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Anales del Instituto de Arte Americano N° 35-36 · necesidad de impulsar el desarrollo de visiones críticas de la ... trazado urbano de numerosos pueblos del interi or de la pampa

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Versión digitalizada para su difusión en medios electrónicos por la Arquitecta

Yesica Soledad Lamanna

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A N A L E S

del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas

“Mario J. Buschiazzo”

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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES Rector

Doctor Guillermo Jaim Echeverry Vicerrector

Arquitecto Berardo Dujovne

FACULTAD DE ARQUITECTURA, DISEÑO Y URBANISMO Decano

Arquitecto Berardo Dujovne Vicedecano

Arquitecto Guillermo González Ruiz

Secretario de Investigación en Ciencia y Técnica Arquitecto Javier Fernández Castro

Prosecretario Arquitecta Analía Fernández

INSTITUTO DE ARTE AMERICANO E

INVESTIGACIONES ESTETICAS “MARIO J. BUSCHIAZZO”

Director Arquitecto Alberto de Paula

Director Adjunto Arquitecto Jorge Ramos Secretario General

Arquitecto Javier García Cano

ANALES DEL INSTITUTO DE ARTE AMERICANO E INVESTIGACIONES ESTETICAS

“MARIO J. BUSCHIAZZO” Editor

Arquitecto Julio Cacciatore Coordinador de la Edición Arquitecto Jorge Pablo Willemsen

Comité de Referato Arquitecto Alberto de Paula Arquitecto Ramón Gutiérrez Arquitecto Alberto Nicolini Arquitecto Alberto Petrina

Arquitecto Jorge Ramos

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Las opiniones vertidas en los trabajos publicados no reflejan necesariamente la postura académica del Instituto, siendo de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores. El material publicado en los Anales podrá ser reproducido total o parcialmente a condición de citar la fuente original. Toda correspondencia o canje debe dirigirse a: Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” Director Ciudad Universitaria, Pabellón 3, Piso 4, Núñez, (1428) Buenos Aires, Argentina. Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 I.S.B.N N° 950-29-0727-2

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CARTA DEL DIRECTOR

En oportunidades anteriores, hemos insistido en estas columnas sobre la

necesidad de impulsar el desarrollo de visiones críticas de la historia cultural

americana, fundamentadas en nuestras propias visiones de la cuestión en todos sus

aspectos. Un enfoque superficial, basado análisis someros con escasa reflexión,

acaba por confundir identidades y, además, destruye las claves interpretativas

imprescindibles para conocernos y entendernos a nosotros mismos.

El esfuerzo intelectual con sentido americanista debe estar orientado, siempre,

al esclarecimiento de la verdad con un sentido crítico profundo.

No se trata de un conocimiento pasatista y accesorio. La integración entre el

saber histórico y la vida cotidiana se da naturalmente en el patrimonio construido.

Cómo han sido, son y deben ser nuestras ciudades. Cuáles son el significado y el

valor de nuestros monumentos arquitectónicos. Qué significan nuestros paisajes e

itinerarios naturales y culturales.

Si tales elementos son el soporte de la memoria colectiva en sus aspectos más

integradores y esenciales, y el medio social ha de cuidarlos, el aporte de las ciencias

históricas es fundamental.

Siguiendo el camino de nuestro maestro Mario J. Buschiazzo, las páginas de

estos Anales... continúan abiertas, en la vocación permanente de proyectar a la

comunidad científica internacional los puntos de vista, y los resultados de trabajos,

producidos en esta latitud del Cono Sur de las Américas.

Hasta pronto.

Alberto de Paula (UBA, CONICET)

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EDITORIAL

El variado contenido central de este número 35-36 de Anales, se abre con un

artículo de nuestro Director, Alberto de Paula, quien desarrolla aquí un tema que

configura una de sus especialidades: el proceso de fundación de ciudades en el

período de la dominación española, el marco jurídico en que se encuadran y el

estudio de los distintos trazados de esos conjuntos. En este caso, se ciñe a los

establecimientos en las áreas de Córdoba y Cuyo a fines del siglo XVIII y principios

de XIX, continuando con investigaciones ya registradas en otras publicaciones, una

de las cuales tiene un comentario bibliográfico es este volumen.

El tema de la arquitectura hospitalaria en Hispanoamérica, en un período casi

coincidente con el del texto anterior, es desarrollado por Carlos A. Di Pasquo,

Graciela S. Fumbarg y Sara M. Vaisman quienes, con documentos de época,

estudian la organización funcional en distintos ejemplos de hospitales, verifican

similitudes en los programas que derivan en una variedad de resoluciones en lo

formal y espacial.

Los finales del siglo XIX y los comienzos del XX dan, como siempre, mucho

paño para cortar en los temas de arquitectura y urbanismo. Era la época de los

grandes proyectos para una Nación que se ponía en marcha, y que hacía de las

grandes construcciones y de la asimilación total de la cultura europea del momento

las mejores muestras de su progreso. Las obras de infraestructura sanitaria se

extienden a todas las ciudades del interior contribuyendo no sólo a la higiene y a la

salubridad sino brindando las posibilidades estéticas que provee el agua dentro de

una ciudad. Así lo refiere Adriana Collado en su texto referido a la capital de la

provincia de Santa Fe. Luis Müller toma otro de los considerados agentes de la

modernización y de la comunicación: el ferrocarril, al analizar el sentir de todos

acerca del trazado de una línea férrea, en este caso el de del Ferrocarril de Santa Fe

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a las Colonias, a la euforia que causaba entonces la máquina y la tecnología en

general como dispensadoras de bienestar.

Esta ambición de ese entonces por el buen vivir nos lleva a otro texto: el de

José María Mantobani, que relata los avatares de ciertos balnearios y construcciones

hoteleras de la costa bonaerense. Nacidos casi contemporáneamente con la “feliz”

Mar del Plata, no pudieron resistir su competencia pero brindaron una historia de

orígenes donde se dan las empresas familiares, la erección de grandes edificios

hoteleros que a veces quedaron en la esperanza, llegándose a la pervivencia de

centros turísticos de características definidas por la diferencia: Mar del Plata,

Miramar o Mar del Sur, que no fue la primera Mar del Sur. Un relato muy bien

documentado e ilustrado con los trazados originales de estos balnearios,

exponentes de las ideas urbanas de la época.

Estas ideas se encuentran también en los diseños que el ingeniero Jorge E.

Hall realizara en la época del Centenario, cuando “el país era una fiesta”. Virginia

Galcerán y René Longoni rescatan a este profesional, un tanto olvidado, autor del

trazado urbano de numerosos pueblos del interior de la pampa bonaerense surgidos

por entonces gracias a ese elemento comunicador que, como ya se ha dicho, fue el

ferrocarril.

Antes de alejarnos de este período, debemos recordar el afán del mismo por

“enriquecer”, esto es enmascarar a través de decoraciones siempre suntuosas, a los

pocos testimonios que sobrevivían del por entonces considerado pobre patrimonio

arquitectónico colonial. Ello afectó particularmente a las iglesias porteñas y la

Catedral, La Merced o San Juan Bautista renovaron interiores o fachadas acudiendo

a estilos varios. El ejemplo con elección más caprichosa es el de la Basílica de San

Francisco, donde el arquitecto Ernesto Sackmann reemplazó la neoclásica fachada

de Tomás Toribio construida a principios de siglo anterior por otra, sin duda

considerada más digna, en ornamentado estilo barroco berlinés (que también

invadió el interior) y que se complementó con un conjunto de esculturas, obra del

tirolés Antonio Vögele. Jorge Pablo Willemsen, en la sección Relaciones

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Documentales, presenta documentación original de Sackmann sobre esta

intervención. Y el mismo Willemsen junto con Oscar Andrés De Masi, informan

sobre el repertorio escultórico de la fachada de San Francisco.

Hay temas sobre los que todo parece estar dicho. Pero en los que a ciertas

formas de nombrar a ciertos estilos o períodos pueden aparecer ciertas

imprecisiones. Neoclásico, republicano, neoclásico tardío, neorrenacentista,

italianizante, son palabras que se usan para denominar algo que todos sabemos qué

es, pero que no siempre es. Alberto Nicolini rastrilla por distintas áreas de

Iberoamérica, ejemplos que reconocen filiación con lo clásico, lo tratadista, que a

veces llamamos entre nosotros italianizante, porque fueron construidos por esos

alarifes peninsulares que bajaban de los barcos con el Vignola bajo el brazo, esto es

con una bien aprendida tradición secular. Y Nicolini establece así sus precisiones y

sus conclusiones.

El contenido de esta entrega se completa con tres Relaciones Documentales y

Reseñas Bibliográficas, incorporando una nueva sección: Comunicaciones. En ésta,

Oscar Andrés De Masi recuerda la reciente aprobación, realizada por nuestro

Parlamento, de lo dispuesto por una Convención referida a la Defensa del Patrimonio

Arqueológico, Histórico y Artístico de las Naciones Americanas, conocida como

Convención de San Salvador, y hace referencia a las disposiciones de dicho

documento.

Julio Cacciatore

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URBANIZACIONES Y URBANÍSTICA EN CÓRDOBA

Y CUYO, 1750-1810

Alberto de Paula

(ANH/ CONICET)

l actual territorio argentino está compuesto por los antiguos distritos de Cuyo, el

Río de la Plata, y el Tucumán. Al comenzar el siglo XVIII había disparidades en sus

grados de desarrollo urbano y regional.

La Real Provisión en que se declara la orden que se ha de tener en las Indias, en nuevos

descubrimientos y en poblaciones que en ellas se hicieren, atribuida al licenciado Juan de

Ovando y promulgada por Felipe II el 13 de julio 1573, contiene una importante

normativa urbanística. Pero tuvo poco cumplimiento. Así ocurrió con su cláusula

38 que prevé la fundación de pueblos cabeceras y sujetos, y con la 43 que indica al

gobernador declare el pueblo que se ha de poblar, si ha de ser ciudad, sitio o lugar para

organizar la comarca de cada ciudad.

La corona dispuso y reiteró a menudo, la necesidad de agrupar a los

pobladores rurales en centros urbanos medianos y pequeños, por su seguridad y

por la mejor organización del territorio y los servicios educativos, asistenciales,

eclesiásticos y civiles. Pero raras veces hubo fundaciones formales de pequeños

poblados. Por eso, las disparidades regionales perceptibles a mediados del siglo

XVIII, no están referidas al sistema de ciudades cabeceras, sino a las redes de

pequeñas poblaciones.

La más densa de estas redes estaba entonces integrada por las Misiones

Jesuíticas de Guaraníes, con sus treinta pueblos de trazado barroco y sobresaliente

arquitectura.

En la comarca de Buenos Aires comenzaba alrededor de 1730, la formación

de un conjunto de aldeas y pueblitos en los cruces de caminos, en los puertos

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naturales de cabotaje, y en torno de las guardias al norte del Salado. Nacía en esos

años la villa de Luján, resultado conjunto del cruce de un camino sobre un río, la

existencia de un célebre santuario y de una guardia fiscal, y la voluntad fundadora

dela propietaria Magdalena Gómez, que amanzanó el paraje rural para su venta.

En jurisdicción de Santa Fe, empezaba entonces la agrupación de pobladores

en torno a la capilla del Rosario, hoy ciudad de Rosario, y en el puerto de la Bajada,

hoy ciudad de Paraná.

La red de pequeños poblados más antigua es la del Noroeste. Varios núcleos

entroncan su existencia con asentamientos indígenas. El sistema viario formado por

la calzada de los Incas, el camino de la Quebrada de Humahuaca, y sus

interconexiones, une poblados inmemoriales como Coranzulí e Incahuasi en el

primero, Humahuaca y Tilcara en el segundo, y Casabindo y Cochinoca en medio

de ambos. Hay también, antiguas aldeas de encomienda como Tumbaya y

Purmamarca.

El camino real de la Quebrada, une las ciudades de Jujuy y Salta, y continúa

rumbo al sur. La Calzada de los Incas cruza la Puna y los Valles Calchaquíes, con

poblaciones de diversa antigüedad. En Cafayate convergen las dos rutas, verdaderos

ejes organizadores de esa red urbana.

La zona de frontera entre el Gran Chaco y las comarcas de Jujuy, Salta, San

Miguel de Tucumán y Santiago del Estero, fue germen de una línea de

asentamientos defensivos, pueblos de indios, o ambas cosas a la vez que, con el

tiempo, prosperaron como centros intermedios o pequeños.

La región catamarqueña, alejada del Camino Real y la frontera chaqueña, era

cruzada por la calzada incaica y por el camino de Cuyo a San Miguel del Tucumán.

En su ámbito surgieron poblaciones de iniciativa privada como Belén en 1681 y la

actual Londres en 1712. En el paraje de Las Chacras, poblado en forma espontánea

a mediados del siglo XVII, han tenido origen la villa de San Isidro hacia 1668 y la

ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, fundada en 1683.

La dinámica urbana de la región N.O.A. y la magnitud de su red de ciudades y

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poblados pequeños, permite compararla con el activo mundo de las Misiones

Guaraníticas. Pero en los aspectos demográficos y urbanísticos, y en la

perdurabilidad de resultados, son claramente diferentes.

PEQUEÑOS POBLADOS EN CÓRDOBA A MEDIADOS

DEL SIGLO XVIII

Las costumbres sedentarias de los grupos comechingones, pobladores

originales de la región de Córdoba, favorecieron la apertura de las primitivas vías de

comunicación, y el posterior desarrollo de pequeños poblados indígenas.

Dos caminos reales cruzaban el territorio cordobés desde fines del siglo XVI.

Ambos partían de Buenos Aires y formaban una ruta hasta Cruz Alta Desde allí,

uno rumbeaba al oeste, hacia Chile, y el otro al norte, hacia Perú como meta final,

si bien su largo itinerario abría ramificaciones a Catamarca, a los Valles Calchaquíes

y la Puna, a Santa Fe, y otros destinos.

El camino del Norte, entre Córdoba y Santiago del Estero, fue factor de

impulso para la formación de aldeas junto a postas como las del Chañar y el Río

Seco, entre las precursoras. Esta última estaba en la frontera chaco-cordobesa y

próxima al asiento de la encomienda de Quillovil (1590) donde a mediados del siglo

XVII quedó erigida la capilla de Nuestra Señora del Rosario. Destruida ésta en 1748,

durante un conflicto con los abipones, su reconstrucción inmediata transformó al

asentamiento en un pequeño pueblo-fuerte.

En la ruta de Córdoba a Santa Fe, cerca de su cruce con el río Segundo, estaba

el pueblo indígena de Nabosacate o Los Ranchos, ya decadente al promediar el

siglo XVIII. Sobre el camino de Córdoba a Catamarca había otra pequeña población

de naturales, Quilino, cuya comunidad subsistió allí hasta el año 1881.

En la vía de Córdoba a La Rioja, los pueblos de Toco y Caviche de la Cruz,

extinguidos desde fines del siglo XVII, flanqueaban el paraje de la Cruz del Eje. El

arquitecto de la catedral cordobesa José González Merguelte, recibió en 1703 estas

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tierras que dejó despobladas. En 1724 las obtuvo, con media legua a cada lado del

río, Luís Ladrón de Guevara, cuyos descendientes desarrollaron allí una estancia

que en 1767 comenzaron a subdividir. Comenzó así un proceso de urbanización

gradual, sin fase fundacional específica. Tal sería el origen de la actual ciudad de

Cruz del Eje.

Las tribus pampas del sur cuyano, cordobés y bonaerense, eran nómadas. En

ese vasto territorio movían sus asentamientos temporarios según las variaciones del

clima, los recursos naturales y los desplazamientos de los venados. También las

exequias de sus personajes principales daban motivo para cruzarlo desde las faldas

de la cordillera hasta sus enterratorios en la costa atlántica. Desde fines del siglo XVI

la región quedó atravesada por el camino de Buenos Aires a Santiago de Chile, y en

paz hasta las primeras décadas del siglo XVIII.

La cabecera misional para los grupos pampas del sur cordobés, debía ser la

reducción jesuítica de San Francisco de Asís de los Pampas del Río Cuarto, en el

Espinillo, lugar correspondiente a la actual localidad de Reducción en el

departamento Juárez Celman, entre La Carlota y Río Cuarto. Su evolución fue

discontinua. Fundada en 1691 por los padres Lucas Caballero y Fermín Diego de

Calatayud, dispersada en poco más de un año, restablecida en 1727 con resultado

análogo, fue de nuevo fundada el 16 de marzo de 1751, por el gobernador Martínez

de Tineo.

Sobre el sur cordobés, entretanto, habían avanzado otros grupos indígenas de

origen trasandino. La necesidad de dar protección al camino a Chile y a la

población rural del área determinó en 1731 el establecimiento del fuerte de Río

Cuarto, y de la iglesia de la Inmaculada Concepción del Río Cuarto. Allí comenzó

entonces la formación del poblado espontáneo, que sería germen de la actual

ciudad de Río Cuarto. En 1733, la seguridad del área quedó reforzada con el fuerte

de Santa Catalina, establecido en el cercano paraje de El Carrizal.

Juan Victoriano Martínez de Tineo, gobernador del Tucumán entre 1749 y

1754, halló la cuenca del río Cuarto muy desprotegida en varios aspectos. Los

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indios pampas del lugar soportaban la presión creciente de las nuevas etnias. La

población rural hispano-criolla estaba insegura en sus campos. La ruta a Chile era

cada vez más riesgosa. Este gobernador concretó en 1751 una tercera fundación de

la reducción de San Francisco del Río Cuarto, y en 1752 emplazó el pequeño fuerte

de Punta del Sauce, sobre el camino a Chile, al norte de la actual plaza de la ciudad

de La Carlota.

El caserío de Concepción del Río del Cuarto parecía entonces estabilizado, y

desde 1747 su iglesia tenía libros parroquiales propios. Según documentación

conservada en el Archivo Histórico Nacional de Madrid (serie de Jesuitas, legajo

94) el padre Juan Manuel Berdeja era párroco del lugar hacia 1757, cuando

informaba que se esmeró en reedificar la iglesia principal y en proveerla, como a cuatro capillas

que tiene el curato, de ornamentos

Pero la situación permaneció precaria en todo el sur cordobés.

LA REGIÓN DE CUYO AL PROMEDIAR EL SIGLO XVIII

Las culturas autóctonas de Cuyo eran nómadas unas y sedentarias otra. 1as

primeras estaban integradas al gran circuito de los indios pampas, extendido

aproximadamente entre San Luís y el litoral Atlántico. Las segundas fueron

alcanzadas por la expansión territorial del Incanato, dentro del cual eran el confín

más alejado.

Bartolomé Mitre, en su Historia de San Martín, interpreta las fundaciones de

Mendoza y San Juan, a mediados del siglo XVI, como el proyecto de los primeros

conquistadores chilenos, que atravesaron la gran cordillera, atraídos por la fama de ser una tierra

en que se hallaba qué comer, que ha conservado merced al trabajo perseverante de sus pobladores.

Distinto fue, siempre según Mitre, el caso de San Luís, fundada como una colonia de

Mendoza que, en su origen, tuvo por objeto explotar los lavaderos de oro que allí se encuentran.

Dentro de la comarca sanjuanina había sido proyectada, en 1606, la fundación

de la villa de San Ramón del Valle Fértil, que no prosperó entonces. Varias

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reducciones organizadas en el siglo XVII serían después centros importantes, como

San José de Jáchal, Mogna y el mismo Valle Fértil.

En el distrito mendocino, una de las áreas con mayor actividad misional fue el

Valle de Uco. Allí quedó establecido en el siglo XVII un centro de evangelización,

atendido por jesuitas de la estancia “La Arboleda”, pero la gran dispersión de la

población rural dificultó su desenvolvimiento.

En la comarca de San Luís, en las primeras décadas del siglo XVIII,

comenzaron a surgir algunos asentamientos de mediana importancia, como los

fuertes de San José del Bebedero y Las Pulgas, en el camino a Chile, y la capilla del

Señor de Renca.

LA JUNTA DE POBLACIONES DEL REINO DE CHILE

José Manso de Velasco, fue capitán general de Chile desde 1737 hasta 1745,

cuando asumió el virreinato del Perú. Durante su gestión quedó promulgada la Real

Cédula del 5 de abril de 1744, de creación de la Junta de Poblaciones, para

promover la formación de centros urbanos en el ámbito chileno que, hasta 1777,

incluía también las tres comarcas del corregimiento de Cuyo.

La Junta quedó constituida en Santiago, el 12 de mayo de 1745. Eran sus

integrantes: el obispo de Santiago, el fiscal de la Real Audiencia, un oidor del

mismo tribunal, un oficial real, un regidor del Cabildo secular, un canónigo del

Cabildo eclesiástico, y el provincial de la Compañía de Jesús, este último como

agregado para temas relativos a los pueblos de indios.

Otra Junta con sede en Concepción, atendería los asuntos del “traspaís”, es

decir, los territorios extendidos al sur del río Bío Bío, incluido el archipiélago de

Chiloé. Debían integrarla los mismos dignatarios con la sola excepción del

canónigo de la catedral de Santiago, sustituido en ésta por un representante de la

Compañía de Jesús.

Manso de Velasco dejó Chile el 9 de junio de 1745 y, tras un interinato del

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marqués de Ovando, el 25 de marzo de 1746 asumió Domingo Ortiz de Rozas la

capitanía general, que desempeñó hasta 1755. Este nuevo funcionario había

ejercido durante tres años la gobernación de Buenos Aires, donde concretó

acciones de verdadera trascendencia en favor del ordenamiento territorial y el

desarrollo urbano bonaerense. En estos temas, no fue menor la importancia de su

labor política en el reino de Chile, premiada por la Corona con el título nobiliario

de Conde de Poblaciones otorgado, en forma póstuma, por real despacho del 28 de

junio de 1757.

También en 1745 asumió la sede episcopal de Santiago el paraguayo Juan

González Melgarejo, nativo de Asunción, graduado en la Universidad de Córdoba,

donde alcanzó su ordenación sacerdotal, y consagrado como obispo en Buenos

Aires.

Conocedor natural de los problemas regionales, monseñor González Mel-

garejo propuso en febrero de 1746 una reorganización de los pequeños poblados

de indios en las tres comarcas cuyanas. Consistía su proyecto en distribuirlos en

torno de las tres ciudades cabeceras, y a no más de 100 kilómetros de cada una.

Intentaba compensar así la falta de clero indispensable para su doctrina.

Advertía el obispo la necesidad de intensificar en Cuyo la labor docente, y

dispuso que en cada valle se nombre un hombre apto constituido de maestro de niños, y escuela

donde asistan los niños a leer y escribir, la doctrina cristiana y la urbanidad política... Como

resultado, quedaron establecidas cinco escuelas en la comarca de San Luís.

Otros resultados de la gestión de la Junta en el ámbito cuyano, fueron las

declaratorias como villas de dos reducciones sanjuaninas: San José de Jáchal,

acordada el 5 de julio de 1751 y confirmada por Real Orden del 14 de julio de 1752,

y Mogna en 1753. También la erección de la reducción de Valle Fértil como

viceparroquia en 1752, parroquia en 1764 y villa en 1776. Pero tanto Jáchal como

Valle Fértil sufrieron un período de despoblación, hasta ser restablecidas por el

marqués de Sobremonte.

El 20 de febrero de 1752, la Junta acordó fundar una población junto al fuerte

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de Las Pulgas en la comarca de San Luís. El desplazamiento del puesto militar al

Chañar, en 1772, significó la total decadencia de esta localidad durante muchos

años. Restablecido en 1855 con el nombre de Fuerte Constitucional, la población

fue trazada de nuevo al año siguiente, y en 1861 recibió la denominación de Villa

Mercedes, que es hoy una próspera ciudad.

En 1753, la Junta promovió como población al caserío de casi mil habitantes,

agrupado junto a la capilla del Santo Cristo de Renca, junto al río Conlara, y sobre

un ramal del camino real entre San Luís y Córdoba. El templo fue erigido en 1764

como sede parroquial.

En general, las particularidades locales y los asuntos específicos de Cuyo eran

casi ignorados por los miembros de la Junta de Poblaciones, que no solían cruzar la

cordillera para conocerlos y, ante esta situación, el mismo cuerpo acordó designar

un delegado. Después de tres intentos fallidos, el 14 de abril de 1753 quedó

encomendado dicho rol al corregidor de Cuyo. Como encargo inmediato, debía

explorar el río Tunuyán hasta el Desaguadero, y localizar las mejores tomas de agua

para irrigar los campos intermedios, con el objeto de dividirlos y poblar el valle.

Uno de los principales afluentes del Tunuyán es el río Uco, donde los jesuitas

tenían un centro misional desde el siglo XVII. El 1 de mayo de 1755, la Junta

resolvió establecer en el área un centro urbano con un fuerte para su defensa, pero

falló en su intento de reunir pobladores.

La capilla de San Carlos Borromeo quedó como centro eclesiástico del valle

de Uco, y fue sede parroquial desde 1767. Cuatro años después, el sur mendocino

sufrió invasiones de grupos indígenas. El corregidor Juan Manuel de Ruiz celebró

un parlamento con caciques pampas y chiquillanes, y emplazó los fuertes de San

Carlos y San Juan Nepomuceno, este último en posición avanzada hacia el sur. En

1772 quedó fundada la población de San Carlos, que también habría de atravesar

un período de decadencia, hasta la intervención del marqués de Sobremonte.

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EL PROGRAMA TERRITORIAL Y URBANÍSTICO

DE LA JUNTA DE POBLACIONES

Un raro folleto de treinta y dos páginas, sin indicación de autor ni pie de

imprenta, que llegó a mis manos hace poco tiempo, reúne estos dos importantes

documentos:

Instrucción, que puede tenerse presente en la fundación de los pueblos, que se forman por

mandato de Su Majestad en el Reino de Chile, entre los límites del valle de Copiapó, y la frontera

del río Bío Bío.

Instrucción segunda, que puede tenerse presente en la fundación de los pueblos de indios, y

españoles, que deben fundarse en todo el espacio medio entre el río Bío Bío, y Archipiélago de

Chiloé.

El padre Gabriel Guarda, en su monumental obra Historia Urbana del Reino

de Chile (página 80) fecha estos documentos en 1752 y atribuye su autoría al jesuita

Joaquín de Villarroel.

Comienza el primer documento con el fundamento del programa, en estos

términos:

Informado Su Majestad, por consulta de su Consejo, de los imponderables daños espirituales

y temporales que padece el reino de Chile, por residir los más de sus habitadores dispersos por los

campos; y de las insuperables dificultades en que ha tropezado la ejecución de las providencias

acordadas en este asunto: por ser moralmente imposible reducir los que se mantienen de los frutos

de sus quintas, o haciendas, a la vida y residencia de un pueblo, donde no encuentran bienes raíces

ni otros alicientes, se ha dignado aprobar el proyecto primero, presentado en nombre de aquel reino,

y mandar se formen los lugares con la gente pobre, que no tenga en otra parte bienes raíces, que le

disuadan la reducción a la vida sociable.

Mas no pudiendo esta gente mantenerse sin arbitrios, manda Su Majestad conceder al

Común, y a cada uno de los cincuenta primeros pobladores de cualquiera de las nuevas

fundaciones, las conveniencias que representa el proyecto, y son las siguientes.

Cada uno de los primeros cincuenta vecinos de una nueva población, recibiría

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un total de 88 fanegas mayores ó 22 cuadras cuadradas de tierra, compuesto por 2 ó

3 cuadras cuadradas para huertas y árboles frutales, inmediatas al pueblo, 9 para

sementeras cerca de las huertas, otras 9 con igual fin pero en otro sitio, y 2 para

viñedos. En el pueblo, cada uno recibiría un solar, y una casa del costo de $ 100

fuertes, hecha con paredes de quincha doble y techo de paja al uso de aquellas

campañas.

Prometía asimismo la manutención de los pobladores en los tres primeros

años, por valor de $ 100 a cada uno durante el año inicial, y $ 50 en los otros dos.

La Corona asumiría los costos de construcción del templo, y también de las obras

de defensa en el caso de asentamientos de frontera. En el presupuesto del

programa quedaban previstas dos alternativas. Una era el caso de la fundación por

vía gubernativa, con una previsión de $ 20.000 para las promesas a los pobladores,

más $ 4.000 para gastos operativos. La otra alternativa correspondía a fundaciones

de iniciativa privada, con afectación de sólo la mitad de los montos indicados.

Para cada fundación real quedaban destinadas 42.000 fanegas mayores ó

4.666,66 cuadras cuadradas, 1.100 para los primeros 50 pobladores, y el remanente

para pastos comunes y para los vecinos posteriores.

Este programa difiere de la normativa prevista en la Real Provisión de 1573

para nuevas poblaciones, que tenía carácter legal y permanente, como parte de la

Recopilación de Indias. Una diferencia notoria consiste en que la normativa indiana

premiaba a los vecinos fundadores con peonías y caballerías, equivalentes a 394 y a

1.970 hectáreas respectivamente, contra las 22 cuadras cuadradas ó 35 hectáreas

ofrecidas en este programa a los 50 primeros pobladores.

Por su formulación, fundamentos, y características operativas, este programa

tiene cierta semejanza con planes específicos, como el de la fundación de

Montevideo (1726) y los de Carlos III para las nuevas poblaciones en Andalucía,

California, Patagonia y Río de la Plata (1767/1779). Como lugares de aplicación

estaban previstos la isla de la Laja, el valle del río homónimo, las cercanías de

Tucapel y Chillán, el almendral de Valparaíso, la región de Coquimbo, y el

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corregimiento de Cuyo.

El prototipo urbano propuesto, consistía en un cuadro de terreno de 6 cua-

dras ó 900 varas por lado. Deducida una banda perimetral de media cuadra de

ancho, resultaba un cuadrado de 5 x 5 cuadras ó 25 manzanas, divididas en cuatro

solares cada una. Las reservas públicas previstas eran: una manzana para la plaza

mayor, otra para el cabildo con sus dependencias y casas redituantes, dos solares

para la iglesia, 20 solares para propios de la villa, 50 para los vecinos fundadores, y

otros 20 para pobladores que llegasen con posterioridad.

El modelo, en síntesis responde a la tipología cuadricular. Difiere, por lo

tanto, del descripto en la normativa de 1573. Las fundaciones realizadas por la

Junta de Poblaciones en Cuyo, siguen el tipo cuadricular con plaza central,

concordante con el modelo de este programa, aunque con distintas dimensiones.

Según los planos existentes en el Archivo Nacional de Chile, la traza proyectada de

San Agustín del Valle Fértil tiene 7 x 7 cuadras, la de Mogna 3 x 3, y la de San José

de Jáchal con 5 x 5, sigue con exactitud ese modelo.

La instrucción segunda tenía el objeto específico de organizar pueblos de cien

familias, con los naturales residentes al sur del Bío Bío. Cada localidad ocuparía

6.000 a 8.000 cuadras cuadradas (9.500 a 12.500 hectáreas aproximadamente) para

pastos comunes, y para huertas y tierras de labor a repartir en propiedad. Habría

también, bajo administración del cura, como en las Misiones Jesuíticas de

Guaraníes, grandes sementeras para mantener las viudas, huérfanos, y los demás

que necesitaren de alimentos.

Estaban contemplados varios aspectos de índole social, como el estatuto

nobiliario de los caciques, y los privilegios de éstos y de todas las familias pobla-

doras, su régimen laboral y su sustento durante los tres primeros años, a razón de $

25 por año a cada una. Esta suma, administrada por el cura misionero, estaba

destinada a la provisión de alimentos y herramientas de trabajo, y la Junta de

Poblaciones podía aumentara en caso necesario. La Corona asumía el costo de la

construcción de la iglesia y las viviendas en cada nuevo pueblo.

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El modelo urbano podía ser el mismo del programa general, es decir, una

cuadrícula de cinco cuadras por lado. El parcelario resultaba distinto, pues cada

familia recibía medio solar y, por lo tanto, las manzanas no quedaban divididas en

cuatro lotes cuadrados, sino en ocho de forma rectangular.

La organización del territorio y la distribución de los pueblos, debían seguir

estrategias previstas. La primera, leemos, sería que se den la mano los pueblos, no

distando uno de otro más de seis leguas, poco más o menos, pues la causa principal

de la ruina de las siete ciudades primeras fue la grande separación, de treinta o

cuarenta leguas, que distaban unas de otras.

Las fundaciones de pueblos de indios podrían desarrollarse en paz, pro-

metiendo para ello algunos incentivos, o en forma compulsiva, a la manera de levas

militares. Pero en todos los casos, quedaba explícito este objetivo superior y

general:

Siendo máxima muy acertada, y seguida en todos tiempos por los soberanos más sabios, la

de solicitar la mayor uniformidad posible entre los vasallos, sin distinguir al mallorquín del

valenciano, ni al andaluz del castellano, parece conveniente abolir en el reino de Chile la distinción

perjudicial entre indios y españoles, procurando avecindarlos juntos; pero de tal modo que formen

un solo cuerpo, sin diferencia en los privilegios y honores que se les conceden. Pues gozando el sueco,

moscovita, alemán, y demás extranjeros en nuestros dominios, los fueros de los españoles, no hay

razón para segregar a los indios vasallos.

Y por tanto discurrirá la Junta, si es practicable, sin retraer los españoles de la

determinación de poblarse, el admitir por fundadores y vecinos de los pueblos de españoles, a los

indios que voluntariamente se ofrecieren; concediéndoles la mitad de las conveniencia, y todos los

privilegios y honores de aquéllos, pues en tal caso, con lo que se gasta en la fundación de un pueblo

de cincuenta vecinos, puede formarse otro de sesenta, con cuarenta españoles y veinte indios; o de

setenta vecinos, con cuarenta indios y veinte españoles.

Y de este modo se desvanece el horror y aversión que tienen a nuestra Nación

universalmente, por el vilipendio con que son tratados; y logran los españoles de los pueblos, mayor

número de trabajadores jornaleros.

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Una observación atenta de la gestión cumplida en Cuyo por la Junta de

Poblaciones del reino de Chile, permite comprobar la aplicación de este criterio de

integración étnica. Tal es el caso de la transformación de las antiguas reducciones

sanjuaninas de Jáchal y Mogna, en villas de carácter común. En la segunda, con el

fundamento explícito de la mucha gente española que tenía avecindada. En la malograda

fundación mendocina de San Carlos, la convocatoria estaba dirigida a la población

rural, sin discriminación, aun cuando esta villa tenía el objeto de ser el centro para

la evangelización de las comunidades indígenas del área. Tampoco parece haber

existido discriminación alguna en la fundación puntana de Renca que era, a la vez,

una escala conocida en el camino real de Chile, y el principal centro regional de

peregrinajes para el culto de Nuestro Señor de Renca.

SOBREMONTE Y SU OBRA FUNDACIONAL

El corregimiento de Cuyo quedó desde 1778, desvinculado del reino de Chile,

e incorporado al virreinato de las Provincias del Río de la Plata. La Real Orden del

28 de enero de 1782, modificada el 5 de agosto de 1783 creó, en este virreinato, la

intendencia de Córdoba del Tucumán integrada por la parte sur de la extinguida

provincia del Tucumán, y el territorio del corregimiento de Cuyo.

El marqués Rafael de Sobremonte (nacido en Sevilla en 1745 y fallecido en

Cádiz en 1827) ejerció, entre 1780 y 1784, durante la gestión de Vértiz, la secretaría

general del nuevo virreinato. Asumió después el cargo de gobernador intendente de

Córdoba del Tucumán. Estaba designado en esta función desde el 22 de agosto de

1783, pero recién pudo tomar posesión el 7 de noviembre de 1784 y continuó

durante casi trece años.

El virreinato de Vértiz fue uno de los más destacados en fundación de

poblaciones, pues coincide con la fase inicial de aplicación del Plan de Carlos III

para la Patagonia, extendido también a la Banda Oriental, la cuenca del Salado

bonaerense, y el distrito de Entre Ríos, creado en el marco de ese plan. La

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importancia de la función que Sobremonte cumplió como secretario general, junto

al virrey Vértiz, hace difícil conocer con precisión el rol que a cada uno cupo en la

materialización de sus importantes resultados urbanos y territoriales.

Ciertamente, Sobremonte mismo hizo explícita su convicción sobre la

importancia de las redes urbanas, para la organización de la sociedad y el territorio.

La dejó escrita en su Relación del estado de la provincia- intendencia de Córdoba, al dejar el

mando el marqués de Sobremonte, que entregó a su sucesor. Vicente Gregorio Quesada

editó este documento en el tomo XXI de la Revista de Buenos Aires, correspondiente

al año 1869. Al abordar el tema Nuevas Poblaciones expresaba Sobremonte lo

siguiente:

Conociendo cuán benéfico es al estado el orden de las poblaciones, y cuán contrario a la vida

cristiana y civil la dispersión de habitantes en la provincia, me dediqué, aunque sin auxilio, a

formarlas, especialmente en la frontera al abrigo de los fuertes, por lo que aumentarían su defensa,

y porque siendo caminos reales del Perú y Chile hallarían aliciente los pobladores en el continuo

tráfico, siendo sus terrenos (especialmente los del Río Cuarto) fertilísimos, y estando desamparados,

desde que en los años anteriores a mi ingreso, hicieron destrozos los infieles...

El pensamiento de Sobremonte quedaría sintetizado en estos puntos: Los

centros urbanos son necesarios para el mejor orden de la vida social y política.

Las redes de pequeños poblados contribuyen a la soberanía y seguridad del

territorio.

Los grandes caminos públicos son un potencial económico, favorable al

desarrollo urbano.

La intendencia de Córdoba del Tucumán abarcaba cinco grandes comarcas:

Córdoba como capital, y La Rioja, San Juan, Mendoza, y San Luís como

delegaciones. Sobremonte aplicó sus políticas urbanas en toda su jurisdicción, de

manera casi simultánea. Sólo el sur cordobés y cuyano parece haber tenido cierta

precedencia como área, por razones esencialmente operativas.

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SOBREMONTE Y EL SUR DE CÓRDOBA Y CUYO

La región sur de Córdoba, San Luís y Mendoza, estaban en crisis a causa de las

incursiones de pampas, ranqueles, pehuenches y otros grupos indígenas sobre la

comarca de San Luís en 1774, el sur mendocino en 1777, y las cuencas de los ríos

Cuarto y Tercero hacia 1780.

La frontera cordobesa del sur y la ruta Buenos Aires a Chile, con una longitud

de casi 300 kilómetros en jurisdicción de Córdoba, estaban débilmente servidas por

cuatro posiciones. Tres de ellas en línea: Las Tunas, fuerte establecido en 1780, a 75

kilómetros hacia el oeste Punta del Sauce que databa de 1752, y a 100 kilómetros de

allí Concepción del Río Cuarto, cuya guardia fue restaurada en 1782. En avanzada,

60 kilómetros al sur de esta última, el fuerte de Santa Catalina junto al arroyo de

igual nombre.

Para que los pueblos “se den la mano” y consoliden su red, la Junta de

Poblaciones de Chile aconsejaba entre unos y otros, una distancia no mayor de 6

leguas, o 30 kilómetros. La línea de poblaciones establecida durante el virreinato de

Vértiz al norte del Salado bonaerense, tenía los asentamientos separados entre 20 y

50 kilómetros, según los casos. El tramo cordobés era mucho más raleado, con el

agravante de que no sólo debía servir a la eventual defensa frente a las comunidades

indígenas, sino también al tránsito normal del camino interoceánico, entre el Plata y

el Pacífico.

Además, al promediar la década del 1780, la huida de pobladores criollos y

españoles había sido tan generalizada en los asentamientos rurales y las escasas

poblaciones de la línea cordobesa, que Sobremonte tuvo que emprender un nuevo

ciclo urbano en casi toda el área. Los caseríos de San Carlos (Mendoza) y Río

Cuarto estaban abandonados, en las guardias quedaban unos pocos milicianos, y

sólo en la Punta del Sauce subsistían algunos vecinos estables.

El pequeño fortín de la Punta del Sauce existía desde 1755. Su emplazamiento

original posiblemente estaba al norte de la actual plaza principal de La Carlota, y en

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varias oportunidades debió ser reparado y reconstruido. En 1771 quedó erigida una

capellanía permanente en la aldea allí reunida. Un nuevo fuerte fue construido entre

1787 y 1789, dos cuadras al sur del anterior, por orden de Sobremonte que, el 12 de

febrero de 1789, hizo fundar allí una población que denominó La Carlota, cuyo

plano aprobó en 1794.

En 1797 había 926 habitantes en La Carlota, que tenía algunas calles

arregladas y era un importante centro comercial, no sólo por su numerosa

guarnición, sino también porque era el principal punto donde los troperos de

Mendoza se proveían de bueyes para sus carretas. Pero su terreno (escribía

Sobremonte) es salitroso y expuesto a los vientos fuertes comunes en las pampas, sin haber

hallado otro sitio más adecuado, o que no tuviese otros inconvenientes. El 20 de septiembre de

ese año fue declarada villa, y su cabildo quedó constituido el 1 de enero del año

siguiente. En 1804 un huracán asoló la localidad y causó graves daños al fuerte, que

ya no fue reparado. La villa conservó su rango de sede de comandancia de la

frontera sur cordobesa, hasta 1825.

El caserío agrupado junto al primitivo fuerte y a la iglesia de la Concepción del

Río Cuarto, estaba deshabitado hacia 1780. Dos años después fue construido un

fuerte nuevo. Sobremonte lo reubicó en 1785 y el 11 de noviembre de 1786

dispuso la fundación definitiva del “nuevo pueblo de Concepción”, declarado villa

por real cédula del 12 de abril de 1797. El cabildo quedó constituido el 1 de enero

del año siguiente. El fuerte pasó a ser la sede de comandancia de la frontera sur,

desde 1825.

Sobre el camino real de Chile, emplazó Sobremonte entre 1784 y 1787 varios

fortines nuevos, dos entre La Carlota y Río Cuarto, un tercero en avanzada, sobre

el arroyo Sampacho, a casi 50 kilómetros al sudoeste de Río Cuarto, y otro en un

punto estratégico al este de La Carlota, intermedio entre ésta y Las Tunas. En todos

estos lugares estableció después los respectivos núcleos urbanos.

En el Paso de las Terneras, casi equidistante de las dos poblaciones citadas

quedó situado el fortín San Carlos y, junto a él, Sobremonte fundó el 26 de febrero

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de 1794 una población que denominó La Luisiana, y que tres años más tarde tenía

178 habitantes. En 1821 resultó destruida por completo en un asalto de los

ranqueles, y nunca fue rehabilitada.

Cerca de Río Cuarto, diecisiete o dieciocho kilómetros hacia el sudeste, sobre

el camino real de Chile, y cerca de la capilla rural de San Bernardo, hubo un fortín

precario y de corta existencia. En 1785, Sobremonte hizo construir otro, y

consolidó la pequeña población de San Bernardo que, en 1797, reunía 242

habitantes. Años después resultó destruida y quedó abandonada.

El fortín del arroyo Sampacho fue trasladado en 1794 de la margen derecha a

la banda opuesta donde, tres años después, había ya una aldea con 69 pobladores.

El núcleo subsistió y en 1820 hubo un proyecto de formalizar allí un centro urbano,

pero no tuvo éxito, y sus vecinos pasaron en 1830 al cercano paraje Las Achiras.

En un sitio adyacente a la laguna de Loboy, donde el río Cuarto fluye al

Tercero a través del Saladillo, estableció Sobremonte en 1787 el fortín San Rafael,

hizo derivar allí el camino real a Chile y formó el correspondiente núcleo de

población. Todo esto quedó destruido en 1804, por la misma tempestad que arrasó

La Carlota, y no hubo reconstrucción alguna.

Para mejorar la red de asentamientos en el sur cordobés, Sobremonte trató de

consolidar una población junto al fuerte de Asunción de las Tunas. También en

1787 interpuso entre éste y el bonaerense de Melincué, el nuevo fortín de Loreto en

el Zapallar, y en 1796 intercaló entre La Carlota y Luisiana, la pequeña guardia del

Pilar en el paso de los Algarrobos.

Otro proyecto urbano fue la repoblación de la antigua reducción de San

Francisco del Río Cuarto, ya varias veces formada y extinguida. En 1795 restableció

Sobremonte el fortín y el pueblo, al que designó con el nombre de Jesús María. En

1801 le fue construido un nuevo templo, erigido como sede de viceparroquia tres

años después. Este centro sufrió después un último período de decadencia, sin

llegar a su extinción, hasta quedar consolidado en 1861, llevando en nuestros días la

denominación histórica de Reducción.

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En la jurisdicción puntana, la zona de frontera y el tramo pertinente del

camino real de Buenos Aires a Chile corren entre la sierra de Comechingones y el

río Desaguadero, a lo largo de casi 300 kilómetros. Sobre el camino estaban la

pequeña aldea de Las Pulgas, hoy Mercedes, la ciudad de San Luís, y la posta de

Balde, establecida por el empresario Francisco Sena Canals. Al sur, en la frontera,

se hallaban los fuertes de San Lorenzo del Chañar a unos 60 kilómetros de la

primera, y San José del Bebedero, a unos 30 de la segunda y separados entre sí

alrededor de cien.

La acción de Sobremonte en el sur puntano fue, esencialmente, de con-

solidación. En 1786 restauró los dos fuertes mencionados, y junto al del Chañar

proyectó un núcleo de población que no prosperó, aunque permaneció su

guarnición. También protegió el pequeño caserío agrupado en torno de la posta de

Balde, origen de la actual localidad homónima.

El sur mendocino tenía como cabecera la iglesia de San Carlos, en el valle de

Uco, donde la Junta de Poblaciones intentó en 1755 fundar una población, que en

1764 pasó a ser sede de un curato rural, y que desde mucho tiempo antes era uno

de los centros misionales de la Compañía de Jesús. Expulsada ésta en 1767, y

conciliados los posteriores conflictos locales entre blancos e indios, en 1771 quedó

emplazado el fuerte de San Carlos, y al año siguiente fue fundada la villa

homónima, que no prosperó. Sobremonte hizo reconstruir en 1785 el fuerte

mencionado, destinó allí 25 soldados de guarnición, reunió allí a los habitantes

rurales dispersos en las cercanías, y en 1788 volvió a fundar el centro urbano, ya

definitivo, donde el misionero de Uco estableció su sede permanente.

La información planimétrica que hoy podemos manejar con respecto a las

fundaciones de Sobremonte, es muy limitada. El análisis morfológico, hasta donde

es posible, permite determinar una aplicación muy extendida de la tipología

abaluartada, en la construcción de fuertes y fortines. La ubicación de éstos en la

planta urbana era normalmente marginal, de modo que los efectivos militares

pudieran entrar y salir de su recinto, sin interferir en la población ni ser interferidos

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por ella. Las trazas eran cuadriculares, salvo Concepción del Río Cuarto, donde la

plaza mayor fue delineada en proporción rectangular como disponía la Legislación

de Indias y, por lo tanto, esa forma se reitera en todas y cada una de las manzanas

que integran la fila pertinente.

La desaparecida población de La Luisiana era totalmente cuadricular según el

plano existente en el Archivo General de Indias, que permite conocer su

emplazamiento al norte del río Cuarto, con su pequeño fortín de San Carlos, de

sólo dos baluartes en ángulos opuestos, entre la costa y la plaza. Por ésta cruzaba el

camino real de Chile en línea diagonal. Cinco manzanas aparecen diseñadas con

líneas llenas alrededor de la plaza, y en líneas quebradas se registra la demarcación

total, de 7 x 7 cuadras, indicando una reserva de 43 manzanas como ensanche

previsto en función del crecimiento proyectado.

La Carlota según otro plano del Archivo General de Indias tenía como eje de

su traza el conjunto fuerte (plaza mayor) manzana institucional. Esta última, al

norte de la plaza y al sur del río Cuarto, estaba delineada “a la cordobesa” es decir,

partida en dos mitades por un callejón, en el mismo eje, dejando al oeste la capilla y

al este el cabildo. Esta particularidad ha desaparecido, y en el plano actual de La

Carlota, aparece allí una manzana cuadrada, similar en todo a las demás que

integran el conjunto. La demarcación incluye un grupo de 3 x 3 manzanas hacia el

este, y otras dos más dos mitades al oeste, por donde el terreno inundable frenaba

el crecimiento.

SOBREMONTE Y LOS CENTROS MINEROS

En la ya citada Memoria de 1797, Sobremonte dejó escrita a su sucesor en la

intendencia de Córdoba, abordó el tema de la minería dentro de su jurisdicción, en

estos términos:

Las minas consisten en las de plata del valle de Uspallata, jurisdicción de Mendoza, y es de

excelente calidad pero han tenido muchas vicisitudes, ya por falta de facultativos que acierten con lo

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crítico de su beneficio, ya por la escasez de peones y poca disposición para el rescate, que se hace en

Cajas Reales, con los cortos fondos de la Real Hacienda...

Las de la Carolina, descubiertas en 1785, han tenido muchas variaciones, pero no es

dudable su riqueza, ya en vetas, ya en lavaderos, o aventade: es considerable la porción de oro que

se recoge y sale con guías... también hay entre sus metales, varios que contienen plata de buena

ley...

En la jurisdicción de La Rioja las hay de plata y oro en el cerro de Famatina, pero no hay

allí ánimo, caudales ni facultativos para emprender una labor formal.

También las hay de oro en las cercanías de la villa de Jáchal, jurisdicción de San Juan, en el

cerro nombrado San Bartolomé de Guachi, últimamente descubiertas en el nombrado Gualilán, y

el Rayado, y ahora se han descubierto vetas de plata que no parecen desprecibles...

Las hay de cobre en la jurisdicción de Córdoba, en el partido de la Punilla y Calamuchita, y

aun de plata: estos años pasados se trabajaron muchas de las primeras, pero en el de 1796

próximo pasado, con las experiencias que se hicieron, resultaron de poca ley, de modo que no hace

cuenta.

Las minas de Uspallata, al oeste de Mendoza, eran conocidas desde tiempo

antes, y suscitaron el interés del empresario Francisco de Serra Canals, establecido

en esa ciudad, quien arrendó allí tierras para desarrollar su explotación, y propuso al

gobierno fundar una villa con campos de labranza. El proyecto tuvo aprobación

por real cédula del 30 de abril de 1774. En consecuencia, comenzaron la extracción

y la molienda de los minerales. Pero las obras del centro urbano no tuvieron inicio.

En 1784, el mismo empresario volvió a presentar su proyecto al nuevo

gobernador intendente, marqués de Sobremonte, y éste le propuso emplazar la villa

con un nuevo trazado, y también un presidio (es decir, un fuerte) para poblar la

zona y fomentar la minería. Este plan tampoco tuvo concreción, pero el

establecimiento siguió en actividad.

Las dos trazas, tanto la original como la modificada por indicación de

Sobremonte, son de plan regular, y prevén viviendas tipificadas para los

trabajadores. El primero sigue la normativa indiana legal en aspectos poco usuales,

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como delinear las calles centrales en coincidencia con los ejes del trazado, aunque la

plaza mayor es cuadrada y no rectangular como estaba dispuesto en dichas normas.

El segundo es una cuadrícula simple, orientada en función de los vientos

dominantes. La confrontación de diseños dio origen a un intercambio de conceptos

teóricos sobre el tema que, aunque la fundación no tuvo éxito, muestran algunos

aspectos del pensamiento urbanístico de Sobremonte.

El otro yacimiento importante de aquel tiempo, era el de San Antonio de las

Invernadas, descubierto en 1785 al pie del cerro Tomalasta, en el cordón senado de

San Luís, y a 60 kilómetros al nordeste de la capital puntana. Allí se desarrolló en

forma espontánea un asentamiento con viviendas dispersas.

En 1792, Sobremonte y el técnico José Ximénez Inguanzo proyectaron sobre

un pequeño llano una población, con traza regular, capilla y manzanas divididas en

solares, y en 1795 lo fundaron con el nombre de La Carolina. Dos años después

había negocios importantes, cincuenta casas bien construidas, y 665 habitantes.

Después decayó, y hacia 1825 era descripto como un conjunto miserable de ranchos,

pero subsistió y continúa hasta nuestros días.

FUNDACIONES CIVILES DE SOBREMONTE

En el norte de la intendencia de Córdoba del Tucumán, Sobremonte aplicó no

sólo los proyectos mineros ya descriptos, sino también políticas de consolidación y

promoción de poblados antiguos, y fundaciones nuevas.

En la comarca de San Juan, por ejemplo, debió volver a fundar las villas de

San José de Jáchal y San Agustín del Valle Fértil. No pudo hacer lo mismo con la

villa de Mogna, respecto de la cual escribía en 1795, que muchos de sus pobladores

aborígenes estaban dispersos y era difícil reducirlos a pueblo.

En el ámbito riojano, fundó hacia 1790 la villa de Guandacol, sobre el arroyo

homónimo, con un centenar de familias que reunió allí para ese fin. Tropezó

empero con un obstáculo jurídico que él mismo explicó así en la ya citada memoria

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de su gobernación ...siendo el terreno perteneciente a un vínculo de un Brizuela Dorila, y no

pudiendo ceder los terrenos, quedaron hechos colonos suyos los pobladores, y por esta causa se

retiraron. Pese a todo, el poblado subsistió y, con el nombre de Villa Unión es ahora

cabecera del departamento riojano de General Lavalle.

Los Ranchos de Río Segundo (o Nabosacate) era un antiguo pueblo de indios

ubicado en el cruce de ese río con el camino de Córdoba a Santa Fe, pero su

comunidad derecho-habiente estaba extinguida. Sobremonte visitó el lugar en enero

de 1795, y declaró caduco ese antiguo asentamiento. El 27 de diciembre de ese año

emitió el bando fundacional de la Villa Real del Rosario sobre terrenos adyacentes

al extinguido pueblo de indios. La demarcación hecha por el mensurador Dalmacio

Vélez sigue la tipología cuadricular, cuadras de 150 varas, plaza mayor cuadrada, y

manzana institucional partida en dos “a la cordobesa” por un callejón de 10 varas.

En Antipara o Aguada del Árbol, sobre el camino real de Buenos Aires al

Perú, existía la antigua Posta del Chañar, junto a la cual se agruparon algunos

pobladores, y quedó erigida una capilla de San Francisco Solano en 1762. El 16 de

julio de 1796, Sobremonte fundó la población de San Francisco del Chañar, y

proyectó su declaratoria de villa, concretada recién en 1855.

Quilino, en el camino de Córdoba a Catamarca, era un antiguo pueblo de

indios de la encomienda de Jerónimo Luís de Cabrera. El marqués de Sobremonte

fundó en 1796 la actual población de Quilino, o villa Quilino, y respetó los

derechos de sus habitantes aborígenes, cuya comunidad fue extinguida en 1881 por

el gobierno provincial de Córdoba.

Tulumba era un paraje interior de la bifurcación que hace el camino del Norte,

al abrir sus ramales por Santiago del Estero y por San Miguel del Tucumán. En ese

lugar estaba desde el siglo XVII una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario,

erigida en 1749 como sede parroquial. Junto a ella quedaron gradualmente

radicadas varias familias, que en 1795 ya eran diecisiete. El 27 de septiembre de

1796, Sobremonte dejó acordada la fundación y demarcación urbana de Tulumba y,

ante la oposición del cabildo de Córdoba a su declaratoria como villa, interpuso una

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apelación a la Corona. El 27 de mayo de 1797 quedaron radicadas 58 familias con

358 personas, y el 3 de octubre de 1803, la villa de Tulumba recibió su declaratoria

por cédula real.

La traza de Tulumba tiene calles rectas pero es, en conjunto, irregular y

atípica. Tomó como eje el camino real del Norte, sin plaza mayor, persistiendo las

ubicaciones previas de la iglesia y de las casas preexistentes a la demarcación.

En Piedra Blanca, sobre la falda occidental de la sierra de Comechingones, a

unos 175 kilómetros al noroeste de San Luís, existía desde mediados del siglo XVIII

una capilla de Nuestra Señora del Rosario, con algunos vecinos a su alrededor. El 6

de octubre de 1796, Sobremonte acordó fundar allí la población de Melo, nombre

dado en homenaje al virrey Pedro Melo de Portugal, pero que el uso posterior ha

transformado en Merlo. La fundación quedó concretada el 1 de enero de 1797, con

trazado parcialmente regular.

La posta del Río Seco era un punto importante de referencia en el camino del

Norte, sobre la frontera chaco-cordobesa. Junto a ella existía, desde mediados del

siglo XVII, una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario. Todo quedó

destruido en un ataque de los abipones, en 1748, y al ser reconstruido, el

asentamiento asumió la forma de un pueblo fortificado. Sobremonte promovió su

consolidación cuando ya contaba ciento sesenta y ocho habitantes. Oficializada la

traza, que sigue el tipo cuadricular, los vecinos cedieron las tierras para uso público

el 23 de junio de 1797, pero la proyectada declaratoria de villa quedó concretada

recién en 1858.

LA FUNDACIÓN DE SAN RAFAEL (MENDOZA)

Además de haber desarrollado su constante gestión urbanizadora, desde la

secretaría general del virreinato en la época de Vértiz, y como gobernador

intendente de Córdoba durante los trece años siguientes, Sobremonte fue también

un virrey fundador. Durante su mandato, extendido desde el 28 de abril de 1804

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hasta el 10 de febrero de 1807, quedaron concretadas en el área bonaerense tres

fundaciones por iniciativa privada y con su apoyo: San Salvador de Lobos entre

1803 y 1805, San José de Flores en 1804 y San Andrés de Giles en 1806. Por su

iniciativa y gestión, en la misma área quedó fundada en 1806 San Fernando de la

Buena Vista, hoy San Fernando.

A esa lista cabe agregar San Rafael (Mendoza) en 1805, cuyo proceso

fundacional muestra un modo de entender y manejar, tanto el avance de la frontera

interior, como las relaciones interétnicas, para realizar el emplazamiento de un

nuevo fuerte con un pequeño pueblo.

Intentaba Sobremonte lograr el avance de la frontera interior, con la con-

secuente activación de tierra al circuito productivo, mediante la celebración de

acuerdos con los caciques. Había sostenido durante su gobierno en Córdoba del

Tucumán, fluidas y cordiales relaciones con varias comunidades indígenas, en

especial las del sur mendocino. Su memorial al Rey de fecha 25 de junio de 1805,

conservado en el Archivo General de Indias, contiene el siguiente relato:

...me pareció oportuna ocasión la de presentárseme los principales caciques pehuenches,

Caripán, doña María Josefa Roco, y don Juan Neculante, que habitan al pie de la cordillera de

Chile, por la parte de Mendoza, a quienes conocía desde mi antiguo gobierno en Córdoba, siendo

los que contribuyeron a la pacificación de los de su nación con nuestras fronteras, y traté de

disponer un reconocimiento formal de los parajes a propósito en que pudieran avanzarse los fuertes,

ofreciéndoseme dichos caciques a franquear el paso para la cordillera, por el boquete que se dirige a

la ciudad de Talca en el reino de Chile; pero estos dos objetos no pudieron cumplirse a un tiempo

porque, sobreviniendo las primeras noticias de guerra por el apresamiento de las cuatro fragatas

que salieron con caudales de Montevideo [5 de octubre de 1804] fue necesario retirar la tropa de

blandengues que la guarnece a esta plaza, para despachar el resto de la veterana a reforzar a

Montevideo...

El camino mencionado fue descubierto entonces por Santiago Cerro

Zamudio, a quien el Real Consulado de Buenos Aires gratificó, ofreciéndose a

costear en una expedición directa hasta la cordillera. Pero, estaba por salir de

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Buenos la caravana anual a las Salinas Grandes, y corrió entre varios grupos

indígenas el rumor de un inminente despojo de sus tierras. En tal contexto, la

presencia hispano- criolla en un punto avanzado del sur mendocino ponía en riesgo

según advertía sagazmente Sobremonte - la paz que estaba establecida con ellos y que

tantos bienes produce a las fronteras del virreinato, antes oprimidas y hostilizadas cruelmente.

Explicaba además que ese camino no era bien conocido, por eso, en medio de la

confrontación entre los comerciantes porteños y los caciques, arbitró una solución

delicada y efectiva:

...bien persuadido del gravísimo mal que podía resultan logré combinar los dos objetos,

haciendo esta operación con un corto destacamento de 18 hombres, con un oficial, un geógrafo, el

citado Zamudio y los caciques que, bien satisfechos del modo con que les trate, agasajé y regalé,

caminaron por las inmediaciones de nuestras fronteras con mi carretón de dos ruedas, lo bastante

para probar su tránsito por la cordillera, sin exponerse a alarmar la nación de indios...

En acuerdo con los caciques y, especialmente, con la caciquesa María Josefa

Roco, quedó elegido el paraje del Agua Caliente, en la confluencia de los ríos

Diamante y Atuel, para establecer un fuerte y una reducción. La rectoría de ésta

quedó encomendada a fray Francisco Inalicán, de origen indígena, junto a quien

llegaron de inmediato 201 naturales dispuestos a formar el nuevo pueblo.

El 1 de abril de 1805 fue celebrado un parlamento, y quedó acordada la

fundación del centro urbano que, en reconocimiento al virrey fundador, recibió la

denominación de San Rafael, que hasta hoy identifica a esa próspera ciudad

mendocina. Además, el cacique Caripán pidió su bautismo, y adoptó como nombre

de pila el de Rafael, en honor de su amigo Rafael de Sobremonte.

CONCLUSIONES

Con la fundación de San Rafael concluye la gestión urbana de la Corona de

España e Indias en las regiones de Córdoba y Cuyo. La gran ciudad del sur

mendocino nace como signo de paz y progreso, y testimonia la personal dedicación

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del marqués de Sobremonte como funcionario honrado y eficaz para desarrollar y

dar mejores condiciones de vida a las regiones rioplatenses. Su labor como

gobernador intendente y como virrey, fue la culminación de muchos años de

esfuerzos.

Amílcar Razori, en el capítulo cuarto, tomo segundo, de su monumental

Historia de la Ciudad Argentina, afirma lo siguiente:

Sobremonte, como ningún otro mandatario, persigue afanosamente esta elemental radicación

de los habitantes de la zona rural, con la ideología simple, pero básica, que le da su experiencia y

cultura peninsular. Va hacia los agregamientos rudimentarios, como la capilla de Merlo; o llega

hasta las comunidades de indios promiscuas con españoles y criollos, como Villa del Rosario,

Nono, Quilino, y Tulumba; o considera el hecho de la posta del Chañar y crea, jurídicamente,

sobre sus entidades el centro urbano, reivindica o adquiere las tierras necesarias, impone una traza

y adjudica solares y chacras. Da, de tal suerte, orientación racional al designio histórico de estos ru-

dimentarios agregamientos, porque el hombre en su instinto de afincar en la tierra, ha descubierto

ya el paraje propicio y mantenido por decenas de años su instalación humana.

A estas autorizadas palabras, sólo cabría agregar, como observación adicional,

la capacidad demostrada por Sobremonte como planificador en las escalas urbana y

regional, e insistir en su capacidad su capacidad para reconocer y adecuar las

realidades físicas. Así lo demuestra su labor en la organización del área sur de

Córdoba y Cuyo y del camino a Chile, y también el hecho de que no siempre

“impone una traza” pues en el caso de Tulumba, hizo respetar las huellas del

asiento humano ya existente.

Por último, una reflexión sobre la nomenclatura de las fundaciones de

Sobremonte. La Carlota, Luisiana y La Carolina, son también los nombres de otras

tantas nuevas poblaciones de su Andalucía natal, fundadas en 1767 por ese notable

planificador americano que fue Pablo de Olavide, en el marco del plan de Carlos III

que adquiere así, indirectamente, a través de su obra, una nueva proyección en las

regiones del Río de la Plata.

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CURRÍCULUM DEL AUTOR

Arquitecto, investigador del CONICET y profesor de la Facultad de Arquitectura, Diseño

y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Es asimismo, director consulto del Archivo y

Museo Históricos del Banco de la Provincia de Buenos Aires, asesor emérito y vocal de la

Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, miembro correspondiente de la

Academia Nacional de la Historia y vicepresidente de la Junta de Historia Eclesiástica

Argentina y del Comité Argentino del ICOMOS. Es autor de más de doscientos artículos y de

numerosos libros sobre historia arquitectónica, urbana y territorial. Es investigador de este

Instituto desde 1959 y su director desde 1992.

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LA ORGANIZACIÓN FUNCIONAL DE LOS HOSPITALES

EN LA ARQUITECTURA HISPANOAMERICANA DEL SIGLO

XVIII

Carlos A. Di Pasquo

Graciela S. Fumbarg

Sara M. Vaisman

INTRODUCCIÓN

l estudio de los hospitales ha sido nuestro tema elegido para desarrollar la

organización funcional de los edificios civiles en la arquitectura hispanoamericana

virreinal, tomando como fuente principal de documentación la obra de Diego

Angulo Iñiguez Planos de monumentos arquitectónicos de América y Filipinas existentes en el

Archivo de Indias.

Dicha obra comprende un catálogo de planos de arquitectura de edificios

religiosos, civiles y militares y el estudio de los planos y su documentación. Esta

obra no es una monografía histórica de los monumentos sino la presentación de los

datos conservados en los legajos del citado archivo, ...tan abundantes en nuestros

Archivos de Indias, además de su valor para la historia de la arquitectura son elementos preciosos

para reconstruir el escenario de la vida colonial.1

Concretamente, analizaremos trece edificios hospitalarios que, por su

cronología (desde 1502 hasta 1801), por su ubicación (desde México hasta Chile),

por su administración (religiosa, civil o militar), por su tipología (planta cruciforme

de las enfermerías o desarrolladas alrededor de un patio y sus variantes), por su

programa (desde simples hasta altos niveles de complejidad, o su mayor o menor

1 D. ANGULO IÑIGUEZ, Planos de Monumentos Arquitectónicos de América y Filipinas existentes en el Archivo de Indias, Sevilla, Universidad de Sevilla, Laboratorio de Arte, 1933/39, p. II.

E

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religiosidad, por su mayor o menor autoabastecimiento), por su diseño y

composición (esquemas sencillos hasta con fuertes pautas académicas), por su

técnica constructiva (poco desarrollada en general), por sus particularidades

(respuestas puntuales a necesidades o mandatos académicos), nos permitieron

abarcar en cada uno de los ítems un amplio espectro.

HOSPITAL DE SAN NICOLÁS, SANTO DOMINGO, 1783

El hospital de San Nicolás (figs. 1, 2, 3), en Santo Domingo, es el primer

ejemplo de tipología cruciforme en América. El plano registrado por Diego Angulo

Iñiguez es de 1783, pero hay datos suficientes para suponer que fue ideado y

solventado por Nicolás Ovando entre 1502 y 1509 y que éste tenía noticias de los

hospitales reales construidos en España.

El hospital está rodeado por calles en tres de sus bordes lindando con terrenos

vecinos en el cuarto borde. Responde a un esquema en cruz y consta de dos

plantas. En planta baja se ubica la iglesia, compuesta por tres naves y un crucero

con una enfermería para hombres pobres detrás del mismo. Hacia la derecha se

halla el cementerio con dos de sus lados hacia la calle. En la parte posterior del

mismo se halla un terreno ocupado con construcciones vecinas. Hacia la izquierda

encontramos dos patios, uno de ellos principal en torno del cual se dispone un

bogue con fachada a una de las calles conteniendo cuarto de guardia para sirvientes

y una sala para mujeres pobres. El uso de esta última fue modificado en el año 1739

y 1732 destinándoselo a sala para presidiarios. Otro bloque con fachada a otra de

las calles contiene una capilla con rejas para que las enfermas puedan presenciar

misa, y un tercer bloque que separa a este patio del posterior en el cual se ubican la

cocina y cajas de escaleras. En torno al segundo patio se hallaban las salas para

unciones, sala para tísicos y “común”.

En planta alta las enfermerías conformaban una cruz sobre la nave central y el

crucero de la iglesia, atendiéndose allí a la tropa y a los enfermos generales. En el

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crucero se ubicaba un altar portátil para que los enfermos pudieran presenciar misa.

Sobre las naves laterales de la iglesia se hallaban la ropería y la botica.

Sobre el bloque que contiene la guardia y salas para sirvientes estaban

ubicadas las viviendas del sacristán, mozos y enfermos y sobre la capilla la sala del

capellán.

En síntesis, podemos decir que este hospital pertenece tipológicamente al de

plantas cruciforme con un altar portátil en el crucero; pero además consta de otra

sala de mujeres, ubicada en bloque aparte de esta simbiosis iglesia-hospital, que

también cuenta con una capilla, la de Alta Gracia. En ambos casos se observa el rol

protagónico de las capillas respondiendo las enfermerías a una composición tal que

los enfermos alojados en ellas tengan la visión directa desde la cama hacia el altar.

Por sus características generales podemos decir que el hospital es un modesto

remedo de arquitectura periférica.

HOSPITAL REAL DE LOS INDIOS; MÉXICO, 1764

Los hospitales de indios se levantaban en México y en el Perú desde la segunda mitad del

siglo XVI.2 El hospital Real de los Indios en México (figs. 4, 5) es una respuesta a este

problema.

El texto de Diego Angulo Iñiguez hace más referencia a la construcción de la

iglesia del hospital, la cual nunca llegó a terminarse, utilizándose la capilla de indios

para toda la feligresía.

En 1763 se pidió desde Madrid al Virrey, un informe sobre el estado de dicho

hospital, quien al año siguiente envió el plano de lo fabricado junto con una

memoria del entonces administrador Arroyo. A partir del mismo se han realizado

algunas modificaciones las cuales y a están incluidas en los planos analizados.

El hospital se halla edificado en dos plantas, rodeado en dos de sus bordes,

norte y oeste, por una acequia; los otros dos lados, este y sur, se hallan rodeados

2 RAMÓN GUTIÉRREZ, Arquitectura y Urbanismo en Ibero-América, Madrid, Ediciones Cátedra, 1983, p. 265.

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por calles. Responde a un esquema de dos patios siendo uno de ellos claustral. En

la planta baja se disponen en torno a dicho patio, una sala para heridos, viviendas

de alquiler las cuales dan a las dos calles citadas, completándolo un bloque de

servicios que los separa del terreno del antiguo cementerio donde se halla la capilla

de indios.

Hacia la derecha se encuentran tres terrenos que dan a la calle del Este los

cuales estuvieron destinados para la construcción de la casa del cirujano, la iglesia y

la casa del boticario. En la parte posterior a estos terrenos se dispone una sacristía,

patio para leña, tres salas para enfermos de rabia con galería y portal, un horno,

destilería de atole, y por fin un segundo patio rodeado por un bloque de servicios al

sur, corral de burras al oeste, acequia al norte y lavadero al este. El resto del terreno

hacia el oeste corresponde al cementerio y su capilla.

En la planta alta se dispone, en torno al patio claustral, una “U” de enfermería

de lados dispares. Adosadas a una de las salas se hallan las celdas de los capellanes,

y completa el patio un bloque de servicios.

El segundo patio también se halla rodeado de enfermerías. Al este se disponen

otros locales de servicio y otras celdas para capellanes. Entre las enfermerías citadas

encontramos: sala de curación de mujeres, hombres y convalecientes.

Este hospital presenta la particularidad de albergar funciones diversas siendo

su programa muy variado. De esta manera podemos encontrar viviendas de

alquiler, ajenas al funcionamiento del hospital, colchonería, etcétera. Este tipo de

programa lo podemos asociar a los pequeños poblados en los cuales se aislaban y

curaban a los indios.

Otra particularidad de este hospital es la de presentar iglesia y capilla, ambas

exteriores, y la no mención de una capilla cercana a las enfermerías.

HOSPITAL DE BELÉN; SANTIAGO DE CUBA, 1766

No se ha hecho de este hospital una descripción analítica por no existir los

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datos en la bibliografía básica. Allí sólo hay un comentario del plano del terreno

con las construcciones existentes anteriormente pero no hay referencias al plano

del proyecto (fig 6).

Lo que se desprende de la lectura de la planta es su composición alrededor de

tres grandes patios claustrales y la distancia entre las enfermerías y su iglesia de

Santa Catalina.

El plano cuenta, a su vez, con una elevación en la cual se evidencia la jerarquía

de la iglesia en relación con la continuidad volumétrica del hospital. Nota: Si bien

este ejemplo aparece en las páginas 84 y 85 de Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica

de Ramón Gutiérrez, ello no nos ha proporcionado mayores datos ya que lo cita

como una de las obras de Santiago de Chile.

HOSPITAL DE SAN JOAQUÍN, MARÍA Y JOSÉ;

VERACRUZ, 1767

La ocupación de La Habana por los ingleses determinó una concentración de

tropas en Veracruz. Este aumento de población y la difusión del vómito negro

generaron una demanda hospitalaria que podemos verificar con los dos planos para

hospitales para dicha ciudad que aparecen en el Archivo de Indias.

El plano del hospital de San Joaquín, María y José de 1767 (fig. 7) es una

ampliación o continuación de “la sala construida por Su Majestad”, la cual está

incluida en una edificación que no aparece descrita pero igualmente algunos usos

probables se pueden arriesgar. Consta de una composición organizada alrededor de

un patio, con enfermerías en tres de sus lados, superponiéndose en uno de ellos la

hilera de locales de servicios. En el cuarto lado encontramos el acceso con los

locales correspondientes de portería y la iglesia.

Al cuadrado del primer hospital se le adosa otro cuadrado en el cual se

resuelven las funciones bajo una estructura claustral organizada en torno de un

patio rectangular, con una doble crujía en la parte posterior a la entrada donde se

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ubican cocina, despensa y corrales.

En el cuerpo que contiene la entrada se hallan las dependencias (botica, casa

del cirujano, enfermero, capellán, guardia y comisaría) en planta baja y enfermerías

en planta alta. En los otros tres brazos se repiten las enfermerías en las dos plantas.

A pesar de la falta de datos precisos que dificultan su interpretación podemos

suponer que pudo haber existido una segregación racial y de castas en las seis

enfermerías.

No encontramos en esta etapa del hospital una fuerte impronta religiosa ya

que, además de la existencia de una iglesia adosada al primer edificio, no existen

capillas, ni altares, ni siquiera habitaciones para los religiosos.

HOSPITAL DE PADRES BETLEMITAS. VERACRUZ, 1781

El hospital de Padres Betlemitas de Veracruz fue construido por D. Gaspar

Sáenz Rico, natural de Yanguas, Obispado (fig. 8) de Calahorras. Estaba destinado,

según describe D. Angulo Iñiguez, a convalecientes y tendría como agregado una

escuela. Como premisa, la distribución de la enfermería y la escuela debían

disponerse de manera tal que pudiera estar separadas de los negros, los mulatos y

demás “razas infestas”.3

El plano del Archivo de Indias es de 1781 aunque la real circular que autoriza

su fundación es del 14 de marzo de 1745.

Este hospital de dos plantas y cuatro patios claustrales responde a un esquema

cruciforme. En planta baja, la cruz se halla incompleta en uno de sus brazos. Los

otros tres corresponden a cocina, sala de profundis y refectorio. El patio anterior

derecho está ocupado por una iglesia octogonal, de doble altura y rodeado por

grandes bodegas. En la parte anterior izquierda se hallan dos patios separados por

cajas de escaleras y locales de servicio. En torno a éstos encontramos la escuela,

bodegas, “común”, cuartos para huéspedes y servicios. Los dos patios posteriores

3 D. ANGULO IÑÍGUEZ, op. cit., p. 266.

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estaban destinados, el de la izquierda a caballerizas y el de la derecha a huerta. Este

último rodeado por cocinas, panadería y bodegas.

En la planta alta se ubica la cruz de enfermerías; una de ellas tiene un acceso a

la tribuna de la iglesia. Sobre las grandes bodegas descriptas se ubican la hospedería

de pasajeros y refectorio de enfermos. En torno a los dos patios anteriores se hallan

las celdas para religiosos, enfermería para clérigos, botica, cuarto de enfermeras, y

entre ambos un bloque correspondiente a biblioteca.

Este hospital, además de su planta cruciforme, tiene otras particularidades

muy notables. Si bien carece de un programa complejo la extensión de las áreas

destinadas a convento y depósitos y su particular iglesia nos hablan de otros

intereses además del hospitalario.

Coincidimos con D. Angulo Iñiguez en señalar lo peculiar de la iglesia, por su

forma octogonal y sus tribunas pero además podemos agregar lo especial de su

ubicación dentro del conjunto. Esta se encuentra emplazada en uno de los cuatro

patios lo cual nos lleva a relacionarla con la que se construyó en el hospital de

Sevilla en el siglo XVI.

HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE COMAYAGUA, 1783

En 1783 el ingeniero José Ampudisa y Valdés presentó dos planos para la

construcción del hospital de Comayagua (fig.9). Ambos corresponden al mismo

esquema organizativo de funciones alrededor de un patio. No obstante se

encuentran diferencias entre ellos lográndose una mayor perfección de formas y

proporciones en el segundo proyecto.

El primer proyecto está ubicado en la intersección de dos calles dejando un

retiro a manera de atrio en la esquina el cual permite el acceso a la iglesia desde el

exterior del hospital. En el otro frente del atrio quedan ubicadas las viviendas de los

religiosos que, a su vez, se vuelcan al patio principal. Este único claustro es el

centro de la composición alrededor del cual se organiza el resto de las actividades:

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enfermería, cocina y cuartos de sirvientes.

Un amplio terreno queda libre detrás de la edificación en el cual se ha ubicado

el cementerio en una de sus alas y el “común” en el ángulo más alejado de la

construcción, demostrando el poco interés por las comodidades y las condiciones

de salubridad de los enfermos.

Como proyecto de hospital podemos decir que el primero resulta un tanto

primitivo tanto en cuanto a la amplitud del programa como a su resolución. No

sucede lo mismo con el segundo proyecto. En él vemos un marcado crecimiento de

las dependencias de servicio así como una mayor cantidad de enfermerías. Su

construcción también se estructura alrededor de un claustro formando un cuadrado

perfectamente proporcionado. El acceso principal se corresponde con una salida

posterior que divide el terreno en cementerio y huerta. Este segundo proyecto

cuenta con tres enfermerías de dos naves cada una. Ellas, junto con la capilla,

ocupan el cuerpo anterior y posterior del edificio quedando los brazos laterales para

albergar los servicios y las habitaciones del personal de atención. Bordeando el

zaguán de entrada y la salida posterior se ubican locales de guardia, locales para

enfermería, cuarto de éticos y depósito de difuntos.

Podemos señalar que la iglesia también en este caso funciona para la co-

munidad con el acceso principal a la calle y totalmente separada de las enfermerías.

El avance científico que se manifiesta en Europa a finales del siglo XVIII se

evidencia en el proyecto con la inclusión de dependencias para médico y

practicante, así como el diseño de un jardín botánico en el patio. En este proyecto

vemos una gran racionalidad en el planteo existiendo una doble axialidad y una

extremada concentración en la estructura, pero con pocas especificaciones en

relación con las funciones. Esto lo podemos asociar con el desarrollo de la

Academia y sus planteamientos generales para la composición edificios quedando la

organización del programa subordinado a la misma Composición.

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HOSPITAL DE BARINAS, 1787

El hospital de Barinas (fig.10), tardío ejemplo de planta cruciforme, no llega a

construirse. El plano y presupuesto del edificio fueron confeccionados por un

comandante político y militar. Tres betlemitas iban a ser traídos de México o Cuba

para su administración'4.

Este hospital responde a un esquema en “T” con cuatro patios claustrales

desiguales. Podríamos hablar de dos cuadrados perfectos, uno destinado a hombres

y otro a mujeres. La gran “T” contiene a las enfermerías con capilla en el crucero.

Dos alas corresponden a hombres; una para pobres blancos, indios y tropa y la otra

para pardos y morenos. La tercer ala estaba destinada a mujeres.

En el hospital de hombres una enfermería divide el terreno en dos patios. El

anterior se halla rodeado por las dos enfermerías, ropería, despensa, refectorio y

celda para religiosos y botica. El posterior, por cocina para hombres, servicios,

“común” y cuarto para baños.

El cuadrado de la derecha se halla dividido en dos por la enfermería para

mujeres conformando los otros dos patios. El anterior rodeado por ropería, celdas

y refectorio para enfermeras y despensa; el posterior por cocina para enfermas,

baños, “común” y lavadero.

Es importante señalar el tratamiento que reciben las dependencias sanitarias,

ya no son los “comunes” sin localización, situados en cualquier espacio residual,

sino que se observa una clara ubicación integrada a la composición con sus

divisiones internas. Lo mismo sucede con los baños que se encuentran frente a la

fuente de agua los cuales, junto con los “comunes” anteriormente mencionados,

forman un núcleo sanitario en el patio posterior.

Como particularidad podemos destacar que aunque la capilla ocupa un espacio

central preponderante con respecto a las enfermerías, como en el hospital de San

Nicolás de Santo Domingo, de casi tres siglos atrás, es notable la ausencia de

4 D. ANGULO IÑÍGUEZ, op. cit., p. 197.

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iglesia. Esto podría explicarse por ser éste un hospital de patronato real, sin

intervención del obispo coincidiendo con las nuevas reglamentaciones borbónicas

que subordinan la iglesia al poder real.

HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS; TEHUACAN, 1791

...se halla en el día sumamente arruinado, principalmente la yglesia ofreciendo mucha

ruina.5 Con esta cita bajo el dibujo del plano se nos presenta el Hospital de San Juan

de Dios de Tehuacan (fig.11). Su construcción fue autorizada en 1744 como una

respuesta a las demandas de los vecinos que, dos años antes, reclamaron por una

institución hospitalaria frente a la epidemia de matlazahuatl en 1737, recordando el

testamento de Francisco Mesa y Mendoza quien había donado el terreno y el dinero

para la construcción de un hospital a la orden de San Juan de Dios.

El plano de 1791 corresponde al que envía el Conde de Revillagigedo al

monarca en el momento de suspender las obras fundamentándose en la Reco-

pilación de Indias las cuales impedían a los sanjuanistas la construcción de nuevas

edificaciones religiosas.

En dicho plano vemos un hospital con un programa más que modesto y una

construcción que responde a una tipología donde las funciones se estructuran

alrededor de un solo patio. Dos de los lados que rodean al patio se encuentran

ocupados por celdas para religiosos, otro corresponde a la iglesia y el cuarto a

enfermería y ropería. La cocina está ubicada en el patio posterior junto al corral,

construida como un volumen adicional independiente del patio principal.

El tamaño mínimo de la enfermería (fundamentalmente en relación con las

proporciones de la iglesia) y la estructuración general, carente de servicios

hospitalarios, hacen que el mismo se asemeje más a un convento que a un hospital.

5 D. ANGULO IÑÍGUEZ, op. cit., p. 137, Catálogo.

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HOSPITAL GENERAL DEL OBISPO ALCALDE;

GUADALAJARA, 1792.

...en 1750 resultaba inaplazable la reedificación de la totalidad o de la mayor parte del

edificio, pues era, según decían, el único hospital en que se curaban los naturales de los obispados

de Guadalajara, Durango y Valladolid.6

En 1785 se reiteró la petición del plano, el cual fue enviado en 1792. El

difunto D. Fray Antonio Alcalde ofreció levantar a sus expensas el hospital. El

edificio se había construido, en lo posible, conforme al plano que enviara Su Majestad, y que al

morir el benemérito obispo lo había dejado casi totalmente concluido.7

El hospital (fig. 12) fue terminado en 1793 haciéndose efectivo el traslado al

nuevo edificio en 1797. Consta de una vasta edificación de planta rectangular. Las

enfermerías responden a un esquema de planta cruciforme a la que se han adosado

dos diagonales, dando como resultado una composición radial. En realidad posee

siete y no ocho brazos ya que el espacio del octavo está ocupado por la iglesia.

En el crucero se halla la capilla. Rodeando la composición cruciforme se

encuentran: dos cuerpos correspondientes a celdas y dependencias de los religiosos

que se ocupaban del cuidado de los enfermos, otro cuerpo ocupado por las cocinas,

lavaderos, caballerizas y demás servicios. El cuerpo que corresponde a la fachada

está ocupado por la iglesia, la escuela, el pupilaje, dos patios y botica. Este bloque

perimetral sirvió para aislar a las enfermerías del exterior. La sala de las grandes

enfermerías conforman seis espacios triangulares. Los cuatro laterales están

divididos, a su vez, dibujando así otra cruz menor y dejando a cada lado cuatro

patios. Los dos triángulos de la parte posterior están divididos por áreas de

servicios dejando otros dos patios a cada lado.

Las enfermerías están claramente separadas en hombres y mujeres y en forma

simétrica. Ambos sectores constan de: sala para fiebres, cirugía, unciones, heridos,

locos, rabia y enfermos generales. 6 D. ANGULO IÑÍGUEZ, op. cit., Estudio p. 267. 7 Ibídem.

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En la parte posterior del rectángulo descrito y fuera de él se encuentran: a la

izquierda, la huerta y a la derecha, el cementerio, el cual posee una pequeña capilla y

depósito de cadáveres.

El acceso al hospital se halla en los ángulos inferiores correspondiendo el

izquierdo a los enfermos y el derecho a las enfermas.

El programa es complejo: posee diferenciación se salas y de servicios, corrales,

cocinas con sus dependencias, caballerizas, carnicerías, etc. de lo cual podemos

deducir que el hospital poseía todo lo necesario para su autoabastecimiento, además

de albergar una escuela y pupilaje.

Este esquema en panóptico genera gran cantidad de salas en desarrollo

horizontal demasiado largo con muy escasa ventilación, agravada por el hecho de

colocar en el crucero una capilla y no un patio. El control del hospital, debido a su

disposición, se hace dificultoso.

En el momento que se construía el mismo se aconsejaban ya en Francia los

pabellones independientes.

Otra de sus características es la de poseer una iglesia pequeña en relación con

la edificación total.

Esta construcción está desarrollada en una sola planta cubierta por una azotea.

Posee linternas y claraboyas, un acueducto y cañerías de desagüe. Las camas están

realizadas en mampostería y dispuestas en forma paralela a las paredes.

Este hospital representa el último momento de la evolución de los hospitales

de planta cruciforme introducido por los Reyes Católicos. Su antecedente lo

podemos encontrar en el proyecto de planta radial de ocho brazos realizado por

Sturm en 1720.

HOSPITAL DE CUMANÁ, 1797

El hospital de Cumaná (fig.13) surge bajo la iniciativa del canónigo D. Antonio

Patricio Alcalá quien ...compadecido de la miseria del vecindario pobre de Cumaná, que en sus

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enfermedades carecían de todo, y de los indios de los pueblos inmediatos, que cuando eran atacados

por algún mal tenían que padecerlo por las calles o bajo algún árbol...,8 decide emprender ...a sus

expensas la construcción de un hospital militar y de pobres.

Los planos del mismo fueron realizados por el ingeniero D. Casimiro Izava y

enviados en 1793, demorándose la construcción del hospital hasta 1797. Su capilla

se terminó en 1802.

Aquí nos encontramos frente a una tipología muy particular para un tema

hospitalario del siglo XVIII. Se trata de un edificio en forma de U que encierra la

capilla exenta, sobre un terreno cuyo límite posterior está determinado por el

arroyo Santa Catalina y el río Manzanares.

El cuerpo principal conserva una disposición tripartita ubicándose las de-

pendencias de guardia y alojamiento de médicos, boticario y capellán en la parte

central (con dos plantas) y tres enfermerías en cada uno de los laterales. Las dos

alas en U están compuestas por salas de éticos, convalecientes y “común” en una

de ellas y, sala de presos, unciones y cocina en la otra. Una galería bordea el edificio

en su fachada y a los tres brazos en la parte interior. La composición se completa

con la capilla, totalmente aislada del propio edificio, ubicada en el centro del patio,

de forma circular, cosa poco común para un tema religioso del siglo XVIII.

Sintetizando, podemos afirmar, que estamos en presencia de un hospital con

carácter militar más que religioso. Por su programa y tipología está más relacionado

con la evolución de la ingeniería hospitalaria de finales del siglo XVIII que con los

antiguos hospitales coloniales del reinado de los Austrias.

HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS:

SANTIAGO DE CHILE, 1799

El hospital de San Juan de Dios, único existente entonces en cien leguas a la redonda, se

encontraba a fines del siglo XVIII en estado tan ruinoso que sólo conservaba una pequeña sala con

8 D. ANGULO IÑÍGUEZ, op. cit., p. 468.

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capacidad para muy pocas camas. La mala administración había creado un expediente tan

voluminoso que el Marqués de Avilés no encontró mejor solución que cortarlo, crear un estado de

deudas y rentas y separar a los religiosos de la parte administrativa.9 Debemos declarar que

dichos religiosos pertenecían a la orden de San Juan de Dios.

En el año 1799, el nombrado Marqués de Avilés envió la documentación de

que se había logrado concluir con los fondos recaudados, correspondientes en el

plano adjunto, al sector denominado por las letras ABCD, con lo cual fue posible

derribar el antiguo convento. Fue aprobado por el Consejo de Indias en 1802.

El hospital (fig.14) se encuentra emplazado entre cuatro calles hallándose sobre

una de ellas el acceso coincidente con un eje de simetría. Sobre dicho eje se

disponen dos grandes patios claustrales, uno a continuación del otro, culminando

en la gran “T” de enfermerías, con capilla en el crucero.

El primero de estos patios está cercado por un cuerpo que contiene celdas

para religiosos, celda del portero y botica. Un cuerpo lateral que contiene otras

celdas para religiosos y un tercer cuerpo que separa a éste del segundo patio

conformado por la sala de de profundis y celdas de capellanes.

El segundo patio está rodeado por dos cuerpos laterales: el de la izquierda

alberga refectorio y cocinas; el de la derecha, la sala para la tropa.

La gran “T” de enfermerías, al parecer, estaba dedicada a enfermos generales.

Dos de ellas para hombres y la tercera para mujeres. Ésta se corresponde con el eje

de la composición. A ambos lados de la misma se hallan otros dos patios gemelos,

también claustrales, en torno de los cuales encontramos: a la derecha, sala para

ropería, sala para éticos o tuberculosos y sala de examen de éticos; a la izquierda,

sala para locos, unciones, baños para funcionarios, oficina para calentar agua para

baños, cocina para enfermos y otros servicios.

A la izquierda de la composición descripta encontramos otros dos patios que

se comunican mediante un pórtico, en torno de los cuales se halla el convento. El

mismo consta de celdas para religiosos, capilla, celda para maestro de novicios y un

9 D. ANGULO IÑÍGUEZ, op. cit., p. 510.

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gran sitio para la iglesia.

A la derecha se disponen dos patios más. Uno se halla rodeado por las salas

para nobles, tropa San Juan de Dios. Esta distribución manifiesta una clara división

de castas. El otro patio estaba destinado a jardín botánico completando la

construcción total y fachada de la calle en donde se encuentra el acceso, la vivienda

del boticario, su botica y almacén.

Nos encontramos en presencia de un hospital cuya composición podemos

asociar con el desarrollo de la Academia y sus planteamientos generales para la

composición de edificios existiendo una racionalidad en el proyecto.

Su amplio programa nos permite detectar una mayor atención en cuanto al

cuidado de higiene respecto de las distintas enfermedades; contaba con cocinas

diferenciadas para enfermos, purificador de vasos inmundos, etc. Por otro lado este

hospital no posee cementerio. Estos datos nos hacen suponer la existencia de

alguna ordenanza del tipo higienista.

HOSPITAL DE CARACAS, 1801

El de Caracas (figs.15, 16) es el último de los hospitales coloniales que

responde al esquema renacentista de enfermerías en cruz. Siendo, además, el más

perfecto en cuanto a las proporciones y la estructuración de los cuatro patios

(aunque uno de ellos aparezca dividido en dos) que se organizan en los ángulos

formados por las enfermerías. El perímetro se cierra por un cuerpo que lo envuelve

conformando un cuadrado perfecto en planta.

En este caso la cruz se compone de tres brazos que confluyen en la capilla

central; el cuarto está constituido por dos alas de servicio que encierran un pasillo

de circulación el cual comunica el exterior con la capilla.

Este hospital cuenta con dos plantas totalmente independientes y destinadas,

cada una, a funciones específicas. El piso inferior dedicado a cirugía y el superior a

medicina. Al mismo tiempo, cada una de las plantas se encuentra dividida en una

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zona para tropa, paisanos y mujeres. A su vez se subdividen según las distintas

especialidades.

Tanto la división en el uso como la incorporación de nuevos temas en el

programa, o la estructuración en salas pequeñas, todas con ventilación cruzada y

cada una con dos cubículos para los enfermeros y cabos de sala, nos muestran una

evidente evolución en la concepción del hospital. Seguramente derivan de los

cambios que se producen en Francia durante la Ilustración.

La resolución interna de este hospital no permite hablar de una mayor

integración de éste con al estructura urbana. Han desaparecido ciertas dependencias

que estaban incluidas en ejemplos anteriores (corrales, huertas, bodegas) como

tampoco existen las celdas para clérigos, el convento y fundamentalmente la iglesia.

Queda solamente la capilla central para cumplir, todavía, con una necesidad que se

mantiene dentro de la sociedad colonial.

Hay un incremento del desarrollo científico y las normas sanitarias que son

ahora los que influyen en la composición del programa y del proyecto. Esto se

manifiesta también en la separación entre cirugía y las enfermedades que pueden

ocasionar algún contagio. Bajo este concepto podemos incluir la aparición del

jardín botánico.

Para el hospital de Caracas fue ampliamente debatida la ubicación dentro de la

ciudad eligiéndose la que reunía mejores condiciones de salubridad e higiene

(vientos, humedad, distancia al cementerio). Para la elaboración del proyecto fueron

solicitados, a médicos e ingenieros, los requerimientos técnicos y científicos

necesarios.

Las especificaciones técnicas que aparecen adjuntas a los planos en el Archivo

de Indias representan también una demostración de los cambios que se manifiestan

en la arquitectura colonial de comienzos del siglo XIX.

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HOSPITAL DE CARACAS, 1801

El de Caracas (figs.15, 16) es el último de los hospitales coloniales que

responde al esquema renacentista de enfermerías en cruz. Siendo, además, el más

perfecto en cuanto a las proporciones y la estructuración de los cuatro patios

(aunque uno de ellos aparezca dividido en dos) que se organizan en los ángulos

formados por las enfermerías. El perímetro se cierra por un cuerpo que lo envuelve

conformando un cuadrado perfecto en planta.

En este caso la cruz se compone de tres brazos que confluyen en la capilla

central; el cuarto está constituido por dos alas de servicio que encierran un pasillo

de circulación el cual comunica el exterior con la capilla.

Este hospital cuenta con dos plantas totalmente independientes y destinadas,

cada una, a funciones específicas. El piso inferior dedicado a cirugía y el superior a

medicina. Al mismo tiempo, cada una de las plantas se encuentra dividida en una

zona para tropa, paisanos y mujeres. A su vez se subdividen según las distintas

especialidades.

Tanto la división en el uso como la incorporación de nuevos temas en el

programa, o la estructuración en salas pequeñas, todas con ventilación cruzada y

cada una con dos cubículos para los enfermeros y cabos de sala, nos muestran una

evidente evolución en la concepción del hospital. Seguramente derivan de los

cambios que se producen en Francia durante la Ilustración.

La resolución interna de este hospital no permite hablar de una mayor

integración de éste con al estructura urbana. Han desaparecido ciertas dependencias

que estaban incluidas en ejemplos anteriores (corrales, huertas, bodegas) como

tampoco existen las celdas para clérigos, el convento y fundamentalmente la iglesia.

Queda solamente la capilla central para cumplir, todavía, con una necesidad que se

mantiene dentro de la sociedad colonial.

Hay un incremento del desarrollo científico y las normas sanitarias que son

ahora los que influyen en la composición del programa y del proyecto. Esto se

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manifiesta también en la separación entre cirugía y las enfermedades que pueden

ocasionar algún contagio. Bajo este concepto podemos incluir la aparición del

jardín botánico.

Para el hospital de Caracas fue ampliamente debatida la ubicación dentro de la

ciudad eligiéndose la que reunía mejores condiciones de salubridad e higiene

(vientos, humedad, distancia al cementerio). Para la elaboración del proyecto fueron

solicitados, a médicos e ingenieros, los requerimientos técnicos y científicos

necesarios.

Las especificaciones técnicas que aparecen adjuntas a los planos en el Archivo

de Indias representan también una demostración de los cambios que se manifiestan

en la arquitectura colonial de comienzos del siglo XIX.

LA ADMINISTRACIÓN DE LOS HOSPITALES

Si bien la administración de los hospitales no es un tema fundamental para el

desarrollo de este trabajo, donde se trata de enfatizar en los problemas

arquitectónicos, queremos señalar los aspectos más relevantes de aquellos de los

cuales existen datos.

En el estudio de este tema podemos citar como primer punto la división entre

los que están administrados por una orden religiosa o los seglares, que

corresponden a una dirección civil o militar.

En cuanto a las órdenes religiosas que aparecen mencionadas en los datos

suministrados por Diego Angulo Iñiguez, observamos dos de fundamental

importancia: la de los padres betlemitas y la de San Juan de Dios. A la primer orden

corresponde la administración de los hospitales de San Nicolás de Santo Domingo,

de Belén de Santiago de Cuba, de Obispo Alcalde de Guadalajara, de los Padres

Betlemitas de Veracruz y el de Barinas. Dicha orden, que había sido fundada en

Guatemala por Pedro de Betancourt durante el siglo XVIII, tuvo amplia difusión en

la zona del Caribe en ese mismo siglo.

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La orden de San Juan de Dios, fundada en Granada en 1540, alcanzó a cubrir

gran parte del continente en la tutela hospitalaria. Bajo su mando estaban los

hospitales de Comayagua y Tehuacan.

Tres de los ejemplos analizados están fuera de la administración religiosa. Uno

de ellos es de Cumaná, bajo control militar; Caracas y Santiago de Chile bajo

administración civil. En estos casos se incluye a los religiosos para la realización de

los oficios correspondientes a la liturgia o el cuidado de los enfermos.

Se evidencia una gran diversidad entre los hospitales bajo la orden de los

betlemitas, aunque entre ellos encontramos una característica constante como es la

existencia de plantas cruciformes para las enfermerías. La diversidad se manifiesta

en la amplitud en la amplitud programática existente entre el hospital de los Padres

Betlemitas de Veracruz y la austeridad del hospital de Barinas.

Si bien el hospital de Santo Domingo responde a una tipología cruciforme

debemos aclarar que su construcción data de dos siglos antes de la fundación de la

orden de los betlemitas.10

Entre los hospitales que están bajo la administración de los sanjuanistas,

destacamos como constante la organización de la composición sobre la estructura

de un patio.

La orden de los betlemitas pasó por un período de decadencia motivando

reclamos por parte de las autoridades para que fuesen despojados de la

administración hospitalaria. Esto llevó al obispo de Puebla, en 1775, a pedir que se

entregase el hospital a seglares por ser menos costosa su manutención que la de los

padres betlemitas.

Semejante es el caso de los sanjuanistas, quienes en el siglo XVIII mantienen en

estado ruinoso el antiguo hospital de Santiago de Chile siendo separados de la

administración del nuevo edificio quedando sus rentas sujetas a la limosna pública,

a suscripciones voluntarias y una lotería semanal.11

La administración no religiosa de los hospitales de Cumaná, Santiago de Chile 10 D. ANGULO IÑIGUEZ, op cit., Estudio, p.265. 11 D. ANGULO IÑIGUEZ, op cit., Estudio, p.510.

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y Caracas está relacionada con las reglamentaciones Borbónicas que subordinan el

poder de la iglesia al de la Monarquía.

La administración de los hospitales no ha de incidir en los proyectos. Tanto la

amplitud del programa cuanto la resolución del diseño o la capacidad del mismo

han de estar más relacionadas con las posibilidades económicas de realización que a

su administración.

PROGRAMA

Uno de los ejes de nuestro estudio corresponde al análisis de los programas de los

doce hospitales de los cuales poseemos documentación gráfica.

De los mismos se desprenderán los distintos grados de complejidad que

hemos detectado. Encontramos desde los programas simples hasta los más

complejos, de mayor religiosidad a los de menor rigor, desde los más abastecidos a

los menos abastecidos, desde los más precarios hasta los más detallados.

Encontramos también una cierta evolución a través del tiempo coincidente

con otros aspectos que escapan a este estudio pero que tienen su incidencia:

administración por parte de las órdenes religiosas, las reglamentaciones borbónicas,

ordenanzas higienistas, avances científicos.

Iremos barriendo las generalidades y algunas particularidades. El programa

hospitalario se basa fundamentalmente en salas para enfermos, viviendas para

religiosos dedicados al cuidado de dichos enfermos, un edificio religioso (iglesia y/o

capilla) y servicios, incluyendo, en algunos casos, el cementerio.

Este programa básico se irá haciendo más complejo a través del tiempo,

verificándose tanto en el tratamiento de las enfermerías como en el de los servicios.

Pasaron de tener una única sala para enfermos como es el caso del hospital de San

Juan de Dios en Tehuacan de las Granadas de 1744 a la discriminación por

enfermedades y por castas apareciendo así en los programas salas diferenciadas para

hombres y mujeres, salas para tísicos, salas para unciones (aparecidas por primera

vez en el Hospital General del Obispo Alcalde), sala para rabia, salas para locos, y

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salas para convalecientes. A partir del año 1790, aproximadamente, los avances

científicos exigirán una mayor especialización que nos llevan a encontrar en los

últimos ejemplos analizados, además de las enfermerías mencionadas, salas para

enfermos contagiosos o fiebres, de cirugía, de amputados y trepanados, de examen

de tísicos y baños para uncionarios. De igual forma influyeron las medidas

sanitarias en el tratamiento de toda el área de servicios. A partir de 1787, fecha en

que fue realizado el plano para el hospital de Barinas, notamos un incremento en la

atención de dichas medidas: en la aparición de lavaderos, cocinas diferenciadas,

roperías separadas según tipos de enfermos, salas donde calentar aguas para baños,

purificador de vasos inmundos, cuartos para baños (aparecidos por primera vez en

el hospital de Barinas), como así también la ubicación del común. Éste pasa de estar

fuera del conjunto, debiéndose para su utilización cruzar el cementerio, a encontrar

un lugar más acorde con su uso.

A juzgar por la escasa información que nos brindan los documentos, la

división en castas de las enfermerías, podemos asegurar, que permanece en todo el

período, encontrándose salas para pobres, prisioneros, tropa, pardos, indios,

morenos, nobles y religiosos.

Con respecto al grado de religiosidad podemos señalar que irá disminuyendo a

través del tiempo. Esta disminución la podemos verificar tomando en cuenta los

siguientes elementos: ausencia o pérdida de jerarquía del edificio religioso quedando

como único espacio para misas la capilla, ausencia de celdas para religiosos, en cuyo

caso los enfermos eran atendidos por enfermeros, practicantes o médicos. Estos

elementos se podrán constatar a partir del plano del Hospital de Barinas, quedando

como particularidades el de San Juan de Dios de Santiago de Chile y el de Obispo

Alcalde, de los cuales hablaremos oportunamente.

En cuanto a la inclusión dentro del programa de bodegas, huertas, corrales y

caballerizas podemos decir que los mismos están determinados por la orden que los

administra o por su inserción o grado de independencia del resto de la ciudad. Dos

de los hospitales administrados por la orden de Belén, el de los Padres Betlemitas y

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el del Obispo Alcalde, presentan la particularidad de poseer una gran superficie

destinada a estos efectos, debiéndose al “comercio prohibido que hacían fuera del claustro

traficando con los frutos de sus cuantiosas fincas”.12

Entre las particularidades podemos mencionar la existencia de funciones

diversas que se dan en el Hospital Real de Indios en México. El conjunto cuenta

con una cantidad importante de viviendas de alquiler, colchonería y destilería. Este

tipo de programa variado es asemejable a la idea de los pequeños poblados

destinados a darles a los indios instrucción espiritual, social, y aislarlos y curarles sus

enfermedades.13

La presencia del convento constituye también una particularidad siendo el

caso de los hospitales de los Padres Betlemitas, del Obispo Alcalde y el de San Juan

de Dios de Santiago de Chile. En ellos encontramos gran cantidad de celdas para

religiosos que atendían, además de las tareas hospitalarias, la función educativa.

Cabe señalar que en los hospitales de San Juan de Dios y el de Obispo Alcalde

ambas funciones se hallan completamente separadas.

El cementerio, que en los inicios formaba parte del programa hospitalario,

tiende a desaparecer a medida que nos acercamos al siglo XIX.

TIPOLOGÍA

Tomando la tipología como un instrumento que nos permite analizar las

características comunes en los aspectos formales y funcionales de un edificio,

encontramos para los trece hospitales estudiados dos grandes grupos que se

corresponden con dos tipologías hospitalarias básicas. Una de ellas responde a un

esquema de enfermerías en cruz y la otra a un esquema claustral en la que las

funciones se organizan alrededor de un patio.

La primera de estas tipologías, con crujías en forma de cruz griega, aparece

por primera vez en Santa María Nuova. En 1334 se construyó un nuevo departamento 12 D. ANGULO IÑIGUEZ, op. cit., Estudio, p. 265. 13 R. GUTIÉRREZ, op. cit., p. 267.

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para hombres que tenía forma de cruz, o sea, cuatro salas radiales a partir de un centro donde

estaba situado el altar14

Esta tipología es posteriormente desarrollada por Filarete para el Hospital

Mayor de Milán en 1466.

Este modelo hospitalario se difunde por Europa en el período renacentista;

será adoptado en España durante el reinado de los Reyes Católicos para la

construcción de los hospitales de Santiago de Compostela (1501-1511) y el de

Granada (1504 en adelante), como también en el de Santa Cruz de Toledo (1504-

1514).

Este esquema de planta cruciforme con capillas en el crucero se traslada a

América en un claro proceso de aculturación.

Tempranamente, en la primera década del siglo XVI, encontramos en Santo

Domingo el primer ejemplo de hospital que se encuadra en esta tipología. Los otros

tres, el de Padres Betlemitas de Veracruz (1781), Barinas (1787), Caracas (1801),

abarcan el período de dominación colonial española.

Este análisis no incluye valoraciones de diseño o temporales sino de categorías

funcionales: proyectos de edificios de alto grado de complejidad, como el Hospital

de Caracas o modestos remedos formales como San Nicolás, lo adoptan

encontrándose ambos en los extremos cronológicos del período estudiado.

Por otra parte esta clasificación no es definitiva porque los ejemplos no se

presentan con la pureza del modelo tipo: un cuadrado en el que se inscriben cuatro

crujías formando una cruz, completándose en los ángulos con cuatro patios.

Existen variaciones y particularidades en cada uno de los edificios que dependen de

aspectos formales, funcionales, programáticos, evolutivos y económicos.

En San Nicolás las enfermerías están ubicadas sobre la planta alta de la iglesia

teniendo como consecuencia las salas que se superponen al crucero de menor

longitud.

El de los Padres Betlemitas es el que más se acerca al tipo. En la planta alta las

14 N. PEVSNER, Historia de las Tipologías Arquitectónicas, Barcelona, Gustavo Gili, 1979, p. 168.

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enfermerías repiten el esquema de cruz griega con sus brazos iguales, con sus

cuatro patios, aunque uno de ellos esté ocupado por la iglesia.

El hospital de Barinas carece de uno de los brazos de la cruz, el cual es

reemplazado por otras dependencias formando, en realidad, una “T”.

En el hospital de Caracas encontramos una familiaridad con el sector derecho

del Hospital Mayor de Milán, con la particularidad de poseer uno de los patios

dividido por un bloque de enfermería.

En el otro grupo tipológico, su majestad, el patio, es el protagonista que

nuclea todas las actividades. El tema del patio, en este caso, no es solamente un

esquema que tiende a satisfacer exigencias prácticas sino que responde a re-

querimientos profundos que consolidaron el tipo histórico de amplísima difusión

tanto en España como en América en la arquitectura civil y religiosa. Genera una

organización espacial introvertida, de ocupación total del terreno, con accesos

controlados. El claustro ocupa el espacio central sirviendo de conector a los locales

que lo rodean.

Estas pautas se verifican con claridad para los dos proyectos del hospital de

Comayagua que, aunque tengan gran diferencia en los niveles compositivos, se

ajustan con rigurosidad al planteo del tipo.

También, como en la clasificación anterior, la tipología admite variaciones. La

constante subsiste pero la organización espacial se complejiza, como en el hospital

Real de los Indios de México; se repite, como en el San Joaquín, María y José de

Veracruz; se combina, como en el San Juan de Dios de Santiago; o se abre, como

en el de Cumaná.

Concretamente, para los hospitales de San Juan de Dios de Comayagua y para

el de Tehuacan, los tres con un solo patio, se verifican las pautas de interioridad,

ocupación del terreno y accesos controlados.

La iglesia tiene una ubicación lateral y externa y todas las dependencias, como

así también las enfermerías, tienen como referente compositivo al patio.

En el hospital Real de Indios, el patio conserva su rol pero la diversificación y

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crecimiento del programa, el tamaño, la aparición de otros patios no claustrales y

espacios abiertos, hacen que se pierda la claridad y sencillez del modelo.

San Joaquín, María y José es un ejemplo en el que, conservando el patio y las

dependencias originales, cuando por necesidad de crecimiento es menester

ampliarlo, se le adiciona un módulo más, donde se repite el esquema.

San Juan de Dios de Santiago de Chile es una combinación de ambos es-

quemas, claustros sucesivos, unidos por una circulación, culminando con en-

fermerías dispuestas en “T”.

Un caso atípico en la tipología se nos presenta en Cumaná. Las enfermerías

están dispuestas en forma de “L”, envolviendo un patio que queda abierto por uno

de sus lados. El patio sigue siendo el referente, el acceso controlado, pero el terreno

no se ocupa totalmente ubicándose en su centro la capilla circular.

EXPRESIÓN Y MATERIALIZACIÓN

Evidentemente los hospitales no fueron un tema de gran representatividad de

los poderes durante el período colonial en cuanto a su imagen.

Son muy pocos los datos, como también los planos, que nos hablan de su

ornamentación o de las técnicas constructivas empleadas para su materialización.

De un total de trece planos registrados sólo existen elevaciones de cuatro de

ellos (Santo Domingo, Santiago de Cuba, Cumaná y Caracas).

También los cortes del de San Joaquín de Veracruz y del segundo proyecto de

Comayagua. Esto nos demuestra el escaso interés en el tratamiento de los alzados

en contraposición con el especial estudio de las funciones o la perfección en el

diseño de la planta, ya que a medida que aumentan las especificaciones

programáticas desaparecen del archivo los planos de elevaciones.

La búsqueda de una mayor eficiencia con un máximo de economía parece ser

otra constante. Esto queda demostrado con el hospital de Caracas, en el cual el

ingeniero proyectista D. Miguel Marmión dibuja una portada de orden jónico para

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la entrada y a la vez señala que la misma puede “...adaptarse, pues que no era

indispensable...”,15 si las razones económicas lo determinan.

En cuanto a los datos suministrados por Diego Angulo Iñiguez, el hospital

que cuenta con más detalles en las especificaciones técnicas y formales es el de

Santo Domingo. En él se combinan elementos constructivos góticos con técnicas y

detalles ornamentales renacentistas. Ellos aparecen superpuestos en la edificación,

la cual data de los primeros años del siglo XVI.

En el plano de la fachada de Belén de Santiago de Cuba, siglo XVIII, podemos

observar dos volúmenes diferenciados: el hospital y su iglesia. Una fachada plana de

dos plantas, cubierto de tejas y con ventanas que se repite Con un ritmo constante,

corresponde al primer volumen. La iglesia, que a s vez sirve también al vecindario,

con dos grandes columnas, frontis triangular alto campanario, contrasta con la

continuidad y monotonía del cuerpo del hospital, el cual reproduce las

características del paisaje urbano colonial.

Sencillez y austeridad ornamental y constructiva van a constituir lo dominante

en la fachada del hospital de Cumaná. Un volumen de mampostería con dos

plantas en el cuerpo central, con balcón de madera, con ventanas coloniales

enrejadas, con estructura maderera y cubierta de tejas van a caracterizar a dicho

hospital.

En los cortes de las edificaciones de Comayagua y San Joaquín de Veracruz

detectamos características comunes que podemos suponer que se repiten en otros

hospitales: muros de mampostería de piedra o ladrillo, techo a dos aguas de madera

y tejas, arcos de medio punto sobre pilares rodeando el patio, ventanas enrejadas

dispuestas sucesivamente a lo largo del muro liso de la fachada.

Al final del siglo XVIII las azoteas comenzarán a reemplazar los techos de tejas

(el Obispo Alcalde, Caracas) y claraboyas o linternas aparecerán para cumplir con

los nuevos requerimientos de salubridad. Los sistemas de aguas corrientes y

desagües se perfeccionan respondiendo a los avances científicos del período.

15 D. ANGULO IÑIGUEZ, op cit., Estudio, p. 615.

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Racionalidad constructiva con materiales de la zona y austeridad ornamental

parecen ser dos de los factores principales que los caracteriza.

Economía, eficacia y simplicidad fueron constantes de las edificaciones

hospitalarias. Servir a la comunidad era su obligación y parece que no fuera

necesario ningún tipo de demostración ni engrandecimiento de la tarea que

cumplían.

CONCLUSIONES

El amplio tema de los hospitales coloniales no ha quedado totalmente cerrado,

de todas maneras nos ha permitido arribar a algunas conclusiones:

a. La aparición del hospital, así como su importancia, depende

fundamentalmente de su implantación en una ciudad o zona a la cual sirve y que

determina su capacidad.

b. Las dos tipologías dominantes son la cruz y el patio; concluyendo que la de

planta en cruz es un producto intelectual, una creación formal que se cristaliza en

tipología hospitalaria; y que la de patio es una tipología cultural, recurrente en la

arquitectura colonial que también es adoptada para resolver el tema hospitalario.

c. La carencia de énfasis en la representación formal del hospital, si la

relacionamos con el resto de la arquitectura civil o religiosa. Podemos suponer que

no era el vehículo utilizado para la representación del poder o del prestigio, sino

que era la respuesta formal y funcional a una necesidad.

d. Las reformas religiosas impuestas por Carlos III y la mayor incidencia de

los ingenieros militares van a determinar una secularización en su administración16.

e. Los avances que se producen con la difusión de las ideas de la Ilustración

se reflejan en la evolución de los programas de los hospitales. 16 Ramón Gutiérrez en su libro Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica señala que en la tipología de los hospitales militares ... tienen particular importancia durante el siglo XVIII la actuación del Real Cuerpo de Ingenieros Militares y las ordenanzas de hospitales que promulga Felipe Ven 1793. Si bien no hemos podido ubicar dichas ordenanzas de hospitales, podemos señalar un error en las fechas, ya que Felipe V estuvo en el poder de 1700 a 1746; y en 1793 la corona española estaba en manos de Carlos IV. En nuestra opinión, las reformas estuvieron ocasionadas por las restricciones impuestas a la iglesia por Carlos III.

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f. La evolución de los sistemas de composición académicos habrá de

reflejarse en los nuevos diseños de los hospitales. En ellos vemos una mayor rigidez

en las proporciones y un uso exhaustivo de la geometría, a tal punto, que muchas

veces quedan las funciones subordinadas a ésta.

CURRICULA DE LOS AUTORES

Carlos Di Pasquo es arquitecto egresado de la Universidad Nacional de La Plata.

Especialista en historia y crítica dela arquitectura y del Urbanismo, ha sido docente en distintas

casas de altos estudios y Director del Posgrado de Historia y Crítica de la Arquitectura y del

Urbanismo en Caracas, Venezuela. Escenógrafo, ha sido galardonado con los proemios María

Guerrero, Trinidad Guevara y Florencia Sánchez entre otros. Entre sus publicaciones pueden

mencionarse: Alejandro Virasoro, un arquitecto y su vivienda, en: “Colección Sumarios

N° 133 Art Decó aquí”, Buenos Aires, Ediciones Summa, 1990; Los imaginarios de la

muerte (en colaboración), en: “Sobre Imaginarios Urbanos (CD)”, Buenos Aires, CEHCAU,

FADU/UBA, 2000.

Graciela Fumbarg es arquitecta egresada de la FADU/UBA, es especialista en

historia y crítica de historia de la arquitectura y el urbanismo, siendo docente de Historia de la

Arquitectura en esa casa de altos estudios. Entre sus publicaciones figura: El Art Decó en una

microhistoria urbana, en: “Colección Sumarios N° 133 Art Decó aquí”, Buenos Aires,

Ediciones Summa, 1990.

Sara Vaisman es arquitecta egresada de la FADU/UBA, especializada en historia y

crítica de la arquitectura y el urbanismo. Es Jefa de Trabajos Prácticos de Historia II en dicha

casa de altos estudios. Es autora de Los imaginarios de la muerte (en colaboración), en

“Sobre Imaginarios Urbanos (CD)”, Buenos Aires, CEHCAU, FADU/UBA, 2000; Las

iglesias coloniales de Buenos Aires, construcción de una tipología (en colaboración) en

Anales N° 33-34”, Buenos Aires, IAA, FADU/UBA, 2001.

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NEOCLÁSICO TARDÍO EN HISPANOAMÉRICA

Alberto Nicolini

EN ARGENTINA

Hacia la mitad del siglo XX, como consecuencia de la vigencia de los

parámetros críticos de marcado carácter apologético respecto del Movimiento

Moderno en la arquitectura, predominó de manera general una mirada

marcadamente cáustica respecto de la arquitectura del siglo XIX. Nikolaus Pevsner,

en 1943, había contribuido a convocarnos a compartir esa postura con su An

Outline of European Architecture, libro al que, por entonces, considerábamos casi

dogmático. En él, Pevsner sostenía argumentos tan polémicos como: ¿Por qué

tuvieron que pasar cien años antes que un estilo original “moderno” fuese aceptado realmente?

¿Cómo pudo ocurrir que el siglo XIX...de manera autocomplaciente, quedase satisfecho con la

imitación del pasado?...Los valores asociativos fueron los únicos valores en arquitectura accesibles a

la nueva clase dirigente...los arquitectos quedaron satisfechos con ser contadores de historias en

lugar de artistas. Los pintores no lo hicieron mejor.1

Entre nosotros, el cambio de posición respecto de esa ola crítica se produjo

en 1966. Por entonces, iniciamos nuestra revalorización de la arquitectura del siglo

XIX; fue cuando Mario J. Buschiazzo preparó un texto para la Academia Nacional

de la Historia sobre la Arquitectura en la República Argentina entre 1810 y 1930.

En el Instituto de Arte Americano que Buschiazzo dirigía, ya había aparecido un

año antes Arquitectura del Estado de Buenos Aires (1853-1862 y, enseguida, le siguieron

en 1967 y 1968 el primer tomo de La ornamentación en la arquitectura de Buenos Aires.

1 Why is it then that a hundred years had to pass before an original “modern” style was really accepted? How can it be that the 19th century... remained smugly satisfied with the imitation of the past?... associational values were the only values in architecture accesible to the new ruling class...architects were satisfied to be story tellers instead of artists. But then painters were no better. NIKOLAUS PEVSNER, An outline of European Architecture, Penguin Books, London & Beccles, 1953 (First published 1943), pp. 252-255.

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1800-1900, de Martini y Peña y La arquitectura del liberalismo en la Argentina, de Ortiz,

Cantero, Gutiérrez, Levaggi, de Paula, Parera y Viñuales.2 Aún así, ocuparse del

tema por aquellos días exigía ciertas explicaciones, ciertas disculpas como las que

aparecieron en el prólogo de La arquitectura del liberalismo...; era necesario aclarar:

En general las obras del período que cubre [este libro] no poseen virtudes como para justificar un

trabajo demasiado importante, ni demasiado minucioso. Pero entre 1880y 1930 se conformó gran

parte del país que hoy reconocemos como nuestro.3

En el texto de Buschiazzo de 1966, se hace mención -por primera vez-del

término “italianizante” para caracterizar la configuración dada por el arquitecto

inglés Eduardo Taylor al edificio del Club del Progreso, inaugurado en 1856.

Enseguida, vuelve a usar italianizante para calificar, dentro del eclecticismo de

Taylor, a cómo resolvía su importante arquitectura residencial, sus “palacios”. Es

más que probable que Buschiazzo hubiese utilizado el peculiar adjetivo en la forma

que denota acción para sugerir la voluntad de forma italiana del arquitecto inglés.

En general, distinguía como característico de la arquitectura de esos años el paso de

un neoclasicismo purista a un eclecticismo que comenzaba a echar mano de todos los estilos y

fuentes. La cuestión de la importancia de la participación de técnicos italianos en las

tareas de la construcción es sostenida reiteradamente a partir de la mención de la

llegada a Montevideo de la legión garibaldina. Como no podía ser de otro modo en

Buschiazzo, destacaba lúcidamente que, junto con la participación italiana, se

evidenciaba la indudable influencia andaluza, verificable en la rejería de ventanas y de

puertas cancel.4 Esta observación, sin embargo, no fue recogida de manera

suficientemente fructífera por entonces.

Al año siguiente, en el primer tomo de su obra, Martini y Peña elevaron al

nivel de categoría el término italianizante, ...por falta de nombre mejor.., pero

2 MARIO J. BUSCHIAZZO, La arquitectura en la República Argentina. 1810-1930, Buenos Aires, 1966. MARIO J. BUSCHIAZZO et alt., Arquitectura del Estado de Buenos Aires ( 1853-1862). Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. FAU/ UBA, Buenos Aires, 1965. JOSÉ XAVIER MARTINI y JOSÉ MARÍA PEÑA, La ornamentación en la Arquitectura de Buenos Aires. 1800-1900, Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. FAU/UBA, Buenos Aires, 1966. FEDERICO F. ORTIZ, JUAN C. MANTERO, RAMÓN GUTIÉRREZ, ABELARDO LEVAGGI, ALBERTO S. J. DE PAULA y RICARDO PARERA, La arquitectura del liberalismo en la Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1968. 3 FEDERICO E ORTIZ, op. cit., p. 9. 4 MARIO J. BUSCHIAZZO, op. cit., 1966, p. 9.

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justificando al ...calificativo que mejor describe a la arquitectura de Buenos Aires a partir de

1850 y hasta, aproximadamente, la década del 80..., en razón de su ...descendencia, más o

menos directa, de la arquitectura italiana de los siglos XV y XVI... y por ...la actuación de

técnicos y obreros de ese país tanto en construcciones menores como en las de mayor importancia.

Lo que sigue, en las pp. 37 a 42, es una insuperada caracterización de esa

arquitectura, tanto en su análisis como en su ejemplificación.5

Una década después, en 1978, al editarse los Documentos para una historia de la

arquitectura argentina, Marina Waisman, describiendo el período 1852-1880 en el

esquema histórico que introduce la obra, utilizó el término “italianizante” para

categorizar a la vivienda urbana y los términos “tratadismo” y “academicismo”

(corrientes italiana, inglesa y alemana) para definir las corrientes estilísticas del

período6. Por entonces, se ensayaba utilizar los términos “italianizante” o

“tratadista” como categorías posibles para referirse a dicha arquitectura. Con el

tiempo, “italianizante” predominó y “tratadista” casi desapareció.

En 1985, se publicó el cuarto tomo de la Historia General del Arte en la Argentina

de la Academia Nacional de Bellas Artes, referido al siglo XIX hasta 1876. En dicha

obra, Ramón Gutiérrez, se ocupó del tema de la arquitectura, elaborando un

detallado panorama arquitectónico de todo el territorio nacional durante ese lapso.

Entre sus definiciones teóricas, destacaba ...la permeabilidad que el neoclasicismo tuvo en

todas las capas de la población... un siglo después de creada la Academia de San Fernando en

Madrid,... la aceptación de las pautas de referencia clásica están generalizadas en nuestra ar-

quitectura... y también: ...una línea clasicista, cuyo repertorio básico fueron Los cinco órdenes de

la arquitectura de Jacome Barozzi de Vignola, marcó la posibilidad de transmitir el lenguaje culto

de la arquitectura a grandes sectores, ingresando a partir de 1860 a temas como la vivienda

popular, y unificando paulatinamente el paisaje urbano de nuestras ciudades.7 Reiteradamente

se refirió a esta arquitectura llamándola, como Martini y Peña, italianizante,8 pero

5 JOSÉ XAVIER MARTINI y JOSÉ MARÍA PEÑA, op. cit., p. 37. 6 MARINA WAISMAN, (coordinadora), Documentos para una historia de la arquitectura argentina, Ediciones Summa, Buenos Aires, 1978, p. 57. 7 RAMÓN GUTIÉRREZ, Arquitectura, en: “Historia del Arte en la Argentina, Tomo IV. Siglo XIX hasta 1876”, Academia Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, 1985, pp. 126 y 14. 8 RAMÓN GUTIÉRREZ, op. cit., pp. 29, 63, 73 y 77.

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utilizando varias otras designaciones que, en última instancia y al sumarse, le servían

para caracterizarla más acabadamente. El término más utilizado por Gutiérrez es

“clasicismo italianizante”;9 en segundo lugar, “clasicista”.10 Una vez cada una

aparecen: “clasicismo italiano”, “clasicismo académico”, “clasicismo de influencia

italiana”, “neoclasicismo italianizante”, “neoclasicismo en sus variantes

renacentistas y manieristas” y “renacimiento italiano”.11

Más recientemente, Fernando Aliata, en el Diccionario histórico de arquitectura,

hábitat y urbanismo en la Argentina, ha tratado la cuestión de la “arquitectura

italianizante” proponiendo una nueva denominación: “neorrenacimiento italiano”,

con el objeto, sostenía, de ...no aislar a esa corriente de sus referentes internacionales..., en

particular del resto de la producción de Hispanoamérica, ... en la cual encontramos los

mismos estilemas y el mismo modo técnico de producción...sin que medie para ello la existencia de

una masiva inmigración peninsular.12

EN HISPANOAMÉRICA

Justamente, la experiencia de cualquier argentino que recorra las grandes

ciudades y los pueblos del resto de Hispanoamérica le permite verificar que esa

arquitectura a la que nosotros hemos venido calificando como italianizante -y por

los años sesenta, también “tratadista” abunda en los centros urbanos

latinoamericanos, posee características muy semejantes con las que se presenta en

nuestro país y constituye una porción considerable del patrimonio construido.

Como dice Gutiérrez: la incidencia del ...siglo XIX, un siglo de ciento cincuenta años 1780-

1930, condiciona buena parte de los paisajes urbanos en que aún hoy vivimos los americanos.13

En todos los casos, este hecho no puede ser justificado por la procedencia italiana

de los constructores responsables de su materialización, puesto que dicha 9 RAMÓN GUTIÉRREZ, op. cit., pp. 16, 24, 66, 105, 118, 127, 130 y 134. 10 RAMÓN GUTIÉRREZ, op. cit., pp. 53, 111, 114, 132. 11 RAMÓN GUTIÉRREZ, op. cit., pp. 78, 17, 31, 19, 47, 130. 12 FERNANDO ALIATA, Materiales para la historia de la arquitectura, el hábitat y la ciudad en la Argentina, FAU, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, s/f. 13 RAMÓN GUTIÉRREZ, Arquitectura del siglo XIX en Iberoamérica.1800-1850, UNNE. Resistencia, 1979, p. 3.

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inmigración no se produjo (al menos cuantitativamente) de la misma manera a

como ocurrió en ambas márgenes del Río de la Plata. En segundo lugar, al

responsabilizar a inmigrantes italianos del resultado arquitectónico no se está

teniendo en cuenta lo que, aún en el Río de la Plata, hubo de desarrollo

arquitectónico local, a partir del Neoclásico, aplicado a la edilicia más que a los

monumentos singulares. Y, en tercer lugar, debemos subrayar lo ya anotado por

Buschiazzo en 1966 (y comentado más arriba) sobre la participación andaluza en un

aspecto clave de esa arquitectura: la rejería.

Al verificar que entre nosotros estamos empezando a dudar de mantener el,

hasta ahora exitoso, apodo propuesto, provisoriamente y para Buenos Aires, por

Martini y Peña hace ya un tercio de siglo, quizá corresponda echar una mirada a los

enfoques críticos que sobre esta arquitectura se han elaborado en el resto de

Hispanoamérica. El mismo Gutiérrez, cuando ha tenido que ocuparse de la escala

hispanoamericana, en lugar de la argentina, ha hablado de continuidad neoclásica en

1863 en Puerto Rico, neoclasicismo académico para referirse al Palacio de

Gobierno de Quito, al neoclasicismo de Arequipa, al ropaje clasicista de La Paz y

respecto de Uruguay ha sostenido que, ...bajo el común denominador del neoclasicismo...se

van perfilando así los matices de la presencia inglesa, francesa e italiana que se acentuarán

posteriormente.14

Por todo ello y, con vistas a intentar no “aislarnos” y proponer una categoría

que aspire a resultar común con las que manejan nuestros colegas latinoamericanos,

se hace indispensable revisar las categorías críticas que ellos mismos han elaborado

en medio siglo de investigaciones. Intentamos aquí una muestra de lo más

representativo que, hasta ahora, hemos podido inventariar.

En Uruguay, el arquitecto Juan Giuria en su notable y pionera obra de 1958,

dividió los setenta años que van de 1830 a 1900 en dos períodos, caracterizados

sucesivamente por el Academismo Neoclásico15 y el Eclecticismo Historicista, a lo

que agregaba una etapa transitiva entre ambos durante el lapso 1852-1870. Al

14 RAMÓN GUTIÉRREZ, op. cit., pp. 373, 377, 379, 382 y 390. 15 Giuria utiliza indistintamente academismo neoclásico y academismo neoclasicista.

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primer período lo describió como de gran “sobriedad académica neoclásica tan

difundida en nuestro país durante la primera mitad del siglo pasado”.16 Luego

mostró cómo en la etapa transitiva hasta 1870, y aún después, aparecieron edificios

singulares de carácter ecléctico pero la arquitectura privada, que tuvo un gran

impulso a partir de finales de la década del '60, presenta un tipo de ... composición

inspirada en el estilo del siglo XVI italiano, perfectamente explicable debido al hecho que después

de 1852 llegaron a Montevideo numerosos maestros de obras de esa nacionalidad17. Sin

embargo, resulta interesante verificar que, por un lado, en la sede del Banco de

Londres y el Hotel Oriental, que ...eran edificios inspirados en la arquitectura itálica del

siglo XVI... sus autores ingleses hablaron correctamente en italiano, si bien con un ligero acento

británico...; y por otro, que en 1858 el arquitecto francés Penot construyese una

importante mansión para la familia Saenz de Zumarán y cuya ...arquitectura tiene

mucho de renacimiento italiano.18 Pero aún entre 1870 y 1900, en el período del

Eclecticismo Historicista, en la arquitectura civil privada ...continúan predominando las

formas renacentistas italianas.19 Finalmente, Giuria describe una ...arquitectura

standardizada que se la podría clasificar de popular... que casi siempre se nos presenta revestida de

un correcto ropaje clasicista. Y es justamente este tipo de arquitectura la que servirá para

resolver las 450 viviendas de uno de los primeros grupos de “casas baratas” que

tuvo Montevideo, la “Villa José María Muñoz” construida entre 1886 y 1890”.20

Respecto del Paraguay, el mismo Giuria, en un libro de 1950 (aún anterior al

que escribió sobre su propio país) realizó una excelente síntesis de la evolución de

la arquitectura hasta fin del siglo XIX. Destacaba las obras de los años del gobierno

de Carlos Antonio López (1842-1862) durante los cuales, la ciudad de Asunción en

especial renovó su arquitectura monumental. En las iglesias, ...Una gran composición,

entre neoclásica y renacentista, sustituye el antiguo y tradicional frontispicio apiñonado.21 Del

magnífico edificio del Palacio de Gobierno, obra del arquitecto italiano Alejandro

16 JUAN GIURIA, La arquitectura en el Uruguay. Tomo II. De 1830 a 1900, Imp. Universal, Montevideo, 1958, p. 25. 17 JUAN GIURIA, op. cit., pp. .50-51. 18 JUAN GIURIA, op. cit., pp. 28 y 52. 19 JUAN GIURIA, op. cit., p. 78. 20 JUAN GIURIA, op. cit., pp. 82-85. 21 JUAN GIURIA, La arquitectura en el Paraguay, Instituto de Arte Americano, FAU/ UBA, Buenos Aires, 1950, p. 98.

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Ravizza, dice que ...La arquitectura es de un excelente neoclásico y de gusto enteramente

italiano...; del Palacio del Congreso, del mismo arquitecto, ...su arquitectura exterior es

neoclásica y llama la atención por su austeridad...; de la Escuela Militar ...recuerda las

hermosas obras de los maestros italianos del Renacimiento...22 Lo más interesante aparece en

relación a lo sucedido con las viviendas entre 1820 y, por lo menos, 1880: ...la

influencia de la arquitectura viñolesca trajo como consecuencia la sustitución de los puntales de

madera por columnas de sabor clásico o por pilares de sección poligonal y provistos de un capitel de

sobria molduración clasicista... A medida que nos acercamos a 1860 va aumentando el número de

fachadas desprovistas de galerías; al mismo tiempo que se va acentuando en la arquitectura

privada el clasicismo, ya dominan te en las obras públicas, se generaliza la costumbre de levantar

edificios de más de una planta... Un tiempo después de terminada la guerra de 1865-1870, se

volvieron a erigir en Asunción, suntuosas mansiones, siempre en correcto estilo renacentista...23

En Chile, hacia el fin del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, la

impronta neoclásica fue poderosa. A partir de mediados de siglo, con la llegada del

arquitecto Brunet Debaines en 1848, se inició una nueva etapa. En opinión de

Riquelme Sepúlveda, ...La concepción neoclásica de la arquitectura de Brunet Debaines había

llegado con él, reforzada con el material que había hecho traer de Europa en abundantes y

excelentes reproducciones en yeso... El proyecto del Teatro Municipal parece estar efectivamente

inspirado en los conocimientos que adquiere el arquitecto en sus viajes por Italia y no tanto en su

país... Las otras obras que desarrolla en Santiago llevan el sello de ese estilo y se caracterizan por

su sobriedad...24 Las principales figuras que siguen a Brunet Debaines, Henault,

Vivaceta, Brown y Chelli levantan los más importantes edificios de entonces que

merecen la calificación de clásicos o neoclásicos, como la Universidad, el Correo, la

Recoleta Dominica o la Casa Errázuriz ...Otros arquitectos italianos llegaron, más adelante,

con planteamientos neoclasicistas cada vez más alejados del modelo ortodoxo, más riguroso, de

Chelli o de los franceses y sus discípulos chilenos.25 Por su parte, Groses, de Ramón y Vial,

22 JUAN GIURIA, op. cit., pp. 99, 100, 103. 23 JUAN GIURIA, op. cit., pp. 113-115. 24 FERNANDO RIQUELME SEPÚLVEDA, Neoclasicismos e historicismo en la arquitectura de Santiago, en: De Toesca a la arquitectura moderna 1780-1950, Centro de Arquitectura, Diseño y Geografía, FAU, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1996. 25 FERNANDO RIQUELME SEPÚLVEDA, op. cit., pp. 34-37.

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en referencia a la vivienda discípulos chilenos.26 Por su parte, Groses, de Ramón y Vial,

en referencia a la vivienda chilena como elemento conformador del conjunto

urbano, han sostenido ...que las casas construidas en las principales calles y avenidas de

Santiago en los años finales del siglo pasado y algunas de comienzos del presente, mantenían una

sobria ordenación de elementos y una unidad y respeto por el conjunto que era de una gran belleza

formal..., afirmación que resulta más que justificada al consultar los magníficos

testimonios gráficos que son parte esencial de su publicación.27

José de Mesa y Teresa Gisbert, en su gran obra sistemática sobre los

Monumentos de Bolivia, trataron los capítulos referidos al siglo XIX denominando

al conjunto de la arquitectura de ese siglo como “arquitectura republicana”. A

tiempo que describían el Palacio de Gobierno de La Paz (1845-1852), levantado en

la Plaza Mayor en una época de “moldes neoclásicos”, calificaban como sobria y

digna a la fachada ...Inspirada en los palacios del Renacimiento romano... construida a base de

la superposición de tres órdenes: dórico, jónico y corintio en pilastras pareadas y estriadas. En

otro lado de la misma plaza, entre 1900 y 1905, se levantó el Palacio Legislativo de

manera ...fiel a los cánones del clasicismo28 En el Glosario incluido al final del libro, al

comparar las acepciones atribuidas a los términos Neoclásico y Ecléctico, se

comprueba que los autores consideraron la fecha de 1860 como el límite entre

ambos “estilos” en América.29

Al referirse al siglo XIX en la arquitectura del Perú, García Bryce planteó

(justamente) ...el problema de calificar, en términos estilísticos el vocabulario arquitectónico

de las casas urbanas y suburbanas del siglo XIX. En primera instancia, para resolver

el problema, y de acuerdo con ...las formas y el sentido de la composición que predominan

hasta 1870 - 1880, se puede utilizar para este fin, el término de “neoclásico”. Enseguida,

matizó la designación para la arquitectura entre 1840 y 1860: El “Neoclasicismo” de

este momento consiste en la adaptación de los órdenes clásicos y de la decoración greco-romana al

tema de la casa urbana y suburbana... no se trata precisamente de arquitectura neoclásica en el 26 FERNANDO RIQUELME SEPÚLVEDA, op. cit., pp. 34-37. 27 PATRICIO GROSS, ARMANDO DE RAMÓN y ENRIQUE VIAL, Imagen ambiental de Santiago. 1880-1930, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1984, p. 174. 28 JOSÉ DE MESA y TERESA GISBERT, Monumentos de Bolivia, Gisbert & Cia, La Paz, 1978, pp. 137, 138. 29 JOSÉ DE MESA y TERESA GISBERT, op. cit., pp. 183 y 190.

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sentido cabal de la palabra, sino más bien de la adaptación de formas neoclásicas (algunas

estructurales y la mayoría decorativas) a tipos, temas y elementos arquitectónicos tradicionales... El

carácter neoclásico se manifiesta sobre todo en el zaguán y el patio por su simetría y regularidad, y

por lo sobrio, rectilíneo y depurado de las formas del peristilo, la reja, las puertas y las ventanas...

el espacio sí experimentó un cierto cambio en el sentido clasicista de volverse más regular30 Manuel

Cuadra coincide con García Bryce al analizar el Jirón de Superunda: ...se trata, por las

casas con balcones que lo conforman, de una calle limeña típica de la segunda mitad del siglo

XIX... se había mantenido básicamente el tipo de casa colonial de la casa de tres patios con balcón,

limitándose la renovación a la composición de las fachadas, particularmente a la decoración de los

balcones, que ahora era neoclásica...31 En la arquitectura de la segunda ciudad del país,

Arequipa, acota Gutiérrez que el color ...se difundió y generalizó en el siglo XIX

fundamentalmente con tonos azules (añil), rojos (cochinillas), naranjas y amarillos...El propio

lenguaje neoclásico de pilastras, zócalos y cornisas maneja necesariamente esa relación entre figura y

fondo y de allí que el color aparezca como muy racional en el siglo XIX.32 Una de las

consecuencias del pavoroso terremoto de Arequipa de 1868 y de las inmediatas

tareas de reconstrucción fue la necesidad de importar profesionales y técnicos y,

hasta fin de siglo, actúan en obras públicas de importancia: Fioretti, Piestrosanti,

Capeletti, Albertozzi, Gilardi y Guidi,33 cuyos apellidos, inequívocamente itálicos,

sugieren el peso que tuvieron que tener (además) en la reconfiguración edilicia de la

ciudad.

José Antonio Terán Bonilla, hizo un resumen de la arquitectura del siglo XIX

en México, mencionando al neoclásico como la corriente estilística dominante del

siglo XIX, incluso a nivel popular: En varias poblaciones y barrios de ciudades se levantaron

viviendas de líneas neoclásicas a lo largo de toda esta centuria.34 Los inicios del gobierno de

Porfirio Díaz (1876-1910) es, para él, la ...época en que se introduce el gusto por la

30 JOSÉ GARCÍA BRYCE, Notas sobre el siglo XIX en la arquitectura del Perú, en: Boletín N° 9, CINE, FAU, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1968, p. 150-153. 31 MANUEL CUADRA, Arquitectura y proyecto nacional. Los siglos XIX y XX en los países andinos, en: “Colección Sumarios” N° 129/130, Ediciones Summa, Buenos Aires, 1989, pp. 11-12. 31. 32 RAMÓN GUTIÉRREZ, Evolución histórica urbana de Arequipa (1540 -1990), Epígrafe Ed., Lima, 1992, p. 113. 33 RAMÓN GUTIÉRREZ, op. cit., pp. 157,160, 163. 34 JOSÉ ANTONIO TERÁN BONILLA, Arquitectura y urbanismo en México., Seminario de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Granada, Granada, 1993, p. 79. 34.

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arquitectura francesa, el eclecticismo y el Art Nouveau....35 Es claro que los “gustos”

novedosos sólo se introducen, no desalojan al neoclasicismo. Bonet Correa insiste

en el carácter ecléctico del porfiriato, pero deja constancia de las importantes obras

públicas de tipo neoclásico que se realizaron durante el período de su gobierno: la

Secretaría de la Gobernación de México “de tipo clasicista”, la Cámara de Dipu-

tados, ...ejemplo de un neoclasicismo modernizarte a lo francés; en Puebla, el Palacio de

Gobierno, el Hospicio (“severo clasicismo”) y el Gimnasio de la Universidad; en

Morelia, el actual Palacio Federal; en Guanajuato el antiguo Palacio de Gobierno

(“de tipo neoclásico”) y el Teatro Juárez (“de fachada clásica”); en Zacatecas el

Teatro Calderón y en San Luis Potosí el Teatro de la Paz, “el mejor teatro de tipo

neoclásico”.36 Alfonso Alcocer, en su libro sobre la arquitectura de la ciudad de

Guanajuato en el siglo XIX, bajo el título de Composición y ornamentación de fachadas en

la arquitectura doméstica neoclásica, describe el tipo conocido y sostiene que ...decenas de

casas forman la mayoría de las principales calles de la zona centro de nuestra ciudad y se

encuentran asimismo en otros puntos de ella, construidas después de la consumación de la

Independencia y hasta 1905...37

En el comienzo del siglo XIX, en Cuba, se inclinó ...la balanza arquitectónica del

lado del neoclasicismo..., según Joaquín E. Weiss, quien hizo prolongar la vigencia del

estilo hasta fin del siglo, aún cuando distinguiese etapas, e incluso en ...las últimas

décadas del siglo, y reflejando nuevamente el curso de los “renacimientos” europeos, aparecieran en

Cuba manifestaciones neomedievales...38 Ha sostenido Alicia García Santana que

...coincidente el arribo del neoclasicismo con un periodo de florecimiento económico y radicales

transformaciones de la sociedad cubana, alcanzó una extensión a escala nacional, desconocida

hasta entonces. En la mayoría de los núcleos urbanos cubanos, la actividad constructiva se

desarrollaba sobre la base de las tradiciones tempranas que originaron, según localidades, tipos de

muy acusado sabor local. El Barroco, propiamente, sólo afecta a algunas construcciones habaneras.

35 JOSÉ ANTONIO TERÁN BONILLA, op. cit., p. 69. 36 ANTONIO BONET CORREA, La arquitectura de la época porfiriana en México, Universidad de Murcia, Murcia, 1966, pp. 11-18. 37 ALFONSO ALCOCER, La arquitectura de la ciudad de Guanajuato en el siglo XIX, Facultad de Arquitectura, Universidad de Guanajuato, México, 1988, p. 47. 38 JOAQUÍN E. WEISS, La arquitectura colonial cubana. Siglos XVI al XIX, Junta de Andalucía, La Habana-Sevilla, 1996.

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El neoclasicismo, pese a sus alternativas según ciudades, influye de modo generalizado en todo el

país...39 Además, fuera de La Habana, en el interior, ...el neoclasicismo encontró a aquellas

poblaciones en pleno desarrollo, aptas para adoptarlo en sus nuevas construcciones, algunas de

mucha enjundia, e inclusive constituyó el fundamento arquitectónico de varias nuevas poblaciones,

como Matanzas, Cárdenas y Cienfuegos.40 Hasta en antiguas poblaciones como Trinidad,

...al compás del florecimiento económico se remozaron las viejas casas y se levantó la arquitectura

Trinitaria del siglo XIX. Trinidad experimenta una modernización en el sentido clasicista que

engalana la apariencia de sus casas.41

ADDENDA ESPAÑOLA

Si por un momento, volvemos a la afirmación de Buschiazzo acerca de la

indudable influencia andaluza, se nos aparece cierta necesidad de ampliar nuestro

examen hasta el territorio español al que resulta razonable llegar dadas las obvias

relaciones de la arquitectura de Hispanoamérica (más allá del proceso de la

independización) con la arquitectura española, especialmente la sevillana y la

canaria, aquéllas que tantas veces fueron vehículo de lo español a América.

Respecto de la arquitectura de Sevilla en el siglo XIX, Suárez Garmendia, luego

de quejarse ...de lo poco que ha sido estudiada... a pesar de que ... un tanto por ciento muy

elevado de la arquitectura del casco antiguo actual se realiza durante el siglo XIX...,42 afirma que

las obras de Balbino Marrón (1812-1867) y sus contemporáneos ...apuntan al

clasicismo italianizante... Esta tendencia al italianismo en las últimas generaciones de la

Academia de San Fernando tuvo cierta continuidad durante el período isabelino, ya que las

primeras generaciones salidas de la Escuela Superior de Arquitectura tuvieron como maestros a los

39 ALICIA GARCÍA SANTANA, La casa señorial habanera, en: “Curso Historia de la vivienda de origen hispánico en Cuba y en el Caribe”, Tucumán: Magister en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo Latinoamericanos, Instituto de Historia, FAU-UNT, 1999, pp. 93 - 95. 40 JOAQUIN WEISS, op. cit., p. 347. 41 ALICIA GARCÍA SANTANA, Trinidad de Cuba, herencia y tradición, en: “Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas”, Caracas, Universidad Central de Venezuela, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, N° 28, 1994, p. 8. 42 JOSÉ MANUEL SUÁREZ GARMENDIA, Arquitectura y Urbanismo en la Sevilla del siglo XIX, Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1986, pp. 13,14.

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anteriormente citados.43 Es cierto que más tarde, el Romanticismo con la revaloración

de los historicismos medievales logra destacarse. Pero los historicismos no

...presentaban alternativas al gusto de todos y no fueron capaces de imponerse con la exclusividad

con que lo hacía el neoclásico...44

Las Islas Canarias se incorporaron al dominio de Castilla en el siglo XV por lo

que, como América, apenas tuvieron arquitectura medieval; hasta su arquitectura

mudéjar fue clasicista45 y no hubo oportunidad ni motivo para un revival romántico

de su propio pasado. Aquí el neoclasicismo dominó indiscutido hasta el

modernismo; pero éste, en Las Palmas por ejemplo, no pasó de ser un simple

episodio interesante pero exótico localizado en la importante calle Triana. Esta

realidad se evidencia en la identificación que hace Galante Gómez entre la historia

de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XVIII y la del XIX en Canarias y la

explicación del ideal clásico en las islas.46

ADDENDA CONTEMPORÁNEA

Si, finalmente, examinamos el posible alcance del neoclasicismo en el tiempo

bastante más allá de su propio tiempo, un elemento adicional a tener en cuenta es el

brillante análisis realizado por Geoffrey Broadbent acerca del neoclasicismo como

categoría en el que incluye a las obras producidas durante ciertos regímenes

políticos, desde la América del Norte de Jefferson hasta la China de Mao pasando

(naturalmente) por la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler y la Unión Soviética

de Stalin, aunque hubiesen empleado “despojadas versiones” del estilo.47 Más

recientemente, con la experiencia de la arquitectura postmoderna ya avanzada,

Michael Greenhalg sostiene que, de todos los estilos, el clasicismo ha tenido el más 43 JOSÉ MANUEL SUÁREZ GARMENDIA, op. cit., p. 102. 44 JOSÉ MANUEL SUÁREZ GARMENDIA, op. cit., p. 238. 45 ALBERTO NICOLINI, El Urbanismo regular y la iglesia mudéjar-clasicista en Canarias y América, en: “Actas del IX Coloquio de Historia Canario-Americana”, Tomo II, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1993. 46 FRANCISCO GALANTE GÓMEZ, El ideal clásico. Arquitectura Canaria (desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX), Editora Regional Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1989. 47 GEOFFREY BROADBENT, Neo-classicism, en: “Architectural Design”, vol 49, No 8-9, London, s/f. Hay traducción en “Colección Sumarios”, N°.6, Buenos Aires, septiembre de 1962.

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largo reinado y ha constituido la parte substancial de la herencia de la civilización

europea. Y aunque hace unas décadas pareció que su hegemonía había concluido,

pero no hizo falta mucho tiempo para verlo renacer con novedosas

reinterpretaciones.48

CONCLUSIONES HISPANOAMERICANAS

Con esta selección panorámica de la crítica hispanoamericana confrontada con

un vistazo a la España del sur y una actualización contemporánea, creemos que es

posible un resumen a manera de conclusiones válidas para Hispanoamérica

1. La arquitectura “neoclásica” fue excluyente en la primera mitad del siglo

XIX.

2. La arquitectura “neoclásica” dominó cuantitativamente como la primera

opción para diseños nuevos en la segunda mitad del siglo XIX., más allá de los

episodios neogóticos o modernistas o de las “contaminaciones” que el neocla-

sicismo presenta, todo lo cual ha hecho que algunos caractericen al período como

ecléctico al considerar al con junto de la obra construida, sin precisar el peso

relativo que cada “estilo” tuvo en la configuración de cada ciudad.

3. La opción neoclásica fue la preferida en la arquitectura popular de la

segunda mitad del siglo XIX.

4. Durante la segunda mitad del siglo XIX., más precisamente a partir de 1880,

el clasicismo ensayó también diversos caminos que podrían matizarse como

“neomanierismo”, “barroco francés”..., o aún mezcla de cada uno de ellos.

5. La participación de profesionales y técnicos italianos inmigrados no so-

lamente se concentró en el Río de la Plata. El caso de Arequipa, luego del te-

rremoto de 1868, es un ejemplo elocuente.

6. El “italianismo” que observan los críticos en cierta arquitectura clásica no se

debió necesariamente a técnicos italianos. Los casos del inglés Taylor en Buenos

48 MICHAEL GREENHALGH. What is classicism? Academy Editions, London, 1990.

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Aires y los franceses Brunet Desbaines en Santiago de Chile y Penot en

Montevideo así lo demuestran. Aún cuando se trata de profesionales inmigrados de

una determinada nación europea, eso no asegura que su arquitectura refleje las

modalidades estilísticas de su país de origen o que en su país de origen no domine

una tendencia “italianizarte” como acabamos de ver en Sevilla o como

comprobamos para Inglaterra con el ilustre caso del Reform Club de Charles Barry

(1837).

7. La asimilación, por parte de los técnicos extranjeros inmigrados, de las

tradiciones (técnicas y formales) locales, aún hoy difíciles de medir, no pueden

descartarse. El contextualismo, en algunos casos, parece evidente como en el

segundo piso de la recova de Arequipa proyectada por Guidi a fines de siglo o, en

Asunción, la austeridad (que le llamó la atención a Giuria) con que el italiano

Ravizza edificó la nueva Legislatura de Asunción, precisamente en el sitio del

antiguo Cabildo virreinal. No hay por qué suponer el trasplante directo por el solo

hecho de tratarse de profesionales recién inmigrados. Por otra parte, la ya

mencionada combinación del lenguaje de los órdenes clásicos con la rejería de

origen andaluz produjo un resultado sólo comparable con el que se encuentra, con

características semejantes, en la Andalucía del Sur.

8. Pueden identificarse cuatro etapas neoclásicas durante el siglo XIX en

Hispanoamérica. La primera, en coincidencia con el neoclasicismo europeo y

español durante el período virreinal (diferentes son los casos de Cuba y Puerto

Rico), desde 1780 hasta 1810. La segunda, hasta mitad del siglo XIX, presentó

aportes de algunos profesionales inmigrados extranjeros pero el resultado fue

escasamente distinto, salvo quizá la popularización del estilo en la arquitectura

doméstica. La tercera, con mayor participación de técnicos extranjeros (la etapa

transitiva de 1852-1870 de Giuria para Montevideo), durante la cual se gestó el

“italianizante” de Martini y Peña. La cuarta, luego de 1880 (El México de Porfirio

Díaz, 1876-1910), etapa ecléctica en la que la arquitectura neoclásica logra la

popularización del estilo, aun coexistiendo con alternativas estilísticas

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cuantitativamente minoritarias del clasicismo.

9. En países, o regiones de países, de poco desarrollo relativo durante los

siglos XVII y XVIII, el neoclasicismo del siglo XIX encontró ciudades y pueblos en

plena construcción y allí produjo conjuntos urbanos completos.

10. Creemos con Broadbent, como ya se ha dicho, que es posible ampliar el

uso del término, no restringiéndolo en forma estricta al lapso 1750-1840. También

parece bastante evidente que a ello nos autorizan de manera francamente

mayoritaria las opiniones que hemos transcripto de nuestros colegas

hispanoamericanos.

11. De los apelativos que se han reiterado en lo que antecede para describir la

arquitectura hispanoamericana de origen clásico levantada durante el XIX,

republicano, clásico, neoclásico, italianizante, renacentista, cree que el más

omnicomprensivo (y, al mismo tiempo, más aceptable y aceptado) es el de

neoclásico. Pero, entendiendo que se trata de una etapa fa de lo que comenzó hacia

1750, nos parece que a este neoclásico que se arrolló en la segunda mitad del siglo

XIX y al que los argentinos habitualmente hemos de-nominado “italianizante” desde

1967, deberíamos llamarlo neoclásico tardío”. Tardo romano y tardo moderno son

categorías aceptadas e se construyeron a partir de situaciones parecidas.

CURRÍCULUM DEL AUTOR

Arquitecto, graduado en la Universidad de Buenos Aires en 1958. Profesor Consulto de

Historia de la Arquitectura Contemporánea y Argentina en la Universidad Nacional de

Tucumán. Profesor invitado en cursos de Postgrado en las Universidades Nacionales de Buenos

Aires y Mar del Plata, en la Pablo Olavide de Sevilla y en el CECRE de Salvador, Bahía.

Académico correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, Académico delegado de la

Academia Nacional de Bellas Artes, miembro del Directorio del Fondo Nacional de las Artes y

Asesor consulto de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos.

Atesora 90 publicaciones sobre Historia de la Arquitectura e Historia Urbana Argentina y

Latinoamericana.

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MODERNIDAD, VIDA URBANA Y SANEAMIENTO.

SANTA FE EN LOS INICIOS DEL SIGLO XX

Adriana Collado

a cuestión de la higiene pública, enmarcada en el proceso global de

modernización que vive la ciudad de Santa Fe a partir de la década de 1880,

resultó un factor determinante de dicho proceso, orientador de las principales de-

cisiones que se tomaron y de las acciones más rotundas que se emprendieron. Así,

los equipamientos relacionados con la salud y la higiene, sumados a los tendidos de

infraestructura sanitaria tuvieron, en conjunto, enorme impacto en la

transformación de la vida local.1

Los documentos de la época2 ponen en evidencia que la transformación

urbana estuvo guiada por dos nociones acuñadas en Europa durante el siglo XVIII y

que, en su difusión, llegan al interior provinciano con más de un siglo de tardanza:

la idea de “urbanística” como un saber específico que atiende el control de la

evolución de las ciudades y la noción de “higiene pública” como un cuerpo de

principios orientados, desde la autoridad de las ciencias positivas, a mejorar la

calidad de vida de la población.

Es bien sabido que la urbanística tiene, entre sus principales factores de

desarrollo, a la toma de conciencia acerca de los problemas que acarrea la in-

dustrialización de la ciudad histórica, fenómeno que se inicia a mediados del 1700;

contemporáneamente al mismo se puede ubicar al higienismo, que se integra como

una de las líneas de acción tendientes al control de los efectos nocivos de la

sociedad industrial sobre la vida urbana. Es ésta una problemática de fondo en la

1 Un diagnóstico más completo sobre las condiciones de la higiene pública de Santa Fe en el período puede encontrarse en ADRIANA COLLADO, Santa Fe a principios del siglo XX. Condiciones de habitabilidad e higiene pública, en: “Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos” N° LXI, Santa Fe, 1995. 2 Se ha trabajado, sin que las mismas resulten excluyentes, privilegiando dos fuentes: los archivos del Concejo Deliberante Municipal (ACDM) y la prensa local.

L

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124

urbanística moderna y las cuestiones de la higiene y de la salud pública son tópicos

relevantes que se asumieron como una condición de base por ciertas líneas de

desarrollo de la disciplina.

Este ideario no demora en llegar al Río de la Plata, donde en el gobierno de

Vértiz pueden encontrarse los primeros vestigios de legislación sanitaria, al dictarse

el “Bando de Aseo, Limpieza y Policía de Buenos Aires” y con la creación en 1780

del Protomedicato, tribunal que, entre sus funciones, debía ocuparse de la vigilancia

de la salud pública.

Y desde la década de 1820, con Rivadavia, la incorporación de un cuerpo de

ideas relacionadas con la cuestión higiénica va a ser notoria en la esfera del estado;

de hecho, algunos de los proyectos de la década de 1820 estuvieron fundados no

sólo en un interés de regulación económica o estética de la ciudad, sino también en

la necesidad de resolver problemas sanitarios acuciantes.3

No obstante será recién con la organización nacional cuando esto se

sistematice en políticas orgánicas diseñadas especialmente para Buenos Aires, que a

partir de la segunda mitad del siglo XIX crecía desmesuradamente. Teñidas por el

fuerte peso de la conciencia modernizadora, las cuestiones de los grandes parques

públicos, la relocalización de los saladeros, la dotación de servicios e

infraestructuras, serán algunos de los principales temas que desvelen tanto a

políticos como a técnicos.

Pero la transferencia de este ideario al interior del país tendrá que esperar aún

muchos años. Su llegada a Santa Fe se torna evidente a través de la prensa recién al

promediar la década de 1880 y puede suponerse que haya tenido diferentes vías de

penetración; por una parte vale tener en cuenta el efecto de la mirada puesta

permanentemente en los acontecimientos que se producían en Buenos; otra vía de

acceso pudo estar dada por los propios médicos que llegaban a instalarse a la

ciudad, formados en Europa o en la Capital; una tercera, mediante los numerosos

textos que, sobre la temática higienista, circulaban habitualmente a fines del siglo

3 GRACIELA SILVESTRI y HUGO VEZZETTI, El nacimiento del higienismo en la Argentina. El cuerpo y la ciudad, mimeo, s/f.

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pasado, de los cuales se han encontrado ejemplares en la Biblioteca Municipal.4

Para el caso de Santa Fe, los problemas relativos a las deficitarias condiciones

higiénicas no estaban, obviamente relacionadas con el fenómeno de la

industrialización; más bien serán las demoradas y hasta ausentes iniciativas en el

terreno de las obras públicas, las que ocasionan las carencias en las condiciones de

habitabilidad.

Puede citarse un episodio ilustrativo: una epidemia de cólera5 que tuvo sus

primeras manifestaciones en noviembre de 1886 y resultó un llamado de atención

acerca del estado de la cuestión sanitaria. Como consecuencia de la misma es dable

verificar una transformación en los criterios conque se asumían las políticas

públicas, con la aparición, en simultáneo, de una serie de inéditas medidas en pos

de la higiene en la ciudad y la región, medidas que excedieron la órbita municipal, al

crearse el Consejo Provincial de Salud, de donde emanaron disposiciones que

debían cumplirse en toda la provincia.

Un par de meses después de sofocada la epidemia, en un artículo editorial del

periódico “La Revolución” bajo el título Saneamiento de la Ciudad se efectuaba una

verdadera declaración de principios, citando a Pasteur, presentando estadísticas

sobre el mejoramiento de las condiciones sanitarias en los principales centros

europeos y, advirtiendo que Santa Fe se hallaba enclavada en un sitio poco

saludable, se destacaba la necesidad de encarar no sólo las indispensables “obras de

salubridad”, sino también la forestación con eucaliptos de las zonas bajas y

anegadizas próximas a la ciudad para evitar focos epidémicos.6

Recién en 1895 fue sancionado en la ciudad un Reglamento General de

Edificación en el que por primera vez se establecía un cuerpo normativo al que

debían someterse quiénes quisieran construir edificios en el área urbana; hasta ese

momento sólo se habían registrado algunas ordenanzas aisladas (sobre alturas de

4 Entre otros: EDUARDO WILDE, Curso de Higiene Pública, Buenos Aires, Imp. y Librería de Mayo, 1878; F. A. BERRA, Nociones de Higiene privada y pública, Buenos Aires, Imprenta Tribuna Nacional, s/f.; PEDRO F. MONLAU, Elementos de higiene privada, ó Arte de conservar la salud del individuo, Barcelona, Moya y Plaza, 1870, 4’ edic. 5 La evolución de la epidemia en la ciudad y su zona de influencia, así como las acciones encaradas para enfrentarla puede seguirse en detalle en la prensa local. Ver La Revolución, noviembre 1886 a enero 1887. 6 En La Revolución, Santa Fe, 20/1/1887, pl.

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fachadas, materiales, etc.).7 Entre las disposiciones más importantes del nuevo

reglamento se contaba la obligatoriedad de presentación de planos y memoria

descriptiva de las obras a ejecutar ante la Municipalidad; también disponía sobre las

alturas y formas de iluminación y ventilación de las habitaciones, y sobre las

características que debían exigirse para la construcción de las letrinas para que

funcionaran adecuadamente.

EL AGUA EN LA VIDA DOMÉSTICA DE SANTA FE

La vinculación doméstica del santafesino con el agua y con los servicios

sanitarios en general fue, durante más de tres siglos, una relación plagada de

carencias y precariedad. Los más remotos antecedentes provienen de las des-

cripciones de las viviendas de Santa Fe la Vieja; allí los modestos edificios no

contaban con ningún tipo de instalación para provisión de agua ni locales des-

tinados al aseo personal y evacuación de deyecciones.

Los historiadores que han trabajado estos aspectos en la ciudad

vieja8coinciden en afirmar la inexistencia de pozos de balde en los predios de las

viviendas, pudiendo asegurarse que no existió ninguno en todo el poblado; la

provisión de agua se realizaba por acarreo en baldes desde el río y algunas familias

que caían en desgracia hacían el traslado por las noches, ya que esta tarea ponía en

pública evidencia la falta de sirvientes.

Esta situación se repitió casi sin variantes en la ciudad nueva, donde recién se

comienzan a mencionar los primeros pozos de balde en descripciones de viviendas,

muy avanzado el siglo XVIII. Los aljibes no se van a conocer sino hasta avanzado el

siglo XIX y recién allí se dará un paso importante en la mejora de la calidad del agua

de consumo, al suplantarse el agua de pozo por agua de lluvia.

7 El texto completo del Reglamento fue publicado en forma de folleto en 1895 y luego reproducido en varios digestos de ordenanzas, Ver: MUNICIPALIDAD DE SANTA FE, Digesto de Ordenanzas-1911, pp. 188 a 200. 8 Ver AGUSTÍN ZAPATA GOLLÁN, La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata. Santa Fe, Ed. Oficial, 1971 y LUIS MARÍA CALVO, Santa Fe la Vieja, 1573-1660. La ocupación del territorio y la determinación del espacio en una ciudad hispanoamericana, Santa Fe, Serv-Graf, 1990.

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En la ciudad nueva existieron desde los tiempos inmediatos al traslado los

pozos para consumo común9, de los cuales uno se ubicó en la “calle real”

(presumiblemente en las proximidades de la Plaza Mayor), otro en los suburbios al

norte de la ciudad, en la que hoy es la Plaza San Martín y otro en la bajada al río,

cercano al Convento de San Francisco; el Cabildo era el encargado de cuidar el

buen mantenimiento de los mismos. Por lo demás, el acarreo del agua desde el río

se siguió realizando, al igual que en la ciudad vieja, en forma individual; la figura del

aguatero que obtenía el agua directamente del riacho Santa Fe y la clarificaba en

tinajas de barro, recién apareció en el siglo XIX.

La higiene del cuerpo no era tampoco una práctica cotidiana durante los

meses de invierno, y casi no hay referencias a implementos que permitan re-

construir los hábitos de higiene privados.10 En verano, los baños en el río cons-

tituían una distracción diaria, que reunía a distintos sectores sociales, dejando

momentáneamente de lado las distinciones de clase. La mayor parte de los viajeros

que recorren Santa Fe en la primera mitad del siglo XIX hacen mención a esta

costumbre, que a muchos de ellos les resulta curiosa, y que pone de manifiesto

también la falta de agua abundante en las viviendas.11

Respecto de la eliminación de deyecciones, durante el siglo XVIII sólo se

identifican dos edificios de la ciudad en los que se mencionan los “lugares

comunes”: la casa de Joaquín Maciel y el Colegio de los Padres Jesuitas.12 Pero éstos

no pasaban de ser un pequeño cuarto con un pozo, sin llegar a presentar ninguna

solución técnicamente compleja como la que se puede encontrar en los “lugares

comunes” de las construcciones jesuíticas cordobesas. El resto de las viviendas

resolvían la cuestión con las bacinillas que se usaban en el interior de los aposentos

y que luego eran vaciadas en pozos cubiertos por alguna enramada en los fondos de 9 CATALINA PISTONE, El río en la historia de la ciudad de Santa Fe, en: “Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos”, N° 54, Santa Fe, 1984, pp. 64 y 65. 10 Sobre este tema puede verse también GUSTAVO VIRRORI, Santa Fe en clave. Santa Fe, 1997, pp. 323 a 327. 11 Entre quienes más se detienen a describir estas prácticas, tal vez por el asombro que les provocó, merece citarse a JUAN y GUILLERMO PARISH ROBERTSON, La Argentina en la Época de la Revolución, Buenos Aires, Vaccaro, 1920, p. 83 y WILLIAMS MAC CALAN. Viaje a caballo por las Provincias Argentinas, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985, p. 232. Los primeros visitan la ciudad alrededor de 1820 y el segundo en 1848. 12 LUÍS MARÍA CALVO, Tres tipos de viviendas santafesinas durante el período hispánico, en: DANA - Documentos de Arquitectura Nacional y Americana” N° 20, Resistencia, 1985.

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los grandes terrenos de que disponían.

Para fines del siglo XIX la misma inercia que había caracterizado a la ciudad

desde su fundación hacía que las condiciones de salubridad en que se desenvolvía la

vida santafesina resultaran sumamente precarias; sólo algunas pocas iniciativas y

reglamentaciones emanadas desde el Poder Municipal (la prohibición de arrojar

basuras y aguas servidas a la vía pública, por ejemplo) se habían ocupado de la

cuestión y, por otra parte, la intendencia no contaba con recursos ni con el

consenso ciudadano requerido para enfrentar emprendimientos de magnitud.

En la privacidad de las viviendas la situación no era diferente. Como se vio, el

aseo corporal tenía un alto grado de indeterminación en cuanto al modo y lugar en

que se efectuaba, y la eliminación de deyecciones sólo ocupó, en el mejor de los

casos, áreas relegadas en los patios y huertas. Puede afirmarse que esta situación se

prolongó hasta los albores del siglo XX, según lo demuestra el antes citado

Reglamento de Edificación de 1895; allí se legislaba sobre las condiciones que

debían exigirse para la construcción de letrinas, pero en ningún capítulo se men-

cionaba el “cuarto de baño” como un local específico de la vivienda.13

Tal vez una carencia tan prolongada hizo que, al irrumpir las obras de

salubridad en los primeros años del 1900, fueran celebradas con mucho entusiasmo

por los sectores más acomodados de la población, que se apresuraron a adaptar sus

casas a las nuevas posibilidades que ofrecía el sistema de saneamiento. El cambio

más importante fue la propia aparición de ese “cuarto de baño” como un ambiente

que, en muchas oportunidades, presentaba una ubicación jerarquizada dentro de la

disposición general, ya que sólo en las casas más modestas se lo siguió localizando

en los fondos.14

A esto se sumó la funcionalidad de los artefactos, inicialmente importados de

Europa y, más tarde de fabricación nacional, que posibilitaron un cambio sustancial

en los hábitos de higiene. A partir de la segunda década del siglo XX, los baños

13 Reglamento General de Edificación, op. cit, pp. 188 a 200. 14 Una completa historia del cuarto de baño en la vivienda argentina puede encontrarse en AAVV. Diccionario Histórico de Arquitectura, Hábitat y Urbanismo en la Argentina, Buenos Aires, FADU-UBA-CONICET, ed. preliminar de 1992, pp. 26 a 35.

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constituyeron un punto culminante en el diseño de la vivienda moderna, en algunas

de las cuales se llegó a la sobrecarga de instalaciones e implementos. Un ejemplo

muy elocuente en este sentido puede verse en la casa de la familia Rodríguez

Cardona,15 en el Barrio Sur de Santa Fe, en cuyo cuarto de base contabilizan en

1920, entre los distintos tipos de lavatorios y una plataforma ducha separada de la

bañera, un total de siete artefactos.

PRIMERAS INICIATIVAS DE TENDIDOSDE

INFRAESTRUCTURA SANITARIA

Los antecedentes acerca de servicios sanitarios en la ciudad se remontan 1886,

con la propuesta de instalación de un establecimiento de agua purifica. Previo a esta

iniciativa ...con excepción de unas pocas familias que cuentan con la comodidad de los aljibes, el

resto de la población está condenada al gua cargada de detritus y materias orgánicas del río y al

agua venenosa de s los pozos...16 Efectivamente, las características del suelo, la altura de las

napas la ubicación geográfica de la ciudad, no se presentaban como propicias para

salubridad del agua que la población consumía.

Esta instalación no logró el efecto esperado y funcionó apenas un par de `os;

con posterioridad se sucedieron más de media docena de intentos por do-de un

servicio de aguas corrientes a la ciudad mediante concesiones a empresarios

particulares, todos los cuales fueron fracasando a poco de iniciarse las obras. La

prensa saludaba con júbilo cada emprendimiento y resulta notorio, a través de ella,

el optimismo que las obras despertaban en la población: Santa Fe dio ya los primeros

pasos para obtener su saneamiento completo, contratando 1 adoquinado de sus calles y las aguas

corrientes... la Comisión Municipal cede estar satisfecha de haber resuelto estas serias

cuestiones....17

La carencia de desagües cloacales constituía otra cuestión que, junto a la 15 GUSTAVO VITTORI, op. cit., p. 326. 16 En La Revolución, Santa Fe, 30/11/86, p. 2. 17 En La Revolución, Santa Fe, 20/1/1887, p. 1.

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provisión de agua, ubicaba a la ciudad en un marco de notorio atraso respecto le las

condiciones de higiene que imperaban en otras ciudades. Con la densificación del

área céntrica aumentaba la proximidad de retretes y letrinas, desde donde filtraban

permanentemente detritus humanos a las napas y pozos de los que se extraía el

agua para el consumo; no es casual que por esos años también a prensa exprese con

convicción :...la cloaca es la base de la salud ...y si se efectúa recibirá las bendiciones de

todos....18 Como solución de emergencia en 1897 la Municipalidad construyó frente a

la zona portuaria algunos tanques para provisión de agua a los “aguadores”, quienes

a su vez la comercializaban en la ciudad, a efectos de evitar que éstos la tomaran

directamente del río. Para procurar la extracción del líquido en condiciones de

mayor potabilidad, fue cruzado un conducto en el lecho del río que alejaba la toma

hacia la otra orilla.19

También en 1897 la intendencia solicitó a la Oficina de Obras Públicas la

confección de un anteproyecto de tendido de una instalación de agua corriente a

efectos de servir de base para un llamado a licitación en el que se unificaran ciertas

condiciones que debían reunir las propuestas en términos de ubicación de la toma,

radio a servir y caudal a proveer. Al cierre del llamado, en febrero de 1898, se

presentaron dos oferentes: la empresa Lenhardtson y la de González y Puig; las

propuestas fueron evaluadas por la Oficina de Obras Públicas aceptándose la

segunda, de la que derivó la ordenanza del 14 de febrero de 1898, autorizando la

concesión a dicha empresa.20

La propuesta de los ingenieros González y Puig garantizaba una provisión

para una población máxima de 34.000 habitantes, de 150 litros por día por

habitante y proponía, por primera vez, alejar notablemente la toma de agua del área

urbana llevándola al río Colastiné. Esta particularidad la diferenciaba de todos los

intentos anteriores, aunque el resto de las condiciones que planteaba eran similares;

la otra diferencia que presentaba esta propuesta era la amplitud del área que se

18 En La Revolución , Santa Fe, 20/1/1887. p.1. 19 Ordenanzas del 27/9 y 11/12/1897, MUNICIPALIDAD DE SANTA FE, Digesto de Ordenanzas, 1901, p. 287. 20 Ordenanzas del 27/9 y 11/12..., op cit, p. 292 a 297.

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pretendía servir, la que se ampliaba por el oeste hasta calle Urquiza y por el norte

hasta Bv. Gálvez. En beneficio de la empresa regía para su funcionamiento un

régimen de explotación garantida por la Municipalidad de iguales características al

que el Estado Nacional había establecido para los ferrocarriles.21

Pese a la sanción de la ordenanza, transcurridos tres años esta propuesta no

había prosperado y la ciudad continuaba aguardando contar con un servicio de agua

adecuado. Entre tanto la población aumentaba y el área a servir se densificaba

notablemente; de los 6.800 habitantes que en 1886 se hubiesen beneficiado con el

primer proyecto de red, en 1898 la cantidad había aumentado a 18.00022 , con lo

que también se había incrementado el número de edificios y se había modificado la

relación entre lo edificado y los terrenos baldíos.

Este era uno de los principales obstáculos para la concreción de esta mejora

tan largamente esperada: a los terrenos baldíos no se les cobraba la tasa por la

instalación, con lo cual, dada la gran cantidad de baldíos que subsistían en Santa Fe

en las últimas décadas del siglo XIX y la gran extensión de terrenos de algunas

viviendas que conservaban sus solares intactos, la carga se hacía muy onerosa al

dividirse el costo de las instalaciones entre un relativamente escaso número de

propietarios. En la medida en que los terrenos se fueron subdividiendo y los

baldíos se fueron ocupando, el costo de la mejora se tornó más accesible para la

población.

En 1901 el intendente Sixto Sandaza encomendó a la Oficina de Obras

Públicas, ante los reiterados fracasos de las distintas propuestas, un informe acerca

de las reales posibilidades que la ciudad tenía para costear un servicio de aguas

corrientes de tipo similar a los que se habían proyectado; es claro que las obras se

pensaban siempre como un emprendimiento de particulares que iba a ser costeado

por los vecinos sin subsidio estatal, tal como había ocurrido con el adoquinado. Los

funcionarios municipales realizaron una nueva evaluación del proyecto González-

Puig, tomando en cuenta los montos de las tasas que se estaban abonando en la

21 Ordenanzas del 27/9 y 11/12 , op. cit., p. 289 a 291. 22 De acuerdo a una estimación que hace la Oficina de Obras Públicas, al evaluar la propuesta.

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ciudad de Paraná por una instalación análoga.

En el informe que produjeron se menciona por primera vez que la factibilidad

del proyecto dependía de la posibilidad de que la Municipalidad tomara un

empréstito, garantizado por el Gobierno Provincial, por la suma de $m/n

1.100.000, que se iría pagando anualmente con la tasa recaudada, restando incluso

la suma necesaria para solventar el mantenimiento de las instalaciones. En esa fecha

los terrenos baldíos superaban en poco el 10% del total de las propiedades

existentes en el área a servir, con lo que se garantizaba una recaudación acorde a las

necesidades de pago del empréstito.23

Por su parte, en 1902 el ingeniero Agustín González (el mismo que se había

presentado en 1898 asociado con Puig) reiteró la presentación de su proyecto, pero

esta vez lo hizo ante la Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación,

puesto que ya integraba el cuerpo técnico de dicho organismo.24

CENSO SANITARIO DE HABITACIÓN

Dentro de las estrategias que trazó la Municipalidad para lograr la concreción

de los tendidos, hay una que permite evaluar las condiciones de habitabilidad de la

ciudad, a manera de diagnóstico científico: se trata del Censo Sanitario de

Habitación levantado en 1901, por un decreto del intendente Sixto Sandaza; en los

fundamentos del mismo se mencionan los objetivos de dicho censo: ...conocer con la

mayor exactitud el estado higiénico de la ciudad y colocar a la Asistencia Pública en condiciones de

adoptar un plan general de saneamiento, de acuerdo con las condiciones que se obtengan...25

23 MUNICIPALIDAD DE SANTA FE, Memoria al H.C.D. del Sr Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Epoca, 1902, pp. 69 a 72. 24 Agustín González es una figura relevante en la historia del saneamiento en el país; fue un ingeniero especialista en hidráulica, nacido en Córdoba y graduado en Buenos Aires que luego de trabajar en Ferrocarriles ingresó en la Dirección General de Obras de Salubridad (luego O.S.N.) siendo director de esta repartición hasta 1915. Ignoramos el año de su ingreso pero probablemente haya sido entre 1900 y 1902. Fue también Secretario de Obras Públicas de Torcuato de Alvear. Proyectó además de las obras sanitarias de numerosas ciudades, las obras complementarias del dique San Roque de Córdoba juntamente con los ingenieros Lacloux y Gavier. Datos tomados de FEDERICO F. ORTIZ, RAMÓN GUTIÉRREZ ET ALT, La arquitectura del Liberalismo en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1968. 25 Los resultados del censo fueron publicados como Anexo G en: Memoria al H.C.D. del Sr Intendente Municipal D. Sixto

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El área sobre la que se efectuó el relevamiento coincidía con el sector de

mayor intensidad de ocupación de la ciudad ...el más céntrico y denso y el único donde son

absolutamente necesarias las mejoras higiénicas26..., totalizando 145 manzanas. Puede

afirmarse que los límites establecidos para el área a censar constituían en sí mismos

verdaderos límites intra-urbanos que definían situaciones diferenciadas dentro del

conjunto urbano.27

El responsable del censo, Tomás Martínez, Secretario General de la Mu-

nicipalidad, elevó el informe final del mismo el 30 de marzo de 1901, consignando

algunas apreciaciones generales sobre el estado sanitario de la ciudad...Santa Fe se

encuentra en muy especiales condiciones de higiene. Carece de, y sin los cuales la higiene servicios de

vital importancia e imprescindibles moderna no concibe agrupaciones urbanas, por cuya razón le

toca a la Municipalidad ejercer una acción vigorosa... hasta tanto se arribe al problema de la

instalación de aguas corrientes y cloacas domiciliarias.28

En el sector censado el total de habitantes registrados fue de 16.584, lo que

hace un promedio de 117 habitantes/manzana.29 Dentro de ese radio fueron

censadas 1.542 viviendas particulares, 168 casas de inquilinato y conventillos, 642

edificios para comercio, industria o edificios públicos, 69 edificios desocupados y

16 en construcción, lo que hace un total de 2.437 edificios. En las 168 casas de

inquilinato vivían 3.423 personas, o sea un 20 % de la población censada en un

total de 1.563 habitaciones, aclarándose en el informe final del censo que la mayoría

de estas propiedades no estaban construidas de acuerdo con las disposiciones de la

ordenanza que regía en la materia y databa de 1888.

Se constataron también en este censo las condiciones de las instalaciones

sanitarias con que contaban los inmuebles, lo que sirvió para alergar sobre el Sandaza, op. cit., 1902, pp. 173 a 180. 26 op. cit., p. 112 a p. 176. 27 El censo se efectuó dentro del siguiente perímetro: por el norte, 8v. Gálvez desde el FFCC hasta Comercio (San Martín) y la calle Suipacha desde Comercio hasta Urquiza; por el este, el río y el FFCC Santa Fe; por el oeste, la calle Comercio desde Bv. Gálvez hasta Suipacha, la calle Urquiza desde Suipacha hasta Amenábar y la calle 9 de Julio desde Amenábar hasta Paraná; por el sur, la calle Amenábar desde Urquiza hasta 9 de Julio y la calle Uruguay desde 9 de Julio hasta el río. 28 MUNICIPALIDAD DE SANTA FE, op. cit., p. 176. 29 Estos datos pueden confrontarse con los del Censo Municipal de Población de 1901, en el que el total de población de la ciudad en las aproximadamente 300 manzanas urbanizadas, más los suburbios inmediatamente adyacentes, fue de 26.637 habitantes.

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deplorable estado de este aspecto: por ejemplo, de los 2.437 edificios censados,

sólo 168 poseían letrinas impermeables y en buenas condiciones, 2.233 las tenían de

construcción defectuosa y 36 carecían de letrinas; la mitad de los edificios tenían

sumideros residuarios, arrojándose en el resto los líquidos de cocina y lavado a

patios, letrinas y huertas; el 70% de los edificios carecían de desagüe pluvial a la

calle. La mitad de los inmuebles tenían sólo “pozos de agua” y no contaban con

aljibes, lo cual acarreaba el problema de la ingesta de aguas contaminadas, pues los

pozos recibían líquidos no aptos por filtración, dada la defectuosa construcción de

las letrinas.

El estado general en este aspecto hizo que el responsable del censo requiriera

a las autoridades municipales la aplicación de lo establecido el Reglamento General

de Edificación con el argumento de que: ...los intereses de la salud pública son

infinitamente superiores a los del propietario particular...

CONCRECIÓN DE LAS REDES DE AGUAS CORRIENTES Y

CLOACAS

Los resultados del censo fueron decisivos para que en 1903 el Gobierno

Nacional a través de la Dirección General de Obras de Salubridad30 pusiera en

marcha el plan de Agustín González, luego de una revisión y puesta a punto del

antiguo proyecto de 1898, otorgando los trabajos a la empresa Santiago Weill y Cía.

bajo la supervisión del ingeniero Ottone Pertile. El contrato entre la Dirección de

Obras de Salubridad y la empresa Weill se firmó el 24 de octubre de ese año, con

30 El origen de un organismo de escala nacional para establecer los servicios sanitarios en el país, puede remontarse al año 1880, cuando se creó la primera Comisión de Obras de Salubridad a raíz de la federalización de la ciudad de Buenos Aires. Esta comisión atendía casi en exclusividad las obras en la Capital, no obstante ser una dependencia del Ministerio del Interior. En abril de 1890 se formó la Inspección General de las Obras de Salubridad, dependiente del Departamento de Obras Públicas, con funciones de contralor, aunque la Comisión seguía funcionando en el ámbito del Ministerio del Interior. Posteriormente, teniendo en cuenta la sanción de diversas leyes que autorizaron la construcción de obras en el interior del país con intervención de esa Comisión, y en atención a lo dispuesto por la ley 3727 sobre organización de los ministerios nacionales, el PE. dictó en 1903 un decreto en el que todos los organismos previos se unificaban bajo la denominación de Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación; en 1912 se reestructuró como Dirección de Obras Sanitarias de la Nación. Ver: Revista de Obras Sanitarias de la Nación, N° 148, Buenos Aires, noviembre de 1952.

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un plazo de ejecución de veintidós meses, por lo que se esperaba inaugurar el

servicio el 1° de agosto de 1905, pero la extraordinaria creciente de ese año impidió

el cumplimiento de los plazos.31

Las obras proyectadas consistían en: la cañería de toma de agua sobre el

Colastiné (en proximidades de San José del Rincón); el edificio para casa de

bombas elevadoras en ese sitio32; la cañería de bombeo de once kilómetros de largo

entre dicho punto y el depósito de asiento en la ciudad; tres puentes carreteros, uno

en la boca de la laguna (de 282 metros) y otros dos en los Saladillos, para colocar

dicha cañería; y la planta potabilizadora que se localizaría en el Barrio Candioti, al

norte de la ciudad, consistente en los depósitos de asiento de 10.500 m3 de

capacidad y 10.000 m3 de reserva, un edificio para bombas, un tanque metálico

regulador y de distribución, de 1.000 m3 de capacidad y las dependencias anexas;

además, las cañerías maestras y de distribución en la ciudad con una extensión de

45.000 metros (aproximadamente 450 cuadras).

Un elevado porcentaje de las obras civiles se hallaba concluido a fines de

1904, restando entre las de mayor envergadura, la ejecución del gran tanque elevado

y las instalaciones de equipos y maquinarias. Durante la misma marcha de las obras

se decidió un incremento de la longitud de cañerías de distribución de casi un 30%

(12.000 metros más de los 45.000 previstos inicialmente).

La gran inundación de 1905 destruyó el puente recién tendido en la boca de la

laguna, por lo que, para no demorar la habilitación de las obras se resolvió instalar

una toma provisoria en las inmediaciones de la ciudad hasta tanto se reconstruyera

el puente y se completaran las instalaciones en la planta de Rincón, también

afectadas por la creciente.33

31 Las características de las obras fueron publicadas por primera vez en la revista Las Provincias, N° 44/45, Buenos Aires, diciembre de 1904, pp. 1 y 2. También puede consultarse a: ROBERTO SENILLOSA, La obras sanitarias de la ciudad de Santa Fe, en: “Boletín de Obras Sanitarias de la Nación” N° 5, noviembre de 1937, p. 461 y ss. 32 Aún se conserva, en estado ruinoso, una parte de estas antiguas instalaciones. 33 MUNICIPALIDAD DE SANTA FE, Memoria de la Intendencia de Manuel Irigoyen, p. 15.

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El área servida por la mejora alcanzaba inicialmente por el oeste hasta calle

Urquiza, por el sur hasta el “Camino del Paso” (hoy Avda. J. J. Passo), por el norte

hasta calle Suipacha y hasta Bulevar Gálvez y por el este hasta calles Alberdi,

Belgrano y el río Santa Fe. Un proyecto posterior consideró la ampliación el radio

que debía extenderse por el oeste hasta la actual Avda. Freyre y por el noreste a

todo el sector de barrio Candioti entre el Bulevar Gálvez y la traza del FFCC a

Colastiné.34

Paralelamente al avance de las obras de instalación de las aguas corrientes, la

misma Dirección de Obras de Salubridad inició el proyecto de la red cloacal para la

ciudad, la que abarcaba un área similar a la descripta para el agua.35 Las obras,

iniciadas en 1904, fueron asignadas a la empresa del ingeniero Miguel Estrada.36 Se

preveía una colectora principal en el sector sur de la ciudad, en dirección a la calle 4

de Enero; esta cañería atravesaba el arroyo El Quillá, descargando los efluentes

cloacales en un tanque séptico construido en la isla, desde donde el líquido ya

tratado se volcaba en el río Santa Fe.

Esta parte de las obras fue lo primero que estuvo concluido, hacia octubre de

1905, procediéndose luego a la colocación de las cañerías de material vítreo en las

calles. En enero de 1908 la instalación estaba terminada y entre la ciudadanía se

levantaban acaloradas críticas sobre la Dirección de Obras de Salubridad por no

habilitar el servicio.

CIUDAD Y OBRAS DE SALUBRIDAD

Es indudable que todas estas instalaciones tuvieron inmediatos resultados

concretos en términos de saneamiento y mejoramiento de la calidad de vida de la

población santafesina. En diciembre de 1917, al cumplirse la primera década de 34 DIRECCIÓN GENERAL DE OBRAS DE SALUBRIDAD DE LA NACIÓN, Atlas - Memoria. 1903/04/05. Buenos Aires, s/ed., s/f., hoja 47: Plano de “Provisión de Agua Potable a la Capital- Cañería de Distribución”, de fecha diciembre de 1902, firmado por el ingeniero Agustín González (incluye el tendido de ampliación). 35 DIRECCIÓN GENERAL DE OBRAS DE SALUBRIDAD DE LA NACIÓN, op. cit., hoja 48: Plano de “Saneamiento de la ciudad de Santa Fe - Cloacas”. de fecha julio de 1904, (indica dos etapas de ejecución). 36 En revista Las Provincias, N° 46, enero de 1905, p. 2.

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habilitada la red de aguas corrientes, la cantidad de inmuebles ubicados en el radio

que abarcaba el servicio era de 6.100 unidades, de las cuales 5.650 contaban con

conexión a la red. Esto es indicativo de que más del 90 % de los propietarios

localizados en el área habían encarado la mejora en sus edificios. Y teniendo en

cuenta que la población urbana alcanzaba en ese momento los 70.000 habitantes, se

deduce que casi un 50 % estaba beneficiado por los servicios.37

Para fines de la década siguiente y antes de comenzarse el plan de expansión

en 1929, el número de conexiones había alcanzado los 10.000 inmuebles y el área

servida había aumentado a casi 500 manzanas. De acuerdo a los valores que da la

Dirección en sus informes, se abastecía en esa fecha a más del 80% de la población

del municipio, establecida en 115.000 habitantes.38

Pero además, al margen de esos efectos fácilmente mensurables en lo

estadístico, vale observar resultados igualmente interesantes en relación con otros

aspectos del desarrollo urbanístico de Santa Fe.

Por una parte, debe recordarse que fueron ejecutadas en forma paralela a una

serie de importantes edificios relacionados con la sanidad pública, un conjunto de

obras levantadas a partir de 1889 y que, en menos de dos décadas, permitieron

disponer de un completo equipamiento en materia de atención de la salud de la

población, del abastecimiento alimenticio y de otras instalaciones afines: el Hospital

Italiano (1889), el Hospital de Caridad (1902/10), la Casa de Aislamiento (1906) y la

Asistencia Pública Municipal (1905/07); la construcción del Nuevo Mercado

Central (1902) y los mercados barriales Norte (en calle San Martín y Vera) y Sur

(General López y 4 de Enero); el matadero municipal y el traslado del cementerio a

la zona de Las Barranquitas alejada del radio urbano (1892), por citar sólo los

emprendimientos más notables.

Esta concentración de obras en tan pocos años, permite evaluar la impor-

tancia que había adquirido la cuestión sanitaria en la opinión ciudadana y en los

programas de acción política de los distintos niveles de gestión estatal.

37 OBRAS SANITARIAS DE LA NACIÓN, Memoria del Directorio - 1917, Buenos Aires, ed. oficial, marzo de 1918, p. 234. 38 OBRAS SANITARIAS DE LA NACIÓN, Memoria del Directorio - 1927, Buenos Aires, ed. oficial, 1928, p.485.

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Vale notar además que la localización de estos equipamientos y servicios

relacionados con la higiene pública, pone en evidencia una incipiente idea de

zonificación de la ciudad y su periferia, comenzándose por primera vez a pensarla

desde criterios más científicos, como algo que puede ser planificado y no como el

mero resultado de un crecimiento espontáneo. En principio, el resultado más

inmediato fue que los tendidos de aguas y cloacas tuvieron una fuerte incidencia en

el área céntrica, revalorizando el sector, en contraposición a los barrios periféricos

que fueron casi ignorados al momento de diseñar las redes; dada la baja densidad de

estas áreas, había razones económicas que no hacían viables las obras y

motivaciones menos explícitas, cargadas negativamente en términos de segregación

social, que no las tornaban necesarias.

Por su parte, los equipamientos también asumieron diversa ubicación según

su connotación; al plantearse en 1886 la relocalización del cementerio se designó la

zona de Barranquitas para tal fin, ignorando el cementerio ya existente en

Guadalupe que también era municipal y hubiese podido constituir el origen de un

importante cementerio para la ciudad; la ordenanza que rigió la instalación de

lazaretos estableció en octubre de 1887 el área ubicada en el borde oeste, como

único sector posible para emplazar los mismos; en el mismo año se había definido

un radio similar para ubicar el matadero, e incluso las propuestas que se habían

realizado para el mismo antes del llamado a licitación también habían coincidido

con esta zona.

En general las ordenanzas hablan de no radicar este tipo de usos “sucios” en

los suburbios del norte y del este, previendo un crecimiento residencial hacia el

noreste vinculado a una eventual explotación paisajística de la laguna, que ya

comenzaba a vislumbrarse. Para la ciudad del ocio y la recreación, destinada a los

sectores socialmente más caracterizados, higiene y salubridad eran sinónimo de

naturaleza y paisaje y resultaba muy importante que el borde oriental, balcón de la

Laguna Setúbal, se preservara en este sentido.

Otro rasgo notable de este proceso estuvo relacionado con la transformación

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de las vivencias urbanas que se produjo entre 1903 y 1908, durante la construcción

de las obras de salubridad, dado que fueron cinco años en los que una gran

extensión de la ciudad, la más poblada, se vio verdaderamente convulsionada por el

trajinar de las numerosas cuadrillas de obreros que abrían zanjas, tendían cañerías,

instalaban equipos, en una intensidad y continuidad que luego no volvió a repetirse

en muchos años en esa magnitud. Las frecuentes crónicas periodísticas y gran

cantidad de fotografías que hoy se conservan en los archivos locales, registran estos

momentos.

El otro aspecto interesante es cómo estas obras aportaron al afianzamiento del

ideario de progreso en la sociedad santafesina. Efectivamente, al igual que el

alumbrado eléctrico, el adoquinado de las calles y la red de tranvías, las obras

sanitarias supusieron un avance rotundo en el proceso modernizador. Porque

además, con estas obras, Santa Fe se aproximaba a los referentes urbanos en los

que el progreso aparecía como una realidad (Buenos Aires y, en menor medida,

Rosario siempre aparecen como el modelo a alcanzar) concretándose aspiraciones

colectivas de larga data. No es casual que todas las descripciones que se hicieron

sobre la ciudad en los abundantes álbumes y libros editados en ocasión del

Centenario de Mayo y de la inauguración del Nuevo Puerto de Ultramar (1911),

hagan referencia prioritaria a estas cuestiones marcándolas como rasgos evidentes

de “modernización y adelanto”.

En síntesis: las obras, ejecutadas con indudable rigor técnico, trajeron con

ellas la incorporación de imágenes diversas, novedosas, y que, con el paso del

tiempo se cargaron de alto valor identificatorio.

Uno de los casos emblemáticos es el potente depósito de distribución, erigido

en la planta del Barrio Candioti, que fue y es un verdadero hito urbano. Otro

ejemplo en este sentido es el de los sucesivos puentes-acueducto tendidos para que

la cañería de impulsión que llegaba desde la toma en el Colastiné atravesara la boca

de la laguna; estos puentes, arrasados una y otra vez por las periódicas crecientes,

constituían verdaderas marcas de esta infraestructura modernizadora en el territorio

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y ya no era sólo la ciudad la que se transformaba sino que también el paisaje natural

recibía los impactos de esos cambios.

Por su parte los equipamientos sociales destinados a la atención sanitaria se

constituyeron, por su magnitud y calidad arquitectónica, en monumentos

relevantes. Y los bulevares y avenidas, trazados esgrimiendo principios higiénicos,

se diseñaron a la vez como elementos calificados del paisaje urbano.

Y por fin, el agua, con toda su carga simbólica, se incorporó en plazas y

paseos a través del recurso de fuentes y estanques, como tema de goce estético y

como celebración de la modernidad.

CURRICULUM DE LA AUTORA

Arquitecta egresada de la Universidad Católica de Santa Fe en 1981. Profesora e

investigadora de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional

del Litoral, dirige actualmente el Programa de Investigación “Santa Fe, Mundo Urbano y

Procesos de Transformación”. Especialista en Historia de la Arquitectura y Preservación del

Patrimonio Urbano Arquitectónico, con posgrados realizados en la Universidad Católica de

Córdoba y en el Centro Studi peril Restauro dei Monumenti de Florencia, Italia. Ha publicado

numerosos trabajos en temas de su especialidad y es co-autora de los libros Inventario 200

Obras del Patrimonio Arquitectónico Santafesino (Santa Fe, UNL, 1993) y

Patrimonio Arquitectónico en el Área del Paraná Medio (Resistencia, UNNE, 1987).

Es Delegada en la provincia de Santa Fe de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y

Lugares Históricos.

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LA ARQUITECTURA DE LA PLAYA A FINES DEL SIGLO XIX.

LOS ANTIGUOS HOTELES DE MAR DEL PLATA, MIRAMAR,

MAR DEL SUD Y BOULEVARD ATLÁNTICO1

José María Mantobani 2

INTRODUCCIÓN

I propósito de este trabajo es dar a conocer algunos de los aspectos de lo que

podríamos denominar “arquitectura de la playa”, es decir, los primeros

hoteles de los pueblos balnearios surgidos entre 1886 y 1900 en la costa sudeste de

la provincia de Buenos Aires (Mar del Plata, Miramar, Mar del Sud y Boulevard

Atlántico), utilizando como fuente de información datos de archivos, genealógicos,

planos y cartografía y fotografías inciertamente fechadas. Estas últimas en particular

se utilizan por aportar distintos rastros de la cultura material que se generó en el

sudeste bonaerense de aquella época a partir de la incorporación de la playa como

recurso cultural.

En trabajos anteriores estos primeros pueblos balnearios de la costa han sido

presentados como los primitivos exponentes de un nuevo modelo de urbanización

definido a partir de una recién surgida relación entre la sociedad y la naturaleza y

entre el imaginario y el territorio3 (figs.1, 2, 3 y 4). Como resultado de estas nuevas

1 El presente trabajo está basado en la ponencia presentada en el Encuentro Internacional Historia de la Ciudad, la Arquitectura y el Arte. Celebración del Cincuentenario del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Universidad Nacional de Buenos Aires, 30-31 de octubre y 1° de noviembre de 1996. En esta versión se han introducido pequeños cambios relativos al encuadramiento del tema, se ha ampliado el material fotográfico y se ha actualizado la bibliografía. 2 Integrante del Centro de Estudios Históricos Arquitectónico Urbanos (CEHAU), Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño Industrial, Universidad Nacional de Mar del Plata. 3 Los trabajos a los que me refiero (de mi autoría) son los siguientes: Las raíces ocultas. Mar del Plata y el problema de la creación de los pueblos balnearios del sudeste bonaerense a fines del siglo XIX, en: E A. CACOPARDO (ED.), “Mar del Plata, ciudad e historia”, Buenos Aires, Alianza, 1997; El proceso de construcción del territorio de la costa y el nacimiento de Mar del Plata, en: F. A. CACOPARDO (En.), “¿Qué hacer con la extensión? Mar del Plata, ciudad y territorio. Siglos XIX y XIX”, Buenos Aires, Alianza, 2001; Entre el trigo y la espuma. Mar del Plata y el problema de la creación de los pueblos balnearios del sudeste bonaerense a fines del siglo XIX, Mar del Plata, UNMdP, 2002.

E

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150

articulaciones la playa ya no es vista solamente como un nuevo recurso natural sino

también cultural. Como nuevo recurso cultural, la playa se convirtió en un

escenario natural que a partir de la adopción de nuevas costumbres, como la

contemplación y el baño de mar, generó nuevas tendencias de sociabilidad que, a

medida que se fueron haciendo más elaboradas, requirieron de espacios y

escenarios construidos adecuados para su desarrollo.4

El papel de la playa como recurso natural y cultural y las nuevas prácticas de

sociabilidad relacionadas tuvieron como resultado la aparición de soportes

materiales de la vida social especializados y muy importantes en estos

asentamientos, principalmente equipamientos de servicios (como los hoteles, los

clubes, etcétera) y espacios públicos (como las ramblas, los balnearios, plazas,

parques y paseos).

En la línea de estas consideraciones el objetivo de este trabajo es dar un

primer paso en el estudio de uno de estos soportes materiales, los hoteles,

aplicando un enfoque que intenta relacionarlos con un contexto integrado por el

territorio y su organización político-administrativa, la producción del espacio

urbano, las configuraciones y redes sociales existentes y los procesos socio-

económicos que actuaron como factores condicionantes a escala nacional,

provincial, local e incluso internacional.5

LOS PRIMEROS HOTELES DE LA COSTA A FINES DEL SIGLO XIX

Cuando el Ferrocarril del Sud llegó por primera vez a Mar del Plata, en enero

de 1886, los primeros veraneantes contaban ya con una oferta hotelera muy grande.

4 La sociabilidad ha sido definida como un ...sistema de relaciones que confrontan a los individuos entre ellos o que los reagrupa en grupos más o menos naturales, más o menos forzosos, más o menos estables, más o menos numerosos. Véase: MAURICE AGULHON, Les associations depuis le debut du siècle, en: MAURICE AGULHON y ARYVONNE BODIGUEL, “Les associations au village”, Paris, 1981, p. 11. Uno de los méritos de los aportes del historiador Maurice Agulhon ha sido el de presentar a la sociabilidad como una “categoría histórica” Véase: MAURICE AGULHON, La sociabilidad como categoría histórica, en: AA.VV, “Formas de sociabilidad en Chile, 1840-1940”, Fundación Góngora, Santiago de Chile, 1992, pp. 1-10. Los aportes de este historiador han precisado esta noción de manera cronológica, geográfica y temática. 5 Para una mayor información sobre detalles puntuales de la historia urbana de Mar del Plata, Miramar, Mar del Sud y Boulevard Atlántico, véanse los trabajos de mi autovía citados en la nota 3.

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Entre ellos, el más famoso y cercano a la costa era el Grand Hotel, un amplio

edificio de 110 habitaciones que ocupaba una manzana frente al mar, y que había

sido construido por iniciativa del pionero de las pampas Pedro Luro, a partir de la

promesa de la llegada del “camino de hierro” que el gobernador de la Provincia de

Bs. As., Dardo Rocha, realizara en su primera visita al pueblo tres arios antes (fig. 9).

Este hotel surgió a partir de una serie de reformas en las construcciones

preexistentes en la manzana: la Casa Amueblada, la fonda La Marina y el almacén

La Proveedora, todas propiedades de Luro, quien en un principio puso a su cargo a

Julio P. Celesia y al francés Félix Menvielle.6

Con la puesta en valor de las playas, el tren y el espacioso hotel (figs. .5 y 6), al

cual se agregaban otros más pequeños,7 Mar del Plata ya contaba con un conjunto

de equipamientos indispensables para convertirse en el primer pueblo balneario de

la República Argentina. Sin embargo, las estrategias de distinción de la clase alta

argentina que afluía a las playas marplatenses, hicieron que se inaugurara, a

principios de 1888, otro establecimiento mucho más lujoso y afín con las

costumbres de la clase alta argentina, el Hotel Bristol (figs.10, 11, 12, 13, 14).8

Al agregarse a los hoteles y al ferrocarril, las primeras ramblas de madera

(llamadas sucesivamente Primitiva y Pellegrini),9 se constituyó el armazón de

6 Hacia fines de 1887, Julio P. Celesia se desempeñaba además como administrador de los bienes de Pedro Luro en Mar del Plata. A Félix Menvielle se le atribuye la construcción de la primera rambla. 7 También en el primer número de El Bañista (el primer semanario marplatense creado por Justo S. López de Gomara), aparecido el 8 de diciembre de 1887, se mencionan, además del Grand Hotel de Julio P. Celesia y el Hotel Bristol Sociedad Anónima, los siguientes establecimientos: Grand Hotel Nacional, de Josefa H. de Calvo; Hotel del Progreso, de Miguel Urrutia; Hotel Unión Vascongada, de Lorenzo Echeverría; Hotel de la Amistad, de Pedro Urrutia; Hotel del Globo, de Hilana Calvo; Hotel Alemán, de Augusto Cilander, y Hotel de Roma, de Fortunato Pierini. También se mencionan varias fondas (Fonda del Huevo, Fonda de Cabrer). Lamentablemente, se desconocen las características de estos establecimientos. 8 Este hotel, de tres plantas y 67 habitaciones, fue un proyecto de José Luro, el tercero de los hijos del pionero, y tardó tan sólo un año en ser construido; las obras se iniciaron después del mes de abril de 1887, cuando la Sociedad Anónima Bristol Center estuvo conformada. El funcionamiento del ferrocarril, facilitó el transporte de los materiales requeridos. Fue inaugurado el domingo 8 de enero de 1888 con un gran banquete al que asistieron 100 invitados. Entre ellos se encontraba el vicepresidente de la Nación, Carlos Pellegrini, el gobernador de la provincia, Bartolomé Mitre, Adolfo Dávila, Manuel Láinez, Justo S. López de Gomara, algunos ministros, periodistas, y hasta el hijo del Zar Alejandro III. 9 En la zona de la playa Bristol se instalaron, a partir de la llegada del ferrocarril cinco ramblas, tres de madera (denominadas Primitiva, circa 1886; Pellegrini, 1890, y Lasalle construida después del incendio que, el 8 de noviembre de 1905, destruyó la rambla de madera anterior) y dos de material (Bristol, 1913, y la actualmente existente, 1944). Véase ROBERTO O. COVA, ROBERTO FERNÁNDEZ, y SUSANA LÓPEZ MERINO, Las viejas rambla de Mar del Plata, Buenos Aires, Fundación Banco de Boston, 1990. Coya señala que la iniciativa de la construcción de la primera rambla (denominada como Primitiva se atribuye al gerente del Grand Hotel, Félix Menvielle. Esta consistía en un balneario de madera situado en la actual playa Bristol que fue destruido por un temporal en septiembre de 1890.

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soportes materiales que caracterizarían la identidad básica de los balnearios de esta

época haciendo posible, en estos nuevos espacios y escenarios, prácticas de

sociabilidad cada vez más elaboradas y afines con las costumbres de los sectores

sociales a los que pertenecían los veraneantes (figs.7 y 8).

El nuevo modelo de urbanización surgido en Mar del Plata fue el que se quiso

reproducir en los proyectos de pueblos balnearios vecinos que, con pocos años de

diferencia, fueron intentando definir una identidad propia dentro de los rasgos

esenciales del nuevo resort marplatense, los que le habían permitido emanciparse

rápidamente del perfil de un pueblo ligado exclusivamente a las actividades

agropecuarias al convertirse en el primer pueblo balneario del sudeste atlántico de

la Provincia de Buenos Aires.

Si se compara el Grand Hotel 10 con su estilo “pampeano” y el Hotel Bristol

(figs. 9, 10, 11, 12, 13, 14) con su estilo de chalet inglés se puede comprender que los

pocos años que pasaron entre 1886 y 1888 indican vertiginosos cambios en las

prácticas de consumo de la playa como recurso cultural, que en este caso se reflejan

no sólo en la arquitectura y en los nuevos materiales utilizados sino también en las

estrategias de distinción social.11

Un párrafo aparte merece el malogrado hotel Saint James (también llamado

popularmente Hotel de los Ingleses), el que de haberse finalizado hubiera sido uno

de los hoteles más lujosos de América del Sur (figs. 20, 21, 22). No existe

coincidencia en cuanto a la fecha en que comenzó a construirse, pues algunos,

Antes del siguiente verano, el doctor Carlos Pellegrini organizó la construcción de otra rambla de madera (bautizada con su nombre por los veraneantes) que, en esta oportunidad, contaba con una plataforma de madera de cinco metros de ancho suspendida sobre la arena por pilotes sobre los que se apoyaba. Véase: ROBERTO. O. COYA, Mar del Plata. Las antiguas ramblas de la playa Bristol, en: “DANA Documentos de Arquitectura Nacional y Americana”, Resistencia, 1980. 10 Sobre el Grand Hotel pueden encontrarse más datos en mis artículos: Notas sobre la historia de la cultura material de Mar del Plata a partir de una fotografía de fines del siglo XIX inciertamente fechada, en: “I+A. Investigación + Acción”, Año 5, N° 6, 1999-2000, pp. 61-67, FAUD, UNMdP) y La “descripción densa” (thick description) y sus relaciones con otras ciencias sociales, en: “Revista Geográfica” N° 124, enero-diciembre 1998, México DF, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, pp. 117-140. 11 Sobre el tema de las estrategias de distinción social, ver PIERRE BOURDIEU, La distinción. Criterios y bases del gusto, Madrid, Taurus, 1991. Sobre principios del siglo XX en Mar del Plata, ver ELISA PASTORIZA, Notas sobre el veraneo marplatense en los albores del siglo: un capítulo “indeclinable” de la alta sociedad porteña, en: FERNANDO A. CACOPARDO, “Mar del Plata, ciudad e historia”, Buenos Aires, Alianza, 1997. En este mismo libro y del mismo Cacopardo, ver Aspectos materiales de una Mar del Plata “apócrifa”. Conflictos, representaciones y prácticas en el proceso de formalización de las riberas entre 1890 y 1939.

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como Alió, sostienen que la obra quedó paralizada en 1888, lo cual indicaría que

fue un proyecto que se gestó al mismo tiempo que el Hotel Bristol. Otros, como

Coya, sostienen que es posterior y que las obras quedaron detenidas en 1890. En

todo caso, fue un proyecto de fines del siglo XIX.

Estaba situado en la Playa de los Ingleses (entre Punta Piedras y el Cabo

Corrientes) en la parte alta de la loma, y se reconoce como su propietario a Santiago

Gaham, quien estaba en sociedad con Thomas Duggan y Duarte Carrés. Los

historiadores de Mar del Plata señalan que la obra fracasó por complicaciones

económicas del propietario y debido a problemas en la escritura del terreno donde

este fue construido. Los trabajos de construcción fueron abandonados cuando

faltaba poco para su finalización y la obra sin terminar persistió en el lugar por

varias décadas y fue fotografiada profusamente. Pero es posible describir las causas

de este fracaso desde otro ángulo, diciendo que fue un proyecto ligado a intereses

de una configuración social distinta a la que regía el destino de Mar del Plata y, por

consiguiente, sin el amplio e imprescindible apoyo de las autoridades nacionales y

provinciales.

Los hoteles siguieron jugando un importante papel en el intento de fundación

de centros balnearios. La primera obra arquitectónica comenzada sobre el trazado

del malogrado proyecto de pueblo balneario de Mar del Sud también fue un hotel,

cuya construcción iniciada hacia 1886 o 1887 se supone abandonada debido a la

aprobación, en 1888 de Miramar, otro pueblo balneario cercano a Mar del Plata

cuyos trámites de fundación fueron agilizados por contar con el apoyo de las clases

dirigentes de la época.

Contamos con algunas fotografías (Fig.15, 16, 17) de este edificio para Mar del

Sud, que probablemente fueron tomadas en 1915 y que, afortunadamente, nos

permiten conocer algunos aspectos de esta obra ya desaparecida, como sus grandes

dimensiones y algunos detalles constructivos, como el pórtico (fig.17) que inducen a

pensar que se trataba de un proyecto de elevado nivel constructivo e ideado por un

buen arquitecto o algún idóneo experimentado.

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En el caso de Miramar, nos encontramos tal vez con el caso de arquitectura

hotelera más modesto. Se trata del Hotel Argentino12 el cual probablemente

comenzó a funcionar, sin poder precisar el año exacto, durante la última década del

siglo XIX. Inicialmente fue propiedad de los hermanos Luis Julián y José María

Dupuy y Ayos. A pesar de su cercanía a Mar del Plata (que, distante a sólo 50 km,

ya contaba con algunos establecimientos), factores tales como el mal estado de los

caminos y los trámites iniciados para la llegada del ferrocarril (que se postergó hasta

1911, fecha a partir de la cual el balneario comenzó a ser más visitado), hicieron

necesaria la construcción de este hotel para disponer de mínimas comodidades para

recibir veraneantes carentes de su propia residencia de verano. Por eso, hasta la

llegada del ferrocarril, Miramar fue un balneario frecuentado por aquellos que

podían alojarse en sus propias casas de veraneo. De todos modos, el Hotel

Argentino no conservó durante mucho tiempo sus características originales pues

sufrió continuas modificaciones, incluso su nombre fue reemplazado por el de

Hotel Miramar en 1912.

El último hotel importante de la costa, el Hotel Boulevard Atlántico, (figs.18,

19) fue construido en otro de los fallidos intentos de creación de un pueblo

balneario de envergadura, la localidad homónima.13 Existe mucho de leyenda sobre

este edificio, fundamentalmente pretendiendo que su construcción data de la

década de 1870, argumento que no resiste una investigación seria. Se desconoce

casi toda su historia, no existen planos originales y no ha sido posible averiguar si

en su diseño o en su construcción participó algún arquitecto. En realidad, se

comenzó a edificar en 1890 por iniciativa del Banco Constructor de La Plata, pero

las obras quedaron sin finalizar pues debido a la crisis económica de dicha década,

el banco transfirió ese mismo año todas las fracciones que poseía, incluso la del

hotel, a la Compañía Argentina del Riachuelo (probablemente otra empresa de la

12 Se carece de fotografías y planos de este hotel. Se ha afirmado, sin aportar pruebas de ello, que el Hotel Argentino, comenzó a funcionar en 1890. 13 En la actualidad, lo que se denomina popularmente como “Mar del Sud” es en realidad la localidad de Boulevard Atlántico (véase fig. 4), donde se encuentra el Hotel que lleva el mismo nombre. En cambio, la localidad de Mar del Sud se encuentra del otro lado del arroyo La Carolina, en dirección a Miramar, pero no es una asentamiento “real” sino sólo un trazado con escasas parcelas edificadas (véase fig. 2).

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familia o del grupo Schweitzer). Poco después, el 3 de octubre de 1891 el suegro de

Schweitzer, Tomás Dermott, adquirió la propiedad de las fracciones de la manzana

donde se encontraba el hotel. Probablemente el responsable de la obra haya sido

(aunque no existen pruebas de ello) el arquitecto alemán, radicado en Buenos Aires,

Adolfo Büttner. Dicha suposición obedece tanto a que Büttner era accionista del

Banco Constructor como asimismo a ciertas semejanzas entre el Hotel y la Casa de

Justicia de la Plata (1885) cuyo diseño y dirección de obras fueron realizados por

este arquitecto germano. Después de numerosas vicisitudes el hotel pudo ser

finalizado y habilitado hacia la década de 1920.14

La obra todavía se mantiene en pie a pesar de su avanzado estado de dete-

rioro, pero presenta numerosas modificaciones, ampliaciones y agregados, que han

desfigurado los rasgos del proyecto original si es que alguna vez lo tuvo.

PUEBLOS BALNEARIOS, CONFIGURACIONES SOCIALES Y

REDES DE PARENTESCO

Para ubicarse en un contexto de investigación de la arquitectura de la playa y

de los primeros hoteles de la costa atlántica bonaerense, debe preguntarse cómo

surgieron estos establecimientos y cuál era el papel que tenían en los pueblos

bonaerenses de fines del siglo XIX.

En principio, es preciso establecer que, en gran parte, esos primeros pueblos

balnearios fueron empresas económicas de carácter familiar, en las cuales las

relaciones de parentesco y de poder con actores sociales pertenecientes a las clases

altas y dirigenciales tuvieron una gran importancia. En otras palabras, podemos

decir que el parentesco y el poder han actuado como factores aglutinantes de redes

y configuraciones sociales.15

14 Sobre el Hotel Boulevard Atlántico pueden encontrarse más datos en mi libro: Entre el trigo y la espuma. Mar del Plata y el problema de la creación de los primeros pueblos balnearios de la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires, Mar del Plata, CEHAU, FAUD, UNMdP, 2002. 15 El principal referente de la noción de configuración social es Norbert Elías, por ejemplo su trabajo Hacia una teoría de los procesos sociales (en NORBERT ELÍAS, La civilización de los padres y otros ensayos, Santa Fe de Bogotá,

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En el caso de Mar del Plata, el Grand Hotel estuvo vinculado a las actividades

comerciales de Pedro Luro y sus redes familiares, las que también estuvieron

presentes en el caso del Hotel Bristol, ya que su hijo José Luro fue el presidente de

la sociedad anónima propietaria. Las actividades de esta configuración social no

pueden ser vistas independientemente de su interés por el progreso de Mar del

Plata, del cual resultaron numerosas intervenciones arquitectónico-urbanísticas

afines con sus formas de sociabilidad y sus estrategias de distinción.16

Se sabe que Miramar (o Mira Mar, como fue bautizado originalmente),

segundo pueblo balneario del sudeste de la costa atlántica bonaerense, fundado en

tierras privadas al igual que Mar del Plata, fue creado con posterioridad a esta

última ciudad, aunque algunos sostienen que Mar del Sud y Boulevard Atlántico

fueron experiencias anteriores; pero se trata de una hipótesis para la cual jamás se

han presentado evidencias convincentes.

En un telegrama del 30 de octubre de 1887, enviado por Fortunato De la

Plaza a su cuñado José María Dupuy, leemos el siguiente párrafo: Aclare bien todo

para que no vayamos a tener alguna dificultad en la venta de terrenos sin estar declarado pueblo.

El fundador de Miramar hacía este llamado de atención a Dupuy quien se

encontraba en La Plata llevando a cabo las tramitaciones para la aprobación de la

traza del nuevo ejido. Obviamente, el texto indica que en aquel momento los lotes

ya se estaban vendiendo, contraviniendo las reglamentaciones vigentes, pues aun no

existía la aprobación del nuevo pueblo.

De hecho, el establecimiento agropecuario de Fortunato De la Plaza estaba a

punto de ser puesto en venta debido a sus escasas utilidades, cuando su yerno lo

convenció para convertir los terrenos de “El Saboyardo” en un pueblo balneario

cercano a Mar del Plata.

Norma, 1998). Puede verse una aplicación de este concepto en mi trabajo ya citado El proceso de construcción del territorio de la costa y el nacimiento de Mar del Plata. Sobre el concepto de redes de parentesco, pueden mencionarse como referentes los trabajos de ZACARÍAS MOUTOKIAS, en particular El concepto de redes en Historia Social: un instrumento de análisis de la acción colectiva. Una reciente aplicación de este concepto a la historia rural rioplatense es JOSÉ MATEO, Población, parentesco y red social en la frontera. Lobos (provincia de Buenos Aires) en el siglo XIX. Mar del Plata, UNMdP, Departamento de Servicios Gráficos, 2001. 16 Mi trabajo ya citado, El proceso de construcción del territorio de la costa y el nacimiento de Mar del Plata, realiza algunos aportes sobre el papel de las configuraciones sociales en el proceso de producción del espacio urbano en Mar del Plata.

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Años más tarde, Dupuy relató así el surgimiento de esta idea a un co-

rresponsal del diario La Prensa: Al frente de la casa de comercio que me había dejado mi

padre (un almacén de ramos generales), próxima a “El Saboyardo”, hacía yo visitas casi diarias

al campo de mi cuñado, a la vez que con frecuencia iba a Mar del Plata, cuyos adelantos seguía

paso a paso, interesado por sus transformaciones extraordinarias. La visión del progreso,

siempre creciente en aquella localidad, y el conocimiento que de este lugar tenía, me

sugirieron muchas veces la idea de fundar un pueblo balneario. Conocía palmo a

palmo esta playa, veía las barrancas a pocos metros de la orilla, permitiendo la

edificación de construcciones acariciadas por el aire sano del océano, y “preví que sólo el

buen éxito podía acompañar a quien acometiera tal empresa” (La Prensa, 31/1/1926. El

encomillado es mío: J.M.M.).

¿Cuáles fueron los factores condicionantes que hicieron posible el éxito de

este proyecto? En efecto, no bastaba con disponer de los terrenos frente al mar

sino también implementar toda una estrategia necesaria para la fundación de un

pueblo balneario como así también tener el poder necesario para vencer los

obstáculos que irían surgiendo.

Así que si en Dupuy se encarnó la idea de la fundación, el saber técnico

provino del ingeniero Rómulo Otamendi17, y el hacendado, funcionario y político

Fortunato De la Plaza colaboró movilizando el poder18, un poder esencialmente

político y no económico, lo que más tarde traería sus dificultades.

Por ejemplo, las frecuentes visitas que el joven Dupuy realizaba a Mar del

Plata, a través de las cuales verificaba los progresos que experimentaba aquel

pueblo, estaban ligadas a diversos trámites y visitas que hacía a su hermana Leonor

desposada con Fortunato De la Plaza quien tuvo un activo desempeño en la vida 17 Véanse los datos biográficos de Rómulo Otamendi en mis trabajos Las raíces ocultas. Mar del Plata y el problema de la creación de los pueblos balnearios del sudeste bonaerense a fines del siglo XIX, en: F. A. CACOPARDO (F.o.), “Mar del Plata, ciudad e historia”, Buenos Aires, Alianza, 1997; y en Entre el trigo y la espuma. Mar del Plata y el problema de la creación de los pueblos balnearios del sudeste bonaerense a fines del siglo XIX, Mar del Plata, UNMdP, 2002. 18 Lo cual queda demostrado por la celeridad con que fue tramitado el expediente de la fundación de Miramar: el 22 de agosto de 1888 se solicita la aprobación de la traza propuesta y el 20 de septiembre se obtiene la aprobación oficial de la solicitud. Más tarde, el primero de septiembre de 1890, se solicita la creación del Partido de General Alvarado a expensas de la jurisdicción del Partido de Pueyrredón. Las autoridades de este último no se oponen al pedido (tal vez porque en esos momentos el Intendente de Mar del Plata era el mismo Fortunato De la Plaza) y, finalmente, el 29 de septiembre de 1891 se sanciona la ley de creación del nuevo partido. Véanse los datos biográficos de Fortunato De la Plaza en mis trabajos citados en la nota 17.

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pública del resort marplatense en el cargo de Juez de Paz (desde 1885) e Intendente

(1888 y 1889).

En esta línea, no se puede evitar que, al profundizar en la génesis de los

primeros pueblos balnearios, estos se nos presenten como verdaderas “empresas

familiares”. Esta es la impresión que se tiene, algo atenuada, para el caso de Mar del

Plata, debido a la existencia de muchos más intereses en juego y a la presencia de

las familias Peralta Ramos y Luro. Esta característica, que también se observa en los

fallidos intentos de Mar del Sud y Boulevard Atlántico y con el papel de los

Otamendi y los Schweitzer respectivamente,19 finalmente se ve confirmada en el

caso de Miramar con el papel de las familias Dupuy y Otamendi y de sus relaciones

de parentesco.

Hasta ahora sólo se ha reparado en algunos personajes aislados como José

María Dupuy, el cuñado de Fortunato De la Plaza y “padre intelectual” de la idea

de creación de Miramar; también se ha mencionando a su vez a una de sus

hermanas así como la actuación del Ingeniero Rómulo Otamendi. Esto da una

imagen fragmentaria del papel de las configuraciones sociales y las redes de

parentesco. Sin embargo es posible atar los cabos sueltos al consultar el árbol

19 Sobre el enfoque de las redes sociales, véase el libro de JOSÉ MATEO, Población, parentesco y red social en la frontera. Lobos (provincia de Buenos Aires) en el siglo XIX. Mar del Plata, UNMdP, FAHU, Departamento de Historia, GIHRR, 2001. En mi tesis de maestría, Más alía de la ciudad del actor y el sistema. Repensando el proceso de producción del espacio urbano a partir de los aportes de Norbert Elías, FLACSO, 2001, he utilizado el enfoque de las configuraciones sociales.

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genealógico de la familia Dupuy,20 fuente que brinda otra perspectiva para captar

un estrato más profundo en la comprensión del origen de estos pueblos.

De hecho, entre los Dupuy y los Otamendi existían interesantes relaciones de

parentesco desde 1820 y 1844. En efecto, en 1820 José Sinforiano Dupuy y Patrón

contrae matrimonio con su prima Indalecia Morel y Dupuy naciendo de esta unión

diez hijos. Entre ellos, una hija, María Indalecia Dupuy y Morel contrae nupcias

con un hermano del Ingeniero Rómulo Otamendi Borches, llamado Adolfo, en el

año 1844. Este enviuda y vuelve a casarse con su cuñada, María de las Nieves

Dominga Cayetana del Corazón de Jesús Otamendi y Borches.

La influencia de los Dupuy y Morel en la zona de Balcarce y Lobería comienza

hacia 1870 con la presencia en esta zona de otros dos de esos diez hermanos: el

primogénito, José Julián Ignacio Dupuy y Morel (quién actuó como uno de los

primeros pioneros desarrollando actividades agropecuarias, comerciales y, por

último, como Presidente del Concejo Deliberante y Juez de Menores de Miramar,

en 1892) y el segundo hijo Luis José Vicente Dupuy y Morel (socio de su hermano

y Juez de Paz de Balcarce en 1868, casado desde 1857 con Leonor Teodolina

Ayos).

De este enlace nacieron nueve hijos. Entre ellos merecen nuestra atención los

siguientes: el primero, nacido en Quilmes el 12 de abril de 1858, José María del

Corazón de Jesús Dupuy y Ayos; la tercera, Leonor de la Invención de la Cruz

Dupuy y Ayos, nacida en Quilmes el 3 de mayo de 1861; el cuarto, nacido en

Quilmes el 28 de enero de 1863; Luis Julián Dupuy y Ayos; y la quinta, Claudia de

las Nieves Dupuy y Ayos, nacida en Quilmes el 30 de octubre de 1864.

Para este trabajo, estos miembros de la familia Dupuy revisten especial

importancia por los vínculos matrimoniales que establecieron y por su papel en la

fundación de Miramar. Así, José María Dupuy, no sólo se destacó por su papel en

la creación intelectual del nuevo pueblo balneario, sino que además llevó a cabo los

20 Véase JOAQUÍN AMADEO LASTRA y GERVASIO DI CÉSARE, DUPUY. Una familia de arraigo en Buenos Aires, Quilmes y Miramar, en: “Genealogía. Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas”, Año L, N° 24, Buenos Aires, 1991.

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trámites referentes a la fundación y luego el amojonamiento de los terrenos. Y

probablemente fue a través de él que fue convocado el ingeniero Rómulo

Otamendi. Esta hipótesis obedece al hecho de que Dupuy estaba casado desde

1880 con Petrona Otamendi, una sobrina del mencionado ingeniero (hija de su

hermano Federico). Una vez fundada Miramar, se desempeñó como Juez de Paz y

Presidente del Concejo Escolar de Miramar y también como Agrimensor

Municipal.

Por su parte, su hermana Leonor estaba casada con Fortunato De la Plaza, y

Claudia con otro sobrino del ingeniero Rómulo Otamendi (hijo de su hermano

Federico). Por último, Luis Julián Dupuy y Ayos, quien administró la estancia El

Saboyardo, propiedad de su cuñado, tuvo desde 1884 en propiedad y en sociedad

con su hermano José María, el Hotel Argentino y, finalmente, desempeñó distintos

cargos en el gobierno local de la ciudad (Juez de Paz, miembro y presidente del

Concejo Deliberante y Secretario Municipal).

Todas estas relaciones de parentesco entre los Dupuy y los Otamendi

desplegadas en el escenario que fue Miramar y las zonas de campaña vecinas, son lo

que nos hacen pensar en este pueblo como en una “empresa ligada a intereses

familiares”.

Aparte de esta red de relaciones familiares también existió otra red que incluía

a funcionarios y políticos en distintos cargos del gobierno provincial. Esta fue

imprescindible para llevar a cabo este arriesgado proyecto, demasiado cerca

cronológica y espacialmente de Mar del Plata, pero efectivamente incluido dentro

de los intereses de la misma configuración social.

En efecto, parece verosímil que la transformación de la tierra rural en pueblos

balnearios haya actuado como interés aglutinante de configuraciones sociales otrora

separados por aquellas ideologías políticas que habían fragmentado la vida política y

social del país, es decir el federalismo y el unitarismo. Por ejemplo, Patricio Peralta

Ramos se había radicado en esta remota zona de la campaña bonaerense como

consecuencia de la caída de Rosas. Pero desde muchos años antes se encontraban

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aquí familias como los Dupuy y los Otamendi, ligados al pensamiento unitario,

quienes habían tenido que huir de Buenos Aires para poner a salvo su vida.

Volviendo al relato de José María Dupuy, tenemos que prestar atención en él

a la referencia al progreso de Mar del Plata y a la puesta en valor de las playas y de

“el aire sano del océano”, lo cual nos presente un indicio de que para 1887 ya

habían comenzado a difundirse las significaciones imaginarias ligadas al nuevo

modelo de urbanización.

De hecho el reconocimiento explícito al éxito de Mar del Plata se observa

incluso en el propio trazado original donde podemos observar que la avenida

principal de Miramar se llama Mar del Plata, hecho repetido en el caso del trazado

de Boulevard Atlántico.

El éxito de la fundación de Miramar puede explicarse por el papel propulsor

de Fortunato De la Plaza, su constante y hábil vinculación a altos cargos y

personajes políticos, así como también al planteo de un pueblo que intentó

conservar un perfil de gemëinschaft, de modo de actuar como complemento y

alternativa de la nervenleben de Mar del Plata.21

Pero Miramar nunca llegó a ser, como Mar del Plata, el proyecto de la élite

gobernante ni de la alta sociedad. Surgió y sobrevivió gracias a su cercanía al pueblo

que sí lo era. Su viabilidad provino de empeñarse en conservar los límites que la

cercana, elegante y cosmopolita ciudad le imponía silenciosa pero eficazmente.

Sin embargo, pueden identificarse diferencias con respecto al surgimiento de

Mar del Plata. Entre ellas cabe destacar que Miramar no pasó por un proceso de

transición urbana. Por el contrario, este nuevo pueblo se define y traza desde un

principio como pueblo balneario. En otras palabras, previo a él no existió ningún

poblado de campaña que se transforme paulatinamente en otro tipo de

asentamiento. Previo a Miramar sólo había campos que no rendían.

Un rasgo en común con Mar del Plata (y con el resto de los asentamientos que

21 Estos dos términos, extraídos de la sociología clásica y forjados por Tónnies y Simmel, respectivamente, se utilizan para expresar dos características intrínsecas de Miramar y Mar del Plata: la vida cotidiana tranquila como en las comunidades rurales, típica de Miramar, y la vida agitada de las metrópolis y grandes ciudades que en verano era experimentada en Mar del Plata.

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materializan el nuevo modelo de urbanización), es el hecho de que Miramar

también se fundó sobre tierras privadas, al igual que Mar del Sud, Boulevard

Atlántico, Quequén y Necochea. Este rasgo puede leerse como una transformación

de la fuente de la renta de la clase terrateniente del sudeste de la Provincia de

Buenos Aires. Asimismo, otro rasgo que se repite tomando como origen a Mar del

Plata, es el reclamo que hará cada nuevo pueblo balneario para convertirse en la

cabecera de su propio partido, un detalle importante de la estrategia económica de

este modelo de urbanización.

Pero el pueblo de Fortunato De la Plaza también se enfrentó a problemas que

bien podrían haber malogrado al proyecto. Estas dificultades también pueden

tomarse como comunes amenazas a la nueva forma urbana.

En primer término se cuenta el fracaso de las gestiones iniciales emprendidas

por el fundador de Miramar para obtener la llegada del ferrocarril. Tramitadas a

partir de 1889, cuando la firma Fortunato De la Plaza y Cía. solicita una concesión

para explotar una vía férrea entre Miramar y Mar del Plata, la llegada del tren recién

se concretará en 1911.

Luego, tenemos que añadir conflictos derivados de la venta de tierras y el

rechazo de los terratenientes vecinos, ya que estos últimos a veces no veían con

agrado la proliferación de pueblos.22

Por ejemplo, De la Plaza vende a la Sociedad de Fomento Territorial, una

sociedad anónima dedicada a la venta de tierras (negocio pujante hasta 1890) 2639

ha para ser revendidas en pequeñas fracciones fomentando la agricultura en torno

del nuevo pueblo. Sin embargo, la superficie total será comprada por Benjamín

Martínez de Hoz para formar la estancia Santa Elena.

De este modo el nuevo pueblo balneario quedó en estrecha dependencia de la

actividad balnearia, en adelante la única fuente de sus ingresos pero, a la vez, origen

22 Como sucedió también en el caso de los repetidos y fracasados intentos para fundar el pueblo de Lobería/Quequén a causa de la sistemática obstrucción llevada a cabo por “el señor Manuel José de Guerrico, poderoso hacendado, prestigioso político, senador y miembro de importantes comisiones de carácter oficial [que] tenía una influencia avasalladora en las esferas gubernamentales” (véase SUÁREZ GARCÍA, Historia del Partido de Bobería. Buenos Aires, Librería Alsina, Tomo II, 1949 p. 18).

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de su fragilidad económica y problemas sociales23.

En síntesis, la creación de Miramar demostraba que, finalmente, el imaginario

social había incorporado al nuevo modelo de urbanización. Ya eran parte del

pasado, los tiempos en los cuales la costa era percibida como un territorio

inhabitable o un lugar para emplazar puertos. Ahora, las playas sobre el Atlántico se

habían convertido en una atrayente fuente de ganancias, en un recurso cultural y en

un escenario natural para la sociabilidad.

Pero la puesta en valor de esta zona de la provincia no era una operación fácil

de realizar, como lo hacía pensar el caso de Mar del Plata, verdadero escenario de la

modernidad, del progreso y el gasto.

El nacimiento de Miramar, enfrentada a las dificultades que ya hemos

indicado, sólo había sobrevivido gracias al poder político de su fundador. Pero a

partir de este momento, las posibilidades de surgimiento de nuevos pueblos

balnearios se reducirían considerablemente como resultado de distintos factores

como los nuevos intereses ligados a Mar del Plata y Miramar y las periódicas crisis

de la economía argentina.

El nuevo modelo de urbanización que demostraba a la vez ser un negocio

redituable y una nueva propuesta cultural de aceptación generalizada, también

manifestaba su fragilidad ante la falta de apoyo oficial, ante la ausencia de

importantes propulsores, ante la ineficacia de las empresas inmobiliarias y

sociedades anónimas que los creaban y promovían: en suma, ante un factor común,

la ausencia de capitales encargados de dar vida y continuidad a estos nuevos

pueblos surgidos de la nada.

Actuando también en sentido negativo para el surgimiento y fortalecimiento

de este tipo de asentamientos, habrá que contar a las crisis económicas del país, en

23 No sabemos si se trató de una “traición” de dicha Sociedad Anónima al fundador de Mira Mar o si esta venta formaba parte de los planes originales de Fortunato De la Plaza en este caso tal vez podría haber sido accionista de la Sociedad de Fomento Territorial. Lo que sí podemos sospechar es que la creación de pueblos balnearios implicaba una fractura y una fuente de conflictos al interior de la clase terrateniente del SE de la provincia de Buenos Aires, de hecho ...muchos hacendados temen más la proximidad de un pueblo que una epidemia, porque ésta pasa y aquellos quedan. (P. H.) Randle, citado por Freitas, Historia dibujada de mi pueblo. Quequén-Necochea., Honorable Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires, s/l, s/e, 1992, p. 67).

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particular a la de 1890.

Tomemos el caso de Mar del Sud y Boulevard Atlántico, dos malogrados

pueblos balnearios que se intentaron crear con un año de diferencia entre sí y

separados por el arroyo La Carolina a 15 kilómetros de Miramar.

Antes que nada es preciso rechazar la versión según la cual estos asentamientos

datan de 1883 y 1884 respectivamente.24 Por el contrario, los intentos de creación

datan de 1888 y 1889, pero sin que se lleve a cabo en ninguno de los dos casos

trámite alguno para ser declarados pueblos.

En 1887 o 1888, Fernando Julián Otamendi vende a una sociedad anónima

formada por Juan Bautista Otamendi, el ingeniero Rómulo Otamendi, el ingeniero

Santiago Baravino, el doctor Rafael Herrera Vegas, el coronel José María Calaza y

Julio Galona, sesenta hectáreas al norte del arroyo La Carolina con la finalidad de

fundar allí una gran ciudad balnearia.

De inmediato comienza la venta de los lotes y se construye un importante

hotel hoy desaparecido, (figs. 15, 16, 17) pero por razones que desconocemos el

proyecto es abandonado para siempre, tal vez por falta de fondos, problemas

legales por la venta anticipada de los terrenos o por las dificultades que iba

presentando la llegada del ferrocarril.

Por su parte, Fernando Julián Otamendi había efectuado el trazado para otro

futuro pueblo balneario a fundarse en los terrenos de su propiedad que se

encontraban rodeados por el arroyo ya mencionado y el arroyo Potrerillo de la

Tigra, adyacentes al fracasado proyecto de Mar del Sud.

Dibujado en 1889 por el agrimensor Eugenio Moy (quien había trabajado bajo

las órdenes del ingeniero Otamendi en las operaciones de mensura del ejido de 24 A partir de la venta de estas tierras (todavía sin amojonar) cuya escritura fue firmada el 23 de agosto de 1889, la promoción y la construcción de Boulevard 24. Dicha versión tiene su origen en una historia oral originada en un miembro de la rama de la familia Otamendi. Las fechas correspondientes a cada proyecto fueron hasta hace poco un auténtico misterio, el cual sólo pudo ser resuelto gracias a algunos documentos aportados por la familia Schweitzer, como la escritura de compra de tierras (1889) y el acta del juicio posesorio de 1929. Igualmente hay que criticar las fechas de “fundación” propuestas por Pascual y Massanet, 1889 y 1890, respectivamente (véase PASCUAL Y MASSANET, Miramar en el trigésimo aniversario de su iglesia 1891-30 de Noviembre-1921, Buenos Aires. Edición A. Pedemonte, 1921, pp. 79-83). Asimismo, nótese que es muy probable que el proyecto de Miramar haya surgido simultáneamente con el de Mar del Sud, lo cual llevaría a suponer cierta competencia entre ambos. Obviamente, en esta competencia ganó el proyecto de Fortunato De la Plaza. Esta hipótesis, no ha sido trabajada hasta ahora en lo que respecta al estudio del surgimiento de los primeros pueblos balnearios.

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Miramar), en este plano, del cual tenemos una copia realizada años después (1929),

llama la atención que el boulevard principal se llame Mar del Plata al igual que en el

plano original de Miramar.

Sin embargo, Fernando Julián Otamendi, también por razones desconocidas,

vende las tierras destinadas al nuevo pueblo balneario de Boulevard Atlántico con

los planos del ejido subdividido en manzanas, chacras y quintas, al poderoso Banco

Constructor de La Plata, una sociedad anónima creada y dirigida por Carlos

Mauricio Schweitzer, una importante figura de las finanzas, la Bolsa y el crédito

privado entre 1884 y 1892.25

En todo caso, el partido de Alvarado siempre hubiera sido “demasiado

pequeño” para albergar a dos pueblos balnearios en competencia. Atlántico quedó

bajo la responsabilidad de Schweitzer y del Banco Constructor.

La primera obra que se comienza a construir, indudablemente para valorizar

las tierras, es el importante hotel Boulevard Atlántico, el que todavía hoy existe con

modificaciones y agregados.

Pero Schweitzer también había utilizado otros medios de valorización, tal vez

indirectos, pero mucho más sutiles y adecuados a su habilidad como hombre de

negocios. El había anunciado que Boulevard Atlántico se distinguía por su

emplazamiento excepcional, pues se habían contratado especialmente a técnicos

alemanes para explorar toda la costa atlántica bonaerense y localizar las playas que

reunieran las mejores condiciones para una gran ciudad balnearia.26 Sin embargo, ni

hasta comienzos de 1892 ni hasta los primeros años de 1900 se realizará ninguna

gestión para declarar pueblo a esta localidad.

Desgraciadamente, este nuevo pueblo tampoco se hizo realidad, a pesar de las

ambiciones de Carlos Mauricio Schweitzer. Esta vez el nuevo fracaso se debió a la

grave crisis económica que nuestro país afrontó a partir de 1890.

En efecto, entre los años 1888 y 1891 el país se encontraba embarcado en una

25 Véanse los datos biográficos de Carlos Mauricio Schweitzer en mis trabajos citados en la nota 17. 26 Esta afirmación debe ser confrontada con el hecho de que Schweitzer adquirió los terrenos junto con un trazado; por lo tanto la mención de estos estudios parece más bien una forma de propaganda que un hecho real.

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escalada especulativa sin igual, donde la Bolsa y las inversiones inmobiliarias eran

las apuestas predilectas.27

Tal vez, la suerte corrida por el balneario hubiera sido distinta si el Banco

Constructor no hubiera sido llevado a la quiebra por la crisis. De hecho, Schweitzer

era un banquero bien relacionado y un financista respetado. Tampoco podemos

afirmar que el proyecto del pueblo Boulevard Atlántico fuera una mera

especulación inmobiliaria, sobre todo si reparamos en la primera inversión

efectuada, el gran hotel Boulevard Atlántico, que parece haber constituido la

vanguardia de un conjunto de inversiones programadas posteriores.28

Sin embargo, llama la atención el hecho de que este Banco jamás haya iniciado

tramitación alguna para la declaración de pueblo, así como también que se haya

desprendido de las tierras un año después, en 1890, fecha en que las transfirió a

otra sociedad anónima probablemente perteneciente al grupo familiar. No cabe

duda que se trató de un intento de fundación que no respetó las reglamentaciones

vigentes y omitió los trámites exigidos, exponiéndose a sanciones legales

(recordemos el telegrama citado al principio en el cual Fortunato De la Plaza

solicitaba prudencia a su cuñado). 27 En un informe de la Bolsa de Comercio (Ba Bolsa de Comercio en su Centenario, 1954) se señala que, en este período, ...La especulación en tierras alcanzó características más agudas que el movimiento bursátil, precisamente por la falta de control: se toleraron todas las inmoralidades, se sucedieron los loteos, los fraudes con barrios fraguados, las ventas de grandes extensiones de baldíos disfrazados con cuatro o cinco casas de madera. Luego el derrumbe de la propiedad inmobiliaria fue casi vertical y el descrédito más absoluto se apoderó de este tipo de transacciones. (citado por ANTONIO E. BRAILOVSKY, 1880-1892. Historia de las crisis argentinas. Un sacrificio inútil, Buenos Aires, Editorial de Belgrano.1982, p. 50). Por su parte, un importante protagonista de la época, Paul Groussac, describió así la situación que vivía la sociedad porteña en aquellos momentos (nótese que la referencia a las “obligaciones platenses” puede constituir una tácita referencia a la quiebra del Banco Constructor: Por parte del público, el delirio especulativo no había hecho sino recrudecer; bajo el pululamiento de flamantes establecimientos financieros o ensanchamiento de los antiguos, que, por esas aceras, abrían sus puertas de par en par a cualquier transeúnte. El antro del vértigo que vino a ser la Bolsa, en aquel tiempo, es necesario, para saberlo (y ¿qué filósofo soñador; qué anacoreta logró substraerse del todo a la atracción fascinadora?), haber seguido alguna vez las filas compactas que desde las 11 del día convergían al templo de Mammón, y asistido a la “rueda” bullidora y vocinglera en que los agiotistas a millares, de patente o intrusos, sudorientos, azogados, congestionados, barajaban a grito herido y con oscilaciones mareadoras los efectos públicos de todo tamaño y color; desde las acciones del Banco Nacional, que empezaran valiendo oro, hasta ciertas cédulas u obligaciones platenses, que acabaron no valiendo el papel. Pero el agio del metálico era siempre el gran fermento de la especulación, en cuyo juego de diferencias y “pases” quedaba mensualmente el tendal de quebrados y molidos. Y ¿qué mucho? si la ciudad entera era una bolsa, donde a todas horas, en los tranvías, en los bares, en los pasillos dé los teatros, en los patios de remates, continuaban las operaciones, traspasándose las boletas de fincas urbanas y rústicas, casas en construcción, estancias despobladas o campos nunca vistos, que compradores y vendedores sólo conocían por los planos levantados a vuelo de ave rapaz... (Paul Groussac, Los que pasaban, Buenos Aires, CEAL, 1981, capítulo “Carlos Pellegrini”, parágrafo 5. Edición original de 1919). 28 Sobre el Banco Constructor de La Plata, consultar SILVIA PORTIANSKY, El Banco Constructor de Ba Plata. Orígenes edilicios de la ciudad, en: “DANA Documentos de Arquitectura Nacional y Americana” N° 21, Resistencia, septiembre de 1986, pp. 27-36. Sobre la arquitectura hotelera argentina en las primeras décadas de 1800, véase GASTÓN P. VERDICCHIO, La arquitectura hotelera de Buenos Aires en el siglo XIX, en: “DANA Documentos de Arquitectura Nacional y Americana” N° 33/34, Resistencia, septiembre de 1993, pp. 33-41

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El 11 de Enero de 1892, Carlos Mauricio Schweitzer pone fin a su vida en su

domicilio de la ciudad de Buenos Aires y junto con él se apagaba la pasión que

había proyectado el pueblo que aspiraba a disputarle a Mar del Plata su papel de

primer balneario argentino. Sin embargo destaquemos que ese sueño ya había

concluido tiempo antes para la entidad promotora, el Banco Constructor, que lo

había transferido a otra sociedad anónima.

Así, la creación de pueblos balnearios, lejos de ser un proyecto de

“aventureros”, terminaba revelándose como una difícil empresa que no toleraba ni

imitaciones ni improvisaciones. Al máximo, pareciera que la historia (o cuando

menos la Bolsa y el Estado) tenía que estar de parte de estos proyectos si no quería

convertirse en el más rotundo de los fracasos.

Para terminar diremos que el último “gran proyecto”, iniciado en 1911, por

una empresa belga, para crear Ostende, muy cerca del sitio donde comenzó esta

historia (en las playas del partido de Madariaga) fracasará también como

consecuencia de las repercusiones locales y nacionales de un acontecimiento a

escala mundial: la Primera Guerra Mundial.

La historia del nuevo modelo de urbanización de la provincia de Buenos

Aires, recién proseguirá a partir de la década de 1940. Continuación asociada a otra

época favorable para la especulación inmobiliaria conocido como el “boom del

loteo” que generará la mayor parte de los asentamientos turísticos-balnearios del

noreste de la costa atlántica de esta provincia, pero esto es parte de otra historia,

cuya extensión excede los límites de este trabajo.

REFLEXIONES FINALES

Los hoteles no solamente fueron espectadores sino también protagonistas del

nacimiento, no siempre coronado con el éxito, de los primeros pueblos balnearios

de la costa. Su figura se recortó nítidamente en el agreste paisaje ribereño como una

apuesta de progreso; su existencia fue la referencia que decidió la visita de los

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primeros bañistas y veraneantes. En sus vestíbulos comenzó a formarse la cultura

de la playa argentina como una mezcla de costumbres, palabras, nombres

cosmopolitas. En sus comedores y salones hubo una actividad que hoy nos resulta

difícil imaginar. El mar y sus playas captaban la atención de todos.

Sin embargo esta importancia fue opacada por el paso del tiempo. Muchos de

estos establecimientos, un verdadero orgullo de otras épocas, ya no existen,

perdiéndose también su memoria; por eso hoy en día es muy poco lo que sabemos

de ellos. Ignoramos quién los construyó y cuándo fueron edificados... Todo lo que

nos queda del pasado son algunas fotos y relatos.

Es por eso que, aunque sólo se conserven algunos vestigios de su existencia,

no podemos dejar de rescatarlos y preservarlos con la finalidad de mantener viva la

memoria, reconstruir el pasado y completar la historia, nuestra historia. Lo cual nos

permite ni más ni menos que saber quiénes somos y dónde estamos.

CURRÍCULUM DEL AUTOR

Cursó estudios universitarios en Mar del Plata. Posee títulos de Profesor y Licenciado en

Geografía, Diploma Superior en Ciencias Sociales mención Antropología y Magister en Ciencias

Sociales mención Sociología. Se desempeña como docente e investigador en la Universidad

Nacional de Mar del Plata (Facultades de Humanidades y de Arquitectura, Urbanismo y

Diseño Industrial). Se dedica a la investigación del proceso de producción del espacio urbano y de

construcción del territorio. Desarrolla una línea de trabajo que aborda dichas temáticas en sus

aspectos histórico-genéticos y contemporáneos. Ha publicado dos libros en coautoría, un libro como

autor y artículos de su especialidad.

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EL FERROCARRIL SANTA FE A LAS COLONIAS CIUDAD Y

TERRITORIO EN LA EXPERIENCIA MODERNIZADORA*

Luis Müller

an sido tan fuertes las consecuencias del impacto producido por la

incorporación del ferrocarril en la construcción de una “Argentina

moderna”, que resulta ineludible indagar acerca de los diversos aspectos que

pueden reconocerse como asociados a este proceso. Obviamente que sin descartar

lo relativo a la cuestión física, también es necesario abordar con énfasis las

cuestiones aparejadas con el medio ferroviario y su carga, que tan poderosamente

impresionaron en muchas de nuestras ciudades simbólicas y en nuestro paisaje

rural, calando en lo profundo del imaginario social.1

En tal dirección, interesa presentar algunas consideraciones generales acerca

del ferrocarril en tanto agente de la modernidad, rol en el que se comportó como

elemento estructurante del territorio y articulador de una nueva trama espacial,

provocador de nuevas formas de relación pos de una visión del paisaje distinta y, en

muchos sentidos, disparador de fuertes representaciones del mundo moderno y del

progreso en el imaginario colectivo, poniendo la mirada sobre el accionar del

Ferrocarril Santa Fe a las Colonias.

* Este trabajo, elaborado en el marco del proyecto de investigación “El Ferrocarril Francés en Santa Fe. Arquitectura y organización del territorio”, ha dado lugar a publicaciones que han retomado algunos de sus aspectos centrales, entre los que corresponden mencionarse: L. MÜLLER, Postales de la Pampa Gringa, en Block N° 2, UTDT, Buenos Aires, mayo de 1998; L. MÜLLER, A. COLLADO, D. MACOR y S. PIAZZESI, Arquitectura, sociedad y territorio. El Ferrocarril Santa Fe a las Colonias, Santa Fe, UNL, 2001. 1 Para definir “imaginarios sociales”, nos basamos en la caracterización que hace de los mismos B. Baczko: “Los imaginarios sociales son referencias específicas en el vasto sistema simbólico que produce toda colectividad, y a través del cual ella se percibe, se divide y elabora sus finalidades De este modo, a través de estos imaginarios sociales, una colectividad designa su identidad elaborando una representación de sí misma,... de la realidad... inventadas y elaboradas con materiales tomados del caudal simbólico tienen una realidades específica que reside en su misma existencia, en su impacto variable sobre las mentalidades y los comportamientos colectivos, en las múltiples funciones que ejercen en la vida social”, en BRONISLAW BACZKO, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Buenos Aires, Edic. Nueva Visión, 1991.

H

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BREVE RESEÑA HISTÓRICA

En 1882, el Gobierno de la Provincia de Santa Fe decide la construcción del

Ferrocarril Santa Fe, que primero será conocido como Ferrocarril a las Colonias

dado que fue pensado para vincular a la capital provincial con las incipientes

colonias agrícolas del oeste, y pocos años más tarde, cuando en 1888 fuera

arrendado a la empresa Fives Lille, y al año siguiente transferido a la la Compagnie

Française des Chemins de Fer Argentines, se le conocerá como el Ferrocarril Francés.

Poco tiempo transcurre para que este ferrocarril logre consolidar una vasta red

de comunicaciones que penetra en el territorio santafesino. En 1886 la troncal

principal llegaba a Rafaela y, del ramal que se proyectaba en la línea Santa Fe-

Córdoba, en 1887 alcanza hasta la frontera; en su impulso hacia el norte ya en 1891

la línea llega a Reconquista, para internarse en pocos años más hasta la capital

chaqueña.

Resulta ilustrativo al respecto un comentario publicado iniciándose el siglo XX,

según una reseña de la provincia editada por la Sociedad Rural de Rosario:

Este sistema que comprende 1331 km. se puede dividir en dos partes distintas; 1°) una

serie de líneas (800 km) que ponen en comunicación las colonias agrícolas de la Pcia. con el puerto

de Santa Fe (Colastiné) y el de Rosario; 2°) 500 km. de vías que penetran hacia el norte, hasta

los confines del Chaco, atravesando los ricos bosques de donde se extrae el quebracho colorado.

Nada más curioso ni más interesante bajo el punto de vista agrícola y social que las vastas

regiones atravesadas por las líneas de esta compañía. Al S., E. y N., en un radio de cerca de 200

km. alrededor de la capital la locomotora atraviesa inmensas llanuras cubiertas por sembrados de

trigo y lino... No hay una sola interrupción en esos cultivos, apenas las fracciones de campo para el

mantenimiento de los animales de labor. Todos los trabajos se hacen con máquinas agrícolas y al

ver el espectáculo cuesta imaginar que hace apenas un cuarto de siglo esas comarcas eran recorridas

por indios nómades...2

2 E. BRANDT y G. POMMERENKE, La Provincia de Santa Fe en el principio del siglo XX, editado por la Sociedad Rural de Rosario, 1901.

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Entrado nuestro siglo, hacia el año del centenario, la estructura operativa de la

empresa poseía: 1.724 Km. de vías férreas, 150 locomotoras y 5.000 vagones de

carga.

EL FERROCARRIL, AGENTE DE LA MODERNIZACIÓN

El ferrocarril, como ningún otro elemento, constituyó en sí mismo la repre-

sentación de la modernidad y el progreso, resumiendo sus distintas formas de

expresión en un único cuerpo: la técnica, los nuevos materiales, la energía, el

conocimiento científico, la velocidad, la alteración de las relaciones entre espacio y

tiempo; en definitiva, la supremacía de la maquinaria del intelecto sobre la

naturaleza.

El nuevo panorama nos ofrece cientos de kilómetros de vías férreas atra-

vesando territorios inhóspitos e inexplorados, interconectando ciudades y polos

productivos en la convicción de su rol pionero. El papel decisivo que desempeña la

imagen de la máquina irrumpiendo en el paisaje rural, crea una tensión de la que

difícilmente hayan podido sustraerse los santafesinos del pasado fin de siglo.

Al decir de Leo Marx3, ...la locomotora, asociada con el fuego, el humo, la velocidad, el

hierro y el ruido, es el símbolo principal de la nueva fuerza industrial..., se constituye en símbolo de

la época, representa ...el legado del hombre que supera los obstáculos de la naturaleza pero

limitado por los rieles a seguir un camino determinado: una especie de encarnación del destino...la

revolución industrial encarnada...

En el ferrocarril, se corporizaron los ideales del positivismo de la Argentina de

los ochenta, como instrumento para la pretendida integración del país al esquema

económico internacional por parte de los sectores dominantes y no sólo eso, sino

que también impactó en otros niveles del mosaico social, constituyéndose en

avanzada del progreso en regiones inhóspitas y desoladas, cargando un cúmulo de

expectativas que anunciaban un promisorio porvenir del cual, colonos y criollos

3 LEO MARX, La Máquina en el Jardín (tecnología y vida campestre), México, Editores Asociados S, 1974.

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tomaron en firme una promesa que no siempre vieron consumada. Es que para la

cultura popular de la época, el tren simbolizaba el progreso, no sólo tecnológico

sino también como expresión de la superación del hombre como tal.

En el caso de la región santafesina, es insoslayable su accionar sobre una

realidad apenas esbozada en un sistema de colonias de inmigrantes, las que recién

vieron sus reales posibilidades de desarrollo con la llegada del riel. Esta noción de

transformación positiva se corporiza en las colonias agrícolas santafesinas cantando

loas al progreso de la mano de la mecanización del campo; una mecanización

incipiente, pero palpable. En ella el ferrocarril es la expresión máxima de un mundo

nuevo, que en estos artefactos de hierro se hace visible y que, utilizando la

poderosa energía del vapor, son capaces de transformar la naturaleza con fuerza

inusitada.

Acompañando su marcha, un sinnúmero de herramientas y maquinarias se

van incorporando al paisaje cotidiano de la rotura de la tierra y de la siembra,

volcando poco a poco en aquel panorama primario y elemental algunos rasgos de la

cultura de la época reflejados en los fulgores del metal resplandeciente.

De ello da cuenta Alejo Peyret, observador agudo e informado, cuando con

lúcida mirada, en un artículo publicado en 1889, describe la visita a un comerciante

belga de la Colonia de Esperanza:

La casa de Wart está llena de máquinas de toda clase; da gusto pasear en medio de toda esa

“artillería pacífica” que no hace derramar sangre y lágrimas como la otra, ni siquiera sudores,

pues economiza la fuerza física y suprime el trabajo penoso...

Oh! máquina, tú has sido el verdadero redentor de la humanidad esclavizada porque llevaste

a cabo lo que no habían podido hacer todas las predicciones, todos los evangelios... ¿Qué diría

Aristóteles si pudiera resucitar a la fecha, en presencia de las segadoras, de las trilladoras, de los

molinos de vapor y de los arados de dos y tres rejas que caminan por sí solos, sin imponer más

trabajo al hombre que el de conducir a los animales que los arrastran? 4

La prosa florida y expresiva de Peyret subraya precisamente el sentido que

4 ALEJO PEYRET, Una visita a las Colonias de la República Argentina, tomo I, Buenos Aires, Imprenta Tribuna Nacional, 1889.

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anima a su tiempo, a los hombres de fe en el progreso de la ciencia y de la industria

por encima de los credos religiosos, instalando un nuevo culto que tiene por objeto

de veneración a la máquina triunfante. No sin cierta ingenuidad, pero con poderosa

convicción, hace volar su pluma para registrar en el papel una glorificación de la

civilización industrial en medio de un contexto que, tímidamente, apenas insinuaba

aventurarse a tal desafío.

Sin embargo, como hemos visto, una década más tarde el mismo tono

entusiasta provendría de la Sociedad Rural de Rosario que, en una nueva versión de

los opuestos “civilización y barbarie”, nos hablaba del espectáculo de las máquinas

agrícolas haciendo los trabajos del campo, recordando, además, que un cuarto de

siglo antes las mismas tierras eran escenario de las correrías de indios nómades.

Esta aceleración de la modernización, que en muchos casos en nuestra región

se admite como meramente propositiva, permite reconocer la diagramación de un

nuevo mapa. Una nueva territorialidad se constituye en la pampa gringa que, al

ritmo afiebrado de la siembra, fue mutando su fisonomía agreste por los colores de

la tierra labrada, del cereal y la pastura.

En este nuevo paisaje, es importante registrar la función señalatoria y

significante del tendido ferroviario: rieles que conducen al futuro, edificios que

jalonan un mapa de tal vastedad que resulta inabarcable en la mirada. En un

mensaje de gobierno5 del año 1888, puede leerse que: ...las estaciones han sido

construidas a distancias de 15 km. una de otra término medio, para que todas las colonias del

tránsito queden cerca de una estación. Pero el rol concentrador de cada estación o

parador no debe leerse sólo en su aspecto funcional, sino también en su condición

de presencia de enclave, punto de inserción en el tremendo vacío, elemento de

fijación y referencia. La relación entre hombre y naturaleza se transforma. En la

conquista tecnológica del territorio, la noción de progreso puede palparse. Y en la

visión de Peyret: El ferrocarril ha venido a completar la victoria sobre la barbarie.6

5 Memoria del Ministro de Gobierno a la H.C.L., incluyendo un informe del Inspector General de FF.CC. de la Provincia, Jonás Larguía, año 1888. 6 ALEJO PEYRET, op. cit.

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Un proceso de sustitución envuelve diferentes nociones: de una geografía

apenas conocida; con exactitud ingenieril se levantan planos y niveles, se acumulan

conocimientos y certezas. Lo que hasta entonces era amenazador e inabordable, se

torna en soporte posibilitante al que se le imprime forma nueva. Se produce del

territorio una cosa y de lo natural un objeto.

La traza de la civilización se traduce en pequeños edificios aislados, algunas

demarcaciones, y el paso de la maquinaria ferroviaria que, con sus ruidos, en medio

del vasto campo expande su presencia más allá de lo visible y que, en ausencia,

permanece representada por el brillo de un par de líneas de hierro que se internan

en el horizonte. Rasgos elementales, pero que alcanzan para proponer un discurso

nuevo. La transformación del territorio con recursos que hoy casi podríamos

reconocer como de matriz minimalista: “punto y línea sobre el plano”. El trazo

lineal del tendido de vías, de geometría precisa y dilatadas curvas, y la puntuación

dada por acentos edilicios distanciados, sueltos entre sí y aferrados (nunca más

oportuno el término) al “camino de hierro”, constituyeron una nueva

representación del territorio.

Una lectura del ferrocarril desde el plano físico, como red espacial para la

circulación de bienes y personas, es de por sí insuficiente en la medida en que no

contemple su incidencia como elemento posibilitante, conformador de una trama

social, y como generador de nuevos procesos económicos y culturales.

Su paso es acompañado por la incorporación del telégrafo, por el registro de

las variaciones climáticas, por el transporte de la información y de la

documentación, provocando el aceleramiento de estos procesos y aportando un

marco de certezas sobre los mismos. En tal sentido, esta conjunción comienza a

plantear la disolución de muchas limitaciones presentes en las ideas espaciales del

común de la época. Como instrumento de intercambios, la organización de la

estructura ferroviaria implica la necesidad de una cierta planificación de las

actividades económicas, regula los ciclos del trabajo y establece un nuevo tipo de

compromisos: el trato para el transporte de los productos ya no se realiza con el

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ocasional carrero, sino con la representación de una empresa ajena y distante que

fija pautas y horarios. Los márgenes para la negociación se estrechan y las

relaciones humanas se objetivan, imponiendo parámetros exteriores a los sujetos y

sus costumbres.

Lo moderno, con sus instrumentos tecnológicos, posibilita la aproximación de

lo lejano y altera las relaciones en la dimensión espacio/tiempo provocando nuevas

y diferentes percepciones. El incremento producido en la velocidad de los

desplazamientos no superaba una velocidad media de veinte a veinticinco km/h

para los trenes de carga, y de cuarenta a sesenta km/h para los trenes de pasajeros,

pero resulta más que suficiente para que la noción de lo espacial adquiera nuevas

dimensiones en relación con el tiempo, en tanto que campo y ciudad se resignifican

en una renovada percepción de sus situaciones, en sí mismas y en la relación que se

establece entre sí.

El tiempo y el espacio, que en las culturas premodernas se resumían en la

noción de “lugar”, aspecto central en la visión del mundo y la vida de la sociedad

tradicional, son nociones que se disuelven al producirse el vaciamiento de la

relación que les daba sentido en su vinculación. Tiempo y espacio serán

reordenados, reintegrados con nuevos parámetros en la producción del orden social

moderno, que propone la interacción coordinada de grandes cantidades de

personas que se encuentran físicamente desvinculadas, pero que cuentan con

medios técnicos que les permiten conectarse, desplazarse, relacionarse en el tiempo

preciso.

No caben dudas de que el cuerpo físico de las ciudades y la espacialidad

territorial acusaron el impacto de estas transformaciones, viendo alterarse los

principios de ordenamiento tradicionales, muchas veces sin contar con la suficiente

capacidad de reacción que permitiera encontrar adecuadas respuestas en la

inmediatez que las circunstancias imponían.

El dinamismo que introduce la modernidad, que quiebra el devenir de una

visión que en muchos sentidos conformaba un mundo único, con un marco de

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experiencia unitario, implica nuevas condiciones de pertenencia y conlleva en

consecuencia un paulatino y creciente proceso de ampliación de los horizontes

personales, así como la incorporación del sentido de movilidad facilita el

conocimiento de otras colectividades y otras costumbres. Este reconocimiento de

las diferencias y el intercambio de experiencias, ha debido estar presente en el

policulturalismo característico de la estructura social de la Argentina de finales del

siglo pasado, allanado por el paso del ferrocarril que puso hasta a las poblaciones

más cerradas al alcance de las miradas externas, así como a la inversa, facilitó a éstas

conocer otras comarcas.

En esa instancia, para el habitante de estas tierras el viaje se presentó como

una posibilidad realizable y adquirió sentido colectivo. Se introduce la experiencia

compartida; la capacidad de movilizarse en contingentes, la posibilidad de generar

contactos circunstanciales en la móvil espacialidad de los vagones y la noción del

territorio fue ampliada en una visión compartida a escala de grupo social.

Familias enteras se trasladan con baúles que concentran todas sus pertenencias

de inmigrantes, cargando con su cúmulo de esperanzas y la dificultad un idioma por

aprender, hombres de negocios que asisten a controlar sus explotaciones, colonos

ya afincados que concurren a la ciudad..., todo un muestrario de humanas

posibilidades, sin olvidar al paseante incidental y al vagabundo de derrotero

vacilante. Mercancías que fluyen hacia uno y otro rumbo, maquinarias que servirán

para mejorar el trabajo. Semillas que ampliarán altivos del granero del mundo,

ganado, madera, son los productos de la tierra que vienen a completar el tráfico

incesante.

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La visión que ofrece el ferrocarril a estos viajeros, proporciona la vero-

similitud que otorga la experiencia directa para un dimensionamiento personal del

territorio, y ante la inconmensurabilidad de lo natural, induce a reunir los esfuerzos

en una acción mancomunada, haciendo aparecer al ferrocarril en su potencia de

empresa en una doble acepción del término: tanto como emprendimiento

empresario en su carácter comercial, así como en el sentido de gesta, de desafío a

una naturaleza por doblegar mediante el auxilio de los instrumentos del progreso,

“sistemas expertos” , que dotan de fiabilidad y confianza a las avanzadas de la

modernidad.7

Collins, en Los ideales de la arquitectura moderna, nos comenta: En 1849 la Revue

Générale de l’Architecture publicó un dibujo alegórico mostrando a Minerva, la diosa de las

artes, montada sobre una locomotora llamada Progreso, con el subtítulo: “Respeto por el Pasado,

Libertad en el Presente, Fe en el Futuro”. Los ferrocarriles eran el símbolo favorito del progreso de

la época, pues nada podía ser más llamativo que la diferencia entre una locomotora y un caballo.8

La entronización de lo moderno, sobrevuela constante en los comentarios y

reseñas de aquel momento histórico del que empezaban a tomar conciencia de estar

viviendo los observadores de la transformación santafesina. El ya citado Alejo

Peyret, con relación a las marcadas diferencias entre la ciudad que había conocido

pocos años atrás y la que tenía el gusto de apreciar algunos años más tarde, escribía

con tono lapidario: El silbido de los vapores y de las locomotoras, que se oye en todas

direcciones, de día y de noche, ha venido a interrumpir para siempre el silencio que reinaba en los

claustros de la ciudad casi monacal, que no tenían más voz que la voz melancólica y monótona de

las campanas predicando a la resignación y la inacción a las muchedumbres arrodilladas en las

bóvedas sombrías de los templos. El mundo moderno, en una palabra, ha sustituido a la edad

media: esto era inevitable.9

Esta idea de una modernidad “inevitable”, con la fuerza del progreso que

7 Se utiliza la noción de “sistemas expertos” en la acepción que otorga Giddens a estos términos: Sistemas de logros técnicos o de experiencia profesional que organizan grandes áreas del entorno material y social en que vivimos. Ver: ANTHONY GIDDENS, Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza Editorial, 1994. 8 PETER COLLINS, Los ideales de la arquitectura moderna; su evolución (1750-1950), Barcelona, G. Gili, 1977. 9 ALEJO PEYRET, op. cit.

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tarde o temprano llegaría a los confines del planeta, tan arraigada en la mentalidad

positiva del hombre comprometido con este tiempo, se hace presente en Peyret

con claridad y con toda su fe puesta en la nueva religión: la ciencia, que vence

definitivamente a la edad media. En otro párrafo, en el que el mismo nos señala las

profundas mutaciones que con asombro aprecia en la ciudad, no deja de señalar el

agente posibilitante al que atribuye el mérito de semejante transfiguración: ¿Quién

hizo todos estos milagros? Indudablemente el ferrocarril, esa palanca irresistible del progreso, más

poderosa que la varita mágica de las hadas, más capaz que aquella de improvisar aldeas y ciuda-

des y de hacer surgir instantáneamente palacios encantados en medio de las selvas y de los

desiertos.10

Esta profesión de fe, sin dudas podríamos considerarla extensiva a una gran

parte del conjunto social, y es innegable que el sistema ferroviario, sus maquinarias

y edificios, encarnaron -como ningún otro recurso pudo hacerlo-el valor simbólico

del ideal moderno, formando parte constitutiva de los imaginarios sociales e

infiltrando la mística del progreso en la visión del futuro colectivo.

Marshall Berman, nos señala el principio que se pone en juego en este proceso

de incorporación de valores a través de la imagen urbana y de las vivencias que

produce su transformación: ...la modernización de la ciudad inspira e impone a la vez

modernización de las almas de sus ciudadanos...11 Trasladando esa idea a este contexto, en

el que modernización es asociada generalmente con una renovada cultura del

trabajo, el vapor de las máquinas adquiriría alto valor simbólico y poder persuasivo,

como se revela de manera notable en un registro de Gabriel Carrasco, en el que

describe la ciudad de Santa Fe hacia 1888: La arena de sus calles desaparece ante los

cuadrados adoquines, las antiguas tapias se derrumban para edificar hermosas mansiones, el

puerto se llena de buques, los muelles de fardos, y el viejo perezoso que pretende aún continuar su

inveterada costumbre tiene que abandonar la almohada porque los silbidos de la locomotora, la

corneta del tranway y el ruido de la cuchara del albañil le ahuyentan el sueño. Hoy todo el mundo

10 ALEJO PEYRET, op. cit. 11 MARSHALL BERMAN, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Madrid, Siglo XXI, 1988.

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trabaja...12

Modernización urbana, expansión territorial; transformación social y progreso.

En conjunto, estos aspectos resultaron elementos constitutivos de un paisaje

renovado, un escenario en el que se instaló la dialéctica interacción entre lo natural

y lo artificial en un juego de mutuas transformaciones, a la vez que un factor de

profundos cambios en la imagen urbana, estableciendo una nueva noción de

espacialidad, un nuevo modo de contemplar la ciudad y el territorio desde el veloz

movimiento que impulsa la máquina, y la sensación de poder abarcarlo todo en un

territorio surcado de rieles.

En síntesis, así como también ha sucedido en otras zonas del país a fines del

siglo pasado, podemos reconocer que, a instancias de la introducción del sistema

ferroviario, en una vasta región santafesina comienza a producirse la articulación y

estructuración económico-social, (y también la experiencia vital) de un nuevo mapa

de relaciones, motivada por la marcación cultural de una naturaleza hasta entonces

indeterminada, y en gran medida todavía silvestre.

CURRÍCULUM DEL AUTOR

Arquitecto egresado de la Universidad Nacional del Litoral. Docente e investigador es

Profesor Titular Ordinario de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura,

Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral, Director del INTHUAR.,

Instituto de Teoría e Historia Urbano Arquitectónica en esa misma casa de altos estudios. Tiene

el Posgrado de Especialización en Ciencias Sociales, del Magister en Ciencias Sociales de la

UNL Ha publicado trabajos en medios especializados y dictado conferencias en universidades del

país y del extranjero. Su última publicación, junto con Adriana Collado es el libro El Puente

Colgante de Santa Fe. Historia, materia y símbolo, Santa Fe, 2002,

12 GABRIEL CARRASCO, La Provincia de Santa Fe: Revista de su estado actual, Buenos Aires, Coni. 1888.

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LAS ESCULTURAS DE ANTONIO VÖGELE,

EN LA FACHADA DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO,

BUENOS AIRES.

Oscar Andrés De Masi

Jorge Pablo Willemsen

INTRODUCCIÓN

Este trabajo se propone la identificación y descripción de las esculturas que

forman parte de la ornamentación de la fachada de la Iglesia de San Francisco,

situada en la intersección de las calles Alsina y Defensa de la ciudad de Buenos

Aires.

Si bien el transeúnte porteño está habituado a la visión de dicho conjunto (no

pasa inadvertido en una esquina por demás transitada) la precisa identificación de

las personas allí representadas no resulta tan inmediata.

Se trata de figuras históricas, clérigos y seglares, vinculados a la Orden Fran-

ciscana, algunas de renombre universal tales como Dante, Giotto y Colón, situados

coronando la fachada, presididos por el fundador de la Orden.

La identificación se ha efectuado en base a la memoria que el arquitecto

Ernesto Sackmann, autor del proyecto de reforma general del Templo, Capilla y

Convento, presentó a las autoridades conventuales en agosto de 1911.1

Asimismo, nos ha parecido oportuno incluir una breve noticia acerca del

escultor, Antonio Vögele, cuya trayectoria permanece ignorada por la crítica y la

historiografía del arte argentino.

1 ERNESTO SACKMANN, Algunos apuntes de la restauración del Convento y Templo de San Francisco (Mimeo), Buenos Aires, agosto de 1911, en: Archivo Histórico de la Provincia Franciscana de la Asunción de la Santísima Virgen del Río de la Plata, Convento Franciscano de Buenos Aires (AHPFs).

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ANTECEDENTES DE LA FACHADA ACTUAL

El templo de San Francisco, uno de los más antiguos de Buenos Aires,

acredita una compleja historia constructiva2. La iglesia franciscana actual iniciada

entre 1726 y 1732, fue bendecida y abierta a la feligresía en 1754. Proyectada, por el

celebre jesuita Andrés Blanqui tuvo una primera fachada de la cual no se conocen

registros gráficos, a no ser algún viejo grabado donde se puede observar,

minúsculo, un contorno lobulado. presumiblemente de estilo barroco. Sabemos

con certeza que esta fachada original hacia fines del siglo XVIII estaba aún

inconclusa por falta de fondos y por evidenciar alguna deficiencia constructiva.

Hacia 1807, tras el derrumbe del frente, Tomás Toribio, del Real Cuerpo de

Ingenieros, la reconstruyó según un excepcional trazado neoclásico apenas

ornamentado, sin incorporar ningún tipo de escultura. Las obras incluían el

agregado de las dos torres faltantes (cuyos muros de fundación compartimentaron

el antiguo nártex), la nueva portería y un sistema de tensores para estabilizar la

bóveda de la nave.

El notorio y progresivo estado de deterioro que la iglesia presentaba hacia

fines de siglo determinó que se encarara una amplia refacción. En 1902 el

Definitorio aprueba el proyecto que Pedro J. Benoit presentara para la ejecución de

dichas obras. Las mismas se interrumpieron en el transcurso de 1904 a causa de una

polémica entre las autoridades conventuales y el proyectista y director de los

trabajos. Este proyecto presentaba una fachada neorrenacentista, que incluía tres

esculturas situadas en hornacinas, difíciles de identificar a partir de la

documentación consultada.3

En 1908, comenzaron los trabajos de remodelación de las torres de la fachada,

según el proyecto del Arquitecto Ernesto Sackmann (Bs. As. 1874-1968) quien ya

2 JORGE PABLO WILLEMSEN, La transfiguración de los monumentos coloniales porteños. Proyectos e intervenciones en el conjunto conventual de San Francisco, Buenos Aires, 1880-1920, Conferencia Internacional “La cultura arquitectónica hacia 1900”, Buenos Aires, septiembre, 1999. 3 J. P WILLEMSEN, La remodelación de la Basílica de San Francisco de Buenos Aires. En Relaciones Documentales, ANALES n° 31-32, IAA. UBA. Buenos Aires. Diciembre, 1999.

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venía trabajando en la reforma del edificio conventual desde 1904.

LA FACHADA DE SACKMANN:

El 2 de octubre de 1911, en ceremonia presidida por el Arzobispo Mariano

Espinosa, se inauguró el templo totalmente reformado, incluyendo la fachada

neobarroca de influencia prusiana, tal cual hoy existe. En el marco de la reforma

general de la iglesia también se renovaron adornos, esculturas, pintura, mosaicos,

vitrales, puertas, ventanas en general, rejas, etc. Las tareas fueron encargadas a

diversos artistas, artesanos y contratistas de acuerdo con la documentación

producida por Sackmann y bajo su dirección.

La remodelación, polémica desde su origen, fue considerada años después por

el arquitecto Buschiazzo como una “lamentable reforma “.4 Este criterio se sigue

manteniendo en la historiografía posterior, donde se agrega: “vemos que aquí

Sackmann ha buscado combinar ese lejano barroquismo, sin criterios clasicistas, todo ello

manejado con total libertad y completado con una nutrida cantidad de esculturas desparramadas

por la fachada y las torres”.5

LAS ESCULTURAS:

En la nueva fachada Sackmann introdujo una serie de esculturas, hechas en

cemento, con estructura metálica. Su autor, conforme indica el mismo Sackmann

en su Memoria es “el Señor A. Vögele”. Se trata de piezas figurativas que incluyen

elementos alegóricos en algún caso.

En total son ocho piezas en el frente, más una en el lateral posterior de la

torre derecha. De estas ocho, el conjunto central consta de cuatro figuras agrupadas

4 M. BUSCHIAZZO, La Arquitectura en la República Argentina 1810-1930, Ed. Mac Gaul, 1971, p. 7. Ya en Las viejas Iglesias y Conventos de Buenos Aires, Buschiazzo había anticipado su crítica a las reformas sackmanianas señalando que: “...han quitado gran parte del interés arqueológico que pudiera tener”. (Ed. Beutelspacher, Buenos Aires, 1937, p. 12). 5 A. DE PAULA, R. GUTIÉRREZ, G. VIÑUALES, Influencia alemana en la arquitectura argentina., Resistencia, Talleres Gráficos Nordeste, 1981, p. 91.

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en una misma escena, el resto son representaciones individuales. Su escala es

monumental, de alrededor de 3 m de altura cada una.

CONJUNTO CENTRAL:

Emplazado en el eje central de la fachada, entre ambas torres, representa a San

Francisco de Asís, fundador de la Orden, con los brazos extendidos en actitud de

paterna bendición, sobre tres hijos célebres de la Orden Tercera: Dante (con un

libro en su mano izquierda) Giotto (con una paleta de pintura) y Cristóbal Colón

(de rodillas, portando un estandarte). Los 4 personajes de este conjunto central

aparecen en actitud espontánea, Dante y Colón inclinan la mirada, en tanto Giotto,

dirige sus ojos al rostro de San Francisco, como pintor que contempla un modelo.

El conjunto presenta analogía con otro emplazado en Posilipo, Nápoles,

aunque de momento no disponemos de datos cronológicos que nos permitan

concluir cual de ambos haya sido el modelo.

LAS FIGURAS EN LAS TORRES:

Colocadas en los vértices del cuadrado de la planta de cada una las torres,

debajo de un dosel circular, enmarcadas por dos columnas a las cuales, I hasta la

mitad del fuste se le han alisado las estrías a efecto de no provocar interferencias

ópticas con la escultura. Vistas de cara a la fachada, tenemos:

1. Torre izquierda:

a) Sobre el lado izquierdo: Fray Marchena. Vestido con hábito franciscano,

acompañado por elementos alegóricos (globo terráqueo coronado y sobre una

columna estriada abrazada por un motivo vegetal). En la mano derecha sostiene un

rollo y en la izquierda un instrumento astronómico.

b) Sobre el lado derecho: Papa Gregorio IX (1145-1241): con escudo con león

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rampante, tiara y báculo ejecutado en metal. Un libro abierto en la mano izquierda.

Es destacable la factura de los detalles de su vestidura.

2. Torre derecha:

a) Sobre el lado izquierdo: Papa Sixto V (1521-1590): con escudo, tiara y

báculo ejecutado en metal. En su mano derecha, un pergamino extendido.

b) Sobre el lado derecho: Cardenal Cisneros (1436-1517), confesor de la Reina

Isabel la Católica: acompañado de escudo y típico sombrero cardenalicio. Destaca

la hechura de sus vestiduras, en particular el calado de encajes. En la mano

izquierda lleva un pergamino desplegado. En el pecho, cruz pectoral. La mano

derecha se levanta a media altura en gesto espontáneo pero de difícil interpretación.

c) Sobre el lateral posterior, calle Defensa: Rogelio Bacon (1214-1294),

conocido como el Doctor Mirabilis: vestido con hábito franciscano, en la mano

derecha sostiene un libro sobre el cual posa su mirada. En la mano izquierda, un

rollo desplegado.

ALGUNAS OBSERVACIONES

De este primer examen surgen las siguientes conclusiones preliminares:

a) Por tratarse de esculturas ejecutadas en cemento y no en piedra presentan

una eximia hechura. Están en consonancia tanto por su apariencia como por su

tecnología, con un tipo de estatuaria religiosa y funeraria muy característica de

Buenos Aires, como remate ornamental de sepulcros y frontis de cementerios.

b) Su tratamiento estilístico, aun siendo figurativo ofrece algún matiz

diferencial en cuanto al trabajo de los rostros: mientras el conjunto central trae

menos grado de detalle en los rasgos faciales, éstos son más acabados y realistas en

las figuras de las torres. Por lo mismo, el conjunto central podría asimilarse a una

pieza más expresionista que academicista.

c) Se advierte un sitio preparado para una estatua ausente, en la torre

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izquierda, lateral posterior. Sackmann no menciona una décima escultura.

d) Las piezas presentan un incipiente estado de deterioro producto de su

exposición a la intemperie. Se observan grietas extensas en el conjunto central y

desprendimiento de material en la figura del Papa Gregorio IX.

e) No hemos podido aún obtener información acerca de algunos aspectos

tales como el precio pagado, lugar y modo de fabricación y motivos de la elección

de las imágenes escultóricas. Por ello este trabajo permanece aún abierto.

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ACERCA DEL ESCULTOR

Como ya se ha dicho, sabemos fehacientemente por la Memoria de Sackmann

que el autor de estas esculturas es “el Señor A. Vögele”.

El expediente sucesorio del citado Antonio Vögele, localizado en el Archivo

General del Poder Judicial de la Nación aporta algunas precisiones biográficas.6

Vögele había nacido en Pradl, distrito de Innsbruck, provincia del Tirol, Austria, el

10 de junio de 18607 y llegó a la Argentina a los veinte años. Su último domicilio, en

el cual dictó su voluntad testamentaria, era la calle Juncal 2437 de la Ciudad de

Buenos Aires, donde también se hallaba establecido su taller.8 Falleció en 1924 y

según el inventario y avalúo sucesorio, sus bienes fueron tasados en más de 24.000

pesos moneda nacional,9 no hallándose entre ellos, artículos lujosos ni piezas de

arte que pudieran atribuirse a su mano, con la sola y dudosa excepción de “un busto

en yeso representando a Don Carlos de Austria”.10

Vögele fue bautizado en la fe católica en la parroquia de Pradl11 y al parecer

conservó sus creencias religiosas a juzgar por algunos objetos hallados a su muerte

(tales como “un crucifijo chico de madera” y “un libro misa antiguo muy usado y roto y un

rosario ordinario y roto todo”).12

Vögele formaba parte de la sección de Escultores y Decoradores de la Unión

Industrial Argentina y era miembro de su Comisión Directiva, siendo

probablemente además Caballero de la Corona Austro-Húngara y Oficial la Cruz

Roja del Imperio Austro-Húngaro.13

6 Cfr. ARCHIVO GENERAL DEL PODER JUDICIAL DE LA NACIÓN, Expte. S/n° año 1924. Vögele, Antonio s/sucesión”, Legajos N° 12.468 y 12.469. En adelante se cita Suc. Vögele. 7 Vide Suc. Vögele, Acta de nacimiento y su pertinente traducción. 8 Vide Suc. Vögele, testamento fechado el 16 de julio de 1923. 9 Vide Suc. Vögele, Inventario de fecha 30 de setiembre de 1924; y avalúo de fecha 20 de febrero de 1925. 10 Cfr. Suc. Vögele, Inventario y avalúo antes citados. 11 Cfr. Suc. Vögele, Acta de nacimiento citada. 12 Cfr. Suc. Vögele, Inventario y avalúo. 13 Suc. Vögele, Declaración testimonial de Vicente Gómez Bonnet y Pedro Echegorry, 14 de setiembre de 1929. También respuesta del Cónsul de Austria del 27 de setiembre de 1929 al oficio cursado por el Juzgado con fecha 26 de setiembre de 1929.

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CURRICULA DE LOS AUTORES

Oscar Andrés De Masi es abogado. En el período 1990-1999 ha desempeñado cargos de

Gabinete te en la Subsecretaría de Coordinación del Ministerio del Interior y en el Archivo

General de la Nación. Ha sido Jefe de Gabinete de la Subsecretaría de Coordinación del

Ministerio del Interior, de la Secretaría General del Ministerio de Educación y de la Secretaría de

Asuntos Militares del Ministerio de Defensa. Asimismo, ha sido Jefe de Gabinete de la Comisión

Cascos Blancos y Consultor Legal de la Secretaría de Asistencia Internacional Humanitaria de la

Presidencia de la Nación. En tal carácter, participó en el diseño y despliegue de misiones

humanitarias internacionales. Ha publicado diversos ensayos acerca de cuestiones filosóficas,

históricas y gubernamentales. Dirigió programas universitarios de formación y entrenamiento en

asuntos gubernamentales. Es columnista de diversos medios de comunicación del interior del país.

Es, asimismo, docente universitario (Derecho Romano) y dirige la colección bibliográfica

Pensamiento Oriental. Por otra parte, se desempeña como Vocal de la Comisión Nacional de

Museos y de Monumentos y Lugares Históricos y es miembro de la Junta de Historia Eclesiástica

Argentina. Actualmente es Director Secretario del Grupo Bapro.

Jorge Pablo J. Willemsen se graduó como arquitecto en la Facultad de Arquitectura, Diseño

y Urbanismo FADU de la Universidad de Buenos Aires UBA, donde actualmente está

cursando el Doctorado. Fue Becario de Iniciación y Becario de Doctorado de la Secretaría de

Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires y docente de las materias Historia y Teoría

de la Técnica e Historia II, FADU / UBA. Es Jefe de Trabajos Prácticos de la materia electiva

Arquitectura Industrial donde coordina el proyecto Patrimonio Industrial Moderno en la

Argentina.

Es Investigador del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas del cual es

miembro desde 1990; ha participado desde entonces en distintos proyectos referidos a la temática de

la arquitectura institucional colonial de Buenos Aires. Ha publicado diversos artículos,

especialmente sobre la temática de los cambios de la arquitectura eclesiástica colonial en el siglo

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XIX.

Por otra parte su labor profesional se desarrolló junto al arquitecto Guillermo Mackintosh

en diversos anteproyectos y proyectos de arquitectura, urbanismo y en estudios para la conservación,

puesta en valor y re-utilización de edificios industriales de significativo valor patrimonial.

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CUANDO LA PAMPA ERA UNA FIESTA

JORGE E. HALL Y EL URBANISMO DEL CENTENARIO

Virginia Galcerán René Longoni*

EL PAÍS DEL CENTENARIO

a Argentina de 1910 ha sido caracterizada como el momento de mayor

prosperidad del modelo agroexportador, instaurado por la Generación del

Ochenta. Esto se evidenció en un crecimiento generalizado de todos los

indicadores socio-económicos, a partir del año 1880.

En el Censo de 1914, la población se había duplicado respecto al Censo de

1895 y quintuplicado, si se lo referenciaba al Censo de 1869.1 La inmigración de

ultramar, considerada por el Estado como indispensable para la producción

pampeana, tuvo su pico máximo de ingresos en el período 1901-1910.2

La agricultura cerealera, que dependía decisivamente del aporte inmigratorio y

de la colonización del territorio, se expandió experimentando un permanente

crecimiento, pasando de 2,5 millones de hectáreas en 1888 a 20 millones en 1910,

revirtiendo su posición relativa respecto de la ganadería, desde un modestísimo 6%

a superar el 50%, para los mismos años.3

La extensión de las redes ferroviarias se incrementó en nada menos que 20 mil

kilómetros nuevos, sobre los 7,5 mil kilómetros ya instalados en 1888, de los cuales,

el 70% correspondía a la pampa húmeda.

La balanza de intercambio comercial resultaba favorable al país, teniendo un

* Unidad de Investigación N° 10. Instituto de Estudios del Hábitat IDEHAB/FAU/UNLP.1. 1 NÉSTOR TOMÁS AUZÁ, Documentos para la enseñanza de la Historia Argentina (1830-1930), Buenos Aires, Edición Pannedile, 1971, Tomo II, pp. 237 y 238. 2 NÉSTOR TOMÁS AUZÁ, op. cit., pp. 330 y 331. 3 RICARDO M. ORTIZ, Historia económica de la Argentina, Buenos Aires, Edición Plus Ultra, 1964, Tomo I, pp. 312, 323 y 329.

L

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214

incremento considerable en valores absolutos. Este aumento se trasladó,

lógicamente, a las rentas fiscales,4 aunque también, y en una mayor proporción,

sobre los gastos del Estado, originándose desde ya un déficit fiscal endémico.

Dentro de este marco francamente positivo, es comprensible la euforia y

cierto triunfalismo en la élite dirigente y propietaria, abonando el mito de las

fortunas fáciles y rápidas.

En un sistema económico en expansión y abierto sobre el mundo capitalista más avanzado,

finalmente hubo lugar para todos los que tuvieron sentido de los negocios y gusto por el trabajo

incesante... se produjo una decantación que dio ventajas a los más laboriosos, a los más sagaces, a

los más instruidos. En esa dinámica de los cultivos, de la ganadería y de las ganancias ...el juego

estaba abierto, la esperanza disponible.5

Cuando los festejos del primer Centenario, la Argentina, mejor dicho, los

dueños de la pampa, parafraseaban la fiesta del París de Ernesto Hemingway, acá

también (y porqué no) “la pampa era una fiesta”.

EL URBANISMO DEL CENTENARIO

La colonización y urbanización de las tierras destinadas a la producción

agrícola y sus servicios, creció notablemente en la primera década del siglo XX. Fue

un proceso que cobró impulso a medida que “se corría la frontera”, ganando

nuevos territorios al indio. La aparición del ferrocarril (1857) favoreció la creación y

desarrollo de nuevos pueblos y colonias, tanto por acción del Estado como por el

interés privado. Así se fraccionó en lotes, quintas y chacras las tierras alrededor o

próximas a las estaciones ferroviarias, siguiendo trazados normados y controlados

por el organismo técnico provincial.

El rol colonizador del Estado bonaerense fue girando desde la acción directa

hacia promover la acción de particulares. Desde emprendimientos como Chivilcoy

(1854) hasta San Carlos de Bolívar (1875), incluyendo la ley de ejidos (noviembre 4 NÉSTOR TOMÁS AUZÁ, op. cit., pp. 320 a 327. 5 ROMAN GAIGNARD, La pampa argentina, Buenos Aires, Edición Solar, 1989, pp. 457.

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de 1870) se pasó al fomento de la actividad inmobiliaria, mediante créditos y otras

facilidades - préstamos hipotecarios a través del Banco Provincia - durante la

década de 1870 hasta la ley de creación de centros agrícolas (1887). Tras la crisis

económica de 1890, en parte responsabilidad de la gran especulación desatada, el

Estado abandonó la iniciativa colonizadora a los propietarios y a compañías del

rubro, asumiendo sólo el contralor del cumplimiento de la legislación sobre tierras

existentes por ejemplo con las leyes de creación de nuevos pueblos (1910 y 1913).

Sobre los trazados urbanos desarrollados en estos años, existieron modelos de

organización territorial y urbana oficiales que se fueron replicando con múltiples

variantes. De la “plaza-estación” (1860-75) (fig. I), se pasó a “la avenida conectora”

(1875 en adelante) (fig. 2) y a otros modelos, donde la diversa relación entre la

actividad ferroviaria y la vida urbana originaron otras tantas tipologías.6 Un factor

modificarte de esta relación, fue la evolución permanente (tecnológica y comercial)

del ferrocarril y del tamaño de sus estaciones, hasta hacer incompatible la

convivencia original de la “plaza estación”.

A partir de la fundación de La Plata (1882), se aprecia en el amplio catálogo

tipológico urbano bonaerense, la adopción en los trazados de nuevas poblaciones,

de diversos atributos diagonales, plazas giradas, amplias avenidas, etcétera utilizados

en el diseño de la nueva capital provincial, ya sea por emprendimientos privados

como oficiales. No se trata de nuevas normativas o sugerencias más o menos

explícitas por parte del Departamento de Ingenieros, sino de una tendencia o moda

espontánea. Hemos querido ver en estas réplicas, algunas de ellas casi textuales, el

deseo de significar la modernización, progreso y pujanza alcanzados por el modelo

agroexportador.7 Por lo general, estos trazados consistían en un cuadrado, en base a

una cuadrícula tradicional, con un sistema superpuesto de diagonales

perpendiculares entre sí. En el centro se ubicaba la plaza principal, ya sea

desplazada o girada 45°. 6 R. LONGONI, V. GALCERÁN, ET ALT., Catálogo abreviado de los Trazados Urbanos en la Provincia de Buenos Aires, VI Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, Mar del Plata, 1997. 7 R. LONGONI, V. GALCERÁN, ET ALT., La Plata y su influencia urbano-arquitectónica al interior de la Provincia de Buenos Aires, Primeras Jornadas de Estudios sobre Patrimonio Arquitectónico Argentino “Del Ochenta al Centenario”, Buenos Aires, 1997.

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Como ejemplo de esta tendencia, citaremos los casos de “Nueva Plata” (1888)

(fig. 3), un diseño del agrimensor Rafael Hernández, para un centro agrícola de su

propiedad, ubicado cerca de Pehuajó. Recordemos que Hernández, hermano del

escritor, no sólo fue un impulsor político del “Proyecto La Plata” sino que además,

integró el equipo técnico del Departamento de Ingenieros, encargado del diseño.8

Una rareza la constituye el proyecto no realizado para el Centro Agrícola Cochicó

(1889) (fig. 4), en el partido de Guaminí, propiedad de F. Meeks y trazado por José

Pita. En este caso, el espacio central está ocupado por la estación y las vías del tren

recorren una de las diagonales. Finalmente, el mismo Estado provincial utilizó este

tipo de trazado en cuatro colonias establecidas en tierras fiscales: La Larga, en

Guaminí, y Tres Algarrobos (fig. 5), Fortín Olavarría y Las Guasquitas, en el partido

de Trenque Lauquén. Ahora bien, alrededor de 1910 es significativa la producción

de proyectos urbanos presentados a la aprobación oficial por la Compañía de

Tierras del Sud. Estos proyectos tienen la impronta anteriormente descripta, pero

(a nuestro entender) constituyen una segunda vuelta de tuerca al tema, donde no

tratan de “parecerse” a La Plata sino de resultar un producto nuevo, totalmente

original, utilizando elementos similares.

La Compañía de Tierras del Sud fue una sociedad inmobiliaria estrechamente

relacionada con el Gran Ferrocarril del Sud. De hecho que entre los integrantes de

sus respectivos directorios, aparecían a veces los mismos personajes. La Compañía

operaba sólo en los ramales concesionados por el Gobierno a los británicos,

comprando campos, estableciendo estaciones y subdividiendo la tierra en chacras,

quintas y lotes. La Compañía fue liquidada en 1930.

El negocio inmobiliario no fue un rubro importante para el Ferrocarril del

Sud, a diferencia de otras empresas ferroviarias, como la del Central Argentino. No

obstante hemos ubicado más de una docena de emprendimientos colonizadores en

la provincia de Buenos Aires: Tedín Uriburu y Chillar en la línea Olavarría-Vela;

Espigas, Blanca Grande, Arboledas, Pasman y Espartillar, en el ramal Alvear-Pigüé;

8 R. Longoni, y G. Quinteros, Rafael Hernández. Perfil de un colonizador y urbanista, en: 7° Congreso de los Pueblos Bonaerenses, Mar del Plata, 1999.

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Yerbas, Altona y Crotto, en la de Alvear-Olavarría; Líbano y Pontaut en el de

Lamadrid-Bahía Blanca y además Henderson y Parravicini. Todos los trazados de

estos pueblos, llevaban la firma del ingeniero argentino Jorge Emiliano Hall.

EL INGENIERO Y AGRIMENSOR JORGE EMILIANO HALL.

Jorge E. Hall resulta hoy un profesional de perfil difuso, apenas mencionado

por la historiografía sobre la producción urbana y arquitectónica en la época del

liberalismo, sin mayores precisiones sobre la obra realizada.9

Sobre su biografía, podemos citar fuentes familiares,10 según las cuales el

ingeniero Hall (nacido el 9 de agosto de 1852 y fallecido en abril de 1939) era hijo

de un inmigrante inglés, Henry Hall, que ingresó al país aproximadamente en 1840,

estableciéndose en Bella Vista, Corrientes. Henry Hall fue propietario de grandes

extensiones de tierras, con vinculaciones a las compañías ferroviarias mediante

acciones y tuvo una empresa dedicada a la exportación de alimentos. Sus dos hijos

fueron educados en el Colegio Inglés de Buenos Aires y luego recibieron

instrucción universitaria: José Hall fue abogado y Jorge E. egresó en 1872 como

ingeniero de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la Universidad

de Buenos Aires.11 Se trató de una de las primeras promociones de ingenieros

argentinos, que reconocen a Luis A. Huergo como el primer diplomado, el 6 de

junio de 1870.

En junio de 1873, Hall se matriculó como agrimensor, previo examen ante el

Departamento Topográfico de Buenos Aires.12 Como tal, se desempeñó en la

provincia desde 188913 hasta 1899 14, año en que pasó al territorio del Chubut.

9 A Hall se lo menciona en: a) RICARDO PICCIRILLI, Diccionario Histórico Argentino, Tomo 4, pp. 309; b) LIERNUR/ ALIATA, Diccionario Histórico de Arquitectura, Habitat y Urbanismo en la Argentina, Tomo 1, pp. 179, y c) FEDERICO F. ORTIZ ET ALT., La arquitectura del Liberalismo en la Argentina, pp. 177. 10 Se trata de su bisnieta, Valeria Hall. 11 Del Diario La Nación de Buenos Aires, Centenario del nacimiento del ingeniero Jorge E Hall, 9 de agosto de 1952, pp. 2. 12 Del Acta de Examen en Agrimensores 1824 a 1882, Dirección de Geodesia, pp. 69 vuelta, DIHyC. Departamento de Investigaciones Históricas y Geográficas de la Provincia de Buenos Aires. 13 Se trata de la primer mensura: Duplicado de Mensura DM ° 246, Partido de Azul, DIHyC. 14 Registro General de Mensuras. Dirección de Catastro e Información Territorial de Chubut.

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Allí fue contratado por dos años por el Departamento Topográfico para

mensurar y dividir las tierras fiscales que correspondían a la segunda y tercera

sección, junto con la Península de Valdez, para ser colonizadas.

Sobre las obras de arquitectura que le atribuyen algunas crónicas, no nos fue

posible identificarlas ni tampoco averiguar si su tarea fue de proyectista o de

constructor. En esta actividad, según las mismas fuentes familiares, el ingeniero

Hall estuvo asociado al arquitecto Cirilo Dodds, integrando un estudio profesional.

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LOS TRAZADOS URBANOS DE JORGE E. HALL

Lamentablemente solo hemos podido clarificar algunos pocos períodos de la

extensa vida (86 años) de Jorge Hall. Si consideramos además su actividad en minas

de la provincia de Jujuy a que aluden sus cronistas, todas ellas son tareas de campo,

no exentas de cierta rutina ni desprovistas de duras condiciones de trabajo y en

apariencia, poco incentivadores del espíritu lúdico y la búsqueda incesante que

prevalece en los trazados urbanos de su autoría, que estamos aquí difundiendo.

Ellos son una recreación permanente de las tipologías tradicionales, en

especial, de la “avenida conectora”, pero reincorporando el espacio ferroviario,

ahora con importantes dimensiones, al interior de la cuadrícula, como lo hacía la

“plaza-estación”, más las diversas variantes sobre el tema de la superposición de

tramas diagonales y ortogonales. Para el análisis, partimos del ejemplo más

convencional y similar a los casos genéricos ya mencionados: el pueblo de Crotto

(fig. 6).15

Es así que podemos determinar como se originan dos nuevas tipologías

básicas:

1. Sucesivos módulos de manzanas regulares que incorporan un sistema de

diagonales, dos de las cuales convergen a la estación ferroviaria: Altona,16 Líbano17

y Pontaut18 (figs. 7,8 y 9, respectivamente).

2. Trazado con manzanas regulares con un sistema de dos diagonales que

concurren a una pequeña plazoleta, componiendo el espacio adyacente a la

Estación: Henderson19 y Parravicini20 (figs. 10y 11). En estos trazados urbanos de

reducida escala, en apariencia no hay razones funcionales que justifiquen las formas

adoptadas. Todo parece un “divertimento” geométrico, una especulación formal

más que una resolución de una trama circulatoria fundada en movimientos internos 15 Crotto, DM 164, Partido de Tapalqué, DIHyC. 16 Altona, DM 165, Partido de Tapalqué, DIHyC. 17 Liban, DM 127, Partido de Lamadrid, DIHyC. 18 Pontaut, DM 128, Partido de Lamadrid, DIHyC. 19 Henderson, DM 102, Partido de H. Irigoyen, DIHyC. 20Parravicini, DM 91, Partido de Dolores, DIHyC.

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o derivados de la comercialización de los productos agrícolas. Parece más

apropiado buscar una ligazón entre estos planteos y la joie de vivre de la exitista

sociedad del Centenario.

Los proyectos urbanos de Hall fueron exitosos y se reprodujeron en otras

poblaciones con posterioridad a 1910 y hasta ya avanzada la crisis del modelo

socio-económico. Los últimos casos de aplicación de esta tipologías fueron Mar de

Ajó (1935) (fig. 12), una ciudad balnearia representativa de la primera tipología, y

Pipinas (1939) (fig. 13), una localización industrial que reproduce la segunda.

CURRICULA DE LOS AUTORES

Virginia Galcerán es egresada de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la

Universidad Nacional de La Plata (1984). En 1994 se incorpora como investigadora al

Instituto de Historia del Hábitat de esa Facultad en la que, además, desde 1995 es docente en el

Taller de Historia de la Arquitectura.

René Longoni egresó como arquitecto de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de

la Universidad Nacional de La Plata en 1970. Desde 1989 es Director de la Unidad de

Investigación N° 10 del Instituto de Estudios del Hábitat en esa casa de altos estudios donde ha

sido docente entre 1970 y 1975 y desde 1984 a la fecha. Entre 1984 y 1987 cumplido también

funciones docentes en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de

Buenos Aires.

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COMUNICACIONES

LA ARGENTINA APRUEBA UNA CONVENCION REFERIDA AL

PATRIMONIO

1. Ha pasado prácticamente inadvertida la reciente aprobación parlamentaria

de la Convención sobre Defensa del Patrimonio Arqueológico, Histórico y Artístico de las

Naciones Americanas, adoptada en Washington el 16 de junio de 1976 y conocida

como “Convención de San Salvador”. De este modo, registrada bajo el N° 25.568,

la ley aprobatoria fue sancionada por ambas Cámaras el 10 de abril de 2002 y

promulgada de hecho el 3 de mayo de 2002.

2. Los 23 artículos del instrumento fueron originariamente aprobados por los

Estados miembros de la OEA, dando cabida a la adhesión de otros Estados (art.

19). El procedimiento parlamentario de ratificación deriva de la propia Convención

(art. 20) y es congruente con los mecanismos constitucionales argentinos en la

materia.

3. La Convención asume como punto de partida ...el constante saqueo y despojo que

han sufrido los países del continente, principalmente latinoamericanos, en sus patrimonios

culturales autóctonos. Tales depredaciones han dañado y disminuido las riquezas

arqueológicas, históricas y artísticas a través de las cuales se expresa el carácter nacional de los

pueblos.

El legado del acervo cultural debe preservarse para las futuras generaciones,

a través de acciones de defensa y conservación, precedidas por una actitud de aprecio y

respeto mutuo de los bienes en cuestión, y ello en un marco de sólida cooperación

interamericana. Con estas apreciaciones previas, la Convención se propone como

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objeto (art. 1) ...la identificación, registro, protección y vigilancia de los bienes que integran el

patrimonio cultural de las naciones americanas, para a) impedir la exportación o importación

ilícita de bienes culturales y b) promover la cooperación entre los Estados americanos para el

mutuo conocimiento y apreciación de sus bienes culturales. Vale decir que se plantean cuatro

acciones y dos objetivos, todo ello referido a los bienes culturales, que la Convención

agrupa en cuatro categorías (art. 2):

a) Monumentos, objetos, fragmentos de edificios desmembrados y material arqueológico,

perteneciente a las culturas americanas anteriores a los contactos con la cultura europea, así como

los restos humanos, de la fauna y flora, relacionados con las mismas;

b) Monumentos, edificios, objetos artísticos, utilitarios, etnológicos, íntegros o desmembrados,

de la época colonial, así como los correspondientes al siglo XIX;

c) Bibliotecas y archivos; incunables y manuscritos; libros y otras publicaciones, icono-grafías,

mapas y documentos editados hasta el año de 1850;

d) Todos aquellos bienes de origen posterior a 1850 que los Estados Partes tengan re-

gistrados como bienes culturales, siempre que hayan notificado tal registro a las demás partes del

tratado;

e) Todos aquellos bienes culturales que cualesquiera de los Estados Partes declaren o

manifiesten expresamente incluir dentro de los alcances de esta Convención.

Los desacuerdos entre países firmantes acerca de la aplicación del art. 2 a

bienes específicos, quedan sometidos a la decisión definitiva del Consejo

Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura (CIECC), previo

dictamen del Comité Interamericano de Cultura (CI-DEC) (art. 4).

4. La Convención prescribe una máxima protección internacional de los

bienes en cuestión, considerando ilícitas su exportación e importación, salvo que el

Estado al que pertenecen autorice su exportación para la promoción del

conocimiento de las culturas nacionales (art.3). La Convención declara como

pertenecientes al Patrimonio Cultural de cada Estado, los bienes nombrados en el

art. 2, hallados ó creados en su territorio y los procedentes de otros países,

legalmente adquiridos (art. 5). Ello así, el dominio de cada Estado sobre su

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Patrimonio Cultural y las acciones reivindicatorias sobre los bienes que lo integran

son imprescriptibles (art. 6). Si bien el régimen dominial de los bienes culturales es

legislación interna de cada Estado - y no podría ser de otro modo -, sin embargo,

con el objeto de impedir su comercio ilícito, la Convención estima que deben

promoverse las siguientes medidas (art. 7):

a) Registro de colecciones y de traspaso de bienes protegidos.

b) Registro de transacciones en establecimientos dedicados a la compra y

venta de los mismos.

c) Prohibición de importación de bienes culturales de otros Estados sin el

certificado y la autorización correspondiente.

A su vez, los bienes itinerantes en préstamo ó exhibición son declarados

inembargables fuera del Estado titular (art. 16).

El art. 8 de la Convención asigna a cada Estado la responsabilidad por la

identificación, registro, protección, conservación y vigilancia de su patrimonio cultural. Ello a

través de medidas instrumentales que los signatarios se comprometen a promover,

tales como:

a) Preparación de instrumentos normativos que protejan el Patrimonio en

casos de abandono o por trabajos de conservación inadecuados.

b) Creación de organismos técnicos específicos.

c) Inventario y registro de bienes culturales.

d) Creación de museos, bibliotecas, archivos y otros centros dedicados a los

bienes culturales.

e) Delimitación y protección de lugares arqueológicos y de interés histórico y

artístico.

f) Exploración, excavación, investigación y conservación de lugares y objetos

arqueológicos por instituciones científicas en colaboración con el organismo

nacional competente en materia de patrimonio arqueológico. Respecto de este

punto, el art. 9 impone a cada Estado Parte el deber de impedir las excavaciones

ilícitas en su territorio y la sustracción de piezas.

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5. El art. 10 trae el compromiso de los firmantes en el sentido de adoptar

medidas eficaces para prevenir y reprimir el comercio ilícito de bienes culturales,

como asimismo para restituirlos al Estado del cual hubieran sido sustraídos.

Los arts. 11, 12 y 13 abren la vía diplomática para el reclamo de los Estados

Parte ante la exportación ilícita de bienes culturales fijando un procedimiento

probatorio de restitución que compromete esfuerzos policiales, judiciales y fiscales.

Asimismo extiende los alcances de la extradición a los autores de delitos vinculados

a la destrucción y tráfico de bienes culturales (art. 14).

6. El art. 15 impone la obligación de cooperación tanto para una fluida

circulación y exhibición de piezas, con previa autorización gubernamental, como

para el intercambio de información sobre bienes, excavaciones y hallazgos

arqueológicos.

La Convención encomienda, además, una serie de acciones a la Secretaría

General de la OEA, comenzando por la tutela de la aplicación y efectividad del

instrumento, la adopción de medidas colectivas en la región, el establecimiento de

un Registro Internacional de Bienes Culturales muebles e inmuebles, la

armonización de las legislaciones nacionales en la materia, el otorgamiento y gestión de

cooperación técnica, y la difusión de información y promoción de la circulación de

Bienes Culturales entre los Estados Parte (art. 17).

La Convención no impide, por cierto, la celebración de acuerdos bilaterales

o multilaterales por los Estados Parte, vinculados a su Patrimonio Cultural, ni

limita la aplicación de aquellos que en la misma materia se encuentren vigentes

(art. 18).

7. Siendo el flujo de bienes y personas una de las características más

ostensibles de los procesos de globalización e integración regional, no resulta un

hecho extraño que, parejo al tránsito lícito, se produzca un tráfico ilícito. Este

fenómeno reclama una creciente cooperación interestadual para repeler delitos

transnacionales, cuyo iter criminis traspone las fronteras individuales de un país. La

seguridad física y jurídica aparece así como un componente necesario de los

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procesos de integración. En el caso latinoamericano las normas multilaterales

vienen a reforzar las debilidades que en materia de Patrimonio Cultural (y con

escasas excepciones) exhiben los ordenamientos jurídicos nacionales enriqueciendo

el derecho interno de los países suscriptores. Más de un observador podrá sugerir

que esta aprobación es bastante tardía, al menos en el caso argentino y que la

devastación del Patrimonio Cultural ha llegado demasiado lejos. Es cierto. Pero

aunque tarde, la norma podría impulsar ab extrínseco la reversión de una tendencia

local abandónica en la materia.

Oscar Andrés De Masi

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RELACIONES DOCUMENTALES

LA REMODELACION DE LA BASILICA DE SAN FRANCISCO DE

BUENOS AIRES.

ALCANCES DE LA INTERVENCION DEL ARQUITECTO ERNESTO

SACKMANN

Síntesis Biográfica

Ernesto Carlos Adolfo Sackmann nace en Buenos Aires el 5 de mayo de 1874,

hijo de Adolfo Sackmann y Juana Fanvinkel, alemanes. Reside en Europa durante

11 años. Realiza estudios en Alemania entre 1888 y 1895. Asiste a la Escuela

Superior de Arquitectura de Dresde. Se diploma de arquitecto en la Genverve

Akademie-Chemnitz. Entre otros, fueron sus profesores Uhlmann, Lipsius,

Schmidt y Gottschalk.

En 1896, ya en Argentina y con 22 años, ejerce como arquitecto. Ingresa en

noviembre de 1903 como socio a la Sociedad Central de Arquitectos. En 1906,

figura como arquitecto asociado al estudio de arquitectura, construcciones y

administración de propiedades Merry & Raynes, junto a E. A. Merry y C. T.

Raynes, con oficinas en la calle Suipacha 181.

Desde 1896 hasta 1904 realiza, en forma individual o asociado, un número

importante de obras en Buenos Aires encargadas por Juan Cañás, Thomás Duggan,

Juan Duggan y, por último, para Santos Unzué: un edificio ubicado en la esquina de

las calles Venezuela y Sarandí, y otro en la Avenida de Mayo N° 870, demolido; el

Templo de Jesús Sacramentado y la lindera Casa de Jesús, colegio y orfanato en la

calle Corrientes N° 4419.

Unos años mas tarde proyecta entre otros, el Petit hôtel de la calle Juncal 624,

Buenos Aires y el importante palacio de la familia Recagno, en el Boulevard Oroño

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1155, en Rosario. Hacia fines de la década del veinte realiza tres de sus obras más

significativas: el Banco Alemán Trasatlántico, en Reconquista y Bartolomé Mitre

(1926); el edificio de Lahusen Ltda, en Paseo Colón y Moreno (1928) y, en ese

mismo año, el notable edificio del Nuevo Banco Germánico de la América del Sur,

que obtiene el Segundo Premio Municipal de Fachada de la Ciudad de Buenos

Aires.

En 1911 se casa con Luisa L. Gsell, hija del banquero suizo Jacobo Gsell. y de

Luisa María Frida Schlacpfer, con la que tendrá dos hijas: Silvia Paula (1915) y

Leonor Luisa (1914). Para esta época compra la finca de Canning 2762 esquina

Juncal, donde reside hasta su muerte en el año 1968. Desconocemos al momento la

labor profesional realizada entre la última obra citada y la fecha de su fallecimiento.

Las obras de remodelación

Entre 1904 y 1911 Sackmann interviene en las obras de la reforma integral del

templo y conjunto conventual franciscano de Buenos Aires. En efecto, luego de

una prolongada polémica entre la Comunidad Franciscana con Pedro Benoit

(nieto), a raíz de una serie de modificaciones introducidas al proyecto original de

reforma de la iglesia que estaba realizando y de los mayores costos que las mismas

provocarían, se decide suspender las obras y convocar al síndico Santos Unzué para

se encargue directamente de la obra. En estas circunstancias Sackmann, que se ha-

llaba realizando obras menores de mantenimiento en los claustros, es llamado a

ejecutar un nuevo proyecto para la reforma. Las tareas comienzan en enero de 1907

con la continuación de las obras inconclusas de la cúpula y el frente, en junio se

prosigue con el muro lateral de la calle Defensa, y en abril de 1908 se inician las

torres; en 1909 se demuele la bóveda plana del coro y se la reconstruye

desplazándola un metro hacia arriba. Las tareas se proseguirán ampliando las

ventanas y profundizando los nichos de los altares. La sala de Profundis es

transformada en capilla, se vincula la sacristía al claustro principal mediante un

nuevo corredor y se reforma el panteón. A su vez se renuevan adornos, esculturas,

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pintura, mosaicos, vitraux, puertas, ventanas en general, rejas, etcétera. Las tareas

son encargadas a diversos artistas artesanos y contratistas de acuerdo a la

documentación producida por Sackmann y bajo su dirección. Los trabajos finales

se realizaron en los primeros meses de 1911 y es inaugurada solemnemente el 4 de

octubre, día de la festividad de San Francisco.

Paralelamente y con similares características interviene en la Capilla de San

Roque y su cripta. Asimismo, en 1907 inicia la demolición del antiguo noviciado de

Custodio de Saa y Faría (1788), para la construcción el Colegio San Francisco en

Moreno 343 / 355 como asociado a Merry & Raynes. En 1908 prosigue

demoliendo el sector oeste sobreviviente para la ejecución del nuevo Noviciado y

Postulantado en Moreno 369 / 371. La intervención también alcanza “el martillo”,

sector inconcluso del segundo cuadro del convento, sobre la calle Balcarce 251 /

259, que se demuele parcialmente, y lo adapta para fines comerciales en planta baja

y para salones de usos múltiples del convento en la planta alta; realiza una nueva

fachada según los criterios imperantes sobre la resolución de la arquitectura

utilitaria-comercial.

La Documentación que a continuación se transcribe complementa la

publicada Anales N° 31/32, diciembre de 1999. Ha sido hallada y seleccionada en

el Archivo Histórico del Convento Franciscano de Buenos Aires. El estudio de la

inédita documentación presentada permite precisar los motivos y alcances de la

intervención del Arquitecto Ernesto Sackmann, tanto en la iglesia como en el

conjunto conventual. Asimismo quedan en claro las autorías de los distintos artistas

y artesanos que intervinieron en las reformas. Por otra parte nos permite conocer

las reutilizaciones y/o nuevos destinos de algunos bienes muebles de la Comunidad

Franciscana, descartados luego de las obras.

Jorge Pablo Willemsen

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Fuentes consultadas: Actas Discretoriales (Resoluciones del Discretorio del

Convento); ERNESTO SACKMANN, Algunos apuntes de la restauración del Convento y

Templo de San Francisco, mimen. Buenos Aires, agosto 1911.

I. Aprobación del proyecto de refectorio y biblioteca, Libro de Actas

Discretoriales, 1905, [folio 155, Buenos Aires 28 de Septiembre de 1905.]

...“Reunido el Venerable Discretorio en la celda Guardiana!, el Reverendo Padre Guardián

presentó los planos del nuevo refectorio y de la nueva biblioteca. Estos planos siguen la idea general

del primitivo plano del convento.

Considerando las deficiencias del refectorio actual por su falta de luz y ventilación y la

necesidad de ampliar la biblioteca; después de estudiar los planos presentados se resolvió adoptarlos

previas algunas modificaciones.

El refectorio y la Sala de Profundis ocuparán la planta baja y la biblioteca ocupará la

planta alta. Las dimensiones son las siguientes Sala de Profundis, largo m (...) ancho m (...).

Refectorio, largo m (...) ancho m (...). Biblioteca, largo m(...) ancho (...). Esta obra es costeada por

el Hermano Síndico.

En fe de todo lo referido lo firmamos el 6 de Noviembre de 1905

[Firmas: ] Fray Julián P Lagos // Fray José R. Quiroga / Discreto// Fray Fidel

Schelibon // Fray Francisco Casaretto / Discreto // Fray Antonio López.

II. Encargo del mobiliario del Colegio. Conveniencia de demoler el

antiguo Noviciado, Libro de Actas Discretoriales, 1907, [folios: 174v y 175,

Buenos Aires 28 de Septiembre de 1907.]

A los treinta de Noviembre del año 1907, se reunieron los R.P. Discretos y después de leer

el acta de la sección anterior se resolvió que debiéndose mandar a construir los bancos para el

colegio cuyas obras están próximas a inaugurarse ...se encargasen a Norte América de acuerdo al

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modelo anteriormente designado.

Como según afirmación del Arquitecto el Noviciado se encuentra en condiciones mal sanas,

el Padre Guardián significó la conveniencia de proceder á su demolición total, la idea fue aceptada

por todos...

[Firmas] Fray Francisco Casaretto / Guardián // Fray P Otero // Fray

Buenaventura González / Discreto // Fray Fidel Schelibon.

III. Aprobación del proyecto del nuevo Postulantado y Noviciado,

Libro de Actas Discretoriales, 1908, [folio 176, Buenos Aires 11 de marzo de

1908.]

Reunidos los Reverendos Padres Discretos y Guardián el día 11 de marzo el Reverendo

Padre Guardián presentó á los Padres Discretos los planos de Noviciado y Postulantado. Exa-

minado detenidamente fueron aprobados con algunas pequeñas modificaciones manifestadas por

los Reverendos Padres Discretos y no habiendo mas asuntos que tratar se levantó la sesión.

[Firmas] Fray Francisco Casaretto / Guardián // Fray. P Otero /Discreto // Fray Antonio

López / Discreto // Fray Buenaventura González / Discreto // Fray Fidel Schelibon

I. Demolición del antiguo Noviciado y Creación del Museo del

convento, Libro de Actas Discretoriales, 1908, folio 176, Buenos Aires 6

de mayo de 1908.]

II. “En este convento de N. P San Francisco, á 6 de mayo de 1908, reunidos los

Reverendos Padres Discretos y Guardián en la celda guardiana) ...el R. P Guardián

comunicó al Discretorio que el noviciado que el Noviciado iba á ser demolido para

reedificarlo según los planos aprobados.

“... Resolvióse hacer un museo en la biblioteca antigua para conservar en él todo aquello que

sea digno de guardarse y conservarse...”

[Firmas: Fray Francisco Casaretto /Guardián // Fray P Otero/ Discreto //Fray

Buenaventura González /Discreto // Fray Juan C. Mentías /Discreto Provisorio //

Fray Fidel Schelibon /Discreto.

IV Destino del antiguo mobiliario de la Iglesia Libro de Actas

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Discretoriales, 1908, [folios: 181, 181v, 182, Buenos Aires 26 de mayo de 1908.]

“En este convento de N. P San Francisco, á 26 de mayo de 1908, reunidos los R. P

Guardián y Discretos ...[se da] una limosna para ayudar a pagar la casa que los católicos de la

argentina regalan á la Santa Sede para morada de su representante... (300$) [pedido de

Monseñor Arzali]

“Como nuestros Hermanos síndicos ...resolvieron dotar a nuestra iglesia de nuevos

confesionarios ...[se otorgan] 2 de los antiguos al convento de Aarón Castellanos, y a las hermanas

franciscanas, 3 para su iglesia de la calle Guise, de esta ciudad...”

“...el convento de Río IV pide que se le de limosna alguna de las alfombras que se usaban

en nuestra iglesia. Se resolvió darle la antigua (la de medallones) ...se acordó comunicar al

Ministro Provincial, que en vista de que nuestros hermanos Síndicos están dotando á nuestro

templo de todo lo necesario, y esto nuevo, y habiendo algunos objetos que ya no serán precisos,

pueda él disponer de ellos...”

“ Debiendo hacerse de nuevo el panteón y estando los restos del V P. Fray Luis Bolaños,

como á ...los de algunos Padres dignos de memoria, y la iglesia en refacción, acordose trasladan por

el tiempo que duren las reformas todos los restos al Panteón de nuestros hermanos terceros en la

capilla de San Roque.”

“...La Sociedad Escuelas y Patronatos pidió á la guardia de Honor el altar del Sagrado

Corazón habiéndoselo cedido. El Venerable Discretorio aprueba la cesión.”

“Para que las obras del templo puedan hacerse con la facilidad que reclaman se acordó

desarmar los altares y si necesario fuere el púlpito, debiéndose en este caso sacar fotografías de cada

uno de los altares.”

[Firmas:] Fray Francisco Casaretto / Guardián // Fray P. Otero / Discreto // Fray

Buenaventura González / Discreto // Fray Juan C. Mentías / Discreto Provisorio // Fray

Antonio López / Discreto interino

V Destino del antiguo mobiliario de la Iglesia. Libro de Actas

Discretoriales, 1908, [folios: 184v, 185. Buenos Aires 22 de Junio de 1908.]

.. el 26 de mayo consagración por Arzobispo Doctor Mariano Antonio Espinoza de las

nuevas campanas fundidas en Alemania donadas por Santos Unzué y Señora dedicadas a

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Cristo Redentor, San Francisco, la Inmaculada, y San Antonio respectivamente.

El 22 de junio 1908 se ofrecen al convento de Catamarca los altares de la Purísima y las

Llagas. Al Padre Pedro Iturralde, Comisario de las Misiones (...) (El Altar), una campana, y

la imagen de Santa Ana. A las hermanas franciscanas de Tucumán el altar de Aránzazu. Al

convento de Aaron Castellanos la baranda del comulgatorio. A las Hermanas misioneras de

Banfield un confesionario.

Se acordó vender las maderas, que sacadas de varias oficinas del Convento; que ya no son

necesarias.

Dejase constancia de haberse remitido a España, para ser retocada, la imagen de la

Purísima del altar Mayor; y de haber empezado a demolerse el noviciado, hoy 22 de Junio de este

mismo año.

No habiendo más asuntos á tratar, después de las ...se levantó la sesión. Entre paréntesis

(el altar) no vale.

[Firmas:) Fray Francisco Casaretto /Guardián // Fray Julián B. Lagos //Fray P

Otero / Discreto // Fray Buenaventura González / Discreto // Fr, Juan C. Mentías

/Discreto Provisorio

VI- Reseña de los trabajos realizados.

ERNESTO SACKMANN, Algunos apuntes de la restauración del Convento y Templo de

San Francisco, mímeo, Buenos Aires, agosto de 1911, [9 páginas]. El texto está

acompañado por una pequeña nota biográfica manuscrita.

CONVENTO.

Techos - La refacción del convento en general no fue la idea primordial que existía, pues al

principio fue llamado el arquitecto ERNESTO SACKMANN a remediar las grandes humedades y

goteras que habían y hacían casi imposible habitar las celdas.

La gran humedad y las filtraciones provenían de la construcción antigua colonial, pues los

techos estaban formados de grandes bóvedas rellenadas con tierra y techados con ladrillos del

tamaño de 25x SO cm.

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Encontrándose las bóvedas en buen estado, se sacó la hilada de ladrillos, colocando

argamasa de cal y cascotes y luego baldosas francesas. Estos trabajos empezaron en el mes de

noviembre de 1904.

Celdas - Al ver ahora el arquitecto y síndico de la congregación el estado lastimoso y

antihigiénico de las celdas habitadas por los padres, se resolvió poner estas en condiciones que se

exigen hoy en día para vivienda de un ser humano.

Las celdas de mas ó menos 4 x 5 metros en parte con piso de ladrillos antiguos con una

puerta de entrada desde el claustro de 0,90x 2 metros y una ventana al patio de 0,80 x 1,30 y a

nivel casi del piso y en paredes de un espesor hasta de 1,50 metros, jamás recibían los rayos del sol

y es fácil comprender la consiguiente humedad.

Para conseguir la ventilación e higiene necesaria se cortaron grandes nichos de 3 metros de

ancho tanto en las paredes al exterior como en las del claustro y se colocaron puertas vidrieras en

dos hojas de 3 metros de alto con banderolas para abrir y ventanas grandes del mismo sistema.

Los pisos antiguos fueron reemplazados por otros de pino tea, los revoquesmente picados y

renovados y cada celda recibía su lavatorio en conexión a las cloacas completa.

Claustro y patios - No solamente las celdas, sino también los claustros, patios y otras

dependencias se encontraban en muy mal estado y así se resolvió seguir paulatinamente con la

restauración total del convento.

Los revoques en general fueron hechos de nuevo, las baldosas y ladrillos de los pisos en los

corredores y patios [fueron] reemplazados por mosaicos del país.

Escaleras - Las escaleras que estaban formadas por vigas de madera dura y baldosas recibieron

escalones de mármol.

Cocina - Se formó una nueva y amplia cocina con ante - cocina, y para perfeccionar la higiene,

fue instalado un lavadero moderno con cuarto de planchan etcétera.

Refectorio - El refectorio se encontraba en tal malas condiciones, que fue imposible aprovecharlo

así se resolvió hacer uno nuevo y dotándolo con nuevos bancos y mesas.

Biblioteca - Sobre este refectorio, fue ubicado el salón nuevo para la biblioteca, para conservar

en debida forma las reliquias scriptográficas y de imprenta que pertenecen a la comunidad

franciscana. Estas instalaciones, en su mayor parte de fierro y de cómodo manejo, se pueden

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considerar como únicas de su género en Buenos Aires, fueron empezadas en febrero de 1906.

COLEGIO

Al concluir los trabajos en el convento (a principios de 1907) fue resuelto deshacer la parte

que ocupaba el colegio y edificar uno nuevo para mas o menos 400 niños. Así se empezó esta obra

en el mes de Julio de 1907 y se construyó un edificio de dos pisos, conteniendo en los bajos cuatro

salones amplios y una sala para la dirección y en los altos cinco salones con sus dependencias.

NOVICIADO Y POSTULA[NTA]DO

La parte Sur del convento, que contenía el noviciado y postula[nta]do, fue imposible

restaurar y fue demolido en el mes de Agosto de 1908 y reconstruido un nuevo edificio en

combinación con el convento.

Contiene en los bajos, el postula[nta]do de 18 celdas, una sala para el maestro, una capilla y

un salón de clases.

En los altos fue ubicado el noviciado con la misma cantidad de celdas y demás comodidades

como en el piso bajo. Tanto el postula[nta]do como el noviciado tiene cada uno su patio amplio y

separado, con aparatos de gimnasia, etcétera.

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IGLESIA

En las mismas malas condiciones del convento se encontraba también la iglesia.

Cúpula antigua - La cúpula antigua que ya no presentaba la seguridad suficiente de estabili-

dad, fue demolida años atrás y reconstruida únicamente la mampostería hasta la media naranja.

Pero como el proyecto existente no fue de agrado del DONANTE fue encargado al Arquitecto

ERNESTO SACKMANN hacer un proyecto de la restauración completa del templo, tanto exterior

como interiormente.

PROYECTO GENERAL DEL TEMPLO

Estilo - La base principal fue conseguir un templo con mucha luz y bien ventilado. Para

armonizar el deseo de “mucha luz natural” con la arquitectura, resolvió el arquitecto adoptar el

Barroco de siglo XVI, el más apropiado y característico para satisfacer las condiciones deseadas,

imponiéndose una vez aceptado el estilo, la decoración interior de blanco y dorado.

Cúpula nueva frente defensa y alsina - La cúpula fue empezada en Enero de 1907, y

se siguió en Junio del mismo año con el muro lateral por la calle Defensa y en abril de 1908 con

las torres del frente.

Construcciones, dificultades y llaves interiores - Todos estos trabajos no presentan

ahora las grandes dificultades que se tenían que vencer y es fácil de imaginarse los laboriosos

estudios y cálculos sumamente exactos que tenía que desarrollar el arquitecto al cumplir con el

deseo general de suprimir las inmensas llaves antiestéticas, que se veían en el interior de la nave y

que servían para aguantar el empuje de la gran bóveda sobre las paredes laterales.

Defectos de la construcción antigua - Para mayor ilustración hay que mencionan que la

pared de la calle Defensa, se encontraba 23 cm. afuera de plomo, vencida a causa del empuje de la

bóveda y esta presentaba en el centro, desde el coro hasta el presbiterio, una gran rajadura que en

partes llegaba hasta 0,05 m.

Techo - El arquitecto, al ver estos inconvenientes, resolvió de aliviar primeramente el peso que

descansaba sobre la bóveda, sacando gran cantidad de tierra y ladrillos que formaban la azotea y

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construir un techo completamente nuevo y aislado de la bóveda, con cabriadas de fierro, colocadas a

cada tres metros y estas construidas de tal manera alrededor de la bóveda que, sirvieran al mismo

tiempo de llave y anillo para aguantar el empuje de esta. Al cerciorarse luego, una vez concluido

todo el techo, del buen éxito conseguido, se cortaron tanto las llaves interiores como también la

pared vencida de la calle Defensa, no notándose movimiento alguno ni en las partes mas delicadas.

Boveda interior - Así se siguió en el mes de agosto de 1908 con la bóveda interior y estando

esta completamente húmeda e imposibilitada para recibir revoque nuevo, se armo un sistema de

arco de fierro con tejido a unos 20 cm. Distante de la bóveda, revocándolo con yeso y que forma la

bóveda actual.

Ventanas - Las ventanas fueron agrandadas, se sacaron las antiguas de madera y se colocaron

nuevas de fierro.

Nichos - Los nichos de los altares y confesionarios fueron hechos más profundos para dejar mas

libre la nave de la iglesia.

Coro - Al sacar los revoques debajo de la bóveda del coro, se notaba que también esta presentaba

grandes rajaduras y que sería imposible conservarla.

Capilla - Faltando una capilla para funciones menores y teniendo la sala de Profundis y Sacris-

tía dimensiones excepcionalmente grandes, se resolvió transformar la antigua sala de Profundis en

Capilla y dedicar esta al Santísimo, uniéndola con la Iglesia por una gran abertura arqueada.

Pasaje nuevo - Para llegar independientemente a la Sacristía, se ha construido un pasaje nuevo

en continuación con el claustro.

Ventanas - Las ventanas al exterior de la nueva Capilla y Sacristía fueron agrandadas para

dar también a estos luz y aire suficiente.

Contra-sacristia - La contra sacristía detrás del altar mayor recibió un entrepiso nuevo con

una amplia escalera de mármol.- Las ventanas fueron agrandadas y así se consiguió el lugar

adecuado para depositar cómodamente los útiles de la iglesia.

Cripta - Por ultimo, a fines de 1909 fue renovada la cripta o panteón, poniéndola en condiciones

de higiene según el objeto, a que esta destinada.

Adornos y demás trabajos - Todos los trabajos de revoques, adornos, escultura, pintura,

mosaicos, vitraux. Puertas, ventanas, etcétera, de toda la Iglesia y sus dependencias son

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completamente nuevas y siendo de un mérito verdaderamente artístico en su ejecución, ser explicados

al lector en las siguientes líneas.

(Ahora me limitaré a explicar solamente la parte decorativa del templo y nombraré las personas

por las cuales fueron ejecutados los trabajos en general según mis dibujos y bajo mi dirección.)

Verja del frente y portón - La verja del frente, portón de entrada y baranda del coro, de la

casa E. Plus de Berlin.

Escultura - La escultura en general, del señor A [ntonio] Vogële y representan:

Exterior - Grupo central del frente: San Francisco protege la Tercer Orden de San Francisco,

representada por las figuras de Dante, Giotto y Colón.

Estatuas alrededor de las torre: I.- El Cardenal Cisneros con su escudo; 2.- Papa Sixto V

(Franciscano); 3.- Fray Rogelio Bacon (Sabio); 4.- Papa Gregorio IX con escudo; 5.- Fray

Antonio de Marchena (Celebre Astrónomo).

Interior - Interior de la cúpula: Adornos de la cúpula - Atributos del Santísimo Sacramento

con frutas de viña, trigo, flores y hojas de la pasionaria (planta que se encuentra en Misiones y

Paraguay). Los cuatro evangelistas: San Juan, San Marco, San Lucas y San Mathaeus.

Presbiterio alto - Bajo relieves a ambos lados del Altar Mayor: 1.- Abrazo de San Francisco

y San Domingo en la puerta de una Iglesia en Roma; 2.-San Juan de Capistrano y San

Bernardino (Franciscanos) entran en Roma.- En los dos paños un poco mas adelante: los escudos

de las Ordenes de San Francisco y Santo Domingo.

Presbiterio bajo - Sobre el altar del Sagrado Corazón: 1.- El reloj del Sagrado Corazón; 2.-

La Beata Margarita María de Alacoque aparece Jesús del Sagrado Corazón.- Izquierda pared

que pega contra la Sacristía: 1.- San Francisco y el Serafín en la cruz. 2.- San Francisco

bendiciendo a Fray León.

Nave - Sobre la puerta a la calle Defensa: La iglesia de San Pedro en Roma sobre la roca.

(Alegoría del Evangelio de San Mathaeus, Capítulo XVI, N° 18). Debajo esto: El escudo del

actual Pius X.

Debajo el coro - En el centro: El Angel de la Paz rodeado de ángeles.

A la izquierda: Un sueño del Papa Inocencio III.- San Francisco sostiene la Iglesia.

A la derecha: San Francisco recibe los estatutos de la Orden de manos Jesús Cristo.

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En las paredes a ambos [lados] de la entrada: 1.- San Francisco y las aves. 2.- San Francisco y

en nacimiento.

Boveda de la nave - En las lunetas de la bóveda frente a las ventanas: Alegorías de la

Pasión de N. S. Jesucristo y escudos de San Francisco. En el friso de la cornisa principal: El

escudo de la Tierra Santa; símbolos del Santísimo Sacramento y cabezas de Angeles.

Capilla del santísimo - Sobre el altar: La Santísima Trinidad. En las paredes laterales:

Cinco bajos relieves con Alegorías del Santísimo Sacramento y ornamentación correspondiente.

Entre los pilares: Cuatro Pelícanos - símbolo del amor Cristiano.

Sobre los pilares: Diez y seis medallones con alegorías de la Santísima Eucaristía con ornamen-

tación correspondiente y cada uno con su inscripción.

Trabajos de granito y de mármol - Columnas de granito, escalones, gradas de mármol al

interior, friso y baranda del comulgatorio fueron ejecutadas por el señor C. ALLEGRI é Hijo. Bs.

As.

Vitraux - Vitraux de la Iglesia, Capilla y Sacristía como también las estatuas de las paredes y

monumento del padre [Luis] Bolaños por la casa Mayer & Cía de Munich.

Puerta cancel - La puerta cancel por la carpintería “EL FENIX” B. A.

Muebles - Muebles de la sacristía, convento, noviciado, postulantado, colegio, etc. por el Señor

Julio Kortkamp. Bs. As.

Mosaicos - Mosaicos en general por la casa... jade de Londres.

Pintura de liso - La pintura de toda la Iglesia y el dorado por el Señor PAOLILLO Bs. As.

Altares - Altares en general, pero en los cuales yo no tenía intervención directa: por el Señor

Juan B. MAJO Bs. As.

Cuadros - Los cuadros decorativos por el Señor JULIO BORELL y representan:

Sobre el Coro: 1.-El coro de Angeles.- después 2.-La glorificación de San Francisco.

3.-San Francisco en la Porciúncula. 4.-La Virgen bendiciendo á las tres ordenes. 5.-San Francis-

co predicando ante el Sultán de Oriente: MALEDK EL KAMEL 6.-Sobre el Altar Mayor: El

Triunfo de la Inmaculada.

Cuadros de la Capilla - Sobre la puerta del Claustro: El martirio de los ONCE frailes

Gorgonienses muertos en Bélgica por los Hugonotes en defensa del Sacramento.

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En las paredes laterales: Cuatro cuadros: 1.- Santa Clara defendiendo la ciudad de Asís contra

los Moros.- 2.- San Pascual Bailon herido por un hugonote.- 3.- La muerte de San Antonio.- 4.-

El milagro de la adoración de la Sagrada Hostia.

Organo - Fue hecho el dibujo por el arquitecto ERNESTO SACKMANN y ejecutado el trabajo

por la casa Ch. MUTIN de París.

[Firma:] ERNESTO SACKMANN Arquitecto

[Nota manuscrita:] Nacido en B[uenos] A [fres] Mayo 5 de 1874. Estuve once años en

Europa, estudié allí la arquitectura y soy Arquitecto diplomado en Alemania.

E.S.

ARCHIVO DEL CONVENTO FRANCISCANO BUENOS AIRES

[sello]

[Nota manuscrita:] Agosto 1911

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TEXTOS POCO CONOCIDOS DE MARIO J. BUSCHIAZZO

La obra del fundador de este Instituto y de estos Anales ya ha sido analizada,

descrita y discutida ampliamente; por suerte, se han publicado una extensa

bibliografía (Parra 1980) e incluso dos bio-bibliografías (Schavelzon 1988, de Paula

1996/7), hay estudios sobre su producción intelectual como arquitecto, como

restaurador y de cada una de las facetas de su múltiple personalidad americana.1

También contamos con al menos dos versiones diferentes, aunque muy similares

entre sí, de su propio Curriculum Vitae.

Pero pareciera que su producción bibliográfica fue mayor de lo pensado y que

quizás él mismo llegó a perder el control de tal cantidad de artículos que enviaba a

publicar o que le publicaban sacando de otras ediciones y que quizás ni le avisaban

y por eso vemos que surgen nuevos textos antes nunca identificados en la

bibliografía.

Tuve la suerte de encontrar uno de estos artículos no conocidos en una rara

revista titulada México en la Cultura, vol. 13, de 1953. En ella se incluyó un artículo

corto firmado por el arquitecto, integrado por dos columnas de texto ubicadas en

las páginas 7 y 8 junto a dos fotografías y titulado Oaxaca, verde y oro. Esta revista era

editada por una poco recordada intelectual argentina, Gerarda Scolamieri, para la

Embajada de México en Argentina; su trabajo en esa revista era de una calidad

editorial notable y en ella participaba lo mejor de la intelectualidad de ambos países.

En ese número, el escrito de Buschiazzo figuraba junto con textos de Alfonso Re-

yes, Rosario Castellanos, Andrés Henestrosa y Rafael Heliodoro Valle, entre

algunos de los ya muy conocidos mexicanos, y con Antonio Requeni, Dardo Cúneo

y los mejores pintores nacionales de su tiempo entre los argentinos. Actualmente es

una revista casi imposible de encontrar ya que era de tirada reducida y circulaba

básicamente entre los amigos de la embajada, funcionarios y algunos círculos

culturales selectos. 1 El volumen 31/32 de los Anales está totalmente dedicado a estudiar la obra de Mario Buschiazzo y su aporte a la cultura nacional y de América Latina

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El texto es de tipo divulgación y se nota el espíritu de sus obras más amplias

sobre la arquitectura colonial americana, en especial sobre el barroco: el lenguaje es

florido y hay un dúctil ejercicio de redacción. Incluso se florea con el manejo

versátil de palabras típicamente mexicanas como chaparro y tezontle. Y una vez más

muestra los profundos conocimientos que tenía sobre la arquitectura colonial de

todos los rincones de este amplio continente. En 1953, Oaxaca aún quedaba muy

lejos de Buenos Aires y este hermoso texto intentaba acercar dos tradiciones muy

distantes.

Es posible que con una búsqueda paciente surjan otros textos de y sobre

Buschiazzo, que trataremos de ir publicando facilitando así el conocimiento del

fundador de este Instituto y de su obra centrada en la arquitectura del continente.

El texto Oaxaca, verde y oro, que se transcribe a continuación, es un ejemplo de ello.

Daniel Schavelzon

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OAXACA, VERDE Y ORO

Todas las ciudades del mundo que tienen espíritu, conservan a lo largo de su historia rasgos,

características, monumentos, costumbres, algo en suma, invariable y constante, que refleja su

personalidad, porque las ciudades tienen alma y vida como los humanos. Cuando carecen de ellas

no son más que conglomerados fenicios, simples amontonamientos urbanos, con movimiento

aparente pero muertos por dentro. En México, el país de la policromía brillante y bizarra, las

ciudades se distinguen de inmediato por el color: Puebla por sus fachadas revestidas de mayólicas

rojas y azules; Querétaro, de piedra blanco-rosada; Guanajuato, ocre como la tierra de sus minas.

Y en la propia ciudad de México, aunque el vertiginoso avance del progreso le quita carácter día a

día, aún quedan en los barrios viejos de La Merced y La Santísima muchas casonas cuyos muros

de tezontle parecerían protegerlas con marcos aterciopelados que van del rojo intenso al negro

dramático.

Oaxaca es verde y dorada: verde por la tonalidad de la piedra usada en las partes nobles de

sus edificios, y dorada en el estallido de las decoraciones barrocas, acaso las más fastuosas de todo

el pías. Cuando la lluvia cae mansamente sobre ese retablo de piedra que es la fachada de La

Soledad o sobre las torres fuertes y chaparras de su catedral, las tonalidades se intensifican,

veteándose como si fuesen de jade, la milenaria piedra adorada por los indígenas. Luego, al salir el

sol, el verde detonante de los imafrontes, cornisas, esculturas y chapiteles se aquieta, en tanto que

vuelves a dorarse los muros y partes accesorias, de piedra ocre. Este contraste de colores suaves da a

la ciudad una distinción, una finura distinta de la policromía poblana, donde el carácter popular

está más acentuado. Oaxaca e ciudad aristocrática en todas sus manifestaciones, con monumentos

que parecen joyas labradas delicadamente, como las arracadas de oro y perla que usan sus mujeres.

Ese sentido de orfebrería se extiende hasta los hierros de sus casas, pues en ninguna parte de

México se encuentran tantos balcones, ménsulas, barandales, faroles y rejas forjadas con tan

afiligranada minucia, lograda sólo cuando el anónimo artesano pone junto a la habilidad del oficio,

el amor hacia lo que trabaja.

Los templos oaxaqueños son legión: La Catedral, la Compañía, Santo domingo, La So-

ledad, San Felipe, el Carmen Alto, el Carmen Bajo, San José, San Francisco, La Merced, etc., y

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aún cuando casi todos ellos son hermosísimos, La Soledad y Santo Domingo sobresalen en su

valor artístico. El primero de ambos fue originariamente un templo de monjas agustinas, cons-

truido a fines del siglo XVII cuyo verdoso hastial, agregado probablemente después, parecería

desarrollarse en planos entrantes y salientes a manera de biombo. Esta forma de mover la fachada,

frecuente en toda la zona del Pacífico, especialmente en Guatemala, sugiere curiosas influencias

orientales, llegadas por vía del galeón de Acapulco.

Santo Domingo es el delirium tremens del barroco. Las decoraciones de escayola dorada

que cubren íntegramente sus bóvedas, y el árbol genealógico de la Orden de Santo Domingo que

adorna el sotocoro, sólo admiten paralelo con la Capilla del Rosario de Puebla. Pero en tanto que

el barroco poblano muestra siempre esa cargazón delatora de la ingenuidad popular, las

decoraciones de Santo Domingo conservan una mesura y ponderación propias de esa aristocracia

del espíritu que trasunta en todas sus manifestaciones la vieja ciudad de Antequera.

Mario J. Buschiazzo.

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LA NOTA NECROLOGICA SOBRE FELIPE LEMAIRE ESCRITA

EN LAS CARTAS ANUAS DE LA PROVINCIA JESUITICA DEL

PARAGUAY

El hermano coadjutor Felipe Lemaire nació en 1608 en Illies, ciudad del norte

de Francia. Ingresó a la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay el 2 de

noviembre de 1640. Sus últimos votos los hizo en Santiago del Estero el 2 de mayo

de 1654. Falleció en Córdoba en 1671.1 Con estos datos, Hugo Storni SJ nos brinda

la última y más fidedigna información conocida sobre el arquitecto de la iglesia de

la Compañía de Jesús en Córdoba, hoy declarada por la UNESCO, junto al legado

cordobés, Patrimonio de la Humanidad.

Varios investigadores se refirieron a él incluso utilizando fragmentos del

documento que presentamos.2 Pero por la importancia que merece creemos

necesario transcribir el texto completo de una nota necrológica recientemente

hallada, sin dejar de recordar, incluso, las dificultades que nos ocasionó llegar a

estos antiguos papeles. Estas son las Cartas Anuas3 que se encuentran en el Archivo

Romano de la Compañía de Jesús y que fueran fotografiadas en 1910 por el

hermano José Wenzel y traducidas del latín por el padre Carlos Leonhardt SJ en

1927. En principio, ambas fueron depositadas en el archivo del Colegio Jesuítico de

1 HUGO STORNI S.J. Catálogo delos jesuitas de la provincia del Paraguay (cuenca del Plata) 1585- 1768, Institutum Historicum S.J., 1980, p. 160. 2 Fundamentalmente GUILLERMO FURLONG S.J. Arquitectos argentinos durante la dominación hispánica, Ed. Huarpes SA, Buenos Aires, 1946, pp. 71 a 80. Anteriormente dio la noticia PEDRO GRENON S.J. Origen de la Iglesia de la Compañía en Córdoba (R. A.). Estudios históricos. Un “error”, en: “Revista de la Universidad Nacional de Córdoba”, año VII, N° 4, Córdoba, 1920. 3 Las Cartas Anuas las comenzó a publicar la Universidad de Buenos Aires en 1927 con el título Documentos para la Historia Argentina, Tomo XIX, Iglesia, Cartas Anuas de la provincia del Paraguay, Chile y Tucumán (1609-1614), y una introducción de Carlos Leonhardt SJ. La edición que prometía completar la totalidad de las mismas quedó, como de costumbre, trunca. Sólo se publicaron por entonces las Cartas de 1609 a 1637, hasta que solo en 1984 el doctor ERNESTO J. MAEDER retorna la edición publicando las de 1637 a 1639 (Fundación para la Educación y la Cultura). Seis años después publica las que van de 1632 a 1634, años no consignados en la edición Leonhardt (Academia Nacional de la Historia) y en 1996 las correspondientes a los años 1641 a 1643 (Instituto de Investigaciones Geohistóricas de Resistencia).

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San Miguel, pero luego de la muerte de Guillermo Furlong en 1974, el fondo

documental quedó cerrado al público hasta el momento en que escribimos estas

notas. Gracias a la autorización que especialmente se nos concedió, luego de varios

días de insistente perseverancia, pudimos acceder a este maravilloso fondo

documental que queremos compartir.

La noticia necrológica se escribió en la carta que hace referencia al período

comprendido entre 1669 y 1672. Consta de nueve fojas y media sin fecha ni firma.

Posiblemente fue enviada por el provincial Cristóbal Gómez quien asumía en 1672,

sucediendo al viceprovincial Agustín de Aragón quien llevaba los destinos de la

provincia desde 1669. Está dirigida al padre general Paulo Oliva y trata

generalidades de los colegios, casos edificantes, las misiones, incluyendo las notas

necrológicas de los padres Francisco Velásquez, Luis de la Cruz y Felipe Lemaire.

En una parte de la Carta se hace referencia a la flamante iglesia construida en

la sede del provincialato, cuando luego de recordar que en ese año se había

celebrado por primera vez la fiesta de San José ...con un buen número de confesiones y

comuniones. Era el 19 de marzo4 de 1671 cuando ...El mismo día comenzó la congregación

provincial, y también la consagración de nuestra iglesia, después de haber gastado en esta

hermosísima construcción nada menos que doce años, sin dejar nunca la mano de la obra. Esto no

quiere decir, que ella no esté ya del todo concluida, sin embargo, nos pareció bien, ponerla en

disposición de un modo, para que pudiese ser consagrada5 Pareció que uno de los sujetos del colegio

estaba sólo esperando esta fecha feliz para poder morir luego santamente.6 Obviamente se

refiere al hermano Lemaire.

Su llegada a tierras americanas. Como señala Storni, aconteció en 1640

cuando tenía 32 años y, como se redacta en la Carta Anua, en Europa ya era ...un

4 Según un documento de la colección de monseñor Pablo Cabrera, la iglesia se consagró el 29 de junio de 1671, fecha que también afirma el padre Joaquín Gracia. Este documento es una nota que elevan los curas rectores de la Catedral de Córdoba el 8 de febrero de 1794 para utilizar el templo como sede parroquial (IEA. Doc. N° 2776). Pero si nos atenemos a que el mismo día comenzó la congregación provincial, pues el acta correspondiente, depositada en el archivo romano, lleva fecha del 8 de agosto. 5 Efectivamente aún faltaban construir las torres y la ornamentación general. Aquellas se construyen entre 1673 y 1674. no obstante la consagración se llevó a cabo y fue presidida por fray Gabriel de Gillestegui, obispo de La Paz, en ausencia del de Tucumán, don Francisco de Borja 6 Archivo del Colegio del Salvador, Cartas Anuas de la Provincia de Paraguay desde el año 1669 hasta el de 1672 inclusive. Estante 11, f. 172.

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afamado maestro en construcciones navales. Sus conocimientos de arquitectura nos vinieron muy a

propósito. También sabemos que la obra se inició y continuó lentamente su factura

ya avanzada la década de 1650. Por estos motivos es que apoyamos la hipótesis

que sustentamos hace unos años en que adjudicamos la obra al coadjutor Lemaire,

desde los cimientos hasta el techado7. Desechamos con ello la propuesta que se

sostuvo durante mucho tiempo que, al ser tan ancha la nave, los jesuitas no supie-

ron qué hacer y a Lemaire se le ocurrió construir una quilla invertida. Por el

contrario, Lemaire y los jesuitas sabían bien qué hacer desde un comienzo.

Es interesante la nota necrológica en otros aspectos no conocidos de

Lemaire, como por ejemplo al señalar que fue también escultor y, por sobre todo,

un religioso de la Compañía de Jesús. Por eso surgen otros comentarios referidos

a su personalidad y hasta a su aspecto.

Carlos Page

7 CARLOS A. PAGE, La manzana jesuítica de la ciudad de Córdoba, Eudecor, Córdoba, 1999, p. 49.

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[NOTA NECROLOGICA DEL HERMANO FELIPE LEMAIRE]

El año siguiente, 1671, se nos arrebató nuestro inolvidable Hermano, el cual se había

hecho tan benemérito en construir muchos edificios en esta Provincia, siendo es especial un excelente

carpintero para fabricar la armadura del techo. Ya estando todavía en Bélgica, era él un afamado

maestro en construcciones navales. Sus conocimientos de arquitectura nos vinieron muy a propósito,

mucho más habiendo en estas tierras absoluta falta de hombres con conocimientos en este ramo.

Después de haber ejercido en su tierra su oficio, hizo varios viajes por tierras lejanas, pasando por

Inglaterra y Portugal, llegando hasta el Brasil. Allí se le ofreció una buena ocasión de hacer

fortuna, queriendo un lucitano rico adoptarle como hijo, por el gran amor que le tenía tanto él,

como su esposa. Pero él deshizo este lazo, porque sentía vocación a la Compañía. Por lo tanto se

fue al Paraguay y vistió nuestra sotana. Era ya un hombre maduro, pero a la maravilla se

acomodó a la vida regulan.

Sacrificóse por completo para hacerse útil a toda la Provincia, a gran provecho de todas las

casas y todos los colegios. Más que en ninguna parte se hizo benemérito en el colegio de Córdoba

del Tucumán, donde trabajó en su oficio por doce años completos en la construcción de la iglesia y

su artístico maderamen, el cual la hiciera notable hasta en las más grandiosas de Europa. Pues

tiene una bóveda tanto en el cuerpo principal de la iglesia como en las naves laterales,1 y una

cúpula en el crucero, además de un ábside arqueado en forma de una media naranja, teniendo todo

el conjunto de una forma muy hermosa. El mismo ideó este plan estudiando su ejecución por medio

de un libro de arquitectura encargado especialmente en Francia2 no lo había visto realizado

todavía en ninguna parte.

Fuera de estos trabajos de arquitectura se ejercitó también en la escultura, utilizando para

este fin maderas encargadas especialmente en el Paraguay, 300 leguas distante de Córdoba, y

1 Había un gran techo por fuera a dos aguas que cubría uniformemente el interior de tres naves con sus bóvedas. Las laterales eran las que cubrían hacia la izquierda la capilla de españoles y hacia la derecha la de naturales. La primera fue demolida hacia 1844 al destinarse la capilla para el Salón de Grados y la segunda fue reemplazada en 1877 cuando el padre Carlucci concibió la capilla de Lourdes. 2 El libro es de Philibert de l´Orme, tal cual lo dio a saber el arquitecto Carlos Luis Onetto en 1948.

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traídas acá en balsas por el río Paraná, no sin gran solicitud y trabajo, sufridos primero al

cortarlas en las selvas infestadas por tigres, después por las peripecias del viaje en un río revuelto

por las tempestades.

Con toda su habilidad siempre era un hermano humilde y desprendido de sí mismo, tanto

que se sentía molestado cuando lo alababan. Era un religioso muy piadoso, muy puntual en las

distribuciones de la regular observancia, dejando su trabajo al toque de campanilla, para retirarse

a su aposento y hacer su examen de conciencia.

No omitía su lectura espiritual, y cuando, por los días cortos, le faltaba la luz para tra-

bajar, empleó el tiempo hasta la cena para visitar al Santísimo en la iglesia (f.174 v.) todos los

días. Tuvo que aguantar mucho, tanto de parte de los nuestros como de parte de extraños, lo que

sufrió callado, no dejándose notar el disgusto por el aspecto de su rostro.

Estando reunida la comunidad en el comedor decía, su culpa de los defectos propios,

haciendo la penitencia correspondiente y otros actos de humillación. Halló ocasión para ejercer el

celo apostólico. Así supo ganar para Dios y la religión a 10 extranjeros que vivían en la he jía,

sólo por medio de su trato familiar, siendo él todavía seglar; y después de haberlos convencido de la

verdad de la religión católica, los llevó a uno de nuestros Padres, para que concluyera su conversión.

Lo mismo cuando tuvo noticias de la determinación de los superiores en lo tocante al bonete

clerical, prohibido a los Hermanos coadjutores, se privó de él inmediatamente. En una palabra: en

todo momento se mostró como perfecto Hermano coadjutor de la compañía hasta que murió

santamente, lleno de méritos, aumentados todavía por los sufrimientos de su última enfermedad.

Era muy enfermo del pecho, teniendo que lanzar mucha flema áspera, pareciendo que

vomitaba las mismas entrañas, tanto que daba lástima verlo sufrir tanto. Murió a los 62 años de

edad, 31 de compañía, y 17 después de sus últimos votos. Había recibido los últimos sacramentos.

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COMENTARIOS BIBLIOGRAFICOS

AUTORES VARIOS, Le Monnier. Arquitectura francesa en la Argentina, Buenos Aires,

CEDODAL, Embajada de Francia, Alianza Francesa, Banco Bisel, 2001, 200

páginas.

Como ya es costumbre, el CEDODAL (Centro de Documentación de

Arquitectura y Arte Latinoamericano) da a conocer a conocer a través de este tipo

de catálogos, una recopilación de la obra y de la personalidad de arquitectos que

trabajaron en nuestro país desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX, con el

fin de difundir y valorizar los archivos de arquitectura en la Argentina y en

Latinoamérica. En este caso, se trata del arquitecto Edouard Le Monnier, nacido en

Francia en 1873, quien imprime a su obra “el espíritu francés en la arquitectura

argentina”, título que acompañó a la exposición que se presentó con la edición de

este libro.

Le Monnier se adapta constantemente a la región donde implanta sus

proyectos, con un singular eclecticismo que, de forma acompasada pasa de una a

otra tendencia arquitectónica. A lo largo de sus obras detectamos reminiscencias

academicistas, neogóticas, vestigios del pintoresquismo inglés, el liberty o de la

secesión vienesa. Así al mismo tiempo se aproxima al art nouveau o a elementos

modernistas, se aleja para lograr este juego pendular y nunca dejar a un lado su sello

personal: una “pura racionalidad en el acto creativo”, lo que determina su gran

talento.

El catálogo se organiza en una secuencia de capítulos ordenados

cronológicamente, desde su formación en Francia, su entrada en la Escuela de

Artes Decorativas de París (tal vez la respuesta a la diversidad de su arquitectura, a

la capacidad de cambio y adaptación a nuestro territorio), su llegada a Brasil, luego

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su paso por Uruguay hasta su asentamiento en Buenos Aires y su actuación en

Rosario, para pasar a la explicación más detallada de su obra: la Nunciatura

Apostólica, el banco Argentino Uruguayo, el Jockey Club de Rosario, La Bola de

Nieve en la misma ciudad, el Yatch Club Argentino, y una relectura final de esta

última obra a través de una representación digital.

A lo largo del texto nos internamos una y otra vez en los movimientos de la

historia de la arquitectura, que Le Monnier amalgama con delicadeza y carácter,

donde no se compromete con ninguno sino consigo mismo reafirmando así su

impronta.

De una forma dinámica el libro solo invita a recorrerlo: los autores de los

distintos capítulos nos hacen viajar por una época, por una arquitectura y por las

características de una personalidad, como también dar a conocer la sutileza de Le

Monnier para componer con gracia y destreza “su” arquitectura, esa arquitectura

firme y tal vez de sagaz espontaneidad. Agradecidas variaciones a la monotonía del

eclecticismo literal, como el arquitecto Ortiz define: Le Monnier destaca el eclecticismo

abierto.

El texto nos traslada, nos hace retrotraer en el tiempo e imaginar una época,

una forma de vida, encontrar respuestas y aún interrogantes sobre aquellos viajeros

que se asentaron en la nostalgia, que escaparon a nuestros cielos, dejándonos en

herencia patrimonio, identidad y pertenencia del paso de ellos por nuestra tierra.

Magdalena Bieule

REBECCA STONE-MILLER, Art of the Andes from Chavin to Inca, Londres, Thames &

Hudson 1995, 224 p., 183 ilustraciones, 24 en color texto en inglés.

Este libro es una introducción al arte y a la arquitectura de las civilizaciones

precolombinas en los Andes y está pensado para el público general pero también

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para quienes están dedicados a la historia del arte.

Nos hace conocer las culturas que se destacaron unos tres siglos antes de la

llegada de los españoles, las que en muchos casos fueron la base de cuanto después

produjeron los Incas. Las tradiciones artísticas abarcan trabajos textiles, orfebrería,

cerámicos, arquitectura, hasta inmensos ejemplos urbanos. La profesora Stone-

Miller, revela los logros artísticos y arquitectónicos de las culturas Chavín, Paracas,

Nazca, Moche, Tiahuanaco, Huari, Sicán, Chimú, e incluso de los Incas. Destaca

como decisivas, en la respuesta estética, tanto las condiciones geográficas y

climáticas, como las religiosas, que definieron un arte variado y de complejos

valores simbólicos.

Está ordenado en capítulos que abarcan cada uno un período o una cultura,

según su trascendencia. Cada capítulo tiene una breve introducción, con la

explicación de los condicionantes y las necesidades básicas, para luego especificar

los logros artísticos más destacados y el modo de materializarlos. Llega al detalle de

explicar hasta los armados de las telas Chimú, y los trabajos de piedra de los Incas.

Los ejemplos estudiados son de gran calidad, apoyados por material

fotográfico e ilustraciones diversas. Todo lo cual resulta de gran ayuda para

interpretar el texto.

Es muy buena la impresión, que favorece especialmente a las ilustraciones.

El trabajo es de gran originalidad, especialmente en cuanto a las

reconstrucciones hipotéticas de obras de urbanismo y arquitectura de las

civilizaciones sudamericanas más antiguas.

Luis Valiani

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MARÍA CRISTINA DA SILVA LEME (COORDINADORA), Urbanismo no Brasil.

1895-1965, Studio Nobel, Fupam, Sao Paulo, 1999. 599 p.

El libro que presentamos es el corolario de un programa de estudios, llevado a

cabo por investigadores de ocho ciudades brasileñas -Río de Janeiro, Salvador, San

Pablo, Recife, Porto Alegre, Belo Horizonte, Niteroi y Victoria- bajo la dirección de

Cristina Leme, quien coordina la edición. Ese esfuerzo colectivo y de largo plazo,

dio como resultado un exhaustivo panorama de las experiencias urbanísticas

brasileras entre I 895 (fecha del diseño de Belo Horizonte) y 196C (fecha de la

creación de un organismo centralizado nacional a cargo de la planificación urbana y

la vivienda).

Globalmente, el objetivo fue dar cuenta de la historias de los saberes y

prácticas que se dirimen en torno de la ciudad, restituyendo el rol que le cupo al

urbanismo que hasta hace pocos años la bibliografía asoció sin mediaciones a las

alternativas del movimiento moderno en arquitectura. Para ello, en cada una de las

ciudades-objeto de estudio, se examinó el impacto de esas representaciones

técnicas, a los efectos de trazar un estudio comparativo de formas de pensar y

proyectar el espacio urbano. Las diferentes experiencias permitieron encontrar

denominadores comunes, cuyos alcances se precisan en la sugestiva introducción

de Cristina Leme.

El libro (de más de 500 páginas) se organiza con un formato de manual,

reuniendo estudios monográficos de ciudades y presentación de casos (primera

parte), biográficos (segunda parte) y documentales (tercera parte). La modalidad de

presentación de las propuestas, las notas sobre las trayectorias profesionales y el

listado de fuentes de Archivos y publicaciones periódicas tiene el enorme mérito de

ofrecer una base documental de fácil lectura para futuras investigaciones

Los artículos monográficos tributarios además de tesis de maestría y

doctorado que aseguran su consistencia- ponderan el peso que tuvieron los planes y

proyectos (realizados o no) en la transformación de las ciudades. Desde esa óptica,

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se contraponen a aquellas argumentaciones) gestadas al calor de las críticas al

urbanismo tecnocrático de la década de 1970 que soslayaban la importancia de las

propuestas de los técnicos en los procesos de constitución del espacio urbano. En

ese marco, los autores efectuaron un sustantivo esfuerzo por situar proyectos y

realizaciones (dentro de la especificidad de sus respectivos contextos) en

vinculación con un progresivo proceso de construcción institucional tanto a nivel

de los espacios de formación universitarios como de las oficinas de gestión pública

con competencias en la intervención y regulación territoriales. Desde ese haz de

dimensiones, las representaciones sobre la ciudad que se plasman en las propuestas

técnicas se entrelazan con los procesos de transformación institucional, social y

material de las ciudades, restituyendo el papel que le cupo al ideario del urbanismo.

En efecto, si bien cada uno de los autores imprime su sesgo interpretativo, es

posible visualizar una grilla de análisis implícita (uno de los aportes sustantivos del

programa marco de investigación) que le asegura unidad narrativa al conjunto de

los artículos de esta primera parte. Entre esos valiosos aportes, es de ponderar la

lectura del plan de avenidas de San Pablo, el análisis de los barrios jardín en el

contexto del juego de apropiaciones del modelo original inglés- que contribuyen a

iluminar la compleja dinámica de transferencias y traducciones de experiencias

urbanísticas entre las distintas ciudades del país y el extranjero que Leme plantea en

la introducción como una de las dimensiones de análisis para dar cuenta de la

problemática.

Luego de la presentación general de las monografías, y en un segundo ítem de

la primera parte las distintas propuestas se organizan según tipologías. Se presentan

planes de conjunto, de ciudades nuevas, de saneamiento, de mejoramiento de áreas

centrales; proyectos de puertos, de avenidas así como las respuestas formuladas

para la extensión de las ciudades. Cada uno de los casos detallado y analizado, se

completa con una bibliografía de referencia.

La periodización adoptada, de 1895-1930; 1930-1950; 1950-1965, permite

identificar un primer momento de planes de infraestructura y/o embellecimiento de

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áreas centrales, un segundo signado por documentos de carácter metropolitano y

un tercero que manifiesta el pasaje del urbanismo a la planificación desde lo

espacial y lo social. En correlato, se propone como hipótesis la existencia de tres

generaciones de profesionales. En los inicios, se pondera la preeminencia de los

ingenieros, luego un campo compartido entre ingenieros y arquitectos y,

finalmente, en el ciclo que se abre con posterioridad a la segunda guerra mundial se

muestran las modalidades por las cuales economistas, sociólogos y geógrafos

incorporaron la ciudad a sus agendas en el ámbito de la transición del urbanismo a

la planificación territorial.

Conceptualmente, es posible plantear disidencias, que lejos de quitarle méritos

al texto, estimulan el debate. Como ilustración, creemos que es restrictivo trazar

distinciones tan fuertes entre el “urbanismo técnico” y el que responde al ideario

del CIAM. En ese punto deja de lado la posibilidad de examinar la amplia gama de

coincidencias, que en el caso de Río de Janeiro se ponen de manifiesto con las

actividades que simultáneamente desarrollaran Le Corbusier y Donald-Alfred

Agache. Asimismo, cabe señalar que el tratamiento otorgado al urbanismo genético

de los dos primeros períodos- es en calidad y cantidad muy superior al de la tercera

etapa. Y, si bien el movimiento del Padre Lebret es examinado en sus alcances, no

se restituye la complejidad de ese ciclo, prolífico en planes de nueva generación que

plantean interrogantes respecto de las experiencias anteriores.

No obstante, más allá de estos debates puntuales, inevitables (y más aún

deseables) en un trabajo de esta variedad y magnitud, estamos frente a un producto

singular. Si bien existen algunos precedentes en la esfera internacional como

American city Planning since 1890, de Mel Scott; The Making of Urban America: A History

of city planning in the United States, de J.W. Reps, los trabajos de Anthony Sutcliffe, por

citar solo algunos- éste tipo de “manuales” era una asignatura pendiente en estas

latitudes. De hecho, Urbanismo do Brasil logró condensar el resultado de un

programa de investigaciones de largo aliento, con la formulación de nuevas

interpretaciones sin soslayar el rigor del relevamiento documental.

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En síntesis, Cristina Leme y su equipo nos proporcionan una obra de consulta

obligatoria, cuyos alcances trascienden largamente las particularidades de las

ciudades de Brasil y amplian las fronteras del conocimiento sobre el urbanismo

latinoamericano. Solo cabe concluir con un deseo: que en Argentina podamos

continuar el camino inaugurado por los colegas brasileros.

Alicia Novick

ERNESTO MAEDER (DIRECTOR) RAMÓN GUTIÉRREZ (DIRECTOR DE

INVESTIGACIÓN), ELISA RADOVANOVIC, JORGE TARTARINI y

COLABORADORES, El Palacio de las Aguas. Monumento Histórico Nacional, Aguas

Argentinas, Buenos Aires, 1996.

ERNESTO MAEDER (DIRECTOR) RAMÓN GUTIÉRREZ (DIRECTOR DE

INVESTIGACIÓN), ELISA RADOVANOVIC, JORGE TARTARINI y

COLABORADORES, Agua y saneamiento en Buenos Aires, 1580-1930. Riqueza y

singularidad de un patrimonio, Aguas Argentinas, Buenos Aires, 1999.

RAMÓN GUTIÉRREZ (DIRECTOR), JORGE TARTARINI, PATRICIA MÉNDEZ y

COLABORADORES, Buenos Aires y el agua. Memoria, higiene urbana y vida cotidiana,

Aguas Argentinas, Buenos Aires, 2001.

En el contexto actual de nuestro país, y con independencia de la temática a

desarrollar, sería impensable encarar un proyecto de investigación a largo plazo y

que, para colmo, tuviese su correlato editorial en tres volúmenes. Si a esto le

agregamos el auspicio de una empresa de servicios privatizada, los libros que nos

ocupan representan en el medio local un caso único.

En conjunto, los tres libros dan cuenta del abundante y calificado patrimonio

de la antigua empresa de Obras Sanitarias de la Nación, a través de un edificio

singular y paradigmático y de las importantes construcciones realizadas en Buenos

Aires y su Área Metropolitana, con sus antecedentes en sistemas de salubridad.

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Finalmente, la relación entre la ciudad y el agua completa estas visiones en una

suerte de recuperación histórica de escenarios públicos y vidas privadas.

Bajo la dirección de Ramón Gutiérrez y dentro del Convenio CONICET /

Aguas Argentinas, un numeroso equipo de colaboradores fueron los responsables

del relevamiento documental, investigación, redacción y diseño, a lo largo de los

cinco años que transcurrieron entre la publicación del primero y el tercero de estos

textos.

En términos generales las ediciones podrían calificarse sencillamente de

lujosas y la reproducción gráfica, impecable. Es notable la cantidad de fotografías,

planos y grabados que ilustran las páginas, mostrando aspectos desconocidos de

éstos habituales protagonistas del paisaje urbano de la ciudad. Obtenidas de los más

importantes repositorios documentales de la ciudad el propio archivo de la antigua

Obras Sanitarias, el Archivo General de la Nación, el CEDODAL y algunos otros-

la presentación de estas imágenes constituyen todo un aporte en sí mismas. En los

textos abundan los recuadros con temas especiales, que le otorgan a las páginas el

característico lenguaje de los formatos editoriales destinados a los lectores de

amplio espectro.

Como descripción particular, la historia del emblemático y casi mitológico

edificio de Aguas Corrientes de la avenida Córdoba, El Palacio de las Aguas, se

organizó mediante una introducción y seis capítulos. El contexto urbano y las

primeras propuestas de higiene y salubridad son objeto de los dos primeros. La

historia y los pormenores del proyecto se narran en los dos siguientes. El capítulo

quinto se dedica a la obra y sus características singulares como patrimonio cultural y

el sexto narra la organización del Museo Histórico de Aguas Argentinas, que

funciona dentro del mismo edificio y cuya organización forma parte del Convenio

entre la empresa y el CONICET antes citado.

Una larga duración sostiene el relato de Agua y saneamiento en Buenos Aires,

1580-1930. En siete capítulos se cuenta la historia de los orígenes del

abastecimiento de agua en la ciudad (primero); los grandes cambios producidos en

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este aspecto para la segunda mitad del siglo XIX (segundo) y los primeros proyecto

generales (tercero). De las construcciones, y obras de infraestructura particulares se

ocupan los capítulos cuarto a sexto: el Establecimiento Recoleta; las industrias

anexas y los grandes depósitos urbanos; la planta de tratamiento de Wilde y la

planta San Martín en Palermo, respectivamente. Por último, la relación entre Aguas

Argentinas como concesionaria y la custodia del patrimonio del Estado Nacional se

presenta en el séptimo capítulo.

Con visiones menos técnicas y la profundización de algunos aspectos

planteados en los libros anteriores, Buenos Aires y el agua, nos informa de una

historia porteña particular, organizada a través de la vida cotidiana de sus

habitantes, sus baños (higiénicos y recreativos), el uso del agua como ornamento

urbano y la compleja (y a esta altura supernumeraria) interpretación de las

relaciones entre la ciudad y su borde fluvial. Los tres capítulos que componen el

volumen, se estructuraron mediante una periodización sin pretensiones que parece

funcional a los hechos narrados: 1580-1880 De la ciudad hispana a la Gran Aldea;

1880-1930, La ciudad cosmopolita; 1930-2001, la metrópolis moderna.

A pesar de este análisis intencionado en el conjunto, es posible que cada uno

de los libros se haya pensado como unidad completa en si misma, con cierto grado

de interrelación entre un texto y otro. Esto explicaría las repeticiones que aparecen

en los tres. A modo de ejemplo, es el caso de los estudios (o capítulos) para el agua

en la ciudad colonial (especialmente en los libros segundo y tercero) las referencias

a lo cambios en el siglo XIX (en los tres volúmenes) o los proyectos de Bevans y

Bateman que aparecen con similares consideraciones bajo subtítulos diferentes.

No obstante, se trata de textos de divulgación, con una información detallada

sobre uno de los más importantes grupos patrimoniales de la ciudad. Pone al

alcance del lector conocimientos vertidos por investigaciones profesionales

diluyendo, a veces, varias leyendas urbanas, sedimentadas en las memorias de

taxistas inspirados y vecinos esclarecidos.

Acaso en esto resida también una fuerte contradicción. Libros que tienen

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como fin último la divulgación de valores patrimoniales nunca fueron distribuidos

en los circuitos comerciales. Su destino de “obsequio” dentro un determinado

círculo, priva de esta valiosa información a la gran mayoría de los investigadores

especializados. Y lo que resulta más grave aún, al gran público, actor determinante

en cualquier proceso de conservación patrimonial. Una especie de contrasentido,

del cual participan además, valga recordar, algunas ediciones recientes de otros

autores con idénticos objetivos (al menos declamados) cuyos costos en librerías

propician para el volumen un destino menos académico. Habrá que conseguirlos en

las bibliotecas especializadas que los hayan podido comprar, o revisar en ciertas

mesas para servir café de selectas salas de estar.

Esta situación, que en parte justifica también estas breves notas, molesta

especialmente porque la “trilogía” del agua constituye un aporte significativo al

conocimiento del patrimonio cultural de una ciudad y a ciertos aspectos de su

historia, sobre los cuáles aún resta mucho por decir.

Horacio Eduardo Caride

Revista Martín Fierro 1924-1927. Edición Facsimilar. Estudio preliminar de Horacio Salas,

Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 1995.

Esta sección de comentarios bibliográficos no parece el sitio adecuado para

referirse al facsímil del Martín Fierro, que ya tiene varios años de vida (1995) No se

trata de soslayar la relevancia de uno de los espejos que dan cuenta de la

heterogeneidad de los programas que los jóvenes vanguardistas porteños

intentaban llevar adelante en los años veinte, ni de soslayar la labor de los

coleccionistas como Washington Pereira y Jorge Helft que facilitaron los ejemplares

originales. Su reedición era fundamental. La revista, al igual que una amplia gama de

publicaciones contemporáneas del modernismo fue efímera, su colección completa

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era inhallable. No obstante, es ocioso revisitar sus contenidos y alcances pues a lo

largo de estos últimos años ya son muchas las relecturas y los análisis

interpretativos efectuados.

En ese contexto, sólo nos cabe poner el énfasis en el rol sustantivo de las re-

ediciones, cuando se trata de textos que tuvieron un papel significativo en la

formación del campo cultural. En ese camino, junto a la tarea del Fondo Nacional

de las Artes es preciso ponderar las líneas editoriales de la Universidad de Quilmes

(que publicó los libros clásicos de Sarmiento, las obras póstumas de Alberdi, los

periódicos La Montaña y La voz de la mujer (1896); etc.) o el curioso formato de la

antología de Robert Jay Glickman (Fin de siglo. Retrato de Hispanoamérica en la época

modernista, Canadian Academy of the Arts, Toronto, 1999) Finalmente, ese conjunto

de reediciones (en los que se inscribe el Martín Fierro) contribuye a destacar la

necesidad de continuar en la identificación de las piezas que iluminan los procesos

de construcción de las ideas movilizando al mismo tiempo el interés de las

instituciones que puedan tomar a su cargo su financiamiento.

Alicia Novick

VALERLE FRASER, Building the New World. Studies in the Modern Architecture of Latin

America 1930-1960, Verso, Londres-Nueva York, 2000, 280 pp. fotos en blanco y

negro, 32 láminas color.

El tema de los altibajos acaecidos respecto al interés o desinterés por la

arquitectura latinoamericana entre los estudiosos del “Primer Mundo”, sería digno

de las investigaciones realizadas con los recursos informáticos por Juan Pablo

Bonta sobre la teoría y la crítica en los Estados Unidos. A lo largo del siglo XX,

ocurrieron sucesivas oleadas de apasionados estudios rescatando las contribuciones

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locales al Movimiento Moderno. Iniciados en los años treinta por Alberto Sartoris

(quién incluyó obras del Continente en su Encyclopédie de l’ Architecture Nouvelle ), se

prolongaron en los catálogos editados por el MOMA de Nueva York: el Brazil

Builds realizado por Philip Goodwin en 1942 y Modern Architecture in Latin

America since 1945 de Henry-Russell Hitchcock. Luego, en los años sesenta,

Brasilia atrajo la atención (positiva y negativa) de los historiadores, así como la

relevancia de algunas personalidades: Carlos Raúl Villanueva en Venezuela

(estudiado por Sybil Moholy Nagy), y Clorindo Testa en la Argentina. Nikolaus

Pevsner afirmó en aquel entonces (1963) que el Banco de Londres y América del

Sur en Buenos Aires, constituía una obra digna de figurar entre las principales del

“Primer Mundo”. Al recibir Luis Barragán en 1980 el codiciado Premio Pritzker,

surgió una nueva ola de publicaciones difundiendo en Europa y Estados Unidos la

producción latinoamericana, resumida en los aportes de Niemeyer, Legorreta,

Barragán, Miguel Ángel Roca, Clorinda Testa, Ricardo Porro y Rogelio Salmona.

Autores poco relacionados con el área (por ejemplo Kenneth Frampton, Manfredo

Tafuri, Francesco dal Co, Josep Maria Montaner), se aproximaron superficialmente

al tema en busca de las estrellas (o negándolas), aunque sin descubrirlas en su

totalidad, como ocurrió con el brasileño Paulo Mendes da Rocha, recién iluminado

al recibir el Premio Mies van der Rohe 2003, Valerie Fraser, se inscribe, a inicios del

siglo XXI, dentro de esta corriente de estudiosos y críticos.

Arriesgada tarea la de incursionar en un campo del conocimiento

arquitectónico en el que aramos en profundidad un grupo considerable de críticos

locales. El cúmulo de libros, textos y ensayos publicados por Marina Waisman,

Ramón Gutiérrez, Roberto Segre, Roberto Fernández, Silvia Arango, Arturo

Almandoz, Francisco Liernur, Hugo Segawa, Ruth Verde Zein, Enrique de Anda,

Carlos Eduardo Comas, Antonio Toca, Humberto Eliash, Mariano Arana y otros,

definieron tesis y elaboraron documentos imprescindibles sobre el desarrollo de la

arquitectura y el urbanismo de sus respectivos países. La autora, al recorrer en

varias ocasiones la región, conoció algunos de estos trabajos (aunque no todos los

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275

necesarios), con el fin de madurar su visión personal sobre los temas tratados en el

libro. Formada en historia del arte en Inglaterra, centró su atención sobre el vínculo

entre la arquitectura y el Estado en México, Venezuela y Brasil entre los años

treinta y sesenta; y también sobre la interrelación con las artes plásticas, tanto en las

dos ciudades universitarias de Caracas y México D.F., como en las obras de la

vanguardia brasileña (el Ministerio de Educación y Salud y la Ciudad Universitaria

de Río de Janeiro) hasta Brasilia. Aunque su análisis de la producción de los países

citados no pretende alcanzar una exhaustiva profundización, logró algunos aportes

novedosos: en México, señala aspectos desconocidos de la relación de José

Vasconcelos con la arquitectura académica más que con la vertiente neocolonial, y

presenta un dibujo original de O’ Gorman (1932) (quizás antecesor del conjunto

Pedregulho de Reidy) de un bloque de viviendas colectivas con servicios

comunales; en Venezuela, aparece una foto inédita del pabellón realizado por

Carlos Raúl Villanueva y Luis Malaussena en la Expo Universal de París de 1937,

destacando además la figura de Cipriano Domínguez, aún poco difundida fuera de

su país; en Brasil resulta provocativa la interpretación de la obra paisajística de

Burle Marx, desde su intervención en el MES de Río de Janeiro (1938).

Sin embargo, cabe señalar algunos aspectos que no resultaron totalmente

esclarecidos en sus tesis. No es fácil privilegiar tres países en el contexto

latinoamericano sin referencia a las tendencias globales del período estudiado, tanto

en lo que se refiere al apoyo estatal a obras significativas en el período de

entreguerras (aunque no tuvieron gobiernos “fuertes”, Argentina, Uruguay,

Colombia y Chile, promovieron edificios públicos de importancia), como en el

surgimiento de un movimiento “regionalista”, a partir de los años sesenta, resultado

de la búsqueda de una identidad nacional latinoamericana. Si bien la autora asume

como paradigmas los edificios de la CEPAL en Santiago de Chile y las Escuelas

Nacionales de Arte de La Habana (quizás sobre-valorizadas en su significación en el

contexto latinoamericano), el camino que ellas representaron fueron desarrolladas

también por múltiples profesionales de cada país: Severiano Porto y Sergio

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Bernardes en Brasil, Fernando Martínez Sanabria, Rogelio Salmona y Laureano

Forero en Colombia, Eduardo Sacriste y Claudio Caveri en Argentina, Julio

Vilamajó y Mario Payssé Reyes en Uruguay, Enrique Seoane y José García Bryce en

Perú, entre otros. En el epílogo del libro se emite un juicio injusto, superficial y

descontextualizado sobre la crítica realizada por Roberto Segre a las Escuelas

Nacionales de Arte, sin acudir a las fuentes bibliográficas recientes que justificaron

el análisis ideológico de dicha obra, totalmente ajeno a un vínculo conceptual con la

entonces Unión Soviética.

Existen significativas ausencias en la temática estructural (la relación Estado-

Movimiento Moderno y el consecuente regionalismo) desarrollada por la autora en

los tres países estudiados: México, Venezuela y Brasil. En el primero, sorprende la

escasa presencia de Luis Barragán, sólo citado fugazmente, cuya obra resume en

términos estéticos y conceptuales, las búsquedas iniciadas por O ‘Gorman y la

Ciudad Universitaria. Si bien puede afirmarse que el intimismo de Barragán poco

tenía que ver con las iniciativas constructivas del Estado mejicano, resultó una obra

paradigmática el Museo de Antropología de Pedro Ramírez Vázquez (1963),

síntesis entre tecnología y tradicionalismo, seguido por el hotel Camino Real de

Ricardo Legorreta y las iglesias de ladrillo de Carlos Mijares. Edificios que

introdujeron el lenguaje regionalista en la dimensión urbana local.

En Venezuela, hubiese sido interesante profundizar en la delicada relación

entre Carlos Raúl Villanueva y el dictador Pérez Jiménez, haciendo alusión a la

vertiente monumental que apoyó con mayor énfasis el gobierno, materializada en

los proyectos de Luis Malaussena: la Escuela Militar y el Paseo de los Próceres,

obras contemporáneas de la Ciudad Universitaria. Asimismo, resultaron obviados

los profesionales que continuaron la herencia del Maestro, con anterioridad a la

realización del Metro, obra descrita por Fraser: Tomás Sanabria, José Miguel Galia,

Jimmy Alcock y Carlos Gómez de Llarena, entre otros.

Resulta incomprensible la presencia de múltiples errores en el estudio de la

arquitectura brasileña, ante la profusión de textos, ensayos y documentos

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277

publicados sobre el tema. Al citar el texto de Lucio Costa, Razodes da nova arquitetura,

lo sitúa en 1930, como una conferencia en la ENBA, cuándo fue escrito en 1934

como propuesta para el curso de Urbanismo de la Universidad del Distrito Federal.

Sobre el MES, tampoco es veraz la afirmación de que la mayoría de los materiales fueron

importados del exterior. La construcción gruesa y las carpinterías metálicas fueron

realizadas localmente y sólo se importaron los equipamientos técnicos y las

luminarias. También asigna la solución final del proyecto a Le Corbusier, cuándo

ella fue elaborada por el equipo de arquitectos cariocas, bajo la égida de Oscar

Niemeyer. El boceto de Le Corbusier que aparece en la página 155, no se refiere al

“segundo proyecto” del Maestro en la Explanada do Castelo, sino a la reproducción

del edificio terminado, realizada a posteriori de la construcción del MES, publicada

en la Oeuvre Compléte, que tanto irritó a Costa y Niemeyer. Al saltar en forma brusca

de la arquitectura de Río de Janeiro a Brasilia, quedan incógnitas no resueltas sobre

la producción de la década del sesenta. Las figuras de Alvaro Vital Brazil, los

hermanos MMM Roberto (y no Milton) y Sergio Bernardes son fundamentales para

comprender las alternativas de diseño que se contrapusieron a las imágenes

formales de Oscar Niemeyer. Si bien en San Pablo, resultó esencial la presencia de

Gregori Warchavchik para definir la Primera Modernidad, el “regionalismo”

paulista es incomprensible sin la presencia de Joáo Vilanova Artigas o Joaquim

Guedes.

En resumen, cabe reconocer el esfuerzo significativo realizado por Valerie

Fraser para interpretar algunas de las vertientes de la arquitectura moderna

latinoamericana. Los defectos citados no empañan los objetivos del libro, de

difundir la arquitectura de la región entre los investigadores del “Primer Mundo”,

poco familiarizarlos con el tema. Sin embargo, el estudio de nuestra compleja

realidad, implica un dominio más detallado de las fuentes elaboradas localmente en

cada país, tanto sobre el arte y la arquitectura como sobre la madeja inescrutable de

los fenómenos socio-económicos-culturales que definen el universo de lo “real

maravilloso” latinoamericano. Sólo así, la superficialidad de lo very typical, se

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transforma en el descubrimiento profundo del multifacético paisaje arquitectónico

que nos diferencia y caracteriza.

Roberto Segre

ALBERTO DE PAULA, Las nuevas poblaciones en Andalucía, California, y el Río de la Plata

1767-1810, Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J.

Buschiazzo”, FADU/UBA, Buenos Aires, 2000, 330 pp.

La planificación urbana y regional resultado de planes de poblamiento en

ciertas regiones del vasto imperio español fue preocupación principal durante el

reinado de Carlos III (1760-1788), en coincidencia con el desarrollo del movimiento

racionalista y enciclopedista denominado la Ilustración.

De ahí el interés de este volumen en el que Alberto de Paula analiza políticas

de población, formas de ocupación territorial y propuestas urbanas y

arquitectónicas que se dieron tanto en áreas de España como americanas a fines del

siglo XVIII y principios del XIX.

La obra es un minucioso y exhaustivo estudio cuyo texto se complementa con

cuadros estadísticos, planos que muestran sucesivas transformaciones urbanas y

relevamientos de tipologías edilicias, documentación gráfica de época (dibujos o

pinturas de viajeros) y fotos, en general actuales, de las distintas poblaciones

fundadas entonces.

El autor elige tres de las áreas a las que alcanzaron estas políticas de

poblamiento y analiza las causas que las motivaron en cada caso, las peculiaridades

de los grupos pobladores, en general de origen inmigratorio, las características de

las variadas propuestas urbanas y los resultados de estos procesos, que tuvieron

como punto de partida planes ambiciosos y con objetivos muy claros como

correspondía a la mentalidad racionalista de sus impulsores.

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Las causas para generar los desplazamientos de población fueron diversas. El

agotamiento económico y las duras condiciones de trabajo en el norte de España

(Galicia, Asturias) plantearon la posibilidad de trasladar gentes sin posibilidades a

las colonias americanas; la presentación de planes para establecer a no españoles en

regiones poco pobladas o por repoblar (alemanes en Sierra Morena o Baja

Andalucía); la necesidad de defender y consolidar las zonas limítrofes de ciertas

colonias expuestas a las permanentes ambiciones de penetración de distintos países;

el tratar de mantener el orden establecido por la labor de los jesuitas y evitar la

disgregación delos habitantes de sus asentamientos tras la expulsión de la orden.

Así ocurrió en California cuya costa oeste estaba amenazada por Rusia desde

el norte e Inglaterra desde el este. Y también en el Río de la Plata, donde

constituían un peligro los portugueses del Brasil al norte y la presencia de las naves

británicas en el sur de la provincia de Buenos Aires y en la despoblada Patagonia.

Estos planes apoyados por la corona española dispensadora de subsidios y

originados la mayor parte por iniciativa de particulares, contemplan aspectos

militares, establecimiento y control de rutas comerciales, distribución de tierras,

fundación de poblados, etcétera, se cumplieron con dispar éxito. En España

(Andalucía) los nuevos asentamientos han persistido hasta hoy; dentro de los planes

para la Patagonia sólo ha perdurado la actual ciudad de Carmen de Patagones, si

bien los migrantes españoles destinados originalmente a esa región, sirvieron para

poblar otras áreas rioplatenses como la Banda Oriental o el este entrerriano. Estos

procesos permiten rescatar los nombres de los que los originaron o intervinieron en

ellos: Pablo de Olavide, José de Gálvez, Tomás de Roca-mora, y de funcionarios

como los virreyes del Río de la Plata, Vértiz, Avilés y Sobremonte.

Gracias al material de planos pueden seguirse y analizarse hasta dónde se

crearon prototipos arquitectónicos o urbanos, hasta dónde se respetaron en ellos

normas del derecho indiano, hasta donde lo que surge de una evidente mentalidad

que busca un orden en el espacio se vio alterado por la praxis hispanoamericana.

En suma, un volumen que informa y extrae conclusiones de una experiencia

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valiosa de población territorial, de carácter novedoso y llevada a cabo tanto en la

península como en América en un momento final de la dominación colonial

española entre nosotros.

Julio Cacciatore

GUSTAVO BRANDARIZ, La arquitectura escolar de inspiración sarmientina, EUDEBA,

Serie Ediciones Previas N° 19, FADU/UBA, Buenos Aires, 1998, 206 p.

El autor es conocido por su seriedad de investigador de historia de la

arquitectura, y este libro lo reafirma. Pese al título puntual es un trabajo ambicioso

y profundo sobre la especialidad de la arquitectura escolar y sus repercusiones. Para

conseguir esto, sondea las implicancias filosóficas y sociales que hay detrás no sólo

del edilicio escolar sino de la educación en sí, para la organización de un país, en

este caso el nuestro.

La estructura del libro es también original y señala cuatro partes importantes.

Las tres primeras desarrollan el tema: bajo el titulo de “Las Escuelas Sarmientinas”

habla de la Educación a través de los grandes maestros europeos y argentinos y se

refiere luego específicamente a Sarmiento y a sus ideas y experiencias sobre el tema

y las primeras realizaciones. Entre ellas aparecen los numerosos viajes a Europa y

los Estados Unidos con las visitas y contactos que modelaron su ideario. La idea

central es el aporte del edificio escolar especialmente diseñado para su fin y la

superación de la adaptación de las casas de familia, cosa que no siempre se lograba

adecuadamente. También se desarrollan los aportes de la higiene con la

iluminación, la ventilación y la climatización de los ambientes. Aparecen nuevos

espacios para la recreación y ciencias y en todo lo que se busco fue la dignidad

edilicia para enfatizar el proceso educativo, tanto en su emplazamiento, el terreno

verde y su ubicación en la ciudad.

Luego bajo el titulo de “El Consejo Nacional de Educación” analiza distintos

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tipos de escuelas: las escuelas-palacio, las rurales y las normales. En la ultima parte

de las tres, titulada “El plan de Arquitectura Escolar de 1899” aparece el intérprete

justo de las ideas de Sarmiento, el arquitecto Carlos de Morra que llevara adelante

muchas de estas realizaciones.

El autor pone énfasis en la obra de Sarmiento como político preclaro de la

“Generación del 80”v en el objetivo de ésta, la Educación Popular para generar un

país justo cuino sostenía el liberalismo iluminista y muestra también el papel

relevante que jugo la masonería en esta etapa de nuestra historia. Asimismo se

trasluce el enfrentamiento político que culminó con la Ley 1420 con su eliminación

de la materia Religión de las escuelas hecho tan resistido por José Manuel Estrada y

sus seguidores católicos.

Algunas de estas obras; muchas fueron demolidas, todavía pueden ser

apreciadas hoy en los edificios de grandes colegios de la Capital Federal y que

forman parte del acervo patrimonial de la ciudad. Hay una larga y abrumadora

enumeración de obras, empezando por la legendaria Escuela de Catedral al Norte

hasta la denominada originalmente Petronila Rodríguez, actual sede del Ministerio de

Educación de la Nación.

La ultima parte de este trabajo esta Mera de lo habitual en este tipo de libro, al

incorporar una larga lista de biografías sobre los distintos personajes de esta trama,

y que va desde conocidos y antiguos pedagogos europeos, como Bacon, Jume y

Pestalozzi, hasta políticos argentinos vinculados a la educación, mezclados con

nombres de arquitectos corno Juan A. Buschiazzo. Canale, Benoit, Tamburini y

otros.

A este listado hay que agregarle una serie de textos sobre tenias de la

educación y del edilicio escolar que enriquecen el contenido del libro, entre los que

sobresalen obviamente los pertenecientes a Sarmiento.

A esta estructura que ya calificamos de original, y que hace al libro de

agradable lectura hay que añadirle un capitulo dedicado a “La Arquitectura de los

Colegios Secundarios en el Siglo XIX” solo dentro de la Argentina. Hay que

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remarcar la abundante documentación gráfica de algunos capítulos, fotos y planos,

sobre todo la perteneciente a edificios que ya no existen.

Como dijimos al principio de esta nota, Brandariz trazó un modelo de

investigación sobre el tema de las construcciones escolares y con un marco de

relación con la figura del Gran Sanjuanino, en una época muy importante en la

construcción de nuestra Nación.

Para los que nos hemos dedicado a las tema de las construcciones escolares

(pienso en Frías, Schneider, Cangiano) es una lectura que nos aclara muchas cosas y

nos abre nuevas perspectivas, y para todos es una fascinante demostración de lo

que puede ser un trabajo bien realizado. La edición es muy buena y participaron en

ella Yantorno y la recientemente fallecida Yudith Fabre.

Es una obra que enriquece la bibliografía sobre el tema y va más allá en sus

alcances.

Horacio J. Pando

DANIEL SCHAVELZON, Historias del comer y del beber en Buenos Aires, Aguilar, Buenos

Aires, 2000.

Construir la historia de la cultura material urbana ha sido una de las tareas

relevantes emprendidas por diversos historiadores en tiempos recientes. Daniel

Schavelzon lo ensaya desde su hacer arqueológico en la ciudad de Buenos Aires y

logra develamos hábitos domésticos tanto de la clase burguesa como de los

sectores populares.

La labor por él emprendida desde la arqueología urbana, su interés por el

mundo de la experiencia ordinaria, sintoniza con la importancia dada a la vida

cotidiana en la historiografía contemporánea, sobre todo desde la publicación de

Fernand Braudel, en 1967, de su fundamental estudio sobre la “civilización

material”.

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283

Esa “civilización material”, territorio tradicional de los arqueólogos que

estudiaban épocas sin documentos escritos, ahora es abordada por Schavelzon

desenterrando desechos orgánicos y artefactos de una ciudad letrada poscolonial y

más aún, en los albores de una sociedad de consumo.

Pero Schavelzon no se limita a registrar contextos, cuantificar y clasificar

materiales y conjeturar sobre posibles situaciones históricas o modalidades

culturales, sino que trabaja a partir de signos significativos organizados dentro de

un marco inteligible, concluyendo en descripciones densas, de argumento sólido,

defendible y amable a la vez. Con una obsesión permanente: entresacar la

importancia no evidente de las cosas.

Tampoco el autor se conforma con la arqueología de la cultura material en

tanto mera confirmación de una hipótesis fundada en pruebas documentales o

relatos históricos, sino que utiliza la prueba objetual como fundadora de nuevas

hipótesis, frecuentemente comprobadas.

Trabajando sobre tres fuentes básicas (la contextual, la documental y la

museológica), encara una metodología algo heterodoxa pero sumamente

productiva, confrontando sus hallazgos, análisis de laboratorio e interpretaciones,

con campos tales como la iconografía, el coleccionismo, la bibliografía gauchesca,

la historiografía costumbrista, los relatos de viajeros, o los más rigurosos: la

antropología, la arqueozoología y la historia económica.

Entusiasmado por el uso social de los objetos, Schávelzon indaga, más

específicamente, en los modos de comer, beber, conservar, cocinar, servir y en el

instrumental doméstico respectivo; en el qué, cómo, cuándo y dónde se bebía y

comía. Todo esto con una actualizada y creativa lectura de los artefactos y su

contexto inmediato.

Su experiencia de 15 años horadando patios, sótanos, habitaciones, calles,

plazas y baldíos, demostró que las operaciones se complican al no encontrar

conjuntos y depósitos ordenadamente estratificados. En un medio urbano como

el de Buenos Aires, donde y no tan sólo en su centro histórico las

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transformaciones físicas provocadas fueron considerables en el breve lapso de un

siglo, las técnicas tradicionales de exploración del subsuelo se tornan casi

impracticables. De ahí la necesidad de métodos alternativos a que se vio obligado

Schavelzon en su tarea investigativa.

Lo más destacable del libro, además de su primordial preocupación por el

cambio cultural, quizás resida en la puesta en duda, desafío y refutación de relatos

tradicionales acerca de algunas costumbres del pasado porteño en materia

gastronómica. Baste citar hallazgos como el protagonismo del pescado o la paloma

en la dieta habitual de nuestros antepasados.

Jorge Ramos

MARCELO WEISSEL, ANDRÉS ZARANKIN, ET ALT., Arqueología de Rescate en el

Banco Central de la República Argentina. Buenos Aires, Comisión para la preservación

del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, 2000. 93 Páginas,

ilustrado con 61 fotos color, 22 figuras, gráficos de frecuencia, tablas de

cualificación y asignación cronológicas.

El volumen presenta los primeros resultados de las excavaciones

arqueológicas de rescate realizadas en lote contiguo a la sede del Banco Central. Las

tareas fueron llevadas a cabo, entre enero y marzo del 2000 por un equipo

conformado por integrantes del CPHC y del PREP-CONICET. De esta forma,

ante el inicio de las obras de ampliación de la sede, los trabajos realizados per-

mitieron el registro, recuperación y preservación de un patrimonio que de otra

forma se hubiera perdido irremediablemente.

El trabajo consta de una introducción, que da cuenta de distintas perspectivas

de estudios arqueológicos realizados en los últimos años en Buenos Aires, y seis

secciones donde se exponen los resultados de las diversas tareas realizadas.

En la primera se presentan los materiales encontrados. Se analizan la variabilidad de

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los conjuntos artefactuales cualitativa y cuantitativamente y se definen los

materiales de diagnóstico cronológico.

En la segunda se aborda la historia del sector urbano en tres escalas: Barrio de

la Merced, la manzana, y el predio propiamente dicho. Se describen los procesos de

transformación urbana, se realiza una síntesis de los antecedentes del Banco Central

y se propone una periodización histórica general en base a una importante revisión

de fuentes secundarias. Por otra parte se realiza un exhaustivo estudio de la

sucesión dominial del terreno y un relevamiento catastral que permite establecer

una ajustada cronología del predio.

En la tercera sección se exponen los avances de los trabajos arqueológicos

propiamente dichos por un lado, la compleja y riesgosa tarea de campo y por otro

los estudios de laboratorio e interpretación de datos. El la primera se presentan las

estrategias, y metodología de excavación y rescate, se describen y se documentan las

estructuras halladas. En la segunda se presentan los resultados de los análisis

arqueofaunísticos, se establecen patrones y consumos de alimentos acompañando

de cuadros y gráficos de cuantificación, análisis cualitativos y asignaciones

cronológicas.

En la cuarta se exponen a modo de conclusión un abordaje preliminar a la

historia de los procesos de formación del registro arqueológico de la ciudad,

vinculándolo a las estructuras subterráneas excavadas. Para finalizar se plantea una

innovadora interpretación acerca de la conformación del sector urbano, y aspectos

de la cultura material. Por último se presenta un glosario y bibliografía que hacen

que la obra sea accesible también a un lector no especializado.

Jorge Pablo Willemsen

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NÉSTOR GOULART REIS, lmagens de vilas e cidades do Brasil colonial, colaboradores

Beatriz Piccolotto Siquiera Bueno y Paulo Julio Valentino Bruna, Sáo Paulo,

Editora de Universidade de SI) Paulo, 2000, 229 x 31 centímetros, 414 páginas,

ilustrado a color.

Libro de gran formato y con alta calidad de impresión, sobre excelente papel.

Contiene una introducción del autor con un análisis historiográfico del tema, y una

recopilación de trescientas veintinueve reproducciones a color de planos y paisajes

urbanos de Brasil, anteriores a su constitución como imperio en el año 1822. Cierra

este magnífico libro una sección de catálogo, con el comentario particularizado de

cada pieza cartográfica e iconográfica.

El autor de esta obra es Néstor Goulart Reis, historiador urbano de Brasil,

merecidamente prestigioso, quien invirtió cuarenta años de su vida en la

localización, identificación, análisis crítico y catalogación del material presentado en

esta obra.

La urbanística luso-brasileña ha sido durante mucho tiempo, víctima de

comparaciones con las ciudades hispanoamericanas de los siglos XVI y XVII, con un

saldo crítico poco favorable para Brasil. Como señala un viejo dicho popular: “las

comparaciones siempre son odiosas” y en este caso, como en tantos otros, también

son inconducentes. En materia urbanística, tanto Hispanoamérica, como Brasil, y

como la América Inglesa, son áreas culturales con personalidades específicas. El

análisis de sus diferencias y, más aún, su interpretación y comprensión requieren

ante todo, un conocimiento profundo de las particularidades objetivas y

contextuales de cada una de ellas. Sin excluir, por supuesto, las transculturaciones

metropolitanas, ni las herencias de los pueblos indo americanos.

Paulo Ormindo de Azevedo, en un valioso estudio del urbanismo luso

brasileño,1 recuerda dos opiniones que, a su juicio, ejemplifican un antiguo modo y

1 PAULO ORMINDO DE AZEVEDO, Urbanismo de trazado regular en los dos primeros siglos de la colonización brasileña, en: “Estudios sobre Urbanismo Iberoamericano -Siglos XVI al XVIII”, Sevilla, Junta de Andalucía-Consejería de Cultura-Asesoría Quinto Centenario, 1990, p. 306 y ss.

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equivocado de entender el tema, sin desconocer el mérito intelectual de sus autores.

Los textos por él seleccionados y traducidos son estos:

“La ciudad que los portugueses construyeron en América no es un producto mental. No

llega a contradecir el marco natural, y su perfil se confunde con la línea del paisaje. Ningún rigor,

ningún método, siempre ese abandono característico que se expresa en la palabra desleixo (des-

cuido)”.2 “Los portugueses establecieron en el Brasil, casi intacto, el mundo que habían creado en

la Europa... El orden era ignorado por los portugueses, como señalaban deleitados los viajeros.

Sus calles, irónicamente llamadas direitas eran torcidas y llenas de altibajos, las plazas de

ordinario irregulares... De esta suerte, en 1763, cuando dejó de ser la capital del Brasil, era Bahía

una ciudad tan medieval como Lisboa en las vísperas de las grandes reformas de Pombal. Nada

inventaron los portugueses en la planificación de ciudades en países nuevos.”3

Paulo de Azevedo expresa en su artículo un neto disenso con ambas opiniones, mediante los

siguientes argumentos: “Según esta interpretación, no obstante la autoridad y seriedad de Smith,

mientras los españoles en sus colonias realizaban la más importante experiencia urbanística del

renacimiento los portugueses, atávicamente, retornaban al pasado.”

También la introducción escrita por Néstor Goulart Reis contiene la

discrepancia del autor respecto de aquellas antiguas interpretaciones: “no podemos

dejar de recordar (escribe Goulart) una frase poco feliz del investigador

norteamericano de arte luso-brasileño Robert C. Smith cuando afirmó que los

portugueses desconocían el orden refiriéndose a las actividades urbanísticas en el Brasil.”

Y agrega Goulart con relación al mismo tema que: “La amplia documentación

recogida, sobretodo la que se refiere al siglo XVIII, permite una contestación formal

y definitiva de esas críticas, que predominaron hasta los años ‘60. El examen de

esos diseños no lleva al reconocimiento de la importancia del urbanismo luso-

brasileño en el siglo XVIII y de la amplitud de la actuación de los llamados

ingenieros militares, por todo el extenso territorio brasileño, incluso en regiones

apartadas y entonces poco desarrolladas.”

En realidad, todos los argumentos citados fallan en enfoques de diversa

2 SERGIO BUARQUE DE HOLLANDA, Raizes do Brasil, Río de Janeiro, 1936, p. 62. 3 ROBERT SMITH, As Artes na Bahía, Parte I, Arquitectura Colonial, Salvador, PMS, 1954, p. 11 y 12.

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índole. En general adolecen de visiones bastante superficiales, tanto de la historia

urbanística hispanoamericana como de la luso-brasileña.

En primer término, tanto en un área como en la otra existen ciclos históricos

durante los cuales las ciudades asumen características diversas. También los roles

urbanos son diversos y cambien de un ciclo al otro, acompañando las

transformaciones de sociedades en constante evolución y, en el ámbito

hispanoamericano, en transformaciones muy profundas. Fuera de esto, hay temas

que invitan naturalmente a las comparaciones, como las ciudades mineras en

Hispanoamérica y en Brasil, y las ciudades portuarias, y luego los caminos y sus

asentamientos de tipo itinerario, y los poblados de la evangelización y, desde luego,

entre otros temas, las ciudades con fundación formal.

Y una advertencia genérica para la historiografía urbanística luso-brasileña: la

pertenencia al orden conceptual de la baja edad media, con sus connotaciones

escolásticas y aristotélicas, no debe ser entendida como una acusación denigrante.

Del mismo modo, el urbanismo hispanoamericano puede ser considerado

tributario del pensamiento bajomedieval en interacción con las tradiciones

urbanísticas indo-americanas, pero no de las concepciones platónicas y vitruvianas

del renacimiento europeo.

Por eso, dejando de lado el presunto rol contestatario de la documentación

compilada por Goulart en este libro, asunto que daría lugar a una polémica tan

extensa como inoportuna, es indudable el valor no sólo cartográfico e iconográfico,

sino también documentario de esta obra. El material reunido gratifica la vista por

su propia belleza gráfica. Pero también abre camino al conocimiento directo de las

realidades concretas de las ciudades de Brasil, en sus ciclos sucesivos, y fundamenta

la futura construcción de claves interpretativas de nuestro pasado común, y

nuestras identidades culturales en sentido plural.

Alberto de Paula

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290

ÍNDICE

Alberto de Paula:

Carta del Director...................................................................................................10

Julio Cacciatore:

Editorial..................................................................................................................11

Alberto de Paula:

Urbanizaciones y urbanística en Córdoba y Cuyo. 1780-1810......................14

Carlos Di Pasquo, Graciela S. Fumbarg, Sara Vaisman:

La Organización funcional de los hospitales en la arquitectura

hispanoamericana del siglo XVIII........................................................................56

Alberto Nicolini:

Neoclásico tardío en Hispanoamérica.............................................................102

Adriana Collado:

Modernidad, vida urbana y saneamiento. Santa Fe en los inicios del siglo

XX..........................................................................................................................123

José María Mantobani:

La arquitectura de la playa a fines del siglo XIX: Los antiguos hoteles de Mar

del Plata, Miramar, Mar del Sud y Boulevard Atlántico...............................149

Luis Müller:

El ferrocarril Santa Fe a las colonias. Ciudad y territorio en la experiencia

Modernizadora……………………………………....................................181

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291

Oscar Andrés De Masi, Jorge Pablo Willemsen:

Las esculturas de Antonio Vögele en la fachada de la Basílica de San

Francisco, Buenos Aires....................................................................................196

Virginia Galcerán, René Longoni:

Cuando la pampa era una fiesta. Jorge E: Hall y el urbanismo del

Centenario............................................................................................................213

Comunicaciones:

Oscar Andrés De Masi:

La Argentina aprueba una convención referida al patrimonio....................227

Relaciones documentales: Jorge Pablo Willemsen:

La remodelación de la Basílica de San Francisco de Buenos Aires.

Alcances de la intervención del arquitecto Ernesto Sackman.....................232

Daniel Schavelzon:

Textos poco conocidos de Mario J. Buschiazzo............................................217

Carlos Page:

La nota necrológica sobre Felipe Lemaire escrita en las Cartas Anuas de la

Provincia Jesuítica del Paraguay.......................................................................258

Comentarios bibliográficos...........................................................................................263

Indice:...............................................................................................................................290

Índice Volumen IX.........................................................................................................292

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INDICES

DEL VOLUMEN IX

Nos 33-34 y 35-36

BUENOS AIRES

2003

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ARTICULOS ANALES Pág.

Arestizábal, Irma; Rivas, Luis Patricio:

Buenos Aires y Río de Janeiro en 1900. Dos ciudades en

el cambio de siglo. ................................................ 33-34 125

Boselli, Alberto; Raponi, Graciela:

Navegando la transformación urbana. Experimentos multimedia para

una lectura de la ciudad ........................................ 33-34 193

Cacciatore, Julio:

Editorial ................................................................ 33-34 11

Editorial ................................................................ 35-36 11

Cippolini, Rafael:

La arquitectura en la obra de Xul Solar ............. 33-34 165

Collado, Adriana:

Modernidad, vida urbana y saneamiento.

Santa Fe en los inicios del siglo XX ................... 35-36 105

De la Rúa, Berta; Rodríguez de Ortega, Ana María; Amarilla de Pupich, Laura:

Introducción a la modernidad a través de la obra del arquitecto

Angel T. Lo Celso ................................................. 33-34 141

De Masi, Oscar Andrés:

La protección del patrimonio histórico-urbano de la ciudad de Córdoba.

Una norma ............................................................. 33-34 189

De Masi, Oscar Andrés; Jorge Pablo Willemsen:

Las esculturas de Antonio Vögele en la fachada de la iglesia de

San Francisco, Buenos Aires ............................... 35-36 183

Di Pasquo, Carlos A.; Fumbarg, Graciela S.; Vaisman, Sara M.:

La organización funcional de los hospitales en la arquitectura

hispanoamericana del siglo XVIII ...................... 35-36 37

Doratti, Juan Carlos:

Las avenidas de Mercedes. .................................. 33-34 59

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294

Galceran, Virginia; Longoni, René:

Cuando la pampa era una fiesta. Jorge E. Hall y el urbanismo

del Centenario. ..................................................... 35-36 123

Gamondés, María Rosa; Giunta, Rodolfo:

Desarrollo controlado o espontáneo. Dos imágenes de la ciudad de

Buenos Aires en el siglo XVIII. ............................ 33-34 13

Gil Casazza, Carlos; Blanco, Silvia; Foux, Claudio; Mirás, Marta; Vaisman, Sara:

Las iglesias coloniales de Buenos Aires, construcción de

una tipología. ........................................................ 33-34 23

Guevara, Celia:

La ciudad surrealista. El surrealismo de Quiroule y la influencia de

Benjamín en América ........................................... 33-34 153

Lenarduzzi, Alejandro Luis:

Análisis arquitectónico de un eje urbano de Chascomús 33-34 69

Longoni, René; Quinteros, Guillermo; Molteni, Juan Carlos; Alvarez Gelves, Karin; Bevilacqua,

Myriam:

La modernidad en la pampa bonaerense: los edificios para mataderos

municipales de Francisco Salamone ................... 33-34 181

Mantobani, José María:

La arquitectura de la playa a fines del siglo XIX. Los antiguos hoteles

de Mar del Plata, Miramar, Mar del Sud y Boulevard Atlántico 35-36 127

Müller, Luis:

El ferrocarril de Santa Fe a las Colonias. Ciudad y territorio en la

experiencia modernizadora. ................................. 35-36 155

Nicolini, Alberto:

Neoclásico tardío en Hispanoamérica. ............... 35-36 85

Page, Carlos A.:

Un proyecto de Maillart para Córdoba ................ 33-34 117

Page 296: Anales del Instituto de Arte Americano N° 35-36 · necesidad de impulsar el desarrollo de visiones críticas de la ... trazado urbano de numerosos pueblos del interi or de la pampa

295

Paula, Alberto de:

Carta del Director ................................................... 33-34 9

Carta del Director ................................................... 35-36 9

Urbanizaciones y urbanística en Córdoba y Cuyo. 1750-1810…….35-36 13

Rodríguez Villamil, Vicente:

Modernismo y Art Nouveau en la arquitectura escolar bonaerense 33-34 135

Sustersic, Bozidar D.; Auletta, Estela:

La polémica sobre la iglesia de la Santísima Trinidad del Paraná y los

padres “adversos” a su construcción ................... 33-34 79

Williams, Fernando:

Las viviendas rurales de la colonia galesa del Chubut: primeras

conclusiones de un relevamiento ......................... 33-34 97

COMUNICACIONES ANALES Pág.

De Masi, Oscar Andrés:

La Argentina aprueba una convención referida al patrimonio 35-36 195

RELACIONES DOCUMENTALES ANALES Pág.

Page, Carlos A.:

La nota necrológica sobre Felipe Lemaire en las Cartas Anuas de la

Provincia Jesuítica del Paraguay ........................... 35-36 219

Paula, Alberto de:

El antiguo Colegio Nacional de Buenos Aires en un plano

del siglo XIX ............................................................ ..33-34 205

Schavelzon, Daniel:

Textos poco conocidos de Mario J. Buschiazzo 35-36 217

Page 297: Anales del Instituto de Arte Americano N° 35-36 · necesidad de impulsar el desarrollo de visiones críticas de la ... trazado urbano de numerosos pueblos del interi or de la pampa

296

Willemsen, Jorge Pablo:

La remodelación de la Basílica de San Francisco de Buenos Aires.

Alcances de la intervención del arquitecto Ernesto Sackmann……35-36 199

COMENTARIOS BIBLIOGRAFICOS ANALES Pág.

Bieule, Magdalena:

Autores Varios: Le Monnier. Arquitectura francesa

en la Argentina ........................................................ 35-36 223

Cacciatore, Julio:

Autores Varios, a cargo de Ramón Gutiérrez: Barroco Iberoamericano de

los Andes a las Pampas. ........................................ 33-34 210

Alberto de Paula: Las nuevas poblaciones en Andalucía, California y

el Río de la Plata. 1767-1810 ................................ 35-36 231

Carde, Horacio Eduardo:

Ernesto Maeder (Director), Ramón Gutiérrez (Director de Investigaciones),

Elisa Radovanovic, Jorge Tartarini y colaboradores: El Palacio de las

Aguas, monumento histórico nacional.

Ernesto Maeder (Director), Ramón Gutiérrez (Director de Investigaciones),

Elisa Radovanovic, Jorge Tartarini y colaboradores: Agua y saneamiento

en Buenos Aires (1580-1930). Riqueza y singularidad de un patrimonio.

Ramón Gutiérrez (Director), Jorge Tartarini, Patricia Méndez y

colaboradores: Buenos Aires y el agua. Memoria, higiene urbana y vida

cotidiana……………………………………...35-36 226

Hendlin, Clara Estela:

Ramón Gutiérrez (Director): Catálogo de Planos del Archivo de Aguas

Argentinas 2 -Establecimiento San Martín…...33-34 207

Novick, Alicia:

María Cristina da Silva Leme (Coordinadora): Urbanismo no Brasil.

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297

1895-1965…………………………………...35-36 224

Revista Martín Fierro. Edición Facsimilar. Estudio preliminar de

Horacio Salas ........................................................ 35-36 228

Pando, Horacio:

Gustavo Brandariz: La arquitectura escolar de

inspiración sarmientina.......................................35-36 232

Paula, Alberto de:

Carlos A. Page: Manzana jesuítica de la ciudad de Córdoba 33-34 208

Marta Ruiz: Los inkas, espacio y cultura……..33-34 209

Ramón Gutiérrez y Carlos A. Page: La catedral de Córdoba 33-34 209

Néstor Goulart Reis: Imagens de vilas e cidades do Brasil

colonial ................................................................ 35-36 236

Ramos, Jorge:

Margarita Gutman (Editora): Buenos Aires 1910:

Memoria del Porvenir ....................................... 33-34 211

Daniel Schavelzon: Historias del comer y beber en Buenos Aires 35-36 234

Segre, Roberto:

Valerie Fraser, Building the New World. Studies in the Modem

Architecture of Latin America. 1930-1960 ....... 35-36 229

Valiani, Luis:

Rebecca Stone-Miller: Art of the Andes from Chavin to Inca……35-36 224

Willemsen, Jorge Pablo:

Marcelo Weissel, Andrés Zarankin et alt: Arqueología de rescate en el

Banco Central de la República Argentina……35-36 235

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COLOFON Esta edición N° 35/36 de los Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” ha sido preparada en el transcurso de los años 2002-2003 y realizada en el marco del convenio entre el Instituto y el Banco de la Provincia de Buenos Aires. En este número han intervenido: en la coordinación, la Cátedra “Dr. Arturo Jauretche” del Archivo y Museo Históricos del Banco de la Provincia de Buenos Aires; armado de páginas Quondam Diseño, y en la impresión el Grupo Editor Altamira, Buenos Aires. e terminó de imprimir en Buenos Aires el 12 de diciembre de 2003

ARCHIVO Y MUSEO HISTORICOS

del Banco de la Provincia de Buenos Aires

Dr. Arturo Jauretche

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Impreso en los talleres gráficos

de C La Cuadricula S.R.L. 4302 -2 014

Buenos Aires, diciembre de 2003.

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300

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723

I.S.B.N N° 950-29-0727-2