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Historiografia
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Análisis historiográfico de la obra Los orígenes de los pueblos indígenas del valle de
México: Los altépetl y sus historias de Federico Navarrete Linares.
Por: Emmanuel Guadalupe Montiel Alanis
El estudio que Federico Navarrete Linares hace de las tradiciones históricas indígenas,
surge de la problemática de abordar el estudio de otras culturas en el pasado, desde
nuestras concepciones epistemológicas occidentales. La crítica a estas problemáticas parten
de la proposición del autor, de que no existe una diferenciación clara entre mito e historia,
al decir este que “en los discursos humanos sobre el pasado, y particularmente sobre los
orígenes, es imposible hacer una distinción tajante entre discursos puramente referenciales,
carentes de algún significado simbólico o identitario, como los históricos, y los discursos
puramente simbólicos carentes de contenido referencial, que serían los míticos”1. De esta
manera se inicia la discusión de las herramientas conceptuales y metodológica, que
pretenden realizar un estudio desde fuera de las propias concepciones históricas de la
propia cultura que se pretende abordar.
Así, surge la crítica a los prejuicios logocéntricos con los que se han estudiado las
tradiciones históricas indígena, en donde Navarrete supone que nos hay razones para
menospreciar la tradición oral y las otras formas de escritura como deficientes y poco
confiables, por lo tanto, las ubica al mismo nivel que cualquier otra tradición, aludiendo a
que la tecnología de transmisión no es el único determinante de la fidelidad y la
continuidad de una tradición oral.
En este mismo sentido, el autor plantea que para las tradiciones históricas indígenas no
existe la concepción de la verdad histórica como algo único, sino como una pluralidad de
versiones, dice que estas historias particulares de cada altépetl, nunca se fundieron en una
sola, porque esta fusión iba en contra de la lógica y el funcionamiento del sistema político
de los altépetl del valle de México y de sus tradiciones históricas.2 Para explicar
1 Federico Navarrete Linares, Los orígenes de los pueblos indígenas del valle de México: Los altépetl y sus
historias, México, UNAM, 2000, p. 166. 2 Ibídem, p.102.
detalladamente este argumento, lo dividiré en dos puntos que se desarrollaran a
continuación siguiendo este lineamiento.
Como primer punto, esta lógica de la que habla Navarrete, era “la reivindicación de la
legitimidad y la veracidad de la propia tradición histórica en lo relativo a la historia del
propio altépetl y por lo tanto el respeto a la autonomía y veracidad de las tradiciones ajenas
en lo relativo a la historia de sus respectivas entidades políticas”3. Como segundo punto, el
funcionamiento de esta interacción no conducía a la construcción de una historia única que
integrara y subordinara a todas las tradiciones, sino que, solamente se buscaba la
negociación o imposición de una verdad común donde existían puntos de conflicto entre las
ellas4. Para el desarrollo y justificación de estos dos aspectos, el autor construye sus bases
epistemológicas que le permitirán establecer la cognoscibilidad de sus proposiciones, en
ello nos centraremos a continuación, partiendo del primer punto que enunciamos arriba, es
decir, las base sobre las que Navarrete argumenta la lógica que otorga sentido a la
autonomía y respeto muto de las tradiciones históricas indígenas.
Al fundamentar que no existe una distinción tajante entre historia y mito, el autor parte de
la premisa de no negar su historicidad, por ello mismo, intenta explicar de manera diferente
las funciones simbólicas que cumplían estos relatos sobre el origen de los altépetl. La
principal de estas funciones era el establecimiento de analogías entre el pasado y el presente
desde el cual se escribieron las historias, es decir, entre el origen y la situación de los
altépetl alrededor del siglo XVI. Navarrete nos dice que las tradiciones históricas de los
altépetl erigen un punto de quiebre con sus historias de origen, ello sirve para demarcar
una frontera temporal e identitaria, ya que, antes del momento de origen, las cosas eran
diferentes pues el grupo humano aún no era plenamente como seria después5. El punto de
quiebre entre las historia de los altépetl y sus historias sagradas, el autor lo ubica en las
narraciones que las tradiciones históricas hacen del paso de sus respectivas tribus por
Chicomóztoc.
3 Ibídem, p.154.
4 Ibídem, p.198.
5 Ibídem, p.45.
En este sentido, su explicación parte de entender que, si bien el mito tiene historicidad, éste
también era utilizado como herramienta de legitimación del orden político como cualquier
otro discurso histórico. Así, puede entenderse que las historias de los pueblos hermanos
que partieron juntos en el inicio de la migración, y la transgresión de la hermandad por
parte de los mexicas a su paso por Chicomóztoc, fundamenta y legitima la posición de los
altépetl más poderosos en orden político pluriétnico que existía en la diversas regiones
mesoamericanas.
Así también, el paso de los pueblos indígenas por Chicomóztoc significo la adquisición de
una nueva identidad étnica. Aquí también Navarrete hace nuevamente una crítica al
particularismo étnico, quien concibe que la identidad de estos grupos fue definida de
manera fija e inmutable en su origen. Navarrete propone que “la identidad étnica desde su
origen quedó abierta a las transformaciones históricas y la incorporación de elementos
tradicionales culturales ajenos hasta constituir nuevas entidades complejas y cambiantes”6.
En ese sentido se explica el intercambio de bienes culturales existente entre las tradiciones
culturales chichimecas y toltecas, y posteriormente estas con las europeas. Es entonces
como Navarrete define, las categorías de la historia de los altépetl, que son la
transformación de la identidad étnica expresada en las historias de migración y con ellas, la
creación de una nueva cuenta de los años llamada xiuhtlapohualli, que marca el inicio de la
nueva era histórica. El hecho de que cada altépetl tuviera su propia cuenta de los años, nos
remite a las pretensiones de los distintos altépetl por su autonomía política. La atadura de
los años llevada a cabo cada 52 años era la reafirmación de la independencia cronológica e
histórica del altépetl.
Como segundo punto, para explicar la relación de las tradiciones históricas con el
funcionamiento del sistema político, al interior y el exterior de los altépetl, el autor
argumenta que gracias al carácter excluyente de la tradición histórica, ésta se convierte en
una herramienta discursiva y dialógica de legitimación y de negociación, entre emisores y
receptores. Hace nuevamente una crítica a quienes usan las concepciones occidentales al
estudiar las tradiciones históricas indígenas, pues estas últimas no tenían una concepción de
la autenticidad de los originales como si lo tiene la tradición occidental. En este sentido,
6 Ibídem, p.168.
para para la población indígena del centro de México, el valor de la tradición descansaba en
que fuera transmitida por un heredero legítimo de la tradición.
Así, Navarrete nos explica que el proceso dialógico se inicia desde el carácter persuasivo de
la escenificación de la tradición histórica, la existencia de distintos tipos de públicos, dentro
y fuera del altépetl, nos remite a la utilización del contenido de la tradición de acuerdo a los
intereses particulares que se tenga sobre los distintos tipos de receptores. Al interior del
propio altépetl existían rivalidades dinásticas y rencillas entre las dinastías poderosas. Las
diferencias de identidad y de origen entre los diferentes grupos que conformaban la entidad
política, producían desconfianza y escepticismo mutuo entre los portadores de otras
tradiciones históricas. Para imponerse en el poder y adquirir legitimidad política, un linaje
gobernante tenía que imponer también su propia versión de la historia del altépetl y para
ello no se vacilaría en destruir o desacreditar las tradiciones rivales. Sin embargo el hecho
de que hayan sobrevivido tantas versiones diferentes de la historia dentro de los altépetl,
radica en que la supervivencia de las tradiciones históricas dependía sobretodo de la
continuidad del grupo social que las detenta y transmite. Fuera del altépetl, la coerción y la
persuasión se combinaban de manera diferente, dependiendo de la relaciones de poder entre
las entidades políticas involucradas.
Para el caso de la persuasión, los altépetl del valle de México, pese a ser autónomos en sus
asuntos internos formaban parte de un sistema político más amplio que los integraba y
subordinaba a los altépetl más poderosos de la región, sus tradiciones históricas, pese a ser
propiedad exclusiva suya y cumplir importantes funciones de legitimación interna, estaban
relacionadas y debían interactuar con las de sus vecinos más o menos poderosos. En el caso
de la coerción, esta se ejercía desde los altépetl más poderos, pues estos podían suprimir o
apropiarse de la tradición histórica de sus enemigos derrotados y también apropiarse del
prestigio dinástico, o imponer su versión de la historia a los altépetl más débiles. De esta
manera las tradiciones indígenas contaban con un importante sistema de verificación y de
intersubjetividad, por medio de él, la verdad se negociaba y se definía en función de las
relaciones de poder entre ambos.
Para concluir, Navarrete define claramente que, es la lógica y funcionamiento de las
tradiciones históricas indígenas, la que explica su gran variabilidad. Las concepciones
indígenas de la historia, como una pluralidad de verdades, nos explican las pretensiones de
cada altépetl, de definir su identidad como autentica con afanes etnocentricos, que esconden
procesos dialógicos e intercambios culturales, en función de un discurso histórico propio.
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