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El viaje. Acercamiento a la obra
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Ana Paula Álvarez Tostado Gutiérrez
El anti-viaje en 2666
I Introducción
Gran parte de la literatura trata sobre el viaje, no necesariamente como motivo
principal, pero sí como parte de la trama para generar un cambio en alguno de los
personajes. Libros publicados recientemente como Negra de Wendy Guerra, cuya
protagonista descubre un nuevo amor y retoma cuestiones mágicas de sus
antepasados africanos; Cuartos para gente sola, donde le protagonista viaja en su
misma ciudad para encontrar a un sujeto que lo golpeó, del autor Enrique Vila-
Matas; César Aira también hace viajar a su personaje principal a Venezuela para
clonar a Carlos Fuentes; no extenderemos más la lista, basta con decir que el
relato de viaje es y será un recurso inacabable e la literatura.
La estructura, sin embargo, ha sufrido algunos cambios. La manera tradicional
inicia con la salida del mundo ordinario del héroe, después enfrenta diversas
situaciones y / o conoce personas de las cuales aprende, al final supera un gran
desafío, regresando a su lugar de partida con lo aprendido. Esta forma de relato
sigue usándose, sobre todo en el cine o autores de best-sellers; no caduca es
como la problemática del hombre, por siglos ha sido la misma (amor, soledad,
búsqueda, etcétera). Sofía Carrizo enumera las cuestiones básicas del relato de
viaje:
a) Diseñar la imagen de las sociedades visitadas tratando de aportar todas las
características que puedan explicarlas.
b) Crear espacios dentro del discurso destinados a la admiración (…)
c) Presentar materiales que sirvan para enriquecer diversas áreas del
conocimiento –geográficos, históricos, económicos, políticos, de la naturaleza,
antropológicos y religiosos, entre otros. (Carrizo Rueda, 1997)
Pero la mentalidad actual supera al conocimiento tradicional, la cual comienza a
incrustarse en el inconsciente colectivo, y por tanto en la forma de contar las
historias. No sustituye la estructura tradicional, pero sirve para explicar el
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pensamiento y las preocupaciones del hombre, en este siglo al menos. Nos
referimos al posmodernismo.
Intentar definir la posmodernidad es tema para otra ocasión, se trata de un término
impreciso pues abarca diferentes factores, los cuales a su vez son relativos.
Curiosamente, esto que hemos dicho es una característica de lo posmoderno.
Para no entrar en conflicto, hablaremos de generalidades, sobre todo las que
competen al viaje en la manera presentada por Bolaño en su novela 2666. Por
principio hablaremos precisamente de su relativismo, donde la dualidad, o
cualquier tipo de oposiciones totalizantes (a modo cartesiano) se dejan de lado,
dando apertura al pluralismo. Después encontramos una actitud nihilista, en la
cual los valores también se relativizan. Y para finalizar, lo absurdo, con este
término nos referimos al momento en particular donde nada parece tener sentido,
pero en este sinsentido radica su valor.
Son pocas las características mencionadas, pueden incluirse otras, aunque todo
puede resumirse en la primera. Para este trabajo son suficientes. En esta triada
girará el análisis, comenzando con el viaje como temática principal, y cómo
durante éste se irán manifestando: el relativismo, el nihilismo, y el absurdo.
Algunos de los personajes de la obra serán el referente o foco de atención. La
hipótesis que deseamos comprobar es la siguiente: la estructura de los relatos
tradicionales se ha innovado en 2666, el cual podría denominarse antiviaje, debido
a su carácter posmoderno. En él, los grandes valores han dejado de ser
inmaculados, filósofos como Heidegger coinciden con Nietzsche al declarar que
“(…) los que desaparecieron nos son los valores tout court, sino los valores
supremos, resumidos precisamente en el valor supremo por excelencia, Dios”
(Vattimo, 1986, p. 25).
Cada una de las cinco partes de 2666 comienza con alguien dispuesto a viajar por
diversas razones. Pero el punto por el cual sus caminos se cruzan, aunque ellos
mismos no lo sepan, es el lugar común de destino para estas personas: Santa
Teresa. Iremos en el orden propuesto por la novela para presentar a los viajeros y
sus desventuras.
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Antes es necesario mencionar la nueva poética del relato de viaje que
emprenderán, el del anti-viaje. Éste sigue la lógica de la partida y el trayecto,
aunque antes de llegar al lugar anunciado, pasan por otros lugares, en los cuales
aparentemente no sucede nada. Tampoco se habla de una vuelta al lugar de
origen, o partida, sino de un infinito viajar. Los protagonistas tienen interacción con
el otro escasamente, incluso a veces por mera formalidad. Unos aportan
información, como en el relato de viaje tradicional, otros simplemente pasan. En
ocasiones los protagonistas pueden quedarse inmóviles, pero ahí puede darse
otro tipo de viaje, el de la conciencia.
II Críticos, viajeros que andan por las ramas
En los relatos de aventura era común que el héroe se embarcara una sola vez
para encontrar el objeto deseado. Si era como Simbad lo haría siete veces, sin
embargo cada una tiene un objetivo diferente a perseguir, se pueden leer de
manera individual. En este caso los cuatro viajan continuamente, sin ir directo
hacia el objeto deseado, por llamarlo de alguna manera. Éste, se revela mucho
más delante de empezada la novela, surge de un deseo que se va construyendo
en la mente de los críticos.
Previo a centrarnos en individualidades, trataremos con los cuatro personajes
centrales de “La parte de los críticos” debido a su aspecto en un principio de
colectividad. El narrador los presenta de esa manera, al informarnos sobre ellos lo
hace en función del nexo que pude unir a un francés, un italiano, un español y a
una inglesa: Benno von Archimboldi. Por tratarse de estudiosos de la literatura, de
lo cual no sólo han hecho su carrera, sino su vida, están inmersos en encuentros
académicos, nacionales e internacionales. Los cuatro: Pelletier, Morini, Espinoza,
y Norton, acuden a varios de ellos con la bandera Archimboldiana.
Si bien sus nombres los distinguen, eso no los revela todavía como seres con
alguna característica destacable:
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(…) Morini empujado por Norton, con Pelletier a su izquierda y Espinoza a su
derecha, o Pelletier empujando la silla de ruedas de Morini, con Espinoza a su
izquierda y Norton, delante de ellos, caminando hacia atrás y riéndose con la
plenitud de sus veintiséis años, una risa magnífica que ellos no tardaban en
imitar aunque ciertamente hubieran preferido no reírse y sólo mirarla, o bien los
cuatro alineados y detenidos junto al murete de un río historiado (…)1 (p. 30-31)
No importa la posición, el nombre, o incluso la silla (por el momento), forman parte
de algo más, pues separados son desconocidos, no es válida su existencia a
menos que sea reconocida por otros. Así sucede con Archimboldi, tiene una
existencia destacada por ser invocado múltiples veces. En el mundo, quien carece
de aceptación en un grupo, incluso siquiera de un otro puede pasarle lo mismo
que a Morini, quien: “(…) había entrado en un estado de invisibilidad total” (p. 50).
A diferencia de Norton, quien como en el fragmento anterior pudimos notar, es el
centro de las atenciones del grupo, y quien pone a Archimboldi ahora como un
subtema en su vida.
El verdadero viaje no ha sido emprendido cuando ya los cuatro comienzan a
fragmentarse, pues aquello que los unía deja de tener importancia vital. Son dos
cosas las que podemos notar, primero que el objeto deseado en el viaje varía en
importancia, mientras que otros objetos comienzan a aparecer, siendo motivo de
viaje. Como se ve los protagonistas adoptan esa característica nihilista, “(…) en
esta acentuación del carácter superfluo de los valores últimos” (Vattimo, 1986).
Tanto Pelletier como Espinoza han encontrado en Norton este objeto que no
sustituye a Archimboldi, pero sí toma parte del gran rodeado que se hace antes de
llegar a su destino “final”.
Son los viajes previos, los que en este llamado anti-viaje en hoteles o lugares de
paso, sin interacción significativa con el exterior, por tanto sin descripciones, van
directo a lo deseado, lo cual no necesariamente es EL objeto. Son seres a quienes
no se les ha encomendado una tarea por mandato divino, sino algo más simple: la
casualidad. Así: “La casualidad, por el contrario, es la libertad total a la que
1 Todas las citas sin referencias serán sacadas de 2666 de Roberto Bolaño, la referencia completa irá al final, sólo se pondrán las páginas citadas.
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estamos abocados por nuestra propia naturaleza. La casualidad no obedece leyes
y si las obedece nosotros las desconocemos” (p. 123). Por eso se habla de la
contingencia de hombre, en lugar de destino fatal. Las cosas pasan porque
decidimos tal o cual camino.
Con Archimboldi el anti-viaje es diferente, van a su alrededor recaudando
información, intentando gastar hasta lo último de saber acerca del autor, pero
Pelletier y Espinoza dan en el calvo del significado de tantas cosas en la vida, no
sólo del escritor cuando dice que: “(…) la búsqueda de Archimboldi no podría
jamás llenar sus vidas. Podían leerlo, podían estudiarlo, podían desmenuzarlo,
pero no podían morirse de risa con él ni deprimirse con él, en parte porque
Archimboldi siempre estaba lejos (…)” (p. 47). Asir un objeto es imposible, mucho
menos con las personas, si bien se dan cuenta rápidamente, toma gran parte del
libro aceptarlo por completo respecto a Norton.
Es aquí cuando ya podemos hablar de los críticos de manera más individual.
Pelletier siempre va a la delantera en muchas situaciones: cuando invita a Norton
a cenar, en publicaciones de investigación sobre Archimboldi, e incluso la idea de
viajar. Ese primer impulso va perdiendo fuerza cuando su objetivo secundario, Liz
Norton, va ocupando mayor lugar en su pensamiento que el objetivo principal,
Archimboldi. Espinoza experimenta algo parecido: “(…) la participación, ya no
digamos el aporte, de Espinoza y Pelletier al encuentro <<La obra de Benno von
Archimboldi como espejo del siglo XX>> fue en el mejor de los casos nula, en el
peor catatónica (…)” (p. 99-100). Ambos pasan por el mismo proceso,
enamoramiento y luego abandono, pero la forma de expresar su pesar es
diferente, mientras Pelletier se encierra en los hoteles a leer las obras del alemán,
Espinoza se avoca a Rebeca y los alrededores de Santa Teresa.
Su gran viaje que debiera ser a Santa Teresa, se ve eclipsado por el triángulo
amoroso por unos momentos. Los pequeños viajes de Pelletier, Espinoza y
Norton, a las ciudades de residencia de cada uno, se dejan de lado para ir al gran
viaje, pero en lugar de una aventura para recordar, donde el amor pudiera florecer,
las cosas toman un rumbo distinto. Primero éste ya ha terminado antes de poder
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conseguir llegar hasta Archimboldi. Segundo, el reconocimiento de la civilización
extraña de Santa Teresa sí sucede, esto gracias a Espinoza, sin embargo, en este
punto la sociedad debiera ser descrita en detalle, con ojos maravillados, pero la
información es escasa, se habla más de las acciones que del entorno. Termina
siendo un relato tedioso tanto por la repetición y la normalidad de su curso.
¿Qué encuentran los críticos en este antiviaje? No encuentran un lugar
maravilloso, incluso parece todo lo contrario; tampoco tienen grandes aventuras,
sólo a sí mismos enfrentados a sus deseos, sueños o pesadillas. Pelletier y
Espinoza son los únicos quienes terminan por “concluir” el viaje hacia Archimboldi.
El lector al concluir la novela sabe a quién han encontrado en realidad, lo que nos
lleva pensar de nuevo en ese anti-viaje, el cual parece interminable, a pesar de
concluida la novela, no tienen un contacto directo con Archimboldi. Sólo es una
promesa, un tal vez.
En cuanto a Norton, en realidad ni estaba tan inmiscuida con el asunto de
Archimboldi, ni con el francés o el español. Ella encontró un interés verdadero en
Morini, mientras él, desde un principio sabía qué era lo que buscaba. La silla de
ruedas pudiera parecer un impedimento para un viajero, pero cómo puede serlo, si
ya se ha encontrado lo querido, excepto que éste aún no deseaba estar con él,
hablamos por supuesto de Norton. Morini es el viajero que aguarda a que el objeto
llegue hacia él.
Norton al final lo hace, da una gran vuelta para dar con quien en un principio
podíamos intuir, debía estar. Su manera de pasar de una pareja sexual a otra es la
forma en cómo trata al sexo, como un acto nada más. Por eso que Morini carezca
de movilidad en l parte baja también cobra significado en cuanto a Norton, pues da
a entender la poca importancia tanto del hombre-viajero, como de su arte amatoria
en la cama. A Morini lo ama por ser él, sin embargo, conocemos la mentalidad
posmoderna, por eso termina con las siguientes líneas: “No sé cuánto tiempo
vamos a durar juntos, decía Norton en su carta. Ni a Morini (creo) ni a mí nos
importa. Nos queremos y somos felices” (p. 207)
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Los críticos encuentran algo, no precisamente lo que buscaban, pero quizá lo que
necesitaban, por el momento. En su viaje a hoteles y lugares que no son de su
interés, podrán encontrar placeres pasajeros, pero nunca algo a lo cual aferrarse.
Bauman lo expresa de la siguiente manera: “La vida líquida, como la sociedad
moderna líquida, no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo”
(Zygmunt, 2006). Pero antes de concluir, es preciso pasar por otros viajeros.
III Amalfitano, el viajero perdido
Amalfitano no es el primero que emprende el gran viaje en esta tercera parte, sino
su esposa, Lola. Antes, igual que los críticos, iban de un lado a otro, siendo
Amalfitano chileno y Lola española, en su vida no era raro acostumbrarse a los
aeropuertos. Lola comparte otra característica con los cuatro archimboldianos, el
gran viaje en el cual se embarca, en busca de su poeta favorito. A diferencia de
ellos, lo encuentra en un manicomio, no en la cárcel. Aquí se dan dos viajes
paralelamente, mientras Lola lo hace de manera física, Amalfitano lo emprende
mediante sus cartas. Lola sí hace un reconocimiento del lugar: “La huerta era
grande y de los árboles colgaban ya las manzanas verdes. Dentro de poco
empezaría la recolección de manzanas y el dueño les había pedido que se
quedaran hasta entonces” (p. 215).
Lola conserva de los viajeros tradicionales su disposición a la aventura, teniendo
sexo bajo las estrellas con un desconocido camionero, durmiendo entre la basura,
yendo de Bayuna a Pau, o a París. Si regresa a su hogar es sólo unos momentos,
para luego partir, cada vez con menos cartas. Así como veremos más adelante,
Amalfitano es un viajero perdido en su conciencia, de igual modo Lola también se
pierde, pero ella lo hace en sus mismos viajes. Son anti-viajeros, pues uno no
sabe el rumbo preciso, mas, tiene alguna idea, ellos no. Amalfitano emprende un
último viaje hacia Santa Teresa, ahí se establece. Si bien su cuerpo se encuentra
en un solo sitio, Gilberto Owen nos ha enseñado con su Sindbad el varado, que
existe otro tipo de viaje, el de la conciencia: “Y de esta acepción viene la última
acepción, la acepción guerrista, como si dijéramos, que designa a los viajeros, a
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los aventureros del intelecto, a los que no se pueden estar quietos mentalmente”
(p. 257).
La conciencia toma rumbos impensables para el mundo real, en el caso de
Amalfitano llega incluso a tener interacción con voces en su interior. ¿De qué sirve
el viaje de la conciencia? En este caso es para conocerse un poco más, el lector
ve desenvolverse a un Amalfitano no con el contexto de Santa Teresa, sino con
las voces de su pasado, su abuelo y su padre. A la ciudad la puede contemplar tan
sólo con un vistazo: en ella ve orfandad y fragmentos. Probablemente haya
entendido el Dasein, pues “El ser en el mundo no significa en realidad estar en
contacto efectivo con todas las cosas que constituyen el mundo, sino que significa
estar ya familiarizado con una totalidad de significaciones, con un contexto de
referencias” (Vattimo, 1986, pp. 103-104).
Se trata de un hombre brillante, por tanto habla igual de geometría, que de
filosofía, pasando por algo de historia o economía. En tan sólo unas páginas se ha
viajado por tantas cosas del intelecto, que no sabe uno dónde detenerse. Para
Amalfitano resulta en la pérdida de sí mismo en ese viaje, si no del todo, gran
parte de él sí. A ese resultado le dan el nombre de locura, mas se trata tan sólo de
un hombre perdido en el ser, el cual no puede encontrar por esa falta de
estabilidad de las cosas, aunque se esté familiarizado con la totalidad, ésta es
cambiante: “En resumidas cuentas, la vida líquida es una vida precaria y vivida en
condiciones de incertidumbre constante” (Zygmunt, 2006, p. 10). Las matemáticas,
los datos duros, incluso la geometría son relativos. Amalfitano nos muestra que
incluso en uno mismo no existen verdades absolutas. Rosa, su hija, es de las
pocas cosas que lo mantienen con los pies en la tierra, además sirve para unir las
siguientes partes de la novela.
IV Fate, el que encontró lo que no buscaba, y la parte de los crímenes
Fate cumple a mayor cabalidad el anti-viaje. En realidad va a Santa Teresa por
sustituir a quien debía cubrir un evento de boxeo (el cual se resume en un párrafo
de once líneas, a diferencia de todo lo demás por lo que atraviesa), no va en
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busca de nada, pero al contrario de quienes sí iban en alguna búsqueda, él no
sale con las manos vacías. Además, su movimiento es alrededor de Santa Teresa,
en bares y hoteles. Pudiera incluirse el tema del road trip, pues a diferencia de sus
antecesores en el relato, el viaje realizado es en auto, la mayor parte del tiempo:
Condujo durante dos horas por carreteras oscuras, con la radio encendida,
escuchando una emisora de Phoenix que transmitía Jazz. Pasó por lugares en
donde había casas y restaurantes y jardines con flores blancas y coches mal
estacionados, pero en los que no se veía ninguna luz, como si los habitantes
hubieran muerto esa misma noche y en el aire todavía quedara un hálito de
sangre (p. 342)
Fate da un panorama más profundo del que los anteriores relatos pudieran haber
hecho con Santa Teresa. Además comienza a delimitar el tema por el cual todos
se reúnen al final en ese lugar: los feminicidios. Vattimo se equivoca al declarar:
“(…) las condiciones de existencia son ahora menos violentas (…)” (1986, p. 27).
Las numerosas páginas que abarcan el tema lo demuestran (pues además se
trata tan sólo de una porción de la realidad). Fate es el explorador quien al
terminar su tarea con la parte del box, es insertado de lleno en los crímenes, llega
a conocer el verdadero objeto de búsqueda en 2666. Incluso resulta el héroe del
día al rescatar a Rosa del destino de muchas de las mujeres en Santa Teresa.
Es verdad que Fate se topa con el objeto trascendental que le da sentido al viaje
en todo el libro, sin embargo el resto de los personajes principales resultan
involucrados. Además de ellos el lector experimenta también esa relación, sobre
todo si es de nacionalidad mexicana, Guadalupe Roncal se lo comunica a Fate
con estas palabras. “Nadie presta atención a estos asesinatos, pero en ellos se
esconde el secreto del mundo” (p. 439). Por eso tampoco encontramos a ningún
personaje principal proveniente de México, todos son extranjeros, todos se topan
con esa realidad ajena a ellos, que sin embargo los toca. Ninguno lo buscaba,
pero de una u otra forma terminan en el centro de la tormenta. La parte de los
críticos alcanza muy poco a tocar el tema, con Amalfitano se roza y con Fate se
abre por completo.
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En cuanto al relato de la parte de los crímenes, tenemos más de cien feminicidios.
Se encuentran en la parte media del libro, pero en realidad es lo siguiente a la
historia de Archimboldi, incluso podría leerse al revés, pero al final, a donde
siempre se llega es a esa parte. Son tantos, y tratados con tanta indiferencia, que
provocan un sabor amargo al terminarlo. Entre uno y otro aparecen algunas
historias como el señalamiento de un probable culpable, el sobrino de
Archimboldi: Haas. Así como el policía Juan de Dios.
Existen unos cuantos viajes, pero no como las veces anteriores, porque se ha
llegado a la tierra prometida. El infierno en la tierra. Aquí no hay culpables, o
todos lo son, y aunque se encierre al supuesto delincuente, los crímenes
continúan; donde policías, políticos, narcotraficantes se codean en las fiestas.
Para Santa Teresa, es “El viaje interminable” (p. 677) hacia la nada, porque
podrán reportarse otros cientos de casos más, y nada pasará. Por eso hablamos
del absurdo, pues aunque parezca increíble, la realidad es peor. Ni siquiera
alguien como Albert Kessler pudiera darle sentido.
V Archimboldi, llegando a conclusiones
Su verdadero nombre Hans Reiter se perderá incluso en su memoria, pero antes
de consagrarse como Archimboldi, Reiter, fue también un viajero. A diferencia de
los demás, él empezó con pequeños viajes, en los cuales no buscaba en realidad
nada, lo curioso es que encuentra algo. Un amigo en el castillo del barón Von
Zumpe; los paisajes a su paso por la guerra; una compañera al regreso de ésta.
Su mundo logra ampliarse en cuanto sus viajes se expanden. Entrescu estando
un poco ebrio lo expresa:
(…) tener una idea del mundo, en cierta manera, es cosa fácil, todo el mundo la
tiene, generalmente una idea circunscrita a su aldea, ceñida al terruño, a las
cosas tangibles y mediocres que cada uno tiene frente a los ojos, y esa idea del
mundo, mezquina, limitada, llena de mugre familiar, suele pervivir y adquirir, con
el paso del tiempo, autoridad y elocuencia” (p. 857)
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No sólo se puede hablar de Archimboldi como escritor, es bastante obvio que
gracias a sus experiencias de vida su mundo se expandió. Pero no debe olvidarse
que la humanidad es la misma a lo largo y ancho de la tierra. En Santa Teresa
está la parte de los crímenes, pero también Pelletier y Espinoza experimentaron
algo de esa violencia sin sentido contra el taxista al cual atacaron, Reiter lo hizo
en la II Guerra Mundial en la cual participó. La violencia es familiar al mundo, pero
igual la sexualidad. Expandir el mundo significa reconocer que también en otros
lugares suceden cosas similares, de otra manera ni Espinoza, ni Pelletier
pudieran haber leído a Archimboldi, hay algo con lo cual los escritores logran
vincularnos a su realidad. Tantas culturas, y caemos en lo mismo, otra cara del
absurdo.
Archimboldi sigue viajando, pero no es el único, dentro de su historia se inserta la
de su hermana Lotte. Su viaje más importante lo realiza cuando va precisamente
a Santa Teresa, debido a los asesinatos que cometió su hijo. El peor de los viajes.
Sabe a dónde va, sabe a quién debe encontrar, sin embargo, concluye con la
sentencia de una madre mexicana, una americana, chilena, austriaca, o alemana;
en cualquier parte del mundo “-Un hijo es un hijo-” (p. 1112). Y aquí también
continúa su viaje Archimboldi para cerrar el círculo, pero a la vez abrirlo.
¿Cuántos viajes más?
Se puede resumir en una sentencia tan simple como la de Lotte: el viaje de la vida
nunca acaba. En parte eso retrata Bolaño, el gran viaje de la vida está compuesto
por pequeños viajes. Si al final de cada uno de ellos encontramos algo agradable
o desagradable, son experiencias que nos hacen ser quienes somos. Podemos
ser fatalistas sobre ello o completamente abiertos a esperar algo mejor. De
cualquier manera, nunca se sale del gran viaje de la existencia sin rasguños.
El desarrollo de las individualidades viajeras no se concreta por completo, a pesar
de las miles de páginas, ninguno de ellos tiene un cambio en verdad radical.
Pareciera que en lugar de días, meses e incluso años por los que pasan, sólo
hubieran transcurrido segundos. De eso se trata todo en la posmodernidad, del
instante, de los happenings, de lo desechable. Porque “Nada permanece (…)
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Nada está mucho tiempo con uno” (p.1035). Así como los crímenes, los
personajes, sus historias, pudieran seguir su curso, el fin del anti-viaje, es que no
tiene fin, incluso Santa Teresa no es el lugar final, como ese hay miles más. Por
eso la novela termina así, con una ilación casi directa al inicio. La nueva forma de
narrar las novelas de viaje. La nueva forma de pensar al mundo
Las conclusiones nos llevan hacia una actitud nihilista y el relativismo, como
dijimos al principio, los grandes valores dejan de existir. Heidegger coincide con
Nietzsche acerca del nihilismo: “De manera que el nihilismo es así la reducción del
ser a valor de cambio” (Vattimo, 1986, p. 24). Lo que tenemos aquí es un cambio,
es muy diferente a cómo estábamos acostumbrados que nos contaran historias.
No se estructuran para volverse algo estable, pero sí muestran la visión de mundo
del hombre contemporáneo.
BibliografíaBolaño, R., 2013. 2666. México: Anagrama.
Carrizo Rueda, S. M., 1997. Poética del relato de viajes. s.l.:Edition Reichenberger.
Espinosa H., P., 2006. Secreto y simulacro en 2666 de Roberto Bolaño. Estudios filológicos, Issue 41, pp. 71-79.
Vattimo, G., 1986. El fin de la modernidad, nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna.. D.F.: Gedisa.
Zygmunt, B., 2006. Vida líquida. España: Paidós.
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