mi posición. Sin des· ~conocer la  posibilidad, y la necesidad, de una influenciadirectiva --1:3ea cual fuere su forma- en determinados casos(casos que me  parec en muy contados si se estudian des-apasionadamente), creo que la moderna  psicoter a pia no

 puede tener sino una orientación: la del respeto a la  per-sona humana, la del reconoc imiento de que la normalidadestá en el goce de la libertad; la de que el pa pel del  pa ico-terapeuta no es otro que el de  posibilitar 61 a su enfermosin imponerle, ni directa ni indirectamente, ideas, senti-

mientos ni valores. Por otra par te, cualquier clase de direc-ción q ue se aceptar H . como ú ti! estaría lejos de aq u ella  basadaen Ja autoridad, en la sa bidur ía indiscutible e induda ble yen las normas com par tidas que el  padre representa, enseñae impone. La dirección que el  psicoterape uta  puede dar sesupone alejada de  pr ejuicios de cualquier clase , no atadaa normas o líneas de conducta prefabricadas y libre d~ los

 puntos de vista par ticular es del  psicoterapeuta, cualesquieraque ellos fueran.

Me he referido, por último, a . la identificación como ha..llándose comúnmente  presente en el amor  paternal. Ya.Goethe lo dijo: G 3

"Es el buen deseo de todo  padre el ver realizadoen su hijo lo que en él falló; es como vivir la propiaexistencia una vez más , usando de la mejor manera.las experiencias de la primera vida".

Es verdaderamente difícil que un padre, en nuestra cul-tura, no se identifique, de una manera u otra, con su hijo,

6 i La frase es de van Weiasücher segun traducción deLain Entralgo en "Medicina e Historia".

ri s En "Poesía, y verdad".

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92 CAHLOS ALBERTO SEGUIN

consciente o inconscientemente y,  por supuesto, es ímpo-sible ace ptar tal sentimiento en el  psicoterapeuta,

Si bien en muchas oportunidades es necesario que éste, para  justipreciar las reacciones del  paciente, sepa colocar seen su lugar o sim pot iz ar con él, esa r eacción debe distinguir se,como lo hemos visto, muy claramente, de la identificación.Para ello basta r ecor dar las caracter ísticas de la simpatía,distintas y  pr ecisamente diferencia bles frente a todo otrofenómeno en el que los lfünites del yo y la intencionalidadno existen o desa parecen, como en la identificación. 69

Erich Fromm ha visto netamente estas cosas cuando dice: 37

"El amor  paterno es condicional. Su  princi pio es'te amo porque llenas mis aspiraciones,  porque cum plescon tu de ber,  por que eres como yo'. En el amor condi-cional del  padr e encontramos, como en el caso del

amor incondicional de la madr e, un as pecto negativoy otro positivo. El aspecto negativo consiste en el hechomismo de que el amor  paterno debe ganarse , de que puede  per der se si uno no hace lo que de uno se es per a.A la natur aleza del amor  paterno dé bese el hecho ele

que la o bediencia constituye la  princi pal vir tud, ladesobediencia. el  princi pal  pecado, cuyo castigo es la ,

 pérdida del amor del  padre".

Podemos,  pues , concnnr, afir mando que los sentimientos:lel psicoter a peuta frente a , su paciente no pueden confundir sec on los de un  padre fr ente a su hi jo, sino que, más bien, debenelaramente diferenciarse de ellos.

Si en toda relación  ps icoter a péutica  puede ha ber algo deiater nal, existe, casi siem pr e , mucho de  pedagógico. Se halef ínido la  psicoterapia , como reeducación o recondiciona-

6 9 Véase lo dicho anteriormente sobre la simpatía pág. 45) .

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A l\ ltOH. ·y PSICOTERAPIA

miento y ello implica, naturalmente, labor de esa clase.  Noscorresponde, pues, tratar de ver si la relación maestro-discí-

 pulo puede asimilarse a la relación doctor-paciente. No lo creo, pero considero indis pensable un estudio de-tenido del problema.

Quizás debamos, mm vez más, volver a los clásicos y, aho-ra m ás que nunca, es a Platón, el maestro por excelencia,a. quien debemos dirigirnos . Su obra toda está or ientada peda-gógicamente, como sus diálogos lo muestr an paso a  paso, yes de él de quien deriva la noción del "Eros  pedagógico"que debemos conocer y comprender.

Para hacer lo creo que es necesario que nos familiaricemos ,en lo posible, con sus ideas al r especto.

Platón se ha ocupado del amor constantemente. En  Li sisy  Fedro el tema es tr atado con detención,  pero, induda ble-mente, es el S impo sium el que nos ofrece una visión más

completa, o más variada, de las ideas platónicas. En él 70 escurioso notar que Eriximaco, el médico, es quien proponeel tema de la discusión: el amor, y que Sócrates lo aceptagustosamente: "Por lo menos, dice, no seré yo quien lo com- bata, yo que hago profesión de no conocer otra cosa queel amor".

Luego, Pausanias comienza su intervención distinguiendodos clases de Eros:

"Es indudable, expresa, que no se concibe Afroditasin Eros, y si no hubiese más que una Afrodita, nohabría más que un Eros; pero, como hay dos Afroditas,necesariamente hay dos Er os. ¿Quién duda de que

haya dos Afroditas? La una de más edad, hija deU rano, que no tiene madre, a la que llamaremos Ura-nía: la otra más · joven, hija de Zeus y de Dione, a la .

que llamar emos la Afrodita popular o Pandemia. Sesigue de aquí que de los dos Eros, que son los minis -

tros de estas dos Afroditas, es preciso llamar al unoceleste y al otro popular. Todos los dioses sin duda

'º Platón:  Diálo gos  Escogid os, traducción de Patr icio deAzcér ate, Buenos Aires, El Ateneo.

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94 cARLOS ALBERTO SEGUlN

son dignos de ser honrados, pero distingamos bien lasfunciones de estos dos amores".

Describe luego: "El amor de la Afrodita  populares  popular también, y sólo inspira acciones  bajas;ea amor que reina entre el común de las gentes, queaman sin elección, lo mismo las mujeres que los jóvenes,dando preferencia. al cuerpo sobre el alma. Cuantomás irracional es, tanto más os  per siguen, porquesólo aspiran al goce, y con tal que lleguen a conseguirlo,

· les importa muy poco por qué medios. De aquí procedeque sientan afección por todo lo que se presenta, buenoo malo, porque su amor es el de la Afrodita más joven,nacida de varón y de hembra. Pero no habiendonacido la Afrodita urania de. hembra, sino tan sólode varón, el amor que la acompaña sólo busca a los jóvenes. Ligados a una diosa de más edad, y que, por consiguiente, no tiene la sensualidad fogosa dela  juventud, los inspirados por este amor sólo gustandel sexo masculino, naturalmente más fuerte y másinteligente",

Es el Eros  pedagógico, que debemos examinar más de cercasi queremos comprender su verdadera naturaleza y significado.

El amor que se propone en esta forma es el amor a la be-lleza, encarnada en esos jóvenes que Pausanias describe,

 pero, y esto es importante, es un amor que se eleva  por en-cima de 'quien lo inspira. Ello se ve claramente en el mismoSimposium. cuando Platón hace que Diótima explique queese amor no es un amor a la  persona  por la persona misma,

sino por lo que ella representa y solamente como el comienzode una escala que conducirá a algo superior y que realmentemerece cualquier esfuerzo humano. Dice Dió tima:

"El que quiere aspirar a este o:,;~to por el verda-dero camino, debe desde su [uvem.. ·l comenzar a

 buscar cuerpos bellos. Debe además, si está  bien diri-gido, amar a uno sólo, y en él engendrar y  producir

 bellos discursos. En seguida debe llegar a comprenderque la belleza, " que se encuentra e n un cuerpo cual-quiera, es hermana de la belleza que se encuentra

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AMOR Y PSICOTERAPIA 95

en todos los demás. En efecto, si es preciso  buscarla  belleza en general, sería una gran locura, no creer

que la belleza, que reside en todos los cuerpos, es unae idéntica. Una vez  penetrado de este  pensamientonuestro hombre debe mostrarse amante de todos loscuerpos bellos y despojarse, como de una despre-ciable  pequeñez, de toda  pasión que se reconcentresobre uno solo" Después debe considerar la bellezadel alma corno más  preciosa que la del cuerpo, ele

suerte que, un alma  bella, aunque esté en un cuerpodesprovisto de perfecciones,  baste para atraer suamor ~' sus cuidados, y  para ingerir en ella loe die-cursos más prcpios para hacer mejer la [uneniud l Sub-rayado por nosotros]. Siguiendo así, se verá necesa-riamente conducido a contemplar la belleza que en-

cuentra en las acciones de los hombres y en las leyes,a ver que esta  belleza  por todas partes es idéntica así misma, y hacer,  pm consiguiente, poco caso dela  belleza corporal. De las acciones. de los hombresdeberá pasar a las ciencias  para contemplar en ellasla  belleza; y entonces; teniendo una idea más ampliade lo bello, no se verá encadenado como un esclavoen el estrecho amor de la belleza de un joven, de unhombre o de una sola acción; sino que, lanzado en elocéano de la  belleza, y extendiendo su miradas sobreeste espectáculo,  producirá, con inagotable fecundidadlos discursos y  pensamientos más grandes de la filo-sofía, hasta que, .asegurado y engrandecido su espíritu

 por enta sublime contemplación, sólo percibe una cien-

cia, Ja de lo  bello".Y Dió tima completa, más adelante, su  pensamiento:

"Cuando de las bellezas inferiores se ha elevado,mediante un amor bien entendido de los Jovenes,hasta la  belleza  perfecta, y se comienza a entrever la,se llega casi al término; porque el camino recto delamor, ya se guíe  por sí mismo, ya sea guiado  porotro, es comenzar  por las bellezas inferiores y elevarsehasta la belleza suprema,  pasando,  por decirlo así, por todos los grados de la escala ele un solo cuerpo bello a dos, de dos a todos los <lemas, de los bellos

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9 6 ~ARLOS ALBERTO SEGUIN

cuerpos a las bellas ocupaciones, de las bellas ocupa-ciones a las bellas ciencias, hasta que de ciencia en

ciencia se llega a la ciencia por excelencia, que no esotra que la ciencia de lo bello mismo, y se concluye

 por conocerla tal como es en sí".

He aquí, pues, un amor peculiar, un amor ascendenie, que busca la belleza última como fin y que utiliza todo lo demássolamente como medio.

Pero,  bien sabemos que,  para Platón, la be1leza últimano es sino la suprema verdad y la virtud superior n. El Eros

 platónico no puede, pues, ser comparado con ningún amor personal, ni con ninguno de los sentimientos a los que nosestamos refiriendo. El maestro griego busca en el discípulo

 belleza que, por supuesto, no es solamente física, y la opor-tunidad para elevarse juntos, a través de ese amor  particular,hacia una relación abstracta, hacia los valores superiores y,finalmente, hacia Dios.

¿Podemos, en alguna forma, comparar ·esta relación conla del psicoterapeuta y su paciente? De ninguna manera.Por el contrario, creo que el análisis nos ha mostrado clara·mente cuán lejos se hallan la una de la otra.

Por otra parte, y si nos alejamos del Eros pedagógico talcomo Platón lo concibiera, debemos considerar. en la posi-ción del maestro, varios hechos distintivos. Ante todo, laautoridad, que se nos presenta aquí nuevamentecomo compo-nente imprescindible, autoridad que, una vez más, se usa

 para conducción y dirección, todo ello informando un defi-nido conjunto de valores que el maestro debe imponer al

discípulo. Desde el  punto de vista más arriba explanado,ninguna de esas características debe encontrarse en una re-lación  psicoterapéutica rectamente conducida.

71 · Diótima concluye: "¿No crees que ese hombre, siendoel único que en este mundo percibe lo bello, mediante el ór-gano propio  para  percibirlo,  podrá crear, no imágenes devirtud, puesto que no se une a imágenes, sino a virtudesverdaderas, pues que es la verdad a la que se consagra'?"

Paso, for zosamente, por alto el apasionante problema queestas frases  presentan en relación con e!  poder del amor  parasuperar la ilusión del conocimiento y llegar a la verdad.

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AMOR Y PSICOTERAPIA

5. Agape

Debemos estudiar ahora otro tipo de relación humana que puede considerarse similar al que hallamos entre psicotera- peuta y  paciente: es la del sacerdote con su feligrés. Existenen ella condiciones en  parte análogas y su diferenciaciónes necesaria.

Para hacerlo debemos considerar la doctrina cristiana delamor. No creo que nadie encuentre díscutible la afirmaciónde que el amor está en la esencia misma de la religión de

. Cristo · 12 ,  pero las características de ese amor deben ser estu-diadas cuidadosamente.

Es el concepto de Agape el que sintetiza la doctrina cris-

72  Naturalmente que esto no vale solamente para el cris-tianismo. Todas las religiones superiores están basadas enel amor y hacen de él su esencia. Como un ejemplo, citaré

 pasajes  pertinentes que a Confucio se refieren (RicardoWilhelm: Kungtsé, Rev. de Occidente, Madrid, 1926):

"El discípulo Fan Tsch'I preguntó cuál era la esencia dela moralidad. El maestro dijo: 'Amor al prójimo' 11•

"Este sentimiento de amor al prójimo es para Kungtsé lamáxima moralidad. La palabra china Jen está formada porlos signos 'hombre' y 'dos'. Indica, pues, la relación de unhombre con otro hombre. Así se define también. Amor al

 prójimo quiere decir humanidad, el verdadero camino delhombre. Es un sentimiento social y un conocimiento social.Este concepto de la humanidad, del amor al prójimo, no estásolamenteen el centrodela ética deKungtsé, sino, en general,en el centro de la ciencia. Porque para Kungtsé la cienciaes justamente el conocimiento del hombre, y la mor alidadel amor al hombre".

"A un hombre sin amor al prójimo (bondad), ¿para quéle sirve la forma? A un hombre sinamor al prójimo, ¿para quéle sirve la música?".

Compárense estas líneas con las siguientes del llamado"himno al amor" (Epístola I a los Corintios, XIII):

"Y aun cuando tuviera el don de la profecía, y penetrasetodos los misterios, y  poseyese todas las ciencias, y tuviesetoda la fe, de manera que trasládase 1de una parte a 'otra losmontes, no teniendo amor, no soy nada". -

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tiana del amor. Comienza a manifestarse ya en San Pablo 1 3

y con San Juan se establece definitivamente. El "Dios es

Amor" del apostol precisa los términos y enru;mba categó-ricamente la actividad ideológica y práctica del cristianismo.Si bien las ideas de San Pablo y San Juan han pasado

a través de variadas e importantes vicisitudes a lo largo dela historia 74, su base. conceptual se ha mantenido y es a la,

que debemos referirnos.Ya hemos estudiado las características del Eros platónico,

representante del sentir de la épocay la cultura, y debo ahoradestacar su contraste con el Agape cristiano. El primero,como vimos,  partiendo del hombre, y a través de la re-lación con . él, trata de elevarse hacia los valores supremosen un constante movimiento ascendente. Agape es, puededecirse, lo contrario. Si Dios es Amor, es la fuente indiscutiblede todo el amor del mundo. El ama a los hombres y lo hace

sin relación alguna con sus merecimientos. En realidad, elhombre no puede nunca merecer el amor de Dios y, sin em-

 bargo, lo recibe, y con ello se encuentra inmerso en él y, por él, se hace amado y amante. Así, Agape es el amor a nues-tro  prójimo "en Dios", a través de Dios 75, "por el amor deDios". Se trata de un amor que desciende, que no es r eal-mente motivado por los otros seres humanos como tales,sino como un reflejo del amor divino que llena el univer soy el corazón de los fieles.

Esto basta para distinguirlo del amor que el médico puedesentir hacia su paciente, pero puede añadirse aún más. Enel amor del sacerdote por su feligrés hallamos: a) una refe-rencia a un conjunto de valores supremos y a dogmas; b) una

13 Vale la pena recordar nuevamente el famoso "himnoal amor" que se encuentra en la Epístola I a los Corintios ,XIII: "Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombr esy las de los ángeles, si no tuviese amor, sería como un metalque resuena o como una campana que retiñe".

74 Véase la magnífica obra de A. Nygren: Agape and E r o s.

Filadelfia, The Westminster Press, 1953.75 "El significado real del amor cristiano -dice Nygren-

3610  puede ser entendido si se toma seriamente en cuenta elhecho de que no es nada menos que el amorhacia Dios; de- pende en la relación con Diosy la experiencia del amor divino".

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AMOR Y PSICOTERAPIA 9 9

consideración más o menos rígida de esos valores; c) la ideade "salvación", el trabajo constante en pro de una vida pos-terior a la muerte; d) el concepto del "pecado", del arre-

 pentimiento y del perdón. Ninguna de estas características puede considerarse en

 psicoterapia. Más adelante estudiaremos con detalle algunasde ellas, pero es suficiente esta enumeraci6n para conven-cernos de que el amor del sacerdote por su feligrés-Agape-es diferente del que el psicoterapeuta puede sentir como tal.

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EL EROS PS!COTERAPÉUTICO

Creo que el estudio que hemos hecho de la relación humanaen la que el amor es el determinante  básico,  basta para mos-trarnos que ninguna de sus formas puede identificarse con laque une al psicoterapeuta con su paciente. Es verdad que hayalgunos caracteres comunes, que no puede negarse un paren-tesco cierto, pero ello mismo nos obliga a distinguir cuidado-samente. Es lo que intentaré en las páginas que siguen.

Ante todo, quiero expresar lo que puede haberse ya sos- pechado: creo que, en este caso, se trata de una forma de amordiferente y no confundible con las otras, una forma nueva deamor que debemos dist ' ingufr con un nuevo nombre: el de Eros

 psicoterapéutico.

El término nos está indicando ya un camino. Ante todo,nos aleja del concepto sexual del amor y nos acerca a lasideas platónicas, con cuyo "Eros  pedagógico" puede teneralguna relación.

Veamos qué es lo que podemos decir de este fenómeno ysi un estudio más detenido nos permitirá mantener su indi-vidualidad y singularidad.

Establezcamos, ante todo, sus características negativas,que se desprenden de lo visto anteriormente. El Eros psico-terapéutico debe hallarse libre de: a) autoridad o tendenciaa la posesión,  b) identificación, e) dogma, d) imposición devalores, reglas o conocimientos, e) atracción sexual.

Indudablemente, el tema de la autoridad en psicoterapia

es el que más se presta a discusión. Ya he dicho algo al res- pecto en páginas anteriores, pero creo que no puede insistirsesuficientemente. Si bien para algunas formas -las llamadasdirectivas o sugestivas- la autoridad del psicoterapeuta esno solamente permitida, sino necesaria, cuando nos referimosa la psicoterapia profunda, en la que se pretende, no una acciónortopédica, sino un efecto distinto, que quizás pueda sola-mente definirse como un conseguir que el paciente "lleguea ser el que es", toda presión coactiva, basada en la autoridad,se presenta, no solamente como contraria a la esencia mismade tal relación interhumana, sino que la destruye inmediata-mente.

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AMOR Y PSICOTERAPIA 1 0 1

Pero, y creo que ésta es una pregunta pertinente, ¿puedeeliminarse la autoridad en una relación médico-enfermo?

Existen razones poderosas  para que la respuesta a este in-terrogante pudiera ser negativa. Razones de  parte del  psico-terapeuta y razones de parte del paciente. Este último, preci-samente a causa de la transferencia, inviste al médico de auto-ridad y lo incita a usarla. Todo  psicoterapeuta experimentadosabe bien que una de las más difíciles tarea del comienzo esla de llevar al enfermo a obrar libremente, a perder la ten-dencia, casi obsesiva, a apoyarse en el médico y obligarlo acolocarse en una posición directiva y autoritaria.

De parte del terapeuta f o , tentación es poderosísima. Yalos psicoanalistas han descrito la inclinación de los princi-

 piantes a "hacer el papel de Dios" en su relación con el pa-ciente, y tenemos que reconocer que, si bien esa inclinación

es exagerada y fácil de descubrir en un aprendiz, ella existetambién, por supuesto mucho más sutil, disfrazada y difícilde desenmascarar, en terapeutas de vasta experiencia. 76

Por otra parte, no puede ignorarse el hecho de que el en-fermo busca al médico  precisamente por su autoridad. Elencarna el saber y el poder y él es capaz de dispensar la saludy la felicidad. No solamente se le coloca en el papel de conse-

 jero, ~ino en el de juez y árbitro indiscutible. Todo ello, sinembargo, en la superficie, ya que tiene siempre, como todaambivalencia, una contraparte negativa en la tendencia aderrotarlo justamente en esa esfera. Si el terapeuta llegaraa caer en la trampa, nada más fáci.l para el enfermo que, lle-vando al absurdo sus consejos o  procurando inconsciente-mente su fracaso en la práctica, obligarlo a reconocer su derrotao, lo que es peor, a . ponerse a luchar con su enfermo en elterreno al que éste, mañosamente, ha sabido conducirlo.

Sin embargo, la autoridad  puede, y debe, ser eliminadade la relación  psicoterapéutica como tal y todo el procesoorientarse,  por el contrario, hacia la conducción del pacienteal abandono de una dependencia transferencial que, si biennecesaria y útil al comienzo, debe,  para el  buen éxito deltratamiento, desaparecer.

76 Ernest Jones: "The God Complex",  Essays in Applied Psychoanalysis, Londres, Hogarth Press, Vol. II, 1%1.

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102. CARLOS ALBERTO SEGUIN

Pero he aquí que nos encontramos con un problema ya to-cado antes. He afirmado

que una de las diferencias principales

entre otras formas de amor y la psicoterapia se halla en quelas  primeras necesitan la igualdad entre los  participantes,mientras que la última se caracteriza, precisamente, por laausencia de esa igualdad. ¿No estoy contradiciéndome? ¿Noestá esa desigualdad  basada,  precisamente, en alguna forma,inevitable, de autoridad? Ello fue remarcado  poderosamenteen una conversación entr e Carl Rugers y Martín Buher 77•

 No puedo resistirme a traducir sus palabras:

Buber: "Un hombre viene haciaUd. buscando ayuda.La diferencia esencial entre el papel de él y el suyoen esta situación es obvia. El viene a Ud.  buscandoayuda. No es Ud. el que va a buscarlo. Y no es sola-

mente eso, sino que Ud. es capaz, más o menos, deayudarlo. El puede hacer muchas cosas por U d.,  perono ayudarlo. Y algo más aún. Ud. lo ve realmente,

 No quiero decir que Ud. no puede equivocarse, peroUd. lo ve, como ha dicho, tal como él es. El no pue-de, de ninguna manera, verlo a U d. Esto, no sola-mente en el grado, sino en la forma del encuentro.Ud. es,  por supuesto, una persona muy importante

 para él, per o no una persona a la que él quiere very conocer o sea capaz de hacerlo. Ud. es importante

 para él. .. Ud. es... El está dando tumbos, viene ha-cia U d. Está,  puedo decir, enredado en la vida deUd., en sus  pensamientos, en su ser, su cornu-nicación, etc., pero no está interesado en Ud. mismo. No puede ser. Ud. está interesado, lo ha dicho y tienerazón, en él como persona. El no puede tener esa clasede presencia desligada ... ''

Buber destaca claramente la diferencia de posición que elmismo hecho psicoterapéutico produce entre el médico y su

 paciente y tiene razón si se consideran aspectos parciales delasunto. Es verdad que la situación no es la misma, que los

77 "Dialogue between Martin Buber and Carl Rogers", Peucholotna ,  N B : 208-211, 1960.

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AMOR Y PSICOTERAPIA_ 1 0 3

 protagonistas están llamados -casi diría, condenados-- adesempeñar papeles totalmente distintos. y 9, colocarse en

 polos al parecer irreconciliables; pero no por ello dejan de serhombres y en .esa función es en la que deben ser mirados. Yel que un hombre sufra y necesite ayudano significa que pierda_

su categoría de tal, ni el que otro hombre pueda, en ese mo-mento, ayudarlo, significa que por ello se considere superior.Se trata de distintas actitudes, de diferencias circunstancialesya que, básicamente, la condición de ser humano, con todolo que lleva consigo, no varía en un caso ni en el otro.

Creo que eso es lo fundamental. Existe, por encima de lascontingencias momentáneas) más allá de las posiciones even-tuales, una categoría humana que trasciende todos los ro-

 pajes que la vida le coloque encima, que caracteriza la "hu-manidad" y que no varía con las circunstancias ni cambia '

con el ambiente. Se es hombre en la salud y en la enfermedad,en la riqueza y en lamiseria, en la sabiduríay en la ignorancia,en la santidad y en el pecado. Quizás nunca se es más hombreque cuando se sufre como hombre, en tanto que hombre.En este sentido,  psicoterapeutay paciente son iguales, aunquese hallen colocados en posiciones distintas, y acaso el en-fermo esté en condiciones mejores de mostrar su "humani-dad"  porque sufre en cuanto hombre,  porque su dolor es,

 precisamente, aquel que el animal no puede experimentar.Si el médico siente -más que  piensa- así, la dificultad

desaparece y el acto psicoterapéutico se convierte en unencuentro entre dos seres humanos que se respetan ycoexisten.

Ello trae una consecuencia mayor. Las diferencias de posi-ción tan notables que Buber recalca enfáticamente van des-apareciendo en el curso del tratamiento; los  participantes,caminando  juntos a lo largo de una ruta de mutua compren-sión y constante mejoramiento, deben terminar el procesoen una igualdad que ha preparadoel camino  para una amistadcierta.

Todo esto,  por supuesto, elimina la posibilidad de algúnsentimiento de  posesión de  parte del terapeuta, sentimientoque constituiría, claramente, la negación de lo que acabamosde ver y bastardearía la  psicoterapia. Ese sentimiento de

 posesión, tan ligado a los paternales o sexuales, se encuentra

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104, ·CARLOS ALBERTO SEGUIN

en las formas de psicoterapia directiva a las que me he refe-rido y a las que considero (fo he dicho en varias oportuni-dades) recursos de inferior calidad y útiles solamente comomuletas ortopédicas circunstanciales.

La identificación es imposible en un tratamiento de estaclase bien conducido. Ya hemos visto antes cómo la identifi-cación  pertenece a un grupo de fenómenos completamentediferente de la simpatía y del amor. En ella no hay con-ciencia de la  posición del propio yo, no hay conciencia dedistancia ni hay, por supuesto, compasión. Se trata de la

unificación afectiva cuyas características la alejan completa-mente de la posición psicoterapéutica. Por otra parte, desdeel punto devista pragmático, si la identificación se presentara,destruiría la individualidaddel terapeuta y anularía su capa-cidad de ayudar.

Poco hay que decir, al parecer, respecto a, la necesidad deque el proceso psicoterapéuticosehalle alejado de tododogma.Sin embargo, en la  práctica, vemos cómo es fácil caer en ély cómono sehallan libres de este peligro los más "objetivos"y "científicos" colegas. Creo que es solamente la  propiamaduración la que  puede evitarlo y  permitirnos mirar la

realidad ponderadamente. Y es, precisamente, ese procesode maduración el que nos hace psicoterapeutas .

Mucho más difícil de eliminar es la imposición de valores,normas o conocimientos. Aclar aré, ante todo, que, al hablarde imposición de conocimientos, me refiero a aquellos en losque cada escuela basa su acción. En realidad, no puede com- prenderse, por ejemplo, un tratamiento  psicoanalítico or-

todoxo sin que el paciente, a lo largo de él, no se familiaricecon la teoría correspondiente y sin que, al final, maneje losconceptos de libido, oralidad, analidad, represión, superyo,introyección, etc. Y debemos preguntarnos si no hay en esaadquisición de conocimientos una directa influencia · suges-tiva, una constante  presión emocional, una doctrinacióninevitable. Lo mismo, por supuesto, puede decirse de una psicoterapia adleriana,  junguiana o cualquiera otra basadaen un conjunto de teorías genéticas. Es fácilmente compren-sible que, si el enfermo continúa en tratamiento por un tiemposuficiente, es porque está de acuerdo con los hallazgos y conlas interpretaciones ofrecidas. De otra manera, abandonaría

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 Al\10R Y PSICOTERAPIA 105

a su médico (no dejo, naturalmente, de considerar que ese"estar de acuerdo" tiene mucho de afectivo). Desde el punto

de vista del  psicoterapeuta, no se trata aquí sino de un pro-gresivo "descubrimiento de la verdad";  pero un rival deescuela o un observador no comprometido pueden ver en ellosolamente una selección automática que mantiene en trata-miento a "los creyentes" y  perpetúa así una  posición en laque la crítica se hace imposible y en la que es fácil la, forma-ción de grupos que, hablando un idioma propio, mirandolos fenómenos desde un determinado punto de vista y diri-gidos a una meta común y  parcial, ofrecen casi todas las

·características de una secta. Nada sería más peligroso. Se trata de una limitación de

la libertad y del respeto a la categoría de  persona que. todoser humano posee; de la caída en una forma, no  por más

 justificada menos negativa, de fanatismo; de una renuncia

a la individualidad.Estas razones  pueden repetirse, naturalmente, con mayor

énfasis frente a  psicoterapias de tipo inspiracional, en lasque el médico impone abiertamente, no sólo conocimientos,sino valores, Un brillante ejemplo,  brillante por su vigenciaactual y porque la personalidady el talento de su propugna-dor lo han colocado en el primer plano, es la logoterapia deViktor Frankl. Si bien  pretende no recurrir a imposiciones,su influencia gira alrededor de valores que son considerados

 primordiales y que el  paciente debe adoptar como guía desu  pensamiento y de su acción. Por supuesto que no se trataahora de discutir esos valores como tales, sino del derechoque tiene el médico de forzar su aceptación. Debemos volver

a lo dicho antes. Si consideramos la  psicoterapia como unmedio de ayudar a nuestros semejantes a "ser los que son",toda influencia dirigida, sea cual fuera, niega la esencia mismadel proceso y cambia la virtualidad misma del encuentro.Puede, inclusive, reconocerse que, por medio de esa adoctri-nación, se consiga "curar" al  paciente; que la adopciónde nuevos valores le  permita superar su crisis y  permanecerlibre de síntomas, pero a costa de una renuncia a su libertady de una limitación, ajenamente impuesta, de su horizontevital.  No creo que, acorde con el punto de vista que vengoexponiendo,  pueda esa actitud terapéutica ser aceptada,

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106 1CARLOS ALBERTO SEGUlN

La psicoterapia es una forma ele amor. Está  basada. en elamor, no  paternal, ni pedagógico, ni fraterno, ni  pastoral,

sino en una forma distinta y caracterfstica,Es unamor basadoen valores, sí, pero no en los valores como tales, sino en losvalores de La  persona amada , y si es un movimiento, comolo hemos visto, hacia la actualización (valga el término) delos más altos valores del compañero, tiene característicasmuy especiales. No se trata¡.1 de que, para amar, sea necesarioque esos valores se hagan vigentes; no se trata, de estimularsu aparicióno de guiar al amado hacia ellos o siquiera tendera una "superación". "Todo 'ttí debes ser tal' -dice Scheler-tomado,  por decirlo así, como una 'condición' del amor,destruye su esencia fundamentalmente". Se trata de que,como más arriba manifestara, se produzca el milagro y, acausa del amor, sin más que él,  brote en el amado el valor

más alto.78

Para terminar con las condiciones negativas del Eros psicoterapéutico, no creo que sea necesario decir muchosobre la ausencia de atracción sexual. El psicoterapeuta quela experimentara hacia su paciente, estaría, inmediatamente,limitado en su acción y,  prácticamente, imposibilitado decontinuarla.

Tratemos ahora de estudiar las características positivasdel Eros psicoterapéutico. Ante todo quiero destacar una:es un amor por el paciente o, mejor aún,  por la persona del

 paciente. Lo que quiero decir es que no se trata de un amor"humanitario" que el médico debe sentir por el enfermo,como enfermo, sino de un movimiento auténtico hacia elindividuo  particular que se halla ante él, que es éste y no

78 Dice aún Scheler: "El amor mismo es quien hace que,con  perfecta continuidad, y en el curso del movimiento,emerja en el objeto el valor más alto en cada caso, como si

 brotase 'de suyo' del objeto amado mismo, sin actividadninguna de tendencia por parte del amante (ni siquiera un'deseo')", Op. cit. Scheler se refiere, por supuesto, al amor engeneral y no al Eros psicotorapéutico.

En el mismo sentido, Antoinede Saint-Exupéry ha expre-sado: "El amor no consiste en mirarse el uno al otro, sino enmirar  juntos? hacia afuera, en la misma dirección,"

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AMOR Y PSICOTERAPIA 107

otro y que no es "un enfermo" sino un hombre. Desde el mo-meto en que el  psicoterapeuta ve al paciente como a "un en-fermo", se está colocando fuera del Eros psicoterapéutico.Carl Rogers  puso mucho énfasis en esto en la conversacióncon Buber ya referida. 79

La segunda característica del Eros  psicoterapéutico es suindestructibilidad y ella se destaca si pensamos que las otrasformas del amor pueden ser anuladas por uno de los miembrosde la pareja más o menos fácilmente. Si bien puede haberexcepciones (excepciones en las que habría que sospechar patología), un amante dejará de serlo si su amor no es corres- pondido, si su compañero es infiel, si sus sentimientos chocancon la indiferencia o el desprecio. Un amigo no durará muchotiempo si descubre que no tiene "nada en común", nada quecompartir; un padre se alejará de su hijo, aunque su amorse mantenga en alguna forma, si éste muestra rebeldía, opo-

sición o actitud negativa; un maestro desconocerá a su dis-cípulo cuando no sea capaz de unirse a él en la  búsquedacontínua del camino hacia la meta de superación que se haimpuesto. Quizás el pastor sea el más fiel, quizás él no  pierdasu amor y su fe en su "oveja" aunque ésta parezca alejarsedel redil y no sea capaz de rendirse al amor de Dios; peroninguno como el  psicoterapeuta mantendrá su amor fr ente

7 u Creo que vale la pena traducir el diálogo:"Buber: ... Es un hombre enfermo el que viene a Ud. soli-

citando una forma  particular de ayuda. Ahora ... Iloqers: ¿Me  permite interrumpir? Buber: Por supuesto.

 Roqere: Siento que, si desde mi  punto de vista, ésta esuna  persona enferma,  probablementeno voy a ofrecerle todala ayuda que  podría. Siento que es una  persona. Sí; alguien

 puede llamarla enferma o, si yo la miro desde el  punto devista objetivo,  puede ser que esté de acuerdo: 'Sí; está en-ferma'. Pero, al entrar en relación, me parece que si yo estoyviendo las cosas como: 'Yo soy una  persona relativamentesana y ésta es una  persona enferma' ...

 Buber: Lo que yo no he querido decir Roqers: no está  bien. Buber :  No quiero decir ... Per mítame dejar a un lado

esta  palabra enfermo",

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108 1CARLOS ALBERTO SEGULN

a todo y contra todo. Puede el paciente mostrar la gama com- pleta de sentimientos negativos; puede ser agresivo, hostil,

intrigante, seductor, mentiroso, rebelde, incrédulo o ata-cante. El psicoterapeuta no dejará de amarlo. Quizás,  porel· contrario, todo ello aumentará su acercamiento, siendo,como es generalmente, una demostración de cuán necesitadose halla, precisamente, de ese amor.

Existe, sin embargo, una manera por medio de la cual elEros psicoterapéutico puede ser anulado como tal; su trans-formación en cualquiera de los otros amores que hemosestudiado. Si el psicoterapeuta se convierte en padre, amigo,

 pastor, maestro o amante, podrá, quizás, desempeñar muy biensu nuevo papel; podrá, teóricamente, ofrecer cualquiera deesas otras  posibilidades de amar, pero habrá perdido su Eros

' psiooterapéutico y, con él; su derecho y su capacidad  paraactuar en su nombre.

Que es un peligro cierto lo vemos todos los días. El psico-terapeuta debe, hora a hora, caminar, como se dices.sobre elfilo de una navaja. Para ello lo ayudarán las condiciones quecomo tal  posea, pero, sobre todo una, definitiva e indispen-sable: tener, en su vida como hombre, todas S ' US necesidadesamorosas satisfechas. Si ello no ocurre, una y otra vez seencontrará con la tendencia a usar a su enfermo para llenarel vacío existente, y una y otra vez fracasará. ¿Es exigirlerequisitos especiales o superiores? No lo creo. Es, solamente,exigirle madurez emocional, y con ella el haber probado sucapacidad para llenar, en la vida, las funciones que al hombrecorresponden. Es lo menos que puede pedirse a quien va aser "posibilitador de hombres".

Pero quizás lo más característico, lo definitivamentecali-ficativo, es la experiencia psicoterapéutica. Acerquémonos a ella.Sabemos bien que el proceso de un tratamiento de esta

elase sigue una serie de etapas más o menos definidas y quezarían.. si bien no sustancialmente, según el procedimiento[ue se adopte. Las primeras transcurren en una verdaderaucha que precede al establecimiento de una relación tera-iéutioa real. Serán descritas en otra parte 8º . Ahora interesa

80  El proce so  psicoterapéut  ,ico. En preparación,

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AMOR Y PSICOTERAPIA 109

que estudiemos un fenómeno repetido una y otra vez a lolargo del tratamiento y que constituye, en mi opinión, unaexperiencia de caracteres especiales y precisos.

Paciente y médico han  pasado ya horas  juntos y existeun lazo  positivo entre ellos que da verdadero calor y signi-ficado a las entrevistas. De  pronto, en una de éstas, algoocurre. El enfermo dice, en medio de muchas cosas, una que

 produceen el psicoterapeutauna especie de sobresalto interior.Su captación, más inconsciente que consciente, ha sido saca-dida, Es como si el fluir de una corriente fuera interrumpido;como si, súbitamente, una cascada  precipitara el agua degolpe; es, al mismo tiempo, una experiencia de aclaramiento,en la que el campo en el que las ideas transcurren se iluminarade  pronto y algo nuevo apareciera, imponiéndose. Es comosi se encendiera una luz y a su resplandor las sombras sehicieran corpóreasy se relacionaranlas unas a las otras armó-

nicamente; como si se abriera un telón detrás del cual un bello fondo  permitiera que las figuras que circulaban hastaentonces delante se destacaran con precisión y se unieran,adquiriendo un sentido preciso; es la experiencia del "[ah!",diferente del "¡eureka!", en que se produce en una atmósferacargada de sentimientos positivos -amorosos- y entr e dos

 seres humanos. El psicoterapeuta "ha entrevisto algo". Es la primera parte del fenómeno. Generalmente no dice nada, nohace ningún gesto, pero sus sentidos, aún más agudizados,están pendientes de su interlocutor, esperando una oonfir-mación de- lo intuido. Si ella viene, la claridad se hace cenital,el orden que se había establecido se vuelve armonía, una ar-monía que casi  palpita con su propio pulso y que lo envuelvetodo. Pero aún la experiencia no es plena. El psicoterapeuta

 pregunta algo, demanda datos complementarios,  pide nuevasasociaciones, y entonces el paciente, de pronto, "ve tambiénélaro". Se repite para él el fenómeno, entra en armonía yse une a la totalidad en un momento indescriptible.

La experiencia está llena de belleza y de placer,  belleza y placer que  proceden, probablemente, de ese caer cada cosaen su lugar, de ese "aclararse todo" en una armonía casimusical, de ese vibrar al unísono dos  personas que,  juntasy merced al amor, han descubierto un nuevo horizonte.

Es Iáoil establecer paralelos - entre el fenómeno descrito y el

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de la creación -artística o científica- o el "amorde amantes"Creo, sin embargo, que existen claras diferencias. Si bien laexperiencia  psicoterapéutica se halla, induda blemente, mu.y

cercana a la creadora, se distingue de ella. Ante todo, se tratade una creación entre dos. Para que sea plena tiene que haberla total participación de ambos interlocutores. No se producesi, a pesar del "descubrimiento" del  psicoterapeuta, el  pa-ciente no lo comparte integralmente.Es, pues, un fenómenodual.

Se acerca con esto al amor, pero se distinguede él tambiénya que, si una experiencia  parecida puede, indudablemente, presentarse entre amantes, en este caso el descubrimientoes de algo en común, algo que pertenece a ambos y pertene-cerá a ambos  para siempre. Se trata de una claridad que,en lugar de iluminar una vida, confunde, en su deslumbra-miento, dos ; de una fusión hecha posible por la nueva expe-

riencia común, fusión que tiende 'a unificar dos destinos. Ninguna de estas condiciones puede ser hallada en psi-coterapia.

El placer que la experiencia  psieoterapéutica produce en -el médico es también característico. Es un placer que  parti-cipa del que ocurre en la creación y del que se encuentra enel amor de amantes. Del primero se distingue porque sola-mente puede existir compartido, y del segundo por su totalausencia de sentimientosde posesión o sexuales.  ª 1

La experiencia  psicoterapéutica no está solamente cargadade  placer momentáneo, sino que tiene efectos posteriores ynotables. Uno de ellos es el reforzamiento de la relación afec-tiva entre los interlocutores. Cada episodio deja, con lasensación de algo valioso realizado, una clara emoción deacercamiento tierno y cálido. Es como si una cosa muy perso-nal hubiera sido compartida, y ese hecho  bastará para ligar

 poderosamente a ambos  participantes. Es la comunión, dis-

8 1 Muchas de las características señaladas relacionan laex periencia ter a péutica con las "experiencias-cumbre" ("peak-ex periences") descr itas  por Maslow, (A. Maslow: "Lessonsfrom the Peak-experiences",  }Vestern  Behaoioral Sciences Inst.  Report,  N 5.)

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AMOR Y PSICOTERAPIA 111

tinta fundamentalmente de la comumicacion. y de transcen-dental importancia en toda real intimidad humana.

He dicho que se trata, además, de una especial reaccióncomo la que se produce luego de una realización valiosa, yello nos conduce nuevamente al parentesco de la experiencia

 psicoterapéutica con la creación y señala, nuevamente, ladif ercncia decisiva: la de ser e omunal o dual.

Podemos, pues, afirmar que la experiencia psicoterapéuticaes un ejemplo notable de fenómeno en el que se mezclancaracterísticas de la creación y del amor: es una creación ,

a dos, lo que le da, indiscutiblemente, esencial singularidad.

Podemos ahora volver la vista a los diferentes estudios alos que nos hemos referido y quizás comprender mejor elEros psicoterapéutico.

Se trata, indudablemente,de una relación Yo-Tú con todas

las características que Buber le adjudica y que pertenecen, por otra parte, al modo dual de Binswanger. Podemos tambiénencontrar fácilmente en él los rasgos del amor-S de Maslow

En otras palabras: el Eros psicoterapéutico es una de lasmás diferenciadas formas de relación interhumana, una formaen la que se manifiestan las posibilidades supremas del es-

 píritu y que, por lo tanto, es capaz de las realizaciones más puras y satisfactorias. Esto no creo que pueda discutirse.¿Hay algo más lleno de "humanidad", de verdadero y autén-tico amor, que el impulsoa colocarse al lado de un semejantey mantenerse allí pase lo que pase, acompañarlo en la supe-ración de sus dificultades, gozar con sus triunfos, ser testigodel despertar de sus posibilidades mejores, es decir, estar

 presente en la batalla librada por un hombre  para renacer,vivir con él ese renacimiento en una comunión apasionaday todo ello sin ningún sentimiento de posesión, sin ningúnafán de usufructo posterior; sabiendo que, una vez logradoel éxito, ese ser humano se incorporará a la vida y se alejarátriunfador para confundirse con la corriente actuante de lahumanidad, mientras otro necesitado acudirá a nosotros a buscar nuestro inagotable, no egoísta, eternamente fresco yeternamente satisfecho Eros psicoterapéutico?

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ÍNDICE DE AUTORES

Aristóteles, 8 6, 89.Bailly, 12.Berheim, 9.Binswanger, L., 33-34, 80, 111.

Borie, 12.Boswell, J., 89.Boss, M., 70, 71.Buber, M., 34-35, 71, 80, 102,

1o3' 1o7, 111.Breuer, J., 15.

Cicerón, 86-87.Cohen, M. , 17, 18.

Coleman, R., 28.Confucio, 97.

Crisanto, C.. 16.Charcot, 9.

D'Arcet, 12.De Bory, 12.Di Mascio, 2 8.Dubois, 9, 1 3, 81.Federn, P., 78.Fichte, 83.Fiedler, F., 27.Fr anklin, 12.Frankl, :v., 105.

Frazer, 63.Freud, 9, 13, 15, 16, 21.Fromm, E., 3'8-39, 92.Prornm-Reichmann, F., 78.Gaster, T., 63.Gitelson, M., 17, 18.Greenblatt, M., 28.Goethe, 91.Guillotin, 12.Heidegger, 3 3 .

Hollender, M., 24-27, 66.Hinsie, L., 78.Jas pers, K., 33, 78. jones, E., 101.

 jores , A., 71.

Kanter, 28.Lain Encralgo, P., 22-24, 39 , 52-

56, 57, 69, 71, 77, 80, 91.Lau, L., 16.Lavoisier, 1 2.

Le Roy, 12.Lewin, B., 62, 68.Magendie, 68.Maslow, A., 36-38, 80, 110,

111.Merleau-Ponty, M., 60.Moreno, J., 21-22.

Mesmer, 12. Nygren, A., .98.Ortega y Gasset, 77.Platón, 85-86, 93 , 94, 96.Reich, A., 17, 18.

Rof Carvallo, J., 70.Rogers, C., 82, 102, 107.Rosen, J. 78.Saint-Exupery, A., 106.Sallin, 12.San !Juan, 98. ·

San Pablo, 98.Santo Tomás, 87.Sartre, J., 60, 70.Scheler, M., 33-•52, 77; 106.Schehaye, M., 78.Solomon, H., 28.S onneman, U. , 78.Szasz, T., 24-.27, 66.Valdivia, O., 16, 57.\Viegert, E., 19.\'v'eizsacker, von, 24, 91.Wilhelm, R., 97.

\Volstein, 16.Tagore, R., 50.Tauler, B., 20.Thompson, C., 17.

Zapata, S., 16.

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BIBLIOTECA DEL HOD.i!BRE CONTEl\iIPORANEO

(Continuación de la segimda  página)

55- G. Simpson: El hombre en la 'i7 - R. Ruyer :La conciencia, y elsociedad cuerpo

56 - J. Bram: Lenguaje y sociedad 73 - H.. Zazzo: La psicología nor -57 - G. de Ruggiero: Política y de- teamerícana

moeracía 7 9 - A. Adler: Práctica y teor ía de

58 _J. Dewey: El hombre y sus le,  psicología del individuo .'l . · , . , ,

 problemas 80 -·J. C. Flügel: :Psicoanálisis u ..

la famil'ia

59 - C. G. Jung: Psicología Y re- 81- J. D. Oalderaro: La dimensiónligión estética del hombre.60 - C. G. Jung: Energética psi- 82 -A. Freud: El yo y los meca-

quíca Y esencia, del sueño nísmcs de defensa.61- M. S. Olmsted: El pequeño 83 - P. J Y I . Blan: La burocracía en

grupo la sociedad moderna,62 - D. H. Wrong: La poblacíén 84 - F. Elkin: El niño y la sociedad63- O. D. Wrtght : Comunicación· 85 - s. A. Greer : Organización so-

de masas cíal64 - \'l. Kohler y K. Kof:fka: :Psi· 86 - R. A. Schermerhorn: E1 poder

cología de la forma y la sociedad65 - I. P. Pavlov y otros: Psícolo- 87 -vV. Kohlsr : Dinámica en  psi-

gía reflexológíca cología

66 - J. C. Plügel y otros: Peícolo- 88 - J. B. Rhine: El nuevo mundogfa,  profunda ele la. mente

67- W. S. Hunter -v otros: Psícc- 89 - J. Bleger: Psicoanálisis y d'la-Iogfa de la conducta léctica materialista

68 - G. Sykes : El crimen y la 90 - A. F. O. Wallace : C:1ltm:ai, ysociedad personalídad69 - J. B. Rhine: El alcance de la 91 - O . A. Seguin : Amor  s  psíco-

terapia92 - W. :M:cDougall, G. S. Brett y

Harvey Oarr: La  psicologíafuncíonalísta

93 - Rollo May: Psicología existen-cial,

94 - G. • ;v . Allport: Desarrollo ycambio

51 - TI. Delacroix y otros: l'si.~o-lcgía del Ienguaj e

52 - K. B. Maver : Clase y sociedad53 - E. Nottingham: Sociología de

la religión54 - E. Chinoy: Introclucción a la.

sociología

mente

70 - K. Friedlander: Psicoanálisisde la delincuencia juvenil

71- N. Ackerman y M. Jahoda:Psicoanálisis del antisemitismo

72 - H. J. Laski: El peligro de ser"gentleman"

73- B. Russell: :Mistidr m10 y lógica74. - G. Berg er : Carácter y per-

sonalidad75 - M. Foucault: Enfermedad man-

tal y personalidad7G - F. Grégoire: La naturaleza da

lo  psíquico

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ESTE LIBRO SE TERMI- NÓ DE IMPRIMIR EL DÍA18 . DEL MES DIE ABRIL

DEL AÑO MIL NOVECIEN-TOS SESENTA Y TRES,

EN LA IMPRENTA LÓPEZ,PERÚ 666, BUENOS AIRES,

REPÚBLICA ARGENTINA.