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Decir Adiós Manifestaciones humanas ante la inminencia de la muerte de un ser amado Andrea Carolina Rodriguez Salas Trabajo de Grado para optar por el título de Comunicadora Social Campos de audiovisual y publicidad Director: Giovanni Andrés Arias García Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Comunicación y Lenguaje Comunicación Social Bogotá, Colombia 2019

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Page 1: Andrea Carolina Rodriguez Salas Trabajo de Grado para

Decir Adiós Manifestaciones humanas ante la inminencia de la muerte de un ser amado

Andrea Carolina Rodriguez Salas Trabajo de Grado para optar por el título de Comunicadora Social

Campos de audiovisual y publicidad

Director: Giovanni Andrés Arias García Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Comunicación y Lenguaje Comunicación Social

Bogotá, Colombia 2019

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Artículo 23, Resolución 13 de 1946

“La universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus

trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral católica

y porque el trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales, antes bien, se vean

en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”.

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Bogotá D.C., 18 de noviembre de 2019 Decana Marisol Cano Busquets Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana Cordial saludo, Por medio de la presente hago la entrega oficial del trabajo de grado para optar por el título de Profesional en Comunicación Social, en los campos de audiovisual y publicidad. El proyecto se denomina Decir Adiós: Manifestaciones humanas antes la inminencia de la muerte de un ser amado. Atentamente, Andrea Carolina Rodriguez Salas c.c. 1090511120 Estudiante de Comunicación Social con énfasis en Audiovisual y Publicidad

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A mi abuelo, por su inmenso amor, sacrificio y lucha.

A mi abuela, por nunca dejar su lado.

A mi familia, por su apoyo incondicional.

A mis amigos, por su compañía, paciencia y cariño.

A Andrés, por su paciencia y por confiar en mí desde el primer momento.

A todas las personas que de una u otra forma hicieron parte de este proyecto.

Y a todos quienes han tenido que decirle adiós a un ser amado.

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TABLA DE CONTENIDO

1. Título de la investigación

2. Problema de investigación

3. Justificación de investigación

4. Pregunta de investigación

5. Subpreguntas de investigación

6. Objetivo general de investigación

7. Objetivos específicos de investigación

8. Marco teórico

8.1. Muerte y su concepción occidental.

8.1.1. Vida y muerte.

8.1.2. La muerte desde varias disciplinas.

8.1.3. Miedo a la muerte.

8.2. Duelo en el ser humano.

8.2.1. Diferencia entre duelo y luto.

8.2.2. Pérdida.

8.2.3. Etapas del duelo.

8.2.4. Factores que influyen en el duelo.

8.3. Duelo anticipado.

8.3.1. Diagnóstico.

8.3.2. Cuidados paliativos.

8.3.3. Desde el paciente.

8.3.4. Desde la familia.

8.4. Exploración empírica

8.4.1. Visita y entrevista a un psicólogo clínico

8.4.2. Entrevista a familiares

8.4.3. Entrevista a una gastroenteróloga

8.4.4. Entrevista a Rosa Bayona

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8.4.5. Lectura Artículo de Semana "Al final todos descansamos”: cómo fue

perder a su madre por un cáncer

8.4.6. Película Still Alice

8.4.7. Entrevista a Orlando Bayona

8.4.8. Introspección

8.4.9. Lectura del artículo El cáncer, una enfermedad que afecta a toda la

familia

8.4.10. Entrevista a Laura Lozano

8.4.11. Lectura de Entrevistas de Elisabeth Kübler-Ross

8.4.12. Visita al pueblo natal de mi abuelo

8.4.13. Recuerdos de otros pacientes con cáncer

8.4.14. Entrevista con familiares de pacientes terminales

8.4.15. Lectura del artículo ¿Cómo se vive el cáncer en pareja?

8.4.16. Lectura del artículo ¿Está dispuesto a amar en la salud y en la

enfermedad?

8.4.17. Memorias de mi abuelo

9. Producto audiovisual

9.1. Título del producto

9.2. Objetivo general del producto

9.3. Objetivos específicos del producto

9.4. Carta del director

9.5. Idea

9.6. Premisa

9.7. Storyline

9.8. Tratamiento audiovisual

9.8.1. Estrategia de realización - encuadres y composición

9.8.2. Tipología de planos

9.8.3. Iluminación y color

9.8.4. Sonido

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9.8.5. Montaje y Ritmo

9.8.6. Post-producción

10. Casting y scouting

11. Plan de difusión y distribución

12. Socialización

13. Conclusiones

14. Referencias

Anexos

Anexo 1: Presupuesto

Anexo 2: Producto audiovisual

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1. Título de la investigación

Decir adiós: Manifestaciones humanas ante la inminencia de la muerte de un ser amado

2. Problema de investigación

No se puede empezar a hablar de duelo sin hablar primero sobre la muerte. Esta “continúa siendo

un misterio inexplorado, y el morir es para muchos una pared” (Fonnegra, 2009, p. 71). La

muerte es entonces inherente al ser humano desde sus inicios, no obstante, no se sabe nada de

ella, e incluso se prefiere ignorarla. Freud lo plantea en su texto De guerra y muerte (1915)

diciendo que todos los seres humanos “mostramos una patente inclinación a prescindir de la

muerte, a eliminarla de la vida” (p. 12), ya que “en el fondo nadie cree en su propia muerte, o, lo

que es lo mismo, que en lo inconsciente todos nosotros estamos convencidos de nuestra

inmortalidad” (p. 12); es decir, los seres humanos creen en la muerte, pero individualmente cada

uno está convencido de su inmortalidad. Esto puede tener que ver con lo mencionado en el libro

de la psicóloga colombiana Isa Fonnegra, De cara a la muerte (2009), allí ella plantea que en la

cultura colombiana -y siendo aplicable aparte de la cultura occidental- el ciudadano común evita

el tema de la muerte en su vida; es decir, la cultura colombiana sigue siendo negadora de la

muerte. Y es que según Díaz y Ruíz (2011),

La muerte como tal no tiene sentido dentro de la existencia humana, en la medida en que no se puede

vivir como una experiencia; no tiene sentido pues este se construye allí donde es posible evaluar y

tener conciencia de un hecho. (p.164)

Lo anterior resume básicamente el hecho de la muerte como un sin sentido, lo que es contrario a

la idea que plantea la Dra. Alcira Alizade, en su texto Clínica con la muerte (1996): “Morir es un

acontecimiento cierto futuro que incide manifiesta o subrepticiamente en los aconteceres del

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presente” (p. 33), lo que quiere decir que todos sabemos que la muerte es inevitable y esta, de

alguna manera, incide en nuestro actuar del presente.

Es importante recalcar una diferencia conceptual entre la muerte y el morir, ya que según

Hans Küng, citado por Cabria, “(...) el morir lo constituyen los procesos psico-físicos

inmediatamente anteriores a la muerte y que, al sobrevenir ésta, se interrumpen definitivamente.

El morir es, pues, el camino; la muerte, el ‘término’, la meta” (2009, p.36). Diferencia que

también sería establecida por Smart en el año 1971 al decir que “La diferencia entre el proceso

de morir y el evento de la muerte se ve claramente subrayada por el hecho de que una persona

puede morir sin que se haya podido decir en ningún momento que se estaba muriendo” (p. 34). A

lo que se refieren ambos autores es que incluso si alguien está gravemente enfermo, y parezca

que está muriendo, puede que sea intervenido médicamente y no muere, por lo que el proceso del

morir se interrumpe; pero la muerte en sí es inevitable, por lo que la muerte es el acto y el morir

es un proceso que se puede culminar o no.

Así mismo, ligado al concepto de muerte está el de duelo, el cual es tan “(...) universal,

como lo es la muerte” (Gómez, 2005, p. 30), con esta afirmación están de acuerdo autores a

tratar a lo largo de este texto, como son Freud (1914), Fonnegra (2009) y Worden (2010),

quienes en consonancia reconocen a la pérdida como factor desencadenante del duelo. Así el

duelo según Freud (1917) en su texto Duelo y melancolía es definido como “(...) la reacción

frente a la pérdida de una persona amada”, aunque se debe tener en cuenta que según Fonnegra y

Jaramillo “cualquiera que sea la pérdida, va seguida de una reacción que llamamos duelo” (2015,

pp. 61-62); es decir, al hablar de pérdida no necesariamente se refieren a una persona. De hecho

lo planteado por Fonnegra en solitario (2009) es que existen las pérdidas físicas, como la muerte

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o desaparición de un objeto, y las pérdidas simbólicas, como el hecho de crecer, y ambas son

necesarias para el crecimiento de una persona. Por lo tanto, complementando con la afirmación

de William Worden, “el duelo puede definirse como la experiencia de una persona tras una

pérdida o como el proceso de adaptación a esa pérdida” (2010, p. 42). Sin embargo, el problema

que interesa a este texto empieza cuando “el duelo no comienza en el momento de la muerte,

sino bastante antes, generalmente en el momento de hacerse el diagnóstico y emitirse el

pronóstico de la incurabilidad” (Gómez, 2005, p. 211), aquí entra lo que Lindemann en 1944

denominó como duelo anticipado, distinto, aunque de cierta manera complementario, al

pre-duelo que plantea Alizade en el cual “El duelo que se instala no es frente a alguien que ya no

está vivo sino frente a alguien que ya no es más como hacía poco era” (1996, p. 55). Es decir,

Lindemann y posteriores definen el duelo anticipado (o anticipatorio) como el que empieza tras

un diagnóstico fatal, mientras Alizade se encamina en el pre-duelo como el que se presenta

cuando alguien pierde su esencia o característica definitoria.

En el duelo anticipado ocurre que “en muchos casos la muerte es un desenlace que ya se

conoce de antemano, y durante este periodo de anticipación el potencial superviviente empieza

las tareas del duelo, así como a experimentar las diferentes respuestas emocionales” (Worden,

2010, p.173). Como dice Alizade (1996), el enfermo hace duelo ante su muerte y los que lo

rodean viven la muerte ajena; así mismo, no hay que olvidar que, según Worden, los

supervivientes solo pierden a un familiar, mientras que el enfermo lo pierde todo (2010).

La verdad es que “La elaboración del duelo es un proceso cognitivo que supone afrontar

y reestructurar los pensamientos sobre el difunto, la experiencia de pérdida y el mundo cambiado

que ahora debe vivir la persona que ha vivido la pérdida” (Stroebe, 1992, citado por Worden,

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2010, p. 47), lo que significa que “el superviviente anhela volver a unirse al ser amado para

siempre” (Gómez, 2005, p.33), sin embargo, como dice Jean Allouch citado por Díaz y Ruíz

(2011)

No se trata de reencontrar un objeto o una relación con un objeto, no se trata de restaurar el gozar de un

objeto en su factura particular, se trata de un trastorno en la relación de objeto, de la producción

de una nueva figura de la relación de objeto (pp. 167-168).

Es decir, el duelo no se trata de querer volver a estar con el difunto, sino con la creación de una

nueva imagen sobre él, desde incluso antes de la muerte del enfermo, puesto que como lo dice

Alizade “Los familiares y el propio paciente deben realizar el duelo de la irreversibilidad de la

situación”. (Alizade, 1996, p. 55), esto es un punto positivo porque este tipo de duelo “(...) ofrece

a las personas implicadas la oportunidad de compartir sus sentimientos y prepararse para la

despedida” (Gómez, 2005, p. 212). Dice Fonnegra (2009) que “Es importante y útil comprender

que no existe una única muerte de esa persona, que cada día se van muriendo partes entrañables,

rasgos muy valorados (...) y actitudes muy necesarias para los demás” (p. 186) No obstante, no

se puede olvidar que, al fin y al cabo, el duelo anticipado es solo un paso de un proceso de dolor

que terminará con el duelo tras la muerte física del ser amado (Gómez, 2005).

Hasta este momento se ha establecido el duelo anticipado como proceso que empieza con

el diagnóstico y termina con la muerte del ser amado, para así dar paso a otro proceso que es el

duelo en sí. A partir de esto, surgen dudas sobre cómo este afecta a los involucrados, tanto el

enfermo como la parte médica y la familia. Así mismo, también aparece la duda sobre cuáles

factores influyen en el proceso del duelo anticipado y del duelo en sí mismo, siendo que cada

proceso es individual a pesar de ser una experiencia universal.

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3. Justificación de la investigación

En Colombia la población alcanza aproximadamente 48’258.494 personas, de acuerdo con el

Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). En adición a eso, según cifras

del Instituto Nacional de Cancerología, más de 31.000 personas mueren de cáncer al año (cifra

tomada en el periodo comprendido entre los años 2003-2012), estos números se mantienen

relativamente estables, aunque aumentan o disminuyen dependiendo del tipo de enfermedad. Se

calcula que del año 2020 al 2050 habrá un aumento significativo en la calidad de vida y por ende

en la población de adultos mayores. Esto implica más enfermedades relacionadas con la

prolongación de la vida, muchas de ellas crónicas, tales como el cáncer, el alzheimer,

enfermedades cardiovasculares o relacionadas con cuadros de deterioro cognitivo. Bajo esta

lógica, las enfermedades terminales como el cáncer cada vez serán más comunes y los cuidados a

los pacientes serán cada vez más necesarios y por ende cada vez más familias vivirán el proceso

del duelo anticipado. En esta sociedad que trata de esconder la muerte, la presencia de una

enfermedad terminal en gran parte de la población será una experiencia que desencajará a los

ciudadanos.

La muerte es universal, es un indicador de vida y todos tarde o temprano hemos de morir.

No obstante, no es un secreto que para la sociedad occidental la muerte se intenta ocultar a toda

costa, incluso Fonnegra (2009) menciona que a los niños se les inculcan los valores de juventud,

competencia, entre otros y se les educa para ganar y, por ende, no conocer el sentimiento de la

pérdida. En un país tan azotado por la violencia resulta increíble pensar en la falta de

familiaridad que existe frente al tema de la muerte; a esta siempre se le trata de restar

importancia. Incluso, es común en el día a día escuchar frases como “me muero de la risa”, “me

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mato”, entre otras. En Colombia, los ciudadanos están acostumbrados a ser bombardeados con

noticias sobre muertes violentas, llegando al punto en que no es de extrañar, ver y escuchar sobre

masacres, secuestros y demás fatalidades, llegando al momento de restarle valor a la muerte. Sin

embargo, se trata de una perspectiva externa, por lo que, al llegar el momento de enfrentarse a

una muerte natural o una enfermedad terminal, la muerte es un ente extraño y que causa miedo.

Siendo así, este tipo de investigaciones dan luz a un tema oculto a plena vista como lo es la

muerte.

Existen varias razones para desarrollar esta problemática; la primera razón es que cada

vez este tipo de duelos a muertes anunciadas serán más frecuentes y en consecuencia las etapas

del duelo se presentarán antes, por lo que conocerlas y darlas a conocer es importante para seguir

viviendo tras la pérdida de un familiar; la segunda razón, es que si bien el duelo es universal

también es particular, todos los observadores o lectores se sentirían identificados de una u otra

manera y es allí donde radica el principal objetivo de este proyecto: hacer que el espectador se

identifique con el proceso de quien sufre la inminente pérdida de un ser querido.

La tercera razón viene desde la curiosidad, de saber cómo se vive el duelo; comparar los

diferentes duelos que he vivido, anunciados o no, según las teorías; revisar cómo los viven otras

personas, para de esta manera identificar patrones o ver como una experiencia tan universal es al

mismo tiempo particular como ya lo he mencionado anteriormente. Se dice que el ser humano no

puede vivir de recuerdos y es cierto; atravesar un proceso de duelo equivale a recordar, soltar y

sanar. Sin experimentarlo, el ser humano no puede vivir en paz. Gómez (2007) retoma el

planteamiento de Engel sobre el duelo siendo equiparable a una herida física, y es que la pérdida

de un ser querido se refleja tanto en la psique humana como en el plano físico, gran parte de los

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sobrevivientes a un duelo muy fuerte tienden a somatizar y por ende su bienestar se ve afectado.

Conocer sobre el duelo ayuda a vivirlo mejor, a sanar y a entender a quienes pasan por

momentos como este.

De manera personal, este proyecto nace tras el proceso que yo misma he vivido. Mi

abuelo fue diagnosticado con un cáncer terminal y durante dos años él luchó no para vivir, sino

para estar bien y acompañar a toda la familia; de igual forma, mi familia luchó por hacer lo

mejor para él y poco a poco nos fuimos acostumbrando a verlo dejar de ser él, siguiendo

procesos de duelo. Su relación con mi abuela son la base de este proyecto, que empieza para

sanar desde lo personal; no obstante, la posibilidad de que sane a más personas es latente, desde

el plano de conocer el problema y dar un respiro a la dura realidad. Ver cómo alguien vive la

realidad de la muerte desde la concepción occidental y cómo se vive la inminencia de la muerte,

no desde el paciente, sino desde la familia o quien vive la inminente pérdida material de un ser

amado es revelador. Bien dice la Dra. Alcira Alizade, “La muerte ajena es la muerte propia

proyectada y provoca curiosidad” (1996, p. 30).

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4. Pregunta de investigación

¿De qué manera la concepción de la muerte, el duelo y el duelo anticipado se manifiestan en el

ser humano que sufre la inminente pérdida de un ser querido?

5. Subpreguntas de investigación

● ¿Cómo viven los familiares de un enfermo tras recibir la noticia de un diagnóstico

terminal?

● ¿Cuáles son las etapas que atraviesa una persona que se enfrenta a la pérdida de un ser

querido?

● ¿En qué se diferencian el duelo y el duelo anticipado?

6. Objetivo general

Narrar cómo el diagnóstico de una enfermedad terminal produce el proceso de duelo anticipado

en una familia a través de un cortometraje de ficción.

7. Objetivos específicos

● Realizar una investigación teórica desde varias disciplinas que sustente cómo el ser

humano enfrenta la inminencia de la pérdida de un ser querido, identificando las

diferentes fases que caracterizan médicamente este proceso.

● Identificar a través del recurso narrativo del arco dramático la transformación que sufren

los familiares de un desahuciado.

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● Construir a través de un proceso creativo metáforas audiovisuales que logren narrar el

proceso de duelo anticipado de una familia.

● Realizar una historia que posibilite la reflexión sobre el tema universal de la pérdida y el

desprendimiento cuando se anticipa el mismo.

8. Marco teórico

8.1. Muerte y su concepción occidental

Occidente se esfuerza por ocultar la muerte. Esto puede resultar paradójico al tener en cuenta los

planteamientos de Villa (2011), en los que se dice que es precisamente la muerte y el culto a los

muertos lo que ocasiona la formación de culturas y sistemas de creencias al inicio de los tiempos.

Resulta contradictorio entonces pensar que “(...) la muerte del otro que originó en Occidente todo

culto a los muertos es la ‘ritualización’ de un suceso que, además de empezar a ser extraordinario

en lo individual, se lo quiere mantener alejado”. (Vanegas, 2011, p. 94). Claro está, que desde

que se fundaron las primeras comunidades, y sus respectivos sistemas de creencias, ha pasado un

largo trecho. Ahora, en pleno siglo XXI, la muerte es evitada por la falta de familiaridad con ella

y se ha normalizado desde una perspectiva mística (Vanegas, 2011). De esta manera, la muerte

deja de ser un fenómeno divino, aunque igualmente indeseado que en el pasado. Fonnegra

escribe en su libro De cara a la muerte (2009) que en la actualidad

(...) la muerte ya no es considerada un proceso natural e inevitable sino algo que debe combatirse con

todas las armas de la biotecnología. Cuando eso ya no resulta posible su significado es

trivializado: <<se hizo hasta lo imposible>>, <<no hay nada más que hacer>>, <<todos nos

vamos a morir>>, <<no se preocupe, es posible que yo me muera antes que usted>>, suelen decir

los médicos (2009, p. 73).

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La pérdida de la familiaridad se debe a que en estos tiempos ha disminuido el número de

hijos por mujer, esto “aunado a la alta valoración de ese ser humano en particular [el hijo], hace

que cada nueva persona adquiera un tal valor, que su pérdida resulte aún más difícil de

sobrellevar” (Vanegas, 2011, p. 108). José Luis Meza (2011), expone la siguiente idea: “Los

hombres y mujeres de nuestro tiempo evitan pensar en la muerte. Viven absolutamente

entretenidos en cosas más o menos importantes, absorbidos por sus ocupaciones, relaciones y

aficiones” (p. 185) esto puede ser explicado desde la perspectiva sociológica de la muerte que

plantea Vanegas (2011) en la que se declara que el ser humano actual ha relegado a la muerte a

una probabilidad, “(...) es algo que puede ocurrir pero también se asume que está lejos de que

suceda” (p. 106). Resulta interesante que precisamente algo que diferencia a los animales de los

humanos es su consciencia de la muerte, según lo plantea el teólogo José Luis Cabria “El hombre

es el único animal consciente de que se muere; sabe de su condición mortal” (2009, p.153) en el

libro recopilatorio Fichas sobre la muerte y el morir.

Aún con este conocimiento sobre la muerte, esta no deja de ser un tema tabú, se prefiere

evitar hablar de ella y las preguntas que puedan surgir. Es preferible sortear los sentimientos que

ella produce, intentando olvidar un asunto inolvidable (Cabria, 2009). La doctora Alcira Alizade

pone el ejemplo de la pérdida de un familiar en la que “(...) se experimentan efluvios de la propia

muerte, pero las defensas se instalan rápidamente y la hora de la muerte es remitida a un futuro

hipotético, siempre lejano” (1996, p. 111). El hombre moderno es terco, además, según Meza el

hombre moderno “se dedica a matar el tiempo, cuando es el tiempo el que le va matando a él,

lenta pero continuamente, porque morir es desvivirse” (2011, p. 186), es que el hombre moderno

es un hombre que vive bajo el carpe diem, disfruta el momento, sin pensar en su vida y mucho

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menos en su muerte (Duque, 2009 citado por Meza). Gómez (2007) expresa que “La sociedad no

tiene ya pausas: la desaparición de un individuo no afecta ya a su continuidad. En la ciudad todo

sigue como si nadie muriese” (p. 61). El individuo moderno sigue su vida como si nada tras la

muerte de otro. Eugenia Villa (2011), desde la antropología, plantea que el hombre actual ve la

muerte como la última instancia y por eso la evita, cree que quizá la medicina logre salvarlo,

importante tener claro, además, que la única muerte que reconoce el humano actual es la muerte

accidental, o por lo menos esto es lo que propone Villa citando a Meza.

De esta manera, Vanegas en el texto: La muerte, asunto íntimo en sociedades

individualizadas, asevera que:

“La moderna actitud ante la muerte es el resultado de un doble movimiento: de un lado, la lenta

afirmación de la individualidad (Morin, 2007) que ha convertido la muerte en un asunto privado,

compartido de manera íntima con muy pocas personas; de otro lado, el incremento de las

probabilidades de prolongar la existencia individual, cuyo indicador más evidente es el aumento

de la esperanza de vida, ha hecho de la muerte algo extracotidiano” (2011, p. 94).

La muerte como asunto privado es contradictoria con el planteamiento de Cabria (2009), quien

dice que el morir se ha convertido voluntaria o inconscientemente en un acto público, y exhibido

el autor lo relaciona con las escenas de muerte que se ven en medios de comunicación. Entonces,

la muerte y el morir son cuestiones privadas que se vuelven públicas. Cabria (2009) plantea

también -aunque en otro texto- que la muerte requiere intimidad por ser un momento singular en

la vida de una persona, dice que “En nuestra cultura occidental asociamos la intimidad a la casa,

a la habitación e incluso la cama, que son nuestro espacio vital íntimo y familiar” (p. 42).

Esta percepción se sigue teniendo; sin embargo, en estos tiempos entran en juego otros

espacios, como los hospitales, aunque estos no cuentan con tan buena reputación puesto que

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siguiendo lo escrito por Cabria (2009) se asocia la muerte en los centros médicos con

sentimientos de soledad, abandono y anonimato, aunque a veces los pacientes sean internados

para una mejor asistencia. Este paso de la cama al hospital refleja el ‘miedo’ de que nuestros

espacios cotidianos se ‘contaminen’ de muerte, tanto así que “(...) la hemos sacado de nuestra

vida cotidiana y familiar y la hemos ocultado en los hospitales, funerarias y jardines.” (Villa,

2011, p.61). Respecto a esto Fonnegra (2009) opina que “La nuestra [la cultura colombiana] es

una cultura negadora de la muerte, que la trivializa. Por esto los velorios en casa ya no existen, y

a cambio se prefieren las velaciones breves en una funeraria” (p. 25), refiriéndose a la cultura

colombiana citadina, puesto que en otras partes del territorio nacional el tema de la muerte se

lleva de formas distintas. Este ‘miedo’ no se limita a los espacios, también “(...) Hay una

repugnancia en el mundo occidental presente a decirle a una persona moribunda que él o ella se

está muriendo. Los médicos, las enfermeras y los parientes se resisten a hablar, no sólo cuando el

paciente se resiste a oír, sino hasta cuando él o ella sospecha la verdad (...)”. (Toynbee, 1971, pp.

175, 176).

En Colombia se tiene la creencia de que quien está cercano a morir “desanda sus pasos” y

se despide de sus seres queridos aunque no lo sepa. En adición a eso, a los moribundos se les

piden favores o que lleven mensajes al más allá (Villa, 2011). Según Fonnegra (2009) en la

sociedad colombiana se habla de la muerte sin en realidad hablar de ella, de hecho menciona que

el ciudadano promedio rehúye a hablar de la muerte, a no ser que sea para hacer chistes o

empleando el término en situaciones sin relación con el significado real, esto puesto que la

mayoría de las personas evita pensar en el valor emocional de la expresión. Acorde a esto, Meza

(2011) enuncia que “Frente a la muerte de alguien, ojalá cercano, hemos acuñado formas de

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hablar que le restan trascendencia: ‘pues nada, la vida sigue…’ ‘mañana será otro día…’ ‘este

sentimiento ya pasará y la vida volverá la normalidad…’” (p.19) y continúa diciendo que

preferimos esconder la muerte tras cosas banales y superfluas, llegando incluso a suprimir el

proceso de duelo. Fonnegra (2009) dice que es mejor no nombrar la muerte, incluso a los niños

se los margina de las experiencias familiares de muerte y tristeza, se les recomienda control y

compostura desde que son pequeños, se trata de ocultar “el dolor, la enfermedad, la soledad y la

muerte” (p. 26) y a cambio se les enseña a exaltar valores como “la salud, la belleza, la juventud,

la alegría y el triunfo” (p. 26) por el cual no conocen el proceso de pérdida, lo que ha causado un

daño en la forma en la que se afrontan esos procesos. Esto acompañado de la anteriormente

mencionada trivialización de la muerte, ha cambiado ciertas dinámicas que hacen que hoy las

nuevas generaciones sean cada vez más ajenas a la muerte y a los procesos de duelo y luto que

ella conlleva.

Los papeles de género también se ven afectados cuando se habla de la muerte. Hay

papeles que se espera sean cumplidos, por ejemplo Fonnegra (2009) recalca que en la sociedad

colombiana se espera que el hombre se muestre invulnerable a la pena, que sea quien organice y

se haga cargo de la situación, a él sólo le son permitidas ciertas emociones tales como la rabia y

la agresividad, pero no el quebrantamiento o la tristeza. Con la mujer pasa lo contrario, a ella se

le permite reaccionar socialmente con tristeza ante las pérdidas, pero ni hablar de rebeldía o

inconformidad, puesto que estas no son reacciones aceptadas.

8.1.1. Vida y muerte

Cabria (2009) formula el hecho de que existe un morir desde el nacer “(...) Aunque este morir

como proceso se da a lo largo de toda la vida, la percepción del mismo se hace más palpable en

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las fases de enfermedad y vejez (...) que ratifica el morir como proceso previo” (p.38). Claro que

no se puede hablar de muerte sin hablar de vida, ante esto es importante definirla.

“La definición más antigua y de más abolengo que se tiene de la vida en la historia del pensamiento es la

que diera Aristóteles como automovimiento. Un ser vivo es el que es capaz de moverse a sí

mismo. En primer lugar, Aristóteles caracteriza la vida en función de cuatro operaciones:

alimentarse, sentir, trasladarse de lugar y entender; y en segundo lugar, diferencia el vivir de las

operaciones que le son propias como una actividad más radical que ellas (...)” (Jabares, 2009,

p.22).

Otra definición de vida que da el mismo autor es como “proceso único, que empieza en la

fecundación y no se detiene hasta la muerte, con todas sus etapas evolutivas e involutivas”

(Jabares, 2009, p. 26). La vida humana se distingue de las demás por la actitud que tiene el

hombre frente a la misma, es él quien aprecia su belleza y quien busca traspasar sus límites

espacio temporales (Jabares, 2009).

La vida es lo contrario a la muerte, Cabria (2009) en su texto Muerte y vida: dan que

pensar, expone cinco dimensiones de la vida. En primer lugar, la vida es dinamismo: aquello que

compromete a seguir viviendo; en segundo lugar, la vida es don: no es propia ni exclusiva de

nadie; en tercer lugar, la vida es relación: no se vive solo, las decisiones que tomamos afectan a

otros; en cuarto lugar, la vida es unidad: es la integración de varios elementos desde un núcleo

interior, incluida la muerte como posibilidad real; por último, la vida es temporalidad: la vida es

provisionalidad y contingencia que anticipa y avisa a la muerte. La muerte es entonces la

finalidad de todas estas características.

Una de las citas más célebres de Epicuro recita “la muerte no tiene por qué preocupar al

hombre, pues, mientras este sea, ella no será, y cuando ella sea, aquel no será” (Meza, 2011, p.

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20) Ante esto Meza (2011) propone que “(...) si dejamos de concebir la muerte como lo opuesto

a la vida, y la concebimos como una experiencia de la vida misma, ya no habría resistencia,

aunque persista algo de miedo frente a la muerte” (p. 21); es decir, este pretende la aceptación de

la muerte a partir de la negación de esta como opuesto de la vida, sino como un complemento de

la misma.

8.1.2 La muerte desde varias disciplinas

Es importante hacer un recorrido por la muerte desde distintas disciplinas puesto que esto da una

perspectiva más amplia frente al concepto. Siendo así, la primera disciplina aquí consignada será

la filosofía. Desde la antigua Grecia los filósofos consideraban su disciplina como una meditatio

mortis; es decir, una meditación para la muerte (Sánchez-Gey, 2009). Uno de los filósofos que

reflexiona sobre la muerte es Platón, quien dice que morir consiste en la separación del cuerpo y

el alma, por lo tanto, supone la necesidad de demostrar la existencia del alma. Por otra parte,

Aristóteles apoya la dualidad de Platón, sosteniendo que una parte de la persona sobrevive

después de la muerte (Rodríguez retomando a Platón y Aristóteles, 2011). No solo los filósofos

clásicos se han encargado de este tema de acuerdo con Sánchez-Gey (2009), sino que este tema

se vuelve recurrente en las corrientes filosóficas posteriores.

San Agustín de Hipona expone desde la filosofía y la teología sus ideas sobre la muerte:

la primera es citada por Cabria (2009) allí define la vida como una carrera hacia la muerte. En el

texto de Rodríguez se retoma a San Agustín, esta vez para citar lo que creía el filósofo sobre lo

que pasaba tras morir, “Después de la muerte las almas van a un lugar de descanso o de

purificación, donde permanecen hasta la resurrección, que será en cuerpo y alma”. (2011, p.179)

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“Todas las filosofías se han ocupado del sentido último de la vida y, en consecuencia, de

la inmortalidad” (Sánchez-Gey, 2009, p.148). A pesar de esto, no todas la han respondido

directamente, en el Renacimiento algunos filósofos evitaron esta pregunta, respondiendo con

tabúes derivados de prejuicios o convenciones sociales (Sánchez-Gey, 2009).

Siguiendo con los postulados filosóficos, entrando en la época victoriana, para Engels “la

muerte es una necesidad biológica, un momento esencial de eso que llamamos vida” (Yusta,

2009, p.51). Más adelante, entrando al siglo XX, encontramos la postura de Heidegger, según la

cual “El hombre desde que nace es suficientemente viejo para morir, la muerte pertenece a la

contextura de la vida. De ahí su definición del hombre como ser-para-la-muerte” (Yusta, 2009,

p.50). Heidegger también afirma que “vivir ‘auténticamente’ significa aceptar su propia

naturaleza como perecedera, y, en concordancia evitar escapar a su propia responsabilidad no

dejándose absorber por intereses pragmáticos”, por ende, el alemán ve la muerte como un factor

para ser ‘libre’. Ambos filósofos establecen que la muerte es necesaria para la vida del hombre y

como un momento esencial para él. Sartre, contrario a lo postulado por Heidegger, establece que

la muerte es “la destrucción de la capacidad individual de crear valores y la terminación de la

libertad” (Smart, 1971, p.43).

Por último, Ricoeur es retomado por Meza (2011) y este afirma siguiendo los postulados

del primero que “(...) la muerte, lejos de ser un acto meramente biológico o médico, nos lleva a

encontrar un sentido que guía nuestra libertad y nos indica si hemos apreciado la vida en su

verdadero valor, si hemos alcanzado lo que nos propusimos y si hemos vivido con autenticidad”

(p. 20) acercándose a la idea de Heidegger planteada anteriormente.

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La segunda disciplina será la antropología, desde la cual se puede decir que “(...) la

muerte es el fin del hombre entero. Los dos co-principios que formaban esa unidad sustancial se

separan, con lo que desaparece el sujeto, el hombre”. (Yusta, 2009, p.50). Aquí se vuelve a

resaltar lo propuesto por Villa (2009) diciendo que la muerte y el dolor del fallecimiento de un

ser cercano es esencial en la aparición del culto a los muertos en la historia.

La tercera disciplina es la teología cristiana. En sus inicios la muerte es fruto del pecado

para el cristianismo “El hombre es esclavo de la muerte, no tiene libertad ante ella, por eso se

rebela ante la muerte y la vive en la angustia” (Yusta, 2009, p. 52), posteriormente la muerte se

convierte en un acto de amor, de fe, esperanza y libertad (Yusta, 2009). Así mismo, según la

Biblia, “La vida del hombre procede de Dios y está ligada a la alianza constituida con él” (Meza,

2011, p. 190), esto recuerda al versículo de Juan 11:25-26 que recita “Jesús le dijo: Yo soy la

resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí,

no morirá jamás. ¿Crees esto?”. Por lo tanto, la muerte se presenta como “la convergencia de

acción y fatalidad, como término y consumación, como muerte obrada y padecida, como plenitud

y vacío (…)” (Meza, 2011, p. 188).

Así, el cristianismo trae una “novedad en la concepción de la muerte: hace justicia al

deseo de eternidad que hay en el corazón del hombre, lo abre en la vida verdadera al destruir la

propia muerte”. (Meza, 2011, p. 191). Esto tiene que ver con el hecho de que en la fe cristiana se

contempla la muerte a la luz de la resurrección de Cristo y, por tanto, esperanza en la existencia

del Reino de Dios (Meza, 2011).

Por último, la medicina. La cultura contemporánea ha sustituido a Dios por la ciencia y el

conocimiento y les reclama vencer la muerte como realidad antes sólo potestativa de Dios

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(Garavito, 2011). En la actualidad la muerte significa que el cuerpo ha dejado de funcionar como

unidad funcional, lo que plantea Garavito (2011), es que ahora existe la manera de ‘morir a

cuotas’; es decir, ser declarado prácticamente muerto -debido a una pérdida total o irreversible de

todas las funciones del cuerpo- aunque el corazón siga latiendo.

En esta sociedad donde siempre se busca un culpable, abordar el tema de la muerte no es

fácil para los profesionales de la salud, pero tampoco es fácil para la población en general que

percibe que en algún momento los avances médicos y tecnológicos llegarán a no tener límite

(Garavito, 2011). Dice Fonnegra, siendo parte de los profesionales de la salud desde la rama de

la psicología que “Los médicos deben descubrir la enfermedad, tratarla y eliminarla; en términos

generales, por definición, sus esfuerzos están orientados a ayudar a las personas a vivir más y a

funcionar mejor”. (2009, p. 73) y estos deberían tener siempre este lema de vida “Curar algunas

veces, aliviar con frecuencia y consolar siempre” (p. 76)

8.1.3. Miedo a la muerte

Ya se ha escrito en párrafos anteriores sobre el latente miedo de la sociedad occidental a la

muerte: esta es “sinónimo de soledad radical” y el problema es que “El hombre tiene miedo a la

soledad, a la supresión de la propia esencia que, en rigor, es necesidad de comunión” (Meza,

2011, p. 188). No se puede olvidar que el miedo a la muerte no tiene que ver solo con lo descrito

anteriormente, sino también como propone Eugenia Villa (2011) “[el miedo a la muerte] también

ha sido generado por el desarrollo social de los lazos afectivos”. (p. 64)

Siguiendo con sus planteamientos Villa (2011) retoma los tres tipos de miedo a la muerte

planteados por Thomas, estos mismos miedos también son planteados por Cabria (2009), el

primero de ellos es el miedo al morir mismo antes de morir; es decir, se teme al dolor físico y al

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sufrimiento personal, a la agonía mientras llega la muerte. El segundo de los miedos es el miedo

al después de la muerte tras el morir, en otras palabras, el miedo a lo que hay tras morir. Este

miedo se puede mitigar con las creencias religiosas. Este miedo también implica el temor a que

todo desaparezca tras la muerte y la incertidumbre de qué pasará con lo que sobrevive. Por

último, está el miedo a los muertos, a que regresen de alguna forma, y miedo a lo que pueda

pasar en el proceso con el que se trate el cadáver.

8.2. Duelo en el ser humano

Según la acepción dada por De la Gándara (2009) en la ficha Duelo de luto: ¿Dolor llorado o

depresión? el duelo se define como “(...) La pérdida de un familiar o ser querido que da lugar a

consecuencias psicológicas, manifestaciones físicas y conductas rituales, así como al proceso

evolutivo consecutivo de la pérdida y la adaptación a la nueva situación vital”. (p. 168) No

obstante, los seres humanos, según lo propuesto por Westberg (1989) en Good Grief, hacemos

duelo sobre las pérdidas de cualquier cosa importante para nosotros, algunas veces si la pérdida

es grande los fundamentos de nuestra vida son sacudidos. Gómez (2007), expone que “El duelo

es necesario para poder continuar viviendo, para separarse de la persona perdida conservando

lazos diferentes con ella” (p. 30), el duelo puede ser producido no solo por una pérdida humana,

sino por otros tipo de pérdidas, tal como se mencionaba anteriormente.

Por tanto, si incluimos nuestros pequeños duelos en nuestros largos duelos, podríamos

decir que el duelo es tan natural para una persona como respirar, es inevitable, no se puede vivir

sin experimentarlo de miles de maneras. El duelo “(...) es una experiencia profundamente

dolorosa, en tanto toda la energía que dirige el sujeto al objeto perdido se transforma en carga de

anhelo insatisfecha” (Díaz & Ruiz, 2011, p. 167).

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Adicional a esto, Gómez (2007) dice que desde mediados del siglo XX aparece una

nueva situación en las partes más individualizadas y aburguesadas de occidente relacionadas con

el duelo y la muerte:

“La crisis de lágrimas se convierte en una crisis de nervios. El duelo es una enfermedad. Quién lo muestra

prueba la debilidad de su carácter. El período de duelo no es ya el del silencio del enlutado en

medio de un entorno solícito e indiscreto, sino el periodo del silencio del entorno mismo” (p. 56).

Por consiguiente, “algunos autores, como Engel, se preguntan si el duelo es una

enfermedad” (Gómez, 2007, p. 71) este dice que “la pérdida del ser amado es psicológicamente

tan traumática como herirse o quemarse gravemente lo es en el plano fisiológico” (p. 71).

Asimismo, argumenta que la pérdida equivale a un desajuste en el bienestar, y que al igual que se

necesita un tiempo para que el cuerpo vuelva “a su equilibrio homeostático, asimismo se necesita

un periodo de tiempo para que la persona en duelo vuelva a un estado de equilibrio similar”

(p.71)

De la Gándara retoma los tipos de duelo propuestos por García, J. y Landa, V., ellos los

dividen en seis según el tiempo desde el fallecimiento:

Duelo anticipado (pre-muerte): Es un tiempo caracterizado por el shock inicial ante el

diagnóstico y la negación de la muerte próxima, mantenida en mayor o menor grado hasta el

final; también por la ansiedad, el miedo y el centrarse en el cuidado del enfermo. Este periodo es

una oportunidad para prepararse psicológicamente para la pérdida y deja profundas huellas en la

memoria. Adicional a esto Alizade sugiere que “los avisos anticipados de la pre-muerte

convierten a la muerte en realidad y disipan la negación y las distintas fantasías” (1996, p. 54).

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Duelo agudo (muerte y peri-muerte): Son momentos intensos y excepcionales, de

verdadera catástrofe psicológica, caracterizados por un bloqueo emocional, la parálisis

psicológica, y una sensación de aturdimiento e incredulidad ante lo que se está viviendo. Es una

situación de auténtica despersonalización.

Duelo temprano: Desde semanas hasta unos tres meses después de la muerte. Es un

tiempo de negación, de búsqueda del fallecido, de estallidos de rabia, y de intensas oleadas de

dolor y llanto, de profundo sufrimiento. La persona no se da cuenta todavía de la realidad de la

muerte.

Duelo intermedio: Desde meses a años después de la muerte. Es un tiempo a caballo entre

el duelo temprano y el tardío, en el que no se tiene la protección de la negación del principio, ni

el alivio del paso de los años. (...) El recuerdo es cada vez menos doloroso y se asume el seguir

viviendo.

Duelo tardío: Transcurridos entre 1 y 4 años, el doliente puede haber establecido un

modo de vida, basado en nuevos patrones de pensamiento. (...) Se empieza a vivir pensando en el

futuro, no en el pasado.

Duelo latente: A pesar de todo, nada vuelve a ser como antes.

8.2.1. Diferencia entre duelo y luto

Gómez es el autor que más habla del luto entre los presentados en esta investigación, él plantea

que:

“Antes se hablaba indistintamente de duelo y luto. Hoy son conceptos diferenciados. Se reserva la

denominación de luto a los aspectos más externos y convencionales, más formales y sociales, del

comportamiento humano ante la pérdida del ser amado. Y se aplica el término duelo para

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nombrar las reacciones afectivas y, en especial, el proceso psíquico de elaboración del dolor de la

muerte” (2007, p. 47).

Según las acepciones dadas por De la Gándara (2009), luto proviene del latín Lugere (llorar,

llanto), y corresponde a las expresiones sociales de pesar, lo cual concuerda con lo expresado

anteriormente por Gómez. Hoy en día el luto tiende a desaparecer, según Fonnegra (2009), “y el

recogimiento familiar que expresaba socialmente el duelo ha sido reemplazado por una actitud

<<natural>>, sin rituales de ninguna clase” (pp. 25-26). Rituales como el vestirse de negro tras la

muerte de alguien cercano como muestra de respeto y luto han cambiado, la forma de hacer el

duelo y comunicar la muerte han cambiado (Gómez, 2007). Siguiendo el pensamiento de Gómez,

mostrando el saludo y la simpatía ante la persona que realiza su luto se le reconoce como

perteneciente a la sociedad en un momento tan disgregador.

Gómez retoma las tres categorías de enlutados propuestas por Gorer, quienes consiguen

apartar su dolor, quienes lo ocultan y aquellos que lo dejan aparecer libremente. La primera de

estas engloba a los enlutados que se obligan a actuar como si nada hubiese pasado, en el segundo

caso, casi nada se trasluce al exterior y el duelo permanece en la vida privada; por último, la

tercera categoría comprender a los enlutados que son despiadadamente excluidos como si

estuviesen locos por demostrar abiertamente su duelo.

Gómez continúa exponiendo que evidentemente la supresión del luto no se debe a la

frivolidad de los supervivientes, sino a la sociedad que se niega a “participar en la emoción del

enlutado: una manera de rechazar, (...) la presencia de la muerte, incluso aunque en principio se

admita su realidad” (p. 55).

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8.2.2. Pérdida

Las experiencias de duelo y pérdida son importantes en el desarrollo emocional del ser humano

(Fonnegra, 2009). Es precisamente Isa Fonnegra y en compañía de su hija, Liliana Jaramillo, en

su libro Los duelos en la vida (2015), quienes establecen que la primera pérdida que sufre un ser

humano es la de su madre, al darse cuenta que no le pertenece y no es únicamente suya. Es

importante para el ser humano vivirlas pues implica un crecimiento, “la pérdida de cualquier

persona importante hay una tendencia a la regresión, a sentirse desamparado, incapaz de existir

sin esa persona (...)” (Worden, 2011, p.29) y este sentimiento debe ser -idealmente- superado.

Las pérdidas ayudan a reconocer que avanzar implica dejar atrás lo que se tenía.

Manifiesta Worden (2010) que “No se puede controlar el impacto emocional de la pérdida hasta

que no se asume el hecho de que la pérdida se ha producido.” (p. 47). Según Fonnegra (2009),

hay dos tipos de pérdida: las físicas y las simbólicas, y todas ellas son necesarias. Expone la

autora que las personas a veces no son conscientes de lo amplio del término y por ello creen no

haber vivido ninguna. Las pérdidas tangibles, o físicas, tal como lo plantea Fonnegra, son

pérdidas como la muerte, ante las cuales la gente tiende a ser solidaria; no obstante, también

existen pérdidas simbólicas, en las que lo que se pierde no es tangible, por ejemplo, la pérdida de

un anhelo o una pérdida que afecte la imagen.

Fonnegra y Jaramillo (2015), aseveran que “toda pérdida, sea aceptada y reconocida

como tal o no, da como resultado una reacción que llamamos duelo, que puede ser breve, leve o

profunda, de acuerdo a cuán importante era para nosotros lo que se perdió” (p.203). Bien lo dice

Freud en Duelo y melancolía, “El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de

una persona amada” (o el objeto). La pérdida es claramente una intrusa en la vida, ya que es un

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hecho que ocurre sin participación del sujeto y sin haberlo elegido, el ser humano es impotente

para evitar la muerte de un ser amado (Fonnegra, 2009).

Según J.D. Nasio en Gómez (2007) plantea que hay dos maneras de reaccionar ante la

pérdida de un ser querido, la primera es cuando estamos preparados para verlo partir debido a

una enfermedad, ahí se vive su muerte con una “pena infinita pero representable” (p. 103). La

segunda es cuando la muerte se produce de forma súbita, allí el dolor se impone y trastorna todas

las referencias espacio-temporales.

8.2.3. Etapas del duelo

Varios autores han planteado ideas sobre cómo se vive el duelo y cuales son sus etapas, el

modelo más conocido es de la doctora Kubler-Ross, planteado en su libro Sobre la muerte y los

moribundos (1975), este se divide en cinco etapas: negación, rabia (o ira), negociación (o pacto),

depresión y por último la aceptación; el problema con este modelo es que las personas

empezaban a encasillarse en alguna fase y, en realidad, las etapas no son literales, además que no

se atraviesan en serie (Fonnegra, 2015). En este texto se abarcan otras propuestas de distintos

autores que no están de acuerdo con una división poco flexible de esta vivencia, aunque primero

se presentará un poco más sobre las etapas de Kübler-Ross para poder generar el paralelo entre

los distintos modelos.

Fonnegra en su libro De cara a la muerte (2009) plantea una descripción de las etapas de

la doctora suizo-estadounidense. La primera es el choque o incredulidad, es normal en esta etapa

presentar cierto tipo de expresiones relacionadas con “no puedo creer que esto esté pasando. La

segunda es la negación, presentada como un mecanismo de defensa útil ante la pérdida de

alguien importante; la tercera es la rabia e irritabilidad, que aparece como una manifestación

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inicial del declinar de la negación. La cuarta etapa es la negociación, aquí el enfermo -o sus

familiares- negocia con Dios, con los médicos su curación a cambio de sacrificios y promesas de

buenas obras. La quinta etapa es la tristeza y depresión, allí el paciente se da cuenta de que la

negociación no da resultados, por ende entra en depresión al anticipar la pérdida de la vida, sus

seres queridos, sus proyectos e ilusiones. Por último, la sexta etapa consiste en la aceptación

pacífica de la muerte cercana.

Por otra parte, Westberg (1989), religioso y médico, presenta etapas al igual que la

doctora Kübler-Ross, no obstante, las planteadas por él son más y desde el principio se afirma

que estas pueden no vivirse de la misma manera en varios individuos. La primera etapa es el

afamado shock, este ofrece una anestesia momentánea por la cual el sujeto agradece; esta nos

mantiene lejos de tener que enfrentar la realidad, sin embargo, el autor menciona que en cuanto

antes una persona afronte la realidad y pueda tomar decisiones es mejor. En la segunda etapa

expresamos emociones, la liberación emocional llega con el momento en el que se toma

conciencia de la pérdida, incluso algunas veces sin advertencia. La tercera etapa viene con la

depresión y la soledad, es verdad que nadie nunca ha pasado el duelo igual que otra persona, aún

así estar deprimido y sentirse solitario hace parte del fenómeno universal. El autor describe esta

etapa como un día soleado que sentimos nublado, a pesar de estar completamente conscientes de

que el sol está brillando. Cuando se está deprimido se tienen pensamientos que nunca antes se

habrían pensado.

En la etapa cuatro se llegan a experimentar síntomas físicos de angustia, explica

Westberg (1989) que tras la pérdida de algún ser querido importante se reportan más

enfermedades o dolencias por parte del sobreviviente. La quinta etapa es el pánico, en esta no se

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puede pensar nada a parte de la pérdida aunque intentemos sacarla de nuestras vidas. Ocurre

cuando a pesar de intentar dejar de pensar en el objeto perdido esto no se logra, lo que ocasiona

que las personas empiecen a entrar en pánico creyendo que algo mal está ocurriendo con ellos,

creen que van a perder su cordura. La sexta etapa involucra la culpa por la pérdida, una culpa

donde el ser humano se siente mal por hacer o no hacer algo relacionado con la pérdida. La culpa

no resuelta puede llegar a hacer a la persona miserable por años.

Continuando, la séptima etapa llega con la furia y el resentimiento, gradualmente se sale

de la depresión pero se deben buscar otras formas de expresarse, es aquí cuando entran algunos

de los sentimientos fuertes que pueden no haber estado presentes desde el inicio del duelo, de

hecho ambos sentimientos forman parte de un buen duelo. Ambos sentimientos pueden ser

proyectados contra el personal médico u otras personas que estuvieron cerca, puesto que el ser

humano siempre busca a quien culpar. En la octava etapa nos resistimos a volver, aunque se esté

llevando bien el proceso, se siente que nadie entiende en realidad por lo que se está pasando.

Simplemente no se puede permitir que las cosas vuelvan a ser normales, después de todo volver

a la vida normal es doloroso.

Por último, las etapas nueve y diez; la primera asegura que eventualmente la esperanza

llega, y en la segunda y, última, se lucha por afirmarse a la realidad, no volveremos a ser lo que

éramos antes de la muerte del ser querido. Se intenta mantener la realidad cerca.

Desde otra perspectiva, Worden (2010) en su libro El tratamiento del duelo.

Asesoramiento psicológico y terapia retoma brevemente a tres autores que presentan ópticas

distintas: Parkes, Bowlby y Sanders, quienes presentan enfoques alternativos a las etapas, siendo

estas llamadas fases. Parkes define cuatro fases en el duelo. Primero el periodo de insensibilidad

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que se produce en los momento cercanos a la pérdida, esta es experimentada por muchos

sobrevivientes y les ayuda a desentenderse del hecho al menos por un tiempo; la segunda fase es

el anhelo, allí se desea porque la persona fallecida vuelva y se niega la perpetuidad de la pérdida;

la tercera fase es la organización y desespero, la persona que realiza el duelo encuentra difícil

funcionar. Por último, en la cuarta fase la persona es por fin capaz de recuperar su vida. Por otra

parte, Sanders también define fases, esta vez cinco, la primera siendo el choque o la impresión, la

segunda la consciencia perdida, la tercera la conservación retirada, la cuarta la sanación y la

quinta y última, la renovación.

Aunque lo anterior es planteado por Worden (2010), este no está necesariamente de

acuerdo con los autores que retoma, de hecho dice que “las fases implican una cierta pasividad,

(...). Las tareas, por otra parte, son más acordes con el concepto de Freud del trabajo del duelo e

implican que la persona al ser activa puede hacer algo” (2010, p.46). El psicólogo y terapista

continúa haciendo la aclaración de que estas tareas no siguen un orden específico, aunque en las

definiciones presentadas a continuación sugiere un cierto ordenamiento. De acuerdo a lo anterior,

las tareas presentadas por Worden (2010) son las siguientes:

Tarea I: Aceptar la realidad de la pérdida

Plantea Worden que la persona en duelo puede ser consciente de la pérdida antes de que los

sentimientos y emociones le permitan aceptar plenamente la información. Ritos como el funeral

pueden ayudar a atravesar esa tarea. “Cuando alguien muere, incluso si la muerte es esperada,

siempre hay cierta sensación de que no es verdad. La primera tarea del duelo es afrontar

plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y no volverá” (p.47)

Tarea II: Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida.

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La negación de esta tarea es no sentir, la persona puede evitarla y/o entrar en colapso. La manera

más obvia de hacerlo es bloquear sus sentimientos y negar el dolor. A veces esta tarea se ve

entorpecida por la evasión de pensamientos doloroso. Se sienten y se trabajan la angustia, la ira,

la culpa y la soledad. “No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad ni la

siente de la misma manera pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado

profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor” (pp.51-52).

Tarea III: Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente.

Worden en esta tarea presenta tres áreas de adaptación:

1) Adaptaciones externas: La pérdida del ser querido genera un nuevo medio. Se debe

adaptar a cosas diferentes. “El superviviente no es consciente de todos los roles que

desempeñaba el fallecido hasta algún tiempo después de la pérdida” (p.54).

2) Adaptaciones internas: Surgen interrogantes a solucionar tales como “cómo influye la

muerte en la imagen que la persona tiene de sí misma”. El duelo puede generar una

introspección en la que los sobrevivientes se perciben como inútiles.

3) Adaptaciones espirituales: “La pérdida a causa de una muerte puede cuestionar a los

valores fundamentales de la vida de cada uno y sus creencias filosóficas, creencias

influidas por nuestras familias, nuestros pares, la educación y la religión, así como por las

experiencias vitales” (p.56).

Tarea IV: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.

Aquí Worden plantea “(...) encontrar un lugar para el difunto que permita a la persona

superviviente estar vinculada con él, pero de un modo que no le impida continuar viviendo”

(p.57). Según Volkan retomado por el autor, el duelo acaba cuando no se necesita más del

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recuerdo del fallecido tan intensamente. Este último detalle es lo que hace que esta tarea sea la

más difícil de completar.

8.2.4. Factores que influyen en el duelo

Gómez (2007) en su libro La pérdida un ser querido, el duelo y el luto plantea una serie de

factores que influyen en el desarrollo del duelo que serán plasmados a continuación.

El primer de los factores es la edad. Cuando se muere a una edad avanzada la aceptación

es mayor, por el contrario la muerte de un niño es más traumática.

El segundo factor es la duración de la enfermedad mortal y la agonía, “en general el

impacto es menor cuando a la muerte le precede cierto tiempo, como en las enfermedades que

cursan con una fase terminal” (p. 103) en estas hay tiempo para hacer un duelo anticipatorio,

contrario a las reacciones que se manifiestan cuando la muerte llega súbitamente.

El tercer factor se relaciona con la anterior, siendo el carácter de la muerte. Una muerte

que llega después de un largo periodo de tiempo con dolores intensos suele dejar un fuerte

impacto en los familiares. Según lo escrito por Gómez, a veces es suficiente que haya dolor en la

últimas horas o minutos de vida para que el impacto se produzca y los familiares piensen que

todo lo anterior a ese momento fue en vano, lo único que queda al parecer son los últimos

momentos.

El cuarto factor es el aspecto del cadáver, este tiene su importancia; si el cadáver se ve

tranquilo se suelen escuchar expresiones de alivio, estas denotan cierta tranquilidad a quien las

pronuncia, en cambio cuando el cadáver queda con una expresión de sufrimiento o deformidad

este alivio no existe.

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El quinto y último factor presentado por Gómez es el ‘duelo a distancia’. Aquí se explica

que no se realiza de la misma manera el duelo por una persona con la que convivimos, que

cuando se sabe a distancia que la persona ha muerto y se le deja de ver.

En adición a estos factores planteados por Gómez (2007), este también recoge los

propuestos por Grappiolo: estos son factores anteriores a la muerte, preexistentes a la

enfermedad mortal que pueden afectar el desarrollo del duelo.

El primero de estos es el tipo de relación afectiva con el difunto, la intensidad de la pena

será directamente proporcional a la intensidad del vínculo afectivo con el difunto. El segundo

factor es el grado de parentesco, generalmente la reacción se ve afectada proporcionalmente al

grado de parentesco, pero no siempre, habrá personas para las que un amigo es más cercano que

un abuelo, por ejemplo. El tercer factor es el grado de dependencia económica, psicológica y

social en relación con el difunto; puesto que el duelo no es principalmente por un recuerdo del

muerto sino la inmersión en el dolor del abandono causado por la pérdida de un ser querido. El

tipo de dependencia también puede dificultar la elaboración del duelo.

El cuarto factor es el sexo del superviviente, generalmente las mujeres soportan mejor la

situación que los hombres. El quinto factor es la personalidad del superviviente y su estado

psíquico previo, las personas con una personalidad extravertida, contrario a la opinión popular,

sufren de peores depresiones reactivas, estas suelen tener una personalidad que depende de otras

personas por ende, tras la muerte de la persona de la cual se era dependiente está buscará

intuitivamente alguien de quien depender. El sexto de los factores de Grappiolo (en Gómez,

2007) es el soporte social, es más fácil elaborar el duelo para las personas que tienen amigos y

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que habitualmente realizan actividades sociales, por el contrario, será más difícil para aquellos

más solitarios o aislados de su entorno.

El séptimo factor es la presencia o no de otras experiencias de duelo, cuando se presenta

un duelo sobre otro que aún no ha finalizado de realizarse hay mayores posibilidades de

complicaciones en el proceso. El octavo factor es la presencia o no de factores culturales que

permitan la expresión del duelo, este es uno de los factores indispensables para la realización de

un duelo sano, es la posibilidad de expresar la pena y es precisamente la represión de la sociedad

actual la que genera una serie de complicaciones en la elaboración del duelo. El noveno factor

que retoma Gómez (2007) es la fe religiosa tanto del sujeto como de su familia, esta ayuda

notablemente a quien va a morir y también a su familia a realizar el duelo y a acortar la fase

aguda del duelo en los dolientes. Por último, el décimo factor es el carácter y estilo de vida de la

persona fallecida, si se tiene en cuenta la alta calidad de vida de un ser que transmitía energía

vital es más sencillo llevar a cabo un duelo tranquilo.

8.3. Duelo anticipado

“El término duelo anticipatorio fue usado inicialmente por Lindemann para indicar aquellas fases

anticipatorias del duelo que facilitan el desapego emotivo antes de que ocurra la muerte”

(Gómez, 2007, p. 212) Fonnegra y Jaramillo complementan diciendo que este concepto “se

refiere al proceso íntimo, privado y personal que cada miembro de la familia debe o puede llevar

a cabo para prepararse ante la muerte del ser querido” (2015, p. 75). Es importante resaltar que

este tipo de duelo se diferencia del duelo normal puesto que en este prima la angustia y en el

segundo prima la tristeza (Alizade, 1996). Este es además clasificado como un tipo de duelo

desde la incidencia del doliente en el texto de De la Gándara (2009), siendo definido como aquel

39

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que empieza a desarrollar el dolor de la pérdida con anterioridad a la muerte. Así es como “el

valor del duelo anticipatorio radica, pues, en la habilidad de la familia para incluir al enfermo en

el proceso, facilitándole la despedida de sus seres queridos y permitiéndole sacar tiempo a

aquellos conflictos y malentendidos sin resolver” (Fonnegra, 2009, p. 188); es decir, la diferencia

principal, que acompaña el hecho de que el duelo anticipado se de antes de morir el sujeto, es la

importancia que tiene el enfermo dentro del proceso para la familia y para él mismo.

En adición a eso,

Heidegger postula un modo de ir libremente hacia la muerte y éste es la anticipación. La anticipación es

siempre una pista acerca de una verdad que buscamos, la anticipación lo es siempre de una verdad

que percibimos en los más íntimo (Sánchez-Gey, 2009, p. 149).

Como ya se mencionó anteriormente “Cuanto más íntima intensa e importante sea una relación

afectiva para alguien, tanto mayor será el efecto devastador de su pérdida, ya sea esta definitiva

-por la muerte- o por separación, abandono u otras circunstancias” (Fonnegra, 2009, p. 196), tal

como se mencionó en los factores que influyen en el proceso del duelo. No hay que olvidar que

“En todo caso el duelo anticipado es el primer acto de un proceso de dolor afectivo que

culminará en duelo propiamente dicho después de la muerte del ser amado” (Gómez, 2007, p.

213). Por lo tanto es posible decir que “El duelo de la muerte es precedido por este duelo

anticipado que incluye elementos de despersonalización” (Alizade, 1996, p. 55), entendiendo la

despersonalización como un desapego de la imagen del enfermo, por esto este concepto va de la

mano con la pre-muerte planteado por la dra. Alizade, antes mencionado en el texto,

comprendiendo el pre-duelo como un duelo completo en el que se entiende que ha muerto el ser

querido en salud (Alizade parafraseada por Gómez, 2007).

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El duelo anticipado es, según Fonnegra, un proceso en el que paciente y familia toman

conciencia de que la pérdida es recíproca “(...) así como la familia se prepara para perder a un ser

querido, él se prepara para perderlos a todos” (2009, p. 188) reforzando la idea que Worden

plantearía en 2010, donde los familiares pierden a un familiar, pero el enfermo lo pierde todo.

Sin embargo, acorde a lo planteado por Gómez (2007), “el duelo anticipado puede resultar

atenuado por la esperanza de que no vaya a producirse la pérdida” (p. 213) puesto que tal como

lo mencionan en el mismo texto una serie de remisiones y recaídas confunden a los familiares.

Por esto mismo el duelo anticipatorio puede agotarse y hacer que al momento del duelo normal

hayan menos manifestaciones de este (Gómez, 2007).

Fonnegra (2004) trae a colación una situación que se puede dar en el proceso del duelo

anticipado: el hecho de que a algunos pueda parecerles inapropiado vivir un duelo por alguien

que sigue vivo; sin embargo, cuando el morir se concibe como el proceso propuesto por Cabria

(2009) al inicio de este texto, el morir va acompañado de pequeñas pérdidas y pequeñas muertes,

se vuelve más comprensible empezar el duelo. De igual forma, Fonnegra (2009) asevera que

empezar el duelo antes de que ocurra la muerte no significa que no se sentirá dolor tras ella, pero

si es un “hecho comprobable clínicamente que, en la medida en que se haya propiciado un buen

duelo anticipatorio, el duelo post-mortem será más tranquilo, sereno y predecible, y menos

tormentoso” (2009, p. 188).

Retomando las tareas del duelo de Worden (2010) este dice con respecto a la Tarea I que en este

caso

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“(...) hay conciencia y aceptación de que la persona va a morir, y por lo tanto, el trabajo correspondiente

empieza pronto. Sin embargo, en muchos casos la conciencia de la muerte inevitable alterna con

experiencias de negación de que el acontecimiento vaya a ocurrir realmente” (p. 174).

Esta última parte es la más importante puesto que el mismo Worden plantea que “Una de las

dificultades de un periodo de duelo anticipatorio demasiado largo es que alguien puede alejarse

emocionalmente demasiado pronto, mucho antes de que muera la persona en cuestión, lo cual

puede conducir a una relación difícil”. (2010, p. 175). Aunque idealmente este duelo, según

Gómez (2007), “Ayuda a tomar consciencia de cuanto está sucediendo, a liberar los propios

estados de ánimo y a programar el tiempo en vista de la inevitable muerte” (p. 212). Esto no

siempre sale como se espera, puesto que tal como escribe Worden (2010) “Mientras que la

muerte súbita es sumamente traumática, el duelo prolongado puede producir resentimiento que, a

su vez, lleva a la culpa.” (p. 173).

Fonnegra (2009) cierra este capítulo deseando que “(...) luego de que cada miembro de la

familia haya vivido su particular proceso de acercamiento a la muerte próxima de ese ser amado,

quienes rodean al enfermo coinciden en reconocer que el final ha llegado” (p. 154), y cuando

este resultado favorable no se da la muerte puede verse rodeada de conflictos (Fonnegra, 2009).

8.3.1. Diagnóstico.

La doctora Alcira Alizade en su texto Clínica de la muerte escribe que “Los avisos anticipados

de la pre-muerte convierten a la muerte en realidad y disipan la negación y las distintas fantasías”

(1996, p. 54). Estos avisos anticipados en sus inicios generan sospechas y temor para luego

confirmar lo peor. Fonnegra (2009) dice que con los

primeros síntomas de la enfermedad y con los exámenes de diagnóstico se activa una especie de respuesta

de alerta, (...) el temor a que se confirme lo que al principio fue sólo una sospecha, y el

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surgimiento de la negación, como defensa inicial que permite asimilar poco a poco las noticias,

aparecen, en diferentes momentos e intensidades, en cada uno de los miembros de la familia (p.

185).

Ruíz (2009) establece que “Muchas enfermedades crónicas conducen a un estadio donde no es

posible restablecer la salud y el paciente avanza inevitablemente hacia la muerte”. (p. 131)

Precisamente por esto “Inevitablemente, la cotidianidad personal y familiar se altera a partir del

diagnóstico porque la enfermedad invade la vida; la seguridad, la confianza y lo predecible se

van perdiendo” (Fonnegra, 2009, p.107). Fonnegra y Jaramillo establecen que “la muerte

precedida por una enfermedad es la única, que permite compartir, acompañar, despedirse y,

ojalá, hacer un buen duelo anticipatorio” (2015, p. 73). Este es el beneficio más grande de este

tipo de muertes anticipadas, sin embargo,

ser testigo del debilitamiento progresivo del ser querido, con la creciente impotencia para detenerlo,

genera en la familia angustia, dolor y una honda sensación de pérdida y vacío. Es importante y

útil comprender que no existe una única muerte de esa persona, que cada día se van muriendo

partes entrañables, rasgos muy valorados (...) y actitudes muy necesarias para los demás (...). Por

tanto la familia debe, poco a poco, hacer varios duelos, esto es, ir aceptando estas pequeñas

muertes que culminan en la muerte biológica y total, y adaptarse a ellas (Fonnegra, 2009, p. 186).

Lo expuesto por Fonnegra es de cierta forma complementado por Smart (1971) que dice que

“(...) el proceso de morir puede ser largo, pero está conceptualmente unido no sólo la natural

expectativa de lo que ocurrirá dada la condición actual de la persona, sino también

específicamente a esa condición” (p. 34). Y como está ligado a la condición de la persona

“Alargar la vida a cualquier precio no debe ser el objetivo de los profesionales de la medicina,

sino hacer un tratamiento integral (...) evitando el sufrimiento de los pacientes en todos sus

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aspectos” (Ruíz, 2009, p. 131). Se sabe que “La muerte es por cierto inevitable, pero antes de

poder decir que alguien se está muriendo debemos tener idea de alguna causa o causas más o

menos específicas ‘por las que’ se encuentra en ese estado” (Smart, 1971, p. 33). Este es el

diagnóstico.

Fonnegra plantea la idea de que:

En la actualidad cada nueva etapa y prácticamente cada nuevo síntoma de la evolución de una enfermedad

exigen replantear las decisiones médicas vigentes hasta el día anterior para reemplazarlas por

otras. Cada una de estas decisiones determinan no sólo la calidad de la vida restante sino la

calidad de la muerte que ese ser humano habrá de experimentar (2009, p. 80).

8.3.2. Cuidados paliativos.

Anne Naysmith y William O’Neill (1992), ambos médicos, exponen en su texto Hospicio que los

cuidados paliativos como parte del hospicio como sistema buscan “(...) llevar al máximo la

calidad de la vida que le resta al paciente, mientras se acepta que el tiempo que viva dependerá

de su enfermedad” (p. 3). En conjunto proponen brevemente seis componentes principales de los

cuidados paliativos en enfermos terminales. Estos seis componentes se encuentran en Hospicio

(1992, p. 3).

El primero de los componentes es el “Control de síntomas físicos molestos”, este implica

el uso de medicamentos en su mayoría, pero otras técnicas menos convencionales también

pueden usarse. El segundo componente es “(...) Dar facilidades para la rehabilitación” de forma

que “el paciente pueda vivir tan plenamente su vida como su enfermedad se lo permita” (p. 3). El

tercer componente es “Atención a las necesidades psicosociales, emocionales y espirituales” del

paciente como de quién está cerca de él. El cuarto componente se relaciona con “Permitir al

paciente y a sus asistentes elegir el lugar donde ocurrirá la fase final de la enfermedad y la

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muerte”, este componente tendrá “implicaciones trascendentes que contemplan la provisión de

servicios de apoyo tanto en los pacientes en casa como a los que estén internados en hospitales”.

El quinto es “Mantener una buena comunicación entre los miembros del equipo de asistentes del

cual se espera que el paciente y su familia formen parte”. Por último, “Proporcionar un apoyo

apropiado durante la agonía” (Naysmith y O’Neill, 1992, p. 3).

8.3.3. Desde el paciente.

Teniendo en cuenta que el paciente es quien está enfermo, es él quien debería decidir su destino.

Esta afirmación concuerda con el planteamiento de varios autores expuestos a continuación, por

ejemplo Fonnegra (2009) dice que “El enfermo siempre debe ser tomado en cuenta, informado,

consultado y acompañado en el duro proceso de tomar las decisiones relacionadas con su

próximo final” (p. 83). Sin embargo en la cultura latina y colombiana existe cierto recelo de

decirle al enfermo lo concerniente a su diagnóstico. Según lo expresado por Ruíz (2009) “El

paciente siempre es soberano, la familia representante en beneficio del paciente, y el médico el

garante” (p. 133). No obstante como se planteó anteriormente esta máxima no siempre se

cumple, la familia es quien tiene la última decisión de informar o no, aunque el paciente tiene

total derecho a ser informado (Ruíz, 2009). De hecho tal como lo escribe la psicóloga clínica Isa

Fonnegra de Jaramillo (2009):

Desde los puntos de vista ético y legal, todo ser humano tiene derecho a saber qué pasa con su cuerpo y a

participar activamente en las decisiones que se tomen en cuanto a las opciones de tratamiento,

pronóstico, calidad de vida y preferencias ante el evento de su muerte (p. 110).

Lo cual conecta con otra idea planteada en ese mismo texto de que “El paciente mentalmente

competente y adecuadamente informado acerca de las opciones que existen para enfrentar su

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grave enfermedad, debe poder tomar la decisión de aceptarlas o rechazarlas, aún si la posición

del médico es contraria” (p. 82). En resumidas cuentas, mientras el paciente sea consciente de su

situación puede tomar las decisiones correspondientes para su tratamiento y el manejo de su

cuerpo.

La reacción del enfermo a su diagnóstico puede variar dependiendo de varios factores

(... ) entre ellos qué tan sorpresivo es el diagnóstico, si por algún motivo resultaba esperable, el momento

del ciclo vital en que se manifiesta la enfermedad, las características de su personalidad, los

mecanismos adaptativos que haya empleado con éxito en momentos difíciles previos, el balance

que pueda hacer de su vida, el tipo de enfermedad, el futuro previsible, la manera como fue

informado, el grado de apertura en la comunicación y el apoyo que pueda derivar de su familia

(Jaramillo parafraseado por Fonnegra, 2009, p. 106).

El diagnóstico puede no ser tan sorpresivo gracias a distintas advertencias que pueden tomar

forma de “(...) síntomas nefastos, (...) puede ser la actitud que hacía él adoptan sus amigos,

parientes y aun el mismo médico, que puede indicarle que no se trata de una enfermedad

curable” (Hinton, 1971, p. 46). Hinton (1971) reconoce que “Nadie puede decir con certeza

hasta qué punto los moribundos conocen su situación, ya que ellos mismos, al estar inseguros o

al tener desagradables sospechas, optan por evitar el tema antes que tratarlo abiertamente” (p.

45). Aunque no se debe olvidar que hay excepciones en las que los enfermos se sienten libres de

hablarlo. Si al paciente no se le dice la magnitud de su diagnóstico igualmente “Durante el curso

de la enfermedad o durante su última etapa surgen suficientes indicios para que la persona

afectada sospeche de que su enfermedad es incurable. Puedes desconocer la evidencia, tomarla

con optimismo, pero generalmente está allí” (Hinton, 1971, p. 46). Fonnegra complementa esta

idea escribiendo en el año 2009 que “De la forma como cada quien perciba la enfermedad

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dependerá en parte la posibilidad de desahogarse con otras personas acerca de los detalles, los

sentimientos y la necesidad de apoyo, así como la evolución del duelo posterior a la muerte”

(2009, p. 36). Esta afirmación aplica tanto para el paciente, como para su familia.

Muchos enfermos conocen de su enfermedad, saben que están graves y pueden mostrar

reacciones inesperadas para los familiares. “Una de las formas más comunes de afrontar la

situación, por ilógica que parezca, es actuar como si ésta no existiese. Es perfectamente normal

que los pensamientos dolorosos o los recuerdos angustiosos no lleguen a hacerse conscientes”

(Hinton, 1971, p. 46). Adicional a esto, siguiendo con las ideas de Fonnegra, en De cara a la

muerte (2009), se explica que en muchas ocasiones puede haber una aparente falta de reacción y

un enfrentamiento aparentemente valeroso y confiado ante la noticia de su inminente muerte; no

obstante, en el transcurso del tiempo desde el diagnóstico de la enfermedad hasta la muerte estas

reacciones fluctúan, yendo desde lo valeroso hasta la depresión, así lo explica Hinton en El

médico y el moribundo: “La careta de infundado optimismo se resquebrajará por momentos, y a

pesar de los múltiples intentos que puede hacer para conservarla, a veces terminará por

derrumbarse o por ser abandonada”. (1971, p. 49). Hinton continúa con su planteamiento

estableciendo que

Las primeras fisuras aparecerán probablemente en forma de periodos de temor y aflicción que, para el

enfermo, aunque parezca extraño, no tendrán sentido, ya que él se niega a aceptar el carácter fatal

de su enfermedad (...) A veces hasta encontrará falsos motivos a sus zozobras, ya que no querrá

admitir que esta se origina en el hecho que está muriendo (1971, p. 49).

Asimismo, la psicóloga colombiana expone que aún con el conocimiento de su enfermedad los

pacientes no verbalizan sus sospechas por miedo a “desatar un derrumbe emocional en la familia,

por miedo a la reacción de los más débiles o por vergüenza ante la posibilidad de dejar ver su

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dolor, su tristeza, su inconformidad y su vulnerabilidad” (Fonnegra, 2009, p. 109). También

retomando a Jaramillo, Fonnegra enuncia que además de no querer dejar ver sus debilidades,

estos temores tampoco son compartidos por no querer inquietar a los familiares o preocuparlos

más por su sufrimiento. No obstante es probable que en estas etapas de incertidumbre el paciente

muestre, entre otras cosas, una exagerada preocupación por algún síntoma fisiológico o por algún

problema sin importancia, sus actitudes pueden hacer que quienes lo rodean, pueden ser

pacientes, médicos y enfermeras le pierdan la paciencia y no toleren sus quejas (Hinton, 1971).

Para desestimar estos temores la comunicación con el paciente que va a morir no debe

limitarse a la transmisión de la información puesto que él percibe a través de las actitudes de su

familia y el médico tratante la aceptación y el compromiso de no abandonarlo, o el pánico y el

rechazo que su situación puede generar (Fonnegra, 2009). En muchos casos la conspiración del

silencio resulta unida a la sensación que tiene el paciente de sentirse solo y aislado enfrentado

solo a su sentencia de muerte. Aunque se usa la palabra desestimar al inicio de este párrafo no se

quiere decir que estos temores no deben ser tenidos en cuenta, de hecho el paciente terminal

enfrenta muchos temores y es muy importante legitimarlos y responderlos. A medida que el

paciente enferma quizá quiera reforzar sus esperanzas haciendo preguntas a su médico de una

forma en la que espera recibir respuestas tranquilizadoras (Hinton, 1971).

Algunos de estos temores que se presentaban anteriormente son: el miedo a lo

desconocido, al transcurso de la enfermedad, al dolor físico y al sufrimiento, a la pérdida de

partes del cuerpo, a la invalidez, a inspirar compasión, a perder el control de sí mismo y su

autonomía en la toma de decisiones, a dejar su familia y amigos, a la soledad por el abandono

que puede sufrir a manos de los demás, a la regresión, a volverse niño por tener que usar pañales

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y depender de otros, a la pérdida de la movilidad, a la muerte, el proceso previo a morir y a morir

privado de su dignidad (Fonnegra, 2009). De igual manera lo refuerza Ruíz (2009) al manifestar

la siguiente frase:

Al paciente no sólo le preocupan el dolor y los síntomas orgánicos, también el temor a lo desconocido, a

dejar o perder a su familia, a sentirse una carga. El temor a la muerte en sí, o a compartir sus

miedos y temores… pueden llevar al enfermo en situación terminal al aislamiento y al

sufrimiento (p. 132).

La consciencia de “La muerte inminente les significa que deben ahora juzgarse a sí mismos por

lo que son y por lo que han sido y juzgándose a sí mismos sin caridad pueden sentirse

deprimidos y con una sensación de culpa” (Hinton, 1971, p. 57). Los pacientes deben enfrentarse

entonces a sí mismos y a sus obras al darse cuenta de que la muerte está por llegar. Enuncia

Hinton (1971) que quizá “Muchas personas sentirán gran pena cuando se den cuenta que pronto

no tendrán más vida para disfrutar y que su existencia personal habrá cesado. Estará allí el

intenso dolor de alejarse de las personas queridas, las que a su vez estarán angustiadas por esa

muerte”. (p. 57). No se puede olvidar que la familia solo pierde a uno de sus miembros, pero el

paciente lo pierde todo (Worden, 2010). “Los moribundos muchas veces encuentran en la puesta

en orden de varios asuntos prácticos concernientes a la vida de la familia, la propiedad y la

responsabilidad del trabajo, una tarea satisfactoria. Pueden obtener entonces la sensación del

deber cumplido” (Hinton, 1971, p. 58).

8.3.4. Desde la familia

Para empezar este capítulo final es importante recalcar que “La definición de familia debe ser

entendida ampliamente pues abarca no sólo a las personas que tienen un vínculo consanguíneo

sino también a aquellas significativas afectivamente y que participan de la vida doméstica”

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(Fonnegra, 2009, p. 179). Tal como lo plantea Fonnegra esta definición extendida de familia bien

puede incluir amigos o personal de servicio que ha pasado mucho tiempo acompañando a la

persona enferma y a su familia (2009). Es bien sabido que

Ninguna familia que haya tenido que vivir una enfermedad fatal sale ilesa de la experiencia, pues debe

enfrentar de forma permanente exigencias y cambios desgastadores. El último es la muerte del ser

querido, y cuando esta ocurre cada uno de los miembros del grupo es diferente de lo que era

cuando aquel gozaba de salud (Fonnegra, 2009, p. 177).

Uno de los factores que conlleva a esta situación, por lo menos desde nuestra cultura latina es la

prerrogativa de que los familiares se niegan a que el enfermo sea informado de su diagnóstico

pues temen que este afecte su vida más de la cuenta (Fonnegra, 2009). Por ende, tras la muerte

del enfermo los familiares sienten que no pudieron comunicarse bien con él y que quedaron

cosas por decirse, generando entonces sentimientos de culpa (Fonnegra, 2009). Meza (2011),

completa la perspectiva anterior -de una forma más dura que Fonnegra- retomando los

enunciados de Duque al exponer que

La misma familia consiente en el mezquino juego de secuestrar al otro su propia muerte, empujando la

muerte al oscurantismo y la clandestinidad. El moribundo, en medio de una agónica

incertidumbre, depende del entorno, que se ha conjurado para mantenerlo en la ignorancia su

verdadero estado (...) Se han instalado los médicos, la familia y la sociedad en el disimulo y la

mentira (p. 187).

Siguiendo los planteamientos de Fonnegra, se debe tener en cuenta que “Una enfermedad muy

prolongada exige a los familiares múltiples adaptaciones que incluyen conceder sus espacios,

replantear sus rutinas o abandonar parcial o totalmente su mundo previo para cuidar al enfermo”

(Fonnegra, 2009, p. 36). En el momento de enterarse de que un miembro de la familia es víctima

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de una enfermedad grave el grupo familiar atraviesa los tres momentos planteados en De cara a

la muerte (Fonnegra, 2009) que serán anunciados a continuación:

● Crisis aguda inicial con desorganización profunda y angustia.

“Corresponde a la etapa de incredulidad incertidumbre relacionada con el diagnóstico” (p. 36). A

esta fase también se le llama fase inicial o preparatoria en el texto de Fonnegra. Implica

los síntomas, el diagnóstico y el tratamiento, y además viene acompañada de ansiedad

por parte de la familia (Fonnegra, 2009).

● Periodo de adaptación.

“Luego de haber aceptado el diagnóstico y agotado todos los recursos disponibles para anular el

veredicto (...) la familia se reparte las tareas y se adapta a vivir con el enfermo y con la

enfermedad” (p. 37). En esta etapa también se empieza la búsqueda de mecanismos de

reorganización con la intención de encontrar los momentos para acompañar al enfermo

(Fonnegra, 2009).

● Por último, la fase terminal.

Aquí la muerte es aceptada como un evento inevitable y próximo, el énfasis cambia de curar a

aliviar. “De nuevo la familia, a menos de que haya sido adecuadamente preparada, suele

entrar en crisis” (p. 47) esta crisis es suscitada por la aparición de emociones internas y

desacuerdos explícitos o tácitos sobre las circunstancias que se esperan vivir o que se

están viviendo (Fonnegra, 2009). Tal como lo plantea Fonnegra, en esta etapa el médico

y la familia deben evaluar y quizá replantear sus opciones para adecuarse a los deseos y

necesidades del enfermo. De igual forma, se espera que la familia se reconecte esperando

el final, dejando una sensación de apoyo emocional.

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Todas estas etapas causan estragos en la vida familiar, por esto Cabria (2009) plantea en una de

sus fichas que “Hay que tener en cuenta que la familia sufre agotamiento, atenciones y

alteraciones emocionales al asistir en casa a su ser querido a las puertas de la muerte” (p. 42) y es

por esta razón que

Con frecuencia llega un punto en el que el familiar siente que ‘ya no puede más’ y sin embargo el

paciente ha empezado a mejorar. Inevitablemente entonces se genera un sentimiento de

culpabilidad, turbación y vergüenza y en este periodo en el que ‘se deseó que la persona muriese’

a veces se menciona después de la muerte. Es importante que cada profesional del equipo sepa

reconocer la tensión a la que están sometidos los familiares, que aunque están deseando cuidar y

hacer todo lo posible por el paciente, sin embargo están traumatizados por las remisiones y

recaídas que son tan frecuentes bajo los modernos tratamientos (Gómez, 2007, p. 213).

Acorde a esto, algunos grupos de pacientes y familiares establecen con el equipo médico tratante

acuerdos verbales con el fin de recibir la ayuda profesional necesaria para aliviar al máximo los

dolores y el sufrimiento que pueda generar la etapa final de la enfermedad en el enfermo, con

frecuencia entonces se hace uso de los llamados Cuidados Paliativos (Fonnegra, 2009) los cuales

se explicaron brevemente en un apartado anterior. En relación con esto y con la situación actual

de la sociedad “El proceso de morir puede causar admiración en otros si es soportado con

dignidad y serenidad” (Smart, 1971, p. 40). Aunque los familiares lleguen al momento de adaptar

y convivir con la enfermedad pasan por múltiples altibajos acordes -como ya se mencionó antes-

a las remisiones y recaídas que traen las enfermedades terminales, por lo que es común que

dentro del grupo familiar ocurra un incremento de enfermedades o alteraciones muchas veces de

orden psicológico ante el diagnóstico o la muerte del enfermo. Gómez (2007) incluso retoma una

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serie de estudios en los que esposas de hombres con diversos tipos de cáncer acudían al médico

por la presencia de síntomas similares a los que presentaban sus maridos enfermos.

Por otra parte, se debe tener en cuenta que como se escribió algunos párrafos antes, según

el planteamiento de Worden (2010) hay quienes se alejan de sus familiares antes de tiempo

debido al duelo anticipado, lo que genera relaciones complicadas en el grupo familiar. Respecto

a esto Worden retoma a Weisman y Hackett (1961) quienes “hablan de este abandono de los

miembros de la familia y comentan que actos como hablar en susurros y mostrar actitudes poco

naturales pueden comunicar al paciente rendición, abandono y un entierro en vida” (p. 175). No

obstante hay otro grupo de familiares que, por el contrario; “en vez de alejarse demasiado en

términos desapego emocional, los miembros de la familia se acercan demasiado al paciente

moribundo. Se acercan para evitar los sentimientos de culpa y pérdida y en dichos casos quizá

desean manipular en exceso el cuidado médico del paciente” (Worden, 2010, pp. 175-176). Este

tipo de comportamientos se puede explicar por lo descrito por Ruiz (2009) “La familia sufre los

mismos miedos ante lo que vendrá. Preguntan si tendrá dolor, si sufrirá, cómo reconocerán la

proximidad de la muerte o el final” (p. 132), refiriéndose a que familia y paciente comparten

parte de los temores respecto a la llegada de la muerte.

La oportunidad de decir adiós que una enfermedad ofrece a los familiares y amigos es muy valiosa y

aporta gran alivio, así se trate de un alivio triste, al paciente y su familia: compartir lágrimas,

reiterarse los afectos, perdonar fallas y heridas previas, abreviar las distancias afectivas y

manifestar agradecimiento por lo vivido y el dolor por tener que separarse. (Fonnegra, 2009, p.

137)

Esto resulta especialmente importante si se tiene en cuenta que “Los seres humanos necesitamos

ponerle fin a una relación, despedirnos cerrar el ciclo vital antes de morir” (Fonnegra, 2009, p.

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136). Adicional a eso plantea Gómez (2007) en su texto La pérdida de un ser querido, el duelo y

el luto, que la elaboración del duelo propiamente dicho, es decir, el que viene tras la muerte

física del enfermo se realizará de mejor o peor forma dependiendo de los acontecimientos

vividos durante la última fase de la enfermedad, lo que guarda concordancia con lo propuesto

páginas atrás, siguiendo también a Gómez, en las que se decía que bastaba solo un poco de

sufrimiento o dolor en las últimas horas o minutos del enfermo para que su familia y

acompañantes sintieran que todo el trabajo y el cuidado dedicado al enfermo no sirvió de nada.

Por esto, tal como lo plantea Freud (1915), “Las ilusiones nos son gratas porque nos ahorran

sentimientos displacientes y nos dejan, en cambio, gozar de satisfacciones.” (p. 6).

En cambio, en estas situaciones las ilusiones son pocas, bien lo formula Alizade (1996)

“La antesala de la muerte genera sufrimiento. Los otros acompañan como mejor pueden al

amenazado (...)” (p. 54). En situaciones de enfermedad crónica, y por ende una muerte

anticipada, algunos de los familiares toman una decisión

“Resignarse a la muerte de un ser amado es comprometerse a acompañarlo hasta el final, es asumir su

despedida, es entregarlo al reino de la muerte; para el creyente ésta será una entrega esperanzada

a quien es más fuerte que la misma muerte: Dios” (Cabria, 2009, p. 159)

En este caso Cabria toma la religión como una esperanza, recordando aquellos versículos

mencionados en capítulos anteriores, “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque

muera, vivirá” (Juan 11:25). Es la religión entonces una especie de ilusión como la que plantea

Freud en la cita anterior, debido a esta la muerte es vivida distinta en el creyente. Sin embargo,

los familiares no siempre son plenamente conscientes del destino que les espera, ni de la dureza

de la pérdida. De hecho, de acuerdo con Gómez (2007)

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Muchas veces, los familiares no se dan cuenta realmente de lo que ha sucedido hasta el momento del

entierro, hasta que ven introducirse la caja con su ser querido en el suelo y comienzan a oír el

sonido de la tierra contra la madera. Y eso explica las tremendas explosiones emocionales que se

observan a menudo en los cementerios. (p. 76)

“Es tan impactante la muerte de un ser cercano afectivamente que, si no fuera por los ritos que

conllevan el proceso del duelo, difícilmente los sobrevivientes podrían hacerle frente a la

muerte”. (Villa, 2011, p. 70) Y por supuesto gran parte de estos ritos son dados por la religión,

tal como lo mencionaba Villa (2011) en su texto de Muerte y cultura ya que las religiones tienen

como objetivo suavizar los efectos de la muerte en los supervivientes. Es necesario suavizar los

efectos porque tal como se ha desarrollado a lo largo de todo el texto y siguiendo los

lineamientos de los autores, debido a los fuertes vínculos de apego entre el ser querido y el

superviviente su muerte puede equivaler casi a una herida física. Por estos fuertes compromisos

emocionales se realizan acciones con la intención de mejorar la calidad de vida o incluso retrasar

la muerte, tal como lo expresa Villa (2011) “(...) el fuerte compromiso emotivo con el moribundo

es lo que lleva sus cercanos a entregarlo a las personas que son neutrales afectivamente con él

pero que podrían lograr que la posibilidad de la muerte se alejara de su ser amado” (p. 107). Sin

embargo, los resultados no suelen ser los esperados y muchas veces el moribundo pasa sus

últimas horas rodeado de máquinas y desconocidos en una cama de hospital, lo que, de nuevo,

genera reacciones de culpa entre sus allegados, según las ideas de Fonnegra (2009), Villa (2011)

y Garavito (2011).

Para cerrar, Fonnegra (2009), plantea que naturalmente

En tiempos de dificultad las familias se cierran a veces hasta el extremo de rechazar la ayuda, la

intervención y la orientación externa construyendo para protegerse una especie barricada que

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puede aislarlas demasiado y sobrecargarlas con deberes y tareas, pero esta natural tendencia a

cerrarse cuando coincide con una tapa de la familia, con una etapa de la vida familiar en la cual lo

natural es la separación y la sana distancia entre los miembros y poner la familia a destiempo una

obligada cercanía y convivencia que puede representar una regresión a etapas anteriores ya

superadas y generar roces y dificultades. (p. 180)

Por supuesto también expone una serie de factores que pueden afectar la reacción familiar que

ocasiona lo mencionado en párrafos anteriores, estos factores son: ¿Quién es la persona que

muere? Si es un padre, un abuelo, un hijo… la reacción es distinta; de qué y cómo muere, puesto

que como se mencionó antes una enfermedad da la oportunidad de prepararse y despedirse

adecuadamente, mientras que una muerte súbita es más traumática. Los siguientes factores son

los valores y creencias familiares, como se mencionó antes es probable que para un creyente el

proceso sea más ‘fácil’; el funcionamiento familiar previo a la enfermedad, seguido de los

recursos a los que se puede acudir en momentos de crisis y el momento en el que ocurre la

pérdida, puesto que si hay un duelo anterior aún sin resolver la situación puede complicarse

(Fonnegra, 2009).

En conclusión, el duelo anticipado comienza al momento de un diagnóstico fatal; sin

embargo, no es del todo negativo, puesto que permite que la familia y allegados se despidan y, de

esta forma, se produzca un posterior duelo más sencillo, aunque no menos doloroso. No obstante,

no se puede olvidar que hay varios factores que influyen en el desarrollo del duelo y el impacto

de la noticia para la familia, por ejemplo la edad del diagnosticado, la relación que se tenga con

él, la causa de la enfermedad, entre otros distintos factores. Además, no se puede olvidar que el

pensar en la muerte es difícil para una sociedad como la colombiana, pensando mayormente en

las ciudades, puesto que este tema se ha trivializado y se ha reducido a algo que parece ajeno y

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cuando es propio asusta y se prefiere mantener lejos, llevándola a espacios que la han alejado de

la intimidad familiar, como son las clínicas y hospitales. Sin embargo, esta es una decisión que

compete a la familia, al enfermo y el médico, puesto que este último puede recomendar lo

contrario, pero se ve finalmente subyugado a lo que la familia crea conveniente.

8.4. Exploración empírica

8.4.1. Visita y entrevista a un psicólogo clínico

Juan Pablo Reyes es un psicólogo clínico especializado en el tratamiento del duelo. Juan

Pablo y yo hablamos sobre el duelo, el duelo anticipado, sus experiencias como tallerista

y psicólogo de quienes sufren esa pérdida. Hablar con él me ayudó a reafirmar parte de

mi investigación teórica respecto al duelo y la muerte. Él me dijo que su propósito al

estudiar psicología y dedicarse a esto es ayudar y servir a los demás, lo que en parte es

motor de este proyecto, ya que un ideal sería que pueda ayudar a otros que están pasando

por la misma situación a darse cuenta que lo mejor es lo que pasa y la vida sigue.

Juan Pablo me hizo darme cuenta que, a pesar de que esta historia es muy íntima

y personal, el dolor y el sufrimiento unen a las personas y es esto lo que nos hace sentir

humanos. Al hablar sobre casos que él había tenido que tratar o acompañar se me abre

una realidad hasta el momento no muy explorada, el dolor ajeno, puesto que durante toda

la investigación he tenido muy presente mi propia historia con el tema y no tantas

experiencias externas, así mismo, exploramos un poco respuestas de las personas ante la

muerte, como por ejemplo el espiritismo y el contacto espiritual con el fallecido, en una

especie de negociación o intento de intercambio.

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Adicional a lo anterior, durante nuestra charla se tocó un punto muy importante:

la energía psíquica. Según las creencias de la escuela de Juan Pablo (el psicoanálisis), el

duelo al que nos enfrentamos depende de qué tanta energía hayamos depositado en el ser

o el objeto que estamos perdiendo, lo que se me hace un punto muy válido y no

explorado que me puede ayudar a establecer las relaciones entre personajes. Es decir, la

pérdida dolerá más o menos dependiendo del nivel de contacto espiritual que se tenga con

el objeto o persona.

En la entrevista tratamos temas como las etapas del duelo, tal como la

negociación que se menciona anteriormente. Juan Pablo me recuerda algo muy

importante y es que no podemos cambiar la realidad, pero un instinto del ser humano

siempre será la supervivencia y así mismo el procurar el bien de un ser querido. Por

último, establecimos que este tipo de duelo, el anticipado, resulta ser un alivio de varias

maneras para los familiares puesto que dar el último adiós y arreglar los últimos detalles

ayudan a tener un duelo más llevadero, lo cual he podido confirmar en mi experiencia

personal.

8.4.2. Entrevista a familiares

La entrevista a mi abuela Rosa Bayona es de las más impontantes, con ella hablamos

sobre su historia con mi abuelo, la cual es la base para este proyecto. Ahondar en sus

recuerdos sobre su relación con él me hizo darme cuenta de lo afortunados que fuimos y

somos como familia de tener tanto amor, para ser sincera, mi abuelo siempre fue esquivo

con el tema de su relación, pero la devoción de mi abuela siempre fue más que obvia.

Esta entrevista me ayudó a reafirmar mis deseos de realizar este proyecto. Durante la

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charla hablamos un poco del diagnóstico, el cual llegó en un momento inesperado, pues

ninguno de los dos esperaba que el resultado fuese algo grave; la sorpresa que se llevaron

al descubrir que era cáncer es un golpe difícil de describir. Me cuenta que al momento de

recibir el diagnóstico él quedó callado y muy tranquilo, mientras que ella sintió un dolor

profundo, debido a la implicaciones que la enfermedad tendría en ellos. Nuestra primera

entrevisat fue interrumpida, sin embargo se retomará en otro momento.

Debido a lo anterior, acudí a mi primo, Victor Hugo Sarango, él vive actualmente

con mi abuela y los acompañó mucho durante la enfermedad de mi abuelo, puesto que

tenían una relación muy cercana. Él no es colombiano, ha vivido la mayor parte de su

vida en Ecuador de donde es oriundo, pero siempre tuvo un amor muy grande por

Colombia y por mis abuelos, por eso decidió empezar sus estudios en el país. Hablar con

él es ver otra perspectiva del mismo conflicto, descubrí historias que no sabía, situaciones

que mi abuelo repitió con ambos en distintos momentos, como por ejemplo el momento

en que nos enseñó a tomar el bus, entre otras historias. Escuchar sus reacciones al

diagnóstico y a la enfermedad de mi abuelo eran como transportarme a ese mismo

momento, para él fue igual de repentino para mi, el abuelo siempre fue muy vivaz y para

ambos fue un tremendo shock la noticia.

Victor Hugo siempre ha sido una persona muy servicial, para él no fue difícil

atender al abuelo, acompañarlo en su enfermedad y ayudarlo a aliviar la soledad que a

veces sentía. Hablar con él me hizo descubrir parte de la historia que permanecía oculta

para mí puesto que no me pertenece, me contó que por momentos veía llorar a mi abuela

cuando mi abuelito seguía vivo pero ya se le notaba decaído, que alguna vez la encontró

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rezando en lenguas pidiendo por la salud de su esposo, e incluso que encontró a mi papá

llorando mientras mi abuelo dormía a su lado. Victor Hugo dice sentirse contento de lo

que pudo hacer e hizo, de compartir los momentos con él y dice, tal vez en nombre de

toda la familia, que lo que más deseaba durante la enfermedad es que el que fue un

soporte para toda la familia no sufriera y pasara sus días acompañado por nosotros.

8.4.3. Entrevista a una gastroenteróloga

Teniendo en cuenta que la enfermedad de mi abuelo era un cáncer gástrico, y así mismo

lo vivirá el personaje de Lorenzo, se me hizo pertinente hacer la entrevista a un

profesional médico. Lucía Bayona es una gastroenterologa radicada en República

Dominicana, es muy cercana a la familia por lo que estuvo personalmente involucrada en

la enfermedad de mi abuelo. Hablar con ella fue una experiencia interesante, dice que al

ser médica y al enfrentarse día a día a enfermedades de tal porte se crea una coraza, una

especie de escudo que la aísla de sufrir de las enfermedades de sus pacientes, apenas

entendible tras tener el bagaje de que su propio padre murió de un cáncer gástrico.

Desde el punto de vista médico, el cáncer es una enfermedad impredecible,

existen diversos factores que pueden hacer que aparezca, entre la alimentación, el

ambiente, las costumbres y muchos otros. Cada cáncer se desarrolla de manera distinta en

cada personas y cada tipo tiene un comportamiento diferente por lo que trabajar con ellos

y detectarlos de manera temprana puede ser complicado, de hecho, Lucía me comenta

que próximamente se dirigirá a Perú para hacer una especialización en detección

temprana del cáncer gástrico. Hablar con ella me da luces sobre el cáncer, dice que la

aparición de un cáncer en la familia puede ser motivo para que otras personas

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pertenecientes a ella cambien sus comportamientos que pueden ser dañinos, así puedo

entender mejor la enfermedad y tengo información sobre cómo abordarlo. Me comenta

que el cáncer gástrico es lento y no muestra síntomas extraños hasta que es demasiado

tarde. Los síntomas pueden estar relacionados con sangrados, vómitos, deposiciones

inusuales y falta de apetito, en el caso de mi abuelo el último fue el signo de alarma, esta

falta de apetito se debió al crecimiento del tumor que poco a poco fue engrosando los

tejidos hasta prácticamente cerrar la entrada del estómago.

Sobre el duelo me comenta que en ocasiones el duelo anticipado no pasa. Es duro

para las familias afectadas afrontar la próxima pérdida de un ser querido, pero que este

tipo de enfermedades ayuda a prepararse y a despedirse lo que ocasiona un duelo más

saludable. Dice que como médico es difícil dar la noticia a una familia y comenta que la

semana pasada tuvo que darle la noticia a una madre (de su misma edad) de que su hija

tiene cáncer de colón. Me confiesa que desde su perspectiva es muy complicado y

prefiere no decir terminal en presencia de la familia, sino decir que el tumor existe y que

van a encontrar la mejor manera para tratarlo aunque la realidad sea que la mejor manera

de tratarlo consista en cuidados paliativos y esperar por la muerte.

8.4.4. Entrevista a Rosa Bayona

Tras un largo tiempo intentando hablar con ella, por fin fue posible. Rosa Bayona es mi

abuela, tiene 80 años de los cuales vivió 57 años con Luis Rodríguez, mi abuelo. En esta

oportunidad pudimos hablar de la enfermedad de él. Ella nos contó cómo se enteró de la

enfermedad, resulta que llevaban un tiempo sin ir a un control médico con mi abuelo,

entonces decidieron juntos ir sacar una cita con una profesional médica, mi abuelo allá

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demostró su preocupación por una serie de síntomas, la doctora les mandó exámenes

urgentes y los resultados fueron los peores, en otras palabras, cáncer gástrico. Al inicio

Rosa se lo tomó con mucha calma, haciendo todas las gestiones para que Luis estuviera

cómodo, sin embargo, poco a poco llegaron sentimientos encontrados. Incluso nos

comentó que llegó a culpar a la doctora por demorarse tanto en darles una cita.

Rosa nos comenta que al inicio de la enfermedad Luis solo quería comer en

restaurantes, comida a la carta y comer todo lo que pudiera, por el hecho de que su

enfermedad le iba a impedir comer más adelante él se decidió a disfrutar mientras

pudiera. Poco a poco él empezó a perder movilidad, la capacidad de alimentarse, por eso

también perdió peso, masa muscular y, por ende, la capacidad de moverse por sí mismo.

Debido a esto, ella tuvo que hacerse cargo de las cosas del hogar que antes no le tocaba,

como por ejemplo pagar facturas, hacer vueltas de la casa y negocios. Tuvo que, además,

contratar a una persona porque ella sola no podía atender las necesidades de mi abuelo,

ya que debía moverlo, hacerle terapia y además ayudarlo con algunas necesidades

básicas.

Durante la charla ella recuerda el momento en el que casi operan a mi abuelo

como un intento de eliminar el tumor, en ese momento estaba un poco esperanzada y muy

agradecida con los doctores, sin embargo por recomendación de ellos terminó sin ser

operado y toda la esperanza se fue al piso. Dice que en un momento determinado de su

enfermedad, ya llegando al final, se sentó a hablar con mi abuelo y le dijo “Luis, usted ya

está sufriendo mucho, rueguele a Dios que se acuerde de usted” dejándole en claro que

ella estaba bien y estaba bien acompañada, que él podía irse a descansar en paz. Ya no

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quería ser tan egoísta de pedirle que se quedara con ella cuando la realidad era que ya no

era la persona que la acompañó tantos años.

Ella es la principal inspiración para hacer esta historia, de cierta forma Ruth y Lorenzo

son Rosa y Luis.

8.4.5. Lectura Artículo de Semana "Al final todos descansamos”: cómo

fue perder a su madre por un cáncer

Este artículo de Semana narra la experiencia de una mujer que perdió a su mamá por un

cáncer de cuello. Ella cuenta que en un inicio toda la familia estaba esperanzada de que

su mamá no muriera puesto que era el pilar de la familia, la autora dice que lo peor del

cáncer es que siempre tiene una luz de esperanza, es decir, que entre tanto altibajo las

personas tienen la oportunidad de ilusionarse con que el alto sea definitivo y la

enfermedad sea vencida. De hecho, menciona que en dos ocasiones creyeron que su

mamá estaba curada y la decepción de verla recaer fue aún peor.

También menciona que la enfermedad de su mamá duró dos años entre los que

toda la familia se dirigió a ella, menciona que juntos crecieron y maduraron con la

enfermedad. No obstante, todos llegaron al punto que desear que ya falleciera, no por ser

una carga, sino porque su enfermedad se convirtió en un constante sufrimiento físico y

sentimental para ella y para todos en la familia. Al punto que en un momento su mamá

los reunió a todos y les dijo que ya no era capaz de seguir, tras esta liberación su mamá

murió y todos en su familia se sintieron un alivio enorme.

También hace un aporte muy valioso a lo que podría ser una perfilación de

personajes al afirmar que quienes conviven con el cáncer pero no lo sufren tienden a

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sentirse inútiles e inoperantes, así mismo, aprenden a darle un valor especial a los

pequeños momentos compartidos y se vive recopilando recuerdos. De igual manera habla

de la coraza pública que se crea para luego poder deshacerse en privado. Por todo lo

anterior, este artículo me da una idea de la experiencia de otras personas que pasan por

estos momentos y el cómo reaccionan contribuye a alimentar el proceso creativo.

8.4.6. Película Still Alice

Still Alice es una película del 2014 que narra la vida de una profesora a la que se le es

diagnosticado un caso agresivo, temprano y hereditario de alzheimer, una enfermedad

neurodegenerativa que desemboca en demencia y tiene como principal consecuencia el

olvido progresivo de cosas, desde conocimientos intelectuales hasta procesos vitales y

biológicos.

Esta película es uno de los referentes más importantes en cuanto al duelo

anticipado, puesto que relata cómo una persona vivaz y activa mental y físicamente

termina viviendo con ayuda de sus familiares y cuidadores sin apenas reconocerse ni

reconocer a los suyos. Si bien esta no es una enfermedad que voy a abordar en el

proyecto, el proceso de duelo se vive igualmente, creo que una de las escenas más

valiosas es el desahogo que tiene Alice con su esposo, que de manera inversa sucedió

entre mis abuelos, siendo mi abuela la que empezó. Este es un gran referente en cuanto al

drama y la relación de la familia.

En un principio todos son colaborativos y aceptan la enfermedad de Alice, sin

embargo, empieza a pesarles el hecho que ella no sea capaz de recordar cosas, lo que

inevitablemente afecta la vida familiar, a tal punto que su esposo decide mudarse de

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ciudad por el dolor que le causa ver a Alice de esa manera. Toda la relación familiar se

modifica en consecuencia de la enfermedad y la posibilidad de que otros en la familia

también lo tengan.

Otra aporte valioso es la interacción entre Alice y su hija Lydia, quienes se

acercan de una manera importante tras el diagnóstico de Alice, inclusive hay una escena

donde Alice le pide que entre a la universidad porque quiere verla graduarse y Lydia le

responde que no tiene que hacerlo y que no se meta en su vida, a lo que Alice dice que

puede hacerlo porque es su madre. Toda esta conversación tiene un tono juguetón, sin

embargo, esconde una realidad que es inevitable y tiene un peso en su relación. En

conclusión, esta película es una gran referencia para la interacción entre personajes y la

atmósfera de duelo.

8.4.7. Entrevista a Orlando Bayona

Esta vez el sujeto con el que converso es mi papá, el hijo mayor de la familia.

Empezamos la conversación con él contándome su primera experiencia con la muerte, el

fallecimiento un tío, allá fue con su padre. Él es hijo de Luis Rodríguez, es el primogénito

del matrimonio entre él y Rosa Bayona. Para mi es muy importante conocer su visión de

la historia puesto que fue uno de los que estuvo más cerca durante todo el proceso de la

enfermedad. La verdad es que Orlando se describe como una persona con una filosofía de

vida que se resume en la frase “todos nos vamos a morir”, entonces al enterarse de la

noticia la tomó con mucha calma y no mostró mayor emoción al respecto.

Al ser hijo de Rosa y Luis tiene recuerdos de su relación a los que yo no puedo

acceder puesto que ni existía, él me cuenta que ellos eran muy trabajadores y que aunque

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a Luis siempre le gustó estar en casa, tenía pocos buenos amigos y le gustaba estar con

ellos. Rosa, por el contrario era más aventurera, le gustaba ir a todo lado y conocer, lo

que según Orlando fue algo bueno durante la enfermedad puesto que esas personalidades

contrarias los mantenían activos. De hecho, él me comenta que Rosa siempre trataba a

Luis como si este no estuviera enfermo, haciendo que la acompañara a hacer diligencias

hasta que ya se volvió físicamente imposible.

Durante la enfermedad Orlando tuvo un rol importante, él fue su acompañante

durante la mayor parte de las citas médicas, por lo que él resalta lo importante de un

médico humano, puesto que tuvo la experiencia con dos opuestos, uno el oncólogo que

era extremadamente frío, distante y que hacía las citas incómodas ya que nunca se abrió

lo suficiente y siempre daba los pasos a seguir sin explorar en lo que estaba pasando,

dejándolos muchas veces con ganas de conocer más sobre el proceso, y por otro lado, el

internista amigo de la familia que siempre intentaba dar las noticias de la manera más

relajada posible para reducir los impactos que pudieran tener.

Hacia el final de la enfermedad, él relata que lo más duro era verlo postrado en la

cama, después de haber sido tan activo durante toda su vida, dice que ahí ocurrieron los

momentos que dice le causaron depresión, en los que no tenía ganas ni fuerzas de

levantarse. Dice que recuerda mucho estar al lado de Luis, agarrando su mano y llorando

sin que él fuera consciente de ello.

8.4.8. Introspección

Hacer una introspección no es sencillo, sobretodo con un tema tan sensible como la

pérdida de alguien amado, sin embargo, es una experiencia necesaria y de mucho valor

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para la carga dramática de la historia. Al momento de hacer el ejercicio lo que hice fue

relajarme y simplemente ponerme a escribir. La relación con mi abuelo siempre fue muy

tranquila, él era una persona muy especial, muy paciente. Digamos que siempre tuve

problemas con mi familia paterna por las personalidades fuertes pero él siempre fue un

polo a tierra, nunca criticaba, tampoco regañaba, solo escuchaba y daba consejos.

El día que me enteré de su enfermedad yo estaba en mi habitación, recuerdo que

mi papá estaba hablando por teléfono y al colgar entró a mi habitación y se recostó a mi

lado, espero unos momentos y me dijo “parece que el abuelito tiene cáncer”. Mi primer

pensamiento en ese momento fue si era algo curable, pues para mi y creo que para

muchos en el mundo esta palabra es un sinónimo de muerte. Sólo pude llorar y recordar

los momentos que pasé con él. Él era muy activo, le gustaba mucho manejar y disfrutar

su tiempo libre dando paseos, él fue quien me enseñó a coger bus para llegar a mi casa,

siempre tomábamos siestas juntos, hablábamos de la vida. Era el complemento perfecto

para una abuelita que siempre estaba regañando y dando órdenes. Él estaba muy

orgulloso de su familia.

Lo más duro de su enfermedad fue verlo desaparecer lentamente, su personalidad

arrolladora fue muriendo de a poco, dejó de hacer cosas que le gustaban como manejar,

aunque lo último que perdió fue su sentido del humor. También era duro tener que

contener las lágrimas o ver que otros las contenían, creo que nunca hablé de su

enfermedad con él, pero era un hecho, todos lo sabíamos. El día que murió recuerdo que

me agarró la mano con las últimas fuerzas, como si quisiera que no me fuera, me quedé a

dormir en el apartamento y desperté con la noticia de su muerte.

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En definitiva volver es difícil, pero me ayuda a recordar detalles que son útiles

para la historia, la experiencia personal es algo que le da un toque importante e íntimo a

la historia, mis propias experiencias y recuerdos sirven para moldear personajes,

compararlo con la teoría y plantear una historia real.

8.4.9. Lectura del artículo El cáncer, una enfermedad que afecta a toda

la familia

Este artículo del periódico El Tiempo expone que el cáncer no es padecido sólo por

quienes lo sufren, sino también por toda la familia, en especial aquellos que se dedican a

ser cuidadores del enfermo. Leí múltiples artículos sobre vivir con familiares con cáncer

pero este fue el único que sentí que sería útil. Muchas veces cuando se habla de

enfermedades terminales o crónicas se deja de lado a la familia y se centra en el paciente

sin darse cuenta que los familiares van acumulando una serie de cosas negativas como lo

son el agotamiento, la depresión y los sentimientos de soledad.

Al momento del diagnóstico del familiar, surgen para los demás una serie de

preguntas que involucran planes sin cumplir, promesas y deseos insatisfechos. Por lo que

la enfermedad se convierte en el factor detestable que interrumpe los planes de quienes se

ven involucrados. Esto me hace rememorar el caso de la mejor amiga de mi mamá, ella

murió hace ya un año, tras un cáncer de páncreas detectado en el último momento.

Cuando ella fue diagnosticada no tuvo la mejor reacción y su hermana se tuvo que volcar

a acompañarla, no vivió mucho tiempo con su diagnóstico y su familia inmediata lo

sufrió increíblemente. No hace mucho habían perdido a su madre de cáncer de seno y

ellas aún se encontraban haciendo planes para los próximos meses.

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Sus hermanos se sintieron devastados con el diagnóstico pero aún más con su

pérdida. La falsa aceptación reinaba entre ellos camuflando la negación de perder a la

más vivaracha de la familia. Todos durante la enfermedad se volcaron en cuidados para la

enferma, pero olvidaron a sus familiares que aún se recuperan de la doble pérdida

causada por esta enfermedad.

8.4.10. Entrevista a Laura Lozano

Laura Lozano es la menor de la familia, tiene apenas 18 años. Su perspectiva es

importante para mi ya que vivió gran parte de su infancia con mis abuelos y también

vivió la primera parte de la enfermedad con ellos, por lo que es una fuente importante

para conocer más sobre los protagonistas de la historia. Ella misma se describe como

alguien difícil, es la única persona con la que vi que mi abuelo se exasperaba y ella lo

dice con orgullo. Con mi abuela ella nunca se llevó bien, hasta el momento siguen

peleando como perros y gatos. De hecho, Laura culpa a Rosa por enterarse tarde de la

enfermedad de mi abuelo, ella cuenta que estaban en un taxi camino al apartamento

cuando le dieron la noticia, a pesar de que en este momento ellos aún vivían juntos.

Ella me dice que él era la persona más tolerante que ha conocido en su vida,

calmado y reservado, que probablemente pensaba más de lo que decía, alegre, chistoso,

amiguero, con una personalidad arrolladora. Por otra parte, a mi abuela, Rosa, la describe

como una persona complicada de tratar, que quiere que las cosas se hagan a su manera,

imprudente y totalitarista. Para ella la relación estaba basada en la tolerancia por la forma

de ser de Rosa, por lo que Luis tenía que aguantar muchas de sus alocuciones.

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Laura recuerda a mi abuelo como una persona muy querida y muy dada a su

familia, ella relata cómo él la recogía en el colegio si la ruta la dejaba o si se enfermaba,

dice que para ella fue muy duro darse cuenta de la realidad de la enfermedad y lo que esto

significaba. Ella dice que siempre intentó aparentar que estaba bien y que era fuerte,

incluso le molestaba que alguien llorara o que mostrara dolor frente al abuelo puesto que

para ella era necesario demostrar seguridad emocional para evitar dolor extra para él.

8.4.11. Lectura de Entrevistas de Elisabeth Kübler-Ross

La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross ha sido consultada múltiples veces por quienes

tratan el duelo, en su libro Sobre la muerte y los moribundos tiene un capítulo destinado a

entrevistas con moribundos, este es un conocimiento valioso puesto que revela cómo

ellos, quienes se enfrentan a una enfermedad terminal, ven el mundo. En especial me

interesó una entrevista que realiza con una chica de 17 años que tiene una enfermedad

llamada anemia aplástica, esta enfermedad afecta los glóbulos rojos y puede causar la

muerte; además de la entrevista con la chica está la entrevista con la madre, por lo que me

resulta interesante tener ambos puntos de vista aunque sea un caso distinto al que trataré

en la historia.

La chica no tiene miedo de morir, de hecho cree que será mejor y vivirá en un

paraíso. A ella le ocultaron la gravedad de su enfermedad desde el inicio, solo se le fue

revelada al estar al borde de la muerte, en la entrevista ella revela que hubiese querido

que los médicos la tuvieran más en cuenta, aunque también resalta el papel de sus padres

y el apoyo que le dieron. A su madre le contaron un día en una salita aparte, el doctor fue

rápido e impersonal, lo que a ella le molestó. Esto también se vio en las situaciones que

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narraba Orlando en una de las experiencias anteriores, el oncólogo era muy distante lo

que hacía que las consultas fueran difíciles y poco placenteras. La doctora Kübler-Ross

hace reflexión en que quizá es la manera del profesional en no verse comprometido y por

ende no sufrir por la enfermedad del paciente.

En esta entrevista se resalta también el valor de la religión, puesto que la paciente

tomaba con tranquilidad su muerte debido a su valor religioso. Esto me hace recordar que

mi abuelo, a pesar de no ser muy creyente o quizá muy devoto, durante sus últimos días

recibió la visita de un cura, quien le concedió los últimos óleos y ahí dijo que estaba listo

para morir. La religión empieza a tomar un papel importante, en una parte de los casos, al

momento de enfrentarse al juicio final.

8.4.12. Visita al pueblo natal de mi abuelo

Para enriquecer la experiencia viajé por tercera vez en mi vida a Pesca, Boyacá, un

pueblito de tres calles ubicado a unas cinco horas de Bogotá. Allí fui con mi papá, mi tía,

mi primo y mi abuela. La idea del viaje era ver un poco de las raíces de mi familia y

visitar la finca que pertenecía a mi abuelo y en la que vivió gran parte de su vida. Del

pueblo en sí no hay mucho que decir, es pequeño, con algún que otro hostal, de calles

angostas y casas construidas por las manos de los propios campesinos que trabajan en la

zona. Esto me hizo reflexionar sobre la humildad de la que viene mi familia, no es un

pueblo en extrema pobreza pero tampoco es un pueblo rico, mi familia por muchas

generaciones se dedicó al campo y hasta donde yo sé, mis abuelos fueron la primera

generación en llegar a vivir a Bogotá y tener una vida de metrópoli.

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Conocer y reconocer familiares y lugares que conocieron a mi abuelo fue muy

esclarecedor, a pesar de no estar juntos y de no verse por mucho tiempo se tenían aprecio

y fueron todos muy amables con mi abuela, entendiendo que necesitaba salir de la rutina

y el dolor de recordarlo, lo que me hace darme cuenta del impacto que una enfermedad

así y sus posteriores consecuencias tienen en personas que pueden no ser tan cercanas al

enfermo.

Ir a su casa en la finca fue lo más doloroso para mi, estar allí pensando en él, en lo

que fue su juventud y cómo pasó sus años allí, con mi papá y mi bisabuela en vacaciones,

ver su casa hecha un desastre, con las paredes agrietadas, la pintura cuarteada, los cuartos

vacíos y sin muebles, más allá de una vieja máquina de coser que seguramente perteneció

a mi abuela, fue duro para todos. Mi papá de hecho rememoró conmigo algunas de sus

vacaciones, me contó que en una de ellas mi abuelo se había dado a la tarea de sembrar

pinos con la esperanza de venderlos para hacer papel con ellos, sin embargo nunca fue lo

suficientemente aplicado para lograr terminarlo y cuidar los pinos. También me contaba

que mi abuelo se sentaba con él entre el prado y simplemente pasaban el rato. Mi abuelo,

sin duda, siempre fue alguien orgulloso de su tierra.

8.4.13. Recuerdos de otros pacientes con cáncer

Esta experiencia viene nuevamente de la introspección. En estos días me puse a pensar en

la gente de mi vida que se ha visto afectada por el cáncer, extrañamente para tener solo

21 años han sido bastantes. De ahí surgió mi idea de rememorar cómo fue la experiencia

de cada uno de ellos y lo que logré hablar en su momento sobre su enfermedad.

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El primer contacto que tuve con una paciente de cáncer fue con una amiga de mi

mamá, ella acababa de pasar por su últimas sesiones de quimioterapia tras serle

descubierto un cáncer de mama en etapa avanzada, recuerdo que viví la época en la que

perdió su cabello y tuvo que usar peluca, bastante impresionante para una niña de menos

de 10 años. Ella siempre ha sido una mujer muy fuerte, y a pesar de que su matrimonio

era un desastre, ella siempre quiso salir adelante y cumplir su sueño de ser madre. De

hecho, a raíz de la enfermedad no logró tener hijos, pero buscó la solución en la

adopción. En esa ocasión ella venció el cáncer y logró formar su familia.

El segundo contacto fue una niña que estudiaba en mi colegio, es extraño cómo se

dieron las cosas pues yo la conocí en la iglesia del barrio cuando ambas hacíamos la

preparación para la confirmación. Cerca de unos dos años después, me enteré por los

rumores del colegio que tenía un osteosarcoma, un tipo de cáncer en los huesos muy

agresivo. Ella iba al colegio siempre que podía así que la vimos cuando perdió su cabello,

supimos que le hicieron pruebas y que tuvieron que reemplazar el hueso por una platina,

pero no fue suficiente. Poco después de que yo me graduara ella falleció. Fue un duelo

que todo el colegio se preparó para vivir, todos los actos de esos tiempos fueron

dedicados a ella, incluso en las eucaristías dedicaban las peticionas a ella y ahí logramos

ver la unión y empatía hacia una causa, aunque también estaba presente el

agradecimiento por no haber sido ella y no sufrir esa situación.

El tercer contacto que recuerdo, fue con mi tío abuelo materno, él tuvo una vida

complicada y fue diagnosticado primero con cáncer de colón y luego con cáncer de

próstata, de alguna forma los superó los dos. Una parte de mi cree que el amor de su

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familia lo mantuvo, o bien pudo haber sido el caldo de chulo, alimento que según se

rumorea entre mi familia materna ayuda a mejorar las defensas. Él falleció hace unos

años, pero asombrosamente, su muerte no se vio relacionada con la enfermedad. Su

muerte fue un golpe duro para mis abuelas, puesto que él era el menor y no se esperaba

que muriera tan pronto, ahí pude confirmar la teoría de que si el duelo se prepara con

anterioridad y la persona no muere, la ilusión de que viva es aún más grande, por lo que

al final la muerte tiene un impacto distinto y puede que incluso más doloroso.

Las demás experiencias ya las toqué en la introspección anterior, por lo que no me

voy a detener más en ellas.

8.4.14. Entrevista con familiares de pacientes terminales

María Gabriela Díaz es también una estudiante de comunicación social, a sus 21 años ha

sufrido la cercana pérdida de su abuela materna. Según me relata ella, su abuela sufrió de

un cáncer de riñón hace unos años, un cáncer que no la mató en primera instancia, pero sí

causó que su familia se separara.

Al igual que yo con mi abuelo, Gabriela era muy cercana a su abuela, puesto que

durante la enfermedad que la atacó su mamá fue la cuidadora principal y por ende ella y

su hermano fueron criados con ella. De lo más rescatable de la entrevista, fue un

comentario respecto a la culpabilidad, ella me comenta que su abuela se sentía mal por

ser la carga para otras personas y la culpabilidad de la madre por sentir que no había

hecho lo suficiente por hacer lo mejor por su propia madre. Además, ella cuenta que su

madre ha hecho como si el periodo en el que ella se dedicó por completo a la enfermedad

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no existiera, como si nunca se hubiese hecho cargo de ella, por una razón que ninguna

logra comprender.

Ya su abuela va a cumplir un año de fallecida y el dolor sigue latente, si bien el

diagnóstico de una enfermedad cardiovascular los tenía prevenidos, ellos no esperaban

que ocurriera de esa manera. Esta experiencia me es útil porque me ayuda a perfilar otro

tipo de relaciones y hechos que pueden ser útiles para mi historia, además de tener otros

puntos de vista, no contaminados con mis conocimientos, sobre el tema del duelo

anticipado.

Por otra parte, Laura Leguizamón, estudiante de 23 años, vivió la pérdida de su

tía. A diferencia de otras experiencias aquí plasmadas y la mía propia, Laura perdió a su

tía con relativo poco tiempo, puesto que según su testimonio, su tía entró a la clínica por

“un dolor de estómago y salió muerta” un mes después.

La historia es la siguiente, la hermana favorita del papá de Laura fue a la clínica

por un dolor de estómago que parecía normal pero era muy intenso, estuvo un par de días

hospitalizada, los doctores no encontraron nada extraño y le dieron de alta, una semana

después volvió a la clínica y entró en coma por una leucemia. Sus hijos no quisieron

prolongar su vida de forma artificial y tras un mes de hospitalización autorizaron al

hospital para su desconexión, lo que desembocó en su muerte.

Tras esta historia tuve que preguntarle a Laura sobre cómo reaccionó su padre al

enterarse de la noticia y de la decisión, ella me comentó que su padre en un primer

momento estuvo destruido, sus fines de semana durante esas semanas se basaron en

visitas a la clínica para acompañar a su tía y a la familia. Al día de hoy, el padre de Laura

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aún juzga a sus sobrinos por haber desconectado a su madre, diciendo que ellos no

permitieron ver si había la posibilidad de evolución, su familia lo entiende, sin embargo,

sostienen que no era su decisión para tomar.

En cuanto al duelo, la familia estableció una relación de rencor con la clínica y los

médicos que atendieron el caso, por no detectar la enfermedad en un primer momento,

por un supuesto virus, incluso llegando a la teoría de que por la clínica transita un virus

que se encarga de matar gente y que, en realidad, la señora nunca tuvo leucemia, sino fue

asesinada por la clínica. Lo anterior va acorde a mi investigación en tanto es natural en el

ser humano buscar un culpable a las pérdidas, alguien para descargar la responsabilidad,

muy recurrente en la etapa de ira, tercera en la estructura de Kübler-Ross.

Por último el testimonio de María Antonia Díaz, estudiante de 21 años, en su

caso, su familia ha tenido varias pérdidas recientes, lo que para ella ha desembocado en

tener más enfermos en su familia, puesto que tras el diagnóstico o la muerte de alguno

otro sale afectado de forma psicológica o física. En su experiencia, uno de sus tíos fue

diagnosticado con alzheimer, su mujer fue la encargada de cuidarlo principalmente, sin

embargo, por los problemas de memoria y demencia causados por la enfermedad la

pareja se distanció. Me relata María Antonia que llegó hasta el punto en que tras la

muerte del señor todos esperaban que la señora se descompensara, pero la sorpresa llegó

cuando pareció que a la señora no le había dolido la partida de su esposo.

La teoría que manejamos es que por cuestiones de la enfermedad la pobre pareja

ya no se reconocía, él de una forma literal y ella de una forma más psicológica, por lo que

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la señora tuvo la oportunidad de despedirse y asimilar la pérdida de su esposo antes de su

muertes aunque ambos vivieran en la misma casa en ese momento.

Este el testimonio con mayor cercanía a mi historia, al ser los protagonistas una

pareja, aunque en este caso se acepta el dolor y la separación. Conocer este tipo de

historias es muy útil para tomar materias que pueda servir en cuanto a momentos,

personajes y/o eventos que apliquen para la historia. En esta historia también existe el

rencor, puesto que el supuesto abandono que sufrieron los pacientes, por parte de sus

hijos que se fueron a los Estados Unidos, es constante y aún no ha sido perdonado por la

familia de María Antonia, aquí vemos nuevamente cómo los sentimientos de ira están

presentes durante el duelo, aunque esta vez, el duelo del resto de la familia es

post-mortem.

8.4.15. Lectura del artículo ¿Cómo se vive el cáncer en pareja?

Este artículo recoge los testimonios de dos parejas cuya vida se vio afectada por el

cáncer, aunque de maneras distintas. Jorge fue diagnosticado con un Linfoma no

Hodgkin, lo que para su pareja, Mary, fue difícil de asimilar en un primer momento,

puesto que como se relata en el artículo, Jorge era el pilar de la casa, sin embargo, ambos

supieron sortear las cosas y se convirtieron en un apoyo constante el uno para el otro.

Por otro lado, la segunda pareja es conformada por Leyre, quien fue diagnosticada

con un cáncer de mama a una edad temprana y José María. Ambos llevaban poco tiempo

saliendo cuando el diagnóstico llegó a sus vidas, la reacción natural de Leyre fue decirle

que era libre de partir, no obstante José María decidió que la iba a acompañar en su viaje

y ser su consuelo en días de oscuridad. José Maria, a diferencia de Mary, ya había pasado

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por una situación de pérdida, pues su padre había sufrido de cáncer de pulmón, lo que le

ayudó a pasar mejor el proceso ya que conocía los procedimientos.

A ambas parejas el cáncer las unió, fue un motivo para expresar su amor mutuo y

no tanto sus miedos, si bien estos no dejan de estar presentes. Leer artículos de esta

índole es importante para conocer puntos de vista externos, incluso desconocidos, sobre

lo que se siente la inminencia de la pérdida, aunque en este caso la pérdida no se haya

consumado y ambas parejas estén recuperándose del trago amargo que supone esta

enfermedad.

8.4.16. Lectura del artículo ¿Está dispuesto a amar en la salud y en la

enfermedad?

Como ya mencioné anteriormente con el otro artículo, conocer un poco más sobre cómo

cambian las relaciones tras el diagnóstico a veces fatal, es de vital importancia para el

desarrollo de la investigación y el producto.

Este artículo a diferencia del anterior no es testimonial, sino que desde un punto

de vista objetivo va contando cómo puede cambiar la vida de una pareja tras ser

descubierta la enfermedad y factores que pueden influir a que esta acabe o no. Por

ejemplo, el artículo dice que las parejas “enfermas” tienen un 6% más de probabilidades

de separarse tras el diagnóstico, sin embargo, esto es más probable en parejas jóvenes que

en parejas ya consolidadas, puesto que estas aún no se han acostumbrado a la vida en

pareja, también depende del tipo de cáncer puesto que unos son más agresivos que otros,

o por otra parte, afectan la sexualidad.

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Un punto importante que toca este artículo es que los pacientes que atraviesan su

proceso acompañados tienen más posibilidades de sobrevivir que los que no, porque el

apoyo, las esperanzas y las ganas de vivir son contagiosas. Es algo así como lo que pasa

con la historia de Ruth y Lorenzo, su compañía permite que Lorenzo tenga una mejor

vida de la que pudo haber tenido con su diagnóstico.

Otro punto muy valioso que se toca en el artículo, es el miedo a no volver a ser

los mismos, tanto para el paciente como para su pareja, puesto que el primero vive su

enfermedad y el segundo tiene que vivir sus propias crisis y las del enfermo,

desarrollando el síndrome del cuidador, concepto bastante importante que no fue del todo

trabajado en la investigación teórica, no obstante, este implica que el cuidador recibe

‘golpes’ por ambos lados y debe ser una prioridad para la familia, puesto que es quien

absorbe las energías y los problemas del enfermo.

8.4.17. Memorias de mi abuelo

Mi abuelo antes de fallecer, cuando había esperanzas de una operación, incluso antes de

su decaimiento y todo el desgaste físico, grabó a petición de mi tío una serie de memorias

que recorrieron su vida desde su infancia en el pueblo hasta su vejez y su historia de

familia. Quise dejar estas memorias hasta el final porque son para mi la experiencia más

fuerte. Volver a ver su rostro, escuchar su voz y recorrer con él su historia es muy

emocionante. Esta fue la experiencia clave para construir su perfil.

Según lo narra, él nació y vivió en Pesca toda su infancia, le gustaba ir al colegio,

gusto que en su adultez lo llevaría a ser profesor. Estudió en un colegio católico, sin

embargo, nunca fue muy creyente. Era un poco rebelde, incluso tuvo un altercado en el

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Page 80: Andrea Carolina Rodriguez Salas Trabajo de Grado para

colegio porque una monja lo llamo “diablito chiquito” y pasó semanas escondiéndose

para no ir al colegio, hasta que fue descubierto por su padre.

Mis bisabuelos querían que él llegara lejos, entonces para su bachillerato lo

mandaron a estudiar al Instituto Técnico Central en Bogotá, donde se especializó y

graduó como técnico de fundición, fue allí que logró los contactos y el buen desempeño

para luego entrar como profesor de inglés técnico, y posteriormente, como trabajador en

el SENA. Ya después de sus noviazgos dice que la pasó muy bien, que le dejaron cosas

muy bonitas. En 1957, más o menos, conoció a mi abuela por un conocido en el pueblo,

mantuvieron una relación por cuatro años hasta que decidieron fugarse y casarse. De allí

nacieron sus cuatro hijos, Orlando, Marcela, Lucía y Carlos Andrés, el último aunque no

lo dijo fue su favorito.

Él siempre fue muy vivaz, tenía una vida muy social porque la familia y los

amigos siempre han sido muy unidos, tuvo que vivir y luchar por lo que consiguió junto

con mi abuela, ambos se complementaron con sus personalidades tan distintas y lograron

el objetivo de estar juntos, a pesar de todas sus disonancias como pareja. Tiempo después

de grabar estas memorias mi abuelo murió rodeado de gente que él amaba y que lo

amaba, al final, creo que es lo mejor que pudo pasarle a la familia.

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9. Producto audiovisual

9.1. Título del producto

Decir adiós

9.2. Objetivo general del producto

Narrar cómo el diagnóstico de una enfermedad terminal produce el proceso de duelo

anticipado en una familia a través de un cortometraje de ficción.

9.3 Objetivos específicos del producto

● Realizar una investigación teórica desde varias disciplinas que sustente cómo el ser

humano enfrenta la inminencia de la pérdida de un ser querido, identificando las

diferentes fases que caracterizan médicamente este proceso.

● Identificar a través del recurso narrativo del arco dramático la transformación que sufren

los familiares de un desahuciado.

● Construir a través de un proceso creativo metáforas audiovisuales que logren narrar el

proceso de duelo anticipado de una familia.

● Realizar una historia que posibilite la reflexión sobre el tema universal de la pérdida y el

desprendimiento cuando se anticipa el mismo.

9.4. Carta del director

El amor es la fuerza más grande del mundo. Cuando era pequeña y me preguntaban si creía en el

amor decía que sí y pensaba en las princesas de los cuentos de hadas que encontraban a su

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Page 82: Andrea Carolina Rodriguez Salas Trabajo de Grado para

príncipe en medio de las aventuras más increíbles. De grande, la respuesta seguía siendo sí, pero

con otra justificación… mis abuelos. De ellos y su historia nace Decir Adiós, un proyecto

cargado de alma y el inevitable sentimiento de impotencia al ver a quien amas dejar de ser él.

Mis abuelos eran una pareja particular, dos seres humanos muy diferentes, ella llena de vitalidad

y carácter, él más modesto y tranquilo, apenas para crear el equilibrio necesario. Se conocieron

en un pueblo alejado de la capital cuando ambos estaban en sus veintes, años después se casaron,

se mudaron a Bogotá y comenzaron a construir lo que es ahora mi familia. Tuvieron cuatro hijos,

trabajaron sirviendo a los demás, él como profesor y metalúrgico, ella como ama de casa y luego

comerciante. Yo los vi una corta parte de su vida juntos, no vivía en la ciudad, entonces no podía

verlos tan seguido, su historia de amor parecía lejana para mi, pero los admiraba por seguir

juntos tras tanto tiempo, llegaron a cumplir 57 años juntos.

Hace casi tres años mi abuelo fue diagnosticado con cáncer, enfermedad que en estos

tiempos es sinónimo de muerte; en su caso ese era el desenlace esperado, tenía 80 años y su

cáncer estaba avanzado. En ese momento la familia se quebró, se reorganizó para él, para hacer

lo que le hiciera feliz, ninguno sabía cuando iba a pasar, pero sabíamos que su muerte era

inevitable. Pasaron los meses y él se veía igual que siempre, comía menos pero seguía vital,

hasta que la sombra de la muerte empezó a perseguirlo, adelgazó, perdió movilidad, masa

muscular, pero nunca las ganas de morir.

En su lecho de muerte estuvo rodeado de su familia, de nosotros. Recuerdo que ese día

me agarró la mano mientras estaba recostada a su lado y me agradeció estar ahí. Mi abuela lloró,

pero al mismo tiempo descansó, mi abuelo hace tiempo ya no era él y verlo así era más doloroso

que perderlo. Después de esa experiencia y con el deseo de honrar a mi abuelo, y en general a la

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familia, me embarqué en este proyecto llamado Decir Adiós, una forma de hacer catarsis, pero

también de retratar a mi familia, que como muchas otras ha tenido que ver la vida escapando de

alguien que ama.

9.5. Idea

¿Qué pasaría si tuvieras que decirle adiós al ser humano con el que compartes toda la vida?

9.6. Premisa

Después de conocer el diagnóstico terminal de Lorenzo, Ruth debe aceptar que su compañero de

vida va a morir.

9.7. Storyline

Tras 55 años de historia juntos, Ruth (75) se entera que el amor de su vida va a morir, esta

noticia trastoca a la familia, quienes se preparan para perder a su roca, cada uno de ellos a su

manera. Ruth, quien se aferra a la vida de Lorenzo deberá enfrentarse a sí misma para aceptar

que debe dejarlo ir.

9.8. Tratamiento audiovisual

‘Decir adiós’ es un corto de ficción que relata un viaje emocional para aceptar la realidad de la

muerte inminente de un compañero de vida. Ruth tiene que aceptar esta realidad: Lorenzo, su

esposo durante 50 años, es diagnosticado con un cáncer terminal y no puede hacer nada para

evitarlo. Marcia y Camilo, sus hijos, los acompañan durante el viaje emocional que culmina con

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un viaje real a la casa de la infancia de Lorenzo, en la cual ocurre la catarsis y se cumple la

última fase del duelo, es decir, la aceptación.

9.8.1. Estrategia de realización - encuadres y composición

Durante todo el corto, la intención es demostrar la sensación de vacío que poco a poco se

apodera de Ruth, planteando siempre una distancia respecto al resto de los personajes, dejándola

siempre a un lado del encuadre, con un aspect ratio de 2.35:1. La distancia de la que se habla

anteriormente se acorta en la escena del clímax. La cámara es un espectador y actúa como ente

contemplativo de la historia, teniendo pocos movimientos, planos fijos y de larga duración. Es

ideal en todos los planos tener de un lado al protagonista, con pocos planos centrados. Ruth

estará a la izquierda del plano en la mayoría de las tomas.

Es parte fundamental jugar con lo que está fuera de plano, como en el momento de la

visita del doctor, donde se inicia con Lorenzo para luego dar pie al exámen médico.

9.8.2. Tipología de planos

En el corto serán dominantes los planos abiertos, es decir planos generales y planos medios, que

denoten soledad y desesperanza, sin embargo, también se hará uso de primeros planos para

mostrar la desesperación de los personajes en algunas situaciones, como por ejemplo, en la

escena de la licuadora, y planos detalles para narrar en torno a las manos de los protagonistas, las

cuales dan una metáfora de la relación de pareja. Como en la película de A Ghost Story

(Halbrooks, T., Johnston, J., Donaghey, A., 2017, [Cinta cinematográfica]) cuyas imágenes se

muestran a continuación.

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9.8.3. Iluminación y color

Para la iluminación se utilizará en lo posible luz natural, acompañada con luces artificiales para

crear halos de luz en los personajes y separación de los fondos. En los momentos de mayor

drama como el diagnóstico y la oración de Ruth se utilizarán sombras más marcadas para crear

mayor contraste y generar una relación con todo lo que ocurre dentro de la cabeza del personaje.

O con objetos y utilería más cálido manteniendo la iluminación fría. Dándole calidez a la última

escena.

Sobre los colores, desde el momento del diagnóstico estos son fríos, yendo

paulatinamente al cálido, explotando en la última escena, sin saturar demasiado. En general la

imagen será muy lavada, con poca saturación durante todo el filme, para seguir con el tono de

desesperanza, al tiempo de una imagen calmada y limpia.

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En cuanto a los colores usados o relacionados con los personajes estos serán distribuidos

de la siguiente manera, acorde con la psicología del color:

● Ruth con una gama de rosados, puesto que este color representa la ternura y el

cariño.

● Lorenzo con los verdes, ya que este color simboliza la armonía, yendo de claro a

oscuro, contrastando con su propia vida que se apaga.

● Marcia va con los tonos azules que se relacionan con la espiritualidad, la sabiduría

y la calma.

● Camilo con el naranja, que es un color cálido y también dinámico.

9.8.4. Sonido

Más allá de los diálogos, que son pocos, no se escuchará ninguna otra voz. El paisaje sonoro

estará conformado por sonidos propios de los ambientes. Solo algunos momentos, como en la

escena del encuentro fuera de la casa de la infancia se llegará a escuchar música, con la

aclaración de que esta tendrá un tono acorde a la historia, compuesta principalmente por piano y

cuerdas. Sin embargo, la música no es lo más importante, si no, por el contrario, la construcción

de los silencios que son muy dicientes en cuanto a la representación del vacío. Los instrumentos

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serán las cuerdas y el piano sutil, dando ciertas notas de música tradicional, sin dejar el tono

melancólico de lado.

9.8.5. Montaje y Ritmo

Siguiendo con la idea de la cámara contemplativa, el montaje constará de planos largos, con

acciones simples. Las escenas con mayores cambios de planos y cambio de ritmo serán aquellas

donde se sacuda el status quo de los protagonistas, es decir, en la escena del diagnóstico, la cena

donde Lorenzo da la noticia y el momento en el que Ruth despierta y no encuentra a Lorenzo,

con la intención de generar mayor tensión para el espectador. En el momento en el que vuelve la

calma el ritmo se ralentiza y volvemos a los planos fijos y contemplativos, tal como en la

película A Ghost Story (2017).

9.8.6. Post-producción

El trabajo en postproducción tiene como intención complementar y resaltar lo ocurrido en el

rodaje. Haciendo pequeñas correcciones de color para resaltar luces, colores y objetos

importantes, así como la introducción de grafismos en relación a los créditos y agradecimientos.

10. Casting y scouting

El casting se realizó en la ciudad de Bogotá, buscando actores de la ciudad, con características

similares a los personajes que inspiraron la historia. Se hizo la convocatoria por sitios web y

grupos en redes sociales.

Los perfiles fueron los siguientes:

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Ruth

Ruth es una mujer de 70 años, nacida y criada en un pueblo de Boyacá. Su juventud la pasó en

un internado y estando en su último año conoce a Lorenzo. Duran un par de años como novios,

tras casarse viven un tiempo en el campo, allí tienen a su primera hija. Finalmente, se mudan a

Bogotá y allí tienen a su otro hijo Camilo. Ha estado casada con Lorenzo por 52 años,

actualmente viven solo los dos en un apartamento. Mantiene una relación cercana con sus hijos,

por lo que van a saludarlos seguido. Su hijo favorito es Camilo, aunque con Marcia comparte la

vocación por la religión. Ruth es creyente pero no al extremo. Además Ruth es persistente, terca

y muy amorosa, siempre preocupada por su familia pues ellos son su mundo. Cuando le

comunican que Lorenzo tiene cáncer se niega a creer que esa sea su realidad, por lo que tiene que

enfrentarse al hecho de perder al amor de su vida.

La elegida fue Maribel Flor.

Lorenzo

Lorenzo es un hombre de 75 años, lleva casado con Ruth 52 de ellos. Es calmado y puede

parecer un poco parco aunque por dentro es un ser sensible. Creció en un pueblo pero desde su

juventud se radicó en Bogotá. Tiene dos hijos Camilo y Marcia, es más cercano a Camilo por su

parecido en personalidad, sin embargo, no clama tener un hijo favorito. Durante su vida tuvo

dos profesiones, fue profesor y trabajó en procesos de fundición. Desde hace unos veinte años

está pensionado y pasa sus días junto a su esposa y su familia. Disfruta de la tecnología y de ver

televisión. Es apasionado a los deportes. El elegido fue Abstin Caviedes.

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Camilo

Camilo es un hombre en sus 40, extrovertido, cariñoso y con una personalidad fuerte. Admira

profundamente la relación de sus padres aunque no lo demuestre mucho. Nunca se ha casado.

Tiene una relación con una chica llamada Jimena.

Es muy cercano a sus padres aunque no vive con ellos. A pesar de ser el favorito de Ruth,

es más cercano a Lorenzo. Es calmado, aunque esconde una personalidad explosiva. Al enterarse

de la enfermedad de su padre no solo piensa en su muerte, sino en la posibilidad de enfermarse

después. Le aterra la posibilidad de perder a su padre. El elegido fue Andrés Béjar.

Marcia

Marcia es una mujer de 50 años, divorciada y tiene una hija. Después de su divorcio dirige su

atención a la religión y a la filosofía de “todo pasa por algo”. Tiene una buena relación con sus

padres, es más cercana a su madre por el vínculo religioso. Es la hermana mayor de Camilo y lo

hace notar con algunas de sus actitudes burlonas hacia él, aunque no llevan una mala relación. La

elegida fue Leila Bolívar.

En cuanto a las locaciones, se necesitaban tres: el apartamento, el consultorio y la casa de

campo. El apartamento debía tener una sala comedor, cocina y una habitación, con ventanas

grandes para permitir la entrada de luz. La decoración debía ser de colores claros, pulcra y muy

limpia, para tener coherencia con los personajes y con la idea de narrar el vacío.

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El consultorio debía ser amplio, con un escritorio, dos sillas y camilla.

La casa de campo debía estar completamente alejada de la ciudad, blanca rodeada de

verde, debía verse envejecida, no muy moderna. Pequeña, con pocas habitaciones. Rodeada de

árboles y vegetación, casi como si fuera la única en la zona. Se encontró una casa en Chocontá. a

una hora y media de Bogotá.

11. Plan de difusión y distribución

En cuanto a los festivales, lo ideal sería empezar la línea nacional con BogoShorts, festival que

en el año 2020 iría para su 18a edición, puesto que exige premiere nacional, siguiendo con el

Siembra Fest, por la afinidad con el campo, el Festival de Cine de Medellín, el FIA Fest. Desde

antes se podrá incursionar en festivales internacionales como el Awareness Festival, el cual

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Page 91: Andrea Carolina Rodriguez Salas Trabajo de Grado para

proyecta audiovisuales relacionadas con problemáticas mundiales, como el cáncer; el festival

Zinebi y el Oaxaca FilmFest.

A futuro, tras terminar el recorrido en festivales, existe la opción de mostrarlo en clínicas

oncológicas o fundaciones de ayuda al paciente y a la familia, como la Liga Contra el Cáncer.

12. Socialización

Con un corte del cortometraje se realizó una proyección en un focus group, con las intenciones

de conocer si los objetivos planteados se estaban cumpliendo, en cuanto a la identificación con el

cortometraje, la generación de reflexión a otras personas o familias pasando por una situación

similar y sobre el trabajo audiovisual en sí mismo. Los sujetos de esta socialización fueron

familiares y amigos, posteriormente también se hizo una reflexión con estudiantes de medicina.

En general la respuesta fue positiva, quienes han pasado por una experiencia similar expresaron

que el cortometraje les hizo recordar muchos momentos, es decir, les permitió un espacio de

reflexión frente a lo vivido en cada caso. Así mismo, se creó una reflexión en torno a cómo

alguien se enferma y va perdiendo su vida, pero la vida misma sigue para los demás, quienes

deben aprender a seguir.

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Para quienes no habían vivido una experiencia similar el grado de identificación no fue el

mismo, sin embargo, si pensaron que el cortometraje era una herramienta útil para personas que

atraviesan una situación de pérdida, puesto que les recuerda que no están solos y que, aunque

cada proceso es distinto, muchas personas pasan por eso y pueden encontrar apoyo en otras

personar. A los estudiantes de medicina les pareció un corto muy acertado desde el punto de

vista familiar, ya que según ellos, los familiares son parte fundamental del proceso de una

enfermedad terminal.

Por último, en cuanto a recomendaciones de realización se realizaron críticas sobre la

mezcla presentada ese día y la colorización de la escena en exteriores, que fueron tomadas en

cuenta para la entrega final.

13. Conclusiones

Esta investigación permite concluir que la muerte es un fenómeno inevitable aunque en esta

sociedad el miedo a ella sigue muy arraigado, en parte por los avances de la ciencia los cuales la

hacen parecer cada día más lejana, y por otra, por la creencia egoísta de que la muerte es algo

que le pasa a los demás. La muerte desencadena un proceso de duelo, el cual se vive de maneras

distintas dependiendo del sujeto, no obstante hay un modelo que es ampliamente conocido, el

modelo de etapas planteado por la doctora Elisabeth Kübler-Ross, el cual fue tomado como una

especie de viaje del héroe para la realización del producto audiovisual.

Así mismo, se puede concluir que la diferencia entre un duelo normal y el duelo

anticipado, es precisamente que estas etapas se presentan antes por el conocimiento de un

diagnóstico terminal, lo que ayuda a la despedida y a un duelo más sano al permitir que se

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Page 93: Andrea Carolina Rodriguez Salas Trabajo de Grado para

solucionen asuntos pendientes y que, tanto el enfermo como el familiar, tengan la oportunidad de

decir adiós. Es importante resaltar que el duelo anticipado se vive distinto para las dos

poblaciones, los enfermos deben enfrentarse a perder su vida, a su todo; mientras que su familia

los ve desvanecerse, pero su vida inevitablemente sigue a pesar del impacto que la noticia de la

inminente pérdida pueda ejercer en ellos.

En cuanto al producto, con lo que se vio en la socialización se puede asegurar que hace

falta este estilo de audiovisuales en el país, de historias “mundanas” y serias que generen

identificación y, especialmente, este tipo de películas que hagan sentir al espectador que

atraviesa una situación similar que no está solo.

14. Referencias

Alizade, A. (1996) Clínica de la muerte. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.

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Cabria, J. (2009). Modos de morir: II. Talante. En J. Cabria. (Ed.) Fichas sobre la muerte y el

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Cabria, J. (2009). Morir. En J. Cabria. (Ed.) Fichas sobre la muerte y el morir. (pp. 36-39)

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Cabria, J. (2009). Muerte y vida: Dan que pensar. En J. Cabria. (Ed.) Fichas sobre la muerte y el

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Anexos

Anexo 1: Presupuesto

Para mayor detalle ver documento de Excel adjunto nombrado Anexo 1 - Rodriguez

Salas, Andrea Carolina

Anexo 2: Producto audiovisual

Ver en USB, video nombrado DECIR_ADIOS

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