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ÁNGEL RAMA
LA CIUDAD ORDENADAEste texto nos fue enviado porÁngelRamapocos díasantes desu trágica desaparición. La Revistade la Universidad de México seune al dolor quecausóentre la comunidad hispanoamericanalamuerte delosescritores eintelectuales que viajaban enelavión deAvianca. Todos ellos eran valiosos,
y supérdida resulta irreparable.
Desde la remodelación de Tenochtitlan, luego de su destrucción por Hernán Cortés en 1521, hasta la inauguración en1960 del más fabuloso sueño de urbe de que han sido capaces los americanos, la Brasilia de Lucio Costa y Osear Niemeyer, la ciudad latinoamericana ha venido siendo básicamente un parto de la inteligencia, pues quedó inscrita enun ciclo de la cultura universal en que la ciudad pasó a ser elsueño de un orden y encontró en las tierras del Nuevo Continente el único sitio propició para encarnar.
Los propios conquistadores que las fundaron percibieronprogresivamente a lo largo del XVI que se habían apartadode la ciudad orgánica medieval en la que habían nacido y crecido para entrar a una nueva distribución del espacio que encuadraba un nuevo modo de vida, el cual ya no era el que habían conocido en sus orígenes peninsulares. Debieron adaptarse dura y gradualmente a un proyecto que, como tal, noescondía su conciencia razonante, no siéndole suficiente organizar a los hombres dentro de un repetido paisaje urbano,pues también requería que fueran enmarcados con destino aun futuro asimismo soñado de manera planificada, en obediencia de las exigencias colonizadoras, administrativas , militares, comerciales, religiosas , que irían imponiéndose concreciente rigidez.
Al cruzar el Atlántico no sólo habían pasado de un continente viejo a uno presuntamente nuevo, sino que habíanatravesado el muro del tiempo e ingresado al capitalismo ex-
. pansivo y ecuménico, todavía cargado del misioneísmo medieval. Aunque preparado por el espíritu renacentista que lodiseña, este modo de la cultura universal que se abre paso enel XVI sólo adquiriría su perfeccionamiento en las monarquías absolutas de los estados nacionales europeos, a cuyoservicio militante se plegaron las Iglesias, concentrando rígidamente la totalidad del poder en una corte, a partir de lacual se disciplinaba jerárquicamente la sociedad. La ciudadfue el más preciado punto de inserción en la realidad de estaconfiguración cultural y nos deparó un modelo urbano de secular duración: la ciudad barroca,'
Poco podía hacer este impulso para cambiar las urbes deEuropa, por la sabida frustración del idealismo abstractoante la concreta acumulación del pasado histórico, cuyo empecinamiento material refrena cualquier libre vuelo de laimaginación. En cambio dispuso de una oportunidad únicaen las tierras vírgenes de un enorme continente, cuyos valores propios fueron ignorados con antropológica ceguera,aplicando el principio de "tabula rasa"." Tal comportamiento permitía negar ingentes culturas -aunque ellas habrían de pervivir e infiltrarse de solapadas maneras en lacultura impuesta- y comenzar ex-nihilo el edificio de lo que
Capitulo primero del libro La ciudad letrada, que próximamente publicaráEdiciones del Norte, Estados Unidos.
se pensó era mera transposición del pasado, cuando en erdad fue la realización del sueño que comenzaba a soñar un anueva época del mundo. América fue la primera rea liza iónmaterial de ese sueño y, su puesto, central en la edifi a iónde la era capitalista.s
A pesar.del adjetivo con que acompañaron los viejo nom bres originarios con que designaron las regiones dominada(Nueva España, Nueva Galicia , Nueva G ra nada ) lo onquistadores no reprodujeron el modelo de las ciudad ' de l.metrópoli de que habían partido, aunque inicia lmente tod ovía vacilaron y parecieron demorarse en solucio nes d ·1 pa ado ." Gradualmente, inexpertamente , fueron descubrí .nd lapantalla reductora que filtraba las exp eri encias viejas a 0
nocidas, el "stripping down process " con qu e ha dcsi 'n ad oGeorge M . Foster' es esfuerzo de clarificación , racionalización y sistematización que la misma experiencia coloniz: d •ra iba imponiendo, respondiendo ya no a modelos r a l "conocidos y-vividos, sino a modelos ideales concebi do porla inteligencia, los cuales concluyeron irnpo niéndo s . par jay rutinariamente a la medida de la vast ed ad de la ernpr a,de su concepción organizativa sistemát ica .
A través del neoplatonismo que sirvió de ca uce cultural alempuje capitalista ibérico, fue recuperado el pen sa rni ntoque ya había sido expresado en La República, revivida por Ihumanismo renacentista, y aun el pensamiento del casi mítico Hippodamos, padre griego de la ciudad ideal , sobre tod osu "confidence that the processes of reason could impomeasure and order on every human activity ", aunque, comopercibió Lewis Mumford, "his true innovation consisted inrealizing that the form of the city was the form of its so ialorder"." Su imposición en los siglos XVI YXVII , en lo qullamamos la edad barroca (que los franceses designan comola época clásica) corresponde a ese momento crucial de lacultura de Occidente en que , como ha visto sagazment e Michel Foucault, las palabras comenzaron a separarse de lacosas y la triádica conjunción de unas y otras a través de lacoyuntura cedió al binarismo de la Logique de Port Royal quteorizaría la independencia del orden delossignos. 7 Las ciudades, las sociedades que las habitarán, los letrados que las explicarán, se funden y desarrollan en el mismo. tiempo en ~ue
el signo "deja de ser una figura del mundo, deja de estar ligado por los lazos sólidos y secretos de la semejanza o de l~ afinidad a lo que marca", empieza "a significar dentro del mterior del conocimiento", y " de él tomará su certidumbre o suprobabítídad".'
Dentro de ese cauce del saber, gracias a él, surgirán esasciudades ideales de la inmensa extensión americana. Las regirá una razón ordenadora que se re~ela. en ~n orden .so~ialjerárquico transpuesto a un orden distrIbutiVO geometnco.No es la sociedad, sino su forma organizada, la que es trans-
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pu esta ; y no a la ciudad, sino a su forma distributiva. El ejercicio de! pensamiento analógico se disciplinaba para quefuncionara válidamente entre entidades de! mismo género.No vincula, pues, socieda d y ciuda d, sino sus resp ectivas formas, las que son percibidas como equi valentes, permitiendoque leamos la sociedad al leer e! plano de una ciudad. Paraque esta conversión fuera posibl e, era indispensable que setr ansitara a travé s de un proyecto racional previo, que fue loqu e magnificó y a la vez volvió indispensable el orden de lossignos, reclamándosele la mayor libertad operativa de quefuera ca paz . Al mismo tiempo, tal proyecto exige, para suconcepción y ejecución, un punto de máxima concentra ciónde! poder que pueda pen sarlo y realiz arlo . Ese poder es yavisiblemente temporal y humano aunquetodavía se enmasca ra y legit ime tras los absolutos celesti ales. Es propio delpoder que necesite un extraordinario esfuerzo de ideologización pa ra legitimarse ; cua ndo se resquebrajen las máscarasreligiosas construirá opulentas ideologías sustitutivas. Lafuent e máxima de las ideologías procede del esfuerzo de legitimación del poder .
La palabra clave de todo este sistema es la palabra orden,ambigua en espa ñol como un DiosJano (el/ la) , activamentedesarrollad a por las tres mayores estructuras institu cionalizadas (la Iglesia, e! Ejército , la Administración) y de obligado man ejo en cua lquiera de los sistemas clasificatorios (histor ia natural, ar quitectura, geometría) de conformidad conlas definiciones recib idas del término: " Colocación de lascosas en c1 luga r que les cor responde. Concierto, buena disposición de las cosas entre sí. Regla o modo que se observapa ra hacer las cosas".
Es la palabra obsesiva que utili za el Rey (su gabinete letrado) en las instrucciones impartidas a Pedrarias Davila en1513 par a la conquista de Tierra Firme que, luego de la exper iencia antillana de aco modación española al nuevo medio, perm itirá la expa nsiva y violent a conquista y colonización. Si, como era dable esperar (aunque conviene subrayar)las instrucciones colocan a toda la colonización en dep endencia absoluta de los intereses de la metropolis, trazandoya la red de instalaciones costeras de las ciudades-puertosque tant o dificult ar án la integración nac ional llegado e! moment o de los estados independientes, su séptimo punto fija e!sistema rector a que deberán aj ustarse las ciudades que haya n de ser fundadas en el continente :
Vistas las cosas que para los asientos de los lugares son necesa rios, y escogido e! sitio más provechoso y en que incurren más de las cosas que para el pueblo son menester, habréis de repar tir los solares del lugar para hac er las cosas ,y estos han de ser repartidos según las calidades de laspersonas y sean de comienzo dados por orden; por maneraque hechos los solares, el pueblo parezca ordenado, así en ellugar que se dejare para plaza, como e! lugar en que hubiere la iglesia, como en el orden que tuvieren las calles;porque en los lugares que de nuevo se hacen dando la ordenen el comienzo sin ningún trabajo ni costo quedan ordenados e los ot ros jamás se ordenan.9
La tr aslación del orden social a una realidad física , en el casode la fundación de las ciudades, implicaba e! previo diseñourbanístico mediante los lenguajes simból icos de la culturasujetos a concepción racional. Pero a ésta se le exigía queademás de componer un diseño, previera un futuro . De hecho el diseño debía ser orientado por el resultado que se habrí a de obtener en el futuro, según el texto real dice explíci-
tament e. El futuro que aún no existe , que no es sino sueño dela razón , es la perspectiva genética de! proyecto. La traslación fue facilitada por el vigoroso desarrollo alcanzado en laépoca por el sistema más abstracto de que eran capacesaquellos lenguajes : las matemátic as, con su apl icación en lageometría analítica, cuyos métodos habían sido ya extendidos por Descartes a todos los campos del conocimiento humano, por entenderlos los únicos válidos , los únicos segurose incont aminados.
El result ado en América Latina fue el diseño en damero,que reprodujeron (con o sin plano a la vista) las ciuda des barrocas y que se prolongó hasta prácticamente nuestros días .Pudo haber sido otra la conformación geométrica, sin quepor eso resultara afectada la norma central que regía latranslación . De hecho , el modelo frecuente en el pensamiento renacentista ,10 que derivó de la lección de Vitru vio, segúnlo exponen las obras de Lean Battista Alberti, Jacopo Barozzi Vignola, Antonio Arvelino Filareta, Andrea Pallacio, etc .,fue circular y aún más revelador del ordenjarárquico que loinspiraba, pues situaba al poder en e! punto central y distri'bu ía a su alrededor, en sucesivos círculos concéntricos, losdiversos estratos sociales. Obedecía a los mismos pr incipiosreguladores del damero : unidad, planificación y orden riguroso, que traducían una jerarquía social. Tanto uno comootro modelo no eran sino variaciones de una misma concepción de la razón ordenadora, la que imponía que la plantaurb ana se diseñara"a cordel y regla " como dicen frecuentemente las instrucciones reales a los conquistadores.
Tal como observara Foucault, " lo que hace posible e! conjunto de la episteme clásica es, desde luego, la relación con unconocimiento del orden". I1 En el caso de las ciudades eseconocimiento' indispensable había introducido el principiodel " planning". El Iluminismo se encargaría de robustecerlo, como época confiada en las operaciones racionales quefue, y en los tiempos contemporáneos alcanzaría rígida institucionalización. También promovería suficiente inquietud
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ace rca de sus resu ltad os, como para inau gurar la discusiónde sus operaciones y diseños pero, sobre todo, de las filosofías en qu e se ampa ra . '!
De lo anterior se deduce que mucho más importante qu ela forma dam ero, qu e ha moti vado ampl ia discusión, es elpri ncipio rector q ue tras ella funciona y aseg ura un régimende tra nsmisiones : de lo alto a lo bajo , de Españ a a América,de la ca beza del poder - a través de la estr uc tura social qu eél impone - a la conformación física de la ciudad, para qu ela distribución del espac io urbano asegure y cons erve la forma socia l. Pero a ún más importante es el principio postulado en las palabras del Re y: con anterioridad a toda realización , se debe pensar la ciuda d, lo que permitiría evitar lasirrupcion es circunstanciales aje nas a las normas esta b lecidas , entorpe ciéndolas o destruyénd olas. El orden debe quedar estatu ído a ntes de q ue la ciuda d exista, para así impedirtodo fut uro desorden, lo qu e alude a la peculiar virtud de lossignos de perm an ecer inalt erabl es en el tiempo y seguir rigiendo la ca mbia nte vida de las cosas dentro de rígidos encuadres . Es así que se fijaro n las operaciones fund adorasqu e se fueron rep itiendo a través de una extensa geografía yun extenso tiempo.
na ciudad, previam ente a su aparición en la real idad , debía exi stir en una represe ntación simbólica qu e obviamentesolo pod ía n se rurar los signos : la s pa labras , qu e traducían lavoluntad de edificarla en aplicac ión de normas y, sub sidiariam ente , los diagramas gráficos, qu e las diseñaban en losplanos, a unque, con más frecuencia, en la imagen mentalqu e de 'sos planos ten ían los fundadores, los que podían sufrir correcc iones derivad as del lugar o de prácticas inexperta . Pensar la ciudad competía a esos instrument os simbólicosqu e esta ban adqui riendo su pres ta a utonomía, la que losade uaría n aú n mejor a las funciones que les reclamaba elpod .r ab soluto .
Aunque se si ruió aplica ndo un ritual impregn ad o de maria par a ase rur ar la posesión del suelo, las ordena nzas reclama ron la participación de un script (en cualquiera de sus divergentes expresiones: un escribano, un escribiente o inclu' 0 un escritor ) para redactar una escritura. A esta se conferíala alta misión que se reservó siempre a los escriba nos : darfe,una fe qu e sólo podía proceder de la palabra escrita , qu e ini.ci ó su esplendorosa carrera imp erial en el continente.
Esta pa labra escri ta viviría en América Latina como la única valedora, en oposición a la pa labra hablada qu e pertenecía al reino de lo inseguro y lo preca rio. M ás aún, pudopen sarse que el habla proce día de la escritura , en una percepción a ntisa ussuriana . La escritura poseía rigidez y perman encia , un modo autó nomo qu e remedaba la etern idad .Esta ba libr e de las vicisitudes y metamorfosis de la historiapero, sobre todo, consolidaba el orden por su capacidadpara exp resarlo rigurosa mente en el nivel cultura l. Sob re eseprimer d iscur so orden ado, proporcion ado por la lengua, searticulaba un segundo qu e era proporcionado por el diseñográfico. Éste supera ba la s virtu des del pr imero porque eracapaz de elud ir el plur isema ntismo de la palabra y porque,ade má s, proporcionab a conjunta mente la cosa qu e representa ba (la ciudad) y la cosa represent ada (el diseño ) conun a maravillosa ind ependencia de la realidad, tal como lotraslucen con orgullo las descripcione s epocales. De la fundación de Lima por Pizarro en 1535, qu e ta ntas crít icas motivara en el pen samiento per ua no de la Repúbl ica, se nosdice con ca ndor que " fue ase nta da y trazada la ciuda d conforme a la planta y dib ujo qu e para ello se hizo en papel " .
El plan o ha sido desde siempre el mejor ejemplo de mode- .
lo cultu ra l opera tivo. Tras su apa rcncial registro neutro delo real , insert a el marco ideológico que valora y organiza esarealid ad y a utoriza tod a suerte de oper aciones intelectualesa partir de sus proposiciones, propias del modelo redu cido .Es el ejemplo al qu e recurre Clifford Gee rtz cuando bu scadefinir a la ideol ogía como sistema cultural '? pero inicialment e así lo esta bleció la Logique de Port Roya en 1662,cua ndo deb ió establecer la difer encia en tre " las ideas de lascosas y las ideas de los signos ", codificando ya la concepción moderna. T ambién apeló a l modelo pri vilegiado de signos que represent an los mapas, los cua dros (y Jos planos),en los cuales la realidad es absorbida por los signos:
Quand on considere un objet en lui-rnéme et dan s son propre étre, sans porter la vúe de I'esprit ace q u 'il peut répresente r, 1'idée qu 'on en a est un e idée de chose, comme 1'idée de la terre, du soleil. M ais qu and on ne regarde uncert ain objet que comme en représentant un autre, I'idéequ 'on en a est une idée de signe, et ce premier objet s 'appelle signe . C 'est ainsi qu 'on regarde d 'ordinaire les cartes et les tabl eaux. Ains i le signe enferme deux idées, I'une de la chose qui répresen te, I'autre de la chose représentée; et sa nature consiste aexci ter la seconde par la premi ére.! '
Para sost ener su argumentación, Arnauld-Nicole debenpresuponer una primera opción , que consiste en percibirel objeto en cuanto signo, típ ica operación intelectivaqu e no tiene mejor apoyo que los dia gramas , los que altiemp o qu e represent an , como no imitan, adquieren una autonomía mayor. En las máximas que extraen , Arn auldNicole deben lógicamente concluir que el signo ostenta unaperennidad que es ajena a la duración de la cosa . Mientrasel signo exista está asegurada su propia permanencia, aunque la cosa qu e represente pueda haber sido destruida. Deeste modo queda consagra da la inalterabilidad del univer sode los signos, pu es ellos no está n sometidos al descaecimiento físico y sí sólo a la herm enéutica .
L 'on peut conclure qu e la nature du signe con sistant aexciter dans les sens par 1'idée de la chose figur ante celle dela chose figuree, tant que cet effet subsiste, e 'est-a-dir étant qu e cette double idée est excitée, le signe sub siste,quand méme cette chose seroit détruite en sa propre nature. P
A partir de estas condiciones es posible invertir el pro ceso :en vez de representar la cosa ya existent e mediante signos,estos se encargan de repre sentar el sueño de la cosa, tan a rdientemente desead a en esta época de utopías, abriendo elca mino a esa futuridad que gobernaría a los tiem pos modernos y alcan zaría una apoteosis cas i delirante en la contemporaneidad . El sueño de un orden servía pa ra per petuar el poder y para conservar la estructura socio-económica y cu ltural que ese poder ga rantizaba . Y además se imponía a cua lquier discurso oposito r de ese poder, obligá ndolo a transitar, previamente, por el sueño de otro orden.
De conformida d con estos procedimi en tos, las ciuda desamericanas fueron remitidas desde sus orígenes a una doblevida . La correspondien te al orde n físico que, por ser sens ible, mat erial , está sometido a los vaivenes de construcción yde destrucción , de inst au ración y de renovación, y, sobre todo, a los rmpulsos de la invención circunstancia l de indi viduos y grupos según su momento y situac ión. Por encima de
ella , la correspondiente al orden de los signos que actúan enel nivel simbólico, desde antes de cualquier realización, ytambién durante y después, pues disponen de una inal.terabilidad a la que poco conciernen los avatares materIales. _Antes de ser una realidad de calles, casas y plazas, las quesólo pueden existir y aún así gradualmente, a lo largo deltiempo histórico, las ciudades emergían ya completas porun parto de la inteligencia en las normas que las teorizaban,en las actas fundacionales que las estatuían, en los planosque las diseñaban idealmente, con esa fatal regularidad queacechaba a los sueños de la razón y que depararía un principio que para Thomas More era motivo de glorificación,cuando decía en su Utopía (1516) : "He who knows one ofthe cities , will know them all, so exactly alike are they, except where the nature of the grounds prevents". La mecanicidad de los sueños de la razón queda aquí consignada.
De los sueños de los arquitectos (Alberti, Filarete, Vitruvio) o de los utopistas (More, Campanella) poco encarnó enla realidad, pero en cambio fortificó el orden de los signos,su peculiar capacidad rectora, cuando fue asumido por elpoder absoluto como el instrumento adecuado a la conducción jerárquica de imperios desmesurados. Aunque se tratóde una circunstancia y epocal forma de cultura, su influencia desbordaría esos límites temporales por algunos rasgosprivativos de su funcionamiento : el orden de los signos imprimió su potencialidad sobre lo real, fijando marcas, si noperennes, al menos tan vigorosas como para que todavíahoy subsistan y las encontremos en nuestras ciudades; masraigalmente, en trance de ver agotado su mensaje, demostróasombrosa capacidad para rearticular uno nuevo , sin poreso abandonar su primacía jarárquica y aun se diría que robusteciéndola en otras circunstancias históricas.
Esta potencia, que corresponde a la libertad y futurización de sus operaciones, se complementó con otra simétrica que consistió en la evaporación del pasado: los siglosXV-XVI, lejos de efectuar un re-nacimiento del clasicismo,cumplieron su transportación al universo de las formas. Alincorporarlo al orden de los signos, establecieron el primery esplendoroso modelo cultural operativo de la modernidad,preanunciando la más vasta transustanciación del pasadoque efectuaría el historicismo del XVIII-XIX. La palingenesia renacentista facilitó la expansión de Europa y fue decuplicada por la paligenesia del Iluminismo que sentó las bases dela dominación universal. Hablando con simpatía de sus historiadores, Peter Gay establece que aportaron lo suyo a unesfuerzo sistemático general " to secure rational control of theworld, reliable knowledge of the past and freedom from thepervasive domination of myth" .16
éada vez más, historiadores, economistas, filósofos, reconocen la capital incidencia que el descubrimiento y colonización de América tuvo en el desarrollo, no sólo socio-económico sino"cultural de Europa, en la formulación de sunueva cultura barroca. Podría decirse que el vasto Imperiofue el campo de experimentación de esa forma cultural. Laprimera aplicación sistemática del saber barroco, instrumentado por la monarquía absoluta (la Tiara y el Tronoreunidos) se hizo en el continente americano, ejercitando susrígidos principios : abstracción, racionalización, sistematización, oponiéndose a particularidad, imaginación, invenciónlocal. De todo el continente, fue en el segmento que muchomás tarde terminaría llamándose Latino, que se intensificóla función prioritaria de los signos, asociados y encubiertosbajo el absoluto llamado Espíritu. Fue una voluntad quedesdeñaba las constricciones objetivas de la realidad y asu-
mía un puesto superior y autolegit irpado ; di señaba un proyecto pensado al cual debía plegarse la rea lidad: T al concep.ción, no surgió, obviamente, de la necesid ad de construirciu?a~es , aunque ést as fueron su s engarces pri vilegiado , losartificiales enclaves en que su artificioso y a utóno mo i ternade conocimiento podía funcionar con más eficacia . La ciudades fueron aplicaciones concret as de un ma rco genera l, lacultura barroca, que infiltró la totalidad de la vida ocia l ytuvo culminante expresión en la monarquía esp a ñola .
A esos rasgos deben agregarse la s sorprende nte ca racterísticas de la conquista de Tierra Firme, " repc réc , exp lor éeet grossi érernent saisie au cours de s troi s prc rniére d écennies du XVIe siecle a un rithme insen sé, j amai é zal é" . 11 Enlas antípodas del criterio de un a [rontier pro zre iva , la ualregiría la colonización de los Est ados Unido JI y la pri meraépoca de la conquista del Brasil por los portu ' u - , , la .onquista española fue una frenética ca ba lga ta por un ontin 'n ·te inmenso, atravesando ríos, selvas , monta ña , el un ' pacio cercano a los diez mil kilómetros, dej ando a u pa ' 0 unaringlera de ciudades, prácticamente incomunicada y ai sladas en el inmenso vacío americano q ue sólo r - orría n a t ' ITa·
das poblaciones indígenas. Con una mecá ni a milita r , Iucron inicialmente las postas que permitía n -1avanc y criandespués las poleas de trasmisión del ord in irnp erial. De lafundación de Panamá por Pedraria s Dá vila ( 1 19) a la deConcepción en el extremo sur chileno por a ldivia (1S5(1) ,pasaron efectivamente sólo treinta a ños . Para -ua últ imafecha ya estaban funcionando los Virreinato ' d - ~ 1 · . ico yel Perú, bajo la conducción de quien e " d eb ía n pr crvaren el Nuevo Mundo el carácter carism át i o d la au toridad ,el cual está basado en la creencia de q ue lo r y . lo ora n porla gracia de Dios ". 19
Más que una fabulosa conquista , q u id ó .rtificado eltriunfo de las ciudades sobre un inmen so y d ' . ono ido territorio, reiterando la concepción griega qu - opo n ía la /HI/Ucivilizada a la barbarie de los no urbani zad o .%0
Pero no reconstruía el proceso fundacion al d l. ' iud ades que había sido la norma europea sino q u x. tam ntlo invertía : en vez' de partir del desarrollo agrí ola qu ' rradualmente constituía su polo urbano donde s or ani zabael mercado y las comunicaciones al exterior, ini iab acon esta urbe, mínima desde luego pero asent ad a a ve ,en el valle propicio que disponía de agua, espera ndo quella generara el desarrollo agrícola . "J'a voue a ussi ét re fa ciné -ha dicho un historiador- par I'histoire de e villcaméricaines qui poussent avant les campagnes, pou r Imoins en meme temps qu 'elles . " 2 1 Se parte de la in ta uración de! poblado, de conformidad con ~orma preestablecidas y frecuentemente se transforma VIOlent am entea quienes habían sido campesinos en la península i béri c~ 1
en urbanizados, sin conseguir nunca que vuelvan a sus pnmigenias tareas : serán todos hidalgos, se atribuirán .el donnobiliario, desdeñarán trabajar por sus manos y Simplemente dominarán a los indios que les son encomend ado oa los esclavos que compren. Pues e! ideal f~ado desde loorlgenes es el de ser urbanos, por insignificantes que seanlos asentamientos que se ocupen, al tiempo que se le encomienda a la ciudad la construcción de su contorno ag rícola, explotando sin piedad a la masa esclava para u?a ~áp i da obtención de riquezas. La ciudad y el nuevornqUlsmoson factores concomitantes, al punto que se verá el despilfarro suntuario desplegado más en los pequeños pueblo(sobre todo los mineros) que en las capitales virreinalesse sucederán los edictos reales prohibiendo el uso de co-
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ches, de ca ba llos, de vestidos de seda, sin conseguir frenarun ap etito que, fijado como modelo a la cabeza de los pueblos por los ricos conquistadores, será imitado arrasadorament e por tod a la sociedad hasta los estratos más bajos, talcomo lo vio T homas Gage en su pintoresco libro ."
D .sdc luego, las ciudades barrocas de la intempestivaconquista no funcionar án en un vacío total. Como señalaFern and Braudel en su notabl e libro , cuando diseña las rerlas de la economía-mundo, " le capitalisme et I'économie dema rché coexistent, s 'interp én étrent, sans toujours se confondr e"B de tal modo que estas ciuda des irreales, despegadasde las necesidad es del medio , verda deros batiscafos, si no extrat errestres al menos extracontinentales, aprovecharán ensu beneficio las preexistent es redes indígenas, sus .zonas decultivo, sus mercado s y sobre todo la fuerza del trabajo queproporcionaba n. La inserción capitalista abrupta no destruirá esa economía de mercado que permanecerá como unbajo cont inuo duran te siglos, crecientemente agostada. Lescabrá ser los 'puntos donde se produce la acumulación mediante la concentración de los recursos y riquezas existentesy lo harán con una ferocidad que patentiza la violencia delca mbio int roducido en la vida de las comunidades indias.
La fuerza de este sentimiento urbano queda demostradapor su lar ga pervivencia. Trescientos años después y ya en laépoca de los nuevos estados independientes, Domingo Faustino Sarmiento seguirá hablando en su Facundo (1845) de lasciudades como focos civilizadores, oponiéndolas a los campos dond e veía engendrada la barbarie. Para él la ciudad erael único receptác ulo posible de las fuentes culturales europeas (aunque a hora hub ieran pasado de Madrid a París ) apa rti r de las cua les constru ir una sociedad civilizada. Paralograrlo las ciuda des debían someter el vasto territorio salvaje donde se encontraban asentadas, imponiéndole sus normas. La primera de ellas , en el obsesivo pensamiento sarmienti no, era la educaci ón letrada. Vivió para verlo y paraejecuta rlo. Apenas medio siglo después del Facundo, cuando
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las ciuda des dieron la batalla front al para imponerse a lascampiñas, util izando el poderío militar de que las había dotado su relación con las metrópolis externas , el brasileño Euc1ídes Da Cunha, que pensab a lo mismo que Sarmiento, comenzó a dudar de esas premisas civilizadoras cua ndo presenció la carnicería de la guerra en el sertón de Ca nudos y locontó pesimistamente en Os Sertoes (1902). El reverso de lamodernización capita neada por las ciudad es se habí a mostrado desnudament e y no era agradable .
Las ciudades de la desenfrenad a conquista no fueron meras factorías. Eran ciudades para quedarse y por lo tanto focos de progresiva colonización. Por largo tiempo, sin embargo, no pudieron ser otra cosa qu e fuertes, más defensivos qu eofensivos, recintos amurallados dentro de los cua les se destilaba el espíritu de la polis y se ideologizaba sin tasa el superior destino civilizador que le había sido asignado. No fue infrecuente que los texto s literarios las transpusieran " a lo divino", como hizo en el México de fines del XVI el presbíteroFernán González de Eslava en sus Coloquios espiritualesy sacramentales: los siete fuertes que religab an la ciudad de Méxicocon las minas de plata de Zacatecas y permitían el transporte seguro a la capital virreinal de las riquezas, se transformaron en nada menos que los siete sacramentos de la religióncatólica.
Aunque aisladas dentro de la inmensidad espacial y cultural, aj ena y hostil , a las ciudades competía dominar y civilizar su contorno, lo que se llamó primero "evangelizar" ydespués " educar". Aunque el primer verbo fue conjugadopor el espíritu religioso.y el segundo por el laico y agnóstico,se trataba del mismo esfuerzo de transculturación a partir dela lección europea. Para esos fines, las ciudades fueron asiento de Virre yes, Gobernadores, Audiencias, Arzobispados,Universidades y aun Tribunales inquisitoriales , antes que lofueran, tras la Independencia. . de Presidentes, Congresos,siempre Universidades y siempre Tribunales. Las instituciones fueron los obligados instrumentos para fijar el orden ypara conservarlo, sobre todo desde que en el siglo XVIII entran a circular dos palabras derivadas de orden, según consigna Corominas : subordinare insubordinar.
Por definición , todo orden impli ca una jerarquía perfectamente disciplinada, de tal modo que las ciudades americanas entraron desde el comienzo a una estratificación que, apesar de sus cambios, fue consistentemente rígid a e inspirada por los mayores o menores vínculos con el poder transoceánico. Ocupaban el primer nivel las capitales virreina les(aunque México , Lima y Río de Janeiro seguían siendo lasprimeras dentro de ellas ); les seguían las ciudades-puertosdel circuito de la 110ta y tras ellas las capitales de Audiencias; luego se iban escalonando las restantes ciudades, pueblos, villorios, no solo en jerarquía decreciente, sino en directa subordinación a la inmediata anterior de la cual dependían. Las ciudades construían una pirámide, en que cadauna procuraba restar riquezas a las interiores y a la vez proporcionarles normas de comportamiento a su servicio. Sabían todas que por encima estaban Sevilla, Lisboa y Madrid, pero prácticamente nadie pensó que aun por encima deéstas se encontraban Génova o Amsterdam .
Los conflictos de jurisdicción fueron incesantes y simplesepifenómenos de la competencia de los diversos núcleos urbanos para colocarse preferentemente en la pirámide jerárquica . Si, como asientan provocativamente los Stein,24 España ya estaba en decadencia cuando el descubrimiento deAmérica en 1492 y por lo tanto económicam ent e Madridconstituía la periferia de las metrópolis europeas, las ciuda-
des americanas constituyeron la periferia de una periferia.Difícil imaginar más enrarecida situación, en que un vastoconjunto urbano se ordena como un expansivo racimo a partir de un punto extracontinental que reúne todo el poder,aunque aparentemente loejerza por delegación al servicio deotro poder . Aunque nuestro asunto es la cultura urbana enAmérica Latina, en la medida en que ella se asienta sobrebases materiales no podemos dejar de consignar esta oscuratrama económica que establece poderosas dependencias sucesivas, al grado de que numerosas acciones decisivas queafectan a las producciones culturales , corresponden a operaciones que casi llamaríamos inconscientes, que se trazan yresuelven fuera del conocimiento y de la comprensión de-q uienes no son sino pasivos ejecutantes de lejanísimas órdenes, quienes parecen actuar fantasmagóricamente como siefectivamente hubieran sido absorbidos por ese orden de lossignos que ya no necesita de la coyuntura real para articularse, pues derivan sobre sus encadenamientos internos, sólocapaces de justificarse dentro de ellos. Hablando de unacosa tan concreta como la servidumbre y la esclavitud, Braudel apunta que "elle est inhérente au phénoméne de réduction d 'uncontinent él la condition de périphérie, imposée parune force lointaine, indifférente aux sacrifices des hommes,qui agit selon la logique presque mécanique d 'une économiemonde "."
La estructura cultural notaba sobre esta económica, reproduciéndola sutilmente, de ahí que los espíritus más lúcidos, los que con más frecuencia fueron condenados por eldictado institucional que se revestía de dictado popular, seesforzaron por develarla, yendo más allá del centro colonizador para recuperar la fuente cultural que lo abastecía oscuramente. Ya es evidente en el diseño de El Bernardo que ocupa la vida entera de Bernardo de Balbuena y que se vuelveexplícito en el prólogo de 1624, donde elige la fuente italiana(el Boyardo, el Ariosto) aunque todavía para un asunto es-
pañol. Como lo es, más de dos siglos después, en la propuesta de Justo Sierra para obviar el " ac ueducto español " y trabajar a partir de las fuentes literarias francesas que propi ciaron, más que el modernismo, la modernidad, oscilantemerueal servicio del asunto francés o, con más frecuencia , el nacional.
Ambos fueron vocacional mente urbanos , como la abrumadora mayoría de los intelectuales americanos y ambo strabajaron como los proyectistas de ciudades, a partir de estos vastos planos que diseñaban los textos literari os, en elimpecable universo de los signos que permitían pensar o soñar la ciudad, para reclamar que el orden ideal se encarnaraentre los ciudadanos.
Notas
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15. Ibidem, p. 54.16. The Enlightmmem: an mterpretation. Thr Rise o/M odem Paganu m, :"C"
York , The Norton Libra ry, 1977, p. 36. .17. Pierre Ch aunu, L 'Amh ique el les Amér iques, Paris, Armand Coli n,
1964, p. 12. . . .18. Ver , sin emba rgo , la obra de un discfpu lo de FredenckJackson I ur o
ner , aplicando sus tesis a América Lat ina : Alista ir Hennessy, Tht.Frontur ' oLatin American History, Alburquerque, Un iversity of New Mexlco Pre s.1978. .
19. Richard Kon etzke , América Latina, 11, La époea colonial, Mad rid , igll)XXI, 1972, p. 119. . .
20. Sobre la ada ptación del eth os urbano griego a las nuevas cond icione sdel Nuevo Mundo, el ensayo de Rich ard Morse, " A Framework for 1...1110
American Urban Hi story" en Urbaniration in La/in Amenca: apprOQfhtS and ts-sues, ed. cit . . .
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York , Oxford University Press, 1970.25. Fernand Braudel, ob,a t., p. 338.
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