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Este documento está disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y la preservación de la producción científico-académica édita e inédita de los miembros de su comunidad académica. Para más información, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta iniciativa está a cargo de BIBHUMA, la Biblioteca de la Facultad, que lleva adelante las tareas de gestión y coordinación para la concre- ción de los objetivos planteados. Para más información, visite el sitio www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Licenciamiento Esta obra está bajo una licencia Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina de Creative Commons. Para ver una copia breve de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/. Para ver la licencia completa en código legal, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/legalcode. O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA. 2002, Nro. 11-12, p. 13-34. Ansaldi, Waldo Sociohistórica Cita sugerida Ansaldi, W. (2002) De abejas, de arquitectos y de carpinteros. A propósito de "Historia y ciencias sociales", un artículo de Carlos Astarita [en línea]. Sociohistórica, (11-12). Disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.3059/pr. 3059.pdf De abejas, de arquitectos y de carpinteros. A propósito de "Historia y ciencias sociales", un artículo de Carlos Astarita

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Polémica entre Waldo Ansaldi y Carlos Astarita en torno a la relación historia y sociología (intervención de Ansaldi)

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    O enve una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.

    2002, Nro. 11-12, p. 13-34.

    Ansaldi, Waldo

    Sociohistrica

    Cita sugerida Ansaldi, W. (2002) De abejas, de arquitectos y de carpinteros. A propsito de "Historia y ciencias sociales", un artculo de Carlos Astarita [en lnea]. Sociohistrica, (11-12). Disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.3059/pr.3059.pdf

    De abejas, de arquitectos y de carpinteros. A propsito de "Historia y ciencias sociales", un artculo de Carlos Astarita

  • De abejas, de arquitectos y decarpinteros. A propsito de"Historia y ciencias sociales",un artculo de Carlos Astarita

    Waldo Ansaldi

    1El colega y amigo Carlos Astarita ha publicado en el nmero 8 de Sociohistrica,

    un interesante y estimulante artculo, "Historia y ciencias sociales. Prstamos yreconstruccin de categoras analticas" (2000: 13-43). Tengo con ese texto mu-chas (e importantes) coincidencias y pocas discrepancias sustanciales, particular-mente una muy diferente apreciacin respecto de la sociologa histrica, raznque me mueve a escribir algunas aclaraciones sobre ciertas posiciones vertidaspor Astarita. Tan slo por aquello ya sealado por Karl Marx: "[d]ejar el errorsin refutacin equivale a estimular la inmoralidad intelectual".

    Astarita es muy claro y preciso en su planteo, orientado "a un anlisis crticosobre el empleo de categoras y esquemas tericos en la investigacin histrica".El ncleo duro del mismo se expresa en cinco grandes proposiciones:

    1) Las ciencias sociales -yen particular la antropologa- han adquirido en losltimos aos una notable incidencia "en el estudio de las sociedades premodernas".La historiografa ha sido fuertemente influenciada por una de las dos grandescorrientes antropolgicas, "la que privilegia los anlisis en trminos de sentido",antes que por aquella que enfatiza la funcin social (Astarita, 2000: 14). En elcaso de los historiadores de sociedades precapitalistas, se advierte entre ellos un

    CONICET - UBA. Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales; UNL~ Centro deInvestigaciones Sociohistricas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin.

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    modo de aprehensin acrtica de los "instrumentos de anlisis de las cienciassociales" (p. 25).

    2) En la historiografa se ha asistido a un "abandono parcial del estudio de lalgica de funcionamiento de la totalidad", aunque el mismo no se tradujo en unadesaparicin del anlisis macro procesual (p. 15). Hubo dos modos de abordartal problema: el de la sociologa histrica y el de la construccin emprica.

    3) "[E]1avance en bisagra de la historia con otras ciencias sociales, no slo noresuelve por s mismo los problemas especficos que enlergen del estudio con-creto, sino que tambin puede constituir, con la adopcin de categoras inadecua-das, un obstculo epistemolgico" (p. 22).

    4) "[E] n gran medida, la incorporacin sin alteraciones de ciencias sociales altrabajo del especialista en sociedades precapitalistas es una operacin terica-mente estril, incluso paralizante de la elaboracin. El historiador deberfa, endefinitiva, construir sus propios instrumentos de anlisis, que no estn, por nor-ma, esperando en la caja de herramientas de una disciplina social. El problema escmo lograrlo" (p. 28).

    5) "[M] ientras en ciencias sociales vecinas la vocacin terica estuvo inscriptaen su partida de nacimiento, la historia se enfrenta a la inercia que reproduce losfundamentos empricos del viejo positivismo. [...] Es hora que los historiadoresmiremos francamente los resultados que obtuvimos de este dominio del empirismo.Debemos reconocer de una vez por todas que buena parte de los ms fructfe-ros desafos en la historia medieval y moderna no tuvieron su origen en losespecialistas [historiadores] profesionalmente entrenados: Dobb y Sweezy fue-ron economistas; Brenner y Anderson se inscriben en la sociologa histrica". Enconclusin, "lacultura tericasistemtica debera incorporarsedefinitivamente a [la} educa-cinacadmica"de los historiadores (pp. 36-37;las itlicas son mas).

    Comparto plenamente esta ltima proposicin y adhiero fervientemente asu nfasis en la necesidad de una sistemtica formacin terica de los futuroshistoriadores. Tambin estoy de acuerdo con la primera y la segunda -aunqueen sta yo entiendo que el abandono de los estudios y de la lgica de la totalidadtiene mayor envergadura, en particular en la historiografa argentina, de la queparece asignarle Carlos. Por lo dems, tengo algunas dudas respecto de la terce-

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    ra y cuarta proposiciones, mas aqu no me interesa ocuparme de ellas sino deuna nica cuestin, planteada en la segunda proposicin. En su formulacinresulta llamativa la posicin de Astarita sobre la sociologa histrica. Lo esporque presenta a la misma de un modo que no le hace justicia, tanto que aveces parece una caricatura, y, sobre todo, reduciendo la multiplicidad deposiciones a una nica.

    IICarlos comienza reconociendo que la sociologa histrica ha desempeado

    un "admirable rol [...] con sus esquemas de totalidad" y la imposicin de untriple desafo permanente, apreciable en (1) "replanteos crticos del nexo entreestructuras sociales y estructuras polticas en el perodo del Estado Absolutis-ta", (2) la "visin diacrnica-unitaria del funcionamiento de la 'economa mun-do' desde el siglo XVI" y (3) "un ensayo estimulante de la transicin del feuda-lismo al capitalismo". Empero, estos logros se ven disminuidos por "insuficien-cias en trminos del anlisis concreto" (pp, 15-16). Aqu se encuentra el meollode su argumentacin, inmediatamente desplegada. (Excseme el lector por laextensin de la cita).

    "Su punto inicial [elde la sociologa histrica], compartidoporsusdiversas expre-siones, establecidopor un modelo terico elementalalqueseadaptalarealidadobservada,conlleva presentar esa realidad a la manera hegeliana, corno exteriorizacin de unaracionalidad superior ordenadora, donde ladiversidadno esmm que una variacinformal delpatrn analtico base. En este criterio se encierra elsecreto de la regularidadsistemtica de la exposicin, pero laconsecuencia esque la investigacin seencuentradesplazadapor una construccin emprica ensupresentaciny abstracta ensucontenido.Como es perceptible en Wallerstein, el caso histrico se convierte en un atributode la 'economa mundo', adquiriendo la realidad un valor meramente descriptivocomo expresin de la idea absoluta que subordina las condiciones especficas decada lugar a una tipologa general centro-periferia. Nada se modifica en este enfo-que suplantando la literatura secundaria por el documento (salvo un encuadrems erudito) en tanto laconstruccin intelectualseerige apartir del modeloy no delobjeto. Las categoras analticas tomadas en prstamo de la sociologa o de laeconoma (mercado, poder, hegemona, lucha de clases, etc.) no transmutadaspor referencia con el fenn1eno, establecen aqu su reinado ms acabado.

    "Este tratamiento de la infonnacin, como representacin de la idea) se oponea los hbitos historiogrficos profesionalmente consagrados sobre el [undamento

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    emprico documental delproceso cognitilJo. Esta carga factual, que se preserva enlos mecanismos de reproduccin de la disciplina (la descalificacin de la teoraapriorstica es una constante), es tanto una modalidad habilitadora del anlisis, queen este marco puede denominarse materialista (el punto de partida no son losconceptos sino la realidad), corno una limitacin de las audacias interpretativas. Elhistoriador de oficio pretende resguardarse de las introducciones especulativas delo que resulta, en general, una prudente torna de distancia con respecto a la socio-loga histrica" (p. 16; las itlicas son luas).

    Dejo de lado la apreciacin sobre el triple desafo, pues considerar slo lostres logros sealados reduce los alcanzados por la sociologa histrica. Sin desde-ados -ellos refieren, en todo caso, slo a la problemtica objeto del inters deAstarita, la transicin del feudalismo al capitalismo-, puede argulnentarse queuno de los grandes aportes de la sociologa histrica se encuentra en el anlisisdel cambio social. Pero, en definitiva, el balance puede llevar a resultados dife-rentes, segn los intereses de investigacin de quienes lo realizan, ya una contro-versia estril.

    En cambio, no puedo dejar de sealar que el punto de partida de la argu-mentacin es una afirmacin slo parcialmente cierta. No es correcto decirque las diversas formas de practicar la sociologa histrica tienen como co-mn denominador el partir de "un modelo terico elemental al que se adaptala realidad observada". Dicho as, no puede menos que interpretarse en estostrminos: los socilogos histricos analizan su objeto munidos de un modelopreconcebido, el cual aplican con una obcecacin tal que si los datos construi-dos para explicar la realidad no cuajan con el modelo, en lugar de alterar ste,alteran, fuerzan, la realidad.

    En rigor, en sociologa histrica existen, al menos, tres grandes estrategias deinvestigacin, por lo dems no separadas hermticamente entre s y a menudocombinadas creativarnente, tal corno ha mostrado Theda Skcopol (1989; 1991),cuya sntesis al respecto sirve de base a la que expongo a continuacin. Incluso, unmismo investigador o una misma investigadora puede optar en un caso por unaestrategia y en otro, por otra, o en combinaciones diferentes. La primera de ellasconsiste en emplear un modelo terico general (nico) para explicar uno o mscasos histricos. Podemos denominar a sus practicantes socilogos histricosgeneralizantes. Buenos ejemplos de esta estrategia -que se observa, sobre todo, enalgun6s de los primeros trabajos sociolgico-histricos, en las dcadas de 1950 y1960- son las obras de Neil Srnelser, Social Change in the Industrial Revolution

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    (University ofChicago Press, Chicago, 1959), Kai T. Erikson, Wayward Puritans.A Study in theSociology o[Deuiance (Wiley, New York, 1966) y Michael Schwartz,Radical Protest and Social Structure: The Souther Farmers Alliance and CottonTenancy, 1880-1890 (Academic Press, New York, 1976). Pero no todos ellosproceden de igual manera. As, Smelser se apoya en el estructural-funcionalismo yErikson en la teora durkheimiana, mientras Schwartz elabora el modelo utiliza-do, recurriendo a una conceptualizacin de las clases sociales basada en KarlMarx, V1adimir Lenin, Mao Zedong (Mao Tse Tung) -es decir, en la teora mar-xista- y, en otro registro terico, Robert Michels. Pero ellos no son mer~saplicadores mecnicos de modelo.s elaborados por terceros: elaboran sus propiosmodelos de anlisis, previamente a la investigacin, apelando a las teoras queconsideran ms adecuadas o pertinentes. Pese a sus diferentes basamentos teri-cos, los tres coinciden en elaborar un modelo general aplicable a los casos histri-cos que han elegido. Dicho de otra manera, para los socilogos histricosgeneralizantes, el modelo es algo dado con anterioridad a la investigacin. Supreocupacin principal, empero, es elaborar y demostrar la lgica interna delmodelo terico general que han diseado. Por cierto -y Skocpollo dice explcita-mente--, los investigadores que trabajan con esta opcin son pasibles del cargo deacomodar las presentaciones histricas a una teora preconcebida (Skocpol, 1984:366; y.1991: 113). En el lmite, podra decirse que acumulan evidencia empricapara reforzar la validez del modelo general que utilizan. Esta estrategia es la nicaque se aproxima al estereotipo formulado por Astarita. Empero, como se hadicho, no es la nica ni, siquiera, la ms difundida ni la ms importante.

    La segunda estrategia es la que adoptan los llamados socilogos histricosinterpretativos. En este caso, ellos apelan al empleo de conceptos para generarinterpretaciones significativas de grandes procesos histricos. Lo hacen, si TedhaSkocpol est en lo correcto, por su escepticismo respecto de la utilidad de recu-rrir tanto a modelos tericos, cuanto a algn mtodo de comprobacin de hip-tesis para formular generalizaciones causales sobre grandes estructuras y proce-sos de cambio. Mas ese escepticismo no implica rechazo de la teora. Bien por elcontrario, ellos ponen un especial cuidado en clarificar y explicitar los conceptosque emplean. Lo hacen no slo por necesidades de investigacin, sino tambinpor su intencin de llegar a un pblico ms vasto que el de los acadmicos. Enefecto, los socilogos histricos que eligen esta segunda gran estrategia de inves-tigacin persiguen elaborar interpretaciones significativas, entendiendo la pala-bra significativo en dos sentidos: a) el que atiende "a las intenciones, culturalmentemediadas, de los actores individuales o grupales del escenario histrico" objeto

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    de investigacin (la expresin es de Skocpol), b) el que alude a la importancia otrascendencia cultural y poltica, en el presente, del tema elegido y los argulllcn-tos elaborados. No es de su inters la elaboracin de explicaciones que excedanlos casos analizados, es decir, eventualmente extensibles a otros casos suscepti-bles de anlisis. En esta estrategia, se busca dar cuen ta de qu pas.

    Buenos ejemplos de estudios de sociologa histrica interpretativa son los deEdward E Thompson, en TheMakingofthe English Working C/aJS (Vintage Books,New York, 1966: edicin en espaol: Lafor1nacin de la clase obrera en Ingltlterra,Crtica, Barcelona, 1989), Reinhard Bendix, en Nation-Buildingand Citizenship.Studies ofOur Changing Social Order (Wiley, New York, 1964; 2a edicin, ampliada,University of California Press, Berkeley, 1977; edicin en castellano: Estado na-cionaly ciudadana, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1976) yen Kings orPeople:Power and theMandareto Rule (University ofCalifornia Press, Berkeley, 1978), yPaul Starr, en The Social Transformation o[ American Medicine (Basic Books,New York,1982). Los tres autores citados como ejemplos de socilogos histri-cos interpretativos apelan a fuentes tericas diferentes y analizan dimensionesespaciales distintas. As, Thornpson y Starr se ocupan de un nico caso nacional(estudio de caso aislado), mientras Bendix recurre a un anlisis comparado (estu-dio de varios casos). Ahora bien, el riesgo mayor, en esta estrategia, radica en laapelacin a casos aislados, la cual dificulta o incluso impide la bsqueda de regu-laridades causales. As, COlno han sealado Ira Katznelson y Charles Bidwell apropsito de los trabajos de Thompson y Starr, respectivamente, la explicacincultural del proceso de formacin de la clase obrera inglesa cedera frente a unams poltica slo con recurrir a una comparacin de dicho proceso con losdesarrollados en Estados Unidos y Europa occidental, del mismo modo que la"autoridad cultural" y la demanda econmica de los servicios de los mdicosbritnicos no es menor que la de sus colegas norteamericanos, constatacin quedebilita el argumento explicativo del mayor poder profesional (que incluye pres-tigio y riqueza) de stos en razn, precisamente, de su "autoridad cultural". Enambos casos, dicen los crticos, tanto Thompson cuanto Starr podran habermatizado (e ir ms all de) sus conclusiones tan slo con comparar con otroscasos nacionales.

    En cuanto a las perspectivas tericas elegidas por cada uno de ellos, Thompsonfilia sus temas y conceptos en la vertiente marxista, 1 Starr reelabora el conceptoweberiano de autoridad (tarea que le lleva a formular el suyo de "autoridadI Edward P. Thompson es considerado ms usualmente corno un historiador social. Empero, TedhaSkocpol (1989; 1991) Y Ellen Kay Trimberger han argumenrado slidamente resFecto de

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    cultural") y Bendix opta por emplear temas y conceptos significativos que tomade Max Weber, Orto Hintze y Alexis de Tocqueville.

    Un ejemplo ms reciente de sociologa histrica interpretativa se encuentraen el libro de Robert Castel, La mtamorpboses de laquestion sociale (LibrairieArtherneFayard, Paris, 1995; edicin en espaol: La metamoriosis de lacuestin social, Paids,Buenos Aires-Barcelona-Mxico, 1997), en el cual efecta una genealoga delconcepto cuestinsocialen Francia, es decir, tomando un caso aislado.

    La tercera gran estrategia de investigacin empleada en sociologa histrica esla utilizada por quienes pretenden descubrir regularidades causales (aunque ellastengan alcance limitado) en procesos histricos bien definidos o especficos, so-bre los cuales se persigue ofrecer una explicacin adecuada. No se concedeprioridad a un nico modelo previo, ni a la exploracin significativa de las parti-cularidades complejas que presenta un tiempo y/o un espacio concretos. Encambio, el investigador o la investigadora se mueve entre las especificidadesconcretas del caso que analiza y las hiptesis alternativas capaces de contribuir aexplicar las regularidades causales existentes en la historia.

    A la hora de formular tal explicacin, se apela a dos o ms teoras preexistentes,las cuales se confrontan con los datos histricos, o bien se genera la explicacinterica de manera inductiva, descubriendo, a lo largo de la investigacin, lasllamadas, por Arthur Stichcornbe, "analogas causalmente significativas entrecasos". El punto crucial, seala Skocpol (1989: 375; 1991: 122), es la inexistenciade esfuerzo alguno por analizar los hechos histricos conforme un modelo gene-ral preconcebido, al tiempo que se recurre a hiptesis alternativas exploradas ylo generadas durante la investigacin. De all que" feJIcompromiso del investigador noes conalguna(s) teora(s)preconcebida(s), sino con eldescubrimiento de configuraciones causalesadecuadaspara explicarprocesos histricos importantes" (itlicasmas).

    Los socilogos histricos analticos parten de una o ms preguntas conside-radas claves acerca del tema objeto de estudio, formuladas claramente.' Paraellos, la pregunta es (o incluye), siempre, por qu. De esta manera, no pueden

    considerar su obra equivalente a la de un socilogo interpretativo. De la segunda de ambas autoras,vase "E. P Thompson: Understanding the Process of Hisrory", uno de los captulos del fundamentallibro de Skocpol (1989: 211-243) sobre la sociologa histrica. En todo caso, lo que quiero subrayar esla inutilidad del encasillamiento disciplinario. Tambin Philippe Corcuff ha destacado la importanciadel libro clsico de Thompson para la elaboracin de nuevas investigaciones sociolgicas sobre lasclasessociales (Lasnouuelles sociologies. La ralitsociale enconstruction, ditions Narahn, Paris, 1995, cap. IV;enespaol: Lasnuevassociologas. Construcciones de la realidadsocial, Alianza Editorial, Madrid, 1998).2 Skocpol ilustra muy bien esta prctica de hacer preguntas dirigidas a cuestiones histricas clara-mente formuladas, tomando en cuenta algunas obras clave. As: "Dnde, cmo y por qu ocurrie-ron las revueltas de base agraria contra la Revolucin Francesa y qu luz pueden arrojar las

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    menos que aceptar principios explicativos generalizables y buscar respuestasbasadas en conexiones causales vlidas. stas, pueden ser vlidas en una serie decasos histricos similares, o bien en casos parecidos ocurridos en otros tiemposy espacios. A diferencia de los interpretativos, los analticos evitan atribuir unasignificacin independiente a cada contexto individual. Asimismo, la sociologahistrica analtica apela mucho ms a los estudios comparativos que a los de unnico caso, apelacin que es coherente con el examen de la validez de los argu-mentos (o las hiptesis) explicativos alternativos formulados. En este sentido -alcontrario de los socilogos histricos interpretativos, que buscan los contrasteso las diferencias y, por tanto, la exaltacin de los rasgos propios (singulares) decada caso-, la comparacin es utilizada por los analticos tambin para destacarlas similitudes.

    Los investigadores que prefieren esta tercera estrategia entienden que esposible combinar eficazmente la apelacin a problemas significativos plantea-dos histricamente -como lo hacen los interpretativos- con el esfuerzo porelaborar mejores teoras sociales generales -coincidiendo con los que apelan ala primera de las grandes estrategias de investigacin-, lo cual no es otra cosaque el intento de evitar, simultneamente, caer en la particularizacin y en launiversalizacin. La bsqueda de mejores teoras no es ajena a la confrontacin"con la dinmica variedad de la historia" (Skocpo1).

    Nombres representativos de la sociologa histrica analtica son BarringtonMoore -Social Origins ofDictatorship andDemocracy. LordandPeasant in theMakingofthe Moden World(Beacon Press, Boston, 1966; en espaol: Orgenes social~s deladictaduray delademocracia. Elseory elcampesino enlaformacin delmundomoderno,Pennsula, Barcelona, 1973)-, Charles Tilly -The Vende (Harvard UniversityPress, Cambridge, 1964), Prom Mobilization to Revolution (Random House,respuestas a estas preguntas sobre el tema general de las protestas colectivas en contextosmodernizantes?, pregunta Charles Tilly en La Vende. Por qu algunas monarquas agrarias con unafuerte base comercial terminaron convirtindose en democracias y otras en dictaduras fascistas ocomunistas?, como interroga Barrington Moore en Social Origins ofDictatorship and Democracy. Quexplica las similares causas y consecuencias de las Revoluciones Francesa, Rusa y China y por qu losepisodios de crisis y procesos polticos en otros Estados en proceso de modernizacin agraria nosiguieron el mismo camino?", segn lo hace la propia Skocpol en su States and Social Reuolutions. AComparatiue AnalysisofFrance, Russia and Cbine. "Por qu ciertas regiones de Europa experimentaronuna decadencia de la servidumbre feudal y algunas el surgimiento de la agricultura capitalista,mientras en otras no ocurre nada de ello?, como se pregunta Robert Brenner en [su artculo]"Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe", Por qu el sigloXIX chino fue tan inusualmente resistente a la compra de mercancas extranjeras?", segn interrogaGary Hamilton en "The Chinese Cornsumption of Foreign Commodities. A Comparative Perspective"(Skocpol, 1989: 375). De los textos de Moore, Skocpol y Brenner citados por la autora existenversiones en castellano.

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    New York, 1978)-, Theda Skocpol-States and Social Revolutions. A ComparatiueAnalysis ofFrance, Russia and Chine (Cambridge University Press, Cambridge,1979; en castellano: Los Estados y las revoluciones sociales. Un anlisis compa-rativo de Francia, Rusiay China, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1984)y el artculo "Political Response to Capitalism Crisis: Neo-Marxist Theories ofthe State and the Caseof the New Deal" (Politics and Society, 10-2, 1980, pp.155-202)-, Robert Brenner -"Agrarian Class Structure and EconomicDevelopment in Pre-Industrial Europe" (Past and Present, nO 70, february 1976,pp. 30-75, artculo que origina una importante polmica, que algunos equipa-ran al clsico "debate Dobb-Sweezy", del cual es continuador"), Michael Mann-The Sources ofSocialPower (Cambridge University Press, Cambridge, 1986-1993, vols. 1 y 11 [l A History ofPower from the Beginning to a.D. 1760; JIThe Rise ofClasses and Nation-States, 1760-1914); est pendiente el tercertomo, dedicado a una teora del poder; en castellano: Las fuentes del podersocial, Alianza Editorial, Madrid, 1991-1997, vols. 1 y 11)-, autores todos quemuestran de modo brillante el potencial (tambin ciertas dificultades) de la socio-loga histrica."

    Entre los socilogos histricos analticos no es extrao el abrevar terica-mente en las fuentes de Karl Marx y Max Weber, como se aprecia claramente (yse seala explcitamente) en los trabajos de Moore, Skocpol y Mann, combina-cin que incrementa de manera formidable el poder explicativo, especialmenteal combinar la categora marxiana explotacin con la weberiana dominacin. 5

    3 En efecto, la publicacin del artculo de Brenner abre una controversia' historiogrfica sobre latransicin del feudalismo al capitalismo, desarrollada -con varios participantes de primer nivelacadmico- en las pginas de la revista inglesa durante los aos 1976 a 1982. sta concluye con unmuy largo texto de Brenner en el cual recapitula y explica las crticas y renueva los trminos de suexposicin inicial. El artculo que origina la polmica es publicado en espaol -"Estructura agrariade clases y desarrollo econmico en la Europa preindustrial"-. en Deb4.ts. nO 5, Valencia, 1982, pp. 69-92, y luego en T. H. Aston y C. H. E. Philpin (eds.), El debateBrenner. Estructura declases agrariay desarrolloeconmico en la Europapreindustrial, Editorial Crtica, Barcelona, 1988, libro que incluye los artculos delos otros participantes de la polmica y la respuesta final de Brenner ("Las races agrarias delcapitalismo europeo", pp. 254-286).4 Es bien interesante el hecho de que la mayora de los grandes trabajos de sociologa histrica seageneradora de debates de alta incidencia en el campo acadmico. El "debate Brenner" se inscribe,as, en la saga de las estimulantes polmicas abiertas por los textos de Moore, Tilly, Skocpol,Anderson, Mann, Wallerstein, convertidos no slo en disparadores de controversias sino eninexcusables referencias para investigaciones y estudios sobre los temas por ellos abordados.5 La sociologa histrica britnica, particularmente, ha producido notables aportes en este terreno, amenudo partiendo de una originaria intencin refutadora, sea de Marx o de Weber. Se encontrarnestmulos revisando The BritishJournal ofSociology ~ entre otros, en Norbert Wiley (cornp.), The Marx-Wber Debate, Sage, London-Beverly Hills, 1987 (uno de los captulos de este libro fue publicado enespaol: Val Burris, "La sntesis neomarxista de Marx y Weber sobre las clases", en Zona Abierta,nO59-60, Madrid, 1992, pp. 127-156), o en elexcelente libro de DerekSayer, CapitalismandModernity.An

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    Finalmente, cabe sealar que hay casos en que la adopcin de una de las tresestrategias de investigacin no ocluye la posibilidad de aperturas plausibles aotras alternativas, Por ejemplo, Immanuel Wallerstein es un socilogo histricoque apela -el) Modern World System (Academic Press, New York, 3 volmenes,1974 (1), 1980 (11) y 1989 (111); en espaol: El moderno sistema mundial, SigloVeintiuno Editores, Mxico DF, 3 vols., 1979, 1984 Y1998)- a una combinacinde la primera y la segunda estrategias, es decir, aplica un modelo general y utilizaconceptos para desarrollar una interpretacin histrica significativa. Lo queWallerstein hace es, entonces, emplear una teora o un modelo de capitalismomundial a un proceso histrico de larga duracin, complementada con las refe-ridas a "imperio-mundo", "socialismo-mundo" y "mini-sistema", sumando, en eltratamiento del tema, una visin del mundo significativa, enlazada o comprome-tida con perspectivas polticas del Tercer Mundo y las crticas del radicalismonorteamericano al sistema capitalista mundial."

    Tambin el ingls Perry Anderson -en PassagesfromAntiquity toFeudalism (NewLeft Books, London, 1974; en espaol: Transiciones delaAntigedadalftudalismo,Siglo Veintiuno Editores, Mxico DF, 1979) yen Lineages ofthe Absolutism State(New Left Books, London, 1974; en espaol: El Estado absolutista, Siglo Veintiu-no Editores, Mxico DE 1979)- combina dos estrategias, la de una teora gene-ral (en su caso, el marxismo), y la de recurrir a argumentos histricos compara-tivos para poner de relieve trayectorias histricas particulares. Segn Skocpol,Anderson realiza el poco usual intento de aplicar un modelo general en un estu-dio primordialmente interpretativo y particularizado.

    A su vez, Alvin Gouldner -en "Stalinism: A Study of Internal Colonialism"(artculo incluido en Maurice Zeidin (ed.), Political Power and Social Theory, JAIPress, Greenwich, 1980, vol. 1,pp. 209-251)- estudia un caso particular, desde laperspectiva interpretativa, con la intencin de convertir la interpretacin resul-tante en una hiptesis causal verificable a escala multinacional.

    Excursus on Marx and 'W'eber, Routledge London, 1991 (del cual hay edicin en castellano: Capitalismoy modernidad. Una lectura de Marx y Wber, Losada, Buenos Aires, 1995). En nuestro idioma puede verseel nmero 57-58 de Zona Abierta, Madrid, 1991, dedicado a "El debate en la sociologa histricabritnica". No es un dato trivial que ese giro de la sociologa britnica recuperase la centralidad dela explicacin en la historia.6 Robert Brenner ha criticado, desde el marxismo, la posicin de Wallerstein sobre el papel dominantedel comercio, en contraposicin a la interaccin de clase. Vanse sus "The origins of capitalismdevelopment:a critque of neo-Smithiam Marxisrn", NeUJ LeftReview, nO 104, 1977, pp. 25-92. (Hay edicinen espaol: "Los orgenes del desarrollo del capitalismo: crtica del marxismo neosrnirhiano", enTeora, nO 3, Madrid, octubre-diciembre de 1979, y Robert A. Denemark and Kenneth ~ Thornas, "TheBrenner-Wallerstein Debate", International Studies Quarterley,vol. 3, 1, March 1988. (Hay edicin en espaol:"El debate Brenner-Wallerstein", en Zona Abierta, nO 50, Madrid, enero-marzo de 1989, pp. 123-158).

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    Charles, Louise y Richard Tilly combinan un modelo general (en su caso deconflicto poltico) con hiptesis causales generadas por su propio modelo, unas,y por el durkheimiano, otras, procurando, as, dar cuenta de los procesos deconflicto poltico colectivo violento desarrollados en Francia, Italia y Alemaniaentre 1830 y 1930, tal corno se aprecia en The Rcbellions Century; 1830-1930(Harvard University Press, 1975; en espaol: Elsiglo rebelde, 1830-1930, PrensasUniversitarias de Zaragoza, Zaragoza, 1997).

    En consecuencia, tres o, mejor, cuatro grandes estrategias de investigacin desociologa histrica para dar cuenta de procesos ocurridos en la historia: a) apli-cacin de un modelo general; b) apelacin a conceptos para interpretarlos; e)recurrencia al anlisis de regularidades causales; d) combinacin de dos de lastres anteriores. Es decir, un abanico de posibilidades lllayor que la mezquinaapreciacin de Carlos Astarita. La que l considera nica modalidad de trabajo delos socilogos histricos, es tan slo una de las opciones. Y por lo dems, la msantigua, la menos elaborada y empleada y la de menor capacidad explicativa.

    IIIEn contraposicin con los socilogos histricos, los historiadores, segn

    Astarita, operan de otra manera:

    "Esa dt7Jconfianza hacia elmodelo tericoprimario ayuda a comprender elsegun-do modo de abordaje del movimiento estructural. Es el que se fundamenta en laconstruccin emprica. En este procedimiento, la interpretacin es realizada median-te un persuasivo tratamiento factual, hasta que en cierto momento, cuando se consi-dera que se logr una acumulacin suficiente de testimonios (esto es siempre unaapreciacin nlUY personal), se pasa a la interpretacin. Esta segunda modalidad deestudio del movimiento objetivo se presenta como una inversin {le la sociologahistrica. Mientras que en esta ltima se trata de lograr un acercamiento desde elmodelo a la realidad, la operacin que rige en la historiografa es volcar los datospragmticamente obtenidos de un rea restringida en un modelo comprensivo, obien, configurar la explicacin mediante una combinacin eclctica de modelos reco-nocidos para proporcionar un cuadro unitario. Las categoras aqu no reinan desde elprincipio. Por elcontrario, se mantienen en un disimulado segundo plano detrs delprotagonismo factual que rige la exposicin de los comportamientos sociales y lascualidades objetivas del proceso (un abanico que comprende desde el clima o elcondicionamiento geogrfico a los movimientos de precios). Si las categoras no rei-nan, mantienen no obstante su presencia corno mediadores encubiertos pero activos

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  • Socchatnca j '/12primer y segundo semestre 2002

    durante el transcurso de toda la demostracin, y revelan su omnipotencia en elmomento de lasconclusiones, que renen ydansentido a la maraa de datos consta-tados. Es normalque cuando elhistoriadorpasaa laelaboracin conclusiva (es indi-ferentesu ubicacin en el texto)apelefrancamente a matrices conceptuales obtenidasdeciencias conslidas tradiciones tericaspara manipularesas matrices en la bsque-da de su concordancia con los datos recogidos. Con este recurso heterodoxo decombinacin de categorasdiversas,el modelo resultante adquiere la necesariaplasti-cidad para adaptarse'a las informaciones contenidas en el fichero de trabajo.

    "Yasea de manera franca o disimulada, la disposicin categorial, expuesta enun momento terico separado del anlisis documental o como terminologadiscreta que recubre toda la representacin, revelasu carcter de prstamo de otrasciencias sociales.Si enlasociologa histrica elcardcterexterno delmodelo conrespecto alarealidadsemanifiestadesde unprincipio, enlahistoria ensentido estricto elmodeloparecesurgirdelaexperimentacin empricasinquedisminuya esecardcterexterno. Como ejem-plo de modelo histrico de base emprica puede considerarse el que se establecipara dar cuenta del proceso de los siglos V al XI, y que defiende una continuidadde las estructuras antiguas postulando laJlamada revolucin feudal del ao mil.La tesis de la no variacin estructural en la Alta Edad Media parece desprendersedel estudio documental, aunque el empleo de categoras analticas resulta enltimo trmino decisivo a la hora de establecer la tipologa de la estructura polti-ca, la definicin de los productores directos como esclavos, o la causalidad deldesarrollo de las fuerzas productivas" (pp, 16-17; las itlicas son mas).

    Pese a la extensin de la argumentacin, la diferencia entre el trabajo de lossocilogos histricos y el de los historiadores no se encuentra en el plano queplantea Astarita, Tampoco puede decirse, como a veces han expresado tercerosautores, que la sociologa y la historiografa son diferentes porque la primera tieneun carcter nomottico y la segunda uno ideogrfico ni, mucho menos, por unafalsa divisin del trabajo segn la cual los socilogos ponen los conceptos, lateora, y los historiadores la evidencia emprica (de donde se deriva la falsa aprecia-cin de que los socilogos histricos trabajan con datos secundarios, asunto sobreel cual vuelvo ms adelante. Una diferencia central se encuentra en la lgica con lacual cada disciplina y sus practicantes organizan sus respectivas investigaciones:los historiadores lo hacen a partir de los hechos acaecidos en un tiempo y espaciodados; los socilogos, en cambio, parten de un cierto aparato conceptual." La

    7 Sobre estas diferencias de nfasis y enfoques entre socilogos e historiadores para disear susrespectivas estrategias de investigacin, vase Neil Smelser, Essays in Sociological Explanation, EnglewoodClifts, Prentice-Hall, 1967, p. 35. Muy justamente, Victoria Bonnell -otra sociloga histrica- ha

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    formidable posibilidad que tiene la sociologa histrica -y tambin el gran desa-fo que conlleva- deriva, precisamente, de vincular ambas lgicas. Por eso, losbuenos trabajos sociolgicos histricos exponen los resultados alcanzados segnun patrn que parte de los con.ceptos y los desarrolla en el tiempo y en el espacio(los .hisroriza) o, ms especficamente dicho, construyen textos que son tantoanalticos (como en la sociologa) cuanto narrativos (como en la historiografa)o, si se prefiere, narraciones explicativas. Es all donde se encuentra lo queCarlos llama "el .secreto de la. regularidad sistemtica de la exposicin" de lasociologa histrica -es imposible sustraerse a la presuncin de la existencia deuna cierta dosis de envidia por tal capacidad-, y no en una supuesta clavehegeliana y, por tanto y en buen romance, en confundir 10 real y lo ideal, confu-sin segn la cual lo real no sera otra cosa que la manifestacin externa de loideal, siendo la idea un sujeto autnomo.' Es posible .que haya socilogos hist-ricos -como tambin historiadores y otros cientficos sociales- que procedansegn la presuncin de Astarita, pero ello no es imputable al campo de conoci-miento llamado sociologa histrica. .

    Un asunto que merece algunas lneas es el relacionad~ con el uso de fuen-tes. Aunque ello no es, al menos explcitamente, parte de la argumentacincentral de Carlos Astarita, suele ser indicado por algunos crticos de la socio-loga histrica. Segn ellos, los socilogos histricos emplean bsica, si nonicamente, informacin secundaria, lo cual los hace imputable del "pecado"de no ir a los archivos." Ahora bien, aunque a menudo los socilogos histri-cos trabajan con fuentes secundarias '0 con informacin relevada por otrosinvestigadores, no es cierto que desdean trabajar con fuentes primarias. Haymuchos casos de socilogos histricos que han apelado a relevamiento deinformacin original o de archivos, si se prefiere, para construir datos, talcomo hacen usualmente los historiadores (con frecuentes cadas en el fetichis-mo de los documentos y los archivos). El excelente libro de Charles Tilly, LaVende, es citado casi siempre como ejemplo paradigmtico (no nico) detales casos. Mas lo decisivo no se encuentra all, como bien ha argumentado

    sealado que los historiadores marxistas escapan a la generalizacin indicada por Smelser. Ms an,aado, un cientfico social -sea socilogo, economista, historiador, antroplogo, politlogo- que seproclama marxista, o que apela a elementos tericos del mismo cuo, no trabaja con un modeloprevio o, al menos, con un conjunto de conceptos y categoras previamente elaboradas? Y la respuestaafirmativa no significa (al menos, no necesariamente) que su uso sea mecnico, vulgar o dogmtico.8 A propsito de esto, no puedo menos que recordar una pregunta de un estudiante de Historia, dela Upiversidad Nacional de Rosario, quien, entrevistndome para una publicacin, me pregunt simi opcin por la sociologa histrica era resultado de mi (por l supuesto) rechazo a trabajar en losarchivos.

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  • Bocohstmca ~ f ~)primer y segundo semestre 2002

    Theda Skocpol. La norteamericana seala que la tendencia a utilizar fuentessecundarias es ms frecuente entre los socilogos histricos analticos queentre los generalistas y/o los interpretativos, opcin que resulta de la inten-cin de establecer comparaciones de gran alcance.

    "Las fuentes secundarias son simplemente libros y artculos publicados porhistoriadores o estudiosos especializados en un rea geocultural del mundo. Hayquienes piensan que dichas publicaciones son automticamente inferiores a lasfuentes primarias, los residuos originales del pasado que muchos historiadoresusan corno sus fuentes bsicas de evidencias con las cuales abordar tiempos,lugares y cuestiones. Sin embargo, sera desastroso, desde el punto de vista de lasociologa histrica, insistir dogmticamente en la necesidad de reelaborar lasfuentes primarias en cada nueva investigacin. Si un terna es demasiado grandepara una investigacin puramente primaria -y (itlica de Skocpol) si estn dispo-nibles excelentes estudios realizados por especialistas-, las fuentes secundariasson apropiadas como fuentes bsicas para un estudio determinado. [...] Dichosea esto, sin embargo, sigue siendo cierto que los socilogos histricos cornparati-vos an no han elaborado claramente reglasy mtodos consensuados para el usovlido de las fuentes secundarias. [...] Los socilogos histricos comparativos queusan fuentes secundarias deben, por ejemplo, considerar cuidadosamente tantolas diferentes interpretaciones historiogrficas que provienen de historiadorescontemporneos como las elaboradas por anteriores generaciones. Las preguntasque el socilogo histrico comparativo necesita hacer en cada uno de los casosqueestudia, pueden no corresponder con las que estn de moda en ese momentoentre los historiadores. Por ello, el comparativista debe rastrear sistemticamentela literatura histrica en busca de evidencias a favor yen contra de las hiptesisque est explorando. Talvez, ellasse encuentran en rincones secundarios de otraspublicaciones, o en el trabajo de un historiador 'suelto' totalmente alejado de lastendencias historiogrficas dominantes. Por sobre todo, el socilogo histrico nopuede dejar que sus hallazgos sean dictados simplemente por modashistoriogrficas que cambian de caso a caso y de tiempo en tiempo" (Skocpol,1984: 382).

    En ocasiones, la investigacin con fuentes secundarias es complementadaestratgicamente con la basada en fuentes primarias, puntualmente dirigidas ycon objetivos precisos, por lo general procurando respuestas a preguntas -sobretodo a efectos comparativos- que los historiadores no se han planteado hastaese momento. En rigor, los socilogos histricos no rechazan ni desdean la

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    ~ ....,

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    apelacin a fuentes primarios. Pero no estn obsesionados por ellas ni, muchomenos, las fetichizan. Su trabajo toma muy seriamente la proposicin de MarcBloch: "Slo un problema unificado nos proporciona un punto de reflexincentral".

    El procedimiento que Astarita reputa propio de los historiadores (de algunos,cabra decir mejor) no es, como se ha visto, diferente del que emplean los socilo-gos histricos interpretativos y analticos. La apelacin o la no apelacin a modelos,a conceptos, categoras, teoras es una diferencia que puede apreciarse muy bienentre los propios historiadores. Muchos de ellos rechazan, sobre todo en la modahoy predominante, la recurrencia a unos y otras. En buen romance, quiere decirque rechazan asumir explcitamente la teora con la cual trabajan. Sin teora expl-cita, lo que queda es slo, y en el mejor de los casos, sentido comn.

    La cuestin no es trivial. A finales de los aos 1940, Lucien Febvre, ese granprotagonista de la renovacin historiogrfica del siglo XX, lo expuso con senci-llez no exenta de precisin:

    "sin teora previa, sin teora preconcebida no hay trabajo cientfico posible. Lateora, construccin del espritu que responde a nuestra necesidad de compren-der, es la experiencia misma de la ciencia.Toda teora est fundada, naturalmente,en el postulado de que la naturaleza es explicable. Y el hombre, objeto de lahistoria, forma parte de la naturaleza. El hombre es para la historia lo que la rocapara el mineralogista, el animal para el bilogo, las estrellaspara el astrofsico: algoque hay que explicar. Que hay que entender. Ypor tanto, que hay que pensar. Unhistoriador que rehsa pensar el hecho humano, un historiador que profesa lasumisin pura y simple a los hechos, como si los hechos no estuvieran fabrica-dos por l, como si no hubieran sido elegidos por l, previamente, en todos lossentidos de la palabra 'escoger' (y los hechos no pueden no ser escogidos por l)es un ayudante tcnico. Que puede ser excelente. Pero no es un historiador"."

    Michael Mann, ms recientemente, ha puesto la cuestin en sus precisostrminos:

    "La teora sociolgicano puede desarrollarsesin un conocimiento de la historia.Casi todas lascuestiones clavede lasociologase refierena procesosque ocurren a lo

    9 Lucien Febvre, "Sobre una forma de hacer historia que no es la nuestra. La historia historizante",en Combates por la historia, Editorial Ariel, Barcelona, 3a edicin, 1992, pp. 179-180. La compilacin deartculos que constituyen este libro aparece originalmente en Pars, en 1953 (Combats pour l'bistoire,Librairie Armand Colin), mientras la primera en espaol data de 1970.

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  • Bocohatnca Iltl 2primer y segundo semestre 2002

    largo del tiempo. [...] Pero el estudio de la historia tambin quedara empobrecidosin la sociologa. Si los historiadores renuncian a la teora de cmo[uncionifn las

    . -

    sociedades; quedan prisioneros de los lugares comunes de su propia sociedad. [...]Lateora sociolgica tambin puede disciplinar a los historiadores en su seleccindedatos. [...] Un sentido firme de la teora nos permite decidir qu datos pueden serclaves, cules pueden ser'importantes y cules marginales para comprender cmofunciona una sociedad determinada. Seleccionamos nuestros datos, vemos siconfirman o refutan nuestras intuiciones tericas, ajustamos stas, acopiamosms datos y seguimos zigzagueamos entre la teora y los datos hasta que estable-cemos una explicacin plausible de ~mo 'funciona' tal sociedad, en tal momen-.to y en el tal lugar. [...] El prestar una atencin demasiado erudita a los datosproduce ceguera; el escuchar excesivamente los ritmos de la teora y de la historiauniversal produce sordera" (Mann, 1991: 9-10; itlicas mas).

    Seguramente, Carlos coincidir conmigo en la oposicin a la historiahistorizante,tan fuertemente c~mbatidapor el paradigma historiogrfico dominante durante,circa,las dcadas de 1950, 1960 y, parcialmente, 1970, pero renacida y mayorita-ria a lo largo del ltimo cuarto del siglo XX. Con otro maquillaje, esa es latendencia predominante en la historiografa argentina desde comienzos de losaos 1980. Tal seguridad surge de su admisin de la historiografa como unaciencia social. Obviamente, no puedo menos que estar de acuerdo con l en estepunto, nada irrelevante, por lo dems.

    Ahora bien, si se trata de combatir a la historia historizante (en su vieja yen sunueva forma) y de considerar a la historiografa una ciencia, me parece bien perti-nente y necesario tener en claro la diferencia entre interpretacin y explicacin.Alguna vez, Alessandro Pizzorno caracteriz a un problema historiogrfico comoun problema de identificacinde los sujetos y de" imputacin de acciones histricas atales o cuales sujetos. Formulaba tambin la posibilidad de un planteo adicional:qu tipos de efectos se producen cuando ciertos tipos de sujetos actan de uno uotro modo, es decir, de maneras distintas. Identificar tales tiposes una funcin de lateora que se aspira verificar. Al respecto, Norbert Elias usa una figura muy elo-cuente:

    "Las teoras se asemejan en cierto modo a un mapa. Cuando se est en unpunto A en el que se cruzan tres caminos no es posible 'ver' si este o aquel caminoconducen a un puente sobre el ro que se desea cruzar. Una teora, por decirlo deotra manera, seala a aquel que se encuentra al pie de la montaa interrelaciones

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    que slo podra ver desde la perspectiva de un pjaro. Descubrir interrelacionesdonde no se conocan previamente es una tarea central de las investigaciones cien-tficas. Los modelos teorticos muestran, al igual que los mapas, interrelacionesanteriormente desconocidas entre los hechos. Al igual que los mapas de regionesignotas, all donde se ignora an qu interrelaciones hay, aparecen zonas en blan-co. Al igual que los mapas, nuevas investigaciones pueden evidenciarlos comofalsosy determinar su correccin. Quizs habra que aadir que, a diferencia de losmapas, los modelos sociolgicosfuncionan comomodelos espacio-temporales, esto es, encuatro dimensiones" (Elias, 1982: 195-196; itlicasmas).

    Ms especficamente an: "Una teora social es siempre bsqueda designificado",dice gnes Heller, quien aade que esa bsqueda -y por eso la hay- no presuponeun significado inherente. Esta tarea se 'realiza recurriendo a los hechos, cuyas fuen-

    . tes -los testimonios- tienenque leerse, es decir, interpretar y explicar. 10 A propsito,bueno es recordar que, en la investigacin yen la generacin de conocimiento, haydos clases de preguntas: las descriptivas (o de descripcin).-qu?, cmo?' cudnto?,dnde?- y las explicativas (o de explicacin) -porqu?-, distincin tan clsica que seremonta a Aristteles, quien ya contrapona conocimiento del qu, meramente des-criptivo, y conocimiento del porqu, explicativo, el cual constitua, a su juicio, la ciencia.

    NNobleza obliga: Carlos Astarita concluye su contrapunto con un sesgo me-

    nos "beligerante". As, nos dice, "[d]ebe repararse que esta distincin estableci-

    10 gnes Heller nos recuerda que la distincin entre explicacin e interpretacin es un logromoderno. '''Leer un testimonio' implica descubrir exactamente lo que queran decir los que loescribieron. Pero 'lo que queran decir' no se puede explicar (en sentido estricto), sino slointerpretar. Confrontar los testimonios, relacionarlos entre s, comprobar la objetividad es unaoperacin que realiza la explicacin". sta puede efectuarse mediante tres causalidades: causa efficiens,nexo final y causa formalis Un investigador puede recurrir a una u otra de ellas, pero slo el empleo dela causa fiormalis permite una explicacin de acontecimientos y comportamientos verdaderamentecientfica. "La causa formalis explica los acontecimientos histricos y sus motivaciones mediante laestructura social en cuyo mbito se verifican. La causa se concibe como una totalidad relativa: comouna estructura de reglas sociales, una institucin, un sistema econmico o poltico o, incluso, comoun sistema de subsistemas interrelacionados. La causa formalis da cuenta de los cambios, no mediantelos acontecimientos, sino mediante la lgica de los sistemas que son slo expresados por los aconte-cimientos y por las voluntades de sus protagonistas". Ahora bien si realmente quiere buscar elsignificado, sostiene Heller, "la historiografa debe operar con los tres tipos de causalidades y debedar cuenta de los acontecimientos y estructuras de las pocas presentes-pasadas explicndolas demanera 'permisiva', o sea, segn la siguiente frmula: "x ha podido suceder porque se daban a-b-e,porque si a'-b'-c' queran que x sucediese y porque a"-b"-c" han sucedido efectivamente'" La explica-cin puede asumir una forma permisiva ex pudo suceder porque se daba a') o una forma deterministaex deba suceder porque se daba a'). Vase, Teorla de la historia, Distribuciones Fontanara, Mxico DF,1984, pp. 146-155 y, para una mejor comprensin, todo el captulo 2.

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  • Sccohstnca ~ ~ / ~")primer y segundo semestre 2002

    da entre sociologa histrica e historia tiene un fin ordenador y no puede con-fundirse con una taxonoma estricta. En realidad, las interferencias metodolgicasson innumerables" (op. cit: 18). Pero, al final, no puede con el genio: "si bien esnecesario tomar distancia de los procedimientos especulativos de la sociologahistrica, la mera descripcin de hechos, que clausura todo procedimientoabstractiuo, se tradujo en una enorme acumulacin de datos las mds de las vecesinconexos" (op. cit: 37); itlicas mas). Una de cal y otra de arena ... Es claro quediscrepo con la primera parte de la proposicin y coincido con la segunda.

    En rigor, no hay historiografa ni sociologa a secas, como tampoco hayhistoriadores y socilogos a secas. Hay, en cambio, diferentes paradigmas(interpretativos, explicativos) a los que apelan unos y otros de aqullos. As,existen tanto socilogos cuanto historiadores que, aun permaneciendo en unmismo campo disciplinario, emplean paradigmas diferentes, encontrados, con-trapuestos. De igual modo, encontramos historiadores y socilogos que, traba-jando en sus respectivas (y diferenciadas) disciplinas, conlparten un mismoparadigma interpretativo o explicativo. En el primer caso, la comn pertenenciadisciplinaria no es bice para situarse en posiciones no comunes. En el segundocaso, por el contrario, la apelacin a un mismo paradigma las une, por encimade las diferencias de pertenencia disciplinaria.

    Por eso, hoy adquiere especial relevancia el intento de quienes estamosnucleados en la red Historia a Debate. J J As, en el Manifiesto de setiembre de 2001se postula una nueva historiografa que acreciente "la interdisciplinariedad de lahistoria, pero de manera equilibrada: hacia adentro de la amplia y diversa comu-nidad de historiadores, reforzando la unidad disciplinar y cientfica de la historia

    11 Tal como se define institucionalmente, Historia a Debate es una red estable que, en tiempos defragmentacin, comunica y rene a historiadores de todo el mundo, mediante actividades presen-ciales y en Internet, dentro y fuera de las instituciones acadmicas, que busca dinamizar intercam-bios y contactos multilaterales entre sus miembros ms all de las fimueras de la especialidad y de lanacionalidad, de las diversas filias y fobias, de cualquier ideologa cerrada. Es un foro permanentede debate, en tiempos de transicin paradigmtica, sobre la metodologa, la historiografa }' la teorade la historia; sobre la prctica renovada de la investigacin y de la divulgacin histrica; sobre ladocencia de la historia, en la universidad y en las enseanzas medias, y su relacin con la investiga-cin y la reflexin historiogrfica; sobre los problemas acadmicos, profesionales y laborales de loshistoriadores, sobre todo jvenes; sobre el interfaz y el compromiso del historiador con lasociedad, la poltica y la cultura de nuestro tiempo, Historia a Debate ha dado, el 11 de setiembre de2001, un importante paso como proyecto colectivo con la elaboracin y difusin de un Manifiestoque nos define corno tendencia historiogrfica, sin menoscabo de la pluralidad de la red, endebate y relacin con la continuidad simple de la historiografa de los aos 1960 y 1970, elpositivismo que renace y el posmodernismo que decae. Vase unuuih-debate.com, donde se encontra-r amplia informacin sobre sus objetivos, actividades, etc. T arnbin, en varios idiomas, el textodel Manifiesto y sus firmantes. Sociobistrica lo reprodujo en su nmero 9-10, Primer y segundosemestres 2001, pp. 244-254.

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    profesional y, hacia afuera, extendiendo el calnpo de las alianzas ms ac y msalhi de las ciencias sociales clsicas" (Propuesta IV). Se trata, adems, de com-batir una "divisin del trabajo" segn la cual la historiografa provee de informa-cin emprica y otras disciplinas reflexionan sobre ella, es decir, de bregar porsuperar "la fatal disyuntiva de una prctica (positivista) sin teora o de una teora(especulativa) sin prctica" (Propuesta XIII). Personalmente, entiendo -an co-incidiendo con el Manifiesto, del cual soy uno de los firmantes- que es posihle irtodava ms all, sea en los trminos de transdiciplina, segn la formulacin dePierre Bourdieu, o de hibridacin dedisciplinas, tal como lo hacen Mattei Dogal"! yRobert Pahre.

    Pierre Bourdieu (2000: 191) seala muy precisamente -en un texto a mijuicio no slo excelente sino de lectura imprescindible tanto para historiadorescuanto para socilogos- que la muy profunda fractura que se ha establecidoentre historiografa y sociologa es, empero, completamente ficticia, toda vez ,queambas "tienen el mismo objeto y podran tener los mismos instrumentos tericosy tcnicos para construirlo y analizarlo". Bourdieu ha sido un denodado comba-tiente por la "emergencia de una ciencia social unificada en la cual la historiasera una sociologa histrica del pasado y la sociologa una historia social delpresente".

    He aqu una cuestin bien interesante, cuyo tratamiento rebasa el alcanceque he querido darle a este comentario.'! Enfrentarla, sumergirse en ella, nosllevara a considerar ncleos duros, entre los cuales tambin el planteado porCarlos respecto de las categoras y conceptos historiogrficos: "El historiadordebera, en definitiva, construir suspropios instrumentos deanlisis que no estn, pornorma, esperando en la caja de herramientas de una disciplina social" (Astarita,2000: 28; itlicas mas). Pero, es o debera ser, realmente, as? En todo caso,como se advierte n1UY rpidamente, la historiografa y/o los historiadores no hanproducido demasiados conceptos y categoras analticas. En cambio, es frecuenteobservar a historiadores empleando conceptos y categoras propios, originaria-mente, de otras disciplinas y, por desgracia, an ms frecuentemente, utilizndo-los tan slo como trminos -no como conceptos-, como si ellos fuesen neutrosy el lector no necesitase saber a qu se est haciendo referencia.Tal vez, lahistoriografa necesite formular pocos conceptos y categoras analticas propios.

    12 Me ocupo extensamente de sta y otras cuestiones en "Por la abolicin de las fronteras, lospasaportes, las visas, el contrabando, las aduanas y los aduaneros. Y a favor de la comunidad dedisciplinas cientficas", largo artculo que sirve de introduccin a un libro del cual soycompilador, Mds all de lasfronteras disciplinarias. Alegato en javor de la sociologa histrica, en trmitede publicacin.

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    En tanto "ciencia imperialista" -en el sentido que Braudelle daba a la expresin,ambicin compartida con la sociologa-, la historiografa abarca la totalidad delas acciones sociales y humanas realizadas a lo largo del tiempo y del espacio.Desde que las ciencias sociales dejaron de ser un campo nico y se fragmentaronen mltiples disciplinas, crecientemente especializadas y amuralladas, muchos delos conceptos y categoras necesarios para explicar tales acciones fueron creadosen esos nuevos mbitos disciplinarios. Los historiadores recurrieron y recurren aellos, emplendolos con suerte dispar. No deja de ser bien significativo que unade las pocas categoras. analticas construidas por un historiador, como es el casode largaduracin (factura de Fernand Braude1),haya sido y sea tan poco empleada-ms raramente an, empleada bien- por los historiadores. Eh contrapartida, unsocilogo histrico como Immanuel Wallerstein ha hecho de ella una clave de suargumentacin. El espacio disponible para el presente artculo impide hacer untratamiento ms detenido de una cuestin central de todo anlisis social, la deltiempo. Pero no puedo dejar de sealar que un gran mrito de Braudel ha sido,justamente, el de haber construido una categora con un enorme potencial trans-formador de nuestro modo de aprehender esa "liebre esquiva" que es lo social.Tiene razn Carlos Antonio Aguirre Rojas cuando apunta que la larga duracinhistrica braudeliana es "un-programa abiertode investigacin, cuyo objetivo centralera precisamente la construccin de un lenguaje comnpara todas las ciencias socialescontemporneas". Ella "puede constituir una va de acceso pertinente hacia la deli-mitacin de un espacio comn en torno a lo socialdesde el cual podra comenzar apensarse la construccin de los nuevos perfiles de la ciencia social por venir. [...]El anlisis de las diferentes duraciones de los hechos se presenta, entonces, msque como un tema que correspondera a la historia, como un problema comna todas las ciencias sociales contemporneas" (Aguirre Rojas, 1995: 31-33; itlicasdel autor). No es casual que los historiadores encapsulados en su disciplina noslo hayan desdeado esa formidable categora, sino tambin arrojado por laborda al propio Braudel. Tampoco es casual que, por el contrario, uno de losgrandes nombres de la sociologa histrica y un investigador extremadamenteatento al tiempo y a la historia, Norbert Elias, haya mostrado de manera formi-dable la enorme capacidad explicativa ,que tiene un anlisis atento al tiempolargo, el cual le ha permitido -si bien la suya no es una apelacin a la matrizbraudeliana sino una construccin propia y original- articular de modo magistralla historia de las mentalidades con la historia de las formas del poder.

    Como quizs no sea posible retornar al primigenio campo cientfico socialnico o unificado, me parece mucho mejor bregar por una comunidad de nues-

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  • De abejas, de arquitectos y de carpinteros...

    tras disciplinas (incluso en creciente dilogo con las fsico-naturales), constitu-yendo un calnpo de libre circulacin de teoras, conceptos, categoras, mode-los, mtodos, tcnicas, hiptesis. 0, si prefiere, construir una comunidad decampos de conocimiento -bajo las formas de transdisciplina, de hibridacin dedisciplinas u otras- que haga tabla rasa con los muros, los cercos, las murallas,incluso las fronteras, y nos permita circular libremente, sin pasaportes, sin vi-sas, sin aduanas ni aduaneros. Terminaremos, as, con el contrabando de nues-tras principales herramientas.

    Recuerdo, ahora, que las argumentaciones en favor de la rearticulacin -endistintos grados- de historiografa y sociologa no es una demanda nueva, niprivativa de historiadores o de socilogos. Es extensa la nmina de unos y otros-de las ms variadas orientaciones tericas- que lanzaron la propuesta desde,por lo menos, los aos 1940. As, por ejemplo -antes que Fernand Braudel oLucien Goldmann-, cl historiador marxista polaco Leo Kofler alertaba, en 1948,que "la ruptura de la unidad entre historia y sociologa por fuerza tiene un efectofunesto sobre ambas". Incluso previamente, en 1938, H. Becker y H. E. Barneshicieron referencia, por primera vez, a la necesidad de una sociologa delahistoria. I j

    No deja de ser curioso que Carlos Asrarita -en primer lugar por sus propiasconvicciones tericas- tenga, frente a la sociologa histrica, las reservas fonnu-ladas en su artculo. Mirado desde esa perspectiva, se me ocurre que podra estarmucho ms cerca de, y suscribir, la afirmacin que Eric Hobsbawrn le hiciera,ante una pregunta especfica, a los historiadores espaoles Javier Paniagua y JosPiqueras (1996: 34): "En general tengo un cierto inters, una cierta simpatahacia lo que hacen [los socilogos histricos 'y tambin gente de ciencias polti-cas'] porque tienen el proyecto de comprender la totalidad de la evolucin hist-rica. [... ] Creo que es un proyecto positivo. Se puede discutir, se puede debatir,pero hay pocos historiadores que tengan ese coraje. [...] Desde nuestro punto devista marxista es ms fcil comunicar con Max Weber que con Mornmsen, porejemplo". Es que la sociologa histrica es un intento de entender la relacinentre accin humana, personal o colectiva, y organizacin o estructura socialcomo algo que se construye de fornla continua en el tiempo (Abrams, 1982: 16)

    Para finalizar: Peter Burke (1997: 30) recuerda que Francis Bacon, trascriticar por igual a los empiristas, hormiguitas acumuladoras de datos, y a los

    13 Leo Kofler, Contribucin a la historia de la sociedad burguesa, Amorrorru editores) Buenos Aires) 1974)p.19 (la primera edicin en alemn es de 1948); H. Becker and H. E. Barnes, Social thought jj'om lore loscience. A bistoryandinterpretationsideasabout life toith hisfi:lloWJ to times ioben hJstudyoffhepaJt J linleedtoiththat o/the presentJor the sake o/bis fitture, New York) 1938) vol. 11,cap. XX.

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  • Boc oh j strjca {~{ ~)primer y segundo semestre 2002

    tericos puros, araas generadoras de telas en su propio interior, conclua reco-mendando seguir el ejemplo de la abeja: buscar materia prima y transfonnarla.Si bien la metfora es clara, resulta insuficiente. Podernos, entonces, dar un pasoms y acordar con la proposicin de Karl Marx: el peor de los arquitectos essuperior a la mejor de las abejas porque antes de hacer su trabajo tiene el planoen la cabeza. O tambin decir, como Arthur Stichcornbe, que se puede construira la manera de un carpintero, ajustando las medidas mientras va avanzando ensu trabajo (pero aunque l diga que ello lo diferencia del arquitecto, quien dibujaprimero y construye despus, no menos cierto es que el carpintero tambin tieneen su cabeza el resultado al cual quiere llegar, ms alhi de los ajustes que puedaintroducir en el proceso). De todos modos, metforas claras, inequvocas: eninvestigacin, lo mejor es construir datos y explicarlos, unir constatacin empri-ca y teora en una tarea inescindible. Felizmente, cada quien puede elegir laestrategia que le parezca mejor. Pero, me parece, siempre es ms estimulantetratar de fundir, en un solo perfume, menta y canela.

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