9
LOS DRAMAS DEL ANALFABETISMO CIENTÍFICO Aunque con inevitable demora, vamos entrando en tema. Así como el analfabetismo común consiste en no saber leer y escribir, “analfabetismo científico” se refiere a la incapacidad de interpretar la realidad a la manera científica. Y así como ser analfabeto casi equivale a ser pobre y aún miserable, ser analfabeto científico, sobre todo cuando es el estatuto de todo una sociedad, asegura la pobreza, la miseria, la dependencia y la humillación. Enumeraré los principales dramas que conlleva: 1) El primero, es por supuesto, c a recer de ciencia en un mundo en el que ya van quedando pocas cosas de envergadura que se puedan manejar sin ciencia y tecnología avanzada. La experiencia muestra que hoy la salud, transporte, producción industrial, comunicaciones, comercio, educación, diplomacia y todas las tareas que el Estado debe regular, se perjudican gravemente cuando esta regulación se confía a manos de analfabetas científicos. 2) La ciencia es invisible para el analfabeto científico. Contrario a otras necesidades como la de alimentos, agua, medicinas, energía, en las que el afectado es el primero en señalar la carencia con toda exactitud, cuando una sociedad no tiene ciencia, no lo puede detectar y ni siquiera entender así se le explique. Este drama se pone en evidencia cada año en el cándido discurso del presidente mejor intencionado, cuando se dirige a su comunidad de investigadores: “En este momento tenemos problemas serios y urgentes, pero prometo que ni bien los solucionemos, apoyaremos a la ciencia”, que a nosotros, los científicos, nos suena “Ahora tengo todas estas ecuaciones diferenciales que resolver. Pero prometo que ni bien lo consiga estudiaré a ver qué es eso de matemática.” Así es, mientras el Primer Mundo se apoya en la ciencia, el Tercero promete apoyar a la ciencia, momento que por supuesto jamás podría llegar. Si quienes mejor interpretan la realidad japonesa no fueran los propios japoneses, Japón sería un país subdesarrollado. Les dejo como ejercicio preguntarse si quienes mejor interpretan la realidad histórica y actual de Egipto, Grecia, Mesopotamia, son acaso egipcios, griegos e iraníes. 3) Curiosamente, a pesar de este panorama, el tercer drama del analfabeto científico consiste en creer ¡que sí! sabe muy bien qué es la ciencia, de donde deduce que no la necesita. ¿De dónde saca

ANALFABEISMO

Embed Size (px)

DESCRIPTION

CIENCIA

Citation preview

Page 1: ANALFABEISMO

LOS DRAMAS DEL ANALFABETISMO CIENTÍFICO Aunque con inevitable demora, vamos entrando en tema. Así como el analfabetismo común consiste en no saber leer y escribir, “analfabetismo científico” se refiere a la incapacidad de interpretar la realidad a la manera científica. Y así como ser analfabeto casi equivale a ser pobre y aún miserable, ser analfabeto científico, sobre todo cuando es el estatuto de todo una sociedad, asegura la pobreza, la miseria, la dependencia y la humillación. Enumeraré los principales dramas que conlleva: 1) El primero, es por supuesto, c a recer de ciencia en un mundo en el que ya van quedando pocas cosas de envergadura que se puedan manejar sin ciencia y tecnología avanzada. La experiencia muestra que hoy la salud, transporte, producción industrial, comunicaciones, comercio, educación, diplomacia y todas las tareas que el Estado debe regular, se perjudican gravemente cuando esta regulación se confía a manos de analfabetas científicos. 2) La ciencia es invisible para el analfabeto científico. Contrario a otras necesidades como la de alimentos, agua, medicinas, energía, en las que el afectado es el primero en señalar la carencia con toda exactitud, cuando una sociedad no tiene ciencia, no lo puede detectar y ni siquiera entender así se le explique. Este drama se pone en evidencia cada año en el cándido discurso del presidente mejor intencionado, cuando se dirige a su comunidad de investigadores: “En este momento tenemos problemas serios y urgentes, pero prometo que ni bien los solucionemos, apoyaremos a la ciencia”, que a nosotros, los científicos, nos suena “Ahora tengo todas estas ecuaciones diferenciales que resolver. Pero prometo que ni bien lo consiga estudiaré a ver qué es eso de matemática.” Así es, mientras el Primer Mundo se apoya en la ciencia, el Tercero promete apoyar a la ciencia, momento que por supuesto jamás podría llegar. Si quienes mejor interpretan la realidad japonesa no fueran los propios japoneses, Japón sería un país subdesarrollado. Les dejo como ejercicio preguntarse si quienes mejor interpretan la realidad histórica y actual de Egipto, Grecia, Mesopotamia, son acaso egipcios, griegos e iraníes. 3) Curiosamente, a pesar de este panorama, el tercer drama del analfabeto científico consiste en creer ¡que sí! sabe muy bien qué es la ciencia, de donde deduce que no la necesita. ¿De dónde saca esta creencia? Generalmente de una divulgación científica bien intencionada pero mal concebida. Basta hojear una revista de divulgación o visitar un museo de ciencia-parajóvenes- tercermundistas, para constatar que en su comprensible esfuerz o por hacer más ameno el conocimiento científico y atraer una concurrencia, recurren a lo curioso y aún insólito: “¿Sabía usted que si una persona saltara como una pulga, podría brincar sobre un edificio de veinte pisos? ¿Sabía usted que un agujero negro sideral es capaz de comerse una galaxia entera?” Alegra ver chicuelos que se divierten en esos museos tocando la bola brillante de un

Page 2: ANALFABEISMO

acumulador y constatando que se le erizan los cabellos, o deleitándose ante el ordenamiento de limaduras de hierro sobre un papel apoyado en los cuernos de un imán. ¿Cómo evitar que luego el analfabeto científico dé por sentado que los científicos somos una caterva de vagos que p retendemos que se nos pague para entretener nuestros ocios buscando curiosidades y esperpentos? ¿Cómo hacer para que ese mismo analfabeto entienda que los científicos “odiamos” por así decir lo estrafalario, y que por el contrario buscamos las regularidades de la realidad, para tratar de destilar de ellas las leyes que explican qué es y cómo funciona? Luego, no resulta insólito que un gobierno tercermundista, sepultado en el más triste analfabetismo científico declare con sincera buena voluntad “En lugar de que nuestros científicos malgasten nuestro magro presupuesto en estudiar agujeros negros que se comen una galaxia… yo preferiría utilizarlo para que los niños de mi patria coman alguna proteína”. 4) Y sin embargo el analfabeto científico nos hunde todavía en un cuarto drama. Para la ciencia la realidad está plagada de variables; para el analfabeto científico en cambio la realidad es muy sencilla, pues tiene una única variable: el dinero. Un recalcitrante pensamiento economicista ha emponzoñado la mente de nuestra sociedad, y la ha convencido que todo problema es de índole económica, y que todo se arreglaría con dinero. “Política científica” se reduce a erogar un presupuesto. El analfabeto científico da por sentado que las cosas mejorarían poniendo algún burócrata al frente de sus instituciones del saber para que las administre, situación que asemeja a que nuestros hospitales estén liderados por personajes cuya concepción de la salud, no vaya más allá que las concepciones de Paracelso y la doctrina de los humores. Como lamentaba un colega “¡Si por lo menos cuando una urgencia médica los lleva a un hospital, no los operara un cirujano, sino un administrador…!” 5) La felicidad de un pueblo tercermundista no radica en que invente un teléfono mejor de los que ya existen, un medicamento más eficaz de los que ya hay en el mercado, una computadora que haga más proezas de las que realizan las que ya tiene el Primer Mundo. Y esta circunstancia, tan simple, precipita al analfabeto científico en una trampa mortal. Para comprender por qué debo llamar la atención hacia el hecho de que esa realidad en la que todos estamos inmersos, no es natural, sino que está en buena medida producida por la ciencia que el Primer Mundo tiene, pero el Tercero no. Para que no se nos escape este punto, y afiancemos de paso el concepto que introduje hace unas páginas de que todo organismo depende de interpretar la realidad en que necesita sobrevivir, en lugar de referirme al ser humano me referiré al drama de una polilla que sea analfabeta científica, es decir, que esté obligada a vivir en una realidad que le produce la ciencia: Las polillas gitanas desbastan los sembrados. En un momento dado se las combatió con DDT, que es tóxico para ellas y para los consumidores. Pero la

Page 3: ANALFABEISMO

Selección Natural hizo que murieran las polillas más sensibles al DDT y que las generaciones siguientes tuvieran una mayor proporción de polillas resistentes a esta substancia. Se fumigó entonces con una mayor cantidad de DDT, pero las poblaciones de polillas volvieron a adaptarse a través de la selección de polillas cada vez más resistentes. Cuando la cantidad de DDT empleado llegó a contaminar los alimentos con niveles peligrosos para la salud de los seres humanos, se tuvo la certeza de que la guerra contra las polillas gitanas se había perdido. Pero aquí viene la sutileza científica. Para que las polillas puedan re p roducirse los machos deben encontrar hembras con las cuales procrear. Esto depende de las feromonas que exhalan las hembras. Los machos son tan increíblemente sensibles a estas sustancias, que pueden detectar una hembra a kilómetros de distancia. Entonces la ciencia averiguó la fórmula química de las feromonas, las sintetizó en el laboratorio, y fumigó los campos con ellas. Los machos de la polilla gitana no pudieron discernir cuáles de las señales provenían de hembras de verdad, y cuáles otras eran lanzadas desde una avioneta; ahora los llamados del sexo les llegaban de todos lados. Es como si todos los habitantes de la ciudad llamáramos a los bomberos simultáneamente: al pobre diablo que en serio se le está quemando la casa estará perdido. Lo llamaron “castración informativa”. Los machos no pudieron interpretar una realidad producida artificialmente por la ciencia. Regresemos ahora a los analfabetos científicos humanos. Por miles y miles de años el ser humano producía con recetas (saber cómo, know how) transmitidas de boca a boca a través de generaciones, aún en el caso de que no se conociera el mecanismo: quesos, vinos, tejidos, tinturas de telas, medicinas, procedimientos agrarios, curtido de cuero, producción de aleaciones. Se transmitía el como, aunque se desconociera el por qué. Este por qué debió esperar milenios, pues para entender por qué una tela o el vidrio de un vitraux son rojos o azules, se necesitó saber de espectros y vibraciones atómicas que sólo estuvieron disponibles en el siglo XX. Para saber el por qué de quesos y vinos hubo que esperar hasta que la ciencia entendiera de catalizadores y enzimas. Pero en cuanto la ciencia lo supo, cayó en la cuenta de que “entonces… se puede desarrollar una técnica mejor para hacerlo” y el “saber cómo” empezó a cambiar la realidad cotidiana, por otra producida por la ciencia la tecnología derivada de ella. Un obrero típico no puede entender por qué funciona una cámara de fotos de diez megapixeles con recetas que le pasó la abuela, ni puede competir con recetas para hacer pinturas que secan en el acto, son hidrofóbicas y tienen mil propiedades más, incluido el costo de producción, con los viejos cómos que le transmitió la tradición de su terruño. Ningún país terc e rmundista puede p roducir aviones, teléfonos, citostáticos, satélites de comunicación con fórmulas ancestrales. Tampoco puede ya desarrollar la industria minera, ni agrícola, ni sanitaria que use cómos científicos, porque carece de ciencia. De pronto el ser humano vive hundido en una realidad que no entiende porque ya no es natural, esta vez se la fabrican la ciencia moderna y las tecnologías avanzadas.

Page 4: ANALFABEISMO

 Entonces aquello que asevera el analfabeto científico: “No necesitamos ciencia, porque la felicidad de nuestro país no depende de que inventemos un teléfono, una medicina, un antibiótico mejor que los que ya existen, sino de que tengamos dinero para comprarlos” se convierte en una trampa fatal, porque nadie puede subsistir produciendo teléfonos, medicinas y vehículos como los que había hace diez o cincuenta años. Adviértase que sería desplazado de los mercados, y tampoco tendría el dinero que él pensaba usar para comprar los productos ya disponibles de la ciencia. 6) Aprovechemos entonces para referirnos al siguiente drama del analfabeto científico: el producto de la ciencia. Nuestros funcionarios y administradores insisten en que los investigadores y científicos produzcamos cosas vendibles en el mercado (la última tontería a que se obliga a los científicos es a “innovar”). No discutiré aquí la barrabasada de afirmar que el conocimiento sólo tiene sentido si alguien gana dinero con él, prefiero comparar la ciencia con la gimnasia, con la que una persona “se produce a sí misma”. El producto de la ciencia es en cambio un ser humano que sabe y puede, por eso el analfabetismo científico hace que el Tercer Mundo no sepa y rara vez pueda. 7) El próximo drama es verdaderamente paradójico. Así, la polilla que no podía interpretar la realidad en la que la ciencia la obligaba a vivir, simplemente se extinguía, pero el ser humano suele reaccionar al revés: se multiplica en la adversidad, reacciona ante la falta de seguridades sociales reproduciéndose. Un anciano terc e rmundista arriesga a caer en la mendicidad y la inanición, a menos que en su juventud haya engendrado diez hijos vivos: dos policías, tres sirvientas, dos albañiles, un vendedor de billetes de lotería, dos cuidacoches. Esa superpoblación del Te rcer Mundo necesita ocupar espacios y se ve obligada a talar las escasas selvas lluviosas que quedan, desecar ríos y lagos, intubar arroyos. Sus ciudades crecen a tanta velocidad, que sobrepasan la provisión de agua, obras sanitarias, electricidad, cuidados médicos. 8) De entre los dramas del analfabetismo científico que elegí para ilustrarlo, el último es que el Te rcer Mundo no puede ser democrático. La democracia surgió en cierto modo como un recurso para compensar la caída de un régimen autoritario y estratificado en niveles jerárquicos de la Grecia antigua. Cobraron importancia las ciudades y los habitantes, llamados de ahí en más “ciudadanos” enfrentaron el grave problema de tener que gobernarse entre iguales. Generaron entonces las “reglas del tener razón”: argumentar, refutar, convencer, disuadir, demostrar que, con el tiempo, fueron sentando las bases de la democracia, la filosofía y los pródromos de la ciencia. Hoy en cambio la democracia se identifica con el voto, siendo que este señala el fracaso de la democracia. Es que los asuntos humanos son tan enormes y complejos, que no se puede seguir argumentando y debatiendo hasta que ya no quede una sola objeción. Se tiene un tiempo finito para decidir y se recurre a votar.

Page 5: ANALFABEISMO

 P e ro, a diferencia de pelos y uñas que nos surgen independientemente de nuestra educación, la democracia no es un producto natural, sino que depende de un nivel educativo (dejemos de lado la dimensión ética) que el habitante (tomado en conjunto, claro) del Tercer Mundo no tiene ni de chiste. Así sea justo lo que solicita, no es capaz de argumentar a su favor. Sólo le queda bloquear carreteras, tomar instalaciones, apedrear edificios donde se decide a sus espaldas, hacer huelgas de hambre, desnudarse y encadenarse a postes de alumbrado. A decir verdad el asunto es aun peor, pues esta incapacidad de ser democráticos va asociada a dramas agregados. El primero es que el autoritarismo es cognitivamente muy pobre, pues trabaja con un solo cerebro: el del jefe. En cambio, en un régimen democrático pueden participar en paralelo todos los cere b ros de la población. El segundo drama a g regado emana de que el desempeñarse en una realidad que no se logra interpretar, fomenta la corrupción: tanto vale un procedimiento sensato y honesto como otro fraudulento y venal. Luego solemos atribuir a la corru pción, problemas que son –al menos en su comienzo- meras burradas.  El Estado mexicano analfabeta científicoEl ser humano se ha especializado en interpretar la realidad de muchas maneras y hay gente que la interpreta invocando deidades y milagros, señaló el experto. Foto: Cicese

CICESE. A pesar de que hace aproximadamente 40 años una comunidad muy pujante comenzó a desarrollar la ciencia en México, en este momento estamos en pleno analfabetismo científico, sobre todo por parte del Estado. Pero si bien es cierto que no se debe menospreciar a quien no sabe, no le han enseñado o no ha aprendido a interpretar la realidad de una manera científica, es decir, sin invocar dogmas, revelaciones, milagros o un principio de autoridad; lo malo en nuestro país es que el Estado cree que sí sabe, y deduce que no necesita de la ciencia moderna.

Lo anterior fue señalado por el doctor Marcelino Cereijido, profesor de fisiología celular y molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional, uno de los más reconocidos divulgadores en México y autor de cientos de artículos y una docena de libros, tanto especializados en temas científicos como de ensayo y divulgación sobre el tiempo, la muerte y la relación entre la ciencia y la sociedad, quien este viernes 9 de mayo sustentó la conferencia magistral “Cómo librarnos del analfabetismo científico”, en las instalaciones del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE), en el marco de los festejos conmemorativos del 35 aniversario de esta institución.

El doctor Cereijido comentó que el ser humano se ha especializado en interpretar la realidad de muchas maneras. “La más moderna es la científica, pero hay una enorme cantidad de gente que es analfabeta científica y la interpreta invocando deidades, milagros y demás”, dijo.

Page 6: ANALFABEISMO

Y agregó: La ciencia moderna ha partido a la humanidad en dos. Un 10 por ciento, que es el primer mundo, tiene ciencia, investiga, inventa, crea, impone, define, presta, cobra usura. Y el 90 por ciento restante es el llamado tercer mundo, donde la gente se desplaza, se comunica, produce, se cura y se mata con aparatos, vehículos, medicamentos y armas que inventaron en el primer mundo, y esto los sume en la ignorancia, la dependencia, la corrupción y la indignidad.

A la pregunta de qué puede hacer México para que predomine la manera científica de interpretar la realidad, el conferencista señaló un decálogo de recomendaciones entre las que destacan:

Pasar de un esquema que forma investigadores, a un esquema que forme científicos, considerando al investigador como alguien apto para tomar algo, estudiarlo e integrarlo al conocimiento, mientras que el científico es quien no usa dogmas, milagros o principios de autoridad para interpretar la realidad.

Realizar seminarios científicos para analizar las medidas gubernamentales sobre investigación, patentes o asesorías que se usan aquí, pero que se desarrollan en otros países.

Contar con empresarios. Muchos científicos opinan que en México no hay empresarios, sino fabricantes y vendedores, o “financiadores” en el mejor de los casos, que no son capaces de producir siquiera el conocimiento que usan en sus empresas.

Crear escuelas de ciencia dirigidas principalmente a niños y jóvenes.

Hacer que las empresas transnacionales inviertan en México una suma proporcional a su mercado aquí.

Crear un impuesto al conocimiento importado, para desarrollar sustitutos locales.

Establecer que toda autoridad de alguna institución científica presente cursos y exámenes de capacitación pues, por ejemplo, son burócratas de la Secretaría de Hacienda quienes establecen los criterios para otorgar subsidios a la ciencia. Se dan casos en que definen como criterio el número de egresados de doctorado para las instituciones científicas y de educación superior. Entonces todo mundo empieza a graduar doctores en ciencias para tener acceso a esos recursos, sin importar nada más.

También señaló que se requiere cambiar rápidamente la manera cómo se hace la divulgación científica. “La que se hace en México es de altísima capacidad y calidad, porque está hecha por nuestros mejores investigadores. Pero hay que encaminarla mejor, pues con el fin de atraer a los jóvenes se buscan rarezas. ‘¿Sabía usted que si un hombre saltara como una pulga sería capaz de brincar un edificio de 20 pisos? ¿Sabía usted que un agujero negro sería capaz de comerse toda una galaxia?’ Comprensiblemente esto da la idea de que somos una bola de tarados en busca de

Page 7: ANALFABEISMO

rarezas. Y estos son los fundamentos de cualquier presidente para no dedicarle dinero a la ciencia, porque a él no le interesa que un agujero negro se coma una galaxia, sino que los niños de su país coman proteína”.

La conferencia del doctor Cereijido, organizada por la Asociación de Personal Académico del CICESE (APACICESE), contó con cerca de 300 asistentes.