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ANÉCDOTAS
EL NOMBRE CAMBIADO
El doctor A. T. Pierson, predicando en el entierro del pastor Gordon, hizo notar que desde la
resurrección de Jesús, los apóstoles raramente usaron la palabra "muerte" para expresar el fin de la vida
de un creyente, sino "dormir" o "partir para estar con el Señor". Esto es, en realidad, la muerte del cristiano.
UN NUEVO EPITAFIO
El pastor Gould nos hace notar que en todos los epitafios se lee: "Aquí están los restos", "Aquí
reposa", etc.; pero ¡cuan diferente es el epitafio sobre la tumba de Jesús. No está escrito en oro ni grabado
en piedra, sino que es expresado por boca de un ángel, siendo exactamente lo opuesto de las otras
tumbas: "Aquí no está."
UN EPITAFIO ORIGINAL
Tomás Spurgeon nos cuenta haber visto un epitafio que llevaba estas simples palabras: "Federico",
y debajo, "Sí, Padre, voy", refiriéndose a la llamada de Dios al joven cuyos restos allí yacían.
LO MEJOR HA PARTIDO
Un muchachito estaba entusiasmado con un nido de pájaros que se formó en el jardín de su casa.
Se gozaba en acariciar los huevos tan finos y hermosos. Después de algunas semanas de ausencia en
casa de unos parientes, volvió a visitar el nido acompañado de su hermano mayor, hallando los hermosos
huevos rotos a pedazos.
—¡Qué lástima! —exclamó sollozando—. Se han echado a perder
—No digas tal cosa —repuso su hermano—. No se han echado a perder. Lo mejor de ellos ha
salido; tiene alas y vuela.
Así es con la muerte. El cuerpo estropeado es la cáscara del huevo. Lo mejor no está allí.
NO TAN TRISTE PARA ELLOS
Al pasar el entierro de un niño, hijo de un misionero, dos mujeres coreanas comentaban:
—¡Qué triste, qué triste para estos padres! ¡Tan hermoso como era!
—Sí —replicó la otra mujer—. Es en verdad muy triste; pero no tanto para ellos como para
nosotras, pues ellos, los cristianos, tienen un secreto que les da la seguridad de que recobrarán a sus hijos
algún día, mientras que nosotras no sabemos que podamos nunca más volver a ver a los nuestros cuando
mueren.
ANÉCDOTAS
EL DOCTOR ADOLFO LORENZ
El doctor Adolfo Lorenz, de Viena, fue en la mitad del siglo pasado uno de los más famosos
cirujanos del mundo. De todas partes venían a él llamamientos por carta y por teléfono pidiendo su
intervención para salvar preciosas vidas. Incapaz de acudir personalmente a todas partes, el doctor Lorenz
procuró instruir a otros médicos en el arte de la cirugía y finalmente fue a América para dar lecciones
acerca de la extirpación del apéndice y la hernia.
Un día, tratando de encontrar un poco de distracción en su pesada labor, salió para tomar el fresco
al anochecer. En tanto, se acumularon negros nubarrones y empezó a llover. El doctor Lorenz llamó a la
puerta de una casa de hermoso aspecto pidiendo cobijo, pero una mujer nerviosa abrió y dijo
apresuradamente:
—Estamos atribulados en esta casa hoy. Busque cobijo en algún otro vecino —y cerró la puerta. El
doctor Lorenz salió a la calle y la tempestad le caló hasta los huesos, antes de que la persona que salió del
hotel en su busca con un carruaje lograra encontrarle. decisión se desvaneciera cuando el pastor hubiese marchado y le ocurriera como tantas veces que había
estado muy cerca de hacer la decisión por Cristo y se había vuelto atrás, decidió romper en el mismo acto
con lo que era un impedimento para recibir a Cristo y empezar una nueva vida.
Aquella misma noche la señora que le había rechazado abrió el periódico y vio en la primera página una
fotografía del famoso doctor. Al reconocerle exclamó:
—¡Dios mío, qué he hecho! He negado la entrada a mi casa a la única persona que podía salvar la
vida de nuestra hija ¡Quizá si le cuento el caso, aún tendrá compasión de nosotros!
Corrió hacia el hotel y le dijeron que el famoso doctor estaba dando una conferencia a los médicos
y no podía ser interrumpido. La señora esperó ansiosamente, pero en vano. Al terminar la conferencia el
doctor salió por otra puerta para ir a tomar el tren que le conduciría a una ciudad muy distante.
"Hay un solo nombre dado a los hombres en quien podamos ser salvos. ¿Cómo escaparemos
nosotros si tuviéramos en poco una salvación tan grande?" (Hebreos 12:2).
EL DUEÑO DEL CABARET QUE ROMPIÓ EL LETRERO
El Dr. Truett cuenta de una miembro de su iglesia cuyo esposo simpatizaba con el Evangelio pero
se veía impedido a aceptarlo a causa de su oficio como dueño de un cabaret. La esposa estaba muy
afligida por tal motivo, e instaba al pastor a ayudarla en oración para que su esposo rindiera su corazón a
Cristo.
Cierto día que el pastor se encontraba en la casa visitando a la esposa enferma esta le pidió orar.
El marido estaba presente en la habitación y escuchó atentamente la fervorosa oración que el pastor elevó
a Dios.
De repente se oyeron unos fuertes martillazos en la puerta y ruido de cristales rotos. Cuando el
pastor terminó la oración vio entrar al marido con un martillo en la mano. Este explicó que durante la
oración se había sentido constreñido a entregarse a Cristo, renunciando a su oficio, pero temiendo que tal
EL SUEÑO DE UN PASTOR
Se cuenta de cierto pastor que después de un domingo fatigoso y triunfal en el que había
pronunciado un elocuente sermón que despertó entusiasmo, felicitaciones y decisiones, se sentó, cansado,
en el gran sillón del pulpito y quedando dormido tuvo el siguiente sueño:
Vio entrar por la puerta del templo la majestuosa figura del Salvador que avanzaba por el pasillo
central hacia él. El pastor cayó de rodillas y mediante aquel fenómeno psíquico que nos permite razonar
durante el sueño sin apercibirnos de la imposibilidad de aquello que estamos soñando, exclamó: ¿Hasta
aquí me honras, Señor? ¡Cuánto me consideras, que te dignas visitarme! Pero la majestuosa figura del
Salvador se limita a decir: "¿Cómo está tu celo"?
El predicador siente su celo como algo tangible dentro de su pecho, lo saca y lo entrega a su
augusto visitante. Este lo pone en una balanza y el pastor oye con satisfacción decir: "100 libras." A
continuación ve que a golpes de martillo la piedra se parte como débil ganga y el Señor va separando las
diferentes partículas de metal precioso de otros conglomerados. Observa el pastor con ansiosa zozobra
cómo va escribiendo el resultado. Por fin extiende la mano para recoger el esperado análisis y lee lo
siguiente:
Orgullo de denominación 20 % Madera
Orgullo de iglesia 35 % 1 Heno
Orgullo personal 40 % Hojarasca
Amor a las almas 2 % Oro
Amor a Dios3 % Puro
Total 100 %
Ante el choque que le produce tan pésimo resultado, despierta el pastor y cae de rodillas
físicamente esta vez, pidiendo ahora que cuando venga la realidad de lo que ha anticipado su
subconsciente pueda su balance ser mucho mejor.
¿Cuál sería el resultado del análisis de este nuestro celo para la obra que estamos llevando a cabo
y que nos hemos gozado en exhibir en estos días?