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Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires Psicología Evolutiva Adolescencia. Cát. I- José A. Barrionuevo FICHA CONSIDERACIONES SOBRE LA ANOREXIA DESDE EL PSICOANÁLISIS. Lic. Alicia S. Cibeira 1

Anorexia Alicia Cibeira (2)

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Facultad de Psicología

Universidad de Buenos Aires

Psicología Evolutiva Adolescencia.

Cát. I- José A. Barrionuevo

FICHA

CONSIDERACIONES SOBRE

LA ANOREXIA DESDE EL PSICOANÁLISIS.

Lic. Alicia S. Cibeira

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Alicia Susana CIBEIRA

CONSIDERACIONES SOBRE LA ANOREXIA DESDE EL PSICOANÁLISIS.

Es posible pensar el incremento de patologías que comprometen al cuerpo y se

ponen en juego a través del acto, tales como adicciones, intentos de suicidio, anorexia y

bulimia, y la violencia en sus diversas manifestaciones, en directa relación con la

complejidad que presenta en la actualidad el mundo en que vivimos, siendo los

adolescentes aquellos que con mayor claridad e intensidad se hacen cargo de ellas.

En este espacio me detendré a considerar una problemática, la de la anorexia,

que suele presentarse predominantemente en las adolescentes mujeres que, con la

transformación en “ser mujer”, y ya no más niña, deben procesar en sí la presencia de

un cuerpo cargado de significaciones desde lo social, en una cultura que oferta la

promesa de poder lograr la “completud”, la felicidad, si se acatan exigencias

consumistas, complejidad que desde el psicoanálisis exige ahondar en el estudio de las

vicisitudes que se plantean entre necesidad, demanda y deseo.

Desde el discurso del capitalismo, con el debilitamiento de los límites y

manteniéndose la ilusión del sujeto de poder lograr “todo”, se evidencia tenaz

oposición a reconocer la castración. Y se sostiene un ideal de "igualdad" entre los

hombres, en tanto todos tendrían la misma posibilidad de lograr lo que se quiere

tener, perdiéndose el sujeto en su singularidad. La publicidad no hace más que

enunciar la promesa, en un mensaje que puede escucharse en estos términos: "si lo

querés lo tenés", que como texto adquiere variadas expresiones.

Se propicia en nuestra sociedad de consumo el "exceso de goce", goce

autoerótico y autista, debilitándose de tal manera el deseo del sujeto y el lazo social.

En las patologías que se denominan actuales, dicho exceso puede presentarse como

compulsión a no parar de consumir, y en ello se evidenciaría la marca de las

adicciones, o bien el goce se orienta a "nada", expresándose el encierro narcisista en

el rechazo a recibir algo del Otro, siendo esta segunda opción la que nos lleva a

pensar en la anorexia que a su vez se enlaza a la fuerza de un “ideal” estético

femenino de suma delgadez, expresión clara en la sexualidad del goce en exceso

presente en la civilización contemporánea.

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El psicoanálisis afirma que lo que se proyecta en el "ideal" es el sustituto del

perdido narcisismo infantil, en un punto donde deben confluir la pretensión de

satisfacer exigencias libidinales y el acatamiento de los límites que provienen de la

cultura, si bien los ideales del capitalismo cuestionan dichos límites y llevan el sello

del autoerotismo como derivación de la desmentida.

¿Qué se entiende por anorexia en general, y cuál es la perspectiva desde

una lectura psicoanalítica respecto de dicha problemática?

Podemos encontrar coincidencias en las diversas propuestas que describen las

características centrales, o las manifestaciones, que se presentan en la anorexia,

siendo éstas:

- búsqueda desenfrenada de pérdida de peso,

- miedo al aumento del mismo,

- distorsión de la imagen corporal,

- amenorrea (presente en por lo menos tres períodos)

- y negación del riesgo clínico que puede acarrear la malnutrición.

¿Y desde el psicoanálisis?

Desde una perspectiva psicoanalítica la propuesta es considerar a la anorexia

como una configuración clínica, es decir, como una presentación o una manifestación

en la cual priman las maniobras en cuanto al alimento y al comer, que es el resultado

de una peculiar posición subjetiva y que tiene un complejo entramado defensivo, y

que se acopla a cualquiera de las estructuras freudianas, constituyendo un modo de

procesamiento psíquico que deja paso al desenfreno, es decir, a la búsqueda de la

consumación pulsional que se alcanza, paradójicamente, en la anorexia por

restricción.

La experiencia como profesional a cargo de los tratamientos individuales, en el

Equipo Interdisciplinario para la atención de Trastornos de la Alimentación del

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Departamento de Pediatría del Hospital Italiano, me permitió formular la existencia de dos

modalidades en las que la anorexia aparece:

* una: como formación o manifestación “sintomática”,

* y la otra: como expresión de “falla en la estructuración subjetiva”1, tratándose

en este caso de una “patología del acto” en tanto anorexia vera o propiamente dicha.

En cuanto al concepto de “falla en la estructuración subjetiva”, éste se refiere a

las dificultades que se producen en la construcción de la identidad del sujeto, que durante

el tiempo de reposicionamiento que implica la adolescencia adquieren especial fuerza o

importancia.

Podemos expresar en otras palabras la diferencia enunciada respecto de las dos

modalidades, de la siguiente manera: por un lado: el rechazo anoréxico centrado en torno

al deseo inconciente del sujeto, por lo tanto, a la dialéctica entre la represión y el retorno

de lo reprimido, y por otro, la anorexia propiamente dicha constituyéndose como respuesta

a la fragilidad de la identidad misma del sujeto, puesta en juego su consistencia

narcisística2, modalidad que se incluye dentro de las denominadas “patologías del acto”

Anorexia como formación sintomática:

Esta presentación como formación sintomática, o la “declinación neurótica de la

anorexia”, muestra la disociación radical entre sujeto y deseo. Y es en el síntoma donde

se pone en juego el deseo y su conflicto con el goce.

Son las mujeres las que con mayor frecuencia presentan esta problemática,

especialmente en un momento de cambios radicales en el sujeto como es la pubertad y la

adolescencia. Los cambios puberales enfrentan a aquellas transformaciones que llevan al

sujeto a la constatación de su deseo como sexuado. El devenir niña - mujer implica un

largo y trabajoso duelo. Debe dejar caer a la madre e ir hacia el padre, la mujer tiene

finalmente que elegir entre su padre y su sexo, y, tratándose del padre es necesario

perderlo y sustituirlo.

1 Cibeira, A.: “Sobre anorexia y bulimia en adolescentes” en “Acto y cuerpo en Psicoanálisis con niños y adolescentes”. Editorial JVE. Bs. As., 1997, pág. 75 a 85.2 Recalcati, M.: “La clínica contemporánea del vacío” en Psicoanálisis y hospital. Año 12, N° 24, nov. 2003, pág. 121.

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Es en el redimensionamiento del complejo de Edipo donde toda marca del

erotismo genital es rehusada y desmentida a través de la pérdida de las formas que

denuncian el ser mujer, como expresión de la dificultad para enfrentar la complejidad de

las transformaciones propias de la pubertad, en un intento de abolir aquello que da cuenta

en las adolescentes de su pasaje de niña a mujer.

Cuando hay rehusamiento de lo femenino se produce una disyunción entre el

cuerpo mediatizado por el significante, la imagen del cuerpo y el organismo,

convirtiéndose en siniestro, algo que cambia de signo, que de familiar y conocido aparece

como extraño y terrorífico en el espejo, reflejando aquello que da cuenta de la mirada de

un otro. Allí donde la mirada de amor de un padre recubre la marca de la sexualidad, en el

espejo de la anoréxica la sexualidad desaparece. Aquello que debería quedar invisible

queda visible, no adquiere el velamiento amoroso que recubre lo sexual. En este sentido,

Freud enlaza la conflictiva edípica al complejo de castración y marca el carácter ordenador

del complejo de castración en relación a la posición sexuada del sujeto.

La intensificación del erotismo genital implicará un verdadero reordenamiento del

psiquismo en tanto es desde allí que serán resignificados los contenidos edípicos. La

eficacia de la operación psíquica que es la castración organiza y define el destino que la

niña dará a su sexualidad. El complejo de castración ordena, normativiza, el deseo sexual.

La niña se orientará o no hacia el padre, y es a partir de ese momento cuando se

establecerá la elección de objeto sexual y cuando quedará, o no, definida su

heterosexualidad. Es entonces fundamental la posición de la niña en relación a la

castración para poder devenir en ser mujer.

La anorexia en su vertiente neurótica se presenta como expresión de las dificultades

en la asunción de la genitalidad y de lo femenino. Es en el momento de los cambios

puberales que el cuerpo denuncia formas de mujer y se constituye en una de las

exigencias de trabajo psíquico la asunción de la genitalidad. Este quiebre narcisista, que

remite al narcisismo primario pero lleva la marca del Edipo, desarticula la libidinización de

ese cuerpo, desconstituyendo representaciones y apareciendo la imposibilidad de

simbolización del nuevo cuerpo puberal, intentando, vía manejo de la alimentación, la

apropiación de un cuerpo ya cargado de significaciones sociales ligadas a un ideal

estético. Las adolescentes realizan un trabajo de reconstrucción de la dimensión sujeto -

objeto apuntalada en la dinámica oral y anal, cobrando especificidad la subjetividad de

cada caso, el reposicionamiento subjetivo en el marco de lo edípico.

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El conflicto aparece fundamentalmente expresado a nivel del cuerpo y de la

imagen del mismo con escenas con un componente altamente autoerótico centrado en la

circulación a través del tracto digestivo del alimento, en un control constante de lo tragado

y lo expulsado. Esta complejidad se presenta, justamente, en un momento de la vida de

un sujeto que implica la búsqueda para sí de un lugar simbólico y singular, la

adolescencia. Entonces, este cuerpo de la adolescencia vehiculiza interrogantes acerca

de qué quiere el Otro y respecto de qué es ser mujer.

La anorexia ofrece descompletar al Otro con su propia pérdida. La desmentida

coloca un cuerpo ofreciendo el ideal estético por su delgadez extrema, delgadez que

nunca se alcanza suficientemente como significante fálico, y cuya producción reenvía al

adolescente al autoerotismo y a la identificación con el objeto “nada”. Esto lleva a Lacan a

decir que la anoréxica come “nada”.

Es en el adelgazamiento y en la distorsión de la imagen corporal (esa distancia

que nunca puede achicarse entre cómo están y cómo se ven físicamente), como

despliegue sintomático, donde se implementan recursos a través de los cuáles las

adolescentes hablan y dicen de su sufrimiento. Su cuerpo es un cuerpo imaginario,

fantasmático, que se le oculta por aquello que le pesa por pesar. La preocupación por el

peso muestra la transposición del conflicto y vehiculiza interrogantes acerca de qué quiere

el Otro, encontrándose allí como respuesta la falta del Otro ofreciendo sus propias

pérdidas, que siempre son de aquello que denuncia la sexualidad.

Las adolescentes muestran la implicancia neurótica entre la identificación

imaginaria y la imagen especular, el trauma, la culpa y el síntoma. El cuerpo es pues

escenario y actor de una dramática oculta al sujeto, escenario que es marca de una

historia, un tiempo, un espacio de un recorrido libidinal que mostrado ante otro se dirige al

Otro. La anorexia aquí es la contracara de un duelo inacabado y desmentido.

Cuando la anorexia es una formación sintomática, la anorexia funciona como una

provocación dirigida al Otro, como un interrogante sobre su deseo. El eje central es cómo

faltarle al Otro, es decir: cómo poder escribir en el Otro una falta, cómo poder hacerle

desear3.

3 Recalcati, M.: “La última cena: Anorexia y Bulimia”. Ed. El Cifrado, Bs. As., 2004, pág. 171.

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Para mostrar la dimensión de la anorexia como síntoma recurro al análisis de

una viñeta clínica que presento a continuación.

Damos el nombre de Julia a una adolescente que llega a consulta traída por

sus padres.

Y dice:

“…¡Exploté!... ¿entendés?, ¡exploté!... Aguanté mucho y no pude

más...Nunca me quise demasiado... No me gustaba cómo era (...) Hace unos meses

sentí realmente eso, que no me gustaba nada. Me empecé a preocupar por cuánto

comía, por las calorías, y a sentir culpa por comer (...) Cuando tenía diez años mi

mamá tuvo un tumor en las mamas, cuando yo tenía quince años murió. Yo tenía

que ser maravillosa para todos. Tenía quince años y parecía de diecisiete. Yo no le

creía que estaba enferma, sentía que me quería tener con ella”.

El trabajo sobre el discurso de Julia en el espacio del tratamiento individual, y

a partir de las asociaciones de la paciente, permitió inteligir el peso de la culpa

inconciente por haber “comido” de las mamas maternas a las cuales fantasea haber

afectado provocando la enfermedad de su madre hasta el punto de ser responsable

de su muerte. El correlato de esta fantasía es la desmentida de la castración materna

y de la muerte realmente acaecida. La desmentida incluye lo narcisista y lo edípico

de la sexualidad infantil.

“Siempre la cuidé (...) No salía con mi papá y con su esposa. No los quería

ver (...) Me quedaba con Rodolfo (pareja de la madre) a cuidarla. Él, desde que mis

viejos se separaron, fue todo para mi”

En la frase anterior, citada textualmente, se evidencia en el discurso de

Julia la trama incestuosa en su relato, al referirse a la complejidad de los afectos

desplegados en relación a la figura materna, paterna y sustitutos. Habla de la culpa

por lo edípico que se juega en relación a Rodolfo.

Las dificultades con la comida y con la imagen en el espejo estarían

relacionadas con la condensación en el cuerpo de esta trama que muestra vivencias

eróticas en el vínculo con la pareja de la madre. Es en el adelgazamiento y en la

distorsión de la imagen corporal (esa distancia que nunca puede achicarse), como

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despliegue sintomático, en los que Julia habla y dice de su sufrimiento, en un decir

sin palabras. Su cuerpo es un cuerpo imaginario, fantasmático, que se le oculta por

aquello que le pesa por pesar. Su preocupación por el peso muestra la transposición

del conflicto y vehiculiza interrogantes acerca de qué quiere el Otro, encontrándose

allí como respuesta la falta del Otro ofreciendo sus propias pérdidas, pérdidas que

siempre son de aquello que denuncia la sexualidad.

El análisis de esta viñeta descubre la implicancia neurótica entre la

identificación imaginaria a la imagen especular, el trauma, la culpa y el síntoma. Los

comentarios de Julia muestran la respuesta al interrogante respecto de qué quiere el

Otro. Es del sujeto la respuesta fantasmática. “Me quiere tener con ella” es la

respuesta que ella da al deseo materno. Si la quiere, la quiere como muerta. Y

“quiere” morir para que la madre la tenga; identificación al cadáver, al cuerpo muerto

materno. En este querer morir para quedar adherida al cuerpo materno, ella

desmiente la muerte y, a la manera freudiana, la sombra del objeto perdido recae

sobre el Yo.4

El síntoma pone en escena la contradicción. Ella supone que la madre la

quiere a su lado, fiel, pero es ella en su deseo edípico materno quien le guarda

fidelidad no dejándola ir en el duelo.

Cuando la anorexia es una formación sintomática, la anorexia funciona

como una provocación dirigida al Otro, como un interrogante sobre su deseo. El eje

central es cómo faltarle al Otro, es decir cómo poder escribir en el Otro una falta,

cómo poder hacerle desear

La Anorexia como expresión de las “patologías del acto”

Hay formas de anorexia que no se incluyen en los síntomas neuróticos, sino que

son expresión de otra cosa y que algunos autores definen como “patologías del acto”, en

un concepto que integra configuraciones clínicas tales como adicciones, anorexia y

bulimia, intentos de suicidio, etc.

4Freud, S. (1915): “Duelo y melancolía”, en Obras Completas. Tomo XIV, Ed. Amorrortu, Bs. As., 1982, 3° edición, pág. 235 a 256.

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“Patologías del acto” es un concepto que comienza a ser utilizado ante el aumento

en la clínica de problemáticas que ponen como escenario al cuerpo y tienen al acto como

recurso privilegiado, y se esclarece a partir de conceptos psicoanalíticos tales como

“actuar”, al decir de Freud, y pasaje al acto y acting out, desde la propuesta de Lacan.

“El pasaje al acto no necesita de la mirada del Otro y consiste en la separación

radical de la escena, del Otro. Es un movimiento de transgresión radical de una norma, de

un límite que implica la mutación del sujeto. El pasaje al acto apunta siempre al corazón

del ser. En él, la certeza es el motor y su carácter es definitivo. El pasaje al acto suicida es

el paradigma de la separación radical de un sujeto de la alienación significante”5

En las patologías del acto, la impulsión o la tendencia a recurrir al acto, en sus

dimensiones acting out y pasaje al acto, es el recurso utilizado en forma prioritaria en tanto

si bien el sujeto en estas problemáticas habita el lenguaje no puede apelar al mismo en

ciertas circunstancias en las cuales “...un pánico sin nombre, sin palabras, o una intensa

depresión, devastadora, hacen imposible todo procesamiento psíquico con el riesgo

consiguiente de quedar a merced del goce del Otro, como objeto”6

El sistema protector o entramado de contención constituído por el lenguaje tiene

en las patologías del acto puntos de debilidad o fallas, no alcanzando o siendo insuficiente

para impedir que el sujeto quede a merced del goce del Otro, no pudiendo el sujeto hacer

uso de “la dimensión simbólica que pone límite a dicho goce”, señala José Barrionuevo en

el trabajo anteriormente citado.

El pasaje al acto toma su lugar en la enseñanza de Lacan, a partir de las

coordenadas de la Ética del Psicoanálisis. Es lo que Jacques-Alain Miller plantea al hablar

de un tercer paradigma del goce, "el goce imposible", y dice que el goce aquí es real y,

para alcanzarlo, el sujeto no sólo ha de atravesar la barrera simbólica, la que encarna la

ley, y la barrera imaginaria, la de lo bello, sino que también ha de atravesar la barrera del

real donde se encuentra Das Ding.7 Este paradigma, "el goce como imposible", demuestra

que deseo y fantasma no consiguen suturar lo que es, fundamentalmente, disarmónico

entre el goce y el sujeto. La Cosa, Das Ding, sólo puede alcanzarse entonces a partir de la

enorme transgresión que es el pasaje al acto.

5 Solano, L.: “Extravíos del acto y de las normas. Acting out, pasaje al acto y acto analítico” en Ornicar Digital, 2004, WWW.lacanian.net/Ornicar/Archive/Ornicar/articles/180sol.htm.6 Barrionuevo, J.: “Locura en la transgresión adolescente” en “Adolescentes, transgresión y drogas”. Gabas editorial. Bs. As., 2004. Pag. 30.7 Solano, L.: “Extravíos del acto y de las normas. Acting out, pasaje al acto y acto analítico”. Op. cit.

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El deseo del sujeto se constituye, nos dice Lacan, bajo efectos de la “mediación”

del deseo del Otro. En el sujeto el dolor devastador o el pánico sin palabras son respuesta

a lo real, acciones transgresoras a través del pasaje al acto en el cual incluimos

maniobras con la comida. Pues es por este medio que el sujeto intenta no saber nada

respecto de lo Real. Recordemos al respecto que Lacan define como “pasión de la

ignorancia” al no querer saber de lo Real, expulsándolo o no haciéndole lugar.

A veces la demanda sexual del Otro primordial, en su faz traumática, actúa como

un Real inabordable. La aparición de la angustia desborda al sujeto sin posibilidades de

acudir al fantasma, ubicándose la angustia ante lo irreductible de lo real, ante la falta de la

falta (entre otras definiciones posibles de la angustia que Lacan propone en su Seminario

10) como la angustia automática freudiana, y “la acción toma su certeza justamente de la

angustia” y difiere del actuar “que le arranca a la angustia su certeza”8

Entonces, es posible afirmar que el pasaje al acto, como identificación absoluta

con el a, clausura la angustia. Así pues, en estas problemáticas el sujeto pretende eludir la

angustia de castración, no quedándole otra salida que ofrecer el cuerpo como

“instrumento” o como “escenario”, en procura de suprimir lo Real sexual.

Por su parte Freud, en la Carta 52 a Fliess9, plantea la estructuración del aparato

psíquico a partir de estratificaciones sucesivas en base a un reordenamiento de huellas

mnémicas según nuevos nexos que implican una retranscripción. Intenta pensar las

“peculiaridades” de las psiconeurosis a partir del hecho de no producirse la transcripción

para ciertos materiales mnémicos al Inconsciente propiamente dicho. Es a partir de estas

conceptualizaciones de Freud en este trabajo que podemos pensar la anorexia como

expresión de “las patologías del acto”, siendo a través de la misma que se produce la

descarga directamente por el polo motor. Freud sostiene que cada reescritura inhibe a la

anterior y que cuando esa reescritura falta la excitación es tramitada según las leyes

psicológicas que valían para el período psíquico anterior y por los caminos de que se

disponía entonces. Señala a la represión como la denegación de la traducción y a la

compulsión como la reproducción de vivencias conectadas con un placer no inhibible. Dice

Freud que ciertos signos perceptivos que no llegan a transcribirse, que no pueden

traducirse en representaciones psíquicas y palabras, quedan grabados en los circuitos

corporales.

8 Lacan, J. (1962-63): “Más allá de la angustia de castración”, en Seminario 10. “La angustia”. Ed. Paidós. Bs. As., 2006, págs. 53 a 66.9 Freud, S.: “Carta 52 (6 de diciembre 1896): “Fragmentos de correspondencia con Fliess” Obras Completas. Tomo I, Ed. Amorrortu, Bs. As., 3° edición, pág. 274.

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Podemos pensar entonces, a partir de los desarrollos freudianos, el pasaje al

acto como una no transcripción de ciertos signos perceptivos que no pueden enlazarse a

representaciones.

Es en “Más allá del principio de placer”10 donde Freud incluye y liga la

compulsión como placer no inhibible a pulsión de muerte. Es decir como algo

irrepresentable, como lo que no tiene inscripción. O también podemos pensarlo, desde el

decir de Lacan, como aquello que no está dentro de las posibilidades del significante.

Freud señala que es lo que excede a la transmisión entre el proceso primario y el proceso

secundario. Es lo que excede a la dialéctica de condensaciones y desplazamientos.

En “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”11 Freud dice:

“He intentado traducir al lenguaje de nuestro pensar normal, lo que en realidad

tiene que ser un cierto proceso, no conciente ni preconciente, entre montos de energía en

substratum irrepresentable”.

Es interesante remitirnos a estas expresiones de Freud para pensar cómo

trabajar para que pueda lograrse la transformación de lo no pensado en pensamiento en

la clínica con pacientes anoréxicas. Dice Freud en “Esquema del psicoanálisis”12 que algo

que está en el Ello, pero no se sabe, puede ser disparado hacia la percepción de tal

manera que “lo real objetivo no discernible pueda hacerse discernible”.13

En las patologías del acto, la impulsión es la tendencia a actuar negativamente,

en contra del cuerpo y/o del sujeto. Estos recursos son utilizados cuando el sujeto no

puede apelar a lo simbólico y un afecto de intensidad desbordante hace imposible todo

procesamiento psíquico.

Veamos una viñeta clínica de una paciente que presenta una anorexia pensada

como patología del acto, o anorexia vera o propiamente dicha:

10 Freud, S. (1920): “Más allá del principio de placer”, en Obras Completas. Tomo XVIII. Ed. Amorrortu, Bs. As., 1982, 3° edición, pág. 35. 11 Freud, S. (1932): “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, en Obras Completas. Tomo XXII. Ed. Amorrortu, Bs. As., 1982, 3° edición. pág. 35. 12 Freud, S. (1938): “Esquema del psicoanálisis”, en Obras Completas. Tomo XXIII Ed. Amorrortu. Bs. As., 1982, 3° edición.13 Idem op. citada, pág. 160.

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Evelin, nombre dado a una adolescente para mantener su anonimato, es

llevada a consulta e internada por deshidratación, desnutrición y bradicardia, con un

peso de 29 kg.. Es derivada por una institución del interior del país con diagnóstico

de Anorexia luego de estar internada durante tres semanas. Durante las mismas

Evelin no comió y sólo consumió un poco de agua, actitud que habría comenzado

una semana atrás durante el tratamiento ambulatorio realizado en el lugar de origen.

“No voy a comer. La comida me hace mal. Cualquier cosa, aunque sea muy

chiquita me hace engordar y me hace sentir mal”.

Todos los intentos y estrategias son vanas. Evelin no quiere recibir ninguna

maniobra médica, se opone a cualquiera de ellas. Además cierra la boca, deja caer

el alimento que ante un descuido suyo se introduce en su boca, cierra la cánula por

la que le suministran alimento en la sala de cuidados intensivos. Todo intento está

destinado al fracaso. Nada funciona.

Evelin dice que no puede comer hasta que no sienta ganas, mostrando el

fracaso del “bien amar” donde el comer es el bien y el fracaso de restituir la

necesidad allí donde se articulan demanda y deseo.

Su padre dice:

“Me vine con la madre porque sé que de Buenos Aires me la voy a llevar

en un cajón.”

Evelin está alojada en el Otro como muerta. No hay quien reciba el

mensaje, y por lo tanto se produce el pasaje al acto que se expresa en tenaz o ferrea

negativa a incorporar cualquier alimento, en el cerrar herméticamente la boca.

“Si la gente no come se muere. Pero a mi eso no me va a pasar (...) Mis

hermanos me llaman y se ponen a llorar. No me importa. No siento nada (...) No

quiero comer. No sé cuando voy a tener ganas. (...) No hay nadie que me entienda”.

En sus palabras se evidencia el accionar de la desmentida en

combinación con la desestimación de los peligros que puede acarrear para su propia

vida su rechazo a los alimentos.

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Lleva un mes sin comer, nada conmueve eso.

Esta paciente llega a la institución traída por sus padres, quienes suponen

que algo le está pasando. Pero ella no formula una demanda, es más, dice no

pasarle nada, simplemente no come porque está gorda, no hay pregunta, no hay

queja.

En las patologías del acto, la impulsión es la tendencia a actuar

negativamente, en contra del cuerpo y/o del sujeto. Estos recursos son utilizados

cuando el sujeto no puede apelar a lo simbólico y un afecto de intensidad

desbordante hace imposible todo procesamiento psíquico.

Ahora bien, ¿cómo se pone el cuerpo como escenario de la problemática aquí

enunciada como peculiar de la anorexia?

Respecto de la distorsión de la imagen corporal:

A partir del Simposio de Gottingën, en 1965, se comienza a considerar a las

perturbaciones en la imagen del cuerpo como relevante en el estudio de la “anorexia

nerviosa”.

La búsqueda de un cuerpo ideal de extrema delgadez comenzó a ser

considerada como efecto de una disfunción perceptiva fundamental de la imagen del

propio cuerpo y, por lo tanto, como indicador de una dificultad en la constitución de esta

imagen. A esta disconformidad con el cuerpo se la define como “distorsión de la imagen

corporal”.

La percepción alterada que las adolescentes tienen de sí es del orden de una

perturbación provocada por un ideal que nunca se alcanza. La anoréxica en busca de

lograr un ideal de extrema delgadez borra todas las formas, predominantemente las

sexuales. El cuerpo es subsumido íntegramente a una imagen, predominando

sentimientos de desvalorización.

Aun cuando se encuentran seriamente desnutridas, y extremadamente delgadas,

se sienten y se muestran decepcionadas con su cuerpo; siempre ven un exceso en el

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mismo: de peso, de formas, etc. No tienen registro de la diferencia entre la forma en que

se sienten y se ven y la forma en que están realmente o cómo están para la mirada de los

demás. Para el criterio objetivo-conciente de estas pacientes no hay distorsión, sin

embargo el “semejante”, sus pares o sus padres, entre otros, le devuelven en forma

invertida la perturbación de la que no se pueden hacer cargo.

El sufrimiento definido como distorsión es una realidad psíquica inconciente para

las adolescentes. Este fenómeno implica dos perspectivas diferentes y contrapuestas, dos

maneras de ver ese cuerpo: la percepción que se tiene de sí y la manera en que el otro

las percibe y decodifica. Esta decodificación queda del lado del Otro, en cambio otro

anoréxico no re-interpreta.

El fenómeno de la distorsión se establece por la diferencia entre lo visto por el

sujeto y la angustia en el otro. Es una percepción de suma rigidez y refractaria a toda

consideración del decir del otro.

Las pacientes, a pesar de su delgadez, ven alguna parte del cuerpo

distorsionada: el estómago, las piernas, las caderas, etc., siempre hay un exceso

perceptivo, un defecto que aparece en lo Real, una desvalorización del Yo y un defecto en

el gozar de la vida.

Es un fenómeno complejo que habla del sujeto que lo sufre, una sensación, una

percepción que tienen las adolescentes de sí mismas, de su cuerpo y de los demás, que

tiñe la relación con los pares y con los otros en general. Se evidencian un grado de rigidez

extremo y de encierro narcisista en esa problemática. El mundo y su vida se centran en

estas vivencias y restringen su vida social y afectiva.

Cuando la adolescente anoréxica se mira en el espejo no coinciden la imagen

que percibe y la interpretación que hace de esa percepción. Cuanto mayor es esta falta de

concidencia, el grado de distorsión y de perturbación de la imagen son mayores. Se

coloca la disrupción entre el Yo y el Ideal en una imagen estereotipada y rígida.

Una de las características de la distorsión es la convicción, o la certeza, con que

las pacientes con anorexia viven la imagen del propio cuerpo. Las anoréxicas muestran

convicción de ser lo que ven en el espejo ante la certeza subjetiva de no tener un lugar

diferenciado para el otro.

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Lo que se pone en juego en el discurso de todo sujeto no es la realidad de un

acontecimiento sino la realidad de lo percibido y esta percepción corre por cuenta del

deseo del sujeto. Lo percibido en su discurso es su realidad psíquica, correspondiendo la

perturbación de la imagen en la anorexia a una perturbación del deseo, siendo a esta

correspondencia a la que se debe orientar la clínica con pacientes anoréxicas en lo

relativo al trabajo sobre la distorsión de la imagen corporal.

“¿Ves?, ¡tengo mucha panza! Mirá, ¡quiero sacarme ésto, me lo quiero

cortar!”,

decía una adolescente en una primer entrevista.

Pero, ¿de qué quiere desprenderse la anoréxica?

De aquello que denuncia la sexualidad y proyecta como producto de la

desmentida. Se proyecta en la imagen en el espejo aquello que fue expulsado por la

desmentida, “yo sé pero aun así”. “Yo se que no soy perfecta, pero podré serlo en algún

momento”. Lo que ve es la imagen sin vaciamiento del a, en algunos puntos del cuerpo o

en toda su extensión.

El fenómeno de la distorsión se establece por la diferencia entre lo visto por

el sujeto y la angustia en el otro.

Veamos fragmentos del discurso de una adolescente al respecto:

María, de 14 años, comenta que siente que le "sobra peso", a pesar de sus

escasos 44 kg. Habiendo perdido 29 kg. continúa buscando un cuerpo más delgado

y luego de seis meses de restricción alimentaria, dice:

“Cuando mi mamá me trajo, las médicas dijeron que mi peso era muy bajo y

tenía pocas pulsaciones. Dijeron que era muy riesgoso. Yo me veía bien, quería

bajar dos kilos más. Cuando quisieron internarme, me di cuenta de todo. Fue

realmente mirarme en el espejo tal como todos me veían, enferma. Al estar

enferma estás encerrada en vos misma. Todo lo que te digan no te interesa, no

podés pensar, no te das cuenta de la situación."

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Esta viñeta muestra la vivencia de las pacientes con Anorexia en el

momento en que la distorsión de la imagen corporal aparece y desaparece. Lo que

se repite es esta intermitencia, no es que con la desaparición de la distorsión hay

curación. Es una percepción de suma rigidez y refractaria a toda consideración del

decir del otro.

Veremos algunos fragmentos clínicos para poder diferenciar entre la

valoración que los adolescentes tienen de su cuerpo y cómo lo perciben, según lo

hagan desde la distorsión o no.

Marcia, paciente de 15 años, llega a la consulta luego de haber perdido 20

kg. y con riesgo clínico (deshidratación, bradicardia), y afirma:

"Siempre me llevé mal con mi cuerpo, me molesta. Me veo muy mal, es re

feo. No me gusta."

Expresando la misma insatisfacción Lili, de 14 años, dice:

..."No tengo control sobre mi ánimo. No estoy conforme con lo que soy.

Siempre estoy sola."

Cada uno de los relatos muestra una valoración negativa que las

adolescentes tienen de sí, la insatisfacción con su imagen y consigo mismas.

Concomitantemente a la distorsión aparece la pérdida de la autoestima.

Otro aspecto presente en la imagen corporal, como señalamos

anteriormente, es el perceptivo, aquello que denominamos perturbación de la imagen

corporal. Las pacientes a pesar de su delgadez ven alguna parte el cuerpo

distorsionada, estómago, piernas, caderas, etc., siempre hay un exceso perceptivo,

un defecto que aparece en lo Real, una desvalorización del Yo y una importante

dificultad para poder disfrutar de la vida.

..."Hace unos meses comencé a mirarme en el espejo y a verme gorda",

comenta una paciente de 15 años, en su primera entrevista a la que llega con cuatro

meses de amenorrea, con 47 kg. de peso y una pérdida de peso de 22 kg en esos

meses.

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..."Me miraba y me veía fea, gorda. Me provoqué vómitos. Me veo gorda,

inútil (...) Siempre decía que estaba gorda (...) Veo que tenga panza y no

me gustaba ( ) Me veo gorda. No me veo bien. ¡Mirá la panza y las

piernas!. ¡Me tendría que desaparecer esto!." ,

comenta otra adolescente, de 14 años de edad, luego de bajar 13 kg. en cinco

meses y estar pesando 40 kg.

Estas viñetas nos permiten registrar con claridad la alteración perceptiva

que las adolescentes presentan y la imposibilidad en muchos casos de reconocer la

gravedad de su estado.

Garner y Garfinkel (1981), en estudios sobre el tema, al realizar una

revisión de protocolos de sistemas de evaluación de la imagen corporal en anorexia

nerviosa, señalan que la alteración puede expresarse a dos niveles:

a) Una alteración perceptual, que se manifiesta en la incapacidad de las

pacientes para estimar con exactitud el tamaño corporal

b) Una alteración cognitivo-afectiva hacia el cuerpo. Que se manifiesta por la

presencia de emociones o pensamientos negativos por culpa de la apariencia

física.

Al hablar de distorsión de la imagen corporal es necesario, entonces,

especificar cuál aspecto de la imagen corporal estamos considerando alterado. Para

algunos autores el término “distorsión perceptual” expresa la alteración de la imagen

corporal en relación a la estimación del tamaño, e “insatisfacción corporal” a la

alteración de la imagen consistente en el conjunto de emociones, pensamientos y

actitudes negativos hacia el tamaño y forma del cuerpo.

Desde mi perspectiva, considero que podríamos definir como distorsión de

la imagen corporal al “desajuste entre aquello que la adolescente dice de sí y los

parámetros establecidos para evaluar el peso esperable en cada ser humano”,

considerando el fenómeno de la distorsión de la imagen corporal como expresión de

la distorsión perceptual y la insatisfacción consigo mismo.

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Por lo tanto, distorsión es un fenómeno complejo que habla del sujeto que

lo sufre. Es una sensación, una percepción que tienen las adolescentes de sí

mismas, de su cuerpo y de los demás que tiñe la relación con los pares y con los

otros en general. Muestran, como remarcáramos anteriormente, un grado de rigidez

extremo y de encierro narcisista, quedando el mundo y su vida girando alrededor en

estas vivencias, llegando a restringir su vida social y afectiva.

A manera de cierre:

Una de las particularidades de la problemática aquí estudiada, decíamos, es la

frecuencia de su aparición en la pubertad, en un momento de la vida de un sujeto en el

que se enfrenta ante lo real de la sexuación. Y ubicamos como marco social de este rasgo

de época al discurso capitalista que implica el rechazo o la desmentida de la castración,

expresándose en el “vale todo”, en la valoración de ideales de omnipotencia y propiciando

exceso de goce.

En dicho marco es evidente el incremento de la anorexia, pudiéndose diferenciar

dos modos de presentación o manifestación: como síntoma y como anorexia propiamente

dicha, incluyéndose esta última modalidad entre las denominadas patologías actuales o

“patologías del acto”, haciendo la salvedad de que la anorexia es la única problemática en

la que puede observarse que el sujeto busca que el cuerpo pueda representar para un

sujeto otro significante. La anorexia hace signo en el cuerpo de la adolescente de la

sociedad de consumo.

Respecto de las “patologías del acto” remarcamos que el sistema protector o

entramado de contención constituído por el lenguaje tiene puntos de debilidad o fallas, no

alcanzando para impedir que el sujeto quede a merced del goce del Otro. El sujeto en

tales circunstancias no pude hacer uso del lenguaje, o bien el mismo no es eficaz para

ponerle límite a dicho goce.

“En el acto se perfila un sujeto en una posición de goce silencioso, si bien en el

callar no se libera del lenguaje. Estamos en terreno del autoerotismo, más allá de la

demanda y con un deseo disminuido, en un goce diferente y apartado de la palabra, en un

apelar a un acto con el cual el sujeto supone poder ponerse a salvo de la castración.”14

14 Barrionuevo, J.: “Locura en la transgresión adolescente”, en Adolescentes, transgresión y drogas. Gabas editorial. Bs. As., 2004, pág. 28.

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Las “patologías del acto” muestran que algo no tramitado y sin anclaje en la

palabra retorna como una búsqueda “loca” de salida ante la angustia a través del acto,

como acting out o pasaje al acto, o encarnándose en el cuerpo, en procura de encontrar

un lugar simbólico propio, pero, como este accionar lleva el sello inconfundible de la

pulsión de muerte el fracaso es inevitable, quedando al sujeto en un oscuro callejón que

sólo puede conducir a “nada” de deseo.

Bibliografía:

Barrionuevo, J.: “Adolescentes, transgresión y drogas”. Gabas editorial. Bs. As., 2004.

Cibeira, A.: "Sobre anorexia y bulimia en adolescentes", en “Acto y cuerpo en Psicoanálisis con niños y adolescentes”, Barrionuevo, J. (Coordinador). Editorial JVE Psiqué. Buenos Aires. 1997.

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Freud, S. (1893): "Manuscrito G". Obras completas. Amorrortu editores.

“ “. (1923): "Sobre la sexualidad femenina". Obras completas. Amorrortu editores.

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Recalcati, M.: " La última cena: Anorexia y Bulimia". Ediciones del Cifrado. Buenos Aires. 2004.

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